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El don de recibir

La pupila abierta de Christian

poesía
Bobin
Víctor Herrero de Miguel, OFMCap
Email: victorherrerodemiguel@gmail.com

Recibido: 15 de abril de 2017


Aceptado: 27 de abril de 2017

RESUMEN: El presente artículo se acerca al pensamiento poético de Christian Bobin,


autor francés de una dilatada obra que se caracteriza por la sencillez y la profundidad.
Lo hacemos a través de cinco coordenadas: la confianza en la vida después de la vida,
la seducción de la bondad, la ganancia implícita en la pérdida, la autoconciencia del
escritor y la kénosis de Dios.
PALABRAS CLAVE: escritura, bondad, misterio, mundo, vida.

El filósofo surcoreano Byung-Chul De la cuantificación repetitiva de


Han, observador lúcido de la so- un mundo reproducido en píxe-
ciedad contemporánea, sostiene les y bytes nos salva la mirada
que capaz de encontrarse con lo cua-
“Hoy ya no vivimos poéticamen- litativamente distinto, que descu-
te en la tierra. Nos acondiciona- bre y encara el ser de cada cosa.
mos en la zona digital, donde nos Las páginas que siguen dirigen
sentimos a gusto. Somos cual- nuestra atención al modo en que
quier otra cosa que anónimos u Christian Bobin (Le Creusot, 1951)
olvidados de nosotros mismos. –autor francés que, lenta y fecun-
La red digital habitada por el ego
damente, está siendo introducido
ha perdido por completo todo lo
ajeno, todo lo inhóspito. El orden en España– transmite en su mira-
digital no es poético. Dentro de él da la poeticidad del mundo: con
nos movemos en el espacio nu- una pupila que, como una mano
mérico de lo igual” 1. abierta, ejercita el don de recibir.
De entre sus muchas obras, hare-
  B-C. Han, La expulsión de lo distinto,
1 mos referencia a los ocho títulos
Herder, Barcelona 2017, 99. que, hasta la fecha, han visto la luz

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en castellano 2. Sea ésta una invita- “El suceso de tu muerte lo ha


ción a su lectura. pulverizado todo en mí.
Todo menos el corazón.
El corazón que tú me has hecho y
1. La muerte o la profundidad que me sigues haciendo, que mo-
del canto delas con tus manos de desapare-
cida, que sosiegas con tu voz de
La puerta de salida de la exis- desaparecida, que iluminas con
tencia es, en la poética de Bobin, tu risa de desaparecida” (La más
el umbral de la vida: sucede que que viva, 11).
cuando ésta pierde su expansión
horizontal, le surge una vertica- La desaparición de Ghislaine y de
lidad nueva. Es frecuente en su cuantos, dejándonos, nos alcanzan
obra el diálogo con los muertos, a para siempre hace que al mundo
los que interpela y narra el mundo, le aparezca una dimensión desco-
con quienes se siente en camino. nocida: la convicción de que la frá-
Destaca la presencia de Ghislaine gil caducidad de las criaturas es el
Marion, su amiga fallecida a los sagrario que protege otra forma de
cuarenta y cuatro años y a quien existir. En el interior de Resucitar,
escribe (o junto a la cual escribe, donde su padre –también muerto–
podríamos decir) La más que viva, vive, leemos:
un precioso libro que, como una
barca en el lago de Genesaret, nos “Cuando miramos apresurada-
traslada a la otra orilla: mente algo bello –y todas las
cosas vivas son bellas porque lle-
van en sí el secreto de su próxima
2
  Se trata, según el orden de su apari- desaparición–, nos entran ganas
ción en nuestra lengua, de los siguien- de apropiárnoslo. Cuando con-
tes: El Bajísimo. San Francisco de Asís, templamos eso mismo con la len-
Thassàlia, Barcelona 1997; Autorretrato titud que merece, que pide y que
con radiador, Árdora, Madrid 2006; Un lo protege un instante de su fin,
simple vestido de fiesta, Árdora, Madrid entonces se ilumina y dejamos de
2011; Las ruinas del cielo, Sibirana, Pam- tener ganas de poseerlo (…) Por
plona 2012; La más que viva, Libros Can-
esa razón, el rostro de los muer-
to y Cuento, Jerez 2015; Elogio de la nada,
tos, brillando en nuestros corazo-
Presencia, Barcelona 2016; Negro Claro,
Sibirana, Pamplona 2016; Resucitar, En- nes como una imagen en el óvalo
cuentro, Madrid 2017. En el nº 3 de la de un medallón, es el más bello
revista Dar Lugar (dirigida por Cristina alimento que puede haber para
Rodés y Dídac P. Lagarriga) se encuen- el pensamiento. Nuestro pensa-
tra un especial dedicado al autor, prolijo miento, cuando se eleva hacia
en información sobre su persona y su ellos como el girasol hacia el sol
obra. extraño, está absolutamente des-

