com/
ISBN: 978-987-1183-75-3
(23 x 16 cm) 330 páginas
Buenos Aires: CLACSO, octubre de 2007
INDICE
Presentación
Guillermo Hoyos Vázquez, Atilio A. Boron, Jorge Enrique Robledo, José Fernando
Ocampo, Consuelo Ahumada Beltrán, Javier Sanín, SJ, Delfín Ignacio Grueso, Plinio de
Arruda Sampaio Jr., Carolina Galindo Hernández, Franz Hinkelammert, Estela
Fernández Nadal, Luis Javier Orjuela E., Oscar Mejía Quintana, Adolfo Chaparro
Amaya, Alejandra Ciriza y Eduardo A. Rueda B.
Filosofía y teorías políticas entre la crítica y la utopía reúne las exposiciones más
importantes de miembros del Grupo de Trabajo Filosofía Política "Democracia y
ciudadanía en tiempos de globalización neoliberal", celebrado a principios de
noviembre de 2004 en la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá.
La compilación de ponencias busca establecer las relaciones entre la filosofía política
misma desde la complejidad y los vínculos entre los diversos significados de política y
de lo político.
En cuanto utopía, pretende rescatar, por una parte, lo mejor de la filosofía práctica de
Kant y, por otra, elementos materiales de la tradición marxista. Con ello, se restablece el
sentido utópico de un discurso filosófico contrafáctico y de la esperanza normativa
propia de las ideas regulativas en sentido kantiano. Aquí aparece la íntima relación entre
la crítica y la utopía.
Presentación
BIBLIOGRAFÍA
Hoyos Vásquez, Guillermo (ed.) 1982 El sujeto como objeto de las ciencias
sociales. Las relaciones entre epistemología y política en las ciencias
sociales en América Latina (Bogotá: CINEP).
NOTAS
Introducción
A quienes aún pretenden alcanzar la paz por la guerra, Kant les recuerda
en La paz perpetua (1966: 82) lo que dijera un pensador griego:
“lo grave de la guerra radica en que crea más personas malas que las
que elimina” . La razón de este juicio moral en relación con la guerra
se encuentra en la Conclusión a la Doctrina del derecho, donde Kant
escribe, en 1797:
Kant concluye:
Los principios puros del derecho poseen una verdadera realidad objetiva,
o sea que pueden llevarse a buen fin, y que, en consecuencia,
el pueblo en el Estado y los Estados en sus relaciones con otros
Estados han de comportarse de acuerdo con esos principios, digan
lo que digan los políticos empíricos. En sí misma, la política es un
difícil arte; mas no lo es la unión de la política con la moral, pues tan
pronto como entre ellas aparece alguna discrepancia o dificultad que
no puede solucionar la política, llega la moral y arregla al momento
la cuestión.
Nos es posible imaginar estas situaciones porque ya, de hecho, las experimentamos
en aquellas “dimensiones de nuestras vidas en las que lo
más importante para nosotros es mantener relaciones armoniosas, cooperativas
y de apoyo mutuo, precisamente con personas con las que no
siempre estamos de acuerdo, a las que no siempre podemos convencer
y por las que tampoco siempre llegamos a ser convencidos”; pero tampoco
quisiéramos simplemente ganarles estratégicamente. En las democracias
multiculturales, las de la sociedad postsecular, casi siempre
atravesadas por diferencias religiosas e ideológicas profundas, son precisamente
estas situaciones de desacuerdo razonable las más fecundas
y enriquecedoras de la vida pública y, por tanto, también de la sociedad.
Una solución basada, ante todo, en valores democráticos –que no son
siempre los de los acuerdos con base en argumentos o los de las negociaciones
estratégicas– será siempre necesaria y deseable. Debe buscarse
sin afanes, insistiendo en el valor de la tolerancia recíproca, fomentando
así la comprensión mutua, para hallar los lugares de posibles encuentros
desde las correspondientes utopías. Este tipo de comunicación jugará
inevitablemente un papel todavía más importante que los meros
procedimientos democráticos, precisamente desde las diferencias, en la
conformación de una vida política vigorosa (McCarthy, 1998: 153).
Hasta aquí hemos mirado el problema de las relaciones entre moral, derecho
y política en la modernidad desde el punto de vista de la filosofía
política. La teoría política se presenta hoy en estrecha relación con la
filosofía política, la práctica política, la ciencia política y la politología.
No parece posible delimitar rigurosamente estos discursos y ya el solo
intento puede llevar a reduccionismos que no favorecen la “cosa misma”.
Se trata de que la teoría política no sea sólo la ciencia política de la
elección racional en el ámbito de los discursos empírico analíticos. Para
evitar esta reducción de lo político y la política al mero cálculo estratégico
de la racionalidad instrumental se proponen varias alternativas.
Para lograr este ideal, Kant previene acerca del peligro de los moralismos
que depositan toda la confianza en los valores: “Antes de entregarse
al dulce sentir de la benevolencia, débese estar seguro de no haber
violado el derecho ajeno” (Kant, 1966: 122). Los moralistas reducen los
deberes a simples actos de bondad. A esto llama Kant una conducta astuta,
producto de una política oscura que, sin embargo, “quedaría totalmente
anulada por la proclamación de sus máximas si tuviera el valor
de permitir al mismo tiempo que el filósofo diera también las suyas a
la publicidad”. Este es el sentido de toda filosofía política. Kant exige
que los valores de máximos sean expuestos públicamente y sometidos,
de acuerdo con los principios de la filosofía, a deliberación pública. De
esta forma, la filosofía se convierte en clarificación, discusión y justificación
del sentido común. “No es el filósofo, son los ciudadanos (y
ciudadanas) los que deben tener la última palabra” (Habermas y Rawls,
1998: 172). Esto constituye la esencia de la democracia, de la cual se
puede entonces esperar la confianza hacia determinados valores, los de
una ética de mínimos, que armonizan con el derecho público; este, a su
vez, constituye el único fundamento posible para la unión de los fines
particulares de todos.
De este modo, resulta válido lo siguiente: “el estado de una democracia
se percibe en el palpitar de lo público” (Habermas, 2005: 25). Así,
un sentido de lo público a partir de la detrascendentalización de la razón
práctica, en su palpitar como lugar de confrontación de los diversos valores
de máximos y de un posible acuerdo sobre los derechos fundamentales,
sólo puede consolidarse gracias a la participación democrática,
que es a la vez constitutiva de lo público y resultante del debate público
político acerca de los fines y programas de una sociedad determinada.
¿Cómo es posible que exista por tiempo prolongado una sociedad estable
y justa de ciudadanos libres e iguales profundamente divididos
por doctrinas razonables, aunque incompatibles, de índole religiosa,
filosófica y moral? En otras palabras: ¿Cómo es posible que puedan
convivir doctrinas omnicomprensivas profundamente opuestas aunque
razonables y que todas ellas acepten la concepción política de un
régimen constitucional? (Rawls, 1993: xviii).
BIBLIOGRAFÍA
Hoyos Vásquez, Guillermo 2006 “La democracia entre los valores y la ética”
en Ciudadanos. Crítica política y propuestas (Buenos Aires) Nº 10.
Walzer, Michael 1994 Thick and thin. Moral argument at home and abroad
(Notre Dame: University of Notre Dame Press).
NOTAS
Atilio A. Boron*
EL RETORNO DE ARISTÓTELES
HECHOS
UN DESEMPEÑO DECEPCIONANTE
CONCLUSIÓN
Podría decirse, ya que hemos iniciado este trabajo con aquel imaginario
retorno a la antigüedad clásica, que la expresión “capitalismo
democrático” es una verdadera contradictio in adjectio dado que, como
se ha demostrado hasta el cansancio, la sociedad capitalista impone límites
insuperables a la construcción de un orden político genuinamente
democrático11. Esto es así debido a que ella se constituye a partir de una
escisión insuperable, e insanablemente incompatible con la democracia,
entre vendedores y compradores de fuerza de trabajo, lo que coloca a
los primeros en una situación de subordinación estructural que corroe
inexorablemente cualquier tentativa de erigir un régimen democrático.
