2019
CUADERNO DE TRABAJO 2
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Presentación
¡Estimada y estimado participante!
Continuamos con este proceso de autodescubrimiento, viaje en el cual tendrás la oportunidad de
estimular tus recursos personales y tomar una decisión consciente sobre el proceso de adopción
que has considerado iniciar.
Al finalizar los cuatro cuadernos de trabajo que forman parte del taller de preparación para personas
interesadas en iniciar el trámite administrativo de adopción nacional, tendrás varias alternativas a
elegir: podrás presentar tu expediente, podrás tomar un mayor tiempo para seguir reflexionando
sobre tu decisión de adoptar o podrás decidir que este no es el camino que deseas emprender. Lo
más importante es que con la información recibida a partir de esta experiencia, la decisión que
tomes sea con total libertad. Recuerda que con cada elección que hagas, estarás construyendo el
camino de TU vida.
En esta oportunidad exploraremos aspectos relacionados a las emociones, a las pérdidas, al proceso
de duelo de los adultos y de los niños en desprotección familiar y adoptabilidad. Esperamos que
continúes aprovechando la oportunidad de participar de este proceso demostrando tu apertura a
cada experiencia, tu participación activa en el desarrollo de estos contenidos y tu compromiso
contigo mismo/a para que cumplas tu meta al estar aquí. Asimismo, esperamos que recuerdes que
en ese proceso nosotros estaremos siempre junto a ti para acompañarte en cada paso.
“Cuando ya no podamos cambiar una situación, tenemos el desafío de cambiarnos a nosotros mismos.”
Viktor E. Frankl
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Consideraciones previas
Te sugerimos tomar en cuenta las siguientes recomendaciones para aprovechar al máximo tu
experiencia y uso de este cuaderno de trabajo.
Apertura a la experiencia
Sabemos que en tu vida diaria realizas múltiples actividades, por lo cual, en varias ocasiones puede
parecer difícil disponer de un tiempo para tomar tu cuaderno de trabajo y hacer una pausa para
mirar dentro de ti misma/o. Sin embargo, queremos recordarte lo importante que será que te
entregues completamente a cada uno de los ejercicios propuestos aquí, siempre teniendo en cuenta
que no existen respuestas buenas ni malas, simplemente es una invitación a que seas tú misma/o
quien pueda ir descubriendo, ordenando, construyendo y fortaleciendo tu decisión de ejercer la
maternidad/paternidad y de adoptar, es decir, definir tu proyecto de adopción, como una parte
importante dentro de tu proyecto de vida.
Por ello, será de vital importancia tu completa apertura para cada ejercicio y atención a cómo te
sientes con cada pregunta, qué piensas al respecto de lo compartido en los contenidos de las
lecturas y cuáles son tus respuestas respecto a cada tema desarrollado. El compromiso es contigo
misma/o, a mayor entrega en cada actividad, mayor será la ganancia para ti respecto a la decisión
de adoptar, la cual es una decisión de vida.
Responsabilidad y autonomía
El logro de los objetivos de este material tiene como base tu nivel de responsabilidad. Es importante
que desarrolles las actividades en base a tu experiencia previa y vivencias personales, aún si estás
asistiendo en pareja, es básico que puedas desarrollar cada tema de manera individual, ya que a
pesar de haber recorrido parte de un mismo camino, la vivencia de cada uno de ustedes es distinta.
Recuerda que tu responsabilidad se evidenciará plenamente en la medida en la que tú, de forma
autónoma, elijas pasar por esta experiencia y asumas todo lo que implica el proceso de adopción.
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Día 1
“Educar la mente sin educar el corazón no es
educar en absoluto”
(Aristóteles, s.f.)
Las emociones
Daniel Goleman (1996) refiere que:
“Todas las emociones son, en esencia, impulsos que nos llevan a actuar, programas de
reacción automática con los que nos ha dotado la evolución. La misma raíz etimológica de
la palabra emoción proviene del verbo latino movere (que significa «moverse») más el
prefijo «e-», significando algo así como «movimiento hacia» y sugiriendo, de ese modo,
que en toda emoción hay implícita una tendencia a la acción. Basta con observar a los niños
o a los animales para darnos cuenta de que las emociones conducen a la acción.
[…]
La distinta impronta biológica propia de cada emoción evidencia que cada una de ellas
desempeña un papel único en nuestro repertorio emocional […]. La aparición de nuevos
métodos para profundizar en el estudio del cuerpo y del cerebro confirma cada vez con
mayor detalle la forma en que cada emoción predispone al cuerpo a un tipo diferente de
respuesta.
El enojo aumenta el flujo sanguíneo a las manos, haciendo más fácil empuñar un arma o
golpear a un enemigo; también aumenta el ritmo cardiaco y la tasa de hormonas que, como
la adrenalina, generan la cantidad de energía necesaria para acometer acciones vigorosas.
En el caso del miedo, la sangre se retira del rostro (lo que explica la palidez y la sensación
de «quedarse frío») y fluye a la musculatura esquelética larga —como las piernas, por
ejemplo- favoreciendo así la huida. Al mismo tiempo, el cuerpo parece paralizarse, aunque
sólo sea un instante, para calibrar, tal vez, si el hecho de ocultarse pudiera ser una
respuesta más adecuada. Las conexiones nerviosas de los centros emocionales del cerebro
desencadenan también una respuesta hormonal que pone al cuerpo en estado de alerta
general, sumiéndolo en la inquietud y predisponiéndolo para la acción, mientras la
atención se fija en la amenaza inmediata con el fin de evaluar la respuesta más apropiada.
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Uno de los principales cambios biológicos producidos por la felicidad consiste en el
aumento en la actividad de un centro cerebral que se encarga de inhibir los sentimientos
negativos y de aquietar los estados que generan preocupación, al mismo tiempo que
aumenta el caudal de energía disponible. En este caso no hay un cambio fisiológico especial
salvo, quizás, una sensación de tranquilidad que hace que el cuerpo se recupere más
rápidamente de la excitación biológica provocada por las emociones perturbadoras. Esta
condición proporciona al cuerpo un reposo, un entusiasmo y una disponibilidad para
afrontar cualquier tarea que se esté llevando a cabo y fomentar también, de este modo, la
consecución de una amplia variedad de objetivos.
El amor, los sentimientos de ternura y la satisfacción sexual activan el sistema nervioso
parasimpático (el opuesto fisiológico de la respuesta de «lucha-o-huida» propia del miedo
y de la ira).
La pauta de reacción parasimpática —ligada a la «respuesta de relajación»— engloba un
amplio conjunto de reacciones que implican a todo el cuerpo y que dan lugar a un estado
de calma y satisfacción que favorece la convivencia.
El arqueo de las cejas que aparece en los momentos de sorpresa aumenta el campo visual
y permite que penetre más luz en la retina, lo cual nos proporciona más información sobre
el acontecimiento inesperado, facilitando así el descubrimiento de lo que realmente ocurre
y permitiendo elaborar, en consecuencia, el plan de acción más adecuado.
