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K. W.

BASH

PSICO-
pATOLOGÍA ->

GENERAL
Con 10 figuras, y
50 casos clínicos

EDICIONES MORATA
FuNDACIÓN os JAVIER MóRATA, EmTOR, EN 1920
MADRID - 4
TITULO ORIGINAL DE LA OBRA:

LEHRBUCH DER ALLGEMEINEN


PSYCHOPATHOLOG lE
© Copyl"ight by GEORG TtttEME, Verlag,
Stuttgart.
(Ediciónj espafiola revisada y actualizada
porel autor)

ES PROPIEDAD
DERECHOS RESERVADOS
DE LA VERSION ESPAÑOLA
EDICIONES MORATA
PRIMERA EDICION
Registro número: 640/65
Depósito Legal: M. 1.760 - 1965
1965-MADRID

PRINTED JN SPAIN - IMPRESO EN ESPAÑA


Gráfica Clemares - Orellana, 7 - Madrid (4)

.
"El paso dado por el espíritu huma­
no posee un sentido mucho más pro-
fundo que aquello que alcanza."
Alexander van VILLERS: Car-
'tas a una desconocida. An Ho-
yos, 25 de enero de 1873.
lllTRODUOOION A LA VERSION ES~ltÑPLl!
(Notas del traductor /.·-· _ .- . . ": .1 />·:::·~,"
en torno al concepto de U/o noi,~i,,):_ I ...:..; ' '· '
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Sin un cabal conocimiento de la psicopatología, es decir, del con-
junto ordenado de aspectos, conceptos y definiciones relativos a las
anormalidades de la vida mental, no es posible ejercer correcta-
mente la psiquiatría clínica, ni establecer los correspondientes tra-
tamientos y pronósticos sobre una base sólida, ni contribuir en poco
o mucho al avance de nuestro saber, tan precario y fluctuante aún,
a pesar de todo, acerca de las enfermedades que fundamentan las
manifestaciones psíquicas anómalas o de los modos de "estar en el
mundo" que estas últimas . revelan. Es decir: ni podremos ayudar
eficazmente a la sociedad a liberarse de ciertos tropiezos que obs-
taculizan el correcto funcionamiento de aquellas normas que cons-
tituyen base más o menos sólida de su existencia, ni tampoco (y
quizás sea esto más importante) ayudar al individuo al que causas
biógenas, psicógenas, sociógenas o de la índole que sean han empu-
jado hasta las aguas del, para tantos, "mare tenebrosum" de la
llamada "anormalidad mental". El psicopatólogo ha de ser, pues,
a un tiempo a modo de oceanógrafo y asesor en el salvamento de
náufragos, procurando restituir a éstos (si le es posible y si ellos se pres-
tan) a la potente y orgullosa nave que lleva por nombre "norma".
Mas, ¿qué garantías de solidez nos ofrece ésta? ¿Dónde empieza
y dónde termina? ¿En qué consiste esa especie de barco fantasma
en el que casi todos nos consideramos pasajeros, sin saber, en serio,
ni dónde está ni ~i tenemos todos nuestros papeles en regla para
viajar en él?
Si escuchamos a Honorio DELGADO, nos explicará que hay dos
criterios de normalidad psíquica: uno, e~.tgdísJk:p_o. cuantitativo; te-
leológico o de odecucción.. el.. otro, Para el primero, propio de las
ciencias naturales, es normal lo que se manifiesta con mayor fre-
cuencia en la población total y según la edad, el sexo, la raza, etc.
Mas, se pregunta DELGADO, ¿dónde cesa de ser normal la manifesta-
ción o manifestaciones que se consideran? ¿Será más allá del 90
por 100? ¿Será lo que pasa del 99 por 100 o del 999 por 1.000? O bien
¿no existirá lo normal, puesto que se trata de una obstrcción, un
10 A. Guera

ideal o término medio puramente matemático? Y, por otra parte,


continúa, las manifestaciones de la actividad anímica no son redu-
cibles a medida sino de modo excepcional, y la presencia o ausencia
de algunas de ellas en un individuo entre muchos no siempre resulta
decisiva para calificar de anormal su caso. La determinación teórica
general de lo normal y de lo anormal basándose en la frecuencia es
imposible cuando no se trata de desviaciones considerables o de di-
ferencias cualitativas de alguna entidad. No se puede delimitar así
entre lo psicológico y lo psicopatológico. Y Honorlo DELGADO con-
cluye afirmando que lo que determina, en último término, entre lo
uno y lo otro es el buen sentido personal: "acto intuitivo en el cual
interviene algo más que nuestro saber y nuestra experiencio de las
cosas humanas". Y ahora nos preguntamos nosotros: ¿no será que
disfrazada de ese "algo más" se nos ha vuelto a colar de rondón,
por las escotillas, la norma? ¿No será ésta la que "interviene" en
"nuestro saber" y "nuestra experiencia"? La nave se nos está con-
virtiendo por momentos en más fantasmagórica. Y para colmo, de-
tengámonos a escuchar como describe Hermann RoRSCHACH a uno
de los más caracterizados tripulantes de la misma: al "hombre nor-
mal" tal como aparece retratado en su "Psicodiagnóstico" en virtud
de procedimientos en gran parte cuantitativos: "un gran sabelotodo,
con gran rapidez y riqueza de asociaciones, dotado de una lógica
que no tendría ya nada que ver con aquello que se acostumbra ca-
lificar de sano entendimiento humano, una persona a la vez tiránica
y puntillosa, intolerante y llena de pedantería, colmada de orgullo
acerca de la energía, persistencia y, sobre todo, de lo consecuente de
su pensamiento, el cual carecería, por otra parte, de originalidad;
sin capacidad afectiva, falto de temperamento ... , un estéril y orgulloso
técnico de la lógica y de la memoria".
En fin: un "robot". Buen marino para tal barco. Pero ¿navegamos
aún en alta mar o hemos arribado ya a una de esas singladuras
numinosas, procaces o simplemente absurdas que se nos abren cada
noche con el sueño? Con el sueño "normal".
Veamos, pues, si nos sirve más el otro criterio: el teleológico. Este
sería característico de las ciencias morales y, de acuerdo con él, lo
normal es aquello que se conforma a la idea de hombre, de mujer,
de niño por excelencia; lo que se aproxima a lo óptimo. También se
trataría aquí de "una imagen intutitiva que se presiente más por ins-
tinto que por discurso". Aquí lo normal lo es "no por su frecuencia,
sino por su conformidad a la ley de constitución íntima, al sentido
de la esencia". Mas tal idea de lo óptimo ¿no se halla calificada ya
de antemano por la norma y no se establece de acuerdo con los va-
Notas del traductor 11

lores que ésta implica? ¿Y no es para hacer pensar que se hable


aquí de "imágenes", de "intuiciones" inaferrables como sombras?
¿No tiende ello a una mitología?

Se nos abre, pues, la normc como mito, lo cual no implica irrea-


lidad, ni inefectividad, como sabemos a partir, sobre todo, de uno de
los grandes maestros del autor del presente libro: C. G. JUNG. Mito.
no equivale, como quiere la acepción vulgar del término, a mentira,
sino a imagen rectora, a "aparición", a cultura, pues no existe cul-
tura alguna sin sus correspondientes mitos normativos. La coinciden-
cia en cuanto a la apreciación de los valores implícitos en éstos es
lo que agrupa a los hombres en la vida en común. Las normas cons-
tituyen posibilidades del existir y comportamiento humanos, virtuali-
dades actualizables que aparecen dotadas de valor positivo. Para
KUNZ es la potencialidad aquello que, en cierto modo, constituye la
"sustancia óntica" de las normas, y afirma que por ello no es de
extrañar que la esencial diferencia que se establecía antes entre los
modos de comportamiento y las posibilidades de ser "normales" y
"anormales" haya sido sustituída en la actualidad por un enjuicia-
miento más flexible y ajustado a los hechos. En lugar de una rígida
fijación de la diferencia, se da actualmente un conocimiento acerca
de la labilidad de la misma, que corresponde, a su vez, a la fluctuante
virtualidad del ser humano. Lo normal corresponde ampliamente a lo
sensato, al "sentido común" o "horse sense", como le llaman los in-
gleses: "sentido de caballo". Y no deja de ser curiosa esta relación
establecida por un idioma entre lo normal y el instinto, relación que
parece extraña a primera vista, ya que lo normal parecería corres-
ponder más bien y en primer término a lo razonable, lo juicioso. Mas,
sin embargo ¿qué más normal que la conducta instintiva de la abeja
o de la hormiga, con sus papeles sociales bien determinados por la
especie? Bien es verdad que, así presentada, la norma aparece casi
en caricatura, pero por ello mismo destaca algo que, a nuestro juicio,
resulta esencial en ella. De todos modos, en tal extremo biológico no
nos es casi posible concebir lo anormal sino como mutación genética,
como conmoción que desvíe el curso de la especie a partir de su pro-
pia fuente.
La plasticidad, flexibilidad y extraordinaria complejidad del dina-
mismo de las normas en el hombre (dinamismo cuyo estudio está
aún prácticamente en mantillas) no ha de nublar nuestra visión acer-
ca de su raíz y trasfondo, que parece referirse, en último término, a
un impulso primario a la organización y configuración, a la constitu-
J.2 A. Guera

ción de conjuntos dinámicamente ordenados y dotados de la mcximn


armonía posible. Es decir: pregnantes, para usar uno de los términos
favoritos de la psicología de la configuración. Todo definir y reducir
a modelo rígido que se refiera a lo que haya de ser el "hombre nor-
mal" está sujeto al principio de incertidumbre. El "hombre normal" se
está haciendo permanentemente encarnación de normas que tienden
a configurarle en el sentido de proyectos de supraordenación, y fijar
más o menos dogmáticamente unos momentos o aspectos de tal de-
venir, al que paradójicamente podríamos calificar de "apertura hacia
la clausuración", no puede esencialmente corresponder a la efectivi-
dad de las posibilidades.
Ello dejando a un lado la ardua y espinosa cuestión de los va-
lores, tan actual precisamente en psicopatología. Pues, por ejemplo,
¿por qué Aldous HuxLEY atribuye un valor de super o hiperconciencia
al cuadro exógeno tóxico autoprovocado con la ingestión de mes-
calina? ¿En virtud de qué preconiza esta última como medio para
lograr una ampliación de la apertura del hombre al mundo y fun-
damentar así una nueva imagen de éste? ¿Por qué, en su asombro
ante lo subjetivamente experimentado, apunta la tendencia a elevar
esto último a la categoría de norma actualizable? Quizás la respues-
ta estribe en el carácter numinoso de la experiencia (análoga, como
es sabido, a otras de intoxicación "mística") y ello entonces ilustraría
la posibilidad de un doble aspecto: biológico-humano y numinoso,
en la raíz de las normas. O bien, expresado en terminología junguia-
na, el fundamento arquetípico de las mismas. Mas no es éste el lugar
apropiado para extender una red de especulaciones en tal sentido.
Unicamente deseamos señalar aquí la no pertinencia que supone el
confundir "arquetipo" con "imagen arquetípica", como a veces su-
cede en trabajos que se ocupan de la psicología de C. G. JuNG. La
imagen arquetípica visionaria constituye tan sólo uno de los aspectos
de los arquetipos, una "fanía" de los mismos, expresiva, pero no ex-
clusiva ni mucho menos.

Así, pues, el concepto de anormal, en psicopatología, se refiere a


la intensidad o a la calidad, más bien que a la cantidad, a lo cifrable.
Estadísticamente, el apartamiento de la norma constituye una des-
viación a partir de un valor de frecuencia. Este último concepto de
lo normal es el que predomina, por ejemplo, en los comentarios y
conclusiones que KINsEY une a los resultados de sus célebres "Infor-
mes". Mas esta concepción meramente estadística aparece dudosa
Notas del traductor 13
cuando se quieren deducir de ella corolarios estimativos y juicios
de valor.
También (como afirma BADER) nos encontramos con corolarios nor-
mativos en la opinión pública, la cual tiende de modo instintivo a
la infravaloración de lo no habitual, de lo que es de otra índole y
raro, y orienta sus juicios de valor con arreglo a lo que es típico y
representa un término medio.
El concepto psicopatológico de apartamiento de la norma va ín-
timamente enlazado al concepto psicopatológico de síntoma. Kurt
ScHNEIDER ha precisado recientemente la diferencia que existe entre
el "síntoma" en psicopatología y el "síntoma" en la Medicina en ge-
neral. En esta última, el síntoma indica la presencia de una enfer-
medad, es una patente alusión a la misma. De la presencia de sínto-
mas cabe deducir la de una enfermedad determinada. En Psiquiatría,
esto es tan sólo válido hasta cierto punto. Lo es con respecto a .lcs
psicosis con fundamento somático: a las psicosis "sintomáticas" pre-
cisamente, pero por lo que se refiere a las endógenas, ello es más
discutible. El síntoma constituye en estas últimas un rasgo más o
menos característico de un conjunto de estado y curso, lo cual no
equivale a lo que la Medicina conceptúa como enfermedad. Los "sín-
tomas" de las psicosis endógenas son, por una parte, vivencias anor-
males, por otra, expresiones anormales. ¿Hasta qué punto cabe cali-
ficar de "síntoma" a la tristeza de un depresivo endógeno? Tal tris-
teza, como "síntoma", aludiría a la presencia de una enfermedad, de
una somatosis, de algo somáticamente morboso, que en este caso
sería postulable con grandes probabilidades de verosimilitud. Pero
en la tristeza del depresivo endógeno hay algo más, una calidad es-
pecífica que la distingue y diferencia de la tristeza que el sujeto nor-
mal puede experimentar y que parece aludir, precisamente, a una
categoría distinta de las que reconoce la Medicina humana-biológica
y la psicología clínica (entendido este término en. un sentido amplio).
Hay quien, como TELLENBACH, lo califica de "Endon", otros, como el
propio Kurt ScHNEIDER, de "fondo", de lo "metágeno". De todos mo-
dos, nos hallamos aquí ante algo que se muestra opaco a toda tenta-
tiva de abordaje por medio de nuestro conocimiento científico natural o
psicológico científico. La psicopatología fenomenológica desemboca
en la antropología existencial.

Desde JASPERS, que nosotros sepamos, cuya "Psicopatología" acaba


de cumplir su primero y fecundo medio siglo, no se había abordado
hasta ahora la tarea de condensar los conocimientos psicopatológicos
14 A. Guera

en una obra de conjunto. Esta difícil labor es la que ha emprendido


y cumplido BASH, y' el logro de la misma va marcado con un incon-
fundible sello de personalidad propia y supone para el clínico el
ofrecimiento de nuevos puntos de apoyo en la dilucidación de los
problemas que plantean las enfermedades mentales. Armonizando
los puntos de vista teóricos y los clínico-prácticos, manteniendo en
todo momento el imprescindible contacto con aquellos sectores de la
moderna ciencia psicológica, a los que tiende por vocación y por for-
mación el autor, el plan de la obra se despliega bien orquestado y
documentado en la bibliografía y la realidad viva de la clínica psi-
quiátrica. De su maestría podemos aprender mucho.
Estimamos como un nuevo acierto de Ediciones Morata el haber
seleccionado este libro para su publicación en castellano, dentro de
una constante línea de cuidadoso esfuerzo por mantener a los mé-
dicos de habla española en un nivel de información científica lo más
elevado posible.
ALFREDO GuERA MIRALLES

Madrid.
PROLOGO DEL AUTOR PARA LA EDIOIOll ESPAÍÍOLA

Pocos años después de su apancion original en lengua alemana, ·


le es conferido a mi "Tratado de Psicopatología generar' el honor
de una edición española. Queda así cumplido el amable deseo de
algunos comentaristas de habla espaiiola, deseo manifestado en sus
criticas a la primera edición. Desde los tiempos de KRAEPELIN1 la
Psiquiatría española y la alemana han mantenido un estrecho con-
tacto. Constituye para mí un placer poder conttibuu, aunque sea
modestamente, a la continuidad de estos tradicionales vínculos.
Los últimos años han sido testigos de una fecunda actividad in­
vestigadora, la cual, no solamente ha contribuído al propio avance
de la psicopatología, sino asimismo a modificar su posición dentro
del conjunto de las ciencias psicológicas y psiquiátricas. Cuando
apareció la primera edición de este libro, los modernos psicofármacos
pasaban desde su período de experimentación en los laboratorios, al
uso clínico general. En pocos años han hecho variar el aspecto de la
Psiquiatría de un modo tan esperanzador como los nuevos fármacos
contra la tuberculosis, introducidos aproximadamente hacia la misma
época, han transformado el tratamiento y pronóstico de esta enier-
xaedad, antaño tan temida. Mas con la terapia de las así llamadas
"enfermedades nerviosas" han variado también los correspondientes
puntos de vista diagnósticos. Con respecto a la farmacoterapia, así
como, aunque en menor grado, con respecto a la psicoterapia de las
"enfermedades nerviosas" no se muestran ya suficientes los antiguos
diagnósticos psiquiátricos, siempre que no se refieren a psicosis so­
máticamente fundamentadas. Hoy en día diagnosticamos más bien
con arreglo a los cuadros psicopatológicos y prescribimos conforme
a ellos nuestros cada vez más ·diferenciados fármacos psiquiátricos.
Si bien hay que hacer constar que muchas veces se prescriben tran­
quilizantes con idéntica ligereza a la que antes se poníc, en ocasiones,
para tratar a todo enfermo mental con insulina o electrochoque. Los
diversos psicofármacos poseen casi siempre sus indicaciones exactas,
aunque éstas, a veces, se imbrican, y el conocimiento de los di­
versos medicamentos de nueva aparición, cuyo número crece ince-
santemente, representa no escasa sobrecarga para el psiquiatra.
No resulta adecuado recetar sencillamente fenotiazina o tauwoliia
16 K. W. Bash

a cada paso, tal como antes se hacía con los barbitúricos. Para una
prescripción adecuada es preciso un cuidadoso análisis psicopatoló­
gico del caso individual, y es por este motivo por el que la psicopa­
tología ha ganado en importancia práctica.
Esta transformación verificada en la práctica clínica ha acarreado
directamente consecuencias científicas y teóricas. La investigación
psicofarmacológica se ha visto obligada a referirse a los cuadros
clínicos psicopatológicos, así como a la relación existente entre estos
últimos, los fármacos psicoactivos y las estructuras cerebrales, en
Jugar de a las tradicionales "entidades nosológicas". La moderna in­
vestigación neuroanatómica, neurotisiológica, neuroquímica y farma-
cológica se ocupa de estas últimas de un modo cada vez más redu-
cido, mientras que lo hace de un modo creciente con aquéllos. Me-
diante tales investigaciones ha sido logrado un importante caudal
de conocimientos, los cuales son tenidos en cuenta en esta nueva
edición siempre que los consideremos lo suficientemente firmes y
fructíferos para nuestro propósito. La tarea, sin embargo, no está
exenta de algunas dificultades, las cuales dependen en parte del pro­
pio objeto de estudio, mas en parte también de una serie de
cuestiones psicopatológicas que no han sido aún lo suficientemente
aclaradas y sobre las base de las cuales interpretan, no raras veces,
ciertos investigadores neurológicos los resultados por ellos obtenidos.
Algunos trabajos de investigación realizados con la técnica más sutil
y perfeccionada y la más inagotable paciencia vienen a culminar
así en resultados relativamente insignificantes o bien en contradic­
ción con otros experimentos análogos. Ello obedece, en primer térmi­
no,· a que el aparato conceptual psicopatológico empleado es tan
tosco como finos y precisos eran los aparatos mecánicos utilizados
en la experimentación. Por lo tanto, la objeción que desde la vertien­
te neurofisiológica se le hace a la psicopatología de que esta última
no es una ciencia exacta, no es válida mientras aquélla no sea utili­
zada con todo el despliegue de exactitud de que es capaz.
Esta contradicción existente entre la precisión de la técnica expe­
rimental y la vaguedad de los conceptos resulta más patente allí
donde han de continuarse empleando términos tan equívocos como
el de "conciencia" y más aún el de "alteración de la conciencia".
Términos tales implican algo heterogéneo, inconmensurable, sustra­
yéndose así a toda determinación conceptual, sin satisfacer tampoco
al psiquiatra que los utiliza y constituyendo de siempre una fuente
tal de confusión, que el behaviorismo norteamericano intentó en su
tiempo suprimirlos en absoluto. Mas con ello se mostró rápidamente
que incluso en la investigación del comportamiento no se puede dar
Prólogo 17

un paso sin conceptos similares a los mencionados. Mas continúan


· permaneciendo asaz vagos en la acepción en que los emplean cier­
tos investigadores de orientación organicista. Tal vaguedad se trans­
luce, asimismo, en algunos nuevos tratados de Psiquiatría.
La investigación clínica y electroencefalográfica de la epilepsia
ha realizado durante los últimos diez años importantes avances, que
consignamos en las correspondientes páginas, siempre que guarden
relación con el tema general del libro. Mi amigo el Dr H. LANDOLT ha
tenido la amabilidad de redactar un capítulo acerca de los estados
crepusculares, en cuya investigación ha participado de un modo
fundamental. He procurado suprimir cuanto se refiriese a la Psiquia­
tría especial, para no recargar en exceso la presente obra. Por idén­
tico motivo no hemos podido atender a los deseos de varios colegas
que nos han solicitado que dedicásemos mayor espacio a cuestiones
teóricas relativas a las neurosis. Y conste que si no lo hemos hecho
así no es por falta de interés acerca del tema, ya que el propio autor
es psicoterapeuta y analista didáctico. El propósito general de la
presente "Psicopatología"es el de proporcionar al lector una visión
panorámica, sin abrumarle con detalles que podrá encontrar en las
correspondientes monografías y manuales.
La parte V de este tratado, referente a los síndromes, es la que
más cambios y ampliaciones muestra can respecto a la edición ale­
mana, sobre todo su capítulo final. Mas también el 2.0 capítulo de
dicba V parte, el cual trata sobre el síndrome general de adaptación,
de SEL YE, hubo de ser considerablemente ampliado, ya que la in­
vestigación del "stress", desde el punto de vista psicológico, ha rea-
lizado grandes progresos. Cuando en 1954 envié el manuscrito a la
imprenta acababa de salir a luz en América la magna obra de PEN-
FIELD y JASPER "Epilepsy and the Functional Anatomy of the Human
Brain" y no tuve, por tanto, ocasión de tenerla en cuenta. para la re-
dacción de mi obra. Este inconveniente ha sido subsanado en la pre­
sente edición. La doctrina acerca de los síndromes ha sido, asimismo,
ampliada en vista de los resultados obtenidos en los recientes avan­
ces. Espero, asimismo, haber aclarado ciertos malentendidos que sur-
gieron a raíz de la edición alemana del presente libro. Si bien una
parte de la doctrina acerca de los síndromes permanece dentro de lo
hipotético, durante los últimos años se ha venido consolidando con
numerosas aportaciones experimentales y clínicas y se ha comproba-
do igualmente su valor en la práctica. Tiene la ventaja de emplear
para la clasificación de los síndromes puntos de vista unitarios, en
lugar de otros absolutamente heterogéneos entre sí.
La doctrina acerca de los síndromes constituye un puente hacia
BASB. 2
18 K. W. Bash

la psicopatología especial, es decir, hacia la Psiquiatría. Los cuadros


nosológicos clásicos de la Psiquiatría, por no hablar de las muy dis­
cutibles "entidades nosológicas", han perdido gran parte de la im­
portancia que se les atribuía en la clínica y en la investigación. No
se han mostrado con frecuencia sino como síndromes, síntomas o
combinaciones de síntomas con carácter procesual progresivo o bien
sin él. ¿Es que puede hablarse aún de "esquizofrenia"? ¿No resulta-
ría más adecuado hablar de "ruina de la configuración, de índole
procesual y no somáticamente fundamentable"? ¿Es que la fijación
de cuadros nosológicos psiquiátricos posee aún alguna utilidad prác­
tica? No han faltado voces que se han elevado para defender una
vuelta a la "psicosis única" preconizada por la Medicina romántica
alemana, si bien modernizando su concepto. Así SPEER, como también
el americano MENNINGER en el Congreso Internacional de Psiquiatría,
celebrado en Zurich en 1957, y también CoNRAD poco antes de su la­
mentable y prematuro fallecimiento. La "psicosis única", sin embargo,
y a mi modesto entender, se basa en una simplificación que no resulta
muy digna de confianza, o, mejor dicho, en la indebida ampliación de
un concepto. Y ello muy a pesar de los magnos esfuerzos teóricos
de CoNRAD, cuya ampliación del concepto de protopatía, es decir, de
preconfiguración, habría de ser aplicada entonces a casi todas las des­
viaciones del estado lúcido de conciencia, de cualquier grado que
fuesen. JuNG ha intentado análogamente hacer responsables de toda
neurosis y toda psicosis a las alteraciones del ámbito arquetípico. Es
decir, conceptos que en sí resultan valiosos, pueden ser de este modo
indebidamente extendidos y aplicados más allá de los límites que
les corresponden. Por otra parte, el que admitamos una unidad o una
multiplicidad con respecto a los trastornos psíquicos en nada cambia
nuestras concepciones básicas encaminadas a una ordenación des­
criptiva y a definiciones prácticas. La nomenclatura que nos parece,
al menos provisionalmente, más práctica, es la de la Psiquiatría
"clásica". A pesar de las diferencias que a su respecto muestran los
diversos autores, todos ellos vienen a coincidir en cuanto a lo esen­
cial. Su lenguaje está ya tan arraigado en la enseñanza de la Psi­
quiatría y en el entendimiento de los psiquiatras entre sí, que no
consideramos oportuno prescindir de él.
Sería, de todos modos, deseable una renovación de los conceptos
psicopatológicos sobre los que se basa actualmente la ciencia psi­
quiátrica. Surgiría así una Psiquiatría .nuevcr, de la cual nos es dado
percibir algún atisbo, a partir sobre todo de la importante y, por des­
gracia, inacabada labor de CONRAD. Disponemos ya de algunos de
los materiales necesarios para ello, si bien no en número aún suii­
Prólogo 19
ciente. El alejamiento material del autor de esta obra no le ha permi-
tido establecer un inventario completo de los mismos, ya que para
ello habría precisado de un contacto con los centros occidentales de
investigación. Por ello ha de pedir disculpas a los lectores, ya que su
actividad profesional en el Oriente Medio durante estos últimos seis
años le ha impedido una más amplia y directa información. He
de afirmar, sin embargo, en mi descargo, que no me ha movido el
propósito de escribir un "Manual" en el que se resumiese de un modo
exhaustivo la bibliografía especializada.

Quisiera dar aquí las gracias a cuantos amigos y colegas me han


alentado con sus ayudas y consejos a la realización de este libro,
así como a esta hospitalaria tierra del Irán, en cuyo amistoso y cor­
dial ambiente me ha sido posible trabajar en la revisión y actualiza­
ción de la presente obra.
Merecen también mi especial agradecimiento la Editorial Georg
Thieme, de Stuttgart, y la Editorial Morata, de Madrid, cuyos esfuer-
zos y esmero me han abierto el camino hacia los lectores del amplio
mundo hispánico, así como a mi traductor, el Dr. Alfredo GUERA,
cuya tarea, sin duda alguna, no ha sido fácil.
He aquí, pues, este libro que, redactado en Suiza, ha recorrido
luego Alemania y el Irán y continúa ahora su periplo, rumbo a los
países de habla española. Que los vientos le sean propicios.

Dr. med. K. W. BAsH


Teherán y Berna.
NOTA DEL TRADUCTOR

A ruegos del autor, aclaramos seguidamente la traducción de algunos de los términos


empleados en la obra.
Bewusstheit, Unbewusstheit: conciencia, inconsciencia. Si bien el término castellano
"conciencia" equivale al alemán "Bewusstsein" y la "Bewusstheit" alemana equí-
valdría más bien a "cognición", si introducimos este sustantivo en el texto traducido,
con las correspondientes traducciones de "bewusst" y "unbewusst", perjudicaríamos
la claridad del mismo. Conciencia es el conocimiento que el hombre tiene de su
propia existencia, de sus estados o de sus actos. In-conciencia sería la falta o cusen-
cia de dicho conocimiento. Al prescindir del guión, traducimos por "inconsciencia"
e "inconsciente", de acuerdo con la etimología de "conciencia'' (en latín· "conscíen-
tia", de "conscius" =sabedor, "tener conocimiento de").

Gestalt: preferimos traducir este término por "configuración", mejor que por "forma"
o "figura". Nos parece que "configuración" va más de acuerdo con el dinamismo
implícito en el concepto psicológico de "Gestclt". El adjetivo "guestáltico" es un
germanismo inadmisible.
Gestaltzerfall: ruina de la configuración.

Wahn: delirio (endógeno). El delirio exógeno es, en alemán, "Delir". Para evitar la
consiguiente confusión, Honorio DELGADO traduce "Wahn" por "delusión" (del inglés
"delusión") y "Delir" por "delirio". El término castellano "delirio" deriva etimoló-
gicamente del latín "deliro"= salirse del surco ("lira"= surco). El "Wahn" alemán
es vocablo de complicada historia etimológica que ha sido objeto de una intere-
sante revisión de conjunto por parte de Gunter HoFER (G. HoFER: Zum Terminus
Wahn, "Fortsch. d. Neu. u. Psychiatrie", feb. 1953, fase. 2).
Trieb: pulsión.
Antrieb: impulso.
Instinkt: instinto.
Las equivalencias castellanas a estos tres vocablos alemanes corresponden a las
diferencias de concepto que BASH establece acerca de los mismos en la presente
obra. La traducción en castellano de "Trieb" por "instinto" es muy frecuente; así,
por ejemplo, la encontramos en las "Obras completas" de FREUD, publicadas en
Madrid por "Biblioteca Nueva" y reeditadas más tarde por Aguilar. "Trieb" supone
un factor dinámico, una "necesídcd íntima" de origen fisiológico que empuja hacia
su satisfacción. "Instinkt" corresponde a factores no aprendidos, presentes en la·
disposición, configurativos, direccionales, que posibilitan la realización de determi-
nadas actos correspondientes a pulsiones sin un previo saber acerca de la meta -
de estas últimas.
Poltern: tartajeo, de acuerdo con la clasificación de las alteraciones de la palabra
adoptada por la "American Speech Correction Association".
Poltersyndrom: síndrome espasmofénico.
Umschriebene Stoersyndrom: síndrome de perturbación circunscrita.

a o T E 11 I D o

INTRODUCCIONA LA VERSION ESPAÑOLA, por el Dr. Alfredo Guera 9


PROLOGO DEL AUTOR PARA LA EDICION ESPAÑOLA .. . .. .. . .. .. .. .. .. . . .. .. .. .. .. .. . 15
NOTA DEL TRADUCTOR 20
INDICE DE EJEMPLOS CLINICOS .. . . . .. . . . . . . . . . . . .. . .. . . . . .. . . . . . . .. . . . 25
PREFAGIO, por el Prof. Dr. Hans Binder .. . . .. .. . . .. . .. .. .. .. .. .. .. .. .. . . . .. .. .. .. . .. .. . . . . .. .. .. 29
INTRODUCCION. . .. . .. . . . . .. . .. . .. . .. . . . . . . . .. . .. . .. . . . . . . .. . . .. . . . . . . . .. . . .. . . . . .. . . . . . . . . . . . .. .. . .. . .. .. . . . 33

Primera parte
LA PSICOPATOLOGIA DE LAS FACULTADES PSIQUICAS BASICAS NO
ESTRUCTURADAS

CAPÍTULO I.-Las cualidades polares: Conciencia e inconsciencia 41


Conciencia e inconsciencia, 41.-Coma, sopor y somnolencia, 44.-Diferencias
con el sueño, 46.-Enturbiamientos patológicos de la conciencia, 46.-Epilep-
sia, 48.-Aumentos de lucidez, 51.-Resumen, 54.
CAPÍTULO II.-Las polaridades consciente e inconsciente 57
Consciente e inconsciente habitual y relativo, 57.-Represión, 60.-Alucinosis, 62.
Estados crepusculares, 65.-Sonambulismo, 73.-Delirio, 74.-Embriaguez, 75.-
Resumen, 86.
CAPÍTULO III.-El impulso .. . . . . . . . . . . .. . . . .. . . . . . . . . . . .. . .. . . . . . . . . .. .. . .. . . . .. . .. .. . .. . . .. .. . .. . . . . . .. . . 87
Libido, 87.~Voluntad, 90.-Acentuación del impulso, 90.-Debilidad del impul-
so, 90.-Resumen, 93.
Segunda parte
LEYES ESTRUCTURALES
PSIQUICAS

CAPÍTULO !.-Configuración y campo : . . . . . . . . .. .. .. . .. . . 97


Mundo aparente, 99.-Figura y fondo, 101.-La atención, 105.-Principios de
Ehrenfels, 106.-Leyes de la configuración, 108.-Preconfiguración y configura-
ción final. 111.-Isomorfismo, 113.-Imagen ancestral. Arquetipo, 117.-Complejo,
119.-Complejo del yo, 119.-Resumen, 121.
CAPÍTULO II.-Comportamiento abstracto y comportamiento concreto 123
Comportamiento abstracto y comportamiento concreto, 125.-Resumen, 134.

Tercera parte
LA PSICOPATOLOGIADE LAS FUNCIONES FUNDAMENTALES

CAPÍTULO I.-El sentir . . . . . .. . . . . .. .. . . .. .... .. .. . . . . .. .. ... .. . .. ... .. . .. . .. . . . . . . . .. . .. . . . . . . .. .. .. . .. .. . . . 137


A. Observaciones psicológicas preliminares, 137 .. Afecto, a..fectivi~d, emoción,
138.-Carácter de incitación, 139.-Efectos generales de campo, 140.-Sentimien-
22 Contenido

tos sintímicosy catatímicos, 141.-Cambios de humor reactivos y endógenos, 142.


B. Alteraciones de la referencia de los sentimientos, 144.-Disociación afectiva,
146.-Sentimiento de la falia de sentimientos, 148.-C. Alteraciones cuantita­
tivas, 149.-Depresión, 153.-Horror, 160.-Reacción de emergencia, 161.-Irrita-
bilidad, 167.-Euforia, 169.-Añihiva:lencia, 174.- D. Trastornos cualitativos, 177.
Infantilidad, 177.-Reacciones primitivas, 179.-Humor básico esquizofrénico, 181.
Demencia esquizofrénica, 185.­Resumen, 188. ,_
CAPÍTULO II.-El percibir .. . .. 191
A. Observaciones psicológicas previas, 191.-B. Alteraciones cuantitativas, 193.
Hiperestesia; 193.-Hipoestesia, anestesia y analgesia:, 194.-Alteraciones histé-
ricas, 195.-Conversión, 196.-C. Alteraciones cualitativas, 197.-Resumen, 198.
CAPÍTULO III.-El intuir . 201
A. Observaciones psicológicas preliminares, 201.-B. El delirio, 206.-ldea so-
brevalorada, 210.-Elaboración simultánea, 217.-Causas, 218.-1) Grupo de los
delirios expansivos, 220.-2) Grupo de los delirios depresivos, 223.-3) Grupo
de los delirios nihilistas, 225.-4) Grupo del delirio de referencia, 225.-C. La
percepción delirante, 230.-D. La ilusión, 231.-E. La alucinación, 235.-Con-
cepto, 235.-Imágenes eidéticas, 236.-Causas, 237.-Cualidades. 239.-1) Alu-
cinaciones ópticas, 242.-2) Alucinaciones acústicas, 243.-3) Las alucinaciones
del olfato y del gusto, 244.-4) Alucinaciones hápticas, 245.-5) Alucinaciones
proprioceptivas, 245.-6) Alucinaciones quinestésicas, 246.-F. Generalidades
acerca de las alteraciones del intuir, 248.
CAPÍTULO IV.-El pensar 251
A. Observaciones psicológicas preliminares, 251.-B. Alteraciones cuantitativas,
253.-0ligofrenia, 253.-C. Alteraciones cualitativas, 257.-Síndrome psíco-orqá-
níco, 257.-Perseveración, 259.-Confabulaciones, 260.-Epilepsia, 263.-D. El
juicio, 264.­Resumen, 266.

Cuarta parte

PSICOPATOLOGIA
DE LOS PROCESOS PSIQUICOSMAS ELEVADAMEN'l'E
ESTRUCTURADOS

CAPÍTULO !.-Introducción . . .. . . . .. . . . . . . . . .. . . . . .. . . . . .. . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . 271


CAPÍTULO II.-Procesos (retrospectivos)referidos al pasado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 277
A. Observaciones psicológicas previas, 277.-B. Alteraciones cuantitativas ge­
nerales, 279.-Hipermnesia, 279.-Hipomnesia, 281.-C. Alteraciones cuantitati·
vas circunscritas, 282.-D. Falseamiento de la memoria, A01.-Ilusiones mnémí-
ces, 301.-Alucinaciones mnémicas, 301.-"Déja vu", 304.-Resumen, 305.
CAPÍTULO III.-Los procesos referidos al presente .".......... 307
A. Observaciones psicológicas preliminares, 307.-B. Alteraciones de la orien­
tación, 307.-1) Orientación en el tiempo, 310.-2) Orientación en el espacio, 310.
3) Orientación personal. 312.-4) Orientación situa:cional. 313.-C. Alteracio­
nes de la referencia al yo, 316.-1) La apersonalización, 317.-2) El tranSiti·
vismo, 317.-3) La identificación, 318.-4) Despersonalización, 319.-D. Alte­
raciones de la captación sintética y de la apercepción, 322.-E. Alteraciones
de la inteligencia, 325.-F. Alteraciones de la personalidad, 330.-Concepto,
.l-:jr 330.-~ntes intelectual y afectiva, 330.-Las tres clases de cualidades to·
tales, 331.-1) La estructura, 331.-2) La calidad o índole del todo, 331.-3) La
esencia, 331.-Doctrinas tipológicas, 333.-Personalidad anormal, 333.-Deforma-
ción de la personalidad, 334.~agmentación de la personalidad, 336.-Devas-
tación, 337.-Personalidades múltiples, 338.-Resumen, 338.
Contenido 23

CAPÍTULO IV.-Procesos (retrospectivos) referidos al futuro 341


Pulsión e instinto, 341.-A. Observaciones psicológicas preliminares, 341.-A.
Observaciones psicológicas preliminares, 341.-B. Patología de las pulsiones,
350.-Resumen, 354.
CAPÍTULO V.-Los procesos referidos el-. .f~turo (prospectivos) . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 355
Cursos de representación y cursos de acción, 355.-A. Observaciones psicoló­
gicas preliminares, 355.-B. Alteraciones cuantitativas, A57.-Fuga de ideas,
358.-Alteraciones cuantitativas en la depresión, 360.-Alteraciones cuantitati;;·
vas en la oligofrenia, 361.-Alteraciones cuantitatitvas en los descensos de ni-
vel de conciencia, 361.-C. Alteraciones cuantitativas. Casos. e.~eciaJes~ . 362, .
1) Los cursos neurotoides, 362.-Histeria, 366.-Estereotipias,- ·368.'-2)·~·-·La ob-
sesión, 369.-Tics, 374.-3) Tartajeo o espasmofenia, 375.-4) Cursos consecu-
tivos a lesión cerebral difusa, 377.-5) Cursos en la epilepsia genuina, _378.- ·~
6) Cursos en la esquizofrenia, 379.-Resumen, 379. ·

Quinta parte

SINDROMES

CAPÍTULO !.-Introducción . . .. .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . .. . . . . .. . . . . . . . .. . .. . .. .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . 385


CAPÍTULO II.-El síndrome general de adaptación .. .. . . . . . .. .. . . . . . . . . . . .. . .. . . . . . . . .. .. . . . . . . 387
Stress, 387.-Estadio de resistencia, 390.-Estadio de agotamiento, 390.-Enfer-
medades de adaptación, 392.-Importancia psiquiátrica del síndrome de adap-
tación, 399.
CAPÍTULO III.--'-El síndrome de ruina de la configuración . . .. . . . .. .. .. .. .. .. . .. . . . . . .. . .. .. . . 401
Apéndice: Trastornos de los cursos de la representación y de la acción en la
esquizofrenia, 408.-Resumen, 414.
CAPÍTULO IV.-La reacción de. tipo exógeno agudo 417
Resumen, 421.
CAPÍTULO V.-El síndrome psico-orgánico 423
Resumen, 429.
CAPÍTULO VI.-El síndrome de perturbación circunscrita ~ _. 433
Resumen, 443.
CAPÍTULO VII.-Las relaciones de los grandes síndromes psiquiátricos entre sí . . . . . . 445
INDICE ALFABÉTICO . ·············································
················································ . 467
INDICE DE EJEMPLOS DLINIOOS

Ejs. Manifestación psicopatológica Diagnóstico psiquiátrico Págs.

1 Somnolencia, estupor (Ver ej. 2, 6,


17, 33, 39, 43) . Delirio poscontusional . 47
2 Alucinosis. (Ver ej. 25) .. Alucinosis alcohólica . 63
3 Estado crepuscular orientado . Epilepsia sintomática .. 68
4 Estado crepuscular orientado .. Epilepsia postraumática . 69
5 Estado crepuscular desorientado . Epilepsia genuina . 72
6 Estado crepuscular con alteraciones
pasajeras de la orientación. (Ver
ej. 17) Estado crepuscular psicorreac-
tivo 83
7 Alteraciones del impulso. (Ver ejs. 8,
10, 12, 15, 21) . .. .. .. . .. .. .. .. .. . .. . . . .. . Estado consecutivo a una inter-
vención por meningioma de
la dura de localización fron-
tal 92
8 Disociación afectiva. (Ver ejs. 3, 26,
42. 43, 44) . Hebefrenia . 147
9 Depresión. (Ver ej. 23) . Depresión reactiva .. 158
10 Depresión. (Ver ejs. 21, 40) Depresión endógena (climatéri·
ca) . 159
11 Angustia. (Ver ejs. 2, 13) Neurosis de angustia .. 165
12 Manía. (Ver ejs. 19, 44) .. Brote maníaco en psicosis ma-
níaco depresiva . 173
13 Infantilismo. (Ver ej. 17) Personalidad infantil . 178
14 Reacción primitiva . Reacción primitiva depresiva en
oligofrenia .. 181
15 Humor básico esquizofrénico. (Ver
ejs. 18, 26) . Hebefrenia . 183
16 Devastación afectiva . Esquizofrenia paranoide . 187
17 Idea sobrevalorada. (Ver ej. 13) ... Psicopatía . 211
18 Delirio religioso. (Ver ej. 15) .. Esquizofrenia aguda . 220
19 Delirio de grandezas. (Ver ej. 12) Esquizofrenia paranoide .. 221
20 Delirio de grandezas. (Ver ej. 12) ... Psicosis delirante sobre el terre-
no de una demencia alcohó-
lica y arteriosclerótica . 222
26 Indice de ejemplos clínicos

Ejs. Manifestación psicopatológica Diagnóstico psiquiátrico Págs.

21 Delirio depresivo. (Ver ejs. 10, 40). Demencia senil . 223


22 Delirio paranoide Esquizofrenia paranoide . 227
23 Ilusiones . Reacción de tipo exógeno agudo
en insuficiencia renal . 234
24 Alucinación. (Ver ej. 27) . Epilepsia sintomática con aura
acústica 238
25 Alucinaciones. (Ver ejs. l. 2, 23, 27,
42) . .
Catatonía aguda ................... 239
26 Seudoalucinaciones . Catatonía subaguda . .............. 241
27 Alucinaciones acústicas. (Ver ejs. 2,
24, 25, 41) . Epilepsia sintomática ............... 244
28 Delirio orgánico (Ver ej. 21) . Demencia senil ...................... 247
29 Ideas delirantes y alucinaciones. (Ver
ej. 48) Estado de agitación crteríoscle-
rótico . 247
30 Pensamiento oligofrénico . Imbecilidad 255
31 Pensamiento en síndrome psico-orgá-
nico . Demencia senil . 262
32 Amnesia de disociación . Psicopatía, neurosis . 286
33 Amnesia retrógrada Contusión y conmoción cerebral
en fractura de cráneo . 290
34 Afasia sensorial . Afasia sensorial consecutiva a
herida por arma de fuego ... 296
35 Afasia motriz . Afasia motriz consecutiva a he-
morragia cerebral en alcoho-
lismo crónico . 299
36 Confabulaciones mnémicas Lúes cerebrospinal . 303
37 Déja vu . Epilepsia sintomática . 305
38 Alteraciones dé la orientación en es-
pacio y tiempo. (Ver ejs. l, 6, 31). Reacción de tipo exógeno agudo 311
39 Alteraciones de la orientación situa-
cional y personal. (Ver ejs. 5, 28,
49) . Reacción de tipo exógeno agudo 314
40 Transitivismo •.............................. Reacción de tipo exógeno agudo 318
41 Apersonalización e identificación pa-
tológica . Esquizofrenia . 319
42 Despersonalización . Intoxicación por mescalina . 321
43 Pérdida del Yo . Conmoción cerebral . 322
44 Fuga de ideas. (Ver ej. 12) . Hebefrenia con incrustaciones
cíclicas . 359
Indice de ejemplos clínicos 27
Ejs. Manifestación psicopatológica Diagnóstico psiquiátrico Págs.

45 Obsesión Neurosis obsesiva en débil men-


tal 372
46 Obsesión Esclerosis múltiple con manifes·
taciones obsesivas orgánicas. 373
47 Ruina de la configuración . Psicosis epiléptica . 407
48 Ruina de la configuración (disgrega-
ción) . Catatonía . 414
49 Ruina de la configuración (Ver ej. 39) Reacción de tipo exógeno agu-
do en encefalitis por virus 429
50 Síndrome de perturbación circuns-
crita .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Meduloblastoma del cuarto ven-
trículo 435
p R F A a I o

Reina en Psiquiatría una unanimidad relativamente amplia, cen-


trada en la tendencia a diferenciar unos de otros los fenómenos psi-
copatológicos, tanto en lo relativo a su descripción como acerca de su
nomenclatura. Tal unanimidad cesa en cuanto se trata de la clasi-
ficación y especialmente de la concepción teórica de dichas manifes-
taciones. Hasta ahora eran clasificadas de un modo más bien super-
ficial, ya sobre la base de semejanzas meramente referidas a los
cuadros manifiestos, ya por consideraciones sin duda importen-
tes y de índole epistemológica o metodológica; pero alejada en el
fondo de la materia en sí. Y por lo que respecta a la concepción
teórica de los fenómenos psicopatológicos, desempeñan en ella un
considerable papel modos de enfoque ya superados en Psicología, pero
que continúan "sobreviviendo" en los tratados psiquiátricos. Parece,
pues, haber llegado el momento de volver a revisar, de un modo bien
meditado, toda la Psicopatología, para lo cual han de utilizarse y
elaborarse cuantos conocimientos han enriquecido la Psicología en
este último medio siglo. Tales conocimientos han florecido especial-
mente en los campos correspondientes a la psicología de la configu-
ración y a la psicología profunda, y así destacan con especial relieve
en el Tratado de Psicopatología general, de K. W. BASH. El autor ha
conseguido con ello, esencialmente, enriquecer, esclarecer y abordar
con nueva visión el sector de saber por él estudiado. Mediante el
análisis de los fenómenos psicopatológicos, realizado de acuerdo con
leyes estructurales tomadas de las teorías de la configuración y del
campo, y de estudiarlos desde el punto de vista de la psicología pro-
funda, el autor se halla capacitado para captar nuevos aspectos de
los mismos y de sus interrelaciones mutuas, aspectos a los cuales no
se había prestado la debida atención hasta la fecha. De esta manera
no solamente se posibilita al estudioso una comprensión más pro-
funda de la Psicopatología, sino que se estimula asimismo una futu-
ra labor investigadora. Por otra parte, el presente libro no se halla
confinado entre los estrechos límites de una doctrina vinculada a
una determinada escuela, ni tampoco representa una mera actitud
ecléctica, sino que se trata de una elaboración de todo el saber psico-
30 Hans Binder

patológico, realizada de un modo auténticamente sintético según pun-


tos de vista críticos.
Una aportación especialmente original del autor consiste en la
clasificación de la materia a estudiar, realizada según un criterio com-
pletamente nuevo con respecto a cuantas exposiciones de la Psico-
patología se han hecho hasta la fecha y con arreglo a principios psi-
cológicos estructurales. Esta forma de agrupar los temes permite en
muchas ocasiones una ordenación da los fenómenos observados mu-
cho más satisfactoria y ajustada a la realidad que la lograda por an-
teriores tentativas. En éstas se hacía no pocas veces una separación
un tanto forzada de aquello que por su esencia íntima habría debido
ir unido, como, por ejemplo, el delirio y las alucinaciones. Como re-
sultado se producía la imposibilidad de mostrar la íntima imbricación
de tales fenómenos, lo cual resulta logrado en la presente obra de
un modo tan penetrante como convincente. En una exposición del
panorama general de la Psicopatología, la clasificación de los temas
no es en absoluto algo accesorio, sino que, por el contrario, posee
precisamente fundamental importancia para la comprensión del con-
junto.
Y a en las primeras páginas del libro el autor expone su teoría
acerca de la conciencia y de lo inconsciente,* que había presentado
con anterioridad en otros trabajos. En ella dilucida hábilmente los
respectivos conceptos, tan densos de significado, y se centra luego en
la diferenciación entre funciones psíquicas no estructuradas y estruc-
turadas y sobre los trastornos de las mismas. Tras haber estudiado
en la parte I la patología de los fenómenos psíquicos no estructura-
dos, y después de una breve introducción, pasa a tratar en la parte II,
acerca de los conceptos psicológicos de estructura, configuración y
campo, dedicando la III parte a un detenido examen de las alteracio-
nes de las funciones psíquicas fundamentales. Aquí se desarrolla una
nueva y original teoría acerca del delirio y de los fenómenos con él
relacionados, la cual posibilita una penetración más unitaria y escla-
recedora que la hasta ahora conseguida en este núcleo de problemas.
La parte IV, en la que se ocupa de las funciones más elevadamente
estructuradas y de sus alteraciones, conduce a una doctrina acerca
de los síndromes, expuesta en la parte V. Esta resulta más sistema-

* In­conciencia, traducción literal que indica la falta o ausencia de conciencia o


conocimientoque el hombre tiene de su propia existencia, de sus estados o de sus
actos. Al prescindir del guión, traduciremos por inconsciencia e inconsciente de acuer-
do con la etimología de la palabra conciencia (latín: Conscientia, de conscius, sa-
bedor), "tener conocimiento de", prescindiendo del sentido filosófico de la palabra
consciencia, considerada aisladamente. (N. del T.)
Prefacio 31

tizada, desde el punto de vista psiquiátrico, que lo hasta ahora con-


seguido sobre la sola base de la observación clínica. En esta última
parte, el libro guía al estudioso dentro de la más moderna problemá-
tica psicopatológica, tan variada de aspectos como oscilante en cuan-
to al enfoque de los mismos. El autor cierra así su obra con una gran
riqueza de ideas y presentando unas tentativas de solución tan ori-
ginales como fecundas.
Como obra didáctica que es, el libro dedica, y con razón, una es-
pecial importancia a descripciones clínicas demostrativas y a ejem-
plos excelentemente seleccionados, a través de los cuales se mues-
tran los fenómenos psicopatológicos dentro del conjunto de circuns-
tancias que supone el caso concreto. Con ello, quien se inicia" en el
estudio de la Psicopatología se va familiarizando con una ciencia de
tan varios aspectos, que, de momento, han de resultarle extraños. El
lenguaje vivo y pleno de matices del autor le va introduciendo en el
arte de la descripción psicopatológica, tantas veces descuidado por
la precipitación en el empleo de términos técnicos. El especialista
se verá atraído por la nueva ordenación de los temas y por la origi-
nalidad de las orientaciones teóricas, que, sin duda, han de abrirle
interesantes perspectivas. Por todo ello, la obra de BAsH es merece-
dora de atención, tanto por parte del estudiante como del ya versado
en la Psicopatología. -
Profesor doctor HANS BINDER.

Sanatorio de Rheinau.
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La Psicopatología es ciencia mediadora entre la Psicología normal
y la Psiquiatría, dos hermanas que viven a veces entre sí en pie de
guerra y que siguen cada una su camino aparte, sin preocuparse por
los lazos familiares que las unen. Tal oficio de mediadora era poco
fructífero cuando la Psicología caminaba dependiente de la Psiquia-
tría, mucho más enriquecida esta última a través de sus hallazgos
clínicos, mientras la primera se dedicaba de modo casi exclusivo a
la investigación de las percepciones sensoriales. Bajo tales circuns-
tancias, la Psicopatología no podía aspirar a ser sino "una ordena-
ción sobre la base de meditaciones metodológicas", en lugar de cons-
tituir un cuerpo sistemático sobre la base de conocimientos psicoló-
gicos científicos, como decía en 1913 Karl JASPERS en el prólogo a la
primera edición de su Allgemeine Psychopathologie, y como él mismo
llevó a cabo de tan magistral manera. Pero ya a principios de siglo
habíase iniciado una evolución de la Psicología que ha logrado en po-
cos decenios un cambio casi total de las circunstancias que imperaban
por entonces. En mi opinión, y aparte de otras muchas útiles y fecun-
das orientaciones de la investigación psicológica, ha habido sobre
todo dos que han aportado conocimientos de fundamental importancia:
la psicología profunda, bajo la dirección de FREUD, JUNG y AoLER, ·y la
psicología de la "Gestalt" o de la configuración, creada por WERTHEI-
MER, KoHLER, KoFFKA, LEw1s y KRUEGER. Ambas direcciones caminaban
en un principio por sendas separadas y tan solo en estos últimos
tiempos han comenzado a darse cuenta de todo lo que tienen en co-
mún 1• Ambas se han desarrollado en algo más de medio siglo hasta
lograr el nivel correspondiente a disciplinas ·amplias, dotadas de
un creciente caudal de conocimiento experimental y clínico bien con-
solidado, aparte de cuanto en ellas aún existe de especulativo y du-
doso. Mas a pesar de ello, en la mayoría de los tratados de Psiquia-
tría únicamente de pasada, en el mejor de los casos, se mencionan
las conquistas y logros de la ciencia . psicológica. Este libro ha sido

1
Esto fue, desde luego, precozmente observado ·Y disc:htido por · Werner WoLFF,
pero sus alusiones no obtuvieron entonces eco. WoLFF, w.: Die Psyého_logie in der
Psychiatrie. (Gestaltliche Faktoren in der Psychiatrie.)/Zeitschrift t. die qesqmte Neuro-
Iogie u. Psychiatrie, 118 (1929), 733-751. \_
BASH. 3
34 Psicopatología general

escrito con el propósito de contribuir en algo al mutuo acercamiento


entre la Psicología y la Psiquiatría, aproximación que no puede dejar
de ser fructífera para ambas, y en la convicción de que su actual
desarrollo justifica una tal tentativa.

Dado el mencionado estado de cosas en ciencias aún jovenes, se


comprende fácilmente que el plan teórico de conjunto de este libro no
represente sino un comienzo. Dos tareas son las que corresponden a
una introducción a la Psicopatología: ha de describir, en primer tér-
mino, los fenómenos psicopatológicos, y por otra parte, y siempre
que pretenda ser algo más que "una ordenación sobre la base de me-
ditaciones metodológicas", debe intentar la sistematización, del modo
más completo posible, de dichos fenómenos, según los conocimientos
propios de las ciencias sobre las que se fundamenta. Acerca de la
delimitación, e incluso de la nomenclatura de los fenómenos psicopa-
tológicos, la ciencia ha conseguido llegar a un cierto acuerdo. Mas
no sucede así con lo referente a la ordenación y concepción teó-
ricas de los fenómenos. Las que aquí ofrecemos no pretenden ser las
únicas posibles, ni las óptimas. Deben, sin embargo, ser consideradas
como posibles, y el autor espera que contribuyan en algo al escla-
recimiento de las cuestiones en litigio y, asimismo, que sean perfec-
cionadas en el futuro por otras aportaciones.

Me he esforzado en lograr una exposición lo más clara posible de


los síntomas y síndromes clínicos, para lo cual me he permitido otor-
gar a aquella una cierta amplitud, siri renunciar a imágenes y com-
paraciones, dentro siempre del marco científico, que familiaricen al
inexperto con los hechos psicopatológicos, muchas veces difíciles de
captar. Esta obra no es para ser aprendida de memoria, sino para
leerla detenidamente. Los casos clínicos que incluimos como ejemplo
van encaminados al mismo fin. A quien posea ya experiencia en
nuestra disciplina le interesarán especialmente las partes predomi-
nantemente teóricas del libro y los resúmenes incluidos al final de
cada capítulo. No hemos pretendido escribir un tratado "modelo",
sino limitarnos a lo importante desde los puntos de vista teórico y
práctico, a aquello que aparece científicamente básico y que,
como tal, resulta fructífero. En todo ello resulta inevitable una cierta
subjetividad. Las referencias acerca de cuestiones situadas aún en
el plano de la discusión han sido reducidas en la medida compatible
con un tratado, así como las citas referentes a la bibliografía de la
Introducción 35

especialidad. Esta última se halla algo más extensamente detallada


en la parte II, con el fin de proporcionar también al especialista la
ocasión de orientarse sobre lo publicado referente a la investigación
psicológica de los fundamentos, que en su mayoría es poco conocido
dentro de los círculos médicos. Los puntos de vista biológicos han
sido utilizados de manera muy parca, ya que en opinión del autor
nuestro actual saber acerca de los aspectos biológicos de los fenóme-
nos que la Psicopatología estudia es aún, en la mayoría de los casos,
muy escaso, poco firme y demasiado discutido para incluir aquellos
dentro de un tratado como el presente.

Este libro no puede representar un "Tratado de Psicología", pero


tampoco puede renuncícr a una escueta exposición de los puntos de
vista psicológicos que consideramos imprescindibles, pues la Psico-
logía, al contrario de lo que sucede con todas las demás ciencias
básicas médicas, no ha recibido aún su puesto dentro de la enseñanza
de .lc Medicina. Tal exposición se encontrará en la parte II y en las
observaciones preliminares a cada capítulo. Para mejor orientarse,
el estudiante de Medicina que no disponga de mucho tiempo puede
utilizar la Gestaltpsychologie, de David KATz ~, breve y flúidamente
escrita, mientras que el estudiante de Psicología puede profundizar
más leyendo la excelente PSychologie 3, de Wolfgang METZGER. Nadie
puede pretender saber Psiquiatría o Psicopatología sin conocer la
Psicología profunda. Sobre esta última existe una copiosísima lite-
ratura, entre las que se cuentan muchas y excelentes obras de ini-
ciación; pero resulta preferible, siempre que exista la posibilidad para
ello, acudir a las fuentes mismas. Vorlesungen zur Emführung in die
Psichoanalyse, de FREUD, y über die Psychologie des Unbewussten,
de JuNG, son de lectura fácil y permiten al estudiante una información
de primera mano. Mayor es la dificultad que implica, tanto en pato-
logía somática general como en Psicopatología general, el hecho de
.que una descripción de las manifestaciones generales, sin indicación
alguna acerca de cómo surgen y del papel que desempeñan en las
diversas formas morbosas, no resulta posible. Con ello queremos
decir que la Patología general presupone siempre la especial, y vice-
versa. Recomendamos, pues, al neófito en el estudio de la Psicopato-

~ 2.ª edi. Bírkhduser, Basilea 1948. Existe traducción española. Ed. Espasa-Calpe.
Madrid. Más recientemente: KATZ, Manual de Psicología, Morata, Madrid 1965.
8
2.ª ed. Steinkopff. Darmstadt 1954. Esta edición, en contraste con la anterior, con-
tiene una amplia bibliografía.
36 Psicopatología general

logía que lea al mismo tiempo algún tratado de Psiquiatría, con el fin
de orientarse algo en esta última ciencia, aunque de momento no
profundice en la misma.

En el presente libro no dedicamos mucho espacio a los métodos de


estudio psicopatológico por medio de "tests" y a los resultados obte-
nidos con ellos. Esto no es debido a que no los apreciemos lo sufi-
ciente, sino al hecho de que exponerlos con detalle nos habría
obligado a una amplitud excesiva. Una exposición demasiado sucinta
habría resultado incompleta e incluso perjudicial.

Constituye para mí un grato deber dar las gracias a las muchas


personas que han participado en la creación de este libro. En los
oportunos pasajes del mismo se han de advertir las numerosas suge-
rencias recibidas de mi venerado maestro, el profesor C. G. }UNG. Al
profesor H. BINDER le quedo profundamente agradecido, tanto por su
gran comprensión como por su bondad, y le agradezco asimismo su
amable prólogo y su permiso para reproducir numerosas historias
clínicas procedentes del Sanatorio Cantonal, de Rheinau, y de la
Policlínica Psiquiátrica, de Winterthur. El profesor K. CoNRAD tuvo la
amabilidad de leer el manuscrito y de enriquecerle con diversas
aportaciones. El capítulo sobre el síndrome de adaptación ha sido
revisado por el doctor E. ScHWARZ, médico jefe del Hospital Militar
Federal de Novaggio. El doctor H. LANDOLT me ha asesorado cons-
tantemente acerca de cuestiones neurológicas. Los errores y deficien-
cias que esta obra pueda presentar no han de ser atribuidos a nin-
guno de estos maestros y amigos.
He de agradecer especialmente a mi esposa, doctora J. BAsH LIECHTI,
la lectura crítica de todo el manuscrito, así como algunos excelentes
consejos y varias historias clínicas procedentes de la Policlínica Psi-
quiátrica de Winterthur, de la cual es directora. Doy también mis más
expresivas gracias a cuantos colegas me han ayudado con sus con-
sejos y juicios críticos, y mediante la busca de casos y ejemplos ade-
cuados, sintiendo mucho no poder consignar aquí los nombres de
todos ellos.
Ya terminado el manuscrito, pero antes de su impresión, ha falle-
cido el doctor Friedrich BRAUN, médico jefe de la Clínica Suiza para
Epilépticos, de Zurich, que· tanto se interesó por la publicación de este
Introducción 37
libro. Debo agradecerle el permitirme disponer de las historias clí-
nicas de su servicio y el posibilitarme la redacción de la obra medien-
te la concesión de un prolongado permiso con fines científicos. Que
este libro honre su memoria.
K. w. BASH.

Novaggio.
PRIMERA PARTE

LA PSIOOPATOLOGIA DE LAS FACULTADES


PSIQUIOAS BASIOAS #O ESTRUCTURADAS
CAPITULO PRIMERO

Las cualidades polares: Oonoiencla


e lncansoienaia

CONCIENCIA E INCONSCIENCIA.-La presente introducción a la


Psicopatología clínica general no debe ni puede sustituir a un tratado
de Psicología. No obstante, siempre ha de ser útil recordar hechos
de la vida psíquica normal, en primer lugar, para obtener una visión
ordenada del conjunto, y, además, para no perder de vista la funda-
mental falta de separación entre Io "normal" y lo "patológico" y po-
der comprender esto último mejor ex partir de su relación con aquello.
Seguramente, la más sencilla comprobación diferencial que nos es
dado establecer con respecto a la vida psíquica se refiere al estado
de conciencia. Toda persona, sin excepción, posee experiencia acerca
del paso del estado de conciencia vigil al de inconsciencia, y vice-
versa, a través del ritmo cotidiano del sueño y vigilia. Si nos encon-
tramos ante un enfermo o un traumatizado grave, y después de com-
probar que continúa la vida biológica, la primera cuestión que se nos
plantea es generalmente la de saber si el sujeto está consciente, e
incluso un profano ve, sin más, en la ausencia de conciencia un signo
que indica, por reqlo general, un estado digno de preocupocíén. Si el
sujeto comienza a salir de tal estado, ello se reconoce en primer término
no solamente en que sus manifestaciones y actos aluden de modo
reflejo a estímulos exteriores, sino también en que se halla en flúida
correspondencia con estos últimos, más o menos variable y colmada
de sentido, según la situación. Así, por ejemplo, sabemos que la re-
aparición del reflejo patelar después de una intoxicación grave no
indica aún en modo alguno una recuperación de la conciencia; pero
que una apenas perceptible petición de agua sí constituye signo de
referencia al ambiente, y si cesa al ser proporcionada la bebida, puede
indicarla.
En cambio, si el mismo paciente prosigue inmutable con su pe-
tición de agua, incluso después de haber bebido o mientras está
bebiendo, si 'clcmc por un allegado que se encuentra ya junto a su
lecho; es decir, si no se da cuenta de lo que le rodea, no podemos
afirmar desde el punto de vista clínico que se halle consciente. En
42 Cualidades polares

este ejemplo será de todos modos dudoso si el paciente tiene concien-


cia de una simple necesidad o exigencia y si su comportamiento
expresivo supone una relación subjetiva con algo exterior a él, en todo
lo cual podría pensarse en la posibilidad de una reacción que se
deslizaría dentro de límites muy restringidos. Efectivamente, las auto-
descripciones por parte de personas que han despertado de tales
estados graves corroboran esto. Sea como sea, y aparte de los signos
clínicos del estado consciente, más o menos comprobables de modo
objetivo, se da una facultad básica más simple y jamás objetivable:
la de la conciencia. Aun cuando la conciencia vigil es experiencia
común, fracasan todos los intentos de definirla, y ello es debido a
que nos falta un punto de referencia situado fuera de ella. Desde
luego, encontramos estados en los que se despliega una actividad
psíquica aparte de la conciencia, como puede observarse en determi-
nados comportamientos, y también experimentalmente. Pero acerca
de ellos poseemos tan poca experiencia directa que la única posibi-
lidad de delimitarlos frente a estados conscientes, está en el empleo
de un prefijo negativo. Así las denominamos inconscientes. Su cuali-
dad común es la inconsciencia.
En la conciencia y en la inconsciencia no se trata de cualidades
absolutas e inmodificables, sino que constituyen los extremos de una
escala de vivencias, dentro de la que pueden darse contenidos psí-
quicos en todas las graduaciones de claridad o de penumbra, hasta
alcanzar el punto final de la inconsciencia completa, la cual, como su
propio nombre indica, no es susceptible de que la experimentemos
como tal. Se trata, por tanto, de cualidades polares, graduadas en
escala, y es posible diferenciarlas con el pensamiento, pero fáctica-
mente no son separables. A cada contenido psíquico, a cada estado y
proceso psíquico, corresponde en un momento dado un cierto grado
o nivel de conciencia (también podría hablarse igualmente de un
grado o nivel de inconsciencia). Este grado o nivel puede modificarse
con el tiempo y en sí es independiente de la índole del contenido.
Así, pues, en ambas direcciones podemos reconocer modificaciones
de la conciencia que cabe designar como cuantitativas, ya que la
calidad de las vivencias conscientes, aun cuando en sí es casi ilimi-
tadamente susceptible de transformación, no precisa fundamentalmente
ser distinta c;xl cambiar dicho grado o nivel.
El carácter gradual (escalar), cuantitativo, de estas modificaciones,
se refleja en la frecuencia de las oscilaciones de potencial eléctrico
derivadas de la corteza cerebral; es decir, en el electroencefalograma.
En tanto no existe modificación tisular local alguna, ningún foco pa-
tológico que altere la imagen ondulatoria, la frecuencia propia de las
Conciencia e Inconsciencia 43
ondas cerebrales, en general suele modificarse de modo paralelo al
grado predominante de conciencia. Esta frecuencia propia es normal-
mente, en estado de total relajación, falta de estímulos exteriores y
cese de actividad representativa dirigida, de 8 a 10 por segundo (el
llamado ritmo alfa). Puede acelerarse considerablemente durante la
tensión psíquica, siempre que no desaparezca entonces todo ritmo y
se lentifica, .por el contrario, durante el sueño y el coma hasta dos o
tres ondas por segundo, e incluso menos. Por este medio no es posi-
ble captar gradaciones más finas del nivel de conciencia. Si nos
seguimos interrogando acerca de las condiciones fisiológicas de la
conciencia, los modernos conocimientos adquiridos a través de la
clínica y de la electroencefalografía parecen aludir cada vez más a la
localización de dichas condiciones, más bien que en la corteza cere-
bral, donde anteriormente se creía residían, en el tronco cerebral, y
sobre todo en la sustancia gris periventricular. Pequeños y delimi-
tados tumores, hemorragias y lesiones de esta zona, ocasionan gra-
vísimos déficit de conciencia, cosa que no sucede siempre en otros,
incluso mucho más extensos, localizados en la corteza; allí se verifi-
can también las alteraciones anatomapatológicas consecutivas a la
encefalitis epidémica y asimismo allí se encuentra el centro mediante
cuya estimulación pudo obtener Hsss en los gatos un sueño de as-
pecto natural.
Aparte del ejemplo cotidiano de la alternancia sueño-vigilia, el
sujeto sano puede experimentar algunas otras oscilaciones de la in-
tensidad de su conciencia. Todo el mundo conoce estados durante los
cuales, tanto estímulos exteriores como internos, personas y objetos
del mundo exterior, así como los propios sentimientos y pensamientos,
adquieren singulares intensidad y claridad, durante los cuales pare-
cen serle más vivamente presentes, más vivencialmente próximos, y,
por tanto, más intensamente conscientes. Y todo el mundo posee tam-
bién experiencia de, lo contrario. de momentos en los que los estímu-
los de toda índole aparecen como apagados o lejanos, con una cierta
aura de irrealidad que con frecuencia trastorna y acongoja y que
tienden paulatinamente a sumergirse en un fantasmagórico ámbito
limítrofe con la inconsciencia, para quizá disolverse finalmente en esta
última. Casi no vale la pena indicar que tales estados son más fre-
cuentes en aquellos momentos en que nos encontramos descansados
y gozamos de un bienestar corporal, y que estos últimos,' en cambio,
surgen más bien en estados de agotamiento, de una salud física que
de algún modo se halla afectada y también, naturalmente, en las
proximidades del sueño.
44 Cualidades polares

COMA, SOPOR Y SOMNOLENCIA.-Al mencionar una afección


de la salud física como causa de un descenso del grado de concien-
cia entramos ya en el terreno de lo patológico. Constituye también
una experiencia común a casi todo el mundo cómo, bajo la influencia
de una enfermedad corporal, disminuye la toma de conciencia de
todos los contenidos psíquicos (y asimismo de los estímulos exterio-
res), y como igualmente todo se torna lejano, vago, incierto, en el
ámbito psíquico, dando paso a un estado meramente - vegetativo ("es-
tar entre dos luces"), dentro del cual, y a lo sumo, se experimenta un
malestar, una sensación dolorosa. Al oscurecerse aún más la con-
ciencia, dicho malestar llega a desaparecer. La índole de la enfer-
medad somática es casi indiferente a este respecto. Desde un sencillo
resfriado o una gripe hasta la más grave caquexia, casi toda enfer-
medad corporal puede ocasionar un descenso del nivel de conciencia,
si bien las enfermedades infecciosas y las intoxicaciones de toda ín-
dole son las que de preferencia dan lugar a ello. En ambas (infec-
ciones e intoxicaciones), y en sus primeros estadios, puede darse de
todos modos lo contrario, surgiendo pasajeramente una ligera eleva-
ción del nivel de conciencia, tal como cuando, por ejemplo, durante
una ligera fiebre, se cree percibir algo con especial intensidad o como
cuando durante el estado de ánimo desinhibido consecutivo a una
moderada ingestión de alcohol todas las impresiones parecen más
vivas. Pero rápidamente desciende la curva correspondiente a tal lu-
cidez de conciencia y así, ya en la intoxicación alcohólica, podemos
observar, al igual que en otras intoxicaciones, cómo se confirma aque-
lla ley de ARNDT y ScHULTZ, conocida en farmacología, y según la
cual las pequeñas dosis de un medicamento ejercen un efecto esti-
mulante, dosis mayores, sedante y dosis aún mayores, paralizante.
Junto a las enfermedades infecciosas y por intoxicación, hemos de
pensar también aquí en las enfermedades circulatorias y del metabo-
lismo. · ;
La arteriosclerosis, como las anemias, en sus diversas formas, pue-
den en especial conducir a graves y duraderas alteraciones de la con-
ciencia. Los pacientes se quejan de tener la cabeza torpe y pesada,
de una sensación de tener la mente obnubilada, de constante somno-
lencia, sin que exista una necesidad de dormir propiamente dicha, y
de otras molestias análogas. Entre las enfermedades hormonales y
metabólicas, es sobre todo el hipertiroidismo el que produce una luci-
dez de conciencia frecuentemente molesta, haciendo que el enfermo,
atormentado por una conciencia agudizada de sus menores vivencias,
no halle reposo. En cambio, en el hipotiroidismo y el mixedema dis-
minuye la lucidez de conciencia. Entre las enfermedades del meta-
Coma, Sopor y Somnolencia 45
bolismo que pueden influir intensamente sobre el estado de concien-
cia, si bien de un modo relativamente raro, se halla la diabetes mel­
litus. Un indicio de descenso del nivel de conciencia es anuncio, entre
otros síntomas, de un coma diabético dependiente de la hiperglicemia,
y también del choque hipoglicémico, empleado en Psiquiatría para el
tratamiento de las psicosis. Tanto en el choque hipoglicémico como
en el estado de hiperglicemia disminuye la actividad de la conciencia,
y ambos pueden desembocar en el coma profundo. Por último, han
de mencionarse como trcstomcs especiales de la conciencia, la mayoría
de las veces somáticamente fundamentados, el desmayo común y la
mayoría de los casos de shock o colapso de mediana gravedad, cuyo
rasgo común es la pérdida sumamente rápida de conciencia.
La diferenciación entre el coma y el sueño normal y los estados
más leves. de pérdida de conciencia no se realiza a partir de la in-
formación proporcionada por el paciente acerca de sus vivencias, pues
se trata en todos ellos de una inconsciencia subjetiva, sino sobre la
base de signos clínicos. En el coma no puede despertarse al paciente;
los reflejos corneales y conjuntivales se hallan la mayoría de las
veces apagados; pueden surgir reflejos patológicos. El coma, cuando
surge espontáneamente, señala siempre un estado grave y por regla
general amenazador. Si el enfermo es susceptible de ser despertado,
mediante estímulos enérgicos, aunque sea por poco tiempo, se habla
de sopor; en los torpores de los cuales puede ser despertado el en-
fermo:hasta cierto punto, mediante sencillos estímulos, hablamos de
somnolen~ia. El grado de afección del estado de conciencia que ha
de'-valorarse clínicamente como más leve, es la obnubilación, la cual
incluso puede escapar a la atención del observador. Como conse-
cuencia de la disminución del grado de energía e insistencia de los
estímulos exteriores para el obnubilado y de la menor atención que
les presta, el sujeto se presenta, ante todo, con una reactividad ami-
norada, con una capacidad de notación más perezosa y descuidada,
con falta de actividad propia corporal y mental, con embotamiento,
a lo que se asocian dificultad de concentración, lentificación general
de los procesos mentales y fatigabilidad fácil. Si la estimulación
exterior es suficiente, el pensamiento o la acción pueden ser en ocasio-
nes realizados aun de modo absolutamente correcto, lo cual indica
que la alteración de la conciencia se da sin trastorno concomitante
de la organización del psiquismo. El obnubilado, sin embargo, realiza
esto con gran esfuerzo y se vuelve a sumergir de nuevo en su estado.
inicial, en la somnolencia o también en un sueño propiamente dicho.
46 Cualidades polares

DIFERENCIAS CON EL SUEÑO.-Entre la somnolencia y el sopor,


de una parte, y el sueño, de otra, existen importantes diferencias.
Tras la fatiga se sigue al principio una necesidad de sueño más o
menos imperiosa, y por último irresistible, claramente vivida como
tal necesidad; viene después la vivencia del dormirse, y muchas ve-
ces del soñar, y luego, la del despertar. Las vivencias de la fatiga,
del dormirse (hipnopompas) y del despertar (hipnagógicas) se hallan
por lo general mucho menos marcadas en la somnolencia y en el
sopor y pueden incluso, como sucede regularmente con el soñar, fal-
tar por completo. El sueño no es una mera ausencia o pérdida, sino
un proceso _de restauración, mientras que los estados de "enturbia-
miento de la conciencia" (denominación que abarca la obnubilación,
la somnolencia y el sopor) no reportan descanso ni restablecimiento
alguno. Ambos, el durmiente y el somnoliento, son desde luego sus-
ceptibles de ser despertados, o al menos reaccionan al ser estimulados.
Sin embargo, mientras que el durmiente puede ser despertado
por completo, el somnoliento al cual se intenta despabilar (y tanto
más, naturalmente, el soporoso) no alcanza en el mejor de los casos
sino un nivel más bajo de conciencia que aquél, un nivel que se
sitúa entre la somnolencia y la completa lucidez de conciencia, y que,
por tanto, muestra casi siempre algunos signos de obnubilación. La
diferencia de nivel entre el dormitar y el semidespertar del somno-
liento es, pues, escasa. Por el contrario, muchos somnolientos, así
como otros sujetos con enturbiamientos de conciencia debidos a diver-
sas causas, no duermen bien, y sobre todo no tienen un sueño pro-
fundo y, por ello mismo, reparador. A pesar de que designaciones
tales como "somnolencia" y "sopor" parecen aludir al sueño, los
estados correspondientes de enturbiamiento de conciencia no han de
ser meramente concebidos como variantes del dormir, así como tam-
poco el sueño como un mero descenso del nivel de conciencia. Los
enturbiamientos de conciencia propiamente dichos y de origen patoló-
gico son provocados sobre todo por el aumento de presión intracra-
neal, aumento que puede originarse de diversos modos.

ENTURBIAMIENTOS PATOLOGICOS DE LA CONCIENCIA.-Hemos


de mencionar aquí los procesos expansivos cerebrales, ya se trate
de auténticas neoformaciones tumorales, ya de procesos delimitados,
J tales como abscesos, quistes, hemorragias focales, etc., o también he-
morragias cerebrales difusas (paquimeningitis hemorrágica, hemato-
ma subdural) del hidrocéfalo irritativo u oclusivo, de estados de irri-
tación cerebral en la meningitis o en la encefalitis. Tanto la anoxemia
cerebral como las más variadas intoxicaciones exógenas y endógenas,
Enturbiamiento de la conciencia 47
incluso la embriaguez común, pueden originar un descenso del nivel
de la conciencia, al cual se asocian entonces la larga serie de los
tipos de reacción exógena aguda (véase la parte V de esta obra). Exis-
ten estados de sueño patológico (que no han de confundirse con aque-
llos) y que comprenden el sueño cuan~U_gtiva y . t(3-~.E~~~m~i:ite anor-
II1:~1, durante el cual el paciente e~perlmenta como de costumbre el
dormirse y el despertar, e incluso puede soñar, que es reparador has-
ta cierto punto, y del que se puede despabilar por completo al sujeto,
el cual, sin embargo, vuelve a sumergirse constantemente en un
sueño incontenible después de haber sido despertado. Tales estados
tienen como causa la narcolepsia, la encefalitis epidémica y altera-
ciones delimitadas e:n '61 tronco cerebral (tumores, quistes, hemorra-
gias, lesiones). Estas alteraciones poseen un significado localizatorio.
Aun cuando existe una vivencia del dormirse, puede ser sumamente
fugaz, como sucede cuando alguien extremadamente cansado se hunde
en el lecho y se duerme inmediatamente. Esto resulta sobre todo no-
table en la narcolepsia. Tras una emoción de mayor o menor inten-
sidad, que con frecuencia es de índole alegre (risa), el paciente se ve
dominado, en cualquier lugar que se encuentre, por un sueño profun-
do, del cual desde ll.l.ego puede despertársele, pero para que recaiga
en él en cuanto se le deja trcnquíln, El comienzo de los estados de
enturbiamiento de conciencia, por el contrario, se instala de modo
menos súbito (excepto, naturalmente, en caso de traumatismos o into-
xicaciones agudas) y se anuncia por lo general con un creciente com-
promiso de la capacidad para autodirigir las realizaciones psicomoto-
ras, a través de lo C'U.al el observador comienza a captar· ·el descenso
propiamente ·dicho d~l nivel de conciencia. Se ha deducido de ello la
presencia de un proceso descendente, que abarcaría en primer térmi..
no las complicadas Íll.nciones de coordinación de la corteza cerebral, y
más tarde los posibl~s centros rectores de la conciencia en el tronco
cerebral. El cerebro juvenil parece más vulnerable a dicho proceso
que el cerebro de m6:s edad, pues WALTHER-BÜEL 1 ha mostrado que
en el aumento de presión intracraneal a causa de tumores cerebra-
les. la frecuencia de la obnubilación disminuye de modo regular con-
forme aumenta la edecd.

Ejemplo l. (W 1675), 2B años, varón:


Al frenar el paciente su bicicleta de modo algo brusco en una curva, se golpeó
la cabeza contra un poste de cemento que tenía delante. Durante un momento quedó
semiinconsciente, pero pudo, continuar. Al ir al hospital para que le curasen la herida

1
WALTHER·BÜEL, H.: D:ie Psychiatrie der Hirngeschwülste und die cerebralen Grund-
lagen psychischen Vorgang­e. Springer, Viena, 1951.
48 Cualidades polares

contusa que se había producido estaba completamente lúcido. Sin embargo, al día
siguiente se sentía muy somnoliento y sólo podía permanecer despierto durante las
comidas. Al segundo día, por la tarde, estaba inquieto, obnubilado. El hemicuerpo de-
recho estaba más rígido que el izquierdo, el ángulo izquierdo de la boca caído, las
pupilas reaccionaban algo perezosamente. Ligero meningismo. Diez días después se
hallaban más acentuados el meningismo, la somnolencia y la rigidez. Una trepanación
exploratoria presentó una fuerte imbición edematosa de la dura. La masa encefálica
se abombaba a través del agujero de trépano. Después de la trepanación y de una
punción occipital con fines de descarga, mejoró lentamente el estado. Estasis papilar
bilateral.
Durante la primera exploración psiquiátrica, verificada unos catorce días después
de la trepanación, el paciente podía decir correctamente la fecha, pero se hallaba des-
orientado con respecto al espacio. Reaccionaba de modo intensamente lentificado, los
ojos se le cerraban constantemente, pero se le podía despertar con facilidad. Durante
cuatro días rechazó toda toma de contacto, intentaba hacer chistes, sólo quería hablar
de deportes. En algunos momentos lloraba con una mímica inmovilizada. Después de
breve tiempo cayó en un estado semejante al sueño, no volvió a hablar ni a moverse
y permanecía con la mirada fija en la pared. Al cabo de algunos minutos semejaba
haberse dormido, abriendo, sin embargo, los ojos en cuanto se le tocaba, pero sin
hablar. Pasados otros doce días había cambiado por completo: se mostraba muy des-
pierto y locuaz y pudo referir cómo había creído encontrarse en la guerra. Los datos
que dio eran extensos y detallados y abarcaban un amplio lapso de tiempo: dos años y
medio de servicio militar en Alemania, desde 1934, comprendiendo su instrucción en
toda clase de armas y en un submarino; después creyó encontrarse como voluntario
en la guerra civil española, donde a pesar del peligro se mostraba muy satisfecho y
contento; entrada de los nazis en Austria; prestó servicio durante la segunda guerra
mundial en Bélgica y Holanda. Por último, había creído estar en la cima de una mon-
taña de 5.000 metros de altura, cuyas laderas se hundían verticalmente en el abismo.
De pronto había descendido desde lo alto un gran velo que le había cubierto, con lo
cual había salido todo el calor de su cuerpo y de sus nervios y se había tranquilizado
por completo su cerebro. El primer día sólo había estado despejado a medias, después
se había sentido despejado por completo y no había creído ya estar en la guerra.
Diagnóstico: Delirio pos-contusíonnl, con somnolencia y estupor. Pérdida de la orien-
tación y alucinaciones de diversas modalidades sensoriales, vivas, coherentes y próxi-
mas a la realidad.

EPILEPSIA.­Los estados de afección de la conciencia que hemos


mencionado son todos ellos de cierta duración y se diferencian por
este motivo de otra forma de los mismos, sumamente típica y no muy
rara: la ausencia epiléptica o petit mal. Aquellas formas son más
prolongadas y con frecuencia no son absolutas; esta última dura muy
poco y suele ser absoluta. En la ausencia típica, la observación clí-
nica puede comprobar cómo durante algunos segundos se apaga por
completo toda conciencia. Por regla general, el paciente no pierde
el equilibrio, pero se detiene en la acción emprendida; así, por ejem-
plo, puede mantener inmóvil durante la duración de la ausencia una
taza que había comenzado a llevarse a la boca, para aproximarla a
sus labios en cuanto transcurre aquella, como si nada hubiese suce-
dido, pero también puede dejarla caer. Un tema de conversación in-
Epilepsia 49

terrumpido puede ser reanudado en el punto en que el sujeto fue


sorprendido por la ausencia; pero tras una breve pausa de vacila-
ción, el paciente puede sentirse incapaz de· proseguir el hilo de su
charla y darse cuenta, por ello, que ha sufrido una ausencia. Con
frecuencia el semblante permanece durante un momento vacío de
expresión y como lejano. En ocasiones, el paciente gesticula ligera-
mente; así, por ejemplo, chasca los labios o realiza movimientos este-
reotipados, tales como abrochar y desabrochar un botón o acariciarse
los cabellos. Durante ausencias más prolongadas, que pueden durar
hasta uno o dos minutos, suelen efectuarse pequeñas series de actos,
desprovistos de sentido con respecto a la situación consciente, tales
como abrir una ventana u otros análogos, ante cuyo resultado se
asombra el paciente cuando recobra la lucidez. En tales episodios
puede suceder, por ejemplo, que un enfermo que durante la ausencia
desea abrir una ventana, tome para ello el camino más directo, aun-
que éste pase por encima de la mesa que tiene delante, y una vez
llegado ante la ventana, y por muy familiar que le sea esta, no logra
manejar la manivela para abrirla y se limita a sacudirla, impotente.
En tales casos, en que la acción tiende a un fin determinado por la
situación, ha de admitirse. que la inconsciencia es relativa y no absolu-
ta, aun cuando la amnesia consecutiva sea casi siempre completa.
Muy rara vez recuerda el paciente, de modo vago, lo vivido durante
la propia ausencia. La más moderna investigación, sobre todo la
realizada por la escuela de Heidelberg en tomo a D. }ANZ, ha llegado
a una clasificación de las ausencias, establecida sobre la base de
sus formas clínicas de manifestación, su agrupación temporal, sus
relaciones con la edad, sus transiciones hacia otros estados patoló-
gicos o bien hacia la curación y, por último, su electroencefalografía.
Esta clasificación no solamente posee sus ventajas desde el punto
de vista sistemático, sino también con respecto al tratamiento. Su
estudio, sin embargo, corresponde más bien a los tratados de Psiquia-
tría y de Neurología*. Mucho antes, sin embargo, se habían distin-
guido ya de los demás unos estados de ausencia caracterizados por
duración prolongada, actos motrices acompañados las más de las
veces por una relativa inconsciencia; pero con una reducción del
ámbito de lo consciente. Han venido siendo designados de muy di-
versas maneras: "dreamy states" o "uncinate fits" (JACKSON), "auto-
mctísm" (PENFIELD-}ASPER), "psychomotor attacks" (GmBs) * *, y en la

* La mayoría de los Tratados no les prestan aún atención. Ver: BAY, Klinik der
Epilepsie, Nervenarzt, año 32, f. 6 (junio, 1961). Contiene interesante bibliografía.
** "Durante un acceso psicomotor el paciente se muestra con la mente confusa:
y, si bien amnésico, no inconsciente. Sus movimientos poseen finalidad, pero se hallan
BASH - 4
50
. /
Cualidades polares

literatura alemana, como oral petit mal (HALLEN), "ataques crepuscu-


lares" (MEYER-MICKELEIT) *. En la literatura francesa ya han sido deno-
minados "fausses absences". Aquí corresponden muchos de los "equi-
valentes epilépticos" (HoFFMANN); otros, a los estados crepusculares.
De todos modos, entre "ataque crepuscular" y "estado crepuscular"
no resulta posible trazar un límite estricto. Aquellos suelen durar
más, éstos menos, y muestran asimismo una mayor variedad sínto-
matológica. La investigación realiza aquí rápidos avances.
Se ha intentado diferenciar, a base de rasgos electroencalográfi-
cos, entre las ausencias de duración prolongada, acompañadas la
mayoría de las veces de actos motores y de una inconsciencia rela-
tiva, de las otras, clasificando a las primeras como accesos psico-
motores (GIBBs) o como accesos crepusculares 2; pero tales signos
electroencefalográficos se han mostrado inconstantes, mientras que
clínicamente se dan toda suerte de transiciones.
La ausencia de varios segundos de duración, y que va acompaña-
da del cese de un acto iniciado o del comienzo de una actividad que
hace un efecto exttaño con respecto a la situación, llama aún más la
atención de los circunstantes. Por el contrario, aquellas otras, muy
breves, que no suelen durar sino unos pocos segundos y que trcns-
curren sin manifestaciones motoras y sin una chocante interrupción
de la actividad, escapan fácilmente a la atención y no se revelan
sino por un fugacísimo velarse de la expresión del rostro, por un de-
tenerse de la fijación de la mirada, una pausa ·. en la conversación,
errores en la comprensión, etc. Sin embargo, no raras veces surgen
en series, pudiendo ser reconocidas entonces mucho más fácilmente.

mal coordinados y por lo general se muestra negativista. Su actitud general es la


propia de un hombre que cree soñar una pesadilla. Muchas veces dan los pacientes
muestras de angustia o de furia. llaman o gritan. La mayoría de las veces los movi-
mientos son simples. se repiten de un modo más o menos automático: lengüeteo. frotaise
las manos. etc. Otras veces son más complicados y con visible finalidad. El lenguaje
puede permanecer inalterado. Entré los accesos puede advertirse. generalmente, una
grave alteración de la personalidad." GIBBS, FuSTERy F. A. GIBBS: "Arch. Neur. Psy-
chiat.", Chicago, 60-95 (1948).
* "Los accesos crepusculares son alteraciones de la conciencia breves y en forma
de ataque, acompañados, la mayoría de las veces, de automatismos motores. actos
absurdos y lenguaje hablado. Las manifestaciones motrices consisten muchas veces en
movimientos monótonamente repetidos, automatismos orales o desviaciones tónicas. Coin-
ciden con alucinaciones con mayor frecuencia que otras modalidades de accesos. así
como con otras vivencias anormales. Los ataques crepusculares constituyen una clase
especial de accesos epilépticos determinados por un foco convulsivógeno situado en
la parte basal y anterior de lóbulo temporal y que se puede comprobar mediante EEG."
MEYER-MICKELEIT: "Nervenarzt", año 24 (1953). Idem: Übet die sogenannten psychomot.
Anfaelle, "Arch. f. Psychiat", 184 (1950), 271.
2
MEYER-MICKELEIT, R. W.: Über die sog. psychomotorischen Antalle, die Dam-
merattacken der Epileptiker. "Archiv f. Psychiatrie", 184 (1950), pág. 271.
Lucidez 51

Su comprobación es sumamente importante para el diagnóstico pre-


coz de epilepsia, incluso desde el punto de vista forense. Para diferen-
ciarlas de meras oscilaciones de la atención de errores del lenguaje
psicógenamente determinados, etc., disponemos afortunadamente de
un procedimiento digno de confianza: el electroencefalograma. La
ausencia epiléptica va siempre acompañada por alteraciones pato-
lógicas apreciables por este procedimiento; la inhibición psicógena
muy rara vez o nunca. Grupos de ondas típicos de las ausencias pue-
den surgir incluso en el electroencefo:lograma, sin que se puedan ob-
servar clínicamente tales crisis. Se designan entonces estas últimas
como ausencias subclínicas, y durante ellas puede comprobarse a
veces cómo el paciente, al igual que durante una ausencia clínica-
mente manifiesta, puede no ser abordable en absoluto o serlo muy
difícilmente, y que en ocasiones reacciona de modo retardado o erró-
neo o incluso sin alteraciones clínicas. Dicho de otro modo: se da un
espectro continuo que va desde la ausencia clínica y electroencefa-
lográficamente manifiesta, acompañada de extinción completa de con-
ciencia, hasta la ausencia que no se manifiesta sino en el electroen-
cefalograma, sin enturbiamiento demostrable de conciencia. En esta
última resulta muy justificada, al menos, la sospecha de epilepsia, la
cual puede comprobarse muy frecuentemente. Las ausencias son posi-
bles en todas las formas de epilepsia; pero, sin embargo, son infini-
tamente más raras en las traumáticas que en . las genuinas, mientras
que en los ataques crepusculares se halla con frecuencia en juego una
epilepsia residual. El conocimiento de las relaciones existentes entre
ataques crepusculares, alteraciones de la personalidad que se mani-
fiestan en los intervalos y focos electroencefalográficos del lóbulo
temporal, constituye uno de los más importantes resultados de la re-
ciente investigación electroencefalográfica. La mayoría de las veces
no· es posible demostrar sino mediante exploración e.e.g. la existencia
de los mencionados focos. La llamada epilepsia temporal ha sido muy
investigada en estos últimos años, y los resultados obtenidos han sido
resumidos por LANDOLT (Die Temporallappenepileysie und ihre Psy-
chopathologie, Ed. Karger, Basilea, 1960) .

. AUMENTOS DE LUCIDEZ.-Frente a las mencionadas variantes


deficitarias de la conciencia están aquellas otras que representan, por
el contrario, un "plus" en lucidez. Son mucho más raras y en general
de menor importancia para la patología. Una de las más frecuentes,
situada ya en el límite de lo patológico y a la que ya hemos aludido,
es el aumento o elevación de lucidez que acompaña al inicio de into-
xicaciones. Mientras que la mayoría de las intoxicaciones derivan muy
52 Cualidades polares

rápidamente en dirección de una intensidad decreciente de la con-


ciencia, existen no pocas de ellas en las cuales semeja más bien in-
crementada o exaltada la lucidez, y que van acompañadas entonces
por una tonalidad afectiva subjetivamente agradable, combinación
de hechos que lleva fácilmente al abuso de las sustancias medica-
mentosas correspondientes, como tóxicos embriagadores. El represen-
tante clásico de este grupo es la cocaína. Esta, en contraposición de
la morfina, agudiza la conciencia en aquellas dosis preferidas por
los toxicómanos; pero, como la morfina, hace desaparecer muchas
inhibiciones de los impulsos e instintos y proporciona un sentimiento
subjetivo de ligereza y fluidez. En tiempos más recientes se han agre-
gado a estos medicamentos las aminas sintéticas (pervitín, simpatina,
bencedrina, etc.). Junto a la influencia sintomática ejercida sobre la
conciencia y al pasajero cese de la necesidad subjetiva (no de la
objetiva) de sueño, las más de las veces provocan una mayor facilidad
en el flujo de los pensamientos y un estado de buen humor despre-
ocupado, aunque en ocasiones pueda ser también irritable. Tienen
su puesto justificado dentro de la farmacología como medios auxiliares
sintomáticos contra la obnubilación patológica crónica, la somnolen-
cia y la necesidad incrementada de sueño, tal como se da especial-
mente en la narcolepsia, o en ocasiones en la hipotonía duradera, des-
pués de lesiones traumáticas del encéfalo y en ciertos casos de enfer-
medades crónicas del sistema nervioso central (por ejemplo, de escle-
rosis múltiple). Conducen, sin embargo, fácilmente a la habituación
viciosa, y, por tanto, no deben ser administradas sino bajo control
médico. Se revelan útiles en algunos estados de ligera depresión del
ánimo, pero precisamente aquí son doblemente peligrosas, dada la
tendencia al abuso de ellas, y solo deben ser prescritas a pequeñas
dosis y bajo constante vigilancia. Si son administradas ocasional-
mente con la finalidad de obtener rendimientos excepcionales, lo cual
en algunos casos aislados y urgentes puede tener justificación, ello
no debe realizarse sino después de previo ensayo, pues la reacción
peculiar individual al medicamento puede ser muy diversa y resultar
considerable el riesgo de acciones secundarias imprevisibles e inde-
seables. Datos más amplios acerca de la cuestión deben buscarse en
los tratados de farmacología. Próximamente emparentados con tales
sustancias se hallan los "phantastica" propiamente dichos, tales como
la mescalina y la dietilamida del ácido lisérgico, que provocan, incluso
a dosis mínimas, delirios, estados de agitación y esquizofreniformes,
durante los cuales adquieren frecuentemente una extraordinaria viva-
cidad las impresiones sensoriales. No solamente estas últimas, sino
asimismo los pensamientos y sentimientos, son mucho más vivos e
Lucidez 53

impresionantes que en otros estados de conciencia, según las auto·


descripciones realizadas por los observadores.
Encontramos estados espontáneos de lucidez incrementada, franca·
mente patológicos, en los cuadros maniformes de cualquier origen.
Tal rasgo rara vez destaca en primer plano y fácilmente puede pasar
desapercibido en las formas submaníacas; pero los maníacos propia·
mente dichos suelen quejarse de que algunas impresiones tienen para
ellos una intensidad que se les impone de modo casi intolerable y con·
tra la cual no pueden defenderse. El estado exaltado de buen humor
maníaco deriva aquí fácilmente hacia la irritabilidad, pues incluso
dicho estado de ánimo patológicamente exaltado no puede soportar
el asalto de estímulos excesivos y demasiado íntensos'[En la presente
visión de conjunto hemos aludido ya repetidas veces, tanto a una re·
lación existente entre lucidez incrementada y buen humor, como al
nexo entre disminución de la lucidez y empeoramiento del estado de
ánimo; pero sería equivocado concluir que esto constituye regla cbso-
luta. Aun cuando por lo general es así; es decir, la elevación de una
facultad o función fundamental de la psique, que trae consigo una
facilitación de los rendimientos, se acompaña consecutivamente de
un estado de ánimo favorable, ello no sucede en modo alguno siem-
pre. Precisamente, en la depresión más profunda, los contenidos de-
presivos alcanzan con frecuencia un grado tal de dolorosa lucidez
que son percibidos de modo altamente torturador, excediendo con
mucho lo cotidianamente experimentado, mientras que, por el contra·
río, en algunos estados de despreocupada alegría, los contenidos
rápidamente surgidos se perciben no solamente de modo fugaz, sino
también muy poco intenso en el instante mismo en que afloran, como
demuestra especialmente la observación de las intoxicaciones ligeras.
Tampoco se halla la conciencia ligada a acciones deliberadamente
propuestas y voluntarias, como aparece en los sueños y en aquélla
experiencia, no demasiado rara, de contemplar conscientemente la
propia acción errónea y de sentirse incapaz para encauzarla en el
sentido deseado. Se ha intentado explicar la cualidad de la conciencia
a partir de una relación de los contenidos conscientes con el complejo
del yo, y presentar la relación como premisa necesaria de la concien-
cia; pero esto no es exacto, pues existen raros casos en los que, por
ejemplo, al despertar de un sueño profundo, de un shock o de una
narcosis, pueden presentarse al sujeto portador de conciencia estados
básicos de ánimo y estímulos endógenos, y en ocasiones incluso cier-
tos estímulos exógenos, sin que coincidan con una vivencia del yo 3•
Para una exposición más extensa de. esta cuestión, así como de otras referentes a
la "conciencia" y a "lo inconsciente" en las múltiples acepciones de estos términos,
54 Cualidades polares

Lo mismo parece suceder, por otra parte, en las vivencias delirantes


de enfermos mentales 4• El sujeto sano se aproxima ocasionalmente
a vivencias análogas al abandonarse absorto al libre juego de la fan-
tasía o a un estado de ánimo ante la Naturaleza, y algunos ejercicios
orientales de ensimismamiento se hallan encaminados a eliminar
cuanto corresponde al yo, manteniendo al mismo tiempo una con-
ciencia alerta y receptiva, Estos ejemplos nos muestran cómo en la
conciencia propiamente dicha, y en la conciencia reflexiva o auto-
conciencia, se trata de dos cosas diferentes. Tan solo la primera cons-
tituye objeto de este capítulo. En la conciencia o inconsciencia propia-
mente dichas se trata, pues, de una propiedad de los contenidos psí-
quicos que no es susceptible de ser forzosamente derivada de ningún
juego mutuo de correlaciones entre funciones psíquicas, si bien existen,
desde luego, condiciones que parecen favorecer en general ya una in-
tensificación, ya un debilitamiento de la toma de conciencia. Aludía-
mos antes a una de ellas y trataremos posteriormente acerca de otras.

RESUMEN.-La más sencilla consideración diferencial acerca de


la vida psíquica es quizá la referida a la conciencia o a la inconscien­
cia. Con estos términos designamos, de un modo relativo, dos sectores
de una escala superpuestos gradualmente de modo tal que los con-
tenidos psíquicos pueden ser ordenados dentro de ellos entre dos
polos, constituido uno por el más alto grado posible de lucidez y el
otro por la más profunda Inconscíencíc- Conciencia e inconsciencia son,
pues, dos propiedades relativas, polares y escalares de todo cuanto
es psiquico. A todo contenido psíquico corresponde en un momento
dado un grado determinado de conciencia o de inconsciencia. Tales
propiedades no son susceptibles de una definición más exacta, ni tam­
poco de considerarlas derivadas de otras condiciones psíquicas. Como
experiencias de la vigilia y del sueño, todos poseemos conocimientos
de ellas.
Casi toda enfermedad corporal puede conducir a un descenso del
nivel de conciencia, a una disminución de la lucidez de la misma, en
ocasiones tras una inicial y pasajera elevación. Las enfermedades
infecciosas y por intoxicación en grado diverso, provocan esto en pri-
mer término; también las enfermedades circulatorias y metabólicas y,

véase BASH, K. W.: Consciousness and the Unconscious in Depth and Gestalt Psycho­
Jogy. "Acta Psychologica", VI, 2/3 (1949), pp. 213-288. Véase también MILLER, J. G.:
Unconsciousness. Wiley, New York (1942).
4
Véase a este respecto MoRSELLI, G. E.: Recherches expérimentales et délires.
"Rapports du Conqrés International de Psychiatrie", París, 1950. I: Psychopathologie des
délites. Véase también en el presente libro la pág 321.
Resumen 55
por último, la mayoría de los casos de shock o colapso. Existen dife­
rencias. graduales de la afección de la conciencia, que van desde
los ligeros grados de obnubilación hasta el coma más grave, pasando
por la somnolencia y el sopor. El sueño no es equiparable a la som-
nolencia y al sopor, aun cuando en todos estos estados predomina
la inconsciencia. Como "estados de enturbiamiento" designamos la ob-
nubilación, la somnolencia, el sopor y el coma, diferenciándolos del
sueño normal y del patológico. Los estados más puros de enturbia­
miento de conciencia son siempre aquellos consecutivos al aumento
de presión intracraneal por cualquier causa. En contraposición a los
enturbiamientos de conciencia, que son más bien raros y prolongados,
están las breves pero por lo general más profundas y frecuentemente
repetidas inconsciencias del acceso y de la ausencia epilépticos.
Aumentos de lucidez se dan frecuentemente en los estados inicia­
les de intoxicaciones de cualquier índole. Son más duraderos bajo la
acción de la cocaína y de las aminas sintéticas (simpatina) y bajo el
efecto de los fármacos "fantásticos". Se produce un aumento pato­
lógico de lucidez de un modo espontáneo en todos los estados ma-
níacos, pero no se halla vinculado al estado eufórico. La conciencia
tampoco depende de propósitos o de una acción deliberada; es decir,
de su relación con el complejo del yo. Ha de diferenciarse entre
"conciencia" propiamente dicha y "auto­conciencia" o conciencia re­
flexiva.
CAP/TUL O 11

Las polaridades Donsclente e Inconsciente

Hemos estudiado la conciencia y la inconsciencia como propiedades


que califican la relación entre el contenido psíquico y la psique que
lo contiene, pudiendo ser así conscientes e inconscientes en grado di-
verso, tanto la psique con respecto a su contenido, como éste con
respecto a ella. Hemos definido la conciencia, y en relación a ésta la
inconsciencia, como una propiedad de todo lo psíquico, polar, escalar,
no derivable, y en último término tan solo posible de comprobar de
modo introspectivo (aun cuando para esta comprobación existan tam-
bién, siendo utilizables en amplia medida, puntos de apoyo objetivos).
A partir de ello establecemos el concepto de todo lo que existe en la
psique en un momento dado y que se halla caracterizado por un grado
de conciencia y lo denominamos "lo consciente". A todo aquello que,
en contraposición con esto y en un momento dado no se halla carac-
terizado por la conciencia; es decir, que no es consciente, lo denomi-
namos "lo inconsciente". Podemos hablar así de dos ámbitos o esferas
de lo psíquico; pero con ello no hemos de imaginar nada de índole
espacial o topográfica.

CONSCIENTE E INCONSCIENTE HABITUAL Y RELATIVO. - En


sentido estricto, las designaciones de "lo consciente" o "lo incons-
ciente" no deberían ser válidas sino para un determinado momento,
y la última tan solo para lo completamente inconsciente, privado de
toda conciencia. Sin embargo, y pese a la fluidez de los límites, en el
individuo aislado se da habitualmente una cierta constancia en cuan-
to a extensión, e incluso en cuanto a los contenidos principales, al
menos por lo que se refiere al ámbito consciente, y posiblemente
también al inconsciente, aunque como es natural toda afirmación
acerca de este último tiene que resultar incierta. Esta distinción, tan
común entre lo consciente y lo inconsciente, ha de ser repetidas veces
objeto de nuestra consideración. Hemos de hablar también, y en vista
a una diferenciación, de "lo consciente habitual" y de "lo incons-
ciente habitual". Pero allí donde aquello a lo que aludimos se deriva
claramente del contexto, tan solo hablaremos de lo consciente o lo
inconsciente, pues la separación entre lo completamente inconscien-
te, por una parte, y lo consciente, por otra (aunque esto último no se

.
'
58 Polaridades
halle caracterizado sino por un modestísimo grado de conciencia), no
resulta siempre adecuada ni de efectividad práctica, y como veremos
se halla además en contradicción con ciertos hábitos del lenguaje.
Diferenciaremos entre un "consciente relativo" y un "inconsciente
relativo", aun cuando en este sentido, y dentro de un contexto claro,
nos permitimos el empleo de los términos simplificados de "cons-
ciente" o "inconsciente".
Aquello que se pretende con una diferenciación entre ambos ámbi-
tos o esferas, resulta más claro si dirigimos la mirada a la ontogéne-
sis psíquica. Constituye experiencia general, confirmada por deteni-
das observaciones científicas procedentes de la psicología infantil, el
hecho de que el niño de pecho no reaccione al principio sino a un
número muy reducido de estímulos simultáneos, o bien a uno cada
vez. Con la edad aumenta el número de estímulos simultáneamente
percibidos; continúa, sin embargo, siendo típico para el niño, y du-
rante bastante tiempo, el que se halle reducido en cada momento a
un sector relativamente pequeño de las experiencias que en general
le son asequibles, siendo incapaz de abarcar conjuntos más amplios.
La gradual ampliación de lo simultáneamente consciente hasta alcan-
zar la múltiple visión de conjunto propia del adulto, constituye un
proceso que todos podemos recordar de algún modo en virtud de
nuestra propia experiencia *. El niño, sin embargo, reducido a su pe-
queño sector experiencia!, lo vive plenamente, lo percibe con una in-
tensidad muy superior a la que han de poseer ulteriormente sus per-
cepciones, se halla completamente poseído en cada momento por su
estado afectivo, ya sea de alegría o de tristeza, se halla colmado de
evidencia y convicción durante todo el tiempo que dura la escena,
hasta que ésta varía. Resultaría, pues, manifiestamente inexacto de-
ducir, a partir de la comprobación de un campo reducido de lo cons-
ciente, una debilidad de la conciencia acerca del mismo. En el niño
parece tratarse más bien de lo contrario, de algo comparable quizás
a lo que sucede en un aparato óptico, una cámara fotográfica o un
microscopio, en el que mediante la reducción del campo visual se
logra una mayor densidad de la iluminación. La vivencia normal de
una atención tensa y de una agudizada concentración de la misma
sobre una tarea limitada, que de este modo resulta captada en todos
sus detalles, nos ilustra asimismo acerca de lo que queremos expresar
con esto. Sin embargo, otros ejemplos han de mostramos que no siem-
pre existe, en manera alguna, una proporción inversa entre conciencia
y consciente. Si junto a la ontogénesis tenemos también en cuenta la
filogénesis, la psicología comparada nos proporciona puntos de apoyo
* Véase OsTERRIBTH: Psicología infantil, Morata, Madrid, 1965. (N. del T.)
Consciente habitual 59

muy claramente fundamentados en la experimentación. Estos nos


permiten afirmar que con el progresivo ascenso en la escala animal
se amplía simultáneamente (por término medio) el campo consciente.
- Es lo que nos muestran sobre todo aquellos experimentos realizados
con animales donde para conseguir una recompensa (que consiste,
por lo general, en alimentos), aquellos son obligados a reaccionar de
un determinado modo a estímulos discretos, simultáneamente ofrecidos
, y semejantes entre sí. Si se varían tales estímulos, o si de un experi-
. mento a otro son ofrecidos en un orden diferente,' puede investigarse me-
diante este método la influencia de la comprensión o del modo de
captar la configuración. Menos demostrativos son los hallazgos pro-
cedentes de la filogénesis humana. Desde luego, el muy limitado sis-
tema numérico de ciertos pueblos primitivos (cuya cantidad de cifras
no sobrepasa en ciertos casos la suma de los dedos de manos y pies
del hombre y que incluso es inferior), así como el hecho de reconocer
el niño instantáneamente a las personas que le son allegadas, pare-
ce aludir tr un campo consciente más reducido; pero tal sospecha
resulta dudosa si se tiene en cuenta que la experiencia sensorial de
tales primitivos se halla intensa y finamente diferenciada y que es
sumamente rica en vivencias. Esto último no sólo se halla confirmado
por la observación de los propios primitivos, sino también por la va-
riedad de expresiones referentes a vivencias sensoriales, exactamente
diferenciadas entre sí, existente en algunas lenguas indígenas. Resul-
ta completamente incierta la comparación entre europeos y otros pue-
blos altamente evolucionados, Pero e díndole distinta. Una formulación
quizá permita poner de manifiesto la imposibilidad existente para
demostrar que la extensión total de lo consciente sea distinta en unos
y otros, aunque la esfera de lo habitualmente consciente comprenda,
al menos en parte, "algo distinto" en unos y otros.
Después de haber reconocido, a partir de ejemplos tomados de la
vida cotidiana, cuan diverso es lo que en cada caso designamos co-
mo "conciencia" y "consciente", hemos de volver a considerar su
mutua relación. La observación de estados dé simple obnubilación, de
sopor o incluso de coma, en los que tanto la lucidez de la conciencia
como la extensión (y cuantía) de lo consciente se hallan disminuídas,
podrían hacernos pensar en la exístencícr de un paralelismo entre am-
bos, e incluso en que sólo constituyesen expresión de un mismo esta-
do de cosas. Hemos visto, sin embargo, que las relaciones pueden
considerarse de modo inverso, y otro ejemplo tomado del ya men-
cionado sector de. los estados hípnicos nos lo confirma de nuevo.
Se trata del tan generalizado y común del "ensueño", del soñar, el
cual, semejante a una isla de lo consciente, destaca con un grado
60 Polaridades

variable de conciencia, que frecuentemente es muy elevado, en medio


del mar de lo inconsciente. El hecho de que vivamos los sueños, de
que podamos comunicarlos y dar noticia acerca de ellos, nos impide
hablar a su respecto como de "apariciones" o "manifestaciones del
inconsciente" ·5, como no pocas veces se hace en algunas publica-
cíonea, Aun cuando la extensión de lo consciente en el ensueño suela
ser pequeña, e incluso sumamente pequeña, los sueños pueden pro-
porcionamos ejemplos de un consciente gigantescamente extendido y
amplificado, pero dotado de un escaso grado de conciencia. Esto su-
cede sobre todo en los ensueños febriles y en los delirios, los cuales
una vez transcurridos dejan a modo de una certeza de haberse atra-
vesado por una serie de experiencias, pero de las que tan sólo nos
hemos dado cuenta de un modo vago y crepuscular. Los ejercicios
orientales de ensimismamiento parecen conducir, por el contrario, a
estados de creciente inconsciencia que va profundizando cada vez más,
y en torno a la cual se extiende como una corteza o cápsula cons-
ciente, adelgazada de modo progresivo y lento, que permite al sujeto
sumido en meditación manifestar algo acerca de su experiencia de
ensimismamiento, hasta que-al parecer-se rasga la última cápsula
para dejar libre el camino hacia la disolución de la personalidad.

REPRESION.­Al mencionar los típicos ensueños febriles (aun cuan-


do tales vivencias oníricas no se hallen vinculadas a la fiebre), nos
acercamos al campo propio de la psicopatología de lo consciente y de
lo inconsciente. Relacionados con tales ensueños se hallan ciertos de-
lirios, en los cuales permanece consciente aquello que es habitual,
se hace consciente lo inhabitual y extraño, y se mezcla en toda co-
nexión, pudiendo incluso cambiar caprichosamente el grado de con-
ciencia. Si bien en tales casos sólo de modo muy somero pueden se-
ñalarse ciertas regularidades, y ello frente a un número equivalente
de excepciones, las relaciones entre la amplitud de nuestra concien-
cia, por una parte, y los valores afectivos dominantes de momento,
por otra, resultan algo más susceptibles de ser reducidas a una fór-
mula valedera tanto en Psicología normal como en Psicopatología,
y que precisamente queda confirmada de modo muy patente en ésta
última.
Con excepciones de las cuales hablaremos más adelante, obser-
vamos que entre las vivencias cotidianas carentes de matiz afectivo
11
Esto es confirmado mediante nuevas investigaciones EEG, que muestran que
cuando surge un ensueño se activan los ritmos lentos propios del sueño y se aproximan
a la frecuencia media propia del estado de vigilia, aun cuando el sujeto permanece
dormido. DEMENT, W. y N. KLEITMANN: Cyclic variations in EEG. during Sleep. "EEG.
Clin. Neurophysiol.", 2 (1957), 673-690.
Represión 61

especialmente intenso, son más agradables las que permanecen más


fijadas a lo consciente de la mayoría de las personas, mientras que las
desagradables caen sin obstáculos en olvido, y todavía más las indi-
ferentes. Respecto a las desagradables, entra muy fácilmente en ac-
ción la represión. Podemos definir esta última como aquel proceso
psíquico mediante el cual un contenido psíquico que en caso contrario
sería susceptible de participar de la conciencia, de penetrar en ella,
tropieza con una resistencia que le impide unirse al yo consciente o
Íe mantiene apartado de él. En la inmensa mayoría de los casos el
resultado de la represión es rechazar el contenido hacia el incons-
ciente. En otros casos más raros permanece en la conciencia, desde
luego, pero separado del yo consciente y constituye entonces el núcleo
de una personalidad escindida en mayor o menor amplitud. Con el
descubrimiento de la represión por Sigmund FREUD1 confirmada a
través de la observación clínico-analítica, de la hipnosis, de los ex-
perimentos de asociación de palabras de }UNG1 y últimamente por la
exploración en seminarcosis, se tendía a aceptar que más bien resulta
olvidado lo desagradable. Correspondió a la psicología experimental
rectificar tal creencia, demostrando que caen en olvido, en primer tér-
mino los materiales indiferentes desde el punto de vista afectivo, y
quizá porque la represión, ya por definición, ha de trabajar contra
resistencias, es empleada en la economía psíquica tan sólo para eli-
minar de lo consciente vivencias especialmente penosas. Esto es válido
tanto con respecto a los contenidos conscientes pasados como a los que
surgen o resurgen de modo endógeno, contra los cuales la represión
puede ser inmediatamente efectiva. Para los manifestados exógena-
mente son válidos asimismo otros factores, como, por ejemplo, el
umbral fisiológico de excitación. Ello se deduce de lo que sucede en
los incrementos patológicos de la situación placentera o displacen-
tera del estado de ánimo. Si se agudiza un estado de ánimo de esta
índole, si deriva, por ejemplo, hacia la hipomanía o la melancolía de
larga duración y sin fundamento exógeno suficiente, podemos com-
probar, en la primera, un ensanchamiento o ampliación de lo cons-
ciente, y su estrechamiento o reducción en la segunda. En aquellos
sujetos exageradamente alegres, de humor hipomaníaco, no sólo se
suceden con rapidez las ocurrencias, sino que, por así decir, se "pre-
cipitan" en un mismo instante; el paciente percibe cosas a las que con
anterioridad no había prestado atención; innúmeros sentimientos ais-
lados flotan sobre la arrolladora corriente del estado general de hu-
mor, el cual hace que todo se vea de "color de rosa", corriente que
se hace tempestuosa cuando el cambio de humor alcanza el grado
de manía.
62 Polaridades

El maníaco, pet se, ya no reconoce límites de lo consciente: todo


le está presente, todo se halla a su alcance, pero, desde luego y la
mayoría de las veces, no hace sino rozarlo fugacísimamente para
abandonarlo de nuevo, si bien y de hecho todo ello está en su cons-
ciente, como se deduce de sus manifestaciones, cuyos contenidos se
precipitan y aglomeran cual irisadas pompas de jabón. Todo se le
aparece como inconmensurablemente amplio y vasto, pero asimismo
superficial, plano y sin relieve, le es consciente a su modo y desapa-
rece de nuevo antes de que, fijándolo, haya podido asirlo. Lo prima-
rio y básico es en ello el desplazamiento del humor, y no la fluidez
y extensión de lo consciente. Comprobamos esto en el hecho de que
un estado muy análogo de rapidez incontenible de sucesión y mu-
danzas de pensamientos se da en los esquizofrénicos y se conoce por
"aglomeración de pensamientos". Esta es percibida por el paciente,
la mayoría de las veces, como algo muy penoso y desagradable. La
contrapartida de lo anterior está representada por el progresivo estre-
chamiento de lo consciente en el depresivo y su reducción a las causas
y contenidos reales o imaginarios de la depresión, a un mero girar en
tomo de algún hecho penosamente vivido, pasando por la fijación a
algo que repugna y resulta imposible reprimir, hasta la reducción al
mínimo de un consciente atenazado por la más profunda tristeza y col-
mado exclusivamente por incesantes ideas de pobreza, enfermedad y
culpa.
Aun a pesar del estrechamiento de la conciencia, tales ideas pue-
den alcanzar un grado que no raras veces es capaz de precipitar al
depresivo en la muerte voluntaria. Desaparecen otros sentimientos, no
surgen otras ideas distintas, o bien se extinguen o son retorcidas de
tal modo que aumentan la autotortura. Tan sólo son percibidos, inclu-
so, los estímulos más perentorios de la circunstancia inmediata o bien,
apenas percibidos, ocasionan al paciente sufrimiento renovado, así
que se procura en lo posible mantenerlos aparte. En la depresión ligera
cabe aún buscar distracción y esparcimiento, pero la depresión más
profunda rehuye esto. Podemos reconocer en ello la primacía de la
distimia. Lo que aquí decimos, refiriéndolo a los cambios cíclicos
de humor, es válido respecto a otros cambios, ya que todo sentimien-
to intenso y penetrante puede conducir a un estrechamiento de lo
consciente en sí, así como de su contenido objetivo y de los contenidos
psíquicos que, en todo caso, sintonizan con dicho sentimiento.

ALUCINOSIS.-Un ensanchamiento o ampliación de lo consciente,


coincidiendo con una conciencia apenas o nada alterada, tiene lugar
en la alucinosis. Durante ella, el enfermo está más o menos constan-
Alucinosis 63

temente alucinado, pero se da cuenta al mismo tiempo de lo que le


rodea, y ello de un modo normal, encontrándose, por regla general,
bien ajustado a su circunstancia, para lo cual apenas le estorban los
errores sensoriales. El curso de éstos es paralelo, o coincide con lo
objetivamente dado, de modo comparable a una conversación susu-
rrada o al sonido de una radio a poco volumen y que solamente oye
el enfermo, o bien a una representación cinematográfica que tan sólo
él contempla y que puede observar con mayor o menor detalle según
concentre más o menos su atención. Lo consciente abarca entonces de
modo simultáneo dos esferas o ámbitos separados, pero que se entre-
mezclan y superponen. El prototipo de· ello es la alucinosis alcohólica
que presentan ciertos bebedores, y que desde luego no es demasiado
frecuente. Con ella parece estar relacionada la alucinosis que se pro-
duce en la esquizofrenia, y ello en aspectos que van más allá de lo
meramente sintomatológico. Esta última alucinosis es más frecuente
que la primera, pero suele presentarse de manera menos pura y pa-
tente.
Constantemente están surgiendo estadísticas que demuestran una
sobrecarga esquizofrénica superior a la media entre los parientes
de enfermos de alucinosis alcohólica, lo cual hace aparecer como pro-
bable que las manifestaciones psicopatológicas debidas a la influencia
del alcohol surjan sobre el terreno de una disposición parcial esquizo-
frénica. Aparte de la alcohólica, otras intoxicaciones, 'así como las
más diversas enfermedades corporales, pueden ocasionalmente pro-
vocar alucinosis. Entre ellas han de mencionarse en especial la meta-
sífilis y la uremia.

Ejemplo 2, (W. 1080), 33 años, varón.

No hubo casos de enfermedades mentales ni de alcoholismo entre sus ascendientes.


El enfermo repitió el primer curso de la escuela primaria, la cual concluyó luego sin
mayores dificultades. Realizó un aprendizaje como zapatero, trabajando en este oficio
y más tarde en el ramo de la construcción. Tras algunas semanas de instrucción militar
fue ingresado en una clínica del ejército porque su teniente, al parecer, "le había
tomado ojeriza" y porque él mismo era "nervioso", siendo reconocido y dado por inútil
para el servicio. A los veintinueve años contrajo matrimonio con una viuda que era
veintiún años mayor que él y comenzó a trabajar en una fábrica de calzado. Según lo
declarado por su mujer, el enfermo parece haber bebido con exceso desde hace años:
dos litros diarios de vino durante la semana y al fin de ésta más cantidad, hasta llegar
a un grado considerable de embriaguez. Transcurrida esta última, renovaba sus pro-
mesas de no volver a reincidir, pero sin mantenerlas jamás.
Un día padeció un acceso febril, pero a pesar de ello acudió a su puesto de trabajo.
En el sábado de esta misma semana llegó tarde y borracho a su casa, como de cos-
tumbre. Durante la tarde del domingo siguiente habló mucho de un capataz que le
era antipático, pero no hizo nada más que llamase la atención. En la noche del do-
mingo al lunes, la mujer se despertó a causa de los fuertes ronquidos de su esposo.

. --. ... __
64 Polaridades

Le vio con los ojos fijos y muy abiertos y diciendo muy asustado: "Ahora me coge,
ahora me coge el capataz". Creía que fuera de su casa se había congregado una
gran muchedumbre y rogó a su mujer que cerrase bien puertas y ventanas. Durante
toda la noche, así como durante el día y la noche siguientes manifestaba miedo, pero
era posible tranquilizarle. El martes, y en ocasión de volver su mujer de la calle, se
precipitó sobre ella, pero la soltó en seguida al oirla gritar. Cayó al suelo, rígido. No
reaccionaba y hubo de ser trasladado al hospital.
En éste, el paciente reconoció inmediatamente a la doctora, a cuya consulta había
acudido tres semanas antes, y se mostró, por lo demás, orientado en cuanto a lugar,
tiempo y autopsíquicamente. Estaba pálido, fatigado y cubierto de sudor, reaccionaba
lenta y torpemente. Escuchaba con ansiedad cualquier ruido y decía que le perseguían,
que fuera había unas personas que le esperaban para detenerle por haber robado
clavos y por haber dado una fecha falsa en el seguro de accidentes. Tales gentes ha-
blaban de él en tercera persona, le insultaban diciendo que era un mal hombre, que
había que meterle en la cárcel y ponerle una camisa de fuerza. No presentaba aluci-
naciones Ópticas ni corporales. Decía que había visto una matrícula de automóvil que
correspondía al coche del manicomio, que le querían poner una camisa de fuerza y
fusilarle. Las personas que estaban fuera le habían mirado a través de un espejo y él
había visto como brillaba éste. A veces no contestaba a las preguntas que se le diri-
gían, diciendo que debía escuchar lo que hablaban fuera. Refería luego los insultos
que creía le habían dirigido, por ejemplo: "Hay que fusilarle de todos modos." "En
cuanto salga la doctora hay que agarrarle." "Es un tío borracho", a lo cual añadía el
paciente: "Eso desde luego es verdad.'' La dificultad inicial de rememoración desapa-
reció muy pronto. Más adelante reaccionaba con rapidez, hablaba de modo muy vivaz,
pero con una mímica excitada y ansiosa, ya que continuaban sus ideas delirantes y
sus alucinaciones. Se le trasladó a un sanatorio, del que fue posible darle de alta
transcurridas unas semanas, pasando a su domicilio.
Diagnóstico: Alucinosis alcohólica. 1

Una limitación de lo consciente a unos pocos contenidos simultá-


neos y escasamente diferenciados, con un nivel medio de conciencia,
se da en los casos acentuados de oligofrenia, y también en el dete-
rioro mental ocasionado por enfermedad orgánica. Existen, sin embar-
go, considerables diferencias entre ambos grupos por lo que respecta
a la índole de los contenidos conscientes, a lo cual dedicaremos nues-
tra atención en otro lugar de esta obra. Ya en el transcurso de una
mera conversación con el oligofrénico destaca fácilmente su incapa-
cidad para prestar atención, siquiera sea de modo muy somero, a
varias cosas al mismo tiempo o a tenerlas marginalmente en cuenta
de modo consciente, y un sencillo examen de su memoria basta para
poner en claro que ello no puede estar condicionado por una debili-
dad primaria de aquélla. Solemos hallar esta debilidad en el or-
gánico, pero de su parcial semejanza con el oligofrénico podemos de-
ducir que ni en el uno ni en el otro puede hacerse responsable, en
primer término, del estrechamiento de lo consciente, a dicha debilidad
de memoria.
Hemos de tratar ahora acerca de las ya mencionadas excepciones
Estados crepusculares 65

a aquella regla que afirma que lo placentero permanece más fijado


a lo consciente que lo displacentero o desagradable. Tales excepcio-
nes se deducen sin dificultad de lo que llevamos dicho. Las vivencias
desagradables y al mismo tiempo intensas son, en primer término, las
que más persisten, y más tarde, cuando ya comienzan a pertenecer
al pasado, aquellas que debido a su propio contenido energético o a
su situación· dentro del campo de tensiones psíquicas no pueden ser
dominados por la represión y que se afirman en lo consciente como
sentimientos normales o patológicos de tristeza, inferioridad y culpa.
Tales sentimientos, como es natural, no implican en sí carácter pato-
lógico, mas sí que lo posee su predominio persistente y fijado de modo
tenaz. En cambio, -son siempre patológicas, aun cuando no raras veces
surgen en un grado tan ligero que apenas ocasionan trastornos, las
representaciones obsesivas de la más variada índole, las cuales son
siempre experimentadas como desagradables irrupciones en lo cons-
ciente, y sobre las cuales trataremos más adelante.

ESTADOS CREPUSCULARES.-El final de este capítulo queremos


dedicarlo al amplio sector de los estados crepusculares, muy rico en
sus aspectos diferenciales. La denominación de "estados crepuscula-
res" resulta algo equívoca, pero está fuertemente arraigada y resul-
taría más propia para indicar una alteración de la conciencia en el
sentido de una disminución de su lucidez, o sea, una obnubilación, y
de hecho encontramos esta última en la mayoría de los estados cre-
pusculares. No se da, sin embargo, en todo estado crepuscular, como
sucede en aquellas series de vivencias que adoptan frecuentemente
un aspecto onírico, más o menos ricas en fantasía· caprichosa y que
estudiaremos con más detenimiento en el capítulo siguiente. Común,
sin embargo, a todos Jos estados crepusculares (y sobre ello ha llama-
do la atención E. BLEULER) es un estrechamiento de lo relativamente
consciente, que persiste durante todo el estado crepuscular, si bien
con oscilaciones, así como un ensanchamiento o ampliación corres-
pondiente del inconsciente relativo, y no raras veces del absoluto. El es-
trechamiento de lo consciente se. realiza en el estado crepuscular de
manera selectiva, comparable a un filtro, de tal modo que lo relati-
vamente consciente que persiste, y por muy alejado o desplazado
que se halle de lo habitual y · normcd, continúa siendo en sí cohe-
rente, y no consiste en trozos fragmentarios y en abigarrada confu-
sión, como en el delirio. Esto no excluye que en ciertos estados cre-
pusculares se hallen las vivencias aisladas (siempre que pueda ha-
blarse de la existencia en general de éstas), enlazadas entre sí de
un modo relativamente poco firme y que obedece a leyes difícilmente
BASH - 5
66 Polaridades

captables, apareciendo así entre unas y otras vivencias sorprenden-


tes transiciones. La relativa clausuración del conjunto consciente per-
manece, sin embargo, conservada, y ello destaca con cierta claridad
sobre lo inconsciente relativo o absoluto, que siempre se halla más
ampliado de lo normal. Esto no excluye, asimismo, que el grado de
conciencia dentro de lo relativamente consciente pueda ser, en el
estado crepuscular, más bajo en relación con el de la vida cotidiana
y que corresponda acaso al de una obnubilación. Siempre se halla
muy elevado el grado de inconsciencia en lo inconsciente que rodea,
en el estado crepuscular, a lo relativamente consciente.
Los estados crepusculares se instalan, por regla general, en un
lapso de tiempo breve, la mayoría de las veces sin pródromos, en
ocasiones bruscamente. El pensamiento y la acción del paciente apa-
recen entonces reducidos a un pequeño sector del espectro vivencia!
del que habitualmente dispone el sujeto, sector en el que parecen
tener sus raíces y del que semejan tomar el impulso que les anima.
Tal sector, y para continuar hablando metafóricamente, parece sufrir
incluso un desplazamiento hacia una zona del espectro vivencia! que
no es perceptible fuera de estas ocasiones, pudiendo hacer incluir
dentro del campo visual (pero siempre de un modo limitado) sectores
vivenciales que serían inaccesibles al paciente si estuviese en estado
normal.
Así, un sujeto puede disponerse para un viaje y aun realizarlo sin
previa preparación del mismo; otro puede fundar un negocio; un ter-
cero penetrar en una casa ajena, pero sin intenciones criminales, en
cambio otro comete en la misma una violación y un asesinato; un
quinto paciente puede vagar sin rumbo fijo, pero como guiado por una
potencia oculta y empleando para ello enormes energías; el sexto,
pensar y obrar siguiendo presuntas ideas nuevas y "descubrimien-
tos" en todos los sectores imaginables _del saber; el séptimo, per-
derse en experiencias metafísicas o religiosas de las cuales no poseía
antes la menor sospecha. En todo esto se trata, en gran parte, de
actos que pueden darse asimismo fuera de los estados crepuscula-
res. El sujeto en estado crepuscular se distingue, sin embargo, del
sujeto que actúa normalmente a causa de la exclusividad de su ac-
ción, de su referencia extraordinariamente intensiva al contenido del
correspondiente sector de la experiencia y, asimismo, por el condi-
cionamiento completamente endógeno, sustraído a la acción de la
voluntad, a toda libre decisión que tenga como punto de partida el
ámbito de lo normal. Si se nos permite valernos de un modo de ex-
presión algo paradójico, podría hablarse de una "incondicionalidad"
en un doble sentido. Por una parte se referiría a la obligatoriedad
Estados crepusculares 67
del tema de acción fijado; por otra, a la realización instrumental del
mismo.
La vinculación forzosa a un tema, la fijación a un sector de la
experiencia y de la acción no acarrea consigo necesariamente la
pérdida de toda relación con el resto del mundo interno y del mundo
circundante. En algunos casos se conserva dicha relación, si bien
en grado muy variable. Pero su importancia desciende siempre en
conexión con los restantes sectores de la vida del paciente, tanto
fuera como dentro de la enfermedad básica. Así, por ejemplo, un
crepuscular que emprende repentinamente un viaje, y ello en virtud
de motivos que a él mismo parecen inexplicables, puede no pocas
veces realizarlo hasta la meta final sin llamar en absoluto la aten-
ción de cuantos le rodean. En otras palabras, atenderá lo suficiente
a los detalles precisos para la realización del mismo, tales como
tomar la cantidad de dinero necesaria, encargar el billete, comportar-
se de modo ordenado, etc., pero descuidará todo el resto: citas, obli-
gaciones, vínculos afectivos, etc., y no solamente es que lo descuide
o lo ponga de lado, sino que actuará como si hubiesen desaparecido
de su consciente, lo cual de hecho sucede durante todo el tiempo
que se prolonga el estado crepuscular. Si durante éste el enfermo se
mantiene correctamente adaptado a las relaciones generales con su
medio ambiente y conserva sus cualidades personales esenciales,
hablamos de un estado crepuscular orientado. De todos modos, varía
mucho el grado de esta adaptación correcta. Mientras que el enfer-
mo del ejemplo arriba citado es capaz de realizar su viaje de una
manera ordenada y regular, otro paciente, más intensamente re-
ducido a aquello que le impulsa, puede emprender el mismo despro-
visto de dinero, equipaje o billete, puede no reaccionar en absoluto,
o apenas, ante sus compañeros de viaje, llamar la atención por su
comportamiento torpe o desconsiderado, o bien por sus respuestas
poco claras cuando le dirigen la palabra, mientras que un tercer en-
fermo puede vagar durante horas o días enteros por las calles de
una ciudad, a veces sin alejarse mucho de su domicilio, sin alimen-
to, sin dormir, evitando todo encuentro y sin extraviarse tampoco
fuera de los límites de una zona que en cierto modo le es ·conocida,
haciendo uso del resto de nebulosa capacidad de orientación que
conserva, de tal modo que cuando despierta bruscamente de su es-
tado crepuscular puede encontrar sin dificultades el camino de su
casa.
En ocasiones (que de todas suertes son más raras de lo que
describen algunos novelistas y de lo que cree el público en general)
pueden realizarse durante un estado crepuscular acciones delictivas,
68 Polaridades

no solamente de un modo impulsivo, sino también con una cierta


preparación y lógica, de modo tal que muestran los signos de una
acción premeditada 6• La ausencia de una motivación suficiente, el
extraño comportamiento del autor del hecho durante el lapso de
tiempo en que se realizó el delito, una auténtica amnesia parcial o
total o la existencia de una predisposición representada por una en-
fermedad básica, despiertan la sospecha acerca de un estado cre-
puscular. Por este motivo, el nuevo Código Penal suizo de 1942 (ar-
tículo 13) establece que todo sujeto acusado de un acto delictivo y
que alegue sufrir epilepsia debe ser sometido a examen pericial 7,
pues en el estado crepuscular, y a consecuencia del predominio ex-
clusivo de un único motivo, de la desaparición en el inconsciente
relativo, ya que no en el absoluto, de cuantas pulsiones o motivos
podrían contrarrestar tal predominio, la libre decisión voluntaria se
halla en suspenso. Así, ya que el autor del hecho no se halla abso-
lutamente en estado de recapacitar (aun cuando en todos los casos
tal aptitud de recapacitar se halla parcialmente conservada) acer-
ca del alcance de su acción y de obrar en consecuencia, debe ser
declarado irresponsable en el momento del delito.

Ejemplo 3, (E. 11845),28 años, varón.

Al parecer, una hermana del paciente es algo torpe de entendimiento y habla poco;
fuera de esto no parece haber taras hereditarias. A los cinco años de edad el pacien-
te sufrió una conmoción cerebral con pérdida de conciencia que se prolongó varios
minutos. En el colegio sufría con frecuencia desmayos, sobre todo cuando tenía que
prmanecer mucho tiempo de pie. Recibió instrucción secundaria y estudió comercio.
Ha desempeñado hasta la fecha puestos correspondientes a su profesión, pero hubo de
renunciar a preparar unos exámenes con el fin de obtener el título de contable, porque
se ponía demasiado nervioso. Se define a sí mismo como dado a cavilaciones y a tomar
todo demasiado en serio. El primer acceso epiléptico lo sufrió hace seis años y durante
el sueño; desde entonces padece uno o dos ataques al mes, sin pródromos ni aura.
Toma medicamentos con regularidad. Muestra un marcado y típico cambio epiléptico
de la personalidad, que coincide con una inteligencia de tipo medio y relativamente
bien conservada. Acude a reconocimiento porque se ha comprometido en matrimonio y
desea saber hasta qué punto puede constituir su enfermedad un obstáculo para ello.
La exploración somática no revela hallazgos patológicos. En el EEG. se manifiesta
claramente un foco epileptógeno muy activo fronto-lateral izquierdo, con ondas en punta.
Al día siguiente de suspender la medicación para efectuar el EEG. sufre un típico

6
RoRSCHACH, H.: Pferdediebstahl im Déimmerzustand,"Arch. Krim. Anthropol.", 49
(1912). 175-180.
7
Una legislación especial con respecto a los epilépticos no existe ni en el Derecho
austríaco ni en el alemán. Como otros sujetos que padecen alteraciones psíquicas, son
sometidos a examen pericial cuando existen dudas acerca de su capacidad de respon-
sabilidad. Esto es lo que se deduce, en el Derecho austríaco, del artículo 134 del Código
Civil y, en Alemania, de los principios generales del procedimiento penal. (Debo agra-
decer estos datos al Dr. jur. y méd. H. LEFERENZ, de Heidelberg.)
Estados crepusculares 69
: ,.ºl

acceso epiléptico. A pesar de volvérsele a administrar de nuevo e inmediatamente


medicamentos, dos días después sufre otro ataque. Cuatro días más tarde tuvo que
acostarse. Tenía la garganta ligeramente enrojecida y 37º de temperatura, pero afirmaba
encontrarse muy enfermo, decía que se iba a morir y escribió en este sentido cartas
a sus familiares. Acostado en la cama, ejecutaba con brazos y manos movimientos rít-
micos, sin sentido . aparente, pero cesaba en ellos en cuanto se le llamaba la atención.
Aun cuando insistía en hallarse gravemente enfermo, se le pudo convencer sin gran
resistencia por su parte para que se levantase. Se movía por el cuarto de reconocí-
miento con pasos ligeramente rígidos, contoneándose. Después se sentó, cerró los ojos
y comenzó éx acariciarse la cabeza, que echaba muy hacia atrás, mientras sonreía de
manera vaga, pensativa, sin la menor expresión de dolor. Nos dice que "lo" padece
de modo casi continuo desde su Últimoataque y que esta mañana "ha estado a punto de
no contarlo", ya que los brazos y las piernas se le quedaron fríos, pero que recuperó
el conocimientorealizando los movimientos antes descritos. De repente, solicita permiso
para echarse en la "chaise longue" y durante todo el resto de la entrevista permanece
tumbado y ejecutando lentos movimientos de pataleo, acariciándose constantemente la
cabeza y dando vueltas lentas, pero ininterrumpidamente, sobre el lecho. Dice que
ahora se le debe haber vaciado el intestino ciego, que "en la cruz" hace así (muestra
sus dedos cruzados). A veces ha hablado con alguien y ha estado como ausente,
luego volvían de nuevo "las órdenes" (el interrogatorio muestra que el paciente alude
con ello a impulsos volitivos y no a órdenes alucinadas). "La presión en la vejiga
es menor, ahora me he trasladado al presente. El sistema que tiene usted aquí resulta
excelente." (¿Qué sistema?) "El de enviar a uno al más allá, el de ayudar a uno."
Durante toda la entrevista el paciente habla constantemente de temores de muerte,
pero con un gesto despreocupado y en tono bastante alegre. Demuestra hallarse exac-
tamente orientado en el espacio, en el tiempo, auto-psíquicamente y con respecto a la
situación. Realiza a la perfección sencillas operaciones aritméticas, responde directa-
mente a la mayoría de las preguntas, pero sin embargo persevera a veces en una
frase o un pensamiento que ha comenzado a exponer, y que también puede resultar
bruscamente bloqueado. No hay enturbiamiento de conciencia. Se tiene, sin embargo,
la impresión constante de estar frente a alguien que se halla ligeramente desplazado
de la realidad cotidiana. Al finalizar la entrevista, el paciente se marcha a la sala
sólo y del mismo modo amanerado, aun cuando no cree que le observan. Tal estado
se mantiene durante siete días. Desaparece después durante unas cuantas horas para
retornar por breve tiempo y desaparecer luego por completo. El paciente recuerda
después vagamente haberse hallado durante algún tiempo en una situación extraña.
Durante el estado crepuscular desaparecieron las puntas en el EEG., para reaparecer
una vez transcurrido.
Diagnóstico: Estado crepuscular orientado en epilepsia sintomática.

Ejemplo 4, (E. 11954), 59 años, hembra.

No se sabe de antecedentes familiares neuropsiquiátricos. No hay datos de relieve


hasta los cuarenta y tres años de edad, en que la paciente sufrió un accidente de auto-
móvil con fractura ósea de la nariz, pero sin pérdida de conciencia, vómitos o hemo-
rragia nasal, por los oídos o por la boca. Afirma no haber sentido tampoco molestias
más tarde. Cinco años después padeció malaria, de la que curó por completo. Un año
más tarde, es decir, seis años después del accidente, la enferma emprendió sin motivo
especial y después de los preparativos más imprescindibles, un viaje de unos 1.200
kilómetros en coche. Lo hizo sola y en su propio coche y fue realizado sin incidentes.
Al llegar a término y en casa de unos conocidos, quedó altamente asombrada de en-
70 Polaridades

contrarse allí y sin saber por qué había ido. Había realizado todo el viaje en estado
crepuscular.
Poco después comenzó a presentar ausencias. y más tarde accesos epiléticos con
pérdida de equilibrio, convulsiones rítmicas y simétricas y mordedura de lengua. Tales
crisis se presentaban a intervalos de cuatro semanas. Desde el punto de vista subjetivo,
la paciente sentía un ligero vértigo y una disminución de la memoria y de la capa-
cidad de comprensión.
La exploración neurológica no reveló hallazgos patológicos. En el EEG. había una
disritmia theta­alfa y amplias oscilaciones delta, sobre todo en región pre-frontal y.
en parte, bilateralmente asincrónicas. No fue posible una localización focal en el EEG.;
se sospechó un proceso patológico en cerebro medio, quizás en cuerpo calloso. El
neumoencefalograma demostraba ligera dilatación del sistema ventricular derecho y
desplazamiento del mismo hacia la derecha: el tercer ventrículo se inclinaba oblicue-
mente hacia la derecha. Desde el punto de vista psicopatológico existía un marcado
cambio epiléptico de personalidad. con perjuicio de la comprensión y también, pero
menos, de la capacidad de notación. Fue rechazada una intervención quirúrgica. Se
logró una mejoría sintomática mediante medicamentos.

Diagnóstico: Estado crepuscular orientado en epilepsia postraumática, con atrofia


cerebral predominante en el lado derecho.

Si se pierde la capacidad de adaptarse sin tropiezos considerables


dentro de las más amplias y generales relaciones de la vida, ya se
trate del marco vital de una existencia por lo demás normal, o bien
de una enfermedad básica, el estado crepuscular ha de calificarse
de desorientado. Con frecuencia no es posible trazar estrictamente el
límite, como en el ejemplo que acabamos de citar, en el cual se
trataba de una persona que vaga sin finalidad aparente y que a
pesar de ello no llama la atención de los demás ni tampoco se extravía.
En este caso, en que funcionaba un cierto residuo de capacidad
de orientación, se estaría inclinado a hablar todavía de un estado
crepuscular orientado, pero dentro del lenguaje habitual en la es-
pecialidad no es posible hacerlo a causa de que la orientación se
realiza de un modo casi por completo inconsciente. Nuestro ejemplo
(que, por otra parte, no es ni mucho menos excepcional) habría de
contarse más bien entre los estados crepusculares desorientados. De
aquí parte una variada escala hacia estados progresivamente más
profundos de pérdida de la capacidad de orientación, hasta llegar a
la desaparición de la misma. Los enfermos se hallan a veces como
poseídos por una representación, que varían en todas las formas po-
sibles de manifestarla y expresarla, hablan sin cesar, repitiendo las
mismas cosas y sin atender a ninguna reacción por parte de los cir-
cunstantes, permanecen con el rostro siempre fijo en una mueca co-
rrespondiente al tono afectivo dominante, ya contraído, ya relajado,
pueden mostrarse asimismo excitados y empeñados con más o menos
testarudez y consecuencia en obrar de acuerdo con sus representa-
Estados crepusculares 71

dones, sin reparar en obstáculos. Con ello pueden ponerse a sí mis-


mos o a otros en el más grave peligro. Otras veces se presta desde
luego atención a las circunstancias, pero no son reconocidas bien,
se incluyen de modo deliroide dentro del círculo de representaciones
del enfermo crepuscular, siendo tratadas en consecuencia. Así, por
ejemplo, un enfermo en estado crepuscular puede creer reconocer en
el médico a su padre, en la enfermera a su prometida, en la sala
del hospital su propia habitación de su domicilio, tratar con los otros
enfermos de la sala como si fuesen visitantes, mostrarse impaciente
con la presunta prometido y creer que le niega una demostración de
cariño, etc., y ello durante varios días. Otro, olvidando sus negocios
y su familia, se entrega a misteriosos "descubrimientos", "ilumina-
ciones" o "revelaciones", cuya significación (y aquí estriba la dife-
rencia con el auténtico descubridor, con el auténtico iluminado) no
es comprobada con ninguna medida adquirida a través de una am-
plia experiencia propia o ajena y asimilada al propio caudal de vi-
vencias, sino adoptada dentro del limitado ámbito de experiencia del
estado crepuscular.
En la mayoría de los estados crepusculares desorientados el orden
de las vivencias queda destruído simultáneamente con el orden ha-
bitual. Su coherencia, que desde luego permanece siempre conser-
vada, no solamente se hace más laxa y oscilante, sino que frecuen-
temente es mantenida a partir de puntos de vista distintos de los ba-
sados en la experiencia y el juicio sensatos. Las vivencias se cargan
de expresión plástica, se alinean unas junto a otras según su conte-
nido afectivo y de acuerdo a su referencia directa al portador, se
condensan, deforman y metamorfosean, tan pronto se asemejan a los
sueños, como al delirio y tan sólo pueden diferenciarse de este últi-
mo, en sus modalidades más persistentes, mediante los· rasgos com-
plementarios propios del estado crepuscular. En ciertos casos semeja-
ría que esta alteración interior de la ordenación de las vivencias no
tendría lugar sino debido al estrechamiento del sector consciente y
a la eliminación de determinadas relaciones exteriores y ordenadoras
debida a dicho estrechamiento, de modo análogo a como uno se
desorienta cuando le son retirados los puntos normales de orienta-
ción. con arreglo a los cuales se rige habitualmente. En otros, en cam-
bio, parecen ser efectivos principios de ordenación susceptibles de
ser reconocidos en otras manifestaciones psíquicas, tanto normales
como patológicas, y sobre los cuales trataremos en la parte siguien-
te de esta obra.
72 Polaridades

Ejemplo 5, (E. 12101), 28 años, hembra.

Una tía paterna: padeció en su juventud ataques epilépticos. Su hijo menor era,
como un hermano de la propia paciente, débil mental. La madre de la: paciente sufrió
depresión psíquica: durante el embarazo. La propia enferma sufrió convulsiones
cuando tenía seis meses y también poco tiempo después, durante la dentición.
Por otra: parte, era una niña: sana, pero siempre muy terca. Pasó sin dificultades
su época escolar y se colocó más tarde como sirvienta, trabajando la mayor parte del
tiempo en el campo. Alrededor de los diecisiete o dieciocho años surgieron ataques
epilépticos típicos repetidos a intervalos que variaban de un mes a un año y
que durante mucho tiempo no fueron tratados de un modo sistemático. Tan sólo diez
años después de comenzar su enfermedad acudió a una policlínica y un año después
fue ingresada por sus parientes a causa de presentar un estado crepuscular que al
principio era aún orientado.
La intensa modificación epiléptica de la personalidad. en el sentido de una afecti-
vidad viscosa y dulzona, acompañada de exageradas expresiones religiosas, llama en-
seguida: la atención, sin que fuese posible proceder a un examen psicológico más de-
tenido. Desde el punto de vista somático se encuentra Chvostek bilateral, coincidiendo
con una ca:Icemia normal. y en la prueba de brazos extendidos una desviación de
ambos hacia la derecha, sin anomalías por parte de los reflejos, del tono y del trofís-
mo. El EEG. muestra una disritmia theta-alfa con diferencias entre un lado y otro (pa-
tológicas al lado izquierdo), así como signos focales de cambiante localización en el
hemisferio izquierdo. Los signos patológicos del EEG. cambian notablemente de un modo
inversamente proporcional al estado crepuscular. El examen del líquido cefalorraquídeo
y la radiografía simple del cráneo no mostraron hallazgos patológicos. A su ingreso
en la clínícc, la enferma indica correctamente el camino seguido para llegar a ella,
sabe qué día de la semana es y en qué mes nos encontramos. Algunos días más tarde
comenzó a mostrarse progresivamente agitada y hubo que aislarla. Entonaba a voces
cánticos religiosos y rezaba durante toda la noche. hablaba constantemente del pueblo
de R. y decía que lo único que deseaba era volver allí. Quería entregar al médico
una tarjeta con su dirección en dicho pueblo, pero las señas en ella consignadas eran
las de su domicilioen la ciudad. En algunos momentos respondía inmediata y correc-
tamente a una determinada pregunta, y sin embargo un instante después volvía a di-
vagar, dejándose arrastrar por las propias ocurrencias hasta perder en algunos mo-
mentos la conciencia de su propia situación: se encuentra en el Arca de Noé
y por eso no ha comido todavía. porque las aguas no han entrado aún en su cuarto.
Una mujer le ha traído un ramo de flores "y yo he dicho, sí, la mujer me ha dado
una alegría, pero lo que quiero es que pueda tenerla como testigo. Y al día siguiente
ha venido la señora de W. y he oído la voz." (¿La ha visto usted?) "No." (¿Ha estado
usted en este cuarto?) "¿En qué cuarto?" Durante horas enteras prosigue un monólogo
en tono untuosamente doctrinal y prolijo, tal como lo muestran los párrafos siguientes:
"Por ello se me ha permitido conocerlo por la historia de la salvación de Noé, porque
también tenía mi Biblia en Correos y me la han vuelto a regalar. Por otra parte, pue-
den leer· aún las cartas, si es que no me creen, y espero que ahora lo sepan. La lim-
pieza en la casa no es por causa mía y por eso he dicho a esas personas que tienen
que pagar. No quiero ya nada más que mis vestidos... Entonces ya sé que he de ser
redimida, por eso se me ha permitido ayer salir de paseo. Si se ha crecido demasiado
tarde, entonces se ha crecido demasiado tarde." Ni un ataque epiléptico espontáneo, ni
otro provocado por electro-choque fueron capaces de interrumpir en lo más mínimo el
estado crepuscular. Tras· haberse prolongado este último, con algunas oscilaciones, du-
rante cuatro meses (!) se inició una cura de insulina, con la cual comenzó a ceder.
La paciente pudo ser dada de alta dos meses más tarde, en un estado que no se di-
ferenciaba del anterior a su episodio crepuscular. Todas las investigaciones comple-
Sonambulismo 73

mentarias encaminadas a la búsqueda de procesos intracraneales dieron resultado


negativo.

