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LA GRAN CONTRARREVOLUCIÓN

FRENTE A LA GRAN REVOLUCIÓN


Dalmacio Negro Pavón
Ciclo de Conferencias Europa: raíces, identidad y misión
Foro San Benito de Europa
Hospedería de la Abadía de la Santa Cruz del Valle de los Caídos
Conferencia pronunciada el 22 de febrero de 2015

1.- La cultura europea nació en los monasterios, cuyas reglas esenciales se deben a San
Benito. En contraste, se ha hecho costumbre, y esa costumbre se ha convertido en una
idea-creencia, atribuir a la Ilustración las reglas que rigen el proceso de descivilización
de Europa. Ahora bien, la Ilustración es uno de los grandes mitos contemporáneos. Por
lo pronto, no ha existido jamás semejante época, que ni siquiera es una particularidad
europea. Las ilustraciones son normales cuando se ha difundido, popularizado o
vulgarizado la cultura de una civilización y, con palabras de Carl Schmitt, la europea fue
«una vulgarización en gran estilo, de esclarecimiento y asimilación literaria de los
grandes acontecimientos del siglo XVII, humanización y racionalización». 1 Paul Hazard
ha descrito muy bien en su famoso libro La crisis de la conciencia europea, como se
divulgó, agotada la creación de sistemas filosóficos, la cultura del siglo XVII en la
primera mitad del XVIII. Nada justifica hablar de la Ilustración como una época
especial, ni preclara ni oscurantista ni revolucionaria; si acaso, en términos
estrictamente políticos, reaccionaria, en tanto que los philosophes era generalmente
partidarios del despotismo ilustrado. Algo así como su Intelligentzia. La gran cultura
renacentista culminó en esos grandes sistemas metafísicos del siglo XVII, en los que
constituyó un objeto central el problema del mal, que llevó a la necesidad de justificar la
existencia de Dios. Esto último tomó forma en la teodicea, literalmente nada menos que
“justificación de Dios”, tal como la presentó Leibniz en 1710 en sus Ensayos de
teodicea sobre la bondad de Dios, la libertad del hombre y el origen del mal.2

2.- La invención de esa época y su mitificación han sembrado el desconcierto en torno a


la interpretación histórica. En relación con lo que interesa ahora, fue decisivo el
tremendo terremoto de Lisboa en 1755, un acontecimiento que causó gran impresión
entre esos escritores. La metafísica había sustituido a la teología como el primero de los
saberes.3 La metafísica es una forma radical de pensar, pues va a las raíces y es un
pensamiento de totalidad; pues la verdad -que no es lo mismo que la certeza-, se
aprehende únicamente en relación con el todo. Pero los philosophes se caracterizan por
una forma de pensar que tendía a sustituir el pensamiento filosófico como pensamiento

1
“El proceso de la neutralización de la cultura”. Revista de Occidente. Febrero 1930. P. 204.
2
Sobre las relaciones entre la teodicea y la filosofía de la historia, O. Marquard, Las dificultades con la
filosofía de la historia. Ensayos. Valencia, Pre-textos 2007.
3
La actual Radical Orthodoxy de origen anglicano, surgida en la Universidad de Cambridge, se propone
restablecer la teología como el primero de los saberes apoyándose en Santo Tomás de Aquino. Sobre este
movimiento, al que se han adherido autores católicos y otros protestantes, D. Sureau, Una nueva teología
política (en torno a la “Radical Orthodoxy”). Granada, Nuevo Inicio 2010. Lo de teología política puede
ser equívoco. La teología política cristiana es de origen protestante. Lo procedente en la perspectivas
católica sería más bien una teología jurídica. El pensamiento propiamente político es muy pobre y escaso
en la Edad Media en la que predominaba la omnipotentia iuris. Hay que extraerlo del Derecho o de
panfletos y otras manifestaciones. Una historia de la teología política, C. Corral Salvador, Teología
política. Una perspectiva histórica y sistemática. Valencia, Tirant Humanidades 2011.
de totalidad, por un pensamiento unilateral y algunos de ellos por fijar su atención en el
problema del mal. En este sentido, fueron los primeros ideólogos debido a su
unilateralidad y a que hicieron de la sospecha el criterio de su pensamiento para explicar
las causas del mal en las sociedades humanas.
Lo que se llama Ilustración, suele ser el conjunto de este pensamiento, a decir
verdad, escasamente difundido en su momento. Alcanzó no obstante cierta intensidad a
partir de la década de 1780, cuando esos escritores franceses se interesaron por el
pensamiento de Hobbes, muy útil para justificar el despotismo.
Las ideas propiamente “ilustradas” que han influido posteriormente, tuvieron un
eco popular escaso o nulo en su momento. Se llama Ilustración a lo que atrajo más la
atención durante y tras la revolución, por el éxito de algunas de sus actitudes e ideas, a
veces contradictorias entre sí. La minoría de los philosophes a los que llamara Ortega
“intelectuales descarriados”, sin duda entre otras razones por su unilateralidad, se
dedicó a explicar las causas del mal en la sociedad. Uno de ellos fue el calvinista
Rousseau, para quien era mas importante el sentimiento que la razón.

3.- Siempre han existido y existirán minorías disidentes o críticas con el status quo y las
tradiciones, y es imposible decir cual hubiera sido el destino de ese pensamiento, de no
sobrevenir la revolución francesa en 1789. Me limitaré a reproducir un texto de Roger
Chartier: «La afirmación de la interpretación clásica de que la Ilustración produjo la
Revolución, ¿no invierte acaso el orden de las razones? ¿No habría que considerar más
bien que la Revolución inventó la Ilustración al querer arraigar su legitimidad en una
recopilación de textos y autores fundamentales, reconciliados más allá de sus
diferencias vivas y unidos en la preparación de la ruptura con el antiguo mundo?».4 La
revolución inventó esa época, de la que los contrarrevolucionarios románticos hicieron
un mito. El mito sigue vivo y, como decía hace tiempo Ernst Jünger en algún lugar,
mientras se combate con la Ilustración, se cuelan por la retaguardia las vanguardias del
nihilismo, que apareció en la revolución francesa. Es de notar, que Benedicto XVI
expresó siempre sus reservas sobre las descalificaciones indiscriminadas del
pensamiento moderno en general y de la Ilustración en particular.
Un expresivo párrafo de Pierre Manent puede ayudar a centrar el tema: «El
desenvolvimiento político de Europa es comprensible solamente, como la historia de las
respuestas a los problemas planteados por la Iglesia -una forma de asociación humana
de un género completamente nuevo, subraya Manent-, al plantear a su vez cada
respuesta institucional problemas inéditos, que reclaman la invención de nuevas
respuestas. La clave del desenvolvimiento europeo es, dice el escritor francés, el
problema teológico político».5

4.- En 1989, se conmemoró el segundo centenario de la revolución francesa y, quizá


también porque ese mismo año se desplomó el Imperio Soviético, una de sus secuelas,
la conclusión general fue que esa revolución estaba definitivamente muerta. Pero la
historia vuelve siempre y se estaba asentando simultáneamente la revolución culturalista

