Voy a ser claro sobre propósito en este breve escrito de reflexión. Quisiera invertir el orden
de la relación, ya clásica, entre derecho y sociedad – entre derecho y las demás ciencias
sociales y humanas. Se hablan de estudios socio-jurídicos, estudios culturales del derecho,
sociología jurídica, antropología jurídica, etc. En todos estos casos parece haber un común
denominador: los hacen juriste agités, para utilizar la expresión con la que en Francia
calificaban a estos estudiosos a principios del siglo pasado, que leían teoría social,
antropológica, así como ciertas raíces filosóficas que ordenan, delinean y, a veces, anteceden
la existencia de estas ciencias – de ahora en adelante, me voy a referir a este conjunto como
ciencias humanas y sociales (CHS). La actividad de estos juristas consiste, básicamente, en
utilizar las herramientas de análisis de los CHS para responder a problemas ya planteados en
el derecho, o para abrir nuevos caminos de investigación dentro de él. En ambos casos, lo
que sucede es una transfusión, un traspaso, de un saber que es resultado de una serie de
discusiones propias de un campo para que respondan a las de otro. En el derecho esta
transfusión se ha hecho de manera sumisa: se intenta reproducir el modelo teórico de la
manera más exacta posible. Esto hasta el punto de que hay una desconexión: ciertos juriste
agités parecen ser más resultado las CHS que de las ciencias jurídicas. Se ha dicho, como
sucede con la sociología jurídica, que ella implica salir del derecho para examinarlo desde
afuera1. Así, el derecho se vuelve un objeto de estudio más de los modelos de las CHS.
1
Esto fue lo primero que me dijeron al momento de comenzar mi curso de sociología jurídica, rompiendo
tajantemente las relaciones de esta con la teoría jurídica. Es una posición controvertida, pero dominante.
2
Es clara la resonancia de esto con los estudios de consciencia jurídica, y posteriormente con los estudios
culturales del derecho. Para un buen resumen de la primera corriente ver Garcia-Villegas (2001) Sociología
jurídica. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia. Del segundo, ver Sarat & Simon (2003) Cultural Analysis,
Cultural Studies, and the Situation of Legal Scholarship. Berkeley Law. Disponible en:
https://scholarship.law.berkeley.edu/cgi/viewcontent.cgi?article=3921&context=facpubs. y para el ‘giro
cultural’ general en los estudios sociales ver Roseneil & Frosh (2012) Social Research After the Cultural Turn.
Londres: Palgrave MacMillan.
y, a partir de esta realidad acotada -sintetizada-, generar soluciones -remedies- resultado de
una serie de abstracciones normativas previamente delineadas. El estudio del funcionamiento
de este modelo, que es objeto de la teoría jurídica, es el estudio de las ideas normativas, que
existen más allá de lo que los positivistas y formalistas clasifican como derecho. Las ideas
normativas están en todas partes, y los modelos que como juristas hemos desarrollado para
entenderlas son potencialmente capaces, creo yo, de ser aplicados a todas ellas. He aquí mi
tesis: no sólo se puede analizar el derecho desde las CHS, como un elemento más de la
sociedad, sino que se puede analizar la sociedad, incluidas las CHS, desde los paradigmas de
la teoría jurídica. Es más, creo que entender la teoría jurídica como el estudio de las ideas
normativas le da un objeto propio al derecho como ciencia, le da cierta independencia. Por
tanto, le da un punto en el cual sostenerse para jugar un papel más activo en la evolución de
las CHS en general.
3
Entrevista realizada por Ellen Spielmann (1996). Disponible en: www.ram-
wan.net/restrepo/eeccscol/barbero-entrevista.doc
– se percata, con los estudios posestructuralistas de los Critical Legal Studies, de problemas
ya planteados por Llewellyn, sólo que ahora bajo la forma de autoridades europeas –
Foucault, Barthes, Husserl, Mannheim, Freud, Saussure – y similares relecturas de Marx.
Entiendo que no es lo mismo, que hay necesidad de leer a las CHS por tener muchas
veces conceptos más refinados. Lo que propongo aquí no es una desconexión, sino una
recepción activa. Debemos ser conscientes de lo nuestro antes de leer lo de otro. Debemos
entender, con cada concepto, lo que trata, y, antes de utilizarlo, examinar de qué manera ha
sido tratado esto mismo en la tradición judicial, que siempre va a enriquecer, de una manera
u otra, como continuidad o ruptura, la recepción de él. Expongo acá una idea general, un
esbozo. No pretendo haber dejado un camino en pie, sino por lo menos haber quitado un poco
de maleza para sugerir que caminemos por allí. Creo que el derecho, como estudio de las
ideas normativas, como manera de pensamiento y por tanto como una práctica significativa
– práctica en la que se significa –, es un punto central para el entendimiento de nuestra
sociedad. Propongo, entonces, que hagamos un análisis jurídico de la sociedad, y no sólo un
análisis social de lo jurídico.