Quiero utilizar este primer artículo del nuevo año para desearos un 2018 pleno de salud.
Aprovecho también para agradeceros el interés mostrado por nuestro trabajo en
EXERCISE PHYSIOLOGY & TRAINING. Hemos analizado más de 550 artículos científicos
publicados en 2017, y lo hemos hecho con la ilusión de facilitaros el acceso a las últimas
novedades relacionadas con la fisiología del ejercicio. Cada año, diferentes equipos de
investigación del mundo nos muestran nuevas tendencias en la transferencia del
conocimiento teórico al entrenamiento o a la valoración funcional y queremos seguir
estando ahí para mostrarlas en el menor plazo posible. Este año tenemos nuevos
proyectos, algunos muy ambiciosos, pero en lo que se refiere a este BLOG seguiré
compartiendo cada día los resultados de estudios que puedan tener interés. Ha sido un
2017 intenso y muy gratificante, pero ya pasó y ahora toda la energía ha de centrarse en
tratar de superarnos en los próximos 12 meses. MUCHAS GRACIAS por estar ahí, por
vuestras críticas y sobre todo por vuestra ilusión por aprender. La soberbia no tiene
cabida en la ciencia, todos somos aprendices y a todos los conviene saber escuchar y
reconocer el éxito de los demás como propio. Así, seguiremos avanzando en este
apasionante campo del ejercicio, la salud y el rendimiento. Yo por mi parte, comienzo
2018 más motivado que nunca, os lo aseguro. ¡Un abrazo fisiológico!!
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Las guías de recomendación de actividad física señalan: al menos 150 min de intensidad
moderada (MPA), 75 min de vigorosa (VPA) o una combinación de MPA y VPA. Sin
embargo, pocos estudios epidemiológicos han examinado si en la población general se
derivan beneficios similares por la realización de MPA ó VPA. Recientemente se han
publicado los resultados de un estudio (Kikuchi y col, 2017; Med Sci Sports Exerc 19-oct.
doi: 10.1249/MSS.0000000000001463) cuyo objetivo fue examinar la asociación de
diferentes intensidades de actividad física con la mortalidad. Este estudio prospectivo
examinó a una comunidad de 894718 personas que cumplimentaron un cuestionario
entre 2000 y 2003, y fueron seguidos para cualquier causa de muerte hasta 2012. Los
sujetos fueron clasificados en 4 grupos, en función de la proporción de VPA respecto a la
actividad física total y también de acuerdo con las guías de actividad física. Los grupos
fueron: inactividad física, físicamente activo sin VPA (0% VPA), físicamente activo con algo
de VPA (<30% VPA) y físicamente activo con más VPA (>30% VPA). Se registraron 8891
muertes y los resultados mostraron como en estudios previos que cualquier forma de
actividad física disminuye el riesgo de mortalidad. Además, comparados con los sujetos
que no realizaban nada de VPA, aquellos que si lo incluían tenían menor riesgo de muerte
por cualquier causa, especialmente los hombres.
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Los datos más relevantes de este estudio que ratifican uno de los principales
pilares del rendimiento en resistencia aeróbica es que el 92,3% del tiempo de
entrenamiento se empleó en resistencia aeróbica de baja intensidad (fase I).
Este dato, como todos los que se han publicado anteriormente, es demoledor
para aquellos que están planteando llegar a las mismas adaptaciones con
entrenamientos más intensos y con poco volumen. No parece que los entrenadores de
estas esquiadoras (6 medallas de oro olímpicas y 18 en mundiales) erraran mucho en sus
planteamientos, pero vaya, siempre hay iluminados que pueden cuestionar este esquema
de entrenamiento, especialmente cuando nunca se ha entrenado en serio a nadie.
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No me gustaría que nadie entendiera este post como una invitación a utilizar
el paracetamol como ayuda ergogénica, no es la intención de este
comentario, ni creo que esté justificado en absoluto. Sin embargo, si es
interesante conocer como algunos productos pueden interferir en los
fenómenos de fatiga que se vinculan al rendimiento deportivo, de manera que ayudan a
entender mejor como debería estructurarse el entrenamiento para minimizar esos
limitantes. Es posible que los efectos del acetaminofen estén asociados a una reducción
de la magnitud de feedback aferente desde los músculos activos (terminaciones nerviosas
IV), además de disminuir la sensación de dolor mediada por mecanismos de atenuación
centrales.
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Los efectos del HIIT sobre marcadores de salud en personas sanas o sobre el
desarrollo de distintas patologías en cuando a marcadores
cardiometabólicos quizás se han exagerado respecto a lo que se puede
obtener con el entrenamiento continuo. Es cierto que el tiempo empleado en
un HIIT es menor, y ese puede inicialmente contemplarse como un elemento favorecedor
de la adherencia, algo que habría que demostrar, pero no está claro que globalmente el
HIIT sea superior como base de entrenamiento aeróbico en la mayoría de los pacientes.
La limitación de los tiempos de aplicación (8 semanas) de estos entrenamientos en la
mayoría de los estudios es lo que dificulta la obtención de conclusiones definitivas.
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La posible asociación entre presión intraocular (IOP) y fuerza máxima relativa puede tener
relevancia en las recomendaciones de ejercicio cuando la presión intraocular sea una
preocupación. Recientemente se han publicado los resultados de un estudio (Vera y col,
2018; Optom Vis Sci 25-ene; doi: 10.1097/OPX.0000000000001169) cuyo objetivo fue
conocer si existía relación entre la capacidad mecánica máxima de los músculos de
generar fuerza, velocidad y potencia, con la presión intraocular. Participaron 65 hombres
activos físicamente, en los que se evaluó la IOP inicialmente, y después de realizar un test
de carga incremental en press de banca balístico. Los resultados mostraron que la IOP
mostró una cerrada relación positiva con la fuerza máxima relativa, potencia máxima
relativa y 1RM máxima relativa. También se observó correlación moderada con fuerza
máxima, potencia máxima y fuerza dinámica máxima. No se observó correlación entre
IOP y velocidad máxima. Los autores concluyen que hay una asociación positiva entre
mayor fuerza y potencia del hemicuerpo superior con el valor basal de IOP, lo cual tiene
importantes implicaciones en el manejo de la salud ocular, especialmente en aquellos
sujetos que realizan programas de entrenamiento de fuerza de manera continuada. El
posible efecto protector de una elevada capacidad funcional sobre la respuesta aguda de
la presión intraocular en los ejercicios de fuerza ha de ser evaluada.
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Muchas mujeres atletas o que preparan pruebas físicas de oposiciones consumen con
frecuencia altas dosis de proteínas durante programas de entrenamiento de fuerza. No
hay mucha investigación acerca de las ventajas de consumir más o menos proteínas en
este contexto. Recientemente se han publicado los resultados de un estudio (Campbell y
col, 2018; Int J Sport Nutr Exerc Metab 6:1-21; doi: 10.1123/ijsnem.2017-0389) que
examinó la influencia de una dieta con ingesta alta o baja de proteínas sobre las
adaptaciones obtenidas después de un programa de fuerza de 8 semanas. Participaron
17 mujeres de 21,2±2,1 años, que fueron aleatoriamente asignadas a un grupo de alto
consumo de proteínas (HP: 2,5 g/kg/día) o a un grupo de bajo consumo de proteínas (LP:
0,9 g/kg/día), valorando la composición corporal y la fuerza máxima antes y después de
realizar un programa de entrenamiento de fuerza de 8 semanas. Los resultados
mostraron que la masa libre de grasa (FFM) aumentó significativamente más en el grupo
HP. La masa grasa disminuyó en el grupo HP, pero no se modificó en el grupo LP. La
fuerza máxima aumentó en ambos grupos, sin diferencia entre ellos. Los autores sugieren
que una dieta rica en proteínas es más eficaz en la modificación de la composición
corporal, aunque no mejora más la fuerza máxima en mujeres jóvenes.
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Los entrenadores conocen muy bien lo importante que es utilizar diferentes estímulos en
el entrenamiento, no solo en relación con la intensidad, sino también relacionados con la
modalidad ó tipo de ejercicio. Recientemente se han publicado los resultados de un
estudio (Pugliese y col, 2018; Front Physiol 9:21; doi: 10.3389/fphys.2018.00021) cuyo
objetivo fue comparar los efectos de entrenamientos continuos de moderada intensidad
(CMIT) y de discontinuos de alta intensidad (DHIT) sobre el rendimiento en carrera de
atletas máster (47,2±7,4 años). Los voluntarios fueron asignados aleatoriamente a uno de
los siguientes grupos: CMIT, DHIT y control (CON). Los grupos CMIT y DHIT fueron
controlados durante 8 semanas (3 sesiones/semana; 35 km/semana), mientras que el
grupo CON mantuvo sus hábitos de entrenamiento (3-4 sesiones/semana; 50
km/semana). Los resultados mostraron que después del periodo de entrenamiento, CMIT
y DHIT redujeron significativamente el costo energético de la carrera, aumentando la
velocidad asociada al umbral ventilatorio y el rendimiento en 5 k. No se observaron
diferencias en VO2max ó %VO2max asociado al umbral ventilatorio. La velocidad pico solo
aumentó en el grupo DHIT. No hubo diferencias en ninguna variable respecto al grupo
CON. Los autores sugieren que CMIT y DHIT tienen efectos positivos sobre el rendimiento
en atletas máster, incluso reduciendo significativamente el volumen habitual de
entrenamiento semanal.
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Un sueño inadecuado (ej. insuficiente horas de sueño por noche) puede reducir el
rendimiento físico y ha sido implicado en diversos trastornos de salud. El ejercicio de
fuerza está vinculado tanto al rendimiento como a la salud, pero no se conoce bien los
efectos de un sueño inadecuado sobre las respuestas y adaptaciones al entrenamiento
de fuerza. Recientemente se han publicado los resultados de un estudio (Knowles y col,
2018; J Sci Med Sport 2-feb; doi: 10.1016/j.jsams.2018.01.012) cuyo objetivo fue realizar
una revisión sistemática para evaluar los efectos de la deprivación del sueño (no sueño)
y déficit de sueño sobre el rendimiento vinculado al ejercicio de fuerza. Un segundo
objetivo fue explorar los efectos sobre los indicadores hormonales del metabolismo de
las proteínas. 17 estudios fueron incluidos en el análisis, mostrando este que la
deprivación de sueño tuvo poco efecto sobre la fuerza muscular. En contraste, varias
noches consecutivas de déficit de sueño reduciría la fuera de movimientos
multiarticulares, pero no de movimientos monoarticulares. Los resultados de las
hormonas fueron conflictivos de interpretación. Los autores concluyen que el sueño
inadecuado afecta al desarrollo de la fuerza máxima en movimientos multiarticulares.
Los trastornos del sueño son muy frecuentes en nuestra sociedad; no solo
hay una tendencia a dormir poco, sino a tener una baja calidad del sueño.
Las personas que realizan ejercicio con frecuencia, especialmente cuando el
grado de exigencia es elevado como ocurre en deportistas, deberían cuidar
especialmente este hábito. Se ha descrito una mayor frecuencia de lesiones
musculoesqueléticas derivadas de un patrón de sueño inadecuado.
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Una baja capacidad funcional es la edad media de la vida constituye un factor de riesgo
para padecer insuficiencia cardiaca, particularmente insuficiencia cardiaca con fracción
de eyección preservada. El desarrollo de insuficiencia cardiaca con fracción de eyección
conservada está probablemente causado por un aumento de la rigidez del ventrículo
izquierdo (LV) como consecuencia de un estilo de vida sedentario. Recientemente se han
publicado los resultados de un ensayo clínico (Howden y col, 2018; Circulation 8-ene; doi:
10.1161/CIRCULATIONAHA.117.030617) cuyo objetivo fue examinar los efectos de 2 años
de entrenamiento físico de alta intensidad sobre la rigidez (stiffness) del ventrículo
izquierdo. Sesenta y uno participantes (48% hombres) sanos, sedentarios y de edad
media (55±5 años) fueron asignados aleatoriamente a un grupo que realizó
entrenamiento durante 2 años o a un grupo control. 53 participantes finalizaron el
estudio. Los resultados mostraron una adherencia al programa de entrenamiento del
88±11%. El VO2max aumentó un 18% en el grupo de entrenamiento y la rigidez del
ventrículo izquierdo se redujo significativamente en el grupo de entrenamiento. El
programa de ejercicio se asoció a un aumento del volumen diastólico final del ventrículo
izquierdo, mientras que no cambió la presión de los capilares pulmonares, consiguiendo
un mayor volumen sistólico para una presión de llenado dada. Los autores concluyen que
en sujetos de edad media sedentarios 2 años de ejercicio mejoró el VO2max y disminuyó
la rigidez del ventrículo izquierdo.