4
Cf. R. Chartier, Espacio público, crítica y desacralización en el siglo XVIII. Los orígenes culturales de
la Revolución francesa. Barcelona, Gedisa 1995. Intr. p. 17.
5
Histoire intellectuelle du liberalisme. París, Calmann-Lévy 1987. Avant-propos, pp. 19-20. «Decir de la
Iglesia misma que es un tipo de política, es ver a la Iglesia como una alternativa el poder del Estado». C.
Bernabé Ubieta (ed.), La Modernidad cuestionada. Universidad de Deusto 2010,. Este libro incluye el
texto del siempre sugerente teólogo norteamericano W. T. Cavanaugh, “La mitología de la modernidad:
un diagnóstico teológico”. 5, p 29. Cf. A. Müller-Armack, “Über die Macht des Glaubens in der
Geschichte”. En Religion und Wirtschaft. Geistsgeschichtliche Hintergründe unserer europäischen
Lebensform. 2ª ed. Stuttgart, Kohlhammer 1981.
de mayo de 1968 en el plano de las ideas-creencia colectivas, una revolución que
difundió el nihilismo, aunque tanto los culturalistas como sus adversarios siguen
hablando de la Ilustración. Ahora bien, sería más exacto decir que no fue esta última la
causa de la revolución y sus secuelas, sino la revolución la causa de la Ilustración.
El problema no es, pues, la Ilustración sino ese acontecimiento, conocido como
la Gran Revolución. Como dijo el teólogo luterano Hegel, uno de los impresionados por
el acontecimiento, fue y sigue siendo para muchos “la reconciliación del cielo y la
tierra”.
Otra consecuencia, en este caso del nihilismo de la llamada Gran Revolución es
que en Europa, “nadie quiere ya nada”. Recordando quizá esta melancólica constatación
de su amigo Jünger, citaba Carl Schmitt una máxima de la Stoa: ubi nihil vales, ibi nihil
velis. Si para los europeos entregados al carpe diem, nada vale nada, es lógico que su
totalidad, Europa, tampoco quiera nada ni valga nada. El origen del nihilismo, insisto,
no es la Ilustración: es la Gran Revolución, que, en el sentido estricto de esta palabra, es
otro de los mayores mitos contemporáneos. Pues, a la verdad, vista en el conjunto de la
historia universal, no fue una revolución sino una contrarrevolución.

5.- Para abordar rápidamente esta cuestión, apelaré al conocido filósofo italiano
Benedetto Croce. Una amiga, la poetisa Maria Curtopassi, le había regalado en 1942 un
ejemplar del Nuevo Testamento y Croce le confesó al agradecérselo: «...he proseguido y
casi terminado en estos días el Nuevo Testamento... Estoy profundamente convencido y
persuadido de que el pensamiento y la civilización moderna son cristianos, una
prosecución del impulso dado por Jesús y Pablo. He escrito al respecto una breve nota
de carácter histórico, que publicaré en cuanto disponga de tiempo. Lo que se disputa (in
contrasto) en esta terrible guerra mundial, ¿es una concepción todavía cristiana de la
vida y la [concepción] que podría sobrepasar (risalire) a la edad cristiana e incluso a la
pre-helénica y pre-oriental y regresar (riattaccare) a la violencia anterior a la
civilización, la violencia bárbara de la hordas?». El escrito se publicó el mismo año de
1942 con el título Perché non possiamo non dirci "cristiani" (Porqué no podemos no
decirnos “cristianos”).6 Croce era hostil al fascismo, y, el ministro de Educación
Nacional Giusseppe Bottai, viendo segundas intenciones, seguramente inexistentes pues
Croce no era precisamente un escritor sutil, replicó con un artículo titulado “Benedetto
Croce rincristianito per dispetto” (Benedicto Croce recristianizado por despecho).

6.- Croce era agnóstico y el escrito en modo alguno significaba una “recristianización” o
conversión del filósofo idealista, sino el reconocimiento de que la historia demostraba el
arraigo del mensaje religioso cristiano en las conciencias, con todas sus implicaciones
sobre la naturaleza de la cultura y la civilización, por lo menos las occidentales. El
pensador italiano, que nunca renunció al agnosticismo, afirmaba desde un punto de vista
estrictamente histórico-filosófico (igual que tantos ateos y agnósticos actuales que
coinciden aproximadamente con él en la defesa de la civilización europea): «Il
Cristianesimo è stato la più grande rivoluzione che l'umanità abbia mai compiuta... »
(«El cristianismo ha sido la revolución más grande que haya completado jamás la
humanidad...).7 Algo parecido dijo menos rotundamente Alfred Weber cuatro años nás
tarde en Abschied von der bisherigen Geschichte: las categóricas exigencias espirituales
cristianas, decía Weber, «irradian como las de ninguna otra religión sobre la existencia
humana, son conformadoras de la vida...e invocan a la vigilia las energías y actividades
que en el fondo del alma apetecen lo incondicionado y que son capaces de trasladar
6
Puede verse en Internet.
7
El texto completo del ensayo puede verse en Internet.
montañas». Añadía el hermano de Max Weber: «También los modernos ingenios que
trasladan montañas tienen su origen, en última instancia,... en las infinitas pretensiones
espirituales del cristianismo».8 «Europa es la Biblia y los griegos», decía el filósofo
francés Lévinas. El historiador Paul Johnson afirma que el cristianismo impregna la
historia de Europa hasta en los menores detalles. Etc.9
De acuerdo con el irrefutable párrafo de Manent citado hace un momento, todas
las revoluciones y contrarrevoluciones posteriores a la instalación del cristianismo, sean
políticas, sociales, económicas, científicas, técnicas, etc., incluida la Gran
Contrarrevolución francesa, han sido hasta ahora una consecuencia del espíritu
revolucionario introducido por el cristianismo. Revolucionario en un sentido más
profundo y más totalizador al mismo tiempo que en el sentido político y sociológico.
Hasta la revolución puritana inglesa (1640-1648), la palabra revolución significaba el
movimiento de los astros sobre sí mismos -el movimiento de rotación (el de Tierrra dura
unas 1.600 horas y por eso no lo perciben los sentidos)- y el cristianismo le ha dado la
vuelta a todo, inaugurando un nuevo eón, o, como dicen los científicos, aunque no sea
lo mismo, un nuevo paradigma.

7.- El eón definitivo es el de la historia de la salvación: «se ha cumplido el plazo, está


cerca el Reino de Dios, convertíos y creed la Buena Noticia» (Mc. 1, 15). Se trata de un
tiempo radicalmente nuevo -esto es lo que significa la palabra griega eón-, en conflicto
permanente con el eón antiguo, un eón mítico, pues, como dice el evangelio de San Juan
(16, 13), «el Espíritu de la verdad os guiará siempre hasta la verdad completa». Quid
quid latet apparebit, se dice en el oficio de difuntos. Lo que está oculto no se hará
plenamente patente hasta el final de los tiempos.
Esto no excluye intentar orientarse en el mundo (Weltorientieren) y cabe
preguntarse si el éxito de la Contrarrevolución francesa ¿significa la victoria del eón de
las religiones, las culturas y civilizaciones antiguas sobre el cristiano, o, simplemente su
retorno? ¿Se trata de que se recrudece la lucha entre ambos eones, el cristiano y el
pagano, por la victoria final? ¿Se trata de la aparición de un eón inédito hasta ahora?
Dejando al margen la cuestión teológica para la que soy incompetente, si es que tengo
competencia en algo, desde el punto de vista de la doctrina de los eones, se trataría a mi
entender de esto último: de la aparición de un eón inédito en la historia universal.
Volveré despues sobre ello.

