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Diego Ticchione Sáez

Sobre el momento de evaluación en la parrhesía pedagógica

Foucault, en una clase de marzo de 1982, expuso tres formas de parrhesía, esto es, tres formas del
valor de “hablar claro”. Entre esos tres modos, él hace eco de uno en un texto de Galeno (un médico del
siglo II a.C), quien propone poner a prueba a quien “habla claro”. Este “poner a prueba”, este “momento
de evaluación” será lo que intentemos dilucidar, pues si bien es mencionado por el filósofo francés en su
clase, no es del todo “trabajado” o analizado.
Sin embargo, dado que este valor deviene en bastantes modulaciones dependiendo del punto
histórico en el que se halle y desarrolle, nos referiremos para su comprensión al modo en que aparece en
el libro de Filodemo, un epicúreo, titulado “Peri Parrhesía”, guiándonos desde las lecturas que Foucault
emprende sobre este en la clase del 10/03/1982, ubicada en el libro “Hermenéutica del sujeto”, pues a
partir de él podemos extraer el concepto de parrhesía pedagógica.

Sobre la parrhesía: nociones generales

En Hermenéutica del sujeto (pág. 369) Foucault ha introducido el concepto de parrhesía, por una
parte, a partir de Quintiliano respecto de las clases de retórica. Ahora bien, la introducción dada por
Foucault empieza, por así decirlo, de modo negativo, pues ha de fijarse en lo que será el contrario (o el
rival) de la libertas (traducción latina de la parrhesía), a saber: la adulación, y junto a esta, la retórica.
La adulación será, en palabras de Foucault, el rival ético de la parrhesía (Foucault, 2002, págs.
354-355). Una de las primeras características de la adulación es que esta es un vicio (en contraposición
al concepto de virtud), vicio que vendrá de la mano con la ira, la cual consistirá en un abuso en una
relación asimétrica entre personas, en donde la persona que se ubique en la parte superior abusará con su
poder de los otros más inferiores (aquí podemos pensar en un tirano, el cual obliga a sus súbditos a hacer
cosas que no quieren, ya sea sometiéndolos a deseos que no procuran un bien para los súbditos, ya sea
por un deseo que los afecta directamente como humanos, etc. Si lo pensamos desde el lado de un rey
(ídem, pág. 357)).
En tanto, la adulación también aparecerá en esta relación asimétrica, pero no desde el sujeto
superior hacia el sujeto inferior, sino a la inversa, en donde el sujeto inferior creará un círculo vicioso en
donde halagará al superior para así obtener beneficios, pero en donde, a su vez, el superior necesitará de
esta adulación dado que no puede por cuenta propia ser lo que el adulador dice (mintiendo) de él para él,
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dándose así que el inferior mantendrá al superior en su lugar quedando así ambas partes en las mismas
posiciones de poder.
Dado lo anterior, si pensamos en una relación tirano-súbdito, el segundo sujeto, dado el lugar que
tiene en la relación, tendrá como único elemento la adulación para poder obtener beneficio del tirano,
beneficio que se dará desde la benevolencia de este último sujeto. En este sentido, el componente que
permitirá la posibilidad de la adulación, es decir, la herramienta, única disponible para el súbdito, será el
logos (pensamiento/discurso), el cual tendrá en su expresión no una verdad, lo que sería decirle al tirano
lo que es (“eres un tirano”), sino una mentira, la cual reforzará la posición de este (ídem, pág. 357-358).
Si ahora entramos al otro rival, es decir, a la retórica, podemos decir que esta es “el arte de
persuadir a aquellos a quienes nos dirigimos” (Foucault, 2002, pág. 363). En este sentido, la retórica es
para Foucault un arte que tiene en cuenta no el contenido o la verdad de lo que se va a decir, sino los
modos más eficaces bajo los que sea posible para un orador persuadir a sus oyentes. Dado esto, si nos
vamos a la posición expuesta acerca de Quintiliano, este arte serviría tanto para la emisión de una mentira
como la de una verdad (ídem, pág. 364).
Sin embargo, hay que aclarar que este personaje (Quintiliano) no está a favor de una retórica para
la mentira, sino que, al contrario, promueve esta actividad para la enunciación de verdades; su postura
tiene como fundamento el que, bajo la mirada de Foucault, para que esta actividad pueda tener una
técnica1 y con esto una eficacia2, debe ajustarse a la verdad, pero a la verdad de quien habla, no a la
verdad del discurso (aquella que está contenida en lo dicho), dando así con una verdad que se halla
elaborada en base a los conocimientos de su emisor.
Como ejemplo de verdad de quien habla y no del discurso, podemos ver la referencia que hace
Foucault de Quintiliano, en donde dice que “un buen general debe ser capaz de persuadir a sus tropas de
que el adversario que van a enfrentar no es serio ni temible, cuando en realidad lo es, y mucho. El buen
general, por ende, debe poder convencerlas de una mentira. ¿Cómo lo hará? Pues bien, lo hará si, por un
lado, conoce la verdad de la situación y, por el otro, conoce realmente los medios a través de los cuales
se puede persuadir a alguien tanto de una mentira como de una verdad.” (ídem, pág.364) Aquella mentira
será tal en tanto como discurso no está diciendo la verdad.
Entrando en el terreno de la parrhesía, podemos decir que esta no es ni adulación ni retórica, pues
no busca mentir ni persuadir, sino que busca entregar una verdad, la verdad que uno porta consigo mismo