El gesto que expresa desagrado parece ser universal y transmite el mensaje de que algo
resulta literal o metafóricamente repulsivo para el gusto o para el olfato. La expresión facial
de disgusto —ladeando el labio superior y frunciendo ligeramente la nariz— sugiere, como
observaba Darwin, un intento primordial de cerrar las fosas nasales para evitar un olor
nauseabundo o para expulsar un alimento tóxico.
La principal función de la tristeza consiste en ayudarnos a asimilar una pérdida irreparable
(como la muerte de un ser querido o un gran desengaño). La tristeza provoca la disminución
de la energía y del entusiasmo por las actividades vitales —especialmente las diversiones y
los placeres— y, cuanto más se profundiza y se acerca a la depresión, más se enlentece el
metabolismo corporal. Este encierro introspectivo nos brinda así la oportunidad de llorar
una pérdida o una esperanza frustrada, sopesar sus consecuencias y planificar, cuando la
energía retorna, un nuevo comienzo. Esta disminución de la energía debe haber mantenido
tristes y apesadumbrados a los primitivos seres humanos en las proximidades de su hábitat,
donde más seguros se encontraban.
Estas predisposiciones biológicas a la acción son modeladas posteriormente por nuestras
experiencias vitales y por el medio cultural en que nos ha tocado vivir. La pérdida de un ser
querido, por ejemplo, provoca universalmente tristeza y aflicción, pero la forma en que
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expresamos esa aflicción -el tipo de emociones que expresamos o que guardamos en la
intimidad— es moldeada por nuestra cultura, como también lo es, por ejemplo, el tipo
concreto de personas que entran en la categoría de «seres queridos» y que, por tanto,
deben ser llorados.”
Con este preámbulo podemos ver la importancia de que identifiques las emociones que
experimentas, para lo cual será muy importante observar las sensaciones físicas en tu cuerpo así
como las circunstancias en las que éstas se manifiestan. Hacer esta exploración te dará la
oportunidad de reactivar tu capacidad de ser más sensible frente a lo que sucede contigo, conocerte
y, por lo tanto, estar cada vez en mejores condiciones para gestionar cada una de tus emociones de
forma efectiva y saludable. Este es un ejercicio que muy raramente las personas solemos realizar,
razón por la cual actualmente encontramos adultas/os que viven como “desconectados” de lo que
sienten, que huyen de los problemas de la vida o que responden a los mismos de forma muy agresiva
y en muchas ocasiones causando un perjuicio a los demás. Abrirte a esto será un regalo para ti
misma/o, y por añadidura, un regalo para los que te rodean.
Como dice Bisquerra (2016):
“Las emociones son la esencia de la vida. Cuando tenemos tiempo libre procuramos realizar
actividades que activen en nosotros emociones que nos satisfagan. Sin emociones seríamos
como máquinas.
Las emociones son reacciones del organismo que producen experiencias personales
percibidas de forma inmaterial, lo cual dificulta su conocimiento en una cultura
caracterizada por la materialización de las experiencias. Por ejemplo, la forma de expresar
amor muchas veces es materializada con un regalo. Necesitamos ver y tocar las cosas para
comprenderlas mejor.
La falta de hábito en analizar las emociones por su inmaterialidad hace que no sepamos
mucho de ellas ¿Dónde están las emociones? En nuestro interior.
¿Cuántas emociones hay? Muchas.
¿Cómo se estructuran? De forma compleja.
De estas preguntas surge la idea de viajar al universo de las emociones. Puede ser un viaje
fantástico. Es un viaje al interior, que es el más apasionante de todos los viajes posibles.
Para viajar a cualquier lugar va muy bien tener un mapa. Un atlas es una colección de mapas
que nos orientan sobre dónde están lugares recónditos. ¿Qué hay más recóndito que
nuestras emociones?”
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Ejercicio 1
A. A continuación, escribe todas las emociones que tengas en tu mente. Pon esfuerzo en escribir,
cuantas más mejor. Dentro de tres minutos, una vez terminado el listado de emociones,
continúa con la lectura.
B. Lee lo que has escrito y clasifica las emociones de tu lista según categorías usando símbolos o
colores.
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Por otro lado, también podría pasar que al animarte a expresarlas o “llevarlas afuera” te vayas dando
cuenta de que necesitas regular la manera cómo lo haces según la situación, aprendiendo por
ejemplo que en ocasiones será muy saludable expresar tu alegría “gritando de emoción” y en otras
será más acertado hacerlo solo hablando por respeto y cuidado a los demás; asimismo, tal vez
también aprendas que cuando estés molesta/o por una fuerte discusión con tu pareja, puedes
imaginar la acción de golpear para descargar tu ira, sin embargo, y siendo consciente de tu
necesidad de descargar toda esa energía que hay en ti, responsablemente decides golpear una
almohada en casa, dejando atrás eso que no te sirve, pero a la vez comprendiendo que si eligieras
golpear a tu pareja, significaría que la/lo estarías lastimando e hiriendo.
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Ejercicio 2
A. Con la finalidad de ejercitar tu capacidad de identificar tus emociones, a continuación te
invitamos a describir situaciones en las que sientes las siguientes emociones:
¿Qué situaciones
suceden para que se
genere dicha
emoción?
¿Cómo sientes la
emoción
interiormente?
(Fíjate en sensaciones
corporales, la zona,
intensidad, temperatura, etc.)
¿Cómo aprendiste a
responder de esa
manera?
¿Qué te gustaría
hacer diferente al
respecto?
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B. Jorge Bucay dice “No somos responsables de nuestras emociones, pero sí de lo que hacemos
con ellas”, ¿qué reflexión para tu vida puedes construir a partir de esta frase?:
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“Había una vez una pareja de esposos Rossana y Juan. Rossana trabajaba como abogada en
una empresa mientras que Juan era catedrático en una universidad muy conocida. A Rossana
la conocían como una mujer muy carismática, activa y comprometida con la justicia social.
Por otro lado, Juan era conocido por sus estudiantes como un varón muy justo y comprensivo,
pero a veces estricto y disciplinado. Cerrando el ciclo académico, estando en el aula tras
haber dado su última clase del semestre, mientras que Juan organizaba unos documentos
encima de su escritorio, se le acercó uno de sus estudiantes y en forma desafiante le dijo:
– Profesor, lo que me alegra de haber terminado la clase es que no tendré que escuchar más
sus tonterías y podré descansar de verle esa cara aburrida.
El estudiante estaba erguido, con semblante arrogante, en espera de que Juan reaccionara
ofendido y descontrolado.
Juan miró al estudiante por un instante y en forma muy tranquila le preguntó:
– Bueno, - prosiguió Juan – cuando alguien intenta ofenderme o me dice algo desagradable,
me está ofreciendo algo, en tu caso me estás ofreciendo una emoción de rabia y rencor, la
cual puedo decidir aceptar o no aceptar.
D. A continuación, responde:
Yo siento _____________________________________________________________________
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2. En un contexto similar, si tú fueras Juan, ¿crees que hubieras actuado de la misma manera?
Explica tu respuesta con total sinceridad.
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3. ¿Existe alguna/s emoción/es que consideres que aún te resulta difícil regular o manejar?
¿Cuál/es?
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5. ¿Qué crees que podrías hacer al respecto?
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¡Recuerda!
