POLÍTICA
ESCUELA PROFESIONAL DE DERECHO
CICLO: IV
Presentado Por:
2019
INTRODUCCIÓN
La legalidad es un valor superior, más allá de ideologías o posturas políticas. Sin un
profundo respeto a la ley en todas sus formas y acepciones, ninguna sociedad puede
avanzar, porque ninguno de sus miembros tiene certidumbre respecto a lo que los
otros, incluyendo el gobierno, van a hacer. Si el que trabaja no tiene garantía de que
su salario se le va a pagar, su trabajo reflejará esa falta de seguridad; si el que invierte
puede ser expropiado en cualquier momento, sus decisiones de inversión tendrán
como prioridad lograr una rentabilidad muy elevada en el menor plazo, en lugar de
orientarlas a proyectos, también rentables, de más larga duración, que son
generalmente los que mayores beneficios sociales aportan; si un candidato a cualquier
puesto de elección popular no cuenta con la certeza de que el voto será respetado y de
que todos los contendientes aceptarán los resultados, dejará de tener incentivos para
procurar el voto y preferirá utilizar cualquier recurso político a su alcance para lograr
su propósito. Vivir en una sociedad regida por leyes y el respeto a las mismas es una
condición necesaria para que haya avance económico, para que se desarrolle la
sociedad y para que progrese el país.
Nuestro país cuenta con leyes, pero no con un cabal Estado Constitucional de
derecho. Todo es más costoso, más difícil y menos atractivo, si las estructuras legales
representan un obstáculo en lugar de ser promotoras, o peor, si crean incertidumbre,
en vez de ser el ancla del desarrollo. De nada sirve transformar la economía,
modificar la relación entre el gobierno y la sociedad y crear nuevas condiciones para
el empleo, la producción, las inversiones, los procesos electorales, los derechos
civiles, etcétera, si las leyes y la legalidad no son la esencia de las relaciones que estos
ámbitos entrañan. Si no modificamos nuestra realidad jurídica, la posibilidad de
alcanzar el desarrollo se verá francamente disminuida.
Sin embargo, para determinar cuál es el ejemplo de Estado determinado para llegar a
los fines constitucional no es algo fácil, establece cuando ambos modelos mencionados
anterior, representan tiempos históricos distintos, con necesidad diferentes, y en el
transcurso han sido revaluados, en la actualidad estamos ante la necesidad de ayar o
formar un nuevo modelo estatal que tenga respeto los derechos que los habitantes han
conquistado frente al Estado, en los términos de Ronald Dworkin igual genera espacios
de incrementacion y crecimiento en la económia ante una nueva era de globalización y
tecnología.
Ante esta situación, puede que nos damos cuenta que no es fácil cuestiónar la labor del
Estado, en una tarea de árbitro externo que no se involucra con las necesidades de sus
ciudadanos y que simplemente plantea reglas mínimas de juego, sin importar las
condiciones de igualdad, libertad, capacidades o acceso a bienes y servicios que tienen
las personas que representa. Pero tampoco, añoramos un Estado acaparador, que
interviene como actor principal en todas las áreas de la vida jurídica, social y económica
de una sociedad. Siendo eminente la creación de una tercera concepción de modelo
estatal, que sin pretender ser totalmente diferente a las anteriores, en realidad es una
hibridación o armonización de los planteamientos radicales de los dos modelos
esbozados anteriormente.
Hoy en dia, el rol o la labor del Estado está centrada en la garantía y real disfrute de los
derechos humanos de los ciudadanos, incluyendo derechos de libertad (derechos
civiles) como los derechos a la subsistencia y a la supervivencia (derechos sociales),
acompañado por un desarrollo económico y social del Estado, cuyas pautas establece
directamente la Constitución, como norma de normas o marco normativo que irradia
todo el ordenamiento jurídico, lo que se ha denominado Estado Constitucional de
Derecho. Consecuentemente, el Estado genera espacios de diálogo e intervención
activa de sus ciudadanos e inversión y crecimiento económico, para garantizar mayor
cantidad y disfrute de derechos, pues de lo contrario se pueden reconocer derechos
(carta constitucional), pero no garantizarlos por falta de voluntad política o de recursos
económicos, lo cual conlleva a una utopía de los derechos fundamentales. En otro
contexto, se puede generar crecimiento económico, que no es necesariamente sinónimo
de desarrollo, en el entendido de Amartya Sen, pero no se genera espacios de desarrollo
y bienestar para todos, entonces nos preguntamos ¿Crecimiento económico para qué?