Diagnóstico: Estado crepuscular de extraordinaria duración, predominantemente des·


orientado, en epilepsia genuina con foco electroencefalográfico emigrante en hemisferio
izquierdo.

Una semejanza formal entre el estado crepuscular y los sueños


se deduce fácilmente de lo que precede. Aun cuando se ha intentado
definir en una formulación exagerada .al sueño como "el estado cre-
puscular más frecuente" y al ensueño, en cierto modo, como "un es-
tado crepuscular normal", se trata de equiparaciones demasiado fá-
ciles, que sería mejor evitar. A pesar de la semejanza formal existen
esenciales diferencias, tales como la absoluta involuntariedad en la
iniciación y el cese de los estados crepusculares, en la imposibilidad
de despertar a los pacientes crepusculares auténticos, en la ausencia
de descanso corporal y psíquico mediante el estado crepuscular y,
por último, en los procesos somáticos subyacentes, ya que, por ejem-
plo, en el e. e. g. del estado crepuscular no se manifiestan los signos
típicos del sueño.

SONAMBULISMO.-Desde luego, dentro del propio sueño pueden


surgir auténticos estados crepusculares, conocidos y designadoc co-
mo accesos de sonambulismo. El durmiente se levanta y pasea, orien-
tándose con seguridad, puede realizar series de actos, ya confusos,
ya absolutamente ordenados, y desplegar en ellos una asombrosa
seguridad motriz que excede con mucho en tales ocasiones a sus
rendimientos habituales (así, por ejemplo, puede caminar sobre te-
jados, trepar por fachadas, etc.). Pero el sonámbulo no es capaz de
estµblecer comunicación con otra persona, no presta atención a
aquellos que encuentra por su camino y por lo general no se le pue-
de despertar sino mediante estímulos muy fuertes.
Así, pues, y comparado con el durmiente normal, existe una
diferencia entre ambos. Otra modalidad de estado crepuscular próxi-
mamente emparentada con el sonambulismo y que, como éste, es
distinta del sueño normal, es la hipnosis, la cual no es fundamen-
talmente valorable como estado patológico. En ella, · el hipnotizador
queda incluído en el sector lúcido de conciencia que se mantiene
en la psique crepuscular y desde allí puede despertar. fácilmente al
hipnotizado, mientras que, y según la profundidad de la hipnosis,
el despertar es difícil o imposible mediante otros estímulos. El in-
cluir los más variados estados de concentración y meditación dentro
de los estados crepusculares no se halla justificado siempre que

.
7 4 Polaridades

aquéllos sean evocados y dentro de ciertos límites puedan ser con-


cluídos de modo voluntario, pero sí que estaría justificado si asalta-
sen al sujeto en contra de su voluntad, sin que él los hubiese busca-
do deliberadamente y sin que tuviese posibilidad de defenderse con-
tra ellos. La delimitación de un estado crepuscular frente a un esta-
do vigil y trivial de "distracción", de "estar ausente", o por el con-
trario, de concentración involuntaria o voluntaria, no siempre es fácil
y resulta tanto más difícil cuanto más amplio es el "sector claro",
cuanto mejor conservada se halla la orientación del crepuscular. La
prolongada dificultad para desviar su atención, que llega hasta la
completa incapacidad para captar adecuadamente cualquier situación
de la vida cotidiana, el ligero amaneramiento, la relativa fijación de
expresión y actitud, que con frecuencia se halla ligeramente exage-
rada o distorsionada, la falta de atención a sencillos y obvios por-
menores del medio ambiente, pueden constituir en tales casos los
únicos datos válidos, que requieren por lo tanto una anamnesis rigu-
rosamente detallada, sobre todo cuando se trata, por ejemplo, del
enfoque de un presunto estado crepuscular desde el punto de vista
forense.

DELIRIO.-En los estados crepusculares desorientados la desvia-


ción con respecto a lo normal resulta evidente. Mayor dificultad, si
bien de menor importancia básica, puede revestir su diferenciación
del delirio, a la cual nos hemos referido ya repetidas veces. En el
concepto de delirio tóxico o febril no se trata de algo estrictamente
delimitado. Desde el punto de vista clínico nos hallarnos habituados
a hablar de delirio cuando lo consciente, además de reducido y an-
gostado, se halla más o menos confuso, interrumpido en sus conexio-
nes temporales y de contenido y cuando a estos síntomas se añade
una cierta inquietud motora que puede llegar hasta la agitación. Ca-
rece de la relativa unidad que posee el estado crepuscular en cuanto
a contenido y duración, mientrus que la excitación motora, signo que
se presenta siempre en el delirio, puede aparecer o no en el estado
crepuscular. Es decir, entre el estado crepuscular desorientado y el
delirio, existen flúidas transiciones. Prototipos de delirio son el febril
y también el tóxico (delirium tremens) 8• Pueden surgir, asimismo, de-
lirios en todas las lesiones y enfermedades orgánicas cerebrales, es
decir, en todos aquellos .. casos en que se da el tipo de reacción exó-
gena aguda (ver capítulo IV, de la Parte Quinta, pág. 417).

8
BONHOEFFER, K.: Die akuten Geisteskrankheiten der Gewohnheitstrinker. Jena, 1901.
Embriaguez 75

EMBRIAGUEZ.­Estados de excepción artificialmente inducidos, pa-


sajeros y básicamente susceptibles siempre de regresar, que se mi-
cian con estado de humor animado, desinhibición y con presunta
plenitud y abundancia de ocurrencias e ideas, que evolucionan des-
pués hacia la obnubilación o hacia estados aun más profundos de
obscurecimiento de conciencia, son designados como embriaguez. Si
a la embriaguez corriente se agrega un estado crepuscular o un deli-
rio,7es decir, no sólo una desviación cuantitativa, sino también cuali-
tativa de su curso habitual, hablamos de embriaguez patológica 9•
Esta última no estriba en un mero incremento o acentuación de la
embriaguez corriente, sino que puede resultar ya desencadenada en
personas predispuestas mediante muy reducidas cantidades de la
sustancia embriagadora (habitualmente alcohol). Predispuestos a ella
se hallan ciertos sujetos, que por otra parte en modo alguno son anor-
males, en virtud de su propia disposición, y también . lo están los
físicamente agotados, los epilépticos y pacientes que han sufrido una
enfermedad o lesión cerebral. En todos ellos la degustación de alcohol
puede provocar fácilmente una embriaguez patológica.
Si, aparte de la embriaguez, surge un estado crepuscular desorien-
tado, con una exaltación del presunto caudal ideativo y con un
beatífico sentimiento de felicidad, hablamos de la presencia de un
éxtasis.
Las causas de los estados crepusculares son muy variadas. En su
modalidad más clásica y quizás más pura surgen en la epilepsia.
Mas ignoramos lo que pueda constituir su causa inmediata o la con,
dición precisa para que aparezcan, su agente desencadenante· dentro
del amplio campo de la epilepsia. Nos hemos habituado a designar-
los como "equivalentes epilépticos" 10 y a creer que surgen en lugar
del acceso epiléptico y, en cierto modo, como sustitutivos del mismo.
Esta creencia se ha originado debido a la circunstancia de que en
ciertos epilépticos cuyos accesos se han hecho menos frecuentes o
bien han cesado, han comenzado a aparecer estados crepusculares.
De aquí la tentativa de interrumpir estados crepusculares demasiado
molestos o de larga duración mediante la provocación artificial de
un acceso epiléptico, lo cual, sin embargo, rara vez tiene éxito.

9
BINDER, H.: Über alkoholische Rauschzustéinde. "Schweizer Archiv für Neurologie
und Psychiatrie", XXXV/2 - XXXVI/l, 1935.
10
Término introducido por HoFFMANN, F.: Über die Einteilung der Geisteskrankheiten
in Siegburg. "Allgemeine Zeitschrift f. Psychiatrie", 19. Véase RAECKE: Die transitorischen
Bewusstseinstorungen der Epileptiker, Marhold, Halle, 1903.
76 Polaridades

Las investigaciones e. e. g. en el Instituto Suizo Antiepiléptico * han


permitido reconocer cuatro formas esenciales de "estados crepuscu-
lares" que difieren en cuanto a su esencia y que pueden también ser
distinguidos entre sí desde el punto de vista psicopatológico. Se trata
del estado crepuscular postporoxístico, del estado de petit mal, del
estado crepuscular productivo-psicótico con normalización forzada y
del estado crepuscular de matiz orgánico.
La primera forma, es decir, el estado crepuscular postparoxístico,
coincide con un enturbiamiento de conciencia. Este disminuye más
o menos paulatinamente, pero a veces permanece constante durante
más o menos tiempo y puede observarse casi tan sólo después de
los accesos. Aparte del enturbiamiento de conciencia con una capa-
cidad de comprensión disminuída, dificultades de rememoración y actos
fallidos a causa de la desorientación en espacio y tiempo, se caracte-
riza por respuestas y reacciones primitivas (huídc, agresión y otras
reacciones elementales de defensa y pánico, como gritos penetrantes).
Tales reacciones pueden ser a veces desencadenadas mediante un
estímulo mínimo, que puede consistir en un mero y leve contacto. En
ciertos estados postparoxísticos puede observarse, asimismo, una an-
siosa inquietud, la cual podría concebirse como una reacción primiti-
va mínima, provocada por la situación en sí: realización del e. e. g.,
ropa estrecha, etc.
Con frecuencia llama la atención una cierta impotencia, una in-
capacidad, una repetición constante de tentativas para conseguir al-
go: taparse, ordenar las ropas, etc. Falta aquí, sin embargo, la este-
reotipia automatizada que puede observarse durante los ataques cre-
pusculares de la fase generalizada. Los actos parecen más cargados
de sentido, más diferenciados, se expresa la personalidad propia, si
bien de un modo primitivo. Sería erróneo, por tanto, hablar de un
automatismo propiamente dicho. Para más detalles remitimos a la
literatura correspondiente.
En el e. e. g. se manifiesta una disritmia perezosa y difusa que
se extiende a ambos hemisferios, que puede persistir durante un lapso

* La descripción siguiente me fue amistosamente facilitada por el descubridor de


este comportamiento, el Dr. H. LANDOLT, médico-jefe de Schweizerischen Anstalt für
Epileptische, en Zurich. Ver LANDOLT, H.: "Nervenarzt", 24 (1953), 479. Idem: "Schweiz.
Arch. Neurol. Psychiat." 76 (1955), 313. Idem: Serial electroencephalographic investi­
gations during psychotic episodes in epileptic patients and durin,g schizophrenic attacks.
"Lectures on Epilepsy", editado por A. M. Lorentz de Haas. Elsevier, Amsterdam, 1958.
Idem: Die Temporallappenepilepsie und ihre Psychopatologie. Karger, Basilea y Nueva
York, 1960. Idem: Psychische Storungen bei Epilepsie. "Deutsche Medizinische Wochen-
schrift", 87 (1962), 446-452.
Embriaguez 77

prolongado o bien irse extinguiendo poco a poco, paralelamente a la


vuelta a la lucidez.
Estos estados postparoxísticos surgen en cualquier forma de epi-
lepsia, ya generalizada, ya focal, sobre todo después de accesos
tónico-clónicos y en la fase generalizada de ataques crepusculares.
Como psicosis por agotamiento se hallan íntimamente relacionados
con el acontecer convulsivo y han de ser considerados como su efec-
to patofisiológico. Aparecen, sobre todo, después de ataques que se
suceden rápidamente a corto intervalo. De acuerdo con las observa-
ciones hasta ahora realizadas, parece poco probable que un tal estado
pueda surgir espontáneamente, sin que vaya precedido de un acon-
tecer en el sentido de epilepsia.
La segunda forma, el estado de petit mal, se halla relacionada
con la posición especial que ocupan las ausencias con complejos
"onda-punta" dentro del conjunto de los accesos. El complejo aislado
(una punta, seguida de una onda lenta) representa aquí el curso,
constantemente repetido, del acceso. La ausencia, por breve que sea,
es una representación del estado persistente, tanto desde el punto de
vista cuantitativo, como cualitativo, de un estado que casi sin excep-
ción aparece tan bruscamente como desaparece. La ausencia, que
ya en sí representa un estado permanente de cursos accesuales que
se repiten de un modo continuo puede persistir durante horas y días
y aparece así como estado crepuscular. El cuadro psicopatológico
cambia, de todos modos, algo y el trazado de los complejos onda-
punta se hace más movido e irregular. Se altera, sobre todo, inten-
samente en ocasiones, la amplitud de las puntas.
Desde el punto de vista psicopatológico, el estado de petit mal se
manifiesta como un estado estuporoso con dificultad de comprensión,
dificultad de rememoración, intensa tendencia a perseveraciones psí-
quicas y verbales, falta general de impulsos y apatía. Puede ser in-
terrumpido por estímulos psíquicos y somáticos. Al igual que en la
ausencia, pueden darse todos los grados de gravedad, incluso una
sucesión clínicamente muda de puntas y ondas. Este género de es-
tados crepusculares ha de ser diferenciado de las series de ausencias,
es decir, de las ausencias que cursan repetidamente a intervalos
breves.
El estado de petit mal puede surgir como una forma de aparición
de la enfermedad o bien unido a ausencias o accesos generalizados
y es típico con respecto a la epilepsia generalizada.
Completamente distinto a estos dos primeros es el cuadro corres-
pondiente a la tercera forma de estados crepusculares epilépticos, es
decir, a los estados crepusculares productivos-psicóticos. El cuadro
78 Polaridades

clínico correspondiente es muy proteico. Los sujetos afectados son


extremadamente productivos desde el punto de vista psíquico, desde
todos los puntos de vista. Pueden hallarse persistentemente agitados,
hablar ininterrumpidamente, o también gritar, se hallan inquietos, en
perpetuo movimiento, y a veces existe un desenfrenado exaltarse de
la dinámica ideativa con un simultáneo estrechamiento del ámbito
del pensar. Surgen alucinaciones, ilusiones, ideas delirantes y obse-
sivas, lo cual no sucede en las otras formas. Los pacientes temen en
ocasiones morir, o creen que ha llegado el fin del mundo. Otros se
sienten iluminados y la mayoría tienen la impresión de que sus pen-
samientos se desarrollan de una manera en especial excelente. Son
impulsivos y activos, en lugar de apáticos como en el estado de petit
mal, y pueden ser peligrosos para los que les rodean. Los sujetos
afectados pierden las inhibiciones y no tienen conciencia alguna de
su estado, mientras que los sujetos en estado de petít mal son cons-
cientes de lo patológico del mismo, al menos después de transcurrido.
En todas las formas puede surgir amnesia, sin embargo puede
faltar por completo en esta tercera forma y en ella se tiene la im-
presión de que se halla menos condicionada por una aminoración de
la conciencia, que por ser las funciones centrípetas y reflexivas tan
sólo fugaces, dada la agitación, y que las percepciones y aquello que
se capta no persiste, a no ser que coapte por completo con el reducido
ámbito psíquico. Aquí entran, por regla general, los estados crepus-
culares orientados y lúcidos, que con tanta frecuencia apenas pue-
den diferenciarse de los cuadros esquizofrénicos, y en los cuales la
desorientación no constituye por regla general una consecuencia del
enturbiamiento de conciencia, sino de un mundo de representaciones
anómalo. En las otras dos formas se halla relacionada, al igual que
la amnesia, con el grado de enturbiamiento de conciencia y posee
también muchas veces carácter confabulatorio, especialmente en el
estado de petit mal.
Estos estados crepusculares pueden durar con frecuencia días y
semanas y se pueden observar en pacientes que jamás han padecido
accesos. En aquellos pacientes, en cambio, que padecen de accesos
frecuentes, éstos se suspenden durante los estados crepusculares.
A base de estas observaciones puede ya sospecharse que estos
estados crepusculares, que se hallan psicopatológicamente casi dia-
metralmente contrapuestos a los estados de petit mal, se comportan
en general de un modo antagónico al acontecer epiléptico.
En los e. e. g. aparece ello de una manera tanto más clara ya que
los potenciales convulsivos que se marcan en estos pacientes durante
el intervalo libre desaparecen durante el estado crepuscular, a veces
Embriaguez 79

por completo, y el trazado puede ser entonces completamente normal.


Al cesar el estado crepuscular y cuando el paciente retorna a la
normalidad psíquica, el trazado vuelve a mostrar la disritmia.
En tales casos existe, por tanto, una clara correlación entre el curso
del acontecer psicótico y las alteraciones en el e. e. g ., en el sentido
de que el foco convulsivógeno, que se muestra activo tanto antes
como después del estado crepuscular, se apaga durante este último
y ello de un modo tan absoluto que el trazado aparece normal. Así
pues, todo sucede como si hubiese epilépticos que tuviesen que pre-
sentar un trazado electroencefalográfico anormal para mostrarse co-
mo psiquicamente normales y en los que una normalización electro-
encefalográfica y aquello que se halla en la base de ésta, coinciden
con un estado crepuscular. Esta normalización electroencefalográfica,
que aparenta ser una desmesurada reacción a un estado patológico,
la mayoría de las veces circunscrito, por parte del tejido cerebral
sano, y que surge como a costa de la psique, lo hemos designado
como "normalización forzada". En ésta se trata, por tanto, de un fe-
nómeno electroencefalográfico que se halla en correlación con cua-
dros psicóticos. Recuerda los cambios electroencefalográficos que
aparecen durante los estados de tensión emocional y en las distimias
epilépticas. Constitutiría la expresión de una reactividad aumentada
del tejido nervioso sano y aparece con la Única condición de que
el e. e. g. fuese con anterioridad patológico. No estimamos, por otra
parte, preciso subrayar que existe asimismo una normalización elec-
troencefalográfica que no va acompañada por alteraciones psíquicas
y que coincide incluso con una mejoría de las funciones psíquicas.
Existe, además, una cuarta forma de estados crepusculares, en la
cual el e. e. g. no se normaliza sino que se hace más patológico, al
paso que se manifiesta un cuadro psicopatológico de típico colorido
orgánico, acompañado de trastornos mnémicos, desorientación en tiem-
po y espacio, actos compulsivos, etc. Hablamos entonces de la pre-
sencia de estados crepusculares de matiz orgánico. En parte se trata
en ellos de estados tóxicamente determinados y surgidos a causa de
una relativa hiperdosificación de antiepilépticos. Sabido es que a
dosis adecuadas, los antiepilépticos pueden normalizar el e. e. g .,
mientras que su hiperdosificación lo convierte en patológico. La pre-
sencia de ataxia, disartria, nistagmus y, en ocasiones, bromismo, fa-
cilita el diagnóstico.
El e. e. g. y la psicopatología de los estados reversibles es con
seguridad de otra etiología que permanece esencialmente sin explicar.
Una disfunción cerebral general de naturaleza inespecífica y, al menos
en parte, epiléptica, podría constituir aquí la causa directa. Esta, a
80 Polaridades

su vez, podría surgir de modo primario o secundario, y en este


último caso, por ejemplo, a causa de lesiones cerebrales, procesos infec-
ciosos, atróficos cerebrales, expansivos, por edema cerebral, así como
por influencias tóxicas, tanto endógenas como exógenas, etc. Aquí
entran los episodios reversibles de aspecto demencial. En parte, tales
estados pueden ser referidos a la propia epilepsia y a las consecuen-
cias de ésta (entre ellas, a las lesiones consecutivas al acceso y a sus
repercusiones patológicas). En parte también, son referibles a la en-
fermedad que conduce a la epilepsia.
Todo este grupo es psicopatológicamente unitario y bien delimita-
do, mas a causa de motivos prácticos ha de ser subdividido, sobre
todo desde el punto de vista etiológico. Tan sólo hemos de mencionar
al respecto que aquellos estados surgidos a causa de una hiperdosi-
ficación de medicamentos requieren una disminución de la dosis, con
lo cual remiten, mientras que los demás grupos exigen medidas
en sentido contrario, precisamente, o de otra índole, tales como inter-
venciones neuroquirúrgicas, supresión del edema cerebral, etc. He-
mos de tener en cuenta que aquí nos hallamos ya en parte en la
frontera de los estados crepusculares, y que algunos de los estados
de esta índole no corresponden ya de modo claro a la epilepsia.
Hasta la fecha son escasas las comunicaciones acerca de hallaz-
gos electroencefalográficos en los estados crepusculares. Falta, ante
todo, el material de registro que permita seguir de modo más o menos
continuado a lo largo del tiempo las alteraciones de la actividad bío-
eléctrica cerebral. De todos modos, y en vista del material hasta ahora
disponible, puede afirmarse con una cierta seguridad que existen por
lo menos dos tipos de estados crepusculares que se diferencian fun-
damentalmente por lo que se refiere a sus rasgos electroencefalográ-
ficos 11• En uno de los tipos no se trata realmente sino de una ausen-
cia epiléptica de horas o días de duración, con potenciales epilépticos
constantemente repetidos del tipo punta-onda. Sin embargo, estos úl-
timos pueden cursar sin manifestaciones clínicas, como sucede en las
ausencias subclínicas. El segundo tipo, que hasta ahora no había
sido visto más que en epilepsias con focos convulsivos activos y cir-
cunscritos, cursa con una amplia o completa normalización del tra-

11
La siguiente descripción me ha sido proporcionada por el descubridor de estas
diferencias el doctor LANDOLT, del Instituto Suizo para Epilépticos (Zurich). Con respecto
a los hallazgos electroencefalográficos, véase LANDOLT, H., "Nervenarzt", 24 (1953),
página 479. Idem: "Serial electroencephalographic investigations during psychotic epi-
sodes in epileptic patients and during schizophrenic attacks", Lectures on Epilepsy,
ed. A. M. L. de Haas, Elsevier, Amsterdam, 1958.
Embriaguez 81

zado. El foco convulsivo se halla en estos casos, y en cierto modo,


extinguido durante el estado crepuscular, lo cual corrobora la opinión
de que los estados crepusculares pueden ser antagónicos a los accesos.
También pueden diferenciarse claramente, desde el punto de vista
psicopatológico, ambas clases de estados crepusculares. El llamado
estado crepuscular de "petit mal" se impone como un estado estu-
poroso de obnubilación con una capacidad de comprensión dificul-
tada, con dificultad asimismo de evocación, con perseveración, falta
general de impulso y apatía. Los pacientes pueden hallarse desorien-
tados con respecto a lugar y tiempo y pueden incurrir en situaciones
peligrosas a causa de los errores que cometen en sus actos. Es mu-
cho más raro que debido a tales errores constituyan un peligro para
quienes les rodean. La mayoría de las veces, . sin embargo, realizan
correctamente sus actos habituales, si bien en ocasiones en momen-
tos inoportunos o situaciones poco apropiadas, que no aprecian debi-
damente o que no valoran en absoluto. Muchas veces poseen con-
ciencia acerca de la morbosidad de su estado mientras están sufrien-
do el estado crepuscular y casi siempre después de transcurrido el
mismo, quejándose además de ser incapaces de pensar correctamente.
Pueden aparecer perplejos, desconcertados y torpes.
En aquellos estados crepusculares que coinciden en cambio con una
extinción del foco epileptógeno y con una amplia normalización de
los trazados, existen con frecuencia grave agitación y un ilimitado
aumento de la dinámica ideativa, apareciendo simultáneamente un
intenso estrechamiento del espectro del pensamiento; en otras pala-
bras, un típico estrechamiento de lo consciente. Surgen alucinacio-
nes, ilusiones, ideas delirantes y obsesiones; los pacientes temen
morir o creen que el mundo se hunde. A veces se sienten iluminados
y tienen la impresión de que sus ideas son brillantes y fluyen mag-
níficamente. Son impulsivos, a diferencia de los pacientes del tipo
anterior, los cuales se dejan arrastrar apáticamente y pueden conver-
tirse en muy peligrosos para los circunstantes. Así como los pacien-
tes en estado de "petit mal" son pasivos, ·improductivos y superfi-
ciales, en esta segunda forma de estados crepusculares los pacientes
son activos, productivos y exagerados. En la segunda forma no se
trata, como en la primera, de una disminución de la conciencia, sino
de una exaltación, agudización y estrechamiento, frecuentemente ili-
mitados, de los procesos psíquicos, perdiendo al mismo tiempo el pa-
ciente la noción acerca de lo morboso de su estado. Los sujetos, por
así decir, se desatan, se desinhiben, en el estado crepuscular, per-
díendo todo freno, mientras que en la primera forma lo sufren de un
modo impotente y se dejan arrastrar por él. En ambas formas puede
BASH. 6
82 Polaridades

existir amnesia; pero en la segunda es la mayoría de las veces par-


cial, lagunar, puede también faltar por completo y da •la impresión
de hallarse condicionada, más bien que por una aminoración de la
conciencia, por ser los mecanismos centrípetos y reflexivos fugaces
y poco susceptibles de ser fijados durante la agitación y el "dejarse
ir". Aquí, por regla general, corresponden también los estados cre-
pusculares orientados. El que durante el estado de "petit mal" des-
aparezca o se conserve la orientación depende de que surja o no
obnubilación, según se deduce de las experiencias hasta ahora reali-
zadas.
Como tercera forma han de ser reconocidos los estados crepuscu-
lares posparoxísticos, los cuales se caracterizan las más de las veces,
junto con un enturbiamiento de conciencia que va decreciendo pro-
gresivamente por simple impulsividad y por reacciones primitivas, lo
cual coincide en el electroencefalograma con una disritmia.
Aparte de la epilepsia hallamos estados crepusculares, eventual-
mente, en la mayoría de las lesiones orgánicas difusas (especialmen-
te en la conmoción cerebral, así como en la arteriosclerosis y la ja-
queca), a lo que pueden agregarse los casos que surgen tras una hi-
poxemia cerebral (en la permanencia a grandes alturas, en anemias,
después de tentativas de ahorcamiento). Las intoxicaciones endógenas
y exógenas de la índole más diversa pueden provocar estados cre-
pusculares, y desde este punto de vista ha de mencionarse en especial
la uremia. No hay causa orgánica demostrable en los estados cre-
pusculares de los esquizofrénicos, en los más· raros de los psicópatas
y en la multitud de los así llamados "psicógenos" (que mejor sería
calificar de "psicorreactivos"), los cuales pueden surgir en histéricos, y,
como simples reacciones psicógenas, en personas que por lo demás
no llaman la atención desde el punto de vista psíquico. En los estados
crepusculares psicorreactivos, las condiciones psíquicas desencadenan-
tes suelen ser fácilmente demostrables; no sabemos, en cambio, nada
acerca de los procesos corporales concomitantes. Existe un parentesco
entre los estados crepusculares psicorreactivos y las reacciones primi-
tivas que se "disparan" bruscamente, que arrasan en su curso cuanto
se les pone por delante y que durante el lapso de tiempo, más bien
breve, que duran muestran un estrechamiento y reducción casi com-
pletos de lo consciente a su contenido actual. Esto no es sorpren-
dente, pues hemos visto que todo afecto intenso posee una tendencia
a la reducción de lo consciente en sí mismo y en su contenido objetivo.
También por este motivo se aproximan los estados psíquicos de las
depresiones graves al estado crepuscular, aun cuando no es usual ha-
blar de dicho estado en relación con aquellos. En los estados crepus-
Embriaguez 83

culares psicorreactivos más complicados se prosiguen, por ejemplo,


acciones que fueron interrumpidas por motivos razonables, las cuales
se hallan intensamente marcadas por un tono placentero, se cumplen
deseos frustrados, y de una manera próxima a la realidad o simbólica
(también alucinatoria) se cede a una oculta necesidad de protección
y amor, se excluyen de lo consciente o son transfiguradas dentro de
él situaciones insostenibles. Surgen numerosos actos de carácter sim-
bólico-imaginario y de índole y significado tan pronto fácil como difí-
cilmente explicable y susceptibles de ser comprendidos mediante los
principios interpretativos de la psicología profunda. Aun cuando tales
imágenes son más bien frecuentes en los estados crepusculares psíco-
rreactivos, no pueden ser tomcdcs en consideración como caracterís-
ticas de estos últimos frente a los estados crepusculares orgánicamente
determinados, ya que no pocas veces la lesión orgánica pone al des-
cubierto un estrato de la psique simbólicamente cargado y contribuye
a su expresión en imágenes. Es precisamente de este hecho de lo
que se vale el narcoanálisis, el cual, mediante ayuda de una narcosis
parcial y de unas adecuadas reducción y referencia de lo consciente
al sector que se desea explorar, obtenidas mediante sugesión o hip-
nosis, produce artificialmente un estado crepuscular, acompañado
siempre por una conciencia aminorada. Durante el narcoanálisis no
solamente son descubiertas vivencias afectivas olvidadas o reprimi-
das, sino que también se producen a veces representaciones imagi-
nadas y expresivas de lo vivido, las cuales expresan frecuentemente,
de un modo sobremanera exacto, aspectos de la personalidad que
de otra manera permanecerían ocultos. Algo análogo sucede en los
experimentos de intoxicación por medio de las drogas fantásticas
anteriormente citadas, las cuales conducen más bien a la provocación
de delirios tóxicos que de estados crepusculares.

Ejemplo 6, (E. 11601), 18 años, hembra.


La paciente es uno de los numerosos hijos extraconyugales de un padre inestable e
impulsivo. La madre es calificada por las autoridades y el personal de las organiza-
ciones de beneficencia como persona sucia y holgazana y en la entrevista directa con
ella se muestra claramente como débil mental, afectivamente desequilibrada y ávida de
estimación. No se sabe nada seguro acerca del resto de su ascendencia.
Durante sus dos primeros años de vida residió en un hogar infantil, pasó después
a vivir con su madre. la cual se había casado mientras tanto con otro hombre y estuvo
con ella hasta los seis años, edad en la cual. y debido a las condiciones poco satis-
factorias del hogar fue ingresada en una excelente institución para muchachas. Allí. y
no sin cierta dificultad, fue pasando su escolaridad. Era siempre tímida. cohibida y
callada; pero formal, obediente e intachable desde el punto de vista moral. La madre
la visitaba de vez en cuando. ocasiones en que abrumaba a la paciente con regalos,
intentando ganarse de este modo a la niña, pero ésta le presentaba una gran resis-
tencia. En una de estas visitas, con ocasión de la confirmación de su hija, la invitó a
84 Polaridades

una taberna y no hizo gesto alguno de protesta cuando uno de los parroquianos intentó
propasarse con la muchacha. Esta volvió a su residencia muy excitada. Ya que le gus-
taba mucho el arte culinario, fue trasladada a un hospital de otra ciudad para que
aprendiese allí a cocinar. En su nueva residencia se siguió comportando del mismo
modo silencioso, tranquilo y aplicado, no buscando distracciones aparte de su agotador
trabajo y no estableciendo intimidad con nadie, excepto con la hermana R.. que traba-
jaba en la cocina y con quien se encariñó extraordinariamente, sintiendo gran pesar
cuando dicha hermana fue trasladada a otro lugar un mes antes de que la paciente
enfermase. Unas dos semanas antes de caer enferma, la paciente se enteró por casuali-
dad de que un ahijado de su madre, que contaba seis años de edad y al cual quería
mucho. había fallecido. Fue a casa de su madre, a quien por lo demás procuraba evitar,
y le exigió que la acompañase a la sepultura del niño. Durante esta visita mostró una
vibrante inquietud motriz que contrastaba con su modo de ser, siempre sosegado. Unas
dos semanas después. y en un domingo. otras muchachas que trabajaban también en
la cocina del hospital la convencieron para que fuese con ellas al cine. La paciente
jamás había ido al cine sola, y muy rara vez en compañía. Aquel día vio dos pelícu-
las. Durante los tres días siguientes trabajó, pero llamando la atención de la empleada
que la dirigía por su comportamiento aún más silencioso, reaccionando apenas a las
indicaciones y las preguntas que se le hacían. El jueves por la mañana abandonó tem-
prano su trabajo y se puso en cama sin decir una sola palabra. Tan pronto parecía
reconocer y entender a la hermana que se había quedado a hacerle compañía, como no.
La noche siguiente habló poco. pero de un modo ordenado. Quería constantemente
abrazar a la hermana y aproximarse a ella. Al otro día. y con mucho esfuerzo, la
hicieron levantarse, pero se volvió a acostar en seguida. No quería comer nada, frente
a las hermanas manifestaba un comportamiento análogo al de la noche anterior, sa-
ludando a algunas de ellas por sus nombres. Fue ingresada en el servicio de Psiquiatría.
La paciente llegó a este último de noche. Estaba tranquila, se dejó llevar a la
sala y acostar sin ofrecer resistencia, durmiendo toda la noche sin necesidad de tran-
quilizantes. Durante la exploración verificada al día siguiente permanecía sentada en la
silla en actitud de abandono. como ausente; sin mirar al médico. Respondía la mayoría
de las veces de un modo lacónico e indiferente, sin entonación. pero de vez en cuando
refería de modo algo más animado varios pormenores, para volver a sumergirse de
nuevo en su actitud anterior. La anamnesis. hasta el comienzo de la enfermedad, fue
referida de manera ordenada y veraz en sus rasgos principales. Pero, sin motivo apa-
rente, se ponía en pie mientras estaba hablando, se aproximaba con rostro inexpresivo a
la ventana y preguntaba: "¿Puedo marcharme?" Se le ordenaba tranquilamente que
se volviese a sentar, y ella lo hacía. Al preguntarle la fecha y el día de la semana,
da uno correspondiente a dos fechas anteriores. Al serle preguntado si sabe dónde
se encuentra actualmente, dice: "No sé cómo se llama el café: Guggelhofen (silba).
¿No sabe usted taquigrafía?" Tras otras preguntas, la paciente se tiende de pronto
sobre la cama de reconocimiento, estira los brazos e intenta extraer del bolsillo del
médico el estetóscopo. Dice después que fuera espera un coche con las hermanas que
han venido a recogerla, se encamina hacia la ventana y señala el único vehículo que
se ve: un camión. El médico le llama la atención acerca de esto último, a lo cual no
contesta la enferma, que se dirige hacia la puerta y quiere marcharse. En la sala
muestra un comportamiento semejante. Se adapta en general sin demasiado esfuerzo,
come, duerme y comienza poco a poco a conversar con las hermanas.
Tres días después de su ingreso había desaparecido por completo el comportamiento
anterior. Un par de días más tarde, la paciente refería cuanto había vivido durante
todo este lapso. Lo hacía de manera completamente ordenada y en voz muy baja,
tímida, infantil y muy rápidamente, como si le diese miedo cada frase que murmuraba
y quisiera pronunciarla cuanto antes, con gestos tímidos y contenidos y con el rostro
casi inmóvil. No había sabido ya, sencillamente, dónde se encontraba. Todo había
Embriaguez 85

sido como un sueño. Ya no recordaba una de las películas que había visto, de la otra
se acordaba algo. En 'el hospital había reconocido cuanto le rodeaba, pero de un modo
muy vago y difuso. Habla después detalladamente acerca de la muerte del ahijado
de su madre y da claras muestras de la animadversión que siente hacia ésta. Algunos
días después da informes más detallados, puede señalar más exactamente fechas y
personas (pero no sabe en qué día fue ingresada) y explica todo diciendo que durante
todo ese tiempo, que ella calcula en ocho días, ha sufrido un desmayo. Se discute con
ella, en sencillas palabras, la situación. Se muestra comprensiva y puede ser dada
de alta a los pocos días, con una breve convalecencia.
La exploración somática no mostraba datos de interés. El examen de la inteligencia
pusó de manifiesto una ligera debilidad mental; el "test" de RoRSCHACR reveló una
inteligencia ligeramente inferior a la media, tipo de vivencia coartado, sucesión rígida
y numerosas respuestas de pequeño detalle.

Diagnóstico: Estado crepuscular psicorreactivo, desencadenado por un sentimiento de


carencia de amor, con alteraciones pasajeras de la orientación, en una muchacha de
inteligencia· ligeramente inferior a la normal, sensible y tímida.

El estado crepuscular queda netamente delimitado en su príncípío


y a su final en relación al resto de la continuidad vital, aun cuando
después de finalizar un estado crepuscular más prolongado, una suce-
sión de recidivas a breves intervalos, puede simular a veces una ex-
tinción gradual· del mismo. La duración es variable, puede ser de
minutos o de días, y en casos más raros de semanas y hasta de meses
(pero en este último caso no sin interrupciones). Cuando un supuesto
estado crepuscular dure ininterrumpidamente más de dos semanas, debe
constituir norma de actuación general la revisión a fondo del diag-
nóstico. Bajo el cuadro de un estado crepuscular persistente puede,
por ejemplo, desarrollarse una esquizofrenia a partir de una epilep-
sia. Hoy en día se sabe que en tales casos se trata de una epilepsia
temporal.
Suele haber una amnesia consecutiva y correspondiente al estado
crepuscular, amnesia que puede ser completa o también parcial, tanto
por lo que se refiere al lapso de tiempo que abarca como a las viven-
cias incluidas. El comienzo, que al mismo tiempo es la fase más
aguda del estado crepuscular, suele resultar completamente hundido
en el olvido, mientras que se recuerdan de un modo nebuloso acon-
tecimientos ulteriores. Muchas veces también se graba en la memoria
el extraño estado fundamental de ánimo, mientras no se recuerdan
en absoluto los hechos aislados. En algunos estados crepusculares,
no muy frecuentes, pero que casi siempre son calificables de orien-
tados, la capacidad de evocación no ofrece lagunas. Pero cuando
el paciente cree recordar todo lo sucedido durante el estado crepus-
cular se pueden comprobar algunas veces rellenos confabulato-
rios. En casos que se prestan favorablemente a ello, si bien no síem-
86 Polaridades

pre, la amnesia consecutiva al estado crepuscular puede hacerse


desaparecer mediante hipnosis o exploración en seminarcosis.

RESUMEN.-Lo consciente es definido como el conjunto de todo


aquello de lo que se tiene conciencia en la psique en un determinado
momento, e inversamente queda definido lo inconsciente. Tanto lo
uno como lo otro constituyen dos ámbitos o esferas de lo psíquico,
que han de ser imaginadas topológicamente, no espacial o topográ-
ficamente. Y a que las propiedades que los caracterizan, conciencia e
inconsciencia, son escalares o graduales; según que predomine una
u otra encontramos, en la inmensa mayoría de los casos, o bien un
consciente o bien un inconsciente relativos. La determinación de las
respectivas esferas, en sentido estricto, sólo es válida con respecto al
estado de momento. A lo largo del tiempo encontramos, sin embargo,
un consciente y sospechamos análogamente la existencia de un in­
consciente, ambos habituales. A partir de ejemplos tomados de la on-
togénesis y de la filogénesis, de la Psicología experimental y de la
Psicología y Psicopatología clínicas se muestra que en la conciencia
y en lo consciente, por una parte, y por otra en la inconsciencia y en
lo inconsciente, se trata de variables independientes entre sí, que según
los casos poseen dimensiones diversas. La dimensión de las propie­
dades es la intensidad; la de las esferas o ámbitos, su extensión to­
pológica.
La cuantía de lo consciente, lo que éste abarca, es reducido tanto
en el caso normal como en el patológico por la represión. Los estados
maníacos lo amplían, las depresiones lo estrechan. Una singular
ampliación y duplicación de lo consciente se da en las alucinosis. La
oligofrenia y la demencia orgánica estrechan, cada una a su modo,
lo consciente. Los estados crepusculares constituyen un importante
grupo de manifestaciones psicopatológicas. Mientras persisten, estre­
chan o reducen lo consciente relativo de un modo selectivo y a veces
oscilante, y ensanchan y amplifican lo inconsciente relativo y no raras
veces también lo inconsciente absoluto. Acerca de ellos tratamos más
extensamente, asimismo, respecto a los cambios verificados por lo que
respecta a la extensión de lo consciente en el sonambulismo, la hip­
nosis, el delirio y la embriaguez.
CAPITULO 111

El impulso

LJBIDO.-Después de haber explanado los conceptos de las más


sencillas propiedades y esferas de la psique, junto con sus altera-
ciones, hemos de recordar la circunstancia de que los contenidos de
la misma no solo "están" en ella, sino que se encuentran sujetos a
constante transformación y mudanza. Una actividad del organismo
está en marcha, actividad que no se limita a los meros procesos vege-
tativos, sino que también se manifiesta en aquellos otros que la
Fisiología designa como "animales", así como en los que la Psicología
reconoce como propiamente psíquicos. La Psicopatología denomina
"impulso vital", o más brevemente "impulso", al despliegue de una
energía inespecífico y en sí privada de dirección; pero perfectamente
susceptible de ser conducida y dirigida. Tal despliegue se realiza
dentro del cauce de comportamientos corporales o psíquicos del orga-
nismo. El impulso posee una actividad propia, supone algo más que
un mero aceptar o sufrir, actividad que a su vez puede imprimir a
aquello que como lo motor es exteriormente perceptible, o · a aquello
que es susceptible más bien de ser íntimamente contemplado, y, dado
el caso, deducible, como es lo psíquico subjetivo. Si el acento recae
más bien sobre la vertiente psíquica, y no sobre la motórica, podemos
hablar de energía psíquica o libido.
El impulso constituye la hipotética energía que mueve a toda vida
que se configura y mantiene activamente. Es dirigido por múltiples
vías, en las que puede quedar más o menos fijado. La saturación
psíquica que surge bastante antes de la fatiga física, y que es causa
de un cambio de la actividad ya saturada hacia una nueva dirección,
la variable apreciación psíquica de valores por parte del sujeto, la
vivencia de esfuerzo, resistencia interna y conflicto, el surgir de equi-
valentes sintomáticos cargados de tensión en lugar de vivencias re-
primidas, nos muestra que el impulso (o la libido) puede desplazarse.
Su desplazamiento, encauzamiento y fijación, en general, presuponen
ya, sin embargo, una estructura y, por tanto, no hemos de tratar aquí
acerca de ello. De los hechos generales constituidos por la fatiga, por
el ceder y el fallar o fracasar, y en último término por el colapso, de-
88 El impulso

ducímos que en el impulso se trata de una magnitud limitada, no


susceptible de colmar cualquier exigencia. Su mcqnítud o cuantía
total sería variable de un individuo a otro. Cuando la exigencia que
se le plantea por unidad de tiempo es excesiva, tiene lugar un fallo
pasajero o definitivo, corporal o psíquico. Las investigaciones de
SEL YE han demostrado y hecho verosímil el que entre ambos no se
pueda establecer una diferencia tan clara como antes se suponía,
pues la sobrecarga continuada del organismo, bien corporal, bien
psíquica (el "stress" de SELYE), conduce finalmente a las mismas y
bien definidas reacciones fisiológicas (véase acerca . de esto la par-
te V).
Si la sobrecarga es unilateral, la capacidad de adaptación a
ella se hace progresivamente mayor dentro de ciertos límites; pero
en cambio disminuye con respecto a sobrecargas de otra índole, lo
cual es demostrable experimentalmente. Esto, según SELYE, puede
explicarse en términos generales 12 "por el hecho de poseer el cuerpo
tan solo una limitada cuantía de "capacidad de adaptación", la cual
es consumida por el logro de una adaptación a una determinada
noxa, de modo tal que resta poco de ella para una resistencia eficaz
frente a otros géneros de sobrecarga. Incluso la acción persistente y
continuada de la misma noxa (a la cual se ha adaptado el organismo)
se convierte al final en nociva ("estadio de agotamiento"). Sería muy
difícil explicar una tal pérdida de adaptación adquirida si no se
acepta que toda la energía disponible por parte del orqcmísmo se ha
agotado debido a su empleo continuado". Ya en 1920, y en virtud de
sus observaciones acerca de la economía psíquica en las neurosis,
pudo establecer JuNG is el postulado de la conservación de la energía
psíquica en exacta analogía con el de conservación de la energía fí-
sica. Los resultados obtenidos por SELYE constituyen un inmejorable
apoyo para la opinión de JuNG, pues demuestran que es indiferente
que se trate de una sobrecarga física o psíquica para el desencade-
namiento de una reacción fisiológica general de adaptación.
El "stress", en la amplia acepción que otorga a este término SEL-
YE, abarca también, y aparte de procesos de la vida animal y psí-
quica, los de la vida vegetativa. Sabemos, sin embargo, y a través
de la experiencia clínica, de la existencia de una debilidad general
del impulso coincidente con una capacidad conservada de los rendi-
mientos funcionales vegetativos, que se hace notar en todos los secta-

12
SELYE, H.: Textbook of Endocrinology. 2.ª ed. "Acta Endocrinológica". Mon-
treal, 1949,·pág. 856.
JUNG, C. G.: Über psychische Energetik und das Wesen der Traume. Rascher,
13

Zurich, 1948. (Existe tradqccíón al español.}


Libido 89

res de la .Jltda, sin especial predilección por ninguno de ellos. En las


formas más . l~geras, enfermos que anteriormente eran eficientes y
activos, se convierten en indolentes, descuidados, faltos efe interés por
las cosas, refractarios a todo esfuerzo; se cansan rápidamente de
cualquier ocupación y la abandonan a poco de comenzadq.. Si se les
encarga de. alguna tarea son capaces de cumplirla juiciosamente,
siempre que no exija de ellos una tensión y un esfuerzo demasiado
prolongados, pues entonces son incapaces de proseguirla y los estímu-
los exteriores no son efectivos para. hacerles continuar y para obl.i-
garles . a realizar . olqo. Fracasan a mitad de la tarea . si se · ·trata
de algo complicado o que exige tiempo. No es qu~ surja en este
caso una necesidad de vorícr de ocupación, o un fantasear o soñar
despierto, más bien sucede que la actividad simplemente se paraliza,
como un automóvil con una avería de la puesta en marcha, y que
después de avanzar un .cíerto trecho se ·detielfe bruscamente. El sujeto •
tiene más conciencia acerca de su falta de impulso espontáneo qne
de la insignificancia de los rendimientos,,que ha obtenido al obrar por
impulso· ajeno, rendimiento que muchas veces sobrevalora enorme-
mente.
Tal noción puede llevarle pasajeramente a cómbíos depresivos
de humor, pero más frecuentemente son ya una indiferencia afectiva,
que llega hasta la indolencia. o una blanda euforia, o un humor más
animado, pero vacío e irritable. En los grados más altos de debilidad
impulsiva general se apaga poco a poco toda actividad psíquica. Así,
por ejemplo, ya no se escribe, sino que se hojean revistas ilustradas;
más adelante apenas se' habla. Si . en alguna ocasión se conligue
arrancar al enfermo de tal estado de apatía, puede comprobarse que
se hallan intactas las capacidades, pero que no son puestas en acción.
Los hábitos de comportamiento social fijados por el uso pueden ciyti-
dar a mantener la fachada durante cierto tiempo, hasta que, poco
a poco, el enfermo se siente incapaz d,e valerse de ellos. El vestirse
o el comer pueden prolonqorse durante Jl.oras · enteras, sin seguridad
alguna de que el enfermo conclu~a efectivamente de ponerse sus
ropas o de vaciar su plato. En los estadios más extremos, uno de
estos pacientes puede orinarse encima, por p~a comodidad, mientras
se conversa con él. Incluso es casi imposible mantener una conver-
sación con aquellos sujetos que sufren una debilidad del impulse)
en grado avanzado, ya que por regla general el paciente responde a
las preguntas, pero no prosigue el hilo del diálogo. Percibe de un
modo pasivo, pero no atiende activamente a los estímulos que su am-
biente le ofrece. La comprensión se mantiene, siempre que no re-
quiera la mencionada atención activa. El nivel de la conciencia no


90 El impulso

ha descendido, pero lo consciente está muy vaciado de contenidos, (la


débil y perezosa reactividad puede ser confundida, desde luego, con
una obnubilación). El aburrimiento que puede sentirse en los estadios
más precoces desaparece en los más avanzados. El enfermo adopta
la actitud de mero espectador de la vida, en la cual no participa. Da
la impresión de hallarse apagado; pero no, desde luego, obtuso, in-
hibido o embrutecido. El tiempo acaba por detenerse para él.

VOLUNTAD.-Ha de distinguirse entre impulso y voluntad, pues


tanto el querer, en el sentido de adoptar conscientemente decisiones,
la vivencia subjetiva de tomar resoluciones de modo aparentemente
libre como el impulso se hallan debilitados, lo cual hace fracasar la
realización de las mismas. Esto puede continuar durante cierto tiempo.
Todo queda reducido a propósitos, los cuales se desmoronan además
rápidamente. Más adelante se apaga también toda necesidad de
querer.
1;,
ACENTUACION DEL IMPULSO.-Más rara es una marcada acen-
tuación del impulso. Tan solo es propiamente patológica cuando fa-
llan las energías que la conducen, ordenan y guían por derroteros
fructíferos. El impulso exaltado se abre entonces paso como impul-
sividad general, agitación motriz, logorrea, necesidad perentoria de
acción sin finalidad alguna o sin finalidad cierta; afán de emprender
acciones despegadas de la realidad, etc., y se precipita como un to-
rrent~ inútil, desperdiciando sus energías.

DEBILIDAD DEL IMPULSO.-Grados más ligeros de debilidad cons-


titucional del impulso caracterizan a ciertos psicópatas y neurópatas,
unidos frecuentemente en los primeros a desviaciones de la vida afec-
va. Más importantes son las muy frecuentes alteraciones adquiridas
del impulso, que se manifiestan en su mayoría como aminoración del
mismo. Las lesiones cerebrcles circunscritas que no conducen a atrofia
difusa; es decir, a una demencia orgánica, y sea cual fuere su loca-
lización, pueden ocasionar trastornos del impulso. La clase de lesión
(tumor, hemorragia, herida, absceso, etc.) no importa por lo que se
refiere a sus efectos sobre el psiquismo. La localización parece tener
igualmente escasa influencia, a pesar de lo que con tanta frecuencia
se ha afirmado. De todos modos, las enfermedades y lesiones del
tronco cerebral parecen ocupar un puesto de primer plano entre los
factores desencadenantes de alteraciones del impulso. Así, en la en-
fermedad de PARKINSON y en el parkinsonismo posencefalítico desta-
can las alteraciones del impulso, el cual se halla por lo general exal-
Debilidad del impulso 91

tado en los pacientes jóvenes (como impulsividad no controlada) y


aminorado en los adultos.
Los tumores, las heridas y las hemorragias en tronco cerebral dan
lugar frecuentemente, y entre otros síntomas, a trastornos del impulso.
Los casos graves de corea de HuNTINGTON cursan muchas veces con
inmovilidad, torpor y falta generalizada de impulsos. Aparte de los
ganglios basales son afectados amplios territorios de la corteza, de
modo tal que se agrega un psicosíndrome orgánico. Allí donde éste
se presenta muy marcado encontramos también debilidades del im-
pulso que ya no son fáciles de deslindar claramente de las manifes-
taciones generales de demencia. Muy frecuentemente se· ha atribuido
al lóbulo frontal un especial papel en la regulación del impulso, y
la doctrina más aceptada es la de que la debilidad de impulso ha de
estimarse como. síntoma básico de lesiones de ·la convexidad del
lóbulo frontal, mientras que el incremento incontrolable del impulso
lo es de las correspondientes a la base de dicho lóbulo. Las cuídc-:
dosas investigaciones de WALTHER-BÜEL, realizadas en un gran ma-
terial de. enfermos neuroquirúrgicos, parecen limitar la validez de lo
anterior.
Pero no solamente son las varias lesiones tisulares, anatómicamen-
te localizadas, del sistema nervioso central las capaces de incrementar
o disminuir considerablemente el impulso. Manifesaciones parciales
y funcionales, de naturaleza predominantemente hormonal, por parte
del sistema neuroendocrino, ejercen Idéntico efecto, como ha demos-
trado en especial y de modo sistemático la escuela de M~ BLEULER 14
en una amplia serie de enfermedades y estigmatizaciones hormonales
(la constitución acromegaloide, y la acromegalia, que es preciso dife-
renciar entre sí, la enfermedad de CusHING, la displasia adiposa, el
infantilismo, la esclerosis glandular múltiple, la caquexia de Sim-
monds, la distrofia miotónica, etc.). Las alteraciones parciales fun-
cionales sobre una base predominantemente psíquica, sin alteracio-
nes anatomopatológicas u hormonales demostrables (aun cuando muy
bien pudieran existir estas últimas) pueden influir asimismo del modo
más decisivo sobre el impulso, casi siempre en el sentido de la inhi-
bición. Las neurosis, con su habitual perjuicio del libre desenvolvi-
miento y de la iniciativa, de la. capacidad de trabajo y rendimiento,
nos proporcionan ejemplos de ello. Si tales perjuicios no se mani-
fiestan abiertamente en todos los neuróticos, se hallan potencial-

14
BLEULER, M. y colaboradores: Untersuchungen aus dem Grenzgebiet zwischen
Psychopathologie und Endokrinologie. "Archiv f. Psychiatrie und Zeitschrift f. Neurologie",
tomo 180 (1948).
92 El impulso

mente presentes en la necesidad de luchar contra obstáculos inte-


riores, los cuales son entonces compensados con mayor o menor éxito.
No solo los trastornos circunscritos del organismo, somáticos o psí-
quicos, son los que resultan capaces de alterar el impulso, sino tam-
bién los de índole general. Sería incluso de esperar que los trastornos
generales repercutiesen de modo aún más intenso sobre el impulso;
pero la alteración de este último destaca en tales casos poco entre
la variedad de los restantes síntomas. Ya hemos aludido a ello con
respecto al psicosíndrome orgánico, en tanto se trata en éste de un
trastorno de tipo general que incluye la debilidad del impulso. Como
alteración psíquica general, cuyos fundamentos somáticos son casi
desconocidos y cursan frecuentemente con desviaciones del impulso,
han de considerarse las psicosis funcionales y en primer término la
forma catatónica de la esquizofrenia y la psicosis maníacodepresiva.
La catatonía no sólo alcanza los grados más extremos de parálisis
del impulso, y más rara vez de la exaltación impulsiva, sino que en
ella suelen asociarse las manifestaciones motoras a las que debe
su nombre (véase parte V, cap. III de la presente obra). Ciertos casos
de hebefrenia, y en especial los estados de defecto, se caracterizan
por una carencia de impulso. En las fases depresivas de las psicosis
circulares, más bien que una carencia de impulso predomina una in-
hibición del mismo a consecuencia del paralizante estado de humor
depresivo-angustiado, mientras que en el interior del recinto cercado
por la angustia continúan laborando todavía más intensivamente los
procesos psíquicos, aun cuando solo sea en la producción de delirio.
En la fase maníaca aparece el impulso como en plena inflación y
exuberancia, lo cual puede proceder quizá de un auténtico incremento
del mismo; pero también, y solamente, de una desinhibición que co-
rrespondería a la inhibición existente en · el depresivo. La hiperactivi-
dad del maníaco es proverbial y se manifiesta como una impulsividad
desmesuradamente aumentada. Es muy posible que sea preciso valo-
rar como desinhibición la inquietud y desasosiego de la . mayoría de
los delirantes y de muchos crepusculares.

Ejemplo 7, (E. 7766), 52 años, varón.

El enfermo, que ocupaba una excelente posición social y profesional como contable
jefe de una importante firma, padeció durante algunos años ligeras depresiones. Desde
1937 se quejaba de cefaleas, fatiga fácil, accesos nocturnos de angustia y dolores de
estómago. En el otoño del mismo año, y por esta causa, dimitió de su puesto. En la
primavera de 1938, y según informes, comenzó a mostrar una creciente indiferencia, un
modo pueril de pensar y pérdida de memoria. La exploración neurológica demostró
síntomas piramidales bilaterales con ligera paresia de extremidades. Hemianopsia, ligera
hiperacusia y paresia facial izquierda. Presión de liquído cefalorraquídeo, 60; Pandy
Resumen 83
positivo, sin aumento de células. La ventriculografía reveló un desplazamiento del sistema
ventricular hacia la izquierda. Operado en agosto de 1938, se le pudo extirpar un
meningiomOfrontal de la dura al lado derecho y del tamaño aproximado de una pera.
El paciente se repuso bien desde el punto de vista somático, excepto la persistencia de
una fístula cicatricial, pero cesó en todo género de actividades, rechazando cualquier
estímulo e invitación a reanudarlas y comportándose de un modo desconsiderado. En las
visitas que realizó al hospital para hacerse controlar el estado posoperatorio sustrajo
diversos pequeños objetos de uso corriente, de los cuales no tenía la más mínima ne-
cesidad. Dejó de trabajar y se fue a vivir a casa de su madre hasta que la situación
se hizo para ésta tan insoportable que decidió ingresar al paciente en una clínica, en
el año 1941.
El paciente se manifiesta desagradablemente sorprendido por su reclusión, se irrita
y enoja con facilidad, pero frente a los médicos mantiene sus correctos modales de
hombre de mundo. Se muestra ofendido por las diversas limitaciones que le señala el
reglamento interior y se esfuerza ostensivamente por lograr un puesto de mando entre
los pacientes y el personal auxiliar. Todo descuido de cortesía y buena educación
por parte del enfermero es denunciado al médico en :forma correcta, pero severa. Se
queja de aburrimiento, quiere encontrar una ocupación digna de él, se muestra dis-
puesto a organizar un fichero y asegura que le divertirá mucho aprender a escribir a
máquina, lo cual es necesario para dicha tarea. Pero al poco tiempo se enfada, mal-
dice de la máquina y se marcha de paseo después de haber empleado media hora
para hacer apenas cuatro fichas. Se le deja en absoluta libertad para proseguir o no
este trabajo, que no vuelve a reemprender. Reacciona de modo irritado a otras pro-
puestas de trabajo, como en general a todo cuanto no sirve a su inmediata comodidad.
Mientras que, por una parte, pone cierto cuidado en su atuendo personal, no vacila,
por otra, en limpiarse las gotas de pus que fluyen de su fístula operatoria con las
cortinas del departamento y se enfada, incluso, cuando se le llama la atención acerca
de ello. Si se le intenta retener en la sala para que ayude a alguna cosa, al cabo
de unos instantes vuelve la espalda y se marcha, pero conversa con el médico del
modo más cortés y se esfuerza constantemente en gastar pequeñas bromas, que suelen
resultar insípidas y hueras. Si intenta en serio realizar alguna tarea (escribir, clasificar,
etcétera) se muestra de una palmaria inutilidad, a causa de los numerosos errores e
inexactitudes que comete, y cuando se da cuenta de ello muestra sincero asombro.
Acepta contento y agradecido las lecturas de cierta categoría que se le ofrecen, y
después de hojearlas brevemente las pone a un lado, sin leerlas. Con el transcurso
del tiempo se va dando más cuenta de su déficit global, pero continúa asombrándose
siempre que comete un error. Tiene frecuentes episodios depresivos que se extinguen
rápidamente y conserva sus modales corteses, los cuales ocultan su vacío Íntimo.
Diagnóstico: Alteraciones del impulso, de las pulsiones y del estado de ánimo con-
secutivas a un síndrome cerebral local (frontal) con ligera demencia orgánica después
de una extírpccíón de meningioma de la dura.

RESUMEN.-Se denomina impulso al despliegue de una hipotética


­ energía inespecífica y en sí carente de dirección; pero que resulta
susceptible de ser encauzada y dirigida, despliegue que se marca y
manifiesta en el comportamiento corporal o psíquico del organismo. Si
al considerarlo se tiene más bien en cuenta la vertiente psíquica y se
prescinde de la motórica, puede hablarse de energía psíquica o
libido en el sentido de C. G. JUNG.
El impuso representa una magnitud limitada. Las investigaciones
94 El impulso

de H. SELYE han demostrado la posibilidad de que exista tan solo


una cierta y determinada energía de adaptación, que varía indivi­
dualmente en cada caso y que en plazo más o menos breve o pro-
longado puede ser consumida a causa de las exigencias corporales
y psíquicas. Si así sucede surgen el agotamiento, la impotencia y,
por último, la muerte. Se establece un paralelo con el postulado de
C. G. JUNG referente a la conservación de la energía psíquica.
Son descritos estados de incremento o debilitación del impulso y
discutidas sus manifestaciones.
SEGUNDA PARTE
LEYES ESTRUCTURALES PSIQUIOAS
CAPITULO PRIMERO

Oonliguracián y campo

Lo consciente y lo inconsciente son esferas de lo psíquico carac-


terizadas cada una por una cualidad única que las define, propia de
sus diversos contenidos. Esta definición no afecta al cómo y de qué
manera entran los contenidos en relación entre sí, tanto en una de
ambas esferas como cuando se implican los de una y otra, respecti-
vamente. Se acostumbra representar dichas relaciones de cierto modo
a veces inexacto, cuestión que nos ocupará en las próximas páginas.
Mas hemos de mencionar antes, y en primer término, algo de carácter
general acerca de las mutuas relaciones entre contenidos psíquicos.
Elegimos como punto de partida un mito que ha logrado arraigar en
la moderna psicopatología:
A Layo, rey de Tebas, y a su esposa, Yocasta, fue profetizado por un oráculo que
Layo sería muerto a manos de su propio hijo. Al dar Yocasta a luz un niño, Layo
hizo que le abandonasen en el monte Kithero con los pies trabados y ligados. Un
pastor de ovejas del rey Polybio, de Corinto, descubrió al niño y lo llevó a su rey,
el cual le educó como si de su propio hijo se tratase, poniéndole por nombre, y a
=
causa de sus pies hinchados, Edipo ( Olobtou~ pies hinchados). Al llegar Edipo a
la edad adulta, el oráculo de Delfos le anunció que daría muerte a su padre y se
casaría con su madre. Ya que Edipo tenía a Polybio por su propio padre, decidió no
retornar a Corinto. Tomó otro camino y en éste se tropezó con Layo, al que descono-
cía, y que viajaba con escasa escolta. Layo se mostró insolente con Edipo y éste le
mató en lucha cuerpo a cuerpo. Por aquella época había aparecido en la región
de Tebas la famosa Esfinge. que planteaba a todo el que pasaba junto a ella una
adivinanza, matándole si no se mostraba capaz de resolverla, lo cual era casi siempre
el caso. Edipo. sin embargo, resolvió el enigma y los tebanos, en muestra de gratitud
le otorgaron la soberanía de su reino. Contrajo matrimonio con Yocasta, convertida
en viuda por su ignorante mano, cumpliéndose así la profecía que había hecho que
Layo abandonase a su hijo. A consecuencia del incesto, la ciudad de Tebas fue
flagelada por una epidemia. Interrogado el oráculo, exigió que fuese expulsado de
Tebas el asesino de Layo, y el ciego adivino Til'esias reveló a Edipo que él mismo
era el asesino. Preguntando a uno de los acompañantes de Layo que había sobre·
vivido, Edipo hubo de convencerse, muy a su pesar, de la exactitud de las afirma-
ciones de Tiresias, enterándose también, a través de otros informes, que era hijo de
Layo y Yocasta. Esta última se ahorcó, Edipo se arrancó los ojos y vagó, en com-
pañía de su hija Antígona, de lugar en lugar, hasta que las Euménides le arrebataron
de la tierra en Colona.

De todos conocido es el uso que S. FREUD ha hecho de este mito


como paradigma de la relación, teñida de sexualidad, entre padres e
BASH. 7
98 Configuración y campo
hijo. Nosotros, sin embargo, queremos emplearlo para mostrar a tra-
vés de él, y de modo igualmente paradigmático, importantes aspectos
de las relaciones que mantienen entre sí los contenidos psíquicos, En
él reconocemos, con abrumadora cldñdcd, 'cuán. importante' es ef papel
que corresponde en Psicología a las relaciones de sentido y signifi-
cado, frente a aquellas que tan solo se subordinan a la multiplicidad .
de estímulos físicos. Los personajes de la tragedia continúan siendo
los mismos durante todo su desarrollo; mas ¡qué transformación se
produce cuando Edipo se entera que está ·casado con su madre y
que el extranjero asesinado por él no era sino su padre! Sin que nada
cambie en la multiplicidad de estímulos físicos, y de golpe, el paso
de un nuevo contenido a lo consciente hace que toda relación de los
personajes entre sí y con su ambiente se altere de un modo radical.
Un cambio en cuanto al sentido, a la significación de cada personaje
aislado por lo que se refiere a sus relaciones con los demás opera
a su vez una variación en cada uno de los contenidos de su propio
consciente, lo cual describe SÓFOCLES de modo extraordinariamente
vivo. La sencilla relación de un rey, famoso por su sabiduría, con su
esposa, se transforma en la conmovedora tragedia del asesino de su
padre y perpetrador de un incesto, culpa que ha de pagar con el
más severo sufrimiento. Sobre este plano de amplio desplazamiento
de significado se apoyan aquellas manifestaciones que representan
las más urgentes exigencias planteadas no solamente a la Psicopa-
tología, sino también a la Psicología en general.
Si con ayuda de nuestro ejemplo intentamos una aproximación a
ellas, comprobaremos en primer término que Edipo vive a la vez en
dos mundos. Uno de ellos es el de los hechos físicos, objetivos (y
hasta cierto punto también psíquicos): se encuentra en Tebas, posee
un vigor físico que le permite suprimir en su camino a personas que
le ofenden, se halla vinculado a una mujer con la que mantiene rela-
ciones sexuales y en la que engendra hijos. Todo esto permanece
invariable tras la revelación de Tiresias. Pero junto a este mundo
existe el otro, donde ha de ver cómo pierde el reino de Tebas a causa
de su crimen, reino en principio recibido en concepto de donación
y con motivo de su sabiduría, y que administraba con justicia; cómo
Yocasta, de la que primeramente dispone en libertad como esposa, se
transforma en deshonrosa concubina; cómo Layo, a quien antes no
consideraba sino como un colérico extranjero a quien mata en propia
defensa, resulta ser su padre, al cual ha asesinado. Podemos, por tan-
to, denominar a un mundo así, que se transforma de modo tan pode-
roso e independientemente de la constelación de los objetos físicos,
el mundo aparente; es decir, un mundo extendido ante quien lo con-
Mundo aparente 99

templa, directamente, de mod~ visible. No se halla limitado a


personas. K. KOFFI{A se ha servido de la leyenda del jinete sobre el
lago Boden para ilustrar lo que dicho mundo supone. Un jinete llega
a una posada después de un largo y solitario viaje a través de una
tempestuosa noche invernal. Indica al asombrado posadero la direc-
ción por la que ha venido y se entera de que ha cabalgado sobre el
lago de · Boden, que acaba de helarse. Cae muerto de espanto. Su
mundo aparente se hallaba representado por una llanura cubierta
de nieve y de pronto queda transformado en una peligrosa capa de
hielo extendida sobre la profundidad de las aguas. Su comporta-
miento, de modo semejante al de Edipo, es determinado totalmente
por ello. El . ~igI1~fic(ldO! ·-~!. _ ~ell.tic:l.o, . -~l yalor .· determíncmte de una direc-
ción es atribuido- de. modo -iilvoluntario el esHmulo -físiCo; en otras
palcib!as: 'lci 'vcileiidci psíqiii.éa de este 'se hállcl°=aaaa "para cada caso
en el mundo aparente. Así sucede también cuando un camino que
acostumbramos recorrer a diario se nos aparece unas veces como ale-
gre y atractivo, otras como aburrido, otras como deprimente. Y lo
mismo cuando en la penumbra nos parece ver en una sombra cual-
quiera una mano que intenta asirnos, o cuando un enfermo mental
se aparta bruscamente de una pequeña mancha del pavimento por-
que cree ·advertir en ella una peligrosa bacteria.

MUNDO APARENTE.-Dentro del mundo aparente, como lo hemos


visto, variaciones mínimas pueden provocar cambios máximos que
afectan a todas sus partes. Nada está aislado, nada permanece in-
cólume ante la más mínima transformación de significado, y los cam-
bios secundarios se derivan respecto a su sentido de los primarios. La
sonrisa de la persona amada puede iluminar alegremente todo un
día, la reconvención de un jefe puede bastar para ensombrecerlo. Un
conocimiento puede obrar en grado no menor; para aquel que vive
en un mundo copemíccno, todas las relaciones entre las cosas apare-
cen de modo dístínto que para quien cree aún que el Sol gira en
torno a la Tierra. La amplia influencia que irradia, dentro del mundo
aparente, de los más mínimos procesos, la red de interconexiones que
lo penetra, representan una experiencia tan común que no requeriría
comentario si no se hubiese realizado frecuentemente la tentativa de
quererlo reducir a un caso especial en el dominio de lo abiertamente
manifiesto y cargado de significación. Respecto a ello sería necesario
emplear en Psicología otros medios de conocimiento y utilizar medi-
das distintas de las empleadas para explorar el simple mundo de ·los
hechos físicos.
Partiendo de esta premisa, y apoyándose en el hecho de la per-
100 Configuración y campo
capción sensorial, que parece tentadoramente sencillo, se ha inten-
tado establecer relaciones constantes entre unas supuestas unidades
de estímulo, procedentes del mundo físico, y unidades receptoras,
igualmente supuestas, por parte del sujeto que percibe. Por motivos
obvios, estas últimas fueron representadas por células sensoriales
aisladas: de la retina, de la cóclea, de la piel, etc. Se creyó que exis-
tiría una proyección "puntiforme" del mundo exterior sobre el inte-
rior y que una alteración en uno de los "puntos" del mundo exterior
podría provocar un cambio igualmente aislado en una porción abso-
lutamente delimitada del conjunto vivencia!. Por otra parte, esta rela-
ción, y en igualdad de condiciones de estímulo y de receptor en el
lugar en cuestión, y aparte de lo que rodease a éste, sería reprodu-
cible a voluntad. En otras palabras: estímulos idénticos provocarían
siempre reacciones idénticas.
Dos sencillos experimentos 1 son suficientes para demostrar que
no es así. Contémplese, en primer lugar, un plato desde diferentes
ángulos; por ejemplo, colocado sobre la mesa, colgado como adorno
en la pared o, finalmente, puesto sobre el suelo. En las más diversas
posiciones no habrá que hacer esfuerzo alguno para reconocerlo como
tal plato de forma redonda, aun cuando como figura completamente
circular solo es posible verlo, estrictamente hablando, cuando está
verticalmente colgado en la pared a la altura de los ojos. En todas
las restantes posiciones se presenta en nuestro campo visual como
una superficie-estímulo de forma oval. Resulta fácil objetar que a tra-
vés de una experiencia mil veces repetida se sabe ya que el plato es
redondo y que este saber se une al estímulo visual constituido por
el objeto oblicuamente colocado. Pero puede organizarse el experi-
mento de modo distinto, ofreciendo como estímulo, en condiciones
experimentales y bajo una iluminación no demasiado intensa, un disco
circular en visión ortogonal y haciendo luego girar dicho disco alre-
dedor de un eje coincidente con su diámetro. Durante bastante tiempo
después de haber variado su posición a partir de la ortogonal, el
observador continúa definiéndolo espontáneamente como "redondo".

1
Otros experimentos demostrativos en: BENUSSI, V.: Zur Psychologie des Gestalter­
iassens (En Untersuchungen zur Gegenstandstheorie und Psychologie, publicado por
Meinong, Leipzig, 1904. HEYMANS, G.: Quantitative Untersuchungen über das optische
Paradoxon, "Zeitschrift. f. Psychologie", 9 (1895), 221-255. Del mismo autor: Untersu­
chungen über die Zollnersche und Loebsche Téiuschung, "Zeitshcift. f. Psychologie",
14 (1897), 101-196. IPSEN, G.: Übet Gestaltauffassung (Er0rterung des Sanderschen
Parallelogrammes). "Neue Psychologische Studien", I (1926), 167-279. La literatura ex-
perimental sobre psicología de la configuración hasta el año 1927 se encuentra exce-
lentemente resumida en SANDER, F.: Experimentelle Ergebnisse der Gestaltpsychologie.
"Informe sobre el X Congreso de Psicología Experimental en Bonn", Físchér, Jena, 1928.
Figura y fondo 101
O bien hacemos deslizar el disco, colocado verticalmente con res-
pecto a nuestro eje visual, a lo largo de este último (de manera, na-
turalmente, que el mecanismo que opera tal deslizamiento no sea
visto por el observador). Dentro de un trayecto asombrosamente am-
plio, desde la posición de partida, no se advierte ninguna variación
en cuanto al tamaño de disco, aun cuando la magnitud linear de la
correspondiente imagen. en la retina puede haber variado grande-
mente. Algo análogo sucede respecto a la constancia subjetiva de
colores y luminosidades que cambian objetivamente. Resulta mani-
fiesto que estímulos objetivamente diversos pueden provocar vivencias
subjetivas no susceptibles de ser diferenciadas entre sí~.

Figura 1.

FIGURA Y FONDO.-Antes de continuar leyendo rogamos al lec-


tor contemple durante un minuto y fijamente la figura l. Al hacerlo
así nos daremos cuenta de que durante la contemplación, y sin inter-
vención voluntaria por parte de observador, se han verificado cam-
!Pios en la estructura de la figura. En algunos momentos (general-

2
Una explicación neurofisiológica que esclarece mucho este fenómeno de constan-
cia sin apelar a teorías reflejas ha sido presentado . recientemente por V. HoLST:
Die Versc:hiedenheit zentralnervoser Funktionsmec:hanismen, erlé:iutert an Tierversuc:hen.
"Nervenarzt", 24, f. I (enero, 1953).
102 Configuración y campo
mente al principio) han destacado más intensamente los segmentos
de círculos que contienen radios, en otros momentos los que tienen
anillos concéntricos. Estos últimos daban a primera vista la impresión
de colocarse detrás, como si los haces de radios estuviesen puestos
sobre ellos y los cubriesen. De pronto, y sin querer, se ve la figura
de modo distinto: los anillos interrumpidos destacan y parecen dejar
al descubierto tras ellos algunos radios, y se sospecha la existencia
de más de estos últimos por detrás de los anillos ... Nada ha variado
en la configuración objetiva de estímulos físicos, mi~ntras que en esta
porción de mundo sometido a contemplación, y con una rapidez que
resulta muy variable de una persona a otra, se han verificado con-
siderables cambios. En consecuencia, y al contrario de lo mencionado
anteriormente, idénticos estímulos físicos pueden determínor reaccio-
nes muy diferentes. Los fenómenos observados en este ejemplo se
designan en Psicología con la denominación de relaciones figura-
fondo, las cuales, descubiertas al parecer por PuRKINJE, fueron pri-
meramente investigadas de modo más exacto por E. RuBIN 3• Aquello
q~_e: P_c:I_:~~~- ~~~!~C.9'.E.e~~- m~9:~---"~á~ ,.C::~:r~~<:?i, :ni.~~_ neto y C0]'.1. más
estrecha coherencia, es designado como figura, míentrcrs que lo me-
nos claro, más difuso, -más flúido se' halla rep-resentado por el fondo,
sobre el cual resalta aquella, de ccuerdo con la vivencia producida.
Estos ejemplos han de bastar para aludir a una serie de hechos
múltiplemente confirmados por la observación y el experimento y que
derrocan la creencia en una relación sencilla, constante, explicable,
según las leyes físicas newtonianas, entre cada punto-estímulo del
mundo exterior y una correspondiente porción, delimitada y en sí uni-
taria, de la vivencia subjetiva. Con ello no quiere decirse que no se
dé jamás una tal relación: surge también, desde luego, y en deter-
minadas circunstancias, en todos los territorios sensoriales, circuns-
tancias desde luego más bien raras, y puede ser asimismo obtenida
de manera artificial en condiciones experimentales y clínicas (recuér-
dese, por ejemplo, la campimetría visual). Mas no constituye la regla,
y sobre todo no corresponde a aquel plano de la experiencia al que
se refieren la mayoría de las cuestiones que interesan al psicólogo y
al psiquiatra. Tentado se estaría de afirmar que su dominio propio
es el de la Neurología, si en estos últimos tiempos no se hubiesen
demostrado numerosas excepciones. Podríamos decir que el territo-
rio, o más bien el mundo de la Psicología clínica y de la Psicopato-
logía, es el "mundo aparente", y ello tanto en el escalón representado

8
RUBIN, l.: Visuell wahrgenommene Figuren, "Gyldendalske Boghandel", Co-
penhague, 1921.
Figura y fondo 103

por la más simple percepción sensorial como en el de la más elevada


significación de sentido. Pero tampoco aquí resultan las cosas tan
sencillas.
Pues incluso en el "mundo aparente", aun el más colmado y rico
en significado no pierde importancia lo objetivo y físico. Para apelar
a nuestro ejemplo anterior, Edípo, al prepararse para golpear mortal-
mente al rey Layo, debe fijarle ópticamente, adaptar su juego muscu-
lar a los movimientos de su contricante y darse cuenta, mediante una
sensación de resistencia, de cuándo le ha herido, y todo ello, una
vez que ha surgido el propósito de matar, indiferentemente a que se
trate de un extranjero o de su propio padre. Al estar frente a Yocasta,
su comportamiento ha de ajustarse a la presencia física de esta, inde-
pendientemente de que se trate de su madre o de su esposa. Así,
pues, el mundo aparente y el mundo físico se imbrican y la existencia
de una física moderna potentemente desarrollada y de todas las cien-
cias objetivas con ella ligadas demuestran sobradamente que el mun-
do físico mismo entra a formar parte del mundo aparente de sus
investigadores. Este último es en Psicología el más importante, pero
ello no quiere decir que su predominio en esta ciencia sea exclusivo.
Vamos a examinar ahora, volviendo a nuestros ejemplos, qué es
lo psicológicamente importante que de ellos podemos deducir. En el
mito de Edipo no se trataba de Edipo, ni de Layo, ni de Yocasta como
meros objetos de la percepción, y ni siquiera tampoco como perso-
najes aislados, sino que se trataba, en los tres, de seres humanos
encadenados entre sí por la fatalidad, de modo que toda alteración
en las cualidades de uno provoca importantes aleraciones en las de
los otros. SÓFOCLES ha descrito magistralmente en su Edipo rey el
gradual desarrollo de tales cambios de conjunto, que tienen como
punto de partida la transformación de uno de los personajes del
mismo.
¿Y qué es lo que más nos ha interesado pslcolóqtccmente en la
figura primera? No ya la percepción de anillos y haces de radios,
sino la de anillos y haces interrumpidos, que en oscilante super-
posición tan pronto semejaban destacar como retroceder; es decir,
de nuevo las relaciones mutuas que entretejían y penetraban el todo,
y que, como nos mostró una sencilla consideración, quedaban subor-
dinadas a la relación general entre figura y fondo. Ni el sentido del
mito de Edipo podía quedar explicado por el conocimiento acerca de
uno cualquiera de los partícipes del mismo, ni la relación figura-
fondo surge de manera comprensible de la mera colocación, unos
junto a otros, de radios y anillos, así como tampoco dependía tal
relación de los radios y anillos en sí (como fácilmente puede compro-
104 Configuración y campo
barse mediante modificación de las líneas que rellenan los sectores
del círculo). Dependía de la ordenación, de la relación existente entre
dos esferas distintas una de otra y no era derivable, ni de la índole de
estas, ni de su mera contigüidad o de su adición en el campo visual.
Debido a su ordenación mutua ha surgido algo nuevo, que no es
resultado de la suma de sus partes.
Igual sucede en el- mito. Ni la tríada constituida por madre, padre
e hijo, ni la más complicada constituida por padre asesinado, madre
e hijo culpable del crimen, ni tampoco la de padre muerto, hijo y
madre con la que este último contrae, en ~u ignorancia, matrimonio,
re.alizan la tragedia. Esta es creada por un hijo que asesina a su
padre sin saber de quién se trata, y que sin saber tampoco que se
trata de su madre se casa con ella, animado del más puro propósito
de rehuir la culpa que le había sido vaticinada. Así ha llegado a
nuestro días y así continúa, conmoviéndonos y siendo transferida a
innúmeras situaciones cotidianas de conflicto entre padres e hijos.
Los individuos aislados no permanecen, la situación sí, y lo típico de
ella es el ser siempre de nuevo reconocida y transferida a otros per-
sonajes. Esto no resulta difícil en el caso de la situación adípica. Más
bien sorprende el hecho de que la relación figura-fondo, que parecía
a primera vista un caso aislado y que casi se estaría tentado a tomar
por una construcción artificiosa, se muestre ante una investigación
más exacta ampliamente extendida a todos los territorios sensoriales
y del ser. Un navío en el mar solitario, un grupo de árboles en un
paisaje desierto, son figuras unívocas sobre un fondo igualmente
unívoco, y una inversión de tal relación apenas resulta imaginable.
Si, por ejemplo, surge un rostro entre una multitud y lo confun-
dimos con el de una persona que nos es muy conocida, dicho rostro
destaca de momento, se convierte en "figura", mas vuelve a hundirse
en el "fondo" cuando nos damos cuenta de nuestra equivocación.
Pero raras veces o nunca permanece la multitud sin figura; otra per-
sona destaca entonces como figura, otro rostro, que nos llama la aten-
ción por sus rasgos, su proximidad, su tamaño, su movimiento, por su
separación espacial con respecto a los demás o por muchos otros
factores, y de modo igualmente rápido puede perder de nuevo la fi-
gura su posición como tal, siendo sustituida por otra nueva que surge.
O un cazador que ha visto una pieza bien camuflada por la natura-
leza ha de realizar un esfuerzo para no perderla de vista, mientras
que una forma ópticamente más patente y destacada en el paisaje
puede sustituirla como figura. Aparte de lo óptico, un sonido en el
silencio, una melodíc sobre el fondo de su acompañamiento, pueden
mostrar claramente cualidades de figura, la cual puede volver a des-
La atención l 05

aparecer fácilmente cuando varias voces se unen armónicamente y


en ellas se diluye la clara línea de aquella. Una especia, una salsa,
pueden constituir figura sobre el fondo de la sensación general pro-
porcionada por el gusto del guiso. Sentimientos aislados unidos a
personas u objetos determinados pueden resaltar como figuras sobre el
fondo de un estado de ánimo, e igual sucede con problemas que
ocupan nuestros pensamientos y que destacan sobre el fondo de
nuestra reflexión y de nuestro saber general. No podemos entrar en
la necesaria fundamentación de estos paralelos que mencionamos
aquí, ya que su ·lugar adecuado corresponde a los tratados de Psico-
logía. Bástenos señalar la variedad y trasponibilidad de dicha rela-
ción, tan sumamente importante, y cuyo alcance va mucho más allá
que el mito de Edipo 4 ".

LA ATENCION.-Claramente se deduce de lo anterior que la lla-


mada atención involuntaria no estriba sino en la vivencia consciente
del destaque de figuras. ¿Qué sucede, sin embargo, con la atención
voluntaria, con aquella ,que mediante un esfuerzo de voluntad enfo-
camas sobre un objeto? Volvamos al ejemplo del cazador y de la
pieza camuflada y semíescondídc y hagamos que aquél vaya acom-
pañado por una persona no práctica en la observación de la Natura-
leza. El cazador, en virtud de su práctica y de su actitud interior, será
con toda probabilidad quien primero descubra al animal, mientras
que el acompañante no logra aún verlo, a pesar de hallarse dentro
de su campo visual. Si el cazador entonces se lo muestra, el acom-
pañante logra también ver a la pieza, quizá con dificultad, y puede
que al principio no la vea en absoluto hasta que la figura le "salte
a la vista" sobre el fondo hasta entonces indiferenciado. A partir de
este momento el acompañante logrará la mayoría de las veces, con
ayuda desde luego de una atención voluntariamente concentrada,
mantener· fijada la figura del animal. Vemos, pues, cómo en ambos
sujetos se ha dado un idéntico proceso fundamental, pues en ellos
han contribuido factores generales de campo (actitud de caza, indi-
cación) para convertir una parte del paisaje, que era todo él fondo,
en figura. En el caso del acompañante, la presión del campo ha

4
Otras investigaciones experimentales acerca del problema figura-fondo: GELB, A.
y GRANIT, R.: Die Bedeutung von Figur und Grund für die Farbenschwelle, "Zschr. f.
Psychologie", 93 (1923), 83-128. HARTMANN, L.: Neue Verschmelzungsprobleme, "Psy-
chologie", Forschung, 3 (1923), 319-396. SCHUHMANN, F.: Beítréige zur Analyse der Ge-
sichtswahrnehmungen, "Zschr. f. Psychol.'', 23 (1900), 1-33; 24 (1900), 1-33; 30 (1902),
241-291, 321-339; 36 (1904), 161-185.
* Véase KATZ, Manual de Psicología, Morata, Madrid, 1965; BRENNAN, Psicología
General, Morato, Madrid, 1965. (N. del T.)
106 Configuración y campo

debido ser específicamente dirigida sobre el objeto dudoso para lograr


el mismo efecto.
Allí donde, como en nuestra figura I, el cambio se verifica sin una
especial actitud o conocimiento previos, la presión del campo es
proporcionada por el propio equilibrio aproximado de la propiedad
de figura de ambas partes. Algo semejante sucede en todo género de
graduación. Así, por ejemplo, en la Naturaleza, cuando el animal se
halla menos perfectamente camuflado, o no encuentra cobijo adecuado
y se mueve entrando en un trozo de paisaje con el cual contrasta,
caso este en que salta a la vista como figura incluso al inexperto.
Mediante variación sistemática de las condiciones del campo puede
variarse asimismo, de modo gradual, la facilidad del cambio de fi-
gura en fondo o viceversa, y ello de manera experimental. Factores
inconscientes determinantes de la actitud demuestran ser en este
caso tan fundamentalmente operantes como los conscientes. La aten-
ción voluntaria ha de comprenderse, por tanto, y al igual que la invo-
luntaria, como un caso de relación figura-fondo y no resulta, pues,
esencialmente distinta de aquella.
Según modernas investigaciones, parece probable que la dispo-
sición consciente a estructurar o desestructurar, que designamos como
"atención", dependa de la parte rostral (talámica) del sistema reticu-
lar ascendente (PENFIELD y JASPER1 en Epilepsy and the Functional
Anatomy of the Human Bxain, Boston, Little, Brown, 1954, pág. 198).

PRINCIPIOS DE EHRENFELS.-Con las anteriores reflexiones he-


mos estudiado dos ragos importantes de muchas formaciones psíqui-
cas, que C. von EHRENFELS ·5 denominó en 1890 configuraciones (Ges-
talten) y que definió en el sentido siguiente:
1) Las configuraciones contienen más que la mera suma de sus
partes.
2) Las configuraciones mantienen su carácter y sus propiedades
características incluso cuando varían de modo determinado su funda-
mento. Aquello que permanece invariable y reconocible constituye
la invariante, el carácter de configuración o la configuración propia-
mente dicha.
Estos dos rasgos han pasado a la ciencia bajo la denominación
de "principios significativos de EHRENFELs". Podemos denominarlos
también "principio de las propiedades de la totalidad" y "principio
de la transposición de las configuraciones". El ejemplo predilecto de

5
Von EHRENFELS: Übei Gestaltqualitaten, "Vierteljahresschrift f. wissenschaftliche
Philosophie", 14 (1890), pp. 249-292.
Principios de Ehrenfels. 107

EHRENFELS, ejemplo que continúa siendo muy demostrativo, era el re-


presentado por la melodía. No es posible captar. esta como mera suma
de sus notas, ni aun aproximadamente. Puede transponerse o trans-
portarse de forma tal que ninguna de sus notas sea idéntica a las
que anteriormente la constituían, y a pesar de ello es reconocida sin
esfuerzo alguno.
O también cabe intentar representar una forma tan expresiva como
es el rostro humano mediante una descripción lo más exacta posible
de sus rasgos aislados y de las relaciones de éstos entre sí; pero
con ello apenas se conseguirá lograr una impresión del conjunto, in-
cluso mediante la descripción más minuciosa. Y allí donde aproxi-
mademente se logra, como sucede en una buena descripción lite-
raria, se advierte en seguida que lo que vivifica la descripción estriba
en el hecho de quedar incluidas en ella cualidades de la totalidad
o de la configuración. Piénsese también en los innumerables cambios
de que es susceptible un rostro humano y en que, a través de todos
ellos, siempre es reconocido por quien lo conoce como el rostro de
su portador. Fácilmente surgirían otros ejemplos.
Así, pues, el mundo aparente con el que se enfrenta, ante todo,
nuestro quehacer, es en la más amplia medida un mundo de confi-
guraciones en el sentido anteriormente expuesto. Pero ya hemos ad-
vertido que su estructuración configurativa no es idéntica en todos
sus lugares, ni tampoco igualmente densa, y que las configuraciones
se imbrican y superponen en planos diversos, e incluso pueden que-
dar contenidas unas en otras. En la situación edípica, cada persona,
cada rostro en sí es ya configuración, y las relaciones bilaterales
Yocasta-Edipo (madre-hijo), Layo-Edipo (padre-hijo) y Layo-Yocasta
(marido-mujer) lo son también, siendo cada una de ellas transferible
a otras innumerables parejas humanas y no siendo ninguna de ellas
comprensible por la mera suma y reunión de los personajes aislados.
Estos además cambian, modificando con ello la configuración trian-
gular del conjunto del mito, configuración que abarca a todas ellas.
Si pensamos que cada uno de los personajes se encuentra en otras
relaciones configurativas con otras personas y cosas (así, por ejemplo,
con el reino de Tebas), veremos que es muy difícil decir dónde em-
piezan y dónde acaban las configuraciones y habremos de reconocer
que toda agrupación configurada y plena de sentido se halla inmersa
en una red de amplias relaciones configurativas y que toda variación
en cada uno de los puntos de la red ha de provocar a su vez varia-
ciones regulares, ya que dependen de la estructura, en diversos otros
puntos. Dicho en otras palabras: la configuración se halla en un cam-
po y este campo posee exactamente las mismas cualidades que el
108 Configuración y campo
campo electromagnético posee en Física 6• Posee articulación, estruc-
tura, gradientes y una tendencia constante a la nivelación de estos
últimos, es decir, a organizarse de tal modo que las tensiones interiores
queden reducidas a un mínimo, se distribuyan tan económicamente
como sea posible y a adoptar la estructura más sencilla y clara que
sea posible en las circunstancias dadas. La existencia de miembros
especialmente destinados a vincular o transportar (les "asociaciones"
de la antigua Psicología) resulta ser un "artefacto intelectual" que está
de sobra y que incluso perturba, siempre que con ello no se quiera
designar el hecho de la mutua referencia e influencia.
¿En qué consiste, sin embargo, aquello que es repartido y organi-
zado? En el campo electromagnético se trata de la carga eléctrica o
magnética, en el campo físico, en general, de energía. La palabra
"energía" no es ajena al lenguaje común, en el sentido de algo psí-
quico. Con frecuencia se emplea solamente en el sentido de "voluntad
enérgica", pero fácilmente se comprende que a los impulsos de la vo-
luntad se contraponen en muchas ocasiones, no solamente una inercia,
sino considerables energías que proceden de ocultas fuentes y que
también los pensamientos y sentimientos poseen sus energías, merced
a las cuales se hacen notar con diversa intensidad (lo cual no ha de
confundirse con un "hacerse conscientes"). Nos volvemos a encontrar
aquí con el concepto de energía psíquica inespecífica, no vinculada a
ninguna tendencia ni función, con el aspecto psíquico del impulso
(véase parte I, cap. III). Designamos a esta energía psíquica inespecí-
fico, con C. G. JuNG, como "libido", en contraposición al concepto de
libido de S. FREUD, le cual entendía bajo esta denominación solamente
la energía impulsiva sexual.

LEYES DE LA CONFIGURACION.-El próximo problema que se nos


plantea es el referente a la naturaleza del campo y de su energía.
Hemos admitido antes que ésta es solamente psíquica. Pero al tratar
acerca de las configuraciones psíquicas hemos visto, sin embargo, que
también dentro de los procesos configurativos tienen lugar otros de
índole elemental y sumaria y que estos últimos se integran en aquellos.
Elegíamos como ejemplo la campimetría visual, en la cual aparece de
modo especialmente claro la correspondencia puntiforme entre estímu-
lo y sensación, tanto de modo objetivo, de acuerdo con la estructura
óptica del ojo, como subjetivo. Mas, sin embargo, los actos visuales
habituales poseen en absoluto carácter configurativo, como ha demos-

6
Para demostrar esta afirmación, quizás chocante a primera vista. véase W. KoH-
LER, el cual ha aportado pruebas detalladas. incluso matemáticas.
Leyes de la configuración 109

trado detalladamente METZGER 7, y éste se manifiesta incluso en la


campimetría, ya que durante la fatiga consecutiva a repetidas explo-
raciones campimétricas pueden, en ocasiones, hallarse más reducidos
los límites del campo visual. Contribuye, y no escasamente, a propor-
cionar un carácter configurativo a la visión, la existencia de una vi-
sión central, aguda y sensible a los colores, y otra periférica, menos
aguda y que es especialmente sensible a los movimientos y las dife-
rencias de claridad. Esta división corresponde a su vez a la estructura
anatómica de la retina, con su fóvea central revestida· de conos y su
periferia, que a medida que se aleja del centro se halla más exclusiva-
mente revestida de bastones. Si un paciente se ve afectado de hemí-
anopsia por una causa cualquiera y ésta afecta a la mácula lútea,
como a veces sucede, y por lo tanto no dispone sino de la mitad de su
campo visual, no solamente disminuyen naturalmente las visiones
central y periférica, sino que resulta sensiblemente trastornada la or-
ganización del campo visual. Con el tiempo mejora algo la orientación
óptica, pero el hemianóptico semeja mirar las cosas algo de reojo, sin
fijarlas directamente con la mirada. Se ha demostrado que como sus-
titutiva de la fóvea anatómica, que había resultado lesionada, se
constituye una fóvea nueva, funcional, un lugar paracentral de visión
más aguda y que con ella fija la mirada el hemianóptico, debiendo
para ello desviar los ojos con el fin de tener la impresión subjetiva de
que mira recto. El que esta nueva fóvea no estribe en una reordena-
ción anatómica condicionada por la exigencia funcional se demuestra
en que es susceptible de emigrar y que, así, por ejemplo, para cap-
tar superficies ópticas extensas se coloca más hacia la parte que se
ha conservado sana que cuando ha de captar otras más pequeñas.
En los estrábicos, por el contrario, se constituye una seudofóvea 8• Y
en los sujetos sanos es tan excelente la organización funcional del
campo visual que los contornos o superficies continuados no apare-
cen en modo alguno interrumpidos por la mancha ciega del ojo,
mientras que con el estímulo luminoso puntiforme del campímetro se
delimita fácilmente dicha mancha. Este ejemplo ilustra muy bien la
ley de la línea que atraviesa o "ley de la buena curva", según la
cual, en todos los conjuntos configurados se señala una tendencia a
la conservación o al restablecimiento de constancias o de continui-
dades, de transcursos no accidentados y de formas niveladas, siem-
pre que las condiciones lo permitan. Esta misma ley era válida con

7
METZGER,W.: Gesetze des Sehens, Kramer, Frankfurt a. M. 1936.
8
FUCHS,W.: Eine Pseudofovea bei Hemianoptikern, "Psychol. Forschung", I (1922),
páginas 157-186.
11 O Configuración y campo

respecto a la figura 1, en la cual los sectores con anillos, cuya conti-


nuación habría dado una figura circular completa, parecen cerrarse
más fácilmente que los haces de radios, y por lo tanto parecen más
aptos para constituir un fondo. Emparentada con esta ley se halla la
de "pregnancia", según la cual la organización de un sistema dado
(total o parcial) tiende siempre a una cierta configuración excelente
o pregnante que suponga la máxima economía de tensiones internas,
sencillez y regularidad, de modo análogo a como una gota que cae
libremente tiende a la forma esférica o como en el ámbito propio del
sentido de la vista una ordenación irregular y concéntrica de puntos
es captada, siempre que es posible, como círculo 9•
Muy importante para la Psicopatología es también la "ley del des-
tino común", la cual afirma que las partes que sufren un destino co-
mún se unifican fácilmente para formar una configuración (recuér-
dese lo dicho anteriormente acerca de los complejos afectivamente
matizados). Vemos, pues, a partir de aquellos ejemplos tomados de la
esfera óptica, que también la ordenación y el curso de procesos físi-
co-fisiológicos en el organismo se verifican conforme a leyes funda-
mentales de la configuración, y no en correspondencia puntiforme
con las estructuras anatómicas preexistentes, en cuanto se trata de
procesos que considerados desde el punto de vista psicológico poseen
carácter configurativo 10• Otra confirmación muy afinada de este pun-
to de vista la han proporcionado recientemente los experimentos de
estimulación diencefálica de W. R. Hzss 11• Este autor ha logrado por
medio de estímulos eléctricos muy circunscritos, casi puntiformes, ve-
rificados en el diencéfalo del gato, complejos de movimientos carac-
terísticos tales corno bostezar, estornudar, husmear, lamer, con senti-
do funcional y dirigidos a situaciones, así como reacciones de cólera
y huído, de comer y de dormir, es decir, acciones configuradas que no
se comprenden como mera suma de movimientos parciales, pero que
son reconocidas sin más como tales acciones en los más diversos in-
dividuos y en las circunstancias más diferentes, e incluso cuando su

9
Para las confirmaciones experimentales de la ley de pregnancia, véanse, entre
otros trabajos: BENUSSI, V.: Kinematohaptische Scheinbewegungen und Auffassungs­
umformungen, "Informe sobre el VI Congreso de Psicología Experimental", Gottingen,
1914, pp. 30-35. LINDEMANN, E.: Experimentelle Untersuchungen über das Entstehen und
Vergehen der Gestaltén, "Psychol. Forschung", 2 (1932), pp. 5-60. Rtrscas, F.: Über
die Einordnung neuer Eindrücke in eine vorher gegebene Gesamtvorsteilung, "Zetsch. f.
Psychol.", 10 (1900), pp. 235-338.

Una clásica descripción de las leyes configurativas, apoyada experimentalmente,
es la que da uno de sus descubridores, Max WERTHEIMER en Untersuchungen zur Lehre
von der Gestalt, "Psychol. Forschung", 1 (1922); 4 (1923). Véase también WERTHEIMER:
Drei Abhandlungen zur Gestalttheorie, Erlangen, 1925.
11
HESS, W. R.: Das Zwischenhirn, Benno Schwabe, Basilea, 1949, p. 133.
Preconfiguración 111

transcurso voríc considerablemente, siendo, por tanto, transponibles.


Su cualidad de hallarse orientadas hacia situaciones y, por tanto,
su inclusión en un campo que las condiciona, se demuestra, por ejem-
plo, en el hecho de que el gato estimulado al ataque no solamente
bufe y golpee con su zarpa, sino que convierta inmediatamente a un
palo en el objeto de su agresión, e incluso, cuando no haya ningún
objeto presente, parezca buscar uno sobre el que descargar. La motó-
rica y el tono corporales pueden ser también influidos de la misma
manera, y Hsss afirma en relación con esto que no se trata en ello
simplemente de una inervación sumaria, sino de "la integración de
combinaciones de fuerzas con dirección específica". Debido a la es-
pecial estructura del campo, el estímulo aislado consigue un efecto
que según las viejas concepciones acerca de las correspondencias
puntiformes jamás habría logrado.

PRECONFIGURACION Y CONFIGURACION FINAL.-De qué ma-


nera se halla organizado el campo total y cómo conserva tal orga-
nización puede mostrarse muy claramente cuando se va siguiendo
paso a paso el modo cómo la organización se crea, o bien cómo se
destruye, lo cual ha sido investigado por SANDER y su escuela, por
lo que se refiere a los campos ópticos ·12• Se iluminan, por ejemplo,
de modo progresivamente más intenso, figuras colocadas sobre un
fondo oscuro. La primera vivencia es la de una luminosidad difusa,
casi presentida, pero que despierta una respuesta afectiva. Se trata de
la denominada "niebla primaria", a lo cual sigue una figura de con-
torno redondeado cuyo "interior está lleno de flameante vida". Apa-
recen luego asimetrías del contorno, con ciertos componentes direc-
cionales y un sentimiento siempre presente de tensión. Los contornos
se consolidan, el interior permanece más o menos difuso, se articula
después entre un constante oscilar y flamear y luego atraviesa poco
a poco el contorno, en favor de la articulación del todo, en lo cual
aparece la articulación figura-fondo de este último. Del estadio de la
preconfiguración, inestable, inconcluso, contemplado siempre con un
sentimiento subjetivo de tensión, surge de pronto la "configuración
final", con su característica tonalidad de algo definitivo y acompaña-
da por un descenso del sentimiento de tensión. Un importante signo
característico del estadio de preconfiguración, sobre el cual ha llamado

lll SANDER, F.: Raumliche Rhythmik, "Neue Psychologische Studíen", I (1926). pá-
ginas 159-167; Über Vorgestalten, "Neue Psychol. Stud.", 4 (1928); Gestaltwerden und
Gestaltzerfall, "40 Jahre-Feier Theophil Borecs", tomo 2, Atenas 1939. WOLHFAHRT, E.:
Der Auffassungsvorgang an kleinsten Gestalten. Ein Beitrag zur Psychologie des Vor-
gestalterlebnisses, "Neue Psychol. Stud.'' (1928), pp. 347-414.
112 Configuración y campo

la atención especialmente CoNRlU> rn, consiste en que el sujeto capta


la configuración final de un modo ampliamente libre, pudiéndola in-
terpretar libremente de diversas maneras, mientras que por lo que se
refiere a la preconfiguración se halla mucho más vinculado al modo
en que ésta precisamente se le aparece.
De modo inverso, pueden destruirse campos ópticos distorsionando
lentamente las partes constitutivas y emparejadas de imágenes este-
reoscópicos vistas espacialmente. La configuración final de la imagen
espacial es fijada aún durante mucho tiempo. Si excede un cierto lí-
mite, exactamente determinable, esta totalidad se desintegra. Tras
una fase de caótica confusión, comienza la conocida competencia
de las imágenes dobles, en la que tan pronto predomina una como
otra. El límite de desintegración depende del "nivel de configuración",
es decir, del mayor o menor grado de configuración y de sentido de
las imágenes. La totalidad que se halla organizada a un nivel más
alto ofrece mayor resistencia a su destrucción que la configurada a
nivel más inferior.

"De especial importancia es aquella fase que precede inmediatamente a la des-


integración propiamente dicha. En ella comienza a mostrarse inestable la configura-
ción, anteriormente estable. Se muestra llena de tensión y de movilidad dinámica. Estas
alteraciones de la estabilidad y firmeza de la imagen se basan en la situación total
afectiva por parte del sujeto que las vive, caracterizada por una molesta inquietud,
por nerviosismo, casi por ansiedad y · por una oscura necesidad de conservar y man-
tener la imagen óptica y con ella a sí mismo en el estado anterior. El sujeto se
siente como forzado y arrastrado por una inaudita exigencia cuando los últimos restos
de estabilidad desaparecen y se siente hundido durante segundos en una confusión
absoluta. Pueden lograrse análogas vivencias con la desintegración de configuraciones
rítmicas o musicales" u.

En el experimento genético, la tendencia involuntaria del obser-


vador era la de alcanzar la configuración final, en el experimento de
desintegración, la de conservarla. En otras palabras: siempre se halla
referido a la configuración final o definitiva, como es de esperar de
acuerdo con la ley de pregnancia. Configuración definitiva y caos
constituyen términos finales entre los cuales se dan cursos regulares
y sujetos a leyes, auténticos desarrollos y una transformación más o
menos constante de lo configurado. A las etapas intermedias, incom-
pletas, colmadas de tensión, del cambio de lo configurado, es decir:

13
CONRAD, K.: Strukturanalysen hirnpathologischer Féille, l. Übet Struktur und Ges­
taltwandel, "Deutsche Zeit. f. Nervenheilk.", 158 (1948), pp. 344-371. Aquí seguimos la
excelente y breve descripción de CoNRAD.
u S.!UIDER: Beitrage zur Psychologie stereoskopischen Sehens, "Archiv. f. Psychol.",
191 (1928). Citado por CONRAD, loe. cit.
Isomorfismo 113

a la preconfiguración, corresponde un significado especial con respec-


to a la Psicopatología, ya que en condiciones patológicas nos es dado
ver cómo muchos procesos psíquicos permanecen detenidos en dicho
estadio sin alcanzar su completo desenvolvimiento y su forma defi-
nitiva. Para designar el modo o vivencia de tales etapas o estadios,
CONRAD utiliza el término de protopátíco, tomado de la Neurología; pa-
ra denominar la etapa de configuración definitiva, el de epicrítico.
Con ello se alude meramente a una semejanza y no al fundamento
neurológico de los procesos correspondientes.
En el experimento de desintegración surge, aun antes de que apa-
rezcan como atacados en lo más mínimo los componentes sensoria-
les del campo total, una peculiar vivencia correspondiente a un es-
tado de ánimo, que tiende a conservar el campo como totalidad. Tal
humor o estado de ánimo no precisa ser angustiado, puede, incluso,
corresponder a un sentimiento de felicidad, pero se halla colmado de
tensión. El modo de vivencia puede ser aún epicrítico, pero está en
el límite de lo protopático. Pero, aparte de esto, y si las condiciones
no cambian de modo demasiado rápido, se conserva aún durante
mucho tiempo una cierta ordenación, si bien con oscilaciones, orde-
nación que se disuelve luego por completo, quedando sólo retazos
inconexos de lo previamente existente. En el dominio de lo protopático,
todas las propiedades expresivas y fisiognómicas de lo contemplado
se destacan más patentemente, en contraste con lo constructivo-formal
(les propiedades esenciales, en comparación con las estructurales,
véase página 332). Las pre-configuraciones son inconstantes, dan la
impresión de un vibrar y ondular, especialmente en su propio inte-
rior, mientras que sus contornos más bien aparecen como reforzados.
Con frecuencia, sin embargo, persisten insistentemente, pero es la
persistencia de algo incompleto, interceptado en su camino hacia la
plenitud, y se trata, además, de una persistencia de algo que oscila.
La oscilación se transmite al sujeto y surge en éste como vivencia de
tensión, a lo cual hemos aludido anteriormente. Estos conocimientos
han sido logrados primeramente con respecto a la esfera óptica y
han sido experimentalmente confirmados en otras esferas sensoria-
les. Se hallan en tan completo acuerdo con ciertas observaciones clí-
nicas que no existe motivo alguno para no aplicarlos a la interpreta-
ción de estas últimas.

ISOMORFISMO.-El hecho de que procesos fisiológicos posean ca-


rácter de campo no ha de asombrarnos mucho si recordamos que
todos los procesos de excitación somática son de naturaleza electro-
química y que el concepto de campo ha surgido del estudio de los.
BASH - 8
114 Configuración y campo
fenómenos físicos eléctricos. Ya que los procesos psíquicos no son
imaginables sino unidos del modo más estrecho con los corporales,
el carácter de configuración o de campo ha de ser válido para am-
bos. Explica, asimismo, por qué ambos parecen no corresponder en-
tre sí en algo, que estriba ante todo en una falta de correspondencia
en cuanto a sus detalles y particularidades, ya que tan sólo sus pro-
piedades configurativas son las que han de hallarse coordinadas
entre sí, mas no los miembros aislados que las constituyen. Hemos
de esperar, por el contrario, que las configuraciones psicológicas y
fisiológicas, y en último término también las químicas y físicas, se
comporten de modo análogo por lo que se refiere a sus rasgos esen-
ciales configurativos y que su. relación mutua no sea puramente ca-
sual. Este postulado, que corroboran multitud de ejemplos, ha recibi-
do el nombre de isomorfismo por parte de su descubridor, Max WERT-
HEIMER. Podría inducir fácilmente a error si se pensase que corres-
ponde a la vieja doctrina acerca de la correspondencia entre estímulo
sensorial y unidad o elemento anatomo-morfológico. A lo que alude
más bien es a la morfología configurativa, no a la anatómica. Con-
tinuando el pensamiento de WERTHEIMER, Wolfgang KoEHLER ha mos-
trado más tarde, mediante detalladas investigaciones y una cuida-
dosa fundamentación matemática de su teoría, cómo en numerosos
casos las propiedades configurativas de procesos psíquicos y de los
procesos físicos a ellos subyacentes son idénticas, quitando así fuer-
za a la objeción de que en ello se trata de meras analogías. Este
mismo investigador ha proporcionado en años más recientes nuevo
material experimental y demostrativo, de modo tal que hoy en día
puede considerarse al isomorfismo como algo más que una mera
hipótesis de trabajo is.
Lo que diferencia a un campo de un territorio o ámbito cualquiera
es el hecho de que el primero posee estructura. Según una definición
de MEILI 16, la estructura u organización es un "conjunto de diversas

15
Véase al respecto KoHLER, W.: Die physischen Gestalten in Ruhe und im
stationiiren Zustand, Erlangen, Editorial de la Academia de Filosofía, 1924; Idem:
Dynamics in Psychology, Liveright, Nueva York, 1940. Como último y más importante
eslabón de la cadena de pruebas ha de mencionarse la demostración directa de
cambios eléctricos de campo en el lóbulo occipital al paso de un estímulo luminoso
por el punto de fijación. Tales cambios eran de una índole que correspondía a la
dirección del movimiento del estímulo, o bien al hemisferio correspondientemente esti-
mulado, y teniendo, además, en cuenta el cruzamiento óptico y la retina hemilateral.
Véase KoHLER, Relational Determination in Perception en Cerebral Mechanisms in
Behavior, "The Hixon Symposium", editado por L. Jefress, Wiley, Nueva York, 1951,
páginas 200-230.
16
MEILI, Richard: Lehrbuch der psychologischen Diagnostik, Huber, Berna, 1951,
página 52. Edición española, Morata, Madrid, 1957.
Isomorfismo 115

partes en el cual la importancia de cada una se halla codeterminada


por las otras y por la totalidad de ellas". La estructura puede ser
también homogénea, pero esto es sumamente raro en campos de toda
índole, y en el campo psíquico tan sólo muy difícilmente es posible
lograrlo, y ello mediante ayuda de complicados dispositivos artificiales.
En condiciones naturales apenas es realizable. Tenemos, sin em-
bargo, motivos para admitir que el campo psíquico del recién nacido
o del lactante se halla esencialmente estructurado de modo más sen-
cillo que el del adulto, y al menos podemos permitirnos la hipótesis
de suponer que el campo consciente del neonato ha de ser aproxi-
madamente homogéneo. En su campo psíquico consciente (y sólo de
él trataremos por el momento) emergen bastantes faltas de homoge-
neidad, contenidos psíquicos de naturaleza difícil de precisar, sensa-
ciones corporales de la índole más sencilla en un principio, proba-
blemente, tales como las de presión, postura, movimientos propios,
temperatura, etc. No cabe duda que los manifiestos cambios de hu-
mor del lactante permiten asimismo suponer que, a su manera, po-
see sentimientos. El pensamiento conceptual es de adquisición muy
ulterior, pero los conceptos, como demuestran la observación y el
experimento, se desarrollan a partir de la comparación y del poner
en relación entre sí representaciones concretas. Mucho antes de
que el niño sea capaz de unir y de separar estas últimas, presiente
ya correlaciones entre los objetos de sus representaciones, unas ve-
ces certera, otras erróneamente, empleando para ello la intuición. Sea
como sea, lo que resulta seguro es que estos modos diversos de captar
contenidos psíquicos se hallan poco diferenciados entre sí durante
las primeras etapas de la vida y que crecen como ramas de un tron-
co común. Podemos emplear la palabra "representación", en un sen-
tido amplio, para designar todo aquello que gracias a dichos modos
de captación (juntos o separados) se halla presente en lo consciente
o en lo inconsciente como figura relativamente destacada 17•

17
Que la expresión, a primera vista extraña, de "representación inconsciente"
posee un sentido justo, ha sido demostrado por O PoTZL mediante hábiles experimentos,
cuyos resultados han contribuido grandemente a reforzar la tesis de la psicología pro-
funda. A los sujetos del experimento les fueron mostrados, durante tan sólo 1/100 de
segundo, cuadros que representaban paisajes desconocidos para ellos, invitándoseles
luego a comunicar aquello que habían percibido. Las condiciones experimentales eran
semejantes a las de la visión periférica {en parte empleada con idénticos resultados)
y no permitían una percepción completa de lo presentado. Fueron registrados, asimismo,
los sueños de la noche siguiente al experimento, haciendo algunas veces que el su-
jeto dibujase lo que había visto en sueños. En general se encontraron en estos últimos
percepciones que correspondían exactamente en cuanto a contornos, distribuciones de
claroscuro, etc., con aquellas partes de los cuadros que los sujetos no habían registrado
en sus protocolos después de la exposición del material. Los contenidos de las imá-
116 Configuración y campo

Ciertas representaciones o grupos de representaciones alcanzan


una preeminencia gracias a su marcada intensidad, su significación
biológica y su frecuente repetición. En el niño pequeño tales repre-
sentaciones corresponden a las vinculadas o referidas a aquellas per-
sonas del inmediato ambiente que le cuidan y protegen y que re-
presentan para él una autoridad, y en primer lugar a la madre. Pero
puede tratarse de representaciones que tienen su origen en el propio
cuerpo y que posibilitan la percepción de este último. Un puente
entre ambos grupos de representaciones se halla constituido por las
relacionadas con la satisfacción de necesidades físicas, tales como
hambre, sed, calor, posición segura, liberación de estímulos pertur-
badores (debidos, por ejemplo, a los propios excrementos), necesi-
dades que el niño no es capaz de satisfacer por sí solo. Más adelan-
te surge el enfrentamiento con un ambiente más amplio y la diferen-
ciación del propio cuerpo y de la propia persona con respecto a aquél.
Tras estos importantes primeros pasos, el hombre se encuentra
siempre ante situaciones típicas, que se repiten en toda vida huma-
na, pero que para el individuo constituyen algo nuevo y de impor-
tancia vital, algo que le troquela y marca de modo especial con re-
presentaciones correspondientes. Se trata de situaciones tales como
las de independencia con respecto a los padres, las etapas críticas
del desarrollo sexual, el -enfrentamiento con las exigencias espiritua-
les que implica el ser hombre, el declive de la vida y la proximidad
de la muerte. Pero, como ya hemos visto, las representaciones no son
simples reproducciones punto por punto de hechos objetivamente da-
dos, sino que se hallan configuradas por el portador de la repre-
sentación, en grado mayor o menor y con arreglo a su estructura e
idiosincrasia íntimas. La representación final es el resultado de un
juego conjunto entre fuerzas correspondientes a campos exteriores e
interiores. De este modo, los datos objetivos son siempre modificados
en la representación por la estructura propia del sujeto que represen-
ta. Esta misma estructura propia se halla constitucionalmente condi-
cionada de modo diverso con anterioridad a toda experiencia, en

genes, en cambio, eran diferentes en el material expuesto y en los sueños. Debió


tener lugar, por tanto, una percepción inconsciente cuyos componentes formales retor-
naban en el sueño aparecido a continuación. Aquellas partes de los cuadros que du-
rante la exposición fueron conscientemente percibidas solían conducir, por el contrario,
a asociaciones que resultaban significativas con respecto al contenido del sueño; sin
embargo, quedaban excluídas de este último. Así se mostraba de modo experimental
la coexistencia de un sistema consciente y de otro inconsciente, cuyos derivados se-
guían mostrando siempre la misma calidad básica de origen. Véase O. PoTZL: Expe-
rimentell erzeugte Traumbilder, "Zeitschrift f. d. gesamte Neurol. u. Psych.", 37 (1917).
Imagen ancestral 117

primer término, por la especie biológica y, dentro de lo que ésta per-


mite, por la masa hereditaria del individuo.
La pertenencia a la especie determina tres cosas: I) que el indi-
viduo, y a consecuencia de necesidades propias de la especie, entre
en situaciones típicas, a lo cual ya hemos aludido anteriormente con
respecto al hombre; 2) que el individuo perteneciente a una especie
disponga de ciertos medios (y no de cualquier clase de medios) no
permutables o susceptibles de ser completados a capricho, para la
satisfacción de sus necesidades (así, por ejemplo, el mamar leche
para las crías de mamíferos, el comer hojas para los insectos, cons-
tituye el medio para satisfacer la necesidad de alimentos); 3) que a
partir de las situaciones típicas para la especie y de los medios pues-
tos al servicio de la satisfacción de sus necesidades (o incluso, de su
frustración), surja en el individuo una representación condicionada
por la especie, la cual le marca la dirección general de su compor-
tamiento dentro de la situación típica para la especie. Esta represen-
tación, que con frecuencia es inconsciente, sería algo que por su
esencia y función se hallaría muy próximo al instinto, si es que no
se trata de algo idéntico. Representa así tan exactamente un resul-
tado del desarrollo y la selección biológicos como puede serlo un
modo corporal de comportamiento consecutivo a la constitución y
función de los órganos corporales que lo realizan, y por lo que res-
pecta a su génesis ésta no ha de ser comprendida de modo diverso, ya
que está inseparablemente hermanada con el cuerpo en virtud del
principio de isomorfismo. Como en el modo de comportamiento cor-
poral, no se trata en ello de una presencia sino de una potencialidad
permanente, que se actualiza de modo renovado en virtud de un
juego conjunto de básicas necesidades psíquicas, modos de función
psíquica dependientes de disposiciones y circunstancias determina-
das, tanto específica como individualmente. Ya que mucho de ello
se realiza en lo inconsciente, de una manera propia y común para
toda la colectividad, hablamos aquí, con C. G. JUNG, de dominantes
del inconsciente colectivo.

IMAGEN ANCESTRAL. ARQUETIPO.-La representación colectiva


puede ser también consciente, al menos en el hombre, y es denomi-
nada entonces, en su forma de aparición manifiesta, imagen primor-
dial o ancestral (no es preciso que tenga carácter óptico). Su forma
manifiesta resulta determinada, en grado considerable, por influen-
cias culturales y por la experiencia individual, mientras que sus ras-
gos básicos configurativos permanecen siendo los mismos y se deri-
van de cualidades propias de la especie. Para designar tanto la do-
118 Configuración y campo

minante como la imagen ancestral, · JuNG ha introducido el concepto


de arquetipo. En los arquetipos no se trata de representaciones here-
dadas, ya que la multiplicidad de las formas de aparición de las
correspondientes imágenes ancestrales, así como la gran capacidad
de transfiguración de estas últimas contradicen el suponer tal cosa.
La representación dominante dirige a la disposición para que ésta
reaccione por un cauce válido para la especie. Una vez manifiesta co-
mo imagen ancestral, susceptible de ser contemplada, puede propor-
cionar una mayor energía al impulso de reaccionar en el sentido de
un camino específicamente marcado. Permite la asimilación, tanto de
necesidades y posibilidades de reacción individuales· como de hechos
únicos, especialmente de carácter objetivo, y por ello no es nunca
rígida y uniforme y resulta más comparable a una típica reacción
corporal coordinada que a un reflejo. Podemos, pues, dar por válida
la siguiente definición: en los arquetipos se trata de amplios grupos
biológicos y etnológicos de posibilidades de reacción psíquica, de ín-
dole colectiva y dinámica, las cuales, aun dadas con la disposición,
son susceptibles de transfiguración y mudanza. Por regla general,
pueden aparecer como imágenes espontáneas y como tales ser con-
templadas y consideradas y, a diferencia de los reflejos, se armoni-
zan con constelaciones de estímulos procedentes de la situación. Las
imágenes ancestrales que los representan, y que aun siendo diversas
muestran esenciales analogías, se dan en pueblos e individuos sepa-
rados en el tiempo y en el espacio y a los cuales es ajeno todo saber
consciente acerca de la imagen ancestral en cuestión.
La especie condiciona ciertas peculiaridades de las constelaciones
de representaciones, las cuales siempre retoman y se repiten, mos-
trándose como estables en este sentido; del mismo modo opera, con
respecto al individuo, su constitución propia. Dentro de las posibili-
dades _correspondientes a la especie, todo individuo posee, según su
constitución peculiar, su propio instrumental corporal y psíquico acor-
dado a ellas y, además, son determinadas tanto por sus antecedentes
como por sus circunstancias vitales personales, sus representaciones
propias y características. Las necesidades más tempranas se hallan
estrechamente vinculadas al cuerpo y exigen incondicionalmente una
actividad corporal. Del propio cuerpo afluyen constantemente hacia
la psique del individuo que aún no se halla diferenciado y comienza
a despertar a la vida, estímulos que, aun cuando no son uniformes,
poseen una constancia relativamente grande y sobre todo una conti-
nuidad temporal y que son incomparables con los procedentes de
cualquier otro origen. Todo apunta en favor de que tales estímulos
constituyen el primer fundamento de grupos de representaciones es-
Complejo del "Yo" 119

tables y de índole individual, las cuales se van tiñendo paulatina-


mente con el especial contenido afectivo de la pertenencia personal,
que las vincula entre sí hasta que se unen formando un yo. Según
esto, el yo se constituiría de modo análogo al arquetipo, aquél en el
ámbito individual, éste en el ámbito colectivo de la psique. En ambos
casos se trata de configuraciones destacadas. Ambos pueden ser
conscientes o inconscientes en grado variable.

COMPLE]O.-El característico sentimiento de pertenencia y valor


propios por parte de representaciones de índole diversa, pero refe-
ridas todas ellas, y precisamente por dicho sentimiento, a un centro
común (que consiste probablemente en la vivencia del propio cuerpo),
indica que en el yo se trata de un complejo afectivamente cargado
o, sencillamente, de un complejo. JuNG, que es el creador de este con-
cepto, lo define del modo siguiente: "como complejo afectivamente
cargado designamos el conjunto de representaciones referidas a un
determinado acontecer dotado de una carga afectiva" 18• De acuerdo
con el desarrollo histórico del concepto, el acento se hizo recaer aquí
sobre el aconteeimiento destacado en el tiempo, pero más tarde se
mostró que el vocablo "determinado" podía ser igualmente compren-
dido como "centrado configurativamente" y el propio JUNG califica al
yo, que cumple perfectamente tal condición, de complejo. En los
complejos se trata de una forma estructural, completamente normal,
del campo psíquico, y no significan nada patológico (pese al abuso
que corrientemente se hace del término), surgen en número conside-
rable en toda persona y son unas veces fugaces, otras duraderos.
El más permanente de todos ellos, sin duda alguna, es el complejo
del yo. Su extensión y sus contenidos se hallan sujetos a oscilacio-
nes, como los de cualquier otro. Lo constante en el complejo. son el
núcleo representativo centralizador y el tono afectivo correspondiente.
En torno a esto se organizan sistemas psíquicos parciales, relativa-
mente cerrados, a los que designamos, en general, como complejos.

COMPLEJO DEL YO.-La constancia del complejo del yo, que no


se basa en otra cosa sino en la constancia de las necesidades y de
.los modos de reacción y captación a él subyacentes, desempeña una
importante finalidad que consiste en restablecer la continuidad de la
conciencia individual a través de las interrupciones causadas por el

18
JUNG, C. G. y RICKLIN, F.: Untersuchungen über Assoziationen Gesunder en
Diagnostische Assoziationsstudien, publicado por C. G. JUNG, t. I, pág. 57, Barth,
Leipzig, 1915.
120 Configuración y campo

sueño. Ya que el complejo del yo es reconocido en todo despertar


como el mismo que precedió al sueño (con raras y siempre perturba-
doras excepciones, que estudiaremos más adelante), y ello gracias
a sus condiciones básicas, queda asegurado el sentimiento de conti-
nuidad y se evita una organización completamente nueva del campo
consciente. La identidad con lo anteriormente transcurrido y la refe-
rencia de lo presente a algo situado más atrás en el . tiempo nos es
consciente como recuerdo. La función vinculadora que da lugar al
recuerdo la designamos como memoria cuando se refiere a lapsos
de tiempo de mediana o larga duración y la distinguimos, por moti-
vos clínicos sobre los que trataremos más adelante, de la capacidad
de notocíón, en la cual es breve el lapso de tiempo entre percepción
y recuerdo, lapso de tiempo cuya duración varía entre segundos y
minutos.
El yo sirve para la centralización de contenidos psíquicos en el
campo, pero tal centralización en tomo a sí mismo no siempre resul-
ta en modo alguno consciente para el yo. Un contenido puede ser
muy bien conocido por el yo. estar en su conciencia, pero sin que el
hecho de tal relación sea consciente para el yo propiamente dicho.
Puedo saber acerca de algo sin tener en lo más mínimo necesidad de
recapacitar acerca de que lo sé. Si a pesar de ello lo hago, se añade
un nuevo contenido y se da lugar a una conciencia re:Hexiva: el yo
se refleja en lo consciente como en un espejo. Pero como esto no su-
cede necesariamente, muchos procesos referidos al yo pueden trans-
currir de modo no reflexivo. _A ello corresponde, entre otras cosas,
aquella diferenciación de componentes que pertenecen a represen-
taciones originalmente globales y a la cual hemos aludido anterior-
mente. Ya que el núcleo más constante de representaciones está en
el yo, su diferenciación debería partir del yol el cual sirve en con-
secuencia como punto de referencia para aquélla.
No es éste el lugar adecuado para seguir el desenvolvimiento de
tal diferenciación. Esto corresponde a los tratados de Psicología. Su
resultado son las funciones psiquicas, es decir, "determinadas formas
de actividad psíquica que bajo diversas circunstancias continúan per-
maneciendo iguales a sí mismas" 19•
En las funciones psíquicas se trata de formas de manifestación
de la libido. Su clase y número varían según los autores y carece-
mos de criterios objetivos satisfactorios acerca de su clasificación.
Aparte del criterio de utilidad empírica, la división realizada por JuNG
en pensar, sentir, intuir y percibir se halla también justificada por lo

19
JUNG, C. G.: Psychologische Typen, 7.0 millar, Rascher, Zurích, 1937, p. 628.
Resumen 121

siguiente: las constelaciones de imágenes ancestrales muestran muy


frecuentemente una configuración básicamente cuaternaria en los
sueños y otros productos espontáneos de la psique, que puede sin
esfuerzo ser puesta en correlación con las mencionadas cuatro fun-
ciones. Elegimos, por tanto, esta clasificación y en la segunda parte
de este libro estudiaremos de cerca la patología de estas cuatro fun-
ciones. Pero antes hemos de prestar nuestra atención de nuevo a pro-
blemas estructurales y de orden general.

RESUMEN.-Después de haber sido tratadas en la primera parte


la psicología y patología de las facultades psíquicas no estructuradas,
el presente capítulo ofrece una breve introducción a la doctrina de
. la estructura y configuración psíquicas. Una de las más importantes
propiedades de casi todas las estructuras psíquicas es su articulación
espontánea en figura y fondo. La formación y autoarticulación de las
estructuras psíquicas exige la admisión de un campo psíquico esen­
cialmente análogo al campo físico (electromagnético, por ejemplo).
Esto conduce al concepto de isomorfismo, es decir: de la coincidencia
entre configuraciones psíquicas y físicas (incluso biológicas) por lo
que se refiere a todas sus cualidades configurativas principales.
Debido a una necesidad interna, se constituyen y conservan, en
diversos niveles de organización, estructuras de campo que son re­
lativamente constantes, sobre todo por lo que respecta a los arque-
tipos y al yo. En los complejos se trata, asimismo, de estructuras per­
sistentes, pero más mudables, más intensamente condicionadas des­
de el exterior y de menor importancia. El yo, por lo que se refiere a
persistencia, constituye entre los complejos un caso aparte. Sirve pa­
ra la centralización de los contenidos psíquicos dentro del campo.
A partir de él se diferencian las partes constitutivas de las represen-
taciones originalmente globales, y ello por medio de las funciones
psíquicas fundamentales: sentir, percibir, intuir y pensar.
OAPITUL O 11

Comportamiento abstracto y comporta­


miento concreto

Para la Psicología del pasado siglo, psique equivalía a "concien-


cia". La conciencia"
11
I a su vez, si bien no era considerada como
idéntica a la razón, sí que se la suponía como elevada por esta úl-
tima al más alto desarrollo de su esencia propiamente dicha. Mucho
antes, desde DESCARTES, la psique era "res cogitans". Tan sólo a
través de muchas vacilaciones admitieron la Psicología y la Filosofía
académicas la inclusión en ella de sentimientos, que se esforzaron en
analizar en sus diversos elementos y cualidades. Pero también la ul-
terior Psicología prosiguió manteniendo (y aún hoy lo hace) que
psique y "conciencia" son conceptos que se corresponden mutuamente.

DOS CLASES DE "PENSAR".-No es este el lugar adecuado para


describir el descubrimiento y demostración del "inconsciente" por
JANET, FREUD, JuNG y sus sucesores, pues tal descripción puede en-
contrarse en numerosas fuentes fáciles de abordar. Ponemos la pa-
labra "inconsciente" entre comillas, entendiéndola en sentido amplio
e histórico, para distinguirla de lo inconsciente tal como lo hemos de-
finido en la presente obra. Hemos de recordar, sin embargo, que el
recién descubierto "inconsciente" hubo de surgir como sucesor de la
"conciencia inferior" y que inmediatamente se le adjudicó cuanto se
tenía por difícilmente compatible con la "esencia superior": el espí-
ritu y, sobre todo, con la razón humana. La "conciencia", tanto antes
como después, continuó siendo considerada, ya que no completamente
equilibrada y en orden, sí como predominantemente lógica y racional,
mientras que los impulsos e instintos, los sentimientos nefandos, la
mayoría de las emociones espontáneas del alma ingenua, eran rele-
gados a la oscuridad del "inconsciente", considerado como el lugar
más adecuado para ellos. Si nos arriesgamos a caracterizar la dife-
rencia entre "conciencia" e "inconsciente" de un modo breve, no
precisamente exacto, pero sí práctico desde el punto de vista de fina-
lidades ulteriores, diremos que la "conciencia" era tenida por pre-
dominantemente racional, el "inconsciente", por irracional. Esta con-
traposición es mantenida aún en cuantos libros se refieren al tema,
124 Comportamientos

unas veces de modo más manifiesto, otras menos y con salvedades


o con el reconocimiento de la existencia de excepciones. Como hemos
intentado esclarecer en el capítulo anterior, por lo que respecta a la
racionalidad y la irracionalidad se trata, sin embargo, de modalida-
des distintas de estructura del campo psíquico, mientras que en la
conciencia y la inconsciencia se trata de cualidades polares de aque-
llas esferas psíquicas que sólo por ellas quedan definidas, sin que
se hallen en obligada relación con estructura psíquica alguna. Desde
hace mucho tiempo nos hemos habituado a unir los conceptos de
"conciencia" y de "racional", así como los de "inconsciente" e "irra-
cional", y resulta difícil un cambio de parejas, aun cuando se trata de
un hábito condicionado por el medio ambiente y no de una vincula-
ción que pueda estimarse como definitiva. Nuestro concepto de in-
consciente resulta, pues, tan sólo idéntico con el "inconsciente" de la
literatura en tanto este último se halla caracterizado de hecho y en
el caso individual, por la cualidad de inconsciencia de sus conteni-
dos, pero nada más que por ello. Tampoco lo consciente, en el senti-
do que otorgamos al término en este libro, coincide con la "concien-
cia" en sentido general.
Un característico predominio de lo racional en el ámbito conscien-
te, de lo irracional en el de lo inconsciente, es innegable bajo las con-
diciones contemporáneas de vida en Occidente. Esto resulta evidente,
pero también lo son las numerosas excepciones, si es que no quieren
dejarse de ver. Cabe preguntarse si es que las excepciones no serían
consideradas como tales por el mero hecho de no ser lo suficiente-
mente numerosas e importantes y por no ser apenas captables. las
leyes a que obedece su posición, rápidamente variable, en la escala
conciencia-inconsciencia, de modo tal que resultan difíciles de de-
terminar. Tal tipo de consideración, ensayado en recientes obras, no
resulta factible. Consideramos, pues, más justo y adecuado recono-
cer la fundamental independencia de las categorías de consciente e
inconsciente, por una parte, y por otra las de racional e irracional.
Tan sólo después de hacerlo así cabe establecer las relaciones que
puedan unirles en el caso aislado.
No son tan recientes las tentativas encaminadas a elaborar y ex-
presar de modo más depurado las diferencias de estructura psíquica
que hemos designado aquí de modo sumario y provisional con los
términos auxiliares de "racional" e "irracional". Aparte de no pocos
precursores, las encontramos ya desde 1900 en la Interpretación de
los sueños, de FREUD1 bajo la forma de sistema "psy" primario y se-
cundario. El sistema "psy" primario es identificado allí ampliamente
con el "inconsciente", así como el secundario con la "conciencia".
Clases de "pensar" 125

Casi hacia la misma época, en 1912, E. BLEULER y C. G. JuNG publi-


caron importantes ensayos dirigidos a solucionar el problema, ya
reconocido, ensayos que, sin embargo, no fueron llevados a térmi-
no 120• BLEULER prestó atención al concepto de pensamiento autístico
o dexeistico, que existiría junto al pensamiento racional y ajustado
a la realidad, y escríbíó:

"Existe un pensamiento independiente de las leyes lógicas y que en lugar de re-


girse por éstas se halla dirigido por necesidades afectivas. Surge más acentuada-
mente en la demencia precoz y en el sueño, así como en la mitología y la supers-
tición, en el soñar despierto del histérico y del sano y también en la poesía. El pen-
samiento autístico puede utilizar para sus fines un material completamente ilógico...
El pensamiento autístico puede ser consciente o inconsciente, lo mismo que el lógico."

En la frase últimamente citada se consolidó. una importante afir-


mación, sobre la cual vuelve BLEULER ocasionalmente en sus ulterio-
res disquisiciones sobre el tema, afirmación que con frecuencia resulta
descuidada o bien pierde vigor a favor de la antigua concepción.
Hacia la misma época, y en el capítulo inicial de su obra Símbolos
y transformaciones de la libido, titulado "Acerca de dos clases de
pensamiento", JuNG establece una diferenciación entre el "pensamien-
to dirigido", por una parte, y el ensueño y el fantasear, por otra. De-
nomina a esto último, siguiendo a William JAMES1 pensamiento "mera-
mente asociativo" y no le reconoce valor alguno para la adaptación
a la realidad. El pensamiento asociativo puede transcurrir de modo
consciente, como sucede en el "ensoñar despierto"; el pensamiento
dirigido, por el contrario, no transcurre jamás de modo inconsciente.

COMPORTAMIENTO ABSTRACTO Y COMPORTAMIENTO CON-


CRETO.-Poco después de aparecer ambos trabajos sobrevino la pri-
mera guerra mundial, que dio lugar con su cúmulo de heridos cere-
brales a un estudio profundizado acerca de los modos de .· percep-
ción y de comportamiento alterados de manera patológica. °En ello
desempeñó un importante papel uno de los colaboradores de WERT-
HEIMER, Kurt GoLDSTEIN, el cual publicó en 1920 y junto con Adhemar
GELB los resultados obtenidos con sus investigaciones en una gran
obra titulada Análisis psicológicos de casos de patología cerebral en,
En esta última encontramos expuesta la fundamental diferencia entre
comportamiento "abstracto" y comportamiento "concreto", que se-
guidamente ha de ocuparnos. Tales investigaciones fueron prosegui-

20
BLEULER, E.: Das autistische Denken, "Jahrbuch f. psychoanalytische und psy-
chopatologische Forschungen", IV (1912), p. 37.
21
BARTH, Leipzig, 1920, 2 tomos.
126 Comportamientos

das y ampliadas a casos con lesión cerebral orgánica difusa, a en-


fermos mentales y, con fines comparativos, a sujetos sanos. Todo ello
mediante abundante empleo experimental de "tests". En 1941, GoLD-

Reproducción
Modelo una vez aleja- Observaciones
do el modelo

2
1
t6. u-
6
«Sí, no sé como se llama; los labradores lo emplean para
segar el grano». (¿Hoz?) «Sí».

Una paa.«]»

3 N 111 «Una escalera».

4 L L -Lln cuarto de círculo».


5 =1 =i «Un redondel que le falta un lado».

6 n n «Un redondel que Je falta lz parte de abajo».

7 ::J F «Una F:..

8
F F «F».

9 1::: F «F».

10 D D «Un espejo».

11
5 h «No me acuerdo. Hágalo usted otra vez»

12 w w «Dos triángulos que señalan hacia arriba».

13 «Un espejo. Aquí un triángulo y dos palitos ... un espejo


~ ~ y una casita>.

Figura 2*

* Según GOLDSTEIN y SCHEERER, loe. cii., pág. 139 (con permiso de la American
Psychological Ass.).
Abstracto y concreto 127
STEIN1 junto con su colaborador Martín ScHEERER1 publicó su monografía
Abstract and Concrete Behavior 122 en la cual son expuestos sus pun-
tos de vista teóricos y son demostrados experimentalmente. A conti-
nuación incluimos algunos ejemplos tomados de dicha obra:

Uno de los experimentos consiste en que los sujetos "reproduzccn figuras lineales
hechas con varitas o bastoncillos. El resultado de una de estas pruebas es represen-
tado en la figura 2. Lo primero que llama la atención es el frecuente empleo de
denominaciones de objetos de la vida cotidiana para designar los modelos aislados.
En l no es tenida en cuenta la posición de la figura. La figura 3, a pesar de su pa-
tente forma de letra, también es "cosificada" y, en consecuencia, mal reproducida,
mientras que en 7, 8 y 9 la forma de la F, que se presta menos a la "cosificación",
se mantiene a través de las diversas posiciones del modelo. Ya que tanto en la F
como en la N se trata de formas corrientes y conocidas, se advierte cómo en este
caso lo decisivo no son ni el hábito ni la experiencia, sino la tendencia hacia la
mayor concreción posible del estímulo representado por el modelo.
La N es más adecuada para ello que la F; la escalera es más concreta que la
letra, la cual resulta siempre relativamente más abstracta. En el modelo 4 habría
sido de esperar como respuesta una L, pero predomina la tendencia a la configuración
más sencilla de los datos proporcionados. El paciente ve un espacio parcialmente
cerrado y designa al modelo como parte de la forma cerrada más simple: el círculo
(en los dibujos de niños este último es también la forma genéticamente más precoz).
Los modelos siguientes, 5 y 6, van muy en contra de esta tendencia y son captados
en tal sentido. El cuadrado íntegro del modelo l D, por el contrario, no es evidente-
mente un círculo y no permite, por tanto, una interpretación en el sentido mencionado,
así es que se le designa como objeto de uso corriente. El círculo y el cuadrado, se
podría objetar, son figuras igualment~ abstractas; los estudios de BENDER con su
Visual Motor Gestalt Test 23 muestran, sin embargo, que el círculo o la lazada son
muy precoz y fácilmente captados y copiados en dibujo por los niños de corta edad,
mientras que el cuadrado les ocasiona más dificultades. La letra W, igualmente co-
nocida, y que se reproduce en el modelo 12, no es reconocida, pues resulta mani-
fiestamente demasiado complicada para el sujeto y es descompuesta en dos partes,
las cuales, y aun cuando objetivamente no se hallan cerradas, son designadas, sin
embargo, como formas cerradas ("triángulos", en lugar de "ángulos"). La tendencia
direccional general de la W, con tres extremos hacia arriba y dos hacia abajo,
parece imponerse en la descripción errónea {"dos triángulos que señalan hacia
arriba"). El "espejo" (mod. 10) y el "triángulo" (mod. 12) continúan vigentes en 13.
Incluso el segundo triángulo de 12 se encuentra en 13 en el interior del cuadrado y
ambos se conglomeran con los "dos palitos", rápidamente, en el objeto que se de-
signa como "casita".
Los modos de captación concreta se manifiestan así de una manera clara, patente
y que nos convence, sin más, de que nos hallamos ante un caso patológico (en estos
ejemplos se trata siempre de adultos), pero sería equivocado pretender deducir de
ello que el modo concreto de captación es en sí patológico. No lo es, desde luego,
en los niños; pero tampoco en los adultos. GoLDSTEIN llama la atención acerca de que
también el adulto sano emplea gustosamente comparaciones con objetos de uso co-

22
Psychological Monographs, vol. 53; núm. 2. American Psychological Association,
Evanston, 1941.
23
BENDER, L.: A Visual Motor Gestalt Test and its Clinical Use, "Research Mono-
graphs", núm. 3. American Orthopsychiatric Association, Nueva York, 1938.
128 Comportamientos

tidiano para captar figuras complicadas, así. por ejemplo, en el modelo 13 de la


figura 2 ve por lo regular una casa, etc., pero también capta y reproduce sin esfuerzo
alguno figuras abstractas, en tanto que tales, por ejemplo: un bastoncillo aislado en
posición vertical. oblicua u horizontal. mientras que el enfermo frecuentemente des-
cuida en absoluto el factor de dirección y de posición (véase el modelo 1 en fig. 2).
Por otra parte, el sano es capaz de reconocer, si es el caso, que su modo de capta-
ción concreta es insuficiente y de sustituirlo por otro modo abstracto. Incluso cuando
ha captado primeramente un modelo-estímulo de modo concreto, pero exacto, puede
darse cuenta de los elementos abstractos que incluye y llegar a captar de modo
justo, y en sus relcrcíones fundamentales, estímulos incluso más complicados, los
cuales se le aparecen como desprovistos de sentido.
En otros experimentos se había de elegir entre madejas de colores y tonalidades
diversas (HoLMGREN-GARNE), tales como las que se emplean para reconocer a los
daltonianos. Cada color incluía por lo menos 12 tonalidades. Se eliminaba, natural-
mente, a aquellos sujetos que tenían ceguera cromática. Los sujetos eran invitados a
juntar aquellas madejas que en su opinión debían ir unidas. El sano, casi sin excep-
ción, las clasifica por colores, El enfermo, por ejemplo, puede reunir unas cuantas de
color rojo, pero se detiene luego, y si se le pregunta el motivo por el cual no ha
incluido una determinada madeja dentro de su agrupación, responde que porque no
es roja, sino rosa oscuro. O bien, en lugar de agrupar todas las madejas correspon-
dientes a un color, busca, manteniendo una madeja en la mano, otra semejante
hasta que la encuentra. Entonces deja la primera, busca con la segunda en la mano
otra que se asemeje a ésta, etc. Es decir, forma parejas en lugar de agrupar con
arreglo a un denominador común, e incluso por este camino fundamentalmente distinto
puede llegar al mismo resultado que por el abstracto. O bien selecciona, según las
instrucciones dadas, todos los tonos correspondientes a un color determinado, pero
denomina a cada tono de un modo distinto (por ejemplo, verde hierba, verde botella,
verde pino, verde pavo real. etc.) y se niega a reconocer que todos ellos corresponden
al mismo grupo. Uno de estos pacientes eligió sucesivamente varios tonos de verde,
los cueles comparó con la hierba de diversos lugares, pero después unió a ellos una
madeja marrón y dijo: "Este es el color de la corteza de árbol y este otro el de
las hojas.''

Los resultados de estos experimentos y de otros semejantes, así


como la observación clínica detallada, han llevado a GoLDSTEIN y
ScHEEREn a resumir el concepto de comportamiento abstracto y de
comportamiento concreto (también hablan de "actitudes", de "modos
de captación", etc.) de la manera siguiente 24:

"Estas actitudes o modos de comportamiento no son mecanismos psíquicos adqui-


ridos, ni tampoco hábitos del individuo, así como tampoco se trata de capacidades
específicas como, por ejemplo, la memoria o la atención. Se trata más bien de modos
de función de la personalidad total, cada uno de los cuales, en sí, puede proporcionar
la base para diversos rendimientos en un dado nivel de referencias con respecto a
la situación ambiental.''
"La actitud concreta es realista. En esta actitud nos hallamos· entregados a _ la
inmediata experiencia de la cosa o situación dadas, en su calidad de únicas, y esta-
mos vinculados a ellas. Nuestro pensamiento y nuestra acción son dirigidos por las

M Loe. cit., p. 2 y ss.


Abstracto y concreto 129
exigencias inmediatas que nos ofrecen un especial aspecto del objeto o de la situa-
ción que se encuentran en el medio ambiente."
"En la actitud abstracta superamos el aspecto especial o la impresión sensorial
inmediatamente dados; abstraemos a partir de propiedades específicas. Nuestra ac-
ción se orienta según un punto de vista conceptual, ya se trate de una categoría,
una especie o 11n significado general, dentro del que se incluye el objeto aislado.
Nos distanciamos de la impresión dada y la cosa aislada representa entonces para
nosotros un ejemplo casual o el ejemplo de una categoría. Por ello, designamos
también a esta actitud como categorial o conceptual. Sobre la actitud abstracta se
basan las siguientes capacidades:
1) Adoptar voluntariamente una actitud psíquica.
2) Pasar de modo voluntario y deliberado de un aspecto a otro de una situación.
3) Captar simultáneamente y no perder de vista diversos aspectos de la misma.
4) Captar lo esencial de una totalidad dada; desmontar esta última en partea
y separar éstas entre· sí de un modo deliberado.
5) Generalizar, abstraer propiedades comunes y deducirlas de modo conceptual;
adoptar una actitud con respecto a lo "meramente posible" y pensar o actuar de
manera simbólica.
6) Separar al yo del medio ambiente."
"El comportamiento abstracto es más activo, el concreto más pasivo ... "
"Existen gradós diversos de comportamiento abstracto, según el grado de com-
plicación que exija el rendimiento de turno. Un grado especialmente elevado de com-
portamiento abstracto es preciso, por ejemplo, para la dirección consciente y delibe-
rada de cualquier rendimiento, así como para darse uno cuenta o para dar cuenta
a los demás acerca de lo que se realiza. Un grado menor de comportamiento abs-
tracto es necesario para el comportamientoconceptual, cuando este último no coincide
con un darse cuenta acerca de la propia acción. El pensamiento o la conducta sim-
bólica o metafórica en la vida cotidiana pueden ser considerados como especial
ejemplo de tal comportamiento."
"Esta graduación es también aplicable al comportamiento concreto. El · modo más
concreto de tratar situaciones o cosas es el de reaccionar a una sola de sus propie-
dades, la cual es aisladamente vivenciada... ; un modo de captación menos concreto
se da cuando el sujeto capta la total configuración concreta de una cosa o situación
y no se halla determinado, por lo que respecta a su modo de reaccionar, por un
solo rasgo aislado de la misma."
"El individuo normal es capaz de asumir ambas actitudes y de cambiar de una
a otra de acuerdo con las exigencias de la situación. Ciertas tareas no pueden ser
solucionadas sino con ayuda de la actitud abstracta; para otras basta la concreta."

