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Tecnicatura Superior en Operador en Psicología

Social

“Constitución de la Subjetividad”

Mariana Pamela Vera Medina


Operador en Psicología Social
Técnico Superior en Niñez Adolescencia y Familia

2019
ESCUELA PSICOANALÍTICA DE PSICOLOGÍA SOCIAL
Pag.542

FANTASÍA INCONSCIENTE

NECESIDAD Y DESEO:

Homólogo de “fantasma” para la terminología francesa, fantasía inconsciente


es un concepto central en psicoanálisis.
Comenzaremos por desplegar la definición que brinda el diccionario
psicoanalítico de Laplanche-Pontalis: “La fantasía inconsciente es una
escenificación imaginaria en la que se halla presente el sujeto y la que
representa en forma más o menos deformada por los procesos defensivos la
realización de un deseo y en último término un deseo inconsciente.”

De modo que en esta definición encontramos al menos cuatro conceptos


nodales: escena, presencia del sujeto, deseo y defensa deformante.

Abordemos el tema del deseo.

Según Freud las primeras experiencias de vida son inconscientes; se trataría de


un primer registro inconsciente que luego se va haciendo consciente
progresivamente.

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Para abordar el deseo es preciso bucear en sus orígenes, es decir, en las
primeras experiencias de vida. Freud habla de “experiencia de satisfacción”
aludiendo a las vicisitudes por las que transita el bebé a partir de su primera
necesidad.
Se trata, sin duda, de necesidades que no puede satisfacer por sí mismo sino
por un otro -quien cumpla la función materna- debido a que se nace prematuro
y la condición del recién nacido es el desvalimiento.
Hay, pues, luego del nacimiento, una tensión de necesidad que un otro viene
a satisfacer como condición sine qua non de la supervivencia.
La primera experiencia de satisfacción -aquella que, por vía del saciamiento del
hambre, mamá inscribe en nosotros- debe tener lugar imperiosamente como
garantía de sobrevida; pero hay en el modo en que ese saciamiento fue
ejecutado un plus que excede el marco de lo biológico. Queda entonces inscripta
una marca psíquica que denominamos “huella mnémica”.
De manera que frente al hambre del bebé hay una respuesta múltiple: alimento
+ alguien + cómo.
Con esto queremos decir que la misma cantidad y calidad de leche puede ser
dada por distintas personas y de distintas maneras, produciendo diferente.
Queda por lo tanto conectado en el psiquismo naciente del bebé el alimento
material, rasgos de quien se lo brinda y un modo particular de hacerlo.
La primera experiencia de satisfacción es central para el desarrollo posterior del
sujeto, es algo totalizante donde la tensión de necesidad queda ligada a una
modalidad determinada y a ese otro que viene a zanjar nuestro desvalimiento
originario.
Luego del equilibrio logrado aparecerá en algún momento una nueva tensión de
necesidad: la huella mnémica reconecta los parámetros mencionados y a la
carencia que se reitera se suma la exigencia de una satisfacción tan completa
como la primera. Esta sobrecarga desencadena en el bebé la alucinación del
pecho. Freud llama a esto “satisfacción alucinatoria del deseo”.
Como vemos, hay ya inscripto un deseo cuyas raíces abrevan tanto en el plus
del que habláramos como en la imposibilidad de la repetición de la primera
experiencia de satisfacción.

