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Creer El Credo
Creemos en un solo Señor,
Jesucristo1
EL JESÚS DE LA HISTORIA

Decimos que creemos en Dios. Pero ¿qué podemos saber de Dios, fuera de
postularlo como primer principio y origen de todo? Realmente Dios nos resulta
inalcanzable en su propia realidad. Sin embargo, en nuestra tradición cristiana
creemos que Dios mismo se nos ha “revelado” ( = se nos ha dado a conocer)
particularmente en Jesucristo, enviado de Dios y presencia de Dios mismo en
forma humana entre nosotros.

En tiempos del emperador Tiberio, en la remota Palestina, un grupo de gente


sencilla, la mayoría pescadores y también algunas mujeres del pueblo, se sintie-
ron atraídos por un tal Jesús de Natzaret que se presentaba como un nuevo tipo
de profeta, con una autoridad doctrinal y moral diferente de la de los maestros
habituales. Algunos llegaron a formar una comunidad a su alrededor y fueron
testimonios directos y cotidianos de lo que decía y hacía.

Este tal Jesús, empezó a anunciar que el Reino de Dios, prometido desde antiguo,
estaba cerca. Que Dios estaba a punto de hacer algo nuevo, que Dios acogía a los
pecadores, pobres y marginados, frente a toda una organización socio-religiosa
que mas bien rechazaba a este tipo de personas. Pedía, eso si, conversión de
corazón, vida en fraternidad, hacer a los demás aquello que uno quiere que le
hagan a él mismo, etc. Y todo esto lo decía “con autoridad” (Mc 1, 27); una au-
toridad confirmada con señales prodigiosas que parecían venir de Dios. Este tal
Jesús, además, reinterpretaba la Ley antigua en una línea que no coincidía con
la de las autoridades religiosas del judaísmo; y reinterpretaba el sentido del culto
y del templo, en la forma en que nos ha sido transmitida en el maravilloso texto
conocido como “Sermón de la Montaña” (Mt 5, 1ss).

Sus seguidores, después de haber pasado por la trágica experiencia de su muerte


cruenta y de su resurrección, llegaron a la convicción de que en este tal Jesús,
se cumplían las antiguas promesas de Dios, de que en él estaba llegando efec-
tivamente un nuevo “Reino de Dios”, de que Jesús era el “Mesías” o el “Cristo”

(1) Resumen del capítulo 5 del libro “Creer el credo”


