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PASTOREO, EVANGELIZACIÓN Y ENSEÑANZA

Introducción al 3 er. Encuentro de Asambleas


que organizó Edificación Cristiana en febrero de 1999

Antonio Ruiz

Hechos 20:17-38

La preparación ha corrido nuevamente a cargo de la Redacción de Edificación


Cristiana, pero no sin la debida y valiosa colaboración de diversos hermanos de varias
partes de España. En la reunión que mantuvimos para pensar en el Encuentro, aparte de
las aportaciones prácticas, observamos un cierto consenso respecto a la necesidad de
impulsar la evangelización. Asimismo, nos parecía conveniente invitar preferentemente
a personas que por su experiencia pudieran aportar cosa práctica a la teoría, y esperamos
se entienda lo que estamos diciendo: Por supuesto, la selección final no elimina ni
mucho menos descalifica, a otros que igualmente podrían haber sido invitados.
Pero ¿qué evangelización? ¿Cuál habría de ser el énfasis a considerar? Aquí es
donde hubo necesidad de elaborar posteriormente las ideas aportadas. Por un lado, nos
parece que lo más sensato es impulsar la obra pionera, es decir, la plantación de muchas
otras iglesias. La experiencia ha demostrado generalmente que donde se han reunido a
los convertidos y se ha tratado de formar y desarrollar una iglesia, la obra de
evangelización ha perdurado, mientras que donde solamente se ha sembrado “de
pasada” y sin mayor referencia a otras iglesias sólo el Señor sabe lo que
providencialmente a ocurrido con la simiente. A nuestro juicio es importante volver a
enfatizar la iglesia local como organismo que, a la vez que crece internamente, cuida de
su aumento numérico mediante un fiel testimonio sin olvidarse de las posibilidades de
“extender sus territorios” por la plantación de otras iglesias. No se excluye, sino todo lo
contrario, la cooperación entre iglesias (sobre todo para la obra misionera) y que nos
adentra en otro tema para nuestra reflexión.
Es obvio que fijado este objetivo tiene mucho más sentido la siembra que
llamamos previa evangelización por todos los medios posibles. Y la labor a veces
callada del testimonio diario que, no obstante, es absolutamente efectiva para abrir los
oídos al mensaje y los ojos a las vidas transformadas de los creyentes. Esta es la mejor
manera de quitar los prejuicios de la mentalidad circundante. Todo ello es importante
para aumentar las iglesias o para facilitar el nacimiento de otras.
¿Y qué iglesias queremos formar? La labor del “evangelista” (sea una persona,
un equipo, o una o más iglesias cooperando) no acaba cuando hay un número aceptable
de convertidos sino que puede darse por finalizada sólo cuando la iglesia ha sido dotada
con Ancianos lo que implica desarrollo de dones de gobierno y pastoreo y mucha labor
de discipulado y enseñanza, cosa que de cierto ha de continuar para fortalecer y madurar
a las congregaciones.
De aquí, y a grandes rasgos, los criterios seguidos para fijar la temática de este
Encuentro. Cosas aparentemente obvias pero olvidadas a menudo con los consiguientes
problemas en el crecimiento y cuidado de las ovejas. El evangelista no puede despachar
sin mas al pastor o al enseñador. Unos y otros se necesitan y al iniciar la andadura de
planes pioneros recordemos de qué evangelistas estamos hablando y cuál va a ser la
parte de los que no ven (por las características de sus dones, o por carácter) la
evangelización de la misma forma, y qué lugar han de tener unos y otros si a la sazón ha
de levantarse una obra nueva.

EL PASAJE PARA NUESTRO ESTUDIO

Hechos 20 viene al pelo para la temática de este Encuentro. Es un texto al que


debiéramos acudir más a menudo para afianzar la tarea misionera y pastoral de la
iglesia. Es posible que Lucas nos esté dando sólo un resumen de lo dicho aquel día,
pero, en cualquier caso, lo que ha quedado escrito recoge la esencia del discurso del
apóstol. ¡Qué maravilloso predicador! No le importaba tanto que su audiencia fuera
corta como de que hubiera mucho y buen mensaje.
Dirigido a los “Ancianos” sirve para los que estamos en las tareas de gobierno
en las diferentes Asambleas, pero no es menos fecundo para los que se ocupan de obra
misionera o en un ministerio más amplio en la iglesia local. Sirve para los evangelistas,
los pastores y los maestros. Asienta principios permanentes más que procedimientos de
abnegación y vida de sacrificio. Nos invita a centrarnos en unos pocos, si son a los que
hemos de atender más cercanamente, sin considerarlo tiempo perdido, ni discriminación
de los demás, sino una forma juiciosa de proveer para el futuro.
En Hechos 20 las asambleas vemos apoyadas nuestras convicciones respecto al
gobierno y pluralidad de los Consejos de Ancianos por la coincidencia de “ancianos”
(17) y “obispos” (28) que apacientan (28). Ahora bien, quizá hayamos de pararnos en
este punto para hacer una reflexión que va en dos direcciones convergentes. En primer
lugar, nuestra convicción doctrinal en este tema ha servido frecuentemente para
comparar a las asambleas ventajosamente con otros evangélicos. Pero la verdad, por
muy buena que sea, jamás puede aliarse con el orgullo. Corriendo el riesgo de molestar
a alguno decimos que en este y otros temas quizá necesitemos revisar algunos rasgos de
nuestro carácter cristiano y nuestra forma de entender la comunión dentro del Cuerpo de
Cristo.
En segundo lugar, tener varios Ancianos no nos asegura que el Consejo como
colectivo funcione debidamente. Sean o no excepciones, a menudo una persona
dominante o hábil para manipular personas puede hacerse dueño de muchas decisiones.
El principio importantísimo de la unanimidad de no ser respetado, provocará el
consiguiente desajuste en la unidad de la iglesia. La unanimidad es tan preciada como
costosa. Es preciso el amor para tolerar las discrepancias; responder con razones; ceder
cuando otros no ven las cosas como nosotros; esperar para tomar ciertas decisiones,
sobre todo si estas son de calado, hasta que todos estén de acuerdo; y a veces considerar
si al oponerme a algo lo hago por despecho, egoísmo o por convicción, si tengo
actitudes obstruccionistas o el deseo de imponer lo mío; o, si por el contrario, hago las
cosas “para provecho”. Indudablemente es una fuerte disciplina, pero en cualquier caso
fructífera.
En suma, hemos de ser personas maduras que saben cómo encajar nuevas
incorporaciones y ajustar las relaciones internas con carácter cristiano y oración. La
santidad en todo aspecto de esta función tiene que ir llenando de contenido las
convicciones que profesamos, por no decir nada del espíritu de servicio al que estamos
obligados por el “cargo”.

