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HISTORIA SOCIAL GENERAL

(Cát. Gresores / Spiguel)

Informe monográfico final:


La Revolución boliviana de 1952

Alumna: Arrossagaray Pilar


Comisión de prácticos: Viernes 15 a 17 –
Primer cuatrimestre 2011
Profesor: Martín García Sastre
Fecha de entrega: Viernes 24 de febrero de
2012
I_ Contexto mundial del fenómeno revolucionario: imperialismo, nacionalismo y
revoluciones.
Hacia finales del siglo XIX y principios del XX, las potencias capitalistas europeas entran
en una nueva etapa del capitalismo: el imperialismo. Según la concepción leninista, el
imperialismo es la etapa última y superior del capitalismo y lo resume en cinco rasgos distintivos,
a saber: los monopolios, el capital financiero, la exportación de capitales, el reparto económico del
mundo entre los monopolios y el reparto político del mundo entre las potencias imperialistas.
Estas industrias monopólicas se expresan en multinacionales que, con base nacional,
tienen intereses internacionales y se expanden a otros países, mundializando los mercados. Esto
genera una nueva división del trabajo, estableciéndose una relación interna entre los capitales y las
zonas en donde se invierte, puesto que parte de la economía de las potencias pasan a formar parte
de la economía de esos lugares: los intereses imperialistas se encuentran ahora dentro de los países
en donde se extienden. Se fomenta así un desarrollo local pero no nacional. Es por eso que se
considera al imperialismo un factor dual de opresión, a la vez externo e interno. De este modo,
“las relaciones comerciales entre los países imperialistas y los países oprimidos [consisten en que]
los primeros venden los productos industriales manufacturados, y los segundos productos
primarios”1.
Tal fue el caso con las formaciones económico sociales latinoamericanas, que pasaron a
convertirse en colonias, semi-colonias o en países dependientes, y esas nuevas sociedades
tuvieron economías tributarias (desarrollo industrial muy incipiente, pago de la deuda pública,
inversión extranjeras en industrias livianas).
Durante el siglo XIX, los Estados Nacionales latinoamericanos que se configuraron
fueron las Repúblicas oligárquicas, con una débil burguesía industrial, por lo que se mantuvieron
las relaciones de explotación como el latifundio, sin grandes modificaciones sociales. Esas clases
dominantes serán las "abre-puertas" para el capital financiero foráneo quien dominó así esferas
claves en el seno mismo de esas economías. Las oligarquías fueron su gran punto de apoyo y por
consiguiente, el desarrollo latinoamericano se vio reducido exclusivamente a los intereses de esos
capitales financieros de las potencias imperialistas, centrado básicamente en la explotación de
materias primas.
En esta transformación del capitalismo liberal a su fase imperialista surgen tres grandes
nuevas contradicciones: por un lado, las contradicciones de clase entre burguesía y proletariado

1
Rivera, Jorge B. América Latina: el difícil intermedio. Siglomundo nº44. Centro Editor de América
Latina. Buenos Aires, 1969.

2
(se expande el modo de producción capitalista); por otro lado, el conflicto creciente entre las
grandes potencias imperialistas (contradicciones interimperialistas); por último, las
contradicciones entre un puñado de potencias imperialistas versus los países dependientes. Estas
tres contradicciones coexisten e interactúan, pero según cuál de ellas predomine, la tendencia
general será de guerra o de revoluciones. Por ejemplo, entre 1910 y 1914, si bien el mundo asistía
a una oleada revolucionaria con la revolución rusa de 1905, la mexicana en 1910 y el ascenso de
luchas obreras en América Latina, la tendencia que predominó fue la rivalidad interimperialista
cuando se mundializa la I guerra mundial.
En el plano internacional, la Revolución Rusa de 1917, obrera y campesina organizada
por una masa directa (los Soviets), derrocó el régimen zarista e instauró un nuevo modelo, la
dictadura democrática. Con esto abrió una nueva época histórica y mostró que el imperialismo es
rivalidad y es guerra, pero que con la guerra se debilita en su conjunto y abre la brecha para el
surgimiento de un nuevo modelo. De este modo, la revolución proletaria en los países capitalistas
y la revolución nacionalista de los países oprimidos tienen un enemigo en común: el mundo
capitalista imperialista. Esto motivó e inspiró muchas luchas en Latinoamérica, como la Semana
Trágica y la Patagonia Rebelde, así como luchas posteriores antiimperialistas, en la que cabe
destacar a la revolución cubana.
Con las dos Guerras Mundiales y la gran Depresión de 1930, las sociedades
latinoamericanas expresan su necesidad de cambio tanto el lo económico como en lo político.
Según la definición de Gramsci, una crisis orgánica es una crisis de hegemonía: una crisis de
autoridad de la clase dominante y de su ideología. En la década de 1930, América Latina refleja
una situación crisis de tales características, poniendo en jaque la dominación imperialista que
sufría. La misma crisis provocó que emergieran las contradicciones entre las masas populares y la
burguesía y entre los países dependientes y los imperialistas.
Tras la debacle de Wall Street, el comercio exterior latinoamericano se ve muy afectado,
en gran parte por ser economías dependientes: cae el volumen demandado y el precio de las
materias primas, hay una sobreproducción agrícola y se inicia un deterioro de los términos de
intercambio, lo que genera crisis en las cuentas públicas, caída de los ingresos aduaneros, caída de
los salarios. Esto genera una modificación en las importaciones ya que cada vez más son medios
de producción. A su vez, se genera un proceso de urbanización en la que grandes contingentes de
campesinos y obreros rurales se instalan en las grandes urbes. Así, se observa una mayor
movilidad en cada una de lasestructuras sociales,: “Al lado de la oligarquía tradicional se
consolida una burguesía nacional que tiende a disputarle la hegemonía, al mismo tiempo que se

3
fortalece el proletariado y se crea una nueva clase media urbana”.2
Al finalizar la I Guerra Mundial, EEUU fue la única ganadora y pasó a ser el eje
hegemónico, la locomotora de la economía mundial, desplazando a Gran Bretaña. Siguiendo
desde finales del s.XIX su ferviente creencia en su "Destino Manifiesto", buscó tener el dominio
absoluto en la zona de América Latina, principalmente en el Caribe, con su denominada "Política
del Gran Garrote" en un primer momento y posteriormente con la "Diplomacia del Buen Vecino".
De este modo, Cuba, con la enmienda Platt, y Puerto Rico, con la ocupación directa,
pasaron a ser semi-colonia y colonia de dicho país. Esto implicó, por ejemplo, la participación de
centenas de puertorriqueños en la I Guerra Mundial, ya que Estados Unidos les había impuesta la
ciudadanía norteamericana.
En el caso argentino y mexicano este fenómeno se tradujo en la extracción de petróleo
por parte de empresas como la Standard Oil norteamericana o la holandesa Shell. Asímismo, en
Argentina, el desarrollo de los ferrocarriles y de los frigoríficos se impulsó con capitales ingleses
que con el aval del Estado nacional durante la presidencia de Roca, tuvieron el medio para
controlar económicamente al país.
De esta manera, los países dependientes están pagando un tributo: los imperialismos extraen
plusvalía con el trabajo de los trabajadores locales, y a la vez cuanto más se exporta, más plusvalor
parte hacia las potencias y se fuga de los Estados dependientes. Pero ese desarrollo capitalista fue
atrasado y deformado: fue proceso mucho más lento no conducido por burguesía local sino por
interés extranjero, sólo en industria liviana y predominaron pequeños establecimientos y no una
gran industria.
En el plano político, América Latina presenta una tendencia común, a saber, el
Nacionalismo, que se plantea en favor de la independencia económico-política de sus países de las
metrópolis imperialistas (especialmente de EEUU) así como una ampliación de la vida política
para incluir a esas nuevas masas urbanas. Algunos ejemplos de este tipo de gobierno son el de
Vargas en Brasil (con su "Estado Novo" de 1937) y el de Perón en Argentina, quienes
desarrollaron un proteccionismo industrial y promovieron legislaciones laborales en favor de la
clase obrera. En Bolivia, el Nacionalismo se plasmó principalmente en el Movimiento Nacional
Revolucionario (que en 1952 sería el partido político encargado de la revolución) pero asimismo
ya en el denominado “Socialismo militar” de los coroneles David Toro (1935-1937) y Germán
Busch (1937-1939). Toro declaró la “caducidad de las concesiones petrolíferas efectuadas en
beneficio de la Standard oil of Bolivia”3 y Busch, por su parte, mediante el decreto del 7 de junio
2
Albaredo, Eugenio. Los nacionalismos de América Latina. Siglomundo nº100. Centro Editor de América
Latina. Buenos Aires, 1975.
3
Pla, Ablberto. América Latina Siglo XX, Economía, sociedad y revolución. Carlos Pérez Editor. Buenos

4
de 1939, establece un control del Estado boliviano sobre las minas, así como estatiza el Banco
Central y el Banco Minero y, en fin, establece un Código de Trabajo a favor de los trabajadores.
En lo que respecta a las acciones del MNR, es destacable la nacionalización de las minas
(poniendo fin al sistema de la “rosca”) y la reforma agraria.
De lo anterior se observa que si bien estos movimientos latinoamericanos fueron
antiimperialistas, no fueron todos tan radicales en su lucha como los movimientos del MNR
boliviano y de los guerrilleros de Sierra Maestra cubanos, único movimiento de todo el continente
que logró triunfar en 1959 con el rol de las milicias armadas como protectoras del nuevo gobierno,
es decir, una fuerza originada en el pueblo y no en un ejército del Estado, lo que le permitió llevar
a cabo profundas transformaciones en el seno mismo del Estado y no sólo meras modificaciones
en su forma.