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Desde hace unos pocos años distintas investigaciones han mostrado que la realización
de ejercicios de estiramiento estático en los grupos musculares implicados en el ejercicio
disminuye la fuerza muscular ejercida a continuación. Recientemente se han publicado
los resultados de un estudio (Jelmini y col, 2017; Eur J Appl Physiol 16-feb; doi: 10.1007/
s00421-018-3810-6) cuyo objetivo fue determinar los efectos de la realización de una
sesión de estiramientos unilaterales estáticos sobre la fuerza desarrollada en prensa de
mano, tanto en el miembro que realizó estiramientos, como en el que no lo hizo. Treinta
voluntarios realizaron test de máxima fuerza de contracción en ejercicio de prensa de
mano (handgrip) de ambos miembros antes y después de un estiramiento de los
músculos flexores de los dedos solo en el miembro dominante. Se valoraron pico de
fuerza, actividad muscular (EMG) y tasa de generación de fuerza (medida de fuerza
explosiva, es decir, cuanto de rápido se genera la fuerza). Los resultados mostraron que
después del estiramiento el pico de fuerza y el EMG disminuyeron un 4,4% (p=0,001) y un
6,4% (p=0,000) respectivamente, solo en el miembro estirado previamente. Sin embargo,
la tasa de producción de fuerza disminuyó en ambos miembros, en el estirado
previamente (-17,3%; p=0,000), y en el no estirado (-10,8%; p= 0,003), 1 min después de
haber realizado el estiramiento, permaneciendo descendido hasta 15 min después del
estiramiento. Los autores sugieren que el estiramiento previo al ejercicio de fuerza
disminuye más la capacidad de generar fuerza rápida que la fuerza pico. Además, el
hecho que la fuerza también disminuya en el miembro no estirado indica un efecto
inhibitorio cruzado, mostrando un mecanismo neural.
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Hace unos pocos días comentábamos los resultados de un metaanálisis que concluía que
el valor de la frecuencia de entrenamiento en sí misma es cuestionable como modulador
de la ganancia de fuerza muscular, siempre que se asegure un volumen de
entrenamiento. Recientemente se han publicado los resultados de un estudio (Gomes y
col, 2018; J Strength Cond Res 27-feb; doi: 10.1519/JSC.0000000000002559) cuyo objetivo
fue estudiar los efectos de 2 frecuencias diferentes de entrenamiento de fuerza (RT)
durante 8 semanas, sobre la hipertrofia y fuerza muscular en hombres entrenados.
Veintitrés voluntarios fueron asignados aleatoriamente a 2 grupos: baja frecuencia (LFRT)
o alta frecuencia (HFRT). El grupo LFRT realizó rutina (split-body) de músculo específico 1
grupo muscular por semana. El HFRT realizó una rutina (total-body) de todos los grandes
grupos musculares en cada sesión. Ambos grupos realizaron el mismo número de series
(10-15 series) y ejercicios (1-2 ejercicio) por semana, 8-12 repeticiones al 70-80% 1RM, 5
veces por semana. Se valoró la fuerza máxima de press de banca y squat y la masa libre
de grasa, antes y después del periodo de entrenamiento. Los resultados mostraron que
en ambos grupos aumentó la fuerza muscular y la masa libre de grasa, sin diferencias
entre grupos. Los autores sugieren que la frecuencia de entrenamiento no es el factor
crítico para la mejora de la fuerza o la hipertrofia, cuando las series realizadas y la
intensidad aplicada se igualan por semana.
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No hay una única forma óptima de entrenar, y en la resistencia aeróbica los entrenadores
emplean diferentes esquemas con resultados muchas veces similares. Recientemente de
han publicado los resultados de un estudio (Zinner y col, 2018; Med Sci Sports Exerc 5-
mar; doi: 10.1249/MSS.0000000000001599) cuyo objetivo fue comparar mesociclos con
cargas progresivas y variada distribución de la intensidad (TID): alta intensidad (HIGH>4
mM/L de lactato en sangre); baja intensidad (LOW <2 mM/L de lactato en sangre) o una
combinación de HIGH y LOW, referida como polarizada POL, frente al rendimiento en
5000 m corriendo, así como otros componentes de rendimiento en corredores
aficionados. Participaron 42 corredores (VO2pico: 45,2 ml/kg/min) siendo distribuidos en
uno de los tres grupos, realizando mesociclos de 4 semanas de igual TID (2-4 sesiones de
entrenamiento) seguido de 3 semanas con aumento del TRIMP semanal (50% comparado
a la media del primer mesociclo de 4 semanas), mediante HIGH, LOW ó POL, con una
semana posterior de tapering. El VO2pico, la velocidad en el umbral láctico y la economía
de carrera fueron evaluados al inicio (T0), después de 4 (T1), siete (T2) y 8 semanas (T3).
Los resultados mostraron que el tiempo en 5k disminuyó en todos los grupos de T0 a T2
y T3. El VO2pico aumentó de T0 a T2 y T3 en HIGH y de T0 a T2 en LOW y de T0 a T3 en
POL. La economía de carrera solo aumentó de T1 a T3 y de T2 a T3 en LOW. El análisis de
respuesta media indicó un alto número de respondedores (13 de 16) en LOW, con menos
en HIGH (6 de 13) y POL (8 de 16). Los autores concluyen aumentando similar el
rendimiento en VO2pico y 5 K, con cambios en la economía de carrera solo en LOW, el
riesgo relativo de “no respondedor” fue mayor en HIGH y POL que en LOW.
Como comentaba al inicio de este post, no hay una única forma óptima de
entrenar en el rendimiento deportivo, entre otras razones porque el
entrenamiento incide en personas con diferentes características fisiológicas,
de edad, sexo, y condición física, entre otras. En este sentido, no todos los
deportistas asimilan igual las altas intensidades así es lógico que existan “mas
respondedores” y “menos respondedores” a un mismo plan de entrenamiento.
Nuevamente la individualización es lo más importante.
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El tapiz rodante (treadmill) vertical (VertiRun) es una modalidad de ejercicio muy poco
utilizada donde la persona utiliza la acción de correr mientras que el peso corporal apoya
en un banco tumbado y sistemas de sujeción con la resistencia asociada están sujetos a
los tobillos. Recientemente se han publicado los resultados de un estudio (Jordan y col,
2018; J Exerc Rehabil 14:106-112; doi: 10.12965/jer.1835122.561) cuyo objetivo fue
determinar los efectos del entrenamiento sobre un VertiRun y efectos cruzados con el
rendimiento en carrera. Participaron sujetos físicamente activos que fueron evaluados
previamente para determinar VO2max y capacidad anaeróbica máxima (MART). Los
participantes fueron entonces asignados aleatoriamente a un grupo VertiRun, un grupo
que realizó esprint de 20 m o a un grupo control. La intervención consistió en 4-6 x 30 s
all-out, con 4 min de recuperación entre series. Entrenaron 3 días por semana durante 6
semanas. Los resultados mostraron aumentos significativos de MART (4,5%) en el grupo
VertiRun y en el grupo de esprint (4%). El VO2max aumentó un 6,2% en el grupo VertiRun
y un 5,5% en el grupo de esprint (ambos estadísticamente significativos). En el grupo
control no se observaron cambios. Los datos sugieren que el VertiRun puede ser una
alternativa de entrenamiento cruzado en carrera en programas de entrenamiento.
Igualmente, este sistema se asocia a bajo impacto y puede ser de utilidad en la
recuperación de atletas después de lesiones o en el ámbito clínico.
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La suplementación con beta-alanina (BA) es una de las ayudas ergogénicas más utilizadas
en los últimos años por los deportistas que compiten en intensidad. Recientemente se
han publicado los resultados de otro estudio (Black y col, 2018; Front Physiol 9:111; doi:
10.3389/fphys.2018.00111) cuyo objetivo fue invetsigar la influencia de la suplementación
con BA sobre el contenido de carnosina muscular, pH muscular y relación potencia-
duración (potencia crítica y W’). Se utilizó un diseño doble ciego aleatorio, en el que 20
sujetos físicamente activos ingirieron BA (6,4 g/día durante 28 días) ó placebo (PL) durante
28 días. Los sujetos completaron un test incremental y 2 test de 3 min all-out separados
por 1 min en un cicloergómetro, antes y después del periodo de suplementación. Los
resultados no mostraron cambios en el contenido muscular de carnosina después del
periodo de suplementación o en el pH muscular durante ejercicios incrementales de
extensión de rodilla entre BA y PL, aunque el pH fue mayor post-suplementación en el
grupo BA. Los cambios pre-post en la potencia crítica no fueron diferentes entre grupos.
No se observó relación entre el contenido de carnosina muscular y los índices de
rendimiento en ejercicio. Los autores concluyeron que la suplementación con beta-
alanina no tiene efectos sobre el contenido de carnosina muscular, no influyendo en el
pH intramuscular en ejercicios de alta intensidad.
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La apnea del sueño (OSA) es un síndrome prevalente en nuestra sociedad y los efectos
que el ejercicio puede tener en su desarrollo son en parte desconocidos. Recientemente
se han publicado los resultados de una revisión sistemática y metaanálisis (Mendelson y
col, 2018; Front Neurol 9:73; doi: 10.3389/fneur.2018.00073) donde los investigadores
valoraron la actividad física realizada por pacientes con apnea del sueño, explorando los
efectos del entrenamiento sobre la severidad de OSA, IMC, sensación de sueño y fitness
cardiorrespiratorio (VO2pico). Ocho estudios fueron incluidos en el análisis. Los
resultados mostraron un número medio de 5388 pasos por día, cuando la media
recomendada en relación a la salud de sitúa en 10000 pasos/día. Los resultados de 6
estudios mostraron que el entrenamiento disminuyó el índice apnea/hipopnea y la
sensación de sueño, al tiempo que aumentó el VO2pico, y no modificó el IMC.
Los resultados de este metaanálisis muestran que los pacientes con apnea
del sueño realizan menos actividad física que la recomendada, al tiempo que
se demostró que el entrenamiento físico mejoró la severidad disminuyendo
potencialmente las comorbilidades. Los médicos especialistas en apnea del
sueño deberían recomendar el ejercicio físico regular como parte del tratamiento de
estos pacientes.
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Los push-up (flexión de brazos contra el suelo) es uno de los mejores ejercicios de fuerza
que se pueden hacer en sus distintas variantes. Recientemente se han publicado los
resultados de un estudio (Kikuchi N y Nakazato K, 2018; J Exerc Sci Fit 15: 37-42; doi:
10.1016/j.jesf.2017.06.003) cuyo objetivo fue investigar los efectos del entrenamiento con
push-up con una carga similar del 40% 1RM en press de banca, sobre la ganancia de
fuerza e hipertrofia. Dieciocho sujetos físicamente activos de edad media de 20 años
fueron asignados aleatoriamente a uno de los dos grupos experimentales: press de banca
al 40% 1RM ó push-up con la misma carga que el press de banca (40% 1RM). Entrenaron
2 sesiones por semana durante 8 semanas. Los resultados mostraron un aumento
significativo de fuerza máxima (1RM) y espesor muscular del pectoral mayor y tríceps en
ambos grupos sin diferencias significativas entre ellos. La hipertrofia del bíceps solo
ocurrió de manera significativa en el grupo de press de banca. En ningún grupo se
modificó la potencia muscular, ni la resistencia aeróbica. Los autores concluyeron que la
realización de push-up con carga similar al press de banca (40% 1RM) se asocia a ganancia
similar de fuerza e hipertrofia en un periodo de 8 semanas.
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La ingesta de proteínas (PRO) combinada con carbohidratos (CHO) puede constituir una
ayuda ergogénica sobre el rendimiento en resistencia aeróbica, aunque algunos
investigadores han cuestionado su verdadera eficacia. Recientemente se han publicado
los resultados de un estudio (Finger y col, 2018; Appl Physiol Nutr Metab 15-mar; doi:
10.1139/apnm-2017-0835) cuyo objetivo fue comparar tres diferentes estrategias de
suplementación nutricional sobre el rendimiento y recuperación muscular en un
protocolo de duatlón. Participaron 13 atletas que simularon en tres ocasiones la
realización de duatlones de distancia olímpica en tres condiciones experimentales
diferentes asignadas en orden aleatorio: bebida con CHO (CHO, 75 g); bebida isocalórica
de CHO + proteínas (CHO+PRO; 60,5 g CHO + 14,5 g PRO); y placebo (PLA). Las bebidas se
ingirieron durante el ciclismo. Se obtuvieron muestras de sangre antes, inmediatamente
después y a las 24 h de finalizar el ejercicio para determinar creatinquinasa (CK). Se valoró
el momento isométrico máximo (PT) antes y 24 h después de finalizar el ejercicio en cada
condición experimental. El test de rendimiento fue la valoración del tiempo en los últimos
5 k corriendo (t5km). Los resultados no mostraron diferencias en t5km entre las tres
condiciones experimentales. Tampoco mostraron diferencias significativas entre las tres
condiciones los valores de CK ó PT. Los autores concluyeron que para actividad deportiva
de hasta 2 h de duración, consumir hidratos de carbono con o sin proteínas añadidas no
aporta beneficios adicionales en deportistas con un adecuado aporte de nutrientes antes
del ejercicio (1,5 g/kg CHO).
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Desde hace unos pocos años el ejercicio intermitente o interválico de alta intensidad se
utiliza de manera alternativa al ejercicio tradicional continuo en su aplicación en el
entorno del fitness y en el entorno del ejercicio terapéutico. Recientemente se han
publicado los resultados de un estudio (Ravnholt y col, 2018; Eur J Appl Physiol 29-mar;
doi: 10.1007/s00421-018-3851-x) cuyo objetivo fue examinar los efectos de un ejercicio
de carrera intermitente de alta intensidad con 5 s de esprint sobre la composición
corporal, nivel de fitness y rendimiento en sujetos no entrenados de entre 36 y 53 años.
