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Materia: Historia de las artes visuales 2

Nombre y apellido: Siles Andrea


Tema: Cosmovisión del arte precolombino.
Turno: noche
Profesora: Alejandra Galeanof

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Cosmovisión del arte precolombino

Los pueblos originarios de América precolombina tienen su cosmovisión que era la manera de ver el mundo, la forma en
que entendían su existencia, las deidades que los crearon que los protegían o que los castigaban y que les
proporcionaban sustento tomaban del cosmos la idea de una fuente de su origen de quienes descendían de donde
provenían. Su lugar en el universo y la misión que les estaba destinada según los diferentes fenómenos del cosmos.

Juan Carlos Lomban explicita que todos los aspectos de la cultura amerindia derivaban de su cosmología, una
concepción del mundo y de la vida de clara raíz religiosa que en no poca medida resultaba y aun resulta de muy difícil
captación para la mentalidad de los europeos.

Conforme a la cosmovisión amerindia, el transcurrir el tiempo es cíclico y por ello se lo representaba como una
circunferencia, como una energía cósmica reincidente que originaba los ciclos diarios y anuales del sol y de la luna. Toda
la vida de los antiguos americanos, que jamás se divorcio de la naturaleza, estaba íntimamente vinculada con la
periodicidad solar que determina las partes del dia, las estaciones, la situación climática, la germinación, la cosecha y
otros hechos capitales de su existencia. El transcurrir del tiempo, todo cambio y todo movimiento, eran siempre
entendidos como la resultante de la interacción perenne de dos principios antagónicos, juego dialectico de contrarios
que a partir de las fuerzas centrifugas y centrípetas que se equilibran en el cosmos, subyace en todo cuanto existe y es el
motor que origina tanto los hechos de la vida cotidiana como los grandes fenómenos naturales.

Esa actitud de concebir cada elemento de la realidad como la síntesis de dos principios contrarios, origino los pares sol-
luna, cielo-tierra, norte-sur, este-oeste, hombre-mujer, etc.

No solo el 2 era fundamental en la cosmología de los amerindios, sino también el 4 como el máximo de las posibilidades
del 2, es decir dos por dos. De esta creencia nacieron algunos símbolos importantes como la cruz cuya significación era
la división cuatripartita del cosmos, los puntos cardinales, los cuales confluyen en el centro u ombligo (el Cuzco).Ese 4
origino la costumbre de erigir como basamentos de sus templos, pirámides escalonadas, que son cuerpos geométricos
de base cuadrangular que se originan por la superposion de cuadrados. La pirámide equivalía para ellos a la montaña, el
símbolo por antonomasia de la verticalidad de las fuerzas ascendentes y descendentes, el eje que establece la relación
cielo-tierra, divinidad-hombre. Por otra parte la construcción piramidal es la que integra altura con seguridad, al permitir
que se aumente la elevación hacia dios y también la base de sustentación.

El tiempo cíclico era concebido por los amerindios como el palpitar de la naturaleza, el ritmo regular de todo cuanto
existe y por ello se aplicaron con tenaz perseverancia a medir los distintos intervalos, a calcular los lapsos entre la
reiteración de cada uno de los miles de fenómenos que interesaban a sus vidas, lo que lo condujo a crear numerosos
calendarios.

Para ellos la obra de arte total, arquetípica y perfecta, era el cosmos, el que aglutinaba e integraba ordenada y
equilibradamente a la realidad total. Las fuerzas cósmicas hacían que cada uno de los billones de seres vivos y todos los
objetos, por diferentes que fueren, mantuvieran una unidad profunda.

Se consideraba que no existía ni podía concebirse nada que no estuviera estrechamente ligado con lo demás, y esta
actitud de minimizar los límites y las diferencias para exaltar la interdependencia dentro de un único conjunto cósmico
del que todos eran parte, llevo a borrar casi totalmente la distinciones entre lo natural y lo sobrenatural, entre dioses y
hombres. Asi fue como el amerindio se asumió a si mismo como parte del cosmos y pugno por vivir siempre en la más
perfecta armonía con el, jamás en lucha o enfrentando sino integrado en esa realidad universal y totalizadora. Asi se fue
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originando una característica fundamental de la vida social de la América antigua, que fue el profundo enraizamiento en
su comunidad que tenía todo individuo, quien no buscaba ni podía concebir su realización personal independiente de su
grupo, sino en función de lo que pudiera aportar para el bienestar y el progreso del mismo.