LA ENSEÑANZA EJEMPLAR

Cuando leemos de corrido todo el discurso la primera impresión que nos queda
es la de que escasean los consejos a los Ancianos. Sólo un 25% se dirige expresamente a
éstos, mientras que el resto lo dedica el apóstol a hablar de si mismo y a presentarse
como modelo. ¿Vanidad? ¿Integridad? ¿Verdaderamente nos atreveríamos a hacer una
cosa así delante de un auditorio que nos conociese? Cuando hablamos a una
congregación que no es la nuestra, o donde apenas nos conocen, podemos caer en la
sutil tentación de recomendarnos, si no directamente sí mediante un mensaje exigente,
contando ocasionalmente anécdotas afeando conductas de personas que conocemos,
obligando al auditorio a sacar la conclusión (cuando menos subliminal) que nadie es tan
auténtico como nosotros. Por no hablar de otras artimañas (quizá subconscientes) que
conocemos y con las cuales a menudo luchamos. ¿Integridad o vanidad? ¿Forma
equivocada de tratar al auditorio o temperamento autoritario sencillamente?
Es admirable el trato del apóstol a su auditorio aconsejando no imponiendo, tan
cerca del Señor como de ellos, usando más la fuerza de una vida agradable a Dios que la
coerción de una autoridad mal entendida. Dichoso el Anciano u Obrero del Señor que
puede decir humildemente “vosotros sabéis...” (18). El modelo no es la persona sin más
sino ésta más su comportamiento. “En todo os he enseñado” (35) traduce un vocablo
usado por Jesús mismo (Jn. 13:15) que no era el mero ejemplo para ser imitado sino un
acto donde los discípulos habían de ver la esencia del amor del Maestro, para que, a su
vez, lo mostraran a otros. Un ejemplo vivo de humilde servicio para seguirlo en la
práctica cristiana.
Naturalmente los modelos serán mejor reconocidos por hombres fieles, y serán
más eficaces cuanto mayor sea el tiempo que han estado expuestos a la observación de
otros. Por causa de nuestro ministerio inevitablemente estamos ante los demás. Somos
el punto de atención de todos y aunque esta posición tenga sus sinsabores hemos de
admitir el ojo crítico hacia nosotros. Con todo, los hechos piadosos e intachables son
siempre una evidencia innegable, incluso para los que discrepen de nosotros.
Obviamente estos hechos se acompañarán de una vida expuesta a la luz de Dios.
Recordemos cómo abre Pablo su corazón a los corintios, ante las críticas y malos
entendidos que estaba recibiendo, para recomendarse en todo como ministros del nuevo
pacto. Esto debiera cerrar toda boca.

Dos cosas esenciales

Estas dos cosas son respectivamente Dios y la palabra de Dios. Nada es tan
importante para definir a un hombre de Dios que su cordial y fiel relación con ambos
temas. Respecto a lo primero (19) dice:”Sirviendo (como esclavo) al Señor”. Podemos
destacar tres asuntos a este respecto:

1.- La actitud de corazón

El esclavo, dada su condición, tiene poco de que jactarse, así que, la disposición
íntima no puede ser otra que la humildad aparte de cual sea la posición social, los
recursos económicos, o la capacitación personal. La humildad es un bien escaso pero es
uno de los adornos más llamativos del carácter cristiano: El orgullo queda crucificado y
todo es para el Señor. La humildad es ajena a la inferioridad o apocamiento siendo
sobriedad ante la solemnidad de la vida, la grandeza de Dios, y la responsabilidad por la
misión recibida. La humildad produce el servicio de verdadera calidad.
El llanto no siempre es de lágrimas pudiendo tratarse de tristeza y opresión de
espíritu por las cosas que observamos que resultan ofensivas a Dios. Estas lágrimas
fluyen del carácter que refleja la bondad de Cristo mismo (Ro. 9:1-3) y buscan sobre
todo la gloria del Señor. Se llora por el rechazo del evangelio (Lc. 19:41), la
incongruencia de los que profesan ser cristianos (Fil. 3:19) y la torpeza de los creyentes
(2 Co. 2:4).
El sufrimiento y la prueba que Dios permite es lo que finalmente descubre
nuestro diario morir con Cristo, mientras éste va forjando nuestro carácter en medio de
la contradicción de pecadores y de las frustraciones que sufrimos por la resistencia
hallada al reino de Dios. El que evita la disciplina divina puede librarse de algunos
sinsabores pero también impide que el hombre interior se vaya renovando diariamente.

En suma: Nuestra condición y motivaciones internas junto con la disposición a


dejarnos moldear por el Señor, son temas de la mayor importancia para cada siervo de
Dios.

2.- La plena sumisión y dedicación (22,23)

Está “ligado” de tal forma que no puede alterar su situación mediante una
decisión propia, y esto, no por falta de libertad, sino por coherencia interna ya que
habiendo cedido en el pasado la dirección de su vida a Dios lo hizo con todas las
consecuencias. Ahora que su Señor quiere que suba a Jerusalén éste le toma la palabra,
le liga a hacerlo porque la voluntad divina es que sufra estas cosas.
¿Qué puede hacer la persona que ya no se pertenece a si misma por decisión
propia? Solo una cosa: Aceptar la decisión y subir adonde se le insta, sujetarse
voluntariamente, y en esto halla la mayor libertad. ¡Qué importa no saber los detalles
(22) ni la naturaleza de las cosas que le esperaban (23)! La sumisión era el camino que
eligió y que seguirá.
¿Qué nos enseña a nosotros esta disposición? ¿Es una asignatura pendiente ser
verdaderos hombres de Dios? D. L. Moody dijo en cierta ocasión que “el mundo aún
está por ver lo que Dios puede hacer con un hombre enteramente consagrado a Dios”.
Desde luego el célebre evangelista no miró al pasado pues ese hombre existió en Jesús
quien pudo decir:“no me ha dejado solo el Padre, porque yo hago siempre lo que le
agrada” (Jn. 8:29). Pero, aparte del Maestro por excelencia, pocas personas se acercaron
más a este ideal absoluto que Pablo. Nos toca ahora escuchar la repetida frase del gran
apóstol:”sed imitadores de mí, así como yo de Cristo”.

3.- La abnegada renuncia de si mismo (24)

“Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo mi vida preciosa para mi mismo”.
Que duda cabe que la vida es un bien preciado siendo lo que de más valor tenemos en el
mundo (Job 2:4), así que, preservarla sería la reacción normal, casi instintiva. Con todo,
insiste en que no dirá una palabra para salvar su vida (Mt. 16:25). El Señor tiene todo el
derecho a disponer de ésta, por tanto, no le importa darla y no retenerla para sí, si aquél
así lo quiere. Podemos recordar un par de pasajes más en esta línea:
“Porque yo estoy dispuesto no sólo a ser atado, más aún a morir en Jerusalén por el
nombre del Señor Jesús” (21:13); “... ahora también será magnificado Cristo en mi
cuerpo, o por vida, o por muerte. Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es
ganancia” (Fil. 1:20-21).
Es obvio que asumió plenamente la cruz y el seguimiento comprometido de
Cristo. Supone una absoluta diferencia con la superficialidad con que a menudo vemos
la eternidad y demuestra la radicalidad con que hemos de seguir al Maestro.
¿Faltan creyentes dispuestos a mantener costosamente el testimonio del
evangelio, sin que importe el sufrimiento? ¿Nos importan en exceso los prejuicios de la
sociedad contra los evangélicos? ¿Qué parte tenemos los guías espirituales en estas
actitudes de las ovejas?

Respecto a lo segundo, la relación con la palabra de Dios, tenemos un par de


cosas que comentar:
1.- La fidelidad en la comunicación:”nada... he rehuido” (20), “no he rehuido” (27).

