EL ESTADO CONSTITUCIONAL
I. Definición
Es el Estado que reúne los requisitos de legalidad, exigidos por la doctrina liberal. Esta idea
surge en el siglo XVIII en Europa, contrapuesta a los Estados arbitrarios carente de mediación
legal que impida los excesos de los gobernantes. Esta idea plasmada en los textos de J. J.
Rousseau, se convirtió posteriormente en una de las principales banderas políticas de los
movimientos revolucionarios y liberales que recorrieron el mundo. Para Kart Loewenstein: “El
Estado constitucional se basa en el principio de la distribución del poder. La distribución del
poder existe cuando varios e independientes detentadores del poder u organismos estatales
participan en la formación de la voluntad estatal. Las funciones que les han sido asignadas
están sometidas a un respectivo control a través de otros detentores del poder político está
necesariamente controlado”. (K. Loewenstein 1976)1
En este sentido, un estado constitucional es un estado moderno el cual cuenta y tiene una
constitución en la cual existe el poder ejecutivo el legislativo y el poder judicial, separando
facultades jurisdicciones y competencias para tener equilibrio dentro del marco de la legalidad.
Se observa claramente que el estado constitucional de derecho asienta su paradigma en la
subordinación de la legalidad a Constituciones rígidas con un rango jerárquico superior a las
leyes como normas de reconocimiento de su validez. Esto significa que:
a. La validez de las normas no depende exclusivamente de la forma de producción sino
además de la compatibilidad de sus contenidos con los principios constitucionales;
b. La ciencia jurídica propone una visión crítica en relación con su propio objeto y propone
la eliminación o corrección de las lagunas y antinomias que surgen de la violación de
las prohibiciones y obligaciones de contenido establecidas por la Constitución;
c. La actividad jurisdiccional se fortalece en la medida que debe aplicar las normas, y
siempre que éstas sean formal y sustancialmente compatibles con la Ley Fundamental;
d. Se configura un límite y un complemento para la democracia. Un límite, porque los
derechos incorporados a la constitución implican prohibiciones y obligaciones
impuestas a los poderes y a las mayorías, que de no mediar dicha interdicción,
alcanzarían el grado de absolutos. Un complemento, porque estas prohibiciones y
obligaciones se configuran como garantías de los derechos de todos frente a los
abusos de tales poderes, que podrían de otro modo fagocitar el propio sistema
democrático.
De ello se deduce que, si en el modelo de estado legislativo de derecho (Prieto 2003, 65-92)2,
el poder emanado de la ley era soberano por cuanto representaba la voluntad general, en el
Estado constitucional de derecho queda sometido a la constitución y la decisión democrática
que, por principio, es aquélla adoptada conforme a un conjunto de reglas y no sólo a la
3
Ferrajoli, L. Los Fundamentos De Los Derechos Fundamentales, (España: Trotta,2001).65.
4
Serrano, J. Validez y vigencia: la aportación garantista a la teoría de la norma jurídica,(España: Trotta, 1999).56.
5
Gutiérrez, E. Todo Derecho-Despacho jurídico. Recuperado de: http://tododerecho.blogspot.pe/2009/07/los-
elementos-que-caracterizan-el.html. (Consultado el 03 de mayo de 2019)
respetar, cumplir y defender la Constitución y el ordenamiento jurídico de la Nación”.
Esto implica reconocer que tal como lo señalamos en la introducción, que no hay zonas
inmunes a la fuerza normativa de la Constitución.
Esta característica de la Constitución ha sido recogida de alguna manera en el principio
de eficacia normativa de la Constitución respecto de todos los poderes públicos. Según
éste, dado que la Constitución pretende verse actualizada, y en virtud de que las
posibilidades y condicionamientos históricos de tal actualización van cambiando, en la
solución de los problemas jurídico-constitucionales, será preciso dar preferencia a
aquellos puntos de vista que ayuden a las normas de la Constitución a obtener la
máxima eficacia, bajo las circunstancias de cada caso.
El TC lo ha recogido en su jurisprudencia como el principio de fuerza normativa de la
Constitución, y según él “La interpretación constitucional debe encontrarse orientada a
relevar y respetar la naturaleza de la Constitución como norma jurídica, vinculante in
toto y no sólo parcialmente. Esta vinculación alcanza a todo poder público (incluyendo,
desde luego, a esteTribunal) y a la sociedad en su conjunto”.
La fuerza vinculante de la Constitución es fruto del tránsito del Estado de Derecho o
también denominado Estado Legislativo de Derecho al Estado Constitucional de
Derecho. En efecto, en el Estado de Derecho se tenía por parámetro a seguir a la ley,
siendo el principio de legalidad el más resguardado. Empero, con la evolución hacia el
Estado Constitucional de Derecho, la norma máxima y base de interpretación es la
Constitución. Ello, significa no sólo –en teoría- un cambio de concepción sobre lo que
el Estado estaba obligado a resguardar (los derechos humanos, principios de control,
etc.), sino que además cambió el criterio de interpretación de todo el ordenamiento
jurídico: se pasa del principio de legalidad al principio de constitucionalidad, en pro de
la mejor defensa de la dignidad de la persona.