El parentesco del comportamiento abstracto con lo llamado "ro-


cional" y, por lo tanto, con la "conciencia" en el sentido habitual
del término aparece claro y resulta más subrayado aún por las de·
signaciones auxiliares de "conceptual" y "categorial" empleadas por
GoLDSTEIN. El comportamiento concreto, por su parte, se halla redu-
cido a la experiencia inmediata y es "realista" en el sentido de que
toma lo dado, sin reparar en nada más, como psíquicamente real.
GoLDSTEIN emplea incluso los calificativos de "entregado" y de "vín-
culado", es decir, que considera a dicho comportamiento como irre-
flexivo y no libre, como pasivo frente al estímulo. Reacciona a as·
B.un • 9
130 Comportamientos

pectos o propiedades parciales sin que pueda elegir éstas en lo más


mínimo, sin atender a las restantes, de las cuales no es consciente.
No es tan sólo esto lo que indica su coincidencia con el "inconscien-
te" transmitido, sino también sus cualidades, antes mencionadas, de
fijación a lo inmediato, de ingenuidad y de falta de reflexión, así
como su hallarse entregado a fuerzas impulsivas, a las cuales no es
capaz en modo alguno de dominar 25• En el comportamiento concre-
to no se dirige, se es impulsado, sin saber qué es lo que le impulsa
a uno. "Sucede" algo en uno, como puede "suceder" en uno algo
que procede del "inconsciente". Ambos modos de comportamiento
coinciden por lo tanto muy ampliamente con los conceptos históricos
de "conciencia" e "inconsciente". La importancia de los trabajos de
GoLDSTEIN no estriba en el descubrimiento de tales modos diferen-
ciados de comportamiento y actitud, de los que ya se ocuparon los
filósofos con anterioridad a la moderna Psicología, sino, y aparte de
su descripción exacta y de los datos experimentales, en dos puntos
distintos: . en primer término, es puesta claramente de manifiesto la
mutua relación entre ambos, su imbricación mutua, su juego con-
junto e íntimamente entrelazado, incluso bajo condiciones completa-
mente normales y sanas. En segundo término, los hallazgos y con-
clusiones finales son logrados a partir de un material y de una ma-
nera que no muestra relación alguna con puntos de vista pasados
y presentes acerca de la "conciencia" y del "inconsciente" y que,

25
Estas ideas han sido más adelante expuestas y desarrolladas más detallada-
mente por CoNRAD (CONRAD, K.: Das Unbewusste als Phéinomenologisches Problem;
"Fschr. d. Neur. u. Psychiat.", año 25, fase. I, enero 1957). (Idem: Die Symptomatischen
Psychosen­II. Die Bewusstseinstrübung. Psychiatrie der Gegenwart, publicada por H.
GRÜHLE, R. JuNG, W. MAYER-GRoss y M. MütLER,t. II, "Klinische Psychiatrie", Springer,
1960.) CoNRAD incluso ha querido identüicar lo inconsciente con el fondo, lo consciente
con la figura. En nuestra opinión, existen contra ello objeciones de envergadura. Con
arreglo a la concepción de CoNRAD, el enturbiamiento de conciencia y la transforma·
ción protopática de la configuración habrían de ir unidos. Mas existen estructuras
protopáticas, como, por ejemplo, las afasias y ciertos sueños, que no solamente no
son relativamente inconscientes, sino, por el contrario, marcadamente conscientes, e
incluso de un modo molesto. Por otra parte, los resultados de ciertas investigaciones
neurofisiológicas demuestran que existen, por lo menos, dos sistemas, íntimamente
vinculados entre sí, que contribuyen a determinar en cada momento el grado de
conciencia: el sistema reticular ascendente, por una parte, el cual, como mencionamos
ya al tratar acerca de la atención, establece la capacidad de articulación o de ·des-
articulación de lo consciente, y, además, un sistema frenador, del que dependen el
grado o nivel general de conciencia y la transición al estado de sueño (Hsss, W. R.:
The Diencephalic Sleep Center. Brain Mechanisms and Consciousness.­ Charles C.
Thomas, Springfield, 1954), así como el cap. 7, V parte, en la presente obra. PENFIELD
y JASPER diferencian partes anatómica y funcionalmente distintas dentro del propio
sistema centroencefálico y adjudican a su porción rostral. situada en el tálamo la
"actitud por parte de la atención", "the focussing of consciousness upan specific local
cortical functions" (op. cit., p. 199).
Abstracto y concreto 131

por lo tanto, permanecen ininfluenciados por la Psicología profunda,


de la cual tan gustosamente se desconfía. La objeción de que las
conclusiones deducidas a partir de un material patológico, predomi-
nantemente orgánico, no son aplicables a los sujetos sanos, se ve
desprovista de validez por la extensión de las investigaciones a psi-
cosis funcionales, adultos sanos y niños, como han mostrado los tra-
bajos de la escuela de GoLDSTEIN.
En otro lugar 126 he mostrado el paralelismo existente entre el
comportamiento abstracto y la estructura de la "conciencia" y el com-
portamiento concreto y la estructura del "inconsciente". En 1951 apa-
reció la obra de Robert BossARD titulada Psicología de la conciencia
onírica ~7, en la que el autor, sin previo conocimiento de los trabajos
de GoLDSTEIN, ni tampoco del mío, llegaba a resultados semejantes
tomando como base de partida el análisis de los sueños. Ya con el
término de "conciencia onírica" BossARD expresa la noción de que
en el sueño no puede tratarse de algo "inconsciente", lo cual recalca
cumplidamente en toda su obra. La conciencia onírica no es simple-
mente una "conciencia" vigil de menor grado de lucidez, y no se
dííerencíc solamente de esta última por. una "aminoración funcional
fisiológicamente condicionada", sino que se distingue de ella "menos
por el grado de intensidad y más bien por su índole o estructura".
BossARD define las particularidades de esta estructura de un modo
algo diferente que GoLDSTEIN, pero coincidiendo en lo esencial con él.
Así, BossARD menciona en primer término la mayor objetividad
de los procesos de la conciencia onírica y con ello alude a su libera-
ción del influjo ordenador ejercido por el yo vigil, lo cual corresponde
a la acentuación, por parte de GOLDSTEIN tanto de la aptitud del pen-
samiento. y de la actuación abstractos para ser conducidos de modo
voluntario y deliberado, como del carácter "más realista" de la ac-
titud concreta. Como segunda característica de la conciencia onírica
es reconocida, en sentido amplio, la "proyección", que significa para
BossARD tanto como concreción en imágenes o autorepresentación
visualizada de contenidos psíquicos que no precisan hallarse refe-
ridos a un objeto. JUNG define la proyección como "la transposición
de un acontecer subjetivo sobre un objeto exterior". Ya que la actitud
concreta se refiere sobre todo a lo visualmente dado, como muestran
las disquisiciones de GoLDSTEIN, la proyección, en dicho sentido, vie-
ne a coincidir notablemente con la actitud concreta. BossARD hace

26
Consciousness and the Unconscious in Gestalt and Depth Psychology, "Acta
Psychologica", VI, 2/3 (1949).
m Rascher, Verlag, Zurich, 1951.
132 Comportamientos

destacar como tercera característica la metamorfosis y facilidad de


transmutaión de los contenidos de la conciencia onírica, lo cual equi-
vale a un flúido surgir y pasar de uno a otro de los diversos aspectos
de un contenido nuclear vivido de un modo concreto, y ello sin que
la voluntad intervenga. Los "aspectos especiales o impresiones sen-
soriales dados de modo inmediato" no son entonces superados, cosa
que GoLDSTEIN exige de la actitud abstracta, sino que se sustituyen
entre sí, establecen relaciones mutuas, así como con aspectos seme-
jantes de otros contenidos y transforman con todo ello en imágenes
lo dado. Se hallan tan manifiestamente vinculados al comportamiento
concreto aquellos rasgos de la conciencia onírica que BossARD de-
signa como "captación representativa de circunstancias témporo-es-
paciales", "configuración concreta", "condensación y mezcla" y "mo-
dalidad simbólica de expresión", que sobra toda ulterior aclaración.
El descubrimiento de rasgos estructurales y congruentes de com-
portamiento psíquico, realizado por caminos distintos e independien-
tes unos de otros, justifica la hipótesis de que en aquéllos no se tra-
ta de productos voluntaria y deliberadamente conseguidos. La ma-
nera de comprobar y demostrar tales rasgos proporciona pruebas su-
plementarias que indican que ninguna de ambas modalidades de es-
tructuración se halla vinculada, de un modo general, a cualquiera de
las cualidades polares. Existen otras confirmaciones procedentes de
la etnología, la filosofía y la historia comparada de las religiones, de
todo lo cual se deduce que ciertos pueblos no europeos no solamente
son capaces de captar de modo concreto aquello que habitualmente
experimentan, sino asimismo mucho de aquello que nosotros acos-
tumbramos a designar como "ínconscíente", y ello con un grado ele-
vado de conciencia que dentro de la civilización occidental constitu-
ye solamente patrimonio, como uno gracia especial, de determinados
individuos. Ya que tales culturas son frecuentemente capaces de apro-
piarse la técnica de la cívílízccíón occídentcl dentro de plazos asom-
brosamente cortos, debe deducirse que no carecen, en absoluto, de
capacidades de abstracción, sino que éstas yacen en gran parte en
su inconsciente. En la "conciencia" y en el "inconsciente", dentro
del sentido tradicional de estos términos y sin una neta separación
de rasgos estructurales y de cualidades polares, no se trataría, por
tanto, en último término, sino de productos culturales 28•
Si aquí nos hemos ocupado, mas ampliamente que en. otras partes

28 Como tales poseen un significado práctico para la psicología profunda y la


psicoterapia, dentro del marco de la cultura occidental, significado que no vamos a
discutir aquí. Como expresiones técnicas de una ciencia que se plantea a sí misma
Abstracto y concreto 133

de este libro, acerca de conceptos fundamentales de la Psicología


normal, ello ha sido debido a que un esclarecimiento de estos últimos
nos parece ineludible para la comprensión de manifestaciones psico-
patológicas. El territorio de la Psicopatología se halla caracterizado,
no exclusivamente mas sí en medida considerable, por la pérdida de
coordinación entre el comportamiento concreto y el abstracto y por
un predominio del primero. Ya que la actitud concreta es por natura-
leza más individuai y personal que la abstracta, constituye, de modo
preferente, el motivo de desviaciones patológicas de lo normal y sano,
Sin embargo, abarcando ambas actitudes y supraordenada a · las
mismas, se halla la estructure general del campo psíquico, a la cual
compete la coordinación entre actitud abstracta y actitud concreta,
coordinación que ha de ser armónica y encauzada hacia una finali-
dad. El campo constituye, dentro de sus límites, un sistema dinámico
relativamente cerrado, dotado de amplio poder de autorregulación, e
incluye en sí innumerables sistemas secundarios, ya más abiertos,
ya más cerrados. Tales son, entre otros, los complejos, dentro de los
cuales constituyen ejemplos de sistemas secundarios, cerrados de
manera relativamente intensa y ante todo constante, el yo dentro del
ámbito de lo normal, y dentro de lo patológico el núcleo complejo y
reprimido de una neurosis mientras que otros complejos permanecen
más abiertos y son más fugaces. El sistema secundario representado
por el estado crepuscular es siempre fugaz, desde luego, pero según
los casos se halla cerrado en grado diverso. Estas pocas alusiones
han de bastar, de momento, para hacernos ver la destacada impor-
tancia que poseen las estructuraciones patológicas del campo psí-
quico. Antes de que pasemos a estudiarlas más detenidamente en la
parte IV, hemos de ocuparnos de las desviaciones patológicas de las
cuatro funciones básicas, las cuales, y no en último término, son res-
ponsables de la aparición de estructuras y sistemas psíquicos más
complicados.

RESUMEN.-En el capítulo 1 de esta parte se mencionan de modo


general las leyes estructurales psíquicas. Nos hemos ocupado en este
capítulo de dos modos fundamentales de estructuración psíquica, los
cuales han sido advertidos por diversos autores y expuestos por ellos
con arreglo a diferentes puntos de vista, pero coincidiendo siempre
ampliamente las diversas descripciones y confirmando la existencia

como finalidad el análisis y descripción más exactos posibles de lo hallado, son, sin
embargo, y tal como hasta ahora se. han venido empleando habitualmente, íncdecuc-
dos y, por tanto, hemos de evitarlos en la presente obra.
134 Comportamientos

de Ios mismos. Aquella descripción que menos pemuctos implica y


que se halla mejor comprobada experimentalmente es con seguridad
la de GoLDSTEIN, de quien adoptamos los términos de comportamiento
"abstracto" y comportamiento "concreto". En este capítulo mostramos
también cómo, en la esfera cultural occidental, tales modos de estruc­
turar han sido fusionados con los conceptos de "consciente" e "in­
consciente", fusión que resulta ser más bien producto de hábitos, pero
que en modo alguno representa una identidad conforme a ley. El
empleo ambiguo de los términos "conciencia" e "inconsciente" en la
literatura es causa muchas veces de conclusiones erróneas y procede,
en gran medida, de la mencionada fusión de conceptos. Mostramos,
además, cómo no existe relación alguna entre los conceptos de com-
portamiento abstratco y comportamiento concreto, por una parte, con
los de conciencia e inconsciencia, por otra.
TERCERA PARTE
LA PS/OOPATOLOGIA DE LAS FUllOIONES
FUNDAMENTALES
CAPITULO PRIMERO

El Sentir

A. OBSERVACIONES PSICOLOGICAS PRELIMINARES


En la determinación conceptual de las funciones psíquicas funda-
mentales seguimos en general a JuNG, el cual escribe:
"El sentir es, primero, un proceso que tiene lugar entre el yo y un
determinado contenido, proceso que otorga al contenido un determina-
do valor en el sentido de la aceptación o del rechazo {"placer" o "dis-
placer"), pero constituye, asimismo, un proceso que, aparte del con-
tenido momentáneo de la conciencia o de las sensaciones de momen-
to, puede, en cierto modo, surgir aisladamente como estado de humor
o de ánimo."
Nosotros· sustituiríamos en esta definición el término "contenido
de la conciencia" por el de "contenido psíquico", y recordaríamos
al mismo tiempo que el yo puede ser tanto consciente como incons-
ciente (mientras que para JUNG es exclusivamente consciente e inclu-
so es considerado como una condición de la conciencia). El sentir,
por tanto, no ha de confundirse ni con la sensación que puede tenerse
corporalmente (por ejemplo, "sentir" un pinchazo), ni con el "sentirse"
en el sentido de "encontrarse" {"me siento enfermo''). Se trata de una
función enjuiciadora y, por tanto, según JuNG, racional. Pero los jui-
cios que establece lo son según atribuciones afectivas de valor y no
por conclusiones lógicas. Sus categorías son las de "agradable" o
"desagradable", y no, como sucede en el pensar, las de "verdadero"
o "falso". En el pensar se trata asimismo de una función racional;
pero que juzga de un modo disyuntivo y no reconoce término medio
entre "verdadero" y "falso", según el principio de exclusión de ter-
cero. Entre lo agradable y lo desagradable existen, por el contrario,
infinidad de gradaciones, así como también una indiferencia, que se
sitúa entre ambos. Las propiedades del sentir son, pues, escalares,
graduales, como la conciencia y la inconsciencia; las categorías del
pensar, por el contrario, no lo son. Mas tanto el pensar como el sentir
muestran en sí polaridades de contrarios.
138 E 1 sentir

Toda función psíquica fundamental es, como hemos visto, un modo


de actividad a cuya disposición existe un caudal, variable en cada
caso, de energía, impulso o libido destinado a que se cumpla tal
actividad. La cuantía de dicho caudal depende de la distribución de
energía en el campo total y en cada momento. Este sencillo razona-
miento nos muestra que no ha de confundirse el valor que el sentir
atribuye a un determinado contenido con la respectiva carga de libido.
En ambas cosas se trata de propiedades escalares que pueden variar
independientemente una de otra. Una atracción o una repulsión in-
tensas no constituyen forzosamente algo "intensamente" ocupado por
libido, o viceversa. En el diario podemos leer, por ejemplo, acerca
de catástrofes naturales o de actos de terror político; sentimos una
compasión auténtica e intensa, una viva repulsa, pero pasamos a
nuestras actividades cotidianas sin que pensemos más en ello y sin
emprender acción alguna. Nada justifica poner en duda la autentici-
dad e intensidad de nuestros sentimientos; pero resulta evidente que
están faltos de libido, de energía afectiva. En otros casos de indife-
rencia puramente aparente, el caudal de libido puede haber sido re~
primido, así como por el contrario puede acontecer que sea el propio
objeto lo reprimido, mientras que la cantidad de libido se haga sentir
acaso de modo mucho más consciente como angustia libre y flotante.
Sentimientos débiles pueden ir también unidos a una libido intensa,
como sucede, por ejemplo, cuando se realiza con energía y perseve-
rancia una tarea que es más bien indiferente desde el punto de vista
afectivo. El sentir proporciona la dirección, la ocupación por libido
procura la intensidad dinámicamente efectiva y determina, por tanto,
el vector del impulso.

AFECTO, AFECTIVIDAD, EMOCION.-Como se deduce de su de~


finición, la propiedad más sencilla y básica del sentir se halla re-
presentada por su tonalidad afectiva o hedónica; es decir, y en último
término, por su valor de placer o de displacer. Esto último es frecuen-
temente designado como afecto y se habla de afecto positivo o nega- ·
tivo según que desde el punto de vista del sujeto haya atracción o
repulsa. Clínicamente, sin embargo, se habla de afecto cuando existe
una intensa excitación del sentimiento, acompañada de inervación
motora; es decir, especialmente en las conmociones del sentir que
van unidas a actos violentos. Por útlimo, y en ocasiones, todo lo psí-
quico que no corresponde al llamado "intelecto" es comprendido bajo
la denominación de afectividad; pero entonces los límites del inte-
lecto desbordan lo que correspondería estrictamente a la función del
pensar. El sentimiento, más complicadamente estructurado, unido a
Carácter de incitación 139

situaciones típicas del sujeto y que muestra, por tanto, el sello de lo


personal, es designado como emoción, tal como la tristeza (afecto
negativo tras la pérdida de algo afectivamente acentuado de modo
positivo), el orgullo (afecto positivo referido a algo que el yo conside-
ra como propio), la ira (afecto negativo dirigido contra un adversario
y unido a deseos de represalia), etc.
Al sentimiento corresponde una cierta situación especial entre las
funciones básicas, pues sus manifestaciones son las primeras que
pueden comprobarse y que más claramente pueden ser reconocidas, y
por hallarse además en relación inmediatamente experimentable con
la corporeidad. Desde luego, y en términos generales, no podemos
imaginar proceso psíquico alguno (aparte de abstracciones delibe-
radamente dirigidas y de índole correspondiente a las ciencias del
espíritu) sin un simultáneo acontecer somático. En el sentimiento, sin
embargo, tal relación aparece con más claridad; en ocasiones es vi-
vido incluso como sentimiento corporal, o bien resulta difícil dife-
renciar si algo es "sentido" psíquica o corporalmente. El lenguaje
corriente emplea la palabra "sentir" tanto para referirse a un senti-
miento como a una percepción. La raíz de los procesos del sentimien-
to corresponde, desde el punto de vista anatómico, a un territorio
que es el de partida de las acciones instintivas e impulsivas: el tá-
lamo; el hipotálamo y el sistema diencéfalo-vegetativo en general. El
sistema nervioso vegetativo, íntimamente vinculado al aparato hor-
monal, determina ampliamente el tono general, el estado de humor
y de tensión del organismo en su conjunto, tanto desde el punto. de
vista energético como desde el emocional. Esta íntima urdimbre del
sentimiento con los procesos básicos, cargados de pulsiones en el
límite entre lo psicológico y lo fisiológico, en aquel estrato al cual
tiende siempre a regresar el enfermo psíquico, tiene por consecuen-
cia que las alteraciones del sentimiento ocupen un lugar especialmente
importante en Psicopatología.

CARACTER DE INCITACION.-A todo objeto psíquico corresponde


un juicio por parte del sentimiento, aun cuando tal juicio no equivalga
sino a indiferencia. Ciertos objetos psíquicos, por otra parte, parecen
ofrecernos un aspecto diferente, que casi siempre es de tonalidad
sentimental. En su espontaneidad e independencia respecto a la razón
se asemejan al sentimiento, siendo, sin embargo, necesario diferen-
ciarlos de éste. Se trata de objetos dotados del carácter de incitación
o requerimiento (K. LEWIN). Con ello quiere aludir LEWIN a aquella
"incitación" que parecen dirigirnos objetos, personas o situaciones
concretas, de acuerdo con las condiciones momentáneas del campo.
140 E1 s e nt i r

Así, por ejemplo, el agua "incita" unas veces a beberla, otras a ba-
ñarse ("Sonríe el lago, incita al baño", dice ScHILLER en su Guiller­
mo Tell), otras a abrir el paraguas. Un rostro puede incitarnos unas
veces a mirarlo, otras a apartar de él la vista; un plato lleno puede
tener distinto carácter "incitante", según que nos hallemos o no en
ayunas. Una misma incitación, según las circunstancias, puede re-
vestir diferente tonalidad sentimental; asimismo, una tarea, que
fundamentalmente nos interesa, es abordada unas veces con placer,
otras de mala gana. Este último ejemplo ilustra una fundamental di-
ferencia, constituida, desde el punto de vista de quien lo vive de modo
inmediato, porque el carácter de incitación se encuentra en el objeto,
mas el sentimiento, en cambio, se halla en el sujeto. Así, en el ejem-
plo anterior, el objeto me interesa de modo permanente; pero el pla-
cer o la desgana están en mí. Por otra parte, el carácter de incitación
va siempre unido a un objeto psíquico, mientras que el sentimiento
puede carecer de objeto.

EFECTOS GENERALES DE CAMPO.-Los efectos generales de


campo por parte de los sentimientos pueden resumirse diciendo que
determinan la dirección en que opera la libido, en el sentido de atrac-
ción o de repulsa, de impulsar o de presionar. Aun cuando valor sen-
timental y cuantía de libido no son equivalentes, los sentimientos ejer-
cen una influencia sobre la economía energética psíquica, pues por
lo general tienden a favorecer los procesos dotados de idéntico tono
sentimental y a inhibir aquellos otros que poseen un tono sentimental
de signo contrario (o a ser inhibidos por estos últimos). Esto tiene
mayor validez cuanto más se aproxima el sentimiento en cuestión al
grado cuantitativo de un estado fundamental de ánimo. Por el con-
trario, este último puede ser a su vez intensamente influido por el
sentimiento aislado, siempre que éste se halle muy cargado de libido.
Los sentimientos próximos al yo vinculan en general, y fácilmente,
energía, y a partir de estos centros, y siguiendo la ley de entropía
psíquica, la libido vuelve a fluir de nuevo, llevando consigo, casi
siempre, el correspondiente tono sentimental. Cuando hay cada vez
más contenidos incluidos en un tono sentimental común a todos ellos,
tono que tiene como punto de partida un determinado centro vivencia!,
hablamos de irradiación del sentimiento. Si se trata del paso o trans-
posición de un tono sentimental correspondiente a un contenido, a
otro determinado, hablamos de transferencia. Si el sentimiento se des-
prende por completo del primer objeto y pasa a un segundo, de des­
plazamiento.
Sentimientos sintímicos 141

SENTIMIENTOS SINTIMICOS Y CATATIMICOS.-Pueden alcanzar


significación patológica las excepciones a la regla antes citada de
concordancia sentimental, según la cual los procesos sentimentales
semejantes se favorecen y fomentan mutuamente, mientras que los
de índole distinta se inhiben entre sí. Cuando sobre el terreno de un
estado básico de humor, que se halle muy marcado, surge un acon-
tecimiento sentímentcl endógeno, éste suele armonizar con la tona-
lidad de dicho estado de ánimo, coordinándose con él. Hablamos
·entonces con H. W. MAIER, de sentimientos sintímicos, pues el senti-
miento ·que surge como figura coincide con el estado de ánimo de
fondo. En otro caso, cuando el carácter del sentimiento aislado y
endógeno que surge como figura hace imposible su unificación con
el sentimiento básico, cuando ambos se hallan en contradicción, ha-
blamos de sentimientos catatímicos. La misma diferencia es aplicable
a los sentimientos exógenamente evocados respecto al humor o esta-
do de ánimo básico. Son, sin embargo, más importantes los endó-
genos, por lo cual los hemos mencionado con prioridad.
Los sentimientos próximos al yo, como hemos dicho, vinculan
fácilmente energía psíquica. Esto resulta especialmente válido res-
pecto a aquellos sentimientos que se aproximan amenazadoramente
al yo, tales como los de intensa frustración, terror, desesperación, etc.
Estos sentimientos suelen surgir dotados de grandes cargas energé-
ticas, frente a las cuales el yo no puede hacer otra cosa sino oponerse
débilmente con su habitual carga de libido. Las huellas dejadas en
el recuerdo por la vivencia amenazadora permanecen extraordina-
riamente cargadas de energía, a cuyo flujo, tal como anteriormente
hemos dicho, se opone la organización psíquica para no . ser inundada.
Surge entonces fácilmente una tentativa para desviar la energía hacia
afuera mediante realización de situaciones dentro de las cuales pueda
tener lugar una actividad. Esta supone la puesta en marcha de una
defensa activa que hasta entonces ha permanecido inhibida, o bien
una descarga hacia el exterior a través de actos, y es designada como
abreacción. Suele hacerse uso involuntario de ella con el fin de des-
cargar afectividad. En terapéutica es posible provocarla de un modo
deliberado, con idéntica finalidad. Quien es objeto de una agresión
se aterra, el que es amenazado grita, el colérico se enfurece, y con
tales reacciones hacen disminuir la tensión que les amenazaba. En la
neurosis de terror, la vivencia del trauma, involuntariamente repetida
a través de la imaginación o del sueño, hasta quedar despojada de
su demoníaco poderío, constituye un clásico ejemplo de abreacción
espontánea. Allí donde esta última no surge y la inhibición causada
por el terror continúa y persiste, la abreacción debe ser buscada por
142 E 1 s e n t i t

procedimientos terapéuticos e incluso provocada de modo artificial.


Aparte de los generales efectos dinámicos de los sentimientos y
con el fin de caracterizarlos mejor hemos de tener en cuenta sus rela-
ciones subjetivamente vividas, su "lugar". Según las citadas concep-
ciones de JuNG, el sentimiento se realiza como un proceso entre el yo
y el objeto (en el humor, el estado general de ánimo se convierte en
objeto a través de la reflexión). El núcleo de todo sentimiento, el
placer o disgusto que implica, se sitúa siempre en el sujeto, como
hemos visto más arriba al compararlo con el carácter de incitación.
Si el objeto, merced a la distribución de energía en el campo, alcan-
za dentro de éste una situación destacada, puede, sin embargo, suceder
que aparezca como decisivo tanto por lo que se refiere al acontecer
emocional, como al energético, y que el sentimiento mismo sea refe-
rido al objeto. Todo esto resulta, como es natural, extraordinariamente
favorecido por la proyección. El objeto es entonces quien manda y el
sentimiento parece hallarse localizado en él : la persona amada resulta
sencillamente digna de amor, el enemigo, de odio; el poderoso apa-
rece como funesto (para el sujeto). Pero este último, en otros mo-
mentos menos agitados, reconocerá fácilmente que el sentimiento
dominante, ya de atracción, ya de repulsa, parte de él mismo, aun
cuando se halle determinado por el objeto. Tal referencia del senti-
miento el objeto constituye parte de la vivencia normal, ingenuamente
concreta, y es sobre todo habitual en los niños. Adqui~re, sin em-
bargo, considerable importancia patológica en aquel "hallarse entre-
gados" a los objetos de sus sentimientos que experimentan ciertos
neuróticos, y más aún determinados enfermos mentales. La solución
del conflicto por esto representado constituye un importante paso en
el camino hacia la curación, dentro de la terapia analítica de las neu-
rosis, y también en la enfermedad mental, ya sea conseguida en esta
última mediante terapéutica, ya suceda de modo espontáneo.

CAMBIOS DE HUMOR REACTIVOS Y ENDOGENOS.-Fácil de


confundir con esta ingenua identificación del sentimiento con una
cualidad del objeto, pero fundamentalmente distinta de ella, es el ca-
rácter reactivo de un sentimiento: su origen reconocible a partir de
un motivo de índole representativa. Así, vivimos un desengaño y ex-
perimentamos por ello una tristeza reactiva; vivimos un hecho feliz
y reaccionamos a ello con alegría, etc. El contenido representativo
puede derivarse, ya del medio ambiente, ya de la intimidad del yo;
una ocurrencia, un esclarecimiento, pueden obrar de un modo tan
animador como cualquier regalo del destino y procedente del exterior.
En ambos casos, la relación del sentimiento con el motivo es clara-
Cambios de humor 143

mente reactiva. Pero esta relación no precisa ser consciente. En los


ejemplos que hemos puesto, lo es; pero en muchos casos solo se pre-
cisa de una ligera exploración psicológica profunda para mostrar
que un sentimiento, que en un principio nos resultaba inexplicable,
tiene su punto de partida en un motivo inconsciente. Así, por ejemplo,
durante la preparación de un viaje se siente uno de pronto de mal
humor sin saber por qué, y de repente se da cuenta que dicho viaje
conduce a una región de la cual procede alguien con quien se ha
tenido una relación desagradable. Una vez que se da uno cuenta
de ello, el mal humor desaparece. La índole reactiva del mal humor
no aparece aquí menos claramente que si nos hubiésemos tropezado
en realidad con la mencionada persona. El humor, o mejor dicho, el
mal humor, parece ser en tales casos de origen endógeno, hasta que
se encuentra y esclarece su auténtico motivo. Sucede de distinto
modo con los sentimientos y estados de ánimo auténticamente endó-
genos, para los que no encontramos más motivo que las propias
oscilaciones de la psique y de los cuales la más detenida investiga-
ción psicológica profunda de la personalidad total no es capaz de
proporcionar una explicación satisfactoria. En ocasiones puede con-
seguir definir motivos e incluso mecanismos ocultos que pueden haber
conducido a una amplia oscilación psíquica del humor; pero aquellos
se encuentran entonces tan frecuentemente en tan notoria despro-
porción con la intensidad del cambio de humor, que no pueden valo-
rarse sino con desencadenantes casuales, y se nos plantea entonces
el enigma del proceso endógeno. La mayoría de· 1as personas experi-
mentan de vez en cuando en sí mismas tales cambios endógenos del
sentir, mas de modo al parecer absolutamente irregular. Otras perso-
nas lo experimentan con periodicidad más o menos marcada (así,
por ejemplo, en los estados de tensión premenstrual). En estos últimos
casos se piensa en influencias hormonales (no suficientemente escla-
recidas) o procedentes del medio ambiente, tales como las que se
atribuyen, sin fundamento, a los cambios de fase de la luna y otras
análogas.
Allí, pues, donde no es evidente ni una reactividad, ni una perio-
dicidad, nos encontramos ante el profundo misterio de las psicosis
afectivas endógenas. Precisamente en estas, en las cuales no se ha
conseguido demostrar de modo palpable, pese a todos los esfuerzos
realizados, una relación con procesos somáticos, lo subjetivo es con
frecuencia especialmente intenso e inmediato, y como señalábamos
más arriba, el humor es vivido corporalmente: se hace cuerpo. El
maníaco siente entonces su propio cuerpo como flotante, infatigable
y lleno de vigor; el depresivo siente el suyo como apagado, pesado,
144 E 1 s e n tir

decaído y mustio. El depresivo puede sentir dentro de sí la tristeza


como si fuese un mal físico, como una oscura nube en el cerebro o
un peso de plomo en el pecho (a diferencia del esquizofrénico, que
por regla general "tiene", y no "es", la nube o el peso de plomo). La
alteración del humor comprende entonces el estrato básico de lo vital,
donde se hallan unificados lo corporal y lo psíquico, como en el niño
de pecho. Se trata entonces de las depresiones que K. SCHNEIDER
califica de vitales. *

B. ALTERACIONESDE LA REFERENCIADE LOS SENTIMIENTOS


Ya hemos mencionado anteriormente algunas alteraciones de este
tipo, en especial la exagerada referencia del sentimiento a un objeto,
lo cual dificulta extraordinariamente la actitud abstracta con respecto
al mismo, imposibilitando, por tanto, con frecuencia, una relación de
índole práctica con el objeto (lo cual no equivale a una relación
desprovista de todo sentimiento). Tal actitud la conocemos, como
manifestación normal, en los niños; como patológica en los psicópatas
pueriles y en los débiles mentales con respecto a situaciones que su
entendimiento no alcanza a comprender. Los neurasténicos la presen-
tan no raras veces y los enfermos mentales frente a los contenidos
de sus delirios y errores sensoriales.
De modo distinto a lo que sucede en la referencia aparente del
sentimiento al objeto y que tiene lugar por un desplazamiento de
la libido a favor de este último, el auténtico desplazamiento del sen-
timiento se origina en virtud de una transposición del valor senti-
mental mismo a un nuevo contenido, el cual pasa a ocupar, por lo
que respecta a la estimación, el puesto que correspondía al conte-
nido cnterior. Este mecanismo típicamente neurótico se pone habitual-
mente en marcha cuando el primer contenido del sentimiento no re-
sulta compatible con los restantes contenidos conscientes; así, por
ejemplo, cuando es estimado como indigno o repulsivo y, por tanto,
resulta reprimido. Su valor sentimental puede entonces ser desplazado
a otro contenido que se halle, por ejemplo, en proximidad espacial o
temporal con el primero o bien conectado con él por semejanza en
cuanto a la forma de aparición, a las propiedades configurativas o
a su sentido, y la reacción sentimental patológica a aquél representa
entonces el síntoma. El descubrimiento del motivo original conduce
entonces, generalmente, a la eliminación del síntoma. Al igual que

" K. SCHNEIDER: Las personalidades psicopáticas, Morata, Madrid, 1965.


Alteraciones de los sentimientos 14b

sucede con respecto a otros mecanismos neuróticos, éste también


puede desempeñar un papel en la psicosis y dar asimismo lugar en
esta última a la formación de síntomas. También, y por el contrario,
pueden resultar reprimidos el contenido representativo junto con el
correspondiente sentimiento; pero escapando a la represión un cierto
"quantum" de libido que por lo demás se hallaba unido a ellos, dan-
do lugar a una angustia libre y flotante en tanto que constituye un
factor perturbador no fijado.
Los sentimientos poseen una cierta conexión entre sí y con las si-
tuaciones en las que surgen, conexión que se estima como natural,
o al menos habitual, y así es generalmente reconocida en la expe-
riencia humana. Esta conexión posee considerable importancia para la
determinaci6n de emociones normales. Así, lo habitual es que el
sujeto sano siente temor al darse cuenta de un peligro, vergüenza al
ser herida su autoestima, alegría ante las demostraciones de cariño
por parte de una persona a la que aprecia, e igualmente nos hallamos
habituados a que un sentimiento dominante no se transforme en otro
completamente distinto y no emparentado con él sin que a ello acom-
pañe un cambio considerable de las circunstancias. Una aparente ex-
cepción la constituye la llamada ambivalencia (véase más adelante).
El grado que asume la emoción correspondiente es individualmente
diverso: un osado aventurero puede quizá experimentar menos temor
ante un peligro que un hombre vulgar y corriente, mas la cualidad
fundamental del sentimiento que le sobrecoge, aunque sea tan solo
en grado ligero, será, sin embargo, la de temor, y al igual que este
cabría establecer otros ejemplos. También se dan diferencias indi-
viduales por lo que se refiere a los matices emocionales más finos
de las vivencias correspondientes a los sentimientos: en un sujeto el
miedo puede ser más apagado; en otro, más inquieto; en un ter-
cero, más desafiante, etc.; pero en todos ellos está presente el miedo,
y sobre todo el fundamental tono afectivo negativo. Pero también
puede ocurrir que alguien, en una situación típica emocional, reac-
cione no solamente con un matiz levemente inesperado de la emoción
habitual, sino con una emoción que resulta patentemente aberrante e
incluso dotada de una tonalidad afectiva diametralmente opuesta a
la que sería lógico esperar; así, por ejemplo, mostrando alegría cuan-
do resultaría natural manifestar tristeza, comportándose de una ma-
nera orgullosa, a pesar de hallarse en una situación profundamente
humillante, regocijándose con la desgracia ajena pese a mostrar una
actitud conmovida. Tales contradicciones a toda experiencia normal
pueden darse no solamente como reacciones aberrantes aisladas den-
tro de una situación que determine y encuadre la respuesta emocio-
BASH ~ 10
1 'lti t; 1 s en t1r

nal, sino que también pueden pugnar entre sí y sucederse unas a otras
de manera brusca dentro de la misma situación. Lo primero que he-
mos de preguntarnos cuando algo de esto sucede es de qué depende.
Una reacción emocional inesperada no demuestra nada patológico.
Sus motivos pueden aparecer como claros y comprensibles en cuanto
los descubrimos. A aquel sujeto que muestra júbilo mientras los
demás permanecen tristes puede habérsele muerto una tía a la que
odiaba y cuya fortuna ha heredado, con lo cual queda aclarado de
sobra su comportamiento. En otros y numerosos casos que correspon-
den más bien al campo de las neurosis o de las alteraciones neuró-
ticamente estructuradas o "neurotoides" (ScHULTZ-HENCKE), la repre-
sión, el desplazamiento afectivo, así como la muy frecuente transfor-
mación defensiva de un afecto en su contrario ("negación" y "for-
mación reactiva" en el sentido de FREUD) son responsables de que la
reacción curse de modo diferente al habitual, de modo distinto a lo
que esperan los demás o el propio sujeto. Aquí, sin embargo, no sola-
mente quedan descubiertas las conexiones mediante una exploración
psicología profunda, sino que las simples observación y anamnesis
clínicas muestran que las emociones aberrantes se limitan a determi-
nados sectores vivenciales, a veces a situaciones muy definidas y que,
por tanto, tienen sus raíces en complejos patógenos. Aparte nueva-
mente de la ambivalencia, del oscilar entre polos contrarios como
síntoma de tensión psíquica, en tales casos no se encuentra aquella
sucesión absurda de emociones dispares dentro de la misma situación
a la cual aludíamos antes. En otros casos, una reacción sentimental
aparentemente impropia puede hallarse determinada por un estado
de enfermedad orgánica, como sucede en algunos posapopléticos, los
cules lloran en cuanto se emocionan, aunque tal emoción sea de índole
alegre. La monótona estereotipia de la reacción, junto con la enferme-
dad orgánica concomitante, aclaran rápidamente la disparidad entre
motivo y efecto.

DISOCIACION AFECTIVA.-No incluimos aquí la risa o el llanto


compulsivos que presentan ciertos enfermos diencefálicos, ya que en
estos casos se trata de expresiones mímicas automáticas que no co-
rresponden a sentimento alguno. Si todas estas posibilidades quedan
excluidas, no resta sino tomar en consideración la disociación afecti­
va en sentido estricto, en la cual veía E. BLEULER uno de los síntomas
primarios de la esquizofrenia. Decimos "en sentido estricto", pues tal
sentido se halla históricamente determinado, ya que de hecho este
concepto de disociación afectiva sería tan aplicable a los mecanismos
neurotoides como a los psicóticos. En realidad, la investigación psi-
Disociación afectiva 147

cológica profunda ha mostrado que los mecanismos neurotoides son


mucho más ampliamente operantes en las psicosis de lo que creía
E. BLEULER cuando estableció su concepto. Un resto de disociación, o
como preferimos decir, de ruina de la continuidad o de la configura-
ción, permanece, sin embargo, inexplicable mediante mecanismos
neurotoides en la psicosis esquizofrénica, por lo cual la delimitación
histórica del concepto de disociación afectiva puede hallarse justifi-
cada.
Nada, sin embargo, encontramos que nos impida hablar de diso-
ciación afectiva con. respecto a neurosis y procesos afines, siempre
que pongamos bien en claro que tal expresión no es empleada en el
limitado sentido patognomónico que lo hacía su autor. Como disocia-
ci6n afectiva entendemos, pues, tanto una alteración de la referencia
de los sentimientos y emociones a circunstancias por las que han de
quedar troquelados, como una alteración de sus mutuas conexiones
normales en el sentido de una ruina de la configuración. Expresado
de un modo algo más gráfico, se la podría designar como una diso-
lución de la lógica del sentimiento.

Ejemplo 8, (E. 11 424), 18 años. hembra.

La abuela paterna era mujer de temperamento desigual y violento. El hermano del


padre era un bebedor tuberculoso. Una hermana y dos hermanos de la paciente sufren
evidentemente de esquizofrenia.
La paciente no mostró anormalidad alguna durante sus años escolares. Después
de la escuela primaria hizo un aprendizaje como sastra, realizando durante los dos
primeros años excelentes progresos en el oficio. Al tercer año, sin embargo, enfermó.
No podía trabajar ni comer, no era ya capaz de concentrarse y tan sólo con el mayor
esfuerzo le resultaba posible adoptar las más sencillas resoluciones. Percibía como si
el mundo entero fuese turbio y "no natural". El primer brote, pobre en síntomas, curó
bien con un tratamiento de insulina. Nueve meses después tuvo un segundo brote,
acompañado esta vez por un agudo estado de agitación, siendo internada. Aun cuan-
do parece prestar poca atención a cuanto le rodea, conoce por sus nombres al mé-
dico y a la hermana que la tratan y sabe muy bien que se encuentra de nuevo en
la clínica. Tan pronto yace tranquilamente 'en su lecho, como se arroja de un lado
a otro, revuelve las mantas, cambia un par de saludos amistosos, los interrumpe con
fuertes gritos guturales y escupe después sin tener en cuenta a quién y a dónde. De
vez en cuando lanza chillidos. De la comida que se le ofrece prueba algunos bocados,
vierte de pronto el plato y grita a la hermana, con la cual acaba de hablar, que le
dan veneno. Acto seguido ríe bruscamente a carcajadas. Después de algún tiempo,
durante el cual se ha mostrado tranquila y abordable, comienza a insultar grosera-
mente a sus padres y entre un torrente de insultos se echa a reir, se contorsiona y
grita, continúa lanzando improperios. Poco a poco se tranquiliza y tras una hora
vuelve a estar tan tratable como en sus días de normalidad.

Diagnóstico: Hebefrenia con disociación afectiva.


148 E1 s en ti r
SENTIMIENTO DE FALTA DE SENTIMIENTOS.-Cuando la alte-
ración de la referencia afecta no solamente a las circuntsancias de-
terminantes de los sentimientos, sino también a su relación con el yo,
que normalmente es siempre unívoca, nos hallamos ante una alie-
nación patológica de los sentimientos, tal como se da en la esquizo-
frenia, pero también en otras enfermedades que pueden cursar con
despersonalización. Los enfermos se quejan de notar aún sentimientos;
pero estos últimos "no son los suyos", sino otros extraños, para los
cuales no existe sujeto. De esto al sentimiento de falta de sentimien­
tos que tan frecuentemente expresan, no hay sino un paso. Les oímos
entonces decir, con expresiones cargadas de afectividad, que no
tienen ya sentimientos, que se dan cuenta que debían sentirlos en
determinadas ocasiones, pero que no los sienten y que se desesperan
por esta imposibilidad, por su presunto embotamiento. Junto a esto,
y en completa contraposición con la disociación afectiva, el enfermo
muestra expresiones de sentimientos adecuados a la situación y una
completa conciencia acerca del carácter de las exigencias generales
planteadas por la situación que condiciona el sentimiento en cues-
tión; es decir, en modo alguno se halla "falto de sentimientos" en el
sentido corriente de esta expresión, acusándose, no obstante, de ello.

El hecho de que un comportamiento emocionalmente adecuado


se halle la mayoría de las veces presente, y a lo sumo ligeramente li-
mitado, nos permite ver en el "sentimiento de falta de sentimientos",
no tanto un sentimiento "suí generis" y cualitativamente erróneo, sino
una especial alteración de la referencia normal del sentimiento. La
referencia al yo no se halla tan laxa como en la alienación de senti-
mientos. Podría pensarse, para explicarlo, que persisten aún senti-
mientos más o menos referidos al yol como ha de deducirse casi con
seguridad del comportamiento del paciente, pero que su "quantum"
normal de libido se ha desprendido tanto de ellos que incluso apenas
son capaces de ejercer su efecto dinámico en el campo inmediato al
yo del enfermo, mientras que la libido, en parte desprendida y en
parte en relación aún con el sentimiento original, se hace notar como
alteración en el "sentimiento de falta de sentimientos". Pero, sin em-
bargo, no podemos ir mucho más allá de esta hipótesis. El "sentimien-
to de falta de sentimientos" lo encontramos no raras veces en la
esquizofrenia. También se da en los más diversos estados depresivos,
en los que muchas veces constituye una fuente de autorreproches;
casi nunca lo hallamos en las neurosis y en las enfermedades orgá-
nicas cerebrales difusas. Tampoco en las depresiones neuróticas, lo
cual puede utilizarse eventualmente para su diagnóstico diferencial
Alteraciones cuantitativas 149

con la forma endógena. Debe ser tajantemente diferenciado de la


conciencia acerca de un auténtico embotamiento del estado de áni-
mo, tal como se da especialmente a consecuencia de la demencia
orgánica, siendo no pocas veces percibido de modo penoso por el
enfermo y constituyendo asimismo motivo de quejas por parte de
éste.

C. ALTERACIONES CUANTITATIVAS
Desde el punto de vista de la total organización configurativa del
campo puede que no aparezca precisamente como justificado el ha-
blar de alteraciones cuantitativas del sentir, diferenciándolas de las
cualitativas, ya que según dicho punto de vista todo cambio verificado
en el campo, ya sea de naturaleza cuantitativa. o cualitativa, trae
consigo una reorganización del mismo y, por tanto, ocasiona cambios
cualitativos en sus estructuras. Esto último queda asimismo confir-
mado por la observación clínica, ya que el incremento o la amino-
ración de cualquier acontecer psíquico, por ejemplo, de una función,
tiene como consecuencia cambios cuya descripción no · puede limi-
tarse a términos cuantitativos. Recordemos a este respecto el ejem-
plo anteriormente expuesto acerca de la actitud predominantemente
concreta del sentimiento en los oligofrénicos frente a conexiones que no
comprenden. En muchos casos, sin embargo, estos cambios cualitativos
son relativamente fáciles de referir a evidentes cambios cuantitativos.
Allí donde pueden ser derivados fácilmente de estos últimos
y donde los cambios cuantitativos pueden ser igualmente considera-
dos como decisivos; hablamos clínicamente de "cambios cuantitativos",
pero sin perder de vista que se trata de una denominación simplista
que no expresa siquiera nada seguro acerca del papel aparentemente
primordial del cambio cuantitativo. Pero la expresión se justifica, aparte
de que es concisa y de la necesidad general de príncípíos clasifica-
dores, por el hecho de que una distinción entre. lo cuantitativo y lo
cualitativo posee su importancia y su realidad clínicas. Pues las alte-
raciones cuantitativas se hallan mucho más próximas de lo normal,
poseen límites flúidos con respecto a este último y se pueden derivar
y comprender en gran medida a partir del mismo. Con respecto a los
cambios cualitativos y en sentido clínico no sucede nada de esto. A
las alteraciones cualitativas corresponde, por tanto, y de un modo ge-
neral, una mayor importancia desde el punto de vista diagnóstico;
pero también son más difíciles de captar, describir e incluso deno-
minar, ya que el lenguaje falla en este sentido tanto para nosotros
como para nuestros pacientes en no pocas ocasiones, y obliga a cir-
150 El sentir

cunloquios y comparaciones que intentan expresar algo que apenas


es comunicable. En ningún otro sector de la psicopatología resulta
tan patente esta insuficiencia del lenguaje como en éste correspon-
diente al sentir, ya que con respecto incluso a los sentimientos nor-
males nunca o casi nunca bastan los medios de expresión verbal.
Un incremento general de la actividad de los sentimientos por
encima de la media se encuentra, de modo completamente normal,
en el tipo sentimental diferenciado (JUNG), pero puede acarrear sufri-
mientos en naturalezas con especial disposición a la profundidad de
aquellos y no solamente hace padecer al sujeto, sino asimismo a la
sociedad. Se convierte, pues, en francamente patológica en los psicó-
patas sensitivos, los cuales responden por así decir a todo estímulo
sentimental con exageradas reacciones anormales, que en múltiples
ocasiones son ofensivas. Para los fines de clasificación clínica no
resulta esencial el que la función sentimental en sí sea la que se halla
intensamente predispuesta hacia lo anormal, o que se hallen sub-
desarrollados los mecanismos normales de captación y elaboración
de los sentimientos. Con respecto a la terapéutica, sin embargo, es
natural que ello no carezca de importancia. La neurastenia conduce
fácilmente a una relativa vivacidad del sentir, por aminoración de las
restantes funciones (la percepción permanece en muchos casos in-
tacta). Quizá también en ciertos casos dicha vivacidad es absoluta.
Los sentimientos son entonces fáciles de estimular, si bien no siem-
pre son intensos, sino más bien incluso algo apagados en ocasiones y
se aplacan tan fácilmente como se exaltan, confirmando así la clásica
fórmula de "debilidad irritable" aplicada a la neurastenia. Casi todo
convaleciente, o bien las personas que le rodean, tienen experiencia
propia acerca de esto. Las neurosis y caracteres histéricos muestran
una tendencia general a la exaltación de la vida de los sentimientos,
si bien ello hace el efecto de algo inauténtico, superficial y más bien
exagerado, que realmente intenso. El papel causal de los complejos
sentímentcdmente acentuados en ciertas neurosis indica la importancia
del sentimiento con respecto a este grupo nosológico (con frecuencia
se trata de una función del sentir indiferenciada). Pero aquí se limita
más bien al sector correspondiente al complejo, desde el cual puede
luego irradiar ampliamente, lo cual sucede en especial en las neuro-
sis de histeria.
De modo análogo a lo que sucede en la neurastenia, los senti-
mientos se exaltan muy fácilmente en el síndrome psicoorgánico, para
extinguirse también fácil y rápidamente (excepto en la epilepsia);
pero en ello se trata sobre todo de los más primitivos e indiferen-
ciados, mientras que los más finos se apagan. Alcanzan también una
Alteraciones cuantitativas 151

considerable intensidad, en ocasiones extraordinaria, permaneciendo


en sus manifestaciones más o menos rudimentarios, como correspon-
de a su índole. En la epilepsia, y muy especialmente en la forma
genuina, son más bien persistentes, dilatados, y adquieren la carac-
terística general de perseveración tan típica de esta enfermedad.
La variante negativa de la actividad de los sentimientos cuantita-
tivamente alterada de modo general se da en los psicópatas desal-
mados o fríos de sentimientos, en los cuales tan solo permanecen
hasta cierto punto vivos aquellos sentimientos que brotan de las
tendencias vitales instintivas. Esto aproxima a tales psicópatas de los
psicópatas rudos, a los cuales no son idénticos, ya que la rudeza de
ánimo no excluye en absoluto una vivacidad por parte de los sen-
timientos indiferenciados. La aparente frialdad de sentimientos de· los
esquizoides no ha de ser tampoco confundida con la de los anterio-
res, ya que no afecta sino a las manifestaciones externas del senti-
miento y permite una vida interior sentimentalmente rica, autista des-
de luego la mayoría de las veces, mantenida por regla general cuida-
dosamente en secreto, pero capaz en ocasiones de descargas bruscas.
Una aparente pobreza de sentimientos se da también en algunos
neuróticos inhibidos y reprimidos, especialmente en el neurótico ob-
sesivo y en el neurótico básicamente esquizoide, los cuales se ven
obligados a compensar su inhibición mediante tempestades afectivas
íntimas. Tales casos no entran a formar parte, desde luego, de las
auténticas variantes de aminoración de los sentimientos. La demencia
orgánica avanzada trae consigo un embotamiento de los sentimien-
tos, los cuales son al principio fácilmente exaltables. Más adelante
hay una limitación de los mismos a lo inmediatamente instintivo, al
igual que sucede en los psicópatas fríos de sentimientos, y final-
mente un debilitamiento también de esto último hasta el punto de
llegar el paciente gravemente demenciado a no ocuparse siquiera
de sus necesidades vitales, y de llegar a morir a causa de ello si los
demás no le cuidan. Aquí se advierte la estrecha imbricación existente
entre sentimiento e impulso o pulsión en general, a lo cual ya hemos
aludido en las observaciones psicológicas preliminares. Si se dan
juntas una debilidad de los sentimientos y una debilidad de los im-
pulsos, se habla de apatía, la cual se encuentra preferentemente en
las demencias orgánicas avanzadas y también en caquexias de toda
índole. La otra rama de esta bifurcación corresponde a los débiles
de impulso con intensidad normal de sentimientos, de los cuales cons-
tituyen una variedad inofensiva aquellos sujetos que "sueñan des-
piertos" o "están siempre en las nubes", variedad sobradamente co-
nocida. Apenas. consideramos preciso mencionar el hecho de que en
152 E 1 sentir

estos últimos se presentan también exageraciones o acentuaciones


que entran ya en lo psícopátíco, así como que dentro de la psicopatía
se da toda clase de mixturas entre debilidad de impulso y debilidad
de sentimientos. La auténtica pobreza de impulso, en coincidencia
la mayoría de las veces con una vida sentimental aún bastante ani-
mada, si bien desdiferenciada, se encuentra como importante síntoma
en diversas enfermedades orgánicas del sistema nervioso y en alte-
raciones humorales (véase parte I, cap. 3). En la parte V de esta obra,
y al tratar acerca del síndrome de perturbación circunscrita, volve-
remos sobre el tema.
Así como la cantidad e intensidad de los sentimientos puede hallar-
se elevada, así también la duración de los sentimientos aislados puede
encontrarse prolongada. Los epilépticos genuinos, con sus sentimien-
tos fijados de un modo oscilante, monótonos y masivos, mostrando
tan pronto una pesada amabilidad como una beatería empalagosa, ma-
nifestándose unas veces resentidos y ofendidos y otras coléricos y
amargados, nos ofrecen un ejemplo de ello. Persistente e ininfluen-
ciable, la emoción perdura en dichos pacientes no solamente durante
mucho tiempo después de haber desaparecido el motivo que la ori-
ginó, sino incluso después de haber variado las circunstancias margi-
nales, y no pocas veces acaba convirtiéndose en una auténtica dis-
timia que puede durar horas, días o incluso semanas. La palabra
"distimia" designa científicamente todo género de oscilación afectiva
persistente, ya sea en sentido positivo o negativo. Puede surgir de un
modo reactivo o endógeno. Oscilaciones de sentimientos, algo más
prolongadas que de ordinario, se dan frecuentemente en los oligo-
frénicos a consecuencia de su incapacidad para captar rápidamente
situaciones nuevas y que supongan una cierta complicación y para
adaptarse afectivamente de un modo adecuado. La constelación de
estímulos que debería haber sido ya superada, persiste y hace oscilar
los sentimientos del oligofrénico de un modo a ella correspondiente,
hasta que una nueva captación, realizada con retraso, provoca un
cambio de sentimientos. En los neuróticos, un complejo reprimido que
ha sido rozado o vulnerado, continúa revuelto durante cierto tiempo,
si bien invisiblemente, y constituye el motivo de que persista de un
modo llamativamente prolongado un sentimiento que se halla en
consonancia con él. También en los neuróticos, y por el contrario, puede
no prolongarse demasiado el efecto de otros sentimientos. Por lo que
se refiere a las reacciones sentimentales, que generalmente y por
término medio se hallan abreviadas, estas se dan en el tipo cons-
titucional ciclotímico (en tanto este representa una variante normal,
frente a la cual se sitúan tanto el esquizotímico como el atletoide
D epr e si ón 153

por lo que se refiere a la duración de los sentimientos); también se


dan en los ya mencionados neurasténicos débiles e irritables, en no
pocos enfermos de lóbulo frontal y de tronco cerebral; en esquizo-
frénicos agitados, en parte de los delirantes y por último en demen-
tes orgánicos, cuyos sentimientos aparecen como de menor duración,
si no de un modo absoluto, sí al menos en comparación con su in-
tensidad.

DEPRESION.-Si nos apartamos de las oscilaciones generales en


cuanto a la actividad de los sentimientos y dirigimos nuestra aten-
ción a los cambios cuantitativos experimentados por sentimientos de
índole varia, nos encontramos en primer término en el amplio terreno
de las melancolías, tan importante en la práctica clínica en el sec-
tor de las depresiones del estado de ánimo o sencillamente de las
depresiones, de las oscilaciones afectivas hacia el lado negativo en
todas sus variedades. El estado de ánimo oprimido, abatido, triste,
constituye un hecho tan corriente de nuestra experiencia que no cree-
mos necesario insistir acerca de su definición y descripción. Todos
conocemos sus variedades y modificaciones. En algunos individuos
ha estado siempre vigente, y unas veces de modo más suave, otras
más intenso, les ha acompañado toda la vida, sin que por ello se les
haya podido calificar de enfermos. Tal estado de ánimo visita de vez
en cuando a los ciclotímicos, pero vive en las proximidades del es-
quizotímico y más aún del esquizoide. Tiraniza al sensitivo como una
severa ama de llaves. En todas estas personas, que esencialmente .
han de ser consideradas como normales, pueden acentuarse en oca-
siones hasta alcanzar el grado de distimia, resultando así un molesto
acompañante, de cuya presencia desea el sujeto liberarse lo más
pronto posible; pero que no se va hasta que le viene en gana y al
cual no hay más remedio que aguantar. No es posible determinar con
medios objetivos el punto en que se alcanza el límite de lo patológico,
y en el que la profundidad, duración y frecuencia de la distimia de-
presiva rebasa la medida de lo tolerable y exige el auxilio del médico.
El melancólico acude a este último cuando siente la necesidad
de hacerlo. Un sujeto consulta ya en el momento en que comienza a
experimentar algunas ligeras irregularidades en su estado de ánimo,
otro cuando está ya al borde del suicidio y es traído a consulta por
otras personas. Así, pues, la capacidad para soportar el estado de-
presivo varía grandemente de unos casos a otros. Es mayor, por
término medio, en las depresiones reactivas, pero existen también
graves depresiones endógenas que son pacientemente aceptadas y
soportadas por el sujeto que las sufre. En estas últimas, sin embargo,
154 E1 sentir
los allegados del enfermo se dan más rápidamente cuenta de la no-
toria discrepancia existente entre las circunstancias y el estado de
ánimo e intervienen antes. Mas en esta discrepancia no se trata
de una disociación en el sentido de una "disociación afectiva", pues
incluso los aspectos más inmediatos y concretos de toda circunstancia
son vividos y captados desde un principio en el sentido de la depre-
sión; las reacciones sentimentales secundarias y las emociones fluyen
de acuerdo con aquella, y lo que existe no es una disociación, sino
una muy íntima sintimia entre el estado básico del humor y la ela-
boración reactiva.
Tal estado básico del humor, el incremento del afecto negativo
frente a todo y frente a todos, que puede llegar al límite más extremo,
constituye la más 'primordial manifestación de la melancolía. Va acom-
pañada de una inhibición general de la actividad psicomotora y de
muchas funciones somáticas, inhibición que se da a conocer princi-
palmente a través de la limitación de los movimientos corporales
y de la palabra. Con bastante frecuencia es considerada como tríada
clínica de la melancolía, la distimia depresiva, la inhibición en el
curso del pensamiento y la pobreza de movimientos y de palabras,
aun cuando estos dos últimos síntomas se derivan de la inhibición y
no pocas veces son posibles de superar. Pues sucede con gran fre-
cuencia que el depresivo se queja sin cesar, se aferra a todo aquel
que pasa a su lado y le suplica consuelo, palabras tranquilizado-
ras y comprensión para su sufrimiento, e incluso para sus autoacu-
saciones, repitiendo todo ello hasta el agotamiento. Con menos fre-
cuencia, pero no raras veces, sin embargo, sucede también que el
melancólico se entregue a una constante y torturadora agitación, aca-
riciándose la frente, golpeándose el pecho y la cabeza, retorciéndose,
arrojándose de un lado para otro, extendiendo los brazos "'"'º~ ademán
de súplica o recorriendo durante horas enteras y con ráp •. s pasos
un limitado trecho, presa de una inquietud imposible de. ddrri.inar.
Esto último es muy característico de aquellas formas de intran-
quilidad motriz, a las que se califica de melancolía agitada. Esta
puede conducir a los enfermos hasta el completo agotamiento, y a
veces suplican que se les administren tranquilizantes que les permitan
aguantar su irresistible impulso al movimiento. Otra excepción de la
inhibición general, que incluso se presenta de un modo muy regular,
es el incesante giro de los pensamientos en torno al contenido de la
depresión; en la depresión reactiva en torno a la representación de
aquello que la desencadenó; en las endógenas, principalmente y de
modo continuado, en torno de las representaciones de enfermedad,
miseria y culpa, pudiéndose llegar en ello hasta el delirio. En la de
D ep re si ó n 155

enfermedad no se trata de la que propiamente se padece, o sea


la melancolía. El depresivo endógeno acepta esta última, ~or regla
general, con resignación, ya como un destino, ya como un castigo.
más bien se refiere a una supuesta enfermedad corporal o también
a una imaginaria "enfermedad mental", tal como un lego puede
figurarse que es esta última. Fácilmente se la hace derivar entonces
de las más insignificantes molestias físicas, de auténticas enferme-
dades padecidas con anterioridad o también puede constituir una 6

formación delirante e independiente de toda experiencia anterior.


Cuando el paciente se ocupa de su propia y auténtica dolencia,
lo hace la mayoría de las veces en forma de autorreproches o para
aumentar su preocupaciones, o también presentarla como castigo
a sus imaginarios vicios y pecados. Con ello, pues, todo gira en torno
de los sentimientos de culpa. El enfermo no solamente se cree cul-
pable de su enfermedad (real o imaginaria), sino también de la des-
gracia de sus allegados, e incluso de la del mundo entero. Ha occsío-
nado guerras, ha traído el pecado al mundo, ha cometido el pecado
más imperdonable contra el Espíritu Santo, es la criatura más in-
significante, miserable y despreciable, etc., etc. Con especial predi-
lección se hunde en ideas de enfermedad y de pecado: imagina pa-
decer una dolencia repugnante o contagiosa, tal como cáncer, le-
pra o mal venéreo y que todo el mundo está enterado de ello. Los
demás círculos de representaciones se reducen igualmente a la idea
de ruina debida a la propia culpa, ruina que incluso es criminal y
que ha afectado también a otras innumerables personas, etc. Fre-
cuentemente exceptuada de la inhibición se halla igualmente la con- -
ciencia de estas representaciones, que es altamente lúcida, mientras
que lo consciente se halla casi exclusivamente reducido a ellas, como
dijimos ya en la parte l. El "sentimiento de falta de sentimientos" 1,
especialmente frecuente al comienzo de la depresión endógena y que
constituye asimismo pretexto para autorreproches, ha sido ya tratado
anteriormente.
La melancolía representa de modo casi tan complejo como resulta
posible dentro de las conexiones generales que unen todo el sistema
psíquico, el trastorno de una función. Los procesos del pensamiento
resultan desde luego afectados por la inhibición y lentificación gene-
rales, pero cualitativamente no se hallan alterados y en sí se hallan
intactos. Las intuiciones son muy escasas, pero participan intensa-

1
SCHULTE, recientemente, ha intentado elevar este "sentimiento de falta de senti-
mientos" al rango de síntoma nuclear de la depresión endógena, haciendo derivar de
él la melancolía (SCHULTE, W.: Nichttraurigseinkonnen im Kern melancholischen Etle­
bens, "Nervenarzt", año 32, f. 7 (julio 1961), pp. 314-320.
156 E 1 senti t
mente en la formación de delirios. La especial relación existente con
la función perceptiva lo demuestran los oscuros trastornos de las
sensaciones corporales, trastornos que casi siempre se hallan presen-
tes, si bien no llegan a alcanzar la masiva importancia que poseen en
la depresión vital. Los enfermos se quejan también de que los colores
se les aparecen como apagados, de tener mal sabor de boca; pero
en cambio puede existir una muy moletsa hiperacusia, jamás hipo-
acusia. Esta excepcional situación por parte del sentido del oído quizá
sea susceptible de ser explicada por la dificultad mucho mayor exis-
tente para defenderse contra estímulos acústicos desagradables me-
diante el apartamiento de la atención o tapándose los oídos. El cuerpo
es percibido como pesado, sus funciones como perezosas.
Lo mismo que sucede en la melancolía con la percepción, ocurre
también con la actividad. Tanto la motilidad general como la ampli-
tud de los movimientos aislados decrecen. Los movimientos son lentos,
faltos de vigor, se realizan con esfuerzo, tanto por lo que se refiere
a los miembros como al rostro. Este aparece con expresión dolorosa,
y muchas veces angustiadamente tenso. Con el nombre de "pliegue
de Veraguth" se designa un síntoma depresivo que consiste en una
angulación del pliegue de la piel del párpado superior, pliegue
que normalmente muestra un curso regularmente arqueado. El pliegue
muestra entonces una ligera retracción hacia arriba, hacia su tercio
interno. La piel pierde turgencia y aumentan las arrugas, que des-
tacan más en el rostro tenso y contraido. Se pierde el apetito, son
frecuentes ligeros trastornos digestivos, el estreñimiento constituye
regla general. Casi siempre se puede observar una pérdida de peso
que en ocasiones llega hasta la demacración esquelética. Pero tal
pérdida de peso no se puede tan sólo atribuir a la falta de ingestión
de alimentos a causa de la desgana, ya que aunque dicho ayuno
persista el peso puede recuperarse parcialmente, indicando con ello
que la fase va declinando, aunque el cuadro psicopatológico continúe
sin modificación. El metabolismo basal puede descender marcada-
mente durante la depresión, la temperatura media baja un par de dé-
cimas.
La secreción lagrimal acostumbra a disminuir notablemente,
al menos en los casos más graves de depresión, aun cuando pueden
continuar los movimientos mímicos de llanto. Ya que esto coincide
muchas veces con sequedad de boca (saliva espesa y poco flúida
por predominio simpático), falta de apetito (ausencia de peristaltismo
de hambre condicionado por el vago) y estreñimiento, ha de pensar-
se en la expresión parcial de una amplia inhibición de las funciones
parasimpáticas-trofotropas del sistema nervioso vegetativo. Pero no
Depresión lb'/

estaría de todos modos justificado deducir de ello que las funciones


simpático-ergotropas deben estar aumentadas y la observación clíní-
ca tampoco lo confirma. Son extraordinariamente frecuentes los tras-
tornos del sueño y, en especial, la dificultad para conciliar el mismo.
A veces surgen de un modo prodromal y se incluyen asimismo den-
tro del cuadro de una inhibición del sistema parasimpático-trofotropo.
No son raros los casos en que la melancolía se agrava considera-
blemente en las mujeres hacia las fechas menstruales o surge durante
éstas, así como puede hacerlo en relación con el embarazo, el puer-
perio o la menopausia. Se halla, por lo tanto, en estrecha relación
con los procesos generativos hormonalmente condicionados.
Las causas de este gran síndrome representado por la melancolía
patológica son casi tantas como entidades morbosas psiquiátricas
existen. En líneas generales se diferencia, con finalidades que son
decisivas desde el punto de vista de elección de terapéutica, entre
formas exógeno-reactivas y formas endógenas. Las primeras, que
constituyen el variado grupo de las frecuentemente citadas depresio-
nes . reactivas, abarcan desde los simples desengaños fáciles de su-
perar, pasando por la angustiada pena del sensitivo ofendido y el
griterío desconcertado de una auténtica reacción primitiva, hasta la
elaboración neurótica de una aflicción, que se complica y enreda de
modo cada vez más desesperado. La depresión reactiva de tipo prí-
mitivo se extingue con rapidez, como sucede en general con las reac-
ciones primitivas, mientras que el sensitivo, y más aún ·el neurótico
melancólicamente fijado (sea cual fuere el mecanismo neurótico em-
pleado), se ven condenados a arrastrar su pena durante tiempo inde-
finido. Exógenas en cuanto a su esencia, si bien no se las incluye
habitualmante entre las depresiones exógenas, son aquellas que
surgen seguidamente a una enfermedad infecciosa o una intoxicación.
Tampoco en el lenguaje clínico corriente se cuentan entre las depre-
siones endógenas en sentido estricto aquellos otros estados depresí-
vos que surgen en el transcurso de otras psicosis endógenas 2• Tales
estados depresivos no son raros en la esquizofrenia, y durante su
transcurso puede quedar por completo oculta la sintomatología es-
quizofrénica, de tal manera que pueden caber dudas acerca del
diagnóstico. Las distimias epilépticas en forma de episodios depresi-
vos son considerablemente menos frecuentes que los episodios de
excitación. Resta el grupo nuclear de las "depresiones endógenas"
en sentido estricto, ya solas, ya alternando con fases maníacas, ya

2
WEITBRECHT, H. J.: Offene Probieme bei affektiven Psychosen, "Nervenartz", año 24,
fase. 5 (mayo 1953), 187-191.
158 El sentir
en conexión temporal con los procesos generativos e ínvolutívos, ya
independientemente de estos últimos. Tales procesos generativos e
involutivos pueden cursar sin alteraciones patológicas del estado de
ánimo, de modo que no les corresponde, probablemente, sino un
papel desencadenante o condicionante, por lo cual las melancolías
generativas e involutivas se consideran como pertenecientes al círcu-
lo maníaco depresivo. Acerca del curso de las depresiones endógenas
trataremos más adelante, cuando nos ocupemos de la manía.

Ejemplo 9, (W. 2646), 37 años, hembra.

La paciente, que procede de una familia sin taras patológicas, perdió a su padre
cuando tenía ocho años y hubo de ser testigo de un segundo y desgraciado matri-
monio de su madre. Tras de · pasar la escuela primaria, prestó servicios domésticos en
domicilios particulares y tiendas y conoció a un tesinés que la explotó económica-
mente y que la convenció para que aprendiese el oficio de peluquera en un lapso
de tres meses diciéndola que así ganaría más, pero la abandonó en cuanto
ella no tuvo más dinero que entregarle. Después, la paciente contrajo matrimonio
"a toda prisa", como dice con ira, con un conocido. Pronto aparecieron los primeros
síntomas de una espondilitis tuberculosa que la obligó a ingresar en una clínica
ortopédica dos años después de su boda. El marido no mostró comprensión alguna
por el padecimiento de su mujer, continuaba planteándola exigencias sexuales y aca-
bó por afirmar que ella simulaba. A pesar de todas las objeciones que se le hicieron,
la sacó de la clínica y la llevó a su domicilio,pero al cabo de pocos días tuvo que
reingresarla. A esto siguió el divorcio. Del matrimonio ha nacido un hijo, que vive
con la madre.
La paciente entró más adelante a prestar sus servicios en una compañía de segu-
ros. esxrblecíéndose entre ella y el jefe de la oficina una relación amistosa, de tipo
paternal-colegial. El jefe era unos diez años mayor que ella. Como éste vivía en mala
armonía con su mujer, las relaciones, sin llegar a lo erótico, se hicieron más íntimas.
Los domingos hacían excursiones juntos y él se preocupaba bastante por el hijo de
su amiga. No ocultaban su amistad ante la esposa de él. Esta última pareció aprobar
al principio tales relaciones, o al menos tolerarlas, pero poco a poco y según iba
aumentando el rechazo por parte de él, creció su odio hacia la paciente. Propalaba
calumnias acerca de ella. la ponía a mal con los vecinos y hacía que la espiasen
(lo cual pudo ser objetivamente demostrado), empujando cada vez más a la paciente
hacia una tensa situación de inseguridad en sí misma y de excitación que la obligó
a ingerir de una vez una caja de tabletas de un hipnótico. no para morir, según dijo,
sino "para dormir a gusto al menos una vez". La paciente no fue entonces hospitali-
zada y el médico de cabecera la envió de vacaciones durante una larga temporada.
A la vuelta, fue recibida por una vecina de la casa, mujer de muy mala lengua,
que la refirió cuantas habladurías hacía circular la mujer de su amigo. Tuvo así la
impresión de que se la atacaba "por todas partes" y que lo mejor para ella sería
"desaparecer". Ingirió primeramente seis tabletas de medomina, intentó abrir la llave
del gas, pero no tuvo valor para ello, hasta que logró darse ánimos bebiendo coñac.
Después, y una vez cerradas las ventanas, abrió varias llaves del gas en la cocina
y probablemente debido a su estado de embriaguez hizo tal ruido que todo ello alar-
mó a los vecinos, los cuales la encontraron sumida en un ligero coma. En el hospital
se restableció rápidamente.
Durante la exploración la paciente está de nuevo lúcida y bastante bien orientada
1J e presión 15&

en todos los aspectos. Refiere su historia de una manera ordenada y sin rodeos y
parece encontrar cierto alivio en poder comunicar con alguien. A pesar de su estado de
ánimo, aún claramente deprimido, y de una incapacidad para ver de momento la solu-
ción de sus conflictos, ya que cree que la mujer de su amigo "quiere acabar con
ella como sea", procura sonreír varias veces, débil, pero amablemente, se esfuerza
por considerar su situación de una manera objetiva y se confía al médico, mostrán-
dose agradecida por la comprensión y el asesoramiento que se le ofrecen. Por el
momento, desde luego, no puede realizar planes para el futuro y ni siquiera está
segura de si no habría sido preferible para ella "dormirse del todo". Pero cree que
no volverá a intentar suicidarse a causa del disgusto que daría entonces a su hijo
y a su amigo.
Se trata de una personalidad sensitiva, que no sólo busca apoyarse de un modo
pasivo y que la ayuden, sino que también lucha por encontrar una solución, hallán-
dose vinculada al presente por relaciones sentimentales. Se muestra necesitada de
consuelo y su estado de ánimo es susceptible de aliviarse al ser consolada.

Diagnóstico: Depresión reactiva en personalidad sensitiva.

Ejemplo 10, (W 2645), 52 años, hembra.

Un hermano de la paciente ha padecido, según parece, de melancolía. Otro her-


mano hubo de someterse a una operación en cerebelo.
La paciente creció en circunstancias ambientales ordenadas. Asistió durante ocho
años al colegio y después permaneció algunos años viviendo en su casa, donde a
los dieciocho años, y sin que se pudiese atribuir a ningún motivo exterior, sufrió una
fase depresiva que transcurrió sin que llegase a asistirla ningún médico. Por lo
demás, siempre ha sido de genio alegre. Tres años después fue a casa de su cuñado
con el fin de cuidar a su hermana, que estaba enferma. Al fallecer ésta, la paciente
contrajo matrimonio y se quedó a vivir en aquella región. Tuvo una hija que murió
a los veintiún años, pero esta desgracia la soportó mejor y de un modo completa-
mente distinto que los males que ahora la aquejan.
Hace dos años volvió a su región natal con su marido, el cual se había jjubilado
por motivos de salud antes de cumplir la edad reglamentaria y deseaba dedicarse a
otras actividades. Un año después, al cesar las reglas, la paciente sufrió de repente
una crisis de profunda melancolía sin motivo exterior aparente. Esto la obligó a ingre-
sar en dos ocasiones, y con breve intervalo, en clínicas psiquiátricas, donde fue tra-
tada con ínsulínn y electrochoques. Durante el tratamiento, que la alivió pero no hizo
remitir por completo la enfermedad, tuvo una vez el período. Pasado esto, . desapareció
la regla definitivamente. Después de haber sido dada de alta, hace cuatro meses,
sentía aún una "terrible inquietud" dentro de sí, que intentó combatir por medio de
esfuerzos de voluntad, de trabajo, distracciones y mediante la ayuda de un curan-
dero, hasta que tuvo la sensación de que "algo dentro de ella se había tronchado".
Cesó entonces de esforzarse por luchar y no hacía sino lo imprescindible para man-
tener su casa en orden. Creía sencillamente que tendría que ser de otra manera,
que debería tener fe, creer, pero le era imposible. Lo más penoso para ella era el
momentode despertar por la mañana. Entonces todo le angustiaba y sentía miedo de sí
misma. Así sucedió que una mañana, hace pocos días, y sin haber tenido especial
motivo para ello, ingirió ocho tabletas de luminal. No es capaz de explicar por qué
hizo esto. Dice que no era. sencillamente, dueña de sí misma. No sabe tampoco si
debe sentirse ahora contenta por haber despertado de nuevo, y de hecho la paciente
se siente completamente perpleja ante esta pregunta. Lo único que puede hacer es
aprender a ver qué es lo que le depara el destino. Se halla bien orientada, lúcida,
160 E 1 s e n tir
se somete sin resistencia a la exploración. En su rostro. de rasgos lacios y doloridos,
sólo se mueven los labios y durante toda la entrevista permanece muy quieta. Tam-
poco sabe si no va a intentar quitarse la vida de nuevo. Cuando le den de alta
verá si se puede adaptar de nuevo a vivir en su casa. La paciente evita toda acusa-
ción contra los demás. aun cuando su marido le ha ocasionado disgustos por su
tendencia a la bebida. Frente a ella se tiene claramente la impresión de que acepta
su destino como un sufrimiento que sólo a ella corresponde, distinto de todas las
dmós desgracias de la vida y contra el cual no es posible ni rebelarse ni defenderse.
Si la vuelve a arrastrar hacia la muerte, o hacia sus proximidades, no tiene elección
posible: ha de seguirlo.
Diagnóstico: Depresión endógena (climatérica).

HORROR.-El horror y la angustia se hallan tan próximamente


emparentados con la melancolía que su consideración corresponde a
este lugar, antes de que pasemos a tratar acerca del polo contrario
al de la depresión. El horror 3 se halla esencialmente caracterizado por
la brusca irrupción de un afecto negativo, intensamente cargado de
libido y referido a un objeto. El que uno pueda quedar paralizado de
horror no habla en desfavor de dicha ocupación por libido, como
hemos visto anteriormente. Tal libido de objeto opera más bien en el
sentido de una inhibición paralizante. Esta puede convertirse, según
las circunstancias y de un modo representativo, en una parálisis par-
cial psicógena. El motivo del horror puede ser objetivo, como, por
ejemplo, un peligro que surge de un modo inmediato, o también sub-
jetivo, surgiendo entonces de una manera endógena, tal como una
pesadilla, una alucinación o también un acto psicomotriz que se in-
dependiza de un modo involuntario e inesperado. Así refiere JUNG de
un paciente que era sumamente escéptico para todo cuanto fuese
psíquico y que reprimía con éxito todos sus sueños. Con paciencia
consiguió de él que prestase atención a sus vivencias hipnopompas.
En cierta ocasión en que el paciente, que era un entusiasta cazador,
comenzaba a dormirse y hallándose aún semidespierto, se le apare-
ció un paisaje montañoso, lleno de rocas, en el que se encontraba
un macho de rebeco. Esta visión captó su corazón de cazador, rego-
cijándose en ella hasta que el rebeco, de pronto, comenzó ~ mover
la cabeza, con lo cual el paciente se sobresaltó, rechazó todo trato
ulterior con tal género de cosas e interrumpió el tratamiento. A una

8
WIESER, S.: Das Schreckverhalten des Menschen (Huber, Berna y Stuttgart, 1961).
El autor no solamente expone una investigación experimental extremadamente cuida-
dosa del comportamiento horrorizado, sino asimismo una demostración de la percep-
ción inconsciente, ya que sus sujetos de experimentación mostraban en el registro
fílmico verificado con cámara lenta. reacciones corporales de horror antes aún de que
el estímulo (disparo de pistola) alcanzase la percepción consciente, cuyo tiempo de
reacción fue igualmente medido.
11. ot t ot lOl

de mis pacientes le ha quedado grabada de modo ideleble la viven-


cia de hallarse una noche acostada y leyendo un libro cuando se la
ocurrió extender un brazo hacia el techo y se sorprendió a sí misma
preguntándose: "¿De quién es ese brazo?". En ambas vivencias ve-
mos como el surgir de estímulos para cuya captación y elaboración
no existen disponibles configuraciones adecuadas de energía es de-
cisivo para dar lugar al horror y como para ello no basta solamente
la cuantía de libido. Cuanto mayor es ésta, tanto más considerable
resulta, naturalmente, la probabilidad de que no basten para conte-
nerla las configuraciones ya existentes. La disposición y la experien-
cia acostumbran proporcionarnos tales configuraciones en una cuan-
tía adecuada a los cambios que se originan en la vida corriente, o
quizás algo superior. Si tal cuantía es considerablemente inferior, si
los estímulos aumentan considerablemente en número, frecuencia o
en extrañeza, tiene lugar un asustarse patológico y también, en mu-
chas ocasiones, un efecto patógeno del susto con fijación en forma
de la clásica neurosis de horror o de sus variedades más o menos
veladas. El horror puede brotar en casi todo terreno psíquico, si bien
de modo más fácil, naturalmente, en aquellos poco firmes o cuya es-
tructura ha sido desorganizada, así pues, en muchas neurosis, neu-
rastenias, psicopatías sensitivas, esquizofrenias, etc. Las excepciones
se hallan representadas por los enfermos embotados o con demen-
cias graves, en los cuales se halla tan arruinada la estructura psí-
quica que no cabe hablar de una "irrupción" en su recinto. Así, a
los dementes orgánicos graves y aún menos a los catatónicos pro-
fundamente embrutecidos no se les puede asustar con nada, e incluso
ven arder impertérritos el techo que les cubre, a no ser que de algún
modo insospechado se consiga arrancar al catatónico de su indife-
rencia, como le sucedió a aquel personaje del cuento de Grimm que se
puso a recorrer mundo para ver si aprendía a asustarse.

REACCION DE EMERGENCIA.-El horror es el típico desencade-


nante de la reacción de emergencia de Walter B. CANNON· Esta con-
siste esencialmente en una movilización del sistema simpático ergo-
tropo, realizada sobre todo mediante una secreción de adrenalina y
como respuesta del organismo a una repentina amenaza vital. La
sangre es exprimida de sus reservorios del bazo y del territorio me-
sentérico y lanzada masivamente hacia la periferia y su nivel de glu-
cosa aumenta a causa de la movilización de glucógeno hepático, con
el fin de posibilitar los rendimientos energéticos precisos para la de-
fensa. Paralelamente aumentan la tensión arterial, la actividad car-
diaca: y la capacidad de coagulación sanguínea. La actividad íntes-
BASH - 11
1 o¿ e, 1 sen r1t

tinal resulta inhibida. Las pupilas se dilatan, el cabello se eriza. To-


do se pone al servicio del despliegue de energía hacia el exterior,
pero no hace falta que se llegue a ello. Al susto u horror puede seguir
la defensa activa y llegarse a la ira o la cólera, pero también éstas
pueden no pasar de simples fenómenos expresivos. O bien no se
llega ni a una defensa simbólica y todo queda reducido al sentimien-
to de susto o de horror. Si el objeto que se teme no es consciente, a
causa de cualquier motivo, ya por una imposibilidad original para
reconocerlo, ya debido a la represión, nos encontramos ante la an-
gustia. Así, por lo menos, lo exige un lenguaje estricto, pero el uso
clínico permite la libertad de hablar de angustia en muchas ocasio-
nes en que este sentimiento es referible a un objeto determinado y
se justifica por el hecho de que en los estados de angustia que po-
seen importancia clínica, el verdadero motivo de la emoción perma-
nece en principio oculto para el sujeto.
Adoptamos aquí, para los fines de nuestra exposición, la clasifi-
cación tripartita que BINDER hace de la angustia 4•
Quizás la experiencia más inmediata de esta índole, y que repre-
senta del modo más patente el origen de la angustia a partir del darse
cuenta de una amenaza a la integridad, es la de la angustia vital que
se apodera de lo consciente bajo condiciones corporales íntimas ame-
nazadoras de la vida. Surge del modo más claro en los estados de
hipoxemia y anoxemia de cualquier clase, ya sean debidos a espas-
mos de coronarias (angina de pecho), a pérdida de sangre (siempre
que no lleve a la pérdida de conciencia), a obstáculos respiratorios
(asma bronquial, estrangulación) o fallos circulatorios (asma cardia-
co). La reacción psíquica es aquí completamente normal. El objeto se
presenta en lo consciente en forma de sensaciones viscerales. En la
debilidad constitucional, ya de un sistema o aparato en sí, ya de su
regulación vegetativa, resulta posible, según la localización, que el
motivo de una irritabilidad exagerada y de sensaciones desagrada-
bles se halle matizado de amenaza vital, en cuyo caso una angustia
vital, aunque ligera, se basa sobre una neurastenia o neuropatía.
Lo mismo que la angustia vital, la angustia real se basa sobre
una amenaza consciente percibida, pero que parte del medio ambien-
te y no del interior del cuerpo. La angustia vital indica casi siempre,
excepto en las neurastenias, un grave trastorno del organismo, que
requiere en primer término auxilio por parte del internista. La angus-

"' BINDER, H.: Über die Angst. "Schweiz. med. Wschr.", año 79 (1949), 705. Véase
también Die Angst "Estudios del Instituto C. G. Iunq", de Zurich. Ed. Rascher, Zurich,
1959. (Existe trad. española publicada por "Revista de Occidente", Madrid.)
H 01101 163

tia real, por el contrario, es mucho más raramente objeto de preocu-


pación por parte del médico. Puede llegar, sin embargo, a serlo,
cuando se manifiesta como reacción primitiva, tal como un vacilante
fallo, una huída insensata o también una explosión de desesperado
furor. Circunstancias de . la vida persistentemente humillantes, abru-
madoras o amenazadoras, tales como una ansiedad, prolongada du-
rante mucho tiempo, frente al ambiente del hogar paterno o de la
escuela, pueden conducir al desarrollo de una angustia crónica, y
la lucha contra la mismc constituye entonces, ante todo, una tarea
psicológico-pedagógica. Reacciones breves, ocasionales, de angustia
real, tales como la ansiedad ante los exámenes o la "fiebre de can-
dilejas", se hallan ampliamente extendidas y aunque a veces son de
escasa ímportcncín, sus raíces pueden hallarse enclavadas en una
neurosis. Una tendencia constitucional, inextirpable y en grado grave
a tales reacciones es signo correspondiente a la no muy frecuente
psicopatía angustiable.
La tercera forma, la angustia de conciencia moral, ocupa constan-
temente a psicólogos y psiquiatras. En sí no se trata de una. manifes-
tación morbosa, pero sus dimensiones, al amplificarse, sí que entran
en lo patológico. El peligro que supone se halla en la propia psique
y especialmentete, dice BINDER, "en ciertas tendencias primitivas del
alma, que son rechazadas por otras tendencias más elevadamente
desarrolladas y que apuntan en otras direcciones". Ya que en todo
hombre existe, hasta cierto punto, una tal pugna de tendencias, tam-
bién en consecuencia puede existir angustia de conciencia moral en
cada uno de nosotros. Tales tendencias "más elevadamente desarro-
lladas y que apuntan en otras direcciones", comprendidas bajo el
nombre de conciencia moral, y si se han originado esencialmente
bajo influencia ajena (identificación con el objeto amado, temor a la
pérdida de cariño o a otros castigos) pueden colocarse en tajante
contraposición con las tendencias primitivas. Esto supone entonces,
de hecho, una amenaza para la integridad y puede conducir así a
graves estados de angustia, ya que la tendencia contrapuesta es re-
primida. O también pueden desarrollarse tales tendencias más ele-
vadas, y orgánicamente, de las primitivas, como las flores a partir
de las raíces y obrar como reguladores bien acordados, con lo que se
evita ampliamente la amenaza y, por lo tanto, también la angustia.
Si predomina la "moral del Super Yo" en el sentido de FREUD, el te-
rreno para que brote la angustia patológica se halla preparado y
ésta surge en cuanto comienza a fallar la defensa contra los impul-
sos. Ya que esto último sucede con frecuencia y el conflicto se hace
pronto insoportable, se le aisla y reprime y así continúa ardiendo su
164 E1 s en tir

rescoldo junto a las raíces de una neurosis. La angustia a que sigue


dando origen brota a la superficie, es de nuevo reprimida y así con-
tinúa girando en círculo vicioso. Bajo la forma de represión y esci-
sión directa de impulsos primitivos que no llegan a alcanzar expre-
sión simbólica, podría representar el modo de originarse el cuadro
clásico de la angustia patológica: la neurosis de angustia. Los enfer-
mos son en ella asaltados, sin motivo alguno aparente, por una an-
gustia absolutamente sin objeto, que en ocasiones aumenta hasta el
grado de paroxismo y muchas veces no se ven libres de ella ni un
solo momento durante prolongados períodos. Si la angustia se fija
a un objeto del medio ambiente y le carga de expresión, tiene lugar
la fobia; si se fija a una parte del propio cuerpo, la histeria. Si a su
vez es reprimida esta expresión somática, la angustia escapa por lo
general a esta represión secundaria, o bien resulta reforzada a par-
tir de ella, constituyéndose en síntoma principal de la histeria de
angustia. Si a pesar de ello se consigue aún reprimirla, puede con-
tinuar dando testimonio de su acechante presencia a través de sen-
timientos angustiosos, que se viven como castigos impuestos por el
no cumplimiento de determinados actos simbólicos neuróticos, for-
malistas, y que son aquello que más destaca en la neurosis obsesiva.
La angustia, por tanto, constituye ingrediente esencial de todas las
neurosis típicas y también de las aún más numerosas neurosis atípicas .
.¡ - En las psicosis resulta dudosa la clasificación de la angustia se-
gún los anteriores principios, y muchas veces no resulta siquiera po-
sible hacerlo. Aquí nos encontramos, en primer término, con aque-
llas enfermedades mentales, no muy numerosas, en las que una efec-
tiva ruina corporal constituye la base para una angustia vital sen-
tida de modo directo e inmediato, como sucede en las arteriosclero-
sis avanzadas, acompañadas de espasmos de las coronarias y de
manifestaciones de descompensación cardiaca, en las psicosis luétí-
cas con hemorragias aneurismáticas o en la angustia del "delirium
tremens", tóxicamente determínodc., En todas las psicosis que cursan
con formación de delirios puede resultar proyectada la angustia de
conciencia moral, o bien crearse de modo alucinatorio su propio ob-
jeto y ser vivida así al modo de la angustia real. Esta úttima aumen- ·
ta frecuentemente en la psicosis a consecuencia de la general con-
moción sufrida por el fondo de la personalidad, haciendo entonces
que aparezcan como amenazadores y aptos para desencadenar an-
gustia inofensivos objetos del medio ambiente, que ni siquiera po-
seen significación simbólica. Esto se muestra de modo especialmente
patente en la melancolía, en la que el desarrollo sintímico presenta
todo como sumergido en el mismo tono sombrío y horrible. Una parte
Horror 165

de la depresión vital correspondiente es casi por lo regular angustia


vital, la cual expande precisamente dicha tonalidad. La angustia
vital, no somáticamente explicable, de ciertos esquizofrénicos agudos
corresponde ya posiblemente a las alteraciones cualitativas de los
sentimientos, las cuales se muestran de modo especialmente marca-
do en esta enfermedad, y precisamente por dicha ausencia de un
fundamento corporal que la explique ha de ser incluída entre dichas
alteraciones.

Ejemplo 11, (E 11605), 54 años, hembra.

Durante su juventud, definida por ella misma como "alegre", la enferma asistió
a la escuela primaria y realizó luego un aprendizaje de empleada de oficina. Tra-
bajó como oficinista y después, debido a las mayores ganancias que obtenía, como
muchacha de servicio, conociendo entonces al que hoy es su marido. En los primeros
tiempos de su matrimonio, y con disgusto por parte de la paciente, no quedó embara-
zada, presentándose entonces unas molestias de estómago que cesaron cuando quedó
grávida. Del matrimonio nació un Único hijo, que ahora es ya mayor, y al cual pro-
fesa la paciente excesivo cariño. El marido es un empleado de Correos muy puntual,
cumplidor, flemático y sólido, sin intereses aparte de su profesión y su familia. Con
respecto a la mujer es bondadoso, se preocupa por ella y se muestra condescen-
diente, pero sexualmente es casi frígido, lo cual hace sufrir a la paciente, que es de
temperamento vivo. Un par de años antes de su ingreso en la clínica se enamoró
de un conocido de su esposo, que la satisfacía sexualmente y que al parecer corres-
pondía mejor a su ideal de intereses intelectuales (era músico). Se vinculó sentimen-
talmente a él de modo muy intenso y le vigilaba celosamente. El marido se enteró
muy pronto de estas relaciones, pero las toleró y no hizo a su mujer reproche alguno,
ya que él no era capaz de satisfacer sus necesidades eróticas.
Poco a poco, sin embargo, fue en aumento el conflicto Íntimo de la paciente, la
cual comenzó a angustiarse de un modo para ella inexplicable y a presentar vómitos
ácidos. Se decidió a concluir sus relaciones con su amigo y a dedicarse por entero
a su marido y a su hijo, pero hubo de darse cuenta de · que en modo alguno se
había desligado íntimamente de su amante y hora tras hora aguardaba que él diese
señales de vida, aunque sólo fuese para interesarse por su salud. Esta última fue
empeorando: tras cada comida, y también en los intervalos entre éstas, se veía oblí-
goda a vomitar, en ocasiones se retorcía presa de dolores gástricos, adelgazó mucho
y padecía intensos accesos de angustia. Estos obligaron a ingresarla en un sanatorio
psiquiátrico, después de haber sido reconocida en una clínica de Medicina interna y
demostrarse la existencia de una gastritis con hipersecreción, una gastroptosis y aero-
fagia.
La paciente está muy demacrada, de aspecto mustio y ojeroso, pero sin embargo
va exageradamente arreglada y maquillada. Nos refiere acerca de su inmensa an-
gustia, que puede asaltarla en cualquier momento y sin motivo aparente, hundiéndola
en la desesperccíón, De hecho, en ocasiones la han encontrado agitada, temblorosa,
traspasada por la ansiedad, incapaz de permanecer quieta ni un solo momento, re-
torciéndose las manos y bañada en sudor, mientras que suelta un raudal de lágrimas
y palabras, repitiendo sin cesar las mismas cosas. Todo la angustia. no sabe por qué,
y algo horrible la va a suceder. No se la debe dejar sola; intenta retener al médico
una vez concluido la visita, quiere que las hermanas permanezcan constantemente
junto a ella. Cuando su marido o su hijo van a visitarla, se mantiene abrazada a
166 E1 s en t ir

ellos todo el tiempo que permanecen a su lado. En otros momentos la paciente se


mantiene aparentemente tranquila, habla mucho de su cultura y de sus intereses
intelectuales, se arregla muy cuidadosamente y de manera algo afectada y preten-
ciosa. Las molestias de estómago van y vienen y la paciente se ve precisada a vo-
mitar, entre náuseas y con mucha frecuencia. A través de sus manifestaciones se
transparenta, a veces muy claramente, un intenso deseo sexual.
Diagnóstico: Neurosis de angustia con alteraciones vegetativas centradas en el
estómago.

Hasta ahora hemos venido tratando acerca del aumento patoló-


gico de angustia, mas tampoco ha de olvidarse que existe, asimismo,
una disminución de la angustia y el temor normales y necesarios
como mecanismos de defensa, disminución que ha de ser calificada
de patológica. Sabido es que ya de una manera normal y sin matiz
morboso alguno, los sentimientos intensos de otra índole pueden onu-
lar o hacer olvidar la angustia. En este sentido pueden operar un
vivo entusiasmo, la nostalgia por un objeto que tan sólo es posible
obtener si se supera la angustia, la intensa concentración sobre un
reducido sector de interés, durante la cual queda fuera del campo
de atención todo aquello que resulte susceptible de despertar temor
o ansiedad (un ejemplo clásico de ello es la muerte de Arquímedes
durante la toma de Siracusa), pero pueden obrar de modo análogo el
deseo de venganza, el odio, la ira y el furor, los cuales no reconocen
obstáculos en el camino hacia la consecución de sus fines. Cuando
Leandro nada sin temor a través del Helesponto para reunirse con
su Hero, o cuando un mártir se enfrenta animoso con su mortal su-
plicio, movido por su amor a Dios, la angustia y el temor se esfuman
ante la simultánea intensidad del afecto positivo. Puede suceder lo
mismo a enfermos mentales de todas clases que se hallen sumergidos
en estados de arrobamiento, que se encuentren exclusivamente fasci-
nados por lo que les colma o flota ante su mirada, con lo cual pueden
colocarse en situaciones de peligro gravísimo. La excitación y entu-
siasmo maníacos pueden dar ocasionalmente lugar a ello, pero no
con demasiada frecuencia, ya que las finalidades mudan sin cesar.
Con más frecuencia sucede en la esquizofrenia de matiz maníaco y
también en el estupor crepuscular. Por peligrosas que aparezcan ob-
jetivamente las situaciones en que se coloca el crepuscular, la seguri-
dad con que se comporta en ellas es extraordinaria, seguridad que
el propio lenguaje corriente califica como "de sonámbulo". De ello
debe deducirse que el sentimiento de angustia queda fuera del es-
trechado ámbito consciente del crepuscular; mientras que, por el con-
trario, la angustia aparece inmediatamente que el sonámbulo se des-
pierta y que con ello se amplía su consciente, en el que se incluye
Irritabilidad 167

entonces aquella. Pero lo que abunda más en psicopatología son las


explosiones de ciego furor, que tienen como consecuencia el despre-
cio o la ignorancia de cualquier peligro, las agresiones contra adver-
sarios a todas luces superiores, contra una supremacía aplastante,
un estúpido estrellarse contra obstáculos insuperables, en todo lo cual
el airado puede hallar su propia destrucción. Las reacciones primiti-
vas y los estados crepusculares, algo más complicados que aquéllas,
contribuyen a todo ello (los epilépticos pos-traumáticos son los que
mayor predisposición muestran a los estados crepusculares), en oca-
siones también los episodios de excitación en la manía (que en modo
alguno transcurren siempre de modo alegre e inofensivo), a veées la
ira ruidosa del arteriosclerótico {que generalmente se agota en puro
vocerío), más frecuentemente y de modo más peligroso la autoagre-
sión en la depresión endógena profunda, y de manera sumamente
variable y siempre imprevisible, la esquizofrenia. El brote de una
parálisis progresiva puede señalarse por un comportamiento descon-
siderado y privado de todo temor, absurdamente osado. Resulta Jn-
teresante que estos estados afectivos psicóticos o similares a las
psicosis posean en sí algo fundamentalmente próximo al estado cre-
puscular: todos ellos cursan con una reducción de lo consciente, y no
menos interesante es la observación de que no hay neurosis alguna
en que pueda tener lugar una auténtica exclusión de angustia. Apa-
rentes excepciones, tales como las que pueden darse en la neurosis
obsesiva, por la ejecución de actos obsesivos que impliquen un cierto
peligro, se revelan como neutralizaciones de una angustia de mo-
mento mediante la angustia mayor ante las consecuencias de la
omisión del acto. La aparente autoviolencia de las convulsiones du- .
rante el ataque histérico no son nunca causa de graves lesiones para
el sujeto. Ha de mencionarse, por último, lo lógico que resulta el que
los oligofrénicos no muestren en ocasiones temor o ansiedad alguna
ante los peligros, ya que no los comprenden como tales, y también el
que los psicópatas impulsivos dejen de lado toda ansiedad ante la
influencia de las correspondientes pulsiones, así como todo temor
natural, lo cual les lleva a cometer a veces actos criminales sin de-
tenerse a pensar en las consecuencias de los mismos.

IRRITABILIDAD.-Ya hemos señalado repetidamente que el horror


o la angustia pueden transformarse en furor o ira, que de un retraer-
se o huir puede brotar un comportamiento de signo contrario: motó-
rico-agresivo. La ira, el furor, el impulso a atacar pueden darse na-
turalmente sin que a ellos se mezcle angustia alguna, y su manifesta-
ción motriz puede no exteriorizarse' por causas ajenas a la inhibición
168 E 1 sentir

angustiada. Si realmente no se exterioriza, si el afecto se ventila so-


lamente por medio de la palabra, la mímica o los gestos, nos halla-
mos ante un estado de excitación. La disposición a la misma, sea
cual fuere su fundamento, es denominada irritabilidad. Se trata de
una manifestación tan corriente, incluso dentro de lo normal, que no
vale la pena insistir acerca de ella. Una tendencia en su sentido con-
duce gradualmente a la irritabilidad constitucional, difícilmente sopor-
table para los circunstantes, de ciertos psicópatas, los cuales descar-
gan su básico mal humor tan pronto en meros enfados, tan pronto
con insultos o pasando a -vías de hecho. El concepto de irritabilidad
puede extenderse también a las manifestaciones activas por parte
del humor básico irrritable, lo cual hacemos aquí para simplificar la
terminología. En la clásica "debilidad irritable" de los neurasténicos
se trata de algo distinto, ya que el término "irritable" ha de ser en-
tendido aquí en el sentido biológico general de umbral de excitación
disminuido, y no en el sentido limitado de afecto negativo. Este pue-
de hallarse comprendido en la disminución neurasténica del umbral
de excitación, y por regla general lo está, por lo cual los neurasté-
nicos se manifiestan en muchas ocasiones como personas irritadas,
pero cuya irritación es, sin embargo, tan fugaz como todas sus res-
tantes excitaciones. Muchas neurosis dan lugar a una disposición a
la irritabilidad a partir de la alteración general del equilibrio psíqui-
co, y la irritabilidad específica puede alcanzar un grado extremo en
la proximidad de complejos neuróticos escindidos del resto y repri-
midos. Así, nadie es tan sensible a las ofensas hechas a su honor
como aquél que tiene que reprimir intensos complejos de culpa, etc.
El oligofrénico que habitualmente muestra buen genio puede tomar-
se irritado y profundamente afectado por una reacción mal compren-
dida. El mismo mecanismo se despliega en ciertos sordos, sin que
exista oligofrenia alguna, sobre la base de una imposibilidad para
comprender por completo. Tales sujetos se muestran al principio des-
confiados frente a los que les rodean, luego irritables, y en ciertos ca-
sos pueden originarse sobre esta base reacciones paranoides. Puestos
ya en el territorio de lo que no es psicorreactivo, podemos compro-
bar que toda enfermedad orgánica cerebral difusa puede conducir
a una irritabilidad aumentada, cosa que sucede con mucha frecuencia.
Ocurre esto, sobre todo, en la arteriosclerosis cerebral (asociada
entonces por lo general a una hipertonía) y corresponde a aquella
imagen del viejo cascarrabias, gruñón, que no aguanta objeciones,
pero que a veces se muestra blandamente sensiblero, incapaz de
controlar ya sus afectos. En los estadios más avanzados, el arterios-
clerótico descarga su ira dando voces, y a veces también de una
Euforia 169

manera destructiva. Los epilépticos son frecuentemente irritables, aun


cuando entre ellos existen también sujetos de un buen genio imper-
turbable, que son casi exclusivamente epilépticos genuinos.
Por el contrario, el traumatizado de cerebro, distímico, desinhibido,
irritable hasta el furor, con o sin epilepsia, puede ser uno de los pa-
cientes más peligrosos. Grados ligeros de irritabilidad constituyen
casi de modo regular la consecuencia de traumas cerebrales más o
menos considerables, aunque también a veces ligeros, así como de las
enfermedades del cerebro propiamente dicho y de sus cubiertas, tales
como encefalitis y meningitis. Las enfermedades del tronco cerebral,
especialmente en la infancia, dejan muchas veces como secuela una
irritabilidad elevada y permanente, o también todo lo contrario. La
irritabilidad puede, como es lógico, hallarse aumentada en la esqui-
zofrenia, y en la forma paranoide experimenta un incremento suple-
mentario cuando es rozado o herido el sistema delirante o cuando éste
es puesto en duda por los que rodean al enfermo. En los esquizofré-
nicos demenciados, la irritabilidad puede mantenerse durante toda
la vida del paciente de una manera tan pertinaz como la que mues-
tran en tales casos los impulsos vitales, a los que quizás corresponde
en cierto modo como una desviada tentativa de autoconservación.
La actitud general frente a los afectos negativos suele ser de re-
chazo; los positivos, en cambio, encuentran aceptación. Esto es segu-
ramente la causa de que no solamente la patología de los sentimien-
tos de felicidad, sino también su psicología normal, ocupen un lugar
tan modesto.

EUFORIA.­Esta es un sentimiento de felicidad más o menos per-


sistente, que carece de fundamento objetivo y que incluso se halla en
contradicción con este último. En ocasiones se presenta como un es-
tado de buen humor sin causa aparente, que se puede mantener con
facilidad con algo de alcohol y también, pero de modo más peligroso,
con drogas tales como la morfina, la cocaína y sus derivados. En sus
modalidades más ligeras puede permanecer conservada la capaci-
dad para darse cuenta de aquellas circunstancias objetivas de la
vida que revisten una mayor importancia, pero en las formas más
acentuadas (las cuales se aproximan mucho a los estados crepuscu-
lares) ello no resulta ya posible. Como es lógico, no es la euforia en
sí aquello que ha de calificarse de morboso en las toxicomanías,
siempre que se mantenga dentro de ciertos límites, sino la necesidad
subjetiva de mantenerla permanentemente en un nivel artificialmente
elevado, así como la disposición a ceder bienes éticos y materiales,
e incluso la salud física, para conseguirla. tLa euforia se manifiesta
170 E 1 s e n ti t

como patológica cuando persiste tenazmente a pesar de que las cir-


cunstancias justifican una actitud contraria por parte del sentímíento.z
Ello sucede con mucha frecuencia en enfermedades corporales cró-
nicas, tales como la tuberculosis, la esclerosis múltiple e incluso el
~rcinoma, siempre que ~ sean intensa~ente dolorosas. Puede in-
cluso aumentar con la gravedad del cuadro clínico general y desem-
peña entonces una función autodefensiva y de alivio. Un comporta-
miento similarmente paradójico puede darse en las neurosis median-
te la escisión de aquello que es desagradable, mediante ·la negación
y la formación reactiva en el sentido de FREUD1 o sea mediante la
transformación de una actitud conscientemente indeseable, en su con-
trario. O bien lo desagradable despierta, como sucede en la histeria,
una reacción somática, simbólica, sin que vaya acompañada por un
afecto conscientemente negativo, de lo cual deriva la aparente y mu-
chas veces comentada "belle indifférence" de numerosos histéricos.
Ya hemos hablado acerca de la capacidad del esquizofrénico para
reaccionar con un afecto paradójico, es decir, con alegría ante algo
triste, etc.
Desviaciones afectivas, no reactivas, y sobre base patológica, en
el sentido de la euforia, las hallamos en los más diversos estados
crepusculares, en el delirio, como síntoma incluído en la esquizofrenia
(pero no en el sentido de la mencionada reacción paradójica, sino
surgiendo de modo endógeno) y entre las enfermedades del síndro-
me psico-orgánico, en las distimias epilépticas (también en los esta-
dos crepusculares epilépticos), en la enfermedad de Prcx y especial-
mente en la hoy en día rara forma expansiva de la parálisis general
progresiva, la cual constituía antes, junto con las fases maníacas de
la psicosis maníaco depresiva, el paradigma de la euforia exaltada.
Otros miembros de este círculo morboso muestran poca inclinación
al aumento de los afectos positivos. Ciertos psicópatas cíclicos pueden
mostrar asimismo distimias eufóricas que no ilegan a un grado tal
que hayan de ser incluídas en el círculo maníaco depresivo. A ello
se une también, por regla general, en los sujetos pertenecientes al
círculo de la constitución cicloide, o sea, en los ciclotímicos, cicloides
y circulares en sus ·diversas -graduaciones normales y patológicas se-
gún KRETSCHMER, una actividad motriz incrementada, que a veces
llega a la agitación; en todo caso, una motilidad incrementada que
puede reflejarse también en el modo de hablar. Esta combinación de
buen humor y de hiperactividad verbal y motriz es característica de
la hipomanía (o submanía): una variante normal, susceptible de
aumentar indefinidamente hasta llegar al grado de la clásica mcmíc,
alcanzando con ello, sin duda, un nivel patológico. Arrastrados por un
Euforia 171

júbilo que no se halla vinculado ya a nada, sin límites, y que pres-


cinde de todo respeto y cuidado, los enfermos consideran como al
alcance de· la mano todo cuanto su deseo imagina, no reconocen
obstáculos infranqueables ni, con frecuencia, obstáculo alguno, con-
vierten lo trágico en indiferente o en motivo de risa, si es que lo
prestan atención, y dan rienda suelta a su agitación verbal y motriz.
Si algo se opone a esta última, si se les contradice, saltan fácilmente
a le irritación y a la ira, que la mayoría de las veces se esfuman con
fugacidad. Las representaciones, las ocurrencias, se persiguen y pre·
cipitan unas sobre otras y se asocian de aquel modo especial y laxo
que estudiaremos más adelante con el nombre de fuga de ideas. Así
pues, y de modo análogo a como se ha hecho para la distimia me-
lancólica, también se ha establecido una tríada sinto!ll_gtic_a_ con res-
pecto a la manía, tríada que consiste en-~eC.humor--bltsico maníaco,
en la aceleración yiñliltipli00cf6;de contenidos del curso de las re-
presentaciones y 'en la agitación verbal y motriz. Fácilmente se une a
todo esto el típico delirio de grandezas, la creencia inconmovible de
ser desmesuradamente fuerte, poderoso, excelentemente dotado, eró-
ticamente irresistible, rico, etc., todo lo cual puede adquirir las dimen-
sions más absurdas sin que el sujeto se preocupe lo más mínimo
por el contraste con la realidad. Las raras alucinaciones son sintími-
cas, de acuerdo con el estado fundamental de ánimo y con el delirio
mismo. Acerca del comportamiento por parte de la conciencia y de lo
consciente ya hemos dicho lo necesario en páginas anteriores.
Los desplazamientos afectivos reactivos eufóricos y, en primer tér-
mino, la embriaguez eufórica, son fugaces y por este motivo rara vez
conducen a choques con el medio ambiente. Los estados eufóricos
artificialmente provocados por medio del alcohol, aminas sintéticas
o narcóticos precisan, por regla general, de repetidas estimulaciones
con dosis cada vez mayores y a intervalos cada vez más breves, lo
cual les confiere su carácter de toxicomanías. Las dístímíos manifor-
mes endógenas son, por el contrario, de duración incierta. Si con res-
pecto a su ámbito, no alejado aún de lo normal, es todavía válido el
proverbio alemán que afirma que "la alegría se devora a sí misma
y el dolor se multiplica a sí mismo", no lo es ya en absoluto por lo
que se refiere a las grandes psicosis. En la distimia epilffe.ptica, es-
quizofrénica o psicótica circular de esta índole, el sentimiento de ex-
citación puede ser tan duradero y aparentemente inagotable como el
de apagamiento y tristeza lo es en las depresiones, prolongándose
en la manía auténtica durante muchos meses y en la p. g. p. durante
años, incluso hasta la muerte. Sin embargo, en tales enfermos no todo
es pura alegría; algunos se sienten perseguidos y atormentados por
172 E 1 sentir
la agitación maníaca y desean que el médico les aplaque. Otros se
hallan en una tan continua excitación explosiva que su estado no
solamente constituye una pesada carga para los demás, sino tam-
bién para ellos mismos. Pero la mucha mayor frecuencia de los epi-
sodios depresivos, en relación con los maníacos, hace que el mencio-
nado proverbio, sin embargo, no pierda toda validez con respecto a
las psicosis endógenas ¡5• Las psicosis circulares que no presentan más
que fases maníacas constituyen una rareza; aquellas que no presen-
tan sino fases depresivas, la regla, al menos en el ambiente y circuns-
tancias de Suiza. Fases maníacas y depresivas pueden mezclarse
entre sí en todas las proporciones, y no es en absoluto preciso que se
releven mutuamente. Tanto su duración como la del intervalo libre
pueden ser muy variables. En la psicosis maníaco depresiva ha de
esperarse que la fase termine en curación en plazo más o menos
breve o prolongado, exceptuando las depresiones surgidas en edad
avanzada, las cuales muestran gran tendencia a la cronicidad y no
son de buen pronóstico espontáneo. El pronóstico con respecto a los
resultados de su tratamiento es, en cambio, bastante favorable.
Las alteraciones corporales en la manía se comportan en líneas
generales de modo inverso a las de la melancolía. Predomina el im-
pulso al movimiento y la actividad. El rostro se muestra turgente y
muy congestionado la mayoría de las veces, la piel en general lisa
y bien irrigada. Una expresión radiante, sumamente móvil, refleja el
estado de ánimo. En las manías más ligeras, los enfermos pueden
ingerir cantidades increíbles de alimentos; en las más intensas y agi-
tadas, y dado el impulso constante al movimiento, pueden descuidar
por completo la comida, así como todo aseo personal y el sueño, de
modo tal que si no se interviene para impedirlo, los pacientes llegan
al límite del agotamiento. Quedan entonces, naturalmente, en extremo
demacrados. El insomnio constituye regla general, incluso en las
manías de intensidad moderada. En las mujeres, y no raras veces, se
observa una relación con las reglas análoga a la que se da en la
depresión. Predomina claramente el tono simpático ergotropo por
parte del sistema nervioso vegetativo, lo cual ofrece un punto de
apoyo para actuar ocasionalmente por medio de una terapéutica, y
dentro de límites más bien modestos, por medio de drogas simpático-
líticas.

6
Esto, sin embargo, tan sólo es válido con seguridad con respecto a la esfera
cultural de Occidente. En Africa Central y del Sur parece ser que predominan los
episodios maníacos e incluso entre los pueblos islámicos del Norte de Africa no son
en modo alguno tan raros como en Europa Central. Permanece sin aclarar hasta qué
punto contribuyen a ella influencias culturales.
Euforia 173

Ejemplo 12 (E 11757), 62 años, varón.

En el paciente no se puede comprobar ninguna sobrecarga hereditaria con . enfer-


medades nerviosas o mentales. Después del período escolar se colocó, muy joven aún,
en la compañía de ferrocarriles, donde desempeñó durante muchos años y en per-
fecto estado de salud, servicios de almacén y oficina. En 1945, y contando el paciente
cincuenta y siete años, hubo de ser jubilado prematuramente a causa de una depre-
sión endógena, surgida por primera vez y curada más adelante espontáneamente.
Una ligera excitación y un constante buen humor hicieron que el paciente no sintiera
demasiado la muerte de su primera mujer, sucedida en la primavera de 1948. Tal
estado de ánimo se condensó hacia fines del mismo año en una breve fase submaníaca.
Una vez transcurrida ésta, contrajo segundas nupcias con una mujer bastante más
joven que él, en mayo de 1949, y hacia finales de este año sufrió una depresión,
durante la cual no quería ver a nadie y apenas comía. Con cuatro electrochoques,
aplicados en una clínica, desapareció por completo esta fase. A continuación reanudó
tranquilamente sus ocupaciones en su domicilio y su jardín, ayudaba a los campe-
sinos de las cercanías de su pueblo en las faenas del campo y de vez en cuando
visitaba en la ciudad a sus hijos, ya crecidos.
A mediados de junio de 1951 comenzó a sufrir nuevos síntomas de excitación.
Cada vez permanecía más tiempo fuera de su casa para ayudar a los granjeros, se
entusiasmaba con su trabajo y realizaba verdaderas proezas en este sentido, no se
permitía apenas descansos para comer, pero regañaba fácilmente con sus patronos y
cambiaba constantemente de lugar de trabajo. El, que hasta entonces había sido
ahorrador . y amigo del hogar, comenzó a derrochar dinero, a mostrar un comporta-
miento desmesurado, tanto en el hablar, como en el comer, el beber y las exigencias
sexuales. No toleraba que nadie la contradijese. Advirtió a su mujer: "Durante .año
y medio he estado como dormido. Ahora tendrás que hacer exactamente lo que yo
diga." Tras un episodio de agitación aguda a fines de julio, sus familiares le ingresaron
en la clínica. A su llegada saludó alegremente al médico, al cual desconocía, si-
guiéndole con docilidad hasta el departamento, sin dejar ni por un sólo momento de
charlar despreocupadamente.
Apenas se le comienza a interrogar, el paciente refiere acerca de una excursión
que ha realizado a la montaña hace un par de días en compañía de su mujer. Des-
cribe con todo detalle cómo recogió flores, estas últimas, el lugar, sus anteriores as-
censiones a montañas, una foto que se hizo por el camino, etc.. con un sinfín de
palabras, pero siempre encuentra la forma de volver al tema principal. Por la noche
sintió deseos sexuales hacia su mujer, pero ésta le había rechazado sin motivo (dijo),
pues había estado muy cariñoso con ella. Esto le hizo "enfadarse horriblemente" y
le dijo a su mujer que se iba a la taberna X, "donde ya encontraría alguna mujer".
Pero lo dijo tan sólo para asustarla. Sabía que tanto el establecimiento como su
dueño eran serios y respetables (en este punto se extiende en una descripción del
dueño de la taberna y de su mujer). Como estaba muy enfadado, quiso mandar a su
esposa a reunirse ·en Ginebra con la hija, pero ella no se marchó. Entonces montó en
cólera, encerró a su mujer en su cuarto, reunió sus objetos de uso personal (al ha-
cerlo revolvió cómodas y armarios, arrojando al suelo su contenido) y partió para
Ginebra en el rápido de la noche. Por el camino se dio cuenta que se había llevado la
llave del cuarto.
Llegado al término de su viaje, telefoneó a la policía de su pueblo para pedir
que liberasen a su mujer por medio de una escalera. Ya más tranquilizado y con un
ramo de flores en la mano, fue a buscar a su hija cuando ésta se encaminaba a su
trabajo y se dejó convencer por ella, sin dificultad, de la necesidad de volver a su
casa. Su hija y el médico de cabecera le trasladaron, sin resistencia por su parte,
a la clínica.
174 El sentir
En ésta, el paciente se distinguía por su alegre charlatanería y su infatigable ac-
tividad. que resultaba difícil de contener. Todas las mañanas se aseaba concienzu-
damente y metiendo mucho ruido, salpicaba y llenaba de agua las paredes y el
suelo del cuarto de aseo y no hacía el menor caso cuando se le pedía que pusiese
más cuidado. La mayoría de las noches se levantaba, comenzaba a conversar con
sus compañeros de sala o salía al pasillo a fumar. A lo mejor se le ocurría lavarse
de pies a cabeza en plena madrugada, dejando todo el suelo encharcado. Cumplía
dócil y gustosamente cualquier tarea que se le encomendase, si bien no la realizaba
de modo muy completo y jamás discutía las órdenes y advertencias, pero luego hacía
lo que le daba la gana. No volvió a tener ninguna explosión de cólera y parecía no
sufrir en absoluto penas o preocupaciones. Tan sólo de vez en cuando maldecía de
su mujer, pero se le podía calmar fácilmente, y entonces hablaba de ella empleando
epítetos cariñosamente vulgares. El estado del paciente se fue calmando en el trans-
curso de cuatro meses, al cabo de los cuales pudo ser · devuelto a su domicilio en
un estado de ánimo ligeramente hipomaníaco.

Diagnóstico: Fase maníaca en psicosis maníaco depresiva.

AMBIVALENCIA.-Manía y melancolía representan polos contra-


puestos de una continuidad psíquica, en cuya zona media y más tem-
plada acostumbra moverse el sujeto sano. Este último se halla tam-
bién sometido, en mayor o menor grado, al vaivén de sus cambios
de humor, pasando de la alegría a la tristeza y viceversa, pero este
cambio se realiza entonces, por lo general, con una cierta fluidez,
de modo tal que· un estado de ánimo predominante no resiste durante
demasiado tiempo su sustitución por otro. Sin embargo, si ambos
coexisten y pugnan entre sí por la supremacía . y si el individuo se
ve indeciso y empujado por estados de ánimo, impulsos o deseos
contrcrdíctoríos, nos hallamos ante una ambivalencia de sentimientos.
Puede advertirse su presencia ante toda decisión que resulte en cier-
to modo problemática, pero que en circunstancias normales sea facti-
ble de resolver. Mas si no se llega a decisión alguna, o la que se
logra no satisface y se desea anularla, y si tales dudas y oscilaciones
surgen renovadamente ante toda necesidad de decidirse, la ambiva-
lencia representa entonces un síntoma patológico que reclama nues-
tra atención. Entonces no se trata de un despreocupado vacilar o de
una labilidad irresponsable, sino que va más bien acompañada por
la incesante preocupación de elegir de modo desacertado, con lo
cual se concluye por no elegir en absoluto, y de pura indecisión se
llega a perecer, como el asno de Buridan entre los dos haces de heno.
Quizá lo que representa, en último término, es la dualidad de sen-
tido propia de todos los actos impulsivo-instintivos, dualidad que ha
demostrado el psicoanálisis (así, por ejemplo, el doble sentido de la
incorporación oral como manifestación de amor, pero también como
aniquilación del objeto) y el famoso "sentido contradictorio de los vo-
Amsnvaiencia 11 ~

cablos primitivos" según FREUD 6, pero en el que ve JASPERS 7, que co-


mo es sabido es un destacado adversario del psicoanálisis, una pro-
piedad fundamental de diversas conexiones comprensivas psíquicas.
Habitualmente, la articulación afectiva figura-fondo acontece de tal
modo que una configuración predomina durante prolongados lapsos,
sin esfuerzo, para ser luego relevada por otra. Si por un motivo cual-

Figura 3.

quiera no se efectúa una articulación clara en figura y fondo, tiene


lugar una inquieta y tensa oscilación entre ambas configuraciones,
la cual va en contra de una profunda necesidad psíquica de estruc-
turación y que ya en ia esfera óptica es percibida como extremada-
mente molesta. Uno puede darse cuenta de ello contemplando duran-
te unos momentos un modelo de tablero de ajedrez como el reprodu-
cido en la figura 3, y se verá entonces que en ningún punto del mode-
lo y en ningún aspecto del mismo, por lo que respecta a figura y
fondo, . existe reposo. Por ello, los antiguos rechazaban tales modelos
como insatisfactorios desde el punto de vista estético. Contemplando
el modelo sobre papel blanco, el aspecto del mismo en el que el

6
FREUD, S.: Über den Gegensinn der Urworte, Obras completas, VIII, pp. 213-222.
!mago Press, Londres, 1943. Véase también FREUD: Traumdeutung. Obras completas II.
parte IV, pág. 323.
7
JASPERS, K.: Allgemeine Psychopathologie, S.ª ed. Springer, Berlín y Heidelberg,
1948, 2.ª parte, cap. I, § Se, pág. 297.
176 E 1 s e n ti t

blanco aparece como fondo resulta algo más favorecido; en un expe-


rimento riguroso sería preciso colocar el modelo sobre un fondo neutro.
Ya que la articulación figura-fondo de toda experiencia corres-
ponde a sus formas estructurales más extendidas y comunes, hemos
de esperar encontrar la ambivalencia en múltiples y diversos cuadros
patológicos, y de hecho la hallamos. Es significativo que tanto el niño
como el adulto pueril tiendan poco a ella, pues sus estructuras, a
pesar de ser simples, resultan la mayoría de las veces unívocas, de
forma relativa y con respecto a lapsos limitados de tiempo. La ambi-
valencia es también síntoma típico de un consciente amplio y no de
un consciente reducido, ya que tendencia y contratendencia ocupan
simultáneamente en él sus correspondientes lugares. Se muestra de
modo más patente en una variedad especial de carácter y de una
clase de psicópatas.

Se trata en estos últimos de los escrupulosos, de los constantemente


atormentados por dudas y remordimientos de conciencia con escaso
fundamento objetivo. Todas las neurosis pueden conducir a una mar-
cada ambivalencia, sobre todo cuando los sentimientos neuróticos de
culpa, reprimidos, mantienen una incesante corriente de contraimpul-
sos, impidiendo con ello toda espontaneidad. El apenas camuflado
sentimiento ambivalente de odio y amor que ciertos histéricos experi-
mentan frente a sus "partenaires", se manifiesta a veces en actitudes
asimismo ambivalentes, pero con mayor frecuencia en una actitud brus-
camente oscilante. La ambivalencia del neurótico obsesivo, profunda-
mente oculta y disfrazada bajo numerosos mecanismos secundarios,
ofrece por el contrario la fuerza impulsiva de una ambivalencia extra-
ordinariamente tensa, que se expresa en casi todos los actos y que
paraliza casi por completo la capacidad de decisión del neurótico ob-
sesivo grave. La más insignificante cuestión se convierte en objeto de
cavilaciones sin fin, que no conducen a resultado alguno y que impiden
al enfermo obsesivo sentirse por fin libre y contento al adoptar una
decisión impuesta por las circunstancias. Para convertir su acción en
inofensiva para sí mismo y sobre todo para los demás, se ve obligado
a realizar complicados actos simbólicos con la más minuciosa exac-
titud, y tan solo a través de ello consigue la mísera satisfacción de
una libertad de movimientos estrictamente reducida. La esquizofrenia
es, de todas las psicosis, aquella donde más arraiga la ambivalencia,
la cual se establece sobre todo cuando la disociación afectiva no ha
alcanzado aún tal grado que los más contrapuestos sentimientos dis-
curren libremente uno al lado de otro, sino cuando, surgiendo de
Trastornos cualitativos 177

modo simultáneo, se hallan todavía vinculados entre sí hasta cierto


punto, haciendo sentir al paciente su antagonismo. Por tanto, la am-
bivalencia se establece como síntoma precoz de la esquizofrenia, bien
de modo absoluto, bien como parte constitutiva de una perplejidad
más ampliamente generalizada. La oscilante inseguridad de la actitud
se diferencia entonces de la rigidez que caracteriza a la ambivalencia
neurótica obsesiva, de un modo análogo a como un combate en te-
rreno abierto entre unidades móviles se diferencia de una encarni-
zada lucha de posiciones entre fuerzas atrincheradas.

D. TRASTORNOS CUALITATIVOS

De los trastornos cualitativos en sentido estricto han ·de diferenciar-


se aquellos que en general pueden corresponder a la gama de senti-
mientos del hombre sano, pero que en el momento en que surgen ha-
cen el efecto de hallarse desviados en cuanto a su índole o clase. Esto
es posible debido principalmente a dos motivos: a la persistencia de
modos de reacción afectiva que deberían haber sido ya superados y
a la intromisión de otros modos dé reaccionar, actualmente más acti-
vos y más adecuados a otras motivaciones.

INFANTILIDAD.-En el primer grupo incluimos las reacciones


sentimentales infantiles del adulto, en cuanto rebasen aquella elásti-
ca medida en la que cabe un sano relajarse, un humor juguetón y,
de vez en cuando, una emoción profunda. En dicho grupo queda in-
cluida la infantilidad de carácter permanente, la inmadurez de senti-
mientos, imposible de corregir, de los psicópatas con infantilismo psí-
quico, así como los rasgos infantiles de diversos estigmatizados endo-
crinos, tales como los acromegaloides, los cretinoides y cretinos, el
mixedema constitucional, la distrofia adiposo genital, así como su con-
trapartida: la caquexia hipofisaria de Simmonds, el eunucoidismo, etc.
El carácter patológico del infantilismo psíquico queda señalado aquí
por la independencia de la alteración. El hombre sano puede incurrir,
desde luego, en modos infantiles de reaccionar; pero es capaz de libe-
rarse rápidamente de ellos y de adoptar el tacto y el autodominio
propios del adulto. Aparte de su intensidad, aquello que caracteriza
principalmente a los sentimientos infantiles es precisamente la falta
de tacto y de prudencia, el estar dominado el sujeto por sentimien-
tos momentáneos, la falta de matización de estos últimos y el no tener
lo suficientemente en cuenta las circunstancias y las personas. Tales
sentimientos son extremadamente inmediatos, lo cual puede resultar
BASH ~ 12
178 E 1 s e n ti r

conmovedor en el mno; pero resulta la mayoría de las veces burdo y


desagradable en el adulto. La persistencia de esta calidad infantil,
como rasgo principal de los sentimientos en la edad adulta, puede
presentarse como desviación del carácter, que a veces no pasa de
ser sino más bien una variación no esencial del mismo; pero que en
otras ocasiones reviste un aspecto francamente patológico.

Ejemplo 13 (W 2224), 21 años, hembra.

La paciente creció, como tercera entre siete hermanos, en un hogar de trabajadores.


sencillo, pero armonioso. El padre era algo mezquino, pedante y severo; la madre era
una mujer sencilla y se preocupaba diligentemente por el bienestar de los suyos. La
paciente ha sido desde la infancia algo débil y angustiable, de dormir inquieto, y
padecía frecuentes crisis de sonambulismo, sin que probablemente se puedan achacar
las mismas a desacuerdos o disgustos en el hogar.
En las clases l.ª y 3.ª hubo de dejar de asistir al colegio durante sendos trimes-
tres por padecer adenitis fímica, pero a pesar de ello pudo recuperar los cursos.
Durante el perido escolar padecía también de cólicos periumbilicales. Después de la
6.ª clase realizó un período de prueba para pasar a la escuela secundaria, enfermó
durante él y se puso tan nerviosa y emocionada cuando hubo de repetir el examen
de ingreso que los padres no la permitieron presentarse a la segunda parte del examen.
Tras el período escolar hizo un aprendizaje de dependienta de comercio, pero mu-
chas veces se sentía algo mortificada y molesta por uno de sus superiores y en dos
ocasiones, y después de discutir con él. sufrió accesos de tetania por hiperventilación,
coincidiendo ambas crisis con la regla. Obtuvo por fin un puesto como vendedora en
una tienda de artículos eléctricos, donde desde el principio hubo de permanecer
muchas veces sola al frente del establecimiento. Esto la asustaba y se quejó en su
casa de que si en alguna ocasión sufría un atraco, nadie se enteraría ni podría auxi-
liarla. Cada vez estaba más angustiada; se sobresaltaba cada vez que se abría la
puerta de la tienda, su sueño se hizo aún más intranquilo y repetidas veces sufrió
pesadillas, en las cuales se veía perseguida por un hombre corpulento que la aga-
rraba y la estrangulaba. Un día contó a la sirvienta de su patrón una de estas pe-
sadillas como si hubiese sido un episodio realmente acontecido en la noche anterior,
y se quedó sorprendida cuando al día siguiente apareció en la tienda un policía al
cual había avisado la sirvienta. El policía hizo que le acompañase a la comisaría y
la interrogó allí acerca de lo sucedido. Ella no tuvo el valor de decir que solo se había
tratado de un sueño, sino que repitió la misma historia que había referido a la sir-
vienta. Continuaron las pesadillas, pero ahora veía en ellas como el desconocido pe-
netraba en la tienda y la atacaba. Durante estos sueños se arañaba a veces en el
cuello o en las mejillas, pero no contaba a sus familiares nada de todo esto.
Una tarde en que se encontraba sola en la tienda, como de costumbre, y pensaba
en todas estas cosas, se le ocurrió que podría contarle a su patrón que un hombre la
había atracado y había intentado llevarse el dinero de la caja, y así él seguramente
no la volvería a dejar sola en la tienda. Las representaciones acerca de esto se
hicieron cada vez más vivas, hasta que se decidió efectivamente a urdir la mentira,
ya que no podía aguantar más su estado de miedo y de tensión. Hizo un recibo
como si hubiese vendido una bombilla, ingresó el importe de esta en la caja, pa-
gándolo con su propio dinero y sacó la llave de contacto de la registradora, mientras
pensaba que iba a contar como los atracadores habían realizado una compra y como
la habían querido atacar, y ella, para proteger la caja, había quitado el contacto.
Reacciones primitivas 179

Comenzó a temblar de emoción, apenas podía sostenerse en pie y, como refería la


propia paciente más adelante, "lo que me pasó fue como si todo hubiese sucedido de
verdad". Se clavó las uñas en las mejillas, respiró fuerte y sintió vértigo. Se sentía
como si el atracador hubiese estado realmente allí y cayó al suelo desvanecida.
Cuando entró gente y la encontraron en tal estado, refirió todo como si en realidad
hubiese sucedido y fue creída, sobre todo a causa de los arañazos que tenía en la
cara, pero un par de días después se averiguó la verdad. Pasó al tribunal por haber
inducido a error a las autoridades judiciales. Se la sometió a una prueba pericial
psiquiátrica y fue condenada a una detención, indicándosela que se sometiese a
tratamiento y control psiquiátricos.
La paciente acudió a la primera entrevista muy excitada, pero se logró fácilmente
tranquilizarla. Su comportamiento se manifestaba como inmaduro y recordaba el de
una colegiala. Cuando hablaba llamaba la atención su constante empleo de diminu-
tivos. El pensamiento se mostraba falto de crítica y de independencia, fuertemente
sometido a las influencias del estado momentáneo de humor, como sucede en los
niños. Sus concepciones de la vida parecían ser, sencillamente, las que había adop-
tado de sus padres, sin criterio personal alguno. Sus representaciones no hacían sino
referirse superficialmente a lo . próximo inmediato, pero sin proyección alguna hacia
el futuro, y se hallaban faltas de la lógica y la consecuencia propias de una persona
adulta.
Después de lo sucedido comenzó a trabajar en una ciudad vecina, a la cual tenía
que ir y de ·la cual tenía que · volver a diario en ferrocarril, pero a pesar de ello
no pensó en trasladar allí su residencia, sino que deseaba a todo trance continuar
viviendo con sus padres. Le asustaba la mera idea de alquilar una habitación fuera
de su casa y encontraba muy natural que con sus veintiún años cumplidos, no sola-
mente tuviese que entregar su sueldo en casa para recibir tan solo algo de dinero
para sus pequeños gastos, sino que tuviese que pedir permiso a su padre cada vez
que deseaba salir por la noche. Ocupa sus ratos libres con la lectura de revistas,
haciendo punto y escuchando la radio. Las emisiones que prefiere con las de música
popular y las infantiles. De vez en cuando, y si el padre la da permiso, asiste,
acompañada de un muchacho de diecinueve años a alguna reunión o algún baile,
pero sin que tenga en absoluto contacto sexual alguno. Su inteligencia se halla a un
nivel ligeramente inferior al medio. La afectividad (en el Rorschach} es angustiable,
lábil e infantil, pero sin rasgos neuróticos.

Diagnóstico: Personalidad infantil con tendencia a reacciones psicógenas anormales.

REACCIONES PRIMITIV AS.-Emparentadas con los modos de sen-


tir infantiles se hallan las reacciones primitivas de KRETSCHMER 8, de
aparición tan solo episódicas, pero en cambio muy intensa, y de las
que ya hemos tratado anteriormente. Según su definición, se trata
de "aquellas reacciones en las que el estímulo vivencia! no recorre
por completo todas las etapas intermedias que habría de atravesar
en una personalidad totalmente desarrollada, sino que reaparece sin
elaboración previa y de un modo reactivo en forma de acciones im-
pulsivas y de momento, o como mecanismos psíquicos profundos (por

8 KRETSCHMER, Ernst: Medizinische Psychologie, 9.ª ed. Thieme, Stuttgart, 1947. p. 179.
180 E1 sentir

ejemplo, de índole hipobúlica o hipnoide)". Su carencia de modula-


ción personal, su "desnudez", por así decir, su curso extremadamente
simple y rectilíneo, su limitación a una descarga que casi podría
calificarse de mecánica, sin elaboración intrapsíquica alguna, las
caracterizan como manifestaciones cualitativamente patológicas, en
tanto se trata de modos de reacción relativamente frecuentes o incluso
habiuales. Por otra parte, y de un modo aislado, toda persona es sus-
ceptible de presentar una reacción primitiva cuando sufre el impacto
de una vivencia intensa que percute y paraliza las zonas más elevadas
de la personalidad. Estados limítrofes con lo patológico y que corres-
ponden a inhibiciones del desarrollo psíquico pueden dar lugar a una
disposición a ellas, tales como la oligofrenia, una personalidad in-
fantil o psicopática, diversas clases de psicopatía, tales como la abú-
lica, la irritable y la histérica. O bien las zonas más elevadas de la
personalidad resultan demolidas y el estrato primitivo, con sus dis-
posiciones y mecanismos profundos, no inhibidos ya por aquellas,
aparece al descubierto, como sucede casi siempre por lo regular en
las demencias orgánicas y muchas veces en la esquizofrenia. Se dan
asimismo reacciones como las llamadas "explosiones carcelarias" de
los presos: una irrupción de furor e insultos, ciegamente destructora,
que puede darse también en otras circunstancias que supongan in-
tensa tensión psíquica. Entre las reacciones primitivas se pueden in-
cluir asimismo algunas "crisis nerviosas" acompañadas de lloriqueos,
alaridos, de una rebelión o una autoacusación teatrales, estados his-
téricos, sospechas y acusaciones desprovistas de fundamento, para-
noides, manifestadas del modo más intensamente afectivo, demostra-
ciones, desprovistas de todo pudor, de frustraciones, despecho, cmcr-
gura o tristeza, huidas súbitas o cuadros semejantes al "cmok", gro-
seros actos de venganza en los que el autor no repara en peligros, etc.
La emoción, de extraordinaria intensidad, arrasa entonces todo en
su camino, se agota prontamente y deja tras de sí un silencio colmado
de arrepentimiento por lo realizado, un agotamiento o en ocasiones
una amnesia. El estrechamiento de lo consciente, centrado sobre el
contenido cargado de afectividad, muestra que aquí nos hallamos ante
estados crepusculares de profundidad diversa, y KRETSCHMER habla
incluso, en relación con esto, de "estados crepusculares afectivos". Ha
de mencionarse especialmente que ciertas personas, algunas de ellas
por lo demás sanas, pero con preferencia aquellas que han sufrido
un traumatismo craneoencefálico, pueden reaccionar con tales estados
crepusculares afectivos después de un moderado consumo de alcohol,
sin necesidad de atravesar los habituales estadios iniciales de des-
inhibición afectiva con capacidad de adaptación objetiva más o menos
Humor esquizotrénico H:H

conservada. Y a que tales estadios faltan, se habla entonces de em-


briaguez patológica (no se aplica este calificativo a la susceptibilidad
extraordinariamente fácil al alcohol, sino al modo de hallarse morbo-
samente alterada dicha susceptibilidad).

Ejemplo 14 (W 1445), 41 años, varón.

Al paciente, que procede de una familia de alcohólicos, le costó mucho esfuerzo


pasar -. la escuela primaria y hubo de repetir dos cursos. Creció en el ambiente cam-
pesino, pero fue a trabajar a una fábrica y más adelante aprendió el oficio de al-
bañil. Hombre trabajador, cuidaba una pequeña granja en la que tenía dos vacas y
proporcionaba el sustento a su mujer y a cuatro hijos, dos de los cuales tienen tam-
bién dificultades escolares. La mujer, persona lunática y de mal genio, se queja de
que su marido no la satisface lo suficiente desde el punto de vista sexual. Estableció
mucha amistad con una inquilina a la que tenía como subarrendada en su casa, la
cual logró sobre ella una cierta influencia. En la noche en que el paciente sufrió la
crisis, la mujer le hizo reproches acerca de su pasividad sexual y se negó a acostarse
hasta que la subarrendada volviese a casa, amenazando al paciente con la separa-
ción. El reconoce que por este motivo se puso completamente desesperado, que no
pudo dormir en toda la noche y que no veía otra salida sino la muerte. Por la ma-
ñana intentó pegarse un tiro en la cabeza con la carabina de reglamento, pero res-
baló al apuntar y la bala no hizo más que rozarle la piel de la frente. Durante su
reconocimiento en el hospital fue fácil establecer un excelente "rapport" afectivo con
el paciente, el cual se presenta tranquilo y ordenado. En la anamnesis no pudo
comprobarse la presencia de anteriores episodios depresivos.

Diagnóstico: Reacción primitiva depresiva en un débil mental de personalidad


poco diferenciada.

HUMOR BASICO ESQUIZOFRENICO.-Fundamentalmente distintas


en cuanto a esencia y valor diagnóstico de las reacciones sentimenta-
les que a consecuencia de las circunstancias han de ser designadas
como patológicas, son aquellas a las cuales se puede aplicar este
calificativo tanto por su índole especial, como por su aparición, vin-
culada esta última a enfermedades psíquicas. La comprobación de
estos dos últimos predicados resulta esencial para determinar los sen-
timientos cualitativamente patológicos en sentido estricto. La máxima
desviación aparente, incluso lo completamente inaudito de la cualidad
de un sentimiento, no basta, por tanto, jamás para demostrar su
carácter patológico, ya que aquí, lo mismo que en otros sectores de
la Psicología, no es suficiente para ello la comprobación de un síntoma
aislado. Pero lo que ha de tenerse más en cuenta es la amplitud del
posible espectro de los sentimientos; incluso en una persona psíquica-
mente sana, no se puede determinar sino en medida demasiado gro-
sera y siempre nos depara sorpresas, las cuales surgen, preferente-
mente, en las personas con predisposición a afectos profundos o con
dotes artísticas. La experiencia de que ciertas clases de sentimientos
acompañan con prioridad a determinados estados francamente pato-
lógicos resulta, pues, de considerable importancia, aun cuando la
comprobación de aquellos no demuestra aún la existencia de estos
últimos y facilita mucho el diagnóstico de tales estados cuando el
mismo tiempo pueden demostrarme también otros síntomas que hablan
en su favor. La índole de sentimiento a que en primer término nos
referimos aquí es aquélla, difícilmente comprensible, apenas posible
de ser definida por el propio sujeto que la vive y mucho más difícil
aún de describir por parte del observador, y que acostumbra ir unida
al proceso esquizofrénico, para extinguirse también al detenerse este
último.
Constituye mérito de WYRSCH 9 haberla estudiado y descrito en
su significado esencial. Este autor la designa con la· denominación es-
pecífica de estado fundamental de ánimo esquizofrénico. En las fases
más precoces (y no raras veces como primer síntoma) está colmado
de espera ansiosa y puede irse exaltando hasta una premonición in-
quietante, hasta un misterioso presentimiento de algo índefíníble que ha
de sobrevenir, puede desarrollarse hasta un "ser de otro modo" cons-
ciente y sentirse excluido hasta una esencial alienación no solo del
mundo, sino también, e incluso sobre todo de sí mismo, conduciendo
además a un sentimiento apocalíptico que abre insondables abismos
y en el cual lo más monstruoso es que el horroroso hundimiento final,
cuyos espantos se tienen constantemente presentes, no se cumple ni
a pesar de las más horribles vivencias de aniquilamiento, sino que a
cada paso que da el que azuzado por su destino ha de recorrer este
doloroso sendero, se le presenta la sospecha de que algo más siniestro
aún le aguarda todavía. La mencionada exaltación puede detenerse
en cualquiera de las etapas, incluso en las más inferiores, y no es
forzoso que avance más en ulteriores brotes o empeoramientos de la
psicosis. Si bien la angustia, el horror y lo siniestro aparecen aquí
como los aspectos más fácilmente captables del estado fundamental
de ánimo esquizofrénico, éste no queda agotado con ellos ni se re-
duce a los mismos. WYRSCH escribe a este respecto 10, "aquel ligero
matiz de lo siniestro y lo inquietante, tal como lo conocemos también
de modo análogo a través de nuestras vivencias de mentalmente sa-
nos; por ejemplo, al comienzo de una enfermedad corporal, cuando
aún no hay sensaciones por parte de los órganos que anuncien el

9
WYRSCH, J.: Die Person des Schizophrenen, Haupt, Berna, 1949, Trad. esp. en Mo-
rato: La persona del esquizofrénico, Madrid, 1956.
10
Loe. cit., pp. 125-6.
Humor esquizofrénico 183

asiento del trastorno y este, sin embargo, se siente de un modo vital.


Se añade a ello una tonalidad que conocemos aproximadamente por
nuestra experiencia de normales, de modo tal que ambas pueden ser,
al menos, comparadas. Cuando la casualidad o el deber nos conducen
a una región que nos es extraña, entre gentes con otra imagen del
mundo y otras reglas de comportamiento social; pero no de tal modo
que la simpatía o antipatía que de manera involuntaria surge en nos-
otros nos indiquen rápidamente el camino a seguir y nos conduzcan
rápidamente también a una actitud de hallarnos como en nuestra
propia casa o bien de recelo u otra cualquiera, nuestro estado de áni-
mo será algo análogo a aquel humor siniestro e inquietante que nos
describen los esquizofrénicos que se sienten lentamente invadidos por
él". Este humor no es, por tanto, idéntico al igualmente siniestro; pero
esencialmente amenazador y potencialmente destructivo de la de-
presión endógena, aun cuando este último· puede asociarse a aquél.
De modo algo esquemático podría decirse: el humor básico es-
quizofrénico pone en cuestión absolutamente todo; el depresivo lo pone
también en cuestión, pero al mismo tiempo le da una respuesta ne-
gativa. Lo tenso que se abre a territorios jamás hollados, que interro-
ga a lo absolutamente incomprensible y que pierde todo asidero firme,
caracteriza el "ser de otro modo" del humor básico esquizofrénico y
su düerencia con respecto, incluso, de todos los estados de ánimo
"metafísicos", pero normales, los cuales mantienen aún sus vínculos
con lo comprensible. No se trata de que lo comprensible desapa-
rezca de lo consciente del esquizofrénico, pues se halla aún presente
en él, excepto en el humor delirante muy acentuado; pero no le
ofrece ya base alguna de apoyo. Este humor delirante (JASPERS) re-
presenta ya el completo dominio por lo siniestro, el hallarse entre-
gado y reducido a una realidad completamente subjetiva, quizá más
próxima de la experiencia normal que el propio humor básico esquizo-
frénico, ya que lo conocemos a través de los sueños.

Ejemplo 15 (E 11629), 19 años, varón.

El paciente, cuyo padre murió siendo él muy nmo, y que fue muy mimado por
su madre, la cual era de humor muy lábil, no logró aprobar el examen de ingreso
en la escuela secundaria. Pasó un año en una institución pedagógica y otro en una
clase para selección profesional, iniciando luego una instrucción comercial. Comen-
zaron entonces a manifestarse los primeros signos de enfermedad. Fijaba citas con
clientes, sin conocimiento de los colaboradores de la firma, y hacía aparecer a aque-
llos inesperadamente en la oficina. Franqueaba cartas con sellos de valor distinto al
que era preciso, sin que con ello obtuviese ventajas materiales. Para sus viajes de
negocios utilizaba taxis y pai:a clavar un clavo, el auricular del teléfono, con lo cual,
como es lógico, lo rompió. En cierta ocasión se le buscó por toda la oficina sin poder
1 t14 L 1 sent1r
encontrarle, hasta que, casualmente, fue descubierto en el despacho del jefe, que se
hallaba ausente. Estaba sentado junto a la mesa de despacho y miraba fijamente
ante él. Hablando acerca de esta época, el paciente dice que se sentía constantemente
cansado, sin que hubiese causa aparente para ello. "Siempre había dentro de mí algo
que no habría tenido que ser".
Tras su fracaso en el aprendizaje comercial, el paciente pasó a trabajar en la
finca de unos amigos de su familia, con el fin de ayudarles en las faenas agrícolas.
Esto no le gustó gran cosa, pero reprimió su descontento. Después de una noche de
baile en el pueblo, durante la cual bebió más de la cuenta, se apoderó de él una
intensa sensación de estar enfermo, más bien vaga, que le obligó a volver a su
casa sin despedirse. Después de pocos días fue ingresado en la clínica. Dice que en
su casa se ha sentido constantemente cansado, "especialmente la cabeza", tenía que
descansar y dormir. Ahora le parece todo como un sueño, no se siente muy en sus
cabales, como si no fuese una persona normal, como si "no le funcionase bien la
cabeza". Siente constantemente frío. Tiene la impresión de que le va a suceder algo.
Pero no se trata de nada bueno. Esto último lo afirma el paciente como si fuese
indiscutible, pero con una chocante indiferencia, como si se tratase de algo referente
a una persona extraña por completo a él. Se halla bien orientado, proporciona los
datos de una manera ordenada, pero se advierte que no participa de un modo
afectivo en la conversación, o se tiene que esforzar constantemente por hacerlo. Las
preguntas que se le dirigen han de ser muy completas, pues si solamente se esbozan
o se limitan a una alusión, el enfermo no las capta. A veces sus respuestas no van
muy de acuerdo con lo que se le ha preguntado. Sus palabras surgen breves, corta-
das, secas, no moduladas. Su rostro permanece inmóvil como una máscara, su actitud
es tensa. Varias veces repite, con ligera impaciencia, que está enfermo, que dentro
le sucede algo que no puede describir y que es distinto a cuanto ha experimentado
hasta ahora. Pregunta si es que se tendrá que quedar aquí para siempre. No puede
imaginar cómo ha de abrirse camino en la vida.

_Diagnóstico: Hebefrenia con marcado sentimiento de proceso y escasos síntomas


secundarios. A pesar de una terapéutica de choques, la psicosis continuó progresando
hasta dejar un defecto de mediana intensidad.

El humor básico esquizofrénico puede constituir una expresión del


proceso morboso en la esquizofrenia y se extingue al estacionarse
el proceso. No cabe la menor duda de que aparte de dicho humor
esquizofrénico y de los estados psicopatológicos con él emparen-
tados, y que estudiamos en el capítulo V de esta obra como "sín-
drome de la ruina de la configuración", existen sentimientos cuali-
tativamente anómalos y de las índoles más diversas, cuya rareza y
variedad escapan a toda tentativa de descripción y clasificación. Si
se nos permite una metáfora diremos que las frecuencias de onda de
dichos sentimientos parecen corresponder a zonas invisibles de un
espectro, zonas cuyos contenidos no son ya directamente captables
por el órgano receptor normal y que tan sólo a través de la compa-
ración con las zonas visibles pueden ser deducidas. Las vacilantes
comparaciones que incluso nuestros enfermos mejor dotados ester-
blecen, aluden quizá a contenidos correspondientes a sentimientos
Demencia esquizofrénica 185

a los que jamás tienen acceso los sanos. Una definición de dichos
sentimientos ha de resultar tan imposible como la de la "cosa en
sí" kantiana. Pero es seguro que pueden surgir sentimientos extrañí-
simos en la esquizofrenia, los tipos de reacción exógena aguda, los
estados crepusculares y de embriaguez, las auras epilépticas y las
enfermedades cerebrales tales como la parálisis general progresiva
y numerosos tumores cerebrales, mas la dificiultad de captarlos y
definirlos hace que científicamente sepamos muy poco acerca de
ellos, dado el estado actual de nuestros conocimientos.

DEMENCIA ESQUIZOFRENICA.-Los esquizofrénicos demenciados


habrían de ser incluidos también, y al menos teniendo en cuenta lo
que en su cuadro clínico aparece como manifiesto, entre los que en
general podríamos designar como "arruinados" desde el punto de
vista afectivo, aun cuando la duda acerca de si tal denominación
resulta certera para designar la esencia de dicho estado se halla
más que justificada. La demencia o el defecto esquizofrénico se ins-
talan unas veces durante el brote agudo, otras transcurrido éste y
siendo en primer término de naturaleza afectiva, si bien no de un
modo exclusivo. Es discutible que se trate de un síntoma obligado
de esquizofrenia. KRAEPELIN lo tenía por tal, considerándolo expresión
del pronóstico esencialmente malo de la esquizofrenia (en contrapo-
sición con el fundamentalmente bueno de las psicosis circulares).
E. BLEULER, que diagnosticaba más bien según los síntomas, que se-
gún el curso, no lo consideraba como síntoma oliigado, y M.
BLEULER 11 calcula en un 20 a un 30 por 100 los estados finales es-
quizofrénicos sin defecto. La amplitud del concepto anglosajón de
esquizofrenia permitiría aumentar aún más tales porcentajes, mien-
tras que los autores escandinavos, sobre todo, se niegan a calificar
como esquizofrenias las que no conducen a un defecto. El cuadro
clínico no es tanto el de un déficit como el de un socavamiento o
una devastación de los sentimientos, los cuales, como máscaras de
un trágico carnaval, exageran, falsifican y adoptan aspectos ambiguos.
Permanece reconocible la configuración del sentimiento, pero
deformada, ·hueca de contenido, y más o menos alejada de la reali-
dad. Las expresiones verbales y las motrices se hallan caracterizadas
por rigidez, vacuidad y amaneramiento, lo cual no impide que en
ocasiones sean también excesivas y se mezclen además con mcmí-

11
BLEULER, M.: Krankheitsverlauf, Personlichkeit und Verwandschaft Schizophrener
und ihre gegenseitigen Beziehungen, "Colección de monografías psiquiátricas y neuroló-
gicas", tomo XVI, Thieme, Leipzig, 1941.
188 E1 sentir
festaciones afectivas normales; pero esto es cada vez más raro a
medida que avanza la demencia. Lo primero que decae es la flúida
capacidad de adaptación, la aptitud para ordenar y configurar de
una manera flexible la fina matización de los sentimientos. No es
que se tornen tan solo toscos y groseros, aun cuando esto puede
suceder muy bien en las demencias graves, sino que debido a una
alteración de su estructura más fina se vuelven más secos, rígidos
y fríos, e incapaces de coordinarse con las múltiples exigencias del
medio ambiente. Permanecen asimismo transidos con aquellas ex-
trañas cualidades, apenas descriptibles, a las que más arriba hemos
intentado al menos aludir bajo la denominación de "alteraciones cuali-
tativas", pero incluso el sentimiento de proceso se va esfumando
cada vez más, dando lugar a un creciente vacío. Mas los senti-
mientos parecen, en general, hallarse también reducidos desde el
punto de vista cuantitativo. Cada vez se hacen más raras las emo-
ciones, y las que restan se agrupan como mendigos, niveladas por
la común miseria. O las emociones que sobreviven se rigidifican
y exteriorizan en formas amaneradas, artificiosas, estereotipadamente
semejantes cada vez que se repiten, del mismo modo que una per-
sona venida a menos mantiene tercamente, y en las circunstancias
más inadecuadas, los modales propios de su anterior condición social.
Muchos pacientes pueden mantenerse durante años, y hasta su
muerte, en este nivel. En cierto número de ellos, calculado en un
25 a un 30 por 100 de los enfermos esquizofrénicos (M. BLEULER).
continúa el descenso hasta el total deterioro final. Este puede pro-
ducirse ya al finalizar el primer brote, o bien irse estableciendo más
adelante a pasos más rápidos o más lentos, mayores o menores. Aquí
se tiene aún más la impresión de que los sentimientos se hallan
sumamente reducidos desde el punto de vista cuantitativo, o incluso
casi extinguidos, pues los enfermos solo parecen preocuparse de sus
necesidades más primitivas, de las pulsiones instintivas más des-
controladas y faltas de elaboración, y estas, además, no son vividas
en el sentido de satisfacerlas debidamente. Los enfermos, agitados
o apáticos, la mayoría de las veces sucios (siempre que no se les
cuide), y despreocupados por su aseo personal, vegetan sin dar se-
ñales de participación o de cuidado en el propio interés; salen even-
tualmente de tal estado aguijoneados por el estímulo de un impulso
instintivo o incluso se muestran embotados frente a éste. Pero, de
cuando en cuando, sucede algo inesperado e imprevisible. El enfermo,
que se halla reducido a un nivel de vida animal o casi vegetal, se
muestra ante cualquier encuentro casual capaz de una emoción de-
licada y diferenciada. Puede suceder que después de esta se man-
LJemencia esquizofrénica 187

tenga más accesible y que a través de este estrecho puente, en espe-


cial si se aprovecha para una comunicación terapéutica, vuelva a ha-
llar su camino hacia el mundo de los sanos. O bien, después de este
breve rayo de sol que ha lucido a través de un cielo cubierto de
nubarrones, recae en las tinieblas de su estado de total embotamien-
to y apatía, por tiempo indefinido o para siempre. En ocasiones, esto
es impedido por la presión de acontecimientos exteriores, tales como
las necesidades impuestas por los tiempos de guerra. Durante la
guerra mundial, en que muchas clínicas psiquiátricas se vieron for-
zadas a vaciarse de enfermos, estos, esparcidos en todas direccio-
nes y abandonados a su suerte, perecieron en parte; pero un consi-
derable número de ellos (siempre que se tratase de esquizofrénicos)
fue arrancado a su estado de grave demencia y de total deterioro,
incluso de modo duradero, y los que pudieron superar las dificul-
tades objetivas del momento volvieron a reintegrarse a la vida social.
La conclusión, propagandísticamente deducida de este hecho, de que
también en tiempos de paz no habría sino que abrir de par en par
las puertas de los manicomios para que muchos de los esquizofré-
nicos aparentemente incurables se recuperasen, no tiene naturalmente
en cuenta las extraordinarias circunstancias en que fue realizado
aquel experimento involuntario, determinado por una catástrofe co-
lectiva. Los resultados de tal experimento constituyen, sin embargo.
una renovada advertencia para configurar del modo más activo po-
sible la terapia dentro del establecimiento psiquiátrico. Mas también
sin necesidad de una catástrofe tal, sin necesidad, en general, de un
especial estímulo, sucede siempre de nuevo, de vez en cuando, que
un esquizofrénico considerablemente demenciado, y que incluso se
halla al parecer absolutamente deteriorado ya sin esperanza, des-
pierte de golpe del sopor , en que se había hundido y retorne a la
vida completamente curado. Los sentimientos vuelven entonces a re-
nacer y florecen y se desarrollan lo mismo que antes de la enfer-
medad, de un modo tal que nos hace aparecer como dudosa la in-
clusión, que tan natural parece a primera vista, de la demencia
esquizofrénica entre las alteraciones cuantitativas generales de los
sentimientos.

