LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS,
REPRESENTACIÓN
INDEPENDENCIAS Y NACIONES EN IBEROAMÉRICA
2009
BIBLIOTECA DE LA UNIVERSITAT JAUME I. Dades catalogràfiques
32(8)”16/18”
329.73(8)”16/18”
© Ilustración de la cubierta: El Panteón de los héroes: Estudio para un gran cuadro alegórico.
Arturo Michelena. 1898. Óleo sobre lienzo, 135 x 168 cm.
Colección Pedro Benavides
ISBN: 978-84-15443-08-7
ISBN: 978-84-8021-703-3
DOI: http://dx.doi.org/10.6035/America.2009.17
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CONTENIDO
Presentación .................................................................................................. 7
Los tres conceptos que titulan este volumen constituyen tres nociones bási-
cas de la ciencia política, el derecho y la historia. Desde la perspectiva histórica,
suponen tres procesos claves para comprender el tránsito del antiguo régimen
al sistema liberal. Legitimidad, soberanías y representación forman parte del
acervo cultural de Occidente, un legado trascendental de la Ilustración, después
acomodado adecuadamente y renovado por el pensamiento político liberal.
Ya en la Europa Moderna la legitimidad del poder fue cuestionada con
extraordinarias luces por dos filósofos y politólogos ingleses de enorme tras-
cendencia, T. Hobbes y J. Locke. Entonces, en esa esclarecedora centuria del
seiscientos, las instancias del poder eran varias (señoriales, eclesiásticas, muni-
cipales, territoriales, reales…), pero la legitimidad real no fue cuestionable en la
práctica hasta que un parlamento revolucionario sentenció la decapitación del
rey Estuardo Carlos I. El principio de la soberanía del rey y la legitimidad del
poder estaban transformándose tanto en la esfera intelectual como en la prác-
tica social. Comenzó a difundirse que el principio de la sociedad política era el
consentimiento, y, precisamente, en ese consentimiento o consenso radicaba
la legitimación del poder público. Profunda y transcendente respuesta ante la
práctica de un absolutismo doctrinal y, sobre todo, ante un absolutismo de ori-
gen divino, instaurado en algunos de los principales estados europeos.
Como ya sabemos, un siglo después, en plena Ilustración, uno de los gran-
des teóricos franceses, J. J. Rousseau, promovió con sus ideas un perfil defini-
tivo sobre el concepto de la legitimidad, abriendo las puertas a la libertad de
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LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
8 Contenido
P R E S E N TAC I Ó N
tránsito del siglo xviii al xix. La legitimidad política e institucional estuvo com-
prometida por los intereses parciales de las redes sociales del comercio ilícito.
Tres instancias estaban comprometidas en ello, y su interrelación hacía posible
su funcionamiento: los vigías –como celadores de la soberanía territorial–, los
intermediarios comerciales, y las instancias gubernamentales implicadas en el
contrabando. Desde el denominado «nivel regional» la red se expandía hasta
el «tercer nivel», compuesto por las altas esferas comerciales y políticas de la
península yucateca.
Un último trabajo cierra el espacio dedicado a la legitimidad monárquica, el
dedicado a las luchas políticas en el seno de la Sociedad Económica de Amigos
del País de La Habana, entre 1793 y 1825. José María Aguilera Manzano, inves-
tigador en la eeha y, en la actualidad, en la Universidad de Cantabria, analiza
con sutil percepción la formación de una identidad cubana, paralela a la que se
pretendía implantar desde la metrópolis. Este grupo de intelectuales y autorida-
des habaneras era más heterogéneo de lo que la historiografía nacionalista ha
sostenido hasta ahora, por lo que constituía una realidad más compleja, donde
la diferenciación entre españoles y nacionalistas cubanos no era tan nítida
como se ha pretendido. También en los territorios de ultramar estas sociedades
impulsaron y fomentaron el desarrollo económico, primero atendiendo a los
principios ilustrados y luego con una progresiva adecuación a las doctrinas
liberales. En Cuba esta Sociedad constituyó un instrumento fundamental para
conocer las características de la población, la geografía, la fauna y la flora del
territorio, así como para generar un movimiento cultural propio.
Un segundo bloque de artículos abre paso en este volumen a la legitimidad
autonomista del doceañismo.
En primer lugar, Ivana Frasquet, profesora de Historia Contemporánea de
la Universitat Jaume I de Castellón, nos introduce en un análisis político sobre
los diputados suplentes americanos en las Cortes de Cádiz. Una sagaz interpre-
tación sobre la construcción de la legitimidad en la representación de ultramar,
formada por los delegados de una sociedad criolla, llenos del espíritu renova-
dor constitucional, y con la problemática e inquietudes de quienes pretenden
una independencia política rápida, pero con inevitables matices.
Manuel Chust Calero, profesor titular de Historia Contemporánea de la Uni-
versitat Jaume I, con la maestría y brillantez que le caracterizan, ofrece una
amplia reflexión sobre una temática de innegable actualidad, como son las no-
ciones e implicaciones del concepto de independencia y del de emancipación.
Un debate necesario, que puntualiza desde una óptica interpretativa personal y
un profundo conocimiento de la materia, crítico con las nociones clásicas de la
historia-patria latinoamericana.
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P R E S E N TAC I Ó N
cia finalmente a favor del sistema federativo, que permitía conciliar la necesaria
unidad del Estado con las libertades locales.
En otro orden de cosas, Mirian Galante, del Instituto de Historia del csic,
nos ofrece una espléndida aportación con claras y argumentativas reflexiones
sobre las propuestas jurídicas en el proceso de definición y formalización de
los principios constituyentes del Estado mexicano. Para ello analiza los textos
de carácter doctrinal elaborados o editados por juristas mexicanos durante la
primera mitad del siglo xix, y llega a la conclusión de la existencia de dos
compresiones distintas del derecho, cuyas diferencias radicaron en la forma de
caracterizar dicha sociedad.
Para finalizar, Alejandra López Camacho, perteneciente a la Universidad Au-
tónoma de Puebla, en México, aborda el análisis del concepto de legitimidad,
a través de los editoriales del periódico La Sociedad, de la ciudad de México
durante la década de 1857-1867. En este estudio se observa este medio de ex-
presión como un medio de acceso a la cultura del diálogo político, y a las ideas,
palabras y conceptos que definieron una época y un grupo político.
El cuarto y último bloque está dedicado a la representación de la legitimi-
dad. En él penetramos en el mundo de los imaginarios colectivos, las imágenes
artísticas y el mercado de las artes. Todo ello contribuyó de forma contundente
al desarrollo de la legitimidad de las sociedades y los Estados nacionales.
Tomás Pérez Viejo, miembro de la Universidad Autónoma del Estado de
Morelos, estudia con minuciosidad y dedicación el desplazamiento de la iden-
tidad religiosa a la identidad nacional, en las exposiciones de la Academia de
San Carlos de México, entre 1849 y 1899. El autor reflexiona sobre el posible
papel de las élites mexicanas en el proceso de construcción de la nación, la
entronización de ésta, como concepto hegemónico «de la identidad colectiva,
frente a la dinástico-religiosa». Por último, estudia una serie de imágenes donde
se vuelve a revivir que el pasado de México es azteca.
Camilla Cattarula, profesora de la Universidad de Roma Tre, dedica su es-
tudio a la identificación de los procesos de construcción del bagaje simbólico
de los Estados-Nación. En concreto, la autora realiza una interesante y atractiva
visión sobre la pintura argentina buscando con rigor y maestría las «huellas» de
los símbolos del pasado nacional, rescatando batallas, géneros costumbristas y
corrientes paisajísticas. El gaucho tiene también su lugar como definición de la
identidad argentina, aunque haya sido borrada de la memoria la presencia de
mestizos, indios, cautivas y negros.
Para finalizar, Joan Feliu, profesor de Historia del Arte de la Universitat Jau-
me I de Castellón, nos recrea con una investigación sobre las artes vetustas en
los nuevos Estados-Nación.
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12 Contenido
la legitimidad monárquica
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La pugna por la soberanía colonial en América. El problema de Jamaica
y las relaciones con Inglaterra (1665-1671) 1
Carmen María Fernández Nadal
Universitat Jaume I, Castellón
Introducción
Este trabajo forma parte de la tesis doctoral «Los embajadores de Carlos II en Londres.
La política exterior de la Monarquía Hispánica», 2 vols. (3 de marzo de 2007). Dirigida por
la profesora Dra. Carmen Corona Marzol, Tribunal: E. Belenguer, L. Ribot, J. A. Armillas,
G. Pérez Sarrión, V. Mínguez.
Esta investigación se ha podido realizar gracias a la concesión de una beca de Formación
de Personal Investigador de la Generalitat Valenciana (2002-2006), a la reciente beca de Con-
tinuidad de la Universitat Jaume I (2006-2007), y a las ayudas para estancias de la Generalitat
Valenciana (2003 y 2005) y la Universitat Jaume I- Fundació Caixa Castelló-Bancaixa (2004).
Y bajo los auspicios de dos proyectos de investigación, uno dirigido por la profesora Carmen
Corona Marzol, Guerra, Diplomacia y Monarquía en la España de Carlos II (bha2000-0887),
del Ministerio de Ciencia y Tecnología (2000-2003). Y otro dirigido por el profesor Guillermo
Pérez Sarrión, Absolutismo y Mercado. La Política del Estado, siglos xvii-xviii (hum2004-00537)
Ministerio de Educación y Ciencia (2005-2007).
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LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
Mapa 1. El Caribe
16 Contenido
L A PUG NA POR L A SOBERANÍA COLONIAL EN AMÉRIC A
1. Archivo General de Simancas (en adelante ags,) Estado (en adelante, e.) Legajo (en
adelante, leg.) 2535, Madrid, 22 de septiembre de 1665. Consejeros de Estado que asisten:
marqués de Velada, conde de Peñaranda y duque de Alba. ags, e. leg. 2535, Madrid, 16 octu-
bre 1665: Ricardo Fanshau, embajador de Inglaterra envió el 14 de octubre la queja a su rey
y así se lo comunica a la reina Mariana de Austria el viernes 16. Archivo Histórico Nacional
(en adelante ahn), Sección Nobleza del Archivo Histórico de Toledo (en adelante, nobleza),
Fernannuñez, C.970, D. 4, Madrid, 3 de octubre de 1665. La reina Gobernadora escribe al
embajador español en Londres sobre las repetidas hostilidades que cometen en las Indias los
ingleses y los nuevos avisos de invasiones como el saqueo de Tabasco. Con la carta se envía
relación de los excesos para que el conde se queje al rey y sus ministros diciéndoles: «que
esta no es forma de buena paz, y correspondencia...»
2. ags, e. leg. 2537, sf. Relación de los excesos e invasiones que han hecho los Ingleses de
Jamaica en las Indias. Cayo, Bayamo y Santispiritus estaban bajo jurisdicción de Cuba. ags,
e, leg. 2538, sf.
Contenido 17
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
ñora del Populo que viajaba de Cartagena al puerto del Príncipe y que fue lleva-
da a Esquibel, un puerto a 3 leguas del principal de Jamaica, donde los ingleses
se repartían las presas. Los que viajaron hasta la isla inglesa reclamando este
navío y otro desaparecido que iba dirección Cartagena, en virtud de las paces
firmadas, se encontraron con la negativa del gobernador que argumentaba que
los apresadores eran piratas. Pero esto se vio como una excusa pues se sabía
por los prisioneros que todas las presas se repartían y se enviaba una parte al
gobernador de Jamaica (en este caso mil pesos y en el saco de Nicaragua le
habían tocado 12.000).3
Antonio Mexía, el conde de Molina expuso todas estas quejas al rey inglés
señalándole lo expresado por la reina y dejando claro lo inaceptable que era
para la Corona española que estas repetidas agresiones no recibieran. Carlos II
de Inglaterra se comprometió a examinar y dar satisfacción de aquellos hechos
pero no sin antes reprochar que en los puertos de la Corona española se trataba
mal a sus súbditos.4
Los presidentes de Panamá y Guatemala y el gobernador de Costa Rica
informaron que, en abril de 1666, ochocientos ingleses de Jamaica, en catorce
embarcaciones, habían saqueado la ciudad de Granada y de ahí habían pasado
a Turrialva (con su Coronel Mansflei y siete capitanes más, entre ellos Juan de
la Mar y David) donde habían matado todas las vacas y mulas, quemado cruces,
atacado imágenes, iglesias, casas y talado árboles frutales.5
Con estas agresiones se evidencia la necesidad que había de armas y muni-
ciones para la defensa en la zona. Estos ataques fueron analizados en el Con-
sejo de Estado junto a otros sufridos en Cuba y Costa Rica que ya habían sido
estudiados primero en una Junta de Guerra de Indias. En ella, sus miembros,
después de culpabilizar de todos los daños al gobernador de Jamaica, tomaron
la decisión (refrendada por los consejeros de Estado) de mandar a las Indias
a la Armada de Barlovento, que en esos momentos se encontraba en Cádiz;
aumentar la infantería de los galeones para que parte de las fuerzas fueran
desembarcadas en la isla de Cuba, en concreto para reforzar La Habana, y se
dio orden al virrey de Nueva España para asistir puntualmente con el situado
de aquellos presidios.6
Al Consejo de Estado ya no le valían las palabras ni del embajador inglés,
ni de su gobierno, indignado por las agresiones. Sobre todo les molestaba la
18 Contenido
L A PUG NA POR L A SOBERANÍA COLONIAL EN AMÉRIC A
7. Ibídem.
8. ags, e, leg. 2538, Madrid, 12 de octubre de 1666. También: ags, e, leg. 2538 con despa-
cho de 17 de septiembre de 1666.
9. ags, e, leg. 2538, Madrid, 1 de diciembre de 1666.
10. ags, e, leg. 2538, Bruselas, 25 de mayo de 1666.
Contenido 19
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
y que tenían que ver con las Indias, como el asalto inglés a la isla de San Cris-
tóbal y el ataque francés a dos navíos. Noticias que había conocido gracias a
los mercaderes de la ciudad que se mostraban, como el resto de la población,
indignados según indicaba el diplomático.
En la primavera de 1667, el residente de Suecia en Londres comentó al em-
bajador Antonio Mexía, repetidas veces, que la Corona inglesa y la francesa,
ajustada la paz, iban a pasar su flota a las Indias, siendo su objetivo principal
Santo Domingo. El Consejo de Estado remitió este aviso al de Indias para que
fueran informados de inmediato la armada y los corsistas.11
No sólo llegaban noticias de ataques y hostilidades, el embajador también
anunciaba todas las noticias que podía averiguar en aquella corte de Londres
sobre las Indias. Así por ejemplo, en 1668 se informó del grave incendio en la
principal isla de Barbados en la villa de Bridge.12
En esos meses, además, el conde de Molina estaba esperando una respuesta
para el memorial que había presentado sobre los excesos de los ingleses de
Jamaica en las Indias, por el saqueo de la villa de Puerto del Príncipe en La
Habana. Por este motivo, el diplomático retrasó la entrega de una carta al rey
inglés en la que se participaba la aprobación española del embajador extraor-
dinario Milord Sandwich, por sus negociaciones con Portugal.13
En esas fechas existía un interés francés por acercarse a Inglaterra. El emba-
jador del cristianísimo, Colbert, que se encontraba en Londres, había transmi-
tido a Carlos II Estuardo la orden que su rey había dado al gobernador de San
Cristóbal, por la cual éste debía entregar la isla a la persona que Su Majestad
Británica dijera. Esta novedad la comunicó el conde de Molina, sin darle mu-
cho crédito a su cumplimiento, subrayando las actuaciones «desagradables de
Colbert».14
11. ags, e, leg. 2539, Madrid, 18 de mayo de 1667. Londres, 18 de abril de 1667.
12. ags, e, leg. 2542, Londres, 21 de junio de 1668.
13. ags, e, leg. 2542, Londres, 24 de agosto de 1668. Los mercaderes de Londres le habían
remitido al embajador español diferentes cartas de Jamaica escritas el 16 de mayo en que se
les avisa de lo ocurrido en Cuba.
14. ags, e, leg. 2543, Londres, 30 de noviembre de 1668. Madrid, 17 de enero de 1669.
20 Contenido
L A PUG NA POR L A SOBERANÍA COLONIAL EN AMÉRIC A
15. ags, e, leg. 2543, sf. Relación de la toma de Puertobelo por los Ingleses de Jamaica
hecha por el capitán J. Doglar, segundo cabo que fue a la facción, la cual remitió del Ave de
gracia en Francia.
ags, e, leg. 2543, despacho de 22 de febrero de 1669. Madrid, 28 de marzo de 1669. Esta
versión se contradice con la que dieron el Almirante Enrique Morgan y los capitanes: Eduardo
Collier, Juan Morice el viejo, Tomas Salter, Juan Ansell, Thomas Clerke y Juan Morice el mozo
el 7 de septiembre de 1668 al teniente general del Puerto Real (información que dan al go-
bernador de Jamaica). En ella dicen que no han muerto más que 18 hombres con 32 heridos
después de tomar los 3 castillos de Portobelo.
ags, e, leg. 2543, Madrid, 18 de marzo de 1669. Santiago de Portobelo, 18 de agosto de
1668; Cartagena, 6 de septiembre de 1668.
16. ags, e, leg. 2543, sf.
17. ags, e, leg. 2543, despacho de 22 de febrero de 1669. Esta versión se contradice con la
que dieron el Almirante Enrique Morgan y los capitanes.
Contenido 21
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
para ir hasta allí era averiguar las intenciones españolas para con Jamaica.
A este respecto, siempre siguiendo la interpretación inglesa, confirmaron sus
sospechas gracias a unos prisioneros que les ratificaron la intención que tenían
de atacar Jamaica y de cómo el Príncipe de MonteSarcho había estado allí con
órdenes del rey de España para levantar dos mil hombres (como parte de su
Armada) en la provincia de Panamá (a la cual pertenecía Portobelo).18
No había acabado 1668 cuando llegaron a Londres las noticias de la toma
de Portobelo, a través de un navío de Jamaica llamado «Jorge y Samuel». El em-
bajador español acusó directamente al gobernador de Jamaica de estar detrás
del ataque, y lo calificó como el mayor pirata de aquellos mares, por amparar
y fomentar a otros negándose a cumplir los mandatos de Su Majestad Británica
poniendo, como ejemplo, los casos de Sebastián Crespo y Juan de Boorques.
Tras la primera carta de queja del conde de Molina, el rey británico no admi-
tió lo sucedido pero se comprometió a dar satisfacción si se confirmaban las
noticias.19
Comprobado el ataque, el embajador español reiteró sus acusaciones y pi-
dió la reparación de lo ocurrido, recordando que este acto, como otros que se
estaban realizando desde Jamaica, iba en contra de los tratados firmados por
ambas potencias. Molina tuvo que comunicar a la corte española, cómo en
Londres, los principales patrocinadores del gobernador de Jamaica, junto con
abogados y mercaderes, estaban intentando justificar sus acciones y quedarse
con los navíos «San Miguel-Santo Domingo» y «San Joseph-La Concepción». En
la corte londinense se decía que «de la otra parte del Trópico de Cáncer en la
América no había paz».20
A pesar de haberse firmado tratados, donde se acordaba una Paz Universal
entre ambas potencias, el conde de Molina, desconfiaba de los ingleses por su
probado incumplimiento de ellos y sobre todo recelaba de la actitud del duque
18. Ibídem.
19. ags, e, leg. 2543, Londres, 14 de diciembre de 1668. enviada con despacho de 18 de
enero de 1669.
20. ags, e, leg. 2543, Londres, 18 de enero de 1669. Y copia de papel que el conde de Mo-
lina entregó a SM Británica el 17 de enero de 1669. En el despacho del 18 de enero se entrega
copia del papel que el conde de Molina entregó a SMB el 27 de agosto de 1668 pidiendo
respuesta a la carta que le había dado el día 8 en la que le hablaba del saqueo de ingleses de
Jamaica al Puerto del príncipe en Cuba.
ags, e, leg. 2543, 28 de agosto de 1667. James Modyford, caballero baronete, juez princi-
pal y teniente gobernador de Jamaica considera que el navío Concepción y San Joseph de
Campeche (que iba cargado de palo en dirección a La Habana cuando fue apresado) fue le-
galmente tomado y apresado con lo que le da la propiedad a Eduardo Dempste. Esta persona
tenía una comisión legítimamente concedida para tomar los navíos y bienes de SM Católica y
de cualquiera de sus súbditos y habitantes al Sur del Trópico de Cáncer.
22 Contenido
L A PUG NA POR L A SOBERANÍA COLONIAL EN AMÉRIC A
21. ags, e, leg. 2543, Londres, 18 de enero de 1669. Se hace aquí referencia a un fragmento
que en la carta aparece cifrado.
22. Carmen María Fernández Nadal, «Comercio y diplomacia en la segunda mitad del
siglo xvii: la amenaza inglesa en las costas de las Indias» en Itinerarios Históricos, Culturales
y Comerciales (en prensa).
23. Ibídem.
24. Ibídem.
Contenido 23
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
prevenir cualquier otro ataque. Portobelo era muy importante para la conserva-
ción del virreinato del Perú, y por eso pensaron en remitir algunos navíos de la
armada de Barlovento que había llegado a la Península, de los Grillos y otros
que se iban a poder unir a éstos levantando gente; los galeones debían de salir
inmediatamente. Los ingleses hablaban de devolver los barcos apresados y de
la paz en América, sin acabar de reconocer el ataque de Portobelo. Inglaterra
no ofrecía la restitución de todos los daños, ni confesaba su implicación en los
hechos, por eso para el Consejo era importante reforzarse en el mar, proteger
los puertos sin esperar a las posibles restituciones y satisfacciones de los ingle-
ses.25 El incumplimiento de los tratados y aquella actitud alimentaba un ambien-
te de desasosiego, en definitiva, de guerra encubierta en aguas americanas.
En febrero se volvió de nuevo a discutir en el Consejo de Estado sobre
agresiones inglesas, esta vez las que se habían realizado en Puerto del Príncipe
y de las que se tenían noticias gracias al gobernador de La Habana. Éste estaba
indignado, no sólo por los excesos cometidos en la zona, sino también por una
carta del gobernador de Jamaica, que le pedía que tratara bien a sus prisioneros
porque de lo contrario haría lo mismo con los españoles. Estas declaraciones,
que el gobernador de La Habana consideraba propias de un momento de gue-
rra viva, eran observaciones sobre los presos que ya habían sido tenidas en
cuenta en los capítulos de las paces y por tanto, con el cumplimiento de los
acuerdos no era necesario recordarlo.26 Las autoridades españolas se tomaban
esta advertencia como un ejemplo más del desprecio que los ingleses de Ja-
maica, y en especial su gobernador, tenían a los tratados firmados por ambas
monarquías.
El Consejo de Indias se encontraba contrariado, al no saber qué órdenes dar
a sus gobernadores de La Habana y del resto de Barlovento sobre resistir o no
las hostilidades inglesas. El rey de Inglaterra negaba su implicación en aquellos
actos que juzgaba oficialmente prácticas de piratas, pues argumentaba que
estos individuos no eran súbditos de aquella Corona o que por lo menos no
actuaban con orden suya. Pero las declaraciones hechas por el gobernador de
Jamaica desmintieron posteriormente las justificaciones que hasta ese momento
había dado el monarca británico.27
Precisamente, la Junta de Guerra de Indias vio en estas fechas el caso de
unos piratas ingleses que habían apresado un navío español, que llevaba armas
de Nueva España al puerto de Florida, y que habían utilizado para acercarse a
aquellas costas que saquearon, dejando indicios de querer regresar más tarde
con más gente. El gobernador de Florida asustado avisó al virrey y solicitó más
24 Contenido
L A PUG NA POR L A SOBERANÍA COLONIAL EN AMÉRIC A
28. Ibídem.
29. Ibídem.
30. ags, e, leg. 2543, Madrid, 2 de febrero de 1669. ags, e, 2543, 12 de enero de 1669. En
esta consulta ya se habla de una posible salida del embajador de Londres y Su Majestad deci-
de que se haga si no se ha dado satisfacción a lo sucedido; pero después de ajustada la Triple
Liga. Además, el Consejo habla de lo poco que se pueden fiar de los ingleses «habiéndose
capitulado en el último tratado que ni los súbditos de esta Corona pudiesen comerciar
en los dominios que la de Inglaterra tienen en las Indias, ni los ingleses en lo que esta tienen en
aquellas partes».
31. ags, e, leg. 2543, Madrid, 19 de marzo de 1669. El conde de Molina el 14 de febrero.
32. ags, e, leg. 2543, Madrid, 2 de febrero de 1669.
Contenido 25
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
una carta de Arlington, ministro inglés, en la que éste comentaba que los daños
que se hubiesen hecho en las Indias, después del término establecido en la paz
de 1667, se repararían dando satisfacción recíproca de ellos; pero que los que
se hubieran cometido antes de ella serían difíciles de tocar. Ante esta novedad
el Consejo escribió al conde de Molina para que recordara en Londres que el
atentado de Portobelo había tenido lugar en julio de 1668, fecha posterior a la
publicación de la paz, por lo que la noticia del acuerdo tenía que haber llegado
ya a aquella zona, en septiembre de 1667.33
En la reunión del Consejo de Estado, cuando se debatió la salida del conde
de Molina, el marqués de Castel-Rodrigo expresó su desacuerdo y refrescó la
memoria a los presentes al recordar que el embajador estaba todavía en aquella
corte, no sólo porque se tenía que encargar de la negociación de la Triple Liga,
sino también para intentar entorpecer las negociaciones que Colbert, embaja-
dor de Francia, estaba realizando en Inglaterra. El conde de Ayala y el marqués
de la Fuente intervinieron en el mismo sentido sobre este punto.34
Días después, el 20 de febrero, el Consejo de Estado ordenó al conde que
si la respuesta que esperaba a sus últimas cartas no daba una satisfacción a
las hostilidades, saliera de Londres usando la licencia que tenía sin esperar la
conclusión de la Triple Liga (pues se pensó que cuando el conde de Molina re-
cibiera el despacho ya estaría ajustada). Además, en ese Consejo los miembros
hablaron del aumento de las fuerzas marítimas aunque retrasaron la decisión de
elegir los lugares donde trasladar dichas fuerzas hasta analizar el devenir de los
acontecimientos y tener claro donde convendría emplearlas.35
La toma de Portobelo agotó la paciencia de los miembros del Consejo y
Junta de Indias que se lamentaron, en febrero de 1669, de que los súbditos
ingleses no cumplieran los tratados de paz que prohibían las hostilidades entre
ambas potencias, pues los gobernadores españoles en las Indias, sí acataban
los artículos firmados. Volvían la vista atrás y recordaban los ataques a: Cam-
peche, Cuba, la isla de Granada, Santa Catalina, Trinidad, etc.; una larga lista
de robos y piraterías hasta llegar a las últimas agresiones en Florida, Puerto
del Príncipe y Portobelo. Eran muchas las razones, tantas como nombres en la
memoria, las que demandaban inmediatas disposiciones para reforzar la zona y
33. Ibídem.
34. Ibídem.
35. ags, e, leg. 2543, Madrid, 20 de febrero de 1669. El marqués de Castel-Rodrigo sigue
votando en contra de la salida de Molina hasta que no concluya la negociación de la triple
liga y siga estorbando al embajador francés. Su Majestad acepta lo votado por el Consejo y en
todo caso dice dejar su ejecución al arbitrio del propio embajador.
26 Contenido
L A PUG NA POR L A SOBERANÍA COLONIAL EN AMÉRIC A
que los artículos que hallaban de la Paz era en los mismos términos que
en todos los tratados anteriores en que se había continuado la guerra,
pues siempre se había estado mas a lo que se practicaba y ejecutaba
que al contenido de los artículos y que aunque su rey diera órdenes
conociendo al gobernador de Jamaica y a sus vasallos que no estaban
36. ags, e, leg. 2543, 8 de febrero de 1669. Respuesta del Consejo y Junta de Indias. ce.
Madrid, 14 de febrero de 1669. A la Consulta Su Majestad dicta que se defiendan las plazas de
cualquier hostilidad inglesa resistiendo todo lo que humanamente fuera posible.
37. ags, e, leg. 2543, Madrid, 7 de marzo de 1669. Las noticias de Molina llegan en cartas
del 25 de enero y 8 de febrero.
38. ags, e, leg. 2543, Londres, 4 de marzo de 1669 (conde de Molina). En la junta se reúnen
el conde de Molina, Milord Quiper (guardasellos) Milord Roberts, el duque de Buckingham, el
duque de Ormond, Milord Arlington y Monsieur Trewor (secretario de Estado).
Contenido 27
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
39. Ibídem.
40. Ibídem.
41. Ibídem.
42. Ibídem.
28 Contenido
L A PUG NA POR L A SOBERANÍA COLONIAL EN AMÉRIC A
43. Ibídem.
44. Ibídem.
Contenido 29
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
concreto su artículo octavo, donde «se estipulaba que los súbditos de una parte
y otra guardarían las mismas restricciones leyes y recíproca amistad», ni más
ni menos de lo que se había ajustado con holandeses en la paz de Münster el
de 1648, en el cual estaba estipulado que cada uno se abstendría de frecuentar
ni comerciar en los puertos de ambos (los artículos 5º y 6º). El Consejo estaba
muy preocupado e indignado por las actuaciones inglesas, sobre todo teniendo
en cuenta que la potencia británica era garante de la Triple Liga, fiadores de
la paz con Francia en todos los dominios de la monarquía. Era intolerable que
fueran ellos los que se dedicaran a invadir territorios hispanos. Por esta razón
los consejeros, sin declarar la ruptura de la paz, propusieron órdenes al General
de Galeones para que procurara apresar sus navíos, previendo que estas presas
serían de utilidad de cara a una futura negociación.45
Estas novedades también fueron comunicadas a los gobernadores y virre-
yes. Se pensó incluso en la posibilidad de atacar Jamaica aunque en Madrid
eran conscientes de la falta de fuerzas navales suficientes.46
El peligro era constante y el miedo a más agresiones era cada vez mayor.
Por eso fueron tenidas en cuenta informaciones, como las del Barón Bique,
a pesar de no ser éste un personaje muy fiable. El Consejo de Estado decidió
remitirlas al de Indias, con el beneplácito real. Este hombre aseguraba que fran-
ceses e ingleses intentaban apoderarse de las plazas de Cartagena, Santo Do-
mingo, Portobelo y Veracruz y opinaba que lo más conveniente para contener
el ataque sería remitir un cuerpo de veteranos de hasta 1.500 hombres.47
En junio de 1669 el gobernador general de Jamaica, Thomas Modyford,
baronet y teniente gobernador de la isla de Jamaica publicó finalmente la paz
en el Puerto Real y en tres plazas públicas en presencia del teniente coronel
Roberto Byndlos, el almirante Henry J. Morgan y el sargento mayor Guillermo
Beestón.48
En el documento, el gobernador establecía como nulas y sin valor todas
las comisiones concedidas hasta ese momento a los corsarios, prohibiendo los
actos de hostilidad contra los vasallos de Su Majestad Católica.49
A mediados de junio de 1669 el Gobernador de Jamaica envió una carta
al conde de Molina, en ella advertía de los peligros que corrían los territorios
hispanos sobre todo por «la flaqueza de las fuerzas de España» y por las in-
45. ags, e, leg. 2543, Madrid, 7 de abril de 1669. Su Majestad va con el Consejo en la
respuesta al rey de Inglaterra y pasa la información al de Indias para que tome las medidas
oportunas.
46. Ibídem.
47. ags, e, leg. 2543, Madrid, 8 de abril de 1669.
48. ags, e, leg. 2543, Jamaica, 14 de junio de 1669; Madrid, 9 de noviembre de 1669. James
Modyford o Mudyford.
49. Ibídem.
30 Contenido
L A PUG NA POR L A SOBERANÍA COLONIAL EN AMÉRIC A
Contenido 31
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
53. Creemos que están haciendo referencia a la zona del lago de Maracaibo que conecta
con el Mar Caribe, actualmente en Venezuela.
54. ags, e, leg. 2543, Jamaica, 10 de octubre de 1669.
55. Ibídem.
56. Ibídem.
57. Lutgardo García Fuentes, El comercio español con América, 1650-1700, Publicaciones
de Excma. Diputación Provincial de Sevilla, Sevilla, 1982, pp. 44-45.
32 Contenido
L A PUG NA POR L A SOBERANÍA COLONIAL EN AMÉRIC A
58. ags, e, leg. 2543, Madrid, 15 de enero de 1670. El Consejo de Estado resuelve infor-
mar al conde de Peñaranda (es el que está negociando el tratado) de lo que se dice sobre
Jamaica.
59. ags, e, leg. 3955, Londres, 4 de diciembre de 1670, carta del conde de Molina sobre
la publicación en América del tratado en respuesta a una carta de Arlington de noviembre.
24 de noviembre de 1670, Milord Arlington al conde de Molina sobre la publicación del últi-
mo tratado en América se da orden al nuevo gobernador de Jamaica que se ponga de acuerdo
con los gobernadores españoles vecinos para hacer publicación.
Londres, 4 de diciembre de 1670 conde de Molina en respuesta a la Carta. Le recuerda la repre-
sentación que tiene hecha a smb sobre que «antes de salir cualquier navío para la América que de
fianza el que le envia que no servira que para el comercio pues no siendo otro el fin de su transpor-
tación no podra embarazarles el que lo assegueren nuestro». También habla sobre el número consi-
derable de navíos que desde la hostilidad de Portobelo han ido a Jamaica y los que se preparan.
Contenido 33
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
ATAQUE A PANAMÁ
[…] es una de las mayores fatalidades que pudo suceder â esta Mo-
narquía el averse apoderado el Ingles de Panamà donde oy esta Y
según la noticia que tenemos muy despacio haciendo daños grandes
en toda aquella tierra sin aver quien lo impida […]61
En agosto de 1671, a Madrid llegaron más detalles de como los ingleses habían
«desamparado» Panamá.62 Aquel ataque había mostrado el estado de indefensión
en el que se encontraban las Indias y el peligro que suponía Inglaterra.
Meses antes, justo cuando Morgan perpetraba su ataque, los embajadores,
españoles se quejaban de nuevo por las agresiones inglesas y sobre todo por
la actitud del gobernador de Jamaica.63 El conde de Molina, en febrero de 1671,
60. Joseph Antonio de Abreu y Bertodano, Colección de los tratados de paz, [...] hechos por
los pueblos, reyes y principes de España [...] hasta el feliz reynado del Rey N.S.D. Fernando VI
[...] reynado del S. rey D. Carlos II: primera parte. [Edición Por Antonio Marin, Juan de Zuñiga,
y la Viuda de Peralta. Madrid, 1752. Colección Clásicos Tavera Tratados Internacionales de
España 1598-1700], cd-rom, pp. 498-513.
61. Biblioteca Nacional de Madrid (en adelante, bn). Manuscrito (en adelante, Mss.) 11017,
pp. 208-214. Cartagena de Indias, 12 y 18 de marzo de 1671.
62. bn. Mss. 11017, p. 214.
63. ags, e, leg. 2542, Londres, 7 de septiembre de 1668.
34 Contenido
L A PUG NA POR L A SOBERANÍA COLONIAL EN AMÉRIC A
64. ags, e, leg. 2545, Madrid, 7 de abril de 1671. Fecha del documento entregado al rey de
Inglaterra, 26 de febrero de 1671.
65. ags, e, leg. 2545, Madrid, 7 de abril de 1671.
66. C. Echeverri Obregón, «Piratas y Tesoreros escondidos en las islas del Caribe» en Bro-
seta, S., Corona, C. y otros (eds.), Las Ciudades y la Guerra, Universitat Jaume I, Castellón,
2002, pp. 231-242. La autora relata el asalto a Panamá e incluso se adentra en el plano de la
fantasía y las leyendas de la cabeza de Morgan.
67. ags, e, leg. 2545, Londres, 20 de marzo de 1671. J. Varela Marcos, «Las guerras y su
reflejo en América: el área atlántica», en América en el siglo xvii. Historia General de España
y América, tomo IX-1. Ediciones rialp, Madrid, 1985, pp. 27-52, para este autor Morgan actuó
como un filibustero sin seguir órdenes de las autoridades inglesas en el ataque a Panamá.
Contenido 35
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
recordándole las veces que se le había dicho que se acabaría con dichos aten-
tados y sin embargo estos continuaban.68 Finalmente, a pesar de lo expresado
en un primer momento por el rey inglés, Arlington argumentó que no se podía
considerar aquel ataque como una violación de la nueva paz, porque no habían
pasado los ocho meses que se concedían para el canje de las ratificaciones.69
Por otro lado, Antonio Mexía no creía que el cambio de gobernador en Ja-
maica mejorara la situación, ya que el sujeto iba a ser nombrado por Arlington.
El conde pensaba que la solución al conflicto pasaba por suspender el comer-
cio con aquella nación hasta obtener una satisfacción por lo acontecido. De
esta forma la confusión y el desasosiego desbordarían al pueblo inglés, de tal
manera que se podría forzar una ruptura entre Francia e Inglaterra. Pero esta
idea del embajador no convenció a los consejeros de Estado, conscientes de la
situación que se vivía en Europa ante el posible conflicto del rey cristianísimo
en Flandes y los Estados Generales. Quitar el comercio a los ingleses supondría
una guerra a la que la Monarquía Hispánica no podría hacer frente; por esta
razón, los consejeros prefirieron esperar y no tomar una decisión que les podía
llevar a una ruptura con Inglaterra.70
En agosto de ese mismo año se debatió de nuevo en el Consejo la posible
respuesta a los actos cometidos en Panamá. Su Majestad lo convocó tras recibir
un documento del enviado de Inglaterra, donde había unas aparentes palabras
de disculpa de Carlos II Estuardo, y un compromiso de restituir las plazas,
presidios o tierras que se hubieran tomado desde la firma del tratado de la
América (1670). De igual modo se pronunció en el caso de Santo Domingo, ya
que llegaban noticias de una posible actuación inglesa allí, tras los sucesos de
Panamá. El conde de Molina transmitía en sus cartas la inquietud que existía en
Londres a la espera de la reacción de la Corona española. Él continuaba con-
siderando que lo más conveniente era una suspensión del comercio y sacar, al
mismo tiempo, un manifiesto que lo justificase pidiendo además, la restitución
de Jamaica.71
El Consejo, por el contrario, seguía pensando que una suspensión del co-
mercio suponía una guerra con Inglaterra y que por tanto la única beneficiada
sería Francia, al lograr la ruptura de la Triple Liga y la pérdida de aliados. Se
68. ags, e, leg. 2545, Madrid, 3 de mayo de 1671; Londres, 30 de marzo de 1671; Londres,
3 de abril de 1671.
69. ags, e, leg. 2545, Madrid, 7 de mayo de 1671.
70. ags, e, leg. 2545, Madrid, 3 de mayo de 1671; Londres, 30 de marzo de 1671; Londres
3 de abril de 1671.
71. ags, e, leg. 2546, Madrid, 9 de agosto de 1671. Una carta del conde de Molina: Lon-
dres, 10 de julio de 1671 y una relación de lo acontecido en las Indias, también enviada por
el conde.