Aires, 1969.

5
II _ Historia y sociedad prerrevolucionarias
a) Caracterización de la formación económico social
La sociedad boliviana se caracterizaba desde el s.XIX y por herencia colonial por una
división estamental, en donde los indios, que eran mayoría, se encontraban en el escalón más bajo
y en el escalón más alto se encontraban los grandes mineros, los latifundistas y los dirigentes
políticos. Esta división daría cuenta de una sociedad conformada por grupos aislados unos de
otros y explotados unos por otros, así como de un profundo abismo cultural y social entre el
campo y la ciudad.
i) El sector agrario
En el siglo XIX, “la sociedad boliviana contaba con 1.100.000 habitantes de los cuales
800.000 eran indios, 200.000 blancos, 100.000 mestizos o cholos […]”4 Los indios constituían el
núcleo de la población rural.
La economía boliviana de la primera mitad de siglo tras la independencia se basaba
fundamentalmente en la agricultura y en la ganadería. “Hasta bien entrado el siglo XX, Bolivia
seguía siendo una nación predominantemente rural y de campesinado indígena”5.
El sector agrario contaba con dos tipos de unidades productivas: las haciendas y las
comunidades de indios, heredadas de las estructuras coloniales. Las comunidades indígenas eran,
en sí, el mayor ingreso del estado para ese entonces y servían para garantizar la disponibilidad
constante de recursos para gastos públicos: “Tributario y comunero constituían, en efecto, una
unidad indisociable. Hasta la década de 1860, cerca del 40 por 100 de los ingresos de la república
provenían precisamente del tributo pagado por los indios.”6
A mediados de siglo, los campesinos indios estaban diferenciados en distintos estratos, lo
que significaba un acceso diferente a las parcelas y una diferencia en sus tributos. Estos estratos
eran los originarios, comuneros nativos con mayor acceso a tierras; los forasteros y agregados,
foráneos, con menos tierras los primeros y con menos o sin tierra los segundos; los yanaconas, sin
tierra atados a una hacienda por servicio personal, y por último los vagos, trabajadores migrantes.
Observamos en esta estratificación que coexistía un modo de producción más capitalista con
relaciones salariales y otro estilo feudal, con prestaciones de servicio obligatorias. Así, “la
población campesina era bastante diferenciada según las distintas formas de producción que

4
J.B.Pentland. Informe sobre Bolivia, 1827. Potosí, 1975, pp.40-42 en Bonilla, Heraclio. Perú y Bolivia,
en Bethell, L (ed). Historia de América Latina, t.6. Crítica. Barcelona, 1985, p.223.
5
Klein, Herbert S. Bolivia, desde la Guerra del Pacífico hasta la Guerra del Chaco, 1880-1932, en Bethel,
L (ed). Historia de América Latina, t.10. Crítica, Barcelona, 1985. p.210.
6
Bonilla, Heraclio. “Perú y Bolivia”, en Bethell, L (ed). Historia de América Latina, t.6. Crítica,
Barcelona, 1985. p.230.

6
predominaban en las diversas regiones del país.”7
El funcionamiento del sector agrario tenía una “notable estabilidad” debida al “magro
incremento de la población de La Paz y Oruro”8 que no permitió la movilización de los factores
de producción al no incrementarse la demanda interna. De este modo, hacia finales de siglo y
principios del siglo XX, “la situación del campo había llegado a ser una de las más injustas y
antieconómicas de América Latina” en donde “el 6% de los hacendados [controlaba el 92% de
toda la tierra cultivada de la república.”9 Sumado a esto, los hacendados realizaban pocas
inversiones en sus haciendas, por lo que la tecnología era rudimentaria y las semillas eran de baja
calidad. Esto conllevaba a una sumamente baja producción de alimentos y, por ende, contribuía a
su vez a que no se desarrollara el mercado interno.
La existencia de las comunidades indígenas se vio terminada con el decreto del 20 de
mayo de 1866 del Melgarejo, que establecía la venta de las tierras comunitarias. En septiembre de
1868, la Asamblea Nacional Constituyente decreta la atribución de las tierras comunitarias a la
propiedad del estado al mismo tiempo que cancela el tributo indígena. Esta expropiación tenía
como principales beneficiarios a los terratenientes tradicionales que pudieron expandir sus
haciendas. “La coacción estatal como mecanismo de la expropiación de tierras comunales reforzó
el poder local de los terratenientes y propició la expansión de las relaciones de producción serviles
en la agricultura.”10 La respuesta a este despojo fue una masiva protesta indígena en 1869, 1870 y
1871 que contribuyó al derrocamiento de Melgarejo en 1871. Ese mismo año, la Asamblea
declaró la nulidad de las ventas y prometió la restitución de las tierras; sin embargo, “esto no
significó ni el restablecimiento de la propiedad comunal ni la transformación del indio en un
jornalero sin tierra.”11 En lo que refiere al tributo, “los indios no quedaron exentos de pagarlo; en
adelante, su recaudación fue confiada a la administración departamental hasta su abolición en
1882.”12 Sumado a todo lo anterior, el 5 de octubre de 1874 se sancionó la “Ley de ex
vinculación” que negaba la existencia jurídica de las comunidades. Se asiste de este modo a una
pérdida no sólo de la cohesión en las comunidades indígenas sino también en la sociedad: se
rompen las normas sociales indígenas, se incrementa la emigración hacia las ciudades y se

7
Mires, Fernando. La rebelión permanente. Siglo XXI, México. 1998. p.239-240
8
Bonilla, Heraclio. “Perú y Bolivia”, en Bethell, L (ed). Historia de América Latina, t.6. Crítica,
Barcelona, 1985. p.231.
9
Klein, Herbert S. “La Revolución Nacional, 1932-1964, en data Revista del Instituto de Estudios
Andinos y Amazónicos, Nº3. La Paz, 1992.
10
Rivera Cusicanqui, Silvia. “Apuntes para una historia de las luchas campesinas en Bolivia” en
González Casanova, Pablo (coord.). Historia política de los campesinos latinoamericanos. Siglo XXI.
México, 1985. p.153
11
Bonilla, Heraclio. “Perú y Bolivia”, en Bethell, L (ed). Historia de América Latina, t.6. Crítica,
Barcelona, 1985. p.232.
12
Sánchez-Albornoz. Indios y tributos. Pp210-211 en op.cit. p.233

7
expande la población mestiza rural y urbana. A su vez, al no desarrollarse la enseñanza pública
hasta la década de 1930, tampoco se fomentó una integración social de este sector, que continuó
aislado no sólo por su analfabetismo sino también por la lengua: “el quechua siguió siendo la
lengua predominante, seguido del aimara.”13 Los campesinos indígenas sufrían así una doble
opresión: de clase, por un lado, con un problema de falta de tierra, y por ser parte de pueblos
originarios por otro, con una pérdida de autodeterminación.
En palabras de Fernando Mires, “la expropiación de las comunidades, en un país indio
como es Bolivia, significaba no sólo la continuación de la conquista por otros medios, sino
además el ataque de una minoría detentora del Estado hacia la propia nación.” 14 Con la
expropiación de las tierras se logró una concentración tal que “alrededor de 3.000 personas
[fueran] dueñas del 90% de la tierra.”15
La estructura agraria boliviana de todo el período de la prerrevolución era una estructura
típicamente latifundista. En cita de Mires a Antonio García: “La estructura agraria latifundista […]
[consistía en una] economía del trabajo basada en los servicios personales gratuitos […]
radicación tradicional de los colonos en sayanas o peguales de 1 a 4 hectáreas […] trabajo gratuito
del colono o arrendero durante 4 o 5 días a la semana […] y aporte gratuito de jornalero, animales
de trabajo y aperos de labranza durante la siembra y cosecha […]” 16 Detrás de este sistema se
observa el modo de producción servil en donde el indio queda atado a la tierra y a su hacendado
en condiciones de vida de subsistencia precaria.
Este sistema agrario atrasado y feudal no se modificaría hasta la Reforma Agraria de
1952, pues “los mineros […] sabían muy bien que el mantenimiento de la estructura agraria
tradicional era la mejor manera de asegurarse una fuente permanente de mano de obra y alimentos
baratos.”17

ii) El renacimiento de la actividad minera


El sector minero es el que permite una inserción más profunda de la economía boliviana
en el mercado mundial a partir de la recuperación de la minería entre 1850 y 1873. Surge así un
nuevo grupo minero y se incorpora capital extranjero, que pasará a controlar la comercialización.

