✞ ✞ ✞ Padre, en Tus manos abandono mi vida y todo mi ser, para que me vacíes de todos
los pensamientos, palabras, obras, deseos e imágenes que me separan de Ti.
Calma mi sed y sacia mi hambre, lléname de Ti. Con humildad te entrego mi intención de
consentir tu Presencia y acción en mí, sáname, transfórmame, hazme de nuevo.
Ahora mismo anhelo y te pido a nombre de tu Hijo Jesús que me des al Espíritu Santo;
pues ya dispuesta mi alma, por tu gracia y misericordia; espera la luz que abra mi mente
y mi corazón para escucharte y ahí en mi meditación dejarme encontrar, sorprender,
seducir, tocar, y guiar por Ti.
Dime lo que quieres de mi para hacer Tu voluntad y no la mía. Dame el don de la
contemplación y la gracia para ver, aceptar y perseverar sin apegos, en este camino hacia
la Gloria.
✞ ✞ ✞ Señor Jesús, que tu Espíritu, nos ayude a leer las Sagradas Escrituras en el mismo
modo con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús.
Con la luz de la Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de
Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz, que parecía
ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y resurrección.
Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los
acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren.
Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús,
podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú estás
vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo pedimos
a Ti, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu. Amén
✞✞✞
Jesús, enséñame a gustar la infinitud del Padre. Háblame, Señor Jesús, acerca del Padre.
Hazme niño para hablarme de él como los padres de la tierra conversan con sus pequeños;
hazme amigo tuyo para hablarme de él como hablabas con Lázaro en la intimidad de
Betania; hazme apóstol de tu palabra para decirme de él lo que conversabas con Juan;
recógeme junto a tu Madre como recogiste junto a ella a los doce en el Cenáculo..., lleno
de esperanza para que el Espíritu que prometiste me hable todavía de él y me enseñe a
hablar de él a mis hermanos con la sencillez de la paloma y el resplandor de la llama (G.
CANOVAI, Suscipe Domine).
“JESUS, SÁLVANOS, QUE PERECEMOS”
«Mar de Genesaret o Galilea. Se desató una tormenta en el mar».
«Los discípulos se acercaron y despertaron a Jesús diciéndole: -Señor,
sálvanos, que perecemos».
«Él les dijo: ¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?».
«Entonces se levantó, increpó a los vientos y al lago, y sobrevino una
gran calma»
1 RITOS INICIALES
✞ ✞ ✞ Antífona de entrada Sal 104, 3-4
Que se alegren los que buscan al Señor. Recurrid al Señor y a su poder, buscad
continuamente su rostro.
Monición de entrada
Celebramos la muerte en Cristo de nuestros hermanos. La fe nos asegura que el que cree
en Cristo, aunque haya muerto, vivirá. Que el Misterio pascual de Cristo, que nos
disponemos a celebrar, aliente en nosotros esta fe y esta esperanza. Y puesto que
nuestros hermanos profesaron esta misma fe, les encomendamos a las manos
misericordiosas de Dios para que alcancen la gloria y la vida para siempre que esperaron.
Nos reunimos en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espiritu Santo. Amén.
✞ ✞ ✞ Saludo al altar y pueblo congregado
En viento y en tormenta
Tenemos que reconocer la presencia del Señor y seguir confiando en él cuando las
tormentas rugen dentro de nosotros y a nuestro alrededor, en nuestro mundo, y nos
amenazan con tragarnos y hacernos gritar: “Señor, ¿dónde estás?” Pueden ser las
tormentas de la tentación, las dudas, los miedos y temores relacionados con nuestra fe,
la amenazada lealtad. Los vientos de cambio también pueden ser como ruidosos
huracanes que sacuden la barca de la Iglesia, antes de que podamos alcanzar las aguas
tranquilas de una Iglesia renovada. El Señor está ahí, no deberíamos tener miedo.
✞ ✞ ✞ Acto penitencial
El Señor Jesús, que nos invita a la mesa de la Palabra y de la Eucaristía, nos llama ahora
a la conversión. Reconozcamos nuestra indignidad, debilidad, y nuestros pecados e
invoquemos con esperanza la misericordia de Dios.
Jesucristo, el justo, intercede y nos reconcilia con el Padre. Abramos, pues, nuestro
espíritu al arrepentimiento. … Un poco de silencio…
• Te pido perdón Jesús por todos mis pecados. Sé que no soy digno de tu perdón, pero tu
misericordia es más grande que mis pecados. Acoge, Buen Señor, a este humilde siervo
tuyo y ayúdame a seguir el camino que conduce a la vida.
¡Señor, ten piedad! ¡Cristo, ten piedad! ¡Señor, ten piedad!
✞ ✞ ✞ Gloria a Dios.
Se canta o se recita los domingos, fuera de los tiempos de Adviento y Cuaresma, en las
solemnidades y en las fiestas y en algunas peculiares celebraciones más solemnes.
✞ ✞ ✞ Oración Colecta:
Señor Dios nuestro: Tu Hijo Jesucristo calmó nuestras vacilaciones con palabras de
reprensión: “¿Por qué tienen ustedes miedo, hombres de poca fe?” Haz que esa débil fe
crezca robusta en nosotros. Cercióranos plenamente de que tú estás con nosotros en tu
creación, en la oscuridad y en la noche, en el viento huracanado y en la tormenta, incluso
en las profundidades de la muerte; porque tú eres el Dios que dijo: “Yo soy el que soy; y
estoy ahí para ustedes”, ahora y por los siglos de los siglos.
• Dios todopoderoso y eterno, Señor de vivos y muertos, que derramas sobre todos tu
misericordia, humildemente te suplicamos que aquellos por quienes oramos, consigan, en
tu bondadosa clemencia, el perdón de sus pecados, y, felices, gocen contigo alabándote
siempre. Por nuestro Señor Jesucristo.
2 LITURGIA DE LA PALABRA
✞ ✞ ✞ Primera lectura: Génesis 19,15-29
Meditatio
El autor nos pone de manifiesto que Dios siempre está al pendiente de los suyos, de
aquellos que Dios ama; sin embargo, Dios no hace acepción de personas, es decir, Dios
no prefiere a unos para rechazar a otros, sino que Dios en todo momento tiene interés y
preocupación por el ser humano. El texto sagrado hace énfasis en el cuidado que Dios
tiene para tratar al hombre. Lot propone la condición en que se siente seguro, pues tiene
miedo ir a las montañas, así que pide al ángel que le conceda ir a una ciudad cercana para
poderse poner a salvo.
