ISBN 978-987-28470-6-7
Hecho el depósito que marca la ley 11.723 Reservados todos los derechos esta edición..
Prohibida la reproducción de este libro sin el permiso previo y por escrito de los titulares del
copyright. Impreso en Argentina.
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Guerra: modernidad
y contramodernidad
/ Pablo Bonavena
/ Flabián Nievas
COLECCIÓN CRÍTICA
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Prefacio
1
Proyecto UBACyT W-913, programación 2011/14, dirigido por Flabián Nievas.
2
Además de los autores, el equipo está conformado por Inés Izaguirre, Tomás
Varnagy, Darío de Benedetti, Mariana Maañón, Marina Malamud, Iván Poczynoc,
Julio Spota y Carolina Sampó. Agradecemos especialmente a Mario Iribarren por su
fina lectura del texto, que advirtió erratas, oscuridades y ambigüedades, mejorándo-
lo notablemente. Los defectos que subsistan no son de su responsabilidad, sino de
la nuestra.
3
Una lista de los trabajos parciales más relevantes los incluimos al final del volumen.
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6 PREFACIO
Flabián Nievas
Pablo Bonavena
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CAPÍTULO I
¿Por qué estudiar la guerra?
1
Gouldner, Alvin W.; La sociología actual: renovación y crítica, pág. 345 y nota
3 de las págs. 345/6. Véanse algunas consideraciones al respecto a partir de pregun-
tarse si es factible una ciencia de la guerra o la estrategia en Joxe, Alain; La ciencia
de la guerra y la paz, págs. 9/10.
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2
De los muchos importantes, el más destacable quizás sea el Stockholm
International Peace Research Institute (SIPRI), de notable tarea en la sistematiza-
ción de información. Otros dignos de mención son el Centre d’Etudis per a la Pau
JM Delàs, el Instituto de la Paz y los Conflictos (IPAZ), el Centro de Estudios Para
la Paz (CEPPA). No todos los “institutos de estudio de la paz” abordan las guerras;
muchos de ellos se dedican al conflicto social en general.
3
“La polemología requiere también, como complemento, de una irenología, es
decir, una sociología de la paz, que Bouthoul consideraba un capítulo de la prime-
ra. Bouthoul atribuía el término irenología al General Werner, pero según Freund
salió del magín del periodista belga Paul M. G. Levy [1910-2002]. La irenología
como estudio científico de la paz debe distinguirse del Peace Research, que es al
mismo tiempo investigación sobre la paz y para la paz. Esto último ayuda a expli-
car su tradicional vinculación a los centros de poder político y económico del status
quo. Bouthoul sostuvo que la difusión de la terminología Peace Research no respon-
día en todos los casos a razones epistemológicas sino financieras: el mecenazgo, sobre
todo en los Estados Unidos, suele ser muy sensible a la seducción de la paz”. Molina,
Jerónimo; “Gaston Bouthoul: en conmemoración de un pionero de la polemología”,
pág. 128, nota 60.
4
Romero Ramírez, Antonio José; “Guerra y paz”, pág. 592.
5
Tiryakian, Edward A.; “La guerra: la cara oculta de la modernidad”; en Beriain,
Josetxo (comp.); Modernidad y violencia colectiva; pág. 63.
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bién afirma que la violencia, las relaciones entre los Estados no son
parte del “corpus de investigación de las Ciencias Sociales”, por eso la
guerra es “la cara oculta de la modernidad.”6
Otro indicador interesante del déficit que señalamos lo encontra-
mos en el primer número de la Revista Española de Investigaciones
Sociológicas; allí fue publicada una larga lista de escritos sugeridos como
base de una sociología de la guerra, pero en rigor solo el primero de los
nueve ítems en que se subdivide correspondería fehacientemente a tal
disciplina; allí se agrupan 56 títulos en diversos idiomas, aunque
muchos de ellos son de dudosa pertinencia, ya que se encuadrarían
mejor en una sociología militar que en una sociología de la guerra.
Gran parte del resto cuesta ubicarlo dentro de la sociología en general.7
Pero no sólo la guerra es un tema refractario dentro del mundo de
la sociología. Es un fenómeno que en general suele escapar tanto al
interés de muchos otros campos del pensamiento sistematizado como
también al entendimiento del común de la gente. Plagada de horro-
res, desde la modernidad suele ser vista como una suerte de maldición
bíblica a la que sólo se puede condenar. Especialmente a partir del
Renacimiento no sorprende que, dados los niveles de destrucción,
muerte y sufrimientos que ocasiona, fueran emergiendo entre las capas
cultas de la sociedad sentimientos negativos, de rechazo, que a la larga
obnubilaron su comprensión.8 La emergencia de un anti-belicismo
6
Joas, Hans; Guerra y modernidad. Estudios sobre la historia de la violencia en el
siglo XX, pág. 47. Romero Ramírez, A. J.; op. cit.; pág. 592. Véase, también de Joas,
Hans; “La modernidad de la guerra. La teoría de la modernización y el problema de
la violencia”; en Beriain, Josetxo (comp.); Modernidad y violencia colectiva.
7
Verstrynge Rojas, Jorge y Vidaurreta Campillo, María; “Bibliografía sistemáti-
ca sobre la sociología de la guerra”; en Revista Española de Investigaciones Sociológicas,
Nº 1; págs. 329/46.
8
En efecto, aunque encontramos formulaciones pacifistas con anterioridad,
como veremos en el próximo capítulo, la génesis del anti-belicismo ilustrado se
remonta especialmente al Renacimiento, donde se destacaron Moro y Erasmo.
Véase de Bonavena, Pablo; “Filosofía política sobre la guerra y la paz en los cimien-
tos de las Ciencias Sociales: algunas notas sobre las obras de Tomás Moro y Erasmo
de Rotterdam”; ponencia presentada en el V Coloquio Internacional de Filosofía
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11
Sobre la declinación del prestigio militar, desde otro ángulo, véase de De
Weerd, Harvey A.; “Churchill, Lloyd George, Clemenceau: la aparición del civil”;
en Mead Earle, Edward; Creadores de la estrategia moderna, Tomo II, págs. 263/4.
12
En la Argentina, por ejemplo, la participación de sus fuerzas armadas en la
invasión a Irak fue promovida por el Partido Justicialista en el gobierno con un
decreto presidencial del 18 de septiembre de 1990.
13
Las dos guerras mundiales, por ejemplo, tuvieron un gran impacto demográ-
fico y generaron un definitivo cambio en el mercado de trabajo, el incremento de
derechos civiles y una ampliación de la ciudadanía política –como el derecho a voto–
de las mujeres. Véase al respecto, de Vidaurreta Campillo, María; “Guerra y condi-
ción femenina en la sociedad industrial”; en Revista Española de Investigaciones Socio-
lógicas N° 1. Véase la segunda parte de esta investigación en Vidaurreta Campillo,
María; “Madurez industrial. Guerra y condición femenina”. Sobre el impacto gene-
ral de la guerra en la sociedad es imprescindible ver el trabajo de Naville, Pierre y
Friedman, Georges; Tratado de Sociología del Trabajo, Capítulo XXII “Guerra y
Sociedad”. Acerca del avance científico-tecnológico que la guerra impulsa pueden
consultarse Bowler, Peter y Rhys Morus, Iwan; Panorama general de la ciencia moder-
na, en especial el capítulo 20; Basalla, George; La evolución de la tecnología, en parti-
cular el capítulo 5; Sánchez Ron, José Manuel; El poder de la ciencia, especialmente
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los capítulos 8 a 11; Crone. G. R.; Historia de los mapas, en particular el capítulo
XIV. Pero más allá de los desarrollos técnicos y científicos, el impacto de Internet, la
aeronáutica o la telefonía celular –todos desarrollos inicialmente con fines bélicos–,
por citar solo los ejemplos más salientes, es indudable e inmensurable.
14
Sobre la repetición de las guerras cabe recordar el pensamiento de Aristóteles:
“…toda la vida se divide en trabajo y ocio, en guerra y paz”. Aristóteles; Política, pág.
138.
15
“Las obras de autor reconocido hoy disponibles para el conocimiento del
lugar que ocupan en las ciencias sociales primero, el conflicto armado (bélico) y,
secundariamente, el poder político o la acción profesional de las instituciones para
la defensa no son fáciles de encontrar. Los padres fundadores, los grandes maestros
y los notables teóricos, aplicados al saber que ahora denominamos sociología apenas
se han orientado hacia esta concreta cuestión. Se refieren, eso sí, a la guerra, a las ins-
tituciones para la defensa y a los miembros permanentes de las Fuerzas Armadas
pero, en líneas generales, lo hacen de manera incidental y con evidente desgana”.
Alonso Baquer, Miguel; “El lugar del conflicto, del poder y la acción en las socieda-
des occidentales”, pág. 11.
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16
El problema de la paz fue “apropiado” por las teorías de las relaciones interna-
cionales generando un campo de conocimiento autónomo donde la temática de la
guerra queda subordinada precisamente a la búsqueda de la paz como una meta
deseable, reuniendo a investigadores y ensayistas provenientes de varias disciplinas;
varios sociólogos efectuaron este recorrido abandonando el ámbito de su formación
de origen para analizar las relaciones internacionales con otros parámetros teóricos.
17
Vargas Maseda, Ramón; “Hans Joas and Wolfgang Knöbl. War in social
thought. Hobbes to the Present. New Jersey; Princeton University Press, 2013”; en
OBETS. Revista de Ciencias Sociales, Vol. 8, N° 2, pág. 375.
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20
Joas, H.; Guerra y modernidad…; pág. 49.
21
Kant, Immanuel; Sobre la paz perpetua.
22
Joas, H.; Guerra y modernidad…; págs. 49, 53 y 173. Véase de Sánchez Mejía,
María Luisa; “Estudio Preliminar: el despotismo en la época de los modernos”; en
Constant, Benjamín; Del espíritu de conquista y de la usurpación.
23
“La guerra es por tanto anterior al comercio. La una es el impulso salvaje, el
otro cálculo civilizado. Resulta claro que cuanto más domine la tendencia comercial,
más habrá de debilitarse la tendencia guerrera. La finalidad exclusiva de las naciones
modernas es el sosiego y, junto con el sosiego, el bienestar, y como fuente del bien-
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29
Comte, Augusto; Curso de Filosofía Positiva, pág. 86.
30
Timasheff, Nicholas S.; La teoría sociológica, pág. 59. Ayala, Francisco; Histo-
ria de la Sociología, pág. 78.
31
Bouthoul, G.; op. cit.; pág. 184.
32
Joas, Hans; Guerra y modernidad…, pág. 68.
33
Fernández Vega, J.; Carl von Clausewitz. Guerra, política, filosofía, pág. 40.
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La anomalía en el marxismo
Pérez Herranz, Fernando Miguel; “El (inmarcesible) árbol del bien y del mal:
34
“la guerra es el padre y el rey de todas las cosas”,35 anotó en los borra-
dores preparatorios de El capital: “La guerra se ha desarrollado antes
que la paz…”.36 El creador del materialismo histórico, –sin deificar la
guerra como lo han hecho, por ejemplo, Pierre Joseph Proudhon37 y,
como veremos, algunos sociólogos– desacraliza la paz, concepción que
seguramente explica su gusto por citar aquella vieja fórmula del
mismo Heráclito, que decía: “la paz no es más que una forma, un
aspecto de la guerra; la guerra no es más que un aspecto, una forma de
la paz”.38
El presupuesto teórico de Marx es que la lucha organiza y ordena
las sociedades clasistas, actividad que ha sido constante en la historia
humana. El momento de mayor despliegue de esa lucha permanente
es la guerra, y la revolución social que abre el camino hacia la posibi-
lidad de construir otro tipo de organización humana no es otra cosa
que una guerra.39
35
El aforismo 53 continúa: “A algunas ha convertido en dioses, a otras en hom-
bres; a algunas ha esclavizado y la otras ha liberado.” Parménides / Heráclito; Frag-
mentos, pág. 220.
36
Marx, Karl; Elementos fundamentales para la crítica de la economía política
(Grundrisse). 1857-1858, tomo I, pág. 30. Sobre qué fue primero, la guerra o la paz,
véase una reflexión en el sentido mentado por Marx en Bobbio, Norberto; Teoría
general de la política, pág. 550.
37
Proudhon afirmaba que la guerra diferencia al hombre de los animales, opi-
nando que sin ella “la civilización sería un establo… La guerra es nuestra historia,
nuestra vida, toda nuestra alma; es la legislación, es la política, el Estado, la patria,
la jerarquía social, el derecho de las gentes, la poesía, teología; una vez más, es todo”.
Pierre Joseph Proudhon; La guerra y la paz (1861).
38
Jaurés, Jean; Exposición promovida por los “Etudiants Collectivistes” de Paris
en diciembre de 1894.
39
Acerca del vínculo entre guerra y revolución, véase de Jacoby, R.; El asalto al
cielo. Sobre la relación entre marxismo y la cuestión de la guerra en general, véase de
Ancona, Clemente; “La influencia de De la Guerra de Clausewitz en el pensamien-
to marxista de Marx a Lenin”; en AA.VV.; Clausewitz en el pensamiento marxista.
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dicaciones emanadas de sus mismos críticos, como podemos observar en autores tan
importantes como Max Weber o Talcott Parsons. Para superar la tensión que gene-
ran las controversias promovidas por las evaluaciones contradictorias, muchos soció-
logos de primer orden, por ejemplo Ralf Darhendorf, buscaron “rescatar” la socio-
logía de Marx dentro de una supuesta filosofía política o mera ideología que desde
su prisma era aconsejable desdeñar. Véase de Durkheim, Émile; El Socialismo;
Parsons, Talcott, “Clases sociales y conflictos entre clases a la luz de la reciente teo-
ría sociológica”, en Ensayos de Teoría Sociológica; Weber, Max; “El socialismo”, en
Escritos Políticos; Dahrendorf, Ralf; Las clases sociales y su conflicto en la sociedad
industrial.
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42
Esta postura se refleja en Therborn, Göran; Ciencia, clase y sociedad. Sobre la
formación de la sociología y el materialismo histórico. También véase de Lanz, Rigo-
berto; Marxismo y sociología. Para una crítica de la sociología marxista. Un intento de
acercar marxismo y sociología se encuentra en Gouldner, Alvin W.; La crisis de la
sociología occidental. Un escrito clásico sobre el tema es el de Bottomore, Tom;
“Marxismo y sociología”; en Bottomore, Tom y Nisbet, Robert (comps.) Historia
del análisis sociológico.
43
Algunas acotadas pero interesantes consideraciones sobre la relación entre
“desorden” y cambio social pueden encontrarse en Eisenstadt, Shmuel Noah; “La
tradición sociológica”.
44
Véase al respecto De Francisco, Andrés; “Introducción al cambio social”; en
Rodríguez Caamaño, Manuel José; Temas de Sociología I.
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45
Coser, Lewis; Las funciones del conflicto social, pág. 154.
46
Rex, John; El conflicto social, pág. 75.
47
Es bastante larga la lista de sociólogos que compartirían, con matices, este
argumento. Pueden verse varias interpretaciones en esta dirección, y una puesta en
cuestión de la misma con la idea de buscar en el objetivismo sociológico de
Durkheim un aporte al desarrollo de una teoría del conflicto social en Bonavena,
Pablo y Zofío, Ricardo; “El objetivismo sociológico y el problema del conflicto
social: la perspectiva de Emilio Durkheim”, en Revista Conflicto Social.
48
Sorprende observar la coincidencia en señalar este “descuido” en dos trabajos
de investigación sobre el desarrollo de la sociología hechos con fines distintos por
Bernard y Coser a mediados de los ’50. Bernard, Jessie (1958); La sociología del con-
flicto (investigaciones recientes).
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rar esta anemia, pero recalcando algunas funciones positivas del con-
flicto en el marco de determinado tipo de estructura social. Uno de los
esfuerzos más destacables en tratar de reparar esta debilidad fue impul-
sado por Ralf Dahrendorf, que junto a John Rex y Lewis Coser repre-
sentan a los autores “clásicos” de esta iniciativa teórica.49
Coser, luego de abordar la relación entre el conflicto y cambio
social desde un ángulo solidario con las apreciaciones de Dahrendorf,
procuró extender su matriz al área del conflicto social violento, trans-
portando toda su base teórica. Intentó demostrar que los tipos de vio-
lencia moralmente desaprobados o que se evalúan como destructivos
pueden cumplir, pese a ello, diversas funciones sociales que resulten
finalmente positivas para la totalidad social.50 Sin embargo, la búsque-
da orientada a reconocer las funciones positivas en los conflictos socia-
les violentos, asimismo, no abrió un sendero desde la sociología hacia
la investigación de la guerra. Cuando Coser ingresa de manera escue-
ta a la temática de la guerra lo hace preocupado por la “terminación”
del conflicto y la necesidad de encontrar los “símbolos” que lleven a la
aceptación de los “compromisos” (los acuerdos de paz); su interés se
asocia casi exclusivamente al intento de suturar el conflicto bélico, sin
mayor proyección que esa.51 Sus presupuestos, seguramente, no le per-
miten ir más allá.
Si asumimos una actitud indulgente frente a las teorías del conflic-
to social y rescatamos algunas de sus formulaciones debemos concluir
que sólo nos permiten ubicarnos frente a los conflictos de poca enver-
gadura. En efecto, si esbozamos una escala del conflicto y la violencia,
donde en el punto más alto ponemos a la guerra entre Estados y, en
sentido descendente, luego a la guerra civil, para seguir con la pugna
por intereses armada con peligro de muerte para los participantes, y
desde allí avanzar a la huelga, seguidamente la competencia, hasta arri-
bar al extremo inferior representado por la discusión y negociación
49
Rex, John; El conflicto social.
50
Coser, Lewis; Nuevos aportes a la teoría del conflicto social, pág. 77.
51
Ídem, pág. 54.
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Algunas excepciones
52
Dahrendorf, Ralf; Sociología y Libertad. Hacia un análisis sociológico del presen-
te, pág. 198.
53
Las llamadas nuevas teorías del conflicto social también demuestran muchos
límites a la hora de abordar el conflicto violento. Véase al respecto, Sommier, Isabe-
lle; La violencia revolucionaria.
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54
Giddens, Anthony; Consecuencias de la modernidad, pág. 20.
55
Monereo Pérez, José Luis; “El pensamiento político-jurídico de Durkheim:
solidaridad, anomia y democracia”, pág. 302.
56
Gil de San Vicente, Iñaki; Marxismo versus sociología. Las ciencias sociales como
instrumento del imperialismo, págs. 61/2. Véase, además, Mateu Alonso, David; “La
sociología de la guerra según Simmel”, pág. 215.
57
Lukes, Steven; Emilie Durkheim. Su vida y su obra, págs. 539 a 551.
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Carta a León, fechada el 2 de octubre de 1914. Citada por Lukes, S.; op. cit.;
58
pág. 544.
59
Treitschke afirmaba que “Dios cuidará de que la guerra se repita siempre,
como un drástico medicamento para la especie humana”. Citado por Fraga Iribarne,
M.; op. cit.; pág. 60.
60
Joas, H.; Guerra y modernidad, pág. 179.
61
Durkheim, Emile; Lecciones de Sociología, págs. 135 y 134. Durkheim le atri-
buye un peso decisivo a las funciones militares para explicar históricamente la supre-
macía social que obtuvo el hombre respecto de la mujer, pero consideraba que el
patriarcado como la guerra en la sociedad moderna perdió todo sentido de ser. Álva-
rez-Uría, Fernando; “Emile Durkheim crítico de Marianne Weber”, pág. 192.
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62
Véase Jerónimo Molina: “El polemólogo Gastón Bouthoul”, en Horacio
Cagni (comp.); Conflicto, Tecnología y Sociedad, 2009.
63
Villafañe, Emilio Serrano; “Polemología o guerra”. Obviamente Bouthoul
tiene varios detractores, que apuntaron a varios aspectos cuanto menos controversia-
les de su obra. Juan Salcedo, por ejemplo, encuentra cierta desmesura en el pensa-
miento de Bouthoul cuando en uno de sus trabajos habla sobre el estudio de la gue-
rra entre las hormigas (Salcedo, Juan; “Sin pies ni cabeza”).
64
Bouthoul, Gastón; Ganar la paz. Evitar la guerra, pág. 377.
65
Anzaldi, Pablo; “Raymond Aron y la teoría de las relaciones internacionales”,
pág. 20.
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Las obras sobre la temática son La société industrielle et la guerre; París, Plon
66
Éditions; 1947. Un siglo de guerra total, Buenos Aires, Editorial Rioplatense, 1973.
Paz y guerra entre las naciones, Madrid; Alianza, 1985. Pensar la guerra; Instituto de
Publicaciones Navales; Buenos Aires, 1987.
67
Aron, Raymond; Un siglo de guerra total, pág. 20.
68
González Cuevas, Pedro Carlos; “Raymond Aron: política, sociología e inter-
pretación de la realidad española”.
69
Joas, H.; Guerra y modernidad, página 181.
70
Sorokin, Pitirim; Dinámica Social y Cultural, Tomo II, págs. 877/82.
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71
Sorokin, Pitirim; op. cit., Tomo II; pág. 881 y Tabla 61 de la pág. 883.
72
Bouthoul, Gastón; Tratado de polemología; pág. 735 ss.
73
Romero Ramírez, A. J.; op. cit.; pág. 592.
74
Estas conclusiones corresponden a Grassa Hernández, Rafael; “La objetividad
de las ciencias sociales: investigación para la paz y las relaciones internacionales”,
capítulo IV.
75
El gobierno norteamericano requirió varios estudios para investigar el com-
portamiento del soldado estadounidense, los problemas de las familias, la moral de
la población o los frutos de la propaganda gubernamental. Por entonces el Ministe-
rio de Guerra fue la principal fuente de financiamiento del Bureau dirigido por
Lazarsfeld. (Picó, Josep; “Teoría y empiria en el análisis sociológico: Paul F. Lazars-
feld y sus críticos”, pág. 17). En Revista Papers N° 54, Universidad de Valencia;
España, 1998. De estos proyectos encargados por el ejército norteamericano surgió
el libro de Merton Mass Persuasion (1946), basado en las investigaciones sobre las
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emisiones radiales que promovían la venta de los bonos para financiar la guerra y,
además, en el grado de implicación y fortaleza moral de la sociedad en el esfuerzo
para sostenerla. Torres Albero, Cristóbal y Lamo de Espinosa, Emilio; “In
Memoriam Robert K. Merton (1910-2003)”, pág. 19.