El tránsito del Estado Legal de Derecho al Estado Constitucional de Derecho supuso,
entre otras cosas, abandonar la tesis según la cual, la Constitución no era más que una
“mera carta política referencial, incapaz de vincular al poder”, esto es, una norma
carente de contenido jurídico vinculante y compuesta únicamente por una serie de
disposiciones orientadoras de la labor de los poderes públicos, para consolidar la
doctrina conforme a la cual la Constitución es también una norma jurídica, es decir, una
norma con contenido dispositivo.
En conclusión, la Constitución no solo es una norma de referencia o un conjunto de
objetivos políticos, es al mismo tiempo una norma que fija limites y responsabilidades,
ineludibles e infranqueables vinculantes para el poder político y para los particulares.
Podemos discrepar de esto, pero debemos ser consientes que esta es la opción que
ha sido abrazada por nuestra Constitución Política. Una posición opuesta, que solo le
reconoce naturaleza política a la Constitución, es incompatible con un Estado
Constitucional de Derecho y carece de fundamento constitucional. En otras palabras no
existe fundamento jurídico alguno para intentar desvincularse de la Constitución.
b) Supremacía o superioridad jerárquica en el sistema de fuentes de la constitución.
La Constitución no sólo es una norma jurídica, sino que es la norma suprema del
ordenamiento jurídico, es la norma de mayor importancia en el sistema de fuente del
Derecho, cuyos efectos irradia a todo el ordenamiento jurídico. De ahí que Prieto
Sanchís señale con propiedad que ella condiciona la validez de todos los demás
componentes del orden jurídico, y que representa un criterio de interpretación
prioritario. Ello solo es posible, gracias “a la omnipresencia de la Constitución en todas
las áreas jurídicas y en todos los conflictos mínimamente relevantes, en lugar de
espacios exentos a favor de la opción legislativa o reglamentaria”.
Para Castillo Córdova, se considera a la Constitución como la norma jerárquicamente
superior, por encima de las demás normas que conformen el ordenamiento jurídico
peruano. Esto significa que “la ley o la norma reglamentaria deberán de ajustarse a la
Constitución si pretenden ser validas y regir efectivamente. Ninguna norma con rango
de ley ni mucho menos con rango de reglamento, podrán disponer de modo distinto a
lo que dispone la Constitución” (Castillo Cordoba 2007)6.
El fundamento constitucional de esta característica la encontramos en el artículo 51 de
la Constitución. Según esta norma, “La Constitución prevalece sobre toda norma legal;
la ley, sobre las normas de inferior jerarquía, y así sucesivamente [..]”. Esta disposición
es recogida y reiterada en el artículo 138, a propósito del control difuso, y precisa que
“En todo proceso, de existir incompatibilidad entre una norma constitucional y una
norma legal, los jueces prefieren la primera”.
6 Luis Castillo, Los derechos constitucionales. Elementos para una teoría general, (Lima: Palestra, 2007).187.
Constitución. En cada caso serán diferentes las consecuencias. Si la Constitución solo
obliga directamente al legislador, y a los demás únicamente de modo indirecto, en
cuanto están sometidos a la ley, la acomodación del contenido del ordenamiento a las
prescripciones constitucionales dependerá de aquél y, en consecuencia, la única
garantía posible será el control de constitucionalidad de la ley. En otras palabras, la
Constitución solo estará presente en el ordenamiento jurídico por mediación del
legislador y del órgano que lleve a cabo el control de constitucionalidad de la ley. Por el
contrario - siguiendo a De Otto-, la eficacia directa de la Constitución implica que los
jueces, y en general todos los llamados a aplicar el derecho, habrán de tomar la norma
constitucional como una premisa de su decisión, igual que cualquier otra norma, con
las siguientes consecuencias:
a) dado que la Constitución es norma superior habrán de examinar con ella todas las
leyes y cualquiera normas para comprobar si son o no conformes a la Constitución;
b) habrán de aplicar la norma constitucional para extraer de ella la solución del litigio o,
en general, para configurar de un modo u otro una situación jurídica;
c) habrán de interpretar todo el ordenamiento conforme a la Constitución.
d) Garantía judicial, competencia que corresponde a los jueces ordinarios para que
resuelvan los litigios.