Por una línea similar transitan las más recientes reflexiones de Gianni
Vattimo (2006) sobre este tema. El autor, representante de una línea
de pensamiento que él denomina “catocomunismo” por ser una combinación
creativa –y políticamente explosiva, al menos en países como
los nuestros– entre un catolicismo radical y el comunismo, se pregunta
“¿qué normalidad puede tener una democracia como la italiana donde
para presentar la candidatura a las elecciones hay que disponer de
ingentes capitales y/o contar con el apoyo de una burocracia partidista
que mantiene alejado cualquier cambio que la amenace?”. Pregunta
que puede multiplicarse indefinidamente en proporción directa con el
número de casos examinados dentro del universo de los capitalismos
desarrollados. Por eso, concluye que “todo el sistema de democracia
modelo, como la norteamericana, es un testimonio estrepitoso de la
traición de los ideales democráticos a favor de la pura y simple plutocracia”
(Vattimo, 2006: 102)12.
BIBLIOGRAFÍA
Marx, Karl 1975 (1867) El Capital (México DF: Siglo XXI) Vol. 1, Tomo I.
Meiksins Wood, Ellen 1999 Democracia contra capitalismo. Renovando el
materialismo histórico (Buenos Aires: Siglo XXI).
NOTAS
6 Por ejemplo, ¿por qué no discutir las razones por las cuales Estados Unidos sigue
siendo
considerado como una ejemplar democracia aun luego de las elecciones de 2000?
Tal como lo observa un analista, existen varias razones para dudar muy seriamente de
la pertinencia de dicha calificación. “Invadió ilegalmente, esto es violando las reglas del
Consejo de Seguridad de la ONU, un territorio extranjero en 2003; administra un campo
de concentración en Guantánamo, donde somete a personas sin juicio previo y derecho
a la defensa a los más serios vejámenes; practicó la tortura directamente en Abu Ghraib
y la ejerce cotidianamente a través de terceros países, esto es enviando sospechosos a
cárceles en Siria y otros lugares para que sean torturados; el actual presidente accedió al
poder en 2000 luego de una elección muy dudosa, en la que no obtuvo la mayoría de los
votos emitidos y en la que recibió el crucial apoyo de una Corte de mayoría
conservadora
después de las denuncias de fraude; sólo vota el 40 por ciento de la población habilitada
y los pobres en su mayoría no votan. Estados como California viven virtualmente en
una
democracia del siglo XIX, esto es, un régimen en que buena parte de la clase
trabajadora,
inmigrante ‘ilegal’ –más del 50 por ciento–, no tiene derechos políticos. Ninguna
democracia
desarrollada moderna presenta una exclusión tan flagrante de las clases bajas de la
política” (Etchemendy, 2007: 6).
7 La pregunta decía literalmente lo siguiente: “En términos generales, ¿diría Ud. que el
país está gobernado por unos cuantos grupos poderosos en su propio beneficio, o que
está
gobernado para el bien de todo el pueblo?” (Corporación Latinobarómetro, 2006: XX).
11 Sobre este tema, la obra de Meiksins Wood (1999) sigue siendo una contribución
extraordinariamente
importante.
Lo tercero que nos sucedió es aún más grave que todo lo anterior
sumado. Y es el inmenso avance del capital extranjero sobre la propiedad
nacional. Por ejemplo, en carbón y níquel éramos socios del capital
extranjero; hoy sólo le pertenecen al capital extranjero. El capital extranjero
hacía presencia en el sector financiero, pero con mil controles
y una relativa debilidad. Actualmente se observa un avance inmenso
y, además, se les están abriendo nuevos negocios a las transnacionales
respectivas, por lo que toda la lógica del parasitismo financiero crece en
proporciones gigantescas. No existía capital extranjero en el comercio
al por menor y hoy, por medio de los hipermercados, los foráneos controlan
una porción grande de ese mercado. Tampoco había capital extranjero
en el sector de los servicios públicos domiciliarios tales como
el agua, la energía, las telecomunicaciones, las basuras, que, en un país
tan atrasado como el nuestro, constituyen un sector capital del desarrollo
nacional, o por lo menos de los procesos de acumulación interna.
¿Y cómo gana más aquí que allá? En primer lugar hay que venderle
la propiedad nacional más barata, sean materias primas mineras
o empresas de servicios públicos domiciliarios. En segundo lugar, es necesario
ponerle impuestos bajos o inexistentes; y deseo hacer hincapié
en este aspecto. La última reforma tributaria (aunque todas son idénticas)
se empecinó en bajarles la renta a monopolios y transnacionales y
subirles el IVA y otros impuestos a los salarios e incluso a las pensiones.
En tercer lugar, debe ofrecérseles, a como dé lugar, mano de obra barata,
muy barata, extremadamente barata. La globalización consiste en
crear un mercado de envergadura global en el que actúen, por supuesto,
capitales de envergadura global. Lo que finalmente se termina dando es
una especie de competencia universal para atraer los capitales, y uno de
sus imanes fundamentales está constituido por la mano de obra barata.
Barata en pensiones, salarios, salud y largas jornadas laborales, pues a
quien no trabaje largo y barato lo acusan de no tener sentido de pertenencia
con la empresa y, entonces, lo echan. ¿Y qué más se le ofrece al
capital monopolista extranjero? Libertad de movimiento de los capitales
financieros aun cuando sean especulativos y así entren destruyendo
la economía nacional y salgan devastando, a la estampida, la misma
economía nacional. Derechos de propiedad intelectual mayores que los
utilizados. En un mundo tan complejo como el de hoy, la producción
material se halla fundamentada cada vez más en altos niveles de desarrollo
de la ciencia y la tecnología. Países como el nuestro jamás podrán
llegar a los altos niveles de la ciencia si no copian, si no imitan.
NOTAS
TODOS LOS DÍAS me pregunto –desde hace treinta años– ¿por qué Colombia
sigue siendo uno de los países atrasados del mundo? ¿Por qué en
él aumenta todos los días la pobreza? ¿Por qué debemos importar alimentos?
¿Por qué la deuda externa se absorbe lo poco que producimos y es
necesario entregar nuestros recursos al capital financiero internacional?
¿Por qué la distancia con los países económicamente más desarrollados
del mundo crece progresivamente? ¿Por qué el ingreso por habitante ha
descendido 400 dólares en los últimos cinco años? ¿Por qué tantas otras
cosas incomprensibles sobre nuestra dramática realidad? Todas estas preguntas,
y muchas más, parecen extrañas en medio de un seminario de alto
nivel sobre filosofía política y globalización. Pido excusas por ello. No obstante,
permítanme hacer una reflexión personal y apasionada, en un intento
de un quehacer de filosofía política sobre mis inquietudes existenciales
de cada día frente a la realidad de Colombia, un país que aparece en las
primeras notas de los noticiarios junto a los más conflictivos del mundo.
Allí queda resumida la ideología neoliberal que rige este país desde la
visita de Karla Hill: no interferencia del Estado en el mercado libre; no
obstáculos de aranceles al comercio internacional; no injerencia del
gobierno en la fijación de precios; no regulación de salarios; entrega
al sector privado de las empresas estatales y los servicios públicos;
control de la inflación a cualquier precio; no reglamentación estatal
a sectores específicos; y más. Afirmo que no se trata de economía,
sino de filosofía política; es decir, de una concepción comprehensiva
sobre la sociedad y el Estado, así no parezca explícita. Estos son los
Friedman que reviven a Smith.