Durante 7 semanas los sujetos entrenaron 3 sesiones a la semana con un entrenamiento
“5-10-15” que consistió en 3-9 bloques de 4 repeticiones de 15, 10 y 5 s a intensidad baja,
media y esprint, respectivamente. Los resultados mostraron al final del periodo de
entrenamiento un descenso de la grasa corporal del 4,3% y una mejoría de la masa libre
de grasa y densidad mineral ósea del 1,1 y 0,9%, respectivamente (p<0,01). Además, el
rendimiento en 1500 m, 3 k, test de resistencia Yo-Yo y test de esfuerzo incremental
mejoraron un 8,1, 9,9, 17,2 y 23,9%, respectivamente. Los niveles de lactato al 85% de la
velocidad aeróbica máxima descendieron después del periodo de entrenamiento. Los
autores concluyeron que 7 semanas de entrenamiento con el protocolo “5-10-15” se
asoció con mejoras en los marcadores de salud, además de mejorar el rendimiento en
sujetos no entrenados.
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Las fórmulas más utilizadas en los últimos años para predecir los valores de FCmax en
base a la edad, han sido la clásica de Fox: 220-edad, y la más actual de Tanaka: 208-(0,7 x
edad). Esas ecuaciones no han sido validadas en corredores de maratón, a pesar de la
importancia de conocer la FCmáx para planificación de cargas de entrenamiento.
Recientemente se han publicado los resultados de un estudio (Nikolaidis y col, 2018; Front
Physiol 15-mar; doi: 10.3389/fphys.2018.00226) cuyo objetivo fue examinar la validez de
las ecuaciones de Fox y Tanaka en un amplio grupo de corredores y corredoras de
maratón. La edad media del grupo de voluntarios fue de 43,2±8,5 años). Todos los sujetos
realizaron una prueba máxima de esfuerzo en cinta donde se valoró la FCmax real. Los
resultados mostraron que en mujeres la FCmax real medida fue menor que la obtenida
mediante la ecuación de Fox (-4,8 lpm) y Tanaka (-4,9 lpm). En hombres, la FCmax real fue
más alta que la obtenida mediante ecuación de Fox (+2,8 lpm). Los resultados mostraron
que las fórmulas de Fox y Tanaka sobreestimaron la FCmáx en ~ 5 lpm en las mujeres,
mientras que la de Fox subestimó la FCmáx en los hombres en ~ 3 lpm. Por lo tanto,
recomendamos el uso de la fórmula de Tanaka en hombres corredores de maratón.
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Los protocolos de ejercicio propuestos para aplicar en personas de edad avanzada son
muy variados. Recientemente se han publicado los resultados de un metaanálisis (Lai y
col, 2018; Age Ageing 17-feb: doi: 10.1093/ageing/afy009) cuyo objetivo fue determinar
los efectos de entrenamientos de fuerza, resistencia aeróbica y plataforma vibratoria
sobre la masa libre de grasa, fuerza muscular y capacidad física de personas de edad
avanzada. En el análisis fueron incluidos 30 estudios que implicaron a 1405 pacientes
entre 60 y 92 años. Los resultados no mostraron efectos sobre la masa libre de grasa de
ninguna modalidad de entrenamiento. El entrenamiento de fuerza (mínimo de 6
semanas) se asoció a mayor ganancia de fuerza que un cuidado general, y el
entrenamiento de fuerza y con plataforma vibratoria consiguieron una mayor ganancia
de capacidad física respecto a los cuidados generales de salud. Los autores concluyen
afirmando que el entrenamiento de fuerza es la intervención más eficaz para mejorar la
fuerza y la capacidad física de personas de edad avanzada. El metaanálisis también
mostró la eficacia de la plataforma vibratoria en la mejora de la capacidad física.
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El entrenamiento interválico de alta intensidad (HIIT) mejora los indicadores del fitness
cardiorrespiratorio (CRF), mejorando además los marcadores de salud, reduciendo el
riesgo general de morbi-mortalidad. Recientemente se han publicado los resultados de
una revisión sistemática y metaanálisis (Blackwell y col, 2018; Med Sci Sports Exerc 21-
abr; doi: 10.1249/MSS.0000000000001634) para comprobar los efectos del HIIT a corto
plazo (<8 semanas) sobre la CRF en pacientes, en comparación a la aplicación de
entrenamiento moderado continuo (MCT) o no entrenamiento (CON). 39 estudios fueron
incluidos en el análisis. Los resultados mostraron que el HIIT se asoció a un mayor
aumento del VO2pico vs CON. También mostró en conjunto un mayor incremento del
VO2pico frente al MCT. El beneficio del HIIT fue más marcado en pacientes con
enfermedad cardiovascular en comparación al MCT. Los resultados confirman que el HIIT,
a corto plazo, muestra una mayor eficacia en la mejora de la capacidad aeróbica de los
pacientes, especialmente en los que sufren patología cardiovascular.
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Para todos aquellos deportistas que entrenan fuerza y buscan bien mejora
de su masa muscular, bien aumentos de la fuerza, la suplementación con
proteínas, además de una dieta adecuada, tiene una recomendación firme.
Podremos luego discutir los gramos, la procedencia de la proteína
suplementada o el tiempo de ingesta, pero hoy la suplementación con proteína es
“obligada” si el objetivo del entrenamiento es el rendimiento.
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Aunque las medias de compresión son utilizadas por miles de deportistas para mejorar
directa o indirectamente el rendimiento, las evidencias científicas sobre su verdadera
utilidad son débiles. Recientemente se han publicado los resultados de un metaanálisis
(da Silva y col, 2017; Sports Med 2-mayo; doi: 10.1007/s40279-018-0927-z) cuyo objetivo
fue analizar la asociación entre llevar medias de compresión (LLCGs) y la mejora del
rendimiento durante ejercicios de alta intensidad. Se analizaron las siguientes variables:
altura salto vertical (VJ), VO2max, VO2 submáximo, concentración de lactato y RPE. Los
resultados globales fueron que las medias de compresión se asociaron a un rendimiento
en carrera similar al de los grupos control. Ninguna de las variables estudiadas mostró
datos superiores en los grupos que llevaron medias de compresión. Los autores
concluyeron que la utilización de medias de compresión no se asocia a un mejor
rendimiento en carrera de alta intensidad.
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Aunque los diseños de los estudios lógicamente varían, bajo mi punto de vista
podemos afirmar que hay una tendencia clara a considerar a la
suplementación con nitratos como una ayuda ergogénica eficaz en la
mayoría de las disciplinas deportivas, especialmente en las ligadas a la alta o
muy alta intensidad. La dosificación óptima de estos nitratos, habitualmente ingeridos
como zumo de remolacha, está por verificarse, pero si estamos ante un deportista de
“perfil glucolítico” en sus expectativas de rendimiento, deberíamos suplementarle con
nitratos.
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Los protocolos de entrenamiento interválico de alta intensidad (HIIT) que utilizan el peso
corporal como resistencia (HIIT funcional) pueden constituir una alternativa interesante y
barata al HIIT tradicional basado en la utilización de ergómetros (HIIT-T) y al
entrenamiento continuo de intensidad moderada (MICT). Recientemente se han
publicado los resultados de un estudio (Schaun y col, 2018; J Strength Cond Res 7-mayo;
doi: 10.1519/JSC.0000000000002594) cuyo objetivo fue comparar los efectos de 16
semanas de entrenamiento con HIIT funcional, HIIT-T y MICT sobre el VO2max, umbral
ventilatorio 2 (VT2) y economía de carrera (RE). 55 sujetos sanos fueron asignados
aleatoriamente a uno de los siguientes grupos: HIIT funcional, HIIT-T y MICT. El
entrenamiento se realizó en 3 sesiones/semana durante 16 semanas. El grupo HIIT-T
realizó 8 x 20 s al 130% de la VAM (Velocidad Aeróbica Máxima), con 10 s de recuperación
pasiva, sobre un tapiz rodante. El grupo HIIT funcional utilizó el mismo protocolo, pero
utilizando distintos ejercicios funcionales (burpees, mountain climbers, squat and thrusts
with 3-kg dumbbells, and jumping jacks) en lugar del tapiz rodante. El grupo MICT realizó
30 min al 90-95% de la frecuencia cardiaca asociada al VT2. Los resultados mostraron una
mejora de todos los grupos en los valores de VO2max, VAM, tiempo hasta el agotamiento
en VT2, velocidad asociada a VT2 y tiempo en alcanzar el VT2. Los valores del tiempo hasta
el agotamiento, velocidad en VT2 y tiempo en alcanzar VT2 fueron mayores después de
aplicar HIIT-T vs HIIT funcional. Los autores sugieren que el HIIT funcional puede ser tan
eficaz como el HIIT tradicional en la mejora de indicadores funcionales de salud, aunque
el HIIT tradicional se vincule más a la mejora fisiológica asociada al rendimiento.
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El ejercicio se ha mostrado muy eficaz en sus efectos sobre personas con resistencia a la
insulina, siendo estos efectos uno de los más sobresalientes en el contexto del
denominado ejercicio terapéutico. Recientemente se han publicado los resultados de un
estudio (Alvarez y col, 2018; Scand J Med Sci Sports 11-mayo; doi: 10.1111/sms.13213)
cuyo objetivo fue las respuestas interindividuales entre mujeres con resistencia a la
insulina respecto a diferentes modalidades de ejercicio: entrenamiento interválico de alta
intensidad (HIIT), entrenamiento de fuerza (RT) y entrenamiento concurrente (CT). Un
segundo objetivo fue valorar los cambios inducidos por el entrenamiento y la prevalencia
de no respondedoras. Participaron 45 mujeres adultas con resistencia a la insulina que
fueron asignadas aleatoriamente a uno de los siguientes cuatro grupos: HIIT, RT, CT o
control (CG). La intervención se llevó a cabo durante 12 semanas, realizando distintas
valoraciones de composición corporal, variables metabólicas y cardiovasculares, y
rendimiento, al inicio y al final del periodo de intervención. Los resultados mostraron que,
en conjunto, el menor número de no respondedoras se obtuvo en el grupo RT, seguido
de CT y HIIT. Los distintos modelos de entrenamiento se asociaron a cambios en distintas
variables relacionadas con la salud y el rendimiento (ej. glucemia e insulina en ayunas,
HOMA-IR, composición corporal), pero los resultados sugieren que el entrenamiento de
fuerza se asoció a una menor prevalencia de no respondedoras al ejercicio, lo que
refuerza la indicación de esta modalidad de entrenamiento en relación con la salud.
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En el área del fitness existe un gran interés por conocer el gasto calórico asociado a ciertas
actividades, y por otro lado un desconocimiento de los diferentes efectos fisiológicos
entre distintas modalidades de ejercicio con igual gasto calórico. Recientemente se han
publicado los resultados de un estudio (Harris y col, 2018; J Sci Med Sport 2-mar; doi:
10.1016/j.jsams.2018.02.010) cuyo objetivo fue cuantificar y comparar las respuestas
fisiológicas entre una clase de BODYPUMP® (BP) y un ejercicio en bicicleta (CARDIO),
igualando el gasto calórico (isocalórico) y el tiempo de ejecución (45 minutos).
Participaron 12 mujeres (30,1±5,8 años) que completaron antes de iniciar el estudio
diferentes test de valoración cardiorrespiratoria y de fuerza. Las sesiones de BP y CARDIO
se realizaron en días diferentes en orden aleatorio, monitorizando la frecuencia cardiaca
(HR) de manera continua, así como la percepción del esfuerzo (RPE). Se obtuvieron
muestras de sangre para análisis de lactato antes y después de la actividad, así como 45
min después de finalizar la misma, para determinar concentraciones de hormona de
crecimiento (HGH), interleukina 6 (IL-6) y cortisol. También se determinó lactato en sangre
(BL). Los resultados mostraron que HGH, IL-6 y BL aumentaron significativamente
después de las sesiones de ejercicio, siendo la elevación de HGH y BL mayor después de
BP que en CARDIO. La IL-6 permaneció elevada 45 min de finalizar en ambas modalidades
de ejercicio, sin diferencia entre ellos. La frecuencia cardiaca media en ambos ejercicios
fue del 68% FCmax, y el VO2 estimado en BP fue del 46,7% VO2pico. La carga media
utilizada en la sesión de BP fue entre un 21±7% 1RM al 32±9% 1RM en los diferentes
ejercicios. Los autores concluyeron que el BODYPUMP® constituye un estímulo fisiológico
más potente que una sesión en estado estable, isocalórica y de igual duración en bicicleta.
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El HIIT ha mostrado sus beneficios en casi todas las áreas en las que se ha
utilizado; sin embargo, hay dos puntos de interés que deben ser aclarados
en futuras investigaciones: 1) si realmente las adaptaciones diferenciales
descritas respecto al entrenamiento continuo de intensidad moderada se
mantienen durante largos periodos de intervención (1 año); y 2) si las personas que inician
esta modalidad de entrenamiento se adhieren al mismo manteniendo esta estructura de
ejercicio durante largos periodos de tiempo.
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Algunos estudios han sugerido que la suplementación con hierro en atletas no anémicos
(IDNA) podría mejorar el rendimiento en resistencia aeróbica. Recientemente se han
publicado los resultados de una revisión sistemática (Rubeor y col, 2018; Sports Health 1:
1941738118777; doi: 10.1177/1941738118777488) cuyo objetivo fue investigar los
beneficios del hierro sobre el rendimiento, identificar el nivel de corte en IDNA, y
determinar que protocolo de aporte de hierro puede ser más eficaz en atletas. Se
analizaron finalmente 12 estudios con un total de 283 participantes. Los resultados
mostraron que la suplementación con hierro mejoró el rendimiento en 6 estudios (146
participantes) y no mejoró el rendimiento en 6 estudios (137 participantes). En los 6
estudios que mostraron mejoras de rendimiento, el nivel de corte de la ferritina fue de ≤
20 µg/L. Todos los estudios que encontraron mejoras de rendimiento utilizaron
suplementación oral de hierro. Los autores concluyeron que la evidencia es equívoca con
relación a si la suplementación con hierro mejora el rendimiento en atletas no anémicos.