1
Con técnica queremos decir: serie de procedimientos o pasos que son necesarios para lograr un objetivo en específico.
2
Con eficacia queremos decir: lograr el objetivo propuesto y desarrollado a través de la técnica.
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como sujeto. Siguiendo esta línea, el emisor de la verdad no se preocupará de cómo persuadir a su
interlocutor, ni intentará tampoco mentirle para sacar un beneficio de este, muy por el contrario, su
preocupación estará en cómo entregar aquella verdad, la cual podemos reconocer como objetivo cuando
Foucault habla de la parrhesía como un discurso verdadero muy contrario a la adulación (Foucault, 2002,
pág. 361).
¿Cómo entregar aquella verdad? Es una pregunta que presupone una postura ética, ya que se
plantea como objetivo no un intento de auto-beneficio (como la retórica o la adulación), sino que plantea
una preocupación por el otro, el otro que es el interlocutor, aquel que escuchará la verdad que se busca
decirle, es decir, quien emite el discurso no busca con sus palabras cosas tales como fama o
reconocimiento o que los otros le obedezcan, sino que busca “remecer” al otro, hacer que la verdad lo
afecte. Pero, de esto nacen más preguntas: ¿Por qué plantearle al interlocutor la verdad que debe
escuchar? ¿Cómo lograr que el otro entienda esta verdad? ¿Qué debo tener en cuenta de este otro? ¿Cuál
será el momento preciso para la enunciación de esta verdad?
Una de las principales características que vislumbra Foucault en el concepto de parrhesía es el
“hablar franco” (en francés: franc parler), concepto que sería su traducción más precisa. El hablar franco
significa hablar de manera clara, no poniendo adornos en el discurso para que sea embellecido, sino que
mostrando lo que se quiere decir “al desnudo”.
Pero el hablar franco no se agota en no preocuparse por la estética del discurso, por lo bello que
puede sonar al escucharse, sino que también considera el que, si se busca la franqueza en el discurso,
saber cómo dirigirnos a nuestro interlocutor para que la verdad que buscamos proferirle quede en él, pero
no solamente para que quede como un conocimiento sobre x materia o asunto en su memoria (como sería
saber cómo operar con un binomio al cuadrado o qué proceso hace una mitocondria), sino que para
modificar el modo en que tal sujeto es, el modo en que tal sujeto se desenvuelve en el mundo, tanto como
con lo que dice como con lo que hace.
En este sentido, la parrhesía ya no se ve enfrentada únicamente a un problema ético, que es un
punto a partir del cual se hace posible dado el objetivo que busca, sino que se enfrenta ahora al problema
de la técnica: cuando el emisor, el parresiasta se pregunta cómo hacer llegar su verdad, se pregunta por
cuáles procedimientos le son útiles a la hora de enunciarla para lograr su eficacia.
Siguiendo el párrafo anterior, la parrhesía aparece entonces como una actividad estocástica, o sea,
una actividad de conjetura. ¿Por qué? Porque al buscar llegar al otro, no se puede tener certeza de que lo
que se plantee como método para llegar a este sea certeramente correcto, puede haber fallos en tanto que
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no se es el otro, en tanto que el momento en que se enuncia puede ser inadecuado, en tanto que no hemos
conocido lo suficiente al otro, etc. La parrhesía será una actividad estocástica porque los factores y
conocimientos con los que trabaja no son certeros, sino probables.

