Anda di halaman 1dari 6

PRIMER VIRREY EN EL PERU

Blasco Núñez Vela y Villalba (Ávila, 1495-Iñaquito, 1546), fue un militar y


político español, Capitán General de la Armada de las Indias. En 1537,
fue el primero que capitaneó la Flota de Indias que cruzó el Océano
Atlántico llevando los cargamentos de oro y plata al rey Carlos I de
España evitando las amenazas de los corsarios. y en 1543 fue el primero
que envió hacia España, por demanda de los comerciantes de Sevilla, la
navegación de convoyes protegida por buques de guerra, sustituyendo
por primera vez en Hispanoamérica los navíos sueltos.

Fue nombrado primer Virrey del Perú en 1543, con la tarea de hacer
cumplir las Leyes Nuevas redactadas para poner fin a los abusos
cometidos con los indios por parte de los encomenderos.

De buen parecer y gentil presencia, debido a su empeño en hacer


cumplir la nueva legislación, entró rápidamente en conflicto con las
élites locales, de manera tal que fue depuesto de su cargo por la Real
Audiencia de Lima, en 1544, la cual entregó el poder a Gonzalo Pizarro.
Enviado de vuelta a España, desembarcó en Tumbes y reunió un ejército
con el que marchó contra los gonzalistas, con el ánimo tenaz de
recuperar el poder. Pero hubo de retroceder y en la batalla de Iñaquito,
cerca a la ciudad de Quito, fue derrotado y decapitado, el 18 de enero
de 1546.

El deseo de mejorar el trato y calidad de vida de los indios sometidos en


América, inspiró al emperador Carlos V a redactar las famosas
ordenanzas o Leyes Nuevas que sancionó en Madrid, el 20 de
noviembre de 1542. De acuerdo a ellas, se prohibía la esclavitud y el
trabajo pesado de los indios, determinaba la supresión a corto plazo del
régimen de las encomiendas, ordenaba despojar de sus repartimientos
de indios a todos los oficiales públicos y a las congregaciones religiosas,
y además mandaba quitar sus encomiendas a los que habían
intervenido en el bando pizarrista durante la guerra civil entre los
conquistadores del Perú.

Para poner en vigor tales leyes, y a la vez terminar con el espíritu de


insubordinación que mostraban los conquistadores y extirpar el germen
del feudalismo que pretendían trasplantar a América, el rey juzgó
conveniente enviar al Perú a un funcionario altamente caracterizado
que era la máxima autoridad: el virrey, desplegando un gran boato y
provisto de extensas facultades y que fuera un verdadero representante
de la Monarquía Hispánica, de su poder real y de la persona misma del
soberano. El virrey fue acompañado de una Real Audiencia compuesta
de cuatro Oidores con alta jurisdicción así en lo civil como en lo criminal.

No fue fácil hallar quien quisiera aceptar un cargo de tanta


responsabilidad como el de Virrey del Perú, habida cuenta que debía
promulgar y hacer cumplir unas leyes que tanta impopularidad tenía
entre los arrogantes conquistadores del Perú, convertidos en
encomenderos. El emperador se fijó en Blasco Núñez Vela, quien al
principio quiso rechazar el honor, para finalmente aceptar la voluntad
real.

Era ya para entonces un hombre maduro, aunque todavía gallardo y


robusto, honrado, valiente, enérgico, leal y devotísimo al emperador de
España, quien mucho le estimaba y favorecía. Era terco, arrebatado, de
cortos alcances, y, por tanto, muy desconfiado, duro como el clima y
áspero como la tierra en que había nacido. En abril de 1543 se le otorgó
el título de Virrey, Gobernador y Capitán General de los reinos del Perú,
Tierra Firme y Chile y presidente de la Real Audiencia, que con las
atribuciones y preeminencias de la de Valladolid, debía establecerse en
la Ciudad de los Reyes o Lima. Su salario anual quedó fijado en 18,000
ducados de oro.
Pedro de La Gasca, Pacificador del Perú

El Licenciado Pedro de La Gasca fue nombrado Presidente de la Audiencia del Perú el 16 de


febrero de 1546 con la difícil tarea de pacificar el Perú, que se hallaba en el más absoluto caos tras
la sublevación de Gonzalo Pizarro, aceptando tras imponer una serie de condiciones:

“No marcharía al Perú sin que el Emperador le diese poder llano y absoluto, como si fuera el César,
para nombrar los cargos que vacaren, separar incluso al virrey, perdonar cualquier clase de delitos
cometidos y que se cometieren hasta la rendición del Perú, no solo de oficio, sino contra instancia
de parte. No quiero sueldo ni recompensa de especie alguna; con mis hábitos y mi breviario
espero llevar a cabo la empresa que se me confía. No quiero más que mi sustento y el de mis
acompañantes y pido que se nombre persona que reciba e invierta el dinero y así no se crea que
me guía la codicia”.