No es lo mismo decir moderadamente la verdad que moderar los contenidos de


esta. Es muy importante que el acento de autoridad que acompaña a la predicación o
enseñanza no se confunda con el tono agrio. Decir las cosas claras no es sinónimo de
agresión. Es interesante que el escribano de Éfeso dijese en defensa de Pablo y sus
colaboradores:”habéis traído a estos hombres, sin ser sacrílegos ni blasfemadores de
vuestra diosa” (19:37). Sin embargo, había calado en muchos “que no eran dioses lo que
se hacen con las manos” (19:26), con la consiguiente ruina para algunos negocios y el
descrédito para los defensores del paganismo, además del avance imparable del
evangelio.
Dicho esto, otra cosa muy distinta es usar de eufemismos en boga para aliviar el
peso de ciertos conceptos bíblicos para hacerlos digeribles al hombre moderno.
Contemporizar, a costa de la verdad, con lo que resulta popular es más propio de la
demagogia que función de un heraldo del evangelio. El proceder sabio y el tacto no
significa mermar el mensaje de Dios. Fuese para oyentes incrédulos o para creyentes,
los contenidos de gracia, o los llamamientos a la obediencia de la fe, fueron respetados
y dados debidamente.
No rehuir es otra forma de decir denuedo. Vienen a nuestra mente las oraciones
de la iglesia en Jerusalén pidiendo “libertad de expresión” en medio de la oposición que
se había desatado contra la misma. Fuera se les negaba expresar sus creencias pero en
los corazones había una libertad indescriptible que hizo imparable la comunicación de la
resurrección de Cristo. Hoy en día tenemos libertad fuera, mientras las cohibiciones
están a menudo en nuestros corazones o para testificar o para contar las verdades
bíblicas sin temor a que nos tachen de anticuados e ingenuos. Dios tiene lista una gran
cena y a sus siervos les toca el privilegio de llamar a los invitados llevándoles la noticia
en los mismos términos en que ellos la recibieron, es decir:”Venid, que ya todo está
preparado”. Los contenidos no los elaboramos nosotros porque el evangelio es de Dios.
En esto, como en todo, el Señor Jesús es el gran adalid pues incluso sus
enemigos dijeron:”sabemos que eres amante de la verdad, y que enseñas con verdad el
camino de Dios, y que no te cuidas de nadie, porque no miras la apariencia de los
hombres” (Mt. 22:16). La verdad incomoda y puede resultar en persecución de diversos
tipos (19), quizá por eso podemos mirar a “Jesucristo, que dio testimonio de la buena
profesión delante de Poncio Pilato” (1 Ti. 6:13), cabe decir ante la faz misma de su
sentencia de muerte.

2.- La fortaleza de sus convicciones:”testificando” (21).

¿Por qué testificaba tan universal y comprometidamente con los contenidos del
evangelio? Sencillamente porque estaba convencido de la verdad y del poder de esta.
Billy Graham dijo en cierta ocasión lo siguiente:”He tenido el privilegio de predicar el
evangelio en cada continente y en la mayoría de las naciones del mundo, y cuando
presento el mensaje del sencillo evangelio de Jesucristo con autoridad, Dios toma el
mensaje y lo pone sobrenaturalmente en los corazones”. Estas palabras del célebre
evangelista no hacen sino confirmar las palabras de la Escritura:”El evangelio es poder
de Dios para salvación a todo aquel que cree”. ¿Qué hizo Pablo con esta convicción? Lo
dice de esta forma:”A griegos y a no griegos, a sabios y a no sabios soy deudor. Así que,
en cuanto a mí, pronto estoy a anunciaros el evangelio a vosotros que estáis en Roma.
Porque no me avergüenzo del evangelio...” (Ro. 1:14-16). Es decir, sentido de
obligación (“soy deudor”), entusiasmo desbordante (“pronto estoy”), y un sano orgullo
(“no me avergüenzo”, un litotes, como si dijera ¡cómo me glorío!).
Las convicciones llevan a propagar y enseñar “acerca del arrepentimiento para
con Dios y de la fe en nuestro Señor Jesucristo”. Más adelante volveremos a estas
palabras, de momento hemos de notar que es un mensaje exigente. ¿Responderán
hombres y mujeres a unas palabras difíciles de sobrellevar? A veces nos tememos que
no, pudiendo caer en la tentación de vender “rebajas”, mucha salvación y felicidad a
buen precio, pero Jesús dijo a todos:”si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a si
mismo, tome su cruz cada día, y sígame” (Lc. 9:23). “Las personas no dejan la iglesia
tanto por la dura verdad que les pone las cosas difíciles, como por flojas naderías que
hacen que desprecien la verdad” (George Buttrick).
“Testificando” alude no sólo al empeño en anunciar y enseñar sino
principalmente a que brotaba de su propio ser como una fuente viva. La persona
encarnaba el mensaje; creía con toda su alma y vivía de corazón lo que enseñaba. La
verdad que no arde en nuestro corazón difícilmente encenderá el corazón ajeno. Esta
forma de testificar compromete totalmente; no queda sólo en palabras verdaderas sino
que la persona misma queda involucrada en lo que anuncia.

Los principios básicos, v. 33-35

“En todo os he enseñado” = Mostrar algo a otro manteniéndolo bajo o ante sus
ojos; y de ahí darle un ejemplo.

1.- La renuncia a sus derechos (34)

Casi visualizamos el gesto gráfico de mostrar las manos al decir:”estas manos


me han servido”. El gran apóstol tenía manos endurecidas por el trabajo, donde por otra
parte no era empresario sino subordinado y asalariado. Quizá convenga en este punto
hacer un inciso para encomiar a tantos hermanos quiénes, junto con sus trabajos
seculares, llevan uno u otro ministerio, a menudo de gran responsabilidad en las
iglesias. Pero volviendo a lo que estábamos diciendo, esta forma de ganar su sustento no
necesariamente debe ser la norma de los que viven del evangelio. Con todo, el principio
a seguir es precisamente la disposición a dejar a un lado los derechos en este o en
cualquier otro aspecto si ello es necesario. Porque derecho tenía (1 Co. 9:13-14) y al
prescindir, quizá en parte, de este asienta la importancia de la independencia bien
entendida.
Los Obreros dependen del Señor, no de la congregación, aunque, por supuesto,
ha de haber una comunión fluida de estos con las iglesias manifestándolas gratitud e
informando y consultando cuando sea el caso.
Cuántos problemas nos evitaríamos de tener claro este concepto. Las iglesias
deben dar libremente y con oración, gozosas de la provisión que Dios hace de personas,
sin capitalizar, fiscalizar, ni dominar a los servidores de Cristo. Por otro lado, los
Obreros que depende de la, o las, iglesias deben servir por pura generosidad
asegurándose bien de los móviles que les mueven a hacer la obra. Éstos no deben
permitir que donantes o esponsor tomen ventaja por lo que dan o de la necesidad suya.
Tampoco permitir las actitudes humillantes. Cuando hay un mero sentido de obligación,
por indolencia de unos o por exigencias de otros, fácilmente pueden escaparse
expresiones de fastidio por una situación dependiente en exceso, o puede sufrir la Obra
por falta de celo. Solamente la mirada puesta en el Señor puede dar el sentido de
libertad y servicio apropiados a los Obreros y a las iglesias.
No había codicia en el apóstol (33). Posiblemente de lo que tenía sacaba para
financiar parte de los viajes de sus colaboradores. Sería inconcebible para él venderse al
mejor postor o comercializar su ministerio. Y es justamente este ministerio nuestro el
que padece profanación cuando buscamos algo (sea económico o de otra clase) para
nosotros mismos.