Cada día, en todo momento, tú puedes escoger qué emociones o sentimientos quieres
poner en tu corazón y lo que elijas lo tendrás hasta que decidas cambiarlo. Es tan grande la
libertad que nos da la vida que hasta tenemos la opción de amargarnos o ser felices.
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Día 2
“El dolor es inevitable pero el
sufrimiento es opcional”
(Buda, s.f.)
La pérdida
La etimología de la palabra pérdida procede del latín tardío “perdita” que hace alusión a la privación,
penuria, carencia o necesidad de algo que tenía o poseía (Educalingo, 2018)
Para describir los diferentes tipos de pérdida, nos basaremos en las categorías propuestas por Tizón
(2004):
1. Pérdidas relacionales:
Vinculadas a las personas con las que nos relacionamos y que son fundamentales en nuestra vida.
Un primer ejemplo puede darse en el caso del abandono, con sus múltiples formas: un niño/niña
que es abandonado por su familia, un bebé que es abandonado por su madre, una mujer/hombre
que es abandonada/o por su esposo/a, etc., un segundo ejemplo es la pérdida por muerte de un
ser querido, la cual puede ser de un embarazo, de un hijo/a, un padre, una madre, una mascota,
etc.; otro ejemplo es el divorcio, el cual implica la pérdida de un matrimonio, para los adultos, y
para los hijos/as, la pérdida de una familia. Nos damos cuenta entonces que las pérdidas
relacionales se dan a partir de que un vínculo o la posibilidad de continuar con una relación llega
a su fin.
2. Pérdidas intrapersonales:
Relacionadas con nosotros mismos y con nuestro cuerpo. Por ejemplo, la pérdida de la libertad
si voy presa/o, la pérdida de mi patria si soy exiliada/o, por otro lado, la pérdida por infertilidad
y por último, la pérdida de capacidades físicas o intelectuales, que se da tras un accidente o una
enfermedad.
3. Pérdidas materiales:
Vinculadas a la pérdida de objetos o posesiones personales. Por ejemplo, la pérdida de un
trabajo, de una casa, de un auto, etc.
4. Pérdidas evolutivas:
Relacionadas con los cambios producidos por el paso de una etapa a otra en nuestro ciclo vital,
por ejemplo, el duelo por el cuerpo perdido de niño en la adolescencia, el duelo por la
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imposibilidad de procrear que sucede entrando a la menopausia en las mujeres, el duelo por
jubilación o el duelo por la pérdida de la juventud que sucede en ambos sexos.
Como vemos, existen diferentes posibilidades de experimentar pérdidas a lo largo de nuestra
historia de vida, cada una aparece y nos brinda la posibilidad de prepararnos para afrontar una
situación a futuro.
Frecuentemente, las pérdidas al ser eventos que implican dolor, también nos generan la posibilidad,
sí así lo elegimos, de poder reflexionar, valorar y aprender de dicha experiencia, impulsándonos a
realizar ciertos o muchos cambios en como venimos llevando adelante nuestra vida hasta ese
momento. En nuestra existencia, no tenemos la garantía de que las cosas, relaciones, personas, etc.
que forman parte de nuestro mundo seguirán por siempre con nosotros. Por eso, es importante
brindar un espacio para procesar cada una de las situaciones que en nuestra vida han supuesto una
pérdida. Ese es el proceso del duelo.
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Ejercicio 3
A. A continuación, te ofrecemos la oportunidad de identificar las pérdidas que has
experimentado a lo largo de tu vida. Recuerda que el fruto de realizar este ejercicio es sólo y
únicamente para ti. Por ello, te invitamos a disponer tu apertura a la exploración de tus
propias experiencias de vida. ¡Estamos contigo!
¿Qué pensé?
Cuando era
niña/o...
¿Qué hice?
¿Cómo me siento al
recordar la pérdida?
Pérdida 2……
¿Qué sentí?
¿Qué pensé?
Cuando era
adolescente…
¿Qué hice?
¿Cómo me siento al
recordar la pérdida?
Pérdida 3……
¿Qué sentí?
¿Qué pensé?
Cuando era
joven…
¿Qué hice?
¿Cómo me siento al
recordar la pérdida?
Pérdida 4……
¿Qué sentí?
¿Qué pensé?
Ahora que soy
adulto…
¿Qué hice?
¿Cómo me siento al
recordar la pérdida?
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Día 3
“Hay un duelo por delante en la vida de todo aquel que
sufre una pérdida, que atraviesa un cambio, que deja una
realidad para entrar en otra.”
(Bucay, 2003)
El proceso de duelo
Como hemos visto, en el día anterior al hablar de pérdidas nos referimos a diversas situaciones: la
pérdida de un ser querido (un padre, un hijo, un bebé, un hermana/o, etc.); la pérdida de una
relación de amistad, de pareja o de matrimonio; la pérdida de un empleo, etc.
Frente a estas pérdidas, naturalmente surge un proceso en cada una/o de nosotras/os, proceso que
llamamos duelo. Jorge Bucay (2004) define el duelo como el proceso normal de elaboración de una
pérdida, tendiente a la adaptación y armonización de nuestra situación interna y externa frente a
una nueva realidad.
Convencionalmente, en este proceso de elaboración de una pérdida, la atención se ha puesto en la
respuesta emocional frente a la pérdida; sin embargo, el duelo también tiene una dimensión física,
cognitiva, conductual y filosófica que es vital explorar en la experiencia de cada ser humano.
Por eso a continuación exploraremos las etapas del proceso del duelo, a fin de que cuentes con
mayores herramientas para comprender tu propio tránsito frente a las pérdidas que has tenido en
tu vida.
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Gráfico 01
Las etapas del proceso del duelo de Elizabeth Kübler-Ross (2015)
2° Ira
1° 5°
3° Negociación
Negación Aceptación
4° Depresión
A continuación, describimos las cinco etapas en base a la propuesta de Kübler – Ross (2016)
describe:
1. Negación:
Es la etapa de las preguntas: ¿es cierto esto?, ¿es posible que esto haya podido suceder?, ¿cómo ha
podido pasar esto?, ¿por qué pasó?
Esta etapa se caracteriza por la sensación de incredulidad, “no lo puedo creer”. Aún incluso cuando
sea otro el que nos lo diga, nos negamos a aceptar lo que ocurre porque es demasiado fuerte para
ser verdad.
Nuestra mente a pesar de su lógica y de las evidencias se rebela ante lo real, tildando de “ilógico”,
“irracional”, “absurdo” a lo que está pasando: “esto no me puede estar pasando, no a mí”. Nuestros
propios sentidos hacen que discriminemos y sólo percibamos lo que creemos que es soportable y
verdadero, alejando o rechazando las ideas que no concuerdan con nuestra forma de pensar. A
veces incluso llegamos a volvernos insensibles frente a lo que está sucediendo, “me siento bien, no
pasa nada”.
La negación es solamente un mecanismo de defensa que la persona asume de forma temporal.
Sobre este punto, Jorge Bucay (2011) nos explica sobre la negación lo siguiente:
"La negación de la pérdida es un intento de autoprotección contra el dolor y contra la
fantasía de sufrir. Si bien es cierto que, como veremos, una etapa normal del recorrido puede
incluir un momento de bloqueo de la realidad desagradable, lo consideramos un desvío
cuando la persona se estanca en esa etapa y sigue negando la pérdida más allá de los
primeros días.