Ante esta petición, el ángel del Señor accede, pues lo importante es la salvación y
seguridad de Lot. Asimismo, la salvación es un don que Dios ofrece a todos aquellos que
rodean al sujeto de la salvación, es decir, Dios no sólo mira por la salvación de Lot, sino
de su mujer e hijas, porque Dios mira con amor y compasión a sus elegidos (todos hemos
sido elegidos por Dios para vivir primero aquí en la tierra y después con él en el cielo).
Por unos pocos, Dios realiza la salvación para todos cuantos le rodean, tal como sucederá
con su hijo Jesús, quien con su muerte, dará la salvación a todos los hombres que están
en torno suyo. En este caso, somos todos quienes en torno a Jesús nos hacemos sujetos
de la salvación. Si Dios obró la salvación de Lot por atención a Abraham, ¿qué no hará
por todos los seres humanos en atención a su propio Hijo y a los méritos de éste
conseguidos por su pasión, muerte y resurrección?
Oratio
Dios bueno y clemente, que escuchas siempre la oración de tus fieles y atiendes amoroso
a sus peticiones, ayúdanos a estar atentos a tu palabra y a ser dóciles a tu voluntad para
que siempre seamos dignos del amor que nos das y el afecto con que nos tratas. Por
Jesucristo nuestro Señor. Amén.
Actio
El día de hoy voy a hacer oración por mis seres amados y dedicaré unos minutos para
pedir por alguien que sé le hará bien un momento de oración en su favor.
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1. Azufre y Fuego
1.1 La impresionante escena de la primera lectura impacta nuestra imaginación. No es
difícil representarse el cuadro patético que además ha dibujado más de un artista: un
diluvio de llamas que castigan las ruinas humeantes de lo que un día fuera lugar de seres
humanos. Pero vayamos más allá de la escena como tal. Busquemos la enseñanza: la
palabra detrás del acontecimiento.
1.2 Por una parte, este drástico castigo revela de modo dramático el estado de gravedad
a que conduce el pecado como estructura. En efecto, nos hemos acostumbrado tal vez a
mirar al pecado como un hecho personal que involucra sólo una responsabilidad individual
ante Dios. Pero esto no es cierto. El pecado tiende a institucionalizarse. Va creando un
tejido de complicidades que se vuelve pegajoso y casi omnipresente, hasta producir asfixia
en los que no admitan inmiscuirse en él.
1.3 Es un poco lo que vemos también en nuestra sociedad. La prostitución o la corrupción
administrativa, por citar sólo dos ejemplos, no son eventos aislados en vidas aisladas,
sino verdaderas redes que se adueñan de sectores de ciudades y de amplias tajadas del
presupuesto de un país. Estamos en ambos casos frente a pecados "estructurales", que
no deberían ser evaluados simplemente como una colección de faltas personales, pues de
hecho implican procesos, manejo de recursos e incluso leyes oficiales que hacen
extraordinariamente difícil erradicar su presencia y su obra.
1.4 En otro sentido, la escena del Génesis en el día de hoy nos invita a saber superar el
hecho mismo del castigo, cualquiera que sea su expresión concreta. Lo más interesante
del pecado no es quedarnos viendo cómo se castiga sino permanecer buscando cómo
superarlo. Cosa útil de aprender porque a veces nos preocupamos más de castigar
culpables que de hacer bien a los inocentes.
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✞ ✞ ✞ Salmo
Sal 25,2-3.9-10.11-12
R/. Tengo ante los ojos, Señor, tu bondad.
Escrútame, Señor, ponme a prueba, sondea mis entrañas y mi corazón, porque tengo ante
los ojos tu bondad, y camino en tu verdad.
R/. Tengo ante los ojos, Señor, tu bondad.
No arrebates mi alma con los pecadores, ni mi vida con los sanguinarios, que en su
izquierda llevan infamias, y su derecha está llena de sobornos.
R/. Tengo ante los ojos, Señor, tu bondad.
Yo, en cambio, camino en la integridad; sálvame, ten misericordia de mí. Mi pie se
mantiene en el camino llano; en la asamblea bendeciré al Señor.
R/. Tengo ante los ojos, Señor, tu bondad.
✞ ✞ ✞ Aleluya
✞ ✞ ✞ “Padre, dame tu bendición”: “El Señor esté en tu corazón y en tus labios, para que anuncies
dignamente su Evangelio en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”
Se puso en pie, increpó a los vientos y al mar y vino una gran calma.
En aquel tiempo,
23 Jesús subió a una barca y sus discípulos lo siguieron.
24 De pronto, se alborotó el lago de tal manera que las olas cubrían la barca, pero Jesús
estaba dormido.
25 Los discípulos se acercaron y lo despertaron diciéndole: -Señor, sálvanos, que
perecemos.
26 Él les dijo: -¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe? Entonces se levantó, increpó
a los vientos y al lago, y sobrevino una gran calma.
27 Y aquellos hombres, maravillados, se preguntaban: «¿Qué clase de hombre es éste,
que hasta los vientos y el lago le obedecen».
PALABRA DEL SEÑOR. R/ GLORIA A TI, SEÑOR JESÚS.
• El fragmento de hoy se abre con una nota que, en su aparente normalidad, encierra un
elemento clave para la interpretación de este relato, conocido como milagro de la
tempestad calmada. Jesús es el primero en subir a la barca, y sus discípulos le «siguen».
El mismo Mateo relee el episodio como figura de la Iglesia, que atraviesa el mar
tempestuoso de la historia con la presencia de Jesús, una presencia real, si bien escondida
y silenciosa, aunque no por ello la exime de desconciertos
y miedos. Por otra parte, Mateo no habla propiamente de «tempestad», como sí hace, en
cambio, el evangelista Marcos en su relato paralelo; usa el término «semós», que tiene
un claro sabor apocalíptico: se trata, por consiguiente, de una gran tribulación a través
de la cual debe pasar la barca de los discípulos de Jesús. Éstos, aterrorizados, le despiertan
gritando: «.¡Señor, sálvanos!» (Kyrie, sóson), una invocación casi litúrgica y muy
diferente de la referida por Marcos: «Maestro, ¿no te importa que perezcamos?» (4,38).
