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EDICIÓN DE :

DÁMASO LÓPEZ GARCÍA

Ediciones de la Universidad
de Castilla-La Mancha

1996 Cuenca



Traducciones de:

A. A.gud y R. de Agapito Giuseppe Mazzocchi


María José Calvo Montoro Rosario García Moreno
Chang Ho-Tien y Chang Yea-Ling Maree lino Menéndez y Pelayo
Teófanes Egida Rosario Monto ro Murillo
Hans Christian Hagedorn Lorenzo Riber
Dán1aso López García Carlos Rubio López de la Llave
Svetlana Maliavina Daniel Ruiz Bueno

Edición de:

DÁMASO LÓPEZ GARCÍA


;

TEORIAS de la traducción : antología de textos 1 traducciones de A . Agud ...


[et al.] ; edición de Dámaso López García. [Cuenca] : Servicio ele Publi ca-
c iones de la Universidad de Castilla-La Mancha, 1996.
624 p. ; 22 c1n . (Escuela de traductores de Toledo ~ 3)
I.S.B.N.: 84-88255-88-8
l. Traducció n e interpretación. I. L ópez García, Dámaso, ed. Lit. Il. Univer-
s idad ele Castilla-La Mancha, ed. TII. Serie.
82.03

Relación de colaboradores cuyas traducciones se han llevado a cabo expresa1nente para


su publicación en esta obra:

María José Calvo Montoro


(Universidad de Castilla-La Mancha)

Chang Ho-Ti en
(Universidad de Salamanca)

Chang Yea-Ling
(Universidad de Vallado] id)

Rosario García Moreno


(Instituto de BachiJlerato Ramüo de Maeztu)

Hans C hristian Hagedorn


(Unj versidad de Castilla-La Mancha)

Dá1naso López García


(Universidad Complutense de 1\l[adrid)

Svetlana Maliavina
(Universidad Compl utense de Madrid)

Giuseppe Mazzocchj
(Universid ad de Pavía)

Rosario Montoro Murillo


(Universidad de Castilla-La M ancha)

Carlos Rubio López de la Llave


(Unive rsidad de Castilla-La Mancha)

Edita: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Castilla-La Mancha


Director: Pedro Cerrillo
Diseño Portada y Colección: García Jiménez
Coordinación: Centro de Investigaciones de la Imagen (C.I.D.I.)
Realización: Compobell, S.L. Murcia
I.S.B.N.: 84-88255-88-8
Depósito Legal: MU-422~ 1996
1" Edición: 1996
/

PROLOGO
contratio, que el siglo XIX, tras un declinante apego creativo hacja los
temas y variaciones del mundo clásico, pusiera en duda si tan siquiera
había comenzado a entender el mundo clásico; aunque aplicada a asunto
diferente, la opinión de Vossler sobre las traducciones alemanas de Dante,
resume esta crisis que se ha prolongado y acentuado en el siglo XX:

Si en Ale1nania disponemos en la actualidad de unas cuaren-


ta tTaducciones de Ja Divina ( ,''on'Ledia, y ninguna nos satisfa-
ce, y todavía esperamos otras, entonces esto demuestra cuán
violenta es la presión que Dante ejerce sobre nosotros con su
espíritu y su pensamiento psíquico, y demuestra también lo
poco seguros que estamos de haberle arrebatado ya los últi-
mos secretos de esa 1ncntaJidad.

La noción de dificultad ha arraigado con firmeza entre traductores y


teóricos de la traducción, quizá debido a esa indisimuJada tendencia del
pensanliento occidentaJ a la que no le importa subestimar Jo que se
comprende con facilidad. AL optitnis1no ingenuo del Renacimiento parece
haberle «.UTebatado la antorcha de la conf1anza y la seguridad el optimis-
tno de los lingüistas, del que el cjc1nplo de Rotnan Jakobson es una
muestra reprcsenlativa. Sin embargo, las reflexiones sobre las limitacio-
nes e imposibilidades de la traducción han sido incesantes en tie mpos
recientes. La contundencia con que Ezra Pound descalifica siglos de
filología cJásica trunpoco deja dudas acerca de la inseguridad contempo-
ránea respecto de las traducciones del mundo clásico: <<Ignoro cómo
1
3
darles una idea del griego. No hay traducciones inglesa satisfaclorias>> •
Para Jas lenguas europeas, la traducción sigue siendo una tarea inacabada
e inacababJe, cada generación, cada nuevo grado de evolución de las
lenguas piden una renovación de las traducciones: la renovación viene
siempre de la mano de algo insatisfactorio que se cree que puede aplacar-
se mediante una obra que si deja resueltos algunos problemas, deja otros
sin resolver, o da a luz otros que quizá antes no existían.

* * *
Una edición como esta no habría podido llevarse a cabo sin la
colaboración desinteresada de muchas personas a quienes se ha solici-
tado ayuda, y a quienes se ha importunado. Hacia todos ellos debe

13 Ezra Pound, El ABC de la lectura, Buenos Aires, Ediciones de la Flor, 1968,


pág. 47.

21
quedar aquí testimonio del agradecimiento de quien ha preparado la
edición, y de los traductores que han hecho su trabajo expresamente
para este libro. Debe figurar en lugar señalado don Luis Arroyo, Rector
Magnífico de la Universidad de Castilla-La Mancha, quien con genero-

sidad y entusiasmo indeclinables ha alentado este proyecto desde sus


momentos iniciales. Esta antología la ha hecho posible, también, una
Ayuda a la Investigación concedida, en tres convocatorias consecuti-
vas, por la Universidad de Castilla-La Mancha a los profesores que
formaron incialmente un equipo de investigación: María José Calvo
Montoro, Hans Christian Hagedorn, Dátnaso López García y Rosario
Montoro Murillo. Y, por riguroso orden alfabético, el autor de la
edición, y los traductores de estos textos desean agradecer su colabora-
ción desinteresada a Juana Victoria Gallego, a Margrit Hagedorn, al
profesor Hideaki Sugita, al profesor Hiroto Ueda, a Guillermo López
Gallego, a Ludtnila Maliavina, a la profesora Consuelo Marco que
ha revisado todos los textos chinos , al profesor Félix Piñero de
cuya generosidad se han bene6ciado las traducciones de la mayoría de
los textos que aparecen en latín y a la profesora Yang Deling.
La parte más significativa de las traducciones que forman esta
antología se ha llevado a cabo con motivo de esta. edición. De la
traducción del alemán de los siguientes autores: Friedrich Schleierma-
cher, Wilhelm von Humboldt, Johann Wolfgang von Goethe, Arthur
Schopenhauer, Friedrich Nietzsche, Walter Benjatnin, Ulrich von Wila-
mowitz-Moellendorf y Karl Vossler, es responsable Hans Christian
Hagedorn, quien, además ha seleccionado los textos idóneos para este
libro, y, en su caso, los ha anotado. De los textos en árabe de al- YaQ.iz,
Sala)). al-Din al-Safadi, Sulayman ibn Jattar al-Busüini y Taha I:Iusayn
se ha encargado Rosruio Montoro Murillo, encargo que incluye no sólo
la traducción y las notas, si,n o la selección y aun la localización de los
textos de una parcela del estudio poco o nada frecuentada. La versión y
notas de los textos chinos de Yen Fu, Lin Yutang, Lu Xun, Fu Lei, Liu
Jingzhi y Mao Dun, es, conjuntamente, de Chang Yea-Ling y de Chang
Ho-Tien. Rosario García Moreno ha vertido y anotado los textos de los
siguientes autores franceses: Joachim du Bellay, J.L. d' Alembert y
Denis Diderot, el texto francés de Madame de Stael «Del espíritu de
las traducciones» , Víctor Hugo y Paul Valéry. Los textos en inglés de
John Dryden, Matthew Arnold, Dante Gabriel Rossetti y Ezra Pound
los ha seleccionado, traducido y anotado Dámaso López García. María
José Calvo Montoro ha traducido, seleccionado y anotado todos los
textos del italiano: de Melchiorre Cesarotti, de Ugo Foscolo, de Gio-
vanni Carmignani, la «Carta de un italiano>> de Pietro Giordani, la

22
respuesta escrita en italiano de Madame de Stael, de Giacomo Leopar-
di, de Benvenuto Terracini y de Gianfranco Folena. El único texto en
japonés, de Futabetei Shimei, lo ha vertido al español, y anotado,
Carlos Rubio López de la Llave. Giuseppe Mazzocchi se ha encargado
de Ja traducción al español de los textos portugueses: Joao Franco
Barreta, Joaquim de Vasconcelos y Fernando Pessoa; Valeria Tocco ha
hecho la selección de los textos portugueses, y los ha enriquecido con
unas notas, que, aunque en el texto figuren como notas del traductor, a
ella pertenecen. Los textos rusos, de Pushkin, Turguénev, Yukovski y
Pasternak, los ha vertido al español Svetlana Maliavina.
Para algunos de los textos se han utilizado traducciones ya publica-
das, de las que se deja noticia en la reseña bibliográfica.