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provisto de ambición y nada lo A esta profundidad del bien se co-


perturba en su trabajo de adora- rresponde la últimamente tan cita-
ción” (Resucitar, 77-78). da banalidad del mal, que Hannah
Arendt acuña y desarrolla. Para la
pensadora alemana, el mal –extre-
Tomás de Celano, primer biógrafo
mo, pero no radical– actúa como un
de San Francisco, en su narración del hongo que invade las superficies y,
fallecimiento del Poverello, escribe: así, esquiva la propensión que tiene
Mortem cantando suscepit. También el pensamiento de alcanzar lo pro-
Bobin recibe a la muerte cantando fundo 3. Para Bobin, la frescura del
y, como el santo de Asís, lo hace agua revela, velándola, la existencia
porque escucha la melodía que la del hontanar, el carácter absoluto y
muerte entona: un himno a la vida, radical del bien que se vislumbra
a las criaturas que –fusas, semifusas en la concreción de cada vida. Su
libro Las ruinas del cielo constituye
y corcheas– sostienen, en su fragili-
un pequeño tratado sobre el bien,
dad de notas que de él penden, lo
compuesto a modo de mirada si-
indestructible del pentagrama. nóptica en la que el pasado (los
últimos años de Port-Royal) y el
presente (la cotidianidad del poeta)
2.  El misterio del bien enlazan sus manos y pasean juntos.
En su interior, como una fotografía
La raíz de la que brota cada libro del alma humana, encontramos la
de Bobin es la fascinación por la descripción de esta escena:
bondad: irrigadas por todo lo bue- “Aquella joven mujer al otro
no que existe en el mundo, sus pá- lado de la puerta de cristal, con
ginas son las ramas que extienden sus dos niños que se enredaban
el árbol de su obra, un tilo de som- en sus piernas y la protegían de
nada: en el instante en que ella ha
bra generosa y hojas en forma de
abierto la puerta, un rayo de sol
corazón. Asombrado por el miste- la ha glorificado. En esta vida no
rio del bien, el poeta declara: hay nada más bello para la vista
que la gente y la corona que lle-
“Todo lo que sé del cielo provie- van a través de la cabeza, sin sa-
ne del asombro que experimento berlo” (72).
ante la bondad inexplicable de
tal o cual persona, iluminada por
3
  Véase la carta que Arendt escribe a
una palabra o un gesto tan puros
Gershom Scholem y que aparece reco-
que se impone de pronto ante mí gida en R. H. Feldman (ed.), The Jew as
el hecho de que no hay nada en Pariah: Jewish Identity and Politics in Mod-
el mundo que pueda ser fuente ern Age, Grove Press, New York 1978,
suya” (Resucitar, 41). 250-251.