Hay otro detalle particular que nos ayuda a comprender la perspectiva eclesial de Mateo:
Jesús - a diferencia del relato de Marcos y de Lucas-, antes de hacer el milagro, regaña a
los discípulos por ser «pequeños de fe» (y. 26, literalmente), o sea, por su fe todavía
incierta y vacilante. Sólo entonces es cuando Jesús «se levantó, increpó» a los vientos y
al mar, como si fueran seres endemoniados (cf. asimismo Me 4,39). El pasaje se cierra
con una nota de admiración frente al poder de Jesús, capaz de someter hasta los
elementos cósmicos (v. 27). Él, y sólo él, puede dormir en medio de la tempestad porque
reposa en el seno del Padre y se despierta en el poder de Dios, que nos salva no de la
muerte, sino en la muerte, despertándonos a una vida nueva, resucitada, que durará para
siempre.
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Hay, otros discípulos que, tras haber aceptado seguirle, están con él en la barca. De
improviso, se desencadena una borrasca (literalmente: un trastorno cósmico), que pone
al descubierto los sentimientos secretos de los corazones. A la tranquilidad soberana de
Jesús, que, abandonado en manos del Padre, descansa seguro, se contrapone el miedo
de los discípulos, que le despiertan invocando: «Señor, sálvanos, que perecemos» (v. 25).
Jesús les reprocha su falta de fe (oligópistoi), que les hace incapaces de aceptar el
aparente silencio de Dios. Después despliega su poder y realiza el milagro de aplacar los
elementos desencadenados. El verbo empleado (epetímese) proporciona al episodio el
color de un exorcismo: Jesús, como ya antes YHWH en el Primer Testamento, domina de
manera soberana las fuerzas maléficas, representadas aquí por el mar, considerado como
dominio del mal. Surge en todos, una pregunta: « ¿Qué clase de hombre es éste, que
hasta los vientos y el lago le obedecen?». Aparecen una vez más los temas fundamentales
del relato de Mateo: la fe y la figura de Cristo.
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No hay Contexto.
2 Reflexión. ¿Qué nos dice Dios en el Texto? La palabra me ilumina.
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No hay reflexion.
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Oración inicial
Padre de bondad, que por la gracia de la adopción nos has hecho hijos de la luz;
concédenos vivir fuera de las tinieblas del error y permanecer siempre en el esplendor de
la verdad. Por nuestro Señor.
Del Evangelio según Mateo 8,23-27
Reflexión
• Mateo escribe para las comunidades de judíos convertidos de los años 70 que se sentían
como un barco perdido en el mar revuelto de la vida, sin mucha esperanza de poder
alcanzar el puerto deseado. Jesús parece que duerme en el barco, porque ellos no veían
ningún poder divino que los salvara de la persecución. Mateo recoge diversos episodios
de la vida de Jesús para ayudar las comunidades a descubrir, en medio de la aparente
ausencia, la acogedora y poderosa presencia de Jesús vencedor, que domina el mar (Mt
8,23-27), que vence y expulsa el poder del mal (Mt 9,28-34) y que tiene poder de
perdonar los pecados (Mt 9,1-8). Con otras palabras, Mateo quiere comunicar la esperanza
y sugerir que las comunidades no deben temer nada. Este es el motivo del relato de la
tormenta calmada del evangelio de hoy.
• Mateo 8,23: El punto de partida: entrar en el barco. Mateo sigue el evangelio de
Marcos, pero lo acorta y lo incluye en el nuevo esquema que él adoptó. En Marcos, el día
fue pesado por el mucho trabajo. Una vez terminado el discurso de las parábolas (Mc 4,3-
34), los discípulos llevan a Jesús al barco y, de tan cansado que está, Jesús se duerme
encima de una travesera (Mc 4,38). El texto de Mateo es mucho más breve. Solamente
dice que Jesús entra en el barco, y los discípulos lo acompañan. Jesús es el Maestro, los
discípulos siguen al maestro.
• Mateo 8,24-25: La situación es desesperada: “! Estamos a punto de perecer!”
El lago da Galilea está cerca de altas montañas. A veces, por los resquicios de las rocas,
el viento sopla fuerte sobre el lago produciendo repentinas tormentas. Viento fuerte, mar
agitado, barco lleno de agua. Los discípulos eran pescadores experimentados. Si ellos
piensan que están a punto de hundirse, quiere decir que la situación es peligrosa. Pero
Jesús no parece darse cuenta, y sigue durmiendo. Ellos gritan: “Señor, ¡sálvanos! Que
estamos pereciendo". En Mateo, el sueño profundo de Jesús no es sólo señal de cansancio,
es también expresión de confianza tranquila de Jesús en Dios. ¡El contraste entre la actitud
de Jesús y de los discípulos es grande!
• Mateo 8,26: La reacción de Jesús: “¿Por qué tenéis miedo?” Jesús se despierta,
no por las olas, sino por el grito desesperado de los discípulos. Se dirige a ellos y dice:
“¿Por qué tenéis miedo? ¡Hombres de poca fe!” Luego, él se levanta, amenaza los vientos
y el mar, y todo queda en calma. La impresión que se tiene es que no era necesario
aplacar el mar, pues no había ningún peligro. Es como cuando uno llega a casa de un
amigo, y el perro, al lado del dueño de la casa, empieza a ladrar al visitante. Pero no es
necesario tener miedo, porque el dueño está presente y controla la situación. El episodio
de la tormenta calmada evoca el éxodo, cuando la multitud, sin miedo, atravesó las aguas
del mar (Ex 14,22). Jesús rehace el éxodo. Evoca al profeta Isaías, que decía al pueblo:
“Cuando atravieses las aguas, ¡yo estaré contigo!” (Is 43,2). Por fin, el episodio de la
tormenta calmada evoca la profecía anunciada en el Salmo 107:
Los que viajaron en barco por el mar, para traficar por las aguas inmensas, contemplaron
las obras del Señor, sus maravillas en el océano profundo. Con su palabra desató un
vendaval, que encrespaba las olas del océano: ellos subían hasta el cielo, bajaban al
abismo, se sentían desfallecer por el mareo, se tambaleaban dando tumbos como ebrios,
y su pericia no les valía de nada. Pero en la angustia invocaron al Señor, y él los libró de
sus tribulaciones: cambió el huracán en una brisa suave y se aplacaron las olas del mar;
entonces se alegraron de aquella calma, y el Señor los condujo al puerto deseado. (Sal
107,23-30)
• Mateo 8,27: El miedo de los discípulos: “¿Quién es este hombre?” Jesús
preguntó: “¿Por qué tenéis miedo?” Los discípulos no saben qué responder. Admirados,
se preguntan: “¿Quién es éste, a quien hasta los vientos y el mar obedecen?” A pesar de
haber vivido tanto tiempo con Jesús, no saben todavía quién es. ¡Jesús sigue siendo un
extraño para ellos! ¿Quién es éste?