76
No conocemos que exista, hasta el momento, ningún estudio específico sobre
el complejo vínculo entre sociología, estudios de mercado y servicios de inteligen-
cia. La matriz histórica fue la Segunda Guerra Mundial, luego co-evolucionaron de
manera paralela, públicamente diferenciadas, pero técnicamente asociadas.
77
“En suma, para el Soldado Americano, se utilizaron 170 estudios de opiniones
y actitudes que, en total, supusieron casi medio millón de entrevistas”. Camarero,
Luis; “Los soportes de la encuesta: la infancia de los métodos representativos”, pág.
176. Picó señala sobre esta investigación: “…el estudio sobre The American Soldier
(«El soldado americano») de Samuel Stouffer supone el inicio de una colaboración
entre metodología e investigación que da pie a la presentación de los análisis de la
estructura latente de Lazarsfeld, el escalograma de Guttman y la escala de intensidad
de Lickert, así como a la contribución teórica de Merton sobre los grupos de referen-
cia. Además, las proposiciones hipotéticas obvias como: a) que los sujetos más instrui-
dos muestran síntomas más psiconeuróticos que los menos instruidos, o b) que los
sujetos que provienen de un medio rural tienen una moral más elevada en el ejército
que los soldados de la ciudad, etc., se demostraron falsas a través de la encuesta, y se
probó todo lo contrario a lo obvio, lo que dio pie para que Lazarsfeld demostrase la
importancia de la investigación aplicada, contradiciendo la acusación de que sólo
tiende a verificar lo que todos saben”. Picó, Josep; op. cit.; pág. 18.
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78
Véase una buena reseña de sus iniciativas en Burk, James; “Morris Janowitz y
los Orígenes de la Investigación Sociológica sobre las Fuerzas Armadas y la
Sociedad”, pág. 127.
79
Pinillos, Hernando Jaime; “Eclosión de la sociología militar”.
80
Esos escritos son: “Sociología de la competencia” en 1903, “El fin del conflic-
to” en 1905 y “El ser humano como enemigo” en 1907. Mateu Alonso, D.; “La
sociología de la guerra según Simmel”, pág. 215, Nuestra referencia es Simmel,
Georges; Sociología. Estudios sobre las formas de socialización. Capítulo IV: “La
lucha”.
81
Fraga Iribarne, Manuel; Guerra y conflicto social, pág. 37.
82
Vernik, Esteban; “Simmel y Weber ante la nación y la guerra. Una conversa-
ción con Grégor Fitzi”, pág. 280. Véase al respecto, Simmel, Georg; Intuición de la
vida. Cuatro capítulos de metafísica.
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89
Sobre el lugar de la violencia en la teoría de Weber, véase de Guzman, Alvaro;
Sociología y violencia.
90
Traverso, Enzo; A sangre y fuego. De la guerra civil europea, pág. 166.
91
Sus posiciones en contra del pacifismo pueden rastrearse en Weber, Marianne;
Biografía de Max Weber.
92
De acuerdo a Losurdo, D.; op. cit.; pág. 9. Véase, asimismo, de Weber, Marianne;
op. cit., págs. 487 y 492.
93
Weber, Marianne; op. cit., pág. 484. Véase, de Traverso, E.; op. cit.; págs. 166/7.
94
Vernik, E.; op. cit.; pág. 286.
95
Anderson, Perry; Campos de batalla, pág. 275.
96
Burk, J.; op. cit.; pág. 126. Véase, por ejemplo, el peso de lo militar en la
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102
Sombart, W.; op. cit., pág. 23. Más adelante, señala: “Pero si se imagina la
importancia predominante que tienen las colonias para el desarrollo del capitalismo
moderno –como modelos, como formadoras del modo de pensar, como creadoras
de fortunas, como formadoras de mercados–, basta esta obra sola de la guerra, la
conquista de los imperios coloniales, para considerarla también como creadora del
régimen capitalista. Doble faz de la guerra: aquí destruye y allí edifica” (pág. 27).
103
Sombart, W.; op. cit.; págs. 116 y 123
104
Joas, H.; Guerra y modernidad, pág. 87.
105
Las obras de referencia son: Veblen, Thorstein; Teoría de la clase ociosa; Teoría
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110
Tilly, Charles; Coerción, capital y los Estados europeos 990-1990, págs. 109,
149/50.
111
Tilly, Charles; From Mobilization to Revolution. Véase, también, Tilly,
Charles; Violencia Colectiva.
112
Freund, Julien; Sociología del conflicto.
113
Somos conscientes que el recorrido que hemos realizado no es exhaustivo y
que, además, podríamos engrosar el listado de sociólogos que se relacionaron con la
temática de la guerra desde su contrapartida, la paz, como Norbert Elias, Humana
conditio y Johan Galtung “Violencia, guerra y su impacto. Sobre los efectos visibles
e invisibles de la violencia”, entre otros.
114
Marx, Karl; El capital, pág. 452.
guerra:Maquetación 1 26/02/15 13:10 Página 40
CAPÍTULO II
La guerra premoderna
1
Cf. Elias, Norbert; “El retraimiento de los sociólogos en el presente”, en Elias,
N.; Conocimiento y poder.
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2
Keen, Maurice; Historia de la guerra en la Edad Media, pág. 15.
guerra:Maquetación 1 26/02/15 13:10 Página 43
3
Durante más de tres milenios las variaciones fueron tan escasas que pueden
reseñarse brevemente en: la desaparición de los honderos, que arrojaban piedras con
hondas como apoyo a la infantería; la introducción del caballo, primero para los
carros, y cuando se desarrollaron ejemplares más fuertes, para monta; el pasaje de
armas de piedra, sílex, obsidiana y madera, al cobre, bronce y finalmente al hierro.
Las tácticas y técnicas, incluso, variaron menos; ya desde la Antigüedad se realiza-
ban asedios, asaltos, combates abiertos, escaramuzas de guerrillas, fosos, murallas y
ataques navales. Cf. Dougherty, Martin; El guerrero antiguo, págs. 49/59.
guerra:Maquetación 1 26/02/15 13:10 Página 44
4
Beaufre, Andre; La guerra revolucionaria. Las nuevas formas de la guerra. Prime-
ra Parte, Capítulo II.
5
Vidaurreta Campillo, María; “Guerra y condición femenina en la sociedad
industrial”, pág. 71.
6
Giddens, Anthony; Sociología, pág. 388. En su especulación, Giddens no repa-
ra en la evidencia de pinturas rupestres, datadas en 5.000 años de antigüedad, que
muestran hombres batallando con escudos, lo que evidencia un grado de profesio-
nalización ya que, a diferencia de las armas, que también son instrumentos de caza,
los escudos sólo sirven para la lucha entre humanos.
7
Un ejemplo de esa importancia en que “los griegos de la Edad Oscura (1.200-
800 a.C.) peleaban a pie […]. Al término del siglo VIII a.C., la fabricación de armas
había avanzado considerablemente, y en Grecia, las polis cada vez tenían más capa-
cidad para equipar a grandes infanterías […]. Esto supuso una crucial transforma-
ción social y militar, ya que las guerras ya no eran solo un privilegio de la nobleza.
Cualquiera que pudiera permitirse adquirir armas modernas (hopla) podía unirse a
guerra:Maquetación 1 26/02/15 13:10 Página 45
estas prestigiosas tropas […]. Y con el ejército hoplita nació una nueva igualdad”. La
nueva situación creada tuvo profundas implicancias, ya que “la libertad de expre-
sión, que originalmente era un privilegio de los héroes nobles, se extendió a todos
los miembros de la falange. […] Hacia el año 650 a.C., todos los ciudadanos varo-
nes eran hoplitas, y el demos, o pueblo, era soberano”. Watson, Peter; La gran diver-
gencia, págs. 404/5.
8
Si la guerra en general es un tema alejado de la sociología, la brecha se ensan-
cha cuando retrocedemos en el tiempo. El estudio de la llamada “guerra primitiva”,
en cambio, es una temática habitual en el campo de la antropología. El reputado his-
toriador sobre asuntos militares John Keegan dedica un apartado específico del capí-
tulo II de su obra Historia de la guerra a la relación de la antropología con la activi-
dad bélica con una interesante reseña acerca de la misma (págs. 122/36). Desde la
sociología, el interés de buscar en las primeras organizaciones sociales la presencia o
no de la actividad guerrera, y sus eventuales características, fue siempre utilizado por
aquellos que buscan explicar la recurrencia de la guerra en el desarrollo histórico;
especialmente se retrocede a los pueblos cazadores para tratar de determinar el posi-
ble carácter “natural” del acto guerrero. (Dyer, Gwynne; Guerra. Desde nuestro pasa-
do pre-histórico hasta el presente). No obstante, tal como advierte Pierre Clastres,
“equivocarse respecto de la guerra es equivocarse respecto de la sociedad”
(Arqueología de la violencia: la guerra en las sociedades primitivas, pág. 41).
9
Boudet, Jacques (dir.); Historia universal de los ejércitos. Tomo I, pág. 209.
10
Liddell Hart, Basil; Teoría y práctica de la guerra, pág. 114.
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11
Los vikingos noruegos llegaron a “Inglaterra en los años 786-796: [a] Irlanda
hacia el 795; [a] Galia, en el 799”. Duby, Georges; Guerreros y campesinos. Desarrollo
inicial de la economía europea (500-1200), pág. 142. Por su parte, los vikingos dane-
ses realizaban “rápidas campañas de saqueo; después del 834, las expediciones fue-
ron más importantes y algunas bandas establecieron bases permanentes en las des-
embocaduras de los ríos […] y llegaron a atacar las ciudades: Londres, que saquea-
ron en el 841; Nantes, Ruán, París, Toulouse. En Galia la presión mayor se ejerció
entre los años 856 y 862. Después del 878, más de la mitad del espacio anglosajón
estaba en manos de los vikingos”. Ibídem. Esto se debió, en gran medida, a que “el
Imperio Carolingio, desprovisto de flota, no había podido defenderse contra la
irrupción de los bárbaros”. Pirenne, Henri; Historia económica y social de la Edad
Media, pág. 25.
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12
Elías, Norbert; El proceso de la civilización, pág. 292.
13
“[…] tales unidades tienen en su centro un caserío, un poblado, una aldea –a
menudo se dice burgo–, pero esta palabra (lo mismo que la palabra aldea) no tiene
el mismo sentido a través de toda Francia”. Braudel, Fernand; La identidad de
Francia. Barcelona, Gedisa, 1993, tomo I, pág. 127.
14
“El elemento característico durante los inicios de la Edad Media es el «burgo»
que algunos denominaran «castrum», «urbs», «municipium», «castellum», etc. y que
en esencia era un recinto fortificado al principio con empalizadas, generalmente, de
forma redondeada y con un foso y con una torre, más o menos poderosa, en su parte
central como último reducto de la defensa del «burgo». Su población constituía tam-
bién su guarnición y era normalmente militar. El «burgo» se parecía más a un cuar-
tel que a cualquier esbozo urbano, y los civiles (mercaderes y comerciantes) queda-
ban fuera hasta el momento de peligro”. Pinto Cebrian, Fernando; Los conflictos
bélicos y el fenómeno urbano (el factor militar). Madrid, Servicio de Publicaciones del
EME, 1988, págs. 36/7.
15
Parte de la circulación económica era explícita o implícitamente realizada
guerra:Maquetación 1 26/02/15 13:10 Página 48
21
El asedio y toma de ciudades siempre nutrieron la historia de la guerra –desde
el asedio de Troya hasta los sitios de Leningrado y Stalingrado–. El ataque o la
defensa de los lugares sitiados fue invariablemente un importante estímulo para el
desarrollo de nuevas técnicas, instrumentos y máquinas. Para el período que consi-
deramos aquí, cf. Jestice, Phyllis G.; Bennett, Matthew; Bradbury, Jim; DeVries,
Kelly y Dickie, Iain; Técnicas Bélicas del Mundo Medieval. 500 d.C.- 1500 d.C.
guerra:Maquetación 1 26/02/15 13:10 Página 51
22
Diamond, Jared; Armas, gérmenes y acero, pág. 66.
23
Incluso los vikingos ya dominaban la equitación y los utilizaban en sus incur-
siones. Cf. Clarke, H.; “Los vikingos”, en Keen, Maurice (comp.); Historia de la
guerra en la Edad Media, pág. 73.
24
“El origen de este guerrero a caballo, aristócrata y fuertemente armado, ha sus-
citado siempre un gran debate. Se ha argumentado […] que fue la aparición del
estribo en Europa occidental en el siglo VIII lo que dio lugar a la aparición de una
caballería capaz del «combate a caballo», con la lanza sujeta firmemente «en ristre»
bajo el brazo derecho; añadiendo más aún que, dado que los caballos de guerra nece-
sitaban ser entrenados y las corazas, las armas y el entrenamiento militar requerían
de un lugar concreto para su realización y mantenimiento fue, en realidad, el estri-
bo la causa de la creación y establecimiento de una aristocracia feudal y ecuestre.
Una investigación reciente […] ha sugerido que la plataforma estable necesaria para
que un jinete pudiese intervenir en un combate contra otros caballeros dependía de
un estribo, una silla de montar con respaldo rígido, y una cincha doble para sujetar
convenientemente la silla al caballo”. Ayton, Andrew; “Armas, armadura y caballos”,
en Keen, Maurice; op. cit., pág. 242.
25
La caballería permitía cierta movilidad social. En ocasiones, ante la inminen-
cia de una guerra, un rey armaba caballeros a gente pobre, que con el tiempo podía
adquirir riquezas, aunque mantener el ritmo de vida de los nobles era siempre una
complicación. Keen, Maurice; La caballería, págs. 212/15.
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26
Al igual que la guerra, los torneos tenían un fuerte contenido económico, ya
que los caballeros derrotados debían pagar fuertes rescates para ser liberados. Para
algunos caballeros diestros, esta fue una forma de obtener fortuna; para la mayoría
de ellos, era una forma rápida de arruinarse económicamente.
27
McGlynn, Sean; A sangre y fuego, pág. 158.
28
Rogers, Clifford; “La época de la guerra de los Cien Años”, en Keen, Maurice;
Historia de la guerra en la Edad Media, págs. 184/5.
29
Keen, Maurice; La caballería, pág. 329.
30
Aparentemente el primer contratista fue Roger de Flor, que llegó a ser jefe de
la Compañía Catalana.
31
“Había príncipes soberanos por todas partes; y esto realmente es una de las
características del período. Un grupo de combatientes no podía dejar de emplear
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La ambigüedad de la Iglesia
35
Gutiérrez Posse, Hortensia; Elementos de Derecho Internacional Humanitario,
pág. 24.
36
Van Creveld, Martin; La transformación de la guerra, págs. 176/82.
37
McGlynn, Sean; A sangre y fuego, pág. 124.
38
Semberoiz, Edgardo; Derecho Internacional de la Guerra, pág. 70.
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39
Bellamy, Alex; Guerras justas, pág. 66.
40
“Desde los tiempos de la toma de Jerusalén en 1099, tras la Primera Cruzada
[…] las expediciones contra los infieles son notables por su desenfrenada entrega al
salvajismo, horror cuyo principal responsable es el fanatismo religioso, instigador de
los excesos bélicos que se perpetran en nombre de Dios”. McGlynn, Sean; A sangre
y fuego, pág. 177.
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41
Broccheri Fumagalli Beonio, Maria Teresa; Cristianos en armas. De San Agus-
tín al Papa Wojtila, pág. 49.
42
“[…] la guerra; nada hay que sea más impío, más calamitoso, que más difun-
da la ruina, nada más odioso, en pocos palabras, más indigno del hombre y con más
razón del cristiano”. Erasmo de Rotterdam; Adagios del poder y de la guerra y Teoría
del adagio, pág. 200.
43
Broccheri Fumagalli Beonio, Maria Teresa; op. cit.; pág. 49.
44
Giner, Salvador; Historia del pensamiento social, págs. 250 y 253.
45
Giner, Salvador; Historia del pensamiento social, pág. 257.
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46
Una referencia sobre los distintos posibles orígenes puede verse en Hernández
Cardona, Francesc Xavier y Rubio Campillo, Xavier; Breve historia de la guerra
moderna, págs. 9/10. También en Campillo Menseguer, Antonio; La fuerza de la
razón. Guerra, Estado y ciencia en el Renacimiento, pág. 119. Véase, asimismo,
McNeill, William H.; La búsqueda del poder. Tecnología, fuerzas armadas y sociedad
desde 1000 d. C., págs. 88/9.
47
Venner, Dominique; Le livre des armes, pág. 85, citado por Vidaurreta Cam-
pillo, María; “Guerra y condición femenina en la sociedad industrial”, pág. 71.
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48
McNeill, William H.; op. cit., págs. 95/6.
49
Smith, Adam; Investigación sobre la naturaleza y causa de la riqueza de las
naciones, págs. 621, 627/8.
50
Engels, Friedrich; La revolución de la ciencia de Eugenio Dühring. Anti-
Dühring, pág. 161.
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51
Vidaurreta Campillo, María; “Guerra y condición femenina en la sociedad
industrial”, pág. 68.
52
Tilly, Charles; Coerción, capital y los Estados europeos 990-1990, pág. 121. No obs-
tante, la expansión de las novedades militares no fue uniforme y simultánea. El ritmo de
la evolución general fue lento al igual que sus repercusiones. Parker, Geoffrey; La revolu-
ción militar. Las innovaciones militares y el apogeo de Occidente, 1500-1800, pág. 69.
53
Véase esta tesis en Cipolla, Carlos M.; Cañones y velas en la primera fase de la
expansión europea 1400-1700.
54
Vidaurreta Campillo, M.; “Guerra y condición femenina en la sociedad indus-
trial”, pág. 69.
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55
“[…] los comienzos de la Edad Moderna destacan como desusadamente beli-
cosos. En el siglo XVI hubo menos de diez años de completa paz; en el siglo XVII sólo
hubo cuatro”. Parker, Geoffrey; La revolución militar…, pág. 17.
56
Incluso, Parker nos advierte sobre las dificultades que presenta la explicación
de un proceso tan intenso de transformación social, pues “la discriminación entre
las condiciones previas y los factores desencadenantes, entre la continuidad y el
cambio, parece a veces suscitar más controversias que el propio fenómeno en sí”.
Parker, Geoffrey; La revolución militar…, pág. 198.
57
Sobre algunas características de la historiografía militar y la superación del
perfil meramente descriptivo, véase García Hernán, David; “La cultura de la guerra
en la Europa del Renacimiento. Algunas perspectivas de estudio”, pág. 105.
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58
Parker, Geoffrey; La revolución militar…; op. cit., pág. 21.
59
“Se entiende por revolución militar las hondas transformaciones en el arma-
mento, la organización, la táctica, la estrategia y el volumen de los ejércitos que, apa-
recidas de forma todavía parcial en la Italia del siglo XV, se consolidan y desarrollan
en los siglos XVI y XVII, dominando el arte de la guerra hasta la segunda mitad del
siglo XVIII. Esta revolución afectó tanto a la guerra terrestre como a la guerra en el
mar”. Benedicto, Jorge y Morán, María Luz; Sociedad y política. Temas de sociología
política, págs. 44/5.
60
Benedicto, J. y Morán, M. L.; op. cit., pág. 44.
61
Parker, Geoffrey; La revolución militar…, págs. 17/8.
62
Jeremy Black cuestionó varios aspectos de sus alcances, poniendo en duda las
fuentes y la errónea subestimación de la pica en el combate a favor de las armas de
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66
Aquí se abre la discusión acerca de los “factores precipitantes” o la “determi-
nante principal”, así como si existe o no en determinada circunstancia un “determi-
nante exclusivo”. Sobre el tema se puede consultar de Mac Iver, Robert, “El papel
del precipitante”; en Etzioni, Amitai; Los cambios sociales, pág. 377.
67
“Para tomar una perspectiva clara sobre esto, baste con señalar que casi la tota-
lidad de las innovaciones se produjeron en España, Italia, los Países Bajos y Francia,
es decir, bajo el dominio de los Habsburgo (excepto Francia). Sin embargo, los
Habsburgo desaparecieron como dinastía de importancia con la guerra de los
Treinta Años, lo que indica que no basta con la tecnología militar para sostener el
desarrollo social; la relación es la inversa”. Nievas, Flabián; “La forma de la guerra
en el absolutismo”, pág. 16.
68
Tilly, Charles; Coerción, capital…, págs. 109, 149/50.
69
Crettiez, Xavier; Las formas de la violencia, pág. 82.
guerra:Maquetación 1 26/02/15 13:10 Página 64
ción a las fuerzas del interior del territorio y en relación a las fuerzas
de otros Estados.70 Estos atributos sólo se obtienen peleando.
Es necesario advertir que la introducción de la pólvora no generó
transformaciones a gran velocidad, ni siquiera en el campo militar.
Como afirmó Engels, “el desarrollo de las armas de fuego fue muy
lento. El cañón siguió siendo pesado durante mucho tiempo, y el mos-
quete, a pesar de muchos inventos de detalle, siguió siendo un arma
grosera. Pasaron más de trescientos años antes de que se produjera un
fusil adecuado para armar a toda la infantería. Hasta comienzos del
siglo XVIII no desterró definitivamente el fusil de chispa con bayoneta
a la pica en el armamento de la infantería”.71
Indudablemente, los cañones, después de una cansina evolución
desde la segunda mitad del siglo XIV, fueron una de las armas más
temibles que se introdujeron en las contiendas armadas. Ya a fines del
siglo XIII los árabes los utilizaron en el asedio a Córdoba, y un hito
fundamental de su introducción en la guerra fue, sin dudas, la caída
de Constantinopla en 1453 a manos del Mehemed II, quien utilizó
poderosos cañones para abrir brechas en los muros de cuatro metros
de altura que protegieron la ciudad por un milenio.
Pesados, las dificultades para transportarlos por tierra eran muchas
veces insalvables, imprecisos y de escasa potencia en sus inicios, cau-
sando más impresión que destrucción real, los cañones fueron ganan-
do, poco a poco, en poder destructivo, precisión y durabilidad. Esto
se debió al cambio de materiales, al pasar del bronce al hierro, y a un
nuevo cambio en la munición, de la piedra al metal.72 Habría, asimis-
mo, que desarrollar la metalurgia hasta encontrar la forma apropiada
70
Estas ideas tienen como antecedente la lectura de Carl Schmitt referida a
Rousseau. Schmitt, Carl; El nomos de la tierra…, cap. III.
71
Engels, Friedrich; AntiDühring, pág. 161.
