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EL ESTADO CONSTITUCIONAL DE DERECHO

EL ESTADO CONSTITUCIONAL
I. Definición
Es el Estado que reúne los requisitos de legalidad, exigidos por la doctrina liberal. Esta idea
surge en el siglo XVIII en Europa, contrapuesta a los Estados arbitrarios carente de mediación
legal que impida los excesos de los gobernantes. Esta idea plasmada en los textos de J. J.
Rousseau, se convirtió posteriormente en una de las principales banderas políticas de los
movimientos revolucionarios y liberales que recorrieron el mundo. Para Kart Loewenstein: “El
Estado constitucional se basa en el principio de la distribución del poder. La distribución del
poder existe cuando varios e independientes detentadores del poder u organismos estatales
participan en la formación de la voluntad estatal. Las funciones que les han sido asignadas
están sometidas a un respectivo control a través de otros detentores del poder político está
necesariamente controlado”. (K. Loewenstein 1976)1
En este sentido, un estado constitucional es un estado moderno el cual cuenta y tiene una
constitución en la cual existe el poder ejecutivo el legislativo y el poder judicial, separando
facultades jurisdicciones y competencias para tener equilibrio dentro del marco de la legalidad.
Se observa claramente que el estado constitucional de derecho asienta su paradigma en la
subordinación de la legalidad a Constituciones rígidas con un rango jerárquico superior a las
leyes como normas de reconocimiento de su validez. Esto significa que:
a. La validez de las normas no depende exclusivamente de la forma de producción sino
además de la compatibilidad de sus contenidos con los principios constitucionales;
b. La ciencia jurídica propone una visión crítica en relación con su propio objeto y propone
la eliminación o corrección de las lagunas y antinomias que surgen de la violación de
las prohibiciones y obligaciones de contenido establecidas por la Constitución;
c. La actividad jurisdiccional se fortalece en la medida que debe aplicar las normas, y
siempre que éstas sean formal y sustancialmente compatibles con la Ley Fundamental;
d. Se configura un límite y un complemento para la democracia. Un límite, porque los
derechos incorporados a la constitución implican prohibiciones y obligaciones
impuestas a los poderes y a las mayorías, que de no mediar dicha interdicción,
alcanzarían el grado de absolutos. Un complemento, porque estas prohibiciones y
obligaciones se configuran como garantías de los derechos de todos frente a los
abusos de tales poderes, que podrían de otro modo fagocitar el propio sistema
democrático.
De ello se deduce que, si en el modelo de estado legislativo de derecho (Prieto 2003, 65-92)2,
el poder emanado de la ley era soberano por cuanto representaba la voluntad general, en el
Estado constitucional de derecho queda sometido a la constitución y la decisión democrática
que, por principio, es aquélla adoptada conforme a un conjunto de reglas y no sólo a la

1 Loeweintein Kart, Teoría de la constitución, (Barcelona: Ariel,1976),50.


2 Prieto, Luis. Justicia Constitucional y derechos fundamentales, (España: Trotta, 2003).65/92.
acordada mayoritariamente (L. Ferrajoli 2001, 65)3. Por último, cabe destacar que en el Estado
constitucional, los derechos fundamentales no son exclusivamente disposiciones jurídicas
producto de la actividad política voluntarista y deliberativa sino que, desde su fundamentación
interna, introducen en el sistema una sólida carga axiológica que pretende irradiarla en todo el
ordenamiento jurídico (Serrano 1999)4.

II. Elementos que caracterizan el Estado Constitucional (Gutiérrez s.f.)5

a) La fuerza vinculante o carácter normativo de la Constitución.


La Constitución Política si bien es una norma política en la medida que organiza y
limita el ejercicio de poder, es fundamentalmente una norma jurídica vinculante para
todos los poderes públicos y para los propios particulares sin excepción alguna. Señala
Prieto Sanchís que la Constitución no es un “catecismo político” o una “guía moral” sino
una norma con la pretensión de que la realidad se ajuste a lo que ella prescribe.
Ello significa tomar distancia de ciertas doctrinas, que señalan que las Constituciones
no son más que un manifiesto político cuya concretización es tarea exclusiva del
legislador. Para ellas, los tribunales no deben aplicar las normas constitucionales sino
solo las normas que se recogen en las leyes. Esto significa que uno de los elementos
esenciales del proceso de constitucionalización es precisamente la difusión, en el seno
de la cultura jurídica, de la idea opuesta, es decir, de la idea de que toda norma
constitucional -independientemente de su estructura o de su contenido normativo –es
una norma jurídica genuina, vinculante y susceptible de producir efectos jurídicos.
El fundamento de este carácter tiene que ver con la función de la Constitución al
interior del Estado Constitucional de Derecho de límite del poder político. En efecto,
“toda norma que quiera llamarse realmente Constitución debe ser concebida como un
instrumento jurídico dirigido a limitar efectivamente el ejercicio del poder, en particular
del poder político”. Señala Castillo Córdova, que “esta finalidad intrínseca a toda
Constitución no podría ser posible si el texto constitucional no es considerado como un
texto normativo, es decir, si es considerado como una simple declaración, sin que
genere una necesaria y efectiva vinculación a sus destinatarios, particularmente al
mismo poder político en sus distintas manifestaciones, ejecutiva, legislativa y judicial”.
La cobertura constitucional de esta afirmación la encontramos en el artículo 45 de la
Constitución, el cual señala que “El poder del Estado emana del pueblo. Quienes lo
ejercen lo hacen con las limitaciones y responsabilidades que la Constitución y las
leyes establecen”, norma que a su vez, debe ser leída de manera concordante con el
artículo 38 del mismo cuerpo normativo, el cual precisa que “Todos los peruanos tienen
el deber de honrar al Perú y de proteger los intereses nacionales, así como de

