“No hay quien clame por la justicia, ni quien juzgue por la verdad; confían en vanidad,
y hablan vanidades; conciben maldades, y dan a luz iniquidad. Incuban huevos de
áspides, y tejen telas de arañas; el que comiere de sus huevos, morirá; y si los
apretaren, saldrán víboras. Sus telas no servirán para vestir, ni de sus obras serán
cubiertos; sus obras son obras de iniquidad, y obra de rapiña está en sus manos. Sus
pies corren al mal, se apresuran para derramar la sangre inocente; sus pensamientos,
pensamientos de iniquidad; destrucción y quebrantamiento hay en sus caminos.”
(Isaías 59:4-7).
7
Como ya dijimos, somos seres tripartitos, integrales, y nuestro espíritu,
alma y cuerpo, están íntimamente entrelazados y entretejidos, como un
solo ser; por lo que, la condición de los dos primeros va a ser
determinante para afectar el estado del organismo, para salud o para
enfermedad.
“Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud,
así como prospera tu alma.” (3ra Juan 1:2).
8
El Salmo 109:18 habla del hombre impío, o el que tiene iniquidad,
diciendo: “Se vistió de maldición como de su vestido, y entró como agua en sus
entrañas, y como aceite en sus huesos.”
“Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de
dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los
tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. Y no hay
cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas
están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta.”
(Hebreos 4:12-13).
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Con cuánta insistencia, el libro de los Salmos, los Proverbios, y los
Evangelios nos hablan de la importancia de tener un corazón puro,
sano, limpio, obediente, alegre, saludable, como señal de que vivimos
libres de la influencia de la iniquidad, en nuestra relación con Dios, con
nosotros mismos, con los demás, “y con la Visión”.
“No dejes que se incline mi corazón a cosa mala, a hacer obras impías con los
que hacen iniquidad; y no coma yo de sus deleites.” (Salmo 141:4).
“El corazón alegre constituye buen remedio; mas el espíritu triste seca los
huesos.” (Proverbios 17:22).
“El corazón alegre hermosea el rostro; mas por el dolor del corazón el espíritu se
abate.” (Proverbios 15:13).
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para que no se desalienten. Siervos, obedeced en todo a vuestros amos terrenales,
no sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino con
corazón sincero, temiendo a Dios. Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón,
como para el Señor y no para los hombres” (Colosenses 3:12-23).
“No hay quien clame por la justicia, ni quien juzgue por la verdad; confían en
vanidad, y hablan vanidades; conciben maldades, y dan a luz iniquidad. Incuban
huevos de áspides, y tejen telas de arañas; el que comiere de sus huevos, morirá;
y si los apretaren, saldrán víboras.” (Isaías 59:4-5).
“Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá
para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del
mundo. Entonces los judíos contendían entre sí, diciendo: ¿Cómo puede éste
darnos a comer su carne? Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no
coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en
vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le
resucitaré en el día postrero. Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre
es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y
yo en él. Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo el
que me come, él también vivirá por mí. Este es el pan que descendió del cielo; no
como vuestros padres comieron el maná, y murieron; el que come de este pan,
vivirá eternamente. Estas cosas dijo en la sinagoga, enseñando en Capernaum.”
(Juan 6:51-58).
“Vosotros sabéis lo que se divulgó por toda Judea, comenzando desde Galilea,
después del bautismo que predicó Juan: cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y
con poder a Jesús de Nazaret, y cómo éste anduvo haciendo bienes y sanando a
todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él. Y nosotros somos
testigos de todas las cosas que Jesús hizo en la tierra de Judea y en Jerusalén; a
quien mataron colgándole en un madero.” (Hechos 10:37-39).
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“Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros,
dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas; el cual no hizo pecado, ni se
halló engaño en su boca; quien cuando le maldecían, no respondía con
maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que
juzga justamente; quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el
madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia;
y por cuya herida fuisteis sanados. Porque vosotros erais como ovejas
descarriadas, pero ahora habéis vuelto al Pastor y Obispo de vuestras almas.”
(1ra Pedro 2:21-25).
Oración y ministración.
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