La suplementación con hierro en atletas con niveles de ferritina ≤20 µg/L puede ser más
beneficioso que el aporte a atletas con mayores niveles de ferritina.
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El umbral de potencia funcional se define como la mayor potencia que un ciclista puede
mantener en un estado de casi estado estable durante aproximadamente 60 min (FTP60).
Con el fin de mejorar su aplicación práctica en las valoraciones regulares de los ciclistas,
FTP60 podría determinarse teóricamente como el 95% de la potencia media desarrollada
en un test de 20 min (FTP20). Recientemente se han publicado los resultados de un estudio
(Borszcz y col, 2017; Int J Sports Med 25-may; doi: 10.1055/s-0044-101546) cuyos autores
valoraron la validez del FTP20 y FPT60 frente al umbral anaeróbico individual (IAT).
Participaron 23 ciclistas entrenados que realizaron un test de esfuerzo hasta el
agotamiento, 2 test contrarreloj de 20 y 60 min, y un último test a FTP 20 hasta el
agotamiento. Los resultados mostraron que la potencia, frecuencia cardiaca y VO 2
correspondientes a IAT, FTP20 y FPT60 no fueron diferentes, observando correlaciones
significativas entre ellos. El tiempo hasta el agotamiento en FTP20 fue de 50,9±15,7 min.
Los autores sugieren que la potencia media en un test de 20 min en ciclismo puede ser
utilizada para monitorizar la intensidad de entrenamiento y valoración del rendimiento.
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Recientemente se ha publicado un artículo (Letter to the Editor; Hackney AC, Lane AR,
2018; Hormones (Athens) 17: 137.139; doi: 10.1007/s42000-018-0010-z) que comenta los
resultados de una investigación muy interesante. En las últimas décadas distintos autores
han investigado como el ejercicio afecta al eje hipotalámico-hipofisario-gonadal en
hombres y su efecto sobre los niveles de testosterona en reposo. Las investigaciones han
centrado su objetivo especialmente en deportistas de resistencia aeróbica, que es la
modalidad deportiva más asociada a bajos niveles de testosterona basales. Una cuestión
interesante en torno a este tema es conocer el modelo de progresión en el descenso de
la testosterona asociado al tiempo de entrenamiento. Los investigadores examinaron a
196 corredores de resistencia aeróbica (mínimo 7 h/semana de entrenamiento, al menos
durante 1 año). Las respuestas hormonales fueron estratificadas y categorizadas por años
de entrenamiento: 1, 2, 5, 10 y >15 años. Los resultados mostraron que conforme mayor
tiempo llevaban entrenando los corredores menores eran los niveles de testosterona,
observando una meseta de reducción de 30% después de 5 años de entrenamiento, tasa
que fue menor que la reducción observada para sujetos con <5 años de entrenamiento.
No se observaron diferencias entre 5, 10 y 15 años de entrenamiento en los niveles de
testosterona. El hallazgo de los bajos niveles de testosterona en corredores de resistencia
aeróbica no es nuevo, pero el conocimiento del impacto de los años de entrenamiento si
es un aporte novedoso. Futuras investigaciones deberán aclarar las consecuencias de
estos bajos niveles de testosterona sobre la infertilidad, salud ósea y metabolismo
energético en estos deportistas.
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La realización de ejercicio físico conlleva unas enormes ventajas para la salud de los
individuos, especialmente en su vertiente preventiva, pero en muchas patologías el
ejercicio no tiene efectos positivos suficientes sobre la base de la enfermedad.
Recientemente se han publicado los resultados de un estudio (Ramirez-Jimenez y col,
2018; Scand J Med Sci Sports 17-may; doi: 10.1111/sms.13218) cuyo objetivo fue estudiar
los efectos del ejercicio y/o los fármacos antihipertensivos en su efecto de disminuir la
presión arterial en pacientes con síndrome metabólico. Participaron 23 pacientes
medicados crónicamente con fármacos antihipertensivos (bloqueantes receptores
angiotensina II) que fueron monitorizados durante 24 h en 4 días diferentes en orden
aleatorio: a) después de tomar su dosis habitual de fármaco (AHM trial); b) sustituyendo
el fármaco con un placebo (PLAC trial); c) fármaco placebo con una sesión de ejercicio
aeróbico intenso por la mañana (PLAC+EXER trial); y d) combinando fármaco + ejercicio
(AHM+EXER trial). Los resultados mostraron que antes del ejercicio los pacientes que
habían tomado la medicación mostraban valores de presión arterial sistólica y media
menor que los pacientes que tomaron placebo. De manera aguda (30 min después de los
tratamientos) la combinación AHM+EXER disminuyó la presión arterial sistólica (PAS) a
valores más bajos que PLAC+EXER. En la monitorización de 24 h, no se observaron
diferencias entre condiciones, pero PLAC+EXER y AHM disminuyeron la PAS por debajo
del PLAC durante las 10 primeras horas, desvaneciéndose el efecto de PLAC+EXER más
allá de ese tiempo. Añadiendo ejercicio a los fármacos (AHM+EXER) se consiguieron
reducciones más prolongadas de la PAS que con el ejercicio únicamente (PLAC+EXER). En
conclusión, una sesión de ejercicio aeróbico intenso en la mañana no puede sustituir los
efectos a largo plazo de los fármacos antihipertensivos disminuyendo la presión arterial.
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Estudios transversales previos han sugerido que el entrenamiento puede aumentar los
niveles musculares de carnosina (MCarn), si bien algunas investigaciones longitudinales
no han podido confirmar estos hallazgos. Recientemente se han publicado los resultados
de un estudio (Salles Painelli y col, 2018; Med Sci Sports Exerc 21-jun; doi:
10.1249/MSS.0000000000001697) cuyo objetivo fue investigar los efectos del
entrenamiento interválico de alta intensidad (HIIT) sobre la MCarn. Participaron 20 sujetos
vegetarianos que fueron asignados aleatoriamente a un grupo control (CON) o grupo que
realizó HIIT. El entrenamiento tuvo una duración de 12 semanas, con un aumento
progresivo del volumen (6-12 series) y de la intensidad (140-170% umbral láctico). Los
resultados mostraron una mejora significativa del umbral láctico, VO2max, rendimiento y
capacidad buffer muscular en el grupo HIIT, pero no en el grupo control. MCarn aumentó
de manera significativa en el grupo HIIT (fibras I y fibras IIa), pero no en el grupo control.
Los autores concluyeron que en ausencia de aporte exógeno de beta-alanina por la dieta,
el HIIT aumenta el contenido de carnosina muscular.
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Viagra y ejercicio
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Los corredores de ultramaratón tienen muchos beneficios para su salud, pero también
se han descrito tendencias a modificaciones de niveles hormonales que merece la pena
ser estudiados. Recientemente se han publicado los resultados de un estudio (Choi y col,
2018; J Sports Med Phys Fitness 27-jun; doi: 10.23736/S0022-4707.18.08533-X) cuyo
objetivo fue examinar los efectos de una ultramaratón sobre los niveles hormonales y
riesgos asociados. Participaron 10 corredores que completaron los 622 km de una
ultramaratón. Se obtuvieron muestras sanguíneas antes de la carrera, a los 300 km, al
finalizar la misma y al tercer (RD3) y sexto día (RD6) de finalizar, para analizar diferentes
perfiles hormonales. Los resultados mostraron un aumento de la hormona del
crecimiento (HGH) y beta-endorfina a los 300 km de carrera comparado con los niveles
basales, con recuperación a los 3 y 6 días post-carrera, respectivamente. LH, cortisol y
serotonina, mostraron sus mayores aumentos al finalizar la carrera, con recuperación de
los niveles a los 3 días para cortisol y serotonina, y a los 6 días para LH. La FSH disminuyó
sus valores a los 300 km y final de carrera, con recuperación al tercer día de finalizar. La
testosterona también descendió desde los 300 km por debajo de los niveles fisiológicos,
recuperando los valores normales a los 3 días de finalizar. Los autores sugieren que los
niveles hormonales durante una carrera de 622 km descienden, pero se mantienen en
rango fisiológico, excepto la testosterona que disminuyó por debajo de niveles clínicos.
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La realización de apneas como parte del entrenamiento de natación es una rutina más
para los nadadores de competición. Recientemente se han publicado los resultados de
un estudio (Robertson y col, 2018; J Strength Cond Res 22-jun; doi:
10.1519/JSC.0000000000002711) cuyo objetivo fue establecer si una serie de 3 apneas
antes de una prueba de 400 m libres podría afectar al rendimiento, en comparación a un
calentamiento habitual o una combinación de ambos. Participaron 6 nadadores y 3
nadadoras de nivel regional/nacional que completaron un test de 400 m libres en 4
ocasiones con diferentes condiciones en orden aleatorio: sin calentamiento o apneas
(CON), solo calentamiento (WU), solo apneas (AP) y calentamiento más apneas (WUAP).
Los resultados mostraron que el rendimiento mejoró después de WUAP en comparación
a CON y AP. No hubo diferencias entre WU y el resto de las condiciones. El volumen del
bazo redujo después de las apneas hasta un máximo de un 45% en WUAP y
aproximadamente un 25% en WU, en comparación a los niveles basales. Este estudio
demostró que la combinación de apneas más calentamiento podría mejorar el
rendimiento en 400 m libres en natación en comparación a condiciones control o la
realización solo de apnea.
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Son muchos los test de campo y de laboratorio que se han propuesto en los
últimos 20 años con el fin de estimar la potencia o la velocidad asociada al
umbral láctico. Obviamente la gran mayoría de esos test han conseguido
altas correlaciones e incluso se han propuesto como alternativas válidas para
estimar la potencia o velocidad asociada al umbral láctico y al máximo estado estable del
lactato. Pero no debemos olvidar que el umbral láctico es el referente fisiológico, mientras
que los test funcionales son solo la consecuencia del valor del propio umbral láctico. Así,
el umbral ofrece resultados objetivos aplicado desde pacientes de muy baja capacidad
funcional a deportistas de elite, mientras que muchos test indirectos propuestos quedan
limitados por el nivel funcional de sujeto al que se aplica.
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Con frecuencia, quizás con demasiada frecuencia, nos dejamos llevar por la
inercia de aplicar modelos de programas de entrenamiento, que han
demostrado alta eficacia en deportistas, en grupos de población en los que
es cuestionable su indicación. Bajo mi punto de vista, fuera del ámbito del
deporte-rendimiento, los programas de ejercicio deben perseguir por encima de
cualquier otro beneficio la adherencia a los mismos. Y ello por encima incluso de la mayor
o menor eficacia del programa. A veces nos enredamos en configurar programas
excelentemente diseñados pero que carecen del atractivo suficiente para las personas en
las que se aplica, más allá del tiempo que dura el trabajo o proyecto de investigación en
el que se enmarca. Lo realmente importante es la adherencia, luego ya, le pondremos los
apellidos correspondientes.
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La mayoría de los estudios sitúan en 2-3 sesiones de entrenamiento de fuerza como las
idóneas para sujetos entrenados en relación con la ganancia de fuerza y masa muscular.
Esas recomendaciones pueden ser diferentes cuando se trata de personas no
entrenadas, pacientes o en poblaciones especiales. Recientemente se han publicado los
resultados de un estudio (Ochi y col, 2018; Front Physiol 2-jul;9:744; doi:
10.3389/fphys.2018.00744) cuyo objetivo fue investigar los efectos de programas de
entrenamiento de fuerza de igual volumen, pero con diferente frecuencia de aplicación y
el subsecuente desentrenamiento, sobre el tamaño muscular y la fuerza. Sujetos no
entrenados realizaron el ejercicio de extensión de rodilla al 67% 1RM, una vez por semana
(T1; 6 series de 12 repeticiones por sesión), o tres veces por semana (T3, 2 series de 12
repeticiones por sesión) durante 11 semanas. Los resultados mostraron una percepción
de esfuerzo asociada al entrenamiento mayor en T1 que en T3. Después de las 11
semanas de entrenamiento, ambos grupos aumentaron el tamaño muscular y la fuerza
isométrica máxima en comparación con el inicio de entrenamiento. El grupo T3 mejoró
más la fuerza que el grupo T1 (+65,2% vs +43,5%). Después de 6 semanas de
desentrenamiento, en ambos grupos descendió significativamente el tamaño muscular,
pero no la fuerza. Los autores sugieren que 3 sesiones de entrenamiento de fuerza por
semana con 2 series de 12 repeticiones son recomendables para sujetos inicialmente no
entrenados con el fin de aumentar la masa y la fuerza musculares, minimizando además
la fatiga provocada por una sesión semanal con 6 series de repeticiones.
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Los efectos fisiológicos del frio sobre los procesos de recuperación post-ejercicio están
en continuo debate. La idea más compartida por los investigadores en este momento es
que la aplicación de frío después del ejercicio no supone una ayuda en la recuperación.