de Josep Vives. Ed. Sal Terrae. Colección Alcance
prometido, expresiones éstas que signifi- dos”: los que tienen un espíritu de pobre,
can “el Ungido” o consagrado por Dios, los no violentos, los que buscan la justicia,
el escogido para conducir a término la re- los limpios de corazón, los que trabajan por
novación y la salvación de la humanidad. la paz... Es decir, los que se sitúan en sinto-
nía ( = se “convierten”) para acoger aquello
DEL JESÚS DE LA HISTORIA AL mismo que Jesús anuncia y pide.
CRISTO DE LA FE
RECONOCER A JESÚS COMO
En los discípulos se produjo aquello que MESÍAS SALVADOR
algunos denominan “el paso del Jesús de
la historia al Cristo de la fe”. Es decir, el La opción por Jesús se realiza siempre
tránsito que va desde la experiencia de desde un determinado lugar. Evidente-
convivir con el hombre concreto Jesús, a la mente, no desde un lugar físico o sociopo-
confesión que proclama que este hombre lítico, sino desde una determinada postura
concreto era un enviado singular de Dios, o “lugar interior”. Este “lugar tal vez sólo se
presencia de Dios mismo entre nosotros puede describir, con las palabras del propio
y revelación del amor incondicional y sal- Jesús, como el de una forma de “pobreza
vador de Dios para con la humanidad. El de espíritu”, de humildad sincera, de reco-
Cristo de la fe se sustenta en el Jesús his- nocimiento de las propias limitaciones y de
tórico, por más que su “realidad mesiáni- las propias faltas, de reconocimiento de los
ca” (y, en definitiva, su “divinidad”) no sea derechos de los demás, de reconocimien-
propiamente un dato histórico, sino el re- to de la necesidad que todos tenemos de
sultado de una interpretación que sus se- ser “salvados” y liberados de nosotros mis-
guidores (los de entonces y los de ahora ) mos, y de la necesidad que tenemos de ser
hacen de su comportamiento histórico. La acogidos y perdonados gratuitamente por
realidad mesiánica o la divinidad de Jesús la bondad de Dios, etc. Los que estaban en
no son propiamente demostrables como estas disposiciones son los que, de hecho,
datos históricos, pero tampoco son afirma- reconocieron a Jesús, ya durante su vida
ciones gratuitas: son consecuencia de una en las tierras de Palestina, como Salvador.
determinada actitud y de una determinada Contrariamente, los que mantenían dispo-
postura interpretativa ante los hechos his- siciones opuestas, tales como la prepoten-
tóricos de Jesús de Natzaret. cia y la autosuficiencia, no solamente no
le reconocieron como Salvador, sino que,
Y aquí se nos impone una reflexión: ¿Quie- además, le rechazaron hasta conducirle a
nes son los que aceptan la realidad mesiá- la muerte. Por lo tanto, solamente recono-
nica de Jesús? ¿Cuáles son las condiciones ce a Jesús como el Cristo aquél que sien-
para poder aceptar a Jesús como el Cristo te la necesidad de ser salvado por Cristo;
y el Señor? Seguramente, deberíamos de- solamente reconoce al Salvador aquél que
cir que Jesús es reconocido como Cristo y se siente en necesidad de ser salvado, del
Señor por aquellos que él mismo, en el Ser- mismo modo que solamente conoce al
món de la Montaña, declara “bienaventura- médico como médico el que se siente en-
Creemos en un solo Señor,
or,
Jesucristo

fermo y se pone en disposición de dejarse los que eran curados por él, aún sin ser ca-
curar. Creer en Jesucristo es ponerse en paces de tematizar o de explicitar muy bien
disposición de dejarse salvar por él. su fe, se entregaban totalmente a él. Tal
vez si les hubiesen preguntado de repente
Cristo viene a decirnos que hay unas deter- si Jesús era Dios, se hubieran espantado y
minadas disposiciones de fondo hacia Dios no hubieran sabido muy bien qué contes-
y hacia los otros que son más importantes tar. No quiero decir que nosotros, que he-
que las meras disposiciones o prácticas mos recibido del catecismo la capacidad
morales y cultuales, o que las profesiones de formular la realidad divina de Jesús, no
nocionales de determinados dogmas. Por tengamos que esforzarnos en confesar la fe
ejemplo, hemos de estar dispuestos a re- en los términos más adecuados posibles. Lo
conocer que somos “pecadores”; uno ha que quiero decir es que puede haber una
de comenzar por reconocer la propia po- fe en Cristo, plena y total, aunque no se
breza espiritual, que incluye el sentimien- sepa formular muy bien. Es más importante
to de que ante Dios siempre estamos en preocuparse por la entrega total que por la
situación negativa, en números rojos, que exactitud de las fórmulas dogmáticas. Con
nunca correspondemos suficientemente a ello querría también sugerir que hemos de
su amor gratuito (porque el pecado no es guardarnos de sentenciar precipitadamente
solamente cuestión de saltarse la ley, sino que la gente no tiene fe. Tal vez tengan una
de falta de correspondencia al amor). Si no fe muy confusa, y no sepan expresarla, pero
reconocemos esto, seremos de aquellos tal vez crean en su corazón mucho más de
fariseos de los que Jesús decía que esta- lo que puedan llegar a formular con sus la-
ban autosatisfechos de sus propias obres, bios o en su mente.
y ni amaban ni se dejaban amar.
VERDADERO DIOS Y VERDADERO
Creer en Jesús el Cristo no es, pues, como HOMBRE
pretendían algunos libros apologéticos de
hace algunas décadas, cosa que resulte Ya desde los primeros siglos se discutió
de demostraciones argumentativas sobre muchísimo sobre la forma más exacta de
su divinidad. A alguien se le podría ocurrir formular la manera como Jesús era pre-
hacer esta pregunta: ¿La gente que seguía sencia salvadora de Dios entre nosotros.
a Jesús, creía? ¿Creían que Jesús era el Me- Unos decían que era solo un hombre a tra-
sías y que era Dios? ¿Los mismos apóstoles, vés del cual - o por medio del cual - Dios
creían en esto? Y alguien contestaría: No actuaba. Otros decían que era verdade-
faltaría más! Basta con leer Mateo 16, 13, ramente Dios y que solamente tenía una
donde Pedro proclama: “Tú eres el Mesías, simple apariencia humana. Es decir, o un
el Hijo del Dios vivo”. Que la escena en la hombre que solamente parecía Dios, o un
que se encuadran estas palabras sucediera Dios que solamente parecía hombre. La
exactamente como lo describe el relato del comunidad llegó finalmente a la convic-
evangelista es cosa discutible. Pero lo más ción de que estas formas de hablar “en
importante es que los que seguían a Jesús, apariencia” no se correspondían con lo
solamente reconoce a Jesús
como el Cristo aquél que siente
la necesidad de ser salvado
por Cristo

