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y consciente, sino también el camino hacia la consecución de un compromiso existencial y la vía

para ayudar a cada uno a encontrar el sentido de su vida. Las bases teóricas son importantes y las
hemos desarrollado en la Revista Catalana de Pedagogia (Mallart, 2005), pero el tema requiere
también una aplicación estratégica. 1. Concepción actual Una visión propia del momento actual no
supone que la motivación se componga sólo de una serie de fuerzas internas (instintos, voluntad,
energía psíquica), ni tampoco se explica en términos estrictamente comportamentales, reflejo de
estímulos ambientales y refuerzos externos. Más bien, el enfoque cognitivo entiende hoy la
motivación como un proceso que trata de explicar cómo el conjunto de pensamientos, creencias y
emociones se transforma en una acción determinada a la consecución de objetivos. Se ha definido
como el proceso por el cual la actividad dirigida a un fin es instigada y mantenida (Pintrich y
Schunk, 2004: 4). Como proceso, la motivación dirige y sostiene la actividad del organismo.
Hablamos de un conjunto de procesos personales internos implícitos en la activación, dirección y
mantenimiento de la conducta. Hay, pues, tres dimensiones: activadora, directiva y persistente.
Estar motivado es una actitud. Se está motivado cuando se siente la necesidad de aprender,
cuando uno se esfuerza y persevera. Pero aún siendo un factor básico, la motivación no lo es todo.
El rendimiento académico es función de la motivación, de las capacidades individuales –incluida la
maduración– y del ambiente. La motivación no es la causa eficiente del aprendizaje. No produce
aprendizaje alguno por sí misma, como tampoco alimenta el apetito. El aprendizaje es producido
por el ejercicio –provocado por la motivación–. Y este ejercicio sí que puede ser motivado o
incentivado de alguna manera. El motivo es interior, propio de cada alumno, primario. Por sí
mismo induce, mantiene y dirige la acción, ya que hace que se sienta la necesidad de actuar. El
incentivo, en cambio, es un estímulo exterior, propio de la intervención del profesorado,
secundario, convertido en medio para un fin. Unos y otros (motivos e incentivos) pretenden la
consecución de objetivos. Motivar, en el sentido de incentivar es: hacer venir el deseo de saber, de
aprender, predisponer para que se aprenda, establecer una relación entre la tarea y las
experiencias, intereses, valores o aspiraciones de cada alumno. En fin, se trata de aprovechar el
interés natural. Ir en su misma dirección. ESTRATEGIAS DIDÁCTICAS EN EL AULA 194 11_cap_III_2
8/11/07 20:00 Página 194 2. La motivación y el esfuerzo en la pedagogía humanista El humanismo
que propugnamos representa una valoración de la persona global y de su dignidad. Se cree en ella
y se confía en cada uno de los estudiantes, de manera que en lugar de hallarse en lados opuestos,
se camina junto a ellos y ellas empujando en la misma dirección, contando con su participación,
con el compromiso común en unos valores y objetivos propios. La confianza en la persona, lejos de
hacernos parecer ingenuos10 logra promover profecías de éxito que acaban cumpliéndose en la
mayoría de los casos. Esta posición no es una fácil y cómoda actitud de no intervención docente,
como se había achacado erróneamente a Carl Rogers, sino que más bien parte de la creación de
un ambiente colectivo de libertad y compromiso. Son su decidida participación, todos pueden
tener su lugar, e incluso destacar en aspectos en que su interés y su capacidad lo hacen posible. La
posición humanista se basa en el valor del esfuerzo, con optimismo y confianza. Parte de creer en
las personas, de tener expectativas elevadas, vinculadas a valores como el servicio y la solidaridad.
Vinculamos también a una posición humanista la exigencia de un esfuerzo autoimpuesto, escogido
libremente, para superar retos o desafíos que estén adaptados al nivel del alumnado. El valor
educativo de este esfuerzo se relaciona con la formación de la voluntad y la obtención de un
autocontrol imprescindible para llegar a la autonomía personal y la dirección del propio proceso
de aprendizaje a lo largo de la vida sin necesidad de coacciones externas. La forma de llegar a
movilizar este esfuerzo se basa en la consecución de un clima de aula que, superando el respeto a
la personalidad de cada estudiante, llegue a un aprecio personal demostrado fehacientemente y
verbalizado. El factor personal del educador es –después del alumnado– la clave más importante
tanto en la motivación como en la formación en general. Eso se sabe y no siempre se es
consecuente con ello. La motivación no produce el aprendizaje, pero es condición necesaria para
que se pueda llevar a cabo. Ella enciende la chispa que pone el motor en marcha, aunque no hace
mover nada por sí misma. Es la volun

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