Sobre la parrhesía pedagógica.

La parrhesía pedagógica aparece en la clase de Foucault principalmente en dos partes: con


Quintiliano y las clases de retórica, y con Filodemo y su texto “Peri Parrhesía”. Si bien la primera parte
entrega ciertos alcances que tendremos en cuenta, la segunda parte expone de forma explícita una relación
entre la parrhesía y la pedagogía. A modo de contextualización de lo que quiere decirse aquí con
“pedagogía”, veremos qué dice Foucault ya en el final de su clase:

Llamemos "pedagógica", si quieren, la transmisión de una verdad que tiene la función de dotar a un
sujeto cualquiera de aptitudes, capacidades, saberes, etcétera, que no poseía antes y que deberá poseer al
término de esa relación pedagógica. Si llamamos "pedagógica'', por lo tanto, la relación consistente en
dotar a un sujeto cualquiera de una serie de aptitudes definidas de antemano, creo que se puede llamar
"psicagógica" la transmisión de una verdad que no tiene la función de proveer a un sujeto cualquiera de
aptitudes, etcétera, sino la de modificar el modo de ser de ese sujeto al cual nos dirigimos. (Foucault,
2002, págs. 387-388)

Pedagogía y psicagogía irán aquí de la mano, es decir, lo que se le enseñará a un sujeto, a un


estudiante o discípulo, será un conocimiento que busque y logre (si la conjetura realizada por el emisor,
maestro o guía es correcta) una modificación del modo de ser de este.
Filodemo fue un Epicuro, el cual llegó a ser el jefe de la comunidad epicúrea de su tiempo. Este
pensador fue estudiado por Foucault, y se enmarca en la clase cuando Foucault plantea que “ahora, si se
quiere saber positivamente qué es la parrhesía, creo que podemos abordar tres textos que plantean la
cuestión muy directamente y proponen un análisis muy explícito del hablar claro (…) en primer lugar, el
texto de Filodemo del que les hablé, el Peri parrhesias (…)” (ídem, pág. 368)
En “Peri Parrhesía”, Filodemo introduce una serie de nociones sobre lo que es la parrhesía y sobre
cómo debe ser llevada a cabo para un uso eficaz de esta. Una de las nociones particulares de este texto,
que es evidenciada por Foucault bajo la perspectiva de Gigante (pensador italiano), es que aquí la
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parrhesía aparece como un arte en el sentido griego de τέχνη, con lo que este arte tendría como objetivo
una correcta transmisión de la verdad.
Otra noción que puede verse en este texto es la de que esta actividad tiene un carácter estocástico,
es decir (como ya vimos), opera con datos probables. Una última noción que puede verse es que esta
actividad es efectivamente pedagógica, pero en este punto hay diversas interpretaciones, por lo que será
preciso revisar qué afirman algunos intérpretes (a saber, Braicovich, Foucault y Giovacchini) sobre esta
última noción, pero antes deberemos ver cómo va apareciendo esta actividad, ver en qué límites se
desarrolla y ver entre quiénes se da.
El “Peri Parrhesía” es un texto llegado a nosotros en fragmentos. Fragmentos en donde,
asumiendo a la parrhesía como un arte estocástico, expone cómo lograr el “hablar franco” dependiendo
de la persona a la que el maestro se dirige para así transmitir correctamente la verdad que vendría desde
Epicuro en adelante, con lo que este escritor realiza una caracterización de actitudes que llevan tanto
personas fácilmente irritables, personas tiernas, personas fuertes, etc. 3Por lo tanto, una de las
preocupaciones que deberá tener el maestro es saber a quién se dirige al entregarle aquel conocimiento
psicagógico.
Yendo hacia los puntos centrales de esta modulación de la parrhesía, será conveniente tener a la
vista ciertas características específicas de las dinámicas que se mantenían en la escuela epicúrea. Según
Braicovich, una de las dinámicas características del grupo epicúreo es la rotación. (Braicovich, 2016,
pág. 14). La rotación, o dinámica rotativa en esta escuela consiste en que el maestro, el sujeto que porta
y debe decir la verdad no tiene una posición fija, o sea, no siempre es maestro. Esto se debe a que puede
llegar un determinado momento en el que llegue un estudiante (o discípulo a modo de sinónimo) a tomar
el lugar del maestro, y este el lugar del estudiante, haciendo así que la relación sea dinámica.
En este sentido, “la parrhēsía (aparece) como una práctica que puede tener lugar no solo (a) entre
un maestro y un alumno, sino también (b) entre dos alumnos o aun (c) entre dos maestros/sabios)” (ídem,
pág. 1) Otra característica de este tipo de parrhesía es su carácter terapéutico. Este carácter es visto por
Foucault al llegar, bajo la lupa de la traducción de Gigante, al término “σοφός”, quien será maestro y
médico para curar los errores que vea en sus estudiantes. (Foucault, 2002, págs. 371-372).
Esta dinámica aparte encuentra apoyo en la εὔνοια (benevolencia) que se da entre todos los
participantes de la dinámica de esta psicagogía (si pensamos en el carácter rotativo), la cual es posible
en tanto que todos practican el “hablar franco”, hablar libremente desde la apertura de la dimensión

