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Universidad Nacional de Colombia 

Centro de Estudios Sociales 


Doctorado en Ciencias Humanas y Sociales 
Edwin Cubides Serrano 
1.013.596.446 
 
La preocupación por el espacio y la metáfora del conocimiento: reflexiones teóricas y 
metodológicas en torno a lo común. 

«Queremos una ciudadanía total definida por la posibilidad de compartir técnicas, códigos,
fluidos, simientes, agua, saberes […] una nueva internacional somatopolítica hecha de alianzas
sintéticas y no de vínculos identitarios.» (13); de este modo finaliza Paul B. Preciado el
manifiesto titulado «Decimos revolución» que sirve de prólogo al libro ​Transfeminismos
Epistemes, fricciones y flujos​. El modo subjuntivo de la oración inevitablemente nos hace pensar
en que si esa es la ciudadanía que se busca, existe otra, la actual, cuya característica
fundamental es la imposibilidad de aquél compartir que nombra Preciado; una ciudadanía que no
permite las alternativas de técnicas, códigos, saberes, etcétera, sino que determina ciertos
mecanismos, técnicas, códigos y lenguajes, fijando y caracterizando una idea de sujeto para que
tenga ciertos comportamientos que son «adecuados» y que serán los que construirán, entre
otros, la idea de comunidad. Es inevitable pensar que las nociones actuales de ciudadanía y
comunidad que padecemos tienen su origen en los discursos que sirven para las fundaciones de
los estados – nación en América Latina, y que esta herencia, prolongada con ciertos matices
hasta nuestro quehacer contemporáneo, se ha caracterizado por definir lo común mediante la
imposibilidad de ese compartir del que habla Preciado, mediante vínculos identitarios que tienen
como fundamento excluir las formas de la alteridad y sus posibilidades, exaltando la dicotomía
civilización-barbarie que se actualiza con nuevas tonalidades. En ese discurso fundacional quiero
resaltar dos aspectos que abordaré brevemente en este texto: 1. La preocupación por el espacio
como fundamento primordial para la concreción de lo común-civilizado. 2. La metáfora del
conocimiento como única y coherente [desde el discurso científico] que legitima esa concreción
de lo común-civilizado en el espacio. Estos dos puntos me servirán para intentar mostrar cómo
he (re)pensado ciertas nociones –de orden teórico y metodológico– sobre mi formación y propia
posición disciplinar como investigador social, alimentándome un poco de ciertas lecturas y
debates contemporáneos.

La preocupación por el espacio 

Ángel Rama dice en ​La ciudad letrada ​que:

La traslación del orden social a una realidad física, en el caso de la fundación de las ciudades
implicaba el previo diseño urbanístico mediante los lenguajes simbólicos de la cultura
sujetos a concepción racional. Pero a ésta se le exigía que además de componer un
diseño, previera un futuro. De hecho el diseño debía ser orientado por el resultado que
se habría de obtener en el futuro...». (20).

Esta traslación del orden social a una realidad física es fundamental en la propuesta política y de
comunidad que da sustento al discurso fundacional de los estados-nación en América Latina. El
diseño que plantea Rama es algo que se hace evidente al constatar que los proyectos letrados y
modernos fueron la base intelectual para construir las nuevas ciudades. Sin embargo, en las
dinámicas de la cotidianidad en las ciudades se hace evidente como este proceso de
constitución idealista que tiene fines gubernamentales precisos de organización social y control
nunca se configura como tal, por qué asume su distancia discursiva entre lo cotidiano y lo
científico, base para su diseño. Santiago Castro-Gómez lo explica de manera detallada en su
texto ​La hybris del punto cero​:

El espacio que se buscaba observar no era entonces aquel donde los actores sociales formaban
su identidad personal o colectiva, sino uno que estuviera fuera de la escala de
percepción humana; un espacio abstracto determinado por la precisión matemática de
grados, minutos, segundos, ángulos, latitudes, longitudes, y que ningún mortal fuera
1
capaz de observar con sus propios ojos. Se trataba de un espacio estriado y, por ello,

1
​Deleuze y Guatari en Mil mesetas relacionan el espacio estriado (en contraposición al liso) con aquél que está
definido por patrones, sistemas o códigos que de una u otra forma lo hacen regular. Por ello Castro-Gómez habla de
intraducible a los esquemas de percepción cotidiana de los actores sociales, pero que
era de inmensa utilidad para los propósitos gubernamentales del Estado. (237)