Nota sobre la edición

Co1no toda antología, se halla esta sotnetida a las variables que


gobiernan los criterios de selección y o1nisión; criterios que no son
sic1npre fáciles de explicar ni de resumir, por ejemplo, la presencia de
algunos texlos la aconseja su difusión o su itnportancia como guías de
una doctrina elusiva y de difícil descripción, mientras que la de otros,
lo que hace necesaria su revisión y divu1gación es precisamente su
representatividad hislórica, juntatnente con la poca importancia relati-
va que se les ha otorgado, y la escasa difusión que han tenido. Si dos
criterios tan alejados entre sí rigen los criterios de selección, nada de
extraño tendrá que la antología deje insatisfecho a más de un lector,
pero, después de todo, suele ser ese eltnelancólico destino de las más
de las antologías. Si el lector echa de menos algún texto particular al
que atribuya especial significación, la única manera de compensar esa
carencia será que ese mismo lector compruebe que no sin alguna
merma iinportante podrá prescindirse de algún otro texto de los que sí
se incluyen.
Respetar las peculiaridades de cada uno de los textos y de todas las
lenguas traducidas ha sido tarea difícil. Traeré aquí tan sólo algunas
noticias que pudieran interesar al lector. Los textos traducidos han sido
alterados en proporciones rninimas, y siempre que se ha enmendado el
original en algo que afectara a la comprensión se ha dejado constancia
de la modificación. De las supresiones más significativas se ha dejado
constancia mediante tres puntos encerrados entre paréntesis rectangu-
lares; no obstante, ha sido un criterio invariable de esta edición que los
textos deberían aparecer reproducidos íntegramente, pero como esta
clase de reflexiones sobre traducción carece de un género propio que

23
Karl Vossler
<<La comunidad lingüística como
comunidad de mentalidad>>

Gusto y mentalidad son cosas diferentes, pero en la comunidad


lingüística se plantean como idénticos: la mentalidad determina al
hombre ético; el gusto, al estético. Pero, como a nadie agrada que lo
partan en dos, y como todos se aferran a su individualidad, quien se
granjea nuestro gusto también obtendrá sin dificultad el resto: nuestras
convicciones, y, finahnente, incluso nuestros intereses. Con el tiempo,
hablar la lengua de una comunidad no se queda sin castigo, aunque,
por supuesto, tampoco sin recompensa. Suiza, por ejemplo, vivió estos
~.... . ,f -, 1:

p:roblemas'ÍHurante I:l;l .guerra Il).undial: cdando la mayoría de los ciuda-


danos gertnanohablantes simpatizaba con Alemania, tnientras que los
suizos francófonos tomaban partido por Francia. Dondequiera que un
gobierno pretenda nacionalizar a otro pueblo mediante la lengua, la
intención es la de que la carnada del gusto permita pescar todo el banco
de peces.
Pero como los repetidos intentos frustrados vuelven precavidos
hasta a los peces, semejantes intentos tienen en la Edad Moderna cada
vez tnenos éxito; y, cada vez más, es recomendable el procedimiento
opuesto, según el cual debe conquistarse en ptimer lugar la mentalidad
de un pueblo mediante los intereses económicos y otros; y con esto,
finalmente, se conquista de un modo automático el gusto lingüístico de
todo un pueblo o de un grupo de individuos. Este cálculo, por cierto,
tampoco es del todo seguro, pues, desde que se han inventado la
interpretación y la traducción, no hay gusto lingüístico que tenga que
renunciar a sí mismo por motivos extralingüísticas. El verd~dero sen.ti-

'. 355
do y la legitimidad filosófico-lingüística del oficio de traductor se
hallan en la defensa de la autonomía del gusto lingüístico. Toda traduc-
ción se lleva a cabo por mandato del instinto de autoconservación de
una comunidad lingüística. Por eso, el problema filosófico-lingüístico
de la traducción está íntimamente entrelazado con el de la comunidad
lingüística, y debe ser discutido en esta parte de nuestra reflexión.
Si se niega el concepto de la traducción, como, por ejemplo, lo hace
la filosofía lingüística de Benedetto Croce, se renuncia ta1nbién con
ello al concepto de la co1nunidad lingüfstica, es decir, queda tan sólo la
comunidad metaffsica de toda la hutnanidad con todo el universo como
el único hecho lingüístico. Con el hecho de que haya una lengua
aletnana, francesa, inglesa, etc., y, por consiguiente, que haya también
traducción del alemán al inglés, etc., acaba esta filosofía radicalmente
y de una vez por todas, relegando las circunstancias terrenales al átnbi-
to del espítitu práctico. Allí, bien mirado, sólo quedan funciones, ya no
hay problemas reales, sólo encarnaciones individuales, no personalida-
des verdaderas; y de esta manera sólo queda, si no ha de convertirse la
existencia en un trivial trajinar, la salida elegida por Croce: identificar
por cotnpleto el tnás aJlá metaffsico con este mundo, y sostener no ya
sólo la convergencia o inmanencia, sino la completa e íntegra unidad
de a1nbos reinos, con lo cual, consecuentemente, hay que declarar la
identidad de filosofía y empirismo, y se elitnina la tensión en cuya
superación consiste, en el fondo, la investigación científica.
Nosotros, que hemos defin:ido a diferencia de Croce, que pone a
la individualidad espiritual a la personalidad espiritual cotno vehícu-
lo fundamental de la lengua, no podemos seguir ese camino. Pues cada
lengua particular pide ahora, con igual derecho que las demás, ser
universal y dominar a las dem.ás. Y, de hecho, cada lengua se enfrenta
con la atnenaza de las restantes, y sin mediación ninguna puede subsis-
tir junto a las demás. La forma evidente y consciente de esta mediación
se llan1a traducción.
Sucede a veces que los soberanos de dos naciones se valen, en las
reuniones, de manera meramente representativa, de un intérprete, aun-
que no sea este en absoluto necesario para el1nutuo entendüniento, es
decir, aunque los dos entiendan y dominen la lengua nacional del otro.
En este caso, la interpretación y la traducción, superfluas, molestas y
quizá incluso un estorbo, se hacen porque ambas lenguas quieren ser
representadas y reconocidas, en un aspecto, como poseedoras de idén-
ticos derechos. Se traduce con motivo de la demostración de la legiti-
midad nacional, es _d ecir, se crea una zona neutral en la que ambas
lenguas pueden intervenir a partes iguales como representantes de los

356
intereses de los pueblos respectivos. En esta comedia diplotnática, se
define al traductor como mero hombre lingüístico, y en realidad ya
nada puede hacer sino ser elegante; puede pennitirse incluso alguna
ünprecisión en la materia, ya que sin él los 1nonarcas se entienden igual
de bjen: sólo necesita tener destreza de palabra y oído, y debe represen-
tar el escuchar y el hablar con absoluta naturalidad.
No hay n1otivo en la vida cotidiana, ni espacio ni tiempo, para
traducciones tan vanas, tan ficticias y efectistas. Cuando se traduce
del español al alemán una obra científica sobre anatomía cerebral, el
objetivo es evitarles a nuestros médicos el estudio de la lengua extran-
jera. Cuando son novelones franceses los que se llevan al alemán, la
idea es la de facilitar la venta de un brebaje que nuestras destilerías
nacionales no producen de forma suficiente; en resumen, la gran rna-
yoria de las traducciones persigue el fin econó1njco de ahorrar fuerzas.
Quien traduce desea prestar un servicio a los demás , y sólo en segun-
do lugar a si mismo. La traducción tiene su sentido práctico y su valor
econótnico en la mediación. Es una transnlisión, y, en esta, la lengua
de la que se sirve actúa de información, y pertenece por su naturaleza
al ámbito del lenguaje corriente. Lo que expresa y representa se pone
aJ servicio de la infonnación, y presupone la existencia de un público,
e inclu so de una demanda del público. Había de1nanda incluso en el
antccitado caso del intérprete representativo, sólo que ahí no era una
demanda de comunicación, sino de representación del oficio coinuni-
cativo. Pues la comunicación puede representarse por el modo com-
prometido, cortés, elegante, servil, soberano, majestuoso o, incluso,
hosco en el que se realiza. Aquí, cualquiera puede itnaginarse toda
clase de matices artísticos. Es más, la misma voluntad comunicativa,
después de haberse representado a sí nlisma, y de haber totnado con-
ciencia así de su propio valor estético, puede llegar a ser incluso un
motivo artístico, que también aspire a expresarse. Y ahora la traduc-
ción teatral ya no se presenta como un encargo, sino como algo con
finalidad propia, sin consideración de la demanda, del público, del
ahorro de fuerzas, etc.; y de repente tiene su propia inspiración, su
propio anhelo, su propio lirismo. El ejemplo más extremo y cutioso de
1
este modo debe de ser el Dante ale1nán, de Rudolf Borchardt . Lo que
antiguamente era un scntiiniento que acompañaba al servicio de la
traducción se convierte ahora en el agens, agente, y da vida a una

1 Véase mi ensayo «Über Borchardls dcutschen Dante» [«Sobre e l Dante a1ctnán


de Borchardt>>1, en H. von Hoffn1a11nsthal, ed., Neue Deutsche Beitriige, l, 2, Heft,
Munich, 1923.

357
estirpe de artistas de la traducción en los que el gusto lingüístico echa
sus últimas y más delicadas flores.
Este raro hábito intelectual, al que en el fondo le es indiferente lo
que traduce con tal de que pueda expresarse a sí mis.mo a través de las
obras de otros, ajenas y distantes, y expresar su flexibilidad intelectual
- ,e sa traducción histriónica, esa poesía de filólogos que se ha genera-
lizado especialmente en tiempos de los alejandrinos, después entre los
humanistas, y de nuevo ahora en los siglos XIX y XX es el extremo
opuesto a la poesía popu]ar. Lo que en el poeta popular era una limita-
ción formal se ha convertido en una limitación substancial en el traduc-
tor-poeta: aquí también hallamos el tamaño pequeño, pero no en lo que
se refiere a la extensión literaria, sino en cuanto al contenido hu1nano,
que no debe tener ninguna grandeza propia, para poder esconderse en
cualquiera ajena. Hallamos tatnbjén aquí un arte 1nnemotécnico, pero
no por lo que se refiere a Jos rnétodos auxi1iares, sino respecto de la
vivencia, que no debe ser genuina, para que siga siendo una retninis-
cencia erudita. También aquí hallarnos la tnás extrema vigilancia por
parte de lo lingüístico, pero no a través de este únjco genio dcJ sonido
de la lengua materna, sino desde dos, tres o más lados, por medio de la
ambigüedad multilingüe de los filólogos . En fin, esta musa es para lo
popular lo que la hetaira de la gran ciudad es para la campesina, con Jo
cual no queremos pronunciar ningún juicio moral o artístico. Pues
grandes y respetables maestros, no menos que enojosos chapucerillos,
los hay en ambas partes. Quien conte1npla a las hetairas en relación con
Ja sociedad humana, y no como cosa de por sí inmoral, no Jas censura-
rá, porque sabe en qué medida la honorabilidad de nruchas familias
depende de su pecadora servidu1nbre. De n1anera parecida debería
enturbiarse el esplendor de las lenguas nacionales si no hubiera traduc-
tores, o si sólo hubiera los de encargo, y careciéramos de traductores
natos y llenos de entusiasmo.
Más aún, la palabra misma, la propia lengua palidecería si las
reservas no se renovaran sobre la base de otras rutes, de pintura, escu]-
tura, música, etc., por medio de aquellos traductores-poetas, y si no se
estableciera la unión sinestésica por encima de todas las fronteras
lingüísticas y estilísticas. De estos agentes de cambio de formas, quizá
"
Théophile Gautier sea el que más fama y talento haya tenido. El, que
• no conocía descanso en su tarea de introducir con pluma mágica, al
ámbito de la lengua francesa, óleos, pasteles, grabados de cobre, es-
maltes, camafeos, estatuas, sinfonías, etc., él es quien nos permite
trabar conocimiento con el alma de este esteticismo aparentemente sin
alma. Es la avidez del instinto de crear siempre nuevas formas, y de la

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voluntad expresiva, no contenta con ningún matetial de fortnas, que se
precipita de una lengua a otra, y de una imagen a otra, y se complace con
la eterna metamorfosis de las figuras, con la transformación como ral:

Par des lentes métamorphoses


Les 1narbres blancs en blanches chairs,
Les fleurs roses en levres roses
Se refont dans les corps divers.