Ejemplo 16 (W 2707), 59 años, varón.


El paciente, que procede de una familia tarada con esquizoidia, pero no con
enfermedades mentales manifiestas, llamaba tan solo la atención durante su juventud
por participar escasamente en diversiones colectivas. Después de los años escolares
y de un aprendizaje como dibujante, trabajó en esta profesión y enfermó agudamen-
te por primera vez en 1923 de una esquizofrenia con intensos síntomas secundcríos,
los cuales remitieron en su mayoría a las pocas semanas. Se desarrolló un cuadro
188 E 1 s e n ti r

paranoide querulante, con alucinaciones corporales aisladas (se creía electrizado, et·
cétera). Largos años de internamiento en clínicas alternaron con tentativas de estcn-
cia en ambiente familiar, las cuales fracasaban por lo general al poco tiempo. El
paciente se defendió contra la incapacitación con los diversos medios legales de que
disponía, siendo rechazado de todas partes, y así se fue consolidando cada vez más
en él la creencia de hallarse completamente sano y de que las clínicas, los médicos
y las autoridades no servían sino para "enchufar" y proporcionar sinecuras a protegi·
dos políticos. Tan solo en 1944 pudo mantenérsele durante cierto tiempo al cuidado de
su familia, ganándose luego el sustento trabajando como peón de albañil, siendo
apreciado por sus patronos. Continuó luchando contra su incapacitación y en 1953
consiguió que se revisase su proceso en el sentido por él deseado.
Ya en el antedespacho donde se le toman los datos personales, el paciente da
muestras de no hallarse ajustado a la situación. Al entrar, lo primero que hace es
contemplarse detenidamente en un espejo de pared, después se arroja descuidada·
mente sobre una silla y comienza a hablar con la secretaria, tomándose con ella
ciertas confianzas. En el despacho de la consulta mira con curiosidad los más diversos
objetos, incluso los que no pueden tener para él el más mínimo interés, tales como
papeles, etc., y no se abstiene incluso de manosear algunos. No fue posible lograr
con él un "rapport" afectivo, ya que, después de algunas observaciones iniciales.
tornaba constantemente a hablar de la injusticia que con él se había cometido al
incapacitarlo, exigiendo del interlocutor, mientras gritaba y golpeaba sobre la mesa,
que no hablase con él de "tonterías" y que "volviese inmediatamente a arreglar las
cosas y anular su incapacitación". Sin dignarse siquiera dirigir la mirada al médico,
con el poblado entrecejo fruncido y agitando las erguidas guías de sus bigotes, da
rienda suelta a su indignación, impreca, da órdenes y apenas es posible conseguir
que atienda durante un instante a lo que se le dice. No se logra averiguar si tiene
otros intereses, aficiones, tendencias, etc. Según lo que declaran las personas que lo
conocen, el paciente es muy solitario y reservado, no saluda a nadie, ni se preocupa
por nadie. Aun cuando constantemente ha reclamado a la oficina de impuestos que
le incluyesen en la tarifa más baja y correspondiente a los casados, argumentando
que si permanecía soltero no era por su culpa, sino por la de las autoridades, jamás
ha conocido ni tenido trato con una mujer. Tan solo un par de veces ha llamado de
improviso a la puerta de una vecina de alojamiento, durante la noche, con la pre-
tensión de que le dejase acostarse con ella. No le interesan sus padres, ni sus her-
manos, ni la naturaleza. ni el arte, y tampoco muestra interés por la política o la
técnica. Jamás fue posible advertir en su enfadado rostro un atisbo de cálido sentí-
miento que dulcificase por unos instantes su seco y áspero modo de expresarse. Este
último, desde luego, era ordenado, pero al modo de las secas ramas de un árbol
en las que ya no apunta el menor verdor y permanecen rígidas, inmóviles, inflexibles.
Diagnóstico: Estado defectual esquizofrénico paranoide, con devastación de la vida
de los sentimientos y canalización de los restos de la misma a través del sistema
delirante.

RESUMEN.-Este capítulo, así como los demás de esta 1II parte,


se basa en los conceptos de las funciones psicológicas fundamenta-
les establecidos por JUNG, conceptos que constituyen el punto de par­
tida de nuestra exposición y que se resumen al comienzo de cada
capítulo. El sentimiento se revela como una función que enjuicia y,
por tanto, es racional en el sentido original del término. Este juicio
se establece según las categorías de "agradable" o de "desaqta­
Resumen 189

dable", sin que se excluyan categorías intermedias entre ambas. Ta·


les categorías son denominadas "afectivas". Las propiedades de los
contenidos psíquicos ordenados de acuerdo con ellas son, como su­
cede con respecto a lo conscTeñliry­cno inconsciente, polares y esca­
lares.
La· energía correspondiente al impulso y la correspondiente al
afecto se comportan independientemente una de otra y no han de
ser confundidas entre sí. Del impulso depende fundamentalmente la
cantidad de libido; del afecto, la dirección de su despliegue. en el
sentido de mutua atracción o repulsión entre el yo y el contenido
psíquico.
Los sentimientos pueden no hallarse fijados a un objeto y se de-
nominan entonces estados de humor o de ánimo. Sentimiento y humor
son vividos siempre de modo inmediato por el sujeto; son, pues,
esencialmente subjetivos. El carácter de exigencia o imposición por
parte de un contenido psíquico se diferencia del sentimiento, pues
aquél se halla siempre localizado en el objeto y a partir de éste
puede dar origen a cambiantes matices afectivos en el sujeto.
Son expuestos los efectos y manifestaciones de campo más co-
rrientes de los sentimientos, tales como irradiación, transferencia y
desplazamiento. Cuando un sentimiento que hace de figura y otro
que constituye el fondo coinciden en cuanto a su cualidad principal,
son denominados sintímicos; en caso contrario, catatímicos.
La estrecha relación general existente entre los sentimientos y la
corporalidad, el mundo de los instintos y los estratos primitivos de
la personalidad, tanto filogenéticos como ontogenéticos, hace que su
significado con respecto ci la Psicología revista importancia especial.
Tal relación se manifiesta como sumamente estrecha en los senti­
mientos vitales, los cuales son vividos de un modo corporal e inme­
diato.
Las alteraciones en cuanto a la referencia de los sentimientos
comprenden desde los desplazamientos, condensaciones y transferen-
cias de los neuróticos, hasta la disociación afectiva de los esquizo­
frénicos y el "sentimiento de falta de sentimientos" que aquejan fun­
damentalmente ciertos enfermos mentales.
Las alteraciones cuantitativas de los sentimientos son extraordi­
nariamente frecuentes y constituyen un importante sector de la Psi­
copatología. Se dan sobre todo, y de modo más evidente, en los
estados maníaco­depresivos y de angustia.
A las alteraciones cualitativas de los sentimientos corresponden
en el adulto sano las reacciones infantiles, y como expresión más
cruda y directa, las reacciones primitivas. Ciertas clases de sentí­
190 E1 s e n ti t

mientos pueden ser designadas, dada su índole especial, y no com-


parable además con la referible a determinadas etapas de la ma­
duración y del desarrollo, como patológicas, cuando surgen acom-
pañando a determinados síntomas de enfermedad psíquica. Inclui­
mos aquí el estado básico de humor esquizofrénico y aquellos senti­
mientos de índole variadísima que se hallan vinculados a él y que
son cualitativamente anormales, que corresponden al síndrome de
"ruina de la configuración" (véase la parte V). Forman también parte
de este conjunto el cambio verificado en los sentimientos y la devas­
tación de los mismos que tienen lugar en la demencia esquizofrénica.
OAPITULO 11

El percibir

A. OBSERVACIONES PSICOLOGICAS PREVIAS


Hemos visto en el anterior capítulo cómo el percibir coincide, en
parte, con el "sentir" del lenguaje corriente; pero cómo ha de ser es-
trictamente diferenciado desde el punto de vista científico del senti-
miento. "La percepción o el percibir es aquella función psicológica
que permite la captación de estímulos físicos", define JuNG 12• Fija
lo dado, sin enjuiciarlo, y es, por tanto, y en contraposición con el
sentir, una función irracional. Sin embargo, y de modo análogo al
sentir, se halla estrechamente vinculada con lo somático, por lo que
respecta a sus vívencícs correspondientes, y más vinculada aún con
lo físico que el sentimiento, tal como se desprende de su definición.
Se trata con seguridad de una función psicológica muy antigua, la
más antigua de las cuatro funciones básicas, probablemente. Dada
su relación con lo físicamente captable, se le ha atribuido ya de
antiguo una cierta objetividad, una libertad de influencias de índole
personal, objetividad que modernamente es cada vez más puesta en
tela de juicio, sobre todo después de los descubrimientos de la psico-
logía de la configuración y de la utilización de métodos diagnósticos
de la personalidad basados sobre la percepción, tales como el test
de RoRSCHACH. La percepción proporciona datos acerca de lo físico;
pero como ya hemos visto, tales "datos" varían según cuáles sean
las condiciones del campo y, por tanto, no son "objetivos" en el sen-
tido físico o lo son raras veces. Pero ya que lo físicamente dado es
susceptible de ser presentado o variado de acuerdo con la voluntad
del investigador, el percibir constituye un territorio especialmente
fructífero y muy explotado a fines de la investigación psicológica
experimental.
Si la percepción es muy importante en psicología experimental,
en cambio su papel en psicopatología clínica resulta más bien mo-
desto. Ello obedece a dos motivos: por una parte, el percibir no alean-

.u Psychologische Typen, pág. 621.


192 El percibir

za jamás . en el hombre, aparte raras excepciones, la importancia


absoluta o relativa que posee dentro del reino animal con respecto a
las otras funciones básicas. Los umbrales de la percepción no sola-
mente alcanzan en ciertos animales sectores mucho más amplios que
en el hombre, sino que tampoco el hombre, y dentro de su esfera
propia, desarrolla sino raramente una tan fina capacidad de discri-
minación sensorial como la que poseen algunos animales, al menos
en determinadas esferas sensoriales. Ya que tanto para lo psíquico
como para lo somático rige aquella regla fundamental de la pato-
logía que afirma que las formaciones más tardíamente adquiridas
y más altamente diferenciadas resultan más vulnerables, sucede que
las alteraciones de la función perceptiva se hacen sentir en el hom-
bre más bien tardíamente y en relación, además, con gran frecuen-
cia, con alteraciones masivas por parte de otras funciones. Por otra
parte, la importancia de la percepción pasa en Psicopatología a
un segundo plano, como consecuencia del papel específico de los
instrumentos sensoriales periféricos y de sus representaciones en el
sistema nervioso central. Ya que la percepción se halla más fuerte-
mente vinculada que otra función cualquiera a un substrato anató-
mico que resulta no solamente captable, sino también posible de
localizar, su estudio ha constituido desde hace tiempo dominio per-
teneciente a otras disciplinas médicas. Así, pues, a la oftalmología
y a la otología, entre otras ciencias, ha correspondido la investiga-
ción de los procesos perceptivos anatómicamente periféricos y de sus
alteraciones.

La neurología viene reclamando porc su estudio, y no injustifi-


ccrdcmente, un muy amplio sector, tanto de los procesos periféricos
como de los centrales, ya que existen relaciones relativamente cla-
ras entre ellos y estructuras neurológicas conocidas. Coinciden sobre
todo con alteraciones anatomopatológicas localizadas, cuya investi-
gación no corresponde a la Psicopatología o a la Psiquiatría, y de las
cuales no hemos de ocuparnos aquí. Con el fin de evitar una inútil
duplicación de caminos, dejaremos aparte en la presente obra todo
aquello que habitualmente corresponde al campo de la Neurología
(con excepción de las afasias) y remitimos al lector a los manuales
correspondientes. Mientras que para JUNG sensación y percepción van
unidas, la Psicología experimental se halla habituada a diferenciar
entre ellas, diferenciación que más adelante se nos ha de aparecer
como no desprovista de importancia. Se diferencia, por tanto,· entre
una sensación suministrada por los sentidos, como un notar un es-
rupexestessa 1 ::J;J

tímulo físico de una u otra índole, y la percepción, la cual incluye


y ordena aquello que se ha sentido o notado dentro de un conjunto
vivencia! individualmente válido y que asimismo lo reconoce de
acuerdo con su significación e importancia generales. Así, por ejem-
plo, se ve un cuadrado de un determinado color rojo y se le percibe
como banderín de señales o como signo de advertencia. Los psicólo-
gos han admitido, de siempre, que la "sensación pura" constituye
una abstracción. Esto no resulta siempre cierto, seguramente, ya que
en las agnosias es probable que puedan tener lugar sensaciones casi
puras; pero el que así suceda reviste precisamente carácter patoló-
gico. La Neurología se ocupa más bien de las sensaciones puras; la
Psiquiatría, más bien de la vertiente perceptiva, y, sobre todo, de la
aperceptiva. De ello trataremos más adelante en lugar oportuno.

B. ALTERACIONESCUANTITATIVAS
La mayoría de las alteraciones patológicas de la percepción son
de naturaleza cuantitativa. Se pueden subdividir en circunscritas y
difusas. Las circunscritas consisten en el perjuicio o el deterioro más
o menos completo de una función sensorial específica o de una fun-
ción. parcial, y acerca de ellas tratan los manuales de neurología,
oftalmología y otología. Unicamente quisiéramos detenernos aquí en
aquel desarrollo paranoide, ya anteriormente mencionado, y conse-
cutivo a la sordera (mucho más raramente, a la ceguera) como se-
cuela psicopatológicamente importante de una alteración perceptiva
circunscrita. Muchos sordos (no todos) se tornan en tales casos sus-
picaces, se retraen más aún en sí mismos a causa de su desconfianza
y sentimiento de inferioridad, más aún de lo que estaría justifi-
cado por su defecto, refieren a sí mismos gestos, actos y conversa-
ciones sin importancia personal, sin que exista para ello motivo ob-
jetivo alguno, ven mala intención por doquier y son tanto más in-
capaces de corregir sus erradas opiniones cuanto más les aparta su
acendrada desconfianza de todo contacto y posibilidad de compara-
ción con el medio ambiente. La suspicacia y el mal humor pueden
impulsarles en ocasiones a actos de venganza, socialmente peligro-
sos, como represalia a presuntas injusticias cometidas con ellos.

HIPERESTESIA.-Las alteraciones. perceptivas cuantitativas difusas


pueden manifestarse como acrecentamiento o aminoración de percep-
ciones de todas clases. En el primer caso hablamos de hiperestesia.
Su forma de aparición más frecuente, que raramente reviste mucha
importancia, es la hipersensibilidad de los sentidos en la neuraste-
B.uH - 13
1 ~q; Ll pexcunt

nia, que todo convaleciente de una enfermedad grave conoce. Va dis-


minuyendo conforme avanza la curación; pero en las enfermedades
corporales crónicas y en la neuropatía o neurastenia constituciona-
les puede constituir un síntoma permanente. Ciertos neuróticos des-
pliegan un comportamiento que recuerda la, hiperestesia, ya que
reaccionan de modo precipitado· y exagerado a múltiples estímulos
sensoriales, que se empeñan en apartar de sí; pero es posible que tal
hipersensibilidad aparente' se constituya de modo secundario sobre
el terreno de una excitabilidad emocional aumentada. Los melan-
cólicos pueden hallar insoportables diversos estímulos sensoriales y
percibir de hecho matices de los mismos a los que apenas presta
atención el sujeto psíquicamente sano, de modo tal que con cierta
reserva puede hablarse de la existencia en ellos de hiperestesia. El
enfermo encuentra molestos, sobre todo, los estímulos acústicos, como
ya se hizo observar en páginas anteriores. En la parálisis general
progresiva aparece a veces como síntoma precoz una hiperestesia
generalizada; conocida es también la hiperestesia al frío en la tabes
dorsal. Muchas enfermedades corporales agudas coinciden con una
fugaz hiperestesia.

HIPOESTESIA, ANESTESIA Y ANALGESIA.-La alteración cuan-


titativa contraria, la hipoestesia o bien la anestesia, en caso de que
se trate de una pérdida absoluta de percepción, es más frecuente y
de mayor importancia. Resulta obvio afirmar que acompaña a todo
enturbiamiento y pérdida de conciencia y que, por tanto, se da en el
sueño y el coma; a veces tctmbíén en el estado crepuscular, en el
acceso epiléptico y en la ausencia (lo cual da lugar a que el epi-
léptico pueda sufrir lesiones corporales de gravedad). Se puede con-
seguir de modo relativamente fácil en el estado crepuscular hipnóti-
co artificialmente provocado. Un hipnotizado que haya sido previa-
mente preparado para ello se deja acuchillar, pinchar, cortar e in-
cluso en ocasiones intervenir quirúrgicamente sin manifestar el más
mínimo dolor. Se denomina analgesia la insensibilidad al dolor. Al
hipnotizado pueden serle sugeridas asimismo otras hipoestesias. Los
sentimientos intensos ejercen un efecto análogo, de lo cual consti-
tuyen ejemplo ciertos deportistas y soldados, los cuales prosiguen el
cumplimiento de su esfuerzo, empujados por el ímpetu de su entu-
siasmo, aun después de haber sufrido lesiones a las cuales o bien
no prestan atención o no sienten en absoluto.
Así como la parálisis general progresiva puede dar lugar a una
hiperestesia, también puede producir una hipoestesia; pero ésta se
limita preferentemente a las sensaciones cutáneas y no afecta por
Alteraciones histéricas 195

igual a las diversas esferas sensoriales. El mismo melancólico que


se queja de lo insoportable que le resulta el tic-tac de un reloj o el
musitar de un compañero de habitación, puede igualmente quejarse
acerca del apagamiento de sus impresiones sensoriales, en especial
de las ópticas. Con frecuencia se oye referir a los depresivos que los
colores se les aparecen como mates y grisáceos, que todas las co-
midas les parecen igualmente insípidas; pero los exámenes senso-
riales objetivos comprueban que no existe un aumento de umbral
y que tampoco la facilidad de discriminación se halla afectada. En
vista. de tales afirmaciones resulta dudoso si la hiperestesia o hipo-
estesia de los melancólicos consiste, en general, en un auténtico
trastorno de percepción o si no es más bien expresión de una alterada
valoración afectiva de sensaciones en sí normales. Idéntica cuestión
se plantea frente a lo que sucede en diversos enfermos mentales que
parecen presentar hípoestesío. No solamente se muestran algunos de
ellos, especialmente los epilépticos más deteriorados, como sorpren-
dentemente insensibles frente a los dolores y toleran, por ejemplo,
sin pestañear la cura de pequeñas heridas, sino que durante el trans-
curso de distimias se pueden provocar a sí mismos dolorosas lesio-
nes sin dar la menor muestra de sufrimiento. Pero resultan, con mu-
cho, superados por los esquizofrénicos, los cuales se pueden provo-
car o provocan a los demás los dolores más extremados sin dar se-
ñales de sensibilidad alguna. Durante el delirio de culpa esquizo-
frénico se realizan las automutilaciones más crueles, las formas de
suicidio más espantosas, como prenderse fuego a sí mismo, etc., sui-
cidios que se premeditan y cumplen con la mayor sangre fría y sin
proferir una sola queja, de tal modo que hay que preguntarse si ello
es posible sin que exista una auténtica hipoestesia.

ALTERACIONES HISTERICAS.­Las alteraciones psicógenas o his­


téricas de la percepción asumen en ciertos aspectos una posición
especial a causa en primer término de su indudable psicogénesis, la
cual las destaca entre la gran masa de las anomalías perceptivas,
como hicimos constar en la introducción. Aun cuando no raras veces
van unidas a una hiperestesia ligera y difusa, frecuentemente neu-
ropática, en sí mismas son siempre delimitadas y situadas periféri-
camente desde el punto de vista subjetivo, al paso que no se encuen-
tra ninguna alteración orgánica objetiva del sistema nervioso, ni pe-
riférica, ni central, a la cual se pueda hacer responsable de ellas.
Que existe una alteración funcional se demuestra porque al estimu-
lar una zona de piel histéricamente anestesiada no se produce bloqueo
· alguno del ritmo de reposo del electroencefalograma; pero sí que se
196 El percibir

produce al estimular una zona de piel normalmente sensible (TITECA).


Se manifiestan como dolores, sensaciones desagradables, fallos sen-
soriales o de la sensibilidad con las localizaciones más diversas y
de la más variada extensión, desde las hiper, hipo y anestesias, anal-
gesias y parestesias más mínimamente circunscritas, hasta la insen-
sibilidad de miembros enteros, hemianestesias y ceguera y sordera
psicógenas. Por regla general, la alteración se distribuye conforme a
la representación anatómica que pueda tener un lego en la materia
o a un ingenuo esquema del cuerpo humano y no con arreglo a la
inervación anatómica de los territorios en cuestión. Con frecuencia se
puede demostrar que la inervación funciona de un modo intacto me-
diante distracción del paciente, sorpresa o hipnosis. La modalidad y
localización del trastorno se halla en relación comprensible, a veces
simbólica y representativa, con vivencias que han sufrido represión
y que pueden ser mostradas con claridad suficiente por medio de los
métodos de la Psicología profunda.

CONVERSION.-Se habla, desde FREUD, de conversión del


impulso instintivo subyacente, el cual participa siempre en la viven-
cia desencadenante; pero sin poder penetrar en lo consciente,. trans-
formándose en un sistema de expresión somática. Este último puede
ser no solamente de índole sensible o sensorial, sino también mofara,
y comprende, por tanto, el territorio de la intacta inervación perifé-
rica. KRETSCHMER 13 ha demostrado que las reacciones histéricas re-
presentan una regresión a mecanismos arcaicos, filogenéticamente
antiguos, y ha aludido insistentemente a la semejanza con el reflejo
de "hacerse el muerto" o a la "tempestad de movimientos" de cier-
tos animales. Los tratados de Psicología profunda describen cómo
puede lograrse una reactivación de tales mecanismos.

JuNG 14 ha estudiado osmnsmo otras alteraciones cuantitativas de


la percepción, a las que define del modo siguiente: "las percepcio-
nes normales son relativas, es decir, corresponden a la intensidad del
estímulo físico. Las percepciones patológicas no guardan tal relación,
es decir, o bien son anormalmente débiles, o bien anormalmente in-
tensas; en el primer caso se hallan inhibidas, en el sequndo.. exage-
radas. La inhibición estriba en el predominio de otra función, la exa-
geración se explica por una fusión anormal con una función del sen-

13
KRETSCHMER, E.: Hysterie, Reflex und Instinkt, s.a ed., Thieme, Stuttgart, 1948.
14
Loe. cit., pp. 623-624.
Alteraciones cualitativas 197

tir o del pensar aún indiferenciadas. La exageración de la percep-


ción cesa en este caso en cuanto la función fusionada con la percep-
ción logra diferenciarse. La psicología de las neurosis proporciona
ejemplos particularmente demostrativos a este respecto, y así puede
darse con, frecuencia una intensa sexualización (FREUD) de otras fun-
ciones, es decir, la percepción sexual se halla fusionada co:i:i otras
funciones". Análogamente sucede en ciertas psicosis, en las que de-
bido a la concretización de todo el acontecer, mucho de lo conceptual
es vivido y representado de un modo corporal, sin tener que verifi-
carse entonces el rodeo que a través de la represión se da en la his-
teria. Más bien, lo que ocurre es que los pacientes no pueden a ve-
ces .mcnífestcr con todo detalle cómo lo representado y lo pensado
se transformaron en algo somático. La percepción, por el contrario,
puede hallarse tan racionalizada que apenas reste nada de ella, lo
cual sucede más bien en las neurosis de intelectuales.

C. ALTERACIONESCUALITATIVAS
Habría que incluir aquí fundamentalmente las innumerables per-
cepciones desagradables o parestesias que surgen en las· más diversas
enfermedades del sistema nervioso central y periférico y que corres-
ponden de una manera completamente inespecífica a un estado de
irritación del tejido nervioso. Son descritas con frecuencia como "hor- ·
migueo", picazón, ardor, pellizcamiento, etc., pero casi siempre pre-
sentan una diferencia cualitativa con las sensaciones que se originan
a través de las vías normales y por estimulación física periférica y
su definición va por lo general precedida de un "como si". Pueden
ser desencadenadas por procesos dentro del mismo tejido nervioso
(neuritis, mielitis, esclerosis múltiple, tabes, etc.) o por causas que
ejercen un efecto sobre el mismo (intoxicaciones, mielosis funicular
en la anemia perniciosa, etc.). Mas también pueden originarse de
manera psicógena y entonces son especialmente intensas y extrañas.
Ya que su estudio corresponde más bien a la Necrología, nos conten-
taremos solamente con aludirlas.
Sí son, en cambio, de la competencia de la Psicopatología las ya
frecuentemente mencionadas alteraciones de los sentimientos vitales,
las alteraciones, difíciles de describir, del estado corporcl que cono-
cemos a través de las psicosis circulares y de la esquizofrenia. Y a
hemos dicho que el depresivo endógeno siente muchas veces su en-
fermedad como una afección corporal localizada, por ejemplo, en la
cabeza, en el estómago, en el pecho, etc.; sin que la exploración so-
mática demuestre hallazgo objetivo alguno en los órganos en cues-
198 El percibir

tión. El deprimido siente su cuerpo pesado, perezoso, vitalmente fati-


gado, transformado de una manera que le resulta difícil precisar, y
a través de sus sensaciones se da cuenta de cosas a las que no pres-
taría jamás atención de estar sano. A su vez, el maníaco se siente en
ocasiones ligero como si flotase, libre de todo lastre, lleno de ardor.
El esquizofrénico, por último, agota todas sus posibilidades de expre-
sión intentando hacernos comprender las extrañas sensaciones que
fluyen por su cuerpo, y cuando no le bastan para ello los más osados
símiles, acude a neologismos que se ajusten a la singularidad de sus
vivencias. Una gran parte de estas últimas consiste quizás en aluci-
naciones corporales, de las que trataremos más adelante. Los expe-
rimentos voluntarios e involuntarios con drogas muestran que bajo
la acción de éstas pueden tener lugar sensaciones muy semejantes,
en parte temidas, pero también en parte incluso deseadas y provoca-
das por los toxicómanos. Las drogas embriagadoras y fantásticas,
tales como la mescalina y la dietilamida del ácido lisérgico, pueden
provocar sensaciones corporales y deformaciones "sui géneris" de
las restantes cualidades sensoriales, que son muy semejantes al
menos a las de la esquizofrenia. A ciertos enfermos graves o crónicos
de afecciones correspondientes a la Medicina interna no les resulta
desconocido el sentimiento corporal alterado propio de la melancolía.
Estos hechos permiten sospechar que las percepciones cualitativa-
mente alteradas de las psicosis endógenas (entre las que han de in-
cluirse también las que aparecen en el aura epiléptica) habrían de
ser interpretadas, al menos en parte, como síntomas de intoxicacio-
nes o trastornos del metabolismo de origen endógeno y desconocido.

RESUMEN.­La percepción comprueba, sin enjuiciarlos, datos de la


realidad y por ello es una función irracional, al contrario del sentir;
pero, por otra parte, al igual que este último, sus vivencias se hallan
estrechamente vinculadas a lo somático. La objetividad que se le ha
atribuido se revela como meramente relativa, a la luz de los tests
psicodiagnósticos basados en la percepción y de los experimentos de
la psicología de la configuración. En la psicopatología clínica, los tras­
tornos de la percepción desempeñan, por lo tanto, un papel secunda­
rio, ya que la función perceptiva se halla relativamente poco dife­
renciada en el hombre, a diferencia de lo que sucede en muchas es­
pecies animales, y ya que sus alteraciones corresponden en su ma-
yoría a los campos de la Neurología, la Oftalmología y la Otología.
Se ha demostrado como útil el diferenciar (cosa que no siempre se
hace) entre la sensación llamada "pura" en sentido estricto, la per-
cepción y la apercepción.
Resumen 199

La mayoría de los trastornos de la percepción son de índole cuan­


titativa, correspondiendo a la Neurología el estudio de los trastornos
circunscritos y a la Psicopatología el de los difusos. Consideramos
como trastornos difusos la hiperestesia general, la hipoestesia, la anes­
tesia y la analgesia. Todos ellos están relacionados con la llamada
conversión, acerca de la cual se discute en el presente capítulo. Cua­
litativamente alterados se hallan los sentimientos vitales patológicos
y muchas percepciones corporales de los esquizofrénicos, las cuales
son sumamente "sui géneris" y poseen límites flúidos con la alucina­
ción corporal.
•.
CAPITULO 111

El intuir

A. OBSERVACIONESPSICOLOGICAS PRELIMINARES
Ya que existe poca costumbre de tratar acerca del intuir en libros
de Psicología y de Psicopatología, y de considerarlo como una de
las funciones psíquicas fundamentales, e incluso apenas se le men-
ciona, queremos estudiarlo con más detalle en las presentes obser-
vaciones psicológicas previas. JuNG 16 define el intuir o a la intuición
del modo siguiente: "La intuición es aquella función psicológica que
permite percibir de un modo inconsciente. Objeto de esta percepción
puede ser todo: tanto objetos exteriores o interiores, como sus rela-
ciones mutuas. Lo característico de la intuición es que no consiste en
percepción sensorial, o en sentimiento, o en deducción intelectual,
aun cuando puede surgir también bajo estas formas. En la intuición,
un contenido cuolquíer« se presenta como un todo concluso. sin que
seamos capaces, en principio, de decir o de averiguar de qué manera
se ha originado dicho contenido. En la Intuición se trata de una espe-
cie de captación instintiva de cualesquier contenido. Es, como la per-
cepción, una función irracional. Sus contenidos poseen, al igual que
los de la percepción, el carácter de lo dado, en contraposición al ca-
rácter de "elaborado" o "derivado" propio de los contenidos del sen-
tir y del pensar. El conocimiento intuitivo posee, pues, aquellas ca-
racterísticas de seguridad y certeza que hizo a SPINOZA tener a la
"scientia intuitiva" por la más elevada modalidad de conocimiento.
La intuición tiene esta propiedad común con la percepción, cuyo fun-
damento físico es base y origen de su certeza. La certeza de la intui-
ción se basa igualmente sobre un determinado estado de cosos psí-
quico, pero cuyo origen y realización se han verificado de modo in-
consciente." En esta definición se contienen varios postulados que vale
la pena subrayar:
1) La percepción, a diferencia de la intuición, se basa en estí-
mulos físicos, que son reconocidos como tales. Con respecto a la in-

15
Loe. cit., pp. 641-642.
202 E 1 i n t ui t

tuición, como con respecto a toda actividad psíquica, ha de admi-


tirse que se verifican en ella procesos corporales físicos o físico-quí-
micos, de los cuales quizá se podría afirmar que sirven de estímulos,
pero que no es factible reconocer con seguridad como tales.
2) El origen del intuir permanece siempre oculto con respecto a
su vivencia inmediata y, por lo tanto, y con respecto también a esta
última, no es referible a la experiencia. El que a veces, y con ayuda
de exploración y análisis complementarios, sea referible a la expe-
riencia no contradice fundamentalmente este principio.
3) Lo intuido se ofrece como algo dado y ya concluso.
4) Lo intuido puede darse bajo forma de contenidos correspon-
dientes a cualquier otra función. La aparición de un contenido como
percepción, sentimiento o pensamiento no demuestra, por tanto, que
su origen no es intuitivo.
5) La intuición comprueba, pero no enjuicia, y por lo tanto es una
función irracional.
Allí donde JUNG intenta especificar "lo característico" de la intui-
ción, se siente uno algo defraudado, al darse cuenta que no hace
sino establecer una serie de características negativas. Para paliar
esta falta, pero apoyándose asimismo en JuNG, Van der Hooa 16 ha
intentado establecer características de la intuición que sean más po-
sitivas. Según este autor, dichas características positivas son las si-
guientes:
1) Se trataría de una forma de experiencia instantánea, más o
menos súbita y única.
2) Se consigue una visión espontánea del conjunto de las rela-
ciones existentes dentro de un cierto grupo de hechos, de modo tal
que éstos adquieren un significado.
3) El conocimiento intuitivo se presenta como algo independien-
te de la influencia o de la experiencia anterior (lo cual no quiere de-
cir que dicha experiencia anterior no posea influencia alguna sobre
él, lo que no sería exacto afirmar).
4) Dicho conocimiento posee una especial evidencia.
5) La intuición se halla intensamente acentuada por lo personal
y da la impresión subjetiva de que dominamos aquello que intuitiva-
mente hemos reconocido, de que lo tenemos en nuestro poder.

18
Van der HooP, J.: Bewusstseinstypen, Huber, Berna, sin año, pp. 49-50.
Observaciones psicológicas 203

, 6) Lo intuido se ofrece a la representación o al recuerdo como un


todo simultáneo, que al contrario de aquello que ha sido pensado
paulatinamente y por etapas, no puede ser reconstruído por yuxta-
posición de sus partes, aun cuando en ocasiones el que vuelva a
surgir una parte puede bastar para evocar el todo. Esto hace desta-
car claramente la índole configurativa del intuir.
Junto a varias de las características de la intuición descritas por
JuNG, tales como las de presentarse ya como dada de un modo con-
cluso y la de certeza, ambas subjetivas, Van der Hoor subraya la
unicidad, la independencia de la experiencia en sentido subjetivo, lo
personal y el condicionamiento por la totalidad que posee la intuición.
Estos últimos criterios destacados por Van der Hooz nos ayudan, pre-
cisamente, a entrar en contacto con un amplio sector de la psicología,
cuyo esclarecimiento en el sentido de la psicopatología constituye
mérito especial de K. JASPERS 17• En su tratado, JASPERS ha discutido
extensamente la diferencia entre el comprender y el explicar y su
importancia con respecto a la psicopatología. En la ciencia natural,
y según afirma, buscamos "captar tan solo una clase de relaciones:
las relaciones causales" (a lo cual cabría plantear objecciones). A
través de la observación, de la recopilación de casos aislados y del
experimento se pueden hallar reglas y, de cuando en cuando, leyes que
rigen el acontecer. No pocas veces, sin embargo, nos tropezamos en
la cadena causal con relaciones que únicamente pueden ser compro-
badas, pero no comprendidas, como sucede, por ejemplo, entre la in-
fección sifilítica del sistema nervioso central, por una parte, y el cua ..
dro clínico de la parálisis general proqresívc, por otra. En psicología,
sin embargo, "el conocimiento encuentra satisfacción en el captar re-
laciones de una índole completamente distinta. Lo psíquico "surge"
de lo psíquico de un modo que es para nosotros comprensible". Aquél
que es atacado se enfurece y realiza actos de defensa; el que ha sido
engañado, más adelante desconfía. Comprendemos de un modo ge-
nético este surgir de lo psíquico a partir de lo psíquico". También se
pueden comprender otros hechos psíquicos, tales como las reacciones
a vivencias, la manera de originarse un error, el contenido de la fan-
tasía y del sueño, etc. A este comprender genético corresponde una
evidencia, la cual, para JASPERS, es algo definitivo e irreductible.
Admitamos o no este punto de vista (pues tal afirmación de que
se trata de "algo último" corre siempre el peligro de ser refutada), no
podemos dejar de ver el parentesco con el intuir, al cual proporciona

17
JASPERS, K.: Allgemeine Psychopathologie, 5.ª ed., Springer, Berlín y Heidelberg,
1948, 2.ª parte.
204 E 1 i n t u i r

asimismo una evidencia "última". Este parentesco aparece como tan-


to más evidente cuando JASPERS afirma que "tal evidencia se consigue
a través de la experiencia, mas no es factible demostrarla de
modo inductivo por una experiencia repetida". La evidencia de una
relación comprensible no demuestra, según JASPERS, y en modo algu-
no, que tal relación sea real o que, en general, se dé. E incluso el
hecho de que no se diese jamás en realidad no demostraría que fue-
se falsa. La demostración de su posibilidad de acontecer, de tener lu-
gar, corresponde a la investigación explicativa y genético-causal, no
a la comprensiva. La cadena causal de causas y efectos podría ser,
en principio, indefinidamente prolongada, aunque esto no siempre re-
sultaría factible. Al comprender, en cambio, se le opondrían enseguida
límites franqueables. La pretensión de superarlos daría lugar al plan-
teamiento de nuevas cuestiones referentes a la causalidad y que po-
drían referirse tanto a lo psíquico como a lo físico.
Ya que en JASPERS también encontramos, como características del
comprender, evidencia, unicidad, el hecho de ser independiente de
la experiencia, el carácter de totalidad personal y alusiva, el surgir
de algo concluso y ya irreductible, estaríamos tentados de equiparar
el comprender con el intuir. Esto, sin embargo, no resulta lícito por
dos motivos. En primer término, y según JUNG, lo intuído puede ofre-
cerse bajo la forma, no solamente de un comprender acerca de las
relaciones, esto es, bajo la forma de un pensamiento o de una intui-
ción propiamente dicha, sino también bajo la de un sentimiento o
incluso de una percepción. La percepción, sin embargo, y según JAS-
PERS, corresponde tan sólo a lo comprobable, pero no comprensible,
y también Van der Hoos se refiere solamente, en su punto segundo,
a una visión acerca de la relación existente entre hechos, la cual no
corresponde a percepción alguna. En segundo término, JASPERS reco-
noce un "comprender racional" en el que "los contenidos de los pen-
samientos van surgiendo unos de los otros, de manera razonada y
conforme a las leyes de la lógica", es decir, con arreglo a un proceso
que según JuNG corresponde a la función de pensar. Mas de nuevo
hemos de señalar que el análisis, por medio del pensamiento, de
algo intuido, es frecuente y habitual y no contradice en lo más mínimo
el origen de esto último a partir de la intuición. Al "comprender ra-
cional" contrapone JASPERS un "comprender sensible", en el cual, por
lo menos, puede participar el sentimiento. El intuir, según JuNG, se
manifiesta por lo tanto y en parte como un captar y comprender in-
mediatos sin auxilio de conceptos, y representa, pues, esencialmente,
la reestructuración de una parte del campo, de modo tal que la inte-
gración de lo reestructurado dentro de una relación más amplia es
Observaciones psicológicas 205

realizada súbitamente y "como de golpe". KoEHLER 18 ha investigado


detenidamente este modo de reorganización súbita y de ordenación
dentro de un conjunto de relaciones más amplio, calificable de "com-
portamiento razonado" y ha demostrado cómo se realiza en animales
superiores, especialmente en monos. Ya en el nivel humano, la psi-
cología de la configuración lo ha designado con el certero nombre
de "experiencia del ¡ajá!". Si consideramos un comprender en el cual
aquello que ha de ser comprendido surge a partir de condiciones
ocultas y sin estímulo sensorial exterior, tenemos la intuición en el
sentido que JuNG otorga a este término y que es el que adoptamos en
la presente obra.
Tras estas consideraciones nos hallamos preparados para abordar
el estudio de una muy amplia variedad de alteraciones de la intui-
ción, como vamos a hacer seguidamente. Pero antes de ello hemos
de plantearnos la pregunta acerca de cómo pueden ser aquéllas re-
conocidas. Las alteraciones del sentir y del percibir se comprueban
en último término mediante comparación con las manifestaciones de
dichas funciones que con más frecuencia se dan, y a partir de ello se
pueden determinar las variedades de desviación cuantitativa y cua-
litativa 19• En los territorios limítrofes la diferenciación resulta difícil,
pero la mayoría de las veces es aún realizable con respecto a los
fines prácticos. La exactitud del pensamiento es susceptible de ser
controlada mediante las reglas propias del mismo. La intuición, sin
embargo, no posee reglas, sino tan sólo evidencia, y esta evidencia
puede ser única, como ya hemos dicho, sin que ello afecte a su exac-
titud. Los criterios usuales con respecto a las restantes funciones no
pueden ser empleados, por lo tanto, con respecto a la intuición. Por
otra parte, aquella aptitud que el intuir posee para aparecer bajo la
máscara de otra función, convierte en extraordinariamente difícil el
determinar su participación en la vida psíquica y es casi imposible
la comprobación de sus alteraciones cuantitativas. Las alteraciones
de la intuición, en último término, no son posibles de ser reconocidas
sino cuando se contraponen a ordenaciones más vastas. Estas pue-
den ser las correspondientes a lo objetivamente, o en todo caso, a lo
sensorialmente dado, a la experiencia ampliamente aceptada y vá-
lida o a las estructuras mentales reconocidas. Incluso una contra-
dicción a tales ordenaciones no demuestra la falsedad de aquello que

18
KoHLER, W.: Intelligenzprüfungen an Anthropoiden, I, "Abhandlungen der konigl.-
preussischen Akademie der Wissenschaften", año 1917. Physykalisch­mathematische
Klasse, núm. 1, Berlín, 1917, ed. de la Academia de Ciencias.
19
ScHNEIDER, K.: Abnorme Erlebnisreaktionen, Klinische Psychopathologie, Thieme,
Stuttgart, 1950, pág. 53.
206 E1 i n t ui r

contradice, lo cual debe ser tenido muy en cuenta, pues de no ser


así casi todas las innovaciones que se dan en el mundo habrían de
ser estimadas como falsas, cosa que sucede de todos modos con har-
ta frecuencia. Una contradicción de este género, sin embargo, y si
es que alcanza un cierto grado de agudeza y de ininfluenciabilidad,
plantea una cuestión, al menos desde el punto de vista del concepto
clínico de norma y ha de ser calificada de "alteración" con arreglo
a las finalidades clínicas y con todas las debidas cautelas y salve-
dades. Tales finalidades clínicas son las únicas que aquí interesan.

Un predominio de tales alteraciones permitiría quizás concebirlas co-


mo variaciones cuantitativas del intuir, pero como ya hemos visto, la
división que hasta ahora veníamos realizando, en cambios de índole
cuantitativa y cambios de índole cualitativa, carece de sentido por lo
que se refiere· a esta función. Prescindimos, por lo tanto, de dicha di-
visión y realizamos la correspondiente a las alteraciones del intuir
con arreglo a otro principio que permite clasificarlas de un modo más
adecuado. Con ello, desde luego, uniremos cosas que son habitual-
mente expuestas en los manuales en capítulos muy sepcrodos, pero
nos esforzaremos en todo momento por justificar la ordenación que
hemos elegido.

B. EL DELIRIO
CONCEPTO.­Denominamos delirio a una creencia que, para su
portador, resulta evidente, no precisada de demostración e irrefuta­
ble, pero que no puede ser considerada sino errónea por toda per­
sona sensata y en su sano juicio. El delirio, o más bien la idea o la
ocurrencia delirantes, para circunscribirnos en primer término a la for-
ma más abstracta del mismo, corresponde, por lo tanto, a la intuición
en su estado más puro, a la intuición en sentido estricto, sin super-
posición de representaciones procedentes del sentir, del percibir o
del pensar. Se trata de algo conclusivamente dado, de un juicio que
resulta para el sujeto en cuestión claro, evidente, convincente en ab-
soluto y cuyo origen, derivación y fundamentación psíquicos no sien-
te necesidad alguna de averiguar. Esto no excluye que el sujeto de-
lirante (y sobre todo al comienzo de su enfermedad) intente buscar
confirmaciones de su delirio, pero desde luego no intenta fundamen-
tarlo de un modo comprensible. Las numerosas "explicaciones" que
acerca de aquello de lo que están convencidos dan los enfermos de-
lirantes no contradicen el delirio en lo más mínimo, pues o bien se
hallan por completo destinadas a la confirmación del juicio ya fuer-
El delirio 207

temente arraigado e inconmovible, o bien se destinan a acallar las


dudas de los demás. Así, por ejemplo, si un enfermo intenta "expli-
car" su delirio atribuyéndolo a una inspiración divina, lo que hace
en primer término es prescindir de comprender el propio juicio, pa-
sando de un conjunto de relaciones comprensibles a otro causal, y,
en segundo lugar, lo hace más bien para confirmar aquello que ya
ha admitido. En esto el delirio se diferencia poco de la intuición nor-
mal, la cual puede presentarse con una evidencia tan absoluta que
excluya la necesidad de una fundamentación ulterior. El sujeto sano,
sin embargo, no permanece a la larga absolutamente cerrado a tal
necesidad, intenta comprender su convicción o cede, por último, ante
la presión del medio ambiente dirigida en el sentido del comprender
(aunque con ello no está dicho que alcance, efectivamente, tal com-
prensión).
No sucede así, empero, con el enfermo delirante. Para éste, los lími-
tes del comprender e incluso del querer comprender permanecen rí-
gidamente fijados al origen fenoménico de la vivencia delirante, y
toda presión por parte del medio Únicamente logra, a lo sumo, mo-
verle a explicaciones causales complementarias del género de las
mencionadas mas arriba y no desde luego a intentar siquiera pe-
netrar de un modo comprensivo en los motivos del delirio situados
por detrás del fenómeno o de los fenómenos iniciales. Lo que ha mo-
vido a algún autor (como GRUHLE, por ejemplo) a afirmar que el pro-
pio delirio es incomprensible, impenetrable y que, por tanto, se trata
en él de algo últimamente irreductible, quizá haya sido una confu-
sión con esta fundamental negativa a la comprensión por parte del
propio enfermo delirante. Por alienado, extraño y, en principio desde
luego impenetrable que parezca un delirio, las investigaciones de
la psicología profunda han demostrado que a pesar de ello resulta
muchas veces comprensible y, asimismo, que resulta posible penetrar
en él una vez que se ha realizado cierta preparación psicológica
previa. La ampliación de nuestros conocimientos en este sentido ha
hecho retroceder tanto los límites de lo para nosotros comprensible
y penetrable que ya no estamos justificados para rechazar cualquier
contenido psíquico como fundamentalmente y en absoluto incompren-
sible e impenetrable, por difícil e incluso imposible que sea, en el
caso individual, la realización de un tal comprender y penetrar. El
"nihil humanum nobis alienum" puede afirmar también su validez en
psicopatología, o mejor dicho, precisamente en · ella. Repetimos: el
delirio no es solamente incomprensible sin más (como sucede en el
sano con ciertas intuiciones) para su portador, sino que éste no se
siente en modo alguno íntimamente movido a realizar tentativas
208 E 1 i n t ui t

para comprenderlo y se defiende contra las sugestiones exteriores di-


rigidas en el sentido de un comprender, apelando muchas veces pa-
ra ello a una "concatenación causal" carente de fundamento objetivo.
En esto estriba, en nuestra opinión, una principal diferencia entre el
delirio y la intuición normal.
Intimamente vinculada a esta diferencia, pero difícilmente captable
de un modo conceptual y casi imposible de ser mostrada de manera
patente, a no ser a través de la experiencia directa con enfermos de-
lirantes, se halla la peculiar evidencia de las ideas delirantes para
el propio paciente, evidencia hondamente arraigada en él. Supera
incluso considerablemente a la más intensa convicción normal y se
basa por completo en sí misma. Puede uno preguntarse, con razón,
si no es ella la que levanta las barreras antes mencionadas que im-
piden el comprender y la que las mantiene infranqueables. Pero
igualmente cabe pensar si no es precisamente la existencia de tales
barreras la que proporciona aquel sentimiento de seguridad centrada
en sí misma e inconmovible. Sea como sea, el sistema parcial psíqui-
co, relativamente muy cerrado, que corresponde al contenido del de-
lirio, se impone con la máxima evidencia. Fija, asimismo, debido a su
estabilidad, importantes cantidades de libido y en su calidad de algo
firmemente afincado en la psique le son atribuidos considerables va-
lores sentimentales de signo positivo o negativo. Esta unión de evi-
dencia, ocupación libidinal y sentimiento es la que confiere al delirio
su carácter afectivamente acentuado, del cual tanto se habla, pero
sin profundizar lo suficiente en su análisis.
Otra característica del delirio, frecuentemente mencionada, es
su imposibilidad de corrección, la cual es casi factible de deducir de
lo anteriormente dicho. En el enfermo delirante, el enlace que le re-
sulta posible y que se permite a sí mismo entre representación deli-
rante y representación no delirante es de índole explicativa y no de
índole comprensiva, y la explicación se da sin control objetivo, a
modo de un paso en el vacío. El delirante lo da sin preguntarse si
su pie va a pisar terreno firme o no 120• Así, por ejemplo, si se hacen
responsables de una determinada representación a la inspiración di-
vina, q sugestiones diabólicas, a influencias por medio del pensa-
miento o de la "electricidad" por parte de otras personas, en ello se
trata de una explicación causal que nos da el enfermo delirante, sin
que se haya preguntado a sí mismo qué es lo que realmente sucede.

20
En este "poner" se trata, naturalmente, de algo distinto al "poner en relación
sin motivo" con el cual define GRUHLE al delirio. Ver GRUHLE, H.: Übet den Wahn
"Nervenarzt", año 22, fase. 4 (abril 1951), pp. 125-126.
Si le obligamos a preguntárselo, establece analogías o sencillamen-
te "sabe" que las relaciones causales son tales como él las ha ex-
perimentado. Para reforzar este "saber" sirven también, dado el caso,
los errores sensoriales. No es de asombrar que una actitud tal per-
manezca incorregible.
La imposibilidad de corrección del delirio nos pone en contacto con
una cuestión que al ser considerada detenidamente ha de mostrar-
nos cómo la incorregibilidad de un juicio equivocado no resulta en
sí suficiente para que pueda calificarse a este último de delirio, pues
en personas mentalmente sanas, a las cuales resultaría a todas lu-
ces exagerado ampliar el concepto de delirio, existen juicios falsos e
incorregibles que son mantenidos con frecuencia de un modo acen-
tuadamente afectivo. Los casos más claros son los correspondientes
a las convicciones absurdas en personas intelectualmente limitadas
o sencillamente ignorantes. Por lo que se refiere a los más simples
procesos corporales, estas convicciones pueden alcanzar proporcio-
nes tales, incluso en personas de cierta posición social y no despro-
vistas de inteligencia, que el médico se pregunta si lo que existe es
una ignorancia o si es que acaso se encuentra ante un delirio. Pero
a nadie se le ocurriría, después de una investigación más detenida
del caso en cuestión, calificar como delirantes a convicciones de este
género.
En el peor de los casos representan un error incorregible, empero
no un delirio. También existen, por otra parte, convicciones basadas
en motivos sentimentales, que surgen de un modo comprensible (pa-
ra el observador exterior) a partir de la estructura general y de la
historia de la personalidad en cuestión, que permanecen ancladas en
esta última, que logran un grado muy elevado de ocupación libidinal y
de carga afectiva, pero escapan ampliamente al control objetivo y
entran ocasionalmente en colisión con las circunstancias objetivas.
No son, sin embargo, menos tenazmente mantenidas y, llegado el
caso, encarnizadamente defendidas y afirmadas. Piénsese, por ejem-
plo, en un padre no desprovisto de inteligencia, crecido en un medio
ambiente de dificultades económicas y que por el propio esfuerzo ha
logrado un cierto éxito material, y que pone todo su empeño en in-
culcar el amor al estudio en un hijo totalmente inepto para ello y en
empujarle a hacer carrera como oficial del ejército con el fin de co-
locarlo en un nivel social superior. Aun cuando finalidades de este
tipo pueden ser perseguidas con una tenacidad e inflexibilidad ra-
yantes con el delirio, resulta sumamente dudoso calificarlas como
deliroides cuando surgen de un modo tan claro de la estructura afec-
tiva básica de una personalidad por lo demás ordenada y cuerda.
BASH - 14
Y si, por acaso, el sujeto es obligado a recapacitar acerca de su ac-
titud, debido a las circunstancias, a consejos o a las propias dudas
-cosa que no suele suceder fácilmente-no se revela como demasia-
do difícil desmontar todo el tinglado que había construído, el cual
puede incluso desaparecer en un abrir y cerrar de ojos. Lo decisivo
en ello es el paso dado hacia la comprensión, paso que no siempre
se realiza, desde luego, pero que es perfectamente posible en tales
personas y que cuando es efectuado franquea las barreras que hasta
entonces habían persistido. Igualmente decisivo es el no apelar a
"explicaciones" causales y sin fundamento. El problema resulta más
difícil cuando se refiere a determinadas convicciones y experiencias,
en las cuales falta toda posibilidad de control objetivo, así, por ejem-
plo, en el campo de lo religioso. Allí donde no existen otros síntomas
de enfermedad mental, pero el sujeto afirma cosas que se hallan en
contradicción con la experiencia corriente y el sentido común, el exa-
minador puede· verse situado ante un problema que no le queda más
remedio que resolver de acuerdo, más o menos, con sus propias con-
vicciones, ante el peligro de favorecer algo inauténtico o de dejar
de reconocer lo auténtico. Mas también aquí la coincidencia entre la
convicción subjetiva y la estructura básica y profunda de la perso-
nalidad y, sobre todo, una disposición, siquiera sea momentánea y
limitada, para penetrar a través de las barreras que se oponen al
comprender y para renunciar a seudoexplicaciones causales, ayudan
a demostrar que no se está ante un auténtico delirio. Lo esencial, in-
sistimos, estriba en los dos criterios mencionados: la disposición sub-
j etiva a franquear la barrera que se opone a la comprensión y la
renuncia a aparentes explicaciones de índole causal. Por importante
que sea la coincidencia del delirio con la estructura y el desarrollo
totales de la personalidad, ello no basta para refutar su existencia,
ya que a veces se encuentra tal coincidencia, con sorprendente cla-
ridad, en formaciones delirantes bien patentes y otras se puede en
ocasiones demostrar cuando se estudian los casos con detenimiento.

IDEA SOBREVALORADA.-En cambio, allí donde realmente se da


y donde faltan los rasgos decisivos del delirio, tal como los hemos
consignado más arriba, hablamos de la presencia de una idea sobre­
valorada (WERNICKE), pero no de un delirio, si es que existe una con-
vicción de intensa carga sentimental, tenazmente mantenida y afir-
mada. Está claro que tales ideas sobrevaloradas se hallan arraigadas
en complejos.
Al igual que estos últimos, cuya acentuación en cierto modo re-
presentan, las ideas sobrevaloradas no constituyen en sí nada pato-
taea sotnevcuoraaa :&11

lógico y en sus formas atenuadas se dan en casi todas las personas.


Cuando se intensifican, sin embargo, pueden alcanzar un predominio
que ocasiona graves choques con el medio ambiente y se convierten
en manifestaciones patológicas. Son, sin embargo, fundamentalmen-
te corregibles, aun cuando no siempre. E.L.~1~.!i!i?! ... ~1; ca~bio, :I'le .~~
S~!~.~.~P:!.~ .~.cier:
'!l;i. .~~~~<;Iffi~~!gl ni fgct~sam~nt~:'"péro . ~i ~hecho" Cíé'"'qli~
tas ideas sobrevaloradas no sean corregibles indica que la no posibi-
lidad de rectificación no constituye en sí un criterio que baste para
la definición del concepto de delirio. Expresándolo en el lenguaje de
las matemáticas, diríamos que se trata para este último de una con-
dición necesaria, pero no suficiente. La apelación a explicaciones seu-
docausales ha de calificarse, por lo que se refiere a su forma más
pura, como suficiente pero no necesaria (falta en ciertos enfermos de-
lirantes, y en una forma atenuada y como racionalización que pre-
tende ser explicativa, establecida sobre una base objetiva insuficien-
te, constituye algo que se da con mucha frecuencia entre sujetos
sanos). Una incondicional negativa a remover las barreras que se
oponen al comprender sí que representa, en cambio, una condición
necesaria y suficiente para calificar el delirio. Bien entendido que las
mencionadas condiciones son válidas durante todo el tiempo que per-
siste el delirio y que al extinguirse este último el paciente puede ser
capaz de enjuiciarlo de un modo cuerdo, de criticarlo y de rectificar,
renunciando a falsas explicaciones.

Ejemplo 17 (R 10336), 41 años, varón.

El padre del paciente era un hombre inteligente, de humor lábil, muy sugestionable
y que obraba de acuerdo con sus estados y reacciones de momento. Heredó una fá-
brica, pero a su muerte sólo dejó deudas. Un hermano del padre era un psicópata
impulsivo; una hermana del padre, esquizofrénica, estuvo internada temporalmente. La
madre era de personalidad blanda y preocupada, así como los abuelos maternos.
Una hermana de la madre mantuvo durante tres años un mutismo histérico. De los
tres hermanos del paciente, uno era idiota mongoloide; otro· fue, durante la primera
mitad de su vida, de personalidad impulsiva y dado a las fantasías, normalizándose
más tarde.
Ya durante los primeros años de su vida, el paciente, que mostraba gran inteli-
gencia y dotes artísticas, ocasionó las mayores dificultades a sus padres y educadores,
debido a sus bruscos y desenfrenados cambios de humor, a sus oscilaciones entre un
impertinente descaro y un desmayado fallar en todo, por su modo de ser lunático y
sus frecuentes huídas de la realidad para refugiarse en un mundo de fantasías y de
castillos en el aire. Vivió las dificultades de la Primera Guerra Mundial en Austria.
Por aquella época falleció su padre, retornando el paciente al lugar de origen de la
familia, en Italia. No tenía un solo amigo, ni mantenía auténticos contactos con su
medio ambiente, al cual tiranizaba con sus explosiones de cólera, y fantaseaba acerca
de futuras grandezas, en lugar de trabajar en el colegio, y la Única persona a la
que mostraba apego era su madre. Esta era para él, según las propias palabras del
paciente, "conductora, soberana, salvadora y redentora". Demostró muy precozmente
¿1 ;¿ c. 1 1 nru1t

una gran aptitud para la musicc, pero en sus estudios musicales demostró csrmismo
toda su inconstancia. Mediante constantes esfuerzos, infatigablemente repetidos, su
madre logró que consiguiese el diploma de concertista de piano. El afirmaba que
cuando tuviese veinte años escribiría ya partituras superiores a las del propio Beet-
hoven, y que Mozart era un mero embaucador. Hasta los dieciocho años padeció oca-
sionalmente de enuresis nocturna, fumaba innumerables cigarrillos, se embriagaba
frecuentemente con eter y cuando se había excitado por algún motivo ·se sumergía
en unos singulares estados durante los cuales se mantenía con la mirada fija ante sí.
permanecía como ausente y no atendía a lo que le rodeaba ni a lo que le decían.
Recorrió toda Europa con su diploma de concertista, intentó trabajar como actor de
cine y en otras profesiones relacionadas con el séptimo arte, como auxiliar de direc-
tor de cine, como agente de seguros, incluso. De vez en vez daba un concierto, pero
todo ello con escaso fruto y continuaba dependiendo económicamente de su madre.
Esta le procuró una colocación de pianista en una academia de baile muy frecuen-
tada, con cuya propietaria se casó el paciente al cabo de un año. Su mujer, que era
mucho más enérgica que él, le hizo continuar trabajando en la academia, trabajo en
el que logró éxito, ya que la improvisación y las ocurrencias intuitivas habían sido
de siempre su punto fuerte. Así como antes se había dejado conducir por su madre,
así ahora le guiaba su enérgica esposa, no sin que el paciente se rebelase de cuan-
do en cuando contra ella.
Al iniciarse en Italia la persecucron a los judíos, antes de la Segunda Guerra
Mundial, la academia de baile hubo de ser cerrada. El paciente, que desde su juven-
tud había sido aficionado a la filatelia y poseía amplios conocimientos en esta materia,
se dedicó al comercio de sellos, consiguiendocon ello excelentes ganancias, lo cual era
debido a que por aquellos años muchas personas invertían su capital en sellos de
correo por temor a la desvalorización del dinero. De todos modos, la vida se hizo
progresivamente más difícil. La familia escapó a duras penas de una batida de
las S. S., refugiándose en Suiza en 1943.
El paciente se alojó en casa de unos amigos acomodados, los cuales le facilitaron,
entre otras cosas, dar un concierto con acompañamiento de orquesta en una ciudad
importante, concierto que fue bien acogido por la crítica. Pero el paciente no aprove-
chó su éxito en modo alguno. Se apoderó de él, en cambio, la idea de que con el
comercio filatélico podría ganar en Suiza el dinero tan fácilmente como en Italia,
convencido de que las cotizaciones de los sellos iban a subir vertiginosamente, sin
tener en cuenta lo más mínimo la diferente situación económica y política. Así, pues,
comenzó a trabajar en el referido negocio, sin poseer una experiencia comercial
propiamente dicha, pero desplegando una actividad extraordinaria. Con pequeños
préstamos por parte de los conocidos de su mujer, se hizo con un capital inicial. Los
préstamos iban siendo amortizados con ayuda de otros préstamos, estos a su vez
por medio de otros mayores, y de un modo tan puntual y con intereses tan elevados,
que pronto vio el paciente como le ofrecían dinero de todas partes. Invertía una parte
de estas cantidades en amortizar los préstamos, otra parte en gigantescas compras
de colecciones de sellos, las cuales iba acumulando en la creencia inconmovible de
que pronto, y si sabía esperar algún tiempo, podría revenderlas y ganar millones.
Pero durante toda esta temporada no vendió ni un solo sello. Al paso que se hundía
cada vez más profundamente en un torbellino de operaciones monetarias, y con el
fin de cubrir sus deudas hasta el momento en que se verificase el alza en el comer-
cio filatélico, se apoderó de él otra idea que ya le había ocupado durante su juven-
tud: la de construir una turbina de mercurio que revolucionase toda la economía de
la energía. Se trataba de una especie de "perpetuum movile", tal como se pudo
deducir más adelante de sus embrollados datos y esquemas. Entre sus asuntos finan-
cieros y sus compras de sellos trabajaba días enteros y casi todas las noches. Montó
un laboratorio, pagaba a sus auxiliares sumas fantásticas y llegó a intoxicarse con
Idea sobrevalorada 213

mercurio. No solamente se hallaba convencido de que con su revolucionario invento


iba a obtener ganancias gigantescas, sino que comenzó también a actuar en sus
restantes negocios como si tales ganancias estuviesen ya en su bolsillo, mientras
maniobraba hábilmente para mantener a raya a sus acreedores por medio de dís-
cursos astutamente improvisados. En el punto álgido de sus actividades recibió la
llamada telefónica de un ingeniero conocido suyo y al cual había comunicado algo
acerca de sus proyectos como inventor. Dicho ingeniero le dijo que en América se
habían realizado ya ensayos con turbinas idénticas a la suya, no lográndose éxito
alguno. El paciente quedó con ello completamente espantado, no supo ya qué hacer.
Se hundió, tal como le había sucedido en su juventud, en un estado de estupor y
fue a parar a un sanatorio psiquiátrico, en el cual presentó diversos síntomas hísté-
rícos.: Reunida una junta de acreedores, fueron estipuladas exigencias por valor de
once millones de francos suizos. El paciente fue acusado de estafa y sometido a re·
conocimiento pericial.
'Cuantas personas habían tratado con el paciente durante los meses críticos esta·
ban de acuerdo en que se hallaba realmente convencido acerca de sus fantásticos
planes y que, por lo tanto, estos últimos no habían sido realizados con ánimo de
estafar a nadie. El propio paciente no había obtenido el menor beneficio con ellos y·
tampoco había alterado su modo de vivir, confortable, pero modesto. Aparte de los
sellos de correo no había realizado ninguna compra extraordinaria, etc. Aun cuando .
durante el examen pericial intentaba constantemente defender sus proyectos, a veces
lograba darse cuenta de lo dudosos que eran, si bien no por mucho tiempo. El cní-
quilador efecto que la objetiva comunicación telefónica ejerció sobre su creencia acerca.
del valor de su invención fue algo muy distinto de lo que habría sucedido en igualdad
de circunstancias con un enfermo delirante. La raíz de sus proyectos y puntos de
vista fantásticos en anteriores tendencias de carácter y en experiencias pasadas se
mostraba bien claramente, de modo tal que aquellos hubieron de ser calificados de
ideas sobrevaloradas y no de delirios.
Diagnóstico: Psicópata de afectividad lábil, fantaseador, esquizoide, con id~as so·
brevaloradas y rasgos histéricos.

Ya hemos visto que la imposibilidad de corrección no es cercote-


rística suficiente para calificar un delirio como tal, y que el aspecto
absurdo no es sino un rasgo relativo y poco digno de confianza a
fines diagnósticos, ya que incluso el juicio más cuerdo, así como más
unánime, de muchas personas puede errar, cosa que nos ha mostra-
do la Historia en múltiples ocasiones. Por otra parte, un supuesto en-
fermo delirante puede sentar afirmaciones que parecen improbables
y cuya confirmación, o bien no es posible o, lo que es peor, no pa-
rece que compense el esfuerzo realizado para lograrla y, sin embar-
go, tales afirmaciones pueden corresponder a la realidad. K. ScHNEIDER
refiere acerca de una muchacha insignificante y procedente de un
ambiente modesto, la cual afirmaba que una persona de sangre real
se hallaba interesada por ella, que diagnosticada de delirio paranoi-
de fue internada en una clínica hasta que se demostró que un prín-
cipe se interesaba auténticamente por ella, ya que procedía de la
servidumbre de una antigua casa reinante. Aun cuando nosotros mis-
mos hemos señalado que una de las características del delirio es el
214 E 1 intuir

error con respecto a las opiniones de las personas cuerdas del medio
ambiente, es precisa mucha cautela al hacer uso diagnóstico de ello.
Aun cuando lo absurdo del contenido y lo incorregible del delirio nos
fallan en ocasiones como puntos de apoyo, el convertir, como hace
BuMKE, el "origen morboso" en condición y característica del delirio
constituye una "petitio principii" absolutamente inadmisible. Pues el
delirio ha de ser, en primer término, reconocido como patológico, para
determinar después qué es lo patológico en él. Atribuirle por lo tanto
un "origen morboso" equivale a moverse en un callejón sin salida.
Con ello nos aproximamos a la cuestión referente a si el delirio
representa en realidad y bajo circunstancias cualesquiera, algo mor-
boso, y a este respecto recordamos aquello que hemos afirmado ya
en este libro: que casi todo síntoma psicopatológico puede darse tam-
bién en el sujeto sano y que por lo tanto no demuestra la existencia
de enfermedad. Hemos de recordar, asimismo, que algunos pensado-
res de renombre han intentado presentar al "delirio" como el más
primordial y originalmente normal de todos los fenómenos psíquicos 121•
Con respecto al primer punto ha de decirse que un síntoma mor-
boso lo es aunque surja en un sujeto sano, pero que por sí solo no
demuestra la existencia· de un proceso patológico (podría ponerse
como ejemplo análogo el caso de una fractura de pierna). En cuanto
al segundo punto, intentaremos responder, sin adentrarnos demasia-
do en un terreno que pertenece a la filosofía y a la psicología. En lo
que los mencionados autores entienden por "delirio" se trata más
bien de la "scientia intutitiva", correspondería con más propiedad a
la penetración y evidencia del comprender que a lo que el psiquiatra
entiende por delirio. De mucho de lo que hasta aquí venimos afirman-
do se desprende el parentesco próximo, pero también la diferencia en-
tre ambos conceptos. Para el uso psiquiátrico, que con razón o sin
ella ha de distinguir lo más claramente posible entre lo sano y lo
enfermo, nos parece más adecuado definir el delirio como represen-
tante de algo patológico, en el sentido de la definición que de él he-
mos dado. Esto es lo que hemos intentado realizar al determinar su
concepto.
Para su más amplio esclarecimiento y, además, para diferenciar el
delirio patológico del razonamiento normal, añadiremos que la candi-

21
Véase T. von UEXKÜLL y E. GRl\SSI: Wirklichkeit als Geheimnis und Auftrag. Die
Exaktheit der Naturwissenschaften und die philosophische Erfahrung. Colección "Über~
lieferung und Auftrag", t. I, Francke, Berna, 1945. Los autores adoptan como lema una
frase de LEOPARDI: "Parece contradictorio y, sin embargo, es absolutamente cierto: ya
que todo lo real es nulo, no existe nada real y digno de confianza en el mundo, ex-
cepto el delirio."
Idea sobrevalorada 215

cion principal, necesaria y suficiente del delirio, representada, en


nuestra opinión, por la barrera que se opone al comprender, no debe
ser confundida con la auténtica frontera del comprender, tal ~como
esta última es concebida por JASPERS. Dicha barrera no surge de un
claro saber acerca de la imposibilidad de continuar comprendiendo
(tal como puede, por ejemplo, expresarla en la física el principio de
indeterminación) sino por una cisura patológica. Esta última no ex-
cluye otras posibilidades de comprender, pero éstas no son buscadas,
percibidas, ni en general admitidas por el enfermo, el cual se limita a
vivir el delirio de un modo que podría calificarse de ingenuo. Me-
diante la psicoterapia se logra, en ocasiones, obtener un cambio de
actitud a este respecto. Pero no hay nada que caracterice mejor al
. sujeto mentalmente sano que el no darse por satisfecho al alcanzar
los límites del comprender, aun cuando reconozca claramente que ha
llegado a ellos. El neurótico más escéptico y refractario a todo cuan-
to es psicológico no llega jamás tan lejos como el delirante en su
negación de las pertinentes conexiones del comprender, no alcanza
jamás aquella cerrazón que se extiende incluso hasta las considera-
ciones que pueden apuntar meramente en el sentido de dicha com-
prensión. Pues el neurótico, aun . cuando niegue enérgicamente, no
por ello deja de admitir la posibilidad de tales conexiones del com-
prender, mientras que esta mera posibilidad permanece invisible pa-
ra aquél a quien se le oculta la barrera levantada por el delirio.
De todo lo anterior se deduce claramente que el delirio ha de
corresponder a una actitud que es concreta en el más alto grado.
Allí donde es posible reconocer una tentativa de adopción de una
actitud abstracta, a través de las explicaciones aparentes del en-
fermo delirante, tal tentativa suele hallarse condenada al fracaso,
ya que no toma en consideración las premisas dadas. Por mucho que
el enfermo se esfuerce por construirla del modo más ingenioso po-
sible, por mucho que intente conferir a tal construcción un aspecto
sistematizado y apoyado en argumentos abstractos, como sucede
en el delirio paranoide, siempre ha de fallar el suelo sobre el que se
fundamenta. Aunque el enfermo delirante, pero ordenado, defienda
su convicción delirante con una lógica irrebatible y piense y juzgue
correctamente en todo cuanto no se refiera a su delirio, las falsas e
inamovibles premisas de las que parte hacen que su lógica conduz-
ca a conclusiones inadmisibles. La capacidad de percibir, lo mismo
que la de pensar, no se hallan en sí afectadas por el delirio. Los
sentimientos suelen participar intensamente en el delirio, a lo cual
hemos aludido ya, y esto es precisamente lo que movió a E. BLEU-
216 E 1 intuir

LER a afirmar que "las ideas delirantes se originan a partir de la


vida afectiva" 22•
Los conocimientos adquiridos en estos últimos tiempos hacen du-
dar di esta afirmación de BLEULER, ya que la sección de las vías
frontotalámicas en la sustancia blanca cerebral (leucotomía) o la
extirpación de sus territorios terminales en el cerebro frontal (lobee-
tomía) no suprimen el delirio en los enfermos delirantes; pero sí, en
cambio, y en grado muy considerable, la intensidad de los senti-
mientos a él vinculados. Las ideas delirantes persisten, según afir-
man los pacientes; pero les son indiferentes y no les afectan como
antes. Si la acción de los afectos no es, por tanto, necesaria para
mantener las ideas delirantes, resulta difícil comprender cómo ha-
bría de ser decisJy~ para su formación. Y existe aún otra observación
múltiplemente co.ír!i:fihada y que habla en favor del decisivo papel
desempeñado por la intuición, y no por el sentimiento, en el origen
del delirio: los pacientes leucotomizados o lobectomizados no pier-
den apenas capacidad formal de pensamiento; pero sí capacidad
para establecer combinaciones nuevas e insólitas, para lograr nue-
vos puntos de vista, para conseguir adaptarse a situaciones impre-
vistas; es decir, para mostrar una actividad mental creadora, aun
cuando sean capaces de desenvolverse sin dificultad en terrenos
que les son familiares y que exigen incluso una cierta responsabi-
lidad por su parte. Ahora bien: la capacidad mental de creación es
sobre todo efecto del intuir. Por tanto, encontramos también que en
los enfermos leucotomizados no tienen lugar nuevas formaciones de-
lirantes, si bien persisten casi intactas las ideas delirantes preexis-
tentes, así como el resto de lo adquirido intelectualmente con ante-
rioridad por el sujeto.
Aun cuando el delirio no se genera a partir de la función del
sentir, esta ejerce, sin duda alguna, una considerable influencia sobre
el mismo. Esto se advierte del modo más claro en las ideas delirantes
sintímicas, en las cuales, y bajo el predominio de un afecto patoló-
gicamente incrementado y que tiñe todo, se constituyen representa-
ciones delirantes en el sentido del mencionado afecto, las cuales
hacen que se acentúe el estado morboso de ánimo. Así, ante sus
propios ojos y sin más, el depresivo se ve a sí mismo como un peca-
dor y un perdido cargado de culpas, afligido por la enfermedad y
la miseria, aun cuando todo ello no tenga en modo alguno una rea-
lidad objetiva; mas su creencia en todo ello es inconmovible y hace
que su melancolía se profundice. Para el maníaco, y análogamente,

22
BLEULER, E.: Lehrbuch der Psychiatrie, 6.ª ed., Springer, Berlín, 1937, pág. 50.
Elaboración simultánea 217

~tas objeciones se le hagan carecen de fuerza demostrativa,


1~ ~ resulta insuperable, está a su alcance todo cuanto desee: po-
:t amor, riquezas, y con ello se reaviva más aún su exa~rada
eJ'.'."' '..J3. ::).anza en sí mismo. El estado general de ánimo o humor~ondi..;
o~ ~. pues, también, y en tales casos el delirio. Así, una muchacha
ioO-- por lo demás es honesta y modosa, puede no solamente infla-
[U..~pe de amor y arrojarse materialmente en los brazos del primer
o.O bre con el que se tropiece, aunque este no corresponda en ab-
lO~ -to a sus sentimientos, sino incluso perseguirle, en e! . convenci-
;o}~:)'.'.'J-to subjetivo de que también él e~tá perdidamente ~nq¡iorado dé
n:t. encantos. Incluso los rechazos mas secos y brutales pueden ser
:;i.;J.~
0 .nces interpretados por la delirante como demostraciones de amor,
ei::t ::t"ltras que la misma enferma puede obrar y g~~,~gr del modo más.
r:o.1e :i:--do y ponderado con respecto a otras circu'fiftáncias. El estad .911
cve 0roso de ánimo es entonces cctctímíco con respecto a la restante
ª:°~c:ición general afectiva, y el delirio se limita a los contenidos que
s:J.t .....-::i:-esponden a aquél.
cO>-

pLABORACION SIMULTANEA.-El conocimiento de la influencia


,,,_ t"tlamente reforzadora que ejercen entre sí el sentimiento y la idea
01- li:tante nos ilustra acerca de la raíz común de estas manifestacio-
O.e !5 psicopatológicas (y, por otra parte, respecto a la raíz común de
J'.le~ .:xnanifestacionespsicopatológicas en general), en un estrato previo
1~ correspondiente a una marcada diferenciación funcional; es decir,
o: el estrato de las representaciones relativamente indiferenciadas;
;i 0e permite asimismo apreciar en general la frecuente elaboración
ctJ.ndaria de los contenidos patológicos, la cual se basa sobre el
seí$ino fundamento. Así, como el sentimiento primordialmente patoló-
U: co es apoyado por el delirio, el delirio mismo, cuando surge de
g~ JllOdo primario, lo es por las restantes funciones; por ejemplo, por
u oó "fundamentación" producto del pensamiento, por el apelar a ccu-
uóS ficticias, por sentimientos que van de acuerdo con él, por errores
s 0soriales, etc. El sujeto que padece un delirio de culpa, por ejem-
s~0, ve los gesticulantes demonios que se burlan de él, oye cuchi-
p]:1.ea:r a las gentes acerca de sus maldades, cree ver signos miste-
c. 0$os en cosas sin importancia y así va entretejiendo, de modo abi-
f
ri ci:r:rado, su delirio. A veces esta elaboración secundaria parece ser
ci que proporciona al enfermo delirante aquella inconmovible cer-
te:zC! que, bien mirado, existía ya en el primer brote del delirio. Al
:riocipio, ciertos enfermos pueden, desde luego, disfrazar su viven-
PiCl delirante por medio de un "como si"; pero en la experiencia con-
~:reta. vivida, del delirio existe ya de antemano, es decir: la certeza,
lil intuir
218
-v7idencia,la cual es calificada secundariamente por aquel "quan-
la ~, de capacidad de abstracción que aún no ha sido afectado por el
tu~;JICÍ <?i&kAlgo análogo sucede al extinguirse un delirio, si~mpre que
~eh- y: -eomo a veces sucede, no desaparezca de golpe, csi como en
est~ ~iones puede surgir también bruscamente y ya formado por com-
oca:;;::--
plet ¿;;?·
C:::A. USAS.~Resulta difícil hablar de las causas del delirio y apenas
r: justificado, en vista de que las condiciones para la formación
este:;.: :ir::iismo son indudablemente muy complicadas. Entre sus "cau-
del ,, en el sentido corriente del término, tenemos, en primer lugar,
sas :¡?sicosis endógenas generadoras de delirios y, sobre todo, la es-
la~ 0f:r:enia. Ya que tampoco sabemos nada seguro acerca de las
qurz;;::::; os de dichas psicosis, no podemos ir muy lejos por este camino.
cau¡:::-:t"J. todos los estados crepusculares puede darse delirio. No existe
ClS lesión cerebral grave, ya sea orgánica, tóxica, infecciosa o
ape;-érxiica, que no sea susceptible de producir delirio, y las lesiones
an~ :tl-tes son, de modo primordial, las que ejercen un efecto desen-
reci e ~ccnte de delirios. Es decir, el delirio es un síntoma frecuente de
cade ctcción de tipo exógeno agudo. Los estados crónicos tóxicos, tales
la r~ la psicosis alcohólica, pueden asimismo mantener la formación
co~ ónte, tanto como los estados infecciosos crónicos (parálisis ge-
deh:t"l progresiva) e incluso los postraumáticos (cuadros esquizofréni-
nere! persistentes, surgidos después de traumas cerebrales). Pero no
cos 1a pena establecer una lista de enfermedades aisladas. Allí don-
vale ...,.tqe un delirio, ya se trate de un psicosis endógena, ya de una
de $ o:ción exógena, estamos ante una considerable amenaza para la
~lte:t tidccd de la persona, amenaza ante la cual es movilizada una
mte9' sa masiva y que siempre niega, de una forma u otra, la realidad.
def~tlizÓ: sea por esta negación, por este apartamiento de la rea-
. d por lo que la defensa adquiere fácilmente un carácter autó-
Iído ' y procesual, y por ello encontramos sobre todo delirios autén-
~oIIlº en las grandes psicosis y en los cuadros morbosos semejantes
ticos de estas últimas. No es justo, sin embargo, quererlo convertir
ª 105
11
si'V'amente en signo de psicosis, como ha hecho, por ejemplo,
excl :ss, pues el delirio puede surgir también, de modo ocasional, en
JAs:P:t:: ersona por lo demás sana. Los estados claramente reactivos
u:ia ~pecto procesual, rara vez muestran, en cambio, auténticas for-
?
sin 011es delirantes y el intento de separar dentro de la Psiquia-
m;ici ull grupo marginal de psicosis reactivas formadoras de delirio
tna ·do acompañado siempre, y hasta la fecha, de un éxito muy
hads~o Más exacto nos parece subrayar que el delirio pasaj,ero
du º"" ·
Causas del delirio 219

surgido en el sano o en el neurótico como reacción a una amenaza


psíquica o somática de momento, no pesa demasiado en la vida del
sujeto, y que en cambio sí que pesa el delirio más fijo y durgdero,
especialmente si se trata de una personalidad por lo demás ;¡'orde-
nada. En una gran revisión de conjunto, redactada en ocasión del
Congreso Mundial de Psiquiatría de París y referente al problema
del delirio, STECK 123 ha intentado resumir el balance de nuestros
conocimientos del siguiente modo: "Si intentamos comprender el
delirio en su conjunto, tanto el primario como el secundario, desde
un punto de vista psicopatológico, resulta que se nos aparece, sea
cual fuere el cuadro clínico dentro del que surja, como una forma de
reacción y una manifestación compensadora de diversas amenazas
y contrariedades sufridas por el yo. Representa una concretización,
un simbolizar la amenaza interior ... , una reacción de defensa contra
adversidades de tipo social".
En la primera frase de STECK queda resumida la importancia fun-
cional del delirio; en la segunda, su contenido. Desde hace mucho
tiempo, desde las fundamentales investigaciones de FREUD, JUNG y
E. BLEULER, se sabe que el contenido del delirio suele poseer un sig-
nificado simbólico y expresivo. Las aparentes excepciones corres-
ponden más bien a una falta de alcance por parte de nuestra com-
prensión. Tanto en el delirio, como en el síntoma neurótico o neu-
rotoide o en el ensueño, próximo pariente de ambos, se trata funda-
mentalmente, por lo que respecta a los contenidos, de una expresión
imaginario-simbólica de la situación psíquica, debiendo ser conside-
rado al mismo tiempo como una reacción a la misma, no diferencián-
dose esencialmente en este sentido de las restantes y numerosos
manifestaciones expresivas y simbolizantes de la psique, acerca de
las cuales proporcionan los oportunos conocimientos los tratados de
psicología profunda. No entramos aquí, por tanto, más detallada-
mente en el estudio de los contenidos de los delirios. Aun cuando
son infinitamente variados, abigarrados y personales, la clínica per-
mite diferenciar diversos tipos principales, los cuales corresponden


23
STECK, Hans: Die Psychopathologie des Wahns, "Sehweiz. Archiv. f. Neurol. und
Psyehiatrie", t. LXVII, fase. I (1951), pp. 86-100. Véase también: "Rapports du Conqres
International de Psyehiatrie" I: Psychopathologie des délires, París, Hermrmn, 1950.
ScHNEIDER, K.: Über den Wahn, Thieme, Stuttgart, 1952. Idem: Zum Begriff des Wahnes,
"Fortsch. der Neur. u. Psychiatrie", 17 (1949). ScHMIDT, G.: Der Wahn im deutschspra­
chigen Schriftum der letzten 25 Jabre (1914-1939), "Zentralblatt f. Neur. u. Psyehia.", 97
(1940). Durante la impresión de la edición alemana de la presente obra han aparecido:
HuBER, G.: Das Wahnproblem (1939-45), "Fortschritte d. Neur. u. Psychia.", año 23,
fase. 1/2 (enero-febrero 1955), pp. 6-57. KRANZ, H.: Das Thema des Wahns im Wandel
der Zeit, "For. d. Neur. u.: Psyeh.", año 23, fase. 1/2 (enero-febrero 1955), pp. 58-72.
220 E1 i n tuir
a diferentes cuadros clínicos (pero desde luego no de un modo obli-
gado y carente de excepciones). Pueden poseer a veces una cierta
impor,tancia diagnóstica y los estudiaremos brevemente a continua-
cíóm "

Ejemplo 18 (W 1194), 19 años, varón.

Un hermano del padre padece delirio religioso. El propio paciente no llamaba la


atención, desde el punto de vista psíquico, hasta hace un año. Recibía clases de
violín y sin motivo alguno cambió de profesor y comenzó a manifestar escrúpulos
religiosos. Una mañana de invierno abandonó de repente su casa y fue encontrado
en las primeras horas de la tarde en un bosque, completamente desnudo. Había
prendido fuego a sus ropas, provocándose con ello quemaduras de primero y se-
gundo grado, más algunas de tercero. En el hospital se mostró orientado en lugar y
tiempo, pero en vez de dar su nombre auténtico dijo llamarse "Jonás Criado". Jonás,
porque este profeta, como él, se había rebelado primeramente contra Dios y después
había vuelto a la obediencia; Criado, para recordar que tenía que servir. Su antiguo
nombre (el auténtico) había que preguntárselo al médico que le trataba. Había sido
puesto a prueba "hasta el más íntimo impulso de la santa vida humana". El "gran
Dios vivo" era quien le había puesto a prueba. Había vulnerado dentro de sí la ley
divina. De niño había sido muy puro y todo el mundo le había querido, por lo cual
se dedicó a estudiar música. Pero entonces sobrevino para el "la vida dura y enca-
llecida". Al elegir profesión habían comenzado para él los sufrimientos. El profesor
de violín no había "visto dentro de él", y sus alabanzas habían sido una tentación,
le habían conducido por un camino espiritual errado. También se había separado del
segundo profesor por el mismo motivo y había continuado como autodidacta. Por dos
veces ha escrito una composición, que le ha salido muy mal (sonríe de una manera
inadecuada). Durante estos últimos días "Dios le ha movido a quemar todo lo muerto".
Ha quemado, por lo tanto, todos sus libros, excepto la Biblia, el Kempis y las obras
de Jeremías Gotthelf. Una "luz" le ha ordenado desprenderse de toda relación con
los hombres que no sea limpia. Ya que se encontraba lleno de pecados, absurdo y
no sentía ya placer alguno en quemar libros, se quitó la ropa y la quemó también.
Un impulso íntimo le ha empujado a quemar su cuerpo como algo muerto, como una
envoltura del alma. Al introducir sus piernas y brazos en el fuego apenas ha sentido
dolor y por eso ofreció también su pecho a las llamas; "pero de pronto se opusieron
los sentimientos más íntimos" y saltó fuera del fuego. No quiere decir nada acerca
de sus vivencias cuando estaba entre las llamas, tan solo dice: "Eso está fuera de mi
alcance." Después de saltar fuera de la hoguera salió corriendo por el bosque y buscó
personas que le quisieran vestir "por amor al prójimo" y las encontró (se trataba de
la policía). En el bosque se le ha revelado "la justicia de Adán". En el futuro quiere
permanecer abierto a Dios mediante el servicio. "La divina chispa de vida que hay
en mí seguirá luchando con la vida, la muerte, el muerto". El paciente, al principio
muy locuaz, insistía en exponer sus ideas delirantes religiosas, pero le costaba tra-
bajo no perder el hilo de su perorata. De cuando en cuando sonreía de un modo extá-
tico y parecía tener alucinaciones, aun cuando negaba esto último. Después de justificar
a su manera su tentativa de suicidio, se negó a dar más detalles, repitiendo estereo-
tipadamente: "El espíritu no me mueve a contestar a eso."
Diagnóstico: Brote esquizofrénico agudo con delirio religioso.

1) GRUPO DE LOS DELIRIOS EXPANSIVOS.-Es común a todos los es-


tados maniformes, ya surjan éstos en la embriaguez, en el estado
Delirios expansivos 221

crepuscular o el delirio tóxico, en las distimias maníacas de la epi-


lepsia o la esquizofrenia o bien (de modo más marcado) en la pará-
lisis progresiva y la manía propiamente dicha. Hemos indicado an-
teriormente sus rasgos principales: ideas de poder, riqueza, salud y
capacidad de rendimientos, así como la de ser eróticamente irresis-
tible y potente; no insistiremos, pues, sobre ellos. Se dan todas las
gradaciones posibles, desde un exaltado sentimiento de bienestar, so-
bre el cual el sujeto insiste más de lo habitual, hasta las exageracio-
nes más desorbitadas y absurdas; incluso llegando a afirmar que se
domina al mundo entero y se es igual a Dios. Tan pronto son exclui-
das despectivamente todas las personas del medio ambiente, como,
del mismo modo, se las incluye en el delirio, y así los compañeros
de sala quedan convertidos en monarcas y vasallos del "emperador
del mundo". Resulta, sin embargo, asombroso hasta qué punto se
hacen compatibles tales representaciones con la realidad cotidiana:
el mismo enfermo que va cubierto de emblemas que anuncian su
calidad de "gran sacerdote de Suiza", cumple pacíficamente los mo-
destos cometidos que se le encomiendan dentro de la clínica.

Ejemplo 19 (R 7938), 56 años, varón.

El padre y el abuelo materno eran bebedores ocasionales. Un hermano de la madre


estuvo durante una temporada mentalmente trastornado, pero después se normalizó.
El paciente fue buen alumno en la escuela. Tendía a apartarse de sus camaradas
y seguía sus caminos propios. Se tenía también por mejor y más aplicado que sus
hermanos. Después de la escuela y de un aprendizaje comercial trabajó en una oficina
de seguros, prestó un año de servicio militar en la ocupación de fronteras en Suiza
durante la Primera Guerra Mundial, contrajo por entonces una dolencia de pulmón y
hubo de someterse a tratamiento. Transcurrido éste, volvió a trabajar de nuevo como
empleado de seguros, con un afán encarnizado, disputando, sin embargo, con sus co-
legas y superiores y pleiteando mientras tanto en la oficina de seguros militares,
para lo cual redactaba él mismo largos informes e instancias. Con la indemnización
que consiguió con ello a causa de enfermedad contraída durante el servicio, y mo-
vido por motivos de salud, intentó realizar un aprendizaje como agricultor, pero no
pudo mantenerse en los puestos de trabajo que encontró en el campo y fue saliendo
adelante mediante el desempeño de diversos oficios: cochero, escaparatista y obrero
eventual, comportándose de un modo cada vez más insoportable, vagando de un lugar
a otro, hasta que se vio obligado a volver a casa de sus padres para que estos
le sustentasen. Comenzó a decir que los obreros que trabajaban en una construcción
situada delante del domicilio de sus padres eran espías que le querían vigilar y cuan-
do le dolía el vientre acusaba a los judíos de haber intentado envenenarle. Durante
el decenio siguiente a su primer internamiento en 1926-27, apenas hubo un oficio que
no ensayase, ni un rincón de Suiza qU:e no visitara y que no hubiese de abandonar
debido a su poca paciencia y mal carácter. Ya que cada vez importunaba más a
las autoridades encargadas de auxiliar económicamente a los indigentes, se procedió
a su internamiento.
El paciente es uno de los enfermos más inquietos de la clínica. La mayoría de
las veces está de buen humor, pero se irrita fácilmente, pronuncia grandilocuentes
222 E 1 in t ui r

discursos con voz amenazadora, oye voces y le gusta pintar en las paredes figuras
desnudas o muy amaneradas y de tamaño superior al natural. Hallándose convencido
de ser un artista genial. pero falto de medios para hacerse valer, envía numerosas
instancias reclamando subvenciones. Afirma haber realizado proyectos para la de"
fensa nacional de Suiza, los cuales fueron puestos en práctica durante la Segunda
Guerra Mundial, pero decía que debido a su ingreso en clínica el año 1937 no había
recibido el reconocimiento y la recompensa merecidos. De hecho, el paciente posee
todavía una cantidad de escritos fantásticos dirigidos al Departamento militar y re-
dactados en los años anteriores a la guerra, escritos que envió y que le fueron de-
vueltos. Ha comunicado a un tal coronel H. "cosas muy grandes, cosas como el Peñón
de Gibraltar", es el iniciador de tres armamentos y ha presentado en un importante
diario documentos en los que demuestra que ha realizado una "labor propia del Alto
Mando Militar". No ha recibido nada del Gobierno en pago a toda su labor, y ahora
exige una indemnización, que no ha de bajar de la cuantía de cinco millones de
francos suizos por documento. Tiene, además, registrados inventos en las oficinas de
patentes de Berlín, París y Madrid, entre ellos una máquina para técnica de perfora-
ción rápida, que puede ser completamente camuflada, que trabaja sumergida a medio
metro bajo el agua y que sería capaz de hundir la flota más poderosa. Compenetra-
do de un modo cada vez más profundo con su mundo delirante, el paciente grita:
"He inventado cosas que les pondrían a ustedes los pelos de punta". Aparte de esto,
se halla completamente orientado; tan sólo ocasionalmente habla de un modo dis-
gregado y con sus dotes y habilidad de artesano realiza multitud de trabajos de
mejoramiento en la clínica.
Diagnóstico: Esquizofrenia paranoide con delirio de grandeza.

Ejemplo 20 (R 11245),67 años, varón.

El paciente está más aviejado de lo que corresponde a su edad, mal orientado


y tiene mala memoria. Algunos de sus parientes han fallecido y otros son descono-
ciclos. En estas condiciones tan sólo se pudieron obtener datos escasos y poco ñde-
dignos acerca de sus antecedentes familiares y de los antecedentes personales co-
rrespondientes a las primeras etapas de su vida. Después del período escolar cpren-
díó el oficio de carpintero, viajando durante años, solo, de un puesto de trabajo a
otro. A consecuencia de un accidente en que quedó inválido de un pie, recibió una
renta del 50 por 100. Se esforzó por continuar ganándose la vida y no tuvo nunca
necesidad de apelar a la ayuda de la beneficencia, vivía solo y de un modo muy
económico. Pero no siempre estaba en buenos términos con sus vecinos y cambiaba
frecuentementede domicilio.De cuando en cuando bebía copiosamente. Alrededor de los
sesenta y tres años llamaba la atención a causa de su suspicacia e irritabilidad. de
su carácter avinagrado y de su odio contra todas las mujeres, el cual expresaba en los
términos más soeces. Varias veces apeló a las autoridades para que le protegiesen con-
tra mujeres, aun cuando tampoco se fiaba mucho de aquellas. Fue internado después de
haber provocado un incendio en su buhardilla con intención de suicidarse y tras haber
ingerido gran cantidad de alcohol.
Desde el punto de vista somático, el paciente muestra diferencias entre los reflejos
tendinosos y cutáneos abdominales de un lado y los del opuesto, anisocoria y reac-
ción perezosa a la luz. El hígado está aumentado de tamaño. Presta poca atención a
cuanto le rodea y a lo que se le dice. Tan pronto insulta y maldice groseramente,
como charla complacido acerca de sus supuestas e inmensas riquezas.
Dice, por ejemplo: "Tengo una fortuna colosal: 400.000 millones de millones de
millones y en Berna dinero a montones, en el Banco Cantonal Suizo muchos cientos
de miles de millones de millones. Lo he reunido en el día de mi santo y han venido
a millares. Tengo oro y plata que he fundido en el mar y en las montañas. En los
Delirios depresivos 223

montes tengo unos 8.000 árboles de oro y de plata, que .siguen creciendo. En el Sur
y en el Este, y en Abisinia, y en donde los chinos tengo montañas más altas aún.
Todo lo he pensado yo. He levantado cien mil fábricas, he instalado una cantidad
enorme de centrales eléctricas, 17.800, las más bonitas. Hay varios Estados que par-
ticipan, hasta el mar. Allí hay 155 centímetros de tierra y 8 centímetros de basura
del mar, según mis indicaciones. Crecen cerezas, nabos y de todo. Lo he estudiado
todo para que sea así. Da una renta fantástica. Por eso podría dejarme usted que
me marche... He comprado una montaña entera y he tenido algunos centenares de
miles de vacas. Los terneros me han estropeado todo. (¿Están sus hijos en la granja?)
No sé cómo los he parido. Tendrían que parecerse a mí... Tengo varios centenares
de miles de vacas en el monte de Splugen. Está todo lleno de túneles hasta el mar.
El mar tiene paredes hasta los 600 metros. Por ejemplo: he puesto tuberías en el
glaciar del Ródano, he colocado allí las islas más bonitas, he construido islas al lado
derecho y al izquierdo. Allí está todo ocupado por las vacas, de las mejores razas -
de Bernc." Pocos minutos después refiere como ha "estudiado" en una pequeña finca
"con cinco o seis vacas solamente", cómo se construyen ferrocarriles y además me-
tropolitanos en Londres y en Viena, centrales telefónicas y eléctricas, etc.

Diagnóstico: Psicosis delirante en una demencia alcohólica y arteriosclerótica.

2) GRUPO DE LOS DELIRIOS DEPRESIVOS.-Es la contrapartida del


anterior y ya lo hemos descrito en páginas precedentes (62 y 149).
Los temas que se repiten constantemente en ellos son los de pobre-
za, enfermedad, y sobre todo los de culpa, de deudas complicadas y
sin solución. El sentimiento de culpa hace que el delirante depresivo
(y en primer término el depresivo endógeno) acepte desde luego su
estado entre llantos y quejas; pero no sin resignación la mayoría de
las veces, mientras que el depresivo reactivo y sin delirio se rebela
contra él, aunque sea de una manera escondida y sin estridencias.
He aquí un punto que puede servir a veces para establecer el diag-
nóstico diferencial entre depresión endógena y depresión reactiva.
E. BLEULER subraya la diferencia que es preciso establecer entre el
delirio de enfermedad auténticamente depresivo y el hipocondríaco.
Este último se da más bien en los esquizofrénicos y neurópatas gra-
ves: el depresivo cree que la enfermedad se ceba ya en él; el hipo-
condríaco teme que esto suceda. Ya hemos dicho que el depresivo
delirante no reconoce su auténtica enfermedad: la depresión.

Ejemplo 21 (E 11747), 79 años, varón.

El paciente, que se aproxima a nosotros con sus cortos pasos, es un hombre en-
corvado y de pelo blanco. Ha trabajado durante muchos años como cajero en una
sucursal de un banco importante. Cuando fueron descubiertas ciertas irregularidades
cometidas por su superior inmediato y éste fue despedido, recayeron también sospe-
chas sobre él, aun cuando era inocente. Tomó esto tan en serio que fue necesario
jubilarlo prematuramente, después de haber realizado una tentativa de suicidio, a
continuación de la cual hubo de ser ingresado en una clínica psiquiátrica. Se dedicó
después a ocuparse de sus fincas urbanas y de diversos pequeños empleos adminis-
224 E 1 i n t ui r

trativos que cumplía puntualmente. A los setenta y ocho años comenzó a presentar
ligeras molestias cardíacas y, por motivos exteriores, el paciente procedió a la venta
de una casa en la que había nacido y habitado durante toda su vida. Durante la
mudanza, y contrariamente a todas sus costumbres, el paciente permaneció como es-
pectador y sin tomar parte activa en el traslado. Su pensamiento se hizo poco claro,
se quejaba constantemente y en tono desesperado de no poseer ya más dinero, de
no poder pagar su manutención y de no tener ya sitio alguno donde ir. Por temor
a la miseria se negaba a comer y enflaqueció. Ya no salía de paseo, pues decía
que todo en él estaba sucio y que él mismo tenía un aspecto muy desagradable.
Por las noches podía permanecer durante horas enteras ante el armario ropero, mur-
murando que las perchas eran muy pesadas. Se oponía a cualquier tentativa de los
demás para darle ánimos, pero permitió que le ingresasen en la clínica.
En esta Última repetía incesantemente sus quejas, de manera monótona, sin aten-
der apenas a cuanto le rodeaba y respondiendo lacónicamente a las preguntas que se
le dirigían, reanudando inmediatamente su quejumbroso murmullo. Estaba ligeramente
desorientado en el tiempo, la memoria para lo reciente y para lo pasado se hallaba
afectada. Afirmaba que había transcurrido media hora desde su entrada en la clínica
hasta que pasó al despacho de recepción (en realidad había tardado a lo sumo
cinco minutos). En el departamento no se sentía al principio a gusto en ningún sitio
y no se interesaba por nada, paseando por los corredores con aspecto desorientado.
Transcurrido cierto tiempo, pareció darse por contento con su nueva situación y se
esforzó por colaborar en los trabajos comunes de fabricación de cajas de cartón.
Plegaba las tiras de papel de modo tembloroso, inseguro y lento, hacía frecuentes
observaciones acerca de lo poco que cundía su trabajo en relación con el de los
demás y comenzaba a llorar por esta causa, diciendo que lo mejor sería que le fusi-
lasen. Durante la visita médica pedía al doctor en voz baja y timidamente, mientras
le tiraba de la manga, que le reconociese de nuevo de un modo detenido para com-
probar la horrible enfermedad venérea que padecía. Todos los días, al ser pregun-
tado, decía que "cada vez le iba peor" (objetivamente estaba exactamente igual).
Preguntaba con aire preocupado cuándo le iban a mandar fuera. Se le podía con-
solar fácilmente con unas cuantas palabras amables, distrayéndole por unos mo-
mentas de su preocupación, pero poco tiempo después volvía de nuevo a quejarse.
De vez en cuando se dibujaba en su rostro una leve sonrisa, entre las arrugas surcadas
por la tristeza.

Diagnóstico: Demencia senil con delirio de ruina y enfermedad, en una persona de


carácter sensible y con tendencia anterior a reacciones depresivas.

Ideas delirantes depresivas y expansivas caracterizan polos con-


trapuestos que pueden, sin embargo, entrar en contacto entre sí en
una misma personalidad. El delirante de grandezas que despreocu-
padamente se ha instalado en el trono de Dios, puede incluir el
infierno en sus dominios y creerse Dios y el diablo en la misma per-
sona; pero también puede expresar su grandeza y omnipotencia con-
virtiéndose en lo más ínfimo, en grano de arena, en átomo y hundír-
se así en el universo que afirma ser. Por el contrario, y esto es mucho
más frecuente, el depresivo se sumerge a veces en pensamientos
acerca de la extraordinaria e insuperable monstruosidad de sus pe-
cados y de su expiación, que nadie ha sido ni será capaz de igualar.
El delirante de grandezas se siente así tanto más despiadadamente
ueiuios tiuuustas 44.:>

perseguido por ejércitos enteros, el pusilánime castigado por pérdi-


das inconmensurables. En el delirio se vinculan entre sí de tal modo
los contrarios, que se manifiesta del modo más patente la ausencia
de contradicciones dentro del sistema "psy" señalado por FREUD.

3) GRUPO DE LOS DELIRIOS NIHILISTAS.-Aquí nada existe ya para


el enfermo o nada posee ya "realidad": ni sus pensamientos y senti-
mientos, ni su cuerpo, ni él mismo, ni la clínica, ni los parientes, ni el
mundo. Cuando el enfermo, cuyo delirio no se halla aún muy avan-
zado, reconoce que aún existe "algo", lo define como alterado en el
·sentido de. la irrealidad, como esquemático, borroso, como algo mera-
mente imaginario o como una pálida representación, que con mucha
frecuencia estima errónea e ilusoria (pero con ello se refiere a lo real
y no a lo objetivamente erróneo). A mayores profundidades del deli-
rio se niega ya sin más la existencia de los datos más palpables y
objetivos, y no partiendo de una teoría filosófica del conocimiento,
sino de una vivencia delirantemente transformada. Como sucede
con respecto a otros contenidos delirantes, aquí resulta sorprendente
ver cuán bien se las arregla el enfermo en un mundo que para él no
existe. En otros casos, desde luego, el enfermo es consecuente con su
nihilismo y, por tanto, ya no se preocupa absolutamente por nada,
de tal modo que si no se le imponen los imprescindibles cuidados,
puede dejarse efectivamente perecer. Tales ideas delirants las ve-
mos de modo casi exclusivo en orgánicos muy devastadoramente
demenciados. La frecuente vivencia esquizofrénica de un mundo extra-
ñamente alterado, alienado, fantasmal y siniestro, designado también
muchas veces como "irreal" (véase lo anteriormente dicho acerca
del humor delirante esquizofrénico, pág. 183) ofrece un cuadro sinto-
mático semejante, pero no idéntico, en el cual se acentúa más bien
la inexplicable transformación que el simple cesar de lo hasta en-
tonces existente.

4) GRUPO DEL DELIRIO DE REFERENCIA.-Las relaciones con el me-


dio ambiente se hallan alteradas por el delirio de un modo tal que
los pacientes las experimentan no como algo patológico, sino como
situación excepcional. La alteración, además, es vivida como prima-
ria y no acaso como efecto de otro estado (así, por ejemplo, como
retraimiento a causa de melancolía o tristeza, como misantropía a
causa de angustia o miedo, etc.). En el delirio de referencia típico,
los enfermos creen que les conciernen los acontecimientos y las cosas
más indiferentes. Dos extraños que conversan en la calle hablan
seguramente acerca del enfermo, un rayo de luz que se refleja en
BA.SH • 15
zzo L 1 1 nru1r

una ventana es una misteriosa señal; la mirada casual de un tran-


seúnte quiere ofenderle, advertirle, atraerle, etc. Todo, incluso lo más
indiferente, se halla colmado de una indescriptible significación. De
aquí al delirio de perjuicio y persecución no existe sino un paso, así
como también al delirio pasional. Los secretos significados de per-
sonas y cosas quieren decir, para el enfermo, que enemigos unas
veces anónimos, otras con nombres, le cercan, observan y amenazan.
Equivocaciones sin importancia son interpretadas como realiza-
das con una mala intención de ofender y dañar, detrás de lo cual hay
aún mucho más. La ciudad entera sabe, por ejemplo, que la Policía
anda tras un sujeto (por lo demás absolutamente honrado) que
telefonea a todas partes para perjudicarle en su crédito y su pres-
tigio, con el fin de obligarle a que se dé por vencido y "cante". O
bien gestos triviales y sin importancia son interpretados como silen-
ciosas propuestas amorosas y son frecuentemente respondidos del
modo más apasionado e insinuante, sin que de nada le sirva al
desdichado objeto del delirio pasional el más categórico de los re-
chazos. Intimamente emparentado con el delirio pasional se halla el
delirio de celos, el cual, y aparte de los paranoides, es muy fre-
cuente en los alcohólicos crónicos. El delirio de invención, más raro,
corresponde también a este grupo. En este tipo de delirio el enfermo
se halla convencido de haber realizado sensacionales inventos o des-
cubrimientos, ya en el terreno de lo material, ya de lo espiritual,
invenciones y descubrimientos que en realidad no poseen valor ob-
jetivo alguno.
Como ya señalamos poco antes al definir el concepto, todas estas
clases de delirio se constituyen de un modo catatímico y no se hallan
acompañadas por un humor o estado de ánimo básico, extendido a
todas las vivencias y cuyo tono afectivo concuerde con el delirio. El
"perseguido" es un hombre pacífico, que tan solo ve malas intencio-
nes a su respecto en ciertas direcciones, al menos mientras su deli-
rio no se ha ampliado de un modo universal. El delirante o la deli-
rante pasional se limitan al objeto amoroso de su elección, al con-
trario del maníaco, que se jacta de poder satisfacer a todas las mu-
jeres del mundo, sin importarle mucho cuáles. El delirio de inven-
ción no brota del convencimiento de poseer una genialidad inaudita
en cualquier campo, sino que se limita a aquello que se ha creído
inventar o descubrir, etc. Tales delirios se basan por lo general en
complejos patológicos que existen desvinculados del resto de la
vida psíquica y representan unos sistemas parciales relativamente
cerrados; pero intensamente dinámicos, que pueden incrementar sus
producciones patológicas hasta un grado considerable sin arrastrar
Llt::HllV;:; Ut:: lt::.tt::.tt::l.tl.."lU "'1"'11

consigo a la personalidad total. El delirio se desarrolla fácilmente


hasta lograr una formación exteriormente compacta, en sí ordenada
y lógica; pero basada sobre premisas erróneas, muy resistente y
realizada con todos los medios de elaboración secundaria, y persiste
de este modo junto a la restante personalidad sana, a la cual perturba
en su calidad de "cuerpo extraño"; pero no a través de un ataque
directo. Allí donde encontramos una formación delirante de este
tipo, originada de un modo catatímico, sistematizada y persistente en
cuanto a sus rasgos fundamentales, en una personalidad por lo de-
más ordenada y equilibrada afectivamente dentro de los límites de
lo normal, hablamos de una formación delirante paranoide ~4• Si esta
última se da en una psicosis esquizofrénica, hablamos de esquizo-
frenia paranoide (o de un enfermo paranoide, sencillamente). Las for-
maciones patológicas de referencia de la índole de las arriba des-
critas, ya aisladas, ya reunidas, suelen ser designadas como reac-
ciones paranoides. No es preciso que alcance el nivel de lo delirante
y se encuentran en su modalidad más ligera y corregible entre las
reacciones normales y cotidianas de los neurotoides y neuróticos,
y de forma más intensa y más próxima al delirio, entre las reacciones
primitivas.

Ejemplo 22 (E 11529), 53 años, hembra.

Nació de unas relaciones extraconyugales y fue criada por padres adoptivos, que
tenían una panadería. Después de cursar la escuela primaria ayudó en el trabajo
de la casa, más tarde se colocó en diversas tiendas y se casó en 1933 con un me-
cánico, en otra ciudad. El matrimonio no tuvo descendencia. En 1947 padeció pleuritis,
que curó por completo tras una estancia en el Tessino. Durante el verano de 1950
menopausia y, casi coincidiendo con ésta, recidiva de la pleuritis. Después, y según
refiere el marido, se puso inquieta, se excitaba fácilmente, temblaba, se despertaba
con frecuencia durante la noche y comenzó a expresar ideas extrañas. En el pequeño
taller mecánico se habían realizado unas obras cuyo importe había sido superior al
que esperaba el matrimonio. La paciente poseía, después de la separación legal de
bienes, una considerable 'pcrticíptrcíón en el negocio y se atemorizó por lo que pu-
diera suceder con respecto a ella. Recibió una oferta de compra, pero la rechazó a pro-
puesta de su marido, por opinar éste que podría sufragar las obras por sí solo. La
paciente se fue convenciendo cada vez más firmemente de que era observada, ca-
lumniada, de que se intentaba suprimirla a causa de sus bienes. Quienes hacían estas
cosas eran "gente rica" que habían organizado una red de información para vigilar

~ La designación de paranoide se deriva del discutido cuadro clínico de la paranoia.


Esta última, según KRAEPELIN, sería una psicosis reactiva, formadora de delirios, con un
delirio de referencia sistematizado y con personalidad conservada. Ulteriores investiga-
dores (por ejemplo, KOLLE) niegan cada vez más la existencia de tal psicosis y distri-
buyen los presuntos casos de paranoia entre las neurosis de matiz paranoide y la
esquizofrenia paranoide. Para el diagnóstico diferencial remitimos a los manuales de
Psiquiatría. Yo, por mi parte, no he visto caso alguno de psicosis paranoide que no
mostrase al mismo tiempo síntomas esquizofrénicos.
;¿:¿tJ L 1 1n t u1 r

todos sus movimientos y para propalar calumnias acerca de ella entre el vecindario.
Como concretamente partícipe en todo esto, la paciente no pudo señalar más que a
la mujer de un carnicero de la vecindad, la cual había disputado en cierta ocasión
con su marido a propósito de una pequeña deuda, y en cuyo establecimiento com-
praba la carne. En dicha tienda habían instalado una central telefónica a la cual
podía denunciar cualquiera cuanto supiese cerca de la paciente. Esta había comprado
allí carne, y ello había sido inmediatamente propalado y, además, tergiversado
"como si yo fuese una mala mujer". La vendedora le había dicho de manera sos-
pechosa al envolverle la compra: "Ahora vamos a ponerlo dentro", y en otra oca-
sión: "Márchese", lo cual equivalía a "Márchese al manicomio", y a esto añade in-
mediatamente la paciente: "Pero yo no estoy loca, señor doctor". Detrás de todo esto
hay señores importantes que pagan a otras personas para que vigilen a la paciente.
Hacen todo lo posible para que nadie hable con ella. Aun cuando todo el mundo
querría estar a bien con ella, todos se han puesto en contra suya desde que no ha
querido vender sus bienes, propalan falsedades a su respecto y azuzan contra ella
a otras personas. La paciente llora, dice que nadie en el mundo puede ya ayudarla
y exige al médico que no muestre a nadie lo que está escribiendo, pues de lo con-
trario la gente podría hacer con ella lo que quisiera. Efectivamente, la· enferma se ha
ido retrayendo de todo trato con los demás por miedo a "la persecución" y ha su-
frido creyendo haber perdido todos sus bienes (cosa que en realidad no ha sucedido).
Cada vez se ha ido mostrando más agitada, hasta que se ha hecho preciso ingresarla.
La mujer, cuyo aspecto es angustiado, se halla bien orientada, se comporta de
un modo tímido y exageradamente cortés, proporciona claramente los datos de su
historia clínica y tan solo se muestra dudosa y vacilante cuando se le pregunta
acerca de quienes son sus perseguidores y donde están, aunque se halla plenamente
convencida de la realidad de tal "persecución". Bajo el efecto de un tratamiento por
electrochoques, su estado de ánimo, que hasta entonces ha sido angustiado y de-
primido, se transforma en hipomaníaco, sin que las ideas delirantes cambien lo más
mínimo. Son numerosas las percepciones delirantes. No es posible demostrar la exis-
tencia de alucinaciones.
Diagnóstico: Esquizofrenia paranoide.

La diferenciación, "ornamentación", elaboración secundaria, o bien


la defensa de un delirio o sistema delirante dependen, y no en úl-
timo término, entre otras cosas, del grado original de diferenciación
de la personalidad, así como del nivel de inteligencia. Por tanto, las
ideas delirantes de los pacientes orgánicos, los cuales se hallan
por lo general deteriorados mentalmente, son la mayoría de las veces
más toscas y también más exageradas que las surgidas en las psicosis
endógenas. Es cierto lo afirmado por E. BLEULER acerca de que las
ideas de grandeza del maníaco son la mayoría de las veces "meras
exageraciones", las cuales permanecen en cierto modo dentro de los
límites de una fantasía normal, pero desenfrenada, mientras que, por
ejemplo, las del orgánico expansivo dan en lo absolutamente gro-
tesco y así hacen que se crea, por ejemplo, el Supremo Hacedor,
sin que muestre en ello la menor duda (véanse los ejemplos 19 y 20).
Mas con respecto a las ideas delirantes depresivas no es válido
el anterior principio, pues alcanzan su más terrible y aniquila-
Delirios de referencia 229

dora agudización precisamente en aquellos enfermos más inteligen-


tes, de ética y moral más sensibles, enfermos que en modo alguno
se hallan orgánicamente deteriorados. Se ven además apoyadas de
una manera destructiva por los diversos instrumentos de una mente
aún activa. El estado del depresivo orgánico, por el contrario, se
halla con frecuencia atenuado por una vaga desesperanza, la cual
lo embota y hace ver al sujeto que ya no vale siquiera la pena pen-
sar en una huida o una expiación, y así, en los casos más avanza-
dos, se va cayendo en la indiferencia, la apatía o incluso en una
actitud de tomarlo todo a broma. La explicación de la diferencia
quizá se deba a que en ambos casos se afirma la natural modestia
de la personalidad conservada, en uno mediante un frenar las ideas
de grandeza, en otro mediante exaltación extrema de dicha modestia.

Si la personalidad, sin embargo, sufre un deterioro orgánico, el con-


trol ejercido desaparece, las ideas de grandeza se expansionan de un
modo inconmensurable y la carencia de una autocrítica general hace
que la crutodeníqrccíón subjetiva no llegue tan lejos. Por el contrario,
las ideas delirantes esquizofrénicas no se sujetan a una regla gene-
ral. Abarcan diferentes grados, desde la construcción delirante más
refinada en el paranoide no demenciado, hasta el más tosco delirio
de la hebefrenia demenciada. De todos modos, y desde el punto de
vista de la producción y configuración del delirio, se debe distinguir
en la esquizofrenia entre las etapas procesuales activas y las de
estancamiento. En las primeras, que coinciden más o menos con los
brotes agudos (cuando el curso se realiza en forma de brotes), se con-
tinúa produciendo delirio, el cual es entretejido con el ya existente;
en las segundas no tiene ya lugar tal producción. Mas en estas úl-
timas puede presentarse una elaboración secundaria en el sentido de
una "ornamentación" del delirio y de una superestructuración del
delirio básico, así como un progreso de la demencia. Pero el delirio
propiamente dicho no avanza ya apenas; el proceso patológico se
limita al mantenimiento del delirio ya existente y, en todo caso, al
deterioro psíquico progresivo. Con ello suele cesar el humor deli-
rante, el estado de ánimo angustiado y siniestramente activo, que-
dando sustituido por un estado que no se diferencia mucho del con-
secutivo a la leucotomía y en el cual, aun cuando el delirio, que
prosigue, permanece consciente para su portador, se integra en cier-
to modo en su vida, y, si le molesta, tal molestia es semejante a la
procedente de una enfermedad prolongada y a la que uno acaba por
acostumbrarse hasta cierto punto.
230 E 1 i n t ui r

C. LA PERCEPCION DELIRANTE

La separación entre idea delirante y percepción delirante pro-


cede de JASPERS. La idea delirante posee carácter de ocurrencia y
corresponde, en lo patológico, a la intuición, en sentido estricto, en
lo normal. Es decir, a la comprobación no mediata de una relación de
significado. Consta, por tanto, de un solo miembro 25•
En la percepción delirante, un objeto cualquiera del medio am-..
biente es percibido por los sentidos como tal, y del mismo modo
como es unánimemente percibido por los sujetos sanos: pero de ma­
nera tan no mediata como sucede en el caso de la idea delirante, se Je
atribuye una significación delirante. El proceso es, pues, bimembre.
La significación delirante no se deriva en modo alguno del conte-
nido de la percepción, ni de la experiencia o de los razonamientos
del enfermo, sino que es evidente de un modo inmediato, como su-
cede en otras intuiciones. Un enfermo oye, por ejemplo, desde su
cuarto unos pasos o un piar de pájaros, pasos o piar que efectiva-
mente tienen lugar fuera; pero está seguro que los pájaros vienen
a apoderarse de su alma y que los pasos proceden de alguien que
viene a apoderarse de su cuerpo, ya que se ha hecho indigno de
ambos. Una falta de ortografía, contenida efectivamente en una car-
ta, constituye para el enfermo que ha recibido esta última una burla
o un mensaje secreto. Un visitante, a quien se reconoce perfecta-
mente, es al mismo tiempo el abogado del Estado, el juez, etc. Ve-
mos, pues, cómo la significación de lo físicamente percibido se alte-
ra dentro de la esfera privada del que percibe. Si se la analiza psico-
lógicamente, la percepción funciona de un modo correcto; pero la
apercepción, en cambio, está alterada 26• En lugar de la apercepción
normal surgen la intuición patológica o el delirio. Todo cuanto en
general llevamos dicho acerca del delirio es también fundamental-
mente válido con respecto a la percepción delirante, la cual se limita
a colocar ante el delirio un nuevo miembro: la percepción sensorial
no alterada, dándole así un motivo para manifestarse.
Las percepciones delirantes auténticas se originan siempre de un

25
En esto coincidimos por completo con K. ScHNEIDER y no con JASPERS. Este Último
defiende la idea de que todo saber objetivo consta de dos miembros.
28
Se entiende por apercepción el elaborar y equiparar lo percibido a la estruc-
tura de la personalidad y al caudal de experiencias del que percibe. La percepción
reconoce lo percibido en cuanto a su significación objetiva y de validez general; la
apercepción. en cuanto a su significado subjetivo y personal. Lo percibido es integrado
en un orden de experiencia supraindividual. lo apercibido, en uno individual.
La ilusión 231

modo catatímico y han de ser estrictamente diferenciadas de las


interpretaciones erróneas que se originan de un modo sintímico a
partir de vivencias corrientes y cotidianas; así, por ejemplo, cuando
un enamorado cree reconocer en todos los pasos que oye los de su
amada que se aproxima, o cuando un criminal cree advertir en cada
sombra unas manos que van a agarrarlo. Como en este último, por
ejemplo, los sentimientos de culpa pueden dar lugar a la interpreta-
ción delirante de percepciones normales; pero tales sentimientos de
.culpc han de ser concebidos, en sí, como constituidos de un modo
cctctímíco (en el primer ejemplo se trataba de una paciente esqui-
zofrénica) y no a consecuencia de una depresión general. Tales dis-
tinciones, así como en general la que ha de ser establecida entre
percepción delirante e idea delirante, resultan de importancia, ya
que confieren a la percepción delirante considerable valor desde el
punto de vista diagnóstico. La percepción delirante es más contro-
lable, más susceptible de ser comparada, y de modo más seguro,
con la experiencia de índole general y con los datos objetivos, que
la idea delirante, de la cual en ocasiones no se puede estar muy
cierto de si se trata de algo genial o de algo desvariado. En la
percepción delirante se da una base objetiva de compaarción y dis-
minuye el peligro de equivocarse, aun cuando no desaparece por
completo. Si se comprueba una percepción delirante sobre una
base ciertamente catatímica, se puede tener casi la certeza de ha-
llarse ante un estado patológico, esquizofrénico en la mayoría de los
casos.

Otras enfermedades que. coinciden con el síndrome de ruina


de la configuración pueden dar asimismo lugar a percepciones de-
lirantes, tales como los estados crepusculares y el grupo de las reac-
ciones exógenas agudas. Después de lo dicho resulta claro que las
percepciones delirantes queden casi siempre incluidas en el grupo
del delirio de referencia.

D. LA ILUSION
Las ilusiones o percepciones erróneas 127 son impresiones senso­
riales auténticas y percibidas de modo equivocado. El estímulo físico

'l!T Acerca de las percepciones erróneas en sentido amplio (percepciones delirantes,


ilusiones y alucinaciones) véanse los fundamentales trabajos de AHLENSTIEL, H. y
R. KAUFMANN: Geometrisches Gestalten in optischen Halluzinationen, "Arch. f. Psychiat.
· u. Nervenheilkunde", 190 (1953), p. 515 y ss. Idem: Über pathologische Illusionen,
232 E1 intuir

sensorial se da como en la percepc1on; pero su integración, dentro


de un orden de experiencias más amplio y supraindividual, sucede
de un modo equivocado, y en casos patológicos, delirantes. La ilu-
sión, por tanto, y de modo idéntico a la percepción delirante, es
bimembrada. La sensación es normal, la percepción está alterada o
sustituida por una intuición patológica. La percepción puede ser nor-
mal o bien hallarse alterada. Mientras que la percepción delirante
indica siempre algo patológico, con la ilusión no sucede en modo
alguno lo mismo y nos obliga a distinguir entre casos normales y
casos patológicos. Todos hemos experimentado ilusiones sensoriales
normales, todos hemos confundido en cierta ocasión un rostro, he-
mos tomado una sombra por un objeto, un ruido por una llamada
que pronunciaba un nombre. De la capacidad normal de ilusión y
también del gusto que tienen las gentes en experimentar ilusiones
sensoriales han sabido hacer negocio los propietarios de barracas
de feria. Pondremos un ejemplo que adare la diferencia entre ilusión
normal y patológica. En una barraca de verbena se presenta "la
mujer sin cuerpo": una ilusión lograda por medio de espejos y que
consiste en una cabeza, generalmente femenina, y que al parecer
pende libremente en un cajón y que gesticula, habla, etc. El sujeto
sano vuelve a su casa divertido, pensando en qué consistirá el truco.
El enfermo toma la ilusión, que tanto él como el sano han experi-
mentado, como real y comienza a cavilar de modo más o menos pro-
fundo acerca de lo que con respecto a él puede significar aquella
cabeza sin cuerpo. El primero no se ha detenido ante la barrera
opuesta al comprender; pero sí el segundo, y cuando el primero bus-
ca una explicación causal más allá de dicha barrera, la pone en
parangón con la realidad, cosa que no hace el segundo. Dicho de
otro modo: si las ilusiones normales resultan casi siempre corregi-
bles, fijando en ellas la atención, las patológicas, en cambio, no lo
son. Se trata en esto último de un criterio que nos es más útil con
respecto a las ilusiones que con respecto a las ideas delirantes.
Un género de ilusiones muy frecuentes y completamente normales
son aquellas que se atribuyen en múltiples ocasiones a "falta de
atención", pero que se basan de hecho en la ley configura! de la
pregnancia o de la forma cerrada. Así, por ejemplo, en un texto
apasionante se dejan de ver fácilmente las erratas de imprenta, que

"Arch. f. Psychiat. u. Zschr. f. d. gesamte Neurol.", 202 (1962), pp. 592-605. Idem:
Vision und Traum. Betrachtungen über Darstellungsformen in Trugbildern. Enke, Stutt-
gart, 1962. BASH, K. W., AHLENSTIEL y R. KAUFMl!.NN: Über Préiyantraformen und ein
lineares Yantra, "Studien zur analytischen Psychologic C. G. Jungs", t. l, pp. 205-228.
Ed. Rascher, Zurich, 1955.
La ilusión 233

se advierten en seguida en el caso de una lectura aburrida; se re-


llenan fácilmente los huecos de lo no escuchado durante una confe-
rencia, si no son muy extensos; se pueden compensar fácilmente los
escotomas no demasiado amplios en el campo visual, como sucede
normalmente con la mancha ciega del ojo, de la cual no se apercibe
nadie si no es por medio de un dispositivo artificial; uno deja de darse
cuenta de pequeños actos fallidos, etc. De modo experimental puede
demostrarse fácilmente que en la percepción que se realiza bajo
condiciones dificultadas, tales como una iluminación disminuida o
un tiempo de exposición muy breve (taquistoscopio), se señala por
lo general la tendencia a ver las figuras en cuestión más simplifi-
cadas, - más clausuradas, en mayor aproximación a sus formas ideales
correspondientes, lo cual es válido también con respecto a otras es-
feras sensoriales. Aquí es la presión configurativa del conjunto su-
praordenado la que fuerza u obliga a completar en su sentido, o
también la tendencia a la pregnancia, a una configuración lo más
equilibrada, económica y regular posible. A una consideración más
próxima; es decir, más analítica y disolvente de la configuración, la
ilusión es más o menos fácilmente descubierta, siempre que las con-
diciones de observación no sean extremadamente desfavorables.
Apenas menos frecuentes son las ilusiones afectivas, en las cua-
les el cambio en la estructura de la percepción se debe a la influen-
cia de un sentimiento intenso. Así, por ejemplo, el miedo hace ver
figuras de animales o de personas, o incluso apariciones espectra-
les, en sombras, arbustos, matorrales, árboles, etc. Esto sucede con
preferencia en el crepúsculo o en la oscuridad nocturna, lo cual
demuestra lo mucho que el factor representado por la percepción
dificultada favorece esta tendencia a las ilusiones afectivamente ori-
ginadas. Ha de tenerse también en cuenta el estado de ánimo propio
de tales horas del crepúsculo o de la oscuridad nocturna. A su vez,
los hambrientos confunden con alimentos los más diversos objetos;
los sedientos creen ver agua en una superficie cualquiera, etc. Una
tensa espera hace que se confunda momentáneamente el rostro de
una persona esperada con el de un individuo cualquiera que surge
entre la muchedumbre. La confusión con respecto a personas puede
ser así debida, tanto a una ilusión como a una percepción delirante.

En el ejemplo que acabamos de poner, y que se presenta constan-


temente en la vida diaria, la integración · de las percepciones en el
conjunto suprapersonal que condiciona la identidad objetiva de la
persona en cuestión, no se realiza en un principio, pero sí un instan-
234 E 1 i n t u i t

te más tarde; la ilusión normal, por regla general, s,e rectifica fácil-
mente y sin esfuerzo. La patológica, en cambio, puede persistir du-
rante mucho tiempo, especialmente en el estado crepuscular y en el
delirio, sin que se verifique la mencionada integración. Cuando en
la persona que ha sido objeto de la confusión han sido vistos rasgos
qué podrían conducir a una integración correcta y a una rectificación,
y a pesar de ello se la continúa confundiendo, el trastorno es de
índole aperceptiva y nos hallamos ante una percepción delirante (así,
por ejemplo, cuando un paciente confunde constantemente al enfer-
mero, a quien ve con mucha frecuencia y al que debería, por tanto,
reconocer de modo inmediato, con el médico, con su pariente X o su
amigo Y, y ello incluso mientras se dirige a ~l en calidad de tal
enfermero). Como resulta evidente, las ilusiones afectivas y las ilu-
siones de confusión de personas se originan de modo sintímico, en
contraposición a las percepciones delirantes.

Ejemplo 23 (W 1283), 41 años, hembra.

El padre de la paciente bebía ocasionalmente con exceso y murió a los cuarenta


y nueve años de apoplejía. La madre padece diabetes e hipertensión. La abuela
paterna era demente senil. La paciente asistió a la escuela primaria, trabajó
después en diversas colocaciones como muchacha de servicio y empleada de comercio,
se casó y estuvo tres veces embarazada. Dos de los embarazos terminaron en aborto
por eclampsia y el tercero por interrupción con esterilización. Durante los dos últimos
años ha disminuido mucho de peso, padece disnea y desde hace dos meses dolores
lancinantes en brazos y piernas. A los rayos X muestra un derrame por estasis en hemí-
tórax derecho, con el corazón fuertemente desviado hacia la izquierda. Ritmo de
galope. pulso regular. pero acelerado. Nitrógeno residual algo elevado. Neurorretinitis
hipertónico bilateral.
Desde la interrupción del embarazo hace medio año. la paciente se queja de que
de cuando en cuando "ve toda clase de figuras". Las veía especialmente por la noche,
antes de dormirse (le es difícil conciliar el sueño) o bien por la mañana. al despertar,
pero más adelante también las ha visto durante el día, mientras estaba acostada.
Cuando su marido se declaró en quiebra y hubo de acudir el notario a su casa. la
paciente se emocionó mucho con todo ello y por la noche vio muchas imágenes. Con-
secutivamente empeoró tanto su estado que fue preciso ingresarla en el hospital. En
éste la paciente se mostró bien orientada, se comportaba de manera ordenada, sin
llamar la atención, y su inteligencia se comprobó como normal. sin que las capad·
dades de notación y evocación se hallasen disminuídas, pero se fatigaba fácilmente
y veía su porvenir muy inseguro y negro. Refirió que había acompañado a su marido
a un pueblo próximo. en un coche de caballos. y que durante el viaje había comen-
zado a sentir dolores en las piernas. Al volver a su casa. y mientras su marido le
ponía fomentos en las piernas. ella dormitaba y no se dio cuenta de lo que hacía. Se
quejaba de que estaba lloviendo y se estaba mojando hasta las rodillas. En varias
ocasiones en que su marido entró en la habitación, le había visto cubierto con telas
multicolores, como disfrazado; otra vez le vio con tres bocas y además vio sobre la
colcha de su cama una cantidad de pañuelos de colores, unos quietos y otros en mo-
vimiento. Al interrogarla se puso en claro que en su casa tiene colchas a cuadros
blancos y encarnados, y que los pañuelos que veía eran también a cuadros de estos
La alucinación 235

mismos colores. La paciente describe asimismo como vio un escarabajo grande, de


color marrón, que correteaba por la pared y que de repente se puso encima de la
colcha y luego desapareció. Las alteraciones psíquicas desaparecieron rápidamente
con la oportuna medicación.

Diagnóstico: Insuficiencia renal aguda desencadenada por sobrecarga psíquica, con


reacción en el sentido del tipo de reacción exógena aguda, en la cual desempeñan un
papel predominante las ilusiones (colcha e cuadros como pañuelos que se mueven
y paños de colores y fomentos en las piernas como lluvia) y alucinaciones (tres bocas
del marido, escarabajo).

E. LA ALUCINACION ~8
CONCEPTO.­Las alucinacionesson impresiones sensoriales que se
tienen por objetivamente reales, sin que vayan acompañadas a la vez
por un estímulo sensorial exterior y que corresponda a ellas. El tér-
mino de "impresión sensorial" ha sido intencionadamente elegido
a causa de su vaguedad, para que pueda abarcar tanto la sensa-
ción como la percepción y la apercepción, pues la alucinación puede
detenerse en cualquiera de estas etapas. En el fondo se trata siempre,
sin embargo, de una intuición patológica que surge de un modo per-
ceptible (recordemos aquí lo dicho en las observaciones psicológicas
preliminares, según lo cual la intuición puede manifestarse bajo la
forma de cualquiera de las otras tres funciones principales).
El enfermo percibe entonces simplemente relámpagos luminosos,
ruidos o tonos, sabores u olores, dolores, parestesias, para lo cual
no existe estímulo sensorial adecuado; es decir, se trata de las lla-
madas alucionaciones elementales. Son, como las auténticas y sim-
ples percepciones sensoriales, unimembres. A ellas se pueden unir
percepciones y apercepciones de índole normal y patológica en va-
riada mezcla, con lo cual se constituye un acontecer bimembre.
No se han de confundir con alucinaciones procesos tales como
manifestaciones irritativas entópticas, acufenos, mal sabor de boca
en alteraciones digestivas, etc., de cuya calidad de auténticas im-
presiones sensoriales no ha de dudarse y las cuales no carecen tam-
poco, sin duda alguna, de estímulo sensorial correspondiente y ade-
cuado, el cual es sin más reconocido como subjetivo. Al descono-
cerse el estímulo adecuado, o bien la presencia de éste, las mencio-
nadas sensaciones corporales, que proceden sobre todo del interior
del cuerpo, pueden ocasionar las mayores dificultades para diferen-
ciar entre un estado producido por un. auténtico estímulo y una alu-

28
Una revisten histórica del tema se encuentra en SCHORCH, G.: Zur Theorie der
· Halluzinationen, Barth, Leipzig, 1934.
236 E1 in t uir
cinación, y en caso extremo pueden incluso conducir a la realización
de operaciones quirúrgicas perfectamente inútiles. Aquí nos volvemos
a encontrar con las depresiones vitales, tan somatizadas, y en las
que no sabemos si no son atribuibles en parte a trastornos tóxicos o
metabólicos, con lo cual los estímulos correspondientes tendrían un
punto de partida corporal. Probablemente nos encontramos aquí de
nuevo muy próximos al lugar en que se ramifican y separan entre
sí las funciones básicas, al lugar en que el sentimiento, la percep-
ción y la intuición (como alucinación) se hallan fusionadas al má-
ximo.
Aparte de las sencillas alucinaciones elementales se pueden ex-
perimentar de modo alucinatorio las más diferenciadas y complejas
manifestaciones por parte de cualquier territorio sensorial, así como
cuantas etapas intermedias puedan existir entre aquéllas y éstas.
Las impresiones sensoriales pueden poseer una intensidad, una ple-
nitud y una riqueza de contenido tales como no se dan en la vida
sensorial vinculada a estímulos. El afirmar esto implica el peligro de
que se tenga a las alucinaciones por algo exclusivamente patoló-
gico. Son, sin embargo, tan poco patológicas en sí como las ilusio-
nes, ya que alucinaciones normales pueden ser experimentadas por
cualquiera en los sueños. Los estados visionarios, espontáneos o in-
tencionadamente provocados mediante contemplación y ensimisma-
miento (en lo cual se incluye también la imaginación activa, el "en-
soñar despierto" y la hipnosis, métodos todos ellos empleados en psi-
coterapia), pueden derivar fácilmente hacia las alucinaciones, o al
menos aproximarse mucho a éstas. Tales estados son favorecidos
por el cansancio o el agotamiento físicos y se hallan limítrofes con
lo propiamente patológico.

IMAGENES EIDETICAS.-Muy proximcs a las alucinaciones se


hallan las llamadas imágenes eidéticas, descubiertas por URBANTS-
CHITSCH e investigadas detenidamente por E. JAENSCH. Se trata de
impresiones sensoriales (sobre todo ópticas) de una claridad extra-
ordinaria, que se aproximan a la realidad. En su forma típica de apa-
rición se trata de posimágenes de objetos que de hecho se han per-
cibido visualmente, localizadas incluso en el espacio exterior y do-
tadas de gran fidelidad de detalles y de calidad de percepción ob-
jetiva. Pueden ser evocadas como recuerdos o también surgir de
modo espontáneo, y son desde luego reconocidas como carentes de
realidad objetiva. A lo que más se asemejan en virtud de ~su ckrrí-
dad, mas también de la subjetividad de su modo de aparición, es
a una posimagen muy intensa; pero, sin embargo, su diferenciación,
Imágenes eidéticas 237

así como también la mayoría de las veces su persistencia, son infi-


nitamente mayores. Los sujetos acentuadamente eidéticos son capa-
ces de precisar todos los detalles de una de estas imágenes; así, por
ejemplo, si se trata de una escalera, pueden contar los escalones
correspondientes a la misma, etc. La mayoría de las veces, tales
imágenes son susceptibles de ser evocadas a voluntad durante pro-
longados lapsos de tiempo y reproducen con toda fidelidad lo visto.
En algunos raros casos de extraordinaria aptitud eidética surgen
espontáneamente o se imponen incluso contra la voluntad del que
las percibe, y en ocasiones no permanecen estáticamente reprodu-
cidas, sino que se transforman o son susceptibles de ser transfor-
madas sin perder por ello su calidad perceptiva. A diferencia de las
auténticas alucinaciones, sin embargo, no se cree jamás en su exis-
tencia objetiva (al menos por los adultos), y su forma de aparición
reconoce siempre como origen un estímulo sensorial adecuado. Si
hacemos alusión a los adultos es porque la capacidad eidética se
halla mucho más extendida entre los niños. Alcanza su máximo de
frecuencia alrededor de la edad de seis o siete años, para decrecer
luego en frecuencia e intensidad, de modo tal que tan solo pocos
adultos la poseen en grado digno de consideración. En sus grados
más débiles se dan todas las transiciones, desde la imagen plena-
mente sensorial y localizada en el espacio exterior, a la imagen páli-
damente esquemática localizada en- el espacio subjetivo. Junto a las
imágenes eidéticas ópticas existen seguramente también otras de
origen acústico y probablemente asimismo las hay procedentes de
otros territorios sensoriales.

CAUSAS.­Aun cuando las alucinaciones en sí no son patoló-


gicas, su aparición en personas sanas es al menos muy rara, aparte
de las mencionadas circunstancias. Las circunstancias concomitantes
son las que deciden acerca del carácter normal o patológico de la
alucinación, no acerca de su contenido o de la índole de la alucina-
ción misma. Con respecto a las alucinaciones patológicas existen dos
grandes grupos de causas: por una parte, todas las alteraciones
de la índole de la reacción de tipo exógeno agudo; por otra, la es-
quizofrenia, y, además, todos los cuadros patológicos que se carac-
terizan por el síndrome de la ruina de la configuración. Con ello no
está dicho que no pueda haber otras enfermedades que ocasional-
mente coincidan con alucinaciones; pero ello es muy raro, y con
excepción de manifestaciones de irritación cerebral localizada (en
tumores o cicatrices) y de algunos y discutidos casos de psicosis
maníacodepresiva, son siempre consecutivas a enfermedades que se
238 E1 i n t ui r
imcioron con una reacción de tipo exógeno agudo. La embriaguez,
la intoxicación y el delirio febril o tóxico, sean de la índole que sean,
constituyen el suelo nutricio de las alucinaciones, aparte de la esqui-
zofrenia. La cocaína, la morfina y la mayoría de sus derivados, así
como las ya mencionadas drogas fantásticas, las originan en las
más abigarrada abundancia. El aura epiléptica precursora del ataque
consiste en una alucinación, la mayoría de las veces de índole ele-
mental, que se extingue al irse apagando rápidamente la conciencia.
En ciertas enfermedades cerebrales orgánicas pueden persistir las
alucinaciones más allá del comienzo agudo. Se trata sobre todo de
la parálisis general progresiva y de las psicosis alcohólicas. Las
formas hebefrénicas y catatónicas de la esquizofrenia ofrecen aluci-
naciones en calidades y cantidades variables; en la esquizofrenia
paranoide son más raras y en la forma simple se presentan a lo sumo
de manera muy aislada. Ya hemos hablado en páginas anteriores
acerca de aquella especial modalidad de aparición de las alucina-
ciones que constituye la alucinosis.

Ejemplo 24 (E 11769),26 años, varón.


Ambos abuelos y varios tíos paternos eran alcohólicos en grado ligero o mediano.
Las dolencias cardiacas y gástricas se acumulan en ambas líneas de ascendencia. No
se sabe de la presencia de epilepsia entre los familiares.
El paciente padeció enuresis nocturna hasta la tercera clase escolar y tenía fama
de ser un muchacho terco y poco honrado.
Sufrió un primer ataque, aislado, a los dieciséis años, en ocasión de una fiesta
gimnástica durante un día de verano muy caluroso. Los datos anamnésicos no permi-
ten asegurar si se trató de una insolación. Siguieron algunos accesos más, que cedie-
ron rápidamente con luminal, hasta que el paciente ingresó en el servicio militar.
Los accesos fueron causa de que se le diese por inútil para el servicio y no volvieron
a aparecer hasta que tuvo venticinco años. En todo este tiempo no tomó medicamentos.
En dicho año padeció, estando en el extranjero, graves sobrecargas psíquicas y pena-
lidades corporales, volvió a sufrir ataques y hubo de ser repatriado.
El paciente describe tres clases de auras, que alternan entre sí. En cierta ocasión
oyó una sirena que sonaba persistentemente y en tono cada vez más agudo y que
se elevaba en altura como una espiral. Cuando "llegó al punto más alto" surgió el
acceso, con pérdida de conciencia. Otras veces oye reir a alguien muy alto y como
con un tono maligno, "como una bruja con voz de falsete". Por último, puede suceder-
le que al leer o al pensar se quede detenido en determinada palabra, la cual contiene
una cierta vocal, la mayoría de las veces una "e" o una "i". La palabra se repite
de tal modo que él oye como se va reduciendo (por ejemplo: cruxilio-ilío-lío-í}, hasta
que no queda sino un zumbido y comienza el ataque.
Desde el punto de vista neurológico se encuentra una ligera ptosis al lado Izquler-
do y una asimetría del velo del paladar. El líquido cefalorraquídeo y el neumoence-
falograma no muestran hallazgos patológicos. En el electroencefalograma se advierte
una disrritmia· delta-theta-alfa con máximo frontal bilateral, sin signos focales.
Desde el punto de vista psíquico el paciente muestra un modo de ser exaltado-
autista, y una inteligencia por encima de la media, sin deterioro intelectual.
Diagnóstico: Epilepsia sintomática con aura acústica.
Cualidades 239

Ejemplo 25 (E 11647), 44 años, varón.

Hijo de familia acomodada, estudió pintura después de sus exámenes de reválida


del bachillerato. Trabajó irregularmente en museos y en revistas de arte. Estudió dos
cursos en la universidad, pero se sintió "muy cansado" para el examen. y se marchó
de su casa para evitar discusiones con su madre. En una ciudad extranjera instaló
un estudio; pintaba algo de cuando en cuando, no era capaz de mantener ningún pro-
grama de trabajo, descuidaba este último y estuvo durante algún tiempo en trata-
miento ambulatorio con un psiquiatra antes de enfermar de modo agudo. Describe sus
vivencias en una carta dirigida a la esposa del profesor X.
El paciente había visto primeramente un gato que maullaba. Luego había sentido
un intenso calor por todo el cuerpo, se había visto a sí mismo muy congestionado y
había -sentído un olor a chamusquina. Creyó entonces que iba a arder por completo.
"Después de haber escuchado unas voces que me hablaban en tono muy amistoso y
con suma bondad, y en las que creí reconocer las del profesor X y de su señora,
creí oir asimismo la voz de mi casero, que llegaba a mí en ondas cálidas que me
quemaban-rayos mortales que dejan sin respiración, que roban el conocimiento-y
que reía en líneas onduladas negras. Decía: "Usted es un bandido, asesino e incen-
diario y no quiero que practique en mi casa la magia negra." Después, creo que la
voz del profesor X empezó a defenderme diciendo que debía salir inmediatamente, que
quería hablar con el hombre que estaba detrás de la pared sin que estuviera yo
presente. Eran de verdad rayos de la muerte." Después, el paciente se dirigió al puesto
de policía y presentó una denuncia contra el dueño de la casa. Lo hizo contra su
propia voluntad e impelido a ello por "la voz". "La voz era cariñosa, paternal, alegre
e increiblemente ocurrente, lo cual me ayudó a mantener mi actitud y al mismo tiempo
me alegraba y reconfortaba." El paciente durmió aquella noche, inquieto, en el estu-
dio. Al día siguiente vagabundeó por la ciudad y sus alrededores y al detenerse du-
rante unos instantes volvió. a oir la voz del dueño de la casa, que ahora estaba en
fonna de una luz roja. Habló con él. Otra voz le había atacado por detrás, pinchán-
dole con una espina y obligándole a saltar multitud de veces hacia un lado. Como
ya no se encontraba a gusto en el estudio, alquiló un cuarto en un hotel, pero debido
a su singular comportamientofue detenido y enviado a la clínica.
El paciente refiere todo lo anterior de una manera ordenada, bien orientado desde
todos los puntos de vista. Varias veces interrumpió su narración diciendo que desearía
continuar, pero que precisamente ahora· se oponía a ello una voz. Mientras tanto, ve
el suelo de la habitación de color rojo y una voz perteneciente a la mujer del dueño
de la casa dice desde su vientre que su marido es realmente peligroso.

Diagnóstico: Catatonía aguda con alucinaciones por parte de diversas esferas sen-
soriales y alucinosis temporal con orientación conservada.

CUALIDADES.­Las alucinaciones muestran diversas cualidades,


aparte de la sensorial, que pueden variar de un modo completamente
independiente unas de otras. Entre ellas han de contarse:

1) La claridad. Las alucinaciones pueden reproducir los más


finos detalles de una figura sensorial complicada o bien limitarse a
rasgos principales; contornos o meras alusiones pueden poseer una
fidelidad fotográfica o fonográfica o bien representar su "objeto" con
gruesas líneas y toscas masas perceptivas.
240 E 1 i n t ui r

2) La intensidad. No ha de confundirse con la claridad, aun


cuando puede contribuir a ésta. Se halla más bien próxima a aquella
precisión sensorial de la que hemos tratado al hablar de las imá-
genes eidéticas. Lo mismo que en un dibujo la figura queda igual-
mente clara, ya se realice con líneas anchas y duras o bien finas
y débiles, ya se trace con carbón grueso o con una fina pluma, así
puede oscilar la intensidad de una alucinación desde lo absoluta-
mente próximo a la percepción, hasta lo apenas representativo. Unó:
figura humana alucinada puede estar entre figuras humanas reales
sin que se la distinga de ellas, o bien puede deslizarse, transparente
como un espectro, entre ellas; una voz alucinada puede sonar como
la de una persona que estuviese presente o bien como la de alguien
que habla desde una lejanía indeterminada.

3) La proyección en el mundo exterior. Lo mismo que sucede


con las imágenes eidéticas, en las alucinaciones existen varios gra-
dos de localización, situados entre el espacio exterior y objetivo de
las percepciones y el espacio interior, subjetivo, de las representa-
ciones. Aquel extremo es frecuentemente alcanzado tanto por las
imágenes eidéticas, como por las alucinaciones; este último, jamás,
pues queda reservado a las representaciones propiamente dichas.
Muchas alucinaciones son vividas como situadas de algún modo
"fuera" y, sin embargo, lo están de una manera distinta que las cosas
objetivas. Un enfermo puede intentar sentarse sobre una silla aluci-
nada o incluso golpearse la cabeza al intentar huir a través de una
puerta alucinada. La visión alucinada aparece en el cielo, en las
nubes, en la pared de la habitación, pegada a los propios ojos del
paciente o incluso dentro de éste, y, sin embargo, en este último caso
es algo distinto de -lc ímcqen óptica representativa. La música alu-
cinada suena en el espacio cósmico, en la habitación o en el oído
del paciente, y este "en el oído" tiene en las expresiones del enfermo
un sentido literal. Las alucinaciones pueden abandonar por completo
su campo sensorial normal y, sin embargo, ser percibidas con idén-
tica calidad sensorial. Así, por ejemplo, algo es visto con toda cla-
ridad en la parte posterior de la cabeza, o es oído "dentro" del
cráneo, o es palpado en el rincón del cuarto que más alejado se
halla del cuerpo del paciente. Esto, desde luego, puede suceder tam-
bién en representaciones completamente normales. En los mencio-
nados ejemplos se trata de alucinaciones extracampinas. Un caso
especial, en el que no tiene lugar la proyección al exterior, es el
característico "eco del pensamiento" de los esquizofrénicos, los cuales
han de oír sus propios pensamientos, tan pronto en un tono más alto,
Cuauaaaes ~41

tan pronto más apagado; pero siempre con calidad de percepciones


acústicas, a lo cual se agrega a veces la impresión de que una voz
extraña pronuncia constantemente los pensamientos y que estos re-
suenan en los oídos del enfermo.

4) Grado de realidad 29• Aun cuando diversas alucinaciones po-


seen, por definición, una calidad de percepción que las diferencia
, de las meras representaciones, tal calidad no se halla en modo al-
guno igualmente marcada en todas ellas. Unos pacientes las loman
sencillamente por percepciones, aun cuando se realicen en lugares
inverosímiles y de manera también inverosímil; otros se dan una
cierta cuenta de una ligera diferencia. como si se tratase de dos
clases de percepciones; otros, en fin, dudan incluso muchas veces de
la realidad objetiva, pero no de la de las alucinaciones. Allí donde
el paciente se da cuenta de la irrealidad objetiva, pero permanece
la impresión sensorial sin que la haya provocado un estímulo sen-
sorial adecuado, se habla de seudoalucinaciones :a-0. Estas no son
raras en las fases de recuperación de enfermedades que han cursado
con auténticas alucinaciones. El sano las experimenta ocasionalmen-
te durante los estados hipnopompos (de presueño) e hipnagogos (pre-
cursores del despertar), ya sea como acontecer independiente del
ensueño o como continuación de un sueño prolongado en el estado
hipnagógico. Los estados contemplativos y visionarios pueden igual-
mente dar lugar a seudoalucinaciones.