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El bien que Bobin capta –esa coro- hacia los mismos pensamientos.
na que el amor de sus hijos coloca De uno, náufrago en su espíritu,
en la cabeza de la mujer– recuer- y de otro, sorprendido por el oto-
da a aquello que Walter Benjamin ño, espero y recojo lo mismo” 5.
denomina el aura: la aparición de
una lejanía, por cerca que pueda No sólo en este libro sino a lo lar-
estar lo que la provoca. Al contra- go de toda su obra encontramos
rio que la huella –que consiste en
semejante horizonte: hacer de la
la manifestación de una cercanía,
palabra poética un espacio para la
por lejos que pueda estar lo que
la dejó atrás y, a través de la cual, desnudez, buscando adjetivos que
nos hacemos con la cosa–, el aura despojen, verbos sobre los que la
se apodera de nosotros 4. Esta me- vida pueda descansar, diminuti-
tafísica del bien fija su ancla en la vos que ensalcen el gozo de vivir,
confianza antropológica de quien sustantivos que espejen. La suya
ve en cada criatura un proyecto de no es una escritura ingenua o mo-
desarrollar la bondad para la que ralista (y, mucho menos, doctrina-
ha sido capacitada. ria) que ignore el dolor, las grietas
o las sombras. Ni su opción por
el bien ni su anhelo de transcen-
3.  La presencia pura dencia nimban su mundo en un
círculo de irrealidad. Al contrario,
Así, La Présence pure, se titula uno esa presencia pura que el ojo ve y
de los libros más bello de Bobin, la palabra acoge y representa sur-
todavía no traducido al castellano.
ge, muchas de las veces, de aque-
En él, el autor indaga en el fondo
llo que todos queremos evitar: el
del ser de dos criaturas: su padre,
enfermo de Alzheimer, y el árbol decrecimiento, la desaparición, la
situado frente a la residencia don- pérdida. Es la que sirve de megá-
de acude diariamente a visitarlo. fono al lenguaje de los muertos
En ambos descubre una misma cuando aprendemos a callar:
forma de existir, carente de defen-
“Tu voz está enganchada a los
sas, en apertura total a la vida:
silencios de este mundo como la
“Mi padre, hace tres meses, entró crin dorada de un caballo a los
en una casa de la que no saldrá ja- alambres de una cerca” (Negro
más. Está enfermo de Alzheimer. claro, 63).
Mi padre y este árbol me llevan
5
  C. Bobin, La Présence pure et autres
  Cf. W. Benjamin, El libro de los pasajes,
4
textes, Gallimard, París 2002, 127. La tra-
Akal, Madrid 2004, 450. ducción es mía.

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O la que rasga –como un rayo la li- ha sido dado, a cada instante, por
sura del cielo– la venda con la que todos con quienes me encuentro.
cubrimos la mirada interior: ¿Todo? Sí. ¿Desde siempre? Sí. ¿A
cada instante? Sí. ¿Por todos con
“Yo salía del centro de rehabilita- quienes me encuentro, sin excep-
ción llevando al niño en brazos. ción? Sí. Entonces ¿por qué a ve-
Me crucé con una anciana que iba ces una sombra, una pesadumbre,
en silla de ruedas. Su rostro se ilu- una melancolía? Es porque a ve-
minó a la vista de la criatura. Me ces me falta el don de recibir. Es
incliné hacia ella para mostrárse- un don verdadero, un don absolu-
lo. Los dos se vieron durante un to” (Autorretrato con radiador, 17).
instante –el que todavía no esta-
ba del todo en el mundo y la que
Es este don verdadero y absoluto,
ya no lo estaba por completo–. La
mujer tenía un rostro maravillo-
esta capacidad de recibirlo todo la
samente arrugado, parecido a la que ampara a la poesía en su trán-
corteza de un árbol secular. Ante sito por el tiempo de lo decible, la pa-
la perfección de aquellas dos pre- tria en la que la palabra, según Ri-
sencias, dejé de comprender por lke, vive para alabar. En la novena
qué esta sociedad quiere que, a de las Elegías de Duino leemos:
cualquier precio, sigamos siendo
indefinidamente jóvenes, aleja- “Alaba al ángel el mundo, no el
dos de esas dos luces del naci- [indecible: ante él
miento y de la vejez, clavados en no puedes presumir con lo
el medio” (Resucitar, 90). [esplendorosamente percibido:
[en el todo del mundo,
donde él siente más hondo, tú
Esos ojos con los que Bobin ve en [eres un novato. Por eso
ambos cuerpos sendos libros (en el enséñale lo sencillo, que, formado
del niño: un pregón, una promesa; [a través de generaciones,
en el de la mujer: una celebración, como cosa nuestra vive junto a la
un cumplimiento), y descifra en [mano y la mirada”6.
ellos el mensaje de la vida, son la
escudilla en la que el poeta recibe Das Einfache, lo sencillo, la apropia-
todo cuanto el mundo le quiere re- ción de la cotidianidad, la proximi-
galar: dad real de las cosas, de “la cálida
piel del prójimo” 7: en esto pudiera
“Está claro: todo lo que tengo, me
lo han dado. Todo lo que puedo
resumirse la estética de Bobin.
tener de vivo, de sencillo, de tran-
quilo, lo he recibido. No caigo en 6
  R. M. Rilke, Elegías de Duino, Lumen,
la insensatez de creer que me lo Barcelona 1980, 83-84.
debían, o que era digno de ello. 7
 J. M. Esquirol, La resistencia íntima.
No, no. Desde siempre todo me Ensayo de una filosofía de la proximidad,

