R E V I S TA D E A N T R O P O L O G Í A Y A R Q U E O L O G Í A
A n t i p o d . R e v. A n t r o p o l . A r q u e o l .
N o . 2 7, E N E R O - A B R I L 2 0 17
A N T R O P O L O G Í A D E L A A N T R O P O L O G Í A . A P R O P Ó S I T O D E G E R A R D O R E I C H E L - D O L M AT O F F
I S S N ( V . I m p r e s a ) 1 9 0 0 - 5 4 0 7 , I S S N ( V . D i g i t a l ) 2 0 11 - 4 2 7 3
ht tp://antipoda .uniandes.edu.co
E QU I P O E DI TOR IA L
Directora Editor
Margarita Serje Santiago Martínez Medina
C ON SE JO E DI TOR IA L
Consuelo de Vengoechea Rodríguez, Dra. Cris Shore, Ph.D.
Universidad Nacional de Colombia Max Planck Institute for Social Anthropology, Nueva Zelanda
mcder@unal.edu.co c.shor@auckland.ac.nz
Universidad de los Andes | Vigilada Mineducación. Reconocimiento como Universidad: Decreto 1297 del 30 de
mayo de 1964. Reconocimiento personería jurídica: Resolución 28 del 23 de febrero de 1949 Minjusticia
ANTIPODA
Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología es una publicación cuatrimestral
(enero-abril, mayo-agosto y septiembre-diciembre) que circula al inicio de cada pe-
riodo señalado, creada en 2005 y financiada por la Facultad de Ciencias Sociales de
la Universidad de los Andes (Colombia). Su objetivo es contribuir tanto al avance y
difusión del conocimiento antropológico y arqueológico, como al análisis crítico de
temas socioculturales, metodológicos y teóricos, relevantes para los diversos sub-
campos de la disciplina y de otras áreas afines de las ciencias sociales y humanas.
Antípoda conforma un foro abierto, crítico y plural en donde se publican artículos y
trabajos inéditos en español, inglés y portugués.
Antípoda tiene un interés especial en difundir las experiencias y los resultados
de trabajos antropológicos y de investigación social de las antropologías del mundo,
especialmente latinoamericanas.
A partir del nombre de Antípoda como una metáfora de la alteridad, la Revista
presenta diversas visiones. Las secciones se organizan a partir de las siguientes ale-
gorías espaciales:
• Meridianos: esta sección señala la orientación del número. Aquí se publican
artículos resultados de investigaciones relacionadas con un tema central.
• Paralelos: tienen lugar en esta sección artículos relacionados con el tema central
del número desde diversos enfoques y perspectivas teóricas y metodológicas.
• Panorámicas: sección abierta que recoge escritos con temas relevantes para la
disciplina.
• Reseñas: presenta contenidos sobre publicaciones de interés para la revista y sus
lectores.
• Documentos: contiene escritos y entrevistas en antropología y arqueología, así
como una presentación de la propuesta visual que acompaña el número.
Cuando un número de Antípoda contiene en su totalidad artículos de tema libre, su
estructura cambia. En ese caso se conservan las secciones Panorámicas, Reseñas y
Documentos.
Palabras clave: Antropología social y cultural, Etnografía, Arqueología, Antropolo-
gía Biológica, Lingüística, Etno-historia, Cultura.
Antípoda declara que, todos los artículos que se reciben son sometidos a la herramienta
de detección de plagio; los contenidos que se publican en la versión digital son de libre
acceso y se pueden descargar en formato PDF, HTML y en versión e-book; los autores
deben manifestar que el texto es de su autoría, inédito, y que respetan los derechos de
propiedad intelectual de terceros; y los evaluadores, señalar en el formato de evaluación
que no tienen conflicto de interés con los autores y temas sobre los que van a conceptuar.
ANTÍPODA - REVISTA DE ANTROPOLOGÍA Y ARQUEOLOGÍA Pertenece a los siguien-
tes índices, sistemas de indexación, catálogos, bases bibliográficas y repositorios:
PARALLELS
Ethnography and Anthropology in Argentina: Suggestions for the
Reconstruction of a Research Program on Universality | 65-91
Sergio E. Visacovsky – Instituto de Desarrollo Económico y Social, CONICET, Argentina
The Space of Production in Anthropological Sciences in Chile: A closer look at
the Publications contained within Scientific Journals (1860-1954) | 93-115
Héctor Mora Nawrath – Universidad Católica de Temuco, Chile
PANORAMICS
“Se armó la milonga”: About Policies, Heritage and Tango Dance Spaces in
Buenos Aires, Argentina | 121-140
Hernán Morel – Universidad de Buenos Aires, CONICET, Argentina
New Interpretations of the Funerary Practices at the Pucara de Tilcara (Jujuy,
Argentina): the Residentia1 Unit 1 case | 141-163
Clarisa Otero – Universidad Nacional de Jujuy, Universidad de Buenos Aires, CONICET, Argentina
María Asunción Bordach – Universidad Nacional de Río Cuarto, Argentina
Osvaldo J. Mendonça – Universidad Nacional de Río Cuarto, Argentina
REVIEWS
Felipe Martínez-Pinzón y Javier Uriarte, editors. 2016. Entre el humo
y la niebla: guerra y cultura en América Latina. Pittsburgh: Instituto
Internacional de Literatura Iberoamericana | 167-172
Camilo Jaramillo – University of Wyoming, United States
D O CUMENTS
Debates around the figure of Gerardo Reichel-Dolmatoff | 177-203
Claudio Lomnitz – Columbia University, United States –Nine thesis on the relevance of
Reichel’s nazism for Colombian Anthropology
Erna von der Walde – Independent scholar, Colombia – Comments on “Nine thesis on the
relevance of Reichel’s nazism for Colombian Anthropology” by Claudio Lomnitz
Gerhard Drekonja-Kornat – University of Vienna, Austria – Gerardo Reichel-Dolmatoff.
Growing up in Europe amidst violence, a melodrama
Roberto Suárez M. – Universidad de los Andes, Colombia – A different story. Reflections
about the memory of Erasmus Gerhard, also known as, Gerardo Reichel-Dolmatoff
Ricardo Rey Cervantes: A multi-site photographic journey | 205-207
Margarita Serje – Universidad de los Andes, Colombia
A N T I P O D A I N D I C E
NOTA EDITORIAL
Antropologia da antropologia. A propósito de Gerardo Reichel-Dolmatoff | 10-13
Carlos Alberto Uribe Tobón y Santiago Martínez Medina – Universidad de los Andes, Colômbia
MERIDIANOS
Gerardo Reichel, à luz de sua obra. Invenção do indigenismo e ecologismo na
Colômbia | 17-34
Carl Henrik Langebaek – Universidad de los Andes, Colômbia
De grande jaguar a pai simbólico: a biografia “oficial” de Gerardo
Reichel-Dolmatoff | 35-60
Carlos Alberto Uribe Tobón – Universidad de los Andes, Colômbia
PARALELOS
Etnografia e antropologia na Argentina: propostas para a reconstrução de um
programa de pesquisa do universal | 65-91
Sergio E. Visacovsky – Instituto de Desarrollo Económico y Social, CONICET, Argentina
O espaço de produção em ciências antropológicas no Chile: uma aproximação
às publicações contidas em revistas científicas (1860-1954) | 93-115
Héctor Mora Nawrath – Universidad Católica de Temuco, Chile
PANORÂMICAS
“Se armó la milonga”: sobre as políticas, o patrimônio e os espaços de baile de
tango na cidade de Buenos Aires, Argentina | 121-140
Hernán Morel – Universidad de Buenos Aires, CONICET, Argentina
As práticas funerárias em Pucará de Tilcara (Jujuy, Argentina). Novas
contribuições para seu conhecimento a partir do caso da Unidade
Habitacional 1 | 141-163
Clarisa Otero – Universidad Nacional de Jujuy, Universidad de Buenos Aires, CONICET, Argentina
María Asunción Bordach – Universidad Nacional de Río Cuarto, Argentina
Osvaldo J. Mendonça – Universidad Nacional de Río Cuarto, Argentina
RESENHAS
Felipe Martínez-Pinzón y Javier Uriarte, editores. 2016. Entre el humo y la
niebla: guerra y cultura en América Latina. Pittsburgh: Instituto Internacional
de Literatura Iberoamericana | 167-172
Camilo Jaramillo – Universidade do Wyoming, Estados Unidos
D O CUMENTOS
Debates sobre a figura de Gerardo Reichel-Dolmatoff | 177-203
Claudio Lomnitz – Universidade Columbia, Estados Unidos – Nove teses sobre a
relevância do nazismo de Reichel para a antropologia colombiana
Erna von der Walde – Pesquisador independente – Comentário às “Nove teses sobre a
relevância do nazismo de Reichel para a antropologia colombiana”, de Claudio Lomnitz
Gerhard Drekonja-Kornat – Universidade do Viena –Gerardo Reichel-Dolmatoff.
Crescer na Europa em tempos violentos, um melodrama
Roberto Suárez M. – Universidad de los Andes, Colômbia – Esta é outra história. Reflexões
sobre a memória de Erasmus Gerhard Reichel ou Gerardo Reichel-Dolmatoff
Ricardo Rey Cervantes: uma trajetória fotográfica multisituada | 205-207
Margarita Serje – Universidad de los Andes, Colômbia
Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 27 · Bogotá, enero-abril 2017 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 10-13
Nota Editorial
E
ditar una revista de antropología como Antípoda nunca es una tarea
sencilla, más cuando se trata de hacer de nuestra propia actividad un
objeto de reflexión. En esta ocasión hemos elegido detenernos en la figu-
10 ra más polémica de la historia de la antropología colombiana: Gerardo
Reichel-Dolmatoff, protagonista indiscutible de las primeras generacio-
nes de antropología en el país. Pionero, padre simbólico, maestro. Su preeminencia
indiscutible en los anales de nuestra disciplina hace que aún hoy, años después de
su muerte, estemos refiriéndonos con cierta insistencia a su obra y a su vida, espe-
cialmente después de las revelaciones sobre su militancia en el nacionalsocialismo
alemán en los albores de la Segunda Guerra Mundial. Fue precisamente en su propio
país, Austria, y en el marco del 54 Congreso Internacional de Americanistas, don-
de la mayoría de nosotros nos enteramos de ese pasado oculto y ocultado que no
tardó en generar toda clase de reacciones en los círculos intelectuales y académicos
colombianos y extranjeros. Como en una suerte de tragedia griega –o si se quiere,
de descubrimiento de diván– la figura entronizada del antropólogo colombiano más
influyente de su tiempo se transformó para siempre. De repente, nuestra historia
disciplinar empezó a lidiar con que uno de sus fundadores –para muchos, de hecho,
el fundador– haya participado en las ideas y acciones del nazismo en uno de los pe-
riodos más convulsos de la historia del siglo XX.
Reichel-Dolmatoff es más que el profesor austriaco autor de muchos libros y
artículos y cofundador del departamento donde nació esta revista. Su vida muestra
las múltiples relaciones que lo produjeron, y que aún lo hacen, como personaje y
como autor. Incluso, la biografía de su vida es el recuento de muchos otros que escri-
bieron y escriben sobre él (ver Carlos Alberto Uribe en este número) y que participa-
ron en los ires y venires del reconocimiento y la influencia. Reichel-Dolmatoff es por
ello una figura sobre la cual vale la pena reflexionar, porque puede enseñarnos no
E D I T O R I A L
cribe además las complejidades y contradicciones propias de un trabajo de varias
décadas que permiten al lector no sólo atisbar el desarrollo cambiante de una obra
antropológica, sino también el surgimiento del indigenismo y el ecologismo en la
antropología de nuestro país. Acto seguido, Carlos Alberto Uribe decide analizar la
historia de vida de Reichel-Dolmatoff a la manera del etnógrafo que se dedica a en-
contrar las fuentes, muchas veces contradictorias, de un relato. Importan pues tanto
la verdad detrás de los recuentos sobre la vida del protagonista como la manera en
N O T A
la que las sucesivas versiones van constituyendo una versión más o menos oficial
de esta. Reichel-Dolmatoff, como el “Gran Jaguar” de nuestra antropología, es un
resultado no sólo de la manera en la que él mismo silenció o subrayó fragmentos
de su vida, sino también de todos aquellos que hicieron parte de esa producción
conjunta, de aquellos que contaron una y otra vez los pormenores de una vida sobre
la que no sabían mucho. Por eso mismo, la militancia en las filas del nazismo no es
simplemente una pregunta biográfica, sino también una cuestión sobre la manera
en la que adoptamos o no las zonas silenciadas de un relato, sobre aquello que ele-
gimos atender o dejar pasar.
Lo cierto es que el joven Reichel-Dolmatoff fue acogido calurosamente en una
sociedad que no sólo lo volvió con rapidez uno de los suyos, sino que también le per-
mitió desarrollar a sus anchas su obra académica. Por ello, es mucho lo que podemos
aprender sobre nuestro país y nuestra academia si decidimos no dar por terminado
este debate, si lo alimentamos con el fin de aprender un poco más sobre nosotros
mismos. En ese sentido, el Departamento de Antropología de la Universidad de
Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 27 · Bogotá, enero-abril 2017 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 10-13
los Andes organizó a principios de 2016 el evento “Los años oscuros de Gerardo
Reichel-Dolmatoff ”, simposio que contó con una amplia participación de académi-
cos locales e internacionales. Claudio Lomnitz, Gerhard Drekonja-Kornat y Roberto
Suárez prepararon para este número de Antípoda una serie de breves manuscritos
a modo de reflexión sobre su propio trabajo con respecto a este caso. Este conjun-
to de documentos, que hemos titulado “Debates en torno a la figura de Gerardo
Reichel-Dolmatoff ”, es rematado por la contribución de Erna Von Der Walde. Espe-
ramos de este modo continuar con este debate e invitamos a otros autores a ampliar
esta polémica y difícil conversación en nuestras páginas.
En la sección Paralelos, el lector encontrará dos artículos muy diferentes entre
sí que reflexionan sobre la antropología en Argentina y en Chile. En el primero,
Sergio Visacovsky nos brinda una maravillosa revisión etnográfica sobre la etno-
grafía en su país. Conceptualmente, su propuesta es muy interesante, comoquiera
que genera una amplia variedad de preguntas sobre las relaciones entre el trabajo
empírico y teórico, sobre la manera en la que, desde situaciones concretas, podemos
o no responder a lo que el autor llama “una agenda de investigación propiamente
antropológica”. Para Antípoda es además un privilegio contar con este análisis de una
academia que sentimos cercana, puesto que muchos de los trabajos que alimentan
nuestras páginas provienen de colegas argentinos y tienen, vale decirlo, un marcado
12 acento en lo etnográfico. Héctor Mora Nawrath elige un camino completamente dis-
tinto para caracterizar la publicación antropológica temprana en Chile. A través de
metodologías cualitativas, su trabajo trata de dar cuenta del “espacio de producción”
de la disciplina cuando este no estaba aun oficialmente constituido. Esperamos que
las diferencias entre ambos artículos permitan a los lectores entrever posibilidades
analíticas diversas para pensar la antropología como objeto de análisis antropológi-
co. Ya sea desde la propia experiencia o desde análisis multivariados, lo cierto es que
dar cuenta de las singularidades y complejidades de nuestras academias nacionales
es una tarea que en gran parte se encuentra por hacer.
Antípoda 27 continúa con su tradicional sección Panorámicas. En esta oportu-
nidad encontramos dos artículos resultado de nuestra convocatoria de tema abierto
permanente. Las contribuciones de Hernán Morel y el equipo conformado por Cla-
risa Otero, María A. Bordach y Osvaldo J. Mendonça muestran la inmensa variedad
temática que abarcan los documentos que día a día enriquecen nuestra publicación.
La sección Reseñas, por su parte, incluye una revisión sobre un texto que promete ser
importante para el análisis de nuestras violencias: Entre el humo y la niebla: guerra
y cultura en América Latina, volumen editado por Felipe Martínez-Pinzón y Javier
Uriarte, escrita por Camilo Jaramillo.
Mención especial merece el ensayo visual que acompaña a este número de An-
típoda. Como ya es habitual, nuestros lectores encontrarán en la sección Documen-
tos un texto que acompaña las imágenes. En esta oportunidad, nuestra directora,
Margarita Serje, nos presenta un breve esbozo del trabajo de Ricardo Rey Cervantes,
quien cámara en mano ha recorrido palmo a palmo la Sierra Nevada de Santa Marta.
Sus fotografías no sólo se refieren al presente de sus gentes sino también al fotógrafo
que, en este caso, retrata una cotidianidad que es también la suya.
Antípoda
Carlos Alberto Uribe Tobón y Santiago Martínez Medina
No podemos terminar esta nota editorial sin agradecer a los autores que par-
ticiparon en la convocatoria que dio origen a este número y a los evaluadores que
participaron en su confección. No fue fácil preparar esta Antípoda porque el tema de
Reichel-Dolmatoff es más espinoso y tiene implicaciones más íntimas de lo que los
académicos estamos acostumbrados a tratar.
***
13
E D I T O R I A L
N O T A
M E R I D I A N O S
DOI: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda27.2017.01
Artículo recibido: 30 de julio de 2016; aceptado: 8 de noviembre de 2016; modificado: 12 de diciembre de 2016
M E R I D I A N O S
Por ende, el pasado personal de Reichel no se puede, ni se debe, echar por la
borda, pero su obra tampoco, aunque sea para disentir de ella. Hay quienes
quieren encontrar en los pioneros de la antropología, o en general en los in-
teresados en los “pueblos primitivos”, ejemplos perfectos, héroes intachables.
Y también quienes ven en el nacimiento de la antropología colombiana una
ideología desmarcada por completo de aspectos racistas. Nada de eso puede
estar más lejos de la realidad y merece una crítica profunda que recién hace
poco ha comenzado y que debe continuarse para comprender mejor la labor
antropológica en nuestro país.
Palabras clave: Nacionalsocialismo, antropología colombiana, Gerardo
Reichel-Dolmatoff, antropología de la antropología (palabras clave del autor).
* Agradezco a Carlos Uribe por su invitación a participar en este número de Antípoda. Algunos apartes
de este artículo son un desarrollo de discusiones previas publicadas en Herederos del pasado-Indígenas y
pensamiento criollo en Colombia y Venezuela (2009). También de Langebaek (2001).
** Doctor en Antropología, Universidad de Pittsburgh, Estados Unidos. Actualmente es el vicerrector de Asun-
tos Académicos de la Universidad de los Andes, Colombia. Entre sus últimas publicaciones están: “Experien-
cias oníricas, el más allá y el purgatorio en la Nueva Granada. La demonización de las entrañas americanas
y la conversión de los indios”. Boletín de Historia y Antigüedades 94 (1): 251-306, 2012. “Condiciones de
vida y jerarquías sociales en el norte de Suramérica: el caso de la población muisca en Tibanica, Soacha”.
Indiana 23 (1): 15-34, 2011. *clangeba@uniandes.edu.co
Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 27 · Bogotá, enero-abril 2017 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 17-34
doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda27.2017.01
Gerardo Reichel, in Light of his Work. The Invention of Indigenism and Envi-
ronmentalism in Colombia
Abstract: This paper examines the work of Gerardo Reichel-Dolmatoff, after
recent information about his past related to nacional socialist movements
in Germany. This paper focuses in his work, not his life, as a response
to the call to re examinate his academic production in light of the new
information regarding his past. It is proposed that to describe his work as a
product of national socialist does not resist any academic analysis. His work,
it is proposed, is more the product of ideas regarding race and cultural in
Colombia and the post war World. There is a New World experience, both
academic and social that cannot be ignored, and marked Reichel's work as
both complex and contradictory. It is emphasized that Reichel's personal past
cannot be ignored, but neither his academic production. Gerardo Reichel's
work is far from perfect. The rise of Colombian anthropology was influenced
by racial and cultural theories that need to be examinated and criticized, and
Reichel's work was part of it.
Keywords: Nationalsocialism, Colombian anthropology, Gerardo Reichel-
Dolmatoff, Anthropology of anthropology (author´s keywords).
18
Gerardo Reichel, à luz de sua obra. Invenção do indigenismo e ecologismo
na Colômbia
Resumo: Este artigo examina a obra de Gerardo Reichel-Dolmatoff, e não
sua vida, o que pareceria uma saída fácil depois das revelações sobre seu
passado no âmbito do nacional-socialismo. Contudo, esta proposta se origina
da própria denúncia sobre esse passado que pediu reexaminar sua obra à luz
dos antecedentes de pré-guerra. Proponho que simplificar sua obra como um
produto do nacional-socialismo não resiste a uma análise rigorosa, já que
esta se deve mais ao ambiente da etnologia liberal da época de sua chegada à
Colômbia do que a ideias raciais e culturais do núcleo do pensamento nacional-
socialista. De fato, há, em sua obra, uma experiência americana, acadêmica
e social que não pode ser ignorada, e que a torna complexa e contraditória.
Em consequência, o passado pessoal de Reichel não pode, nem deve, ser
rejeitado, assim como sua obra, embora seja para divergir dela. Há quem
queira encontrar nos pioneiros da antropologia, ou em geral nos interessados
nos “povos primitivos”, exemplos perfeitos, heróis impecáveis. E também os
que veem no nascimento da antropologia colombiana uma ideologia livre por
completo de aspectos racistas. Nada disso pode estar mais longe da realidade e
merece uma crítica profunda que recentemente começou e que deve continuar
para compreender o trabalho antropológico em nosso país.
Palavras-chave: Antropologia colombiana, antropologia da antropologia,
Gerardo Reichel-Dolmatoff, nacional-socialismo (palavras-chave do autor).
Gerardo Reichel, a la luz de su obra. Invención del indigenismo y ecologismo en Colombia
Carl Henrik Langebaek
F
ui testigo distante del escándalo sobre los llamados “años oscuros” de Ge-
rardo Reichel. No participé de ninguna forma en el debate, impresionado
por la carga emotiva de las intervenciones. Emotiva entre quienes ha-
bían visto en Reichel el más perfecto de los antropólogos, y también entre
quienes se transformaron en furibundos cruzados contra un Reichel al
cual había que pasarle cuenta de cobro por su pasado. Uno que súbitamente resultó
ser criticado con toda suerte de argumentos que habían permanecido latentes, y que
por años no habían sido explícitos. Mucho se habló de Reichel, poco de su obra, lo
cual se entiende por la coyuntura, aunque más de uno la descalificara rápidamente
como legado del nacionalsocialismo germano. En todo caso, se le criticó o se le glo-
rificó de forma expedita. Desde ese día, para no pocos, su idea de pueblos impolutos
no sería más que una versión tropicalizada de la ideología de la raza pura nacio-
nalsocialista; todo lo hecho por Reichel ameritaba revaluarse desde la perspectiva
de sus crímenes. Fueron comunes el linchamiento mediático y los textos cortos e
irreflexivos, los juicios rápidos y contundentes que propician los medios electrónicos
entre gente que en otros contextos suele ser inteligente. Eso por un lado; por el otro,
estuvieron quienes no pudieron admitir que Reichel pudiera tener un pasado oscu-
ro; los que pensaban que su obra era de tal perfección que aguantaba toda mirada
crítica. Y quienes daban por sentado que una obra excelente debía corresponder a 19
una persona también excelente.
No todo lo que se presentó en el Congreso Internacional de Americanistas fue
M E R I D I A N O S
nuevo (Ulm 2007), pero aun así el agitado debate terminó siendo uno entre buenos
y malos: se llegó a afirmar que defender la obra de Reichel era sinónimo de avalar el
genocidio o, a la inversa, que criticarla era atentar contra los más sagrados princi-
pios del indigenismo. Todo esto, por supuesto, con honrosas excepciones. En fin, el
ambiente enrarecido y la pugnacidad tanto de autoproclamados herederos como de
verdugos de Reichel fueron la nota predominante.
En este artículo se quiere dejar sentada una posición sobre la obra de Reichel,
aprovechando este número especial de Antípoda. Ante todo, se debe dejar en claro
que los académicos y el público en general tienen derecho legítimo de saber sobre la
vida de Reichel y sobre todos aquellos que participan en la vida académica. En este
sentido, respeto a Oyuela y a quienes decidieron hacer público el tema, académicos
y miembros de la familia Reichel. La excusa de la culpa colectiva de los alemanes y
austriacos ha ocultado durante años responsabilidades individuales. Y esas respon-
sabilidades individuales existen. Las culpas de Reichel jamás podrás excusarse con
su obra académica. Millones de víctimas inocentes de los nazis –judíos, gitanos, co-
munistas, liberales– recuerdan el silencio de tanta gente durante tanto tiempo y más
aún a quienes de alguna forma contribuyeron. Lo más fácil siempre ha sido callar, y
aunque también se debe reconocer que descubrir el pasado de grandes personajes
da sus réditos académicos, silenciar los hechos es una mala práctica. Por el otro lado,
aunque la tarea de evaluar la obra de Reichel, y no su vida, parecería la salida más
fácil de todas, la necesidad de hacerlo se desprende de la propia denuncia sobre su
Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 27 · Bogotá, enero-abril 2017 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 17-34
doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda27.2017.01
pasado que pidió reexaminarla a la luz de los antecedes de preguerra, y que con poco
análisis pidió revaluarla por estar contaminada de ideas nacionalsocialistas. La tarea
vale la pena, además, porque Reichel no murió en 1945 defendiendo los ideales del
nacionalsocialismo. Murió en Colombia, y para muchos colombianos fue, con o sin
razón, uno de los defensores más conocidos de la dignidad de los pueblos indígenas.
Después de sus años oscuros, Reichel tuvo un proceso de formación en Francia, y
largos años de trabajo de campo y experiencia directa con la realidad de Colombia.
Su impacto entre académicos, políticos y divulgadores es indudable (Pineda 2003;
Arocha 2015; Colajanni 2015; Meisel 2015; Quiroz 2015). Esto amerita hacerse pre-
guntas que deben ir más allá de la denuncia o de las alabanzas de sus obsecuentes
seguidores. Preguntas que reconozcan la complejidad del problema y que tomen
seriamente su trabajo como un punto de referencia que no se puede ignorar, aunque
sea para controverlo.
Reichel en Colombia
Cuando Reichel llegó a Colombia, lo hizo en un momento en que el régimen liberal
estaba interesado en demostrar la invalidez de las teorías de la raza degenerada que
intelectuales conservadores defendieron en las dos primeras décadas del siglo XX. Lo
20 anterior no quiere decir que algunos liberales no compartieran preocupaciones por
el tema de la raza. De hecho, personajes que se consideran tan de “avanzada” como el
propio Jorge Eliécer Gaitán tuvieron serias inquietudes sobre la composición racial
del pueblo colombiano. Ese era el contexto: para muchos, tanto la ubicación tropical
de Colombia como el mestizaje atentaban contra el progreso del país. Por eso preci-
samente se trajo a Paul Rivet, médico y reconocido defensor de la mezcla de razas.
Rivet pensaba que la diversidad racial había sido característica de Europa durante
milenios como resultado de migraciones y difusión, y defendía las bondades de la
mezcla racial. Él y sus alumnos gastaron meses de trabajo de campo tomando mues-
tras de sangre o recopilando palabras para demostrar que las razas indígenas no
eran puras y que la mezcla era una constante histórica. Reichel, por instrucciones de
Rivet, se embarcó en esa tarea tomando muestras de sangre de los pijaos o buscando
a los misteriosos yurumanguines del Pacífico. Sus primeros trabajos son difíciles de
diferenciar del de muchos de sus colegas.
Hay que decir, además, que el proyecto liberal era integracionista y que Rivet,
en consecuencia, apoyó la idea de incorporar de la mejor manera a los pueblos indí-
genas en la vida nacional, sin renunciar a que esa incorporación se hiciera lo menos
dolorosa posible y con asesoría científica. Muy en la tónica de Rivet, sus alumnos
enfatizaron que los indios podían aportar a la vida moderna especialmente por el
conocimiento que tenían de la naturaleza. Todos ellos, en mayor o menor grado, se
interesaron por la integración pacífica del indio y porque el conocimiento que podía
generar la ciencia del hombre estuviera al servicio de ese proyecto.
Reichel participó en todo ello. Su trabajo en Atánquez en 1952, del cual se des-
prendieron muchos de los textos citados más adelante, consistió en determinar qué
Gerardo Reichel, a la luz de su obra. Invención del indigenismo y ecologismo en Colombia
Carl Henrik Langebaek
M E R I D I A N O S
pología de la Universidad de los Andes, aunque apenas cuatro años más tarde ambos
renunciaron en medio de un ambiente difícil. Parte del problema tuvo que ver con la
forma como él entendía la ciencia y su aplicación. En 1967 Reichel hizo un diagnóstico
del descontento de los jóvenes estudiantes que tenían una visión del mundo “etnocén-
trica y dominada por prejuicios tradicionales”. Precisamente la peor experiencia se
había presentado con el curso de Antropología Aplicada, en el cual los estudiantes ha-
bían confundido la ciencia con “la acción administrativa-política” y, así, se perdían en
“discursos emotivos sobre lo que se debía hacer, para salvar el mundo y la humanidad”.
Su actitud, en lugar de corresponder a la de académicos, era más semejante a la de las
hermanas de la caridad o a la de asistentes sociales (Langebaek 2009, 2, 195).
Entre las quejas de Reichel en su carta de renuncia a la Universidad, el 12 de
noviembre de 1968, consigna que los estudiantes habían pedido reducir la forma-
ción científica y eliminar la Arqueología, la Antropología Física y la Lingüística, con-
sideradas como simples pasatiempos intelectuales. En esos tiempos, la antropología
había caído en dos tendencias en contravía de una antropología aplicada basada en
la investigación científica: por un lado, la ciencia inductiva, la inocua acumulación
de datos e información; la otra, que vino madurándose precisamente durante los
sesenta, se basaba en el marxismo y en su versión más primaria de agitación política
en las universidades, y pretendía neutralizar la ideología burguesa. Para algunos,
ciertamente no los más sólidos en su perspectiva marxista, pero quizá sí los más vo-
ciferantes, había que transformar una realidad que ya era suficientemente conocida.
Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 27 · Bogotá, enero-abril 2017 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 17-34
doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda27.2017.01
de 1949, había señalado que las pocas tierras fértiles de la Sierra no eran aprovecha-
das por consideraciones mágicas y que los indios destruían indiscriminadamente
la vegetación (Reichel-Dolmatoff 1949, 575-576). Por si fuera poco, en Los kogi, de
1950, anotó que los indígenas sembraban hasta que agotaban la tierra y que, aunque
acudían a la magia, en realidad, “no conocían remedios eficaces” y las cosechas se
perdían (Reichel-Dolmatoff 1985, 1, 112).
El Reichel ecológico
Todo lo anterior cambió en 1967 con Desana, su punto de inflexión. El libro había
nacido de una decisión difícil: dado que las sociedades primitivas pronto desapa-
recerían, era necesario concentrarse en lo prioritario. Entonces no tuvo la menor
duda de que era imprescindible estudiar las manifestaciones más fundamentales del
espíritu, las mismas que años antes habían sido tomadas como obstáculos para el
progreso. Era más importante lo que los indígenas pensaban, que lo que hacían. El
cambio económico ya no era deseable, sino catastrófico. En efecto, Desana inauguró
el planteamiento de que los indígenas eran filósofos que a través de sus chamanes
regulaban su interacción con el medio. Su idea era la siguiente: enfrentados al hostil
medio tropical, los desana habían elaborado una cosmovisión que preservaba celo-
samente el equilibrio entre lo que se tomaba y daba del medio (Reichel-Dolmatoff 23
1977; 1986). El caso es que, poco más tarde, en un artículo dedicado al tema de la
cultura y el medioambiente entre los kogi (Reichel-Dolmatoff 1982), exactamente
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los mismos ejemplos que servían treinta años antes para demostrar que los indíge-
nas no tenían conciencia ecológica probaban todo lo contrario: si los indígenas no
intensificaban el cultivo, era porque no querían modificar el ambiente. Los críticos
períodos de escasez de los que se habló con frecuencia, ahora resultaban inimagina-
bles. Si antes las tierras fértiles escaseaban, ahora eran abundantes. Si se había leído
que los indígenas no tenían conocimientos prácticos, ahora sí que los tenían. Si los
indígenas le habían parecido en ocasiones violentos, ahora eran un ejemplo de paz.
Estas ideas, más gestadas por el contexto ideológico cambiante de los años sesenta y
setenta que por cualquier otra cosa, acompañarían a Gerardo Reichel hasta la obra
donde se presentan ampliamente: Indios de Colombia-Momentos vividos-Mundos
concebidos (1991). En esta, los indígenas se destacaban por sus conocimientos cien-
tíficos, por su apego a la paz y por su desinterés por los bienes materiales. Esto exigía
que los científicos olvidaran sus intereses por cuestiones irrelevantes y se dedicaran a
ser intérpretes de una forma de ver el universo que podría aportar al mundo de hoy.
El objeto del antropólogo dejó de ser entender el desarrollo de las sociedades, y me-
nos aún propiciar cambios desde afuera de esas culturas. Ahora consistía en traducir
para el blanco un mundo fabuloso que ignoraba por completo.
Hay que admitir que con Desana también vendría la etapa más productiva de
Reichel, marcada por libros inolvidables, bien escritos, que fueron los que hicieron
conocer la antropología colombiana por fuera del país (Laurière 2010). Un ejemplo
formidable de esta literatura es, por supuesto, El chamán y el jaguar (1975). Reichel
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agregó con esa obra, además de una nueva imagen del manejo ecológico, un giro en
otros dos aspectos: primero, en el papel del chamán, y segundo, en el uso de drogas
alucinógenas. En algunos de sus primeros trabajos había mantenido cierta indife-
rencia frente a los chamanes. Su escrito sobre la economía kogi mencionaba que el
poder de los líderes religiosos –entonces llamados brujos a secas– se amplificaba en
tiempos de crisis y angustia. En su estudio monográfico, los mamas más tradicio-
nales trabajan en bien de la preservación de la cultura, pero al mismo tiempo eran
autoritarios, ocultaban de manera deliberada su ignorancia en aspectos fundamen-
tales de la mitología y probablemente tenían algo que ver con el envenenamiento
de algunas personas que hablaban mal de ellos; eso por no mencionar a los menos
tradicionales, alcohólicos inveterados y dados a la violencia.
Lo que escribió Reichel sobre los chamanes en ese entonces es lo mismo que
aparece en la obra y diarios de campo de connotados etnólogos colombianos y ex-
tranjeros de la época. Pero en Desana, Reichel concluyó algo completamente distin-
to: el chamán era “indudablemente el especialista más importante en toda sociedad”
y sobre él recaían “responsabilidades grandes con las cuales trata de cumplir con
dedicación y energía extraordinaria” (Reichel-Dolmatoff 1986, 155). No se trataba
de “un simple brujo o curandero que, con sus supercherías engaña a la gente para
24 dominarla o utilizarla, sino que es un individuo dedicado, convencido de su misión
sagrada y, generalmente, imbuido de un alto sentido de servicio a la comunidad”.
Más tarde, lo mismo sería cierto para los mamas kogi.
Sobra recordar que las nuevas propuestas de Reichel cayeron en suelo fértil.
Era la época en que la “Madre Tierra” se convirtió en consigna, y también la del
tejano Ted Pray, quien inventó un famoso discurso ecológico que puso en boca de
un igualmente idealizado cacique Seattle, del siglo XIX, y con ello logró que nadie
dudara de que los indígenas vivieran siempre y en cada lugar en armonía con la
naturaleza. Por supuesto, hubo cosas en la obra de Reichel que no cuadraron con
la imagen que los blancos urbanos y bien intencionados románticos construían de
los indios: el sexo. No es que el tema fuera evadido; todo lo contrario, el segundo
volumen de Los kogi tuvo que ser publicado por cuenta del autor, ante el mojigato
rechazo de sus superiores. El problema consistió en que los kogi podrían ser sinóni-
mo de trato digno a la naturaleza y de liderazgo espiritual, pero no de amor libre. La
sexualidad invadía todas las actividades cotidianas del indígena: cada objeto parecía
tener siempre una connotación sexual. Incluso tejer simbolizaba el coito. Al texto
no le faltaban provocadoras referencias sobre temas tabú: masturbación, violaciones,
posiciones sexuales y homosexualismo (Reichel-Dolmatoff 1985, 2, 146 y 239-246).
El problema fue que la sociedad indígena se representó como represiva y cargada de
conflictos y tensiones sexuales. El trasegar del kogi por la vida parecía relacionarse
estrechamente con el apego a la madre, la represión sexual y la agresividad. Sin duda,
se trataba de una sociedad paranoide e hipocondríaca. Los kogi se presentaron como
personas reprimidas en lo sexual, la homosexualidad se caracterizó como una dege-
neración, había incesto, adulterio y sexo con animales. Había, además, una imagen de
Gerardo Reichel, a la luz de su obra. Invención del indigenismo y ecologismo en Colombia
Carl Henrik Langebaek
permanente abuso de la autoridad paterna y un trato duro y hasta cruel con los niños.
Por cierto, incluso en Desana tampoco faltaron referencias a una vida sexual repri-
mida que frecuentemente desembocaba en violencia (Reichel-Dolmatoff 1986, 236).
Desde un comienzo, Gerardo Reichel trató de explicar las anomalías del com-
portamiento indígena en términos adaptativos. Por ejemplo, en Conceptos biológicos
de los indios kogi (1951), insistió en que los indígenas tenían una cultura paranoide
que, sin embargo, servía para controlar el tamaño de la población y no llevar a la so-
ciedad al desastre. Con el paso del tiempo, las justificaciones parecieron más benévo-
las. En 1982 admitió que la sociedad kogi era represiva en lo sexual, pero matizó aña-
diendo que se trataba de una estrategia para no alterar el balance ecológico. Luego,
en 1987, anotó que la adaptación psicosocial de los kogi, basada en opciones que pare-
cían crueles, era la estrategia a la que los indígenas le debían su sobrevivencia. Incluso,
trató de que la represión sexual entre los kogi encerrara un contenido moral y sugi-
rió que su estudio ayudaría a comprender el inconsciente y los complejos edípicos
del occidental. Más recientemente, en 1991, la imagen de una sociedad reprimida se
había hundido en el olvido. En Los kogi había descrito una peligrosa agresividad que
atribuyó a la represión sexual, y no había dejado de mencionar cierto incidente con
un indígena borracho que trató de matarlo. Todo ello se omitió posteriormente. En
Indios de Colombia, los nativos de la Sierra desconocían la violencia. Pero era tarde: 25
la imagen de la sexualidad reprimida que se proyectaba en la monografía original,
verdadera o falsa, había nacido para no servir de ejemplo en los setenta: la gente
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quería modelos a seguir, no gente que tuviera los mismos problemas que se asumían
exclusivos de la sociedad moderna.
