de Andrei Rublëv
CARLOS EYMAR
(Madrid)
7
PASCAL, Pensées C. IV, 335 en Oeuvres Complètes, Paris, Gallimard,
1954
8
SAN JUAN CRISÓSTOMO, Op. cit., p. 194
508 CARLOS EYMAR
9
Cit. por Paul EVDOKIMOV, Teología de la belleza, Madrid, Publicaciones
Claretianas, 1991, p. 10
10
JIM FOREST, Orar con los iconos, Santander, Sal Terrae, 2002, p. 42
11
Ibid, p.45
12
Ibid, p. 45 y 47
510 CARLOS EYMAR
13
HENRY CORBIN, Templo y contemplación, Madrid, Trotta, 2003, p. 186
14
AMADOR VEGA, Zen, mística y abstracción, Madrid, Trotta, 2002, p. 109
y sgs
15
WOLFRANG WACKERNAGEL, Ymagine denudari. Ethique de l’image et
métaphisique de l’abstraction chez Maître Eckhart, Paris, Vrin, 1991.
16
EVDOKIMOV, Op. cit., p. 69
MEDITACIÓN ANTE EL ICONO DE LA TRINIDAD ANDREI RUBLËV 511
17
CORBIN, Op. cit., p. 188
512 CARLOS EYMAR
18
De Trinitate, Libro II, Cap. 8
19
Ibid, Libro II, p.191
MEDITACIÓN ANTE EL ICONO DE LA TRINIDAD ANDREI RUBLËV 515
24
La Ciudad de Dios en Obras de San Agustín, t. 16, p.739
25
SANTIAGO GUERRA, «El misterio trinitario como tema teológico-espiri-
tual» en Revista de Espiritualidad nº 238, p.63
26
MEYENDORF, Op. cit., p. 335
27
Ibid, p. 172
MEDITACIÓN ANTE EL ICONO DE LA TRINIDAD ANDREI RUBLËV 517
36
CATHERINE HUECK DOHERTY, Pustinia, Madrid, Narcea, 1980, p.30
37
Ibid
38
JOAN LLOPIS, San Sergio el monje ruso, Barcelona, CPL, 1997
520 CARLOS EYMAR
42
EVDOKIMOV, Op. cit., p. 248
522 CARLOS EYMAR
47
Un comentario sobre este icono puede verse en HENRI NOWEN, La belleza
del Señor, Madrid, Narcea, 2000, p. 55 y sgs
MEDITACIÓN ANTE EL ICONO DE LA TRINIDAD ANDREI RUBLËV 525
48
Sobre esto puede verse PINO PARINI, Los recorridos de la mirada, Bar-
celona, Paidos, 2002, p. 142 y sgs
526 CARLOS EYMAR
52
SANTIAGO SEBASTIAN, Mensaje simbólico del arte medieval, Madrid, En-
cuentro, 1996, p. 159
53
CIRLOT, Diccionario de símbolos, Barcelona, Siruela, 1997
54
SEBASTIAN, Op. cit., p. 158
55
EVDOKIMOV, Op. cit., p. 72
MEDITACIÓN ANTE EL ICONO DE LA TRINIDAD ANDREI RUBLËV 529
58
CIRLOT, Op. cit.
59
EVDOKIMOV, Op. cit., p. 272
MEDITACIÓN ANTE EL ICONO DE LA TRINIDAD ANDREI RUBLËV 531
66
GITTA MALAZ, Les Dialogues tels que je les ai vécus, Paris, Aubier, 1984,
p. 191
534 CARLOS EYMAR
nidad, una nueva invitación para participar en ella, para nacer desde
arriba 67.
Pero no acaba ahí la presencia del triángulo en la composición.
Podemos encontrar de nuevo, reduplicando el simbolismo, dos trián-
gulos de mayor superficie cuyos vértices opuestos coinciden con los
vértices del hexágono regular que ya describimos y que se cortan
entre sí para formar una estrella de David. El significado de esta
estrella volvemos a descubrirlo de nuevo en el Apocalipsis: «Yo soy
la raíz y el linaje de David, la estrella brillante de la mañana» (Ap.
22, 16). María es esa stella matutina que se oculta como un secreto.
También la estrella nos remite a aquella estrella que supieron des-
cubrir los Reyes Magos de Oriente. Rublëv nos invita a descubrir
esa estrella de Oriente, y por tanto orientadora, en el interior de la
composición de su icono, como signo que puede conducirnos al
descubrimiento de la Epifanía. Uniendo los vértices de la estrella
volvemos a encontrarnos con el mismo hexágono inscrito en el cír-
culo. Recobran así todas las figuras geométricas un nuevo sentido
del interior al exterior que las engarza de una forma orgánica y
dinámica. El triángulo equilátero, girando hacia abajo, da origen a
la estrella la cual, al unir sus vértices, genera el hexágono que es
inscrito en el círculo que, a su vez, es inscrito en el cuadrado de
cuyos lados participa el octógono que enmarca el conjunto.