3
Ferrajoli, L. Los Fundamentos De Los Derechos Fundamentales, (España: Trotta,2001).65.
4
Serrano, J. Validez y vigencia: la aportación garantista a la teoría de la norma jurídica,(España: Trotta, 1999).56.
5
Gutiérrez, E. Todo Derecho-Despacho jurídico. Recuperado de: http://tododerecho.blogspot.pe/2009/07/los-
elementos-que-caracterizan-el.html. (Consultado el 03 de mayo de 2019)
respetar, cumplir y defender la Constitución y el ordenamiento jurídico de la Nación”.
Esto implica reconocer que tal como lo señalamos en la introducción, que no hay zonas
inmunes a la fuerza normativa de la Constitución.
Esta característica de la Constitución ha sido recogida de alguna manera en el principio
de eficacia normativa de la Constitución respecto de todos los poderes públicos. Según
éste, dado que la Constitución pretende verse actualizada, y en virtud de que las
posibilidades y condicionamientos históricos de tal actualización van cambiando, en la
solución de los problemas jurídico-constitucionales, será preciso dar preferencia a
aquellos puntos de vista que ayuden a las normas de la Constitución a obtener la
máxima eficacia, bajo las circunstancias de cada caso.
El TC lo ha recogido en su jurisprudencia como el principio de fuerza normativa de la
Constitución, y según él “La interpretación constitucional debe encontrarse orientada a
relevar y respetar la naturaleza de la Constitución como norma jurídica, vinculante in
toto y no sólo parcialmente. Esta vinculación alcanza a todo poder público (incluyendo,
desde luego, a esteTribunal) y a la sociedad en su conjunto”.
La fuerza vinculante de la Constitución es fruto del tránsito del Estado de Derecho o
también denominado Estado Legislativo de Derecho al Estado Constitucional de
Derecho. En efecto, en el Estado de Derecho se tenía por parámetro a seguir a la ley,
siendo el principio de legalidad el más resguardado. Empero, con la evolución hacia el
Estado Constitucional de Derecho, la norma máxima y base de interpretación es la
Constitución. Ello, significa no sólo –en teoría- un cambio de concepción sobre lo que
el Estado estaba obligado a resguardar (los derechos humanos, principios de control,
etc.), sino que además cambió el criterio de interpretación de todo el ordenamiento
jurídico: se pasa del principio de legalidad al principio de constitucionalidad, en pro de
la mejor defensa de la dignidad de la persona.
El tránsito del Estado Legal de Derecho al Estado Constitucional de Derecho supuso,
entre otras cosas, abandonar la tesis según la cual, la Constitución no era más que una
“mera carta política referencial, incapaz de vincular al poder”, esto es, una norma
carente de contenido jurídico vinculante y compuesta únicamente por una serie de
disposiciones orientadoras de la labor de los poderes públicos, para consolidar la
doctrina conforme a la cual la Constitución es también una norma jurídica, es decir, una
norma con contenido dispositivo.
En conclusión, la Constitución no solo es una norma de referencia o un conjunto de
objetivos políticos, es al mismo tiempo una norma que fija limites y responsabilidades,
ineludibles e infranqueables vinculantes para el poder político y para los particulares.
Podemos discrepar de esto, pero debemos ser consientes que esta es la opción que
ha sido abrazada por nuestra Constitución Política. Una posición opuesta, que solo le
reconoce naturaleza política a la Constitución, es incompatible con un Estado
Constitucional de Derecho y carece de fundamento constitucional. En otras palabras no
existe fundamento jurídico alguno para intentar desvincularse de la Constitución.
b) Supremacía o superioridad jerárquica en el sistema de fuentes de la constitución.
La Constitución no sólo es una norma jurídica, sino que es la norma suprema del
ordenamiento jurídico, es la norma de mayor importancia en el sistema de fuente del
Derecho, cuyos efectos irradia a todo el ordenamiento jurídico. De ahí que Prieto
Sanchís señale con propiedad que ella condiciona la validez de todos los demás
componentes del orden jurídico, y que representa un criterio de interpretación
prioritario. Ello solo es posible, gracias “a la omnipresencia de la Constitución en todas
las áreas jurídicas y en todos los conflictos mínimamente relevantes, en lugar de
espacios exentos a favor de la opción legislativa o reglamentaria”.
Para Castillo Córdova, se considera a la Constitución como la norma jerárquicamente
superior, por encima de las demás normas que conformen el ordenamiento jurídico
peruano. Esto significa que “la ley o la norma reglamentaria deberán de ajustarse a la
Constitución si pretenden ser validas y regir efectivamente. Ninguna norma con rango
de ley ni mucho menos con rango de reglamento, podrán disponer de modo distinto a
lo que dispone la Constitución” (Castillo Cordoba 2007)6.
El fundamento constitucional de esta característica la encontramos en el artículo 51 de
la Constitución. Según esta norma, “La Constitución prevalece sobre toda norma legal;
la ley, sobre las normas de inferior jerarquía, y así sucesivamente [..]”. Esta disposición
es recogida y reiterada en el artículo 138, a propósito del control difuso, y precisa que
“En todo proceso, de existir incompatibilidad entre una norma constitucional y una
norma legal, los jueces prefieren la primera”.