La negación es una forma de fuga, un vano intento de huida de lo doloroso. Y digo vano
porque la negación nos lleva al punto de partida. NO resuelve nuestra pérdida, sólo la
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posterga y apuesta a que lo podrá hacer eternamente. El negador vive en un mundo de
ficción donde lo perdido todavía no se fue, donde el muerto vive, donde lo que pasó nunca
pasó. No es el mundo mágico donde todo se resolvió felizmente, sino la realidad detenida
en el momento en que todo estaba por comenzar. El universo congelado un instante antes
de enterarme de lo que hubiera preferido no enterarme.”
2. Ira
“¿Por qué a mí? ¡No es justo!”, “¿cómo me puede estar pasando esto a mí?”. Una vez en la segunda
etapa, el individuo reconoce que la negación no puede continuar. Debido a la ira, esta persona es
difícil de ser cuidada debido a sus sentimientos de ira y envidia. Cualquier individuo que simboliza
vida o energía es sujeto a ser proyectado resentimiento y envidia.
La ira es un proceso originalmente emocional, se manifiesta de muchas maneras:
Contra las personas que de una u otra manera para nosotros tengan responsabilidad en lo ocurrido,
por ejemplo, si mi pareja es infértil, tal vez mi ira la desate hacia él/ella. Contra los seres cercanos
que inclusive puede que no tengan nada que ver con el evento ocurrido sin embargo al guardar
cercanía conmigo lamentablemente mi ira se desencadena estando ellos presentes en el momento,
por ejemplo, mis padres, mis hijos/as mayores, mi pareja, mis hermanos, etc.
Contra terceros no claramente definidos, por ejemplo, si he pasado por la pérdida de mi bebé o me
han diagnosticado infertilidad, puede pasar que al escuchar a personas hablando de sus hijos/as en
el trabajo o en el bus, ver a mujeres gestando o padres con sus hijos/as en brazos sienta ira hacia
estas personas.
Contra entes divinos, por ejemplo, es natural poder sentir ira hacia Dios, reclamándole ¿por qué a
mí?
La emoción de la ira surge espontáneamente, a veces inmediatamente sucedido el evento o recibida
la noticia, sin embargo, en algunos casos se manifiesta cuando ya ha pasado tiempo considerable al
evento.
Es importante entender que la ira es una emoción básica y necesaria, mientras más pronto la
sintamos, antes se disipará.
Por otro lado, es necesario resaltar que dentro del espacio que brindamos a la ira para que se
manifieste, es importante estar atentas/os a que darle lugar no implica aceptar cualquier tipo de
respuesta de ira, más aún si es que ésta es violenta. Por ejemplo, si mi hermana está pasando por
un proceso de duelo por la noticia de infertilidad que le han dado, y yo vengo observando que su
ánimo ha venido variando a tal punto que a todos en casa nos ignora y cuando nos habla, lo hace
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agrediéndonos de diversas formas. Esto sería una alerta de que mi hermana necesita un
acompañamiento.
La ira es una fase necesaria y muy útil mientras que no sea muy prolongada, no incluya violencia o
no existe la necesidad de volver recurrentemente a ella.
En el caso de los niños es importante que las personas que representan las figuras parentales sepan
gestionar el conflicto. Por ejemplo, puede que un niño aún esté procesando la pérdida de sus padres
o el abandono de los mismos y muestre mucha molestia, agrediendo a sus compañeros/as en el
colegio o maltratando a las mascotas en casa. En este caso, será importante que los adultos
busquen que la niña, el niño o adolescente reciba acompañamiento; asimismo, que ellos se
preparen para abordar dichas situaciones no juzgando ni reprimiendo ni castigando esta necesidad
natural de expresión ante lo que está pasando en él/ella.
Es importante tener en cuenta que algunas acciones que le pueden ayudar a canalizar la ira a la niña,
el niño o adolescente son el llorar, hacer berrinche, o quejarse de algo siempre y cuando esto no
represente lastimar a otras/os ni a sí misma/o.
3. Negociación
A menudo la gente se confunde al reducir la negociación a una única etapa con un inicio y un final
entre, antes o después de las otras, sin embargo es importante mencionar que todo el proceso de
duelo y todas las etapas implican cierta negociación.
Por ejemplo, antes de que suceda la situación probable negociamos cualquier cosa: “Si me dicen
que no hay ningún problema y que podré tener hijos/as porque sí soy fértil, te prometo que ahora
sí, todos los años vendré virgencita”, “Si sale todo positivo, no volveré a beber alcohol”, “Si el test
de embarazo es positivo, me olvidaré de todo lo que pasó con la familia de mi esposo/a”.
Incluso una vez que la situación se convierte en una realidad irremediable, solemos también
negociar sobretodo con el tiempo, “Aún no estamos preparados para ser padres, cuando lo estemos
vendrá”, “Será cuando Dios quiera”, “Mi cuerpo no está preparado aún, voy a cuidarme mejor”.
La negociación involucra que las personas consideran que de alguna manera pueden influir,
posponer o retrasar la ocurrencia del evento. Pareciera para ellos/ellas que nunca será buen
momento para que ocurra el suceso, suceso que muy en el fondo saben que está pasando.
Lo que recurrentemente se suele hacer es poner la atención en el pasado, volviendo hacia atrás una
y otra vez: “Ojalá me hubiera cuidado y alimentado mejor”, “Si hubiera dejado de tomar…”, “Si
tuviera la oportunidad de comenzar de nuevo actuaría diferente“.
A partir de ello, el proceso de negociación abre dos posibilidades, por un lado, la
autorresponsabilización y por otro, la culpa.
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En el caso de la autorresponsabilización, ésta genera dolor, pero uno consciente: “Me doy cuenta
que hice mal, quiero dejar de hacer esto, así solo le hago daño a mi pareja”, “Me estoy apresurando
mucho, en realidad hay muchas cosas que debemos resolver primero entre nosotros, luego ya
veremos”, “Eso no está en mis manos, lo que sí puedo hacer es cuidar mi salud y mi relación de
pareja”
En el caso de la culpa, ésta genera sufrimiento: “He sido una mala persona”, “Merezco lo que está
pasando”, “Fui muy irresponsable”; a partir de la cual entramos en un círculo de lamento, nostalgia
y culpa recordando lo que fue e imaginando como podría haber sido diferente, desconectándonos
del presente y por lo tanto, posponiendo el hacer algo al respecto, es decir, la acción.
Debemos tener claro que posponer que algo ocurra bajo la esperanza de una situación mejor no es
lo más saludable. Por esto, es importante aprender a identificar cuando se da la negociación en
nosotros que hacemos diferentes esfuerzos buscando demorar o dilatar que ocurra lo que tiene que
ocurrir.
Algunos mecanismos con los que hacemos esto son los siguientes:
- Posposición: “ahora no es el mejor momento para ser padre/madre, en un par de años tal vez”.
