Bohoslavsky
La elección que realiza un adolescente reactualiza en el orientador sus propias elecciones y sus
duelos personales ligados con las mismas.
Ser un psicólogo que se dedica al campo de orientación vocacional supone renunciar total o
parcialmente a otros campos de trabajo dentro de la psicología.
El psicólogo debe identificarse necesariamente con el otro, tomando una distancia adecuada.
Esto es lo que se designa como “disociación instrumental” (Bleger).
En otro contexto, Rogers sugiere que para comprender la conducta del otro es imprescindible la
identificación. Se trataría de asumir el “Cuadro de referencias interno del otro”.
Para lograr el carácter instrumental de la disociación, el encuadre nos ayuda, nos permite a la
vez “meternos” y “salir” del otro.
Existe en todo buen entrevistador un arte de “poner orden” en la entrevista. Hay, también un
arte en el entrevistador, el de poner un “desorden” personal en aquella. Y del interjuego de
ambas partes surgirá eventualmente claridad sobre el porqué, el para qué y el cómo de la
conducta del entrevistado.
Bleger entiende dos encuadres, uno el que propone y sostiene el psicoanalista aceptado
conscientemente por el paciente y el otro, el del “mundo fantasma, el que en él proyecta el
paciente”.
El encuadre sería el Meta-Yo del paciente; su análisis esclarece en el encuadre del psicoanalista
la depositación de los aspectos psicóticos de la personalidad del paciente.
El encuadre deber ser considerado no sólo como meta-Yo del paciente, sino también como
meta-Yo del psicólogo.
El encuadre asume una función defensiva con todo lo que el término implica: protección y al
mismo tiempo riesgo de estereotipia y empobrecimiento. El psicólogo puede además expresar
en el encuadre sus aspectos más maduros, aquellos que le permitirán reflexionar sobre la díada
proyección-introyección en el campo de la entrevista.
• El Psicólogo y la reparación:
La reparación no puede ser juzgada por los resultados del trabajo ya que en el fondo la
reparación comienza y termina con el objeto interno cuyo representante es el objeto externo.
En orientación vocacional el adolescente es el representante externo de objetos internos del
psicólogo cuya reparación es intentada por éste.
Toda elección supone una renuncia: al elegir se deja, y esto puede incluir la fantasía de que se
ha infringido un daño sobre los objetos internos ligados con las carreras desechadas.
Un recurso mágico, a modo de una tabla de salvación del psicólogo ante la irrupción de
su duda y su incertidumbre
Otras veces funciona de modo protector como un “distanciador”.
Como contrapartida cuando se niega la eficacia real de un test al decir “ningún test sirve
para nada”, que en realidad se expresa el resentimiento por la propia impotencia de
comprender lo que está confuso.
Una tercera forma de ataque a la identidad profesional se halla referida a lo económico, a “la
culpa por cobrar”, las dudas acerca de cómo fijar los honorarios. Estas dudas están ligadas con
una desvalorización de la tarea y con las vicisitudes acerca de la asunción de un rol profesional
adulto, lo que implica vivir de su capacidad y sus conocimientos como único capital.
El duelo por la facultad puede tener características melancólicas y en ese caso predominaran los
sentimientos de impotencia.
La tercera hipótesis de este trabajo es que: “En el psicólogo la dificultad de asumir el rol
profesional se manifiesta en distintas formas de identificación simbiótica con el adolescente.”
Esta relación se expresa a veces bajo una forma que se podría llamar de complot. El psicólogo
se une con el adolescente y juntos critican a los padres, critican a los profesores, critican a la
facultad, la universidad.
Otra forma de simbiosis profesional expresa la envidia que despierta en el profesional la amplia
posibilidad de elección del adolescente en comparación a la suya, restringida en cierto modo
por una consolidación de su propia identidad profesional. El adolescente puede estar
conflictuado, tener problemas más o menos agudos, pero tiene la posibilidad de elegir cualquier
profesión, en tanto que el psicólogo ya ha elegido y por ende renunciado. La envidia impide la
aceptación de la autonomía del otro, se expresa, por ejemplo, cuando telefonea periódicamente
al adolescente, perturbando la posibilidad de que este se independice.
Cuarta hipótesis: “En el orientador vocacional existe la fantasía latente de proseguir a través de
las elecciones de los adolescentes todos los estudios y carreras que ha debido abandonar al
hacer sus propias elecciones.”
IDEALIZADOR: este adolescente es genial, tan maduro, tan perfecto que se desempeñara
excelentemente en la carrera que desea elegir. En estos casos la carrera es depositaria de
fantasías del profesional ligadas a proyectos suyos abandonados y no elaborados.
PARALIZADOR: en tal caso el psicólogo por lo general actúa la depositación de la figura paterna
que sobre él realiza el adolescente. Comienza a operar como el padre (castrador) que le corta
las alas. Una manera de usar el encuadre para este fin es establecer reencuentros
periódicamente, una vez finalizado el proceso.
• Identidad profesional y omnipotencia:
El paciente que inicia su tratamiento pone en juego muchas cosas (tiempo, dinero, expectativas,
etc.) que, por más importantes que sean pueden ser mucho menos importantes que otro
aspecto de la vida personal o de la fantasía que el paciente considera como su baluarte, que por
lo general es el refugio inconsciente de poderosas fantasías de omnipotencia.
Las fantasías primitivas omnipotentes pueden integrarse (ponerse al servicio del yo), eso es lo
que ocurre en el caso de una identidad profesional sana.
La idea de una puesta del pensamiento mágico no es incompatible con ninguna teoría de la
personalidad, algo semejante suponen algunos psicoanalistas al hablar de la creación artística o
de la regresión al servicio del yo.
La profesión, incluso por supuesto la del psicólogo, es desde el punto de vista psicológico, uno
de los más significativos anclajes de la identidad.
El psicólogo confiara en tal caso en lo que sabe y no negara lo que ignora, confiara en el
adolescente y en su capacidad de elegir autónomamente. Podrá estar disponible, ser permeable
como para entrar y salir en el mundo del adolescente y en su propio mundo adolescente.
Desempeñará plenamente el rol de psicólogo, y al hacerlo sorteará inadvertidamente los dos
mayores peligros de la impotencia y de la omnipotencia profesional. Será potente para crear y
recrear: reparará. Podrá entregarse a la tarea plenamente.