Los dos polos de poder mundial son los únicos que se benefician
con la creencia en la globalización económica y su imposición a los países
subdesarrollados. Estos polos son EE.UU. y la Unión Europea. Cada
uno de ellos se acoge a una estrategia determinada de influencia. En las
organizaciones internacionales no existe otra voz que no sea la suya.
Actualmente, EE.UU. es todavía un poder hegemónico, así se considere
que ha entrado en decadencia. Para el país del Norte, ejercer su poder
militar en vez de su fuerza económica para dominar dos países inmensamente
débiles en economía y armamento como Irak y Afganistán no
constituye sino una demostración de su debilidad política mundial.
Desde la invasión a Cuba en 1898 y el robo de Panamá en 1903, los latinoamericanos
hemos sido sometidos –y nos hemos dejado someter– a
esta potencia hegemónica. Y cada vez somos más pobres. Y cada vez la
esperanza del desarrollo se encuentra más lejos. Ahora la fórmula es la
del Tratado de Libre Comercio con EE.UU. y el Área de Libre Comercio
de las Américas. Se trata de una de esas estrategias de EE.UU. para
contrarrestar su debilidad estratégica, tal como la diseñó Bush padre,
en 1989, en el llamado eufemísticamente Consenso de Washington, de
donde proviene la línea directriz de aseguramiento de América Latina
para sus intereses después de la caída de la Unión Soviética.
BIBLIOGRAFÍA
Mills, C. Wright 1959 The power elite (Nueva York: Oxford University
Press).
Strauss, Leo 1963 History of political philosophy (Chicago: Rand McNally
and Company).
Strauss, Leo 1968 Liberalism: ancient and modern (Nueva York: Basic
Books).
NOTAS
La guerra contra las drogas iniciada por EE.UU. a fines de la década del
ochenta, la cruzada antiterrorista luego del 11 de septiembre de 2001
y la consolidación de su poder hegemónico global han representado
nuevos retos para la región en lo que respecta a la intervención política
y militar estadounidense. Retos que provienen de la aplicación del Plan
Colombia y la IRA, de las políticas de ajuste fiscal y el proceso de liberalización
económica y comercial que debían concretarse en el Acuerdo
de Libre Comercio para las Américas (ALCA) y/o los acuerdos bilaterales
de libre comercio entre el país del Norte y las naciones andinas.
Y para que no quede duda alguna sobre la correlación entre esta estrategia
y las políticas neoliberales impuestas en el mundo entero, señala:
Trabajaremos con las instituciones financieras internacionales para
suministrar asesoría y apoyo a los países que se esfuerzan por aplicar
políticas macroeconómicas acertadas, ofrecen mayor transparencia,
adoptan normas prudentes y mantienen niveles de deuda manejable
y una inflación baja (Larson, 2002: 14).
EL GASTO MILITAR
Uno de los aspectos más cuestionados del Plan Colombia ha sido su estrategia
antinarcóticos, centrada en la fumigación o aspersión aérea de
cultivos ilícitos. Los graves efectos que ello causa sobre las condiciones
de vida y de salud de la población, la destrucción del medio ambiente,
de los cultivos de supervivencia y las fuentes de agua han sido objeto
de denuncia permanente en el ámbito internacional. Tampoco podría
dejar de mencionarse su impacto nefasto sobre las condiciones sociales
de la región, que se expresa en el incremento del desplazamiento forzado
de familias enteras hacia los países vecinos, pero especialmente hacia
Ecuador. Según cálculos del mismo documento aprobado del Plan
Colombia, cerca de 400 mil personas tendrían que salir forzosamente,
por lo que se asignó un recurso de inversión social con el fin de proveer
atención en campamentos para las familias afectadas.
En este asunto del negociado que han hecho las empresas extranjeras
con el Plan Colombia, merece mención especial el caso de
la DynCorp de Virginia, contratada en el año 2000 por el gobierno de
EE.UU. por una suma de 635 millones de dólares, para adelantar buena
parte de las labores de fumigación aérea, espionaje para la CIA e
incluso eventuales acciones de combate en territorio colombiano. A
pesar de ser estadounidense y aparecer en la lista de la revista Fortune
entre las quinientas empresas más poderosas de ese país, la compañía
fue registrada en Colombia como originaria de Gran Bretaña. Opera
secretamente aquí desde 1991, por cuanto ni siquiera las entidades estatales
sabían de sus contratos. Esta empresa se vio involucrada en un
escándalo cuando el diario canadiense The Nation denunció que había
traficado con heroína dentro del Plan Colombia2.
BIBLIOGRAFÍA
Castro Caycedo, Germán 2001 “Una feria con dos rostros” en Con las
manos en alto (Bogotá: Planeta).
NOTAS
* Una versión preliminar del presente artículo, en el cual se basó la ponencia presentada
en el seminario del Grupo de Trabajo Filosofía Política de CLACSO, apareció
publicado
en la Revista Iberoamericana de la Universidad de Sophia (Tokio) Vol. XXV, Nº 2,
segundo
semestre de 2003.
** PhD en Ciencia Política de la New York University. Profesora Titular de la
Universidad
Javeriana de Bogotá. Directora de la Maestría en Estudios Latinoamericanos y del
Observatorio
Andino de la misma Universidad. Directora de la revista Nueva Gaceta.
1 Para conocer visiones críticas –en mayor o menor medida– sobre los distintos
aspectos
del Plan Colombia y la IRA, ver Estrada (2001) e IEPRI (2001).
En los últimos años, las fronteras de las Américas han evolucionado dramáticamente.
En América del Norte, a partir del NAFTA, se han flexibilizado
sólo con el propósito de obtener el libre comercio, pues hasta ahora
no se pretende que el modelo se aproxime al de la UE con acuerdos
políticos de libre circulación de personas, instituciones, parlamentos,
tribunales, equilibrio de regiones, etc. Centroamérica, con el tratado de
libre comercio con EE.UU., sigue el mismo esquema, pero acompañado
de un proceso de integración regional que también flexibiliza sus fronteras
internas, teniendo como horizonte el ALCA y el plan de desarrollo de
infraestructura Puebla-Panamá. En las dos regiones, las fronteras han
recibido una descompresión, se han dinamizado, se han reducido las
tensiones y se avanza hacia fronteras vivas e integradas.
COLOMBIA-VENEZUELA
COLOMBIA-ECUADOR: EL REACOMODO
Y LA CIUDADANÍA…
CONCLUSIÓN
BIBLIOGRAFÍA
Beck, Ulrich 1998 La sociedad del riesgo: hacia una nueva modernidad
(Barcelona: Paidós).
NOTAS
LA TRADICIÓN UNIVERSALIZANTE
Por el contrario, aquellos que desean vacunar sus culturas contra las
amenazas foráneas, son descriptos del siguiente modo:
Aunque hablen mucho de cultura, suelen ser gentes incultas, que disfrazan
su verdadera vocación: el nacionalismo. Y si hay algo reñido
con la cultura, que es siempre de propensión universal, es esa visión
parroquiana, excluyente y confusa que la perspectiva nacionalista
imprime a la vida cultural [...] las culturas necesitan vivir en libertad,
expuestas al cotejo continuo con culturas diferentes, gracias a lo
cual se renuevan y enriquecen, y evolucionan y adaptan a la fluencia
continua de la vida (Vargas Llosa, 2000: 2-3).