[Con lentas metamorfosis


Los mármoles blancos en blancas carnes,
Las flores rosas en labios rosas
Se rehacen en los cuerpos di versos.]

Aunque los críticos de arte desdeñen setncjantc desasosiego por ser


una muestra de debilidad, con1o ausencja de peso y riqueza personales,
como incapacidad de cultivarse a sí mi sn1o de fortna fructífera en el
suelo de un solo arte, como coqueteo y extravagante impotencia, sin
e1nbargo, es te dcsasos·i cgo tiene su aspecto valioso y productivo, con-
cretamente en el áJnbito de la comunidad lingüística. Estos traductores-
poetas son el n1edjo en persona, y obtienen méritos allí donde la lengua
se considere como medio. A cJlos les deben las lenguas nacionales sus
tnás refinados enriquecimientos léxicos, y la flexibilización de su or-
den de formas. Ya que carecen de tncntalidad propia, asimilan la de su
lengua nativa; y ya que esta tnentalidad no tiene un carácter moral, sino
estético, tratándose de una mentalidad del gusto, todo lo que empren-
den y logran se hace en nombre de la fuerza impersonal y universal a la
que hemos denominado el genio de la lengua, y a la que hcn1os carac-
terizado como un ser receptivo, incapaz de hacer conquistas por su
propia cuenta.
Pero los grandes maestros de la traducción, emocionados y entu-
siasmados por este ser , ponen su propia voluntad al servicio de él, y
salen en busca de nuevos botines de forn1as, y peinan las lenguas
vecinas y las literaturas y los te oros artísticos más alejados en el
espacio y el tiempo, y cogen todo lo que se les antoja, con la voracidad
del imperialismo estético. Pero para poder apropiarse de ello, para
Jlevárselo consigo e incorporarlo al genio lingüístico de su pueblo,
tienen que romper la forma extranjera, y, a la vez, salvar lo mejor y lo
más íntimo de ella, y llevarlo incólume a casa. Es un trabajo delicado y
atTiesgado. Este es el nudo gordiano intelectual. El que lo corta con-
quista un Inundo de conocimientos y experiencias; el que lo deshace

359
con ternura recibe, además, abundancia de ideas y, por añadidura, de
,.
poes1a.
El desanudarlo con delicadeza y arte, cierta1nente, no sería posible
si la forma no pudiera romperse de modo que sólo lo exterior se hiciera
pedazos, mientras que se conservara la forma interior. En la diferencia,
en la relación dialéctica entre forma lingüística exterior e interior2 ,
estriba la fortuna de la traducción, como algo que tiene un fin en sí
mi smo y co1no arte. El traductor práctico y prosaico no se preocupa por
esta sutileza, éJ rotnpe y desgarra la obra, y desperdicia la cáscara del
fruto, para aprovechar tan sólo el zumo de la mentalidad. ·un oficio
respetable, que el propio Goethe encontraba digno de elogio:

Respeto el ritmo tanto co1no la rüna, porque sin ellos la


poesía no puede ser poesía; pero lo é]Ue de una manera
realmente profunda y fundamental influye en el hombre, lo
vercladeran1ente instructivo y beneficioso, es lo que queda
de un poeta cuando se le traduce en prosa. Entonces queda
el puro y pleno contenido que unas apariencias engañosas
con frecuencia saben simular ante nuestra vista cuando aquel
faJ ta, y que estas ocultan cuando se encuentra presente3 .

De ahí que recotniende para los jóvenes, a quienes hay que educar,
las traducciones en prosa de Hotnero y Shakespeare, y para el vulgo, al
que hay que in1presionar; y re1nite a la Biblia de Lutero:

Pues e l hecho de que este gran hombre legase aJa posteri-


dad, en nuestra lengua materna, y como de una sola pieza,
una obra compuesta en el estilo tnás variado, y que atendiese
al tono poético, histórico, categórico y didáctico, todo ello
ha beneficiado a la religión más que si se hubiera empeñado
en imitar con detalle todas las particularidades del original.

No obstante, Goethe reconoce, por encima de la traducción en


prosa, no sólo una, sino dos clases superiores del arte de la traducción,
en primer lugar, la paródica: «en la que, por un lado, procura uno
situarse en las circunstancias de Jo extranjero, pero en la que, bien

2 He discutido detalladrunente esta re lación en varios lugares de mis Gesammelte


Aufsatze zur Spra chphilosophie [Ensayos completos sobre filosojYa d e la lengua ],
Munich, 1923.
3 Poesía y verdad, III, 11.

360
mirado, sólo se pretende la apropiación del sentido ajeno para reprodu-
4
cirlo con un sentido propio» .
En esta categoría lo poético aparece como un elegante atavío, como
vestido o adorno retórico, por lo cual se la podría llatnar teórica. Por
enci1na de esta se eleva, como tercera y última categoría, la crítico-
lírica: <<aquella en la que se pretende hacer idéntica la traducción al
original, para que lo uno no suplante a lo otro, sino para que lo reem-
place. Al comienzo, esta clase de traducción se enfrentaba con la
mayor resistencia».
Todavía hoy sufre esa resistencia, e incluso ha de rechazarla cual-
quier estética y filosofía de la lengua que identifique la acepción con lo
existente, y la for1na interior con la exterior. Huelga decir que un
Ho1nero en alemán en Jnodo alguno podrá ser un Ho1nero griego. Sí
que puede, sin embargo, ser aceptado como tal; es decir, con la condi-
ción de que se consiga expresar en aletnán no sólo la mentaJidad de los
antiguos griegos, sino, con ella y a través de ella, también el modo de
pensar y la maqera de expresarse de aquel.
Se consiga esto en la práctica o no, en mayor o menor medida, en
principio, sin embargo, es posible. Porque a una determinada mentalj -
dad y a un pensamiento psíquico les co1Tesponde siempre exactamente
un tnodo de pensar y una for1na lingüística interior no menos determi-
nados; nuentras que las formas ex teriores, como variedad definida
exteriormente, pueden vadar, y son ambiguas. Toda fonna lingüística
concreta, sea una palabra, frase, un cierto sufijo, un grueso libro de
varios millares de páginas, un discurso o poema, todos tnuestran, en
cuanto los tenemos en ]a palma de la mano, es decir, en cuanto se los
saca de aquel río psíquico de la vida en eJ que vivían y se bañaban, una
cierta ambigüedad de sentido: la an1bigüedad de sentido de lo pasado,
de lo concluido y rígido. ¿Quién podrá restituir la vida a la camisa
vacía de la serpiente, y regenerar, por segunda vez, aquella unidad que
se desprendió de esta y de sí misma para siempre? Aquella vida era la
forma interior, que mientras tanto se ha transformado, y ahora recorre
el mundo envuelta en nuevas camisas y formas lingüísticas. Las obras
de Shakespeare son, por ejemplo, como esas camisas de serpiente, y
quien las lee en su texto original, con la mejor comprensión y la más
íntüna participación, ya está cometiendo, bien mirado, una traducción.
Es .m ás, el simple escuchar y comprender las palabras de mi compatrio-
ta y contemporáneo ya es una traducción de su pensar al mío. Se

4 Notas y ensayos acerca del Diván occidental-oriental. Vossler cita de forma


incompleta a Goethe. (N. del T.)

361
traduce siempre y dondequiera que se comprendan las palabras de otro
o las propias de otros tie1npos 5• La diferencia entre esta traducción
espontánea y ubicua, y aquella otra deliberadamente extraordinaria, se
encuentra tan sólo en el tamaño del obstáculo, en la envergadura de la
distancia, y en el esfuerzo intelectual de la superación ele esa distancia,
de la apropiación y la forma de recrear. Todos traducilnos y no pode-
mos dejar de hacerlo de forma constante y en todo Lugar en que entra-
mos en contacto espiritual con la metafísica comunidad ljngüística de
la humanidad y del universo. Y todos lo hacemos por el solo y personaJ
motivo de querer conservar la autonomía de nuestra habla, es decir,
queremos transforn1ar en nuestra propia fonna lingüística y germani- 1

zar toda la incesante palabrería externa que nos acosa con signos y
señales, y todo lo que a1nenace con corromper nuestro gusto lingüísti-
co, con confundirnos y con quebrantar nuestro vigor lingüístico. La
traducción es eJ elemento defensivo de nuestra habla. Aquellas traduc-
ciones más perfectas, desde un punto de vista artístico, de una determi-
nada literatura nacional, hay que estimarlas y vaJorarlas como baluar-
tes estratégicos 1nediante Jos que el genio de la lengua del pueblo se
defiende contra lo ajeno, aJTebatándo1e con astucia cuanto sea posible.
Si en Alemania dispone1nos en la actualidad de unas cuarenta traduc-
ciones de la Divina Comedia, y ninguna nos satisface, y todavía espe-
ramos otras, entonces esto demuestra cuán violenta es ]a presión que
·o ante ejerce sobre nosotros con su espíritu y su pensamiento psíquico,
y demuestra también lo poco seguros que estamos de haberle arrebata-
do ya los últiinos secretos de esa mentalidad. Pues esta mentalidad
coincide exclusivamente con la forma lingüística interior, y no sólo
con la fonología del italiano, que puede mudar como una piel. La
mentalidad ta1nbién está unida a la fonología, pero justo por eso no es
idéntica a ella.
Cuando por fin nos ocupamos de esta forma lingüística interior, se
nos revela, por un lado, como forma lingüística, y, por otro, por un lado
interior, como mentalidad o pensamiento psíquicos; y en ninguna parte
podemos atrapar el punto esencial en el que una se convierte en la otra,
porque precisamente en la identidad del habla con el pensamiento
psíquico se funda la naturaleza de este concepto. Aquí ya no hay
ninguna traducción. La forma lingüística interior es la forma intraduci-
ble, la verdadera y la única en cada momento. Lo que en su forma
lingüística exterior se denotnina en alemán Pferd y cavallo ['caballo']

5 Cf. Giovanni Gentile, «Il torto e il düitto del1e traduzione» Rivista di Cultura, I ,
Roma, 15 de abril, 1920, pág. 811.