Estas condiciones causaron admiración y asombro en el Consejo de Indias, y ante su insistencia


para que alterara sus condiciones, el licenciado insinuó que renunciaría al cargo, además de
escribir al Emperador su deseo de volver a España tan pronto como acometiese la misión
encomendada: “Como tengo por cierto que no se pretende desterrarme de mi Patria, en cuanto
consiga lo necesario para la pacificación del Perú, pido llevar licencia y aún esperar otra, para
volverme a España”. Tras pasar dos días con su madre en Barco de Ávila para despedirse de ella, el
26 de mayo de 1546 embarcó en Sanlúcar de Barrameda acompañado de su hermano Juan y del
caballero abulense Alonso de Alvarado, y el 27 de julio llegaba a Nombre de Dios (Panamá).

El recibimiento al desembarcar no fue, ni mucho menos, cordial. Sembrado de gritos, amenazas


y burlas por su apariencia, la única respuesta del Licenciado fue mostrar buen semblante. Desde
el primer momento comenzó a poner en práctica el plan que había elaborado: sosegar y pacificar a
todos, e incluso conceder el perdón por los desórdenes cometidos al estar autorizado a ello. Su
gran labor diplomática no tardó en mostrarse, ganando a su causa el general Pedro de Hinojosa y
los demás jefes de la armada pizarrista, quienes fueron perdonados por su rebeldía y la promesa
de nuevas encomiendas de indios. Más tarde se le unieron otros rebeldes pizarristas
como Sebastián de Benalcázar, Pedro de Valdivia, el oidor Pedro Ramírez, el contador Juan de
Cáceres y Lorenzo de Aldana. Por algo diría el Maestro de Campo Francisco de Carvajal “que las
mañas y palabras del clérigo eran más de temer que las lanzas del Rey de Castilla”.

El mismo Gonzalo Pizarro intuía, a través de las ministras que intercambió por La Gasca y las
noticias que de él tenía, que bajo la apariencia de hombre modesto se ocultaba un poder moral
más fuerte que el de todos sus soldados cubiertos de acero, pues actuando silenciosamente frente
a la opinión pública, minaba toda fuerza y poder, ratificado por el rebelde Juan de Acosta que llegó
a decir “este cura del cayadillo es mucho más de temer que un ejército”. Además, el
levantamiento del capitán Diego Centeno, que conquista Cuzco, supone otro frente para Pizarro,
pero éste mantiene su empeño, y condena a muerte a La Gasca, Hinojosa y Aldama.

Al fracasar su intento de buscar una solución pacífica al conflicto de los rebeldes pizarristas, el
presidente La Gasca no pierde un instante. Reúne y equipa sus tropas, colocándolas en los lugares
más estratégicos para vencer a los rebeldes, y en abril de 1547 parte de Panamá con una flota de
dieciocho navíos y unos dos mil soldados veteranos con buen armamento, desembarcando en
el puerto de Manta (Ecuador), y continuando su marcha por los Andes, donde tienen que
atravesar precipicios y nieve, hasta acampar en el valle de Xaquisaguana, donde le esperaba el
ejército de Gonzalo Pizarro.

Antes de comenzar la batalla cerca de Cuzco, el 9 de abril de 1548, La Gasca ofrece nuevamente el
perdón a los rebeldes para que depusieran las armas, pero no tiene prisa por comenzar la
campaña: contaba con que parte de las fuerzas de pizarristas se pasaran a su bando, como así fue
(desertaron el capitán Sebastián Garcilaso de la Vega y el oidor Diego Vásquez de Cepeda), y en
recibir apoyos desde Guatemala, Popayán y Chile.

MOTIVOS DE LA REBELIÓN DE TÚPAC AMARU


Los motivos de la insurrección de Túpac Amaru II eran principalmente:

1. El sistema de impuestos totalmente injusto, pues existía la política de imponer nuevas


contribuciones al pueblo. Dentro de esto se encuentran las alcabalas, impuesto a la compra-
venta que era cada vez más alto.
2. La corrupción de los burócratas de Lima y el Cusco.
3. El no reconocimiento de la calidad de noble de José Gabriel Condorcanqui Noguera por
parte de las autoridades españolas (descendiente del último Inca Túpac Amaru, ajusticiado
por el virrey Toledo en 1572).
4. El contacto de José Gabriel Condorcanqui con el grupo ilustrado limeño y por ende, con sus
ideas progresistas.
5. Los obrajes, una especie de haciendas donde se explotaba a la gente hasta la muerte.
Galeano dice sobre esto que “hombres, mujeres, niños y viejos hilan, tejen y labran algodón
y lana en los obrajes. Las leyes prometen horarios y salarios, pero los indios arrojados a esos
grandes galpones o cárceles sólo salen de allí cuando les llega la hora del entierro”.
6. El reparto, práctica que consistía en que los corregidores vendían mercaderías que la gente
estaba obligada a comprar a altos precios (estas mercaderías eran conocidas como
repartos).
7. El régimen de la mita, particularmente minera, que consistía en un sorteo entre la
población, en el cual, quien salía sorteado, debía ir a trabajar a la mina, de donde pocos
volvían. Un lugar que “se tragaba a seres humanos”, como dice Galeano, era la mina de
Potosí, donde millones de personas murieron:
A mediados del siglo dieciséis, la ciudad más poblada, más cara y más derrochona del
mundo brotó y creció al pie de la montaña que manaba plata. Esa montaña, el llamado
Cerro Rico, tragaba indios. “Estaban los caminos cubiertos, que parecía que se mudaba el
reino”, escribió un rico minero de Potosí: las comunidades se vaciaban de hombres, que de
todas partes marchaban, prisioneros, rumbo a la boca que conducía a los socavones.
Afuera, temperaturas de hielo. Adentro, el infierno. De cada diez que entraban, sólo tres
salían vivos. Pero los condenados a la mina, que poco duraban, generaban la fortuna de
los banqueros flamencos, genoveses y alemanes, acreedores de la corona española, y eran
esos indios quienes hacían posible la acumulación de capitales que convirtió a Europa en
lo que Europa es.

Contra esto se rebela Túpac Amaru: forma un ejército libertador realmente trascendental, usando
el camino del inca como correo. Este ejército va a tener más de 150 mil efectivos integrados por
grupos regionales. Una de las primeras cosas que hace Túpac Amaru después de ejecutar a Arriaga
es emitir el Bando de libertad de los esclavos, el 16 de noviembre de 1780, en el que dice:

Los reyes de Castilla me han tenido usurpada la corona y dominio de mis gentes
cerca de tres siglos, estropeando como a bestias a los naturales del reino, quitando
las vidas a todos los que no supieran robar como ellos, y todo digno del más
severo reparo (…) en el nombre de Dios Todopoderoso ordenamos y mandamos
que ninguna de las personas dichas paguen ni obedezcan cosa alguna a los
ministros europeos intrusos y salvajes

Estas injusticias se dieron a conocer en una denuncia que hicieron Antonio de Ulloa y Jorge Juan
en Noticias Secretas de América (1735), un documento encargado por Fernando VI.

En definitiva, el levantamiento se va imponiendo y se van logrando algunos objetivos. Frente al


miedo que impone la rebelión en los españoles, estos van flaqueando en algunos aspectos. Según
Pedro de Angelis, los españoles se refugiaban en las iglesias y pedían a los sacristanes que les
franquearan las bóvedas para sepultarse vivos, antes que caer en manos de los “bárbaros”.

El ejército del caudillo fue bastante eficaz, tomó gran parte del territorio peruano, pero,
lamentablemente, Túpac Amaru va a hacer víctima de la traición, ya que las fuerzas opositoras a la
insurrección compran a algunas personas de su círculo cercano para que lo entreguen. Luego de
una gran victoria, él comete el error de no entrar a Cusco, esperando una negociación, y ahí,
finalmente, será derrotado.

Lo que más se conoce de Túpac Amaru es su muerte: como el poder maneja la historia, más que
hablar de la insubordinación, hablan de su descuartizamiento, es decir, se da preponderancia en
dar a conocer el castigo por su rebeldía. Lo interesante es que las crónicas españolas, que son
prácticamente las únicas que tenemos, se refieren al valor extraordinario de Túpac Amaru en esos
momentos de tortura, ya que estuvo tres días en los más horrible suplicios, le ofrecieron dinero, e
incluso escaparse, pero él interpela al visitador Areche (cabeza de los inquisidores y visitador
general de la Real Hacienda) diciéndole: “Nosotros dos somos los únicos conspiradores, vuestra
merced por haber agobiado al país con exacciones insoportables, y yo por haber querido libertar
al pueblo de semejante tiranía, aquí estoy para que otros me castiguen sólo al fin de que otros
queden con vida y yo solo en el castigo”

Finalmente deciden un castigo que fuera ejemplar: este fue el de atarlo a cuatro caballos y tirar de
ellos. Lo que no se recuerda con tanta certeza es que no lo pudieron descuartizar, porque la
fortaleza de Túpac resistió el tironeo de los caballos, quedando parcialmente despedazado y por lo
cual termina el descuartizamiento a hachazos.

Anda mungkin juga menyukai