El cosmos, el uno la identidad totalizadora, madre de todas las identidades parciales, las que solo alcanzaban su pleno
sentido en función del El, estaba considerado como un omnipotente ser vivo cuyos ojos eran el sol y la luna, su voz el
trueno, su aliento o halito vital el viento, su arma el rayo, su llanto la lluvia. Todo lo existente resultaba una
manifestación de esa unidad originaria de carácter sagrado, cuyas poderosas fuerzas mantenían una armonía universal
contra la cual era sacrilegio atentar.

Para la cultura amerindia resulta altamente significativo que su cultivo básico y primordial el maíz, importante para su
dieta alimentaria, vida y evolución histórica, fue una de sus invenciones más admirables. En efecto, se trata de un
vegetal que no pudo haberse originado y aun hoy no puede reproducirse sin la intervención del ser humano. Por ello no
sorprende que fuera divinizado y adorado como la simiente de la vida y como una elocuente convergencia de las
energías cósmicas naturales y sobrenaturales, ascendentes y descendentes, encuentro de lo divino con el agua, la tierra
y la sangre.

La América antigua a su vez tenía unas carencias y debilidades: desconocimiento de la escritura, con la excepción de
unos pocos pueblos de Mesoamérica; la atomización lingüística; la no utilización de la rueda; la carencia de animales de
carga como el caballo y otros de gran porte; la ausencia de armas de poder aniquilador como las de fuego; el
desconocimiento de objetos de hierro. Hoy se sabe cada vez con mayor precisión que la presunta incomunicación de los
pueblos americanos no fue tan grande como creyeron constatar los conquistadores, y que en realidad conocían la rueda
y el hierro, si bien parece indudable que a estos dos últimos elementos no les dieron aplicación práctica, al menos
conforme a las pautas culturales europeas.

Es más los indígenas nunca guerreaban para aniquilar al enemigo sino todo lo contrario, tomarlo prisionero conservando
su vida, lo cual era indispensable para sus rituales religiosos, los que incluían numerosos sacrificios humanos y
constituían practicas consideradas como esenciales para la vida de las comunidades.

También podemos hablar de la relación del hombre con la naturaleza, la que aquí era mucho más estrecha y tenía un
carácter netamente muy sagrado. Parece indudable que ninguna otra sociedad de la historia humana ha exaltado los
poderes del mundo natural y el genio de la tierra de manera más expresiva y vigorosa que los amerindios, en cuyo
continente la naturaleza se ha manifestado con abrumadora grandiosidad.

La magia, los mitos y la religión: Lo mágico fue, para el hombre americano arcaico; la fuerza idealista poseedora del
supuesto poder de hacer verosímil, posible y hasta comprensible para su mente acuciada por los fenómenos naturales
aquello que es todo lo contrario; inverosímil y engañoso(deidades, mitos).Es asi que en estos principios evolutivos, el
carisma persuasivo de los chamanes impone un pensamiento mágico que ira elaborando mitologías cosmogónicas,
rituales cultisticos, funerarios y agrarios mas cosmovisiones espaciales y temporales.

Para aquellos heroicos seres todo fenómeno natural es mágico pues su causa le es incomprensible. El primario
razonamiento de tales hombres inventa dioses creadores por urgente necesidad de protección. Los fenómenos
climatológicos y astronómicos, las enfermedades, la muerte, lo asombran y aterrorizan; todavía hoy no se resigna a
morir y concibe otra vida en el mas allá, en el inframundo terrestre o en el sidéreo cielo.

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Cada instante generacional va descubriendo el mundo. Como un animal, acosado por tanta intriga y saturado de miedo
e inseguridad, busca una explicación que haga lógica a la cambiante realidad. Tal acusiante necesidad la expresa en una
deificación panteísta y en sus cultos adoratorios.

El chaman crea los mitos, inventa su relato mimetizando los fenómenos cósmicos con determinados animales-
dioses.Asi, el chaman se convierte en intermediario de las deidades y las entroniza imperativamente junto a sus ritos
votivos para tributo y alimento de tales dioses.

Al mismo tiempo, sin descuidar los pronósticos protectores del vivir comunitario ni sus poderes de brujo-medico, este
alucinado personaje astuto y talentoso, se supone haya concebido por medio del pensamiento visual imágenes
simbolico-miticas plasmadas en dibujo, pintura y escultura. En una posible segunda instancia haya creado una suerte de
poesía mistica, un arte narrativo de una incipiente organización cosmogónica. De esta manera, va surgiendo una
semiótica trascendente, visual y oral; las bases para una religión y la estructura del cuento, la ornamentación simbólica
del cuerpo y su expresión, la danza.