Recientemente se han publicado los resultados de un estudio (Siqueira y col, 2018; Sci
Rep 8(1): 10961; doi: 10.1038/s41598-018-28942-5) cuyo objetivo fue investigar los efectos
de múltiples inmersiones en agua fría (CWI) sobre la función muscular, marcadores de
daño muscular, inflamación sistémica y marcadores de degradación de la matriz
extracelular (ECM) después de un ejercicio que indujo daño muscular (EIMD). Participaron
30 hombres físicamente activos que fueron distribuidos aleatoriamente en un grupo
control (CON) o un grupo que realizó inmersiones en agua fría (CWI). El grupo CWI realizó
una inmersión (10 C durante 20 min) justo al finalizar el ejercicio, y cada 24 h durante 72
h post-ejercicio, mientras que el grupo CON permaneció sentado fuera del agua durante
los mismos periodos. Los resultados mostraron efectos diferenciales entre grupos, ni en
el tiempo de valoración, en la fuerza muscular, recuperación en la altura del salto vertical
y actividad de la metaloproteinasa-2 de la matriz (MMP-2). A las 24 h, el espesor muscular
del grupo CWI regresó al tamaño normal y fue menor que el del grupo control. El dolor
muscular (DOMS) desapareció a las 168 h post-ejercicio en el grupo CWI, pero no en el
grupo CON. A las 168 h, la CK mostró valores más altos en el grupo control. Los autores
concluyen que múltiples inmersiones en agua fría después del ejercicio atenúa el daño
muscular, pero no afecta a la inflamación sistémica y recuperación de la función
muscular.
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La aplicación del ejercicio en personas con sobrepeso y/o obesidad está plenamente
indicada, aunque su efectividad real sobre la pérdida de grasa puede ser discutida.
Recientemente se han publicado los resultados de un metaanálisis (Jung y col, 2018; J
Sports Med Phys Fitness 23-jul; doi: 10.23736/S0022-4707.18.08935-1) cuyo objetivo fue
valorar los efectos de la intervención del ejercicio sobre la grasa visceral de niños y
adolescentes obesos. Fueron seleccionados 34 estudios que incluyeron a niños y
adolescentes de entre 6 y 19 años. Los resultados mostraron que la aplicación de
programas de ejercicio que combinaron resistencia aeróbica y fuerza durante 12 meses
fueron la mejor opción para conseguir una disminución de la grasa visceral en niños y
adolescentes obesos.
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La aplicación de frío local después del ejercicio está seriamente cuestionada, con una
tendencia marcada hacia la ausencia de ventajas en la recuperación. Recientemente se
han publicado los resultados de otro estudio (Krueger y col, 2018; Cytokine 18-jul; doi:
10.1016/j.cyto.2018.07.018) cuyo objetivo fue examinar los efectos agudos de una sesión
de crioterapia de cuerpo entero (WBC) después de un ejercicio intermitente de muy alta
intensidad, sobre biomarcadores de inflamación, daño muscular y estrés. Participaron
sujetos entrenados en resistencia aeróbica que fueron evaluados en dos ocasiones,
realizando 5 intervalos de 5 min corriendo (HIR) a muy alta intensidad seguido de 3 min
de WBC a -110 C o 3 min de recuperación pasiva control (CON). Antes de HIR y después
de 60 min de recuperación completaron un test en rampa hasta el agotamiento. En varias
ocasiones durante 24 h post-ejercicio se obtuvieron muestras de sangre venosa para
analizar niveles de interleukinas 6 (IL-6), 10 (IL-10), proteína C-reactiva (PCR), mioglobina,
cortisol y testosterona. Los resultados mostraron que HIR indujo aumentos significativos
en todos los biomarcadores en ambas condiciones de recuperación. En comparación a
las condiciones CON, WBC no atenuó los cambios inducidos por el ejercicio en ninguna
de las variables evaluadas. El aumento de cortisol post-ejercicio se correlacionó
negativamente con el rendimiento posterior en carrera en ambas condiciones. Los
resultados sugieren que los mecanismos fisiológicos postulados con relación a la mejora
de la recuperación con la crioterapia (ej. reducción de la inflamación y daño muscular)
puede que no se cumplan.
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Con los datos que tenemos hoy, utilizar medias de compresión durante el
ejercicio no tiene una justificación fisiológica suficiente como para
recomendar su utilización. No obstante, debido a la ausencia de efectos
secundarios y al posible efecto placebo, tampoco debemos quitar la idea de
su utilización en aquellos atletas que se sienten mejor. Además, está el efecto estético,
que, aunque no tiene nada que ver con la fisiología para muchos es razón suficiente para
comprarlas.
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Las razones por las que los nadadores de velocidad entrenan altos
volúmenes de trabajo a diferencia de los atletas de velocidad no están claras,
al menos desde un punto de vista fisiológico. La adaptación al medio,
justificaciones biomecánicas, propiocepción, etc., son algunas de esas
razones, siendo complicado en el momento actual poder rebatirlas debido a la mejora
continua de las marcas de los nadadores. Este debate es muy interesante pero
complicado de abordar a nivel práctico, especialmente en la natación de elite. ¿Qué
entrenador se va a arriesgar a jugarse la temporada implantando un nuevo sistema de
entrenamiento cuando el entrenamiento habitual funciona bien?
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A pesar de que la cafeína es seguramente una de las ayudas ergogénicas de efectos más
probados, en ocasiones su administración no refleja la mejora del rendimiento esperado.
Recientemente se han publicado los resultados de un estudio (Guest y col, 2018; Med Sci
Sports Exerc 50(8): 1570-1578; doi: 10.1249/MSS.0000000000001596) cuyo objetivo fue
determinar si la variación en el gen CYP1A2 (implicado en el metabolismo de la cafeína)
puede modificar los efectos ergogénicos de la cafeína en una prueba de 10 Km corriendo.
Participaron 101 ciclistas entrenados que completaron el test bajo tres condiciones: 0, 2
ó 4 mg de cafeína/kg, utilizando un diseño aleatorizado, doble ciego con placebo. Se aisló
el DNA de la saliva determinando los polimorfismos del gen CYP1A2. Los resultados
mostraron que en conjunto 4 mg/kg de cafeína mejoraron el tiempo en el test de 10 k en
un 3% frente al placebo (p=0,01). Sin embargo, se observó una significativa interacción
gen-cafeína. Entre los que tenían genotipo AA, el tiempo en el test mejoró un 4,8% con 2
mg/kg y un 6,8% con 4 mg/kg. En los que poseían un genotipo CC, 4 mg/kg empeoró el
tiempo en el test un 13,7% respecto al placebo. No se observaron efectos en los que
tenían genotipo AC. Estos hallazgos muestran que los efectos ergogénicos de la cafeína
dependen también de factores genéticos, de tal manera que en los sujetos con genotipo
AA los efectos fueron marcadamente positivos, mientras que el genotipo CC se asoció a
un descenso del rendimiento. En atletas de elite la determinación del genotipo CYP1A2
debería considerarse antes de utilizar la cafeína como ayuda ergogénica en resistencia
aeróbica.
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En los humanos, la sed tiende a aliviarse antes de que se logre la rehidratación completa.
Cuando las tasas de sudoración son altas y el consumo de líquido ad libitum no es
suficiente para reemplazar las pérdidas por sudor, se produce una pérdida acumulada en
el agua corporal. La deshidratación de ≥2% de masa corporal está asociada con la función
termorreguladora alterada, presión cardiovascular elevada y, en muchas condiciones el
rendimiento aeróbico disminuye. Recientemente se ha publicado una revisión
bibliográfica sobre el tema (Kenefick RW, 2018; Sports Med 48 (suppl 1: 31-37; doi:
10.1007/s40279-017-0844-6) en la que se discute las diferentes estrategias disponibles
para asegurar una adecuada hidratación y sus efectos sobre el rendimiento. Las
circunstancias en las que el consumo planificado es óptimo incluyen actividades de mayor
duración de> 90 minutos, especialmente en ambiente caluroso, ejercicio de alta
intensidad con elevadas tasas de sudoración, ejercicio donde el rendimiento es prioritario
y cuando se desea una ingesta de carbohidratos de 1 g / min. Las personas con altas tasas
de sudoración y/o preocupadas por el rendimiento físico deben determinar las tasas de
sudoración en condiciones (intensidad de ejercicio, ritmo) y entornos similares a los
previstos cuando se compite y adaptar la ingesta de líquidos para evitar pérdidas de masa
corporal >2%. Las circunstancias en las que beber en función de la sed pueden ser
suficientes incluyen ejercicios de corta duración de <1 hora a 90 minutos, ejercicio en
condiciones ambientales más frescas y ejercicio de baja intensidad. En cualquier caso, se
recomienda no beber tanto que se gane peso.
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Distintas investigaciones han sugerido que el entrenamiento sin llegar al fallo puede
lograr similares mejoras de la fuerza sin necesidad de tanto esfuerzo. Un metaanálisis
publicado hace un par de años (Davies y col, 2016; Sports Med 46: 487-502) cuyo objetivo
fue examinar los efectos del entrenamiento de fuerza al fallo vs sin alcanzar el fallo, sobre
el desarrollo de fuerza muscular, sugirió como parte práctica del estudio que no es
necesario trabajar al fallo para obtener adaptaciones similares, lo que significa además
un menor riesgo de lesiones. En este sentido y según Gonzalez-Badillo y col, 2016 (Int J
Sports Med 37: 295-304) la realización de entrenamientos sin alcanzar el fallo se asocia a:
1) velocidades de repetición más rápidas; 2) menor deterioro de rendimiento
neuromuscular y recuperación más rápida; 3) reducción de respuesta hormonal y daño
muscular; y 4) menor afectación del equilibrio simpático-parasimpático después del
ejercicio. Recientemente se han publicado los resultados de un estudio (Pareja-Blanco y
col, 2018; J Strength Cond Res 20-jul; doi: 10.1519/JSC.0000000000002756) cuyo objetivo
fue analizar la respuesta de 10 protocolos de entrenamiento de fuerza diferenciados por
el número de repeticiones realizadas en cada serie (R), con respecto al número máximo
predicho (P). Los voluntarios realizaron 10 protocolos (R(P): 6(12), 12(12), 5(10), 10(10),
4(8), 8(8), 3(6), 6(6), 2(4) y 4(4). Se realizaron 3 series con 5 min de recuperación entre
series, tanto en press de banca como en squat. Antes de las sesiones de ejercicio y 48 h
postejercicio, se realizaron distintos test de función mecánica muscular (altura de salto
contramovimiento y carga asociada velocidad de 1 m/s), perfil bioquímico y hormonal
(testosterona, cortisol, hormona del crecimiento, prolactina, IGF-1 y creatina-quinasa). Los
resultados mostraron que los protocolos al fallo, especialmente aquellos con alto número
de repeticiones, se asociaron a mayores reducciones en la función mecánica muscular,
que permaneció reducida hasta 48 h después del ejercicio. Los protocolos “al fallo”
también se asociaron con mayores incrementos de hormona del crecimiento, IGF-1,
prolactina y creatina-quinasa. Los autores concluyeron que el entrenamiento de fuerza
“al fallo” se asocia a una mayor acumulación de fatiga y una más lenta recuperación
neuromuscular, así como mayores respuestas hormonales y daño muscular,
especialmente cuando el número de repeticiones en las series fue elevado.
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El umbral láctico (UL) y el máximo estado estable del lactato (MLSS) constituyen dos de
las referencias más importantes para los entrenadores a la hora de planificar las cargas
de los entrenamientos de los deportistas de resistencia aeróbica. Realizar ejercicio a
intensidad de MLSS se asocia a un aumento estable de las respuestas metabólicas,
constituyendo la intensidad máxima en la que podemos obtener una estabilidad
metabólica durante el ejercicio, al menos temporalmente. Recientemente se han
publicado los resultados de un estudio (Iannetta y col, 2018; Scand J Med Sci Sports 17-
ago; doi: 10.1111/sms.13280) cuyo objetivo fue comprobar que incluso un ligero aumento
de intensidad por encima del MLSS (10 W) puede alterar el estado-estable metabólico,
reduciendo con ello la capacidad de rendimiento. Participaron sujetos entrenados que
realizaron un test de esfuerzo en rampa, de 2 a 4 test de 30 min de carga constante en
bicicleta para determinar la potencia (W) asociada al MLSS (MLSSp), un test con carga 10
W superior al MLSS (MLSSp+10) seguido inmediatamente con un test hasta el agotamiento
(80% VO2pico), y finalmente un test hasta el agotamiento sin ejercicio previo. Durante los
test, se analizaron VO2, concentración de lactato (La), extracción muscular de oxígeno
(HHb) y actividad muscular (EMG) de los músculos vasto lateral (VL) y recto femoral (RF).
Los resultados mostraron que al ejercitarse en MLSSp+10, aunque el VO2 se mantuvo
estable, se observó un aumento de la respuesta de la ventilación y de la actividad EMG,
junto con una respuesta no estable del lactato. La HHb del músculo VL alcanzó su ápex
en MLSSp, sin observar aumentos adicionales por encima de esa intensidad, mientras que
HHb de RF incrementó progresivamente durante MLSSp+10, alcanzando su ápex durante
el test hasta el agotamiento. El tiempo hasta el agotamiento (80% VO2) disminuyó después
del ejercicio en MLSSp (37,3±16,4%) comparado con la no realización de ejercicio previo,
siendo el descenso mayor después de MLSSp+10 (64,6±6,3%) (p<0,05). En resumen, un
ejercicio de 30 min a intensidad ligeramente superior a la correspondiente al MLSS
provoca una alteración significativa de las respuestas metabólicas con afectación
desproporcionada sobre el rendimiento de un ejercicio realizado a continuación.