Sin tratarse de polígonos, hemos de tratar, por último, de dos
figuras que desempeñan un decisivo papel en la composición: la
cruz y el cáliz. La cruz está inscrita en el círculo. El tronco estaría
representado por la línea vertical que coincide con el diámetro del
círculo hasta la cabeza del ángel central, la línea transversal la ten-
dríamos a la altura de las aureolas de los dos personajes laterales.
No hay que menospreciar todo el simbolismo metafísico al que se
asocia la cruz. Dada la pretensión de Rublëv de transmitir un sen-
timiento de armonía y unidad, no cabe duda de que la cruz sirve
a esos fines. Como ha señalado Guénon, la cruz es un símbolo de
la unión de contrarios, la línea vertical representa un principio
activo y la línea horizontal el principio pasivo que, por analogía
67
En este sentido vid. Jesús CASTELLANO, Oración ante los iconos, Barce-
lona, CPL, p. 166
MEDITACIÓN ANTE EL ICONO DE LA TRINIDAD ANDREI RUBLËV 535
68
HENRY GUENON, El simbolismo de la Cruz, Barcelona, Philosophia Peren-
nis, 2003, p. 49
69
Vid. P. EVDOKIMOV, La mujer y la salvación del mundo, Salamanca,
Sígueme, 1980 o Norman O. BROWN, Eros y Tanatos. El sentido psicoanalí-
tico de la historia, Mexico, Joaquín Moritz, 1980.
536 CARLOS EYMAR
79
Ibid
80
Cit. por HENRY CORBIN, Op. cit., p. 137
MEDITACIÓN ANTE EL ICONO DE LA TRINIDAD ANDREI RUBLËV 541
81
De Trinitate, p. 246
82
Ibid, Libro VII, Cap.10
542 CARLOS EYMAR
visiones místicas 87. El sentido del ángel como ser andrógino reside
en que él es una manifestación de la coincidentia oppositorum, de
una idea de totalidad. Significa decirnos, como ha indicado Mircea
Elíade, que «para aprehender a Dios o la realidad última, es preciso
renunciar, aunque fuera por unos instantes, a pensar e imaginar la
divinidad en términos de experiencia inmediata, una tal experiencia
solo podría percibir fragmentos y tensiones» 88. Al hablar del simbo-
lismo metafísico de la cruz, latente en el icono, hemos indicado ya
esta idea de la coincidencia de los opuestos, que queda reflejada en
los ángeles que, si bien por su porte sugieren una forma varonil, por
sus rostros podrían ser considerados como muchachas 89. En cuanto
a sus cuerpos, enormemente alargados en relación con su cabeza, y
salvo las manos y los pies, solo aparecen sugeridos bajo sus vesti-
duras vaporosas y tornasoladas. Esquemáticamente podrían ser re-
presentados bajo la forma de triángulos isósceles de base pequeña y
largos lados capaces de ondular en el aire acariciados por el viento.
La espiritualidad de los cuerpos, creados por un antiguo pintor de
iconos como el Greco, o bien las criaturas volantes del ruso Chagall,
guardarían un secreto parentesco con estos etéreos ángeles de Ru-
blëv. A diferencia de Fray Angélico cuyos ángeles están adornados
con unas alas de plumas casi tangibles, Rublëv opta por representar-
las de forma casi esquemática, pero sus contornos, la ondulación de
crestas y senos, nos sugieren un movimiento ascensional. Como
comenta Evdokimov: «Los pies de los ángeles solo tocan los esca-
lones, su perspectiva invertida da la impresión de ligereza privada
de todo peso material y el conjunto hecho aéreo se eleva hacia la
altura» 90. Efectivamente, el trono no parece reposar sobre una base
sólida, sino flotar en el aire o en el agua, agua del firmamento. Esas
aguas originarias sobre cuya superficie se cernía el espíritu de Dios
antes de que se iniciara la creación (Gn 1, 2). Los estrados hexago-
nales del trono cuya forma vuelve a sugerir los seis días de la crea-
ción, tiene la consistencia de isla en el origen del mundo antes de
87
Vid. CORBIN, Op. cit, p. 320
88
MIRCEA ELIADE, Méphistophèles et l’ Androgyne, Paris, Gallimard, 1962,
p. 117
89
Así lo ve FOREST, Op. cit., p. 130
90
EVDOKIMOV, Op. cit., p.254
544 CARLOS EYMAR
que fueran separadas las aguas del cielo y la tierra en el segundo día
de la creación. Mas, al mismo tiempo, tiene un sentido glorioso de
punto omega, que San Juan nos describe con detalle en el Capítulo
4 del Apocalipsis. San Juan ve una puerta abierta en el cielo y oye
una voz que le invita a subir. «Al instante —dice— fui arrebatado