La denominada garantía jurisdiccional o judicial, no es otra cosa que la exigibilidad
judicialmente o jurisdiccional de la Constitución. Esto significa que la primacía de la
Constitución, como la de cualquier otra normatividad, es jurídicamente imperfecta si
carece de garantía jurisdiccional y, concretamente, si la constitucionalidad de las
decisiones y actos de los poderes públicos no es enjuiciable por órganos distintos de
aquellos que son sus propios actores (Garcia 1981, 18) 7 . En efecto, la garantía
jurisdiccional no es otra cosa que la exigibilidad jurisdiccional del cumplimiento de la
Constitución.
Esto implica reconocer la competencia de los jueces para resolver litigios desde el
ordenamiento jurídico incluido la Constitución, pudiendo concretarse a través del
control concreto y del control abstracto, y a priori y a posteriori, encomendado a
órganos especializados o a los jueces ordinarios. En otras palabras, en aquellos casos
en que algún funcionario público o un particular desconoce o incumple una norma
constitucional, se encuentran expeditos los procesos constitucionales para la defensa
de la Constitución Política. En efecto, significa que con la finalidad de proteger y hacer
eficaz lo señalado por la Constitución (derechos, valor o principio constitucional), existe
una jurisdicción o una justicia especializada: la constitucional. La razón de esta
garantía de la Constitución es que ésta es una norma jurídica, y como tal, tiene una
garantía que resguarda su ejecución.
7 Manuel García, “El status del Tribunal Constitucional”. Madrid: Revista Española de Derecho Constitucional Nº 1,
1981).18.
Hablar de garantía jurisdiccional de la Constitución es hacer referencia a los
mecanismos de defensa de la Carta Política, los cuales se materializan en el control.
No le falta razón a Manuel Aragón cuando precisa que “el control es un elemento
inseparable del concepto de Constitución si se quiere dotar de operatividad al mismo”.
Agrega este autor, “que solo si existe control de la actividad estatal puede la
Constitución desplegar su fuerza normativa, y sólo si el control forma parte del
concepto de Constitución puede ser entendida ésta como norma” (Aragon,
Constitución, Democracia y Control 2002, 81) 8.
El fundamento de esta garantía jurisdiccional de la Constitución lo encontramos en
principio, en los artículos 200 para el caso del control concretado y el artículo 138 para
el caso del control difuso. En nuestro país, tal garantía constitucional está compartida
entre el Poder Judicial y el Tribunal Constitucional.
A lo largo de toda su historia se ha considerado como uno de los supuestos del Estado de
Derecho la distinción clásica entre los poderes legislativo, ejecutivo y judicial. El Estado
Constitucional de Derecho acoge en su estructura este principio de división, con las
matizaciones del caso, pero añade a ello tres notas esenciales:
1. Tiene como supuesto esencial de su existencia la división primaria y fundamental entre
el poder constituyente y los poderes constituidos, establecida en su día por Sieyès
como supuesto del sistema constitucional y según la cual los poderes constituidos no
pueden invadir la esfera reservada al constituyente. Esta radical división de poderes,
que afecta a la raíz misma del sistema constitucional, si bien reconocida por la teoría,
carecía de garantías dado el poder fácticamente absoluto del Parlamento. Pero el
Estado constitucional de Derecho parte del supuesto de que el poder constituyente no
sólo fundó en su día los poderes constituidos con sus respectivas competencias y
límites de acción, sino que los fundamenta permanentemente, pues la voluntad y
racionalidad subjetivas del constituyente se objetivaron en su día en la voluntad y
racionalidad objetivas de la Constitución y, por consiguiente, la custodia de ésta es la
garantía de la custodia de la diferenciación entre ambos poderes.
2. Ya, hacia los años treinta del siglo pasado, Benjamin Constant postuló la necesidad de
un cuarto poder políticamente neutral que tuviera la misión de mantener el equilibrio
entre los tres poderes restantes y neutralizar las perturbaciones que pudieran
producirse entre ellos, así como las posibles desviaciones constitucionales. A reserva
de las matizaciones debidas al siglo y medio transcurrido desde Constant a nuestro
tiempo, cabe afirmar que este cuarto poder que Constant investía en el monarca y que
actuaba más bien con recursos políticos, es ahora investido funcionalmente en una
jurisdicción constitucional y, orgánicamente, en los Tribunales constitucionales que
actuando con métodos jurídicos, tienen a su cargo mantener el debido nivel de
constitucionalidad y resolver los conflictos entre los poderes constitucionales del
Estado.
3. Dentro del sistema clásico de división de poderes, el legislativo poseía un poder de
disposición prácticamente ilimitado sobre la ley, especialmente en aquellos sistemas en
los que no existía o ejercía un derecho de veto por parte del Jefe del Estado. En
cambio, un Estado constitucional de Derecho no admite que las decisiones del
Parlamento sean absolutas, omnicompetentes y eo ipso justas, sino que la validez de
tales decisiones depende de su concordancia con
la Constitución. Estado democrático de Derecho significa, así, un sistema donde la
democracia se ejerce dentro de los límites fijados por la Constitución.