2.- La sensibilidad del amor (35 a)

Ayudar a los débiles es una necesidad moral y espiritual que sigue la práctica de
Jesús (Jn. 13:29), no siendo potestativo de nadie en particular sino obligación de todos.
Los necesitados pueden ser de varias clases sean por debilidad económica, física,
anímica o de otro tipo.
El refrán que dice “más hace el que quiere que el que puede” viene como anillo
al dedo porque más que los medios se precisa la disposición interna de aliviar el
sufrimiento ajeno. La verdadera religión no es ajena a estas cosas (Stg. 1:26,27). Pablo
dirán en otro lugar:”según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, mayormente a
los de la familia de la fe” (Gá. 6:10). La atención a las necesidades puntuales y
perentorias de nuestros miembros, apoyo a Hogares de ancianos, y otras obras similares,
o entidades como Misiones Urbanas u otras, por poner unos ejemplos, son algunas de
las cosas que a grosso modo se nos ocurren.

3.- La pauta por excelencia (35b)

El Maestro por excelencia nos provee la pauta a seguir. No parece se trate de


alguna frase suya en particular sino del tenor del amor de Dios que no escatimó a su
Hijo sino le entregó por todos nosotros (Ro. 8:32; Jn. 3:16). Y junto con este don
inefable no faltan pruebas de su constante bondad (Hch. 14:17). El evangelio rebosa de
la gracia del dar pues Cristo, quien anduvo haciendo bienes, se dio a si mismo en rescate
por todos.
“Dar” y “recibir” son acciones repetidas, no esporádicas ni puntuales. Desde
luego hay bendición en “recibir” lo penoso con sumisión y lo agradable con gratitud;
pero “más bienaventurado es dar...” de comer, beber, vestir, visitar, ofrendar, ministrar,
participar, servir. Nada es más teocéntrico que dar sin esperar nada a cambio (Lc.
14:13,14) porque, a fin de cuentas, Dios no necesita de nada pero da todo de pura
gracia.

Es evidente el beneficio que la ejemplaridad de Pablo provee para los guías de la


iglesia u obreros del Señor. Quizá con demasiada frecuencia detectamos en nosotros la
intención íntima del que espera reconocimiento, prestigio, parabienes, etc. ¡a fin de
cuentas merecemos esto por lo que hacemos! ¡si es que no esperamos que nos sirvan
egoístamente!
Lo paradójico es que algunas de estas cosas, legítimas en su debido marco, se
nos dan por añadidura si en lugar de movernos simplemente a cambio de algo nos
comportamos según el patrón de nuestro Maestro y Señor (35b), el cual “vino... a servir
y dar su vida en rescate por muchos” (Mc. 10:45). La tarea pastoral particularmente
aporta inmensas satisfacciones junto con no pocas lágrimas y muchas preocupaciones;
si nos movemos por el espíritu de servicio evitaremos las crisis de auto compasión que
fácilmente nos asaltan.

LA EVANGELIZACIÓN

De uno de los editoriales de Edificación Cristiana (nº 185, septiembre-octubre


1998) destacamos los párrafos siguientes:
“... estas dos últimas décadas, vividas en nuestro país en libertad y democracia,
no se han distinguido precisamente por un crecimiento, ni cuantitativo ni cuali-
tativo, de la membresía de las Asambleas. También, en relación con el aumento
del número de las mismas, no sólo hay que reconocer que no han sido muchas,
sino además, que sigue estando demasiado presente el principio de ‘multiplica-
ción por división’, frente al escaso número de las nuevas Asambleas fruto del
esfuerzo responsable por extender el testimonio a otros lugares, que gracias a
Dios también los ha habido”.
Si admitimos este análisis podemos resumir este párrafo de la forma siguiente:
1) Hemos de pensar en el crecimiento tanto cuantitativo (número) como cualitativo
(madurez). 2) Hemos de restañar heridas causadas por divisiones y evitar en lo posible
que estas se produzcan. 3) Debemos dar gracias a Dios por el avance de la obra pionera
por multiplicación y seguir en esta dirección.
“En la actualidad hay un despertar de la preocupación por el compromiso social
de la Iglesia, cosa muy loable si somos capaces de entenderlo como algo que ‘con-
viene hacer, sin dejar de hacer lo otro’... con ser importantes las carencias mate-
riales de algunos de nuestros prójimos, de mayor entidad y trascendencia lo son
las espirituales... el testimonio evangélico... amén de requerir el conocimiento
vivencial de la salvación en Cristo, que se hace evidente en una conducta que
entraña entrega y sacrificio por parte de los testigos, ha de contener en su pro-
clamación algo más que cuatro requisitos para entrar en el cielo, extendiéndose
a un discipulado informativo y normativo de ‘todo el consejo de Dios’... Ni tratar
de vender un ‘evangelio’ que ofrece el atractivo de sus grandes ventajas y sus
mínimas exigencias...”.
El resumen en este caso sería: 1) Hemos de evaluar nuevamente las palabras del
apóstol:”estoy limpio de la sangre de todos” (27), en su doble vertiente: de hacer cuanto
más mejor para salvar a los que perecen espiritualmente; y esto, sin dejar de examinar si
el evangelio que predicamos es bíblico en sus contenidos y amplitud. 2)Debemos
examinar la relación de la evangelización con la ayuda a nuestro prójimo, y si esta
última se inscribe en el amor cristiano. 3) Hemos de insistir en vidas propias de
discípulos comprometidos con Cristo, no tanto en el aumento sin mas de la
congregación.
¿Qué enseñanzas destacaríamos de la obra de Pablo en Éfeso en el tema de la
evangelización? Haciendo una síntesis, que nos invite a estudiar más ampliamente cada
uno de los puntos considerados a continuación, tenemos seis puntos que destacar:
1.- Es indiscutible que no hay verdadera bendición en la evangelización aparte
del poder y la gracia de Dios. Pero, dicho esto, la iglesia está llamada a proclamar
diligentemente “la palabra del Señor” (Hch. 19:10), esperando que cada persona la
preste atención y la reciba, y a Dios le tocan los resultados. La Palabra es poderosa y
avanza victoriosamente (19:20) lo cual debe ser un estímulo para sembrarla constante,
fiel y confiadamente.
2.- No siempre hemos de esperar resultados abultados y rápidos pero de parte
nuestra debe haber enseñanza continuada. En Éfeso primeramente Pablo predicaría tres
meses en la sinagoga (19:8) pasando luego a enseñar diariamente, quizá durante varias
horas, a lo largo de dos años (19:9,10).
La actividad evangelística no cuadra aparentemente con lo que llamamos hoy
“decisiones para Cristo”. Testificaba o daba testimonio (20:21,24), y hacía labor de un
heraldo (20:25) anunciando las buenas nuevas; y sobre todo, enseñaba (20:20) y discutía
(19:8,9), pues hay lugar, llegado el caso, no sólo para la urgente exhortación sino para la
paciente explicación y la argumentación razonada. Se trata de persuadir (19:8,26) a los
oyentes de la verdad del mensaje para que se obedezca a la fe, o se rechacen las buenas
nuevas con todas las consecuencias.
3.- La esencia del mensaje es la persona de Cristo, encarnado, crucificado y
resucitado estableciéndose de este modo el reino de Dios por él (20:25). Su “nombre”
resume todo lo que él es y ha hecho siendo un suficiente y potente salvador para todos
los que creen dicho nombre (19:5,13,17). A esto habría que añadir que es el Mesías
anticipado en las Escrituras del Antiguo Testamento (17:3) y el Juez de todos (17:31).
4.- El mensaje que predicamos es la oferta gratuita de Dios pues son buenas
noticias y un evangelio de gracia (20:24), que habla de la iniciativa y actividad divina
para la salvación del hombre. Y, junto con el perdón de pecados, se recibe el don del
Espíritu Santo cuando creemos (19:2).
5.- El evangelio demanda una respuesta ya que evangelización es más que mera
información pues supone un desafío que los oyentes no deben ignorar. Ya Juan el
Bautista predicó el bautismo para arrepentimiento “para que creyeran... en Jesús el
Cristo” (19:5); y el apóstol resume su ministerio a judíos y griegos con “arrepentimiento
para con Dios y fe en nuestro Señor Jesucristo” (20:21). Esta frase sucinta resume la
esencia de toda la Escritura.
Podemos decir que no calló nada del evangelio. Y arrepentimiento y fe se
complementan gramatical y espiritualmente. Las personas orgullosas difícilmente
admitirán de buen grado un mensaje tan pesimista, sobre todo si son religiosas. La
acusación de estrechez de miras contra nosotros es normal en un tiempo cuando
difícilmente se acepta que la salvación sólo es posible por la fe en Cristo (Hch. 4:12). La
gente de hoy estaría de acuerdo con la adivina de Filipos cuando decía:”Estos hombres
son siervos del Dios Altísimo, quienes os anuncian (un) camino de salvación”. ¿Por qué
acaso no llevan todas las religiones a Dios? ¿Y no está de moda que cada cual se haga
su propia religión a su medida?
Vivimos en un tiempo cuando parece privar la búsqueda de resultados, aunque
en honor a la verdad, también está el otro lado de nuestra falta de sana ambición. Si lo
que buscamos son números sería posible conseguirlo con métodos que esquivasen el
mensaje de la cruz. Pero, entonces, no tendríamos gente convencida por el Espíritu
Santo ni verdaderos discípulos de Cristo sino partidarios religiosos, gente con barniz
evangélico. Hoy más que nunca hemos de asumir “el escándalo de la cruz”. Saber solo
de Jesucristo y éste crucificado es mucho más rentable porque honra a Dios y hace
mella eterna en los que son alcanzados por la “locura de la predicación”.
Arrepentimiento y fe es la respuesta que se reclama a los que escuchan el
evangelio. Las obras dignas de arrepentimiento fueron palpables en Éfeso (19:18,19).
La fe como acto de compromiso personal con Cristo es condición para la purificación de
los corazones y para ser apartados para Dios. No debemos ceder al moderno embate en
cosas que ofenden claramente al Creador ni relativizar el mensaje de salvación en vista
de los sincretismos y pluralidad mal entendidas.
6.- Los creyentes han de ser reunidos en rebaños donde serán alimentados y
cuidados por los pastores de la grey (20:28,29). Si se trata de una obra pionera la obra
evangelística no estará completa hasta que se establezcan Ancianos que garanticen la
continuidad y cuidado de la Obra. La oración y la palabra de la gracia tienen que
sobreedificar a todos comenzando por los guías espirituales de las iglesias (20:32).

