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BIBLIOGRAFÍA BÁSICA

1.- EL CAPITALISMO HISTÓRICO (IMMANUEL WALLERSTEIN)


Introducción
Capítulo 1. La mercantilización de todas las cosas: La producción de Capital

2.- ANÁLISIS DE SISTEMAS-MUNDO (IMMANUEL WALLERSTEIN)


Capítulo 2. El sistema-mundo moderno como economía-mundo capitalista: producción,
plusvalía y polarización

3.- BREVE HISTORIA DEL NEOLIBERALISMO (DAVID HARVEY)


Capítulo 6. El neoliberalismo a juicio
Capítulo 7. El horizonte de la libertad

4.- LA DOCTRINA DEL SHOCK. EL AUGE DEL CAPITALISMO DEL


DESASTRE (NAOMI KLEIN)
Introducción. La nada es bella

5.- IMPLICACIONES GEOPOLÍTICAS ALREDEDOR DE LA INFLUENCIA


CHINA EN EL MUNDO (EDGARDO LANDER)
Transcripción intervención en seminario
6.- AMÉRICA LATINA ANTE LA CRISIS MUNDIAL DEL CAPITALISMO: EL
MODELO PRODUCTIVO Y DE DESARROLLO
Notas para debatir

7.- AMÉRICA LATINA ACTUAL. GEOPOLÍTICA IMPERIAL, PROGRESISMOS


GUBERNAMENTALES Y RESISTENCIAS (FRANCK GAUDICHAUD)
Entrevista

8.- LA MULTIFACÉTICA CRISIS DEL SISTEMA MUNDO: UNA MIRADA


CRÍTICO-PROSPECTIVA A SU IMPACTO EN NUESTRA AMÉRICA

Principales conclusiones del taller internacional (Ciudad de México 9, a 11 de marzo de


2015)

9.- GUERRA DE POSICIONES EN AMERICA LATINA: EMANCIPACIÓN VS


RESTAURACIÓN (KATU ARKONADA)
Ponencia base de la exposición presentada en el 3º Congreso por la Integracion Política
Regional (Buenos Aires, 23 a 25 de mayo de 2014)
EL CAPITALISMO
HISTÓRICO