• ¿Quién es éste? ¿Quién es Jesús para nosotros, para mí? Esta debe ser la pregunta que
nos lleva a continuar la lectura del Evangelio, todos los días, con el deseo de conocer más
y más el significado y el alcance de la persona de Jesús para nuestra vida. De esta
pregunta nace la Cristología. No nació de altas consideraciones teológicas, sino del deseo
que los primeros cristianos tenían de encontrar siempre nuevos nombres y títulos para
expresar lo que Jesús significaba para ellos. Son decenas y decenas los nombres, los
títulos y los atributos, desde carpintero hasta hijo de Dios, que Jesús recibe: Mesías,
Cristo, Señor, Hijo amado, Santo de Dios, Nazareno, Hijo del Hombre, Esposo, Hijo de
Dios, Hijo del Dios altísimo, Hijo de María, carpintero, Profeta, Maestro, Hijo de David,
Rabuni, Bendito el que viene en el nombre del Señor, Hijo, Pastor, Pan de vida,
Resurrección, Luz del mundo, Camino, Verdad, Vida, Rey de los judíos, Rey de Israel, etc.,
etc. Cada nombre, cada imagen es un intento para expresar lo que Jesús significaba para
ellos. Pero un nombre, por muy bonito que sea, nunca llega a revelar el misterio de una
persona, mucho menos de la persona de Jesús. Jesús no cabe en ninguno de estos
nombres, en ningún esquema, en ningún título. El es mayor que todo, supera todo. No
puede ser enmarcado. El amor capta, la cabeza ¡no! Es a partir de la experiencia viva del
amor, que los nombres, los títulos y las imágenes reciben su pleno sentido. Al final, ¿quién
es Jesús para mí, para nosotros?
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Se puede percibir más de una analogía entre las lecturas propuestas por la liturgia de hoy.
En ambas se habla de una situación tranquila que padece un cambio imprevisto: el fuego
que baja del cielo y el desencadenamiento de los elementos naturales sobre el mar
alborotado.
En ambos casos se ofrece al hombre aterrorizado una salvación misericordiosa por parte
de alguien que le presta socorro. Ambas situaciones pueden ser tina gran metáfora de la
condición humana, del viaje del hombre hacia la salvación, un viaje acechado por una
gran cantidad de adversidades que hacen que, con frecuencia, el hombre sienta miedo
frente a realidades que le superan, que le aplastan. ¿Y qué miedo es superior al de la
muerte? Nosotros sabemos hoy que no estamos solos, y, aunque nos sintamos así,
siempre podemos gritar «¡Señor, sálvanos!» a aquel que quiso pasar por nuestras mismas
situaciones, que quiso dormir con nosotros el sueño de la muerte, para despertarnos con
él en la vida sin fin. Se nos pide que no seamos «pequeños en la fe», que seamos audaces,
constantes, perseverantes en la oración.
Estamos seguros, en efecto, de que a quien llame se le abrirá, a quien pida se le dará, y
a quien ha sido bautizado en la muerte y resurrección del Señor Jesús no se le arrebatará
la vida, sino que simplemente le será cambiada, porque «tanto si vivimos como si
morimos, somos del Señor». Él vino a compartir nuestra condición humana para darnos
su paz, su alegría, su plenitud de vida. También nosotros, por tanto, aferrándonos al
madero de su cruz, podemos atravesar todos los mares tempestuosos, seguros ahora de
llegar incólumes con él a la tierra de los vivos.
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2. La tormenta calmada.
2.1 Si la primera lectura nos deja ver una espantosa tormenta de fuego, el evangelio de
hoy hace el contraste mostrándonos a Jesús sosegando una tormenta de lluvia y viento
en el Mar de Galilea.
2.2 De donde podemos aprender que el mismo Dios que manda la tormenta trae también
la paz. Dios no deja de ser Dios ni en la guerra ni en la paz, ni en la tribulación ni en el
consuelo, ni en la confusión ni en la claridad.
2.3 A nuestros ojos Dios puede parecer escondido cuando hay guerra o adormilado en la
pereza de la inacción y la paz. Puede parecernos lejano en horas de tribulación o cariñoso
en horas de consuelo. Distante cuando hay confusión y presente cuando vuelve la claridad.
2.4 Pero todas estas son interpretaciones NUESTRAS. Como muestra el evangelio de este
día, hemos de saber en fe que Él es siempre Dios, y que su soberanía no tiene eclipses ni
hay párpados en sus ojos. Todo lo conoce y en todo está su gobierno, sea que lo
entendamos o que no nos lo parezca.
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En medio de este mundo en el que falta para muchos el trabajo y hay quienes sufren por
las enfermedades, las guerras y las epidemias que nos agobian, ¿podríamos decir que
nuestra fe en Cristo permanece firme?
Muchos hermanos, para los cuales la vida en los últimos años se ha hecho pesada, podrían
estar tristes y apesadumbrados, incluso con miedo ante el incierto porvenir. Jesús nos
dice hoy a todos: "no tengan miedo, hombres de poca fe". Jesús, a pesar de todo lo que
nos parece, está a nuestro alrededor, navega con nosotros. Él mismo nos lo dijo: "Yo
estaré con ustedes hasta la consumación de los siglos". Si los vientos se encrespan y el
mar de la vida se agita, Jesús está con nosotros.