c) Eficacia o aplicación directa de la constitución como verdadera norma suprema.


Una lógica consecuencia de los dos elementos antes predicados de la Constitución
Política, es que ésta es de aplicación inmediata y efectiva. Negarle dicha característica
implica regresar al Estado Legislativo de derecho en el cual la Constitución no
vinculaba a los poderes públicos. En efecto, si la Constitución es una verdadera norma
suprema, ello supone que no requiere su desarrollo legislativo para desplegar su fuerza
vinculante, en la medida en que los preceptos constitucionales sean relevantes en un
proceso cualquiera, su aplicación resultará obligatoria. Como señala De Otto, uno de
los problemas clave de los ordenamientos en los que la Constitución tiene verdadero
valor de norma jurídica es el de si resulta o no aplicable por los órganos llamados a
aplicar el ordenamiento, fundamentalmente por los jueces -eficacia directa o si, por el
contrario, constituye sólo un mandato dirigido al legislador y que solo afectará a la
actividad de los demás órganos del Estado en la medida en que se haya incorporado a
las leyes -eficacia indirecta-. Como agrega De Otto, se trata en definitiva, si la
Constitución es en si misma fuente de derecho”. Para este autor, la opción por un
sistema u otro de eficacia tiene una enorme influencia sobre la operatividad de la

6 Luis Castillo, Los derechos constitucionales. Elementos para una teoría general, (Lima: Palestra, 2007).187.
Constitución. En cada caso serán diferentes las consecuencias. Si la Constitución solo
obliga directamente al legislador, y a los demás únicamente de modo indirecto, en
cuanto están sometidos a la ley, la acomodación del contenido del ordenamiento a las
prescripciones constitucionales dependerá de aquél y, en consecuencia, la única
garantía posible será el control de constitucionalidad de la ley. En otras palabras, la
Constitución solo estará presente en el ordenamiento jurídico por mediación del
legislador y del órgano que lleve a cabo el control de constitucionalidad de la ley. Por el
contrario - siguiendo a De Otto-, la eficacia directa de la Constitución implica que los
jueces, y en general todos los llamados a aplicar el derecho, habrán de tomar la norma
constitucional como una premisa de su decisión, igual que cualquier otra norma, con
las siguientes consecuencias:
a) dado que la Constitución es norma superior habrán de examinar con ella todas las
leyes y cualquiera normas para comprobar si son o no conformes a la Constitución;
b) habrán de aplicar la norma constitucional para extraer de ella la solución del litigio o,
en general, para configurar de un modo u otro una situación jurídica;
c) habrán de interpretar todo el ordenamiento conforme a la Constitución.

d) Garantía judicial, competencia que corresponde a los jueces ordinarios para que
resuelvan los litigios.
La denominada garantía jurisdiccional o judicial, no es otra cosa que la exigibilidad
judicialmente o jurisdiccional de la Constitución. Esto significa que la primacía de la
Constitución, como la de cualquier otra normatividad, es jurídicamente imperfecta si
carece de garantía jurisdiccional y, concretamente, si la constitucionalidad de las
decisiones y actos de los poderes públicos no es enjuiciable por órganos distintos de
aquellos que son sus propios actores (Garcia 1981, 18) 7 . En efecto, la garantía
jurisdiccional no es otra cosa que la exigibilidad jurisdiccional del cumplimiento de la
Constitución.
Esto implica reconocer la competencia de los jueces para resolver litigios desde el
ordenamiento jurídico incluido la Constitución, pudiendo concretarse a través del
control concreto y del control abstracto, y a priori y a posteriori, encomendado a
órganos especializados o a los jueces ordinarios. En otras palabras, en aquellos casos
en que algún funcionario público o un particular desconoce o incumple una norma
constitucional, se encuentran expeditos los procesos constitucionales para la defensa
de la Constitución Política. En efecto, significa que con la finalidad de proteger y hacer
eficaz lo señalado por la Constitución (derechos, valor o principio constitucional), existe
una jurisdicción o una justicia especializada: la constitucional. La razón de esta
garantía de la Constitución es que ésta es una norma jurídica, y como tal, tiene una
garantía que resguarda su ejecución.