Podemos hallar estas caracterizaciones en fragmentos como el fragmento 7, el 8, el 10, el 21, el 30 y el 31, entre otros.
3
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psíquica manteniendo la buena voluntad4 entre ellos. Esta εὔνοια ante la apertura de cada integrante
reforzaría el lazo de la amistad entre todos, lo que a su vez asegura, o al menos refuerza aún más la
parrhesía en la dinámica. (ídem)
Ahora bien, si queremos llegar al punto medular que se establece entre parrhesía y pedagogía
(que va de la mano con la psicagogía), deberemos revisar cuál es el propósito del maestro, cómo posibilita
dicho propósito y qué logra con este.
Asumiendo que, como ve Foucault al diferenciar la pedagogía de la confesión en el cristianismo
(ídem, págs. 388-389), en una relación pedagógica hay alguien que enseña y hay alguien (o algunos) que
aprenden, el maestro será quien deba ejercer la parrhesía, pues su rol será el de enseñar la verdad (y en
este caso, la verdad que viene desde Epicuro), por lo que las preguntas sobre los procedimientos para la
correcta transmisión deberán ser formuladas por él. Para esto, Filodemo da ciertas reglas, tales como:
prestar atención en el momento oportuno para decir esta verdad, o sea, el Kairós5 (la circunstancia
adecuada), prestar atención también en el estado en que se encuentra el estudiante, prestar atención en
cómo es el estudiante (esto es su conducta); estas reglas ponen el acento en la preocupación por el otro.6
Otro tipo de reglas establecidas son las que se dan en el hablar franco, las cuales, como ya vimos,
se reflejan principalmente en la no ornamentación del discurso ni es su preparación para la persuasión;
aquí podemos ver reglas que miran el trabajo de la transferencia de la verdad, el trabajo de hacer posible
esta transferencia en el maestro mismo: ya teniendo una conjetura (razonable) sobre el o los estudiantes
a quienes se dirigirá, debe pensar ahora en los modos más adecuados para establecer correctamente esta
transferencia, qué palabras escoger, etc. Por lo tanto, serán preguntas que prestarán atención a la eficacia
del discurso dada su composición.
Ahora bien, un punto importante que señala Foucault respecto del parresiasta es que este debe
adecuarse entre lo que dice y lo que hace, es decir, aquello que un sujeto profiere como verdad debe verse
directamente reflejado en sus acciones. (Foucault, 2002, pág. 386). Dado esto, el maestro debe ser un
sujeto que haya logrado tal adecuación, pues será esta la que le permitirá decir de forma lícita aquello
que quiere enseñar.