El Estado legal de Derecho identifica el Derecho con la ley o con las normas dictadas en
función de una ley. Cierto que frecuentemente se reconocía la significación jurídica de la
Constitución, pero sin que se vieran remedios a sus posibles contravenciones por parte de los
poderes públicos.
Sólo al Parlamento en cuanto representante de la soberanía popular y en el desarrollo de su
función legislativa se le consideraba competente para la interpretación última de la
Constitución, lo que, sin embargo, no evitaba conflictos con otros poderes que habían de
resolverse por la vía política.
En cambio, el Estado Constitucional de Derecho eleva la Constitución desde el plano
programático al mundo de las normas jurídicas vinculatorias y, por consiguiente, no sólo acoge
el principio de la primacía de la ley in suo ordine sino que lo complementa con el principio de la
supremacía de la Constitución sobre la ley y, por tanto, sobre todo el ordenamiento jurídico,
con la consiguiente anulación en la medida que en su conjunto o en algunos de sus preceptos
no se adecue a la norma constitucional. Esta
primacía de la Constitución sobre la ley se sustenta, en primer lugar, en la doctrina adoptada
por Kelsen y hoy generalmente admitida según la cual el orden jurídico constituye un sistema
jerárquico que, iniciándose en la Constitución, se extiende por los sucesivos momentos en el
proceso de su creación a través de la ley, el reglamento, el acto administrativo, la sentencia y la
ejecución.
Todos estos actos son sucesivos grados de creación del Derecho cuyo carácter jurídico deriva
de la Constitución y cuya validez depende de su adecuación a ella. Consideradas las cosas
desde la perspectiva de la historia de las ideas, nos encontramos con una resonancia del
principio escolástico de la unidad del orden expresado en la famosa fórmula ad unum derivatur
et ad unum reducitur, es decir, en nuestro caso, todo deriva de la Constitución y todo ha de
legitimarse por su concordancia directa o indirecta con la Constitución. Pero la primacía de la
Constitución sobre la ley no se justifica solamente por la división entre poder constituyente y
constituido, ni por unos criterios lógicos u ontológicos sobre la estructura del orden jurídico,
sino que se justifica también por su aportación a la seguridad jurídica en un tiempo en el que
los principios clásicos de generalidad, discusión y publicidad no tienen la significación que
tenían en otro tiempo, pues, de un lado, la generalidad de la ley cede frecuentemente ante la
necesidad de las llamadas leyes medida para objetivos singulares y definidos y, de otro, los
requisitos de discusión y publicidad tienden a perder contenido real como consecuencia de la
creciente importancia de las comisiones en el proceso legislativo y de la de los partidos
fuertemente organizados en la estructura del Parlamento. Bajo estos supuestos se acentúa la
necesidad de la sumisión de la acción legislativa a la disciplina de la Constitución.
10 Manuel Aragón, Constitución y control del poder, (Buenos Aires: Ediciones Ciudad Argentina, 1994).12.
11 Karl Loewenstein, Teoría de la Constitución, 4º reimpresión, (Barcelona: Ariel,1986),149.
la constitución entre otras cosas es el lugar donde se establecen los distintos órganos con sus
respectivas competencias y facultades que en conjunto constituyen y vertebran el Estado.
Bibliografía
Aragon, Manuel. Constitución y control del poder. Buenos Aires: Ediciones Ciudad Argentina, 1994.
—. Constitución, Democracia y Control. Mexico DF: Universidad Nacional Autónoma de México, 2002.
Castillo Cordoba, Luis. Los derechos constitucionales. Elementos para una teoría general. Lima: Paletra, 2007.
Ferrajoli, Luigi. Cervantes virtual. s.f. www.cervantesvirtual.com. (último acceso: 3 de Mayo de 2019).
Ferrajoli, Luigui. En Los Fundamentos De Los Derechos Fundamentales, de Luigui Ferrajoli, 65. España: Trotta,
2001.
Garcia, Manuel. El Estatus del tribunal constitucional. Madrid: Revista Española de Derecho Constitucional Nº1,
1981.
Gutiérrez, E. Todo Derecho. s.f. http://tododerecho.blogspot.pe/2009/07/los-elementos-que-caracterizan-
el.html (último acceso: 3 de Mayo de 2019).
Loewenstein, Karl. Teoría de la Constitución. Barcelona: Ariel, 1986.
Loewenstein, Kart. En Teoria de la constitucion, 50. Barcelona: Ariel, 1976.
Prieto, Luis. En Justicia constitucional y derechos fundamentales, de Luis Prieto Sanchís, 65-92. España: Trotta,
2003.
Serrano, José Luis. En Validez y vigencia: la aportación garantista a la teoría de la norma jurídica, de José Luis
Serrano, 56. España: Trotta, 1999.