- Búsqueda de la perfección : “cuando me sienta preparada/o, será un buen momento”
- Seguir al grupo : “o lo hacemos los dos o no hacemos nada”
- Defensa de la personalidad : yo soy así, haré las cosas a mi modo, si quiere seguir conmigo me
debe de aceptar como soy”
Psicológicamente, lo que interiormente nos decimos es: “Entiendo que no puedo tener un/a hijo/a
biológico/a, pero si tan sólo encontrara una forma”, “Por lo que pasa, comprendo que es improbable
que tengamos un/a hijo/a, pero tal vez viajando a otro país o buscando otra opinión profesional”
4. Depresión
Una vez en la cuarta etapa, la emoción de tristeza aparece a partir de que tomamos conciencia de
que el evento está ocurriendo obviamente en el presente.
A diferencia de las fases anteriores cuyo foco de atención era el pasado, en la fase de la depresión
lo que ocurre lo podemos sentir en el momento, aquí y ahora, como una sensación de vacío
profundo y de tristeza, sobre todo cuando la ocurrencia del evento es inevitable, y no la puedo
negar, ignorar o evitar.
Entonces las relaciones personales se verán afectadas en esta etapa y en algunos casos muy
intensamente.
Podríamos observar que nuestras conversaciones se tornan monotemáticas, tal vez todo lo que
digamos de una u otra manera se refiere a ese tema, que abordamos generalmente con una actitud
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de crítica o juicio hacia lo ocurrido: “estoy tan triste, ¿para qué seguir intentando hacer algo?”; “no
voy a poder tener hijos/as ¿para qué vivir?; “no me celebrarán nunca el día de el/la padre/madre,
ya nada tiene sentido”; aunque claro sin la energía intensa que tenía la fase de la ira.
También podemos darnos cuenta que progresivamente buscamos estar solos o tener nuestro
propio espacio, espacio en el cual nos conectamos con nuestra tristeza. Puede ser que nos vayamos
a nuestro cuarto y espontáneamente sintamos ganas de llorar, que evitemos reuniones familiares o
con amigos, simplemente para estar en casa, sorprendentemente “sintiéndonos tristes”, tal vez
hasta ni existan deseos de ir a trabajar, de arreglarnos, o tener intimidad con nuestra pareja/o.
En ocasiones, también aparece un co-relato de salud real o ficticio, por ejemplo, podemos sentir
dolores en diferentes zonas del cuerpo, como contracturas, pesadez u otros malestares, también
puede ocurrir que nos dé gripe o resfríos porque nuestras defensas han bajado, todo esto en algunos
casos con signos y síntomas reales y en otros no.
En este contexto, es importante buscar apoyo o aceptar el que se nos ofrece a fin de dar espacio a
la tristeza que sentimos y con la cual tenemos que aprender a lidiar. Es importante cuidar de no
darnos al abandono o asilarnos del mundo, a veces podemos tornarnos callados, silenciosos,
rechazar visitas en casa y pasar mucho tiempo llorando y lamentándonos por lo ocurrido. Estar
atentos para evitar sumirnos en estas actitudes, es vital.
Lo que ocurre en nosotros en la fase de la depresión es tan intenso como lo que le sucede a la
mariposa cuando es inevitable que rompa el capullo de seda, para ser lo que es. Este evento implica
dolor, pero un dolor que permitirá que la sangre bañe sus alas y la transforme en un ser con una
belleza inigualable.
Hay que resaltar que así como en el caso de la mariposa, nadie más puede cumplir con esta tarea.
Así como para ella es inevitable realizarlo, en nuestro caso es responsabilidad nuestra pasar por este
proceso, porque no depende ni puede depender de nadie más, por más que sean muchos los que
nos ofrezcan ayuda. Incluso, no dependerá ni del terapeuta, sino de la apertura de nuestro corazón
para expresar la tristeza que venimos sintiendo por todo lo que ha pasado, “el dolor es inevitable”.
La fase de la depresión es una oportunidad para experimentar nuestra tristeza, darle la bienvenida,
gestionarla y aprender lo que nos quiere enseñar con su presencia en nuestra vida para así
reconectarnos con el sentimiento de amor y cariño.
5. Aceptación
En el caso de esta quinta etapa, sí o sí se espera que sea la final de todo el proceso. En ella no existen
opciones o posibilidades, o aceptamos la situación o la rechazamos, ya sea directa o indirectamente.
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En el caso de la aceptación, no excluye transcurrir por las fases anteriores, aunque es importante
mencionar que de habernos dado la oportunidad de experimentar cada una de ellas nos pondrá en
una mejor condición para afrontarla, tal vez de una forma más rápida y evitando mayores secuelas
o efectos secundarios.
Mientras más pronto nos permitamos aceptar lo que está ocurriendo o lo que ha ocurrido, más
pronto llegaremos a esta etapa, y muy probablemente con menos efectos secundarios.
Es necesario resaltar que aceptar no va a significar sentirse bien, estar a gusto o estar de acuerdo
con lo que ha ocurrido. Aceptar significa asumir la nueva realidad y abrir la oportunidad de
adaptarnos a ella. Por ejemplo, una frase que demuestre cierto nivel de aceptación sería: “Me da
tristeza, pero no necesariamente un/a hijo/a tiene que nacer de nosotros, podríamos ser padres de
otras maneras”, “Tengo que aceptarlo, duele, pero ha pasado lo que ha tenido que pasar, es algo
que está fuera de mi control, quiero prepararme para reponerme de esto y seguir adelante”.
Pero puede también darse el caso opuesto, que no deseemos aceptarla, entonces la rechazamos.
En este contexto, sufriremos dos consecuencias:
1. Vamos a transcurrir por las fases anteriores sí o sí, aunque con mayor intensidad y posiblemente
con mayores secuelas.
2. Es muy probable que nuestro rechazo nos lleve a ser consecuentes con nosotros mismos, por
ejemplo, podemos abandonar a nuestra pareja, dejar el trabajo, mudarnos y separarnos de
nuestra familia y amigos, etc. o convertirnos en aquella persona que es descrita como “el/la
solitario/a”, “el/ la antisocial”, “el/la extraño/a”, “muerto/a en vida” por el resto.
Es necesario enfatizar nuevamente aquí que pasar por este proceso es, y sólo es, responsabilidad
nuestra. Después de pasar por él, seremos conscientes de que en nosotros habrá una sensación de
ligereza, que algunos llaman “paz” y otros “tranquilidad”. Incluso, los dolores y malestares físicos
anteriormente mencionados pueden desaparecer inmediatamente.
Por otro lado, debemos tener en cuenta que la idea tampoco es forzar el proceso o manifestar que
“todo está bien”, porque tal vez nos encontremos en la primera fase, la negación. El proceso de
duelo es altamente personal y no debe ser acelerado, ni alargado, ni aún por motivos de opinión de
los demás. Uno mismo sabrá conscientemente de las etapas por las que ha transitado
saludablemente por la intensidad con las que recuerda haberlas vivido.
Algunas personas ingenuamente luchan o evitan pasar por el duelo, asumiendo que no lo necesitan
o que todo ya está superado. Desde la Psicología se dice que cuanto más luches ante el experimentar
el duelo, más tiempo te tomará resolverlo.