36 Contenido
L A PUG NA POR L A SOBERANÍA COLONIAL EN AMÉRIC A
decidió nuevamente esperar a que esta vez la corte inglesa castigara estos ata-
ques y restituyera las plazas.72
Los ministros del rey católico consideraban la isla de Jamaica «el origen y
fomento de las invasiones de ingleses», por eso querían su compra y conside-
raban esta cuestión la negociación más importante del momento. El embajador
dispondría de todos los medios necesarios para conseguir tal propósito. Por
eso, el marqués del Fresno fue informado inmediatamente ya que recientemen-
te había sido nombrado y, a su llegada a Londres, sería el encargado de tratar
la posible venta de la isla. El conde mientras tanto tenía que persistir en sus
instancias.73
Además, hay que añadir que el marqués de Castel-Rodrigo, en voto particu-
lar, advirtió lo conveniente que sería aumentar las prevenciones marítimas para
la defensa de la zona. De esta forma Inglaterra se daría cuenta que la Corona
estaba dispuesta a emplear una fuerza importante para conseguir la isla de
Jamaica, lo que les podría predisponer a la anhelada venta, aparte de adquirir
mayor fortaleza defensiva en la zona, ante posibles ataques.74
El paso siguiente fue intentar obtener de Godolfin el papel firmado donde
se especificase el compromiso de la restitución de las zonas ocupadas, como el
propio enviado había propuesto. A Diego de la Torre se le encargó que le hicie-
ra saber al inglés de palabra, que dicho papel había llegado justo a tiempo, ya
que algunos proponían el cese del comercio. Sólo unos días después Godolfin
hizo llegar el documento en latín, firmado.75
Con respecto a las justificaciones inglesas sobre la no publicación del trata-
do de 1670 en Jamaica, el conde de Molina entregó en Londres la copia de un
documento de un testigo, donde quedaba probado, para el conde, que el go-
bernador de Jamaica estaba avisado del tratado. En opinión del embajador, los
ingleses no podían fundamentar su defensa en el artículo 16 del tratado como
habían hecho hasta ese momento.76
A principios de septiembre de 1671, Molina transmitió a la corte más in-
formación según la cual el gobernador de Jamaica había escrito atribuyendo a
72. Ibídem.
73. ags, e, leg. 2546, Madrid, 9 de agosto de 1671. Una carta del conde de Molina: Londres, 10
de julio de 1671 y una relación de lo acontecido en las Indias, también enviada por el conde.
74. Ibídem.
75. ags, e, leg. 2546, Madrid, 9 y 14 de agosto de 1671.
76. ags, e, leg. 2546, Londres, 12 de junio de 1671 y Madrid, 12 de julio de 1671; 20 de julio
de 1671 testimonio del trayecto seguido hasta Panamá por el general Morga hasta su regreso a
Jamaica y existencia de noticias en la zona sobre el tratado firmado entre la Corona española
e Inglaterra antes del ataque, por el capitán Manuel Correa de nación portugués natural de
Lisboa y vecino de la ciudad del Santiago en la isla del Cabo verde que en esos momentos
se encuentra en Londres.
Contenido 37
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
38 Contenido
L A PUG NA POR L A SOBERANÍA COLONIAL EN AMÉRIC A
Conclusiones
Contenido 39
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
tanto a los embajadores como a los consejeros que, por lo general, mostraron
durante todo el reinado mucha desconfianza hacia las intenciones inglesas en
las Indias.
El interés de los ingleses se centró en su aspiración por conseguir el libre co-
mercio que reclamaban a la Corona española. Pero, además, a los ministros de
Carlos II de Habsburgo les preocupaba que intentaran hacerse con territorios
en el Caribe y también con alguna isla del Pacífico que podrían utilizar como
Jamaica, pero en este caso para traficar con las costas de Chile y Perú. En busca
de este último objetivo se realizaron expediciones al Pacífico atravesando el
estrecho de Magallanes.84
Otro de los puntos débiles de la monarquía fue la península del Yucatán,
poblada en algunas zonas por ingleses que sacaban el llamado Palo de Campe-
che. El artículo séptimo del tratado de 1670 fue argüido por los ingleses, para
reclamar su soberanía también allí.85
Durante estos primeros años del reinado de Carlos II aunque se pugnó por
recuperar la soberanía de Jamaica, lo cierto es que en 1670 los ingleses consi-
guieron la legitimación que buscaban. La necesidad española de buscar aliados
en Europa con los que enfrentarse a Luis XIV perjudicaron los intereses de la
Corona en las Indias, y dieron alas a los ingleses que, conscientes de las debi-
lidades defensivas de la monarquía hispánica, incapaz de controlar tan vasto
territorio, convirtieron en papel mojado los tratados firmados.
La desconfianza y desesperación de los diplomáticos chocó con el miedo de
los consejeros de Estado en convertir aquella «guerra encubierta» en las Indias
en un enfrentamiento bélico directo no sólo en el continente americano sino
también en el europeo. La monarquía optó por aguantar los insultos y los ata-
ques con la esperanza al menos de no tener a Inglaterra como enemiga y aliada
de Francia en Europa.
84. Carmen María Fernández Nadal, «La Unión de las Armadas inglesa y española contra
Francia. La Defensa de las Indias en la Guerra de los Nueve años», en García Hernán, e., y
Maffi, D. (ed.), Guerra y Sociedad en la Monarquía Hispánica. Política, Estrategia y Cultura
en la Europa Moderna (1500-1700), vol. I. Laberinto, CSIC, Fundación mapfre, Madrid, 2006,
pp. 1025-1042.
85. Carmen María Fernández Nadal, Los Embajadores de Carlos II en Londres. La política
exterior de la Monarquía Hispánica, Vol. I y Vol. II. Tesis doctoral inédita, Universitat Jaume I
de Castellón, 2007. Véase pp. 778-790 (vol. II).
40 Contenido
La Luisiana española y las Antillas francesas (1763-1785)
José A. Armillas Vicente
Universidad de Zaragoza
Introducción
1. Archivo General de Indias (en adelante agi), Santo Domingo, leg. 2543. Cfr. F. Armas
Medina, «Luisiana y Florida en el reinado de Carlos III», Anuario de Estudios Americanos, 100,
Sevilla, 1960, p. 72.
Contenido 41
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
2. Archivo Histórico Nacional (en adelante ahn ), Estado, leg. 3883. Mémoire des
habitants et négotiations de Louisiane. 1768.
3. El marqués de Grimaldi al conde de Fuentes. Aranjuez, 8 de junio de 1769. ahn Estado,
leg. 3883.
4. V. Rodríguez Casado, Primeros años de la dominación española en la Luisiana, csic,
Madrid, 1942.
42 Contenido
L uisiana E S PA Ñ OL A Y L A S ANTILLAS FRANCESAS (1763-1785)
10. J. G. Clark, New Orleans, 1718-1812. An economic history, Louisiana State U.P., Baton
Rouge, 1970, pp. 160-165.
11. Juan José Andreu Ocáriz, «Luisiana española», Estudios del Departamento de Historia
Moderna, Universidad de Zaragoza, Zaragoza, 1973-76, (1974) p. 163.
44 Contenido
L uisiana E S PA Ñ OL A Y L A S ANTILLAS FRANCESAS (1763-1785)
12. A. Robertson, Louisiana under the rule of Spain, France and the United States, 2 vols.
Cleveland, 1911, I, p. 242.
13. D. K. Bjork (ed.), «Alexander O’Reilly and the Spanish occupation of Louisiana, 1789-
1770», en New Spain and the Anglo-American West, Los Ángeles, 1932, vol. I, pp. 165-182.
14. Acosta Rodríguez, «Bases económicas», p. 364.
15. Alejandro O’Reilly a Fray Julián Arriaga. Nueva Orleans, 17 de octubre de 1769. agi,
Cuba, leg. 560. También en bn., Mss. 19246, ff. 17-20.
16. El marqués de Grimaldi a Alejandro O’Reilly. El Pardo, 26 de enero de 1770. agi, Santo
Domingo, leg. 2594.
17. Alejandro O’Reilly a Fray Julián Arriaga. Nueva Orleans, 5 de junio de 1771. agi, Santo
Domingo, leg. 2666.
18. Real Orden de 20 de junio de 1771, expedida en el Real Sitio de Aranjuez. agi, Santo
Domingo, leg. 2666.
Contenido 45
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
Parece obvio que la Corona podía tolerar excepciones en la práctica del mo-
nopolio pero rechazaba de plano todo intento de sistematización al socaire de
aquellas. El fallido intento aperturista habría de aguardar la llegada al gobierno
de Luisiana del conde de Gálvez para asistir a la práctica quiebra del monopo-
46 Contenido
L uisiana E S PA Ñ OL A Y L A S ANTILLAS FRANCESAS (1763-1785)
Contenido 47
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
1772, intentada por O’Reilly, por otro significaba una decisión política preñada
de pragmatismo, mantener a Luisiana en su carácter excepcional en el Imperio
español y posibilitaba la expansión económica de tan singular colonia. Tras la
toma de posesión del gobierno político y militar de Luisiana por Bernardo de
Gálvez el 1 de enero de 1777, el nuevo responsable de la provincia determinó
diligencias con carácter urgente para difundir los beneficios de la Instrucción de
comercio; y tan sólo quince días después de su instalación en la Nueva Orleans
publicó un bando por el que da pública noticia de los términos de tal apertura
comercial exportadora.27 En su articulado se intimaba a cuantos capitanes y
armadores franceses de América quisiesen acudir a cargar los excedentes de
Luisiana, debían acudir al puerto de la Nueva Orleans en lastre con pasaportes
y listados de sus tripulaciones para ser diligenciados por los Comisionados
franceses estantes en la ciudad. Los comerciantes luisianeses se obligaban a
proporcionar a los patrones de las embarcaciones declaraciones juradas en las
que se haría pormenor de los productos y las cantidades embarcadas, que se-
rían asumidas como propias por los respectivos capitanes, a fin de garantizar la
licitud de los géneros y la cobranza de las tasas exigidas por la Hacienda Real.
Aquellos capitanes que prefiriesen cargar en la Baliza o algún muelle entre ésta
y la Nueva Orleans, deberían solicitar previamente el oportuno permiso, pues
en caso contrario serían reputados como defraudadores y perseguidos por los
oficiales reales como contrabandistas.
Bernardo de Gálvez no menciona en su bando la exigencia de devolución
de las tornaguías que de forma tan explícita se recogía en la Instrucción del
8 de julio de 1776, porque, como escribe el propio Gálvez, «en atención a que
conozco que esta es una sujeción para los franceses que bastará a que vuelvan
a su comercio clandestino (que es imposible evitar en este río) y el rey perderá
sus derechos de salida que sin esta circunstancia se aseguran, y para nosotros
es casi indiferente, en el supuesto de que hagan o no hagan escala en sus colo-
nias, los efectos que de aquí sacan y han sacado bajo bandera inglesa, siempre
los llevarán a Francia».28 La imposibilidad que menciona el gobernador de Lui-
siana se desprende de las evidencias acumuladas de la práctica del contrabando
efectuado por comerciantes franceses con destinos a las colonias inglesas, tanto
continentales como insulares, habiendo sido frecuente que buques franceses
con bandera inglesa penetrasen por el Mississippi y cargasen productos que
después eran transportados a Francia sin abonar derecho alguno. Late en esta
aparente dejación de deberes del joven Gálvez un evidente empirismo, pues
27. Bando del Gobernador de Luisiana. Nueva Orleans, 17 de enero de 1777. agi, Santo
Domingo, leg. 2547.
28. Bernardo de Gálvez a José de Gálvez. Nueva Orleans, 28 de enero de 1777. agi, Santo
Domingo, leg. 2547.
48 Contenido
L uisiana E S PA Ñ OL A Y L A S ANTILLAS FRANCESAS (1763-1785)
29. Bernardo de Gálvez a José de Gálvez. Nueva Orleans, 21 de marzo de 1777. agi, Santo
Domingo, leg. 2547.
30. J. W. Caughey, Bernardo de Gálvez in Louisiana, 1776-1783, Berkeley U.P., San
Francisco, Ca. 1934, p. 70.
31. Bernardo de Gálvez a José de Gálvez. Nueva Orleans, 21 de marzo de 1777. agi, Santo
Domingo, leg. 2547.
32. Bernardo de Gálvez a José de Gálvez. Nueva Orleans, 5 de junio de 1777. agi, Santo
Domingo, leg. 2547.
33. M. De Villiers du Terrage, Les dernières années de la Louisianne Française, París,
1906, p. 354.
34. Instruction du Gouvernement Français aux deux Comissaires à la Neuve Orleans. agi,
Santo Domingo, leg. 2547.
Contenido 49
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
35. Bernardo de Gálvez a José de Gálvez. Nueva Orleans, 10 de julio de 1777. agi, Santo
Domingo, leg. 2547.
36. Alejandro O’Reilly a fray Julián Arriaga. Madrid, 5 de junio de 1771. agi, Santo Do-
mingo, leg. 2666.
37. Bernardo de Gálvez a José de Gálvez. Nueva Orleans, 18 de agosto de 1777. agi, Cuba,
leg. 223–B.
38. Bando del Gobernador de Luisiana. Nueva Orleans, 28 de septiembre de 1778. agi,
Santo Domingo, leg. 2666.
50 Contenido
L uisiana E S PA Ñ OL A Y L A S ANTILLAS FRANCESAS (1763-1785)
39. Bernardo de Gálvez a José de Gálvez. Nueva Orleans, 1 de mayo de 1779. agi, Santo
Domingo, leg. 2666.
40. José de Gálvez a Bernardo de Gálvez. Real Sitio de San Ildefonso, 28 de agosto de
1779. agi, Cuba, leg. 569.
41. Real Orden expedida en el Real Sitio de El Pardo el 25 de enero de 1780. agi, Cuba,
leg. 569.
Contenido 51
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
42. Alejandro O’Reilly a fray Julián Arriaga. Nueva Orleans, 17 de octubre de 1769. agi,
Cuba, leg. 560.
43. Acuerdo del cabildo de la Nueva Orleans reunido el 17 de agosto de 1781. agi, Santo
Domingo, leg. 2586.
44. Reflexiones políticas sobre el estado actual de la provincia de la Luisiana. Martín Na-
varro a José de Gálvez. Nueva Orleans, 24 de septiembre de 1780. agi, Cuba, leg. 633. bn.,
Mss. 19.247, ff. 152-166.
45. Martín Navarro a José de Gálvez. Nueva Orleans, 19 de agosto de 1781. agi, Santo
Domingo, leg. 2586.
52 Contenido
L uisiana E S PA Ñ OL A Y L A S ANTILLAS FRANCESAS (1763-1785)
«Sin los negros no se pueden fomentar los campos en esta América, y la exac-
ción subida perjudicará el principal fin del momento».49 Son estas palabras del
intendente Martín Navarro poniendo reparos al proyecto de regulación del tráfico
46. José de Gálvez a Martín Navarro. San Ildefonso, 26 de septiembre de 1782. agi, Cuba,
leg. 569.
47. José de Gálvez a Martín Navarro. San Lorenzo, 22 de octubre de 1783. agi, Santo
Domingo, leg. 2666.
48. José de Gálvez a Bernardo de Gálvez. San Lorenzo, 22 de octubre de 1782. agi, Cuba,
legs. 182-B y 1375.
49. Informe de Martín Navarro a José de Gálvez sobre las circunstancias bajo las cuales
convendrá establecer el comercio de la provincia de Luisiana. Nueva Orleans, 20 de julio de
1781. agi, Cuba, leg. 593.
Contenido 53
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
mercantil entre Luisiana y Francia. Resultaba obvio que todos los esfuerzos plani-
ficadores de una economía de exportación en Luisiana pasaban por el incremento
notable de las fuerzas de producción, de acuerdo con las constantes reclamaciones
de la población criolla para que se les permitiese introducir esclavos negros, adqui-
ridos en puertos ingleses del Caribe, donde hasta los mismos franceses los conse-
guían para sus islas por las mejores ofertas en precio y abundancia de la oferta.50
La primera iniciativa formal de promover la trata de negros al margen de
la Compañía de Asiento General de Negros, fue tomada por los comerciantes
alicantinos Miguel Kearny y los hermanos Juan y José Bouligny, quienes ale-
gando la necesidad que había en Luisiana de negros bozales para el cultivo de
los campos y teniendo en cuenta la descapitalización que padecía el territorio,
motivo por el que la Compañía del Asiento nos los proporcionaba desde La
Habana, proponían sacar los frutos del país como pago para la introducción de
esclavos en la provincia «bajo los mismos términos y condiciones que V.R.M. se
ha dignado otorgar a la citada Compañía de La Habana».51
La propuesta, coincidía básicamente con otra previa que había hecho en
Cádiz Francisco Bouligny el 22 de agosto de 1775, comprometiéndose a intro-
ducir anualmente en Luisiana un mínimo de 100 negros a los precios vigentes
en La Habana, con cargo a mercancías del país que se encargaría de extraer y
comercializar, comprometiéndose a abonar a la Hacienda Real 10 pesos fuertes
por cada negro introducido, siempre que se le beneficiase con el privilegio
monopolizador de tal comercio, hipotecando sus bienes como garantía.52 Las
propuestas fueron sometida a los correspondientes dictámenes de una Junta
donde se puso de manifiesto el peligro que representaba la práctica del con-
trabando con aquellos productos destinados a costear el transporte de negros,
proponiéndose a Bouligny el establecimiento de una factoría en la provincia
para dicho abastecimiento, pudiendo acudir a La Habana para comprar los
negros que se pretendían introducir. La negativa de Bouligny a tal pretensión,
hizo pensar a los informantes que la propuesta escondía presuntamente la
práctica del contrabando, toda vez que desde la incorporación de Luisiana a
la Corona española no se había producido ninguna demanda de negros.53 Por
50. Martín Navarro a José de Gálvez. Reparos a los artículos de la Real Cédula de 22 de
enero de 1782. Nueva Orleans, 16 de abril de 1784. agi, Cuba, leg. 633 y bn. Mss. 192467,
ff. 127-134.
51. José Bouligny, Juan Bouligny y Miguel Kearny al rey. Alicante, 12 de marzo de 1776.
agi, Santo Domingo, leg. 2586.
52. Artículos con que se obliga don Francisco Bouligny a proveer con negros bozales la
ciudad de la Nueva Orleans y provincia de Luisiana. Cádiz, 22 de agosto de 1775. agi, Santo
Domingo, leg. 2586.
53. Juan José de Goicoa a Marcos Ximeno. Madrid, 2 de junio de 1776. agi, Santo Domin-
go, leg. 2586.
54 Contenido
L uisiana E S PA Ñ OL A Y L A S ANTILLAS FRANCESAS (1763-1785)
Contenido 55
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
nador de Luisiana que informase sobre los bienes y fortuna de los Bouligny, el
número de negros que preveía el desarrollo de la agricultura en la provincia y
las providencias adoptadas para el fomento de la población e incremento de la
actividad comercial.57
Bernardo de Gálvez no pudo informar a la Corte de las propiedades de los
hermanos Juan y José Bouligny y de Miguel Kearney, porque sus propiedades
estaban fuera de su jurisdicción; mientras que de Francisco Bouligny –oficial
del Regimiento Fijo de Luisiana y teniente de gobernador– pudo dar cuenta de
que era propietario «al parecer de una buena estancia y unos ochenta esclavos
de todas edades y sexos».58 En cuanto al número previsible de esclavos negros
que podría admitir Luisiana, Gálvez va a superar todas las estimaciones anterio-
res: «Por las informaciones que he tomado, se estima prudencialmente que esta
provincia, según su actual estado, puede comprar cerca de 1.500 negros cada
año, pero irá aumentándose el número a proporción que se vayan trayendo».59
Al amparo de la Real Orden de 10 de mayo de 1777, los habitantes de Luisiana
podían recibir esclavos a cambio de la salida de sus frutos, lo que, al parecer,
les ofrecía mas ventajas que el Asiento. La única forma que tenía Luisiana de
proveerse de negros al margen del Asiento, era por medio del comercio lícito
con las islas francesas y del ilícito con las inglesas, al que frecuentemente no
se estaba en condiciones de atajar. Bernardo de Gálvez, dispuesto a suprimir el
contrabando inglés por el Mississippi, en abril de 1777 detuvo y decomisó once
embarcaciones inglesas que practicaban comercio ilícito,60 pero la eficaz medida
policíaca determinó, indirectamente, la interrupción de la entrada de negros en
Luisiana.61 «Y si la provincia de la Luisiana hubiese continuado a disfrutar del
beneficio que lograba con el ilícito comercio de los ingleses –escribía en 1780 el
intendente Martín Navarro–, hubiera tenido en el día veinte mil negros o más…;
pues desde el año 1766 que nos hallamos en esta provincia, aún no se ha visto
la más mínima providencia relativa al envío de esclavos».62
Habiendo concluido en septiembre de 1779 la última prórroga del con-
trato de arriendo a la Compañía de Asiento de Negros, Carlos III expidió a
fines de enero del año siguiente una Real Orden por la que autorizaba a sus
57. Real Orden al Gobernador de Luisiana. Aranjuez, 13 de mayo de 1777. agi, Santo
Domingo, leg. 2586.
58. Bernardo de Gálvez a José de Gálvez. Nueva Orleans, 10 de julio de 1778. agi, Santo
Domingo, leg. 2586.
59. Ibídem.
60. Bernardo de Gálvez a José de Gálvez. Nueva Orleans, 12 de mayo de 1777. agi, Santo
Domingo, leg. 2596.
61. Martín Navarro a José de Gálvez. Nueva Orleans, 18 de agosto de 1780. agi, Cuba,
leg. 633.
62. Ibídem.
56 Contenido
L uisiana E S PA Ñ OL A Y L A S ANTILLAS FRANCESAS (1763-1785)
Epílogo
63. Real Orden al intendente de Luisiana. El Pardo, 25 de enero de 1780. agi, Cuba,
leg. 175.
64. Real Cédula de 22 de enero de 1782. agi, Cuba, leg. 182-B.
65. Lorente Miguel, «El comercio exterior de la Luisiana», p. 21.
Contenido 57
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
58 Contenido
Atentando contra la soberanía: la red del contrabando en el Yucatán
colonial. Notas para su estudio
Jorge Victoria Ojeda
Archivo General del Estado de Yucatán
Contenido 59
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
Esta variante de selección fue por medio de una terna propuesta por el
subdelegado de cada partido y dirigida al gobernador, indicando el nombre
de tres personas capacitadas, según su juicio, para cubrir el puesto, entre las
cuales escogería al agraciado.1 Pero, si el subdelegado enviaba los nombres,
evidentemente influía en el fallo gubernamental al sugerir a uno como el de
«mayores méritos». Por ejemplo, para 1811 el subdelegado de Izamal propuso a
Félix Domínguez, Juan Manrique y Pedro Gamboa para la vigía de Dzilam, pero
no vaciló en agregar en su comunicado sus intereses, al señalar que el primero
era el más apto para ocupar el cargo.2
Cabe destacar que, aunque muy solicitado, el empleo de vigía no gozaba de
remuneración económica por la Real Hacienda, salvo tres o cuatro sitios costeros
de los once o más que existieron, pero que en el intento por conseguir ese
empleo no se dudaba de pagar, incluso en los que no tenían salario asignado.
Asimismo, cabe decir que ese salario tampoco era el sostén económico de los
velas, ya que a pesar de un apoderado para que cobrase a su nombre, dejaban
que se les acumulase hasta por todo un año.3
Con estos datos como preámbulo, el desempeño de las funciones ilícitas de
este celador de la soberanía territorial servirá en las siguientes líneas para esbozar
la idea de la conformación de una red social que permitiese la introducción del
contrabando en Yucatán.
60 Contenido
AT E N TA D O CONTRA LA SOBERANÍA
para los cortadores ingleses de palo de tinte, donde, a la par de sus extracciones
de la tintórea, realizaban otro de comercio clandestino.4
A lo largo de las centurias virreinales las quejas o menciones de los goberna-
dores y capitanes generales por el contrabando que se desarrollaba en la región
fueron constantes. A principios del siglo xix, como en anteriores ocasiones, las
autoridades aceptaban lo enraizado de ese comercio; así lo dejaba ver el gober-
nador Benito Pérez Valdelomar, al señalar al virrey que para la seguridad del
comercio yucateco y «la persecución del ilícito», se requería de naves destinadas
a la vigilancia del litoral.5 Sus palabras eran un reconocimiento a la inoperan-
cia del sistema de vigías encargadas de evitar su introducción por la costa. No
obstante aquella solicitud, la custodia por medio de los guardacostas tampoco
era la panacea, puesto que era vox populi que aquellos buques también estaban
involucrados en el fraude.6
Por otra parte, en la reconstrucción de las posibles vías de introducción del
comercio ilegal y su derrotero por el interior de la provincia hay que considerar
la existencia de tres espacios geográficos, cada uno con diferentes integrantes
en la red clandestina. El nivel de desarrollo de las relaciones se daba de forma
jerárquica, incluyendo a funcionarios de diversos rangos, unos subordinados a
otros, con lo cual el esquema general tendía a la verticalidad. En este caso, no
podemos hablar de relaciones de reciprocidad entre ellos sino de interacción y
densidad. A la vez, para cada individuo se daba una red horizontal de relaciones,
ahora sí de reciprocidad, que podía o no rebasar el límite de su propio sector
para extenderse otros.7
El primer espacio geográfico a considerar es el mar. Por él navegaban los
contrabandistas, también llamados «piratas», los cuales buscaban algún sitio
para desembarcar y ofertar sus productos, o dirigirse a un punto de antemano
estipulado para llevar a cabo su práctica comercial. El segundo espacio son
4. Expediente sobre la reestructuración y permiso acordado a los ingleses del corte del
palo de tinte en las provincias de Campeche, según el último Tratado de Paz. 1733-1783. agi,
México, leg. 3099, fs. 747, 1016, 1043-1048. Para septiembre de 1751 se mencionaba que de
Cabo Catoche a la primera vigía, que era la de El Cuyo, había 18 leguas, a «cuya distancia van
los inglese [...] varias veces» al año, agi, México, leg. 3099, f. 208.
5. Pérez Valdelomar al virrey Iturrigaray. Mérida, 23 de julio de 1810. Archivo General de
la Nación (en adelante agn), Archivo Histórico de Hacienda, leg. 478, exp. 95. Juan Francisco
Molina Solís, Historia de Yucatán durante la dominación española, Mérida, 1913, pp. 520-521,
apunta que a las costas de Yucatán arribaban naves españolas, procedentes de Jamaica que de
manera ilegal vendían lencería «con incalculables ganancias».
6. Discurso sobre la constitución de las provincias de Yucatán y Campeche, por los visi-
tadores Valera y Corres. 1766, en Enrique Florescano e Isabel Gil, Descripciones Económicas
Regionales de la Nueva España, México, 1976, p. 223.
7. Véase Larissa Lomnitz, Redes Sociales, Cultura y Poder. Ensayos de Antropología Latino
americana, México, 1994, p. 264.
Contenido 61
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
Éstos eran los que por vía marítima llegaban a las playas peninsulares para
traficar con los productos, o bien para hacer la entrega de las mercancías solici-
tadas previamente. Sobre esta segunda forma se sabe de la solicitud de mercan-
cía hecha a unos ingleses de Belice,8 y de otro dato que asienta que en 1821,
Clemente Cámara, pescador de Telchac y futuro vigía de El Cuyo en 1838, tenía
contratado con los piratas mercancías por valor de seis mil quinientos pesos,
producto de un asalto a una goleta española procedente de Cádiz «y que sólo
lo aguardan para entrega y pago». Cámara lo recibiría en las playas orientales
de la Península y él lo entregaría a sus compradores en Campeche, en la costa
occidental de Yucatán.9
Una forma de «entrega» de mercancías era que fuesen tiradas al mar por las
embarcaciones y luego recogidas por otras o por gente situada en la costa, tal
como señalaba el gobernador Lucas de Gálvez al virrey novohispano;10 o bien,
dejaban la mercancía en la playa en espera que se apersonen los cómplices para
recogerlas e, incluso, dándole al asunto un matiz novelesco las enterraban como
si de un tesoro pirata se tratase.11 No bastando esas formas de introducción,
otros optaron por pasar el contrabando en los propios puertos de desembarque
tratando de burlar la inspección, o porque sabían que por soborno el asunto era
más expedito.
8. Homicidio. 1821. Expediente instruido contra el negro Miguel Domínguez, por homicidio
y robo de varios súbditos británicos en Río Hondo. agey, Fondo Colonial, Ramo Criminal, vol. 3,
exp. 4.
9. Sumaria instruida contra el inglés D. Jorge Schumph. Nueva Málaga, 13 de noviembre
de 1821, en Documentos Históricos Peninsulares, nº 7, Mérida, 1995, p. 171.
10. Lucas de Gálvez al virrey conde de Revillagigedo. Mérida, 30 de abril de 1792. agn. Fon-
do Secretaría de Cámara, Sección Gobierno Provincial, Serie Marina, vol. 16, f. 292v.
11. Carta del Consejo al rey. Madrid, 18 de febrero de 1756. agi, México, leg. 1027.
62 Contenido
AT E N TA D O CONTRA LA SOBERANÍA
12. Sumaria instruida [...] Nueva Málaga, 13 de noviembre de 1821, en Documentos His-
tóricos Peninsulares, p. 171.
13. Duplicados del diario y planos formados por Joseph de Estéves Sierra, piloto de profe-
sión que remitió al presidente de Guatemala Mayorga con la carta de primero de enero de 1777.
agi, Guatemala, leg. 231, f. 19.
14. Véase 1814. Varios. Correspondencia del gobernador Artazo y Torre de Mer con perso-
nas particulares [...] (16 de octubre). agey, Fondo Colonial, Ramo Correspondencia de los go-
bernadores, vol. 2, exp. 2; «Discurso sobre la constitución», en Florescano y Gil, Descripciones,
p. 223.
15. 1814. Varios. Correspondencia del gobernador Artazo y Torre de Mer con personas
particulares [...] (16 de octubre). agey, Fondo Colonial, Ramo Correspondencia de los goberna-
dores, vol. 2, exp. 2; 1814. Izamal. Copiador de la correspondencia del gobernador Artazo y
Torre de Mer con el subdelegado y otras autoridades del partido. 25 de septiembre. agey, Fondo
Colonial, Ramo Correspondencia de los gobernadores, vol. 2, exp. 5.
Contenido 63
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
64 Contenido
AT E N TA D O CONTRA LA SOBERANÍA
En los ilícitos realizados por los encargados de las vigías, los indígenas atala-
yeros eran utilizados como cargadores de mercancías, antes de que fueran trans-
portadas por los arrieros. En esa tarea, y por el mismo conocimiento del asunto,
es posible que su cacique hubiese estado involucrado en los beneficios del trá-
fico ilegal.19 A pesar de que no fue posible encontrar documentada esta relación
para la temporalidad del presente estudio, se hace la pertinente inferencia pues
aquellas autoridades indígenas tenían responsabilidad en el envío de atalayeros
a las vigías, tarea que fue compartida posteriormente con las autoridades muni-
cipales criollas y subdelegados.
En los vínculos que los caciques hayan podido tener con las autoridades pro-
vinciales hay que considerar que la elección de esa autoridad indígena fue, hasta
1776, por designación expresa del gobernador en turno, posteriormente, en la
elección atestiguaba el juez español del poblado, y el subdelegado enviaba al
gobernante la propuesta de cacique para que otorgase la decisión final.20
Pero los contrabandistas y los vigías no actuaron solos. Parte crucial de la
red la conformaba funcionarios de la Hacienda Real. Así, sus administradores y
también los empleados de menor jerarquía aparecen relacionados con el fraude
y contrabando.
Si las autoridades de Hacienda fueron parte de la red del contrabando, caso
similar sucedía con las de la milicia. En 1765, el viajero Cook señalaba que, al
igual que el ejemplo de Aguilar antes citado, el comandante de Bacalar era so-
bornado por los traficantes, sobre todo, comerciantes ingleses.21
En cuanto a los comandantes militares inmiscuidos en el ilícito, tal vez ningún
caso pueda compararse con el de Miguel Molas. Este personaje aparece en la
historia yucateca como encargado de la vigía de El Cuyo en 1814,22 empleo al
cual renunció, para aparecer posteriormente, como recolector de las contribu-
ciones económicas en los partidos de Valladolid y Tizimín, dirigidas al fomento
19. Para la explotación de los aborígenes que eran enviados al vela Antón Rodríguez en la
segunda mitad del siglo xvi, las autoridades indígenas estaban en contubernio con el vigía, Inés
Ortiz Yam, «Los pueblos del noroeste yucateco hacia 1580», tesis de Licenciatura en Historia,
Mérida, 1998, pp. 130-131.
20. Carlos Tapia, «La organización indígena en el Yucatán independiente», tesis de Licen-
ciatura en Antropología Social, Mérida, 1985, p. 70.
21. James Cook, Notas sobre una travesía desde el Río Balise, en la Bahía de Honduras,
hasta Mérida, capital de la Provincia de Yucatán. 1765, Reedición de C. Menéndez, Mérida,
1936, p. 8.
22. 1814. Copiador de la correspondencia del gobernador Artazo y Torre de Mer, [...]
(27 de octubre). agey, Fondo Colonial, ramo correspondencia de los gobernadores, vol. 12,
exp. 15, f. 10.
Contenido 65
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
del puerto de Nueva Málaga, operación de la que fue sustituido por la «demora»
en las remisiones de los caudales a Mérida.23 La fundación de Nueva Málaga en
el ocaso del gobierno español en la región, ha sido atribuida al catalán Molas,
aunque esta información hay que tomarla con cierta reserva,24 ya que más bien
pudo ser, tal como lo señala Stephens, el primer comisionado al puesto de co-
mandante militar y encargado de «ahuyentar a los piratas» contrabandistas.25 No
obstante su empleo, Molas formó parte de la red de clandestinidad, conduciendo
personalmente al interior del territorio las mercancías de los contrabandistas.
Debido a sus acciones ilícitas, años después pasó a ser perseguido por las auto-
ridades de Yucatán.26
Por otro lado, la conducción del contrabando al interior de la provincia se
realizaba por arrieros que los integrantes de la red contrataban para la ocasión,
o utilizando a sus propios sirvientes. Es de llamar la atención que cuando se
efectuaba el decomiso los arrieros lograran huir en la mayoría de los casos, o
dijeran desconocer el nombre del dueño de la mercancía que transportaban, lo
que supone algún vínculo entre ellos y los «captores» u «hostigadores», o bien, la
instrucción de cómo actuar ante ese tipo de situaciones.
La geografía que abarcó la conducción de las mercancías ilegales indica que
no tuvieron como fin último las poblaciones marcadamente criollas o «blancas»,
sino que los bienes se distribuían por diversos poblados indígenas, donde, en
la mayoría de los casos, los introductores eran los pocos blancos que en ellos
residían. No es posible discernir sobre rutas habituales en la conducción del
contrabando, pues éstas podían variar. Lo que queda claro es que era resultado
de la introducción ilegal que se realizaba por las tres costas yucatecas, y que se
ofertaba por el interior y la capital de la Península.
Siguiendo con la línea de las posibles autoridades involucradas en la red, se
tiene que, tras un repaso de sus integrantes, es de pensarse que los subdelega-
dos de los partidos también estuviesen inmiscuidos en ella. Hay que recordar
que esos funcionarios aparecieron en el plano político a raíz de las reformas
borbónicas, supliendo a los tenientes a guerra, y con facultades administrativas
de gran fuerza en su jurisdicción. De hecho, en el proceso de selección del vigía
él mandaba la terna propuesta al gobernador, estableciéndose un vínculo entre
23. Centro de Apoyo a la Investigación Histórica de Yucatán (en adelante caihy). Libro
copiador de la correspondencia de los pueblos que componen el partido de Valladolid. 1820
a 1824, fs. 44v, 46v.
24. Dificultades para la toma de Yucatán. 9 de septiembre de 1828. Archivo Nacional de
Cuba (en adelante anc), Asuntos Políticos, Nº. de Orden 77.
25. John Stephens, Viajes a Yucatán, Mérida, 1982, p. 293.
26. Libro de Acuerdos de la Junta Provisional Gubernativa. Despachos de 30 de mayo de
1823 a 7 de julio de 1824. (5 de abril de 1824). agey, Fondo Congreso, Ramo Acuerdos, vol. 1,
exp. 1, f. 93v; Stephens, Viajes a Yucatán, p. 293.
66 Contenido
AT E N TA D O CONTRA LA SOBERANÍA
27. Eligio Ancona, Historia de Yucatán, III, Mérida, 1978, pp. 30-31. En el tiempo que exis-
tieron los capitanes a guerra, los vigías del distrito de su jurisdicción estaban sujetos a ellos, al
igual que las milicias, Carta del Teniente de rey de Campeche, gobernador interino de Yucatán
Joseph Álvarez. 12 de octubre de 1765. agi, México, leg. 3019.
28. 1814. Varios. Copiador de la correspondencia del gobernador Artazo con funcionarios
de la provincia. 14 de septiembre. agey, Fondo Colonial, ramo correspondencia de los goberna-
dores, vol. 2, exp. 3; 1814. Varios. Correspondencia del gobernador Artazo y Torre de Mer con
personas particulares [...] (16 de octubre). agey, Fondo Colonial, ramo correspondencia de los
gobernadores, vol. 2, exp. 2.
29. Expediente creado sobre la detención en la Aduana Marítima de Sisal de tres cajas de
efectos. Archivo General del Estado de Campeche. Juzgado de distrito, caja 30, exp.27; Betty
Zanolli, «Liberalismo y Monopolio. Orígenes del federalismo en las tierras del Mayab», tesis de
Licenciatura en Historia, II, México, 1989, p. 328.
30. En el Yucatán colonial el gobernador tenía el cargo de capitán general que era el rango
de mayor jerarquía militar que hubo en la Nueva España. Se dio por la necesidad de contar
con un funcionario que tuviera amplios poderes en ese ramo en alguna provincia no cercana
al centro novohispano para evitar roces y tensiones en un momento dado. La acumulación de
esos dos oficios –el civil y el militar– en una sola persona dependió de cada región, si podía
Contenido 67
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
ser atacada con facilidad o no, o si contaba con habitantes levantiscos, entre otras cosas. Las
delimitaciones de esos cargos no fueron siempre claras, pues a veces las atribuciones que
correspondían a cada uno de ellos quedaron un tanto ambiguas, Virginia Guedea, «La organiza-
ción militar», en Woodrow Borah (ed.), El gobierno provincial en la Nueva España, 1570-1787,
México, 1985, pp. 127-128. No obstante pertenecer a la esfera militar, en este trabajo se le consi-
dera prioritariamente como autoridad civil parte de las redes clandestinas, sin dejar por ello de
atender a sus probables relaciones con el ámbito castrense para los fines ilícitos.
31. Borah, El gobierno provincial, pp. 47-48, nota 32.
32. Ibídem, pp. 41, 44-46. señala que los gobernantes novohispanos, de manera común,
entraban en tratos y contratos para hacerse de riquezas, hacían conciertos sobre los salarios y
derechos de sus subordinados, ponían en la burocracia a sus familiares y protegidos, recibían
dádivas al igual que sus subordinados, etc. Apunta que lo que hoy se llama corrupción, en
aquella época era la norma de conducta a pesar de las tentativas para imponer la moralidad
religiosa cristiana.
