Teoría
Mercado
Presentadas mundialmente a principios de los años ochenta, las ventas de las LFC se han
incrementado constantemente debido a las mejoras en su funcionamiento y la reducción de sus
precios. El más importante avance en la tecnología de las lámparas fluorescentes (incluidas las
LFC) ha sido el reemplazo de los balastos magnéticos o cebadores (transformadores usados
para su encendido) por los electrónicos. Este reemplazo ha permitido la eliminación del efecto
de "parpadeo" y del lento encendido tradicionalmente asociados a la iluminación fluorescente,
así como una importante reducción del peso de la propia lámpara.
Actualmente las lámparas compactas fluorescentes utilizan casi un 80% menos de energía (por
lo que producen un 80% menos de calor) y pueden durar hasta 12 veces más, ahorrando así
dinero en la factura eléctrica y en la inversión de comprarlas.
El mercado de LFC se ha impulsado por la producción de lámparas que pueden ser integradas
o no. Las primeras contienen un tubo, un balasto electrónico y un borne atornillable en un
portalámparas corriente, lo que permite que sean sustituidas fácilmente. Las lámparas no
integradas permiten el reemplazo del tubo y el uso prolongado del balasto, pues el balastro
electrónico tiene mayor duración que el tubo y puede ser más caro.
Se estima que la sustitución de las bombillas incandescentes en la Unión Europea ahorraría al
menos 20 millones de toneladas de CO2 al año, lo que equivaldría a cerrar varias centrales de
producción de energía eléctrica.
Las lámparas LFC se fabrican para uso con corriente alterna y con corriente continua. Estas
últimas suelen usarse para la iluminación interna de las caravanas (casas rodantes) y en
luminarias activadas por energía solar fotovoltaica. En algunos países suelen usarse estas
últimas como reemplazo de las linternas a base de queroseno.
Comparación de consumos
En la tabla siguiente se comparan potencias eléctricas de distintos tipos de lámparas para un
mismo flujo luminoso.
25 W 5W - 3a4W 249
40 W 9W 5W 5a7W 470
60 W 15 W 7W 8 a 10W 806
75 W 18, W 11 W 11 W 1055
100 W 25 W 14 W 15 W 1521
125 W 36 W 18 W 20 W 2000
150 W 42 W 23 W 23 W 2452
Las LFC tienen una duración media de 8000 horas de funcionamiento. La duración media de
una lámpara incandescente está entre 500 y 2000 horas de funcionamiento dependiendo de su
exposición a picos de tensión y a golpes y vibraciones mecánicas, además de la calidad de la
propia lámpara. Esto mejora en los nuevos modelos.
Las LFC consumen aproximadamente una cuarta parte de la potencia de las incandescentes.
Por ejemplo, una LFC de 15 W produce una luminosidad similar a una incandescente de 60 W,
es decir, que el rendimiento luminoso de la LFC es de aproximadamente 56-60 lúmenes/W.
El kilovatio-hora es la unidad usada para medir el consumo de energía eléctrica en la mayoría
de los países. El coste de la electricidad en España oscila alrededor de los 0,18 € por cada
kilovatio-hora (dato del año 2013). Seguidamente, se muestra un cálculo que ilustra los costes
de aplicación de cada tipo de lámpara.
Lámpara incandescente
CFL
Los cálculos anteriores toman en cuenta el influjo del calentamiento de la lámpara sobre los
costos de energía. La energía que no se usa en la generación de luz, se convierte en energía
calorífica. Por tanto, las lámparas incandescentes producen sustancialmente más calor que las
CFL para una determinada potencia luminosa. Durante los meses fríos, las lámparas
incandescentes pueden ayudar a calentar las habitaciones y oficinas; pero en los meses cálidos,
éstas lámparas hacen que los sistemas de aire acondicionado tengan que gastar más energía
eléctrica para el enfriamiento.
Las lámparas de colores "blanco cálido" (2700 K a 3000 K) proporcionan un color similar al de
las lámparas incandescentes, algo amarillenta en apariencia. Las lámparas "blanca", "blanca
neutra" o "blanco medio" (3500 K a 4400 K) producen una luz blanca pura, más blanca que la
de una lámpara incandescente. Las lámparas blanco frío, llamadas también "luz día" (hasta
6500 K) emiten un blanco con tendencia notable al azulado.
La "K", es símbolo del kelvin, unidad de temperatura en el Sistema Internacional de Unidades y,
desde este punto de vista, supone el color de la luz emitida por una fuente luminosa comparada
con la de un cuerpo negro a esa misma temperatura; por ello se llama temperatura de color y
determina la composición de colores de la luz. Cuanto mayor sea esta cifra, más "fría" es la luz
(más se acerca al blanco puro). Efectivamente, cuando empieza a calentarse un cuerpo negro,
emite con radiación de onda larga invisible (infrarrojo), luego empieza a emitir en espectro visible
(rojo oscuro); cuanto mayor sea su temperatura, se van asociando (y mezclando) los colores
del espectro (arco iris: rojo, anaranjado, amarillo...), hasta llegar al azul, aproximadamente hacia
los 6500 K. Cuanto más baja sea la temperatura, domina más el rojo (luz más cálida) y cuando
sube, se va acercando a la luz del día (luz solar) o luz blanca, más fría. Sin embargo, la
temperatura de color no representa todas las posibilidades que tienen las lámparas, pues,
mediante adición de componentes se puede conseguir que la lámpara emita luces de cualquier
parte del espectro, prescindiendo de las intermedias o potenciando alguno de los colores.