13
Op. cit. p. 210.
14
Mires, Fernando. La rebelión permanente. Siglo XXI, México. 1998. p.227
15
Mas, Santiago. Revolución y Contrarrevolución en Bolivia. Centro Editor de América Latina. Buenos
Aires. P33
16
García, Antonio. “La reforma agraria y el desarrollo económico en Bolivia”, en El Trimestre
Económico. México, julio-septiembre de 1964. p340 en Mires, Fernando. La rebelión permanente. Siglo
XXI, México. 1998. p. 239
17
Del Campo, Hugo. “Villarroel. Ejército y nacionalismo en Bolivia”. Historia de América. Centro Editor
de América Latina. Buenos Aires, 1972. p.33

8
Según Klein, este crecimiento se debe a diversas causas, entre las que se encuentran
factores externos como la disminución de los costos de la máquina a vapor; la adquisición de
experiencia técnica y de capital gracias al desarrollo de la minería en Perú y en Chile; la baja
internacional del precio del mercurio, elemento fundamental para la extracción de la plata.
Sin embargo, es interesante destacar, como lo hace Bonilla, que este resurgimiento de la
minería “no pudo, a diferencia de Potosí en el s.XVI, articular el conjunto de la economía
boliviana, […] la minería boliviana no pudo […] contribuir al desarrollo de la agricultura”18 y esto
explica la importancia del tributo indígena para el presupuesto estatal.
Así como sucedía con la agricultura, los principales yacimientos mineros del altiplano
estaban concentrados en una nueva élite proveniente de comerciantes y de hacendados de
Cochabamba. En un principio el capital inversor minero era boliviano. Tres grandes familias se
convirtieron en dinastías de la minería argentífera: Aniceto Arce, quien adquirió en 1852 la
Compañía Minera de Huanchaca; los Aramayo, quienes compraron la Real Compañía Minera
Socavón; y Gregorio Pacheco, quien expropió las minas de Guadalupe en 1855 a uno de sus
deudores. No obstante, esta nueva élite estaba estrechamente ligada a los capitales foráneos que
ingresaron hacia la década de 1870, de quienes finalmente dependían.
Este gran incremento de la minería promovió también la apertura de bancos como el
Banco Nacional de Bolivia en 1871 para movilizar capitales, ayudó a la expansión del comercio
exterior y estimuló la inserción cada vez mayor de capitales extranjeros (ingleses, franceses,
chilenos).
Este impulso del sector minero generó una reorganización de la economía boliviana que a
su vez modificó la estructura de clases. Los grupos mineros argentíferos se convirtieron en el
grupo hegemónico desplazando de esta manera a los terratenientes tradicionales. A su vez, con la
Guerra del Pacífico, se puso fin al gobierno de caudillos militares y se estableció un gobierno
oligárquico civil, en el que la injerencia de esta élite minera fue mayoritaria.
El Estado boliviano no percibía sino una mínima ganancia de la minería ya que los
“barones del estaño” evitaban impuestos, no aceptaban control… “aun en los años de mayor
prosperidad de la minería, el gobierno vivía en una penuria permanente.”19
Con el colapso de la minería de plata, la minería del estaño será el nuevo sector
hegemónico. La “Rosca” boliviana se instalará poderosa con nuevamente tres grandes familias
detentoras del mayor capital estannífero: Patiño, Aramayo y Hochschild. Entre estas tres familias

18
Bonilla, Heraclio. “Perú y Bolivia”, en Bethell, L (ed). Historia de América Latina, t.6. Crítica,
Barcelona, 1985. p.234.
19
Del Campo, Hugo. “Villarroel. Ejército y nacionalismo en Bolivia”. Historia de América. Centro Editor
de América Latina. Buenos Aires, 1972. p.34

9
se concentraba el 74% del estaño boliviano y constituyeron lo que se denominó el “superestado
minero” cuyos intereses se imponían frecuentemente a los intereses nacionales.
Increíblemente, la actividad minera era la principal generadora de ganancias pero sólo
ocupaba a alrededor del 3% de la población activa.

De los apartados anteriores se puede deducir que el capitalismo en Bolivia predomina


cualitativamente pero la gran mayoría de las relaciones sociales de trabajo eran precapitalistas.

b) El estado boliviano: de la oligarquía conservadora (1884-1899) a la revolución


Con este nuevo gobierno oligárquico civil se establece un sistema de partidos políticos
pero de participación limitada: el régimen político circunscripto a la élite. Como se puede ver en
Klein, “hasta 1900, el electorado se cifraba sólo entre 30.000 y 40.000 personas. La élite se
ocupaba de mantener a las masas indígenas apartadas de la política, así como de negarles el
acceso a las armas o a cualquier otro medio efectivo de protesta. El ejército […] [fue] la
herramienta indispensable para mantener la sumisión de los indígenas.”20 Es posible ver cómo
este nuevo gobierno busca instaurarse en el estado utilizando y así confirmando los medios
expuestos en la teoría de Weber de la legitimación del estado por medio de la legitimación de la
violencia: un estado es estado mientras mantenga el monopolio de la fuerza.
Observamos así que la participación política en los gobiernos desde 1880 hasta mediados
del s.XX estaba en manos de apenas entre el 10 y el 20% de la población: las grandes masas
rurales y obreras quedaban excluídas del poder político. Sin embargo, las movilizaciones y las
protestas, único medio por el cual expresarse, les darían un papel cada vez más decisivo.
En este marco de nuevas oligarquías, la economía boliviana estaba en una posición muy
vulnerable ante las fuerzas económicas internacionales dada la inestabilidad de los precios de la
plata. “De esta manera, el gobierno, los propietarios de las minas y la elite nacional, estaban
sujetos a los imperativos internacionales, lo que creaba problemas de estabilidad sobre los cuales
tenían muy escaso control.”21 Esto explica, siguiendo al mismo autor, el comportamiento incierto
de las elites mineras que buscaban y ofrecían constante apoyo en gobiernos civiles estables que
invirtieran en el desarrollo de elementos necesarios para la minería, como por ejemplo los
ferrocarriles.
En esta era de la oligarquía conservadora y tras la derrota frente al ejército chileno, los
partidos políticos se dividen en dos, a saber republicanos (prochilenos) y liberales (antichilenos).
20
Klein, Herbert S. Bolivia, desde la Guerra del Pacífico hasta la Guerra del Chaco, 1880-1932, en
Bethell, L (ed). Historia de América Latina, t.10. Crítica, Barcelona, 1985. p.210
21
Op. cit. p.212

