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que el sujeto no puede sostenerse en el otro, por lo tanto, debe acudir a la segunda
operación: la separación. Este segundo proceso permite al sujeto sostenerse,
cerrando el proceso de causación.
El segundo proceso que da la génesis al sujeto es el de la “separación”. Este
proceso se da en la intersección del sujeto y el Otro. Pero en esta intersección entre
sujeto y otro, no son los elementos comunes los que producirán este proceso, sino la
falta, aquello de lo que ambos carecen: “Lo que está indicando es que esos dos
campos, el sujeto y el Otro, no pueden articularse –pues son estructuralmente
heterogéneos- sino por su falta.” (Muñoz, 2013, Pág. 10). En estos vacíos es donde
el sujeto se conformará, situandose en ellos: “El sujeto encuentra una falta en el
Otro, en la propia intimación que ejerce sobre él el Otro con su discurso." (Muñoz,
2013, Pág. 11); “El sujeto aprehende el deseo del Otro en lo que no encaja, en las
fallas del discurso del Otro…” (Lacan, 1964, 222).
A partir de la conformación del sujeto entendemos el rol que cumple la libertad, que
su génesis se da a partir de la falta de una elección. Cuando el sujeto elige el
sentido, lo hace forzadamente, ya que elegir el ser implica la perdida de ambas
(como elegir entre la vida y la libertad, si uno eligiese la libertad, perdería la vida y
por lo tanto, también la libertad). Esto nos da a entender que el sujeto no tiene una
libertad intrínseca. Igualmente, el sujeto a partir de la separación, logra liberarse del
sentido que el Otro le da. Esto entonces nos da a entender que la libertad tiene la
función de librarnos del sentido impuesto por el otro: “La función de la libertad es
liberar al sujeto del sentido.” (Muñoz, 2013, Pág. 17). Otra cosa que nos da a
entender esto es que Lacan no habla de libertad en el sentido tradicional, sino que
habla de una libertad funcional.
A partir de estos análisis podemos ver ciertas similitudes y diferencias entre los
sujetos que cada uno de estos autores nos dan. Por un lado, vemos una fuerte
similitud en ambos y esta consiste en que en ambos autores, el sujeto se conforma
en la falta, en la nada, en la carencia de un sentido dado. Otra similitud entre ambos
es el hecho de que el sujeto no puede saber todo de si mismo (aunque los motivos
son distintos; en Lacan por el inconsciente, en Sartre porque la conciencia es abierta
al mundo y es fluctuante, escapándose). Una diferencia fundamental entre ambos
autores es el hecho de que en Sartre, el sujeto, aunque sea una nada, existe de
cierto modo (ya que existe de manera “para-si”, y también existe “en-si” cuando se
enfrenta a la mirada del prójimo, aunque como objeto y ya no como sujeto), mientras
que en Lacan, el sujeto no tienen ninguna sustancia ni cualidades. Esto nos lleva a
una diferencia también importante entre ambos que refiere a la posibilidad de tener
un ser; mientras que en Sartre, el sujeto puede tener un ser (a partir de la mirada del
prójimo, quien le otorga una existencia “en-si”, un ser, lo cual hace que la teoría
sartreana no caiga en un “fenomenonismo”), en Lacan esto es imposible porque el
sujeto se constituye en la falta y no puede poseer ninguna cualidad, ni siquiera es
capaz de poseer un ser. Esto deriva en una diferencia crucial que refiere a la
relación del sujeto con la libertad. Mientras que Sartre relaciona el sujeto a la libertad
a partir de las posibilidades de elección que tiene éste (condenándolo a ser libre, a
elegir constantemente), en Lacan, la libertad cumple otra función completamente
distinta. En Lacan, el sujeto no es libre porque el sujeto no es capaz de tener dicha
cualidad (la libertad). Dicho esto, la libertad cumple la función de separar al sujeto
del significante ajeno (lo cual lo libra de cualquier sentido predeterminado externo).
