Los pensadores más representativos en la línea del empirismo son Locke y Hume.
Para ambos el interés se centrara en el análisis del conocimiento, como empeño
previo a todo discurso sobre el ser. El primero lo hará desde un punto de vista
psicológico, al responder desde esta perspectiva a la pregunta por el origen del
conocimiento, y procediendo en su análisis por descomposición del proceso
cognoscitivo, hasta llegar a sus últimos elementos, las ideas, y mostrar cómo las
que son complejas, se deriva por composición, por generalización, y abstracción
de las simples, siendo estas ultimas los elementos últimos que reproducen la
realidad.
A nadie escapara, sin embargo que la dimensión psicológica del conocimiento no
explica la totalidad del fenómeno del conocimiento humano. En el caso de Hume,
continuador, en muchos aspectos como Locke, de los planteamientos básicos de
Descartes, conviene tener claro para él la realidad es igual a impresión. De donde
establece una distinción significativa para la filosofía y su propio trabajo entre
impresión e idea. Esta última es un producto de la memoria, de la imaginación o
de la asociación de ideas, cuando me vuelvo sobre estas impresiones.
El interés de su trabajo se centrara en la búsqueda de las impresiones
(percepciones irreductibles y fundamentales: sensaciones, pasiones, emociones)
correspondientes a las ideas (imágenes difuminadas de las sensaciones en el
pensamiento y razonamiento). Si se encuentra, para las ideas, la impresión o
impresiones correspondientes, tales ideas serán aceptadas. De lo contrario,
carecerán de sentido; o deberá decirse que se deben a juegos de la imaginación…
pero en todo caso, no tienen realidad. Algunos de sus análisis son todavía
recordados en la filosofía, en especial aquellos correspondientes a la idea de
sustancia, de existencia, las cuales en virtud de no poseer una impresión que les
sirva de soporte, carecerán de realidad y pasaran a ser considerados como
ficticias.
En esta línea encontrará Hume, que la idea del yo, tan clara para Descartes, es
ficticia, puesto que la intuición es siempre de “algo” y se pregunta, en
consecuencia: ¿a qué algo corresponde la idea del yo cartesiano?. Lo mismo
sucedería con la idea de causalidad.
Kant reconocerá como una de las objeciones más delicadas puesta a la metafísica
la que plantea Hume, a propósito de la causalidad, al entenderla como un caso de
asociación y no como la intelección de un vinculo necesario entre una y otra cosa.
Sencillamente, al echar por tierra la validez de las categorías de la metafísica, ésta
se hace imposible, si lo único que existe son las vivencias sintetizadas por el
sujeto y llamadas yo, pero sin que a ello corresponda ninguna realidad. Lo único
posible será la creencia fundada en la costumbre, en el hábito. En consecuencia,
no hay un problema metafísico.
PREGUNTA: ¿Para Hume que es Idea?
La idea son imágenes difuminadas de las sensaciones en el pensamiento y el
razonamiento.
El Racionalismo
Quizá la conclusión más acabada del movimiento empirista fue acabar con la
noción de “cosa en sí”, hasta el extremo de considerar esta noción como
contradictoria (pensar-una-cosa-en-sí). Una “cosa en sí” seria algo (una cosa) no
pensado por nadie. Tal cosa es una contradicción.
Desde el punto de vista de una teoría del conocimiento, la consecuencia más
trascendente es reducir lo racional a lo fáctico, porque implico la negación misma
de la razón.
Leibniz vio con claridad esta limitación e hizo ver la necesidad de distinguir entre
verdades de hecho, que proceden de la experiencia, se fundamentan en el
principio de razón suficiente y se expresan en juicios asertóricos, y las verdades
de razón que son a priori, innatas (se encuentran germinalmente en cada quien) y
que por esta misma razón no proceden de la experiencia. Distinción que no
significa postular la existencia de un abismo entre estos dos ordenes, sino más
bien de una distinción necesaria que no excluye una secuencia entre ambos, de
manera tal que la búsqueda del fundamento de las verdades de hecho ha de
reposar, en último término, en una causa que alberga dentro de sí la necesidad,
constituyéndose por ello mismo en hecho y razón suficiente. Tal causa es Dios, en
quien desaparece la distinción señalada, ya que en él no habría razones de hecho
(contingentes), sino tan sólo de razón (necesarias) en virtud de su conocimiento
de la serie infinita en acto de las causas. Tal seria, para nosotros el conocimiento
ideal (procedente por un conocimiento de razones), el conocimiento racional. De
aquí el valor del conocimiento que brindan la lógica y las matemáticas y de
manera sólo analógica la física, que se ocupa de verdades de hecho.