El énfasis de Reichel en el indio ecológico, prácticamente heredero impoluto de
tradiciones prehispánicas, ha sido estudiado y criticado con anterioridad (Uribe 1986;
1995; Langebaek 2001). Lo que quiero enfatizar es que hay cierta ironía en que el tra-
bajo de Reichel terminara por ayudar a enterrar el proyecto de nación mestiza de Rivet
y de tantos liberales colombianos. Para mostrarlo es necesario regresar en el tiempo
y volver a sus trabajos sobre los mestizos, los cuales fueron la base para su libro The
People of Aritama. Es bueno volver a esos trabajos porque sirven para entender
la mutación en el pensamiento de Reichel a lo largo de los años. Un primer texto
se refirió a la estructura social colombiana (Reichel-Dolmatoff 1952) y se escribió
como crítica a un trabajo del norteamericano Smith, en el cual se afirmaba que sólo
había dos clases sociales en Colombia: una alta, pequeña y blanca, y otra pobre, sin
educación ni posibilidades de movilidad social. Por el contrario, Reichel defendió la
idea de que la clase alta tenía cierta diversidad étnica, y que existía movilidad social,
evidenciada en una clase media creciente y cada vez más educada. En ese trabajo,
por cierto, se refirió a la llegada de migrantes alemanes, austriacos, húngaros y po-
lacos que sufrieron persecuciones en Europa como un bienvenido aporte a la clase
media nacional. También habló de la importancia de los valores democráticos y de
una nación que tenía su fundamento en la clase media y el campesinado mestizo.
Estas ideas sobre el ideal mestizo se irían transformando con el tiempo.
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El segundo texto tuvo como objeto de estudio la medicina popular entre los
campesinos de la Sierra Nevada (Reichel-Dolmatoff 1955). En ese trabajo, Reichel
describió que los campesinos consideraban que la enfermedad estaba presente en la
naturaleza pero que tenía un valor neutro. Sólo se desarrollaba cuando coincidía con
la malevolencia de algún prójimo, y en una ocasión determinada se manifestaba. La
enfermedad entonces dependía siempre de la voluntad de otra persona, a menos que
fuera autoinfligida, como ocurría con alguna frecuencia. La envidia por el prestigio
adquirido por otras personas era un factor clave para desearles la enfermedad, lo
cual muchas veces era suficiente para que la padecieran. Los habitantes de Atánquez
reconocían dos tipos de enfermedades –las calientes y las frías–, pero además insis-
tían en que los hombres estaban menos expuestos que las mujeres a enfermarse y que
las enfermedades de unos y otras eran diferentes. Detrás de los factores que explican
las enfermedades se ocultaba un control social de la conducta: algunas trataban de
evitar las tensiones generadas por el prestigio; otros factores, como la creencia en las
apariciones, se relacionaban con la prohibición de salir de noche.
Según sus manifestaciones, las enfermedades se podían diferenciar entre las
que tenían síntomas definidos y las que no los tenían. En ambos casos podían repre-
sentar la agresión de algún enemigo, lo cual evidenciaba una marcada hostilidad en
26 la comunidad. En particular, enfermedades como la locura y la idiotez típicamente
se originaban en un enemigo personal. En términos de cambio cultural, las creencias
tradicionales se relacionaban con las creencias científicas. La eficacia de un antibió-
tico no alteraba la convicción de que la enfermedad pudo haber sido causada por
factores mágicos y que por lo tanto requería un tratamiento también mágico. El
medicamento moderno solo, apenas solucionaría parte del problema. La medicina
moderna, además, se aceptaba como parte de la solución, sólo en la medida en que
también contenía elementos mágicos. Los elementos “españoles”, como rezar a los
santos o tomar remedios modernos, hacían parte del sistema de prestigio con que
los miembros de la comunidad competían por parecer más aculturados. Es más: la
relación entre prestigio y enfermedad era tan evidente que todos los individuos de
alto prestigio padecían “algún defecto físico o mental permanente”: eran cojos, cie-
gos, mancos, o sufrían ataques de histeria o epilepsia (Reichel-Dolmatoff 1955, 15).
El tercer texto data de 1956, y su propósito fue ofrecer una explicación cultural
de las viviendas campesinas del departamento del Magdalena. Este escrito ofrece un
ejemplo bastante interesante de la forma como Reichel manejó el tema de la raza y
de la cultura, privilegiando a esta última sobre la primera. Con la tarea de ofrecer un
contexto cultural al tema de la vivienda en esa parte del país, Reichel elaboró a partir
de su idea de cultura, raza y cambio cultural. En primer lugar defendió la unidad de
la especie humana, del Homo sapiens, y se preguntó si los conceptos cultura mestiza
o cultura criolla daban una buena idea de una definición de la cultura en Latinoa-
mérica. Primero descartó la noción cultura mestiza por su connotación biológica
(Reichel-Dolmatoff 1956, 2) y se inclinó por la de cultura criolla. Sin embargo, re-
chazó de inmediato que esto implicara aceptar la idea de una cultura criolla como
Gerardo Reichel, a la luz de su obra. Invención del indigenismo y ecologismo en Colombia
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un listado de atributos culturales, por ejemplo, “el interés por las bellas frases en
oposición al poco interés por hechos y acciones concretas”; no se trataba, en efecto,
de “rasgos culturales” sino más bien de procesos que daban sentido a una cultura
en transición que no había logrado síntesis alguna aún, pero que se orientaba hacia
un tipo europeo imaginado, a un ideal de civilizado, especialmente a través del
mecanismo de prestigio.
El prestigio, en efecto, se podría pensar como el medio mediante el cual se
aspiraba a mostrar la condición de no indígena. Las estrategias para mostrar ese
prestigio iban desde las más obvias, como por ejemplo el vestido o evitar trabajos
físicos poco prestigiosos, hasta otras menos evidentes, como consumir medicinas
costosas o preferir las inyecciones a los remedios más sencillos. Mostrar estatus pa-
recía resumir el tema. El otro aspecto que valoró Reichel en su interpretación fue el
de la familia, en este caso muy alejada del ideal cristiano, polígama, donde el hombre
buscaba satisfacer sus necesidades biológicas, y la mujer, sus carencias económicas;
esa familia donde existía una fuerte ambiente de hostilidad y donde la mujer era,
en la mayor parte de los casos, la dueña de las viviendas. El asunto central para Rei-
chel es que la vivienda entraba dentro de la lógica de la estructura familiar y de la
búsqueda de prestigio. Las casas coloniales eran feas y poco prestigiosas, lo mismo
que las estructuras de cuatro aguas que se identificaban con lo “indígena”. Los apo- 27
sentos eran lugares oscuros, sucios y repletos de insectos, mientras que la sala era el
lugar del prestigio; allí se exhibía el estatus al visitante. Por último, Reichel anotó que
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cualquier cambio en la vivienda campesina enfrentaría otro elemento al menos tan
importante como el del prestigio y relacionado con él: “la envidia, la murmuración,
la crítica del vecino” (Reichel-Dolmatoff 1956, 15).
Dos eventos demuestran que los académicos e intelectuales colombianos esta-
ban dispuestos a dar una lectura muy específica a Desana y a otros muchos trabajos
posteriores de Reichel: el hallazgo de Ciudad Perdida en la Sierra Nevada de Santa
Marta. Este asentamiento y otros menos conocidos en la Sierra dieron origen a todo
tipo de tensiones entre el Estado, los indígenas, los campesinos y los académicos
(Sánchez 2008; Langebaek 2009, 2, 244). Cuando en los setenta se descubrió el pri-
mer sitio, los antropólogos asumieron, sin mayor investigación que los respaldara,
que habían encontrado la prueba de que antes de la llegada de los españoles, Co-
lombia estaba repleta de “frutos tropicales y una exuberante vida salvaje”, y también
que los colonos mestizos encarnaban la continuación de la Conquista. Los mestizos
pasaron a ser descritos como personas “de escaso o ningún nivel educacional” que
destruían los sitios arqueológicos, maltrataban a los indígenas, erosionaban el suelo
y se aliaban con el narcotráfico Más aún, se reforzó la idea de un extraordinario caso
de continuidad cultural entre los actuales indígenas de la región, especialmente los
kogi, y los antiguos tairona.
Reichel no necesariamente comulgó con esa interpretación tan simplista de las
cosas y explícitamente valoró a Colombia como nación mestiza, pero sin duda con-
tribuyó de alguna manera a que esas ideas tuvieran un aire de respaldo académico.
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Impacto y balance
El caso es que toda suerte de antropólogos se transformaron –por decirlo de alguna
manera– en “reichelianos”. De ser un individuo atrapado entre la ciencia positiva y
el materialismo histórico, pasó a aglutinar buena cantidad de admiradores. Incluso,
personas que habían criticado que la antropología burguesa desconociera las raíces
económicas de los procesos culturales y que sostuvieron que los indios se debían
entender a la luz de Marx y Mao, años más tarde postularon explícitamente que los
antropólogos actuaran como “traductores” para que las concepciones ideológicas
nativas se pudieran explicar al blanco. Hasta las revistas Voz Proletaria y Tribuna
Roja se reichelizaron: inicialmente defendían que los indígenas eran campesinos,
criticaban con dureza al “indigenismo cósmico” y explicaban que los campesinos
y colonos eran explotados por los terratenientes. A veces incluso se mencionó que
algunos indígenas se explotaban unos a otros. En los noventa, esas mismas revistas
Gerardo Reichel, a la luz de su obra. Invención del indigenismo y ecologismo en Colombia
Carl Henrik Langebaek
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ser mestizo. Al final, se aceptó la idea de que los grupos étnicos eran los guardianes
de la naturaleza. Como lo había demostrado Reichel, la naturaleza era “alimento
espiritual” del nativo. Y así quedó consignado. Y por eso hoy en día cargamos con
una idea del campesino y del colono bastante más que conservadora, como predador
y explotador de indios, más incluso que los terratenientes (Langebaek 2009, 2, 259).
Para terminar, lo siguiente. La obra de Reichel no permaneció inamovible en
el tiempo; por el contrario, sufrió cambios importantes a medida que se expuso a
influencias de su entorno. Su trabajo tiene algunas constantes, pero importantísimas
mutaciones, las cuales provienen del entorno cambiante en que se desenvolvió, pri-
mero bajo la influencia de Rivet, luego con el evolucionismo norteamericano y por
último con las nociones de indio ecológico que habían madurado especialmente en
Estados Unidos y que encontraron en Colombia un eco enorme. Un agudo observa-
dor de la época encontró tempranas influencias de Linton y Kardiner y más tardías
de Lévi-Stauss (Chávez 1986, 210). De hecho, una de las críticas que se le pueden
hacer a Reichel tiene que ver con esas mutaciones, algunas de las cuales no tienen
mayor coherencia con su investigación empírica, caso por ejemplo de su idea de
cómo los indígenas manejaban el tema ambiental. Aunque Reichel proclamó que se
aproximó al estudio de los kogi sin ideas preconcebidas, abierto a todo lo que pu-
dieran enseñarle, en la realidad eso no fue verdad, ni puede llegar a serlo en ningún
caso: el investigador fue consistente en actualizar sus posturas sobre diversos temas,
se trepó a la Sierra con un bagaje intelectual y con el test de Rorschach en la mano.
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na pero cuyos diarios descubren personas bastante imperfectas, aunque lejos de las
actuaciones de las que se ha señalado a Reichel (Langebaek 2010b). E igual sucede
con personajes fundacionales del pensamiento social colombiano como Luis López
de Mesa o el propio Jorge Eliécer Gaitán, para citar dos ejemplos.
En resumen, el pasado de Reichel en Europa de la preguerra no es suficiente
para entender su obra. Hay una experiencia americana, académica y social, que
marcó su trabajo y que no se puede ignorar. El trabajo de Reichel es criticable,
complejo y contradictorio. Fue considerado por algunos de sus colegas como arro-
gante y más cercano al Partido Conservador que al Liberal. Incluso se le acusó de
despreciar a sus colegas. Y sin duda se puede señalar a Reichel como una persona
alejada de la política, y poco dada a jucios explícitos que se pudieran matricular en
vertientes de pensamiento críticas de la explotación. Reichel prefirió criticar la civi-
lización en libros de gran formato que leían las élites, y no la plusvalía en libros de
papel barato que leían los revolucionarios. Y estuvo lejos de ser un personaje de las
características de un Juan Friede, que combinaba la excelencia académica con el
compromiso político. Pero, en aras del equilibrio, se podría poner en tela de juicio
buena parte de la militancia de su época, la hipocresía de quienes, al tiempo que
criticaban la guerra imperialista en Vietnam, avalaban las agresiones de la Unión
Soviética (o viceversa), o rendían culto casi infantil a los personajes más dudosos
de la historia reciente. De quienes se dolían de los muertos de un lado y justifica-
ban los del otro lado.
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En todo caso, de aceptar su más bien explícita antipatía por la militancia, a que
su obra sea descalificada por estar inspirada en principios nacionalsocialistas, hay un
trecho enorme. Quizá le reprochen algunos su falta de activismo, pero el impacto de
su obra en temas como la revaluación del trabajo del misionero y la valoración de las
comunidades indígenas fue mayor que el de muchos activistas, y esto es particular-
mente valioso en una época en que en muchas partes del país los indígenas no sólo
eran despojados de su cultura sino físicamente eliminados, como no ha dejado de
pasar hoy (Ardila 1997; García 2005; Pineda 2003). Llama la atención que algunos
pidan depurar la obra de Reichel de su contenido nacionalsocialista. ¿Los denun-
ciantes habían leído su obra con tanto descuido como para dejar pasar durante años
el contenido “nazi” de su obra? ¿Había que encontrar su pasado terrible para, ahora
sí, leer con juicio sus contenidos y detectar tamaño problema? ¿Acaso se dejará pasar
la oportunidad de evaluar críticamente el pensamiento “progresista” de los noventa,
o como siempre se encontrará un culpable, en este caso un nazi extranjero?
Los aduladores que nunca criticaron a Reichel, los que le rindieron culto acrí-
tico y a veces hasta patético, así como los detractores silenciosos que tampoco hi-
cieron públicamente sus reservas sino hasta cuando existió el ambiente propicio del
escándalo público, no hablan bien de nuestra comunidad académica. Nadie, absolu-
32 tamente nadie, puede negar que Reichel fuera el más provocativo de los antropólo-
gos que trabajaron en Colombia en la segunda mitad del siglo pasado. Nadie puede
negar que su trabajo tuvo impacto entre muchas personas y que sirvió de inspira-
ción para que más de uno se dedicara al oficio con una buena dosis de compromiso
y desprendimiento. Flaco favor le han hecho los que nunca fueron capaces de cri-
ticarlo y ahora lo consideran como un cadáver insepulto. Y flaco favor también los
que aún ahora lo ven como un héroe impoluto.
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36. Uribe, Carlos Alberto. 1986. “La antropología de Gerardo Reichel-Dolmatoff: una pers-
pectiva desde la Sierra Nevada de Santa Marta” Revista de Antropología 2 (1-2): 5-26.
37. Uribe, Carlos Alberto. 1995. “La etnografía de la Sierra Nevada de Santa Marta y las tie-
rras bajas adyacentes”. En Geografía Humana de Colombia 2: 9-216. Bogotá: Instituto Co-
lombiano de Cultura Hispánica.
De Gran Jaguar a Padre Simbólico: la biografía “oficial”
de Gerardo Reichel-Dolmatoff
DOI: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda27.2017.02
Artículo recibido: 30 de julio de 2016; aceptado: 16 de noviembre de 2016; modificado: 11 de diciembre de 2016
M E R I D I A N O S
ra del profesor, contradictoria desde su llegada a Colombia, estuvo marcada
por silencios y revelaciones parciales que dieron forma a su vida académica,
mientras que muchos de sus seguidores hicieron de Reichel-Dolmatoff una fi-
gura paterna, totémica, pensada en términos del Gran Jaguar, en una versión
canónica que siempre osciló entre lo verosímil y lo verificable.
Palabras clave: Biografía (Thesaurus); Gerardo Reichel-Dolmatoff, historia antro-
pología colombiana, antropología de la antropología (palabras clave del autor).
“[…] nadie es tan grande que pueda avergonzarse de hallarse sometido a aquellas
leyes que rigen con idéntico rigor tanto la actividad normal como la patológica”.
P
Sigmund Freud. Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci (1981 [1910], 1577)
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impresionado es saber que el tema de Reichel-Dolmatoff y su relación con el nazismo,
que fue denunciado por Arcadia, es hoy tema vedado en la Facultad de Antropología
de la Universidad de los Andes. Cuénteme usted si un tema como ese no ha debido ser
un tema de debate si hablamos del fundador de la Antropología en Colombia”1.
Más allá de vetos que no existieron, hay que reconocer el valor de esa opinión:
este es un tema de debate importante y relevante para la antropología en Colombia.
En su apreciación del affaire Reichel-Dolmatoff, los antropólogos y antropólogas co-
lombianos parecieron olvidar principios claves del corazón de sus quehaceres: la
etnografía. Olvidaron, por ejemplo, aquella máxima que predica que en la etnografía
siempre hay que contrastar lo que se dice que se hace con lo que en efecto se hace y se
dice. Tal principio entraña siempre una actitud de sospecha e incertidumbre, y lleva
a ponerse en entredicho y no abrazar de entrada la versión oficial de los hechos a
la mano. Además, la antropología tiene otra directriz fundamental: toda actividad
humana deja sus huellas, huellas que permiten, con el tiempo, que todo termine por
saberse2. Muy poco de esto se dio en lo que nos atañe. Con algunas excepciones, los
1 “En Colombia la cultura es muy conservadora”. Entrevista a Marianne Ponsford por María Jimena Duzán.
(Semana, 19 de abril de 2014). Disponible en http://www.semana.com/nacion/articulo/en-plata-blan-
ca-con-marianne-ponsford/384005-3
2 “La inesperada conexión nazi de la antropología colombiana”, Arturo Wallace (BBC Mundo,15 de agosto
de 2012). Disponible en http://www.bbc.com/mundo/noticias/2012/08/120814_colombia_antropologia_
nazi_reichel_dolmatoff_aw.shtml.
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doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda27.2017.02
3 El presente autor fue invitado inicialmente por Pineda y Oyuela-Caycedo a ser parte del panel de coordi-
nadores. Como la organización del Congreso de Americanistas no aceptó los tres coordinadores, al final
quedaron ellos dos.
De Gran Jaguar a Padre Simbólico: la biografía “oficial” de Gerardo Reichel-Dolmatoff
Carlos Alberto Uribe Tobón
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chel-Dolmatoff contextualizando algunos de los problemas del agente intelectual
y el contexto de las cambiantes agendas de acuerdo a los momentos históricos de
la vida de dicho investigador. El descubrimiento reciente de documentos, aclara
el pasado de GRD y sus asociaciones antes de su llegada a Colombia. El estudio
de la construcción de redes académicas nos pone a repensar su carrera y exami-
nar meticulosamente su contribución científica y las agendas que gobernaban
su pensamiento teórico […] (Mi énfasis). (54 ICA 2012, Resúmenes, Abstracts)
4 Traducción del inglés por el autor. Todas las citas en inglés serán traducidas al español por el autor.
De Gran Jaguar a Padre Simbólico: la biografía “oficial” de Gerardo Reichel-Dolmatoff
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este fenómeno en la segunda mitad del decenio de 1970. Por ello, no sorprende la frase
final del obituario: “Gerardo y Alicia siempre serán los jaguares y la luz de la arqueolo-
gía de los neotrópicos” (Oyuela-Caycedo 1996, 55).
La fórmula del Gran Jaguar fue usada por Oyuela-Caycedo en su prólo-
go a la segunda edición de Arqueología de Colombia. Un texto introductorio de
Reichel-Dolmatoff (1997). El prólogo abre con un dejo familiar, al referirle al lector
un encuentro personal con Reichel-Dolmatoff en una conferencia en el Centro para
el Estudio de las Religiones del Mundo, de la Universidad de Harvard, en el otoño
de 1993. Después de relatar otros detalles de su relación –cómo le dedicó su te-
sis doctoral y cómo Reichel-Dolmatoff lo reprendió por no dedicársela mejor a los
indígenas–, el personaje recibe el apelativo doble de maestro y de Gran Jaguar. En
manos del prologuista, Reichel-Dolmatoff se convierte en “el fundador de un linaje
de arqueólogos y etnógrafos colombianos, cuyo trabajo le mereció el calificativo de
padre de la antropología colombiana” (Oyuela-Caycedo 1997).
Esta afirmación no se puede dejar pasar como un mero comentario afectuoso
de un discípulo no directo hacia alguien que después se convirtió en su mentor –o
por lo menos así lo dio a entender Oyuela-Caycedo en sus confidencias anteriores–.
Ella encapsula un universo de problemas centrales sobre la condición humana. Re-
salta como tema principal una figura heroica, un héroe cultural proveniente del ex- 41
tranjero, quien funda un nuevo linaje en su patria adoptiva, más exactamente, un
patrilinaje conformado por una comunidad de hombres de saber. Con el paso del
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tiempo, el personaje deviene figura mítica, antepasado de un clan totémico, el clan
del jaguar. Y el jaguar, lo escribió el mismo Reichel-Dolmatoff (1978), es por anto-
nomasia el chamán, el gran sabio. Una figura antropo-zoomorfa que deambula, en el
ritual del yajé, por los diversos niveles del cosmos en la búsqueda del saber, la luz, la
armonía energética en la naturaleza y la cura de las enfermedades. En un momento
posterior, esa mimesis de los discípulos, los hijos del gran padre, y el padre se trans-
forma en el drama de la violencia sacrificial. Sacrificio que culmina en el asesinato
simbólico del padre, a la manera en que Sigmund Freud lo señaló en Tótem y tabú.
Esto de la mimesis entre discípulo y maestro hay que tomarlo en serio. El si-
guiente, in extenso, es el párrafo final del prólogo al Gran Jaguar:
Mucho de su trabajo fue incomprendido por los intelectuales protagonistas de
su tiempo, época donde el discurso de la retórica es lo que se valoraba o por sus
estudiantes de finales de los años 60 y comienzos de los 70, influenciados por el
marxismo, y sin una autocrítica válida de las modas académicas, quienes nunca
ayudaron a llenar el vacío de conocimiento que existe sobre nosotros mismos
como cultura multiétnica, como pueblo, como indígenas, o como campesinos. El
profesor sabía bien que su trabajo solo sería apreciado en el futuro. El profesor
Reichel-Dolmatoff y su esposa Alicia Dussán alcanzaron un nivel de calidad in-
vestigativa difícil de superar o igualar, que debe ser tomado como ejemplo donde
prime el sacrificio por el país. Es increíble pensar que su producción académica
es más conocida internacionalmente que dentro de Colombia, lo cual se explica
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por las prioridades y valores que se han establecido en el país en los últimos 20
años. Se puede afirmar que el Gran Jaguar fue un exilado intelectual que, a pesar
de vivir en Colombia, la mayor parte de su vida, tenía mayores opciones de di-
vulgación en el exterior. Muchas veces se aterraba de la mediocridad en que había
caído la antropología y la arqueología del país, donde el discurso se politizó o se
volvió de promoción individual. Esta crítica hizo que sus últimos años fueran
amargos al encontrar muy pocos discípulos, colegas, o interlocutores válidos con
quien discutir seriamente diversos temas antropológicos y arqueológicos. Esta
situación lo empujó a salir del país con frecuencia, y así evitar perderse en el
conformismo local. (Oyuela Caycedo 1997, xix)
De la lectura del trozo se tiene la impresión de una vida coherente, clara, con-
secuente y sin esguinces. Y por supuesto que apunta hacia el éxito. No obstante, 43
si se mira en detalle la cronología aparecen baches y saltos aquí y allá, además de
superposiciones difíciles de comprender, como aquella que afirma que, de 1941 a
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1946, Reichel-Dolmatoff se ocupó de hacer paleontología para la Texas, a la par que
hacía etnografía entre los sikuani (“guahibo”) de los Llanos Orientales, excavaba en
Soacha (Cundinamarca), estudiaba a los pijaos en el Tolima, andaba de expedición
en la Sierra de Perijá para hacer etnografía de los yuko (“motilones”), además de
sus actividades en la Francia Libre. Lo más probable es que se trate de imprecisio-
nes por parte del biógrafo. Sin embargo, lo importante es la presentación de una
secuencia ordenada del tiempo, una línea temporal que esconde, como en el cuento
de Borges, la trivialidad de las “meras circunstancias biográficas”: “Wilkins nació en
1614, Wilkins murió en 1672, Wilkins fue capellán de Carlos Luis, príncipe italiano;
Wilkins fue nombrado rector de uno de los colegios de Oxford, Wilkins fue el pri-
mer secretario de la Real Sociedad de Londres, etcétera” (Borges 1989 [1952], 84).
Esta línea del tiempo, no obstante, logra muy bien lo que se propone, esto es, orde-
nar de forma armónica el paso del tiempo contingente. Ello se logra de una manera
análoga a la coherencia y certeza de lo posible que permite la clasificación de la enci-
clopedia china Emporio celestial de conocimientos benévolos, también de interés en el
idioma analítico de John Wilkins. Como en esta última, al decir de Foucault (2007),
la clave está en la enumeración, en las fechas. O en términos distintos, se trata de
una secuencia que revela, mediante el ordenamiento temporal, tanto como permite
el ocultamiento, la elusión, el pasar de largo cual bailarina en puntas. Hoy está en
cuestión si, en efecto, Reichel-Dolmatoff se graduó de colegio, academia o instituto
etnológico alguno; si su estadía en París no correspondió a ningún plan académico
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mis años en París, ciudad que para mí sigue siendo el centro de la civilización y, en
buena parte, el centro de la antropología moderna” (Reichel-Dolmatoff s.f.). Luego
hace la siguiente afirmación:
A fines de la década de los años treinta, al extenderse por Europa las sombras de
una guerra inminente, decidí emigrar a los Estados Unidos. Pero en el curso de mis
preparativos, por consejo de algunos profesores del Collège de France, especialmen-
te André Siegfried, y del Centre National de la Recherche Scientifique, vine primero
a Colombia recomendado por ellos al entonces presidente Eduardo Santos. Esta
debía ser una estadía transitoria, pero, como ocurre a veces, en aquel entonces se
combinaron elementos y eventos que me hicieron cambiar todos mis planes. Es-
talló la segunda Guerra Mundial, me encontré con Alicia, mi futura esposa, y me
vi en un nuevo mundo, el Nuevo Mundo, el cual inmediata e irremediablemente
me abrumó con su vitalidad, su pluralismo de ideas y soluciones, su naturaleza y,
ante todo, su población indígena. (Reichel-Dolmatoff s.f., 13)
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de las peripecias y travesías que lo condujeron a París, de su vida en esa ciudad y,
por último, de su arribo a esa especie de Tierra Prometida, para capturar con un
conocido tropo su llegada al Nuevo Mundo–. Lo más importante es que estos son
elementos de una puesta en escena de una vida, quizá de una puesta en escena hecha
de forma consciente, y eso no podemos saberlo con certeza. En todo caso es una
puesta en escena de una vida representada por el autor y con un auditorio concreto
como principal destinatario. El auditorio es la comunidad antropológica local, cuyos
miembros estaban dispuestos a escuchar la epopeya. En suma, se trata de un mon-
taje que combina realidad, imaginación, fantasía y tergiversación, con hechos que
sin duda ocurrieron en algún momento, pero no con los giros que da a entender el
autor. Montaje que contiene el modelo que da coherencia a la biografía oficial de un
personaje que, después de su paso final, inició un tránsito que lo volverá definitiva-
mente un ídolo. Quizá, aun después de aquella mañana del verano vienés de 2012.
Para entender la “complicidad” aquí sugerida entre el autor y su público no es ne-
cesario acusar a nadie de tendencioso y falaz. Sólo es necesario decir que la etnografía
enseña que todo ejercicio autobiográfico está fuertemente condicionado por la audien-
cia que recibe el texto –ya sea que esta audiencia esté conformada sólo por el etnógrafo
que registra lo que llamamos la “historia de vida”, ya sea este público una comunidad
de gentes más amplia, gentes que en todo caso tienen una comunidad de intereses y
expectativas con quien enuncia su propia vida–. En este tránsito se ponen en marcha
estrategias retóricas que buscan hacer de lo narrado algo por lo menos verosímil, si
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no verificable en algún grado. Lo que sucede es que esa biografía en primera per-
sona se deposita en ese terreno incierto situado entre lo que es verosímil y lo que
es verificable. Y luego viene la labor de la crítica. De la duda. De la lucha contra esa
incertidumbre que se produce en un observador, la certeza de que algo pasó y que
apenas se vislumbra entre las líneas del relato porque no logra salir a la luz. Cuan-
do finalmente se produce esa epifanía, todo empieza a cuadrar, el rompecabezas se
muestra en su totalidad.
Peripecias biográficas y autobiográficas como las que van descritas son nume-
rosas en el período de la “desnazificación” alemana de la segunda posguerra. Como
ejemplos son pertinentes, primero, el caso del escritor alemán Günter Grass, quien
en su autobiografía, escrita casi al final de sus días, reveló sus andanzas juveniles
con las Waffen-SS nazis. Para Grass, este pasado y su silencio consecuente fueron un
gran lastre durante toda su vida: “Esto fue siempre un gran peso […]. Mi silencio
a través de todos estos años es una de las razones por las cuales escribí el libro [su
autobiografía]”. En otro lugar añade, a propósito de los caprichos de la memoria
humana y de las artes del olvido: “Aquello que acepté con la arrogancia estúpida de
la juventud, quise después ocultarlo por una recurrente sensación de vergüenza”5.
El segundo caso es el de Leni Riefenstahl, actriz alemana de las décadas de los
46 veinte y los treinta del siglo pasado, convertida después en la directora cinematográ-
fica preferida de Adolf Hitler –y como directora, una gran innovadora en técnicas ci-
nematográficas–. Después de la guerra, y tras eludir las investigaciones aliadas de los
criminales de guerra, Riefenstahl se “reinventó” su vida autobiográficamente y pasó
a ser una afamada fotógrafa de temas antropológicos entre los pueblos nilóticos del
Sudán, en África. Produjo entonces un par de libros fotográficos, con estudios etno-
gráficos de apoyo. Esos libros exhiben “bellas” fotografías de hombres y mujeres afro
semidesnudos, los hombres generalmente enfrascados en sangrientos combates físi-
cos previos a sus galanteos amorosos. Como acotó Susan Sontag, “si se examinan cui-
dadosamente las fotografías, en conjunción con el largo texto escrito por Riefenstahl,
se vuelve claro que siguen una continuidad con su obra nazi” (Sontag 1981, 86)6.
El tercer ejemplo es el de Mircea Eliade, el conocido historiador comparativo
de las religiones. La exposición de los antecedentes fascistas de este personaje ru-
mano y la pertinencia de estos en su obra han sido analizados por Carlo Ginzburg
(2010). Para Ginzburg, no se puede desligar el pensamiento teórico de Eliade de sus
ideas políticas, aunque la relación entre ambos tipos de pensamiento no es obvia.
Además, Ginzburg analiza con cuidado la sospechosa fascinación del autor rumano
con el mito, y la historia como no más que la reactualización de lo mitológico.
5 “Günter Grass Dies at 87; Writer Pried Open Germany´s Past but Hid His Own”, Stephen Kinzer (The
New York Times, 13 de abril de 2015). Disponible en http://www.nytimes.com/2015/04/14/world/europe/
gunter-grass-german-novelist-dies-at-87.html?_r=0
6 Es importante comparar la memoria edulcorada de estos antiguos militantes nazis con la biografía de per-
sonajes que escogieron no aceptar el terror del nazismo y huir de la amenaza, algunos sin lograrlo –como
fue el caso de Walter Benjamin– (Taussig 2006).
De Gran Jaguar a Padre Simbólico: la biografía “oficial” de Gerardo Reichel-Dolmatoff
Carlos Alberto Uribe Tobón
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mantuvo una larga relación personal con el profesor. No en vano, Ardila le confesó
a David García, discípulo colombiano de Gerhard Drekonja en la Universidad de
Viena, que él era el heredero del baúl de herramientas de excavación arqueológica
de Reichel-Dolmatoff –un gesto con un valor simbólico que a nadie escapa– (García
2005). El profesor Ardila, graduado como antropólogo en la Universidad Nacional
de Colombia, también a comienzos de los ochenta del siglo pasado, se destacó desde
sus años de estudiante como investigador de la arqueología del período paleoindio
colombiano, bajo la égida de los prestigiosos investigadores Gonzalo Correal Urre-
go y Thomas van der Hammen. Más tarde, en su carrera, Ardila se dedicó a otros
menesteres de la antropología ecológica y del diseño de políticas públicas urbanas.
En una publicación de 1998, este autor escribe:
Gerardo Reichel-Dolmatoff nació en Salzburgo en 1914 (sic). Su infancia y ju-
ventud las pasó estudiando en Austria, Alemania y Francia, logrando una sólida
formación humanística, en la que siempre reconoció la influencia de los benedic-
tinos. En 1937 se vinculó al Museo del Hombre, en París, en donde formó parte
del “comité de acogida” a los españoles exiliados (Ardila 1998, 15).
7 “Historia del pasado nazi del padre de la antropología colombiana”, Patricia Salazar Figueroa (El Tiempo,
25 de agosto de 2012). Disponible en http://www.eltiempo.com/archivo/documento/CMS-12163993
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doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda27.2017.02
Otro panegirista es Luis Horacio López, muy cercano al profesor como su asis-
tente personal en los tiempos de director del Departamento de Antropología de la
Universidad de los Andes, en la década de 1960. López fue un discípulo directo del
profesor, pues además de asistente cursó sus seminarios. Sólo presentaré una cita de
este material, publicado en 2001, para ilustrar una vez más cómo es que se ha reali-
zado esta co-construcción del canon biográfico del profesor:
De Gran Jaguar a Padre Simbólico: la biografía “oficial” de Gerardo Reichel-Dolmatoff
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dejar pasar por alto la descripción biográfica de su marido hecha por Alicia Dussán.
Copio sólo la parte de la vida de Reichel-Dolmatoff que corresponde a sus “años
oscuros”. Dice así doña Alicia de la vida de su esposo:
Antropólogo nacido en Salzburgo, Austria, el 6 de marzo de 1912, muerto en
Bogotá, el 17 de mayo de 1994. De padre austriaco y madre rusa, Gerardo Rei-
chel-Dolmatoff fue educado en los clásicos y las humanidades en un colegio
benedictino; posteriormente siguió estudios de arte y comenzó a dedicarse a la
antropología, durante sus cursos en la Universidad de París en los años treinta.
Antes de estallar la segunda Guerra Mundial, fue invitado a venir a Colombia por
recomendación del historiador de ciencias políticas profesor André Siegfried, del
College de France, al presidente de la República, doctor Eduardo Santos. En 1942
le fue concedida la nacionalidad colombiana, considerando sus méritos excep-
cionales, demostrados desde las primeras investigaciones antropológicas que
efectuó en el país. (Dussán s.f.)
para el Avance de la Ciencia, con motivo del Premio Nacional al Mérito Científico
a Reichel-Dolmatoff en 1991. La compilación la realizó Alicia Dussán de Reichel.
No obstante, el canon continúa con la insistencia de hechos no muy bien docu-
mentados y controversiales de la vida temprana del profesor. En particular, sigue
el énfasis en sus estudios en el colegio benedictino y en sus cursos de antropología
en París, que parece que no obedecieron a un plan académico explícito. Y ahora,
como asuntos adicionales, figuran la invitación a venir a Colombia por el mismo
presidente y la ciudadanía colombiana por méritos científicos en sólo tres años de
residencia local.
y organizan de manera cronológica las vivencias del autor desde que empezó su
trayectoria etnográfica en Colombia, a comienzos del decenio de 1940.
El eje del argumento de la narrativa es preciso: en la década de 1960 se dieron
unos “cambios paradigmáticos” en la “comprensión y apreciación de las sociedades
autóctonas de América Latina”, tanto del pasado más remoto como del presente de
esas sociedades. Estos cambios han sido tan cruciales que el profesor no duda en afir-
mar que se trata de “un segundo encuentro con el Indio”, cuatrocientos años después
del primero, en 1492 (Reichel-Dolmatoff 1991, 20). Pues bien, estos años sesenta
corresponden al período durante el cual varios eventos separaron en su trayectoria
vital e intelectual un “antes” y un “después”. Son hechos como la creación del Depar-
tamento de Antropología de Los Andes; la entrada en la vida de Reichel-Dolmatoff
del indígena tukano Antonio Guzmán, el único connacional que es mencionado con
su nombre propio en toda la obra, y, finalmente, el paso de las montañas serranas
y las vastas llanuras del Caribe a la selva tropical húmeda del noroccidente amazó-
nico. El eje de esta conversión fue el indígena Antonio Guzmán, quien murió hace
pocos años, pobre y enfermo, por siempre recordando el “libro que hicimos con el
profesor” (Reichel-Dolmatoff 1968; Guzmán Ocampo 2015). Esta es la descripción
de ese encuentro:
Un día vino a mi oficina [de la Universidad de los Andes] un joven indio del Vaupés. 51
Después de conversar con él por un largo rato, me di cuenta de que se trataba de una
persona de gran inteligencia. Este encuentro casual fue el comienzo de una colabo-
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ración que ha seguido desarrollándose durante años; Antonio Guzmán me introdu-
jo a su familia y sus amigos en Mitú y a través de ellos entré a este mundo tan extraño
y ahora tan familiar, que es la selva amazónica. (Reichel-Dolmatoff 1991, 134)
8 Se trata de un pie de foto que muestra a doña Alicia y a Milcíades, que reza así: “Alicia Dussán y su informante
Milcíades Chaves sobre cimientos de una casa, en Pueblito, Sierra Nevada de Santa Marta, 1946” (López 2001, 3).