8.- En primer lugar hay que puntualizar, que la religión cristiana no es una religión
europea. Las raíces de Europa, como suele decirse, no son cristianas. El cristianismo es
una religión semítica injertada en el patrón romano. Jesús era semita, los apóstoles eran
semitas y San Pablo, otro semita, importó a Roma la fe en Cristo Hijo único de Dios,
impulsado por el sueño que tuvo en Misia, ciudad el Asia Menor. Pío XII recordó frente
al antisemitismo de tanta gente culturalmente cristiana, que «todos somos
espiritualmente semitas». Si insisto en ello, es para sugerir que el cristianismo es tan
universal como pretendía serlo la contrarrevolución francesa y que el floreciente
nihilismo europeo es también un nihilismo muy particular, justo por su raíz cristiana. Y
no sólo por causas históricas: si a la creatio ex nihilo, el dogma fundamental de la fe
cristiana como recordaba Ratzinger, creo que en su Escatología, se le quita la creatio,
queda sólo el ex nihilo, la Nada como fundamento de todo. Algo completamente distinto

8
Cit. en L. Díez del Corral, “Sobre la singularidad del destino histórico de Europa”. De historia y
política. Madrid, Instituto de Estudios Políticos 1956. Pp. 261-262.
9
El nacimiento del mundo moderno. Buenos Aires, Javier Vergara 1992 Cf. D. Negro, Lo que Europa
debe al cristianismo. Madrid, Unión Editorial, 3ª ed. 2006.
al me ốn de Parnénides, una mera deducción lógica puesto que me ốn significa “no-
ente”, sino la realidad originaria. Tanto, que no es infrecuente en la mística identificar a
Dios con la Nada. En realidad es la Nada el fundamento de la mística cristiana. Por
ejemplo, en el caso del famosísimo maestro (Meister) Eckhardt (siglo XIII), cuya
rehabilitación fue confirmada por cierto en 1992 por el entonces cardenal Ratzinger.

9.- El hombre europeo, creado imago Dei, se reconoció, a medida que se apropiaba del
cristianismo, como el actor de la Historia, es decir, el protagonista del tiempo histórico,
reconociendo asimismo que es histórica la realidad que le es propria. Pues, si por su
naturaleza forma parte de la Naturaleza, en tanto hunano es un ser espiritual cuyo
habitat es la historia. Por eso es el cristianismo la Constitución histórica de Europa en el
sentido proprio de la palabra Constitución como término político: su alma, su forma
decía Aristóteles, su Idea fundamental diría Coleridge, aquello que la constituye.
La “revolución” francesa fue una consecuencia de la historicidad humana a
causa de la libertad. Pues los demás seres no hacen revoluciones; ni siquiera tienen
deseos; sólo tienen instintos. En cambio el hombre, ser espiritual, no tiene instintos,
decía Arnold Gehlen. Y, en tanto espíritu libre es un abismo, pensaba San Agustín. «Il
n'est pas ni ange ni bête, mais s'il veut faire l'ange fait la bête» (Pascal). La revolución
fue el contrapunto de la trayectoria natural de la cultura y la civilización europeas al
iniciar un camino que pretende desviarse de ella.
Con palabras de Manuel Bustos, esa revolución «no es sólo una respuesta radical
y violenta a los abusos del viejo orden imperante como se ha creído tradicionalmente,
sino expresión de la confianza en la autonomía del hombre para poder hacerse a sí
mismo y configurar la realidad a su guisa (el orden social y político, la religión y la
moral) mediante la razón. Por extensión, el intento final de la Revolución no es otro
sino producir el definitivo estado perfecto de la Humanidad». 10 Fue una
contrarrevolución de pretensiones universalistas, igual que el cristianismo del que
procede. Tocqueville y otros contemporáneos observaron con cierta sorpresa su
profundo sentido religioso; entre ellos el historiador Edgdar Quinet, quien lamentaba
que no hubiese implantado el protestantismo en Francia.

10.- Y es que la Gran Contrarrevolución fue históricamente una consecuencia política


de la Reforma protestante. El luterano Ranke, padre de la historiografía moderna,
escribió en su Historia de los Papas, una obra maestra: «La inspiración religiosa había
dejado de dominar la vida de las naciones europeas en la medida de antes: el desarrollo
de las nacionalidades y la formación de los Estados marcaban poderosamente su fuerza.
Por lo tanto era necesario que la relación entre el poder temporal y el espiritual sufriera
un cambio profundo. Y hasta en los mismos Papas se notaba una gran mudanza».11 La
Reforma, en sí misma un movimiento interno del cristianismo y la Iglesia de amplias
consecuencias, era en rigor antipolítica o por lo menos apolítica; las circunstancias
acabaron politizándola. Y la politización como un puritanismo moralizador empezó así a
deplegar todas las posibilidades de la razón de Estado -“la locura de Europa” (Saavedra
y Fajardo)-, entendida como el orden público impuesto estatalmente al introducir los

10
La paradoja posmoderna. Génesis y características de la cultura actual. Madrid, Encuentro 2009. II,
pp. 41-42. Sobre la confianza del hombre, más que en su autonomía en su autarquía o completa
independencia -que lleva a la libertas indifferentiae-, Hans Graf Huyn, Seréis como dioses. Vicios del
pensamiento político y cultural del hombre de hoy. Barcelona, Eiunsa 1991.
11
En la excelente antología Pueblos y Estados en la Europa moderna. México, Fondo de Cultura 1979. L.
I, Intr. I, I.
revolucionarios jacobinos el Terror en nombre de la virtud.12 Había por cierto entre ellos
bastantes hugonotes, en los que resonaba la aspiración inconsciente de implantar el
Reino de Dios en la tierra, que es lo que mueve intensamente desde entonces el espíritu
revolucionario, concretamente al socialismo. Hegel definía el puritanismo como “la
anulación de toda diferencia”; e igual que el fanatismo, intenta imponer su visión de la
verdad mediante la política, pues, en sí mismas, las religiones no son violentas.13
La Gran Contrarrevolución fue, en este sentido, una secuela del intento de los
revolucionarios calvinistas ingleses -los “santos”- de instaurar el Reino de Dios en la
tierra, intento debelado ya por San Agustín en los primeros tiempos del cristianismo.
Ese deseo es una de las causas del pensamiento utópico.