En tercer lugar, y sin llegar a ser como esta clase media posmoderna
y enloquecida por las megatendencias, el resto de la población,
una población cada vez más miserable por efecto de esta apertura hacia
las necesidades del capital internacional, se universaliza a través del
hambre y el deseo frustrado. Esta población está aún más presa en sus
fronteras, como del otro lado de la vitrina o, lo que es lo mismo, del
otro lado del televisor, mirando sin poder comprar y añorando viajar sin
tener visa. Porque la globalización es un mundo de fronteras abiertas
para los productos de las grandes firmas multinacionales, pero no para
la gente en general, que se encuentra, como dice Mikhaël Elbaz, “encarcelada
entre una mundialización de los objetos y una tribalización de
los sujetos” (Elbaz, 2000: 5). Un mundo donde los capitales y los objetos
fluyen con una libertad que le está negada a la gente. Porque a medida
que se flexibilizan las fronteras dentro del primer mundo, se cierran
cada vez más y se dificultan los trámites de visado para impedir que pasen
los indeseables, es decir, los pobres: incapaces de viajar e incapaces
de poseer. A los pobres les queda sólo un hambre globalizado, deseando
cosas nuevas que, como las viejas, tampoco están a su alcance.
Villacañas, José Luis 1998 “El Estado y las culturas. Sobre una cuestión
básica del multiculturalismo” en Hoyos, Guillermo y Uribe, Ángela
(comps.) Convergencia entre ética y política (Bogotá: Siglo del
Hombre).
NOTAS
1 Más concretamente: “la protección de las formas de vida y tradiciones en las cuales se
forman las identidades, se supone que debe servir al reconocimiento de sus miembros;
ello no representa una forma de preservación de especies por medios administrativos.
La perspectiva ecológica sobre la preservación de las especies no se puede transferir a
las
culturas” (Habermas, 1994: 130).
INTRODUÇÃO
BIBLIOGRAFÍA
Por último, es preciso plantear una reflexión final sobre las perspectivas
a partir de las cuales se analizan los procesos de globalización.
Debemos insistir en la necesidad de evitar la reducción del análisis de
estos procesos a una dimensión puramente ideológica. Los consensos
hasta aquí presentados pueden leerse, precisamente, a la luz de la dicotomía
con la globalización o contra la globalización, y no es esta la tarea
que nos ocupa aquí. Como bien lo afirma Wieviorka (2003: 29-30), las
ciencias sociales tienen mucho que ganar si se apartan de las controversias
que se ubican en un terreno ideológico, pero una cosa es pensar
acerca de estas luchas o reflexionar en torno de lo que cuestionan, y otra
muy distinta es dar cuenta de la globalización. No se da cuenta de una
cosa por la otra; no se dará cuenta de los actores por la descripción del
sistema al que pertenecen. La reflexión sobre los movimientos globales
debe: primero, evitar quedarse anclada en los debates sobre la globalización
para ocuparse preferiblemente de la conciencia de los actores que
se enfrentan en estos procesos; segundo, interrogarse sobre el sentido de
su acción, sus orientaciones, las relaciones sociales y políticas en las que
se constituyen y actúan; pero, ante todo, debe ocuparse de esas relaciones
que los actores construyen y transforman de manera continua.
A través de los varios cientos de años durante los cuales las reglas de
soberanía han sido ampliamente comprendidas, el control del Estado
nunca pudo ser dado por sentado. Los estados nunca pudieron aislarse
del ámbito externo. La globalización y las normas internacionales
intrusas no son un fenómeno nuevo sino viejo. Algunos aspectos del
ámbito contemporáneo son únicos –el número de organizaciones no
gubernamentales transnacionales ha crecido dramáticamente, las organizaciones
internacionales son más prominentes, el cibercrimen
no podría existir sin el ciberespacio. Estos desarrollos sí desafían el
control del Estado. Una pérdida del control puede precipitar una crisis
de autoridad, pero aun una crisis de autoridad es sólo una condición
necesaria pero no suficiente para desarrollar nuevas estructuras
de autoridad. Nuevas reglas podrían emerger en una forma evolutiva
como resultado del proceso de ensayo y error llevado a cabo por actores
racionales pero miopes. Pero estos arreglos, como, por ejemplo,
la acción policial internacional, probablemente coexistirán con
las estructuras soberanas convencionales en vez de suplantarlas. La
adaptabilidad de la soberanía es, si no otra cosa, un reflejo de su tolerancia
frente a las alternativas (Krasner, 2001a: 40).
Boron, Atilio 2002 Imperio & imperialismo. Una lectura crítica de Michael
Hardt y Antonio Negri (Buenos Aires: CLACSO).
Jessop, Bob 1999 Crisis del Estado de Bienestar: hacia una nueva teoría
del Estado y sus consecuencias sociales (Bogotá: Siglo del Hombre/
Universidad Nacional de Colombia).
Lehmann, Edward W. 1988 “The Theory of the State versus the State of
Theory” en American Sociological Review (Nueva York) Vol. 53, Nº 6.
Mann, Michael 1997 Las fuentes del poder social (Madrid: Alianza).
Mann, Michael 1999 “El futuro global del Estado Nación” en Análisis
Político (Bogotá) Nº 38.
Martínez Esteruelas, Cruz 2000 La agonía del Estado. ¿Un nuevo orden
mundial? (Madrid: Centro de Estudios Políticos y Constitucionales).
Mason, Ann 2001 “La reconfiguración del Estado: el nexo entre la
globalización y el cambio internacional” en Revista de Estudios
Sociales (Bogotá) Nº 9.
Mason, Ann 2002 “Exclusividad, autoridad y Estado” en Análisis Político
(Bogotá) Nº 47.
2 Esta opinión es compartida por uno de los analistas que ha explorado con mayor
detenimiento
el tema en América Latina, como es Boaventura de Sousa Santos. Con el fin de
lograr una mejor comprensión de tal opinión, vale la pena citar en extenso la
clasificación
elaborada por Santos al respecto: “La globalización económica se refiere básicamente a
la consolidación de una economía dominada por el sistema financiero y por la inversión
a escala global; procesos de producción flexibles y multilocales; bajos costos de
transporte;
revolución en las tecnologías de información y de comunicación; desregulación de las
economías nacionales; preeminencia de las agencias financieras multilaterales y la
emergencia
de tres grandes capitalismos transnacionales: americano, japonés y europeo. La
globalización social da cuenta de la transformación en la estructura de clases sociales a
partir de la emergencia de una clase capitalista transnacional, transformación reflejada
en
el crecimiento de la brecha existente no solamente entre las diferentes clases sociales
sino
entre los países más pobres con respecto a los países más ricos. La globalización
política se
caracteriza por la reducción de la autonomía política y la soberanía efectiva (traducida
en
términos de una desnacionalización del Estado, una desestatalización de los regímenes
políticos
y una internacionalización del Estado nacional) de los estados periféricos y
semiperiféricos,
y el aumento dramático de las asimetrías del poder transnacional entre el centro y
la periferia del sistema mundial. Por último, en la globalización cultural se distinguen
dos
fenómenos importantes: la creación de universos simbólicos transnacionales y la
homogeneización
cultural generadas a partir de la expansión de los medios de comunicación
electrónicos y las migraciones” (Santos, 2003: 170-191).
3 En este sentido, Hardt y Negri consideran este aspecto tan relevante en la dinámica
actual del capitalismo que, citando a François Bar, el nuevo imperativo que se impone
es
“tratar la fabricación como si fuera un servicio” (Hardt y Negri, 2002: 154).
4 Sobre este particular es importante destacar los esfuerzos de autores como Akhil
Gupta
en la construcción de un relativamente reciente campo de estudio como lo es la
“Antropología
del Estado” (Gupta y Sharma, 2006).