Con esto también se puede concluir una segunda diferencia (aunque más sutil), la
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cual refiere a como entienden la libertad. Mientras que Sartre entiende a la libertad
en un sentido tradicional, ligado a la posibilidad de elegir de un sujeto; Lacan
entiende a la libertad como un proceso de conformación del sujeto, no a esta
posibilidad de elección.
El fenómeno de la locura desarrollado por Lacan también nos permite ver la relación
del sujeto con la libertad y agrega algunas ideas al debate entre ambos autores. En
Acerca de la Causalidad Psíquica, Lacan analiza el fenómeno de la locura y su
causa. Al investigar la locura en Hegel, encuentra herramientas que le permiten
explicar este fenómeno (el alma bella, la ley del corazón y el delirio de infatuación). A
partir de estos conceptos, Lacan llega a la conclusión de que este fenómeno ocurre
cuando el sujeto se ha cerrado sobre si mismo y rechazado la significación del otro,
convirtiéndose en un sujeto libre de la significación y la mediación ajena del Otro.
Estas observaciones sobre la locura nos dan herramientas interesantes con las
cuales abordar debate entre estos dos autores y ver con mayores herramientas, la
relación entre libertad y sujeto. Lo que nos muestra este texto de Lacan es la falta de
libertad del sujeto, y como la creencia en tener libertad es estar loco. Quien esta loco
intenta librarse del sentido que le otorga el Otro. Pero esto es imposible porque hay
un sentido que igualmente conserva, el del otro imaginario. El sujeto jamás podrá
salirse de otro (ya sea el Otro o el otro imaginario). No existe la libertad en el sujeto y
Lacan nos muestra en este texto lo que ocurre cuando uno cree que tiene libertad.
Sin el Otro, no hay nada, pero al elegir al Otro, perdemos la libertad. Otra cosa que
se puede observar es que según esta lógica, el sujeto sartreano es un loco.
2. La cosificación del yo es, tanto en Lacan como en Sartre, uno de los fenómenos más
importantes ya que es una de las formas en las cuales se puede hablar del rol del
Otro.
En el caso de Sartre el yo como un objeto se produce en presencia de otro
observante, el cual objetiva al yo a través de la mirada del otro. En la relación del yo
con el otro, la forma en la cual este es reconocido por otro no es como un sujeto
más, sino como un objeto, como una posesión: “Si partimos de la revelación primera
del prójimo como mirada, hemos de reconocer que experimentamos nuestro
incaptable ser-para-otro en la forma de una posesión. Soy poseído por el prójimo; la
mirada ajena modela mi cuerpo en su desnudez, lo hace nacer, lo esculpe, lo
produce como es, lo ve como nuca jamás lo veré yo.” (Sartre, 2017, Pág. 499). Esto
se da de este modo porque el otro es incapaz de ver al yo como un “para-si” (ya que
no puede experimentar su conciencia), por lo tanto, le otorga un en-si, un ser,
haciendo del yo un objeto.
En este punto es donde comienzan las relaciones concretas con el prójimo para
Sartre. Se dan en las actitudes que uno puede tomar respecto a la mirada del otro
una vez que ese otro ha hecho de mi un objeto: “Tal es el origen de mis relaciones
concretas con el prójimo: están determinadas íntegramente por mis actitudes
respecto del objeto que soy para otro.” (Sartre, 2017, 497). Una de las posibles
actitudes que el yo puede tomar con el prójimo es la del amor. A partir del hecho de
que el prójimo me hace ser, me posee: "Soy poseído por el prójimo; la mirada ajena
modela mi cuerpo en su deseo, lo hace nacer, lo esculpe, lo produce como es, lo ve
como nunca jamás lo veré yo. (Sartre, 2017, Pág. 499). El yo, al darse cuenta de
esta relación de ser propiedad del otro y estar a la merced de la libertad ajena
("Pero, precisamente porque existo por la libertad ajena, no tengo seguridad
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ninguna, estoy en peligro en esa libertad; ella amasa mi ser y me hace ser..."