10
Durante este período, la violencia política en rechazo de ceder el poder al adversario fue constante.
Gregorio Pacheco presidió el país entre 1884 a 1888, luego lo sucedió Aniceto Arce de 1888 a
1892, quien construyó el enlace ferroviario La Paz-Antofagasta. De 1892 a 1896 presidió Mariano
Baptista y finalmente Fernández Alonso de 1896 a 1899, con quien se erosiona el poder del
régimen conservador, entre otras razones, por la baja del precio mundial de la plata: los liberales se
posicionan en forma más fuerte con el apoyo de clases profesionales de La Paz y, especialmente,
del sector minero ligado al estaño, que buscaba desplazar a la élite oligárquica conservadora.
Según Rivera Cusicanqui, “las bases para el desplazamiento regional del eje de articulación de la
economía boliviana [están sentadas] en torno a una nueva alianza minero-terrateniente-comercial
[…] cuya más acabada expresión política es el Partido Liberal.”22 De este modo, el Partido Liberal
derrocó al régimen conservador aprovechando la conjugación de factores tanto externos como
internos: el colapso de la plata en el mercado mundial, la disponibilidad de tecnología y de
comunicaciones para transferirla a otro tipo de minería y el aumento de la demanda mundial de
estaño que coincidió con el agotamiento de las minas de estaño europeas. Estos hechos
provocaron una ruptura en la política nacional con La Paz convirtiéndose en un enclave para la
nueva industria minera del estaño.
Aquí es de sumo interés resaltar el hecho de que para poder ganar, los liberales apelaron a
las masas campesinas indígenas a participar de la revuelta: por primera vez, ciertos grupos
indígenas participaban del devenir político. Sin embargo, “una vez los liberales alcanzaron la
victoria […] las tropas indígenas fueron desarmadas y sus líderes ejecutados.”23
Vemos en este hecho que el régimen liberal no se diferenció radicalmente del
conservador: persistió el sistema de participación política limitada y las elecciones presidenciales
estuvieron controladas. En este momento surge un nuevo tipo de liderazgo encabezado por
profesionales abogados y letrados encargados de proteger los intereses de la nueva oligarquía del
estaño hegemónica. Asimismo, desde el inicio de la explotación del estaño, Bolivia tuvo una gran
apertura a capitales extranjeros de empresarios e ingenieros: “los imperios económicos surgidos
de la minería boliviana pronto tuvieron intereses multinacionales.” 24 No obstante, es destacable el
hecho de que hasta finales de la década de 1930, estas tres compañías seguían estando
principalmente en manos bolivianas: el control minero del estaño era nacional a pesar de la gran

22
Rivera Cusicanqui, Silvia. “Apuntes para una historia de las luchas campesinas en Bolivia” en
González Casanova, Pablo (Coord.). Historia política de los campesinos latinoamericanos. Siglo XXI.
México, 1985. p.149
23
Klein, Herbert S. Bolivia, desde la Guerra del Pacífico hasta la Guerra del Chaco, 1880-1932, en
Bethell, L (ed). Historia de América Latina, t.10. Crítica, Barcelona, 1985. p.216
24
Del Campo, Hugo. “Villarroel. Ejército y nacionalismo en Bolivia”. Historia de América. Centro Editor
de América Latina. Buenos Aires, 1972. p.33

11
inserción de capital foráneo. De todas maneras, esto no significó el desarrollo de una burguesía
nacional ya que “los barones del estaño estaban lejos de constituir algo aproximado a una clase
social. Se trataba más bien de imperios económicos individuales y/o familiares […] Pese a que
eran bolivianos, los barones del estaño actuaban en la práctica como capitalistas extranjeros en su
propio país.”25
A pesar de estos cambios en lo político y en lo económico, la estructura social se mantuvo
estable, “el tejido social de Bolivia continuaba siendo sorprendentemente tradicional.” 26 Esto nos
muestra la continuidad del mismo tipo de Estado instaurado en 1880 ya que no se produjeron
modificaciones en la estructura social ni en las relaciones sociales de trabajo.
Posteriormente, el Partido Liberal se escinde y así surge el Partido Republicano, fundado
por Daniel Salamanca. Nuevamente se presenció un bipartidismo político con su violencia
asociada entre ambos bandos. Sin embargo, Klein sostiene que los republicanos eran un calco de
los liberales: “extraía su fuerza de las mismas clases; apoyaba incondicionalmente todas las
demandas de las clases mineras dirigentes; y era tan racista y oligárquico como sus oponentes.”27
En 1920, los republicanos llegan al poder y con ellos se pasa de un sistema bipartidista a
uno multipartidista. Como sucedió con el Partido Liberal, el Partido Republicano se divide a su
vez en Republicano, con liderazgo de Bautista Saavedra, y el Partido Republicano Genuino, con
Daniel Salamanca a la cabeza. En 1921 es Saavedra quien toma el mando. A su vez, en esta
década, las masas comienzan a tener mayor consciencia de clase y se manifiestan: surgen partidos
menores que ponían en cuestión los problemas de clase y comienzan las primeras agitaciones
obreras y campesinas organizadas.
Con respecto a la organización obrera, Saavedra fue más tolerante puesto que veía en ella
un apoyo potencial importante frente a las clases altas y medias urbanas que estaban tornando a
los republicanos genuinos y a los liberales.
La gobernabilidad de Saavedra fue cada vez más difícil y fue puesto en jaque cuando dio
trato especial a la Standard Oil en concesiones petroleras, hecho que fue aprovechado por
Salamanca para criticar a Saavedra con la retórica del nacionalismo económico.
En 1925 lo siguió Hernando Siles, quien fomentó la reforma universitaria y así, en 1928,
se creó la Federación Nacional de Universitarios de Bolivia (FUB). Durante su gobierno
empezaron a surgir reclamos de los socialistas como de los estudiantes de la FUB en torno a
transformaciones estructurales como la reforma agraria, la nacionalización de los recursos

25
Mires, Fernando. La rebelión permanente. Siglo XXI, México. 1998. p. 232
26
Klein, Herbert S. Bolivia, desde la Guerra del Pacífico hasta la Guerra del Chaco, 1880-1932, en
Bethell, L (ed). Historia de América Latina, t.10. Crítica, Barcelona, 1985. p.218
27
Op. cit. p.221

12
naturales, etc. Junto a esto, la economía presenta un deterioro cada vez mayor, el precio del estaño
entró también en declive debido a lo cual los ingresos gubernamentales se vieron menguados, por
lo que el gobierno tuvo que recurrir a varios préstamos internacionales. Siles buscó la aprobación
a la extensión de su mandato y para ello cedió la revisión de la reelección a una junta militar. Sin
embargo esta maniobra tuvo un gran rechazo en el que los estudiantes tuvieron un papel muy
importante. Así, la junta se sublevó, los partidos hicieron un acuerdo y Salamanca asumió en
1931. Aquí se produce un sutil cambio en la ideología política de las clases gobernantes, como
afirma Klein: “la reforma estudiantil en la universidad había introducido el pensamiento marxista
[…] en la política nacional. Los movimientos obreros empezaron a atraer la atención nacional con
una actividad huelguística cada vez más importante […]”28
Con la gran depresión de 1929 se produce un cierto alivio para el gobierno de Salamanca,
como los despidos de trabajadores mineros que los obligaron a volver al campo o la destrucción
de los logros del movimiento obrero. Sin embargo, dada la obstinación de Salamanca en no
escuchar a los grupos disidentes y a su incapacidad de respuesta sino por medio de la represión,
los obligaba a enfrentarse al sistema político aún más violentamente.
En 1932, Salamanca decide sumergir al país en la Guerra del Chaco contra el vecino país
de Paraguay. Tras la crisis de 1929, Bolivia fue el primer país en sentir las consecuencias: ya desde
1927 el precio del estaño estaba en descenso y con el crack bajó aún más considerablemente. El
estaño boliviano era más caro que el de los otros productores ya que tenía un grado de mineral
más bajo y los costos de transporte eran más elevados. Salamanca no supo cómo dar respuesta a
este problema con lo cual en enero de 1931 el Congreso pasó a manos liberales: los grandes
grupos de la sociedad le quitaban su apoyo a Salamanca. Así, según Klein, la guerra fue la gran
excusa que Salamanca tuvo a mano para fomentar un nacionalismo en contra de un enemigo
externo y de esta manera tapar las contradicciones cada vez más patentes en el seno de la sociedad
boliviana. “Conforme la situación política y económica interior iba haciéndose más tensa,
Salamanca empezaba a poner sus miras en la cuestión de la frontera del Chaco.”29 Con este fin, en
agosto de 1931 anunció la supresión de los servicios gubernamentales, el aumento del presupuesto
militar y la supresión de la actividad sindical: su postura era cada vez más extrema y antipopular.
Su gobierno se endureció cada vez más hasta la promulgación de una ley de “defensa social” para
enfrentarse a los partidos de izquierda y al movimiento obrero y a una ley antihuelga. Con una
oposición cada vez mayor de obreros, estudiantes, partidos de izquierda y saavedristas, Salamanca
se tornó al Chaco y hacia finales de julio de 1932 comenzó la guerra contra Paraguay.

