Sé que Diego entiende que una crítica puede ser constructiva sin ser elogiosa, por
eso espero que reciba mis palabras de la mejor manera, al igual que las personas
mencionadas en este texto que, por razones de espacio, hoy se queda muy corto.
David Robledo.
Limpieza de Oídos #7
Desde hace unos años se viene gestando en la ciudad un interés por las prácticas
sonoras contemporáneas, la música experimental o el arte sonoro. Cuál es la
manera correcta de nombrarlo es una discusión bizantina. Aquí preferimos hablar
de ello en términos musicales.
Asistimos el pasado mes de mayo en la universidad Eafit al concierto Bicicletas,
Música Visual y solistas del ensamble [expr] Taller de prácticas sonoras. Se trata de
una agrupación de música nueva que empieza a figurar dentro de la escena
mencionada de la ciudad de Medellín. Reseñaremos en esta ocasión algunas de las
obras más destacadas del concierto:
Sobre textos de Bernardo Soares es un performance para voz recitada y
procesamiento de audio del compositor Sebastián Orejarena que evoca la forma
compositiva del Ommagio a Joyce de L. Berio, pero que se ve enriquecida con
respecto a este por la presencia de intérpretes en vivo (Alejandra Montes y
Alejandro Bernal) que aprovechan la acústica y los medios digitales para proponer
una deformación de la lectura según el desarrollo tímbrico que la obra va
proponiendo.
Variaciones sobre un nombre de Johann Hasler fue la única pieza interpretada que
no fue compuesta por alguno de los integrantes del taller. Ejecutada de manera
correcta por Gustavo Tapias en la viola y José Gallardo en los medios electrónicos,
la obra se enmarca dentro de la forma de variaciones tímbricas, sobre un motivo
de notas largas que van siendo modificadas por el intérprete electrónico, lo cual
genera una agradable sensación acústica binaural entre lo que suena desde la caja
de la viola y lo que se suma en los parlantes de la sala. La obra fue acompañada por
un video de mala factura modificado en vivo por el intérprete visual Diego Molina,
que poco aportaba a la puesta en escena de la obra. Aspecto que se repitió en todo
el concierto, donde unas imágenes que nada tenían que ver con la música
reaccionaban a las transientes que un micrófono captaba.
El compositor e intérprete Alejandro Bernal presentó Danza, variaciones sobre un
tema de Leo Brouwer. Obra que utiliza un disco de vinilo que reproduce una obra
del compositor cubano y acude a los timbres sintéticos para crear un paisaje
sonoro que acompaña los procesos que va sufriendo la reproducción. La obra se
queda corta en el aspecto formal. Es una repetición de recursos efectistas sobre un
trazado armónico impecable que no llega a ningún climax y cuyo final no se
entiende como tal.
La segunda parte del concierto presenta la obra Bicicletas en dos movimientos,
composición colectiva donde participan como intérpretes todos los integrantes del
ensamble. En esta obra se evidencia un trabajo juicioso de composición y ensayo
donde a partir de un concepto -recorrer la ciudad en bicicleta y realizar una
grabación- se propone una composición mixta al estilo espectral. La obra se
enmarca dentro de un lenguaje tonal donde el primer movimiento evoca el
formato de trío con corno francés, piano y violín utilizado por Brahms y Ligeti y le
añade un chelo. Es una forma libre que se sostiene sobre un obstinato de 3 acordes
que va marcando el piano ad libitum. El segundo movimiento amplía la paleta
orquestal con guitarra eléctrica, bajo, sintetizador y voz. Está escrito en un
lenguaje minimalista con melodías pentatónicas que resuenan una y otra vez sobre
un bajo obstinato que despierta una similitud con el sonido post rock islandés.
Finalmente, y con el cuerpo un poco cansado por la longitud del concierto, llega la
última parte y clímax de la velada. Música visual, homenaje a Norman McLaren, es
una musicalización en vivo de 4 cortometrajes del director de cine canadiense,
donde se vislumbra la capacidad para improvisar del ensamble al estilo del
colectivo italiano Musica Elettronica Viva. Si bien el material fílmico ya es bastante
atractivo, el ensamble responde en una suerte de sinestesia a lo que propone la
pantalla. Hay momentos de sincronización con la imagen y momentos de
improvisación libre, ruidosa, tonal y rítmica.
Aprovecho esta reseña para decir que hacen falta más talleres como este y menos
talleres de circuit bending, más conciertos de ensambles de música nueva y menos
conciertos de orquestas de juguetes, más interés por la historia y la interpretación
de la música del siglo XX hacia acá y menos grupos de aparaticos 8 bits.
Martín Olivo
SINVERGÜENZAS
Sinvergüenzas los que se burlan de sus padres por guardar con celo los discos de
Richard Clayderman; un rubio buenmozo de mirada perdida, inválido de gusto y de
la mano izquierda, una versión amable para un escucha perezoso, desinteresado y
aparente. Esos, los sinvergüenzas, burleteros y contemporáneos, hoy se ocupan de
lo mismo, recorren el mismo surco, no saben de canciones, ni de arreglos. Con
facilidad toman nota de movimientos histriónicos, vestuarios llamativos o
tonificación muscular, pero nunca de música, porque a esta la dejaron tras las
faldas de un teatro económico.
La palabra erudito ya parece un diminutivo y a casi nadie le gusta que le llamen así,
después de un tiempo se volvió un insulto, corresponde a personajes chiquiticos
que se reconocen, principalmente, porque no se molestan con este título. Se
preocupan por todo; lo que leen, lo que ven, lo que visten, todo, menos lo que
oyen. Estos pequeñitos, detrás de la espalda, esconden libros de superación
personal, películas con tono de comedia romántica y, por cierto, están a la moda.
¿Pero qué oyen? Nada! Todas las manifestaciones son curables, menos la música,
esa es de todos y para todos, oyen cualquier cosa, rescatan la anécdota por encima
de la calidad y la defienden de cualquier agresor. Según esto, si Pablo Cohelo fuera
enano lo leerían.
Terminé cansado, siento que grité este texto. Querido lector, olvide que le dije
sinvergüenza, no fue más que un artilugio para llamar su atención. Si es de su
interés, intente las siguientes recomendaciones: evite los lugares comunes, son
sofocantes y costosos, critique sin vacilar, usted está en todo su derecho; recuerde
que la juventud no dura y la vejez disminuye las capacidades de tonificación y
potencia el pudor y, si por si acaso es usted ecologista, recuerde que hay letras
biodegradables y que la proxemia no es orgánica.
José Julián Villa.
Conocidos por sus discos con la cantadora Nelda Piña, La Bogotá Orquesta
Afrobeat llegó a La Pascasia para presentar Volumen, su segundo disco “en
solitario” –entre comillas porque son once músicos- y de principio a fin capturan a
un público que, sin darse cuenta, se pone a bailar con sus poderosos mambos y
atrapantes ritmos. Se destacan en La Boa dos figuras bailantes al frente del
escenario: sus cantantes Deimar Molina y Diana Sanmiguel, con instrumentos de
percusión propios del afrobeat y coordinados pasos que no llegan a ser
coreografías, confirman que definitivamente estamos ante muy buena agrupación,
ya incluso logran lo que muchas pecan: tener unos cantantes tan buenos como los
demás músicos.