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Con demasiada frecuencia nos fijamos más en los detalles que el fondo de
las cuestiones importantes, especialmente en el ámbito de aplicación de
ejercicio en el ámbito clínico, es decir, lo que se denomina ejercicio
terapéutico. Así, por un lado, están los cambios fisiológicos que podemos
valorar con diferentes pruebas (test de esfuerzo, etc.) y por otro los cambios o
modificaciones clínicas en el cuadro general del paciente. Con frecuencia estos cambios
se relacionan, pero no siempre las pequeñas modificaciones fisiológicas tienen
repercusión en el pronóstico o calidad de vida de los pacientes. No olvidemos que el
objetivo de los programas de ejercicio no es la mejora del VO2pico o del 1RM de extensión
de piernas, sino la salud de los pacientes. Digo esto para poner algo de contrapeso a la
euforia desmedida que muchas veces se instala en investigadores que trabajan con
pacientes, pero que no cuidan o tratan a esos pacientes, solo los evalúan después de
aplicar programas de ejercicio en un corto periodo de tiempo.
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La evidencia científica nos muestra que con periodos largos de recuperación (3 ó 5 min)
entre repeticiones de fuerza o potencia máximas, se reduce la fatiga aguda, pudiendo
mantener la potencia y la técnica de ejecución del ejercicio. Sin embargo, a pesar de que
la halterofilia es un claro ejemplo de ejercicio de fuerza máxima, oficialmente en
competición solo se permiten 2 min entre sucesivos intentos. Recientemente se han
publicado los resultados de un estudio (Ammar y col, 2018; J Strength Cond Res 21-ago;
doi: 10.1519/JSC.0000000000002785) cuyo objetivo fue comparar periodos de
recuperación de 2 y 3 min entre repeticiones de fuerza máxima (IMRRPs) sobre el
rendimiento, percepción subjetiva de esfuerzo (RPE), eficiencia técnica y producción de
potencia, durante 2 repeticiones máximas sucesivas de levantamiento de pesas en 2
tiempos (C&J). Participaron 9 halterófilos (1 RM C&J: 170±5 kg), que realizaron 2 sesiones
de ejercicio en días diferentes, una con tiempo de recuperación entre las repeticiones de
2 min y otro con 3 min. Los resultados mostraron que con 3 min de recuperación se
mantuvo una técnica limpia en la 2ª repetición, hubo menor percepción de fatiga, se
mantuvo mejor la potencia máxima y el rendimiento. En conclusión, un tiempo de
recuperación de 3 min es más ventajoso frente a 2 min, en ejercicios de fuerza máxima
como el dos tiempos en halterofilia, al preservar mejor la técnica de ejecución, la potencia
y la percepción de fatiga, es decir, el rendimiento.
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Hay dos puntos clave que siempre hemos de considerar cuando se analizan
los resultados de estudios puntuales, en fuerza, resistencia aeróbica u otra
cualidad fisiológica. El primero es la población en la que se aplica el
protocolo. Este factor es clave para no sacar conclusiones generales, sino solo
circunscritas al perfil de la población estudiada. El segundo, es la duración de estudio.
Como ya he comentado muchas veces, la mayoría de los estudios tienen una duración de
8 semanas, pero nadie nos puede asegurar que, prolongando el protocolo establecido a
40 semanas, los resultados serían los mismos. Dado que los entrenamientos reales no
duran 8 semanas, sino que se prolongan a lo largo de los meses, hay que tomar con
precaución muchos resultados de estudios bien diseñados.
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Los estiramientos estáticos están cuestionados en relación con las ganancias de fuerza
vinculadas al entrenamiento. Recientemente se han publicado los resultados de un
estudio (Ikeda N y Ryushi T, 2018; J Strength Cond Res 29-ago; doi:
10.1519/JSC.0000000000002819) cuyo objetivo fue evaluar los cambios en la flexibilidad
y rendimiento muscular después de un entrenamiento de estiramientos de 6 semanas.
Participaron 20 sujetos sanos que fueron asignados bien a un grupo de estiramientos,
bien a un grupo control. Los participantes del grupo de estiramiento realizaron
estiramientos estáticos de extensores de la rodilla durante las 6 semanas. Se valoraron
antes y después del periodo de intervención: el rango de flexión de la rodilla (KFROM), la
fuerza de extensión de la pierna, la tasa de desarrollo de fuerza en extensión de rodilla
(RFD), el rendimiento en salto vertical y la tasa de descenso de la fuerza después de 50
repeticiones de extensión isocinética de la rodilla (resistencia muscular). Los resultados
mostraron que el grupo de estiramiento aumentó el KFROM y la RFD. La fuerza de
extensión de la pierna y el rendimiento en el salto no mejoraron. Además, la resistencia
muscular disminuyó de manera significativa respecto al grupo control. Los autores
concluyeron sugiriendo que 6 semanas de entrenamiento de estiramiento estático sobre
los extensores de la rodilla mejoran el rango de movimiento y la respuesta de la fuerza
en extensión de la fuerza, pero no la fuerza y el rendimiento en el salto vertical,
disminuyendo además la resistencia muscular.
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El entrenamiento físico, como ejercicio terapéutico, cada vez se incluye en más programas
de tratamiento del cáncer. Sus efectos beneficiosos están bien contrastados y la
seguridad para estos pacientes en muy alta. Recientemente se han publicado los
resultados de un metaanálisis (Sweegers y col, 2018; Br J Sports Med 4-sep; doi:
10.1136/bjsports-2018-099191) cuyo objetivo fue optimizar las intervenciones del
ejercicio en pacientes con cáncer, identificando que pacientes son los que más se
benefician con estas intervenciones. Se analizaron 28 ensayos clínicos que valoraron los
efectos el ejercicio sobre la fuerza de miembros superiores (UBMS), miembros inferiores
(LBMS), función muscular miembros inferiores (LBMF) y capacidad aeróbica en adultos
con cáncer. Los resultados mostraron que el ejercicio mejoró la UBMS, LBMS y la
capacidad aeróbica, con mayores efectos cuando los programas fueron supervisados. Los
efectos del ejercicio sobre la UBMS fueron mayores durante el tratamiento, cuando las
sesiones supervisadas fueron más de 3/semana, cuando se incluyeron ejercicios de
fuerza, y cuando la sesión tuvo una duración de más de 60 min. Los efectos del ejercicio
sobre la LBMS fueron mayores en pacientes que vivían solos, en intervenciones
supervisadas que incluían ejercicios de fuerza y cuando las sesiones duraban más de 60
min. Los efectos del ejercicio sobre la capacidad aeróbica fueron mayores en pacientes
jóvenes y cuando las intervenciones supervisadas incluyeron entrenamiento aeróbico.
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El volumen y la intensidad del ejercicio son las variables más importantes que se manejan
en la estructura de un entrenamiento tanto en el ámbito del rendimiento deportivo como
en la aplicación a pacientes. El entrenamiento polarizado ha mostrado su efectividad en
la mejora del rendimiento en deportistas de resistencia aeróbica, pero los estudios en
pacientes sobre factores cardiometabólicos apenas se ha estudiado, Recientemente se
han publicado los resultados de un estudio (Zapata-Lamana y col, 2018; Front Physiol
9:1287; doi: 10.3389/fphys.2018.01287) cuyo objetivo fue comparar los efectos de 12
semanas de entrenamiento interválico de alta intensidad (HIIT), entrenamiento continuo
de moderada intensidad (MICT) y entrenamiento polarizado (70-80% 95%VT1, 20-30%
90% VO2pico, POL) sobre factores de riesgo cardiometabólico en mujeres jóvenes con
sobrepeso u obesas. Participaron 64 mujeres (IMC: 33,8±3,8 kg/m2) que fueron asignadas
aleatoriamente a uno de los siguientes 4 grupos: grupo control (CTRL), POL, MICT ó HIIT.
Antes y después de la intervención se valoraron la capacidad cardiorrespiratoria, perfiles
lipídicos y de glucemia, utilización de sustratos energéticos y composición corporal. Los
resultados mostraron una mejora del VO2pico y Wpico en todos los grupos de
entrenamiento. La potencia en el umbral ventilatorio 1 solo mejoró en el grupo POL
comparado al CTRL. Cambios relativos de la glucemia en ayunas solo se observó en el
grupo POL. El entrenamiento indujo aumentos significativos en la oxidación relativa de
ácidos grasos en todos los grupos, aunque solo en grupo POL alcanzó diferencias
significativas respecto al CTRL. Los autores sugieren que el entrenamiento polarizado
muestra en conjunto efectos superiores sobre la capacidad aeróbica, control de glucemia
basal y oxidación de sustratos en comparación a los entrenamientos continuos de
intensidad moderada o HIIT. Los resultados sugieren que el entrenamiento polarizado es
una estrategia eficaz para reducir los factores de riesgo cardiometabólico en mujeres con
sobrepeso u obesas.
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Los beneficios del entrenamiento excéntrico (ECC) sobre la masa grasa (FM) no están
apenas explorados. Recientemente se han publicado los resultados de un estudio (Julian
y col, 2018; Scand J Med Sci Sports 17-sep) cuyo objetivo fue valorar si el ejercicio
excéntrico pedaleando en bicicleta era más eficiente que el pedaleo concéntrico sobre el
%grasa corporal total, cuando los ejercicios se desarrollaron al mismo VO 2. Participaron
24 adolescentes (13,4±1,3 años) que fueron distribuidos en un grupo de entrenamiento
excéntrico (ECC) o concéntrico (CON). Realizaron 3 sesiones por semana (30 min por
sesión) durante 12 semanas: 2 de habituación al 50% VO2pico y 5 al 70% VO2pico. Los
resultados mostraron un descenso del %grasa corporal en ambos grupos con el
entrenamiento, pero en mayor grado (-10% vs -4,2%, p<0,05) en el ECC. La masa libre de
grasa aumentó en ambos grupos, con un mayor incremento en el grupo ECC (3,8% vs
1,5%, p<0,05). La reducción de grasa de las piernas fue significativamente mayor en el
grupo ECC. La fuerza isométrica del cuádriceps aumentó más en el grupo ECC. Ambos
grupos mejoraron por igual el VO2pico. La mejora en la resistencia a la insulina también
fue mejor en el grupo ECC. Los autores concluyeron que el entrenamiento de pedaleo
excéntrico en bicicleta se asoció a mayor reducción de grasa corporal, mejora de la fuerza
y resistencia a la insulina, frente al ejercicio convencional de pedaleo concéntrico.
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Este metaanálisis se suma a los muchos estudios que en los últimos 20 años
han mostrado la efectividad del entrenamiento de los músculos respiratorios
en la mejora del rendimiento en deportistas. Parece mentira que muchos
atletas y sobre todo los entrenadores no apliquen este complemento del
entrenamiento de resistencia aeróbica. No tiene justificación ni económica, ni científica,
ni de tiempo empleado.
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En los últimos años se ha debatido sobre la mayor o menor respuesta al estímulo del
ejercicio por parte de diferentes individuos, habiendo identificado a personas “poco
respondedoras” a las adaptaciones que habitualmente se asocian al entrenamiento. Es
un planteamiento similar al que en el ámbito médico presentan algunos pacientes frente
a algunas enfermedades, con tratamientos refractarios en ciertos pacientes cuando son
eficaces en la mayoría de los enfermos. Recientemente se publicó una editorial (Tanaka
H, 2018; Exerc Sports Sci Review doi: 0.1249/JES.0000000000000156) cuyo autor daba su
punto de vista sobre el tema. El consumo de oxígeno máximo (VO2max) es probablemente
la medida fisiológica más integradora de la capacidad aeróbica de un individuo y a
menudo nos referimos a ella como fitness cardiorrespiratorio. En este sentido, se ha
observado que algunos sujetos responden al entrenamiento con aumentos significativos
en el VO2max, mientras que en otros las ganancias son mínimas o inexistentes. En a este
último grupo el que se le denomina “no respondedores”. Recientemente, Joyner y Lundby,
2018 (Ex Sport Sci Rev 46:138-43) argumentaron que la entrenabilidad depende de la
dosis de ejercicio aplicado y que la predisposición genética no es tan importante como
antes se pensaba. Podríamos argumentar que un no respondedor puede comportarse
como respondedor si se modifica el tipo de entrenamiento aplicado. Es decir, que de
alguna manera cada sujeto responde a estímulos adecuados, cuando se aplican a la
intensidad y por el tiempo idóneo, y que no necesariamente son exactamente los mismos
para todos (ej. entrenamiento continuo vs HIIT), Por otra parte, hay que considerar que,
en el caso de la resistencia aeróbica, puede que el VO2max, no responda pero hay otras
muchas variables relacionadas con el rendimiento y la salud que si lo pueden hacer.
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El entrenamiento de fuerza (RT) está cada vez está más extendido en poblaciones
especiales y pacientes. Ya no hay dudas acerca del vínculo de esta modalidad de
entrenamiento con la salud. Recientemente se han publicado los resultados de un estudio
(Cunha y col, 2018; J Strength Cond Res 27-sep; doi: 10.1519/JSC.0000000000002847) cuyo
objetivo fue comparar los efectos entre entrenamientos de fuerza utilizando una ó
múltiples series sobre la fuerza muscular, masa muscular, calidad muscular (MQ) y IGF-1
en mujeres sanas no entrenadas de edad avanzada. Participaron 62 mujeres que fueron
asignadas aleatoriamente a uno de los siguientes tres grupos: 1 serie (SS), 3 series (MS) o
grupo control que no entrenó (CG). Ambos grupos de entrenamiento entrenaron RT
durante 12 semanas utilizando 8 ejercicios de 10-15 repeticiones para cada ejercicio. El
grupo SS solo realizó 1 serie por ejercicio, mientras que MS realizó 3 series por ejercicio.
