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“El modelo pulsional” – Oscar Masotta.

La pulsión en Freud remite a dos sub campos teóricos: los avatares y la historia del modelo
pulsional, y la doctrina de las pulsiones parciales; ambos confluyen en la definición misma de
pulsión, que según Lacan, es siempre parcial.

Freud plantea siempre una teoría de dualismo pulsional subyacente.

Construye entonces un PRIMER MODELO:

Pulsiones de auto conservación - Pulsiones sexuales

Freud busca reducir mediante la pulsión la especificidad de la sexualidad humana. Exigía desde
el principio un modelo dualista en el cual las pulsiones sexuales sean distinguidas y aisladas de
otro tipo de pulsiones. Se distinguía entonces la sexualidad de la necesidad biológica.

Codo de los años 20, SEGUNDO MODELO:

Pulsiones de vida – Pulsiones de muerte

Las incluye en el texto “Más allá del principio de placer”.

Desde 1911 Freud habla de pulsiones del yo para arraigar al yo (que incluye la función de
atención, memoria, etc.) en las pulsiones, para convertir a ese atado de funciones, en función de
la libido.
No se debe olvidar la importancia del término narcisismo en la teoría de la libido. ¿Qué es
libido? Por libido se entiende a la energía misma del deseo sexual (ver en el otro resumen).
Existe un narcisismo primario y normal, que es el complemento libidinoso del egoísmo del
instinto de conservación, el cual se atribuye a todo ser vivo. Esto pone en juego el destino del
“gran modelo pulsional”.
Hasta ese entonces el modelo teórico se basaba en la oposición entre pulsiones sexuales y no
sexuales, estas últimas, llamadas yoicas o de auto conservación. Pero al residir la libido en el yo,
no solo todo quedaría “reducido al sexo” sino que trastabillaba el modelo pulsional. Libidinizado
el yo, no se sabía qué lugar se le otorgaba a las tendencias y pulsiones no-sexuales.
Otra vez, ¿Qué es libido? Es una “laminilla” dice Lacan. Tiene funciones de órgano viviente,
puede ocupar cualquier lugar, envolver a cualquier objeto, es inmortal, no puede dividirse. Es
algo así como puro instinto de vida, de vida inmortal e irreprimible. Y Freud viene a decir en
1914 que se deposita fundamentalmente sobre el yo, es decir un cuerpo sexuado. El término
“libido” gestado por Freud remite a un cierto principio que está en la base del goce y la lujuria
humano.
Si el yo esta también libidinizado, no hay lugar para las pulsiones no sexuales. Se ve sin embargo
que Freud prosigue testarudamente a lo largo de toda la primera parte del texto (narcisismo) su
defensa del dualismo del modelo pulsional. Defensa atenuada ya que admite su debilidad, pero
nos advierte que no ha de abandonarlo hasta no encontrar otro mejor.
Para Freud, el monismo es epistemológicamente imprescindible: para no perder la probabilidad
de determinar a lo sexual en tanto es preciso distinguirlo de un campo de pulsiones no sexuales.
En 1914, la introducción del narcisismo lo obliga a aceptar el componente libidinal en el yo.
Reemplazara entonces el antiguo dualismo por la nueva oposición entre libido yoica y libido
objetal. Y seguirá sosteniendo que recaen en el yo simultáneamente componentes no
libidinales.
Poco tiempo queda hasta el momento en que el modelo quede reemplazado por su forma
definitiva.
Es preciso no desatender a lo que un texto “no dice”. Prevalece en Freud entre 1914 y 1920 una
preocupación por las tendencias agresivas, componentes destructivos del yo. Pero no hay
referencias en el texto de 1914 a la agresión la destrucción o la pulsión de muerte. La
investigación culmina en “Más allá del principio de placer”. Está en juego el vacío dejado por
Freud del lado de las tendencias no libidinales del yo, es decir la relación de la agresividad con el
narcisismo: hay ahí un meollo.
En 1915 Freud adscribe las tendencias agresivas a las pulsiones yoicas del mismo modo que en
el trabajo de narcisismo se sella el destino del objeto en tanto lo liga a la libido yoica, aquí se
halla una cierta relación de la libido y el odio. Al mismo tiempo que aparece el objeto en el
estadio del narcisismo primario se determina la formación del contrario del amor, el odio.
El término odio solo aparece contadas veces en los textos de Freud. La mayoría de las veces
