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El mal realista

En el realismo se plantean la paradoja de Epicuro. Si Dios existe, ¿cómo existe el mal? ¿cómo es que lo
permite? Y, si Dios no es el culpable de la existencia del mal, ¿cómo es que existe algo en el mundo que no
fue creado por Dios?

Primero se pensó que tal vez Dios permite el mal para respetar la libertad, pero ¿la libertad de la víctima o
del victimario? esto es insostenible para el realismo, ya que Dios es benévolo y el mal como medio para
llegar al fin de la libertad, es injustificable.

Además, si todo es creado por Dios, Dios conoce todo y es la causa de que las cosas sean verdad. En el
ejemplo de un robo ¿lo conoce y es verdad porque alguien decidió robar? ¿o alguien decidió robar porque así
Dios lo dispuso? Estas soluciones también son insatisfactorias ya que la primera va contra la trascendencia y
perfección divina y el segundo contra la bondad divina.

Ahora, se plantea el mal como privación y afirmamos que el mal es la ausencia de un bien debido.
Aclaramos debido porque si tan solo habláramos de un bien, seria una postura inmanentista. Por ejemplo,
nosotros no tenemos alas, que son un bien, pero tenemos piernas que son un bien debido. Esto está
determinado por el orden natural que también afirma la existencia de un Dios, ya que “si hay mal, Dios
existe” dice Tomas de Aquino.

Con esta teoría afirmamos que Dios no es causa del mal, ya que si el mal es privación (es ausencia, es NO
ser) su causa debe ser deficiente y no eficiente, como la de cualquier ser. La causa de algo que NO es, no
puede ser un acto sino la falta de este. Y un no-acto es lo único que una criatura finita puede hacer por si
sola. No sería contradictorio que el hombre causara el mal sin la ayuda divina, porque esta causa deficiente
no pide un acto, que requeriría la fuerza y participación de Dios, sino un no-acto.

Solo en el mal, el hombre puede ser causa primera. Y en el bien, solo Dios es causa primera, el hombre es
causa segunda.

Para el realismo, el mal es vencible porque es debil. Su gravedad se mide en relación al bien, entonces este
siempre va a ser más débil. Todo lo que el mal tiene de atractivo lo toma del bien. El mal, entonces, es la
represión del ser que proviene de la causa deficiente de quien obra el mal. El mal viene de un acto libre y su
causa es un no-acto.
Las criaturas creadas por Dios nacen libres y buenas. ¿Entonces de donde nace el mal? La respuesta es que el
mal es histórico y es una herida irreparable que podría haberse evitado. Pero, la redención no convierte lo
malo en lo bueno, sino que Dios ordena lo malo a lo bueno.

El mal inmanentista

En esta postura no existe ni bien ni mal, si no hay orden natural. Esta postura posibilita una libertad absoluta.
Pero, entonces, sin parámetros de lo que es bien y lo que es mal, sufrimos por algo que no querríamos sufrir.
Y vemos injusticias.

En el inmanentismo, el mal es la misma finitud. Si la imagen del mundo es la monista, todo se funde en un
todo y se plantea que Dios puede verse como un monstruo devorador. A diferencia del Dios del realismo,
que quiere ver al ser humano llegar a una plenitud dentro de sus limites.

Esto viene de la teoría “pulsión de muerte” que habla de la tendencia regresiva del ser humano a un estado
anterior de un todo indiferenciado. El individuo cree que persigue sus propios fines pero es un rodeo a la
muerte y destrucción, como con el placer. Por eso el mal es ontológico, inevitable e inexorable.

Ahora, si se plantea la incompatibilidad de Dios con el mal, la cuestión pasa de ser ¿si Dios existe, de dónde
viene el mal? A ¿si Dios no existe, de dónde viene el bien? Porque sin Dios, ningún ser finito tiene
consistencia ni valor. Se produce así una dolorosa paradoja, si el mal es histórico, puede lucharse contra él,
con la esperanza de derrotarlo, aunque sea en el fin de los tiempos. Pero si el mal es ontológico, no cabe la
esperanza de vencerlo.
Se ha concluido con esta teoría que el pesimismo es inevitable. Ya que sucede algo análogo con el mal. Se
comienza negando a Dios y a un orden natural para luchar contra el mal, para después afirmar que es
inevitable. Y respecto a la libertad, se comienza negando a Dios y a su orden natural para conquistar la
libertad completa, para después negar la libertad.

Con esto nos referimos a que se cree que todo esta permitido, pero si no hay limites, nada esta permitido y
caemos en una “libertad" indiferente que conduce al pesimismo.
Para el realismo es libertad la capacidad de determinación al bien, no la indiferencia o indeterminación como
lo es para el inmanentismo.

Estas consecuencias psicológicas se apoyan en una ley metafísica insoslayable: "En el monismo, donde los
seres particulares no tienen verdadera consistencia, tampoco puede haber ningún obrar particular, como es la
libertad. Sin ser particular, menos habrá lugar particular. La pretendida libertad absoluta correspondería al
nihilismo, pero asoma por detrás de ella la falta de libertad propia del monismo”.

Ni provocamos el mal, ni lo podemos impedir. No hay libertad.

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