Numerosos siglos posteriores se organizara un estado e institucionara la religión. Ya en estos tiempos, con normas
establecidas, podrá tal estado mantener un vasto grupo de artistas y artesanos de todo tiempo, organizados en talleres y
especializados en diferentes técnicas; arquitectura, escultura, pintura, cerámica, textiles, orfebrería, etc y por fin el
centro de culto y la ciudad.

El concepto de lo mágico sin abandonar su predominio, cambiara.La corporativa religión establecerá normas rituales,
morales y políticas al servicio de la cohorte de dioses y sacerdotes.Ceremonias, construcciones, ídolos totémicos,
sacralización de la piedra, del oro, de las telas y de los colores se sucederán como efecto de la causalidad mitológica. El
arte, todavía no concebido como tal sino como volición mística será expresión tacita, inferida,de la poesía inmanente al
SER de estos pueblos.

Un vasto zoológico mítico es creado en un Olimpo de dioses con atributos duales y a veces polifacéticos. Ese hombre,
educado en estos cultos, deja de ver a estos animales como tales para aprehenderlos como atributos que la tradición les
ha conferido: el Jaguar ES El poder y la Tierra, La serpiente ES La Tierra o El Agua, etc.De ahí que podemos leer hoy estas
imágenes pues son ideografías simbolicas.Son una forma de lengua-je una semiótica. Un ejemplo es la ESTELA DE
RAIMOND (el dios de los dos cetros), cultura chavín, Perú, (500-300 a.c).Esta obra es una de las máximas creaciones con
trascendencia mítico-religioso y plástico de Amerindia.

Para estas colectividades, los iconos que muestran a los dioses “SON LOS DIOSES”, poseen sus cualidades y constituían la
recordación y veneración constante del mito como suprema sensación mistica.La importancia de las deidades adquiere
un orden jerárquico de acuerdo con una racionalidad funcional y practica. Los dioses “explican” lo cósmico, los tiempos
del plantar y los avatares de la naturaleza y de la existencia.

Ya podemos hablar de otros ejemplos, también Los dibujos y símbolos que aparecen en rocas y objetos diversos no son
simples figuras decorativas, responden a ideas concretas, a formas de comunicación, a significados correspondientes a la
cosmovisión de las distintas culturas precolombinas que hablaremos a continuación (presentes en la realización)

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Serpiente Precolombina (Cosmovisión de Culturas Originarias)
En lengua Quechua se la llama Amaru y según las Culturas Precolombinas Andinas es una de las representaciones
realizadas sobre cerámicos, rocas y textiles de mayor difusión; es el símbolo que representa a Pacha Mama (Madre
Tierra), especialmente en el Noreste Argentino, creadora de vida, fertilidad y la buena cosecha. Amaru se halla en el
Mundo Supremo (Hanan Pacha) como el símbolo Hatun Amaru, pero también en el Mundo subterráneo (Uray Pacha)
como Sacha Mama. Es la representación de fuente u origen del agua: Yacu Mama y como símbolo funerario
representada como Ashpa Machájhuay o serpiente de tierra. En el Mundo Terrestre (Kay Pacha) del día y la luz aparece
como repetición cíclica y alternancia de las eternas polaridades: día- noche luz – sombra, malo – bueno, representada
en forma bicéfala, también es la representación de la gran Serpiente Cósmica Solar que invierte su sentido
bipolarmente, ya que se enrolla y desenrolla en direcciones opuestas, según se trate del Mundo Terrestre o del Mundo
Subterráneo (el día se enrolla en la noche y la noche en el día, al igual que la alegría en la tristeza, salud en la
enfermedad y la vida en la muerte. También se vincula a la serpiente en las urnas de la Cultura Santamariana como
dadora del agua y la lluvia, en otras culturas precolombinas era interpretada a la serpiente como espíritu de los
antepasados o del difunto, cuyo Doble o Alma era capaz de alojarse y salir de noche de las urnas funerarias.

La cultura Santa María se desarrolló entre los años 1000 a 1480 de nuestra era , fechas dinámicas como fruto de nuevas
investigaciones y hallazgos arqueológicos y estudios antropológicos que modifican fechas y lugares. Esta cultura surgió
en el valle del mismo nombre en Catamarca; se extendió por el Cajón, Calchaquí y valles transversales. Su influencia
llegó al área de de Andagalá y Hualfín , incluso hasta el Valle de Catamarca en el sur de la provincia.
El suri (avestruz) Ñandú americano de tres dedos; es una de las grandes sacralidades animales de los diaguitas
preincaicos. Se le rendía culto en ceremonias y rituales y aparece con gran frecuencia dibujado sobre urnas funerarias,
relacionado con el culto a los muertos. Se ha relacionado al avestruz con la lluvia y la tormenta, ya que la predice y
realiza una especie de danza pluvial cuando siente que va a llover. Pero no hay duda que en las culturas más antiguas del
Noroeste el Suri fue considerado a la vez como metamorfosis de los difuntos, o de los ancestros, o de un chamán
venerado por la comunidad. En nuestro trabajo (Santa María – Suri) el suri representa las dos grandes regiones: HANAN
PACHA (arriba) y URAY PACHA (abajo).