362
en italiano es, en el ámbito de la fonna lingüística interior, el Pferd
verdadero para el alemán y el cavallo verdadero para el italiano que
aquí y ahora pronuncia ese nombre con sentido y pensando en algo
concreto; es decir, que el nombre del ser-caballo no es en modo alguno
igual a la visión, a la ünagen, ni tampoco al contenido del término
técnico deJ caballo, sino que es, si se me autoriza a decirlo así, el
caballo-caballo; o sea, no es nombre ni concepto, sino una creencia; o,
como solían decir los filósofos del pasado: una idea, lo cual, por cierto,
ha ocasionado más de un analentendido. Por lo tanto, convendrá decir,
en vez de 'idea del caballo', por ejemplo, 'caballo lingüística1nente
sentido o ideado o pretendido o .tnítico' . Porque los mitos nacen en
cuanto una creencia se encarna en la lengua. En el nlito, la certeza
religiosa to1na la palabra, y deja de descansar en sí misma corno
certeza, y pisa eJ lábil sueJo del pensar, donde todo lo psíquico se
vuelve relativo, y, por lo tanto, puede e incluso tiene que referirse a
toda clase de cosas. Quien piensa algo no puede pensarlo vagando de
acá para allá, sino que tiene en ese 'algo' en que piensa su finalidad
determinada. Por Jo tanto, la detenninación del ahna es la verdadera
naturaleza de todo pensar, y, por consiguiente, también de la fonna
lingüística interior, la cual no es otra cosa que el pensar psíquico, que
repercute a través deJa lengua, es decir, lo que se piensa en la lengua,
lo que, por un lado, se diferencia de lo que reahnente se habla, pero
que, por otro lado, sólo puede realizarse en co1npleta unión con ello.
Quien contempla la lengua como energía, y concretamente en su ofen-
siva, no en la simple defensa, tal y como ella, sun1ergida en una
continua autorrealización, tiende a salir de lo psíquico hacia lo fonético
o lo físico ajeno, en general, donde les da contenido a sus infinitos
pensamientos, este lingüista dirige la mirada a las formas lingüísticas
interiores, y pone la mano en este dinánuco asunto. Sólo aquí puede la
lengua concebirse como energía, sólo aquí tiene ella sentido y vida,
sólo aquí son su respectiva tendencia del gusto, su estilo, su tendencia
hacia la forma idénticos a Ja mentalidad y al modo de pensar de sus
hablantes, y sólo aquí, por lo tanto, puede una comunidad :lingüística
ser considerada, a la vez, como comunidad de mentalidad.
Una lengua extranjera siempre parece, vista desde fuera y por quien
no la comprende, un extraño conjunto de sonidos; interpretada interior-
tnente, sin embargo, sólo parece una extraña mentalidad, en cuanto que
abarca un modo de pensar. Ahora bien, dentro de una lengua nacional,
como la alemana, puede pensarse y decirse toda clase de cosas, con lo
que las lenguas como tales parecen no tener un modo de pensar propio
que nazca en ellas, y, sin embargo, sus posibilidades de expresión y de

363
pensamiento no son, en general, ilimitadas. N o se hallan limitadas ni
cerradas, pero sí comprometidas, encaminadas, orientadas en un con-
creto sentido. Bastante espinoso, por cierto, es el oficio de descubrir y
señalar este sentido. Sin que sirva de norma, a 1nodo de aficionados, sí
que pueden darse algunos rasgos de estas insinuaciones; por cjem.pJo,
como se supone que lo hi zo el Etnperador Carlos I cuando dijo que se
debía hablar en italiano con su amante, en francés con los hombres, en
alemán con el caballo, y en español con Dios. Con poca cultura general
que se posea, no resulta difícil decir algo ingenioso acerca de 1os
rasgos de ciertas lenguas nacionales, pero, por otro lado, ¡qué poco
resisten estas afirmaciones a los anáJisis críticos!
Por lo pronto, a] que piensa científicamente le queda sólo la defini-
ción negativa de que dentro de una co1nunidad lingüística se considera
como determinado por Ja tnentalidad, y genuino, todo aquello que ella
realiza directamente en su forma lingüística interior, es decir, lo que
comprende antes de enriquecerse mediante la traducción. Y esto, como
comprende1nos ahora, puede ser todo o nada. Nada: porque hasta el
pensamiento psíquico más singular, por auténtica que sea la originali-
dad con que se formó el repertorio de forn1as de una lengua diga-
mos, un poema de Goethe aún tiene que ser traducido por todos, y
también por el alemán que qui era entenderlo, es decir, que quiera
hacerlo suyo; o sea, del alemán de Goethe a su alemán. Todo: porque
ninguna lengua universal, ni siquiera la de la más insignificante tribu
africana, debe subestimarse tanto cotno para pensar que no pueda
expresar, a su más peculiar rnancra, lo 1nás profundo, sublüne e íntimo
que pueda conn1over el ahna humana. En la actualidad la arrogancia
intelectual del europeo y del norteamericano no consigue conformarse
con este hecho tan humillante como edificante; no obstante, hoy esta
arrogancia lo tiene en cuenta, porque a través de sus misioneros oficia-
les hacen que la buena nueva de amor cristiano se divulgue por todo el
orbe. <<Nulle se e te ni religion n 'a toujours été sur la terre, que la
religion chrétienne» [«No ha habido sobre la tierra otra religión ni
secta que la cristiana»], dice Pascal. Por naturaleza, hay entre los
hombres tanta comunidad lingü fstica, en el sentido de un parentesco
genuino, como, por otra parte, comunidad de mentalidad, en el sentido
de una religiosidad genuina; y esto quiere decir, expresado de forma
negativa: hay de la una tan poco como de la otra.
De la dialéctica de estas opiniones contrapuestas viven los concep-
tos empíricos de la comunidad lingüística, ya que del vaivén entre lo
genuino lingüístico y la apropiación traductora nace lo lingüísticamen-
te común. Las redes de todas las comunidades lingüísticas conocidas:

364
desde el dialecto tribal hasta el lenguaje literario de un pueblo, y hasta
las lenguas universales, se tejen con la poesía y la traducción, con la
creación original y el préstamo, con la mentalidad propia y la ajena.
Por ello todas poseen una misma ambigüedad iridiscente, entre la
determinación más característica, llena de mentalidad, y la generalidad
más neutral. No hay en alemán palabra o forma lingüística que no
contenga, a la vez, algo propio del alemán y algo prestado y general;
que no sea, a la vez, característicamente nacional e indiferente. La
gramática histórica, por cierto, intenta separar lo vivido de lo prestado,
y obtiene con ello varios y valiosos conocimientos acerca de las inter-
acciones y del trueque entre las diferentes comunidades lingüísticas,
pero nunca consigue señalar, irrefutablemente, la línea divisoria entre
lo autóctono y lo asimilado. Lo que se muestra como patrimonio,
según la forma fonética, puede, según la semántica, ser un préstamo
lingüístico, y viceversa. Por ejemplo, apenas habrá otra palabra tan
genuinamente alemana, tan significativa de la psique alemana, por su
uso semántico, como eJ moderno préstamo kolossal. En lo que se
refiere a la autenticidad nacional de la mentalidad en eJJa expresada,
casi podría esta palabra co:tnpetir con la célebre Gemütlichkeit ['como-
didad', 'intimidad' , 'apacibilidad'] y Sehnsucht ['ansia', 'nostalgia'].
Tiene, según su forma lingüística interior, los antepasados más nobles
e ilustres, y de la más pura sangre: michel, rích, küene, degenlich,
ungebaere, ungevuoge, etc., por no hablar de los dioses, gjgantes y
monstruos de la mitología gennánica que, en nuestro pensamiento
nacional, merecían todos ese calificativo de kolossal, probablemente
ya 1nás de mil años antes de que esta palabra entrara en nuestra lengua.
Me inclino a creer que la originalidad de mentalidad de un pueblo se
distingue y se estudia mejor sobre la base de sus llamados préstamos y
extranjerismos, que sobre la base de su patrimonio lingüístico. Sería
cuestión de intentarlo, y probablemente merecería la pena contemplar
el carácter alemán desde el punto de vista del abuso generalizado de
sus préstamos y extranjeris1nos, y buscar lo original en Jo traducido.
Para la lingüística profesional, en cualquier caso, el carácter alemán es
allí más evidente que en lo autóctono alemán mismo; y esto, por cierto,
nunca podrá aquella comprenderlo sino como algo traducido y deriva-
do, debido a su método comparativo.
Dejar lo lingüístico autóctono en su respectiva originalidad, y ana-
lizarlo desde ahí mismo, es, sobre todo, tarea de la crítica estética,
literaria y estilística; y no de la crítica gramatical. No obstante, la
historia de la literatura, de la lengua, la estilística y la gramática traba-
jan codo con codo, dentro de sus campos particulares, tan cerca los