11.- Las utopías son artificios imaginarios construidos racionalmente, y según algunos
autores, esa idea habría inspirado en Inglaterra la famosa utopía del católico Tomás
Moro (Utopía) y la utopía tecnológica del católico anglicano protestante Francis Bacon
(La nueva Atlántida). Pudo también inspirar a Hobbes el mito del Estado como una
contrautopía, precisamente frente al teológicamente utópico Reino de Dios en la tierra
de los puritanos calvinistas,14 contra quienes invocaba la frase de Jesús «Mi reino no es
de este mundo». El imaginario contrato en el que fundó Hobbes el Estado como
sucedáneo del Reino es una consecuencia del miedo existente en el estado de naturaleza
descrito por él como una especie de infierno también imaginario en el que cada hombre
se conduce como un lobo con los demás hombres (homo hominis lupus).
Hobbes justificó así el miedo como fundamento de la obediencia al poder
político estatal, a cambio de la seguridad o salvación definitivas en este mundo, lo que
explica que se considere legítimo el terror que acompaña a los movimientos
revolucionarios o que pretenden serlo: la revolución para implantar el Reino de Dios en
la tierra, como un reino seguro, en el que se promete además la felicidad, se legitima a sí
misma. Con todo, si el terror se inspira directamente en ideas religiosas puritanas o
fanáticas cristianas, puede tener ciertos límites objetivos. En cambio, si la verdad que se
trata de imponer no es religiosa sino la verdad según el criterio de las ideologías, que
son religiones civiles,15 los límites del terror dependen de la voluntad, la conveniencia o
los caprichos de los oligarcas. Pues todo gobierno es inexorablemente oligárquico.

12
La introducción del Terror como método moralizador es históricamente muy significativa. El Terror
Rojo duró desde el 5 septiembre 1793 al 28 de julio 1794 en que fueron guillotinados Robesspierre y
algunos de sus amigos. Es de notar que la guillotina fue inventada por razones humanitarias. Se llama
también Terror Blanco a la represión subsiguiente a la restauración de Luis XVIII. Sobre las fases de la
revolución francesa, vid. la síntesis de A. García-Trevijano en Teoría pura de la República. Madrid, El
buey mudo 20. I.
13
Vid., por ejemplo,W. T. Cavanaugh, El mito de la violencia religiosa. Ideología secular y raíces del
conflicto moderno. Granada, Nuevo Inicio 2010.
14
Vid. M. Walzer, La revolución de los santos. Buenos Aires, Katz 2008. J. Gray, Misa negra. La religión
apocalíptica y la muerte de la utopía. Barcelona, Paidós 2008. Clásico para el tema del Reino de Dios, R.
Schnackenburg, Gottes Herrschaft und Reich Gottes. Friburgo, Herder 3ª ed. 1963 (hay una trad.
francesa). Una síntesis de las aplicaciones teológico-políticas en G. Friedrich, Utopie und Reich Gottes,
Gotinga, Vandenhoeck 1976. Sobre la utopía, R. Spaemann, Crítica de las utopías políticas. Pamplona,
Eunsa 1980. Etc.
15
Eric Voegelin las llamaba religiones políticas, Raymond Aron religiones seculares, Emilio Gentile las
llama religiones de la política, Marco Revelli religiones de la guerra. Todas las ideologías critican la
política a la vez que luchan por el poder político, amparándolo y legitimándolo cuando consiguen
apoderarse de él. Todas confluyen en el socialismo, que puede ser nacionalista, pues todo socialismo será
nacionalista mientras no sea socialista todo el mundo, y todo nacionalismo es socialista. El gran teórico
del socialismo y el nacionalismo es el exjacobino Fichte. Vid.El Estado comercial cerrado (1800).
Madrid, Tecnos 1991.
David Hume lo explicó muy bien en su brevísimo ensayo “Sobre los primeros
principios del gobierno”: «La opinión es el único fundamento del gobierno, y esta
misma alcanza igual a los gobernantes más despóticos y militares que a los más
populares y libres». Lo ejemplificaba así: «El sultán de Egipto o el emperador de Roma
pueden manejar a sus inermes súbditos como simples brutos, a contrapelo de sus
sentimientos e inclinaciones; pero tendrán que contar al menos con la adhesión de sus
mamelucos o de sus cohortes pretorianas». 16 Marx se equivocó al interpretar la historia
como el conflicto entre la clases sociales. Acertaban en cambio Aristóteles y
Maquiavelo al interpretarla en función de las oligarquías.

12.- En la perspectiva actual, la Gran Revolución fue pues, en rigor, la mayor


Contrarrevolución anticristiana habida hasta la fecha. Sus ideas capitales, liberté,
égalité, fraternité, droits de l'homme et le citoyen -los infinitos derechos humanos de
ahora-, idolización de la ley y del Estado hobbesiano, etc., son, diría Chesterton, ideas
cristianas que se han vuelto locas. Sin embargo, sus efectos dominan el momento
presente. Señalaré entre ellos la separación entre la Iglesia y el Estado. Una idea obvia
en principio, puesto que el objeto de la Iglesia es la salvación en el allende, y el de lo
político, la seguridad o salvación en el aquende. «Mas, decía Pierre Manent, si la
separación de Iglesia y Estado es muy valiosa como regla de nuestras acciones, se
volvería ruinosa si hiciéramos de ella la regla de nuestro pensamiento. Lo político y lo
religioso no están nunca separados ni son separables. Sólo podemos, pues,
comprenderlos si no los separamos».17 La Iglesia -todas las iglesias cristianas, aunque la
legítima sea la originaria, la católica- no es política, pero tiene velis nolis implicaciones
políticas por el mero hecho de existir, a las que no puede renunciar: predicar la Verdad y
la Justicia es la parte de su missio, misión que le disputa el Estado. Las intervenciones
eclesiásticas tienen ciertamente, que estar guiadas por la prudencia, se sobreentiende
que la auténtica prudencia, inconfundible con la comodidad o el temor. La Iglesia
dispone siempre de la espada de la palabra además de la espada de la oración. Y en
muchas ocasiones, cuando los pulpitos callan o disimulan, “quien calla otorga”. Una
disculpa demasiado frecuente hoy en día es el “mal menor” (puede estar justificada en
ocasiones).
La Iglesia no puede ser neutral:la fe es tan real como la razón y la voluntad, la
Verdad es la verdad eterna y lo que justifica la Iglesia es, en último analisis, la oposición
al mal. La neutralidad es en cambio, consustancial con el Estado: inventado para poner
fin a las guerras civiles religiosas (siglos XVI y XVII) a causa de la Reforma, su
principio es la soberanía político-jurídica y su naturaleza la neutralidad. De ahí la
religión civil como una religión neutral y que los gobiernos estatales tiendan a reducir
las religiones -el cristianismo y cualquier otra- a la intimidad; si son tolerantes, al
ámbito privado.18 La nueva teología política centroeuropea de los años sesenta (el
protestante Jürgen Moltmann, el católico Jean Batiste Metz, etc.) -marxistizada en