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Santa María - Ampatu (sapo)

La cultura Santa María se desarrolló entre los años 1000 a 1480 de nuestra era , fechas dinámicas como fruto de nuevas
investigaciones y hallazgos arqueológicos y estudios antropológicos que modifican fechas y lugares. Esta cultura surgió
en el valle del mismo nombre en Catamarca; se extendió por el Cajón, Calchaquí y valles transversales. Su influencia
llegó al área de de Andagalá y Hualfín , incluso hasta el Valle de Catamarca en el sur de la provincia.
El Ampatu (sapo) en la mitología andina popular, se lo relaciona con Pacha – Mama (Madre – Tierra), en su carácter de
germinadora y productora de buenas cosechas, ya que el sapo con sus gritos pide lluvia. Según un antiguo mito
preincaico, la serpiente Amaru maldijo al sapo, por lo cual éste representa la tierra reseca sufriente por la necesidad de
agua. Se suponia que su croar llamaba y atraía a Mama Huaca, y con ello a las lluvias tan benéficas. La representación de
Pacha – Mama que asume el sapo; se ve reforzada en muchas urnas funerarias de la cultura Santa María donde aparece
su figura. El Sapo o Ampatu era considerado acompañante del hombre durante su viaje por el kay Pacha o Mundo
Terrestre, y tambien muy especialmente por el Uray Pacha o Mundo de los Muertos: de ahí que se lo considerase animal
– fetiche de carácter marcadamente esóterico, utilizado por los shamanes. La isotérica del sapo depende, en realidad, de
las glándulas que tiene en su piel, la que contiene un alcaloide alucinógeno: la bufoteina (del latín “ bufo”: sapo). Sin
duda se trata de un ciclo mítico en extremo arcaico, varias veces milenario, derivado de la mencionada actividad
psicotrópica de la piel de ese animal, usado en conocimiento o por medio de aplicaciones locales. Fue animal totémico y
sacralizado tanto por las culturas andinas, como por las amazónicas, y muy especialmente por las pampeanas. En efecto,
era reverenciado por los mapuches , y también por los charrúas. Se prohibía matarlo, ya que se lo consideraba portador
de buenos anuncios, abundante sustento y lluvias benéficas.

Un principio de las culturas andinas precolombinas fue el de dualidad y oposición, como generador y organizador del
cosmos, formadas por dos fuerzas contrapuestas pero complementarias. La característica de la dualidad y oposición es
la simetría en sus diversas variantes, es decir aquellas en que la imagen se forma por el enfrentamiento de mitades
prácticamente iguales a ambos lados de un eje central. Estas imágenes duales y opuestas generalmente representan dos
aspectos diferentes de lo mismo, como MASCULINO – FEMENINO JOVEN – VIEJO, DÍA – NOCHE. La dualidad a través de
la bipartición en pares de opuestos, simétricos y complementarios es el sustento de la concepción andina sobre el origen
del cosmos y de sus deidades, basada en la idea de que todo se forma a partir del desdoblamiento y particiones
sucesivas. Nada existe como un ser único ni está aislado en el universo, todo lo que existe tiene su par, su opuesto
complementario.

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CULTURA LA AGUADA - DRACONIANA

Se desarrolló entre los años 650 a 950/1000 de nuestra era.

Con gran influencia desde Bolivia, tuvo su epicentro en la actual Provincia Argentina de Catamarca, extendiéndose hacia
la Provincia de Santiago del Estero, al noroeste y el Territorio Cuyano.

DEIDAD: La pintura representa a un individuo con dos cabezas de felino y sus extremidades superiores terminan con dos
cabezas de la misma especie.

Esta pintura refleja la forma de expresión que utilizaban para manifestar su temor o adoración a este felino (jaguar).

Ya María Cecilia Tomasini explicitaba también que las civilizaciones que habitaron antes de la llegada de la colonización
española poseían un vasto conocimiento de la astronomía. Algunos de sus principales monumentos se encuentran
orientados de tal manera que permiten observar la marcha de los cuerpos celestes, o predecir exactamente el momento
de los solsticios y de los equinoccios.