Recuerda que aún te tienes a ti misma/o para dar el primer paso, y si consideras que no podrás
transitar por él sola/o, pues puedes buscar acompañamiento especializado con un profesional o una
red de apoyo.
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Ejercicio 4
A. Te invitamos a leer la historia de Laura.
Decepción y soledad
“Laura y José eran una pareja que después del matrimonio, decidió esperar para tener
hijos/as. Ella era muy carismática y sociable, la mayor parte de las reuniones en las que
participaban eran del círculo de amigos de Laura. Ambos deseaban conocer el mundo y
desarrollarse profesionalmente. Habían sido una pareja que se conocieron por el trabajo,
ambos tenían cargos de gran responsabilidad y confianza en sus empresas.
Sin embargo, luego de un par de años, Laura quedó embarazada. José, su marido, no recibió
la noticia con alegría. Acabada de pagar el importe por el programa completo para una
maestría, con la cual tendría la oportunidad de viajar a Europa el último semestre y conseguir
un ascenso que lo colocaría como Director Financiero en su empresa. Por eso parecía más
bien estar contrariado, en vez de darle un fuerte abrazo de aprecio y amor, se cogió la cabeza
y salió del cuarto.
Después de un rato, regresó. Ilusionadamente Laura pensó que había regresado para pedirle
disculpas tras reflexionar sobre su forma de actuar. Sin embargo, José mirándola fijamente
le preguntó si estaba segura o si sólo se le había retrasado el período. Incluso comentó
“Quizás es el cambio de clima” dado que acababan de trasladarse de Arequipa a Lima.
Laura sintió un fuerte dolor en el pecho, dónde estaba ese José del que ella se había
enamorado y que siempre le prometió que haría todo para verla feliz. Le reclamó a José “¡Yo
también tengo un trabajo muy importante! ¡Una carrera! Pero esto se trata de nuestro bebé,
de nuestra familia ¡¿Por eso es que hemos venido a Lima no?! Al escuchar a Laura José sólo
atinó a molestarse y salir del departamento tirando la puerta. Ese fue el inicio de una
profunda tristeza para Laura, no tenía amigos en su nuevo barrio y no quería abrumar a su
familia con llamadas tristes.
Finalmente dejó su trabajo cuando estaba de siete meses y se quedó en su departamento.
Leía, pensaba, se sentía muy sola —aislada y deprimida— y su relación con su marido parecía
drásticamente alterada. José se ocupaba de ella, muchas veces la llevaba a cenar fuera y era
cortés y atento, pero faltaba algo: ella quería compartir con él la ilusión por el bebé que se
movía en su interior.
José ni siquiera le tocó nunca la barriga, no porque no se atreviera, sino porque parecía
desear que ese intruso desapareciese para no tener que compartir la vida con él. Cuando
Laura, al palparse la barriga, percibió ligeros movimientos, una lágrima le rodó por la mejilla.
25
Desde que se habían mudado de casa sólo tenía dos personas con quienes hablar: una
anciana vecina, que también vivía sola; el portero del edificio, que a veces le subía el periódico
o la señorita que una vez por semana iba a limpiar el departamento.
Los días pasaban y Laura estaba cada vez más ilusionada por el bebé. El médico le preguntó
si quería hacerse una prueba para saber si sería niño o niña, a lo que ella respondió que
prefería que fuese una sorpresa. Quería estar preparada cuando el bebé llegase, y leyó todos
los libros que encontró sobre parto natural y cuidados del bebé. ¡Pronto tendría un niño/a y
no volvería a estar sola entre esas cuatro paredes! Preparó la cuna, decorada con los colores
del arco iris, y empezó a mirar jugueterías, muñecos de felpa y ropita de bebé. Incluso
aprendió a tejer mientras esperaba impaciente la fecha del parto.
Poco antes del día previsto para el nacimiento, Laura enfermó. El médico le dijo que
probablemente era un virus y le recomendó que descansara, consejo que le pareció un poco
extraño dado que apenas había hecho nada más en los últimos meses. Excepto cuando iba a
realizar sus habituales ejercicios y paseos, Laura había permanecido todo el tiempo en casa.
No había realizado ningún esfuerzo y no había comido más de lo necesario; sólo comida sana,
a la que le había encontrado el gusto. No había fumado ni bebido. No había engordado
excesivamente y su presión sanguínea y estado general de salud eran excelentes.
Evidentemente, no había motivos para preocuparse.
Al terminar el tejido de una manta para su bebé, le pasó por la cabeza la idea de que «había
en ella una calma terrible» por dentro. ¿Desde cuándo? La noche después de visitar al médico
ese pensamiento le pasó por la mente, pero se dijo a sí misma “Laura, ¿Qué tonterías estás
pensando?” ¿Había pasado por alto el hecho de que últimamente no percibía movimientos?
Seguramente el médico le habría advertido durante la última revisión si algo no anduviera
bien. Trató de ahuyentar sus temores, encendió la televisión, trató de leer, llamó a su marido,
pero no pudo expresar lo que sucedía en su interior.
Los dos días que siguieron son todavía una enorme y borrosa nube negra en la mente de
Laura. Aún hoy, dos años más tarde, es incapaz de recordar los hechos. La manta terminada
ese día, está aún envuelta en el armario. Los juguetes de bebé que compró siguen en las
cajas. Todo lo que Laura recuerda es que no pudo expresar a José sus temores y que, cuando
fue al médico, éste la examinó y, evitando su mirada de desesperación, le indicó que fuera al
hospital para que la examinaran, sólo para librarse de ella, y le dijo que regresase unas
semanas más tarde «si antes no sucedía algo imprevisto».
No ocurrió nada inesperado, pero lo esperado tampoco llegó: su bebé no volvió a moverse,
había muerto. Unas semanas más tarde le provocaron el parto, pero no pudieron extraer al
niño y tuvieron que decapitarlo antes de poder sacarlo. Laura oyó vagamente a la enfermera
de guardia hablar sobre eso. Recuerda que estaba sola en su habitación y oía a las
26
enfermeras de noche hablar sobre bebés decapitados. Pensó lamentándose muchas veces
“¡Por qué no regresé al médico para decirle lo que estaba sintiendo! ¡Por qué!”, “¡Todo es mi
culpa! ¡Debí cuidar mi salud!”, “¡Se cumplió lo que José finalmente quería, lo odio!” Frente a
todo esto, quiso gritar muchas veces, incluso imaginando que José estaba ahí presente vino
a ella la sensación y emoción de cólera y rabia, incluso creyendo que de estar él presente le
gritaría todo eso, tal vez hasta lo golpearía o mataría, pero todo esto quedó en imaginación.
Los primeros días contuvo todas estas emociones, aunque le dolían por dentro, pero uno de
los últimos días su cuerpo no aguantó más. Esa noche gritó, lloró y se golpeó lastimándose
tan fuerte que lamentablemente la tuvieron que llevar a emergencias y sedarla. Nunca más
ha vuelto a ser la misma.