LA OBRA PASTORAL
Pablo se mueve al presente considerando el pasado y el futuro. Por una parte ha
dado un repaso a su ministerio anterior en Éfeso (18-21), y por otra, mira adelante a lo
que le espera en Jerusalén (22-25). A partir de ahí moldea su ministerio actual y les da el
encargo pastoral. El evangelista acabó su obra dejando a la iglesia en manos expertas
que continuarían la obra en el espíritu del apóstol. La exhortación es más breve de lo
que cabría esperar y a base del ejemplo personal que sigue a continuación, se hace
digerible.
Lo más esencial de la exhortación es el llamamiento a la vigilancia:”Mirad...
velad” (28,31). Tenemos dos cosas: a)Un llamado de atención (28), b)Una advertencia
de peligro (29-31).

Un llamado de atención, v. 28

“Mirad” es mantener la mente atenta, prestar atención, pensar en esto. Esta


exhortación es tanto más acuciante con el mandato siempre actual: constante atención,
concentración plena.
Vamos a considerar cuatro cosas: La atención personal, las necesidades de la
iglesia, lo sagrado de la tarea y el altísimo valor de la iglesia.

La atención personal:”por vosotros mismos”

Es crucial comenzar con uno mismo. Porque capacita para el pastoreo cuidar de
la propia vida espiritual, atender a la conducta y sus motivos, estudiar las Escrituras,
asegurarse que se va creciendo en conocimiento verdadero de Dios. Porque razones de
coherencia aconsejan cuidarnos antes de cuidar a otros, santificar nuestras vidas antes
de hacer una obra que promueva la santificación de otros, ser receptivos y obedientes a
la palabra de Dios antes de enseñar a otros (Ro. 2:21), vivir como hijos de luz antes de
atraer a otros.
Las palabras dichas en su momento a Timoteo “ten cuidado de ti mismo y de la
doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto te salvarás a ti mismo y a los que te
oyeren” (1 Ti. 4:16), vienen como anillo al dedo.

Las necesidades de la iglesia:”y por todo el rebaño”

Aquí tenemos varias cosas que comentar aunque en ponencias posteriores se


tratará este tema ampliamente. Veremos: La figura del rebaño, la relación del pastor con
el rebaño, y la tarea fundamental de los pastores.

1.- La figura del “rebaño”

Este nombre viene del Antiguo Testamento (Is. 40:11; 63:11; Jer. 13:17; 31:10;
Mi. 7:14), y Jesús mismo lo aplicó a los suyos (Lc. 12:32), siendo, comprensiblemente,
una figura favorita del apóstol Pedro (1 P. 2:25; 5:2,3).
Lo que debemos destacar es que es una figura colectiva, es decir, aunque el
rebaño está compuesto de individuos lo importante es la unidad del conjunto. En esto
tenemos un reto constante. Y no lo es menos que el rebaño sigue al pastor, no al revés
(He. 13:7,17), y antes de pedir obediencia a la iglesia éste ha de asegurarse que es todo
menos un asalariado; que impide la dispersión; y que las ovejas pueden confiar en él.