Ejemplo 26 (W 2216), 35 años, varón.

Entre los parientes del enfermo existen varias personalidades raras, extravagantes,
pero no se sabe que haya · enfermos mentales propiamente dichos. El paciente estudió
musicología, trabajó como organista y crítico musical, pero sufría sentimientos de infe-
rioridad y se sometió a tratamiento psicoterapéutico. Hace unas semanas sintió dentro
de sí intensos cambios psíquicos y atravesó por experiencias que le obligaron a pre-
sentarse al hospital. Describe estas últimas de un modo saltígrado y, en ocasiones,
disgregado. A veces piensa que todo lo que él actualmente "fabrica" es "puro teatro".
"Esta noche he hecho como un niño, he hecho en dadaísmo, que las voces cesasen.
Grandes pájaros negros volaban por encima de mí y mi madre estaba presente. He
dicho que cómo se llama la hermana, la de aquí, la que me gusta. Es de mi misma

211
Véase Kr.oos, Gerhard: Das Realitéitsbewusstsein in der Wahrnehmung und
Trugwahrnehmung, Thieme, Leipzig, 1938. .
30
KANDINSKY, V.: Kritische und Klinische Betrachtungen im Gebiete der Sinnestéiu­
sclmngen (FrfedlO:nder, Berlín, 1885). Este autor, al cual se debe ·ál parecer el concepto,
exige con respecto a las mismas que deben surgir en el especie subjetivo, criterio
que JASPERS estima. como exclusivamente definitivo. En la práctica puede bastar esta-
blecer la stiuación de su proyección y el grado de realidad de las correspondientes alu-
cinaciones.
BASH - 16
;¿q;¿ t: 1 i n r u t r

edad. De vez en cuando los pájaros salían por la ventana. según los pensamientos
que tenía. Sabía que no me hacían nada porque la hermana me había dicho "Dios
le proteja", y su deseo me amparaba". Durante la conversación. el paciente alucina
en el techo pájaros negros, cornejas, que graznan: "Es demasiado tarde". Mira fas-
cinado hacia arriba y dice sonriente: "Es un delirio, estoy delirando".

Diagnóstico: Brote catatónico subagudo con alucinaciones y seudoalucinaciones.

Apenas estimamos preciso decir que las alucinaciones son ca-


paces de ejercer toda clase de efectos sobre la psique, como sucede
con las impresiones sensoriales normales. Si el sujeto está conven-
cido de la realidad de aquellas, pueden desencadenar acciones, dar
lugar a conclusiones alcanzadas mediante razonamientos y a convic-
ciones intuitivas construidas sobre ellas y, sobre todo, y a causa
de ·su intensidad, que en ocasiones es muy grande, y de sus extrañas
calidades perceptivas, pueden despertar sentimientos vivísimos. Estos,
a su vez, pueden no solamente ser de todas las índoles e intensidades
imaginables, ·sino que su calidad asimismo puede hallarse ajustada
o no, ser adecuada o inadecuada, hallarse en conformidad o en dis-
crepancia con respecto a la alucinación que los originó, como ya
dijimos en páginas anteriores con respecto a las cualidades del sen-
timiento normalmente estimulado o despertado. A partir de un estímu-
lo patológico pueden tener lugar, tanto una reacción sentimental nor-
mal, como una reacción patológicamente disociada, cualitativamente
inadecuada (suponiendo que se trate de una alucinación patológica,
lo cual no habría de ser forzosamente el caso).
Las alucinaciones surgen en diversas esferas sensoriales. Ciertas
enfermedades muestran preferencia por determinadas modalidades
sensoriales, por lo que respecta a las alucinaciones que en ellas sur-
gen; pero no de modo tal que la presencia de alucinaciones de una
índole determinada sea patognomónica de una determinada enfer-
medad y permita sin más el diagnóstico. Sin embargo, la índole de
las alucinaciones en cuestión puede a veces proporcionar indica-
ciones útiles para el esclarecimiento del cuadro y el diagnóstico di-
ferencial, por lo cual intentaremos precisar un poco más la cuestión.

1) ALUCINACIONES ÓPTICAs.-Abarcantoda la escala, desde el sim-


ple resplandor, fogonazo y centelleo del aura epiléptica, de la pará-
lisis general progresiva y de los retsantes casos de irritación cerebral,
pasando por las apariciones de rostros múltiples y móviles, la mayo-
ría de las veces incoloros y frecuentemente de forma alargada, en
el "delirium tremens", y por las alucinaciones de sombras inciertas,
que angustian a los enfermos seniles, hasta las visiones más detalla-
Alucinaciones acústicas 243

das y de magníficos colores de algunos esquizofrénicos. Se pueden


controlar y "rebatir" mediante la experiencia o mediante razona-
mientos más fácilmente que las alucinaciones por parte de otros sen-
tidos, con lo cual, si bien no se esfuma la alucinación propiamente
dicha, sí que desaparece en parte su efecto opresor y angustiante.
Si no son muy intensas y si (cosa que sucede con mucha frecuencia)
poseen más bien características propias de la visión periférica, las
alucinaciones ópticas pueden empalidecer tanto durante el día que
apenas originan molestias al paciente. De noche, en cambio, se tor-
nan de 'une insistencia angustiosa y obligan a los enfermos a exigir
la presencia de otra persona o a dormir con la luz encendida. El
enfermo lúcido rara vez tiene alucinaciones de rostros; el confuso
y desorientado, crepuscular o delirante tóxico o febril las tiene fre-
cuentemente, lo cual se halla posiblemente relacionado con la men-
cionada capacidad de control por parte de los otros sentidos.

2) ALUCINACIONES ACÚSTICAS.-Las alucinaciones por parte del oído


son seguramente las más frecuentes y se extienden, de modo aná-
logo a las de la vista, desde las formas más sencillas y elementales
hasta el diálogo entre varios "interlocutores", tal como lo escucha a
veces el esquizofrénico en la creencia que se están refiriendo a él.
Aquí rige menos que en la esfera óptica aquella regla aproximada
de frecuencia, según la cual las modalidades elementales correspon-
den más bien a las enfermedades cerebrales orgánicas, las más di-
ferenciadas a las psicosis endógenas, ya que los esquizofrénicos se
sienten no pocas veces atormentados por meros murmullos, susurros,
ruidos, etc. La "voz" esquizofrénica corresponde a uno de los sínto-
mas más corrientes de este cuadro clínico. Puede hablar como para
sí misma, murmurar palabras aisladas, lanzar insultos, comentar los
actos y los pensamientos del paciente o bien conversar con este úl-
timo o con otra "voz". La "voz". es tan pronto desconocida, como la
de un conocido, o procede de la "radio", o de los que quieren influen-
ciar el pensamiento del enfermo.
El "oír voces" dista mucho de justificar por sí solo el diagnóstico
de esquizofrenia. K. ScHNEIDER, sin embargo, ha llamado acertada-
mente la atención acerca de que la sospecha de esquizofrenia queda
considerablemente reforzada por el hecho de la presencia de "voces
inspiradas" o "influenciadas", de voces que dialogan entre sí, así
como de "voces" que acompañan al pensamiento y los actos del
paciente. Son con frecuencia las "voces" las que "hacen" los pensa-
mientos del paciente, las que le ordenan, le obligan, le martirizan,
y que en ocasiones se corporalizan en forma de personas que le ma-
244 E 1 i n t u i r

nejan como les viene en gana. Ya hemos mencionado la sonoriza-


ción y el eco del pensamiento. Notablemente raras son las alucina-
ciones acústicas musicales, que no se dan casi más que en el "deli-
rium tremens" y muy rara vez en el aura epiléptica. La afirmación,
hecha en ocasiones, de que durante los sueños no se oye jamás a
nadie que hable claramente, es posible de ser rebatida; pero de to-
dos modos, lo acústico pasa por lo general a un segundo plano en
los sueños, en relación con la· importancia que posee lo óptico. Por
intensamente que puedan en ocasiones perturbar y conmover a cier-
tos enfermos las alucinaciones acústicas, a otros, en cambio, les
dejan indiferentes y no les molestan en lo más mínimo, como si se
tratase en ellas de ruidos habituales y sin ninguna importancia.

Ejemplo 27 (E 11162), 18 años, varón.

El paciente, que no tiene tara hereditaria alguna, padeció a los seis años una
encefalitis urliana con hemiplejía pasajera del lado derecho. Tres años después co-
menzó a sufrir breves ausencias epilépticas y cuatro años más tarde, accesos epíléptí-
cos. Un año antes de que comenzasen estos últimos oyó voces por primera vez, las cuales
le reprochaban que había sido malo. Tras años después se le nubló en cierta ocasión
la vista y oyó una voz de tono grave y cálido que le advertía lenta e insistentemente,
le amenazaba y hacía reproches. Corrió asustado a refugiarse en brazos de su madre.
De pronto la voz cesó de hablar y el paciente recuperó la vista. No fue capaz de
repetir lo que la voz le había dicho.
Dos años más tarde, o sea cuatro después de comenzar los grandes accesos y
teniendo dieciocho años, el paciente, que siempre había sido un muchacho inteligente
y despierto, comenzó a desinteresarse cada vez más por cuanto anteriormente le inte-
resaba, a tornarse olvidadizo, irritable. desordenado, grandilocuente y sexualmente
desinhibido. Como en su casa ya no le podían soportar, fue ingresado. En la clínica
pudieron observársele accesos psicomotores de varios minutos de duración, durante
los cuales estaba patentemente obnubilado, pero era posible comunicar con él y diri-
girle, hasta cierto punto. Con expresión facial vacía y rígida realizaba movimientos
estereotipados, encaminándose hacia un sitio cualquiera y pronunciando constantemente
cosas ininteligibles en tono desvaído. El enfermo refirió más tarde que, si por casua-
lidad, y cuando comenzaba uno de estos accesos, se hallaban presentes personas que
conversaban entre sí, le parecía que empezaban a fijarse en él y que decían en tono
de crítica: "¡Fíjate en ése, fíjate en ése, lo que está haciendo!" Después sentía calor
en el pecho, este calor ascendía hasta su garganta y cabeza y ya no se enteraba de
nada más.
El reflejo patelar está aumentado al lado derecho, los cutáneos abdominales se
hallan debilitados al mismo lado. En el electroencefalograma se revela un foco epilep-
tógeno frontal paramediano al lado izquierdo, así como en las derivaciones temporales
izquierdas, con puntas y ondas y variante de "petit mal".
Diagnóstico: Epilepsia sintomática posencefálica urliana. Alucinaciones acústicas
de caracter estereotipado y escaso grado de claridad.

3) LAS ALUCINACIONES DEL OLFATO y DEL GUSTO suelen acompañar


a las de los otros sentidos más bien que surgir aisladamente. Esto
Alucinaciones hápticas 245

puede suceder incluso al comienzo de una psicosis y da entonces


lugar a considerables dificultades diagnósticas diferenciales (en es-
pecial con respecto a tumores cerebrales). En el inicio de narcosis
intravenosas con derivados del barbital, por ejemplo, en el narco-
análisis, se producen a veces agradables sensaciones olfativas de
aroma a flores, las cuales pueden ser aprovechadas para sugerir un
estado de ánimo agradable, relajado, favorable a la exploración. El
extático crepuscular o el maníaco se sienten envueltos de cuando en
cucndo en aromas celestiales, mientras que el esquizofrénico con
estado deprimido de ánimo y el paralítico general (no, en cambio,
el depresivo endógeno) creen exhalar alucinatoriamente olores pes-
tíferos que envenenan la atmósfera que les rodea. A esto se añaden
frecuentemente ideas delirantes de putrefacción, de estar pudriéndose
vivo, de convicción de padecer una enfermedad física repulsiva, etc.
Alucinaciones gustativas similares acompañan a veces a las del olfa-
to; pero son más bien raras, y cuando surgen son casi siempre des-
agradables: sabor a amargo, a podrido, etc.

4) ALUCINACIONES HÁPTICAS.-El"delirium tremens", con sus típi-


cas sensaciones de cosas diminutas, pululantes, innumerables, y las
mayorías de las veces vivas, las cuales se pasean causando comezón
en la superficie del cuerpo, así como la esquizofrenia y el cocainis-
mo, provocan alucinaciones táctiles. En la esquizofrenia. se trata tan
pronto de sensaciones dolorosas, tales como pinchazos, golpes, que-
maduras, etc., como de sensaciones eróticas de índole a veces muy
singular.

5) ALUCINACIONES PROPRIOCEPTIVAS.-En la esquizofrenia son suma-


mente frecuentes sensaciones alucinatorias corporales y por parte
de los órganos. El enfermo siente cómo le abren el cuerpo, se lo atra-
viesan, cómo se lo disuelven incluso, cómo le chupan la .sangre, se
le vuelve líquido el cerebro, le estrujan los intestinos, etc. Otras ve-
ces refieren también cómo les surgen sensaciones eróticas en partes
profundamente situadas, pero muy raramente van acompañadas de
placer. En ellas se trata, por ejemplo, de una "violación", otras veces
de que les "arrebatan la fuerza viril". Los enfermos orgánicos expe-
rimentan sensaciones análogas, y de cuando en cuando, aunque la
psicosis orgánica no esté ya en actividad, conservan por el resto de su
vida una determinada alucinación proprioceptiva, y así un epiléptico
demenciado, entrado ya en años, repetía constantemente que tenía
una bala de cañón . en el vientre y que se la tenían que extraer ope-
rándole. Se podría quizá haber pensado en la existencia de algún
246 E1 i ntu ir

trastorno abdominal causante de las sensaciones así interpretadas


por este enfermo, en un tumor acaso; pero la autopsia no reveló nada
de esto. Las alucinaciones proprioceptivas y eventualmente también
las hápticas confluyen de un modo casi indiferenciable con las pa-
restesias que aparecen en enfermedades internas y neurológicas. Si
aquellas se sienten como "hechas" desde el exterior, como el tan
frecuente "estar electrizado" o "influido por rayos" de los esquizo-
frénicos, la diferenciación es fácil, y naturalmente también lo es
cuando existen síntomas físicos objetivos. En otros casos puede ser
extraordinariamente difícil, en especial cuando el enfermo no se ex-
presa de un modo claro. A las alucinaciones proprioceptivas perte-
necen quizá las frecuentes sensaciones de ligereza corporal y de
flotar que presentan ciertos enfermos con delirios tóxicos y los ma-
níacos, y también la sensación, opuesta a la anterior, de peso y pesa-
dumbre en los depresivos. Aparte de esto, los enfermos del círculo
maníaco depresivo apenas muestran alucinaciones corporales.

6) ALUCINACIONES QUINESTÉSICAS.-Las alucinaciones de movimiento


son propias, sobre todo, del "delirium tremens", en el cual los pa-
cientes pueden dejar de reconocer en absoluto la posición de su
cuerpo y de sus miembros: afirman estar en pie hallándose en reali-
dad echados, sienten oscilar el suelo o la cama, etc. La conocida
"influencia desde el exterior" de los esquizofrénicos se manifiesta
muchas veces por la sensación de que su rostro se mueve y hace
gestos debido a la influencia de otras personas, ejercida en ocasio-
nes, según creen, mediante rayos, electricidad, etc. Las auténticas
alucinaciones quinestésicas se hallan próximas a las alteraciones
laberínticas, vestibulares y cerebelosas del sistema nervioso central;
pero han de ser cuidadosamente diforenciadas de estas últimas.
Hemos de mencionar finalmente que las alucinaciones por parte
de diversas esferas sensoriales pueden establecer relaciones entre
sí y originar de este modo sinestesias. El perro negro que avanza
hacia el enfermo puede también ladrar e incluso hacer sentir sus
colmillos; la chispa que salta, quema y chasca; los estranguladores
que el enfermo afirma llevar dentro de sí, los ve también en el inte-
rior de su cuerpo en forma de diminutos hombrecillos. Debemos men-
cionar asimismo que sencillas alucinaciones de carácter orgánico,
tales como manchas, parestesias, etc., y al igual que sucede con las
percepciones normales, pueden ser distorsionadas por la ilusión y de
tal manera simular un cuadro clínico distinto. Esto sucede especial-
mente en los sujetos con tendencias hipocondríacas, en los cuales
el más mínimo malestar efectivo puede dar lugar a la convicción de
Alucinaciones quinestésicas 247

hallarse corporalmente enfermo de gravedad. La percepción y aper-


cepción por parte del alucinado pueden hallarse alteradas y dar así
lugar a un cuadro sintomático pluriestratificado. Todo cuanto hemos
dicho respecto a formación, desviabilidad y comprensibilidad del
contenido del delirio a partir de la biografía y estructura de la per-
sonalidad, es igualmente válido con respecto al contenido de las
alucinaciones, las cuales, brotadas de la intuición, no representan fun-
damentalmente nada distinto a aquél. Corresponden a una modalidad
de la intuición que es de índole diferente, y si nos circunscribimos
a los casos patológicos, corresponderían a un delirio que se ha hecho
sensorial. Son esencialmente unimembradas, al igual· que el delirio,
lo cual corrobora el íntimo parentesco existente entre ambos géneros
de alteración.
Ejemplo 28 (R 11842), 72 años, varón.
Se trata de un fumista, trabajador, de vida retraída y amante de la Naturaleza,
que desde los venticuatro hasta los sesenta y ocho años ha estado empleado en la
misma empresa. Hace seis años, y con motivo de una caída, se produjo dolorosas
lesiones (pero no conmoción cerebral), quedando imposibilitado para el trabajo, por lo
cual fue jubilado, a petición propia, un año más tarde, obteniendo de la empresa las
mejores referencias y certificados. Después del accidente disminuyó su memoria, con·
fundía las personas y sufría además estados confusionales. Poco antes de su ingreso
se había levantado de la cama durante la noche, se había vestido, recogió todos
sus trajes y calzado, huyendo de su casa hacia la ciudad, de la cual volvió al cabo
de tres horas. A su mujer le llamó la atención, otro día, verle contemplando atenta·
mente su diploma de fumista, en el que se representaba una casa ardiendo, y dedujo
de ello que durante la mencionada noche su marido había huido de la casa por
creer que en ella había estallado un incendio. No fue posible, sin embargo, obtener
datos del propio enfermo, cuya capacidad de notación se hallaba muy disminuída.
Diagnóstico: Demencia senil con típica formación de delirio orgánico y pérdida de
orientación. No es seguro si lo que actuó como desencadenante fue una alucinación
o si se trató de una percepción delirante del incendio reproducido en el diploma.

Ejemplo 29 (R 11857), 69 años, varón.


El padre del paciente falleció de apoplejía; un hermano, de miastenia. El paciente
asistió a la escuela con excelentes resultados, trabajó como mozo de labranza y pudo
lograr más adelante, mediante matrimonio, una granja propia. De siempre fue irrita·
ble y algo testarudo, pero al mismo tiempo activo y trabajador. Desde los sesenta y
un años comenzó a presentar estados de excitación, sin que hubiese especial motivo
para ello. Tres años más tarde sufrió un ictus, quedándole una paresia residual del
brazo izquierdo. Su carácter excitable, lunático y pendenciero se acentuó más aún.
Después de sufrir un accidente con un carro de heno, en el que recibió diversas
escoriaciones y contusiones, se estableció un estado de excitación y confusión. Durante
la primera noche no durmió nada, pero permaneció tranquilo, se levantó a las cuatro
y media de la madrugada, daba voces de cuando en cuando, arrojó un vaso al suelo
y gritaba, aun cuando estaba solo en la habitación: "¡Cierra el pico!" No comía,
pedía mosto, vino y aguardiente, se excitó mucho cuando se lo negaron y echó a su
mujer con cajas destempladas. Al día siguiente hablaba sin cesar. Decía que delante
de la puerta estaba un diablo que no le dejaba morirse. Cuando se muriese habría
248 E1 in t ui x
una fiesta en la taberna. El había dado ya las órdenes acerca de los que habían de
participar en ella. pero de todos modos no había invitado personalmente a dichas
personas, sino que tan solo había dicho que los que tenían que venir eran sus res-
pectivos demonios (sic). Con cierto esfuerzo pudo ser conducido a la clínica. A su
ingreso en esta se defendía golpeando a diestro y siniestro con el brazo sano, pues
creía que le iban a matar o a meterle heces por la boca. Confundía las personas y
afirmaba que el enfermero era un sacerdote conocido suyo. Después de algunos días
se extinguió tal estado, quedándole consecutivamente una amnesia.
Las arterias periféricas se hallaban endurecidas, el pulso era de 100 p. m. y no
depresible. La tensión arterial oscilaba alrededor de 160/90. Corazón de diámetro y
configuraciónnormales; el segundo tono aórtico duro y acentuado. Hemiparesia izquier-
da, mucho más marcada en el brazo que en la pierna.
Diagnóstico: Estado de excitación arteriosclerótico en esclerosis ligera generali-
zada. Ideas delirantes e ilusiones (confusión de personas); probablemente. también
alucinaciones.

F. GENERALIDADES ACERCA DE LAS ALTERACIONES DEL INTUIR


En Psiquiatría y Psicopatología era hasta ahora costumbre estudiar
el delirio entre las alteraciones del pensamiento, la ilusión y la alu-
cinación entre las del percibir. Tal división parecía en sí casi na-
tural y lógica, mas de todos modos ningún psiquíatra dejaría de
resistirse, al ocuparse de cuestiones referentes a sistemática, a sepa-
rar entre sí manifestaciones que clínicamente tienen tanto en común
y a incluirlas en categorías distintas. Las tres modalidades sintomá-
ticas representadas por el delirio (incluyendo la percepción deliran-
te), la ilusión y la clucínacíón, no solamente dan al observador
clínico la impresión de que corresponden juntas, en tanto se trata
en ellas de falseamiento de la realidad, sino que se muestran csí-
• mismo íntimamente conectadas entre sí, ofreciendo las más variadas
y múltiples transiciones. Ni el "pensar", ni el "percibir" son, sin em-
bargo, lo suficientemente vastos, en ,el sentido habitual de su amplio
y asaz vago concepto, para abarcar dentro de su ámbito las tres
modalidades clínicas. Tan solo mediante la introducción en psicopa-
tología de la olvidada función del intuir se logra reunirlas. Para ello
ha de considerarse la intuición según el especial concepto bajo el
cual la estudia JuNG, el cual subraya la posibilidad de que muestre
también cualidades que son propias de las otras funciones psíquicas
fundamentales. Hemos intentado valernos de esta posibilidad para
unir, desde el punto de vista conceptual, aquello que ya desde hace
tiempo era agrupado intuitivamente en un solo conjunto, y para po-
nerlo así más de acuerdo con los hechos clínicos. Si se quiere discutir
la existencia de la . intuición como función psíquica equiparable al
pensar, sentir y percibir, habría de recordarse previamente que toda
división de la actividad psíquica en las llamadas "funciones" es en
Alteraciones del intuir 249

sí artificial, y que también las tres funciones o esferas de la actividad


psíquica hasta ahora admitidas muestran entre sí numerosas imbri-
caciones y puntos de contacto, y muy especialmente en Psicopato-
logía, lo cual hemos venido demostrando abundantemente en este
libro. Se trata, pues, menos de una cuestión referente a si es que
"hay" funciones, que de la que se refiere a si es que las agrupacio-
nes y determinaciones de concepto seleccionadas permiten una orde-
nación, más satisfactoria y ajustada a la realidad, de las manifesta-
ciones observadas, lo cual dejamos al juicio del lector. Tarea que
encomendamos asimismo al lector, es la de buscar en los pasajes
pertinentes de las obras de JuNG aquellas corroboraciones y apoyos
que para la teoría de las cuatro funciones psíquicas fundamentales
se derivan del simbolismo del inconsciente, ya que ello no corres-
ponde a esta obra.
Entre el delirio y la alucinación, y según nosotros opinamos, existe
un conjunto vivencia! dentro del cual va disminuyendo el componente
referible a la "ocurrencia" no sensorialmente concretada, mientras
que aumenta el componente perceptivo (en lo sucesivo hablaremos
de "ocurrencia" simplemente para referirnos al concepto de "ocu-
rrencia delirante" de KuRT ScHNEIDER ·o a lo que se entiende de modo
habitual por "idea delirante"). Desde la percepción delirante hasta
la alucinación, el factor patológico. (desconocido) invade. de modo
cada vez más profundo tanto el tronco, como fo raíz del proceso seme-
jante a la percepción; esto es, del proceso intuitivo que ofrece el
aspecto de la percepción. El cuadro· núm. I presenta los diversos
aspectos y relaciones a ello correspondientes. El delirio en sí no nos
ofrece nada que se asemeje a la percepción. En la percepción deli-
rante, la sensación y la percepción ·se realizan aún. de manera nor-
mal, pero la apercepción se halla alterada de un modo delirante;
es decir, en la etapa aperceptiva se instala el delirio, la intuición
patológica, de manera semejante a la ocurrencia· súbita. En la ilu-
sión, la sensación es igualmente normal y tampoco está . proporcio-
nada por la intuición; pero el percibir es efectuado ya por la intui-
ción, y ello, cuando se trata de la intuición patológica, de un modo
delirante. En la alucinación, por último, la intuición proporciona ya
la base sensorial, sin estímulo físico adecuado. Entre estas etapas
existen transiciones. Se puede, por tanto, . establecer teóricamente
una secuencia continua que va desde el delirio hasta la alucinación,
y las manifestaciones clínicas se integran, sin esfuerzo, dentro de
ella como etapas intermedias. De todos modos cabe preguntarse si
es que no nos hallamos aquí ante una construcción imaginada para
ajustarse de modo más o menos satisfactorio a los hechos.
250 E1 i n t ui r

EVOLUCION NORMAL

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CAPITULO IV

El pensar

A. OBSERVACIONES PSICOLOGICAS PRELIMINARES


El pensar, según JUNG, es "aquella función psicológica que con
arreglo a sus propias leyes establece ·relaciones de índole concep-
tual entre contenidos representativos dados" 31• Al igual que el sentir,
el pensamiento juzga acerca de los datos ya presentes y es, por
tanto, una función racional, mientras que el percibir y el intuir sirven
primordialmente para la comprobación de aquello que es (de un
modo psíquico). El sentir enjuicia según las categorías de "agrada-
ble" o "desagradable", el pensar según las de "verdadero" y "falso".
Como hemos afirmado en otro lugar, estas categorías no reconocen
etapas intermedias: "tertium non datur". Son polares, pero no esca-
lares, mientras que las categorías del sentir son polares y escalares.
El pensar destaca de las demás funciones psíquicas fundamentales
a causa de su estructura íntima objetivable, que es la de la lógica.
Es preciso distinguir el pensar de dos actividades psíquicas con
las que frecuentemente se le confunde. Muchas veces se habla de
"pensar" refiriéndose en general a un transcurrir de representaciones,
indiferentemente a que éste se realice con arreglo a principios lógicos
o a otros de distinta índole y que se componga de juicios concep-
tuales o afectivos, de imágenes, ocurrencias o de categorías no
sensoriales. En el habitual transcurso de las representaciones coope-
ran diversas funciones que apenas es factible diferenciar entre sí.
La actividad representativa constituye, por tanto, algo esencialmente
más complicado que el mero pensar, y por ello trataremos más ade-
lante, y con mayor detenimiento, acerca de la misma. Por otra parte,
en muchos autores se advierte una tendencia a equiparar el pensar
con la inteligencia. Esta última, sin embargo, y como hace notar
justamente D. WECHSLER, que es uno de los mejores conocedores de
sus problemas y creador de un test magníficamente elaborado para
la determinación de la misma, constituye una capacidad global que

81
Psychologische Typen, pág. 612.
252 El pensar

abarca hasante más que el pensar y que incluye, aparte de aspectos


afectivos e intuitivos, procesos configurativos de orden superior. Pue-
de incluso dudarse que en la inteligencia se trate de algo unitario,
aun cuando se halla fuera de cuestión la utilidad empírica del con-
cepto de inteligencia. Nosotros, sin embargo, somos de la opinión
de JuNG, el cual afirma que tan solo se debería hablar de "pensar"
"allí donde se trate de la vinculación de representaciones mediante un
concepto; en otras palabras, allí donde se verifique un acto de en-
juiciamiento", a lo cual agregamos nosotros, en todo caso, la forma-
ción de conceptos. Resulta indiscutible que el pensar posee una
considerable importancia con respecto a la inteligencia, pero que por sí
solo no constituye la esencia de ésta.
El empleo del concepto del pensar, como función psicológica bá-
sica y en sentido estricto, tiene por consecuencia que el número de
alteraciones psicopatológicas del pensamiento no sea demasiado
grande y que el lugar a ellas dedicado no ocupe en esta obra tanto
espacio como el que se las dedica en muchos tratados. Su número
se reduce aún más si pensamos que en ciertas "alteraciones del pen-
samiento" no se trata en realidad de una alteración de la función del
pensar, sino de su relevo o sustitución por otra función, relevo que
ha sido realizado en un momento inadecuado durante el transcurso
de la actividad psíquica representativa. Así, en muchas ocasiones
no es pensada hasta el final una concatenación de juicios, sino que
allí donde el resultado comienza a afectarle a uno directamente, se
implica un enjuiciamiento de índole sentimental, y entonces se afir-
ma con plena satisfacción que las cosas han de ser precisamente
de ese y no de otro modo, y que ello incluso se puede demostrar
mediante lógica. Esto último es hasta cierto punto válido: hasta aquel
punto en que cesa el pensar y comienza el sentir, y por ello mismo
es por lo que el sentimiento afirma tanto más cerradamente su
convicción. Que el pensar y la intuición alternan entre sí del modo
más variado es algo que nos muestra la experiencia cotidiana y
que no ha de ser en absoluto considerado como patológico. Consti-
tuye más bien regla general el que casi toda solución de un problema,
casi todo descubrimiento, sean captados primeramente de un modo
intuitivo, para realizarse luego por vía lógica y fundamentarse me-
diante razonamiento. Se originan errores allí donde no se realiza
una comprobación por medio del pensamiento o allí donde tal com-
probación es prematuramente abandonada. Esto, que sucede muchas
veces en la vído psíquica normal, ocurre tanto más frecuentemente
en la patológica, y en este caso en los lugares y momentos más in-
esperados. Pero ello tampoco corresponde a alteraciones de una
Uligotrenia 2:;,3

umca función, sino a la de un acontecer psíquico más complicado,


así como a la de la organización psíquica en general, sobre lo cual
volveremos más adelante. No ha de ser olvidado, por último, que
puede tener lugar una aparente alteración del pensar cuando la ca-
lidad o la cuantía de las representaciones sobre las que se erige el
pensar resultan deficientes, como sucede, por ejemplo, en los ciegos
o los sordos. Un pensar absolutamente correcto puede deducir, a par-
tir de datos insuficientes o falsos, conclusiones que consideradas
desde el punto de vista formal son períectcnnente lógicas; pero que,
sin .embcrqo, no corresponden a la realidad. De ello proporciona
numerosos ejemplos la historia de las ciencias naturales; pero tam-
bién el pensamiento de los esquizofrénicos, sobre todo de los para-
noides.
Por otra parte, la represión afectiva puede impedimos que el
pensar alcance conclusiones ajustadas a la realidad, como se advier-
te en las desviaciones que experimenta el pensamiento neurótico por
lo que respecta a su cctítud ante los hechos. Pero aquí tampoco se
trata de alteraciones del pensar propiamente dichas, sino de altera-
ciones de sus premisas, de modo análogo a como las que más arriba
hemos mencionado eran en realidad alteraciones de la ordenación
del propio pensamiento dentro de la total actividad psíquica.

B. ALTERACIONES CUANTITATIVAS
OLIGOFRENIA.-Aun cuando no se han de equiparar sin más el
pensar y la inteligencia, existen sin duda alguna entre ambos rela-
ciones de índole tal que ninguno de los dos puede, por separado,
alcanzar su más alto nivel de desarrollo. Pueden, desde luego, mos-
trar desigualdades en cuanto a su nivel de desarrollo en el mismo
sujeto, y así, por ejemplo, un individuo puede poseer inteligencia
práctica y habilidad social, al paso que carece de capacidad para el
pensamiento teórico, mientras que otro, dotado para la teoría, carece
de inteligencia práctica; pero tampoco en estos casos se hallan com-
pletamente desligados entre sí pensamiento e inteligencia, y mucho
depende de la actitud, del hábito o de las motivaciones que deter-
minan un predominio de lo práctico o de lo teórico. Así, pues, en
quienes hemos de esperar encontrar alteraciones cuantitativas del
pensamiento es preferentemente en los oliqofrénícos, En estos el pen-
samiento se halla· reducido a un nivel inferior, en grado mayor o
menor según el nivel de la inteligencia. Ello es consecuencia, en
parte, de la incapacidad del oligofrénico para conservar y elaborar
254 El pensar

claramente en su consciente un determinado número de representa-


ciones.
A consecuencia de ello, las premisas para la formación de conceptos
son en él deficientes y se originan frecuentemente juicios erróneos.
Por otra parte, sus representaciones son aisladas y de índole concreta,
tanto en el sentido de GoLDSTEIN como en el sentido corriente. Corres-
ponden de preferencia a datos aislados, inmediatos y presentes, tanto
espacial como temporalmente, que el oligofrénico es incapaz de su-
perar. Aun cuando la memoria en sí no se halla alterada, lo pasado
se evoca espontáneamente en grado menor de lo normal, para com-
pararlo con lo actual, y lo que se hace a lo sumo es alinearlo junto
a este último. Tampoco es posible reconocer un propósito de reducir
a común denominador el conjunto de lo vivido y experimentado
y que es de índole análoga. Resulta notoriamente deficiente la ele-
vación al grado de concepto y el conferir expresión general abstrac-
ta a la multiplicidad de datos proporcionados por los sentidos, así
como la flexible independencia con respecto a estos. En tales datos
aislados predomina además fuertemente lo fisiognómico. El juicio se
realiza más bien en estricta dependencia del momento afectivo y
de acuerdo con el carácter de exigencia, que con arreglo a concep-
tos, e incluso el intuir, parece desempeñar un modesto papel. Si el
medio ambiente impone al oligofrénico la necesidad de pensar, el
límite de sus posibilidades en este sentido es alcanzado más rápida-
mente que en el sano. O bien se llega de un modo desatinado a
conclusiones ilógicas y erróneas, o bien se detiene simplemente el
curso del pensamiento, si es que llega siquiera a comenzar. Esto
último es lo más frecuente y característico en los oligofrénicos. La
generalización, la visión de conjunto, la combinación que no sea ex-
tremadamente simple le resultan más o menos difíciles al débil men-
tal, sumamente difíciles al imbécil y casi imposibles para el idiota.
Su pensamiento es influido por la experiencia, pero casi exclusiva-
mente por aquella experiencia que ha sido muy primariamente reali-
zada; la que se realiza con posterioridad apenas hace cambiar o
modificarse el modo de pensar. La modesta conclusión trabajosa-
mente adquirida por el oligofrénico es aplicada luego sin criterio al-
guno y en las ocasiones menos a propósito, y el sujeto no sale de
su asombro cuando sus actos, como es natural, desembocan en el
fracaso. Por lo demás, el oligofrénico es, por regla general, mucho
más lento que el normal en alcanzar conclusiones, ya que el curso
de su pensamiento tropieza en seguida con obstáculos que le obli-
gan a detenerse. Sin embargo, y en aquello que está a su alcance en
virtud de su simplicidad, el curso del pensamiento del oligofrénico
Oligofrenia 255

no es ni más lento, ni esencialmente diverso cualitativamente del


normal.

Ejemplo 30 (W 2626), 45 años, hembra.

Nacida prematuramente en una familia numerosa, en la que no había casos de


enfermedad mental o de oligofrenia, mostró de niña algunas dificultades de nutrición,
se mostró en la edad preescolar como falta de interés unas veces, otras como testaruda,
no pasó del primer curso de instrucción primaria y hubo de ser internada en una
institución para educación de retrasados mentales. En ésta no se logró que aprendiese
las más imprescindibles nociones de lectura y escritura. Luego permaneció varios años
en su . casa, siendo enviada más tarde a un taller de tejidos e hilados donde fue
realizando las tareas más sencillas, logrando así ganar su sustento durante varios de-
cenios. Como una vez llegada a la pubertad comenzó a mantener indiscriminadamente
relaciones con muchachos, y después de ser ambulatoriamente reconocida desde el
punto de vista psiquiátrico, fue incapacitada y esterilizada. Continuó viviendo con su
hermana y trabajando en el mencionado taller. Durante su juventud dio, en ocasio-
nes, lugar a quejas a causa de su comportamiento testarudo y desvergonzado, pero
esto fue desapareciendo con los años. También desde su juventud viene manteniendo
relaciones con un obrero auxiliar, débil mental, guardándose fidelidad mutua. Al
querer formalizar sus relaciones mediante matrimonio y requerirse para ello un per-
miso, dada su incapacitación, fue sometida a observación psiquiátrica.
La paciente aparecía siempre en consulta bien aseada y en actitud correcta, no
oponiendo dificultades a su reconocimiento. Tímida al principio, fue hablando más
adelante con mayor soltura, pero siempre de un modo pueril, acompañando sus pala-
bras de risitas y tapándose a veces avergonzada el rostro con las manos. Da correc-
tamente su edad y fecha de nacimiento, así como la dirección de su domicilio. Sabe
en que día de la semana y del mes estamos, se equivoca y dice julio en lugar de
junio, pero no sabe en que año estamos. Su hermana se lo ha dicho esta misma
semana, pero ella es muy olvidadiza. Una semana consta de diez, no, de ocho días;
los cuenta con los dedos y ve que son siete. En cuanto a los meses del año, una
vez dice que son cinco, otra que diez, y no los puede nombrar todos. No sabe cuanto ga-
na a la semana, ni al mes, si su sueldo es de 120 francos cada catorce días. No sabe
siquiera cuántas semanas son catorce días. El mes tiene cuatro semanas, y en el
mes hay dos días de cobro, pero aun así no puede calcular lo que gana por mes.
Si bien en un principio afirma no saber cuántos céntimos tiene un franco, sabe que
si compra algo que le cuesta 70 céntimos y da un franco, le tienen que devolver 30
céntimos. Resuelve así otros sencillos cálculos en los que intervienen cantidades de
uno o dos francos, siempre que los resultados terminen en 5 o en O, pero si entran
otras cifras se confunde y no acierta ni siquiera poniéndole delante las monedas.
Tal modo de calcular se revela, por ejemplo, cuando se le muestran 26, 70 francos en
billetes y moneda fraccionaria, y designa la suma como "25,70 francos y un franco".
Pero, de todos modos, su manera de contar se muestra como muy deficiente, ya que
dice que un billete de cincuenta francos, otro de veinte y otro de cinco suman 95
francos, y 50 más 20 es igual a 70 y 70 más 5 es igual a 80. Conoce el reloj, puede
leer con relativa facilidad números, conoce algunas letras, no todas. No sabe, por
tanto, leer, escribe su nombre con muchas vacilaciones, así como el de su novio, pero
no es capaz de escribir correctamente el nombre de la población donde habita desde
hace muchos años, que consta solamente de dos sílabas. Es capaz de repetir cuatro
cifras, pero no cinco, incluso escribiéndoselas y mostrándoselas. Reproduce correcta-
mente una frase sencilla de doce sílabas, pero se equivoca al repetir una de quince.
Interpreta en un sentido demasiado limitado y personal algunos problemas y peque-
ñas pruebas parciales que se le plantean, sin realizar tentativa alguna por ampliar
256 El pensar

su reducido punto de vista. En la prueba de diferencias se advierte claramente su


fijación a lo accesorio, la no captación de lo esencial; el enano se diferencia del
niño en que el primero tiene barba; el estanque es mayor que el arroyo; árbol-arbus-
to: "al árbol hay que subirse, en el arbusto se puede uno meter" (en esta última
respuesta se advierte que la paciente se da cuenta de que lo esencial es la presencia
de un tronco). Al preguntarla si sabe por dónde sale y por dónde se pone el sol. dice
que "sale por encima del monte Rigi" y añade haber estado en la cima de dicho monte y
que era muy bonito, y que el sol se pone "por G. y D.", que son dos pueblos situados
al Noroeste del de la paciente. La capital de Suiza es el cantón de Zurich y el lago
de Zurich es el mayor de todos los lagos suizos. En todos estos problemas que se
refieren a cuestiones geográficas se advierte lo limitado del horizonte de la paciente,
pero dentro de este las respuestas no resultan disparatadas; con arreglo a su expe-
riencia propia el lago de Zurich es efectivamente el mayor que ha visto, el sol se
pone efectivamente por los puntos que ha mencionado, aunque desconozca el concepto
"Oeste".
El informe fue redactado en el sentido de permitir el matrimonio, en vista de la
capacidad de la paciente para desempeñar sencillas tareas caseras, de su mejoría
de comportamientomoral, de su esterilidad, de la presencia de un tutor y de las mo-
destas exigencias del futuro esposo.

Diagnósitco: Imbecilidad.

Una disminución cuantitativa del pensamiento conceptual se en-


cuentra, aparte de la oligofrenia, en todos aquellos estados que su-
ponen una aminoración de la capacidad de reflexión y de juicio. Mien-
tras que el percibir y el intuir se realizan la mayoría de las veces
con una rapidez instantánea, el pensar es la función psíquica básica
que exige un cierto tiempo para que su actividad reflexiva obtenga
resultados, pudiendo conducir fácilmente a error toda precipitación
en este sentido. Si tal reflexión se realiza con la calma y la claridad
que requiere, decimos que es sensata. Ya que la pérdida de tal sen-
satez conduce no solamente a un pensamiento errado, sino también
por lo regular a un empobrecimiento cuantitativo del mismo; pode-
mos afirmar que la sensatez es una cualidad propia del pensar. Pues
aquello que es producido por un pensar insensato constituye más
bien un acúmulo de ocurrencias asociativas e intuitivas, que una
secuencia lógica de pensamientos propiamente dichos. Puede darse
una gran riqueza y abundancia de ocurrencias junto a una pobreza
ideativa, cosa que sucede allí donde la sensatez se halla disminuida,
como en la manía, en las diversas formas de esquizofrenia y en todas
las . enfermedades en que se da reacción de tipo exógeno agudo Por e.

lo que se deudce de las experiencias realizadas con pervítín 32, el


factor tiempo parece desempeñar un papel esencial por lo que

32
Véase ZUTT, J.: Über die polare Struktur des Bewusstseins, Durch psychiatrische
Erfahrungen mit Pervitin angeregte Gedanken, "Nervenarzt", año 16, fase. 4 (abril 1943).
Síndrome psico­orgánico 257

respecta al pensar, ya que tales experimentos permiten observar cómo


la aceleración e incremento de la actividad ideativa llevan a una ma-
yor superficialidad del pensar, un aumento en el número de errores
cometidos, una pérdida de la sensatez y una sustitución de los pen-
samientos propiamente dichos por ocurrencias alógicas. Todo ello
recuerda la fuga de ideas que se da en la manía, a la cual dedica-
remos nuestra atención en otro lugar de esta obra, ya que en aquella
no se trata simplemente de una alteración del pensar, sino de una
manlfestación considerablemente más compleja.
En las neurosis y psicosis puede a veces observarse cómo el pen-
sar es sustituido por representaciones afectivamente cargadas cuando
se halla referido a un complejo reprimido y separado del conjunto
y dotado de intensa tensión emocional, dándose así lugar a un déficit
circunscrito, reversible, de la función del pensar. Este déficit corres-
ponde tan solo al ámbito del complejo en cuestión, al cual se hallan
referidas representaciones, pero no pensamientos dotados de lógica.
Por otra parte, estos últimos pueden darse, pero a partir de premisas
erróneas, como ya hemos dicho. Todo afecto muy intenso, y en es-
pecial toda reacción primitiva, puede eliminar de su campo ideas y
pensamientos en tanto se halla vigente. Al pensamiento, como todo
el mundo sabe, le es en cambio mucho más difícil dominar los sen-
timientos, y tal dominio es muy lento de obtener y sumamente in-
cierto.
No se puede hablar, en cambio, de un antagonismo propia-
mente dicho con el percibir y el intuir, funciones irracionales a las
que corresponde la tarea de comprobar, mas no la de enjuiciar.
Sin embargo, en la captación de contenido psíquico pueden inter-
venir las funciones psíquicas en grado muy diverso unas de otras, de
tal modo que una de ellas puede alcanzar un predominio que excede .
en cierto modo sus atribuciones. Así, cuando la intuición surge bajo la
apariencia de sentimiento o de pensamiento, existe la posibilidad de
un conflicto con la función de pensar propiamente dicha.

C. ALTERACIONESCUALITATIVAS
SINDROME PSICOORGANICO.-La psícopctoloqíc reconoce dos
grandes grupos de alteraciones cualitativas del pensar, los cuales se
ofrecen a la observación como partes constitutivas de dos amplios
síndromes psiquiátricos que pueden obedecer a múltiples y variadas '11'1
causas. El · primer grupo lo forman las alteraciones del pensamiento
en el síndrome psicoorgánico; es decir, en aquel complejo de sínto-
BAsu - 17
258 El pensar

mas que permanece, en ocasiones, una vez transcurrida la fase aguda


de un perjuicio difuso de la corteza cerebral, y como signo de un
trastorno duradero de las funciones correspondientes. Tales alteracio-
nes del pensamiento se hallan bien investigadas, son características
y destacan de modo relativamente claro de las alteraciones por parte
de las otras funciones, por lo cual las estudiaremos en este lugar.
El segundo grupo se halla representado por las alteraciones del pen-
sar en el síndrome de ruina de la configuración, cuyos representantes
principales son la reacción de tipo exógeno agudo y la esquizofrenia.
Ya que en dicho síndrome las alteraciones del pensamiento se hallan
muy íntimamente imbricadas con otros síntomas, trataremos acerca
de ellas en la parte V, dedicada a la exposición de aquél.
Hemos de advertir que las alteraciones del pensamiento en el
síndrome psico-orgánico no son de índole exclusivamente cualitativa.
Al igual que en la oligofrenia, existe una aminoración cuantitativa
de la actividad del pensar, existiendo además otros rasgos en común
con aquella. Tanto el orgánico como el oligofrénico no pueden man-
tener y elaborar en su consciente más que un número de contenidos
psíquicos que resulta reducido con respecto a lo normal. Las con-
secuencias son las mismas para ambos; es decir, una formación de
conceptos confusa, borrosa y frecuentemente errónea. La delimita-
ción de conceptos se realiza mal, ya que la cuantía de observacio-
nes parciales no basta para que se alcance una conclusión general
y el concepto es captado en ocasiones de un modo excesivamente
limitado, o bien por el establecimiento de generalizaciones a partir
de rasgos no esenciales procedentes de experiencias y observaciones
casuales y anteriores, en cierto modo relacionadas con el problema
actual, con lo cual se da lugar a conceptos mal definidos y dema-
siado amplificados. Lo primero constituye el error típico del oligo-
frénico, el cual no es capaz de captar lo particular como un caso de
lo general; lo segundo es el error típico del psico-orgánico, el cual·
se equivoca debido a su prematura y excesivamente amplia formación
de conceptos a partir de detalles accesorios. Ambos tienen en común
el adherirse a lo concreto, tanto en el sentido de lo que momentánea-
mente se halla presente, como de lo directamente sensorial. Sin em-
bargo, el oligofrénico tiende más bien a no pasar de este nivel, mien-
tras que el orgánico tiende con preferencia a convertir su observación
parcial en contenido de un concepto vago que se aplica indiscrimi-
nadamente en el momento menos adecuado. Puede intentarse explicar
esta diferencia entre el oligofrénico y el orgánico teniendo en cuenta
que el primero no ha desarrollado jamás en grado suficiente el "apa-
rato" psíquico preciso para la formación de conceptos, tal como co-
Perseveración 259

rresponde a la limitación cuantitativa de su función de pensar, apli-


cándolo solamente a la obtención de conceptos muy pobres y redu-
cidos, mientras que el segundo ha poseído ·y posee aún tal aparato,
el cual funciona todavía, pero de una manera alterada y errónea.
Así, el psico-orgánico es capaz aún de llegar a generalizaciones,
bastante amplias incluso y en ocasiones exageradas, mientras que
el oligofrénico permanece la mayoría de las veces adherido al deta-
lle aislado. Esto no se halla en contradicción con lo anteriormente
dicho acerca de la aplicación indiscriminada que hace el olíqofréníco
de un concepto que ha logrado conseguir, pues la realiza desde el
punto de vista de una mera yuxtaposición; pero no de una genera-
lización de índole categorial, y con ello se aproxima mucho a la
perseveración, de la cual trataremos más adelante. La diferencia la
podemos deducir a partir de .lo que afirmábamos al hablar de la
prueba de elección de colores de GoLDSTEIN· Lo casual, no esencial
y accesorio no se reduce en el orgánico al dominio de lo . meramente
presente, como sucede en el oligofrénico, sino que se extiende tam-
bién igualmente y de manera característica a una esfera que no es
ya la de la mera presencia sensorial, sino la de sus pálidos y dete-
riorados residuos de conceptos, por así decir, y lo emplea fácil.-
mente, pero de un modo notoriamente insatisfactorio para la delimi-
tación y formación de conceptos. De esta manera, el orgánico es
como un rico que se ha arruinado y que sigue ostentando orgullosa-
mente algunos residuos, desprovistos ya de valor, de sus pasados
esplendores, con el fin de no pasar ante sus propios ojos y ante los
demás por el pordiosero que en realidad es. El esfuerzo de compen-
sación se realiza en él de un modo inconsciente, pues se advierte sin
dificultad alguna que el orgánico cree, por lo general, que a la
cotización inflacionista de sus conceptos corresponde un valor supe-
rior al de divisas más firmes en el dominio del pensar. Así tiene
1 ugar aquel característico predominio por parte de conceptos poco
claros, nunca bien definidos, que distingue al pensamiento del or-
gánico del pensamiento del oligofrénico.

PERSEVERACION.­Volviendo al término de perseveración, dire-


mos que en ella se trata de un rasgo muy característico del modo
de pensar del ·orgánico. En la perseveración se trata de un per-
manecer adherido ·a un contenido pleno de sentido. El oligofréni-
co la presenta también, pero en grado más reducido, pues no
se le ocurre nada nuevo y no tiene lugar una ampliación de la
esfera de sus pensamientos, permaneciendo, por lo tanto, adherido,
como es de suponer, al detalle aislado. El orgánico también presenta
260 El pensar

este "permanecer adherido", pero no se limita solamente a ello.


A partir del detalle aislado, el orgánico es capaz de alcanzar sin
excesiva dificultad un vago concepto general, pero al realizarlo tro-
pieza con multitud de contenidos aislados, relacionados entre sí de
un modo superficial, o quizás ni siquiera relacionados, y es a este
conjunto más amplio al que permanece adherido. Así va fluctuando
de un contenido a otro, más o menos emparentados entre sí todos
ellos, mientras que el oligofrénico permanece fijado solamente a uno.
Después de abandonar uno de tales contenidos, el orgánico vuelve
sobre él y repite con ligeras variaciones lo que ya había pensado
o dicho. Así tiene lugar un género de perseveración conocido en la
literatura sobre el test de Rorschach con el certero nombre de "per-
severación de tipo rumiante" (E. BoHM), que se detecta de manera
muy patente con la mencionada prueba. En esta última, como es
sabido, el sujeto ha de interpretar diez manchas de tinta diferentes
entre sí. El oligofrénico, puesto ante las formas simétricas de las
manchas, repite en muchas ocasiones la misma respuesta ante las
diversas láminas. Esto sucede también a veces con el orgánico, espe-
cialmente si se halla severamente demenciado. Pero en los casos
menos graves, y, por lo tanto, más interesantes desde el punto de
vista diagnóstico diferencial, puede dar por ejemplo una respuesta
que repite en las diversas láminas, pero a dicha respuesta se unen
otros contenidos que hacen que la interpretación no sea tan monó-
tona como en el oligofrénico. Así, por ejemplo, y si ha dado una res-
puesta de "mariposa", puede repetirla, pero da también otras que
guardan cierta semejanza con ella, tales como "pájaro", "avión", etc.
Algo análogo puede observarse también al conversar con un orgánieo.
La lentificación de los procesos del pensamiento, que se puede ob-
servar en la oligofrenia, se halla por lo general mucho más acentua-
da en el síndrome psico-orgánico y puede alcanzar en él sus grados
más altos. La lentificación no solamente comprende los procesos del
pensamiento, sino también, y en general, las reacciones psicomotrices.

CONFABULACIONES.-Se dan a menudo en las series de pensa-


mientos de los orgánicos. Allí donde existe una presión en el sen-
tido de proseguir una serie de pensamientos en una determinada
dirección, pero no bastan para ello el saber objetivo y el conocimien-
to acerca de hechos, en muchas ocasiones se continúa sin preocuparse
de esto último y se obedece así a la mencionada presión. Las lagunas
se rellenan con hechos fabulados o inventados, no desprovistos por
completo de sentido, desde luego, pero sí del necesario fundamento
objetivo. Esto sucede de un modo tan inconsciente como el empleo de
Confabulaciones 281

conceptos pobres de valor y sirve desde luego, si bien de una manera


incorrecta, a una necesidad básica de configuración, de completar
y terminar las tareas comenzadas y de pregnancia 3'3• También el
sujeto sano puede en ocasiones confabular, pero ello es mucho más
frecuente en el orgánico debido a sus frecuentes fallos de memoria.
Precisamente porque conserva un sentido y una ilación reconocemos
y comprendemos el confabular incluso allí donde aparece como com-
pletamente absurdo desde el punto de vista objetivo. No corresponde,
desde luego, a este último, pero sí que posee un sentido y significado
subjetivos. Ha de diferenciarse de la contaminación, la cual tiene lu-
gar cuando la cohesión de sentido de todo aquello que el enfermo
incluye dentro de un mismo marco conceptual no muestra ya ni si-
quiera la débil vinculación de un despreocupado confabular, sino que,
o bien permanece profundamente oculta para nosotros, o bien absolu-
tamente opaca. Así como la confabulación es frecuente en los enfermos
orgánicos e incluso constituye un síntoma principal del síndrome
psico-orgánico, la contaminación es más bien rara en aquéllos y seña-
la siempre en dirección del síndrome de ruina de la configuración.
El pensar orgánico se halla dominado por la actitud concreta en
grado superior a cualquier otra manifestación psicopatológica, acti-
tud concreta que fue precisamente en él donde primeramente se de-
mostró e investigó con métodos exactos. Pero en él ha perdido aquel
poder creador que posee en las formaciones arquetípicas, en los mi-
tos y leyendas, en los ritos, en los sueños y también en ocasiones,
si bien de modo desviado, en algunas psicosis. Sus producciones más
floridas consisten, en los orgánicos, precisamente en las confabula-·
clones, las cuales son muy pobres la mayoría de las veces. El avan-
zar de la demencia orgánica corresponde, en su conjunto, a una des-
trucción, estrato por estrato, de la personalidad, estratos que van sien-
do cada vez más primitivos desde el punto de vista ontogenético: en
el pensamiento corresponde a una destrucción del pensamiento abs-
tracto en favor del concreto, conservándose parcialmente el caudal
de experiencia y el aparato destinado al uso de los conceptos más
troquelados por el hábito. El hecho de que ambos no se deterioren
con la misma rapidez que la capacidad de pensar propiamente dicha
es lo que determina que el demente, aun cuando en ocasiones aparez-
ca como pueril, no pueda ser jamás equiparado con el niño por lo que
a las manifestaciones de su pensar respecta. Incluso el oligofrénico
dispone por regla general de un caudal de experiencia considerable-

33
OvsIANKINA, M. R.: Die Wiedoraufnahme unterbrochener Handlungen, "Psycholo-
gische Forschunq", 11 (1928), pp. 362-379.
262 El pensar

mente mayor que un mno de edad mental correspondiente a la suya


y muchas de sus actividades difieren, en consecuencia, de las de
este último. El orgánico adulto, por su parte, cuya inteligencia fue
normal, ha acumulado más experiencias que el oligofrénico y conser-
va aún en su deterioro el aparato conceptual, que tiende cada vez
más a discurrir en el vacío, y también los conceptos que logró en su
día, si bien ya no sabe cómo emplearlos. Aquello que de nuevo haya
de realizar a partir de tales restos, en sí abstractos, lo ejecuta bajo el
signo predominante de la actitud concreta, con lo cual se origina cque-
lla típica mezcla de máxima concreción y máxima abstracción que
resulta tan característica del pensar orgánico.

Ejemplo 31 (E 10994), 67 años, hembra.


La enferma procede de Alemania y de una familia sin taras hereditarias. Desde
hace cuarenta y cinco años vive en Suiza, y desde hace veintidós en la localidad
donde habita actualmente. Ha trabajado como sirvienta en casas de familias acomo-
dadas, y en todas ellas ha sido apreciada como persona fiel, trabajadora y no falta de
inteligencia. Mediante su trabajo y modo de vida económico logró ahorrar la cantidad
de 30.000 francos suizos. En los últimos años comenzó a advertirse en ella una dis-
minución notable de la capacidad de trabajo y de la memoria, sin que por lo demás
diese señales de enfermedad. Cada vez se hizo más incapaz de administrar por sí
sola su dinero. Buscó consejo y ayuda en personas conocidas, pero al cabo de algún
tiempo las acusó de haberla sustraído la libreta de ahorros y también dinero. Se
sentía constantemente perseguida e insultada por niños, sin que fuese capaz de decir
de qué niños se trataba y en qué lugares había sido molestada. Las autoridades or-
denaron su examen pericial.
Una vez en la clínica, la paciente demostró su incapacidad para proporcionar tanto
sus datos personales como los referentes a orientación en tiempo y lugar. Si se la
mandaba con un recado a otro edificio, olvidaba por el camino lo que se le había
encargado, se extraviaba y no era siquiera capaz de decir a las personas que desea-
ban auxiliarla de dónde procedía. No logró, incluso, aprender jamás el nombre de la
hermana de su departamento, a la cual estuvo viendo a diario durante años. Podía
decir el año en que nació, pero no la fecha actual o el año presente, y tampoco el
día de la semana ni su propia edad. Con una diligencia infatigable se ocupaba de
diversas tareas domésticas y apenas era posible retenerla en la cama cuando esto
se hacía necesario a causa de alguna enfermedad intercurrente. La exploración psico-
lógica corroboró la existencia de una deficiente capacidad de notación, ya que se
mostró incapaz de repetir cuatro cifras, frases de quince sílabas y un par de retazos
de una breve fábula que se le había hecho leer tres veces seguidas. Sabe que el
franco tiene cien céntimos,pero dice que el kilogramo tiene cien gramos y el año 96 días.
Conoce los precios de artículos alimenticois de uso círríente, tales como el pan
y la leche, y puede realizar operaciones aritméticas sumamente sencillas, tales como
6 más 8; 18 menos 7; 8 dividido entre 2, pero fracasa cuando se trata de números
de dos cifras. No puede resolver problemas aritméticos muy simples, ya que la ma-
yoría de las veces no retiene los datos. Uno de tales problemas es el siguiente: "Si
tres obreros precisan de doce días para realizar un trabajo, ¿cuánto tiempo precisarían
6 obreros para el mismo trabajo?" Su actitud extremadamente concreta la lleva a
contestar: "El doble de tiempo", a causa de haberse fijado en la duplicación implícita
en los datos del problema. Mas añade una observación que no deja de ser oportuna:
Epilepsia 263

"Pero a veces he visto que unas veces trabajan más y otras menos". respuesta que
no se le habría ocurrido a un oligofrénico de edad mental correspondiente. Sabe echar
mano de una cierta astucia y prontitud cuando se le exige que solucione el siguiente
problema: "¿Cómo haría para traer tres litros de agua si tiene dos cubos, en uno de
los cuales caben cinco litros y en el otro dos litros." "Pues se llenan los dos-dice la
paciente-y así es seguro que basta." Las respuestas se mantienen. en parte, dentro
del más estricto círculo de la experiencia personal. así cuando la paciente dice que
Zurích, ciudad en la cual ha habitado durante decenios. es la capital de Suiza; pero
en parte también derivan hacia lo confabulatorio, girando vagamente en tomo al tema
en cuestión, como cuando la paciente, al ser preguntada acerca de cual es la montaña
más alta del mundo, contesta: "Para subir hasta el cielo hay que ir muy arriba. La
torre Eiffel es también muy alta." Cuando se la pregunta de donde procede la leche,
tiende también a divagar: "De la vaca, primero de la hierba, después esta pasa dentro
de la vaca y la vaca da leche. Nosotros teníamos vacas propias." Acerca de la dife-
rencia entre pájaro y mariposa dice: "La mariposa tiene dos alas y no puede correr.
El pájaro se escapa mejor, puede volar." La respuesta parece correcta. pero se basa
en algo superficial: en que el pájaro puede saltar y la mariposa no. En la formulación
de la respuesta influye la falta de una clara diferenciación de conceptos; el rasgo
constituídopor la capacidad de volar, que es el que más destaca. permanece en primer
plano y continúa uniendo precisamente aquello que debería separar. Los restos de
unas dotes intelectuales, que originalmente no se hallaban a un nivel inferior a la
media, se pueden reconocer en respuestas como la siguiente. referida a la diferencia
entre "dudar" y "desesperar": "Hay mucha diferencia. El que duda no está seguro;
el que se desespera está angustiado." Una abstracción exagerada, junto con un simul-
táneo permanecer adherida al estímulo, se manifiesta en la definición de "Sur": "La
Naturaleza, cuando se va hacia el Sur," Se la hace definir tres palabras abstractas:
"Justicia" es "cuando no se miente y no se roba y se dice la verdad"; "Fidelidad" es
"cuando no se miente ni se roba y se quiere que todo sea justo, eso es la fidelidad.''
La "envidia" la define así: "Cuando se roba y no se quiere a los otros," La persevera-
cíón predomina en las tres definiciones. No deja de mostrar cierta destreza en el em-
pleo de términos concretos para lograr el tono ético oportuno; los restos de inteligencia
se manifiestan en la elección de su vocabulario. Se le plantea el siguiente problema:
"Juan es mayor que Pedro, Enrique es mayor que Juan y Pedro es mayor que Enrique.
¿Puede ser esto verdad?" Ya que su capacidad no le permite establecer la oportuna
comparación, echa mano de un concepto tomado de su experiencia, pero que no resulta
muy adecuado, si bien supone simultáneamente actitud abstracta y concreta, y res-
ponde: "Pues sí que podría ser, depende de como hayan nacido.''
No hay síntomas patológicos de índole somática. El electroencefalograma, el corazón
y la circulación periférica eran normales y la tensión arterial de 100/65.

Diagnóstico: Grave síndrome psico-orgánico en demencia senil.

EPILEPSIA.-Una forma especial del pensamiento orgánico, que


muestra todos los rasgos de este último y además algunos exclusiva-
mente propios de ella, requiere especial mención: se trata del pensa­
miento en la epilepsia. Aludimos aquí, sobre todo, a la epilepsia ge-
nuina; la epilepsia sintomática y, sobre todo, la traumática, se apro-
ximan, por lo que se refiere a sus modalidades de pensamiento, y so-
bre poco más o menos, al pensamiento orgánico. La vaguedad del
pensar, el empleo de conceptos afectivamente determinados, la lenti-
ficación y la perseveración llegan aquí a sus grados más altos.
264 El pensar

Así como el orgánico tomaría como punto de partida concreto uno


cualquiera, el epiléptico lo coloca casi siempre en su propio yo, mide
todo con arreglo a sí mismo, refiere todo a sí mismo (pero no en el
sentido de un delirio de referencia). No puede desprenderse del deta-
lle que captó, vuelve constantemente sobre él, lo desmenuza entre
palabras altisonantes, cuyo sentido no es tampoco para él muy claro
y ni lo suelta ni deja que los demás le ayuden a soltarlo. La extraor-
dinaria falta de fluidez del pensamiento, así como las restantes reac-
ciones del deterioro epiléptico acentuado, han convertido al califica-
tivo de "viscoso", dentro del lenguaje psiquiátrico, en algo íntima-
mente ligado al concepto de epilepsia. Aun cuando tal calificativo se
ajusta frecuentemente a la realidad clínica, hemos de advertir contra
su empleo estereotipado, así como contra el de otros términos que se
han convertido en habituales y que en muchas ocasiones constituyen
por sí solos todo el fundamento de un diagnóstico. La totaliadd de las
alteraciones orgánicas del pensamiento desempeña un destacado papel
en la epilepsia, mientras que en las restantes enfermedades corres-
pondientes al síndrome psico-orgánico las alteraciones por parte de los
procesos perceptivos y aperceptivos, así como las alteraciones de la
memoria, competen en importancia con aquellas.

D. EL JUICIO
En lógica se entiende por juicio la forma en que es presentado un
conocimiento. Las alteraciones del juicio serían, en este 'sentido y de
acuerdo con el concepto de pensamiento que hemos expuesto, altera-
ciones formales de este último. Sin embargo, en la Psiquiatría forense
los conceptos de "juicio" y de "capacidad de juicio" han adquirido
otro significado, el cual alude a aquella capacidad práctica para de-
ducir consecuencias que resultan "justas", acertadas y utilizables des-
de el punto de vista del sentido común. Tales consecuencias son de-
ducidas, dentro de una situación dada, sobre la base de experiencias
ya adquiridas. El juicio, así considerado, equivale, pues, a una actitud
discreta e inteligente ante la vida. Sin duda alguna corresponde a mu-
cho más de lo que supone una mera función del pensar íntegra e in-
tacta. El juicio puede fallar debido a una efectiva deficiencia de esta
última; como sucede en la oligofrenia, o bien por u.na ruptura de las
concatenaciones deductivas, como ocurre en el síndrome de ruina de
la configuración, o puede hallarse falseado por interferencias afecti-
vamente determinadas y que suponen premisas inexactas, como acon-
tece con máxima frecuencia en la esquizofrenia, con frecuencia algo
El juicio 265

menor en delirios tóxicos e infecciosos de toda índole y, por último, en


grado menor, pero con notable tenacidad, en las neurosis y en ciertas
psicopatías. Para el establecimiento de un juicio práctico es necesaria
la función del pensamiento, pero también, y en gran medida, la del
intuir, cuyas alteraciones se manifiestan en forma de delirio y defor-
man gravemente el juicio. JuNG incluye al sentimiento, lo mismo que
al pensamiento, entre las funciones enjuiciadoras o racionales, pero
desde el punto de vista forense la palabra "juicio" alude más bien al
sector intelectual de la persona. Por último, la percepción y la aper-
cepción proporcionan el material preciso para el establecimiento de
un juicio, el cual puede fallar debido a la insuficiencia de la función
del percibir. El enjuiciar requiere un cierto grado de inteligencia, pero
este último no se halla siempre en razón directa con la fiabilidad del
juicio, aun cuando en general así suceda. >·.(.
El código civil suizo define la capacidad de juicio del modo si-
guiente (art. 16): "En el sentido de esta ley es capaz de juicio todo
aquél que no carezca de la facultad de obrar ·con arreglo a la razón,
ya sea esta carencia debida a su corta edad o a consecuencia de en-
fermedad mental, debilidad mental, alcoholismo o estados análo-
gos." Pero el término "con arreglo a la razón" no queda muy defini-
do, aun cuando dentro del sentido y del empleo de la ley supone
bastante más que la "razón" desde el punto de vista de la lógica
y significa más bien un comportamiento inteligente que valora de un
modo justo y que se basa en motivos comprensibles.
El Derecho austríaco no habla de "capacidad de juicio" y evita
con ello la divergencia existente entre el concepto lógico y el psiquiá-
trico-forense de juicio. Por lo demás, también en él encontramos el con-
cepto de "razón". Bajo protección especial por parte de la ley se
hallan "los locos, delirantes y deficientes mentales", todos aquellos
que no se hallan en condiciones de hacer uso de la razón o que, por
por lo menos, son incapaces de prever las consecuencias de sus actos.
El código austríaco, en sus párrafos 21, 865, ABGB, incluye asimismo
que todo aquél que no tiene uso de razón se halla incapacitado para
prestar su palabra o juramento.·De modo análogo a como sucede en el
Derecho suizo, se exige también la capacidad para hacer uso de la ra-
zón, lo cual significa algo más que la mera función formal de pen-
sar intacta. El problema se agudiza con respecto a ciertas persona-
lidades psicopáticas, las cuales no carecen de capacidad para razo-
nar, pero son incapaces de hacer uso de la misma. El Derecho alemán
deduce consecuencias jurídicas (así, por ejemplo, con respecto a la
incapacidad para negociar, párrafo 105 del código) del "estado de alte-
ración patológica de la actividad mental, el cual excluye la libre vo-
266 El pensar

luntcd". Aquí no se trata de una cuestión en último término filosófica


(es decir, del problema del libre albedrío), sino de una reglamentación
de las relaciones cotidianas entre los hombres, esto es, de la capaci-
dad para participar en relaciones sujetas a normas jurídicas, como se
deduce del pensamiento jurídico que se halla en la base de estas dis-
posiciones. Según este pensamiento, el enjuiciamiento de los actos ha
de basarse en algo de validez general y usual y que sirva de norma,
y realza así lo "razonable" tal como es exigido por el normal desen-
volvimiento de la vida cotidiana, frente a la psicología racionalis-
ta de ciertos textos legales (por ejemplo, el § 51 del Código Civil ale-
mán) 34•

RESUMEN.-El pensar es concebido aquí en sentido estricto como


"aquella función psicológica que, de acuerdo con sus propias leyes,
establece relaciones de índole conceptual entre contenidos represen-
tativos dados"(JUNG)y por tanto, y en modo alguno, no es un mero
sucederse de representaciones.Enjuicia, con exclusión de terceros tér­
minos, según las categorías de "verdadero" y de "falso", las cuales
son polares, pero no escalares. Se trata de una función racional, lo
mismo que el sentir.
De las atleraciones del pensar propiamente dichas deben diferen­
ciarse los mucho más frecuentes errores de pensamiento originados
por la interferencia, en un punto crítico del curso del mismo, de un en-
juiciamiento de orden sentimental o de una intuición que se halla fue­
ra de lugar. El pensamiento resulta también deficiente cuando las
representacionessobre las cuales se establecen los juicios no se dan
con las suficientes calidad y cuantía.
El pensar constituye un importante componente de la inteligencia,
pero no es el exclusivo. Es en los oligofrénicos donde más patente­
mente se muestran las alteraciones cuantitativas del pensar. El pen­
samiento se halla cuantitativamente aminorado en todos aquellos esta­
dos en los que hay una carencia de sensatez, palabra con la que de-
signamos un autoexamen reflexivo que se realiza con serena claridad.
Requiere tiempo, y este factor representado por el tiempo se revela,
en general, como de fundamental importancia respecto al pensa­
minto.
Las alteraciones cualitativas del pensar se dividen en dos grupos

M Agradezco a la amabilidad del Dr. jur. et med. H. LEFERENZ, de Heidelberg, la


informaciónacerca del concepto de capacidad de juicio en el Derecho alemán y en el
Derecho austríaco.
Resumen 267

principales. El primero comprende las alteraciones que se producen


después de un perjuicio orgánico y difuso de la corteza cerebral, es
decir, en el síndrome psico­orgánico. El segundo grupo abarca las al­
teraciones concomitantes al síndrome de ruina de la configuración.
Acerca de estas últimas trataremos en el capítulo 3 de la Parte
quinta. Entre las alteraciones orgánicas del pensar contamos la perse­
veración, la confabulación y, más raramente, la contaminación.
Al final del capítulo se pone en claro la diferencia entre el "juicio"
en sentido lógico y el "juicio" en sentido psiquiátrico-forense.
UUAHTA PARTE

PSICOPATOLOGIA DE LOS PROCESOS


PSIQUIOOS MAS ELEVADAMENTE
ESTRUCTURADOS
DAPITULO PRIMERO

Introducción

El modo de consideración de los hechos psíquicos, desde el punto


de vista de su totalidad, y realizado con ayuda de la teoría del campo,
nos aproxima, sin duda alguna, mucho más a su comprensión que el
anterior modo habitual de considerarlos; pero convierte en más difícil
la tarea de acertar en cuanto a su clasificación correcta y realizada
con un criterio lleno de sentido. Ya que en la psique todo se halla
conectado literalmente con todo,, tanto por lo que respecta al estado
de momento como a la evolución en el tiempo, y ya que de toda unión
de contenidos psíquicos pueden surgir nuevas cualidades configurati-
vas e imprevistas cuya escala de posibilidades no reconoce límite al-
guno, ninguna clasificación puede quedar por completo libre del re-
proche de artificiosidad. Esto resulta ya válido con respecto a las etapas
inferiores de organización de las funciones básicas, y con tanto más
motivo por lo que se refiere a los procesos psíquicos más elevada-
mente estructurados, de los cuales nos vamos a ocupar ahora. Mas
como la palabra "totalidad" queda vaciada de sentido si con ella no
se designa una estructura íntima, animada por principios ordenadores,
y. como la mente precisa tanto del análisis como de la síntesis para la
captación de los hechos, creemos imprescindible al menos ensayar una
clasificación de los procesos psíquicos más elevadamente estructu-
rados.
Como punto de partida para dicha clasificación podemos adoptar
una propiedad básica de todo lo biológico, y con ello de todo lo psico-
lógico: su inclusión dentro de un . tiempo organísmico irreversible. La
Física reconoce también procesos temporalmente irreversibles y los
resume en la ley de entropía; Con el término "organísmico" queremos
significar que no siempre lo vivo, cuando queda abandonado a sí
mismo, va deslizándose desde un estado de organización superior
hacia otro inferior, como sucede con lo inorgánico, sino que muestra
también un movimiento en sentido contrario hacia el crecimiento, el
devenir, el desarrollo y la individuación, los cuales permanecen siem-
pre fundamentalmente irreversibles a despecho de todos los episodios
regresivos. Pues la criatura no solamente transcurre, sino que devie-
272 Procesos psíquicos

ne, y este devenir y aquel transcurrir constituyen conjuntamente una


línea o trayectoria de desarrollo que en sí es tan irreversible como lo
es, en el mundo físico, la caída de una piedra. Por otra parte, todos
los seres vivos superiores y dotados de reflexión (y a este respecto no
permanecemos aferrados a un criterio rígidamente antropocéntrico) vi-
ven el tiempo organísmico desde su intimidad propia, viven constan-
temente dentro de las referencias que de él se derivan, y experimentan
todo en la temporalidad. La índole de esta experiencia les proporciona
asimismo la posibilidad de representarse finalidades, así como el con-
cepto de referencia a una finalidad o de la tendencia a la misma. Esto
constituye uno de los principales rasgos de la vida orgánica en gene-
ral y del comportamiento psíquico estructurado en particular. Pues
una finalidad es algo por alcanzar, y en este "por alcanzar" queda
aludida la temporalidad implícita en el concepto de finalidad.
Todo lo vivo, todo cuanto es psíquico, se nos ofrece como pro-
ceso temporal, como devenir, tender, configurar y transcurrir. Un "es-
tado" psíquico es un corte transversal de dicho proceso, corte que deja
de ser cierto en el momento siguiente. Por ello, en el título de esta
parte IV nos referimos solamente a "procesos", aun cuando en él
deben quedar comprendidos asimismo "estados", pues un estado re-
presenta siempre tan sólo la abstracción de un proceso.
Ya desde el comienzo hemos de sentar dos principios del desarro-
llo organísmico, de la psicogénesis en sentido estricto y en sentido
amplio, ya que en lo sucesivo hemos de referirnos con frecuencia
a los mismos. La fisiología y la psicología del desarrollo han puesto
en evidencia, en contra de lo que pretendían anteriores concepciones,
que el comportamiento del ser vivo no se va ampliando meramente
por la agregación constante de nuevos componentes parciales, tales
como adquisición de movimientos, reflejos, de actos aprendidos y sus-
ceptibles de ser repetidos, etc., sino que ya desde un principio consti-
ye una totalidad que paulatinamente se va diferenciando en conjuntos
cada vez más finamente articulados, los cuales, a su vez, se van es-
tructurando y ordenando por sí mismos en amplias y nuevas configu-
raciones. Puede esto advertirse fácilmente en el desarrollo de la mo-
tórica, la cual se inicia en el recién nacido con toscos cambios de ac-
titud que comprenden la totalidad del cuerpo y que no tienen en
cuenta la circunstancia espacial o los puntos de apoyo para irse des-
arrollando después, poco a poco, un dominio de los miembros aislados
en el sentido de sectores· cada vez más reducidos, y luego en el senti-
do de movimientos de conjunto, con finalidad, que transcurren con fa-
cilidad y sin tropiezos y que representan un juego extremadamente
complicado de elementos anatómicos. Las reacciones más tempranas
de índole afectiva son igualmente masivas y conmueven al ser en su
totalidad con alegría o con dolor. Tan sólo poco a poco se van dife-
renciando reacciones de distinta tonalidad sentimental frente a moti-
vos diferentes, las cuales se van fusionando mucho más tarde en una
vida afectiva más homogénea y en un conjunto afectivo armónico
y relativamente estable. El desarrollo de las representaciones sigue
una vía semejante, pasando en un principio por agrupaciones con-
ceptuoles escasas y sumamente vagas, elaborándose después concep-
tos aislados más precisos y . quedcndo luego estos resumidos en con-
ceptos superiores progresivamente más amplios y en concepciones
unitarias. Lo que aquí hemos señalado respecto a la ontogenia es
susceptible de ser renovadamente demostrado, tanto desde el punto
de vista clínico como del experimental, por lo que se refiere a proce-
sos circunscritos. Aquí vemos cómo actúan constantemente dos prin-
cipios fundamentales: el de diferenciación y el de integración, de ín-
dole tan imprescindible el uno como el otro. Pues una diferenciación
constantemente progresiva, no equilibrada por la integración, aboca-
ría a la ruina; una integración progresiva, sin diferenciación, a una
nivelación y muerte por entropía. Fallan, por tanto, todas las tenta-
tivas de crear una biología o una psicología por la mera yuxtaposi-
ción de elementos aislados, sin reconocer la existencia de ordenacio-
nes de índole más elevada y no derivadas tan sólo de la suma de
elementos. Por ello la configuración, como portadora de tales ordena-
ciones de índole más elevada, no significa solamente totalidad, sino
asimismo totalidad articulada. El juego conjunto de diferenciación
e integración, dentro de un sector o intervalo temporal colmado de
sentido, da lugar así a una configuración temporal, cuyo ejemplo más
notorio es la propia curva vital o curso de la vida. Las configuracio-
nes temporales, al igual que las estáticas (por ejemplo, las físicas),
se hallan sometidas a la ley de pregnancia. Esta se muestra en las
configuraciones estáticas más bien en la forma; en las temporales,
más bien en el desarrollo armónico y en el sentido del mismo. La
movilidad en el tiempo de todas las configuraciones vivas queda ex-
presada de modo extraordinariamente claro en· la alternancia espon-
tánea figura-fondo, así como en el principio de complementariedad
polar, del cual hemos expuesto ya diversos ejemplos. Entre ellos ha-
bría que mencionar conciencia e inconsciencia, actitud concreta y acti-
tud abstracta, la polaridad de las funciones básicas, así como el par
que acabamos de mencionar y que se halla constituido por la dife-
renciación y la integración. Entre ambas polaridades existe, siempre
que no se den circunstancias extremadamente desfavorables y que
operen en favor de una unilateralidad absoluta, un equilibrio dinámi-
BA.sH - 18
¿,11.J: rxocesos ps1quzcos

co, complementario, que hace que el predominio de una de ellas, al


alcanzar cierto punto, se transforme en el de la contraria, mantenién-
dose así una estabilidad relativa 1•
La íntima estructura temporal de nuestra experiencia es tam-
bién polar, pero muestra la particularidad de que no son, por regla
general, los polos los que aparecen en nuestro consciente del modo
más marcado, sino, por el contrario, aquel punto colocado entre ellos
y sobre el cual nos hallamos situados. Así, pues, de siempre se han
distinguido no solamente un pasado y un futuro, sino también un pre-
sente, aun cuando para éste rige asimismo lo que decíamos hace unos
momentos acerca del "estado". Tratándose por una parte, y en sentido
estricto, de una abstracción jamás posible de ser fijada, que fluye
y se evapora cuando se la intenta captar, se trata. asimismo en ella,
por otra parte, de lo más actual, e incluso si se quiere de lo único
que es psicológicamente actual, pues es lo único que resulta captable
de modo inmediato. Le corresponden, por tanto, cualidades polares
en el más alto grado. Ya que esta diferenciación temporal penetra toda
experiencia y corresponde a uno de los principales rasgos de lo vivo,
aparece como oportuno y pleno de sentido el basar sobre ella nuestra

1
En BASH, K. W.: Erlebnisfeld und Erlebnistypusumkehr im Rorschach­Verfahren.
"Rorschachiana", 1/2 (1952). Idem: Zur experimentellen Grundlegung der fungschen
Traumanalyse. "Schweiz. Z. f. Psychologie", XI/4 (1952). WEWETZER, K. H.: Yerlauis­
typen im Farbpyramidentest. Ergebnisse eines Siittlqunqsversucbs, en "Die Verlaufs-
analyse in der psychologischen Diagnostik", Huber, Berna y Stuttgart, 1953, han sido
comunicadas investigaciones experimentales referentes a la cuestión de la comple-
mentaridad polar. N. WIENER ha llamado muy justamente la atención acerca de que
en el "penduleo en torno a una situación de equilibrio" surgen a la actividad dos
clases de procesos, a veces contrapuestos. Se puede construir un aparato de regula-
ción capaz de cualquier grado de exactitud y que se mantiene en la posición deseada
con una desviación minimizable a voluntad. Mas este aparato es tanto más pertur-
bable cuanto más aumenta su exactitud; mediante una desviación relativamente pe·
queña de la posición normal presenta grandes oscilaciones y requiere mucho tiempo
hasta que estas desaparecen. Otro aparato de regulación que, en cambio, es menos
alterable que el anterior, tampoco es capaz de conservar la posición exigida tan
exactamente como el más alterable. Mediante una adecuada combinación de ambos
principios es posible construir técnicamente una regulación suficiente con respecto a
cualquier ámbito, siempre que sea limitado, en torno a la "norma". Al parecer, no
son de índole distinta los modos de regulación del organismo. La regulación más fina,
pero más fácilmente alterable, provendría de las partes constitutivas más sencillas
físico-químicasy fisiológicas, quizás también de las más finamente anatómicas (tales
como procesos celulares, reflejos, etc.). Su finura y la fácil alterabilidad unida a esta
podría imaginarse estadísticamente equilibrada y compensada mediante su unión en
agrupaciones organizatorias más amplias. Estas surgirían entonces en el plano de las
manifestaciones configurativas psicológicas en una mutua relación de complementa-
reidad polar y operarían allí en el sentido de una regulación, tosca, desde luego,
pero más resistente. Las desviaciones más manifiestas de esta última y su fallo oca-
sional constituirían el objeto principal de la psicopatología. (Para más detalles véase
WIENER, N.: Cybernetics. Wiley, New York, 1948.)
Estados psíquicos 275

clasificación de los procesos psíquicos más elevadamente estructura-


dos, agrupando juntos aquellos que corresponden predominantemente
ya al pasado, al presente o al futuro. Aquí han de tenerse en cuenta
dos cosas. En primer término, diversos procesos que no es dado ob-
servar de modo directo e inmediato, se despliegan en el presente que
corresponde a tal observación, y en dicho sentido se hallan siempre
referidos al presente; pero pueden mostrar asimismo otras referencias
temporales. En segundo término, no quiere decirse con ello que dicha
referencia aluda a un observador ajeno o incluso a un observador
autoreflexivo, sino a la referencia temporal que se da de modo inme-
diato en el propio consciente del sujeto. Como es natural, el sujeto
vive cuanto en él acontece como presente, pero a ello se añade con
frecuencia una clara relación con el pasado o el futuro. Seguidamente
procedemos a estudiar más de cerca nuestra clasificación.
CAPITULO 11

Procesos (retrospectivos) reFeridos


al pasado

A) OBSERVACIONES PSICOLOGICAS PREVIAS

En el recuerdo se trata de un reconocer, mirando hacia atrás, la


cohesión temporal de nuestro comportamiento (incluyendo en éste tam-
bién las representaciones). Poseemos la capacidad de restablecer tal
cohesión y de reconocerla como tal y denominamos a. dicha capaci-
dad memoria, denominación que debe ser reservada y aplicada tan
sólo en este sentido. Si por "memoria" se quiere significar, como suce-
de aún a veces, una función psíquica unitaria, simple o incluso una
''función elemental", como se hace en determinados textos, ello ha de
rechazarse estrictamente por motivos que esclareceremos más ade-
lante.
El hecho, de todos conocido, de hallarse el comportamiento actual
influido por otro comportamiento anterior que no precisa haberle pre-
cedido directamente y de modo inmediato, demuestra que un compor-
tamiento que ya tuvo lugar hubo de dejar en el organismo una deter-
minada marca. Denominamos a esta última "huella". Mediante el dibujo
repetido de una figura que se ha mostrado una sola vez y por bre-
ves instantes, y que para fines experimentales es preferible sea algo
irregular y complicada, o bien por la narración repetida de una histo-
ria escuchada una sola vez y no demasiado pobre en detalles, es po-
sible mostrar fácilmente que las huellas no permanecen completamente
pasivas ni van simplemente palideciendo, sino que son sometidas a una
reestructuración en el sentido de la ley de pregnancia 2• Su configu-
ración se va haciendo gradualmente más sencilla, más regular, en oca-
siones también más rica de sentido, lo cual se muestra, por ejemplo,
en un aumento de la ingeniosidad de la narración. Dicho en otros
términos: las huellas de un comportamiento pasado se hallan orqcnl-
zadas de un modo tan dinámico como lo es siempre también el com-

2
WULF, F.: Über die Veréinderung von Vorstellungen, Gestalt und Gedéichtnis.
"Psychologische Forschung". 1 (1922), pp. 333-373. WoLFF, W.: The Expression of Per-
sonality. Harper, New York. 1943, pp. 203-212.
278 Procesos retrospectivos

portamiento presente. Cuando su configuración dinámica hace des-


tacar solamente un aspecto, el cual se diferencia de modo suficiente
del campo circunstante y ofrece la suficiente correspondencia con
el nuevo proceso que tiene lugar, puede darse una unión de índole
configurativa entre ambos. Si esta cohesión es consciente, decimos que
el comportamiento anterior es recordado. La posibilidad de tal cohe-
sión puede ser, por otra parte, considerablemente incrementada al in-
tervenir otros factores, sobre todo los representados por la necesidad.
La necesidad es una tensión circunscrita, dentro de un campo, con
una fuerte tendencia a la nivelación. Así, por ejemplo, si he de orientar-
me en una ciudad desconocida con el fin de llegar a determinada meta,
me voy fijando en rasgos pertenecientes a ciertas casas, calles, etc.,
que en otras circunstancias no se me habrían quedado grabados, y los
reconozco cuando busco mi camino. Así sucede también durante el
aprendizaje de un material que en sí es poco interesante, tal como
palabras extranjeras o aquellas sílabas desprovistas de sentido que se
emplean frecuentemente en psicología experimental. La actitud de
aprendizaje y la necesidad bien de adquirir conocimientos, bien de
agradar al experimentador o al maestro mediante un trabajo efi-
ciente, crean una tensión de campo que favorece la coherencia y fu-
sión de aquello que se experimentó con anterioridad y de lo que se
experimentó más tarde. Si tal necesidad no existe, los nuevos materia-
les no se graban por mucho que se repita su presentación, lo cual
se muestra en los experimentos psicológicos y también en el ejemplo
que hemos puesto anteriormente acerca de la orientación en una ciu-
dad desconocida. El mero contacto o bien la mera coincidencia de es-
tímulos en el espacio o en el tiempo no bastan para crear entre ellos
una auténtica cohesión psicológica, mientras no exista entre ellos una
tensión de campo. Si ésta se halla presente, la unión perdura, como
afirmaba la "doctrina asociativa" de la vieja Psicología. Como factor
que favorece la cohesión ha de mencionarse asimismo el hallarse los
componentes a acoplar lo suficientemente destacados sobre su am-
biente. La experiencia cotidiana muestra que aquello que destaca, que
resalta, se advierte fácilmente, lo cual es el motivo de que fijemos
sin esfuerzo en nuestra memoria lo que nos "choca", lo raro y sor-
prendente. Esto se puede también demostrar por vía experimental, y de
modo muy exacto. Así, por ejemplo, V. REsTORFF 3 ha hecho apren-
der a un grupo de probandos series constituidas por ocho parejas de
estímulos cada una y compuestas de cinco materiales diversos: síla-

3
V. RESTORFF, H.: Über die Wirkung von Bereichsbildung im Spurenfeld. "Psy-
chologische Forschung", 18, pp. 299-342.
Hipermnesia 279

has desprovistas de sentido, figuras geométricas, números de dos ci-


fras, letras y rectángulos de colores. Designaremos el material en
cuestión con las letras mayúsculas A, B, C, D, E, y los estímulos aisla-
dos por A11 A2, etc. Las series se constituirían entonces del modo si-
guiente:

con lo cual irían pasando sucesivamente al primer puesto en la serie


las diversas clases de material, "repitiendo" los estímulos. Los estímu-
los procedentes de los cuatro pares últimos se designan como "aisla-
dos". Se calculó para cada clase de material, y después de haber
sido aprendida hasta cierto punto la tarea a realizar, con qué frecuen-
cia se reproducía correctamente el segundo miembro de una pareja
de estímulos, una vez ofrecido el primero, calculándose, además, por
separado según que el material en cuestión surgiese "repetido" o "ais-
lado".
El número de aciertos fue de un 41 por 100 en situación "repe-
tida", pero de un 69 por 100 en situación "aislada" respecto a las
sílabas sin sentido, y los resultados obtenidos con los demás materia-
les fueron análogos. El factor de diferenciación del material con arre-
glo al contexto presente se demostró así como decisivo, en circuns-
tancias normales, para la capacidad de evocación.
En términos generales, las alteraciones de una capacidad de evo-
cación considerada normal con arreglo a la experiencia pueden afec-
tar tanto a la huellas o a la organización de éstas, como a los factores
de campo que actúan en el sentido de la cohesión entre percepción
y huella. Designaremos a estos últimos, para mayor brevedad, como
"factores de cohesión". Seguidamente vamos a exponer casos en los
que unas veces aparece como más probable la influencia de un gé-
nero de alteración, otras veces la de la otra. La subdivisión que he-
mos aplicado ya respecto a las funciones básicas en alteraciones
generales cuantitativas y alteraciones de otra índole ha de mostrarse
aquí de nuevo como útil.

B) ALTERACIONESCUANTITATIVASGENERALES

HIPERMNESIA.-EI aumento general de la capacidad de evocación


no es muy frecuente, y con una única y dudosa excepción, es fugaz.
No del sino en muy pocos casos lugar a quejas y es, por tanto, men-
cionado en psicopato!ogía más bien a título de curiosidad. Pero de
280 Procesos retrospectivos

hecho es tan merecedor de atención como el debilitamiento de la me-


moria, mucho más frecuente y molesto. Resulta curioso a primera
vista que sean las enfermedades caracterizadas por el síndrome de
ruina de la configuración las que con más frecuencia muestran una
hipermnesia. Vamos a poner de nuevo al delirio febril como ejemplo
válido para todo el grupo de la reacción de tipo exógeno agudo.
A muchas personas, por lo demás sanas, les ha sucedido que du-
rante un estado febril se les han vuelto conscientes acontecimientos que
habían olvidado hacía tiempo. Estos surgen en lo consciente sin mo-
tivo alguno al parecer, y en ocasiones incluso pueden ser torturontes.
Rostros, observaciones, versos aprendidos en la escuela, cosas cono·
cidas y ya olvidadas, etc., se suceden de modo abigarrado; se com-
binan también frecuentemente entre sí de la más extraña manera,
para desaparecer de nuevo, y lo mismo refieren las más variadas per-
sonas afectadas por intoxicaciones, delirios de origen diverso y cua-
dros de confusión aguda. Lo mismo se observa ocasionalmente en los
esquizofrénicos, al paso que otras psicosis casi nunca provocan hí-
permnesia. Ya que hemos hecho destacar el papel desempeñado por
la organización de campo respecto al recuerdo, resulta a primera
vista sorprendente encontrar una hipermnesia allí donde se halla gra-
vemente alterada tal organización. Esta paradoja queda resuelta si
tenemos en cuenta que la hipermnesia que se da en tales casos no es
susceptible de ser dirigida de un modo voluntario. Las ocurrencias
mnésicas brotan libremente y en gran cantidad, pero no pueden ser
deliberadamente evocadas y fluyen huidizas ante el sujeto, el cual,
por otra parte, tampoco realiza la mayoría de las veces sino tentati-
vas de evocación superficiales y fugaces. La ruina de la configura-
ción se muestra precisamente en la deficiente capacidad para dirigir
y orientar el acontecer psíquico, en sus oscilaciones, por así decir,
hacia todos los lados, y esto concierne tanto a los procesos referidos
al pasado como a los referidos al presente. También hemos de hacer
constar que las estructuras psíquicas genéticamente más nuevas pue-
den ser perjudicadas con mayor facilidad que las genéticamente más
antiguas, mejor orrcdqcdcs e integradas, lo cual hallaremos confir-
mado más adelante al tratar de las llamadas "alteraciones de la ca-
pacidad de notación". Las más antiguas son las portadoras de huellas
de lo ya pasado, las cuales son activadas en la hipermnesia. Las
más nuevas operan como intermediarias entre el suceso reciente y la
vieja huella y actúan, por tanto, en el sentido de deducir conclusiones,
a las que denominamos recuerdos. Si a consecuencia de una noxa
exterior resulta dañada su estructura, resulta asimismo perjudicada la
organización de los actos electivos, o sea el ordenado encauzamiento
Hipomnesia 281

de la memoria, aun cuando esto suponga desde el punto de vista cuan-


titativo un plus en rendimiento. Pues hemos de tener en cuenta, y una
somera consideración basta para demostrarlo, que la organización
momentánea y más reciente de las huellas opera de un modo selec-
tivo en relación a la más antigua, favoreciendo no sólo el recordar,
sino también un olvidar que se halla en una relación plena de sen-
tido con aquél y que tiende a evitar una sobrecarga de lo consciente
con material desprovisto de interés. Es esta función de cribado o ta-
mizado, en la que se trata siempre de algo reciente o actual, la más
precozmente afectada por la ruina de la configuración, y a ello es
debido que los rendimientos mnésicos se manifiesten como abun-
dantes, pero escasamente dirigidos o encauzados. Mas incluso enton-
ces parece probable que el recuerdo no tenga lugar de un modo com-
pletamente falto de selección; ésta última, sin embargo, permanece
más o menos velada durante la fase aguda del proceso, y ello a con-
secuencia de la ruina de la configuración, advirtiéndose de una ma-
nera más clara cuando el avance del proceso morboso disminuye su
rapidez. Así, por ejemplo, se encuentran entonces en la esquizofrenia
residuos de recuerdos procedentes de un copioso caudal hipermnés-
tíco, residuos que pueden ser elaborados de un modo delirante.
Hemos aludido a una excepción posible, pero dudosa, de la regla
acerca de la fugacidad de la hipermnesia. Se trata. de aquella notable
memoria que acerca de hechos de su juventud conservan frecuen-
temente las personas de edad. Resulta, sin embargo, dudoso que se
trate en esto de una hipermnesia, es decir, de un aumento de la capa-
cidad de evocación por encima de lo normal o si es que la memoria
con respecto a la juventud destaca más por ser más deficiente la me-
moria relativa a los tiempos presentes. Por otra parte, y a consecuen-
cia del menor interés y actividad que se dedican al presente, los tiem-
pos de juventud resaltan más, como figura, por contraste afectivo; son
considerados más atentamente y recordados efectivamente mejor como
consecuencia de la tensión que anima a la tendencia a rememorarlos.

HIPOMNESIA.-Frecuentemente son expresadas quejas acerca de


una pérdídaqenercl de memoria o hipomnesia difusa. Existen sujetos
que, en cierto, modo, prefieren quejarse acerca de su mala memoria
que reconocer que su déficit estriba en otras capacidades, sobre todo
de orden intelectual. Tal pérdida de memoria es mucho menos fre-
cuente de lo que afirman los profanos. Una cierta disminución de la
memoria en la edad avanzada constituye regla fisiológica, que no
carece de excepciones. Lo que más bien sucede es que el grado de
este déficit debido a la_ edcd oscila de modo bastante amplio de un
282 Procesos retrospectivos

individuo a otro. Tan sólo ha de ser considerado como patológico


cuando es bastante marcado y se asocia a otros síntomas de una psi-
cosis senil.
En los otros casos, más leves, la debilidad general de la me-
moria se une, sin transición apreciable, con aquella más circunscrita
y referida a acontecimientos recientes que designamos como capa·
ciclad de notación deficiente, o más bien lo que sucede es que esta
última conduce a aquélla, sin que se pueda marcar claramente una
línea divisoria entre ambas.
Los oligofrénicos son relativamente débiles de memoria, de un
modo difuso, con relación a cuanto no captan y, por tanto, no inte-
gran psíquicamente, mientras que su memoria respecto a aquello
que han logrado comprender de modo suficiente no es inferior a la
de una persona de inteligencia normal. La aparente debilidad de me-
moria es en ellos una mera manifestación secundaria y resulta equi-
parable, fundamentalmente, a aquel fenómeno normal y ya mencionado
que consiste en una mejor retención de aquello que s,e ha llegado
a comprender bien. "Llegar a comprender" significa tanto como haber
integrado, después de haber diferenciado suficientemente de mani-
festaciones similares y de haber incluido, de un modo pleno de sen-
tido, en el caudal de experiencias ya existente, mediante el adecuado
empleo de la actitud abstracta. La aparente debilidad de memoria de
ciertos esquizofrénicos, por regla general agitados, fugaces o disgre-
gados, estriba en motivos idénticos, ya que la estructura figura! in-
estable de su mundo vivencial no ofrece las suficientes posibilidades
de referencia y de concentración para diferenciar e integrar de un
modo conveniente. En realidad, incluso la memoria de catatónicos apa-
rentemente embotados y desinteresados se revela, de vez en vez, corno
asombrosamente buena, cuando durante una remisión refieren detalles
de los cuales no parecían darse la menor cuenta.

C. ALTERACIONES CUANTITATIVAS CIRCUNSCRITAS


Las alteraciones de la memoria limitadas con respecto a contenido
o a duración, en el sentido de la ausencia de recuerdos, se denominan
amnesias 4• Por lo que se refiere al defecto, pueden ser parciales o
totales. Vamos a estudiarlas clasificadas con arreglo a sus cousos :

1) Por motivos empírico-clínicosse viene estableciendo desde hace


tiempo una distinción entre trastornos de la memoria para lo reciente

4
ZEH, W.: Die Amnesien. Amnesien als Otdtumqsstiuunqeu. Thieme, Stuttgart, 1961.
Alteraciones cuantitativas 283

y trastornos de la memoria para lo remoto en el tiempo. La memoria


para lo reciente, designada también y más frecuentemente como ca-
pacidad de notación (WERNICKE), se refiere al notar y fijar, eventual-
mente también al reproducir impresiones; pero todo ello durante breves
lapsos de tiempo, minutos o segundos, mientras que la memoria para
lo remoto abarca lapsos de horas o años. De hecho, la memoria para
lo reciente se encuentra muchas veces disminuida, coincidiendo con
una memoria para lo remoto intacta o afectada de modo muy leve, lo
cual constituye uno de los síntomas más precoces y característicos
del síndrome psico-orgánico. Si éste se acentúa, la memoria para lo
remoto resulta también afectada, pero por lo regular en grado consi-
derablemente menor que la capacidad de notación. En el estadio final
y de máxima gravedad, tal diferencia puede desaparecer. La compro-
bación de una debilidad de notación generalizada, aun cuando sea
leve, posee, por tanto, en ocasiones un considerable valor diagnóstico.
Así, por ejemplo, pacientes que han trabajado con disolventes orgá-
nicos, plomo, mercurio o sustancias análogas, se quejan con frecuen-
cia de olvidar nombres de personas recientemente conocidas, núme-
ros de teléfonos, encargos, etc., de que deben anotar todo para que no
se les olvide, de que no recuerdan órdenes que se les han dado unos
momentos antes, etc. Si se les examina más atentamente, puede apre-
ciarse que recuerdan todos los detalles de su vida, hasta la infancia,
con exactitud; pero en cambio no recuerdan números o frases algunos
segundos o minutos después de habérseles dicho; tienen que hacer un
esfuerzo para retener en la memoria los detalles de un ambiente nuevo
(por ejemplo, la clínica); no consiguen aprender hasta después de
bastante tiempo los nombres de los médicos y de las enfermeras, etc.
Esto puede incluso suceder a una altura en la que no existen aún sín-
tomas corporales. El comprobar tales signos puede llevar a sospechar
la existencia de una intoxicación crónica inicial y evitar lesiones irre-
parables, si se descubre la sustancia responsable y se aparta al pa-
ciente a tiempo de su contacto.
La frecuentemente muy notable discrepancia entre la calidad de
la memoria para lo próximo y la de la memoria para . lo remoto ha
· conducido a tentativas de presentar a aquella como una función espe-
cial e incluso como una función "elemental". Sin embargo, el que
la memoria próxima no represente básicamente algo distinto de la
memoria para lo remoto lo demuestra el tránsito paulatino que se veri-
fica desde una inicial debilidad de notación, a un déficit general de
la memoria en las enf. cerebrales orgánicas, difusas y progresivas,
aun cuando la alteración mnéstica permanezca la mayoría de las
veces más acentuada con respecto a lo reciente. Más bien vemos en
284 Procesos retrospectivos

ello un paralelo con aquella regla de la patología somática general,


que afirma que las formaciones más recientemente adquiridas y más
elevadamente díferencíodcs se dañan o deterioran antes que las más
antiguas y menos diferenciadas. Pues la huella del recuerdo de un
acontecimiento reciente no solamente es más nueva que la correspon-
diente a uno antiguo, sino también, como el recuerdo mismo demuestra,
resulta, por regla general, más detallada, más correspondiente al res-
pectivo contenido y, por tanto, más diferenciada. Con su integración
en el caudal de. experiencias coincide una cierta simplificación, una
pérdida de detalles aislados. Aparte de esto, la propia integración
posee seguramente una influencia estabilizadora, conservadora, sobre
lo integrado, en este caso representado por la huella, la cual, como
parte constitutiva de una construcción más sólida y más amplia, que-
da mejor protegida por la integración. Pero esta última solo se logra
al cabo de cierto tiempo. Por tanto, las alteraciones en la debilidad
de notación han de operar más bien sobre la huella que sobre los
factores que operan en el sentido de la coherencia. Habla también
en favor de esto último el hecho de que en las alteraciones de la ca-
pacidad de notación, lo olvidado no es susceptible de ser rememora-
do por ningún truco mnemotécnico.

2. Designamos como amnesias disociativas aquellas que se han


originado y que se mantienen en virtud de una escisión y represión de
contenidos psíquicos. La amnesia se limita a lo escindido o reprimido
y a los derivados de esto, así como, en todo caso, a lo que se le ha
agregado ulteriormente. Resultan, con mucho, más afectados por este
tipo de amnesia los contenidos correspondientes a complejos. En el
caso más sencillo, como sucede en ciertas esquizofrenias, la ruptura
de la normal continuidad de la estructura de la personalidad impide
el emparejamiento entre lo que precede y lo que sigue, lo cual, hecho
consciente, es lo que constituye la esencia del recuerdo, y así las di-
versas partes aisladas que habrían de formar este último no resultan
susceptibles de ser recordadas a causa de la escisión existente entre
ellas.
_Se da entonces una sucesión más o menos rápida de cambiantes
contenidos conscientes, que se presentan en un estado tal que cada
uno de ellos no sabe acerca de los que le preceden; es decir, sin que
el yo sea capaz ulteriormente de desarrollar, a partir de ellos, secuen-
cias constantes. Lo mismo sucede, si bien de manera menos fragmenta-
ria, en casos de personalidad múltiple, en los que una personalidad
desarrollada en mayor o menor grado alterna con otra, o con otras,
sucediendo en ocasiones que no se conozcan entre sí. Si por el con-
Alteraciones cuantitativas 285

trario una primera personalidad conoce a una segunda, pero ésta a


su vez no conoce .a aquella, la segunda se halla escindida de la pri-
mera; pero la primera no solo se halla escindida de la segunda, sino
también reprimida por ella. La represión es de hecho la causa más
ampliamente frecuente, e incluso habitual de muchas amnesias que
con frecuencia carecen de importancia; pero que· a veces pueden tener-
la, y mucha, y que se confunden sin ·límites estrictos con el olvido
corriente. Ya hemos aludido anteriormente al hecho de hallarse, tanto
el recuerdo como el olvido, influidos de manera selectiva por factores
recientes de coherencia, así como por la organización general de cam-
po, y que el olvido ha de ser considerado tan útil y necesario como
el recuerdo. Pero allí donde esta selección de lo que se ha de olvidar,
selección que en conjunto es útil y adecuada, se halla interferida, está
justificado hablar de amnesias patológicas en lugar de referirnos a
un olvido normal. Como caso límite pondremos el ejemplo del "olvido"
de una molesta entrevista con una persona con la que tenemos impor-
tantes motivos para estar a bien. La entrevista desagradable es re-
primida y con ello se consigue una breve ganancia de placer; pero a
costa quizá de otra más prolongada. Resulta bastante dudoso el cali-
ficar esto último de amnesia 5• Más claramente patológico, y fuente
eventual de destacados trastornos, resulta el que la represión haga
desaparecer acontecimientos importantes o incluso sectores enteros de
vivencias dolorosas o repulsivas correspondientes a anteriores épocas
de la vida, constituyéndose así núcleos de complejos formadores de
neurosis.
Es, por último, indudable la presencia de lo patológico cuando
el sujeto se da cuenta de la existencia de la laguna amnéstica; pero
a pesar de todos sus esfuerzos es incapaz de rellenarla y aquella con-
tinúa manteniendo una alteración a través del vacío originado en
importantes sectores de la experiencia vivida. Tales sectores pueden
ser muy definidos, tanto por lo que respecta a sus contenidos como al
lapso de tiempo que abarcan, y poseen en el primer caso más bien
un significado simbólico o asociativo-representativo, como cuando· sur-
ge una amnesia respecto a palabras de una lengua extranjera a con-
cuencia de una frustración reprimida ocasionada por alguien que em-
pleaba dicho idioma, o bien una amnesia para determinados cono-
cimientos matemáticos, que se estableció a consecuencia de un trauma
sufrido en el colegio en la época en que eran explicados precisamente
tales conocimientos. Resulta, pues, que la mayoría de las amnesias

5
Acerca del olvidarse recuérdese la Psicopatología de la vida cotidiana, de FREUD,
tan amena como llena de sugerencias.
286 Procesos retrospectivos

disociativas, pequeñas o grandes, se originan a través de mecanismos


neuróticos y neurotoides, y se encuentran especialmente en el ámbito
de las neurosis. Estriban esencialmente en un perjuicio de los facto-
res de coherencia, no de las huellas. Tienen su reverso en las hiper-
mnesias circunscritas o en los sorprendentes descubrimientos de conte-
nidos olvidados que surgen espontáneamente durante el sueño y a
veces mediante ayuda de la hipnosis o en la exploración mediante
seminarcosis artificial. Tales hipermnesias circunscritas se limitan, al
menos por lo que hasta ahora sabemos, a este grupo de amnesias,
así como al siguiente; pero en este último son considerablemente más
raras.

Ejemplo 32 (R 10 234). 30 años. varón.

El paciente se halla extraordinariamente tarado con alteraciones del carácter en


forma de estados de cólera, testarudez, carencia de autocontrol y pobreza de contacto
con los demás. Desde niño era angustiable e inseguro de sí mismo. Un hermano de la
madre padecía esquizofrenia paranoide. El paciente se encapsulaba frente al medio am-
biente social, pero de cuando en cuando realizaba esfuerzos compensatorios que desem-
bocaban en fantasías hueras o bien en exageraciones irrealizables correspondientes a
una ambición profesional y cultural. Su padre, que era un alcohólico que se comportaba
frecuentemente de un modo brutal, se hizo odiar y despreciar por el paciente, el cual,
al mismo tiempo. le admiraba a causa de su energía y también por tratarse de un
excelente músico y haber regalado a su hijo algún instrumento musical con el cual
podía satisfacer en parte su necesidad de estimación. Su madre, que era una mujer de
genio vivo y que se empeñaba en querer tener siempre razón, protegía, siempre que
podía hacerlo. al hijo contra el padre, con lo cual logró que aumentase la dependencia
del paciente con respecto a ella. En su casa hubo de ser testigo de numerosas discusio-
nes desagradables. pero se reprimía y sufría íntimamente. Después de la época escolar
realizó un par de tentativas fracasadas para aprender alguna profesión, y concluyó
por realizar, sin ilusión alguna, un aprendizaje como cerrajero. Lo que sí le qustcbc
era conducir vehículos mecánicos, actividad en la que se consideraba superior. Un año
después de terminar su período de aprendizaje, fue expulsado de su lugar de trabajo
a causa de la deficiente labor que desarrollaba. Trabajó como tornero. guarda de al-
macén y ascensorista. tocaba todos los instrumentos de viento imaginables. aprendió
fragmentariamente idiomas, y se empleó por último como tranviario. primero como co-
brador. luego como conductor. Aun cuando llamaba algo la atención por su nerviosismo,
cumplía su servicio de modo satisfactorio. Un día en que el paciente se disponía a
detenerse en una parada, vio a unos 4 ó 5 metros de él y a la izquierda del tranvía.
un transeunte que llevaba sobre el hombro derecho un paquete alargado y que iba
a cruzar la vía. El paciente hizo intensamente señales acústicas, con lo cual el peatón
se asustó y comenzó a correr en la dirección que había emprendido. El paciente inten-
tó frenar, pero en lugar de apretar el pedal del freno pisó el acelerador. con lo cual
atropelló y arrastró al transeunte unos cuarenta metros, hasta que logró frenar el vehícu-
lo. Se apeó inmediatamente y se aproximó al herido, pero volvió a ocupar su puesto
de conductor. conforme a los reglamentos, en cuanto vio que otras personas se ocupa·
ban de aquel. Soltó el pedal de freno, tomó los nombres y direcciones de algunos tes-
tigos, comportándose, en suma, de una manera ordenada y correcta. Tanto durante el
Alteraciones cuantitativas 287

interrogatorio a que fue sometido aquel mismo día. como en interrogatorios ulteriores,
afirmó que no recordaba sino de un modo borroso lo sucedido desde el momento en
que atropelló al transeunte hasta que logró frenar el tranvía.
La exploración puso de manifiesto que cuando el paciente tenía dieciséis años entró
en su casa como -huésped un antiguo compañero de colegio de su madre, el cual,
cuatro años después, la dejó embarazada. La familia se deshizo y la madre contrajo
matrimonio con su seductor. El paciente no comprendió nada de lo sucedido, pero su
hermana se lo explicó un día de manera muy cruda, revelándole al mismo tiempo que
su padre, a causa de su alcoholismo, hacía años que era impotente y que por ello
la madre se había puesto en relaciones con su antiguo compañero de colegio. Precisa-
mente en aquel momento su padrastro entró en la habitación con un paquete alargado
sobre el hombro derecho. Acostumbraba muchas veces transportar objetos de aquella
manera. El paciente montó en cólera, pero haciendo un violento esfuerzo - pudo repri-
mirse. Todo su odio hacia el padre se volcó ahora sobre el padrastro, el cual había
deshonrado a su madre, mientras que comenzó a considerar a su padre de un modo
menos negativo. Durante los años siguientes tenía, de cuando en cuando, fantasías agre-
sivas contra el padrastro, que eran constantemente reprimidas, pero sólo hasta cierto
punto. Cuando se hizo conductor de tranvía imaginaba algunas veces que atrope-
llaba con su vehículo al padrastro y que le contemplaba después, muerto. Resulta,
por lo tanto, muy probable que la aparición brusca del peatón con el paquete alargado
sobre el hombro encendiese la agresividad del paciente, penosamente reprimida, des-
cargándola sobre la víctima en forma de acto fallido y seguido de una amnesia de-
terminada por complejos.
Diagnóstico: Acto fallido determinado por complejos, con amnesia, en un psicópata
angustiable-esquizoide con neurosis.

3. El grupo siguiente es difícil de caracterizar y hemos de reco-


nocer que por el momento no se halla perfectamente definido. Pode-
mos designarlo, con alguna reserva, como grupo de las amnesias
consecutivas a estados de excepción. Las reservas a que aludimos son
debidas, sobre todo, al hecho de que el término "estado de excepción"
no corresponde a un concepto claramente delimitado. Por otra parte,
no todos aquellos estados que se acostumbra .desíqncr en Psiquiatría
como "de excepción" dan lugar a este tipo de amnesias, como hemos
de ver más adelante. Tales amnesias se hallan delimitadas temporal-
mente, coincidiendo su extensión sobre poco más o menos con la del
estado de excepción, pero en todo caso no se extienden más allá de
éste. Pueden, sin embargo, no abarcar por completo el estado de ex-
cepción. Unas veces son completas; otras, parciales, y otras, alterna-
tivamente completas y parciales. En este último caso, el intervalo
correspondiente a la amnesia completa precede, por regla general,
al de amnesia parcial.
En los estados de excepción a que son consecutivas tales amne-
sias se trata, en primer término, de estados confusionales de cualquier
índole. Puede tratarse de delirios, intoxicaciones, enfermedades febri-
les, estados inmediatamente consecutivos a traumas craneanos; en

. 1
288 Procesos retrospectivos

suma, de enfermedades correspondientes a todas las variedades de la


reacción de tipo exógeno agudo. Estados crepusculares de los orígenes
más diversos, sobre todo, naturalmente (pero no exclusivamente), los
desorientados, se siguen de amnesias a ellos correspondientes. Brotes
psicóticos, no solamente esquizofrénicos, sino también de origen epi-
léptico, luético, alcohólico o vascular cerebral pueden dar lugar a
amnesias, pero no forzosamente. Puede afirmarse de manera muy su-
maria y general que cuanto más confuso y agitado se presenta el
brote, tanto más probable es que la amnesia consecutiva resulte pro-
funda y prolongada. Por otra parte, y como excepciones, se dan esta-
dos crepusculares y episodios psicóticos relativamente tranquilos
y ordenados, y que van seguidos de amnesia, por lo cual no resulta
lícito designar a tales amnesias como "posconfusionales". Aquellos
cuadros correspondientes al síndrome de la ruina de la configuración
que cursan de modo tempestuoso, tienden más bien a ir seguidos de
amnesia, pero no cabe afirmar que uno de los síntomas pertenecientes
a dicho síndrome sea la amnesia, o que esta última constituya por lo
regular manifestación concomitante de aquél. Sin embargo, el papel
desempeñado por el estado de confusión mental es lo suficientemente
notable como para ser tenido en cuenta y quizá indique que en las
amnesias pertenecientes a este grupo, y ya durante el lapso de tiempo
que dura el estado de excepción, existe una insuficiente integración
de las vivencias correspondientes al mismo, integración deficiente
con el resto de la psique que se refleja luego de un modo total o parcial
en la huella. En este último caso, y a partir de dicha integración par-
cial, sería posible el esclarecimiento ulterior del intervalo comprendido
por la amnesia. Esta explicación, sin embargo, permanece hipotética.
Aun cuando la amnesia correspondiente a un estado de excepción
puede ser completa en los primeros tiempos inmediatamente conse-
cutivos al mismo, no pocos veces resulta posible hacerla desaparecer
paso a paso en el sentido del comienzo del lapso de tiempo que
abarca, mediante determinadas ayudas terapéuticas. Estas últimas
pueden consistir en una exploración que requiere, como condición fa-
vorecedora, una necesidad de recordar. y una correspondiente tensión
de campo; en el ofrecer al paciente estímulos clave procedentes de
observaciones realizadas durante el estado de excepción y en conexión
con los cuales le sea posible rellenar sectores enteros cubiertos por la
amnesia; en la interpretación de ocurrencias que aluden a lo vivido
durante el estado de excepción; en la exploración mediante hipnosis o
seminarcosis, etc. Mas con frecuencia permanece un resto, correspon-
diente al principio del estado de excepción, que es impenetrable. Aun
cuando el escalonamiento de la amnesia en el tiempo se realiza con-
Alteraciones cuantitativas 289

forme a la regla general de corresponder su punto más profundo y


más difícil de hacer desaparecer al mencionado principio, aquella no
siempre se borra siguiendo una línea constante de avance hacia dicho
comienzo olvidado, sino que lo hace por rememoraciones parciales,
alternadas en cuanto a sucesión cronológica y que van progresiva-
mente ampliándose y confluyendo. La regresión de la amnesia puede
ya iniciarse antes de haber transcurrido por completo el estado de
excepción e incluso puede marchar de un modo paralelo a la regresión
de este último, de modo tal que las fases más tempranas, tanto del
estado de excepción como de la amnesia, pueden concluir simultá-
neamente.

4. Un tercer grupo es el representado por las amnesias retrógra-


das, las cuales proceden siempre de un trauma corporal más o menos
grave, agudo o brusco, y que son denominadas retrógradas porque
se extienden temporalmente a intervalos que preceden al punto inicial
de dicho trauma. Abarcan, por tanto, un lapso de tiempo más o menos
extenso y anterior a su causa física. Así, ciertos accidentados de cráneo
son incapaces de recordar, pese a todos sus esfuerzos, el accidente
sufrido, y esta amnesia no puede ser borrada con ninguna técnica te-
rapéutica. Los causantes de amnesias retrógradas son, casi siempre,
traumas cráneo-encefálicos acompañados de pérdida de conciencia.
Vemos, por tanto, con mucha frecuencia amnesias retrógradas des-
pués de conmociones o contusiones cerebrales, aun cuando no toda con-
moción o contusión va seguida de amnesia. Si aparece una amnesia
retrógrada, puede deducirse que por lo menos ha habido conmoción
cerebral y no muy leve; pero ha de evitarse pronosticar el grado de
los probables signos neurológicos residuales postraumáticos a partir
de la profundidad y duración de la amnesia retrógrada. Es decir, no se
puede deducir de esto último. la gravedad de la lesión cerebral no
recuperable, ya que no existe ni siquiera un paralelismo aproximado.
Dicho en otras palabras: un efecto traumático muy ligero apenas
ocasiona amnesia retrógrada; sin embargo, esta última puede seguirse
a un trauma que ocasione una lesión cerebral muy ligera o incluso a
uno que no origine lesión cerebral alguna. Sabemos asimismo de am-
nesias retrógradas consecutivas a intentos de ahorcamiento y a otras
anoxias cerebrales agudas, así como a intoxicaciones de toda índole
que han originado pérdida de conciencia. Como puede verse, volve-
mos a encontrar aquí, en parte, las mismas causas que mencionába-
mos· en el grupo de las amnesias consecutivas a estados de excep-
ción, lo cual no es de admirar, ya que la amnesia retrógrada es siem-
pre consecutiva a un estado de excepción de índole especial. Su rasgo
BJ.SH - 19
290 Procesos retrospectivos

característico no es, sin embargo, la confusión, aun cuando ésta puede


darse (mientras que en los estados de excepción del grupo segundo
no es síntoma obligado), sino la pérdida de conciencia a consecuencia
de un perjuicio de índole groseramente física o química que actúa
bruscamente sobre el cerebro. La lesión puede ser reversible o irrever-
sible. Así, pues, la comprobación de una amnesia retrógrada posee
siempre importancia con respecto a la índole y gravedad de la causa;
pero no sucede así por lo que se refiere a las secuelas.
La duración del lapso retrógrado de la amnesia es más bien breve,
de una magnitud que va desde unos pocos minutos o fracciones de
minuto hasta algunas horas. La parte anterógrada, referida al lapso
de tiempo consecutivo a la noxa, puede estar limitada a unos minu-
tos o bien prolongarse a días o semanas. No coincide en modo alguno
con la duración de la pérdida completa de conciencia, sino que
puede abarcar un lapso considerablemente mayor. De todos modos, y
una vez que se ha recuperado por completo la conciencia, el tiempo
que se cuenta a partir de esta recuperación no queda comprendido en
la amnesia. Esta puede persistir, o bien regresar de manera espontá-
nea, de un modo análogo a las del grupo anterior, y en este caso
ello sucede a partir de ambos extremos hacia el "centro", represen-
tado este último por el momento del trauma. Mas en las amnesias re-
trógradas queda casi siempre un resto irreductible en ambas partes:
la retrógrada y la anterógrada, que no es posible suprimir mediante
intervención alguna. Tiene importancia clínica el hecho de que la
amnesia pueda cubrir por completo el intervalo libre, que, como es
sabido, se da en la contusión cerebral, y así la negación por parte
del paciente de un intervalo libre después del trauma no excluye la
existencia de una contusión cerebral en favor de una conmoción
cerebral.

Ejemplo 33 (E 11 555), 44 años, varón.

Se trata de un ferroviario, sano hasta entonces, que después de haber cumplido


su jornada de trabajo en un tramo de la vía se encaminaba hacia su casa en bicicleta
y chocó, ya muy próximo a su domicilio, con una moto. A consecuencia del choque
saltó despedido por encima de esta última y fue recogido del suelo por las personas
que corrieron a socorrerle. Más adelante pudo ser demostrada radiológicamente una
fractura de cráneo en región temporal izquierda. Cuando llegó su mujer al lugar del
accidente, el paciente la reconoció, preguntándola: "Eisa, ¿dónde estoy? ¿Qué me
pasa?" También pudo reconocer al médico que le hizo las primeras curas. Este médico,
que era el suyo de cabecera, le describió como obnubilado, desorientado en espacio
y tiempo y con una afasia motriz. El paciente se encontraba confuso en la noche con-
secutiva al accidente, pero al otro día le pareció a su mujer que se encontraba más
lúcido, pues se levantó de la cama en un momento en que no se le vigilaba, pasó a
otra habitación, llamó a su mujer por su nombre y Ia pidió un vaso de noche, en el
Alteraciones cuantitativas 291
que orinó. Durante la segunda noche empeoró de tal manera su estado que hubo de
ser trasladado al hospital. Al ser dado de alta dos meses y medio después se había
repuesto considerablemente, pero mostraba aún una parálisis facial central del lado
derecho y una ligera dificultad para encontrar, al hablar, las palabras adecuadas.
Seguidamente se presentaron accesos epilépticos de tipo generalizado (no jacksonianos).
El paciente puede decir exactamente el camino que siguió en bicicleta hasta un
punto del pueblo que se halla situado algo antes del lugar en que sufrió el accidente,
pero no puede recordar en absoluto el último trozo de su camino, así como tampoco
el accidente mismo ni nada más de lo que sucedió hasta que recuperó la conciencia en el
hospital. Del último trozo de su trayecto, así como de los días transcurridos hasta volver
en sí en el hospital no conserva recuerdo alguno.
Diagnóstico: Amnesia retro-anterógrada después de contusión y conmoción cerebral
con fractura de cráneo. Epilepsia traumática. Parálisis facial de tipo central. Afasia
residual.

No poseemos una explicación de la amnesia retrógrada. Cabe la


hipótesis de que las alteraciones cerebrales originadas por efecto de
la violencia sufrida correspondan a un campo que haya sido trastor-
nado por ésta de un modo tal, que sus procesos correspondientes
permanezcan inconscientes y que tampoco más adelante puedan co-
nectarse a lo consciente o se conecten de una manera limitada. Por
otra parte podemos imaginar la organización de las huellas de una
forma tal que su ordenación espacial corresponda a la temporal desde
un punto de vista configurativo; es decir, de una manera tal que las
huellas de procesos próximos en el tiempo se hallen también próximas
unas de otras espacialmente. Así, cuando por efecto directo de la
violencia del trauma, o bien de los procesos de excitación cerebral
por él desencadenados, se ocasione un perjuicio de la mencionada
índole en el lugar de las huellas correspondientes al suceso, perjuicio
que dadas una cierta intensidad y una cierta brusquedad del efecto
del trauma, se extiende (quizá en el sentido de la diasquisis), resul-
tarían afectadas primeramente aquellas huellas que se hallan pró-
ximas en el tiempo, y según nuestra hipótesis isomórfica, también en
el espacio, sin diferencia de la dirección en ambos. Así se verían
afectadas tanto las huellas de sucesos precedentes como las de su-
cesos siguientes al episodio traumatizante, siendo excluidas del mismo
modo de lo consciente. En esto, desde luego, se trata de una mera
hipótesis.

5. Las amnesias cerebrales focales consisten en fallos de una ca-


pacidad adquirida de orden superior los cuales dependen de lesiones
cerebrales circunscritas y relativamente específicas en cuanto a locali-
zación. Se manifiestan, naturalmente, no solo a través de dichos fallos,
sino también a través de la reestructuración de las capacidades res-
292 Procesos retrospectivos

tantes, como es de esperar dada la organización del campo. El fallo


puede afectar a veces más bien a los rendimientos correspondientes
a las funciones, en cierto modo pasivas, del reconocer, captar y or-
denar, hablándose entonces de la existencia de agnosias. Si el tras-
torno afecta al uso del lenguaje (sonidos, palabras o frases), lo cali-
ficamos de afasia, y en caso que se trate de una falta de reconocimien-
to de tales formaciones, es decir, de una agnosia referida a la esfera
del lenguaje, hablamos de una afasia sensorial. O bien el fallo puede
perjudicar más bien al empleo, a la combinación con arreglo a finali-
dad o al uso con sentido de rendimientos motores de índole superior,
calificándose entonces de apraxia. Se denomina afasia motriz a una
apraxia de los rendimientos activos del lenguaje (también se la deno-
mina afasia "cortical"), y tal denominación se emplea asimismo para
designar alteraciones de los movimientos del lenguaje determinados
de un modo cerebral focal, alteraciones que son en realidad disar-
trias (las llamadas afasias motrices "subcorticales", de las cuales
trataremos más adelante). La diferencia entre agnosia y apraxia, afasia
sensorial y afasia motriz no es muy estricta, pese a todos los esfuerzos
de los antiguos teorizantes acerca de estas cuestiones, los cuales se
inclinaban a reconocer para cada rendimiento un correspondiente apa-
rato neuro-anatómico. De hecho no ha podido demostrarse ni anató-
mica, ni funcionalmente, tal multiplicidad de supuestos aparatos y
centros, que debe ser sustituída por la admisión de diversos "planos"
de integración y diferenciación configurativa, tal como ha indicado
W. R. Hsss con respecto a funciones más sencillas. Desde el punto
de vista clínico, un caso aislado puede incluirse ya entre las agnosias,
ya entre las apraxias, según el predominio de los componentes próxí-
cos o de los gnósticos; pero siempre se advierte que ambos compo-
nentes se hallan representados, si bien en diversa proporción. Ya que
entre percepción y movimiento existe en general, y en un cierto sen-
tido, una relación de identidad, puesto que la una no puede darse sin
el otro y ambos ejercen entre sí un efecto mutuo, como ha mostrado
detalladamente VoN WEIZSACKER 6, no es de asombrar lo prácticamente
inseparables que resultan la agnosia y la apraxia.
Las agnosias más graves nos ofrecen probablemente uno de los
pocos ejemplos de sensaciones casi puras que en general conocemos.
Pero tampoco aquí adquiere apenas realidad esta abstracción de la
Psicología. En la agnosia óptica, los contenidos de la esfera visual

6
V. WEIZSAECKER, V.: Der Gestaltkreis, 3.ª ed. Thieme, Stuttgart, 1947. los razo-
namientos, algo complicados, deben ser leídos en el original. (Edición esp.: Ed. Morata.
Madrid, 1963.)
Alteraciones cuantitativas 293

suponen para el paciente más bien contornos, superficies y colores,


luces y sombras, que "cosas" dotadas de realidad; con frecuencia no
destacan bien entre sí, carecen de definición clara y patente y de
relación neta con lo que se halla próximo a ellas en el. espacio
óptico, así como de "lugar" dentro del ámbito de vivencia individual.
Entre taels vivencias, organizadas de modo débil y hábil, semejantes
a la sensación, y las claramente captadas y fuertemente organizadas
del sujeto sano existen, de acuerdo con la índole y gravedad de la
lesión, todo género de transiciones y sus circunstancias varían de
manera considerable, según las condiciones momentáneas del campo
y el estado de fatiga del sujeto examinado. Los rendimientos se ase-
mejan por completo a los de la percepción psicológicamente normal y
realizada bajo condiciones difíciles (por ejemplo, a gran distancia vi-
sual, o cuando se trata de un objeto muy pequeño, o bien bajo una
iluminación escasa o en la visión periférica). E. BAY 7 ha mostrado
que examinando detenidamente todos los casos de agnosia óptica es-
tudiados por él se podía comprobar la presencie . de fallos sensoriales
fisiológicos, los cuales dependían de lesiones del lóbulo occipital en
la región de la cisura calcarina. Los fallos indicaban también, por lo
regular, que las vías ópticas o sus proyecciones se hallaban afectadas.
A base de sus investigaciones en afásicos motrices, teniendo sobre
todo en cuenta la coincidencia aproximada de los lugares lesionados
con la zona de corteza cerebral responsable de los movimientos del
lenguaje (porción más inferior de la región central anterior), BAY llega
a una conclusión idéntica a la defendida por MARIE frente a la clásica
doctrina de BROCA; es decir, que en la afasia motriz se trata de una
disartria, de una alteración instrumental del extremo central del apa-
rato del lenguaje. Mientras que BAY otorga a la afasia sensorial, la
cual corresponde propiamente a algo análogo a lo que es la agnosia
óptica en la esfera visual, un lugar aparte, CoNRAD ha mostrado, a
partir de estudios localizatorios en lesionados cerebrales, la posibili-
dad de que en la afasia sensorial, al igual que lo que sucede en la
agnosia óptica, se trate de una interrupción de vías importantes des-
tinadas a conectar el campo de proyección acústico y las vecinas
zonas corticales. El matiz propio de cada caso depende de la situación
e importancia de dicha interrupción. Las diversas cuestiones neuroló-
gicas que se plantean se hallan en plena discusión y no hemos de
entrar aquí en ellas más detalladamente. Mas lo que parece deducirse

7
BAY, E. y LAUENSTEIN, O.: Zum Problem der optischen Agnosie. "Deutsche Zeit-
schrift f. Nervenheilkunde", tomo 158 (1948), pp. 107-210. B.11.Y, E.: Lokalisationsfragen
bei Hirnverletzten. "Deutsche Zeitschrift f. Nervenheilkunde", t. 158 (i948), pp. 299-321,
294 Procesos retrospectivos

de numerosas y coincidentes investigaciones modernas es que las


agnosias y las afasias no se originan por el fallo de determinados
centros supraordenados a las vías sensoriales y motrices, los cuales
contendrían un caudal de imágenes ópticas, sonoras y motrices, sino
que representan los efectos de perjuicios no demasiado masivos en casi
cualquier parte del aparato sensomotor, incluso sus ramificaciones
· corticales, perjuicios que no conducen solamente a fallos aislados, sino
a cambios en la función, estructura y configuración de los rendimien-
tos sensomotores y de sus sµstratos.
Constituye mérito especial de K. CoNRAD el haber esclarecido el
mencionado cambio de configuración y de estructura a través de una
larga serie de minuciosas investigaciones de las más diversas formas
clínicas de afasia, comparándolas además con resultados obtenidos
en sujetos normales mediante métodos psicológico-experimentales.
Aquí no hemos de tratar muy ampliamente acerca de las diversas
formas de afasia, ya que en gran parte han perdido la importancia que
se les otorgaba anteriormente, y nos limitaremos a la diferenciación
entre la afasia predominantemente motriz y la predominantemente
sensorial, entre afasia "cortical" y afasia "subcortical". El afásico sen-
sorial oye, como muestra claramente su comportamiento, pero capta
aquello que oye de modo más o menos imperfecto, y esta imperfec-
ción llega al máximo con respecto al lenguaje, dada su mucha mayor
complejidad y su referencia no inmediata. Lo que alcanza a captar se
podría comparar más bien con lo que se logra oír cuando se escuchan
voces algo alejadas o un idioma extranjero que no dominamos sino
parcialmente. Tenemos entonces impresiones acústicas y en ellas des-
tacan quizá más claramente determinadas palabras o frases; pero
nos es difícil reunirlas para constituir un todo, y por ello se nos escapa
el sentido del conjunto y nos hemos de contentar con sospecharlo o
adivinarlo. Sin embargo, en medio de lo oído de un modo difuso, se
puede advertir la inquietud, el empeño para diferenciar las diversas
partes e integrarlas en frases coherentes. Permanece preconfigurado,
no definitivo, íntimamente cargado y tenso, como el propio estado
íntimo del que está escuchando sin entender, estado que no se rompe
sino de cuando en cuando al lograr una configuración definitiva algo
de lo que se escucha. Ya que el enfermo no capta lo que se le dice,
sino de una manera preconfigurada, protopática, la reproducción ha-
blada o escrita (al dictado) se halla también alterada. El lenguaje
espontáneo muestra errores y desfiguraciones (parafasias) más o me-
nos importantes, y en algunos casos graves puede hasta llegar a trans-
formarse en una jerga ininteligible. Para la total comprensión de lo
hablado son necesarias dos actividades, las cuales, desde luego, se
hallan compenetradas entre sí; pero pueden alterarse por separado,
como muestra la experiencia. Una de ellas consiste en la captación
del contenido significativo de lo hablado; es decir, en la actividad de
comprender propiamente dicha, o sencillamente, en el comprender.
Resulta evidentemente necesaria asimismo para la comprensión de lo
escrito; es decir, de lo ópticamente presentado, también para la com-
prensión de lo táctil, etc., es decir, resulta independiente de la moda-
lidad sensorial en cuestión y representa, por tanto, una capacidad
más nuclear, más central. Si se halla alterada, lo cual se muestra más
claramente en la incapacidad parcial o total de leer (alexia), se acos-
tumbra hablar de una afasia sensorial cortical. La segunda capacidad
esencial consiste en la captación de la configuración acústica; es decir,
en el oír y en el oír de modo tal que lo oído se convierta en portador
de una significación más o menos clara. Se trata de una capacidad
de índole evidentemente más periférica, dependiente del sentido del
oído. Su alteración, con capacidad de lectura conservada, se cclíñco.">
corrientemente en clínica como afasia sensorial subcortical. Las deno-
minaciones de "cortical" y de "subcortical" se basan en la hipotética
representación, apenas defendible hoy en día, de que existen "cen-
tros" situados subcorticalmente para "imágenes de sonidos de pala-
bras", o bien (en caso de afasia motriz) para "imágenes de movimien-
tos de palabras", los cuales se hallarían afectados en la afasia senso-
rial o motriz "subcortical". Las vías de conexión de tales "centros"
entre sí y con las regiones cerebrales vecinas discurrirían por la cor-
teza cerebral. Así, pues, en caso de una lesión cortical, no resulta-
rían solamente afectados los "centros" subcortiacles, sino también las
vías de conexión corticales. El fallo habría de extenderse espacial y
funcionalmente a los territorios vecinos a los "centros".
CoNRAD no solamente ha esclarecido mediante análisis psicológi-
cos la significación de los cuadros clínicos de afasia, sino también en
gran parte los problemas localizatorios a que hemos aludido. El asien-
to de la lesión en la . afasia sensorial, y según la clásica doctrina de
WERNICKE, cuya validez es puesta actualmente en tela de juicio, se
hallaría en el "centro" que lleva el nombre de dicho autor, situado
en la circonvolución temporal superior del hemisferio dominante; es
decir, en el izquierdo en los diestros y en el derecho en los zurdos.
Las investigaciones realizadas por CoNRAD en 28 casos durante la se-
gunda guerra mundial mostraron, sin embargo, que la inmensa ma-
yoría de las lesiones se concentraban en un reducido espacio, el cual
abarcaba desde luego el centro de WERNICKE; es decir, la parte pos-
terior de la circunvolución temporal superior; pero también el "gyrus
supramarginalis" y el "gyrus angularis", vecinos de dicha área (ccm-
pos 7a y b, 19 y 22 de BRODMANN-VOGT). El territorio en cuestión tiene
en común el constituir el área de proyección del sistema acústico (cir-
cunvolución de HESCHL). Dentro de este área, y según CoNRAD, "una
lesión que aisle el campo de proyección del sistema total tiene forzo-
samente por consecuencia un descenso del óptimum epicrítico del ren-
dimiento sensorial al precedente nivel protopático". Por otra parte, y
según que la lesión opere sobre el campo de proyección de un modo
más bien destructivo o más bien aislante, resultarán perjudicadas ya
la propia captación de las configuraciones acústicas, ya la del signi-
ficado de sus contenidos.

Ejemplo 34, 34 años, varón.


(Tomado de CoNRAD, K.: Strukturanalysen hirnpathologischer Falle. VII Mitteilung.
Über Gestalt und Funktionswandel bei der sensorischen Aphasie. "Arch. fur Psychiatrie
und Zeitschrift für Neurologie", tomo 181 (1949), pp. 53-92.)
Una herida de bala al lado izquierdo del cráneo ha dejado una lesión del tamaño
de una judía, con tejido de granulación, a dos traveses de dedo por encima de la
implantación de la oreja. Junto a los trastornos afásicos existía una ligera hemiparesia
del lado derecho.
En lo que sigue, las preguntas y aclaraciones del examinador van entre paréntesis.
Las manifestaciones del paciente, entre comillas. "C" significa reproducción correcta;
"R", repetición.
Lenguaje espontáneo; (¿Cómova eso del hablar?) "¿Con el hablar? Pues no va mal..."
(¿Cómoes eso?) "Tengo la impresión como si tuviese ahí todo junto... , leer en el perló-
dico , colocar junta una frase ... , junta ... , pero la forma de la frase y muchas pala·
bras , no las puedo escribir todavía." ("No sabe usted cómo se escriben?) "No, en·
tonces no tengo palabras." Llama la atención cómo vacila el paciente para terminar la
frase. Cuando habla sin intentar escucharse a sí mismo y sin pensar en cómo lo hace,
lo realiza mejor.
Consigue hablar bien cuando se trata de series: números, días de la semana y
meses, siempre que comprenda la tarea que se le exige. Realiza en cambio mal la
repetición de sílabas y sonidos sin sentido. Si no consigue captar los sonidos a la
primera vez, son precisas varias repeticiones y con frecuencia no llega a conseguirlo.
<Mosca.)"Sí, una mosca... " (Rosca.) "Ros... ", se para y se pone inquieto. "No está aún
ahí." Intenta de nuevo: "Ros... ", se encoge de hombros, "ahora se ha ido del todo."
(¿Qué significa?) "Algo de herramienta, de motor." (R) "Rosca." (Roscón.) (C). En la
mayoría de los casos se advierte que al oir una palabra que posea un sentido, no hay
una comprensión clara de este último, pero tampoco falta por completo toda compren·
sión del mismo. Lo que surge es más bien un vago "complejo de significado", difuso,
poco claro, poco definido, una especie de categoría amplia a la que corresponde de
algÚn modo la figura sonora que se ha oído, categoría de la cual es diferenciada de
nuevo esta Última, en el mejor de los casos. Así, en las tentativas de repetir la siguiente
frase: (Cantamos con gusto una canción.) "Los niños puegan ... hm... , los niños cantan."
La frase contiene, en su "atmósfera", algo referible a niños que juegan, y a partir de
ella consigue el paciente aproximarse a la palabra clave "cantar", pero no al sustcm-
tivo "canción", implícito en la palabra "cantar". Si se prosiguen las tentativas de re·
petición de la misma frase, el resultado más bien tiende a empeorar; surge una satu-
ración con fallo del rendimiento. La repetición de palabras sin un significado suscep-
Alteraciones cuantitativas 297

tible de. ser reconocido por el paciente (así. por ejemplo, palabras de un idioma ex·
tranjero) es prácticamente imposible, si se exceptúa el ritmo de las vocales. Incluso
este último cambia de una repetición a otra y muestra así la típica fluctuación de la
estructura preconfigurativa.
Por lo que respecta a la función del pensar, el paciente es casi incapaz de dar
definiciones claras. Demuestra, sin embargo, mediante la inclusión de la palabra exí-
gida dentro de un conjunto dotado de sentido, que ha comprendido correctamente. (Va-
lentía.) "Por ejemplo, cuando se está en una piscina y se salta de un trampolín de
10 metros... se salta al agua ... tiene valentía." Logra realizar sencillas operaciones
aritméticas, leer cifras, hallar contrarios.
La lectura se hace con lentitud, por palabras en lugar de por frases, con moví-
mientas de la boca exagerados y forzados, tal como se lee un idioma extranjero que
se conoce mal.
Escritura: Logra escribir a su mujer breves cartas, pero en las que surgen con
frecuencia parafasias.
En conjunto, la comprensión del lenguaje hablado se manifiesta como lo que se
halla más perjudicado. Mientras que normalmente la configuración acústica y el signi·
ficado de lo en ella contenido se condicionan mutuamente, la captación de configura·
dones acústicas se halla aquí dificultada, el umbral de saturación se muestra en las
repeticiones como elevado, la capacidad de rendimiento es anormalmente lábil. Llama la
atención la tendencia a quedar adherido a lo "atmosférico", a lo afectivamente evoca·
do, a lo situado dentro del ámbito de significación de lo que se busca, así como el
destacar la estructura formada por las vocales y también el ritmo. Todo ello habla
claramente en favor de tratarse de un proceso caracterizado por lo concreto y fisiog·
nómico, a través del cual tan sólo de cuando en cuando se consigue configurar la palabra
exacta. El campo correspondiente fluctúa y tiende en ocasiones a desintegrarse. El len·
guaje va así formándose como a empujones, pero raras veces llega al logro de una
configuración acabada, dando lugar en el sujeto a una intensa carga afectiva, la cual
contiene potencialmentemás de lo que correspondería de un modo inmediato al sentido
de lo que se propone expresar. Dicho en otras palabras: todo permanece en un estadio
preconfigurativo.

Diagnóstico: Afasia predominantemente sensorial "cortical" después de un tiro en


la cabeza.

En la afasia motriz las cosas transcurren en cierto modo de manera


diametralmente opuesta a lo que sucede en la sensorial. La compren-
sión del lenguaje se halla relativamente poco alterada, y en cambio,
sí que se halla alterada de modo más o menos intenso la capacidad
de expresión verbal, y en primertérmino el lenguaje espontáneo. La
repetición de palabras o frases, la lectura en alta voz y el decir series
se hallan también alterados. Sometidos al efecto de una intensa presión
afectiva, los pacientes son a veces capaces de pronunciar breves fra-
ses;· pero éstas asumen por lo general el típico estilo telegráfico, en
el cual se conservan los sustantivos y los verbos, pero descuidando
la conjugación y los vocablos intermedios. Tal lenguaje basta estric-
tamente para transmitir lo esencial de lo que se desea comunicar. A
estos síntomas típicos de la afasia "subcortical" se asocian en la afasia
298 Procesos retrospectivos

motriz "cortical" alteraciones de la escritura espontánea y de la escri-


tura al dictado, mientras que se logra mejor el copiar; es decir, la
escritura bajo control óptico. Al igual que en la afasia sensorial, se dan
también parafasias, y también frecuentemente apraxias y alteraciones
de la lectura.
El análisis psicológico del rendimiento representado por el lengua-
je motriz, activo (análisis en el que no vamos a adentrarnos), muestra
que también aquí se trata, al igual de lo que sucede en la comprensión
del lenguaje, de dos fases que se compenetran. La primera estriba en
"el desarrollo a partir del contenido ideativo preverbal hasta la pala-
bra o frase susceptible de ser verbalizada (verbalización)"; la segunda
consiste en "el rendimiento motriz propiamente dicho que el lenguaje
supone (motórica del lenguaje)" (CONRlID). Si el desarrollo configura-
tivo del contenido que ha de ser verbalmente expresado permanece,
durante la fase de verbalización, atascado en la etapa preconfigura-
tiva, surge el cuadro de la afasia motriz cortical. Si lo afectado es
por el contrario tan solo la configuración quinética de la motórica
del lenguaje, el cuadro que se manifiesta es el de una afasia motriz
subcortical. Según la doctrina de BROCA, a la que ha de referirse la
creación del discutido concepto de afasia motriz, el asiento de las le-
siones responsables se hallaría en la porción posterior de la tercera
circunvolución frontal y en las zonas de la segunda vecinas a aquella,
así como en la circunvolución central anterior del hemisferio domi-
nante.
La localización últimamente mencionada coincide por completo
con la hallada por P. MARIE y por BAY. CoNRAD 8 ha comprobado, basán-
dose en un material mucho más amplio y con focos operatoriamente
localizados (50 afasias motrices subcorticales y 51 corticales), que todas
las lesiones cerebrales que afectan la región motriz izquierda (campos
4 y 6 de BRODMAN) provocan en los sujetos diestros trastornos del len-
guaje y, coincidiendo con BAY, ha hallado que la esencia de la afasia
motriz subcortical estriba tan solo en los trastornos de los movimientos
del lenguaje; es decir, en una disartria. Las lesiones no predominaban
en modo alguno en el pie de la circunvolución central anterior, el clá-
sico centro de BROCA y sus alrededores, a partir del cual se pueden
provocar experimentalmente, mediante estímulo, movimientos del apa-
rato de la fonación. De tales investigaciones habría de deducirse más
bien que la motórica del lenguaje, la cual supone uno de los más su-

8
CoNRAD, K.: Strukturanalysen hirnpathologischer Eiille, IV Mitteilung. Übet sub­
cotticcle motorische Aphasie. "Archiv f. Psychiatrie u. Zeitschrift f. Neurologie", t. 118/
180 (1948). Idem: Strukturanalysen hirnpathologischer FéiIIe. V Mitteilung. Über die
Btoca'sche Aphasie. "Deutsche Zeitschrift f. Nervenheilkunde", t. 159 (1948).
Alteraciones cuantitativas 299

tiles rendimientos motrices del organismo, puede ser prácticamente


alterada a partir de toda la región motora cortical. La mayoría de
las veces, dada su índole rápidamente pasajera, la afasia motriz sub-
cortical semeja más bien un fenómeno de diasquisis (ver MoNAKOW).
La afasia motriz cortical, que por el contrario es la _mayoría de las
veces duradera, se establece tan solo por lesiones o destrucciones, no
regresibles, de grandes masas de sustancia cerebral, dentro igual-
mente de la totalidad de la región motriz. Ni en la forma cortical, ni
en la subcortícl, pudo encontrar CoNRAD una preferencia de las lesio-
nes por la zona de - BROCA; pero la acción destructiva sobre la función
del lenguaje parecía ser tanto más acentuada cuanto más próximo
de la cisura de Silvio se hallaba el foco.

Ejemplo 35 (W 1106), 49 años, varón:

El paciente volvió a Suiza después de unos veinte años de servicie en la Legión


extranjera, reanudó su trabajo como obrero metalúrgico y se casó en 1946. Desde hace
dos años, y según la mujer del paciente, este ha comenzado a presentar intensos cam-
bios psíquicos: miente mucho, se gasta todo su dinero en bebida o con mujeres, pega
a su mujer sin motivo y sin que haya habido antes discusión alguna, se levanta de
pronto de la cama hacia la medianoche y comienza a dar vueltas por toda la casa,
se muestra sexualmente frío con respecto a su esposa. Fue ingresado en el año 1948
en el hospital porque desde hace unos diez días se queja de dolores en la frente, los
cuales van en aumento.
El hígado es algo doloroso a la palpación. La marcha y la postura erecta algo vaci-
lantes. La exploración de los reflejos no muestra más hallazgo que un Babinski posí-
tivo al lado derecho. La musculatura de las pantorrillas se muestra muy sensible a la
presión. El Romberg y la marcha a lo largo de una línea recta son negativos. En la
prueba dedo-dedo se desvía constantemente. Prueba dedo-nariz, normal. Al parecer
existe una hipoestesia e hipoalgesia de todo el lado derecho del cuerpo, con sensibilidad
profunda normal, pero las indicaciones del paciente son algo inseguras. El Wassermann
en sangre y l. c. r. es negativo.
Lenguaje espontáneo: El paciente se expresa, ya por medio de frases cortas pri-
mitivas, infantiles o con parafasias (por ejemplo: "santo" en lugar de "sano", "monos"
en lugar de "menos"), o bien a través de una jergafasia incomprensible, mezclando el
francés y el alemán. Se halla orientado autopsíquicamente y con respecto a la situa-
ción, mientras que la orientación en cuanto a lugar y tiempo le supone al principio
ciertas dificultades. Al hablar se señala frecuentemente la parte izquierda de la frente
y la sien del mismo lado. -
No puede nombrar algunos objetos que le son presentados, tales como un lápiz,
una goma de borrar, una regla, etc. (Se le presentan unas gafas.) "Una cosa para
taparme", al tiempo que se pone las manos ante los ojos. Se le presentan luego varias
palabras escritas, entre las cuales lee correctamente el vocablo "gafas". En esta pe-
queña prueba resulta evidente que lo importante es la aparición concreta del objeto
"gafas", y no su función propiamente dicha. Puede, asimismo, señalar otros objetos, así
como sus denominaciones escritas, cuando se le ordena hacerlo. A veces persevera in-
tensamente. Así, por ejemplo, se le reconoce a las once y media y dice que tiene
hambre y continúa insistiendo en el tema "comer", aun cuando no venga en absoluto
300 Procesos retrospectivos

a propósito con lo que se está hablando. Se le muestra un dibujo que representa una
ardilla y dice: "Una "bete" a la que se deja correr ... , bonito bicho, buen bicho... , es
un bicho que vq: por ahí y compra comida." (¿Qué comida?} "Esta" (señala unas piñas}.