Desde el punto de vista de la metafísica, la idea del “cogito” servirá a Leibniz de
base, o sea la intuición del yo como sustancia pensante; de igual modo la
distinción entre ideas claras y confusas (problemáticas). No ve claro, por el
contrario, el paso de las unas a las otras. Considera necesario introducir una
manera de reducir lo confuso del espacio de nuestra percepción sensible con la
ayuda de las matemáticas y la lógica, hasta lograr un manejo adecuado de
aquellos niveles de la experiencia que Descartes marginó por confusos. Confusos,
pensará Leibniz, porque no había hasta la fecha manera de dominarlos. En este
intento descubre Leibniz el “calculo infinitesimal” como instrumento para definir lo
infinitamente pequeño.
De igual manera, la noción cartesiana de cuerpo como extensión, la considera
Leibniz como limitada. Los cuerpos para éste no serán extensión, sino algo que
tiene extensión. Los cuerpos son antes que todo fuerzas vivas; conglomerados
de energía antes que formas geométricas.
Así, ayudados de estas dos nociones, la de lo infinitamente pequeño y la de fuerza
viva, tenemos los elementos para entender el planteamiento de Leibniz sobre las
mónadas (palabra tomada de Giordano Bruno, físico y filosofo renacentista).
Teorías de las Mónadas
¿En qué consiste una mónada? De manera negativa digamos en primera instancia
que no es extensión, sino algo indivisible, que posee una unidad inmaterial.
Aquello que tiene fuerza es decir, capacidad de obrar, de actuar. Energía por lo
tanto. Si quisiéramos tener alguna representación de ella deberíamos hacerlo por
analogía a lo que sucede con nosotros mismos, cuando nos percibimos y
captamos como fuerza y energía, movimiento de un estado a otro. La mónada es
por lo tanto esa capacidad de pasar de un estado a otro. En una palabra, es la
sustancia.
Como propiedades de la misma podemos nombrar la unidad, la individualidad y la
simplicidad. El poseer estas propiedades no significa que no puede cambiar. En
efecto, la mónada está dotada de percepción (representación de lo múltiple en lo
simple) y en ésta conserva sus determinaciones. Posee además apetición
(tendencia a pasar de una a otra percepción); el sucederse de las percepciones,
constituye justamente la apetición. Percibir y apetecer como determinaciones de la
mónada constituyen la realidad metafísica del yo. Más allá del geometrismo y el
mecanicismo cartesiano está la actividad de la sustancia como percepción y
apetición, cuyos cambios sucesivos obedecen a una ley interna que expresa su
individualidad metafísica sustancial.
Cada mónada refleja el universo, pero desde un punto de vista, el de la situación,
y de manera oscura (mónadas materiales). Todas las mónadas perciben, hemos
dicho, pero o todas se dan cuenta de que están percibiendo (apercepción). Tan
solo aquellas que poseen apercepción y memoria, se denominan alma. Si además
hay almas que tienen la capacidad de conocer las verdades de razón debemos
denominarlas espíritus. Finalmente en aquella mónada en la que todas las
percepciones son apercibidas, donde todas las ideas son claras, donde el universo
se refleja desde todos los puntos de vista en ella, o mejor, ellas es Dios.
Dios al crear las mónadas pone en ellas la ley de la evolución interna de sus
percepciones. Se da así una “armonía preestablecida” entre todas las mónadas,
instaurada por Dios en la creación y cuyo fundamento no es otro que la naturaleza
perfecta de Dios, presente en todas su obras. Cada mónada, siguiendo su propia
ley, concurre a la armonía del universo.
Tenemos así un planteamiento metafísico, articulado sobre la base de una teoría
del conocimiento de corte racionalista que proyecta en el tiempo, aunque el
empirismo acentuaba el papel de la experiencia en el proceso cognoscitivo; el
acento estará puesto, en el planteamiento racionalista, en el polo opuesto: la
razón. Sigue por lo tanto sin solución el problema de la relación pensamiento-ser,
tematizado por Descartes en su concepción de la sustancia. La filosofía de la
subjetividad continua siendo: “filosofía del cogito” y quizá hasta Hegel no logre la
metafísica llegar su máxima posibilidad al convertirse en lógica ontológica.
PREGUNTA: ¿Qué significa la percepción en una mónada?
Tema 4
UNIDAD 4
Doble Naturaleza de la Sustancia (Descartes)
Conocer la importancia de Descartes como padre del pensamiento moderno e
identificar las posiciones del racionalismo y del empirismo.
3 Lección: El Empirismo
4 Lección: El Racionalismo