4
Buena voluntad según “goodwill”. Significado extraído desde
http://www.perseus.tufts.edu/hopper/morph?l=eunoia&la=greek
5
En palabras de Foucault: Para Aristóteles, un arte conjetural se basa igualmente en la consideración del Kairós. Y en
efecto, es preciso, dice Filodemo, tener mucho cuidado al dirigirse al discípulo (…) Hay que elegir exactamente el
momento adecuado. (ídem, pág. 371)
6
Tales reglas se hacen palpables en los fragmentos 10, 12, 13, 21 y 38 entre otros. También son mencionadas en
(Braicovich, 2016, pág. 16) y expuestas por (Foucault, 2002, págs. 372-374)
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Respecto de la posición del estudiante, a este no le toca gran parte del trabajo, salvo aprender. A
este sujeto no le corresponde pensar en cómo transmitir la verdad (y con esto pensar en los
procedimientos técnicos y éticos), hasta posicionarse como maestro, sino que le queda, por una parte,
callar y escuchar para aprender, y por otra, dadas las dinámicas epicúreas expuestas por el filósofo
francés, abrirse a los demás para la benevolencia de estos (benevolencia que levanta el lazo de la amistad)
(Foucault, 2002, pág. 372).

¿Hay parrhesía en la dinámica pedagógica?

La parrhesía expuesta por Filodemo está sujeta a interpretaciones que la concluyen y afirman
como pedagógica, y otras que anulan toda posibilidad de pedagogía. A modo de comparación tenemos la
postura de Braicovich y la postura de Giovacchini. Partiremos con la segunda postura.
Giovacchini postula que el texto de Filodemo lejos de mostrar una nueva (o al menos novedosa)
forma de parrhesía, lo que hace en realidad es continuar con una serie de argumentos postulados por
Zeno, Bromios y Demetrius Lacon (Giovacchini, 2016, pág. 302, 309), con lo que las reglas que hemos
considerado como reglas para la eficacia de la parrhesía, serían en realidad reglas deontológicas, reglas
relacionadas solamente con el cómo son los estudiantes (ídem, págs. 305-310). De hecho, plantea que no
hay un gran aporte a la cuestión de la parrhesía por parte de esta corriente. Si vamos a una parte de su
exposición, ella declara lo siguiente:

“Nous pouvons donc conclure de cet examen, au moins à titre provisoire, que, en l’état actuel du texte
nouvellement reconstruit, rien n’interdit de prendre en considération l’intuition d’Olivieri selon laquelle
Philodème, loin de proposer avec le PHerc. 1471 un écrit original sur la parrhesia, reprenait bien plutôt
des arguments scolaires, ou du moins traditionnels.”7 (Giovacchini, 2016, pág. 311)

Braicovich va a atacar directamente la postura de Giovacchini a través de una breve


caracterización de esta, y luego una refutación de sus argumentos a través de una reinterpretación de las

Su traducción al español versa así: Por lo tanto, podemos concluir de este examen, al menos a título provisional, que, en el
7

