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Tratamiento y control de la salinización


Todo proyecto que contemple la provisión de riego a los cultivos, debe atender esencialmente a
tres aspectos para evitar la salinización: la calidad del agua, las prácticas de riego, y el drenaje. Si
los suelos ya son inicialmente salinos, pueden requerir lavados y prácticas especiales de manejo.

Riegos, lavados y drenaje con relación al control de salinidad

Se define como irrigación o riego, a la aplicación de agua para satisfacer las necesidades de las
plantas, mientras que el lavado es un proceso de disolución y arrastre de sales hacia el suelo y
dentro de él. Por otra parte el drenaje es la liberación de los excedentes de agua. Los tres aspectos
deben considerarse en conjunto.

Riegos

En las regiones subhúmedas, donde el papel del riego es sólo suplementario, no suele ocurrir
salinización porque el monto de las precipitaciones es suficiente para lavar los excesos de sales. El
peligro es mucho mayor en regiones áridas o semiáridas. Cabe recordar que las aguas con alto
contenido en sales no deben usarse en suelos con drenaje deficiente, ya que para evitar su
acumulación se requiere una gran cantidad de agua que atraviese el perfil. En muchos casos, el
costo de proveer un mejor drenaje anula el beneficio potencial del riego. La experiencia indica que
en lugares donde el agua es barata es común que aparezcan problemas de drenaje por un abuso
de riego. Para elegir el riego adecuado, es necesario considerar: el cultivo al que se apunta, la
topografía, las características del suelo, la disponibilidad y calidad del agua, y el estado de
salinidad del suelo. Existen cuatro sistemas principales para el riego: por inundación, por surcos,
por aspersión y por subirrigación. De éstos, sólo los dos primeros son recomendables para evitar la
salinización, ya que en el primero se usa agua en cantidad suficiente para producir el lavado, y en
el segundo, las sales tienden a concentrarse en los camellones entre surcos, de modo tal que un
buen espaciamiento de los mismos puede mantener las sales a cierta distancia de la zona de
mayor influencia radicular. Los otros dos métodos sólo se consideran recomendables para
períodos cortos, o en tierras que reciban lavados por lluvia o por otra forma de riego, con cierta
periodicidad.

Lavados

El lavado de sales solubles es imprescindible cuando se aplica el riego, pues de lo contrario, ellas
se acumulan en proporción directa a la cantidad presente en el agua y a la lámina de riego
aplicada. En general, la concentración de sales resulta de la extracción de humedad que ocurre
por evaporación y evapotranspiración. Hay una cantidad de agua que debe percolarse a través de
la zona de raíces para controlar la salinidad, y es la que define la necesidad de lavado. Hay al
menos dos factores determinantes en el cálculo de esa cantidad: la concentración de sales
presentes en el agua de riego y la máxima permisible en la solución del suelo. Esta última depende
de la tolerancia del cultivo en particular. En cualquier circunstancia, ha de tenerse presente que
la efectividad del lavado depende en última instancia de la calidad del drenaje. Si éste es
inadecuado, las sales pueden no llegar a ser arrastradas más allá de la zona radicular, por un lado,
y por otro, el intento de lavado puede llegar a elevar el nivel de la capa freática de tal manera que
las sales vuelvan a ascender hasta la zona que se pretende sanear. Por otra parte, la rehabilitación
de suelos salinos debe complementar el lavado, con la restitución de los nutrientes eliminados
durante el mismo. Por último, conviene insistir en que en algunos casos, tanto el riego como los
consiguientes lavados pueden resultar tan costosos como para hacer más recomendable el uso del
suelo para cultivos tolerantes a la salinidad, que la repetida aplicación de prácticas de
recuperación.

Drenaje

Todo programa de drenaje para tierras de riego debe desarrollarse conjuntamente con el propio
sistema de riego, con el objeto de alcanzar la mayor eficiencia posible en el control del agua y de la
salinidad. Muchos son los factores que inciden en la planificación de sistemas de drenaje, entre
los que los siguientes son los más importantes: las necesidades de drenaje, las propiedades de
transmisión del agua en los suelos, y las condiciones de límites.

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