7 Manuel García, “El status del Tribunal Constitucional”. Madrid: Revista Española de Derecho Constitucional Nº 1,
1981).18.
Hablar de garantía jurisdiccional de la Constitución es hacer referencia a los
mecanismos de defensa de la Carta Política, los cuales se materializan en el control.
No le falta razón a Manuel Aragón cuando precisa que “el control es un elemento
inseparable del concepto de Constitución si se quiere dotar de operatividad al mismo”.
Agrega este autor, “que solo si existe control de la actividad estatal puede la
Constitución desplegar su fuerza normativa, y sólo si el control forma parte del
concepto de Constitución puede ser entendida ésta como norma” (Aragon,
Constitución, Democracia y Control 2002, 81) 8.
El fundamento de esta garantía jurisdiccional de la Constitución lo encontramos en
principio, en los artículos 200 para el caso del control concretado y el artículo 138 para
el caso del control difuso. En nuestro país, tal garantía constitucional está compartida
entre el Poder Judicial y el Tribunal Constitucional.

e) Presencia de un denso contenido normativo, que tiene como destinatarios a los


ciudadanos en sus relaciones con el poder.
Este es quizá uno de los principales rasgos que diferencian el Estado de Derecho del
Estado Constitucional de Derecho. A diferencia del primero, el segundo esta
caracterizado por un denso contenido normativo que está formado por principios,
derechos y directrices, más o menos precisos, aplicables a los casos concretos,
siempre que resulten relevantes.
Este elemento del constitucionalismo es de suma importancia pues supone pasar de
una concepción formal de la constitución a una concepción material de la Constitución,
la cual se convierte en un criterio sustancial de validez de las normas expedidas por el
legislador, el poder político y de las resoluciones de los jueces. Esto supone no solo
respetar un conjunto de procedimientos democráticos mayoritarios para tomar
decisiones, sino que los contenidos de dichas decisiones debe estar ajustado a los
principios, derechos, valores y directrices contenidas en la Constitución Política.
El Congreso, el Poder Ejecutivo y el propio Poder Judicial, si bien son titulares de un
conjunto de competencias, no tienen un poder omnímodo e ilimitado. Existen
condiciones sustanciales de validez contenidas en la Constitución Política que su
actividad legislativa, administrativa y jurisdiccional debe respetar, si queremos ser
coherentes con el Estado Constitucional de Derecho. Nos referimos a un conjunto de
normas sustanciales que condicionan la validez sustancial de las leyes, ya sea que
dichas normas impongan límites, como en el caso de los derechos de libertad, o que
impongan obligaciones, como en el caso de los derechos sociales.
Ciertamente, las normas formales y las normas sustanciales se encuentran en todas
las Constituciones. En la primera parte de las mismas se encuentran las normas
sustanciales que sancionan, a través de los derechos fundamentales y los fines del

8Manuel Aragón, Constitución, Democracia y Control, (México DF: Universidad Nacional


Autónoma de México, 2002).81.
ordenamiento (parte dogmática). En las partes sucesivas se encuentran las normas
formales que instituyen a los órganos del Estado, en tanto instrumentos para la
observancia de dichos derechos (parte orgánica). Siguiendo a Ferrajoli, el Estado
Constitucional de Derecho, modelo adoptado por nuestra Constitución, se configura
como el instrumento constituido por el conjunto de estas normas, gracias a las cuales
todos los poderes se encuentran sujetos a la ley, en el doble sentido que todos los
poderes, también aquellos de mayoría, sólo pueden ejercerse en las formas
establecidas por las normas formales y están, además, sujetos a normas sustanciales
que imponen límites y vínculos a los contenidos de sus decisiones para tutelar los
derechos de todos los individuos.
f) La rigidez constitucional
Esta es también una característica de todo Estado Constitucional de Derechos y
constituye una herramienta para defender la vigencia de la Constitución. Según Prieto
Sanchís, el constitucionalismo, es decir la vigencia de la Constitución resulta más
fuerte cuanto más costosa sea la alteración del texto, es decir, cuanto más inaccesible
se muestre frente a la mayoría legislativa. Como señala con propiedad Castillo
Córdova, solo será posible considerar a la Constitución como una norma fundamental
de modo que la ley -y consecuentemente, tampoco el reglamento pueda
contraponérsele eficazmente- si es que se considera a la Constitución como una norma
rígida. La cobertura constitucional de este elemento se encuentra en el artículo 20646
de la Constitución, disposición que establece los procedimientos para modificar la
Constitución Política. Por su parte, el Tribunal Constitucional ha señalado que “es
indubitable que en un sistema jurídico que cuenta con una Constitución rígida, ninguna
ley o norma con rango de ley (como las leyes orgánicas) tiene la capacidad para
reformar, modificar o enmendar parte alguna de la Constitución”.

