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¿HECHOS DE VERDAD?

Santiago Alfredo Rodríguez Torres


201411876
Cuando se firmó la paz en la Habana, desde esa mágica isla soplaron vientos de
tranquilidad y alegría hacia Colombia; después de 60 años de un conflicto interno
único en el mundo, con millones de muertos, desaparecidos y desplazados, por fin
se veía la luz al final del túnel. Con esa firma y ese apretón de manos el país dejaría
de sufrir los más horribles vejámenes, el atraso y el abandono institucional, se
reactivaría la economía, y mucho presupuesto iría a escuelas, hospitales y
bibliotecas, en vez de engordar las arcas de Indumil y los demás proveedores de
destrucción.

Durante años la clase dirigente del país, nos vendió la idea que la madre de nuestros
problemas eran las FARC, que mientras no se acabara el conflicto interno era
imposible salir a flote; a raíz de esto los colombianos, al menos los del centro del
país donde las gigantescas construcciones sobre salen cada vez más en el paisaje,
pensábamos que esa firma cambiaría todos estos años de atraso, desconociendo
por supuesto situaciones como las que han vivido por casi 100 años territorios como
el Chocó o la Guajira donde la corrupción es rampante y despiadada. Este ha sido
siempre el verdadero enemigo.

Fueron pasando los meses y nada mejoró. De hecho dejamos de mirar hacia la
selva y le pusimos el ojo a las ciudades y todo empezó a empeorar. Los Nule,
Reficar, Ecopetrol, Odebrech, Interbolsa y un sinfín de monumentos al despilfarro,
la beligerancia y sobre todo al cinismo y la impunidad empezaron a quedar al
descubierto y ya no se le podía echar la culpa a las FARC. En las ciudades y
municipios del país empezaron a hacerse más frecuentes los avistamientos de
enormes elefantes blancos cuyo fin en el papel era ayudar a poblaciones, generar
empleos y traer adelanto a todos pero que en realidad desde su concepción,
estuvieron diseñados para robar a la gente y desangrar las arcas del estado. Lo más
triste es que en la mayoría de los casos ni siquiera se terminan las obras y sobresale
la impunidad; se hace visible el sistema judicial pobre y fácilmente sobornable que
tenemos; en donde los mayores criminales pagan penas irrisorias para luego salir a
derrochar su fortuna.

Desafortunadamente Tunja no es la excepción y aunque aparentemente la


problemática no es tan grande como en otras latitudes, también tenemos esa clase
dominante amañada que gobierna e invierte a su gusto y sigue saliendo a hacer
mercado con una sonrisa en el rostro y sin el más mínimo rastro de vergüenza.
Corría el año 2010, y el segundo mandato del señor Arturo José Fructuoso Montejo
Niño; el alcalde con la más alta votación en la historia de la ciudad, estaba a punto
de terminar. Como es costumbre en las ciudades pequeñas de Colombia los
mandatarios pretenden enmendar el abandono y las pocas metas cumplidas,
además de tapar los escándalos con ridiculeces y obras inservibles que tienen como
fin justificar las millonadas que se gastan. Tunja no contó con mejor suerte y además
de un sinfín de materas que terminaron funcionando como letrinas y una
cuestionada intervención en el centro, en la que se peatonalizó todo el sector y no
se tuvo en cuenta cosas elementales como el paso de una ambulancia o el posible
ingreso de un camión de bomberos en una emergencia, llamaba la atención un
ambicioso proyecto que en principio sembrara una luz de esperanza en un periodo
en el que la ciudad se paralizó. Desde el comienzo de la administración, se delimitó
con malla verde una gran extensión de terreno ubicado en inmediaciones del Barrio
el Gaitán, sobre la vía que conduce hacia Moniquira y en frente del parque
Recreacional del Norte. Además se erguió una enorme valla en la que se mostraba
un render de lo que sería una “MEGA BIBLIOTECA con parque incluido; llamaba la
atención un letrero en rojo que decía “HECHOS DE VERDAD”.

A medida que fueron pasando los meses, y los años, las mallas se empezaron a
caer por el efecto del sol y el viento; se convirtieron en lienzos para grafiteros y
escondite para consumidores de sustancias y barristas de otras ciudades, así que
era el último comodín que le quedaba al Alcalde. De afán, sin planeación, sin
estudios claros se decidió que en dicho predio se llevaría a cabo un proyecto de
15000 millones de pesos. Como pasaba el tiempo y la obra no avanzaba, se empezó
a cuestionar la viabilidad de la biblioteca debido a que el terreno era parte de un
gran cuerpo de agua que con el tiempo fue segmentado y que en ese preciso punto
se encontraba su último refugio. Se pensaba que el terreno no soportaría una obra
de tal magnitud y que debido a eso no se ejecutaba aun.