Quizás duerme, pero está con nosotros. Mientras despierta, debemos achicar el agua, y
remar hacia la orilla; de una cosa estamos seguros: Jesús no permitirá que la barca en la
cual vamos naufrague. Si en tu vida la crisis ha llegado a tal punto que piensas que
naufragarás, no pierdas la fe, despierta al Maestro, que él con una voz calmará todas tus
ansiedades y pondrá serenidad en tu vida.
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Los discípulos no sabían con quién estaban. Fueron descubriendo de a poco la identidad
de Jesús. En este caso aprendieron que Jesús tenía también poder sobre la naturaleza.
Nada quedaba fuera de su poder milagroso. Así poco apoco, los discípulos irán entendiendo
a este misterioso galileo. Sus preguntas encontrarán respuesta paulatinamente hasta
llegar al momento de la resurrección, que es cuando sus mentes se abrirán para siempre.
1. Solo va Jesús con sus discípulos
En aquel tiempo, Jesús subió a una barca junto con sus discípulos. San Mateo es preciso,
es decir, en la barca solo va Jesús con sus discípulos, tal vez para que fueran testigos del
milagro que habría de suceder, pero además previniendo una demostración de poca fe,
Jesús considero era prudente que otros no se enteraran, entonces viaja solo con ellos.
Cuando leemos a san Marcos, dice que también habían otras barcas alrededor. Jesús,
Maestro de excelencia, para que no se enorgullecieran sus discípulos porque los llevaba
solo a ellos, permitió el peligro en que se vieron, con objeto, pues, de que los impresionase
más el milagro que iba a obrar. Pero Él estaba dormido. Como dándole tiempo al temor
entregándose al sueño.
2. No pensaron en su poder ante un espectáculo tan imponente
Aunque los apóstoles ya habían presenciado algunos milagros de Jesús, no pensaron en
su poder ante un espectáculo tan imponente, esto les produce una fuerte admiración de
preguntarse quién será el que tiene tantos poderes, así es como ellos dicen; ¿Quién es
éste, a quien hasta los vientos y el mar obedecen?. Ya se había pensado que El fuese el
Mesías y ahora, Jesús les va preparando gradualmente el proceso de su revelación divina.
Si Jesús hubiese estado despierto, no habrían temido ni rogado por la tempestad que se
levantó, pero también pudo haber sucedido, que no hubiesen creído que pudiera hacer tal
milagro.
3. Todavía no conocían su gloria los discípulos que estaban con Él
Según el evangelio, parece que Jesús los dejó caer en el peligro de la prueba, para que
experimentasen en sí mismos su virtud, cuyos beneficios habían visto en los otros, así es
como dormía, pues como dice en san Marcos, sobre la popa de la barca reclinada la cabeza
en una tabla. Todavía no conocían su gloria los discípulos que estaban con Él, y aunque
creían que despierto podía mandar a los vientos, no creían pudiera hacerlo estando
dormido o descansando.
4. Señor, ¡sálvanos, que perecemos!
Muy asustados, los discípulos despertaron a Jesús diciéndole: Señor, ¡sálvanos, que
perecemos!. Despertándose Jesús, primero le increpa a ellos, ¿Por qué tienen miedo,
hombres de poca fe?, Lo que Jesús hace es reprender a sus discípulos por su falta de fe.
Si hubieran tenido fe, hubiesen creído que aun durmiendo podía conservarlos sanos y
salvos. Jesús se mostró a ellos como Dios, y como hombre, por cuanto se rindió al sueño.
Jesús luego le increpa al viento y al mar, y les da una orden terminante y sobrevino una
gran calma.
Del movimiento del mar se levantan ciertos sonidos o ruidos que parecen ser como un
anuncio de los peligros que amenazan. Las palabras de Jesús, sosiegan las turbulencias y
calman los corazones agitados. A la sola voz del Señor, el efecto vino de inmediato, el
viento se aplacó y sobrevino una gran calma.
5. Los temores nos invaden el alma y nos hacen perder el trato íntimo con Dios
Dice el evangelio: De pronto se levantó en el mar una tempestad tan fuerte, que las olas
cubrían la barca. Así nos sucede algunas veces a nosotros, se nos desata un vendaval de
problemas en nuestra vida y la turbación entra en nosotros con amenaza de hundirnos,
olas que ahogan nuestro ánimo y nuestro deseo de superarnos. Los temores nos invaden
el alma y nos hacen perder el trato íntimo con Dios. Muchas veces son cosas simples de
resolver, pero nos imposibilitan a entregarnos con tranquilidad a la oración. En otras
ocasiones, recibimos alguna noticia poco agradable y perdemos la calma. Entonces vemos
que en el fondo de nuestro corazón, pareciera que está dormido Jesús, y le preguntamos
con desesperación, Señor sálvanos.
6. Jesús, no duerme ni nos abandona
El Señor nunca nos deja, pero nosotros preocupados de las cosas temporales y solo de
valor material, nos atrevemos a dejarlo a Él, entonces, El permite una tempestad en
nosotros y vivimos momentos de contradicción, temor, la angustia nos zozobra y nuestro
corazón naufraga en las dificultades. Es así, como para superar todo momento difícil, no
dejemos de acudir a Él, aunque pareciera que no nos está oyendo, si lo está. Porque Jesús,
no duerme ni nos abandona, pero si prueba nuestra fe, nuestra constancia y fidelidad.
En cierta oportunidad, Santa Catalina de Siena, se quejó que de que el Señor la había
abandonado en la hora de una prueba y el Señor le respondió, “Nunca estuve más cerca
de ti que en ese momento”
3 Para la reflexión personal
– (Haz silencio en tu interior y pregúntate:)
1.- ¿Qué me dice el evangelio que he leído?
2.- ¿Cómo ilumina mi vida?
3.- ¿Qué tengo que cambiar para ser más como Jesús?
4.- Qué me falta para ser más como Él?
5.- ¿Cuál era el mar agitado en el tiempo de Jesús? ¿Cuál era el mar agitado en la época
en que Mateo escribió su evangelio? ¿Cuál es hoy el mar agitado para nosotros? Alguna
vez, ¿las aguas agitadas de la vida han amenazado con ahogarte? ¿Qué te salvó?