28
Op. cit. p.225
29
Op. cit. p.228

13
A su vez, hay autores que sostienen que esta guerra del Chaco fue producto también de la
rivalidad entre la Standard Oil of Bolivia con capitales norteamericanos y la Dutch Shell con
capitales holandeses en Paraguay, quienes se disputaban el territorio en cuestión para extraer
petróleo.
Con la derrota boliviana, el sistema político en vigencia desde 1880 colapsó y vio su fin.
La guerra implicó un replanteo social al destruir los supuestos de la elite tradicional. Todo esto
fomentó el surgimiento de sectores que tomaran más consciencia sobre los problemas de base de
la sociedad boliviana y que tuvieran visiones más revolucionarias. Así, cuestiones centrales como
la de la tierra, la de los indígenas y la dependencia económica, entre otras, pasaron al centro del
debate nacional: “la guerra del Chaco iba despertando una conciencia social y nacional que pronto
comenzaría a atacar al ‘superestado minero’ y haría tambalear el predominio de la rosca”30
En el ejército esta concientización se tradujo en el denominado Nacionalismo Militar que
buscó, cuando llegó al poder, dar una imagen de “Estados Protector”.
El coronel Toro asumió en 1936 con la voluntad de implantar un socialismo de Estado
Militar. Éste dispuso en 1937 una sanción a la Standard Oil estableciendo la “caducidad de la
concesión y la reversión de todos sus bienes al estado.”31 De este modo, Yacimientos Petrolíferos
Fiscales Bolivianos fue quien pasó a administrar estos bienes.
Por su parte Busch derogó la Constitución Liberal de 1880 y dictó un Código del Trabajo
que mantenía las conquistas logradas por el movimiento sindical obrero (jornada de 8 horas,
descanso dominical, fijación salarios mínimos, entre otras). Sin embargo, también dictó una ley
anticomunista. En palabras de Del Campo, “esta combinación de sindicalismo dirigido, leyes
sociales y represión de las tendencias revolucionarias caracteriza al ‘socialismo de Estado’
32
militar.” Aún así, Busch fue el primero en oponerse y dar frente a los grandes de la minería
mediante el decreto del 7 de junio de 1939 que aspiraba a nacionalizar las minas. En esta línea,
nacionalizó el Banco Central y creó el Banco Minero, lo que imponía a los mineros un control
sobre sus monopolios. También acusa por conspiración a Hochschild y propone su fusilamiento,
pero no se lleva a cabo.
En 1939 Busch se suicidó bajo circunstancias poco claras. Si bien hay quienes afirman
que fue asesinado, el hablar de suicidio le dio una imagen de mártir de la nación.
Asumió entonces Quintanilla, quien derogó inmediatamente el decreto del 7 de junio, lo
que significaba una restauración de la rosca. A éste lo siguió Peñaranda, quien se caracterizó por el

30
Del Campo, Hugo. “Villarroel. Ejército y nacionalismo en Bolivia”. Historia de América. Centro Editor
de América Latina. Buenos Aires, 1972. p.36
31
Op. cit. p.40
32
Op. cit. p.40

14
entreguismo, la censura y la detención de dirigentes políticos. Nuevamente la represión fue
moneda corriente para mantenerse en el gobierno. Entre esos grupos opositores se formaría el
Movimiento Nacional Revolucionario en 1941, con Víctor Paz Estenssoro a la cabeza.
La guerra del Chaco tuvo un gran efecto en el ejército y llevó a la creación de logias con
distintos intereses. Ejemplos de ellas son Ayacucho, vinculada con la masonería y con la rosca;
Abaroa y Razón de Patria (RADEPA). El 20 de diciembre de 1943, Radepa junto con los
dirigentes del MNR hicieron un golpe de estado, depusieron a Peñaranda y una junta formada por
miembros del MNR y de la logia llevaba a Villarroel al gobierno.
Sin embargo, esto fue interpretado por Estados Unidos como algo peligroso ya que desde
sus inicios el MNR había sido acusado de tener una orientación nazi-fascista dada la simpatía de
algunos de sus miembros por el Eje (en quien veían al enemigo de su enemigo). Es por esto que el
Departamento de Estado decidió demorar su reconocimiento al nuevo gobierno, aislar a Bolivia
diplomáticamente y ejercer una fuerte presión externa.
En 1944, Paz Estenssoro asumió el ministerio de Hacienda y obligó a la minería a pagar
sus impuestos, aumentando los ingresos fiscales. En el ministerio de Trabajo, Monroy Block dictó
nuevas leyes sociales y especialmente efectivizó las leyes ya vigentes. Tanto Paz Estenssoro como
Monroy Block eran parte del MNR: se estableció así un gobierno repartido entre Radepa y el
MNR.
Villarroel auspició el Primer Congreso Nacional Campesino en 1945 y llevó adelante
medidas como la supresión del pongueaje, del mitanaje y de los servicios gratuitos, entre otras,
pero no hizo reformas radicales ya que nada de lo anterior afectaba a la propiedad de la tierra y,
por consiguiente, se mantenía la estructura económico-social descripta anteriormente.
Aún si las modificaciones no eran radicales, la rosca y la oligarquía terrateniente se
demostraban sumamente molestas con la política del gobierno Villarroel-Paz Estenssoro y se
apoyaban en la actitud hostil del gobierno estadounidense. A su vez, los partidos de izquierda se
mostraban más próximos a esta hostilidad dado su adhesión a la crítica contra el contenido nazi-
fascista. Se formó entonces el Frente Democrático Antifascista con gran variedad de partidos
políticos, desde el PIR hasta el Partido Republicano Genuino. Así, en las ciudades se veía al
gobierno de una manera cada vez más hostil, a diferencia de cómo lo veían campesinos y obreros
mineros.
En esta convulsión, el gobierno apresa e incluso fusila a personeros de la oligarquía,
retomando la línea planteada por Busch. Radepa debió retroceder y el MNR se desentendió de los
crímenes. Dada la efervescencia social, en julio de 1946, una insurrección citadina entró en el
Palacio Quemado y desplazó a Villarroel colgándolo de un farol de la Plaza Murillo. El golpe se

15
llamó “libertador y popular”. Siguiendo a Pla, “la actividad subversiva contra Villarroel recorre los
casi tres años de su gobierno. Al no apoyarse en las masas que buscaban un centro de dirección
nacional, Villarroel facilitó, sin quererlo, la tarea de la Rosca.” y más tarde “la forma
revolucionaria de impedir la conspiración oligárquica rosquera era, precisamente, llamar a las
masas. Entonces se habrían podido instalar tribunales revolucionarios y justicia popular a la luz
del día y públicamente, como se hizo en Cuba después de 1959.”33 De este modo, la conspiración
rosquera, apoyada por el imperialismo estadounidense, terminaban con “un gobierno que quiso
ser popular y no llegó a serlo en forma amplia”34 y con “la experiencia de un gobierno que […]
había apenas iniciado la movilización política de los grupos más poderosos –mineros y
campesinos- sin llegar a concretar transformaciones fundamentales.”35 Vemos que las condiciones
subjetivas van madurando cada vez más a la espera de la conjunción con las condiciones
objetivas.
El comité revolucionario llamó a elecciones y fue Hertzog quien asumió la presidencia,
quien frente a la movilización de obreros y campesinos y en especial de los mineros recurrió a una
represión cada vez más violenta.
Finalmente, Mamerto Urriolagoitia asume en 1949 tras la renuncia de Hertzog y defiende
aún más los intereses de la Rosca, oponiéndose a la insurrección del MNR de ese mismo año y a
la huelga general de 1950. En 1951 convoca a elecciones, en las cuales el MNR se presenta. “La
suma de los tres partidos oficialistas […] no iguala a los votos del MNR” 36 El gobierno anula las
elecciones y es así que da paso a que las masas se expresen y lleven a cabo la revolución.

c) Reivindicaciones indígenas, Movilizaciones obreras y campesinas: la lucha, la


represión y la organización
Ya en el s.XIX, los indígenas mostraban su descontento frente a un Estado que los
marginaba y los explotaba constantemente, aún si ellos eran la mayoría y a los oportunistas
políticos que los utilizaban para hacerse del poder. Tal fue el caso de la rebelión del cacique Willka
(Pablo Zárate), quien dirigió los levantamientos campesinos indígenas en apoyo a los liberales a
cambio de que les devolvieran las comunidades expropiadas. Pero esta rebelión indígena pronto

33
Pla, Alberto. América Latina Siglo XX. Economía, sociedad y revolución. Carlos Pérez Editor. Buenos
Aires, 1969. p. 193.
34
Op. cit. P. 194.
35
Del Campo, Hugo. “Villarroel. Ejército y nacionalismo en Bolivia”. Historia de América. Centro Editor
de América Latina. Buenos Aires, 1972. p.47
36
Pla, Alberto. América Latina Siglo XX. Economía, sociedad y revolución. Carlos Pérez Editor. Buenos
Aires, 1969. p. 197.