De Gran Jaguar a Padre Simbólico: la biografía “oficial” de Gerardo Reichel-Dolmatoff
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Como su compañero en los primeros trabajos de campo, Chaves conoció pues
muy bien al personaje. A pesar de las voces elogiosas que emite ante su figura como
investigador, su disciplina y su tesón, Chaves deja sentada una descripción perti-
nente del perfil social del emigrante europeo en su nuevo medio. Para este testigo,
Reichel-Dolmatoff logró mimetizarse rápidamente entre las élites colombianas, en
especial las bogotanas, por siempre fascinadas con todo lo que aparezca como “aris-
tocrático”, “civilizado”, “blanco”. A ello contribuyó en no poca medida su rápido ma-
trimonio con una mujer colombiana de sociedad, que sin embargo rompía de plano
convenciones culturales de la época (Pineda Camacho 2012).
Hay otras revelaciones de aquellos años previos al “cambio paradigmático”. Tal
fue el descubrimiento de los pensadores indígenas de la Sierra Nevada de Santa Mar-
ta, los famosos sacerdotes nativos o mamos kogi, “que se estaban haciendo preguntas
existenciales y teológicas de una profundidad inesperada” (Reichel-Dolmatoff 1991,
83). Los kogi le enseñaron al profesor, según su propia aseveración, a hacer una
etnología diferente:
Entre los kogi aprendí a preguntar por qué, a buscar significados y al mismo tiem-
po a liberarme hasta donde me fue posible, de mi deformación aristotélica, del
pensamiento lineal y causal, de la pretensión de creer que la etnología era una
ciencia cuyos resultados podían medirse con métodos y técnicas de laboratorio.
El interés en significados comenzó desde mis primeros contactos con los kogi.
(Reichel-Dolmatoff 1991, 83)
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eterno incomprendido por todos sus colegas locales, sobre todo, según se aduce, por
muchos de quienes lo sucedieron en la generación siguiente de antropólogos.
Hay un personaje inglés que ayuda en esta empresa de mirar las contradiccio-
nes vitales del antropólogo colombo-austriaco. Se llama Alan Ereira y es un cine-
matografista famoso desde que produjo para la BBC un documental sobre los kogi
de la Sierra Nevada, Los kogi, desde el corazón del mundo (1990), seguido del más
reciente, Aluna (2012). En el libro que acompaña el primer documental, Ereira narra
las peripecias por las que pasó en el proceso de realizar su película (Ereira 1990). Se
trata del típico relato de corresponsal extranjero del norte que sobrevivió a la guerra
colombiana de los ochenta, y su libreto conocido de guerrilleros, mafiosos, milita-
res y policías corruptos, todos al son de burócratas y funcionarios estatales ineptos.
Esto es, el desastre de la “civilización”, versión criolla y tropical –mirada estrecha,
torpe y cargada de prejuicios, como es de rigor en este tipo de narrativa de aventu-
ras “primermundistas” por las regiones subdesarrolladas del planeta–, y un sencillo
expediente para mostrar por contraste la superioridad moral de la sociedad kogi de
la Sierra Nevada.
Este último es, precisamente, el eje argumental de Desde el corazón del mun-
do. Toda la construcción del libreto, además, sigue paso a paso la visión discursiva
etnográfica que de los kogi elaboró Reichel-Dolmatoff en su obra. Sólo que en el do-
cumental no se le da ningún crédito intelectual al profesor, quien parece que nunca
hubiera trasegado por la Sierra Nevada –ni Reichel-Dolmatoff, ni los otros etnógra-
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fos y antropólogos que han escrito sobre los nativos serranos–. Y en una muestra
de soberbia desembozada, Alan Ereira nos comunica que él fue el primero y será el
único “civilizado” escogido por los Hermanos Mayores para transmitir su mensaje
urgente a nosotros, sus Hermanitos Menores.
Ereira, empero, no pudo evitar todo lo que significa el profesor para la antro-
pología serrana. En su libro narra los dos encuentros con una figura que pinta como
la gran figura de la antropología colombiana. Las conversaciones entre ambos per-
sonajes son pintorescas y están llenas de anécdotas. Ellas transpiran las reservas, los
temores y resentimientos del profesor. Así se colige cuando le informa al documen-
talista que sus “enemigos se han tomado la universidad” y lo acusan de “ser amante
de los indios”, ser “paternalista” con ellos –sin dejar de lado los señalamientos de que
es un “agente del imperialismo”, un “levistrusiano” (seguidor del antropólogo fran-
cés Claude Lévi-Strauss) y hasta “amante de tomar té” (sic) (Ereira 1990, 109)–. Ante
estas revelaciones, Ereira acota sentenciosamente que los “estándares racionales no
aplican en Colombia”, y prosigue con esta perla que hace eco de los temores del pro-
fesor (y de la superioridad moral de lo europeo):
Todos los europeos que logran destacarse en Colombia tienen clara conciencia
de los sentimientos nacionalistas inseguros y defensivos del país. Colombia está
56 tratando de afirmar sus credenciales académicas nacionales, para demostrar que
no es simplemente un puesto fronterizo de Europa y de Norteamérica, y por ello
hay personas que sienten que esto demanda una hostilidad enfrente de los acadé-
micos expatriados. Reichel fue el creador virtual de la antropología colombiana, y
por lo tanto estaba acostumbrado a verse como el bastión solitario del racionalis-
mo europeo. En Colombia, donde identificar una figura como extranjera puede
ponerla literalmente en peligro de muerte, un hombre solitario puede volverse
terriblemente temeroso. (Ereira 1990, 110)
M E R I D I A N O S
sino también el autor que creó la “posibilidad y la regla de producción de otros tex-
tos” sobre el indio en Colombia (Foucault 1998 [1969]). Reichel-Dolmatoff fue en-
tonces investido con los títulos de Gran Jaguar y padre simbólico de la antropología
por sus admiradores, discípulos y panegiristas colombianos. Esos últimos fueron
vitales en fundamentar todas las distinciones, grados honoris causa y condecoracio-
nes colombianas que recibió el profesor en la etapa final de su existencia. A todos
esos reconocimientos contribuyó la admiración local por lo aristocrático europeo,
por la distinción que porta la estampa de la “raza blanca”, en un país que, a su arribo
en 1939, todavía debatía sobre la “degeneración de la raza colombiana”. Tal rasgo de
admiración a lo europeo, a lo “civilizado”, a lo “Otro”, es algo que caracteriza buena
parte de la historia de la cultura en Colombia. Como una incongruencia palmaria,
el “civilizado” nos mostró la “pureza” y la grandeza de “nuestro indio”. Algo que fue
calificado de “humanista”, no obstante la estudiada distancia del profesor enfrente
de los dramas sociales y políticos de la Colombia que lo acogió. Su claro desdén ante
los desvelos y persecuciones que sufrieron sus colegas colombianos de generación, a
quienes les dio la espalda, no fue óbice para que sus epígonos co-construyeran una
biografía intelectual en términos heroicos –una biografía no exenta de dictados y
enseñanzas morales, destinados a servir ejemplarmente a las futuras generaciones
de antropólogos nacionales–.
Restituido a su verdadera condición humana, quizá podremos emprender una
relectura serena de su inmensa obra, ver sus logros y sus limitaciones; ver sus tras-
Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 27 · Bogotá, enero-abril 2017 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 35-60
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60
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Sergio E. Visacovsky**
Insituto de Desarrollo Económico y Social, CONICET, Argentina
DOI: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda27.2017.03
Artículo recibido: 30 de julio de 2016; aceptado: 26 de octubre de 2016; modificado: 10 de noviembre de 2016
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de la antropología de Buenos Aires con investigación sobre la historia de la
disciplina en el país. Por otro, consideraré la situación presente como una
oportunidad para interrogar nuestros modos de pensar y practicar la discipli-
na. Sostengo que lo etnográfico ha abierto caminos sumamente valiosos para
entender nuestras realidades de un modo original, pero al mismo tiempo ha
postergado otros. A partir del diálogo con una literatura internacional crítica
de la situación disciplinaria actual, sugiero la revisión del modo en que esta-
U
67
P A R A L E L O S
le corresponde a lo etnográfico. En el caso de Argentina, todavía se
trata de una línea de estudio incipiente. Contamos, por un lado, con
estudios sobre la historia del trabajo de campo en conexión con la
formación de las “ciencias antropológicas” en sentido amplio (Guber
y Visacovsky 2002); por otro, con análisis sobre estilos de trabajo de campo y pro-
ducción textual vinculados a una constitución temprana y trunca de la antropología
social en los años 1960 y 1970 (Guber y Visacovsky 1999 y 2000; Guber 2010b). To-
davía la antropología argentina está esperando investigaciones acerca del curso que
ha tomado la disciplina luego del retorno democrático en 1983, un período que es
tratado como si fuera un todo homogéneo –como muy bien nota Hugo Ratier (2010,
42)– en el que, sencillamente, se habría producido un progreso constante sólo alte-
rado por los vaivenes de la política y la economía. ¡Y han pasado treinta y tres años
ya! Ese tiempo puede entreverse muy fugazmente en Guber (2002) y especialmente
en la pintura simplificada de Perelman (2015); pero también en trabajos que reseñan
la conformación de ciertos campos o áreas temáticos de investigación disciplinar
(Wright y Ceriani Cernadas 2007; Frederic y Soprano 2008; Milstein et al. 2006).
Pero fundamentalmente faltan trabajos en los que se expongan y discutan
los modos establecidos de pensar y practicar la disciplina en esta parte del mundo.
Cuando la crítica asume un carácter público y formal, los interlocutores suelen ser
académicos, teorías e investigaciones extranjeros, principalmente de Estados Uni-
dos, Reino Unido y Francia, a los que eventualmente se suman Brasil y México. Al
Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 27 · Bogotá, enero-abril 2017 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 65-91
doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda27.2017.03
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carrera ignorando la crisis del estructural funcionalismo en Gran Bretaña y la emer-
gencia de la Escuela de Manchester, el neoevolucionismo, el materialismo cultural, la
Etnociencia, el estructuralismo francés o el giro interpretativo. No obstante, algunos
profesores se esforzaban por abrir las persianas y dejar entrar algo de la luz del día:
en mi caso, ellos fueron el arqueólogo Luis Alberto Borrero2 y los etnólogos Alejan-
dra Siffredi y Edgardo Cordeu3.
Tras el retorno democrático, en diciembre de 1983, el Departamento de Cien-
cias Antropológicas formuló un nuevo plan de estudios en 1985. En aquel tiempo,
además de Cordeu y Siffredi, Esther Hermitte (1921-1990) tuvo un papel relevante,
aunque breve. Con Hermitte llegó al Departamento la concepción del trabajo de
campo etnográfico basado en la corresidencia y la estadía prolongada, así como la
1 Diversos análisis de su obra pueden verse en: Gordillo (1996); Visacovsky, Guber y Gurevich (1997); Gu-
ber y Visacovsky (2006); Guber (2002, 2003, 2007, 2008, 2010a); Silla (2012).
2 Borrero fue uno de los principales difusores de la New Archeology, poniendo a disposición de sus estu-
diantes los trabajos de Lewis Binford o Kent Flannery, entre otros. Borrero discurría en sus exposiciones
por el falsacionismo de Karl Popper o el positivismo lógico de Carl Hempel, y de ese modo introducía una
perspectiva racionalista opuesta al irracionalismo como metodología, impulsado por Bórmida y su círculo
(Mario Califano, Andrés Pérez Diez, Anatilde Idoyaga Molina, Miguel A. De los Ríos).
3 Siffredi transmitió el valor de los estudios regionales comparativos y proponía la lectura de textos etnográ-
ficos fundamentales para comprender la realidad americana. Merced a su curso de Etnología Americana
pude entrar en contacto con la ecología cultural y el neoevolucionismo de Julian Steward y el materialismo
cultural de Leslie White. Por su parte, Cordeu ponía a disposición de los estudiantes una amplísima litera-
tura teórica de autores ignorados desde la escuela de Bórmida.
Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 27 · Bogotá, enero-abril 2017 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 65-91
doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda27.2017.03
4 María Esther Álvarez de Hermitte había obtenido un título de “Profesora de Enseñanza Media, Normal y
Especial en Historia”. Desde 1958 llevó a cabo estudios en Antropología en la Universidad de Chicago, en
la que se doctoró en 1964 con una tesis basada en trabajo de campo en la comunidad maya de Pinola, en
el estado de Chiapas (México), bajo la dirección de Norman A. McQuown y Julian A. Pitt-Rivers. Para una
aproximación a la perspectiva de Hermitte, véanse: Guber (2006, 2007, 2010b, 2013); Guber y Visacovsky
(1999, 2000).
5 García Canclini se había doctorado en Filosofía en la Universidad de París X-Nanterre en 1978 con una
tesis dirigida por Paul Ricoeur sobre Merleau-Ponty.
6 La primera edición de Antropología estructural de Lévi-Strauss la llevó a cabo la Editorial Universitaria
de Buenos Aires en 1961; la traducción de la obra la había realizado Eliseo Verón, con la colaboración de
Eduardo L. Menéndez, alumno de la primera promoción de la CA-UBA, recientemente creada.
7 Ciertamente, el impacto de Lévi-Strauss en la antropología argentina ha sido muy pobre, por varios mo-
tivos. En primer lugar, en el período de difusión de su obra (décadas de 1960-1970), la antropología en
Buenos Aires estuvo dominada por las perspectivas ya señaladas de Bórmida, para quien Lévi-Strauss
representaba una forma de racionalismo reduccionista. En segundo lugar, las reacciones al pensamiento
de Bórmida se nutrieron más de autores críticos de la antropología anglosajona y sus vínculos con el co-
lonialismo, como el británico Peter Worsley. En tercer y último lugar, la obra de Lévi-Strauss tuvo mayor
recepción inicial en el campo de la filosofía. Prueba de ello es el libro Claude Lévi-Strauss. Problemas del
estructuralismo (1967), que incluye textos traducidos de Pierre Verstraeten, Paul Ricœur, Enzo Paci, y un
par de entrevistas a Lévi-Strauss de Raymond Bellour y Paolo Caruso. El filósofo Oscar del Barco fue el
coordinador general del libro, además de ser el autor de una interesantísima introducción.
8 Si bien es imposible asegurarlo con total certeza, una de las primeras recepciones de la obra de Geertz
en Argentina se debió al politólogo José Nun (1985, 1986, 1987). Nun cita The Interpretation of Cultures
(1973) y Local Knowledge: Further Essays in Interpretive Anthropology (1983) en sus versiones en inglés. La
Etnografía y antropología en Argentina: propuestas para la reconstrucción de un programa de investigación de lo universal
Sergio E. Visacovsky
P A R A L E L O S
procuraban a la vez enseñar y practicar una disciplina recuperando su historia, sus
intereses específicos, sus modos peculiares de conocer, orientados al estudio de la pro-
pia realidad social de Argentina11. Protagonistas del desarrollo de esta línea en la
segunda mitad de los años 1980 fueron Claudia Briones, Mauricio Boivin, Sofía
Tiscornia y Rosana Guber12. Briones realizó una importante contribución a los es-
tudios sobre etnicidad desde enfoques analíticos novedosos. Boivin traía un profun-
do conocimiento de la Escuela Británica y los clásicos sociológicos y antropológicos.
También Tiscornia enfatizaba el valor de los clásicos y la especificidad del conocimien-
to antropológico. Por su parte, Guber se había formado junto a Hermitte13, razón por
la cual otorgaba un valor especial al trabajo de campo etnográfico14. Guber partió a
Estados Unidos en 1988, para desarrollar estudios de posgrado en el Departamento
de Antropología de la Universidad Johns Hopkins y regresó al país en 1991. Ese año
publicó una obra fundamental para la antropología argentina: El salvaje metropolitano
(Guber 1991), en la colección Comunicación y Sociedad de Editorial Legasa, que diri-
gía el escritor, periodista y teórico de la comunicación Aníbal Ford15.
A comienzos de la década de 1990, esta perspectiva disciplinar pugnaba con
gran dificultad por hacerse escuchar en el espacio universitario porteño. En aquel
entonces, desde un lugar diferente a la mencionada crítica ideológico-política a la
la Universidad de Texas, en Austin, bajo la dirección de Henry Selby; Guber, un doctorado en Antropología
Social de la Universidad Johns Hopkins en 1999; y Tiscornia, el Doctorado en Filosofía y Letras (UBA), en
2006. Conocí a los cuatro como docentes de trabajos prácticos en diversas materias: Briones, en Etnología
Americana y Argentina en 1982, cuya profesora titular era Siffredi. Boivin y Tiscornia, en 1984, en la cátedra
de Etnología, cuyo titular era Cordeu. Y Guber, en la cátedra de Metodología y Técnica de la Investigación
Etnológica, en 1984, cuyos titulares fueron excepcionalmente por esa vez Hermitte, Carlos Herrán, Malvi-
72
na Segre (especialista en estadística) y el filósofo Félix Schuster, un profesor extraordinario. Con Tiscornia
trabajé en dos cátedras del nuevo plan de estudios: entre 1986 y 1990, en Antropología Sistemática I (Or-
ganización Social y Política), a cargo de María Rosa Neufeld, y en la que también estaban colegas como
Mabel Grimberg, Susana Margulies y Santiago Wallace; en 1986, también Tiscornia me invitó a trabajar en la
cátedra de Antropología Sistemática III (Sistemas Simbólicos), cuyo titular era Cordeu, y en la que también
participaban Miguel Olivera y Pablo Wright. Este último, egresado de la UBA (1981) y Ph.D. en Antropo-
logía por la Universidad Temple (1997), realizó una contribución importante tanto en el afianzamiento
del trabajo de campo como en el desarrollo de temáticas ligadas al simbolismo y lo religioso entre los Qom
(Toba) del Chaco argentino.
13 A mediados de los años 1990 aproximadamente, Guber refundó el Centro de Antropología Social en el
Instituto de Desarrollo Económico y Social (IDES), creado en 1975 con Hermitte. Guber organizó allí el
Grupo-Taller de Trabajo de Campo Etnográfico, en el que participaron jóvenes estudiantes, antropólogos y
no antropólogos, muchos de los cuales realizarían contribuciones muy importantes en los años siguientes.
14 En términos personales, la relación con todos estos colegas fue vital para que mi visión académica diese
paso a otra más interesada en la historia de la antropología, en sus peculiaridades teóricas y metodológi-
cas, y en el valor decisivo del trabajo de campo en el proceso de construcción de un conocimiento especí-
fico. Pero con Guber compartimos un largo camino de trabajo. En 1985 participamos, junto a Raúl Díaz
y Martín Sorter (fallecido prematuramente en 2003), en un grupo de estudios centrado en las relaciones
entre la teoría marxista de las ideologías y la antropología. Desde 1992 compartimos la cátedra “Meto-
dología y técnicas de la investigación de campo” (que había estado a cargo de Hermitte desde 1985 hasta
su fallecimiento, en 1990), en la que Guber era Profesora Adjunta concursada. El trabajo en la cátedra (en
la que se mantuvo hasta 1996) nos enfrentó al serio desafío que implicaba por entonces tratar de enseñar la
metodología del trabajo de campo etnográfico, al mismo tiempo que transmitir la importancia de leer los
grandes clásicos de la disciplina. Por su parte, Graciela Batallán (Profesora Titular de dicha materia desde
1992) ponía especial atención en los debates filosóficos y epistemológicos contemporáneos, en las discusio-
nes en torno a la teoría social, el lugar de la interpretación, la hermenéutica, el giro lingüístico y la crítica
posmoderna al realismo etnográfico.
15 El salvaje metropolitano es, en principio, un manual de metodología etnográfica del trabajo de campo con el
que se formaron y siguen formando varias generaciones de antropólogos y científicos sociales en Argentina
y en América Latina. Su valor es inmenso, porque fue escrito y publicado en un momento en que la etnogra-
fía y el trabajo de campo no constituían todavía un modo aceptado de investigación en el país. Sin duda, ha
sido una de las obras que más ha contribuido a la difusión del trabajo de campo etnográfico en Argentina.
Etnografía y antropología en Argentina: propuestas para la reconstrucción de un programa de investigación de lo universal
Sergio E. Visacovsky
P A R A L E L O S
a la vez practicarlo, concurriendo cotidianamente a un servicio “psiquiátrico” (más
tarde, renombrado “de salud mental”), pero también participando en conmemora-
ciones públicas, fiestas en hogares y entrevistas en cafés y consultorios terapéuticos.
Por entonces, los modos de enseñar e investigar en la antropología (al menos en el
ámbito de Buenos Aires) estaban cambiando, lo cual será mucho más notorio en los
años siguientes.
16 Pese a su crítica a las corrientes interpretativas y al llamado posmodernismo etnográfico, Reynoso había
desarrollado una meritoria contribución a la difusión de tales corrientes. Así, sus estudiantes pudieron leer
dicha producción en sus clases de Teorías Antropológicas Contemporáneas, o en un seminario de posgra-
do en el que participé. Y a través de la editorial española Gedisa, primero, en 1987, realizó la revisión téc-
nica y escribió el prólogo de La interpretación de las culturas, de Clifford Geertz (publicado originalmente
por Basic Books en 1973); segundo, realizó la revisión técnica en 1988 de Islas de Historia, de Marshall
Sahlins (cuyo original de The University of Chicago Press es de 1985); y tercero, en 1991, tradujo, compiló
y escribió la presentación de El surgimiento de la Antropología Posmoderna, reuniendo a autores como
Geertz, Richard A. Shweder, Michael Agar, James Clifford, George E. Marcus, Dick E. Cushman, Marilyn
Strathern, Dennis Tedlock y Stephen Tyler.
17 Reynoso postulaba que la antropología como disciplina estaba muerta (o pronta a fenecer), debido a la
predominancia desde los años 1970 de las corrientes hermenéuticas e interpretativas, y a partir de los años
1980, del llamado posmodernismo etnográfico, que la habían expulsado del espacio de la ciencia. Para
revertir este proceso, sugería que la antropología debía incorporar teorías y análisis de redes, teorías de
los sistemas complejos adaptativos, el modelo basado en agentes, sintaxis espacial, etcétera. Varios años
después retomó la polémica (Reynoso 2011). Tras el tiempo transcurrido, hoy mis comentarios serían
distintos a los de 1992, ya que no tengo inconvenientes en admitir la incorporación cuidadosa de enfoques
analíticos y técnicos como los sugeridos por Reynoso.
Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 27 · Bogotá, enero-abril 2017 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 65-91
doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda27.2017.03
El triunfo de lo etnográfico
Los inicios del siglo XXI ofrecieron un panorama profundamente diferente al expuesto
en el apartado anterior. Liberado de las precondiciones del período previo, el trabajo de
campo a menudo recibió el calificativo de “etnográfico”, al punto de convertirse en el
modo usual de investigación disciplinar. Aún más, ese trabajo de campo recibió una
amplia aceptación más allá de los límites de la antropología, siendo practicado por
sociólogos, especialistas en educación o comunicación o trabajo social. En conse-
cuencia, a medida que fueron pasando los años fue creciendo el corpus de monogra-
fías definidas como “etnografías”. Puedo ilustrar este punto a través de mi participa-
ción como jurado en 2014 en los Premios Nacionales de Ensayo en el rubro “Ensayo
Antropológico”, distinción que concede el Ministerio de Cultura de la Nación. En
esa ocasión concursaron los autores de libros publicados entre 2010 y 2013. De los
93 libros recibidos (entre los cuales se mezclaban la arqueología, la bioantropología,
la paleoantropología, la lingüística, la historiografía y hasta la poesía), 22 eran textos
que fueron clasificados como “etnográficos”, ya sea porque así lo consideraban los
autores o por decisión del jurado, basándose en ciertos criterios. Este conjunto de
obras ponía de manifiesto cómo desde el inicio del corriente siglo se habían multi-
plicado los temas de investigación, cómo poblaciones, regiones y escenarios nuevos
74 habían sido transformados en objetos de atención, de modo tal que, si aún quedaban
aspectos de la realidad que no hubiesen sido convertidos en focos de una indagación
que recibiera el nombre de “etnográfica”, era de esperar que en los próximos años
fuesen objeto de estudio con todo derecho18.
Por supuesto, es necesario decir que la gran difusión y aprobación que alcanzó
el tipo de producción definida como “etnográfica” en Argentina en los últimos quin-
ce años no es un caso aislado, sino que forma parte de un proceso global. Al menos
en nuestro país, este éxito actual también fue consecuencia de una larga batalla li-
brada en el terreno de la metodología de la investigación19. Es posible que la fuerte
ligazón que se estableció con la antropología brasileña a partir de los años 1990 fuese
decisiva para este cambio: los antropólogos argentinos tenían la posibilidad de dialo-
gar, estudiar y/o leer a colegas brasileños formados en las principales antropologías
del mundo, con las cuales mantenían un intenso intercambio científico20. Los conve-
nios institucionales con posgrados de Río de Janeiro, Campinas, São Paulo o Porto
18 Los temas de los libros que concursaron incluían: la memoria colectiva del terrorismo de Estado, las po-
líticas públicas, los movimientos de desempleados, la política local, la segregación urbana, la vida de los
migrantes, pueblos originarios, la institución escolar y la educación, los militares y el régimen democráti-
co, la economía cotidiana de los sectores subalternos, el mundo de los diseñadores como emprendedores,
la violencia en el fútbol, el consumo y los jóvenes, el narcotráfico y la justicia, por citar sólo algunos.
19 Como ya señalé, en Argentina la aceptación del trabajo de campo y la escritura llamada “etnográfica”
fue consecuencia de una larga lucha tanto dentro como fuera de la disciplina, y en la que fue crucial la
emergencia de una nueva generación de antropólogos sociales, parte de los cuales llevó a cabo estudios
doctorales en Estados Unidos, Canadá, Francia, Gran Bretaña, Brasil y Países Bajos.
20 El lugar de la antropología brasileña para dicha generación puede verse en Grimson, Lins Ribeiro y Semán
(2004). Para el desarrollo anterior de la antropología brasileña desde la perspectiva de antropólogos brasi-
leños, véanse, por ejemplo, Lins Ribeiro (1987) y Correa (1994).
Etnografía y antropología en Argentina: propuestas para la reconstrucción de un programa de investigación de lo universal
Sergio E. Visacovsky
Alegre no sólo permitieron que muchos argentinos estudiasen en Brasil, sino que
algunos de los más prestigiosos profesores brasileños visitasen Argentina ofreciendo
cursos y conferencias21. Eventos científicos como los de la Associação Nacional de
Pós-Graduação e Pesquisa em Ciências Sociais (ANPOCS), la Associação Brasileira
de Antropologia (ABA) o la Reunión de Antropología del Mercosur (RAM) fueron
fundamentales para introducir agendas de investigación y estilos de discusión nue-
vos entre los antropólogos argentinos. Todo esto potenció y enriqueció las maestrías
y los doctorados nacionales en los que se formarían los antropólogos sociales en el
curso del nuevo siglo.
Por supuesto, desde los años 1980 y 1990, muchas más cosas han cambiado, no
sólo la índole y la identidad del trabajo de campo. Con la expansión de los estudios
de posgrado creció el número de tesis de maestría y doctorado22. También, la apari-
ción de editoriales como Antropofagia, dirigida por Santiago Álvarez (y en especial
la Serie Etnográfica, dirigida por Rosana Guber), ha sido vital para que las señaladas
producciones fuesen publicadas y alcanzasen una importante difusión. Del mismo
modo, fueron creadas nuevas revistas23. Y entre muchos otros efectos positivos, cre-
ció la presencia de antropólogos o de científicos sociales que llevan a cabo sus inves-
tigaciones sobre la base de un enfoque etnográfico en la esfera pública, en los medios
de comunicación, y aun en la función estatal. 75
Para quien no conoció la situación del campo antropológico descripto en la
sección anterior, la situación presente puede parecerle natural, obvia y esperable.
P A R A L E L O S
Diría que para un nativo de la antropología argentina actual, aquella del pasado se
presenta –jugando con el título de una célebre obra de David Lowenthal– como un
país extraño. Vivimos un tiempo no sólo distinto, sino cualitativamente mejor. En
general, hoy la etnografía no admite las mismas resistencias que en el pasado, aun
cuando no necesariamente signifique lo mismo para todos. No puede sino causar
beneplácito que la mayor parte de los estudiantes de antropología social o cultural
(o, como ya dije, de otras ciencias sociales) se proponga llevar adelante investigación
empírica y que para muchos esta implique una forma de trabajo de campo donde el
investigador interactúa con personas de carne y hueso, situadas en tiempos y lugares
21 Por nombrar sólo a algunos: Ruben George Oliven, Luiz Fernando Dias Duarte, Lygia Sigaud, Gustavo
Lins Ribeiro, Moacir Palmeira, José Sergio Leite Lopes y Arno Vogel. A estos habría que sumar a los ar-
gentinos residentes en Brasil, como Guillermo Ruben, Beatriz Heredia, Rita Segato y Federico Neiburg. Es
necesario incluir aquí los nexos, incluso más activos y profundos, con el PPAS de la Universidad Nacional
de Misiones.
22 Hoy existen, sólo en la ciudad de Buenos Aires, dos carreras de grado, la CA-UBA y, más recientemente,
la de Antropología Social y Cultural del Instituto de Altos Estudios Sociales (IDAES) de la Universidad
Nacional de General San Martín (UNSAM); tres Maestrías, en Antropología Social, proyecto conjunto del
IDES y el IDAES/UNSAM, en Antropología Social y Política de la Facultad Latinoamericana de Ciencias
Sociales (FLACSO), y en Antropología Social de la UBA; y un único Doctorado específico en Antropolo-
gía Social de IDAES/UNSAM.
23 Tal es el caso de Estudios en Antropología Social (del CAS-IDES, desde 2008), Etnografías contemporáneas
(del IDAES-UNSAM, desde 2012) o Avá (desde 2011, del PPAS de la Universidad Nacional de Misiones),
que se sumarían a Cuadernos de Antropología Social (del ICA-UBA).
Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 27 · Bogotá, enero-abril 2017 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 65-91
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Trabajos de campo
A juzgar por el formidable entusiasmo que manifiestan por el trabajo de campo
etnográfico muchos de los colegas –en especial los jóvenes–, la visión despectiva
imperante antaño ha quedado atrás. Uno de los aspectos más interesantes es el de
los reportes de diferentes instancias de trabajo de campo (tales of the field, según
la expresión de John Van Maanen), los cuales suelen tener cierto tono heroico. En
ellos se presenta a un personaje, el investigador o la investigadora, que enfrenta si-
tuaciones iniciales difíciles, tales como incomprensión, desplantes, exclusiones, in-
diferencia, maltrato recibido, del mismo modo que lidia con sus propios errores y
torpezas. Paulatinamente, el investigador o la investigadora logra sobreponerse a
través de la confianza alcanzada con sus interlocutores y el aprendizaje de las reglas
implícitas, que le permite ser aceptado, mientras alcanza niveles más profundos de
76 comprensión. Esta transformación secuencial se asemeja a la sugerida por Roberto
Da Matta (1978 y 1981), quien comparaba el trabajo de campo con un rito de pasaje,
que dividiría a los auténticos antropólogos de quienes no lo son. O mejor dicho: a los
auténticos etnógrafos de quienes no lo son. He escuchado y leído muchas veces estas
historias de campo, narradas con un singular fervor. Confieso que frente a los cole-
gas que las narran, me siento extraño. No porque no haya hecho trabajo de campo,
o porque este no haya tenido sus dosis de dificultad física o padecimiento psíquico,
o porque no considere su lugar crucial en mis investigaciones, sino porque no defino
mi identidad de investigador desde aquel, ni hablo con exaltación superlativa de mis
anécdotas de campo. Como yo fui partícipe de la formación de muchos de estos co-
legas, muchas veces me pregunto qué ha pasado para que ellos sientan algo que yo
no siento.
Las razones del éxito alcanzado por la “etnografía” a escala local –teniendo
en cuenta el contexto de recepción descripto previamente– merecen un estudio
profundo, que excede mis pretensiones aquí. Si recorremos algunas producciones
de los últimos años, encontraremos recurrentemente expresiones que ponderan el
conocimiento de la vida cotidiana, las prácticas sociales y el punto de vista nativo.
Este conocimiento particular permitiría enriquecer los grandes problemas teóricos
(Manzano 2013) o de modo directo debatir las pretensiones universalistas y norma-
tivas de otros saberes, como la economía, las ciencias políticas o el discurso perio-
dístico, tal como lo hicieron José Garriga (2010) y Julieta Quirós (2011) al discutir
los estereotipos sobre las “hinchadas” de fútbol (particularmente en su relación con
la violencia) y la vida cotidiana de quienes participan en organizaciones de trabaja-
dores desocupados (“piqueteros”), respectivamente. Aún más: teniendo en cuenta
Etnografía y antropología en Argentina: propuestas para la reconstrucción de un programa de investigación de lo universal
Sergio E. Visacovsky
P A R A L E L O S
Argentina no ha existido una tradición de estudios que suponga el desplazamiento
del investigador a regiones lejanas y la convivencia prolongada con modos de vida
profundamente diferentes al propio24. Y tal vez aun esté pendiente la discusión sobre
cuánto se ha modificado esta modalidad posteriormente, pese a la ya mencionada
amplia difusión y aceptación del trabajo de campo en la actualidad. Quizá no sea
sólo un asunto de “estilo” de trabajo: hay que tener en cuenta las conocidas limita-
ciones de financiamiento para la investigación en ciencias sociales, como el hecho
innegable de que la mayor parte de los investigadores realizamos trabajo de campo
en lugares muy próximos a nuestras residencias. Esta suele ser una manera de ver el
asunto. Pero al mismo tiempo, en lugar de cuestionar la práctica del trabajo de cam-
po por lo que no es, podríamos preguntarnos por lo que efectivamente es.
A decir verdad, bajo el rótulo “trabajo de campo” se engloban prácticas muy
distintas, incluso en las antropologías llamadas “centrales” (véase, por ejemplo, Mar-
cus 2009). En nuestro medio local sabemos muy bien que aquello que se practica en
cada investigación concreta bajo la etiqueta de “trabajo de campo etnográfico” puede
ser muy diferente. No es extraño encontrar cierta asimilación entre métodos cualita-
tivos (en general) y trabajo de campo etnográfico. El objetivo común parece residir
en comprender “el punto de vista nativo”, aunque muchas veces se trate de material
24 En una entrevista publicada un año antes de su muerte, Eduardo Archetti cuestionaba esta modalidad de
investigación en Argentina. Sugería que resultaba perjudicial para la disciplina la ausencia de una perspec-
tiva comparativa, producto de la ausencia de especialistas en regiones etnográficas (Lobato 2004).
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para otros puede ser innecesario. Es cierto que los antropólogos sociales sostienen
que practican “etnografía”, pero no creo que estas expresiones apodícticas ayuden
mucho. El término etnografía es utilizado para referirse a diversas cosas, tales como
enfoques, método y texto, lo cual sólo puede implicar la existencia de problemas
complejos que no han tenido aún una resolución satisfactoria (Ingold 2014, 384-385;
Balbi 2012, 485). Por el contrario, Guber entiende que debe aceptarse el carácter
polisémico de la etnografía; aún más, que todos los aspectos están interconecta-
dos. Desde su perspectiva, involucra un enfoque, un método y un tipo de producto
textual a la vez. El enfoque tiene por meta aprehender el punto de vista nativo; el
método consiste en el trabajo de campo basado en la estadía prolongada, la corre-
sidencia y, fundamentalmente, la observación participante; y el producto textual es
descriptivo, orientado a lo particular, situacional y contextual, con el propósito de
interpretar, esto es, desentrañar las significaciones en juego en cada contexto (Guber
2001, 12). Siguiendo las posiciones interpretativas de Walter Garrison Runciman y
Geertz, Guber sostiene que el vínculo entre las diferentes instancias se debe a la na-
turaleza descriptiva de la etnografía, entendiendo por esta un modo no etnocéntrico
de aprehender las maneras en que los actores clasifican sus conductas y les confieren
sentido (Guber 2001, 13-16).
La discusión de esta asociación entre interpretativismo y etnografía excede las 79
pretensiones de este artículo25; de todos modos, es importante destacar que los es-
fuerzos por evitar el etnocentrismo corresponden a una relativización metodológica
P A R A L E L O S
o esfuerzo de imaginación (como los llama Bloch), que forman parte del arsenal de
los antropólogos desde Boas y Malinowski en adelante, incluso de aquellos no nece-
sariamente enrolados en una perspectiva interpretativa. A su vez, la caracterización
de la etnografía como texto es una consecuencia de la preocupación posmoderna
por ver las monografías basadas en el trabajo de campo como una suerte de género
literario, con sus propias convenciones, así como la tarea del investigador como la
de un autor. La llamada “etnografía posmoderna” se presentó como un programa en
el que los etnógrafos debían asumir los problemas de la representación textual del
trabajo de campo, el peligro de la obliteración de voces nativas (que habría carac-
terizado a los clásicos) y la necesidad de una escritura diferente. En sus críticas al
realismo, textos monográficos producidos desde intereses, tradiciones disciplinares,
teorías y condiciones tremendamente diferentes fueron asimilados como “etnogra-
fías”. En cuanto a la etnografía considerada como “método”, algunos diferencian en-
tre las técnicas de recolección (o mejor, de generación) de datos como un método
y un marco teórico y filosófico (una metodología), que correspondería al enfoque
en Guber (Hammersley y Atkinson 1983; Brewer 1994). No faltan quienes plantean
la necesidad de relativizar el vínculo entre etnografía y observación participante y
25 De todos modos, me pregunto por qué ha prevalecido más en nuestro medio el tipo de interpretación
inspirado en Geertz (en el que abundan los entimemas), y no programas como la etnografía del habla o
la etnometodología, que proporcionan medios más específicos y concretos de estudiar empíricamente la
comunicación humana.
