1) Fitzpatrick. Comparar conceptualmente los rasgos y resultados de la NEP con los rasgos y
resultados principales de la llamada “Revolución de Stalin”.
1 Fitzpatrick, La revolución rusa, Buenos Aires, Siglo Veintiuno Editores, 2005, p. 125.
2 Ibid. pp. 126-128.
3 Ibid. pp. 132 133.
4 Ibid. pp. 136-137.
5 Ibid. p. 144.
6 Ibid. pp. 44-45.
7 Ibid. p. 146.
economía fue rápido y espectacular, en palabras de la autora8, aunque los comunistas
contemporáneos veían estas políticas con ojos de desilusión, por cuestiones ideológicas9.
Luego de la muerte de Lenin en 1924, Stalin realiza una serie de artimañas políticas que
lo terminan posicionando al mando de la Unión Soviética. Dentro de un clima de guerra, alentado
tanto por simbolismos como por prácticas polémicas, y fuertes disputas partidarias por el poder10,
aparece la preocupación por desarrollar de manera veloz la industria pesada11. Mientras que Lenin
buscaba alejarse de los tiempos de guerra y calmar las aguas, Stalin fomentaba un contexto
violento. De hecho, la lucha contra los enemigos de clase fue un punto importante durante el primer
plan quinquenal, ya sean los kulaks, los empresarios privados o la inteliguentsia burguesa 12.
El primer plan quinquenal, que tuvo lugar en 1929, se centró en el hierro y el acero,
intentando instaurar el “socialismo en un solo país”, postergando el plano internacional 13. De
acuerdo a Fitzpatrick, puso a la industrialización como prioridad, llevando plantas ya establecidas
en Ucrania a su máxima capacidad productiva y construyendo nuevos complejos inmensos.
También se buscó librar al país de la importación de maquinarias del extranjero 14. Durante el
proceso, el estado tomó el control de la economía, la distribución y el comercio urbano,
participando permanentemente: con Stalin se abandona el rol pasivo de las concesiones. El primer
plan quinquenal representó una transición hacia los planes posteriores, ya que en el primero la
planificación económica se mezclaba con exhortación política 15.
La industrialización estaba ligada a la agricultura campesina, según Stalin, ya que para
garantizarla el estado necesitaba suministros de grano confiables y a precios bajos. La crisis de
suministros de 1927-1928 fue clave para demostrar que los campesinos podían “tomar el estado
de rehén”. Stalin culpó a los kulaks, y hacia fines de 1929 el partido se comprometió en un
programa de colectivización de la agricultura campesina “desde arriba”16. Fitzpatrick afirma que
“las principales transformaciones ocurridas en la aldea fueron las vinculadas a su administración
y a sus procedimientos de comercialización”17. Además de las consecuencias económicas, tuvo
importantes consecuencias sociales: las hambrunas registradas por los elevados impuestos que
se exigían llevaron a la muerte de millones de personas. Esta política es opuesta al interés de la
8 Fitzpatrick, La revolución rusa, Buenos Aires, Siglo Veintiuno Editores, 2005, p. 124.
9 Ibid. p. 152.
10 Ibid. p. 154-164.
11 Ibid. p. 165.
12 Ibid. p. 179.
13 Ibid. p. 147.
14 Ibid. p. 166.
15 Ibid. p. 168
16 Ibid. pp. 172-73.
17 Ibid. p. 176.
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NEP de mantener al pequeño campesino satisfecho. Lo que se buscaba era reducir la cantidad de
brazos que necesitaba la agricultura para obtener mayor cantidad de fuerza de trabajo urbana,
búsqueda que terminó logrando un avance enorme en un período muy corto, además de la
necesidad imperiosa de abastecerse de materias primas18.
La batalla contra los enemigos de clase no se limitaba al ámbito económico, también
buscaba una confrontación cultural. Según la autora, Stalin intentó construir su propia
inteliguentsia reclutada entre la clase obrera urbana. La idea era conformar un aparato intelectual
que contrarrestara los ideales de la moral burguesa. Además, envió a jóvenes obreros y
comunistas a recibir educación superior. Un objetivo a corto plazo, en relación con el problema de
la burocracia mencionado anteriormente, era formar individuos preparados para ejercer cargos
administrativos en un futuro19.