33. Recopilación de leyes de los Reinos de las Indias, libro viii, título xvii, Madrid, 1943, «Ley XI.
D. Felipe IV a 31 de diciembre de 1630. En Madrid a 31 de agosto de 1657, D. Carlos y la reina
gobernadora»
34. Justo Sierra, La hija del Judío, II, Mérida, 1990, pp. 84-85.
68 Contenido
AT E N TA D O CONTRA LA SOBERANÍA
Contenido 69
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
Consideraciones
Con base en las notas presentadas, se puede decir que en el ámbito de la pro-
pia vigía, como primer nivel de análisis, los velas, a pesar de ser los custodios de
la soberanía territorial, en muchas ocasiones estuvieron en pleno contubernio con
los introductores del contrabando. En un espacio más amplio, al que se puede
denominar nivel regional, los sujetos que fungían como jueces de paz, alcaldes,
comandantes militares, subdelegados, etc., también aparecen inmiscuidos en el trá-
fico ilegal. Y, por si fuera poco, el espacio se amplía hasta llegar a un tercer nivel,
hasta las altas esferas comerciales y políticas de la península yucateca.
Los datos expuestos parecerían discrepar en cuanto a la distancia social que
debe existir entre el eje rector de la red y los integrantes de las zonas periféri-
cas, según lo planteado en la teoría de redes. Así, por ejemplo, la distancia en-
tre el eje propuesto –el gobernador– y el vela parece que fue «cercano» debido
a la injerencia del primero hacia la designación del segundo y a las actividades
desarrolladas a raíz del contubernio, sin embargo hay que indicar que esa rela-
ción más que «cercana» fue únicamente instrumental y de control.
En el caso de los vigías, su participación en la red se observa desde dos
perspectivas. La primera, que ante la falta de recursos para subsistir, el vela estableció
contactos con los introductores del ilícito por razones de subsistencia; la segunda
es que, a pesar de no contar con un salario asignado, el vigía solicitaba el puesto
a sabiendas que sería un vínculo de importancia en la red del ilícito. Esta última
razón debió de predominar entre los compradores y solicitantes del empleo.
A propósito de esto último, cabe señalar un fragmento de uno de los versos
del vigía-poeta de Ixil, Iñigo Escalante, escrito en 1786 en el cual pedía el empleo
a «su amo» Carlos IV, y donde, quizá de manera ingenua y llevado por su sangre
literaria, dejaba entrever la finalidad de la posesión del puesto.
41. Carta del virrey de Nueva España, Miguel José de Azanza, a don Juan Manuel de Ál-
varez. México a 30 de noviembre de 1798. ags, Secretaría de Guerra, leg. 7213, exp. 21, nº 23.
Los poemas de Escalante se encuentran incluidos en este legajo.
70 Contenido
AT E N TA D O CONTRA LA SOBERANÍA
Vigias, y Subdelegados
y Jueces de los Partidos
sois también los ofendidos
y gravemente agraviados,
pues estando sosegados
sin sobresalto el menor
ya esperan el sinsabor
de los tragos tan amargos,
de refrendar vuestros cargos
por causa de un vil traidor.42
42. Ibídem.
43. Santa Visita Pastoral del Curato de Dzidzantún hecha por el Ilustrísimo Sr. D. Pedro
Agustín Estévez y Ugarte. Año de 1803. Archivo Histórico de la Arquidiócesis de Yucatán. Visitas
Pastorales 1803-1805, vol. 5. Similares respuestas recibió el obispo durante su visita a los pobla-
dos de Dzilam, Hunucmá y Tihosuco. todos con relación directa con las vigías de la costa.
Contenido 71
La pugna por el poder en la Sociedad Económica de Amigos del país
de LA Habana (1793-1823)
José María Aguilera Manzano
Escuela de Estudios Hispanoamericanos, csic
Introducción
Este estudio se inicia con el reinado de Carlos IV, el último soberano ilustra-
do del Imperio español, y continua con el de su hijo Fernando VII, que marcó
la transición del Antiguo Régimen a una forma liberal-burguesa de gobierno y
el desarrollo del capitalismo económico. Esta transformación fue impulsada por
la llegada de las tropas francesas a la península ibérica en 1808 lo que desen-
cadenó la llamada «Guerra de Independencia Española». De forma paralela se
puso en marcha un proceso constitucional surgido tras la formación de diversas
Juntas Provinciales, la Junta Central y el Consejo de Regencia y cuyo punto
culminante fue la proclamación de la Constitución de Cádiz en 1812.1 A largo
Contenido 73
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
oleadas revolucionarias en Europa: la primera entre 1820 y 1824, la segunda entre 1829-1834
y la tercera en 1848; E. P. Thompson, La formación histórica de la clase obrera. Inglaterra:
1780-1832, volumen I, II y III, Laia, Barcelona, 1977; Alberto Gil Novales, «Tras la revolución:
Europa a partir de 1800», en Trienio, núm. 38, noviembre 2001, Madrid, pp. 5-19.
2. Véase José Álvarez Junco, Mater dolorosa: la idea de España en el siglo xix, Taurus, Ma-
drid, 2003; Josep Maria Fradera, Cultura nacional en una sociedad dividida. Cataluña 1838-
1868, Marcial Pons, Madrid, 2003. Véase también E. J. Hobsbawm, Nación y nacionalismo
desde 1780, Crítica, Barcelona, 1995.
3. Véase Vvaa, Historia general de América Latina, volumen IV, V y VI, unesco, París,
2000-2004; Leslie Bethell (ed.), Historia de América Latina, volumen V, VI, VII y VIII, Crítica,
Barcelona, 1991; François Chevalier, América Latina. De la independencia a nuestros días,
Fondo de Cultura Económica, México, 1999, pp. 21-26; John Lynch, Las revoluciones hispa-
noamericanas 1808-1826, Ariel, Barcelona, 1985; Claudio Véliz, La tradición centralista en
América Latina, Ariel, Barcelona, 1984.
4. Véase Josep Maria Fradera, Colonias para después de un imperio, Bellaterra, Barcelona,
2005; Josep Maria Fradera, Gobernar colonias, Península, Barcelona, 1999; Manuel Chust, La
cuestión nacional americana en las Cortes de Cádiz, 1810-1814, Fundación Instituto Historia
social-unam, Valencia, 1999.
5. Los capitanes generales de la isla de Cuba durante este periodo fueron el marqués de
Someruelos de 1799 a 1812; Juan Ruiz de Apodaca de 1812 a 1816; José Cienfuegos de 1816 a
1819; Juan Manuel Cagigal de 1819 a 1821; Nicolás Mahy de 1821 a 1822; Sebastián Kindelán
de 1822 a 1823; Francisco Dionisio Vives de 1823 a 1832; Mariano Ricafort de 1833 a 1834;
Miguel Tacón Rosique de 1834 a 1838.
74 Contenido
L A PUG N A POR E L POD E R E N L A SOCIEDAD ECONÓMIC A DE AMIGOS
Contenido 75
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
11. Claudio Véliz, La tradición centralista en América Latina, Ariel, Barcelona, 1984,
pp. 15-33. A partir de este momento se sucedieron los procesos de centralización y relajación
del centro.
12. John Lynch, «Los factores estructurales de la crisis: la crisis del orden colonial», en Ger-
mán Carrera Damas (dir.), Historia general de América Latina, vol. V, unesco, París, 2003,
pp. 30-54. Esta misma postura es mantenida en John Lynch, Las revoluciones hispanoameri-
canas, pp. 13-35; Antonio Morales Moya, «El estado de la Ilustración», en Guillermo Gortázar
(ed.), Nación y estado en la España liberal, Noesis, Madrid, 1994, pp. 15-77.
13. Véase Jorge Gelman, «La lucha por el control del estado: administración y elites co-
loniales en Hispanoamérica», en Enrique Tandeter (dir.), Historia general de América Latina,
vol. IV, unesco, París, 2000, pp. 251-264; Chevalier, América Latina, pp. 21-26.
14. Josep Fontana y Josep Maria Delgado, «La política colonial española: 1700-1808», en
Enrique Tandeter, (dir.), Historia general de América Latina, vol. IV, unesco, París, 2000,
pp. 17-31. Esta idea es mantenida por Pedro Pérez Herrero, «Conflictos ideológicos y lucha
por el poder», en Germán Carrera Damas (dir.), Historia general de América Latina, vol. V,
unesco, París, 2003, pp. 317-349.
76 Contenido
L A PUG N A POR E L POD E R E N L A SOCIEDAD ECONÓMIC A DE AMIGOS
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LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
19. Véase la obra de José Álvarez Junco, Mater dolorosa, pp. 31, 54-56, 73-74, 78-81, 83,
119 y 194.
20. Las sociedades económicas habían sido centros cuya creación fue promovida a fines del
siglo xviii por Melchor Gaspar de Jovellanos en la Península, en época del monarca ilustrado Car-
los III, para impulsar el desarrollo económico y se extendieron a todos los territorios coloniales
con el objetivo de conocer mejor las características de estos espacios y los recursos materiales y
humanos con que contaban para contribuir al desarrollo de la metrópoli (población, geografía,
flora, fauna, etc.). Véase Gaspar Melchor Jovellanos, Informe de la Sociedad Económica de esta
Corte al Real y Supremo Consejo de Castilla en el expediente de la ley agraria, Imprenta de Sancha,
Madrid, 1795. Véase también José Álvarez Junco, Mater dolorosa, pp. 103-104; Jesús Raúl Navarro
García en sus obras Control social y actitudes políticas en Puerto Rico (1823-1837), Quinto cen-
tenario del descubrimiento de América, Sevilla, 1991 y en la obra Puerto Rico a la sombra de la
independencia continental (1815-1840), Centro de estudios avanzados de Puerto Rico y El Caribe
y Escuela de Estudios Hispanoamericanos, Sevilla-San Juan, 1999, ha puesto de manifiesto que
otros medios de control usados fueron la censura de las publicaciones, la confesión, los sermo-
nes y la Comisión Militar para sancionar con rapidez los delitos políticos y los comunes (robos y
asesinatos). Estos últimos medios de control, junto con otros, no dependieron directamente de La
Sociedad Económica sino que eran competencia de otros órganos del gobierno. Sobre la Univer-
sidad y el Seminario véase Eduardo Torres-Cuevas, Ramón Armas y Ana Cairo Ballester, Historia
de la Universidad de La Habana, vol. I, Ciencias sociales, 1984; Julio Ángel Carreras, «El inicio de
la enseñanza secundaria en Cuba», Santiago, núm. 9, diciembre de 1972, pp. 120-130; Antonio
Bachiller y Morales, Apuntes para la historia de las letras y la instrucción pública de la isla de
Cuba, vol. I, II y III, Cultural, La Habana, 1937; Enrique José Varona Pera, La instrucción pública
en Cuba; su pasado y su presente, Imprenta de Rambla y Bouza, La Habana, 1901; Manuel Puelles
Benítez, Educación e ideología en la España contemporánea, Labor política, Barcelona, 1980;
Ofelia Morales y del Campo, «La evolución de las ideas pedagógicas en Cuba desde los orígenes
hasta 1842», Revista Bimestre Cubana, vol. XXII, núm. 5, 1927, pp. 713-732, vol. XXII, núm. 6,
1927, pp. 846-867, vol. XXIII, núm. 1, 1928, pp. 91-120, vol. XXIII, núm. 2, 1928, pp. 215-245,
vol. XXIII, núm. 3, 1928, pp. 416-441, vol. XXIV, primer semestre de 1929, pp. 132-139.
21. Véase François-Xavier Guerra y Annick Lempérière, Los espacios públicos en Ibero-
américa, Fondo de Cultura Económica, México, 1998, p. 83; François-Xavier Guerra, Moder-
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L A PUG N A POR E L POD E R E N L A SOCIEDAD ECONÓMIC A DE AMIGOS
nidad e independencias, Fondo de Cultura Económica, México, 1997, pp. 92-94 y 102-108;
Guglielmo Cavallo y Roger Chartier, (dir.), Historia de la lectura en el mundo occidental,
Taurus, Madrid, 2001, pp. 529-534; María Cruz Seoane, Historia del periodismo en España,
vol. II, Alianza universidad, Madrid, 1983, p. 114. Todos ellos consideran que las sociedades
económicas fueron la institucionalización de las tertulias, que eran una modalidad de encuen-
tro que recogía elementos de las formas más tradicionales de la sociedad hispánica: las visitas
de conversación y de cumplimientos y la reunión, más o menos espontánea, de amigos de
similar condición social.
22. La Sociedad Económica de La Habana se reunió por primera vez en 1793. Fue la se-
gunda fundada en la isla tras la de Santiago de Cuba, que se creó en 1781, la primera puesta
en marcha en América. Véase Izaskun Álvarez Cuartero, Memorias de la Ilustración: las Socie-
dades Económicas de Amigos del País en Cuba, 1783-1832, Real Sociedad Bascongada de los
Amigos del País, Madrid, 2000, pp. 17-25; María Dolores González-Ripoll, Cuba, la isla de los
ensayos. Cultura y sociedad, 1790-1815, csic, Madrid, 1999; Eduardo Escasena y Núñez, «El
131 aniversario de la Sociedad Económica de Amigos del País», en Revista Bimestre Cubana,
vol. XIX, núm. 3, 1924, pp. 216-223; Diana Iznaga y Yolanda Vidal, «Apuntes para la Historia
de la Sociedad Económica de Amigos del País de La Habana», Revista de la Biblioteca Na-
cional José Martí, vol. LXXII, núm. 1, 1981, pp. 153-173; Vicent Llombart y Jesús Astigarraga,
«Las primeras antorchas de la economía: las sociedades económicas de amigos del país en
el siglo xviii, Revista Bimestre Cubana, vol. LXXX, núm. 1, 1997, pp. 99-130; Rafael Montoro,
«Historia de la Sociedad Económica de Amigos del País de La Habana», Revista Bimestre Cu-
bana, vol. IV, núm. 1, 1910, pp. 11-48; Rafael Montoro, «Historia de la Sociedad Económica
de Amigos del País de La Habana», en Revista Bimestre Cubana, vol. IV, núm. 2, 1910, p. 112
y siguientes; Ángela del Valle López, «La Real Sociedad Económica de Amigos del País de La
Habana. Acción socio-cultural y educativa», en Consolación Calderón España (dir.), Las Reales
Sociedades Económicas de Amigos del País y el Espíritu Ilustrado, Real Sociedad Económica
Sevillana de Amigos del País, Sevilla, 2001, pp. 560-565.
23. Véase «Estatutos de la Sociedad Económica de La Habana de 1793 y 1833», en Izaskun
Álvarez Cuartero, Memorias de la Ilustración, pp. 329-358.
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LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
24. Izaskun Álvarez Cuartero, Memorias de la Ilustración, pp. 17-25. Esta misma idea es
sostenida por gran cantidad de autores. En este sentido véanse María Luisa Rodríguez Bae-
na, La Sociedad Económica de Amigos del País de Manila en el siglo xviii, csic, Sevilla, 1966,
pp. 16-22 y 44; Paz Martín Ferrero, La Real Sociedad Económica Gaditana de Amigos del País,
Cuadernos de la cátedra económica de Cádiz, Cádiz, 1988, pp. 5 y 32-61; también pueden
consultarse los artículos de Consolación Calderón España, «Las Reales Sociedades Económicas
de Amigos del País y la Educación», pp. 89-120; Ángela del Valle López, «La Real Sociedad
Económica de Amigos del País», pp. 560-565, ambos publicados en la obra conjunta dirigida
por Consolación Calderón España, Las Reales Sociedades Económicas, 2001.
25. Larry R. Jensen, Children of colonial despotism, University Press of Florida, Tampa,
1988, pp. 7-9. En esta obra el autor considera a la Sociedad Económica como un órgano que
favoreció a los criollos en detrimento de los peninsulares. A favor de la idea de centralización
de estas instituciones se muestran José Antonio Maravall, «Las tendencias de reforma política
en el siglo xviii español», en Revista de Occidente, núm. 52, 1967; Juan Luis Castellano, Luces y
reformismo. Las sociedades económicas del Reino de Granada en el siglo xviii, Granada, 1984;
Inmaculada Arias de Saavedra Alias, Las Sociedades Económicas del Reino de Jaén, Granada,
1984.
26. Véase «Estatutos de la Sociedad Económica de La Habana de 1793 y 1833», en Izaskun
Álvarez Cuartero, Memorias de la Ilustración, pp. 329-358.
27. Véase José Álvarez Junco, Mater dolorosa, pp. 103-104. El autor dice que por más que
la historiografía conservadora se obstinó por presentar a estas instituciones como «antinacio-
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L A PUG N A POR E L POD E R E N L A SOCIEDAD ECONÓMIC A DE AMIGOS
nales», aquel fue el siglo del patriotismo, de ahí que nadie se negara a entrar en ellas ni dejara
de apoyarlas, incluso se logró implicar en estos organismos a una parte significativa del alto
clero y la aristocracia. En la Sociedad Económica nos encontramos desde los más fervientes
liberales hasta los más conservadores.
28. Jensen, Children of colonial, pp. 12-139. En esta obra el autor afirma que Espada era
liberal, yo añadiría que además estaba próximo a la corriente centralista. Aunque él le dio el
carácter centralista a la Sociedad, el liberalismo no era una concepción homogénea y se fue-
ron delimitando varias líneas; Michael Zeuske, «Política colonial, reforma y revolución: Cuba
y la independencia de la Costa Firme, 1808-1821», Trienio, núm. 24, noviembre 1994, Madrid,
Contenido 81
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
pp. 97-164. Juan José Díaz de Espada y Landa era un sacerdote de origen peninsular que fue
nombrado obispo de La Habana a principios del siglo xix. Este hombre impulsó el desarrollo
de un pensamiento ilustrado en la isla al fomentar la implantación del ideario racionalista
propugnado por autores como José Agustín Caballero y Tomás Romay. Con este objetivo
relanzó a la Sociedad Económica de Amigos del País de La Habana y al Seminario de San
Carlos. Tras los acontecimientos de 1808 en la Península, se mostró partidario del liberalismo
centralista. La base del proyecto económico de Espada era la agricultura. Pensaba, como los
fisiócratas, que no debía prestársele tanta atención al comercio sino que los desvelos debían
ir dirigidos hacia la agricultura, donde se concentraba la producción, la verdadera y estable
prosperidad de la nación. Espada era partidario de la libertad de comercio y de amplias
garantías para el fomento de la producción. Consideraba que debía ayudarse por igual al
comercio y a la agricultura. Criticó el sistema de campo abierto y estuvo a favor de cercarlos.
Véase Juan José Díaz de Espada y Landa, Papeles de Juan José Díaz de Espada y Landa, Ima-
gen Contemporánea, La Habana, 2000; Vvaa, Diccionario de la Literatura Cubana, vols. I y II,
Instituto de Literatura y Lingüística, La Habana, 1984; Eduardo Torres-Cuevas, Obispo Espada.
Ilustración, reforma y antiesclavismo. Selección, introducción y notas, Ciencias sociales, La
Habana, 1990.
29. El escolasticismo había sido usado para justificar la independencia por algunos pensa-
dores como Diego Francisco Padilla, que desconoció a la Junta de Regencia de la Península
pues los americanos habían jurado lealtad a Fernando VII y por él darían la vida, pero no
por una Junta. Es decir, no siempre se apoyaron en las nuevas corrientes del pensamiento
inglés y francés para justificar la independencia. Véase Jaime Jaramillo Uribe, El pensamiento
colombiano en el siglo xix, Planeta Colombia, Bogotá, 1996, pp. 135-144.
30. Todos estos pensadores han sido considerados «padres de la nación cubana».
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L A PUG N A POR E L POD E R E N L A SOCIEDAD ECONÓMIC A DE AMIGOS
31. José Agustín Caballero nació en La Habana en 1762 y murió en 1835. Realizó estu-
dios en el Real Colegio Seminario de San Carlos entre 1774 y 1781 y se convirtió en clérigo.
En 1785 obtuvo, por oposición, la cátedra de filosofía en el Seminario y tres años más tarde
se licenció y doctoró en sagrada teología en la Universidad de La Habana. Fue uno de los
asesores más eficaces en el gobierno de Luis de las Casas. En 1793 pasó a formar parte de la
Sociedad Patriótica y, dentro de ella, fue nombrado miembro de la diputación de la Casa
de Educandas, de la Clase de Ciencias y Artes, miembro de la redacción del Papel Perió-
dico, de la comisión encargada de redactar la memoria sobre las escuelas públicas, censor
y director. Desde 1804 hasta su muerte desempeñó en el Seminario la cátedra de teología y
escritura moral. En 1811 redactó el proyecto del gobierno autonómico para Cuba, dirigido a
las Cortes por intermedio del diputado Andrés Jáuregui. Fueron discípulos suyos Félix Varela,
José Antonio Saco y José de la Luz y Caballero. Véase José Agustín Caballero, Obras, vol. I,
Imagen Contemporánea, La Habana, 2000; J. A. Castro, y Raimundo Bachiller, «Pres-
bítero José Agustín Caballero», Revista Bimestre Cubana, vol. 39, primer semestre de
1937, pp. 5-27; Francisco González del Valle, Dos orientadores de la enseñanza: el padre José
Agustín Caballero y José de la Luz Caballero, Molina, La Habana, 1935; Emilio Roig de Leuch
senring, «El centenario de la muerte de José Agustín Caballero Rodríguez», Revista Bimestre
Cubana, vol. XXXV, primer semestre de 1935, pp. 161-176.
32. Tomás Romay y Chacón nació en La Habana en 1764 y murió en 1849. En el Semina-
rio de San Carlos cursó estudios de gramática, retórica y filosofía. Ingresó en la Facultad de
Filosofía de la Universidad de La Habana donde se graduó en medicina en 1789 y obtuvo la
cátedra de patologías. Fue redactor del Papel Periódico en 1793 y también fue nombrado so-
cio de número de la Sociedad Económica de Amigos del País de La Habana. En 1804 se hizo
cargo de la dirección de la Junta Central de Vacunación, fue secretario permanente de la Junta
de Población Blanca de 1818 a 1844 y decano de la Facultad de Medicina de la universidad
en 1832. Véase Tomás Romay y Chacón, Obras, vol. II, Academia de Ciencias de la República
de Cuba y Museo Histórico de las Ciencias Médicas, La Habana; Rodolfo Tro Pérez y Rodolfo
Pérez de los Reyes, «Los últimos años del doctor don Tomás Romay», Revista de la Biblioteca
Nacional José Martí, vol. II, núm. 4, 1951, pp. 35-56.
Contenido 83
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
33. Eduardo Torres-Cuevas, Obispo Espada. La base del proyecto de Espada era la agri-
cultura. Pensaba, como los fisiócratas, que no debía prestársele tanta atención al comercio.
Más importante era la agricultura, donde se concentraba la producción, la verdadera y estable
prosperidad de la nación.
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L A PUG N A POR E L POD E R E N L A SOCIEDAD ECONÓMIC A DE AMIGOS
La educación superior también tenía que ser reformada pues las dos ins-
tituciones dedicadas a este tipo de instrucción en La Habana eran La Real y
Pontificia Universidad de San Gerónimo, bajo la hégira de los dominicos, y el
Real y Conciliar Colegio Seminario de San Carlos, con su antecedente en el co-
legio de San José de la compañía de Jesús. En ambas se enseñaba con métodos
escolásticos y por eso el obispo intentó reformar sus técnicas de enseñanza. La
Universidad no podía ser el lugar donde se iniciaran éstas pues, por lo dicho
arriba, los dominicos eran los máximos seguidores del método escolástico. El
Seminario, que no había estado controlado por esta orden religiosa, había sido
algo más permeable a los cambios y además en él impartía clases José Agustín
Caballero, aliado de Espada, con quien coincidía en la necesidad de cambiar
las antiguas formas de enseñar e introducir la experimentación y materias prác-
ticas. Por eso se iniciaron en él las reformas con un objetivo claramente centra-
lista que continuaron más tarde con la secularización de la Universidad.
Al estallar la llamada Guerra de Independencia en la Península en 1808,
Espada se mostró favorable al movimiento constitucionalista y apoyó a la Junta
Central de 1810 que representaba el liberalismo centralista. El obispo mandó a
su discípulo Juan Bernardo O’Gaban a Cádiz en 1811 y éste representó allí a los
liberales de la isla.34 Espada nunca estuvo a favor de los movimientos que con-
dujeran a la independencia de la mayor de las Antillas y en 1816 publicó una
carta pastoral en este sentido. Pensaba que era necesaria la paz como medio
para conseguir la prosperidad y la guerra nunca traería eso.35 Aunque Tomás
Romay mantuvo la misma línea que Espada, apoyó al rey legítimo y se opuso a
la invasión francesa.36 José Agustín Caballero, más partidario del autonomismo,
redactó en 1811 el Proyecto del gobierno autonómico para Cuba, dirigido a las
Cortes a través del diputado Andrés Jáuregui.37
34. Juan Bernardo O’Gaban y Guerra nació en Santiago de Cuba en 1782 y murió en
La Habana en 1838. Estudió en el Seminario San Basilio el Magno, de Santiago de Cuba. En
1802 y 1803 se graduó, respectivamente, de bachiller en sagrados cánones y de licenciado
en derecho canónico en la Universidad de La Habana. En 1804 ingresó como miembro de la
Real Sociedad Patriótica. Fue nombrado provisor y vicario general en 1810 y diputado a la Junta
Provincial de Cádiz por Santiago de Cuba en 1811. En dicha Junta ocupó los cargos de secre-
tario y presidente. Se trasladó de nuevo a la Península en 1820. Rechazó el cargo de obispo
en 1822 y el de arzobispo de Santiago de Cuba en 1823. Poco después de su regreso de la
metrópoli se vio obligado a volver a ella bajo la acusación de deslealtad. Fue nombrado
decano de la catedral habanera en 1829. Al crearse la Academia de Literatura, a princi-
pios de la década de 1830, se opuso obstinadamente a ella por estimar que obstruía las
labores de la Sociedad.
35. agi, Cuba, 227b, núm. 3 que se reimprimió en 1824.
36. Jensen, Children of the colonial, pp. 31-32 y 80-86.
37. Véase José Agustín Caballero, Obras.
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LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
38. Félix Varela y Morales nació en La Habana en 1787 y murió en 1853. Era hijo de un
militar peninsular y vivió algún tiempo en San Agustín de la Florida. En 1801 regresó a La
Habana e ingresó en el Seminario de San Carlos donde, en 1806, obtuvo el título de bachiller
en teología y tomó los hábitos. Con el apoyo de Juan José Díaz de Espada y Landa, obispo
de La Habana, consiguió la cátedra de filosofía del Seminario de San Carlos. En ella impartió
sus clases en castellano y abogó por acabar con el método escolático, dominante en la ense-
ñanza, e introducir la experimentación en los estudios. Véase Félix Varela, Obras, vols. I, II y
III, Imagen Contemporánea, La Habana, 2001; Fernando Ortiz, «Félix Varela, amigo del país»,
Revista Bimestre Cubana, vol. VI, núm. 6, 1911, pp. 478-484; Rafael Montoro, «El padre Félix
Varela», Revista Bimestre Cubana, vol. VI, núm. 6, 1911, pp. 485-497.
39. Estos personajes fueron los máximos ideólogos de un concepto de identidad que, con el
tiempo y algunas modificaciones, fue aceptado como el cubano. Específicamente José Antonio
Saco y López-Cisneros nació en Bayamo, Cuba, en 1797. Su padre era el abogado santiaguero
José Rafael Saco y Anaya que se trasladó a Bayamo, donde se casó y tuvo tres hijos, entre ellos a
Saco. Después de estudiar allí y en Santiago de Cuba, en 1816, Saco se fue a vivir a La Habana y
entró en contacto con el pensamiento liberal de Félix Varela que impartía clases en el Seminario
de San Carlos, donde estudió derecho y filosofía. Años después vivió en Estados Unidos donde,
a través del Mensagero Semanal, protagonizó un enfrentamiento con Ramón de la Sagra, hecho
este que estuvo en el inicio del desarrollo de un concepto de identidad distinto al que se trataba
de implantar desde la metrópoli. Tras ser el editor de la Revista Bimestre Cubana, fue expulsado
de la isla por sus ideas políticas en 1834; murió en Barcelona en 1879. Véase José Antonio Saco,
Papeles sobre Cuba, vols. I, II y III, Dirección General de Cultura, La Habana, 1960; Manuel I.
Mesa Rodríguez, «José Antonio Saco, escritor y patriarca», Revista Bimestre Cubana, vol. XXIX,
núms. 1 al 3, 1932, pp. 86-129; Fernando Ortiz, «José Antonio Saco y sus ideas», en Revista Bi-
mestre Cubana, vol. XXIV, primer semestre de 1929, pp. 171-194; Fernando Ortiz: «José Antonio
Saco y sus ideas», Revista Bimestre Cubana, vol. XXV, segundo semestre de 1929, pp. 513-570;
Antonio L. Valverde, José Antonio Saco: aspectos de su vida, La Habana, 1930.
40. F. Varela, Obras, vol. I, pp. 152-167. Félix Varela creía que como consecuencia de la
política peninsular, la riqueza de la isla de Cuba iría decayendo hasta desaparecer. Había ha-
bido buenos gobernantes que se habían saltado las reglas impuestas desde Madrid y habían
permitido el libre comercio con el continente. Pensaba que era necesaria la unión para que
La Habana y el resto de la isla progresaran. Aunque había desconfianza entre naturales y
europeos, por lo que había pasado en el continente, era de desear que se acercaran unos a
otros y empezaran a conocerse y a defender intereses comunes.
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L A PUG N A POR E L POD E R E N L A SOCIEDAD ECONÓMIC A DE AMIGOS
Varela fue elegido diputado a cortes en 1822, dejó como sustituto suyo en la
cátedra de filosofía a Saco y en la de constitución a Nicolás Escobedo.
El diputado Varela, junto a los otros dos, Tomás Gener y Joaquín Santos
Suárez, apoyó en la Corte la candidatura del joven liberal coruñés Ramón de
la Sagra para director del Jardín Botánico, después de haberlo conocido poco
antes, durante la primera visita de éste a La Habana como ayudante del nuevo
director de la Factoría de Tabacos. En 1823 llegó Sagra a La Habana por segun-
da vez.41
41. Ramón Dionisio José de la Sagra y Periz nació en La Coruña el 8 de abril de 1798 y
murió en Suiza, el 25 de mayo de 1871. Fue el quinto hijo de Lorenzo de la Sagra, comer-
ciante, y Antonia Periz, oriunda de San Agustín de la Florida. Sagra, tras terminar sus estudios
de ciencias en la Universidad de Madrid, en 1823 viajó a La Habana para dirigir el Jardín Bo-
tánico de esa ciudad y la cátedra de botánica del mismo. Allí realizó actividades científicas y
culturales y estudió la flora y la economía de este territorio, convirtiéndose en mano derecha
del superintendente de hacienda de la isla de Cuba, Claudio Martínez de Pinillos. Éste último
le pagó la publicación del periódico Anales de ciencia, agricultura y comercio, desde donde
intentó apoyar científicamente el desarrollo de un concepto de identidad distinto al del grupo
de Saco y del que la polémica que entabló con éste en sus páginas fue sólo el primer episo-
dio. Véase Ramón de Sagra, Historia económico-política de la isla de Cuba, La Habana, 1831;
Ramón de Sagra, Historia física, política y natural de la isla de Cuba, vols. I al XII, Librería de
Arthus Bertraud, Madrid-París, 1838 en adelante; Ascensión Cambrón Infante, El socialismo
racional de Ramón de la Sagra, Diputación Provincial de A Coruña, 1989; Vvaa, Ramón de la
Sagra y Cuba, vols. I y II, Edicios do Castro, A Coruña, 1992.
42. Tras el reestablecimiento en el trono de Fernando VII, en 1814 éste abolió la Constitución
de 1812, pero tras el levantamiento del general Riego en Andalucía, se reestableció el texto cons-
titucional durante un periodo de tres años, entre 1820 y 1823, llamado Trienio Liberal. Tras él se
volvió a imponer un régimen absolutista de gobierno hasta la muerte del monarca en 1833.
43. El Habanero fue un periódico publicado por Félix Varela en Estados Unidos desde
1824 a 1826.
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LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
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L A PUG N A POR E L POD E R E N L A SOCIEDAD ECONÓMIC A DE AMIGOS
Antonio Saco, apoyado por Félix Varela, pensaba que era necesario luchar por
una situación más digna para la isla.
Ramón de la Sagra llegó a La Habana en 1823, aunque había sido nombrado
un año antes, para hacerse cargo de la cátedra de historia natural y el Jardín Bo-
tánico, ambas dependientes de la Sección de Agricultura, Botánica y Comercio.49
Entre las tareas del coruñés estaban la propagación de las plantas y semillas
recibidas, la creación de catálogos, realizar ensayos de aclimatación y la pu-
blicación de monografías, para así poder dirigir a los agricultores en lo que
tenían que cultivar y cómo tenían que hacerlo, en definitiva, llevar a cabo una
catalogación exhaustiva de todos los recursos con que se contaba en la isla.50
En sus discursos y su acción el naturalista atacó el monocultivo del azúcar, la
anacrónica forma de cultivarla y la transformación industrial de la caña, deter-
minado todo ello por el peligro que el gobierno metropolitano veía en el poder
que estaba adquiriendo la oligarquía que controlaba este negocio tan rentable
sobre el que se sustentaba la economía de la zona en torno a La Habana. Esta
exigencia llevaba aparejada otras como la introducción en la agricultura de la
isla de nuevos cultivos destinados a la industria peninsular y europea, abonos,
técnicas, instrumentos y mano de obra cualificada para la utilización de las
nuevas máquinas. El coruñés pensaba que era peligrosa la dependencia con
Contenido 89
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
51. El Instituto Agrónomo debía tener dos funciones: 1º serviría para experimentar culti-
vos y ensayar instrumentos, 2º ayudaría a alcanzar el objetivo deseado por los hacendados
de educar a jóvenes en los fundamentos prácticos de cultivo, en el régimen económico de las
fincas y en todos los ramos que suponía la profesión de labrador en la isla de Cuba. Durante
el resto de su estancia en La Habana, de 1830 a 1833, Sagra estuvo preparando la apertura del
Instituto Agrónomo. Véase Vvaa, Ramón de la Sagra, vol. I, pp. 75-80.
Asociado a éste también estimuló el naturalista la reinstauración de la cátedra de química
aplicada a la agricultura, que desde la década de 1820 se intentó poner en marcha por parte
de Luis Morelatour y que finalmente reanudará sus trabajos en 1834, tras varios enfrentamien-
tos en torno a su financiación. Véase ahn, Ultramar, 126, núms. 16 y 14.
52. Véase José Antonio Saco, Papeles.
90 Contenido
L A PUG N A POR E L POD E R E N L A SOCIEDAD ECONÓMIC A DE AMIGOS
Conclusión
53. Desde la Sociedad Económica se manejaron los hilos de otros órganos de control
donde también hubo disputas: la educación, la censura de las publicaciones y, por tanto, las
publicaciones, la realización de la historia de la isla, de censos, mapas y museos. Otros me-
dios de vigilancia, que no dependieron de esta institución, fueron la confesión, los sermones
y la Comisión Militar para sancionar con rapidez los delitos políticos y los comunes (robos y asesi-
natos). Véase Jaime Jaramillo Uribe, El pensamiento colombiano en el siglo xix, pp. 89-91. En esta
obra el autor pone de manifiesto cómo se usó el sistema educativo en Colombia por parte de
los pensadores independentistas para reeducar a la población sobre la base de patrones de
vida no hispánicos. Para el caso de La Habana y la isla de Cuba, véase Ángel Huerta Martínez,
La enseñanza primaria en Cuba en el siglo xix, 1812-1868, V Centenario del descubrimiento
de América, Sevilla, 1992, pp. 35-95, 159-269; Alejandro Ávila Fernández, y Ángel Huerta
Martínez, La formación de maestros de primeras letras en Sevilla y Cuba durante el siglo xix,
Instituto de Ciencias de la Educación, Universidad de Sevilla, Sevilla, 1995, pp. 56-76 y 177-
191. En relación a la censura de las publicaciones véase Ascensión Martínez Riaza, La prensa
doctrinal en la independencia de Perú 1811-1824, Ediciones culturales hispánicas, Madrid,
1985, pp. 104-114. La autora considera a la libertad de prensa como un arma de doble filo
para expresarse, pero también para controlar. Son numerosos los autores que, al estudiar la
prensa de América, ponen de manifiesto como ésta fue una de las bases creadoras de las
identidades nacionales. En el caso del Perú véase Ascensión Martínez Riaza, La prensa doc-
trinal, pp. 171-201; Ana Boned Colera, «Los primeros pasos de la libertad de expresión en
España y su repercusión en la prensa balear», en Trienio, núm. 38, noviembre 2001, Madrid,
pp. 21-38. También se le encargó al naturalista gallego la realización de un mapa de la isla
que sirvió para definir la geografía de los dominios del estado colonial. La metrópoli, a través
de la creación de un mapa de la isla de Cuba, que se uniría al del resto del imperio, pretendía
poner todo el espacio físico de éste bajo la misma vigilancia centralista que los empadronado-
res estaban tratando de imponer a las personas a través de los censos, elemento fundamental
de los estados liberales en formación. Véase Benedict Anderson, Comunidades imaginadas,
pp. 228-238. Para conocer los otros medios de vigilancia véase Jesús Raúl Navarro García,
Control social y actitudes y Puerto Rico a la sombra.
Contenido 91
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
92 Contenido
L A PUG N A POR E L POD E R E N L A SOCIEDAD ECONÓMIC A DE AMIGOS
55. John Lynch, «Los factores estructurales», p. 43, cree que hubo una alianza entre pe-
ninsulares y criollos en el continente americano para conservar el orden que usó el gobierno
central como elemento para mantener sometidos a los segundos. Pero muchos de los nacidos
en América, con el tiempo, volvieron contra la metrópoli el argumento de la seguridad y afir-
maron que sin el apoyo criollo la metrópoli no podría gobernar América y, sin embargo, no
se les daba ni la autonomía ni el respaldo social que merecían.
56. E. J. Hobsbawm, Las revoluciones burguesas, pp. 256-257. Waldo Ansaldi cree que fue
tras la independencia cuando se crearon, paralelamente, los estados y las naciones en Amé-
rica. Véase Waldo Ansaldi, «Unidad y diversidad en el pensamiento político», en Germán Ca-
rrera Damas (dir.), Historia general de América Latina, vol. V, unesco, París, 2003, pp. 403-422.
Por el contrario, John Lynch afirma que el nacionalismo americano se venía construyendo
desde hacía tres siglos aunque su eclosión se hizo explícita en 1808. Véase John Lynch, «Los
factores estructurales», pp. 31-54.
Contenido 93
LA LEGITIMIDAD AUTONOMISTA
DEL DOCEAÑISMO
Contenido
La construcción de la representación: los diputados suplentes americanos
en las Cortes de Cádiz
Ivana Frasquet
Universitat Jaume I, Castellón
Contenido 97
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
98 Contenido
L A CONS T RUCCIÓN DE LA R E P R E S E N TAC I Ó N
Contenido 99
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
10. A la junta se añadieron los presidentes o decanos de los Consejos supremos de Cas-
tilla, de Indias, de Guerra, de Marina, de Hacienda y Órdenes, así como los fiscales Nicolás
Sierra, Manuel Vicente Torres, Pablo Arribas, Joaquín María Sotelo y los consejeros Arias An-
tonio Mon y Velarde, José de Vilches, García Gómez Jara, Pedro Mendinueta, Pedro de Mora
y Lomas, y el conde de Casa Valencia, nombrado secretario.