Laura recuerda que mientras que estuvo internada por los altavoces del hospital anunciaban:
“Madres, prepárense que es la hora de visita y lactancia a sus bebés”. Y en las habitaciones
adyacentes a la suya, las madres se preparaban para alimentar a sus bebés. Un día, Laura se
asomó por la ventana, y vio a una joven madre en una silla de ruedas con llena de alegría por
cargar a su recién nacido en brazos y a un radiante y joven padre abriendo la puerta del coche
para llevarlos a casa. Su cara se puso caliente y apretó muy fuerte sus manos. Odiaba a esas
personas. Pensaba: “¡No es justo! ¡Yo no he hecho mal a nadie!” No piensa en otra cosa.
Su marido trabaja en la misma empresa, donde lo han ascendido; por ello, pronto se
trasladarán a otro distrito. Laura no tiene nada que hacer; de vez en cuando recibe llamadas
de sus padres, y los sedantes le ayudan a dormir en las noches, a veces se olvida de tomarlos
y se despierta en la madrugada. Gira mirando a su alrededor y pide a Dios: “Si me devuelves
a mi hijo te prometo que no desperdiciaré un segundo de mi vida, haré cambiar a José,
seremos una familia feliz, no pelearemos nunca más”, de esta manera se queda dormida.
Lamentablemente al despertar nada ha cambiado, sigue estando ella, José al costado
descansando, y nadie más. Cae en cuenta de lo que pasó con su bebé y la tristeza vuelve a
invadir su corazón como si le atravesará un cuchillo por el pecho.
José sigue llevándola a cenar fuera de vez en cuando, y ella sigue manteniendo la casa limpia
y en orden. Su marido no quiere hablar de “aquello”. No ha vuelto a ver a su médico desde el
parto. Buscó a otro médico esperando encontrar la razón de lo que pasó, sin embargo, el
nuevo especialista sólo se limitaba a decirle que “eso” era común dada su edad. El único
comentario que hizo su marido sobre el parto fue “Nos salvamos, que hubiera sido de
nosotros si no tuviéramos un buen seguro” refiriéndose al importe de la factura. “Podrías
sonreír siquiera, acaso no estás contenta de que tenga este trabajo, gracias a eso hemos
podido pagar todo esto.”
Los días siguen pasando, pero Laura ni vive ni muere.
Adaptación de la Dirección General de Adopciones de un caso de la vida real
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B. Responde
2. Describe lo que en cada fase le pasa a Laura, lo que hace ella, lo que piensa, lo que siente etc.
Si consideras que no ha pasado por esa deja vacío el espacio:
● Negación______________________________________________________________________
● Ira___________________________________________________________________________
● Negociación ___________________________________________________________________
● Depresión_____________________________________________________________________
● Aceptación __________________________________________________________________________
3. ¿Crees que iniciar un proyecto de adopción en este momento sería lo mejor para Laura? Explica
tu respuesta.
______________________________________________________________________________
______________________________________________________________________________
______________________________________________________________________________
4. ¿Qué cambios deberían de ocurrir en Laura para considerar que podría iniciar un proyecto de
adopción? Explica tu respuesta.
______________________________________________________________________________
______________________________________________________________________________
______________________________________________________________________________
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C. Ahora, compartimos contigo una serie de frases, sobre las que te pedimos puedas responder
Sí o No, según consideres que el proceso de duelo ha sido o no resuelto. Asimismo, te invitamos
a que si consideras que aún no ha sido resuelto el proceso de duelo, puedas indicar en qué
etapa crees que se encuentra aún la persona y cuál sería la pérdida que está experimentando
o ha experimentado.
29
Día 4
“Somos quienes somos gracias a todo lo perdido y a cómo
nos hemos conducido frente a esas pérdidas.”
(Bucay, 2003)
31
Pensamos también que es muy importante que la pareja haya llegado conjuntamente a la
decisión de adoptar. Con frecuencia cada miembro realiza su proceso y finalmente la idea de
la adopción parte de uno de ellos, pero es necesario que se establezca en los dos y que la
pareja se dé también tiempo para que la decisión sea compartida. Adoptar un hijo es una
decisión para toda la vida que requiere haber reflexionado y sentir el deseo hacia un niño
que no viene de uno mismo y que no será portador de la continuidad genética. Por ello,
cuando uno de los miembros accede a la adopción para contentar al otro y sólo le acompaña
en su decisión, se corre el riesgo de que después, en el día a día, no pueda sentir suyo al
niño, no asuma las funciones parentales y acabe rompiéndose la familia, con el sufrimiento
consecuente para todos; niños y padres. A veces hemos visto parejas reconstituidas en las
que uno de los dos tiene hijos biológicos, procedentes de una pareja anterior, y no siente la
necesidad de una nueva filiación; ese miembro deja entonces en manos del otro el verdadero
deseo de adoptar y, por tanto, también el vínculo con el menor.
En otros casos, puede ocurrir que uno de los dos no sienta la necesidad de ser padre o madre,
que su vida, a pesar de la infertilidad está llena de proyectos satisfactorios que no pasan por
la parentalidad. De nuevo, el riesgo que conllevaría adoptar en estas circunstancias sería
grande. Es importante ayudar a estas parejas a darse tiempo para meditar, y no tomar
decisiones precipitadas y no asumidas realmente por ambos, lo que les podría llevar hacia
caminos dolorosos para el menor y para ellos mismos.
En ocasiones, los solicitantes de una adopción han sufrido la pérdida de un familiar próximo,
un hijo en edad de crianza o un progenitor. Cada proceso de duelo es diferente en función
de las personas, y cada persona necesita su tiempo, que no es el mismo para todo el mundo.
Ciertamente muchas parejas han podido dárselo y llegar al proyecto adoptivo cuando han
digerido la situación vivida. Pero hemos visto también, en algunos casos, la necesidad de
llenar de forma rápida el vació que la pérdida ha dejado, el intento de no sentir la tristeza
ilusionándose con una nueva persona, un niño adoptado. El problema es que, por el niño
corre el riesgo de no tener un lugar propio, de que se le pida que ocupe el lugar del hijo que
no está y que se convierta en la alegría de la casa para que los padres no sientan tanto su
pérdida anterior. En estos casos, es muy difícil que al hijo adoptado se le pueda reconocer
su propia identidad y pueda desarrollarse él mismo.
Otra pérdida que a veces puede ser difícil de asimilar es la relacionada con la edad y el paso
del tiempo. Así una pareja o persona sola que se vea cercana a la vejez puede tener un
impulso de tapar, de negar el paso del tiempo adoptando a un hijo que le hará sentir joven,
o bien desear la adopción para no sentir la soledad de la propia vida. A veces, personas que
se han quedado con poca familia y que no han podido construir una propia, en un momento
determinado de su trayectoria, sienten que su vida carece de sentido, que no pueden dejar
nada a nadie y no tienen continuidad. Pueden entonces solicitar una adopción para sentirse
acompañadas, para paliar sus vaciós personales, aunque a menudo no son conscientes de
32
sus propios sentimientos. Así, desde el principio el hijo ya tiene asignada su función, su papel,
del que no podrá salirse, a riesgo de una ruptura familiar.
Teniendo en cuenta la tristeza y el dolor que para los solicitantes conllevan estas situaciones
que hemos descrito, pensamos que es muy importante orientarles hacia otras posibilidades
de la vida, también satisfactorias, y parar estos proyectos adoptivos que se basan en otras
motivaciones que no son las parentales y que podrían desencadenar un mayor sufrimiento
en el niño y en los mismos adultos.