2.- La relación del pastor con el rebaño


El pastor sigue las pautas de Cristo. Si en la antigüedad David era capaz de
arriesgar la vida por las ovejas (1 S. 17:37), ahora es el Pastor y Obispo de nuestras
almas (1 P. 2:25) y el gran pastor de las ovejas (He. 13:20) quien eleva cual arquetipo la
figura del pastor (Jn. 10:11) poniendo el fundamento para la defensa del rebaño (Jn.
10:7-13). “A las ovejas no se las defiende a la manera de los dirigentes de la ciudad de
Éfeso con el tumulto sino con la propia vida” (D. Gooding). Pastores dispuestos a
cuidarlas con amor, porque han atesorado la obra del amor de Dios en sus vidas, son los
más capaces (Jn. 21:15-17).
Además, sigue estas pautas con todo el rebaño. Como el sumo sacerdote llevará
en su corazón a cada uno de los creyentes. Fácilmente podemos volcarnos hacia los
amigos (que, no obstante, debemos tenerlos) o hacia un segmento de la iglesia del que
recibimos más apoyo (que a menudo se agradece). Y frecuentemente hemos de recordar
que el rebaño no está completo si falta la oveja perdida (Mt. 18:10-14).
Sin embargo, hablar de todo el rebaño no significa dedicarse de tal modo a este
que se olvide a los de afuera (Lc. 19:10; Jn. 10:16). Por supuesto este es un peligro.
Pero no lo es menos concentrar los esfuerzos en actividades evangelísticas para que, una
vez obtenidos resultados, dejemos a los recién nacidos a la intemperie, sin el cuidado
necesario. En muchos casos el nuevo creyente deberá enfrentar conflictos que superen
su limitada experiencia espiritual con el riesgo de que sucumban, o en otros casos, se
limiten a vegetar largo tiempo en su cristianismo.
Si hemos de mirar atentamente a los neófitos no debiera ser menor el interés por
los creyentes más formados, que incluso después de años desde su conversión, sufren
los embates de las contrariedades o el debilitamiento en la fe, a menudo luchando solos
o con poco asesoramiento y oración, con los peligros que esto entraña. Vienen a cuento
las palabras del libro de Ezequiel:”Yo apacentaré mis ovejas, y yo les daré aprisco...
buscaré a la perdida, y haré volver al redil a la descarriada, vendaré a la perniquebrada,
y fortaleceré a la débil” (34:15,16).

3.- La labor fundamental del pastor:”apacentar”

Esta palabra se refiere generalmente a cuidar un rebaño y específicamente


“alimentar llevando a pastar” siendo la principal responsabilidad de los pastores dar
pasto, enseñar y discipular pero sin olvidarse de guiar, corregir, consolar, restaurar y
proteger, siempre a base de la palabra de Dios.
En otras ponencias se hablará más sobre la enseñanza y formación bíblicas.
Digamos, no obstante, que gran parte de la tarea se cumple con la predicación ya que el
ministerio público de la Palabra es de lo más esencial (20:20,27). Pero lo que se siembra
desde el púlpito debe regarse con los contactos personales, complementando lo dicho
públicamente a niveles más personalizados, de tú a tú (20:20 “públicamente y por las
casas”), con “exhortación” (1 Ts. 2:3) que implica formación a nivel más reducido y
privadamente. Clases particulares junto con enseñanza colectiva (1 Ts. 2:11,12). Los
buenos pastos comunicados de varias formas, no sólo instruyen a la grey sino que evitan
que ésta, ya satisfecha plenamente, codicie o busque pastos ajenos o extraños.
La dirección de la congregación no se lleva a cabo por la fuerza (Jn. 10:3-4);
“sacar” no es sinónimo de “arrastrar” sino conducir a los pastos. Los pasos del pastor,
que “va delante”, determinan los de las ovejas. Si el pastor se queda atrás el rebaño no
llegará muy lejos. La mayor influencia se deriva del ejemplo de los guías, “dechados de
la grey”. Es así que el pueblo de Dios es estimulado, siguiendo las orientaciones de la
Palabra, en medio de las perplejidades, tentaciones y tribulaciones, y no menos
conducido a las oportunidades de servicio que por doquier surgen en el caminar diario.
El cayado no es para apalear sino para corregir, a veces de forma severa si el
caso lo requiere. Indudablemente el apóstol gastó muchas de sus energías y tiempo
subsanando errores y rectificando conductas ajenas al evangelio, cosa que sus
colaboradores harían igualmente. Pero la mansedumbre, que es una constante del
carácter cristiano, resaltará aún más en estas circunstancias.
Si la corrección es necesaria la consolación lo es en grado multiplicado. Los
abatidos, quebrantados de corazón, cautivos, enlutados, afligidos son objeto de la
especial atención del Señor. “La eficacia pastoral no se mide tanto por la ortodoxia o por
el celo desplegado en el trabajo como por el aliento impartido a cada creyente para que
prosiga su vida cristiana con fuerzas renovadas”.
Ante todo este cúmulo de “matices” del ministerio pastoral pensamos se hace
imprescindible, o cuando menos útil, que los Consejos de Ancianos consideren
organizar el reparto de funciones, sobre todo en iglesias grandes, para alcanzar
debidamente a toda la congregación en sus necesidades o circunstancias diversas según
los dones que hayan recibido del Señor.

Lo sagrado de la tarea:”El Espíritu Santo os ha puesto por obispos”.

Del Espíritu Santo depende todo llamamiento divino y cualquier reconocimiento


de Ancianos debe basarse en este hecho. Hablamos de reconocimiento y no de
nombramiento porque la iglesia debe limitarse a valorar la obra de Dios en una persona
y la incidencia que el servicio de dicho creyente tenga para la edificación de la
congregación.
Y el mismo Espíritu que da dones y hace manifiesta su obra en un determinado
hermano guiará a la iglesia a la hora de añadirlo al Consejo de Ancianos de la misma.
Hemos de someternos en todo a la autoridad y dirección del Espíritu. A Dios
pertenece decir el número de Ancianos y cuando hayan de ser reconocidos.
Solamente al Espíritu corresponde hacer sobreveedores, llamando y capacitando
para esta función. En esto sigue la voluntad del Pastor a la diestra, el Señor de la Iglesia,
quien subiendo a lo alto dio dones a los hombres para que cuiden de su grey, con plena
conciencia de estar desarrollando una labor íntegramente espiritual, derivada de Dios,
en comunión con el cabeza de la Iglesia, y por lo mismo sagrada.

El altísimo valor de la Iglesia

En contraste con las sociedades humanas la Iglesia debe su existencia al


sacrificio de Cristo, pues sin este jamás hubiera existido. El canto de la misma es “al
que nos ama y nos libró de nuestros pecados por su sangre” (Ap. 1:5).
Hay un problema textual, basculando los textos entre “la iglesia del Señor” y “la
iglesia de Dios”. Esto último parece ajustarse más a la verdad por ser la lectura más
difícil y porque generalmente es la frase que se usa en el Nuevo Testamento, mientras
nunca se habla de la iglesia “del Señor”.
¿Si “de Dios” fuese la lectura correcta cómo entender la frase completa “la
iglesia de Dios la cual él ganó con su propia sangre” (Reina Valera)?
La traducción sería algo así: ”la iglesia de Dios, la cual él ganó con la sangre de
lo suyo propio”. La palabra para traducir “propio” es “idios” que se usa en Romanos
8:32: “El que no escatimó ni a su propio Hijo...”; es un término de afecto y cariño que
describe relaciones muy cercanas. Siguiendo a F. F. Bruce “equivale al hebreo ‘yachid’
(único) traducido por ‘amado’ (agapëtos), ‘escogido’ (eklektos) y ‘unigénito’
(monogenës)”. Dicho así se hace claro el significado: El precio de la Iglesia es la sangre
de “su querido, amado y único”. Padre e Hijo se hallan concertados para pagar el costo
que solo Dios podía tasar con precisión para obtener el amor de todos los redimidos (Is.
43:21; 1 P. 2:9-10).
¿Cómo valoramos los pastores la iglesia a la que servimos? ¿De qué forma
reflejamos el amor de sacrificial de Dios mismo por ésta? ¿Qué pensaría Cristo del trato
que damos a la iglesia? ¿En vista de la tasación divina para adquirir a este pueblo suyo
será indiferente a cómo apreciemos y sirvamos a la iglesia?