365
unos de los otros que desde ambos lados se estudia alternativatnente
unas veces lo traducido; otras, lo compuesto como poesía; lo extranjero
y lo original. Si queremos conocer el tejido orgánico de las comunida-
des y particularidades lingüísticas, el entretejimiento de los tnétodos
gratnaticales, comparativos, deductivos y explicativos, por una parte,
con los estéticos, ideográficos, estilísticos e interpretativos, por otra,
incluso tiene que hacerse cada vez tnás estricto e intenso el conoci-
miento de aquel entretejimiento. Pero si el contacto entre ellos no debe
acabar en confusión, esto solamente es posible a condición de que todo
investigador tenga conciencia, en cada caso, de cuál de los dos hilos
Jnetodológicos es, según el conocimiento que está persiguiendo, el hilo
conductor, y cuál el auxiliar.
Quien investiga una lengua o un conjunto coherente de lenguas
co1no una cotnunidad relativamente cerrada tendrá que contar con la
influencia inevitable en el hecho lingüístico de todos los abundantes
factores capaces de constituir y conservar una cotnunidad htnnana: el
paisaje con sus montañas, orillas, valles, carreteras, ciudades, yermos,
ele., la política, el comercio, la industria, las artes y las ciencias, las
iglesias y las religiones, etc. Pero todas estas circunstancias, insti tucio-
nes, creaciones, actividades e intereses no le serán ya de por sí signifi-
cativos, sino siernpre exclusivamente como fuerzas y resistencias que
constituyen una colectividad, es decir, sociales. Y luego tendrá que
introducir el organismo de esta co1n.uniclad en el análisis de las menta-
lidades que le dan vida y for1na a este organismo, y que, por su parte,
son forn1adas de nuevo por aquellas fuerzas y resistencias. Y en su
análisis ni siquiera podrá detenerse en la psicología ele las mentalidades
comunes, en la disección del ethos y del pathos de su propia comuni-
dad, sino que tendrá que introducir lo psíquica1nente co1nún, especifi-
cándolo y definiéndolo, en el plano de lo común artístico del gusto, del
estilo y del uso lingüístico. Sólo entonces habrá lJegado a aquel punto
en que es posible extraer una gramática científica de la comunidad
lingüística por la que él ha pasado, y donde esta gramática pueda
declararse como algo vigente de modo abstracto, algo que pueda servir
de punto de referencia en la valoración y observación de los posteriores
movimientos de la vida lingüística, y en los nuevos intentos de expli-
carlos en su entrelazatniento con la vida de la comunidad, y de conce-
• •
birlos en su compenetración con la mentalidad y el gusto. La mayoría
de los errores y juicios parciales en lingüística se funda en que alguna
circunstancia, un elemento histórico, un momento por el que realmente
ha pasado el hacer y el acontecer psíquico-lingüístico, se desatiende, en
que el investigador no lo tiene en cuenta o lo desdeña. Y casi siempre

366
es el momento estético, precisamente el último y el más importante, el
que suele pasarse por alto.
La defensa más eficaz contra este peligro pasa por la comprensión
de lo que ahora queremos destacar de forma especial: esto es, que la
lengua, aunque obra y actúa en pro de la sociabilidad de los hotnbres,
y en pro de sus comunidades, no posee la fuerza de fundar o conservar
una sociedad por sus propios medios. Las asociaciones lingüísticas son
organismos tardíos, frágiles e inauténticas. Los hombres se reúnen en
principio apremiados por sus necesidades naturales, y sólo más tarde,
dentro de las co:tnunidades animales unidas de forma primaria, puede
nacer la lengua como esfuerzo por la compenetración espiritual, y por
el perfeccionamiento de la vida social. La lengua no es raíz ni tronco,
sino flor y fruto de la vida social. Por lo tanto, contiene algo sobreso-
cial que no tienen en cuenta quienes Je atribuyen nada 1nás que una
realidad práctica y ernpírica dentro de la sociedad. Son sobre todo los
lingüistas franceses, Saussure, Mcillet, Bally, Séchehaye y otros, pero,
además de e lJos, tan1bién los psicólogos lingüistas y los gramáticos
alemanes de la escuela de Leipzig de W. Wundt y K. Brugmann los que
siguen aferrados a este concepto restrictivo de la lengua6 . No pueden
eliminar, por cierto, el motnento estético de la solitaria soberbia, y e]
momento religioso de la sujeción sobrehumana de la lengua, pero
confían en poder hacer caso omiso, in1punemente, de estos ele1nentos o
excrecencias transcendentales. Con esto, en realidad, apartan la vista
de la idea central de la lengua, se destierran a sí Inisinos de la patria
espiritual original de su objeto, y colonizan la periferia con actitudes
científicas altruistas y confusas.
Sólo allí donde la mentalidad y el gusto se condicionan mutuamen-
te se halla la lengua en su elemento y consigo .m isma. La forma
lingüística interior es el templo en el que se sanciona a todas y cada
una de las co1nunidades lingüísticas exteriores. Sin esta bendición no
se constituiría nunca y en ninguna parte una comunidad lingüística. Se
trata de un proceso misterioso que, sin embargo, y afortunadamente,
puede hacerse visible y exterior: y concretamente en la figura retórica
del énfasis.
«En el uso enfático de las palabras, en cierto modo, se les coge a
estas por la palabra, con una palabra fortuita se alude a experiencias

6 Con ri gor y contención clásicos, Ferdinand de Saussure ha separado en su obra


póstuma, Cotas de linguistique gén.érale, Lausanne y París, 19L6, el concepto de la
lengua, Langue, de todo lo que hay de la mentalidad en el lenguaje, Langage, eri giendo el
exangüe sistema de signos de los hablantes en exdusivo campo de estudio para la
lingüística.

367
previas de la audiencia, se apela a ellas con comillas visibles o invisi-
bles» 7 . Mediante el énfasis se eleva la forma lingüística más interior a
la superficie, y se hace gritar al mudo sentido latente de las palabras, lo
cual puede resultar tan cómico como patético y solemne, por ejemplo
en estas dos citas:

- El cerdo lleva su nombre con razón. [... ]

-¿Mío? [¿<amigo> mío?]


-Eternamente, y en eJ sentido 1nás atrevido del vocablo.

([Schi1ler] , Don Carlos, 1, 9)

El énfasis convierte el sentido interior y el sentido más íntiino de la


palabra en el sentido exterior y atrevido. EJ énfasis da relieve. De aquí
que Jas palabras que se etnplean en una comunidad lingüística conti-
nuatnente en un sentido enfático experimentan una restricción o una
especialización de su significad oH. Estas se elevan sobre el nivel del
uso lingüístico general como la cumbre de una montaña, se hacen cada
vez más agudas, y apuntan hacia el estrato tnás elevado de una cotn.tl-
nidad de mentalidad especial.

Una comunidad, cuyos rniembros se sienten unidos tanto en


Jos asuntos religiosos como en los económicos, estéticos, de
clase social y demás, añade a ciertas palabras mental y auto-
máticam.e nte un cierto agregado, o tiene en su mente un
cierto concepto antónimo de esas palabras. A los profanos, y
más aún a los traductores, esto les causa una ünpresión
como si estuvieran hablando de forma elíptica. Entre los
pintores griegos, por ejemplo, q>á,p~aKov significaba 'co-
lor' (en el sentido de materia colorante); ypci<j>etv, 'pintar';
1ttva~, 'pintura' ... Todo concepto del humanitarismo des-
cansa sobre la base de un uso enfático del vocablo 'huma-

7 Franz Dornsciff, en su breve, pero importante, ensayo, «Zwei Artcn dcr Au s-


druckverstarkung» [«Dos tipos de intensificación de la expresión>>], en Festschr~f!
für Wackernagel, 1923, pág. 105.
8 Kr. Nyrop presenta una serie de ejemplos de este fen 61ncno recogidos de la
historia de la lengua francesa, en Granunaire historique de La lang ue franfa ise, vol. 4,
Copenhague, 191 3, § 2 15 y sigs.

368
no'; humano en oposición a inhumanus =fe rus; un nuevo
acento semántico que nace cuando el helenismo en su pli-
mera e tapa se hace más cosmopolita; yvrocrt<; debe su signi-
ficado helenís tico-cristiano de 'concie nciación mística' al
hecho de que generaciones de místicos añadían, primero
verbal y luego mentalmente, el genitivo de objeto 0EOÜ . Y el
cambio semántico de la palabra J.LÚp'tU<; de ' testigo' a 'már-
tir' está no me nos condicionado por esa cvolución9 .

Más aún, todo el mundo, todos Jos lugares, reciben sus nornbres
propios rnediantc el refinamiento e nfático de denominaciones genéri-
cas. Todo ,nonlbre propio tiene, en lo que se refiere al contenido p íqui-
co, un origen e nfático, se emplea sensu eminent;ore, Kat' €~oxr1v , par
exceLLence, y sólo después de haberse introducido e n s u objeto con esta
punta sentime ntal , se vueJve sólido y convencional. Dice Hermann
Paul:

Desde este punto de vista son e pecialmente instructivas


denotninacioncs tan generales y frecuentes cotno Aue, Be rg,
Bruck, Brühl, Brunn, Burg, Haag, Ho.f: Ka¡Jel, Gnzünd, Mün-
ster, Ried, Stein, Weiler, Zell, Altstadt, Neustad{, (Villeneu-
ve, Newtown), Neuburg_, (Neuchatel, Newcastle), flochburg,
Neukirch, Mühlbe rg, cte. Estas y otras de notninaciones aná-
logas al principio sóJo servían a los vecinos más cercanos de
cada comarca, y les eran suficientes para diferenciar estos
10
lugares de otros también próximos •

Con e ta últirna observación, sin e1nbargo, la ve rdade ra y más


original relación de las cosas, vuelve a desdibujarse; pues e ta consiste
e n que la palabra señaJa, religiosa y mágicamente confiada en la len-
gua, hacia el obje to, y este señalar se funda en la conformidad y el
espíritu de comunidad que une al hablante con s us coterráneos y con la
región a quie nes bautiza y llama por s u nombre. «Nuestro Brühl» dicen
los de Brühl, y en este nuestro, aunque no se pronuncie, se respira la
complicidad con que se g uiñan el ojo los hijos de una mis ma tierra. Los
sentilnientos solemnes e íntimos de la comunidad, que hacen las veces

9 Dornsci ff, url. cit. , pág. 106.


1O Hcrmann Paul, Prinzipien der Sprachgeschichte [Ele1nentos fundcune.nto/es de
historia de la lengua ], 4a ed., Halle, 1909, § 62. [N. del T .: Todos los términos, excepto
dos pares de traducciones al ing1és y francés, designan topónimos alemanes.]