estado actual del texto nuevamente reconstruido, nada excluye de tomar en consideración la intuición de Oliveri, según
la cual Filodemo, lejos de proponer con el “Peri Parrhesía” un escrito original sobre la parrhesía, más bien reanudó los
argumentos escolares, o al menos tradicionales.
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reglas que aparecen en el texto de Filodemo, por lo que podríamos decir que estaremos en presencia de
argumentos renovados que apoyan la tesis pedagógica.
Según Braicovich, Giovacchini erraría en lo siguiente: primero, creer que la consideración de las
condiciones del alumno (aquellas que se fijan en el Kairós y en el cómo este se encuentra) tiene como
objetivo resguardar sus derechos como individuo, cuando, sin embargo, lo que se busca con dicha
consideración es lograr una efectividad de la parrhesía; segundo, creer que las reglas expuestas son
deontológicas (reglas relacionadas con la esencia de esta actividad) cuando en realidad lo que buscan son
también la eficacia (Braicovich, 2016, págs. 21-23)
Entonces, Foucault, por una parte, pondrá como insignia de la parrhesía pedagógica la incitación
del καθηγούμενος (director, guía, maestro) a sus estudiantes hacia la libertad de palabra (y la
benevolencia) (Foucault, 2002, págs. 372-373), y por otra, Braicovich pondrá el ojo en que las reglas
expuestas por Filodemo son para la eficacia de la parrhesía (Braicovich, 2016, pág. 23). Sin embargo,
intentaré dar con algún elemento simple para reforzar la interpretación pedagógica en la exposición
filodemea.
Al entrar de lleno en el texto de Filodemo, podemos ver en el Col. Vb lo siguiente: “En el proceso
de enseñanza o en los momentos de enseñanza ellos (los maestros) no se van a diferenciar en nada de
Cleantes o Metrodorus, pues es obvio que un maestro atento empleará una franqueza más abundante
(…)” (Filodemo, 2007, pág. 99). Respecto de los “momentos de enseñanza”, aparece en griego el verbo
“καθηγεῖσθαι” (infinitivo), que significa “guiar8”. Quien guía será el maestro, y lo que hará será guiar,
ese momento en el que esté guiando será el momento de la enseñanza, su guía será lo que se enseña.
En este sentido, la parrhesía expresada por Filodemo sí se tendría como característica el ser
pedagógica, pues la enseñanza será una elaborada por un maestro a estudiantes tal que será la guía que
estos últimos tendrán para poder corregir sus errores, por lo que cambiaran los modos de ser que tienen
con esta enseñanza, con lo que se ve lo psicagógico de esta dinámica pedagógica. Si nos remitimos a la
mirada de Foucault sobre este asunto, podemos decir que la parrhesía como el eje bajo el que se articula
la relación pedagógica (en tanto que se establecen reglas para su efectividad y eficacia), y será también
a su vez el fundamento de esta relación. Será a su vez el fundamento de esta relación en tanto que lo que
busca transferir el maestro es la parrhesía a través del discurso, es esa verdad que podríamos llamar
psicagógica.

8
En un sentido más específico: actuar como el guía, guiar el camino. Extraído desde:
http://www.perseus.tufts.edu/hopper/morph?l=%CE%BA%CE%B1%CE%B8%CE%B7%CE%B3%CE%B5%E1%BF
%96%CF%83%CE%B8%CE%B1%CE%B9&la=greek
Diego Ticchione Sáez

Sobre la adecuación: parrhesía socrática y pedagógica

Foucault plantea que la parrhesía debe articularse en el parresiasta como aquella adecuación entre
lo dicho y lo hecho (Foucault, 2002, pág. 386). Dicha adecuación se hace tangible al hablar de parrhesía
socrática. En “El coraje de la verdad”, Foucault evidencia, a través de una comparación del “Laques” y
el “Alcibíades” el cuidado de sí y el conocimiento de sí. Estos dos puntos son relevantes en la parrhesía
socrática para Foucault por los siguientes aspectos: primero, en el “Alcibíades” puede verse que este
cuidado incluye el considerar una dimensión interna que hay en los humanos, a saber: el alma (psykhé),
la cual posibilita (de lo que no se sigue “desemboca en”) una autoconciencia de sí, la cual nace con
ponerse a uno mismo en cuestión; segundo, a partir del “Laques” puede verse que esta dimensión interna
se halla relacionada con lo que hacemos en la realidad (bíos), es decir, con nuestras acciones en el mundo;
esto a la hora de tener que dar cuenta de nosotros mismos (Foucault, 2010, págs. 174-176). En este
sentido, la parrhesía socrática postula una adecuación entre aquellas verdades con las que nos
constituimos internamente junto con los hechos que hacemos (de los cuales no solo nosotros podemos
dar cuenta, sino que también los demás) a partir del conocimiento de sí mismo para lograr dicho cuidado
de sí.
Esta adecuación, si bien se hace más patente en este texto de Foucault, es mencionada también
en “Hermenéutica del sujeto”, y si consideramos no la distancia temporal y política entre Filodemo y
Sócrates, sino aquella continuidad de este elemento (la adecuación), podemos dimensionar de mejor
modo que la psicagogía apunta a lo postulado por Sócrates, a la modificación de lo que constituye la
dimensión interior que es la psykhé. Es más, dado que la psicagogía tiene, como vimos, una relación con
la pedagogía en los epicúreos por el tipo de verdad que buscan transmitir (aquella que sea terapéutica y
que modifique el modo de ser del sujeto), parece ser entonces que la parrhesía epicúrea (filodemea)
considera dentro de los objetivos de sus enseñanzas esta adecuación.