6 Vale la pena recordar que en el seguimiento a las teorías marxistas sobre el Estado
pueden
encontrarse diferentes tendencias articuladas a una época específica, o encaminadas a
la superación de un paradigma particular. Algunas de ellas son: la funcionalista, que
hace
referencia –como su nombre lo indica– a las distintas funciones y formas que
históricamente
ha asumido el Estado; la estructuralista, tendiente a superar esta visión anterior y
que intenta explicar un cierto grado de independencia que adquieren algunas prácticas
de
la entidad estatal frente a los intereses de las clases dominantes en el contexto del
capitalismo
tardío, así como frente a sus problemas de eficiencia y legitimidad; y una posmarxista,
orientada al tratamiento de la cuestión del poder estatal en el contexto del ocaso del
eurocomunismo y la expansión global del capital. Para un tratamiento más detallado de
las tendencias marxistas en teorías del Estado pueden examinarse los trabajos de
William
Ramírez Tobón (1987) y Alfredo Ramos Jiménez (1999).
9 Contrastar el trabajo de Ramírez Tobón (1987: 12) con el de Jessop (1999: 100).
10 Se entiende la noción de selectividad estructural como los medios con que el Estado,
como conjunto de instituciones, ejercía un impacto específico y diferencial sobre la
capacidad
de las diversas fuerzas políticas para realizar sus intereses y estrategias particulares
mediante el acceso y control de ciertas capacidades estatales, que siempre dependen,
para
sus efectos, de vínculos con fuerzas y poderes que se encuentran más allá del Estado.
Jessop (1999) resalta que este concepto ha sido especialmente considerado por autores
como Claus Offe y, como señaláramos anteriormente, Nicos Poulantzas.
11 Cabe recordar que un enfoque de estudio del Estado con un carácter arqueológico
(con
otras variantes y denominaciones) se constituyó en la preocupación central de autores
como Charles Tilly (citado por Krasner, 2001a), Norbert Elías, Michel Foucault y Pierre
Bourdieu, quienes –en mayor o menor medida– ubican a la guerra como uno de los ejes
estructurantes de sus análisis.
12 Resulta interesante recordar que, sobre este punto, autores como Michael Mann
señalan
que los grandes proyectos de Estado-nación relacionados con una figura como la del
Leviatán tan sólo llegaron a tener dimensiones modestas en Occidente, en la medida en
que se comenzó a experimentar, de manera paralela a su surgimiento, una expansión y
defensa de ámbitos cada vez más circunscriptos al mundo de lo privado (Mann, 1999:
6).
14 Las recientes declaraciones del ministro del Interior alemán, Wolfgang Schäuble,
respecto
a la necesidad de la instauración de ejecuciones selectivas para los sospechosos de
terrorismo y a la creación de un delito de conspiración que permita anular sus
conexiones
telefónicas y vía Internet en Alemania, ilustran de manera significativa esta situación.
15 El concepto de nuevas guerras ha sido planteado por autores como Mary Kaldor y
Hefried Münkler y describe las transformaciones experimentadas en el desarrollo de los
conflictos armados en el contexto de una economía globalizada y la privatización de la
violencia
como consecuencia del crecimiento del crimen organizado y la aparición de grupos
paramilitares. En un principio, las nuevas guerras se asocian con la erosión de la
autonomía
y, en casos extremos, la desintegración del Estado, como la Guerra de los Balcanes, los
conflictos tribales en África y el conflicto armado colombiano.
Franz Hinkelammert*
Oficiales del Pentágono dijeron que el grupo (un memorando del Departamento
de Justicia) examinó por lo menos 35 técnicas de interrogación,
y Rumsfeld posteriormente aprobó el uso de 24 de ellas
en una directiva clasificada del 16 de abril de 2003, que valía para todas
las actividades de Guantánamo. El Pentágono rechazó publicar
estos 24 procedimientos de interrogación (Priest y Smith, 2004).
EL VACIAMIENTO DE LA DEMOCRACIA
Se trata del año más importante que jamás he vivido, porque estoy
convencido de que hemos salvado vidas [decía Van Natta, quien ahora
volvió para dirigir la prisión de máxima seguridad al norte de Indianapolis].
Si resulta así como yo creo que resultará [Camp Delta]
será considerada la única prisión jamás realizada. Si la información
que hemos recolectado salvó vidas, entonces va a ser considerada
como lo más adecuado hecho jamás. Sin embargo, si se comprueba
que no ha habido inteligencia (información eficaz), entonces todo
será visto como acción de un superpoder que ha usado su poder
arbitrariamente3 (Hinkelammert, 2004).
CONCLUSIONES
NOTAS
2 Hayek lo expresa en 1981: “Una sociedad libre requiere de ciertas morales que en
última
instancia se reducen a la mantención de vidas: no a la mantención de todas las vidas
porque
podría ser necesario sacrificar vidas individuales para preservar un número mayor de
otras vidas. Por lo tanto, las únicas reglas morales son las que llevan al ‘cálculo de
vidas’:
la propiedad y el contrato” (Hayek, 1981).
5 Entrevista con el coronel Paul Tibbets quien, con 27 años de edad, como piloto
principal,
arrojó la bomba atómica de Hiroshima el 6 de agosto de 1945. La bomba se llamaba
Little
Boy y el avión llevaba el nombre de la madre del piloto principal Enola Gay. La
entrevista
la realiza Andrés Jiménez, periodista de la revista colombiana Semana y fue
reproducida
en La Nación (1999).
LA CONSAGRACIÓN DE LA INSTITUCIÓN-MERCADO Y LA
INVERSIÓN DE LOS DERECHOS HUMANOS
VIDA Y DEMOCRACIA
BIBLIOGRAFÍA
Hinkelammert, Franz 2002b El retorno del sujeto reprimido (San José: DEI).
NOTAS
2 “En una sociedad civil, sólo entre las gentes de inferior clase del pueblo puede la
escasez de
alimentos poner límite a la multiplicación de la especie humana, y esto no puede
verificarse
de otro modo que destruyendo con aquella escasez una gran parte de los hijos que
producen
sus fecundos matrimonios [...] Así es como la escasez de hombres, al modo que las
mercaderías,
regula necesariamente la producción de la especie humana: la aviva cuando va lenta y la
contiene cuando se aviva demasiado” (Smith citado en Hinkelammert, 1996: 87).
4 Que somos seres finitos significa que debemos integrarnos a la división social del
trabajo
para no morir; esto es, que necesitamos de los otros hombres para subsistir. Que además
somos seres naturales y corporales quiere decir que requerimos igualmente del sol, el
aire,
el agua y los demás elementos que tomamos del medio ambiente. En consecuencia,
tanto
la vida del otro como la de la naturaleza es condición de posibilidad de nuestra propia
vida
(Fernández Nadal, 2003: 21-40).
6 En efecto, como advirtió Hannah Arendt, nada permite excluir la posibilidad de que
“un
buen día, una Humanidad muy organizada y mecanizada llegue a la conclusión
totalmente
democrática –es decir, por una decisión mayoritaria– de que para la Humanidad en su
conjunto
sería mejor proceder a la liquidación de algunas de sus partes” (Arendt, 1974:
378). Y a la misma conclusión podría llegarse a través del consenso obtenido en el
marco
de un acuerdo logrado en una comunidad ideal de comunicación. Interesa resaltar lo que
Hinkelammert agrega a la advertencia de Arendt, esto es, su peculiar concepción del
sujeto,
según la cual la “liquidación de alguna parte de la humanidad” pone en marcha una
lógica autodestructiva que amenaza a la humanidad como totalidad. Desde la
perspectiva
del “asesinato = suicidio”, resulta que, tanto en el caso hipotetizado por Arendt de la
decisión
democráticamente tomada como en la utopía habermasiana de la comunidad ideal
de comunicación, la aplicación de un criterio exclusivamente formal de verdad o validez
resulta contradictorio en sí mismo, en la medida en que conduce a su autosupresión.