Los nombres de color asociados con una temperatura de color particular no están normalizados
en las CFL modernas y en las lámparas de trifósforo como éstas con el estilo de las antiguas
lámparas fluorescentes de halofosfato. Existen variaciones e inconsistencias entre diversos
fabricantes. Por ejemplo, las CFL fabricadas por Sylvania tienen una temperatura de color de
3500 K, aunque la mayoría de las lámparas que tienen la etiqueta "daylight" tienen temperaturas
de color de, al menos, 5000 K. Algunos fabricantes no incluyen este valor en las cajas de las
lámparas, pero esta situación empieza a corregirse ahora que se espera que los criterios de la
norma estadounidense Energy Star para LFC requieran este valor impreso, en su revisión 4.0.
Las CFL son producidas también en otros colores menos comunes, como:
Mitos y realidades
Hasta hace pocos años, estas lámparas tenían algunos inconvenientes y limitaciones,
heredados de la tecnología del tubo fluorescente clásico. Las lámparas fluorescentes
compactas actuales han mejorado ostensiblemente la tecnología fluorescente inicial gracias a
la electrónica y la mejora de los compuestos luminiscentes. No obstante, algunas características
de estas luminarias son objeto de controversia, especialmente tras el inicio de la prohibición de
las bombillas incandescentes convencionales en la Unión Europea a partir de septiembre de
2009.
Toxicidad
Las lámparas fluorescentes contienen mercurio, un metal pesado utilizado en forma de gas para
producir radiación ultravioleta (no visible), que luego un recubrimiento fluorescente convierte en
luz visible. El envenenamiento por mercurio es muy dañino para la salud de humanos, peces y
aves.
Vida útil
Los ciclos de encendido y apagado de las bombillas CFL afectan la duración de su vida útil, de
manera que las bombillas sometidas a frecuentes encendidos pueden envejecer antes de lo que
marca su duración teórica,3 reduciendo por tanto el ahorro económico y energético. Esto es
aplicable en lugares de uso puntual, como pasillos o aseos. Deben evitarse también las
bombillas en luminarias muy cerradas, pues las altas temperaturas también reducen su vida útil.
La polémica se ha visto agravada por la mala calidad de muchas de las bombillas distribuidas
en el mercado: un estudio de 2006 demostró que más de la mitad de las bombillas de ciertas
marcas duraban menos de 100 horas, en lugar de las 3.000 u 8.000 anunciadas.
Arranque paulatino
Los primeros modelos, aparecidos en las décadas de 1980 y 1990, requerían temperaturas
relativamente altas para generar una emisión luminosa suficiente. Puesto que esos modelos
usaban balastros electromagnéticos y arrancadores, igual que un tubo fluorescente lineal, no
solo debían ganar temperatura, sino que además el encendido producía parpadeos. Desde
mediados de la década de 1990, el balasto electromagnético y el arrancador fueron
reemplazados por un transformador electrónico, mal llamado balasto electrónico, que junto a las
mejoras en las substancias fluorescentes presentes en el tubo, han mejorado los tiempos de
encendido, así como el tiempo requerido para alcanzar su máxima luminosidad. Sin embargo,
en lugares de tránsito, tales como pasillos, el retardo en el encendido puede resultar molesto y
poco práctico.
Zumbido
Las lámparas con equipo electromagnético tendían a zumbar al ritmo de la frecuencia de la red
eléctrica, que funciona en 50 Hz o 60 Hz de acuerdo con el país, independientemente de la
tensión. Las lámparas electrónicas no usan balastro sino un transformador electrónico muy
optimizado que produce la alta tensión de arranque a altísimas frecuencias, condición que ayuda
a la creciente disminución del tamaño. Esta altísima frecuencia disminuye casi por completo el
parpadeo o flicker.
Escasa potencia
Hasta inicios del siglo XXI, las CFL tenían un rendimiento más bajo, tardaban en arrancar y eran
falibles. Hoy en día, una CFL de 24 W puede reemplazar a una bombilla incandescente 100 W
con incluso más flujo luminoso. El problema sigue siendo el gran tamaño de las bombillas de
alta potencia, que frecuentemente no caben en las lámparas convencionales, o resultan poco
estéticas.