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4.  Susurros a un agonizante su partida, no;


pues nunca se marchan” 9.
Como otros creadores, también Bo-
bin, escribiendo, reflexiona sobre Ya Platón había hablado de la
el hecho de escribir. Su poesía es creación poética como entusiasmo,
metapoética: una lluvia que forma palabra que, en griego, incluye el
un charco que espeja la nube de la término θεός. El entusiasmado es
que surgió el agua. Bobin abre los alguien que ha recibido la visita
ojos a la claridad del cielo, observa de la divinidad, que ha quedado
los secretos que los pájaros llevan embebido en el dios. Tal parece ser
cifrados en sus alas, se detiene en el caso de Bobin, quien, como un
la perfección de los estambres, niño atento a la voz de su maestro,
permanece atento al musgo, al recoge con fidelidad el dictado que
mimbre, a las cigarras y, cuando la vida ordena, y así fragua su poe-
el milagro quiere concretarse a tra- sía. Hay una página especialmen-
vés de ella, acude a la escritura: te significativa para aproximarnos
“Cuando una alegría sube desde a su autoconciencia de escritor:
el papel blanco hasta mi mano, “Hay una literatura que es sun-
tengo la certeza de que nadie está tuosa, sobrecargada de oro y au-
perdido” (Negro claro, 43).
toestima. Considera el hecho de
escribir mayor que la vida. No
Esta autoconciencia poética re- conoce nada más noble que una
cuerda a la que Emily Dickinson bella frase. Engendró, sin lugar a
(a quien Bobin, por cierto, dedica dudas, obras maestras, y me resul-
una preciosa obra 8) vertiera en sus ta indiferente. Es de una literatura
poemas: distinta de la que estoy hambrien-
to. [...] No admiro una obra por-
“No puedo estar sola, que me dicen que la admire, sino
pues me visitan multitudes; por el poder del amor que en ella
incontables visitantes vibra. Lo que yo entiendo aquí por
que irrumpen en mi cuarto. amor no es nada sentimental. El
No tienen ropas, ni nombres, único amor que es real es de una
ni tiempo, ni país; dureza increíble. Esa es la palabra:
tienen casas compartidas, increíble. El poeta Henri Pichette
como los gnomos. dice que nunca se debería escribir
Su llegada puede ser anunciada ni una sola frase que no se pudiera
por mensajeros en lo interior; susurrar al oído de un agonizante.

Acantilado, Barcelona 2015, 62. 9


 E. Dickinson, El viento comenzó a mecer
8
  C. Bobin, La Dame blanche, Gallimard, la hierba, Nórdica libros, Madrid 2012,
París 2007. 28-29.

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Pues bien, eso es exactamente. La A esto parece que invoca también