INTRODUCCIÓN
EL NEOLIBERALISMO
NEOLIBERALISMO Y NEOCONSERVADURISMO
La tercera vía surge como una respuesta a las limitaciones que la hegemonía
del neoliberalismo impone a la socialdemocracia. En este sentido,
constituye una conservatización de la socialdemocracia, al plantear
una hibridación de libre mercado e intervención del Estado. El principio
de la tercera vía, como ha dicho Anthony Giddens, artífice de dicha
conservatización, es “tanto mercado como sea posible, tanto Estado
como sea necesario”. El camino hacia una tercera opción entre liberalismo
a ultranza y socialdemocracia ya había sido planteado por Ralf
Dahrendorf, quien a fines de la década del ochenta, al reconocer que ya
no era posible el retorno al socialismo, afirmaba que tampoco era factible
“una vuelta atrás a los duros sueños de antes de ayer, al darwinismo
social. El camino que tenemos por delante requiere una nueva definición,
al mismo tiempo que una afirmación de la ciudadanía, las oportunidades
vitales y la libertad” (Dahrendorf, 1990: 169). Pero fue Anthony
Giddens quien desarrolló esta alternativa en clave neoconservadora. La
globalización neoliberal incrementa la productividad del trabajo social,
al flexibilizar los procesos productivos y mercados de trabajo mediante
la aplicación de la tecnología micro-electrónica, que reduce el número
de trabajadores asalariados. Es lo que se conoce como posfordismo. Dicha
reducción es celebrada por Giddens, cuando en su libro La tercera
vía (1999) reclama una sociedad flexible, conformada por sujetos flexibles,
que se ajusten bien a una sociedad cibernética en la que incluso el
mundo de la vida es crecientemente penetrado por la lógica del control
numérico y el código binario.
LA SOCIALDEMOCRACIA
BIBLIOGRAFÍA
Bell, Daniel 1992 El fin de las ideologías: Sobre el agotamiento de las ideas
políticas en los años cincuenta (Madrid: Ministerio de Trabajo y
Seguridad Social).
NOTAS
Para ser librada, esta lucha requiere una sociedad civil capaz de gobernarse
a sí misma y expresarse libremente por vías formales e informales.
CONCLUSIONES
BIBLIOGRAFÍA
Domhoff, William 1968 “The power elite and its critics” en Domhoff,
William y Ballard, Hoyt (eds.) Wright Mills and the power elite
(Boston: Beacon Press).
1 Dentro de los puntos contemplados para la reforma se incluían: reforma del Congreso,
reforma del régimen de derechos civiles y garantías sociales, reforma de la
administración
de justicia, reglamentación de los estados de excepción, reforma de los mecanismos de
planificación de la economía, ampliación de los mecanismos de descentralización
administrativa,
y definición de los mecanismos de reforma de la Constitución. Para ampliar la
información sobre el movimiento estudiantil Todavía Podemos Salvar a Colombia, que
promovió la reforma constitucional a partir de la séptima papeleta, ver Lleras de la
Fuente
y Tangarife (1996).
3 El decreto buscaba una salida constitucional a la difícil situación de orden público. Sin
embargo, aún no daba cuenta de los alcances de la reforma constitucional. La
convocatoria
a una Asamblea Constitucional (reformista) y no a una Asamblea Constituyente
(generadora
de una nueva Constitución) dan cuenta de esta situación.
5 La idea de la Constitución como proceso, según Estévez, pretende dar una respuesta a
esta situación y significa una apertura de la defensa de la Constitución a la opinión
pública.
Se trata, entonces, de considerar como criterios relevantes de interpretación
constitucional
los puntos de vista existentes en la esfera pública acerca de los valores, derechos,
principios, etc. contenidos en el texto constitucional. Además, la idea de la Constitución
como proceso supone un anclaje de la legitimidad democrática de los procedimientos en
la
apertura de los procesos sociales de formación de la opinión pública (Estévez, 1994:
138).
6 La respuesta de Robert Dahl contra la concepción unitaria del poder se inicia con su
estudio de la ciudad norteamericana de New Haven, en la que analizó la composición de
las elites locales. El seguimiento histórico de los grupos dirigentes de la ciudad le
permitió
observar el paso de una oligarquía patricia, que dominaba los recursos de forma
acumulativa,
al equilibrio de los distintos grupos de líderes, cada uno de los cuales tenía acceso a un
recurso de poder diferente. Con base en esta investigación, Dahl caracteriza las
sociedades
democráticas con el principio de equilibrio de poderes. Según este principio, el Estado,
sujeto a la multitud de presiones diferentes, tiene como misión reconciliar los diversos
intereses de grupo, intentando mantener una cierta neutralidad y brindando soluciones
a los posibles conflictos, posibilitando así el mantenimiento de una política democrática,
competitiva y pluralista (Dahl, 1961; 1989).
EL TERCERO INCLUIDO
Lo que sustenta tal homología es que los teóricos del más auténtico
librecambismo no pueden escapar a un axioma fundamental de El
capital: “todo valor termina siendo una cuestión de tiempo”. No obstante,
aunque el liberalismo comparte con el socialismo dicho axioma,
existen diferencias de perspectiva que vale la pena resaltar. Mientras
en una economía de mercado el tiempo de trabajo convertido en mercancía
desaparece en el producto final, en una economía socialista la
producción está revestida de formas culturales e ideológicas de pertenencia
social que perviven en el producto; el tiempo de circulación de
las mercancías, que deviene omnipresente en el capitalismo, en el otro
polo no es más que un ciclo de distribución restringido a las necesidades
y capacidades previstas por el Estado; finalmente, el tiempo de
consumo, abierto en el capitalismo a una multiplicidad impredecible
de valores de uso y de marcas de diferenciación social, en el socialismo
tiende a ritualizarse como un vector fijo que reinicia la cadena en tanto
condición de reproducción de la fuerza de trabajo. En síntesis, mientras
el modelo comunista pone el acento en la cultura del trabajo, en el valor
de uso de la fuerza de trabajo, el modelo liberal privilegia la demanda y
el consumo. Es posible suponer que entre la vía consumista y la productivista
existe la posibilidad de una tercera vía: la (re)distribucionista. La
cuestión es que, en los límites del presente, todas las vías posibles deben
pasar por el test de maximización de la rentabilidad para responder
eficazmente a los diversos tipos de consumo, de modo que la discusión
sobre justicia o igualdad, antes de que se proyecte en el horizonte político
o moral de las virtudes humanas, es un debate sobre “los distintos
tipos de capitalismo” (García Santesmases, 1994: 149).
Si bien, por una parte, nada parece impedir que la nueva República
se articule al capitalismo mundial a través de la monoexportación –sea
de oro o de café–, por otra, el país no parece encontrar las claves para
activar su propio proceso de acumulación como producto de la consolidación
de una clase empresarial autóctona, la creación de un ejército de
trabajadores libres y un verdadero mercado interno. Al fin y al cabo, el
éxito del café parece estar en la estructura de pequeños propietarios que
lo sustentan en la base productiva. Pero este éxito modélico en cuanto a
la integración de la economía campesina al capital nacional constituye
una excepción. En realidad, por lo menos hasta comienzos del siglo XX,
el conjunto del proceso de producción-circulación-consumo se encuentra
determinado por el mercado externo y limitado por las formas de tenencia
de la tierra; esto es: grandes haciendas improductivas que no pueden
ser consideradas como objeto de riqueza en términos del capital.