Como dice Rotemberg: <<Lo importante es que quien adopte, sea cual sea su circunstancia,
pueda vivir al hijo como propio, pero no de su propiedad>>. Esto significa que los padres,
biológicos o adoptivos, pueden permitir la autonomía y el desarrollo independiente del hijo,
reconociéndoles su propia personalidad, ya que no se le pide que llene vaciós y anhelos de
los adultos. El estado psíquico de los futuros padres condiciona enormemente la cualidad de
las expectativas hacia el hijo y la flexibilidad o rigidez de éstas: condiciona que el nido mental
creado sea adecuado o no para anidar un hijo que llega a través de la adopción y permitirá
en mayor o menor grado la comprensión de sus diferentes emociones, inquietudes y miedos,
recelos y reservas, avidez o agresividad, tan vinculadas a sus experiencias de vida previas a
la adopción.
Como decíamos antes, es muy importante haber digerido suficientemente las pérdidas,
renuncias y frustraciones que hemos sufrido como adultos, para así tener un espacio mental
y unas capacidades psíquicas que permitan acoger precisamente las pérdidas, carencias y
frustraciones que todo hijo adoptivo trae en mayor o menor grado para, en definitiva, poder
acoger el dolor que el hijo necesitará expresar y compartir con los padres, justamente
cuando haya empezado a establecer vínculos con ellos. Lo que está en juego es, pues, la
verdadera vinculación emocional con el hijo.”
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Ejercicio 5
A. Te invitamos a realizar la siguiente actividad. Escoge una de las pérdidas que describiste en el
Ejercicio 3 (pág 17). Puedes escoger la más significativa para ti. A continuación realizarás un
dibujo que represente el proceso de duelo de esa pérdida con apoyo de colores. En tu dibujo
puedes incluir símbolos, palabras u otros elementos.
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B. A continuación te invitamos a desarrollar la ficha “Explorando mi Proceso de Duelo” con la
cual esperamos ayudarte a identificar tu proceso de duelo:
2. A partir del contexto elegido, nombra la pérdida que atravesaste o estás atravesando:
_________________________________________________________________________
_________________________________________________________________________
3. Ahora, respecto a esa pérdida, con un aspa (X) selecciona las fases que claramente
identificas haber transcurrido:
( ) Negación ( ) Ira ( ) Negociación ( ) Depresión ( ) Aceptación
4. Considerando las etapas de tu duelo, une el nombre de la etapa con el número que
describa el orden en el que identificas haberla experimentado. Si existe el caso de que
consideras haber vivido dos etapas simultáneamente, puedes asignarles el mismo orden:
Fases Orden
Negación ● ● 1º
Ira ● ● 2º
Negociación ● ● 3º
Depresión ● ● 4º
Aceptación ● ● 5º
Considero que no la he
●
experimentado
5. A continuación describe tu vivencia en cada etapa del duelo. Considera las fases que
claramente identificas haber transcurrido y que marcaste en el punto 3 de este ejercicio.
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¿Cuánto tiempo ¿Cómo expresaste ¿Algún área de tu
Etapa ¿Qué sentiste?
duro? lo que sentías? vida se vio afectada?
Negación
Ira
Negociación
Depresión
Aceptación
6. Hasta este punto, tras haber realizado esta exploración, califica del 1 al 10, ¿En qué medida
crees haber superado tu duelo? Marca con un aspa (X):
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
Nada Totalmente
superado superado
7. Consideras que es importante para ti recibir acompañamiento especializado para superar esta
pérdida?
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Día 5
“Perdemos no sólo a través de la muerte sino también
siendo abandonados, cambiando, siguiendo adelante.”
(Bucay, 2003)
1. Pérdidas relacionales:
En los/las NNA en situación de abandono ocurren las siguientes pérdidas: de su padre, de su
madre, de sus hermanos/as si los tenía, de su mascota, de sus amigos/as, de su familia extensa,
personajes de su vida con los que ha perdido el vínculo. Incluso en algunos casos por la pérdida
de nunca haber tenido una madre, un padre o una familia biológica como los otros niños/as la
han tenido.
2. Pérdidas intrapersonales:
Relacionadas con ellos/ellas mismos/as. Por ejemplo, el ya no ser integrante de una familia o no
ser más “hijo de…”, sino ahora vivir bajo una etiqueta de ser “un niño/a abandonado/a” y sin
padres. También el de ser un “hijo/a no deseado/a” o “ser un niño/a rechazado/a”.
3. Pérdidas materiales:
Vinculadas a la pérdida de sus objetos o posesiones personales. Por ejemplo, el hogar donde vivía
con su familia, sus juguetes, sus útiles escolares, su ropa, su colegio, su dormitorio, etc.
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4. Pérdidas evolutivas:
Sobre todo si se trata de un grupo de hermanos/as donde de una u otra manera el mayor
adquiere cierta responsabilidad del cuidado de sus hermanos/as menores.
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Ejercicio 6
A. Vuelve a la página 17 y ubícate en el cuadro del ejercicio 4. Escoge la pérdida más significativa
para ti. A continuación, te invitamos a que escribas un cuento que hable de esta pérdida. Usa
tu creatividad para describir lo que pasó incluyendo personajes, elementos y situaciones, que
te ayuden a contar en lenguaje sencillo y atractivo lo que sucedió de tal manera que pueda ser
comprendido por niños/niñas y adolescentes.
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B. Después de haber redactado tu cuento, responde las siguientes preguntas:
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2. Vuelve a tu cuento. Lee lo que has escrito. Fíjate cómo te sientes. Ahora, responde ¿qué sientes
al leer tu cuento?
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______________________________________________________________________________
4. Si fueras otra persona y tuvieras la oportunidad de leer el cuento, ¿qué le dirías al autor sobre
la experiencia de leer su cuento?
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Bibliografía
- Bisquerra, R. (2016, mayo, 22). Universo de emociones: la elaboración de un material
didáctico. Publicación del Congreso Internacional de Inteligencia Emocional y Bienestar II.
http://www.ub.edu/grop/wp-content/uploads/2014/03/UNIVERSO-DE-EMOCIONES-R_BISQUERRA-
1.pdf, página 21
- Cuadrado I Salido, D. (2010) Las cinco etapas del cambio. España. El Cambio.
- Defensoría del Pueblo. (2010) El derecho de los niños, niñas y adolescentes a vivir en una familia: la
situación de los Centros de Atención Residencial estatales desde la mirada de la Defensoría del Pueblo -
Serie Informes Defensoriales - Informe N° 150 elaborado por la Adjuntía para la Niñez y la Adolescencia
de la Defensoría del Pueblo. Lima - Perú.
- Kübler – Ross, E. (2015) Sobre el duelo y el dolor. Barcelona – España, Editorial Luciérnaga.
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- Los profes también vuelven al cole (2015), Biblioteca Municipal Francisco Umbral, Recuperado de
http://www.bibliotecaspublicas.es/majadahonda-ij/imagenes/EXPO-Profes_tambien_van_al_cole.pdf
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