manera de escribir que a mí me Bobin, haciendo suya la idea de
gusta es exactamente eso. Y todos Pichette: en esta vida en la que
nosotros somos agonizantes, ¿no? la muerte cruza con pie igual los
[...] Lo que digo aquí, puedo decir- umbrales de todas las casas, es la
lo de otra manera: Hay una pala- poesía –en el sentido de palabra
bra de príncipes y hay una palabra
cribada en el amor y en el dolor–
de méndigos. La de los príncipes
la única digna de ser dicha. Otros
es como una estancia en la que no
hubiera nada y en la que al mismo
caminos (la construcción de una
tiempo todo estuviera lleno, lleno fama, de una obra, de una carrera
a rebosar. Es una palabra que está literarias; la preocupación por las
sorda de bastarse a sí misma. La modas o las ventas) no son los del
de los mendigos, por el contrario, verdadero poeta.
contiene en ella el vacío suficiente
–de espacio, de silencio– para que
el primer llegado se deslice en ella 5.  A la sombra del Bajísimo
encontrando allí su bien. Es una
palabra que deja en ella sitio a otra, Todos los libros de Christian Bo-
que hace posible la llegada de algo bin parecen haber sido escritos al
distinto a ella misma. Ya sabéis: la
amparo del Bajísimo, el Dios débil
vieja tradición de poner en la mesa
que esconde al poeta a la sombra
un plato de más para un visitante
imprevisto. Esas son las palabras
de sus alas,
que a mí me gustan. Es en esas “ese Dios a la altura de la infan-
mesas donde mejor como” (Auto- cia, a ras de suelo de las primeras
rretrato con radiador, 84-86). caídas, con la nariz en la hierba”
(El Bajísimo, 36).
Existe una clara distinción entre la
literatura y la poesía, en el senti- Así ve el poeta al Dios de Francis-
do en el que Borges, dedicándole co de Asís y así, yendo desde el
sus poemas reunidos a su madre, tiempo del santo hasta las postri-
acude al célebre verso de Paul Ver- merías del siglo pasado, retrata el
laine: vacío de Dios en el mundo actual:
“Aquí estamos hablando los dos, “Dios. Esa antigualla de Dios,
et tout le reste est littérature, como esa antigua vela de Dios ardien-
escribió, con excelente literatura, do en la oscuridad de los siglos,
Verlaine” 10. ese fuego fatuo de un rojo sangre,
esa miseria de una candela des-
pabilada por todos los vientos;
 J. L. Borges, Poesía completa, Destino,
10
nosotros, gente del siglo  xx, no
Madrid 2010, 7. sabemos qué hacer con él. Somos

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gente de razón. Somos adultos. “Imposible hablar de Dios sin


No nos iluminamos ya con velas. pronunciar al mismo tiempo
Esperamos durante un tiempo una cantidad inverosímil de ton-
para que las Iglesias nos libraran terías. No se puede decir nada
de Dios. Para eso estaban hechas. de Dios, tan sólo hablar con Él,
Las religiones no nos molesta- en Él. Si esta frase parece ex-
ban. Las religiones son pesadas travagante o pretenciosa, la en-
y la pesadez más bien nos tran- tenderemos tal vez mejor reem-
quiliza. Es la ligereza lo que nos plazando la palabra Dios por la
horroriza, esa ligereza de Dios en palabra ‘amor’ que es su equi-
Dios, del espíritu en el espíritu. Y valente exacta: imposible hablar
luego salimos de las Iglesias. He- del amor sin pronunciar al mis-
mos recorrido un largo camino. mo tiempo una cantidad invero-
De la infancia a la edad adulta, símil de tonterías. No se puede
del error a la verdad. Sabemos decir nada del amor, solamente
ahora dónde está la verdad. Está
hablar con él, en él” (Autorretrato
en el sexo, en la economía y en
con radiador, 134).
la cultura. Y sabemos muy bien
dónde está la verdad de esta ver-
dad. Está en la muerte. Creemos Esta es su apuesta: que al hablar al
en el sexo, en la economía, en la mundo, en el mundo, Dios pueda
cultura y en la muerte. Creemos aparecer sin necesidad de hacer
que la palabra definitiva corres- teorías sobre Él, velar su nombre
ponde a la muerte, que rechina
para que Dios emerja de entre los
entre sus dientes que atenazan
su presa, y contemplamos los nombres. Estamos cerca de lo que
siglos pasados desde lo alto de Christian Wiman, poeta norteame-
esta creencia, con indulgencia y ricano, expresa en esta hermosa
desprecio, como todo lo que se oración:
contempla desde arriba. No po-
demos reprocharles sus errores. “Señor, puedo avanzar hasta ti
Eran sin duda necesarios. Ahora tan sólo a través de la concien-
hemos crecido. Ahora sólo cree- cia, pero la conciencia puede
mos en lo poderoso, razonable, acercarse a ti tan sólo como un
adulto –y nada es más pueril que objeto, cosa que tú no eres. No
la luz de una vela temblando en espero tener experiencia de ti en
la oscuridad–” (El Bajísimo, 99- el modo en que tengo experien-
100). cia del mundo –directa, inmedia-
tamente–, aunque no deseo nada
distinto a ello. En verdad, es tan
Quizás todas las palabras de Bobin grande mi hambre de ti –¿o será
no son sino velas temblando en la más bien la evidencia de tu ham-
oscuridad, lámparas de aceite que, bre de mí?– que me parece ver-
extinguiéndose, nos enseñan a ver te en las lamentaciones de flor
en las sombras la luz: negra pronunciadas junto a una