72
“Durante la segunda mitad del siglo XIV y principios del XV, las bombardas
fueron las armas de fuego por excelencia. Pesadas y de gran calibre, se utilizaban en
posiciones fijas para atacar murallas, o bien eran ubicadas en barcos para disparar
contra otras naves”. Hernández Cardona, Francesc Xavier y Rubio Campillo,
Xavier; Breve historia de la guerra moderna, pág. 11.
guerra:Maquetación 1 26/02/15 13:10 Página 65
73
Habría que esperar a Newton para aumentar la precisión. No obstante, “los
primeros trabajos teóricos en el campo de la balística y la artillería corresponden al
siglo XVI. En 1537, Tartaglia intentó determinar la trayectoria de un proyectil y esta-
bleció que un disparo con un ángulo de 45º permite el mayor alcance; también ela-
boró tablas para el tiro.” Hessen, Boris; “Las raíces socioeconómicas de la mecánica
de Newton”, en Saldaña, Juan José (comp.); Introducción a la teoría de la historia de
las ciencias, pág. 92. McNeill, William H.; op. cit.; pág. 94.
74
Parker, Geoffrey; La revolución militar. Las innovaciones militares y el apogeo de
Occidente, 1500-1800, pág. 37; Edbury, Peter; “La guerra en los pueblos latinos del
este”, en Keen, Maurice; Historia de la guerra en la Edad Media, pág. 147.
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75
No obstante “el mosquete, a pesar de muchos inventos de detalle, siguió sien-
do un arma grosera. Pasaron más de trescientos años antes de que se produjera un
fusil adecuado para armar a toda la infantería. Hasta comienzos del siglo XVIII no
desterró definitivamente el fusil de chispa con bayoneta a la pica en el armamento
de la infantería”. Engels, Friedrich; La revolución de la ciencia de Eugenio Dühring.
Anti-Dühring, pág. 161.
76
Wallerstein, Immanuel; El moderno sistema mundial, tomo II, pág. 109, nota 45.
77
Cf. Naville, Pierre; “Trabajo y guerra”, en Friedman, Georges y Naville, Pierre;
Tratado de sociología del trabajo, tomo II, págs. 309 ss.
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78
“Es bastante difícil calcular con certeza el tamaño de los ejércitos medievales,
pero acaso los ingleses tuvieran en 1415 unos 6.000 hombres en Agincourt y los
franceses tal vez 12.000. En 1567 el duque de Alba salió a presionar a los Países
Bajos con 10.600 hombres y poco más de 50 años después tanto Gustavo Adolfo
como Alberto de Wallenstein tenían 100.000 a su mando. El ejército francés conta-
ba con 30.000 hombres en 1672, cuando amplió hasta 120.000 para combatir en la
guerra de Holanda, y al inicio de la guerra de Sucesión española tenía reclutados a
360.000. Federico el Grande disponía de más de 160.000 soldados en la primavera
de 1757, y durante toda la guerra de los Siete Años perdió en combate unos
180.000”. Holmes, Richard; Campos de batalla, pág. 116. A fines del siglo XVII el
ejército holandés contaba con 20.000 infantes y 2.000 soldados de caballería.
(Wallerstein, Immanuel; El moderno sistema mundial, tomo II, pág. 159). El ejérci-
to inglés pasó de “10.000 hombres en 1689 a 70.000 por lo menos en 1711”, ídem,
pág. 344.
79
Mills, Wright; La élite del poder, pág. 172.
80
[…] Uno de los usos para los que resultaban más adecuados era la supresión
de rebeliones, y en el siglo XVI, era de la revolución endémica, a menudo fueron lla-
mados con este propósito. […] Las rebeliones encabezadas por gentes de dinero
podían alquilar sus propios mercenarios […] Hay un segundo sentido en el que el
guerra:Maquetación 1 26/02/15 13:10 Página 68
De todas las guerras europeas, ésta ha sido, sin duda, la más tras-
cendente. Según varios especialistas, incluso, fue la primera Gran
Guerra de la historia moderna.84 No sólo fue una de las más devasta-
doras, por el hecho de que fue librada por las mayores potencias de la
época, su importancia radica en que su desenlace puso las bases para
el ordenamiento interestatal moderno, sino, y por sobre todo, porque
sintetizó las tendencias de la época.85 La misma estuvo precedida por
82
“[…] la lucha entre dotaciones de galeras movidas a remo era un simple com-
bate terrestre sobre cubiertas de navío”. Schmitt, Carl; Tierra y mar, pág. 38. Esto
fue una característica de la navegación en mares internos; los romanos, por ejemplo,
“intentaban transformar las batallas navales libradas por barcos armados con arietes
en sucedáneos de batallas terrestres en las que los barcos proporcionaban platafor-
mas de combate a los soldados”. Abulafia, David; El gran mar, pág. 201.
83
“Las líneas de amistad […] surgen por primera vez en una cláusula secreta –acor-
dada al principio sólo verbalmente– añadida al Tratado hispano-francés de Cateau-
Cambrésis (1559)”. Schmitt, Carl; El nomos de la tierra, pág. 75.
84
Véanse varias caracterizaciones sobre este conflicto en Geoffrey, Parker (ed.);
La guerra de los 30 años, “Prólogo”.
85
“En el siglo XVII, alcanzaron un mayor grado de evolución tendencias que
habían estado en gestación en las ciencias, las artes, la política y la filosofía. En la
ruptura del orden establecido por un conflicto tan prolongado, estas fuerzas encon-
traron posibilidades de crecer y expresarse con mayor fuerza. Durante las décadas
siguientes, estas nuevas tendencias se harán más evidentes en el desarrollo del cono-
cimiento y en la transformación de los hábitos de vida. La Guerra de Treinta Años
guerra:Maquetación 1 26/02/15 13:10 Página 70
española llevaba las de ganar. La parte norte estaba cubierta de canales y otras barre-
ras al movimiento de la caballería. Era, en pocas palabras, un territorio ideal para la
guerrilla. Al cabo del tiempo, los del norte se hicieron protestantes; los del sur se
hicieron católicos”. Wallerstein, Immanuel; El moderno sistema mundial, tomo I, pág.
293. “«La verdadera explicación, entonces, de la división de los Países Bajos en un
norte protestante y un sur católico, es exactamente la opuesta de la habitual. No es
porque el sur fuera católico y el norte protestante por lo que la rebelión fracasó aquí
y triunfó allí; es porque los ríos permitieron a la rebelión atrincherarse en el norte,
mientras España recuperaba las provincias situadas del lado malo de la barrera estra-
tégica, por lo que con el tiempo llega a existir este sistema dual de la república pro-
testante al norte y los Países Bajos católicos al sur, la Holanda protestante y la Bélgica
católica.» Debates with historians, Nueva York, Meridian, 1958, p. 209”. Ibídem,
nota 205.
88
Aunque “en la época de expansión de la Reforma, ni [el calvinismo] ni ningu-
na de las distintas confesiones religiosas fue vinculada a una clase social determina-
da” (Weber, Max; La ética protestante y el espíritu del capitalismo, pág. 36), “las
comunidades calvinistas se convirtieron en centros de discordia y ganaron podero-
sos adeptos entre los príncipes electores y la nobleza germánica.” Bremer, Juan José;
op. cit., pág. 30.
89
Esta paz “incluía reformas y prescripciones seculares sobre cuestiones fiscales,
económicas y jurídicas, relacionadas con la administración imperial. […] Era un
arreglo precario pero avanzado. Por primera vez se aceptó en Europa la coexistencia
de dos religiones, mientras que en España, en los Estados italianos y en la actual
Austria, el catolicismo mantenía su supremacía.” Bremer, Juan José; op. cit., pág. 29.
guerra:Maquetación 1 26/02/15 13:10 Página 72
90
El carácter puramente religioso de la misma lo desmiente el hecho de que esta
alianza contaba con el apoyo de Francia, una potencia católica gobernada por los
Borbones, enfrentados a los Habsburgo, que dominaban el sector católico y rodea-
ban a Francia desde España y Alemania.
91
En una reunión para negociar menores restricciones para los protestantes, los
enviados católicos fueron arrojados por las ventanas. Dicho agravio desencadenó la
guerra.
guerra:Maquetación 1 26/02/15 13:10 Página 73
92
En 1632, luego de ser depuesto y repuesto en su cargo, Wallenstein se acuar-
teló en el castillo de Alte Veste, en Núremberg, donde resistió el asedio protestante
y desde donde lanzó un ataque sobre Bohemia y Silesia. Lukas Behaim, patricio de
Núremberg, dijo que “durante tres meses hemos estado sitiados por nuestros ene-
migos; y durante cuatro hemos sido devorados por nuestros amigos”. Parker,
Geoffrey (ed.); La guerra de los treinta años, pág. 171.
93
“Él llevó las reformas de Mauricio un poco más allá, reduciendo la profundi-
dad de las líneas de diez a seis filas, y aumentando su capacidad de fuego al añadir
cuatro piezas de artillería ligera por regimiento. […] Gustavo introdujo una nueva
unidad táctica, la brigada, compuesta por cuatro escuadrones (o dos regimientos de
combate) formados en flecha, con el cuarto escuadrón en reserva, apoyados por
nueve o más piezas de artillería. [Introdujo también] la doble salva, con los que
mosqueteros dispuestos de tres en fondo, la primera fila de rodillas, la segunda
encorvada y la tercera de pie” multiplicando así el poder de fuego. Parker, Geoffrey
(ed.); La guerra de los treinta años, pág. 271.
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94
Pese a su brillante campaña militar, Wallenstein, hombre de carácter irascible
y exagerado, se había generado fuertes enemistades internas. Parker menciona tres
factores en su contra: 1) el emperador había gastado mucho dinero durante 1633
sin lograr con ello resultados definitivos en la contienda; 2) en el invierno de 1633
a 1634 Wallenstein había alojado nuevamente a sus tropas en territorio de los
Habsburgo, y sus desmanes podían provocar una rebelión campesina; 3) España
enviaba un enorme ejército comandado por el hermano del rey, y Wallenstein que-
ría que se subordinaran a sus órdenes. (Parker, Geoffrey (ed.); La guerra de los trein-
ta años, pág. 181) Además no era un secreto que de joven “pasó cierto tiempo en el
norte de Italia, sobre todo en Padua: no pudo ignorar del todo las actividades polí-
ticas, en orden a constituir sus propios estados, de condottieri como Francisco
Sforza, Segidmundo Malatesta o César Borgia”. (pág. 182).
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La paz de Westfalia
95
La independencia de Holanda implicaba la pérdida, para España, del estraté-
gico puerto de Amberes, que era el centro financiero de Europa.
96
Instrumentum Pacis Osnabrugensis, Artículo VIII, §.2.
97
Como observa van Creveld, “el inicio de la Era Moderna fue testigo de toda
una serie de luchas, que entre otras cosas, fueron libradas en orden de determinar
quiénes podían y quiénes no podían usar la violencia armada. Tampoco el resulta-
do podría haber sido predeterminado por algún otro medio”. Van Creveld, Martin;
Las transformaciones de la guerra, pág. 80.
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98
“Suecia asumió el liderazgo de la coalición protestante, y en las negociaciones
ejerció una considerable influencia: se ratificó la gran mayoría de las cláusulas de la
paz de Augsburgo y se extendió su validez al calvinismo; se reconocieron las secula-
rizaciones de los bienes eclesiásticos que habían tenido lugar después de 1555 y se
anuló el acta de restitución de estos bienes, que había sido acordada a favor del
Imperio en 1629, cuando la guerra le favorecía”. Bremer, Juan José; De Westfalia a
post-Westfalia. Hacia un nuevo orden internacional, pág. 13.
99
Las doctrinas de Samuel Von Puffendorf contenidas en Del Derecho de la
Naturaleza o de Gentes de 1672, y Deberes del Hombre y del Ciudadano de 1673 fue-
ron respuestas “a los horrores de la guerra de los Treinta Años”. Su aporte, aunque
le formuló críticas, se instaló en la línea de Hobbes. Buscaba “un ámbito jurídico
neutral y aconfesional, aunque respetuoso ante la divinidad y de una moral míni-
ma, basada en el derecho de todos los seres humanos a su preservación y bienestar
elemental”. Sin duda su obra fue muy influyente en la formulación de un derecho
internacional. Giner, Salvador; Historia del pensamiento social, págs. 267/8. Para la
relación entre Hobbes y Puffendorf véase de Skinner, Quentin; El nacimiento del
Estado, págs. 106 a 110.
100
Lynn, John; “Estados en conflicto”; en Parker, Geoffrey (ed.); Historia de la
guerra, pág. 173.
101
Mead Earle, E.; op. cit.; Tomo I; pág. 72.
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Novedades organizativas
102
McNeill, William; En búsqueda del poder, págs. 139/43. Nievas, F.; op. cit.;
pág. 25.
103
Esta técnica se usaba en la Antigüedad en el asedio de ciudades, se la cono-
cía con el nombre de “minado”. Dougherty, Martin; El guerrero antiguo, págs. 58/9.
104
Benedicto, J. y Morán, M. L.; op. cit.; pág. 46.
105
Parker, Geoffrey (Ed.); Historia de la guerra. Akal, Madrid, 2010; pág. 10.
Hernández Cardona, Francesc X. y Rubio Campillo, X.; op. cit.; pág. 73.
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106
Holmes, Richard; Campos de batalla. Las guerras que han marcado la historia,
pág. 117.
107
Márquez Allison, Alberto; “Los cambios tecnológicos en el campo militar
desde la caída de Roma a la Guerra de los 30 años. Grandes Batallas de la Historia”.
108
Liddell Hart, Basil; Estrategia, capítulo VI.
109
La descripción de la organización militar sueca corresponde a Schneider,
Fernand; Historia de las doctrinas militares, págs. 18/20. También, tomamos datos
de Dyer, G.; op cit, pág. 203. Mehring describe el sistema de reclutamiento y ofre-
ce estadísticas sobre el crecimiento de las fuerza armadas de Gustavo Adolfo duran-
te la Guerra de los Treinta Años; polemiza, además, aunque sea de manera parcial,
con apreciaciones sobre la calidad de esa organización como las de Schneider.
Señala: “El servicio militar regía para la población masculina entre 18 y 30 años, un
sistema de conscripción cuya carga principal caía sobre la población rural. Sin
embargo no puede soslayarse que la guerra de Gustavo Adolfo no era todavía impo-
pular entre las clases oprimidas […]. La suposición de que Gustavo Adolfo al fren-
te de un ejército de campesinos suecos, inspirados por Dios, hubiera sido capaz de
asaltar las multitudes de mercenarios pagos del emperador no resiste ninguna críti-
ca seria. Cuando se puso en marcha contra Alemania, la mitad de su ejército con-
sistía en soldados legionarios, enganchados en las tierras de todos los señores, reclu-
tados en territorio alemán de acuerdo con el programa de Gustavo Adolfo, entre los
campesinos y artesanos obligados por la violencia o el hambre o entre la soldadesca
internacional que un día servía bajo una bandera y mañana bajo otra, y que después
del inicio de la Guerra de los Treinta Años había crecido hasta convertirse en un
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111
Schneider, Fernand; op. cit., pág. 20.
112
Márquez Allison, Alberto; op. cit.
113
Parker, Geoffrey; La revolución militar, pág. 199.
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por ríos y mares. El mal tiempo y el invierno eran escollos casi insal-
vables.114
Como señalamos, la experiencia concebida por el rey sueco logró
cierto predicamento, particularmente en Francia durante esta centu-
ria. La posibilidad de emularla encontró fundamentos no en la destre-
za militar, sino que su andamiaje fue la consecuencia del estableci-
miento de la monarquía absoluta. Las posibilidades de formar una
fuerza armada que replicara las virtudes de los ejércitos de Gustavo
Adolfo encontraban en Francia sus condiciones favorables.
La guerra marítima
114
Benedicto, J. y Morán, M. L.; op. cit., pág. 47.
115
Schmitt, Carl; Tierra y mar, págs. 37/8.
116
Véanse detalles de este vínculo en Keegan, J.; op. cit., págs. 446/7.
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117
Cf. Fieldhouse, David; Los imperios coloniales desde el siglo XVIII.
118
Este sistema, que data del siglo XVI, fue retomado en la Primera Guerra
Mundial por los aliados para protegerse de los submarinos germanos.
119
Mahan, Alfred; Influencia del poder naval en la historia, págs. 59 y 96.
120
“La suerte de Portugal, unida a la de España durante uno de los más críticos
períodos de su Historia, siguió bajando en igual forma, y aunque fue la primera en
el desenvolvimiento marítimo de la raza, fue todavía más completa su caída”. Mahan,
Alfred; op. cit., pág. 60.
121
Una explicación curiosa sobre la resolución del poderío naval a favor de los bri-
tánicos, es que “Inglaterra se encontraba a barlovento de las Provincias Unidas, con los
vientos dominantes del oeste a su favor. Por tanto, los británicos podían cortar las
rutas comerciales de su rival, y zarpar y formar para la batalla más rápidamente”.
Dickie, Iain et. al.; Técnicas bélicas de la guerra naval. 1190 a.C. – Presente, pág. 113.
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122
Schmitt, Carl; Tierra y mar, pág. 71.
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123
Schneider, Fernand; Historia de las doctrinas militares, pág. 16.
124
Hernández Cardona, Francesc X. y Rubio Campillo, X.; op. cit.; pág. 90.
125
Schneider, Fernand; op. cit., pág. 24.
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126
Poczynok, Iván; “Batallas doctrinarias. Guerra, política y estrategia en los
orígenes de la ciencia militar”, págs. 70/3. Véase, también, de Bonavena, Pablo;
(s/f ) Henry Humphrey Evans Lloyd. Material de cátedra de Sociología de la Guerra.
Buenos Aires: Universidad de Buenos Aires, Facultad de Ciencias Sociales.
127
Palmer, R.; op. cit., págs. 160 y 150.
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128
Afirmaba: “El arte consiste en extender las fuerzas sin exponerlas, aferrar al
enemigo sin dejarlas desunir; articular todos los movimientos y todos los ataques,
para tomar al enemigo de flanco sin exponer el propio”. Véase Aron, Raymond;
Pensar la guerra, Tomo I, pág. 303. Véase, asimismo, Courmont, Barthélémy; La
guerra. Una introducción, pág. 53.
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129
Mead Earle, E.; op. cit., Tomo I; págs. 73/4.
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130
Hernández Cardona, Francesc X. y Rubio Campillo, X.; op cit; págs. 80 y 81.
Federico de Prusia, que como veremos consolidó un importante ejército, mantuvo
la preocupación por los desertores: “evitaba hacer marchas nocturnas y los hombres
enviados a forrajear o bañarse eran acompañados por oficiales para evitar que deser-
ten. Aun perseguir al enemigo era estrictamente controlado para que «no vaya ocu-
rrir que nuestros propios hombres escapen en la confusión»”. Laffin, John; Grandes
batallas de la historia, pág. 158.
131
Hernández Cardona, Francesc X. y Rubio Campillo, X.; op. cit.; págs. 95/6.
132
Tilly, Charles; op. cit.; pág. 112.
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133
Tilly, Charles; op. cit.; pág. 112.
134
Weber, Max; Economía y sociedad, págs. 761/6. Véase Benedicto, J. y Morán,
M. L.; op. cit.; págs. 47/8. También, véase de Mann; M.; Las fuentes del poder social;
op. cit.
135
Tilly, Charles; op. cit.; pág. 114.
136
“Utilizó la bala hueca para atacar las piezas de las fortalezas y los ángulos de
los bastidores. Con objeto de proteger a las tropas sitiadoras, preconiza los parapetos
de tierra, los caballetes de trinchera y las paralelas, cuyo trazado se aproxima progre-
sivamente a las murallas. Se le debe también el poderoso cinturón de fortificaciones,
en particular en las fronteras del Norte y del Este, así como en las costas marítimas
y en los Alpes. Modernizó trescientas fortalezas antiguas, construyó unas cuarenta y
las dotó de cañones de grueso calibre. En lugar de murallas elevadas, preconizó for-
tificaciones rasantes y cubiertas de tierra; creó los fuertes exteriores, que tienen la ven-
taja de extender la defensa sobre un mayor espacio. Finalmente, ideó los fuegos cru-
zados”. Schneider, Fernand; op. cit.; pág. 25. Véase una opinión menos entusiasta,
aunque también elogiosa, sobre Vauban en Hernández Cardona, Francesc X. y Rubio
Campillo, X.; op. cit.; pág. 87.
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Los armamentos
137
Campillo Menseguer. A.; op. cit.; pág. 173.
138
Foucault, Michel; Genealogía del racismo. Altamira; Montevideo, 1993; pág.
116.
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Todo este párrafo está basado en Márquez Allison, Alberto; op. cit.
139
141
Véanse detalles técnicos de cada uno de estos artefactos en Hernández Car-
dona, F. y Rubio Campillo, X.; op. cit., págs. 105/10.
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142
Lynn, John; “Estados en conflicto”; op. cit., págs. 183/4.
143
Lentamente aumentaba el número de infantes armados con mosquetes, lle-
gando a una relación de tres mosqueteros por cada piquero. Finalmente, la bayo-
neta terminó por desplazar a la pica.
144
Véase McNeill, W.; op. cit.; págs. 136/7.
145
Todos los datos que siguen sobre la organización militar francesa correspon-
den a Schneider, Fernand; op. cit., págs. 21/2.
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nes de 200 caballos con jinetes dotados de armas ligeras. Las noveda-
des referidas a la artillería fueron varias. Por influjo directo de Gustavo
Adolfo, los franceses adoptaron un cañón liviano; la infantería tam-
bién fue armada con artillería (de dos baterías de cuatro piezas cada
una). Poco a poco, sin embargo, la artillería se constituye en un arma
específica con personal propio. El transporte de los cañones quedaba
en manos de empresarios civiles y era asistido por infantes al mando
de oficiales especializados. Operacionalmente, se proponían una gue-
rra de movimientos, y en el dominio de la táctica las marchas de apro-
ximación. También, de manera creciente, se extiende a lo largo el fren-
te de batalla desplazando la profundidad.
En este marco, la búsqueda de las huellas que trazan el camino del
desarrollo de las modernas concepciones militares nos remite a Fede-
rico de Prusia (1712-1786). Sus cualidades pasaron por el desarrollo
de la aproximación indirecta y por la movilidad.146 Puso en uso el
reclutamiento de soldados con base regional, que al ser devueltos a sus
vidas habituales quedaban en situación de reserva para ser convocados
nuevamente en caso del estallido de un conflicto. De esta manera
Federico se adelanta en parte al sistema de “movilización moderna”.