11. Una reciente aportación de este movimiento en Antonio Moliner, «El movimiento
juntero en la España de 1808», en Manuel Chust (ed.), 1808. La eclosión juntera en el mundo
hispano, fce, México, 2007, pp. 51-83.
100 Contenido
L A CONS T RUCCIÓN DE LA R E P R E S E N TAC I Ó N
Contenido 101
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
102 Contenido
L A CONS T RUCCIÓN DE LA R E P R E S E N TAC I Ó N
pesar de que se encontraban presentes dos tercios del total de sus miembros.15
E, inmediatamente, se circuló a todas las autoridades del reino la noticia de la
instalación con la orden de prestar el juramento debido a la Junta. En sus pri-
meras sesiones a puerta cerrada se nombró una comisión de cinco miembros
encargada de formar el proyecto de reglamento interno de la Junta.
El reglamento se componía de siete capítulos con un total de 89 artículos en
los que se fijaban las normas por las que se debía regir la Junta. El primero de
ellos –y trascendental a nuestro parecer– establecía el tratamiento de Majestad
para la Junta, con la justificación de que actuaba en nombre del rey, así como
el de Alteza para su presidente, quien tendría los honores de Infante de España.
Como vemos, la apropiación de los tratamientos protocolarios del monarca en
ausencia de éste fue inaugurada por la Junta Central y después seguida por las
Cortes de Cádiz. Y aunque pueda parecer que esto no era una novedad por-
que en algunos casos las instituciones del reino asumían estos tratamientos por
ejercer la soberanía en nombre del rey, evidentemente, el contexto histórico no
nos permite trazar una línea recta en este sentido. ¿O acaso era lo mismo auto-
nombrarse con un título real con el monarca presente en la corte, que hacerlo
cuando éste se hallaba «capturado» por un enemigo extranjero a quien se había
declarado la guerra y cuyas tropas se hallaban en territorio peninsular? Enemigo,
recordémoslo, que había pasado a serlo recientemente, y que, además, había
impuesto su nueva dinastía entregando el trono de la monarquía española a su
hermano. La asunción del tratamiento real contenía, además de las necesidades
objetivas de circulación de órdenes y decretos, el sustrato revolucionario que
comenzaba a imbricarse con la quiebra de las instituciones absolutistas.16
Otro de los artículos del reglamento interno destacable es el primero del
capítulo tercero. Éste era, a la letra, como sigue: «Los vocales que componen la
15. Sobre los detalles de la formación de la Junta Central se puede consultar la obra
de Jorge Castel, La Junta Central Suprema y Gubernativa de España e Indias. Su creación,
organización y funcionamiento, Marto, Madrid, 1950. Esta obra ofrece los detalles sobre for-
mación, composición y atribuciones de la Junta pero no sobre la actuación de la misma en
el contexto de la guerra y la revolución. También el estudio de José Palanco Romero, Notas
para un estudio de la Junta Suprema Central Gubernativa, tesis doctoral, Universidad de
Valencia, 1908.
16. Una opinión contraria a la atribución de elementos revolucionarios tanto en las juntas
provinciales como en la central la tenemos en la monografía de Ángel Martínez de Velasco,
La formación de la Junta Central, Ed. Universidad Navarra, Pamplona, 1972. Este autor sigue
los argumentos expuestos en la Memoria de Jovellanos afirmando que se trata de la principal
fuente historiográfica sobre el tema, insistiendo en que «la honradez y seriedad del autor no
permite dudar de la autenticidad de todos los datos históricos expuestos» (p. 19). Por ello, se-
gún Martínez de Velasco, la asunción de la soberanía por parte de las juntas no es más que el
seguimiento de la doctrina jurídico-política tradicional en España. Para una visión totalmente
opuesta, ver Antonio Moliner, Revolución burguesa y movimiento juntero, 1997.
Contenido 103
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
17. El reglamento así como otros documentos relativos a los poderes de los vocales se
hallan en el apéndice de la obra de Jorge Castel, La Junta Central, 1950; extractados a su vez
del Archivo Histórico Nacional, sección IX, Papeles de Estado, leg. 1, carpeta B.
18. Véase Ivana Frasquet, «La cuestión nacional americana en las Cortes del Trienio, 1820-
1822», en Jaime E. Rodríguez O. (coord.) Revolución, independencia y las nuevas naciones de
América, Fundación Mapfre Tavera, Madrid, 2005, pp. 123-157. Para los debates en las Cortes
de Cádiz, ver Manuel Chust, La cuestión nacional americana en las Cortes de Cádiz, 1999.
19. La comisión de Estado la compondrían, en primer lugar, el conde de Floridablanca, el
marqués de Astorga, Antonio Valdés, el marqués de Villar, José Rivero, el conde de Contrami-
na y el marqués de Villel. Jorge Castel, La Junta Central, p. 131.
104 Contenido
L A CONS T RUCCIÓN DE LA R E P R E S E N TAC I Ó N
20. Los detalles de las fuerzas y las campañas de la guerra en Miguel Artola, La guerra de
la independencia, Espasa, Madrid, 2007.
21. En realidad, en su escrito, Calvo de Rozas proponía la reforma de la administra-
ción y de la Constitución, animando a todos aquellos que se sintieran con capacidad de
aportar alguna idea a enviar a la secretaría de la Junta sus propuestas. Esta consulta dio
lugar a los conocidos informes recabados por la Central que han sido estudiados entre
otros, por Mª Isabel Arriazu, La consulta de la Junta Central al país sobre Cortes, Pamplona,
Universidad de Navarra. También algunos en Miguel Artola, Los orígenes, 1959.
Contenido 105
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
22. El proyecto íntegro, así como los dictámenes y votos particulares a los que dio lugar,
en Manuel Fernández Martín, Derecho parlamentario español, tomo 1, pp. 439 y ss. La cursiva
es nuestra.
23. Quien ha señalado el carácter altamente revolucionario de estos planteamientos ha
sido Manuel Chust, La cuestión nacional americana, 1999. Aunque carecemos de un estudio
detallado y minucioso de los representantes americanos elegidos para la Junta Central, cono-
cemos los poderes que les fueron extendidos en sus territorios. Se puede seguir el relato de
estas elecciones en algunos capítulos de Manuel Chust (ed.), 1808. La eclosión juntera, 2007.
Los poderes de México, Nueva Granada, Perú y Puerto Rico fueron publicados en el apéndice
documental del trabajo de Jorge Castel, La Junta Central Suprema, 1950.
106 Contenido
L A CONS T RUCCIÓN DE LA R E P R E S E N TAC I Ó N
24. Archivo del Congreso de los Diputados de Madrid (en adelante acdm), Serie General,
exp. 1, leg. 1.
25. Los miembros de este Consejo fueron a partir de esta fecha: José Joaquín Colón de
Larreátegui, nombrado Decano del Consejo, Manuel de Lardizábal y Uribe, el conde del Pinar,
Francisco Requena, José Pablo Valiente, Sebastián de Torres, Antonio Ignacio de Cortabarría,
Ignacio Martínez de Villela, Antonio López de Quintana, Manuel Alfonso Villagómez, Tomás
Moyano, Pascual Quílez Talón, Luis Meléndez Bruna, Juan Pérez Tafalla y Ciríaco González
Carvajal. El estudio más reciente del Consejo en profundidad se debe a José María Puyol Mon-
tero, «La creación del Consejo y Tribunal Supremo de España e Indias (Consejo reunido), por
la Junta Central en 1809», Cuadernos de Historia del Derecho, nº 12, 1995, pp. 189-236. Los
Contenido 107
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
Un nuevo golpe a los consejeros que ya habían visto reducido su poder con el
nombramiento de la Junta de Gobierno por parte de Fernando VII y después
con la reunión de la Central. Este consejo envió en fecha de 26 de agosto una
consulta a la Junta en la que reclamaba a la Central que no le hubiera informa-
do del decreto de Fernando VII de 5 de mayo de 1808 en el que autorizaba la
convocatoria de Cortes. Los consejeros recriminaban a la Junta que, de haber
conocido esta información en su momento –esto es, en mayo de 1808– se hubie-
ran reunido los tres brazos de las Cortes. Pero además, lo que verdaderamente
importunaba al Consejo era la «apropiación» que la Junta Central había hecho
de la soberanía. Sus palabras desvelan que la voluntad del Consejo había sido
que las provincias enviaran sus vocales para votar la erección de un gobierno
interino, léase Regencia, que asumiese el poder. Para ello, condescendió con
la reunión de las juntas provinciales y de sus diputados, pero reclamaba que
tampoco los poderes de éstos habían sido examinados –según indicaban las
leyes– por la Real Cámara. Éstas eran sus palabras:
nombres también en un trabajo anterior de José Sánchez-Arcilla Bernal, «El Consejo y Tribunal
Supremo de España e Indias (1809-1810). (Notas para su estudio), en La España medieval,
tomo V, Editorial de la Universidad Complutense, Madrid, 1986, pp. 1033-1050.
26. M. Fernández Martín, Derecho parlamentario español, p. 500.
108 Contenido
L A CONS T RUCCIÓN DE LA R E P R E S E N TAC I Ó N
Contenido 109
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
llas vastas provincias? ¿y de que otra suerte mas justa que haciendoles
tomar parte en nuestros negocios e intereses y dándole un lugar en
nuestras Cortes como lo exijen las justicia y el loable objeto con que
estas deben juntarse? […]
Poco importa que en nuestras antiguas Cortes no tuviesen parte las
Américas, no estamos en aquellos tiempos ni devemos renovar las
injusticias anteriores; injusticias que fueron el origen de nuestras des-
gracias. […] Nunca más que hoy los necesitamos, nunca con mayor
justicia pueden reclamar este derecho […] ¿Y que Señor bastará la
distancia que solamente los separa de nosotros para autorizar seme-
jante injusticia? ¿No quedaron libres como nuestra Península desde
aquel dia fatal, en que España se vio sin Rey y sin Magistrados que
tuviesen derecho a regirlas y gobernarlas? ¿Por qué en cambio de sus
sacrificios y de su ciega union a la Metrópoli ha de privársele de la
asistencia a las Cortes, quando los derechos de la Nacion Española
deben ser unos mismos que los de sus Colonias? […]
Ademas Señor ¿no ha resuelto V.M. que las Americas hallan de tener
parte en el Gobierno actual, y que sus diputados hallan de asistir
como representantes en esta corporación? ¿Con que razon pues se les
niega el derecho de asistir a las primeras Cortes y de tener voto en
ellas como cualquier otra Provincia o Reyno? […]27
27. El dictamen del conde de Tilly se halla reproducido en Fernández Martín, Derecho
parlamentario español, pp. 488-492. También lo ha analizado Federico Suárez, El proceso de
convocatoria de Cortes, 1808-1810, Eunsa, Pamplona, 1982.
28. Manuel Moreno Alonso, La Junta Suprema de Sevilla, 2001. Del mismo autor, La re-
volución santa de Sevilla. La revuelta popular de 1808, Caja San Fernando, Sevilla, 1997. Este
autor indica que el conde de Tilly era Francisco de Guzmán Ortiz de Zúñiga; sin embargo, en
el Elenco de Grandezas y títulos nobiliarios españoles el título aparece vinculado al apellido
Arizcún. Sabemos que el I conde fue Rudesindo Everardo-Tilly y García de Paredes y tuvo
una hija, Josefa Tilly y Montaner que heredó el título de II condesa de Tilly en 1807. Ésta se
casó con Miguel Francisco de Arizcún y Pineda, marqués de Iturbieta, cuya madre y abuela
eran naturales de América, del virreinato de Nueva España concretamente. Tal vez por ello, el
conde de Tilly conocía la situación americana y manifestaba esta simpatía hacia la participa-
ción de los americanos en las Cortes. El hijo de éstos, Miguel Francisco Arizcún y Tilly fue el
III conde quien en los años veinte fue acusado de colaborar en el asesinato del cura Vinuesa.
Puede ser que el marido de la II condesa de Tilly hiciera uso del título, esto explicaría que,
vinculado familiarmente a América, manifestara estas opiniones sobre los americanos.
110 Contenido
L A CONS T RUCCIÓN DE LA R E P R E S E N TAC I Ó N
[…] «es bien superfluo, por no decir malicioso, recelar que las Cortes
venideras hayan de estar reducidas a las formas estrechas y exclusivas
de nuestras Cortes antiguas. Sí españoles, vais a tener vuestras Cortes,
y la representación nacional en ellas será tan completa y suficiente
cual deba y pueda ser en una Asamblea de tan alta importancia y tan
eminente dignidad».29
Y para acallar los rumores de los que acusaban a la Central de querer man-
tener el poder, propuso el nombramiento de un poder ejecutivo dentro de la
Junta que se formó el 1 de noviembre con el marqués de la Romana, Rodrigo
Riquelme, Francisco Caro, Sebastián Jocano, José García de la Torre y el mar-
qués de Villel.30 Las necesidades acuciantes de una dirección ejecutiva para los
asuntos de la guerra –las últimas jornadas de Ciudad-Real y Medellín habían
sido desastrosas para las armas españolas y aún quedaba por venir Ocaña– aus-
piciaron la creación de esta sección ejecutiva que se renovó a los dos meses.31
Parecía que, a pesar de la primera resolución de la comisión en mayo de 1809
aprobando la convocatoria por brazos, no terminaba la Central de emitir un
decreto que lo confirmase. Es más, ninguno de los dos decretos expedidos con
alguna referencia a la reunión de las Cortes, estipulaba claramente la convoca-
toria por brazos, más bien, todo lo contrario.
29. Manifiesto fijando los días en que se han de convocar y celebrar las Cortes generales de
la monarquía española, fecha 28 de octubre de 1809.
30. Al formar parte de la sección ejecutiva, Riquelme y Caro fueron relevados de sus car-
gos en la comisión de Cortes y sustituidos en ella por Martín de Garay y el conde de Ayamans.
Tal vez fuera casualidad o no, pero justamente Riquelme y Caro habían sido los dos que no
habían aceptado la convocatoria por estamentos en las discusiones del mayo anterior. Los
nombres de los vocales en Jorge Castel, La Junta Central Suprema, p. 83.
31. Los miembros del segundo período bimestral de enero a febrero de 1810 fueron el
marqués de Villel, Sebastián Jocano, José García de la Torre, el marqués del Villar, el conde
de Ayamans y Félix Ovalle.
Contenido 111
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
una transacción que consistía en admitir como suplentes a los americanos que
vivieran en el continente. Los votos particulares de los consejeros llegaron con
fecha de 7 de diciembre de 1809 y fueron los de Joaquín Mosquera, Miguel de
Lardizábal, Esteban Fernández de León, Silvestre Collar, Francisco Requena y
José Pablo Valiente.32
Joaquín Mosquera defendió una designación de personas que defendieran
los derechos de los americanos, arguyendo el escaso número de éstos que exis-
tía en la Península. En su voto, recordaba las relaciones de vasallaje que unían
a estos territorios con el rey, y por lo tanto, como la Junta era la depositaria de
la soberanía real, correspondía a ella realizar el nombramiento. E indicaba: «que
lo que así se hiciera surtiria los mismos efectos que si los diputados nombrados
por las Provincias asistiesen a las Cortes, pues se procedia de un modo legal y
muy conocido en el derecho». Es decir, Mosquera se manifestaba abiertamente
contrario a considerar a los americanos en calidad de igualdad de derechos res-
pecto de los peninsulares. En cuanto al número, a pesar de que recordaba que
el decreto de 22 de enero había considerado la elección de diez representantes
para la Junta Central, admitía que lo correcto sería que se fijase la representa-
ción americana en un tercio de la peninsular, y para ello, había que esperar a
saber cuántos diputados debían concurrir a las Cortes por la Península.
Por su parte, Miguel de Lardizábal, como novohispano de nacimiento, ini-
ciaba su contestación afirmando la igualdad de la representación: «Siendo esos
dominios una parte esencial e integrante de la monarquia española tengo por
cierto e indudable que unos mismos principios son los que deben gobernar
para la eleccion de diputados de acá y allá». Sin embargo, no se aventuraba a
establecer un sistema electoral para el caso, opinando que, de momento, fueran
los diez vocales nombrados para la Central los diputados interinos en las Cortes.
Pero al mismo tiempo, Lardizábal exponía que la Junta debía elegir suplentes de
entre los que residían en la Península, exigiéndoles el requisito de la naturaleza
americana. Concluía el consejero indicando que el número de diez diputados le
parecía bastante escaso, añadiendo a éste otros siete: uno al virreinato de Santa
Fe, otro al del Río de la Plata, dos al Perú y tres a Nueva España.
Más preciso en la respuesta fue Esteban Fernández de León, quien propuso
que las juntas provinciales recabaran información acerca de los naturales de
América que existieran en sus provincias. De este modo, se podían establecer
unas listas en las que se consignara el nombre, edad, calidad, estado, vecindad,
bienes, oficio, instrucción y demás conocimiento necesario para proceder a
la elección. Respecto al número de diputados, Fernández de León lo elevaba
32. Fernández Martín los transcribe en su obra, a excepción de uno que queda resumido.
También Federico Suárez indica el contenido de estos votos, aunque se limita a resumirlos sin
ir más allá en su interpretación. F. Suárez, El proceso de la convocatoria, pp. 410-417.
112 Contenido
L A CONS T RUCCIÓN DE LA R E P R E S E N TAC I Ó N
hasta 26, repartidos de la siguiente forma: seis para Nueva España, cuatro para
el Perú (incluyendo Chile), tres para Santa Fe, tres para el Río de la Plata, dos
para Guatemala, dos para la provincia de Caracas, dos para Cuba y las Floridas,
uno para Puerto Rico, otro para Santo Domingo y dos para Filipinas. También
era de la opinión de que se prefiriera a los que llegaran elegidos para la Junta
Central hasta que asistieran los titulares de las Cortes. Pero el número nunca de-
bía superar los veintiséis, saliendo por sorteo aquellos suplentes que estuviesen
ejerciendo el cargo a la llegada de los propietarios.
Dos días después, se pronunció Silvestre Collar. En su opinión, el método
para realizar las elecciones en América debía ser el mismo que el que se uti-
lizara en la Península, pero mientras esto se producía, no dudaba en que la
elección de suplentes de entre los americanos residentes era la mejor opción.
Por su parte, insistía en remarcar la naturaleza americana para ser diputado
suplente coincidiendo con los otros votos en que los elegidos a la Junta Central
podían ocupar el cargo interinamente hasta la llegada de los propietarios.
El 11 de diciembre expuso José Pablo Valiente su voto. Lo primero que
expresó fue su júbilo al ver que la comisión preveía la representación ameri-
cana, para así «evitar el disgusto que los naturales de dichos dominios habian
de tener necesariamente, al ver que de modo alguno se contaba con ellos» [...].
Valiente hizo gala de sus conocimientos de la realidad americana por haber vi-
vido varios años en Guatemala, Nueva España y Cuba y concluyó que se debía
conceder igual representación a la América septentrional que a la meridional,
a pesar de las diferencias entre ambas. Pero además, en la línea que ya había
expresado Mosquera respecto a la no consideración de igualdad de los territo-
rios americanos, Valiente afirmaba: «parece conveniente no innovar cuando se
trata de un medio puramente supletorio, mas propio para testimonio de amor
y fraternidad que para efecto de incorporarlos a nuestra representación nacio-
nal, porque donde no hay eleccion ni poderes otorgados no cabe el concepto
de verdaderos diputados y representantes». Por lo visto, esta consideración del
consejero de no ser verdaderos diputados ni representantes ha acompañado
como un estigma a los diputados americanos desde 1810 hasta la actualidad.
Pues no son pocos los historiadores españoles que tradicionalmente han ob-
viado o minusvalorado la participación de estos diputados en la conformación
del Estado-nación español, al menos durante el primer tercio del siglo xix por
su mera condición de suplentes.33
33. En su estudio sobre la convocatoria de Cortes, Federico Suárez apenas dedica diez
páginas a tratar el tema americano. F. Suárez, El proceso de convocatoria, 1982. Igual circuns-
tancia se da en las obras de Miguel Artola sobre el período. Más recientemente, la obra de
José Álvarez Junco, Mater dolorosa. La idea de España en el siglo xix, Taurus, Madrid, 2001,
tampoco considera la participación americana en los acontecimientos históricos de la época.
Contenido 113
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
Desde la historia del Derecho, Marta Lorente y Carlos Garriga también son de la opinión
de que los diputados americanos no eran verdaderos representantes de sus territorios y su
condición de meros suplentes limitaba la importancia de su participación en el proceso cons-
titucional. Estos autores han recopilado sus principales obras en un reciente trabajo, Cádiz
1812. La Constitución jurisdiccional, cepc, Madrid, 2007.
34. acdm, Serie General, leg. 124, nº 35.
114 Contenido
L A CONS T RUCCIÓN DE LA R E P R E S E N TAC I Ó N
recta de continuidad en estas cuestiones, dado que, no era lo mismo, para noso-
tros, designar mediante el privilegio diputados para unas Cortes estamentales de
Antiguo Régimen donde sólo podían participar los nobles y eclesiásticos de alto
rango, que establecer el derecho de un sufragio universal masculino indirecto
donde ni siquiera era imprescindible el requisito de propiedad o alfabetización
para ejercerlo. Los diputados en Cádiz utilizarán las formas de la legislación que
les sean útiles pero las dotarán de un contenido revolucionario antagónico con
las formas de representación privilegiadas del Estado absolutista.
El dictamen del Consejo reunía parte de los votos particulares ya evacuados
por algunos de los consejeros, sobre todo los de Francisco Requena y José
Pablo Valiente, de quienes copiaba algunos párrafos de forma literal. Se incluía
además, que las Cortes se reunieran cada tres años, abriéndose cada dos de
mayo y que se eligieran suplentes por aquellas provincias que, ocupadas por
el enemigo, no pudieran realizar las elecciones. Este sistema de suplencia se
extendía también a América, aunque remarcaba que no debía repetirse en las
futuras Cortes. Respecto al número de diputados americanos asumía la pro-
puesta de Valiente de 28 para representar a América, incluidas las Antillas y
Filipinas, repartidos en la forma que establecía el dictamen del consejero. Por lo
que la influencia de Valiente fue notoria. Igualmente, para ocupar estos puestos
se preferiría a aquellos vocales americanos elegidos a la Junta Central y que
llegasen antes de la apertura de las Cortes a la Península.
Mientras tanto, el 19 de noviembre de 1809 se había producido la importan-
te derrota de Ocaña para las tropas aliadas anglo-españolas. El ejército francés
reordenó sus posiciones, inició la ofensiva oriental en Aragón y Cataluña y se
preparó para entrar en Andalucía a principios del año 1810. El tiempo apremia-
ba y la Junta Central debía despachar de forma urgente el asunto relativo a la
convocatoria, puesto que la fecha para reunirse las Cortes se había fijado en el
1 de marzo. A tales efectos, el 1 de enero de 1810 se publicaron tres decretos
de convocatoria y la instrucción detallada para la elección de diputados. Un
decreto dirigido a las Juntas provinciales para que eligieran un diputado según
las reglas establecidas en el capítulo quinto de la instrucción. Otro, dirigido a las
ciudades de voto en Cortes para que procedieran de igual forma a la elección
de un diputado con arreglo al capítulo sexto de la instrucción. Y el tercero
suponía la convocatoria general para los diputados provinciales, es decir, para
el estamento general.35 Respecto a los americanos, el 2 de enero se publicó en
la Gaceta del gobierno el aviso para que remitieran sus informes al secretario
Manuel Abella para postularse como candidatos a la representación.
35. La Instrucción del estamento popular detallaba el sistema electoral en tres niveles y
establecía los cupos de población por provincias.
Contenido 115
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
116 Contenido
L A CONS T RUCCIÓN DE LA R E P R E S E N TAC I Ó N
38. Toda la información sobre las listas y demás informes de los americanos se encuen-
tra en el Archivo del Congreso de los Diputados de Madrid, en el legajo 124, número 35 de
los Expedientes generales. Quien también ha trabajado esta información aunque no ofrece
datos de los nombres es Marie-Laure Rieu Millan, «La suppléance des députés d’Outre-Mer
aux Cortes de Cádiz. Une laborieuse préparation», Mélanges de la Casa de Velázquez, t. XVII,
1981, pp. 263-289.
Contenido 117
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
118 Contenido
L A CONS T RUCCIÓN DE LA R E P R E S E N TAC I Ó N
• José Loreto de Torres (La Habana): teniente coronel y capitán del regi-
miento de infantería de Cuba, ayudante del cuartel 3º de Sevilla.
• José Domingo Benítez (La Habana): abogado de los Reales consejos.
30 años.
• Juan de Dios de Campos (La Habana): abogado de los Reales consejos,
diputado principal de consolidación en La Habana con honores de oficial
real. 37 años.
•D iego Tanco (La Habana): abogado de la Real Audiencia de Sevilla.
31 años.
• Francisco Xavier de Rubalcava (Santiago de Cuba): regidor perpetuo, al-
guacil mayor de San Lucar de Barrameda e interventor general. 53 años.
• José Ramírez de Arellano (La Habana): abogado de los Reales consejos.
26 años.
• Jorge María de Latorre (La Habana): oficial de la Secretaría del Despacho
de la Guerra.
• Manuel Daban y Urrutia (La Habana): gobernador de Tarifa.
• Antonio Odoardo Balmaceda (La Habana): presbítero, reside en Sevilla.
• Ignacio Justis (La Habana): teniente de fragata, residente en Cádiz.
• Francisco Justis (La Habana): capitán de ingenieros, residente en Tarra-
gona.
• Marqués de San Felipe y Santiago (La Habana): grande de España, señor
de la ciudad de su título, hacendado en La Habana, residente en Sevilla.
54 años.
Por el Perú:
• Miguel de Lastarria (Arequipa): abogado de la Audiencia de Chile y de
Buenos Aires y administrador de minas. 48 años.
• Francisco Xavier de Luna Pizarro (Arequipa): cura de Torata, Arequipa.
29 años.
• José de Ribadeneyra y Texada (Lambayeque): coronel de caballería de
milicias de la frontera del partido de Huanta, vecino de Buenos Aires por
matrimonio. 48 años.
• Josef Argote (Lima): notario mayor del juzgado eclesiástico de Granada.
• Juan Manuel de Mendiburu (Lima): militar de profesión, teniente coronel.
41 años.
• Gaspar García Aramburu (Huamanga): abogado de los Reales consejos,
residente en Castro del Río, Córdoba. Más de cuarenta años.
• Manuel de Irazaval (Lima): consejero honorario de S.M. en el tribunal de
la contaduría mayor de cuentas, reside en La Coruña donde es tesorero
principal de ventas del reino de Galicia. 60 años.
Contenido 119
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
•R
aimundo Fermín Salgado (Arequipa): subteniente en el regimiento
de Línea de Voluntarios de Castilla, comandante de las partidas de Alarma de
Cruzada del partido de Badajoz. 34 años.
Por Chile:
• Mariano Vigil de Quiñones (Santiago de Chile): ayudante mayor en el
regimiento de infantería Leales de Fernando VII. 22 años.
Por Filipinas:
• Francisco Manuel de Cendrera (San Pablo de Vigar, Manila): hijo del regi-
dor más antiguo de Manila. 29 años.39
Como vemos, la mayoría de los que enviaron sus informes a Manuel Abella
estaban por debajo de los cincuenta años, predominando las profesiones dedi-
120 Contenido
L A CONS T RUCCIÓN DE LA R E P R E S E N TAC I Ó N
Contenido 121
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
41. Su exposición era como sigue: «Que mi abuelo paterno era de Asturias de una casa
magnaticia, casado en Monterrey con una nieta de los primeros conquistadores de aquel
Reyno. Que mi abuelo materno era nieto de estos, y casado allí con una señora de la antigua
nobleza magnaticia de México».
42. acdm, Serie General, leg. 124, nº 35.
122 Contenido
L A CONS T RUCCIÓN DE LA R E P R E S E N TAC I Ó N
La lista definitiva
43. Los listados completos de los nombres de estos americanos no quedan consignados
aquí por falta de espacio. Serán publicados en un futuro trabajo que estamos elaborando.
Contenido 123
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
que obtuvo la Junta Central, habían llegado más americanos. La Regencia, por
su parte, instó a Valiente a que los padrones se formaran únicamente con los
residentes en Cádiz y en la isla de León, lo que puede dar una idea de por qué
en el listado del consejero se omiten muchos nombres que aparecen en las
otras listas. Por esas fechas llegó la noticia de los sucesos de Caracas, conocién-
dose que se había erigido una junta y se llamaba a la rebelión abierta contra
la Regencia por no considerar a ésta legítima en su formación.44 Valiente tomó
en cuenta esta información y consideró que el número de diputados suplentes
por América debía elevarse a treinta, en lugar de los veintiocho que él había
propuesto anteriormente. El aumento de estos dos diputados afectaba en uno
al virreinato del Perú, que tendría cinco, y otro para la isla de Santo Domingo,
contemplada ahora de forma exclusiva. Sus razones eran las siguientes:
44. Sobre esta cuestión véase el reciente estudio de Inés Quintero, «La junta de Caracas»
en Manuel Chust (ed.), 1808. La eclosión juntera, pp. 334-355.
45. El oficio de José Pablo Valiente en Fernández Martín, Derecho parlamentario, t. 1,
pp. 661-665.
124 Contenido
L A CONS T RUCCIÓN DE LA R E P R E S E N TAC I Ó N
das y que entre los emigrados a Cádiz y la isla de León se eligieran los suplen-
tes correspondientes a sus provincias. Respecto a los americanos, la Regencia
establecía que los comprendidos en el padrón que vivieran en Cádiz y la isla
de León nombraran electores por cada virreinato y capitanía según se contenía
en la instrucción de 1 de enero. Con fecha 23 de agosto de 1810, el consejero
José Pablo Valiente elabora y remite el listado definitivo de los electores ame-
ricanos a la Regencia. En ese listado aparecen consignados 165 nombres, entre
los cuales se realiza la elección definitiva de los 30 suplentes americanos para
la primera legislatura de las Cortes de Cádiz, a los que más tarde se añadirían
los doce nombres del listado de la isla de León. Los estudios dedicados a la par-
ticipación de los americanos en las Cortes prácticamente no dan información
respecto de esta elección. María Teresa Berruezo, en su estudio monográfico
sobre los diputados,46 afirma que las elecciones se llevaron a cabo los días 19
y 20 de agosto, cuando no fue así, ya que esos días fueron los que la Regencia
dedicó a tratar el tema de la reunión de las Cortes. En realidad, la votación y
elección de los suplentes americanos tuvieron lugar entre los días 20 y 22 de
septiembre, como veremos más adelante. En cualquier caso, esta autora no cita
el número de nombres que aparecían en la lista de Valiente. Por su parte, Marie
Laure Rieu-Millan ofrece el número de 177 electores americanos, el total de la
lista de Cádiz y la de la isla de León, pero aunque dedica un estudio a este
asunto no consigna los nombres de los americanos.47
Los nombres de los 165 americanos que merecieron la aprobación del con-
sejero José Pablo Valiente para ser incluidos en la elección final fueron los
siguientes:
46. María Teresa Berruezo León, La participación americana en las Cortes de Cádiz,
(1810-1814), Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1986, pp. 25-27. En realidad, la
autora incurre en algunos errores de fechas y datos, pues primero indica las fechas de agosto
para la elección y posteriormente afirma que fue en septiembre. Igualmente, considera en
distintos momentos que el número de diputados fue de 28, mientras en páginas siguientes
afirma que fue de 30.
47. Marie Laure Rieu-Millan, Los diputados americanos en las Cortes de Cádiz, csic, Ma-
drid, 1990, p. 5.
Contenido 125
VIRREINATO DE MÉXICO
126
NOMBRES NATURALEZA VECINDAD EMPLEO U OFICIO
Contenido
y Amat de los Reales Exercitos
D. José María de Castilla Natural de México Residente en Cádiz Canónigo de Guatemala
Cura de S. Sebastián
D. José María Couto Ibia Natural de la villa de Orizaba Residente en Cádiz de México
Natural de Valladolid Capellán mayor de los Hos-
D. José Martín García de Carrasqued Residente en Cádiz
de Michoacán pitales del Excto. de Galicia
D. José Vicente de Couto Natural de la villa de Orizaba Vecino de la Veracruz Del comercio de ídem
D. Juan Ignacio Juille y Moreno Natural de Veracruz Residente en Cádiz Del comercio de ídem
Vecino de México y resi- Abogado de la Audiencia
D. Julián de Castillejos Natural de Tehuantepeque dente en Cádiz de ídem
Vecino de la Puebla de los Rector del Colegio mayor
D. José Manuel Couto Pro Natural de Orizaba Ángeles de San Pablo de ídem
Vecino de Madrid y resi- Retirado del Real cuerpo
D. José María Gutiérrez de Terán Natural de la ciudad de México dente en esta de Guardias de Corps
D. José María Restan Natural de la ciudad de México Residente en Cádiz Guardia de Corps
Vecino de ídem y residente
D. José María de Urquiaga Natural de la ciudad de México Del comercio de México
en Cádiz
D. José Antonio Facio Natural de Veracruz Residente en Cádiz Alférez de Rs. Guardias Españolas
D. Manuel de Lardizábal Natural de S. Felipe de Tlaxcala Vecino de Madrid y residen- Ministro del supremo Consejo y Cáma-
