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Consejos para escritores.

Anton Chejov (1860-1904)

Aquí tienes alguno de los 99 consejos para escritores de Anton Chejov:


1. Guarde el relato en un baúl un año entero y,
después de ese tiempo, vuelva a leerlo. Enton-
ces lo verá todo más claro. Escriba una novela.
Escríbala durante un año entero. Después acór-
tela medio año y después publíquela. Un escri-
tor, más que escribir, debe bordar sobre el pa-
pel; que el trabajo sea minucioso, elaborado.
2. Nunca se debe mentir. El arte tiene esta
grandeza particular: no tolera la mentira. Se
puede mentir en el amor, en la política, en la
medicina, se puede engañar a la gente e incluso
a Dios, pero en el arte no se puede mentir.
3. Es difícil unir las ganas de vivir con las de escribir. No dejes correr tu pluma
cuando tu cabeza está cansada.
4. Dios mío, no permitas que juzgue o hable de lo que no conozco y no comprendo.
5. No pulir, no limar demasiado. Hay que ser desmañado y audaz. La brevedad es
hermana del talento.
6. Es extraño: ahora tengo la manía de la brevedad: nada de lo que leo, mío o aje-
no, me parece lo bastante breve.
7. Te aconsejo [le dice a su hermano Alexander]:
• Ausencia de palabrería prolongada de naturaleza socio-político-económica
• Objetividad total.
• Veracidad en las descripciones de los personajes y de los objetos.
• Brevedad extrema.
• Osadía y originalidad (huye de los lugares comunes).
• Sinceridad.

Chejov considera que el escritor debe renunciar a la subjetividad y con-


vertirse en «testigo imparcial», como si fuera un reportero de la vida co-
tidiana, confiando en que el lector completará los elementos subjetivos
que faltan en una obra literaria, llámese esta cuento, relato, novela corta,
vodevil o comedia.
CONTINÚA PÁG. SIG.
Y aquí tienes algunos párrafos de sus cartas sobre EL CUENTO:
(A Alexander Chéjov. Abril de 1883)
(…) Insistes en llenar tus relatos de tonterías insignificantes, a pesar de que no eres un escritor
subjetivo por naturaleza. En ti, ese es un rasgo adquirido. Abandonar esa subjetividad es tan
fácil como beber un trago. Uno solo tiene que ser más honesto, abrirse y exponerse en cual-
quier parte, no invadir ni atropellar al héroe de su propio relato, renunciar a uno mismo aunque
sea por media hora. Tienes un cuento donde una joven pareja de recién casados se besa du-
rante toda la comida, sufre sin causa, llora mares de lágrimas. Ni una palabra sensata; nada
más que sentimentalidad. Quiere decir que no escribiste para el lector. Escribiste porque a ti te
gusta ese tipo de chismes. Pero supongamos que tuvieras que describir la cena: cómo comie-
ron, qué comieron, cómo es la cocinera, cuán insípido es tu héroe, cuán contento con su fácil
felicidad, cuán insípida es tu heroína, cuán divertido su amor por este satisfecho y sobrealimen-
tado bebe-ganso: a todos nos gusta ver gente contenta y feliz, es verdad, pero describir todo lo
que se dijeron y cuántas veces se besaron no es suficiente. Necesitas algo más: liberarte a ti
mismo de la expresión personal que una plácida y melosa felicidad produce en todo el mundo
(…). La subjetividad es algo terrible. Es mala por el solo hecho de que revela la mano -y tam-
bién los pies- del autor. Apuesto a que todas las hijas-de-predicador y esposas-de-empleado
que leen tus obras se enamoran de ti; y si fueras alemán, te servirían cerveza gratis en todas
las cervecerías atendidas por mujeres. Si no fuera por esa subjetividad, serías el mejor de los
artistas. Sabes cómo reír, cómo herir y cómo ridiculizar, posees un estilo acabado y gran expe-
riencia, porque has vivido tantas cosas, pero ¡qué lástima! Todo ese material se desperdicia.

(A Alexander Chéjov. Abril de 1886)


En mi opinión, una verdadera descripción de la naturaleza debe ser breve, poseer carácter y
relevancia. Hay que acabar con lugares comunes como «el sol poniente, bañado en las olas
del mar oscurecido, vertió su oro carmesí», o «las golondrinas, sobrevolando la superficie del
agua, gorjeaban jubilosas». Al describir la naturaleza, uno debe atrapar pequeños detalles
arreglándolos de tal manera que con los ojos cerrados se obtenga en la mente una imagen
clara. Por ejemplo, si quieres lograr el efecto total de una clara noche de luna, escribe que un
trozo de cristal de botella rota brillaba como una pequeña estrella en el estanque del molino,
mientras la sombra oscura de un perro o un lobo pasó bruscamente como una pelota, y así
sucesivamente. La naturaleza cobrará así vida si no temes comparar sus fenómenos con ac-
ciones humanas ordinarias.
En la esfera de lo psicológico, los detalles son también la clave. Dios nos libre de los lugares
comunes. Primero que nada, evita describir el estado interior del héroe, tienes que tratar de
que se aclare a partir de sus acciones. No es necesario retratar demasiados personajes. El
centro de gravedad debe estar en dos personas: él y ella […]. Te escribo esto como lector que
tiene un gusto definido. También para que tú, al escribir, no te sientas solo. Es duro estar solo
en el trabajo. Es mejor recibir un comentario crítico pobre que no recibir ninguno en ab-
soluto, ¿no es verdad?

(A I. L. Shecheglov. Enero de 1888)


[…] No debes dar al lector ninguna oportunidad de recuperarse: tienes que mantenerlo siempre
en suspenso. Estos comentarios no serían aplicables si Mignon fuera una novela. Las obras
largas y detalladas tienen sus propios fines particulares, que por supuesto requieren de la eje-
cución más cuidadosa […]. Pero en los cuentos es mejor no decir suficiente que decir dema-
siado, porque… porque… ¡No sé por qué!

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