Perfeccionó con esmero la instrucción tanto de los oficiales como
de la tropa.147 La caballería fue reorganizada y entrenada para protago-
nizar movimientos veloces, y fue emplazada en tres filas de profundi-
dad en búsqueda de obtener una mayor movilidad y desenvoltura para
146
“[...] aplica felizmente la maniobra de ala. A tal efecto, adopta una técnica de
aproximación perfeccionada: deja el vivac en columnas por alas; ejecuta el movi-
miento de desbordamiento en columnas de línea. En tales condiciones, un simple
cambio a la izquierda o la derecha le deja formado en batalla, en dos filas, cara al ala
enemiga”. Schneider, Fernand; op. cit., pág. 36. Este mérito es aceptado de manera
parcial por Liddel Hart que considera que su “maniobra indirecta era demasiado
directa”, limitación que la hacía fracasar en la “economía de fuerzas”. Liddel Hart,
Basil; Estrategia. La aproximación indirecta, pág. 176.
147
Vale la pena subrayar la importancia del entrenamiento para mejorar el desem-
peño de la infantería; sin una buena instrucción quedaban truncos los avances téc-
nicos del armamento. Sobre esta problemática puede verse de Keegan, John; op. cit.;
págs. 454/6.
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148
Saint Pierre, Héctor Luis y Bigatao, Juliana de Paula; “Las mutantes másca-
ras de Marte”, en Tamayo, Ana María (ed.); Conocer la guerra, construir la seguridad.
Aproximaciones desde la sociedad civil, pág. 29.
149
La división “[…] llegó a ser definida como una parte del ejército distinta,
guerra:Maquetación 1 26/02/15 13:10 Página 96
permanente, estable y más o menos igual a una parte del mismo comandada por un
general”. Con ella se avanzó en la transformación de “una sola masa de tropas que
en la batalla formaba un frente continuo” a “conjuntos, articulados, con partes des-
tacables y capacidades para maniobrar independientemente”. Palmer, R.; “Federico
el Grande, Guibert, Bulow: de la guerra de dinastías a la guerra nacional”, en Mead
Earle, Edward; Creadores de la estrategia moderna, Tomo I, págs. 148/9.
150
La descripción de lo ocurrido en Prusia y Francia corresponde a Schneider,
Fernand; op. cit., págs. 32/6. Para el caso prusiano hemos usados datos de Márquez
Allison, Alberto; “Las campañas militares de Federico II de Prusia”.
151
Lynn, John; “Estados en conflicto”, en Parker, Geoffrey (ed.); Historia de la
guerra, pág. 187.
guerra:Maquetación 1 26/02/15 13:10 Página 97
152
Lynn lo define como “un conflicto auténticamente mundial”. Lynn, John;
“Estados en conflicto; op. cit., pág. 189.
153
Lynn, John; “Estados en conflicto”; op. cit., pág. 193.
154
Principios generales de la guerra de 1746 fue su primer trabajo. Véase una refe-
rencia a sus obras en Palmer, R.; op. cit., págs. 130/1.
155
Saint Pierre, H. y Bigatao, J.; op. cit., pág. 29.
156
De acuerdo con Palmer, R.; op. cit., pág. 127. Véase, también, Poczynok, I.;
op. cit., pág. 63.
guerra:Maquetación 1 26/02/15 13:10 Página 98
157
Bell, David; La primera guerra total. La Europa de Napoleón y el nacimiento
de la guerra moderna, pág. 59.
158
Aron, Raymond; Un siglo de guerra total, pág. 7.
159
Comparándolas con las tropas regulares de las fuerzas armadas rusas que
enfrentaron a Napoleón, el Mariscal de la Unión Soviética A. A. Grechko hace un
comentario que nos resulta ilustrativo: “Tampoco fueron estables las tropas merce-
narias de las monarquías de Europa Occidental, muy extendidas en las épocas de
descomposición del feudalismo (siglos XV y XVI). Solían completarse con elementos
desclasados de diversas nacionalidades. A los lansquenetes les eran ajenos los intere-
ses de los países en cuyos ejércitos servían. Una absoluta falta de disciplina, cruel-
dad, bajas cualidades morales y combativas, afición a merodear y hacer fortuna dis-
tinguían a los mercenarios, que servían a quien les pagaba mejor. En vísperas de una
batalla decisiva e incluso en el curso de ésta, se pasaban de destacamentos al lado del
enemigo poniendo al ejército traicionado ante el peligro de la derrota”. Grechko,
Andréi; Las fuerzas armadas soviéticas, pág. 116.
guerra:Maquetación 1 26/02/15 13:10 Página 99
160
“Una guerra de objetivos limitados era el corolario militar corriente de la
nobleza del poder: la conquista o defensa de una provincia o la ocupación de una
región fronteriza a efectos de negociación. Objetivos más ambiciosos que afectasen
la misma existencia del Estado oponente exceden ambas capacidades de los ejérci-
tos, al menos si la potencia oponente era importante”. Paret, Peter; Clausewitz y el
Estado, pág. 44.
161
Fernández Vega, José; Carl Von Clausewitz. Guerra, política, filosofía, págs.
32/3.
162
Hay otros factores a considerar: “Las guerras de este período se hallaban limi-
tadas en sus alcances y aspiraban a fines reducidos. Una de las causas no menos
importante de esta restricción era el carácter del ejército del siglo XVIII. Compuesto
en gran medida de profesionales altamente adiestrados, reclutados por largos perío-
dos de servicio, resultaba un instrumento de elevado costo. En caso de ser destrui-
do no podía ser fácilmente reemplazado. Se entiende que los príncipes fueran rea-
cios a arriesgar grandes pérdidas de personal. Los generales, a su vez, tenían poco
que ganar y mucho que perder en caso de emprender luchas serias. Eran especialis-
tas que no habían interiorizado una lealtad permanente a sus subalternos, excepto
en la medida en que tal lealtad fuera exigida por la ética de su profesión. Con fre-
cuencia los generales dejaban el servicio de un príncipe para unirse a otro, a pesar
de sus nacionalidades, muy a la manera de los modernos ejecutivos y asesores que
sirven hoy para una empresa, mañana a otra. Puesto que todos los generales se
encontraban en esas condiciones, es razonable suponer que existía entre ellos un
tácito entendimiento, de modo que las campañas se condujeran con vistas a dismi-
nuir los peligros y aun el malestar del cuerpo”. Rapoport, Anatol; Clausewitz.
Filósofo de la guerra y la política, pág. 37.
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163
Bell, D.; op. cit., págs. 75/6 y 78.
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CAPÍTULO III
La guerra moderna
1
Una vez conquistada la separación de Gran Bretaña, la forma organizativa que
se instaló en el flamante territorio liberado siguió siendo la milicia, ya que se temía
a un ejército profesional como un potencial peligro para la democracia. Stern,
Frederick Martin; El ejército ciudadano, págs. 181/2 y 98. Para una historia general
de las milicias, véase de Andújar Castillo, Francisco; Ejército y militares en la Europa
Moderna.
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2
Engels, Federico; Anti-Dühring, págs. 26/7.
3
Lynn; J.; “Nación en armas”; en Parker, G. (Ed.); Historia de la guerra, págs. 195/7.
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4
Pegler, M.; Los francotiradores, págs. 7 y 11.
5
Beaufre, André; La guerra revolucionaria, págs. 127/8. Los Minutemen eran
“milicias especiales de hombres jóvenes y de rápida movilización”. Marrero, Pilar;
Un despertar del sueño americano. La tensión, el conflicto y la esperanza de los inmi-
grantes en Estados Unidos, pág. 237.
6
Una de las primicias tecnológicas de esta guerra que se sumó a las novedades
tácticas fue la “Tortuga americana”. Un minúsculo submarino con forma de nuez
que, propulsado por un complejo sistema de manivelas y hélices, procuró instalar
una bomba por debajo del barco inglés Eagle. La idea del submarino luego fue des-
arrollada por Robert Fulton. Franklin, Bruce Howard; War Stars. Guerra, Ciencia
ficción y hegemonía imperial, págs. 44/55.
7
Lynn; J.; “Nación en armas”, págs. 199/200.
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8
Engels, Friedrich; Notas sobre la guerra franco-alemana de 1870-71.
9
Parker, Geoffrey; La revolución militar. Las innovaciones militares y el apogeo de
Occidente, 1500–1800, pág. 87.
10
Peter Paret hace una interesante descripción de la situación de los ejércitos fran-
cés y prusiano en 1789, que nos sirve para hacer observable el carácter de las fuerzas
armadas de la época: “[...] ambos eran instrumentos militares de monarquías absolutas,
nutridos por Estados cuyo progreso había estado vinculado, y hasta había llegado a
depender, del propio desarrollo de los ejércitos. Habían conferido estabilidad interna y
un nuevo peso en el exterior a la autoridad central, mientras que sus necesidades eco-
nómicas, financieras y humanas –que habían aumentado enormemente a lo largo del
siglo anterior– había estimulado poderosamente la práctica gubernamental y la expan-
guerra:Maquetación 1 26/02/15 13:10 Página 105
sión y proliferación de agencias y controles. Al mismo tiempo, los ejércitos eran insti-
tuciones aristocráticas, que habían llegado a representar un papel vital en el modo de
vida de la nobleza. Su carácter aristocrático se veía aumentado por la naturaleza de las
tropas, construida por mercenarios extranjeros o por hijos de nativos pobres; la distan-
cia que les separa de sus oficiales rara vez se cubría [...] Los soldados alquilados y reclu-
tados formaban una mezcla que exigía una estricta supervisión; esto, junto a la limita-
da eficacia de las armas, hacía que los soldados se utilizasen mejor en formaciones masi-
vas. En ambos servicios la rama más importante, la infantería, maniobraba en líneas de
batallas, estrechamente ordenadas, de forma que el individuo quedaba dentro de for-
maciones que pensaban y actuaban por él. La masificación y los ataques súbitos eran los
medios de que se valía la caballería para realizar su tarea fundamental de proteger a la
infantería, rompiendo los ataques del enemigo y acelerando sus retiradas. Excepto en
una guerra de asedio, la artillería y los ingenieros aún representaban un papel subsidia-
rio. A diferencia de su cohesión táctica, la organización de los ejércitos seguía fragmen-
tada, sus unidades administrativas y operativas por lo general no superaban al regimien-
to o, incluso, al batallón. Numerosos consejos, agencias, comisiones temporales o per-
manentes, cuyas autoridades respectivas se interferían, administraban las fuerzas, pero
cuerpos unificados como podrían ser un estado mayor o un directorio supremo de abas-
tecimientos, estaban aún en su infancia. Ningún ejército había conseguido todavía
combinar un control central eficaz con la iniciativa administrativa y la responsabilidad
que se necesitaba a todos los niveles”. Clausewitz y el Estado, págs. 41/2.
11
Engels, Friedrich: Anti-Dühring, págs. 25/7.
12
Woods, Alan; “Ascenso y caída de Napoleón Bonaparte”. Véase, también, Palmer,
R., en Mead Earle, Edward; Creadores de la estrategia moderna, Tomo I, pág. 161.
guerra:Maquetación 1 26/02/15 13:10 Página 106
13
Lynn; J.; “Nación en armas”, pág. 201.
14
Saint Pierre, H., y Bigatao, P.; op. cit., pág. 30. Poczynok, I.; op. cit., pág. 81.
15
Trotsky, León; La revolución traicionada, pág. 199.
16
“Hasta la Revolución Francesa, la suerte de la guerra se había definido
mediante ejércitos reducidos y sostenidos por la renta del Estado, pero a partir de
ese momento, entran en juego las masas, los pueblos con la enorme fuerza que
engendraban sus principios y sus ideales; masas incontenibles que formaban una
nueva estructuración, que le imprimen un nuevo sello de energía, de entusiasmo,
porque todo el esfuerzo de la nación desborda popularmente inclinando la balanza
de las operaciones con un ritmo vertiginoso. Comienzan a surgir nuevos valores
hasta ese momento no explotados, como el valor espiritual y el instrumento de las
masas”. Marini, Alberto; La psicología al servicio de la guerra, pág. 22.
17
McNeill, William; La búsqueda del poder, pág. 213.
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18
Hobsbawm, Eric; Las revoluciones burguesas, pág. 145.
19
Bell, Daniel; La primera guerra total, pág. 37.
20
Courmont, Barthélémy; La guerra: una introducción, págs. 103, 53/4.
21
Colmar von der Goltz, Wilhelm Leopold; La nación en armas, pág. 77. La
referencia al antecedente corresponde a Bell, Daniel, pág. 114.
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22
Lynn; John; “Nación en armas”; op. cit.; pág. 202.
23
Engels, Friedrich; Anti-Dühring, pág. 27.
24
La descripción sobre la manera de combatir correspondiente a Napoleón está
basada fundamentalmente en Schneider, Fernand; Historia de las doctrinas militares,
capítulo IV, especialmente págs. 50/1. También en Holmes, Richard; Napoleón.
Batallas y campañas, pág. 28. Lynn; J.; “Nación en armas”, págs. 207/8.
25
Schneider, Fernand; op. cit., pág. 50.
26
“La gran revolución francesa creó un ejército por la amalgama de las tropas de línea
del ejército real con las nuevas formaciones”. Trotsky, León; La revolución traicionada, p. 204.
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27
Lynn; J.; “Nación en armas”; op. cit., págs. 206/7.
28
Rapoport, A.; op. cit., pág. 40.
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29
Desde ya que Napoleón protagonizó un estrepitoso fracaso logístico en Rusia.
Véase Thompson, Julian, págs. 63/4. Véase, de Hernández Cardona, Francesc X. y
Rubio Campillo, X.; op. cit., pág. 50.
30
“Este ambiente revolucionario tuvo serias consecuencias en el plano operacio-
nal [...] Soldados y destacamentos podían dispersarse y vivir de la región, lo que evi-
taba depender de las líneas de comunicaciones. Las requisiciones se veían facilitadas
por la complicidad de la población. Así, para encontrar recursos suficientes sin ago-
tar la región, se incitaba a las fuerzas revolucionarias a dispersarse en sus desplaza-
mientos y estacionamientos, fórmula logística que el «sistema divisionario», introdu-
cido de nuevo en el ejército real, hacía militarmente practicable. Se estableció paula-
tinamente de este modo una práctica característica de las fuerzas revolucionarias fran-
cesas que consistía en vivir de disposiciones diversas y en concentrarse para combatir.
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personalmente a España para combatir contra Napoleón. Todo el nuevo sistema mili-
tar, introducido entonces en Prusia, fue un intento de organizar la resistencia popular
contra el enemigo, por lo menos en la escala en que fuera posible bajo una monarquía
absoluta”. Todos estos cambios en las formas de lucha y su relación con los entramados
sociales fueron seguidos sistemáticamente por Marx y Engels: “Pero cuando estalló en
América del Norte la guerra aparecieron de pronto destacamentos de insurgentes que,
por cierto, no sabían desfilar, pero que en cambio disparaban magníficamente,
disponían en la mayoría de los casos de fusiles de precisión y, como se batían por su
propia causa, no desertaban. Estos insurgentes no daban a los ingleses la satisfacción
de bailar con ellos, a paso lento y a campo abierto, el conocido minué del combate,
según todas las normas de la etiqueta militar. Ellos atraían a su enemigo a la espesura
de los bosques, donde sus largas columnas de marcha quedaban indefensas ante el
fuego de tiradores dispersos e invisibles. Formados en pequeños destacamentos de gran
movilidad, utilizaban cualquier protección natural del terreno para asestar golpes al
enemigo. Por ello y por su gran movilidad, resultaban siempre inasibles para las rígi-
das tropas enemigas. De tal modo, el fuego de los tiradores dispersos, que ya había des-
empeñado cierto papel cuando se introdujo el arma de fuego, demostraba ahora, en
determinados casos y sobre todo en los pequeños encuentros, su superioridad respec-
to del orden lineal”. Engels, Friedrich; Anti-Dühring, pág. 275.
33
García Caneiro, José; La racionalidad de la guerra. Borrador para una crítica de
la razón bélica, pág. 50.
34
Lynn; J.; “Nación en armas”; op. cit., págs. 212/3.
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Clausewitz
35
Sobre estos autores, véase Bonavena, Pablo; “Algunas notas sobre el arte mili-
tar en von Bülow”. Véase, también, Poczynok, Iván; op. cit.; págs. 72/7. Véase, ade-
más, Palmer, R.; “Federico el Grande, Guibert, Bulow: De la guerra de dinastías a
la guerra nacional”; en Mead Earle, E. (comp.); Creadores de la Estrategia Moderna.
36
Aron, Raymond; Pensar la guerra, págs. 213/4. Véase sobre el tema de
Howard, Michael; “Jomini y la tradición clásica en el pensamiento militar”, en
Liddell Hart, Basil; Teoría y práctica de la guerra, págs. 20/1.
37
Durante un tiempo fue considerado el mejor historiador de las campañas napo-
leónicas. Carta de Engels a Marx del 19 de junio de 1851. Su ubicación como pio-
nero en teorizar la cuestión logística corresponde a Thompson, J.; op. cit., pág. 40.
38
Clausewitz, Carl von; La campaña de Italia de 1796, pág. 18.
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39
Véase Rothfles, H.; “Clausewitz”; en Mead Earle, E. (comp.); op. cit., pág.
211. Véase, también, de Fernández Vega, J.; op. cit., págs. 115/7.
40
Millán, Mariano; “La guerra de Secesión en los EE.UU. ¿Una revolución con-
ceptual en las fundamentaciones de las prácticas militares?”, pág. 3. Naville, Pierre;
“Karl von Clausewitz y la teoría de la guerra”; en Clausewitz, Carl von; De la gue-
rra. Introducción, pág. 13.
41
Millán, M.; op. cit.; pág. 4. La vinculación con el pensamiento social puede
encararse también, de otra manera: “Al igual que Max Weber, Clausewitz interpreta
la acción guerrera, por lo menos la del jefe […], refiriéndose a la relación medio-fin.
[Eso] situaría a Clausewitz entre los fundadores de la sociología de la acción o entre
aquellos que presintieron los marcos formales de una praxeología racional o de una
teoría de los juegos”. Aron, Raymond; Sobre Clausewitz, pág. 48.
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42
“El lector espera que se le hable de ángulos y líneas, y en vez de esos ciudada-
nos del mundo científico sólo encuentra gente de la vida común, como la que se
encuentra todos los días en la calle. Y sin embargo, el autor no puede decidirse a ser
ni un pelo más matemático de lo que su objeto le parece ser, y no teme la extrañeza
que su lector pueda mostrarle”. Clausewitz, Carl von; De la guerra, pág. 158.
43
“[…] tenemos que tomar en consideración toda orientación común de las
fuerzas del espíritu hacia la actividad bélica que podamos considerar cono la esencia
del genio bélico. Decimos común porque precisamente en eso consiste el genio béli-
co, en que no es una sola fuerza, como por ejemplo el valor, mientras otras fuerzas
del entendimiento y el ánimo faltan o tienen una orientación inútil para la guerra,
sino una reunión armónica de fuerzas”. von Clausewitz, Carl; De la guerra, pág. 47.
44
De la guerra, Segunda Parte, Libro VI, capítulo 26.
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para cuya defensa convoca a sus fuerzas armadas. Por lo tanto, la agre-
sión, aun cuando no estuviese regulada, ya carecía de legitimidad.
Hasta las campañas napoleónicas, de carácter imperial, se realizaban en
nombre de la defensa de la revolución. Desde este ángulo es compren-
sible porqué un sesquisiglo después hasta los Ministerios de Guerra tro-
carían por Ministerios de Defensa. El rechazo que originalmente pro-
vocaba esta doctrina partía de la equivocada idea de que en la guerra la
ofensiva es más potente que la defensa, y quien como Clausewitz plan-
teaba lo contrario, estaba destinado a la derrota. Pese a todo, el tiempo
fue imponiendo el pensamiento del prusiano, y en la segunda mitad
del siglo pasado era de lectura obligatoria en todas las academias mili-
tares, imponiéndose sobre apellidos famosos como Jomini.
La importancia de esta teoría es que expresa de manera armónica
el papel de la guerra en el sistema interestatal post-westfaliano. Las
fuerzas armadas estatales asumen un rol central, pero sin autonomía
respecto del gobierno, que es quien fija los fines políticos, ni de la
población, de donde surge la fuerza moral, ese elemento intangible al
que tanta importancia se le asignó por primera vez, y que aún hoy
sigue siendo un dispositivo con gran potencia explicativa.45
45
Es la fuerza moral asimétrica lo que permite entender la reversión de la asi-
metría tecnológica desde la guerra de guerrillas en adelante, en todas las formas
pos-clásicas de enfrentamientos bélicos.
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46
Bruun, Geoffrey; La Europa del siglo XIX (1815-1914), pág. 15.
47
Courmont, Barthélémy; La guerra: una introducción, pág. 59.
48
Murray, Williamson A.; “La industrialización de la guerra”; en Parker, Geof-
frey (Ed.); Historia de la guerra, pág. 227. En Norteamérica entre 1900 y 1914 se
crearon 45 nuevas asociaciones por la paz. MacMillan, Margaret; 1914. De la paz a
la guerra, pág. 368.
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49
“Fue una guerra –la primera de la historia– que se produjo a causa de la pre-
sión ejercida por la prensa y la opinión pública”. Figes, Orlando; Crimea, pág. 234.
50
Murray, Williamson A.; “La industrialización de la guerra”; op. cit., pág. 227.
51
“Sólo durante la guerra de Crimea –cuando los mosquetes demostraron ser
inútiles ante los rifles Minié de los británicos y los franceses– los rusos compraron
rifles para su propio ejército”. Figes, Orlando; Crimea, pág. 196.
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52
Murray, Williamson A.; “La industrialización de la guerra”; en Parker, Geof-
frey (Ed.); Historia de la guerra, pág. 226. Carocci, Giampiero; Historia de la guerra
civil norteamericana, pág. 68. Courmont, B.; op. cit., pág. 59. Incluso fue la prime-
ra guerra en que se utilizaron submarinos por ambos bandos, aunque no llegaron
más que a un nivel auxiliar y relativamente episódico. En 1864 el CSS Hunley (de
tracción humana) hundió al USS Housatonic, el primer buque de guerra hundido en
combate por un submarino.
53
En las fuerzas del norte se alistaron más de 200.000 negros; murieron 38.000.
Se los utilizó para los trabajos más duros y se les pagaba menos que a los blancos.
Zinn, Howard; La otra historia de los Estados Unidos. Véase también Muchnik, D. y
Garvie, A.; El derrumbe del humanismo; pág. 52.
54
Bosch, Aurora; Historia de los Estados Unidos. 1776-1945, pág. 152. Véase,
también, Faulkner, Harold; Historia económica de los Estados Unidos.