en espíritu y vi un trono colocado en medio del cielo y sobre el
trono uno sentado» (Ap 4, 2). Es indudable el parentesco de esta
visión con la representación de Rublëv que, sin embargo, ahorra los
detalles de la abigarrada visión apocalíptica de San Juan, limitándo-
se en algunos casos a leves sugerencias. Así, en lugar de representar
a los tetramorfos que rodeaban el trono, inscribe a éste en el cuadra-
do cuyo significado ya analizamos. Inicialmente, el color azul,
ambivalente para el cielo y el agua, le basta a Rublëv para sugerir
la explícita visión de San Juan: «Delante del trono había como un
mar de vidrio semejante al cristal» (Ap 4, 6). La visión del trono en
que se asienta la Trinidad, en medio de las aguas celestes del origen
y el fin del universo, vuelve a asociarse con el ángel cuya mano es
el centro del círculo, como para ratificarnos que la Trinidad es el
alfa y omega. Se puede hacer notar también una significativa varia-
ción del icono con respecto a la visión de San Juan, pues el trono
que éste nos presenta es el del Juez supremo, mientras que Rublëv,
si es cierta la versión de Tarkovski, es incapaz de pintar el Juicio
final. Para él, y es esto lo que transmite el icono, lo esencial es la
misericordia divina que encuentra su fundamento en el mismo Evan-
gelio de Juan: «Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para
juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él» (Jn 3, 16
- 17).
El concepto teológico de la igualdad de las tres personas divi-
nas, aparece magníficamente representado en el icono de Rublëv.
Ninguno de los ángeles puede considerarse superior al otro. Los tres
tienen los mismos atributos de poder y dignidad representados por
los tres cetros cuya forma les quita cualquier connotación de prepo-
tencia. Son, sobre todo, un símbolo claro de verticalización que
indica una dirección ascensional que converge con los otros símbo-
los ascensionales presentes en el icono, como puedan ser las alas.
Todo en el icono invita a la elevación mística, a vencer la natural
tendencia a la horizontalidad y evitar así los riesgos de la pérdida y
MEDITACIÓN ANTE EL ICONO DE LA TRINIDAD ANDREI RUBLËV 545
91
Vid. GILBERT DURAND, Les structures anthropologiqques de l’imaginaire,
Paris, 1984
92
GASTON BACHELARD, L’Air et les songes, Paris, Gallimard, p. 67 - 68
93
Cit. por GISBERT GRESHAKE, El Dios Uno y Trino, Barcelona, Herder,
2003, p. 247
546 CARLOS EYMAR
94
Ibid, p. 233
MEDITACIÓN ANTE EL ICONO DE LA TRINIDAD ANDREI RUBLËV 547
95
Cit. por GAETANO PASSARELLI, El icono de la Trinidad, Madrid, Publica-
ciones Claretianas, 1990, p.21
96
GRESHAKE, Op. cit., p. 260 y 641
548 CARLOS EYMAR
97
Sobre esto es interesante el libro de MISRAYAN, La Roca, Madrid, 2003
550 CARLOS EYMAR
Hijo con las ramas y al Espíritu Santo con los frutos y una misma
sustancia para los tres. Otros ven la Trinidad en forma de un árbol
de tres ramas que representan al Padre —Poder, al Hijo— Sabiduría
y al Espíritu —Amor 98. Para Evdokimov en el árbol cruz, el tronco
correspondería al Padre y cada uno de los dos brazos al Hijo y al
Espíritu 99. Con todo, el sentido esencial del árbol de la vida es que
produce frutos de inmortalidad. De hecho, Yahvé expulsó al hombre
del Paraíso para que éste no tendiera su mano al árbol de la vida y,
por eso, para cerrar al hombre el camino al árbol de la vida, puso
delante al querubín de espada flamígera (Gn 3, 22 - 24). En el icono
de Rublëv el árbol de la vida, inclinado por el viento, tiene el follaje
en forma de serpiente sobre un estandarte, como la que hizo cons-
truir Moisés por orden de Yahvé para que aquellos heridos mortal-
mente por la mordedura de serpiente, sanasen elevando la mirada
hacia ella (Nm 21, 4 - 9). Mirar al árbol de la vida es ya un fruto
de inmortalidad. El árbol de la vida se volvió inaccesible, invisible
para el hombre que perdió el sentido de la eternidad y de la uni-
dad 100. Rublëv parece decirnos en el lenguaje cifrado de los tres
símbolos de la parte superior del icono, que, impulsados por el soplo
del Espíritu, podemos llegar al centro, retornar al origen, al Paraíso,
al Árbol de la Vida. El Espíritu es vivificador y creador de unidad.