(Sartre, 2017, Pág. 501) busca recuperar su propio ser, a través del apoderamiento
de la libertad del otro y la reducción de ella a ser sometida al yo: "Mi proyecto de
recuperar mi ser no puede realizarse a menos que me apodere de esa libertad y la
reduzca a ser libertad sometida a la mía." (Sartre, 2017, Pág. 501). Por lo tanto, el
amante lo que busca es apresar la libertad ajena, que esta no sea ya libre, y pasar a
ser el mundo entero del ser amado: "En el Amor, al contrario, el amante quiere ser
"el mundo entero" para el ser amado..." (Sartre, 2017, Pág. 503); "Así el amante pide
el juramento y el juramento lo irrita. Quiere ser amado por una libertad y reclama que
esta libertad, como libertad, ya no sea libre." (Ibid)
En Lacan, el "yo" se hace objeto frente al espejo cuando logra identificarse en dicha
imagen que encuentra en el espejo. Este “hacer objeto del yo” es producto del
encuentro entre el yo y el otro (imaginario), el cual se da por primera vez en el
momento en el cual el sujeto como bebe se reconoce de manera completa en el
espejo (lo cual ocurre entre los seis y los dieciocho meses). Antes de este momento,
el niño (menor a seis meses), no tiene una imagen completa de si (ni física ni
mental), solo parcial, fragmentada. Pero una vez que este es capaz de darse unidad
en el espejo, crea en su reflejo, un ideal externo, otro. En este ideal externo, en este
yo-ideal ("Esta forma por lo demás debería más bien designarse como yo ideal..."
(Lacan, 1949, Pág. 87)) es donde el yo, al identificarse con su reflejo, se vuelve un
objeto. Este objeto creado por el yo que se identifica en el espejo, también se
mantiene gracias al deseo del otro (el Otro materno), el cual a través de su deseo
por el yo, comienza a conformar el deseo del niño. Este deseo permite al bebe
sostener ese objeto, ya que este se vuelve un objeto de amor para otro, y ese objeto
es con el cual el bebe se identifica. Esta objetivación del “yo” no ocurre solo en la
teoría de Lacan, sino que también es señalada por Lagache . En su texto
Fascinación de la Conciencia por el Yo, el autor aborda la relación entre la
conciencia y el yo. A partir de la intencionalidad de la conciencia (concepto tomado
de Husserl), en la cual la conciencia es conciencia de algo distinto a ella, se da la
objetivación de ese algo distinto. Esto no es distinto cuando se produce la
identificación. Cuando la conciencia se apunta sobre el yo, cuando el sujeto utiliza el
termino “yo”, plantea su persona como un objeto: “En cuando a la identificación,
algunos se sorprenderán al verla figurar entre las relaciones de objeto.” (Lagache,
1957, Pág. 122); “Yo (Moi) es el término que emplea el sujeto consciente cuando
plantea su persona como un objeto… (Lagache, 1957, Pág. 123).
Tanto Sartre como Lacan comparten fuertes similitudes respecto a la objetivación del
yo, aunque también tienen sus diferencias. Una similitud muy importante es el lugar
crucial de un otro para dicha objetivación. En ambos, este proceso requiere de otro,
ya sea en la dialéctica lacaniana entre el sujeto y el otro (imaginario), o en la mirada
del otro sobre el sujeto sartreano. Esta importancia del otro es un punto de
encuentro muy fuerte entre ambos autores. Dicho esto, hay que remarcar que ese
“otro” en Lacan incluye el reflejo del niño (ya que este se postula como un ideal,
ajeno al yo, por lo tanto se convierte en otro, a pesar de ser imaginario), mientras
que en Sartre la mirada debe ser de otro, no puede ser de un reflejo del sujeto.
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BIBLIOGRAFÍA