Si, como plantea Rama y Castro Gómez, la ciudad configura el sentido del espacio de
organización de la nación a través de los discursos de poder político, y busca fundar identidades
personales y colectivas mediante un discurso científico ilustrado abstracto [basado en la
dicotomía civilización-barbarie], la ciudad [como un texto que es posible ser leído], diseñado
hacia el futuro, fracasa porque su planteamiento no responde a las realidades que se viven en
ellas ni a lo que sucede con quienes la habitan. Y sin embargo es esta noción del espacio
[legitimada en el conocimiento científico instalado en la «ciencia geográfica»] la que prevalece y
que es imperativo repensar para configurar esa noción de ciudadanía planteada al inicio de este
texto. En este punto es necesario resaltar la propuesta de Doreen Massey (2001) que rescata
Andrés Salcedo en su texto «Escenarios urbanos contemporáneos y circuitos migratorios», ya
que en Massey se entienden « [...] los lugares como “momentos articulados en redes de
relaciones y significados sociales”». (3). Por ejemplo, pensar nuevos actores urbanos que
configuran el espacio de la ciudad como el migrante, es fundamental para la reflexión teórica de
nociones como las de ciudadanía y comunidad. Siguiendo a Salcedo, el migrante [representante
de la barbarie en todo el siglo XX y XXI] pone en tensión la diferencia entre lo público y lo
privado, al realizar ciertas apropiaciones de lo público con el fin de poder habitar; crea
trayectorias que modifican los espacios públicos, haciendo evidente que el espacio pensado [en
el discurso científico] como un orden, con el devenir, se ha constituido en un espacio caótico
[mediante los esquemas cotidianos que lo han producido], que hace posible el habitar desde lo
impropio. El migrante evidencia esa condición de marginalidad que, contraponiéndose a los
letrados-civilizados, permitirá la ​somatopolítica hecha alianzas sintéticas y no de vínculos
identitarios.

Teniendo en cuenta lo anterior, es importante entender que esta visión hegemónica en la


configuración del espacio está fundamentada en algo que denominaré en este texto la metáfora

un espacio estriado al referirse a la configuración colonial de la ciudad, pues este no permite la irregularidad o
indeterminación que generan las prácticas cotidianas de los actores sociales.
del conocimiento [científico] como única posibilidad de explicación y legitimación de las
experiencias del sujeto.

La metáfora del conocimiento 

El sociólogo británico John Law se pregunta en ​Afther Method​: Is ‘knowing’ the metaphor that we
need?. Esta idea que pone en evidencia Law del conocimiento como una metáfora me parece
propicia para desarticular el discurso hegemónico determinista que ha caracterizado hasta hace
algunas décadas la producción del conocimiento, lo que se hace aún más imperativo en América
Latina al tener ciertos rezagos coloniales en torno a aquella noción de desarrollo. Esa
desarticulación buscaría también las maneras de producir nuevos espacios que se nos
presentan como productos sociales latinoamericanos. Se he resaltado en la primera parte de
este texto la preocupación por el espacio como fundamental en la constitución de los estados -
nación, es por qué considero necesario que esta preocupación sea actualizada pues, como
manifiesta Hugo Zemelman en su texto «Pensar teórico y Pensar epistémico: los retos de las
ciencias sociales latinoamericanas»:

[…] hay grupos de intelectuales latinoamericanos que han comenzado a reaccionar frente a este
hecho y que han puesto de manifiesto que muchos de los conceptos que utilizamos para
entender el Estado, la sociedad, las desigualdades, la democracia, la cultura, incluso
para entender las dinámicas sociales, la propia educación, no responden a conceptos
que estén reflejando la realidad que llamamos histórica, sino que son conceptos
acuñados en otros contextos y que muchas veces la academia los repite sin revisar
debidamente si están dando cuenta de realidades concretas.

La realidad concreta del investigador social latinoamericano está atravesada indudablemente por
la comprensión de ciertos discursos que estaban basados en un imperativo colonial que intentó
proyectar una imagen unitaria de lo Latinoamericano, y aquél imperativo colonial tiene su base
en la homogeneización de lo que es el verdadero conocimiento [científico], en su pretensión de
Verdad, que tiene un fundamento gnoseológico en una concepción dualista de la realidad, en
contraposición también a lo precientífico. En esta metáfora se hace fundamental reconocer
ciertas escalas de valor en cuánto a lo que es legítimo conocer y lo que no. Así pues, es
indudable establecer que, gracias a estos imperativos coloniales, el espacio de las artes o las
prácticas estéticas adquieren lugares secundarios en cuánto a sus posibilidades de explicación
de lo real.

A pesar de lo anterior, las transformaciones sociales y culturales de las últimas décadas han
permitido que se reconfiguran las formas tradicionales de hacer y entender el arte y la literatura.
Es imposible negar que lo estético adquiere un lugar relevante en las formaciones sociales de los
sujetos y sus subjetividades, y que quizás desde allí [desde la obra de arte] exista una
posibilidad de entender lo real como articulación y no determinación. Para intentar responder a la
pregunta de Law, sería importante pensar que si conocimiento no es la metáfora que
necesitamos, es quizás por qué exista un desplazamiento de ese lugar que se pueda expresar
hacia distintas formas de sensibilidad, haceres, prácticas o deseos.

