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Relación del patrimonio, arte y cultura en el contexto de la

Administración Turística

Ser un administrador turístico implica a veces tener un alto nivel de responsabilidad social,

ya que el turismo esta emergido en diversos sectores (transporte, entretenimiento, alimentos,

inmobiliario, etc.) creando una cadena de valores que generan miles de empleos y que

influyen en los hábitos de las personas que habitan determinados territorios. El administrador

turístico independientemente del subsector en el que se encuentre empleando sus

conocimientos, tiene la responsabilidad de gestionar todos los elementos que componen al

turismo. Muchos de estos elementos son insumos provenientes de la cultura de una sociedad,

de ahí el alto nivel de responsabilidad social al que nos referimos ya que es a través del

turismo donde se puede influenciar de forma positiva o negativa en la esencia de la cultura.

La cultura es aquello que identifica a un grupo de individuos, sus costumbres, formas de

vestir, de hablar, de relacionarse, de representar las ideas intangibles en monumentos y

esculturas, todo eso es cultura. Tanto turismo como cultura han ido evolucionando

proporcionalmente debido a que la cultura siempre ha sido un recurso para el turismo.

Históricamente, los inicios del ocio y la recreación en los viajes se originaron como derivados

de los desplazamientos con excusa laboral, es decir, cuando una persona se desplazaba por

motivos políticos en Antigua Grecia o un mensajero en la Época Medieval iba a hacer llegar

personalmente algún mensaje, no solo pernotaba en el lugar de destino sino que también

hacia uso de muchos de los pasatiempos que el destino le ofrecía como balnearios para el

político griego y tabernas para el mensajero medieval. Estas dos formas de recreación son

insumos culturales que fue adoptando el turismo. Pero realmente el turismo como hoy en día

se conoce de forma organizada y sectorizada no se consolida hasta que la propia cultura lo


hace. A partir del Boom Patrimonial (finales siglo XX) se empezó a debatir la importancia

de los elementos que componen la cultura y la historia de la humanidad, esto origino

plantearse preguntas en profundidad buscando definir la cultura, el arte y el patrimonio.

Como resultado se dio una estandarización, una institucionalidad patrimonial y una alta

cultura con la excusa de que de esa manera se podía conservar y no dejar perder aquello que

forma parte de la memoria histórica del hombre actual, dejando de lado costumbres, arte,

lenguajes e ideas consideradas no cultura. En el turismo se notó que gracias a esta primera

transición al aplicar criterios e institucionalizar el arte y la cultura, el acto de viajar y conocer

se vio como un lujo, a nivel global eran muy pocas las personas que podían ir a visitar las

siete maravillas del mundo o monumentos representativos de la historia del hombre que

cabían dentro de los criterios establecidos por la institucionalidad patrimonial. Es hasta

hace muy poco que el mundo ha empezado a darle valor a lo que puede conocer con mayor

facilidad, a desplazarse con el motivo de visitar un pueblo no tan conocido mundialmente y

conocer su cultura popular. Gracias a una segunda transición, los símbolos y signos

empezaron a ser fugas no controladas de expresiones que nacen en respuesta a la cultura

dominante institucionalizada. Esta cultura popular se incluye en lo que se suponía que si era

“cultura” rompiendo el paradigma de la primera transición.

Sin embargo en esta segunda transición lo que se consideraba como arte o cultura clásica se

vio masificado e hizo que los objetos representativos perdieran su originalidad, el turismo

ayudo a propiciar este hecho a través del consumo masivo de cultura. Podemos tomar como

ejemplo Paris y el gran monumento representativo de los parisinos, la Torre Eiffel. En un

principio se creó con una idea de patrimonio conservacionista y monumental, el estado

francés construyó la torre con el fin de exaltar su nacionalidad convirtiéndose en un símbolo


de cohesión y grandeza. Manifestando la voluntad de defender lo propio y al mismo tiempo

estando inmersa dentro de los criterios catalogados como parte de una alta cultura. Pero a

través del fenómeno masivo del turismo este símbolo nacional se empezó a masificar con el

alto número de visitas a la torre, y cambiando el paradigma patrimonial conservacionista a

un mercantilista. Paris empezó a ver la torre Eiffel como una oportunidad para valorizar

económicamente el espacio social perdiendo su esencia histórica cultural, así mismo muchos

otros monumentos y objetos representativos de una cultura se han visto afectados por el

turismo y el sector económico en sí.

Para el presente año se puede decir que se vive una tercera transición, donde el consumo de

símbolos y signos ha incrementado de una forma descomunal. Las personas están

reinterpretando todo lo que ya se había interpretado originalmente, inspirándose en una visión

poética de la cotidianidad. Todo aquello que se creó con una función de uso o de

representatividad en específico ha cambiado para darle nuevos usos y representatividades en

su mayoría representaciones de la experiencia individual. El sector de la moda es uno de los

sectores que más se está beneficiado a causa de esta última transición, los diseñadores toman

inspiración de símbolos y el arte de culturas poco conocidas para crear una identidad en sus

productos dando lugar a una apropiación cultural. La industria musical también toma su

inspiración de cantos y sonidos de diversas culturas para crear un sentido de pertenencia y

hacer que el mundo lo consuma. Lo que está ocurriendo en esta última transición es a causa

de la globalización y las tecnologías, el tener acceso a tanta diversidad de cultura hace que

se creen diversas masas que constantemente están evolucionando por consumir cantidades y

cantidades de reciclaje cultural, haciendo que nos relacionemos con los símbolos con el fin

de satisfacer la necesidad de sentirnos parte de un grupo con identidad.


En el turismo ha incrementado la tendencia de viajar por vivir una experiencia única y

diferente, por vivir algo original y con alma. La modalidad de viajar como mochilero, visitar

resguardos indígenas, hacer etnoturismo, turismo comunitario, escalar montañas o estar

inmerso en una selva ha dado respuesta a esa necesidad de sentirse parte de un grupo social

y encontrar una identidad. A primera vista parece que estas tendencias de un turismo

experiencial son estrategias de conservación de la cultura, y por lo tanto se ve como una

influencia positiva para la comunidad receptora pero, se debe tener en cuenta que no deja de

ser parte del sector económico y cuando se habla de asuntos monetarios y valorización

económica el asunto se torna diferente.

Aquí entramos en algo que se denomina “Aculturación”, este término hace referencia a la

perdida de cultura a causa de la recepción de otra distinta. Cuando una comunidad empieza

a basar su economía en torno a los hábitos de su propia cultura, hacen que su esencia e

identidad se convierta en un producto y aun que para el mochilero sea una experiencia única

y diferente, para la persona que vive de esa experiencia puede que haya perdido su valor

sagrado por el hecho de volverlo una cotidianidad realista. La administración turística juega

un papel muy importante en el contexto que se está viviendo, se debe conocer moralmente

los recursos culturales que se manejan para así poder respetar y realmente CUIDAR la

memoria colectiva de las comunidades. El turismo enfrenta muchos retos, y uno de ellos es

buscar desarrollo económico sin aculturar territorios, cuando se llegue a eso se podrá decir

que realmente existe un turismo responsable.

María Camila Giraldo López


Patrimonio Artístico y Cultural – Administración Turística
Universidad Católica de Manizales

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