O ¿para quienes?
Los referidos autores señalan que, primero, las democracias no son necesariamente más
eficientes económicamente que otras formas de gobierno, pues su objetivo está
focalizado en el reconocimiento de derechos, no específicamente en obtener más
recursos económicos. Segundo, las democracias no son necesariamente más eficientes
administrativamente, pues la capacidad del gobierno para tomar decisiones es un
proceso más lento, porque participan y se consultan más actores que en otros sistemas
de gobierno, pensemos en una dictadura o autocracia. Tercero, las democracias
probablemente no son más ordenadas, estables o gobernables que las dictaduras que
reemplazan, debido al reconocimiento de la libertad de expresión, lo que implica llegar
a consensos, escuchar voces disidentes o en desacuerdo constante con las reglas e
instituciones. Y finalmente, las democracias tendrán sociedades y políticas más
abiertas, pero no necesariamente economías más abiertas, lo cual implica que los
derechos humanos reconocidos para todos los ciudadanos, son un límite o control frente
a la libertad económica, lo que no significa que sean incompatibles, pero sí que tienen
que armonizarse, pues libertad política no significa libertad económica. Expresamente
estos autores señalan:
De esta forma, incluso los jueces participan y tienen un rol activo dentro de la
interacción de los intereses o necesidades de los ciudadanos, pues los jueces conocen
de fuente directa un conflicto social o una vulneración de derechos, y en diversas
oportunidades se percatan que la simple resolución judicial inter pares no es suficiente
para solucionar un problema más complejo, y es en estos casos, en los cuales los jueces
constitucionales utilizan mecanismos que generan cambios sociales como son las
sentencias interpretativas, manipulativas o estructurales, convocan a audiencias
públicas o realizan seguimiento a la implementación de determinadas políticas
públicas, lo que el profesor Cesar Rodríguez Garavito ha denominado democracia
deliberativa.
Por otro lado, respecto al fortalecimiento de las instituciones del Estado, que se
constituye en un prerrequisito indispensable para el éxito de un Estado Constitucional
y Democrático, es necesario resaltar que la tradicional tridivisión de poderes –
Legislativo, Ejecutivo y Judicial-, apoya en la elaboración de la concepción
institucional y especializada del Estado, que si bien no agota la cantidad de funciones
que cumple el Estado, sí enmarca las principales funcionales estatales, como son;
elaborar las leyes, ejecutarlas, elaborar políticas públicas, velar por la garantía y
reconocimiento de los derechos de todos los ciudadanos, así como solucionar los
conflictos de los ciudadanos de forma definitiva impartiendo justicia, entre otras.
División de poderes que representa una función específica y fundamental en el
desarrollo de las tareas encomendadas al Estado, donde ninguna de las ramas del poder
es jerárquicamente más importante que la otra, por el contrario conviven en una relación
armónica de check and balance o frenos y contrapesos, según la cual ellas mismas se
controlan mutuamente, evitando excesos de poder en las otras ramas del poder.
Cuando se rompe esa armonía y control mutuo, porque existe un poder superior de una
de las ramas (v. gr. El Ejecutivo o Presidente) sobre las otras ramas del poder
(Congreso, Poder Judicial o Tribunal Constitucional), se van debilitando las
instituciones, generando subordinación a los intereses particulares del Gobierno o
autoridades de turno, generando corrupción, limitando la independencia y autonomía
en la toma de decisiones en sus respectivos ámbitos de función, lo cual implica que los
canales de comunicación y acción entre los funcionarios públicos y la ciudadanía se
vean truncados, afectando el normal funcionamiento del sistema de gobierno o modelo
de Estado, por ello, contar con instituciones sólidas, independientes, respetuosas de los
derechos humanos de los ciudadanos y del ordenamiento jurídico, es lo único que
garantiza el normal funcionamiento de un Estado Constitucional y Democrático.
A pesar de que muchos de los defensores del consenso de Washington ahora no dudan
en afirmar que habían comprendido la importancia de las instituciones, el marco legal
y el orden concreto de aplicación de las reformas, lo cierto es que, desde finales de los
ochenta hasta principio de los noventa, las cuestiones del eje Y referentes a la capacidad
del Estado y a la construcción del mismo brillaron por su ausencia en el debate político.
Hubo muy pocas advertencias por parte de quienes elaboraron esa política desde
Washington acerca de los peligros que suponía impulsar la liberalización sin las
instituciones adecuadas.”
CONCLUSIONES