III. Principios fundamentales del Estado Constitucional:


Existen tres principios fundamentales que lo componen y son:
A. El Principio democrático, se encuentran los principios de la soberanía popular
B. El Principio liberal y
C. El Principio de supremacía constitucional, lo conforman el principio liberal en el cual se
encuentra una división de poderes y los derechos humanos a través esencialmente de
la igualdad y la libertad
IV. La división de poderes

A lo largo de toda su historia se ha considerado como uno de los supuestos del Estado de
Derecho la distinción clásica entre los poderes legislativo, ejecutivo y judicial. El Estado
Constitucional de Derecho acoge en su estructura este principio de división, con las
matizaciones del caso, pero añade a ello tres notas esenciales:
1. Tiene como supuesto esencial de su existencia la división primaria y fundamental entre
el poder constituyente y los poderes constituidos, establecida en su día por Sieyès
como supuesto del sistema constitucional y según la cual los poderes constituidos no
pueden invadir la esfera reservada al constituyente. Esta radical división de poderes,
que afecta a la raíz misma del sistema constitucional, si bien reconocida por la teoría,
carecía de garantías dado el poder fácticamente absoluto del Parlamento. Pero el
Estado constitucional de Derecho parte del supuesto de que el poder constituyente no
sólo fundó en su día los poderes constituidos con sus respectivas competencias y
límites de acción, sino que los fundamenta permanentemente, pues la voluntad y
racionalidad subjetivas del constituyente se objetivaron en su día en la voluntad y
racionalidad objetivas de la Constitución y, por consiguiente, la custodia de ésta es la
garantía de la custodia de la diferenciación entre ambos poderes.
2. Ya, hacia los años treinta del siglo pasado, Benjamin Constant postuló la necesidad de
un cuarto poder políticamente neutral que tuviera la misión de mantener el equilibrio
entre los tres poderes restantes y neutralizar las perturbaciones que pudieran
producirse entre ellos, así como las posibles desviaciones constitucionales. A reserva
de las matizaciones debidas al siglo y medio transcurrido desde Constant a nuestro
tiempo, cabe afirmar que este cuarto poder que Constant investía en el monarca y que
actuaba más bien con recursos políticos, es ahora investido funcionalmente en una
jurisdicción constitucional y, orgánicamente, en los Tribunales constitucionales que
actuando con métodos jurídicos, tienen a su cargo mantener el debido nivel de
constitucionalidad y resolver los conflictos entre los poderes constitucionales del
Estado.
3. Dentro del sistema clásico de división de poderes, el legislativo poseía un poder de
disposición prácticamente ilimitado sobre la ley, especialmente en aquellos sistemas en
los que no existía o ejercía un derecho de veto por parte del Jefe del Estado. En
cambio, un Estado constitucional de Derecho no admite que las decisiones del
Parlamento sean absolutas, omnicompetentes y eo ipso justas, sino que la validez de
tales decisiones depende de su concordancia con
la Constitución. Estado democrático de Derecho significa, así, un sistema donde la
democracia se ejerce dentro de los límites fijados por la Constitución.