Con la Revolución de Stalin, los niveles de vida y el salario real cayeron para la mayor
parte de los trabajadores. La declinación del nivel y la calidad de vida estaban presentes en casi
todas las capas de la población. Los sindicatos perdieron la capacidad de negociar en nombre de
los trabajadores. El trastorno social y demográfico generado durante el período del primer plan
quinquenal fue enorme, ya que millones de campesinos habían migrado a las ciudades, por interés
o por las prácticas violentas del estado. Además, el culto a la persona de Stalin creció
progresivamente. Había más control por parte del estado en todas las áreas de la sociedad, y
sostiene Fitzpatrick que la persecución a los “enemigos de clase” dejó un legado de resentimiento,
miedo y suspicacia20.
Comparando la NEP con la Revolución de Stalin, nos encontramos con dos prácticas
distintas en el aspecto económico pero similares en el político. Considero que se trata de dos
¿modelos? de transición. El primero de ellos intentó estabilizar la economía, teniendo en cuenta
que se encontraba en un estado caótico, y el segundo avanzar hacia la instauración del socialismo,
apoyándose en la normalización que logró la NEP. Según Fitzpatrick, los resultados del intento
más ligado a lo “liberal” fueron mejores que los resultados del plan socialista. Las diferencias en la
práctica y objetivos se entienden a partir de observarlos en contextos diferentes. En cuanto a lo
político, tanto Lenin como Stalin fueron fuertes defensores de su liderazgo, y no dudaron a la hora
de eliminar políticamente a sus enemigos (o potenciales enemigos).
18 Fitzpatrick, La revolución rusa, Buenos Aires, Siglo Veintiuno Editores, 2005, p. 178-179.
19 Ibid. pp.183-184.
20 Ibid. pp. 184-187.
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2) Kershaw. Teniendo en cuenta la perspectiva interpretativa del autor y su explicación de la
variable imagen carismática de Hitler tratada en la Introducción de su libro explicar
conceptualmente cómo esa imagen cobra nuevos aspectos en: la “Noche de los Cuchillos Largos”,
“la lucha contra la Iglesia”, y la “Guerra Relámpago”.
21
Kershaw, El mito de Hitler, imagen y realidad en el Tercer Reich. Buenos Aires, Paidós,
2004, p. 17
22 Ibid. pp. 21-23.
23 Ibid. pp. 24-25.
24 Ibid. p. 145
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Hitler al interior de las mismas. Según Kershaw, es gracias a esto que se divorcia la imagen de
Hitler de la imagen del partido en las Iglesias 25.
La lealtad a Hitler era explícita en los templos, y esto se justificaba gracias al “peligro
bolchevique”, miedo construido por la propaganda nazi después del estallido de la guerra civil
española26. Más allá del verdadero motivo que impulsaba la adherencia en clérigos y adherentes,
lo que al autor le interesa es que los sermones sirvieron para realzar el mito de Hitler como sujeto
ajeno a los errores llevados a cabo por los radicales de su partido. En relación con el accionar
destructivo de los radicales, Hitler aparece como un líder moderado y defensor de las
costumbres27. En el bajo clero católico es en donde se pueden encontrar mayores desencuentros
con respecto al partido nazi, pero no se llegan a profesar críticas abiertas a Hitler28 .
De acuerdo a Kershaw, la impunidad de la imagen de Hitler sólo puede comprenderse si
se interpreta una “necesidad psicológica” de disponer de un líder que se desenvuelve en una
esfera elevada, esfera alejada de la arena política cotidiana, aspecto que señala Max Weber como
clave para comprender la dominación carismática29.