16
Escritos políticos. Madrid, Unión Editorial 1975. 3. Vid. D. Negro, “La ley de hierro de la oligarquía”.
Anales de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Nº 90 (2013) [Puede consultarse en la web
de la Academia]
17
P. Manent, La razón de las naciones. Reflexiones sobre la democracia en Europa. Madrid, Escolar y
Mayo 2009. Pról., p. 17.
18
La neutralidad teórica del Estado es imposible en la práctica, pues cuando trata de imponerla toma
partido. En la vida pública, la neutralidad es siempre contra alguien o algo, bien por acción, bien por
omisión. Por otra parte, los gobiernos totalitarios llevan la neutralidad al punto querer neutralizar la
conciencia: «la destrucción de la conciencia es el verdadero presupuesto de una sujeción y un dominio
totalitarios». J. Ratzinger, Iglesia, ecumenismo y política. Nuevos ensayos de eclesiología. Madrid, BAC
1977. III, 1ª, III. P. 183.
Hispanoamérica como teología de la liberación-, nació para reivindicar un espacio
público para la fe cristiana frente a la creciente expansión del Estado y de las tendencias
secularistas y del laicismo radical.19
En fin, la Gran Contrarrevolución anticristiana es el resultado de dos errores
intelectuales que ahora sólo puedo mencionar: la distacia establecida por la Reforma
entre la fe y la razón -que Lutero consideraba eine Teufelshure, una prostituta del diablo,
idea que renovó con fuerza más tarde Rousseau- y la separación establecida por
Cayetano, interpretando erróneamente a Santo Tomás, entre el mundo natural y el
sobrenatural, como explicó muy bien Henri de Lubac. Frente a ello decía Santa Teresa
de Ávila, inconscientemente pues desconocía el asunto, «Dios anda entre los pucheros».

13.- Me detendré en un aspecto clave de la Contrarrevolución francesa –tal vez el


principal desde el punto de vista de la historia de las ideas y de la filosofía política-,
tomando como pie una frase consigna de Carl Schmitt: ohne Kalender keine Geschichte,
sin calendario no hay historia. Los hechos fruto de la acción humana y los
acontecimientos que son su precipitado, generalmente con la concurrencia del azar -
Hannah Arendt hablaba del “acontecimiento-milagro” (Ereignis-Wunder)-, determinan
nuevas modalidades del tiempo o nuevos tiempos. En nuestro caso, un nuevo eón. Es
fundamental por tanto la fijación temporal de hechos y acontecimientos, ya que la
cronología estructura la historia, un saber tan fundamental en el cristianismo como la
filosofía, ancilla theologiae, llave de la teología, pues planea sobre ella la historia de la
salvación.
El calendario (de calaendas, los primeros días del mes romano) aceptado
universamente es el calendario cristiano.20 El romano empezaba ab urbe condita, el año
impreciso de la fundación de Roma (siglo VII a. C.). Julio César lo modificó siguiendo
el egipcio, en el año 45 a. de C., uno antes de ser asesinado en los idus de marzo.
Atendiendo una petición del papa Félix IV, el monje Dionisio el Exiguo propuso en 527
contar el calendario juliano partiendo de la fecha (revolucionaria) de la Encarnación de
Cristo. Aceptada finalmente la propuesta por el papa Bonifacio IV en 607, la reformó el
Papa GregorioXII en 1582 para ajustarla al año astronómico según los conocimientos de
la época.
Se ha señalado la incongruencia conceptual de establecer el comienzo del año el
1 de enero en lugar del 25 de diciembre, en que se fijó el nacimiento de Cristo, al
parecer erróneamente, aparte de que debió nacer por lo menos un año antes de ese día.
Pero para lo que interesa aquí, los intentos de reformar el calendario gregoriano para
ajustarlo más a los muevos conocimientos, no han prosperado. El gregoriano sigue
siendo el calendario occidental y, de hecho, el calendario internacional.21

19
«El cristianismo planteó desde sus mismos comienzos, y a pesar de su escaso número de adeptos, una
pretensión jurídica de carácter público y se situó e un plano jurídico semejante al del Estado». J.
Ratzinger, Iglesia, ecumenismo... 3ª, 2ª, II, 2, p. 234.
20
Sobre la historia del calendario, seguimos a W. Segura González, La reforma del calendario. Las
transformaciones del calendario gregoriano. EWT ediciones 2012 (puede consultarse en Internet).
21
Que el calendario gregoriano sea el calendario internacional, puede tener un simbolismo mayor del que
pueda parecer a simple vista: es un hecho que la cultura cristiana está penetrando, ahora intensamente, en
todo el mundo, no sólo a través de las misiones, sino de la ciencia, la técnica, el arte, el cine, la literatura,
el derecho, el “capitalismo”, el marxismo, el nacionalismo, el liberalismo, el socialismo, etc; Incluso el
nihilismo. Se trata de hechos, que son producto del cristianismo; sean buenos, malos, regulares (¿?) o
indiferentes en sí mismos, son cultura cristiana. Decía Romano Guardini, que «el cristianismo ha elevado
al hombre a un plano de la capacidad de actuar en el que, cuando se hace bueno, es mejor que el pagano,
pero cuando se hace malo es peor que éste último» (Escritos políticos. Madrid, Palabra 2011. 2, V, p. 67)
y podría servir un ejemplo que puede parecer excesivo: la libertad e igualdad de la mujer en el mundo
cristiano, llevada al extremo se muestra como pornografía voluntaria; es decir, libre y consentida. Es
14.- Pues bien. El diez de diciembre de 1649, concluida la guerra de los Treinta Años
(1618-1648) en la que había participado Descartes, se le ocurrió súbitamente al
excombatiente francés la idea de comenzar ex novo la filosofía, tras asistir a la
coronación del emperador alemán. Descartes agradeció la revelación o iluminación
peregrinando devotamente al santuario de Nuestra Señora de Loreto. Inspirada la idea
seguramente por San Agustín, dio lugar a la revolución espiritual cartesiana de la que
salió la filosofía moderna, el racionalismo.
Siguiendo el método cartesiano, cuyo efecto se dejaba sentir poderosamente en
los franceses cultivados, en particular los llamados ilustrados, -y el ejemplo romano-,
pensaron los revolucionarios franceses en datar la historia desde el momento inicial de
la revolución, a fin de subrayar su carácter fundacional puramente racional pero
innovador y no cristiano o anticristiano.
Tras el asalto a la Bastilla el 14 de julio de 1789, en vez de ir a dar gracias en
algún santuario por el éxito, a la verdad ridículo, pues la torre estaba prácticamente
indefensa,22 se les ocurrió la idea, aireada por la prensa, de contar la historia a partir de
ese año como el Año Cero del tiempo nuevo de la Humanidad redimida de sus
miserias.23 Comenzaría así el eón en su opinión definitivo (por supuesto ningún
revolucionario pensaba en los eones). De hecho, la aprobación del calendario tuvo que
seguir ciertos trámites legales por lo que se fijó el comienzo de la nueva era en 1792,
aunque no se promulgó hasta 1793, coincidiendo con la proclamación de la república en
“El juego de pelota”. De ahí que fuese conocido como “el calendario republicano”.
Justificado también por la conveniencia de reformarlo científicamente, el motivo
principal subyacente era erradicar el calendario cristiano -implícitamente el eón
cristiano-, contra cuyo carácter religioso venían protestando algunos desde 1785. El
nuevo calendario simboliza también la oposición de la Naturaleza, entendida como un
complejo de fuerzas mecánicas en el sentido moderno, a la Historia, un complejo de
tensiones orgánicas. De ahí los nombres de los meses y los días y otras circunstancias
que no interesan aquí. Napoleón lo abolió en 1806 por razones prácticas y para
reconciliarse con la Iglesia.