Muchos usuarios afirman además que la potencia teórica de las CFL no es real, y que iluminan
menos de lo que se dice en las etiquetas, así como que existía una equivalencia de potencia
con incandescente demasiado alta u optimista. Esto es muchas veces cierto: sin embargo, esta
impresión se debe a las numerosas bombillas etiquetadas con una potencia sensiblemente
mayor a su potencia real, y es por tanto un problema de las agencias de control de calidad, y
no de la tecnología en sí.
Para solucionarlo, las actuales lámparas vienen con la expresión del flujo luminoso que emiten,
en lúmenes. Dado que las lámparas incandescentes tenían un rendimiento entre 10...15 lum/W
(mayor cuanto mayor fuera la potencia) bastaría dividir el flujo impreso en la etiqueta por 10...15
para hallar la equivalencia aproximada de la nueva lámpara con una antigua.
Seguridad
Los tubos fluorescentes equipados con balastro magnético pueden explotar si éste entra
en cortocircuito, dado que en este estado equivale a un trozo de cable que conecta el tubo
directamente a la red eléctrica, sobrecargándolo. La lámpara fluorescente con balastro
magnético ha sufrido estos problemas, pero la electrónica está completamente exenta, dado
que contiene un transformador electrónico que aísla el tubo de la red, incluso en las peores
condiciones, de manera que los modelos de hoy son más seguros que cualquier lámpara,
excepto las LED. Normalmente éstas solo se rompen por golpes indebidos o accidentales, de
modo que basta con usarlas dentro de un buen artefacto o en una posición donde estén
protegidas de impactos.
Frialdad de la luz
Los tubos fluorescentes casi siempre se asocian con una luz blanca tendiendo a azul, lo cual
puede ser un problema para personas acostumbradas a la calidez de la luz de una lámpara
incandescente. Hoy en día pueden adquirirse lámparas fluorescentes compactas en colores
como luz día, neutro y cálido. Luz día es la clásica luz fluorescente, cálido es una coloración
amarillenta parecida a la que emite la lámpara incandescente, y neutro es un término medio
entre las dos. También existen las lámparas tri-fósforo, que emiten iguales cantidades de luz
roja, azul y verde, generando un blanco más perfecto que reproduce con precisión todos los
colores. Además, empiezan a aparecer lámparas fluorescentes que emiten en rojo, azul, verde,
amarillo, ámbar y la llamada luz negra.
En cualquier caso, la "calidez" de la luz no depende solo de su temperatura de color, sino
también de la iluminancia. Para iluminancias bajas se aprecian los colores cálidos, pero se
admiten colores "fríos" cuando la iluminancia es alta, sin que parezca que lo son. El modelo de
luz blanca es el sol, pero emite con tal potencia que nadie diría que es una luz fría. En este
sentido, ver las curvas de Kruithof.
Interferencias
Las bombillas de bajo consumo utilizan un pequeño transformador con un oscilador que
produce interferencias de radio y electromagnéticas. No sólo eso, algunos modelos interfieren
exactamente en la banda de 2,4 GHz, por lo que anulan la cobertura de las redes WiFi. En
equipos de audio, como micrófonos a tubo (bulbo), fuentes de alimentación y similares,
producen ruidos como los que produce la falta de toma de tierra (gnd), o por el contrario a dejar
sin tierra (lift) capta señales de radioemisoras.
Reciclado
Uno de sus inconvenientes, es que, por contener pequeñas cantidades de mercurio, estas
bombillas deben reciclarse convenientemente, depositándolas en lugares adecuados. No se
pueden tirar a la basura ni al reciclado de vidrio, debido a que al romperse liberan mercurio,
favoreciendo el envenenamiento por mercurio.
Medio ambiente
El uso de las lámparas y tubos fluorescentes tiene implicaciones ambientales, ya que
contienen mercurio, un potente contaminante. Cada lámpara contiene miligramos de dicho
metal. A nivel mundial no hay aún leyes y disposiciones legales, respecto a qué hacer con los
residuos producidos por estas lámparas. De momento se realiza el almacenamiento de tubos y
lámparas fluorescentes en recipientes estancos.
Pese a la falta de una normativa adecuada de tubos y lámparas fluorescentes, la utilización de
los mismos es defendida por organizaciones ambientalistas, ya que su uso en lugar de la
lámparas incandescentes, con el consiguiente ahorro de energía, minimiza la emisión de gases
de efecto invernadero y contaminantes por parte de las plantas de generación de energía
termoeléctrica. Sin embargo, recientes estudios pusieron en alerta a las organizaciones
ambientalistas en Europa, quienes se preguntan si no se estará pagando un precio muy caro
con la utilización masiva de las lámparas de bajo consumo, debido al envenenamiento por
mercurio.