El segundo suceso es la “noche de los cuchillos largos”. Al llegar al poder, dice el autor,
algunos actores del partido nazi se dejaron llevar por actitudes desagradables, corrupción
inclusive. En este contexto sucede una purga intrapartidaria, en la cual se eliminaron varios altos
cargos de las SA (organización paramilitar nazi); también se aprovechó la oportunidad para ajustar
cuentas con viejos enemigos. Las reacciones populares a la “noche de los cuchillos largos”,
ocurrida el 30 de junio de 1934, deben entenderse teniendo en cuenta que gran parte de la
población sabía poco o nada acerca de las maquinaciones en las altas esferas. Por esta razón,
que dio lugar a numerosos rumores, Hitler se vio obligado a dar una explicación en el Parlamento
alemán, declaración de la que salió robustamente fortalecido. La explicación de Hitler se apoyó en
la imagen negativa que tenía el pueblo respecto a las SA, no fue algo totalmente elucubrado por
la propaganda nazi30.
Las dos principales características, según el autor, de la imagen de Hitler después de la
purga, eran pensarlo como el ejecutor de una justicia natural que defendía al desvalido frente al
abuso de poder de los altos cargos, además de concebirlo como el defensor de la moralidad
pública, responsable de limpiar la vida pública de la inmoralidad y corrupción de los dirigentes de
25 Ibid. p. 150.
26 Kershaw, El mito de Hitler, imagen y realidad en el Tercer Reich. Buenos Aires, Paidós,
2004, p. 154.
27 Ibid. pp. 158-162
28 Ibid. pp. 153-157
29
Ibid. p. 163.
30
Ibid. pp. 118 - 120.
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las SA31. La moralidad de Hitler no era percibida como aquella defendida en los tribunales, sino
como la de los “saludables sentimientos del pueblo”32. En este punto empieza a consolidarse cierta
distancia entre la imagen del führer y la del partido nazi33.
En cuanto al último suceso, “el triunfo de la guerra relámpago”, nos encontramos con el
cénit del mito Hitler. En este punto se incorpora la noción del líder del régimen nazi como “genio
militar”, llegando a dominar al resto de componentes del mito. La idea del genio militar venía
construyéndose a través de la propaganda nazi desde antes de iniciada la guerra34, al igual que
sucedió con Hitler y su discurso religioso, elaborado antes de los embates contra las iglesias35.
Los artilugios que alimentaron el mito una vez iniciada la guerra fueron, básicamente,
discursos e invasiones, intentando eclipsar la amenaza que representaba tanto la preocupación
por el final de la guerra como también los pequeños sacrificios que debían hacerse en la vida
cotidiana. Kershaw sostiene que la ocupación de Dinamarca, Noruega, Bélgica, Holanda, París,
Yugoslavia y Grecia le dieron al pueblo alemán una confianza en Hitler que parecía ilimitada,
llegando a producir, después de la invasión de París, un generalizado y popular “ánimo bélico”,
que tenía como objetivo principal la derrota total de Inglaterra (único momento con movilizaciones
masivas a favor de una invasión). Esta ilusión debía alimentarse de éxitos constantes que no
interfirieran en las condiciones de la vida diaria36.
Alternando grandes victorias con discursos elocuentes, Hitler fortalecía su mito. En
cambio, el partido nazi no lograba revertir su imagen negativa. Se los comparaba con las fuerzas
armadas para desprestigiarlos, señalando que eludían su obligación en el frente, y las
equivocaciones de la década del ‘30, por las que ya se los criticaba en tiempos de “la noche de los
cuchillos largos”, seguían presentes en la mentalidad del pueblo. La popularidad de la que gozaba
Hitler poco tuvo que ver, según Kershaw, con simpatías en cuestiones raciales o partidarias, sino
que sobre lo que se consideraba una serie de logros personales, por ejemplo, la superación de la
crisis económica y política, se construyó un extendido consenso37.
31 Ibid. p. 127.
32 Kershaw, El mito de Hitler, imagen y realidad en el Tercer Reich. Buenos Aires, Paidós,
2004, p. 128.
33 Ibid. p. 132.
34
Ibid. pp. 201-202.
35 Ibid. pp. 47-48.
36
Ibid. pp. 206-210
37
Ibid. pp. 212-222.
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