16
tomaría su propio curso respecto de la revolución de los liberales y formó un gobierno indígena
propio bajo la forma de la “República de las Peñas”. Willka sería finalmente asesinado por las
élites blancas que sólo permitían los movimientos indígenas bajo su control. Pero, como expone
Mires, “la importancia del hecho reside, sobre todo, en haber mostrado la predisposición a la lucha
de las masas indias apenas se abrían algunos espacios que la permitían.”37
Con el surgimiento de los grandes imperios mineros se dio, paralelamente, el surgimiento
de la fuerza laboral minera que se fue aunando por diversas razones. Entre ellas cabe mencionar el
hecho de compartir condiciones de vida y de trabajo particulares de explotación, el estar aislados
en campamentos mineros en viviendas miserables, el compartir un pasado rural y una condición
de proletariado semi-urbano.38 Los mineros trabajaban desprovistos de medidas de seguridad y
jornadas de más de 8 horas, percibían salarios insignificativos e inestables debido a la dependencia
del mercado internacional. Sumado a esto, las entradas y salidas de los campamentos estaban
controladas y cercadas, lo que fomentó una “intensa socialización” entre los trabajadores y sus
familias.39 Estas condiciones desarrollaron la creación de una identidad común, con valores
propios, un reconocimiento de la educación y aspiraciones a mejorar su condición vital. Así los
mineros fueron tomando cada vez más consciencia de pertenencia a su clase.
Los obreros mineros eran tomados en particular de las masas indias y campesinas.
Siguiendo a Mires, “esto significa que antes de una identidad social, poseían una identidad étnica,
lo que explica el enorme grado de solidaridad que caracteriza sus acciones”.40
Entre 1920 y 1940 se sumaron nuevos factores que facilitaron la organización sindical de
los mineros y la consolidación de su identidad, como el caso de la llegada de contingentes obreros
chilenos que tenían experiencia sindical, la propaganda cada vez mayor de grupos de izquierda y
de anarquistas, el dictado de leyes sociales por parte de algunos gobiernos o la represión ejercida
por las empresas frente a sus demandas. La guerra del Chaco fue también un factor importante ya
que “se convirtió en un acontecimiento fundador de la conciencia nacional y revelador del
carácter opresor de la oligarquía dominante”41 y así “tanto los socialistas como la FUB […]
empezaban a sugerir transformaciones radicales de la sociedad y clamaban por la reforma agraria
y por el fin del ‘feudalismo’ […] [así como por] la nacionalización de los recursos naturales […] y

37
Mires, Fernando. La rebelión permanente. Siglo XXI, México. 1998. p.229
38
Cajías de la Vega, Magdalena. “Los mineros en la Revolución Nacional. La identidad minera y su
accionar sindical y político” en “Data”, Revista del Instituto de Estudios Andinos y Amazónicos, Nº3. La
Paz, 1992.
39
Op. cit.
40
Mires, Fernando. La rebelión permanente. Siglo XXI, México. 1998. p.238
41
Cajías de la Vega, Magdalena. “Los mineros en la Revolución Nacional. La identidad minera y su
accionar sindical y político” en “Data”, Revista del Instituto de Estudios Andinos y Amazónicos, Nº3. La
Paz, 1992.

17
concedieron fuerte apoyo al naciente movimiento obrero.”42
En 1912 tiene lugar el Primer Congreso Nacional de Trabajadores y las primeras huelgas mineras
tuvieron lugar hacia 1918. También en 1912 se funda la Federación Obrera Internacional, de
carácter socialista-anarquista y en 1918 se funde en la Federación obrera del Trabajo, en conexión
con el Partido Socialista y con corrientes marxistas. En 1919 ocurre la primera gran masacre de
Catavi. Sin embargo, estas organizaciones se limitan a las urbes y “tenían escasos contactos con
las que se iban formando en los campamentos mineros y ninguno con las masas campesinas” 43,
que ya mostraban una lucha intensa (movimiento de Jesús Machaca en 1921 y oleada de huelgas
mineras que terminó en la masacre de Uncía).
En la posguerra de Chaco la inflación duplica los costos de vida entre 1931 y 1941 y
produce un deterioro en el poder adquisitivo que acentúa los problemas sociales. A su vez, en lo
político, se pasa a un sistema multipartidista dando fin al bipartidismo. Emergen así nuevos
partidos populares y de izquierda, núcleos de debates políticos. Entre ellos cabe mencionar al
Partido Obrero Revolucionario (POR) de tendencia trotkysta fundado por Tristán Marof (Gustavo
Navarro), al Partido de la Izquierda Revolucionaria (PIR) de línea stalinista, al Frente de Izquierda
Revolucionario, constituido desde Santiago de Chile por José Antonio Arze, y el Movimiento
Nacional Revolucionario (MNR). Éste último sería quien lidere la revolución de 1952 y su base
estaba en las asociaciones de ex combatientes, abriéndose paso no sólo en el ejército sino también
en el sindicalismo obrero campesino.
Estos partidos incipientes se vuelcan a organizar al campesinado indio y mestizo “cuyo
peso cuantitativo era percibido por primera vez como cualidad política” 44 ya que desde el
surgimiento de la república, “la ‘cuestión indígena era el mayor problema pendiente en la
configuración de la ‘nación boliviana’ y, en consecuencia, la que poseía el potencial
revolucionario más grande.”45 De este modo, se generalizó un nuevo tipo de lucha campesina
fuertemente influida por la manera obrera: los colonos de hacienda hacen huelgas de brazos
caídos. Nótese aquí que se establece una conexión entre los sectores rurales y los urbanos: los
caciques son quienes articulan la relación al tener contacto con obreros y estudiantes de las
ciudades y fomentan la agitación con la consigna de huelgas en haciendas. Tal fue el caso de los
caciques José Santos Marca Tola y Antonio Álvarez Mamani.
42
Klein, Herbert S. Bolivia, desde la Guerra del Pacífico hasta la Guerra del Chaco, 1880-1932, en
Bethell, L (ed). Historia de América Latina, t.10. Crítica, Barcelona, 1985. p.224
43
Del Campo, Hugo. “Villarroel. Ejército y nacionalismo en Bolivia”. Historia de América. Centro Editor
de América Latina. Buenos Aires, 1972. p.38
44
Rivera Cusicanqui, Silvia. “Apuntes para una historia de las luchas campesinas en Bolivia” en
González Casanova, Pablo (Coord.). Historia política de los campesinos latinoamericanos. Siglo XXI.
México, 1985. p.164
45
Mires, Fernando. La rebelión permanente. Siglo XXI, México. 1998. p.229

18
Siguiendo esta línea se realiza en agosto de 1942 el Primer Congreso de Indígenas de
habla Quechua en Sucre, en el que se establece la abolición del pongueaje y la restitución de las
tierras comunales usurpadas, bajo el auspicio de la Conferencia Sindical de Trabajadores de
Bolivia y las federaciones obreras y universitarias de Sucre y Oruro. Citando a Rivera Cusicanqui
“según la prensa, en este congreso, ‘campesinos y obreros en abrazo fraterno han hecho causa
común de sus aspiraciones y propósitos emancipatorios’.”46 La reacción del gobierno de
Peñaranda fue el decreto de febrero de 1943 por el cual se ordenaba la cancelación de todos los
estatutos de las agrupaciones obreras y sindicales relacionados al sector agrario. Ya para el
Segundo Congreso de Indígenas de habla Quechua en agosto del’43, los objetivos fueron
organizar huelgas de brazos caídos y generar acuerdos con los obreros en las ciudades. Vemos
cómo ya el sector obrero y el campesino forman parte de una misma voluntad: liberarse del
Estado oligárquico y de su explotación.
En diciembre de 1942 el gobierno de Peñaranda, emparentado con los intereses de la
Rosca, detiene a dirigentes sindicales y cierra las pulperías. Los obreros se manifiestan y hacen
una huelga sangrientamente reprimida por el ejército: es la segunda masacre de Catavi.
En 1944 se crea la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia (FSTMB) y
en 1945 se establece en el segundo congreso minero que sus atributos eran, entre otros, “defender
a los trabajadores mineros de los abusos y arbitrariedades, proteger y amparar la sindicalización
como medio de defensa colectivos […]”47
En 1946, los obreros marcan su impronta en la política nacional y aprueban la Tesis de
Pulacayo, en donde se consideraba al proletariado minero como portador de un proyecto
transformador, a saber, el socialismo, y que para ello debía constituirse como vanguardia del
pueblo. Además, determinaban su papel principal en la generación de riquezas, identificaban a su
enemigo en la burguesía minera y en el estado oligárquico y a sus aliados en el campesinado y en
la pequeña burguesía. Las tesis se convertirían así en el sustento ideológico y de identidad de la
clase minera. Se podría decir que ya en este momento, la clase obrera y en particular los mineros
son plenamente conscientes de su condición de clase y de su rol en la estructura económico-social.
Ahora la lucha se trasladaba también al terreno político: en 1947, la Federación de
Mineros junto con el Partido Obrero Revolucionario presentaron candidatos propios a las
elecciones generales y lograron dos bancas de senadores y una decena de diputados. Aún así, la