y Uribe te en Cádiz ra de España e Indias
D. Máximo Maldonado Pro Natural de Guadalajara de Indias Residente en Cádiz Presbítero, a negocios propios
D. Marcos Antonio Natural de la provincia de Vecino de México y residen- Vicerrector del Hospital Gral
Rodríguez la Rioja te en Cádiz De S. Andrés de México
Capitán de fragata de la Real
D. Manuel Lobo y Campos Natural de Xalapa Residente en Cádiz Armada
Contenido
D. Miguel Lobo Natural de la villa de Xalapa Vecino de Cádiz Del comercio de ídem
CONS T RUCCIÓN
D. Martín José de Lanuza Natural de la Nueva Veracruz Residente en esta ciudad Del comercio de ídem
DE
127
Total: 30
PROVINCIA DE GUATEMALA
128
NOMBRES NATURALEZA VECINDAD EMPLEO U OFICIO
D. Ventura José de Batres y Muñoz Natural de Guatemala Vecino de Cádiz Del comercio de ídem
Contenido
Vecino de la misma y residente en
D. Luis Ignacio de Zabala Natural de Guatemala Del comercio
Cádiz
D. Manuel de Micheo y Naxera Natural de Guatemala Vecino de Cádiz Del comercio de ídem
Total: 9
ISLA DE SANTO DOMINGO
ISLA DE CUBA
D. Antonio Odoardo de Balma- Vecino de ídem y resi- Cura teniente del Sagrario de aquella
Natural de La Habana
ceda dente en Cádiz catedral
D. Anastasio Francisco Natural de La Habana Residente en Cádiz Coronel de Dragones
de Armenteros
Contenido
Natural de La Habana y residente
D. Andrés Arango Ídem Capitán de ingenieros
en Cádiz
CONS T RUCCIÓN
D. Claudio Martínez de Pinillos Natural de La Habana Residente en Cádiz Teniente coronel de infantería
DE
D. Domingo Martínez de Pinillos Natural de La Habana Residente en Cádiz 2º teniente de Guardias Españolas
LA
129
D. Juan Clemente Núñez
130
Natural de La Habana Residente en Cádiz Marqués de San Felipe y Santiago
del Castillo
Oficial de la Secretaría del Despacho
D. José María de la Torre Natural de La Habana Residente en Cádiz de la Guerra
D. José Zaldibar Natural de La Habana Residente en Cádiz Capitán de Reales Guardias Walonas
Teniente coronel de los Reales
D. José Fuertes Mayor Natural de La Habana Vecino de Cádiz Exércitos
D. José Álvarez de Toledo Natural de La Habana Residente en Cádiz Teniente de navío de la Real Armada
D. Juan de la Cruz Martínez Natural de La Habana Residente en Cádiz
de Pinillos
D. José Domingo Benítez Natural de La Habana Vecino de ídem Abogado de los Reales Consejos
D. Juan de Dios de Campos Natural de La Habana Vecino de ídem Abogado de los Reales Consejos
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
Contenido
Vecino de ídem y resi- Secretario de la Superintendencia
D. Juan Antonio de Unzueta Natural de La Habana dente en Cádiz y Renta de Tabacos
D. José María Calvo Natural de La Habana Residente en Cádiz Cadete de milicias de La Habana
Oficial 1º del Ministerio de Marina
D. José Miguel de Rada Natural de La Habana Residente en Cádiz de Cádiz
D. Juan de Dios Esquivel Natural de Sevilla Vecino de La Habana Alférez del Regto. de Milicias de ídem
D. Joaquín de Santa Cruz y Coronel agregado al Regto. de milicias
Natural de La Habana Residente en Cádiz
Chacón de La Habana
Vecino de ídem y resi-
D. José Ramírez de Arellano Natural de La Habana dente en Cádiz
D. Juan Bautista Ximenez Vecino de ídem y resi-
Natural de La Habana Meritorio del Ministerio de Marina
de la Torre dente en Cádiz
Vecino de ídem y resi-
D. Luis Montenegro y Campos Natural de La Habana Guardia de corps de la Compª Amenª
dente en Cádiz
Natural de la ciudad de la Trini-
D. Manuel Fernández de Lara Residente en Cádiz Teniente de las milicias de la Trinidad
dad
Alférez del Regto. 2º de línea
D. Miguel Gallegos Natural de La Habana Residente en Cádiz de Sevilla
D. Pedro Ignacio de Barrutia Natural de Santiago de Cuba Residente en Cádiz Ayuda de Camara de S.M.
D. Ramón de Sentmanat y Zayas Natural de La Habana Residente en Cádiz Capitán de Dragones de Almansa
Contenido
ISLA DE PUERTO RICO
CONS T RUCCIÓN
D. Juan de Velasco Natural de Puerto Rico Residente en Santi Petri Brigadier y comandante de Campo mayor
Total: 2
R E P R E S E N TAC I Ó N
131
VIRREINATO DE LIMA
132
NOMBRES NATURALEZA VECINDAD EMPLEO U OFICIO
Natural de Pausa
D. Antonio Zuazo Residente en Cádiz Coronel del Regto. de infantería de Jaén
provincia de Lima
Natural de Trujillo
D. Antonio de Lavalle Residente en Cádiz Coronel de infantería retirado
del Perú
D. Bartolomé de Alosilla
Contenido
Natural del Cuzco Residente en Cádiz Capitán retirado
y Arguedas
Vecino de Madrid y residente
D. Dionisio Inca Yupanqui Natural de Lima Teniente coronel de Dragones
en Cádiz
Vecino de Lima y residente
D. Diego Vizcaya Natural de Valparaíso Piloto de la fragata Neptuno
en Cádiz
Vecino de ídem y residente
D. Eugenio Mota Natural de Lima Asesor supernumerario de Minería de Lima
en Cádiz
D. Francisco Xavier de Luna
Natural de Arequipa Residente en Cádiz Cura párroco de Forata
y Pizarro
Vecino de ídem y residente
D. Francisco Almagro Natural de Arequipa Cirujano de la fragata Candelaria
en Cádiz
D. Juan Manuel de Mendiburu Natural de Lima Residente en Cádiz Coronel de los Reales Exércitos
D. José de Vega Bazán Natural de Lima Residente en Cádiz Comerciante en ídem
D. José Martínez y Unamunzaga Natural de Lima Vecino de Cádiz Del comercio de ídem
D. José Calisto León y Carvajal Natural de Lima Vecino de ídem Hacendado en ídem
D. Manuel Vidaurre y Encalada Natural de Lima Residente en Cádiz Oidor electo del Cuzco
L A
Contenido
Natural de Arequipa
y Villanueva en la isla de León de Sevilla
Natural de Lima,
Capitán de Excto. Teniente del Regto. Caba-
CONS T RUCCIÓN
de León
LA
Natural de Urnieta en
D. Miguel Almorza Vecino de Lima Del comercio
Guipúzcoa
D. Mariano de Olaso y Manry Natural de Guayaquil Residente en Cádiz Del comercio de Lima
133
134
Natural de Castro
D. Nicolás Posadillo Urdiales, montañas Vecino de Lima Del comercio de ídem
de Santander
Total: 30
Contenido
REINO DE CHILE
D. José Manuel Encalada Natural de Santiago de Chile Vecino de Sevilla Marqués de Villapalma y de Sandín
Contenido
Residente en Cádiz Conde de Maule
y Bahamonde de Chile
D. Ramón de Rozas
de Mendoza de Chile y hacendado en ídem
DE
LA
Total: 13
R E P R E S E N TAC I Ó N
135
VIRREINATO DE BUENOS AIRES
136
NOMBRES NATURALEZA VECINDAD EMPLEO U OFICIO
Natural de la villa de Oruro Capitán agregado al Estado mayor
D. Antonio Quirós Residente en Cádiz
en Charcas de Buenos Aires
D. Carlos Albear Natural de Buenos Aires Residente en Cádiz Del comercio
Ministro del Supremo Consejo de España
D. Francisco López Lisperguer Natural de la ciudad de la Plata Vecino de Madrid
e Indias
D. Francisco Viola Natural de Buenos Aires Vecino de ídem Del comercio de ídem
Contenido
Natural de Lambayeque Vecino de Buenos Coronel retirado de milicias disciplina-
D. José Ribadeneyra y Tejada
en el Perú Aires das
D. Vicente Asco Natural de Buenos Aires Residente en Cádiz Capitán de Dragones de Buenos Aires
Total: 11
VIRREINATO DE SANTA FE
D. Joaquín Montúfar Natural de Quito Residente en Cádiz Alférez de Reales Guardias Españolas
D. José de Larrea y Gijon Natural de Quito Residente en Cádiz Teniente coronel de caballería
Caballero de la orden de Carlos 3º, tenien-
Contenido
D. Juan Domingo de Iturralde Natural de Lecaroz en Navarra Vecino de Panamá te coronel agregado al Regt. De cabª de
Alcántara
D. José María de Bergara y
CONS T RUCCIÓN
Umaran blancos
D. José Mejía Lequerica Natural de Quito Vecino de ídem Oficial de la contaduría general de Indias
D. José Ignacio Caicedo Natural de Santa Fe de Bogotá Residente en Cádiz Del comercio
D. José López Conde Natural de Quito Residente en Cádiz
Vecino de Antequera,
D. Joaquín Ruiz Natural de Cartagena de Indias Teniente de artillería
en Málaga
R E P R E S E N TAC I Ó N
137
138
D. José María de Leguina Natural de Cartagena de Indias Vecino de Cádiz Del comercio de ídem
Voluntario distinguido de los batallones
D. José Polite Natural de Quito Vecino de Cádiz
de esta ciudad
Mayordomo de S.M. teniente coronel
D. Manuel de Mallo Natural de Popayán Residente en Cádiz
de Dragones
D. Manuel de Arévalo y Vera Natural de Cartagena de Indias Residente en Cádiz Capitán de Fragata de la Real Armada
Contenido
D. Vicente López Conde Natural de Quito Vecino de ídem Voluntario distinguido de los de Cádiz
Total: 22
PROVINCIA DE CARACAS
D. Francisco de Paula
Natural de San Felipe Vecino de Caracas Teniente de navío de la Real Armada
de Michilena
D. Fermín de Clemente Natural de Caracas Vecino de ídem Hacendado en ídem
D. Fermín de Chevarria Natural de Caracas Residente en Cádiz Voluntario de los Batallones de ídem
Natural de Santiago
D. Francisco de Osio Vecino de ídem Vino a recoger a su mujer y familia
de León en Caracas
D. Pedro Fernández
Natural de Maracaibo Vecino de ídem Capitán con baja del Regto. infantería de la Reina
de Lechuga
Contenido
Natural de la ciudad
D. Pantaleón Rosino Vecino ídem Agente fiscal de Real Hacienda de Caracas
de Coro
CONS T RUCCIÓN
DE
Natural de Santiago
D. Rafael Diego Mérida Vecino ídem Escribano de cámara interino de la Audiencia
de León de Caracas
LA
Total: 11
139
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
48. Los 17 que enviaron sus informes a Abella y aparecen en el listado de Valiente son:
Miguel de Lastarria (Perú), Francisco Xavier de Luna Pizarro (Perú), José Ribadeneyra y Texa-
da (Perú, aunque se inserta en Buenos Aires por ser vecino de aquella ciudad), Mariano Olaso
(Guayaquil), José Domingo Benítez (La Habana), Juan de Dios Campos (La Habana), Miguel
Moreno (Santa Fe), Andrés de Llano (Guatemala), José Ramírez de Arellano (La Habana),
Manuel Carrillo de Albornoz (Oaxaca), Octaviano Obregón (Guanajuato), Juan Manuel de
Mendiburu (Perú), Jorge María de Latorre (La Habana), Antonio Odoardo Balmaceda (La Ha-
bana), el marqués de San Felipe y Santiago (La Habana), Joaquín Ruiz (Cartagena de Indias)
y Josef Máximo Maldonado y López (Guadalajara).
140 Contenido
L A CONS T RUCCIÓN DE LA R E P R E S E N TAC I Ó N
Así las cosas, como hemos indicado, la lista definitiva elaborada por José Pa-
blo Valiente fue remitida a la Regencia con fecha de 23 de agosto de 1810. Ante
la dilación de la reunión de las Cortes y las presiones que recibía la Regencia
para que la ejecutara, se decidió que se abrieran cuando estuvieran reunidos
la mitad más uno de los diputados que debían componerlas, cuyo cálculo se
había cifrado en 285. La noche del 8 de septiembre, José Pablo Valiente se pre-
sentó ante los regentes para comunicar la instrucción que había formado para
la elección de los americanos y de los peninsulares procedentes de provincias
ocupadas. El resultado de sus cómputos suponía que se debían elegir 30 ameri-
canos –como ya había indicado anteriormente– y 23 peninsulares. La Regencia
emitió entonces un decreto fijando el número de diputados suplentes por Amé-
rica y las provincias ocupadas y dictando reglas para esta elección. Las calida-
des para ser elegido diputado eran las mismas tanto para los propietarios como
para los suplentes e igualmente para los peninsulares que para los americanos.
Sin embargo, y tal vez previniendo futuras reclamaciones, la Regencia aclaraba
que la elección de suplentes se dirigía principalmente a salvar la unión general
de los territorios americanos con su metrópoli, y por si acaso, puntualizaba que
no se trataba de que hubiera mayor o menor número de estos diputados sino
de que concurrieran a la elección para que la representación fuera completa,
según una cuestión de conveniencia y necesidad. Las calidades para ser elector
o diputado quedaban establecidas en el capítulo tercero del decreto y eran: ser
mayor de 25 años, cabeza de casa y de buena opinión. Quedaban exentos los
49. En el legajo 124, nº 23 de la Serie General de Expedientes del Archivo del Congreso
aparece una lista con el número de emigrados de las provincias ocupadas por los franceses
en la península. Al pie de ese listado, en una nota dice brevemente: «vecinos de las diferentes
provincias de América: 176». El que falta es Ramón Power, que como ya está en Cádiz y es
considerado propietario, no está incluido en la elección de los suplentes.
Contenido 141
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
deudores, los que tuvieran cuentas pendientes con la justicia o los sirvientes
domésticos asalariados.50
Asimismo, se repartía un diputado suplente por cada una de las provincias
peninsulares ocupadas, cuyos naturales debían presentarse para votar ante el
ministro del Consejo designado para cada una de ellas.51 Para concurrir a la elec-
ción debía haber un número de electores de primer grado al menos de veintiuno.
Éstos nombrarían a siete electores, los de mayor voto, quienes en una segunda
elección, a su vez, designarían a los tres candidatos definitivos. De entre estos
tres nombres se extraería por suerte el diputado para las Cortes.
El mismo sistema de elección se seguiría para los americanos. El artículo
dieciocho del decreto establecía que en el caso de que por una provincia no
se reunieran al menos los veintiún electores determinados, éstos se juntarían
con otra para conseguir el número. Sin embargo, y debido al corto número de
naturales que existían en el territorio, en la segunda elección, en lugar de tres
electores se elegirían dos, de entre los que se sortearía al diputado correspon-
diente. Además, el decreto concedía igualdad de representación a los indios y
mestizos, anticipándose así también, como en otras cuestiones, a lo establecido
por la Constitución de 1812.
A pesar de todo, algo faltaba en este decreto. Y es que la Regencia había
omitido fijar el día para la apertura de las Cortes. Pero además, retrasó la pu-
blicación del mismo hasta el día 12 de septiembre, por lo que un grupo de
diputados propietarios que se encontraba en Cádiz le envió una representación
intimándola para que acelerase la apertura. Entre éstos, se encontraba, efectiva-
mente, Ramón Power, diputado por Puerto Rico elegido representante de esta
isla a la Junta Central.52 Finalmente, el 15 de septiembre se publicaba el decreto
que fijaba la apertura de las Cortes para el día 24 del mismo mes.
50. Decreto fijando el número de diputados suplentes de las dos Américas y de las provin-
cias ocupadas por el enemigo y dictando reglas para esta elección, fecha 8 de septiembre de
1810. M. Fernández Martín, Derecho parlamentario, t. 2., pp. 605-615.
51. Ante el decano del Consejo, José Colón debían votar los de Ávila, Madrid, Segovia y
Toledo; ante Manuel de Lardizábal los de Álava, Aragón Guipúzcoa, Navarra, Soria y Vizcaya
con sus encartaciones; ante Bernardo de Riega los de Córdoba, Granada, Jaén, La Mancha
y Sevilla y ante el conde del Pinar los de Asturias, Burgos, León, Palencia, Salamanca, Toro,
Valladolid y Zamora. Para un estudio de estas elecciones en territorio peninsular véase Pilar
Chávarri Sidera, Las elecciones de diputados a las Cortes generales y extraordinarias (1810-
1813), Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1988.
52. Power fue elegido el 17 de abril de 1810 después de algunas vicisitudes y debió em-
barcar inmediatamente para la Península pues en el verano de ese año ya lo encontramos
en Cádiz. Para una breve reseña de este diputado puede consultarse, M. T. Berruezo, La
participación, pp. 277-287. Un estudio reciente sobre el contexto de esta elección en Michael
Zeuske, «Las capitanías generales de Cuba y Puerto Rico, 1808-1812» en M. Chust (ed.), 1808.
La eclosión juntera, 2008, pp. 356-394.
142 Contenido
L A CONS T RUCCIÓN DE LA R E P R E S E N TAC I Ó N
Contenido 143
Noticia de la elección de los ss. Diputados suplentes de las dos Américas, e Islas Filipinas, hecha conforme al Rl. Decreto
144
de 8 del corriente en Junta celebrada en la Capilla de la Orden 3ª del Convento de los rrpp descalzos, baxo la Presidencia del
Ilmo. S. D. José Pablo Valiente Ministro del Supremo Consejo y Cámara de España e Indias y por ante el Essno. de Cámara
D. Pedro de Montes y Orihuela en los días 20, 21 y 22.551
6º. D. José Gutiérrez de Terán México Cura de Sta Cruz en la Puebla de los Angeles
Contenido
7º. D. Salvador San Martín Guadalajara Guardª de Corps retirdº y tente. Regimº de To-
luca
Por la Capitª Genl de Goatemala
1º. D. Andrés de Llano Nagera, Cavº Guatemala Presbitero y Catedratico de la del Mro. De las
del Orn. De Calatrava Sents. en la Universd
2º. D. Manuel de Llano Nagera Ídem Capn. De Navº retirado de la Rl. Armada
Contenido
y Capitanía General 2º. D. Francisco Lopez Lisperguer Ciudad de la Plata Ministro del Consejo de Indias
de Chile 3º. D. Luis Velasco Vª de la Laguna Tente. Coral y Capn. 1º de Volunts. De Navarra
Por la Capnia. Gral de Chile
CONS T RUCCIÓN
1º. D. Joaquín Fernández de Leyva Chile Abogdº Audª Chile y Dipdo. 1º gnral. ramo de
DE
Minería
LA
145
146
Por el Virreynato de Por el Virreynato de Santa Fe
Santa Fe y Capitanía 1º. D. Domingo Caicedo y Santa Maria Santa Fe Comisionado del ayuntamiento de Santa Fe
General de Caracas 2º. D. José Mexia Lequerica Quito Catedcº Universd de Quito, apdº de su Ayuntmº
y oficial Contadª
3º. El Exmo Sr. Conde de Puñonrostro, Ídem Coronel de Caballería
Grande de Espª de 1ª clase, etc.
Por la Capª General de Caracas
1º. D. Estevan Palacios Caracas Del Consº de S.M. en el de Hacdª y Contdr. Gral
de distribucn. De Rl Hacndª.
2º. D. Fermín de Clemente Ídem Labrador
Contenido
Como vemos, en la elección se siguió estrictamente lo decretado por la Regencia en cuanto a número de diputados y
reunión de las provincias que no tuvieran suficientes electores con las inmediatas. Y también, respecto a que sólo concurrie-
ran los americanos que se encontraban en Cádiz y en la isla de León. Nos faltaría saber quiénes fueron los electores en cada
una de las votaciones y quiénes los sorteados en ellas. Esta información, que completaremos en un trabajo futuro, se puede
localizar en los poderes expedidos a cada uno de los diputados elegidos.
Independencia, independencias y emancipaciones iberoamericanas:
debates y reflexiones 1
Manuel Chust
Universitat Jaume I, Castellón
Contenido 147
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
1. Manuel Chust, José Antonio Serrano (eds.) Debates sobre las independencias iberoame-
ricanas, Estudios de Historia Latinoamericana, Ahila-Iberoamericana, Madrid, 2007.
148 Contenido
IN DE P EN DE N CIA , IND E PE N D E NCIA S Y E M ANCIPACIONES IBEROAMERIC ANAS
Contenido 149
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
resistieron a éste con todos sus resortes estatales, mediante la religión y las fuer-
zas armadas y el resurgimiento y alianza de las monarquías absolutistas europeas
tras Napoleón. Y, que desde luego, estos planteamientos se salen de la estrecha
«visión» nacional que por otra parte estaba en construcción y no construida.
También hay un plano de análisis de tempo medio; es decir, la cronología
que iría desde 1796 a 1830. El plano está mediatizado por las guerras contra In-
glaterra de fines del siglo xviii y principios del siglo xix, las consiguientes alian-
zas franco-españolas desde el I Tratado de San Ildefonso y reforzadas mediante
el II Tratado en 1803 y culminadas mediante el Tratado de Fontainebleau en
1807. La derrota, vinculada a lo anteriormente expuesto, en Trafalgar en octu-
bre de 1805, la inmediata «factura» en la Monarquía española con la ocupación
británica de Buenos Aires en 1806, la invasión de Lisboa, la de Madrid, etc.
El plano se comprime respecto al tempo largo en cuanto se evalúan, ahora
sí, las reivindicaciones del criollismo desde fines del siglo xviii como recla-
maciones de toda una serie de propuestas autonomistas y reformistas. Plano
medio en donde se puede descender, y se debe, a una escala menor en la que
se empiezan a vislumbrar la inmensidad americana, su diversidad, la diferente
importancia que para el Estado español tenía en esos precisos momentos unos
territorios u otros, la apuesta por reforzar algunos y abandonar otros, la gran in-
terrelación entre ambos hemisferios de burócratas, militares, eclesiásticos, ideas,
libros, correspondencia privada, prensa, noticias, etc.; la diversidad étnica y sus
diferentes comportamientos según las regiones y etnias, la intensidad en deter-
minados territorios del componente racial, las repercusiones de Haití, etc.
Y, por último, un tempo corto. Éste se centraría en el análisis histórico que
iría desde 1808 hasta 1826; es decir, desde la crisis monárquica hasta los últimos
enfrentamientos en el Callao y Chiloé. Aquí los parámetros de análisis descien-
den aún más, y se divisan «otros tiempos aún más cortos», como 1808-1810, el
«Bienio Trascendental» del que más tarde hablaremos, el signo en un sentido o
en otro de la guerra en la Península, su influencia y repercusiones en América,
la lucha por obtener la legitimidad en la Península y en América, la estrategia
napoleónica tanto la política y diplomática en las Cortes de Bayona y su Carta
otorgada como en su vertiente bélica, la cesura de 1810 y sus explicaciones más
autonomistas que independentistas, la convocatoria de Cortes, su materializa-
ción en las Cortes de Cádiz, la participación de los diputados americanos, su
trascendencia en la Constitución de 1812, la irradiación de ambas en América
y la frustración de los planteamientos autonomistas americanos con la reacción
absolutista de Fernando VII, la importancia para la Corona de América, la cesu-
ra de 1814, el papel diplomático de Inglaterra, etc.
Otra cosa es si queremos, bajo parámetros de otras ciencias y disciplinas
de las ciencias humanas y sociales, radiografiar el proceso. Seguramente saldrá
150 Contenido
IN DE P EN DE N CIA , IND E PE N D E NCIA S Y E M ANCIPACIONES IBEROAMERIC ANAS
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LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
sólo era pertinente sino que además lo habían demandado. Quizá hemos ana-
lizado lo impracticable del sistema unidireccional desde la Península a América
y nos hemos fijado menos en la diversidad interamericana de estos decretos y
reales órdenes.
Lo real es que todo era Real, o la mayor parte. Y desde esta premisa es des-
de donde se debe de partir para el análisis de la independencia. Es cierto que
aún se volvió más complicado el proceso cuando desde 1808 y especialmente
desde 1810 hasta 1814 la «Monarquía» sin monarca se volvió constitucional con
el Código de 1812 sancionado por las Cortes de Cádiz. Ahí está el acta de na-
cimiento de España, posiblemente. Cuando como Estado-nación alcance una
soberanía nacional y no real. Y desde esa fase, se tendrá que tratar la indepen-
dencia desde una coyuntura distinta. Lo que aconteció, a interpretación nuestra,
es que el rey no aceptará esa revolución hispana, fundamentalmente porque
el alumbramiento de la España doceañista como estado-nación se hizo desde
una insólita vertiente hispana y autonomista al asumir los americanos sus igual-
dades cívicas y territoriales. Corona que abortó en 1814 y reabortó en 1823 esa
posibilidad viable de Commonwealth hispana. Y lo hizo especialmente porque
justamente con esa construcción hispana del Estado, la Corona perdía… sus
territorios… coloniales americanos, es decir, sus rentas indianas. Y sin Rentas
Reales, poco Ejército Real.
De esta forma la mayor parte de la documentación hasta 1808 trata el térmi-
no «España» muy cautelarmente como realidad estatal y política, otra cosa fue
la realidad geográfica. Y lo más usual es el apropiado «las Españas» y las Indias
para expresar la diversidad de «reinos».
Es por ello que también habrá que tener una especial consideración, no sólo
por la diferencia entre la coyuntura constitucional o absolutista de la monarquía
española en estos años, sino también en la consideración de términos como
realistas, que perentoriamente para la historiografía americana significaban ab-
solutista o conservadores. «Realistas» o tildados de ello fueron muchos de los
oficiales liberales que Fernando VII mandó a América desde 1814, para que no
se sublevaran o amotinaran en la Península. Por ejemplo.
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Pero la propuesta de Cádiz llegará muy lejos. Es difícil aún hoy para el que
suscribe precisar hasta donde irradió. Y no sólo eso, sino su contrario. ¿Hasta
dónde provocó una reacción tanto en sentido colonial como en sentido insur-
gente? ¿Hasta qué punto precipitó los actos, en sentido colonial o insurgente?
Lo fácil, puede parecer desde esta atalaya, es lo que se ha estudiado, es-
pecialmente, en las dos últimas décadas: los decretos liberales, las libertades
económicas, las elecciones, las propuestas abolicionistas del trabajo colonial,
del tráfico de esclavos, la igualdad de derechos, la libertad de imprenta y la
eclosión de la prensa, la construcción del poder local –los municipios–, la del
provincial –las diputaciones–, la construcción de un compendio de leyes deba-
tidas y expuestas en la asamblea que albergaran un estado hispano, es decir,
una Commonwealth ochenta años antes de su formulación para el imperio
británico, además de toda una experiencia y adquisición de la práctica política
no privilegiada como hasta ahora, la soberanía nacional, la división de poderes,
una propuesta posibilista que triunfó en la mayor parte de los territorios ameri-
canos y peninsulares hasta… 1814. Decretos y Constitución que se publicaron,
leyeron, enseñaron, divulgaron y… obedecieron y desobedecieron… porque
obviamente crearon resistencias. ¿Cómo no iban a hacerlo? Frente a la revolu-
ción… la reacción.
Doceañismo hispano que el rey, la nobleza, parte de la burguesía mono-
polista e indiana, no dejará que triunfe, es decir, lo derrotarán con el golpe
de Estado de 4 de mayo de 1814 de Fernando VII por el que éste, restaurado
como rey absoluto desde el poder armado de los capitanes generales, abolirá
la Constitución de 1812, sus decretos, perseguirá y encarcelará a sus diputados,
a sus defensores, en fin, restaurará el colonialismo.
Reacción absolutista, armada, religiosa y política, de 1814 que actuará como
verdadera frontera entre el antes y el después del autonomismo doceañista
gaditano. Es más, como verdadera frontera entre una propuesta política dentro
y fuera de la monarquía. La segunda cesura, y aquí estamos de acuerdo con el
profesor Juan Marchena, es en 1814, cuando el rey y su oficialidad den el golpe
de estado que acabe con este primer periodo constitucional.
En los años veinte, especialmente en el bienio 1820 y 1821, cuando se
vuelva a proclamar la Constitución de 1812 las repercusiones en Nueva Es-
paña y Perú, serán ya algo distinto de los años diez. La vía posibilista del
autonomismo americano exigirá una puesta en marcha de los decretos y
Constitución de inmediato, aquí las razones de su colapso serán para 1821,
entre otras, un bloqueo permanente del rey, que ya no estaba «ausente» como
en la década anterior sino «presente», y una aceleración hacia presupuestos
independentistas.
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La naturaleza de la representación en la Nueva España y México
Jaime E. Rodríguez O.
1
Universidad de California, Irvine
Como parte de la Monarquía española mundial, Nueva España tuvo una lar-
ga y constante tradición representativa que comenzó desde sus primeras épo-
cas y que alcanzó su apogeo con la Constitución hispánica de 1812. La Monar-
quía española, parte medular de la civilización occidental, abrevó de la cultura
europea, misma que compartía y que se originó en el mundo clásico antiguo.
Fue en el siglo xii cuando las ciudades, o los pueblos, emergieron como actores
políticos de importancia. En Castilla-León, obtuvieron poder e influencia por-
Una versión anterior de este artículo se publicó en Secuencia, núm 61 (enero-abril 2005).
A Linda Alexander Rodríguez, Mónica Quijada, Jordana Dym y Brian Connaughton agradezco
sus valiosas sugerencias para mejorar este trabajo. Asimismo, agradezco a Marianela Santo
veña la traducción de este ensayo.
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de Las Siete Partidas, editada por el distinguido medievalista Robert I. Burns, S. J., dice a la
letra: «The union of all men together..., was called the people...» («La unión de todos los hom-
bres juntos… fue llamada el pueblo…»). En esta traducción, «pueblo» significa claramente «la
gente». Las Siete Partidas, traducido por Samuel Parsons Scott, editado por Robert I. Burns,
S. J., 5 vols., University of Pennsylvania Press, Philadelphia, 2001, II, p. 332.
5. Rafael Altamira, Historia de España y la civilización española, 4 vols., J. Gili, Barcelona,
1900-1911, iii, p. 316.
6. Citado en Guillermo Lohmann Villena, «las Cortes en Indias», en Anuario de Historia del
Derecho español, tomo xviii, 1947, p. 655.
7. Aunque la representación era ejercida por las elites, éstas no pugnaban únicamente por
sus propios intereses. La tradición hispánica de buen gobierno requería que representaran a
toda la gente dentro de la jurisdicción de su ciudad. De forma parecida, el principio de go-
bierno mixto requería que los gobernantes representaran los intereses de toda la gente dentro
de su jurisdicción. El gobierno mixto, basado en la cultura política de la Grecia antigua, de
Roma y de los Estados italianos renacentistas, era un régimen en el cual el uno, el gobernante,
los pocos, los prelados y nobles, y los muchos, el pueblo, compartían la soberanía.
8. Según Cortés: «ninguno de los delegantes tenían mando ni jurisdicción en aquella
tierra que acaban de descubrir y comensaban a poblar en nombre del Rey de Castilla como
sus naturales y fieles vasallos». Manuel Giménez Fernández, «Hernán Cortés y su revolución
comunera en la Nueva España», Anuario de Estudios Americanos, V, 1948, pp. 1-144, cita en
p. 104.
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La naturaleza e historia de estas juntas del Nuevo Mundo han sido fuente
de muchos desacuerdos. Algunos historiadores han sostenido que estas juntas
o congresos de ciudades funcionaban como verdaderas cortes. Otros, como
Alfonso García Gallo, aseguran que eran «meros Congresos de ciudades, en los
que se contemplaban asuntos de interés común […] sin aspirar a intervenir
en la alta política estatal».13 En cualquier caso, estas reuniones constituían sin
duda cuerpos representativos y, por lo tanto, son prueba de la insistencia de
los primeros pobladores sobre el tema de la representación y la constitución
mixta.
La historia posterior de estos congresos es oscura. José Betancourt, Rafael
Altamira y Jesús E. Casariego afirman que estas cortes indianas continuaron
reuniéndose a lo largo de los siglos xvi y xvii. Los dos primeros afirman que se
llevaron a cabo hasta cuarenta congresos durante ese lapso, mientras que Casa-
riego aumenta su número «hasta cerca de medio centenar de veces […]».14 Por
desgracia, ninguno de los tres estudiosos cita fuentes documentales precisas.
En cambio, Betancourt declara que «en el Archivo de Simancas existen minu-
tas de las materias contempladas en las sesiones». Guillermo Lohmann Villena
pone en cuestión sus afirmaciones argumentando que nadie más ha «recogido
destos reynos y en particular que quando se combocassen cortes en Castilla para juramentos
de Principes [cuando se aprobaran los impuestos] viniesen quatro procuradores en nombre
desas provincias que son las comprehendidas en las Audiencias de México, Guatimala, San-
to domingo, Nuevagalicia y Philipinas sorteandose entre las ciudades donde residen y que
ellas pagasen los salarios a las personas a quien tocase y truxese sus poderes para tratar de
los negocios publicos que se ofreciesen, y Yo atendiendo a que esto demas de ser cossa
tan autoriçada y en beneficio de essa tierra seria posible que a título de haçerles esta gracia
y merced me sirviesen con alguna cantidad considerable he tenido por bien de encargaros
como lo hago, lo trateis y ajusteis en la forma que mas convenga y poniendose las dichas
ciudades en lo que fuere raçon se lo otorgueis y concedais en mi nombre avisandome luego
dello para que se les envie el despacho neçesario para su mexor execucion y cumplimiento, y
en el entretanto se les dareis vos en la forma que tuvieres por conveniente y pondreis en ello
el cuydado y diligencio que de vos fio. Fecha en Madrid a doze de mayo de mil y seiçcientos
y treinta y cinco años—Yo el Rey...» Demetrio Ramos, «Las ciudades de Indias y su asiento en
Cortes de Castilla,» Revista del Instituto de Historia del Derecho Ricardo Levene, nº 18, 1967,
pp. 170-185, cita en pp. 179-180. Sin embargo, José Miranda asevera: «El hilo de este asunto
parece cortarse ahí. En las actas del Cabildo de México no hay huella alguna de él, lo cual
no ocurriría si hubiese sido seguido por el virrey». José Miranda, Las ideas y las instituciones
políticas mexicanas, 2ª. ed., Universidad Nacional Autónoma de México, México, 1978, cita
p. 141, nota 228.
13. Citado en Lohmann Villena, «las Cortes en Indias», p. 656.
14. José Ramón Betancourt, «Orígenes españoles del régimen autonómico», en Boletín de
la Institución Libre de Enseñanza, vii, núm. 164, diciembre 1883, pp. 360-362; Altamira, His-
toria de España, III, p. 316; Jesús E. Casariego, El municipio y las Cortes en el Imperio español
de Indias, Talleres Gráficos Marsiega, Madrid, 1946, p. 100.
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«se obedece pero no se cumple» expresaba este hecho.22 En 1528, Carlos i expi-
dió un decreto que estipulaba: «los Ministros y Jueces obedezcan y no cumplan
nuestras cédulas y despachos en que intervinieron los vicios de obrepción y
subrepción, y en la primera ocasión nos avisen de la causa por que no lo hi-
cieron».23 Más aún, los pobladores de las Indias perseveraron en el derecho a
resistirse frente a leyes injustas, particularmente frente a los impuestos.
La resistencia a la autoridad real –en los hechos, desobediencia civil– fue
rampante a lo largo del siglo xvi. Por ejemplo, la revuelta de las alcabalas que
tuvo lugar en la ciudad de Quito entre 1592 y 1593 fue encabezada por el
ayuntamiento; éste declaró que ya había hecho suficientes contribuciones a
la Monarquía y que los nuevos impuestos eran injustificados.24 La gente de las
Indias afirmaba que poseía derechos que incluso el rey no podía coartar. En el
Nuevo Mundo surgió una forma de gobierno mixto, o una constitución mixta,
sobre el que la Corona y el pueblo alcanzaron una forma de consenso que
no requería de la anuencia institucional. Según John L. Phelan, los pobladores
estaban convencidos de que «una constitución no escrita [requería] que las de-
cisiones fundamentales fueran tomadas mediante la consulta informal entre la
burocracia real y los súbditos del rey [en el Nuevo Mundo]. Por lo general se
llegaba a una conciliación entre lo que en idea querían las autoridades centrales
y lo que las condiciones y presiones locales podrían tolerar».25
Aunque la constitución mixta y la representación formaron parte de la ex-
periencia de los primeros pobladores y sus descendientes, la exigencia de re-
presentación en las Cortes no se intensificó. Más bien parece que a finales del
siglo xvi y principios del xvii, las elites del Nuevo Mundo abandonaron sus
esfuerzos por obtener cortes locales. En cambio, las ciudades se convirtieron
en representantes de los intereses de sus regiones, 26 y la venta de cargos surgió
22. José Manuel Pérez Prendes y Muñoz de Arracó, La Monarquía Indiana y el Estado de
derecho, Asociación Francisco López de Gomara, Valencia, 1989, pp. 167-168.
23. Ibídem. Según Pérez Prendes y Muñoz de Arracó, Carlos I expidió el decreto. La edi-
ción de la Recopilación de leyes de los Reynos de las Indias que he consultado, la del Consejo
de la Hispanidad, Madrid, 1943, I, p. 223, tiene dicho decreto bajo Libro II, título I, ley xxii
expedida por D. Felipe III en Madrid a 3 de junio de 1620. Este hecho no quiere decir que
Carlos I no expidiera el decreto en 1528. Como es bien conocido, La Recopilación no incluía
todos los decretos expedidos por la Corona. Más bien, incluía aquellos decretos que los com-
piladores consideraron importantes. Más aún, las ediciones posteriores de La Recopilación
incluían nuevos decretos y excluían otros. Es probable que Carlos I hubiera expedido el de-
creto original en 1528 y que Felipe III lo hubiera expedido de nuevo en 1620.
24. Bernard Lavallé, Quito y la crisis de la alcabala, 1580-1600, Instituto Francés de Estu-
dios Andinos y Corporación Editora Nacional, Quito, 1997.
25. John L. Phelan, The People and the King: The Comunero Revolution in Colombia,
1781, University of Wisconsin Press, Madison, 1996, xviii.
26. La Monarquía española contribuyó a esa transformación. El 28 de septiembre de 1625
el rey Felipe III expidió el siguiente decreto: «Mandamos a los Virreyes, Presidentes y Oidores
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de las Audiencias Reales, que dexen a los Cabildos de las Ciudades […] que libremente dén
los poderes para sus negocios en nuestra Corte a las personas que quisieren y eligieren, sin
ponerseles impedimento ni estorbo […]» Libro IIII, título xi, ley iiiI, Recopilación de leyes de
los Reynos de las Indias, II, p. 38.
27. John H. Elliott, «Empire and State in British and Spanish America» en Serge Gruzinski
y Nathan Wachtel, Le Nouveau Monde, Mondes Nouveaux: L’expérience américaine, Éditions
Recherche sur les Civilisations y Éditions de l’École des Hautes Études en Sciences Sociales,
París, 1996, pp. 365-382 y 445-456.
28. John P. Moore, The cabildo in Peru under the Hapsburgs, Duke University Press,
Durham, 1954; John Lynch, Spanish Colonial Administration, 1782-1819, The Athlone Press,
London, 1958, pp. 201-211; John R. Fisher, Government and Society in Colonial Peru: The
Intendant System, 1784-1814, The Athlone Press, London, 1970, pp. 174-200; y Roger L.
Cunniff, «Mexican Municipal Electoral Reform, 1810-1822,» en Nettie Lee Benson (ed.), Mexico
and the Spanish Cortes, 1810-1822, University of Texas Press, Austin, 1966, pp. 59-62.
29. El reciente estudio de Gabriela Tío Vallejo proporciona un excelente panorama de la
política municipal en el Antiguo Régimen. Véase su: Antiguo Régimen y liberalismo. Tucu-
mán, 1770-1830, Universidad Nacional de Tucumán, Tucumán, 2001. Véase también: Annick
Lempérière, La Très Noble, Très Royale et Impériale Cité de México. La République urbaine et
son gouvernement sous L’Ancien Régime, Universidad de París-I, París, en prensa.
30. John Adams, por ejemplo, presentó una clasificación tripartita de las repúblicas en su
defensa de la Constitución de Estados Unidos de 1787 –democrática, aristocrática y monár-
quica. «A Defense of the Constitution of the Government of the United States», en John Adams,
The Life and Works of John Adams, 10 vols., Little, Brown y Company, Boston, 1850, 4, pp.
271-588, 5, pp. 3-490.
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31. Woodrow Borah, Justice by Insurance: The General Indian Court of Colonial Mexico
and the Legal Aides of the Half-Real, University of California Press, Berkeley, 1983.
32. J. Phelan, The People and the King, pp. 34-35.
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de sus propios vecinos. A veces perdían, pero a veces también ganaban sus
demandas.33 Sus acciones demuestran claramente que creían en la constitución
mixta y que tenían el derecho de influir sobre la naturaleza de su gobierno.
Los pobladores del Nuevo Mundo también exigían su derecho a ejercer la
autoridad en su propia tierra. En efecto, afirmaban que debían tener un virtual
monopolio de los cargos. Esta opinión, derivada del derecho castellano, era
apoyada por muchos tratadistas. Tal vez el exponente más distinguido de dicha
idea fue el eminente jurista y funcionario real castellano Juan de Solórzano
Pereira, quien insistía en que se debía otorgar a los naturales la preferencia en
los nombramientos no sólo para cargos civiles, sino también eclesiásticos. En
su Política indiana, publicada en 1649, después de casi dos décadas de expe-
riencia en las Indias, Solórzano Pereira sostenía que los territorios del Nuevo
Mundo eran reinos de la Monarquía española que «se han de regir y gobernar
como si el rey que los tiene juntos lo fuera solamente de cada uno de ellos».34
Ésta era una opinión que los americanos del siglo xviii hacían suya y reiteraban
a menudo. Como declaró Fray Servando Teresa de Mier, uno de los más distin-
guidos defensores de la tesis de derechos americanos: «Es evidente […] que por
la Constitución dada por los reyes de España a las Américas, son reinos inde-
pendientes de ella sin tener otro vínculo que el rey […] el cual, según enseñan
los publicistas, debe gobernarlos como si sólo fuese rey de ellos».35
La situación cambió de manera significativa en el siglo xviii, cuando los
monarcas borbones buscaron un mayor control de sus territorios ultramarinos.
Como he señalado en otro lugar, «dos tendencias contradictorias […] surgieron
a lo largo de la segunda mitad del siglo xviii: la reivindicación americana de
tener una conciencia de sí y el impulso que dieron algunas autoridades de la
monarquía de los Borbones para convertir América en una colonia rentable».36
Los habitantes del Nuevo Mundo desarrollaron el sentido de su identidad única
en el marco del mundo de habla hispana. Del mismo modo que sus iguales en
la Península, los americanos se identificaron con su región y con su historia. No
sólo escribieron acerca de la conquista y la cristianización, sino que también
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37. Ibídem, pp. 23-33. Véase también: Jorge Cañizares-Esguerra, How to Write the History
of the New World, Stanford University Press, Stanford, 2001, pp. 204-261.
38. John Lynch, The Spanish American Revolutions, 1808-1826, 2ª ed., W. W. Norton,
New York, 1986, pp. 1-36; David Brading, Miners and Merchants in Bourbon Mexico, 1763-
1810, Cambridge University Press, Cambridge, 1971, pp. 33-92.
39. Annick Lempérière, «La representación política en el Imperio español a finales del
antiguo régimen», en Marco Bellingeri (coord.), Dinámicas del antiguo régimen y orden cons-
titucional, Otto editore, Torino, 2000, pp. 55-71.
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40. Las acciones de José de Gálvez pueden ser consideradas hipócritas dado que su pre-
ferencia por sus parientes, paisanos y amigos era flagrante, particularmente cuando llegó al
poder en España.
41. Citado en María Dolores Rubio Fernández, Elecciones en el antiguo régimen, Univer-
sidad de Alicante, Alicante, 1989, p. 46.
42. Reinhard Liehr, Ayuntamiento y oligarquía en Puebla, 1787-1810, 2 vols., Sep-Seten-
tas, México, 1971, I, p. 100.
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reformas municipales de Carlos III y elegidos, por tanto, por todos los veci-
nos.»43 En el Archivo General de la Nación de México encontré, por casualidad
–puesto que no estaba investigando sobre el tema– un acta electoral que corres-
pondía al pequeño pueblo de Yxtlahuaca con un sufragio extensivo que incluía
al clero secular, los propietarios, los labradores, los mercaderes, los tenderos,
los artesanos, y los pulperos. Entre los votantes se contaban españoles, mesti-
zos e indios.44 Esto sugiere que la participación política también se extendió en
Nueva España y que la reforma municipal probablemente se implementó de
manera extensiva en todo el virreinato. El impacto de estas transformaciones no
es claro. Más adelante, los cabildos elegirían por sí mismos a estos funcionarios,
tanto en la Vieja como en la Nueva España. Más aún, Liehr sostiene que los
nuevos funcionarios fueron reelegidos y que, por lo tanto, el nuevo sistema no
contribuyó a terminar con la corrupción.45 También es probable que el gobier-
no mixto o compartido tradicional fuese reafirmado o reinstaurado en pos de
los intereses locales.