55
“[…] la devastación del sur, la movilización de recursos y las consecuencias
políticas del conflicto llevan a considerarla una guerra totalmente distinta de las
anteriores, claramente una primera guerra total en la experiencia del sur”. Bosch,
Aurora; Historia de los Estados Unidos. 1776-1945, pág. 520. Cf. Muchnik, D. y
Garvie, A.; El derrumbe del humanismo, pág. 45.
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56
En diversos artículos aparecidos en el New York Daily Tribune y el Die Presse
de Viena, Marx y Engels denunciaban esta situación. Cf. Marx, Karl y Engels,
Friedrich¸ La guerra civil en los EE.UU.
57
Millán, Mariano; “La guerra de Secesión en los EE.UU. ¿Una revolución con-
ceptual en las fundamentaciones de las prácticas militares?”, pág. 4.
58
En este sentido, además del texto de Millán, puede leerse Cárdenas Nannetti,
Jorge; “Lincoln y la guerra” en Nueva Historia de los Estados Unidos, págs. 220/44.
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59
Murray, Williamson A.; “La industrialización de la guerra”, pág. 241.
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60
“Declaración de San Petersburgo de 1868 con el objeto de prohibir el uso de
determinados proyectiles en tiempo de guerra”. En este acuerdo se prohibió el uso
de proyectiles explosivos “cuyo peso sea inferior a 400 gramos”.
61
Los datos sobre los convenios corresponden a Semberoiz, Edgardo R.; Derecho
Internacional de la Guerra; págs. 25, 40 y 87.
62
Las balas “dum dum” son proyectiles explosivos. Pese a su prohibición, y luego
de la misma, los británicos las usaron contra los afganos.
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63
Strachan, Hew; La Primera Guerra Mundial, pág. 50/1.
64
Hernández Cardona, Francesc X. y Rubio Campillo, X.; op. cit., págs. 133,
161 y 164.
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65
Engels era una de las personas que la anunciaba. En 1887, en el prefacio al
folleto de Segismundo Borkheim titulado En memoria de los ultrapatriotas alemanes
de 1806-1807, contra los pronósticos de paz anunciaba: “Para Prusia-Alemania ya
no es posible ahora ninguna otra guerra que la mundial. Y sería una guerra de pro-
porciones y fuerzas nunca vistas. De ocho a diez millones de soldados se matarán
entre sí, y al hacerlo destruirán toda Europa hasta devastarla como nunca la devas-
taron hasta ahora las mangas de langosta”. Citado por Lenin, Vladimir; “Palabras
proféticas”, en Obras Completas, tomo 36, pág. 488.
66
Gran parte de estas notas que siguen sobre aspectos doctrinarios tienen como
referencia el artículo de Luvaas, Jay; “Pensamiento y doctrina militar en Europa
1870-1914”, en Liddell Hart, B.H.; Teoría y práctica de la guerra.
67
Véanse análisis de algunas de sus campañas en Liddell Hart, Basil; Estrategia.
La aproximación indirecta.
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68
Mantenía una famosa rivalidad con Moltke. Véase Aron, Raymond; Pensar la
Guerra, Tomo II, págs. 12/8.
69
Murray, W.; “La industrialización de la guerra”; op. cit., págs. 244, 246,
249/50.
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71
Akímovna, Stepánova Evguenia; Federico Engels. Esbozo biográfico, pág. 58.
72
Veblen, Thorstein Bunde; Imperial Germany and the industrial Revolution, pág.
259. La opinión de Veblen tiene base en William Graham Sumner; quien señala que
la preparación para la guerra es una profecía que en algún momento se autorrealiza,
es decir, tarde o temprano conduce a la guerra. Giner, Salvador; Sociología.
73
Cf. Traverso, Enzo; A sangre y fuego. De la guerra civil europea, 1914-1945;
Casanova, Julián; Europa contra Europa. 1914-1945. También Eric Hobsbawm las
considera conjuntamente: “[…] la guerra se desarrolló sin límite alguno. La segun-
da guerra mundial significó el paso de la guerra masiva a la guerra total”. Historia
del siglo XX, pág. 51.
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74
Courmont, Barthélémy; La guerra: una introducción, pág. 103; Murray, W.;
“Hacia la guerra mundial”, pág. 263.
75
Tanto Rumania como Bulgaria entraron a la guerra porque encontraron en
ello la oportunidad para ampliar sus fronteras, apropiándose de territorio de quie-
nes suponen que, por ser más débiles militarmente, resultarán perdedores de la con-
tienda. De manera similar se condujo el gobierno italiano.
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76
Esto fue posible no sólo por el mejor armamento de los europeos, sino funda-
mentalmente porque los africanos perdieron su defensa, inexpugnable hasta enton-
ces por los europeos, que eran los anticuerpos generados durante decenas de miles
de años en un ambiente de rica biodiversidad, y que les proporcionaban inmunidad
a enfermedades que eran mortales para los no africanos. Como sostiene Sánchez
Ron, “la ciencia médica se constituyó en un instrumento muy eficaz para la exten-
sión colonial; esto es, en un instrumento político”. Sánchez Ron, José; El poder de
la ciencia, pág. 248.
77
En uno de ellos, África del Sudoeste Alemana –actual Namibia–, se produjo
en 1904 el genocidio del pueblo herero. “Von Trotha se guió desde el principio por
la idea de una guerra de exterminio, por lo que no sólo intentó combatir a los here-
ro con recursos militares, sino que tras una batalla campal empujó a sus enemigos
hacia el desierto de Omaheke, les impidió el acceso a los puestos de agua y los dejó
morir de sed”. Welzer, Harald; Guerras climáticas, pág. 11.
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78
Esto se representa, también, en el grotesco barroquismo de los uniformes fran-
ceses, engalanados con plumas rojas, con que los primeros batallones de cadetes iban
al frente, donde morían siendo fácil blanco con sus atractivos ropajes.
79
La noción cobró notoriedad con la obra de Erich Ludendorff de 1935, titula-
da La Guerra Total, editada en Argentina por Pleamar. Buenos Aires; 1964. Véase al
respecto de de Benedetti, Darío; “Ludendorff: la teoría militar entre la Kriegsideo-
logie y el Modernismo Reaccionario”.
80
Deleuze, Gilles y Guattari, Félix; Mil Mesetas, pág. 420.
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81
Lenin, Vladimir; “La caída de Port Arthur”, en Obras Completas, Tomo IX.
82
Verstrynge, Jorge; Una sociedad para la guerra.
83
Millán, Mariano; “A 100 años del comienzo de La Gran Guerra. Una breve
mirada panorámica del conflicto. Dossier Gran Guerra”.
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84
Murray, W.; “Hacia la guerra mundial”, págs. 268 y 275.
85
Engels, Friedrich; “Prefacio al folleto de Sigismund Borkheim”, citado por
Lenin, Vladimir; “Palabras proféticas”, en Obras completas, tomo 36, pág. 488.
86
Kolko, G.; El siglo de las guerras, pág. 43.
87
Murray, W.; “Hacia la guerra mundial”, págs. 254/5.
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88
Hablamos de marcas demográficas y los cambios en el mercado de trabajo que
trajo la guerra en el primer capítulo. Sobre el tema opina Louise Black: “El factor
decisivo que arrastra a las mujeres a la guerra reside en la sustitución de los ejércitos
profesionales por los ejércitos de masas, así como en la amplitud sin precedentes de
las pérdidas humanas en los frentes. En las fábricas, en los despachos, en los campos,
en el seno de las profesiones liberales, la partida de millones de hombres hacia las trin-
cheras ha creado vacíos que sólo las mujeres pueden llenar. Por ello, la guerra no hace
sino acelerar la integración de las mujeres en la producción… En todos los países beli-
gerantes, la guerra de 1914-1918 modifica profundamente la condición femenina”.
Black, Louise; “Les femmes étrangéres dans la guerre”; en Revista Historia Magazine
20e siécle; Les femmes en guerre, pág. 657. Citado por Vidaurreta Campillo, María;
“Guerra y condición femenina en la sociedad industrial”; pág. 74. Esta autora, con-
cluye que “la guerra mundial de 1914-18, al trastornar la vida nacional de los belige-
rantes, hace penetrar a las mujeres en los dominios de los que hasta entonces habían
sido tenidas celosamente aparte; esta guerra les confía cargas consideradas hasta ese
momento como feudos inexpugnables del sexo masculino”, pág. 75.
89
Además del reconocido genocidio armenio, que le costó la vida a un millón
de personas, o quizás más, también se imputa a los turcos el genocidio sirio (1914-
1920), en el que se aniquilaron unas 250.000 personas, y el griego póntico (1914-
1919), con más de 300.000 muertos.
90
Cf. Bruneteau, Bernard; El siglo de los genocidios.
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91
Era habitual la escasez de armas y de municiones. Había soldados desarmados
que tomaban el arma de un camarada muerto, y cuando llegaban municiones, no
siempre coincidían con los diversos calibres de las armas, de modo que sólo servían
para algunas de ellas.
92
En gran medida, se repitió también aquí lo que había ocurrido en la guerra de
Crimea. Cf. Figes, Orlando; Crimea.
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93
Las ciudades de Lieja y Amberes fueron las primeras en ser bombardeadas noc-
turnamente en 1914. En enero de 1915 bombardearon Londres. Cf. Soteras, Esteban;
“El zepelín como arma de ataque”, en De la guerra, N° 0, mayo de 2006, págs. 5/6.
94
En efecto, él hace su formulación en relación a la Segunda Guerra Mundial,
cuando claramente este fenómeno aparece en la primera, y sólo en lo que respecta a
la aviación, olvidando el terrible impacto de los submarinos. Vale la pena citarlo en
extenso: “Hoy día ya no es posible seguir aferrándose a las concepciones tradiciona-
les del espacio o imaginarse el espacio aéreo como una mera pertinencia o como un
ingrediente, sea de la tierra o del mar, lo cual equivaldría a pensar de un modo fran-
camente ingenuo desde abajo hacia arriba. Sería la perspectiva de un observador que,
desde la superficie de la tierra o del mar, mira al aire con la cabeza inclinada hacia
atrás, desde abajo hacia arriba, mientras que el bombardero que cruza el espacio
aéreo produce su tremendo efecto desde arriba hacia abajo. A pesar de todas las dife-
rencias entre la guerra terrestre y la guerra marítima, existía en estos dos tipos de
guerra un nivel común, y la lucha se desarrollaba, también en sentido espacial, en la
misma dimensión en la que los combatientes se enfrentaban sobre un plano idénti-
co. El espacio aéreo, en cambio, se convierte en una dimensión propia, un espacio
propio que, como tal, no enlaza con las superficies separadas de tierra y mar, sino
que hace caso omiso de su separación, distinguiéndose, así esencialmente en su
estructura, tan sólo por esta razón, de los espacios de los otros dos tipos de guerra”.
Schmitt, Carl; El nomos de la tierra, pág. 353.
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95
Cf. de la Sierra, Luis; El mar en la gran guerra (1914-1918), págs. 88 ss.
96
Headrick, Daniel; El poder y el imperio. La tecnología y el imperialismo, desde
1400 hasta la actualidad, pág. 283.
97
“No hay zonas donde la vida pueda trascurrir en completa seguridad y tran-
quilidad. […] Todos los pobladores serán combatientes porque todos estarán
expuestos a la ofensiva del enemigo: no habrá división entre beligerantes y no beli-
gerantes”. Dohuet, Giulio; El dominio del aire, pág. 15. De esta manera preanuncia-
ba el flagelo que la misma sería para la población civil.
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98
Alemania, en su afán por quitar a Rusia de la guerra, garantizó el regreso de
Lenin a Finlandia. La presencia del revolucionario ruso en su tierra aceleró la trans-
formación radical del régimen.
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99
En la guerra civil las fuerzas soviéticas combinaron con eficacia la acción del
Ejército Rojo con guerrillas que actuaron en la retaguardia de los ejércitos enemigos.
Desorganizaron constantemente el abastecimiento, las comunicaciones y causaron
muchas bajas. En Siberia actuaron cerca de 90.000 partisanos en septiembre de
1919. En el Lejano Oriente, en la región de Amur operaban 25.000 guerrilleros y
hubo fuerzas considerables de este carácter en Transbaikal y en Primorie. Esta situa-
ción prefiguró parte de la forma que asumió la guerra contra la ocupación nazi.
Sokolovsky, Vladimir; Estrategia militar, pág. 169.
100
Aron, Raymond; Un siglo de guerra total, pág. 7.
101
Aron, Raymond; Un siglo de guerra total, pág. 46.
102
Traverso, Enzo; “La metamorfosis de la violencia. La guerra en el siglo XX”,
en Pérez Herranz, Fernando Miguel (ed.); La cólera de occidente, pág. 86.
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103
Zolo, Danilo; La justicia de los vencedores. De Nuremberg a Bagdad, págs.
24/7.
104
Semberoiz, Edgardo R.; Derecho Internacional de la Guerra, pág. 131.
105
Gutiérrez Posse, Hortensia; Elementos de Derecho Internacional Humanitario,
pág. 29.
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106
Cf. Davies, Norman; Europa en guerra. 1939-1945, pág. 49.
107
Al comienzo de la guerra, en septiembre de 1939, la Luftwaffe alemana bom-
bardeó el pequeño pueblo de Frampol, de apenas 4.000 habitantes y sin importan-
cia de ninguna índole. Se lo escogió por su diagramación cuadricular, que permitió
a los técnicos alemanes mensurar con precisión el daño que ocasionaban las bom-
bas. Tras los ataques se tomaban fotografías aéreas que luego eran analizadas.
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108
El primer portaaviones propiamente dicho fue construido en 1920, pese a
que se venía experimentando desde años antes con esta alternativa. Los hidroavio-
nes constituyeron una etapa de la exploración de esta alternativa.
109
Overy, Richard; Por qué ganaron los aliados, págs. 23, 47, 107/8.
110
Hernández Cardona, Francesc X. y Rubio Campillo, X.; Breve historia de la
guerra moderna, pág. 73.
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111
Davies, Norman; op. cit., pág. 394.
112
Los 90.000 muertos en Varsovia difícilmente incluyan las decenas de miles
del gueto de esa ciudad.
113
Las diversas fuentes consultadas para todos estos casos difieren hasta tal punto
que es difícil darles credibilidad.
114
Esta resolución, no obstante, no fue evidente en un primer momento. “En
vista de lo que ocurrió a partir de 1945 […], resulta tentador suponer que la derro-
ta del Eje fue principalmente una hazaña norteamericana y rusa. Hasta los meses
finales de la guerra, sin embargo, los británicos fueron socios iguales en aquella
alianza”. Ferguson, Niall; La guerra del mundo, pág. 611.
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CAPÍTULO IV
La guerra en la actualidad
1
“El partisano de la guerrilla española de 1808 fue el primero que se atrevió a
luchar irregularmente contra los primeros ejércitos modernos y regulares. […] Una
chispa saltó entonces desde España al norte. Allí no provocó un incendio igual al
que dio su importancia histórico-universal a la guerrilla española. Pero provocó unos
efectos cuyas consecuencias hoy, en la segunda mitad del siglo XX, llega a cambiar la
guerra:Maquetación 1 26/02/15 13:10 Página 148
sostienen que hay una suerte de mitología respecto a lo que fue la gue-
rrilla española.2 Como alternativa, hay quienes sitúan como referencia
la campaña árabe encabezada por Thomas Edward Lawrence –más
conocido como “Lawrence de Arabia”– durante los años 1916-1918,3
pero, aunque indudablemente se utilizaron tácticas guerrilleras, éstas
se combinaron con el uso de aviones biplanos, lo que coloca a esta
campaña en una modalidad mixta, quizás a pesar del propio
Lawrence, quien debía reportarse a los oficiales del Ejército británico
que luchaba contra los turcos,4 lo cual inscribe a la misma en el plano
táctico, dentro de una estrategia indudablemente regular, como fue-
ron las que se implementaron en la Primera Guerra Mundial.
Del mismo modo, la poco conocida pero muy exitosa campaña de
Paul von Lettow-Vorbeck, quien lideró la fuerza del África del Este Ale-
mana –el único frente en el que Alemania no fue derrotada en la
Primera Guerra Mundial– recurriendo a la guerra de guerrillas.5 Tam-
bién suele situarse como otro antecedente a las dos guerras de los
Boers (1880-1881 y 1899-1902) como un anticipo de las nuevas for-
mas de guerra, dado que los colonos holandeses recurrieron a la gue-
rra de guerrillas para enfrentarse a los británicos, y éstos utilizaron a
un gran número de combatientes irregulares para acosar a los Boers en
6
Esta guerra presenta el antecedente de los campos de concentración. Los bri-
tánicos, para asfixiar la resistencia Bóer, encerraron a 120.000 mujeres y niños tras
las alambradas, situación que provocó unos 20.000 muertos por hambre y enferme-
dades. Murray, Williamson A.; “La industrialización de la guerra”; en Parker,
Geoffrey (Ed.); Historia de la guerra, pág. 262.
7
Schmitt, Carl; Teoría del partisano…; págs. 11, 12 y 16.
8
Abulafia, David; El gran mar, pág. 79.
9
Schmitt, Carl; Teoría del partisano…; pág. 11. Murray, “La industrialización de
la guerra”; en Parker, Geoffrey (Ed.); Historia de la guerra, pág. 262; Aron, Ray-
mond; Pensar la Guerra; Tomo II; pág. 156. Beaufre, André; La guerra revoluciona-
ria; capítulo 1; parte 2. Guillen, Abraham; Teoría de la violencia, pág. 135;
Bonavena, Pablo y Nievas, Flabián; “La contrainsurgencia de hoy”. Sobre los ante-
cedentes de la guerra de guerrillas junto con precisas consideraciones críticas sobre
sus bondades y limitaciones, en un artículo escrito en 1965 haciendo algunas pre-
dicciones sobre la guerra en Vietnam, véase Hobsbawm, Eric; “Vietnam y la diná-
mica de la guerra de guerrillas”, en Revolucionarios.
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10
Sobre la organización de la resistencia en los guetos de Varsovia y, como eviden-
cia de esta situación, es muy interesante el libro de Matthew Brezezinski, El ejército de
Isaac. La resistencia judía en la Polonia ocupada, en especial el capítulo 23. También es
digna de atención la referencia sobre la manera que conseguía armas la autodefensa
judía Haganá en Palestina en el enfrentamiento con Gran Bretaña. Cf. Glass, Charles;
Desertores. Una historia silenciada de la Segunda Guerra Mundial, pág. 21.
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11
“David Stafford, historiador y ex diplomático, la registra en un libro atrapan-
te: Churchill and The Secret Service (Woodstock, NewYork, The Overlook Press). La
fascinación de Winston Churchill por el espionaje y las operaciones militares no
ortodoxas nació con las experiencias vividas cuando era un joven oficial y periodis-
ta en busca de fama y excitación. En la guerra entre cubanos y españoles (1895) y
en las guerras imperiales libradas por Gran Bretaña en Afganistán, Sudán y Sudáfri-
ca, el joven Churchill aprendió a apreciar la importancia de un buen servicio de inte-
ligencia y el valor de la guerra de guerrillas. Fueron dos lecciones que nunca olvidó”.
Steiner, Zara; “Una cuestión de inteligencia”. Véase también Marini, Alberto; La
psicología al servicio de la guerra. Cómo la utilizaron las principales potencias en el
último conflicto, pág. 32.
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12
Faligot, Roger; Piratas de la Libertad. Grupos y ejércitos de adolescentes que com-
batieron al nazismo 1933-1945.
13
Los alemanes debieron emplear hasta 25 divisiones para tratar de neutralizar
a unos 150.000 guerrilleros soviéticos, circunstancia que debilitó el potencial mili-
tar alemán. Sobre los logros de la resistencia en la URSS véase un preciso informe
en Beaufre, André; La guerra revolucionaria, págs. 206/14. Por su parte los soviéti-
cos afirmaban que “los luchadores clandestinos y los guerrilleros soviéticos organi-
zaron más de 21.000 descarrilamientos de trenes con tropas y material de guerra del
enemigo; dañaron 1.618 locomotoras, 170.800 vagones; volaron y quemaron
12.000 puentes de carreteras y vías férreas; aniquilaron y tomaron prisioneros 1,5
millón de soldados hitlerianos, oficiales y sus cómplices locales; y suministraron
muchas informaciones valiosas al mando del Ejército Soviético”. Rzheshevski, Oleg;
La segunda guerra mundial. Mito y realidad, pág. 210.
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14
Gluckstein, Donny; La otra historia de la guerra mundial. Resistencia contra
imperio, pág. 41.
15
Pereyra, Daniel; Del Moncada a Chiapas. Historia de la lucha armada en Amé-
rica Latina, pág. 70. Montes de Oca, Ignacio; Ustashas. El ejército nazi de Perón y el
Vaticano, pág. 52. Véase también Tito, Josip Broz; “La experiencias de la guerra de
liberación nacional tienen enorme importancia para nuestra defensa popular”; en
Vukotic, Aleksandar; Doctrina popular yugoslava de defensa popular total.
16
Gluckstein, Donny; op. cit., págs. 51/9.
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17
Kolko, Gabriel; El siglo de las guerras. Política, conflictos y sociedad desde 1914,
pág. 235.
18
Gluckstein, Donny; op. cit., págs. 105 y 108. Glass, Charles; Desertores. Una
historia silenciada de la Segunda Guerra Mundial.
19
Visacro, Alessandro; op. cit., págs. 135/6.
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20
Cf. Waldmann, Peter y Reinares, Fernando (comps.); Sociedades en guerra
civil; también Waldmann, Peter; Guerra civil, terrorismo y anomia social.
21
McMillan, Margaret; 1914. De la paz a la guerra, págs. 20/1.