En la cosmología de los pueblos antiguos el orden celeste determinaba la organización del universo en su totalidad.
Cada actividad humana se encontraba sujeta a este orden. Por ejemplo, la sucesión de los días y de las noches dependía
del recorrido solar a través del cielo. La oscuridad era entendida como el dominio de las fuerzas de la muerte y del
inframundo. El día se iniciaba en el momento en que el sol emergía del inframundo asomando en el horizonte, y
terminaba cuando el sol se ocultaba sumergiéndose nuevamente en el inframundo. Del mismo modo, los ciclos de
crecimiento y declinación vegetal se encontraban sujetos a la posición anual del sol en el cielo. Por ejemplo, los
momentos de la siembra y de la cosecha eran señalados por los solsticios y por los equinoccios. A su vez estas fechas, de
enorme relevancia en el calendario agrícola, eran anunciadas por la presencia cíclica de algunas estrellas en el cielo
visible.

Para las civilizaciones del pasado los astros y los planetas eran deidades, y los fenómenos celestes eran considerados
como manifestaciones de la voluntad divina. Las pirámides y otros edificios monumentales eran emplazamientos
dedicados al culto de los dioses. Las observaciones astronómicas que desde ellos se realizaban no obedecían solamente
al interés por comprender la naturaleza, sino que implicaban la posibilidad de comunicarse con las divinidades y de
entender sus designios. La disposición de los edificios sagrados debía reflejar el orden cósmico. Por esta razón muchos
templos de la antigüedad se encuentran alineados en correspondencia con el desplazamiento de los cuerpos celestes en
el cielo.

La orientación cardinal constituye la forma más elemental de establecer relaciones astronómicas en la arquitectura
sagrada. Mediante la orientación cardinal el espacio consagrado se sitúa en concordancia con los movimientos celestes.
De todos los movimientos celestes, el más evidente es el recorrido solar. Visto desde la tierra, este recorrido tiene dos
direcciones: norte-sur y este-oeste. La dirección este-oeste queda indicada por el movimiento diario del sol sobre la

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bóveda celeste, puesto que cada día el astro aparece por el este y se oculta por el oeste. Pero además el sol se desplaza
durante seis meses de norte a sur; y luego, durante los restantes seis meses del año, de sur a norte. Este movimiento
anual norte-sur-norte es fácilmente visible sobre el horizonte ya que día a día el punto de salida del sol-punto que en
astronomía se denomina orto-aparece ligeramente desplazado respecto del punto de salida del día previo. Esta
trayectoria aparente del sol sobre el horizonte tiene dos puntos extremos: alrededor del 21 de junio-solsticio de veranos
en el hemisferio norte-el sol llega al punto máximo de su recorrido hacia el norte, mientras que alrededor del 21 de
diciembre-solsticios de invierno en el hemisferio Norte-el sol alcanza el punto más alejado de su recorrido hacia el sur.

Dado que la orientación cardinal ordena los edificios consagrados en dirección norte sur y este-oeste, entonces los ubica
en correspondencia con el movimiento anual y diario del sol. Usualmente esta orientación se imponía a los monumentos
sagrados mediante una ceremonia ritual. El ritmo celeste era considerado como una manifestación del poder de los
dioses. Por lo tanto, el disponer el centro ceremonial o el templo a semejanza del orden celeste el sacerdote reproducía
simbólicamente el acto creador y ordenador de las divinidades.

La orientación cardinal se encuentra presente en casi todos los centros ceremoniales de las civilizaciones precolombinas.

Por ejemplo en el centro ceremonial olmeca de la venta la mayor parte de los edificios se encuentran alineados sobre
un eje norte-sur, y con sus lados orientados, a su vez, hacia los cuatro puntos cardinales. Las cabezas colosales de este
centro se encuentra dispuestas en hilera y mirando hacia el norte o hacia el sur. Por otra parte, según se desprende del
análisis de la planta de este centro ceremonial, cierto conjunto de edificaciones-las agrupadas bajo la denominación de
complejo F-parecen hallarse emplazadas a lo largo de un eje que se aparta entre 15 grados y 25 grados de la dirección
norte-sur. Esta orientación también podría obedecer a razones astronómicas.

La astronomía, la geometría y la numerología fueron, para estos pueblos antiguos, ciencias sagradas que permitieron a
los sacerdotes interpretar el orden divino. Por lo tanto, el conocimiento de estas ciencias permite a quien investiga
acercarse al universo mítico y a las creencias religiosas de los pueblos de la antigüedad.

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