369

de padrinos en todo bautizo lingüístico, no siempre se encuentran tan
acusados como para poder alcanzarlos con la mano a fin de comprobar
su existencia; no siempre se tiene conciencia de ellos, pero ahí están,
ocultos entre los bastidores de las convenciones, y siempre dispuestos
a aparecer sobre el escenario.
Lo que comúnmente se llama énfasis retórico es un débil eco o
reflejo de las facultades de conjuro y magia de la lengua; la mejor
forma de llegar a entender qué es en realidad el énfasis se advierte en
los casos más típicos en que produce éste su mejor efecto, el más
fuerte, tajante y condensado: Inaldiciones tremendas, escalofriantes
conjuros, supersticiosas ceremonias bautis1nales, citas de de1nonios y
deidades, y no sólo citas intelectuales de literatos.
De todo esto, lo que es esencial para nosotros es que el mago
hablante, el enfático, se incluya totalmente y, por decir así, se confunda
en el círculo mágico de la comunidad lingüística participante. En el
IllOinento de la expresión enfática no es un individuo aislado ante la
11
lengua , y, según el sentido, no es él quien habla, sino la palabra, la
/

propia lengua. E1 no habla, no se expresa, no dice nada por sí, no


exterioriza ningún pensa1niento personal, sólo presta voz a lo dicho.
Cualquier otro podría hacer lo que él hace, con tal de que conozca y
sepa lo dicho. Lo que produce efecto, lo importante, la energía lingüís-
tica, se halla ahora en la palabra, en lo dicho, en la lengua, no en el
hablante; éste no desempeña otra :función que la de un médium casual.
En virtud de lo dicho, el aprendiz de brujo puede convertir la escoba en
aguador, ni más ni menos que su maestro. La escoba lo obedece, y sólo
porque el aprendiz no recuerda el segundo dicho se reconoce que él no
era el maestro. Esta animación y concretización de lo abstracto y
muerto, como son las palabras, sílabas, los dichos y elementos lingüís-
ticos; esta insuflación de un poder sobrenatural en la vaina lingüística
sólo es posible, e incluso sólo puede pensarse, porque una sola volun-
tad, una mentalidad se apodera de todos los participantes, y todos
aceptan esta voluntad, esta mentalidad. Sin embargo, uno sólo consien-
te lo que le conviene. En cada sugerencia de la voluntad lo estético está
involucrado. La puerta por la que la voluntad ajena entra en nosotros
puede llamarse oído, ojo, olfato, tacto, sensualidad o perceptividad;
pero el espíritu de guardia que la abre y la cierra y, por decirlo así,

11 Por esta razón no tenía motivo para tratar del énfasis en 1ni ensayo «Der
Einzelne und die Sp.rache» [<<El individuo y la lengua»], en Gesammelte AL{f:siitze zur
Sprachphilosophie, con1o esperaba Dornseiff.

370
acecha tras los párpados, es una facultad estética: el gusto. Esta rela-
ción de las cosas la presienten incluso los ingenuos aborígenes cuando
piensan que sus dioses, demonios, amigos y enemigos fuego, lluvia
o relámpago , sólo responden a aquellos ruegos, órdenes, llamadas,
nombres y palabras que complacen a estos, es decir, que corresponden
a su gusto. Una vez que se ha adivinado el nombre que más les gusta
escuchar a unos seres tan ilnpredecibles, y una vez que se ha encontra-
do y preparado el anzuelo lingüístico que les atrae, entonces es cuando
se les dirige y dotnina con facilidad, porque ahora es cuando se ha
conseguido formar con ellos una sola comunidad lingüística, lo cual es
a la vez una comunidad del gusto, de la mentalidad y, en consecuencia,
tatnbién de la inclinación natura] y de la presunta voluntad.
Cuando ha quedado establecida de este modo la coJnunidad inte-
rior, es decir, de la mentalidad, y una vez que se han ganado, pasando
por e.lurnbral estético de la forma lingüística exterior, las palabras, los
nombres y las fórmulas 1nágicas del consenso, entonces, con frecuen-
cia, ya ni siquiera es necesario pronunciar expresamente estas palabras,
nombres y fórmulas para que sigan produciendo efecto. Ahora, el
consenso mismo, la comunidad de tnentalidad así formada, nos ahorra
la ayuda lingüística. De ahí el carácter elfptico de tantas fórmulas
1nágicas y énfasis. En el ejemplo anteriormente citado de la escena
entre Don Carlos y el Marqués de Posa, «¿Mío?» «Eternamente, y en el
sentido más atrevido del vocablo», como se sabe, la palabra verdadera-
mente importante, la que descansa en el énfasis, ni siquiera se pronun-
cia [es decir: 'a1nigo']. Entre tan buenos amigos, está sobreentendida:
«¡El tuyo!» Asimismo, la frase «El cerdo lleva su nombre con razón»,
si expresara e.J énfasis, debería decir: «El cerdo con razón merece el
nombre de 'cerdo'». Lo singular del caso del énfasis es que puede tanto
omitir como proporcionar sus palabras. Dado que la forma lingüística
interior y exterior confluyen en él, y ta1nbién la mentalidad y el gusto
coinciden en él, lo pensado ya es lo dicho; y lo dicho, antes de pronun-
ciarse, ya es lo comprendido; de igual modo, co1no en el Paraíso de
Dante, ya sólo se habla verbalmente por amor al cuerpo mortal del
peregrino. No es preciso declamar en voz alta las palabras mágicas:
munnuradas o susurradas parecen, incluso, más puras. Si anteriormen-
te afirmábamos que en el énfasis se exterioriza la forma lingüística
interior, y se hace gritar al sentido latente de las palabras, podría
decirse también ahora, puesto que se trata de la otra cara de la moneda,
que, mediante el énfasis, la forma lingüística exterior vuelve a sumer-
girse en el silencio de la interior; y las ruidosas palabras vuelven a
callarse, quedándose en la intimidad de su significado.

371
Este callado llamar, este silencioso gritar, o, por decirlo de otra
forma, esta muda declamación de la expresión enfática precisamente es
posible porque recoge los ánimos en una comunidad de vivencias,
porque evoca, resume y apela otra vez a lo que han experimentado y
sienten unánimemente todo Jos participantes y presentes. Los versos
finales de los dramas de Lope de Vega y su iinitadores tal vez ofrecen
los ejemplos más famosos y e videntes de este lado del énfasis. Se cita
en ellos el título del drama que acaba de concluir, es decü· que ya no
anuncia nada, sino que repiten el título como una paJabra cutnplida,
cuyo sentido más profundo sólo en el curso de los acontecimientos ha
ido ganando concreción, significado y valor; y lo repiten ahora que los
personajes de la obra Jo han vivido actuando y padecie ndo, y que e]
público, e] senado, lo ha vivido contemplando, por cjetnplo:

Pues e ltnar de sus milagro


Es tan profundo, aquí de mos
Fin a la vida y la muerte
De nuestro e pañol San Diego.

O bien:

Corre esa cortina, y dése


Fin a los Carvajales,
Cuya sangre resplandece
Hoy en Ja peña de MaJtos,
Porque fue Sangre inocente.

Si se Lrata de la conclusión de una comedia, se cierra con un énfasis


cómico, una auto-cita con guiños y sonrisas, por ejemplo:

- Mi dicha alabo.
-Aiabadla,
Y acabando la comedia,
¡Mirad a quién alabáis!

O bien:

Hoy quedamos

Todos, Señor, con dineros.


Para que decir podamos:

372
Dineros son calidad,
Pues se alcanza con hallarlos.

Quien, desconfiando de la letra cursiva, no quiera creer que se trate


aquí de citas enfáticas, puede estudiar algunos de los versos de cierre
de las cotlledias de Calderón, por ejemplo:

Y aquí,
Senado, acabe con esto
«Lances de Amor y Fortuna»
Del amante más perfecto.

Si el verso «Lances de Amor y Fortuna» no hubiera estado pensado


entre comillas, el poeta habría escrito acaben. Y, en fin :

El «peor está que estaba»


Nunca ha encajado 1nás bien,
Que ahora que están casados;
Y así: ite, co1nedia est.