46
Rivera Cusicanqui, Silvia. “Apuntes para una historia de las luchas campesinas en Bolivia” en
González Casanova, Pablo (Coord.). Historia política de los campesinos latinoamericanos. Siglo XXI.
México, 1985. p.164
47
Cajías de la Vega, Magdalena. “Los mineros en la Revolución Nacional. La identidad minera y su
accionar sindical y político” en “Data”, Revista del Instituto de Estudios Andinos y Amazónicos, Nº3. La
Paz, 1992.

19
principal vía optada por los mineros fue la del enfrentamiento en
Por ese entonces, el Partido Obrero Revolucionario (POR), quien había inspirado las Tesis
de Pulacayo en 1946, sostenía que el proletariado asociado al campesinado era quien debía llevar
a cabo la revolución dada la falta de una burguesía nacional (en Bolivia no hubo prácticamente
desarrollo industrial dada la estrechez del mercado interno derivada de las relaciones sociales en el
campo y en la minería) que hiciera una revolución democrático burguesa. “La revolución será
demo-burguesa por sus objetivos y sólo un episodio de la revolución proletaria por la clase social
que la acaudillará […] de este modo la revolución será permanente.” 48 El POR constituye así el
Bloque Minero Parlamentario entre sus diputados y los mineros y su programa son justamente las
Tesis de Pulacayo.
Con la restauración rosquera tras la muerte de Villarroel, mientras la ciudadanía festejaba,
los indígenas veían la muerte del “padre de los indios” y se sublevaron en diversas oportunidades,
luchando por resistir al pago de la renta de la tierra, bajo el mando de cabecillas indios y del
liderazgo de tipo comunal. La represión es aún más dura: “Los atentados son comunes, los
secuestros frecuentes. Prisioneros que son llevados en vuelo a través del Titicaca, desaparecen al
ser arrojados desde las alturas. […] pero la represión cohesiona a las bases mineras, campesinas,
sindicales y, también en parte, paradójicamente, ayuda para separar de la oligarquía rosquera a su
fuerza de maniobra social, la pequeña burguesía urbana y estudiantil que se paraliza y comienza a
mirar hacia el movimiento obrero.”49 Así, la represión se vuelve en contra de quien la ordena y
aúna al bloque opositor: “en las cárceles u en los campos de concentración se mezclan rebeldes
indígenas de todo el país con dirigentes políticos y sindicales movimientistas”50. El MNR obtiene
el apoyo necesario de obreros y campesinos para llevar la revolución.

III _ El proceso revolucionario.


El Estado oligárquico impuesto desde 1880 y luego manejado por los barones del estaño
comenzó una decadencia desde la derrota de la Guerra del Chaco y cada vez perdía más poder, en
particular en el momento del retorno rosquero en la década de 1940. Su aparato represivo
ideológico carecía de vigencia y, cuando quiso volver a su auge, “la misma democracia formal,
que servía para la legitimación eficiente de la gran minería en su fase de ascenso, sirvió aquí como
48
Cit. por Liborio Justo. Bolivia: la revolución derrotada. Juárez Ed. Buenos Aires, 1971. p.155 en Del
Campo, Hugo. “Villarroel. Ejército y nacionalismo en Bolivia”. Historia de América. Centro Editor de
América Latina. Buenos Aires, 1972. p.48
49
Pla, Alberto. América Latina Siglo XX. Economía, sociedad y revolución. Carlos Pérez Editor. Buenos
Aires, 1969. p. 196.
50
Rivera Cusicanqui, Silvia. “Apuntes para una historia de las luchas campesinas en Bolivia” en
González Casanova, Pablo (Coord.). Historia política de los campesinos latinoamericanos. Siglo XXI.
México, 1985. p.175

20
elemento de su disolución.”51 Esto confirma la noción de Marx que planteaba que todo sistema
productivo con su respectivo aparato ideológico, es decir, la estructura y la superestructura,
engendra en sí mismo el germen de su abolición. Como menciona Zavaleta Mercado, “la crisis
nacional general o situación revolucionaria exige la caducidad de la capacidad de dominación por
la clase a la que sirve el estado y a la vez cierta incapacidad coetánea por parte de los oprimidos en
cuanto a la construcción de su propio poder.”52
En 1952 se conjugan las condiciones objetivas y subjetivas necesarias para que la
revolución tenga lugar: “Ya resultaba imposible mantener el viejo régimen de dominación”53, “la
división del aparato represivo mismo […] y la participación de las masas”54, “las masas crean a las
armas; la guerra civil preexiste a la disposición de las armas, debe estar ya en el ánimo de las
gentes.”55
En marzo de 1952, al ser desconocidas las elecciones que daban el poder al MNR, éste
hace una insurrección en la que fue decisiva la intervención de mineros y de campesinos quienes,
armas en mano otorgadas por el general de Carabineros (ligado al MNR), se impondrían para
mostrar su intolerancia a la permanencia del sistema rosquero. Fueron estos dos grupos los
principales portadores de la revolución, su fuerza motriz, mientras que la fuerza dirigente fue el
MNR. Se destruye lo viejo para dar paso a lo nuevo y así se puede iniciar un nuevo tipo de
relaciones sociales en el marco de un nuevo Estado. Sin embargo, la revolución no será de tipo
socialista sino de corte demo-burgués, y por eso no será tan radical. “Contradicción entre la
revolución burguesa que pretende el MNR y la revolución social que está en la base de las
reivindicaciones obreras.”56
El MNR tenía en su seno diversas tendencias, y se caracterizaba por un carácter no
clasista, por la falta de rigidez ideológica y por la precariedad organizativa. Esto dará la pauta para
la restauración.
El primer período de la revolución fue de hegemonía obrera. Se genera el cogobierno
MNR-COB con Paz Estenssoro como presidente y Lechín como jefe de la COB y ministro de
Minas y petróleo. Así, son los obreros quienes impulsan los cambios más significativos. En el
nuevo régimen se estableció el sufragio universal y la reducción del ejército pero los dos hechos
51
Zavaleta Mercado, René. “Consideraciones generales sobre la historis de Bolivia (1932-1971), en
América Latina: historia de medio siglo. Siglo XXI, México, 1986. p.87-88
52
Op. cit. p.81
53
Mas, Santiago. Revolución y Contrarrevolución en Bolivia. Centro Editor de América Latina. Buenos
Aires. P. 38
54
Zavaleta Mercado, René. “Consideraciones generales sobre la historis de Bolivia (1932-1971), en
América Latina: historia de medio siglo. Siglo XXI, México, 1986. p.99
55
Op. cit. p.97
56
Pla, Alberto. América Latina Siglo XX. Economía, sociedad y revolución. Carlos Pérez Editor. Buenos
Aires, 1969. p.199