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26 Ingold (2008, 84; 2014, 390) considera a la observación participante una artesanía, un oficio, una destreza,
antes que un método. La razón es que en la observación participante, como en la vida cotidiana, los pasos
que damos son contingentes y no se dirigen hacia una meta específica. Aún más: sostiene la necesidad de
liberarse de la tiranía del método (2008, 88). Puede que la ácida crítica de Ingold esté dirigida a la cristali-
zación de un modelo rutinario de trabajo, basado en ciertos principios bastante difusos. Sin embargo, esto
no implica que no existan aspectos metódicos en la tarea de investigación antropológica (las diferentes
formas de registro, por ejemplo), o que también la práctica de ciertos saberes físico-naturales no demande
el desarrollo de destrezas o no constituya una especie de “oficio”.
27 En Trabajo de campo bajo fuego, los antropólogos Antonius Robben y Carolyn Nordstrom (1995) compi-
laron una serie de artículos centrados en las diferentes estrategias y en las elaboraciones que debieron ge-
nerar los investigadores para llevar a cabo sus trabajos de campo en situaciones de violencia y extremo pe-
ligro para sus propias vidas, tales como la guerra o la persecución política. Años después, Robben (2011)
compiló un nuevo libro, cuyo problema central fue cómo estudiar zonas de guerra inaccesibles por su
peligrosidad, donde el trabajo de campo en su versión tradicional es imposible: tal el caso de la guerra en
Irak (2003-2011). La propuesta fue explotar al máximo la “imaginación etnográfica a distancia”, mediante
comparaciones con los conflictos armados anteriores y actuales en Camboya, Israel, Palestina, Irlanda del
Norte, Afganistán y Argentina. En terrenos bastante diferentes, una compilación coordinada por el inglés
Daniel Miller (2001) se planteó el desafío de llevar a cabo trabajo de campo etnográfico en hogares, entre
ellos de clase media urbana. La dificultad fue cómo llevar adelante observación participante y corresiden-
cia cuando el investigador no puede convivir con la población bajo estudio (a menos que se transforme
en un huésped permanente), y sólo puede visitar periódicamente a los residentes por períodos breves y en
circunstancias determinadas. Podríamos sumar muchos más ejemplos provenientes de investigadores que
lidian con las condiciones complejas de las guardias hospitalarias, los laboratorios, las centrales nucleares,
las instituciones profesionales y académicas, los cuarteles militares, etcétera.
28 A menudo, es el programa interpretativo de Geertz el que termina imponiendo su agenda, aunque luego
este intente ser articulado con Bourdieu o algún otro autor estelar predilecto.
Etnografía y antropología en Argentina: propuestas para la reconstrucción de un programa de investigación de lo universal
Sergio E. Visacovsky
mente los estudiantes se interesan por un tema muy amplio y luego buscan un caso
de estudio; o de modo directo deciden llevar adelante un trabajo de campo en una
institución o un barrio (muchas veces, debido a vínculos preexistentes). A la hora de
la escritura, llegarán los problemas usuales sobre qué hacer con la información regis-
trada, sobre qué grandes temáticas puede dar cuenta el caso y cómo problematizarlo.
“Lo que uno encuentra en las pequeñas ciudades y aldeas es (¡ay!) vida de pequeñas
ciudades o aldeas”, sostenía el mismísimo Geertz (2003, 33). Sospecho que muchos
viven enamorados de sus aldeas, de sus islas, e infieren que, una vez que nos las hagan
conocer, también nos enamoraremos de ellas. Seguramente, tendrán su público, pero
es lícito que les pregunte qué hay en ellas que pueda despertar interés.
P A R A L E L O S
como fue expuesta por Claude Lévi-Strauss hace nada menos que sesenta y dos años.
Siguiendo un criterio disciplinar vigente por entonces, Lévi-Strauss concebía
la etnografía como una primera etapa descriptiva de la investigación; las etapas si-
guientes (la etnológica y la antropológica) se diferenciaban por incluir la compara-
ción temporal y espacial y la generalización y abstracción. Incluía en la etapa des-
criptiva el trabajo sobre el terreno (del cual provendrían los materiales en los que se
basarían las descripciones) y la descripción, clasificación y el análisis de los fenóme-
nos culturales, que correspondería a la dimensión propiamente textual, que no que-
daba reducida sólo a la producción de monografías (Lévi-Strauss 1977, 318-319). El
objeto de las observaciones y los análisis eran los grupos humanos particulares, con
la pretensión de restituir lo más fielmente posible sus vidas (Lévi-Strauss 1977, 2).
La diferenciación entre etnografía, etnología y antropología como niveles distintos
de la investigación es algo inaceptable hoy, en la medida que somos conscientes de
que no hay descripción posible sin teoría. Pero lo que me atrae de este programa son
sus pretensiones universalistas. Como lo que dicen que hacen los antropólogos (y
otros parientes más o menos cercanos dentro de las ciencias sociales) es etnografía,
los niveles de mayor o menor generalidad se deberían buscar allí29. Escucho muy a
29 Ahí está el Journal of Ethnographic Theory (un título que es todo un manifiesto), cuyo primer número es
de 2011. En su página web se afirma que su propósito es “situar a la etnografía como la heurística principal
de la antropología, y devolverla a la vanguardia de los avances conceptuales en la disciplina”. Sostienen
que es necesario “restablecer la teorización etnográfica en la antropología contemporánea”, algo que se
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menudo despotricar contra los trabajos que divorcian la teoría de la empiria, que
tales trabajos no son estrictamente etnográficos porque en estos últimos la teoría
debería estar encarnada en los datos. Es una posición curiosa, si lo que se pretende es
darle una oportunidad al lector de conocer los conceptos y las operaciones analíticas
en juego. La autojustificación usual es que la etnografía es algo tan especial que no
se parece a ningún otro saber, porque desde la experiencia de trabajo de campo, la
producción textual y su recepción por las audiencias nativas, todo es único, singu-
lar, irreductible. Todo estaría allí, en la escritura, no en abstracto, sino en concreto.
Pero esta aversión a la abstracción, que es incluso enarbolada en más de una oca-
sión como un orgulloso rasgo de superioridad frente a otras disciplinas, poco tiene
que ver con la antropología, con la ciencia y con las formas de pensar de los seres
humanos que son objeto de estudio. Por eso, más que nunca es necesario diferenciar
antropología de etnografía.
Como sabemos, la etnografía posmoderna efectuó una dura crítica de los
conceptos clásicos de la disciplina; potenciada con los estudios poscoloniales y las co-
rrientes feministas, pareció condenar al olvido la casi totalidad del vocabulario clá-
sico de la antropología. Sin duda, estos estudios han realizado aportes imprescindi-
bles a la hora de replantear conceptualmente la antropología y las ciencias sociales,
82 proponiendo un fascinante problema: cómo construir conceptos con potencialidad
analítica para aprehender múltiples realidades sociales e históricas, a partir de cate-
gorías vinculadas a contextos de producción particulares. Pero la crítica al realismo
etnográfico y a los conceptos antropológicos que dieron lugar a agendas de investiga-
ción sobre mitología, ritual, religión, no implica que estemos atrapados entre Escila
y Caribdis: o sea, entre universalizar categorías particulares y descontextualizarlas
o no trascender jamás los contextos singulares. Si es cierto que estos estudios nos
previenen de usos irreflexivos de los conceptos, esto no nos debiera conducir nece-
sariamente a un nihilismo cognoscitivo: aún quedan pendientes las preguntas que
pretendieron responder. Pero el camino particularista que ha elegido la disciplina en
los últimos treinta o cuarenta años ha postergado el interés por responder preguntas
que han sido durante décadas medulares al desarrollo disciplinar, y que lejos están
de contar con soluciones satisfactorias. Me refiero a una agenda de investigación inte-
resada en resolver cuestiones ligadas a nuestras características como especie; diagnosti-
cando la situación presente, Bloch (2005) se refiere a un desinterés por la naturaleza
humana. Eso pretendía Lévi-Strauss cuando se propuso explicar la existencia de la
prohibición del incesto, a la cual consideraba decisiva para la instauración de la cul-
tura como una instancia separada de la naturaleza. O en el campo de investigación
sobre las formas de pensar y conocer, sobre las clásicas discusiones evolucionistas
y relativistas (debates que incluyen a toda la antropología desde fines del siglo XIX
ha perdido (y en lo que coincido). Pero al sostener que posee un potencial para “cuestionar los supuestos
cosmológicos occidentales” o para “repensar la humanidad y la alteridad”, retorna a un lugar importante
pero, al fin y al cabo, común y muy antiguo de la disciplina. Disponible en http://www.haujournal.org/
index.php/hau/index
Etnografía y antropología en Argentina: propuestas para la reconstrucción de un programa de investigación de lo universal
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hasta la primera mitad del siglo XX), cuando Jack Goody (1985) elaboró una solu-
ción original basándose en sus propios estudios etnográficos sobre alfabetización
e históricos acerca del pasaje de la lengua oral a la escrita. O nuevamente Bloch
(2008), al retomar los antiguos debates sobre el origen de la religión por caminos
distintos a los de Edward B. Tylor, James G. Frazer, Émile Durkheim o Robin Hor-
ton, teniendo como trasfondo las teorías clásicas y sus investigaciones etnográficas
en Madagascar pero añadiendo recientes estudios en primatología, teoría evolutiva
y neurociencias30. Estos ejemplos comparten la preocupación por lo que es común
a todos los seres humanos, un rasgo propio de la antropología evolucionista deci-
monónica (con todas las críticas que ya conocemos), de gran parte de los funciona-
listas, de la Escuela Sociológica Francesa y el estructuralismo, el neoevolucionismo
y el cognitivismo.
Al mismo tiempo, sostengo que es indispensable asumir como una tarea ur-
gente la producción de teoría, y que esto no puede sino incluir, simultáneamente,
un programa de investigación empírica. Esto implica un cambio de concepción del
trabajo científico y una noción diferente de la producción de teoría. Lejos está de mis
inquietudes un retorno a la situación local que describí al comienzo, donde preva-
lecía la lectura de textos de las ciencias sociales y la filosofía aislados de un progra-
ma de investigación empírica (con las excepciones ya conocidas). Mi apuesta por la 83
producción de teoría tampoco tiene que ver con la abundancia de exegetas expertos
en desentrañar el sentido último de las escrituras de Foucault, Giddens, Williams,
P A R A L E L O S
Elias o Bourdieu. Ante todo, exige asumir seriamente que no deberíamos ser meros
receptores y usuarios de las grandes elaboraciones teóricas sociológicas y antropo-
lógicas (o lingüísticas, historiográficas, filosóficas) producidas en Europa y Estados
Unidos. Comprendo que muchos perciban en todo esto una vuelta a la dominación
colonial a través del sometimiento a agendas extranjeras. También sé que hay otros
problemas en juego, como las asimetrías económico-financieras, la publicación y
difusión de resultados en inglés, e incluso la poca predisposición de muchos de los
investigadores europeos y norteamericanos a dialogar simétricamente con los del
resto del planeta. Todo esto constituye un desafío para nuestras “antropologías del
sur”, como las llama Esteban Krotz (1993), quien, no obstante, no reniega de un
proyecto planetario para la disciplina. Pero según parece, tenemos mucho más en
común hoy con las antropologías más consolidadas y antiguas que hace treinta años
atrás. Como a ellas, también nos llegó la hora de interrogar el programa etnográfico
vigente; esto equivale a transformar la relación entre etnografía y antropología como
una de las posibles, mas no la única. Restituyendo el valor de la comparación31, es
30 El artículo de Bloch incorpora otro valor, que merecería ser discutido en profundidad: la elaboración de
una interpretación sobre un aspecto de la realidad que resulta imposible conocer, sino a través de caminos
indirectos, apelando a información fragmentaria, comparaciones y el planteo de conjeturas. Después de
todo, la historia conjetural de los evolucionistas cuestionada por Radcliffe-Brown puede estar de regreso
con otros recaudos.
31 Al respecto, véase Gingrich y Fox (2002) y Thomas (1991).
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Conclusiones
Mi pretensión en este artículo ha sido doble. Por un lado, quise mostrar cómo se
transformaron los modos de pensar y practicar la antropología en Argentina en el
curso de las últimas tres décadas, transformación comandada por la generalización
y consolidación de lo etnográfico; este último fue entendido como un estilo de tra-
bajo de campo, una perspectiva hermenéutica respecto a los puntos de vistas aje-
nos y un tipo peculiar de escritura. Por otro lado, utilicé como punto de partida
esta realidad local para formularme preguntas que trascienden el caso argentino.
De modo sintético, quise llamar la atención, primero, sobre el carácter autoevidente
que ha adoptado lo etnográfico para quienes se asumen como “antropólogos”, que
resulta usualmente el único modo admisible de conocer la realidad social; segundo,
procuré mostrar cómo lo etnográfico y la antropología se han confundido, al punto
que el primero ha sustituido o desplazado a la segunda, desentendiéndose así de
problemas, teorías, conceptos e investigaciones capitales que históricamente le han
dado sentido al quehacer etnográfico; tercero, intenté señalar que la primacía de lo
84 etnográfico sin antropología (o sociología, o historia) ha promovido un discurso
relativista y moralizador, con muchos aspectos valiosos pero despreocupado de dar
respuestas a cuestiones sustantivas de las agendas de investigación. Sostuve que la
perspectiva actual ha dado lugar a una proliferación de estudios de caso con escasas
o nulas pretensiones comparativas y, peor aún, con un desinterés por dialogar críti-
camente con teorías producidas en Europa y Estados Unidos, las cuales, no obstante,
son usadas mayormente invocando un principio de autoridad.
En consecuencia, planteé como posible salida retornar a un estilo de investiga-
ción basado en la subordinación de lo etnográfico a la agenda de problemas que han
conformado el campo de investigación que institucionalmente es conocido como
“antropología”. He definido algunos de estos problemas como sustantivos, aunque
su significado puede conducir a algunos equívocos. En el sentido en que estoy em-
pleando el término, se trata de cuestiones fundamentales respecto a la índole de la
especie humana. Obviamente, no todos están obligados a trabajar en este nivel, pero
sí resultaría importante que las investigaciones orientadas a dar respuestas más es-
pecíficas, situadas en tiempo y espacio, presupusiesen tales estudios. En suma, se
trata de despertar de nuevo la pasión por resolver los problemas complejos que han
obsesionado a generaciones de antropólogos. Este cometido supone un cambio de
programa de investigación, que yo definiría como universalista, básicamente porque
su interés primordial consistiría en dar respuesta a problemas ligados a la naturale-
za de la especie: la delimitación y el origen de lo que llamamos religión, el sentido
de la prohibición del incesto, los fundamentos del parentesco, las relaciones entre
lenguaje y percepción, los principios y desarrollo del pensamiento, las bases de la
aprehensión del acontecimiento mediante el pensamiento narrativo, tan sólo para
Etnografía y antropología en Argentina: propuestas para la reconstrucción de un programa de investigación de lo universal
Sergio E. Visacovsky
ilustrar de modo muy parcial algunas de las grandes cuestiones implicadas. Claro
está que universalismo puede entenderse de otros modos, que van desde la creación
de comunidades científicas transnacionales más amplias, capaces de dialogar en tér-
minos de intercambio más igualitarios, hasta la adopción de enfoques que postulan
la existencia de principios invariantes, ya sea en relación con la cognición o la trans-
formación de los sistemas sociales.
Como lo señalé, si bien el desarrollo de la antropología en Argentina tiene
características específicas (incluso respecto a otras regiones de América Latina), su
situación presente posee aspectos convergentes con otras antropologías, incluso eu-
ropeas y norteamericanas. Entre estas últimas se han generado discusiones acerca
del estado actual y el rumbo de la disciplina, en gran parte centradas en lo que mu-
chos suponen una suerte de Santo Grial por defender a capa y espada: la etnografía.
Pero como lo expresé a lo largo de este trabajo, la etnografía no puede continuar
siendo una tarea irreflexiva, acrítica, no problemática. Quiero decir que en nombre
de sostener una modalidad de trabajo que frecuentemente es definida como “crítica”
(al menos así lo asume gran parte de quienes afirman trabajar “etnográficamente”,
en la medida que cuestionan los conceptos y teorías de otros saberes), su uso se ha
tornado en buena medida acrítico. Evidentemente, gran parte de las prácticas de los
miembros de una comunidad científica adoptan ese carácter autoevidente. Y en el 85
caso de nuestra disciplina, la práctica de aquello que se considera como “etnografía”
no resulta, a menudo, de una evaluación de varias alternativas posibles, sino más
P A R A L E L O S
bien de una convicción profunda respecto a qué es lo que debe ser (y por ende, no
debe ser) la disciplina (y en consecuencia, lo que deben ser quienes la practican). A
veces, da la impresión de que estamos más preocupados por defender una identidad
que por emprender el desafío de responder preguntas sustantivas. A mi juicio, esta
manera de pensar y actuar no nos resulta útil si de lo que se trata es de preguntarnos
por qué conocemos nuestros objetos del modo en que lo hacemos, o por qué una de-
terminada forma de estudiar la realidad es más apropiada y fructífera frente a otras
posibles. ¿Hay algo menos etnográfico que el suspender la pregunta acerca de por
qué hacer etnografía? Cuando la antropóloga brasileña Mariza Peirano (1994, 218)
publicó el artículo “A favor da etnografía”, muchos antropólogos argentinos creímos
ver allí una defensa de las luchas que llevábamos adelante en nuestro medio para que
la etnografía (o lo que entendíamos por ella) fuese aceptada. En ese trabajo, Peirano
sostenía que la verdadera herencia de la antropología estaba en las etnografías (es
decir, las monografías), más que en las teorías que las promovieron. La afirmación
parece razonable, si lo que pretendía decir Peirano es que los estudios etnográfi-
cos podían ser reinterpretados a partir de otros enfoques analíticos; claro que para
ello había que discutir las perspectivas teóricas en las que habían sido generados y
analizados los datos. Pero la aserción de Peirano parece ser mucho más extremista:
reproducía la reducción de la antropología a la etnografía (estrictamente, a las mo-
nografías), a la vez que proclamaba una convicción antiteórica, el tipo de menospre-
cio hacia la generalización y la abstracción que luego será transmitido en las aulas
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como propios, donde fuese posible identificar y evaluar qué respuestas han dado
otros a esos problemas, estoy convencido de que podríamos poner nuestros pies fue-
ra de las aldeas y empezar a pensar y hablar otras lenguas científicas. Geertz y el pro-
grama interpretativo se han hecho fuertes aun entre quienes niegan ser geertzianos.
Esto se advierte en los objetivos científicos al practicar etnografía, ya que se niega
la posibilidad de explicar las razones de los comportamientos en cuanto preguntas
no pertinentes, limitándose a describir las acciones y los sentidos que los actores les
atribuyen; pero también sus consecuencias pueden observarse en la escasez de in-
vestigaciones en otros campos de la antropología, como los estudios cognitivos32. En
lugar de buscar lugares donde hacer trabajo de campo y luego intentar hacer de ellos
casos por ser problematizados, es indispensable volvernos cada vez más conscientes
de las agendas de investigación disciplinar, de cómo temas específicos que están en el
centro de las preocupaciones públicas (el terrorismo, la pobreza, el medioambiente,
las políticas económicas de ajuste, la guerra) están asociados con problemas discipli-
nares y respuestas que exigen una permanente revisión. Son los problemas, en suma,
los que constituyen la médula de la actividad científica, si es que así consideramos lo
que hacemos bajo el rótulo de antropología y etnografía.
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El espacio de producción en ciencias antropológicas en
Chile: una aproximación a las publicaciones contenidas
en revistas científicas (1860-1954)*
DOI: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda27.2017.04
Artículo recibido: 26 de julio de 2016; aceptado: 28 de noviembre de 2016; modificado: 5 de diciembre de 2016
P A R A L E L O S
riables tales como áreas temáticas, etapa temporal de la producción, formación
de origen de los investigadores, revistas y autores. El espacio relacional, cons-
truido con apoyo de las técnicas de correspondencias múltiples, sumado a los
antecedentes recabados a través del trabajo de archivos, permite articular una
reflexión en torno a la estructura de dicho espacio. Ello posibilita advertir áreas
de especialización asociada tanto a las trayectorias de actores como a temáticas
de investigación –distinguiendo un área humanista, arqueológica y física–, así
como cierta vocación interdisciplinaria e hibridación en el quehacer que tam-
bién ha caracterizado a las antropologías a escala internacional.
Palabras clave: Disciplina, investigación antropológica (Thesaurus); espacio
de producción antropológica, institucionalización académica (palabras clave
del autor).
* Este artículo expone algunos resultados de la investigación doctoral “La institucionalización de las Cien-
cias Antropológicas en Chile. Una aproximación a las dinámicas socio-organizativas y cognoscitivas en
la conformación del espacio científico (1860-1954)”, presentada en la Universidad Nacional de La Plata
para la obtención del grado de Doctor en Ciencias Sociales. Agradezco a mis colegas del Departamento de
Antropología José Díaz Diego y Mario Samaniego por los comentarios a este artículo.
** Doctor en Ciencias Sociales Universidad Nacional de La Plata, Argentina. Especialista en Epistemología
y Metodología en la Investigación Social. Entre sus últimas publicaciones están: “Descentrar las miradas.
Institucionalización de la antropología académica en la sede Temuco de la Pontificia Universidad Católica
de Chile (1970-1978)”. Tabula Rasa 21: 197-227, 2014. “El método etnográfico: origen y fundamentos de
una aproximación multitécnica”. Forum: Qualitative Social Research 11 (2), 2010. *hectmora@uct.cl
Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 27 · Bogotá, enero-abril 2017 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 93-115
doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda27.2017.04
E
n la primera década del siglo XX, el entomólogo y zoólogo Carlos Por-
ter (1906; 1910) realizó dos trabajos que constituyen el primer esfuerzo
por catastrar el volumen de publicaciones de orientación antropológica
en Chile entre 1845 y 1905. Más allá de inventariar y dimensionar la
producción –197 títulos identificados–, ello se torna en evidencia de la
temprana emergencia de un área de estudios antropológicos, que comienza a adqui-
rir forma a partir de las primeras décadas del siglo XX. Esta se desarrolla en torno a
un objeto de estudio cuya fundamentación teórica proviene de la academia europea,
la “diferencia” en cuanto amalgama entre raza y cultura (Briones 1998), que a inicios
de los años veinte se reorienta hacia los estudios de la diversidad cultural humana
(Conklin 2013). La diferencia operó como una forma de alteridad, siendo su expre-
sión la población indígena y los vestigios materiales de los habitantes prehistóricos,
lo que, recurriendo a Peirano (2008), podemos conceptualizar como “alteridad ra-
dical próxima”.
Es así como los esfuerzos iniciales por la institucionalización científica1 de la
antropología se desenvuelven bajo el argumento que el estímulo de esta nueva cien-
cia ponía a la nación a la altura de los países cultos, siendo su tarea fundamental
recoger y clasificar los datos de aquellas razas que desaparecen ante la marcha del
progreso y de la civilización (Porter 1909). El interés investigativo se articuló a través 95
de la conformación de organizaciones especializadas como sociedades científicas y
museos, que canalizaron la investigación en diversas áreas de conocimiento, al mis-
P A R A L E L O S
mo tiempo que crearon mecanismos de comunicación –generación de revistas, bo-
letines y libros– por medio de los cuales se encauzaron las reflexiones o los estudios
relativos a la población indígena que habitó o habitaba el territorio nacional. Estas
instituciones, en particular las Sociedades Científicas, resultan gravitantes en el de-
sarrollo de la investigación científica nacional y antropológica en particular (Fuen-
zalida 1964), pues concentraron prácticamente todas las iniciativas que se realizaron
hasta mediados del siglo XX. Su fortalecimiento fue expresión del intento por repli-
car el modelo de ciencia europeo (Broca 1870; Bouza 1988; Conklin 2013), modelo
en el cual estas sociedades –que surgen a mediados del siglo XVII– y las revistas
científicas –específicamente, los artículos especializados– cobran relevancia, consti-
tuyéndose por excelencia en el medio a través del cual comenzó la circulación de la
producción científica, siendo el formato que finalmente reemplazó la comunicación
epistolar y los informes de circulación privada (Schaffner 1994)2. Cada institución
–sea sociedad científica, museo o universidad– contaba en su haber con una revista
o un boletín de divulgación, y sus miembros realizaban esfuerzos destinados a que
estos mantuvieran cierta periodicidad3.
Se puede agregar que en su mayoría, las sociedades científicas se concibieron
desde una visión amplia de las ciencias –concepción arraigada en el modelo de cien-
cia clásico de base naturalista–, constituyéndose en espacios de reflexión en torno
a temáticas de orientación antropológica, consignando que las únicas instancias es-
pecializadas para la época –de breve duración– fueron la Sociedad Arqueológica de
Santiago (1878-1881) y el Museo Etnológico y Antropológico de Chile (1912-1926).
Al respecto, se puede advertir que las principales diferencias en el desarrollo
de la antropología con otros países de América (Estados Unidos, México, Brasil,
Colombia) fueron la no consolidación de entidades especializadas durante las pri-
meras décadas del siglo XX, así como la tardía institucionalización académica, y
96 con ello, la incorporación de planes de formación de especialistas; y agregar que
el primer programa de formación profesional en Chile se implementó en 1966, en
la Universidad de Concepción (Garbulsky 2000; Mora 2014). Como complemen-
to, señalar que hacia los años cincuenta, el espacio universitario en el país esta-
ba orientado a ciertas áreas del conocimiento (Teología, Leyes, Ciencias Políticas,
Matemáticas y Física, Medicina, Filosofía, Educación, Arquitectura, Economía y
Comercio, Farmacia y Química, Industria y Ciencias Aplicadas, entre otras)4 y en
general abocado al desarrollo profesional (Feliú 1969)5.
Al igual que otras ciencias, esta primera antropología expresa una institucio-
nalización más bien débil, efecto de las tensiones y fluctuaciones sociopolíticas y
económicas que atravesó el país (Cariola y Sunkel 1982), huellas de las dilaciones
y discontinuidades que emergen en el proceso de consolidación del Estado-Nación
chileno (Salazar y Pinto 1999). A ello se podría sumar el escaso interés manifestado
2 Varias de las primeras publicaciones en las revistas refieren a correspondencia entre investigadores que
contenía el informe, debate o discusión sobre algún tópico. En muchos casos se trata de textos extensos
que superan las veinte páginas.
3 Como ejemplo, la Sociedad Arqueológica de Santiago (1878-1881), primera sociedad científica creada en
Chile, lanza su único número el 1 de enero de 1880, lo cual se interrumpe por motivos económicos (Ore-
llana 1996). Posteriormente, varios de sus miembros crean la Sociedad Científica Alemana.
4 Entre las áreas “afines” que se insertan en el espacio académico en el plano de la investigación figura la psi-
cología experimental, a través de un laboratorio creado en 1908 en la Universidad de Chile; allí desarrolló
su trabajo Wilhelm Mann (Jaksic 2013).
5 A pesar de la existencia de cátedras y seminarios anteriores, la antropología se inserta como instancia aca-
démica en el espacio universitario hacia mediados de los cincuenta, y a nivel de la formación universitaria,
hacia mediados de los sesenta (Mora 2014).
El espacio de producción en ciencias antropológicas en Chile
Héctor Mora Nawrath
por parte de la élite política e intelectual del país por impulsar la inserción de estas
materias en las universidades nacionales, y con ello, procurar su consolidación a
través de instituciones especializadas de investigación (Porter 1909; Delegación Chi-
lena en el Congreso Americanista de Buenos Aires 1910).
Al no existir una política e inversión económica sostenida, y mediando el interés
exhibido sólo por algunos gobiernos6, el desarrollo de la antropología se llevó a cabo
con mucha dificultad, al alero de los primeros museos y sociedades científicas (Gusinde
1916; Lenz 1924; Oyarzún 1927; Latcham 1929; Fuenzalida 1964)7. En este desarrollo
cumplen un rol importante los recursos privados y el fuerte compromiso individual,
consignado que la mayor parte del trabajo científico –en particular, el de carácter an-
tropológico– se realiza en condiciones económicas y laborales precarias, y cuando no, a
través del autofinanciamiento8, siendo otras actividades remuneradas las que permiten
el sustento de estos primeros investigadores: profesores de idiomas, de matemáticas, de
química, de castellano, médicos, abogados, empresarios, etcétera9.
En estas difíciles condiciones se lleva a cabo la investigación de orientación
antropológica, aun cuando se puede apreciar una importante producción intelec-
tual: sólo en revistas de circulación nacional se registran 532 artículos entre 1860
y 1954, publicados por un total de 91 “investigadores-autores” (Mora 2016). A lo
anterior podemos agregar la existencia de debates sobre los cánones científicos que 97
legitiman las prácticas, así como relativos a las formas de representación de la otre-
dad a nivel teórico, empírico y escritural (Orellana 1996; Pavéz 2015). En esta direc-
P A R A L E L O S
ción, se puede hablar de un territorio y una tribu de científicos (Becher 2001 [1989])
que demarcan un espacio fuera del ámbito académico-universitario. Si bien no hay
formación-socialización a través de un sistema formal o de cátedras a la manera de
una disciplina académica (Beyer y Lodahl 1976; Apostel 1979; Heckhausen 1979;
Clark 1983; Greenhalgh 1996; Dogan 2001; Stichweh 2001; Siler 2005), en el plano
informal se reproduce algo similar a un colegio invisible (Crane 1972), donde socie-
dades científicas y museos se transforman en instancias que permiten la transmisión
de conocimientos entre pares.
6 Al respecto podemos mencionar el apoyo e interés de los gobiernos de Pedro Montt Montt (1906-1910),
Ramón Barros Luco (1910-1915) y Juan Luis Sanfuentes Andonaegui (1915-1920).
7 En el Boletín de 1929, Latcham señala con dureza que “A pesar de la escasez de fondos y la miseria de remu-
neración con que ha contado el personal del Museo, el establecimiento ha entrado en un periodo de gran
actividad […]” (1929, 158).
8 Pese a que varios de los primeros científicos se encontraban vinculados a universidades o instituciones edu-
cativas –como el Instituto Nacional y el Instituto Pedagógico–, su labor académica no tenía directa relación
con sus inquietudes investigativas: estudios del folclore, lenguas nativas, arqueología, etnología, etcétera.
9 Al respecto, resulta muy iluminadora la descripción que Feliú (1969) realiza a propósito de la biografía de
Ricardo Latcham, a quien tuvo la posibilidad de entrevistar antes de su muerte: “Pero estos éxitos de la activa
vida intelectual de Latcham están llenos de sufrimientos ocasionados por las dificultades económicas. Ha
pasado sobre estos quebrantos silenciosamente, con dignidad, decoro y sin muestra de perder el sano y
vigoroso optimismo que le animó siempre. Hubo momentos muy duros en este periodo de 1905 a 1908 y
quizá hasta 1910. En lo más álgido de la crisis, la voluntad no flaquea para servir su vocación de estudio-
so […] nada de su pluma aparece en el período de 5 años comprendido entre 1916 y 1921. Luchaba por
rehacerse” (1969, 15).
Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 27 · Bogotá, enero-abril 2017 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 93-115
doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda27.2017.04
Materiales y métodos
La investigación que da origen a este artículo siguió una metodología que combinó
Periodo de Artículos
Revista Institución
edición publicados
Boletín del Museo Nacional de Historia Museo Nacional de
1830 a la fecha 36
Natural (BMHN). Creada en 1910. Historia Natural12
P A R A L E L O S
1891 a 1956 38
Chile (ASCCH). Creada en 1891. de Chile
Revista Chilena de Historia y Geografía Sociedad Chilena de
1911 a la fecha 134
(RHYG). Creada en 1911. Historia y Geografía
Anales de la Sociedad Biológica de Sociedad Biológica de
1927 a la fecha 15
Concepción (ASBC). Creada en 1927. Concepción
Anales de la Universidad de Chile
Universidad de Chile 1843 a la fecha 179
(AUCH). Creada en 1843.
Anales de la Academia de Ciencias Academia Chilena de
Naturales (AACHCN). Aparece desde Ciencias Naturales
1926 a 1968 41
1936 como Anales, que se desprende de (Universidad Católica
la Revista Universitaria creada en 1915. de Chile)
Fuente: elaboración propia.
12 Reemplaza a la publicación de Anales del Museo Nacional de Chile (creada en 1891), un boletín monográ-
fico que incluye en 1903 un especial sobre la Isla Mocha, en el cual publican, entre otros trabajos: “Los
habitantes antiguos de la Isla Mocha” –Carlos Reiche–, “Arqueolojia” –Federico Philippi– y “Tres cráneos
de la Isla Mocha” –Luis Vergara–.
13 Corresponde al total de artículos a los cuales se tuvo acceso.
Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 27 · Bogotá, enero-abril 2017 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 93-115
doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda27.2017.04
intelectual chileno (Porter 1909; Lenz 1924), donde la antropología se define como
una ciencia integral que se ocupa de la historia natural del hombre (De Gérando
1800; Broca 1870; Barros Arana 1999 [1884]; Porter 1909).
Desde un punto de vista operacional, el carácter antropológico de los estudios
se define en torno a temáticas asociadas a la población indígena, distinguiendo las
siguientes categorías:
a. Etnografía/Etnología: referencias descriptivas breves o extensas concernientes
a cualquier grupo indígena y que involucran la presencia u observación directa
del “investigador”, cuyo trabajo busca caracterizar y/o comparar las costum-
bres y tradiciones de estos grupos.
b. Antropología Física: trabajos que consideraran estudios antropométricos y/o
histológicos de la población indígena.
c. Lingüística: trabajos que tratan sobre el idioma y etimología de la lengua indí-
gena, ya sea a través de estudios de tipo léxico y/o gramaticales.
d. Folklore: trabajos que refieran a la compilación de relatos –cuentos, historias,
canciones, consejas, adivinanzas– recogidos de la población indígena y de los
sectores rurales o populares.
e. Arqueología/Prehistoria: trabajos que incluyen la descripción y/o interpretación de
100 objetos, ya sea contenidos en colecciones o a través de la prospección y excavación.
f. Historia/Etnohistoria: trabajos que incorporan descripciones y/o interpreta-
ciones sobre la población indígena, particularmente orientadas a caracterizar
su forma de vida y relación con la sociedad nacional, lo cual se desprende de
un trabajo de fuentes escritas u orales del pasado.
P A R A L E L O S
los planos considerados en el análisis18.
Resultados
país. A modo de ejemplo, se pueden mencionar, entre otros: “Historia de la civilización araucana”, publica-
do por Tomás Guevara a través de 35 entregas en los Anales de la Universidad de Chile entre 1898 y 1903;
“Las últimas familias y costumbres araucanas”, publicado por Tomás Guevara a través de seis entregas en
los Anales de la Universidad de Chile en 1912; “Estudios araucanos”, publicado por Rodolfo Lenz a través
de dieciséis entregas, entre 1895 y 1897; “Vida y costumbre de los araucanos en la segunda mitad del siglo
XIX”, publicado por el padre Ernesto Wilhelm de Moesbach en la Revista Chilena de Historia y Geografía
a través de nueve entregas, entre 1929 y 1935.
20 En el primer número se destacan la investigación presentada por José Victorino Lastarria, “Investigaciones
sobre la influencia social de la conquista i del sistema colonial de los españoles en Chile”, un ensayo sobre
la disentería en Chile –producto de una memoria elaborada para optar al grado de Licenciado de la Facul-
tad de Medicina–, una memoria sobre ortografía americana, leída por Domingo Faustino Sarmiento; otra
sobre la conveniencia y el objeto de un congreso general americano, leída por Juan Batista Alberdi para
optar al grado de licenciado en la Facultad de Leyes.
21 Este número contenía tres trabajos definidos bajo la categoría “antigüedades”, el primero titulado “Anti-
güedades Bolivianas”, elaborado por Nicolás Acosta; el segundo, “Antigüedades Chilenas”, de Luis Montt, y
el tercero, “Antigüedades Ecuatorianas” de Rodulfo Philippi. Además, se incluyeron dos trabajos sin firma:
“El araucano antiguo i el araucano moderno” y “La Jeografía antigua de Chile” (Orellana 1996).
El espacio de producción en ciencias antropológicas en Chile
Héctor Mora Nawrath
El espacio de la producción
P A R A L E L O S
En la etapa previa a la institucionalización académico-disciplinaria de la antropolo-
gía en Chile, la hipótesis plantea la configuración de un espacio heterogéneo, sin una
estructura relacional que defina la especialización en áreas o subdisciplinas. Frente a
ella, el análisis de correspondencias múltiples permite señalar que:
a. Se advierte una estructura relacional que puede ser interpretada a la luz de la
vinculación de las variables propuestas como activas.
b. Dicha estructura permite visibilizar cierto grado de especialización temática
que se vincula a las áreas de conocimiento, de formación profesional y etapas
de producción, y que se ilustra a través de actores y revistas.
En consideración al primer punto, y como muestra el histograma (ver la tabla 2),
la variabilidad total de la tabla de datos puede ser explicada teniendo en cuenta 13 de
un total de 532 ejes posibles –se descompone en 13 valores propios–, lo que permite
afirmar la existencia de dicha estructura relacional.
En relación con el segundo punto, la interpretación de cada eje se desprende
de tres fuentes de información: coordenadas, contribuciones y cosenos cuadrados22
(ver la tabla 3).
2
22 La fórmula CTA > j x 100 establece un criterio orientador que permite fijar el valor estimativo para selec-
cionar la contribución de una modalidad a la conformación de un factor. Este valor señala que una buena
contribución se encuentra en torno a 12,5.
