Fue nombrado primer Virrey del Perú en 1543, con la tarea de hacer
cumplir las Leyes Nuevas redactadas para poner fin a los abusos
cometidos con los indios por parte de los encomenderos.
“No marcharía al Perú sin que el Emperador le diese poder llano y absoluto, como si fuera el César,
para nombrar los cargos que vacaren, separar incluso al virrey, perdonar cualquier clase de delitos
cometidos y que se cometieren hasta la rendición del Perú, no solo de oficio, sino contra instancia
de parte. No quiero sueldo ni recompensa de especie alguna; con mis hábitos y mi breviario
espero llevar a cabo la empresa que se me confía. No quiero más que mi sustento y el de mis
acompañantes y pido que se nombre persona que reciba e invierta el dinero y así no se crea que
me guía la codicia”.
El mismo Gonzalo Pizarro intuía, a través de las ministras que intercambió por La Gasca y las
noticias que de él tenía, que bajo la apariencia de hombre modesto se ocultaba un poder moral
más fuerte que el de todos sus soldados cubiertos de acero, pues actuando silenciosamente frente
a la opinión pública, minaba toda fuerza y poder, ratificado por el rebelde Juan de Acosta que llegó
a decir “este cura del cayadillo es mucho más de temer que un ejército”. Además, el
levantamiento del capitán Diego Centeno, que conquista Cuzco, supone otro frente para Pizarro,
pero éste mantiene su empeño, y condena a muerte a La Gasca, Hinojosa y Aldama.
Al fracasar su intento de buscar una solución pacífica al conflicto de los rebeldes pizarristas, el
presidente La Gasca no pierde un instante. Reúne y equipa sus tropas, colocándolas en los lugares
más estratégicos para vencer a los rebeldes, y en abril de 1547 parte de Panamá con una flota de
dieciocho navíos y unos dos mil soldados veteranos con buen armamento, desembarcando en
el puerto de Manta (Ecuador), y continuando su marcha por los Andes, donde tienen que
atravesar precipicios y nieve, hasta acampar en el valle de Xaquisaguana, donde le esperaba el
ejército de Gonzalo Pizarro.
Antes de comenzar la batalla cerca de Cuzco, el 9 de abril de 1548, La Gasca ofrece nuevamente el
perdón a los rebeldes para que depusieran las armas, pero no tiene prisa por comenzar la
campaña: contaba con que parte de las fuerzas de pizarristas se pasaran a su bando, como así fue
(desertaron el capitán Sebastián Garcilaso de la Vega y el oidor Diego Vásquez de Cepeda), y en
recibir apoyos desde Guatemala, Popayán y Chile.
Contra esto se rebela Túpac Amaru: forma un ejército libertador realmente trascendental, usando
el camino del inca como correo. Este ejército va a tener más de 150 mil efectivos integrados por
grupos regionales. Una de las primeras cosas que hace Túpac Amaru después de ejecutar a Arriaga
es emitir el Bando de libertad de los esclavos, el 16 de noviembre de 1780, en el que dice:
Los reyes de Castilla me han tenido usurpada la corona y dominio de mis gentes
cerca de tres siglos, estropeando como a bestias a los naturales del reino, quitando
las vidas a todos los que no supieran robar como ellos, y todo digno del más
severo reparo (…) en el nombre de Dios Todopoderoso ordenamos y mandamos
que ninguna de las personas dichas paguen ni obedezcan cosa alguna a los
ministros europeos intrusos y salvajes
Estas injusticias se dieron a conocer en una denuncia que hicieron Antonio de Ulloa y Jorge Juan
en Noticias Secretas de América (1735), un documento encargado por Fernando VI.
El ejército del caudillo fue bastante eficaz, tomó gran parte del territorio peruano, pero,
lamentablemente, Túpac Amaru va a hacer víctima de la traición, ya que las fuerzas opositoras a la
insurrección compran a algunas personas de su círculo cercano para que lo entreguen. Luego de
una gran victoria, él comete el error de no entrar a Cusco, esperando una negociación, y ahí,
finalmente, será derrotado.
Lo que más se conoce de Túpac Amaru es su muerte: como el poder maneja la historia, más que
hablar de la insubordinación, hablan de su descuartizamiento, es decir, se da preponderancia en
dar a conocer el castigo por su rebeldía. Lo interesante es que las crónicas españolas, que son
prácticamente las únicas que tenemos, se refieren al valor extraordinario de Túpac Amaru en esos
momentos de tortura, ya que estuvo tres días en los más horrible suplicios, le ofrecieron dinero, e
incluso escaparse, pero él interpela al visitador Areche (cabeza de los inquisidores y visitador
general de la Real Hacienda) diciéndole: “Nosotros dos somos los únicos conspiradores, vuestra
merced por haber agobiado al país con exacciones insoportables, y yo por haber querido libertar
al pueblo de semejante tiranía, aquí estoy para que otros me castiguen sólo al fin de que otros
queden con vida y yo solo en el castigo”
Finalmente deciden un castigo que fuera ejemplar: este fue el de atarlo a cuatro caballos y tirar de
ellos. Lo que no se recuerda con tanta certeza es que no lo pudieron descuartizar, porque la
fortaleza de Túpac resistió el tironeo de los caballos, quedando parcialmente despedazado y por lo
cual termina el descuartizamiento a hachazos.