Estos nuevos haceres y nuevas prácticas en torno a las formas de expresividad de lo


latinoamericano crean inevitablemente poéticas y estéticas que no se restringen a lo artístico,
sino que exploran de manera interdisciplinar formas simbólicas de expresión de los sujetos y las
comunidades. En nuestra Latinoamérica contemporánea, se hace necesario pensar y pensarnos
las relaciones que construyen los sujetos en relación con los otros, además de pensarnos desde
un punto de vista ontológico las relaciones que establece el ser con la comunidad [y allí es
pertinente de nuevo la preocupación por el espacio, un espacio que ya no es singular, sino que
está siempre en tránsito]. En este cuestionarse constantemente la literatura juega un papel
fundamental pues como expresión del ser humano y de su contexto político, social y cultural,
intentar entender las relaciones que se tejen en los sujetos a través de sus prácticas narrativas
es parte fundamental al evidenciar las rupturas del sujeto moderno y las nuevas formas de
relacionarnos. Las dos primeras décadas del siglo XXI han recogido y profundizado esas
rupturas y crisis en el pensamiento occidental e inevitablemente es labor, en general, de las
múltiples narraciones sobre los sujetos y en particular, de la literatura como disciplina (además
de la de la filosofía y las teorías de la estética y la cultura) repensar el papel que cumple el
quehacer literario en la construcción del sujeto y su quehacer en el mundo, esto evidentemente
con pretensiones éticas, estéticas y políticas.

Para esto es importante entender cómo América Latina en sus últimas décadas ha tenido
experiencias políticas, sociales y colectivas que se han caracterizado por procesos violentos y
disruptivos. Este contexto histórico ha hecho que los escritores latinoamericanos propongan,
desde sus ficciones, nuevas formas de lo común en dónde es importante la búsqueda de lugares
que puedan acoger a un nuevo sujeto común en formación constante y contingente. Teniendo en
cuenta lo anterior, es importante que los profesionales de las ciencias humanas desde una
mirada interdisciplinar, pensemos en construir (y desconstruir) saberes que permitan, en
principio, pensar nuevas formas de ciudadanías desde otras categorías que involucren los
diversos lenguajes y las distintas subjetividades de las culturas contemporáneas.
Metodológicamente, creería que un comienzo debe ser el de asumir la complejidad de la práctica
social [la literatura] y la no necesaria coincidencia entre ella y ciertas categorías preestablecidas,
por ejemplo, en la misma teoría literaria, asumir esto hace que no se interrogue a lo literario
sobre las distintas nociones de lo común y como la literatura actúa sobre ellas, sino sobre las
formas de representación que posibilita el decir literario y sobre las reconfiguraciones de la
realidad que surgen a partir de lo expuesto por los escritores latinoamericanos contemporáneos
que, siguiendo a Law en otro artículo titulado «Material Semiotics», es posible asumirlas como
materiales semióticos que: « [...] assumes that social practices are complex and do not
necessarily cohere.».

Así pues, será la obra literaria la que permita realizar las lecturas de lo político desde ella misma
para reflexionar [siempre a partir de ella] sobre, en primer lugar, las formas de la identidad y la
alteridad son asumidas y configuradas, en segundo lugar, como estas operan para configurar [o
desfigurar] ese ser-en-común, teniendo en cuenta algo que menciona Law en el artículo ya
citado y que podemos definir como una ontología plana: «A flat ontology is one that assumes
there are no essential distinctions between different kinds of things. Things are different, yes, but
this arises in practice in the weave of relations.»

Así pues, la exploración y aproximación a distintos lenguajes y narrativas que permiten la


construcción de nuevas identidades permitirá resignificar las nociones de comunidad, creando
una nueva ontología y un ​telos para los sujetos que la componemos. En esta búsqueda y
aproximación, supongo que se abre alguna posibilidad de esa ciudadanía caracterizada
posibilidad del compartir, entendida como movimiento y no como abstracción, en dónde la
configuración de los espacios en tránsito [creo] serán decisivos.

Quisiera cerrar con la invitación que hace el mismo Paul B. Preciado que creo atraviesa la
preocupación fundamental de este texto:  

Necesitamos inventar nuevas metodologías de producción del conocimiento y una nueva


imaginación política capaz de confrontar la lógica de la guerra, la razón heterocolonial y
la hegemonía del mercado como lugar de producción del valor y de la verdad. No
estamos hablando simplemente de un cambio de régimen institucional, de un
desplazamiento de las élites políticas. Hablamos de la transformación de «los dominios
moleculares de la sensibilidad, de la inteligencia, del deseo» (12)

​Referencias​:

Law, John. (2004) Afther Method. Taylor & Francis e-Library: New York.
Law, John. (2019) Material Semiotics. The Open University, Milton Keynes, UK and Sámi
Allaskuvla (Sámi University of Applied Sciences), Guovdageaidnu, Norway
Rama, Ángel. (1984) ​La ciudad letrada. ​Hanover: Ediciones del norte

Sola, Myriam. (2013) Transfeminismos, Epistemes, fricciones y flujos. San Isidro: Editorial
Txalaparts.
Salcedo, Andrés (2016) «Escenarios urbanos contemporáneos y circuitos migratorios»,

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