21
claves fueron la Reforma Agraria y la Nacionalización de las minas. En cuanto a la primera, se
decreta en agosto de 1953 con la que se expropian y se reparte las tierras, se desconoce al
latifundio, se terminan con las prestaciones personales, etc. Esto era un hecho realizado por las
masas campesinas desde la revolución del año anterior. Respecto de la segunda, a principios de
1952 se funda la COMIBOL (Corporación Minera de Bolivia) y en octubre de ese año se
nacionalizan las minas de Patiño, de Aramayo y de Hochschild. Sin embargo, estas medidas
tuvieron fallas ya que, por ejemplo, a los campesinos no se les brindó apoyo técnico ni financiero,
lo que fue aprovechado por los norteamericanos para ocupar ellos ese rol y generar así una
burguesía rural ligada a sus intereses. Respecto a las minas, Paz Estenssoro indemnizó a los
expropiados con 22 millones de dólares bajo la presión de Estados Unidos.
Pronto el MNR buscaría atenuar el radicalismo obrero y se apoyaría para ello en el
campesinado, “Así, los campesinos pasaron objetivamente a ser el ‘factor de contrapeso’ que
necesitaba […] en sus relaciones con los trabajadores.”57 A su vez, les dirigentes movimentistas
también buscaban evitar una intervención directa de Estados Unidos, que se mostraba receloso del
carácter socialista del gobierno. Esto implicaría limitar definitivamente la revolución y esto
repercute también en el campesinado quien decide no aliarse con los obreros y permanecer
subordinado al Estado y mantenerse en el mercado, decisión que lo llevaría al Pacto Militar-
Campesino y al desarme de las milicias rurales.
Sumado a lo anterior, el país entró en una profunda crisis económica y no fue sino
recurriendo a la ayuda económica “desinteresada” de aquél país que intentó palear la situación.
Entre 1952 y 1959 se alcanzaba una tasa inflacionaria de las más altas del mundo. El mecanismo
de presión imperialista por excelencia, la deuda externa, hundía a Bolivia en la mayor deuda del
continente. Entre 1952 y 1964, Bolivia recibió una ayuda de 398.200.000 dólares y un enviado
norteamericano se hizo cargo de un plan de estabilización monetaria. De lo anterior se deduce que
la dependencia económica y posteriormente política alcanzó, paradójicamente, su apogeo durante
el gobierno instaurado por la revolución. “El país entero, su ejército, el propio proceso
democrático-burgués, estaban ocupados por el imperialismo norteamericano.”58
El MNR decidió acatar los programas impuestos y así Siles Zuazo disminuyó
considerablemente los salarios y tras su reelección, Paz Estenssoro reconstituyó al ejército, ahora
integrado por oficiales formados por norteamericanos. La consecuencia directa de la total
dependencia económica fue el alejamiento del sector obrero y la reconstitución del ejército. La
vanguardia de la revolución queda así afuera del gobierno, el plan imperialista surte efecto.
57
Mires, Fernando. La rebelión permanente. Siglo XXI, México. 1998. p.260
58
Zavaleta Mercado, René. “Consideraciones generales sobre la historis de Bolivia (1932-1971), en
América Latina: historia de medio siglo. Siglo XXI, México, 1986. p.113

22
En 1963 se divide el MNR y Lechín forma el Partido Revolucionario de Izquierda
Nacionalista (PRIN): este dato denota la crisis del gobierno cuyo apoyo es ahora el ejército y
Estados Unidos. Para confirmar su apoyo, Paz se presenta a elecciones junto al general Barrientos,
quien efectuaría la contrarrevolución.
El 4 de noviembre de 1964 se hace un golde de Estado: las milicias del MNR resistieron
pero no lograron retener el poder. Una junta militar integrada por Barrientos y Ovando toma la
presidencia. Barrientos desató un entreguismo abierto al imperialismo (por ejemplo, le dio a la
Gulf Bolivian Oil el beneficio de no repartir sus ganancias con el Estado y le ofreció concesiones
de gas) reprimió al movimiento obrero y sedujo al campesinado.
En clara oposición al régimen de Barrientos surge el Ejército de Liberación Nacional
dirigido por el Che Guevara que incentiva la lucha armada para la toma del poder. Esto tuvo
grandes consecuencias para la lucha de clases en Bolivia, ya que estaba latente la revolución del
’52 que había conquistado el poder con las armas en mano. La guerrilla fue apoyada
principalmente por obreros, mineros y estudiantes. Como anota Mas, “el efecto más importante
que tuvo la guerrilla fue la desarticulación de la superestructura del sistema. Esta presencia acarreó
la ruptura del consenso imperante […] Comenzó un viraje desde el nacionalismo revolucionario
hacia la revolución, hacia el socialismo.”59
Frente al ELN asume Ovando que intenta frenar el avance derogando el Código del
Petróleo y nacionalizando la Gulf, pero no derogó la disminución de los sueldos. Aún así, la
derecha del ejército intenta derrocarlo y entonces el cargo es asumido por Torres. Se crea la
Asamblea Popular durante su período pero fue incapaz de acaudillar al pueblo. Torres se negó a
armar al pueblo, marca de que su “revolución” era simplemente reformismo.
De este modo, la revolución de 1952 se agotaba así, mostrando que “ningún nacionalismo
puede dar satisfacción a las aspiraciones populares en la medida que para hacerlo debe vulnerar el
funcionamiento del sistema capitalista”60 y que por ende “hablar de revolución sin la activa
participación del pueblo es una impostura que pretende mantener el statu quo cubriéndolo con un
nuevo barniz.”61

59
Mas, Santiago. Revolución y Contrarrevolución en Bolivia. Centro Editor de América Latina. Buenos
Aires. p.53
60
Pla, Alberto. América Latina Siglo XX. Economía, sociedad y revolución. Carlos Pérez Editor. Buenos
Aires, 1969. p.220
61
Mas, Santiago. Revolución y Contrarrevolución en Bolivia. Centro Editor de América Latina. Buenos
Aires. p.55

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IV _ Conclusión: una revolución limitada; herencia hoy en día

El término "revolución" implica la subversión radical del tipo de sociedad existente y su


reemplazo por una nueva. Dicha subversión es posible por la existencia de una contradicción
principal entre clases opresoras y clases oprimidas que lleva a la ruptura del aparato político,
ideológico y estatal.

24
A su vez, un hecho revolucionario supone la conjunción de 3 hechos, a saber:
-la lucha armada: difícilmente las clases opresoras van a irse pacíficamente
-la necesidad de un frente único revolucionario que se oponga clases opresoras: todos los
sectores susceptibles de unirse conjugando sus contradicciones
-una vanguardia: revolución no se produce sin organización previa.
A lo largo de este trabajo se ha visto que la revolución de 1952 cumplió con estos factores
y por eso es factible de llamarla de tal manera. La vanguardia fue sin duda constituida por el sector
de obreros mineros y campesinos armados formando milicias para defender el nuevo estado.
Sin embargo, el rumbo que se tome luego de la posesión del poder es lo que determina el
tipo de revolución. Por ende, la de 1952 no fue más que una revolución democrático burguesa,
dirigida a fin de cuentas por el MNR y no por las masas, que si bien modificó al estado anterior y
tomó medidas revolucionarias como la nacionalización de las minas y la reforma agraria, no
extendió sus límites hacia la revolución socialista que hubiera implicado el abandono del
capitalismo y, finalmente, fue revertida. Así, 20 años después de la revolución, la situación de
obreros y de campesinos era igual o peor que antes de la misma.
En la segunda declaración de La Habana, el Che Guevara reflexiona sobre lo que sucedió
con los sectores burgueses que participaron de la revolución cubana y concluye que al tener un
carácter dual (necesita reformas políticas pero se asusta de perder el control al ser una lucha
armada) no puede ser quien lidere una revolución de nuevo tipo. Esto es también aplicable al caso
boliviano, en donde el movimiento con base Estenssoro hace la reforma agraria pero ya hacia
1955 frena el proceso de transformación del estado. Esto demuestra la necesidad de una
vanguardia revolucionaria que exprese las necesidades de la clase obrera y del campesinado y que
ellos son quienes deben conducir la revolución.
No obstante la restauración de regímenes minoritarios, los temas de la tierra y de los
indígenas siguieron latentes en el acervo popular Muestra de ello es la constitución de 2009
promovida por el actual presidente Evo Morales, de quien cabe resaltar su origen indígena. En
ella, se reconoce como símbolo del Estado a la Wiphala, bandera tradicional de algunos pueblos
andinos; se establece un sistema judicial indígena campesino y se otorga la propiedad exclusiva a
los indígenas de los recursos forestales de su comunidad al tiempo que prohíbe el latifundio, y
pasa a manos del estado los recursos naturales, entre otros grandes cambios.
Podemos terminar destacando que la revolución de 1952 logró instaurar una conciencia
respecto a la constitución de la nación boliviana que a posteriori se desarrollaría en una nueva
política. Citando a Zavaleta Mercado, “a partir de acá, todo deberá resolverse teniendo en cuenta a

25
los indios […] hecho que implica una vasta democratización de la sociedad boliviana.”62

262
Zavaleta Mercado, René. "Consideraciones generales sobre la historia de Bolivia (1932-1971)", en
América Latina: historia de medio siglo. Siglo XXI, México, 1986.

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