por
IMMANUEL WALLERSTEIN

)*3
siglo
veintiuno
editores
MÉXICO
ESPAÑA
ARGENTINA
COLOMBIA
ÍNDICE

Introducción vil

1. LA MERCANTILIZACIÓN DE TODAS LAS COSAS: LA PRO-


DUCCIÓN DE CAPITAL 1
2. LA POLÍTICA DE ACUMULACIÓN: LA LUCHA POR LOS
BENEFICIOS 36

3. LA VERDAD COMO OPIO: RACIONALIDAD Y RACIONA-


LIZACIÓN 65

4. CONCLUSIÓN: SOBRE EL PROGRESO Y LAS TRANSI-


CIONES 87
INTRODUCCIÓN

Son muchos los libros escritos sobre el capitalis-


mo por marxistas y otros autores de la izquierda
política, pero la mayoría de ellos adolecen de uno
de estos dos defectos. Los unos son básicamente
análisis lógico-deductivos que parten de definicio-
nes de lo que se piensa que es en esencia el capi-
talismo y examinan luego hasta qué punto se ha
desarrollado éste en diversos lugares y épocas.
Los segundos se centran en las presuntas grandes
transformaciones del sistema capitalista a partir
de un punto reciente en el tiempo, y todo el tiem-
po anterior sirve de contraste mitológico para
considerar la realidad empírica del presente.
Lo que me parece urgente, la tarea a la que se
ha consagrado en cierto sentido la totalidad de
mi obra reciente, es ver el capitalismo como un
sistema histórico, a lo largo de toda su historia
y en su realidad concreta y única. Me he fijado,
por tanto, la tarea de describir esta realidad, de
delinear con precisión lo que siempre ha estado
cambiando y lo que nunca ha cambiado (de tal
forma que podríamos denominar la realidad en-
tera bajo un solo nombre).
Creo, como muchos otros, que esta realidad es
un todo integrado. Pero muchos de los que man-
tienen esta opinión la defienden en forma de un
ataque a otros por su supuesto «economicismo»,
o su «idealismo» cultural, o su excesivo hincapié
en los factores políticos y «voluntaristas». Tales
críticas, casi por su propia naturaleza, tienden a
caer de rebote en el vicio opuesto al que atacan.
Por consiguiente, he tratado de presentar muy
VIII Immanuel Wallerstein
claramente la realidad global integrada, tratando
sucesivamente su expresión en los terrenos eco-
nómico, político e ideológico-cultural.
Finalmente, permítaseme decir unas palabras
sobre Karl Marx. Fue una figura monumental en
la historia intelectual y política moderna. Nos ha
dejado un gran legado, conceptualmente rico y
moralmente inspirador. Sin embargo, deberíamos
tomar en serio lo que dijo de que no era mar-
xista, y no desecharlo como una ocurrencia.
Marx sabía, cosa que muchos de los que se di-
cen discípulos suyos no saben, que era un hombre
del siglo xix cuya visión estaba inevitablemente
limitada por esa realidad social. Sabía, cosa que
muchos no saben, que una formulación teórica
sólo es comprensible y utilizable en relación con
la formulación alternativa a la que aquélla ataca
explícita o implícitamente, y que es totalmente
irrelevante para formulaciones de otros problemas
basados en otras premisas. Sabía, cosa que mu-
chos no saben, que había una tensión en la pre-
sentación de su obra entre la exposición del capi-
talismo como un sistema perfecto (lo que de he-
cho nunca había existido históricamente) y el aná-
lisis de la realidad cotidiana concreta del mundo
capitalista.
Utilicemos, pues, sus escritos del único modo
sensato: como los de un compañero de lucha que
sabía tanto como él sabía.
1. LA MERCANTILIZACION DE TODAS LAS
COSAS: LA PRODUCCIÓN DE CAPITAL

El capitalismo es, ante todo y sobre todo, un sis-


tema social histórico. Para comprender sus orí-
genes, su funcionamiento o sus perspectivas ac-
tuales tenemos que observar su realidad. Por
supuesto, podemos intentar resumir esta reali-
dad en una serie de enunciados abstractos, pero
sería absurdo utilizar tales abstracciones para
juzgar y clasificar la realidad. Por tanto, en lugar
de eso propongo tratar de describir cómo ha sido
realmente el capitalismo en la práctica, cómo ha
funcionado en cuanto sistema, por qué se ha des-
arrollado de la manera en que lo ha hecho y a
dónde conduce en la actualidad.
La palabra capitalismo se deriva de capital.
Sería lícito, pues, suponer que el capital es un ele-
mento clave en el capitalismo. Pero, ¿qué es el
capital? En una de sus acepciones, es simplemen-
te riqueza acumulada. Pero cuando se usa en el
contexto del capitalismo histórico tiene una de-
finición más específica. No es sólo la reserva de
bienes de consumo, maquinaria o derechos auto-
rizados a cosas materiales en forma de dinero.
El capital en el capitalismo histórico sigue refi-
riéndose por supuesto a estas acumulaciones de
esfuerzos de un trabajo pasado que todavía no han
sido gastados; pero si esto fuera todo, entonces
se podría decir que todos los sistemas históricos,
hasta el del hombre de Neanderthal, han sido ca-
pitalistas, ya que todos ellos han tenido alguna
de estas reservas acumuladas que encarnaban un
trabajo pasado.
2 Immanuel Wallerstein
Lo que distingue al sistema social histórico que
llamamos capitalismo histórico es que en este sis-
tema histórico el capital pasó a ser usado (in-
vertido) de una forma muy especial. Pasó a ser
usado con el objetivo o intento primordial de su
autoexpansión. En este sistema, las acumulacio-
nes pasadas sólo eran «capital» en la medida en
que eran usadas para acumular más capital. El
proceso fue sin duda complejo, e incluso sinuoso,
como veremos. Pero es a ese objetivo implacable
y curiosamente asocial del poseedor de capital
—la acumulación de más capital—, así como a
las relaciones que este poseedor de capital tenía
por tanto que establecer con otras personas para
conseguir ese objetivo, a los que llamamos capi-
talistas. Es indudable que éste no era el tínico
propósito. En el proceso de producción interve-
nían otras consideraciones. Pero la cuestión es:
en caso de conflicto, ¿qué consideraciones ten-
dían a prevalecer? Siempre que, con el tiempo,
fuera la acumulación de capital la que regular-
mente predominara sobre otros objetivos alter-
nativos, tenemos razones para decir que estamos
ante un sistema capitalista.
Un individuo o un grupo de individuos podría
por supuesto decidir en cualquier momento que
le gustaría invertir capital con el objetivo de ad-
quirir más capital. Pero, antes de llegar a un de-
terminado momento histórico, no había sido nun-
ca fácil para tales individuos hacerlo con buenos
resultados. En los sistemas anteriores, el largo
y complejo sistema de la acumulación de capital
se veía casi siempre bloqueado en uno u otro pun-
to, incluso en aquellos casos en que existía su
condición inicial: la propiedad, o amalgama, de
una reserva de bienes no consumidos previamen-
te en manos de unos pocos. Nuestro capitalista en
potencia necesitaba siempre obtener el uso de
trabajo, lo que significaba que tenía que haber
La producción de capital 3

