Todo cambia y todo acaba, la existencia no consiste solo en resolver las dificultades cotidianas
La clave es saber construir nuestro propio proceso vital, ser los protagonistas del recorrido
Gestionar el sufrimiento
Verdades sobre el sexo
Manual para padres primerizos
XAVIER GUIX 20 ABR 2014 - 00:00 CET3
Archivado en:
Ítaca, la tierra que vio partir a Ulises es el símbolo del viaje de la vida (salida, lucha y
retorno). Es un camino de transformación, la conquista de uno mismo que no pasa solo por
conocerse, sino por desvelar su naturaleza más esencial, convertirse en un Seeker of true,
un buscador de la verdad. Aunque el viaje lo empezamos nada más nacer, suele ser a mitad
de nuestra madurez cuando tenemos una mayor conciencia de la vida como proceso. Ya ha
habido un antes y queda todo un después. Perdimos la inocencia por el camino al descubrir
que existe el abandono y que la abundancia un día se acaba. Huérfanos, vagabundeamos
intentado encontrar nuestro lugar en el mundo. Luchamos contra las adversidades e
intentamos encajar en los modelos sociales imperantes.
'Ítaca'
Fue uno de los poemas del escritor griego Constantino Cavafis, una de las figuras literarias más
importantes del siglo XX. En la década de 1960 se convirtió en un icono de la cultura gay. El cantautor
Lluís Llach adaptó el poema en 1975. Conserva siempre en tu alma la idea de Ítaca: llegar allí, he aquí tu
destino. Mas no hagas con prisas tu camino; mejor será que dure muchos años, y que llegues, ya viejo, a la
pequeña isla
Cansados de guerrear llegamos a la gran pregunta: ¿qué sentido tiene la existencia si sigue
llena de horas de vacío, de días de insatisfacción, decepciones y de cambios inesperados que
revientan de cuajo toda expectativa? ¿Qué sentido tiene si uno ya ha realizado todos sus
deseos? ¿Qué más hay que no sea una mera repetición? ¿Hay algo ahí fuera que sea total e
infinito? No cabe duda que esta vez intuimos que el camino a recorrer va de puertas hacia
dentro. Hay que desalojar, deconstruir el personaje para adentrarse en las entrañas de una
pregunta: ¿quién soy yo?
Para muchas personas el reto es un camino de vida. Para otras un riesgo, un temor a
descubrir aspectos desconocidos que puedan ensombrecer su vida actual. La búsqueda de
respuestas, el anhelo de cambiar encuentra pronto su resistencia. ¿Cuánta verdad somos
capaces de soportar? ¿Y si uno se pierde por el camino? ¿Y si se trata de un engañabobos?
Aparece el conservador, el miedoso, el “quejica” y el perezoso. En lugar de ir hacia el amor,
se deambula por el miedo. De la intención se pasa a la justificación. La fuerza, en lugar de
estar en el acto, se esconde en la mente.
Ante el reto de vivir, dice Ulises, hay cinco cosas que no hay que empeñarse en variar:
El camino de la aceptación, de reconocer que lo que es, lo es, acaba siendo más beneficioso
ante las falsas ilusiones. Ulises fue astuto al jugar con el engaño, por eso ideó el caballo de
Troya. Les dio a sus oponentes la ilusión que necesitaban ver, sucumbiendo al final por su
propia ceguera. Una cosa es tener ilusión y la otra vivir de ilusiones.
Aquello que llamamos realidad no es más que la pantalla donde se refleja nuestra
interioridad. Solo que a veces, lo que vemos fuera lo negamos dentro de nosotros mismos. A
eso se le llaman nuestras sombras y proyecciones. Vemos en los demás lo reprimido en
nosotros, o ensalzamos ideales y virtudes de las que nos sentimos desposeídos, o nos
hacemos los serios para ocultar deseos indecorosos. Como diría Juan Ramón Jiménez: “Yo
no soy yo, soy este que va a mi lado sin yo verlo”.
Los alquimistas son el símbolo de la unión de los elementos para lograr el material más
puro y noble. En nuestra vida psicológica se trata de la unión de los opuestos. Ulises ilustra
con algunos ejemplos:
El viejo Ulises se queda en silencio. Cierra los ojos. Entra en conexión con el momento
presente, el ahora y el aquí en toda su rotundidad. Su semblante es sereno y a la vez emerge
de su presencia una enorme intensidad. Entonces comprendo que los discursos, los
pensamientos y las norias emocionales solo podrían enturbiar ese momento sagrado.
Teilhard de Chardin escribió: “Nos pasamos la vida esperando el gran día, la gran batalla o
la gran hazaña del poder. Pero tal consumación externa no le es dada a muchos, ni es
preciso que así sea. Con tal de que nuestro ser se tense apasionadamente dentro del espíritu
en cada cosa, ese espíritu emergerá de nuestros esfuerzos escondidos y sin nombre”.
La inspiración de este artículo se basa en la ‘Odisea’ de Homero, así como en dos obras de
David Richo: ‘Como llegar a ser adulto’ y ‘Las cinco cosas que no podemos cambiar’.