En mayo de 1771, la Muy Noble, Muy Leal, Insigne e Imperial Ciudad de
México envió una representación al rey Carlos iii que comenzaba como sigue:
«Para asuntos de el interés de toda la América Septentrional ha querido V. M.
que no tenga otra voz, sino la de esta Nobilísima Ciudad, como Cabeza, y Corte
de toda ella».46 Según Annick Lempérière: «La Representación no era una mues-
tra del protonacionalismo, [como algunos han argumentado] sino un alegato de
derechos jurídicamente bien armado e inatacable según los criterios del ideario
monárquico más ortodoxo».47 El ayuntamiento recordó al rey sobre las múlti-
ples contribuciones que había hecho a la monarquía y sobre los importantes
títulos, derechos y privilegios que había recibido a lo largo de los años. En la
extensa Representación, se sostenía que Nueva España era un reino autónomo
dentro de la Monarquía española y que sus naturales tenían el derecho a la
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48. «Representación que hizo la ciudad de México al rey D. Carlos III en 1771».
49. Lempérière, «La representación política», p. 65.
50. Sobre los nuevos consulados véase: Matilde Souto Mantecón, Mar abierto. La política
del Consulado de Veracruz en el ocaso del sistema colonial, El Colegio de México e Instituto
Mora, México, 2001; y su «Las prácticas políticas en el Antiguo Régimen: Las elecciones en
el consulado de Veracruz» en Guillermina del Valle Pavón, (coord.), Mercaderes, Comercio
y consulados de Nueva España en el siglo xviii, Instituto Mora, México, 2003, pp. 291-309; y
Antonio Ibarra, «El Consulado de Comercio de Guadalajara: Entre la modernidad institucional
y la obediencia a la tradición, 1795-1818» en Ibídem, pp. 310-330.
51. Walter Howe, The Mining Guild in New Spain and its Tribunal General, 1770-1821,
Harvard University Press, Cambridge, 1949.
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del Tribunal.52 Por primera vez en la historia, Nueva España contaba con un
cuerpo que representaba a todas las regiones y que se reunía en la capital.
Aunque no era una asamblea que representara a todo el pueblo del virreinato
y aunque no se ocupaba de las funciones generales del gobierno de Nueva
España, representaba, a pesar de todo, un paso importante en el desarrollo del
gobierno representativo.
Tal y como esperaba la Corona, las nuevas instituciones contribuyeron al
crecimiento económico. Pero, sobre todo, apoyaron financieramente a la mo-
narquía. A cambio de una constitución escrita –sus ordenanzas– y del derecho a
la representación y al gobierno autónomo, los nuevos cuerpos, particularmente
los consulados y el Cuerpo y Tribunal de Minería, acumularon sumas de dinero
sin precedentes para apoyar a la Corona. En una época de creciente conflicto
entre las naciones, la Monarquía española necesitaba urgentemente estos nue-
vos recursos.53
Las nuevas instituciones de «gobierno económico» amenazaron la primacía
de las ciudades, que fueron privadas de sus recursos y carecían de la habilidad
necesaria para movilizar capital. Sin embargo, las ciudades no abandonaron
la empresa de proteger sus derechos y privilegios. Las incesantes y crecientes
exigencias de dinero por parte de la Corona para costear las guerras en Europa
minaron las finanzas de Nueva España. Quizá el mayor trastorno de la econo-
mía del virreinato se produjo cuando el rey hizo extensiva la Real Cédula de
Consolidación de 1804. Promulgada primero en la Península en 1798 con el fin
de redimir los vales reales y liquidar otras deudas de guerra, la cédula autori-
zaba a los funcionarios reales a embargar y subastar los bienes de la Iglesia.
En vista de que la Iglesia de la Nueva España funcionaba como el principal
52. Roberto Moreno, Joaquín Velázquez de León y sus trabajos científicos sobre el Valle
de México Universidad Nacional Autónoma de México, México, 1977, pp. 85-118; Roberto
Moreno (en colaboración con María del Refugio González), «Instituciones de la industria
minera novohispana», en Miguel León-Portilla et al., La minería en México, Universidad Na-
cional Autónoma de México, México, 1978, pp. 69-164; y Roberto Moreno, «Régimen de tra-
bajo en la minería del siglo xviii, en Elsa Cecilia Frost et al., El trabajo y los trabajadores en
la historia de México, El Colegio de México / University of Arizona Press, México / Tucson,
1979, pp. 242-267. Véase también: María del Refugio González (ed.), Título décimo quinto. De
los Jueces y Diputados de los Reales de Minas, Ordenanzas de la Minería de la Nueva España
formadas y propuestas por su Real Tribunal, Universidad Nacional Autónoma de México,
México, 1996. Doris M. Ladd, The Making of a Strike: Mexican Silver Workers’s Struggle in Real
Del Monte, 1766-1775, University of Nebraska Press, Lincoln, 1988.
53. Sobre el estatus de la economía de la Nueva España al final del siglo, véase: Manuel
Miño Grijalva, El mundo novohispano: Población, ciudades y economía, siglos xvii y xviii, Fon-
do de Cultura Económica, México, 2001, pp. 381-410. Sobre las contribuciones financieras a la
monarquía, véase: Carlos Marichal, La bancarrota del virreinato. Nueva España y las finanzas
del Imperio español, 1780-1810, Fondo de Cultura Económica, México, 1999.
180 Contenido
L A N AT U R A L E Z A D E L A R E P R E S E N TAC I Ó N EN LA NUEVA ESPAÑA Y MÉXICO
banquero del país, tal medida podía arruinar al virreinato. Inmediatamente, las
principales corporaciones del reino expidieron representaciones contra la cé-
dula. Pese a las protestas desesperadas e incluso amenazantes, las autoridades
hicieron cumplir la Cédula de Consolidación.54 De esta manera, el pacto entre
el pueblo y el rey –el principio del gobierno mixto– fue amenazado por un acto
extraordinario que hacía gran daño a la sociedad y que no tenía precedente
en cerca de trescientos años.55 Este acto simbolizaba el «mal gobierno», al que,
según enseñaban los teóricos políticos tradicionales, se debía combatir.
Fue en ese contexto que, a lo largo de junio y julio de 1808, llegaron a la
Ciudad de México las noticias sobre la ocupación francesa de la Península, el
colapso de la Monarquía española y el establecimiento de juntas locales por
parte de las capitales de provincias. El 19 de julio, el ayuntamiento de México,
de mayoría americana, envió una resolución al Virrey José de Iturrigaray solici-
tándole que continuara provisionalmente a cargo del gobierno. El ayuntamiento
justificó su posición sobre la base de la teoría política tradicional hispánica:
«por su ausencia [la del rey] o impedimento, reside la soberanía representada
en todo el reino y las clases que lo forman, y con más particularidad en los tri-
bunales superiores que lo gobiernan, administran justicia y en los cuerpos que
llevan la voz pública».56 Por lo anterior, el ayuntamiento propuso convocar un
Contenido 181
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
57. Felipe Tena Ramírez recalca la continuidad en las tradiciones legales hispánicas du-
rante el Primer Congreso Hispanoamericano de Historia organizado en Madrid en octubre
de 1949, y en el cual se examinaron las causas y caracteres de la independencia de América.
Tena Ramírez sostuvo que los novohispanos de 1808 actuaron de la misma manera en que
Hernán Cortés lo había hecho en la conquista de México. Él afirmaba que «El primer Cabildo
de la Nueva España pudo obrar así porque el monarca se hallaba “ausente” y el pueblo era
la fuente del poder. En 1808, el Cabildo de México tomó iguales resoluciones por estar el
rey cautivo». Citado en Enrique de Gandia, La independencia Americana, Libros del Mirasol,
Buenos Aires, 1961, p. 19.
58. Jaime E. Rodríguez O., «From Royal Subject to Republican Citizen: The Role of the
Autonomists in the Independence of Mexico» en Jaime E. Rodríguez O., (ed.), The Indepen-
dence of Mexico and the Creation of the New Nation, ucla Latin American Center, Los Ángeles,
1989, pp. 24-29; Virginia Guedea, «El pueblo de México y la política capitalina, 1808-1812»,
Mexican Studies / Estudios Mexicanos, 10: 1, invierno 1994, pp. 36-37. Su tesis «Criollos y penin-
sulares en 1808: Dos puntos de vista sobre lo español», Tesis de licenciatura por la Universidad
Iberoamericana, México, 1964, es el mejor estudio sobre estos acontecimientos escrito hasta hoy.
182 Contenido
L A N AT U R A L E Z A D E L A R E P R E S E N TAC I Ó N EN LA NUEVA ESPAÑA Y MÉXICO
59. Tal es la posición asumida por Camilo Torres cuando escribió la Representación a la
Suprema Junta Central para el Ayuntamiento de Santa Fe de Bogotá, mejor conocida como el «Me-
morial de Agravios», que aparece reproducido en José Luis Romero y Luis Alberto Romero, Pensa-
miento político de la emancipación, 2 vols., Biblioteca de Ayacucho, Caracas, 1977, pp. 25-42.
60. Nettie Lee Benson, «The Elections of 1809: Transforming Political Culture in New
Spain», Mexican Studies/Estudios Mexicanos, 20: 1, invierno 2004, pp. 1-20. J. E. Rodríguez O.,
La independencia de la América española, p. 83. Para una interpretación diferente de la re-
presentación en la Nueva España/México durante los años 1809-1824 véase: Alfredo Ávila,
En nombre de la nación. La formación del gobierno representativo en México, cide & Taurus,
México, 2002.
Contenido 183
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
Que sea tenida esta América no como colonia, sino como una parte
muy esencial de la Monarquía Española, y [...] que bajo este concepto
fundamental e invariable en todas las constituciones, providencias y
deliberaciones, y aun variaciones de las leyes y gobierno nacional,
sea considerada la Nueva España igualmente que la antigua sin va-
riación alguna.61
184 Contenido
L A N AT U R A L E Z A D E L A R E P R E S E N TAC I Ó N EN LA NUEVA ESPAÑA Y MÉXICO
64. El mejor estudio sobre esas elecciones en la Península es: Pilar Chavarri Sidera, Las
elecciones de diputados a las Cortes Generales y Extraordinarias (1810-1813), Centro de Es-
tudios Constitucionales, Madrid, 1988.
65. Nettie Lee Benson, Mexico and the Spanish Cortes, 1808–1822, University of Texas
Press, Austin, 1966, pp. 4-8. Los siguientes son ejemplos de importantes historiadores que
sostienen que los americanos recibieron solo 30 diputados para las Cortes de Cádiz; tras men-
cionar la inequidad de la representación ante la Junta Central, François-Xavier Guerra afirma:
«Cuando un año después se convoquen las elecciones a las Cortes extraordinarias se manifes-
tará una desigualdad aún mayor, puesto que se prevén 30 diputados para representar América
frente a alrededor de 250 para la España peninsular.» Revoluciones Hispánicas. Independencias
americanas y liberalismo español, Editorial Complutense, Madrid, 1995; y Josep M. Fradera
quien declara: «frente a los doscientos diputados de la Península, treinta correspondían a
Ultramar, veintiocho a América y dos a Filipinas», Gobernar colonias, Ediciones Península,
Barcelona, 1999, p. 52.
66. Rodríguez O., La independencia de la América española, pp. 102-104.
67. Veáse, por ejemplo, Gabriel H. Lovett, Napoleon and the Birth of Modern Spain, 2 vols.,
New York University Press, Nueva York, 1965, I, pp. 344-345 y Timothy E. Anna, Spain and
the Loss of America, University of Nebraska Press, Lincoln, 1983, p. 66.
68. Citado en Rodríguez O., La independencia de la América española, p. 101.
Contenido 185
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
69. Aurea Commons, Las intendencias de la Nueva España, Universidad Nacional Autó-
noma de México, México, 1993.
70. Marie Laure Rieu-Millan, Los diputados americanos en las Cortes de Cádiz, Consejo
Superior de Investigaciones Científicas, Madrid, 1990, p. 10, nota 22.
71. Charles R. Berry, «The Election of the Mexican Deputies to the Spanish Cortes, 1810-
1822», en Nettie Lee Benson (ed.), Mexico and the Spanish Cortes, 1810-1822, University of
Texas Press, Austin, 1966, pp. 10-16.
72. Véase por ejemplo: «Instrucción que la M. N. y M. L. Ciudad de Puebla de los Ángeles
remitía al [...] Diputado en Cortes de la misma Ciudad» e «Instrucción que el Y. H. Ayuntamien-
to de Veracruz da a [...] su Diputado en Cortes» en agn, Bienes Naciones, vol. 1749.
73. Manuel Chust e Ivana Frasquet, «Soberanía, Nación y pueblo en la Constitución de
1812,» Secuencia, 57, septiembre-diciembre 2003, pp. 39-60; e Ivana Frasquet, «Cádiz en Amé-
rica: Liberalismo y Constitución,» Mexican Studies/Estudios Mexicanos, 20: 1, invierno 2004,
pp. 21-46.
186 Contenido
L A N AT U R A L E Z A D E L A R E P R E S E N TAC I Ó N EN LA NUEVA ESPAÑA Y MÉXICO
aproximadamente 280 diputados.74 Muchas áreas del Nuevo Mundo con dere-
cho a elegir diputados no pudieron hacerlo por falta de recursos.75 En América
del Sur las juntas autónomas de Nueva Granada, Venezuela, Río de la Plata y
Chile se negaron a elegir representantes ante las Cortes. Pero, pese a todo, los
diputados americanos jugaron un papel central en los debates parlamentarios.76
Los diputados de España y América que promulgaron la constitución de la Mo-
narquía española en 1812 transformaron el mundo hispánico. La Constitución
de Cádiz, la Carta Magna más radical del siglo xix, concedió el derecho de su-
fragio a todos los hombres adultos –excepto aquellos de ascendencia africana,
miembros de las órdenes regulares, sirvientes domésticos, criminales convictos
y deudores públicos– sin exigirles requerimientos de capacidad lectora o de
propiedad.
La cuestión sobre una representación equitativa entre España y América sur-
gió una vez más con la Constitución de 1812. Los críticos argumentan que, al
excluir a la población de ascendencia africana, la mayoría española en las Cortes
reducía en forma importante la representación en el Nuevo Mundo. Este es un
tema que requiere de un análisis cuidadoso. En primer lugar, resulta claro que
el racismo influenció la decisión de excluir a las castas. Pero ésta era una actitud
74. Federico Suárez reconoce a 67 diputados de ultramar en: las Cortes de Cádiz, Rialp,
Madrid, 1982, pp. 41-46 mientras que Rieu-Millan, Los diputados americanos en las Cortes de
Cádiz, p. 37 enlista sólo a 63, pero no incluye a los diputados que representaban a Filipinas.
Según Miguel Artola, «Los firmantes del acta de apertura de las sesiones de Cortes no son sino
104. La Constitución lleva al pie 184 firmas, y el acta de disolución de las Cortes [Generales y
Extraordinarias], en 14 de septiembre de 1813, reúne 223 nombres». Los orígenes de la España
contemporánea, 2 vols., Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1959, I, p. 404.
75. Los miembros del Ayuntamiento de Cuenca en el Reino de Quito, por ejemplo, «des-
pués de repetidas conferencias, y reflexiones sobre el particular, concluyeron unánimes» que
la falta de fondos «les imposibilitaba por ahora el expresado nombramiento para las primeras
cortes extraordinarias [...]». Explicaron que la «escasez en que se hallaba este Ayuntamiento
dimanaba en la mayor parte de los tumultuosos acontecimientos de la Provincia de Quito;
que en virtud, y no habiendo medio por más que se han apurado los recursos para sopor-
tar estos indispensables gastos se hallaba este Cabildo en la dura necesidad de excusar un
nombramiento por tantos títulos honoríficos, y ventajosos a esta Provincia [...]» En su lugar,
propusieron otorgar a «los Poderes de este Ayuntamiento con la instrucción prevenida al Ex-
celentísimo señor Don Miguel de Lardizábal y Uribe», el representante americano al Consejo
de Regencia. Libro de Cabildos de Cuenca (1806-1810), Banco Central del Ecuador, Cuenca,
1991, pp. 586-587.
76. Manuel Chust, La cuestión nacional Americana en las Cortes de Cádiz, Fundación
Instituto de Historia Social / Universidad Nacional Autónoma de México, Valencia / México,
1999; y su «Legislar y revolucionar. La trascendencia de los diputados novohispanos en las
Cortes Hispanas, 1810-1814», en Virginia Guedea (ed.), La independencia de México y el
proceso autonomista novohispano, 1808–1824, Universidad Nacional Autónoma de México /
Instituto Mora, México, 2001, pp. 23-82. Véase también: Rieu–Millan, Los diputados america-
nos en las Cortes de Cádiz.
Contenido 187
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
compartida por los diputados americanos provenientes de regiones con una am-
plia población de origen africano. Además, en ese momento se creía que la Pe-
nínsula contaba con una población de casi 10,5 millones, mientras que el Nuevo
Mundo tenía una población de 16 millones, incluidos 5 ó 6 millones de castas.
Al excluir a las castas en materia de representación, las futuras Cortes estarían
compuestas de un número igual de representantes de España y de América. Sin
embargo, si la población de ascendencia africana era menor de lo que se creía, o
si las autoridades del Nuevo Mundo la tomaban en cuenta en términos de repre-
sentación –algo que sabemos sucedió en partes de Nueva España, Guatemala y
Perú–,77 los peninsulares serían minoría en sus propias Cortes.
Al evaluar los éxitos y las limitaciones de las Cortes, resulta útil hacer una
comparación con las acciones de organismos deliberativos en otros países. Aun
cuando la mayoría peninsular no otorgó a los americanos una igualdad plena, fue
más lejos que los legisladores de cualquier otra nación. Sin duda, Gran Bretaña,
la supuesta cuna del gobierno representativo moderno, nunca pensó en otorgar
a sus posesiones norteamericanas una representación equitativa en su Parlamen-
to. De hecho, Gran Bretaña se mostró renuente a otorgar siquiera a los habitantes
blancos de sus colonias americanas cualquier tipo de representación directa en
su legislatura. Mientras que la Constitución de 1812 reconocía a indígenas y mes-
tizos como ciudadanos de pleno derecho en la Nación española, la Monarquía
británica y más adelante Estados Unidos definieron a la población nativa como
extranjeros, no como súbditos de la Corona ni como ciudadanos de la nueva re-
pública. Más aún, Estados Unidos no otorgó a los indígenas78 la ciudadanía sino
hasta 1924. La Carta de Cádiz consideraba a las personas de ascendencia africana
como «españoles», pero les negaba derechos políticos, así como representación.
En este aspecto, las Cortes actuaron sólo de manera un tanto mejor que las le-
gislaturas de otras naciones occidentales, las cuales excluyeron a la población
de origen africano de la ciudadanía. Bajo la Constitución hispánica, empero, los
libertos de gran mérito podían convertirse en ciudadanos de pleno derecho, algo
que ninguna otra nación tuvo en mente durante esa época.79
77. Virginia Guedea, «Las primeras elecciones populares en la ciudad de México, 1812-
1813,» Mexican Studies/Estudios Mexicanos, 7: 1, invierno 1991, pp. 1-28; y Jordana Dym, «La
soberanía de los pueblos: ciudad e independencia en Centroamérica, 1808-1823» y Jaime E.
Rodríguez O., «La Antigua provincia de Guayaquil en la época de la independencia, 1809-
1820», en Jaime E. Rodríguez O., (coord.), Revolución, independencia y las Nuevas Nacio-
nes.
78. La mayor parte de los «indios» en Estados Unidos habrían sido considerados como
«mestizos» en la América española.
79. La Francia revolucionaria puede constituir una excepción. Ahí, se expidieron una serie
de decretos que podrían ser interpretados como el otorgamiento de plenos derechos políticos
a los mulatos libres. El decreto del 4 de abril de 1792 les daba derecho a elegir y ser elegidos a
188 Contenido
L A N AT U R A L E Z A D E L A R E P R E S E N TAC I Ó N EN LA NUEVA ESPAÑA Y MÉXICO
Nueva España tuvo una larga y constante tradición representativa que al-
canzó su apogeo con la Constitución de 1812. Este documento otorgaba la
más extensa representación en el mundo en esa época. El análisis que hace
François-Xavier Guerra del padrón electoral de 1813 en la Ciudad de México
concluye, por ejemplo, que el 93% de la población masculina adulta de la ca-
pital tenía derecho al voto.80 La implementación del nuevo proceso electoral
constituyó una gran eclosión política que permitió a cientos de miles, y proba-
blemente millones de hombres adultos, habitantes de Nueva España, participar
en el sistema político.
El nuevo sistema constitucional y liberal hispánico se introdujo más cabal-
mente en Nueva España que en cualquier otra parte de la monarquía, incluida
la misma Península. La Carta hispánica se convertiría en la base para el de-
sarrollo constitucional mexicano tras la independencia. En 1821, la Soberana
Junta Provisional Gubernativa del Imperio Mexicano atendió cuidadosamente
al precedente de Cádiz. La legislatura en funciones nombró una comisión para
preparar la convocatoria a la elección de las Cortes Constituyentes Mexica-
nas. Aunque la comisión concluyó que carecía de autoridad «para convocar un
Congreso distinto en lo substancial de lo que previene la Constitución de la
Monarquía Española», el presidente de la Regencia, Agustín de Iturbide, obligó
a ese organismo a adoptar una convocatoria que asignaba diputados con base
en una compleja combinación de representación corporativa y el número de
partidos en cada provincia. Esa modificación produjo un desequilibrio regional
y creó descontento en las provincias porque algunas áreas, especialmente las
provincias escasamente pobladas, obtuvieron más representantes de los que
habrían tenido con elecciones del estilo gaditano, basadas en la representación
proporcional.81
Las Cortes Constituyentes Mexicanas, elegidas bajo la convocatoria de Itur-
bide, fracasaron. Los grupos militares y populares forzaron al cuerpo repre-
sentativo a elegir a Iturbide como emperador. Más tarde, el nuevo emperador
las asambleas coloniales. En la mayoría de los casos, estos decretos establecían el voto censi-
tario, en el que el derecho dependía de la propiedad. Sin embargo, en 1802 hubo un retroce-
so en la legislación cuando se reestableció la esclavitud. (Comunicación personal de Johanna
von Grafenstein, 1 de julio de 2004). Las constituciones francesas publicadas en la época no
abordan estas cuestiones de manera clara, como sí lo hace la Constitución de Cádiz.
80. François-Xavier Guerra, «El soberano y su reino: Reflexiones sobre la génesis del ciu-
dadano en América Latina», en Hilda Sábato (coord.), Ciudadanía política y formación de las
naciones: Perspectivas históricas de América Latina, Fondo de Cultura Económica, México,
1999, p. 45.
81. Jaime E. Rodríguez O., «Las elecciones a las Cortes Constituyentes Mexicanas», en
Louis Cardaillac y Angélica Peregrina (coords.), Ensayos en homenaje a José María Muriá, El
Colegio de Jalisco, Guadalajara, 2002, pp. 79-110.
Contenido 189
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
190 Contenido
L A N AT U R A L E Z A D E L A R E P R E S E N TAC I Ó N EN LA NUEVA ESPAÑA Y MÉXICO
a fijarse en nada […]».85 Al final, los defensores del orden triunfaron, aunque no
sin una fuerte lucha. Las ciudades y los pueblos controlaban la política local
con sus ayuntamientos. En algunos casos, intereses poderosos pretendieron
dominar a las más débiles comunidades rurales. Pero con la misma frecuencia,
las aldeas locales hacían valer sus exigencias frente a los intereses regionales,
estatales y nacionales. Aún así, la historia política de México en los siglos xix y
xx puede verse como un largo proceso de restricción de la participación política
y de concentración del poder en la capital y en el poder ejecutivo.86
85. José María Luis Mora, «Sobre la necesidad de fijar el derecho de la ciudadanía en la
república y hacerlo esencialmente afecto a la propiedad», en Obras sueltas, Editorial Porrúa,
México, 1963, p. 633. Aunque casi todos los historiadores de México consideran a Mora como
un liberal, no comparto esta opinión. Entre otras actitudes poco liberales, Mora era hostil al
liberalismo gaditano y, al tiempo que favorecía el gobierno representativo, peleaba por un
muy limitado derecho a voto. Esta confusión ha llevado a historiadores distinguidos como
Charles Hale, a sostener en su Mexican Liberalism in the Age of Mora, 1821-1853, Yale Uni-
versity Press, New Haven, 1968, que el liberalismo y el conservadurismo mexicanos no eran
muy diferentes. Esta es una suposición razonable si se considera a Mora como un «liberal».
Véase mi critica de la obra de Hale en Jaime E. Rodríguez O., «La historiografía de la Primera
República», en Memorias del Simposio de Historiografía Mexicanista, Comité Mexicano de Cien-
cias Históricas / Gobierno del Estado de Morelos / Universidad Nacional Autónoma de México,
México, 1990, pp. 147-151. María del Refugio González ha presentado una visión alternativa
al argumentar que Mora era un «regalista». Véase su «Ilustrados, regalistas y liberales» en Ro-
dríguez O., The Independence of Mexico, pp. 247-263.
86. Jaime E. Rodríguez O., «The Origins of Constitutionalism and Liberalism in Mexico»
en Jaime E. Rodríguez O., (coord.), The Divine Charter: Constitutionalism and Liberalism
in Nineteenth-Century Mexico, Rowman & Littlefield Publishers, Lanhan & Boulder, 2004,
pp. 1-32.
Contenido 191
Definir y representar la nación durante la crisis imperial
Noelia González Adánez
Universidad Complutense de Madrid
Contenido 193
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
del Antiguo Régimen, en la medida en que pone de manifiesto los cambios sufri-
dos en las bases de legitimidad de la autoridad, en la estructura de las relaciones
imperiales y en los mecanismos para integrar y/o excluir a los que primero fueron
súbditos americanos de la Corona y después miembros americanos de la nación
española. Como ha resumido David Brading: «La independencia sería el preludio
de la destrucción definitiva de la cultura barroca sobre la que habían descansado
el poder y el prestigio de la Monarquía católica».3 La independencia de las colonias
enfrenta a la Monarquía, en definitiva, con una auténtica crisis imperial.
Cuestiones como la progresiva dominación ejercida por los españoles penin-
sulares sobre los cargos en América a lo largo del setecientos, o la afirmación
en Cádiz del principio de soberanía nacional, quedando excluida del disfrute
de los derechos de ciudadanía una buena parte de la población americana,
enervarán el sentimiento de dominación de los criollos y la vivencia de exclu-
sión. Las independencias americanas son el resultado del progresivo desarrollo
de una voluntad, por parte de los criollos, de demandar la «inclusión política»
fuera ya de los esquemas de comportamiento propios del Antiguo Régimen.
Las independencias son, en definitiva, la huida hacia adelante de unas elites
dispuestas a asumir los riesgos que comporta una situación de indefinición y a
aprovechar los nuevos recursos ideológicos y políticos surgidos de determina-
das versiones del orden social contrarias al sostenimiento de las mecánicas del
Antiguo Régimen. En la América española, igual que en las Trece Colonias, las
elites partidarias de la independencia emplean argumentos de extracción euro-
pea para sugerir la secesión como única vía posible para sustraerse a la corrup-
ción, a la venalidad, a la anarquía y a la subordinación; todos ellos percibidos
como rasgos consustanciales a un orden obsoleto que es preciso transformar.
En el espacio de la presente comunicación se intentará precisar el sentido
de la controversia que se originó en torno a la representación de América en el
contexto de la revolución peninsular.
Escritores como Flórez Estrada o Blanco White reflexionaron sobre Améri-
ca en el marco de la crisis que se abrió entonces. Como es sabido, el primero
lo hizo con cierta extensión en su Examen imparcial de las disensiones de la
América con la España, de los medios de su recíproco interés, y de la utilidad
de los aliados de la España, escrito en 1811, y el otro en una serie de artículos
aparecidos en El Español (1810-1814) y, ya durante el Trienio, en Variedades
(1822-1825).4 Ambos autores percibieron como una necesidad el sostenimiento
3. David Brading, The First America. The Spanish Monarchy, Creole Patriots and the
Liberal State, 1492-1867, Cambridge University Press, Cambridge, 1991, p. 558.
4. Concejo Municipal del Distrito Federal, Caracas, Venezuela, 1974; recopilados por Ma-
nuel Moreno Alonso en Conversaciones Americanas y otros escritos sobre España y sus Indias,
ici, Madrid, 1993.
194 Contenido
DE FIN IR Y R E P R E S E N TA R L A N ACIÓN DURANTE LA CRISIS IMPERIAL
de los vínculos entre América y la madre patria y, sin embargo, llegaron a este
convencimiento por la vía de razonamientos diferentes. En el caso de Flórez
Estrada, la preocupación por la recuperación económica de la Monarquía en el
contexto de la revolución constitucional y la visión de América como un ele-
mento imprescindible para el logro de esta empresa, hará que el asturiano no
asuma en su total plenitud los postulados que defiende en materia de derechos.
Puesto que si bien había considerado el derecho de autodeterminación en la
forma siguiente: «Convengo en que todos los pueblos tienen un derecho para
establecer su libertad del modo que les acomode, y aun para separarse del resto
de la comunidad, siempre que su reunión sea incompatible con su libertad o
con los medios de prosperar»; sin embargo, entenderá que la vinculación de la
América española a la Monarquía no contraviene su libertad,5 puesto que él,
como muchos de sus contemporáneos, considerará que las Américas no han al-
canzado el nivel preciso de desarrollo como para aspirar a la independencia y,
por extensión a la libertad. Sus planteamientos se insertan en argumentaciones
propias de la Economía Política.
Blanco-White se mostrará dispuesto a aceptar una reformulación de las re-
laciones imperiales con un contenido político que supera los dictados del libre
comercio. La noción de una monarquía «descentralizada», de una visión casi
federal del imperio, es concebida como una alternativa tanto a la secesión «pre-
matura» de las provincias ultramarinas como al mantenimiento de relaciones de
subordinación.
Ambos escritores trataron, desde los presupuestos generales sucintamente
descritos, el tema que suscitaría mayores controversias. Aquel cuya resolución
resultaba perentoria por presión de la diputación americana: la cuestión de la
representación de América en Cortes. Desde la designación del Consejo de
Regencia, los americanos fundarán su protesta en la actitud y las promesas
–incumplidas– de igualdad realizadas por los nuevos gobiernos. Los incum
plimientos se manifestarán, desde su perspectiva, primero en la negativa a
admitir la formación de juntas en América y, después en los criterios de re
presentación que se emplean para llevar a cabo la designación del número de
vocales que deben enviarse de Ultramar. Flórez Estrada, por su parte, juzgará
que este criterio se había establecido sobre bases justas, puesto que habían
quedado «naturalmente» excluidas las castas, aunque reconocerá la existencia de
irregularidades en el modo de llevarse a cabo la elección. Por su parte, Blanco
White propondrá que los americanos designen sus propios gobiernos «[...] y
Contenido 195
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
196 Contenido
DE FIN IR Y R E P R E S E N TA R L A N ACIÓN DURANTE LA CRISIS IMPERIAL
Contenido 197
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
14. En estos términos se expresaba, por ejemplo, el diputado Valiente. dscge, 23 de enero
de 1811, nº 119, p. 425.
15. dscge, 7 de febrero de 1811, nº 134, pp. 516-517. Similar a esta defensa, la del diputado
Feliu el 30 de enero de 1811, nº 126, pp. 463-464.
16. dscge, 7 de febrero de 1811, nº 134, p. 511.
17. dscge, 9 de enero de 1811, nº 105, p. 332.
18. dscge, 7 de febrero de 1811, nº 134.
198 Contenido
DE FIN IR Y R E P R E S E N TA R L A N ACIÓN DURANTE LA CRISIS IMPERIAL
19. Los comenta Michael P. Costeloe, Response to Revolution, Imperial Spain and the
Spanish American Revolutions, 1810-1840, Cambridge University Press, Cambridge, 1986,
p. 175.
20. José María Portillo, «Crisis de la Monarquía, 1808-1812», en Pablo Fernández Albaladejo
(ed.), Los Borbones. Dinastía y memoria de nación en el siglo xviii, cepc, Madrid, p. 607.
Contenido 199
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
200 Contenido
DE FIN IR Y R E P R E S E N TA R L A N ACIÓN DURANTE LA CRISIS IMPERIAL
Contenido 201
LA LEGITIMIDAD REPUBLICANA
Contenido
La idea de la «soberanía particular de los pueblos» en la revolución
de la Banda Oriental
Bárbara Díaz Kayel
Universidad de Montevideo
Contenido 205
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
206 Contenido
L A ID E A D E L A «S OBE RA NÍA PARTICULAR DE LOS PUEBLOS»
1811 triunfará una vez más la tendencia centralizadora con la creación del
primer Triunvirato, hasta que en octubre de 1812 un nuevo movimiento intente
poner freno al proyecto unificador porteño.
Nuestro estudio se centrará en documentos producidos entre 1811 y 1813,
período en el que se concreta el proyecto político de la revolución oriental.
Una vez aclarados los hechos que constituyen el marco espacial y cronológico
de esta investigación, es preciso abordar los aspectos teóricos vinculados a la
idea de «soberanía particular de los pueblos».
En primer lugar, hay que recordar la primacía de la ciudad como centro
articulador del mundo hispánico, tanto peninsular como americano. Como han
explicado los historiadores Guerra y Chiaramonte, la unidad política de los
reinos hispánicos es la ciudad, cabeza de un territorio circundante. La ciudad
era una categoría política y no meramente social. La unión de los reinos bajo la
monarquía en modo alguno había menoscabado dicha célula básica en torno a
la cual se articulaban todas las actividades de los vecinos y que constituía para
ellos su primer referente político.
Afirma François-Xavier Guerra que el problema central de las Revoluciones
Hispanoamericanas es «quién gobierna y en nombre de quién».2 La crisis de la
monarquía desempolvó las doctrinas clásicas del pensamiento hispánico acerca
del origen del poder, doctrinas que, si bien oscurecidas durante el período
borbónico, seguían bien presentes en el imaginario popular de uno y otro
lado del Atlántico. La prisión de Fernando VII llevó, en España y América, a la
puesta en práctica de la teoría de la retroversión de la soberanía: ausente el rey,
la soberanía vuelve a los pueblos en donde se origina.
Ahora bien, a pesar del acuerdo generalizado en esta postura, existían
grandes diferencias a la hora de su aplicación, en primer lugar, se discutía
si la retroversión era en el pueblo o en los pueblos. La distinción entre
singular y plural –explica Guerra– comporta una diversa conceptualización
correspondiente al modo de pensar moderno o tradicional. La expresión «los
pueblos» hace referencia a poblaciones concretas, numerables y fácilmente
identificables como aquellas con cabildo.
Mariano Moreno, ideólogo de la Revolución de Mayo, a pesar de la innegable
influencia rousseauniana de algunos de sus escritos, defiende esta idea de
soberanía de los pueblos. Así por ejemplo, refiriéndose al modo en que cada
provincia reasumió su soberanía, expresa:
Contenido 207
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
208 Contenido
L A ID E A D E L A «S OBE RA NÍA PARTICULAR DE LOS PUEBLOS»
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LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
210 Contenido
L A ID E A D E L A «S OBE RA NÍA PARTICULAR DE LOS PUEBLOS»
11. Oración pronunciada por José Artigas, Delante de Montevideo, 4 de abril de 1813,
Archivo Artigas, xi, 67.
12. M. Moreno, Gazeta de Buenos Aires, noviembre de 1810, en J. C. Chiaramonte, Ciu-
dades, provincias, p. 339.
13. Comisión del ciudadano Tomás García de Zúñiga delante del gobierno de Buenos
Aires, cit. en W. Reyes Abadie, O. Bruschera y T. Melogno, El ciclo artiguista 2, p. 13.
Contenido 211
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
14. Oración pronunciada por José Artigas, Delante de Montevideo, 4 de abril de 1813,
Archivo Artigas, xi, pp. 67-70.
212 Contenido
L A ID E A D E L A «S OBE RA NÍA PARTICULAR DE LOS PUEBLOS»
Contenido 213
Disputas sobre el nuevo orden. Propuestas jurídicas de un fundamento
para el México independiente
Mirian Galante
Instituto de Historia, csic
Introducción
1. Existen numerosos trabajos sobre esta temática, pero destacan principalmente los estu-
dios de F. X. Guerra y Jaime Rodríguez.
2. El concepto de modernidad incluye otros aspectos fundamentales como el fin del
sistema de privilegios o el reconocimiento del individuo como el sustento del mismo. Para
Contenido 215
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
216 Contenido
D I S P U TA S SOBRE EL NUEVO ORDEN
7. José María Álvarez, Instituciones de derecho real de Castilla y de Indias, 1826, México.
La edición empleada es el facsímil que publicó en 1982 el Instituto de Investigaciones Jurí-
dicas de la unam.
8. Ilustración del derecho real de España. Ordenada por don Juan Sala, reformada y aña-
dida con varias doctrinas y disposiciones del derecho novísimo y del patrio, tomo I. México,
1831. Imprenta de Galván, a cargo de Mariano Arévalo, calle de Cadena núm. 2.
9. Alfonso García Gallo considera el Febrero como un repertorio de leyes: escrito en Es-
paña en 1789-1790, fue reformado varias veces entre 1817-1847 y finalmente se reelaboró en
1870, pasándose a llamar Novísimo Febrero. Alfonso García Gallo, Manual de historia del de-
recho español, Madrid, 1979, p. 485. El Febrero mejicano es la edición mexicanizada del libro
español que se publicó en 1834. En 1850 apareció el Nuevo Febrero, diferente de los demás
textos puesto que carecía del orden de prelación y de la introducción de las acostumbradas
referencias a los códigos españoles.
10. Pandectas hispano-megicanas, de Juan Nepomuceno Rodríguez de San Miguel, según
María del Refugio González, el autor era un jurista de filiación claramente conservadora. María
del Refugio González, «Estudio introductorio», Pandectas hispano-megicanas, unam, México,
1991, p. viii. En 1839 y 1852 aparecieron varias ediciones de esta obra.
Contenido 217
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
que, escrito por mandato de Juárez y tras las modificaciones introducidas por
una comisión nombrada a tal efecto, fue promulgado en 1870.11
Para poder analizar con mayor precisión el carácter diacrónico de este pro-
ceso, así como su significación política, se ha fijado un corte que cronológica-
mente coincide con el establecimiento de la constitución centralista, y que jurí-
dicamente marca la consolidación de dos líneas de interpretación del derecho
patrio. En el primer momento la tónica general fue la de la continuidad: se ree-
ditaron textos jurídicos, tanto los españoles que se consideraron fundamentales
como el Álvarez guatemalteco, con modificaciones orientadas a su adaptación
a la legislación específica mexicana. Todos ellos siguieron la tradición de las
Instituciones de Justiniano. En el segundo período, que políticamente se corres-
pondió con un avance en la clarificación de las posiciones ideológicas, puede
apuntarse igualmente una depuración de la intencionalidad política de estas
propuestas de creación de un código civil. Así, por un lado, se continuaron
reeditando los textos anteriores con significativas modificaciones conceptuales,
y, por otro, comenzaron a aparecer formulaciones conservadoras. La firma del
tratado de paz y amistad a fines de 1836 entre el gobierno español y el mexi-
cano disipó el miedo a un intento de reconquista de los peninsulares, lo que
contribuyó a que los sectores conservadores definieran la tradición propia del
derecho enraizándola en una supuesta tradición hispánica que definieron como
opuesta a la romana.