Series verbales: "Hoy es sábado, samedi cpres le dernier [our", señala después
una moneda de medio franco para indicar que el sábado no se trabaja más que medio
día, y luego prosigue: "Hoy es domingo y mañana es día de fiesta". La serie (referida
en este caso a los días de la semana} está, por lo tanto, esencialmente conservada,
paro hay conceptos coincidentes que son separados entre sí. por ejemplo, "sábado"=
último día laborable y al mismo tiempo primer día libre después del trabajo, es decir,
después del último día laborable; y "domingo", día también festivo. Persevera, por lo
tanto, en el "hoy". Se manifiesta así un claro trastorno de la integración.
La repetición de palabras y frases y la lectura solo son posibles mediante numero-
sas parafasias. Al leer es invertido con frecuencia el orden de las vocales. Llama la
atención el contraste con el caso anterior, en el que se hallaba relativamente conser-
vado dicho orden. Esta conservación del orden de las vocales fue observada ya por
CoNRAD en sus investigaciones. En los experimentos con sujetos normales. las vocales
se muestran como más pregnantes y persistentes en la imagen acústica; las consonantes.
en cambio, en la Óptica.
Los rendimientos intelectuales se hallan relativamente bien conservados, pero mues-
tran una muy intensa concretización, como se advierte cuando . el paciente, durante una
prueba parcial, señala la pieza de medio franco. Las adiciones, en cambio, sólo son
correctamente realizadas cuando se trata de números comprendidos entre el 1 y el 1 O.
El paciente sabe arreglárselas bastante bien cuando no da con la denominación excreto
de un objeto. Así, ante el mencionado dibujo de la ardilla, dice: "Este es un animal,
es uno donde se levanta y se echa. Es un bicho "sacilla", pero bueno (quiere decir
"sencillo"}, no sé de momento cómo se llama." Con él "se levanta y se echa" alude
a los saltos de la ardilla. Al igual de lo que sucedía con respecto a las gafas. es
captado lo más notable de la imagen correspondiente y fijado en una esfera vaga.
El paciente no deja de insistir en diferenciar más exactamente entre aquelio que busca
y algo que aún no se siente seguro de tener y que se halla verbalmente informe.
Por vías de aproximación logra de cuando en cuando la solución exacta. Así. por
ejemplo. ha nacido el 31 de agosto de 1899. Dice primero el año correctamente y des-
pues: "39, 29, no, 31. aoUt." Persevera, pues, en la cifra 9, que corresponde al año de
su nacimiento, y la confabula con la del día del mismo. Como no existe un mes que
tenga 39 días, rechaza el resultado y, continuando en la perseveraci6n del 9, rebaja
la cifra a 29, la cual se ajusta más a los días del mes. Así consigue aproximarse a la
fecha exacta y no precisa ya sino de una pequeña corrección para lograrla. con lo cual
se da visiblemente por satisfecho. En todo ello puede claramente advertirse como avan-
za el proceso que conduce desde la preconfiguración hasta la configuración definitiva.
La escritura al dictado es lograda tan solo con numerosos errores y con los ya
mencionados cambios en el orden de vocales. Las letras iniciales y finales las coloca,
en general. correctamente, añadiendo muchas veces una terminación francesa en "e",
así. por ejemplo: "rele" por "regla". Los contornos generales de la palabra y el ritmo
silábico permanecen relativamente conservados, pero el interior del vocablo permanece
difuso y vago. Lo mismo se advierte cuando el paciente quiere decir el nombre de su
pueblo: Seuzach. Después de vanas tentativas para pronunciarlo, echa mano de la
pluma y escribe, una tras otra, las palabras: "Seudig", "Seudeich", y finalmente,
"Seuzach".

En suma, se muestran de nuevo todos los rasgos correspondientes a una preconfigura-


cíón o a un cambio protopático de la configuración, tales como alteraciones de los actos
Alucinaciones mnémicas 301

de diferenciar e integrar (como se advierte en la confusión que establece el paciente


entre los atributos de los días de la semana), relativa firmeza de los contornos con
difuminación y vaguedad del interior, carencia de aspecto definitivo e impulso a con-
figurar propios de la preéonfiguración.

Diagnóstico: .. Afasia predominantemente motriz (cortical) con síndrome psícorqóníco.


motivada por un probable foco hemorrágico frontotemporal izquierdo en alcoholismo
crónico.

D. FALSEAMIENTO DE LA MEMORIA
ILUSIONES MNEMICAS.­Los errores y falseamientos que afectan
a los procesos referidos al pasado no se diferencian esencialmente de
aquellos que equivocan a los procesos referidos al presente y que nos
son ya conocidos a través de lo dicho en páginas anteriores. Unas
veces se trata de ilusiones de la memoria, en las cuales un recuerdo
objetivamente válido es convertido, de un modo ilusorio, en punto de
partida de una construcción a base de representaciones y referida al
pasado, sin que corresponda a hecho alguno en realidad sucedido. La
creencia en tal representación es idéntica a la que se tiene en una
ilusión presente. La psicología del testimonio, estudiada especialmente
por W. STERN, así como la amplia experiencia lograda a través de la
Medicina forense, ofrecen a este respecto interesantes ejemplos, almos-
trar cómo determinados testigos se hallan dispuestos a jurar la exac-
titud de ciertos hechos, de la cual se hallan firmemente convencidos,
hechos que tan solo en una mínima parte coinciden con la realidad.
Un caso límite, por lo demás inocente, se halla representado por
aquellos relatos propios de cazadores y pescadores acerca de sus ha-
zañas, y en los cuales el tamaño de la pieza cobrada aumenta cada
vez que se repite la historia.

ALUCINACIONES MNEMICAS.-Las alucionaciones de la memoria,


próximamente emporentcdcs con las anteriores, se diferencian de es-
tas últimas tan solo por carecer de todo fundamento objetivg, Lo aluci-
nado se conjuga en pretérito y como tal es vivido como ciet1(?. No pre-
cisa hallarse dotado de atributos sensoriales, como sucedé con las
alucinaciones presentes, sino que puede poseer el mismo carácter de
representación que otros recuerdos auténticos. La esquizofrenia y di-
versas enfermedades cerebrales orgánicas difusas muestran de vez
en vez tales alucinaciones mnémicas. Pero su campo más típico y
adecuado para que florezcan es el de la seudología fantástica (en
el cual se dan asimismo las ilusiones de la memoria); es decir, aquella
302 Procesos retrospectivos

forma de psicopatía propia de embusteros y estafadores patológicos


que se hallan convencidos de sus propios embustes.
El seudólogo constitucional refiere falsas historias acerca de sí
mismo, pero cuando esto hace evita exceder la frontera de lo a todas
luces absurdo, y las narra de manera tanto más convincente para los
que le escuchan por no albergar él mismo duda alguna acerca de su
veracidad.
Raras veces, pues, tiene ello una finalidad distinta a la de lograr
atención, y consideración incluso, para el narrador, como partícipe de
sucesos altamente interesantes-por lo menos hasta que tal participa-
ción se demuestra como falsa. Se inventan a montones aventuras, his-
toiras de amor, de éxitos o también de fracasos, hazañas de toda índo-
le, en las cuales ni una sola palabra es cierta, y que, sin embargo, no
son vulgares embustes. El narrador vive, al modo de un niño, la alu-
cinada realidad de lo que cuenta, y como un niño también olvida rec-
tificarlo justificadamente, aun cuando le sería posible hacer un simu-
lacro de rectificación, dadas sus dotes intelectuales. Pues el carácter
totalmente alucinatorio de la alucinación mnémica no perdura apenas
más allá del lapso de tiempo invertido en el narrar y el de ser es-
cuchado.
En grado más débil puede persistir algo más. Si se le pregunta, sin
embargo, al seudólogo por qué al menos no se ha preocupado de
rectificar más tarde sus injustificadas afirmaciones, no sabe dar res-
puesta alguna, o ésta es insuficiente y nacida de la propia perpleji-
dad. Podría haberlo hecho, afirma; pero no creía haber hecho "nada
malo"; no creía que se le tomaría en serio, que lo que dijo aca-
rrearía consecuencias, o no se atrevió a rectificar, o bien lo creía él
mismo a medias, etc. (véase el ejemplo 17, pág. 211).
Una especial y característica modalidad. de las ilusiones y alucina-
ciones de la memoria son las confabulaciones mnémicas o seudorre-
cuerdos confabulatorios de los pacientes con lesiones cerebrales difusas
y con lagunas de la memoria, las cuales rellenan de buena fe con
ayuda de los mencionados falseamientos mnémicos. Unas veces se
trata de lagunas en los conocimientos generales, que se colman en
los interrogatorios o en los exámenes por medio de "tests" con res-
puestas manifiestamente inexactas, incluso absurdas y dadas más o
menos en serio, si bien a veces con un ligero sentimiento de insuficien-
cia por parte del enfermo. En otras ocasiones se trata de sectores ente-
ros de la propia historia personal, que son involuntariamente comple-
tados o falseados de este modo; al realizar la anamnesis, el paciente
se va desviando insensiblemente y añade a lo que es auténtico mu-
chas otras cosas que no tienen nada que ver con la verdad. Ya que
Alucinaciones mnémicas 303

tales confabulaciones no suelen llamar siempre la atención por lo


absurdas, sino que se pueden hallar· basadas en prosaicas posibilida-
des, suponen peligrosos escollos en el establecimiento de anamnesis
de enfermos cerebrales, sobre todo en los más viejos. Dada su índole,
las confabulaciones del pensamiento, de las que nos hemos ocupado
en páginas anteriores, son equiparables a las ilusiones y alucinaciones
de la memoria, por lo que respecta al carácter alucinatorio o ilusorio
de su referencia al pasado.

Ejemplo 36 (E 11 803), 13 años, varón.

El padre del paciente padecía parálisis progresiva. La anamnesis de la madre no


mostró enfermedad venérea alguna, el Wassermann en sangre era negativo. Un herma-
no del abuelo de la madre sufría ataques epilépticos.
El paciente nació en París en 1938. Su desarrollo fue al principio normal, pero
pronto hubo de sufrir bajo las circunstancias de la guerra mundial y fué ingresado en
diversos hogares infantiles después de morir el padre en un campo de concentración.
La madre volvió a Suiza con su hijo en 1948. El niño sufrió el mismo año una caída
desde unos tres metros de altura, golpeándose con la esquina de un escalón de hierro
y se hizo una herida en la cabeza que dejaba el hueso al descubierto. Al ser trans-
portado a una clínica, estuvo sin conocimiento durante un breve lapso de tiempo. Desde
entonces, y en contraste con su vivaz comportamiento anterior, se tornó agustiable, re-
traído y muy olvidadizo. No se le podía ni siquiera enviar a la tienda a comprar sal,
pues una vez llegado al establecimiento no recordaba ya para qué había ido. Sus
progresos escolares eran deficientes. En 1951 presentó accesos consistentes en convul-
siones en brazo y pierna derechos, con sensorio conservado, y fue enviado a la clínica
por el servicio médico escolar.
El reconocimientosomático proporcionó los siguientes resultados: adiposidad e hipo-
genitalismo, anisocoria con Argyll-Robertson, contracciones fibrilares en lengua, falta
bilateral de los reflejos aquileas, disdiadocoquinesia. Temblor de vibraciones finas en
mano derecha. Tropiezos silábicos. Velocidad de sedimentación fuertemente aumentada.
En el electroencefalograma se manifestaba un ritmo alfa normal en el hemisferio dere-
cho, una intensa disritmia delta-theta en el izquierdo. El Wassermann en sangre y líqui-
do cefalorraquídeo era positivo.
Aparte de otros rasgos correspondientes a un grave síndrome psico-orgánico, el pa-
ciente refería lo siguiente acerca de Cristo: "Cristo era primero un niño. Cuando murió
fue crucificado. Entonces tuvo sed y le dieron vinagre. Al lado había dos ladrones."
En Suiza había aprendido la historia de Guillermo Tell, que refería del siguiente modo:
"El que iba a caballo quería matar al chico. Entonces el padre del Tell tuvo que
tirarle a una manzana que tenía en la cabeza. Entonces fueron con un barco por el
lago. Vino una tormenta y Tell remó a la Tellsplatte, donde saltó y empujó el barquito
al lago. Le daba igual que el barco se moviese mucho con las olas. Después siguió
buscando al gobernador. Después de un par de días le vio y de repente gritó: La
flecha de Tell" y se la disparó en medio de la barriga." Finalmente se le ordena al
enfermo que construya con las palabras "gato"-"árbol"-"plumas ensangrentadas" una
historieta. El resultado es el siguiente: "Un gato ha trepado a un árbol. Después volvió
a subirse al árbol y empezó a sangrar."
Diagnóstico: Lúes cerebrospinal con demencia grave y confabulaciones orgánicas de
la memoria. Desencadenamiento y posible empeoramiento a causa de un trauma craneal .

.,
304 Procesos retrospectivos

DEJA VU.-El fenómeno relativamente frecuente del déja vu, y el


más· raro del jamais vu, ocupan un puesto especial entre los falsea-
mientos de la memoria. Pocas personas existen que no hayan expe-
rimentado en alguna ocasión, y en presencia de algo nuevo con res-
pecto a su experiencia, o al encontrarse ante una situación jamás vi-
vida, el sentimiento de que se trata de algo que no les sucede por
primera vez, o de que lo han visto con anterioridad: Déja vu. En ello
se dan todos los grados de convicción, desde una débil noción, pron-
tamente rechazada, hasta la certeza, pese a la evidente imposibilidad.
Lo contrario se halla representado por el jamais vu, la falta de una
vivencia de referencia inmediata al pasado; es decir, la ausencia de
toda calidad directa de recuerdo frente a cosas de las que se sabe le
han sucedido o ha vivido uno. Ambas formas tienen en común la
ausencia de la vivencia, referida al tiempo, que sería de esperar, vi-
vencia que normalmente es inmediata y objetivamente exacta. Parece
como si los neurasténicos estuviesen particularmente sujetos a la ex-
periencia del déja vu, la cual puede darse también además en sujetos
normales, en esquizofrénicos y epilépticos. No poseemos una explica-
ción segura acerca de la misma. El psicoanálisis refiere tanto el déja
vu como el jamais vu a una resistencia establecida contra el conte-
nido de la vivencia en cuestión, la cual consistiría en el primero en
una convicción, falseada, de conocer ya de lo que se trata. Mediante
dicha convicción se lograría un debilitamiento de la carga de dicho
contenido, una cierta confianza con el mismo (al igual que sucede con
las obsesiones de repetición que aparecen después de una vivencia de
terror) y un cierto distanciamiento entre él y el sujeto. En el jamais
vu se niega el pasado y, por tanto, la persistencia del contenido. Debe
recordarse asimismo que el sistema concreto goza de una considerable
independencia de las reglas habituales y principios de ordenación que
rigen el tiempo, ~omo se muestra del modo más patente en los sueños.
En efecto, los cursos rígidamente ordenados del tiempo físico parecen
constituir especiales atributos del sistema abstracto. Su ruptura, así
como la de las correspondientes referencias temporales de lo vivido,
pueden ser, por tanto, comprendidas como una invasión del sistema
concreto en el territorio correspondiente al abstracto. En sí, esto no
contradice la explicación psicoanalítica; pero deja pendiente la duda
acerca de si esta última, basada sobre la suposición de una resistencia
frente al contenido en cuestión, es siempre válida, ya que el déja vu
opera más bien en el sentido de destacar y troquelar el contenido.
Aquí, por algún motivo, debe ser necesaria su asimilación al sistema
concreto, su extracción de la temporalidad, para el esclarecimiento
Resumen 305

de todo lo cual sería preciso un análisis más detallado de tales vi-


vencias.

Ejemplo 37 (E 11 162), 18 años, varón.

El paciente del ejemplo 27 dijo durante el reconocimiento verificado a su ingreso


que le parecía como si todo aquello le hubiese sucedido ya otra vez, aun cuando
jamás había estado en la clínica con anterioridad. Con frecuencia presentaba tales
estados de "emigración del alma", como él los denominaba. Durante su estancia co-
municó en múltiples ocasiones que los seguía teniendo.

Diagnóstico: Epilepsia sintomática después de encefalitis urliana: "Déja vu."

RESUMEN.-En la introducción son expuestos los motivos por los


que parece más justificada una clasificación de los procesos psíquicos
más elevadamente estructurados con arreglo a su referencia temporal.
Aquella coherencia temporal de nuestro comportamiento (incluyen­
do asimismo en este último las representaciones), y que conocemos
como tal al considerarla retrospectivamente, es el recordar. En él no se
trata de una función psíquica unitaria y simple. Se basa en las huellas
permanentes dejadas en el organismo por comportamientos anteriores.
Tales huellas no persisten sin modificación alguna, ni tampoco se van
borrando poco a poco sin más, sino que se ven sometidas a una cons­
tante reestructuración en el sentido marcado por la ley de pregnan­
cia. Es decir, se hallan dinámicamente organizadas. El recuerdo se
da cuando se diferencia una configuración a partir del campo de hue­
llas, la cual constituye pareja con una configuración reciente, y cuan­
do tal cohesión se hace consciente. Son estudiados los llamados "fac­
tores de cohesión" existentes en el campo y favorecedores de esta
última, y discutida su diferencia con los factores asociativos preconi­
zados por la antigua Psicología. Uno de los más importantes se halla
representado por la articulación suficiente de las partes que han de
ser conectadas entre sí a partir de su campo circundante.
Las hipermnesias e hipomnesias son alteraciones cuantitativas y
de índole general de la capacidad de recordar. Son discutidos su ori­
gen y significado. Se destaca el papel desempeñado por el compren-
der con respecto a la capacidad de recordar. Aquello que se ha com-
prendido se retiene mejor que lo que no se ha comprendido. Mas el
comprender significa diferenciar suficientemente de aquello que es pa-
recido, para después, y con arreglo a su sentido correspondiente, in­
cluir lo diferenciado en el caudal de experiencias de que se dispone.
Una labor integradora no es menos importante, por tanto, que una
labor diferenciadora con respecto a la capacidad de recordar.
BA.SH - 20
306 Procesos retrospectivos
Se denominan amnesias los fallos de la memoria delimitados por
lo que se refiere a contenido y duración. Según sus causas clínicas se
diferencian varios grupos de las mismas:
1. Debilitamientosde la capacidad de notación, especialmente en
el síndrome psico­orgánico.
2. Amnesias disociativas, las cuales se originan y mantienen a
través de una escisión y represión de contenidos psíquicos.
3. Amnesias tras estados psíquicos de excepción.
4. Amnesias retrógradas después de traumas craneales agudos.
5. Amnesias focales cerebrales (agnosias, afasias).
Aparte de los fallos propiamente dichos de la memoria, sabemos
de falseamientos de la misma, que surgen en forma de ilusiones, alu­
cinaciones y confabulaciones mnémicas. La misma referencia tempo-
ral de lo vivido puede resultar falseada, como en el déja vu y en el
jamais vu. Una explicación parcial de tales manifestaciones puede
consistir en una interferencia por parte del sistema concreto, cuya es­
tructura temporal no es ya meramente linear.
CAPITULO 111

Los procesos referidos al presente

A. OBSERVACIONES PSICOLOGICAS PRELIMINARES


La psicología de los procesos referidos al presente coincide tan
ampliamente con la psicología de la estructura y procesos actuales del
campo que hemos de remitir al lector a la descripción de estos últimos
(descripción que en el presente libro es forzosamente muy breve). Las
peculiaridades de las referencias temporales, que complican los pro·
cesas retrospectivos y prospectivos, no se dan aquí; mas lo que resta,
aun sin ellas, es ya por sí bastante complicado. Dividimos en dos
grandes grupos las alteraciones clínicamente importantes y correspon·
dientes a los procesos referidos al presente: de la orientación y de la
personalidad.

B. ALTERACIONES DE LA ORIENTACION9
Denominamos orientación a la capacidad de saber en qué punto
se encuentra uno en un momento dado por lo que se refiere a las cír-
cunstancias generales y fundamentales, íntimas y externas de la vida.
En el sujeto sano se revela como suficiente en cualquier dirección, por
regla general, con respecto a las finalidades prácticas de la vida; pero
en el enfermo puede hallarse alterada, bien en ciertas direcciones,
bien en la totalidad de estas, y ello en grado muy diferente. Resulta
evidente que la orientación ha de depender, al menos en líneas gene·
rales, de la constancia y firmeza de la estructura del campo. Allí donde
ésta se halla destruída, cesa la posibilidad de orientación. El grado
en que se halle conservada la orientación en el caso individual de·
penderá, naturalmente, de la estructura del caso en cuestión y de la
índole y localización de la inestabilidad dentro del campo.
La orientación, desde el punto de vista clínico, se halla siempre
referida al presente y corresponde al comportamiento que manifieste

9
Compárese lo dicho en páginas anteriores acerca de los estados crepusculares
orientados y desorientados.
308 Procesos presentes

el enfermo ahora y aquí. Está, por tanto, claro que la orientación ha


de depender del estado de la memoria. Nadie que se encuentre en
una situación absolutamente nueva, y hasta entonces no experimen-
tada se halla orientado en principio con respecto a la misma; lo que
puede hacer, a lo sumo, es orientarse en ella. El resultado de esta
orientación activa, agregado luego al caudal de los recuerdos, cons-
tituye la base de una ulterior capacidad para orientarse.
La orientación se fundamenta en general sobre sistemas de referen-
cia psíquicos, que METZGER 10 describe del siguiente modo: "Puede de-
cirse que en todos los sectores de lo psíquico existe una relación entre
cada formación particular y un sistema de referencia, el cual cons-
tituye el territorio en el que aquella se encuentra y en el que se
mueve, en el que posee su lugar, su dirección y su medida; esta rela-
ción es semejante, pero distinta, a la existente entre las partes y su
totalidad", y de modo tal que "las fronteras del objeto dentro de su
sistema de referencia son tan solo unilaterales, ya que delimitan sola-
mente al objeto, pero no al territorio en el que se encuentra". Este
último, en otras palabras, no cesa en el límite del objeto, sino que "lo
atraviesa", del mismo modo que el espacio "atraviesa" un cuerpo;
pero también de un modo análogo a como una relación personal o
una situación profesional perdura, aun cuando de momento no se esté
incluido en ella. "Ha de tenerse además en cuenta el siguiente hecho:
si se quita una parte de un todo, queda un hueco; si se retira, en
cambio, un objeto de su sistema de referencia, éste queda fundamen-
talmente íntegro." Y más adelante añade el mencionado autor: "La
firmeza y precisión de lugares y medidas depende y se basa en la
firmeza y precisión del respectivo sistema de referencia, y no al con-
trario.
Un sistema de referencia no es, pues, dentro de lo psíquico, una
mera suma estática de posibilidades de cumplimiento, sino que posee
en sí mismo y en cada caso una determinada estructura, que puede
ser más o menos rica y sólida." Tal estructura se constituye y man-
tiene de acuerdo con las condiciones generales dominantes dentro y
fuera del organismo y se transforma paralelamente a las mismas. Si
la estructura es lo suficientemente amplia y diferenciada, posibilita la
orientación casi instantánea dentro del correspondiente sistema de re-
ferencia, y ello también gracias a aquellas cualidades más arriba
mencionadas, cuando el sujeto no se halla directamente incluido en el
sistema, sino que se halla de nuevo en busca de él. En estados pato-

10
METZGER, W.: Psychologie, 2.ª ed. Steinkopff, Darmstadt, 1954, pp. 140-142.
Orientación 309

lógicos, sin embargo, los sistemas de referencia pueden resultar de-


formados, fracturados y en parte reconstruidos de nuevo; pero enton-
ces puede a veces suceder (en especial en los enfermos orgánicos cere-
brales) que no mantengan ya su referencia a la totalidad del campo,
sino que tal referencia se realice a través de un solo e insuficiente sec-
tor de este último. El trastorno de la orientación puede hallarse basado
en una deformación o distorsión del propio sistema de referencia, en
la relación del contenido vivencia! de momento con el sistema de re-
ferencia (normal o deformado), en la relación del sistema de referen-
cia con el campo total o bien en una combinación cualesquiera de
estos factores. Así, por ejemplo, el sistema de referencia temporo-
espacial experimenta en ciertos delirios tóxicos una grosera deforma-
ción. En aquellos casos que estudiaremos más adelante como "altera-
ciones de la referencia al yo", el contenido vivencia! no logra conec-
tarse a un sistema de referencia en sí normal. Ya hemos mencionado
la anormalidad de la relación existente entre el sistema de referencia
y el campo total en los lesionados cerebrales crónicos, y en la par-
te V, capítulo V, la estudiaremos con mayor detalle. El propio sistema
de referencia puede resultar con frecuencia deformado· en tales casos.
Nos parece oportuno establecer aquí una diferencia que no siempre
es tenida en consideración: la existencia entre orientación reflexiva-
mente consciente y orientación inconsciente. En la exploración clínica
habitual se intenta la mayoría de las veces comprobar, a través de un
interrogatorio, si el enfermo se halla orientado en determinados as-
pectos; por ejemplo, si puede proporcionar correctamente su nombre.
así como la fecha, el lugar y la situación en que se encuentra. La
información correspondiente es proporcionada por el enfermo de un
modo reflexivo-consciente, si se halla bien orientado y no sufre de
excesiva inhibición o de bloqueo. En otros pacientes sucede que al
ser interrogados al respecto, o bien no proporcionan respuesta alguna,
o las que dan son falsas o confabuladas; pero al mismo tiempo de-
muestran por su comportamiento una considerable capacidad para
orientarse, de hecho, con arreglo a las circunstancias. Hemos men-
cionado ya tales pacientes al tratar acerca de los estados crepuscu-
lares, y el sonámbulo constituye, sin duda, el ejemplo más notable de
ellos.
A cualquiera de nosotros nos ha sucedido alguna vez en la vida
corriente dar una fecha equivocada, pero comportándose simultánea-
mente como bien orientado con respecto al tiempo; es decir, actuando
no con respecto a la fecha equivocada, sino a la auténtica. Lo que
queremos decir con todo esto es que existen diversos grados de orien-
tación, y que el tenerlos en cuenta puede proporcionamos valiosas in-
310 Procesos presentes

dicaciones acerca de la gravedad de un determinado trastorno. Con la


ruina de la orientación inconsciente con respecto a la realidad no
surge forzosamente confusión, ya que la orientación auténtica puede
ser sustituida por otra falsa orientación, alucinatoria, por ejemplo,
pero más o menos ordenada, como se advierte en aquellos enfermos
que viven en un mundo propio onírico o delirante. Si esta orientación
llega también a fallar, o si ni siquiera llega a establecerse, tiene lu-
gar la desorientación absoluta o la confusión.
Casi podría diferenciarse un número indefinido de modalidades de
orientación, pero las clínicamente válidas y corrientes son las que
siguen:
l. ORIENTACIÓN EN EL TIEMPO.-Sirvea la comprobación del mo-
mento presente y su situación con respecto a acontecimientos pasados
y también a los imaginados como futuros. Su exactitud práctica, con-
creta, es con frecuencia considerablemente mejor que su exactitud
abstracta, medida. Así, un error con respecto a la mañana, la tarde o
la noche, y en circunstancias exteriores normales, tan solo lo come-
terá un enfermo muy grave, mientras que muchas personas comple-
tamente sanas se equivocan frecuentemente con respecto a la fecha
del mes e incluso al día de la semana. La falta de conocimiento acer-
ca del mes, de la época del año o incluso del año es, en cambio,
signo grave. Aquí es quizá menos el orden de magnitud de la unidad
de tiempo en sí lo que facilita su fijación, que el hecho de que sean
las unidades mayores, y con arreglo a su extensión, las que posean
más probabilidades de quedar fijadas. Ello resulta obvio, ya que la
cifra correspondiente al año viene a repetirse 365 veces más que la
correspondiente al día. Por consideraciones esencíclmente análogas
resulta comprensible que la orientación temporal se muestre como
más susceptible de alteraciones que las restantes orientaciones. Los
puntos de referencia de la orientación espacial se hailan en reposo, y
si se trata de posiciones habituales, se repiten constantemente. Los
correspondientes a la orientación temporal son en cambio movibles,
flúidos y (aparte del recuerdo, que ayuda aquí del mismo modo que
en las otras modalidades de orientación) también únicos. Ya dijo HE-
RÁCLITO que no es posible bañarse dos veces en el mismo río. Es po-
sible, en cambio, volver cuantas veces se quiera al cauce del mis-
mo río.
2. ORIENTACIÓN EN EL ESPACIO.-Puedereferirse a dos cosas:a) A
la orientación en el espacio habitual. Esta no se pierde sino en las
desorientaciones graves. Ha de ser juzgada de modo distinto conforme
al grado de habituación al espacio correspondiente. Así, naturalmente,
Orientación 311

se enjuiciará de modo diverso según se refiera a la vivienda en la


que habita un paciente desde hace veinte años o a la clínica en la
que ha ingresado hace pocos días. Aquí se señalan las diferencias
más notables entre la orientación abstracta y la concreta. Existen so-
bre todo pacientes arterioscleróticos y dementes seniles que se mue-
ven con una seguridad absoluta y sin llamar la atención en lo más
mínimo a través de comarcas enteras o de todos los edificios y corre-
dores de un gran establecimiento hospitalario; pero que son incapa-
ces de responder a la más sencilla pregunta referente a la situación
de un determinado edificio, del establecimiento mismo o incluso de la
ciudad en que se" encuentran. b) El conseguir una orientación nueva
en un espacio no habitual. Las capacidades para ello difieren ya
mucho entre los sujetos sanos. Mientras que la señalada con a) se
conserva durante mucho tiempo y se manifiesta como resistente, la
marcada con b) es mucho más susceptible de ser alterada; pero por
los motivos anteriormente expuestos resulta por regla general mucho
menos alterable que la fina orientación en el tiempo.

Ejemplo 38 (W 1426), 20 años, varón.

Después de pasar sin novedad la enseñanza secundaria, la escuela de reclutas


y el aprendizaje del oficio de jardinero, el paciente comenzó a trabajar en este último,
pero enfermó pocos días después y un mes más tarde hubo de ser ingresado en la
clínica. Presentaba dolores en todos los miembros y articulaciones, fiebre de elevación
variable, ritmo de galope, una erupción vesiculiforme en piel, atrofia de la musculatura
de las extremidades con buena conservación del panículo adiposo. Los hemocultivos
fueron negativos. En la orina presentaba eritrocitos, albúmina y cilindros.
Durante la primera entrevista, el paciente se mostraba inquieto, confuso, reacciona·
ba sin embargo a las órdenes que se le daban y perseveraba luego en la actitud cdop-
tcdc, así, por ejemplo, sacaba la lengua cuando se le ordenaba y la mantenía así
hasta que se le mandaba meterla; al mandársele abrir la boca, la mantenía abierta
hasta que se le ordenaba cerrarla, etc. Con rostro tenso y angustiado musitaba para sí
mismo de un modo ininteligible, de cuando en cuando hacia ademán de buscar algo con
las manos por encima de la cama, agarraba la colcha y ya no la soltaba. Sólo res·
pendía á las preguntas cuando se le repetían, y por su actitud semejaba pensar con
esfuerzo y dificultad acerca de ellas. Tan solo comprendía las preguntas muy sencillas.
Las respuestas no consistían sino en fragmentos de frase y frecuentemente no tenían
nada que ver con la pregunta en cuestión.
En cierta ocasión manifiesta encontrarse en la planta baja del edificio, cuando en
realidad se encuentra en uno de los pisos altos, y designa a la hermana que le está
atendiendo en aquel momento como .si fuese la que estaba presente cuando se forma·
lizó su ingreso en la planta baja de la clínica. Otra vez, al preguntarle acerca del sitio
en que se encuentra dice: "Habitación privada número 56, en el segundo. No me entero
bien de dónde sopla el viento. Esto no es un hospital, es un partido de fútbol y yo de-
bería tomar la responsabilidad." Estaba desorientado en tiempo y más adelante explicó
que confundía entre sí el pasado y el presente, sin que lograse esclarecer tal confusión.
Tan pronto . creía estar en el cielo, como en el hospital. Preguntado acerca de cómo se
312 Procesos presentes

llama, dice: "Me ha llamado usted "rápido", pero no se debe". Al preguntarle si es que
no se llama Othmar (su auténtico nombre), dice que sí. Recuperó la orientación al des-
cender la fiebre con el tratamiento.

Diagnóstico: Reacción de tipo exógeno agudo en enfermedad de Liebman..Sack con


alteraciones generales de la orientación, pero predominantemente espaciales y tempo·
rales, seudoflexibilidad y marcada tendencia perseveratoria, aludiendo este último sín-
toma a un inicio de síndrome psicorgánico.

3. ORIENTACIÓN PERSONAL, con lo cual se alude a la orientación


con respecto a la propia persona. Esta orientación parece tan natural
que más1,bien deja de tenerse en cuenta, hasta que se pierde. Una vez
que se advierte esto último, deja una impresión imborrable. No saber
quién es uno, qué es uno, qué circunstancias son las que se están
viviendo, es una experiencia capaz de conmover al más robusto ánimo,
una vivencia de la cual el sano tiene tan sólo excepcionalmente ex-
periencia; así, por ejemplo, al despertar de un sueño o de una narcosis
muy profunda. Próximos a ella están, si bien en circunstancias que son
ya patológicas, el volver en sí de un estado crepuscular o de un deli-
rio· tóxico, el raro despertar de golpe del estupor catatónico, el volver
de repente de una personalidad patológica múltiple, a la personalidad
normal anterior (resulta notable el hecho de que la reorientación en este
sentido, y según los escasos informes que hay acerca de ello, sea
mucho más difícil que la reorientación propiamente dicha al surgir
la personalidad patológica). Tales estados, acompañados de la pérdida
de la orientación personal (pérdida que la mayoría de las veces es
parcial) suelen ser de breve duración, persisten tan sólo durante se-
gundos o un par de minutos a lo sumo. En general pueden surgir des-
pués de todo estado de excepción grave, aparte de los aquí menciona-
dos. La orientación permanentemente alterada con respecto a la propia
persona constituye, sin embargo, un síntoma de mucha mayor gra-
vedad.
Han de distinguirse aquellos casos en los cuales la orientación
se halla falseada, de aquellos otros en que está absolutamente per-
dida. En los primeros, el enfermo no es que no sea nadie o que sea un
"alguien" apenas determinable, sino que es "cualquier otro". Aquí nos
encontramos, junto a las extrañas personalidades múltiples, las más
grotescas creaciones de las psicosis esquizofrénicas y orgánicas, con las
que tanto gusta de poblar los nosocomios la fantasía de los profanos:
los reyes, salvadores y profetas y demás figuras análogas. Pero para
asombro de los profanos, tales "poderosos" se hallan menos identi-
ficados con las figuras que encarnan de lo que los no versados en
Psiquiatría podrían creer. El "Napoleón" sabe por regla general muy
Orientación 313

bien que es asimismo Juan Gómez, nacido en 19 ... , en X. Y., o que al


menos "lo era" y quizá se digne declararlo. Es decir, el delirio conduce
rara vez a una pérdida grave de la orientación personal, sino más
bien a una doble orientación, tanto en este sentido como en otros de
los que trataremos más adelante. La orientación personal se desvía más
bien claramente hacia lo delirante cuando el delirio se ve apoyado por
alucinaciones correspondientes y tienen aparentemente a su favor los
datos sensoriales. Un falseamiento completo o muy amplio de la
orientación personal se da, más bien que en las esquizofrenias, en las
psicosis orgánicas graves, ya que en estas últimas se halla más af ec-
tada que en las primeras la orientación relativa a espacio y a tiempo
y con ello se borran considerables puntos de refencia válidos para
la orientación personal. En general, la pérdida permanente de la orien-
tación personal casi no se da más que en los estadios finales de· las
psicosis orgánicas graves. Puede sospecharse también, en ocasiones,
una pérdida completa de orientación personal en los estadios finales
esquizofrénicos; pero en estos caben también sorpresas en tal sentido.

4. ORIENTACIÓN SITUACIONAL.-El concepto de esta modalidad es


tan elástico como el de orientación espacial y la mayoría de las veces
se halla mal definido. Abarca desde una buena adaptación a las osci-
laciones implícitas en la vida cotidiana, significando entonces tacto e
inteligencia social, hasta la incapacidad de un paciente para recono-
cer que se encuentra bajo el amparo de una clínica, que se le quiere
ayudar, etc. Para fines clínicos descriptivos se la refiere más bien a
la existencia o no existencia de una capacidad para comprender la
naturaleza (no la necesidad) de la situación de examen clínico, en el
reconocer por parte del paciente que se encuentra frente a un médico,
o en todo caso en el reconocer por qué se es examinado. A esto se
une el darse cuenta, en grado variable, de todos los acontecimientos
que han conducido a la actual situación, así como de la relación entre
ellos existente, de su necesidad, etc. Como muestra la experiencia de
la vida cotidiana, son frecuentes las alteraciones ligeras de este géne-
ro de orientación, tales como ligeras equivocaciones referidas a la
situación, etc., ya que en esta clase de orientación se basa uno por
lo general tan solo en la propia experiencia, y la esencia de la orien-
tación situacional estriba precisamente en la captación de lo nuevo.
Se halla emparentada en esto con la orientación espacial y como
esta es, hasta cierto punto, fácilmente alterable. Las ideas delirantes y
las alucinaciones la trastornan y falsean; pero la mayoría de las veces
permanece duplicada, como decíamos anteriormente que sucede con
respecto a la orientación personal. El mismo "Napoleón" que sabe que
314 Procesos presentes

se llama Juan Gómez puede simultáneamente mandar sus ejércitos


y limpiar el corredor, es capaz de orientarse en la situación de la clí-
nica, la cual percibe de un modo objetivo; pero se mostrará incapaz
de ello en cuanto le rodeen las tropas que alucina. Aquí también son
los orgánicos graves los que de modo más completo y permanente
pueden perder la orientación situacional debido a la pérdida de su
capacidad de orientación en tiempo y espacio.

Ejemplo 39 (W 641), 56 años, hembra.

Hallándose con anterioridad absolutamente sana, enfermó de modo agudo con un


ascenso de temperatura hasta 39,9°, sensación general de malestar, dolores de cabeza,
rigidez de nuca y somnolencia. La presión del l. c. r. era al principio de 310 mm. de
agua; el contenido en albúmina se hallaba elevado, las fracciones protéicas mostraban
un predominio de albúmina, las curvas coloidales eran normales. el número de células
de 593/3. No parálisis. Fondo de ojo normal. Durante las semanas siguientes el número
de células descendió paulatinamente hasta la cifra aproximada de 100/3, mientras
que las curvas coloidales se transformaron en intensamente patológicas y del tipo
llamado parenquimatoso. La glucosa no se mostró nunca elevada. Tan sólo diecinueve
días después del comienzo de la enfermedad pareció despertar lentamente la enferma,
dando de cuando en cuando trabajosas respuestas a lo que se le preguntaba. Durante
mucho tiempo hubo de ser aún alimentada, pero no mostraba incontinencia de esfínteres:
siempre que se le diese la vasija a tiempo.
Al entrar yo. en su cuarto el vigésimo día de enfermedad. tiene puestas sus gafas
y sujeta en la mano un par de revistas ilustradas. las mira de cuando en cuando durante
todo el curso de la exoloración. Las deja a un lado, las vuelve a coger y las hojea,
al mismo tiempo que lee en ellas, sin prestarme mucha atención, algunos trozos de
lo escrito en letras de mayor tamaño. Lo hace en voz baja y titubeante. Sabe que se
encuentra en el hospital y al preguntarle cuantos días hace que ingresó, dice que
catorce. No sabe en que día de la semana estamos, y afirma que estamos en diciem-
bre. en lugar de en octubre. No sabe dónde vive. (¿Tiene hijos?) Hace al principio
gestos de negación con la cabeza y a continuación dice: "Mi hijo es el que siempre
me ha quitado todo." Varias veces me he dirigido a ella llamándola por su nombre, y
al preguntarla como se llama, responde: "Sí. ¿cómo me llamo? Pues ahora no lo sé,
porque siempre me he tenido· que guiar por lo que viene. Ahora no podría jurar como
me llamo", y se ríe levemente. A juzgar por algunas observaciones sueltas que hace
a propósito de miembros de su familia. puede deducirse que, de todos modos, posee
noción de su identidad, pero que no puede expresarla en palabras. La dificultad en en-
contrar palabras se manifiesta también cuando se le presentan estampas coloreadas
con dibujos de animales y se le pide que los nombre. Tras lanzar una mirada al
dibujo quiere mirar el revés del mismo y, o bien no da respuesta alguna. o una res-
puesta equivocada. que muchas veces no tiene nada que ver con el dibujo. Ante el que
representa una zorra con dos zorrillos, dice: "Estos son dos que esperan todavía":
ante el de la ardilla: "Este es uno que espera también"; familia de liebres: "Este es
también uno, tiene también una cosa (señala la piña que hay en el dibujo) ¿no es
esta una cosa, un ... ?" Se le proponen diversas palabras, entre ellas "piña", pero al
cabo de un par de segundos no presta la menor atención y no se puede continuar
la prueba. Emplea a cada momentola palabra "cosa". Las frases que pronuncia en voz
baja son, en cambio, completas.
Orientación 315

Diagnóstico: Encefalitis por virus. Reacción de tipo exógeno agudo con obnubilación
que se va despejando lentamente. Típica falta de concentración y amplia pérdida de la
orientación en cuanto a tiempo. lugar, la propia persona y la situación. Síntomas de
síndrome psico-orgánico, bajo la forma de lentificación, de captación de conceptos difusa
y poco neta y de perseveración. Síndrome de ruina de la configuración.

De lo dicho anteriormente puede desprenderse que las diversas


formas de orientación se hallan relacionadas entre sí y no siempre
se pueden diferenciar claramente unas de otras, y que en especial
un cambio que afecte la orientación personal afecta asimismo la refe-
rente a la situación. Resulta evidente, por otra parte, que la orienta-
ción por lo que respecta a los sectores más subjetivos, persona y
situación, depende bastante de la referida a los más objetivos: espacio
y tiempo. No debe olvidarse, por otra parte, que tampoco la orienta-
ción en espacio y tiempo es algo completamente objetivo, sino que
depende asimismo de factores subjetivos. El diferenciar entre diversas
clases de orientación se halla, sin embargo, justificado, ya que con
frecuencia las alteraciones correspondientes varían según los síndro-
mes y los cuadros clínicos, sirviendo así para caracterizarlos y pro-
fundizar en ellos.
El síndrome psico-orgánico presenta más bien trastornos de la
orientación en tiempo y espacio, que se manifiestan habitualmente en
el orden que los hemos expuesto. La desorientación situacional surge
en los estadios más avanzados. El enfermo (que conserva su capacidad
de orientarse dentro de las circunstancias espaciales dadas) puede en-
tonces, por ejemplo, creer que el hospital es ·su casa, y manifestar
que los muebles no se encuentran en los lugares en que deberían
estar, o puede también creer que se encuentra en un barco que navega
por el mar, etc. La desorientación completa con respecto a la propia
persona es rara en el síndrome psico-orgánico; pero, en cambio, cuan-
do surge en graves estadios finales psicóticos, es completa y va casi
siempre acompañada por la pérdida de las restantes orientaciones.
Ya que la orientación en espacio y tiempo, como hemos dicho ante-
riormente, es más bien algo aprendido, mientras que la referente a la
situación supone un considerable y renovado esfuerzo de adaptación
ante circunstancias que varían constantemente, es comprensible que
se caracterice tan marcadamente por un deterioro de la capacidad de
notación y de la memoria. En la identidad de la persona se trata
también en parte, seguramente, de algo adquirido; pero asimismo de
algo muy tempranamente arraigado en nosotros y, por tanto, muy
resistente. Por otra parte se trata también de algo unitario que cons-
tantemente es renovado y mantenido a partir de necesidades íntimas
316 Procesos presentes

(como hemos expuesto ya en la II parte), y quizá por ello la orienta-


ción en este sentido no falla tan fácilmente en el síndrome psíco-
orgánico. Hemos de esperar, por el contrario, que allí donde aquello
que se ha aprendido y se halla bien consolidado se vea menos ame-
nazado que la estructura dinámica momentánea de la personalidad,
sea más fácilmente afectada la orientación situacionaL y podemos
comprobar que de hecho así sucede. Esta clase de orientación es la
que más frecuente y gravemente sufre en la esquizofrenia, mientras
que se mantiene casi siempre la orientación espacial y temporal. si
bien puede verse desfigurada a causa de alucinaciones e ilusiones.
La orientación personal se ve a veces falseada en parte por el delirio
esquizofrénico, pero muy raramente de manera completa. En el otro
gran sector correspondiente al síndrome de ruina de la configura-
ción, es decir, en la reacción de tipo exógeno agudo, los fallos en
cuanto a la orientación personal surgen igualmente de modo precoz y
frecuente, asociados muchas veces con alteraciones de otras modali-
dades de orientación, de modo que se origina una desorientación
general.
Esto se explica por llevar la reacción de tipo exógeno agudo
en sí el germen del síndrome psico-orgánico, cosa que no sucede en
la esquizofrenia; es decir, que la reacción de tipo exógeno agudo
constituye el puente que da acceso al síndrome psico-orgánico (como
veremos en la Parte V). Por ello supone alteraciones que corresponden
asimismo al cuadro clínico de este último. Así, pues, en el estado cre-
puscular desorientado, en la embriaguez y el delirio tóxico o infec-
cioso se observa una pérdida que con frecuencia es muy amplia o
incluso completa de todas las modalidades de orientación y cuesta
trabajo decidir cuál de ellas es la más afectada. De todos modos, en
tales casos suele conservarse aún un cierto grado de orientación con
respecto a la propia persona.

C. ALTERACIONES DE LA REFERENCIA AJ.. YO


La orientación, en el habitual sentido psiquiátrico clínico en que
hasta aquí la hemos venido estudiando, se refiere al orientarse de un
sujeto que siempre se destaca claramente de su mundo circundante.
Pueden existir casos, como sucede en los de desorientación autopsí-
quica, en los que el sujeto no vea muy clara la identidad de su pro-
pio yo; pero esta falta de claridad no afecta a la cualidad de este yo
como centro al que se refieren los acontecimientos íntimos o bien
aquellos de los que es consciente y que actúan sobre él. Aunque en
Alteraciones del "Yo" 317

estos casos el sujeto apenas sea capaz de denominar a su yo y de


situarlo, sus representaciones y actos son vividos de un modo rela-
tivamente unívoco como referidas al yo, igual que sucede en el sujeto
sano. Las referencias al yo que son de índole más amplia pueden,
por tanto, haberse perdido, pero no las más estrictas e íntimas. Si
también estas últimas se distorsionan o rompen, hablamos de alte-
raciones de las referencias al yo en sentido estricto. Como vemos se
hallan próximas de las alteraciones de la orientación, lejanas, sin
embargo, de la vivencia normal (aparte quizá de la onírica), son más
raras que las alteraciones corrientes de la orientación y poseen tanto
más significado psico-patológico, ya que son sumamente raras de en-
contrar, aparte de en los estados francamente patológicos.
Han de diferenciarse diversas alteraciones de la referencia al yo:

l. LA APERSONALIZACIÓN tiene lugar cuando un acontecimiento del


mundo circundante, originado bien en cosas, bien en personas, es vi-
vido como originado en la intimidad de· la propia psique, como algo
subjetivo y referido al propio yo como centro de actividad. Es decir,
aquello que tuvo su punto de partida fuera no es vivido como vinien-
do desde fuera al encuentro del yo, 'sino como si naciese en el propio
sujeto y .perteneciese a él. La risa de otro es entonces "mi" risa, -su
tristeza "mi" tristeza, y ello no. en el sentido de participación afectiva,
sino en sentido literal. Si un paciente A se ha quejado durante la
visita médica de algo, y el paciente B se hallaba presente, este último,
apersonalizado, hace suyas las quejas de A y las repite al médico
como si fuesen propias. No es que B se confunda a sí mismo con A,
pues sabe distinguirse muy bien a sí mismo y diferenciarse del otro.
Lo que sucede es que el punto de partida del acto de A es transpor-
tado por B al propio yo, lo cual no obsta para que B reconozca, por
regla general, sin más, que A ha manifestado verdaderamente una
queja.

2. EL TRANSITIVISMO es la contrapartida de la apersonalización.


Aquí, un acontecimiento psíquico propio es vivido también al mismo
tiempo como adscrito a otro yo o incluso a un objeto del medio am-
biente. Es afirmado, sin el menor fundamento para ello, que B tiene,
simultáneamente con A, un mismo pensamiento o una misma repre-
sentación, y ello no en el sentido de una transmisión de pensamiento
o de un saber de B acerca de lo que sucede dentro de A, sino de que
tanto en A como en B acontece lo mismo.
318 Procesos presentes

Ejemplo 40 (E 12 159), 68 años, hembra.

La paciente, de aspecto pálido y muy demacrado, fue ingresada en la clínica des·


pués de haberse verificado un corte en la piel de la muñeca con intención de suící-
darse, durante una distimia depresiva. A su ingreso se presentaba ligeramente con·
fusa, tenía cierta dificultad en reconocer las diversas puertas del corredor de su de·
partamento, pero la mayor parte del tiempo lo pasaba tranquila en su cuarto. En la
noche siguiente a su ingreso cogió tinta y se embadurnó con ella la herida, sin levan·
tar sin embargo la cura. No pudo justificar este acto. Durante la misma noche se
levantó de la cama, gritando que se encontraba mal y exigiendo que le fuese inme-
diatamente practicada a su marido una transfusión de sangre, ya que estaba tan
unido 'a ella que forzosamente se tendría que sentir también mal. Desde el punto de
vista objetivo no se pudo comprobar sino un estado depresivo y ligera confusión.
Después de habérsela administrado calmantes, se durmió, levantándose lúcida y sin
poder recordar claramente lo sucedido durante la noche.
Diagnóstico: Ligera reacción de tipo exógeno agudo con delirio y transitivismo,
sobre la base de una acentuada anemia hipercrómica consecutiva al empleo de híp-
nóticos durante años.

3. LA IDENTIFICACIÓN.-El caso extremo de la apersonalización y


del transitivismo es la identificación, la cual es rara. En ella el sujeto
vive una identidad propia con otro sujeto o cosa. La identidad, como
concepto lógico, es algo sencillo y claro. En el terreno psicológico y
psicopatológico no lo es tanto. El juguetón identificarse del niño va a
desembocar en el exaltado imitar y en la entusiástica entrega de
ciertos adolescentes a aquello que creen digno de veneración, en de-
terminados momentos de entrega de sí mismo del adulto, en la fusión
amorosa, la fe religiosa y en la superación filosófica de sí mismo, así
como en determinadas vivencias visionarias y oníricas. Ello en sí no
tiene nada de patológico, pero raras veces alcanza aquella profundidad
de la pérdida de sí mismo que es consecuencia de la identificación
patológica. Desde luego, en la identificación normal no se trata de un
acontecer deliberado, susceptible de ser puesto en marcha o suprimido
de un modo voluntario (aun cuando también puede ser alcanzado,
como finalidad, por diversas técnicas de meditación y éxtasis). Mas
tampoco se trata de algo absolutamente extraño al sujeto y que, como
algo procedente de fuera, disolviese o borrase la personalidad. Podría
decirse que la identificación normal es un mutuo encuentro y abrazo;
la patológica, en cambio, un unilateral absorber o ser absorbido. Aun
cuando en el grado más elevado de la identificación normal puede
hallarse extinguida toda dualidad, tal extinción es conscientemente
permitida, provocada o deseada, mientras que la identificación pato-
lógica más bien es impuesta al sujeto. Esto no impide que pueda ser
aceptada por este último cuando la huída de la propia responsabilidad
le impulse a la entrega de sí mismo.
Alteraciones del "Yo" 319

Al igual que en la apersonalización y el transitivismo, el sujeto


que se identifica puede permanecer consciente de su propia identidad,
y, sin embargo, afirmar simultáneamente su identidad con un extraño.
En el caso extremo, que por regla general es gravemente psicótico,
puede de todos modos desaparecer todo sentimiento de la identidad
original y ser entonces tan solo vivida la subjetividad del otro, tal
como el sujeto se la imagina. La relación A== B es entonces algo
íntimamente vivido, a pesar de un simultáneo saber que A es otro
que B. Esto corresponde siempre a un delirio; mejor dicho, a una per-
cepción delirante, siempre que la identficación se realice con respecto
a algo real.

Ejemplo 41 (E 11 550), 14 años, hembra.

Una hermana de la paciente, cuatro años mayor que esta, fue tratada en el de-
partamento de mujeres adultas, donde la propia paciente la visitó, por padecer hebe-
frenia. Dos hermanos manifiestamente esquizofrénicos han sido tratados en otras clíni-
cas. No se sabe de enfermedades mentales entre la ascendencia.
La pequeña paciente escuchó en un sermón a un párroco que hablaba de los
niños que son desobedientes, refirió esto a sí misma, pero echó al párroco la culpa
de su supuesta maldad. Pocos días más tarde presentó dolores en la parte superior
del abdomen sin que se pudiese hallar objetivamente nada. No podía comer. Enton-
ces comenzó a aparecérsela todas las noches una mujer, que parecía una bruja, y
que reprochaba a la paciente ser mala, diciéndola también que tenía que contar a
sus padres lo de los dolores de vientre. Después comenzó a oir de día una voz que
la ordenaba ir al médico, amenazándola con que si no lo hacía así, todos los miem-
bros de su familia tendrían la misma enfermedad. La muchacha perdió toda su ale-
gría, no podía ya trabajar, permanecía sentada dando vueltas a sus ideas de expia-
ción y culpa, hasta que. fue enviada a tratamiento. En la clínica encontró a una pa-
ciente, a la cual conocía desde que había venido a vísítcr a su· hermana. Se enteró
que esta paciente se encontraba en la misma sección en la que ;había estado antes su
hermana, mostrándose muy asombrada por ello. Había creído que todas las pacientes
del departamento de mujeres adultas se habían vuelto niñas a partir de entonces y
que habían sido trasladadas a la sección de niños, donde se hallaba ella hospitali-
zada.
Diagnóstico: Esquizofrenia inicial con alucinaciones proprioceptivas y acústicas, aper-
sonalización e identificación patológica (con la hermana enferma).

4. DESPERSONALIZACIÓN 11.-En este fenómeno bastante frecuente, el


acontecer subjetivo es desprendido de su correspondencia al yo; pero
no es transferido a otro sujeto en el sentido de creerse que tiene lugar
tanto en uno mismo como en el otro, como sucede en el transitivismo.
Permanece flotando libremente, extraño al yo, en el espacio subjetivo,
pudiendo ser entonces considerado como algo efectuado por otro su-

11
MEYER, J. E.: Die Eutfremdungs-erlebnisse, Thieme, Stuttgart, 1959.
320 Procesos presentes
jeto; pero no como una vivencia de este último, como sucede en las
frecuentes vivencias de influencia de los enfermos mentales. Con ello
no se alude meramente a contenidos psíquicos que irrumpen proce-
dentes de sistemas distintos al egocéntrico, como todo el mundo conoce
a través de los sueños, de actos fallidos conscientemente vividos, de
ocurrencias imprevistas, etc., que dan al sujeto la impresión de ser
lejanas a su yo y, sin embargo, innegablemente propias. Se trata, o
bien de vivencias que parecen sin sujeto y que sin pertenecer a él
permanecen frente a mi yo como objetos, o bien de vivencias que son
atribuidas, como actos, no como sufrimiento, a un sujeto extraño. En
el primer caso, el sujeto puede muy bien saber que piensa y actúa,
que representaciones y actos tienen en él su punto de partida, su ori-
gen, y, sin embargo, vivirlos sin ningún sentimiento de que le perte-
necen como procesos que de algún modo tienen lugar en él y que,
sin embargo, no son de él. En el segundo caso los vive como estados
pertenecientes a otro sujeto, ya determinado, ya indeterminado, o como
efectos de una acción de este último. Puede tratarse de pensamientos
"impuestos" o provocados mediante hipnosis, de sensaciones produci-
das mediante "rayos", sentimientos inducidos, que tan pronto son sen-
cillamente "hechos", o tan pronto son atribuidos a determinadas per-
sonas imaginarias, alucinadas o también reales (también a dioses, de-
monios, ángeles, etc.). A veces se pierde también el último sentimiento
de coherencia, y el sujeto vive el órgano actuante, una parte de su
propio cuerpo, como completamente extraño. Anteriormente hemos ex-
puesto el ejemplo de una mujer a la cual aparecía su brazo extendido
fuera de las ropas de la cama como extraño, lo cual demuestra que
también las personas normales pueden experimentar de vez en vez
vivencias análogas. Estas se ven favorecidas por un estado de relaja-
ción y coincidiendo quizá con un ligero descenso del nivel de concien-
cia. Manifestaciones de despersonalización, fugaces, sin vivencias de
influencia desde el exterior, pueden surgir en neurosis, neurastenias y
en diversos estados patológicos con descenso del nivel de concienca.
Las manifestaciones despersonalizan tes de la esquizofrenia son más
duraderas y masivas y mucho más frecuentes, y K. ScHNEIDER ha se-
ñalado, con razón, la suma importancia que poseen para establecer
el diagnóstico de esquizofrenia, junto con el sentimieno de lo "hecho"
a partir de una instancia exterior. La vivencia de insoluble contradic-
ción es entonces en ocasiones sumamente torturante para el esquizo-
frénico, que recibe "sus" pensamientos como susurrados o que incluso
los oye.
Evidentemente, en la despersonalización se pierde la pertenencia
del contenido despersonalizado al yo. Sería en cambio falso afirmar
Alteraciones del "Yo" 321

que dicho contenido pierde toda referencia al yo, pues como objeto
se halla referido a él. En la despersonalización, una parte pertene-
ciente al complejo del yo es separada de este; en la apersonaliza-
cíón, en cambio, es agregado a él un contenido que no le correspon-
dería; en el transitivismo, un complejo del yo es cubierto parcialmente
con otro contenido psíquico; en la identificación es cubierto por com-
pleto. En cierto modo, un caso extremo de alteración de la referencia
al yo se halla representada por la
5. PÉRDIDA DEL YO.-Con ello no se alude a una pérdida de la
orientación autopsíquica, a incapacidad para denominar y para incluir
al yo en un orden, y tampoco a una pérdida del autoconocimiento
reflexivo, sino a la pérdida del yo en general, a una conciencia sin yo.
Ya que un estado así va en contra de la· ya mencionada tendencia de
todo campo a formar y destacar una estructura, se presenta muy rara-·
mente. En ocasiones se afirma incluso, sobre una base especulativa,
que no se da en absoluto 12, pero existen observaciones clínicas que
refutan claramente esta afirmación. Ya que se trata de un tema que
posee importancia con respecto a determinadas teorías acerca de la
conciencia y del "estar consciente", incluimos a continuación dos de
tales observaciones:

Ejemplo 42. MoRSELLI, G. E.: Le probleme d'une schizophrénie experimentale. "Jour.


de Psychologie norm. et path.", 1936, núms. 5 y 6.
Despersonalización por mescalina. En el autoexperimento con dosis elevadas pude
comprobar cambios referentes al sentido de realidad y la conciencia del Yo, que se
aproximaban a la pérdida del sentimiento de identidad personal. Junto a los fenó-
menos de despersonalización surgían también fenómenos de índole positiva, que con-
ducían a un fenómeno de licantropia. Tras de la fase aguda surgió un delirio primario
en el sentido de JASPERS. Transcribo seguidamente trozos de los protocolos registrados
por mí durante la fase aguda:
Seis horas después de la ingestión de 0,5 g. de mescalina: La transformación de
mi yo se precisa cada vez de un modo más claro: tengo la impresión de que junto a
mi personalidad se desarrolla otra que asume poco a poco el papel de aquella. De-
searía defenderme frente a los irrefrenables impulsos que se desarrollan en mí y
que percibo como completamente extraños a mi esencial modo de ser. Me contemplo
en un espejo: mi rostro me asusta y me inspira una curiosa piedad. En la imagen
reflejada en el espejo-y he de esforzarme para creer que se trata de la mía-con-
templo el símbolo de una humanidad agotada y doliente. Siento impresiones comple-
tamente extraordinarias, para las cuales no puedo encontrar ninguna expresión que
las corresponda: en primer plano está la impresión de perderme a mí mismo, como
si mi personalidad se alejase cada vez más y se hiciese cada vez más oscura; el
mundo exterior de los objetos y las personas toma un aspecto hostil, monstruosamente
animado. Me parece como si un ciclón pudiese aniquilarme de un instante a otro y

12 Así, por ejemplo, leemos en JASPERS (Allgemeine Psychopathologie, s.a ed.


página 101): "La conciencia del yo se halla presente en todos los procesos psíquicos."
BASH - 21
322 Procesos presentes

en mi interior fuese a abrirse un abismo. Mi espíritu me sugiere durante la intros-


pección la idea de un paisaje destruido por un terremoto, cuyo hundimiento definitivo
se hallase próximo. De tiempo en tiempo surge en mí otra conciencia. Poco a poco
se desarrolla en mí un sentimiento fundamental y nuevo, que ha de desempeñar un
papel esencial hasta que se agote el efecto del tóxico: se trata del sentimiento de
que un monstruo de color amarillo pálido va a surgir en mí en cualquier instante. En
un determinado momento, el pronunciar mi nombre en alta voz no tiene ya para mí
sentido alguno: "Morselli", grito, "¿quién es Morselli?" He de realizar múltiples es-
fuerzos de voluntad. he de reunir todas las corrientes afectivas de mi ser y liberarme
del caos de las superestructuras morbosas para conservar en mí el concepto de que
soy Morselli y no otra persona alguna. El recuerdo de las personas que se hallan pró-
ximas a mí se me aparece ahora tan solo como un lejano e irreal resplandor. Algo
espantosamente salvaje se va a desencadenar en mí y es muy extraño que esta "in·
tuición introspectiva" se asocie con la imagen del color amarillo. La sensación de ím-
pulsos contradictorios, de desdoblamiento, de fuerzas extrañas que me van dominando
se hace cada vez más acentuada. Incluso después de refugiarme en la clínica neuro-
lógica y de someterme al control de los colegas permanece claro en mi conciencia
el surgir de una personalidad nueva.

Ejemplo 43. LAMMER, E. G.: Jungborn, 2.ª ed. Bergverlag Rudolf Rother, Munich,
1923, pp. 69-70.

El autor describe así sus vivencias después de la caída en la sima de un glaciar:


"Después del tercer golpe durante la caída, antes por lo tanto del fmal de esta,
mi recuerdo pulsa un número, para mí inaudito, de teclas: a continuación perdí el co-
nocimiento. Niebla. Oscuridad. Niebla. Zumbar. Un· "crespón gris con una pequeña
mancha más clara. Niebla. Un débil crepúsculo. Un ligero zumbido. Un oscuro ma-
lestar. Niebla. Algo le ha sucedido a alguien. Niebla sombría y siempre aquel punto
más claro. Escalofrío: algo húmedo y frío. Niebla. ¿Cómo ha sido? Me esfuerzo por
pensar. ¡Ah!, sigue la niebla; pero además de aquel punto claro allí fuera surge
ahora otro dentro de mí: sí ¡ese soy yo! Niebla, un sordo campanilleo, frío. ¿Es un
sueño? Sí, desde luego. Un sueño desolado, desolado, desolado. He soñado. No; me
ha soñado. ¿Qué más? ¡Caída! Sí, soñaba que había caído en una grieta. Respiro
aliviado. ¡Ah! "Porque solo era un sueño." ¿Qué era eso? ¿Quién ha cantado aquí
en voz alta, quién ha tarareado una melodía? La niebla y mi interior se despejan
un poco. ¿Yo? ¿Aquí? ¿En la oscuridad? ¿Y por qué? ¿Por qué estoy tan mojado
y tan frío? ¿Y qué es eso tan helado que agarro? ¡Hielo! Una fina y aguda aguja se
me clava de pronto en el cerebro: estoy en el abismo. No es un sueño. ¡Es verdad!"

D. ALTERACIONES DE LA CAPTACION SINTETICA * Y DE LA


APERCEPCION
Próximo de la orientación se halla aquel aspecto de la integración
realizada en procesos referidos al presente, que se acostumbra desig-
nar como captación sintética o (con una ligera diferencia de signifi-

* Traducimos así el término alemán "Auffassung". Quizá fuese preferible hablar


de "captación sintetizante", pero el vocablo elegido nos parece más eufónico. (N. del T.)
Captación y apercepción 323

cado) como apercepción, término debido a HERBART. Hemos expuesto


en otra parte de esta misma obra cómo a partir de sensaciones relati-
vamente sencillas se originan objetos de la percepción, cómo a partir,
por ejemplo, de color, luz y sombra se forman árboles, casas y per-
sonas.
Pero el proceso no se detiene aquí. De los árboles se forma un
bosque; de las casas, un pueblo; de las personas, una familia, una
sociedad o un Estado, y estas formaciones no permanecen aisladas en
sí mismas, sino que son integradas en la experiencia pasada y en la
vivencia presente del sujeto que percibe. A la reunión de percepciones
para formar representaciones más amplias y dotadas de carácter sig-
nificativo propio cabe designarla como captación -slntétíccc si a esta se
une una significacón de carácter individual sobre la base de la cons-
titución y la experiencia personales, hablamos de apercepción. Pon-
dremos un ejemplo para ilustrar esto: en un cuadro se pueden perci-
bir árboles, una casa y personas. Muchos observadores del cuadro
·captarán el conjunto como "granja", "casa en el bosque", "quinta" y
en tal denominación se hallará implícita la pertenencia de las perso-
nas a la casa, al bosque y su relación mutua. Pero a partir de ello, los
observadores pueden continuar interpretando el cuadro, unas veces
espontáneamene, otras al ser invitados a hacerlo, y según sus propias
tendencias y experiencias caracterizarán más detalladamente lo que
han percibido, y así, por ejemplo, un niño verá en el cuadro "la casa
de una bruja en la linde de un bosque", un muchacho con sed de
aventuras, "una casa de colonos", un labrador, "una granja", etc.,
(siempre, como es natural, que el cuadro no se halle tan determinado
en sus detalles que no permita sino una única interpretación). Es decir,
han apercibido de modo diferente y de acuerdo con lo que conforme a
su edad, situación en la vida y experiencia destaca más para ellos.
Como vemos, esto supone una elaboración conceptual, en la que
los datos proporcionados por la percepción son reunidos en una cate-
goría más al ta, en la cual se pueden apreciar otras propiedades y otros
significados propios del conjunto y distintos de los que posee cada
componente del mismo por separado. Un bosque no es solamente de
un modo objetivo, desde el punto de vista biológico y de la ecología
vegetal, más que una mera suma de árboles, sino que también lo es
para el que lo contempla. El vocablo "más" alude aquí a un espec-
tador, aun cuando se halla más bien dotado de un cierto contenido
objetivo. Pero también alude a un concepto, pues la elaboración de
conceptos es, desde luego, resultado de la función de pensar; pero
por el ejemplo mencionado vemos que también puede tener otros
puntos de partida. Si el "más" se halla subjetivamente acentuado,
324 Procesos presentes

constituye la esencia de la apercepción. En la captación sintética algo


es captado de un modo objetivo; en la apercepción, de un modo sub-
jetivo. Esta variación de acento, objetivo o subjetivo, es lo que dife-
rencia entre captación sintética y captación aperceptiva. Ambas se
hallan íntimamente unidas, pues la mencionada diversidad de acen-
tuación no constituye una auténtica diferencia.
Las posibles gradaciones de la captación sintétiCa son infinitas,
tanto en el sentido de la más sencilla percepción, como de la integra-
ción más elevada. La experiencia cotidiana muestra, sin embargo, que
se mantiene dentro de unos ciertos límites, y que el individuo que
no los alcanza llama la atención por anormal. Así, por ejemplo, no es
indiferente que alguien, al describir un dibujo que representa dos
hombres y una vaca, se contente con enumerar las tres figuras o que
resuma de una manera pregnante lo representado, titulando al dibu-
jo "tratantes de ganado". Lo primero es más propio de niños hasta
una cierta edad y de enfermos, sobre todo dementes orgánicos. Lo se-
gundo, o algo parecido, es de esperar de adultos sanos, mientras que
un esquizofrénico o un delirante interpretarían el dibujo de una ma-
nera absurda, o al menos aberrante, como "una procesión de sacri-
ficio", por ejemplo, o bien alucinarían otras figuras en el dibujo y no
prestarían atención a las representadas. Las alteraciones de la cap-
tación sintética pueden originarse, por tanto, a partir de diversos mo-
tivos:
1) Los conocimientos y la experiencia proporcionan el material
preciso para comparar, pero no los conceptos oportunos, como sucede
en niños, oligofrénicos y personas que han vivido en circunstancias
culturales muy limitadas. 2) Partes de lo que se ha de percibir y captar
quedan constantemente suprimidas, como sucede en todas las altera-
ciones acentuadas de la capacidad de notación. y en la fugacidad
maníaca, de modo tal que no se puede llegar a una captación unita-
ria y adecuada (reacción de tipo exógeno agudo y síndrome psico-
orgánico, manía. 3) La integración y síntesis no pueden realizarse, a
pesar de percibirse correctamente. Un estado depresivo puede inhibir
la realización. Pero por regla general es un predominio de la actitud
concreta lo que la impide (esquizofrenia). De esto ha de diferenciarse
la adopción de una actitud abstracta sobre premisas insuficientes o
no adecuadas, lo cual sucede sobre todo en la demencia orgánica.
Aquí aludimos, o bien a la incapacidad congénita para lograr síntesis
elevadas, como sucede en los oligofrénicos, o bien a su pérdida par-
cial, pero inespecífica, como ocurre en los orgánicos, o a la fragmen-
tación de la síntesis o a su fractura en puntos patológicos, como
Inteligencia 325

acontece en los esquizofrénicos y estados similares. 4) Lo percibido es


asimilado a complejos más o menos inconscientes, y su captación
sintética resulta, por tanto, deformada en comparación con la corriente
y habitual.
Este caso, por cierto muy frecuente y no siempre valorable como
patológico, surge en grado más escaso en la vida cotidiana normal, más
acentuadamente en neurosis y en ciertas psicosis; pero del modo más
extraño en la esquizofrenia; es decir, siempre que exista una fuerte
tensión afectiva y predominen los modos concretos de comportamiento.
Este hecho representado por la "deformación aperceptiva" (L. BEL-
LAK) ha. sido aprovechado por H. MuRRAY en su "Test de Apercepción
Temática" (T. A. T.), con el fin de revelar afectos reprimidos y conte-
nidos correspondientes a complejos ocultos 13• A los sujetos a ex-
plorar se les presentan estampas algo ambiguas y deliberadamente
vagas que representan diversas situaciones, en parte dramáticas,
y se les dice que tienen que inventar una narración referente al
contenido de la lámina. Del modo como describen y exponen las
láminas, según su apercepción, así como del curso y contenido de la
narración inventada, de la correspondiente acentuación afectiva, etc.,
se logran con frecuencia importantes deducciones acerca de la cons-
telación íntima del sujeto en cuestión.

E. ALTERACIONESDE LA INTELIGENCIA
Existe una vasta literatura acerca de la determinación del con-
cepto de inteligencia y de la . medición de esta, y no es este el lugar
adecuado para entrar más detalladamente en ello, ya que se trata
de un campo correspondiente a la psicología normal que no puede
ser satisfactoriamente resumido en pocc;> espacio. Casi todos los auto-
res modernos se hallan de acuerdo en que en aquello que designamos
de un modo empírico como inteligencia entran a formar parte varios
factores, muchos, según algunos investigadores, al paso que no existe
unanimidad acerca de la índole y número de dichos factores. Debe
quizá aceptarse como seguro que algunos de ellos suponen momentos
afectivos e impulsivos y que la tentativa de eliminar estos perjudica
gravemente la fiabilidad de las determinaciones de la inteligencia.
Pues a pesar de que el concepto de inteligencia no se halla en modo
alguno esclarecido de mcnerc satisfactoria, su determinación empírica

13
MURRAY, T.: Thematic Apperception Test. "Harvard University Press", Cam-
bridge (Mass.) 1943. Una descripción en lengua alemana en STERN, E.: Experimentelle
Personlichkeitsanalyse nach dem Murray Test. Rascher, Zurich, 1952.
326 Procesos presentes

por medio de los "tests" de inteligencia proporciona resultados útiles


desde el punto de vista práctico, resultados que dada la posibilidad
de ser repetidos son asombrosamente dignos de confianza, tanto por
lo que se refiere a su cuantificación, como a la riqueza analítica de
detalles que proporciona su mera observación no cuantitativa 14•
Desde el punto de vista psicológico, e independientemente entre sí
como hace notar MEILI 15, E. CLAPARÉDE y· W. STERN han definido la
inteligencia general como una capacidad para resolver problemas
nuevos. Algo más complicada, pero en el fondo muy análoga, es la
definición que da uno de los mejores conocedores de los problemas
referentes a la inteligencia, D. WEcHSLER 16: "Inteligencia es la capa-
cidad general o global del individuo para pensar de un modo razo-
nable y para tratar de un modo adecuado y eficaz con su medio
ambiente." No puede dejar de reconocerse la semejanza con la defini-
ción legal de capacidad de juicio que citábamos en la pág. 265, pero
es evidente que en ambas no se alude a lo mismo. La diferencia estriba
en que la inteligencia es concebida como un rendimiento activo, la
capacidad de juicio como algo más bien pasivo y que no supone forzo-
samente la puesta en activo de una capacidad, a lo cual alude WEcHs-
LER con las palabras "adecuado y eñccz". Este autor subraya tam-
bién la participación de los instintos e impulsos en la inteligencia,
así como su naturaleza general configurativa, y dice que sus rendi-
mientos "no son solamente una función de una cantidad de capaci-
dades o de la calidad de estas, sino también del modo como se hallan
combinadas entre sí tales capacidades; es decir, de su configuración."
Podemos, por tanto, distinguir en la inteligencia un aspecto estruc-
tural y un aspecto energético o impulsivo-instintivo, los cuales no se
pueden distinguir entre sí, desde luego, más que de una manera teó-
rica, ya que siempre se trata en ellas de estructuras dinámicas. Estas
chocan y se conectan también con estructuras cargadas de tensión pro-
cedentes del medio ambiente, con lo cual se influyen entre sí de modo

u Véase MEILI, R.: Lehrbuch der psychologischen Diagnostik, Huber, Berna. 1951.
Ed. española, Morata, Madrid. En él se encuentra todo lo esencial acerca de la teoría
y práctica de la determinación de la inteligencia, así como descripciones de los más
importantes tests de inteligencia, incluso del propio test analítico de inteligencia creado
por el autor. Más información acerca de tests de inteligencia: BLAESCH, H., FREY, L.
y ZANGGER, G.: Testreihen zur Prüfung von Echweizerkindern. Huber, Frauenfeld, 1959.
BoBERTAG, O.: Über Intelligenzprüfungen nach der Methode Binet Simon, 3.ª ed., Barth,
Leipzig, 1927. PROBST, E.: Der Binet Simon Test, Praxis, Basel, 1948. TERMAN, L. y
MERRILL, M.: Measuring Intelligence. Houghton Mifflin, Boston, 1937 (esta obra se
halla adaptada y traducida al español por J. GERMAIN y M. RODRIGO). WECHSLER, D.:
The Measurement of Adult Intelligence, William & Wilkins, Baltimore, 1944.
15
Loe. cit., pág. 45.
16
Loe. cit., pág. l.
Inteligencia 327

tal que con arreglo a sus leyes íntimas y la estructura de campo dada,
se tiende al logro del mejor equilibrio posible de tensión, a la "solu-
ción" del "problema" planteado.
Al lector atento no se le habrá escapado que en diversas etapas de
la presente obra, desde la consideración de las funciones básicas, y
especialmente del sentir, del percibir, de la orientación, de ·la apercep-
ción, hasta la inteligencia, hemos repetido constantemente algo. En
todas las etapas se hablaba más o menos de reestructuración condi-
cionada por tensiones, de la integración y ordenación de datos en
sectores más amplios y del surgir de ordenaciones globales. En ello
no se trataba de algo caprichoso y correspondiente a un empleo in-
discriminado de conceptos procedentes de la psicología de la con-
figuración, dentro de los cuales se forzarían una multitud de hechos
heterogéneos, sino que, por el contrario, se trata de algo que brota
de la homogeneidad de los fenómenos, considerados desde un punto
de vista más elevado. En luqor de una multitud de capacidades, fun-
ciones, partes constitutivas, etc., de la psique, cuya identidad perma-
nece siempre dudosa y es refutada por la experiencia, logramos así
una concepción más unitaria de lo psíquico, la cual satisface el im-
perativo científico de sobriedad en la exposición y empleo de princi-
pios explicativos. Podemos, por tanto, reconocer en los rendimientos
psíquicos que hemos expuesto: percepción, apercepción, juicio e inte-
ligencia (además de otros), grupos de procesos de compleijdad diver-
sa, en diversas etapas de configuración y con una acentuación varia-
ble, que unas veces recae sobre el medio ambiente (captación sin-
tética, orientación), otras sobre el aspecto personal (apercepción), otras
sobre el estructural y el formal (pensamiento y juicio) y otras, por
último, sobre el de rendimiento (inteligencia). La fundamental semejan-
za de estas diversas modalidades de actividad, o mejor dicho, de estos
diversos dominios psíquicos, es de una importancia básica desde el
punto de vista teórico, pero no significa acaso que carecería de sentido
el preocuparse por su investigación diferencial y el estudiarlas por
separado. Pues aun cuando no representan en modo alguno funciones o
capacidades psíquicas independientes, el hecho de que históricamente
se hayan estudiado por separado ha tenido como punto de partida el
reconocimiento de su importancia práctica, reconocimiento que ha sido
confirmado por la ciencia clínica exacta. Es, desde luego,· importante.
tanto desde el punto de vista clínico como desde el de la vida prác-
tica, el que alguien, por ejemplo, sea capaz de desenvolverse libre-
mente en un nivel perceptivo, pero ya no en el aperceptivo, el que
capte el carácter configurativo de agrupaciones existentes en el medio
ambiente y con arreglo a las cuales ajustamos ia mayor parte de
328 Procesos presentes

nuestro comportamiento, o bien que capte tan solo sus partes cons-
titutivas; el que se oriente, dentro de sus circunstancias ambientales,
tanto en un sentido restringido (orientación), como amplio (inteligencia),
etcétera, y, por tanto, la clínica no puede ni puede querer renunciar
a los conceptos correspondientes. Pero sí que ha de empeñarse en
lograr la máxima claridad sobre su contenido y su estructura, para lo
cual requiere la ayuda de la psicología científica y, sobre todo, de la
psicología experimental. Pues es en la clínica donde se manifiesta la
importancia y significado de cada sector de la actividad psíquica, sec-
tores delimitados entre sí; pero fundamentalmente muy semejantes, ya
que su diferenciación no solamente ayuda a solucionar problemas
prácticamente importantes y referentes al estudio de la personalidad,
sino también aquellos que se refieren al diagnóstico diferencial, como
hemos visto y sequiremos viendo en la presente obra.
Para la psicopatología, los dos más importantes sectores de la in-
vestigación de la inteligencia son los referentes a la oligofrenia y a la
demencia orgánica. Los diversos grados de oligofrenia corresponden
a respectivos déficit cuantitativos generales de la inteligencia. Es
decir, la inteligencia se define clínicamente a través de déficit más o
menos manifiestos en cuantos a rendimientos y capacidades en diver-
sos sectores, y las pruebas de inteligencia están construidas de un
modo tal que los resultados con ellas obtenidos reflejan de una ma-
nera cuantitativa los hallazgos clínicos. Las desviaciones cualitativas
de la inteligencia corresponden a otros sectores clínicos, y sobre todo
al síndrome psico-orgánico, acerca del cual trataremos en la parte V.
Según WECHSLER, en los rendimientos necesarios para resolver un
"test" de inteligencia ha de distinguirse entre aquellos que son verba-
les y aquellos otros que son ejecutivos ("performance") 17• El enfermo
orgánico, con escasas excepciones (y aparte de los exámenes de la
memoria y de la capacidad de notación) realiza mejor, por término
medio, las pruebas que suponen rendimientos verbales. Por el contra-
rio, en los esquizofrénicos los rendimientos verbales son inferiores a
los ejecutivos, y los resultados de las diversas pruebas parciales os-
cilan mucho más que en otros cuadros clínicos en torno al valor medio
del "test" en su conjunto. Al menos esto es lo que afirma RAPAPORT,
mientras que WECHSLER encuentra más bien buenos rendimientos ver-
bales en los esquizofrénicos, lo cual, sin duda, es debido a la existencia
de diferencias demasiado amplias entre los grupos investigados. Existe,

17
La palabra inglesa "performance" no tiene equivalente exacto en alemán. Sig-
nifica una tarea objetiva que se ha de realizar de un modo predominantemente motor,
o también la actividad que conduce al cumplimientode dicha tarea. En castellano lo
hemos traducido por ejecución, ejecutivo. (N. del T.)
Inteligencia 329

sin embargo, unidad acerca de las grandes oscilaciones de los resul-


tados de las pruebas aisladas con respecto al valor medio del "test" en
su totalidad en los probandos esquizofrénicos. Son frecuentes asimismo
en los neuróticos grandes variaciones en cuanto a los resultados de
las pruebas aisladas con respecto al valor medio del "test" en su
totalidad en los probandos esquizofrénicos. Son frecuentes asimismo
en los neuróticos grandes variaciones en cuanto a los resultados de
las diversas pruebas parciales, resultados que se dispersan sin regu-
laridad, pero de todos modos de un modo menos acentuado que en la
esquizofrenia. Los rendimientos ejecutivos son sumamente bajos en la
depresión psicótica, y algo menos en la psicógena, mientras que según
WEcHSLER son característicamente elevados en las psicopatías, en rela-
ción con los rendimientos verbales (sin embargo, WECHSLER no dice
a qué clase de psicopatía se refiere). Casi todas las pruebas de inteli-
gencia consisten, de acuerdo con la naturaleza global, multilateral de
la inteligencia, en una serie de pruebas parciales diversas, y en estos
últimos tiempos han sido especialmente RAPAPORT y sus colaboradores
quienes han intentado utilizar con fines diagnósticos diferenciales la
diversidad de rendimiento obtenido en los distintas modalidades de
pruebas parciales por las diferentes categorías clínicas. Mas ya que
los variados problemas que las pruebas parciales suponen difieren
de unos tests de inteligencia a otros, nuestra exposición no puede
entrar en el problema con todo detalle. Añadiremos únicamente que
las pruebas parciales que constituyen el test de WECHSLER-BELLEVUE
se han diferenciado en dos grupos. Uno de estos se halla constituido
por aquellas pruebas cuyos resultados se hallan muy afectados en
todos los casos de demencia orgánica; el otro, por aquellas que acos-
tumbran estar menos afectadas en estos últimos, y de la diferencia
entre los resultados de ambos grupos se deduce un índice numérico del
grado de demencia orgánica. Es de esperar que se confirmen los inte-
resantes resultados así obtenidos. MEILI 18, en Suiza, ha valorado con
anterioridad a WECHSLER y de un modo semejante las diferencias de
rendimiento obtenidas con su propio test analítico de inteligencia; pero
desde un punto de vista caracterológico y no psicopatológico.

18
MEILI, R.: Analytischer Intelligenztest. Testverlag, Basilea.
330 Procesos presentes

F. ALTERACIONES DE LA PERSONALIDAD
CONCEPTO.-Entendemos por personalidad la totalidad de aspectos
y configuraciones de todos los procesos y cualidades de un sujeto y
que se manifiestan de un modo mediato o inmediato. La personalidad
es, por tanto, un "equilibrio oscilante" (Hsrss), al igual que diversas
configuraciones vivas, de las cuales es, junto al "Selbst" de JuNG, la
más global. Los problemas de la personalidad constituyen esencial-
mente problemas de la psicología normal, y también de la psicología
profunda. La psicología normal ha dejado durante mucho tiempo de
considerarlos, ya que su atención se enfocaba más bien exclusivamente
sobre rendimentos, aspectos y capacidades parciales de la psique. Sin
embargo, en estos últimos años se ha ido convirtiendo, justificadamen-
te, y cada vez más, en una ciencia de la personalidad, de lo cual dan
testimonio numerosos estudios, amplios y sintetizantes, acerca de esta
última 19•
No puede constituir tarea nuestra el describir aquí sus resulta-
dos, pues excedería con mucho los límites de esta obra. Desde el
punto de vista psicopatológico es necesario, sin embargo, señalar que
ya que la personalidad representa una configuración global y supra-
ordenada, cualquier alteración en sus partes, por mínima que sea, ha
de conducir forzosamente a una deformación del conjunto. De hecho
encontramos que toda alteración psíquica repercute sobre la personali-
dad total, así como esta última, por el contrario, confiere forma y dirige
hasta cierto punto la alteración circunscrita que pueda surgir dentro
de ella.
El que las diversas alteraciones aisladas repercutan de un modo
muy distinto sobre la personalidad total depende no solamente de su
gravedad, sino asimismo de su posición dentro de la estructura global,
de la posibilidad de captarlas y regularlas dentro de un sistema par-
cial, así como de la índole y firmeza de la personalidad misma. Las
alteraciones de orden inferior no influyen apenas sobre la totalidad,
siempre que su regulación no falle. Las de orden superior sí que pue-
den influir en mucho mayor grado.

VERTIENTESINTELECTUiiL Y AFECTIV A.-Se acostumbra de siem-


pre distinguir una vertiente "intelectual" y una vertiente "afectiva" en

19
Compárese a este respecto ALLPORT, G.: Personlichkeit, Struktur, Entwicklung
und Erfassung der menschlichen Eigenart, traducido y editado del americano por
H. v. BRACKEN, Klett. Stuttgart, 1949. MURPHY, G.: Personality. A Biosocial Approach
to Origins and Structure, Harper, New York, 1947. HEISS, R.: Die Lehre vom Charakter,
2.ª ed. De Gruyter, Berlín, 1949.
Cualidades totales 331

la personalidad, y esta diferenciación corresponde, sin duda, a una


necesidad empírica. Desde el punto de vista científico teórico resulta
difícil de justificar, en tanto nos atengamos a las designaciones tradi-
cionales. Pues, "intelecto" es un concepto filosófico, e "inteligencia",
como hemos visto, un concepto psicológico y utilizable prácticamente;
pero que abarca cosas muy heterogéneas y no nos satisface en cuanto
queremos aplicarlo a otros problemas. Con el término "afectivo" se
alude, en un sentido bleuleriano, a lo que resta una vez eliminado lo
"intelectual", y en consecuencia nos satisface tanto menos como con-
cepto. Mas de todos modos, con la habitual diferenciación entre "af ec-
tivo" e "intelectual", se alude a algo que no deja de carecer de fun-
damento y que tiene su importancia.

LAS TRES CLASES DE CUALIDADES TOTALES.-Aquello a lo que


se alude verdaderamente podría deducirse del análisis de las cualida-
des totales realizado por W. METZGER, análisis que es válido con
respecto a otros muchos sectores, aparte del de la personalidad, y que
según la concepción del autor se halla sobre todo ajustado al corres-
pondiente a la percepción. METZGER reconoce tres clases principales
de cualidades totales 2-0:
l. LA ESTRUCTURA.-Aquí se incluyen todas las cualidades que
suponen ordenación o construcción: forma espacial o estructura de la
figura, perfil de luminosidad y de color, incluyendo la articulación y
la distribución de scturccíones, ritmo, melodía; estructura del curso
de movimientos y de cambios, y además, y en las estructuras dinámi-
cas, la dirección y distribución. Son ejemplos de ello: recto, redondo,
anguloso, agudo, ondulado, esquinado; legato, staccato, glissando,
crescendo; constante, inconstante; el crecer, reducirse, subir, caer, fluir,
saltar; en suma, todo género de "tránsito".
2. LA CALIDAD o ÍNDOLE DEL TODO.-Aquí entran todas las propie-
dades materiales, el "material", siempre que no se trate de calida-
des sensoriales "simples"; es decir, independientemente de la es-
tructura. Ejemplos: transparente, luminoso, tosco, liso, resplandeciente,
sedoso, sólido, nebuloso; blando, duro, resistente, elástico; agudo, hue-
co (con respecto a sonido).

3. LA ESENCIA en sentido amplio, no referida solamente a lo vivo,


sino· en general a todo y contrapuesta a la estructura y a la índole en
tanto en estas se trata de "datos objetivables". Aquí corresponden to-

20
METZGER, W.: Psychologie, 2.ª ed. Steinkopff, Darmstadt, 1954, pp. 63 y ss.
332 Procesos presentes

das las propiedades fisiognómicas o expresivas: carácter, ética, há-


bito, humor, "valor de los sentimientos", etc. Ejemplos: solemne, ama-
ble, orgulloso, sombrío, pacífico, impetuoso, delicado, viril, femenino,
pueril, senil, etc.
El predominio de lo formal en la estructura y de lo material en la
índole ("formal" y "material" entendidos en sentido amplio) señala la
relación de ambas cualidades con lo "intelectual", siempre que esto
último (como es habitual en estas consideraciones) se amplíe para
abarcar también el fundamento objetivo de la percepción, la "mate-
ria". Ya que son nombradas simultáneamente numerosas propiedades
dinámicas, podría incurrirse en el error de creer que en la estructura y
en la índole se trata también de la parte impulsiva de la personalidad.
Debe quedar, sin embargo, claro que con ello no se alude a ninguna
de las cualidades de la propia personalidad, sino a aquellas que co-
rresponden al medio ambiente contemplable, hacia el cual se orienta
la personalidad. Es decir, sus cualidades de estructura y de índole co-
rresponden en cuanto a amplitud y clase a la llamada vertiente "in-
telectual" 21, así como sus cualidades de esencia a su vertiente "afec-
tiva". Pues las cualidades esenciales son, siguiendo a METZGER 22,
"aquello que en lo que se da a nuestra contemplación, es lo único
capaz de impresionarnos y conmover nuestra propia esencia de modo
inmediato". Y más adelante añade: "En los sentimientos vivimos de
modo inmediato la esencia de los cambiantes estados del yo, en nos-
otros mismos y en los demás." En tal "conmover nuestra esencia" re-
suena algo del carácter impulsivo de las cualidades esenciales, de lo
conmovedor de los sentimientos. Podría entonces hablarse, en lugar
de una vertiente "afectiva" y una vertiente "intelectual" de la perso-
nalidad, de una vertiente "captadora de la esencia" y acaso de otra
"captadora de la estructura" (incluyendo en esta última la estructura
y la índole), y con ello, en nuestra opinión, y aun cuando las antiguas
y las nuevas denominaciones no coinciden por completo, quedaría
mejor designado lo esencial, ya que la diferenciación no se referiría
entonces tan solo a la personalidad, sino también a diversas confi-
guraciones subjetivas y objetivas. La clínica muestra asimismo que es-
tos dos aspectos de la personalidad pueden hallarse afectados sepa-
radamente, acerca de lo cual diremos algo más adelante 23•

21
Piénsese en el significado de la palabra "Übergang" = paso, transición, y el
del vocablo latino "intellegere", del cual se origina "intelecto". "Intellegere" =atar
juntos, es decir, establecer un paso, una transición.
22
Loe. cít., pág. 69.
23
En la edición alemana, estructura y calidad o índole, consideradas ambas con-
juntamente como vertiente "estructurafin" de la personalidad, son puestas en rela-
.Personalidad anormal ;;J;;J::J

DOCTRINAS TIPOLOGICAS.-Las posibles variedades de la per-


sonalidad son infinitas, tan numerosas como numerosos son los indi-
viduos que han existido desde el comienzo de la especie humana. No
han faltado tentativas de ordenar tales variedades en grupos y divi-
dirlas según sistemas, lo cual ha dado lugar a numerosas tipologías.
Aun cuando ·no pocas de ellas tienen su punto de partida en la Psi-
quiatría y se derivan de la innegable analogía existente entre deter-
minadas personalidades sanas y las personalidades en ciertas enfer-
medades mentales, la tipología caracterológica constituye esencialmente
algo que corresponde más bien a la psicología normal. En parte
por esto, y en parte también por no haber logrado ninguna de las
tipologías caracterológicas que se han establecido hasta la fecha un
general reconocimiento y aceptación en Psiquiatría o incluso también
en Psicología, creemos poder renunciar a una exposición de las doc-
trinas tipológicas principales y limitarnos a señalar la literatura co-
rrespondiente 24•
Las doctrinas tipológicas entran en contacto con la Psicopatología
allí donde el tipo aislado alcanza un grado tan extremo de acentua-
ción de rasgos que perturba a los demás y se plantea la cuestión
referente a lo patológico. Así como antes afirmábamos que el nú-
mero de variedades de personalidad es infinito, así también sucede
con la amplitud correspondiente a cada tipo aislado, amplitud que
puede abarcar, conservándose y acentuándose los rasgos típicos, to-
das las gradaciones que van desde una variante de la personalidad
apenas perceptible hasta su caricaturización unilateral. No se puede
establecer ningún término desde el cual afirmar que comienza a ser
morbosa una personalidad.

PERSONALIDAD ANORMAL.-Como regla general, utilizable· en


la práctica psiquiátrica, puede darse la siguiente : allí donde la uni-
lateralidad causante de alteraciones se hace sentir de una manera
regular, pero tan solo bajo la influencia de una sobrecarga, la cual

cíón con los aspectos "intelectuales" de la misma. En la actualidad tengo mis dudas
acerca de la exactitud de esto último y creo más bien que se pueden presentar tras·
tornos de la calidad o índole en otros sectores psíquicos. De las tres clases de cua-
lidades totales es la índole aquella que precisa de mayor esclarecimiento.
24
Además de los tratados generales de psicología y psiquiatría hemos de men-
cionar las siguientes obras: HELWIG, P.: Charakterologie, 2.ª ed. Klett, Stuttgart, 1952.
KRETSCHMER, E.: Kotpetbcn: und Charakter. Springer. Heidelberg. Idem: Medizinische
Psychologie. Thieme. · Stuttgart. JUNG, C. G.: Psychologische Typen. Rascher, Zurich.
ROHRACHER, H.: Kleine Charakterkunde. Urban & Schwarzenberg, Viena. {Ed. española,
Edit. Científico-Médica,Barcelona.) La doctrina tipológica de KRETSCHMER, la más extendida
y mejor fundamentada, así como la de JUNG acerca de los tipos de actitud psíquica.
334 Procesos presentes

constituye en sí aÍgo insólito, como modo de reoccion inadecuado y


estereotipado, es preferible hablar de personalidad anormal (en sen-
tido estadístico), y se puede añadir al sustantivo personalidad un
adjetivo calificativo (por ejemplo: esquizoide, histérica, impulsiva,
sensitiva, etc, etc.). Tales personolídcdes constituyen variantes, pero
no son patológicas. Mas allí donde la unilateralidad constitucional
se impone de un modo que trastorna seriamente al sujeto, a su me-
dio ambiente social o a ambos, y ello de un modo continuo y bajo
circunstancias cotidianas, habituales y que no suponen especial so-
brecarga, de tal forma que domina toda la actividad de la persona
en cuestión, debe admitirse la existencia de una disposición morbosa
de la personalidad; es decir, una psicopatía. Los esfuerzos de ciertos
autores que defienden una anticuada concepción jurídica, basada
en la "represalia", por negar el predicado de "enfermas" incluso a
personalidades psicopáticas gravemente anormales, no resultan más
convincentes que los que haría un internista que negase dicho pre-
dicado a un paciente con manifestaciones de lesión cardíaca congénita.
Todo tipo exagerado se convierte en psicópata, y la Psiquiatría
reconoce una cantidad de clases de psicópatas que se dan frecuen-
temente y que constituyen exageraciones de tipos normales que no
acostumbran reseñar las doctrinas tipológicas. Pero su diagnóstico es
tarea de la Psiquiatría especial, no de la psicopatología genearl 25•

DEFORMACION DE LA PERSONALIDAD.-Aparte de las variantes


patológicas de la personalidad, que permanecen de un modo cons-
tante más o menos iguales a sí mismas, podemos comprobar que no
existe apenas una modificación patológica de índole somática o psí-
quica que no modifique, siquiera sea en un matiz, el colorido general
de la personalidad. Así, pues, en sentido estricto, el hablar de alte-
raciones de la personalidad equivaldría a tratar acerca de todo el
conjunto de la Psicopatología y la Psiquiatría. No es tal nuestra
intención. Pero sí queremos tomar en consideración determinados
efectos típicos de la enfermedad sobre la personalidad, en tanto su-
ponen una acción sobre la totalidad de esta última y no sobre algunos
rasgos de la misma.
Esto último es lo que más frecuentemente sucede en las neuro-

25
Las psicopatías son expuestas, por lo general, en los tratados de psiquiatría.
Véase, además, SCHNEIDER, K.: Psychopathische Personlichkeiten (traducido al español
y publicado por Editorial Morata con el título Las personalidades psicopáticas). Idem:
Psychopathische Persánlichkeiten, en Klinische Psychopathologie, 3.ª ed., Thieme, Stutt-
gart, 1950. KAHN, E.: Die psychopathischen Personlichkeiten, en el "Hcndbuch der
Geisteskrankheiten", publicado por BuMKE, t. V. Springer, Berlín, 1928.
uetotmacion de la personalidad JJ\>

sis, sufriendo con preferencia una deformación y un debilitamiento


aquellos rasgos que se hallan más estrechamente conectados a lo
reprimido o en general a aquello contra lo que se establecen de-
fensas. También resultan afectados aquellos que se utilizan como
defensa contra lo reprimido. Así, por ejemplo, si se reprime agresivi-
dad, la personalidad pierde en empuje y en energía para autoafir-
marse, o. bien esta autoafinnación es conseguida por vía indirecta a
través de enfados, adulaciones, de un obligar mediante una docilidad
aparente, etc., lo cual modifica considerablemente a la personalidad,
deformándola. Esta deformación puede llegar hasta la formación reac-
tiva (en sentido psicoanalítico); es decir, a la transformación aparente
de la tendencia no tolerada, en lo contrario. De este modo la persona
agresiva se convierte en aparentemente amable y condescendiente;
pero no renuncia a sus fines y se halla decidida a lograrlos por otros
procedimientos. La persistencia en estos fines hace que la persona-
lidad en cuestión no aparezca como radicalmente modificada. Otras
tendencias pueden ser movilizadas para defensa contra la agresivi-
dad; así, ·por ejemplo, las naturales hacia la participación afectiva,
la necesidad de reconocimiento emocional y el miedo a la pérdida
de amor, la necesidad de autoentrega, etc., cuyo refuerzo reactivo
acarrea también una transformación de la personalidad, referida a
un sector. Cuanto más amplios sean los complejos patógenos y los
correspondientes mecanismos de defensa, tanto más afectada resulta-
rá, naturalmente, la personalidad total y tanto más sometida se verá
esta a su efecto deformante. Es asimismo importante el grado de
escisión de los contenidos patógenos. Aquellos que se hallan fuer-
temente escindidos pueden permanecer aislados sin que afecten al
resto de la personalidad, como sucede en ciertas neurosis ocultas y,
sobre todo, en la personalidad paranoide. Esta última puede aparecer
durante mucho tiempo como absolutamente normal, hasta que casual-
mente resulta afectado el complejo nuclear y se provoca una reac-
ción catatímica que desborda los límites de la personalidad.
Allí donde predomina el síndrome de la ruina de la configura-
ción, la consecuencia es una fragmentación de la personalidad. Por
fragmentación entendemos una ruptura de los vínculos existentes
entre impulsos, tendencias y finalidades, vínculos que confieren a la
personalidad normal su aspecto unitario. Aun cuando el hombre
puede tener afán por lograr finalidades que son entre sí muy diver-
sas, estas acostumbran ordenarse de un modo tal que entre ellas se
establece una jerarquía bajo la dirección de una orientación general,
ordenación que se establece por sí misma. En la neurosis se da aún
esto, si bien existe una pugna por los puestos en la mencionada je-

•'
336 Procesos presentes
rarquía, y la orientación general se halla supeditada al estableci-
miento de defensas. Pero si determinadas manifestaciones y tenden-
cias de la personalidad son escindidas del conjunto, y ello sin motivo
aparente, sí resultan reforzadas o debilitadas y se dirigen hacia fina-
lidades aparentemente absurdas (desde el punto de vista del con-
junto), puede hablarse de un desmoronamiento o fragmentación de la
personalidad, tal como lo encontramos en el mencionado síndrome.

FRAGMENTACION DE LA PERSONALIDAD.-En el delirio tóxico


o infeccioso, tal fragmentación es mantenida a raya por la conser-
vación de aquello que constituye el armazón de la personalidad, por
el destacar y la monótona repetición de una sola tendencia. En las
esquizofrenias, y sobre todo en las formas confusas, pero asimismo
en numerosos estados de defecto, encontramos la personalidad ante-
rior reducida a fragmentos desordenadamente agrupados. Algunos
de ellos se hallan pulverizados, otros se conservan; pero como blo-
ques erráticos que han ido a parar allí donde no pueden servir ya
para fin constructivo alguno. Como ligazón puramente aparente entre
ellos pueden aún ser utilizados usos, hábitos, modos sociales o pro-
fesionales muy troquelados por la costumbre y la educación, los
cuales son utilizados venga o no a cuento, y que precisamente por
su empleo y reactivación indiscriminada y a destiempo subrayan
más todavía la disolución del orden íntimo. Los buenos modales, la
buena educación pueden entonces simultanearse con la impulsivi-
dad más descarada, y los propios impulsos pugnan entre sí sin que
exista armonía alguna en la distribución de sus "quanta" energéticos.
El amaneramiento que se encuentra en ciertos esquizofrénicos se
puede contraponer, como caricatura de modos de comportamiento
educados, y que se mantienen a guisa de restos encallados proceden-
tes del naufragio de la ·personalidad, a la caricaturización de índole
completamente distinta de los rasgos principales de la personalidad
que se puede observar en algunas enfermedades cerebrales difusas.
Aquí es en primer término la arteriosclerosis cerebral la que puede
reforzar aquellos rasgos y la que, suprimiendo en ellos las tonalida-
des más finas, los hace expresarse en unas cuantas líneas duras que
reproducen, de manera exagerada, lo más destacado de la persona-
lidad; pero de tal modo que esta queda caricaturizada, más perfec-
tamente reconocible. Así, poco a poco, la tendencia a la economía se
convierte en avaricia o quizá también en delirio de miseria; el amor
al orden, en pedantería; el deseo normal, en avidez;· la firmeza de
carácter, en afán de dominio, etc. La mesura, las transiciones suaves
desaparecen y los desnudos contornos de la personalidad rigidifi-
Devastación 337

cada se presentan duros y angulosos. Cuanto más avanza el proceso


de destrucción orgánico, tanto más se va reduciendo este diseño a
los elementales contornos instintivos. Pero los instintos mismos pue-
den continuar mostrando durante un lapso de tiempo asombrosa-
mente largo el sello de lo personal.

DEVASTACION.-La contrapartida de la caricaturización o de la


reducción de la personalidad a ciertos perfiles, tal como se da en
algunas demencias orgánicas que se van estableciendo lentamente,
es la devastación o nivelación característica de la demencia esqui-
zofrénica. Aquí desaparece cuanto es individual, excepto los mencio-
nados residuos representados por el amaneramiento. Estos pueden
revestir los míseros restos de la personalidad con un manto conven-
cional y nada adecuado o con un abigarrado traje de bufón. La dife-
renciación de las finalidades de las tendencias y todos los matices
de las mismas desaparecen, así como el impulso mismo. El paciente
aparece como una seca cáscara vacía. Los pocos impulsos espon-
táneos cursan siempre por los mismos cauces, las expresiones se
hacen formularias, los actos, automatizados, tienen algo del movi-
miento de las marionetas, siempre que no se vean intérrumpidos de
cuando en cuando por bruscas reacciones primitivas. La vida afecti-
va, exteriormente insípida y apagada (pues íntimamente puede ha-
llarse mucho más viva y animada, como muestran algunas raras
remisiones espontáneas en las que se conservó la capacidad de re-
cuerdo), ofrece las características , señaladas en la parte III, capítu-
lo 1 D, y se diferencia por ello de los sentimientos simplemente pri-
mitivos, la mayoría de las veces también más groseros, del demente
orgánico. Las capacidades formales del pensamiento se conservan,
al contrario de lo que sucede en el orgánico, pero no se utilizan.
Los estadios finales de demencia grave en el orgánico y en el esqui-
zofrénico muestran una cierta semejanza, sobre todo a causa de la,
caída en un nivel crudamente pulsional y de la disolución de lo
propiamente individual, pero la diferencia entre ambos es fácil de
advertir la mayoría de las veces. En el esquizofrénico demenciado
persiste más bien a modo de una cáscara constituida por algo que es
individual, pero no propio, y la personalidad queda como vaciada
por dentro; en el orgánico, lo propiamente individual queda por así
decir reducido primeramente al esqueleto, y este es luego desmon-
tado de fuera adentro, para seguir valiéndonos de un símil. Otros
padecimientos crónicos, sobre todo del tipo del síndrome de pertur-
bación circunscrita, como es el parkinsonismo posencefalítico, y tam-
bién cuadros clínicos. endocrinos muy acentuados, muchos estados pos-
BA.SH. 22
338 Procesos presentes

meningíticos y algunas neurosis se mantienen en una línea media,


ya que no conducen ni a un deterioro intelectual ni a cambiar cuali-
tativos de índole afectiva, sino a una especie de "engrosamiento" de
la urdimbre de lo psíquico, con un surgir más destacado de pulsio-
nes no disimuladas, bruscos cambios de humor y desinhibiciones ca-
rentes de toda consideración. La imagen de la personalidad se con-
serva, pero aparece por así decir a través de un retículo más groseo.

PERSONALIDADES MULTIPLES.­Las llamadas personalidades


múltiples suponen la cambiante sustitución de la personalidad por
personificaciones que difieren mucho de esta última. En la literatura
psicopatológica más antigua se habla mucho de tales casos de per-
sonalidad múltiple, pero mucho menos en la más moderna. Sin moti-
vo aparente, o con un motivo mínimo, el sujeto podría ofrecer de
pronto un aspecto completamente distinto del suyo habitual, pensar
y actuar al parecer de un modo absolutamente distinto y, además,
no saber nada acerca de su vida anterior e incluso de los contenidos
y circunstancias de esta, hasta que la personalidad anterior vuelve
de nuevo, y también inopinadamente, a ocupar su lugar. Las diversas
"personalidades" pueden persistir durante un lapso de tiempo más o
menos amplio y la mayoría de las veces son amnésticas recíproca-
mente, aun cuando también puede suceder que una de ellas sepa
acerca de las demás, pero no al contrario. Tales casos han sido
expuestos por investigadores de fama de una manera asaz dramá-
tica, y de un modo quizá más dramático todavía por la joven Psico-
patología en su afán y alegría de descubrir. Todo ello excede, segu-
ramente, lo que los hechos en sí exigirían. Algunos de tales casos
pueden incluirse, desde luego, en los estados crepusculares orienta-
dos, la mayoría en las neurosis histéricas, en los caracteres y psico-
patías histéricas. Las descripciones acerca de ellos transmiten la
convicción de que se trata de aspectos complementarios de una misma
personalidad, que se han escindido ampliamente entre sí, para sur-
gir luego de un modo alternado, de tal manera que su eventual apa-
rición en primer plano confiere a la personalidad los rasgos y to-
nalidad del aspecto en cuestión.

RESUMEN.-Denominamos orientación a la capacidad para saber


cómo se encuentra uno situado dentro de las circunstancias generales
y fundamentales, internas y externas de la vida en un momento dado.
La orientación depende de rendimientos de la memoria, pero básica­
mente se halla siempre referida al presente. Unas veces transcurre
de un modo más reflexivamente consciente, otras menos. Se funda­
. ttesumen ;i;;J~

menta sobre los sistemas psíquicos de referencia, dinámicamente es­


tructurados. Las alteraciones en estos últimos, en la ordenación de
los contenidos psíquicos en ellos o en su relación con respecto al
campo total, se manifiestan como alteraciones de la orientación. La
relación existente entre un objeto y su sistema de referencias es com-
parada con la de una parte respecto al todo, y se muestran las dife­
rencias. Las modalidades de orientación que poseen importancia clí­
nica,· es decir, las relativas a tiempo, espacio, la propia persona y la
situación, son estudiadas por separado y mencionados los motivos
de su diversa posibilidad de alteración.
Las alteraciones de la referencia al yo surgen cuando un conte­
nido psíquico falla en cuanto a su cohesión al yo, considerado este
como centro normativo de referencia. Esto puede suceder de diversas
maneras; así, por ejemplo, cuando el propio yo, · como centro, se ha
disuelto. En la despersonalización, una parte constitutiva del com-
plejo del yo es separada de este; en la apersonalización es incluido
en él un contenido que no le corresponde; en el transitivismo, un
complejo del yo es cubierto en parte por otro contenido psíquico;
si el contenido le cubre por completo tiene lugar la identificación.
En la pérdida del yo se trata de un caso extremo en el que, como es
lógico, se pierde toda referencia al yo.
Denominamos captación sintética a la reunión de percepciones en
representaciones más amplias y dotadas de carácter de significa­
ción propia; en la apercepción se añade a lo así captado un carácter
de significación individualmente teñido, sobre la base de· la consti­
tución y la experiencia personales. Ambas se hallan no solamente
emparentadas entre sí, sino también con la orientación y correspon-
den a un nivel más alto de integración de procesos referidos al pre-
­sente, nivel en el que surgen propiedades y significados distintos a
los de niveles inferiores. Tanto la captación sintética como la aper-
cepción muestran en sí numerosos y finos niveles; pero dentro de la
experiencia cotidiana se mantienen por regla general dentro. de cierto
ámbito, por debajo del cual se dan ya fenómenos clínicos. Se ex­
ponen brevemente sus motivos y modalidades de alteración.
. El concepto de inteligencia se muestra como difícil de definir, no
unitario y, sin embargo, útil desde el punto de vista empírico. En este
sentido comprende asimismo momentos afectivos y pulsionales. Al
igual que en las alteraciones del pensamiento, (el cual constituye un
importante componente de la inteligencia) encontramos las principa­
les alteraciones de la inteligencia en la oligofrenia y en el síndrome
psico­orgánico. Son mencionados algunos de los más importantes
340 Procesos presentes

hallazgos de la moderna investigación por medio de "tests" de inte­


ligencia.
La personalidad constituye la totalidad de aspectos y configura­
ciones de los procesos y cualidades psíquicas que se manifiestan
de modo mediato o inmediato en un sujeto determinado. Representa,
por lo tanto, una configuración supraordenada y amplia. Desde hace
tiempo se ha venido distinguiendo en ella una vertiente "intelectual"
y otra "afectiva". Esta división, que la mayor parte de las veces
resulta poco clara, se puede definir mejor con ayuda de los conceptos
establecidos por METZGER acerca de tres clases de cualidades confi­
gurativas: estructura, índole y esencia. La vertiente "intelectual" de
la personalidad se referiría más bien a la estructura y a la índole,
la "afectiva" a la esencia. La primera captaría la estructura, la segun­
da la esencia.
Son mencionadas las cuestiones referentes a las personalidades
anormales, las psicopatías y las doctrinas tipológicas.
Junto a los innumerables cambios morbosos de la personalidad
en sus diversos sectores y en sus diversas direcciones (con lo cual
sufre siempre hasta cierto punto todo el conjunto), conocemos tam­
bién ciertas modalidades, múltiplemente repetidas, de alteración del
conjunto; así, por ejemplo, la fragmentación, la caricaturización y
la devastación o nivelación, acerca de cuyas manifestaciones clí­
nicas se trata más detalladamente.
Los procesos estudiados en este capítulo muestran mucho en co-
mún, ya que en todos ellos tienen lugar reestructuraciones e inclu­
siones de hechos en ordenaciones más amplias, todo ello determi­
nado por tensiones. Esto no significa un uso indiscriminado y una
ampliación indebida de conceptos procedentes de la psicología de la
configuración. Lo que así logramos es más bien una más unitaria
modalidad de concebir lo psíquico, que corresponde al postulado
científico de sobriedad en los conceptos. Los rendimientos psíquicos
expuestos se manifiestan como grupos de procesos de complicación
diversa, que corresponden a diversos niveles de configuración e inte­
gración y con un acento que recae unas veces sobre las circuns­
tancias del medio ambiente (captación sintética y orientación), otras
sobre las personales ( apercepción), o bien sobre el aspecto formal y
estructural (pensamiento y juicio: véase la parte 111), o sobre el de
rendimiento (inteligencia), o la totalidad del sujeto (personalidad).
Estos grupos de proceso no representan "funciones" independientes
o "capacidades" de la psique, pero se diferencian entre sí desde pun­
tos de vista que poseen importancia clínica y práctica, por lo cual
se halla justificado el considerarlos separadamente.
CAPITULO IV

Procesos (retrospectivas) referidos


al futuro

PULSION E INSTINTO
Reunimos aquí aquel amplio grupo de procesos que confieren al
ser vivo su caract_erística expresión de tendencia a finalidades. Los
filósofos han gastado mucha tinta en explicar cómo algo futuro puede
obrar sobre algo presente y, dado el caso, de qué manera puede lo-
grarse una previsión del porvenir a. pcrtír del presente. Prescindi-
mos conscientemente de esta índole de cuestiones y nos satisface-
mos con comprobar que en aquellos procesos que vamos a estudiar
ahora se trata de procesos que el sujeto experimenta como referidos
al futuro, y lo mismo sucede con cuantos observadores neutrales
los contemplan. Pues aunque el tiempo físico es algo constante e
irreversible, el tiempo psicológico no es ni lo uno ni lo otro, y para
él, como sucede tan demostrativamente en los sueños, y a veces tam-
bién en otras circunstancias, no existen en ocasiones las barreras
representadas por los arraigados conceptos de "pasado", "presente"
y "futuro".

A. OBSERVACIONES PSICOLOGICAS PRELIMINARES


La más sencilla definición de pulsión es quizá la de JuNG, el cual
afirma que se trata de "una necesidad íntima". Inmediatamente se
plantea la cuestión referente a de dónde surge tal necesidad y a dón-
de impulsa. Se origina, según la mayoría de las investigaciones mo-
dernas, en los procesos corporales esencialmente periódicos, que de
tiempo en tiempo exigen la satisfacción de necesidades fisiológicas
y que colocan al organismo, hasta que tiene lugar tal satisfacción,
en un estado de inquietud objetivamente observable, de tensión vi-
vida subjetivamente y de desazón. Así, la necesidad de alimentos
aumenta el peristaltismo gástrico, a lo cual reacciona un animal al
que se mantiene apartado de todo estímulo exterior, correteando pri-
meramente sin rumbo fijo y luego comiendo; la desecación provoca
342 Procesos futuros

también al principio movimientos incoordinados en el animal recién


nacido, los cuales terminan por ponerle en contacto con el pezón, a
lo cual sucede el reflejo de mamar; la incrementada producción de
hormonas sexuales durante la pubertad o la época de celo ocasiona
inquietud corporal, la cual, si es que no interfieren inhibiciones so-
ciales u otras necesidades instintivas poderosas y más urgentes, per-
siste hasta que es encontrado un objeto sexual y se realiza la cópula
de un modo más o menos instintivo. Lo esencial es que la primera
reacción a la pulsíón no es específica (con excepción de ciertos actos
reflejos, como son la evacuación de excrementos y orina), sino que
estriba más bien en una motilidad no dirigida a una finalidad cierta,
una inquietud que puede llegar hasta la "tempestad de movimientos",
la cual transporta al organismo a los puntos más diversos hasta que
encuentra aquel que posibilita la satisfacción de la correspondiente
necesidad orgánica. Así, en el recién nacido, el contacto de los labios
con el pecho de la madre desencadena el reflejo de succión, el cu-
brirse casualmente con las mantas y la subsiguiente sensación de
calor es lo que hace que encuentre reposo el niño que se revuelve
en su cuna, el acariciar las zonas erógenas durante la exploración
del propio cuerpo, y el placer así conseguido es lo que condiciona
el ocuparse cada vez más de estas partes del cuerpo, precisamente,
y, por último, la actividad sexual propiamente dicha. La tendencia que
anima la pulsión es una tendencia a solucionar la tensión; la acción
pulsional es específica en el grado . en que se halla adecuada a
satisfacer la correspondiente necesidad fisiológica y volver así a res-
tablecer un estado de no tensión, y lo mismo puede afirmarse del
objeto hacia el cual se encauza la acción. El modo cómo la necesidad
es satisfecha es muy variado y depende de la especie del organismo
en cuestión, de la constitución individual, de las posibilidades ofre-
cidas por el medio ambiente y, no en último término, de la experien-
cia del individuo. Los rasgos de la situación que supone originalmente
que la pulsión ha de ser satisfecha, adquieren carácter de señal; por
vía de los reflejos condicionados pueden, unas veces, desencadenar
jlos modos de comportamiento fisiológicamente adecuados, modos
que serán aquellos que conduzcan por el camino más corto al cese
de la tensión, otras veces pueden incluso despertar la tendencia
impulsiva. Los modos de comportamiento fisiológicos resultan amplia-
mente modificados por el aprendizaje, y a través de las complicadas
interacciones verificadas entre las pulsiones, hasta que se establece
un comportamiento habitual, y, sin embargo, siempre mudable, que
representa un compromiso socialmente adecuado entre la satisfacción,
la frustración y la sublimación de las pulsiones. Así, pues, la pulsión
supone siempre también un factor dinámico cuya dirección y meta
no se dan a través de saber previo alguno, sino por la naturaleza del
propio organismo.
No ha sido aún descubierta una clasificación absoltuamente se-
tisfactoria de las pulsiones, lo cual en último término quizá sea debido
al hecho de que las necesidades básicas de los organismos vivos
no pueden ser claramente separadas entre sí en algunos casos. Baste
recordar las necesidades de ingestión de alimentos y de líquidos,
que el adulto sabe distinguir entre sí como hambre y como sed y
cuyas tensiones concomitantes sabe localizar en el estómago y la
garganta. En el mamífero joven (inclusive en el hombre), que es ali·
mentado por la leche materna, ambas necesidades, así como las ten-
siones correspondientes, se hallan ampliamente fusionadas. O recuér-
dese la satisfacción de una excitación de matiz sexual mediante
estímulos provocados en la zona oral y en la anal (especialmente
en el niño pequeño, pero no solamente en él), y que en modo alguno
se hallan exclusivamente al servicio de la procreación. Una clcsíñ-
cación pertinente sería la basada en pulsiones de crutoconservu-
ción y pulsiones de conservación de la especie, a la cual correspon-
de también la primitiva clasificación de FREUD en instintos del yo e
instinto sexual. Pero precisamente el ejemplo antes expuesto de los
impulsos orales sexuales, los cuales se hallan también al servicio de
la autoconservación (por ejemplo, el mamar), muestra cuán difícil
es llevar a cabo de un modo consecuente tal diferenciación. Más
adelante, FREUD dividió los instintos * en instintos de vida e instintos
de muerte. Estos últimos tenderían a un estado libre de tensiones
(cosa que hemos señalado más arriba como finalidad general de
toda pulsión, a la supresión de estímulos y, por último, a la auto·
aniquilación; los instintos de vida se hallan caracterizados por un
apetito de estímulos, y se satisfacen, como sucede a veces en el ero·
tismo, con la constante repetición de una cierta actividad. Buscan
objetos sobre los que ejercer esta actividad y conducen a la forma-
ción de unidades de índole más elevada. Aquí puede objetarse, sin
embargo, que en realidad ni el apetito fisiológico de estímulos, ni el
patológico, y sobre todo la obsesión de repetir que se observa en las
neurosis de terror, representan una mera busca de estímulos o en·
cuentran solamente en la repetición una satisfacción auténtica, sino
que lo que más bien sucede es que intentan, a través de la repe-

* Conservamos aquí, referida a FREUD, la tradución de "Trieb" por "instinto",


aunque en el presente libro se establece una neta y lógica distinción entre "Trieb"
= pulsíón, e "Instínkt" =instinto. (N. del T.)
tición, resolver una tensión extraordinariamente intensa. A través de
la busca de estímulos adecuados se intenta descargar la tensión.
V. HoLST y colaboradores han demostrado en vertebrados inferiores,
y mediante una serie de pacientes y extraordinariamente bellos ex-
perimentos, que el sistema nervioso central mantiene en muchos ór-
ganos (es decir, en las inervaciones correspondientes) ritmos propios
y constantes, que quizá se superponen, los cuales experimentan una
modificación durante el estado de necesidad y con ello efectúan
un cambio en el comportamiento del animal, de tal manera que este
se encamina rápidamente hacia constelaciones de estímulos que po-
tencialmente supongan una satisfacción de la necesidad. Es decir,
se proporciona a sí mismo los estímulos capaces de desencadenar a
continuación un comportamiento inmediatamente satisfactorio de la
necesidad. Por otra parte, esto no es solamente válido para aquellas
actividades pulsionales referidas por Freud en el hombre a los ins-
tintos de vida, sino también para aquellas otras que según Freud se
hallarían bajo el dominio del instinto de muerte. Por otra parte, y
sin duda alguna, existe una "necesidad íntima" no solamente de es-
tímulos y de la satisfacción de estos, sino también de configurar, de
dar forma. La tendencia implícita en todo lo orgánico hacia el equi-
librio, la simetría y el orden, hacia la "buena configuración", en el
sentido de la Psicología de la configuración, da validez y peso, tam-
bién dentro de un pensamiento biológico, a las palabras de JuNG
acerca del espíritu y las pulsiones : "lo espiritual aparece en la psique
también como una pulsión, e incluso como una auténtica pasión ...
No es que se trate de un derivado de otra pulsíón, sino de un prin-
cipio "suí géneris"; es decir, el de la forma imprescindible a toda
fuerza pulsional".
Mientras que por pulsión entendemos un factor dinámico, una
"necesidad Íntima" que obliga a la satisfacción de una necesidad
que es de origen fisiológico, entendemos por instinto aquellos facto-
res dados en la disposición, no aprendidos, que configuran y marcan
dirección y que posibilitan la realización de ciertos actos pulsionales
sin conocimiento previo de la finalidad pulsional. Algunos actos re-
flejos, como los reflejos de defensa, el de succión y la defecación,
pueden considerarse asimismo como instintivos. Por otra parte, va-
rían ampliamente las opiniones acerca de la magnitud del sector
de acciones que se pueden considerar como instintivas y acerca de
cual es la base de los instintos. Mientras que anteriormente se pro-
pugnaba un "instinto" propio y peculiar para cada comportamiento
pulsional, "instinto" que la mayoría de las veces era considerado
también como pulsión en el behaviorismo o conductismo de WATSONr
Observaciones psicológicas 345

doctrina que ha sido superada ya casi por completo; pero que, sin
embargo, tiene su importancia histórica, la reacción contra la multi-
plicación indiscriminada y contra la hipostasis de los instintos fue
llevada tan lejos que se negó la existencia de los mismos. Mas las
observaciones desde entonces llevadas a cabo en los animales y en
el hombre han reunido el material suficiente para refutar una teoría
tan extrema. Sin embargo, uno de los resultados de la investigación
behaviorista que han logrado perdurar es el de haberse aprendido
a considerar menor la importancia concedida al papel desempeñado
por los instintos en la realización de las acciones pulsionales, y a
apreciar más el valor de los modos de reacción adquiridos y modi-
ficados por la experiencia.
La frecuente confusión que se establece entre instinto y pulsión
es una consecuencia no superada aún por completo, de la anterior
ignorancia acerca de los procesos fisiológicos que constituyen las
fuentes de la pulsión. De este modo semejaba que las acciones pul-
sionales que se acostumbraba designar como "instintivas" surgían
de la nada. En consecuencia se postulaba un "instinto" hipostasiado
que las ponía en marcha y las mantenía. De hecho, procesos de índo-
le pulsional que culminan en una actividad instintiva pueden ser
desencadenados, bien por factores externos, bien por factores ínti-
mos. Numerosas investigaciones han mostrado que los estímulos ex-
teriores adecuados y proporcionados por la percepción sensorial po-
seen siempre un determinado carácter configurativo, que con fre-
cuencia es muy complicado; pero que sus rasgos aislados pueden
variarse ampliamente siempre que se conserve el carácter configu-
rativo. Los "estímulos clave" desencadenantes (TINBERGEN) correspon-
den en algunos casos solamente a unos pocos territorios sensoriales
y además a un sector estrictamente limitado de aquello que en gene-
ral son capaces de percibir los órganos sensoriales en cuestión.
Por lo que se refiere a los factores internos, podemos distinguir
en ellos, fundamentalmente, tres clases. Una se halla representada
por las hormonas segregadas en la sangre. Todo parece indicar que
no ejercen su influencia inmediatamente sobre el correspondiente
órgano periférico, sino más bien sobre determinados sectores del
sistema nervioso central, especialmente sensibles para la hormona en
cuestión, desencadenando así una inquietud general que no se calma
sino mediante una actividad del órgano periférico conectado directa
o indirectamente con dicho sector del sistema nervioso. La segunda
clase de factores internos se halla representada por los estímulos que
parten de la actividad propia o de los estados de tensión de los ór-
ganos internos, tales como las contracciones. de hambre del estómago
346 Procesos futuros

o la dilatación de la vejiga llena. Por último, las investigaciones más


recientes han mostrado que también cuando resultan suprimidos o
limitados a una acción conocida y constante los influjos hormonales
y los estímulos procedentes de los órganos internos, surgen ondas de
actividad espontánea, así, por ejemplo, en la pata de un anfibio im-
plantada en un huésped y que no tiene conexión alguna con la médula
espinal de este último; pero sí con un trozo de medula también tras-
plantada y procedente del primer animal. Un estímulo clave repetida-
mente ofrecido desencadena en no pocos casos reacciones instintivas
cada vez más débiles (por ejemplo, en el vuelo sexual del macho de
ciertas especies de mariposas), y ello mucho antes que se pueda ha-
blar de la presencia de una fatiga muscular. Esto parece indicar que
impulsos nerviosos espontáneos, de probable índole nerviosa, se ago-
tan a causa del ofrecimiento repetido y que requieren cierto tiempo
para recuperarse. Lo que resulta seguro es que factores externos y
factores internos han de colaborar; es decir, que el organismo no
puede, con frecuencia, actuar de receptor del estímulo externo hasta
que se cumplen determinadas condiciones internas (así, por ejem-
plo, el comportamiento sexual de muchos animales se da exclusiva-
mente durante el período de celo).
LASHLEY caracteriza las reacciones pulsionales a los estímulos
hormonales y de los órganos internos como "reacciones al déficit"
("reactions to deficit"). Pueden ser muy poco específicas, y dada la
inquietud concomitante, pueden llevar al organismo a una situación
que le ofrezca algunas señales del estímulo-clave preciso, a las cuales
se regula aquel. Esta fase de busca de estímulo (BRUN) y de orien-
tación es designada como "comportamiento apetitivo" (CRAIG, Lo-
RENZ). No pertenece aún a la acción instintiva propiamente dicha.
Esta tiene solamente lugar cuando mediante la orientación del orga-
nismo hacia la "configuración estimulante no pregnante", la situación
ofrece la configuración completa, pregnante, del estímulo clave. La
propia acción instintiva es siempre breve, estereotipada y fijada hasta
en sus menores detalles por la herencia y la especie, como sucede
con el movimiento de atrapar de una rana que visualiza una mosca
a través del comportamiento apetitivo o con el ceremonial de cópula
de ciertas especies de aves. El comportamiento apetitivo es mudable,
adaptativo y final; su "finalidad"; es decir, la acción resolutiva de
la tensión y que hace cesar esta última, es la realización del acto
instintivo, el cual carece por completo de aquellos rasgos. El com-
portamiento apetitivo semeja así a aquel comportamiento pulsional-
mente determinado y modificado por la experiencia, que conduce a la
satisfacción de muchas necesidades fisiológicas y que, sin embargo,
Observaciones psicológicas 347

muestra una variabilidad individual extraordinairamente grande, al


cual hemos aludido al hablar de la pulsión. El instinto se diferencia
de ello por su estereotipia, su constancia específica y también, y de
modo muy notable, porque el acto instintivo semeja en ocasiones
representar una especie de finalidad en sí; es decir, parece haber
perdido su utilidad biológica y, sin embargo, llegar a ejecutarse. Tales
"reacciones que discurren en el vacío", como las ha denominado Lo-
RENZ, pueden observarse no raras veces en animales en cautividad,
los cuales realizan, por ejemplo, los movimientos necesarios para
construir un nido o hacer una madriguera en condiciones en las que
no disponen siquiera de material adecuado para tal construcción, o
que se empeñan en enterrar sus excrementos en un suelo excesiva-
mente duro para ello, o que ejecutan hasta donde les es posible, sin
pareja, un ceremonial de cópula.
Así como los estímulos clave experimentalmente determinables
representan constelaciones de estímulos típicos, pero no rígidamente
establecidos, capaces de· modulaciones y señaladamente configura-
tivas, así también lo son aquellas imágenes ancestrales observadas en
el hombre y descritas primeramente por JUNG, que constituyen el se-
dimento visible de una antiquísima experiencia de la Humanidad y
la realización de modos de captar el mundo arraigados en las estruc-
tuas biológicas. Estos modos latentes de captación, que no se basan
en ideas heredadas, sino en vías y conexiones heredadas, son los
arquetipos. Las situaciones y constelaciones de estímulos así captadas
son las imágenes ancestrales o arquetípicas. Estas últimas, al igual
que todas las configuraciones (en el sentido de la psicología de la
configuración), poseen propiedades dinámicas 26• Influyen sobre el
sentir y el obrar en el sentido de una adaptación, realizada de manera
típica, a las necesidades básicas y características de la especie. A
causa de esta cualidad, JUNG las ha definido como correlatos de los
instintos y ha señalado la estrecha relación existente entre unos y
otras mediante definiciones paralelas. Así afirma que "los arquetipos
son formas de captación típicas, y siempre que se trate de modos
de concebir o de captar que se repiten regularmente, se trata de
arquetipos". De modo análogo define al instinto: "Los instintos son
formas típicas de obrar, y siempre que se trate de modalidades de
reaccionar que se repiten regularmente, se trata de instintos, siendo
indiferente para ello que se añada o no una motivación consciente".

26
Véase BASH, K. W.: Begriff und Bedeutung des Archetypus in der Psychologie
C. G. Jungs, "Psychologia Jahrbuch", 1955, Rasclier, Zurich, 1954, pp. 84-95. Idem:
Gestalt, Symbol und Archetypus. Über einige Bezíehungen zwischen Gestalt und Tiefen-
psychologie. Schweiz. Zeit. f. Psychologie, t. V, fase. 2 (1946), pp. 127-138.
348 Procesos futuros

La captación es naturalmente una reacción; pero la reacción en sen-


tido estricto, el acto motor o también la adaptación psíquica íntima
se hallan determinados por tensiones que resultan de la interacción
mutua de las necesidades presentes y de la imagen ancestral o del
estímulo clave.
La investigación biológica de las pulsiones e instintos durante las
dos últimas décadas nos ha proporcionado algunos valiosos esclare-
cimientos acerca de los fundamentos generales de los mismos 27, pero
aún nos hallamos lejos de una doctrina y una sistematización satis-
factorias. El estado actual de nuestros conocimientos tampoco justi-
ficaría que realizásemos aquí una tentativa para exponer una
doctrina sistematizada acerca de las pulsiones. Hasta ahora sola-
mente se ha investigado a fondo una dirección pulsional: la corres-
pondiente a la sexualidad, y su estudio por la escuela psicoanalítica,
aun cuando extraordinariamente valioso, no se halla por ahora abso-
lutamente libre de aquellas unilateralidades y exageraciones que son
propias inevitablemente de un movimiento joven y entusiasta. A la
sexualidad como dirección pulsional le es reconocida generalmente
una cierta independencia. Lo mismo puede decirse acerca de aquella
dirección pulsional que conduce a la satisfacción de la necesidad
de nutrirse, al llamado "impulso nutricio"; pero aparte de estas dos,
de ninguna otra. Todo autor tiene su propio "catálogo de pulsiones",
lo cual es ya por sí demostrativo de que ninguna clasificación es
satisfactoria. En lugar de hablar de "pulsiones" aisladas, sería más
conveniente hablar de "necesidades", reservando el nombre de "pul-
siones" no para designar funciones especiales del organismo, sino
la totalidad de los procesos que conducen y sirven a la satisfacción
de una determinada necesidad. Haciéndolo así nos daremos rápida-
mente cuenta de que un mismo acontecer fisiológico o psicológico
puede hallarse tan pronto al servicio de una "pulsión" como de
otra, y se comprueba así la existencia de una extensa urdimbre de
pulsíones, que se extiende a todos los sectores de las mismas y que
dificulta considerablemente la labor del investigador y del terapeuta.
La relación existente entre pulsión e instinto, de la que hemos
tratado anteriormente y que se deduce de la investigación en anima-
les, experimenta en psicología humana una notable transformación
que tiene importantes consecuencias con respecto a la psicopatología.
Tanto en el animal como en el hombre, la variabilidad existente al

21
Resumido en TINBERGEN, N.: Instinktlehre. Vergleichende Erforschung angebo-
renen Verhaltens, Paul Parey. Berlín y Hamburgo, 1952.
Observaciones psicológicas 349

comenzar un acto pulsional-instintivo es muy grande, lo cual se halla


en parte condicionado por el estado interno (ritmos propios bioeléc-
trícos, nivel hormonal, tono vegetativo, etc.), dependiente también
en gran parte, y del modo más arriba expuesto, de encuentros exte-
riores. Con el aprendizaje de modos de reacción específicamente
adecuados y adaptados se limita dicha variabilidad, pero no se la
suprime. En el animal inferior viene a desembocar en un acto instin-
tivo que transcurre de una manera automática y que se halla clara-
mente fijado, acto al que desde luego conducen diversos caminos;
pero que tan solo posee uno propiamente suyo, invariable e inflexible.
En el hombre, en cambio, el margen de amplitud de acción se va
reduciendo, desde luego, cada vez más conforme se aproxima esta
última a su cumplimiento decisivo; pero no alcanza nunca, o al me-
nos tan frecuentemente, aquella rígida compulsividad del acto ins-
tintivo del animal, de la cual este último no se ve jamás libre. Y la
meta final del propio acto no se halla tampoco tan estrictamente
fijada como en el animal, y puede variar dentro de cierto margen de
libertad. Este margen de libertad. puede incluso ser muy amplio, no
siendo igual en todas las direcciones pulsionales. Aquellas necesida-
des cuya satisfacción es menos urgente, sin que la demora en la
misma implique peligro para el organismo, son las que muestran
más amplios márgenes de libertad desde el punto de vista de la sa-
tisfacción instintiva, al modo de alguien que tiene tiempo de sobra y
puede permitirse dar un rodeo para llegar a su meta, mientras que
otro que tiene prisa ha de tomar por el camino más directo. Aquí, a
este respecto, han de distinguirse dos direcciones pulsionales que
difieren de las restantes: las correspondientes a las pulsiones sexuales
y a las espirituales. En ambas se trata de indudables necesidades
humanas, como puedan serlo el hambre y la sed, la respiración y el
sueño; pero ambas admiten demora sin comprometer la continuidad
misma del sujeto. Ambas muestran, por tanto, una gran variedad en
cuanto a sus manifestaciones, condensaciones, variantes, cumplimien-
tos totales o parciales que no presentan otras direcciones pulsiona-
les, y por este motivo han despertado de antiguo el más vivo inte-
rés por parte de los psicólogos. Como pulsíones "mediatas", por así
decir, pueden poner a su servicio aquellas que son "inmediatas";
es decir, aquellas que exigen satisfacción más o menos inmediata.
Toda pulsión más simple e inaplazable es susceptible de ser sexuali-
zada o espiritualizada. Es en ellas donde de manera más patente
se manifiesta el hecho representado por la urdimbre pulsional, si bien
esta no se da tan solo en ellas. Así se comprende por qué a todas las
tentativas por parte de las diversas escuelas de psicología profunda
350 Procesos futuros

que pretenden comprender la totalidad de la vida psíquica desde el


punto de vista de una sola o de unas pocas direcciones pulsionales,
les corresponde una parte de razón; pero tan solo una parte, ya que
en último término a partir de cualquier dirección pulsional es posible
llegar a las restantes.
El hecho, ya mencionado, de que las satisfacciones pulsionales
del hombre se configuren de modo mucho más flexible y variado, de
que sean susceptibles de ser anticipadas mediante representaciones y
de que la orientación hacia ellas pueda ser desviada hacia finali-
dades secundarias, así como la posibilidad incluso de que sean sus-
tituidas, hace que el conjunto de los actos pulsionales sea en el hom-
bre infinitamente más rico, pero de estructura mucho más lábil y
más fácilmente alterable también que en el animal. Dicha estruc-
tura es asimismo mucho más susceptible de ser alterada en los ani-
males superiores que en los inferiores. Son estas circunstancias las
que proporcionan a la psicología profunda una enorme riqueza de
conexión entre contenidos, cuya investigación constituye gran parte de
la labor de aquella.
En esta obra nosotros concentraremos más bien nuestra particular
atención sobre las alteraciones pulsionales de índole predominante-
mente formal, que son aquellas cuyo estudio constituye tarea de la
Psicopatología clínica y diagnóstica.

B. PATOLOGIA DE LAS PULSIONES


No vamos a intentar aquí establecer una Psicopatología de las
diversas pulsiones aisladas, si es que esta expresión posee algún
sentido :28• Nos ceñiremos más bien a aquello a que alude la clínica
cuando se habla de "alteraciones de la vida instintiva" en general,
con lo cual se afirma frecuentemente algo que posee considerable
alcance diagnóstico.
Las desviaciones pulsionales de índole cuantitativa constituyen
las alteraciones más sencillas, desde el punto de vista de su mani-
festación, pero en el fondo son con frecuencia complicadas. La com-
plicación estriba en el hecho de que las necesidades pulsionales al-
canzan la mayoría de las veces en el hombre su satisfacción mediante
rodeos y vías indirectas, que pueden hallarse interrumpidas por ínhí-

28
Un proyecto de amplia envergadura para fundamentar una patología sistemá-
tica de las pulsiones ha sido intentado por SzoNDI, L.: Triebpathologie, Huber, Ber-
na, 1952.
Observaciones psicológicas 351

bidones. Lo que se alcanza así a observar como manifestación pul-


sional constituye, por tanto, el resultado de pulsión e inhibición (en-
tendiendo por esto último el dominio, la regulación personal y social,
la dirección y desviación, el reprimir, etc., de las pulsiones). Un
comportamiento impulsivo no supone, por tanto, una energía pulsional
básica, sino que puede expresar una desinhibición, así como un com-
portamiento caracterizado por un impulso aparentemente débil puede
ser consecuencia de poderosas inhibiciones. Una cierta cuantía de
inhibición puede ser considerada como completamente normal y varía
mucho por lo que se refiere a su fuerza y su dirección de una cultura
a otra, si bien no falta en ámbito cultural alguno. Allí donde no
existe el mínimo de inhibiciones socialmente condicionadas o bien di-
chas inhibiciones so:n desbordadas por el impulso, se acostumbra con-
siderar como patológicamente incrementada la impulsividad manifiesta.
Por el contrario, un cierto grado de controlada energía impulsiva es
preciso para la ada:ptación social y la ineludible autoafirmación por
parte del individuo, y desde este punto de vista es socialmente admi-
sible. Si la energía del impulso permanece por bajo de este límite
o si resulta contrarrestada por excesivas inhibiciones, la impulsivi-
dad manifiesta se considera como patológicamente disminuida.
El comportcmíen, to pulsional es destacadamente rítmico, y tanto
más cuanto más peJrentoria es la satisfacción de la necesidad respec-
tiva. Así la respira -cíón solo puede ser suspendida durante un par
de minutos a lo sumo, y toda alteración considerable de su ritmo
constituye signo de amenaza para la vida (así, por ejemplo, la respi-
ración de tipo CHEY::NE-STOKEs). Lo mismo es válido para la actividad
cardíaca. La alimen 1ación y el sueño plantean sus exigencias dentro
de un ritmo más amplio. El impulso sexual se halla en los animales
muy sujeto aún a u.n ritmo, y en el hombre se mantienen huellas de
esto último. También la actividad mental muestra una alternancia
más o menos regular entre productividad e improductividad; pero es
de todas las pulsio:nes la que más se ha liberado de la sujeción a
un ritmo temporal. En nuestra civilización urbana nos hemos habi-
tuado especialmente a admitir considerables desviaciones por parte
de las pulsiones soc::ialmente manifiestas, de su ritmo normal propio,
pero también puede .n darse algunas que exceden las más amplias y
generosas pautas mc:xrcadas por la sociedad. Así, por ejemplo, una vo-
racidad y glotonería: alternando con intervalos irregulares de ayuno
casi absoluto, episodios de alcoholismo o de poriomanía compulsivos,
frecuentes olterccíonoss de mayor o menor cuantía con respecto al ritmo
sueño-vigilia hasta Ia total inversión del mismo, etc. Si tales altera-
ciones se acentúan notablemente, se las considera como patológicas .

.
352 Procesos futuros

El modo como se manifiesta e intenta satisfacerse la necesidad


pulsional constituye una de las más importantes características de la
vida pulsional individual. Junto a esto resulta de menos importancia
el que reconozca las fronteras habitualmente marcadas o que las
exceda, si bien ello posee con frecuencia importancia decisiva desde
el punto de vista forense. De mayor importancia es el que curse de
un modo completamente autista o que tenga a los demás en cuenta,
el que sea capaz de ajustarse a la estructura y esencia de la perso-
nalidad global y de coexistir con otras direcciones pulsionales que
no sean demasiado urgentes, dentro de una mayor armonía del con-
junto, el que se halle marcada por el sello de una personalidad
orientada hacia finalidades supraordenadas y el que se muestra
capaz de sublimarse allí donde su satisfacción inmediata resulta im-
posible o fuera de lugar (la sublimación podemos definirla como
aquella disposición psíquica que permite, mediante una desviación
de la orientación pulsional, un desplazamiento de la energía impul-
siva y una satisfacción de la necesidad pulsional de una manera no
inmediata; así, por ejemplo, el encauzamiento de la agresividad para
ponerla al servicio de una tarea social por la que se lucha). Al hombre
civilizado deberían serle atribuidas en amplia medida tales capacida-
des. Allí donde ya no resulta capaz de cumplir las exigencias que
suponen y el impulso se manifiesta en toda su crudeza sin ser ela-
borado por las zonas más elevadas de la personalidad, afirmamos
la existencia de una alteración pulsional. Entre tales alteraciones
pulsionales y las ya mencionadas reacciones primitivas no existe
un límite estricto, ya que estas constituyen en último término descar-
gas intensas de impulsos.
Ha de mencionarse por último el caso, muy frecuente dentro de
nuestra vida civilizada, en que la sublimación precisa no es lograda
en absoluto o es lograda tan solo parcialmente, y la pulsión se fija
a objetos que no permiten una derivación suficiente de sus energías.
A esto corresponden los innumerables casos de desviaciones pulsío-
nales, de actividades sustitutivas fracasadas, de fijaciones, de las
llamadas perversiones, etc.
Cuando en clínica psiquiátrica se habla de "alteraciones instin-
tivas", se alude frecuentemente con ello tan solo a las más primi-
tivas y patentes, cuyo punto de origen se imagina profundamente
situado en la raíz de la pulsión y cuya forma de manifestación ape-
nas muestra huellas que indiquen la influencia de momentos bíoqró-
fices, sociales o configurativos de la personalidad. En realidad no
existe motivo para circunscribir tanto el significado de la expresión.
Las alteraciones pulsionales más groseras indican a veces (mas en
Observaciones psicológicas 353

modo alguno sin excepciones) groseros traumas o deformaciones por


parte de la personalidad total, y con frecuencia también aquellos que
o bien son orgánicos, o bien se presentan bajo el aspecto de una
entidad morbosa funcional. El intenso resalte de lo impulsivo, en
general, en todos aquellos procesos que conducen a la demencia,
ha sido ya descrito al tratar acerca de las alteraciones de la perso-
nalidad.
E~ las enfermedades orgánicas y en las lesiones cerebrales son
extraordinariamente frecuentes las alteraciones parciales de las pul-
siones de la más variada índole, tanto en las difusas como en las
circunscritas. En éstas se manifiestan incluso mucho más claramente,
ya que la defectuosa adaptación no acostumbra hallarse enmasca-
rada entonces por una simultánea insuficiencia intelectual. Existen,
por el contrario, cuadros clínicos cerebrales orgánicos difusos (como,
por ejemplo, la demencia senil) que cursan frecuentemente con un
mínimo de alteraciones pulsionales, mientras que las lesiones cere-
brales circunscritas muestran, por lo regular, algunas. Las esquizo-
frenias ofrecen las alteraciones pulsionales más abigarradas y tam-
bién más extremas, que unas veces son más groseras y otras más
diferenciadas. Inmediatamente después vienen las neurosis, con una
variedad de síntomas capaces de inducir a confusión y que tienen,
por regla general, en común unas características no inmediatas, sig-
nificativas o simbólicas, expresivas. Tales características dependen
de un compromiso, que muchas veces es sumamente complicado, en-
tre pulsión e inhibición. Esta última contiene y desvía la pulsíón, pero
no logra aplastarla por completo, y así el impulso se convierte en
síntoma, bajo el que sigue manteniendo una expresión velada. Esto
mismo tiene lugar en la esquizofrenia, pero en esta la pulsión logra
a veces abrirse paso a través de la inhibición y manifestarse libre-
mente, lo cual rara vez sucede en la neurosis. Las pulsiones también
se manifiestan libremente en la manía, de un modo qu podría califi-
carse de descarado, mientras que en la depresión parecen casi apa-
garse (con excepción quizás de una necesidad agresiva dirigida con-
tra la propia persona). Necesidades pulsionales aisladas pueden al-
canzar, debido a la propia disposición del sujeto, un predominio, o
bien hallarse menos desarrolladas de lo normal, constituyendo así
terreno propicio para el desarrollo de una psicopatía. Así se dan per-
sonalidades con pulsiones en general muy intensas, o bien demasiado
débiles, sin necesidad de que ello dependa de complicadas interre-
laciones entre impulso e inhibición, y en las cuales se muestra como
muy escasa la influencia de vinculaciones e inhibiciones impuestas
BA.SH ~ 23
354 Procesos futuros

a partir del exterior (primitivos, psícópatas impulsivos, o también


los psicópatas abúlicos).

RESUMEN.-La pulsión es una "necesiadd íntima" (JUNG), que se


genera a causa de tensiones debidas a necesidades fisiológicas que
se repiten de manera periódica. Las primeras reacciones a la tensión
debida a una necesidad son, por regla general, inespecíficas; las ul­
teriores son dirigidas de modo cada vez más exacto hacia una finali­
dad que supone la solución de la tensión, y ello con ayuda tanto de
mecanismos fisiológicos ya dispuestos (reflejos, actividad propia de
centros nerviosos de orden superior e inferior, coordinacionesque van
madurando), como de la experiencia lograda con respecto a lo exte­
rior al organismo.Sobre la base de la ley de pregnancia, las tenden­
cias de índole espiritual se manifiestan, asimismo, como de natura-
leza pulsional.
Comprendemos como "instinto" el conjunto de factores dados en
la disposición,no aprendidos, capaces de configurar y dar dirección,
que posibilitan el cumplimiento de ciertas actividades pulsionales sin
conocimiento previo de la finalidad pulsional. Un estímulo configura-
tivo no pregnante, y dada una adecuada situación para reaccionar
por parte del organismo, acostumbra desencadenar una fase de con-
tinuación en la busca de estímulo y de orientación hacia un estímulo
clave más pregnante, a lo cual sigue el acto instintivo propiamente
dicho, firmemente arraigado en la disposición y tan solo transforma-
ble dentro de límites muy estrictos. De cuando en cuando surgen
"reacciones que cursan en el vacío" (LoRENZ) durante las cuales es
realizado el acto instintivo sin que haya un correspondiente objeto y
sin utilidad inmediata. Los arquetipos representan correlatos o tra­
suntos de los instintos y son formas típicas de captación sintética, así
como los instintos constituyen formas típicas de acción. Nuestros cono-
cimientos actuales no son suficientes para establecer una doctrina sis­
temática de los instintos y las pulsiones. Por lo tanto, se dan tan
solo algunas indicaciones generales acerca de las clases formales
de alteraciones pulsionales. Tales alteraciones desempeñan un im­
portante papel en el síndrome de perturbación circunscrita.
liAl"l I ULU lf

Los procesos referidos al Futuro


(prospectivos)

CURSOS DE REPRESENTACION
Y CURSOS DE ACCION

A. OBSERVACIONESPSICOLOGICAS PRELIMINARES
Lo dicho en la introducción al capítulo 4 de esta obra es igualmente
válido con respecto a los procesos de que vamos a tratar seguida-
mente. En el presente capítulo vamos a dedicar nuestra atención al
amplio sector de aquellos procesos más estructuralmente ricos y
transformables, menos fijados por la disposición y más libres, más
grávidos de posibilidades proyectadas hacia un futuro lejano y
cuyo ámbito alcanza hasta lo espiritual. No se trata, desde luego, tan
solo de aquellos a los que se aplica el predicado de "más elevados",
sino también de las etapas previas de estos por lo que respecta al
representar y el obrar, y en aquellos aspectos de estos últimos de los
que hasta ahora no nos hemos ocupado. Hemos de recordar una vez
más que no existe separación de índole psicológica entre "sencillo"
y "complicado", "superior" e "inferior" que no sea un tanto arbitraria.
Ya hemos discutido anteriormente el sentido en que empleamos la
palabra "representación". Comprende aquello que muchos tratados
incluyen en el "pensar" y también en el "asociar", es decir, todos los
procesos psíquicos consciente o inconscientemente imaginarios, articu-
lados en subtotalidades relativamente discretas y captables. Desde
el punto de vista de su coordinación temporal se presentan como
cursos y como tales se hallan dirigidos a la anticipación o realiza-
ción de algo futuro. Desde luego, y en cierto sentido, existen deter-
minados procesos de campo que operan también de este modo, ya que
tienden a la obtención de un equilibrio que por el momento no existe.
Hemos, por tanto, de completar nuestra definición añadiendo que los
procesos a que aquí aludimos muestran todos ellos una mayor cuan-
tía de actividad propia configurativa y una menor cuantía en reac-
tividad dependiente de estímulos que los que hasta ahora hemos es-
tudiado. Para expresarlo de otro modo: tienden de una manera que
es ampliamente autoactiva a operar un cambio en las circunstancias.
;;Jbo Procesos prospectivos

Esto, dentro de nuestras posibilidades de conocimiento, puede quizás


depender de que en la aparente anticipación de algo futuro, lo apa-
rentemente futuro no puede ser, en el mejor de los casos, sino aludi-
do, pero no establecido con certeza, con lo cual se abre un amplio
campo ante la espontaneidad. El vocablo "espontaneidad", lo mismo
que "anticipación" y "futuro", ha de ser preceiddo del adjetivo "apa-
rente", ya que desde el punto de vista psicológico hablamos de las
cosas tal como aparecen ante el observador ingenuo, sin que sepamos
a ciencia cierta a qué hechos nos referimos en realidad. Tales hechos,
de índole quizás fisiológica o física, no precisan, sin embargo, ser
"reales" en el sentido habitual del término. Son reales desde el punto
de vista de otra modalidad de experiencia y de consideración, moda-
lidad que bajo determinadas circuntancias resulta más adecuada. Pu-
diera suceder muy bien, y ciertos sueños parecen confirmarlo, que
algo aparentemente futuro se halle dado ya de un modo pleno y
efectivo aun antes de que surja y se manifieste en la psique, si bien
no sabemos cómo.
La mencionada participación de la espontaneidad aparente deter-
mina que incluyamos aquí los llamados "procesos voluntarios", ya
que la voluntad es estimada como la más alta expresión de actividad
humana espontánea. No vamos a entrar aquí en discusiones acerca
del "libre albedrío" y únicamente indicaremos que ni la psicología ni
la psicopatología como ciencias son posibles sin la admisión de un
básico determinismo, al igual que sucede con respecto a la Física, aun
cuando en ésta última tal determinismo posee en ocasiones tan solo
un carácter estadístico. La "voluntad", desde el punto de vista psico-
lógico, representa una pugna y contraposición, concientemente vivi-
das, de tendencias determinantes y conforme a cuya resultante se
ajusta y orienta el yo. Si este último término está ausente, lo que vi-
vimos es, en todo caso, un acto encaminado hacia una finalidad, pero
"involuntario" (es decir, un "acto fallido"). Los actos instintivos, las
actividades automatizadas y los hábitos que cursan de manera espon-
tánea, dan suficiente testimonio, sin que sea preciso traer a colación
los numerosos ejemplos procedentes de la psicología profunda, de
que existen acciones dirigidas hacia una finalidad y que pueden reali-
zarse sin participación de la voluntad y sin que se sea consciente de
ellas. ;.
Tampoco se hallan vinculadas ccoso a un modo de comporta-
miento abstracto o concreto. Cual de ellas resulta más adecuada en
cada caso es algo que depende de la situación total. En modo alguno
aparece siempre el comportamiento abstracto como el más adecuado
a la finalidad y el más deseable. Para comprender esto basta pensar
Alteraciones cuantitativas 357

en el dificultoso empleo de un idioma extranjero, con el cual no se


halla uno familiarizado y en el que se tiene plena conciencia de las
reglas gramaticales mientras se va hablando, y compararlo con lo
que sucede en cuanto dicho idioma se ha convertido en familiar y
ha adoptado para uno un aspecto concreto.
La anticipación de lo futuro, de la cual hemos hablado ya repeti-
damente, se da tanto más en la representación cuanto más elevado' es
el ser vivo. La acción aparece cada vez más como brazo que realiza
el movimiento previamente preparado. A veces, el brazo no entra en
acción y todo permanece en el nivel de lo meramente imaginado. En
otras ocasiones la representación va acompañada de acciones o, me-
jor dicho, de movimientos incompletos, indecisos, meramente esbo-
zados.
En toda totalidad de acción participan, pues, en diverso grado repre-
sentación y motórica, pero en ninguna faltan ambas por completo.
Por ello nos proponemos considerar aquí la actividad psicomotora del
organismo como una unidad, estudiando en primer término su parte
psíquica, representativa, como preparatoria, y después su parte mo-
triz, como realizadora.