15.- Se preguntarán ustedes a cuento de que viene todo esto. Ese innovador comienzo de
la historia revolucionaria partiendo de un Año Cero, significa la irrupción del nihilismo
en la historia occidental. Evoca principalmente tres cosas: 1) La vieja herejía de la
apokatástasis,24 renovada por los pelagianos y otras herejías secundarias, y en la época
moderna por los calvinistas puritanos ingleses,25 que, apoyándose en la Biblia -la sola

obvio, que por razones meramente culturales debiera estar prohibida en el espacio público occidental o
por lo menos controlada, y es desde luego inmoral utilizarla como arma política. Sin embargo, es un
hecho que contribuye a distorsionar toda la cultura islámica (y otras culturas). Es contra esto contra lo que
se rebelan esas culturas o civilizaciones, sobre todo el islam.
22
Vid. la espléndida síntesis de la historia de la revolución francesa en A.. García-Trevijano, Teoría pura
de la República. Madrid, El buey mudo 2010. I
23
La idea no era nueva en Francia. El Edicto de Nantes (1598) del calvinista Enrique IV para poner fin a
la guerra civil entre católicos y calvinistas (hugonotes) expresaba en cierto modo la voluntad de borrar el
pasado.
24
Vid. D. Negro. “Reflexión sobre la fe y la heterodoxia en España” En J. Mª Magaz (Ed.), Los riesgos de
la fe en la sociedad española, Madrid, Universidad San Dámaso 2014.
25
Calvinismo y puritanismo son casi sinónimos. Lutero era un teólogo agustiniano. Calvino un jurista que
radicalizó la omnipotentia iuris (la omnipotencia del derecho) como expresión del orden creado y, en la
práctica, un ideólogo. El calvinismo es más importante en la evolución de las ideas modernas, que el
luteranismo y otras derivaciones protestantes. El ingrediente religioso de la revolución francesa es
calvinista.
Scriptura-, por ejemplo en la frase citada de San Marcos, en la apocalíptica «el nuevo
cielo y la nueva tierra», la sucesión de los Reinos en el Libro de Daniel, etc. creían en la
posibilidad de reconciliar todas las cosas instalando el Reino de Dios en este mundo
mediante la política. 2) La consolidación de la ideología de la emancipación como
madre del modo de pensamiento ideológico (J. Freund); de ella se desprenden las
ideologías como religiones seculares, civiles o de la política y, no sin cierta
contradicción, el mito de la libertad absoluta como libertas indifferentiae. 3) La
afirmación del Estado como el gran dios mortal.
Me detendré en este último aspecto, que encierra en cierto modo los otros dos.
Me atrevería a decir, que, en este momento, Hobbes es tan importante como lo
fue Lutero en relación con la Reforma. Quizá más importante, pues el desarrollo de su
pensamiento afecta a todo el cristianismo sin distinción de Iglesias o confesiones; las
protestantes son seguramente las más afectadas por el hobbesianismo, que hizo de ellas
religiones civiles.26 Imitando el relato de la Creación en el Génesis, que, como ha
notado Peter Sloterdijk, es un artificio, Hobbes reintrodujo la teología política vetada
por San Agustín: construyó su teoría del Estado como el Gran Artificio, destinado a ser,
según su propias palabras, un deus mortalis bajo Deus inmmortalis.27 Las Monarquías
Absolutas y las Despóticas utilizaron el Estado como un instrumento para afirmarse y
potenciar su poder. Pero la revolución hizo de él la verdadera máquina del poder en que
pensaba Hobbes,28 dispuesta a hacerse con toda clase de poderes. Napoleón restauró el
calendario cristiano. Pero Napoleón remató la construcción del Estado como el deus
mortalis, creyendo por cierto que seguía Maquiavelo, y abolió la distinción entre
Gobierno y Estado.29 El Estado napoleónico es el triunfo del dios mortal sobre el Dios
inmortal, algo en lo que no había pensado Hobbes ni seguramente el propio Napoleón.
Las ideas tienen vida y sus consecuencias son impredecibles.30

16.- ¿Qué significa el Estado que emergió de la contrarrevolución como deus


mortalis?31
Teológicamente, significa la abolición de Dios Creador, o por lo menos su
suplantación en este mundo. La Creación bíblica implica la creación del orden
universal; según una vieja distinción escolástica, de potentia ordinata, es decir, dotándo
al mundo de sus propias reglas, unas reveladas (las leyes divinas, los “mandamientos”),
otras a descubrir por el hombre (las leyes naturales), de modo que in interiore homini
habitat veritas (San Agustín).32 El Estado sin ataduras, desligado del Dios inmortal,
implica en su plenitud, la creación racional, como una suerte de torre de Babel, de un
nuevo orden artificial desligado si no contrapuesto al orden natural por creación divina;
o increado, según las religiones no bíblicas puramente naturalistas, pero ajeno también a