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Esta imposibilidad emana de su condición de instancia totalizadora perdida.
Establezcamos antes de proseguir una diferencia entre necesidad y deseo. La
necesidad es de raíz biológica, se dirige hacia un objeto concreto y halla
satisfacción en el encuentro con ese objeto. El ejemplo prototípico es el hambre:
se trata de una tensión que como tal se extingue con la ingesta de determinados
alimentos.
El deseo, en cambio, no está dirigido hacia un objeto concreto a conseguir, sino
a un objeto perdido en el pasado. Su satisfacción, por lo tanto es imposible.
Nos movemos motorizados por nuestro deseo en la ilusión de una satisfacción
futura y perentoria, pero esta ilusión encubre la localización temporal del objeto,
situado en el pasado más remoto y perdido irremisiblemente.
Así como la necesidad tiene su objeto satisfactorio en el tiempo y el espacio, el
objeto del deseo es en ese sentido ucrónico y utópico.
El proceso terapéutico apunta al descubrimiento del propio deseo, en el marco
de la certeza de su incumplimiento. De esto se trata cuando hablamos de
“asumir la propia “incompletud”, lo que supone un duelo narcisista.
El deseo, dice Freud, es el correlato de la fantasía. Habíamos dicho que la
fantasía inconsciente escenifica un deseo. No debemos confundir fantasía
con imago: una imago es un personaje incluido en una escena inconsciente a
la que llamamos fantasía, por lo que no hay imago sin fantasía.
La fantasía conciente o sueño diurno es la escena a la que tenemos acceso, la
que puede ser visualizada. Podemos fantasear con proezas, con venganzas,
son situaciones donde alguna frustración o una pérdida pueda ser reparada,
aunque también con escenas terroríficas donde el deseo y el miedo se revelan
como anverso y reverso de una misma moneda.
La fantasía inconsciente, en cambio, está mediatizada de nuestra conciencia
por estar articulada a un deseo y a una prohibición. El deseo como tal debe ser
disfrazado para que se torne potable para la conciencia. Esta exigencia de
potabilidad deriva en una deformación de la escena inconsciente, generándose
en la pantalla de la conciencia una representación manifiesta.
Toda fantasía consiente remite, pues, a otra escena, de índole inconsciente,
donde el deseo se plasma de alguna manera. Dado que la fantasía consciente o

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las imágenes de un sueño son un efecto de esta otra escena, contiene las pistas
que podrían llevarnos a la comprensión de los contenidos inconscientes.
Estos contenidos se expresan también a través de los sueños, de los síntomas
y de otras formaciones inconscientes como los actos fallidos, los chistes, los
lapsus, los olvidos. En todos ellos está presente un deseo y una prohibición, de
modo que son el resultado de una transacción entre estas dos polaridades.
NECESIDAD, OBJETO (SATISFACCIÓN), DESEO, OBJETO PERDIDO,
OBJETO BUSCADO, (INCOMPLETUD)
En algunos obsesivos observamos que la híper limpieza esconde la fantasía de
ensuciarlo todo.
En toda conducta subyace un deseo enmarcado en una escena inconsciente
fantaseada. Esto supone agregar que en toda conducta hay un sustrato
motivacional que es una fantasía inconsciente. Deducimos de ello que toda
fantasía tiene también una función defensiva, como es el caso de la
satisfacción alucinatoria: frente a la frustración, aparece la fantasía con el objeto
de evitar el displacer y el dolor.
Por otra parte, la fantasía tiene otra función que es la de organizar la
experiencia del sujeto. Podríamos afirmar que es el más primitivo de los
sistemas destinados a asignar significado y sentido a la experiencia.
Esto lo podemos ver en la conducta de los niños, quienes inventan historias para
cubrir de fantasía todo aquello de la realidad que no comprenden.

LAS FANTASÍAS ORIGINARIAS

Tal es la función de lo que Freud llamó “fantasías originarias” o


“protofantasías”, escenas que dan cuenta de algún inicio: el origen de uno
mismo, el origen de la sexualidad y el origen de las diferencias sexual-
anatómicas.
Las fantasías o fantasmas originarios responden a tres preguntas básicas: ¿De
dónde vengo? ¿De dónde proviene la sexualidad? ¿Qué dio origen a las
diferencias entre los sexos?
Cada una de estas preguntas tiene su respuesta en el plano inconsciente: la
primera, mediante la fantasía de vida intrauterina y escena primaria. La