Una advertencia del peligro, v. 29-31

Los enemigos de la iglesia (29-30)

Ahora tenemos otra faceta de la obra del pastor: la protección del rebaño. Este
aspecto del trabajo pastoril lo expone magistralmente el Señor Jesús (Jn. 10:10-15).
Enseñanza bíblica y ejemplo adecuado deben proteger de los falsos profetas o
hermanos, algunos de los cuales entran a escondidas mientras otros surgen del mismo
seno de la iglesia.
La falsa doctrina derriba y destruye en contraste con la verdad que edifica. No
siempre se niega abiertamente el cristianismo, que haría fácil detectar los errores, por lo
que es preciso estar atentos. Pero a veces los peligros vienen de corrientes de
pensamiento y estilos de vida ajenos al evangelio y de las influencias secularizantes del
mundo.
Así que, la protección se ha de extender a menudo más allá de lo doctrinal.
Problemas íntimos de cada persona, dudas, conflictos morales, debilidades, traumas, etc.
que amenazasen su integridad espiritual. Y cuando una oveja ha salido malherida debe
haber esmero en curarla, porque este es el propósito de Dios.
Está el otro lado (30), el caso de los que dividen el rebaño llevando discípulos
ilusos tras ellos, causando cismas y sectas. Son aquellos que con el disfraz de guiar a las
ovejas buscan dominarlas como si estas fuesen suyas y no adquiridas por el Señor.
Gente siempre lista para criticar maliciosamente contra otros siervos de Dios para
mantener su tiranía sobre el rebaño.
Dios merece nuestra alabanza por haber mantenido su palabra de que nada
prevalecerá contra la Iglesia; y por los millones de cristianos que fielmente preservan el
precioso evangelio a pesar de los lobos rapaces y de los Diótrefes.

La consecuente vigilancia (31)

Asegurar la vigilancia debida es tanto como dar continuidad al “oficio” y a la


obra correspondiente. La manera de velar adecuadamente se hace recordando el gran
ejemplo del apóstol. Éste es un modelo: A) De incesante abnegación:”de noche y de
día...”; B) De atención personal o cuidado individualizado (“a cada uno”) en la tarea de
la cura de almas, a veces simplemente estar al lado del otro; C) Y de ardiente afecto
(“con lágrimas”), no faltando nunca la ternura y sensibilidad.

LA ENSEÑANZA
En el pasaje que estamos considerando tenemos tres palabras que resumen la
actividad del apóstol:”anunciar” (20), “amonestar” (31) y “enseñar” (20). Los mismos
conceptos, si no idénticas palabras, los hallamos en Colosenses 1:28. Juntando ambos
textos destacamos los puntos siguientes:
1.- Hay un cambio en los pronombres (1:28) pasando del “vosotros” (referido a los
santos, v. 26,27) al “nosotros”, que se aplica a Pablo principalmente pero no
exclusivamente, pues se piensa en personas como Epafras y, por extensión, a cuantos
ministramos la Palabra para que sepamos a qué atenernos respecto a los procedimientos
a seguir y las metas a alcanzar.

2.- El tema de la proclamación:”a quien” (1:28), es decir, Cristo, por dos razones
expuestas en el contexto: a) Es central en los propósitos de Dios, y b) Está en nosotros.
Lo importante no es lo que se llama en este pasaje “el misterio” o “la esperanza”, por
prominentes que sean estas cosas, sino Cristo mismo, esencia de las mismas. Cristo es
preeminente (1:18) y el corazón mismo del mensaje.
“Los predicadores no se ocupaban de todo aquello que pertenecía a la periferia
de la fe; proclamaban el hecho de la vida, muerte y resurrección de Jesucristo. Su
ferviente deseo era confrontar a los hombres con Cristo” (Barclay).

3.- La enseñanza complementa el anuncio del evangelio (20:20), así que, se destaca la
obediencia para el que habiendo aceptado el anuncio autoritativo del evangelio es
instruido conforme a las palabras de la gran comisión, que dicen: “Enseñándoles que
guarden todas las cosas que os he mandado” (Mt. 28:20), para que junto a la confesión
“que Jesús es el Señor” (Ro. 10:9) se obedezcan las palabras de Dios. ¿Cómo sabremos
que estamos honrando el señorío de Cristo? Si obedecemos las enseñanzas del Maestro
y nos sometemos a su voluntad tal y como la conocemos por la Biblia (Lc. 6:46; Mt.
12:50).

4.- La enseñanza está unida al evangelio de la gracia. Es decir, no dependemos de


nuestras fuerzas sino del poder de la obra cumplida de Cristo que incluye las
operaciones del Espíritu Santo. La obediencia no es mero moralismo, menos aún
legalismo, ante los mandamientos divinos pues surge de la fe en el evangelio. Los “así
que”, “por tanto” y frases similares en el Nuevo Testamento se cimientan en la
proclamación de los hechos y realidades espirituales de salvación tal como los recogen
los testigos apóstoles de forma inspirada (1 Jn. 1:1-4; 1 Co. 15:3-9; etc.).

5.- El concepto amplio de la evangelización (1:28). La esencia de la tarea se describe


con la palabra “anunciamos”, es decir, la publicación del evangelio mediante la cual se
lleva a hombres y mujeres a la conversión. “Predicar no es proclamar las opiniones
particulares del predicador ni airear sus dudas, sino proclamar la palabra de Dios.
‘Háblame de tus certidumbres –dijo Goethe- que ya tengo bastantes dudas’” (Barclay).
Es la palabra de autoridad. En suma, es una predicación misionera que se amplia con
otros dos verbos:
A.- Amonestando. “Hacer entender a alguien, tanto en sentido positivo:
enseñarle algo, como en el sentido negativo: corregirlo... En ambos casos... con la
finalidad de mejorar al otro” (P.J. Pop). Es propio de la obra pastoral rectificar la mente
confundida o inmadura; poner la mente de alguien en su debido orden, implicando que
está desquiciada, o sin ensamblar en el conjunto. En Hechos 20:31 en el contexto de
peligros espirituales.
B.- Enseñando, las verdades básicas y en profundidad de la Palabra. Y ya que la
esfera donde se mueve la enseñanza es “en toda sabiduría” supone: a) La aplicación o el
uso correcto del conocimiento. No es mera sapiencia humana porque el conocimiento
del que estamos hablando viene de Dios; b) No se enseña para producir una especie de
élite espiritual avanzada en sabiduría esotérica pues el tema único es Cristo “en quien
están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento” (2:3), y es para
todos los que reciben el evangelio.
Resumiendo: La obra de evangelización no se concibe como mera
proclamación del evangelio sino que a la conversión sigue la nutrición, amonestación e
instrucción. Podemos decir que la evangelización continúa en la obra pastoral, el
discipulado y la enseñanza, y no estará completa hasta que se consumen en la
eternidad todas las promesas y provisiones anunciadas en el evangelio.