Para ese momento, lo que la opinión pública no sabía era que en los juzgados ya
se libraba una batalla jurídica por esta obra. El para ese entonces Concejal Pedro
Pablo Salas Hernández, demandó al municipio por medio de la Acción Popular
2011-0021 en la que argumentaba, esencialmente, la vulneración de cinco derechos
colectivos:

1) “El goce de un ambiente sano, de conformidad con lo establecido en la


Constitución, la ley y las disposiciones reglamentarias y la existencia del
equilibrio ecológico y el manejo y aprovechamiento racional de los recursos
naturales para garantizar su desarrollo sostenible, su conservación,
restauración o sustitución. La conservación de las especies animales y
vegetales, la protección de áreas de especial importancia ecológica, de los
ecosistemas situados en las zonas fronterizas, así como los demás intereses
de la comunidad relacionados con la preservación y restauración del medio
ambiente.”
2) “El goce del espacio público y la utilización y defensa de los bienes de uso
público.
3) La defensa del patrimonio público.
4) La realización de Construcciones, edificaciones y desarrollos urbanos
respetando las disposiciones jurídicas, de manera ordenada y dando
prevalencia al beneficio de la calidad de vida de los habitantes.
5) Moralidad administrativa.

Argumentando estas causas el concejal se oponía rotundamente a la construcción


de esta y otras obras en las que era evidente la malversación de los fondos con
ánimo de lucro personal; otras de las construcciones que el ex concejal cuestionó
y por las que posteriormente se le abrieron dos investigaciones al ex alcalde,
fueron el fallido puente ubicado en el barrio Las Quintas y la Glorieta Muisca. Lo
que el señor Pedro Pablo encontró fue que estos contratos estaban adjudicados a
una firma Santandereana cuyo nombre no recuerda el concejal debido a que han
pasado casi 5 años y esta unidad investigativa tampoco logró dar con los
documentos en los que aparecía el nombre de la constructora la cual figuraba en
unos proyectos como interventor y en otros como constructor. Y los que se les
giraron adelantos sin haber puesto un solo ladrillo.

“La sociedad ha normalizado el tema de corrupción como ha normalizado los


fenómenos de violencia, la sociedad normaliza conductas que son claramente
antisociales y que se devuelven en contra de la misma sociedad por eso yo fui
muy enfático en demostrar que eso no es normal y lleve todos esos procesos de
contratación a la justicia buscando precisamente que se hiciera justicia en cuanto
a que se estaban manejando mal los recursos públicos, los medios de
comunicación y toda la estructura que maneja la sociedad me los pusieron en
contra mía, porque nosotros no nos movemos solos, son poderes y utilizaron el
poder para construir un discurso y el discurso era que yo me oponía a las obras al
desarrollo y a muchas cosas como el empleo entre otras. Un sector de la sociedad
hizo eco de ese fenómeno y se vio a Pedro Pablo como el obstáculo para el
desarrollo pero eso es parte de las luchas que se deben dar porque todos los días
construimos relatos significativos, los periodistas construyen mensajes aunque la
verdad, yo no creo en la post verda; es una enorme mentira pero sí me parece
que es muy importante seguir construyéndolos porque son jóvenes Los que están
sufriendo la exclusión y el mayor nivel de exclusión tiene nombre y se llama
corrupción y no podemos permitir que eso sigo pasando.”

Por esta razón la opinión pública se volcó contra el señor Pedro Pablo, ya que
aparentemente se oponía a un proyecto bueno; un problema de nuestras
sociedades que necesitan vehementemente espacios y desarrollo y que prefiere
tenerlo a toda costa, así esté mal planeado o sea una simple fachada para que
unos pocos se enriquezcan y queden bien ante la gente para convertirse en
caciques políticos y continuar delinquiendo desde la comodidad de su casa.

El juez le dio la razón al Concejal y el proyectó quedó en un limbo jurídico que


terminó con una modificación sustancial de la obra debido a que se determinó que
era un humedal que hacia parte de un cuerpo de aguas subterráneas que era
esencial en los tiempos de sequía; solo se contaba con 3.500 millones para un
proyecto que necesitaba aproximadamente 15000, por lo que era evidente que la
obra no se iba a concretar en el tiempo estipulado y ya el daño ambiental sería
irreparable. Los riesgos de que la obra colapsara eran altos debido a la
inestabilidad del terreno y a la falta de estudios pertinentes. Era rebatible el
concepto que se le quería dar a la biblioteca considerando que no se ajustaba a
las necesidades de los jóvenes por más necesario que sea un espacio para ellos,
además de la imposibilidad de sostener el proyecto a largo plazo.