CONCLUSIONES
Buena parte de tal situación ha sido efecto del esfuerzo por borrar
el socialismo del modelo económico en todo el mundo, de modo
que el papel del Estado ?a través de la conformación de economías
mixtas, la búsqueda del pleno empleo, la negociación con el poder
sindical o la redistribución de la riqueza? pudiera ser reducido a su
mínima expresión.
Tercer Mundo29. Por tanto, visto en una perspectiva pragmática que las
ciencias sociales están en mora de aclarar, más que insistir en la carencia,
la exclusión y la pobreza ?y en la imposibilidad de resolverlo con los
modelos vigentes?, lo importante, a mi juicio, es reconocer que si hasta
ahora el índice PIB, como finalidad inmanente a la economía de cada
país, se ha logrado sin necesidad de alterar radicalmente ciertos modos
de subjetivación y formas tradicionales de producción de la periferia, es
posible que estas formas económicas y las que están por inventarse puedan
pervivir y aportar al conjunto de la sociedad por razones sociales,
ecológicas o culturales, al tener en cuenta otros criterios de intercambio
y eficiencia como herramientas de autocomprensión y discusión política
entre el modelo de mercado, el Estado y las comunidades.
BIBLIOGRAFÍA
Foucault, Michel 1996 Las palabras y las cosas: una arqueología de las
ciencias humanas (México DF: Siglo XXI).
Mayr, Ernst 1992 “The idea of teleology” en Journal of the History of Ideas
(Baltimore: Johns Hopkins University Press) Vol. 53.
NOTAS
* Integrante del Grupo de Investigación Estudios sobre Identidad de la Escuela de
Ciencias
Humanas, Universidad del Rosario, Bogotá, Colombia.
1 Este texto es el primero de una trilogía que explora “La razón en los límites del
presente”.
La segunda parte de dicha trilogía se ocupa de la genealogía del concepto en las
relaciones
entre existencialismo y estructuralismo en los años sesenta. La tercera se centra en el
debate
entre los teóricos que describen la sociedad como sistema y aquellos que conciben el
sistema como acontecimiento.
2 Para Habermas, doscientos años después, “la teoría tiene que acabar con la tensión
entre
formación soberana de la voluntad y teoremas apodícticos de la razón; la praxis tiene
que
acabar con esa falsa auratización o santificación de la razón, tal como cuajó en el culto
del
Ser Supremo y en los emblemas de la Revolución Francesa” (Habermas, 1998: 596).
4 En otra perspectiva, el fracaso puede ser leído como un momento de la utopía que lo
impulsa.
Utopía, entonces, significa un ideal puro que no puede ser denegado históricamente,
o al menos no todavía.
5 Estas preguntas, confiesa Lyotard, “me asustaban por sí mismas debido al tremendo
esfuerzo teórico que prometían y también porque parecían condenar a cualquiera que se
entregara a ellas al abandono de cualquier práctica militante durante un tiempo
indeterminado”
(Lyotard, 1992: 78). Para seguir la trayectoria de la decepción de Lyotard después
de su colaboración teórico-práctica en el grupo Socialismo o Barbarie, desde 1955 a
1966,
ver el “Epílogo” de Peregrinaciones (1992).
7 “Supongo que en un nivel de abstracción más alto quizá podamos explicar estos
resultados,
pero no es posible hacerlo en el nivel en el que se vive la vida real, y es cuando surge el
significado del viejo dicho: la historia guarda sus secretos” (Wallerstein, 1998: 256).
8 Hardt y Negri (2001) ofrecen, quizás, el ejemplo más interesante de la renovación del
marxismo en cuanto al análisis político del capitalismo imperial.
9 Sigo aquí la reconstrucción que efectúa Boaventura de Sousa Santos (1998: 29 y ss.).
10 Esta ambigüedad resulta evidente en análisis como los de Habermas, donde esa
tendencia
al totalitarismo sería patente ya en la Revolución Francesa, emblema universal de la
libertad: “En nombre de una razón autoritaria, de una razón antecedente a todo efectivo
entendimiento intersubjetivo, pudo desarrollarse una dialéctica por parte de los
presuntos
portavoces de esa razón, que eliminaba la diferencia entre moralidad y táctica y que
desembocó
en la justificación del terror practicado por la virtud” (Habermas, 1998: 596).
12 Escobar sugiere que “ese marco ampliado de referencia debería estar constituido por
la
antropología de la modernidad” (1996: 124).
14 En la primera mitad del siglo XX, el café representa en promedio el 70% de las
exportaciones.
16 Para una explicación detallada de esta relación entre poder territorial y expansión del
capital, ver Arrighi (1999: 48-49).
18 Para una exposición detallada de las formaciones de saber generadas por el discurso
para el desarrollo, ver Escobar (1996: 13).
21 Vale la pena resaltar aquí los trabajos de Christian Gros a comienzos de los años
ochenta
y, especialmente, el de Ángela Uribe, en torno a las incidencias que tiene la negativa de
los Uwas (a autorizar la explotación petrolera en su territorio) en la discusión actual
sobre
filosofía de la justicia (Uribe, 2005: 20).
21 Vale la pena resaltar aquí los trabajos de Christian Gros a comienzos de los años
ochenta
y, especialmente, el de Ángela Uribe, en torno a las incidencias que tiene la negativa de
los Uwas (a autorizar la explotación petrolera en su territorio) en la discusión actual
sobre
filosofía de la justicia (Uribe, 2005: 20).
23 A medida que las sociedades dependen cada vez más de la capacidad para
automatizar
los procesos maquínicos y de la constante innovación de sus productos, como se ha
repetido tantas veces, el saber y la información incorporados a los medios de producción
suponen un surplus de tiempo acumulado que reduce la duración de los procesos
de producción y circulación y vuelve inútil buena parte del trabajo propiamente
humano.
Lyotard ha interpretado convincentemente este cambio en la composición del capital en
La condición postmoderna (1994).
26 Tal como afirma Escobar (1996: 423), “grupos populares de muchas partes del
Tercer
Mundo parecen cada vez más conscientes de estos dilemas […] urgidos por la necesidad
de presentar alternativas, sus estrategias de organización comienzan a girar más y más
en torno a […] la defensa de lo local como prerrequisito para articularse con lo global,
la
crítica de la propia situación, valores y prácticas de grupo como manera de clarificar y
fortalecer
la identidad, la oposición al desarrollo modernizante, y la formulación de visiones
y de propuestas concretas en el contexto de las restricciones vigentes”.
Alejandra Ciriza*
Existe una tensión que habita el orden del derecho como orden
abstracto. En cuanto orden universal de la ley, el derecho constituye una
instancia reguladora de las relaciones de los sujetos entre sí, una suerte
de horizonte utópico organizado en torno de la idea de regulación normativa
y reconocimiento de la capacidad de actuación de un individuo
despojado imaginariamente de determinaciones. Un orden coercitivo,
es verdad, pero también portador de potencial emancipatorio.
Sin lugar a dudas, la idea de una sociedad de sujetos iguales era avizorada
como la consecuencia futura de una organización social basada en
lazos contractuales. El progreso asintótico garantizaría una sociedad
de sujetos libres cuyas desigualdades, al ser móviles y ligadas al mérito,
no quitarían legitimidad alguna al orden existente. Por añadidura, ninguna
dificultad ofrecían las diferencias ancladas a la corporalidad: sólo
en razón de su sexo las mujeres quedaban excluidas, por naturaleza, de
la comunidad de los ciudadanos.