Sobre el momento de evaluación


Diego Ticchione Sáez

Galeno fue un médico del siglo II d.C, el cual desarrolló su oficio en Roma. Para él la parrhesía
o “libertas” (en su traducción latina) es semblante con la actividad de la medicina dado el carácter
estocástico que cada una tiene. El carácter estocástico de la medicina se ve en procedimientos tales como:
conocer al paciente, lo que le sucede, saber cómo tratar la enfermedad, saber qué cura necesita este
paciente, entre otros más. No está demás mencionar que en aquel entonces no existían las tecnologías de
detección actuales, por lo que la responsabilidad de que el tratamiento o la cura tuvieran buen curso
recaía en el médico, así como en la parrhesía pedagógica recae esta responsabilidad en el maestro.
Entre sus escritos, Foucault encuentra que en las primeras páginas del “tratado de las pasiones”
Galeno expone una serie de pasos para hallar a un director, a alguien que direccione la conciencia. Este
alguien, en resumen, será un parresiasta, por lo que dirigirá con la verdad. Ahora bien, el modo en que
un sujeto que busca guía, estos pasos con los que encuentra al director son peculiares ya que suponen
como base que este, a diferencia del epicureísmo, será un completo desconocido. (Foucault, 2002, págs.
376-377)
Esta condición (que el director sea un desconocido) permite y propone como necesidad que el
sujeto que busca dirección ponga a prueba al director, pero sin que este último lo sepa. ¿Cómo lo pondrá
a prueba? Evaluando las relaciones que este sujeto mantiene con otras personas, poniendo atención a lo
que dice y lo que hace, examinando si es un adulador o si es un sujeto de bien. Este último punto quiere
decir: examinando si es un sujeto que lleva un discurso mentiroso o si lleva con él la verdad. (ídem, págs.
377-378). Entonces, si queremos verificar si un sujeto x es un posible director, deberemos fijarnos en si
este sujeto cumple con identificar su discurso con sus actos; esto es, cumplir con la adecuación. Será
entonces esta adecuación la que fijará en este caso el momento de evaluación, pues en ese momento de
la búsqueda, ese momento de verificación de aquella condición es un momento en donde se pone a prueba
al otro (quien es un posible director)
Ante esto aparece un problema: ¿el momento de evaluación es solo posible desde el sujeto que
busca la dirección, de aquel sujeto que en otro caso es un estudiante? A primera vista parece ser que sí,
pues el parresiasta ya está adecuado. Pero se nos presenta un problema si consideramos el “conócete a ti
mismo” de Sócrates.
El problema es que, si nos insertamos ahora en la parrhesía pedagógica de los epicúreos, y además
consideramos el imperativo de Sócrates, entonces el estudiante deberá enfrentarse también a un momento
de evaluación, pero no uno en el que evaluará a su maestro, sino uno en el que deberá evaluarse a sí
mismo. Deberá evaluarse a sí mismo si consideramos primero que está aprendiendo de la parrhesía que
Diego Ticchione Sáez