Todos estos textos se elaboraron como expresiones normativas distintas
que compartían el reconocimiento de la soberanía popular como principio
constituyente y la necesidad de objetivación de las normas jurídicas pro
cedimentales en un código que garantizara la igualdad de la justicia; sin
embargo, entre ellos existían diferencias significativas a la hora de concretar
ambos supuestos. Ello se expresó sin duda en una comprensión divergente
tanto de la persona jurídica como de las relaciones que ésta podía establecer
con los demás sujetos, permitiéndonos su análisis, por tanto, conocer mejor,
cómo se pensaba, desde un punto de vista jurídico, la comunidad política.
11. Justo Sierra, Proyecto de un Código civil mexicano formado de orden del Supremo Go-
bierno, Imprenta de Vicente G. Torres, México, 1861. Las fuentes fundamentales que empleó
fueron numerosas, pero destacaron especialmente el código francés y el proyecto de código
civil español conocido como Proyecto García Goyena.
218 Contenido
D I S P U TA S SOBRE EL NUEVO ORDEN
asentar el derecho patrio era necesario retomar las fuentes del derecho histórico
tradicional y reordenarlo. A falta de cuerpos legislativos nacionales se debían
asumir los del derecho indiano junto con aquellas otras disposiciones emitidas
por los congresos desde la independencia. El deseo de contar con un único tex-
to en el que recoger todo el derecho vigente evidenció la necesidad de organizar
todo este material, por lo que se optó por establecer un orden de prelación que
permitiera reconocer una secuenciación en las fuentes del derecho. Este orden
de preferencia fue asumido de manera unánime por los principales juristas del
momento.12 Todos los textos, además, tenían un carácter compilatorio y toma-
ron como referencia en su formulación el Corpus Iuris Civilis de Justiniano. En
este primer momento, las principales formulaciones siguieron la sistematización
de los Instituta, en auge desde fines del xviii.
Como su propio nombre indicaba, las Instituciones del derecho real de Cas-
tilla y de Indias, escritas por Juan Álvarez, cuya primera edición mexicana apa-
reció en 1826, se inscribían en un contexto de reafirmación de la jurisdicción
real frente a la eclesiástica e identificaban a aquella con el derecho patrio. El
texto contaba con un primer apartado dedicado a los principios del derecho, en
el que el autor abundaba en esta idea definiendo el derecho nacional como el
emitido por el rey y completado por las autoridades indianas y locales, opues-
to retóricamente a un derecho romano identificado con el ius commune, de
fuerte impronta religiosa. Reconocía dos ámbitos distintos de la justicia, la civil
y la moral: lo definitorio de la primera era su condición de «no religiosa», y de
la segunda, precisamente, de católica. A su vez, el autor atribuía a la primera
un carácter conmutativo, lo que ponía en juego la relación de las partes de la
comunidad entre sí, y a la segunda, uno distributivo, esto es, en el que primaba
la del todo con las partes. Esta distinción teórica de la justicia, sin embargo, no
aparecía tan nítida a la hora de concretar una comprensión de la jurisprudencia:
«Se inventó pues la jurisprudencia para que los derechos de todos fuesen guar-
dados: para que se dé a cada uno lo que es suyo, se premien sus virtudes y se
castiguen los vicios». Sea como fuere, el cumplimiento de la ley no se debía a la
moralidad de ésta sino al miedo a la pena, lo que nos puede hacer pensar, por
un lado, en un efectivo reconocimiento de la obligatoriedad de la observancia
Contenido 219
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
del derecho positivo, fuera éste justo o no, y, por otro, en la consideración de
la ley como una imposición de la autoridad para el beneficio colectivo de toda la
sociedad. Esta supremacía de los «intereses de la sociedad» se ratificaba
en la definición que aportaba del derecho civil, en la que el sujeto particular
ni tan siquiera aparecía. Su espacio dentro de la jurisprudencia se encontraba
en el derecho privado.
A esta exposición de los principios generales del derecho, le seguía el ma-
terial jurídico tradicional sistematizado en tres ejes: personas (familia), cosas
(propiedad, sucesiones y contrato) y acciones (el proceso). A pesar de su for-
mulación con pretensiones metódicas y racionalistas, sin embargo, la presencia
del derecho tradicional condicionaba de manera contundente los contenidos
concretos de la ley, en la medida en que se recogía la existencia de privilegios
o que la formulación del sujeto jurídico estaba condicionada a una clasificación
múltiple, establecida sin un criterio uniforme. De esta manera, ni la ley adquiría
un carácter general y universal, ni el sujeto jurídico se expresaba como una
categoría unívoca o claramente definida.
Aunque Las instituciones del derecho real de Castilla fue sustituyendo al tex-
to de Sala como manual de derecho en todo Hispanoamérica, sin embargo, las
reediciones de éste continuaron constituyendo un corpus recurrente entre los
juristas mexicanos. Sorprende en este caso su capacidad metamórfica, ya que
fue orientándose cada vez más hacia posturas claramente liberales.
De hecho, La ilustración del derecho real de España, escrito por Juan Sala
en Madrid a fines de siglo xviii, pasó de haber sido simplemente reimpreso, en
1807, añadiéndole las leyes vigentes en Indias según los Autos acordados de
Ventura Beleña y la Política indiana de Solórzano Pereira, a ser reeditado en
una versión «reformada y añadida con varias doctrinas y disposiciones del dere-
cho novísimo y del patrio» en 1831. Esta edición compartía con el texto de Ál-
varez no sólo formato, sino sus principios básicos. Sin embargo, posiblemente
la influencia del Febrero Novísimo del conocido militante liberal Eugenio Tapia
daba cierto cariz más progresista a este texto. Así, frente a una lectura regalista
del derecho, aquí se hacía especial hincapié en que la facultad de dar leyes
era únicamente del pueblo, «que es la reunión de los asociados». Por lo demás,
básicamente mantenía una concepción del derecho civil según la cual éste se
entendía genéricamente como el derecho particular de cada pueblo o nación,
por contraposición al derecho natural y de gentes, comunes a todas las nacio-
nes. De nuevo el sujeto jurídico se definía en función de su participación en la
comunidad en calidad de «asociado» y de su estado civil se hacía una exhausti-
va y compleja clasificación. Igualmente, aunque reconocía el carácter general y
de obligado cumplimiento de la ley, en el desarrollo práctico de los contenidos
se evidenciaba la pervivencia de leyes particulares, es decir, de privilegios.
220 Contenido
D I S P U TA S SOBRE EL NUEVO ORDEN
Contenido 221
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
13. Juan Sala, Sala mexicano, o sea la Ilustración al Derecho Real de España, que escribió
el Doctor D..., Ilustrada con noticias oportunas del Derecho romano, y las Leyes y Principios
que actualmente rigen en la República mexicana, Imprenta de Ignacio Cumplido, México,
1845, tomo I, p. xv, citado en Miguel Luque Talaván, Un universo de opiniones. La literatura
jurídica indiana, csic, Madrid, 2003, p. 148.
14. Bartolomé Clavero, «La disputa del método en las postrimerías de una sociedad, 1789-
1808», Anuario de historia del derecho español, 1978, pp. 307-334.
15. Nuevo Febrero Mexicano, citado en María del Refugio González, Estudios sobre la
historia del derecho civil en México, unam, México, 1981, p. 56.
222 Contenido
D I S P U TA S SOBRE EL NUEVO ORDEN
Contenido 223
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
Conclusiones
224 Contenido
D I S P U TA S SOBRE EL NUEVO ORDEN
Contenido 225
La idea de la legitimidad política en el periódico La Sociedad de la ciudad
de México, 1857-1867
Alejandra López Camacho
Benemérita Universidad Autónoma de Puebla
Contenido 227
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
compleja si tenemos en cuenta que el mismo léxico utilizado por los hombres
de la época para discutir, para hacer política, para definir a un partido y
para escribir en un periódico, cambiaba al ritmo que mudaban los grupos
políticos en el poder. En este sentido cabe advertir que las ideas de la época
están influenciadas por ideologías, creencias, corrientes y conductas políticas:
liberales, conservadoras, católicas, constitucionalistas y anticonstitucionalistas,
democráticas y antidemocráticas, federalistas y centralistas, republicanas y mo
narquistas. Los discursos periodísticos del diario La Sociedad son pistas, rastros,
testimonios de significativa importancia para la historia del republicanismo y
monarquismo en la ciudad de México, a la par que muestran la cultura del debate
de un grupo de personas del ambiente periodístico y político, y el devenir de
una sociedad cuyas formas de vida se vieron perturbadas a consecuencia de los
cambios suscitados a lo largo de la primera mitad del siglo xix, y desde luego de
las Leyes de Reforma, la Constitución de 1857 y de la instauración del Segundo
Imperio Mexicano encabezado por Maximiliano de Habsburgo.
El propósito del trabajo es entender y significar esos conceptos de acuerdo
a la misma cultura política de la época y en función de lo que fue percibi-
do como justo y verdadero para los editores de La Sociedad. La intención es
mostrar como la idea de la legitimidad, a lo largo de esta década, recogió la
tradición política del buen gobierno que implicó, en primera instancia, el reco-
nocimiento de la Divina Providencia como autoridad suprema y eje conductor
del buen gobierno, y el reconocimiento del padre conquistador España, es decir,
de esa nación que había formado a la Nueva España. En esa idea además, está
presente el reconocimiento del régimen de gobierno monárquico español que
implicó la legitimidad y rango real de un hombre, el rey, aunque a su vez se
reconoce la conservación de las costumbres y tradiciones católicas, ligado a la
unidad entre los hombres. En segundo lugar, esa idea de la legitimidad admitirá
la independencia de México3 y la no conciliación de los partidos hasta 1864,
3. Es importante aclarar que la independencia de México fue vista por los editores e impresores
de La Sociedad bajo dos aspectos: primero, como la independencia democrática y popular que re-
negaba de la madre España, aunque admitía la religión católica y que fue llevada a cabo por Miguel
Hidalgo y Costilla en Dolores; segundo, como la independencia que promovió la religión católica
y la unión entre españoles europeos, españoles americanos e indios y que fue llevada a cabo por
Agustín de Iturbide y el Plan de Iguala, ver: F. Escalante, La Sociedad, Sección Actualidades, México,
16 de septiembre de 1866, p. 2. Por otra parte, México, como nación independiente, según opinión de
O’Gorman, emergió de la Nueva España y ha pasado por tres entidades históricas distintas y al mismo
tiempo vinculadas: el Imperio Mexica, el virreinato de la Nueva España y la nación mexicana. Es
necesaria esta aclaración, afirma el autor, porque en la historia de las ideas políticas de México
existen dos tesis paralelas y opuestas: primera, que el México actual no es sino el mismo que
encontraron los españoles en 1492; segunda, que el México actual es la Nueva España que ha
llegado a su madurez y mayoría de edad. Sin embargo, la actual República de México no es el
Imperio de Moctezuma, ni el Virreinato de la Nueva España, sino un ente distinto que surgió
228 Contenido
L A IDEA DE LA LEGITIMIDAD POLÍTIC A
Contenido 229
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
La idea de regeneración
230 Contenido
L A IDEA DE LA LEGITIMIDAD POLÍTIC A
Contenido 231
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
La idea de sociedad
Dado que para los periodistas e impresores fue importante regenerar a la so-
ciedad, un punto central dentro de esta concepción lo constituyó el estudio de
la historia. El conocimiento de la historia sería eje del mejoramiento del futuro,
de ahí que la historia representara una especie de laboratorio científico cuyo
propósito fuera observar la marcha de los hombres en el pasado y así llegar a
resultados demostrables. El estudio del pasado implicaría el análisis y reflexión
de los trastornos sufridos por la sociedad a lo largo de los años; la idea sería
hacer una marcha más segura hacia el porvenir, hacia aquello desconocido que
representaba el futuro del gobierno mexicano pero que proyectaba hacerse
conocido, aceptable, justo y sobre todo, legítimo, elementos esenciales de los
cuales carecía el presente de finales de 1857. Cierto es que durante este pe-
riodo, la deslegitimación que existía hacia su presente no radicaba en especial
en el régimen republicano o persona que gobernaba, sino sobre los principios
sociales que se habían visto atacados por las legislaciones reformistas que pre-
10. F. Escalante (autor del editorial), «El Imperio», La Sociedad, Sección Editorial, tomo. iii,
núm. 359, México, martes, 14 de junio de 1864, pp. 1 y 2.
232 Contenido
L A IDEA DE LA LEGITIMIDAD POLÍTIC A
Contenido 233
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
234 Contenido
L A IDEA DE LA LEGITIMIDAD POLÍTIC A
15. F. V. Sánchez (editor responsable), «La sociedad mexicana», La Sociedad, Sección Edi-
torial, tomo i, núm. 183, México, viernes 2 de julio de 1858, p. 1.
16. F. Escalante (autor del editorial), «El Imperio», La Sociedad, Sección Editorial, tomo iii,
núm. 359, México, martes 14 de junio de 1864, pp. 1 y 2.
17. F. V. Sánchez (editor responsable), «Reflexiones sobre los gobiernos aplicados a la
República», La Sociedad, Sección Editorial, tomo i, núm. 12, México, miércoles, 6 de enero
de 1858, p. 1.
Contenido 235
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
Con lo anterior sale a relucir que si bien los Estados Unidos no represen-
taban el modelo de nación para México, ello no implicaba que se le desco-
nociera como pueblo civilizado, ni que tampoco se advirtieran en ellos los
18. Ibídem.
19. Ibídem.
236 Contenido
L A IDEA DE LA LEGITIMIDAD POLÍTIC A
20. F. V. Sánchez (editor responsable), «La sociedad mexicana», La Sociedad, Sección Edi-
torial, tomo i, núm. 183, México, viernes, 2 de julio de 1858, p. 1.
21. Sebastián Monterde, «Cumpleaños de S. M. el Emperador», La Sociedad, Sección Edito-
rial, México, tomo iii, núm. 381, México, miércoles, 6 de julio de 1864, p. 1.
Contenido 237
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
238 Contenido
LA REPRESENTACIÓN
DE LA LEGITIMIDAD
Contenido
Historia nacional contra historia sagrada: legitimidad y pintura de historia
en la Academia de San Carlos de México durante el siglo xix
Tomás Pérez Vejo
Universidad Autónoma del Estado de Morelos
Introducción
Contenido 241
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
1. Entre 1982 y 1983 se publicaron las tres obras básicas del nuevo paradigma, Benedict
Anderson, Imagined Communities, Reflections on the Origin and Spread of Nationalism, Verso,
Londres, 1983; John Breuilly, Nationalism and the State, Chicago, 1982 y Ernest Gellner,
Nations and nationalism, Oxford, 1983.
242 Contenido
H IS TORIA NACIONAL CONTRA HISTORIA SAGRADA
2. Para una ampliación de estos aspectos véase Tomás Pérez Vejo, Nación, identidad
nacional y otros mitos nacionalistas, Nobel, Oviedo, 1999.
3. Bronislaw Baczko, Les imaginaires sociaux. Memoires et espoirs collectifs, Payot, París,
1984.
Contenido 243
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
244 Contenido
H IS TORIA NACIONAL CONTRA HISTORIA SAGRADA
5. El decreto expedido por éste el 2 de octubre de 1843, en el que, entre otras medidas, se
establece «proponer al Gobierno los arbitrios necesarios para el mantenimiento de la Acade-
mia» (Archivo de la Antigua Academia de San Carlos, doc. 4251), puede considerarse a todos
los efectos como el momento de nacimiento de la nueva Academia.
6. Se inauguró el 25 de diciembre de ese año.
7. Las Exposiciones de la Academia fueron anuales entre 1849 y 1859; entre este último año y
1869 solo se celebraron dos Exposiciones, las de 1862 y 1865; en 1869 se establece una periodici-
dad bianual que se mantiene hasta 1881; después de nuevo se vuelve a una cierta irregularidad,
hubo exposiciones únicamente en 1886-1887, 1891-1892 y 1898-1899 (las Exposiciones tenían
lugar normalmente entre diciembre y enero, de ahí la doble fecha, las únicas excepciones fueron
las de 1862, que se inauguró el 1 de enero, y la de 1865, inaugurada el 1 de noviembre).
Contenido 245
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
246 Contenido
H IS TORIA NACIONAL CONTRA HISTORIA SAGRADA
Contenido 247
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
tes del triunfo de la pintura de historia laica en Europa más de cincuenta años
antes:
Es decir que ya pasada la primera mitad del siglo, todavía El Siglo xix, un
periódico no especialmente conservador dentro del ámbito de la prensa mexi-
cana del momento, no consideraba a la pintura de historia laica como tema
digno del gran arte ni, como consecuencia, la patria digna de ocupar el lugar
de la religión.
Es la época de los cuadros sobre Agar e Ismael, el cautiverio de los hebreos
en Babilonia, Sansón, Caín y Abel, Saúl, San Juan Bautista, José, David, Jesu-
cristo, San Pedro, Lot, Tobías, Isaac...10 Las clases medias y altas mexicanas son
socializadas en un discurso religioso que sirve para reafirmar la idea de una
comunidad cristiana, de una identidad colectiva de tipo cristiano. La etnia míti-
ca a la que se pertenece es la definida por la religión y son sus valores los que
determinan la forma de ser y estar en el mundo.
Resulta difícil de explicar el porqué de la pervivencia, hasta fechas tan tar-
días, de esta hegemonía de la pintura religiosa en la iconografía de la Acade-
mia; explicar por qué el Estado, que controlaba la Academia Nacional de San
Carlos, y que durante parte de este periodo (leyes de Reforma) se define como
un Estado laico, permite la existencia de un discurso artístico que puede consi-
derarse, como mínimo, no nacionalizador.
Varios son los aspectos que habría que considerar esto al margen de que,
como ha explicado de forma muy convincente Fausto Ramírez, esta iconografía
es sólo aparentemente religiosa y cómo muchas de estas pinturas deben ser in-
terpretadas en clave política.11 Lo relevante, sin embargo, para lo que aquí nos
248 Contenido
H IS TORIA NACIONAL CONTRA HISTORIA SAGRADA
dependencia, México, 1985. Para un análisis concreto y pormenorizado del trasfondo político
de uno de estos cuadros véase de este mismo autor «La cautividad de los hebreos en Babilonia:
pintura bíblica y nacionalismo conservador en la Academia Mexicana a mediados del siglo xix,
en XVII Coloquio Internacional de Historia del Arte. Arte, historia e identidad en América.
Visiones comparativas, México, 1994.
12. El nazarenismo de Clavé habría que integrarlo en el bastante complejo asunto del nazare-
nismo catalán, que, entre otros aspectos, está directamente relacionado con el nacimiento de un
sentimiento nacional en Cataluña. El gran teórico de este movimiento en Cataluña fue Pablo Milá
y Fontanals, posiblemente el primero en escribir en España sobre Giotto (en un artículo aparecido
en el Semanario Pintoresco Español en 1847), quien a su vuelta de Italia, donde estudio direc-
tamente con Overbeck, ocupará la cátedra de «Teoría e historia de las Bellas Artes, trajes, usos
y costumbres de los diversos pueblos» de la Escuela de Bellas Artes de la Junta de Comercio de
Barcelona, desde la que promovería un activo nazarenismo, de tintes nacionalistas, que se pro-
longará hasta Fortuni (todavía en 1858, cuando éste va a Roma, pensionado por la Diputación de
Barcelona, una de sus primeras visitas artísticas, frustradas por la enfermedad del viejo pintor,
es a Overbeck). Sobre los pintores nazarenos catalanes y sus presupuestos ideológicos, véase
A. Cirici Pellicer, «Los nazarenos catalanes y sus dibujos en el Museo de Arte Moderno», en Anales
y Boletín de los Museos de Arte de Barcelona, 1945, pp. 59-93; M. A. Cerdà i Surroca, Els prerafae-
listes a Catalunya, una literatura i uns símbols, Barcelona, 1981; y F. Fontbona, Del neoclassicisme
a la Restauració, 1808-1888. Història de l’Art Català, vol. VI, Barcelona, 1983, pp. 102-104 y 107
y ss. En el caso concreto de Milá y Fontanals y el lugar ocupado en su estética por la idea de una
vuelta al medioevo y un arte cristiano, resulta particularmente interesante un temprano artículo
del propio Milá aparecido en 1842 en la revista La civilización (Milá y Fontanals, «Bellas Artes. (El
renacimiento de la pintura espiritualista)», La Civilización, 1842, pp. 471-474).
13. P. Clavé, «Discurso en la entrega de premios a los alumnos de la Academia de San Carlos
del año 1863» reproducido en M. Romero de Terreros, en Catálogo de las Exposiciones de la antigua
Academia de San Carlos de México, México, 1963, pp. 353-356. La importancia de Clavé en la evolu-
ción del arte mexicano va más allá de lo meramente iconográfico, muchos de los postulados naza-
renos traídos por él a México (reivindicación del fresco como técnica pictórica, primitivismo compo-
sitivo, exaltación de una tradición premoderna) tendrán importantes repercusiones posteriores.
Contenido 249
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
Pero finalmente esto no parece explicar gran cosa, la pregunta que queda
en pie es por qué se contrató como director de pintura precisamente a alguien
con las características de Clavé. Una elección suficientemente polémica en su
momento como para que quepa considerarla fruto de la casualidad.15 Parece
más razonable que se contrató precisamente a Clavé con una clara conciencia
de lo que su magisterio significaba.
En segundo lugar, más sugerente, se podría ver en esta predilección por los
temas de historia del cristianismo, en detrimento de los de historia de México,
tanto un reflejo del conservadurismo de las élites mexicanas (cuyo sector más
conservador siguió monopolizando la vida de la Academia, formaron parte de
su Junta de gobierno en estos años de mediados de siglo conservadores tan
conspicuos como Lucas Alamán, José Joaquín Pesado o Manuel Carpio), en
estos momentos todavía antes cristianas que mexicanas, como el problema que
a éstas les plantea la invención de una historia nacional en la que, en última
instancia, se veían obligados a optar, bien por la tradición de la conquista, de
la que eran herederos pero contra la que habían construido su independencia,
o bien por la tradición indígena, óptima para legitimar una tradición nacional,
pero con algunos problemas de identificación para las élites criollas. Esto sin
considerar el problema que para los grupos conservadores católicos, no sólo
los mexicanos, planteó durante mucho tiempo la identidad nacional. La rei-
vindicación de una tradición cristiana obviaba este dilema, máxime si, como
250 Contenido
H IS TORIA NACIONAL CONTRA HISTORIA SAGRADA
16. Dante y Virgilio, Rafael Flores, segundo premio en la Exposición Nacional de 1855;
La muerte de Sócrates, de Ramón Sagredo, tercer premio en la Exposición Nacional de
1858; Juan Sancio enseña a pintar a su hijo Rafael, de Fidencio Díaz de la Vega, mención
honorífica en la Exposición Nacional de 1857; Cristóbal Colón en la Rábida, de Juan Urruchi,
mención honorífica en la Exposición Nacional de 1856…
Contenido 251
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
17. «La renta de la lotería queda desde hoy a cargo de la Academia de S. Carlos, a la que
se consigna su administración. Los productos líquidos de dicha renta, se destinarán a cubrir
los objetos de la misma Academia» (Decreto de la Secretaría de Hacienda de 16 de diciembre
de 1843, art. 1º). A pesar de que la Academia tuvo que asumir las deudas acumuladas por
premios no pagados y, posteriormente, las constantes solicitudes del Estado para acudir a
otros pagos con cargo a la lotería nacional la cesión fue un buen negocio y a fines de 1844
la Academia tenía ya un saldo favorable de más de 50.000 pesos, situación envidiable para
cualquier institución pública de la época.
18. «Bases del concurso anual que se establece para adjudicar un premio y un accésit al
mejor cuadro o mejor obra de Bellas Artes», 1869, Archivo de la Academia de Bellas Artes de
San Carlos, doc. 7038.
252 Contenido
H IS TORIA NACIONAL CONTRA HISTORIA SAGRADA
Lo que está pidiendo el poeta cubano a los pintores mexicanos es que pin-
ten cuadros al servicio de una historia laica y de una identidad nacional, no al
de una historia religiosa y de una identidad cristiana; y además que pinten una
historia que defina claramente la existencia de un “nosotros” mexicano eterno
e intemporal, el de Xinantecatl, Cuauhtemotzin y el del indio armado de piedra
y lanza, enfrentado a un “ellos”, extraño y ajeno al ser nacional, el del jinete
cubierto de acero y acompañado de un mastín. Y a ello se van a dedicar, con
mayor o menor acierto y no necesariamente empujados por las palabras de
Martí sino por las políticas artísticas del gobierno, los pintores mexicanos du-
rante el último cuarto del siglo xix.
19. José Martí, «Una visita a la Exposición de Bellas Artes», Revista Universal, México,
28 de diciembre de 1875.
Contenido 253
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
254 Contenido
H IS TORIA NACIONAL CONTRA HISTORIA SAGRADA
Contenido 255
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
Sin embargo, esta imagen se va haciendo más negativa a medida que avanza
el siglo hasta culminar en El tormento de Cuauhtemoc, de Leandro Izaguirre,
que consiguió el objetivo central a que todo cuadro de historia aspiraba: con-
vertirse en imagen arquetípica de la nación, en símbolo a través del que gene-
raciones de mexicanos van a ver su pasado y con el que se van a identificar.
El efectismo compositivo del cuadro, un duelo visual entre la sombría imagen
de Cortés y el blanco semidesnudo de Cuauhtemoc, acentúa el dramatismo de
una escena en la que al espectador se le hace elegir entre los crueles conquis-
tadores, codiciosos y sanguinarios, y el noble orgullo del derrotado rey azteca,
digno hasta en la hora de la tortura. Entre considerarse descendiente de aqué-
llos o de éste la elección era obvia.
Acto tercero (misterios gloriosos). Con la Independencia la nación muerta
con Cuauhtemoc vuelve a recuperar su lugar en el mundo. Aquí habría que
incluir temas de la guerra de independencia propiamente dicha como la inde-
pendencia contra los franceses, especialmente presente en la República restau-
rada, cuando llegan a desplazar a la independencia propiamente dicha. Hay
aquí obviamente un aspecto coyuntural, se trata de mostrar a los seguidores de
Maximiliano, no como un proyecto alternativo de nación sino como invasores
extranjeros. A pesar de esto, la menor importancia relativa de la independencia
en la construcción imaginaria de la nación mexicana en el siglo xix plantea al-
gunas cuestiones interesantes. Al margen de la mayor capacidad de comunión
colectiva del sacrifico, finalmente también en el cristianismo la imagen repre-
sentativa es la crucifixión y no la resurrección, esta ausencia podría verse como
el reflejo de una de las peculiaridades más sorprendentes de la construcción
nacional mexicana que es el fracaso de la idea de la construcción de una na-
ción cívica como proyecto de futuro. Se podía haber optado, incluso dadas las
condiciones de partida se podría considerar que hubiese sido lo más fácil, por
la idea de una nación de ciudadanos que se erigen como comunidad política
a partir de la ruptura del Antiguo Régimen, pero no fue así. La independen-
cia ocupa un lugar secundario en el imaginario mexicano y además aparece
supeditada a un relato histórico en la que es vista no como un proyecto de
futuro sino como venganza del pasado. La historia como expiación. Esto tiene,
obviamente, importantes consecuencias sobre la configuración del imaginario
nacional mexicano, que no es este el momento de analizar.
Pero en una reconstrucción selectiva del pasado es tan importante lo que se
recuerda como lo que se olvida. Ya Renan en Qu’est-ce qu’une nation?, resaltó
256 Contenido
H IS TORIA NACIONAL CONTRA HISTORIA SAGRADA
Conclusión
Contenido 257
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
258 Contenido
Legitimar y olvidar: la nación argentina en la pintura «de frontera»
del siglo xix 1
Camilla Cattarulla
Universidad de Roma Tre
Este trabajo forma parte de una investigación más amplia sobre la relación entre el docu-
mento iconográfico (pintura, fotografía, cine y cómic) y el contexto socio-político y cultural
en el que éste se produce y se difunde. El primer resultado de esta investigación se refleja
en el fascículo publicado en el número 23 de la revista Entrepasados, en el que figura buena
parte de las ponencias incluidas en el simposium América en imágenes (xiii Congreso de ahila
– 2002 Ponta Delgada, Islas Azores). Cf. Entrepasados. Revista de historia, XII, 23, Buenos
Aires 2002, en particular el Dossier «America Latina en imágenes» que incluye: Leticia Prislei,
«Fotografía y cine. La “lectura” de la imagen en perspectiva histórica»; Claudia Borri, «En los
umbrales de la fotografía: imágenes de Chile en dos relatos de viajeras (siglo xix)»; Camilla
Cattarulla, «Donde se construyen los estereotipos: la revolución mexicana en la prensa ilus-
trada italiana»; Lilia Granillo Vázquez, «Semana Santa mexicana: imágenes resignificadas de
indios santos»; Julia Tuñón, «Imágenes fílmicas de México en la España franquista: la mirada
de Ernesto Giménez Caballero»; Maria Caterina Pincharle, «¿Los buenos vecinos? Los filmes
‘latinos’ de Orson Welles y Walt Disney». Constituye otra contribución a la investigación la po-
nencia de Camilla Cattarulla, «Juan Rulfo: Pedro Páramo in fotografia» presentada al Congreso
Internacional «Bianco e nero, nero su bianco. Tra fotografia e scrittura» (Roma 5-7 de mayo de
2003), ahora en prensa en las actas del congreso mismo (Nápoles, Liguori). Por tanto en su
primera fase, la investigación se inclina fundamentalmente hacia fuentes más bien contempo-
ráneas, pero sin excluir en sus futuros desarrollos análisis de material anterior.
Contenido 259
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
Por supuesto en este asunto teórico se tienen en cuenta los avances rea-
lizados en el sector historiográfico por lo que a la tipología de las fuentes y
a su utilización se refiere, así como el papel desempeñado por el imaginario
artístico (literario o visual) en sus relaciones con la Historia y la sociedad, y
sobre todo la presencia de nuevas corrientes de estudio que, poniendo en
entredicho el concepto de nación moderna, proponen una reflexión crítica
encaminada a identificar los procesos de construcción del bagaje simbólico de
los Estados-Nación, gracias a los que los propios estados han podido garantizar
su propia legitimidad y supervivencia. […] el estudio de estos procesos nos ha
acostumbrado a pensar en términos de «inventos de tradiciones», de «imagina-
ción de comunidades nacionales», de «creaciones de narraciones guía», todas
ellas, operaciones vinculadas con la imaginación histórica y la representación
del pasado.1
Con respecto a América Latina esta teorización puede llevar a construir poco
a poco un archivo de imágenes que puedan ofrecer una o más respuestas a
algunos interrogantes básicos. Entre ellos: ¿Qué idea de América Latina (y de
sus hechos históricos, políticos y culturales) se ha difundido en el imaginario
social y cultural a partir de su Descubrimiento, y sigue difundiéndose en Eu-
ropa y en el propio continente latinoamericano? ¿Qué aspectos ideológicos y
culturales se han primado a un lado y a otro del océano? ¿Qué vínculos se han
establecido entre la imagen visual y la construcción de estructuras nacionales e
identitarias? ¿Y en qué medida la introducción de los medios de comunicación
masivos ha incidido en la construcción de imágenes latinoamericanas? ¿Y hasta
qué punto tales imágenes han hecho perdurar o realimentar determinadas re-
flexiones ideológicas o han convertido determinados indicadores culturales en
mitos o estereotipos?
En el caso de la Argentina post-Independencia, en los procesos de construc-
ción del bagaje simbólico nacional también ha intervenido el arte visual con
modalidades distintas según los distintos momentos históricos en el que se ha
desarrollado, en el transcurso del siglo xix, el debate sobre la construcción de
la Nación y sobre la elaboración de una identidad nacional. La potencia de la
imagen con su carga de capacidad de expresar el vínculo entre cultura, territo-
rio e identidad, ya había sido percibida, por ejemplo, por Andrés Bello, quien,
desde su exilio inglés, ilustraba los textos de la revista Repertorio Americano
con imágenes americanas; y un siglo más tarde, también Victoria Ocampo optó
por unos paisajes argentinos para la portada del primer número de Sur. En fin,
260 Contenido
LEGITIMAR Y OLVIDAR
1) L a buena noticia para los historiadores es que el arte puede exhibir prue-
bas de aspectos de la realidad social que los textos ignoran, al menos en
determinados lugares y épocas […].
2) L a mala noticia es que el arte de representar a menudo es menos realista
de lo que parece y en lugar de reflejar la realidad social, la distorsiona.
Por consiguiente aquellos historiadores que no toman en consideración
la variedad de los propósitos de pintores o fotógrafos (y también los de
mecenas y clientes) pueden ser despistados.
3) E n todo caso, volviendo a la buena noticia, el proceso de distorsión es
testimonio de fenómenos que muchos historiadores se proponen trabajar:
mentalidades, ideologías e identidades. La imagen, material o literal, es
Contenido 261
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
Todo ello sin pasar por alto que a menudo las imágenes son ambiguas y
polisémicas: «un juego infinito de significados», para utilizar las palabras de De-
rrida y en una óptica postestructuralista que se ocupa también de los esfuerzos
de los que crean imágenes para controlar esa misma pluralidad de significados
a través, por ejemplo, de «iconotextos» (como puede ser el título de una pin-
tura).
Si la miramos desde el presente, la historia de la pintura argentina del siglo xix
es parte de la formulación de la identidad nacional, no sólo porque ofrece un
testimonio histórico de las formas en las que las élites en el poder pensaban
estructurar y consolidar el proceso identitario, sino también porque, al igual
que los documentos escritos, revela todas las contradicciones y los conflictos
de esta formulación.
El aporte del arte a la historia de la Nación es un ámbito de estudio que
en Argentina sólo en los últimos quince años ha merecido el interés crítico
con análisis multidisciplinarios e interdisciplinarios de la producción de una
generación de artistas (como los trabajos de Laura Malosetti Costa sobre el arte
en Buenos Aires a finales del siglo xix), o de una temática o de la obra de un
pintor.5 Cabe recordar además que estos análisis llenan, como también señala
Laura Malosetti Costa, el vacío dejado por la historia crítica del arte argentino
que se ha desarrollado en las primeras décadas del siglo xx. Esta, alerta sobre
todo al fenómeno de las vanguardias, ha considerado el arte del siglo xix como
«atrasado» y «asincrónico», relegando a sus artistas en compartimientos estan-
cos sin tener en cuenta ni los vínculos que hubo entre ellos, ni los vínculos
–igualmente importantes– que los artistas establecieron tanto con el mundo
intelectual y político de la época, sobre todo en algunos momentos cruciales
para la historia argentina, como con el público a través de las páginas de los
periódicos y de las revistas especializadas y gracias a las primeras exposiciones.
La actitud de la crítica del siglo xx ha enfatizado el papel de las vanguardias
contemporáneas, por ser una creación de un arte original y no imitativo de
262 Contenido
LEGITIMAR Y OLVIDAR
lo europeo.6 Por tanto las vanguardias a menudo han sido señaladas como el
fenómeno artístico donde más claramente se estructura la tradición de la pin-
tura nacional, ignorando así ese proceso de convergencia de opiniones, grupos
e individualidades que, en las artes plásticas del siglo xix, permitió entretejer
esta tradición.
A este proceso se le puede asignar como punto de arranque el año 1799,
fecha en la que Manuel Belgrano, por aquel entonces Secretario del Consulado,
propone la creación de una Escuela de Dibujo (proyecto que fracasaría un
año después), y como punto de llegada el año 1896, con la fundación del
Museo Nacional de Bellas Artes que sigue a la de la institución del Museo
Histórico Nacional (1889) y a la de la Sociedad de Estímulo de Bellas Artes, que
fue creada en 1876 precisamente con el propósito de desarrollar la actividad
artística, elevarla al estado de actividad intelectual, fomentar un mercado de
obras de arte y establecer contactos con otros centros artísticos internacionales.
Cabe recordar que la preocupación por el desarrollo de un arte argentino fue
expresada también por Sarmiento, quien, en ocasión de su viaje europeo, acusó
la ausencia de una tradición artística equiparable a la del Viejo Continente:
Contenido 263
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
9. Sobre la experiencia de Emeric Essex Vidal en Argentina y Uruguay véase del mismo
Vidal (1820) Buenos Aires y Montevideo, Emecé, Buenos Aires, 1999. César Hipólito Bacle
publicó en 1834 un álbum de litografías (Trages y costumbres de la provincia de Buenos Aires)
que describían los oficios de los sectores populares y los trajes de las damas porteñas.
10. Patricia Andrea Dosio, «El problema del artista y el público: el caso de Cándido López»,
en Aavv, El arte entre lo público y lo privado. VI Jornadas de Teoría e Historia de las Artes, caia,
ffyl, uba, Buenos Aires, 1995, p. 62.
11. Carta de junio de 1887 cit. en Ibídem, p. 61.
264 Contenido
LEGITIMAR Y OLVIDAR
como si tuviera en sus manos una cámara fotográfica con un teleobjetivo (tomas
cenitales, panorámicas) sin privilegiar a ningún elemento en particular, sino con
un «afán histórico» que anteriormente había caracterizado también las obras del
uruguayo (pero nacionalizado argentino) Juan Manuel Blanes, autor, entre otras,
de representaciones de la batalla de Caseros y de escenas de la Conquista del
Desierto, obras para las que a menudo había recurrido a la ayuda de historia-
dores y de documentos. De esta manera, López entra a formar parte de esa
corriente pictórica que a partir de los años 60 había encontrado en los temas
históricos o alegóricos, y sobre todo en el paisaje, el escenario ideal para la
representación de los elementos nacionales. El paisaje, afirma Burke, «puede
evocar asociaciones de naturaleza política, llegando incluso a expresar una
ideología, como el nacionalismo […], en resumen, la naturaleza puede ser «na-
cionalizada, convertida en un símbolo de la madre patria».12 Ejemplo de ello es
el cuadro de Prilidiano Pueyrredón Un alto en el campo (1861) que representa
la convivencia entre ciudad y campo con la presencia de un grupo de personas
cuya indumentaria revela su pertenencia a clases sociales distintas; al fondo la
llanura y el ombú, símbolos de Argentina.13
En el hipotético inventario de tradiciones revelado por la pintura argen-
tina del siglo xix (o mejor dicho por la pintura que se produjo en Argentina,
porque son muchos los viajeros-pintores europeos que pasan largas tempo-
radas en el país sobre todo en la primera mitad del siglo), se descubre, por
ejemplo, que en el Buenos Aires post-Independencia vivían también afroar-
gentinos, cuya presencia ha ido menguando poco a poco hasta desaparecer
del todo, ya sea por un fenómeno de inmigración a los países limítrofes, ya
sea porque les reclutaban en las guerras nacionales o, por último, por las
epidemias, de malaria primero y de fiebre amarilla después, que asolaron la
capital en los años 60-70.14
Contenido 265
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
sus textos políticos se olvida totalmente de este componente étnico. Siempre Echeverría, en el
poema La cautiva (1837), manifestaría una fascinación hacia el unitario jamás confesada por
el mismo autor. Cfr. Leonor Fleming, «Ocultación y descubrimiento: relación entre historia y
literatura en América Latina», Río de la Plata, 11, 12, Buenos Aires 1991 (número monográfico
dedicado a Discurso historiográfico y discurso ficcional, Actas del Tercer Congreso Interna-
cional del Celcirp, Regensburg, 2-5 de julio de 1990). De la desaparición de los negros habla
también Sarmiento, quien, en el capítulo xiv del Facundo (1845) escribe: «La adhesión de los
negros dio al poder de Rosas una base indestructible. Felizmente, las continuas guerras, han
exterminado ya a la parte masculina de esta población, que encontraba su patria y su mane-
ra de gobernar en el amo a quien servía». Domingo Faustino Sarmiento, Facundo, Losada,
Buenos Aires, 1994, p. 264.