104
Tabla 2. Histograma de valores propios
Ejes del 1 al 5
Categorías Coordenadas Contribuciones Cosenos cuadrados
Iden - Etiqueta Rel. Wt. Disto 1 2 3 4 5 1 2 3 4 5 1 2 3 4 5
3 . Área Conocimiento
AR01 - Arqueol-Prehist 9.84 2.39 1.15 0.31 0.32 -0.20 -0.31 19.6 1.8 2.1 0.9 2.5 0.55 0.04 0.04 0.02 0.04
AR02 - Historia-Etnohistori 4.89 5.82 -0.42 0.72 -1.28 -0.34 0.09 1.3 4.7 17.0 1.4 0.1 0.03 0.09 0.28 0.02 0.00
AR03 - Etnología-Etnografía 8.15 3.09 -0.51 0.04 0.18 1.17 -0.38 3.1 0.0 0.6 26.7 3.0 0.08 0.00 0.01 0.44 0.05
AR04 - A. Física 2.88 10.57 0.74 -2.31 -0.81 0.31 1.00 2.4 28.4 4.1 0.7 7.5 0.05 0.51 0.06 0.01 0.10
AR05 - Folk-Lingüística 7.58 3.40 -0.96 -0.04 0.52 -0.89 0.37 10.6 0.0 4.4 14.5 2.7 0.27 0.00 0.08 0.23 0.04
Contribución acumulada = 37.0 34.9 28.2 44.2 15.8
11 . Área profesional de orígen
PR01 - Médicina 4.20 6.94 0.85 -1.92 -0.51 0.29 0.54 4.6 28.5 2.3 0.9 3.2 0.10 0.53 0.04 0.01 0.04
PR02 - Ingeniería 6.02 4.54 0.71 0.93 -0.74 0.20 -0.20 4.6 9.7 7.0 0.6 0.6 0.11 0.19 0.12 0.01 0.01
PR03 - Esp. CCNN 4.76 6.00 0.60 0.54 -0.09 0.33 0.64 2.6 2.5 0.1 1.2 5.0 0.06 0.05 0.00 0.02 0.07
PR04 - Abogacía 1.07 30.29 -0.76 0.24 1.26 3.73 -0.27 0.9 0.1 3.6 35.5 0.2 0.02 0.00 0.05 0.46 0.00
PR05 - Arqueología 1.75 18.00 1.71 0.32 2.26 -1.05 -0.89 7.8 0.3 19.1 4.6 3.6 0.16 0.01 0.28 0.06 0.04
PR06 - Esp. Humanidades 14.54 1.29 -0.85 0.00 0.15 -0.43 0.15 15.8 0.0 0.7 6.4 0.8 0.56 0.00 0.02 0.14 0.02
PR07 - Militar/Armada 1.00 32.25 -0.55 -0.94 -0.50 0.09 -4.35 0.4 1.6 0.5 0.0 49.3 0.01 0.03 0.01 0.00 0.59
Contribución acumulada = 36.7 42.7 33.3 49.2 62.8
12 . Etapas de producción
ET01 - 1860-1903 6.64 4.02 -0.31 -0.79 -0.84 -0.47 -0.98 1.0 7.7 10.1 3.5 16.4 0.02 0.16 0.18 0.05 0.24
ET02 - 1904-1924 14.16 1.35 -0.64 0.03 0.43 0.28 0.25 8.6 0.0 5.6 2.6 2.3 0.30 0.00 0.14 0.06 0.05
ET03 - 1925-1931 5.39 5.19 0.52 1.19 -1.10 0.08 0.43 2.2 14.0 14.0 0.1 2.6 0.05 0.27 0.24 0.00 0.04
ET04 - 1932-1954 7.14 3.67 1.16 -0.22 0.76 -0.17 0.09 14.5 0.6 8.8 0.5 0.1 0.37 0.01 0.16 0.01 0.00
Contribución acumulada = 26.3 22.4 38.5 6.6 21.4
Fuente: elaboración propia.
Héctor Mora Nawrath
El espacio de producción en ciencias antropológicas en Chile
P A R A L E L O S
105
Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 27 · Bogotá, enero-abril 2017 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 93-115
doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda27.2017.04
Categorias activas
Iden. Valores T Etiqueta de categoria Etiqueta de variables Peso Número
PR06 -17.23 Esp. Humanidades Área profesional de orígen 232.00 1
ET02 -12.59 1904-1924 Etapas de producción 226.00 2
AR05 -12.02 Folk-Lingüística Área Conocimiento 121.00 3
AR03 -6.62 Etnología-Etnografía Área Conocimiento 130.00 4
Área media
PR02 7.69 Ingeniería Área profesional de orígen 96.00 13
PR05 9.31 Arqueología Área profesional de orígen 28.00 14
ET04 13.98 1932-1954 Etapas de producción 114.00 15
AR01 17.16 Arqueol-Prehist Área Conocimiento 157.00 16
Fuente: elaboración propia.
Categorias activas
Iden. Valores T Etiqueta de categoria Etiqueta de variables Peso Número
PR01 -16.79 Médicina Área profesional de orígen 67.00 1
106 AR04 -16.40 A. Física Área Conocimiento 46.00 2
ET01 -9.14 1860-1903 Etapas de producción 106.00 3
PR07 -3.82 Militar/Armada Área profesional de orígen 16.00 4
Área media
PR03 5.06 Esp. CCNN Área profesional de orígen 76.00 13
AR02 6.89 Historia-Etnohistoria Área Conocimiento 78.00 14
PR02 10.11 Ingeniería Área profesional de orígen 96.00 15
ET03 12.02 1925-1931 Etapas de producción 86.00 16
Fuente: elaboración propia.
P A R A L E L O S
G. Ampuero AACHCN Área Conocimiento Mostny
Maquilef Guevara Robles 1904-1924 RHYG Cornely A. Santa Cruz
Iribarren
RMEA
0
R.Schuller AUCH P.I.Sur P.I. Varios grupos RCHHN
Esp. Humanidades Ludemann
VicuñaFolk-Lingüística Etnología-Etnografía Darapsky
O. Plath Nordenskjold SCA
1932-1954
L.Matus
Lenz P.I.América Strube Oliver
P.I. No. indígenas Barros Arana
Etapas de producción
–0.75
Cañas Pinochet
ASCCH
1860-1903 Oyarzún Rahm Gajardo Tobar
Médicina
–2.25
A. Física
Mardones
Knoche Henckel
Vergara Ibar
70
60
Arqueol-Prehist
Nº publicaciones
50
40 Historia-Etnohistoria
30 Etnología-Etnografía
20
A. Física
10
0 Folklore
0
Lingüística
87
88
89
90
91
92
93
94
95
-1
-1
-1
-1
-1
-1
-1
-1
-1
108
60
71
82
93
04
15
26
37
48
18
18
18
18
19
19
19
19
19
población indígena –del sur, extremo sur de Chile, como de otras regiones de Améri-
ca– como a la no indígena –para el caso de los estudios folclóricos del bajo pueblo–23.
En oposición, el cuadrante I se encuentra definido por la producción de inves-
tigadores formados en las ciencias naturales e ingeniería –también se puede mencio-
nar la arqueología–, con trabajos que mayoritariamente se publicaron entre 1925 y
1931, y que se vinculan a la temática de arqueología-prehistoria. Los artículos refieren
principalmente a la población indígena del norte de Chile –que se opone a la inves-
tigación etnológica, etnográfica, folklórica y lingüística desarrollada en el sur–, que
se publicaron en Anales de la Asociación Chilena de Ciencias Naturales y en la Revista
Chilena de Historia Natural. A este grupo se asocian investigadores como Ricardo
Latcham, Gualterio Looser, Hugo Gunckel, Ramón Barros Grez, Francisco Cornely,
Luis Darapsky, Manuel Rengifo, Augusto Capdeville, Max Uhle, Dillman Bullock,
Grete Mostny, Jorge Iribarren, entre otros. El cuadrante IV se encuentra caracteriza-
do por sujetos con formación en el área de la medicina, y cuyos trabajos publicados
se vinculan a la antropología física –principalmente en craneometría, osteología y
fisiología–. En esta línea, los artículos se publicaron mayoritariamente en Anales de la
Sociedad Biológica de Concepción24, donde se destacan autores como Luis Vergara Flo-
res, Walter Knoche, Francisco Fonk, Rodulfo Philippi, Carlos Henckel, entre otros.
También es posible observar algunos elementos que no se definen o asocian 109
con un área particular. Corresponden a revistas o sujetos que no se definen en un
área específica. Por ejemplo, la revista Publicaciones del Museo de Etnología y An-
P A R A L E L O S
tropología no se perfila en función de un área temática particular, incorporando es-
tudios arqueológicos, etnográficos, etnohistóricos y etnológicos. Para el caso de la
posición de los autores se puede mencionar Aureliano Oyarzún, quien fue de pro-
fesión médico y realizó aportes a los estudios arqueológicos, así como a los de tipo
etnológico y etnográfico.
Discusión y conclusiones
Considerando los antecedentes es posible efectuar algunas interpretaciones relativas
al desarrollo de la antropología en Chile, en particular referidas a la construcción del
espacio de la producción de orientación antropológica.
En primer lugar, señalar que la institucionalización de esta ciencia tiene su ex-
presión más temprana en la fundación de sociedades científicas y museos, así como
en la publicación de artículos en revistas especializadas, lo que da cuenta de la pre-
ocupación intelectual referida a un objeto de estudio, y la existencia de una comu-
nidad de investigadores que se organiza y articula en torno a este, cuestiones que
23 Bajo pueblo o pueblo bajo es una expresión que designa a lo que hoy podemos denominar habitantes de Chile
que ponen en marcha una tradición popular o una cultura que se practica fuera de los círculos burgueses. Esta
expresión podría ser entendida –con ciertas distancias– como equivalente a clase baja o cultura popular.
24 Si bien el enclave de mayor producción en el área se encuentra vinculado a esta sociedad y a sus publica-
ciones, los estudios craneométricos realizados por Vergara Flores se publicaron en la Revista del Museo de
Historia Natural y en la revista de la Sociedad Científica de Chile.
Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 27 · Bogotá, enero-abril 2017 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 93-115
doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda27.2017.04
P A R A L E L O S
co), arqueológico-prehistórica y física. En estas áreas se visualiza la existencia de
especialistas, que se definen en torno a su formación de base (humanistas y aboga-
dos; cercanos a la ingeniería y a la arqueología, cercanos a la medicina). También se
aprecian investigadores que no se definen según un área específica, tensionados en
la configuración del espacio por su producción en distintas temáticas, así como por
su formación de origen, las revistas donde publican, la etapa de producción, etcétera.
Esta configuración se puede entender a la luz de las trayectorias y estrategias
definidas por los denominados “híbridos secuenciales” (Dogan y Pahre 1993), como
también por las dinámicas que siguen las instituciones científicas de la época. Las
sociedades científicas dictan lineamientos generales respecto del quehacer de sus
miembros, posibilitando en muchos casos la formación especializada a través de
disciplinamiento científico y/o en torno a saberes específicos, aclarando que, en su
mayoría, mantienen una vocación “multidisciplinaria” e incluso “interdisciplinaria”,
al no articular el desenvolvimiento de estos y sus dinámicas a un área específica
de conocimiento. Estas características también pueden ser observadas en institu-
ciones como los museos, donde se conjugan diversas áreas de conocimiento, y se
produce –en la convivencia diaria– el traspaso e intercambio de saberes fuera del
25 De formación inicial Bachiller en Humanidades por la Universidad de Chile (1916), se vincula a la botáni-
ca realizando un sinnúmero de investigaciones y publicaciones que alcanzan reconocimiento internacio-
nal –138 publicaciones en total–, lo cual lleva a que en 1977 la Universidad de Zúrich le conceda el grado
de Doctor Honoris Causa en Filosofía (Martínez 1983).
Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 27 · Bogotá, enero-abril 2017 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 93-115
doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda27.2017.04
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P A N O R Á M I C A S
Hernán Morel**
Universidad de Buenos Aires, CONICET, Argentina
DOI: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda27.2017.05
Artículo recibido: 10 de febrero de 2016; aceptado: 12 de abril de 2016; modificado: 19 de julio de 2016
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las articulaciones y las relaciones variables que los organizadores de milon-
gas fueron estableciendo con las políticas públicas, destacando algunas de las
problemáticas y contradicciones que emergen en torno a la gestión del deno-
minado patrimonio cultural inmaterial por parte del poder estatal.
Palabras clave: Política pública, patrimonio cultural (Thesaurus); milongas,
espacios de baile, asociaciones culturales (palabras clave del autor).
* Este artículo es resultado de los proyectos “Dinámicas Contemporáneas de la Cultura. Políticas culturales
y diversidad”, de la Secretaría de Ciencia y Técnica de la Universidad de Buenos Aires, programación 2014-
2017, y “Procesos de legitimación en las transformaciones del baile social del tango en la ciudad de Buenos
Aires”, del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas.
** Doctor en Antropología Social, Universidad de Buenos Aires, Argentina. Entre sus últimas publicaciones
están: coautor en “Circo, murga e tango em Buenos Aires: Processos de ressurgimento e Arte Popular da
pós-ditadura (1983)”. Antropolíticas: Revista Contemporánea de Antropología 38: 271-297, 2015. “Buenos Ai-
res, la meca del tango: procesos de activación, megaeventos culturales, turismo y dilemas en el patrimonio
local”. Revista PUBLICAR- En Antropología y Ciencias Sociales 15: 55-74, 2013. *hermorel@hotmail.com
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doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda27.2017.05
“Se armó la milonga”: About Policies, Heritage and Tango Dance Spaces in
Buenos Aires, Argentina
Abstract: This paper introduces an ethnographic study focused on the milongas
of Buenos Aires (Argentina), seeking to explore the interrelations developed
between dancing spaces and certain public policies. This article reflects upon
the political and organizational processes that enable the deployment of this
kind of dance events, pointing out agreements, conflicts and demands raised
by the milongas organizers against the actions of public policies. To analyze
these processes, I will focus on closures carried out in 2005 that affected the
normal functioning of the milongas. This research shows the articulations
and changing relations that the milongas organizers established with public
policies, highlighting some issues and contradictions that emerge around the
management of the intangible cultural heritage by the power of State.
Keywords: Public policies, cultural heritage (Thesaurus); milongas, dance
spaces, cultural associations (author´s keywords).
D
urante el 2015 el Gobierno de la Ciudad realizó una serie de clausu-
ras repentinas que afectaron a distintas milongas1 y a varios espacios
destinados a la difusión del tango en Buenos Aires, Argentina. Las
autoridades del Gobierno justificaban estas acciones argumentando
problemas en la seguridad y en la habilitación de estos espacios. En
respuesta, los organizadores de estos lugares acusaban al Gobierno por las trabas bu-
rocráticas y la carencia de políticas oficiales que les permitan la sustentabilidad de la
actividad que realizan. En vista de que consideraban que la “ola de clausuras” amena-
zaba la continuidad de estos espacios, los organizadores de milongas decidieron rea-
lizar una protesta pública, para lo cual montaron una milonga frente al Ministerio de
Cultura de la Ciudad. Procurando visibilizar la problemática que los estaba afectando,
más de una centena de milongueros bailaron al aire libre sobre la céntrica Avenida de
Mayo, mientras denunciaban con carteles la arbitrariedad de las medidas de clausura
y convocaban a los transeúntes a sumarse al reclamo por la “defensa del patrimonio”.
En la actualidad las milongas en Buenos Aires se emplazan en salones, con-
fiterías, clubes sociales y deportivos, sociedades de fomento, centros culturales, así
como existen algunas que se organizan en espacios al aire libre como plazas y par-
ques públicos. Según datos oficiales se estima que existen más de cien milongas fun-
cionando en la ciudad durante distintos días de la semana (Ministerio de Cultura 123
de la Ciudad 2015). Destaquemos que en las últimas décadas las milongas porteñas,
del mismo modo que las denominadas “prácticas”2, han tenido un importante cre-
P A N O R Á M I C A S
cimiento, así como se han diversificado considerablemente. En este sentido, además
de que se registra una revitalización de milongas históricas, también han proliferado
nuevos espacios de baile, multiplicándose las propuestas de lugares a donde poder ir
a practicar el baile social del tango3. En términos generales, distintas investigaciones
recientes han dado cuenta del tipo de relaciones y dinámicas sociales que se desplie-
gan hacia el interior de las milongas porteñas, centrándose en aspectos vinculados
con su organización, sus modos de interacción, formas de sociabilidad, sentidos de
pertenencia, relaciones de género, estilos de baile que las caracterizan, entre otros
(Carozzi 2015; Cecconi 2010; Liska 2013; Morel 2011a; 2012; Savigliano 2002).
1 Las milongas como espacios de baile de tango en la ciudad de Buenos Aires existen al menos desde co-
mienzos del siglo XX. El término milonga en el área del Río de la Plata, además de referirse a un lugar y
un evento en donde las personas se juntan para bailar tango (así como otras músicas), recoge diferentes
acepciones, entre otras, refiere a un género musical y dancístico con características propias, así como tam-
bién se lo utiliza como una expresión coloquial asociada a la idea de desorden social, discusión o diversión
bulliciosa, como cuando se dice “Se armó la milonga”.
2 Por práctica de tango nos referimos a un evento que se organiza para que las personas entrenen, ensayen, in-
vestiguen y/o intercambien ideas sobre el baile, en algunos casos con la asistencia de profesores. Estos encuen-
tros no necesariamente cumplen con los códigos de comportamiento que se acostumbran en las milongas.
3 Recordemos que luego de las llamadas “década de oro del tango” del cuarenta y el cincuenta –período en
que el género alcanzó su máxima difusión–, a partir de los años sesenta las milongas porteñas dejaron
de tener el protagonismo y la afluencia de público de las décadas anteriores, por lo que dejaron de ser un
ámbito de incorporación para las nuevas generaciones, situación que se fue revirtiendo de manera gradual
a partir de la década del ochenta, tras el fin de la última dictadura militar (Morel 2012).
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doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda27.2017.05
En el presente artículo procuro abordar las relaciones que construyen las mi-
longas y sus organizadores4 con un contexto mayor, por lo cual me enfoco en de-
terminados procesos políticos y aspectos organizativos que posibilitan o dificultan
el despliegue de este tipo de eventos de danza5 dentro del ámbito de la ciudad de
Buenos Aires. Como ha enfatizado Becker (2008) en su trabajo sobre los mundos del
arte, en general, toda práctica artística y cultural se sostiene a partir de una actividad
cooperativa y conflictiva, en la que interviene un conjunto de agentes variados (per-
sonas, grupos, organizaciones sociales e instituciones) que hacen posible que estos
mundos puedan ser sostenidos, producidos y reproducidos. De manera que en este
artículo exploramos las formas de cooperación y las tensiones que atraviesan a las
actuales milongas, prestando especial atención a los modos en que los organizado-
res de estos espacios consiguen desarrollar sus actividades. Señalemos que ya desde
fines de la década del noventa comenzó a instalarse un discurso oficial en torno al
valor y la importancia del tango como referente patrimonial de la ciudad de Buenos
Aires, hecho que con el devenir de los años conllevó el desarrollo de distintas polí-
ticas culturales proclives a la promoción y el resguardo de este género tradicional,
luego de que el tango fuera declarado Patrimonio Cultural tanto en el ámbito na-
cional en 1996 (Ley 24.684) como en la ciudad de Buenos Aires en 1998 (Ley 130).
124 Asimismo, es importante también mencionar que en el 2009 el tango fue registrado
como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco6.
En particular, como desarrollaremos en este trabajo, un punto de inflexión para
la actividad que realizan las milongas surgió a partir de la tragedia de Cromañón,
momento que fue seguido por la aplicación de multas y clausuras a los locales que no
se ajustaban a la normativa vigente, situación que obligó a que distintos organizado-
res de milongas comenzaran a agruparse y colaborar entre sí a través de nuevas mo-
dalidades de asociación y coordinación conjunta. De manera específica, buscamos
reflexionar sobre el papel llevado a cabo por estas formaciones culturales7, como ins-
tancias de mediación y base organizativa para el establecimiento de nuevas acciones
conjuntas, reclamos y demandas ante el poder estatal. En este sentido, resulta central
comprender el proceso de práctica y construcción de estas formaciones culturales en
relación con una serie de coyunturas específicas y contextos sociopolíticos que las
enmarcan (Grossberg 2012), incluido el rol de las políticas culturales públicas.
4 La gestión de todo lo necesario para la realización de una milonga o práctica depende del organizador,
figura que se encarga de convocar al público asistente y que coordina todo el desarrollo del evento. Los
organizadores pueden estar representados por una o más personas y, en cierto modo, podemos conside-
rarlos como los “pequeños empresarios” del evento.
5 Siguiendo a Carozzi (2015), designamos estos espacios de encuentro llamados milongas como eventos de
danza, en este caso lugares en donde las personas van con el propósito de bailar socialmente el tango.
6 Para un análisis de estos procesos de patrimonializacion, tanto locales como nacionales e internacionales,
puede verse Morel (2009; 2011b; 2013).
7 La noción de formación cultural planteada por Raymond Williams (1994) nos invita a problematizar las
formas de asociación que las personas y los grupos ligados a la producción cultural establecen para la
prosecución común de objetivos específicamente artísticos y culturales.
“Se armó la milonga”: acerca de las políticas, el patrimonio y los espacios de baile de tango
Hernán Morel
P A N O R Á M I C A S
neas que enfrenta el denominado patrimonio cultural inmaterial.
En lo que concierne a la investigación de campo, inicié mi inmersión en el
mundo de las milongas de Buenos Aires en el 2006, cuando comencé una pesquisa
de doctorado enfocada en la práctica del baile y las políticas de patrimonialización
del tango. De manera que la información sobre la que se basa este trabajo proviene de
experiencias de observación y participación en distintos espacios y milongas de la ciu-
dad, de entrevistas abiertas y conversaciones informales con milongueros y orga-
nizadores de milongas, así como de la participación en eventos de diversa índole
vinculados con el baile social del tango. A su vez, esta información se complementa
con las noticias suministradas por distintos medios de prensa y redes electrónicas
de comunicación.
En términos metodológicos, a través de una perspectiva etnográfica atendemos
a los distintos puntos de vista de los actores y agentes sociales involucrados, per-
cibiendo el marco significativo de sus prácticas y nociones. En tal sentido hay que
aclarar que “la perspectiva del actor es una construcción orientada teóricamente por
el investigador, quien busca dar cuenta de la realidad empírica tal como es vivida y ex-
perimentada por los actores” (Guber 1991, 71). En consecuencia, no hay una escisión
radical entre el trabajo de campo y el análisis conceptual y teórico sino que ambos
se articulan y dialogan permanentemente (Peirano 1995). Asimismo, la perspectiva
etnográfica permite visibilizar una serie de interconexiones existentes entre esferas de
distinto orden (políticas, económicas, culturales) produciendo totalidades en las que
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8 Se estima que por aquel entonces había alrededor de ochenta milongas en actividad.
9 “Las milongas quieren reabrir sus puertas” (Clarín, enero de 2005). Disponible en http://edant.clarin.com/
diario/2005/01/14/conexiones/t-904228.htm.
10 Señalemos que, de manera informal, esta asociación empezó a funcionar ya en el 2003, a partir de un peque-
ño grupo de organizadores que se reunía con el propósito de solucionar distintos problemas relacionados
con el rubro. Su primer presidente fue Omar Viola. Cabe mencionar que él empezó a organizar milongas en
la ciudad a comienzos de la década del noventa. Actualmente es el organizador de la Milonga Parakultural.
“Se armó la milonga”: acerca de las políticas, el patrimonio y los espacios de baile de tango
Hernán Morel
fuera más acorde al tipo de prácticas que rige en estas, en particular, buscando dife-
renciarse de otros ámbitos bailables. Al respecto afirmaba un organizador:
“Realmente nos llama la atención que se mida con la misma vara a lugares de
gente apacible como la que concurre a las milongas, con las discotecas y lugares
multitudinarios donde se hacen recitales”, afirma Carlos Matera, responsable de
la milonga Club Sunderland. […] “Acá no se trata de empujar y meter gente. A
cada persona hay que darle la silla, hay mesas y un lugar libre para la pista de
baile”, aclara Matera. (Clarín, 14 de enero de 2005)
P A N O R Á M I C A S
milongas tuvieron que ver tanto con la idea de preservar la identidad y el patrimonio
cultural de la ciudad como con el hecho de apoyar la industria cultural y el turis-
mo, en particular, a través de los festivales que organiza el mismo gobierno en la
promoción del género:
Uno de los argumentos que se esgrimió desde el área de Cultura fue que el tango
está protegido como patrimonio cultural de la Ciudad por la ley 130, que obliga
al Estado a preservarlo y difundirlo. Otro, la proximidad del VII Festival Buenos
Aires Tango, que comienza el 25 de febrero. (Clarín, 29 de enero de 2005; énfasis
en el original)11
De manera que, luego de subsanada esta situación de crisis que atravesaban las
milongas, la AOM se abocó a trabajar en la elaboración de una nueva normativa que
permita corregir esta especie de vacío legal que afectaba a las mismas. Por su parte,
tanto el secretario de Cultura, Gustavo López, como la mayoría de los legisladores se
mostraron a favor de satisfacer esta demanda. Como resultado de ello, en mayo de
2007 la Legislatura de la ciudad creó una normativa específica para las milongas, la
cual establece un marco regulatorio para su habilitación12. Al respecto, es importante
11 “Autorizaron por decreto la reapertura de las milongas” (Clarín, 29 de enero de 2005). Disponible en
http://edant.clarin.com/diario/2005/01/29/laciudad/h-04801.htm.
12 La Ley 2.323/07 incorpora la definición y el uso del “Salón Milonga” al Código de Planeamiento Urbano y
al Código de Habilitaciones y Verificaciones.
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destacar el amplio consenso que acompañó la aprobación de esta ley. Por un lado,
ello estuvo vinculado a que el proyecto de ley fue creado e impulsado por el legisla-
dor de la ciudad Elvio Vitale, el cual, además de ser un apasionado del tango, solía
frecuentar y bailar en las milongas porteñas. A su vez, colaboró en este proceso el
hecho de que estuvo articulado con los reclamos de otros grupos artísticos y movi-
mientos culturales que también demandaban una normativa para la habilitación de
sus espacios, como fue el caso de los músicos que tocan en vivo, los teatros indepen-
dientes y los grupos que realizan peñas folklóricas, todos ellos afectados tras los he-
chos de Cromañón. En este sentido, como han enfatizado Oszlak y O’Donnell (1995,
110), las políticas públicas suelen atender aquellos reclamos y demandas sociales
que en algún momento son problematizados, agrupando a determinados actores que
buscan soluciones y recursos para dichas problemáticas.
A partir de la descripción hasta aquí desarrollada vemos cómo con base en un
proceso estrechamente ligado a una acumulación de peticiones y reclamos frente
al Estado local, los organizadores de milongas fueron consolidando su organiza-
ción colectiva. Fue luego de que se registraran dificultades para el normal funciona-
miento de la actividad de las milongas que los responsables de estas establecen lazos
cooperativos y acciones conjuntas, por cierto un tipo de asociación inexistente en
128 tiempos pretéritos. Como desarrollaremos a continuación, de la mano de estos lazos
colaborativos entre los organizadores de milongas surgirán también nuevos sentidos
de organización y de compromiso colectivo que permitirán ensayar tanto acciones de
coparticipación con el estado local como de confrontación con este.
“Milongas en peligro”
A pesar del logro en la ciudad de Buenos Aires de una legislación especial que pro-
tege la actividad que realizan las milongas, los organizadores de estos espacios con-
tinuaron teniendo dificultades para la sustentabilidad de las mismas, del mismo
modo que siguieron sufriendo clausuras, en muchos casos repentinas. En una nota
que realiza la Asociación de Maestros Bailarines y Coreógrafos de Tango Argentino,
titulada “Milongas en peligro”, se narra la situación de clausura en una concurrida
milonga barrial:
El viernes 24 de julio de 2009, bien pasada la medianoche, fue clausurada la Mi-
longa La Baldosa con el consiguiente desalojo y ante el estupor de las parejas de
milongueros que habitualmente concurren a pasar la noche del viernes, en ese
cálido ámbito barrial y cultural. Sin mediar aviso o requerimiento previo, inspec-
tores de la Dirección General de Habilitaciones y Permisos del GCBA, cerraron
las puertas del Club El Pial. Esto despertó una gran agitación en los organizado-
res de milongas dado que, desde la época del lamentable suceso de Cromañón,
que dio origen a la reglamentación que creó la Categoría –Salón Milonga–, pare-
cería que para muchos no quedó lo suficientemente clara la misma. (Asociación
de Maestros Bailarines y Coreógrafos de Tango Argentino 2009)
“Se armó la milonga”: acerca de las políticas, el patrimonio y los espacios de baile de tango
Hernán Morel
P A N O R Á M I C A S
(todas las milongas, no la mía en particular). (La Nación 2015)14
13 Esta asociación con personería jurídica se constituye a partir de ocho miembros. Actualmente la entidad
tiene más de noventa socios en todo el país (la mayoría de la ciudad de Buenos Aires), y algunos del exte-
rior. La AOM cuenta con una página web en http://www.milongas.org.ar/
14 “Organizar una milonga y no claudicar en el intento” (La Nación, 16 de abril de 2015). Disponible en
http://blogs.lanacion.com.ar/maldito-tango/excursion-tanguera/organizar-una-milonga-y-no-claudi-
car-en-el-intento/
15 En el 2013 las milongas de la ciudad que integraban la AOM eran trece, mientras que para el año siguiente
eran más de sesenta.
16 Tengamos en cuenta que a partir de este período se produce un recambio de personas en la dirección de la
AOM; muchas de estas personas generacionalmente más jóvenes que las anteriores. Por un lado, ingresan
nuevos miembros a la Comisión Directiva, y, por otro, deja la presidencia Omar Viola y la asume Julio
Bassan, quien además de bailarín y profesor de tango es un joven organizador de milongas.
Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 27 · Bogotá, enero-abril 2017 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 121-140
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17 Este encuentro nucleó organizadores de todo el país con el fin de compartir experiencias, debates y posi-
bles soluciones a las problemáticas de los organizadores.
18 Tengamos en cuenta que en agosto de 2013 el Ministerio de Cultura de la ciudad de Buenos Aires inau-
guró, a través de la Dirección General Patrimonio e Instituto Histórico, el Centro de Investigaciones y
Estudios sobre el Tango.
19 “Organizadores de milongas no participan del festival de tango porteño” (Télam-Agencia Nacional de
Noticias, 2013).
“Se armó la milonga”: acerca de las políticas, el patrimonio y los espacios de baile de tango
Hernán Morel
Como sugieren algunos estudios sobre patrimonio, este constituye una cons-
trucción social que opera a partir de procesos selectivos incluyentes y excluyentes.
A menudo, estos procesos primero separan las expresiones culturales del flujo de
la vida cotidiana de actuación, para luego reincorporarlas a ella a través de un tra-
bajo de mediación que implica una reinterpretación, codificación y normalización
(Cruces 1998, 76), que supone jerarquías que valorizan unas producciones y exclu-
yen otras (Rosas Mantecón 1998). Dicho esto, ¿no se está a través de estas acciones
culturales ejercidas por las agencias oficiales seleccionando y legitimando algunos
aspectos de estas prácticas culturales, al mismo tiempo que se invisibilizan otros?
Sin duda, los representantes de la AOM advierten que el Gobierno de la Ciudad
para algunos eventos internacionales los convoca enfáticamente, a través de la
promoción de un repertorio unificado que ellos perciben como una recreación
artificial, mientras que para aquellas prácticas culturales que ellos sostienen en
sus espacios cotidianamente suelen ser olvidados. Vemos así que el vínculo de diá-
logo que la AOM establece con distintos funcionarios y dependencias estatales es
fluctuante y diferencial. Es decir, si, por un lado, se comenzaron a realizar algunos
proyectos conjuntos y acuerdos de colaboración con el sector de patrimonio del
Ministerio de Cultura de la Ciudad –en particular con la DGPEIH–, por otro se
fueron agudizando también los conflictos y tensiones con otros estamentos depen- 131
dientes del mismo Ministerio, como el área que organiza el “Festival y Mundial de
Tango”. Cabe señalar que estos conflictos ante la política que lleva a cabo la direc-
P A N O R Á M I C A S
ción que organiza el “Festival y el Mundial de Tango” son muy semejantes a otras
tensiones que ya venían ocurriendo desde el 2010. Como planteamos en anteriores
trabajos (Morel 2013), ello estuvo estrechamente asociado al cambio de orienta-
ción que planteó la política cultural del jefe de gobierno de la ciudad, Mauricio
Macri, la cual dio mayor impulso a la organización de megaeventos centralizados,
masivos y espectacularizados, en especial orientados a promover el consumo del
turismo internacional.
De manera que teniendo como telón de fondo estas tensiones que se fueron
evidenciando con la gestión oficial, a continuación veremos cómo la carencia de po-
líticas de fomento para el sector de las milongas fue generando un importante des-
contento de los organizadores de milongas, lo cual derivó en un proceso de politiza-
ción y de organización colectiva que culminó en una protesta en el espacio público.
132
Fuente: el autor.
Entre las famosas milongas que se clausuraron estuvo la del club Sin Rumbo
(figura 1). Al respecto, una de sus organizadoras comenta en Facebook las razones
de la clausura, la cual duró dos semanas:
El motivo de la clausura fue algo referido a la documentación […] Los inspec-
tores dejaron un Acta solicitando que se presentaran para aportar dicha docu-
mentación, después de eso solo sabemos que una semana después [viernes 22 de
mayo, en horas de la tarde] clausuraron el Sin Rumbo. […] Gracias a todos por
su solidaridad y recordemos que “No hay mal que por bien no venga”, porque la
clausura del Sin Rumbo ha servido para que se haga público a la comunidad en
general de lo que está ocurriendo hace tiempo con las clausuras no sólo de mi-
longas, sino de peñas y centros culturales.
A partir de esta narrativa advertimos que las milongas no fueron las únicas
afectadas por las acciones de clausuras, dado que abarcaron el cierre de otros espa-
cios como centros culturales autogestivos20, teatros independientes y distintos loca-
les en donde se realiza música en vivo.
20 A partir de la sistemática aplicación de multas y clausuras a distintos centros culturales independientes, es-
tos se organizaron a través de un movimiento cultural para impulsar la llamada “Ley MECA” (Movimiento
de Espacios Culturales y Artísticos).
“Se armó la milonga”: acerca de las políticas, el patrimonio y los espacios de baile de tango
Hernán Morel
Con respecto a la clausura del Club Sunderland, otro famoso y tradicional es-
pacio de baile (figura 2), esta fue más problemática, ya que obligó a que la milonga
permaneciera cerrada durante dos meses. Según lo informado por el propio organi-
zador de la milonga, los inspectores exigían que las instalaciones del club tuvieran
un sistema especial que incluye mangueras contra incendios. Ante ello, las autorida-
des del club manifestaron no poder hacer frente a esos gastos, habida cuenta de que
la ley que regula al “Salón Milonga” tampoco lo exige.
Figura 2. Parejas bailando en el Club Sunderland
133
P A N O R Á M I C A S
Fuente: el autor.
21 Según el rumor que circulaba entre los organizadores de milongas, dentro de la AGC hay una facción
político-partidaria que no es la del partido que gobierna en la ciudad. A su vez, tengamos en cuenta que
esta coyuntura de conflictos también puede estar relacionada con las disputas derivadas de las elecciones
generales que estaban por realizarse el 5 de julio de 2015, en las que se renovaban distintas autoridades de
la ciudad (Jefe y Vicejefe de Gobierno, Diputados locales y miembros de las Juntas Comunales).
Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 27 · Bogotá, enero-abril 2017 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 121-140
doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda27.2017.05
Fuente: el autor.
“Se armó la milonga”: acerca de las políticas, el patrimonio y los espacios de baile de tango
Hernán Morel
Fuente: el autor.
Por su parte, una nota periodística describe la protesta del siguiente modo:
[…] en Avenida de Mayo sonaba “Así se baila el tango”, un clásico que anima las 135
pistas desde los años ’40. Y con la avenida cortada en varios carriles, cantidad de
tangueros se manifestaban como mejor saben: bailando. Con gorritos de lana,
P A N O R Á M I C A S
con guantes, con botas de caña alta, sobretodo y bufanda, con zapatillas y pan-
talones de tela de avión […]. En los alrededores circulaban, incrédulos, algunos
extranjeros que no podían creer lo que Bassan les repetía a los periodistas locales:
que en “la meca mundial del tango, que mueve cientos de millones al año” con
esa industria cultural, se cierran sus espacios. (Página 12, 4 de julio de 2015)22
22 “Así se baila el tango para protestar” (Página 12, 4 de julio de 2015). Disponible en http://www.pagina12.
com.ar/diario/sociedad/3-276348-2015-07-04.html
Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 27 · Bogotá, enero-abril 2017 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 121-140
doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda27.2017.05
Comentarios finales
Muchos estudios contemporáneos señalan las múltiples y variables articulaciones
que las políticas públicas establecen con distintas manifestaciones culturales (Crespo,
136 Morel y Ondelj 2015; García Canclini 1987; 1994; Vich 2014). Por su parte, estas apro-
ximaciones no sólo conciben las políticas culturales teniendo en cuenta el rol ejercido
por las instituciones estatales y las acciones gubernamentales en el desempeño de
estas políticas, sino que incorporan las prácticas y formas de producción realizadas
por los agentes no estatales. Esta definición amplia de las políticas culturales destaca
el rol activo y los intereses muchas veces en disputa de los agentes sociales que inter-
vienen en este campo, al mismo tiempo que reconoce los posicionamientos de poder
desiguales y las relaciones de fuerza que operan en la configuración de estos procesos.
El hecho de que las políticas culturales sean también promovidas y genera-
das desde diferentes actores sociales supone una “tensión entre un Estado que debe
asumir ciertos roles dirigentes y, al mismo tiempo, observar cómo la sociedad lo
obliga a posesionarse como un promotor o facilitador de iniciativas propuestas des-
de otros lugares” (Vich 2014, 61). En vista de ello, podemos considerar al Estado
como algo más que una entidad unificada, instrumental y racional que opera de
“arriba hacia abajo”, ya que este está atravesado por múltiples lógicas, demandas e
intereses de grupos particulares que intervienen en la concreción de las políticas
(Shore 2010). De manera que explorar los devenires de las políticas públicas supone
reconstruir los múltiples procesos de divergencias y convergencias que operan entre
actores –heterogéneos– con desiguales cuotas de poder, sobre la base de contextos y
situaciones cambiantes.