V. La primacía de la Constitución sobre la Ley

El Estado legal de Derecho identifica el Derecho con la ley o con las normas dictadas en
función de una ley. Cierto que frecuentemente se reconocía la significación jurídica de la
Constitución, pero sin que se vieran remedios a sus posibles contravenciones por parte de los
poderes públicos.
Sólo al Parlamento en cuanto representante de la soberanía popular y en el desarrollo de su
función legislativa se le consideraba competente para la interpretación última de la
Constitución, lo que, sin embargo, no evitaba conflictos con otros poderes que habían de
resolverse por la vía política.
En cambio, el Estado Constitucional de Derecho eleva la Constitución desde el plano
programático al mundo de las normas jurídicas vinculatorias y, por consiguiente, no sólo acoge
el principio de la primacía de la ley in suo ordine sino que lo complementa con el principio de la
supremacía de la Constitución sobre la ley y, por tanto, sobre todo el ordenamiento jurídico,
con la consiguiente anulación en la medida que en su conjunto o en algunos de sus preceptos
no se adecue a la norma constitucional. Esta
primacía de la Constitución sobre la ley se sustenta, en primer lugar, en la doctrina adoptada
por Kelsen y hoy generalmente admitida según la cual el orden jurídico constituye un sistema
jerárquico que, iniciándose en la Constitución, se extiende por los sucesivos momentos en el
proceso de su creación a través de la ley, el reglamento, el acto administrativo, la sentencia y la
ejecución.
Todos estos actos son sucesivos grados de creación del Derecho cuyo carácter jurídico deriva
de la Constitución y cuya validez depende de su adecuación a ella. Consideradas las cosas
desde la perspectiva de la historia de las ideas, nos encontramos con una resonancia del
principio escolástico de la unidad del orden expresado en la famosa fórmula ad unum derivatur
et ad unum reducitur, es decir, en nuestro caso, todo deriva de la Constitución y todo ha de
legitimarse por su concordancia directa o indirecta con la Constitución. Pero la primacía de la
Constitución sobre la ley no se justifica solamente por la división entre poder constituyente y
constituido, ni por unos criterios lógicos u ontológicos sobre la estructura del orden jurídico,
sino que se justifica también por su aportación a la seguridad jurídica en un tiempo en el que
los principios clásicos de generalidad, discusión y publicidad no tienen la significación que
tenían en otro tiempo, pues, de un lado, la generalidad de la ley cede frecuentemente ante la
necesidad de las llamadas leyes medida para objetivos singulares y definidos y, de otro, los
requisitos de discusión y publicidad tienden a perder contenido real como consecuencia de la
creciente importancia de las comisiones en el proceso legislativo y de la de los partidos
fuertemente organizados en la estructura del Parlamento. Bajo estos supuestos se acentúa la
necesidad de la sumisión de la acción legislativa a la disciplina de la Constitución.

VI. La sumisión a la Constitución de la totalidad de los poderes públicos

Aparte de la supremacía de la Constitución sobre la ley a la que por su importancia le hemos


dado tratamiento aparte, es característica del Estado constitucional de Derecho que todos los
poderes públicos y particularmente los poderes legislativo, ejecutivo y judicial estén sujetos a la
Constitución, es decir, que actúen: i) dentro de los límites de la competencia fundamental del
Estado sin que puedan invadir la esfera de autodeterminación de las personas y la de
autorregulación de la sociedad, y ii) dentro de los límites de las competencias específicas que a
cada uno de ellos le señala la Constitución frente a las competencias atribuidas a los demás
órdenes constitucionales.
VII. La justiciabilidad constitucional

Podemos considerar al Estado Constitucional de Derecho compuesto de dos partes


fundamentales:
a) Estática integrada por las normas constitucionales inmutables, mientras no tenga lugar
una reforma de la Constitución, es decir, por dos parámetros constitucionales
b) Dinámica integrada por las variables posibles que la Constitución permite a los distintos
órganos del Estado en el ejercicio de sus funciones. Bajo estos supuestos, la
estabilidad del sistema exige un mecanismo de control que asegure que los poderes
públicos se mantengan dentro de los parámetros constitucionales, y neutralicen las
desviaciones en su funcionamiento haciendo volver las cosas al nivel de
constitucionalidad requerido.
La conexión entre la jurisdicción constitucional y los órganos encargados de ejercerla puede
tomar distintas formas generadas por el juego de los cuatro criterios de descentralización o
centralización, y de especialización o no especialización de los Tribunales. Ello puede dar
origen a una serie de posibilidades, entre las cuales una mirada comparativa a los sistemas de
distintos países permite destacar las siguientes:
1) Jurisdicción descentralizada y no especializada: cualquier juez o tribunal pueden
entender de la constitucionalidad, sin perjuicio de su apelación hasta la Corte Suprema
que, en su caso, decide definitivamente. Tal es, con matizaciones que no son del caso,
el sistema organizado de los Estados Unidos y extendido a otros países.
2) Jurisdicción descentralizada y especializada: es el caso de Alemania Federal
donde junto al Tribunal Constitucional Federal, único competente para juzgar de la
constitucionalidad de los actos en relación con la Ley Fundamental, pueden existir
Tribunales constitucionales de los Länder competentes para entender de la
constitucionalidad en relación con sus propias constituciones y autoridades.
3) Jurisdicción centralizada y no especializada: sólo un Tribunal que normalmente es
la Corte Suprema y, por tanto, no es específicamente constitucional, puede entender
de los litigios constitucionales.
4) Jurisdicción centralizada y relativamente especializada: la materia constitucional
se encomienda a una Sala especializada de la Corte Suprema, sistema
frecuentemente seguido y, hasta podríamos decir, originario de Iberoamérica, aunque
también se extiende a otros países.
5) Jurisdicción especializada y centralizada en un Tribunal único para todo el país,
caso, por ejemplo, de Italia y de España.