Por lo que se modificaron los planos y el juez dictaminó que el 70 porciento del
área debía permanecer intacta y ambas construcciones; tanto el parque como la
biblioteca solo debían ocupar el 30 porciento del área total. El mandato de Montejo
culminó y no se cumplió con nada de lo estipulado.

“fue Flores quien concretó y entregó la obra, lo que estaba ordenado por el juez.
Un escenario de no seguir el contrato también habría tenido problemas en
términos de demandas del contratista, pero parece que la justicia en este país
sigue siendo aún laxa porque luego vino una restricción a las acciones populares
que le quitaron facultades de declarar nulos los contratos, o sea la estructura
corrupta de este país se hace desde el congreso y las cortes van debilitando todos
esos instrumentos de acción como son las acciones populares y eso porque un
juez cuando yo hice la acción podía suspender un contrato incluso declararlo nulo
por temas de corrupción, luego de que pasaron estos tiempos a los jueces les
quitaron esa facultad, así que la situación demuestra que todo está hecha para
que pase lo que está pasando hoy”.

Cuando Fernando Flores recibió “el chicharrón” tuvo que tomar una decisión
complicada; debido a que los recursos no alcanzaban prefirió construir y terminar
el parque, que, empezar ambas construcciones y dejarlas inconclusas; de este
modo los tunjanos al menos podríamos disfrutar de un Skate park, 15 bancas y
una pequeña zona de juegos para niños; además de un espejo de agua para el
cual se importaron dos motobombas y que el juez exigió permaneciera en el sitio.
Lo que más trabajo cuesta cuando uno recorre el lugar es pensar que una
intervención de esas características haya costado 3.500 millones de pesos, que
hasta el momento; el acto quedó en absoluta impunidad, porque aunque se evitó
el declive ambiental y la aparición del elefante, nadie está siendo siquiera
investigado por la malversación de estos fondos o por la responsabilidad de la
falta de garantías que acarreaba el proyecto. Queda un sin sabor de pensar que
así se quedó porque ya se vencieron los términos para buscar un posible
responsable.

Es innegable que la ciudad necesita con urgencias espacios pensados para sus
pobladores, más si se tiene en cuenta que es una ciudad estudiantil en la que
abunda el aburrimiento y el licor se convierte en la única salida para la mayoría;
hacen falta muchos espacios donde se fomente la cultura, el aprendizaje y se le
abra campo a las artes y el conocimiento. Sin embargo, no podemos caer en los
azares del afán y como ciudadanos debemos ser activos y cuidadosos a la hora
de elegir; además de ser rigurosos con la interventoría de ese tipo de proyectos
que cada vez son más frecuentes y llenan nuestras ciudades de moles de
concreto inservibles, que no aportan y además acaban con los ecosistemas.

“Yo creo que esta es una ciudad que carece de todo, especialmente para los
jóvenes, desde una cancha de futbol, desde un skate, desde una cancha de
bicicrós, esta es una ciudad que les niega a sus jóvenes la existencia como
jóvenes. Mucho menos vamos a decir que una biblioteca no sea necesaria, lo que
pasa es que estaba muy mal conceptuada porque los jóvenes no están leyendo
tanto libro pero si es necesario bibliotecas virtuales, también con libros obviamente
pero con un concepto moderno de lo que es hoy los requerimientos de los
jóvenes, no hacerla por hacerla, por meter una idea que realmente no cabía en la
cabeza del mismo alcalde que quería hacerla para robarse un poco de plata. Esa
biblioteca estaba muy mal pensada, eso no quiere decir que sea innecesaria la
inversión para Tunja se necesitan ese tipo de mobiliarios públicos donde los
jóvenes puedan ir a estudiar, puedan ir a investigar, más en una ciudad que tiene
tanto joven estudiante como esta, la biblioteca sigue siendo un necesidad pero
como un proyecto viabilizado y no como un argumento para robarse la plata.”
Asegurá Pedro Pablo.

En este momento, no se ha puesto el primer ladrillo de la biblioteca y quedó en


manos del Alcalde Cepeda quién debe gestionar los recursos de alguna manera,
que seguramente, como siempre, saldrán de los contribuyentes para que pueda
ejecutarse la obra; es momento de cuestionarse y empezar a elegir mejor a
nuestros dirigentes, ya que el progreso no solo se sustenta con cemento sino con
el crecimiento intelectual y cultural de sus habitantes. Es necesario que
empecemos a cuestionarnos sobre nuestra manera de elegir; hay que dejar de
lado el individualismo y la rosca para encontrar mandatarios sensatos que
busquen el bien general.

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