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¿Por qué introducir un programa de

inteligencia emocional en el aula?


Fomentar la inteligencia emocional en el aula es clave para el correcto desarrollo personal y
académico de los estudiantes. Así lo afirma Carmen María Cano Carbonell, maestra de
Educación Infantil en el CEIP San Isidoro, en el Algar (Murcia).

Durante el periodo de adaptación al colegio, los estudiantes expresan sus emociones de una forma
excepcional: con absoluta franqueza. Pese al potencial educativo que trae consigo, los docentes
nos limitamos a enseñarles hábitos imprescindibles en el aula.

Sin embargo, no podemos olvidarnos de la parte de acompañamiento emocional que necesitan, ni


del miedo que dan los cambios, ni del duelo emocional que sienten al separarse de su familia
durante el horario escolar. Por ello, es de vital importancia explicar las emociones y los
sentimientos a través de actividades y recursos adaptados a su nivel de aprendizaje.

La importancia de un programa de inteligencia


emocional en el aula
Desarrollar un programa de inteligencia emocional supone conectar con los alumnos, hablar con
ellos, hacerles preguntas concretas sobre cómo se sienten, por qué lloran, qué les da miedo del
patio o qué podríamos hacer para que se sintieran un poquito mejor. Escuchar activamente lo que
sienten nos ayuda a ponerlos en contacto con la emoción. Y a partir de ahí, es cuando
verdaderamente se crea lo que Vigotsky llamó ‘la zona de desarrollo próximo’, el margen de
incidencia de la acción educativa. Es entonces cuando debemos ofrecer a los alumnos las
herramientas y recursos necesarios para reconocer las emociones, aceptarlas, regularlas y ejercer
un control sobre ellas. Debiendo siempre respetar una premisa fundamental: no se enseña a
sentir, no podemos decir a un alumno cómo se siente, no podemos decirle que no está cansado o
que no puede enfadarse por eso, porque con la negación de sus sentimientos le mandamos un
mensaje distinto al que le manda su cuerpo, creamos confusión en él y le invitamos a dudar de sí
mismo.
Debemos dirigir nuestro trabajo al autoconocimiento, al descubrimiento y aceptación de
emociones en sí mismo y en los demás, a trabajar la empatía, la asertividad y a sentar las bases de
una buena autoestima, poniendo especial atención a la enseñanza de técnicas de relajación, que
tienen su base en el trabajo de la respiración consciente.

Ha llegado el momento de abrir nuevas vías de enseñanza-aprendizaje en el periodo de


adaptación y en los primeros meses de colegio de un niño, trabajando además de los hábitos, de
los sentimientos surgidos, programándolo de tal manera que nos ayude a sentar las bases de la
inteligencia emocional.

El lenguaje artístico: clave para conseguirlo


Una buena manera de conseguirlo es utilizando el lenguaje artístico como vehículo de expresión
de su mundo interior, programando actividades en las que materiales y técnicas queden
supeditados a la libre creación del alumno, a la expresión de sentimientos y emociones. Así, a la
vez que les ofrecemos un lenguaje con el que son capaces de expresarse en plenitud, despertamos
el proceso creador y con él el pensamiento divergente, que los conducirá al éxito escolar, laboral y
personal.

En definitiva, nuestra labor como docentes debe enfocarse a dotar a los estudiantes de estrategias
y recursos con los que reconocer, aceptar y gestionar su mundo emocional, aprovechando que
muestran una plasticidad cerebral y un potencial educativo que no volverá a repetirse en ninguna
otra etapa de la vida.

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