Él, como en la bella imagen del profeta Ezequiel, tiene el poder de
dar vida y recomponer lo disperso: ¡Ven oh Espíritu de los cuatro
vientos y sopla sobre estos huesos muertos y vivirán! (Ez 37, 9). El
sentido crístico del Árbol de la Vida es tan fuerte que, frente a lo
que dijimos, puede avalar por sí mismo la tesis de que el personaje
del centro es el Hijo. Pues la cruz ha sido considerada como lignum
vitae y a Cristo se le ha presentado también bajo forma de serpiente
que, a diferencia de Satanás, serpiente que mata, es una serpiente
que da la vida. «Dios enviando a su propio Hijo en carne semejante
a la del pecado, y por el pecado, condenó al pecado en la carne»
(Rm 8, 3). Dios se hace pecado, se hace serpiente, para liberarnos
del pecado y del poder de Satanás, porque, mientras el precio del
98
Cit. por MAISONNEUVE, Op. cit., p. 89
99
EVDOKIMOV, Op. cit., p. 254
100
Vid. GUENON, Op. cit., p. 74
MEDITACIÓN ANTE EL ICONO DE LA TRINIDAD ANDREI RUBLËV 551
101
Sobre este concepto de casa de amor en relación con el icono vid.
NOWEN, Op. cit., p. 19 y sgs
102
HILDEGARDA DE BINGEN, Scivias, Madrid, Trotta, 1999, p. 285
552 CARLOS EYMAR
103
EVDOKIMOV, Op. cit., p. 252
104
Vid GRESHAKE, Op. cit, p. 646
105
Ibid, p. 448. También B. FORTE, La Iglesia icono de la Trinidad, Sala-
manca, 1997.
106
Cit. por GRESHAKE, Op. cit., p. 448
MEDITACIÓN ANTE EL ICONO DE LA TRINIDAD ANDREI RUBLËV 553
poder del Dios creador, al Cristo redentor o a los frutos del Espíritu.
Y, por último, el edificio en lo alto puede ser tanto la casa del Padre,
la Iglesia cuerpo de Cristo o el templo del Espíritu. Pero es que,
además, los tres símbolos no pueden concebirse aisladamente y el
propio icono los une y envuelve en un mismo movimiento circular
de izquierda a derecha de Oriente a Occidente. A este respecto son
muchos los pasajes bíblicos en que monte y árbol o monte y casa
unen sus significados. Así, Ezequiel da voz a la promesa del Señor
de plantar un pequeño esqueje de cedro en el monte más encumbra-
do de Israel, allí echará ramas, se pondrá frondoso y llegará a ser un
cedro magnífico, anidarán en él todos los pájaros, a la sombra de su
ramaje anidarán todas las aves (Ez 17, 22). Es, sin duda, el mismo
monte que aparece unos capítulos más tarde cuando el profeta es
arrebatado en éxtasis: «Me dejó en un monte muy alto, en cuya cima
se erguía una mole con traza de ciudadela» (Ez 40, 2). Del templo
manaba un potente torrente a cuyas orillas crecían árboles eternos de
frutos inmortales porque los regaban las aguas del santuario (Ez 47,
12). El sentido del descenso de estas aguas vivificadoras, hacia el
levante, hacia el Oriente, coincide con el del icono, como si el agua
invisible que desciende de la casa templo fuera hasta las raíces del
árbol y los pies de la roca para completar el círculo y responder así
al fuerte soplo proveniente de la cumbre. En el Apocalipsis, la Nueva
Jerusalén es vista desde la cima de una montaña grande y alta (Ap
21, 10); una ciudad en la que nada impuro podía penetrar, atravesa-
da por un río de agua viva, luciente como el cristal, que salía del
trono de Dios y del Cordero. A ambos lados crecía un árbol de la
vida, cuyas hojas sirven de medicina a las naciones (Ap. 22, 2).
Todos los elementos de esa visión los tenemos presentes en el icono.
La mención al agua nos vuelve a remitir al primer plano del icono,
al trono de la Trinidad y del Cordero del que brota ese agua de
cristal, vivificadora, que cae sobre los hombres, sobre toda la crea-
ción, gracias a que el triángulo se ha quebrado por su vértice, en
expresión del deseo de que nadie muera, de que todos se salven.
554 CARLOS EYMAR
107
La Percepción de la forma, p. 222
108
Esas características de lo sublime las da KANT en Lo Bello y lo Sublime,
Madrid, Espasa, 1972, p.14
MEDITACIÓN ANTE EL ICONO DE LA TRINIDAD ANDREI RUBLËV 555
109
KANT, La paz perpetua, Madrid, Espasa, 1972 p. 114
110
Cit. por CORBIN, Op. cit., p. 156
556 CARLOS EYMAR
111
BORIS BOBRINSKOY, Le Mystère de la Trinité, Paris, Cerf, 1996, p. 168