Creer El Credo
Creemos en un solo Señor,
Jesucristo1
EL JESÚS DE LA HISTORIA
Decimos que creemos en Dios. Pero ¿qué podemos saber de Dios, fuera de
postularlo como primer principio y origen de todo? Realmente Dios nos resulta
inalcanzable en su propia realidad. Sin embargo, en nuestra tradición cristiana
creemos que Dios mismo se nos ha “revelado” ( = se nos ha dado a conocer)
particularmente en Jesucristo, enviado de Dios y presencia de Dios mismo en
forma humana entre nosotros.
Este tal Jesús, empezó a anunciar que el Reino de Dios, prometido desde antiguo,
estaba cerca. Que Dios estaba a punto de hacer algo nuevo, que Dios acogía a los
pecadores, pobres y marginados, frente a toda una organización socio-religiosa
que mas bien rechazaba a este tipo de personas. Pedía, eso si, conversión de
corazón, vida en fraternidad, hacer a los demás aquello que uno quiere que le
hagan a él mismo, etc. Y todo esto lo decía “con autoridad” (Mc 1, 27); una au-
toridad confirmada con señales prodigiosas que parecían venir de Dios. Este tal
Jesús, además, reinterpretaba la Ley antigua en una línea que no coincidía con
la de las autoridades religiosas del judaísmo; y reinterpretaba el sentido del culto
y del templo, en la forma en que nos ha sido transmitida en el maravilloso texto
conocido como “Sermón de la Montaña” (Mt 5, 1ss).
fermo y se pone en disposición de dejarse los que eran curados por él, aún sin ser ca-
curar. Creer en Jesucristo es ponerse en paces de tematizar o de explicitar muy bien
disposición de dejarse salvar por él. su fe, se entregaban totalmente a él. Tal
vez si les hubiesen preguntado de repente
Cristo viene a decirnos que hay unas deter- si Jesús era Dios, se hubieran espantado y
minadas disposiciones de fondo hacia Dios no hubieran sabido muy bien qué contes-
y hacia los otros que son más importantes tar. No quiero decir que nosotros, que he-
que las meras disposiciones o prácticas mos recibido del catecismo la capacidad
morales y cultuales, o que las profesiones de formular la realidad divina de Jesús, no
nocionales de determinados dogmas. Por tengamos que esforzarnos en confesar la fe
ejemplo, hemos de estar dispuestos a re- en los términos más adecuados posibles. Lo
conocer que somos “pecadores”; uno ha que quiero decir es que puede haber una
de comenzar por reconocer la propia po- fe en Cristo, plena y total, aunque no se
breza espiritual, que incluye el sentimien- sepa formular muy bien. Es más importante
to de que ante Dios siempre estamos en preocuparse por la entrega total que por la
situación negativa, en números rojos, que exactitud de las fórmulas dogmáticas. Con
nunca correspondemos suficientemente a ello querría también sugerir que hemos de
su amor gratuito (porque el pecado no es guardarnos de sentenciar precipitadamente
solamente cuestión de saltarse la ley, sino que la gente no tiene fe. Tal vez tengan una
de falta de correspondencia al amor). Si no fe muy confusa, y no sepan expresarla, pero
reconocemos esto, seremos de aquellos tal vez crean en su corazón mucho más de
fariseos de los que Jesús decía que esta- lo que puedan llegar a formular con sus la-
ban autosatisfechos de sus propias obres, bios o en su mente.
y ni amaban ni se dejaban amar.
VERDADERO DIOS Y VERDADERO
Creer en Jesús el Cristo no es, pues, como HOMBRE
pretendían algunos libros apologéticos de
hace algunas décadas, cosa que resulte Ya desde los primeros siglos se discutió
de demostraciones argumentativas sobre muchísimo sobre la forma más exacta de
su divinidad. A alguien se le podría ocurrir formular la manera como Jesús era pre-
hacer esta pregunta: ¿La gente que seguía sencia salvadora de Dios entre nosotros.
a Jesús, creía? ¿Creían que Jesús era el Me- Unos decían que era solo un hombre a tra-
sías y que era Dios? ¿Los mismos apóstoles, vés del cual - o por medio del cual - Dios
creían en esto? Y alguien contestaría: No actuaba. Otros decían que era verdade-
faltaría más! Basta con leer Mateo 16, 13, ramente Dios y que solamente tenía una
donde Pedro proclama: “Tú eres el Mesías, simple apariencia humana. Es decir, o un
el Hijo del Dios vivo”. Que la escena en la hombre que solamente parecía Dios, o un
que se encuadran estas palabras sucediera Dios que solamente parecía hombre. La
exactamente como lo describe el relato del comunidad llegó finalmente a la convic-
evangelista es cosa discutible. Pero lo más ción de que estas formas de hablar “en
importante es que los que seguían a Jesús, apariencia” no se correspondían con lo
solamente reconoce a Jesús
como el Cristo aquél que siente
la necesidad de ser salvado
por Cristo