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segunda, por vía de la fantasía de seducción. Y la tercera a través de la
fantasía de castración.
A este respecto diremos que para la Psicología Social no hay -como en Freud-
una herencia filogenética sino una constante universal cultural por la cual todos
los seres, para ser sujetos, pasamos por estructuras vinculares similares.
Las fantasías de vida intrauterina y escena primaria dan cuenta del origen del
individuo y aluden a la visión del coito parental desde el antro materno.
El fantasma de seducción es central en toda la teoría freudiana y en los orígenes
del psicoanálisis. Recordemos que las pacientes histéricas referían
inevitablemente haber sido objeto de actos de seducción por parte de un adulto,
aunque estas fantasías se originan en el propio deseo del niño a seducir al padre
de sexo opuesto.
El fantasma de castración responde a la incógnita acerca de las diferencias
sexual anatómicas a partir de lo que se conoce como “premisa universal del
falo”. Por esta vía se plasma la teoría sexual infantil respecto de la existencia de
un único sexo, el masculino, constituyéndose el femenino a partir de la
castración del hombre.
En el orden grupal estas fantasías originarias forman parte del sustrato
fantasmático circulante. Las Escuelas Francesa e inglesa (Anzieu, Kaës y
Bion) las toman para dar cuenta de distintas instancias grupales desde la
vertiente psicoanalítica.
Desde las fantasías de vida intrauterina y escena primaria, puede circular en los
grupos la fantasía de la fusión, es decir, de integrar una masa indiferenciada
donde por un lado la contención es ilimitada y por otro cada integrante es
fagocitado por el todo y pierde su identidad.
En cambio, desde la fantasía de castración en el campo del aprendizaje
prevalece el sentimiento de impotencia, donde circulan el “no puedo”, el “no
tengo”. En este caso los objetos de conocimiento se tornan inaprehensibles, el
aprendizaje está bloqueado, la incorporación del saber está obstaculizada.
Según Freud la formación de las fantasías se realiza desde distintas vertientes:
lo oído, lo vivido, lo pasado y lo presenciado. Una criatura crece en un
contexto hiperpoblado de signos a los que se ve obligado a decodificar. El niño
llega a un grupo familiar donde preexisten redes fantasmáticas complejas, y

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además presencia escenas que no comprende aunque lo tienen por
protagonista. Están allí el deseo de sus padres a propósito de él mismo,
múltiples expectativas respecto de su futuro, fantasías sobre a quién prolongar
en esta vida, historias y mitos en los que insertarse, logros narcisistas que
alcanzar.
Las fantasías inconscientes, propias del proceso primario y territorio del principio
del placer, violentan la realidad, la niegan. Tal es el caso prototípico de la
satisfacción alucinatoria. Si el bebé se mantiene en esa alucinación puede morir
por cuanto no necesitará del alimento real para saciar su hambre.
En cambio, cuando descubre que su grito atrae a la madre con vistas a una
satisfacción concreta, reemplaza la imagen alucinada por el objeto real e ingresa
a un modo de comunicación que más tarde adoptará las formas del lenguaje y
el pensamiento.
Es la inauguración de un contacto con el afuera y el inicio de una experiencia
que le enseña el valor de la espera. El principio del placer dejará con el tiempo
y paulatinamente sitio al principio de realidad.
Con el lenguaje y el pensamiento se despliega el proceso secundario, regido
por las leyes de la lógica formal. Mediante el pensamiento el niño renuncia a la
satisfacción alucinatoria instantánea en beneficio de otra real aunque tardía.
La fantasía inconsciente es actual y de carácter absoluto. La escena está
sucediendo aquí y ahora y en ella se satisface algún deseo. Predomina la
omnipotencia y la indiferenciación entre representación y objeto de la
representación. Como parte del proceso primario, en la fantasía inconsciente no
rige el principio de no contradicción.
Veamos un caso clínico: un paciente esquizofrénico en poco tiempo queda
huérfano de padre y madre. Como sabemos, en este tipo de patología hay una
simbiosis franca entre madre e hijo. En su discurso él aparece muerto, pero
también expresa su añoranza por la familia unida cuando los padres vivían -y él
también.
Se le pregunta, entonces, cómo podría estar muerto y sentir al mismo tiempo
añoranzas.

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Él se sostiene en su discurso: añora porque los padres murieron, pero él está
muerto también. Como podemos observar, en el proceso primario no rige el
principio de no contradicción propio de la lógica formal.
Melanie Klein plantea, desde su teoría de las relaciones objetales, que cuando
el bebé no es satisfecho a tiempo, y debido a su intolerancia a la espera, se
llena de odio y destruye en su interioridad al pecho. Cuando el pecho llega, se
niega a tomarlo porque lo vive como venenoso, como destructor.
Desde la lógica formal -proceso secundario- esto sería un absurdo: no me puede
destruir lo que yo he destruido previamente. Pero desde el proceso primario
ambas instancias son perfectamente compatibles: lo que destruí existe y me
ataca.
Tampoco rige, en el proceso primario, el principio de identidad tan propio del
proceso secundario donde toda cosa es idéntica a sí misma. En el marco de una
fantasía inconsciente una cosa puede no ser idéntica a sí misma, pero, si lo es,
también puede ser idéntica a otras cosas. Dos representaciones distintas
pueden ser intercambiables y tener la misma significación.

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