Sin lugar a dudas, la cuestión del aborto plantea una serie de dificultades
no menores que este trabajo ha intentado abordar: la tensión
ligada a la forma abstracta bajo la cual se inscribe el cuerpo en el orden
de la ley señala el hiato entre el derecho a abortar y el aborto real, la
distancia entre lo que la ley habilita como derecho universal y lo que
cada sujeto de derecho determina, la distancia entre el orden de la ley
y la efectiva posibilidad en una sociedad que no garantiza derechos,
sino que los comercializa y subordina la posibilidad de su realización
al privilegio de clase. Claramente, además, la conquista de derechos
sexuales y reproductivos, la conquista del derecho al aborto legal, se
halla amenazada (y no sólo en Argentina) por la comercialización, pues
la posibilidad de ejercer tales derechos dependerá de la posición de la
sujeta en el mercado, pero también de los límites que busca establecer
la reacción fundamentalista y las cada vez más feroces presiones de la
cúpula de la poderosa Iglesia Católica.
BIBLIOGRAFÍA
Butler, Judith 2002 (1993) Cuerpos que importan. Sobre los límites
materiales y discursivos del sexo (Buenos Aires: Paidós).
Hinkelammert, Franz 1998 El grito del sujeto. Del teatro mundo del
evangelio de Juan al perro mundo de la globalización (San José de
Costa Rica: DEI).
Kant, Immanuel 1993 (1793) “En torno al tópico ‘Tal vez eso sea correcto
en teoría, pero no sirve para la práctica’” en De la relación entre
teoría y práctica en el derecho político (Madrid: Tecnos).
Poovey, Mary 1999 “La cuestión del aborto y la muerte del hombre” en
Feminaria (Buenos Aires) Nº 22/23.
Wittig, Monique 1986 “The straight mind” en Jackson, Stevi y Scott, Sue
(eds.) Feminism and sexuality. A reader (Edimburgo: Edinburgh
University Press).
NOTAS
5 Sin lugar a dudas, el capitalismo es capaz de arrasar con las identidades de los sujetos,
considerándolos sólo en su condición de mano de obra explotable. Sin embargo, los
sujetos
subalternos se han negado a ser considerados sólo como mano de obra intercambiable;
se
han resistido a ser homogeneizados y homologados a una máquina a través de diferentes
estrategias, incluida la destrucción de la maquinaria, la oposición abierta o solapada al
trabajo
en cadena, la búsqueda de vías de control de los tiempos de trabajo. Si el capitalismo
arrasa barreras y determinaciones cualitativas, ello se liga más a la necesidad de
construir
un espacio de libre circulación para las mercancías y aumentar la rentabilidad que a la
voluntad de considerar a los sujetos como iguales en derechos: el capitalismo puede
haber
sido indiferente a la conquista de derechos para las mujeres, pero no ha cooperado para
su
emancipación; puede haber contribuido a la internacionalización del proceso
productivo,
pero no a la construcción del internacionalismo proletario, que fue gestado por la clase
obrera. Teóricos como Toni Negri y Michael Hardt consideran que el nuevo sujeto
revolucionario
es la multitud nómada, desmarcada de sus lazos con un territorio determinado,
híbrida, deslocalizada y desterritorializada. No se trata del viejo proletariado
internacionalista,
sino de un sujeto conformado a partir del desarrollo de las nuevas tecnologías. Las
nuevas condiciones de trabajo configuran las multitudes, los nuevos bárbaros, nómades,
post-humanos que, en la perspectiva de Negri y Hardt, nada aportan de permanente. Se
trataría de una nueva configuración de la corporalidad que, en mi forma de ver, tiende al
menoscabo de la densidad de lo real y de la experiencia; todo un riesgo cuando de
hablar
de transformaciones sociales y políticas efectivas se trata (Hardt y Negri, 2002).
6 El desacuerdo entre Adam Smith y Marx residía precisamente en que, para el primero,
es la mano invisible del mercado la encargada de regular las relaciones de producción y
reproducción de la vida humana, pues cada uno, siguiendo su interés particular y
realizándolo,
asegura la mejor consecución de los intereses generales de la sociedad. Marx, en
cambio,
consideraba que, lejos de regular, el mercado elimina los seres humanos sobrantes; no
crea armonía sino conflictos: el capitalismo no sólo destruye a la humanidad, sino
también
a la naturaleza, por lo cual, si la humanidad desea vivir, debe superar el capitalismo.
Tanto
Marx como Smith no dudaban en establecer una relación directa entre salario y
reproducción
de la vida humana (Hinkelammert, 1996).
7 Sin lugar a dudas, se trata de una paradoja, pues el dominio de la lógica mercantil,
como
ha indicado Alfred Sohn Rethel (1979), implica la consideración de los productos del
trabajo
y del trabajo mismo como pura cantidad. La conversión de una cosa en mercancía
exige la separación entre el valor de uso y el de cambio, una operación de abstracción
real
que posibilita el intercambio al poner entre paréntesis las prácticas de uso. Sólo por la
separación
entre uso y cambio es posible la consideración de una cosa como pura cantidad
equivalente a otra. La operación de intercambio de mercancías exige tanto la puesta
entre
paréntesis del uso como la supresión de las determinaciones cualitativas de las cosas.
Sin
embargo, las acciones de uso, expulsadas del intercambio, permanecen en las mentes de
los sujetos, en su imaginación. Ello explica muchas de las paradojas del mundo
mercantil:
el hecho de que las mercancías sean pura cantidad a la vez que aparecen bajo múltiples
y diversas formas en los escaparates, el hecho de que exista una lógica unificante (la del
mercado) a la vez que una enorme diversidad de mercancías variadas y multicolores
disponibles
para la venta y el consumo. Verdaderos jeroglíficos –en cuanto productos puramente
sociales–, las mercancías se constituyen a menudo en una incógnita que condensa
múltiples
relaciones y en una clave para interpretar el orden social en el que vivimos.
11 Según señala Vogel, citando a Eugene Enriquez, en las sociedades del antiguo
régimen
existía lo que se llamaba el doble cuerpo del rey: “Existe su cuerpo carnal, inmediato,
en
cuanto individuo y el cuerpo inmortal, trascendente, que es, de hecho, la encarnación de
la
nación” (Vogel et al., 1996: 142; traducción propia).
15 Mary Dietz (1994), en un conocido artículo, indica los riesgos de las posiciones
maternalistas
en las sociedades complejas. Resulta pertinente el señalamiento, pues la singular
combinación entre liberalismo económico y conservadorismo político ha tenido no
pocas
encarnaciones en la historia reciente de la democracia argentina.
BIBLIOGRAFÍA
NOTAS
1 Más aún, el autor considera “poco probable que haya características que hagan buenas
a
las cosas, que sean comunes a todas las cosas buenas” (Scanlon, 1996).
2 Rorty estima que la justicia es un tipo de bien sustantivo que las personas
considerarían
bueno por razones particulares muy diversas (Rorty, 1998: 119-120).
3 Esto significa que Habermas está de acuerdo con Scanlon en que una teoría sustantiva
de bienes puede encontrar respaldo en muy diversas razones, sólo si estas han ganado el
asentimiento de todos los interesados.
6 La autora entiende por funcionamientos logros de seres y quehaceres (Sen, 1985: 10,
28).
8 Utilizo el término objetivo como lo usa Nussbaum, como una abreviatura de lo que
hacen
las personas cuando van por el mundo intentando resolver problemas concretos de un
modo del cual no sea posible que otras personas interesadas en resolverlos también
digan
que expresa estados de ánimo particulares o creencias no acreditadas entre ellas, y de un
modo que haga uso de juicios sustantivos.
11 Existen capacidades que, como sostiene Amartya Sen (1996: 73), “pueden deberse
por
completo a la acción de otros”; por ejemplo, vivir libre de sarampión (una consecuencia
del trabajo de bacteriólogos e inmunólogos). En los términos en los que Sen utiliza el
vocablo, puede afirmarse que las personas tienen o pueden llegar a tener la capacidad de
permanecer libres de sarampión.