que habían experimentado y creído los le abandonó a la muerte – aunque así


primeros seguidores de Jesús, ni con lo pareciera - sino que le recuperó y le
lo que el mismo Jesús había dicho de hizo sentarse a su diestra. Y por eso es
si mismo. Así se pasó a declarar que Señor, sentado a la derecha de Dios.
Jesús era Dios verdadero y hombre
verdadero; Dios y hombre unidos en SENTADO A LA DERECHA DE
una unidad personal que nos resul- DIOS
ta misteriosa porque está más allá de
todo lo que nosotros podamos experi- ¿Qué quiere decir estar a la derecha de
mentar o comprender. Dios? Es una manera plástica - y muy
catequética - de decir que es igual a
JESÚS ES EL SEÑOR Dios; que está al mismo nivel que Dios;
que es del orden de lo divino, no del
Cuando profesamos que creemos orden de las cosas creadas que están
en un solo Señor, Jesucristo, lo que por debajo de Dios. Confesamos que
queremos decir es que creemos que Jesús es el Señor, igual a Dios, porque
Jesús es el Señor. En el Antiguo Testa- Dios le resucitó y le hizo sentarse a su
mento los hebreos creían en su Dios, derecha. Esto es lo que quiso declarar
cuyo nombre era Jahvé. Pero, por el Concilio de Nicea (año 325) cuando
respeto a este nombre, evitaban pro- algunos cuestionaban la plena divini-
nunciarlo, y hablaban habitualmente dad de Jesús. Con un lenguaje mucho
del Señor (Adonai). El Señor es, pues, más abstracto, y seguramente más di-
un sustituto del nombre de Dios. Ya fícil de comprender que el de Pablo,
en el Nuevo Testamento, cuando San aquel concilio afirmó que Jesús era
Pablo quiere explicar cómo hemos de “consubstancial” al Padre; es decir,
creer en Jesús, dice: Si confiesas con de la misma sustancia, de la misma
la boca que Cristo es el Señor y crees naturaleza, de la misma categoría que
con el corazón que Dios le resucitó, se- Dios Padre todopoderoso. Esta defini-
rás salvado (Rm 10, 9). ¿Qué es lo que ción parece que dejaba satisfechos a
hace falta para salvarse? Confesar que los letrados que disputaban. Nosotros
Jesús es el Señor, que es Dios. Pero tal vez podemos contentarnos confe-
fijémonos en el paralelismo de la con- sando sencillamente que Jesús es el
fesión que Pablo reclama: hemos de Cristo, el Señor, sentado a la derecha
confesar con la boca que Jesús es el de Dios, después de haberse hecho
Señor, lo cual implica confesar con el presencia amorosa y salvadora de Dios
corazón que Dios le resucitó, que no mismo entre nosotros.

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