Los resultados mostraron que ambos grupos de entrenamiento mostraron mejoras
significativas en los valores de fuerza (1RM) de miembros superiores y miembros
inferiores, tejido libre de grasa de miembros superiores e inferiores, calidad muscular y
niveles de IGF-1. Todo ello sin diferencias entre grupos. Los autores concluyeron que
ambas modalidades de entrenamiento producen similares ganancias de fuerza máxima,
mejora de tejido libre de grasa y calidad muscular después de 12 semanas. Los resultados
sugieren que en las primeras etapas de entrenamiento de fuerza el número de series no
es el elemento principal para lograr las adaptaciones musculares más importantes.
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Los atletas de un cierto nivel acuden con periodicidad a los laboratorios de fisiología del
ejercicio para realizar valoraciones que permiten obtener información de las
adaptaciones conseguidas, referencias para cargas de trabajo en entrenamientos o
incluso predicción de rendimiento. Recientemente se han publicado los resultados de un
estudio (Mugele y col, 2018; PLoS One 13(10): e204696; doi:
10.1371/journal.pone.0204696) cuyo objetivo fue valorar si las demandas fisiológicas de
una prueba de esfuerzo realizada en tapiz rodante (treadmill) en laboratorio (TM) eran
iguales que las obtenidas con protocolos similares pero realizadas en pista (OG).
Participaron 15 voluntarios que realizaron 2 test incrementales hasta el agotamiento con
el mismo protocolo y con 1 semanas de separación entre ellos en orden aleatorio: uno en
tapiz rodante en laboratorio y otro en pista de atletismo. Los resultados mostraron que
la velocidad de carrera en el IAT (umbral anaeróbico individual), distancia recorrida y
FCmax, no fueron diferentes entre los test, mientras que los niveles máximos de lactato
y la RPE en IAT mostraron diferencias significativas, aunque mostrando alta correlación
entre los valores de ambos test. Los autores sugieren que los datos fisiológicos obtenidos
en laboratorio (treadmill) y test de campo (pista) son similares y que por tanto las
recomendaciones derivadas de las pruebas de esfuerzo en laboratorio son fiables y
válidas.
Los test de esfuerzo y los test fisiológicos realizados en laboratorio son muy
fiables y prácticos a la hora de controlar el estrés fisiológico del deportista,
comprobar la evolución con el entrenamiento o recomendar intensidades de
referencia para entrenamiento y/o competición. Hay condiciones que de
manera obligatoria han de ser controladas con rigurosidad para lograr esa transferencia
del laboratorio al campo, una es la exactitud y validez de la medida (me refiero a los
analizadores empleados), y otra es el protocolo utilizado (lo más similar a las condiciones
de campo). Controlando esas condiciones, los resultados son bastante transferibles.
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Los atletas cuya categorización en competición se establece por peso corporal, utilizan
estrategias diferentes para alcanzar en competición una relación ideal entre el peso y la
potencia desarrollada. Hay evidencia que las dietas bajas en carbohidratos pueden
ofrecer ventajas para la reducción de peso sin impacto negativo sobre la fuerza o la
potencia muscular. Recientemente se han publicado los resultados de un estudio (Greene
y col, 2018; J Strength Cond Res 17-oct; doi: 10.1519/JSC.0000000000002904) cuyo objetivo
fue determinar si una dieta cetogénica baja en carbohidratos (LCKD) podría ser utilizada
como estrategia para disminuir el peso corporal en deportistas que han de controlar su
peso en competición como los powerliftings y los halterófilos. Participaron 14 atletas de
competición (powerlifting) que consumieron una diera habitual (UD, >250 g
carbohidratos/día) o una dieta LCKD (≤50 g ó ≤10% de consumo diario de carbohidratos),
en orden aleatorio, cada uno durante 3 meses, en un diseño cruzado. Rendimiento,
composición corporal, tasa metabólica de reposo, glucemia y electrolitos séricos, fueron
evaluados al inicio, y a los 3 y 6 meses. En la fase LCKD disminuyó el peso corporal (-3,26
kg) y la masa libre de grasa (-2,26 kg) comparado con la fase UD. La pérdida de masa libre
de grasa no tuvo repercusión en el rendimiento, que no fue diferente entre las fases. No
se observaron otras diferencias entre las fases. En conclusión, los atletas de powerlifting
y halterofilia que consumieron una dieta cetogénica ad libitum disminuyeron su peso
corporal sin afectar al rendimiento.
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Con frecuencia las ayudas ergogénicas se administran sin seguir las pautas y
dosis más eficaces para mejorar el rendimiento. Ello es esencialmente debido
a una información parcial de quien recomienda esas ayudas o suplementos.
Es necesario tener una adecuada formación antes de lanzarse a recomendar
la ingesta de cualquier supuesta ayuda nutricional para la mejora del rendimiento, con el
fin de alcanzar los efectos vinculados a cada sustancia. Los resultados de este
metaanálisis han de ser tenidos en cuanta por aquellos atletas que compiten en pruebas
de alto componente glucolítico.
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Hay una cierta discusión abierta sobre la capacidad del entrenamiento aeróbico de
provocar hipertrofia de las fibras musculares. Recientemente se han publicado los
resultados de un metaanálisis (Grgic y col, 2018; Sports Med 20-oct; doi: 10.1007/s40279-
018-1008-z) cuyo objetivo fue analizar las diferencias en la adaptación hipertrófica entre
entrenamientos aeróbicos y de fuerza. Se incluyeron en el análisis 21 estudios que
ofrecieron resultados de los músculos extensores de la rodilla analizando la hipertrofia
de fibras musculares tipo I y tipo II. Los resultados mostraron que en músculo completo
el entrenamiento de fuerza provocó mayor hipertrofia que el entrenamiento aeróbico. De
la misma forma, tanto las fibras musculares tipo I como las de tipo II, hipertrofiaron más
cuando se aplicó entrenamiento de fuerza. Los autores concluyeron que el
entrenamiento aeróbico no provee del mismo grado de hipertrofia que el entrenamiento
de fuerza, ni en músculo total, ni en las distintas fibras musculares.
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Muchos deportes de equipo, como el hockey hielo, requieren altos niveles de adaptación
de diferentes cualidades fisiológicas como la fuerza, la potencia y la resistencia aeróbica.
Como tal, el entrenamiento de esas cualidades puede conllevar mecanismos de
interferencia. Recientemente se han publicado los resultados de un estudio (Ronnestad y
col, 2018; Scand J Med Sci Sports 23-oct; doi: 10.1111/sms.13326) cuyo objetivo fue aplicar
dos modelos de periodización (en bloque y tradicional) en un grupo de jugadores de
hockey hielo, durante 6 semanas, observando las adaptaciones en la fuerza, potencia y
resistencia aeróbica. El modelo tradicional (TRAD) realizó durante la semana una
periodización regular entrenando todas las cualidades (2-3 sesiones de HIIT y 4-5 sesiones
de fuerza), mientras que en la periodización en bloques (BP) se alternó semanalmente el
entrenamiento de resistencia aeróbica (HIIT) y de fuerza. En el conjunto de las 6 semanas
de entrenamiento los dos grupos realizaron igual volumen e intensidad en los
entrenamientos. Los resultados mostraron que con BP hubo una mayor mejora en el
momento pico de extensión de piernas a 180/s y VO2max (p<0,05). También se observó
una tendencia a una mayor mejora en BP respecto a TRAD en el momento pico de
extensión de rodilla a 60/s, y potencia media en un test de esprint de 30 s en
cicloergómetro. Los resultados de este estudio sugieren que el entrenamiento de
resistencia aeróbica y fuerza en bloques induce mayores adaptaciones en fuerza y
resistencia aeróbica en jugadores de hockey bien entrenados, en comparación a un
modelo de entrenamiento tradicional mixto, a pesar del mismo volumen e intensidad de
las cargas.
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Las dietas cetogénicas o las dietas con bajos niveles de hidratos de carbono
tienen su interés e incluso su justificación fisiológica en determinados
periodos de entrenamiento de atletas de resistencia aeróbica. Su utilización
en el contexto de una periodización de la nutrición acompañando a la
periodización del entrenamiento tiene todo el sentido fisiológico, como también lo tiene
el entrenamiento en ayunas o el puntual con bajos niveles de glucógeno. Otra cosa es que
queramos adoptar como algo estable en el tiempo una dieta cetogénica. Las posturas
extremas no simpatizan mucho con la fisiología, y adoptar permanentemente una dieta
cetogénica no es una excepción.
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No hay muchos estudios que hayan evaluado la función cardiaca en atletas máster.
Además, en los últimos años se ha abierto un debate sobre la conveniencia para la salud
cardiaca de seguir entrenando con grandes volúmenes y altas intensidades según
progresa el envejecimiento. Recientemente se han publicado los resultados de un
metaanálisis (Beaumont y col, 2018; Sports Med 29-oct; doi: 10.1007/s40279-018-1004-3)
cuyo objetivo fue analizar estudios realizados con ecocardiografía comparando
estructura y función del ventrículo izquierdo (LV) en atletas de edad avanzada entrenados
aeróbicamente (>45 años) con controles no entrenados de la misma edad. Un total de 32
estudios (644 atletas y 582 controles) fueron incluidos en el análisis. Los resultados
mostraron que los atletas tenían mayor diámetro diastólico final LV, espesor de septo
interventricular, espesor de pared posterior, masa del LV y volumen sistólico, en
comparación a los no atletas. Los atletas, además, tuvieron una mejor función diastólica.
Los resultados también mostraron que las diferencias entre atletas y controles se
mantuvieron con el avance de la edad. Los autores concluyeron que los atletas de edad
avanzada tienen mayores dimensiones y mejor función cardiaca que los controles sanos
no atletas de la misma edad. Es importante señalar que las diferencias entre atletas y no
entrenados se mantuvieron con el paso de los años.
Si tuviera que optar por “A” o “B”, siendo “A”: animar a los atletas a seguir
entrenando duro según van envejeciendo, y siendo “B”: animar a los atletas
a pasar a modo de “ejercicio-salud” apartándose de la competición, siempre
elegiría la opción A. Y es que, fuera del ámbito de la discusión “fina” sobre
posibles efectos perjudiciales del ejercicio de alta intensidad y elevado volumen sobre el
corazón, son muchas más las ventajas que los inconvenientes (muchos de estos
convenientemente aireados por los medios oportunistas). Otro asunto, que
necesariamente debe ir unido a la opción “A”, es que los atletas de edad avanzada (en
realidad todos) deben intensificar los controles médicos preventivos con el fin de
asegurar que se trabaja sobre una base fisiológica adecuada. Pero esta consideración es
menos popular, como la medicina preventiva en general, aunque imprescindible si lo que
queremos es seguir entrenando duro en un sistema de células, órganos y sistemas que
irremediablemente va envejeciendo.
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Tal y como yo lo veo, el posible problema no está en los atletas jóvenes, sino
en los veteranos, en los competidores máster. Es ahí donde habría que
ampliar nuestro conocimiento, ya que invariablemente los efectos propios
del envejecimiento quizás y solo quizás pudieran ser factores de riesgo para
padecer fibrilación auricular. El remodelado auricular, que se reconoce como posible
factor de riesgo potencial en atletas jóvenes, es fisiológicamente mucho más acusado en
atletas máster, y por ello debería ser objeto de un mayor seguimiento. Mientras, no
vamos a no recomendar entrenamiento intenso en atletas máster, pero tampoco vamos
a mirar para otro lado de manera no responsable. Sigamos atentos, la salud en su
contexto más amplio es al final lo más importante.
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Aun cuando los resultados de este estudio sugieren mayores mejoras con el
entrenamiento polarizado, el hecho de no observar diferencias entre grupos
minimiza en parte los resultados diferenciados entre grupos. Bajo mi punto
de vista, hay diferentes factores que pueden influir en los resultados de
eficacia de estos programas en relación a la mejora del rendimiento aeróbico; quizás el
más importante sea el perfil de los atletas a los que se aplica. También son importantes,
entre otros, el periodo de intervención, edad de los atletas y tiempos de ejecución en las
diferentes zonas. No creo que podamos concluir que un entrenamiento sea mejor que
otro. Como comentaba al inicio de este artículo, el entrenamiento es un fenómeno
fisiológico y por tanto está sujeto a innumerables factores que condicionan las
adaptaciones y con ello el rendimiento.
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Bajo mi punto de vista los resultados de este estudio no son una sorpresa,
aunque lógicamente para los que vinculamos una parte importante de la
salud a la realización de ejercicio, los resultados no solo no nos dejan
indiferentes, sino que causan una importante preocupación. La inactividad
física de la población es creciente, y con ello el deterioro potencial de la salud, con el gasto
sanitario que ello implica. Solo políticas claras de actuación incentivando, facilitando e
incluso premiando la realización de ejercicio podrían revertir esta tendencia mundial. Y
todo ello comenzando desde la infancia. Pero claro, eso depende de la voluntad de poner
en marcha programas a largo plazo, y en eso va a ser que no veo mucho interés de
nuestros egoístas políticos.
