Soy el Padre Pedro Nkogo Eyi, C.M.F., misionero claretiano. Nací en Bikueme-
Esangbwak, Bata, hace 83 años, pero mi madre se trasladó a Nkoo-Mvia Esangbwak, Bata,
un pueblo distante de Ndziakom unos 3 o 4 kilómetros; yo tenía unos 7 años. Para los
pobladitos de los alrededores, Ndziakom era como la gran ciudad. Allí estaba la Iglesia
donde me bauticé y me confirmé, y la escuela; allí se tenía el mercado mensual de la venta
del “Nkor mbon -yuca seca-”, venta que, prácticamente, era la única fuente de ingresos de
las pobres familias de nuestros pueblos entonces.
Desde la tradición bantú Fań Acacio Mëñë era nuestro Moan kaa, es decir, nuestro
sobrino, porque su madre era de nuestra tribu Esangbwak, de nuestra familia.
El nombre completo de Acacio, y pronunciado según los Fań es: Acacio Mëñë M’Elá
Nkogo Mayé, hijo de Buenaventura Ela Nkogo Mayé y de Teresa Abogo Abeso. Se casó
canónicamente con Marina Asangono de la tribu Esasun, con la que tuvo un solo hijo,
Joaquín Mëñë M’Ela, y no “una familia numerosa” que dice don Rosendo Ela Nsue en su
libro Historia de la Colonización y de la Descolonización de Guinea Ecuatorial por España,
pag. 344. Acacio tuvo otro hijo extramatrimonial, que él reconoció, llamado Alejandro
Mëñë M’Ela con una criada Bisió. Este hijo murió muy joven de un accidente de coche en
una de las curvas de las fincas de Matorell, Dogo-Bata. Era policía de orden público.
Acacio era un gran agricultor. Tenía unos 100 braceros nigerianos que trabajaban
en su finca de café y no también de cacao, que dice el autor del libro. En los mejores
momentos de su economía, Acacio se dedicó también a la explotación de la madera
creando una pequeña empresa denominada Madegui, (Maderas de Guinea Ecuatorial).
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En aquellos momentos, como califica muy bien don Rosendo, autor del libro en
cuestión, “Acacio construye una soberbia casa de dos plantas apta de consideración hasta
la fecha”. Lástima de las imprecisas vaguedades del autor cuando habla de la inauguración
de esta casa que yo presencié. Tenía entonces entre 15 y 16 años. Fue un acontecimiento
sociopolítico de primera magnitud en la vida de Acacio Mëñë M’Ela. Un negro Fań del
continente invitaba al Excmo. Señor Don Faustino Ruiz González, Vicealmirante,
Gobernador General de los Territorios Españoles del Golfo de Guinea. Todos los pueblos
del contorno se concentraron en aquel inolvidable y maravilloso día en Ndziakom. Llegó
don Faustino con su aguerrida escolta. Taciana Nchama Ela, una sobrina de Acacio, fue la
encargada de saludar al ilustre huésped declamando un poema del gran poeta
nicaragüense Rubén Darío, titulado “La princesa está triste”.
“A una llamada del Comisario Español Jefe Superior de Policía de Bata, Señor
Carmona, el día 16 de diciembre de 1959, desapareció para siempre su padre”. Supone, y
con muy buena base, que lo mataron las autoridades coloniales españolas. Don Rosendo,
en cambio, en su libro, implica seriamente a dos misioneros claretianos en esta muerte:
los Padres Antonio Cañigueral y Nicolás Preboste. Copio textualmente de su libro:
Totalmente falsas todas esas afirmaciones. Como les acabo de decir hace poco arriba,
los pocos débiles datos sobre este terrible hecho, que siempre que lo recuerdo, me hace
llorar, son los siguientes:
A una llamada del señor Carmona, Acacio, un poco preocupado, fue a ver a su
amigo P. Preboste informándole de la llamada del señor comisario. El P. Preboste le
preguntó si había tenido alguna reunión de tipo político o una caza furtiva de elefantes-
Acacio era un buen cazador de elefantes-; éste le respondió que no. El P. Preboste le dijo:
pues ve a ver por qué te llama. Pero Acacio desapareció para siempre. Suponer que el P.
Preboste sabía que el señor Carmona iba a matar a Acacio por haberle dicho “pues ve a ver
por qué te llama”, es una suposición diría yo un poco satánica, pero bajando un poco el
calificativo, digo que es una suposición demasiado gratuita.
Esta otra información la tengo también del P. José María Viñas Bosch. El fiscal de
colonias de la Región Continental, del Opus Dei, no recuerda su nombre, se dirigía
espiritualmente con el P. Nicolás Preboste. Un día, después de sus charlas místicas, el fiscal
le preguntó al P. Preboste:
En la Página 346 del libro que nos ocupa, hay dos fotos, una de la iglesia y la otra
de los “familiares testimoniantes de Acacio Mëñë”.
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Conozco al dedillo toda la familia de Acacio. Examiné y reexaminé las caras de los
tres señores de la foto y ninguna cara me parecía como la de un familiar de Acacio. Hice un
viaje expreso a Ndziacom para que Joaquín Mëñë, hijo de Acacio, me aclarara el misterio.
Le enseñé la foto y sólo reconoció la cara del que ocupaba el centro de la foto, que dijo se
llamaba Juan Angüe, un joven de Ndziacom. Le pregunté si era familiar suyo. Me respondió
con una sonrisa un poco así así: bueno…, como mi padre Acacio era Esambira y el joven
también Esambira y de Ndziacom, bueno, bueno, es familiar de Acacio.
Este pequeño y sencillo acto nos descubre también la gran dimensión social que
tenía Acacio en la Guinea que se estaba gestando.
Acacio puso los cimientos de la iglesia hasta la viga de coronación y un poco más.
Continuó con los trabajos de la iglesia la dinámica y queridísima Hna. Julita, religiosa
agustina, culminando, finalmente, los trabajos Su Excelencia el Presidente Teodoro Obiang
Nguema Mbasogo al reconocer y decretar distrito urbano al pueblo de Ndziacom. Asistí al
solemne acto de la bendición de la primera piedra del nuevo distrito urbano,
concediéndome el Presidente de la República el gran honor de ofrecerme una paleta de
cemento para que, como él lo acababa de hacer, lo hiciera yo también. La bendición la hizo
el P. Juan Nzee, párroco de Ndziacom.
8. Conclusión.
Tendría por muy bien empleado los malos momentos que he tenido, mientras iba
escribiendo estas notas, si alguno, después de leerlas, cuestionara seriamente la veracidad
de las afirmaciones contrarias.