26
En tiempos recientes en Alemania, sin la menor reserva o reticencia. Vid. Karl R. Ziegert, Zivilreligion.
Der protestantische Verrat an Luther. Wie sie in Deutschland entstanden ist und wie sie hersscht. Munich,
OLZOG 2013.
27
Las dos o tres páginas de la Introducción a Leviatán (hay varias eds. en español) contienen lo esencial
de su doctrina sobre el dios mortal.
28
Vid. C. Schmitt, “El Estado como mecanismo en Hobbes y en Descartes” (1937). Razón Española. Nº
121 (mayo-junio 2005).
29
Vid. D. Negro, Del Gobierno y el Estado. Madrid, Marcial Pons 2002.
30
Vid. R. M. Weaver, Las ideas tienen consecuencias. Madrid, El buey mudo 2011.
31
Cf. D. Negro, Il dio mortale. Il mito dello Stato tra crisi europea e crisi della politica. Piombino, Il
Foglio 2014
32
La ciencia moderna presupone también la existencia de reglas que rigen la Naturaleza, las leyes
“científicas”. Newton pensaba que la leyes naturales podían encontrase en la Biblia y es conocida la frase
de Einstein «Dios no es un jugador de dados». Hobbes construyó el Estado como un artificio científico.
la voluntal humana. Ahora se trata de un orden artificial cuyas reglas impone el poder
político según el principio in exteriore homini habitat veritas. Todo Estado -incluido el
Estado más totalitario imaginable-, es por eso Estado de Derecho
Metafísicamente, significa la abolición del principio de trascendencia y la
eclosión o triunfo del de inmanencia. El gurú socialdemócrata Jürgen Habermas habla
de una trascendencia puramente secular, de este mundo, lo que implica la sustitución de
las religiones por las ideologías moralizantes o religiones civiles según las
conveniencias del orden estatal. Significa la libertas indiferentiae como principio, de
manera que cada uno interpreta a su conveniencia el bien y el mal y, si tiene poder,
reduce la voluntad de los demás a la libertad de ajustar su conducta a las motivaciones
que aseguran su dominación.
Históricamente, significa que el Estado arrebata a la Iglesia la auctoritas, el
derecho sin cortapisas de definir la verdad -«Jesús enseñaba con autoridad» (Mc. 1, 20)-
, eliminando así la distinción capital entre los dos poderes, el de la Iglesia como
institución (derivado de la auctoritas) y la potestas inherente al poder temporal. La
verdad es ahora la verdad estatal según la conocida regla de Hobbes auctoritas, non
veritas legis habet rationem (vigorem en otra versión de esta frase). Los gobiernos
estatales imponen su voluntad sin ninguna cortapisa, aunque estuvieron contenidos
durante mucho tiempo mientras estuvo vigente el êthos cristiano, que se afanan ahora en
liqudar los gobiernos sovietizando o bolchevizando la Legislación.
Políticamente, significa la marcha ininterrumpida de la estatalidad hacia el
Estado Totalitario, la forma contemporánea del estatismo. Una forma más suave, legal -
el Estado de Derecho, que es en realidad un Estado Legislativo-, en comparación con
los Estados Totalitarios clásicos, que buscaban, y buscan, el mismo fin, la sociedad
perfecta, utilizando directamente la violencia. El actual Estado Totalitario33 se inspira en
la búsqueda de la fraternidad igualitaria, para lo que controla la vida “desde la cuna
hasta la sepultura”. Como recomendaba a su gobierno el economista sueco Gunnar
Myrdal, «hay que proteger a las personas de sí mismas». Su forma política es el Estado
de Bienestar, y sus instrumentos principales son la propaganda, la educación y la
política económica. El arma principal de esta última es la política fiscal: impuestos
como el de la renta, que necesitan de una policía fiscal mucho más controladora de la
vida personal, hasta detalles íntimos (en la práctica los funcionarios suelen tener más
sentido común que los políticos al aplicar la legislación), que la policía criminal. Esta
última se limita a los delitos, que son excepciones a la vida normal; pues la corrupción
actual es estructural a causa de la enorme expansión del Estado, pues quien quiera
emprender algo o prosperar, tiene que contar casi inevitablemente con la complicidad de
alguien situado en el aparato politico o burorocrático (los burócratas suelen ser más
escrupulosos). Otros impuestos especialmente lesivos son los impuestos sobre la
herencia, sucesiones y donaciones, que eliminan la propiedad mediana y pequeña en que
se apoyan las clases medias destruyeno la base económica de la familia (igual que el
impuesto sobre la renta, que dificulta o impide ahorrar) y perturban las relaciones
familiares. Todos ellos y algunos más constituyen una importante causa material
(concurren también otras, que omito por razones obvias) de la gravísima -decir
gravísima es quedarse corto- crisis demográfica, que asuela Europa y al mundo
occidental en general. Apenas Rusia o Hungría se preocupan seriamente por animar la
natalidad restringiendo o prohibiendo el aborto, anticonceptivos libres, ayudando a la
familia, etc. La mismas Iglesias parecen ser indiferentes.

33
Para las formas políticas estatales, D. Negro, Historia de las formas del Estado. Una introducción.
Madrid, El buey mudo 2010.
17.- Precisamente la Iglesia representaba lo público antes de la Reforma, consistiendo la
ciudadanía en la pertenencia a la Cristiandad. Moderaba la política como un ejercicio de
caridad en tanto miraba al bien común, aproximadamente según la regla de San Agustín
in necesarius unitas, in dubiis libertas, in omnibus charitas. Al afirmarse las
monarquías absolutas, cuyo fundamento es el derecho divino de los reyes (la única
manera de justificar el principio hereditario, observó Bertrand de Jouvenel), la Iglesia
renunció de facto a la auctoritas (que se refiere al saber) con la doctrina del cardenal
Roberto Bellarmino de la potestas indirecta de la Iglesia sobre el Estado, reduciendo así
la auctoritas a la potestas (que se refiere al poder, la fuerza), y quedando unidos
simbólicamente la Iglesia y el Estado por la alianza del Trono y el Altar -el Trono en
primer lugar-, en los países católicos, remedando la unión de la Iglesia y el poder
político en los protestantes. De esta manera, mientras el mundo protestante
evolucionaba de modo casi natural hacia la secularización y el secularismo
(=politización: los conceptos teológicos se revuelven contra su origen) en el sentido que
les dio a estas palabras el teólogo luterano Gogarten, el mundo católico, al legitimar la
Iglesia al Mortall God estatal con esa alianza entre el Trono y el Altar evolucionó hacia
el anarquismo al margen de la Iglesia y el Estado, y hacia el laicismo radical, en la
misma medida en que se impuso la estatalidad.
La contrarrevolución francesa, en principio una revolución política contra la
Monarquía y la Iglesia, consagró la estatalidad como un Estado-iglesia, siguiendo la
tendencia protestante, al poner como titular de la soberanía a la Nación Política en
representación de la voluntad popular: la voluntad del pueblo político del deus mortalis
a diferencia de la voluntad del Pueblo de Dios depositario de poder (la Nación
Histórica) conforme a la concepción fundada en la omnipotentia iuris en el orden por
creación.34 La ciudadanía dependía ahora de la pertenencia a un Estado y la ley estatal
se convirtió en la expresión de la palabra del dios mortal, que determina como tiene que
ser la conducta pública del hombre exterior,35 bajo la amenaza permanente de las
sanciones que impone la misma ley en el caso de desobediencia. El temor a la
condenación eterna, un asunto individual o personal del hombre religioso, se transformó
en el miedo colectivo del hombre exterior al poder del Estado. Miedo que se convirtió
para el disidente en el equivalente al miedo al infierno, cuando la estatalidad adoptó
abiertamente la forma del Estado Totalitario.36

18.- Sin más limitaciones que las inherentes a su propio poder y a la existencia de otros
poderes políticos, la Legislación, en muchos casos “bestial”, como denunciara Bertrand
de Jouvenel en el caso de los antiguos Estados Totalitarios, florece hoy por todas partes.
La Legislación detallista, profusa, difusa, confusa, obtusa, abusiva, inextricable,
contradictoria, en definitiva técnica, habitúa a los juristas a la interpretación literal,
positivista, del Derecho, fomenta la corrupción estructural y sanciona leyes inicuas
(aborto, matrimonio homosexual, eugenesia,...). Pessima res publica plurimas leges (Es