15. Definir a la pampa «desierto» (siendo ésta un espacio verde y cultivable) significa in-
terpretarla como a un espacio «vacío» porque ideológicamente se niega la presencia de indios
y gauchos que la poblan.
266 Contenido
LEGITIMAR Y OLVIDAR
16. Álvaro Bravo Fernández, Literatura y frontera. Procesos de territorialización en las cultu-
ras argentina y chilena del siglo xix, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1999, p. 10. Cf. también
Tulio Halperín Donghi, Una nación para el desierto argentino, ceal, Buenos Aires, 1982.
17. De este documento existe una edición facsimilar: Juan Manuel de Rosas y la redención
de cautivos en su campaña al desierto (1833-34), Academia Nacional de la Historia, Buenos
Aires, 1979.
18. Susana Rotker, Cautivas. Olvidos y memoria en la Argentina, Ariel, Buenos Aires,
1999, p. 121.
19. Cf. Laura Malosetti Costa, «Primeros paisajes y gauchos federales», en Aavv, Pintura
Argentina. Panorama del período 1810-2000, Los Precursores, I, Banco Velox, Buenos Aires,
p. 17. Dibujos de Rugendas sobre el tema del malón y la cautiva (probablemente parte de
un álbum de 24 dibujos que el pintor ofrecía como modelos de retratos a óleo a su clientela)
fueron luego incluidos en una edición de La cautiva de Echeverría (Emecé, Barcelona, 1966)
con una nota de Bonifacio del Carril («El malón de Rugendas»). Sobre la trayectoria pictórica
de Rugendas en la Argentina cf.: Bonifacio del Carril, Artistas extranjeros en la Argentina.
Mauricio Rugendas, Academia Nacional de Bellas Artes, Buenos Aires, 1966; Aavv, Los indios
en la Argentina, Emecé, Buenos Aires, 1992.
Contenido 267
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
bien percebida por Sarmiento que así describe el cuadro en una carta de 1846
dirigida a Martín Piñeiro:
20. Cit. por Laura Malosetti, Los primeros modernos, p. 251. Sobre el carácter erótico de las
pinturas con cautivas cf. Laura Malosetti Costa, Rapto de cautivas blancas. Un aspecto erótico
de la barbarie en la plástica rioplatense del siglo xix, Instituto de Literatura Argentina, ffyL,
uba, Buenos Aires, 1994.
21. Ruy Díaz de Guzmán (1598-1612), Anales del Descubrimiento, Población y Conquista
del Río de la Plata, Ediciones Comuneros, Asunción, 1980.
22. Ambas tituladas Lucía Miranda. Sobre el tema de la cautiva véase, entre otros: Cristina
Iglesia y Julio Schvartzman, Cautivas y misioneros. Mitos blancos de la conquista, Catálogos,
Buenos Aires, 1987.
23. Rotker, Cautivas, p. 157.
268 Contenido
LEGITIMAR Y OLVIDAR
Así, el mito de Lucía Miranda se revelaba útil para estigmatizar a los indios
del desierto, aspecto que se refleja también en la producción pictórica, con la
presencia de una visión estereotipada de los indios que remite a la orgía, al
festín salvaje del que seguramente será víctima la cautiva de turno. En literatura,
recuperando el mito de Lucía Miranda se legitima el proyecto de nación liberal
así como la pintura enfatiza el salvajismo de los indios frente a una mujer
representada siempre con hombros y pechos desnudos a la merced de sus
raptores. La pintura no dice nada sobre el destino de la víctima, que cautivada,
desaparece al mundo civil en el momento en que cruza la frontera entre
civilización y barbarie. Si nada se sabe sobre qué ocurre después del rapto,
tampoco existen representaciones visuales de rescates, excepto por una pintura
de Rugendas (El regreso de la cautiva, 1845), en la cual la vuelta de la cautiva,
ahora vestida y blandamente arrellanada sobre un caballo blanco, viene festejada
por un grupo de hombres y mujeres. El mismo Rugendas, en un dibujo de 1838,
había representado un Parlamento para el canje de cautivos entre blancos e
indios. El dibujo tiene rasgos de interés sobre todo en la representación del
hombre blanco que se parece a un conquistador de la Colonia: otro ejemplo
de cómo el cautiverio de mujeres blancas se seguía conectado a un momento
histórico pasado. En el panorama de pinturas de cautivas se destaca una obra
de Juan Manuel Blanes (La cautiva, 1879) donde se figura la cautiva sola en la
soledad del desierto, que es el verdadero símbolo nacional pintado por Blanes.
Aquí la cautiva está representada después del malón de indios, el elemento
que hasta entonces había sido el tema principal de pinturas con cautivas. En
este sentido, el caso de la obra La vuelta del malón (1892) de Angel Della Valle
es significativo de cómo se insiste en la temática del malón olvidando (en el
iconotexto, dado por el título) la presencia de la cautiva (si bien representada
en la pintura).24 En todo caso, y leído en una perspectiva contemporánea, el
cuerpo de la cautiva es el símbolo de la lucha combatida en la Argentina del
siglo xix para ocupar la frontera. Como señala aún Susana Rotker:
Contenido 269
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
Cabe recordar que la obra de Della Valle se realiza cuando el indígena argentino
ha prácticamente desaparecido después de la Conquista del Desierto, la campaña
militar promovida por el Ministro de la Guerra Adolfo Alsina, el presidente de la
República Nicolás Avellaneda y el general Julio Argentino Roca y realizada entre
1878-79 para llevar finalmente a cabo el proyecto de expansión del progreso y
de la civilización en los territorios sureños argentinos y así trazar los confines del
Estado. Es decir, que los malones de indios ya no constituyen un problema y
por eso con derecho pueden entrar en aquel archivo iconográfico que, así como
en literatura, remite al pasado y contemporáneamente subraya lo que uno no es
en su propia identidad nacional. Al mismo tiempo obras como la de Della Valle
recuerdan lo que hubiera podido seguir pasando sin la Conquista del Desierto y el
mismo significado se despliega en una pintura de Augusto Ballerini (Civilización
y barbarie), también sucesiva a la campaña militar de Roca, donde un grupo de
indios destruyen los iconos del progreso: las vías del tren y los hilos del telégrafo.
En esta breve reseña sobre la estrecha relación entre frontera y Nación a través
de la pintura del siglo xix no puede faltar la figura del gaucho, el otro habitante
natural del «desierto» pampeano que desaparece en la realidad, y que se define
más como un tipo social que étnico, si bien producto de la fusión entre la raza
blanca (española), indígena y negra, así como lo describe Sarmiento:
270 Contenido
LEGITIMAR Y OLVIDAR
27. Según Laura Malosetti Costa, el Juan Moreira de Della Valle «parece marcar un punto
de inflexión en su producción, puesto que desde entonces el artista dedicará su atención
casi exclusivamente al drama de la pampa: gauchos, malones, soldados de fronteras y la in-
mensidad del paisaje. Tanto en ese cuadro como en La captura del bandido, de 1894 […], el
gaucho rebelde es imbuido de un carácter heroico y trágico. Un heroismo, sin embargo, que
incluye la marginalidad, el sufrimiento y la derrota, el de Moreira y Fierro, víctimas de los abu-
sos del poder instituido.» Cf. Laura Malosetti Costa, «Las artes plásticas entre el Ochenta y el
Centenario», en Burucúa (dir.), Nueva Historia Argentina, p. 192. Las obras de Della Valle se
insertan, siempre en los años 90, en la polémica sobre la representación del paisaje nacional
en las artes, que involucra también a poetas como Rafael Obligado y Calixto Oyuela. De esta
polémica da cuenta Laura Malosetti Costa, Los primeros modernos, pp. 337-346.
28. El mito gauchesco del nacionalismo argentino constituye una respuesta a la heterogenei-
dad de la población argentina determinada por los flujos migratorios europeos y extraeuropeos.
La preocupación por una identidad nacional siempre más afectada por la presencia de los in-
Contenido 271
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
los textos literarios clásicos, en las leyendas, en los documentos militares, en los
diarios de viaje, en los artículos de periódicos y en las pinturas, testimoniaría, en
el análisis de Susana Rotker, el hecho de que el proyecto liberal del siglo xix ha
borrado las minorías étnicas de la historia de la Nación para fundar y legitimar un
país «discursivamente» blanco. «Qué se elige para representar en la cultura –todo
recuerdo es representación– dice mucho de la identidad de los individuos, de
los grupos sociales y de las naciones»,29 y dice sobre todo de cómo se construye
una «poética de la memoria colectiva» de la que determinados sujetos sociales
y culturales quedan excluidos o son representados con un estilo que sirve para
consolidar los proyectos nacionales: «olvidar y recordar no son opuestos: son el
tejido mismo de la representación».30 Un mecanismo que bien ha sido explicado
por Benedict Anderson según el cual una nación se legitima como tal en el mo-
mento en que todos sus participantes olvidan/recuerdan las mismas cosas: un
pacto de silencio que inventa sus tradiciones ocultando otras.
migrantes y sus descendientes determina en muchos de los intelectuales una actitud de rechazo
hacia las tipologías culturales encarnadas por los recién llegados y un contemporáneo repliegue hacia
aquellos elementos autóctonos (tal es el gaucho) donde se arraigaría la identidad criolla.
29. Rotker, Cautivas, p. 12.
30. Ibídem.
272 Contenido
LEGITIMAR Y OLVIDAR
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LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
274 Contenido
Artes vetustas para naciones nuevas
Joan Feliu Franch
Universitat Jaume I, Castellón
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LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
276 Contenido
A RT E S V E T U S TA S PARA NACIONES NUEVAS
5. Catalina Scagliusi y Norberto Fortunato, Análisis comparativo entre estrategias del Viejo
y del Nuevo Mundo para la construcción de identidades colectivas y su representación como
comunidades. Domingo Faustino Sarmiento y Juan Bautista Alberdi como ideólogos de la
argentinidad. Trabajo Final desarrollado para el Seminario «La geografía como historia terri-
torial», a cargo de Antonio Moraes, Maestría en Políticas Ambientales y Territoriales, Facultad
de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, 1997.
6. Véase Mariano Plotkin y Ricardo González Leandri, (eds), Localismo y globalización.
Aportes para una historia de los intelectuales en Iberoamérica, Biblioteca de Historia de Amé-
rica, csic, Madrid, 2000; Antonio Gramsci, Cultura y literatura, Península, Barcelona, 1972;
Charles Hale, «Political and social ideas in Latinoamerica», en The Cambridge History of Latin
América, Cambridge University Press, 1986, pp. 367-442.
Contenido 277
LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
Entre estos intelectuales hay que destacar, no sólo a los vinculados al mundo
del arte, a los pintores, escultores o arquitectos, sino también a los literatos o
a los músicos.7 Los gustos musicales o literarios8 estuvieron en contacto con el
momento político de la América independiente, y nos sirven, de forma general
incluso mejor que la evolución artística, para entender qué tipo de cultura se
impulsaba desde la oficialidad, ya que la consecución de las independencias
en el contexto internacional conllevó necesariamente una búsqueda de identi
dad.9
Las manifestaciones culturales independentistas comenzaron a centrarse en
una temática de exaltación de los pueblos libres, empezaron a desarrollar un
sentimiento patriótico basado en el encuentro de lo indígena y lo criollo, nada
de españolismo puro, y se mostraron en la forma preceptiva del neoclasicismo
que trataba de enseñar deleitando, o lo que es lo mismo, en un lenguaje directo
y pedagógico.10
7. Observamos como los compositores comenzaron a seguir modelos europeos pero nun-
ca españoles. Por ejemplo, la influencia italiana se evidenció en las obras del brasileño Carlos
Gomes, compositor de óperas como Il Guarany, escrita en Milán y estrenada en el teatro de
La Scala en 1870, y Lo Schiavo, estrenada en Río en 1889, y la influencia francesa en la obra
vocal y sinfónica del argentino Alberto Williams. Los dos utilizaron temas nacionales en sus
obras, así como el impresionista uruguayo Eduardo Fabini y el brasileño Alberto Nepomu-
ceno. Uno de los grandes compositores de este periodo fue el brasileño Heitor Villa-Lobos,
primer músico iberoamericano aclamado de forma internacional. Villa-Lobos escribió música
nacionalista y obras en el estilo neoclásico internacional de su tiempo. En México, Carlos
Chávez empezó componiendo dentro del movimiento nacionalista y después evolucionó
hacia el atonalismo y otros estilos internacionales. Entre sus contemporáneos se incluyen el
compositor nacionalista Silvestre Revueltas y Julián Carrillo que experimentó con microtonos.
Asimismo resultó muy notable la producción del cubano Leo Brouwer, destacado compositor
y eminente guitarrista.
8. Así se observa en los versos de Vicente López y Planes (autor del himno nacional
llamado Canción patriótica), Esteban de Luca, fray Cayetano Rodríguez y Juan Cruz Varela
(1794-1839). En el caso argentino, no hubo una auténtica literatura nacional hasta la llamada
generación del 37. La huella romántica se prolongó en las obras de Olegario Víctor Andrade,
Pedro Palacios «Almafuerte», Claudio Mamerto Cuenca y Rafael Obligado, y el neoclasicismo
hasta Carlos Guido y Spano. Paralelamente a la generación del 37 se desarrolló en el Río de
la Plata la literatura gauchesca con los nombres de Bartolomé Hidalgo e Hilario Ascasubi.
9. La literatura expresó de forma formidable los gustos de los países americanos. El perio
do de la lucha por la independencia ocasionó un denso flujo de escritos patrióticos, especial-
mente en el terreno de la poesía. Por su parte, la narrativa, censurada hasta el momento por
la Corona de España, comenzó a cultivarse y, en 1816, apareció la primera novela escrita en
Latinoamérica, Periquillo sarmiento, del escritor y periodista mexicano José Joaquín Fernán-
dez de Lizardi. En ella, las aventuras de su protagonista enmarcan numerosas vistas panorámicas
de la vida colonial, que contienen veladas críticas a la sociedad.
10. Nadie ejemplificó mejor este ambiente cultural que el venezolano Simón Bolívar, que
introdujo estas inquietudes en soflamas, discursos y proclamas relacionadas con las campa-
ñas militares y con la organización de los territorios liberados. El chileno Camilo Henríquez
278 Contenido
A RT E S V E T U S TA S PARA NACIONES NUEVAS
Por otro lado, también hay que tener en cuenta que las naciones americanas
buscaron ser una comunidad de distintos, es decir, un país claramente diferente
de lo que hubiese sido si hubiera continuado como una colonia española, pero
eso no significa que fueran una tierra de nadie, pues el proceso de diferenciación
con lo hispano necesitaba de la construcción de una identidad, a partir, eso sí, de
una sociedad heterogénea. Y esta identidad tenía que estar justificada en un pa-
sado, aunque hubiera que imaginar bases territoriales, culturales o de intereses,
y tenía que tener una imagen de futuro.11
La organización de una cultura que identificara a una nación se vio además
complicada cuando los puntos que unían a distintos grupos sociales y que se
podrían haber constituido en las bases de la conformación de un ideario cultural
nacional, se erosionaron en el proceso de independencia y perdieron las vincu-
laciones que antes los unían. Por ejemplo, la era industrial, la modernidad que
todos los países buscaron, hizo perder también en algunos casos la fuerza de la
identidad ligada a una fe y a una Iglesia, por lo que esa base cultural dejó de servir
en ciertos lugares para unir la población, y obligó a buscar un nuevo referente
aglutinador en un estado culturalmente intervensionista.12
Este aglutinante básico fue el indigenismo. Aunque ninguna nación poseyó
de forma natural una única base étnica, a medida que los gobiernos se fueron
estabilizando, se dibujó un pasado y un futuro común de la población, como si
formase una comunidad natural, con una identidad clara diseñada por un mismo
origen, una misma cultura, y unos mismos intereses.13
Recordemos, además, que la creación de esta identidad nacional en las an-
tiguas colonias españolas se produjo en un momento globalmente inoportuno
para su propia consolidación, pues se desarrollaron en el escenario del más
ambicioso programa europeo de adquisición colonial. La apertura del expansio-
nismo político y territorial de Europa a través del globo y la absorción de tierras
y gentes extranjeras era irreconciliable con la unidad social homogénea y la limi-
tación territorial implicada por el concepto del Estado-Nación.
La justificación de los propósitos de los estados europeos, a excepción de Es-
paña, de su expansión física y política mediante la anexión de territorios más allá
(1769-1825) y el mexicano Fray Servando Teresa de Mier (1763-1824) fueron otros prosistas
destacados del momento, en la que también sobresalió la figura del venezolano Andrés Be-
llo. Entre otros escritores destacados de esta corriente se pueden citar además al argentino
Manuel José Lavarden (1754-1809) con su magnífica oda Al Paraná (1801), en la que se cantó
al río Paraná como símbolo de América y al mexicano José Joaquín Fernández de Lizardi,
que ejerció un gran papel crítico y divulgador desde el periódico que él mismo fundó, El
pensador mexicano.
11. Barcellona, Postmodernidad y comunidad.
12. E. Gellner, Naciones y nacionalismo, Patria, México, 1991.
13. E. Balibar, Race, nation, classe, pp. 130–131.
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LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
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A RT E S V E T U S TA S PARA NACIONES NUEVAS
19. Baste nombrar entre los que visitaron los países de más al sur del continente a: Emeric
Essex Vidal (1791-1861), marino inglés que pintó acuarelas con texto que ahora son un regis-
tro notable del pasado argentino; Carlos Enrique Pellegrini (1800-1875), que llegó contratado
como ingeniero y como razones políticas le impidieron llevar a cabo las obras públicas pro-
gramadas, realizó numerosos retratos, escenas de costumbres y vistas de la ciudad de Buenos
Aires; Adolfo D’Hastrel (1805-1875), otro marino que reunió dibujos y acuarelas en el libro
Colección de vistas y costumbres del Río de la Plata (1875); el litógrafo César Hipólito Bacle
(1790-1838), que imprimió en su establecimiento Litografía del Estado (1828-1838), Trajes y
costumbres de la provincia de Buenos Aires; Raimundo Monvoisin (1790-1870), que residió
en Buenos Aires y siguió luego a Chile; o Mauricio Rugendas (1802-1858) que visitó Brasil,
México, Perú, Bolivia y Chile. También en México existió una tradición pictórica extranjera.
Por ejemplo, en calidad de agente revolucionario de Napoleón I, llegó a Nueva España en 1808
el general y conde Octavio d’Alvimar, expulsado al año siguiente bajo acusación de espionaje.
Su vocación de sirviente de emperadores lo trajo a México nuevamente en 1820. Como no
logró su propósito con Agustín I, se unió a un grupo de conspiradores y sufrió una segunda
y definitiva expulsión en 1823. Entre tanto, se distrajo pintando Plaza Mayor de México que
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A RT E S V E T U S TA S PARA NACIONES NUEVAS
representa una vista panorámica en un día de fiesta, y que se considera como la primera de
las muchas pinturas de su género que artistas extranjeros ejecutarían en México. Entre los artis-
tas extranjeros que trabajaron en el país en las primeras décadas del siglo xix destacó el italiano
Claudio Linati (1790-1832) quien estableció la litografía en México en 1826 y fue maestro de
tal arte. Al regresar a Europa publicó en Bruselas (1828) sus preciosas litografías a color sobre
Trajes Civiles, Militares y Religiosos de México, en un libro con interesantes textos suyos. Las
litografías de Linati, atractivas por lo pintoresco de los temas, constituyeron una visión de las
costumbres del país, interpretadas por un artista europeo desde una óptica clasicista. Otro
artista europeo trabajando en México fue Federico Waldeck (1766-1875), nacido en Praga y
ciudadano francés; un excelente dibujante interesado en las ruinas y monumentos del mun-
do maya. Más tarde, en 1850, llegó el pintor francés Édouard Pingret (1788-1875), autor de
cuadros históricos y costumbristas, y muy crítico con la Academia mexicana. Daniel Thomas
Egerton, que murió en México en 1842, dejó una vasta obra de pinturas costumbristas y de
paisaje. En la misma temática trabajó incluso el francés Barón de Gros (1793-1880) que viajó a
México en 1832 para pintar paisajes. Entre 1840 y 1842, Pedro Gualdi, artista italiano, pintó los
monumentos arquitectónicos de la capital mexicana y editó en 1841, Monumentos de México,
con ilustraciones litográficas de ajustados colores. Federick Catherwood acompañó a John
L. Stephens, diplomático norteamericano en dos visitas que realizaron por México. Stephens
publicó Incidents Of Travel in Central America, Chiapas and Yucatan, y Catherwood publicó
Views of the Ancient Monuments in Central America, Chiapas and Yucatán, en veinticinco
cromolitografías; John Phillips (1807-1867) pintor que realizó temas de México, editó el álbum
Phillips y Rider, que se publicó en Londres en 1848 en veintiséis litografías; Conrad Wise Cha-
pman (1842-1910), hijo de pintor, nacido en Washington, pintó en México en los años de 1865
y 1866, y posteriormente en 1883 y 1889; J. Pierson, que llegó a México con la fuerza invasora
en 1862, pintó cuadros costumbristas y paisajes; y Eugéne Bellange expuso en 1858 en la
Academia Nacional de San Carlos un óleo, El Ranchero y otros cuadros con escenas militares
y de costumbres. Este tipo de pintura fue ejecutada incluso por artistas nacionales, como los
argentinos Carlos Morel (1813-1894), quien reunió sus escenas de costumbres litografiadas en
Usos y costumbres del Río de la Plata (1844-1845), realizó retratos y registró costumbres de la
época, o Prilidiano Pueyrredón (1823-1873), arquitecto, ingeniero y urbanista, que fue uno
de los pintores argentinos más notables del siglo xix, y que buscó perpetuar las tradiciones
de su tierra y las antiguas costumbres de la gran aldea; y también mexicanos, como José Luis
Rodríguez Alconedo, José María Vázquez y José Francisco Rodríguez.
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LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
ron un gran consumo interno, la visión que se dio de los países era la que le
interesaba ver a Europa, no la generada por los propios americanos.
Una imagen clara de América llegó a Europa con estos artistas, pero, evi-
dentemente, el arte europeo no se podía poner a la venta en América con un
diseño que gustara por su indigenismo (aunque lo intentó, pues se conservan
vajillas de porcelana inglesa con decoraciones populares americanas que así lo
demuestran), así que buscó conectar con las tendencias, primero académicas, y
luego románticas que se dieron en el nuevo continente.
Planteamos entonces dos contextos claramente diferenciados: el caso mexi-
cano, con una tradición artística indígena y unas instituciones derivadas de la
colonia, y el caso argentino, con una tradición artística indígena e institucional
muy diferente.
En el caso argentino, el camino de la institucionalización del arte comenzó
en 1815, cuando el padre Castañeda estableció en el convento de la Recoleta de
Buenos Aires una escuela de dibujo, con la intención de infundir en las masas
populares el hábito de las artes gráficas. Más tarde, en 1817, la Sociedad del
Buen Gusto, fundada por sugerencia de Rivadavia, realizó en el Colegio de San
Carlos una exposición y venta de pintura que tuvo muy poca repercusión, y en
1821 se inauguró la Escuela de Dibujo de la Universidad de Buenos Aires.20
El 8 de marzo de 1829 se celebró en el templo de San Ignacio la segunda
exposición de artes plásticas realizada en territorio argentino, doce años des-
pués de la primera. El organizador fue José Mauroner,21 y su gestión fue un
verdadero fracaso: ninguno de sus cuadros fue adquirido y tampoco ninguna
de las obras quedó en Buenos Aires.
Por fin, en 1876 se fundó en Argentina la Asociación Estímulo de Bellas
Artes, que creó en 1878 la academia en donde se formarían la mayoría de los
pintores de finales de siglo.22 Algunos síntomas reveladores de un clima más
proclive al desarrollo comenzaron a percibirse.
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A RT E S V E T U S TA S PARA NACIONES NUEVAS
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LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
sostenida por esta Asociación. En 1900 una asamblea de socios resolvió hacer
entrega de la escuela y de todos sus bienes al Estado, aunque el ofrecimiento
no fue aceptado hasta 1905. El gobierno del presidente Quintana, nacionalizó la
escuela con el nombre de Academia Nacional de Bellas Artes y puso su direc-
ción en manos del pintor Ernesto de la Cárcova. Argentina tuvo así un estable-
cimiento oficial de enseñanza de esas disciplinas, sólo que en 1905.
El mismo año de la nacionalización de la Escuela de Estímulo de Bellas
Artes surgió una nueva agrupación privada llamada Sociedad de Aficionados.
De 1905 a 1909 realizó cinco exposiciones colectivas anuales y puso fin a sus
actividades en oportunidad de la organización, por parte del Estado, de la gran
Exposición Internacional de 1910 y la institución, a partir de 1911, del Salón
Nacional de Bellas Artes. En 1907 apareció la agrupación de artistas llamada
Nexus, integrada por Pío Collivadino, Fernando Fader, Martín Malharro y Roge-
lio Yrurtia, entre otros, y aunque sus actividades sólo duraron dos años (1907-
1908), definieron por fin la acción de un grupo de artistas orgullosos de crear
una estética moderna, europea y a la vez propiamente argentina.
A pesar de la escasa efectividad de las instituciones por favorecer la creación
de un mercado artístico en Argentina, lo cierto es que algunas líneas se iban
dibujando, casi de forma natural.
Como a lo largo de todo el siglo xix, los intelectuales se esforzaron por defi-
nir la identidad latinoamericana en oposición al pasado colonial de su país, las
tradiciones heredadas de los españoles e incluso la propia lengua y la religión
fueron consideradas lastres que frenaban el proyecto modernizador indepen-
dentista, y sólo cuando este proyecto no se vio amenazado por lo español, y
hubo productos de fabricación española que se asociaron a la propia moderni-
dad, el comercio de arte con España pudo existir.
La posición de la intelectualidad tuvo su transformación en el arte, pues
condicionó los gustos de la nación, igual que había potenciado una literatura
de un marcado matiz nacionalista.24
24. Revistas del Periodo colonial: México: Gazeta de Literatura de México (1788) y El Dia-
rio de México (1805). Perú: El Mercurio Peruano (1791). Cuba: Papel Periódico de La Habana
(1790). Ecuador: Primicias de la Cultura de Quito (1792). Revolución de Independencia:
México: El Pensador Mexicano (1812, dirigida por José Joaquín Fernández de Lizardi), El Iris y
Miscelánea (1826 y 1829, dirigida por el cubano José María Heredia), El Renacimiento (1869,
dirigida por Ignacio Manuel Altamirano), El Mosaico Mexicano (1836), El Artista (1874). En
Londres, Andrés Bello dirigió Biblioteca Americana y El Repertorio Americano (1826). Los
escritores argentinos de la generación del 37 (1837) editaron La Moda, dirigida por Juan
Bautista Alberdi. Guatemala: El Museo guatemalteco (1856). Cuba: Revista de Cuba (1877) y
Revista cubana (1885), ambas aún bajo la dominación española. Ecuador: Revista ecuatoria-
na (1889). Chile: Revista de Artes y Letras (1884). Perú: El Correo del Perú (1884) y La Revista
social (1885). Colombia: El Repertorio colombiano (1878). Puerto Rico: Revista Puertorriqueña
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A RT E S V E T U S TA S PARA NACIONES NUEVAS
(1887), aún bajo la dominación española. Argentina: Revista de Buenos Aires (1863) y Revista
del Río de la Plata (1871). Venezuela: Revista venezolana (1881, dirigida por José Martí). Fin
de siglo y modernismo: México: Revista Azul (1894, dirigida por Manuel Gutiérrez Nájera).
Argentina: Revista de América (1894, dirigida por Rubén Darío y Ricardo Jaimes Freyre), El
Mercurio de América (1898, dirigida por Eugenio Díaz Romero), La Biblioteca (1896, dirigida
por Paul Groussac) y Nosotros (1907-1943, dirigida por Roberto Giusti y Edmundo Bianchi).
Uruguay: Revista Nacional de Literatura (1895), La Revista (1899, dirigida por Julio Herrera
y Reissig), La Revista de Salto (dirigida por Horacio Quiroga). Colombia: Revista Gris (1892,
dirigida por Max Grillo). Cuba: La Habana elegante (1883). Guatemala: Guatemala ilustra-
da (1892). Venezuela: Cosmópolis (1894). Chile: Revista cómica (1895). Panamá: El Cosmos
(1896). Perú: Prisma (1905) y Colónida (1916).
25. Véase Córdoba Iturburu, 80 Años de pintura.
26. Mientras en Francia las últimas manifestaciones del naturalismo eran arrasadas por
el impresionismo y éste, a su vez, impugnado por las orientaciones neoimpresionistas y
por las nuevas escuelas vanguardistas, en Italia la evolución de las concepciones pictóricas
se cumplía de manera menos radical. El convencionalismo académico de mediados de
siglo estaba siendo avasallado por el movimiento de los macchialioli, que incorporaron a
la pintura italiana sometida a los convencionalismos seudo-clasicistas ciertas innovaciones
formales, que si bien liberaron de los aspectos más fríos al academicismo del arte argentino,
sólo consiguieron recrear un nuevo academismo de acento realista. La pintura argentina
de fines del siglo xix y comienzos del xx fue, en su mayor parte, deudora de este movi-
miento, representado por Augusto Ballerini (1857-1902) y Ángel Della Valle. Este último
fue discípulo del maestro italiano Antonio Ciseri (1821-1891), del grupo de los macchialioli
y autor de pinturas históricas y religiosas de carácter declamatorio y teatral. Della Valle se
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LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
consagró a la pintura de temas argentinos típicos de carácter rural y fue tan buen paisajista
como figurista.
27. El método de estudio de la Academia consistía en la copia de dibujos ejecutados por
los maestros, estudio de modelos de yeso, estudio del natural, copia en claroscuro y, como
culminación, copias de cuadros de buenos autores. Al comienzo los alumnos contaron con
reproducciones de camafeos griegos y romanos y un nutrido lote de estampas, cedidas por la
Academia de San Fernando de Madrid a don Jerónimo Antonio Gil (1731-1789) cuando partió
a ocupar la dirección de la Escuela de Grabadores. La necesidad de proveer a los alumnos
con cuadros de buenos autores dio origen a la colección que, con el correr del tiempo, se
convertiría en la Galería de Pintura y Escultura de la Academia de San Carlos. Los modelos de
yeso fueron traídos por el escultor y arquitecto valenciano Manuel Tolsá (1757-1816), cuando
llegó en 1791 a ocupar el cargo de director de escultura.
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A RT E S V E T U S TA S PARA NACIONES NUEVAS
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LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
soldado insurgente en las filas del General Vicente Guerrero, Pedro Patiño Ixtolinque (1774-
1835), autor del retablo y el altar mayor del Sagrario Metropolitano (1827).
30. El maestro de pintura fue Pelegrín Clavé (1810-1880), quien permaneció en México de
1846 a 1868. Estimuló grandemente el interés por el arte y formó dos grupos de discípulos,
algunos de los cuales destacaron cuando pudieron completar o reafirmar su aprendizaje en
Europa. Clavé admiraba la pintura idealista alemana, cuya figura principal era Overbeck, y
por esa corriente del arte lanzó a sus discípulos. Los temas fueron principalmente escenas
religiosas ejecutadas por pintores como Joaquín Ramírez, Rafael Flores o Ramón Sagredo.
Otros discípulos suyos, como Santiago Rebull (1829-1902) y José Salomé Pina (1830-1909),
estudiaron después en Roma, y fueron los maestros que a su regreso continuaron la ense-
ñanza clásica e idealista en la Academia, en las últimas décadas del siglo xix. La pintura de
historia fue uno de los géneros que estimuló Clavé, especialmente aquella que tratara asuntos
del antiguo mundo indígena. Así, José Obregón pintó El Descubrimiento del Pulque y Rodrigo
Gutiérrez, El Senado de Tlaxcala intentando amoldar el pasado indígena a las formas clásicas
y a la belleza ideal de origen griego. Otro discípulo de Clavé fue Felipe Gutiérrez, quien ini-
ció con todo vigor el realismo, como lo prueban sus obras de dibujo analítico y gran factura.
Gutiérrez pintó el único desnudo femenino de la escuela académica mexicana: La Amazona
de los Andes, donde denotó cierta influencia de Courbet.
31. Juan Cordero, considerado el rival mexicano de Clavé, se formó en Roma. A su
regreso a México revivió la pintura mural en la iglesia de Santa Teresa, donde pintó la cú-
pula, interesante obra arquitectónica de Lorenzo de la Hidalga, así como también la cúpula
de la iglesia de San Fernando, aunque su obra clave como muralista fue la propiciada por
su amistad con Gabino Barreda, introductor de la filosofía positivista en México, el primer
mural de tema filosófico (hoy día desaparecido) de la Escuela Nacional Preparatoria, cuya
significación histórica fue mayor que su importancia artística. Tanto Clavé como Cordero,
fueron pintores académicos, pero el segundo manifestó cierta originalidad en la que se
ha querido ver un rasgo de mexicanismo. El paisaje fue el género elegido por el pintor
italiano Eugenio Landesio (1810-1879), que permaneció en México entre 1855 y 1877. Su
labor docente caló en numerosos discípulos, como José María Velasco, Luis Coto, Javier
Álvarez, Gregorio Dumaine y Salvador Murillo. José María Velasco (1840-1912), formado en
la Academia y luego profesor de perspectiva de la misma, introdujo el paisaje romántico
con sus obra más famosas, El valle de México de 1875 y México de 1877, donde incorporó
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La Academia recurrió al indigenismo como tema, pero lo trató con una es-
tética clásica. Sin embargo, México podía definir también una estética propia.
Fuera de la Academia el romanticismo mexicano se expresó en otro género de
pintura conocida como popular, pero el verdadero protagonista fue el graba-
do,32 la litografía33 y la tipografía.34
El interés por lo propio, por inspirarse en la vida mexicana, surgió por afán
de autenticidad, por lo que no decayó, y convivió con el modernismo y las
vanguardias.
Cuando se contrató al pintor español Antonio Fabrés,35 quien impartió sus
enseñanzas de 1903 a 1906, la Academia se había vuelto anticuada. Las nuevas
corrientes del arte todavía no asomaban con vigor; pero desde luego se busca-
ban otros derroteros que los ofrecidos por la Academia. México era un país con
una imagen artística propia consolidada, y los más modernos productos artísti-
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LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
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39. P. Kennedy, Auge y caída de las grandes potencias, Plaza y Janés, Barcelona, 1989.
40. T. Halperin Donghi, Una nación para el desierto argentino, Centro Editor de América
Latina, Buenos Aires, 1992, publicado originalmente como prólogo de Aavv, Proyecto y cons-
trucción de una nación (Argentina, 1846-1880), Biblioteca Ayacucho, nº 68, Caracas, 1980.
T. Mac Gann, Argentina, Estados Unidos y el Sistema Interamericano (1880-1914), Eudeba,
Buenos Aires, 1960.
41. N. Jitrik, El mundo del ochenta, Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1982,
publicado originalmente como introducción de Aavv, El 80 y su mundo, presentación de una
época, antología de textos literarios y sociopolíticos del período, Colección Los Argentinos,
Editorial Jorge Álvarez, Buenos Aires, 1968.
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LEGITIMIDAD, SOBERANÍAS, REPRESENTACIÓN
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y ónix de San Luis. Sin embargo, el ansia por las industrias artísticas europeas
conllevó un eclecticismo difícil de imaginar. Los vitrales de las naves laterales se
compraron en Francia, (ilustraban escenas del Antiguo Testamento); iniciando
el recorrido desde el lado derecho, se levantó una imagen de Cristo en la cruz
realizada por el escultor austriaco Leo Moroder, autor de todas las imágenes
en madera que se hallan en el templo (a excepción de la imagen de Nuestra
Señora de Los Dolores, que databa del siglo xvii); el trono arzobispal tallado en
roble con ocho metros de altura, realizado en estilo gótico, al igual que los con-
fesionarios y la sillería del coro, fueron trabajos ejecutados por el artista tirolés
Miguel Schenke y los hermanos Augusto, Leo y Vigil Malknecht; los vitrales se
compraron en Munich (fueron los primeros en llegar a la Catedral); detrás del
crucero se decoró el deambulatorio con más vitrales franceses que representa-
ban escenas del Nuevo Testamento, y el Coro de los Canónigos, ubicado detrás
del altar principal, fue compuesto por 48 asientos tallados en roble de Eslovenia
por los hermanos Malknecht.
Algo similar ocurrió con el segundo de los edificios importantes de La
Plata: el Palacio Municipal, en la calle 12, entre 51 y 53. Este edificio de estilo
renacentista alemán surgió de un concurso internacional de proyectos para
los principales edificios públicos de la nueva capital en el año 1881. El primer
premio destinado al Palacio Municipal lo obtuvo Huber Stier, profesor de la
Escuela Politécnica de Hannover. Dirigidas por el arquitecto Ernest Meyer,
las obras se iniciaron en 1883 y concluyeron cinco años después. El interior
del edificio se pensó como un contenedor ecléctico del arte europeo. La es-
calinata de mármol fue ornamentada con vasijas y estatuas procedentes de la
Fonderie du Val d’Osne de París y los cielo-rasos de la caja de la escalera y
el hall fueron decorados con motivos alemanes. El Salón Dorado, el recinto
de mayor interés del edificio, fue también decorado con motivos europeos,
elementos barrocos de combinada procedencia alemana y francesa, donde
destacaba la decoración de la bóveda, con motivos franceses (la flor de lis
sobre fondo celeste), las columnas estucadas con rostros de guerreros teuto-
nes, los vitrales alemanes de puertas y ventanas con inscripciones latinas, las
arañas de bronce con el monograma y el escudo municipal bañados en oro
24 quilates (las primeras arañas eléctricas llegadas a Sudamérica) y el piso rea-
lizado en roble de Eslovenia. Sólo una norma marcó la consecución de estos
proyectos, la inclusión de arte comprado en Europa, por encima de concretar
una estética o de manifestar una iconografía inteligible.
Este historicismo concebido casi como imagen de marca argentina permitió
al fin la llegada de arte español impulsado desde los grupos de inmigrantes pe-
ninsulares. Fue un arte desvinculado del pasado colonial, como no podía ser de
otra forma, e imbuido por un espíritu de modernidad y progreso, que conllevó
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