Y quiero aclarar expresamente que con esta apreciación de la obra martiana que
me sirve aquí de punto de partida, reclamo más que lo que puede dar de sí la
simple demanda de hacer de Martí un objeto de estudio para los filósofos
profesionales del continente americano. Pues con ella me refiero más bien al
reconocimiento de la obra de José Martí como una obra que ha hecho filosofía
en América Latina y que, por eso mismo, debe ser incorporada a la historia de
la filosofía de nuestros países en calidad de una de las grandes tradiciones que
en ella han logrado cuajar y que, como toda gran tradición original, nos ofrece
todavía perspectivas de reflexión innovadora. Dicho en breve: Mi apreciación
reclama a Martí para la filosofía en América Latina, pero no como un simple
tema de estudio sino como una de sus tradiciones fundantes.