El ámbito de las competencias de un Tribunal Constitucional depende de los ordenamientos


jurídico-políticos de cada país, pero dado que su función es la defensa de la Constitución y que
ésta comprende, para decirlo en términos clásicos, una parte dogmática y una parte orgánica,
puede considerarse que sus competencias han de estar integradas por las siguientes
funciones:
i. La defensa de los derechos fundamentales de las personas físicas y jurídicas en su
doble significado de derechos públicos subjetivos y de valores objetivos sobre los que
se sustenta el orden constitucional.
ii. El control de la constitucionalidad de las normas con rango de ley y la consiguiente
expulsión del orden jurídico de las que resultasen contrarias a la Constitución. Dicho
control puede tomar distintas formas: control abstracto cuando se ejerce sobre una ley
con independencia de su aplicación a un caso sub iudice, y control concreto cuando se
plantea como un incidente judicial con ocasión de un litigio. A estos dos tipos de control
hay que añadir los de control a posteriori o represivo, que tiene lugar cuando la ley es
ya vigente, es decir, ha sido debidamente promulgada, y control a priori o preventivo
cuando el proyecto de ley ha terminado su curso parlamentario y sólo falta su
promulgación.
iii. La resolución de conflictos constitucionales, es decir, los producidos entre los órganos
constitucionales del Estado que coinciden, más o menos, con los poderes clásicos y,
en el caso de los Estados federales o autonómicos, siempre que se trate de conflictos
que puedan plantearse y resolverse en términos jurídicos.

VIII. La diferencia entre Estado de Derecho, Estado Legislativo de Derecho y el


Estado Constitucional de Derecho

Muy a menudo utilizamos el concepto de Estado de Derecho para hacer referencia


fundamentalmente al principio de legalidad, es decir al sometimiento del poder a leyes y
normas previamente establecidas. En tal sentido, diremos que en tal o cual país hay Estado de
Derecho, cuando en aquel, sus autoridades ejercen el poder de acuerdo a las leyes. Sin
embargo, este concepto resulta a todas luces insuficiente hoy en día, pues no basta con que
las autoridades y el Estado ajusten su actuación a la ley en general, pues urge que también y
fundamentalmente adecuen el ejercicio del poder a la Constitución. El problema con el
concepto de Estado de Derecho, es que no queda claro, si dentro de esta expresión, también
estamos entendiendo a la Constitución.
Es por ello que en doctrina, se distinguen dos conceptos, el Estado Legislativo de Derecho y el
Estado Constitucional de Derecho. El primero, está centrado en la ley, reconociéndosele a la
Constitución naturaleza programática y política, el segundo centrado en la Constitución,
reconociéndosele además de naturaleza programática, fuerza vinculante.
El conocido jurista italiano Luigi Ferrajoli sostiene que existen fundamentalmente dos formas de
entender el derecho. Para el positivismo jurídico, el criterio de reconocimiento tanto de la
existencia como de su validez es la forma como se producen las leyes, independientemente de
su contenido, mientras que el constitucionalismo jurídico, condiciona la validez de las leyes
también a la sustancia de las decisiones, o sea, a la coherencia de sus contenidos con los
principios de justicia establecidos por las constituciones (L. Ferrajoli s.f.)9. En otras palabras, y
siguiendo a Ferrajoli, en el Estado Legislativo de Derecho (positivismo jurídico) la preocupación
y los esfuerzos están orientados a establecer las reglas sobre “cómo” decir el derecho. A
diferencia de éste, en el Estado Constitucional de Derecho (constitucionalismo jurídico),
además de las reglas sobre “cómo” decir derecho, se establecen reglas sobre “qué cosa” el
derecho no puede decir y sobre “qué cosa” debe decir.
Este sistema de normas por encima de la ley (meta-legales) dirigidas a los poderes públicos y,
antes que nada, al legislador, constituyen en conjunto la Constitución. En otras palabras, estas
condiciones sustanciales de validez están contenidas en la Constitución Política, en el Estado
Constitucional de Derecho. Estas normas sustanciales, condicionan la validez de las leyes: ya
sea que dichas normas impongan límites, como en el caso de los derechos de libertad, o que
impongan obligaciones, como en el caso de los derechos sociales. Como señala Ferrajoli, los
derechos fundamentales se convierten en condiciones sustanciales de validez: “De hecho,
todos los derechos fundamentales – desde los derechos clásicos de libertad hasta los derechos
sociales – equivalen a vínculos de sustancia y no de forma, que condicionan la validez
sustancial de las normas producidas y expresan, por decirlo de algún modo, los objetivos y la
razón social de ese moderno artificio que es el estado constitucional de derecho”.
Agrega Ferrajoli: “Así pues, el Estado Constitucional de Derecho se configura como el
instrumento constituido por el conjunto de estas normas, gracias a las cuales todos los poderes
se encuentran sujetos a la ley: en el doble sentido que todos los poderes, también aquellos de
mayoría, sólo pueden ejercerse en las formas establecidas por las normas formales y están,
además, sujetos a normas sustanciales que imponen límites y vínculos a los contenidos de sus
decisiones para tutelar los derechos de todos los individuos”.
La consecuencia práctica es la subordinación de las leyes a las Constituciones Políticas, no
sólo en lo que respecta a las formas de su producción, sino también en lo que hace a los
significados normativos producidos. Esto significa que “una norma formalmente válida y, por lo
tanto, existente, pueda ser, sin embargo, sustancialmente inválida porque su significado
contradice las normas constitucionales sustanciales”. Como ha señalado Ferrajoli, todos los
derechos fundamentales –desde los derechos clásicos de libertad hasta los derechos sociales–
equivalen a vínculos de sustancia y no de forma, que condicionan la validez sustancial de las
normas producidas y expresan, por decirlo de algún modo, los objetivos y la razón social del
Estado Constitucional de Derecho.