23 Distintos autores advierten cómo los procesos de activación patrimonial ponen en marcha y posibilitan
la emergencia de demandas de diversos sectores y movimientos culturales que disputan algún grado de
reconocimiento de sus patrimonios locales a partir de su participación en la esfera pública (Morel 2009);
ver también Cruces (1998), García Canclini (1994), Rosas Mantecón (1998) y Rotman (2001).
“Se armó la milonga”: acerca de las políticas, el patrimonio y los espacios de baile de tango
Hernán Morel
P A N O R Á M I C A S
tacando los conocimientos, los saberes y las prácticas que singularizan a diferentes
grupos y comunidades que forman parte de la sociedad nacional. En relación con
ello, si bien algo importante es que estas nuevas concepciones y políticas de preser-
vación del patrimonio reconocen y definen sus aspectos inmateriales, no siempre
tienen demasiado presente la importancia que adquieren los lugares concretos, en
cuanto espacios sociales de pertenencia y reproducción cultural necesarios para
las personas y los grupos que se relacionan con el patrimonio cotidianamente. Más
aun, el problema aparece cuando las políticas de preservación del patrimonio in-
material se reducen al simple registro, inventario o relevamiento de los conoci-
mientos, las prácticas y las tradiciones, desconsiderando las condiciones materiales
necesarias para la existencia de dichas expresiones patrimonializadas y, por tanto,
no dando cuenta de la complejidad de las dinámicas y las prácticas culturales que
se pretende proteger (Tamaso 2005, 17).
A esto se agrega que, en el caso que analizamos, se requiere algo más que lugares
y personas para que esta práctica cultural pueda ser sostenida y reproducida en el
tiempo. Es decir, el montaje y la posibilidad de que se arme la milonga no se reducen
a la participación de los agentes que se despliegan hacia el interior de la misma (públi-
co asistente, profesores de baile, organizadores, músicos, musicalizadores, etcétera),
sino que también incluyen la intervención de un conjunto de discursos y prácticas
estatales que se manifiestan a través de leyes, reglamentaciones, burócratas, repre-
sentantes gubernamentales, entre otros. En tal sentido, al analizar situadamente y de
Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 27 · Bogotá, enero-abril 2017 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 121-140
doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda27.2017.05
24 Tal como destaca Antonio Arantes: “A construção de sentidos de lugar no espaço público é um processo
de grande importância para entender as questões atuais do patrimônio […]” (2006, 430).
“Se armó la milonga”: acerca de las políticas, el patrimonio y los espacios de baile de tango
Hernán Morel
9. García Canclini, Néstor. 1994. “¿Quiénes usan el patrimonio? Políticas culturales y parti-
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P A N O R Á M I C A S
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doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda27.2017.05
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140
Las prácticas funerarias en el Pucará de Tilcara (Jujuy,
Argentina). Nuevos aportes para su conocimiento a partir
del caso de la Unidad Habitacional 1*
Clarisa Otero**
Universidad Nacional de Jujuy, Universidad de Buenos Aires, CONICET, Argentina
Osvaldo J. Mendonça****
Universidad Nacional de Río Cuarto, CONICET, Argentina
DOI: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda27.2017.06
Artículo recibido: 17 de septiembre de 2015; aceptado: 09 de marzo de 2015; modificado: 24 de julio de 2016
* Este artículo es resultado del proyecto UBACYT Espacios domésticos Andinos: cambios y transformaciones
P A N O R Á M I C A S
en perspectiva histórica, financiado por la Universidad de Buenos Aires, y de los proyectos Procesos sociales,
paisaje y cultura material del sector central de la Quebrada de Humahuaca (Jujuy). Organización estatal de
una provincia del Collasuyu y Cronología y materialidades del Pucará de Tilcara (Quebrada de Humahuaca,
Jujuy), financiados en el marco del Programa de Reconocimiento Institucional de equipos de investigación
de la Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires.
** Doctora en Arqueología, Universidad de Buenos Aires. Investigadora CONICET, Universidad Nacional
de Jujuy, Instituto de Ecorregiones Andinas. Actualmente vinculada con el Instituto Interdisciplinario Til-
cara, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. Entre sus últimas publicaciones están:
coautora de “Chronology of Settlements With Pre-Inca and Inca Occupations Superimposed. The Case
of Pucará de Tilcara (Humahuaca Gorge, Argentina)”. Archaeometry 58 (5): 848-862, 2016. Coautora de
“Nuevas interpretaciones para la secuencia de ocupación de Tilcara (Quebrada de Humahuaca, Jujuy)”. In-
tersecciones en Antropología 16: 145-159, 2015, y coautora de “At the feet of the fortress. Late Pre-hispanic
Period (ca. AD 1200-1500) archaeofaunal assemblages analysis from Residential Unit (RU1), Pukara de
Tilcara (Jujuy, Argentina)”. PLoS ONE 11 (10). *clarisaotero@yahoo.com.ar
*** Master of Arts Anthropology, Universidad de Chicago. Profesora Asociada, Departamento de Ciencias
Naturales, Facultad de Ciencias Exactas, Físico-Químicas y Naturales, Universidad Nacional de Río Cuar-
to, Argentina. Entre sus últimas publicaciones están: coautora en “Dimensiones sociales del comporta-
miento mortuorio en Quebrada de Humahuaca, Jujuy, Argentina. Estudio comparado de cuatro sitios
funerarios”. En Avances Recientes de la Bioarqueología Latinoamericana, editado por Leandro H. Luna,
Claudia M. Aranda y Jorge Suby, 385-408, 2014. Coautora en “Violencia interpersonal en el NOA pre-
histórico: Expresiones regionales, socioculturales y cronológicas”. Estudios Atacameños, en prensa. *mbo-
rdach@exa.unrc.edu.ar
**** Master of Arts Anthropology, Universidad de Chicago. Profesor Titular, Departamento de Ciencias Naturales,
Facultad de Ciencias Exactas, Físico-Químicas y Naturales, Universidad Nacional de Río Cuarto, Investigador
CONICET, Argentina. Entre sus últimas publicaciones están: coautor de “Bioarchaeological research in Argen-
tina. Past, Present, and Future Changes”. En Archaeological Human Remains. A Global Perspective, editado por
Barra O’Donnabhain y María Cecilia Lozada, 13-27. Springer Briefs in Archaeology, 2014. Coautor en “Vio-
lencia interpersonal en el NOA prehistórico: Expresiones regionales, socioculturales y cronológicas”. Estudios
Atacameños, en prensa. *omendonca@exa.unrc.edu.ar
Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 27 · Bogotá, enero-abril 2017 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 141-163
doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda27.2017.06
L
a manipulación de los cuerpos, la cuidadosa disposición de las inclusio-
nes o acompañamientos funerarios, la rigurosa observación de los ritos
de pasaje destinados a asegurar tanto el reposicionamiento de la persona 143
fallecida dentro de la esfera de los vivos como su ingreso definitivo en el
mundo de los muertos, así como la preservación y la estrecha proximi-
P A N O R Á M I C A S
dad cotidiana con los difuntos, se cuentan entre las múltiples y variadas prácticas
que caracterizaron el comportamiento funerario en los Andes prehispánicos. Tales
prácticas pueden incluso enmarcarse dentro del ámbito de procesos geopolíticos con
fuerte trascendencia histórica como lo fue, por ejemplo, la esfera de la dominación
incaica materializada en el noroeste argentino, la cual, a su vez, seguramente respon-
dió a cosmovisiones, creencias y valores relacionados con la percepción cultural ante
el fenómeno de la muerte y con la relevancia del culto a los antepasados (Millones
y Kapsoli 2001; Nielsen y Boschi 2007). En la Quebrada de Humahuaca (provincia
de Jujuy, Argentina), el tipo de tratamiento que se les proporcionó a los difuntos a lo
largo de los diferentes períodos de su desarrollo cultural demuestra que estas creen-
cias, si bien en muchos casos resignificadas, perduraron en su gran mayoría hasta
bien adentrado el ámbito propio del dominio colonial.
Para la época prehispánica tardía, el Pucará de Tilcara presenta numerosas evi-
dencias que reflejan el desarrollo de prácticas relacionadas con la ejecución de ritos
funerarios, tanto a nivel doméstico como en espacios de uso colectivo. Asimismo,
la configuración espacial tanto horizontal como vertical1 de este importante sitio
1 Referimos a esta configuración en relación con los tres espacios sagrados de la cosmovisión andina: Ucu
Pacha, Hanan Pacha y Kay Pacha. Si bien se puede argumentar que estos planos respondieron al traslado
de la imagen ternaria cristiana (Steele y Allen 2004), Pease (2007) define al Ucu como uno de los dos mun-
dos que en la cosmovisión andina hacían, y aún en muchas comunidades hacen, referencia al mundo de
abajo, por donde transitan los difuntos, en forma opuesta al Hanan o mundo de arriba.
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El Pucará de Tilcara
Este sitio arqueológico, emplazado en el sector medio de la Quebrada de Huma-
huaca, se caracteriza por ser el poblado prehispánico de mayor extensión de toda
la región quebradeña. Su superficie abarca 17,5 hectáreas (Otero 2013). Geomor-
fológicamente se trata de un poblado asentado sobre un promontorio relictual y
naturalmente protegido del antiguo espolón sedimentario sucesivamente socavado
por el río Huichaira (donde otrora se construyó otro asentamiento prehispánico, el
144 denominado Pucará de Huichaira) y los ríos Grande y Huasamayo. A pesar de que
las estimaciones para el inicio de la ocupación del Pucará de Tilcara corresponden al
siglo XII d. C. fue durante la ocupación incaica cuando se produjo la mayor amplia-
ción de su traza edilicia como consecuencia directa de un considerable incremento en
la agregación habitacional. A partir del número de estructuras detectadas (588 unida-
des), se estima que durante ese período pudo albergar a más de mil quinientas perso-
nas, mayormente dedicadas a distintas actividades productivas y, en casos particulares,
a tareas de índole administrativa (ver la figura 1).
La extensión, complejidad arquitectónica, número de unidades habitacionales,
variedad de materiales recuperados y emplazamiento en un camino principal per-
mitieron definir al Pucará como un sitio de primer orden para la época preincaica
(Albeck 1992) y como el centro político y administrativo de mayor jerarquía du-
rante la dominación incaica (Otero 2013). Incluso, sobre la base de la información
consignada en las fuentes etnohistóricas se llegó a plantear que el Pucará de Tilcara
aparentemente habría funcionado como capital de la provincia incaica o wamani
de Humahuaca (González 1982; Williams 2004; Otero 2014). Este sitio, además de
cumplir con funciones políticas, también se constituyó como un importante centro
productivo. A partir de trabajos recientes de excavación en distintos sectores y de la
revisión de las colecciones de materiales excavados a principios de siglo XX, uno de
los autores (Clarisa Otero) ha podido detectar más de cincuenta talleres metalúr-
gicos y de lapidario destinados a la producción especializada de bienes suntuarios
(Otero 2015). Estos talleres se pueden definir como casas-taller, debido a que en
ellos se han identificado evidencias que hacen referencia tanto a actividades domés-
ticas como de producción multiartesanal (sensu Shimada 2007).
Las prácticas funerarias en el Pucará de Tilcara (Jujuy, Argentina).
Clarisa Otero, María Asunción Bordach y Osvaldo J. Mendonça
Figura 1. Plano del Pucará de Tilcara y trazado del sitio con referencias espaciales
145
P A N O R Á M I C A S
Fuente: los autores, basados en Zaburlín (2006) y Lanzelotti, Ochoa y Acuña (2012).
2 Se trata además de los siguientes documentos inéditos: 1909/1910, “Diario de campo de la 5a Expedición
Arqueológica de las Regiones del Norte Argentino”; 1917/1918, “Diario de campo de la 14a Expedición
de la Facultad de Filosofía y Letras”; 1928/1929, “Diario de campo de la 24a Expedición Arqueológica del
Museo Etnográfico”.
Las prácticas funerarias en el Pucará de Tilcara (Jujuy, Argentina).
Clarisa Otero, María Asunción Bordach y Osvaldo J. Mendonça
2016). A lo largo de estos tres siglos de ocupación, la biografía de esta vivienda sir-
vió para estimar tres etapas principales en su trayectoria que tuvieron que ver con
su construcción y desarrollo durante la época preincaica, su reconfiguración como
casa-taller a partir de la conquista incaica y posterior abandono y reutilización con
fines funerarios, tal como se mencionó, entre el intervalo final del siglo XV e inicios
del XVI d. C. (Otero 2013).
Figura 2. Planta de la Unidad Habitacional 1
147
P A N O R Á M I C A S
Fuente: los autores, basados en Tarragó (1992), y modificada por el arquitecto Joaquín Trillo. Ubi-
cación de los fechados presentados en la tabla 1, correspondientes a las dataciones de los pisos de
ocupación y las sepulturas. Las siglas S1, S2, S3, S4 y S5 refieren a las sepulturas detectadas durante
las diferentes etapas de excavación de esta Unidad.
148
Fuente: los autores. Curva de calibración ShCal04 (McCormac et al. 2004). Software utilizado Ox-
Cal v4.2 (Bronk Ramsey 2009). Calibración realizada por el Dr. Catriel Greco.
2007). Como unidad espacial discreta, no fue un mero contenedor de las actividades del
grupo social, sino que sufrió múltiples transformaciones a partir de la interacción entre
sus ocupantes, y de estos con la comunidad. Uno de los cambios más drásticos a nivel
de su estructuración doméstica posiblemente se produjo a partir de la reorganización
socioeconómica de la población local, en pos de los intereses del Estado incaico. En este
marco, la especialización de la metalurgia, actividad que realizaban los habitantes de
la UH-1 previamente a la llegada de los incas, debió generar grandes modificaciones.
En esta Unidad, al igual que se confirmó para el caso de otras viviendas del
Pucará (Otero 2015), se desarrollaron actividades productivas del tipo multiarte-
sanal (sensu Shimada 2007), tales como textilería, alfarería y metalurgia (Tarragó y
Albeck 1997; Otero y Cremonte 2014). No obstante, las características, abundancia
y diversidad de hallazgos presentes en los pisos de ocupación datados para la épo-
ca incaica reflejan que la producción metalúrgica estuvo destinada a un consumo
extradoméstico de diferentes objetos, entre ellos piezas de uso suntuario. A manera
de ejemplo, para producir un disco de metal, utilizando un molde circular bivalvo
hallado fracturado en dos de los recintos de la UH-1, por lo menos se debieron uti-
lizar dos kilos de mineral (Tarragó y González 1998, 192), lo que debió implicar un
suministro y control externo en el uso de los metales. Por otro lado, la morfología
idéntica y el tamaño de las estructuras de combustión identificadas en esta vivienda 149
son indicadores de una producción especializada en metalurgia (Otero 2013).
A partir de estas y otras evidencias recuperadas, tales como un importante nú-
P A N O R Á M I C A S
mero de herramientas (martillos, yunques, pulidores, morteros), crisoles, restos de
escorias y mineral, en el marco de las estrategias estatales para promover la especia-
lización de la metalurgia, la UH-1 se debió transformar en uno de los numerosos es-
pacios productivos del Pucará que se utilizaron para emplazar talleres aprovechando
las habilidades artesanales de ciertos miembros de las unidades domésticas preexis-
tentes a la llegada del Inca. Esto refiere a la incorporación de artesanos locales en la
política de producción implementada para un centro de gran envergadura como fue
este sitio. Es posible que el Estado valorara en gran medida el saber local relaciona-
do con el manejo avanzado del bronce estannífero, que perpetuaba una tradición
de fundido y moldeado de siglos, tal como se ha propuesto de forma genérica para
las sociedades que desarrollaron la metalurgia en el noroeste argentino (Angiorama
2003; González 2004; González y Tarragó 2005; Lechtman 2007).
Durante el transcurso del último intervalo, fines del siglo XV e inicios del XVI
d. C., esta casa-taller fue abandonada en cuanto espacio productivo y de habitación,
para luego ser posiblemente objeto de modificaciones estructurales y reacomoda-
miento sedimentario. Como consecuencia de esta dinámica, pasó únicamente a ser
utilizada como lugar de relocalización secundaria de entierros primarios en un osa-
rio y de ubicación de inhumaciones directas en distintos sectores. Las excavaciones
arqueológicas realizadas por el equipo de la Dra. Tarragó entre las décadas de 1980
y 1990, y las que desarrollamos durante el 2009, permitieron que, además del osario
construido en el patio central (R3.1) se detectaran otras cinco sepulturas, denomi-
Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 27 · Bogotá, enero-abril 2017 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 141-163
doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda27.2017.06
nadas S1, S2, S3, S4 y S5, respectivamente, en los recintos techados (R1, R2.1, R3.2 y
R3.3), y en un pequeño patio lateral (R2.2) (figura 2).
El osario constituye claramente un rasgo positivo con contorno en forma cir-
cular de 1,6 m de radio y 1,5 m de altura original estimada. Para su construcción se
levantó un muro curvo de piedra adosado al ángulo NE de las paredes perimetrales
norte y este del patio central, las cuales, por sus características constructivas, debie-
ron además funcionar como muros de contención del relieve en plano inclinado del
nivel aterrazado superior (ver la figura 4). Se trata de una construcción especial-
mente levantada por sobre el piso de ocupación de este patio, con la finalidad de
ser empleada para alojar secundariamente múltiples entierros, hecho posiblemente
originado por la necesidad de relocalizar restos procedentes de la remoción de inhu-
maciones primarias, encontradas durante el remodelado de espacios habitacionales
previos. Los cálculos del Número Mínimo de Individuos (NMI) permitieron iden-
tificar la presencia de un total de 21 individuos (11 adultos y 10 inmaduros, todos
estos menores de cuatro años de edad) en su interior (Adaro 2002).
Figura 4. Fotografía de los trabajos de excavación y del relevamiento altiplanimétrico del patio
central, Recinto 3.1, y del osario
150
3 La excavación del osario y la Sepultura 1, así como el estudio sistemático de los materiales osteológicos hu-
manos, fueron realizados por Mendonça y Bordach (1988), Adaro, Bordach y Mendonça (2005), Bordach,
Mendonça y Arrieta (2014).
4 El Geólogo Nicolás Larcher –con lugar de trabajo en el Instituto de Geología y Minería de la Universidad
Nacional de Jujuy– realizó la determinación del tipo de rocas con las que fueron confeccionadas las cuen-
tas (comunicación personal, marzo de 2016).
Las prácticas funerarias en el Pucará de Tilcara (Jujuy, Argentina).
Clarisa Otero, María Asunción Bordach y Osvaldo J. Mendonça
nes de pintura roja (ver la figura 5). Los restos óseos se encontraron cubiertos por una
delgada capa de cenizas. Durante la extracción, aunque no fehacientemente asociados
con este rasgo, se recuperaron además un pulidor silíceo con ranuras, posiblemente
utilizado como colgante, dos pucos de cerámica y panes de pigmentos (entre ellos
limonita, yeso y un polvo gris verdoso con contenido de cobre) (figura 5).
Figura 5. Materiales culturales del osario y la Sepultura 1. Arriba: cubilete de madera con restos
de pigmento rojo en su interior, pulidor silíceo y puco estilo Rojo Pulido. Abajo: fragmento de
calabaza seccionada, tarabita de hueso y fragmento de varilla de madera
P A N O R Á M I C A S
a la construcción del rasgo positivo (osario) y la subsecuente incorporación en su
interior de los restos relocalizados de maduros e inmaduros encontrados en éste.
Entre los restos óseos humanos del osario se hallaron entremezclados huesos de
camélidos, pedazos de madera, algunos con forma de astiles y restos de pintura roja,
un fragmento de espátula o varilla de madera de telar, restos de moldes para la pro-
ducción de objetos de metal mediante la técnica de la cera perdida; más de cuarenta
fragmentos de calabaza, parte de los cuales, a juzgar por el modo en que fueron
formatizados, debieron usarse como contenedores de líquidos; panes de pigmentos,
una tarabita de atalaje, posiblemente empleada con fines funerarios, y también va-
rios fragmentos de ollas, cántaros y pucos de cerámica (figura 5). Cabe mencionar
entre los hallazgos un peroné femenino adulto, que presenta en su extremo proximal
un tratamiento intencional de biselado en forma de espátula acompañado con nota-
ble pulido, que denota su reiterada utilización como instrumento. No se ha podido
determinar fehacientemente si la inclusión en el interior del repositorio corresponde
a un momento anterior o al del evento mismo de generación del osario (Bordach,
Mendonça y Arrieta 2014). Todos estos restos, tanto los óseos como los culturales, se
encontraron cubiertos por lentes entreveradas de ceniza y carbón.
Por último, y seguramente debido a los efectos de sucesivas acciones gravita-
cionales, la parte superior de la cámara que contenía el osario finalmente colapsó,
produciendo tanto la dispersión pendiente abajo de las rocas y clastos que constituían
su tapa de cierre como también el acarreo de la parte superior de sus contenidos.
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Entre los objetos que corresponden a este último evento de dispersión extracá-
mara de restos humanos e inclusiones culturales –todos los cuales se encontraron a
su vez integrando la matriz superior del relleno del patio– se pueden mencionar siete
cuentas de turquesa, un fragmento de valva de Pecten purpuratus Lam., numerosos
fragmentos de calabaza –algunos pintados en rojo y negro–, trozos de madera, un
vaso y una ollita de cerámica completos, y fragmentos de dos pucos (ver la figura 6).
Figura 6. Hallazgos dispersos extracámara. Cuentas de turquesa y un trozo de valva de Pecten
purpuratus Lam
Un aspecto que se debe mencionar y resaltar es que las piezas cerámicas inclui-
das en los eventos de inhumación habrían sido todas ellas previamente utilizadas
para otra función. En efecto, además de las incorporadas en el osario y la Sepultura
1, esta observación también se verifica en las diferentes piezas restringidas que fue-
ron aprovechadas como urnas para enterrar a otros dos párvulos por debajo del piso
del Recinto 3.1. Se trata de las Sepulturas 2 y 3 (S2 y S3) (figura 2), las cuales estaban
ubicadas junto al muro este del patio y en estrecha proximidad con la pared externa
del osario. Para colocar estas urnas se cortó el piso y se las colocó de manera tal que
sus tapas quedaban expuestas a 20 cm de este. Al estar ubicadas junto al muro Este
del R3.1, de forma lineal a la Sepultura 1, estratigráficamente se determinó que el
entierro de estos infantes fue contemporáneo al inicio del uso de la cámara de la
Sepultura 1 (Tarragó 1992).
El inmaduro depositado en la Sepultura 2 tenía entre 2,5 y 3 años (Adaro 2002).
Este infante se encontró colocado en el interior de una olla de estilo Angosto Chico
Inciso partida longitudinalmente (ver la figura 7). La olla presenta abundante hollín
tanto en su superficie como en la porción basal del cuerpo, lo que también evidencia
sus previos empleo y función. En el entierro que fue identificado como Sepultura 3
se utilizó una olla del tipo Ordinario, también con marcadas evidencias de exposi-
ción al fuego. En ella se encontraban los restos de un neonato de aproximadamente
tres meses de vida. La olla se encontró dispuesta de forma vertical, pero sin su base.
La apertura basal se encontraba a su vez sellada con una capa de barro, y la boca de
la olla poseía una base de cántaro como tapa. Esta base estaba colocada de forma tal
Las prácticas funerarias en el Pucará de Tilcara (Jujuy, Argentina).
Clarisa Otero, María Asunción Bordach y Osvaldo J. Mendonça
153
P A N O R Á M I C A S
La Sepultura 4, encontrada en la esquina NO del cuarto 2 del Recinto 3, al igual
que los hallazgos anteriores, fue excavada a fines de la década de 1980 (figura 2).
Este entierro también corresponde a la inhumación de un párvulo colocado sobre
el piso de habitación entre piedras paradas a modo de cámara. En este caso, nume-
rosos huesos de su esqueleto estaban ausentes. Parte de estos restos se encontraron
tapados por una capa de barro consolidado y rodeados de cenizas. La ausencia de
piezas esqueléticas podría deberse a una mala preservación postdepósito, o a la in-
troducción de brasas sobre el cuerpo del niño, práctica que ha sido informada para
otros sitios del Noroeste argentino. Como acompañamiento mortuorio presentaba
tres piezas cerámicas, entre ellas una jarra asimétrica, un cántaro morado alisado y
un puco interior negro pulido.
Una quinta y última sepultura (S5) fue detectada por uno de los autores
(Clarisa Otero) durante la continuación de las excavaciones en el Recinto 2.2 (figu-
ra 2). En el ángulo NO de este recinto, a unos 10 cm de la superficie, se detectó un
entierro primario, ya que sus elementos anatómicos se hallaron en perfecta relación
articular. Este esqueleto corresponde a los restos de una mujer adulta inhumada en
posición genuflexa, en decúbito lateral derecho, dentro de una cámara circular de
piedra de 1 x 1 m de diámetro y cubierta con lajas. Durante el proceso de excavación
se verificó que la cámara estaba parcialmente desplomada y que para su construc-
ción se había limpiado el piso de ocupación en desuso y colocado rocas que funcio-
naron como cimientos de esta estructura mortuoria positiva (ver la figura 8).
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154
Discusión y conclusiones
Las excavaciones arqueológicas realizadas en la Unidad Habitacional 1 brindan un
conjunto de elementos vinculados con el uso diario de los espacios domésticos y
habitacionales, que también se relacionan con aspectos específicos de las prácticas
funerarias de los antiguos habitantes del Pucará de Tilcara, que resultan particular-
mente observables para los momentos finales de la ocupación tardía de este conglo-
merado semiurbano.
En primer lugar, cabe mencionar la presencia del osario en el gran patio cen-
tral (R3.1). Como se señaló, se trata de un rasgo positivo, destinado a la relocaliza-
ción respetuosa de un conjunto de enterratorios que fueron objeto de remoción y
reacomodamiento por acciones y razones diversas. Entre las más probables, quizás
Las prácticas funerarias en el Pucará de Tilcara (Jujuy, Argentina).
Clarisa Otero, María Asunción Bordach y Osvaldo J. Mendonça
P A N O R Á M I C A S
ción. Los abundantes restos de origen estrictamente cultural hallados entre los huesos
humanos de este osario señalan, por un lado, la sucesión y concomitante secuencia de los
depósitos, también la migración vertical de elementos constitutivos de pequeñas dimen-
siones, y la pertenencia ergológica eminentemente doméstica de todos ellos.
La práctica más usual de entierro durante la época prehispánica tardía de la
Quebrada de Humahuaca parece haber sido debajo del piso de las viviendas. Esto,
unido a las dimensiones que presenta la cámara sepulcral y el número de individuos
que contenía, da asidero a la probabilidad de que el osario sea producto de la remo-
ción de entierros primarios en viviendas, y no en áreas específicas y segregadas del
espacio habitacional, como lo son los cementerios. En este sentido, la presencia de
inmaduros es un elemento más de juicio a favor de la hipótesis de la reutilización
perentoria del espacio. Por otro lado, la inclusión en el osario de individuos de muy
corta edad es una evidencia importante de que la práctica de redisposición incluyó
a los inmaduros como parte constituyente del todo que se buscaba preservar con el
reentierro. Cabe recordar que los inmaduros de corta edad no acumulan identidades
que les confieran el estatus de persona social (Palkovich 1980; Kamp 2001), sino que
conforman una suerte de sociedad con sus padres y con la persona social de éstos
(Beck 1990). Esta asociación puede manifestarse en el tratamiento funerario que
reciban, que está determinado y depende exclusivamente de sus progenitores.
En segundo lugar, y como otro tipo de práctica, se debe destacar el hallazgo de las
inhumaciones de cuatro inmaduros por fuera del osario, dos en urnas (S2 y S3) y dos
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enterrados de forma directa (S1 y S4), cuyos repositorios, tal vez por una cuestión
de mínimo impacto espacial, fueron dejados en sus lugares originales, no siendo
objeto de remoción y relocalización secundaria alguna. La variedad y fragmentarie-
dad de inclusiones funerarias acompañantes de estos inmaduros no alcanzan para
plasmar un universo conductual marcadamente diferente entre ellos. En efecto, nin-
guna de las configuraciones de inhumación escapa al tratamiento ni a la intenciona-
lidad de una voluntad estrictamente parental en la sepultura de pequeños perinatos
y/o recién nacidos, cuyo tratamiento queda de esta forma limitado exclusivamente
también al ámbito doméstico. Es posible suponer que fueron los padres, deudos y
actores directos y principales quienes proporcionaron un tratamiento funerario a los
pequeños habitantes fallecidos cuando estos aún no habían alcanzado un tiempo de
permanencia intrasocial como para hacerse acreedores de algún tipo de identidad,
o acumularla, que les permitiese trascender justamente el ámbito de la influencia
parental y doméstica arriba señalado.
Por otro lado, cabe referirnos al hallazgo de un único individuo adulto femeni-
no primariamente inhumado en un patio de la UH-1. Su sepultura reitera asimismo
un patrón de inhumación de relación doméstica, vertical, donde, al igual que para
la construcción de la estructura del osario, se despejó el piso de ocupación para co-
156 locar las piedras que cimentaron la base de la cámara. A partir de la correlación de
los resultados de los fechados obtenidos para este piso (tabla 1, ver fechados nos 1 y
2), con el resultante del análisis por AMS de uno de los huesos de esta mujer (tabla
1, ver fechado n° 5), se pudo comprobar una aparente contemporaneidad entre los
eventos de uso de este espacio durante la época incaica. No obstante, la superposi-
ción estratigráfica da cuenta de la sucesión de estos eventos (Tarragó 1992). En este
sentido, se debe señalar que el aporte radiocarbónico no necesariamente prevalece
respecto de aquello que ha sido registrado durante las excavaciones. Esto también se
verifica al considerar los resultados de las dataciones obtenidas para el osario y los
pisos de ocupación del patio central (R3.1) y los cuartos adosados (tabla 1). Si bien
los resultados de los fechados realizados con muestras de las distintas extracciones
se agrupan en el mismo rango temporal, al igual que las dataciones de los pisos, la
superposición entre ellos es clara. Se debe tener en cuenta que se trata de una serie
de eventos complejos de mayor proximidad temporal que la que puede ser distingui-
da con el método radiocarbónico.
En cuanto a la ubicación de la UH-1, en primer lugar, se debe destacar la notable
proximidad de las diferentes estructuras que la componen en relación con el sector del
Pucará de Tilcara, alejado y periférico, tradicionalmente denominado Barrio Corrales.
Es importante señalar su posición, marcadamente cercana respecto de los límites de la
periferia sur del poblado, ya que se trata sin duda de un sector con características de
marginalidad edilicia respecto de los lugares con más densa y cercana aglomeración de
construcciones (Otero y Cremonte 2014). De esta manera, tanto unas viviendas como
otras ponen de manifiesto los problemas y conflictos que posiblemente deben haber
surgido como consecuencia de una notable saturación de los espacios disponibles para
Las prácticas funerarias en el Pucará de Tilcara (Jujuy, Argentina).
Clarisa Otero, María Asunción Bordach y Osvaldo J. Mendonça
P A N O R Á M I C A S
del tratamiento respetuoso de los muertos, aun de aquellos encontrados durante las
tareas de redimensionamiento espacial de las unidades destinadas al uso doméstico.
La relocalización de los enterratorios primarios eventualmente perturbados,
como consecuencia de la necesidad de redimensionar las construcciones de ámbi-
tos habitacionales para uso tanto artesanal como doméstico, señala la existencia de
profundos lazos cosmológicos indicadores de vínculos estrechos existentes entre el
mundo de los vivos y la esfera propia de los muertos. Esta circunstancia se observa
como una constante en el comportamiento funerario de los antiguos habitantes del
Pucará, y seguramente es extensiva al ámbito global de la Quebrada de Humahuaca
y posiblemente también a sus regiones aledañas.
Por último, la determinación etaria y sexual proporcionada por Adaro (2002) nos
permite asimismo reflexionar sobre la estructura y el tamaño del grupo social que habitó
la Unidad Habitacional 1. La cuantificación de los veinticinco individuos que se inclu-
yeron en las distintas sepulturas de la UH 1 no significa que esta fuera habitada exclu-
sivamente por este número de personas. A excepción de la mujer de la Sepultura 5, los
párvulos de las Sepulturas 2, 3, 4 y el niño colocado en la base de la Sepultura 1, todos
los restantes individuos fueron relocalizados en el osario. Esto podría implicar que
quizás no habitaron necesariamente en vida la Unidad Habitacional 1 tal como fue
encontrada, sino que llegaron a ocuparla como consecuencia de la reocupación de
otros espacios en momentos en que el agrupamiento poblacional del Pucará alcan-
zaba su mayor expresión. En el caso de los individuos inmaduros identificados en los
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entierros primarios se puede estimar que formaron parte del grupo de ocupantes de
esta Unidad, considerando que este conjunto osteológico se encuentra mayormente
representado por niños de muy corta edad (entre el nacimiento y los tres años de
vida) y que las características de sus inhumaciones expresan un tratamiento funerario
practicado estrictamente dentro del ámbito doméstico por sus familiares directos.
Por otro lado, la existencia de una estructura funeraria positiva en el Barrio
Corrales, cuya finalidad ha sido albergar restos humanos muy probablemente proce-
dentes de entierros primarios, es un hecho peculiar, aunque no único en la Quebrada
de Humahuaca (Cremonte et al. 2006-2007; Nielsen y Boschi 2007). Es destacable, sin
embargo, la construcción de esta cámara cuando, tal como se señaló, el patrón gene-
ral de inhumación que parece ser la regla en las poblaciones en estudio es negativo
(entierro). El osario sería, entonces, una estructura funeraria levantada intencional-
mente y claramente visible a la distancia. Un examen detallado de la distribución es-
pacial horizontal (colapso), y en particular la vertical (intracámara) de los materiales
recuperados, permite visualizar una muy cuidadosa redisposición de los individuos
removidos de sus enterratorios originales e inferir que la conformación del osario
no fue aleatoria. En efecto, el ingreso de los cráneos en último lugar, coronando el
conjunto de las otras inclusiones óseas, es un evento que sugiere fuertemente el va-
158 lor tanto ritual como simbólico de este hallazgo (Buechler 1980; van Kessel 2001),
ya que el cráneo es el complejo anatómico con mayor poder simbólico para repre-
sentar el fenómeno de la muerte (Adaro 2002; Adaro, Bordach y Mendonça 2003).
Vinculado también con aspectos rituales estaría el hallazgo de un peroné humano
tallado intencionalmente para darle la forma de una espátula, que permitiría inferir
su conexión con prácticas chamánicas y el posible uso de alucinógenos con el fin de
establecer nexos entre las distintas esferas cosmológicas, tal como han sido propues-
tas para el Mundo Andino.
La construcción del osario en la Unidad Habitacional 1 tiene un claro significado
social y cultural. Por sus características de recinto-monumento (Bordach, Mendonça
y Arrieta 2014), podría ser definido como rasgo potente, posiblemente reconocido e
interpretado como tal, tanto por los de adentro como por los de afuera del Pucará.
Puede entonces conceptualizarse como una variante más de la utilización por parte
de los vivos de sus antepasados para afianzar el sentido de la pertenencia, el derecho
y la defensa de un espacio valorizado como propio. Hay indicios de la presencia de
esta práctica desde que tiene lugar el fenómeno de concentración poblacional en
lugares estratégicos, origen de la aparición de centros semiurbanos. Su manifesta-
ción parece haber respondido a una diversidad de factores, entre los que se cuentan
el surgimiento de jerarquías y estratificación social y la necesidad concomitante de
contar con un poder centralizado; el control de recursos naturales considerados li-
mitados, tales como las fuentes de agua, captación de éstas para asegurar el adecua-
do regadío, por medio de las larguísimas acequias y/o canales en el curso superior
del río Huasamayo (González 2011), y la defensa territorial. Esta circunstancia es
coherente con la información etnohistórica vinculada con la defensa del Valle por
Las prácticas funerarias en el Pucará de Tilcara (Jujuy, Argentina).
Clarisa Otero, María Asunción Bordach y Osvaldo J. Mendonça
parte de las etnias quebradeñas (González y Pérez 1972; Ottonello y Lorandi 1987;
Tarragó 2000), y en particular con la protección del Pucará de Tilcara en un momen-
to en que, por la densidad demográfica, el control de puntos estratégicos de acceso a
las tierras fértiles era crucial. Este pudo ser el caso del valle de altura de El Alfarcito,
distante solamente a unos siete kilómetros hacia el Este y cuya vía de acceso a través
de la Garganta del Diablo es perfectamente defendible y controlable desde el Pucará.
Dado el carácter conservador de las tradiciones en las sociedades andinas, y
teniendo en cuenta que el culto a los ancestros ha constituido desde siempre parte
esencial de la religión (Zuidema 1973), consideramos que el uso de los antepasados
en la legitimización de distintas prácticas territoriales tuvo una larga presencia en
la región. Los ancestros no sólo le dan identidad a la comunidad sino que también
legitiman su posesión de tierras y recursos (Gil García 2002). De allí la significación
del osario vigente hasta la época de los primeros contactos con los europeos. Si se
tiene en cuenta que los ancestros cobraban mayor relevancia en tiempos de crisis por
interceder con el mundo sobrenatural (Ramírez 2008, 8), la manipulación, relocali-
zación e incorporación de ofrendas durante los momentos Inca e Hispano-indígena,
como se registra para el caso de la Unidad Habitacional 1, podrían sugerir el reite-
rado pedido de alivio ante el impacto de la dominación incaica, y la incertidumbre
ante los primeros intercambios con el español, evidenciados por la inclusión entre 159
los objetos culturales del osario de una pieza cerámica atribuible a este momento
(Otero 2013). Es posible que el culto a los ancestros de la comunidad local haya su-
P A N O R Á M I C A S
pervivido al culto solar Inca. De allí que el Pucará, en el momento de su abandono
en tiempos históricos, pudo haber adquirido otro sentido resignificándose como
residencia de los antepasados. En este sentido, la construcción de una estructura
funeraria positiva, visible a la distancia, es coherente con la interpretación que se ha
hecho en vinculación con el uso de los antepasados para afianzar derechos territo-
riales y de acceso a los recursos de distintos ambientes (Charles y Buikstra 1983).