22
Davies, Norman; Europa en guerra. 1939-1945, pág. 377.
guerra:Maquetación 1 26/02/15 13:11 Página 156
[…]. Pero no fue excepcional, ni por su escala ni por el dolor que pro-
vocó. Se produjo en un contexto en el que también perecieron ese
número de seres humanos inocentes multiplicado por tres o cuatro
veces”.23 Esta práctica, cuyo ensayo general había hecho la Legión
Cóndor de la Luftwaffe en Guernica en 1937, se generalizó en la
Segunda Guerra Mundial, y comenzó y finalizó con la guerra misma:
en septiembre de 1939 la Luftwaffe lanzó 700 toneladas de bombas
sobre la pequeña localidad polaca de Frampol, por el único motivo de
que ésta estaba dispuesta en una cuadrícula y permitía a los expertos
medir los efectos destructivos de las bombas y así realizar los ajustes
técnicos correspondientes; culminó el 9 de agosto de 1945 con la
bomba atómica que cayó sobre Nagasaki. Entre ambos puntos del
tiempo, los civiles de todos los bandos sufrieron bombardeos sistemá-
ticos. De parte de Alemania, los londinenses tuvieron el triste privile-
gio de ser la población que inauguró, como blanco, el uso de los pri-
meros misiles: las bombas voladoras V1 y V2, lanzados desde platafor-
mas continentales.24 Por su parte, la población alemana fue víctima de
las decisiones de la Conferencia de Casablanca (14 al 24 de enero de
1943), en la que los Aliados delinearon “una estrategia militar cuyo fin
explícito [era] el de impactar, a través de los bombardeos masivos de
las ciudades, en la sociedad alemana en su conjunto”.25 El asalto sovié-
tico a Berlín provocó igualmente efectos devastadores sobre los habi-
tantes de la ciudad. Como se puede apreciar, todos los bandos incu-
rrieron en ataques a la población civil y los soportaron en las propias.
Pero no sólo sufrieron bombardeos aéreos las ciudades (Varsovia fue
una de las más afectadas,26 seguida por Berlín, Londres, Hamburgo y
Dresde); también el asedio de la aviación más la artillería, que padecie-
23
Ibídem, pág. 391.
24
Como señalamos, el ataque sobre la población civil desde el cielo se inauguró
en 1914 y en el primer ataque a Londres, en septiembre de 1915, los dirigibles ale-
manes dejaron caer sus primeras bombas provocando la muerte de 26 civiles e
hiriendo a 94. “Máquinas de Guerra”. Anónimo; Máquinas de guerra. pág. 15.
25
Traverso, Enzo; A sangre y fuego. De la guerra civil europea, 1914-1945, pág. 117.
26
N. Davies da la cifra de 90.000 civiles muertos (op. cit., pág. 394), pero allí
guerra:Maquetación 1 26/02/15 13:11 Página 157
ron particularmente las grandes ciudades rusas (ya que las pequeñas
aldeas fueron arrasadas). Leningrado sobrellevó casi dos años y medio
de asedio, lo que provocó la muerte por fuego enemigo, frío, hambre y
enfermedades, de unas 700.000 personas. En la batalla de Stalingrado,
es decir, incluyendo las aldeas aledañas a la ciudad, en las que se com-
batió, se estima que murieron alrededor de dos millones de civiles.
Por otra parte, se generalizaron los campos de concentración para
alojar civiles. Los hubo de dos tipos: los de exterminio, y los de reten-
ción. Los primeros fueron, emblemáticamente, los campos nazis. Los
campos de concentración estadounidenses fueron del otro tipo; crea-
dos por F. D. Roosevelt en febrero de 1942 cuando aprobó la Orden
ejecutiva 9066, en los que se terminó recluyendo a unas 120.000 per-
sonas (de las que 42.000 habían nacido en EE.UU. y en una enorme
porción eran niños) en campos de concentración situados en las zonas
desérticas de su territorio.27 Entre ambos, los campos de trabajos for-
zados japoneses y soviéticos.28
Aquí aparecen dos elementos relativamente anómalos, que consti-
tuirán rasgos distintivos de la forma que adquirirá la guerra en la últi-
ma parte del siglo XX y lo que va del XXI: el privilegiar blancos civiles
por sobre los militares, por un lado, y las tácticas de desgaste progresi-
vo hasta hacer colapsar a las formaciones militares estatales, por otro.29
Las batallas abiertas, en las que confrontan los aparatos bélicos de dos
no parece incluir a los 56.000 judíos masacrados tras el levantamiento del gueto de
Varsovia.
27
Itulain, Mikel; “Los olvidados campos de concentración en los Estados
Unidos de América”.
28
Los alemanes también tenían campos de trabajo forzado, pero fueron emble-
máticos los de exterminio, particularmente los de Treblinka y Auschwitz.
29
Otro fenómeno novedoso que prolifera en la Segunda Guerra y que muestra
una tendencia en expansión hasta nuestros días lo constituye la participación feme-
nina en carácter de combatiente. La ciudadela de Brest Litovsk fue defendida por un
batallón conformado por mujeres y luego, en la misma URSS, fueron ocupando
cada vez más puestos en el frente de batalla al calor del incremento de las bajas que
recibían las fuerzas defensivas soviéticas. Marini, Alberto; La psicología al servicio de
la guerra, págs. 34/5.
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30
Morgades, Silvia; “La protección de las víctimas de los conflictos armados”; en
García, Caterina y Rodrigo, Angel (eds.); La seguridad contemporánea. Nuevos des-
afíos, amenazas y conflictos armados, capítulo IX.
31
A esto obedeció, entre otras medidas, el intento de adopción de “aldeas estra-
tégicas”, en las que eran reubicados campesinos dentro de un perímetro definido,
con estricto control de sus desplazamientos y de sus alimentos, para evitar que die-
sen protección o vituallas a los miembros del Vietcong.
32
No, por ejemplo, siendo prisionero o estando impedido en el campo de bata-
lla, lo que constituyen crímenes de guerra.
33
Recordemos el conflicto que generaron la aparición de los francotiradores en
el siglo XIX.
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34
Es muy evidente en el pensamiento de Thomas Hobbes que el estado de natu-
raleza es el de guerra; mientras que en el de Adam Smith e Immanuel Kant el desarro-
llo de las relaciones comerciales conspira contra la guerra y, por lo tanto, afianza la paz.
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35
Ya Sun Tzú, hace unos 2.500 años, dedicaba el último apartado de su obra El
arte de la guerra a los agentes secretos.
36
Poli, Jorge Heriberto; Acción psicológica. Arma de paz y guerra, pág. 27.
37
Clausewitz, Carl von; De la guerra, pág. 69.
38
Carrillo, Ramón; “La guerra psicológica”, en Electroneurobiología, vol. 2, N°
2, pág. 6.
guerra:Maquetación 1 26/02/15 13:11 Página 161
39
Linebarger, Paul; Guerra psicológica, pág. 120.
40
Quintero Pizarroso, Alejandro; Nuevas guerras, vieja propaganda (de Vietnam
a Irak), págs. 49 y 51. “En la guerra 1914/18 los folletos aliados incidieron notable-
mente en la moral alemana contribuyendo a su desorganización (Memorias de Hin-
denburg y de Lüdendorff )”. Marini, Alberto; La psicología al servicio de la guerra,
pág. 53.
41
Poli, Jorge Heriberto; Acción psicológica. Arma de paz y guerra, pág. 57.
Linebarger, Paul; Guerra psicológica; págs. 54 y 84.
42
El 17 de diciembre de 1939, por ejemplo, escribía que había dado “instruc-
ciones para que los estadistas enemigos no sean dibujados como figuras cómicas sino
como tiranos crueles y vengativos.” Gobbels, Josef; Diarios. 1939-41, pág. 97. Su
obsesión por la propaganda –no exenta de cierta candidez– lo llevó a realizar regis-
tros que luego fueron pruebas de los crímenes nazis. Sobre la estructura de propa-
ganda alemana nazi véase Poli, Jorge Heriberto; Acción psicológica. Arma de paz y
guerra, pág. 182 y Anexo 8.
guerra:Maquetación 1 26/02/15 13:11 Página 162
tra sus propios compatriotas […] a los oyentes se les ofrecerían los
motivos patrióticos para hacer lo que querían hacer desde el principio
por su propio interés, pero que no se atrevían”.43 Se descubría así la
médula de una actividad que evolucionaría en dos ámbitos, aunque
siempre cercana en sus técnicas e incluso en muchos de los profesiona-
les que la desarrollan: los departamentos de inteligencia de los Estados
y sus Fuerzas Armadas, por una parte, y el marketing por otra. Ambos
indagan las profundidades de la mente humana, asumiendo que “es
peligroso suponer que la gente se comporta de manera racional”.44
Estados Unidos, el país que tenía mayor rezago en este aspecto, en
parte por su doctrina aislacionista que mantuvo hasta la primera
mitad del siglo pasado, creó la Oficina de Servicios Estratégicos
(OSS) durante el último tramo de la presidencia de Roosevelt, que
luego de la rendición alemana, pasó a ser la Unidad de Servicios
Estratégicos (SSU), lo que finalmente devino en la Agencia Central
de Inteligencia (CIA).45 Esta agencia sería el vehículo, en la segunda
mitad del siglo XX, de los mayores esfuerzos por injerir en asuntos
externos de manera relativamente solapada.46 Pero es necesario volver
a los jalones de las transformaciones bélicas antes de volver a tocar los
temas de inteligencia.
La guerra de Vietnam
43
Newcourt-Nowodworski, Stanley; La propaganda negra en la Segunda Guerra
Mundial, pág. 119.
44
Packard, Vance; Las formas ocultas de la propaganda, pág. 22.
45
Sobre el tema, véase de Quintero Pizarroso, Alejandro; Nuevas guerras, vieja
propaganda (de Vietnam a Irak), pág. 53.
46
Para una historia somera de tales intervenciones véase Winer, Tim; Legado de
cenizas: historia de la CIA.
guerra:Maquetación 1 26/02/15 13:11 Página 163
16, para que éstas intentaran reconquistar la parte norte del país. Las
fuerzas del Vietminh se dispersaron en las áreas rurales, en una típica
estrategia maoísta de guerra de guerrillas. Esto llevó a que las tropas
francesas se concentraran en las grandes áreas urbanas, quedando a la
defensiva. Las fuerzas al mando de Vo Nguyen Giap se establecieron
al norte del río Rojo (en cuya ribera se encuentra Hanoi), y los fran-
ceses evacuaron los puestos militares, concentrándose en el área cen-
tral y sur de Vietnam. La guerra, que comenzó en 1946, se prolongó
hasta 1954. La fase decisiva estuvo precedida por la “operación
Castor”. Luego de una derrota de las fuerzas del Vietminh, que le
costó miles de muertos, las fuerzas francesas decidieron hacerse fuer-
tes y escogieron la aldea de Dien Bien Phu, situada en un valle y rode-
ada por montañas selváticas, con la seguridad de que el vapuleado ene-
migo no tenía forma de aproximarse allí, y desde donde asestar golpes
en la retaguardia de los vietnamitas. Construyeron una fortaleza con-
siderada inexpugnable.47 Sin embargo, el Vietminh, luego de un
esfuerzo logístico enorme,48 logró tomar por sorpresa a los franceses con
fuego de artillería y una gran movilidad, anulando la capacidad de abas-
tecimiento aéreo, hasta que, después de 57 días la guarnición se rindió,
y al día siguiente comenzó la Conferencia de Ginebra entre ambas fuer-
zas, que condujo al reconocimiento por parte de Francia de la indepen-
dencia de Vietnam del Norte.49 Una fuerza de menor cuantía militar
47
“El campo fortificado de Dien Bien Phu disponía de fuerzas bastante podero-
sas: 17 batallones de infantería, 3 grupos de artillería, y además las unidades de inge-
nieros, los tanques, la aviación, transporte, etc… en su mayor parte, las unidades
más aguerridas del Cuerpo Expedicionario Francés de Indochina”. Vo Nguyen Giap;
Guerra del pueblo. Ejército del pueblo, pág. 149.
48
“Nuestros combatientes abrieron centenares de kilómetros de trincheras, en
una magnífica red que resolvió el problema de nuestro despliegue en el mismo valle
y facilitó los movimientos bajo el martilleo de la artillería y los bombardeos de
napalm. Pero no bastaba atenuar los efectos de la artillería enemiga: teníamos tam-
bién que aumentar nuestra propia potencia de fuego. Nuestros combatientes abrie-
ron nuevos caminos en los flancos de las montañas para llevar la artillería hasta las
proximidades de Dien Bien Phu. Allí donde fue imposible abrir caminos, arrastra-
ron los cañones con la sola fuerza de sus brazos”. Vo Nguyen Giap; op. cit., pág. 151.
49
Visacro, Alessandro; op. cit., págs. 107/9.
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50
Bloomer, Harry; “An Analysis of the French Defeat at Dien Bien Phu”.
51
Trinquier, Roger; La guerra moderna, pág. 19.
52
Trinquier, Roger; op. cit., pág. 24.
53
Según Carl Bernard, coronel de las Fuerzas Especiales estadounidenses, fue el
general francés Paul Aussaresses quien les “hizo comprender que nuestro modelo
militar estaba completamente perimido y que no era con tanques, artillería pesada
o aviones de combate como se ganaría la guerra de Vietnam, que todo eso no era
más que una pérdida de tiempo, energía y dinero […]. Nos explicó que en la gue-
rra revolucionaria el enemigo es la población y que para ganar hay que tener un buen
servicio de información, capaz de identificar y después destruir la infraestructura
política y administrativa del adversario”. Robin, Marie-Monique; Escuadrones de la
muerte. La escuela francesa, pág. 332.
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54
Ante la efectividad de las guerrillas comandadas por Tito, Hitler ordenó en
1944 que asesinaran de 20 a 100 yugoeslavos por cada soldado alemán muerto. La
medida no amedrentó a los partisanos y, por el contrario, aumentó el número de
acciones contra los alemanes. También favoreció el reclutamiento de guerrilleros,
incluso de croatas y cerca de 4.000 soldados italianos que se pasaron de bando.
Montes de Oca, Ignacio; Ustashas. El ejército nazi de Perón y el Vaticano, págs. 52 y 55.
55
Trinquier, Roger; op. cit., pág. 22.
56
El término estrategia “deriva indirectamente del término griego strategos
(general), que no tiene la connotación actual, ya que el equivalente griego de nues-
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La guerra de Argelia
61
Marini, Alberto; Estrategia sin tiempo. La guerra subversiva y revolucionaria,
pág. 174. Courmont, Barthélémy; La guerra: una introducción, pág. 103.
62
Visacro, Alessandro; op. cit., págs. 135/6.
63
Pinto Cebrian, Fernando; Los conflictos bélicos y el fenómeno urbano. El factor
militar, pág. 180.
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64
Fanon, Frantz; Los condenados de la tierra, pág. 86.
65
El libro de Frantz Fanon fue prologado por Jean-Paul Sartre, entonces el más
importante filósofo galo.
66
“El terrorismo […] es un arma de guerra que no puede ser por más tiempo
ignorada, y mucho menos menospreciada”. Trinquier, Roger; op. cit., pág. 32.
67
“Ningún abogado está presente cuando se efectúa este interrogatorio. Si el pri-
sionero ofrece rápidamente la información que se le pide, el examen termina ense-
guida. Pero si esta información no se produce de inmediato, sus adversarios se ven
forzados a obtenerla empleando cualquier medio”. Trinquier, Roger; op. cit., pág. 37.
68
François, Philippe; “Contrainsurgencia en Argelia: un punto de vista francés”,
pág. 71.
guerra:Maquetación 1 26/02/15 13:11 Página 170
69
“La urgencia de la situación inclinó a las fuerzas armadas, bajo el mando de
Massu, a asumir tareas de imposición de la ley […] provocando que la opinión
pública se volcara contra los franceses”. François, Philippe; op. cit., pág. 67.
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En América Latina
70
Véase de Bonavena, P. y Nievas, F.; “La contrainsurgencia de hoy”.
71
4414 casos, según la Comisión de la Verdad y la Reconciliación, tomo 6, pág. 74.
72
En Argentina los primeros datos sobre estas políticas fueron difundidos a tra-
vés de ANCLA (Agencia de Noticias Clandestina), de manera artesanal, por el
periodista Rodolfo Walsh. Un país cuya consideración en general se soslaya desde
esta problemática es Haití. Según la Federación Latinoamericana de Asociaciones de
Familiares de Detenidos-Desaparecidos en Haití, con la instalación de la dictadura
de Duvalier se registraron cerca de 12.000 casos. Citado por Sohr, Raúl; El mundo
y sus guerras, pág. 121
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73
Véase de Lanusse, Agustín; Protagonista y testigo. Reflexiones sobre 70 años de
nuestra historia, en especial el Capítulo IX, Punto “Guerra interna, guerra sucia”.
74
Véase de Izaguirre, Inés (1995); “Pensar la guerra. Obstáculos para la reflexión
sobre los enfrentamientos en la Argentina de los ´70”; en Antognazzi, Irma y Ferrer
Rosa (comps.); Del Rosariazo a la democracia del ’83, pág. 125. También véase de
Ulloa, Fernando; “La ética del analista ante lo siniestro”.
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La post-Guerra Fría
75
En los años de “caza de brujas” en Norteamérica –práctica conocida como
“macartismo” por su impulsor, Joseph McCarthy, que tuvo gran auge en el periodo
inicial de la Guerra Fría, (1945-1954)–, la industria cinematográfica de Hollywood
puso en marcha la producción de una serie de películas de corte anticomunistas, que
la colocaron como una vanguardia de la lucha contra el “enemigo rojo”. La primera
de ellas fue Telón de acero (William Wellman). Vidal Pelaz López, José; “Cae el telón.
El cine norteamericano en los inicios de la guerra fría (1945-1954)”, pág. 125.
76
Luzzani, Telma; Territorios vigilados, pág. 155.
77
Nievas, Flabián y Bonavena, Pablo; “El lento ocaso de la ciudadanía”, pág. 233.
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78
La creación de esta empresa es una referencia para explicar lo que aquí presen-
tamos como el “tercer fenómeno”. Su génesis fue la contrapartida del fin de la
Guerra Fría y el apartheid, que implicó una drástica reducción del personal militar
en Sudáfrica. Este personal fue la base asalariada del flamante emprendimiento béli-
co privado. Pérez Traiana, Jesús Manuel; “Executive Outcomes: una compañía mili-
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86
Esta necesidad fue, literalmente, lo que condujo al autor a escribir el libro a
partir de un artículo suyo aparecido en la revista Foreign Affairs en el verano boreal
de 1993 (“The clash of civilizations?”), cuya repercusión fue tan grande que alentó
al mismo a darle una forma más acabada.
87
Sohr, R.; El mundo y sus guerras, pág. 105.
88
El libro fue publicado en 1996.
89
Escudé, Carlos; Mercenarios del fin del milenio.
90
Azzelini, Darío; El negocio de la guerra y Uesseler, Rolf; La guerra como negocio.
guerra:Maquetación 1 26/02/15 13:11 Página 178
91
Singer, Peter; “La privatización de la guerra”.
92
Maquiavelo, Nicolás; Del arte de la guerra.
93
Economía y sociedad, pág. 1056.
94
El índice anual de “Estados frágiles” lo elabora el Fondo para la Paz y la Polí-
tica Exterior, con sede en Washington (http://ffp.statesindex.org/).
guerra:Maquetación 1 26/02/15 13:11 Página 179
95
de Cueto Nogueras, Carlos (2008); “Los actores no estatales del paradigma
emergente de la gobernanza de la seguridad en la posguerra fría”; en de Cueto
Nogueras, C.; Los desafíos de las fuerzas armadas en el siglo XXI, pág. 8.
guerra:Maquetación 1 26/02/15 13:11 Página 180
96
Bonavena, Pablo; “El espacio y el tiempo en las nuevas formas de la guerra y
breves consideraciones de su proyección sobre América Latina”; en Antognazzi, Irma
y Redondo, Nilda (comps.); Libro de las VIII Jornadas Nacionales y V Latinoameri-
canas del Grupo de Trabajo Hacer la Historia.
97
Lo cual constituye una incoherencia. Gassino, Francisco y Riobó, Luis; “Ante-
cedentes próximos”, Sección II, en AA.VV.; La primera guerra del siglo XXI. Irak
2003, Tomo I, pág. 149.
98
Rodríguez, Esteban; “Estado del miedo. El terrorismo como nuevo rudimen-
to legitimador del Estado de Malestar”; el AA.VV.; Políticas de terror. Las formas del
terrorismo de Estado en la globalización, pág. 84.
99
Estados Unidos impuso a las llamadas democracias occidentales, pero también
a gobiernos de otros lugares del mundo, la sanción de paquetes jurídicos que acom-
pañen su esfuerzo para controlar el terrorismo. Véase un estudio comparado de las
leyes anti-terroristas en Álvarez Conde, Enrique y González, Hortensia; “Legislación
guerra:Maquetación 1 26/02/15 13:11 Página 181
102
Un antecedente, aunque no el único, y relativamente tosco respecto de las for-
mas actuales, fueron las disposiciones de las dictaduras latinoamericanas, cuya
acción represiva interna fue puesta en la órbita de las Fuerzas Armadas de cada país,
con lo que asumieron de hecho actividades policíacas. Resulta sugestiva la tesis de
León Rozitchner (De la guerra “sucia” a la guerra limpia) y de Prudencio García (El
drama de la autonomía militar) acerca de la incapacitación que produjo esta activi-
dad de las Fuerzas Armadas argentinas para desenvolverse en un conflicto conven-
cional, como lo fue el de Malvinas. Ambos autores coinciden en la misma tesis desde
puntos de análisis distintos.
103
La adopción de métodos terroristas no es, en modo alguno, una actitud irra-
cional, sino producto de un análisis de correlación de fuerzas y de oportunidades.
Cf. Crenshaw, Martha; “La lógica del terrorismo: el comportamiento terrorista
como producto de una opción estratégica”, en Howard, Russell y Sawyer, Reid
(comps.); Terrorismo y contraterrorismo. Comprendiendo el nuevo contexto de la segu-
ridad.
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104
Una de las pocas fuerzas insurgentes que sí cumple con éste y otros requisi-
tos –tales como tener una cadena de mandos identificable, portar armas a la vista,
etc.– propios de los ejércitos regulares amparados por los Convenios de Ginebra, son
las FARC-EP colombianas.
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105
En Argentina, aunque formalmente abolidos en 1813, muchos tormentos
como el cepo y la estaca se siguieron usando durante el siglo XIX. El Estado los reto-
ma de manera sistemática a partir del inicio de la década del ’30.
106
Para tener una dimensión del fenómeno nos detenemos en una ejemplifica-
ción. Según un detallado análisis sobre la represión en Uruguay en la década de los
años setenta, se puede calcular en 296,2 por 100.000 habitantes la tasa de morbili-
dad anual por tortura. Este dato ilustra sobre la magnitud de esta política para el
control social. Yarzábal, Luis; “La tortura como enfermedad endémica en América
Latina: sus características en Uruguay”, pág. 86.
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107
“El estado de necesidad designa la situación de una persona que comete una
infracción para escapar a un peligro real o inminente que esté amenazándola a ella
misma o al prójimo, e incluso que realice un bien (art. 122-7 del código penal fran-
cés)”.
108
Teretschenko, Michel; Sobre el buen uso de la tortura. O cómo las democracias
justifican lo injustificable, págs. 77/8.