6.- ¿Quién es Jesús para mí? ¿Cuál es el nombre de Jesús que mejor expresa mi fe y mi
amor?
4 Oración. ¿Qué le decimos a Dios? La palabra se convierte en Oración.
1 ¡Señor, sálvanos! Si no te interesas con pasión por nuestra pobre causa, ¿cómo
podremos sobrevivir? ¡El abismo se cerrará sobre nosotros! ¡Levanta tu piedad en nuestro
favor! ¡Dueño absoluto de los tiempos, coge el timón de nuestra historia y condúcenos a
buen puerto! www.Dioscadadía.Bastin,Pinkers,Teheux
2 Señor Jesús, tú has llevado a cabo por nosotros, de una vez por todas, la gran travesía
del mar tempestuoso de la historia apoyando suavemente tu cabeza entre los brazos del
Padre en el leño de la cruz. De este modo, abriste para todos nosotros un camino grande
y seguro, que nos permite atravesar incólumes el gran abismo del mal, que intenta
atraparnos constantemente.
Haz que cada hombre te conozca y experimente que los sufrimientos del momento
presente no son comparables a la alegría de la salvación que nos has preparado en el
abrazo del Padre. Él nos ha querido desde siempre para ser uno con él y contigo en el
amor. www.santaclaradeestella.es
3 Una edad a otra encomiará tus obras, pregonará tus hechos portentosos. El esplendor,
la gloria de tu majestad, el relato de tus maravillas recitaré. (Sal 145,4-5) www.ocarm.org
4 Oración para calmar las Tormentas. Padre Celestial, se levanta una gran tormenta.
Solo tú sabes el desastre que ella producirá. Su fuerza supera las nuestras, su furia nos
puede eliminar. Pero yo sé que tu Espíritu está aquí conmigo. Sé que estás en silencio, sé
que sabes todo lo que pasa. Yo te clamo ahora, levántate Señor y ayúdame. Ven a mi
auxilio y sálvame de la fuerza destructora. Perdona mis pecados y no permitas que mis
errores del pasado me alcancen a través de esta tormenta. Líbrame del daño que debería
de sufrir, y pon mi vida a salvo. También te clamo por mi familia, mis amigos, mis
mascotas y mis pertenencias.
Sálvanos oh Dios de los Cielos y la Tierra! Protégenos oh poderoso Señor! Espíritu de Dios,
por favor lléname ahora con tu presencia. Lléname como le llenaste a Jesucristo. Lléname
y dame las fuerzas y la autoridad para reprender a la tempestad. Por ello, ahora me
levanto con fe para decirte a ti tormenta: ¡Calla! ¡Enmudece! ¡Obedece en el Nombre de
Jesús! ¡Que cese tu fuerza ahora! Que se haga grande bonanza. Que haya paz y no
destrucción.
Ya no temeré sino que esperaré con fe la salvación del Dios de mi vida. Señor, gracias por
oír mi oración. Amén! www.dario.res
5 Señor Jesús, concédenos el coraje de dejarlo todo para seguirte por donde vayas. Haz
que, impulsados por tu amor, aceptemos sin dudas embarcamos contigo para cualquier
travesía que nos propongas. Enséñanos a no turbarnos durante tus silencios, y haz pura
y ardiente nuestra Oracion, con la certeza de que tú puedes intervenir en cualquier
momento con poder para liberamos de todo peligro. TU que eres Dios y vives y reinas con
el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amen. www.evangeliodeMateo.GiorgioZevini
5 Contemplación. ¿Cómo interiorizamos la palabra de Dios? La palabra en el
corazón de los Padres.
«El Señor está cerca de cuantos le invocan» (Sal 144,18). No hace acepción de
personas. El Padre ama al Hijo y ha puesto todo en sus manos (cf. Jn 13,3). Esto con la
condición de que nosotros le amemos a él, a nuestro Padre celestial, como hijos. El Señor
escucha tanto a un monje como a un hombre de mundo, a un simple cristiano, con la
condición de que amen a Dios en el fondo de su corazón y tengan una fe auténtica, una
fe grande como un grano de mostaza. El Señor mismo nos ha dicho: «Todo es posible al
que cree» (Mc 9,23). Más sorprendentes todavía son estas palabras: «Os aseguro que el
que cree en mí hará también las obras que yo hago e incluso otras mayores» (Jn 14,12).
Dios busca, ante todo, un corazón lleno de fe en él y en su Hijo unigénito, y como
respuesta a esta fe envía, desde lo alto, la gracia del Espíritu Santo. El Señor busca un
corazón repleto de amor por él y por el prójimo; éste es el trono sobre el que le gusta
sentarse y manifestarse en la plenitud de su gloria. «Hijo, dame tu corazón, el resto te lo
daré por añadidura» (Prov 23,26).
Aunque las penas, las desgracias y las tribulaciones sean inseparables de nuestra vida
terrena, el Señor nunca ha querido que éstas constituyeran toda la trama de nuestras
vidas. Por eso nos recomienda, por boca del apóstol, que llevemos unos los fardos de los
otros y obedezcamos de este modo a Cristo, que nos ha dado el mandamiento del amor
recíproco. Confortados por este amor, nos parecerá menos difícil el camino doloroso por
la senda estrecha que conduce a la patria celestial. ¿Acaso no ha bajado el Señor del cielo
no para ser servido, sino para servir y dar su propia vida en rescate de muchos (cf. Mt
20,28)?
Compórtate del mismo modo, amigo de Dios, y, consciente de la gracia de la que has sido
objeto, transmítela a todos los seres humanos, tomándote a pecho su salvación (Serafín
de Sarov, Vita, colloquio con Motovilov, Turín 1981, pp. 182-184, passim).
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Y Dios duerme. ¡Cuántas veces, en medio de las tempestades de la vida, hemos tenido
la dolorosa impresión de que Dios estaba adormecido en alguna parte, lejos de nosotros!