Por supuesto, sólo quie nes han asistido a la representación de la


obra, o que, al menos, la han leído, pueden apreciar todo el valor
sentimentaJ, la gracia peculiar y el pleno sentido de las enfáticas pa1a-
bras finales. La comunidad a la que se comunica o a la que se le sugiere
la tnentalidad en Ja que está concebida la obra se compone, por lo
tanto, casi casualmente de aquellos espectadores o de los respectivos
lectores que estén dispuestos a prestar atención y a dejarse impresio-
nar; y es una asociación de hombres principalmente ocasional e invisi-
ble: españoles del siglo XVII, profesores (y eruditos aficionados) ale-
manes, ingleses y a1nericanos de los siglos XIX y XX de los que
ninguno sabe necesariamente nada de los demás. Así de variadas y
abiertas se presentan las comunidades enfáticas, que tienen su funda-
mento en la forma lingüística ii1terior, en cuyos espacios impredecibles
y psíquicos hallan su hueco las frases hechas. Involuntariamente re-
cuerda uno la parábola evangélica del sembrador, o el concepto agusti-
no de la Iglesia invisible, y se comprende cómo estas comunidades
interlinguales de las mentalidades y de las cuestiones de gusto se
hallan en proceso de constante disolución, renovación y transforma-
ción. Se asemejan a las nubes del cielo que vuelan, cual fantasmagorías
titubeantes, aglomerándose, rasgándose, evaporándose, desvanecién-
dose y condensándose una y otra vez, por encima de las comunidades

373
lingüísticas empíricas, fijadas temporal y localmente. Todas estas últi-
mas pueden ser fecundadas por las precipitaciones de aquellas nubes, y
de todas ellas, a su vez, las comunidades interlinguales de las mentali-
dades y de las cuestiones deJ gusto pueden recibir, como si de evapora-
ción se tratara, el espíritu de las respectivas 1nentalidades de gusto
lingüísticas; y de este modo dependen, sin estar sujetas a ninguna en
concreto, de todas las lenguas y dialectos ten·enales. Así que hay entre
las vaporosas co1nunidades de la forma lingüística interior, por una
parte, y las terrenale de la forma .lingüística exterior, por otra, una
relación libre, voluble y viva de mutua dependencia e interacción:
análoga a la que hay entre la tjerra y su capa atmosférica.
Quien estudia las lenguas solamente en cuanto a sus formas exte-
riores, a sus estructuras gra1naticales y a sus sistemas sociales, y, por
ejemplo, como lo hace Saussure, separa la langue dellangage, y espera
poder explicar la abstracta langue por sí mis1na, considerándola «COtno
un diccionatio cuyas idénticas ediciones están todas repartidas e ntre
12
los individuos de la comunidad» , ese está en un error parecido al que
comete e] geógrafo que pretendiera conocer la estructura o el relieve de
un continente o de un pai saje sin tener en cuenta los factores meteoro-
lógicos y climáticos.
Esta seca lingüística que trabaja ajena a la luz y el aire olvida que
incluso dentro de las cornunidades lingüísticas social y nacionahnente
independientes e incluso debajo de las tejavanas gran1aticales y léxica-
mente uniformes hay una atmósfera intralingual y, en ella, fenó1nenos
atmosféricos. Ningún sistema lingüístico está tan berméticarnente ce-
rrado que no haya en é_lnubes y nie blas por sus salones. ¡Cuántos tipos
de estilos, cuántos grupos y capa es tilísticos se entremezclan como
vientos en el alemán de una deter1ninada época ~ ¡Y cuántos de ellos, en
vez de estar condicionados social, económica o polítican1ente, depen-
den tan sólo de la mentalidad, del gusto y de la estética!
En griego antiguo, por ejemplo, hay, como lo ha mostrado Gustav
Meyer, una determinada serie de con1posiciones nominales que desde
el punto de vista gramatical hubiera podido e mplearse en todos los
contextos, pero que, sin embargo, sólo se usaba cuando el estilo lo
consentía, es decir, cuando cotrespondía a un pathos, a un ethos, a un
gusto o, en pocas palabras, a un estado de ánimo determinado estética
y literariamente, y no dependiente de circunstancias sociales o de

12 Saussure, op. cit., pág. 39.

374
13
cualquier otra cla e de condicionamientos exteriores . El español del
siglo XV y XV[ conocía un uso de pretérito imperfecto con significado
de presente que tenía su fundamento y su ámbito de validez exclusiva-
mente en la mentalidad y en el estilo del romance popular 14 •
En casi todas la. Jenguas europeas se ha observado que los poetas
se permiten libertades sintácticas que no se les consiente a los prosis-
tas, y que, respecto a esto, a los estilos solemnes se les permite rnás que
a lo. pedestres o cótnicos. En Jos neosimbolistas franceses ha podido
constatar·se un uso de preposiciones y conjunciones que rechaza el
lenguaje cotidiano de todas las clases sociales . El uso del passé d~fini
15

francé depende hoy día ya que se ha convertido en algo impos ible en


la cotnunicación verbal, tan sólo del estilo, del gusto, de la forma
lingüística interior. En parecida medida, la pronunciación o la supre-
sión de la llan1ada e n1uet se ha convertido en asunto de estilo y gusto,
por lo que propongo que se denomine a este fonema la «e ornamenta]».
Resulta, pues, que por el nivel de la forma lingüística interior pasan
innun1crables is<~/ónen1.as, iso/exe1nas e isorremas que, ciertatncntc,
son tan volubles que no encontrarán a quien quiera fijarlos en el atlas
del gusto 1ingüístico. A pcsé:u· de es lo, o precisamente por ello, es hora
ya de cguir su pi ·ta sislcmática1nente, y no sólo de forma ocasional y
es porádica, como hasta ahora. Cierto es que con eso nunca se consegui-
rá una geografía de la atmósfera lingüística, al igual que tampoco hay
mapas de nubes y nieblas. Pero i los tncteorólogos han podido hacer
una tipología y una casuística de la formación de nubes ¿por qué no
deberían intentarlo los ling üistas, con parecida n1ctodología, abordan-
do los probletnas de la fonna Lingüística interior las estratificaciones y
gradaciones del gusto lingüístico, Jos tipos de estilo? De este modo
to1narían un catnino que los historiadores de la literatura emprendieron
hace ya mucho tietnpo para salir a su encuentro.
Las relaciones entre las comunidades inestables, basadas en la for-
tna lingüística interior, y las inrnóviles de la fonna lingüí tica exterior,
se desarrollan en cada caso de forma diferente, sin que haya limite
alguno en su variedad; y, por con iguiente, tiene que investigarse y
considerarse como un proce o histórico, es decir, como historia de la

13 G. Mcycr, Die stilistische Verwendung der Nmninalkomposition im Griechis~


cit en 1El Llso estilístico de La composición llOII1ino/ en Rrie~ol. Lcipzig, 1923.
14 Véasc n1i «Spani.Ycher Brief cm Hugo von Hojintumsthal» l «Carla españo la a
Hugo von Hof1nannsthal» 1 en Festschiji .f~ir Hojinannstlwl, Munich, 1924.
15 L. Spitzcr Aufsütze zur romanischen Syntax und Stilislik rEnsayos sobre sin -
taxis y esti/{stica románicas ] Halle, 1918, págs. 288 y sigs.

375
lengua francesa, alemana, inglesa, etc. Sin embargo, las reglas funda-
mentales que rigen estas relaciones deberían haber quedado expuestas
de forma transparente ahora como un movimiento de vaivén, de teje-
dor, entre la comunidad lingüística metafísica y la empírica, entre
formas lingüísticas interiores, móviles, enfáticas, y, por lo tanto, intra-
ducibles, y las exteriores, fijas y metafóricas que, precisamente por
estar limitadas, aspiran a ser traducidas, transmitidas, ensanchadas y
cambiadas, para que su prolongada conservación no se petrifique, con-
virtiéndose así en un obstáculo 1nortal para el pensanliento lingüístico.
Bien mirado, las formas lingüísticas enfáticas son tan poco traducibles
como los nombres propios de una comunidad lingüística. No son Jneta-
fóricas, mientras que el aspecto metafórico de la lengua no es otra cosa
que su traducibilidad, su parte exterior de la que se puede abandonar la
envoltura, a diferencia de lo que sucede con su parte interior, de la cual
no se tiene ni la posibilidad ni la necesidad de salir, porque es tan
móvil como el pensamiento mismo, es más: porque es este pensamien-
to lingüístico mismo. Para este, las formas lingüísticas exteriores, las
fronteras geográficas de la lengua, sus categorías gramatjcales, no
suponen barreras en su catnino, sino que le sirven de punto de apoyo,
de puente y de paso. Para este, ellas son lo exterior, que éJ pasa por
aJto, que atraviesa, que deja atrás y de las que se apropia. Todas las
comunidades lingüísticas exteriores, todos los siste1nas y las estructu-
ras de las costumbres lingüísticas coexisten y descansan en el agitado
seno del pensamiento lingüístico que los lleva, los 1nece, los riega y
fertiliza, del modo en que el okeanós lo hace con la lJana tierra.

376
/

Indice

Prólogo . .. .. .. .. . ... .. . .. . .. .. .. ... . ... .... .. . .. ... .. . . .. ... .. .. .. .. .. . . .. ... .. . .. ... . .. . .... . 7

ANTOLOGÍA DE TEXTOS

Marco Tulio Cicerón


«Del mejor género de oradores» . . .. ... . ... ... .. .. .. ... .. .. . .. . .. . ... .. .. .. .. .. . 27

San Jerónimo
«Epístola a Pamtnaquio sobre la mejor forma de traducir» ...... 32

'
al-f ahiz
. .
De El libro de los animales ... ... ... .. . .. . ... .. ... ... .. .... ... . .. .. . ... .. ... . .. ... 45

Salii/:l al-Dzn al-Sqfadi


De al-Gayt al-musayyam fi sar}J, lamzyat al- (agam.................. 49

Martín Lutero
«Misiva sobre el arte de traducir» .. .. . .. ... .. .. .. ... ... .. .. .. .. ... ... . .... .. .. 51

Juan Luis Vives


«Versiones e interpretaciones» .. . .. .. ... . .. . .. . .. .. . .. . ... .. . .. ... .. .. .. ... ... ... 66

Joachim du Bellay
De De,fensa e ilustración de la lengua francesa .. ... ......... ... ...... 71

Fray Luis de León


Del «Prólogo» a Traducción literal y declaración del libro
de los Cantares de Salomón .. . .. . ... .. ... .. ... .. . .. .... ... ... ... .. ... .. . ... ... ... 77

Miguel de Cervantes
De Don Quijote, 1, 6 .. ... .. .. .. .. . .. . ... .. . .. . .. ... .... . .... ... .. . .. . .. ... ... ... ... .. . 80
De Don Quijote, 11, 62 .. ... . .. ... .. .. .. .. . .. ... .. .. ..... .. . .. ... . ... .. .. . .. . .. . .. . ...
'
80

619
Joao Franco Barreta
«Prólogo» a Ene ida portuguesa................................................. 82

John Dryden
Del prefacio a la traducción de las Epístolas de O vi dio . ..... ..... 88
Del prefacio a Silvae o segunda parte de misceláneas poéticas 94
De la dedicatoria a la Ene ida .... . .. .... ... ... ... .. ... . .. . .. .. ... . ... .. ... ... . .. .. 97
Del prólogo a Fábulas . .. ... ... . ... .. .. . .. . .. . . .. .. . .... .. ... .. ... .. . .. .. . ... ... . .. .. 99
De Biografía de Luciano. .. ... . .. ... ... .. ... . .. . .. .. .. .. .. ... . .. . .. .... .. . .. .. .. .. .. l. 02