109
Verri, Pietro; Observaciones sobre la tortura. Buenos Aires, Depalma, 1977.
guerra:Maquetación 1 26/02/15 13:11 Página 187
puestas que creen que el interrogador quiere oír. En ese caso, se trata
ya de información que no es fiable ni precisa»”.110 Finalmente, el ter-
cer plano de la falacia es postular la excepcionalidad de la práctica;
cuando se instaura la misma, se ejerce de manera sistemática y gene-
ralizada, nunca es una situación esporádica ni podría serlo, ya que
quienes aplican tormentos son especialistas en ello, no es algo que
cualquier persona pueda realizar, se requiere una larga preparación.111
Esta falacia oculta algo de mayor trascendencia: con la institución
de la aplicación de tormentos se derrumba el sistema jurídico penal
moderno, uno de cuyos mentores fuera el amigo de Pietro Verri,
Cesare Beccaria, autor del clásico De los delitos y las penas. En dicho
tratado Beccaria aboga principalmente, por tres principios: acusacio-
nes públicas, eficacia de las penas –lo cual implica la proporcionalidad
de las mismas con la falta cometida–,112 y abolición de la pena de
muerte, a la que deja por fuera de lo jurídico por no tener fines correc-
tivos, resocializadores, ya que la misma no es un derecho, “sino una
guerra de la nación contra un ciudadano”.113 También sucumbe todo
el derecho del prisionero otorgado por las convenciones.
110
Scahill, Jeremy; Guerras sucias. El mundo es un campo de batalla, págs. 136/7.
El coronel estadounidense Carl Bernard, en una entrevista en la que se le pregunta
sobre el uso de la tortura, responde: “Comprendo el razonamiento militar y la difi-
cultad que plantea el terrorismo, pero en el largo plazo es un mal cálculo no sólo
desde el punto de vista moral, sino también técnico. […] La arrogancia es el mayor
obstáculo para una lucha eficaz contra el terrorismo y el peligro más grande de la
guerra antisubversiva es ser impaciente y querer obtener efectos a corto plazo”.
Robin, Marie-Monique; Escuadrones de la muerte. La escuela francesa, pág. 332/3.
111
Cf. Samimian-Darash, Limor; “Rebuilding the body through violence and
control”. La autora indaga la preparación de los soldados para la lucha antiterroris-
ta, que es una situación bastante próxima a la de los torturadores.
112
“El fin […] no es otro que impedir al reo hacer nuevos daños a sus conciu-
dadanos, y apartar a los demás de cometer otros iguales. Deben, por tanto, ser ele-
gidas aquellas penas y aquel método de infligirlas que, guardada la proporción, pro-
duzcan la impresión más eficaz y más duradera sobre los ánimos de los hombres, y
la menos atormentadora sobre el cuerpo del reo”. Beccaria, Cesare; De los delitos y
las penas, pág. 69.
113
Ibid., pág. 71.
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La inteligencia generalizada
114
Hoffman, Bruce; “Un trabajo repugnante”; en Howard, Russel y Sawyer,
Reid; Terrorismo y contraterrorismo. Comprendiendo el nuevo contexto de la seguridad,
pág. 331.
115
Documento oficial de la Special Opertions Research Office de la American
University, citado por Galtung, Johan; “Después del proyecto Camelot”, pág. 115.
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116
Una síntesis de su historia puede verse en “La Fundación Ford, fachada filan-
trópica de la CIA”, [en línea] en http://www.voltairenet.org/article123675.html;
también en Petras, James; “La Fundación Ford y la CIA: un caso documentado de
colaboración filantrópica con la policía secreta”, [en línea] en http://www.mov-con-
dor.com.ar/documentos/fund-ford-cia.htm
117
“Cuando se reveló a finales de 1960 de que algunas ONG de países de América
[Latina] recibían financiación encubierta de la CIA para librar la batalla de las ideas
en los foros internacionales, la administración Johnson llegó a la conclusión de que
dicho financiamiento debía cesar, recomendando el establecimiento de «un mecanis-
mo público-privado» para financiar abiertamente actividades en el extranjero.” Lowe,
David; “De idea a realidad”, [en línea] en http://www.ned.org/about/history
guerra:Maquetación 1 26/02/15 13:11 Página 190
118
Calvo Espina, Hernando; “Más discreta y tan eficaz como la CIA”.
119
http://www.ned.org/about/history
120
El uso del plural se debe a que, aunque aquí estamos presentando el caso de
la CIA, esta es una práctica relativamente extendida entre las principales agencias de
inteligencia del mundo. El príncipe Bernardo, de Holanda, el primer presidente de
la World Wildlife Foundation (Fundación para la vida silvestre del mundo), “fue
nazi, miembro de las SS motorizadas y luego agente de la IG Farben alemana en
París, empresa que recaudaba información para las SS”. Orduna, Jorge; Ecofacismo,
pág. 49.
121
En Argentina algunas ONGs que recibieron financiamiento de la NED fue-
ron Poder Ciudadano, el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS, que también
recibe apoyo económico de la Fundación Ford, tal como consta en su página web:
http://www.cels.org.ar/cels/?info=detalleTpl&ids=9&lang=es&ss=60), el Foro de
Periodismo Argentino (FOPEA) y el Centro para la Empresa Privada Internacio-
nal (datos publicados en http://www.ned.org/where-we-work/latin-america-and-
caribbean/argentina).
guerra:Maquetación 1 26/02/15 13:11 Página 191
122
Una buena descripción de estos mecanismos de “desinterés” los describe
Bourdieu en “Cultura y política”, en Bourdieu, Pierre; Sociología y cultura, págs.
251/64.
123
Cf. Deleuze, Gilles y Guattari, Felix; El antiedipo. Capitalismo y esquizofrenia,
cap. 1.
124
Una anécdota lo ilustra: poco antes de caer el régimen de Khadafi en la ciu-
dad rebelde de Bengazi pululaban los agentes de todas las potencias intervinientes
en el conflicto. Un personaje con estas características había logrado reunirse con
todos los comandantes rebeldes, algo muy difícil para cualquiera. Resultó ser un
representante de dos empresas telefónicas. Cf. Cantelmi, Marcelo; Una primavera en
el desierto. Crónicas de un periodista argentino en el norte de África, págs. 343/4.
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Las PSYOP
125
En realidad, ya en la Primera Guerra Mundial se habían arrojado panfletos
desde aviones y dirigibles, pero es a partir de la segunda cuando se sistematiza y se
crea un área especializada.
126
Dada la temida posibilidad de una guerra nuclear, había una doctrina de res-
tricción autoimpuesta (que fue lo que impidió a McArthur utilizar armas nucleares
en la guerra de Corea; cf. Cumings, Bruce; “El delirio atómico de MacArthur y
LeMay”). El concepto de “guerra limitada” se refería a tres parámetros: geográfico
(delimitación del teatro de guerra), armamentístico (utilizar los menores medios
posibles, y siempre convencionales) y político, que “era una restricción en los fines
perseguidos en la guerra” (Hasenbalg, Rodolfo; “Guerra limitada y escalada”, en
Gamba, Virginia y Ricci, María; Ensayos de estrategia, pág. 77), lo que significaba
que el enemigo debía presentarse como indeseable, pero no tanto como para que no
permitiera luego presentar un acuerdo de paz con él.
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127
Esto es algo que temprana e intuitivamente comprendieron los militares fran-
ceses, aunque no en el contexto de una inteligencia profesional –que aún no existía
como tal–, al incorporar el conocimiento antropológico en su cultura operacional
para sus campañas coloniales, para lo cual recurrieron a los antropólogos. Cf. Boré,
Henri; “Opérations complexes en Afrique. Formation à la culture opérationnelle
dans l’Armée française”, (trad. Mariana Maañón).
128
Cf. McFate, Montgomery; “Antropología y contrainsurgencia: la extraña his-
toria de su curiosa relación”.
129
Cf. Miracle, Tammy; “El Ejército y los medios de comunicación asimilados”.
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130
Cf. Pérez Betancourt, Rolando; “La farsa del rescate de la mujer soldado en
Irak: Jessica y el cine”.
131
“Estados Unidos establece claramente la distinción entre un programa infor-
mativo internacional a nivel estratégico y las operaciones psicológicas a nivel táctico
o de campo de batalla. La información internacional es parte de la diplomacia públi-
ca y por lo general, es una función de grupos de trabajo intergubernamentales. Estos
grupos intergubernamentales se reúnen periódicamente para clarificar las políticas
pertinentes a la información a la luz de los acontecimientos sociopolíticos del
momento”. Goldstein, Frank; “Las operaciones psicológicas. La guerra del Golfo
Pérsico”.
132
Con su intelecto básico, el presidente George Bush (h) no dudaba en califi-
car sus iniciativas político-militares como la “guerra del bien contra el mal”.
133
Entre los esfuerzos que se realizan en este tipo de guerras, se recomienda “que
se decida no negociar con los terroristas bajo ningún punto de vista”. Zuckerberg,
Hugo (Director General del Instituto Superior de Seguridad Israelí); “Contraterro-
rismo psicológico”.
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CAPÍTULO V
La configuración contramoderna
1
Moreso, Josep Joan, “Poder y derecho”; en García, Caterina y Rodrigo, Angel
(eds.); La seguridad comprometida. Nuevos desafíos, amenazas y conflictos armados,
pág. 161.
2
Recordemos la citada interpelación del general Agustín Lanusse a la Junta Mili-
tar en la Argentina. En el libro citado de este ex dictador, justamente, se esgrime otra
alternativa.
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3
Scahill, Jeremy; Guerras sucias, pág. 204.
4
EE.UU. para poder clasificar como “ilegales” a los combatientes talibanes, que
participaban de un gobierno legítimo, es decir, que eran combatientes estatales,
argumentó que no había reconocido al gobierno talibán como tal, omitiendo que los
talibanes se formaron y derrocaron al anterior gobierno afgano con la indisimulada
asistencia de la CIA.
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5
Entre otros, han colaborado con esta red clandestina Tailandia, Polonia, Ruma-
nia, Mauritania, Lituania, Gran Bretaña (con instalaciones secretas en la isla Diego
García, ubicada en el océano Índico). La Open Society Justice Initiative (OSJI) ela-
boró un informe en 2004 señalando que al menos 54 países colaboraron con Estados
Unidos en secuestros, torturas y detenciones de la CIA tras los ataques de 2001.
6
Cf. McSherry, J. Patrice; Los Estados depredadores: la Operación Cóndor y la gue-
rra encubierta en América Latina. Martorell, Francisco; Operación Cóndor. El vuelo
de la muerte. Calloni, Stella; Operación Cóndor: los años del lobo.
7
Rezses, Eduardo; “El derecho penal del enemigo. Un nuevo intento de expan-
sión del poder punitivo”; en AA.VV.; Políticas de terror. Las formas del terrorismo de
Estado en la globalización, pág. 103. Uno de los expertos que cita Rezses es el profe-
sor español Silva Sánchez, Jesús M; La expansión del derecho penal. Aspectos de la polí-
tica criminal en las sociedades postindustriales.
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8
Rezses, E.; “El derecho penal del enemigo. Un nuevo intento de expansión del
poder punitivo”, pág. 106.
9
Cancio Meliá, Manuel; “¿«Derecho penal» del enemigo?”, en Jackobs, Günther
y Cancio Meliá, Manuel; Derecho penal del enemigo, págs. 90/1. Véase la exposición
de Filippini, Leonardo en las Jornadas “Los reclamos por la seguridad, control social
y guerra”.
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10
Ante la magnitud de los hechos, la presidenta argentina Cristina Fernández de
Kirchner, en un acto en la Casa Rosada, debió hacer alusión de forma indirecta al
tema ante la proliferación de los varios episodios de linchamiento. Diario El Día de
La Plata y Clarín del 31/03/2014.
11
Rezses, Eduardo; “El derecho penal del enemigo. Un nuevo intento de expan-
sión del poder punitivo”, en AA.VV.; Políticas de terror. Las formas del terrorismo de
Estado en la globalización, págs. 99/100.
12
Sobre el papel del miedo en la configuración de lo social, cf. Bonavena, Pablo
y Nievas, Flabián; “El miedo sempiterno”; en Nievas, Flabián (comp.); Arquitectura
política del miedo.
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por los medios de difusión masiva, que los potencian en cada noticie-
ro y en programas especiales donde se aborda la temática, mezclando
víctimas con especialistas en desordenados diálogos.13 Wacquant plas-
ma esta tendencia invocando a un programa de la televisión francesa
que muestra casos de inseguridad y violencia ciudadana con el inquie-
tante título de Esto puede pasarle a usted.14 Pero los medios de difusión
masiva sólo potencian aquello que existe en ciernes, operan sobre una
base real que existe más allá de su acción. Y esto es sociológicamente
significativo: se han ido generando las condiciones para un incremen-
to del control de la población no sólo sin resistencia por parte de la
misma, sino con aceptación y hasta demanda de tal vigilancia.
El derrame
13
Esto suele dar lugar a teorías conspirativas, que atribuyen intencionalidad y un
poder cuasi omnímodo a los medios, cuando éstos sólo pueden operar sobre expec-
tativas efectivas de la población. Cf. Nievas, Flabián; “Los medios de la política y la
política de los medios”, en Salazar, Melissa (comp.); Los medios y la política: relación
aviesa.
14
Wacquant, Loïs; Castigar a los pobres. El gobierno neoliberal de la inseguridad
social, pág. 349.
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15
Cf. Nievas, Flabián; “El trasfondo de la seguridad pública”, en Debate públi-
co. Reflexión de Trabajo Social, N° 7, junio de 2014.
16
Leyes 25.882, 25.891, 25.892 y 25.893, impulsadas por Juan Carlos Blum-
berg, más la modificación del artículo 55 del Código Penal, elevando el tope de pri-
sión a 50 años.
17
Leyes 26.023 (2005, Convención Interamericana Contra el Terrorismo),
26.024 (2005, Convenio Internacional para la Represión de la Financiación del
Terrorismo), 26.268 (2007, Encubrimiento y Lavado de Activos) y 26.734 (2011,
modificación del Código Penal).
18
Diario Clarín del 17/11/2014.
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19
Nos referimos a la investigación acerca de cómo fue imponiéndose frente a
otras configuraciones jurídico-políticas como la ciudad-Estado, los Imperios y otras
formas menos extendidas La contradicción inherente a una forma fija, como el
Estado, con una volátil, como la nación, están en la base de su inestabilidad relati-
va. Por ello hay regiones del mundo en las que nunca se lograron formas estables.
(cf. Tilly, Charles; Coerción, capital y los Estados europeos. 990-1990).
20
Münkler, Herfried; Viejas y nuevas guerras. Asimetría y privatización de la vio-
lencia, págs. 50/4. Estas afirmaciones, por cierto, requieren de algunos matices; no
toda la población de un Estado goza de idénticos derechos, “[h]ay algunas exclusio-
guerra:Maquetación 1 26/02/15 13:11 Página 205
nes ampliamente aceptadas: los niños, los dementes, los criminales, los visitantes
extranjeros […]. Pero luego se agregan a esa lista otras categorías de excepciones –los
migrantes, los que no poseen ninguna propiedad, los pobres, los ignorantes, las
mujeres–”, con lo que los derechos nunca fueron homogéneos. Wallerstein, Imma-
nuel; “Liberalismo y democracia”, en Conocer el mundo. Saber el mundo. El fin de lo
aprendido, pág. 105.
21
Este poderoso dispositivo ideológico operaba en un doble registro: por una
parte, la conformación identitaria nacional asimila inmediatamente al connacional
como “amigo” y al extranjero como (potencial) enemigo; en paralelo, esto obturó o
dificultó la toma de consciencia de los sectores explotados, mitigando la lucha de
clases. Su debilitamiento de la identidad nacional, no obstante, no ha hecho resur-
gir la potencia de esta última, quizás ahora menos potente que en otras épocas, lo
que parecería una paradoja (o que el enunciado anterior es erróneo); sin embargo,
su pérdida de vigor ha sido concomitante con el acrecentamiento de otros factores
que tienen idéntico efecto.
22
La creciente indistinción se refleja, por ejemplo, en el Tratado de Lisboa, de la
Comunidad Europea, en el que ambas se conjugan en su sección segunda (“Política
común de seguridad y defensa”), recientemente revitalizada. La ambigüedad del títu-
lo refleja la ambigüedad del contenido, en que “común” refiere tanto al carácter
comunitario como a la relativa indistinción de las políticas de seguridad y defensa.
(cf. Barea Mestanza, Alfonso; “La política común de seguridad y defensa: perspecti-
vas de futuro”).
guerra:Maquetación 1 26/02/15 13:11 Página 206
23
El “policiamiento” de las Fuerzas Armadas lo expresa claramente el Gral. M.
Taylor, cuando afirma que “el entrenamiento para el control de tumultos es un
entrenamiento de combate”. (Taylor, Maxwell; Control de disturbios, pág. 42). Para
las formaciones militares en el control de multitudes, véase en particular el cap. 5 de
esta obra.
24
Lorenc Valcarce, Federico; Esteban, Khalil y Guevara, Tomás; “El nuevo pro-
letariado de la vigilancia: los agentes de seguridad privada en Argentina”, pág. 107.
25
Nievas, Flabián; “Topografías del miedo”, págs. 6/7.
guerra:Maquetación 1 26/02/15 13:11 Página 207
26
Lorenc Valcarce, Federico; Esteban, Khalil y Guevara, Tomás; op. cit.
27
También explicaría la alta concentración espacial, ya que en Buenos Aires exis-
ten 449 empresas registradas. Cf. http://www.buenosaires.gob.ar/areas/ seguridad_
privada/pdf/dt_22Ago2013.pdf, visitado el 22/8/13.
28
http://www.soyentrepreneur.com/inicia-tu-agencia-de-seguridad.html, visita-
do el 22/8/13.
29
Malamud, Marina; “Compañías Militares Privadas: las multinacionales de la
violencia y su relación con el Estado nación (1990-2010)”.
guerra:Maquetación 1 26/02/15 13:11 Página 208
30
Wallerstein, Immanuel; Impensar las ciencias sociales, pág. 255.
31
“NameTag, una aplicación que estuvo disponible para quienes probaron
Google Glass. Los usuarios miraban simplemente a un extraño y NameTag les
devolvía el nombre, la ocupación e información del perfil público en Facebook”.
guerra:Maquetación 1 26/02/15 13:11 Página 209
Un escenario posible
Singer, Natasha; “Nunca olvidar una cara”, en “The New York Times International
Weekly”, suplemento de Clarín, sábado 7 de junio de 2014.
32
Cf. Nievas, Flabián; “De la guerra «nítida» a la guerra «difusa»”, en Nievas,
Flabián (ed.); Aportes para una sociología de la guerra.
33
“El negocio global de la biométrica […] generó aproximadamente U$S 7.200
millones en 2012”. Singer, Natasha; op. cit. No es el único ejemplo. Los drones, que
comenzaron como un desarrollo militar, en menos de una década empezaron a ser
comercializados y hoy se pueden adquirir drones para uso personal en algunas cade-
nas de electrodomésticos en Argentina.
guerra:Maquetación 1 26/02/15 13:11 Página 210
34
El Municipio de Tigre cuenta con una flotilla de drones para “seguridad ciu-
dadana”, tal como lo presenta en su página web. Cf. http://www.tigre.gov.ar/drones/
guerra:Maquetación 1 26/02/15 13:11 Página 211
son más que eso, un bit (binary digit), y los bits necesitan un orden
para transformarse en grafos, los que por su partes son condición
indispensable para la información, pero constituirla como tal implica
intervención humana –aun cuando sea en forma delegada en un soft-
ware–. Este conjunto de información es filtrada por sistemas automa-
tizados –muchos de ellos dotados de “inteligencia artificial”, es decir,
la capacidad de “aprender”, de autocorregirse, de los propios siste-
mas–35 que actúan en función de los patrones de búsqueda que se
fijan. Desechado lo sobrante, el remanente pasa al análisis humano
directo (HUMINT). Los analistas descartarán otra parte de la informa-
ción, y sobre lo que resta se fijarán observaciones adicionales (segui-
mientos, filmaciones, inspección de los residuos domiciliarios, patro-
nes biométricos, reconstrucción de movimientos físicos, económicos,
escuchas, etc.). Este “refinamiento” no supone un ajuste para un mejor
reflejo de la realidad, sino la generación del sentido con que se inter-
preta dicha realidad, la forma de configurarla –lo que, en última ins-
tancia, es la construcción subjetiva de esa realidad–. Esta edificación
está afectada por factores contingentes,36 lo que en ocasiones lleva a
situaciones trágicas.37
35
Cf. Haugeland, John; La inteligencia artificial.
36
Estas afectaciones, que provocan cambios imprevistos, han sido parcialmente
formalizadas para los fenómenos naturales, abordando fenómenos “que están mar-
cados por inestabilidades, fluctuaciones, sinergia, emergencia, autoorganización, no-
linealidad, bucles de retroalimentación positiva antes que de retroalimentación
negativa, equilibrios dinámicos, rupturas de simetría, en fin, aquellos que se encuen-
tran al borde del caos” (Maldonado, Carlos; “Ciencias de la complejidad. Ciencias
de los cambios súbitos”, pág. 91), pero su traslación al ámbito social es problemáti-
co, ya que hay variables como la ideología que aún resultan sumamente imprecisas
para su tratamiento formal.
37
Podemos citar dos casos paradigmáticos, entre muchos otros que se pueden
mencionar. Uno es el de nuestro colega, el Dr. Miguel Ángel Beltrán, falsamente
acusado de ser “Camilo Cienfuegos”, quien fuera secuestrado en México y luego de
estar cuatro años en cárceles de máxima seguridad, fue declarado inocente de todos
los cargos, y luego condenado en segunda instancia; el otro es el del ciudadano esta-
dounidense Anwar al-Aulaqui, que fuera eliminado por un ataque de dron en Yemen
sin que mediara ninguna acusación formal. En ambos casos se los sindicó vagamen-
guerra:Maquetación 1 26/02/15 13:11 Página 212
como de mayor peligrosidad –que suele ser más simbólica que real–,
se los elimina, últimamente mediante la política de “asesinatos selecti-
vos”, o mediante reclusiones ilegales e indefinidas. Estos asesinatos
teledirigidos, realizados normalmente mediante drones, no implican
la inexistencia de “daños colaterales”, sino que se trata de acertar al
blanco elegido, con independencia de las consecuencias para terceros
que pudiera ocasionar la acción. Ahora bien ¿cómo se escogen los
blancos? Muchas veces por determinados parámetros que en modo
absoluto son definitivos,40 o bien por la coincidencia de pautas de con-
ducta o ideológicas con un patrón o perfil prefijado. Cuando la “peli-
grosidad” no amerita su eliminación, son capturados, y se los mantie-
ne confinados sin acusación por períodos prolongados, sometidos a
tormentos, y privados de cualquier derecho, muchas veces en prisio-
nes secretas y fuera de toda órbita judicial, precisamente para evitar
tener que rendir cuentas sobre dicho tratamiento. Esta situación afec-
ta, no obstante, a relativamente pocas personas –no más que unas
decenas de miles–.
