Artículos / María
Pareciera que el Santo Padre ha olvidado todas las gracias y singulares virtudes
que adornan a la siempre Virgen María, hija predilecta de Dios, escogida desde
toda la eternidad para ser madre del Redentor, despojándola de todas
especialísimas cualidades, degradándola a nivel de una «chica normal».
Recordemos las palabras de San Luis María Grignon de Monfort extraídas de las
«Súplicas a la Virgen María»:
¡Ah! Si se conociera la gloria y amor que recibes en esta criatura admirable, ¡se tendrían hacia ti
y hacia Ella sentimientos muy diferentes de los que ahora se tienen! Ella se haya tan íntimamente
unida a ti que sería más fácil separar la luz del sol, el calor del fuego, más aún, sería más fácil
separar de tí a todos los ángeles y santos que a la excelsa María: porque Ella te ama más
ardientemente y te glorifica con mayor perfección que todas las demás criaturas juntas.
¿No será, pues, extraño y lamentable, amable Maestro mío, el ver la ignorancia y oscuridad de
todos los hombres respecto de tu Santíma Madre? No hablo de tantos idólatras y paganos que, no
conociéndote a ti, tampoco a Ella conocen. Tampoco hablo de los herejes y cismáticos que,
separados de ti y de tu Iglesia, no se preocupan de ser devotos de tu Madre. Hablo sí, de los
católicos y aún de los doctores entre los católicos: ellos hacen profesión de enseñar a otros la
verdad, pero no te conocen ni a ti ni a tu Madre sino de manera especulativa, árida, estéril e
indiferente. Estos caballeros hablan sólo rara vez de su Santísima Madre y del culto que se debe.
“Declaramos, pronunciamos y definimos que la doctrina que sostiene que la Santísima Virgen
María, en el primer instante de su concepción, fue por singular gracia y privilegio de Dios
omnipotente en previsión de los méritos de Cristo Jesús, Salvador del genero humano,
preservada inmune de toda mancha de culpa original, ha sido revelada por Dios, por tanto, debe
ser firme y constantemente creída por todos los fieles.”
“La profundización de la fe en la
maternidad virginal ha llevado a la
Iglesia a confesar la virginidad real y
perpetua de María, incluso en el parto
del Hijo de Dios hecho hombre. En
efecto, el nacimiento de Cristo lejos de
disminuir, consagró la integridad virginal de su madre”.
María como buena Madre que conoce la bondad de su hijo y sin mediar más
palabras, da por concedida la acción con «Haced todo lo que os diga». De
esta manera María, acaba de arrancarle un milagro a nuestro Señor Jesucristo.
Así también, María nos presenta una fe llevada al extremo, a la convicción, a la
seguridad de obtener aquello que se pide: «La fe es la esperanza en cosas
que no se ven, y que son verdaderas».
María Corredentora
Trajo al mundo al Redentor, fuente de todas las gracias. María dio su
consentimiento libre para que viniese el Salvador al mundo: «He aquí la
esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra» (Lc. 1, 38). Dice Santo
Tomás que representaba a toda la
naturaleza humana.