6.- La meta de la proclamación, amonestación y enseñanza (1:28) es:”presentar maduro


a todo hombre”. Hasta qué punto haya sido conseguido este propósito lo
comprobaremos al final del proceso, en la venida del Señor. El Dios creador tiene en
mente la nueva creación poblada de hombres y mujeres transformados “conforme a la
imagen del que lo creó”. Para hacerlo posible fue levantada una cruz en “la
consumación de los siglos”, donde el Hijo de Dios “amó a la Iglesia, y se entregó a si
mismo por ella, para santificarla... a fin de presentársela a si mismo, una iglesia
gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin
mancha”. El proceso evangelizador acabará cuando se cumpla el propósito divino de
“presentaros santos y sin mancha e irreprensibles delante de él”.
¿Qué hemos de hacer nosotros? Trabajar a la luz de este propósito de Dios. Ya
que él está empeñado en esto nosotros obramos en la misma dirección, reduciendo
paulatinamente la distancia entre la inmadurez y la perfección final (Ro. 8:29; 1 Jn. 3:2).
Equipamos a los que han creído el anuncio del evangelio para que muestren en grado
creciente estar preparados para la transformación final.
El éxito del ministerio no se mide tanto por los números (por más que deseemos
ver a todo el mundo aclamando a Cristo), sino porque los ya creyentes reciban el
alimento necesario y porque la iglesia responda al fin para la que fue creada. El ABC
del evangelio no es suficiente, como no lo es un repertorio de cosas básicas sobre la
redención que tienen lugar al inicio de la vida cristiana, sino “toda la Escritura es
inspirada por Dios... a fin de que el hombre de Dios sea perfecto (maduro), (o lo que es
lo mismo) enteramente equipado para toda buena obra” (2 Ti. 3:16,17).

Resumiendo: Dentro del tema de la evangelización tenemos una triple


perspectiva: A) El pasado (Col. 1:27). La fe es completa cuando se alcanza la meta “en
Cristo” (Mt. 19:21). B) El futuro, mirando la venida de Cristo cuando se consumará el
propósito divino de tener una familia adoptada “para que fuésemos santos y sin
mancha” (Ef. 1:4,5). C) El presente, con el funcionamiento de los dones que
perfeccionan a los santos (evangelistas, pastores, maestros) y el proceso hacia la meta
que es “la medida de la estatura de la plenitud en Cristo” (Ef. 4:11-16).

CONCLUSIONES

Para finalizar hay tres temas que vamos a destacar para nuestra reflexión y las
correspondientes aplicaciones, según las conclusiones a las que lleguemos tras pensar
sobre estos:
1.- La ejemplaridad de los que proclaman y enseñan la palabra de Dios.

El ambiente de despedida que empapa el pasaje, además de introducirnos en una


atmósfera dramática, nos invita a considerar detenidamente la apertura del corazón de
un excelente evangelista, pastor y formador de creyentes. Dan para mucho estas
palabras dichas a un número reducido de amados discípulos, entre los cuales nos
sentimos como observadores de excepción que contemplan asombrados la vida de un
verdadero hombre de Dios. ¡Con que tono de voz hablan su santidad, fidelidad,
abnegación y denuedo!
Somos llevados a examinar todos los aspectos de nuestras vidas y a pedir que
Dios las convierta en lecciones de fe, amor y consagración. Somos llamados a mirar
más al Maestro y buscar su semejanza porque sólo de este modo podremos recomendar
nuestros ministerio a aquellos, creyentes o no, a los que servimos siguiendo el
llamamiento del mismo Señor. Son vidas así las que dejarán huella perdurable en otros.
Difícilmente habrá eficacia en la meta de “presentar maduro en Cristo a todo hombre”
sin que esté ocurriendo en nosotros aquel “somos transformados de gloria en gloria en
su misma imagen, como por el Espíritu del Señor” (2 Co. 3:18).

2.- El avance enorme de la obra de Dios

La obra en Éfeso resultó ser tan colosal como modélica, y aunque hallamos otras
experiencias misioneras dignas de estudiar y aprender de ellas, esta que estamos
considerando es extraordinariamente importante. F. F. Bruce en su comentario a Hechos
llega a decir lo siguiente:”Fue durante esos años que las iglesias en el valle del Licus
(Colosas, Hierápolis y Laodicea) fueron fundadas, aunque Pablo no parece haber
visitado estas ciudades en persona (comp. Col. 2:1; 4:13); tal vez las siete iglesias de
Asia a las que menciona Juan en Apocalipsis fueran fundadas en ese tiempo. La
provincia fue intensamente evangelizada, y llegó a ser un centro destacado durante
siglos posteriormente”.
Sea cierta o no esta conclusión en los términos expuestos, qué duda cabe que los
resultados fueron impresionantes en calidad y cantidad, habida cuenta que todo ello
ocurrió en poco más de tres años. Visión estratégica, colaboradores con los que formar
un buen equipo, formación de Obreros del Señor, discipulado tanto en la proclamación
como en la instrucción de los que iban siendo agregados al Señor, etc.
¿Qué aprendemos y estamos dispuestos a apropiar de todo ello?

3.- La amplitud de miras en la enseñanza.

La enseñanza “se dirige a toda la persona y a la totalidad de nuestras relaciones


en la vida... Nada queda fuera del énfasis didáctico del evangelio... La doctrina aplicada
a la práctica persigue la edificación del cuerpo de Cristo, entrenando a la comunidad
cristiana en los caminos de la justicia, el amor, y la paz, equipando a toda la iglesia para
el servicio del reino” (Spygman).
Al decir Pablo “nada que fuese útil he rehuido de anunciaros y enseñaros” (20),
nos enseña cuando menos dos cosas:
A.- Que buscaba lo más provechoso para los oyentes. De Isaías 48:17
aprendemos que “la verdadera piedad se funda en instrucción. El pueblo de Dios sería
incapaz de andar en su propio camino si antes no saben como hacerlo. Para aprender
deben ser enseñados en lo que es provechoso. No se trata solo de la ley en Sinái sino la
instrucción que Dios dio y daría a su pueblo por medio de los profetas” (Young). A eso
añadiríamos la enseñanza del Nuevo Testamento que completa “todo el consejo de
Dios” (27).
B.- Que buscó con criterio pastoral determinar lo que pudiese resultar más
adecuado y eficiente según las personas, necesidades y ocasiones.
John R. W. Stott (“Acts”, pág. 324) resume los temas del pasaje del siguiente
modo:
La gracia de Dios (24,32)
El reino de Dios (25)
El propósito (boulë) de Dios (27)
La sangre redentora de Cristo (28)
Arrepentimiento y fe (21)
La iglesia de Dios y su edificación (28,32)
El inevitable sufrimiento (23,24)
El peligro de falsos maestros (29,30)
Correr la carrera (24)
La herencia final (32)

¡Ya tenemos ideas para elaborar un plan para enseñar y discipular conforme al
“consejo de Dios”!

Antonio Ruiz
Ponencia de la redacción de “Edificación Cristiana” para el “Encuentro de Ancianos,
Obreros, Misioneros y Colaboradores” de las Asambleas de Hermanos, 11 al 14 de
febrero de 1999.

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