En síntesis, aunque con variaciones conductuales propias de cada caso con-
siderado, podemos evaluar que el respeto hacia los muertos abarcó entonces todas
las categorías de edad y de sexo entre los antiguos habitantes del Pucará de Tilcara.
La variación general observada en el tratamiento funerario señala la existencia de
diferencias en los modos de inhumación pero también pone de manifiesto la unifor-
midad de pertenencia social de estos individuos habitantes del común del pueblo y
de posiciones periféricas respecto de la mayor diversificación y densidad construc-
tiva de otros sectores del Pucará. La descripción, el análisis y el tratamiento crítico
comparativo entre ambos serán objeto de una próxima publicación.
Agradecimientos
A Myriam Tarragó y a Guillermo Madrazo por introducirnos y orientarnos generosa-
mente en la apasionante historia prehispánica de la Quebrada. A Marta Ottonello por su
apoyo desde la Dirección del IIT durante las excavaciones; a María Ester Albeck, Marta
Susana Ruiz, María Beatriz Cremonte, Milena Calderari, María Clara Rivolta, Susana
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P A N O R Á M I C A S
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R E S E Ñ A S
Camilo Jaramillo*
Universidad de Wyoming, Estados Unidos
DOI: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda27.2017.07
“E
n el principio fue la guerra y todo en América Latina tiene la
marca de esa experiencia bélica fundacional, el big-bang que
habría hecho posible la independencia, naciones, realidades
políticas, [y] soberanías” (p. 88). Esta certera oración, escrita
por Álvaro Kaempfer en la colección de ensayos que este texto 167
reseña, es la idea estructural del reciente libro editado por Felipe Martínez-Pinzón y
Javier Uriarte, Entre el humo y la niebla: guerra y cultura en América Latina. Aunque
R E S E Ñ A S
informado por discusiones políticas e históricas, Entre el humo y la niebla busca
reflexionar, sobre todo, y como su título lo dice, acerca del campo de las representa-
ciones culturales y las maneras en las que estas han pensado y teorizado la guerra y,
de paso, reforzado o desestabilizado lo que se entiende por ella. Al enfocarse en la
literatura, la fotografía u otras formas de prácticas culturales, el libro llena un vacío
en la producción académica latinoamericana, a la vez que extiende el diálogo con
otras publicaciones de algunos de los autores también incluidos en la colección de
ensayos, como los de Julieta Vitullo, Martín Kohan y Sebastián Díaz-Duhalde1. Uno
de los hallazgos fundamentales del libro está en trascender la idea de la guerra como
acto político e histórico y preguntar, como lo hacen los editores, “de qué hablamos
cuando hablamos de guerra” (p. 24). Así, pensada a partir de sus representaciones
culturales, la guerra se revela como una maquinaria cultural que moviliza las ma-
neras en las que se entienden y construyen los espacios: la guerra, nos convence
este libro, es un acto de espacialización. Estas representaciones permiten entender
* Profesor de Spanish and Latin American Literature, Universidad de Wyoming. Entre sus últimas publi-
caciones están: “Green Hells: Monstrous Vegetations in 20th-Century Representations of Amazonia”. En
Plant Horror: Approaches to the Monstrous Vegetal in Fiction and Film, editado por Angela Tenga y Dawn
Keetley, 91-109. Palgrave Macmillan, 2017. *camilojaramilloc@gmail.com
1 Me refiero a los libros Islas imaginadas: la guerra de las Malvinas en la literatura y el cine argentinos (2012)
de Julieta Vitullo, El país de la guerra (2015) de Martín Kohan y La última guerra: cultura visual de la
guerra contra el Paraguay (2015) de Sebastián Díaz-Duhalde.
Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 27 · Bogotá, enero-abril 2017 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 167-172
doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda27.2017.07
la guerra como una maquinaria y “epistemología estatal” (p. 11), y pensar las conti-
nuidades y similitudes entre los actos de hacer la guerra y constituir el Estado. Pero,
sobre todo, y este es uno de los puntos neurálgicos del libro, se revela la guerra como
laboratorio de representación y de ficción que lleva a los límites al lenguaje, a la for-
ma y a sus significados: nos presenta la guerra como una “tecnología discursiva” (p.
5). Al hacer todo esto, Entre el humo y la niebla señala un corpus de representaciones
culturales sobre la guerra y consolida un inicio para pensar el tema como eje de la
cultura del continente.
El punto de partida es, más que la definición, la discusión de la indefinición
del concepto de guerra y la delimitación de lo que se entiende por ella. Los editores
parten de la idea de esta como “práctica militar y discursiva que da forma a la exis-
tencia/inexistencia del Estado-Nación moderno” (p. 12) y proponen “pensar la gue-
rra como manera de entender las dinámicas de poder que constituyen el Estado, y
que espacializan la geografía imaginada de las naciones y las regiones que componen
América Latina” (p. 26). Este posicionamiento sobre lo que se entiende por guerra
se amplía y complica a lo largo de los catorce ensayos mediante una reflexión sobre
la cercanía de la guerra con la idea de la revolución (ver, por ejemplo, los ensayos de
Juan Pablo Dabove y Wladimir Márquez-Jiménez incluidos en el libro), y se proble-
168 matiza con reflexiones sobre esa nueva forma de hacer guerra como “condición per-
manente” (p. 10) entre Estados y sujetos en conflicto continuo, como es el ejemplo
que expone el ensayo de João Camillo Penna sobre las favelas de Río de Janeiro. A
través del recorrido de los ensayos presentes en la edición queda en evidencia la va-
riedad de formas en las que la guerra se ha manifestado en Latinoamérica y, de ahí,
su dificultad para teorizarla. A propósito de esto, Entre el humo y la niebla, aunque
no la contesta, prepara el terreno para una pregunta por la transformación radical de
la idea de guerra en los Estados neoliberales contemporáneos (y la transformación
de la idea de Estado como tal) atravesados, en el caso particular de Colombia y Mé-
xico, por la guerra contra el narcotráfico.
Frente a la relación entre la guerra y el Estado, los editores se preguntan “si
hacer estado es hacer la guerra” (p. 23) y señalan el acto bélico como una de las ma-
neras más emblemáticas de visibilidad y praxis de este. Pensando en las maneras en
las que se visibiliza y teoriza la guerra, cabe resaltar el ensayo de Álvaro Kaempfer,
“El crimen de la guerra, de J. B. Alberdi: ‘Sólo en defensa de la vida se puede quitar la
vida’”, que ofrece un análisis de cómo esta, constituida como excepción, termina, sin
embargo, volviéndose la “matriz política, económica, social y cultural” del continen-
te (p. 86). El ensayo, a través de un análisis del discurso político de Alberdi, identifica
uno de los posibles precedentes para pensar la guerra desde y para Latinoamérica.
Extendiendo la reflexión sobre el estado de excepción como categoría constitutiva
del poder del Estado, aparece y reaparece a lo largo de los ensayos la teorización
de la guerra alrededor de las teorías de biopolítica y excepcionalidad de Giorgio
Agamben, resaltadas a partir de estudios sobre la animalidad y sobre criaturas um-
brales que señalan los límites entre el ser social y el ser animal (ver, por ejemplo, los
Entre el humo y la niebla: guerra y cultura en América Latina
Camilo Jaramillo
R E S E Ñ A S
se ejerce contra el espacio mismo. Así, la guerra aparece como mecanismo de inte-
gración de la selva al imaginario y a la economía de la nación, y como recuperación
de un espacio-tiempo que amenaza con corroerlo todo. Guerrear es así, también,
ordenar y rescatar. Del ensayo de Martínez-Pinzón hay que resaltar la inclusión y
el análisis de una mirada poco frecuente en la literatura, aquella que se da desde
el avión. También como maquinaria de guerra, el avión posibilita otra manera de
relacionarse y dominar el espacio. Contrario al de pronto encima que analiza Kohen,
el avión es una manera de hacer, de ver y de espaciar la guerra desde la distancia,
una distancia que ayuda a obnubilar y desaparecer la ética que se pone en juego en
la guerra. (Para más sobre la relación entre guerra y espacio, ver el ensayo de Kari
Soriano Salkjelsvik incluido en el libro).
La guerra es también maquinaria de tiempo: aparece, por ejemplo, en la emer-
gencia de las ruinas tras la guerra de Canudos, que analiza Javier Uriarte; en las foto-
grafías que son índice de muerte, en el ensayo de Sebastián J. Díaz-Duhalde, o en el
tiempo corroedor de la selva que se contrasta con el tiempo productivo de la nación,
y hasta en el de pronto encima que trabaja Kohen. Pero si bien Entre el humo y la nie-
bla deja claro que la guerra es cuestión de espacio, deja abiertas preguntas sobre la
guerra como un mecanismo que impone, produce u oculta ciertas temporalidades.
Cabría preguntarse, entonces, por cuál es la temporalidad de la guerra y por el tipo
de temporalidades que impone. En el discurso de la nación, la guerra hace parte de la
puntuación de la Historia, y, junto con sus formas de ejercitar poder y de crear espa-
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cios y geografías, impone una narrativa de tiempo en aquello que Benjamin llama “a
homogeneous, empty time” (2014, 261). Visto así, la guerra produce y participa de
una cierta idea (hegeliana) del tiempo como Historia, de la cual habría que generar
una distancia crítica. Por otra parte, el trauma de la guerra se recuerda, no sólo en
la conmemoración del museo, como lo analiza M. Consuelo Figueroa G. en su en-
sayo sobre la celebración de guerras en Chile, sino como memoria traumática que
se personaliza, se revive, se recuenta, se negocia, y en su proceso se fragmenta en la
temporalidad del yo.
Pero más allá de la reflexión sobre el Estado, el espacio o el tiempo, el epicen-
tro del libro está en lo que, imitando las palabras de los editores, la guerra le hace
al lenguaje. Uno de los más sólidos aportes del libro radica en la propuesta de la
guerra como mecanismo de reflexión sobre la representación y como laboratorio
de producción literaria. Como explican los editores, la guerra, “a la vez que produ-
ce lenguaje y es producida por el lenguaje, lo trastoca, lo cambia, transformando a
quienes nombra o deja de nombrar” (p. 25). En otras palabras, la guerra nos acerca al
límite del lenguaje y de la representación, a “su indecibilidad e inestabilidad” (p. 25).
Es por eso que la guerra, como tal, casi no está. Está su antes, su después, su espera o
su mientras tanto, pero no la guerra en su bulla y su acción. De ahí, entonces, que la
170 guerra sea aquello que está entre el humo y la niebla, en esas zonas difusas que la gue-
rra quiere aclarar, y entre esos humos que deja la batalla: “el Estado concibe la guerra
como una disipación de zonas de niebla que distorsionan su mirada al permanecer
impenetradas por ella” (p. 8). Pero a su vez, “el humo […] es también la huella, el
trauma, el conjunto de los discursos que acompañan y suceden al conflicto” (p. 9).
A los límites del lenguaje y de lo indecible nos lleva el ensayo de Javier Uriarte
sobre Os sertões (1902) de Euclides da Cunha, incluido en Entre el humo y la nie-
bla. En su lectura sobre los acontecimientos de Canudos, en Brasil (1897), la guerra
emerge como una lucha con el lenguaje y la imposibilidad de este de decir, de dar
cuenta de. Dice el autor:
Creo que el logro más importante de Os sertões no radica en las férreas certezas
del narrador, sino en el derrumbe de las mismas. Se trata de la textualización de
una incomprensión: es el dejar de reconocerse o el reconocerse como otro, como
incapaz de entender del todo, el desnudar la guerra como imposibilidad de la
mirada. Al mismo tiempo que hace presente este límite y reconoce la insuficien-
cia de la mirada del narrador, Os sertões presenta la lucha de este último con su
propia capacidad de decir. Es en gran medida un libro sobre el propio lenguaje
llevado a sus límites máximos, en lucha consigo mismo. (p. 139)
R E S E Ñ A S
La guerra, pues, se presenta como momento de rearticulación de la voz, el len-
guaje, y rearticulación de las políticas que determinan su legibilidad y sentido.
Me interesa resaltar el ensayo de Sebastián J. Díaz-Duhalde, “‘Cámara bélica’:
escritura e imágenes fotográficas en las crónicas del Coronel Palleja sobre el Para-
guay”. Este ensayo introduce la cultura visual como parte fundamental del corpus de
representaciones culturales sobre la guerra. Como rastro de la muerte, la fotografía
visibiliza la guerra sólo cuando esta ya no está; aparece, como dice el autor del en-
sayo, “como un resto” (p. 64). Es decir, aunque la hace visible, al registrar eso que ya
no está presente, la ubica de nuevo en el humo y en una ambigua categoría temporal.
Por otra parte, el ensayo de Díaz-Duhalde extiende la reflexión sobre los límites de la
representación al proponer que en los escritos del coronel Pallejas, la fotografía entra
a renovar y transformar el discurso narrativo, generando un “nuevo sistema repre-
sentacional” (p. 74) en el que el lenguaje “echa mano de procedimientos fotográficos
para ‘hacer visible’ la guerra” (p. 69); de nuevo, la guerra como laboratorio de una
literatura que busca salirse de sus convenciones. En relación con la cultura visual y
el campo de los estudios interdisciplinares, habría que notar la ausencia en el libro
de estudios sobre la guerra en el cine. Películas como La hamaca paraguaya de Paz
Encina (2008), sobre la guerra del Chaco; La sirga de William Vega (2013), sobre el
conflicto armado colombiano, o incluso Tropa de élite de José Padilha (2007), sobre
las favelas de Río de Janeiro, son algunos ejemplos de producciones fílmicas que
Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 27 · Bogotá, enero-abril 2017 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 167-172
doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda27.2017.07
en los últimos diez años han pensado la guerra, la violencia y la nación en formas
similares a las que los ensayos de Entre el humo y la niebla elaboran críticas del tema.
Queda la pregunta abierta: ¿cómo ha aparecido la guerra en el cine latinoamericano?
Los aciertos de Entre el humo y la niebla son muchos. El libro está informado por,
y a la vez extiende, debates contemporáneos relacionados con la soberanía del Estado
y sus límites, la biopolítica, los estudios animales y, en general, sus reflexiones sobre
el rol de la literatura y los estudios literarios para darles continuación o interrupción a
los aconteceres políticos del continente. La capacidad de la literatura como herramienta
que obliga a generar una distancia crítica frente a la guerra, y de paso, también, frente
a los discursos nacionalistas se ve con claridad en el ensayo de Julieta Vitullo sobre
la guerra de las Malvinas (de 1982) incluido en Entre el humo y la niebla: “La gue-
rra contenida: Malvinas en la literatura argentina más reciente”. Vitullo afirma, por
ejemplo, que “la ficción se impuso como interrupción de los discursos sociales y
mediáticos sobre la guerra, constituyéndose como saber específico, con estatuto y
reglas propias” (p. 272). El libro, editado por Felipe Martínez-Pinzón y Javier Uriar-
te, identifica un corpus de producciones corporales y consolida un campo de estudio
amplio, sólido y relevante. El libro expone y desarrolla aquello que indica Vitullo: las
representaciones culturales se constituyen como un saber específico que nos obliga a
172 generar una distancia crítica respecto al fenómeno de la guerra y sus consecuencias.
El libro es, pues, un punto de partida clave para el campo de estudios que inaugura.
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D O C U M E N T O S
DOI: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda27.2017.08
Claudio Lomnitz**
Universidad de Columbia, Estados Unidos
P
A la memoria de Rodolfo Stavenhagen (1932-2016)
D O C U M E N T O S
participación directa en los crímenes del nazismo durante la guerra, a menos que las
investigaciones de archivo, aún no concluidas, mostraran que hubiese tenido algún
papel en la inteligencia y el espionaje nazi en Colombia, cosa que no se puede des-
contar de antemano, aunque parece sumamente improbable, y en lo personal y por
los indicios que tenemos, no creo que haya sido el caso.
Las tesis que propongo aquí son, en su conjunto, un intento de enmarcar el
significado de esta experiencia para la antropología colombiana. No es evidente
en sí mismo que el pasado fascista de Reichel haya tenido relevancia para la
valoración del papel histórico de quien se ha dicho “ha sido la mayor influencia
de la antropología colombiana” (Ardila 1997, 6), como tampoco es evidente que no la
tenga. ¿Cómo pensar la cuestión de la relevancia del pasado nazi de Reichel para la an-
tropología colombiana? El propósito de estas tesis es contribuir a pensar esta cuestión.
Tesis 1ª. No existe el “nazi eterno”. El nazismo, como cualquier formación cultural
y política, es un fenómeno histórico. El hecho de que Reichel proviniera de una familia
rebosante de nazis, y que en su juventud y temprana adultez hubiera sido un fascista
militante convencido y violento, no implica necesariamente que su racismo y ultrade-
rechismo hayan continuado después, durante sus años en Alemania o en Europa. Es
probable, aunque no seguro, que Reichel haya cambiado, y que haya hecho de lado al
nazismo desde su llegada a Colombia, o incluso posiblemente un poco antes, en París.
Tesis 2ª. El nazismo de Reichel fue un aspecto profundamente vergonzozo de
su historia; por lo tanto, no se puede descontar que careciera de mucho significado
personal para él durante el resto de su vida. La vergüenza de Reichel queda demos-
trada, no únicamente por el silencio que guardó respecto de su nazismo, incluso
dentro de su familia, sino también por la forma en que mintió respecto de su pasado.
Así, cuando la Universidad de los Andes le confirió un doctorado honoris causa,
pocos años antes de su muerte, Reichel explicó las causas por las que había estudiado
178 antropología, diciendo haberse “criado en un ambiente de libros, de antigüedades y de
conversaciones inteligentes”, en un “imperio multinacional situado en una encrucijada
de culturas, razas e idiomas”, y haber recibido su “educación secundaria en un anti-
quísimo convento de benedictinos, donde se despertó en mí un vivo y duradero amor
por la filología, la mitología griega y romana y, en general, por la historia del Medite-
rráneo [...]”. Habría sido en aquel ambiente familiar y escolar donde, según Reichel, se
fincaron en él “las primeras bases de una formación humanística y de un interés cada
vez más fuerte en la pluralidad de las culturas y con ello en la asombrosa diversidad
de motivaciones y metas de las sociedades humanas” (Reichel-Dolmatoff 1991, 11).
Sin embargo, Augusto Oyuela Caycedo ha documentado que el padre de Gerardo
Reichel mantuvo amistad personal con Hitler, y fue el enviado del Príncipe de Baviera
ante el futuro “Führer” para negociar una relación política entre ambos. Es un dato que
califica las “conversaciones inteligentes” de la familia en que se crió nuestro sujeto, y las
revela como parte de un ámbito que de ninguna manera sentaba bases para “una for-
mación humanística” interesada por o comprometida con “la pluralidad de las culturas”.
En cuanto a la educación humanista que supuestamente recibió en el convento
benedictino de Kremsmünster, Oyuela explica que Reichel “[...] crea secretamente en
1928, un grupo (Orsgruppe) de Juventudes Hitlerianas, las cuales se fundan por prime-
ra vez en 1926 y entran a familiarizarse con los escritos de Goebbels, Gregor Strasser
y Otto Bangert sobre la historia y la situación de Alemania. Menciona también que
recibió una copia autografiada de Hitler de ‘Mein Kampf ’” (Oyuela Caycedo 2012, 13).
El hecho de que Reichel haya seguido mintiendo de esta manera acerca tan
pública su pasado, y ya como un viejito, y en un momento en que se celebraba su
vida, y además que sus mentiras se hayan orientado a la glorificación de su familia,
Debates en torno a la figura de Gerardo Reichel-Dolmatoff
Claudio Lomnitz, Erna von der Walde, Gerhard Drekonja-Kornat y Roberto Suárez M
D O C U M E N T O S
sí mismo y de la cultura de la que proviene; es una dignificación a través de una
cura, que se da en el proceso de encuentro esforzado y de rescate obsesivo del
indio por parte de un occidental.
Tesis 4ª. La dignificación que Reichel le habría conferido al “indio colombiano”
se fincó en tres operaciones: la cronología arqueológica, la escritura etnográfica y la
valoración estética. Cada una de esas operaciones sirve a su vez de fundamento para
productos secundarios que han sido fundamentales para la cultura pública colom-
biana, como exhibiciones de museo, libros o imágenes fotográficas para el público
general. Había por eso importantes coincidencias entre el interés de Reichel por la
coherencia filosófica del indio y los intereses del turista, del Gobierno y del educador
por retratar a las sociedades indígenas como un mundo paralelo y prístino.
Tesis 5ª. La visión de lo indio como un mundo paralelo “dignifica” más y mejor
que la del mundo indígena como campo de sometimiento. La cultura del someti-
miento difícilmente puede ser “coherente” porque carece de autonomía: responde y
es siempre sensible a las exigencias de la cultura dominante. El anhelo de hallar un
mundo indígena puro y apartado es bastante antiguo y mana de lo que podríamos
llamar la melancolía de la conquista, es decir, de la conciencia de que el contacto con
la alteridad radical trastoca la cultura de manera irreparable. Esta conciencia de la
alteración por contacto explica dos figuras de la visión de Reichel acerca de su propia
antropología: primero, la del trabajo etnográfico como una conversación entre es-
pecialistas (el chamán-filósofo y el antropólogo-filósofo), y segundo, la del papel del
Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 27 · Bogotá, enero-abril 2017 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 177-203
doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda27.2017.08
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Universidad de los Andes.
181
D O C U M E N T O S
Comentario a las “Nueve tesis acerca de la relevancia del nazismo de
Reichel para la antropología colombiana” de Claudio Lomnitz
Erna von der Walde*
Filiación XX, Colombia
E
s un honor que se me haya pedido comentar las tesis de Claudio Lom-
nitz acerca de la relevancia del nazismo de Gerardo Reichel-Dolmatoff
para la antropología colombiana. Al mismo tiempo, puesto que no soy
antropóloga, esta tarea constituye un desafío que tal vez exceda mis ca-
pacidades para hacerles justicia. Me interesa ante todo resaltar que el
propósito es entablar una conversación y examinar con cuidado, en la medida de lo
posible, los elementos que permiten avanzar en ese propósito.
Las tesis tocan tres puntos fundamentales: el pasado nazi de Reichel y el silencio
con el que se encubrió este pasado, su labor como antropólogo y la visión idealizada del
indígena que construye como sanación de la culpa, y por último, una apreciación del impacto
que tal idealización del indígena tiene sobre la antropología colombiana.
182 Los planteamientos de Lomnitz son pertinentes y merecen ser discutidos. Jus-
tamente por esa razón, me parece importante establecer con claridad las “fallas” en el
argumento. Y me refiero a fallas no en el sentido de errores, sino en un sentido más
geológico, como las fisuras o grietas que permiten leer críticamente su exposición.
Lomnitz retoma el debate generado alrededor de las revelaciones que hizo Au-
gusto Oyuela Caycedo acerca del pasado nazi de Reichel en una ponencia presenta-
da el 18 de julio de 2012 en el Congreso Internacional de Americanistas en Viena1.
En ese momento, hace casi cinco años, se desató una fuerte polémica, en la que
intervinieron notables antropólogos y en la que se planteó la necesidad de revisar
las implicaciones de ese pasado nazi del “padre de la antropología” para el quehacer
antropológico colombiano2. También intervino Lomnitz con lo que puede llamarse
un esbozo de lo que plantea más en detalle en estas tesis.
D O C U M E N T O S
de actividad de la antropología.
El artículo de Oyuela señala que la información que se tiene de los primeros
años de la vida de Reichel proviene de una novela de Gustav von Festenberg llamada
Der Zauberer (El mago), publicada en 1947, y de un escrito publicado en Praga por
Ottor Strasser en 1937, bajo el título Geständnisse eines Gestapo-Mörders (Confe-
siones de un asesino de la Gestapo). Oyuela señala que el título es “equívoco” pero
no explica por qué. Una posible explicación es que Reichel no estuvo en la Gestapo
(sino en las HJ, en las SA y en las SS). Oyuela señala, pero sin mayores dilucidacio-
nes, que las “confesiones” fueron posiblemente extraídas de los diarios de Reichel y
publicadas sin su autorización, por lo cual demandó a Strasser.
Camilo Jiménez Santofimio, “El pasado nazi de Reichel-Dolmatoff, la historia oculta” (Arcadia, 13 de agosto de
2012), disponible en http://www.revistaarcadia.com/impresa/polemica/articulo/el-pasado-nazi-reichel-dolma-
toff/29258. Claudio Lomnitz, “El expediente Reichel-Dolmatoff” (La Jornada. Opinión, 22 de agosto de 2012),
disponible en http://www.jornada.unam.mx/2012/08/22/opinion/017a2pol. Lucas Ospina, “La pureza de Erasmus
Gerardo Reichel-Dolmatoff” (La Silla Vacía, 30 de agosto de 2012”, disponible en http://www.lasillavacia.com/
elblogueo/lospina/35777/la-pureza-de-erasmus-gerardo-reichel-dolmatoff. Elías Sevilla Casas, “El debate sobre
Reichel-Dolmatoff: más allá del mito” (Razón Pública, s. f.), disponible en http://razonpublica.com/index.php/
econom-y-sociedad-temas-29/3181-el-debate-sobre-reichel-dolmatoff-mas-alla-del-mito.html. María Victoria
Uribe, “Lo que va de Erasmus Reichel a Gerardo Reichel Dolmatoff” (Razón Pública, s. f.), disponible en http://
www.razonpublica.com/index.php/econom-y-sociedad-temas-29/3169-lo-que-va-de-erasmus-reichel-a-gerar-
do-reichel-dolmatoff.html. Luis Guillermo Vasco, “Erasmus Gerardo Reichel-Dolmatoff: fascismo y antropología
en Colombia”, blog disponible en http://www.luguiva.net/articulos/detalle.aspx?id=93.
Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 27 · Bogotá, enero-abril 2017 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 177-203
doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda27.2017.08
Hay que notar que estas “Confesiones” y la novela son textos que se producen
después de la expulsión de Reichel de las SS y de su salida de Alemania. Es más, y
esta es una de las “fallas” a las que me refiero, no se rastrea claramente la historia
de esas “Confesiones” que publicó Strasser en Praga. ¿Qué pasó entre 1936, cuando
Reichel es expulsado de las SS, y 1937, cuando se exilia en París y aparecen publica-
das esas confesiones? ¿Por qué y cómo tiene acceso Strasser a los diarios de Reichel?
Si se acepta la premisa de que el nazismo de Reichel tiene un impacto en la antro-
pología colombiana, es necesario no sólo evaluar el carácter de esa afiliación, sino tam-
bién su transición de miembro del Partido Nacionalsocialista a miembro de la resistencia
al nazismo. ¿Hay alguna relación entre su expulsión de las SS, el contacto establecido con
Otto Strasser (en ese punto, organizador de la resistencia a Hitler, primero en Austria y
luego en Checoslovaquia), el exilio en Francia, el contacto con Paul Rivet en Colombia?
Con los datos que se tienen a disposición a partir del artículo de Oyuela es difícil, si no
imposble, entender lo que sucede en esos años cruciales.
Esta “falla”, esta fisura en el relato, requiere mayor indagación. Lomnitz inserta
en esa fisura dos hipótesis: una es la de la vergüenza que sintió Reichel por su pa-
sado, demostrada en el silencio y las mentiras sobre su vida, pero también que esas
mentiras son prueba de que no “expurgó el nazismo”; la otra es que su quehacer
184 antropológico, supuestamente orientado a la dignificación del indígena, constituye
un proceso de cura o sanación. Es decir, en ese punto crucial que va del nazi al an-
tropólogo dignificador del indígena se traza el arco que une las filiaciones políticas
del joven Reichel con la antropología colombiana.
***
hizo Reichel del indígena colombiano es, sin la menor duda, problemática, pero an-
tes de ello primaban la violencia y el exterminio. Eso no exculpa ni exime. Pero es
importante cuidarse de trazar una excesiva sobredeterminación del nazismo en la
evaluación de una obra que, con todas sus “fallas”, tiene también aspectos notables.
Se corre el peligro de que también esos aspectos notables y altamente rescatables se
los “debamos” a esa misma ideología.
Es decir, si aceptamos la premisa de que el nazismo de Reichel tiene un impac-
to en su obra y que esa obra a su vez atraviesa, como un defecto de nacimiento, el
quehacer antropológico colombiano, hay que leerla con todas sus tensiones y contra-
dicciones. No para eximirla de sus responsabilidades, sino para que, como “herede-
ros”, los colombianos podamos procesar y superar sus implicaciones.
185
D O C U M E N T O S
Gerardo Reichel-Dolmatoff. Crecer en Europa en tiempos violentos,
un melodrama*
Gerhard Drekonja-Kornat**
Universidad de Viena, Austria
L
a reciente celebración organizada por la Universidad de Viena con mo-
tivo del 650 aniversario de su fundación en 1365 da origen al presen-
te artículo. Entre los numerosos actos conmemorativos se contó, al fin,
con un espacio dedicado a tematizar el destino que corrieron nuestros
profesores y estudiantes antifascistas y, particularmente, el destino que
corrieron los judíos.
La primera mitad del siglo XX se caracterizó por ser un período muy convulso.
En cuestión de pocas décadas, la Universidad asistió a la transición de la monarquía
a la república, de la república al autoritarismo católico y finalmente al nacionalsocia-
lismo. El fuerte antisemitismo existente en los círculos académicos, incluso antes de
186 que apareciera Hitler, permitió que peleas, asesinatos, expulsiones y deportaciones
estuvieran a la orden del día. En 1945, cuando a la República de Austria se le pre-
senta una segunda oportunidad en la historia, en la Universidad de Viena impera un
silencio de plomo respecto al pasado.
Algunas décadas después, jóvenes historiadores contribuyen a los actos de cele-
bración del aniversario de la Universidad revisando aquellos difíciles años e introducen
el término transformación para denominar el comportamiento de aquella generación
de sobrevivientes que pactó con los nazis, es decir, la cooperación y la adaptación de
los años posteriores a 1945 son el resultado de una transformación que no pasó por
un proceso de limpieza y duelo. Señores profesores, ¿qué era lo que estaban haciendo
antes de 1945? La respuesta a esa pregunta era obvia. ¡Evidentemente, estábamos
transformándonos!
Por mi parte, en lo que a mí respecta, no estaba buscando transformaciones, sino
más bien algo heroico, un cambio radical, la purificación, la catarsis. Algo semejante a
lo que sucede con la conversión de Saulo descrita en el libro de los Hechos de los Após-
toles, capítulo 9: Saulo, perseguidor de cristianos, cabalgaba con destino a Damasco
para continuar con las persecuciones, cuando ve un resplandor del cielo, oye una voz y,
finalmente, cae del caballo: se convierte y a partir de ese momento es Pablo, el cristiano.
* Este documento presenta una reflexión del autor posterior a su participación en el evento “Los años oscu-
ros de Gerardo Reichel-Dolmatoff ”, celebrado en el mes de febrero de 2016 y organizado por la Universi-
dad de los Andes. Traducción al español por Olga León Touzard a solicitud del autor.
** Profesor emérito en la Universidad de Viena, donde presidió la cátedra de Historia No Europea, con énfa-
sis en América Latina. *gerhard.drekonja@chello.at
Debates en torno a la figura de Gerardo Reichel-Dolmatoff
Claudio Lomnitz, Erna von der Walde, Gerhard Drekonja-Kornat y Roberto Suárez M
Ahora bien, en el siglo XX los milagros no existen, si bien es cierto que se dan
casos de conversiones, de purificaciones que dividen la vida del purificado en dos
partes, en un antes y en un después, y que no son una especie de transformación, por
el contrario, son más bien una ruptura drástica con el pasado.
¿Será, pues, el profesor Reichel-Dolmatoff lo que yo estaba buscando?
Empecemos primero con los datos básicos:
Erasmus Gerhard Reichel nació el 6 de marzo de 1912 en Salzburgo, Austria.
En 1942, ya establecido en Colombia, añade a su nombre el de su madre, Hilde
Konstanze Dolmatoff, una aristócrata rusa, y pasa a llamarse en adelante Gerardo
Reichel-Dolmatoff.
En 1912, precisamente el año de su nacimiento, no sólo Europa, sino también la
Austria de los Habsburgo y Viena, se encontraban en pleno apogeo cultural y político.
“Quien no haya vivido antes de 1914”, escribe Max Brod, parafraseando a Talleyrand,
“no sabe lo que es la dulzura de la existencia”. En su libro El mundo de ayer, Stefan
Zweig evoca la Edad de Oro, la famosa Viena de fin de siglo. Durante los maravillosos
veranos anteriores a 1914, brillantes intelectuales caen en los brazos de mujeres cau-
tivadoras. Oskar Kokoschka pinta embriagado La novia del viento. Klimt envuelve a
sus mujeres de dorado. En la calle Berggasse de Viena un tal Sigmund Freud funda el
psicoanálisis. Europa estalla de energía cultural e impulsa el progreso técnico. 187
En este contexto hay que recordar que Carl Anton Reichel, padre de nuestro
protagonista, pertenecía a este mundo característico del fin de siglo. Junto con su
D O C U M E N T O S
aristócrata esposa rusa, residió primero en el palacio Bürglstein y luego en la seño-
rial propiedad familiar rodeada del bello campo austríaco. Era aquí donde le gustaba
recibir a artistas, intelectuales y miembros de la alta aristocracia europea, así como
también a miembros de sociedades románticas y ocultistas, escribir cartas de admi-
ración a artistas en París, Praga, Berlín y Budapest, y que sus huéspedes apreciaran
sus dotes de “mago”.
Sin embargo, y pese a haber alcanzado la cima cultural y política, Europa se
derrumba con la Primera Guerra Mundial, entre 1914 y 1918, que no sólo mata
a millones de soldados y derrumba reinos como la monarquía de los Habsburgo,
el Imperio ruso, el Imperio otomano, sino que además también destruye el funda-
mento humanista que representaba la promesa europea para el futuro. Lo que ardía
lentamente bajo el suelo irrumpe con fuerza demoníaca: un nacionalismo exacer-
bado, un antisemitismo virulento, la anarquía revolucionaria, las ganas de matar
que tenían justamente aquellos que, si bien habían sobrevivido la guerra, no sabían
orientarse en un mundo liberal-burgués. Los principios democráticos, de corte libe-
ral o socialdemócrata, pierden terreno. En Italia surge un fascismo pomposo que es
apadrinado por los artistas futuristas desde sus inicios. En Rusia triunfa el bolche-
vismo, que busca encender la llama de la revolución mundial.
Desde Francia hasta Rumanía, pasando por Austria, aparecen movimientos
católico-nacionales. En Alemania, el llamado “socialismo nacional” empieza a ga-
nar terreno. En combinación con las dificultades económicas derivadas de la crisis
Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 27 · Bogotá, enero-abril 2017 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 177-203
doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda27.2017.08
Por otro lado, su hermano mayor, Carl Anton Reichel, era un artista respetado
y conocido a nivel europeo, como ya mencionamos. Ideológicamente era un román-
tico confuso, situado entre Mussolini y Hitler, con conexiones en la alta aristocracia
europea, carismático, seductor y mujeriego. Su hijo Erasmus heredó el talento artís-
tico de su padre.
Cabe mencionar que ambos hermanos murieron durante la Segunda Guerra
Mundial en situaciones ideológicas difíciles.
Dentro del clan Reichel, la generación de los hijos inevitablemente creció te-
niendo una gran simpatía hacia el nacionalsocialismo. Los hijos hicieron carrera en
la SA (Sturmabteilung o Sección de Asalto, la fuerza paramilitar de los nazis) o la SS
(la Schutzstaffel o Escuadras de Defensa, la fuerza élite). Mientras que Erasmus se sal-
vó retirándose a tiempo, un primo, alto oficial de la SS, murió combatiendo en Rusia.
Curiosamente, la historia del “clan Reichel” pasó al olvido después de 1945,
hasta que en los años ochenta un descendiente de esta numerosa familia, el cineasta
Friedemann Derschmidt, comenzó a investigar. El resultado de esta investigación se
traduce en una amplia documentación familiar que cuenta actualmente con decenas de
miles de ítems en el internet1, recogidos en forma de un libro grueso y poco ortodoxo,
titulado Sag Du es Deinem Kinde. Nationalsozialismus in der eigenen Familie2 (Cuénta-
selo tú a tu hijo. Nacionalsocialismo en la propia familia), que se publicó a finales de 189
2015. Todo lo que Augusto Oyuela-Caycedo presentó en el marco del 54° Congreso
Internacional de Americanistas celebrado en Viena en 2012 revelando el pasado nazi de
D O C U M E N T O S
nuestro protagonista ya existía en esta compilación familiar de Derschmidt.
Tuvo que pasar cierto tiempo para que el autor Derschmidt pudiera descubrir a
Reichel-Dolmatoff, quien en los años ochenta, y después de décadas de silencio, ha-
bía regresado a Austria de visita dos veces, e incluso había restablecido contacto con
algunos miembros de la familia. Pero no con Derschmidt, quien se enteró del pasado
nazi de Erasmus sólo cuando en aquellos años una tía desenterró unos ejemplares
amarilleados de una revista que contenía la confesión del joven Reichel. A raíz de
esta información, Derschmidt pensó viajar a Bogotá pero Reichel-Dolmatoff murió
antes, en 1994. Hubiese sido un encuentro interesante.
Pero volvamos al momento en que Oyuela-Caycedo revela el pasado nazi del pro-
fesor Reichel-Dolmatoff en Viena durante el Congreso Internacional de Americanis-
tas, en julio de 2012: la noticia cayó como una bomba informativa para antropólogos
colombianos y latinoamericanos. En Austria, sin embargo, no hubo mayor reacción.
Después de todo, tanto en Austria como en Alemania, la gran mayoría ya había tenido
experiencias similares. Los que sabían, sabían, y de no ser así, imperaba el silencio. En
aquellos tiempos, nadie preguntaba por las historias familiares. El silencio era una es-
trategia de supervivencia, vital durante los años de reconstrucción, a la que se entrega-
1 Ver reichelkomplex.info, que requiere autorización previa para poder acceder a su contenido, así como
también reichelkomplex.net, aunque esta última ya ha sido cerrada.
2 Friedemann, Derschmidt, Sag Du es Deinem Kinde. Nationalsozialismus in der eigenen Familie. Viena:
Editorial Loecker, 2015.
Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 27 · Bogotá, enero-abril 2017 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 177-203
doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda27.2017.08
ron con una determinación obcecada y sin mirar hacia atrás, y que daría paso al milagro
económico alemán y austríaco durante las décadas de los cincuenta y sesenta.
Tuvieron que llegar los hijos y los hijos de los hijos –pertenecientes a la gene-
ración posrevolucionaria de 1968– para que empezaran a cuestionar y a querer do-
cumentar sin piedad la historia de sus padres y abuelos. Derschmidt es un ejemplo
típico en esta fase de reconstruir la memoria.
¿Pero cómo es que Oyuela, siendo un gran admirador de Reichel-Dolmatoff,
descubre rastros de su pasado nazi? Según sus propias declaraciones, fue una tesis
doctoral de la Universidad de Viena la que lo llevó a continuar sus investigaciones.
De esta manera es como yo entro en escena.
Siempre intenté –por medio de mi cátedra de Estudios Latinoamericanos de la
Universidad de Viena– despertar el interés de mis estudiantes por investigadores aus-
tríacos dedicados a los pueblos indígenas pero olvidados o desconocidos en Austria.
Tuve el privilegio de conocer al profesor Reichel-Dolmatoff a finales de los años sesenta
en la Universidad de los Andes. El Departamento de Ciencia Política –del que fui uno
de sus primeros miembros– se encontraba al lado del Departamento de Antropología.
Más aún, permanecí en contacto con el profesor Reichel-Dolmatoff, generalmente en
el marco de las recepciones organizadas por la embajada austríaca en Bogotá, hasta
190 poco antes de su muerte. Es así que continuamente intenté divulgar su obra de inves-
tigación. Fue Robert Foltyn –un estudiante de arte interesado en las estatuas de piedra
de San Agustín y con quien tuve largas y entretenidas discusiones acerca del libro de
Reichel-Dolmatoff sobre esta cultura precolombina– quien luego publicó en internet
sus comentarios sugiriendo una conexión del autor con el nacionalsocialismo.
Poco tiempo después, acepté con gran gusto supervisar la tesis doctoral so-
bre la obra científica del profesor Reichel-Dolmatoff presentada por el estudiante
colombiano David García3. Durante el trabajo de doctorado –que fue completado
en 2005 con una evaluación positiva–, mi única recomendación fue revisar sólo las
obras a partir de 1939 y dejar de lado la historia de su juventud, en la que había vagas
referencias a los nazis. Juntos bautizamos a Reichel-Dolmatoff, más bien de forma
irónica, como “el padre de la antropología colombiana”, título que aún perdura4.
Fue esta tesis doctoral (cuyo autor es actualmente un respetado gestor cultural
en Colombia) la que le dio la pista a Oyuela, con todas las consecuencias que luego
esto trajo. Mayores detalles hubiera podido encontrar también en el catálogo de la
exposición Goldschätze aus Kolumbien (“Tesoros de Oro de Colombia”), organizada
por el Museo Regional de Alta Austria en Linz. Esta extraordinaria exposición se
realizó entre marzo y agosto de 2007. En el catálogo de esta exposición, la curadora
Dagmar Ulm5 no sólo menciona brevemente la vida del “padre de la antropología
D O C U M E N T O S
Gracias a su dedicación se incorpora a la nueva formación élite, las SS, las escuadras
de defensa de los nazis, con el número 12.009. Es arrestado varias veces por la policía
austríaca, que intenta expulsarlo del país en su condición de ciudadano checoslova-
co. Cabe mencionar que, por razones no muy claras, Reichel tenía pasaporte checo.
Mientras tanto, llegamos al 30 de enero de 1933, fecha en la que en Alemania
se constituye el gobierno de Hitler como canciller del Reich, y que permite el inicio
fatal de la dictadura. Por eso se traslada a Alemania, donde continúa sus actividades
en distintos lugares entre Berlín y Dachau. Un hecho decisivo en su biografía a partir
de entonces es el enfrentamiento sangriento entre las SA, bajo el comando de Ernst
Röhm, jefe de la fracción anarquista y socialrevolucionaria, y la fracción de Hitler,
que entretanto había hecho las paces con los grandes latifundios y con la gran indus-
tria. Este conflicto se decide el 30 de junio de 1934, cuando las SS leales a Hitler –y de
las cuales Reichel era miembro– masacran a la fracción de las SA durante la “Noche
de los Cuchillos Largos”. Nos resulta chocante el hecho de que Reichel-Dolmatoff
participara en estos sucesos. Sin embargo, hay que considerar que eran momentos
crueles de una guerra intrapartidaria a muerte y sin perdón.
A continuación, sus actividades en las SS empiezan a disminuir, debido a la
creciente desconfianza que le tenían por su origen austríaco, por su educación cató-
lica, por sus intereses artísticos. Lo siguen momentos de depresión, ataques de ner-
vios y tratamiento médico. Las SS aprueban su solicitud de vacaciones para poder
estudiar arte en Múnich, y finalmente lo dejan retirarse de la formación, supuesta-
Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 27 · Bogotá, enero-abril 2017 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 177-203
doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda27.2017.08
6 Revista Die Dritte Front, editada en Praga. Cuaderno no. 7 del 15 de noviembre de 1937. Cuaderno no. 8
del 1 de enero de 1938. El citado comentario de Strasser, en el no. 7, página 5. La referencia a la protesta
por haberlo publicado sin autorización previa, en el no. 8, página 26. Los originales se encuentran en la
Biblioteca Nacional de Viena.
Debates en torno a la figura de Gerardo Reichel-Dolmatoff
Claudio Lomnitz, Erna von der Walde, Gerhard Drekonja-Kornat y Roberto Suárez M
D O C U M E N T O S
etapa en París ya había comenzado. Esta fase –de la que tenemos muy poca infor-
mación– abarca los años comprendidos entre 1936 y 1939. Gracias a su pasaporte
checoslovaco, y pese a su pasado nazi, pudo, en efecto, esconderse sin dificultades
entre los aproximadamente 200.000 refugiados políticos (que huían de Hitler, Stalin
o Franco). Para el hitlerismo, él era un desertor, y a raíz de la publicación de sus
diarios en la revista de Otto Strasser, se había convertido en un traidor al que había
que capturar y eliminar.
Gracias a las amistades de su padre –artista y cosmopolita–, pudo recurrir a la
ayuda de conocidos del medio intelectual y artístico. Como nunca había terminado
sus estudios en Austria, no le quedó otra opción más que dedicarse a callejear y a vivir
como un flâneur. De esta forma, no sólo llegó a La Sorbona, donde asistió a charlas
como oyente, sino que también participó en cursos libres de la Escuela de Louvre.
Podemos afirmar con seguridad que también visitó el Musée de l’Homme, donde el
antropólogo Paul Rivet estaba creando un frente antifascista y había empezado a en-
viar a colaboradores a Latinoamérica, una decisión muy sabia, en vista de la guerra
que se aproximaba.
No obstante, el contacto decisivo para Reichel fue con el sociólogo y escritor
André Siegfried, conocido por sus estudios políticos sobre varios países europeos,
así como también sobre Estados Unidos (Les Etats-Unis d´Aujourd´hui, 1929), que
desempeñaría un papel importante en el seno de la democracia cristiana después de
1945, al iniciarse el proceso de la integración europea.
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D O C U M E N T O S
colegas necesitaban saber de su vida pasada. Cuando después de 2012 les pregunté
a distintas personas sobre este tema, las respuestas que obtuve fueron similares a la
que me dio, por ejemplo, Johannes Wilbert, de la Universidad de California, amigo
y colega de Reichel durante muchos años: “No, he never mentioned his nazi-past to
me, and I was entirely unaware of it” (respuesta al correo electrónico enviado el 24
de julio de 2015).
Mi shock personal se debe a que, al final de sus días, Reichel-Dolmatoff con-
fiere nueva vida a este silencio. Me refiero a su discurso de agradecimiento el 15 de
noviembre de 1990 con motivo de habérsele concedido el título de doctor honoris
causa por la Universidad de los Andes. Este acto fue particularmente significativo
para todos, ya que Reichel-Dolmatoff había fundado en 1963 el Departamento de
Antropología de la Universidad de los Andes gestionándolo en conjunto con su es-
posa Alicia Dussan (a quien, por consiguiente, se debería considerar la “madre de la
antropología colombiana”).
No obstante, dejó este puesto en 1968 a raíz de un pleito con la generación de
estudiantes revolucionarios de 1968, para dedicarse, a continuación y de manera ex-
clusiva, a sus actividades internacionales, aunque siguió viviendo en Bogotá y Villa
de Leiva. El título honorífico otorgado en noviembre de 1990 debía servir para curar
viejas heridas.
¿De qué habló Reichel-Dolmatoff en su discurso de agradecimiento? Presen-
tó una síntesis de su vida empezando por su infancia, inmersa en la belleza de su
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residencia aristócrata; los años de la escuela con los monjes de Kremsmünster, con
la lectura de los filósofos griegos y latinos; la Universidad de Viena; sus estudios de
arte en la Academia de Múnich. Habló de París, donde continuó su formación ar-
tística en el Louvre y asistió a clases de profesores muy conocidos en la Sorbona. Y
luego el salto a Bogotá, en realidad sólo “una estadía transitoria” que se convirtió en
duradera, en un entorno bucólico rodeado de paz, belleza, una vida familiar plena,
dedicado a la ciencia y a escribir libros. No mencionó en ningún momento y de nin-
guna manera la violencia nazi.
No fue Derschmidt quien destruyó este idilio al intentar elaborar una crónica
familiar sobre los tiempos convulsos del nacionalsocialismo en Austria, sino Oyue-
la, al presentarse en Viena en 2012. De esta forma, las bellas palabras del discurso
pasaron a ser un melodrama.
Profesor Reichel-Dolmatoff, ¿por qué no te quedaste callado? Es que ese nuevo
intento tuyo proyecta una sombra sobre tu persona que hace gritar al silencio inicial.
Y ya no queda nada para corregir pues las nuevas palabras se multiplicaron, y fueron
reproducidas por Oyuela, tu estudiante que te admiraba tanto, y llegaron al Museo
de Oro, que después de tu muerte y en tu homenaje había publicado un extenso
fascículo memorial con informaciones biográficas que efectivamente sólo contaban
196 una parte de la historia. Así como yo antes no pude vivir la ilusión de Saulo-Paulo en
la Universidad de Viena, ahora tampoco la puedo vivir en Bogotá. ¡Qué desilusión!
Postdata: Cada vez que iba a Bogotá, visitaba el espectacular Museo de Oro.
Antes siempre se encontraban algunos libros de Reichel-Dolmatoff en el kiosco de
ventas, en especial, el citado fascículo Gerardo Reichel-Dolmatoff. Antropólogo de
Colombia. 1912-1994, publicado en 1998 en su homenaje.
En mi última visita, en febrero de 2016, no encontré un solo libro escrito por
Reichel, pero sobre todo, ya no encontré la publicación del Museo en su homenaje.
Es más, les pregunté a las jóvenes de la tienda de artesanías pero no sabían quién era
Reichel-Dolmatoff. ¡Melodrama perfecto!
Esa es otra historia. Reflexiones en torno a la memoria
de Erasmus Gerhard Reichel o Gerardo Reichel-Dolmatoff
Roberto Suárez M.*
Universidad de los Andes, Colombia
D O C U M E N T O S
la veracidad de los documentos y testimonios para validar lo que la persona narra-
ba, su rol como ciudadano seguidor o como participante activo en algún crimen en
su historia de vida durante la guerra. Cientos de personas fueron condenadas por su
participación, pero aún después de 71 años, el problema de la desnazificación sigue
despertando controversias, y los imaginarios sobre los nazis fugados al final de la
guerra, sobre sus destinos geográficos y sobre su integración en las sociedades que
los acogieron siguen siendo todavía un tema controversial en términos morales, so-
ciales y políticos.
El caso de Gerardo Reichel-Dolmatoff o Erasmus Gerhard Reichel es impor-
tante, ya que, sin lugar a dudas, fue una persona que gozó de un importante reco-
nocimiento académico nacional e internacional, y que, junto a Paul Rivet, fue uno
de los personajes centrales en el desarrollo de la antropología colombiana. Este caso
suscitó una serie de controversias a las cuales los colombianos no están muy habi-
tuados. Preguntas sobre la memoria e historia de vida de personas que buscaron
escapar, esconderse, exiliarse o integrarse en sociedades lejanas de la alemana. Es
* Doctor en Ciencias de la Educación, Universidad de Ginebra, Suiza. Profesor del Departamento de An-
tropología de la Universidad de los Andes. Entre sus últimas publicaciones están: coautor en “Verdad e
incertidumbre en el marco del conflicto en Colombia: una mirada a los sistemas de información como
prácticas de memoria”. Universitas Humanistica 79 (1): 233-254, 2014; coautor en “Paisajes de memoria
El intrincado affaire entre el centro de memoria, paz y reconciliación y el cementerio central de Bogotá”.
PUBLICAR en Antropología y Ciencias Sociales 15: 9-31, 2013. *rsuarez@uniandes.edu.co
Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 27 · Bogotá, enero-abril 2017 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 177-203
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una reflexión con muchos interrogantes sobre las decisiones de lo que se recuerda,
se sabe, sobre su silencio, su participación activa o pasiva, sobre las narrativas de
escape al régimen dentro de una época marcada por el genocidio de un grupo social,
y para, finalmente, preguntarse por los conflictos morales y respuestas sociales que
suscitó este caso.
Mitchell G. Ash, en la reseña sobre el libro de Steven P. Remy y la desnazifica-
ción de la Universidad de Heidelberg, ¿Nazis entre nosotros?, plantea la dificultad del
descubrimiento de la participación nazi en la universidad, para reflexionar sobre el
compromiso ideológico y político que tuvo la academia alemana con el régimen nazi
pero, particularmente, se centra en la necesidad de desmitificar la idea de los centros
académicos como lugares ascéticos, neutrales y humanistas en donde la mancha de
ideologías como la nazi no tuvieron lugar. Este pensamiento se puede observar tanto
en la presentación de la ponencia de Augusto Oyuela durante el 54 Congreso de
Americanistas en Viena como en las reacciones al hacer público que Gerardo Rei-
chel-Dolmatoff había participado de manera activa en el régimen nazi. Esta presen-
tación generó una constelación de respuestas, debido a la mancha que se ponía a la
carrera de Reichel en Colombia. Este hecho fue muy bien resumido por Los Angeles
Times, que escribió: “[…] el gran antropólogo colombiano, iniciador, descubridor y
198 promotor de la disciplina antropológica, tenía una omisión importante en su histo-
ria de vida, una historia ligada al nazismo mediante su aparente participación en la
Leibstandarte SS de Hitler”1.
Las controversias que se plantearon pasaron a la reflexión sobre cómo pensar la
historia de una persona que fue exitosa y reconocida social e intelectualmente en el
contexto local, cómo reflexionar sobre su pasado desde el presente, más aún cuando
el presente se encuentra distante, no sólo por la distancia temporal sino por la dis-
tancia geográfica, cultural y social entre Colombia y Alemania. Para muchos, quizás
la idea de descubrirlos y juzgarlos no tiene la fuerza y significación que tuvo en 1945
porque muchos de ellos fueron integrados a las sociedades, tal como lo plantea Ge-
raldine Schwarz en su documental The Nazi Exiles: The Promise of the Orient, donde
muestra cómo los antiguos soldados nazis fueron reciclados como consejeros de los
Estados del Medio Oriente para la modernización de los ejércitos. David Cesarani2
analiza el juicio de Oskar Gröning, el contador de Auschwitz, como un proceso legal
que para algunos se muestra como cruel e innecesario, debido a la avanzada edad de
Gröning, pero, desde otra perspectiva, es una acción ineludible jurídica y educativa,
ya que no se puede ni eliminar, ni olvidar su participación en los campos de concen-
tración, simplemente por una idea humanitaria.
1 “An anthropologist’s past steps out of the shadows”, Chris Kraul (Los Angeles Times, 13 de noviembre de
2012). Disponible en http://articles.latimes.com/2012/nov/13/world/la-fg-colombia-nazi-20121114
2 “Oskar Gröning’s conviction doesn’t draw a line under Nazi crimes”, David Cesarani (The Guardian, 16
de julio de 2015). Disponible en http://www.theguardian.com/commentisfree/2015/jul/16/oskar-groe-
ning-auschwitz-nazi-crimes
Debates en torno a la figura de Gerardo Reichel-Dolmatoff
Claudio Lomnitz, Erna von der Walde, Gerhard Drekonja-Kornat y Roberto Suárez M
D O C U M E N T O S
de una forma diferente a la que pudiera hacerse desde su participación en el nazismo.
Por ello, las respuestas sociales que surgieron en el momento de hacer pública su
afiliación y participación en el nazismo permiten entrever la complejidad en la cons-
trucción de la memoria y la validación de las evidencias del pasado en el presente so-
ciocultural de un grupo social. Si bien los hechos dramáticos ocurridos durante el na-
zismo no tienen lugar a dudas, ni dejan espacio a cuestionamientos morales ni éticos,
la negación o minimización de la importancia del hecho deben ser cuidadosamente
leídas para entender las lógicas de sentido que se instauran cuando la evidencia surge.
En el caso de Reichel-Dolmatoff, su presente fue esbozado narrativamente para
justificar, olvidar o negar el nazismo a través de la frase “esa es otra historia”, una
forma de plantear la discontinuidad histórica de la vida de Reichel y permitir, justi-
ficar u olvidar un pasado nazi dentro del presente colombiano, dentro de relaciones
sociales de clase y de alumno-maestro. Este misma argumentación se plantea en el
libro de Bettina Stangneth, Eichmann Before Jerusalem, a través de la relación entre
Willem Sassen –nazi miembro de las SS y padre de Saskia Sassen– y Adolf Eichmann
en Argentina. Dado el reconocimiento intelectual internacional de Saskia Sassen,
esposa de Richard Sennet, quien fuera estudiante de Hannah Arendt y parte del
círculo de Susan Sontag, la relación entre su padre y Eichmann fue dejada de lado.
3 “Perón y los nazis: una fraternal relación”, entrevista a Uki Goñi por Pablo Kummetz (Deutsche Welle,
17 de mayo de 2007). Disponible en http://www.dw.de/per%C3%B3n-y-los-nazis-una-fraternal-relaci%-
C3%B3n/a-2541762
Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 27 · Bogotá, enero-abril 2017 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 177-203
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Sin embargo, la amistad entre Sassen y Eichmann muestra las narrativas usadas para
justificar o minimizar las relaciones entre Eichmann y Sassen en el presente4. Al se-
guir la argumentación de Stangneth, Eichmann, como muchos otros nazis, tenía un
sentido pequeñoburgués puritano de la familia y de la propiedad, lo cual le permitía
interactuar y llevar una vida tranquila en Argentina. Mientras que para Saskia Sas-
sen, tal como lo planteó en varias entrevistas, su padre era simplemente un periodis-
ta que detestaba a Hitler, para Stangneth, Willem Sassen fue un nazi convencido. De
acuerdo con Saskia Sassen, lo escrito sobre su padre deja de lado la complejidad de
su trayectoria de vida, ya que es sólo el resultado de un trabajo de archivo en el cual
la vida cotidiana de él no está inscrita, ni la experiencia de una hija con su padre.
En este sentido, escribir y analizar el pasado en el presente es un proceso que
permite entender la relación entre los contextos del dato histórico, las emociones y
las relaciones sociales que se enlazan para la construcción de memoria en la socie-
dad. Así como en el caso de Reichel, la forma como Willem Sassen es recordado por
su hija o es descrito por una investigadora, nos muestra las múltiples voces sobre
cómo recordamos, qué recordamos y cómo queremos significar e inscribir en una
historia aquello que se nos presenta como un dato objetivo. Günter Grass, quien
confesó en su autobiografía, Peeling the Onion, haber sido miembro de las SS en
200 su juventud, expresa su arrepentimiento frente a ese episodio en su vida. Grass en
ese texto claramente plantea las contradicciones y disputas intelectuales sobre cómo
pensar la memoria de la relación del pueblo alemán con el nazismo usando un juego
de palabras entre schulden y schuld –deuda y culpa–, que plantean el lugar incómo-
do del remordimiento y las dudas sobre lo que se recuerda y sobre lo que se olvida.
Para este autor, el nacionalsocialismo sedujo a la población alemana, la cual no fue
ni inocente, ni manipulada por una fuerza maléfica, ya que el nazismo se construyó
de manera abierta con el apoyo de la población5-6.
Entonces, plantear la pregunta acerca de si es Gerardo Reichel-Dolmatoff de
Colombia el mismo Erasmus Gerhard Reichel de la Alemania de los años treinta,
nos obliga, por una parte, a transgredir la memoria oficial, pero también a entender
cómo el dato está sujeto a inhibiciones, filtros y marcos interpretativos por parte de
aquellos que buscan dar sentido a un hecho histórico (Rousso 1987). Al introducir la
afiliación al nazismo de Reichel-Dolmatoff, por cuanto fue un aspecto invisible en su
historia de vida hasta el momento, se produjeron una ruptura y una discontinuidad
de la memoria sobre esa persona que son mediadas por lo que Anton Pelinka (1988)
llama el Gran Tabú Austriaco en Latinoamérica (Great Austrian Taboo).
4 “Saskia Sassen’s Missing Chapter”, Marc Parry (The Chronicle of Higher Education, 5 de diciembre de
2014). Disponible en http://m.chronicle.com/article/Saskia-Sassens-Missing/150337/
5 “Novelist admits he was a Nazi / Gunter Grass says he joined Hitler’s Waffen SS at 17”, Ruth Ciesinger
(SFGate, 12 de agosto de 2006). Disponible en http://www.sfgate.com/news/article/Novelist-admits-he-
was-a-Nazi-Gunter-Grass-says-2514283.php
6 ‘“No quiero que nadie me excuse: fui de la S.S. nazi”: Günter Grass’, Xavi Ayén (Las 2 Orillas, 13 de abril de
2015). Disponible en http://www.las2orillas.co/no-quiero-nadie-excuse-fui-de-la-s-s-nazi-gunter-grass/
Debates en torno a la figura de Gerardo Reichel-Dolmatoff
Claudio Lomnitz, Erna von der Walde, Gerhard Drekonja-Kornat y Roberto Suárez M
La verdad sobre el pasado y sobre las evidencias archivísticas está siempre su-
jeta al escrutinio, y es usada a favor y en contra; por ello, en el caso de Reichel, esta
se erigió en un manto de sospecha sobre la verdad del hecho. Por ello, la investiga-
dora María Victoria Uribe señaló los posibles errores en la exposición del profesor
Oyuela, haciendo énfasis en el rol de Reichel-Dolmatoff dentro de la organización
Francia Libre, su vida académica colombiana, sus viajes académicos y sus relaciones
sociales en el país7. Las preguntas que circularon entre muchas de las personas que
conocieron a Reichel-Dolmatoff indicaban duda, incredulidad y desconfianza en lo
planteado sobre la vida en Alemania de Reichel. Es en ese proceso que se dio el des-
encuentro entre la memoria de la persona anclada en el contexto social y cultural
bogotano y colombiano, y una nueva memoria que planteaba otra historia a partir de
su afiliación al nazismo. Esto se hizo además evidente en revistas como Arcadia, que
publicaron textos sobre la “pureza de Erasmus Gerardo Reichel Dolmatoff ”8, que ha-
cían referencia a vacíos de información, a contradicciones aparentes en la evidencia
y en los errores del trabajo investigativo, pero en todos ellos, la división temporal y
geográfica era central para legitimar o invalidar su nueva historia de vida. En todos
ellos se podía inferir que el pasado nazi de una persona podía ser relativizado e
incluso negado, sobre la base de una trayectoria de vida en el presente colombiano,
que además se podía sustentar con base en las relaciones sociales e intelectuales del 201
país. Así, las frases frecuentemente expresadas en los círculos académicos y sociales
enunciaban la incredulidad o banalización de la historia, “[…] ese Reichel no es el
D O C U M E N T O S
Reichel que yo conocí… Yo sólo puedo hablar del Reichel que conocí y es el que co-
nocí en Colombia!… el Reichel del que habla Oyuela no es el Reichel de Colombia…
vaya usted a saber si eso es cierto… a nosotros qué nos que importa lo que haya
hecho allá, debemos tener en cuenta es lo que hizo aquí… era un tipo brillante… él
trabajó mucho por nosotros y por nuestros indios, es injusto que lo difamen de esa
manera…”. Estas narraciones orales cuentan una historia del trabajo intelectual, así
como de los sentimientos de admiración y solidaridad construidos sobre la base de la
experiencia local, que es, precisamente, la que le otorga al individuo el estatus de tes-
tigo legítimo para anunciar y enunciar cuál es la verdad sobre la persona, y con ello,
negar cualquier posibilidad de una historia diferente. Por ello, son las narraciones
del testigo las que ilustran, enriquecen, seleccionan, matizan y completan las histo-
rias de vida para otorgarle un sentido coherente y legítimo a la memoria individual
y colectiva (Joutard 1986).
Finalmente, la pregunta básica sobre si fue o no fue nazi es relativizada para
debatir la memoria de una persona como Gerardo Reichel- Dolmatoff. La discusión
sobre la verdad alrededor de su pasado nazi implica una respuesta binaria, sí o no.
7 “Lo que va de Erasmus Reichel a Gerardo Reichel Dolmatoff ”, María Victoria Uribe (esfera pública, 7 de
septiembre de 2012). Disponible en http://esferapublica.org/nfblog/?p=44179
8 “La pureza de Erasmus Gerardo Reichel-Dolmatoff ”, Lucas Ospina (La Silla Vacía, 30 de agosto de 2012).
Disponible en http://www.lasillavacia.com/elblogueo/lospina/35777/la-pureza-de-erasmus-gerardo-rei-
chel-dolmatoff
Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 27 · Bogotá, enero-abril 2017 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 177-203
doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda27.2017.08
Referencias
1. Arendt, Hannah. 2000. Eichmann en Jerusalén. Un estudio sobre la banalidad del mal.
Barcelona: Lumen.
2. Guglielmucci, Ana y Santiago Álvarez. 2006. “Los rituales de la impunidad en Argentina:
comensalidad y complicidad”. En Etnografias da Participação, editado por Jurema Brites
y Claudia Fonseca, 36-58. Santa Cruz do Sul: EDUNISC.
3. Grass, Günter. 2008. Peeling the Onion. Nueva York: Mariner Books.
4. Goñi, Uki. 2002. La auténtica Odessa: la fuga nazi a la Argentina de Perón. Madrid: Paidós
Ibérica.
5. Harrowitz, Nancy. 1994. Tainted Greatness: Antisemitism and Cultural Heroes. Filadelfia:
Temple University Press.
6. Joutard, Philippe. 1986. Esas voces que nos llegan del pasado. México: FCE.
7. Pelinka, Anton. 1988. “The Great Austrian Taboo: The Repression of the Civil War”. New
German Critique. Special Issue on Austria 43: 69-82.
8. Rousso, Henri. 1987. Le syndrome de Vichy de 1944 à nos jours. París: Editions du Seuil.
9. Stangneth, Bettina. 2014. Eichmann Before Jerusalem: The Unexamined Life of a Mass
Murderer. Nueva York: Knopf.
203
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Ricardo Rey Cervantes: Una trayectoria fotográfica
multisituada
Margarita Serje*
Universidad de los Andes, Colombia
DOI: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda27.2017.09
P
ocas personas tienen una experiencia tan rica, tan diversa y desde tan
variadas perspectivas de la Sierra Nevada de Santa Marta como Ricardo
Rey Cervantes, conocido como “Richi”. Tal vez por ello, su trayectoria
fotográfica en esta región podría ser descrita en antropología como una
propuesta multisituada. No en el sentido meramente geográfico del con-
cepto, sino en referencia a las diferentes formas de posicionarse frente a un fenóme-
no, en este caso frente al devenir de la Sierra Nevada de Santa Marta.
Su recorrido fotográfico nos narra la experiencia y el compromiso de alguien 205
que ha logrado situarse frente a esta región y sus habitantes de múltiples formas. En
esta trayectoria documental se expresa precisamente cómo ha venido configurando
un lugar desde donde mostrarnos la Sierra Nevada: como nativo, como miembro de
un proyecto de investigación, como activista de la conservación del macizo, como
pionero, como aprendiz de los saberes indígenas y como copartícipe en su lucha por
la defensa de la Sierra. Y aunque con sus fotografías propone, sin duda, un relato
etnográfico, Richi no nos narra la Sierra como antropólogo, ni la presenta con el
sesgo de una disciplina en particular, sino desde la evolución de su experiencia vital.
En este sentido, su trabajo fotográfico es expresión tanto de una “autoetnografía”
como de un ejercicio de documentación sistemática de la historia reciente de la Sie-
rra Nevada y de los eventos que la han marcado social y físicamente: las heridas en
sus bosques y ríos, los retos y los logros que han enfrentado sus comunidades, las
amistades que se han forjado.
Richi Rey conoce la Sierra primero, como se conoce la tierra natal. Se crió entre
Santa Marta y “El Recuerdo”, la hacienda donde trabajaron muchos miembros de su
familia en el valle del río Minca, cerca de Tigrera. Conoció el área tairona en los ríos
de la vertiente norte de la Sierra, como miembro de cuadrillas de guaquería, con
su hermano Franky Rey, un personaje legendario en la región. Con ellos aprendió
a distinguir los sitios arqueológicos y a conocer la red de caminos tairona, y sobre
todo, aprendió a moverse entre los ríos y los bosques de la vertiente norte. Unos años
más tarde se vinculó al proyecto de recuperación arqueológica de Ciudad Perdida
e hizo parte del equipo de trabajo que se consolidó en esa etapa de la investigación.
Se trataba de un grupo interdisciplinario de investigadores que buscamos poner en
marcha un proceso de “intercambio de saberes” entre la antropología, la arqueolo-
gía, la biología y los conocimientos de indígenas, campesinos, colonos, guaqueros
y guardaparques. Fue como parte de esta experiencia que a Richi lo picó el interés
por la fotografía y tuvo como guía a Juan Mayr, a quien familiarmente llamábamos
el “Etnofotógrafo”.
Para todos los que participamos en ese proyecto, durante esos años vivimos
una experiencia que marcó indeleblemente nuestra forma de ver el mundo. Significó
un cambio en la manera de entender el conocimiento, las relaciones humanas y, ante
todo, la Sierra Nevada y sus habitantes. Allí desarrollamos un interés especial –y creo
que la fotografía de Richi lo expresa de manera particular– por el mundo indígena
y por sus paisajes, por sus formas de hacer y vivir y de pensar los acontecimien-
tos cotidianos y los retos del mundo moderno que siguen llegando como grandes
oleadas a la Sierra: la guaquería, la colonización, la marihuana, la coca, la guerrilla,
más coca, el paramilitarismo, la agroindustria. Este encuentro con la visión indígena
206 nos inspiró a comprometernos con diversas iniciativas de apoyo a las Comunidades
Serranas, y con la conservación ecológica del macizo, teniendo como referente las
formas indígenas de manejo del entorno. Así nació la Fundación Pro Sierra Nevada,
con la que Richi colaboró durante casi tres décadas. Uno de los primeros proyectos
de la Fundación fue el montaje de Centros de Atención Comunitaria, en los que su
participación era crucial para la logística del montaje de campamentos, para estable-
cer relaciones con la gente y para documentar todo el trabajo de campo.
Por esos años conoció a Juana Londoño, su compañera, quien nos transmi-
tió a todos su especial sensibilidad por el hábitat y el entorno. Juana y Richi fue-
ron el motor de la relación cotidiana de amistad que la Fundación estableció con
las comunidades, en especial con las indígenas, lo que hizo posible la realización
de numerosos proyectos conjuntos: los campamentos y centros de atención en
los ríos Guachaca, Buritaca y Río Frío, el “diagnóstico de la Sierra Nevada”, la Es-
trategia de Conservación de la Biodiversidad del Macizo, el Proyecto de Apren-
dizaje e Innovación, entre muchos otros. Toda esta secuencia de iniciativas trajo
consigo un proceso de cambio en la manera de entender la Sierra Nevada y sus
problemas y en la forma de posicionarse frente a estos, que es lo que nos expresa
su trayectoria fotográfica.
Por último, no sobra señalar la pertinencia de presentar este relato visual de
la Sierra Nevada de Santa Marta en un número de Antípoda que tiene como tema
“Antropología de la antropología: a propósito de Gerardo Reichel-Dolmatoff ”. Pre-
cisamente se trata de dos figuras y dos visiones contrastantes de la Sierra. Reichel,
con una mirada europea, sin duda privilegiada, marcada necesariamente, para bien
o para mal, por la historia de ese continente (como lo discuten varios de los artículos
Ricardo Rey Cervantes: Una trayectoria fotográfica multisituada
Margarita Serje
publicados en este número), propone una mirada necesariamente externa que deja
como parte de su legado una comprensión de la Sierra indígena como un mundo
en sí mismo. Por otro lado, Ricardo Rey, una persona “nativa”, muy arraigada en la
vida local, que ha vivido directamente en carne propia los avatares de la región, nos
muestra desde lugares más marginales el contexto cambiante en que viven hoy estas
comunidades: una visión autoetnográfica y multisituada que deja testimonio de las
avanzadas del mundo moderno en la Sierra Nevada y del punto de vista de quienes
han asumido el reto de trabajar activamente en proyectos conservacionistas y de
apoyo a las comunidades locales del macizo.
D O C U M E N T O S
Río Ariguaní, Kantinurwa · pp. 62-63
Río Buritaca, Gotzhezhi, pueblo wiwa · pp. 64
Río Badillo, Achintukua · pp. 92
Mamos arhuacos · pp. 116-117
Palomino, Sewiaja · pp. 118-119
Koguis, construcción de una vivienda · pp. 120
Buritaca, tala de bosques · pp. 164-165
Teyuna, niños wiwa aprendiendo la historia de los sitios sagrados · pp. 166
Buritaca, riqueza natural · pp. 173
Jukulwa · pp. 174-175
Río Fundación, Kankawarwa · pp. 176
Ranchería, Marocaso · pp. 204
Jukulwa · pp. 230-231
Jerez, Jaba Tañiwaskaka, Mama Shibulata Zarabata · Guardas finales
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with which exchange agreements have been established, as well as to national and international
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Política editorial
Políticas éticas
Publicação e autoria
A Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología é uma publicação financiada pela Faculdade de
Ciências Sociais da Universidad de Los Andes (Colômbia). O escritório da Revista se localiza no
Edifício Franco, Gb-417 campus universitário, Bogotá. A página web da Revista é http://antipoda.
uniandes.edu.co/index.php, e seu e-mail, antipoda@uniandes.edu.co; o telefone para contato é o
(57 1) 339-4999, ramal 3483.
A Revista conta com a seguinte estrutura: Equipe Editorial, conformada pelo diretor do Departa-
mento de Antropologia da Faculdade de Ciências Sociais da Universidad de Los Andes (Colôm-
bia), editor e gestor editorial. Conselho Editorial (Comissão Editorial e Comissão Científica), Co-
missão de Revistas da Faculdade e Equipe de Suporte Administrativo e Técnico. Os membros do
Conselho são avaliados bianualmente em função de seu prestígio na disciplina e de sua produção
acadêmica, visível em outros periódicos acadêmicos nacionais e internacionais.
Os artigos apresentados à Revista devem ser originais e inéditos, e não estar em processo
simultâneo de avaliação nem ter compromissos editoriais com nenhum outro periódico. Se o
artigo for aceito, espera-se que seu aparecimento anteceda a qualquer outra publicação total
ou parcial dele. Caso o autor de um artigo queira incluí-lo depois em outra publicação, a
revista onde for publicado deverá indicar claramente os dados da publicação original, com
prévia autorização solicitada ao Editor da Antípoda. Da mesma forma, quando a revista tiver
interesse num artigo que já tenha sido publicado, compromete-se a pedir a autorização corres-
pondente à editora que realizou a primeira publicação.
Responsabilidades editoriais
A Equipe Editorial da Revista, com a participação do Conselho Editorial, é responsável pela defi-
nição das políticas editoriais para que a Antípoda cumpra com os padrões que permitem seu posi-
cionamento como uma publicação acadêmica de reconhecida qualidade internacional. A revisão
contínua desses parâmetros garante que a Revista melhore e atinja as expectativas de seus leitores.
A Revista espera que as normas para apresentação de colaborações sejam cumpridas em sua tota-
lidade. Contudo, se for necessário, ela realizará correções, esclarecimentos, retificações e justifica-
tivas a respeito de conteúdos já publicados.
Quando a Revista recebe reclamações de qualquer tipo, a Equipe responde brevemente, de
228 acordo com as normas estabelecidas pela publicação; se necessário, será realizada a adequada
investigação a fim de resolver o problema. Quando se reconhece falta de exatidão num con-
teúdo publicado, a Comissão Editorial é consultada e são feitas as correções e/ou esclareci-
mentos na página web da Revista.
A Equipe Editorial é responsável pela escolha dos melhores artigos para serem publicados. Essa se-
leção está baseada nas recomendações derivadas do processo de avaliação e do de revisão editorial
do artigo, nos quais são centrais os critérios de qualidade, relevância, originalidade, contribuições
ao conhecimento social, diversidade e pluralidade nos conteúdos. Nesse sentido, quando um arti-
go é recusado, a justificativa dada ao autor deve ser orientada a esses aspectos.
A Equipe Editorial é também a responsável por zelar pelo processo editorial de todos os artigos
que são submetidos à Revista e deve desenvolver mecanismos de confidencialidade enquanto du-
rar o processo de avaliação por pares até sua publicação ou recusa.
Assim que um número da Revista for publicado, a Equipe Editorial e a Equipe de Publicações
são responsáveis por sua difusão e distribuição aos colaboradores e pareceristas, às entidades que
tenham estabelecido convênios de intercâmbio, bem como aos repositórios e aos sistemas de in-
dexação nacionais e internacionais, além de enviá-lo aos seus assinantes ativos.
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Corrección y traducción
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Inglés: Natalia Rodríguez Malagón
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