J.L. d'Alembert y Denis Diderot


<<Traducción», en Enciclopedia o diccionario razonado de las
ciencias, las artes y los oficios . ... . ... .. . .. . .. ... . .. .. .... ... .. . .. . .. . .. .. .... .. 105

Melchiorre Cesarotti
De Ensayo sobre la filosofía de la lengua . ... . ..... ... .. ... . ... ..... . .... 11 O

José Cadalso
De Cartas marruecas .. . .. . .. ... ... ... ... .. ... . .. . .. ... ... .... .. ... .. . .. .... .. ... . .. .. 112

Ugo Foscolo
«Intención del traductor» .. .. . .. .... .. . ... ... .. ... .. . ... .. . .. ... ... .. .... ... .. .. .. .. 116

Giovanni Carmignani
«Sobre la traducción» .. ... .. . .. . ... ... .. . ... .. ... . .... . .. . ... .. . .. ... .. . .. .. .. ... .. . .. 119

Vasili Andréievich Yukovski


«Sobre la fábula y las fábulas de Kry lov» . .. . ... .. . .. ... .. . ... .. ... .. .. .. 124

Johann Wo~fgang von Goethe


De Poesía y verdad .. . .. . .. ... .. . .. . ... .. . ... .. .. . .. . .. . .. . ... ... .. .. . .. . ... ... .. . ... .. 126
De «En recuerdo fraternal de Wieland» .. .. ... .... .. ... .. . .. . .. . ... .. . .. . .. 127
De Notas y ensayos para mejor comprensión del Diván
Occidental-Oriental.................................................................... 1.27

Friedrich Schleiermacher
«Sobre los diferentes métodos de traducir» ... .. . ... .. ... .. .... ... .. ... . .. 129

Wilhelm von Humboldt


De la introducción a la Traducción métrica del Agamenón de
Esquilo........................................................................................ 158

Madame la Baronne de Stael


«Sobre el espíritu de las traducciones» ... .. . .. .... .. .. . .. . .. . .. . ... .. ... . .. 165

620
Pietro Giordani
<<Carta de un italiano a los redactores de la Biblioteca» . ... ... ... . 171

Madame de Stael
<<Carta de la señora baronesa de Stael Holstein a los señores
redactores de la Biblioteca Italiana» .. ... .. . .. . .. .. .. .. .. .. .. .. ... . .. . .. .. .. . 179

Giacomo Leopardi
«Carta a los redactores de 1a Biblioteca Italiana» . .. . .. .. . .. .. .. .. . . . 183

A.S. Pushkin
De «Sobre Milton y la traducción de Chateaubriand del
Paraíso perdido» . ......... .. .... ..... .. . .. ... . ... .. ... ..... ... . .. . ........... . ..... ... . . 190

/.S. Turguénev
«Guillermo Tell. Obras de SchiUer» .... .. .... ..... ........ ...... ...... .. . ..... 193

Arthur Scho¡Jenhauer
De «Sobre lengua y palabras» . .. .. . .. .. . . .. .. .... .. ... . ..... . .. . .. ... .. . .. .. .. .. 197

Matthew Arnold
<<Sobre las traducciones de Homero» . .. ... .. .. .. .. . ... .. ... .. . .. ... . ... . .. .. 203

Dante Gabriel Rossetti


Del prefacio a Los poetas italianos primitivos .. .... . .. . .. .. ... . . .. ... .. 280

Victor Hugo
«Los traductores» .. . .... ... . ... .. . .. . .. ... . .. ... ... ... .. . ... .. ... . .. ... .. . .. ... . .. ... ... 283

Joaquim de Vasconcelos
<<Sobre lengua y estilo» .. .. . .. . .. . .. . .. .. .. .. ... ... .... . . .. ... . .. .. . .. . . .. ... ... .. ... 309

Friedrich Nietzsche
De La gaya ciencia .. .. ... . .. . ... ... .. ... .. . ... .. . .. . ... .. ... ... . .. ... .. . . .. ... .. ... ... 317
D e Más allá del bien y del mal.................................................. 318

Sulayman ibn Jattar al-Bustiini


Del prólogo a .La Ilíada de Homero .......................................... 320

Yen Fu
Prólogo de la traducción china de Evolution and Ethics and
Other Essays....... ...... .. . .. . .. ... . .. . .. . .. ... .. . .. . .. ... ... .. . ... ... ... .. . .. . .. . .. ... ... 326

621
Futabatei Shimei
«Mi manera de traducir» . .. . .. . .. . .. .... .. .. . ... .. ... . .. ... ... .. . .. . .. . .. .. . .... .. .. 330

Walter Benjamin
«La tarea del traductor>> .. .. . .. . .. ... ... ... ... . .. .. ... . .. . .. ... ... .. . .. . .. . ... .. ... .. 335

Ulrich von Wilamowitz-Moellendoif •

«El arte de la traducción» .... .......................................... ....... ... .. 348

Fernando Pessoa
De Páginas de estética, teoría y crítica literaria .. .. . ... .. .. .. ... .. . .. 352
De Pessoa inédito (Para una teoría de la traducción: 1) ... .... .. . . 352
De Pessoa inédito (Para una teoría de la traducción: 2) .. ......... 353

Karl Vossler
«La comunidad lingüística como co1nunidad de mentalidad» .. 355

Lin Yutang
«Sobre la traducción» .. .. . ... .. . .. . .. ... ... . .. . .. .. . .. . .. . .. . .. . .. .. . ... .. . .. .. .. .. . .. 377

LuXun
<<Traducciones de traducciones».... ....................................... ...... 394
Borrador de «Título aún no fijado» ... ... ... ... ......... ........... ........ ... 395

Ezra Pound
De «Las relaciones de Guido>> .... . .. .. ... .. .. . .. . .. .. .. ..... ..... . .... .. ... .. .. . 397

Jorge Luis Borges


«Los traductores de las 1001 Noches» ... .... ... ... ... ... ..... .. ... .. .. .. . .. . 41 O

José Ortega y Gasset


«Miseria y esplendor de la traducción» .... .. .. .. . .. ... . .. .. . .... ... .. .. . .. . 428

Alfonso Reyes
«De la traducción» ... ......... ... ........ ... ...... ... ........ .............. .... .. .. . ... 447

Borfs Pasternak
«Notas de un traductor» ............... ...... ... .............. ... .. ........... .... ... 460

Paul Valéry
«Variaciones sobre las Bucólicas» ..... .. .... .. . ..... .. .... .. ... ... .. .. .. ... ... 463

Fu Lei
«Prólogo: La traducción y la reproducción pictórica>> .. ... .. .... .. . 475

622
Benvenuto Terracini
De El problema de la traducción ... .. .... ..... .. ... .. .. . .. ...... .. . ... .. .... .. 477

Francisco Ayala
De Problemas de la traducción .. ............ ........ ......... ............... ... 488

Roman Jakobson
«Sobre los aspectos lingüísticos de la traducción» . . ... . .. .. .. . . .. .. . 494

Hans-Georg Gadamer
De «El lenguaje co1no medio de la experiencia hermenéutica» 503

Octavio Paz
<<Traducción: Literatura y literalidad» .. ..... ... .. ... .. .. .. . .. .. . . ... .. . ..... . 51 O

A gustín García Calvo


«Apuntes para una historia de la traducción» .. ... ... ... .... .. .... .... . . 521

Taha lfusayn
De Libros y autores............... ..................................................... 557
De Ciencia de la literatura .. ... . .. . .. . ... ... .. .. . ... ... .. . .. . .. . .. .. . ... ... .. . .. . . 561

Liu Jingzhi
«Apreciación del parecido espiritual y no del parecido formal:
Panorama general de las teorías de traducción desde Yen Fu» . 565

Mao Dun
«Prólogo» a Antología de traducciones de M ao Dun . .. .. .. .. .. .. .. 584

Gianfranco Folena
<<Advertencia», en Vulgarizar y traducir........................ ........... 588
/

REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS ... .... .. . .. ... .. ... . .. . .. .... .. ........ 593

ÍNDICE ANALÍTICO................................................................ 603


/

INDICE DE NOMBRES . .. ...... .. . ... ... ... .... .... .. ... . ..... . .. . .. ... ...... .. . .. 605
/

IND1CE .................................................................... ~. ...... ........... 621

623
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•, ~. !
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n tiempos recientes, quizá al amparo de .esa


instrumentalización de las saberes humanísticos que han
señalado no pocos pensadores, la teoría de la traducción
- al igual que otras disciplinas a las que suele
clasificarse bajo el epígrafe de lingüística aplicada ha
conocido un desarrollo y ha reclamado para sí un interé's
de los que no gozaba desde los tiempos de las disputas
respecto de la pertinencia de las traducciones de los
textos sagrados, o desde el primer desarrollo del
historicismo lingüístico o desde las elaboraciones teóricas
de los neogramáticos.
Sin duda, los modos de estudio han variado
grandemente, y el historiador, el lingüista, el 6lósofo, el
sociólogo y aun el poeta o el novelista han visto cómo se
solicitaba su concurso para participar en esta tarea, y se
ha visto cómo se reconciliaban actitudes que en otra
época se habían enfrentado encarnizadamente.
La interrelación de las diferentes perspectivas
culturales, agregada a los diferentes enfoques con los q ue
hoy se estudian los problemas de la traducción pedían un
libro en el que se expusiera una muestra representativa
de lo que ha sido la teoría de la traducción a lo largo del
tiempo, y a través de las diferentes culturas en las que se
ha manifestado la necesidad de comprender este
fenómeno. Teorías de la traducción: Antologfa de textos
presenta al lector interesado algunos de los momentos
más salientes del debate que esta teoría ha suscitado;
pretende, asimismo, enriquecer esta presentación al •
incluir textos que pertenecen a tradiciones culturales o
lenguas poco o mal representadas anteriormente.

DIPUTACIÓN PROVINCIAL
TOLEDO

Ediciones de· la Universidad


de Castilla-La Mancha

9 7 88 4 88 255 88 4

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