aparece en pareja antitética con el amor, con el fin de definir la ambivalencia. En “las pulsiones
y sus destinos” el odio aparece definido en relación con el yo de placer purificado, el yo percibe
como hostiles a las partes del mundo que no puede incorporar como objeto, ya que el yo es
auto erótico y percibe como displacenteros los estímulos de afuera. Coincide lo odiado con ese
resto “no incorporado”. Ese sobrante es el que se debe retener. En todos los casos, los efectos
unificantes de la libido no alcanzan para dominar el reducto ultimo al que se acoge un cierto
“real”, resto inalienable motivo de rechazo y de odio.
Al odio y al sadismo, Freud los considera por separado, estudia al sadismo cuando se ocupa de
la pulsión y el odio en referencia al amor. Del mismo modo, lacan nos advierte que para Freud el
amor no es una pulsión.
La “agresión” no tiene en Freud una definición. No se circunscribe a algunas acciones, las
embarga a todas. La ambivalencia las tendencias hostiles y de amor hacia el objeto primordial.
Advierte Lacan: los mismos objetos, madre y padre, encargados de despertar las exigencias
libidinales del niño, son quienes ejercen la prohibición que origina la reacción de agresión del
niño. Más tarde, por introyección de esas figuras castigadoras, se constituye el superyó. Según
Freud, cuando el sujeto no satisface los impulsos agresivos, estos se vuelven contra el mismo yo
agravando la severidad de ese superyó. El niño puede responder con gran violencia al castigo de
los padres.
Lo que Freud dice con esto es que la agresividad reduce la variedad de objetos de deseo. La
agresividad es básica, no resulta de un “contraataque”. Afirma la existencia de una hostilidad
fundamental, de una agresividad anterior a todo pensamiento que quiera dar cuenta de ella en
términos de origen, de algún motivo, de un acontecimiento primero.
En 1920 Freud introduce la pulsión de muerte. Pero no puede hacerlo sin dar un golpe de timón:
poner a prueba los datos, la experiencia, las observaciones clínicas, mediante un artificio. En
“más allá del principio de placer” rechaza la idea de unir la muerte al destino, ve a eso como un
paleativo. Tampoco es natural.
El estatuto de lo real como real, nuestra relación con los objetos existentes, nuestra creencia en
ellos o su rechazo, depende de la capacidad de integrarlos en los límites de nuestro
pensamiento.
El sujeto solo se constituye a partir del otro. En “más allá del principio de placer” lo que está en
juego es el estatuto de placer y la noción misma de “principio”. En “pulsiones y destinos” Freud
habla de principio de placer en términos de postulado, es decir algo que permanece quieto a lo
largo de todo un razonamiento; aquí se retira ese carácter de postulado al placer. Y esto opera
como una derrota de los límites habituales de nuestro pensamiento.
Para Freud la repetición es extraña y anterior al principio de placer, aunque puede ser
placentera, jamás explicara la repetición. Es expresión de la pulsión de muerte.
Cuando Freud en 1920 introduce la pulsión de muerte, apunta a otorgar estatuto teórico
definitivo a la agresión, las tendencias agresivas, el odio, el sadismo.
Éstas no contradicen necesariamente a la idea del placer, la idea de hacer sufrir al otro no es
contradictoria con la intención de poner a buen recaudo el placer propio. Remite cuanto más a
ideas de egoísmo, cada sujeto solo depende de sí mismo, el sufrimiento del otro no es el
sufrimiento del sujeto.
Freud llamaba la atención sobre el sadismo: cómo buscar dolor del otro si ese dolor no tiene
significado para el sujeto mismo? Lo que está en juego en 1920 para Freud, es explicar la
tendencia del sujeto al sufrimiento, el dolor, el autocastigo, el sadismo vuelto hacia la persona
propia, el auto desprecio, la persistencia al fracaso, el rechazo del éxito, la evocación
melancólica de los desastres del pasado, el gusto por la decepción, la fascinación por el suicidio,
en resumen, la insistencia de las repetición por lo desplacentero. ¿No se debería postular
entonces una tendencia de la vida psíquica anterior a las exigencias de conservación, más
radical que las sugerencias del placer?

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