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La generatividad

Erikson (1963, citado en Shaffer, 2000) propuso la teoría del desarrollo psicosocial,
según la cual las personas, a lo largo de su vida, se enfrentan a ocho crisis que se
suceden en el tiempo de forma ordenada. La aparición de estos conflictos depende del
nivel de maduración biológico y de las demandas sociales que experimentan las
personas en determinados momentos de su proceso de desarrollo. En cada crisis se le
plantea al sujeto una dicotomía. Por ejemplo, el octavo y último conflicto recibe el
nombre de “inegridad del yo versus desesperación”. En ella, el sujeto debe valorar su
vida de forma retrospectiva y evaluar si ha sido una experiencia significativa, feliz, o si
ha sido un camino decepcionante lleno de metas inalcanzadas. Si la valora
positivamente se dice que habrá logrado una buena integración del yo, mientras que si
la valoración es negativa, caerá en el polo opuesto: la desesperación. Según Erikson,
pues, el individuo puede resolver cada crisis de forma más o menos favorable. Resolver
una crisis de forma satisfactoria hace que el sujeto se vuelva más competente para
afrontar las que se le presentarán en el futuro. Conseguir un ajuste psicológico sano
depende, precisamente, de ir resolviendo las diferentes crisis de forma exitosa.

Erikson propone que en la época adulta se dan dos crisis. Entre los 20 y los 40 años,
dice, las personas deben afrontar el reto de formar vínculos interpersonales fuertes y
seguros, así como conseguir un sentido de amor y compañerismo con otra persona
(“intimidad versus aislamiento”). Posteriormente, entre los 40 y los 65 años, los
adultos pueden volverse generativos o caer en el estancamiento. Según Erikson, la
generatividad se expresaría a través de conductas dirigidas a incrementar la
productividad en el trabajo, educar a las familias respectivas y ocuparse de las
necesidades de los jóvenes. Los que no son capaces de asumir estas responsabilidades,
o no quieren hacerlo, caen en el egocentrismo y se estancan. Posteriormente, en la
vejez, la persona dejaría de tener intereses generativos y se centraría en la resolución
de la útima crisis, la de “integridad del yo versus desesperación”.

Como vemos, la generatividad se puede entender como el sentimiento que nace en el


adulto de guiar a las generaciones futuras y satisfacer sus necesidades, de dejar una
huella que vaya más allá de su propia existencia y que suponga un beneficio para los
que “se quedan”. De esta forma, el adulto se compromete con la sociedad como un
todo y a contribuir a su mantenimiento, incluso a su mejora, y se convierte en un guía
para la siguiente generación. Así pues, el adulto nutre, enseña, conduce y estimula la
siguiente generación, beneficiando, de esta forma, el sistema social (McAdams y de St.
Aubin, 1992). Además, dicen estos autores, la generatividad se puede expresar de
múltiples formas (por ejemplo, siendo productivo en el trabajo, teniendo y criando
hijos, implicándose en tareas de voluntariado, manteniéndose activo a nivel político o
religioso, participando en la comunidad, colaborando con asociaciones de vecinos e,
incluso, realizando ciertas actividades de ocio). No obstante, implicarse en estas
actividades no tiene por qué significar que la persona logre ser generativa,
especialmente si las etapas anteriores no han sido resueltas con éxito (Erikson, 1964
citado en Bradley, 1997). Así pues, tener hijos no implica necesariamente que exista un
sentimiento de generatividad, de la misma forma que no tenerlos tampoco implica que
la persona no pueda llegar a ser generativa. Además, diferentes conductas podrían ser
generativas en determinados contextos culturales, pero no en otros.

Con todo lo expuesto hasta el momento, podría ser que uno se preguntara de qué
depende que uno sea, o no, generativo. ¿De un sentimiento que aparece en la edad
adulta? ¿De un compromiso que el individuo establece con la sociedad? ¿De la
conducta que uno manifiesta? ¿De la cultura? ¿De las demandas sociales manifestadas
por una comunidad? McAdams Y de St. Aubin (1992) defienden que la generatividad es
un concepto complejo y multidimensional, y que su expresión no tiene por qué
depender de un único factor. Según ellos, la generatividad es una constelación
formada por siete elementos que se estructuran alrededor de la meta individual y
cultural de guiar las generaciones futuras. Estos elementos son la demanda cultural, la
voluntad, la preocupación, las creencias, el compromiso, las acciones y la narración, y
se relacionan como sigue a continuación.

Cuando el individuo llega a la edad adulta, dicen estos autores, la sociedad espera de
él que se responsabilice de la siguiente generación a través de sus posibles roles como
padre, profesor, mentor, líder, organizador, etc. Así pues, hay una demanda cultural
que varía en función de la edad de la persona y del contexto en el que se encuentre.
Paralelamente a la demanda cultural, aparece en el individuo adulto la voluntad de ser
generativo, el deseo interior de dejar un legado que le sobreviva y de ser necesitado
por los demás. Estos dos elementos (demanda cultural y voluntad) por sí solos pueden
llevar al individuo a realizar actos generativos, pero también pueden crear en él un
sentimiento de preocupación por la siguiente generación, y esta preocupación, junto
con las creencias positivas sobre el ser humano que también dependen de la cultura
en la que uno viva, puede hacer que la persona decida comprometerse y tomar
decisiones y establecer metas en relación con las generaciones futuras. El
establecimiento de un compromiso, a su vez, reafirma las creencias del individuo y sus
preocupaciones. Además, este compromiso también lleva al individuo a emprender
actividades generativas, que igualmente pueden acabar redundando en un
compromiso más fuerte.