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Desde hace unos pocos años la asociación entre los niveles de vitamina D y
el rendimiento se han ido consolidando, de manera que a día de hoy los
médicos del deporte valoran rutinariamente esos niveles en deportistas de
elite para en su caso programar una suplementación que ayude a cubrir los
déficits que pueden afectar al rendimiento. La relación con el rendimiento muscular en
general, y con la fuerza en particular es evidente, así que en muchas ocasiones una
suplementación extra se hace necesaria en muchos deportistas, especialmente en las
épocas del año de menos sol. En los perfiles analíticos de los deportistas debería incluirse
siempre la valoración de los niveles de vitamina D.
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El HIIT corto (entre 30 s y 1 min de duración por intervalo) es muy utilizado en el ámbito
del fitness por su efectividad sin llegar al nivel de exigencia que el HIIT genuino con
duración de intervalos entre 3 y 4 min. Recientemente se han publicado los resultados de
un estudio (Rhibi y col, 2018; Physiol Behav 17-nov; doi: 10.1016/j.physbeh.2018.11.020)
cuyo objetivo fue estudiar los efectos de un programa de entrenamiento interválico de
alta intensidad (HIIT) de diferentes intensidades (100% y 110% VAM, Velocidad Aeróbica
Máxima) sobre el hematocrito (Ht), hemoglobina (Hb) y variaciones en el volumen
plasmático (PVV) en hombres jóvenes. Participaron 39 voluntarios que fueron asignados
a dos grupos control (CG100 y CG110) y dos grupos de entrenamiento (EG100, intensidad
intervalo al 100% VAM; y EG110, intensidad intervalo al 110 VAM). Todos los participantes
realizaron un test de esfuerzo máximo y un ejercicio de ejercicio intermitente (IE). Se
obtuvieron muestras de sangre en reposo y al final del IE, y después de 15 min de
recuperación, antes y después de 8 semanas de entrenamiento. Las sesiones de
entrenamiento de IE consistieron en 30 s de carrera al 100% ó 110% VAM, con 30 s de
recuperación al 50% VAM. Los resultados mostraron que el tiempo hasta el agotamiento
en el test de esfuerzo aumentó en ambos grupos de entrenamiento, pero esa mejora fue
significativamente mayor en el grupo que entrenó al 110% VAM. Después del
entrenamiento la Hb y el Ht descendieron en los grupos de entrenamiento al final del IE
y en recuperación, la PVV aumentó sin diferencias entre los grupos. Los autores sugieren
que el aumento de la intensidad en el HIIT corto al 110% VAM mejoró el rendimiento en
mayor cuantía que utilizando intensidades del 100% VAM, al tiempo que ambos
protocolos aumentaron la variación del volumen plasmático después del ejercicio.
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El descenso de la presión arterial (BP) después del ejercicio es mayor por la tarde que por
la mañana sugiriendo que el entrenamiento por la tarde puede tener un mayor efecto
hipotensor. Recientemente se han publicado los resultados de un estudio (Brito y col,
2018; Med Sci Sports Exerc 26-nov; doi: 10.1249/MSS.0000000000001852) cuyo objetivo
fue comparar el efecto hipotensivo del entrenamiento aeróbico realizado por la mañana
o por la tarde en pacientes con hipertensión con tratamiento médico. 50 hombres
hipertensos fueron asignados aleatoriamente a 3 grupos de entrenamiento:
entrenamiento por la mañana (MT), entrenamiento por la tarde (ET) y control (CON). Los
grupos de entrenamiento realizaron 45 min de ejercicio en bicicleta de moderada
intensidad, progresando del primer umbral ventilatorio a un 10% menos del segundo
umbral ventilatorio), mientras que el grupo CON estiró durante 30 min. Los sujetos
entrenaron 3 sesiones/semana durante 10 semanas. Las valoraciones clínicas pre y post-
intervención se realizaron por la mañana (7-9 am) y por la tarde (6-8 pm). Los resultados
mostraron que solo el grupo ET disminuyó la presión sistólica de manera diferente a CON
y MT (valoración mañana: -5±6 mmHg y valoración tarde: -8±7 mmHg). Solo ET redujo la
presión arterial diastólica en 24 h y durante el sueño de manera diferente a C y MT (-3±5
y -3±4 mmHg, respectivamente). La resistencia vascular sistémica (SVR) disminuyó solo en
ET. El descenso en la modulación simpática vasomotora y el aumento de la sensibilidad
del barorreflejo se observó en ambos grupos de entrenamiento respecto a CON, pero con
mayores cambios en ET que en MT. Los autores sugieren que los hombres hipertensos
tratados médicamente el entrenamiento aeróbico realizado por la tarde disminuye la
presión arterial en mayor grado que el ejercicio realizado por la mañana.
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El entrenamiento interválico de alta intensidad (HIIT puede ser configurado para distintos
niveles de esfuerzo, y ello va a repercutir en las respuestas al entrenamiento.
Recientemente se han publicado los resultados de un estudio (Naves y col, 2018; Eur J
Sport Sci 29: 1-8; doi: 10.1080/17461391.2018.1548650) cuyo objetivo fue comparar las
respuestas fisiológicas agudas a dos protocolos de HIIT y un protocolo de entrenamiento
continuo de intensidad moderada (MICT) en hombres jóvenes. 10 hombres (VO2pico:
44±11 ml/kg/min) realizaron un test máximo de esfuerzo en tapiz rodante para valorar
VO2pico, velocidad asociada al VO2pico (VAM), frecuencia cardiaca pico (FCpico) y
precepción del esfuerzo (RPE). Los participantes realizaron 3 protocolos de igual distancia:
HIIT-corto (29 intervalos de 30 s a VAM, con 30 s de recuperación pasiva; total: 29 min);
HIIT-largo (3 intervalos de 4 min al 90% VAM, con 30 s de recuperación activa al 60% VAM;
21 min en total); y MICT (21 min al 70% VAM). Los protocolos fueron realizados en orden
aleatorio con al menos 48 h de separación entre ellos. Los resultados mostraron que
VO2pico, en HIIT-largo fue más alto que en HIIT-corto y MICT, así como la FCpico y RPE, sin
obtener diferencias entre HIIT-corto y MICT. Los autores concluyeron que el HIIT-largo se
asocia a una mayor respuesta de aumento de VO2, FC y RPE que el HIIT-corto o el MICT,
sugiriendo una mayor demanda del sistema cardiorrespiratorio. El HIIT-corto y el MICT
presentaron similares respuestas fisiológicas y de percepción del esfuerzo, a pesar de que
el HIIT-corto se realizó a una mayor intensidad.
Hay que entender que no solo la intensidad, sino también el tiempo, son
factores decisivos en las respuestas al ejercicio. Los protocolos de HIIT-corto
son menos demandantes de VO2 por lo que requieren menor respuesta
metabólica, cardiocirculatoria y respiratoria; es por ello, por lo que en
personas no deportistas de nivel son protocolos muy bien aceptados por la población,
aunque no son comparables respecto a las adaptaciones que pueden lograrse frente a
verdaderos HIIT-largos. Dependiendo del objetivo del entrenamiento se podrá optar por
un diseño u otro.
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La fibrilación auricular (AF) es la arritmia cardiaca más común. El impacto a largo plazo
del ejercicio de resistencia aeróbica de alta intensidad sobre el riesgo de AF no está
clarificado. Recientemente se han publicado los resultados de un meta-análisis (Li y col,
2018; Medicine (Baltimore) 97(49):e13405; doi: 10.1097/MD.0000000000013405) cuyo
objetivo fue estudiar la incidencia de AF en atletas y población general. Se seleccionaron
9 estudios que englobaron a 2308 atletas y 6593 controles. Los resultados mostraron que
el riesgo de AF fue significativamente mas alto en atletas que en controles. El análisis de
subgrupos mostró un mayor riesgo en hombres y con menos de 60 años. Además, los
deportistas que realizaban solo una modalidad deportiva tenían también más riesgo. Los
autores concluyeron que se confirma el mayor riesgo de padecer fibrilación auricular en
atletas que en población general, especialmente en hombres con <60 años.
Este tema es recurrente en los últimos años. La realidad es que hay una
tendencia en los estudios hacia considerar que si hay un mayor riesgo de
fibrilación auricular en atletas. Un factor muy importante para considerar en
estos análisis es el perfil de “atleta” cuando se realizan estos estudios. Es
diferente hablar de atletas de elite que de atletas aficionados. Este matiz es importante
tenerlo en cuenta ya que un atleta de elite, además de unas condiciones genéticas
especiales, cuenta con un mayor control tanto a nivel de cargas de entrenamiento como
de valoraciones médicas y fisiológicas.
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Hay varios aspectos a considerar en este tema, que por otro lado tiene una
evidente aplicación práctica. Entre los aspectos a considerar están: 1) Edad.
Es bastante probable que los sujetos de más edad se vean favorecidos por
frecuencias menores de entrenamiento debido a que los procesos de
recuperación son más lentos; mientras que los sujetos más jóvenes pueden recuperarse
antes del estrés del entrenamiento pudiendo asumir quizás una frecuencia de
entrenamiento mayor; 2) Nivel de adaptación. Seguramente sea un factor decisivo. A
mayor nivel de adaptación (hipertrofia) más favorecerá una mayor frecuencia; y 3) Nivel
deportivo. Como en otras facetas del entrenamiento, los deportistas de élite no se
comportan igual que los aficionados, así que es una referencia que no debemos tener. En
cualquier caso, es bastante dudoso que en una única sesión se pueda asumir todo lo
volumen semanal que entraría en 3 sesiones, por lo que la conclusión del estudio ha de
ser procesada por el entrenador antes de recomendarla abiertamente a los usuarios.
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La gran mayoría de las investigaciones realizadas hasta la fecha respecto a llevar medias
de compresión no otorgan ventajas sobre el rendimiento en carrera. Algunos autores han
observado mejor recuperación, pero bajo el conocimiento actual las medias de
compresión no mejoran el rendimiento. Recientemente se han publicado los resultados
de otro estudio (Brophy-Williams y col, 2018; J Sci Med Sport 22(1):123-127, 2018; doi:
10.1016/j.jsams.2018.06.010) cuyo objetivo fue valorar el rendimiento inmediato y
posterior a llevar medias de compresión sobre en un test de 5 km corriendo. Participaron
12 corredores (marca media 5 km: 19:29±1:18 min:s) que completaron 2 sesiones
experimentales. Las sesiones consistieron en un calentamiento de carrera, seguido por
un test de 5 km (TT1), un periodo de 1 h de recuperación, repitiendo el calentamiento y
otro test de 5 km (TT2). En una sesión los corredores llevaron medias de compresión
durante el primer calentamiento y el test (COMP), mientras que en la otra no lo llevaron
(CON). Los resultados mostraron un descenso del rendimiento en CON entre TT1 y TT2,
que fue mayor respecto al grupo COMP. No se observaron diferencias entre condiciones
en VO2, niveles de lactato o volumen de la pantorrilla. Tampoco hubo diferencias en la
percepción de esfuerzo o dolor entre condiciones. Los autores concluyeron que llevar
medias de compresión podría mejorar el rendimiento en una segunda sesión de ejercicio
de carrera de alta intensidad, sugiriendo una mejora de la recuperación.
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Lo cierto es que no estoy muy seguro que los protocolos utilizados en estos
estudios ofrezcan resultados extrapolables a la población general en cuanto
a diferencias notables en la adaptaciones alcanzadas con uno u otro sistema
de entrenamiento. Hay algunos aspectos que la fisiología se ha encargado de
dejar claros, como la mayor mejora del VO2max con ejercicios de muy alta intensidad, es
decir, muy cercanas a la velocidad/potencia aeróbica máxima; o que el ejercicio continuo
de larga duración y moderada intensidad (primer umbral ventilatorio o umbral láctico) es
la modalidad de entrenamiento que más mejora la capacidad aeróbica máxima (máximo
% VO2max capaz de sostenerse durante un tiempo prolongado). A partir de ahí, hay
muchos aspectos difíciles de controlar, como la duración de la intervención, perfil de las
personas a las que se aplica, incluyendo su estado de entrenamiento, “calidad” de los
protocolos aplicados (ej. es bastante dudoso, por no decir muy improbable, que sujetos
no entrenados soporten verdaderas sesiones de HIIT 3 días a la semana), etc. Dicho lo
cual, de lo que no hay duda es de que los protocolos interválicos de alta intensidad
aplicados en la mejora de la salud han venido para quedarse y su aplicación está
plenamente justificada.
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Millones de personas en todo el mundo corren por las calles de grandes ciudades
inspirando en muchas ocasiones aire contaminado sin conocer los posibles efectos
negativos de tal proceder. Recientemente se han publicado los resultados de un
metaanálisis (Qin y col, 218; Life Sci 21-dic; doi: 10.1016/j.lfs.2018.12.036) cuyo objetivo
fue revisar la evidencia científica sobre la influencia de la exposición a aire contaminado
realizando ejercicio sobre la salud. Veinticinco estudios fueron seleccionados. Seis
valoraron la exposición a ozono, 4 exposición de combustión diésel, 6 contaminación de
tráfico. Los resultados mostraron que solo el flujo espiratorio pico disminuyó después de
la exposición a aire contaminado haciendo ejercicio. Siete estudios mostraron un mayor
riesgo de inflamación de vías aéreas y descenso de la función pulmonar. Seis estudios
mostraron que hacer ejercicio en vías con tráfico pudo contribuir a una elevación de la
presión arterial y función microvascular. En resumen, la combinación aire contaminado y
ejercicio se asoció con un incremento del riesgo potencial de problemas de salud
relacionadas con la función cardiovascular y la función inmune, además de una afectación
del rendimiento.
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