B. ALTERACIONES CUANTITATIVAS
El buen humor normal coincide la mayoría de las veces con un in-
cremento de la actividad psicomotriz: fluyen las ocurrencias, el pen-
samiento se realiza sin esfuerzo, la fantasía juega, bromea, da ca-
briolas. No siempre se manifiesta motóricamente tal vivacidad psíqui-
ca, pero en su camino hacia la expresión motriz se tropieza con me-
nos obstáculos que en el estado habitual. Tal· vivacidad aumenta con
la hipomanía y, sobre todo, con la manía. Desaparecen entonces las
dudas que restan acerca de uno mismo, las últimas inhibiciones se
desvanecen y, por último, también el conocimiento acerca de la ino-
portunidad o incluso de la imposibilidad. Las fronteras establecidas
por la costumbre y la ley se borran y hacen aparecer lo meramente
imaginado, no ya como real (en contraposición a lo que sucede en las ·
alucinaciones y en el delirio), pero sí como, sin más, posible. Las
ocurrencias que, innumerables, se precipitan unas sobre otras, seme-
jan un montón de calderilla que cae al suelo: un ruidoso y desorde-
nado acúmulo de cosas de poco valor, molestas de recoger. Unas
suceden incesantemente a las otras. El pensar propiamente dicho se
paraliza, aun cuando se· habla de un "pensamiento maníaco"; las
sensaciones parecen más intensas (excepto las dolorosas, que se ha-
358 Procesos prospectivos

Han casi ausentes), pero en medio de la incontenible marea de espon-


taneidad se las presta poca atención: las intuiciones saltan como
chispas; oleadas de alegres sentimientos azotan y anegan al manía-
co, arrastrándole consigo. No se pierde toda tendencia a finalidades,
pero se la mantiene durante muy breve plazo y cambia constante-
mente de dirección por el más nimio motivo, sin que se pierda por
completo el vínculo con la tendencia anterior. Las casualidades más
insignificantes bastan para desviar al maníaco de su propósito. Las
representaciones y ocurrencias se hallan unidas entre sí del modo
más laxo.
Una muy remotísima semejanza de significación, el parecido
más superficial en cuanto a nombre, sonido o apariencia, el mero
hecho de que surjan juntas, aunque nada tengan que ver entre sí, bas-
tan para enlazar dos representaciones, lo cual sucede la mayoría de
las veces según la actitud concreta. La actitud abstracta no desapa-
rece, pero no se la mantiene sino durante breves intervalos y se la
sustituye por la concreta en los momentos más inoportunos. Los con-
tenidos de las representaciones convencen desde luego a su porta-
dor, pero carecen de pregnancia alguna para el que observa desde
fuera. En la manía auténtica, las representaciones fluyen y se pre-
cipitan de un modo cada vez más inmediato e irreflexivo hacia la
acción, y ello tanto más cuanto más acentuada es la manía. Esto
continúa hasta llegar a la inquietud constante y la agitación motriz,
que no se halla completamente falta de finalidad y no constituye una
pura descarga motriz, como en la corea, sino que se compone de in-
numerables movimientos con finalidad, más o menos entrecortados
y que cesan antes de llegar a término porque constantemente son
sustituidos e interrumpidos por otros. La motórica puede parecer pre-
cipitada, abrupta, violentamente rápida en ocasiones, pero no pierde
su propia coordinación, sino que falla su meta debido a la fugacidad
que la anima. Un maníaco apunta con sus representaciones y movi-
mientos hacia mil cosas, pero sin alcanzar ninguna de ellas.

FUGA DE IDEAS.-El típico curso de representaciones maníaco se


conoce con el nombre de fuga de ideas, que lo caracteriza perfecta-
mente. Representa al síndrome maníaco en su pleno desarrollo, pero
no demuestra la existencia de una manía como enfermedad, es decir,
como fase de la psicosis maníaco depresiva. Corresponde, desde lue-
go a esta, pero puede surgir fuera de ella, incluso en la esquizo-
frenia, en la embriaguez y más raramente en el estado crepuscular
exaltado, pero muy escasas veces o nunca en el delirio tóxico o fe-
bril, en el que se dan por regla general disgregación o bien estereo-
Fuga de ideas 359
tipia, y muchas veces las dos cosas j-µ:p.tas. Decisiva para poder y
deber hablar de un síndrome maníac0 es siempre la presencia de un
exaltado buen humor, pues exísten, estados con una superproduc-
ción de representaciones y con una correspondiente hiperactividad,
o también sin esta última, que no ·.han de contarse entre los manía-
cos. Recordamos una vez más el pensamiento precipitado esquizofré-
nico, también la rica fantasía de ciertos neuróticos, que unas veces es
creadora, otras trivial, la actividad desinhibida en los incrementos
patológicos del impulso (así en los posencefalíticos jóvenes) y, por
último, en la oligofrenia erética. Lo que llama la atención en esta
última es la irrefrenable actividad motriz, que no va acompañada en
el oligofrénico por ningún enriquecimiento esencial de los contenidos
de su reducido ámbito psíquico, sino a lo sumo por una rápida serie
de ocurrencias. A ello se aproximan los estados de incremento unila-
teral de la actividad motriz, las hiperquinesias, las cuales no corres-
ponden ya a la Psicopatología, sino a la Neurología.

Ejemplo 44 (E 11 392), 22 años, hembra.

La abuela paterna se quitó la vida durante una depresión climatérica. Un hermano


del padre era algo bebedor y, al parecer, no muy equilibrado.
La paciente fue una alumna inteligente y apreciada durante su periodo escolar.
Después de la escuela secundaria logró un diploma de comercio, pero a los dieciocho
años. y durante el final de su escolaridad, contrastando con su anterior estado de
ánimo, estuvo deprimida durante unos seis meses. No tenía ganas de nada, descui-
daba sus tareas y decía frecuentemente que se quería morir. El trastorno curó sin
tratamiento. Trabajó en una oficina de créditos en su ciudad natal, I;J.archó a Ingla-
terra con una colocación como muchacha de servicio con el fin de conocer el extran-
jero y enfermó allí con un brote esquizofrénico maniforme agudo. Por medio de elec-
trochoques se logró una buena remisión. Vuelta de nuevo a su casa, desempeñó du-
rante algún tiempo puestos burocráticos, quiso después hacerse enfermera y enfermó
de nuevo durante los primeros días de su aprendizaje. Durante la primera noche de
su nuevo brote no pudo conciliar el sueño, paseaba por su cuarto, se sentía impulsada
de vez en cuando a reir y a llorar sin motivo. se sentó y escribió en veinte minutos
una carta de catorce páginas, llena de borrones, pero ordenada de contenido, acerca
de su estado. Sentía vibrar todo su ser. A su ingreso se hallaba alegre, era aborda-
ble, pero sin tomar muy en cuenta las distancias, a pesar de sus buenos modales
superficiales. Con gran animación refirió entre otras cosas lo siguiente:
(La paciente se expresa en el dialecto del cantón de los Grisonas.) "El L., el
doctor L., es muy renombrado en ciertos círculos. No se puede decir nada contra él.
Ha probado con varios remedios. Cuando no le respondía, me decía: Lucrecia, Lu-
crecia de P. ha estado un año con él en la escuela de Comercio. Otros me han
dicho que no hay una idiota mayor. Siempre escribía L. de P. en los cuadernos.
Ahora se ha ido a Inglaterra. Son pobres, el padre ha perdido todo. Se fue de 'ba-
rrendero, por otra parte hizo un retrato· de mi hermano, recortado en linóleo. Se hizo
abanderado de la sociedad escolar cantonal de gimnasia. No encontraron otro, porque
es grande y fuerte. Entonces le dieron una banda, una cinta y guantes blancos y
360 Procesos prospectivos
no sé qué otra cosa. Y puede ser que esto lo viese el señor V. P. y le quisiese
retratar vestido de gala."
Esta charla ideofugal la prosiguió la enferma durante mucho rato y del mejor
humor, ofreciendo un cuadro maniforme puro. Después de unas tres semanas este
cuadro clínico cambió de golpe. Su habitación, que hasta entonces había estado bien
ordenada, tomó el aspecto de haber sido arrasada por un vendaval. La paciente
saludó secamente al médico, diciéndole que estaba enfadada con él. Le exigió con
aire autoritario informes acerca de circunstancias íntimas. Se burló de él, lloró, co-
menzó a despotricar acerca de sus parientes, volvió a llorar y luego a reir. Gritaba
que no tenía memoria y, de repente, quedó bloqueada. En contraste con entrevistas
anteriores, el contenido de lo que decía no mostraba relación alguna con sus bruscos
cambios de humor. Al hablar presentaba paramimia.
Diagnóstico: Hebefrenia con incrustaciones cíclicas. Fuga de ideas.

En la aminoración de impulsos, sea cual sea su génesis, se da una


lentificación, un empobrecimiento y un vaciamiento generales, tanto
de las actividades psicomotrices como de la actividad psíquica (véa-
se parte I, capítulo 3). La inhibición general es síntoma que acompaña
a la depresión y es consecuencia de ésta, sobre todo de la depre-
sión endógena.

ALTERACIONES CUANTITATIVAS EN LA DEPRESION.-En este


sentido casi representa la contrapartida del síndrome maníaco. Las es-
casas representaciones, viscosas y de índole opresiva, giran en tomo
a los contenidos de la depresión y resulta casi imposible sustituirlas
por otras; permanecen intensa y rígidamente conectadas entre sí,
bajo el dominio del estado fundamental de ánimo; el pensamiento más
bien se agudiza, la actitud abstracta y el control intelectual aumen-
tan, aunque de todos modos se hallan deformados en grado conside-
rable sobre la base de falsas premisas de cariz depresivo; las repre-
sentaciones son constantemente examinadas y rechazadas y se les
impide el paso a la motórica, con lo cual los pacientes depresivos
presentan una pobreza de movimientos más o menos acentuada.
Mientras que en el síndrome maníaco todo parece derivar y conver-
tirse en movimiento, en el depresivo sucede todo lo contrario. La an-
ticipación del futuro falla y se ve dominada por las ideas de suicidio,
ya que el deprimido es incapaz de imaginar salida alguna hacia un
porvenir más risueño o esperanzador. Tiene la sensación de haberse
detenido definitivamente y haber echado raíces en una temporalidad
infinitamente desolada. Apenas le es posible imaginar que pueda huir
de tal situación. La pobreza de movimientos (hipoquinesia o bradi-
quinesia) y a consecuencia de la tristeza vital, corporalmente sentida
por el enfermo, ofrece un aspecto idéntico a la de un paciente somá-
Oligofrenia 361

tico o de una. persona muy debilitada, por su lentificación, torpeza,


tendencia a evitar todo esfuerzo innecesario, apagamiento, rápida
fatigabilidad, etc. Lo que más difícil le resulta a un depresivo es el
adoptar una resolución, en parte porque carece de aquel sentido del
futuro que toda resolución implica, y en parte también por la exa-
cerbación de su autocrítica y la dureza para enjuiciarse a sí mismo,
que inhiben todas sus actividades psicomotrices. Esta inhibición, que
se extiende de modo uniforme a todas las actividades, tanto psíqui-
cas como somáticas, constituye, junto al estado fundamental de ánimo,
la característica más importante del representar y del obrar depre-
sivos.

ALTERACIONES CUANTITATIVAS EN LA OLIGOFRENIA.-La de-


bilidad mental y los grados más profundos de oligofrenia (imbecili-
dad, idiocia) muestran una aminoración general de la actividad psí-
quica y, sobre todo, un empobrecimiento y concretización de las se-
ries de representaciones. Estas se hacen más escasas, torpes y esca-
samente articuladas y se carece de visión de conjunto acerca de ellas.
La actitud concreta predomina claramente; la significación de las abs-
tracciones se capta con dificultad, o bien no se capta apenas o en
absoluto, según el grado de oligofrenia. Las ocurrencias espontáneas
son raras y poco acertadas. La actividad representativa se halla
más intensamente vinculada a los estimules exteriores. En cambio, y
de manera típica, en los oligofrénicos no. se dan inhibiciones moto-
ras, aparte de la lentificación y torpeza de movimientos que presen-
tan algunos de ellos. Pero esto no constituye en modo alguno regla
general. Los oligofrénicos, y especialmente si son niños, pueden ofre-
cer en ocasiones una motilidad sorprendentemente animada. Entre
los casos más graves, rara vez en los más leves, se encuentran a
veces individuos eréticos, es decir, hiperquinéticos y de impulsividad
desinhibida, cuya permanente inquietud los convierte en una pesada
carga para los que les rodean.

ALTERACIONES CUANTITATIVAS EN LOS DESCENSOS DE NIVEL


DE CONCIENCIA.-En la mayoría de los casos de acentuado descenso
del nivel de conciencia, se paraliza la actividad motriz, así como la
actividad psíquica que nos es dado comprobar. Ignoramos si esta cesa
por completo. En -los estados de obnubilación más ligeros y en ciertos
casos (embriaguez, delirio, algunas reacciones de tipo exógeno agudo)
puede hallarse conservada e incluso ligeramente incrementada. En
los estados de obnubilación más profundos no nos es dado compro-
bar, ni a través de los sueños o la anamnesis, ni por medio de mé-
362 Procesos prospectivos

todos auxiliares tales como la hipnosis y la seminarcosis, noticia al-


guna acerca de actividades psíquicas durante ellos desplegadas. De
cuando en cuando parecen querer indicar la existencia de una cierta
actividad psíquica la aparición de movimientos y actitudes que expre-
san la satisfacción de necesidades nutricias y sexuales, o bien agre-
sión o defensa, pero al establecerse una inconsciencia más profunda
desaparecen también. Sucede de distinto modo, como ya dijimos en la
I parte, en los estados de sueño patológico, durante los cuales, lo
mismo que durante el sueño normal, es posible comprobar aún una
actividad del inconsciente. Al disminuir la lucidez de conciencia, así
como la articulación estructurada del campo consciente, disminuyen-
do en consecuencia la atención, la motórica se hace más insegura,
como resultado de la falta de fijación psíquica de finalidades y de la
ausencia de control psíquico, se manifiesta al principio como ligera-
mente, luego como más gravemente atáctica, se va hundiendo pau-
latinamente hacia el nivel de los reflejos y de los movimientos expre-
sivos impulsivos y, por último, cesa. En el estupor se halla casi apa-
gada, en el coma se apaga por completo. De todo esto se deduce la
estrecha vinculación existente entre lucidez de conciencia y motórica,
que von WEIZSAECKER hace destacar en su doctrina acerca de la uni-
dad entre percepción y movimiento.

C. ALTERACIONESCUALITATIVAS.CASOS ESPECIALES

La típica aparición de ciertas alteraciones cualitativas de las ac-


tividades psimotrices en determinadas enfermedades y síndromes
psiquiátricos, si bien no es exclusivamente demostrativa de los mis-
mos, permite y justifica el que los estudiemos aquí con cierto detalle.
Trataremos, por lo tanto, acerca de un cierto número de alteraciones
agrupadas según las enfermedades a que preferentemente correspon-
den, pero con la advertencia de que tal ordenación no confiere al
respectivo síndrome psicomotor importancia patognomónica alguna
con respecto a la enfermedad en cuestión. Indicaremos en cada caso
las oportunas excepciones.

I. LOS CURSOS NEUROTOIDES.-Tomamos la expresión de "neu-


rotoide" de ScHULTZ-HENCKE y la utilizamos aquí para designar un
grupo muy amplio de alteraciones funcionales del curso del aconte-
cer psíquico y que muestran una estructura semejante a la de las
neurosis. Pueden hallarse basados sobre una neurosis, pero ello no
es preciso. La estructura neurotoide consiste en una inhibición intra-
Alteraciones cualitativas 363

psíquica, es decir, en una alteración del curso normal del acontecer


psicomotor motivada por los propios factores de la psique. En la ma-
yoría de los casos estos son directamente comprobables a través de
una exploración y análisis profundos, de la investigación de los sue-
ños, de la asociación de palabras, etc., en otros (sobre todo en ciertas
psicosis), deducimos su existencia a partir da su analogía con lo an-
teriormente dicho y de la ausencia de causas orgánicas.
La inhibición en sentido estricto consiste en la realización dificul-
tada o demorada de un acto psicomotor, o en la ausencia de dicha
realización, acto que ha sido manifiestamente iniciado, y ello siem-
pre que persona y acto se hallen de tal modo mutuamente acordados
que, aun cuando no se conozca muy especialmente a la persona en
cuestión, sería de esperar por parte de ella que continuase hasta su
final y sin obstáculos el acto iniciado. Desde el punto de vista sub-
jetivo, el acto cursa de un modo lentificado, dificultoso y teniendo que
vencer una resistencia, es decir, viscosamente. En el trayecto que va
desde el propósito a la resolución, y de la resolución a la ejecución,
surgen obstáculos que se hacen sentir de una manera cada vez más
clara, pero frecuentemente invisible. La meta no desaparece, pero no
se la puede alcanzar. El sujeto avanza difícilmente, como por un te-
rreno pantanoso o un arenal, para renunciar después de reconocer
su impotencia. Dentro de lo normal, la fatiga después de esfuerzos
más o menos prolongados y, antes aún de llegar a la fatiga, la sa-
turación psíquica (KARSTEN) 29, pueden ejercer un efecto análogo. La
saturación psíquica se distingue de la fatiga propiamente dicha, esen-
cialmente, por hallarse aquella referida a una determinada dirección
de la actividad, la cual se ha prolongado más allá de un determi-
nado lapso.
Cuanto más monótona es dicha actividad, tanto más pronto se
hace sentir, por regla general, la saturación, obligando aun en contra
de la voluntad del sujeto, a variaciones espontáneas de la actividad
en cuestión. Finalmente, y a pesar del más firme propósito, esta no
puede ser llevada a cabo. Si se cambia de actividad, aun cuando la
que se emprende sea muy semejante a la anterior, aunque se em-
pleen los mismos músculos y se realicen las mismas operaciones
mentales, su realización se aborda con energía renovada, hasta que
se alcanza de nuevo la saturación. Esto demuestra que no se trata
de fatiga. Las inhibiciones neurotoides aceleran por regla general la

29
KARSTEN, Anitra: Psychische Slittigung. Untersuchungen zur Handiungs-und
Affektpsychologie, editado por Kurt Lewin. "Psychologische Forschung, X (1927) pá-
ginas 142-254.
364 Procesos prospectivos

saturación, pero en caso que operen escindiendo marcadamente un


sector psíquico este último queda protegido durante más tiempo de
la saturación, según el principio que afirma que aquellos sectores más
próximos al yo se saturan más rápidamente que los lejanos al mismo.
El bloqueo corresponde en general a las manifestaciones inhibi-
torias; pero ha de distinguirse tajantemente, sin embargo, de la in-
bición propiamente dicha. Consiste en la detención súbita del curso
de representaciones o de actos, curso que o bien es proseguido, o
bien no, después de cesar el bloqueo. Unas veces persiste (lo cual
sucede más bien en sanos y en neuróticos) una representación de la
meta, de índole rectora, con un contenido oscilante, poco firme y
opaco que queda como suspenso en el vacío, otras veces desaparece
la meta durante el tiempo que persiste el bloqueo para volver a surgir
después, claramente definida en unos casos y en otros tan solo como
vaga señal de dirección. En otras ocasiones se apaga por completo,
como sucede sobre todo en esquizofrénicos. Una brusca interrupción
procedente del exterior, o un afecto intenso, pueden provocar un
bloqueo, cuya causa es entonces manifiestamente externa; un complejo
que no ha pasado a lo consciente puede obrar del mismo modo, como
causa interna. A veces, un proceso morboso da lugar al bloqueo, sin
que en este caso exista relación visible de causa a efecto. Ya hemos
aludido a la posibilidad de que se presenten bloqueos en sujetos sa-
nos, tanto más fácilmente durante estados de fatiga o de excitcción.
No son raros en las neurosis; se dan frecuentemente en la esquizo-
frenia, en la cual adquieren especial significado diagnóstico, cuando
surgen sin motivo exterior o sin que exista una relación manifiesta
con la situación afectiva de momento o con el contenido psíquico. La
onda depresiva que en plena fase sumerge y arrastra todas las re-
presentaciones, hace a veces que aparezcan bloqueos en dicha dolen-
cia. Deben diferenciarse entre sí los bloqueos y las ausencias epilép-
ticas, que exteriormente son muy semejantes. Una ausencia puede
presentarse sin que vaya acompañada por paralización y por mirada
vacía, y un bloqueo esquizofrénico puede ir unido a un corte momen-
táneo de la posibilidad de comunicación con el exterior, de modo tal
que en ciertos casos ha de establecerse el diagnóstico diferencial sobre
la base de otros síntomas concomitantes o incluso mediante el electro·
encefalograma.
Las alteraciones neurotoides del curso de la vida psíquica se dan,
como es de esperar, por su definición misma, en diversas desviaciones
psíquicas de índole funcional : a veces en personas sanas, en psicópa-
tas, en las psicosis funcionales y en los neuróticos propiamente di-
chos. Constituyen parte integrante de las psicosis endógenas y no se
Cursos neurotoides 385

hallan limitadas, en modo alguno, al llamado "preestadio neurótico" ·


de las mismas, el cual es muy frecuente. Expresan una alteración de
funcionamiento que depende de la propia psique y que no podemos
referir, en lo que alcanzan nuestros conocimientos, a nada exterior a
aquella.
La alteración de funcionamiento está basada en los conflictos
íntimos, al menos en los sujetos sanos y en los neuróticos; es decir,
resulta de la incompatibilidad y de la pugna entre diversos sistemas
parciales o tendencias. Lo más frecuente es que la incompatibilidad
exista entre uno o varios complejos, por una parte, y el resto de la
psique, por otra. La tendencia aberrante del contenido del complejo
escindido, el cual generalmente se halla también reprimido, consti-
tuye una fuerza inhibitoria de signo contrario y alcanza expresión di-
recta en el síntoma. Esto último puede realizarse, fundamentalmente,
de dos maneras. La tensión puede descargarse de modo inespecífico
en forma de manifestaciones vegetativo-hormonales de matiz predo-
minantemente angustioso y más o menos amenazador (debilidad irri-
table en la neurastenia psicógena, neurosis de ansiedad, neurosis de
terror) y constituye así el denominador común de las llamadas por
FREUD "neurosis actuales" (ya que su efecto se manifiesta de manera
corporal-actual). Dicha descarga es signo de una insuficiente inte-
gración psíquica y de la ruptura de los diques que se oponen a lo
no integrado. O bien la tensión ·originada por el conflicto se descarga
de modo directo y específicamente expresivo, derivándose una parte
de la libido vinculada al complejo escindido para formar un síntoma
que representa una velada alusión al contenido del complejo. El con-
tenido puede resultar así deformado de un modo irreconocible, la alu-
sión puede estar muy oculta y hallarse expresada en un lenguaje
cifrado y concretizante a base de imágenes. En este caso se habla de
neurosis de transferencia (denominación que procede igualmente de
FREUD y que originalmente se refería a la transferencia sobre el ana-
lista). Se las denominas así por el fácil desplazamiento de los valores
de los síntomas de un portador a otro y lo esencial en ellas es que el
síntoma posee siempre un sentido y un carácter expresivo y no re-
presenta meramente una descarga inespecífica. El síntoma vegetativo
puede constituir una alusión a su origen, pero no una representación
de este. La "representación" no ha de ser tomada, naturalmente, de-
masiado al pie de la letra, aun cuando en. ocasiones viene a ser una
reproducción bastante fiel del conflicto desencadenante (así, por ejem-
plo, un "globo histérico" o sensación de una bola en la garganta
cuando hay algo "que no se puede tragar"). A través de tortuosas vías,
mediante enlaces establecidos entre cualidades fisiognómicas, signos
366 Procesos prospectivos

casuales, significaciones marginales, etc., se refiere al contenido del


complejo y lo representa a su manera, sin que haya tenido lugar
una derivación somática directa.
La incompatibilidad de contenidos psíquicos que se manifiesta de
un modo neurotoide es siempre de índole afectiva y ha de ser refe-
rida por lo general, y al menos en los complejos patógenos graves, a
tendencias pulsionales no asimiladas. Los cursos neurotoides se hallan,
por tanto, acentuados por el sentimiento, por muy frío y meramente
formal que sea su aspecto visto desde fuera. Desde ángulos insos-
pechados pueden surgir repentinamente sentimientos reprimidos. Las
pulsiones rectoras se hallan próximas al modo concreto de vivencia
y hacen destacar las propiedades esenciales de las diversas situacio-
nes y objetos que se hallan referidos a ellas, de tal manera que el
encuentro en tales situaciones o con dichos objetos provoca sorpren-
dentes cambios en el curso, por lo demás ordenado, de una vida. Co-
sas, personas, también ciertos aspectos del propio obrar alcanzan una
significación sobrevalorada o depreciada, o también completamente
alterada desde el punto de vista cualitativo, significación que resulta
a primera vista incomprensible para el observador que no está en el
secreto, pero que deja de serlo en cuanto se conocen sus motivos. En
las neurosis actuales es más bien el hallarse bruscamente empujado,
perturbado y amenazado, lo que está en primer plano; en las neuro-
sis de transferencia, además de esto, se halla en primer plano lo
imaginario, escenificado y con frecuencia contrario a la razón. Mas,
sin embargo, si se examinan y comprenden suficientemente todas las
circunstancias, se advierte que existe siempre una lógica íntima. El
paciente carece, por lo general, de esta comprensión. Sin embargo, y
por mucho que niegue la íntima motivación de su estado y atribuya
todo a los vecinos, al hígado o a los cambios de tiempo, su negativa
no tiene aquel carácter fundamental y absoluto que posee la del
delirante.

HISTERIA.-Una variante especialmente abigarrada y chocante de


los cursos neurotoides se halla representada por los de naturaleza
histérica. Con esta denominación puede aludirse a dos cosas. En un
sentido psiquiátrico y amplio se acostumbra denominar histéricos a
todos los síntomas y síndromes que poseen en alta medida aquello
que Dtrxoa designa como "carácter de lo tendencioso y disimulado".
Ya que apenas existe un síntoma que se manifieste de manera
franca y descubierta y ya que toda inhibición neurotoide condiciona
una tendencia aberrante, tal carácter es propio hasta cierto punto de
todas las alteraciones neurotoides; pero se halla más señalado en las
Histeria 367

histéricas, marcándolas con el sello de lo inauténtico, al menos en apa-


riencia, y constituyendo una permanente fuente de irritación para los
demás.
Lo "tendencioso" se encuentra representado por una querencia de
enfermedad, por la obtención de una "ganancia de enfermedad" en el
sentido de una liberación de esfuerzos desagradables, de responsa-
bilidad y de toda clase de exigencia planteada por la vida. Pero al
contrario de lo que sucede en la simulación, que tiende también a
lo mismo, las reacciones histéricas no son "hechas" por el propio pa-
ciente, sino que suceden en él de manera inconsciente. Para poder
mantener este "incógnito", el grado de disfraz de los síntomas es ele-
vado, de manera igualmente inconsciente, hasta lo teatral. Aun cuan-
do no siempre logran el efecto que buscan, lo procuran con afán. Con
frecuencia se engañan mejor a sí mismos que a los demás. Esto resulta
facilitado en ciertos casos por ser el síntoma de índole corporal, lo cual
obstaculiza la comprensión del contenido que se halla tras él. Se ori-
ginan entonces fallos sensoriales y de la sensibilidad, parestesias,
dolores, parálisis, etc., que no solamente carecen de substrato anato-
mo-patológico, sino de correspondencia con la realidad anatómica y
funcional del cuerpo y no reflejan sino el modo como un profano pue-
de imaginar lo que es somáticamente objetivo. Los trastornos de la
sensibilidad no tienen así en cuenta los segmentos o zonas de distri-
bución de los nervios periféricos, sino que abarcan, por ejemplo, miem-
bros enteros, como una mano, una pierna, etc. Lo mismo sucede con
las paráliscis, que no se ajustan al tipo espástico o al fláccido y no
muestran signos neurológicos de degeneración, excepto en todo caso
una atrofia por inactividad. A veces pueden ser suprimidas instan-
táneamente, por sorpresa, por ejemplo, y de un modo pasajero o per-
manente, y demuestran así la existencia de una función nerviosa fi-
siológica intacta, la cual, de todos modos, puede demostrarse también
de otras maneras. En presencia de tales síntomas corporales de índole
funcional y psicorreactiva se habla de histeria de conversión, indi-
cándose con ello que signos que originalmente eran de alteración psí-
quica, se han transformado en signos somáticos. En esto consiste el
concepto psicoanalítico de histeria, "la histeria" o más exactamente
la neurosis histérica en su segunda acepción analítica, más estricta.
FREUD no atribuyó las correspondientes palancas pulsionales, ocultas,
a la llamada "ganancia secundaria de enfermedad", en el sentido
arriba expuesto, sino a una "ganancia primaria de enfermedad", la
cual consiste en que la enfermedad funcional evita al paciente en-
frentarse con su conflicto edípico. No parece, en cambio, pertinente
hablar de una "histeria" como unidad clínica, dada la amplia dis-

•'
368 Procesos prospectivos

persión de los síntomas histéricos. No existen tan solo formas de neu-


rosis y de psicopatía, sino también reacciones aisladas normales, leves
y también reacciones primitivas e incluso episodios psicóticos en los
cuales aparecen cursos histéricos que, dado el caso, marcan con su
sello el cuadro clínico. En parte corresponderían a potencialidades de
reacción, como el reflejo de "hacerse el muerto", y que como opina
KRETSCHMER M se reactivan cuando se da una regresión a un nivel pul-
sional más primitivo. La admisión de mecanismos biológicos de reac-
ción preformados para explicar manifestaciones histéricas es espe-
cialmente válida con respecto a los estados crepusculares psicorreac-
tivos, ya que existen también estados crepusculares de indudable
fundamento orgánico.
Al igual que los estados crepusculares, los síntomas obsesivos pue-
den ser debidos a causas orgánicas o psíquicas; pero al contrario de
los estados crepusculares, son más frecuentemente psicógenos. Ya he-
mos mencionado en el correspondiente lugar aquello que resulta más
típico en las reacciones neuróticas por angustia o terror, en la afobia
y la neurastenia. Para más detalles pueden consultarse las obras que
tratan de psicología profunda y doctrina de las neurosis. Las también
mencionadas ideas sobrevaloradas pueden ser asimismo consideradas
como modos de elaboración neurótica a causa de sus características
de derivación comprensible a partir de la constitución y la biografía
y su acción general inhibitoria, aun cuando ejercen a veces un efecto
unilateralmente favorecedor de las alteraciones neurotoides. No cabe
duda alguna que el delirio opera de un modo neurotoide y, por tanto,
inhibitorio intrapsíquico, lo cual no quiere decir nada acerca de su
génesis.

ESTEREOTIPIAS.­Las inhibiciones intrapsíquicas muy profundas


pueden dar lugar a manifestaciones psicomotrices que no poseen, para
el observador ingenuo, ni finalidad, ni contenido expresivo y que se
repiten sempiternamente de una manera siempre igual. KLAESI 31, que
es quien más detenidamente las ha estudiado, las define como "ma-
nifestaciones motrices, verbales o del pensamiento que con frecuencia
son repetidas durante mucho tiempo y en la misma forma por una
persona y que completamente desligadas del acontecer total, es de-
cir, autónomos, ni expresan un estado de ánimo, ni tampoco se hallan
ajustadas a finalidad alguna en la realidad (objetiva). Su investiga-

80
KRETSCHMER, E.: Hysterie, Reflex und Instinkt, S.ª ed., Thieme, Stuttgart, 1948.
31
KLAESI, J.: Übet die Bedeutung und Entstehung der Stereotypien, Karger, Ber-
lín, 1922.
Obsesión 369

ción más detenida muestra, sin embargo, que en todas ellas se trata
de actos expresivos simbólicos o sustitutivos y que, por tanto, poseen
una finalidad, la cual no se encuentra, sin embargo, en el plano de la
realidad objetiva. Esto se muestra del modo más claro allí donde son
realizados, sin objeto, movimientos correspondientes a un oficio que
se ha ejercido, movimientos que muchas veces se hallan deformados
o abreviados hasta convertirlos en casi irreconocibles.
Esto se da sobre todo en los dementes orgánicos y en oligofréni- ·
cos imbéciles. La mayoría de las veces los propios enfermos no re-
conocen el origen profesional de tales movimientos. A causa de su
escisión del yo y de su progresivo alejamiento de éste no presentan
prácticamente saturación. En los esquizofrénicos se presentan no ra-
ras veces estereotipias como actos defensivos contra errores senso-
riales e ideas delirantes; en esquizofrénicos y neuróticos como actos
simbólicos de realización de la finalidad de un complejo. Tal finalidad
puede hallarse múltiplemente deformada y, por tanto, aparentar ha-
berse transformado. Según las investigaciones de KLAESI, todas· las
estereotipias pueden referirse a complejos reprimidos (incluso los mo-
vimientos profesionales de los orgánicos, ya que en este caso la propia
eficiencia profesional, dañada por la enfermedad, se convierte en con-
tenido de complejo y se halla frecuentemente sometida a represión). En
último término, en la raíz de todo complejo hallamos manifestaciones
pulsionules inhibidas. Estas dan lugar en el animal a reacciones que
cursan en el vacío, repetidas de un modo uniformemente monótono y
desprovistas de finalidad. La única diferencia esencial con las este-
reotipias humanas estribaría en que las reacciones "en el vacío" se
hallan predeterminadas por el instinto congénito hasta en sus meno-
res detalles, mientras que la descarga pulsional inhibida del hombre
puede expresarse a través de vías más amplias y flexibles, a la par
que adquiridas, cuando no consigue realizarse.

2. LA OBSESION.-"Obsesivo", en psicopatología, no equivale a


"ineludible", sino que significa algo mas. Obsesivo, en sentido psico-
patológico, no es, por ejemplo, ni el impulso irresistible que anima a
una reacción primitiva, ni el obrar, involuntariamente seguro, de un
sonámbulo, ni tampoco la autodefensa automática de un enfermo men-
tal que se cree agredido por enemigos alucinados o imaginarios. La
obsesión consiste en una representación o una acción que se le im-
pone al enfermo de un modo ineludible, más o menos motivada desde
el exterior, que nunca es deseada ni voluntariamente aceptada por el
enfermo, y cuyo origen reconoce este en sí mismo, sin que se pueda
defender contra ella. Cualquier cosa puede constituir su contenido, en
BASH. 24
370 Procesos prospectivos

el caso más sencillo un nombre, una rima, una cifra, un rostro, un


gesto, un modo de colocar una pluma o un lapicero, de cerrar una
puerta, etc. Ciertas personas sanas presentan obsesiones de esta clase,
y o bien las ocultan, o bien las muestran en público, entre las sonrisas
de sus amigos y conocidos. Hay obsesiones más complicadas y mo-
lestas que obligan a los que las padecen a desnudarse, por ejemplo,
según un orden rígidamente establecido, a mantener en sus objetos
de uso personal un orden exagerado e inviolable, a pisar durante el
paseo todas las ranuras existentes entre el udoquíncdo, a contar los
árboles de un determinado camino, a pensar, incluso en absolutas
condiciones de seguridad, que pueden ser atropellados, que pueden
sufrir una caída, etc. Otras veces se apodera de ellos la idea de que
tienen que arrojarse del tren, que deben tocar un cable de alta ten-
sión, que han de matar a un allegado que les es muy querido. Las
obsesiones de lavado y limpieza ponen al paciente en la necesidad
de lavarse constante y repetidamente las manos, la cabeza, todo el
cuerpo, antes de que alcancen la sensación de hallarse auténticamente
limpios. Tales obsesiones de limpieza pueden extenderse a ropas obje-
tos, habitaciones, etc., y adoptar grotescas formas que apenas tienen
ya que ver con la limpieza efectiva y que ponen claramente de ma-
nifiesto el carácter simbólico de los actos realizados. A tales obsesio-
nes se asocian representaciones acerca de una desgracia .ínnombroble
que ha de suceder si no se realiza el acto obsesivo. Tales represen-
taciones son al principio molestas, más adelante inquietantes y por
último cada vez más amenazadoras. Tan pronto se cree que la des-
gracia en cuestión se va a precipitar sobre personas con las que el
enfermo se siente íntimamente vinculado; así, por ejemplo, que pueden
resultar infectadas o intoxicadas si no cumple las operaciones de lim-
pieza, como se apodera de él un sentimiento indefinido acerca de
algo indescriptiblemente espantoso que tan solo puede conjurar me-
diante el acto obsesivo.
Como puede observarse, el trazar una línea divisoria entre la ob-
sesión y el hábito muy arraigado no siempre resulta fácil. Los hábitos
son, desde luego, fundamentalmente influenciados mediante motivos
racionales, aun cuando a veces lo son düícilmente. La obsesión, en ·
cambio, no lo es. Allí donde un hábito es reconocido como carente de
sentido e incluso absurdo y a pesar de ello no se le puede suprimir, es
que se ha convertido en una obsesión. Aquí, naturalmente, se sobre-
entiende que ha de existir un serio afán de suprimirlo, y no solamente
una tendencia a conservar por mera comodidad hábitos que le son a
uno queridos, pero que carecen ya de finalidad. Frente a los actos
impulsivos, la obsesión se diferencia por su mayor claridad de razo-
Obsesión 371

namiento y por la resistencia íntima que se la opone; frente al delirio


y los actos sometidos a órdenes alucinadas, por la claridad de razona-
miento que muestra el enfermo al reconocer que el origen de la obse-
sión está en él mismo, si bien no puede explicar cómo, y también por
el reconocimiento de lo absurdo de la obsesión. De la idea sobre-
valorada se distingue por la constante conciencia de su origen sub-
jetivo, de su índole de inquietante imposición y de la inutilidad que
casi siempre da fin a todo esfuerzo destinado por el sujeto a com-
batirlo. Desde este punto· de vista, la obsesión se presenta ante el
enfermo como un engendro repudiado, pero innegable, y de paternidad
desconocida, producido por la propia psique. Provoca, por tanto, una
defensa, la cual solo se logra en los casos más ligeros; pero nunca
quizá en la obsesión auténtica, y conduce, por tanto, a una ambiva-
lencia que puede hallarse tan acentuada que imposibilite al enfermo
casi toda decisión, y, por último, toda libertad de movimientos. Contra
todo movimiento surge otro en sentido contrario, contra todo pensa-
miento se erige una duda, contra todo impulso se establece una inhi-
bición, y el enfermo oscila de este modo hasta que, agotado y en
plena desesperación, va limitando cada vez más su vida, hasta que,
por último, queda reducido a una inactividad tensa y desconsolada.
Esta última etapa es típica de la neurosis obsesiva en su completo
desarrollo. Esta forma de neurosis, de la cual existen variantes lige-
ras y muy ligeras, e incluso insignificantes, que surgen también en
las personas sanas, muestran la obsesión en su aspecto más puro
y por regla general también más grave. Aparte de ella, en la cual
la obsesión es el síntoma principal, se dan también obsesiones como
síntomas secundarios en todas las neurosis. Acerca del mecanismo de
formación de las mismas en las neurosis informan extensamente la teo-
ría de las neurosis y la psicología profunda. La condición fundamental
estriba en una represión muy profunda, a partir de la cual se originan
impulsos agresivos, disfrazados, contra el propio sujeto, al cual inhiben
y paralizan. Existen, por otra parte, personas que desarrollan con tal
facilidad síntomas obsesivos con el más mínimo motivo y en ausencia
absoluta de sobrecarga exterior, que han de ser designadas como per-
sonalidades obsesivas o psicópatas anancásticos, y que no solamente
son especialmente susceptibles de contraer una neurosis obsesiva, sino
que también producen síntomas obsesivos, sin que existan signos de
un desarrollo íntimo que explique tal producción. Tales síntomas no
se limitan en modo alguno _tan solo a las neurosis. En la esquizofre-
nia pueden encontrarse. auténticos síntomas obsesivos junto a las fre-
cuentes vivencias de influencia desde el exterior, de las cuales han de
difere;nciarse. Pueden incluso surgir en tal medida, incluso coincidien-
372 Procesos prospectivos

do con una sintomatología esquizofrénica relativamente modesta, que


resulta difícil el diagnóstico diferencial entre neurosis obsesiva y es-
quizofrenia. Acompaña de vez en vez a la depresión endógena, aso-
ciándose fácilmente a los escrúpulos que se presentan en esta última.

Ejemplo 45 {E 12 102), 36 años, varón.

Ambos padres eran grandes bebedores, probablemente oligofrénicos, y no se pre-


ocupaban por sus hijos, los cuales se criaron con padres adoptivos y en condiciones
de gran pobreza. El paciente solamente podía asistir a la escuela durante el ínvíer-
no, ya que durante el verano tenía que ayudar a cuidar el ganado en la montaña.
En el último año escolar hubo de repetir una clase. Desde su adolescencia ocupó
puestos inferiores en pequeños hoteles; al llegar a la edad adulta se colocó como
portero, puesto que desempeñó a veces en hoteles de la ciudad, pero también trabajó
de botones, de pinche, como obrero de fábrica durante algún tiempo, etc. A partir
de los dieciocho o diecinueve años se vio molestado de manera cada vez más ccen-
tuada por obsesiones de limpieza. No solamente no podía tolerar suciedad alguna
en sí mismo o en cuanto le rodeaba, sino que tenía que proseguir durante mucho
tiempo sus operaciones de limpieza, aun después de no poderse ya advertir rastro
alguno de suciedad. No estaba seguro de haber cumplido determinados deberes, tales
como apagar las luces y cerrar los grifos del agua, y tenía que volver repetidas
veces a ver si lo había hecho. Como portero de hotel desplegó una auténtica furia
de limpieza, que satisfacía sacando brillo a los metales, al calzado, , etc., pero una vez
en su cuarto había de compensar todo esto lavándose durante horas enteras. Precí-
samente por su amor obsesivo a la limpieza y al orden fue muy apreciado durante su
estancia en el ejército como asistente de oficiales. A pesar de sus obsesiones, que
aumentaban constantemente, pudo realizar más de un millar de días de servicio militar,
ya que dado su destino disponía siempre de ocasiones para lavarse y podía eludir
más fácilmente que en el servicio ordinario algunas dificultades provenientes de su
enfermedad obsesiva. Una vez finalizado su servicio activo, no pudo apenas volver
a reanudar su profesión anterior, ya que la ansiedad ante la posibilidad de ensu-
ciarse no era ya susceptible de ser contrarrestada por la limpieza. Un ulcus duodenal
agravó su estado. Obligado por sus obsesiones tuvo que renunciar a sucesivos em-
pleos después de permanece:r;en ellos durante breve plazo. Vivía, sobre todo, a ex-
pensas de una cocinera con la cual había trabado amistad, y por último ingresó en
la clínica. Después de cualquier contacto con algo sucio, o que le parecía estarlo,
tenía que lavarse las manos ininterrumpidamente durante horas seguidas. Muy pre·
ocupado por sus excrementos, ingería con frecuencia purgantes o se introducía los de-
dos en el ano para extraerse las heces, ocasión en la que empleaba rollos enteros
de papel higiénico con el fin de limpiarse. Le angustiaba intensamente cruzar espacios
abiertos y decía que se había vuelto "olvidadizo", es decir, que nunca estaba seguro
de haber hecho algo de lo que tenía que hacer o había hecho. Durante un paseo
junto a la sima de Meiringer se le había aparecido el diablo, que le había ordenado
arrojar a la mujer que le acompañaba al abismo, y le había costado mucho esfuerzo
no realizarlo. Se masturbaba también de un modo obsesivo, hasta doce veces al día
y sin que le produjese placer alguno. Torturado por sentimientos de inferioridad, re·
petía constantemente: "¿Qué quiere usted? Mis padres me engendraron en plena bo-
rrachera.'' En actitud servil y aduladora, parecía someterse en principio a toda me-
dida adoptada por los médicos y a toda explicación que se le daba acerca de su
enfermedad, pero manteniendo en el fondo una terc:a y escondida oposición. Sus actos
Obsesión 373

iban siempre acompañados por penosos pensamientos acerca de lo absurdo e inelu-


dible de los mismos.
No pudo ser demostrada una esquizofrenia, a pesar de sospecharse mucho su
existencia, pero sí una debilidad mental. La obsesión de limpieza era comprensible
por su · rechazo de los padres, por su creencia acerca de haber sido engendrado
"entre basura" y por el consecutivo y fallido intento de reprimir la propia sexualidad.

Diagnóstico: Neurosis obsesiva en un débil mental.

No solamente las enfermedades funcionales del cerebro, sino asi-


mismo las orgánicas, pueden dar lugar a síntomas obsesivos. Se tra-
ta, sobre todo, de aquellas dolencias que afectan al tronco cerebral
o a las vías frontotalámicas. De este modo, conocemos un agarrar
compulsivo y también, pero más raramente, un morder com-
pulsivo como síntoma dependiente de lesiones frontales, y otros sín-
tomas obsesivos, tales como gesticulaciones, gritos, golpear, etc., en
la encefalitis epidémica. Las afecciones del tronco cerebral determi-
nan a veces una risa o un llanto compulsivos, cuya peculiaridad con-
siste no solamente en surgir sin motivo adecuado y en los momen-
tos menos oportunos, sino también en no corresponder a sentimiento
alguno; es decir, se trata de una risa sin alegría y de un llanto sin
tristeza. Idénticas manifestaciones mímicas de índole obsesiva pue-
den darse también sin lesión cerebral alguna. Los síntomas obsesivos
orgánicos son, al igual que las alucinaciones orgánicas, casi siempre
sencillos, elementales, menos floridos que los funcionales, y en ellos
se halla acentuada la parte puramente motriz. Se trata, por tanto,
más bien de actos obsesivos que de representaciones obsesivas. En
ocasiones bastan una fatiga mental y psíquica, un agotamiento, es-
tados neurasténicos, etc., para hacer surgir en el sujeto sano sínto-
mas obsesivos de índole superficial, que no aparecen en otras oca-
siones, tales como la repetición mecánica de una palabra, de un
estribillo o una rima, o bien un tamborilear o golpear, etc. En cuan-
to el sujeto se repone, las manifestaciones obsesivas desaparecen,
por regla general, rápidamente.

Ejemplo 46 (E 11 783), 32 años, hembra.

La paciente, que procede de una familia no tarada desde el punto de vista neuro-
lógico, fue una niña delicada y muy susceptible a las enfermedades. Ya que el padre
murió siendo ella muy joven, hubo de renunciar a unos estudios que . había comen-
zado un trimestre antes y colocarse muy a su pesar, pero consciente de su deber, en
una fábrica de géneros de punto con el fin de ganarse el sustento. Más tarde fue
instruída por una doctora en las funciones de enfermera auxiliar de una consulta.
Pero en el desempeño de este puesto comenzó a presentar estados de gran fatiga
y depresión con alteraciones de la sensibilidad y parálisis de naturaleza variable,
374 Procesos prospectivos

siendo diagnosticada de esclerosis múltiple. Con gran esfuerzo y valor pudo la pa-
ciente mantenerse aún trabajando durante seis años, pero hubo de ingresar en una
clínica pues las fuerzas le fallaban y se veía torturndo de cuando en cuando por dolores
de cabeza difícilmente soportables, por vómitos, así como por manifestaciones paralí-
ticas variables y oscilantes. En la clínica, la enfermedad continuó su curso típico, con
brotes y periodos de remisión, hasta que apareció una paraparesia de miembros in-
feriores, retención temporal de orina y contracturas de garganta que pusieron en
peligro su vida, colocando a la enferma al borde del agotamiento y de la muerte
por asfixia. Las manifestaciones más amenazadoras pudieron ser combatidas sinto-
máticamente, pero retornaban siempre de nuevo, siendo soportadas por la enferma
con la conciencia completamente lúcida y con una paciencia y un valor admirables,
aun cuando se encontraba en un estado físico deplorable y muy debilitado. Comen·
zaron a presentarse bruscas oscilaciones del estado de ánimo, de carácter depresivo
las más de las veces, aunque también ocasionalmente alegre, completamente des-
provistas de fundamento estas últimas. La paciente era incapaz de defenderse contra
ellas, sufriéndolas con perfecta noción de lo absurdas que eran y avergonzándose de
ellas, pero sin poderlas reprimir en lo más mínimo. Al empeorar progresivamente su
estado, se veía obligada a hablar durante horas enteras, a veces de una manera
harto pueril y con numerosos manerismos, en ocasiones en idioma extranjero, todo lo
cual le resultaba sumamente molesto. En los intervalos pedía disculpas por obrar así.
Preguntaba repetidamente al médico: "¿Por qué me he convertido en una charlatana
tan estúpida?" En medio de una conversación normal y también cuando se encontraba
libre de dolores, se veía obligada a lanzar a voz en cuello un grito prolongado, com-
pletamente distinto de sus manifestaciones de dolor, que ella por otra parte se esfor-
zaba en dominar. Del mismo modo compulsivo se golpeaba de cuando en cuando la
cabeza. Después de hacerlo pedía perdón, avergonzada, diciendo que sabía perfecta-
mente que era absurdo lo que hacía, pero que no podía contener el impulso y que
después de hacerlo, y durante un rato, se sentía aliviada. El éxito letal fue debido
a edema cerebral y pulmonar con fallo cardiaco.
Diagnóstico: Esclerosis múltiple con manifestaciones obsesivas orgánicas.

TJCS.-Las estereotipias de origen funcional denominadas tics son


series de movimientos relativamente sencillas, rítmicas o irregulares,
pero repetidas siempre de la misma manera. Pueden coincidir con
cualquier acto, como manifestaciones involuntarias concomitantes y, en
contraposición con las restantes manifestaciones obsesivas, carecen por
completo de componentes representativos. En esto, así como en su
estereotipia absolutamente influenciable de un modo voluntario, seme-
jan más bien procesos de estímulccíón iterativos orgánicos, pero no
han de ser confundidos con estos últimos. No solamente se muestran
por lo regular como psicorreactivamente condicionados y posibles de
ser positivamente influidos de manera psicoterapéutica, sino que bajo
la influencia de un proceso de evolución psíquica pueden transformar-
se, o también cambiar de localización, y a pesar de la sencillez que
por regla general adoptan, no coinciden en muchas ocasiones con
formaciones motrices de naturaleza refleja. Pueden acaso consistir en
guiños o pestañeos, en resoplidos o en un chasquear de lengua; esto
Espasmofenia 375

es, en movimientos que normalmente pueden ser también desencade-


nados de un modo reflejo; pero también en una contracción cualquiera
de la cara, un encogimiento de hombros, en gestos, etc., que no co-
rresponden a reflejos fisiológicamente establecidos. Al igual que otros
actos obsesivos, una vez que son conscientes, son casi o completa-
mente imposibles de reprimir, y se pueden intensificar al quererlo ha-
cer, lo mismo que se intensifica un temblor intencional.

3. TARTAJEOO ESPASMOFENIA.-Por H. LANDOLT (Zurich). En los


últimos tiempos ha ganado en importancia una alteración del lenguaje
que es conocida de antiguo : el tartajeo 32, debido principalmente a que
se ha logrado profundizar en su naturaleza mediante investigaciones
electroencefalográficas. Por otra parte ha sido reconocido como sínto-
ma esencial de un síndrome psíquico, que ha recibido el nombre de
síndrome psíquico espasmofénico. El tartajeo se señala por las si-
guientes características: un hablar rápido, que se atasca, precipita y
sobresalta, de melodía monótona, clónico, en lugar del lenguaje tó-
nico del tartamudo, que prescinde de sílabas y palabras o que presenta
contaminaciones entre ellas, con dificultades y alteraciones en la bús-
queda y hallazgo de vocablos; es decir, trabado. Junto a estas mani-
festaciones que hacen que el tartajeo. adopte en primer término el
aspecto de un hablar descuidado e indisciplinado; pero que ofrecen
de modo significativo muchos rasgos orgánicos y que tienen mucho en
común con las alteraciones afásicas más ligeras, resulta característico
del paciente el que, por así decir, se comporte de manera adecuada a
la situación, pudiendo disminuir o incluso desaparecer cuando la ne-
cesidad plantea la correspondiente exigencia, completamente al revés
de lo que sucede en la tartamudez. Cuando es necesario; así, por
ejemplo, durante exámenes, ante superiores, en conferencias y en ge-
neral cuando se trata de situaciones no habituales y que suponen res-
ponsabilidad, el paciente puede con frecuencia hablar de un modo
absolutamente correcto, mientras que con su familia o con amigos de
confianza; es decir, en situaciones en que se hace comprender sin
necesidad de esforzarse, es cuando más acentuado se muestra su
defecto. Este es uno de los motivos por los que no se sienten ímpe-

32
WEISS, D. A.: Der Zusammenhang zwischen Poltern und Stottern, "Folia Pho-
niatrica", 2 (1950), pp. 252-262. FREUD, H.: Studies on the Interrelationship between
Stuttering and Cluttering, "Folia Phoniatrica", 4 (1952), pp. 146-168. LANDOLT, H. y
LucHSINGER, R.: Poltersprache, Stottern und chronische organische Psychosyndrome,
"Deutsche Medizinische Wochenschrift", 79 (1954), pp. 1.012-1.015. LUCHSINGER, R. y
LANDOLT, H.: Über das Poltern, das sogenannte "Stottern mit Polterkomponente" und
deren Beziehung zu den Aphasien. "Folia Phoniatrica", 7 (1955).
376 Procesos prospectivos

didos en el hablar e incluso de que no lleguen a darse cuenta que


padecen un trastorno de la palabra.
Tal reversibilidad adecuada a la situación es válida para casi todas
las restantes manifestaciones parciales del síndrome psíquico espas-
mofénico, entre las cuales hay que mencionar sobre todo la distrai-
bilidad, la debilidad de notación, el olvido fácil y la dificultad en
rememorar. La mayoría de los tartajosos son más torpes y desorde-
nados que la mayoría de las personas, y las consecuencias que esto
les acarrea les causan no pocas molestias (así, por ejemplo, tienen
que emplear mucho tiempo en buscar cosas que han olvidado o per-
dido, sufren frecuentemente pequeños accidentes y percances, etc.).
Debido seguramente, y sobre todo a su distraibilidad, que en parte ha
de ser también hecha responsable de su trastorno del lenguaje, muchas
veces no oyen sino algunas palabras de aquello que escuchan, lo
cual hace que interpreten mal. Han de mencionarse, por último, su
gran impulsividad y su tendencia a reacciones intensamente explosi-
vas y bruscas.
Así, pues, y dentro de las situaciones normales y que no plantean
elevadas exigencias, les fallan a estos pacientes, y hasta cierto punto,
aquellas capacidades que ordenan, conservan y configuran, lo cual
habría de atribuirse en parte a una dinámica ideativa demasiado tur-
bulenta en relación con las posibilidades de expresión, a un aumento
de los impulsos y procesos asociativos y una disminución de los inte-
grativos. En cambio, la inteligencia, la productividad mental y la ca-
pacidad de rendimiento no se hallan alteradas. El sentimiento de segu-
ridad en sí mismo es la mayoría de las veces elevado y pueden sobre
todo alcanzar un notable grado de calidad las producciones y rendi-
mientos.
Las investigaciones electroencefalográficas llevadas a cabo en un
considerable número de tartajosos, con componentes o sin componentes
de tartamudez, han demostrado que en el 90 por 100 de los casos exis-
tían alteraciones de los procesos electrobiológicos de los tejidos cerebra-
les. Con fines comparativos se investigaron también electroencefalográ-
ficamente pacientes exclusivamente tartamudos. Tan solo en un 10 por
100 de estos últimos se pudieron encontrar anomalías en el E. E. G.1
que por otra parte eran de índole ligera y se presentaban con la misma
frecuencia en grupos seleccionados de población normal. Ya que no
puede demostrarse preferencia por una determinada región cerebral y
se ha comprobado que la afección es hereditaria, el tartajeo se puede
considerar como una disfasia constitucional, hereditaria, que se halla
en correlación con alteraciones topográficametne inespecíficas de los
procesos biológicos de los tejidos cerebrales. De modo análogo puede
Lesión cerebral 377

definirse el síndrome psíquico concomitante, del cual debe señalarse


el hecho de ser hereditario y constitucional y el que represente, desde
múltiples puntos de vista, un tipo constitucional bien marcado y tan-
gible.

4. CURSOS CONSECUTIVOS A LESION CEREBRAL DIFUSA.-Al


tratar, en los capítulos correspondientes, de las alteraciones del pensar
y· del sentir, hemos mencionado ya muchas de las peculiaridades que
ofrecen los cursos consecutivos a lesión cerebral difusa, y más adelante
hemos de resumirlos en el capítulo V al tratar sobre el "síndrome psico-
orqóníco". Por lo que se refiere al curso y realización psicomotores, tan-
to en lo general como en lo particular, lo que más destaca es su modo
fugaz de brotar y consumirse. Con el avance de la destrucción orgá-
nica, el sujeto se va reduciendo cada vez más a los rasgos más toscos
y groseros, a. la inmediata y desconsiderada satisfacción de necesida-
des cada vez más simples, va mostrando de una manera creciente las
cualidades propias de una impulsividad primitiva, sin que posea la
seguridad que el animal manifiesta en la realización de sus instintos
ajustados a finalidades. Corresponde de hecho a una destrucción o
demolición del hombre, estrato por estrato, hasta alcanzar un nivel
primitivo y con ello a una reducción de la personalidad desarrollada
hasta no dejar de ella más que -su esqueleto o armazón o bien su
caricatura, como ya hemos referido en páginas anteriores. Desarro-
llándose de modo intenso, e incluso violento, durante breves lapsos
de tiempo, la actividad se consume rápidamente y extingue en un
punto en que para el sujeto normal comenzaría la acción propiamente
dicha. La "fase refractaria" no precisa ser muy prolongada, pero
la reacción es aún más breve. No es que se pueda hablar de una
pérdida de la tendencia hacia una finalidad; pero por atractiva que
sea esta última, no ha de hallarse situada demasiado lejos, ni tam-
poco exigir esfuerzos demasiado organizados, si es que el orgánico ha
de lograr alcanzarla. La saturación, la fatiga y la hartura surgen pron-
to, se pierde la Vinculaciónafectiva a la finalidad y se desiste de todo
esfuerzo. Tanto la elección de finalidad o meta, como la del camino
que conduce hasta ella, se halla determinada ampliamente por la
actitud concreta. El impulso propiamente dicho perdura hasta muy
tade; pero su constancia, en cambio, falla pronto. Al orgánico le son
ajenos tanto los múltiples y variados cambios del esquizofrénico típi-
co, como la agotadora lucha interior del inhibido neurotoide. Aquello
que presta algo de animación al cuadro procede de incontrolados y
súbitos caprichos y deseos compulsivos, que prontamente se manifies-
tan como limitados a muy pocas direcciones fundamentales. Incluso·
378 Procesos prospectivos

los movimientos se hacen con frecuencia más pesados, torpes y, en


caso de agitación, también más intensos. Todo esto aparte, natural-
mente, de los posibles trastornos neurológicos. La impresión general
es la de algo simultáneamente rígido y lábil, frío y quebradizo, como
en una estructura orgánica que ha perdido flexibilidad y capacidad
de adaptación. Surgen estereotipias del pensamiento y de la motili-
dad. La flexible adaptación al caso individual es sustituida por aco-
plamiento de actos automatizados, y allí donde esto no basta, se relle-
nan las lagunas por medio de confabulaciones.

5. CURSOSEN LA EPILEPSIAGENUINA.-Si en la lesión cerebral


cortical difusa son abruptos la mayoría de los cursos, estos son en la
epilepsia genuina más dilatados que en el sujeto sano. Así, la represen-
tación y el acto se dan con la misma facilidad que en este último, ex-
cepto en aquellos casos que se hallan gravemente demenciados y en-
torpecidos; pero muestran luego una extraordinaria posibilidad de
persistencia, la cual se manifiesta aunque haya desaparecido el mo-
tivo o circunstancia que dio lugar al acto o la presentación, y aunque
estos no sean ya pertinentes o vengan a cuento. Se continúa mante-
niendo entonces tenazmente la dirección tomada, aun cuando se ma-
nifieste como absurda o incluso nociva. Por lo demás, el epiléptico
tiene la mayoría de los rasgos psicopatológicos en común con el or-
gánico con lesiones cerebrales difusas. La tendencia de este último
a la estereotipia es aún más acentuada por la tendencia epiléptica a
la persistencia y la viscosidad. En el epiléptico, más aún que en el
orgánico, todo gira en torno al propio yo, es referido a este y medido
por su rasero. Las afirmaciones de amor, exageradas, toscamente
aduladoras y molestas, no muestran solidez ni consistencia. El amor
epiléptico ahoga a su objeto, lo mismo que sucede con el neurótico
obsesivo. Los afectos son patéticos, sensibleros y tendrían todo el as-
pecto de una teatralidad falsa de no convencer a cada momento de
lo contrario su autenticidad como manifestación del epiléptico, que
resulta evidente para todo el mundo.
La mencionada tendencia del epiléptico a la perseveración puede
aparentar una firmeza en la fijación de una finalidad; mas, sin em-
bargo, la mayoría de las veces no conduce a meta alguna, ya que
esta última no resulta sino de una vinculación a lo concreto, sin que
tenga en realidad en cuenta su necesidad propiamente dicha y la
posibilidad de alcanzarla. Los caminos que pueden conducir a ella
se trazan de una manera poco meditada, se tienen poco en cuenta
las dificultades, se descuidan las oportunas rectificaciones a los cam-
bios de circunstancias, y de este modo el epiléptico se comporta a
Resumen 379

veces como alguien que quisiera abrirse forzosamente un camino a


través de una espesura, en lugar de tomar por un cómodo sendero
que conduce al mismo punto.
Más aún que en los restantes orgánicos (entre los que hay que
contar, con sus peculiaridades, al epiléptico) llaman la atención en la
epilepsia la tosquedad, pesadez y, con frecuencia, lo impertinente de
la motórica general. Participa de la lentificación global y además se
muestra maciza, inhábil y desprovista de gracia y soltura. Desaparece
toda flexibilidad y ligereza y queda la impresión de algo que es difícil
de poner en movimiento, pero que una vez conseguido este lo conti-
núa como una masa inerte.
El cuadro clínico de la epilepsia traumática es sumamente variable
y presenta todas las posibles combinaciones de rasgos esencialmente
orgánicos, difusos y epilépticos genuinos con el síndrome cerebral
local, del cual trataremos más adelante. Todo ello según la extensión
del foco o de la lesión cerebral difusa, el avance de la enfermedad
convulsiva y el grado de su generalización.

6. CURSOS EN LA ESQUIZOFRENIA.-Las alteraciones de los pro-


procesos referidos al futuro en los esquizofrénicos son de una índole
extremadamente variada y difícilmente comprensibles hasta que no se
esclarezca el síndrome de la ruina de la configuración, nuclear en la
esquizofrenia y correspondiente a aquellas. Y a que dicho síndrome lo
incluimos entre otros en la parte V, lo estudiaremos allí y en conexión
con él los restantes trastornos esquizofrénicos.

RESUMEN.-Los cursos de representación y de cccion de los que


tratamos aquí apuntan de un modo ampliamente autónomo a un cam-
bio de las circunstanciasy abarcan así también los llamados "proce-
sos volitivos". En los seres vivos superiores, lo futuro es previsto pre-
dominantemente a través de representaciones; en los inferiores1 a
través de actos. Las representaciones abren el camino a la acción, pero
no es forzoso que deriven hacia esta última.
Se da una desinhibición general de los cursos de la representa­
ción y de la acción en estados maníacos, más típicamente en la
llamada fuga de ideas, también en la inhibición general, el empo-
brecimiento, la lentificación y vaciamiento propios de los estados de­
presivos de cualquier origen. Una inhibición general se da asimismo en
los estados oligofrénicos y en la mayoría de los casos de descenso
acentuado del nivel de conciencia. Las inhibiciones motrices no se
dan por regla general en los oligofrénicos,pero pueden hallarse acen-
tuadas en los estados de obnubilación.
380 Procesos prospectivos

Son destacados los siguientes casos particulares:


1. Los cursos neurotoides se distinguen por inhibiciones intrapsí­
quicas. Se trata en ellos de trastornos funcionales referidos al curso y
con estructura semejante a la de las neurosis, a los cuales puede estar
subyacente una neurosis, sin que ello sea obligado. Las diferencias
entre inhibición, cansancio, saturación y bloqueo son tratadas también
en este capítulo. La inhibición neurotoide puede conducir a la neurosis
actual o a la neurosis de transferencia. Una de sus modalidades más
frecuentes es la histérica.

2. La obsesión es una representación o un acto que se impone de


modo ineludible al enfermo. Puede o no poseer una motivación exte­
rior. Se presenta siempre en contra de la voluntad del sujeto, el cual
reconoce que se halla originada en él; pero sin poder hacer nada para
evitarla. Puede surgir de un modo reactivo y tiene entonces como pre-
misa una represión muy profunda, a partir de la cual pueden surgir,
inhibiendo y paralizando, impulsos agresivos disfrazados, los cuales
se dirigen tan pronto contra el propio sujeto, tan pronto contra el me-
dio ambiente de este último. Puede hallarse basada igualmente sobre
un fundamento constitucional, procesual u orgánico. El tic está próxi-
mamente emparentado con la obsesión, pero en él no existe el com-
ponente representativo.

3. El síndrome psíquico espasmofénico se presenta más bien como


una variante de la personalidad, escasamente perturbadora, pero posee
una importancia fundamental. Los individuos afectados por él se dis­
tinguen por su distraibilidad, dificultad de notación, ser olvidadizos y
rememorar difícilmente (en grado ligero), así como por su modo de
hablar tartajoso, que no se ha de contundir con la tartamudez. Son
menos hábiles y más desordenados que la mayoría de las personas.
Sus dificultades no son, sin embargo, obstáculo para que se adapten
a las situaciones, y al contrario de lo que sucede en la tartamudez
y en otros trastornos neurotoides, se compensan cuando la situación
exterior lo exige. Lo importante en él estriba en el hecho de que el
90 por 100 de los sujetos afectados presentan alteraciones inespecífi­
cas del electroencefalograma, mientras que ello sucede tan sólo en
un 1 O por 100 de los tartamudos.

4. Los cursos consecutivos a lesión cerebral ·difusa se caracterizan


por encenderse y apagarse dentro de un lapso muy breve, por su ri­
gidez y sequedad y por mostrar rasgos de impulsividad primitiva.
Resumen 381

5. Los cursos en la epilepsia genuina se asemejan cualitativamen­


te a los consecutivos a lesión cerebral difusa; pero desde el punto
de vista temporal son más dilatados que estos últimos e incluso más
que en los normales.

6. Los cursos en la esquizofrenia serán tratados en la parte V, ca­


pítulo lII.
QUINTA PARTE

SlllDROMES
CAPITULO PRIMERO .

Introducción

Los grandes síndromes psiquiátricos constituyen un territorio fron-


terizo entre la Psicopatología general y la Psicopatología especial o
Psiquiatría. Partiendo de la primera nos proponemos adentrarnos en
dicho territorio en la creencia de que una visión cartográfica realizada
desde el punto de vista de la psicopatología general quizá se revele
como útil con respecto a la Psiquiatría. Las unidades morbosas que esta
última supone muestran una tendencia cada vez más marcada a disol-
verse en síndromes, en formas generales de reacción por parte del
sistema psíquico afectado, las cuales muestran diverso matiz de acuerdo
con el fundamento de la personalidad en cuestión y la índole, rapidez
y extensión de la noxa. Tras una fase de análisis descriptivo y de di-
ferenciación, de separación entre grupos nosológicos cada vez más
estrictamente circunscritos, se hace sentir actualmente en Psiquiatría,
y de modo cada vez más acentuado, la tendencia contraria, o sea ha-
cia la integración de los hallazgos patológicos. Aquí sin embargo,
precisa de la ayuda de aquellas ciencias que se hallan en su base y
ha buscado sobre todo la que pueden proporcionarle la anatomía
patológica y la química fisiológica. Sin embargo, ninguna de las dos
ha correspondido a las esperanzas que en ellas se habían cifrado.
Mas entre las ciencias básicas a la Psiquiatría se encuentran también
la Psicología y la Psicopatología, y mediante el empleo de los cono-
cimientos a ellas correspondientes hemos de abordar ahora la tentativa
de aproximarnos algo más a los síndromes psiquiátricos y a sus rela-
ciones mutuas. Los propios síndromes, así como los conocimientos a
ellos referidos y procedentes de otros sectores del saber, no se hallan
fundamentados todos ellos de manera igualmente sólida, y algunas
conexiones permanecen por ahora en el terreno de lo hipotético, lo
cual será subrayado en los correspondientes lugares. Lo que a conti-
nuación vamos a exponer tiene un carácter provisional, constituye a
modo de la maqueta de un edificio, y, sin embargo, queremos canee-·
derle un lugar en este tratado con el fin de que el estudiante de Psico-
patología adquiera una visión global de la problemática y tentativas
de solución de una nueva ciencia. Si como tal proyecto puede servir
a ulteriores tentativas más consolidadas y duraderas, podrá conside-
rarse su misión como cumplida.
B.ua. 25
CAPITULO 11

El síndrome general de adaptación

Iniciamos esta parte con la exposición de un síndrome que no co-


rresponde propiamente a los psiquiátricos; pero que ha adquirido tan
fundamental importancia para la Psiquiatría, desde el breve plazo
transcurrido a partir de su descubrimiento, que no puede por menos
de ser mencionado. El general adaptation syndrome, expuesto muy
detalladamente por H. SEL YE 1 desde .1936 en diversas publicaciones,
y en cuanto a sus aspectos parciales resumido por primera vez en un
tratado publicado en 1947, y al cual ha dedicado el autor una mono-
grafía en 1950, ha sido estudiado hasta ahora, de modo casi exclu-
sivo, desde los puntos de vista fisiológicos, químico-fisiológicos, ana-
tomopatológicos y de la Medicina interna. Sin embargo, posee una
destacada importancia con respecto a la Psiquiatría, debida en primer
término a que sus correspondientes síntomas, que hemos de describir
seguidamente, resultan con seguridad provocados no tan solo por cau-
sas somáticas, sino también psíquicas.

STRESS.-Tales causas pueden ser de la naturaleza más variada,


pero todas ellas representan una carga inespecífica o una exigencia
planteada al organismo en su totalidad o a una amplia porción del
mismo; es decir, el llamado stress por SELYE, palabra cuya amplitud
de significado en inglés hace que sea difícilmente traducible en otros
idiomas y que, por tanto, conservaremos en nuestra exposición. "El
stress consiste en un estado que se manifiesta como síndrome espe-
cífico y que se compone de cuantas alteraciones inespecíficamente
provocadas pueden surgir dentro de un sistema biológico." (SEL YE,
1957.) Con arreglo a la determinación de su concepto, verüicada por

1
SELYE, Hans: Textbook of Endocrinology, l.ª ed., 1947. 2.ª ed., 1949. Idem:
Annual Report on Stress 1951-1956. Ambos en el "Acta" de Montreal. ldem: The Story
of the Adaptation Syndrome. "Acta" Montreal, 1952. Esta publicación expone amplia-
mente los aspectos teóricos y los principales hallazgos, renunciando a una exhaustiva
documentación, siendo apropiada como iniciación a la materia. Sobre nuevos aspectos,
comparar LANGER, Dieter: Die wichtigsten Ergebnisse der Stress-Forschung (hasta 1957)
und deren Bedeutung für die Psychiatrie. "Fortschritte der Neurologie und Psychiatrie",
año 26, pp. 321-354 (1958).
388 Síndrome de adaptación

HoAGLAND 2, habrán de ser calificados como stress "cualquier grupo de


acontecimientos que modifiquen de tal modo los estados en que tien-
de a persistir el organismo, que resulten estimulados procesos homeos-
táticos destinados a restablecer el equilibrio del mismo". Stress sig-
nifica todo aquello con respecto a lo cual no se logra con facilidad
una adaptación suficiente, todo aquello que puede mantener el orga-
nismo en tensión e inquietud, en malestar y sufrimiento. En condicio-
nes experimentales eran en primer término los stressor agents, o más
brevemente stressors somáticos; es decir, aquellos factores provocado-
res de sitees, tales como traumas prolongados, quemaduras y conge-
laciones, exposición de amplios territorios cutáneos a radiaciones
Roentgen o solares, hemorragias, agotamiento muscular, anoxia, así
como las más diversas intoxicaciones, los que provocaban, junto con
los efectos específicos de cada uno de ellos, el síndrome de adaptación
general, causalmente inespecífico. Causas estrictamente localizadas,
tales como amputaciones, tóxicos con puntos de ataque marcadamente
selectivos y heridas circunscritas, pero graves o incluso mortales, lo
provocan en grado menor que aquellas que afectaban, quizá de modo
menos amenazador, amplios sectores de la superficie corporal o del
interior del cuerpo, grandes sistemas orgánicos, etc. Los experimentos
de laboratorio y las observaciones clínicas coincidían en cuanto a los
resultados obtenidos. Las excitaciones nerviosas se demostraron como
stressors especialmente efectivos. La fase inicial del síndrome de
adaptación, la llamada reacción de alarma, implica furor y miedo y
pudo ser desencadenada regularmente en el laboratorio mediante la
ligadura (indolora) del animal de experimentación, aún despierto a la
tabla de operaciones, pero también mediante anestesia profunda. De
este último hecho deduce SELYE que la integridad funcional del sistema
nervioso central no constituye condición imprescindible para que surja
la reacción de alarma. Si se sometía a los animales de experimenta-
ción, de un modo continuo y repetido, a estímulos perturbadores, tales
como tañer de campanas, corrientes de aire o sacudida de la jaula,
se constituia un síndrome de adaptación, acompañado a veces por una
notable subida de la presión arterial. La exploración de pacientes que
se hallaban a la espera de una intervención quirúrgica, o que esta-
ban sometidos a condiciones de máxima exigencia y peligro, como el
personal de aviación durante la guerra, o que sufrían de labilidad
psíquica endógena, como ciertos neuróticos, mostraban casi constan-

•11 HoAGLAND, H.: Some Endocrina Stress Responses in Man: Stress and Psychiatric
Disorder, J. M. Tanner, ed., Blackwell, Oxford, 1960.
Stress 389
temente la presencia de un síndrome de adaptación en estadio más
o menos avanzado, según la situación del caso.
El primer estadio es el de reacción de alarma, que SEL YE define
como "el conjunto de todas las manifestaciones generales inespecí-
ficas que, debidas a .lc brusca acción de estímulos, afectan la mayor
parte del cuerpo y a las cuales no se halla adaptado el organismo, ni
cuantitativa, ni cualitativamente". Algunas de ellas son fugaces y
representan meramente signos de "shock", tales como descenso de la
tensión arterial y de la temperatura, espesamiento sanguíneo, aumento
de la permeabilidad capilar, hipocloremia, al paso que otras se hallan
puestas al servicio de una defensa activa, como lo son el alza de la
glicemia y del fibrinógeno, acortamiento del tiempo de sangría, taqui-
cardia y destrucción albuminoidea. Esta última proporciona amino-
ácidos como materiales destinados a la renovación celular y regene-
ración de tejidos· impuestas por las consecuencias de la noxa. Se ma-
nifiesta por un aumetno del nitrógeno residual, así como del contenido
sanguíneo en aminoácidos, urea y ácido úrico. Si el stress es de me-
diana gravedad, la reacción de alarma se divide, de una manera más
clara que en el stress agudo, masivo, en una fase de "shock" y otra
de · "contrashock". En aquella predominan los síntomas de daño o per-
juicio; en esta última, los de defensa, y en la segunda fase se com-
pensan de nuevo, en parte, los signos de insuficiencia propios de . la
primera. Ya en la fase de "shock" aumentan la glicemia y la presión
arterial, a causa probablemente de la secreción de adrenalina, y como
mecanismos de lucha y defensa más rápidamente disponibles; pero
descienden pronto y vuelven a ascender de nuevo, de manera más
duradera, en el contrashock. Las manifestaciones cardiovasculares del
contrashock corresponden también por otra parte a la reacción de
urgencia de CANNON. Se hace notar rápidamente una lesión capilar.
En el tracto digestivo se advierte, durante el· shock, una hiperemia,
y ya en el contrashock se forman fácilmente úléeras en estómago e
intestino delgado (úlcera de CuRLiNG, después de quemaduras, ulce-
ración consecutiva a intensas conmociones afectivas; por ejemplo, tras
de bombardeos). El timo, y en grado menor los restantes órganos lin-
fáticos, involucionan muy rápidamente en el shock, mientras que se
multiplican y aumentan su capacidad fagocítica los macrófagos del
sistema retículoendotelial. Los leucocitos, al principio, muestran un
aumento general. En la fase de contrashock predomina· especialmente
una neutrofilia con eosinopenia y linfopenia relativa o absoluta ... En la
corteza suprarrenal se hipertrofian las diversas células durante la
reacción de alarma y segregan sus granulaciones lípidas, de coles-
390 Síndrome de adaptación

terina y de ácido ascórbico. Esto sucede ya durante las primeras horas


y alcanza su punto álgido en el contrashock.

ESTADIO DE RESISTENCIA.­Durante el stock se halla disminuida


la capacidad de resistencia del organismo contra toda nueva noxa. En
el contrashock se restablece la resistencia general hasta alcanzar un
nivel semejante al de la situación de partida o algo superior, y se
constituye una resistencia específica, claramente aumentada 3, contra
el stress que ha dado lugar a la reacción de alarma. Tal resistencia
específica aumenta claramente durante la fase de contrashock por en-
cima de la situación normal y se mantiene también elevada durante
el más o menos prolongado estadio de resistencia del síndrome de
adaptación, estadio que sigue a la reacción de alarma, mientras que
la resistencia inespecífica desciende de nuevo rápidamente durante
dicho estadio, para permanecer considerablemente por bajo del nivel
correspondiente a la situación de partida. Durante el estadio de resis-
tencia, el organismo se halla adaptado a su stress y se mantiene así
durante un lapso de tiempo más o menos amplio, ·que muchas veces
dura años. Por el contrario, un stress nuevo y de otra índole destruye
fácilmente el equilibrio iniciado en el contrashock. Se normalizan o se
elevan ligeramente la glicemia y la cloremia, así como el volumen san-
guíneo y el contenido en fibrinógeno. La tensión arterial permanece
más bien elevada. Como se detiene la destrucción albuminoidea, el
nitrógeno residual vuelve a la normalidad. El tracto digestivo se re-
pone. Permanece la involución del timo. Las glándulas germinales
se atrofian; son frecuentes las alteraciones de la menstruación y la
esterilidad. La corteza suprarrenal aumenta intensamente de peso y
vuelven a restaurarse en ella los depósitos de sustancias ·segregadas
durante la reacción de alarma.

ESTADIO DE AGOT AMIENTO.­Cuando no puede ser mantenida


la adaptación en el sentido del síndrome aquí expuesto, al estadio
de resistencia sigue un estadio de agotamiento, caracterizado por
cambios corporales que se hallan en su mayor parte contrapuestos a
los que se presentan en aquel; es decir, vuelven a ser semejantes a los
de la reacción de alarma; pero sin que conduzcan ya a una defensa
con éxito. La glicemia, la cloremia y la presión arterial vuelven a .
descender; la destrucción albuminoidea, con todo sus signos químicos
sanguíneos, reaparece; la sangre se espesa, descienden el peso y la

8
La especificidad se refiere aquí solamente al agente desencadenante y no como
en una reacción antígeno-anticuerpo, también al sustrato.
Agotamiento 391

temperatura corporales. Vuelven a formarse úlceras gastrointestinales


y continúa ininterrumpidamente la involución del aparato linfático. La
corteza suprarrenal ofrece idéntico aspecto al que tiene durante la
reacción de alarma; pero muestra además con frecuencia hemorra-
gias e infiltrados de células redondas con extensas degeneración y
necrosis. A la disminución de la resistencia inespecífica acaecida du-
rante el estadio de resistencia sigue el descenso de la específica, hasta
que sobreviene la muerte.
Las conclusiones que acerca de la capacidad general de adapta
ción y del comportamiento energético del organismo se deducen del
curso del síndrome de adaptación las hemos anticipado ya en el
capítulo acerca del "impulso" (véase la página 87). La hipotética
· energía de adaptación que allí mencionábamos no esclarece su pato-
genia. Esta parece discurrir por dos vías. Aquella a través de la cual
el stress provoca síntomas de índole negativa o perjudicial, que cons-
tituyen signos de falta de defensas, y no de defensa, es desconocida.
Por camino igualmente desconocido, por lo que se refiere a su primer
tramo, el stress pone en marcha un mecanismo de defensa hipofisario-
cortical suprarrenal. La hipófisis produce más hormona adenocortico-
tropa (ACTH) a costa de la producción de sus restantes secreciones
hormonales, cuya carencia conduce a una detención en el crecimiento
corporal, a la involución de las glándulas genitales y, dado el caso,
a la detención de la secreción láctea. La aumentada secreción de
ACTH condiciona un crecimiento de la corteza suprarrenal y un au-
mento de las hormonas de esta última, de los corticoides. Los corticoi­
des, por su parte, se dividen en tres grupos. El primero es el de los
glucocorticoides (cuyo representante principal es la dehidrocorticoste-
rona o cortisona), los cuales son así denominados por intervenir sobre
todo en el metabolismo de los hidratos de carbono, en el sentido de
favorecer la neoglicogenia. Su efecto clínico es, sobre todo, antiflogís-
tico y es bien conocida la acción de la cortisona en inflamaciones
reumáticas, iritis, etc. El segundo grupo se halla representado por los
mineralocorticoides, cuyo principal representante es la desoxicorticos-
terona y cuyo efecto químico característico estriba en la retención de
agua y de sal, coincidiendo con pérdida de potacio. Desde el punto
de vista clínico son más bien favorecedores de procesos inflamatorios,
es decir: son flogísticos y, al) menos en condiciones esperimentales,
participan intensamente en la formación de nefrosclerosis y de hi-
pertensión. La índole de la reacción clínica al stress parece depender
considerablemente de las proporciones en que se producen corticoides
flogísticos y antiflogísticos, y tras de la adrenalectomía, ni el stress
ni el ACTH son capaces de desencadenar los característicos efectos
0&i Síndrome de adaptación

dependientes de los corticoides. Estos vuelven a aparecer al ser sumi-


nistrados corticoides directamente. Por otra parte, nuevas investiga-
ciones han mostrado que la hormona hipofisaria favorecedora del cre-
cimiento en general (hormona somatotropa, STH) actúa en múltiples
aspectos en el mismo sentido que los mineralocorticoides y en sen-
tido opuesto al ACTH, de modo que corresponde asimismo una con-
siderable importancia a la proporción existente entre ACTH y STH.
Por último, y como tercer grupo, la corteza suprarrenal produce tam-
bién hormonas sexuales, las cuales pueden demostrarse en la orina
después de la castración, aunque en parte pueden obtenerse tam-
bién directamente de la corteza. Las hormonas corticales andrógenas
influyen el metabolismo de los electrólitos y del nitrógeno, en sentido
contrario a los glucocorticoides el de este último, ya que favorecen un
balance nitrogenado positivo, mientras que los glucocorticoides pre-
paran, mediante la destrucción de proteínas, el material preciso para
la neoglicogénesis.

ENFERMEDADES DE ADAPT ACION.-En determinados casos, y


al parecer bajo la influencia la mayoría de las veces de ciertas con-
diciones sobreañadidad y no completamente dilucidadas, un "stress"
conduce, en el estadio de resistencia, a alteraciones cardiovasculares
y renales, las cuales muestran tanto desde el punto de vista clínico
como desde el anatomo-patológico una gran analogía con la miocar-
ditis, la arteriosclerosis y la nefrosclerosis. Dichas condiciones so-
breañadidas se hallan especialmente representadas en los experimen-
tos con animales por la nefrectomía parcial (unilateral) y por una dieta
rica en albúmina o en sodio, mientras que son contrarrestadas por la
administración de compuestos acidificantes, como el cloruro amónico.
Las lesiones renales son, por lo tanto, interpretadas como signos de
adaptación insuficiente o fallida, procedente de una intoxicación en-
dógena con mineralocorticoides bajo condiciones favorecedoras de su
toxicidad. La índole del "stress" desencadenante parece ser también
de importancia en la aparición de las lesiones cardiovasculares y
renales, ya que son ocasionadas con especial facilidad y muy regu-
larmente por el frío, por albúminas extrañas y otros antígenos pa-
renteralmente suministrados, por ciertos microorganismos y, al menos
por lo que a la hipertensión se refiere, por la tensión psíquica 4• La
posibilidad de provocar por vía experimental y por medio de diver-
sos "stressors" inespecíficos una involución timolinfática con edema e
inflamación secudarios, la de producir, además, mediante los mismos

' "Stress", pág. 601.


Adaptación 393

procedimientos, así como por el suministro de ACTH puro y de cor-


tisona, hipertensión y nefrosclerosis y también a veces miocarditis
y artritis, así como la observación de que el alza de la tensión ar-
terial y la nefrosclerosis condicionadas por el "stress" coinciden con
un aumento de la corteza suprarrenal, condujeron a la convicción de
que las mencionadas enfermedades, así como otras muchas cuya
sintomatología muestra semejanza total o parcial con el síndrome de
adaptación, podrían derivarse de él o de una desviación del mismo.
Mediante amplias investigaciones experimentales y clínicas, SELYE
llegó a crear el concepto de enfermedades de adaptación# concibién-
dolas como adaptaciones cuantitativa o cualitativamente fallidas al
"stress". ~
Este concepto ha logrado reconocimiento en amplios círculos
médicos, aun cuando no reina un absoluto acuerdo en cuanto a las
enfermedades que han de ser incluídas en él y se tiende más bien a
suprimir entidades clínicas de la lista establecida primeramente por
SELYE, la cual resultaba bastante extensa. No es este el lugar adecua-
do para entrar en tales discusiones, que se hallan aún planteadas . y
que son más bien de la competencia de la anatomía patológica, la
fisiopatología y la Medicina interna. Aquí es suficiente hacer constar
que parece bien comprobada la pertenencia al círculo de las enfer-
medades de adaptación de la hipertensión y la arteriosclerosis, im-
portantes también en psiquiatría, de la enfermedad de CusHING y el
síndrome de CusHING (híperfunción hipofisaria y hipercorticalismo
suprarrenal, respectivamente), las cuales poseen también interés psi-
quiátrico, así como de sus contrapartidas hipofuncionales: las enfer-
medades de SIMMONDS y de ADDISON. Aparte de esto, el síndrome de
adaptación proporciona una base explicativa con respecto a una se-
rie de alteraciones somáticas cuyo condicionamiento psicógeno ha
llamado desde hace tiempo la atención, tales como reacciones alér-
gicas, ciertas artritis, ciertas úlceras gastrointestinales, algunas apen-
dicitis, etc. Es decir, enfermedades cuyo tratamiento desde puntos de
vista psiquiátricos adquiere cada día más importancia junto a los
tratamientos correspondientes a la Medicina interna y quirúrgicos.
A la investigación fisiológica ha sucedido en los últimos años la
investigación psicológica del "stress" y del síndrome general de
adaptación, la cual ha logrado ya diversas e importantes observa-
ciones. El "stress" psíquico, y como se ha podido comprobar mediante
criterios objetivos, no reviste menor importancia que el físico. Sin
embargo, el hecho de que un estímulo psíquico opere como "stressor"
depende de su específica significación en cada caso, es decir, de su
valor simbólico con respecto al organismo afectado. Aquello que para
394 Síndrome de adaptación

un sujeto supone un estímulo capáz de provocar ansiedad, no es


preciso tenga el mismo significado para otro, etc. Cuanto más masivo
es el "stressor" psíquico, tanto mayor será, naturalmente, la proba-
bilidad de que provoque cambios en el sentido del síndrome de adap-
tación en todos los individuos, o al menos en la mayoría de los mis-
mos. Mas a este respecto no existe tampoco certeza alguna, y así
ciertos hallazgos inconclusivos, discutidos y contradictorios, logrados
mediante experimentos con "stress" psíquicos serían debidos a que
el pretendido "stress" no lo era en realidad, o bien a que lo era en
un grado intensamente variable. Esto último, a su vez, no depende
exclusivamente del propio "stressor", sino de la estructura del orga-
nismo en general, de las experiencias de este, de las circunstancias
concomitantes a la situación en que surge el "stressor" y al estado
en que el propio organismo se halla de momento.
SELYE, en un principio, y de un modo asaz vago, habló de la pre-
sencia de "nervous depression" durante la fase de shock del síndro-
me general de adaptación. Un "stress" de intensidad moderada, no
demasiado persistente, da lugar en primer término, y a través pro-
bablemente del sistema reticular ascendente, a una actitud psíquica
de vigilancia, a una ampliación del campo de lo consciente, con una
mayor facilidad para captar señales y para encontrar posibilidades
de solución. Si se encuentra la solución exacta y cesa así el "stress"
todo retorna rápidamente a la normalidad. Mas si la solución no
surge, el "stress" persiste o incluso aumenta, o bien es masivo desde
un principio, lo que acontece es lo contrario. El potencial de rendi-
miento activado por el shock "se despliega de un modo apresurado
y plagado de errores, con el resultado de patentes fallos en el ren-
dimiento que dan finalmente lugar a un vasto fracaso en la produc-
ción en general". En cambio, "un stress suave puede ejercer un
efecto absolutamente posittvo" 15• Bajo un "stress" acentuado, lo cons-
ciente se reduce, la estructura del campo se hace simultáneamente
menos diferenciada y más rígida. Las tentativas de solución erróneas
se repiten, acompañadas de una creciente tendencia a la estereotipia
y un aumento en el empleo de libido, aumento que resulta vano, no
son atendidas las señales que indican otras direcciones y se desem-
boca en reacciones primitivas y en una desintegración del compor-
tamiento. Hasta cierto punto, y como sucede en otros casos, la varia-
ción del ámbito de lo consciente preserva de dicha desintegración 6•

LANGER, ob. cít., pág. 329.


5

8
BASH, K. W.: Zur Psychopathologie akuter symptomatischer Psychosen, "Nerven-
arzt", año 28 (1957), pp. 193-199.
Adaptación 395

Bajo el "stress" agudo la multiplicidad de significaciones resulta mal


tolerada, se tiende a todo trance a una significación única y se adop-
ta así, muchas veces, y de un modo apresurado, una solución apa-
rente. El síndrome de "stress" psicofísico crónico tiene como núcleo
una rigidez y un angostamiento, como signos de una simplificación
de la estructura de la conducta. El sistema, con pérdida de sus posi-
bilidades de ser y de devenir, se ha fijado en una estabilidad de
orden inferior, de un modo completamente análogo a lo que sucede
en ciertos estados condicionados por diversos procesos destructivos
o demoledores. En el síndrome de "stress" crónico se da la caracte-
rística reducción de la adaptación somática propia del estadio de
resistencia, y en parte también su amenazante derivación hacia el
estadio de agotamiento. A ello corresponde, en lo psíquico, ya el
trastorno crónicamente fijado de la realización, en el que ha quedado
establecido el sistema, ya los mecanismos de regulación y de adap-
tación rigidificados en la exageración del esfuerzo 7•
Y a CANNON, y después de él algunos de los primeros investigado-
res del "stress", opinaban que la reacción de urgencia, o bien la fa-
se aguda del síndrome de adaptación, presentaba siempre el mis-
mo aspecto. Las investigaciones más recientes refutan decididamente
tal opinión. En general, se diferencia entre una reacción de exci-
tación y una reacción inhibitoria a "stress" de mediana o elevada
intensidad. Otra investigación de FUNKENSTEIN, KING y DROLETTE 8
clasifica las reacciones inmediatas al "stress" intenso en reacciones
de temor y de rabia o furor. Estas últimas podrían dirigirse ya hacia
fuera, hacia el medio ambiente o contra el experimentador, ya hacia
dentro, contra el propio sujeto. Tan solo pocos sujetos examinados mos-
traron reacciones afectivas mixtas o bien no mostraron ninguna. El
furor dirigido hacia fuera cursaba con oscilaciones relativamente re-
ducidas de las medidas fisiológicas correspondientes al pulso, la pre-
sión arterial y el balistocardiograma, ·yendo, sin embargo, acompa-
ñadas por un aumento intenso en la eliminación de una sustancia
semejante a la noradrenalina. Por el contrario, aquellos sujetos que
durante el experimento reaccionaban con un furor dirigido contra sí
mismos, o bien con temor o ansiedad, mostraban grandes oscilacio-
nes y desviaciones de las medias fisiológicas así como una intensa
eliminación de una sustancia semejante a la adrenalina. Las cifras
correspo~dientes a la ansiedad eran más elevadas que las del furor

'7 ob. cit., pág. 337.


LANGER,
8
D. H., S. H. KING y M. E.
FUN.KENSTEIN, DROLETTE: Mastery of stress, "Harvard
University Presa", Cambridge (Mass.), 1957.
396 Síndrome de adaptación

dirigido por el propio sujeto contra sí mismo. Las reacciones fisioló-


gicas y químico-fisiológicas de aquellos cuyas emociones eran menos
acentuadas resultaban semejantes a las de los que mostraban un
furor dirigido .hocio el exterior. Los mencionados autores deducen de
ello, en primer término, la ,,conclusión de que el furor dirigido hacia
el exterior y la reacción emocional escasa o ausente representan,
desde el punto de vista fisiológico, modos más económicos de liquidar
el "stress" que el furor dirigido por el sujeto contra sí mismo y que
la ansiedad, ya que estos últimos van acompañados de reacciones
somáticas más vivas, determinadas por la secreción de adrenalina.
A ello correspondían los rendimientos de los probandos durante la
fase de "stress" agudo. Tales rendimientos eran malos en el estado
de ansiedad intensa, buenos en el furor dirigido contra sí mismo y
muy buenos en el furor dirigido hacia el exterior o cuando no había
reacción afectiva. Los autores explican estos hechos diciendo que el
furor dirigido hacia fuera no representa ningún riesgo suplementario
para el propio sujeto, no provocando por tanto reacción alguna de
urgencia, mientras que tanto el furor dirigido hacia dentro como la
ansiedad suponen una amenaza suplementaria. Estos últimos modos
de reaccionar corresponderían a las exigencias de la cultura, mas
suponen, asimismo, aquel precio que según FREUD ha de pagarse por
esta última. En relación con todo ello ha de tenerse en cuenta que
los niños, los animales carnívoros que se defienden atacando, así
como los enfermos paranoides que muestran una intensa regresión,
presentan en su médula suprarrenal un predominio intenso de la
noradrenalina sobre la adrenalina, mientras que en los sujetos adul-
tos, los. animales herbívoros (que se defienden mediante huída y no
mediante ataque) y los pacientes depresivos que muestran una regre-
sión menos acentuada, la proporción de ambas sustancias es a la
inversa.
De las reacciones de urgencia que hemos descrito se ha de dife-
renciar tajantemente la adaptación al "stress" a que se tiende du-
rante el estadio de contra-shock y durante la fase de resistencia, adap-
tación que va encaminada al dominio del "stress". Un primer grupo
de probandos lograron darse rápidamente cuenta de la situación de
"stress", dominándola y logrando buenos rendimientos. Un segundo
grupo lo consiguió igualmente, si bien . con retraso, y después de ha-
ber sufrido un sobresalto en la fase aguda. Los probandos pertene-
cientes a un tercer grupo no lograron mejorar sus reacciones durante
el transcurso de un "stress" prolongado, y los rendimientos de un
cuarto grupo incluso empeoraron. Uno de los más notables hallazgos
de la actual investigación del "stress" es el de que entre la índole
Adaptación 397

de la reacción inmediata a este último y el ulterior dominio (o falta


de dominio) del mismo no puede comprobarse ningún género de re-
lación.
A cualquier género de reacción de "stress" agudo podía seguir una
compensación o dominio de la misma, mas también podía faltar tal
compensación, y ello de un modo absolutamente irregular y sin ate-
nerse a normas fijas. Entre la reacción fisiológica acaecida en el furor
dirigido contra el exterior y el resultado psicológico final no existía
relación alguna. Mediante tests psicológicos, así como a través de los
juicios emitidos por los propios probandos acerca de sí mismos, los
procedentes de otras personas y la exploración psiquiátrica, pudo
comprobarse que la índole de la reacción inmediata se hallaba con-
dicionada por aspectos de la personalidad profunda, así como por
las representaciones que el sujeto poseía acerca de sí mismo y de su
propia constelación familiar, y también por fantasías de contenido
agresivo y otras referidas a las consecuencias de tal agresividad.
El éxito o fracaso logrados en el dominio del "stress" dependían en
cambio ampliamente de las relaciones interhumanas, del grado de
adaptación a la realidad y del grado de integración de la personali-
dad. Las conclusiones finales a deducir desde el punto de vista psico-
patológico vienen a afirmar que la índole del correspondiente estado
patológico se halla determinada por aquellos factores que la mayoría
de las veces están muy precozmente fijados en la personalidad y
que incluso dependen de las disposiciones de esta última, mientras
que la capacidad para liquidar un determinado trastorno psíquico, es
decir, el pronóstico, dependería más bien de factores más tardíamen-
te adquiridos y relacionados con la función del yo. Todo ello se halla
confirmado por observaciones clínicas y psicológicas profundas.
Con arreglo a las observaciones y experimentos realizados en ani-
males, la fijación de aquellos modos de relación con personas y ob-
jetos de la circunstancia inmediata, modos que se hallan arraigados en
la personalidad profunda, acontece de manera extraordinariamente
precoz y dentro de etapas estrictamente delimitadas desde el punto
de vista temporal, correspondientes a la vida del animal joven. El
troquelado, que apenas resulta ya posible de borrarse, lo llevan a
cabo determinados animales adultos a los cuales considera consecu-
tivamente como padres el animal joven (ya se trate de sus progenito-
res reales, ya de sustitutos de estos). La decisiva importancia desem-
peñada por la protección materna durante las mencionadas y críticas
etapas de la vida la demuestran ciertos experimentos realizados en
ovejas.
398 Síndrome de adaptación

LIDDEL y sus colaboradores 9, mediante descargas eléctricas lige-


ramente dolorosas, provocaron en corderos gemelos un reflejo con-
dicionado a un determinado estímulo representado por un oscureci-
miento. En uno de los gemelos, el condicionamiento era realizado en
presencia de la madre, en el otro, en ausencia de la misma. En el
primer caso, el cordero, en presencia del estímulo, corría a refugiar-
se cerca de la madre, comportándose por lo demás de un modo nor-
mal, ·permaneciendo tumbado durante el período libre de estímulos
o vagando libremente por el cuarto donde se realizaban los expe-
rimentos. El segundo cordero, al ser proseguido el experimento, atra-
vesó primeramente por un período de inquietud difusa y después, ca-
da vez que se iniciaba el experimento, se tumbaba en el suelo y per-
manecía completamente inmóvil mientras duraba la oscuridad. Al
verificarse la descarga eléctrica se limitaba a echarse sobre un lado.
En una segunda serie de experimentos, uno de los corderos fue se-
parado de la madre, inmediatamente después del nacimiento, durante
tan solo una hora. El otro cordero permaneció junto a la madre. Entre
el primer cordero y la oveja madre no se estableció jamás una rela-
ción normal madre-hijo. Más adelante fueron sometidos ambos cor-
deros a los mencionados experimentos de provocación de reflejos con-
dicionados. Cada serie de experimentos provocaba en ambos un re-
traso en la curva de crecimiento, retraso que estaba mucho más acen-
tuado en aquel cordero que había sido separado de la madre poco
después de nacer, el cual acabó por perecer. El cordero que no había
sido separado de la madre se desarrolló de un modo normal. Tales
consecuencias no habían sido manifiestamente debidas al propio
"stress" representado por el experimento. El "stress" debido a este
último adquiría importancia decisiva cuando faltaba el troquelado de
la cría por la madre, y esta no representaba ya protección psíquica
alguna para aquella.
Aun cuando la tentativa de ordenación realizada por FuNKENSTEIN
y colaboradores no logró demostrar relación alguna entre la índole
de la reacción aguda de "stress" y la superación en general del mis-
mo, se encuentran datos que permiten afirmar que tal relación existe.
Las regresiones profundas Gas reacciones paranoides, por ejemplo) po-
seen en general peor pronóstico que las de menor profundidad (como
por ejemplo las melancolías). Mas también se ha demostrado que,
independiente mente del diagnóstico, aquellos pacientes psiquiátricos
que eliminan muchas sustacias semejantes a la noradrenalina tienen

LIDDEL, H. S.: Experimental Neuroses in Animals, en Stress and Psychiatric Dis­


9

order. J. M. Tanner, Blackwell, Oxford, 1960.


Adaptación 399

peor pronóstico que aquellos otros que excretan muchas sustancias


semejantes a la adrenalina 10•
Mas, como hemos mencionado más arriba, los altos niveles de
eliminación de sustancias semejantes a la noradrenalina son carac-
terísticos de las fases tempranas filo y intogenéticas; la eliminación
elevada de sustancias semejantes a la adrenalina es, en cambio, ca-
racterística de fases ulteriores. Sobre esto se puede basar un criterio
de orden fisiológico-químico acerca del grado de regresión.
'A guisa de conclusión vamos a resumir nuevamente en unos cuan-
tos puntos fundamentales su importancia para la psiquiatría, tal co-
mo nosotros la vemos:

IMPORTANCIA PSIQUIATRICA DEL SINDROME DE ADAPTACION.


1) El síndrome de adaptación demuestra que tanto los "stress" psí-
quicos como los somáticos pueden conducir por lo regular al mismo
síndrome inespecífico anatomo y fisiopatológico, captable de manera
objetiva y cuantitativa.
2) A través de conocimiento de la formación de resistencia espe-
cífica e inespecífica y de su relación mutua se obtienen también va-
liosas informaciones acerca de las funciones y posibilidades de adap-
tación, de los cursos energéticos, de la cuantía disponible de energía
e impulso y del principio de conservación de la energía, aplicado
también a la energía psíquica, en el organismo. Por el hecho de que
tanto los "stress" somáticos como los psíquicos actúan produciendo
idénticas modificaciones consumidoras de energía, el conocimiento
del síndrome general de · adaptación ayuda a borrar la separación
entre "alma" y "cuerpo" y apoya así el principio de isomorfismo.
3) Ayuda a comprender la patogenia de muchas enfermedades
y síndromes importantes en Psiquiatría y Medicina psicosomática.
4) La investigación de índole más bien psicológica acerca del
síndrome general de adaptación proporciona importantes datos acer-
ca de las diversas clases de reacciones agudas al "stress", así como
acerca de los mecanismos de defensa y superación del "stress" y sus
correlatos somáticos. Estos son inespecíficos desde el punto de vista
diagnóstico y por ello especialmente valiosos con respecto a la psico-
patología general.
5) Ofrece, por último (de lo cual no hemos hablado más arriba),

lO FUNKENSTEIN, D. H., M. GREENBLATT y H. c. SOLOMON: Nor-epinephrine-like subs-


tances in psychotic and psychoneurotic patients. "American Journal of Psychiatry",
108 : 652 (1952)•

.
'
400 Síndrome de adaptación

una posibilidad de explicación para numerosas modificaciones quí-


micas somáticas que se dan en las psicosis endógenas y que han
sido constantemente mencionadas como posibles pruebas acerca de
la existencia de procesos patológicos somdtieos que se hallarían en
la base de dichas psicosis, pero que por su carácter marcadamente
inespecífico no han alcanzado general aceptación. Casi todos ellos
pueden ser interpretados como constitutivos del síndrome de adapta-
ción y, por lo tanto, como consecuencia del "stress" representado por
la psicosis, en lugar de como causas de psicosis. Por otra ·parte,
H. BINSWANGER 11 ha demostrado que en esquizofrenias relativamente
recientes y que responden de modo favorable a la terapéutica por
choques, la prueba de THORN (referente a la función cortical supra-
rrenal) muestra resultados análogos a los obtenidos en el estadio de
resistencia del síndrome general de adaptación. En esquizofrenias
aún recientes, pero refractarias a la terapéutica, y en general también
en las esquizofrenias crónicas, los resultados obtenidos mediante di-
cha prueba se asemejan a los de la fase de shock o a los correspon-
dientes al estadía de agotamiento. Tales hallazgos parecen apoyar la
concepción de las psicosis no regresibles como tentativa fallida de
adaptación. Aquí no hemos de entrar en detalles que corresponden
a la psiquiatría especial. Los conocimientos generales acerca del sín-
drome de adaptación son, sin embargo, de importancia, y aun cuan-
do no bastan para akanzar una clara comprensión de la etiología y
patogenia especiales de las psicosis endógenas, logran apartarnos
de un camino falso en el cual se han empleado enormes esfuerzos
de investigación.

11
BINSWANGER, H. y MEIER, L.: Psychiatrisch­klinische Untersuc:hungen zur Selye'
schen Adaptationslehre, "Schweiz. med. Wschr.", año 82, núm. 19 (1952), pp. 513-519
y año 83, núm. 2 (1953), pp. 25-30. BINSWANGER no ha obtenido con la administración
de ACTH y cortisona en la curas de insulina mejores resultados terapéuticos que . con
la administración de insulina sola.
OAPITULO 111

El síndrome de ruina de la oonliguraoión

El nombre mismo 'de este síndrome, del cual hemos hablado ante-
riormente en diversas ocasiones, expresa lo esencial acerca de su
modo de manifestación. El concepto del mismo se deriva de la psico-
logía de la configuración, pero los correspondientes hechos, que ·vamos
a exponer seguidamente, son de índole clínico-psiquiátrica.
1 La vida psíquica se nos ofrece normalmente como un todo cons-

tante, cuyas íntimas transiciones pueden ser a veces rápidas y brus-


cas, pero representan de modo muy excepcional una auténtica rup-
tura. Aquello que se halla vinculado entre sí por flúidas transiciones,
se reúne, tanto con respecto a lo pequeño como a lo grande, en un
todo organísmico cuyas subtotalidades no son susceptibles de ser con-
fundidas con la totalidad supraordenada, de modo idéntico a como
un brazo o una pierna no pueden ser confundidos con el cuerpo ente-
ro y tampoco pueden mantenerse por sí mismos, como miembros ap-
tos para la función y puestos al servicio de finalidades, en ausencia
de dicha totalidad. Separados de esta última, se convierten a lo su-
mo en preparaciones ·anatómicas o fisiológicas. Incluso dentro del con-
junto de conexiones metabólicas o inervatorias del organismo pueden
alcanzar, bajo condiciones patológicas, una especie de existencia in-
dependiente, pero ajena a su auténtica finalidad y funcionalmente al-
terada, como sucede ·en una corea o una atetosis, en un tic espasmó-
dico o en un acceso convulsivo. Los movimientos son reconocidos
como pertenecientes a un cuerpo, pero no se hallan armonizados con
la totalidad estructurada de la motórica y la acción corporales. Los
movimientos patológicos siguen su propio curso sin que su secuencia,
que aparece, ya casual, ya repetida de tiempo en tiempo, ofrezca
evidencia de relación suficiente con causas desencadenantes proce-
dentes del exterior. El plan general se halla alterado. La configuración
motriz, que se transforma dentro de una continuidad sin interrupción,
se rompe y arruina. Lo que aquí describimos como referido a lo cor-
poral, sucede de manera tanto más impresionante con respecto a lo
psíquico. En ambos casos nos hallamos justificados para hablar de
ruina de la configuración respectiva.
BASH. 26
402 Ruina de la configuración

Allí, pues, donde nos encontramos en lo psíquico ante una autén-


tica interrupción de la constancia y continuidad, ante un punto de
agrietamiento o fractura, ante una confusión que constituye un inex-
tricable nudo dentro de su entramado o urdimbre, estamos ante el
síndrome de ruina de la configuración. Al igual que otros síntomas
y síndromes (en realidad, al igual que todos ellos), se da también en
la vida común y corriente. Quien en alguna ocasión haya "perdido la
cabeza" y bajo un alud de pensamientos se haya sentido incapaz de
concentrarse para reflexionar o actuar en vista de una situación que
exigía decidida urgencia, aun con plena conciencia de esta última,
ha vivido en sí mismo una ruina de la configuración. Sería también
erróneo imaginar que aquí se trata tan solo de una falta, un fallo o
una pérdida. Precisamente, a raíz de un grave trauma psíquico no
solamente pueden surgir una confusión y un vacío íntimos, sino que
muchas veces también, y en medio de tal vacío, puede brotar de
pronto una o diversas representaciones que no vienen en absoluto a
cuento y que resultan sorprendentemente extrañas, haciendo apare-
cer más clorcmente todavía, y en tal punto, la ruina de la configura-
ción como un mero hueco o laguna. Así, por ejemplo, alquien que se
halla en inminente peligro queda fascinado por el resplandor de los
colores de un objeto que casualmente cae bajo su mírada; por la
cabeza de alguien que se siente abrumado por la súbita irrupción de
un sentimiento de culpa cruza la vieja melodía de un cuplé; a la
víctima de un golpe del destino y en medio de la infinita desolación
de su existencia se le aparece como de vital importancia una cuenta
por pagar, etc. Esto no quiere decir que aquello que surge de un modo
al parecer tan repentino y poco oportuno no tenga relación alguna
con la nueva situación, pero tal relación, fundada sobre lo profundo
de la personalidad, se sitúa en un plano por lo menos completamen-
te distinto y, asimismo, en esta última dimensión resulta haberse rea-
lizado una ruptura de la continuidad, ruptura que no corresponde me-
nos a la ruina de la configuración que la grieta abierta en los planos
más superficiales. Pues tampoco lo consciente y. lo inconsciente, así
como lo concreto y lo abstracto, pueden prescindir de la alternante
transición entre ellos, realizada en un momento determinado por la
intervención de las condiciones del campo, al modo como el sueño
desemboca en el despertar, la vigilia en el sueño, el actuar concreto
y seguro de su finalidad en reflexión abstracta y también una acción
meditada, en un golpe de vista concreto. Si quisiéramos ampliar de-
masiado el concepto sería posible que calificásemos de ruina de la
configuración una pérdida· de conciencia bruscamente provocada, por
un traumatismo, por ejemplo, y ciertamente no nos equivocaríamos al
Procesos psíquicos 403

considerar los pequeños actos fallidos cotidianos, determinados a par-


tir del inconsciente, como casos límite del síndrome de ruina de la
configuración, sumamente ligeros y fugaces. Pero para nosotros el
nivel de importancia práctica del concepto, desde el punto de vista
de la psicopatología, se sitúa en un plano distinto al de los casos
que acabamos de mencionar.
Son, sobre todo, los trastornos recientes, de efecto rápido o brusco
y de. cualquier índole, los que conducen a interrupciones, tropiezos o
incluso rupturas de los procesos psíquicos, así como, en ocasiones, a
una confusión y desorganización, a unas reestructuraciones no siem-
pre adecuadas a la finalidad y a la situación, tanto en la vertiente
afectiva como en la intelectual. En la vertiente afectiva advertimos
así irrupciones neurotoides o neuróticas acompañadas de reacciones
fallidas, irritaciones súbitas que de momento semejan inexplicables,
bruscos estados de tristeza, etc., e incluso reacciones primitivas, no
habituales, que quiebran la continuidad de la personalidad normal y
diferenciada. En la vertiente intelectual hallamos, inopinadamente, os-
cilaciones y fallos en el curso de un pensamiento que hasta entonces
había discurrido normalmente, errores que no parecen corresponder
al nivel intelectual de la persona en cuestión, una captación insufi-
ciente y equivocada de las situaciones, falsas intuiciones, falta de com-
prensión con respecto a conexiones fácilmente captables, acompañada
de confusión momentánea o prolongada, etc., y en ambos sectores,
rendimientos deficitarios en forma de alteraciones breves, transitorias,
que corresponden tanto al ámbito de lo cotidiano como al de la psico-
patología clínica. Aquello que resulta común a todas ellas es un
cambio, no solamente abrupto, sino también inadecuado y falto de
dirección y control eficientes y que la mayoría de las veces apunta
en· el sentido de una desdiferenciación y siempre en el de una· pér-
dida de la constancia y la continuidad de los procesos psíquicos. ~/
Desde el punto de vista patológico, tales alteraciones adoptan el as-
pecto de accesos crepusculares desorientados, estados de confusión
posconmocional, estados de embriaguez patológica y otras intoxica-
ciones pasajeras, estados de ·agitación en el transcurso de enferme-
dades crónicas, etc. Un paso más y entramos ya en el sector corres-
pondiente a las psicosis incoherentes sintomáticas agudas, a los es-
tados crepusculares no ordenados, los delirios, etc.
La esquizofrenia está al otro extremo de la correspondiente escala,
y no siempre debido a la gravedad del síndrome, sino a su significa-
do diagnóstico. E. BLEULER consideraba que el trastorno básico se ha-
llaba referido en la esquizofrenia a la asociación o a la integración.
La concepción de la esquizofrenia por STRANSKY como una · "ataxia
404 Ruina de la configuración

intrapsíquica" puede considerarse como intermedia entre aquélla y las


próximamente emparentadas de MAYER-GRoss y de GRUHLE, las cua-
les hacen recaer el principal acento sobre las alteraciones del acto.
También se hallan próximas de aquello que expresa BERINGER al ha-
blar de la "falta de tensión en el arco intencional", palabras que tan-
tas veces y tan justamente se ven citadas. Los tres autores última-
mente mencionados consideran que lo más importante en la esqui-
zofrenia estriba en el hecho de que los actos fallen su finalidad, es
decir, que se quiebren antes de alcanzarla, con lo cual falla asimismo
la configuración de la personalidad, dispuesta siempre con arreglo a
finalidades. Aun cuando el concepto de asociación se ha demostrado
en psicología como insuficiente, aquello a que alude BLEULER al ha-
blar de "relajación de las asociaciones" viene a coincidir con el esta-
do de cosas representado por la ruina de la configuración e incluso
puede expresarse, y lo que es más, comprenderse, a través de él.
Por lo que se refiere a la disociación de los sentimientos, ya hemos
dicho lo principal acerca de ella en el capítulo 1.0, B, "Disociación
afectiva". BLEULER coloca la disociación intelectual junto a la de los
sentimientos, entendiendo con ello el que combinaciones o grupos
más o menos amplios "de las innumerables representaciones actuales
y latentes cuya acción conjunta determina, en el curso normal de las
ideas, cada asociación aislada ... , permanecen en la esquizofrenia, y
de un modo aparentemente irregular, sin efecto. En cambio pueden
llegar a ser efectivas representaciones que no guardan relación al-
guna, o tan solo una relación insuficiente, con la idea principal y que
por lo tanto deberían quedar excluídas del curso del pensamiento.
Por ello, el pensamiento resulta disgregado, extraño, inexacto, abrup-
to. A veces falla toda ilación, el curso del pensamiento se interrumpe
por completo y después de este bloqueo pueden surgir ideas que no
mantienen ya conexión alguna reconocible con las anteriores" 112•
Hemos de tener aquí presente que bajo los términos de "intelectual"
y "afectivo" queda comprendida en la psicología bleuleriana toda
la psique. Esta ruina o desmoronamiento, más bien íntimo y sustan-
cial que puramente externo y de fachada, es lo que ha de conducir
a la devastación y al disolverse de la personalidad, como hemos di-
cho al hablar de las alteraciones de esta última. Las enfermedades
orgánicas difusas de la corteza cerebral conducen más bien a · una
demolición que sigue un orden y que avanza estrato por estrato; la
esquizofrenia, en cambio, lleva a la ruina. Incluso cuando enfrentamos

lll BLEULER, E.: Dementia Ptaecox oder Gruppe der Schizophrenien, en el Handbuch
der Psychiatrie, publicado por G. Aschaffenburg. Deuticke, Leipzig y Viena, 1911. p. 17.
Esquizofrenia los
la inflexibilidad del paranoide ordenado a la abigarrada disgrega ..
cíón de los cuadros catatónicos vivaces y a los hueros y pueriles cua-
dros clínicos hebefrénlcos, la expresión "ruina" mantiene toda su va-
lidez, pues tal inflexibilidad paranoide sería comparable a la de un
catastrófico deslizamiento de tierras en bloque, no disgregándose, y
supone al fin y al cabo una ruina de la configuración. Así como el
deslizamiento de tierras transporta amplias superficies intactas y las
muda de lugar, la ruina paranoide de la configuración desgarra la
personalidad a partir de lugares agrietados, pero deja intactas las
conexiones entre amplias porciones de la misma.
Después de lo que llevamos dicho no vacilamos en incluir los sín-
tom.ccs básicos de la esquizofrenia en el síndrome de ruina de la con-
figuración. Por motivos diagnósticos y por la arraigada convicción de
que la psicosis esquizofrénica debería representar algo completamente
especial y aparte, a nada comparable, se ha vacilado hasta ahora, en
general, en reconocer nada que no sean semejanzas superficiales en-
tre sus síntomas básicos y los correspondientes a otros cuadros clíni-
cos semejantes a psicosis. Mas no cabe duda que existen otros rasgos
comunes y más profundos. El clínico se siente constantemente obliga-
do a reconocer que los cuadros del tipo de la reacción exógena aguda
que surgen en enfermedades corporales también agudas (infecciones,
intoxicaciones, heridas cerebrales) ofrecen una semejanza con la es-
quizofrenia, semejanza que llega hasta la confusión y la imposibilidad
transitoria de diferenciar entre unos y otra 12• Cuando tenemos al pa-
ciente ante nosotros y no sabemos nada aún ni de su anamnesis, ni
de sus posibles síntomas somáticos (situación con la que nos enfren-
tamos a veces en casos de urgencia), advertimos idéntica disgrega-
ción, el mismo choque entre afectos dispares, igual fragmentación de
los actos, el mismo perder de vista o fallar la meta y nos vemos en
gran apuro para fijar el diagnóstico. Desde luego, y en general, el
cuadro de la reacción exógena aguda es delirante y supone algo que
muy bien puede faltar en la esquizofrenia y que de hecho falta en la
mayoría de los casos. Se trata de la obnubilación, de la agitación mo-
triz y en grado menor, ya que es frecuente en la esquizofrenia, si bien
referido más bien a otro sector (ver pág. 313) del trastorno de la orien-

13
Véase CoNRAD, K.: Die symptomatischen Psychosen, l. Die Syndrome. 5. Das
kataton­schizophrene Syndrom, en Psychiatrie der Gegenwart, pub. por H. Gruhle,
R. Jung, W. Mayer-Gross y M. Müller. Tomo II: "Klinische Psychiatrie", Springer, 1960,
páginas 404-408. Citaremos un párrafo de CoNnAD: "No hemos de aludir sino a la
magna casuística procedente de la primera guerra mundial y a las discusiones esta-
blecidas en torno a ella. De momento no aparece muy claro el que el "presente''
psiquiátrico haya sabido aprovechar tales valiosas experiencias procedentes del pa-
sado."
406 Ruina de la configuración

tación. Si prescindimos, sin embargo, de estos síntomas de la reacción


de tipo exógeno agudo (ver cap. IV), síntomas que por otra parte no se
hallan siempre infaliblemente presentes, así como de los síntomas cor-
porales, nos resta, como fondo del cuadro psicopatológico y también
en casos no delirantes, el síndrome de ruina de la configuración. Los
cuadros que la psiquiatría designaba antes como "amenciales" lo
contienen en su acentuación máxima. El empeñarse en ver en estos
hechos tan solo una semejanza molesta y "superficial" equivale a no
advertir la esencia de los mismos. En el último capítulo volveremos a
tratar acerca de su posible significado. De momento nos daremos por
satisfechos con estas comprobaciones:
Hemos de oponernos aquí brevemente a la objeción de que no ~e-
sulta muy adecuado comparar entre sí las psicosis sintomáticas agu-
das y la esquizofrenia, ya que sus respectivos pronósticos son !an dís-
. tintos. Mas aquí nos limitamos a comparar, desde el punto de vista
psicopatológico, y la Psicopatología consiste en descripciones trans-
versales y no "ad longitudinem", de modo tal que no tenemos por
qué preocupamos acerca de los estados finales. Si dos rectas se cruzan
en un punto determinado, dicho punto es el que nos interesa, y no la
continuación de las líneas, a partir de él y su progresivo alejamiento
entre sí.
El síndrome de ruina de la configuración se encontraría, por tanto,
y preferentemente, en ciertas irrupciones neurotoides, en la reacción de
tipo exógeno agudo y en la esquizofrenia. Pueden también presentarlo
de modo esporádico las psicosis orgánicas, tales como la parálisis
general progresiva, la arteriosclerosis cerebral, la esclerosis múltiple
y la epilepsia. Tales episodios han de ser referidos a un reactivarse de
una reacción de tipo exógeno agudo dentro del proceso psicótico. Como
hemos dicho, el síndrome de ruina de la configuración se extiende hasta
lo normal y cotidiano. Ya que lo mismo sucede con otros síntomas y
síndromes psicopatológicos, ello no constituye objeción alguna contra él.
Tal aproximación a lo normal posee más bien importancia desde
el punto de vista teórico, facilita su comprensión y ayuda a cerrar
la brecha, que, según concepciones más antiguas, existía entre sus
modalidades más extremas, tales como las presentes en la esquizo-
frenia, y lo mentalmente sano. Consideramos, sin embargo, desde el
punto de vista práctico, útiles y justificadas ciertas limitaciones en
cuanto a su empleo. Desde el punto de vista clínico tiene escaso valor
hablar de un síndrome de ruina de la configuración; pot ejemplo, con
respecto a actos fallidos desprovistos de importancia, o a una confu-
sión momentánea de la cual se repone rápidamente el sujeto sano, o
bien en la afasia y otros cuadros clínicos en los que el síndrome no se
Esquizofrenia 407

extiende sino a un limitado sector de la vida psíquica, aun cuando teó-


ricamente estaría justificado hacerlo. El síndrome de ruíno de la con-
figuración posee destacada importancia clínica cuando aparece ame-
nazada por él no una configuración parcial y bien definida, como es el
lenguaje, sino aquella configuración supraordenada que es la perso-
nalidad total. Por ello reviste la mayor importancia como síndrome
rector en la esquizofrenia 14• Sus manifestaciones no precisan ser ma-
sivas y ruidosas. Pero aunque. aparezcan como grietas casi imper-
ceptibles, como oscilaciones que apenas se pueden advertir en los lí-
mites correspondientes a .los campos de las subtotalida:des naturales
de la psique, anuncian la presencia de un peligro. Lo que sigue des-
pués depende de que las "grietas" se cierren o no. En la reacción de
tipo exógeno agudo suelen desaparecer, en las alteraciones neurotoi-
des ello no es tan seguro, oscilándose entre la más fugaz reacción
neurotoide y la neurotización más gravemente crónica. Su posibilidad
de restauración, difícil y apenas previsible (aunque no se halla ex-
cluida), es precisamente lo que confiere a la psicosis esquizofrénica
su colorido específico. La dificultad estribaría quizá en la intervención
de un factor desencadenante o sustentador de la enfermedad.

Ejemplo 47 (E 3213), 53 años, hembra.

El padre era un alcohólico en grado ligero. No se sabe de la existencia de epilep-


sia entre los parientes.
La paciente tenía una inteligencia algo por bajo de lo normal, pero logró pasar
varias clases de la escuela. Durante toda su vida presentó un trastorno del lenguaje.
Era una niña tranquila, más bien parada y poco constante. Después de un susto que
sufrió a los veinte años comenzó a presentar ausencias y accesos típicos. Los accesos
se sucedían al .príncípic cada dos o tres días y, después, una vez establecido un
tratamiento ambulatorio, cada semana. Se mantuvieron así durante años. En la clínica,
en la cual ingresó la . paciente a los treinta y dos años, su frecuencia no pudo ser
disminuída sino a la de una vez por mes, pese al empleo de todos los remedios
posibles. El ingreso en la clínica se realizó después de la .muerte de la madre, ya
que no era posible seguir otendíéndokr convenientemente en su casa. La paciente
era de genio lábil y susceptible, pero en general no resultaba de trato difícil. Realizaba
sencillos trabajos domésticos y con el transcurso de los años se fue acostumbrando
cada vez más a conversar del modo que incluimos a continuación, sin hacer mucho
caso de los que la rodeaban:
(Tomado taquigráficamente cuando la enferma tenía cincuenta y tres años, dos meses
antes de su fallecimiento):
"Cuando ellos me excitan. Noto una clase como la otra, por la guerra, tiene que notarse
tanto. Lo que es con la Iglesia Católica y con el Papa y porque con los elefantes hay que
conocer la vida. Como usted me oye es con ayuda como hablo así. Porque estoy con las

u Véase parte III, capítulo I, D.


408 Ruina de la configuración

hermanas por aprender. Son gemelas por la segunda sangre. Si una se quita la sangre
se llena el pecho con el nombre de Lucía. Lo que quiere decir la foto en la cabeza,
la cosa así aceptar no querer solo y dicen que hablo mal. Sin el cumpleaños. Y porque
siento en Nochebuena con los árboles de Navidad. El comienzo del aire con la Teolo-
gía. Lo que quiere decir lo siento en el estómago. Porque me da siempre la razón
las hermanas y vienen a vacunarme. Porque me he dado cuenta, como siempre lo
noto, lo que quiere decir con la guerra. Cuando se oye y se nota con el señor doctor
en París a causa de Alemania con muchas preocupaciones y los gemelos. Porque
voy a España para aprender eso, ser hermana en el hospital. Y las máquinas de
escribir que yo sentía en mi cuerpo y las sentía también por los niños y por la
sastrería", etc.
Desde el punto de vista somático no presentaba más hallazgos patológicos que
~ipocalcemia de 6,5 mgs. por 100 (nunca tuvo signos clínicos de tetania).

Diagnóstico: Psicosis epiléptica con ruina de la configuración del lenguaje.

APENDICE: TRASTORNOS DE LOS CURSOS DE LA REPRESEN-


TACION Y DE LA ACCION EN LA ESQUIZOFRENIA.--Después de
haber estudiado el síndrome básico de la esquizofrenia y de haberlo
expuesto en su relación con otras enfermedades psiquiátricas, pode-
mos comprender mejor sus manifestaciones accesorias. Abarcan mu-
cho de lo que E. BLEULER ha incluido entre sus "síntomas secundarios"
y de lo que nosotros, de acuerdo con él, concebimos como expresiones
y consecuencias de un proceso que origina también la ruina de la
configuración. El predominio de este síndrome condiciona el fallo, unas
veces insidioso, otras abrupto, de las series de representaciones y
actos dirigidos hacia finalidades, su ruptura, cese y torsión allí donde
no existe ningún punto de cambio marcado previamente por la estruc-
tura normal del curso. El proceso puede cesar allí o bíen continuar en
una dirección completamente cambiada. El cambio puede acontecer
con una frecuencia cualquiera, a intervalos cualesquiera, y al parecer
en cualquier punto, y no resulta entonces meramente derivable de
las circunstancias visibles; pero sí a veces de otras más profundas.
Aquí, sin embargo, las mutuas conexiones no son de una índole
tan relativamente apreciable como en las neurosis, en las cuales es
posible darse cuenta, hcstc cierto punto, de las alternativas entre lo
consciente y lo inconsciente, lo abstracto y lo concreto, sino que se
halla alterado el propio equilibrio ·del juego entre alternativas. Se
observan irrupciones masivas de lo inconsciente, una inundación de
lo consciente con material arquetípico, al cual se opone con dificultad
el debilitado yo, y en muchos casos una acentuación f exageración
del comportamiento concreto, todo lo cual se expresa a través de vi-
vencias ricas en imágenes y símbolos, a veces también en vivencias
y actos "oneiroides". Nada de esto, sin embargo, así como tampoco la
Esquizofrenia 409

tan frecuente y chocante semejanza de los modos de vivencia es-


quizofrénicos con los de niños y primitivos, representan la esencia de
la esquizofrenia. No es el surgir de tales vivencias plásticas, visibles,
a veces abrumadoras y que afectan directamente al que las experi-
menta, lo que resulta exclusivamente propio de la esquizofrenia, pues
también el niño y el primitivo las presentan. Ni siquiera a un obser-
vador lego en· psiquiatría se le ocurrirá confundir por un solo mo-
mento a estos últimos oon er'esqtiizofrénico. Tanto el primitivo como
el niño poseen una íntima ordenación de su ámbito vital y vivencia!,
regida por leyes propias y que puede diferir mucho de la correspon-
diente ·a un adulto civilizado, pero que no por ello resulta menos vá-
lida. La presencia de culturas estructuradas, capaces de existencia
autónoma, entre los primitivos y de creaciones espontáneas, personal
y socialmente configuradas, entre los niños, lo demuestra cumplida-
. mente.
El comportamiento de niños y primitivos permanece, por otra
parte, constantemente basado sobre fundamentos emocionales, a par-
tir de los cuales, y siempre que los conozcamos suficientemente, puede
comprenderse y derivarse con relativa facilidad. Nada, por el contra-
rio, caracteriza tanto a la esquizofrenia como el hiato existente entre
el afecto, por una parte, y la representación y la acción, por otra.
METZGER ha señalado cómo el fundamento de la pregnancia configu-
rativa reside en la armonía de las propiedades estructurales con. res-
pecto a la esencia, y es precisamente tal armonía configurativa la·
que de modo más señalado queda arruinada en la esquizofrenia. Por
ello, y a pesar de toda la habilidad técnica que puedan reflejar; cier-
tas producciones mediante las cuales se expresa el esquizofrénico, dan
una Impresión "sui géneris" de esencial vacío, aun cuando en sí no
están disgregadas. Si la propia estructura presenta grietas, la ruina de
la. configuración será tanto más fácilmente apreciable. La parte afec-
tada es entonces la llamada "intelectual", mas a consecuencia del
parentesco existente con los actos fallidos y las alteraciones del pen-
samiento que se dan en la vida 'cotídíonu y que hemos señalado al
comienzo de este capítulo, su alteración posee. menos importancia, des-
de el punto de vista del diagnóstico, que las desviaciones por parte
de los afectos o la ya mencionada falta de coincidencia con ellos. Aun
cuando BLEULER atribuye idéntica importancia a la disociación afectiva
y a la intelectual, la clínica muestra que el principal papel correspon-
de generalmente a aquella.
También la armonía y el adecuado relevo mutuo entre las funcio-
nes básicas, de acuerdo con las necesidades del momento, se hallan
gravemente alterados. Una función del intuir desenfrenada puebla la
41 O Ruina de la configuración

psique esquizofrénica con toda clase de producciones delirantes. Acer-


ca de las alteraciones del sentir y del pensar, en sentido estricto, he-
mos dicho ya lo necesario en páginas anteriores. El percibir es la furí-
ción básica que menos alterada acostumbra estar. Acerca de los cam-
bios cualitativos del sentir hemos de agregar, sin embargo (y la alu-
sión a esto se la hemos de agradecer a CoNRAD) que el humor básico
esquizofrénico o sentimiento de proceso, del cual hemos ya tratado
en el correspondiente lugar (pág. 112) y al cual señalan muchos auto-
res como algo peculiar de la esquizofrenia y no comparable a nada,
no solamente guarda un paralelismo con el estado de ánimo experi-
mentalmente provocado mediante ruina de la configuración, sino que
precisamente queda explicado por ella. No solamente en nuestra opi-
nión, sino también en la de otros autores (con diferencias en cuanto a
las respectivas terminologías), la esquizofrenia se halla basada, desde
el punto de vista patogenético, en una ruina de la configuración y el
estado de ánimo es el correspondiente a una ruina de la configura-
ción que se inicia, amenaza o está en pleno desarrollo, tanto en cuan-
to a lo pequeño; es decir, en el experimento, como en lo grande, esto
es, en la psicosis declarada. Exigir para ambos casos sendas explica-
ciones completamente distintas iría en contra del postulado de sobrie-
dad científica. Si a esto se objeta que la ruina de la configuración se
desarrolla en el experimento durante un lapso de tiempo que dura tan
solo segundos o minutos, mientras que en la esquizofrenia se pro-
longa durante meses o años, conviene recordar la afirmación de
WYRSCH, que ya hemos citado y que supone una fina observación,
acerca de que el sentimiento propiamente dicho de proceso se limita
al tiempo que dura la actividad de este último. La ruina puede avan-
zar de modo más rápido o más lento; pero en tanto está en marcha va
acompañada por el mencionado y peculiar sentimiento. Mas si la ruina
no avanza más allá de cierto punto desaparece el sentimiento acer-
ca de una amenazadora conmoción que afecta a todo profundamen-
te y en sus fundamentos y todo lo más queda sustituido por un
sentimiento que corresponde al estado de ruina en que se ha que-
dado, pero no ya a un proceso de ruina. Si este último se reanuda
le vuelve a acompañar su sentimiento correspondiente. Lo mismo su-
cedería con respecto a la perplejidad, tan frecuente en los esquizo-
frénicos, la cual resulta de la carencia de un orden íntimo merecedor
de confianza. Pues allí donde todos los puntos de apoyo se han des-
plazado o vacilan, la decisión es difícil.
Insistiendo tanto sobre este concepto de ruina podríamos inducir a
la creencia de que los cursos esquizofrénicos no consisten más que en
puros fragmentos. Puede ser así, en efecto, cuando el cuadro clínico
Esquizofrenia 411

de una catatonia o de una hebefrenia disgregadas adoptan un aspecto


amencial. Pero en la mayoría de los casos resulta muy característica
la coexistencia o secuencia de lapsos del curso que trascurren de un
modo completamente normal hasta llegar a un fin prematuro o hasta
ser prematuramente interrumpidos, con otros más abruptos, accidenta-
dos o fragmentados. Es en esto precisamente, más bien que en una de-
molición completa y absoluta, en lo que hemos de reconocer uno de
los rasgos principales de la ruina, siempre que ésta no haya progresado
en grado extremo. En el síndrome de ruina propio de la esquizofrenia
se encuentran más bien sectores de la vida psíquica que se mantienen
aún completamente normales e intactos, mientras que la desorgani-
zación radical constituye más bien la regla en la reacción de tipo
exógeno agudo. En ambos casos existen, sin embargo, excepciones.
En la esquizofrenia se hace sentir esencialmente menos un humor
básico que determine de un modo continuado la dirección del curso.
Puede hallarse, sin embargo, presente durante determinados períodos
de este último, tanto durante los ya mencionados trechos normales,
como durante los episodios maníacos o depresivos. Como la mayor
parte del tiempo se halla ausente, se hace notar tanto más la influen-
cia de complejos, tanto sobre el estado de ánimo que predomina. por
el momento, como sobre el respectivo contenido. El estado de ánimo
dependiente del complejo puede hallarse catatímicamente en contraste
con un humor básico, lo mismo que sucede en la neurosis, y ambos
pueden competir entre sí por el predominio o bien coexistir.
El adjetivo "disgregado" se emplea con frecuencia para caracte-
rizar los cursos esquizofrénicos, y de hecho es aplicable a no pocos
casos. Los contenidos son enlazados entre sí mediante débiles esla-
bones representados por parecidos superficiales, consonancias, con-
tactos casuales, significados accesorios, etc., y de una manera que
recuerda más bien la "asociación" superficial de la antigua psicología
que cualquier clase de configuración. Bruscas descargas pulsionales
que el paciente no se esfuerza lo más mínimo en disimular, alternan
con delicadas finuras, la grosería puede coincidir con la delicadeza,
el sentido práctico con la fantasía más descabellada y la noción de
realidad con el delirio. Los procesos psíquicos referidos al futuro ad-
quieren así un aspecto algo "saltígrado", imprevisible, y no se man-
tienen en cauce alguno previamente determinado. Si se quisiera ilus-
trar con una imagen la diferencia existente entre la fuga de ideas ma-
niforme y la disgregación esquizofrénica, podrá compararse al pa-
ciente con fuga de ideas a un conductor embriagado, que guiase su
coche tan pronto por la carretera principal como por caminos secun-
darios, tan pronto a través de callejuelas como del campo, dejando
412 Ruina de la configuración

en cada bifurcación al azar la elección de su camino y rozando a


veces vallas y fosos; pero sin abandonar nunca por completo su ruta,
dirigida a una meta cualquiera. El disgregado sería, por el contrario,
comparable a alguien que no se preocupase por la carretera en abso-
luto y solamente en ciertos momentos, y que abándonándola a cada
instante corriese sin rumbo fijo a campo traviesa, despreciando todo
género de obstáculos o dirigiéndose directa e indirectamente hacia
cualquier meta. Mas no todo esquizofrénico, ni tampoco todo delirante
se halla disgregado. Muy lejos de la desordenada movilidad de los
típicos disgregados agitados se halla la monotonía de la esquizo-
frenia simple, la indiferencia de ciertos heboides, la seca testarudez de
las demencias mixtas, la rigidez de los paranoides ordenados y la
espantosa y desolada vacuidad de los demenciados. Especialmente
en los paranoides todo puede deslizarse tranquilamente por los cauces
marcados por la personalidad prepsicótica, la educación y los usos
sociales, hasta que se alcanza el punto señalado ya por la ruina ín-
tima. Surge entonces inmediatamente el cambio de humor o de con-
tenido representativo que caracteriza la enfermedad.
El curso entrecortado del psiquismo esquizofrénico es también pro-
pio del curso de la motórica esquizofrénica. Con frecuencia se pierden
precozmente la fluidez y naturalidad de los movimientos y en ocasio-
nes la impresionante "pérdida de la gracia" persiste incluso en el
enfermo casi por completo remitido. Las posturas adoptan fácilmente
un aspecto forzado o amanerado, los gestos son angulosos, los movi-
mientos rígidos. Todo ello puede no impedir, sin embargo, que la reali-
zación del movimiento encaminado a una finalidad se halle conserva-
da. O bien las bruscas oscilaciones íntimas se transmiten a los gestos
y movimientos y la acción revela, sin ambages ni rodeos, el contenido
de las representaciones. El modo de realizar los movimientos resulta
también muchas veces ex"travagante. No solamente pueden mostrar to-
dos los grados de amaneramiento, sino también rodeos por direcciones
opuestas a la finalidad y todo género de interrupciones ajenas a esta
última. En la demencia grave y en los estados finales, las formas
vacías procedentes de estadios anteriores se rigidifican en las más
áridas estereotipias, que pueden alternar con una avidez desatada y
también con un apagamiento y pérdida del impulso. Las alteraciones
de este último alcanzan por lo general su acentuación extrema en el
síndrome catatónico, el cual caracteriza a una subforma de esquizo-
frenia, pero sin que sea específico de esta última. La catatonía agitada
es comparable, por sus tempestades motoras, a la manía, pero presen-
ta además todos aquellos signos de disgregación que caracterizan en
ocasiones al síndrome de ruina de la configuración. Los enfermos no
Esquizofrenia 413

se mantienen quietos ni un solo momento, corren, bailan, gritan, se


revuelcan, despliegan una fuerza insospechada, prosiguen también
durante horas y días enteros movimientos estereotipados, con frecuen-
cia simbólicos, etc. Los catatónicos tranquilos pueden, por el contrario,
permanecer inmóviles durante días o meses, yacer como animales en
estado de hibernación y no preocuparse lo más mínimo por la comida,
el calor, el frío o las propias deyecciones; mantenerse en las posturas
más incómodas, con aspecto de muñecos desarticulados o bien aguan-
tar, por ejemplo, durante horas enteras en alto el brazo que mediante
cualquier intervención exterior les ha sido alzado, etc. Esta última ma-
nifestación se conoce con el nombre de "flexibilitas cerea". Lo más
curioso de la catatonía es el hecho de que aun cuando puede mante-
nerse durante años, puede igualmente cesar de repente. En la reac-
ción de tipo exógeno agudo puede darse en ocasiones un síndrome
catatónico, si bien desde luego de un modo mucho más raro que en la
esquizofrenia. También se ve de un modo episódico en el transcurso
de diversas enfermedades neurológicas y especialmente después de
intoxicaciones graves y de traumatismos cerebrales. El esquizofrénico
catatónico, y a pesar de su aparente indiferencia, se da muchas veces
perfecta cuenta de lo que sucede a su alrededor, cosa que natural-
mente no ocurre con el estuporoso.
Tanto la influenciabilidad de los cursos esquizofrénicos a partir del
exterior, como la motórica, varían extremadamente, y con frecuencia
muestran una mixtura de contradicciones. La sugestibilidad puede al-
canzar un grado de automatismo a las órdenes, obedeciendo los en-
fermos de un modo automático a cualquier sugestión procedente del
exterior. En cambio, en el negativismo se oponen a tales sugestiones
de manera rígida e inflexible o hacen tercamente lo contrario de
cuanto se les ordena. Estas actitudes pueden también alternar entre
sí con la rapidez del relámpago, y así, por ejemplo, un enfermo que
yace en la cama con los ojos cerrados, que se pone rígido y aprieta
dientes y labios cuando se le aproxima un vaso para que beba, puede
de repente ·agarrarlo con avidez, engullir de golpe su contenido e
incluso intentar coger con la lengua y los dedos las últimas gotas
que han quedado en el fondo.
Ya que aquí no intentamos realizar una exposición clínica comple-
ta, sino tan sólo destacar lo más importante de las alteraciones de los
cursos prospectivos en la esquizofrenia, nos abstenemos de tratar con
más detalle acerca de ellas. Remitimos a este respecto a los tratados
de Psiquiatría.
414 Ruina de la configuración

Ejemplo 48 (R. 9522), 31 años, varón.

La madre y la abuela materna han padecido trastornos de tipo psicótico, de breve


duración, que desaparecieron sin asistencia facultativa. Un tío materno se suicidó.
El paciente llamaba la atención en la escuela por su modo de ser reservado y
retraído. Después de la escuela secundaria y de un aprendizaje profesional trabajó
como empleado de comercio. A los veinticinco años comenzó a presentar molestias
hipocondríacas, sin que se descubriese ninguna motivación orgánica. Un año más tarde
no se encontraba ya apto para el trabajo, pero de pronto le acometió una ambición
de estudiar filosofía, matemática y todas las materias imaginables. Comenzó a pre-
pararse para el examen de reválida de bachillerato y pronto empezó a mostrar sín-
tomas de un brote agudo. Decía que en la casa había una emisora secreta, manifes-
taba ideas delirantes de persecución y envenenamiento, desgarraba sus ropas, des-
trozaba muebles y cayó en una rigidez catatónica. Desde entonces, y a pesar de
todas las medidas adoptadas, su. estado no ha experimentado mejoría alguna. Re-
producimos a continuación un típico diálogo con él:
(¿Qué ha comido usted al mediodía?) "La comida es variada, sopa con pasta,
sale por los dedos gordos de los pies." (¿Qué es lo que sale?) "Un paquete de clavos
y debajo de la cama hay clavado alguien. Desde ayer sé que debajo de mí hay
hilos, desde ayer. Antes he sabido que había una presión enorme. Hasta que se
vuelva a bajar al Infierno, según las circunstancias, si es que hay un Infierno, que
sí que lo hay." (¿Y qué hay en el Infierno?) "Sí, eso es R., también me ha dado
miedo." (¿Y cómo llegó usted a R.?) "En relación con las piernas. Allí había un bal-
neario y un arroyo. Quise saltar por encima del arroyo y me hicieron un tratamiento
de "choques". Este tuvo por consecuencia que me expediesen a la cama y que el
aparato de "electroshock" gritase "socorro". Necesitaba socorro. Nunca he sido tan
grande como ahora, tamaño humano natural de unos metros y medio. El señor W.
y la señorita W, y la señora del doctor M. cien años de Suiza. Esto no es conocido
aún. Unos dicen que es la Luna. La Luna en relación con el Sol han prendido fuego
a la Tierra. En Alemania por encima del agua con la banqueta de ordeñar. Inyección
en el cúbito, una inyección impedida. Siempre han sido los propios los que han ve-
nido aquí de visita en Navidad, los ángeles." (¿Por dónde han venido los ángeles?)
"Han bajado de arriba." (El paciente señala las claraboyas de su celda).

Diagnóstico: Catatonía con disgregación. (Compárese con los ejemplos 5, 8, 15,


16, 18, 19, 22, 25,. 26, 39, 41, 42, 43, 44, 47 y_ 49.)

RESUMEN.-La ruina de la configuración psíquica se manifiesta de


manera muy variada, que se detalla en el texto, y asume una serie
de grados que abarcan desde el acto fallido y sin importancia, hasta
el absoluto desmoronamiento de la personalidad. Desde el punto de
vista clínico tiene sentido el hablar de la presencia de un síndrome de
ruina de la configuración cuando aparece amenazada por una inte­
rrupción en la constancia y continuidad, no una configuración parcial
y bien definida, sino la configuración supraordenada correspodiente
a la personalidad total. Las manifestaciones del síndrome no precisan
ser masivas, pero cuando cruzan las fronteras correspondientes a los
campos de las subtotalidades naturales de la psique, anuncian peli­
Resumen 415

gro. Su tendencia a la curación varía según la entidad nosológica en


que aparecen. El síndrome de ruina de la configuración se encuentra
sobre todo en ciertas irrupciones neurotoides, en la reacción de tipo
exógeno agudo (véase el capítulo siguiente) y en la esquizofrenia.
Puede surgir también episódicamente en ciertas psicosis orgánicas.
A modo de apéndice son expuestas las alteraciones de los cursos
de representación y de acción, referidos al futuro, en la esquizofrenia,
y que son debidas al síndrome de ruina de la configuración. (Véase
Parte 4.0, capítulo V C).
CAPITULO IV

La reacción de tipo exógeno agudo

El concepto básico de este síndrome procede de BoNHOEFFER 15• Su


designación expresa momentos etiológicos y patogenéticos, en lugar de
sintomáticos, como sucede con la de síndrome de ruina de la confi-
guración. El síndrome es causado por noxas muy diversas, que obran
sobre el organismo de modo agudo o al menos subagudo, y que son
todas ellas exógenas con respecto a la psique, ya que no siempre
lo son con respecto al cuerpo. En otras palabras: el síndrome repre-
senta los efectos psíquicos y somáticos de alteraciones patológicas
corporales que surgen de modo rápido y por lo general más bien
masivo, siendo indiferente que dichas alteraciones corporales se gene-
ren de manera exógena o endógena. El síndrome, por el contrario, no
es psicorreactivo en el sentido de ser solamente derivable, por vías
comprensibles, de condiciones psíquicas, aun cuando ciertas manifes-
taciones aisladas del mismo pudieran ser muy bien comprensibles des-
de el· punto de vista de las circunstancias psíquicas dadas. La palabra
"exógeno" significa en este caso tanto como "no psicorreactivo". Las
alteraciones psicorreactivas, por ejemplo, las neurosis por una parte,
y por otra las no psicorreactivas, como la reacción de tipo exógeno
agudo, ofrecen excelentes ejemplos para diferenciar entre aquello que
es comprensible y lo que es meramente explicable de un modo causal,
acerca de lo cual hemos tratado ya en el capítulo 3 de la III parte.
La Psiquiatría del siglo pasado se hallaba convencida de que toda
enfermedad corporal capaz de alterar el equilibrio y bienestar psí-
quicos debía poseer su propio cuadro de síntomas psíquicos, y empleó
considerables esfuerzos en delimitar entre sí los diversos y presuntos
cuadros sintomáticos. A BoNHOEFFER corresponde . el .gran mérito de
haber mostrado que no solamente las más diversas enfermedades ce-
rebrales, sino también casi todas las enfermedades e intoxicaciones
graves, y asimismo muchos traumatismos cerebrales, producen cuadros
psicopatológicos esencialmente análogos como expresión de una moda-

15
BoNHOEFFER, X.: Die Psychosen im Gefolge von akuten Infektionen, Allgemeiner-
krankungen und inneren Erkrankungen, en Handbuch der Psychiatrie, de G. Aschaffen-
burg. 3.ª sección, l.ª parte. Deuticke. Leipzig, 1912.
BASH - 27
418 Tipo exógeno agudo

lidad inespecífica de reaccionar. Aun cuando los diversos tipos de


reacción exógena aguda difieren considerablemente entre sí y sus com-
ponentes fundamentales se muestran entremezclados, y también mix-
turados, frecuentemente con otros síntomas en las más diversas pro-
porciones, el aspecto del tipo de reacción depende en cada caso mu-
cho menos de la enfermedad somática que básicamente lo origina,
como de la constitución, y hasta cierto punto también del modo ad-
quirido de reaccionar por parte del sujeto.
Las posibles causas pueden agruparse, por ejemplo, del modo si-
guiente:

1. Enfermedades corporales generales, sobre todo les de origen


infeccioso o tóxico y de cierta gravedad, con curso agudo o subagudo,
incluso las agravaciones agudas de enfermedades crónicas, curso que,
sin embargo, puede variar mucho. Se trata, en primer término, de en-
fermedades graves, tales como la neumonía, el tifus, la uremia, la
corea de SYDENHAM y la corea de las gestantes, así como otras psicosis
generativas. Pero también una gripe leve con un ligero delirio febril
puede suponer una reacción de tipo exógeno agudo, que mucha
gente ha tenido ocasión de experimentar.