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tumba que no conozco, en las suelo, sin la cual no es posible vi-


entrañas de las brasas en forma vir. Perdiendo la vida, el poeta
de colmena resplandeciente, en gana la vida:
la desnuda abundancia de un
árbol de inverno cuyas ramas se “¿Cómo lo diría? Mi vida me es-
iluminan cargando nieve. Señor, capa. Mi vida sólo viene a mí en
Señor, cómo brilla el abismo inte- mi ausencia. En la claridad de un
rior que pareces” 11. pensamiento indiferente a mis
pensamientos. En la pureza de
una mirada indiferente a mis de-
En el prólogo a L’Enchantement seos. Mi vida florece lejos de mí,
simple, la poeta Lydie Dattas ha- cuando me ausento. Me separo
bla de la radiante resistencia de de ella cuando acudo al mundo.
Bobin frente al desencantamien- Me reúno con ella al contemplar
to del mundo, aquella existencia el cielo. El cielo material, pintado
en la que el hombre –amenazado de azul y oro. Las luces que lo
por las fuerzas impersonales que salpican son cartas de amor. Un
lo avasallan (burocratización, co- amor sin pertenencia. Sin avidez.
lectivismo), privado del don de Un amor que no te pide nada,
crear– camina sin el rumbo que salvo que estés ahí. Que te da lo
eterno, de pasada” (Elogio de la
marca la confianza en un sentido
nada, 16-17).
superior. A esta intuición de lo que
nos trasciende (y al encantamiento
simple que subyace aquí), Bobin Alejada de las poéticas complejas
llega mediante la relación frater- de la deconstrucción o los experi-
nal con lo inmanente. Nace así una mentalismos, ajena también al in-
poética del evangelio: tento de dislocar el yo que escribe
del yo real, la poesía de Bobin ate-
“Queridos pájaros, ¿cuánto pa- sora la condición terapéutica del
gáis de alquiler” (Negro claro, 21). bálsamo que, aplicado en la llaga,
alivia y confiere serenidad. Sus
Es constante en él esta apelación palabras limpian. Su pensamien-
a la confianza, el suelo debajo del to, abajándose a lo pequeño, ele-
va. De su lectura, uno sale como
sale el bañista de invierno del in-
11
  C. Wiman, My Bright Abyss. Medita-
terior del mar: con la convicción
tion of a Modern Believer, Farrar, Straus de que, en lo profundo, no hay en
and Giroux, New York 2013, 13. La tra- la vida que, adrede, hiera. n
ducción es mía. Libros Canto y Cuento
–editorial jerezana creada por el poeta
José Mateos– ha anunciado la próxima
aparición de una versión española del
libro. Merece la pena leerlo.

Razón y Fe, 2017, t. 276, nº 1425-1426, pp. 77-85, ISSN 0034-0235 85


José Tolentino Mendonça
la ConStruCCión de jeSúS
La sorpresa de un retrato

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entre los muchos episodios que relatan los evangelios, el de la pecadora
que se aventura en un territorio hostil únicamente para poder tocar a je-
sús y ungir sus pies (lc 7,36-50) acabó convirtiéndose en objeto de tra-
bajo bíblico del autor durante años; pero no solo de trabajo, sino también
de emoción, de imaginación, de afecto y de fe. la convivencia con ese tex-
to cambió por completo su forma de mirar a jesús y, como él mismo afir-
ma, cambió también su vida.

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