La conducta generativa, que puede aparecer tanto por la presencia de demandas


culturales, de la propia voluntad del individuo o del compromiso que éste establece
con otras generaciones, puede expresarse a través de la creatividad (generar cosas que
puedan ser de utilidad para la sociedad, por ejemplo, crear una vacuna para prevenir
una enfermedad, escribir libros, etc.), del mantenimiento (se trata aquí de preservar,
conservar y restaurar aspectos que puedan beneficiar a otros, por ejemplo, valores y
costumbres culturales, o el medioambiente) y, finalmente, a través del ofrecimiento
(ofrecer a los demás lo que uno ha contribuido a crear o a mantener).

El último elemento que conformaría la generatividad según McAdams y de St. Aubin


(1992) serían las narraciones. La gente, dicen, crean mitos y narraciones sobre ellos
mismos para dotar de significado, propósito, sentido y unidad a la vida. Uno de los
aspectos que se incluirían en estas narraciones sería la forma en la que la persona ha
expresado su generatividad.

3.3.1.- La generatividad en la vejez

Según la formulación inicial de la teoría de Erikson las personas, cuando entran en la


vejez, dejan de preocuparse por ser generativos para dedicar todos sus recursos a
afrontar la última crisis del proceso de desarrollo. Así pues, la generatividad era algo
que sólo competía a los adultos. No obstante, el mismo autor reconoció la gran
variedad de formas a través de las cuales se puede expresar la generatividad, y por eso
acuñó el concepto de grand-generativity (Erikson, Erikson y Kivnick, 1986 citados en
Warburton, McLaughlin y Pinsker, 2006). Así pues, la generatividad podría extenderse
hacia etapas posteriores de la vida, de forma que los ancianos podrían, también, estar
interesados en beneficiar a la sociedad, cuidar de las generaciones futuras y en dejar
un legado que les sobreviva, esto es, involucrarse en conductas generativas y realizar
aportaciones significativas que redunden en un beneficio para los demás. Los
resultados de McAdams, de St. Aubin y Logan (1993) así lo demuestran. Según los
resultados aportados por estos autores, que estudiaron la generatividad en una
muestra formada por 90 jóvenes, 90 adultos y 90 ancianos, los sujetos del primer
grupo se percibían a sí mismos como menos generativos que los de los otros dos
grupos de edad; los adultos consideraban que habían alcanzado el punto máximo de la
expresión de su generatividad, es decir, que lo eran más que cuando eran jóvenes y
que cuando se hicieran mayores, y los ancianos se percibían menos generativos que en
su adultez. No obstante, esto no quiere decir que los adultos sean más generativos que
los ancianos. De hecho, los resultados arrojados por estos autores abogan por la
manifestación de mayores niveles de generatividad por parte de los adultos en
comparación con los jóvenes, pero también por su mantenimiento en la vejez. La
evidencia, pues, sugiere que en la mediana edad, las personas son más generativas
que otros grupos de menor edad, pero no lo son más que los ancianos.

Un aspecto central de la generatividad en la vejez es la potencial influencia que los


ancianos pueden tener sobre generaciones jóvenes, como los nietos, a quienes
podrían servir como modelos de conducta, pero también como fuente de valores,
conocimientos, costumbres, etc. Además, los ancianos, a través de su comportamiento
generativo, podrían servir, también, como modelos para las generaciones intermedias,
promoviendo la aparición, en ellas, de sentimientos generativos (Erikson et al., 1986
citados en Warburton et al., 2006).

Warburton et al. (2006) realizaron un estudio en el que investigaron la aplicabilidad del


concepto grand-generativity en la vejez. Según sus resultados, hay una serie de
factores que facilitan la expresión de la generatividad entre las personas mayores.
Algunos de ellos serían la liberación de sus responsabilidades parentales y laborales, la
mayor cantidad de experiencia así como un sentimiento de querer devolver a la
comunidad todo lo que la comunidad le ha aportado. Los ancianos de la muestra,
además, percibían que la mayor parte de la gente de su grupo de edad realizaba
aportaciones significativas a la sociedad, esto es, eran generativas. Esto, a su vez, les
proveía de un rol positivo e importante a desempeñar en la vejez, así como de
sentimientos de satisfacción y bienestar y una valoración positiva de la experiencia del
envejecimiento.

El cuidado de los nietos es una de las principales formas en las que la persona mayor
puede ser generativa. Es importante remarcar aquí que este tipo de relación no exime
a la generación intermedia de sus responsabilidades, ni les impide ser generativos con
sus hijos. Así pues, el rol de abuelo difiere en varios aspectos del de padre, y uno de los
más importantes sería que la relación que se establece entre abuelos y nietos es
recíproca, y ambas generaciones obtienen beneficios de ella. El sentimiento de
generatividad en la vejez, pues, puede promover conductas de cuidado, pero también
facilita la aceptación de cuidados por parte de la persona mayor (Erikson et al., 1986
citados en Warburton et al., 2006)

Josep Fabà Ribera

Georgina Caballe Ardid

Master Psicogerontologia

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