IX. La Constitución Política y el control del poder en el Estado Constitucional del


Derecho

9Luigi Ferrajoli, Positivismo crítico, derechos y democracia, en Revista Isonomía Nº 16.


http://www.cervantesvirtual.com. (consultado el 03 de mayo de 2019)
La Constitución Política es quizá uno de los principales y más logrados esfuerzos por controlar
y limitar jurídicamente el ejercicio del poder político. Primero, por que como toda norma, es un
intento de someter el poder a normas preestablecidas, y segundo lugar, como Constitución
Política, constituye la ley más importante de todo el conjunto de normas del ordenamiento
jurídico.
Como señala Manuel Aragón, hablar de Constitución tiene sentido cuando se le concibe como
un instrumento de limitación y control del poder (Aragon, Constitución y control del poder 1994,
12)10. Efectivamente, el control es un elemento inseparable del concepto de Constitución si se
quiere dotar de operatividad al mismo, es decir, si se pretende que la Constitución se "realice",
como señala este autor, la Constitución es norma y no mero programa puramente retórico. La
importancia entonces de la Constitución radica en que sólo si existe control de la actividad
estatal puede la Constitución desplegar su fuerza normativa.
Una constitución es un texto jurídico que organiza la estructura y funcionamiento del Estado,
prescribiendo reglas de encuadramiento del proceso del poder político, es decir, como se
obtiene, se ejerce, se distribuye y se controla el poder. La Constitución no contiene otra cosa
que las normas fundamentales que institucionalizan el ejercicio del poder político. Con el
transcurso del tiempo se fue reconociendo que la mejor manera de impedir la arbitrariedad era
haciendo constar los frenos que la sociedad desea imponer a los detentadores del poder en
forma de un sistema de reglas fijas --"La Constitución"-- destinadas a limitar el ejercicio del
poder político.
La Constitución se convirtió así en el dispositivo fundamental para el control del proceso del
poder (K. Loewenstein 1986, 149) 11 . En palabras de Loewenstein, la Constitución es el
"acuerdo de la comunidad sobre una serie de reglas fijas que obligan tanto a los detentadores
como a los destinatarios del poder", agrega que "esta se ha mostrado como el mejor medio
para dominar y evitar el abuso del poder político por parte de sus detentadores".
No en vano se ha dicho pues, que la historia del constitucionalismo no es sino la búsqueda por
el hombre político de las limitaciones al poder absoluto ejercido por los detentadores del poder,
así como el esfuerzo de establecer una justificación espiritual, moral o ética de la autoridad, en
lugar del sometimiento ciego a la facilidad existente. Allí donde el poder está distribuido --
teoría de la separación de poderes por ejemplo--, el dominio está limitado y esta limitación trae
consigo restricción y control. Como sostiene Loewenstein, en un sentido ontológico, se deberá
considerar como el telos de toda constitución la creación de instituciones para limitar y controlar
el poder político.
En primer lugar, desde el momento en que la Constitución diseña la estructura del Estado y
reparte las distintas competencias y facultades acaba con la arbitrariedad pues establece
facultades pero a la vez límites, que a su vez entrañan ya un primer control. En segundo lugar,
la Constitución constituye el punto de partida o si se quiere el marco a partir del cual se pueden
desarrollar otros controles más específicos, al interior de la estructura del estado. En sí mismo,

10 Manuel Aragón, Constitución y control del poder, (Buenos Aires: Ediciones Ciudad Argentina, 1994).12.
11 Karl Loewenstein, Teoría de la Constitución, 4º reimpresión, (Barcelona: Ariel,1986),149.
la constitución entre otras cosas es el lugar donde se establecen los distintos órganos con sus
respectivas competencias y facultades que en conjunto constituyen y vertebran el Estado.
Bibliografía
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