2. Enfermedades cerebrales agudas, tales como encefalitis y me-


ningitis, incluso la encefalitis epidémica y los estadios agudos de la
parálisis general progresiva, el estado crepuscular epiléptico (sobre
todo el que coincide con una extinción del foco epileptógeno en el
electroencefalograma) y en general el estado crepuscular somatógeno,
los brotes agudos de esclerosis múltiple y de la tromboangeitis obli-
terante cerebral, las hemorragias agudas y las trombosis cerebrales,
etcétera.

3. Traumas agudos cráneo-encefálicos de cierta extensión y gra-


vedad, en especial los estados recientes posconmocionales y poscon-
tusionales. Ciertas heridas cerebrales agudas, pero delimitadas, como,
por ejemplo, algunas heridas por arma de fuego, pueden, sin embargo,
transcurrir sin reacción de tipo exógeno agudo.

4. Intoxicaciones, y en primer término aquellas que afectan de


modo predominante al sistema nervioso central, tales como la intoxi-
cación por óxido de carbono, morfina, cocaína y sus derivados, bar-
bitúricos, atropina, plomo, y no en último término la alcohólica, cuyo
efecto se manifiesta del modo más destacado en. la embriaguez pato-
lógica y en el "deliriums tremens".
Obnubilación 419

El cuadro sintomático de la reacción de tipo exógeno agudo consta


de diversos componentes:
l. El síndrome de ruina de la configuración que anteriormente he-
mos descrito. Por regla general existe confusión en grado diverso,
desde el ligero hasta el grave, y notables alteraciones de todos los
géneros de orientación; pero siendo la menos afectada la referida a
la propia persona. Las cadenas de representaciones se rompen, a veces
vuelven a ensamblarse los fragmentos, para volverse a romper a los
pocos instantes· (perseveración, estereotipia); la articulación de los
contenidos psíquicos es lábil y la atención se fija, en consecuencia,
difícilmente. La captación sintética y el juicio son inciertos y con fre-
cuencia se hallan grotescamente falseados. Los sentimientos mismos y
su disponibilidad reactiva oscilan de un momento a otro y en general
todo el cuadro clínico, a pesar de la frecuente estereotipia, es asimismo
oscilante, ondulante, movido. Más raramente que en la esquizofrenia
se encuentran cursos funcionales absolutamente ordenados y normales
junto a otros patológicamente alterados, lo cual puede servir, desde
el punto de vista diagnóstico diferencial, pero a pesar de ser más
raros pueden darse. El estado básico de humor deriva a veces hacia
lo puerilmente alegre o lo insípidamente quejumbroso, tan pronto es
irritable como resignadamente tranquilo; pero muy raras veces permc-
nece estable y . constante. Oscila al igual que los impulsos. Estos
últimos poseen con frecuencia un peculiar . aspecto iterativo, y así el
enfermo puede insistir exigiendo continuamente algo o iniciando repe-
tidamente un mismo acto, pero sin que se dé por satisfecho con la
realización objetiva de su deseo o sin que lleve a cabo la acción íní-
Ciada. Es decir, no clausura la configuración. Son frecuentes las alu-
cinaciones e ilusiones, así como las ideas delirantes aisladas, mientras
que apenas se llegan a constituir sistemas delirantes, dado el carácter
inestable del síndrome.
2. La obnubilación, en el sentido de enturbiamiento i'atológico de
la conciencia (no de sueño patológico, aun cuando a consecuencia de la
fatiga y el debilitamiento se da fácilmente, y como es natural, un
aumento de la necesidad de sueño). La obnubilación puede hacerse gra-
dualmente más profunda hasta llegar al más grave estado de coma y
ciertas reacciones de tipo exógeno agudo se deslizan de modo más o
menos rápido o insidioso hacia este último, al paso que van desapare-
ciendo los signos propios de la ruina de la configuración. Destacan en-
tonces más la lentificación y empobrecimiento progresivo de los pro-
cesos psíquicos, que a su vez se van disgregando de manera casi im-
perceptible. Se dan, no raras veces, estados crepusculares más bien
420 Tipo exógeno agudo

del tipo desorientado, en los cuales la obnubilación coincide con un


cambio más o menos acentuado del ámbito de lo consciente, y lo que
resta de este queda peculiarmente desplazado o marcado por la ruina
de la configuración.
Hemos de señalar que obnubilación y ruina de la configuración pue-
den aparecer mezcladas en proporciones diversas en la raccíón de tipo
exógeno agudo y que esta transcurre unas veces más bien bajo el signo
de la primera, otras de la segunda. En contra de la opinión aún sus-
tentada por ciertos tratados, existen recientes trabajos que demuestran
que el enturbiamiento de conciencia no corresponde forzosamente en
modo alguno al tipo de reacción exógena aguda 16• La ruina de la
configuración puede igualmente faltar en las llamadas psicosis sinto-
máticas agudas coherentes (alucinasis, estados crepusculares orien-
tados). El rasgo común a estas últimas es la variación del ámbito de lo
consciente, la cual consigue frecuentemente proteger de la ruina de la
configuración.17•

3. Síntomas corporales inespecíficos, que en su conjunto correspon-


den a los de la reacción de alarma, y a los que se asocian otros, tales
como palidez y debilidad general circulatoria, cuadro hemático tóxico,
velocidad de sedimentación aumentada, alteraciones del sueño, ligeros
trastornos en la coordinación de movimientos y del lenguaje, accesos
epileptiformes en los casos graves, y en los muy graves, manifestacio-
nes de irritación cerebral que asumen el aspecto de tics, tales como
muecas, rechinar de dientes, chasquear de lengua, etc.

4. Los síntomas corporales específicos de la enfermedad base. No


raras veces precisan de cierto tiempo, incluso de varios días, para su
desarrollo, de modo tal que el estadio inicial permanece muy poco
claro, dificultándose mucho el diagnóstico. Esta dificultad es tanto más
considerable cuando una esquizofrenia se inicia con un episodio de
enfermedad somática, como sucede en ocasiones.

S. Los signos correspondientes al síndrome psico-orgánico que es


tudiaremos en el próximo capítulo. Este síndrome constituye una de
las posibles derivaciones de la reacción de tipo exógeno agudo, pero
puede comenzar a manifestar sus síntomas hallándose esta última aún
presente, o bien tales síntomas pueden quedar enmascarados bajo los

FLECK, U.: Übet die Bewusstseinstrübung bei den exogenen Beaktionsformen


16

(Bonhoeffer). "Nervenarzt", año 27 (1956), p. 433. BASH, K. W.: Zur Psychopathologie-


akuter symptomatischer Psychosen. "Nervenarzt", año 28 (1957), pp. 193-199.
BASH, K. W.: oh. cit.
17
Resumen 421

de la reacción aguda, que son mucho más llamativos y abigarrados.


Varía mucho la clase de síntomas correspondientes al síndrome psíco-
orgánico que pueden aparecer durante el curso de la reacción aguda,
así como el grado en que se manifiestan. La reacción de tipo exógeno
agudo puede concluir, además de en un síndrome de alteración local
circunscrita (véase cap. 6 de esta parte), en la curación o en la muerte.
Correspondiendo a su carácter agudo, el curso es la mayoría de las ve-
ces breve y más o menos tempestuoso. Aparte del grave deterioro que
supone el establecimiento de un síndrome psico-orgánico, la reacción de
tipo exógeno agudo puede dejar secuelas de índole neurasténica y tran-
sitoria, o bien una ligera debilitación permanente de las funciones men-
tales.
El diagnóstico de la reacción de tipo exógeno agudo P.s fácil en los
casos típicos, en los cuales la sintomatología psicopatológica aparece
bien patente y destacan con claridad la ruina de la configuración y la
obnubilación, aun cuando no se hallan tampoco excluídas las posibles
confusiones. En los casos menos típicos es difícil o imposible. En algu-
nos casos, lo que decide el diagnóstico es el curso, al surgir síntomas
corporales evidentes o al derivar hacia un síndrome psico-orgánico o
hacia una demencia esquizofrénica, no difícil de diferenciar de este
último. El hecho de que el curso finalice en una curación no aclara, por
el contrario, el diagnóstico, ya que tanto una reacción de tipo exógeno
agudo y de etiología poco clara como los brotes esquizofrénicos agudos
pueden curar en breve plazo sin dejar síntomas (véanse los ejemplos
23, 38, 39, 40, 42, 49).

RESUMEN.-La reacción de tipo exógeno agudo, conocida de anti­


guo en Psiquiatría, es un modo inespecífico de reaccionar a noxas muy
variadas, que actúan de manera aguda o al menos subaquda sobre el
organismo y que son todas ellas exógenas con respecto a la psique,
ya que no con respecto al cuerpo. Como causas entran sobre todo en
consideración las enfermedades corporales generales agudas o sub­
agudas (sobre todo las de índole infecciosa o tóxica), las enfermedades
y traumas cerebrales agudos, las intoxicaciones. El cuadro sintomático
lo componen, en mezcla variable, las siguientes alteraciones, de las
cuales no todas pueden estar presentes en el caso individual:
1. El síndrome de ruina de la configuración.
2. La obnubilación en el sentido de enturbiamieno patológico de lo
consciente.
3. Síntomas corporales inespecíficos, y en primer término los co­
rrespondientes a la reacción de alarma.
422 Tipo exógeno agudo

4. Los síntomas corporales específicos de la enfermedad base.


5. El síndrome psicoorgánico representa una de las posibles deri­
vaciones de la reacción de tipo exógeno agudo (junto a la curación y a
la muerte). Los síntomas a él correspondientes pueden surgir ya, en
número y grado diverso, en combinación con la reacción de tipo exóge­
no agudo y persistir, también multiplicándose y acentuándose una vez
extinguida esta.
CAPITULO V

El síndrome pslco­orgánico

Lo que dijimos a modo de introducción en el capítulo anterior acerca


del modo no psicorreactivo de originarse la reacción de tipo exógeno
agudo es válido asimismo con respecto al síndrome psico-orgánico. En
algunas ocasiones, aquella desemboca en este; en otros, el síndrome
psico-orgánico se constituye de un modo tan crónico como es su curso
ulterior. Ya se haya originado de un modo agudo o crónico, representa
la consecuencia de una lesión cortical cerebral difusa y más bien
amplia, con algunas excepciones que mencionaremos seguidamente. La
lesión puede ser al principio reversible, como sucede en el síndrome
psico-orgánico transitorio aparecido después de un tratamiento con
electrochoques; pero muy pronto se convierte en irreversible, pudiendo
permanecer estacionado en cualquier momento de su evolución o bien
continuar avanzando. Esto último sucede unas veces en relación con
la enfermedad somática sobre la que se basa (por ejemplo, la parálisis
general progresiva o la arteriosclerosis cerebral) o bien con una cierta
independencia con respecto a esta última (por ejemplo, en una demen-
cia postraumática que continúa progresando). 'Les alteraciones irrever-
sibles constituyen la expresión de una atrofia cerebral cortical difusa.
Excepcionalmente, focos talámicos circunscritos pueden originar tam-
bién un cuadro de síndrome psico-orgánico.
Aquello que, siguiendo a E. y M. BLEULER, designamos aquí como
"síndrome psico-orgánico" no abarca de hecho, en modo alguno, las
diversas alteraciones psíquicas consecutivas a lesión cerebral orgá-
nica, y sobre todo la múltiple variedad de las reacciones de tipo
exógeno agudo, aun cuando también puede participar en éstas. Tam-
poco queda comprendido en él el síndrome que en ocaslones aparece
después de una lesión cerebral circunscrita y que expondremos en
el capítulo siguiente. La diferencia entre el significado efectivo y el
significado literal de la denominación del síndrome se halla histó-
ricamente determinada. El síndrome precursor del psico-orgánico fué
el complejo sintomático amnéstico o de KoRSAKOW, designaciones que
a veces son utilizadas como equivalentes a la de síndrome psíco-
orgánico.
424 Síndrome psico­orgánico

En su sentido original, y aun hoy en día en su sentido estric-


to, el KoRSAKOW define un síndrome psico-orgánico, con polineuritis,
en alcohólicos crónicos. Más adelante se fué advirtiendo que en otras
enfermedades cerebrales se encontraban los mismos signos psicopa-
tológicos de deterioro orgánico. Las denominaciones paralelas, fre-
cuentemente usadas, de "síndrome amnéstico" y "demencia orgáni-
ca" tienen el inconveniente de aludir de una maera excesivamente
unilateral al déficit de la capacidad de notación, de la memoria e
intelectual en general y no se ajusta a la índole amplia del síndrome,
el cual ataca asimismo la vida afectiva.
Como causas del síndrome psico-orgánico vienen en consideración
todas aquellas que fueron enumeradas en el capítulo anterior y en
relación con la reacción de tipo exógeno agudo, a lo que hemos de
añadir que algunas de aquellas dolencias cursan de modo más o me-
nos crónico y que, por tanto, pueden conducir directamente a un sín-
drome psico-orgánico, sin que a este preceda una reacción de tipo
exógeno agudo. Han de mencionarse en primer término las intoxica-
ciones crónicas por alcohol, plomo y disolventes orgámcos. A estas
hay que agregar numerosas enfermedades cerebrales difusas de na-
turaleza más o menos crónica, algunas de las cuales comienzan de
modo subagudo o incluso agudo y pueden presentar también durante
su curso fases agudas o subagudas. Se trata de los grupos de las
psicosis seniles (demencia presenil y senil, demencia arterioscleró-
tica, enfermedad de ALZHEIMER), de las psicosis sifilíticas (en primer
término la parálisis general progresiva y muy en segundo término
algunos casos de lues cerebri), de las heredodegenerativas (epilep-
sia genuina, corea de HUNTINGTON, ataxias de FRIEDREICH y PIERRE
MARIE, enfermedad de P1cK, idiocia amaurótica de TAY SAcHs) y otras
enfermedades cerebrales difusas y de etiología en porte no escla-
recida (tromboendangeítis obliterante), de las secuelas de lesiones
traumáticas cerebrales y de las ya mencionadas intoxicaciones con
los más diversos venenos.
Por lo que se refiere a la sintomatología, ya hemos dicho en los
correspondientes capítulos lo preciso acerca de las alteraciones de la
memoria, el pensamiento y la orientación, mas lo vamos a resumir
aquí brevemente. El déficit de la memoria es uno de los signos clí-
nicos más precoces y regulares del síndrome psico-orgánico 18• La

18
La afirmación, no completamente inexacta, de que el trastorno de la capacidad
de notación constituye un síntoma precoz y, en general, obligado del síndrome paico-
orgánico, es solamente válida con respecto a la exploración clínica. Por medio de
ciertos tests, sobre todo con el de RoRSCHACH, se logra no pocas veces demostrar
claramente la existencia de un síndrome psico-orgánico, aun antes de que se manifieste
Sintomatología 425

memoria para los hechos recientes resulta primeramente afectada,


luego se va perdiendo, despacio, la que corresponde e hechos más
antiguos y en los casos más graves se pierde incluso la referida a
otros más lejanos aún en el tiempo (como los recuerdos infantiles).
En las alteraciones del pensamiento y en las de índole más general
referidas a la organización y al curso de la vida interior represen-
tativa surge un comportamiento concreto, aun cuando se conserva
formalmente la capacidad para lograr conceptos, la cual se emplea,
sin embargo, de una manera no adecuada a los hechos. Todo esto
sucede bajo el signo de una reducción genética de la estructura
psíquica, pero no de una ruina de la .mísmc. Por una parte, detalles
carentes de importancia objetiva adquieren en las vivencias del
enfermo un valor desproporcionado; por otra, antiguos conceptos, así
como otros recientemente formados (relativamente raros Pstos últimos)
sufren una amplificación injustificada, así como un empobrecimiento
y difuminación y se emplean de modo indiscriminado. Se reduce la
cuantía de los contenidos simultáneamente dados en lo consciente y se
limitan en todo caso a uno o unos pocos temas. Los cursos y actos
psicomotrices, con excepción de las emociones intensas, se hacen
más lentos y viscosos, pero son indecisos, no se configuran de modo
definitivo y muestran, por tanto, la tendencia perseverctoríe propia
de toda acción no concluida, la tendencia autónoma hacia la buena
configuración (que en general le resulta imposible al orgánico). Ya
que el desdibujamiento y la borrosidad de la estructura de campo
más desarrollada y la reducción genética no avanzan de un modo
completamente regular, surgen asimismo signos de ruina de la con-
figuración, que pueden ocasionar, por ejemplo, trastornos bastante
considerables de la atención, sin que estos surjan tan intensamente
al primer plano como en el síndrome de ruina de la configuración. Las
típicas confabulaciones del síndrome psico-orgánico avanzado han
de ser atribuidas a la formación inicial de lagunas en !a memoria y
a su relleno con restos procedentes de la destrucción del caudal dis-
ponible ·de representaciones, con lo cual se puede observar perfec-
tamente la tendencia, aún conservada, hacia la configuración, a cu-
brir los huecos y a clausurarlos. La pérdida de orientación afecta
significativamente, en primer término, a aquellos sectores que mayor
dependencia muestran de la función mnémica: tiempo y lugar. Las

el trastorno de la capacidad de notación. En el protocolo del RoRSCHACH se marcan


entonces las alteraciones en la captación sintética y la borrosidad de los · conceptos
(muchas G-), la estereotipia y perseveración, las alteraciones afectivas y la ten-
dencia reactiva compensadora a la vivencia, no siempre consciente, de la reducción
intelectual ("complejo intelectual" del RoRSCHACH). ·
426 Síndrome psico­orgánico

dificultades que se oponen al funcionalismo psíquico y el simultáneo


impulso a perseverar, así como también en muchos casos una cierta
pérdida general de impulsividad, determinan en último término una
fatigabilidad psíquica que con frecuencia resulta considerable. A
esto se asocia una rapidez de saturación mayor que la normal. Esto
último ha de ser puesto en relación con el incremento de Ja referencia
al yo, con el autismo propio del orgánico, pues KARSTEN ha mostrado
que los procesos próximos al yo se saturan más rápidamente que los
alejados del mismo. Con frecuencia se hallan muy marcadas las alte-
raciones de la captación sintética, las cuales reproducen la debilidad
de integración infantil normal, sin que estén desgarradas y fragmen-
tadas como en el síndrome de ruina de la conñqurccíón, En este
sentido se asemejan más bien a los rendimientos de los oligofré-
nicos.
Las ya mencionadas alteraciones afectivas en el síndrome psico-
orgánico son características y corresponden por su índole, esencial-
mente, a las alteraciones intelectuales; pero en general, y especial-
mente, en los casos recientes, surgen algo menos a primer plano que
estas últimas. Ello explica la ya mencionada unilateralidad implicada
en la propia denominación de síndrome psico-orgánico. Una desdi-
ferenciación, vuelta a lo primitivo y desinhibición de los afectos resulta
evidente y puede avanzar hasta el embotamiento. Las emociones van
derivando cada vez más hacia exteriorizaciones pulsíoncties de placer
y de desagrado, simplicísimos y sin disfrazar. De modo paralelo a
ello crece el egocentrismo, disminuyen la consideración y el respeto
hacia los demás, así como el sentimiento de vinculación social. El
vertical hundimiento hacia un nivel primitivo puede desde luego de-
tenerse en un estadio intermedio de tendencia consciente a la com-
pensación o de elaboración inconsciente neurótica o neurotoide y que-
dar también en parte disimulado por la pérdida de impulso. Según
que este último sea más enérgico o más débil, las manifestaciones
afectivas serán asimismo más o menos patentes. Pueden ser de
intensidad máxima y descargarse fácilmente a través de explosiones
de furor, acompañadas por . una ciega rabia destructiva. Pero tam-
bién se da, con frecuencia, un sordo y apagado mal humor irritable.
La alegría patológica no es demasiado frecuente en los casos or-
gánicos y tiende a la puerilidad, las demostraciones de cariño son
puramente interesadas, el amor deja transparentar una falsa sensi-
blería.
Casi todos los sentimientos son de una breve duración y nada cons-
tantes, brillan durante un corto lapso de tiempo y luego se esfuman.
Rara vez predomina un estado fundamental de ánimo, a no ser un
Curso típico 427

mal humor irritable. Pero las manifestaciones afectivas aisladas van


de acuerdo con los cambios de humor: son sintímicas. Por muy im-
petuosamente que persiga el orgánico la finalidad de la pulsión que
le mueve, ha de fallarla con frecuencia cuando su desatado empuje
no basta para abrirle camino hasta ella, pues el persistir y continuar
en una dirección adoptada es algo que le resulta muy ajeno. Puede
surgir entonces un nuevo impulso, una nueva oleada afectiva que le
empuje como a un objeto abandonado en la playa, pero se agota
pronto. La gran excepción se halla representada por los epilépticos
genuinos, acerca de cuyos cursos afectivos demorados, viscosos y
extraordinariamente perseverantes hemos dicho ya lo necesario al
final de la IV parte.
El curso típico del síndrome psico-orgánico es más o menos lenta-
mente progresivo, pero las excepciones no son en modo alguno raras.
1

La palabra "lento" puede designar aquí lapsos de tiempo que abar-


can a veces meses, otras decenios. La reducción psíquica puede dete-
nerse en cualquier etapa, desde la correspondiente et un deterioro
muy ligero y apenas perceptible, hasta la de la más profunda demen-
cia, pudiendo ser la detención transitoria o permanente. Una enferme-
dad básica que evoluciona por brotes, tal como una esclerosis mútiple
con focos cerebrales o une tromboendangeítis obliterante cerebral,
puede hacer que el síndrome psico-orgánico curse de modo paralelo
a ella e incluso puede mostrar el síndrome fases de retroceso cuando
la enfermedad básica presenta brotes breves que ocasionan tan
solo lesiones reversibles. De todos modos, y en generai, lo que pre-
domina es un curso progresivo del síndrome. Remisiones muy am-
plias se dan en la parálisis general progresiva y en la arterioscle-
rosis cerebral, pero más bien se señalan en la vertiente afectiva, per-
maneciendo igual el defecto intelectual. Las enfermedades intercu-
rrentes y las noxas exógenas, tales como la fatiga excesiva y el
alcohol, pueden hacer empeorar considerablemente a un síndrome
psico-orgánico que se hallaba en estado estacionario. La posibilidad
de éxito letal depende del curso de la enfermedad básica y aumenta
a causa de enfermedades intercurrentes (neumonía, por ejemplo) en
grado mayor que en el sano.
Por lo que respecta a la relación existente entre el síndrome
psico-orgánico y la reacción de tipo exógeno agudo hemos de insistir
en que los signos de aquel pueden hallarse ya presentes desde que
comienza la reacción y que o bien se manifiestan o bien permanecen
total o parcialmente encubiertos por los síntomas, más tempestuosos,
de la reacción aguda. Por otra parte, después de un restablecimiento
casi completo y cuando la reacción ya se ha apagado, pueden irse
428 Síndrome psico­orgánico

desarrollando lentamente los signos del síndrome psícoorqóníco, como


se ve muchas veces en las lesiones cerebrales postraumáticas. Al
igual que sucede en la reacción de tipo exógeno agudo, no es preciso
que los diversos síntomas que constituyen el síndrome psico-orgánico
se hallen simultáneamente presentes y con idéntica intensidad todos
ellos.
El cuadro completo puede llegar a alcanzar su pleno desarrollo
cuantitativo y cualitativo tan sólo muy tardíamente o incluso no al-
canzarlo jamás. Lo más importante desde el punto de vista clínico
son las alteraciones de la memoria y de la captación sintética, ten-
diendo estas últimas a la concreción. En términos generales, el que
se constituya un síndrome psico-orgánico depende al parecer, y en no
pequeña parte, de la edad del sujeto, según WALTHER-BÜEL 19• Las
mismas noxas que en las personas mayores dan lugar a un síndrome
psico-orgánico, originan más bien oligofrenias en niños, adolescentes
y adultos jóvenes en los primeros, sobre todo de un modo exclusivo.
Es decir, no tiene lugar un deterioro mental, sino una inhibición del
desarrollo. En los pacientes con tumores cerebrales y de edad superior
a los cuarenta años, la frecuencia del síndrome psico-orgánico as-
ciende vertiginosamente. El síndrome constituye entonces la expresión
de una lesión cerebral difusa a partir del tumor. WALTHER interpreta
este hecho como signo de disminución de la resistencia por parte del
tejido en vías de envejecimiento. Sea como sea, el predomino clínico
de los síntomas más bien "intelectuales" del síndrome psíco-orqéníco
en el adulto y el hecho de que en el niño resulte más bien afectada
la inteligencia, es algo muy significativo acerca de la índole del sín-
drome, aun cuando este comprende también una sintomatología por
parte de la afectividad, cuya definición y descripción es con frecuen-
cia injustamente descuidada.
Incluso después de haber transcurrido una reacción de tipo exó-
geno agudo pueden surgir en el síndrome psico-orgánico alucinacio-
nes e ideas delirantes. Tienen entonces la mayoría de las veces un
carácter "orgánico" sensorial, muchas veces toscamente absurdo,
y muy rara vez alcanzan la complicación que poseen en las psicosis
endógenas. Tampoco turban tanto como los de estas últlmcs las rela-
ciones afectivas con el medio ambiente.

19
WALTHER-BÜEL, H.: Die Psychiatrie der Hirngeschwülste und die cerebralen
Grundlagen psychischer Vorgange, Springer, Viena, 1951.
Resumen 429

Ejemplo 49 (W 641). 56 años, hembra. (Se trata de la misma paciente que en el


ejemplo 39.)

En su treinta y ocho día de enfermedad, la paciente está subfebril, no muestra


síntomas neurológicos, permanece tranquila, sigue hojeando superficialmente sus re-
vistas. pero de manera más reposada. Come sin ayuda, pero no reconoce a ninguna
persona de su ambiente inmediato y está completamente desorientada. El diálogo
con el médico, que transcribimos a continuación, está tomado taquigráficamente.
(¿Me conoce usted?) "Sí, sí." (¿Dónde me ha visto?) "Allí arriba, en la casa."
(¿En qué casa?) "En la del hombre, donde había una cosa para los dos. donde me
han confundido. Esta primavera ha estado uno en casa y yo no le conocía de antes.
(¿Cómo se llama usted?) "En este momento no lo sé.'' (¿Dónde estamos ahora?)
"Abajo, en W., en la estación." (¿Qué hace usted aquí?) "Tengo que coger todavía
leña y otras cosas en la estación.'' (¿En qué año estamos?) "Sí. ¿en qué año? Tiene
que hacer usted todo lo posible alrededor de la casa." (¿Ahora es de día o de noche?)
"Es por la tarde (correcto},si no fuese por la tarde no habría bajado allí.'' (¿Qué
ha habido de comida?) "Verdura. Algo ha pasado ahí arriba y ya no he bajado."
(¿En qué época del año estamos?) "En otoño" (correcto). (¿En qué año?) He tenido
que mirar a causa de los trajes de invierno, porque son cosas de primavera.'' (¿En
qué día estamos?) "Jueves o viernes (es miércoles). Estoy todavía arriba, completa-
mente en la mitad de arriba.'' (¿Cómo se llama usted?) "B." (correcto). (¿Y qué más?)
"María" (correcto). (¿Nacida?) "No hace tanto tiempo; el 18 de octubre" (en realidad,
el 4 de octubre; el reconocimiento tiene lugar el 28 de octubre). (¿De qué año?)
"Hace muchos, tengo ahora treinta y seis (tiene cincuenta y seis), tengo dos hijos,
uno el último año y otro este otoño." (La paciente no tiene hijos, sino una hijastra.)
(¿En qué año estamos?) "Todo se fue con la guerra y el último otoño tuve que vol-
verme a hacer esto" (se señala la nuca). (¿Cuándo fue la guerra?) La semana pa-
sada. Todavía no es público. Sólo conozco a los que hacen dobladillos. No tenía ya
leña, me he casado con otro, he estado en el cine. Usted ha venido porque le he
conocido. Quiero hacer todavía la cosa. He tenido que hacerlo por el frío y por la
lluvia que cae del cielo.''

Diagnóstico: Encefalitis por virus. En el momento de realizar la entrevista destaca


en primer plano la ruina de la configuración. Ya no está obnubilada. La reacción de
tipo exógeno agudo se muestra claramente a través de los trastornos de la orienta-
ción. Se hallan aún presentes una difuminación en el captar conceptos y una perseve-
ración, síntomas que corresponden a un síndrome psíco-orqéníco, La paciente reaccio-
na tan solo ligeramente lentificada. (Compárese con los ejemplos 7, 20, 21, 28, 29,
31, 35, 36, 38, 39, 47.)

RESUMEN.-El síndrome psico­organico puede establecerse de un


modo agudo (con un cuadro inicial correspondiente a la reacción de
tipo exógeno agudo) o crónico, y con pocas excepciones es conse-
cuencia de una lesión cortical cerebral difusa y más bien extensa. La
lesión puede ser al comienzo reversible, pero pronto se hace irreversi­
ble. La evolución del síndrome puede detenerse en cualquier etapa
y en cualquier momento y avanzar a ritmo más o menos rápido o
lento. Sin embargo, la cronicidad constituye la regla general. Todas
las causas susceptibles de provocar una reacción de tipo exógeno
430 Síndrome psico-orgánico

agudo pueden originar asimismo un síndrome psico­orgánico, sin que


sea imprescindible que aparezca clínicamente aquella.
Desde un punto de vista predominantemente clínico, el cuadro sin-
tomatológico es el siguiente:
I. Síntomas psíquicos:
A) Agudos: la reacción de tipo exógeno agudo.
B) Crónicos:
1. Alteraciones de la capacidad de notación y de la memoria
reciente (síntoma principal).
2. Empobrecimiento de lo consciente en cuanto a contenidos si­
multáneamente presentes.
3. Comportamiento concreto, bajo el signo, en primer término, de
la reducción genética de la estructura psíquica, pero no de su ruina.
Destacan especialmente las alteraciones por parte de la captación
sintética y de la atención.
4. A consecuencia de 2 y de 3, tendencia a otorgar importancia a
detalles secundarios o triviales, construyendo a partir de ellos confi­
guraciones y sistemas de referencia insuficientes y ampliando espe-
cialmente los conceptos· de una manera exagerada e inadecuada.
5. A consecuencia igualmente de 2 y de 3, alteraciones de la
orientación, sobre todo en tiempo y espacio (la mayoría de las veces
como síntoma relativamente tardío).
6. Lentificación de todos los cursos y realizaciones psicomotrices,
especialmente de los más abstractamente intelectuales y con excep­
ción de los afectivos.
7. Perseveración.
8. Autismo.
9. Confabulación (es más bien un síntoma tardío).
I O. Reacciones afectivas que brotan rápidamente a los estímulos
exteriores, pero que son de breve duración y se extinguen pronto;
sequedad afectiva.
11. Mal control de la afectividad. La vida afectiva se va des­
inhibiendo, desdiferenciando y tornándose cada vez más primitiva,
hasta llegar al embotamiento.
12. Debilidad del impulso (falta no pocas veces).
Resumen 431

II. Síntomas somáticos.


A) Inespecíficos: los correspondientes al síndrome de adapta­
ción según la fase de la enfermedad y el curso de la misma.
B) Específicos: los correspondientes a la enfermedad base.
No todos los síntomas han de hallarse forzosamente representa-
dos. Los que estén presentes pueden hallarse mezclados en cualquier
proporción. Por regla general son síntomas principales la debilidad
de notación (que con frecuencia es el primer síntoma, provisional­
mente único) y el comportamiento concreto.
CAPITULO VI

El síndrome de perturbación circunscrita·

En el síndrome psico-orgánico se trata de algo que era ya esen-


cialmente conocido desde hace tiempo. En el síndrome de perturba-
ción circunscrita, en cambio, se trata de un cuadro que no ha sido
definido hasta fecha muy reciente. M. BLEULER 2º ha señalado, a partir
de 1943, que las lesiones cerebrales circunscritas, sean cuales fueren
su índole y asiento, acostumbran presentar ciertas secuelas psíquicas,
comunes a todas ellas, aparte de sus signos locales. Esto es válido
no solamente con respecto a los focos corticales, sino asimismo con
respecto a los localizados en la sustancia blanca y el tronco cere-
brales. Los focos pueden haber sido originados por las causas más
diversas, tales como herida, tumor, cicatriz, absceso, embolia local,
trombosis o reblandecimiento, goma o tuberculoma, esclerosis cir-
cunscrita, etc. Si los focos no son tan pequeños que no provoquen
alteraciones demostrables y si no son tan grandes en cuanto a exten-
sión general y localización que equivalgan a una lesión cortical di-
fusa, provocan en el psiquismo ciertas divergencias con respecto al
cuadro normal, que pueden resumirse en alteraciones del impulso, de
las pulsiones y de los estados de humor o de ánimo. En la mayoría
de los casos, el impulso se halla en general disminuido, pero pueden
darse todas las alteraciones del impulso que hemos estudiado en el
capítulo 3 de la parte I. Las diversas pulsiones aisladas adquieren
un mayor carácter de urgencia, se acentúan e intensifican y quedan
más o menos despojadas de sus superestructuras civilizadas, o bien
se apagan hasta el descuido de las más vitales necesidades. Las
alteraciones son, por tanto, de índole más bien cuantitativa que cua-
litativa y afectan a las diversas corrientes pulsionales, reforzando a
unas, debilitando a otras, de una manera por completo irregular -e
"~ imprevisible. A un repentino impacto pulsional puede seguir un apa-
gamiento igualmente inesperado y aparentemente sin motivo (véase

20
Publicado primeramente en "Von Erscheinungsbildern zu Grundformen seelischen
Krankseins", fascículo trimestral de la Naturforschende Gesellschaft, de Zurich, 88, 55.
Una exposición más asequible en E. BLEULER: Lehrbuch der Psychiatrie, a.a ed., re-
visada por M. BLEULER. Springer, Berlín-Gottingen-Heidelberg, 1949, pág. 99.
,.BASH • 28
434 PerturbacióD:, circunscrita
1
Parte IV, cap. 4). Tales enfermos bromean, molestan, comen y beben
vorazmente, corren de un lado a otro, quieren ahorcarse en un brusco
acceso de melancolía y unos instantes más tarde miran con indife-
rencia aquello que poco antes les colmaba de excitación. Se dan
también, naturalmente, oscilaciones pulsionales más suaves. Son fre-
'cuentes las intensas y abruptas oscilaciones de humor: las distimias.
La vida afectiva puede tornarse, como en el síndrome psico-
orgánico, más primitiva y desdiferenciada, sin que dicho síndrome
esté presente. Parece notable el que no resulten afectados en todo
ello los procesos retrospectivos y los intelectuales propiamente dichos,
a no ser que exista una combinación con el síndrome psico-orgánico.
Igual que sucede en el síndrome de ruina de la configuración, las
finalidades o metas no se consiguen, a causa de las bruscas osci-
laciones pulsionales, mientras que no se perturba ni la fijación de la
meta, ni el camino que conduce a ella. No pocos enfermos sufren con-
siderablemente a causa de esta discrepancia, ya que la conciencia
de enfermedad puede permanecer conservada hasta en los más gra-
ves estadios de la enfermedad.1'No se halla alterada la capacidad de
notación, ni tampoco la memoria para lo alejado en el tiempo. M.
BLEULER ha introducido en psiquiatría este grupo de síntomas bajo el
nombre de síndrome psíquico cerebral local.
Una importante fundamentación del síndrome cerebral local se
halla representada por las ya varias veces mencionadas investiga-
ciones de WALTHER-BÜEL acerca de la psiquiatría de los tumores cere-
brales, de cuya limitación local e importancia como focos de altera-
ciones no existen dudas. M. BLEULER y colaboradores han mostrado asi-
mismo, a través de detalladas investigaciones en estigmatizados endo-
crinos y en general en pacientes con trastornos hormonales, que casi
todas las endocrinopatías de mediana gravedad muestran síntomas
idénticos a los correspondientes al síndrome cerebral local y, en conse-
cuencia, las han incluido en este último21• El sistema neuroendocrino
constituye un todo sumamente ramificado y altamente diferenciado y
una alteración en un sector relativamente pequeño del mismo conduce,
por tanto, y pese a la más amplia extensión topográfica (ya que las
hormonas se difunden por todo el cuerpo) al mismo resultado que
si hubiese sido lesionada una porción anatómicamente circunscrita.
Esto último sucede en sentido funcional y a veces también en sentido
anatomopatológico, pues el asiento anatómico de la correspondiente

21
BLEULER, M. y cols.: Untersuchungen aus dem Grenzgebiet zwischen Psychopa·
thologie und Endokrinologie, "Arch. f. Psychiat. u. Zeitschr. f. Neurol.", 180 (1948).
BLEULER, M.: Endokrinologische Psychiatrie, Thieme, Stuttgart, 1954.
Lesiones cerebrales 435

formación de hormonas es asimismo circunscrito y con frecuencia


muy reducido (por ejemplo, la hipófisis). Por otra parte, M. BLEULER
señala con razón que casi todas las enfermedades endocrinas pueden
conducir a la formación de focos anatómicos cerebrales y viceversa.
Ciertas intoxicaciones, y si es que no dan lugar a una reacción de
tipo exógeno agudo, pueden obrar en el mismo sentido.

Ejemplo 50 (W 2867), 48 años, hembra.


Un hermano padece eczema, una hija ha tenido vómitos acetonémicos. La paciente
es hija del propietario de una fábrica de curtidos. La familia estaba en buena po-
sición.·Asistió a la escuela y a un instituto para señoritas y conoció durante una es-
tancia en Inglaterra a su primer esposo, que ejercía la misma profesión que el padre
de la paciente y que asistía a una escuela profesional en aquel país. Cuando poco
tiempo después tomó la dirección de una fábrica de curtidos, junto con un primo suyo,
contrajo matrimonio con la paciente. En 1939 y 1941 nacieron dos hijas, que recibieron
lactancia materna durante ocho y seis meses, respectivamente. La leche era tan
abundante que la paciente tenía que hacérsela extraer. Aun cuando la paciente
definía a su marido como "terriblemente exagerado", ambos esposos, que eran muy
aficionados al deporte, ·vivieron en buena armonía durante diez años, hasta que el
marido se enamoró de otra mujer y consiguió el divorcio alegando comportamiento
desconsiderado por parte de ella.
La paciente hizo entonces propósito de vivir exclusivamente para sus hijas y de
no volverse a casar. Sufrió depresiones y se sometió a tratamiento médico después
del divorcio a causa de sufrir trastornos neurocirculatorios, molestias gástricas con
hiperacidez, que el médico consideró como intensamente neuróticas, y cancerofobia.
Poco a poco se fueron estrechando las relaciones amistosas con el primo de su ex
marido hasta concluir en matrimonio.·· El segundo esposo es de una manera de ser
mucho más tranquila que el primero y muy aficionado también al deporte. Ambos
cónyuges deseaban tener hijos, pero en 1951 la paciente tuvo dos abortos, después
de los cuales y por temor a un nuevo fracaso, no se volvió a atrever a quedar em-
barazada. El deseo de tener hijos se hizo en ella cada vez más intenso y toda su
preocupación giraba en torno a la idea de que sus dos hijas estaban ansiosas por
tener un hermano, su suegra un nieto y su marido un hijo. Las relaciones entre los
esposos, que eran excelentes, se complicaron por el hecho de que ambos primos con-
tinuaban trabajando juntos en el mismo negocio. Para evitar encuentros con su primer
marido y el círculo de amistades de este en la pequeña ciudad en que habitaban, la
paciente hacía una vida muy retraída, comenzó a hallar cada vez más fatigosas las
excursiones a la montaña, que anteriormente emprendía con gran placer, rara vez
estaba verdaderamente contenta, se tornó cada vez más sensitiva y veía todo de me-
nera muy pesimista. Durante el verano de 1953 acudió al médico por sospechar un
padecimiento genital que no fue confirmado. Los preparativos para las fiestas de fin
de año parece ser que la fatigaron de un modo desmesurado. Entre las Navidades
de 1953 y el comienzo de 1954 se la escaparon dos perros de caza a los que quería
mucho y no aparecieron sino al cabo de varios días. Este accidente desencadenó en
ella una reacción depresiva tan intensa como si se hubiese tratado de la pérdida de
un hijo y que tanto ella misma como su marido reconocieron como desproporcionada
con la importancia del suceso. Hacia fines de enero, la paciente enfermó con unas
molestias sospechosas al principio de colecistitis, acompañadas de vómitos, los cuales
prosiguieron aun después de cesar los restantes síntomas, haciéndose crónicos. El
436 Perturbación circunscrita

médico que la reconoció encontró un acentuado nistagmus, diplopia dudosa y un


Romberg positivo igualmente dudoso. Desde el punto de vista subjetivo había cefalea
y escotomas centelleantes. La paciente comía poco, adelgazó, no tenía ganas de nada,
descuidaba notablemente su arreglo personal y lloraba fácilmente.
En el hospital en que fue ingresada para realizar exploraciones complementarias
no se encontró al principio, objetivamente, más que el mencionado nistagmus, una
ligera ataxia y signos de gastritis espástica. Continuaba vomitando. Como reaccionaba
de un modo extremadamente sensitivo en cuanto se rozaba la cuestión referente a la
falta de hijos en su segundo matrimonio, se sospechó una reacción psicógena, ínter-
pretándose los vómitos como una imitación del vómito de las embarazadas. Pero con
esto se hallaba en contradicción el hecho de que la enferma no había sufrido apenas
de vómitos durante sus anteriores embarazos. La excesiva producción láctea, la lac-
tancia prolongada de sus dos hijas y la intensa repleción de los senos antes de los
dos abortos sufridos, mencionada por la enferma, hacían pensar en una híperproduc-
cíón de hormona hipofisaria lactógena. Ya que esta Última fomenta las pulsiones y
sentimientos maternales, desde este punto de vista podría encontrar justificación el
intenso deseo de hijos durante el segundo matrimonio, aun cuando su marido no le
reprochaba nada al respecto y ella misma tenía ya dos hijas. También se explicaría
a través de dicha acción hormonal su excesiva reacción al desaparecer los perros.
La pulsión hacia la maternidad se hallaba, por tanto, especialmente alterada, así como
la impulsividad en general y el humor. Los datos proporcionados por el examen psÍ·
quico podrían ser interpretados como correspondientes a un síndrome psíquico cere-
bral local, dentro de una sospecha de tumor cerebral, basada sobre todo en el nis·
tagmus y los vómitos.
En una clínica neuroquirúrgica no fue posible lograr que el sistema ventricular se
llenase de aire, ni con una neumoencefalografía, ni con una ventriculografía. En el
electroencefalograma se hallaba ausente el ritmo básico dominante; las frecuencias
alfa eran escasas y en ambos hemisferios predominaban ondas lentas, rítmicas, con
tendencia a formar fases. Tales hallazgos hablaban en favor de un compromiso por
parte de los centros reguladores subcorticales, a causa probablemente de una com-
presión ejercida sobre el tronco cerebral. La intervención quirúrgica permitió descu-
brir un meduloblastoma del tamaño aproximado de una avellana en el techo del
cuarto ventrículo. Pudo ser extirpado.

Diagnóstico: Síndrome de perturbación circunscrita (síndrome psíquico cerebral local)


en meduloblastoma del cuarto ventrículo.

Aparte de los trabajos de la escuela de BLEULER, merece especial


mención un trabajo que posee importancia con respecto a la doctrina
del síndrome de perturbación circunscrita, aun cuando su autor no
tuvo especial intención de que así fuese. En la tentativa de captar
la naturaleza biológica de la inteligencia general, W. C. HALSTEAD 22
ha investigado en la clínica neuroquirúrgica de la Universidad de
Chicago y con métodos completamente distintos a los métodos clí-
nicos empleados por BLEULER, 50 pacientes a los cuales había sido
extirpado por indicación quirúrgica un lóbulo cerebral o una consi-

22
H.11.LSTEAD, W.11.RD, C.: Brain and Intelligence, Univ. of Chicago Press, Chicago, 1947.
Lesiones cerebrales 437

derable parte del mismo (lobectomíc), además de 138 pacientes con


fracturas cerradas de cráneo y 30 sujetos, entre sanos y neuróticos,
como grupos de control. Aparte de la exploración clínica, neuroló-
gica y psiquiátrica, fue empleada una batería de 27 tests. Estos com-
prendían, además de los corrientes para exploración de la inteligen-
cia, en parte verbales, en parte ejecutivos, un cierto número de sen-
cillas pruebas psicomotoras, de la capacidad de rendimiento, tales
como reacciones selectivas, apreciaciones de lapsos de tiempo, fre-
cuencia crítica de fusión de centelleo, tareas de distribución en gru-
pos, agudeza visual central y periférica, etc. A partir de todas ellas se
obtuvieron resultados numéricos que, una vez elaborados mediante
análisis factorial, permitieron dilucidar aquellos factores responsa-
bles de los rendimientos en los tests, así como las oscilaciones en
cuanto a los resultados y los eventuales fallos en comparación con
los procedentes de sujetos sanos.
Fueron aislados los siguientes factores:
l. Un factor de campo, C, central e integrador. Este factor re-
presenta la experiencia organizada del individuo. Es la función bá-
sica de "lo conocido", en relación con la cual es comprobado e inte-
grado lo psicológicamente "nuevo". En su sector correspondiente, lo
adquirido se fusiona con la inteligencia adaptadora.
2. Un factor de abstracción, A. Se trata de la capacidad básica
para agrupar conforme a un criterio, como en la formación de con-
ceptos, y abarca la captación de semejanzas y diferencias esenciales.
3. Un factor P, de potencia o fuerza (power). Este factor refleja
de modo directo el factor representado por la energía cerebral.
4. Un factor de dirección D (direction). Representa el medio a
través del cual los factores procesuales hasta ahora mencionados se
despliegan hacia fuera en un momento dado. En la vertiente motriz
determina la vía terminal común, en la sensorial la modalidad sen-
sorial correspondiente.
En los factores C y A reconocemos nosotros los procesos generales
de integración y düerenciación, cuyos trastornos son de esperar en
toda lesión cerebral. El factor P no se diferencia mucho de aquello que
denominamos "impulso" y el factor direccional D podría correspondar
a las pulsiones que marcan direcciones. Resulta notable que en \
una investigación tan cuidadosa y concienzuda no se hayan tenido \
en cuenta los estados de ánimo y los afectos. Salta por otra parte
a la vista la concidencia con el síndrome cerebral local de BLEULER
y con las conclusiones generales que aquí venimos exponiendo. Tan-
438 Perturbación circunscrita

to más cuanto que la índole y grado de las perturbaciones no se


muestran vinculados ni al asiento ni a la magnitud de la lesión, si se
exceptúa el hecho de que en la localización frontal, uni o bilateral,
el perjuicio ocasionado en los rendimientos de los tests es conside-
rablemente mayor que en otra localización cualquiera de la misma
extensión. HALSTEAD, en contraposición con BLEUER y con WALTHER-
BÜEL, deduce de ello una significación especial del lóbulo frontal
con respecto a las actividades psíquicas de orden más elevado.
Para reconocer un síndrome cerebral local es preciso deslindarlo
primeramente de los siguientes componentes del cuadro clínico ge-
neral:
l. Los efectos agudos y generales del insulto, tales como entur-
biamiento de conciencia en sus diversos grados, el síndrome de ruina
de la configuración y la reacción de tipo exógeno agudo en general,
la cual puede darse muy bien al comienzo del síndrome cerebral
local (esto más bien en lesiones graves y de iniciación más o menos
brusca). ,
2. Los síndromes específicos de la enfermedad base, por ejem-
plo, de una encefalitis letárgica, cuyas secuelas (parkinsonismo pos-
encefalítico) corresponden a uno de los más notorios ejemplos de
síndrome cerebral local y son referibles en su mayor parte a la lesión
selectiva de la sustancia nigra.
3. , Los signos locales del foco, independientemente de la índole
de este último/ Antes se otorgaba mucha mayor importancia a la
naturaleza del foco; pero con pocas excepciones la presunta espe-
cificidad de ésta ha perdido gran parte del valor que se la otorgaba.
Esto no significa, por ejemplo, que no existan en absoluto localiza-
ciones cerebrales. Pero parece ser que estas son mucho menos claras
y definidas de lo que se creía antes y semejan consistir, además, en
una preferencia parcialmente funcional por ciertos territorios o áreas,
sin exclusión de otras. No podemos entrar aquí en este interesatne
problema neuropsiquiátrico, así como tampoco en el estudio de los
signos locales.
4. Los efectos generales y crónicos del foco, que pueden ser
ocasionados por compresión, estancamiento de líquido céfalorraquí-
deo, intoxicación por productos metabólicos patológicos a partir del
tejido alterado o bien en una inundación hormonal, por trastornos se-
cundarios de irrigación o incluso por crecimiento infiltrativo de lesio-
nes cerebrales difusas. Todo ello puede dar lugar a un síndrome
, psico-orgánico.
Lesiones cerebrales 439

5. Elaboración secundaria, psicorreactiva, de la lesión sufrida. /


Resta una forma básica de modos de reacción psicosomáticcos
cuyas causas, al parecer tan hererogéneas, pueden reducirse sin es-
fuerzo a un común denominador con ayuda del principio de isomor-
fismo.
J. BAsH-LIECHTI me ha llamado muy justamente la atención acer-
ca de que en otro amplio círculo morboso: el de las neurosis, se dan
también alteraciones del impulso, de las diversas pulsiones y de la
afectividad, sin alteraciones generales de la capacidad de notación
y de la inteligencia. Sabido es que las neurosis han sido consideradas
desde el comienzo de la moderna psiquiatría como enfermedades de
las pulsiones y designadas incluso a veces de acuerdo con ello Gas
"hormopatías" de R. BnuN) y asimismo que unas veces se ha hecho
responsable de cuanto es neurótico a una pulsión determinada, otras
veces a otra distinta.
Pero esto último carece aquí de importancia; lo que sí que la
tiene, y en lo que hay coincidencia general, es que en el cuadro
clínico neurótico participan en grado considerable las alteraciones
de las pulsiones, ya como causas, ya como síntomas. La participación
igualmente importante de las alteraciones del impulso y del estado
básico del ánimo no puede quedar mejor expresada. que en la famosa
definición de FREUD acerca de los fines perseguidos por la terapéutica
analítica de las neurosis: restablecimiento de la capacidad de ren-
dimiento y de la capacidad para gozar. La capacidad de rendimiento
se podría atribuir en último término al impulso, la de goce, al estado
de ánimo. Si no son los síntomas de índole más complicada los que
se oponen a dicha capacidad de rendimiento y goce, son los direc-
tamente ocasionadas por la afección inmediata de una de estas ca-
pacidades, o de ambas, lo que obliga al paciente a ir al médico. Si
no es él mismo el que se queja acerca de ello al médico, son casi
siempre sus parientes los que lo hacen por él. Incluso cuando las
quejas no son formuladas o se refieren a otras cosas, una mera anam-
nesis basta para descubrir sentimientos de decontento y de cansan-
cio, pérdida de capacidad de tensión y energía o bien un manteni-
miento de la misma a costa de un sobresfuerzo subjetivo, de pena-
lidades, aflicciones y del gran factor común representado por la in-
hibición, acompañado siempre todo ello por una disminución efectiva
del impulso o por un aumento de las exigencias planteadas a la
energía impulsiva disponible. Con frecuencia son realizadas tentati-
vas espasmódicas para ocultar las oscilaciones de humor, la irrita-
bilidad, las negras depresiones y la desesperación; pero se siguen
440 Perturbación circunscrita

manifestando a los ojos de los demás, quizá más evidentemente de


lo que cree el propio sujeto.
Frente a todo esto, las capacidades intelectuales sufren tan solo
de un modo secundario, bien a causa de la debilidad del impulso y
la inhibición o bien por deformación de origen afectivo. Tampoco
resultan perjudicadas la capacidad de notación y la memoria, excepto
en aquellos casos en que existe represión o en que al paciente le es
difícil concentrarse.
f' Puede alegarse contra esto, con razón, el que en las neurosis las
alteraciones del estado de ánimo y de las pulsiones por una parte, y
por otra el desarrollo de la personalidad, se hallan vinculadas entre
sí de un modo más fácilmente comprensible, ofrecen un cuadro más
coherente y rico en expresión y también el que en muchas moda-
lidades de neurosis falta aquello de índole completamente imprevista
que es propio del brotar súbito de pulsiones y estados de ánimo.
Pero todo ello, cuya exactitud es innegable, resulta dudoso que cons-
tituya una auténtica objeción contra la posible pertenencia de las
neurosis a la misma forma básica de modos de reacción psíquica.
En nuestra opinión, sí que pertenecen. La mutua vinculación, com-
prensible, de los síntomas neuróticos, su simbolismo y rica ornamen-
tación con imágenes expresarían más bien la mayor complicación
e integración del nivel psíquico en el cual surgen, lo cual supondría,
en cierto modo, un "signo de localización" en lo psíquico parango-
nable a los existentes en lo somático (compárese el punto 3 arriba
mencionado). En parte, constituirían también expresión de la elabo-
ración secundaria. La relación es comparable a la que existe entre
el delirio psicótico endógeno y el orgánico, o bien entre las correspon-
dientes alucinaciones. Siempre que el acento principal de las circuns-
tancias que nos son dadas observar recae sobre lo llamado "corporal",
parece que encontramos hechos psíquicos más sencillos, impenetra-
bles a nuestra comprensión; pero más bien explicables de modo cau-
sal y allí donde lo acentuado es lo llamado "psíquico" vemos lo con-
trario.
Hemos de preguntarnos, sin embargo, si esto no refleja más
bien las condiciones y límites de nuestra propia posibilidad de co-
nocer y no un auténtico estado de cosas. Pues a causa del isomor-
fismo que abarca a ambos dominios de la experiencia, y a causa
también de la necesidad de un sustrato material para todo aconte-
cer psíquico, por complicado que sea, la admisión de leyes distintas
y aparte para lo "psíquico" y para lo "corporal" 110 estaría justifi-
cada.
La estructura básica, de orden configurativo, de alteraciones pa-
Lesiones cerebrales 441

tológicas con idénticos síntomas fundamentales sería la misma en


la neurosis y en el síndrome cerebral local: la de una perturbación
circunscrita en un campo por lo demás relativamente intacto. Es
precisamente en las neurosis donde más motivo encontramos para
afirmar esto, ya que con respecto a ellas, y desde JUNG, existe unanimi-
dad incluso por lo que se refiere a los sectores psicoterapéuticos más
alejados de dicho autor, acerca de que las alteraciones pulsionales
neuróticas se condensan en complejos afectivamente cargados. Ahora
bien; el complejo constituye el prototipo de un centro psíquico, cir-
cunscrito, de perturbación e incluso investigadores que no se pre-
ocupan mucho por la teoría del campo así lo admiten. Por ello nos
creemos justficados para situar la neurosis, de modo fundamental
y considerada, dentro de una amplia perspectiva, dentro de la cons-
telación formada, además de por ella, por el síndrome cerebral local
y por el síndrome psicoendocrino. Y ello a pesar de cuantas dífe-
rendas, lógicas y de importancia, existen entre las tres entidades.
»: El significado literal de la denominación "síndrome cerebral local"
perdió vigencia cuando se incluyeron las endocrinopatías dentro de
su círculo y lo perdería por completo si ampliásemos este círculo para
incluir también dentro de él las neurosis. Proponemos, por tanto, de-
nominar a esta forma de reacción que surge en focos cerebrales cir-
cunscritos, endocrinopatías, neurosis y ciertas psicopatías (ver más
adelante) síndrome de perturbación circunscrita, con. lo cual quedan
expresadas su esencia y su patogenia.
A pesar de que no se debe aumentar sin necesidad la ya dema-
siado amplia terminología psiquiátrica, en este caso no hay más
remedio que hacerlo, en parte por abarcar el síndrome de perturba-
ción circunscrita algo más y algo distinto que el síndrome cerebral
local de M. BLEULER, y en parte también porque la expresión de "cir-
cunscrito" se ha de referir al isomorfismo configuracional, y no ex-
clusivamente a la anatomía patológica. Desde luego, los síntomas de
que se compone el síndrome de perturbación circunscrita son .los mis-
mos que los correspondientes al síndrome cerebral local de BLEULER
o al psícosíndrome endocrino del mismo autor, mas con arreglo a
nuestro concepto quedan ampliadas tanto las condiciones de su for-
mación como su aparición dentro del síndrome. Así, pues, tales dife-
rencias hacían preciso una nueva denominación.
Dentro de este síndrome de perturbación circunscrita habría que
incluir por último, y en nuestra opinión, otro grupo de desviaciones
psíquicas, grupo que se hallaría más próximo que las neurosis a la
primitiva concepción de BLEULER. Se trata de aquellas psicopatías en
que el c·mdro está dominado por trastornos de las diversas pulsiones.
442 Perturbación circunscrita

Se trataría, en primer término, de psicópatas esquizoides, histéricos,


obsesivos y muchos de los sexuales; en segundo lugar vendrían los
psicópatas sensibles, los impulsivos, los afectados por infantilismo
y los de ánimo rudo. Con respecto a ellos no es menos válida que
para aquellos pacientes con lesiones cerebrales manifiestan la tría-
da correspondiente al síndrome de perturbación circunscrita. No fal-
tan, por otra parte, vinculaciones con las restantes entidades inclui-
das en el síndrome de perturbación circunscrita. Por una parte tene-
mos el hecho indudable de que psicopatía y estigmatización endo-
crino-vegetativa se dan frecuentemente unidas, aun cuando no es
obligado que así suceda. Por otro lado no cesan las tentativas reali-
zadas, bien para negar las neurosis en general y para incluirlas en
bloque dentro de las psicopatías, o bien para, de una manera más .
moderada y ·sensata, referir el cuadro sintomático neurótico, y en
último término la elección de neurosis a la acción conjunta de me-
dio ambiente y predisposición. Contra esto último apenas cabe algo
que objetar, pues incluso el ·análisis más a fondo permanece igno-
rante, por lo que se refiere a la cuestión representada por la elección
de tipo de neurosis, así como ante lo referente al porqué, y bajo
idénticas condiciones, ciertas personas se vuelven neuróticas y otras
en cambio no. Ha de recordarse, por último, que en Psiquiatría clí-
nica se ha aludido con frecuencia a la existencia de rasgos seme-
jantes a los de neurosis en enfermedades que sin duda alguna co-
rresponden al ámbito del síndrome cerebral local, tales como la
·. encefalitis epidémica y sus secuelas. Las expresiones empleadas
para designar tales rasgos, como las de seudoneurasténico o seu-
do neurótico, alcanzan así un significado que supera lo meramente
descriptivo.
Así, pues, al síndrome de perturbación circunscrita habría de
serle reconocida una etiología, desde luego, muy variada, pero una
patogenia estructuralmente unitaria. Desde el punto de vista tem-
poral, y lo mismo que al síndrome psico-orgánico, debe incluírsele
entre los cursos más crónicos. Esto aparece del modo más claro en
)las psicopatías y en las enfermedades constitucionalmente estig-
matizadas de un modo endocrino. Mas también las enfermedades
endocrinas propiamente dichas son de índole crónica, así como las
del diencéfalo y el parkinsonismo posencefálico. Resultan también
típicos y han sido profundamente estudiados los estados finales sur-
gidos, por ejemplo, después de una herida cerebral curada o de una
extirpación tumoral. El cuadro más puro, incluso, lo ofrecen las neu-
rosis más crónicas, que se van alejando cada vez más a causa de la
represión y las superestructuras, de la relación entre circunstancias
Resumen 443

desencadenantes (es decir, las "causas") y el síntoma, relación que


al principio aparece muchas veces como bastante clara. El síndrome
local circunscrito, al igual que el síndrome psico-orgánico difuso, pe-
netra sin duda alguna hasta los comienzos agudos de algunas de
las enfermedades que en él desembocan. En el capítulo siguiente
expondremos con detalle nuestra posición con respecto a las relacio-
nes temporales y topográficas existentes entre los grandes síndro-
mes. (Véanse los ejemplos 6, 7, 11, 17, 32, 34, 45, 46.)

RESUMEN.-EI síndrome de perturbación local circunscrita com-


prende alteraciones inespecíficas, pero obligadas, en tres sectores
correspondientes al impulso, a las pulsiones aisladas y al estado de
ánimo.
Es provocado por perturbaciones circunscritas en amplios sistemas
psicosomáticos de cualquier índole. Fue reconocido primeramente en
el sistema nervioso central. Más adelante fue demostrado en el sistema
neuroendocrino (síndrome cerebral local y síndrome psicoendocrino,
según M. BLEULER), y, luego, en perturbaciones psíquicas configu­
rativamente circunscritas y sin base somática apreciable (neurosis y
ciertas psicopatías). El principio de isomorfismo permite reducir a un
común denominador perturbaciones de etiología · tan diversa, pero de
idéntico carácter configurativo.
CAPITULO VII

Las relaciones de las grandes síndromes


psiquiátricos . entre si

Después de considerar los diversos síndromes aisladamente, nos


resta, desde un punto de vista de ordenación científica, el estudio de
sus relaciones entre sí. Esto ha de constituir el tema del presente ca-
pítulo final y para ello hemos de tener siempre en cuenta que nos
aventuramos en un terreno hipotético, más aún de lo que lo hemos
hecho hasta ahora. Cuando el estudioso se ha llegado a familiarizar
con el saber correspondiente a una disciplina, no se le puede repro-
char que exija se le explique de qué modo se conciben las íntimas
relaciones entre los hechos, y esta exigencia ha de ser aceptada por
la ciencia, siempre que no pretenda otorgar arbitrariamente a sus
concepciones el carácter de hechos firmes y bien asegurados.
Al describir los síndromes han de haber llamado la atención del
lector ciertos aspectos de los mismos que frecuentemente se repetían
y que resultan adecuados para proporcionar un sistema de referencia
con arreglo al cual establecer una ordenación de los síndromes. Se
trata, por una parte, de los aspectos de agudeza o de cronicidad, y por
otra, de los de circunscripción o difusión de las lesiones. Tales as-
pectos quedan ya expresados en los nombres mismos de ciertos sín-
dromes, como sucede con el de reacción de tipo exógeno agudo y en
el de síndrome cerebral local o de perturbación circunscrita, y por
otra parte constituyen rasgos esenciales de los mismos. El síndrome
psico-orgánico nos ofrece un ejemplo clásico, especialmente claro y
excelente. "En cuanto hoy en día sabemos, este psicosíndrome parece
altamente característico de las lesiones cerebrales difusas; es, sin em-
bargo, absolutamente no característico con respecto a la génesis de
tales lesiones corticales." (E. BLEULER 23.) Sea cual fuere el nombre de
la entidad clínica en que aparece, representa de manera indudable el
síndrome de la lesión crónica cerebral difusa. Como ya hemos visto,
y en ciertos casos no demasiado frecuentes, puede hallarse presente
incluso durante el estadio agudo de la enfermedad y pudiendo ser en-

23
E. BLEULER: Lehrbuch der Psychiatrie, 9.ª ed., revisada por M. BLEULER. Springer,
1955, pág. 116.
446 Grandes síndromes

tonces reversible, o también cabe se desarrolle a partir de una le-


sión focal que se ha convertido en crónica, como una cicatriz cerebral
o un tumor. Es decir, sus extremos penetran dentro de los límites de
territorios vecinos. Por esto, y por ser los conceptos de "agudo", "cró-
nico", "focal" y "difuso" tan solo relativos y sin delimitación estricta
entre sí, el esquema número 4 resulta adecuado para representar el
síndrome psico-orgánico. La ordenada representa el eje temporal, la
abscisa, la extensión relativa de la lesión. El desplazamiento de la
orientación general del triángulo en una dirección determinada, en
este caso hacia la derecha y abajo, no solamente corresponde a la
frecuencia del síndrome, sino también a su intensificación cuando
aumentan los factores de difusión y cronicidad.

Síndrome psico-orgánico Síndrome de perturbación


circunscrl. ta

Focal Difuso Focal Difuso

Figura 4 Figura 5

El hecho de que en ocasiones los focos anatómicamente circuns-


critos puedan producir también el cuadro de psicosíndrome orgánico
es lo que hace que M. BLEULER emplee la mencionada y prudente ex-
presión de "en alto grado ... característico" y las no menos prudentes
frases: "Dado el actual estado de la patología cerebral, permanece
aún abierta la cuestión relativa a la posibilidad de precisar más, con
el tiempo, la fundamentación localizatoria cerebral del psicosíndrome
orgánico. Por ello no me atrevo aún a emplear el término de "psico-
síndrome cerebral difuso" (ob. cit. pág. 116). Ya que los focos anató-
micamente circunscritos, que con arreglo a nuestros actuales conoci-
mientos pueden dar lugar a un psicosíndrome orgánico, son aquellos
que se localizan en tronco cerebral y sobre todo en tálamo, mientras
que no lo ocasionan los focos circunscritos de la corteza cerebral, las
reservas de BLEULER han de referirse al hallazgo de localizaciones más
estrictas y exactas de lesiones capaces de conducir al cuadro clínico
Perturbación circunscrita 44·¡

del psicosíndrome orgamco. Mas en lo que sigue hemos de ver que


tales reservas carecen de fundamento si planteamos las cuestiones
tal como aquí lo hacemos, ofreciéndosenos entonces la posibilidad de
hablar de un psicosíndrome orgánico difuso como expresión psicopa-
tológica de una lesión cerebral crónica y difusa.
Resulta asimismo posible la inclusión, en el mismo esquema, del
síndrome de perturbación circunscrita, de modo igualmente unívoco
y bien fundamentado. En el capítulo VI de esta parte de la presente
obra hemos expuesto ya su carácter básicamente focal; es decir,
circunscrito, aludiendo al hacerlo así al principio de isomorfismo. Las
transiciones, más arriba mencionadas, al psicosíndrome orgánico cró-
nico, son asimismo válidas aquí, pero en sentido inverso, de modo tal
que uno de los vértices del triángulo se extiende hacia la derecha. Ya
hemos mencionado también que la gran mayoría de los síndromes de
perturbación circunscrita han sido demostrados e investigados en casos
crónicos. Las lesiones cerebrales focales recientes, las crisis endocri-
nas, las reacciones neuróticas de breve duración muestran, en cam-
bio, cuadros sintomáticos en los que predominan otros rasgos. Tanto
las neurosis como las endocrinopatías, así como los tumores cere-
brales, constituyen circunstancias persistentes, las cuales representa-
ron la base clínica sobre la cual erigió BLEULER1 en su tiempo, el con-
cepto de psicosíndrome cerebral local. Así, pues, el síndrome de per-
turbación circunscrita representa un estado más -o menos estacionario,
o bien un proceso lentamente progresivo, tras un perjuicio circunscrito
de índole anatómica, endocrina o psíquica; mas puede darse también
dentro de reacciones agudas, siendo así el correspondiente esquema
el de la figura 5.
¿Qué sucede con los síndromes de perturbación agudos? Sin duda
alguna, la reacción de tipo exógeno agudo corresponde a ellos, o,
mejor dicho, constituye su prototipo. Resulta más frecuente y marcado
en lesiones muy recientes, para disminuir después tanto en frecuen-
cia como en acentuación; pero se da igualmente en lesiones circuns-
critas y en las más extensas y puede proceder tanto al síndrome de
perturbación círcunscríto, como al síndrome psico-orgánico. Su esque-
ma correspondiente es, por tanto, el de la figura 6.
Recordemos ahora que la reacción de tipo exógeno agudo compren-
de, como componentes psicopatológicos principales, al síndrome de la
ruina de la configuración y la obnubilación (en el sentido de un entur-
biamiento de conciencia de índole diversa a la del sueño). Se nos
plantea ahora la cuestión referente a si estos síntomas pueden ocu-
par un puesto dentro del esquema general.
Sabemos que según WALTHER-BÜEL y otros autores, la obnubila-
448 Grandes síndromes

cion resulta, en la mayoría de los casos, de un perjuicio cerebral


más o menos difuso, que en los casos de tumor depende casi siempre
del aumento de la presión intracraneal y que alude, por otra parte, a
causas tan bien conocidas como son los traumas cráneo-encefálicos
amplios y obtusos, el edema cerebral, la anoxemia y la intoxicación.

Reacci6n de tipo exógeno agudo O b n u b l a e i ó n

Focal Difuso Focal Difuso

Agudo~ Agudo

Crónico
Figura 6 Figura 7

Todos ellos constituyen factores difusos, lo cual no excluye, desde


luego, una mayor acentuación de la acción de los mismos sobre loca-
lizaciones circunscritas. Sobre este punto hemos de insistir. Por otra
parte, resulta importante el hecho de que, junto con el enturbiamiento
de conciencia, aparecen alteraciones electroencefalográficas de índole
en absoluto difusa, ya se trate de un estado de sueño, ya de obnubi-
lación, de coma, de una ausencia epiléptica o de estados crepuscula-
res, con excepción de aquellos de índole productiva que coinciden con
una normalización del E. E. G. El acceso epiléptico focal típico no
afecta al estado de conciencia, si bien ello puede acontecer de un
modo facultativo. Por el contrario, el acceso epiléptico generaliza-
do lo afecta siempre. De nuevo hemos de contar con la posibilidad
de que tales alteraciones difusas sean provocadas y dirigidas a par-
tir de un centro circunscrito. A tal posibilidad parece ser ya a la que
apuntan ciertos casos aislados de tumores del tronco cerebral, así
como los resultados de numerosos experimentos. PENFIELD y JASPER
han resumido estos últimos en su obra standard 24•
Sobre la base de numerosos datos experimentales y clínicos se
admite hoy en día, en general, que el grado de conciencia está deter-
minado, en cada momento, por un sector superior del tronco cerebral
que abarca el diencéfalo, el mesencéfalo y quizá también la porción

24
PENFIELD, W. y H. JASPER: Epilepsy and the Functional Anatomy oi the Human
Brain. (Little Brown. Boston, 1954.)
Obnubilación 449

superior del puente y que posee "relaciones funcionales equivalentes


con ambos hemisferios" 25• Dicho autor parece mostrar unas ciertas
subdivisiones funcionales y topográficas. Las mencionadas relaciones
funcionales se realizan a través de sistemas de proyección cortical
difusos. El conjunto de este sistema, que abarca la porción superior del
tronco cerebral, las vías de proyección y la corteza, ha sido designado
por PENFIELD y JASPER como "sistema centrencefálico" y viene a coin-
cidir, al menos en parte, y como hacen destacar los mencionados auto-
res 26, con el "sistema reticular ascendente" de MAGOUN y colabora-
dores.
PENFIELD y JASPER conciben la relación existente entre la porción
inferior (tronco) y la superior (corteza) del sistema centrencefálico como
de dependencia mutua. Otros investigadores otorgan mayor impor-
tancia a uno u otro sector. Los mencionados autores escriben 27: "El
hecho de que la estimulación eléctrica de ciertas porciones circuns-
critas del diencéfalo pueda provocar asimismo ciertos rasgos E. E. G.
de la epilepsia de "petit mal" y de "grand mal" y de que exista en la
porción superior del tronco cerebral un sistema de neuronas estrecha-
mente vinculadas entre sí, cuyas proyecciones, que irradian· difusa-
mente hacia corteza, pueden dar lugar a dicho efecto, hace que poda-
mos prescindir de la admisión de una enfermedad que afecte a la
totalidad del tronco cerebral para esclarecer la patogenia de los acce-
sos correspondientes al "nivel superior". Esto aparece a primera vista
como una refutación de nuestra hipótesis acerca de las alteraciones
difusas. Mas si se considera atentamente, aparece más bien como una
confirmación de las mismas.
Tal confirmación, con arreglo a nuestro punto de vista, se halla
implicada en la mencionada índole de las relaciones (anatómicas y
fisiológicas) existentes entre los sectores del sistema centrencefálico.
Tales relaciones consisten en un sistema de proyección, el cual enlaza
un terriotrio circunscrito del tronco cerebral con un sector difuso de
la corteza. Tal relación es, sin duda, bilateral y mutua, aun cuando
no todos los autores se hallan de acuerdo acerca del grado de la
misma. Ello tiene como consecuencia que prácticamente toda altera-
ción focal del sector inferior del sistema centrencefálico, por topo-
gráficamente mínima que sea, provoque una alteración difusa rela-
tivamente amplia en el sector superior o cortical del mismo, de modo
análogo a como una mancha en la superficie de una bombilla arroja

25
Ob. cit., página 156.
26
Ob. cit., página 162.
11:t Ob. cit., página 495.
BASH ~ 29
450 Grandes síndromes

una amplia sombra. Y por el contrario, las alteraciones del sector


superior deberán revestir un carácter relativamente amplio; es decir,
difuso, para poder influir de manera apreciable sobre el sector infe-
rior, donde vienen a converger sus proyecciones. (La sombra de un
objeto de dimensiones reducidas y situado a cierta distancia de una
bombilla encendida ·no interfiere de modo apreciable la luminosidad
general; pero sí cuando aproximamos dicho objeto a la bombilla.) Así,
pues, las alteraciones circunscritas del sector inferior son isomorfas con
las alteraciones amplias del sector superior; es decir, desde el punto
de vista configurativo son difusas. Tal afirmación no es susceptible
de ser establecida a la inversa. Aquellos cambios que conducen a una
aminoración del grado de conciencia, al enturbiamiento o a la obnu-
bilación (y también, naturalmente, aquellos otros que conducen a una
mayor lucidez), revisten, por tanto, carácter difuso, aun cuando no
sean difusos desde el punto de vista anatómico, topográfico y espa-
cial. Ello confirma de nuevo el principio del isomorfismo configurativo.
El esquema de la obnubilación puede representarse, por tanto, tal
como lo hacemos en la figura 7.
En esta última queda asimismo expresado, si se la compara con
la figura 4, el hecho de que ciertas, si bien no todas las obnubilacio-
nes, derivan hacia un psicosíndrome orgánico. Si tenemos además en
cuenta las reflexiones arriba consignadas, podemos considerar como
disipadas todas las dudas restantes acerca del carácter difuso del
psicosínclrome orgánico. Ya hemos visto que procedían de la posibili-
dad, a primera vista no excluible, de que dicho síndrome pudiese re-
sultar originado, y aparte de por alteraciones difusas; es decir, en
lugar de estas, por alteraciones circunscritas. Sin embargo, y aun
cuando tal posibilidad hubiera de resultar confirmada, la índole fun-
damental del síndrome permanecería siendo difusa, pues no cabe
duda que con arreglo a nuestros actuales conocimientos, son en gene-
ral precisas alteraciones difusas para provocarlo. Aquellas alteracio-
nes emanadas de un foco y que conducirían a la aparición de un
psicosíndrome orgánico deberían adoptar, por tanto, al igual que en
el síndrome de enturbiamiento, un carácter difuso, y con toda posibi-
lidad deberían extenderse a través de un sistema difuso de proyec-
ción.
Comparando la figura 7 con la 4 se advierte asimismo que tan-
to esquemáticamente, como de hecho, la obnubilación y el síndrome
de perturbación circunscrita se comportan clínicamente de un modo
complementario. Tal complementación, así como las ocasionales coin-
cidencias y superposiciones, han dado lugar a que el concepto de
obnubilación y el de "enturbiamiento de conciencia" sean empleados
Obnubilación 451

en ocasiones en un sentido en exceso amplio y ya no unívoco, como


explicaremos seguidamente.
La obnubilación, en el sentido habitual del término y como síndro-
me clínico, define algo más que el descenso primario del nivel de
lucidez de conciencia, tal como lo hemos expuesto como mero síntoma
en la parte l. En muchos casos, mas no en todos (recuérdense, por
ejemplo, los sonámbulos), coincide con una aminoración característi-
ca del impulso y con un trastorno de la atención. Se dan un afloja-
miento de la tensión de esta última, una dificultad y lentificación de
los cursos conscientes de las representaciones, una dificultad en al
concentración del pensamiento y una fatiga rápida, todo lo cual ha
permitido a WALTHER-BÜEL calificar a la serie de estados que van de
la obnubilación hasta el coma de "síndrome de paralización psíquica".
Esto es confundido fácilmente con el síndrome psico-orgánico. Am-
bos síndromes poseen de hecho, y sobre poco más o menos, los mismos
síndromes aislados; pero estos tienen en cada uno de aquellos un
valor distinto. Según el mencionado autor 28, el trastorno de la atención
es síntoma obligado de la obnubilación, mientras que en el síndrome
psico-orgánico se trata de un síntoma facultativo; de modo inverso se
comporta el trastorno de la capacidad de notación. El curso lento del
acontecer psíquico alude más bien a una obnubilación, y lo mismo
sucede con la apatía, la fatigabilidad y la debilidad de concentración,
cuando estos síntomas destacan dentro del cuadro general. El trastorno
de la captación sintética surge en el síndrome psico-orgánico como
expresión, sobre todo, de un alterado captar de la figura y de la
configuración; en la obnubilación es más que nada una consecuen-
cia de la lentificación general de todos los procesos psíquicos, del
adormecimiento y de la debilidad de concentración. Por lo que se
refiere a las diferencias, hay que subrayar que la labilidad afectiva
corresponde más bien al síndrome psico-orgánico, mientras que en la
obnubilación se dan, en los sectores afectivos, distimias unitarias, no
lábiles. En el síndrome de paralización no se puede hablar jamás de
una demencia, sino a lo sumo de un estado confusional.
El notable papel que desempeñan las alteraciones de la atención
en la obnubilación, considerada esta última como síndrome clínico,
puede comprenderse con ayuda de las siguientes reflexiones:
La figura, en un campo consciente (y conste que hablamos delibe-
radamente de "campo" y no de "ámbito" o de sector), es, por regla
general, más destacadamente consciente que el fondo. Si por una
causa cualquiera tiene lugar un descenso general del nivel de concien-

28
Loe. cit., pág. 81.
452 Grandes síndromes

cia, tal descenso acostumbra señalarse en primer término en los puntos


más acentuadamente conscientes; es decir, en la figura o figuras. Con
ello pierde el campo no solamente su lucidez general, sino también,
y en parte, por lo que respecta a su articulación, el contraste figura-
fondo, el cual se difumina y así se llega a las típicas alteraciones de
la atención, tan características del estado obnubilado. Las vivencias
del presueño y las represiones nos confirman esta afectación selectiva
de las partes más conscienets del campo, correspondientes a las figu-
ras, al desplazarse en general el grado de lucidez del campo hacia lo
inconsciente.
De todos conocido es el hecho de como, al irse durmiendo, resulta
paulatinamente más difícil retener como tal el objeto psíquico que ha
sido destacado en el estado . de vigilia y cómo van destacando a partir
del fondo contenidos hasta entonces sumidos en la penumbra, hasta
situarse a un nivel idéntico o incluso más alto que dicho objeto. Si
se pretende entonces retener la figura, el sueño queda, por regla ge-
neral, dificultado o imposibilitado. Esto no impide, naturalmente, que,
por ejemplo, durante los sueños se dé una articulación figura-fondo
bien marcada. Pero el campo consciente es entonces precisamente
otro distinto al del estado de vigilia, y al sumergirse de nuevo el cam-
po onírico consciente en el inconsciente, se da idéntica pérdida de la
articulación, lo cual puede observarse especialmente en los estados de
sopor hipnagógicos. En la represión; es decir, al hacer inconsciente
un subcampo, lo primeramente reprimido es siempre también aquello
que es más consciente; un suceso doloroso, por ejemplo, a lo cual se
puede acaso agregar la represión de las circunstancias accesorias.
Comprendemos, por tanto, por qué en todos los estados en que la lu-
cidez de la conciencia se halla aminorada, la atención se afecta espe-
cial y precozmente. Se trata de algo parangonable al apagamiento de
la visión central y la aproximación de las condiciones de la misma a
las de la visión periférica, al irse oscureciendo paulatinamente el cam-
po visual, y si se tiene en cuenta el principio de isomorfismo, dicho pa-
ralelismo no resulta tan casual, como muestran los experimentos de
PoTZL reseñados en páginas anteriores. En todos estos casos vemos
ejemplos de la ley de afección más precoz de las funciones más dife-
renciadas, y en último término de la ley de entropía.
El trastorno de la atención resulta, por tanto, en la obnubilación,
de la acción conjunta del aminoramiento de lucidez por una parte, y
por otra de la ley, según la cual las funciones o estructuras más alta-
mente diferenciadas son más susceptibles de deterioro que las restan-
tes. El trastorno de la atención no supone, por tanto, nada fundamen-
talmente nuevo ni distinto añadido a la obnubilación, entendida esta
Obnubilación 453

última en el significado corriente del término en lenguaje clínico, a la


mera disminución de lucidez (en el sentido que la hemos otorgado en
la primera parte). De esta obnubilación, con el apagamiento y la des-
diferenciación de lo consciente, se derivan sin más la dificultad de
concentración, la pronta fatigabilidad y la dificultad y lentificación
de los cursos de representaciones más lúcidamente conscientes, mien-
tras que los menos lúcidos y los inconscientes pueden incluso resultar
estimulados (como sucede, por ejemplo, en los delirios tóxicos e in-
fecciosos). El síndrome clínico clásico de la obnubilación, que nadie
hasta ahora ha estudiado tan finamente como WALTHER-BÜEL, se di-
ferencia, por tanto, tan solo del concepto de obnubilación que hemos
desarrollado en la primera parte de esta obra, por agregársele a
aquel, como componente, la debilidad del impulso. Mas esta última,
en clínica, se deduce habitualmente de la disminución de manifesta-
ciones motoras, mientras que lo cierto es que en la obnubilación, en-
tendida en sentido clínico, se precisa del impulso para reactivar las
representaciones oscuramente conscientes o inconscientes. Por otra
parte, en el sonambulismo; es decir, en aquella forma de obnubila-
ción que se halla tan próxima de lo normal y que coincide con un
estado crepuscular, no se halla disminuido el impulso motor (prescin-
dimos aquí del mero estado de sueño, ya que, como hemos indicado,
se diferencia de la obnubilación en puntos esenciales). Una efectiva
debilidad del impulso, en sentido amplio (no solamente en el sentido
de impulso motor) hablaría, por tanto, y en muchos casos, en favor
de un estado de obnubilación patológica. Resulta por lo demás inne-
cesario establecer una diferencia entre la obnubilación, en el sentido
clásico del término, y la obnubilación en el sentido que otorgamos al
término en este libro, ya que aquel se puede deducir de este último
si se tienen en cuenta determinadas leyes rectoras de lo psíquico.
Por lo que se refiere al síndrome psicopatológico que nos resta en
nuestra serie: el de ruina de la configuración, . ¿resulta posible ajus-
tarlo en el lugar simétrico aún vacío en nuestro esquema? Es decir,
¿es que una lesión circunscrita y aguda del cerebro conduce, prefe-
rentemente, a él? Y también, ¿es que el síndrome de ruina de la con-
figuración coincide en ocasiones con obnubilación?, o lo que es lo
mismo, ¿puede derivar a veces hacia un síndrome de perturbación
circunscrita? Las dos últimas preguntas son más fáciles de contestar
y por ello las abordamos en primer término. Recordemos lo dicho con
respecto al tipo de reacción exógena aguda (figura 6) : no es raro, si
bien no es obligado, que al síndrome de ruina de la configuración se
asocie la obnubilación. El concepto bleuleriano de psicosíndrome cere-
bral local, o bien endocrino, fue establecido, desde luego, a partir de
454 Grandes síndromes

investigaciones realizadas en casos crónicos, tales como tumores y


traumatismos cerebrales y pacientes endocrinos, cuyas anamnesis
abarcaban meses, años o incluso decenios; mas hemos de tener en
cuenta que todos estos subgrupos del síndrome de perturbación cir-
cunscrita presentaban ocasionalmente un comienzo agudo, caracteri-
zado por la presencia de confusión y que, por tanto, se hallaban ini-
ciados por una ruina de la configuración. Incluso aquellos tumores
cerebrales que se desarrollan de un modo tempestuoso presentan tal
posibilidad. Por lo que respecta a las neurosis, son más bien las formas
persistentes, crónicas, y asimismo aquellas que se aproximan más o
menos a las psicopatías, las que ofrecen de modo más puro la tríada
sintomática correspondiente al síndrome de perturbación circunscrita.
Las reacciones neuróticas recientes, agudas, bruscas, e incluso las
reacciones primitivas, presentan asimismo tales rasgos, más también
coinciden con bastante frecuencia con una pérdida del dominio de
sí mismo y de lucidez, con un "perder la cabeza" y con un momentá-
neo estado confusional; es decir, con signos de ruina de la configu-
ción. De estos últimos pueden, sin embargo, partir aquellos, del mis-
mo modo que a partir de un estado confusional posconmocional se
establece una permanente modificación ·del modo de ser, de carácter
orgánico. Hemos de admitir, por tanto, que la ruina de la configura-
ción es susceptible de derivar, en ocasiones, hacia el síndrome de
perturbación circunscrita y las subformas del mismo.
El hecho de que el propio síndrome de ruina de la configuración
posea carácter agudo y surja en cuadros sintomáticos de duración re-
lativamente breve, se deduce ya de la descripción del mismo con-
signada en el capítulo 3 de esta parte de la presente obra. Recordemos
que por lo que se refiere a la vertiente psíquica, en los trastornos
que conducen a una ruina de la configuración, en forma, por ejemplo,
de reacciones neuróticas o esquizofreniformes, se trata casi siempre
de complejos; esto es, de alteraciones de configuración circunscritas.
Más difícil de contestar es la pregunta relativa a aquellas· reaccio-
nes que han de esperarse con mayor probabilidad, en este caso, a una
determinada noxa, ya que un gran número de perjuicios agudos cir-
cunscritos coinciden con trastornos difusos (con obnubilación, por ejem-
plo) que enmascaran el cuadro clínico. En las descripciones de casos
de heridas de cráneo por arma de fuego y 'de contusión por accidente
encontramos, junto a aquellos en los que a un comportamiento al
principio ordenado sucede una pérdida de conciencia, otros cuyo com-
portamiento, hasta que surgen el estupor o el coma, corresponde en
absoluto al síndrome de ruina de la configuración; es decir, que mues-
tran al comienzo un tipo de reacción exógena aguda, incompleta. In-
Intervalo libre 455

cluso allí donde el comportamiento inicial ha sido ordenado, se da a


veces (mas no siempre) una ulterior amnesia parcial o total referida
al "intervalo libre", de tal modo que puede hablarse, al menos, de
una ruina de la configuración temporal. Así, pues, un perjuicio cere-
bral agudo, de índole física, puede originar un síndrome de ruina de
la configuración, si bien no es obligado que así suceda.
Una estricta relación entre foco cerebral circunscrito y ruina de la
confíqurocíón es la que se da en los estados crepusculares epilépticos
productivos, no acompañados de enturbiamiento de conciencia, la ma-
yoríc de las veces no desorientados y cuya sintomatología puede cur-
sar. por todas las etapas de la transformación configurativa, y que
van desde la protopatía y la preconfiguración hasta la ruina de la
configuración. Como ha demostrado LANDOLT (véase la primera parte,
capítulo II), en tales estados crepusculares, se puede demostrar por lo
general, la presencia de hallazgos electroencefalográficos focales, que
se transforman de un modo agudo y paralelo con el estado crepuscu-
lar correspondiente en el sentido de la "normalización forzada". Exis-
ten, desde luego, otros estados crepusculares no focales que se apro-
ximan al tipo de reacción exógena aguda y que muestran, al igual
que esta última, una ruina de la configuración. Parecen ser, sin em-
bargo, menos frecuentes y menos característicos que los focales y
productivos y suponen formas de transición, tales como· las que he-
mos visto se dan en los restantes síndromes principales. Por ello, los
estados crepusculares epilépticos pueden ser también incluidos en
aquel lugar del esquema que correspondía en principio, y de un modo
teórico, al síndrome de ruina dé la configuración.
Por lo que respecta a lesiones de origen endocrino, la Naturaleza
nos proporciona múltiples ejemplos de bruscas secreciones masivas
hormonales, como sucede, por ejemplo, en la reacción de urgencia de
CANNON o en la de alarma de SELYE; pero siempre dentro de límites
fisiológicos y casi siempre compensadas por una contrarregulación.
La súbita inundación del organismo humano con dosis hormonales
muy elevadas, cuya crítica en cuanto se trata de un experimento ge-
neral no vamos a abordar aquí, nos ofrece un ejemplo tomado de la
práctica clínica terapéutica, que resulta adecuada para esclarecer el
problema que se plantea. Se trata de la terapéutica por medio de
choques insulínicos. En ella son deliberadamente administradas dosis
tan altas de una hormona, que la contrarregulación del organismo se
muestra insuficiente. Esto conduce, como es bien sabido, hasta el
coma.
Mas, ¿de qué índole es el cuadro clínico hasta que se alcanzo:
.q.:>o uranaes smdromes
el coma? Las cuidadosas observaciones de PFLUGFELDER 29 nos pro-
porcionan una respuesta. Dicho autor no encuentra durante la hípoqlí-
cemia una reducción progresiva, estrato por estrato, de la persona-
lidad, sino un alternarse de inhibición y deshinbícíón, tanto del acon-
tecer motriz como del afectivo, así como una pérdida parcial de la
capacidad global de captación del conjunto, de la atención y de la
capacidad de concentración y alteraciones por parte de las "funcio-
nes intelectuales más elevadas", en especial de la productividad y del
pensamiento abstracto. Ya que la personalidad se mantiene, de todos
modos, hasta cierto punto, el comportamiento durante la hipoglicemia
se diferencia del comportamiento concreto en la demencia orgánica.
En esta última, sin embargo, y como ya hemos señalado en el co-
rrespondiente lugar, permanece también frecuentemente reconocible
la estructura o armazón de la personalidad, que destaca incluso como
"esqueletizada".
El paralelismo con la preconfiguración lábil, no definitiva y ten-
diendo constantemente e( la desintegración, es subrayado expresa-
mente por PFLUGFELDER. Aun cuando este autor no encuentra cambios
en el sentido del "delirio tóxico, el estado crepuscular o la amencia",
nos permitimos recordar que tales cambios pueden darse en el sín-
drome de ruina de la configuración, pero no de manera obligada.
PFLUGFELDER, por último, designa el comportamiento durante los esta-
dos hipoglicémicos como pertenecientes a la reacción de tipo exógeno
agudo y destaca el contraste con el síndrome psico-orgánico. Todo
ello permitiría incluir dentro del síndrome de ruina de la configura-
ción este ejemplo de un insulto endocrino agudo, válido también pro-
bablemente con respecto a otras hormonas. La objeción de que la
correspondencia con dicho síndrome obedecería a que el tratamiento
insulínico es realizado en esquizofrénicos, pierde valor por el hecho
de que PFLUGFELDER pudo verificar idénticos hallazgos en maníaco-
depresivos y en sujetos sanos sometidos a dosis altas de insulina.
Llegamos así a aquel núcleo clínico básico del síndrome de ruina
de la configuración que se halla representado por la esquizofrenia,
aparte de por la propia reacción de tipo exógeno agudo. En el caso
que fuese inadmisible concebir la esquizofrenia como expresión de
una perturbación aguda circunscrita de la totalidad psicofísica del
organismo, la ordenación del síndrome de ruina de la configuración
se vería seriamente puesta en duda. Dada nuestra ignorancia acerca
de la etiología y patogenia de la esquizofrenia, nos vemos reducidos

29
PFLUGFELDER, G.: Psychologische Untersuchungen über Bewusstseinsveréinderun­
gen in der Insulinkur. Karger. Basilea, 1951.
Intervalo libre 457

a abordar el problema mediante alusiones indirectas. La cuestión


referente al curso agudo es la que menor dificultad ofrece, ya que
no cabe duda que las esquizofrenias agudas o brotes recientes que
no solamente son las que muestran del modo más claro el resultado
de la ruina de la configuración, sino que van, asimismo, acompaña-
das por el sentimiento esquizofrénico de proceso, han de ser conce-
bidas como expresión inmediata y directa y como síntoma concomi-
tante de una ruina de la configuración en marcha. Los estados de
defecto y finales, en los que falta dicho sentimiento de proceso,
muestran, sin embargo, los signos de una ruina de la configuración
ya acontecida. En segundo término hemos de señalar la indudable
semejanza existente entre muchas esquizofrenias y muchas reaccio-
nes de tipo exógeno agudo, así como con muchas neurosis, lo cual
puede suponer serias dificultades en el sentido diagnóstico diferencial.
Como es natural, una semejanza en cuanto a síntomas se halla
muy lejos de demostrar una etiología idéntica. No habría tampoco
motivo alguno para admitir esta última, con una sola excepción,
de la que trataremos seguidamente. Sin embargo, la analogía sin-
tomática se presta al menos a pensar en condicionamientos de for-
mación no demasiado diversos entre sí, del mismo modo que existen
meningitis de las más diversas etiologías, pero a todas las cuales
es común una inflamación más o menos difusa de las cubiertas ce-
rebrales. De tal índole son las condiciones referentes a la extensión
de la lesión y a su curso. Por otra parte, ha de tenerse en cuenta,
no solamente una cierta analogía sintomática entre esquizofrenia y
neurosis, sino asimismo aquella identidad esencial entre ambas que
tanto se discute aún, pero que también es afirmada de un modo cada
vez más frecuente. Si llegase a confirmarse la concepción de la es-
quizofrenia como una forma especial de neurosis, nuestra pregunta
habría recibido respuesta. Para nuestra manera de considerar las
cosas, resulta importante que dicha semejanza sintomática o analogía
real se refiera sobre todo al estadio nqudo. o incluso al preagudo (al
llamado "estadio previo neurótico") de la psicosis, lo cual, por otra
parte, alude a la pertenencia de la esquizofrenia al grupo de las per-
turbaciones agudas. El hecho de que existan cursos esquizofrénicos
muy prolongados no se opone a esta última afirmación, ya que tales
cursos prescinden, después de cierto tiempo, de su carácter procesual
agudo pero continúan representando formas aberrantes de adapta-
ción, relativamente poco modificables, que muestran aún oscilacio-
nes en cuanto a su intensidad, pero mucho menos en cuanto a su
índole.
La típica conservación de ciertas capacidades en la esquizo-
458 Grandes síndromes

frenia hace también más difícil que se conciba el proceso a ella


subyacente como completamente difuso, y no respetando en su ata-
que a sector alguno psíquico, aun cuando cabe también la posibili-
dad de que ello sea debido a que determinadas capacidades se
muestren más resistentes que otras a un proceso difuso. Nos parece
asimismo constituir un argumento de peso el hecho de que los sínto-
mas principales y decisivos desde el punto de vista del diagnóstico

Síndrome de ruína de
la configuración
Focal Difuso

Figura 8

diferencial se hallen situados en la esquizofrenia en el sector de la


afectividad, como sucede con respecto al otro gran grupo de las per-
turbaciones circunscritas: el síndrome de perturbación circunscrita,
mientras que los síntomas más importantes correspondientes a los
dos grupos de lesiones difusas han de buscarse más bien en el sec-
tor intelectual. Con ello quedan definidos, en nuestra opinión, rasgos
básicos de ambos grupos, con cuyo esclarecimiento hemos aún de
ocuparnos. Por el momento ha de bastarnos señalar este hecho y va-
lorarlo en el sentido de nuestro ensayo de ordenación. Nos permiti-
mos, por lo tanto, con las debidas reservas, esquematizar el síndro-
me de ruina de la configuración tal como lo representa la figura 8.
A partir de 1957, G. HuBER 3-0 ha publicado sus hallazgos encefa-
lográficos en un gran material clínico, constituido, en parte, por es-

HUBER, G.: Pneumoencephalographische und psychopathologische Bildet bei en­


80

dogenen Psychosen. (Springer, 1957). Idem: Klinische und neuroradiologische Unter­


suchungen an chronischen Schizophrenen. "Nervenarzt", año 32, fase. I (1961), pp. 7-15.
Idem: Zur Frage der pneumoencephalographischen Befunde bei traumatischen Him-
schaeden. "Nervenarzt", año 33, fase. 6 (1962), pp. 248-257. Idem: Typen und Korrelate
psychoorganischer Abbau­Syndrome, en Psychopathologie Heute, publicada por H. KRANZ,
(Thieme, 1962), pp. 234-242.
Intervalo libre 459

quizofrénicos curados sin defecto o tan sólo con ligero defecto, en


parte también por esquizofrénicos crónicos graves y con defecto y,
«porte de ello, por traumatizados cerebrales. Tales observaciones son
extraordinariamente sugestivas con respecto a las cuestiones que
aquí nos ocupan, si bien la interpretación de los hallazgos no pare-
ce completamente esclarecida.
HUBER encontró en la mayoría de sus esquizofrénicos alteraciones
patológicas de los ventrículos y una correlación unívocamente posi-
tiva entre la frecuencia y extensión de las alteraciones encefalográ-
ficas y el grado de remisión psíquica, es decir: el grado del defecto
psíquico residual. Los cambios ventriculográficos consistían en la
mayoría de los casos en un . ensanchamiento patológico del tercer
ventrículo. De modo relativamente raro y casi exclusivamente en
casos con defecto grave había alteraciones de los ventrículos late-
rales, y tan sólo excepcionalmente de las otras cisternas. Las alte-
raciones ventriculográficas se daban de modo más marcado y regular
en el grupo de esquizofrénicos designados por HUBER como hipo-
condríacos-cenestésicos, el 97,7 por 100 de los cuales (el grupo cons-
taba de 136 casos) mostraban un ventriculograma patológico y el
90,9 por 100 un ensanchamiento patológico del tercer ventrículo.
La detallada descripción que HuBER hace de este subgrupo y su
comparación, no menos detenida, con los cuadros clínicos de lesiones
comprobadas de tronco cerebral, no dejan lugar a dudas acerca de
que existe un amplio paralelismo entre ambas entidades nosológicas
y que aquello que ambas tienen de común consiste en un síndrome
de perturbación circunscrita. El fundamento anatómico, con respecto
al grupo esquizofrénico, y en especial con respecto a la modalidad
hipocondríaca-cenestésica, lo constituía la alteración circunscrita del
tercer ventrículo. Tanto esta alteración anatomo-patológica, . como la
psicopatológica representada por el síndrome de perturbación circuns-
crita, podrían ser consideradas como procedentes de una lesión aguda
circunscrita, la cual probablemente no sería aún captable, en el estudio
agudo, de un modo anatomo-patológico; es decir, ventriculográfico, y
que se manifestaría, desde el punto de vista psicopatológico, como una
ruina de la configuración. Habría de admitirse además que una vez
extinguido el estadio agudo, la lesión se transformaría en una atrofia
circunscrita y en una ruina protopática de la configuración psíquica.
HuBER ha informado recientemente (1962) acerca de hallazgos muy
semejantes a los anteriores en 151 casos de trauma cráneo-encefálico
clínicamente bien estudiado, 100 de los cuales eran consecutivos a
contusión cerebral. De estos cien casos, 98 mostraban un "síndrome
seudoneurasténico" o bien una "transformación orgánica de la per~
460 Grandes síndromes

sonalidad"; es decir, síndromes que se incluyen dentro del síndrome


de perturbación circunscrita. Alrededor de un 60 por 100 de ellos
mostraban un ventriculograma patológico, un 40-45 por 100 un en-
sanchamiento patológico del tercer ventrículo, mientras que tan solo
en un 14-16 por 100 se hallaban afectados los espacios subaracnoi-
deos. La comparación con 535 pacientes que presentaban una altera-
ción psíquica orgánica permanente fue publicada por HUBER en el
mismo año. En un 77,2 por 100 de estos últimos casos había hallazgos
ventriculográficos patológicos en el sentido de una atrofia cerebral,
mostrando "un 47,5 por 100 de los casos alteraciones de la corteza
cerebral; un 45,6 por 100, de los ventrículos laterales, y un 51,6 por
100 del tercer ventrículo". Tales cifras, casi coincidentes, adquieren
más interés aún si se tienen en cuenta el grado y la índole de los
correspondientes trastornos psíquicos." En las alteraciones aisladas del
modo de ser (es decir, en el síndrome de perturbación circunscrita, se-
gún la terminología del presente libro), se dan un 66,8 por 100 de
hallazgos patológicos en el sentido de la atrofia cerebral; en las de-
mencias (esto es, en el psicosíndrome orgánico), un 91,2 por 100. La
divergencia es aún más marcada por lo que respecta a la atrofia de
córtex cerebral, ya que esta se da tan solo en un 28 por 100 de los
casos que muestran alteraciones de la personalidad, mientras que
existe en un 73,7 por 100 de las demencias. Por lo que respecta a los
ventrículos, las diferencias con respecto a la frecuencia de atrofia son
mucho menos marcadas: 54 por 100 frente a 78,9 por 100. La frecuen-
cia y magnitud de la atrofia cortical aumentaban asimismo claramen-
te en razón directa del grado de demencia; es decir, del psicosíndrome
orgánico difuso.
Para mayor claridad añadimos, por último, una tabla incluida en
uno de los más recientes trabajos de HuBER (1962) 131, a la cual nos
hemos permitido agregar dos líneas en las que reagrupamos los ha-
llazgos de dicho autor, de modo tal que corresponde a nuestra ter-
minología. Con ello resalta más aún la diferencia entre los hallazgos
en el síndrome de perturbación circunscrita (transformación orgánica
del modo de ser y, además, defecto esquizofrénico) y las atrofias difu-
sas en el síndrome psico-orgánico (demencia).
En la interpretación de los hallazgos de HUBER con arreglo a
nuestro enfoque de la cuestión existe de momento una duda, consis-
tente en que ignoramos si las alteraciones anatómicamente circuns-
critas del tercer ventrículo han de ser valoradas también como cir-

HUBER, G.: Typen und Korrelate psychoorganischer Abbausymptome, en Psycho­


31

pathologie Heute, pub. por H. KRANZ (Thieme, 1962), tabla 3, pág. 240.
Intervalo libre 461

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462 Grandes síndromes

cunscritas con respecto a la estructura del camop; es decir, si han de


ser consideradas como isomorfas, desde el punto de vista configura-
tivo, con lesiones difusas, al igual que sucede en las lesiones focales
del tronco cerebral con respecto al psicosíndrome orgánico que estas
últimas provocan. Desde luego, los datos hasta ahora disponibles
hablan en contra de ello, ya que sobre todo entre los 100 casos de

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FocalDifuso Focal Difuso
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Figura 9

contusión cerebral, la demencia orgánica tan solo se hallaba presente


en un 2 por 100 de los mismos.
Si colocamos juntos los esquemas de los diversos síndromes, como
en la figura 9, sus mutuas relaciones aparecen más claras.
Una ordenación conjunta de los grandes síndromes psiquiátricos
resulta cuando en lugar de colocar juntos los esquemas de los síndro-
mes, los esquematizamos, como en la figura 1 O, en una relación
mutua que corresponda a los hechos clínicos. En ella quedan expresa-
das sus imbricaciones, las cuales dificultan su visión de conjunto no
Intervalo libre 463

solamente en el esquema, sino también frecuentemente en la realidad.


Si comparamos, en primer término, ambos síndromes agudos con
los dos síndromes crónicos, observamos que aquellos se hallan más
caracterizados que estos últimos por la labilidad e inseguridad de la
configuración psíquica, debida en el síndrome de ruina de la con-
figuración a su propia esencia, y en la obnubilación al trastorno de
la atención que va íntimamente unida a ella; es decir, a la deficiente
artculación figura-fondo. Esto reflejaría la tendencia autorreguladora

Reacci6n de tipo excSgano agudo

Síndrome
de ruína Obnubila-
O]] ~
de la configura - ci6n
ci6n.

Síndrome de S~ndrom~

f§ ITlTI
perturbación de ad~p_taci6n psi ca-orgánico
circunscrita
Figura 10

propia de todo organismo, la cual se encauzaría después de todo


choque hacia el restablecimiento de un nuevo equilibrio, aun cuando
este último sea insuficiente e incluso patológico. En comparación
con los síndromes agudos, los crónicos representarían estados rela-
tivamente consolidados de adaptación fallida.
Si comparamos entre sí ambos lados de la figura 9, se nos vuelve
a plantear el problema referente a la naturaleza predominantemente
afectiva de los síntomas fundamentales en las lesiones focales y de
su naturaleza más bien intelectual en las lesiones difusas.
En nuestra opinión, la respuesta ha de ser buscada en las ideas
de METZGER acerca de una distinción a establecer entre las pro-
piedades esenciales de las configuraciones, por una parte, y por
otra sus propiedades estructurales y de índole. Con respecto a
determinadas configuraciones resulta, desde luego, válido el principio
según el cual un cambio verificado en una parte da lugar a cambios

..
464 Grandes síndromes

en todas las partes restantes, pero no en la misma medida en todas


ellas.
En una estructura puede variarse algún detalle, sin que la
estructura pierda por ello completamente su carácter. Así, por ejem-
plo, en una red de hilos tensos, como pueda ser una tela de araña,
el tirar de algunos de ellos hace que toda la red se deforme; pero
sin perder su estructura como tal red, siempre que la tracción ejerci-
da no sea excesivamente intensa o se aplique a una superficie de-
masiado amplia. Las propiedades esenciales son, en cambio, de índo-
le fisiognómica, por así decir. Resulta peculiar de ellas el obrar de
un modo predominantemente afectivo, y es por esto por lo que los
sentimientos han de ser designados como propiedades esenciales de
la configuración psíquica subjetiva. Otra peculiaridad de ellas estriba
en el hecho de que todo cuanto es fisiognómico puede ser totalmente
transformado de un modo esencial mediante cambios muy pequeños
y circunscritos. Recordemos, a guisa de ejemplo, lo que sucede en un
dibujo que representa un rostro humano al añadir un trazo al parecer
insignificante; pero que hace cambiar la expresión del conjunto y con
ella su tonalidad afectiva, sin que varíe en cambio la estructura. Esto
mismo es válido con respecto al cambio de unas cuantas notas en una
melodía o de unas pocas palabras en una frase. Así, pues, las altera-
ciones circunscritas verificadas en una configuración operan, en pri-
mer término, transformando su esencia; es decir, en el sentido de lo
afectivo; las alteraciones difusas operan más bien transformando la
estructura; esto es, en el sentido de lo intelectual.
Estas consideraciones, verificadas desde el punto de vista de la
teoría de la configuración, se hallan experimentalmente confirmadas
por las clásicas investigaciones de LASHLEY 22• La capacidad de apren-
dizaje de las ratas disminuía con una asombrosa exactitud de un modo
proporcional a la amplitud de la destrucción experimental de su
corteza cerebral, y ello de un modo independiente de la localización
de las lesiones experimentales mediante coagulación. Salta a la vista
la contraposición con el síndrome de perturbación circunscrita. El
organismo es una configuración. Las deformaciones de esta última
operan de modo insomórfico tanto sobre el plano psíquico como so-
bre el somático, y así en unos casos, y si son circunscritas, se mues-
tran desde el punto de vista psicopatológico como predominantemen-
te referidas a lo afectivo, y en otros, cuando son difusas, como predo-
minantemente referida a lo intelectual.

32
LASHLEY, K. S.: Brain Mechanisms and Intelligence, "University of Chicago Press",
Chicago, 1929.
Intervalo libre 465
La clasificación de los grandes síndromes psicopatológicos con
arreglo a las dimensiones agudo-crónico, o bien circunscrito-difuso,
ofrece claras ventajas. Las coordenadas elegidas son igualmente vá-
lidas para los diversos casos. El sistema de referencia se mantiene
unitario. Es sencillo, se halla somáticamente fundamentado y, en con-
secuencia, resulta fácilmente comprobable de manera objetiva. Abar-
ca la inmensa mayoría de los trastornos psíquicos corrientes y permite
orientar con respecto a él los casos de transición y excepcionales que
surgen siempre dentro de todo esquema de ordenación biológico. Por
no .exístír precisamente límites estrictos entre "agudo", y "crónico",
"circunscrito" y "difuso", es por lo que tampoco se dan entre síndromes
y cuadros sindrómicos vecinos. Ambos pares de conceptos son cuan-
titativos en un sentido comparativo. El primero de ellos, correspondíen-
te a la contraposición "agudo-crónico", se refiere a la dimensión tem-
poral, el segundo ("circunscrito-difuso") a la espacial. Ya que es bien
sabido, a partir de la electrofisiología, cuanto depende la modifi-
cación de un estado de la rapidez o bien de la lentitud con que obre
un estímulo, no es de sorprender que la dimensión temporal se reve-
le asimismo - como básicamente importante también con respecto a la
psicopatología. La ley de efecto de masas, de ser tenida en cuenta,
es índice de análogos pensamientos con respecto al espacio. El espacio
correspondiente. al sistema nervioso central se halla repleto de pa-
rénquima de un modo más homogéneo de lo que sucede con respecto
a la mayoría de los órganos corporales. Así, pues, el espacio y el
tiempo nos pueden proporcionar aquí coordenadas más unitarias, de
aplicación también útil en psicopatología.

BASH • 30
I 11 D 11 C !E ALFAIBETIOO

A Alucinación, 75, 170, 197, 235, 248,


251, 301, 313, 315, 357, 372, 419,
Abreacción, 141. 428, 439.
Accesos crepusculares, 50. Alucinaciones acústicas, 243.
- psicomotores, 50. - gustatorias, 244.
Acción impulsiva, 371. - hápticas, 245.
Acentuación del impulso, 90. - mnémicas, 301.
Acido lísérgíco, Dietilamida del, 51, - olfatorias, 244.
197. - ópticas, 242.
Acromegalia, 91. - propríoceptívas, 245.
Acromegaloide, 91, 178. - quinestésicas, 246.
ACTH (Hormona adrenocorticotro- Alucinosis, 62, 65, 237.
pa), 391. ALZHEIMER. Enf. de, 424.
Actividad, 92, 170, 358. Ambivalencia, 145, 174, 371.
Adaptación, 88. Amencia, 405, 410, 455.
- Enfs. de, 392. Aminas sintéticas, 51, 171.
- Síndrome de, 307. Amnesia, 51, 68, 82, 85, 180, 281,
ADDISON. Enf. de, 91, 393. 338, 454.
Adrenalina, 81, 389. - disociativa, 283.
Afasia, 292, 375, 407. - por estado de excepción, 287.
- motriz, 297. Amnesias cerebrales focales, 291.
Afectividad, 138, 330,438. Analgesia, 194.
Anemia, 43, 82, 197.
Afecto, 138, 141, 167, 170, 208, 215, Anestesia, 194.
325, 337, 364, 372, 377, 405, 409, Angustia. 138, 144, 159, 162, 225, 307.
423, 437. 451. - de conciencia moral, 163.
Agnosia, 193, 291. - Histeria de, 163.
Agotamiento, 43, 74, 88, 236, 307, 390. - Neurosis de, 163, 364, 368.
- Estadio de, 390, 399. - real, 161, 164.
AHLENSTIEL, H., 231. - vital, 162.
Alarma, Reacción de, 388, 420, 454. Anoxemia, 46, 162, 218, 289.
Alcohol, 43, 75, 169, 171, 180, 217, Apatía, 75, 151, 187, 229, 431.
238, 287' 418, 423, 427. Apercepcíón, 230, 235,· 245, 251, 263,
Alcoholismo crónico, 245. 322, 326.
Alexia, 294. - Alteraciones de la, 322.
ALLPORT, G., 330. Apersonalización, 317.
Alteraciones de la apercepcíón, 322. Apraxia, 292, 297.
- - captación sintética, 322. ARNDT-SCHULTZ. Ley de, 44.
- cualitativas, 197. Arquetipo. Imagen ancestral, 117,
- cuantitativas, 149. 261, 347, 408.
- en la depresión, 360. Arteriosclerosis, 44, 81, 164, 168.,
- histéricas, 195. 310, 336, 391, 405, 423, 427.
- de la inteligencia, 325. Artritis, 393.
- del intuir, 248. Asociación, 108, 277, 402, 410.
- en la oligofrenia, 361. - de palabras. Experimento de, 61,
- de la orientación, 307. 363.
- - personalidad, 330. Ataques crepusculares, 49.
- - referencia al yo, 316. Ataxia de FRIEDREICH, 424.
- - - de los sentimientos, 144. Atención, 105.
468 Indice alfabético

Atetosis, 401. Campo. Organización del, 132, 279,


Aumento de la lucidez de concien- 284, 291, 305, 326, 361, 424.
cia, 51, 132, 155. - visual, 109.
Aura epiléptica, 184, 238, 242. CANNON, W. B., 161, 389, 395, 455.
Ausencia epiléptica, 48, 76, 194, 364. Capacidad de juicio, 265.
Autoconciencia, 53. - de notación, 120, 281, 328, 434,
440.
- ·- Trastorno de la, 107, 280, 323,
B 375, 423, 427, 437, 452.
Captación sintética, 50, 58, 75, 128,
BASH, K. W., 37, 53, 54, 232, 274, 347, 263, 322, 326, 347, 419, 424, 451.
394, 420. - - Alteraciones de la, 322.
BASH-LIECHTI, J., 36, 437, 439. Caquexia, 151.
BAY, E., 178, 293, 298. - de SIMMONDS, 91, 177, 392.
Beha viorismo, 345. Carácter de exigencia, 140, 148, 254.
BELLAK, 325. - de incitación, 139.
BENDER, 127. - procesual, 217, 457.
BENUSSI, 100, 110. Carcinoma, 169.
BERINGER, 402, 404. Caricaturización, 82, 333, 336, 376.
BIASCH, H., 326. Catat.ímico, 141, 217, 225, 231, 335,
BINDER, H., 36, 75, 162. 411.
BINET-SIMON. Test de inteligencia Catatonia, 91, 160, 238, 281, 405, 411.
de, 326. Centralización, 120, 282.
BINSWANGER, H., 400. Centro del sueño, 44.
BLAESCH, H., 326. Cerebro juvenil, 109, 427.
BLEULER, E., 65, 125, 146, 185, 215, CHEYNE-STOKES, 351.
219, 223, 228, 403, 408, 423, 433, Ciclotimia, 152, 176.
436, 443, 445. Circonvolución de HESCHL, 296.
BLEULER, M., 91, 185, 423, 429, 437,
441. Cisura de SILVIO, 299.
Bloqueo, 364, 402. CLAPAREDE, E., 326.
BOBERTAG, 0., 326. Clases de pensar, 123.
BoHM, E., 260. Cocaína, 52, 168, 238, 244.
BONHOEFFER, K., 74, 417, 420. Coherencia. Factores de, 279, 283.
BOSSARD, R., 130. Colapso, 44, 87.
BRACKEN, H. V., 330. Coma, 43, 45, 60, 194, 361, 419, 451,
BRAUN, F., 36. 453.
BROCA, P., 293, 298. - diabético, 45.
BRODMANN-VOGT, 296, 298. Complejo, 110, 119, 132, 145, 149, 152,
BRUN, R., 346, 439. 167, 209, 216, 226, 257, 283, 325,
Buen humor, 53, 357. 334, 364, 377, 402, 408, 424, 455.
Buena curva. Ley de la, 109, 232. - de Edipo, 103, 197, 367.
BUMKE, 0., 214, 334. - sintomático amnéstico, 423.
- - de KORSAKOW, 123, 259, 423.
- del yo, 119, 133, 321.
c Complementaridad polar, 274.
Comportamiento abstracto, 123, 125,
Cambio de la configuración, 294. 129, 144, 214, 217, 249, 261, 273,
- de estructura, 294. 281, 304, 310, 323, 356, 361, 402,
Cambios de humor endógenos, 142. 408, 455.
- - reactivos, 142. - apetitivo, 346.
Campo, 107, 113, 118, 124, 137, 141, - concreto, 123, 125.
148, 191, 271, 309, 321, 439, 451. Comprensión, 203, 213, 294, 417.
- Efectos generales del, 140. Concentración. Dificultad de, 76,
- Estructura del, 132, 279, 284, 291, 375, 451, 453.
305, 326, 361, 424. Concepto de delirio, 206.
Conciencia, 123, 130, 321. Corticoides, 391.
- Descensos del nivel de la, 361. Cortisona, 391.
- Enturbiamiento de, 44, 78, 361. CRAIG, W., 346.
419, 438, 446. Cretinismo, 177.
- e Inconsciencia, 41. Cretinoide, 177.
- Lucidez de, 41, 46, 49, 57, 89, Crisis de los encarcelados, 180.
119, 123, 137, 161, 194, 237, 274, Criterios de la configuración, 106.
321, 356, 361. Cualidad de la configuración, 106.
- Nivel de, 361. Cualidades esenciales, 113, 331, 365,
Condicionamiento de la lucidez de 463.
conciencia, 53. - estructurales, 113, 409, 463.
Confabulaciones, 260. - polares, 41.
Configuración, 106, 118, 203, 272, Culpa. Sentimiento de, 155, 167,
329, 332, 343, 347, 402, 463. 176, 230.
- Cambio de la, 294. CURLING. Ulcera de, 389.
- y campo, 97. Cursos consecutivos a lesión cere-
- Crtteríos de la, 106. bral difusa, 377.
- Cualidad de la, 106. - en la epilepsia genuina, 378.
- final, 111, 294. - neurotoides, 362.
- Leyes de la, 108. - de representación y de acción,
- Psicología de la, 100, 191, 204, 355.
343, 347, 401. CUSHING. Enf. de, 91, 393.
- Síndrome de ruina de la, 401.
Configuraciones. Transponibilidad
de las, 106, 185.
Confusión, 287, 309, 337, 401, 419, D
452.
Conmoción cerebral, 82, 288, 290. Debilidad del impulso, 90.
CONRAD, K., 36, 113, 130, 293, 295, - de la memoria, 64, 263, 279, 423.
298, 405, 410.
Consciente, 74, 89, 97, 120, 124, 155, Defecto. Estado de, 91, 336, 447.
162, 167, 170, 176, 180, 195, 253, Deformación de la personalidad,
258, 274, 279, 291, 364, 402, 408, 334.
419, 424, 452. oes« VU, 302, 304.
- habitual, 57. Delirio, 70, 74, 92, 144, 154, 206,
- e inconsciente habitual y relati- 211, 214, 219, 247, 265, 313, 357,
vo, 57. 366, 410, 440.
- relativo, 65. - Conceptos del, 206.
Conservación de la especie. Pulsión - de grandezas, 170, 224, 228.
de, 343. - Incorregibilidad del, 208.
- Instinto o pulsíón de, 343. - de reterencía, 225, 230, 237.
Constancia. Fenómeno de, 101. - tóxico o infeccioso, 52, 59, 65,
Contradicción de las palabras pri- 7~ 83, 9~ 152, 170, 217, 220,
mitivas, 144. 233, 239, 245, 264, 279, 287, 309,
Contrashock, 388. 312,~315, 323, 336, 358, 361, 405,
- Fase de, 388. 412, 417, 452, 455.
Contusión cerebral, 89, 453. Delirios depresivos. Grupo de los,
Conversión, 196, 367. 223.
Corea, 358, 401. - expresivos, 220.
- de HUNTINGTON, 89, 424. - nihilistas, 225.
- de SYDENHAM, 418. Delirium tremens, 74, 164, 242, 246,
Corteza cerebral, 42, 45, 295. 418.
- - Lesión difusa de la, 81, 125, Demencia esquizofrénica, 180, 185,
148, 168, 258, 261, 325, 328, 353, 229, 336, 412, 421.
376, 379, 403, 423, 433, 438, 445, - orgánica, 64, 89, 148, 151, 160,
459. 180, 227, 259, 323, 327, 336, 338,
- suprarrenal, 389, 392. 368, 423, 427, 451, 455.
Demencia precoz, 125. EI:rn.ENFELS, C. VON, 106.
- senil, 242, 310, 353, 424. - Principios de, 106.
DEMENT, W., 60. Eidética, 236, 239, 241, 249.
Depresión, 52, 61, 81, 91, 148, 153, Elaboración secundaria, 216, 226,
166, 171, 182, 197, 216, 222, 227, 437.
244, 323, 329, 353, 360, 364, 371. - simultánea, 217.
- Alteraciones en la, 360. Electroencefalograma, 42, 50, 73, 76,
Derecho penal, 60. 195, 364, 375.
DESCARTES, R., 123. Embarazo, 157.
Descensos del nivel de conciencia, Embriaguez, 46, 74, 184, 220, 239,
361. 245, 315, 358, 361.
Desinhibición, 75, 92, 338, 426, 456. - patológica, 74, 180, 417.
Despersonalización, 148, 319. Emergencia. Reacción de, 161.
Destino común. Ley del, 110. Emoción, 138, 144, 146, 180, 426.
Devastación, 336, 402. Encarcelados. Crisis de los, 180.
Diabetes mellitus, 45. Encefalitis, 45, 169, 358, 418.
Diasquisis, 298. - epidémica, 45, 373, 418, 438.
Diencéfalo, 110, 147, 441. Energía psíquica, 87, 108, 137, 390,
Dietilamida del ácido lisérgico, 51, 399.
197. Enfermedad, 367.
Diferenciación, 114, 119, 272, 281, - de ADDISON, 393.
291, 294, 437. - de ALZHEIMER, 424.
Dificultad de concentración, 76, 375, - de CUSHING, 91, 393.
451. - de PAR~INSON, 90.
Disartria, 291, 298. - de PICK, 170, 424.
Disfasia, 376. - del sueño, 44.
Disgregación, 358, 402, 410. Enfermedades de adaptación, 392.
Disminución de la lucidez de con- - cerebrales agudas, 418.
ciencia, 53, 65, 81, 194, 320, 361, ~ circulatorias, 44.
451. - corporales generales, 418 .
Disociación afectiva, 146, 154, 176, - hormonales, 44, 91, 434, 441.
241, 402, 409. - infecciosas, 43, 156, 217, 405, 417.
- intelectual, 402, 409. - metabólicas, 43, 198.
Dísplasía adiposa, 91. - orgánicas cerebrales, 75, 169, 184,
Disposición a la reacción, 117. 218, 238, 243, 2·16, 284, 301, 309,
Distimia, 61, 89, 142, 151, 171, 194, 336, 353.
220, 433, 451. Enturbiamiento de conciencia, 44,
- vital, 143, 175, 197.. 235, 360. 78, 194, 361, 419, 438, 446.
Distraibilidad, 73, 375, 447. Enturbiamientos patológicos de la
Distrofia adiposogenital, 177. conciencia, 46.
- miotónica, 91. Epicrítico, 113, 296.
Doctrinas tipológicas sobre la per- Epilepsia, 47, 51, 68, 74, 82, 85, 151,
sonalidad, 333. 157, 166, 168, 172, 194, 221, 245,
Dominantes del inconsciente colec- 263, 288, 304, 378, 405, 424.
tivo, 117. Epilepsia genuina, 378.
Drogas fantásticas, 52, 83, 197, 237. Equivalentes epilépticos, 74.
DROLETTE, M. E., 395. Escalar, 42, 57, 137, 251.
DUKOR, B., 366. Escisión, 169, 335, 362.
Dureza de oído, 167, 191. Esclerosis múltiple, 51, 169, 197, 405,
411.
- - glandular, 91.
E Esencia, 331, 352, 409, 463.
Espacio. Orientación en el, 310.
Eco del pensamiento, 240, 243. Espasmofenia, 375.
Edipo. Complejo de, 97, 103, 107, Esquema corporal, 196.
367. Esquizofrenia, 62, 81, 85, 146, 152,
Efectos generales de campo, 140. 160, 167, 176, 181, 186, 194, 217,
Indice alfabético 471
223, 229, 237, 243, 253, 257, 264, F
279, 287, 301, 312, 315, 323, 328,
336, 353, 358, 364, 371, 377, 399, Factores de coherencia, 279, 283.
406, 419, 453. Falseamiento de la memoria, 301.
Esquizofrenia. Cursos de la, 379. Falta de sentimientos. Sentimien-
- demencial, 185. to de, 148.
- Estado final de la, 185, 225, 313, Fase de contrashock, 388.
329, 412, 426. - de shock, 388, 393.
- Trastornos de la, 408. Fatiga, 43, 87, 236, 293, 346, 362, 372,
Esquizoide, 151, 441. 376, 419.
Esquizotímico, 152. Fatigabilidad, 107, 360, 426, 451.
Estadio de agotamiento, 390, 399. Fenómeno de constancia, 101.
- de resistencia, 390. Fiebre, 44, 60, 74, 287.
Estado crepuscular, 65, 74, 84, 92, Figura, 102, 104, 280, 451.
134, 166, 169, 180, 184, 194, 217, - y fondo, 101.
220, 230, 287, 308, 311, 358, 368, Fijación, 351.
418, 452, 455. Filogenia psíquica, 58.
- - desorientado, 70, 287, 315, 419, FLECK, V., 420.
453. Flexibilitas cerea, 404.
- - orientado, 67, 81, 85, 337. Fobia, 163, 368.
- - posparoxísmico, 82. Fondo, 101, 104, 452.
- de defecto, 91, 336, 447. Formación de reacción, 145, 170,
- de enturbiamiento de la con- 334.
ciencia, 45. Fóvea de la retina, 109.
- de excepción, 75, 287, 312. Fragmentación de la personalidad,
- - Amnesia por, 287. 334.
- de excitación, 75. FREUD, H., 375.
- hipnagógico, 241, 452. FREUD, S·., 33, 35, 61, 97, 108, 124,
- hípnopompo, 241. 146, 163, 170, 175, 196, 219, 225,
- de sueño patológico, 45, 361, 419. 285, 343, 365, 439.
- de petit mal, 75. FREY, L., 326.
Estados crepusculares, 65. FRIEDREICH. Ataxia de, 424.
- maniformes, 53. FUCHS, W., 109.
Estereotipia, 358, 368, 373, 377, 412, Fuga de ideas, 171, 257, 358, 410.
419, 424. Funciones fundamentales. Psicopa-
Estímulo clave, 345, 347. tología delas, 135.
Estructura, 114, 124, 131, 176, 251, Funciones psíquicas, 120, 133, 195,
271, 280, 307, 321, 326, 330, 351, 235, 248, 251, 256, 326, 409.
362, 409, 424, 463. FUNKENSTEIN, D. H., 395, 398.
- Cambio de, 294. FuSTER, 50.
- del campo, 132, 279, 284, 291, 305,
326, 361, 424. .
Euforia, 88, 169, 171.
Eunucoidismo, 177. G
Evidencia, 201, 207, 213, 217.
Excepción. Estado de, 75, 287, 312. GARNE, 128.
Excitación. Estado de, 51, 76. GELB, A., 105, 125.
- motora, 7 4, 89, 170, 357, 405. GERMAIN, J., 326.
Experimento de asociación de pala- GIBS, L., 49.
bras, 61, 363. Glicógeno, 391.
- de ruina de la configuración, Glucocorticoides, 391 .
112. GOLDSTEIN, K., 126, 129, 130, 132-
Explicar, 203, 206. 134, 254, 259.
Exploración, 61, 151, 244, 284, 287, GRANIT, R., 105, 405.
362. GRASSI, E., 214.
Extasis, 75, 244. GREENBLATT, M., 399.
GRÜHLE, H., 130, 207, 405.
472 Indice alfabético

Grupo de los delirios expansivos, Huella, 274, 283, 287, 291.


220. Humor, 53, 75, 113, 137, 139, 261,
- - - depresivos, 223. 337, 358, 410, 419, 426, 433, 436.
- .- - nihilistas, 225. - básico esquizofrénico, 181, 409.
- delirante, 183, 225, 230.
HUNTINGTON. Corea de, 90, 424.
H
I
Hábito, 369.
HALSTEAD, W., 436, 438. Idea sobrevalorada, 210.
HALLEN, 50. Ideas delirantes, 75, 206, 216, 229,
HARTMANN, L., 105. 245, 313, 368, 427.
Hebefrenia, 33, 229, 237 405, 410.
1 - Fuga de, 171, 257, 358, 410.
HEISS, R., 330. - Hipervaloración de las, 210, 368.
HELWIG, P., 333. Identificación, 163, 318.
Hemianopsia, 109. Idiocia amaurótica, 424.
Hemorragia cerebral, 43, 45, 417. Ilusión, 77, 144, 231, 236, 248, 251,
HERBART, J. F., 323. 300, 315, 419.
HESCHL, Circunvolución de, 296. - afectiva, 232.
HESS, W., 43, 110, 130, 162, 292. Ilusiones mnémicas, 301.
HEYMANNS, G., 100. Imagen ancestral, 117, 177, 120, 347.
Hipervaloración de las ideas, 210, Imágenes eidéticas, 236.
368. Imaginación activa, 236.
Hiperestesia, 193. Impulsividad, 81, 90, 336, 350, 376.
Hiperglicemia, 45. Impulso, .. -'.]6, 87, 108, 137, 151, 325,
Hipermnesia, 279, 284. 332, 336, 343, 350, 358, 377, 390,
Hiperquinesia, 359. 399, 419, 433, 436, 443.
Hipertiroidismo, 45. - Acentuación del, 90.
Hipnosis, 61, 73, 83, 85, 194, 236, - Debilidad del, 90.
284, 287, 361. Incitación. Carácter de, 139.
Hipocondría, 22, 245. Inconsciencia, 42, 124, 137, 275, 361,
Hipoestesia, 194. 452.
Hipófisis, 390, 434. - relativa, 50.
Hipoglicemia, 45, 455. Inconsciente, 57, 97, 118, 131, 361,
Hípornanía, 61, 170, 357. 402, 452.
Hipomnesia, 279, 281. - colectivo, 117.
Hípoqulnesía, 359. - Dominante del, 117.
Hipotiroidismo, 45. - habitual, 57.
Hipotálamo, 138. - relativo, 57, 65, 68.
Hipotonía, 51. Incorregibilidad del delirio, 208.
Histeria, 164, 197, 366. Indole, ~31, 463.
- de angustia, 163. Infantilidad, 177.
Histérico, 149, 167, 171, 176, 180, Infantilismo, 91, 144, 176, 180.
194, 338, 367, 441. Inhibición, 92, 154, 160, 195, 350,.353,
HOAGLAND, H., 388. 357' 360, 363, 455.
HOFFMANN, F., 50, 75. Instinto, 1.23, 138, 150, 340, 344, 369.
HOLMGREN-GARNE, 128. - de conservación, 343.
VON HOLST, E., 101, 344. - de muerte, 343.
VAN DER HOOP, J., 202, 214. - y pulsión, 341.
Hormona, 344, 349, 392, 434. ~- vital, 343.
- adrenocorticotropa (ACTH),391. Insulina, 455.
- somatotropa, 391. Integración, 204, 2811 287, 291, 322,
Hormonas sexuales, 391. 365, 376, 402, 426, 437, 439.
Hormopatía, 437. Intelecto, 138, 330.
Horror, 160. Intelectual, 330, 402, 409, 423, 427,
HUBER, G., 219, 458. 433, 457, 463.
Indice alfabético 473

Inteligencia, 251, 264, 325, 333, 376, KRANZ, H., 219, 458, 460.
427, 437' 455. KRETSCHMER, E., 170, 179, 196, 333,
- Alteraciones de la, 325. 368.
Intoxícacíón; 43, 46, 52, 62, 7 4, 82, KRUEGER, 33.
157, 197, 217, 237, 279, 283, 287,
307, 405, 413, 417, 423, 434, 438.
Intoxicaciones, 418. L
Intuir, 114, 120, 155, 198, 201, 205,
216, 229, 235, 248, 250, 256, 264, Lactante, 115.
357, 409. LAMME, E. G., 322.
- Alteraciones del, 248. LANDOLT, H., 36, 51, 76, 80, 375, 455.
IPSEN, G., 100. LANGER, 387, 394.
Irracional, 124, 189, 201, 257. LASHLEY, 346, 464.
Irradiación del sentimiento, 139. LAUENSTEIN, 0., 293.
Irritabilidad, 53, 88, 167, 170, 193, LEFERENZ, H., 68, 266.
425, 439. Lentificación, 45, 155, 259, 360, 377,
Isomorfismo, 113, 117, 399, 440, 445, 419, 451.
452, 463. LEOPARDI, G., 214.
Lesión cerebral circunscrita, 90, 353,
418, 433, 451, 462.
J - - difusa, 377.
- difusa de la corteza cerebral, 82,
JACKSON, 49. 126, 148, 168, 257, 261, 325, 328,
J AENSCH, E., 236. 353, 376, 404, 423, 433, 438, 445,
J amais vu, 304. 459.
JAMES, W., 125. Leucotomía, 215, 229.
JANET, P., 123. LEWIN, K., 139.
J ANZ, D., 33, 49, 106, 130. LEWIS, 33.
JASPERS, K., 175, 183, 203, 215, 218, Ley de la buena curva, 109, 232.
230, 321. - del destino común, 110.
«Jinete sobre el lago Boden», 99. Leyes de la configuración, 108.
Juicio, 206, 250, 264, 326, 419. - estructurales psíquicas, 95.
- Capacidad de, 265. Libido, 87, 108, 120, 137, 139, 144,
JUNG, c. G., 33, 35, 36, 61, 88, 93, 148, 208, 365.
108, 117, 119, 125, 128, 130, 137, LIDDEL, 398.
140, 150, 160, 162, 188, 191, 196, LINDEMANN, E., 110.
202, 204, 219, 232, 248, 252, 265, Lobectomía, 216, 437.
330, 333, 341, 347, 354, 405. Lóbulo frontal, 91, 152, 214, 298,
373, 436.
Logorreá, 89.
K LORENZ, K., 346, 354.
Lucidez. Aumentos de, 51.
KAHN, E., 334. - de conciencia, 41, 46, 49, 57, 89,
KANDINSKY, V., 241. 120, 124, 137, 162, 194, 237, 274,
KARSTEN, A., 363, 426. 321, 355, 361.
KATZ, 35, 105. - _, Aumento de la, 51, 132, 155.
KAUFMANN, R., 231. ~ - Condicionamiento de la, 53.
KING, S. H., 395. --- - Disminución de la, 53, 65, 81,
KLAESI, J., 368. 194, 319, 361, 451.
KLE;ITMANN, N., 60. LUCHSINGER, R., 375.
KLOSS, G., 241.
KOFFKA, K., 33, 99.
KOHLER, W., ·33, 108, 114. 205. M
KOLLE, K., 227.
KORSAKOW. Complejo sintomático MAGOUN, 449.
de, 423. MAIER, H. W., 141.
KRAEPELIN, E., 185, 227. Manerismo, 73, 336.
474 Indice alfabético

Manía, 60, 92, 166, 170, 174, 197, 216, Neuropatía, 89, 161, 193, 195, 223.
220, 226, 244, 256, 324, 353, 357, Neurosis, 91, 132, 142, 145, 148, 152,
412. 160, 167, 176, 193, 197, 214, 217,
MARIE, P., 293, 298, 424. 219, 226, 253, 257, 264, 284, 319,
MAYER-GROSS, W., 130, 404. 325, 329, 334, 337, 353, 358, 362,
MEIER, L., 141, 400. 388, 392, 405, 410, 417, 426, 438,
MEILI, R., 68, 114, 326, 329. 453,457.
Melancolía, 61, 153, 164, 174, 194. - actual, 365.
- agitada, 154. - de angustia, 163, 365, 368.
Memoria, 120, 253, 277, 327, 424, 434, - obsesiva, 151, 163, 167, 371, 378.
439.----:- - de terror, 160, 343, 364, 368.
- Debilidad de la, 64, 263, 279, 281, - de transferencia, 365.
423. Neurotoide, 146, 219, 227, 285, 362,
- Falseamiento de la, 301. 377, 393, 405, 426.
Meningitis, 45, 169, 337, 418, 457. Niebla primordial, 112.
Menopausia, 157. Nihilismo, 224.
Menstruacíón, 157, 171, 390. Nivel de conciencia. Descenso del,
Mente, 121, 271, 343, 348, 354. 361.
MERRIL, M., 326. Nivelación, 336.
Mescalina, 325. Notación. Capacidad de, 120, 281,
Metabolismo basal, iss. 328, 434, 440.
METZGER, W., 35, 109, 309, 331, 340,
409, 463. .
MEYER, G. E., 319. . o
MEYER-MICKELEIT, 50.
Mielitis, 197. Obediencia automática, 414.
Mielosls funicular, 197. Obnubilación, 44, 58, 74, 89, 361,
Migraña, 82. 393, 405, 419, 447.
MILLER, J. G., 54. Observaciones psicológicas previas
Mineralocorticoides, 391. en el sentir, 191.
Miocarditis, 391. Obsesión, 76, 369.
Mixedema, 44, 177. - de repetir, 343.
MONAKOW, C., 299. Oído. Dureza de, 167, 193.
Morfina, 51, 169, 238. 418. Oligofrenia, 64, 144, 149, 152, 167,
MORSELLI, G. E., 53, 321. 180, 253, 257, 264, 281, 323, 327,
Motórica, 356, 360, 378, 412. 358, 361, 426.
Muerte. Instinto de, 343. - Alteraciones cuantitativas en la,
Muerto. Reflejo de hacerse el, 196, 361.
368. Olvido, 60, 280, 285.
MULLER, 130, 405. Ontogenia psíquica, 57.
Mundo aparente, 99. Organización del campo, 132, 279,
MURPHY, G., 330. 284, 291, 305, 326, 361, 424.
MURRAY, H., 325. Orientación, 73, 81, 307, 317, 321,
326, 328, 405, 419, 426.
- en el espacio, 310.
N · - personal, 312.
- situacional, 313.
Narcoanálisis, 83, 244. - en el tiempo. Alteraciones de la,
Narcolepsia, 45, 48. 310.
Necesidad, 278, 343, 347. ÜVSIANKINA, M. R., 261.
Nefrosclerosis, 391.
Negación, 145, 168.
Negativismo, 414. p
Neurastenia, 144, 149, 152, 160, 167,
193, 304, 320, 361, 368, 372, 421. Palabras primitivas. Contradicción
Neuritis, 197, 423. de las, 144 .
Neurología, 102, 113, 192, 197. Parafasia, 294, 298.
Indice alfabético 475

Parálisis general progresiva, 184, Presión intracraneal, 45, 439, 447.


194, 203, 218, 220, 238, 243, 405, Principios de EHRENFELS, 106.
418, 423, 425, 427. PROBST, E., 326.
Paralización psíquica. Síndrome de Proceso endógeno, 142, 181, 184, 229
la, 451. · 399. ,
Paranoia, 226. - Sentimiento de, 409, 455.
Paranoide, 168, 180, 193, 215, 225, Procesos (retrospectivos) referidos
229, 237, 253, 334, 405, 412. al pasado, 277.
PARKINSON. Enf. de, 90. - - - al presente, 307.
Parkinsonismo postencefalítico, 90, - - - al futuro, 341.
337, 437. - referidos al futuro (prospecti-
Patología de las pulsíones, 350. vos), 355.
PENFIELD-JASPER, 49, 106, 130, 448. Protopático, 113, 294.
Pensamiento, 114, 119, 125, 137, 155, Proyección, 131, 141.
191, 195, 201, 204, 215, 248, 251, Psicología de la configuración, 100,
263, 327, 337, 357, 360, 424. 191, 205, 343, 347, 401.
- artístico, 125. Psicopatía, 81, 89, 149, 160, 167, 176,
- cínematográñco, . 236. 264, 301, 329, 333, 353, 364, 371,
- Eco del, 240, 243. 441, 453.
Pensar, 251. Psicopatología de las facultades
- Clases de, 123. psíquicas básicas no estructura-
Percepción, '189, 230, 235, 245, 248, das, 39.
251, 263, 322, 326. - de las funciones fundamenta-
- delirante, 230, 248. les, 135.
Percibir, 120, 138, 149, 153, 189, - de los procesos psíquicos más
191, 215~ 251, 256, 264. elevadamente estructurados 269.
Psícosíndrome endocrino, 434.'
Pérdida del yo, 40, 321. ·Psicqsis, 163, 171, 197, 217, 242, 257,

l
«Perform~mce», 328, 437. 2'79, 311, 325, 362, 366, 399, 409,
Perplejidad, 176, 410. 428.
Perseveración, 75, 259, 263, 419, 424. - maníaco-depresiva, 91, 142, 170,
Personalidad, 329, 402, 455. 185, 197, 237, 245, 358, 456.
- Alteraciones de la, 330. - seniles, 424.
- anormal, 333. Pueblos primitivos, 58.
- Deformación de la, 334. Puerperio, 156.
- Doctrinas típológícas sobre la, Pulsíón, 123, 138, 151, 163, 174, 326,
333. 334, 369, 410, 426, 433, 437, 442.
- Fragmentación de la, 334, 336. - de conservación de la especie
- Transformación orgánica de la, 343. ,
459. - e instinto, 341.
Personalidades múltiples, 60, 285, - sexual, 343, 348, 352.
307, 338. - del yo, 343.
Perturbación circunscrita. Síndro- Pulsiones. Patología de las, 350.
me de, 151, 337, 433, 445. PURKINJE, J., 102.
Perversión, 351.
Petit mal. Estado de, 75.
PFLUGFELDER, G., 456.
PICK. Enf. de, 170, 424. Q
Polaridades consciente e incons-
cientes, 57. Quinestesia, 245.
Poriomanía, 352.
POTZL, 0., 115, 452.
Preconfiguración, 111, 294, 455. R
- y configuración final, 111.
Pre estadio neurótico, 364, 457. Racional, 123, 130, 137, 204, 251,
Pregnancía, 110, 113, 232, 260, 273, 264.
277, 346, 357, 409. RAECKE, 75.
476 Indice alfabético

RAPPAPORT, D., 329. RUBIN, E., 102.


Razón, 123. RUESCHE, F., 110.
Reacción de alarma, 307, 419, 453. Ruina de la configuración, 146, 280,
- Disposición a la, 117. 401, 405, 408, 413, 421, 453, 457.
- de emergencia, 161. - - - Experimento de, 112.
- Formación de, 145, 170, 334. - - - Síndrome de, 184, 230, 237,
- primitiva, 81, 156, 161, 166, 178, 257, 261, 264, 279, 287, 315, 334,
226, 257, 336, 351, 366, 369. 379, 399, 419, 424, 433 438 447
- de tipo exógeno agudo, 45, 75, 453. , , '
184, 217, 230, 237, 256, 279, 287,
315, 323, 361, 405, 410, 414, 417,
423, 427, 438, 445.
- de urgencia, 160, 388, 453. s
- en el vacío, 347, 369.
Reacciones primitivas, 179. SANDER, F., 100, 110.
Recuerdo, 120, 277. Saturación psíquica, 87, 362, 376.
Referencia. Delirio de, 225, 230, SCHEERER, M., 127, 129.
263. SCHILLER, 140.
- de los sentimientos, 144. SCP.MIDT, 219.
- Sistema de, 307, 443. SCHNEIDER, K., 144, 205, 213, 219, 230
- al yo. Alteraciones de la, 309, 243, 249, 320, 334. '
316. 8CHORSCH, G., 235.
Reflejo coníuntíval, 45. SCHUHMANN, F., 105.
- corneal, 45. SCHULTE, 155.
- «de hacerse el muerto», 196, 368.
Referencia del sentimiento, 144. SCHULTZ-HENCKE, H., 44, 146, 362.
Regla de ARNDT-SCHULTZ, 44. SCHWARZ, E., 36.
Relación causal, 203, 207. SEL.YE, T., 88, 94, 393, 455.
- figura-fondo, 102, 104, 111, 141, Seminarcosis, 61, 83, 85 284 288
361. , ' ,
273, 451, 459.
Relaciones de los grandes síndro- Sensación, 114, 192, 201, 204, 230,
mes psiquíatricos entre sí, 445. 233, 240, 326, 357.
Repetir. Obsesión de, 343. Sensatez, 205, 453.
Representación, 216, 240, 249, 272, Sentimiento, 114, 123, 137, 149, 164,
320, 350, 360, 373, 402, 409. 185, 189, 194, 201, 204, 208, 215,
- obsesiva, 65, 369, 373. 233, 241, 251, 256, 272, 332, 357,
- Trastornos de los cursos de la 365, 419, 426, 463.
408. , - de culpa, 155, 167, 176, 230.
Representaciones. Curso de las, - de falta de sentimientos 148
155. , '
251, 355, 362, 408, 451.
Represión, 60, 87, 138, 145, 161, 176, - Irradiación del, 139.
195, 253, 283, 334, 350, 364, 371, - de proceso, 409, 455.
439, 452. - Reactividad del, 142.
- Referencia del, 144.
Resistencia específica, 390, 399. Sentimientos catatímicos, 141.
- Estadio de, 390, 392, 399. - sintímicos, 141.
Respiración de tipo CHEYNE-STOKES Sentir, 119, 137, 195.
351. '
Seudoalucinación, 240.
Responsabilidad, 59. Seudof óvea, 109.
RESTORF, 278.
Retina. Fóvea de la, 110. Seudología fantástica, 302.
RICKLIN, F., 119. Shock, 44, 388, 393.
Ritmo alfa, 43. - Fase de, 388, 393.
RODRIGO, M., 326. Sífilis, 63, 164, 287, 424.
ROHRACHER, H., 333. SILVIO. Cisura de, 299.
RORSCHACH. Test de, 68, 191, 260, SIMMONDS. Caquexia de, 91, 177, 393.
424. Simulación, 367.
Indice alfabético 477
Síndrome de adaptación, 307, 387, T
399.
- - Importancia psiquiátrica del, Tabes dorsal, 194, 197.
399. Tálamo, 138, 423.
- cerebral local, 379, 434, 446. Tartajeo, 375..
- de paralización psíquica, 451. Tartamudez, 375.
- de perturbación circunscrita, TAY-SACHS, 424.
151, 337, 433, 445.
Temperatura corporal, 155.
Tempestad .de movimientos, 196,
- psicoorgánico, 91, 151, 170, 257, 341.
261, 263, 282, 314, 323, 327, 376, TERMAN, L., 326.
421, 423, 433, 441.. Terror, 145, 161, 167.
- de ruina de la configuración, - Neurosis de, 160, 343, 364, 368.
184, 231, 237, 258, 261, 264, 28~ Test analítico de inteligencia, 325,
.r288, 316, 335, 379, 399, 401, 419, 329.
433, 437, 447, 453. - de apercepción temática, 325.
Síndromes, 383. - de inteligencia de BINET-SIMON,
Sintímico, 141, 154, 164, 170, 216, 326.
230, 425. - de Ro.RSCHACH, 191, 260, 424.
Síntoma, 364, 368. - visual motor, 127.
Síntomas corporales específicos, ___. de WECHSLER, 329.
420. THORN. Test de, 400.
- - inespecíficos, 420. Tics, 374, 401.
- primarios, 147. Tiempo, 256, 271, 304, 341.
TINBERGEN, N., 345, 348.
Sistema autorregulador, 132. Tipología, 332.
_:__ nervioso vegetativo, 157, 171. Totalidad. Cualidad de, 106, 330.
- de referencia, 307, 443. Tóxicos embriagadores, 51, 168, 197.
Sobrevaloración de las ideas, 209, Transferencia. Neurosis de, 365.
350. Transformación orgánica de la
SÓFOCLES, 98, 103. personalidad, 459.
SOLOMON, H. C., 399. Transitivismo, 317, 321.
Somnolencia, 44, 51. Transponibilidad de configuracio-
Sonambulismo, 43, 73, 166, 309, 369, nes, 106, 185.
451. Trastorno de la capacidad de no-
Sopor, 44, 58. tación, 44, 281, 323, 375, 423, 427,
SPINOZA, B., 201. 438, 452.
STRANSKY, E., 403. - cualitativos, 177.
STECK, H., 219. - de la esquizofrenia, 408.
STEIN, 127. Trauma cerebral, 74, 169 180, 218,
1

S.TERN, E, 301, 325. 288, 405, 414, 424.


Stress, 87, 307 . Traumas agudos craneoencefálicos,
STH. Hormona somatotropa, 391. 418.
Sublimación, 351. Tromboendangeitis obliterante, 417,
Sueño, 42, 44, 73, 119, 156, 171, 425, 427.
194, 241, 311, 351, 402. Tronco cerebral, 42, 45, 89, 152, 168,
- Centro del, 44. 433.
- Enf. del, 44. Tuberculosis, 169.
- patológico. Estado de, 45, 361, Tumor cerebral, 43, 45, 184, 238, 244,
427' 434, 443, 453.
419.
Sueños, 53, 58, 73, 125, 131, 141, 203,
219, 236, 241, 261, 286, 304, 318, u
340, . 356, 361, 452.
Sugestión, 83, 413. UEXKULL, von, 214.
SYNDENHAM. Corea de, 418. Ulcera de CURLING, 389.
SZONDI, L., 350. URBANTSCHITSCH, van, 236.
478 Indice alfabético

Uremia, 62, 82, 417. WERNICKE, K., 210, 283, 295.


Urgencia. Reacción de, 160, 388, WERTHEIMER, M., ,33, 110, 114, 125.
453. WEWETZER, K. H., 274. ,
WIENER, N., 274.
WIESER, S., 160.
V WOHLFAHRT, E., 111.
WOLFF, W., 33, 277.
VVULF, F., 277.
Vacío. Reacción en el, 347, 369.
WYRSCH, J., 182, 410.
VERAGUTH. Pliegue de, 155.
Verbalización, 328, 437.
vícío, 51, 168, 197. y
Vivencia del yo, 53.
VOGT-BRODMANN, 296. "Yo, 19, 118, 137, 141, 148, 219, 263,
Voluntad, 90, 266, 356. 283, 315, 378, 403, 426.
- Complejo del, 53, 119, 132, 321.
- Pérdida del, 321.
w - . Pulsión del, 343.
- Referencia al, 309, 316.
WALTHER-BUEL, 47, 91, 428, 434, 438, - Vivencia del, 53.
447, 451, 453.
WATSON, 345.
WECHSLER. Test de, 251, 326, 328. z
- BELLEVUE, 329.
WEISS, D. A., 375. ZANNGER, C., 326.
\VEITBRECHT, H. J., 157. ZEH, W., 282.
WEIZSACKER, V. V., 292, 362. ZUTT, J., 256.

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