le es transmitida por el maestro, puesto que llegará un punto en el que él también porte consigo esta
verdad, lo que se hará explícito en si sus discursos van de la mano con sus acciones. Aquel momento en
donde, dado un determinado hecho o dada una determinada decisión frente a un hecho, deberá concordar
sus acciones con sus discursos será para él mismo un momento de evaluación, un momento en donde
podrá ver si efectivamente logró receptar y aprender lo ya transmitido por su maestro.
Con seguridad habrá “aprobado” esta evaluación si ya le es posible darse cuenta de que en un
determinado momento debe aplicarse a lo que (supuestamente) es él que ya ha aprendido. Muy por el
contrario, si no logra percatarse de aquello, podría ocurrir que efectivamente se presentara en él dicha
adecuación, pero no siendo consciente de la situación, del contexto en que se halla implicado para aplicar
dicha verdad, entonces podría decirse que no aprendió (de) aquella parrhesía, puesto que no hay
conciencia de esta, ni tampoco probablemente una aplicación de esta, es decir, no hay tal adecuación que
es condición necesaria para la existencia de la parrhesía.
Poniendo atención ahora en la parrhesía socrática, tanto en el “Alcibíades” como en el “Laques”
está Sócrates y sus interlocutores, los cuales, a través de las palabras de Sócrates, según ve Foucault,
empiezan a entrar en contradicción consigo mismos, viéndose obligados a atender a los discursos con los
que se desenvuelven en la realidad, discursos que, al estar en contradicción, no se hallan en la adecuación
discurso-acción (psykhé-bios). En este sentido, podemos ver, por una parte, que Sócrates aparece como
un maestro psicagógico, pues logra hacer que los sujetos deban atender a sí mismos para analizarse; por
otra parte, podemos ver otro momento de evaluación, a saber: el mismo punto en el que los interlocutores
deben entrar a analizarse. Este auto-análisis, autoconciencia, y además, autocuidado, muestra un
momento de evaluación ya que el sujeto interpelado debe entrar no a poner a prueba a un otro o a sí
mismo, sino a poner a prueba las verdades con las que se constituye como sujeto con las verdades
entregadas por, en este caso, Sócrates, las cuales, como ya mencionamos, obligarán al sujeto a entrar en
esa revisión de sí mismo, en, entonces, ese momento de evaluación de sí, a ese contraste entre lo ya
tenido y lo novedoso.
Si pensamos ahora pensamos en la parrhesía pedagógica, podríamos decir que los interpelados
serían los estudiantes y Sócrates el maestro, y en ese sentido, el estudiante epicúreo debería también
entrar en ese momento de evaluación en tanto que el maestro logre, a través de su discurso, hacer que el
estudiante se ponga en duda a sí mismo.
Diego Ticchione Sáez

Conclusiones

De todos modos, el modo en que se dará ese momento de evaluación debería ser al menos distinto
dado que la parrhesía socrática y la parrhesía pedagógica son distintas en el modo en que se dan y en el
modo en que se imbrican socialmente. Distinto dado que Sócrates no entra en una dinámica rotativa en
donde se dedique como maestro a enseñar a sus alumnos, sino que se mantiene en diálogos con sus pares
e impares, haciéndolos entrar en la contradicción antes descrita. En resumen, Sócrates como psicagogo
y no como pedagogo.
Entonces, los momentos de evaluación aparecerían siempre en relación con un parresiasta, ya sea
porque es necesario analizarlo para saber si es útil (recordando a Galeno), ya sea porque he aprendido
una parrhesía desde la que me he adecuado discursiva y prácticamente (recordando el epicureísmo), ya
sea porque me he dado cuenta de las contradicciones que llevo conmigo (recordando la parrhesía
socrática). En todos los casos aparece el mismo punto a evaluar: la adecuación, ya sea en un otro, ya sea
en mí como parresiasta, ya sea en mí como interpelado o estudiante.
Por consiguiente, el momento de evaluación no es de un solo tipo y no se da en una sola dirección.
Por otra parte, este momento va a poner a prueba una de las condiciones esenciales de la parrhesía,
condición que determinará no solamente si se está en presencia de o se es parresiasta, sino que también
será parte de la expresión “conócete a ti mismo”.
Sin embargo, a pesar de todo lo logrado hasta acá, no hemos logrado detectar qué condiciones
específicas determinan cada tipo de evaluación, a pesar de que hemos logrado al menos detectar tres tipos
de esta. De todos modos, hemos logrado sacar a luz estos momentos y hemos logrado ver cuál es
preliminarmente su importancia en el fenómeno de la parrhesía.

Bibliografía:

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College de France (1983-1984) (2ª ed.). Buenos Aires, Argentina: Fondo de Cultura Económica.
Diego Ticchione Sáez

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ed.). México D.F, México: Fondo de Cultura Económica.
 Giovacchini, J. (2016). La nouvelle reconstruction du rouleau du ”Franc-parler” de Philodème
permet-elle encore de postuler l’existence d’une ”parrhèsia” spécifiquement épicurienne ?
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