¡Cuántas veces nuestras oraciones han volado lejos, sin que ninguna de ellas volviera
atrás para traernos una respuesta! Tal vez se deba a que tenemos más necesidad de
milagros que de fe. El mundo se encuentra en medio de la tempestad, en la barbarie;
lucha contra la muerte y la desesperación, y Dios duerme, y Dios no hace nada mientras
las criaturas que él ha hecho así que él ha hecho débiles, hacen frente a las horas de
angustia. Él está presente, pero de la única manera que se pueden salvar la libertad y el
amor. Sin esto deja de haber hombre; sin esto no hay ni siquiera Dios. Como ellos,
también yo querría que no hubiera nunca tempestades, y, sin embargo, la vida y la muerte
están en guerra también dentro de mí, y alimentan la muerte con nuestra misma
respiración y sangre. Y quisiera que al menos le regañara al huracán y le dijera: «Calla,
cálmate»; que le repitiera a mi angustia: «Cálmate». Quisiera ser eximido de la lucha.
Quisiera un cielo siempre sereno y luces para indicar el camino. Pero sólo tengo la luz
necesaria para dar el primer paso y la fuerza necesaria sólo para el primer golpe de remo.
Y participo así en el conflicto entre el caos y la vida, participo en la victoria, tal vez lejana,
pero segura, del Señor de la vida.
«Señor, ¿te importo?»: es la pregunta que nace de la historia de cada uno de nosotros.
Repitámosla, vivámosla; repitámosla hasta que sacuda al que duerme, hasta que podamos
oír la respuesta pacificadora y tranquilizadora: «Sí, me importas». Y entonces cesarán los
vientos que nos atormentan y dejará de darnos miedo el mar e iremos con él de orilla a
orilla, de vida a vida, heridos, pero no rendidos, buscadores de un Dios próximo para
quien tiene el corazón herido (E. M. Ronchi, Ha fatto risplendere la vita, Ed. Velar, Gorle,
s. f., 161-164, passim). www.evangeliodeMateo.GiorgioZevini
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✞ ✞ ✞ Profesión de Fe
Hermanos, en esta oración pública y comunitaria que vamos a hacer, no se limite cada
uno a orar por sí mismo o por sus necesidades, sino oremos a Cristo, el Señor, por todo
el pueblo.
1a. Pidamos para todo el pueblo cristiano la abundancia de la bondad divina.
R Cristo, óyenos. (O bien: Cristo, escúchanos.)
2a. Supliquemos la fortaleza del Señor para todos los que gobiernan las naciones.
R. Cristo, óyenos. (O bien: Cristo, escúchanos,)
3a. Roguemos al Señor por todos nuestros hermanos difuntos.
R. Cristo, óyenos. (O bien: Cristo, escúchanos.)
4a. Pidamos la clemencia del Salvador para todos nosotros, que imploramos con fe la
misericordia del Señor.
R. Cristo, óyenos. (O bien: Cristo, escúchanos.)
- Por la Iglesia de Jesucristo, para que su fe y amor no se tambaleen en las dificultades y
tormentas de nuestro tiempo. Oremos.
- Por marineros y pescadores, para que el mar les sea tranquilo y apacible, y generoso en
captura de pescado; también por todos los que viajan por mar, para que puedan alcanzar
su destino sanos y salvos. Oremos.
- Por nosotros mismos, para que nunca tengamos miedo, ya que sabemos con certeza
que Jesús está con nosotros, y así nos mantengamos serenos y en paz. Oremos.
Atiende en tu bondad nuestras súplicas, Señor, y escucha las oraciones de tus fieles. Por
Jesucristo, nuestro Señor.
3 LITURGIA EUCARISTICA
Sacerdote: Orad hermanos para que este sacrificio, mío y vuestro, sea
agradable a Dios, Padre todopoderoso.
Todos: El Señor reciba de tus manos este sacrificio, para alabanza y gloria
de su Nombre, para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia. (→ Este es el
Compendio de la Misa)
*** Se llevan al altar los dones; el pan y el vino. *** Acepta, Señor, nuestro corazón contrito y nuestro
espíritu humilde; que éste sea hoy nuestro sacrificio y que sea agradable en tu presencia, Señor, Dios
nuestro. *** Lava del todo mi delito, Señor, limpia mi pecado.
Hemos preparado este pan y este vino para acoger a tu Hijo que se hace presente en
medio de nosotros. Que sepamos reconocer su presencia y seguir fiándoos de él en
nuestros éxitos humanos. Pero que ningún éxito, por grande que sea, nos induzca a olvidar
que sin Jesús no podemos hacer nada, y que este mundo es creación tuya y que podemos
ser totalmente humanos solamente en Cristo Jesús, que vive y vivirá contigo y con
nosotros por los siglos de los siglos.
Oh, Dios, aceptada la ofrenda de este sacrificio, concede a tus siervos [N. y N. Nombre de
los difuntos] participar en las abundantes riquezas de tu Hijo Jesucristo, para que puedan
resucitar con él y ser colocados a su derecha. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Introducción a la plegaria eucarística
Centro y el culmen de toda la celebración. Es una plegaria de acción de gracias y de consagración. El sentido
de esta oración es que toda la congregación de fieles se una con Cristo en el reconocimiento de las grandezas
de Dios y en la ofrenda del sacrificio.
a) Acción de gracias
El Señor esté con vosotros. R/ Y con tu espíritu. Levantemos el corazón R/ Lo tenemos
levantado hacia el Señor. Demos gracias al Señor, nuestro Dios. R/ Es justo y necesario.
Prefacio V de difuntos. Nuestra resurrección por medio de la victoria de Cristo
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en
todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque el ser llamados de nuevo a la vida es obra de tu amor y gracia, ya que, habiendo
muerto a causa del pecado, los redimidos por la victoria de Cristo hemos sido llamados
con él a la vida.
• Gracias Buen Jesús por esta oración. Ayúdame a que las tempestades de la vida no me
hagan tener miedo, sino que sean un momento de gracia para comprender que Tú estás
siempre a mi lado y que no tengo nada que temer. Amén.
Si quieres, puedes pedirle al Señor por tus intenciones.
Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria…
Por eso, con las virtudes del cielo te aclamamos continuamente en la tierra alabando tu
gloria sin cesar:
b) Santo: con esta aclamación toda la asamblea, uniéndose a las jerarquías celestiales, canta o recita las
alabanzas a Dios.
Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del Universo. Llenos están el cielo y la tierra de tu
gloria. Hosanna en el cielo. Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosanna en el
cielo.
c) Epíclesis Se implora el poder divino para que los dones se conviertan en el Cuerpo y la Sangre de
Cristo, y para que la víctima inmaculada que se va a recibir en la comunión sea para salvación de quienes
la reciban.
Santo eres en verdad, Padre, y con razón te alaban todas tus criaturas, ya que por
Jesucristo, tu Hijo, Señor nuestro, con la fuerza del Espíritu Santo, das vida y santificas
todo, y congregas a tu pueblo sin cesar, para que ofrezca en tu honor un sacrificio sin
mancha desde donde sale el sol hasta el ocaso. Por eso, Padre, te suplicamos que
santifiques por el mismo Espíritu estos dones que hemos separado para ti, de manera que
se conviertan en el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro, que nos
mandó celebrar estos misterios.
d) Narración de la institución y consagración. Con las palabras y gestos de Cristo, se realiza
el sacrificio que él mismo instituyó en la última cena. Momento más solemne de la Misa; es la
transubstanciación: pan y vino desaparecen al convertirse en el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Cristo.
Dios se hace presente ante nosotros con todo su amor. ¡Bendito Jesus en el Santísimo sacramento del Altar!
Porque Él mismo, la noche en que iba a ser entregado, tomó pan y dando gracias te
bendijo, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: "Tomen y coman todos de él, porque
esto es mi Cuerpo, que será entregado por ustedes".
Del mismo modo, acabada la cena, tomó el cáliz, y, dando gracias te bendijo, y lo pasó a
sus discípulos, diciendo: "Tomen y beban todos de él, porque éste es el cáliz de mi Sangre,
Sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por ustedes y por muchos para
el perdón de los pecados. Hagan esto en conmemoración mía".
e) Anámnesis. La Iglesia, al cumplir este encargo que, a través de los Apóstoles, recibió de Cristo
Señor, realiza el memorial del mismo Cristo, su Reactualización, recordando principalmente su
bienaventurada pasión, su gloriosa resurrección y la ascensión al cielo.
Atiende los deseos y súplicas de esta familia que has congregado en tu presencia, en el
domingo, día en que Cristo ha vencido a la muerte y nos ha hecho partícipes de su vida
inmortal. Reúne en torno a ti, Padre misericordioso, a todos tus hijos dispersos por el
mundo.
A nuestros hermanos difuntos y a cuantos murieron en tu amistad recíbelos en tu reino,
donde esperamos gozar todos juntos de la plenitud eterna de tu gloria, por Cristo, Señor
nuestro, por quien concedes al mundo todos los bienes.
h) Doxología final. Se expresa la glorificación de Dios y se concluye y confirma con el amen del pueblo.
Por Cristo, con Él y en Él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del
Espíritu Santo, todo Honor y toda Gloria por los siglos de los siglos. Amén
✞ ✞ ✞ Rito de la comunión
Significa "común unión". Al acercarnos a comulgar, además de recibir a Jesús dentro de nosotros y de
abrazarlo con tanto amor y alegría, nos unimos a toda la Iglesia en esa misma alegría y amor.
a) Introducción al Padrenuestro
Con las palabras de Jesús nuestro Señor oremos al Padre de todos para que su reino venga a cada persona
de la tierra.
Líbranos, Señor.
Líbranos, Señor de todos los males, y concédenos la paz en nuestros días, para que
ayudados por tu misericordia, vivamos libres de pecado y protegidos de toda perturbación,
y aguardando la venida gloriosa de Jesucristo, nuestra esperanza.
R. Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una Palabra tuya
bastará para sanarme.
c) El gesto de la fracción del pan: Significa que nosotros, que somos muchos, en la comunión de
un solo pan de vida, que es Cristo, nos hacemos un solo cuerpo (1 Co 10,17)
d) Inmixión o mezcla: el celebrante deja caer una parte del pan consagrado en el cáliz.
Antífona de comunión Sal 30, 17-18
Haz brillar tu rostro sobre tu siervo, sálvame por tu misericordia, Señor, no quede yo
defraudado tras haber acudido a ti.
Padre de nuestro Señor Jesucristo: ¿En qué otro deberíamos confiar sino en Jesús, nuestro
Dios-con-nosotros? Que él navegue con nosotros para retar y hacer frente a las olas y
enfrentarnos al corazón de la tormenta. Que, cuando él está con nosotros, aunque
aparentemente dormido, no tengamos miedo de comprometernos con tu mar, de remar
mar adentro, porque estamos seguros de que Jesús nos llevará a tu puerto seguro de
justicia y de paz, él que vive y reina por los siglos de los siglos.
Escucha, oh, Dios, a tus hijos que han sido alimentados con el sacramento de salvación
y, ya que has resucitado de entre los muertos a Cristo tu Unigénito por el Espíritu Santo,
concede a tus fieles [N. y N. Nombre de los difuntos] la alegría de la vida inmortal. Por
Jesucristo, nuestro Señor.
4 RITO DE CONCLUSION
Consta de saludo, bendición sacerdotal, y de la despedida, con la que se disuelve la asamblea, para que
cada uno vuelva a sus honestos quehaceres alabando y bendiciendo al Señor.
✞ ✞ ✞ Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos
de los siglos. R/ Amén.
¡Cristo, Rey nuestro! R/ ¡Venga tu Reino!
Consagración a María
Pidámosle a María que nos acompañe siempre:
Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios; no deseches las oraciones que te
dirigimos en nuestras necesidades, antes bien líbranos de todo peligro, ¡oh Virgen gloriosa
y bendita! Amén.
✞ ✞ ✞ Bendición
“¿Por qué tienen miedo, hombres de poca fe?” Confiémonos de todo corazón al Señor.
Con él podemos vencer todas las dificultades.
Que Dios todopoderoso nos bendiga, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
R/ Amén.
Podemos ir en paz. R/. Demos gracias a Dios.
✞ ✞ ✞ Abba Padre, gracias te doy por enseñarme a Cristo histórico. Y ahora, por tu gracia
y Espíritu Santo concédeme fortalecer la fe, para caminar con Cristo, por Cristo y en Cristo,
ya no histórico, sino Pan vivo bajado del cielo.
«Tú eres Cristo, el Hijo de Dios Vivo» Mt 16, 16