Un nivel un poco por debajo del anterior lo constituyen los sindi-
cados como “narco-terroristas”, es decir, una zona intermedia entre
organizaciones criminales y terroristas. Así se califica, vagamente, a
grupos de resistentes afganos, Sendero Luminoso de Perú, las FARC
colombianas y otros agrupamientos político-militares que mantienen
su zona de influencia en zonas con plantaciones que nutren el narco-
tráfico.41 La peligrosidad es apenas inferior a los anteriores, pero
40
“La CIA decía que los «varones en edad militar» que participaban en alguna
gran concentración de personas en una región determinada o que tenían contactos
con presuntos terroristas o militantes podían ser considerados blancos legítimos de
los ataques con drones. Para atacarlos, pues, no se necesitaba una identificación posi-
tiva: bastaba con que reunieran únicamente algunas de las «señas» que la Agencia
había elaborado para identificar a presuntos terroristas”. Scahill, Jeremy; Guerras
sucias, pág. 336.
41
Son muchos los trabajos que sostienen la denuncia sobre algún tipo de vincu-
lación entre guerrillas y narcos, por eso las tipifican como “narcoguerrillas”. Rey,
Oscar B.; Colombia. Guerrilla y narcotráfico, pág. 102.
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42
Vale recordar que Weber sostenía que “Franz Oppenheimer ha opuesto con
razón al «medio económico» el «medio político». De hecho es conveniente separar
al último de la «economía». El «pragma» de la violencia se opone fuertemente al
espíritu de la economía (en el sentido corriente de la palabra). La apropiación inme-
diata y violenta de bienes y la compulsión real e inmediata de una conducta ajena
por medio de la lucha no deben denominarse «gestión económica»”. Weber, Max;
Economía y sociedad, pág. 47. Esta oposición no es un mero artificio, sino que es
consustancial al ordenamiento político del capitalismo, aun cuando nunca haya sido
total, como lo demuestra la existencia de las guerras, las que también coadyuvan a
su desarrollo económico, pero no a sus formas políticas.
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43
Esta relación quedó evidenciada en la Argentina con el escándalo sobre el pre-
sunto contrabando de seis mil quinientas toneladas de armas del gobierno justicia-
lista de Carlos Menem a Croacia, en momentos en que se desarrollaba el conflicto
armado con Serbia. Montes de Oca, Ignacio; Ustashas. El ejército nazi de Perón y el
Vaticano, pág. 17.
44
En esto nos remitimos a los diversos trabajos de M. Foucault, sobre cómo se
fue separando al delincuente de los sectores populares, y enfrentándolo a éstos, cuan-
do originariamente eran figuras sociales populares en muchos casos.
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La fractura moral
45
García, Rolando; El conocimiento en construcción, pág. 51.
46
Trinquier, Roger; op. cit., pág. 36.
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47
Como reconoce Martha Crenshaw, “[l]a amplia gama de actividades terroris-
tas no puede ser desestimada como «irracional» y consecuentemente patológica, irra-
zonable o inexplicable. El recurrir al terrorismo no precisa ser una aberración. Puede
ser una respuesta razonable y calculada a las circunstancias imperantes”. “La lógica
del terrorismo: el comportamiento terrorista como producto de una opción estraté-
gica”, en Howard, Russell y Sawyer, Reid (comps.); Terrorismo y contraterrorismo.
Comprendiendo el nuevo contexto de la seguridad, pág. 67.
48
Nos referimos a misiones suicidas, no misiones altamente peligrosas, es decir,
aquellas que implican la seguridad de la muerte. Entre los escasos ejemplos de com-
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recurso a este tipo de acciones –que siempre son una opción entre un
menú de posibilidades–49 pone de manifiesto, de manera obvia, la dis-
ponibilidad de combatientes dispuestos a asumirlas, lo que indica un
grado de compromiso superior, el grado más elevado, que es el de la
propia inmolación en pos del grupo. Esta conducta es la del héroe,
pero en este caso se trata de opciones individuales. Cuando una orga-
nización recurre a esta táctica denota una fuerza moral muy elevada en
todos sus niveles. En ese sentido encontramos una asimetría igual pero
opuesta a la de los medios con los que cuentan.
Estas dos asimetrías son fundamentales para entender el fenómeno
de cómo se han ido desarrollando condiciones contra-modernas. Las
fuerzas estatales, desprovistas de gran fuerza moral para operaciones
contrainsurgentes –lo que no se debe a ninguna falla intrínseca de sus
combatientes, sino a la falta de razonabilidad de las políticas por las
que combaten, que genera escaso compromiso más allá del profesio-
nalmente indispensable–, debido a que sus propios pueblos carecen de
lo que Losurdo define como “ideología de guerra”50 –y tampoco, en el
caso de los Estados centrales, se encuentran materialmente amenaza-
dos, con su territorio ocupado o atacado–, lo que se traduce en difi-
cultades para el reclutamiento y un muy bajo umbral de tolerancia a
las bajas propias y otros tipos de sacrificios. A falta de fuerza moral
(“patriotismo”) los Estados tienden a seducir, mediante incrementos
económicos y ventajas adicionales, a los sectores menos favorecidos
batientes estatales que llevaron a cabo tales misiones podemos contar a los pilotos
japoneses kamikaze y los brigadistas iraníes (en la guerra contra Irak).
49
“[…] ninguna de las organizaciones implicadas está monógamamente casada
con las MS [misiones suicidas]. Las MS han sido sólo una parte minúscula del arsenal
desplegado por los ejércitos regulares o insurgentes que se han valido de ellas.”
Gambetta, Diego; “¿Se puede desentrañar el sentido de las misiones suicidas?”, en
Gambetta, Diego (comp.); El sentido de las misiones suicidas, pág. 352.
50
Con esta expresión dicho autor se refiere a la creencia en un destino manifies-
to por parte de la población de un país, que vincula a la guerra con el medio para
que tal destino se materialice. Cf. Losurdo, Doménico; La comunidad, la muerte,
Occidente. Heidegger y la “ideología de guerra”.
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51
Estados Unidos incrementó, en 2004/5, de U$S 6.000 a 15.000 el estipendio
para cubrir cargos en lugares en que el personal escasea, se dieron ventajas educati-
vas, y hasta se otorgó la “Green Card” a los reclutas inmigrantes y sus familias,
durante el apogeo de la guerra de Irak. En el caso de países periféricos, se suelen tole-
rar actos de corrupción de militares y policías, que es una forma de financiamiento
indirecto de las fuerzas, y de ventajas adicionales con las que se estimula el ingreso
a las mismas.
52
La más publicitada, aunque no la única, es la proliferación del uso de drones.
También se desarrollan robots para funciones que van desde desarmar una bomba
hasta llevar pertrechos.
53
“EE.UU. desarrolla el programa Land Warrior para los Rangers (provistos en
el año 2006), y una segunda versión, el Land Warrior Stryker Interoperability; Aus-
tralia, el LAND 125 Wundurra, que incluye estudios de nutrición e hidratación;
Canadá el Sistema integrado de Vestimenta y Equipo Protector; Francia el Sistema
del Futuro Infante; Holanda el Sistema del Soldado de Infantería del Real Ejército
Holandés; el Reino Unido el Futuro Soldado de Infantería (FIST); y España el
Programa Combatiente del Futuro”. Nievas, Flabián y Bonavena, Pablo; “El miedo
sempiterno”, en Nievas, Flabián (comp.); Arquitectura política del miedo, pág. 41.
Cf. “Soldado cibernético”, DEF Nº 2, Buenos Aires, octubre de 2005, págs. 48 ss.;
también “El combatiente del tercer milenio”, en Revista Española de Defensa Nº 203,
enero de 2005, págs. 50 ss. Al respecto se ha escrito mucho, bajo el nombre de “revo-
lución de los asuntos militares” (RMA). Cf. Ferro, Matías; “¿Qué entendemos por
Revolución en Asuntos Militares?”, Investigación Nº 03 del Centro Argentino de
Estudios Internacionales, s/d; Granda Coterillo, José y Martí Sempere, Carlos;
“¿Qué se entiende por Revolución de los Asuntos Militares?”, en Análisis Nº 57,
Madrid, mayo-junio de 2000.
54
Cf. Nievas, Flabián y Bonavena, Pablo; “La debilidad militar norteamericana”,
en Nievas, Flabián (ed.); Aportes para una sociología de la guerra. Sin embargo, las
ventajas militares son siempre temporales y circunstanciales. Cuando Estados
Unidos mantenía un embargo tecnológico a Pakistán, cayeron sobre ese país cuatro
misiles que habían sido dirigidos a Afganistán, uno de los cuales estaba intacto.
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“¿Qué cree usted que el funcionario paquistaní le dijo al Washington Post? Dijo, fue
un regalo de Alá. Pakistán deseaba tecnología estadounidense. Ahora tiene la tecno-
logía, y los científicos paquistaníes están examinando este misil muy cuidadosamen-
te. Cayó en las manos equivocadas. Busque soluciones políticas. Las soluciones mili-
tares provocan más problemas que los que resuelven”. Ahmad, Eqbal; “Terrorismo:
el de ellos y el nuestro”, en Howard, R. y Sawyer, R.; op. cit., pág. 62.
55
Según un cálculo basado en la tasa de densidad de energía libre que circula por
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II
un sistema, medida en ergios (energía) por tiempo (s-1) por masa (g-1), las sociedades
modernas son tres veces más complejas que el cerebro humano, 25 veces más com-
plejas que un organismo animal, 55 veces más compleja que una planta, unas 6.700
veces más complejas que un planeta, 250.000 veces más que una estrella, y 500.000
veces más que una galaxia. Christian, David; Mapas del tiempo, pág. 111.
56
Aunque no se pueda generalizar, es notable que en nuestro país haya reapare-
cido una forma punitiva medieval, que es la humillación pública, con la figura del
“escrache”.
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57
Schmitt, Carl; El nomos de la tierra. Parece evidente que estaba bastante per-
turbado por la posición en que había quedado Alemania tras los Tratados de
Versalles.
58
Bellamy, Alex; Guerras justas, págs. 192/4.
59
El fracaso de la moralización de la violencia se hace palpable en una magnífi-
ca obra como la de Bellamy, quien al tratar el tema del terrorismo sostiene: “No con-
denaríamos a un miembro de la resistencia francesa por hacer estallar un camión
lleno de explosivos en los cuarteles militares alemanes en 1942. Condenamos en ata-
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que llevado a cabo en el Líbano no por la naturaleza del ataque en sí mismo, sino
porque estuvo dirigido contra infantes de marina estadounidenses cuya presencia en
esa región creemos justificada”. (Guerras justas, pág. 218). El gran vacío en su argu-
mento es ¿por qué esa presencia está “justificada”? Alguien tan minucioso en sus
argumentos como Bellamy, calla sobre ello.
60
Schmitt, Carl; El nomos de la tierra, págs. 133 ss.
61
Münkler, Herfried; Viejas y nuevas guerras, pág. 81.
62
Schmitt, Carl; El nomos de la tierra, pág. 135.
63
Keegan, John; Historia de la guerra, pág. 510.
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La “preempción”
64
De manera bastante significativa, George Bush (h) declaró que “la guerra con-
tra el terrorismo no se ganará a la defensiva. Debemos llevar la batalla al enemigo,
desbaratar sus planes y enfrentar las peores amenazas antes de que surjan”. Discurso
pronunciado en la ceremonia de graduación en West Point el 1 de junio de 2002.
65
En contra de esto se suele argüir que las llamadas “bombas inteligentes” tie-
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nen un elevado grado de precisión en los blancos seleccionados. Reese recuerda que
“en Afganistán, un caza-bombardero F-16 y un bombardero B-2 Stealth emplearon
unas bombas de 500 libras, varias otras municiones de dispersión, y otras 16 bom-
bas de 2.000 libras para atacar una camioneta Toyota con 15 supuestos combatien-
tes del Talibán. […] El camión fue dañado y murieron algunos combatientes, inclu-
yendo una mujer con su hijo”. (Reese, Timothy; “Potencia de fuego de precisión:
bombas inteligentes, estrategia ignorante”, págs. 70 y 75). Esto evidencia una limi-
tación infranqueable: la tecnología puede seleccionar la camioneta, pero no puede
determinar quiénes son sus ocupantes.
66
Las bombas de racimo son un conjunto de pequeñas bombas que se esparcen
por el área en que cae la unidad, afectando todo lo que está a su alcance; no hay dis-
criminación posible sobre los blancos reales a menos que se trate de unidades mili-
tares concentradas en espacios alejados de zonas de no combatientes, algo que clara-
mente no ocurre en los conflictos actuales. Por otra parte, si alguna bomba secun-
daria no detona, queda en estado latente y funciona como mina antipersonal (tam-
bién prohibida). Las bombas o municiones de uranio empobrecido se usan para tras-
pasar blindajes, pero el efecto radiactivo persiste por largo tiempo en la zona, afec-
tando a generaciones futuras. Las bombas de grafito se usan para hacer colapsar las
redes eléctricas, pero el grafito se esparce en el ambiente, y es altamente canceríge-
no. Estos tres tipos de armas han sido usados masivamente por Estados Unidos en
sus ataques aéreos.
67
A los efectos de despejar cualquier duda de que se sigue esta doctrina, en la
misma se establece que “[l]os blancos de la ofensiva aérea serán por lo tanto en gene-
ral superficies de cierta extensión, donde haya fábricas, casas, establecimientos, etc.,
y alguna población. Para destruir tales objetivos será necesario emplear en conve-
niente proporción los tres tipos de bombas: explosiva, incendiaria y venenosa”.
Doheut, Giulio; El dominio del aire, pág. 28.
68
Headrick, Daniel; El poder y el imperio, pág. 341.
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69
Diferenciamos lo anti-judicial, es decir, contrario o por fuera del derecho (tipi-
ficado como “delito”), de contra-judicial, atentatorio contra el derecho mismo. Lo
primero se opone pasivamente al derecho, lo elude; lo segundo lo hace de manera
activa, socavándolo.
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70
Anónimo; Selective Assassination as an Instrument of National Policy, págs.
12/3. (El autor, cuyo nombre no figura en la obra, es un capitán de la USAF).
71
Esa sería la fecha de la primera edición del pequeño libro Selective assassina-
tion as an instrument of national policy (del que hay una nueva edición de Paladin
Press, 2002).
72
Eso llevó al periodista Tim Winer a afirmar que “la CIA «ya no es ni intenta
ser una agencia de espionaje, ya es abiertamente una organización paramilitar que se
dedica al asesinato selectivo de enemigos»”. Cf. “La CIA se dedica al asesinato selec-
tivo”, en http://www.abc.es/20100308/internacional-internacional/dedica-asesina-
to-selectivo-20100308.html. Entre los muchos casos documentados, están especial-
mente detallados los distintos planes de asesinato de Fidel Castro por parte de la
Agencia. Cf. Winer, Tim; Legado de cenizas, págs. 284/301.
73
El caso más conocido es el del clérigo Anwar Awlaki, asesinado mediante un
misil en Yemen, pero días después se asesinó con el mismo método a su primogéni-
to, Abdulrahman Awlaki, un adolescente de 16 años. Cf. Scahill, Jeremy; Guerras
sucias, págs. 635/54.
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74
“[…] diferentes sociedades en diferentes momentos y lugares han diferido
grandemente sobre la forma precisa en la cual trazan la línea entre guerra y asesina-
to; sin embargo, la línea misma es absolutamente esencial. […] Donde la distinción
no es preservada la sociedad se desarticula y el diferenciar a la guerra como una
forma distinta a la mera violencia indiscriminada, se torna imposible”. Van Creveld,
Martin; La transformación de la guerra, pág. 130.
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75
Cuando este libro ya estaba en prensa se conoció el informe del Senado de
Estados Unidos sobre los métodos de interrogatorio utilizados por la CIA, en el que,
aunque se omite el término “tortura”, detalla pormenorizadamente las técnicas que
encuadran bajo dicha denominación, tales como privación del sueño –hasta más de
una semana sin dormir–, submarino húmedo –simulacro de ahogamiento–, golpi-
zas y bofetadas, amenazas psicológicas, y otras más sutiles pero que igualmente cons-
tituyen tormentos. El informe de 499 páginas fue desclasificado el 3 de diciembre
de 2014. Cf. Senate Select Committee on Intelligence; Committee Study of the Cen-
tral Intelligence Agency ‘s Detention and Interrogation Program.
76
Allí hay dos complejos, el campo Delta, con cuatro campamentos, y el campo
Iguana, para menores (había prisioneros de 12 a 14 años). El campo X-Ray, que fue
donde alojaron inicialmente a todos, fue desactivado tras las fuertes críticas interna-
cionales (cf. Reverter, Emma; Guantánamo. Prisioneros en el limbo de la ilegalidad
internacional). No se sabe con exactitud cuántos prisioneros hay, pero se estima que
un centenar y medio (BBC, 29/1/14). Los tormentos aplicados y las penosas condi-
ciones de detención fueron relatadas por algunos de los liberados (cf. Sassi, Nizar;
Guantánamo. Prisionero 325, Campo Delta). Pese al compromiso asumido por el
gobierno estadounidense de desactivarlo, el mismo sigue activo.
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Desde hace algún tiempo, que podríamos establecer a partir del fin
de la guerra fría, comenzaron a implementarse lo que se dieron en lla-
mar como “intervenciones humanitarias”. Esto cobró impulso cuando
el entonces secretario general de la ONU, Kofi Annan propuso una
reforma en la Carta de las Naciones Unidas, poniendo los derechos
humanos en la cúspide de la estructura. Si bien la reforma no prospe-
ró, la fisura en la primacía de la soberanía como parámetro de ordena-
miento ya había ocurrido.
Esto generó una nueva forma de intervencionismo, que permite
superar, malamente disimulado, las inhibiciones que impuso la desacre-
ditación del colonialismo ocurrida tras la Segunda Guerra Mundial.
El intervencionismo, esto es, la tutela impuesta por los Estados
poderosos a los débiles de manera abierta, no es una práctica novedo-
sa. Lo flamante es la forma de justificación. El poner los derechos
humanos por sobre la soberanía tiene varias implicancias; por un lado,
corroe uno de los supuestos del sistema interestatal post-westfaliano,
que reconoce igualdad de cada Estado basada en la soberanía. Por otra
parte, proyecta los derechos humanos como un valor universal, lo que
tampoco tiene correlato con la realidad, pues los mismos no son acep-
tados por todos como prioritarios.77 Además de esto, la cuestión de los
derechos humanos es sumamente lábil, de dificultosa medición. El
etnocentrismo nos los hace suponer como autoevidentes, pero en
77
“Las diferencias acerca de los derechos humanos entre Occidente y otras civi-
lizaciones, así como la limitada capacidad de Occidente para alcanzar sus objetivos,
se pusieron claramente de manifiesto en la Conferencia Mundial sobre Derechos
Humanos de la ONU, celebrada en Viena en junio de 1993. Por un lado estaban
los países europeos y norteamericanos; por otro lado había un bloque de unos cin-
cuenta países no occidentales […] Entre las cuestiones sobre las que los países se
dividieron siguiendo criterios de civilización estaban: la universalidad y el relativis-
mo culturales con respecto a los derechos humanos; la relativa prioridad de los dere-
chos económicos y sociales (incluido el derecho al desarrollo) frente a los derechos
políticos y civiles; la condicionalidad política respecto de la asistencia económica
[…]”. Huntington, Samuel; El choque de civilizaciones, pág. 125.
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absoluto es así. Por ejemplo ¿una lapidación es más o menos cruel que
una electrocución? ¿Matar población civil a machetazos es genocidio,
pero hacerlo con un arma nuclear no? ¿Por qué razones sería más con-
denable una “limpieza étnica” que una “limpieza social”? Y, finalmen-
te, ¿quién tiene la potestad de decidir acerca del umbral que requeri-
ría una intervención?
Bellamy considera los tres niveles de decisión propuestos por la
Comisión Internacional sobre Intervención y Soberanía Estatal
(ICISS): 1. Gobierno huésped, 2. Autoridades nacionales en conjun-
to con agencias del exterior y, 3. Organismos internacionales; pero los
considera “muy restrictivo”, y propone “una situación hipotética en la
cual el gobierno británico hubiera estado comprometido a actuar para
detener la limpieza étnica en Kosovo, pero otras naciones de la […]
(OTAN) no lo estuvieran. El modelo secuencial le exigiría a Blair que
primero le pidiera permiso a Milosevic para intervenir; que presenta-
ra un proyecto de resolución al Consejo de Seguridad y, una vez recha-
zado, se presentara ante la Asamblea General; luego de no obtener la
mayoría de los dos tercios, que intentara infructuosamente persuadir
a todos los miembros de la Unión Europea y la OTAN de que actua-
ran; todo esto antes de actuar de manera unilateral. Es muy improba-
ble que en un caso así, Gran Bretaña decidiera intervenir luego de
sufrir tantos reveses políticos. Los costos de legitimidad tanto en lo
doméstico como en lo internacional, serían demasiado altos”.78 El
ejemplo imaginario no puede disimular lo falaz del razonamiento.
Dadas las premisas enunciadas, que indican la negativa a la injerencia,
y debido a que tal acumulación de negativas corroería la legitimidad
para actuar, se desprende que lo indicado sería manejarse de manera
unilateral desde el inicio, que es justamente lo que priva de carácter
humanitario a la intervención, dejándola como una mera intromisión
desnuda, para la cual no se necesitan razones, ya que se trata simple-
mente de una relación de fuerzas.
78
Bellamy, Ale; Guerras justas, pág. 319.
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III
La metáfora geológica
79
“[…] podemos considerar que nos encontramos en lo que los científicos de la
complejidad llaman una «bifurcación», durante la cual el sistema mundial estará en
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Documentos
Diarios
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La Nación
El Día (La Plata)
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Índice
Prefacio ......................................................................................... 05
Capítulo I
Por qué estudiar la guerra .............................................................. 09
Capítulo II
La guerra premoderna ................................................................... 41
Capítulo III
La guerra moderna ...................................................................... 101
Capítulo IV
La guerra en la actualidad ............................................................ 147
Capítulo V
La configuración contramoderna ................................................. 197