Los valores son normas que ayudan a una persona a determinar cómo deben
abordar determinada situación o persona. Sin valores no es posible construir
una sociedad próspera o lograr el desarrollo sostenible.
Los valores son normas que ayudan a una persona a determinar cómo deben abordar
una situación o persona, son las verdades sobre las cuales basamos nuestros
estándares éticos objetivos. Por lo tanto, la enseñanza de valores desde la más
temprana edad garantizará que los ciudadanos se guíen por estos principios a lo
largo de sus vidas.
En ese sentido, la importancia de los valores, para efectos de esta columna, va más
allá de un aspecto necesario para la convivencia de los seres humanos en sociedad y
el futuro político de un país como el Perú. La existencia de valores puede ser
cuantificada, puesto que su inexistencia tiene consecuencias económicas
importantes. Además de ser un tema que finalmente se encuentra en la base de la
economía; en un mundo de recursos escasos, es necesario decidir su mejor
asignación para lograr el bienestar de la mayoría. El propio Adam Smith, padre de
la economía moderna, escribió en 1759, en su ‘Teoría de los sentimientos morales‘:
“¡Qué desagradable parece ser, cuyo corazón duro y obstinado se siente sólo por sí
mismo, pero es completamente insensible a la felicidad o la miseria de los demás! . .
. Y por eso sentir mucho por los demás y poco por nosotros mismos, que restringir
nuestro egoísmo y consentir nuestros benevolentes afectos, constituye la perfección
de la naturaleza humana. Y sólo puede producir entre los hombres esa armonía de
sentimientos y pasiones en la que consiste toda su gracia y propiedad“.
Una de las economías más exitosas de los últimos cincuenta años propugnó, desde
su nacimiento, la incorporación de la enseñanza de valores en el currículo escolar
desde la más temprana edad. Para Lee Kuan Yew, el fundador de la República de
Singapur, la existencia y enseñanza de valores son un requisito fundamental para el
funcionamiento correcto de un país y su desarrollo económico. La disfuncionalidad
peruana y latinoamericana se debe en buena parte a una obsesión compulsiva por los
formalismos democráticos (elecciones, equilibrio de poderes, etc.), pero dejando de
lado la esencia del sistema que debe necesariamente estar basado en valores y
normas de comportamiento.
Más allá de los grandes escándalos públicos, como peruanos vemos todos los días
los efectos nocivos de la inexistencia de valores: la prepotencia de los
automovilistas, la falta de empatía por el otro, la cultura ‘criolla’ del vivo que busca
maneras de dar vuelta a las normas en beneficio propio, entre una larga lista de
actitudes que demuestran la inexistencia de una educación de valores a nivel
nacional. Dos de los principales costos económicos diarios son el tiempo perdido en
el tráfico y la necesidad de crear mecanismos para contrarrestar los efectos de la
desconfianza, fruto de la ‘viveza criolla’. La ausencia de una verdadera educación de
valores le ha costado al Perú, y seguirá costándole hasta que no cambiemos.