34
Está olvidada la teología de las naciones, aunque Juan Pablo II apeló a ella.
35
Los antiguos descubrieron la consciencia (lo que se conoce como el paso del mito al logos) y el
cristianismo descubrió la conciencia (vid. Lord Acton, “La historia de la libertad en el Cristianismo”. En
Ensayos sobre la libertad y el poder. Madrid, Unión Editorial 1999). El homo politicus es el hombre
natural, consciente, exteriormente libre; en el cristianismo el hombre es fundamentalmente homo
historicus en tanto hombre libre integralmente, y el hombre político, social, etc., se subordina, por decirlo
así, al histórico. La conciencia histórica es otra singularidad del cristianismo. San Agustín estableció la
distinción fundamental entre el homo exterior, el hombre consciente y el homo interior, el hombre
consciente de la conciencia, que dirige -o debe dirigir- al hombre exterior.
36
Para las formas del Estado, D. Negro, Historia de las formas del Estado. Introducción. Madrid, El buey
mudo 2010.
pésima la cosa pública regida por multitud de leyes), sentenciaba Tácito. “Multiplicad
las leyes y multiplicaréis la corrupción”, observaba Lao-tsé. Ernst Jünger decía que
como «el Derecho se ha convertido en un arma», la única solución es “emboscarse”.
Pues, en situaciones semejantes, prosigue Jünger, «nadie sabe si mañana no le contarán
en un grupo que se encuentra fuera de la ley». Emboscarse resulta hoy extremadamente
difícil sino imposible. Pero lo cierto es que el orden se está trocando en desorden y caos,
prospera la desintegración social y el miedo, que es uno de los rasgos psico-
sociológicos de la situación presente, aumenta en la misma medida.
Todo el mundo es hoy sospechoso de algo, aunque no tenga conciencia de qué.
Jünger veía hacía tiempo que la figura del sospechoso (Verdächtig) había sustituido o
estaba en trance de sustituir a la del trabajador (Arbeiter). Gabor Steingart ha presentado
recientemente la figura del sospechoso como la categoría política y sociológica que ha
sustituido de hecho a las del ciudadano y el súbdito.37 Es una figura intermedia entre
estas dos últimas y las del siervo y el esclavo.

19.- Es indiscutible que la religión es la clave de la historia (lord Acton, Christopher


Dawson, etc. lo tratan expresamente). En este sentido, es indiferente, que se trate de las
religiones bíblicas o no bíblicas, de ideologías o supersticiones que ofician como
religiones seculares, civiles o de la política (dicho sea de paso, las ideologías, o son
herejías secularizadas -es decir, politizadas- o son supersticiones).
La causa última de la situación actual, que es una consecuencia langfristig, a
largo plazo, de la Contrarrevolución francesa, radica en que, como pensaba Jünger, las
religiones bíblicas, que son creacionistas, “tienen fuerza” para la formación de leyendas
pero no de mitos, lo que las diferencia radicalmente de todas las demás, sean
naturalistas o artificialistas. Y por cierto, dicho sea de paso, de acuerdo con Alain
Besançon, el islam no es una religión bíblica sino pagana; Allah no es un dios personal,
sino la unicidad de lo divino: el musulmán cree en la unicidad.
El cristianismo es radicalmente desmitificador, desdivinizador, o desacralizador.
Lo único divino es el Dios trinitario. Frente a esta Gran Revolución, la
Contrarrevolución francesa suscitó nuevos mitos empezando por el del Estado-nación,
una suerte de Estado-iglesia. Los nuevos mitos cientificistas -la ciencia funciona para
mucha gente, creyente y no creyente, como una religión- pretenden integrar burdamente
al hombre en el orden cósmico sustituyendo los mitos de las antiguas religiones
naturalistas, fundamentalmente la griega y también la romana, debilitados o reducidos a
caricaturas por el cristianismo, cuando no destruidos. El Estado-iglesia armado con esos
mitos pseudorracionalistas, aumenta su fuerza al configurarlos como mitos jurídicos;
por ejemplo, el Estado de Derecho, o es un mito o un oxímoron, pues, como se indica
más arriba, todo Estado, aunque sea el Totalitario de la Urrss o Corea del Norte es
Estado de Derecho; si no, no podría funcionar.
El objetivo, consciente o inconsciente, es luchar contra el Logos del evangelio de
San Juan que, de uno u otro modo sigue configurando la cultura occidental. «El Logos
del amor, escribe René Girard, deja hacer; se deja siempre expulsar por el logos de la
violencia; pero su expulsión se revela cada vez mejor, al revelar con ella a este logos de
la violencia [el logos naturalista, que llama Girard heracliteano, un logos polémico]
como el [logos] que no existe más que expulsando el verdadero Logos y, en cierto
modo, parasitándolo».38

37
Das Ende der Normalität. Nachruf auf unser Leben, wie es bisher war. Munich/Zurich, Piper 2011.
38
Des choses cachées depuis la fondation du monde. París, Grasset 1978. II, IV y IV, II.
20.- Pío XI proclamó a Cristo como Rey del mundo -Cristo Rey- en la encíclica Quas
primas (11.XII.1925), frente al deus mortalis encarnado entonces sin la menor duda en
el Estado Totalitario Soviético, y quizá en el Fascista -que no fue en realidad más que
una dictadura cuya retórica era ciertamente totalitaria (inventó incluso esta palabra)-
pero con alcance más general frente a toda idolización del Estado o el poder político.
Esta afirmación doctrinal procede según Augusto Adam de Duns Scoto, y M. J.
Scheeben la explicitó o fundamentó en el siglo XIX. Según este teólogo, el fin último de
Cristo no es la redención del mundo: «en último término, no es el mundo el fin
supremo, sino que es Cristo el fin último del mundo». En el plan de Dios Creador,
tendría precedencia la Encarnación sobre la Redención, según Scheeben. La Creación
habría sido concebida para Cristo como Rey de todo el universo. Un reino «cuyo cuerpo
había de ser el linaje humano», en el que la Redención -la reparación de los daños
causados a la Creación- revelaría «del modo más grandioso su bondad y su gloria». 39 El
Vaticano II amplió y concretó la proclamación de Cristo como Rey empleando la
fórmula “Jesucristo Rey del universo”.
La situación actual se caracteriza por la reanudación de la eterna guerra de las
Investiduras. Pero no se trata ahora de discusiones juridisccionales, complicadas,
conflictivas e incluso radicales que, con todo, no cuestionaban ni la religión ni la cultura
ni la civilización. La lucha tiene en cambio actualmente un carácter existencial entre el
deus mortalis y la Iglesia como una suerte de kat'echon, el dique o barrera que retiene o
contiene al Anticristo según San Pablo,40 si es que la Iglesia puede ser un kat'echon.
Pues esta figura escatológica parece ser más bien un poder político.
En todo caso, la figura de “Jesucristo Rey del universo” debiera ser la alternativa
al dios mortal, cada vez más orwelliano;41 Clyde S. Lewis escribió The Abolition of Man
(La abolición del hombre), Robert Musil Der Mann ohne Eigenschaften (El hombre sin
atributos),42 y pretende incluso crear un hombre nuevo.43
La Ecclesia docens, la Iglesia docente, diría seguramente Pierre Manent, tiene la
palabra.

39
Misterios del cristianismo. Barcelona, Herder 1964. & 64, p. 454.
40
Sobre el kat'echon, C. Schmitt El nomos de la tierra en el derecho de gentes del ius publicum
europaeum. Granada, Comares 2003.
41
Vid. 1984 de George Orwell y Un mundo feliz de Aldous Huxley. Hay diversas ediciones en español.
42
Los libros de Lewis y Musil están traducidos al español.
43
Vid. D. Negro, El mito del hombre nuevo. Madrid, Encuentro 2009.

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