personas que pudieran ser atraídas o forzadas


a trabajar. Una vez conseguidos los trabajadores
y producidas las mercancías, estas mercancías te-
nían que ser comercializadas de alguna forma, lo
que significaba que tenía que haber tanto un sis-
tema de distribución como un grupo de compra-
dores con medios para comprar las mercancías.
Estas tenían que ser vendidas a un precio que
fuera superior a los costes totales (en el punto de
venta) soportados por el vendedor y, además, este
margen de diferencia tenía que ser más de lo que
el vendedor necesitaba para su propia subsisten-
cia. En lenguaje moderno, tenía que haber una
ganancia. El propietario de la ganancia tenía en-
tonces que ser capaz de retenerla hasta que se
diera una oportunidad razonable para invertirla,
momento en que todo el proceso tenía que reno-
varse en el punto de producción.
En realidad, antes de llegar a los tiempos mo-
dernos, esta cadena de procesos (llamada a veces
ciclo del capital) rara vez se completaba. Por un
lado, muchos de los eslabones de la cadena eran
considerados, en los sistemas sociales históricos
anteriores, irracionales y/o inmorales por los po-
seedores de la autoridad política y moral. Pero
aun sin la interferencia directa de aquellos que
tenían el poder de interferir, el proceso se veía
habitualmente frustrado por la inexistencia de
uno o más elementos de proceso: reserva acumu-
lada en forma monetaria, fuerza de trabajo desti-
nada a ser utilizada por el productor, red de
distribuidores, consumidores que fueran compra-
dores.
Faltaban uno o más elementos porque, en los
sistemas sociales históricos anteriores, uno o más
de estos elementos no estaba «mercantilizado» o
lo estaba insuficientemente. Esto significa que el
proceso no era considerado como un proceso que
pudiera o debiera realizarse a través de un «mer-
4 Immanuel Wallerstein
cado». El capitalismo histórico implicó, pues, una
mercantilización generalizada de unos procesos
—no sólo los procesos de intercambio, sino tam-
bién los procesos de producción, los procesos de
distribución y los procesos de inversión-— que an-
teriormente habían sido realizados a través de
medios distintos al «mercado». Y, en el curso de
su intento de acumular más y más capital, los ca-
pitalistas han intentado mercantilizar más y más
procesos sociales en todas las esferas de la vida
económica. Dado que el capitalismo es un proceso
asocial, de aquí se desprende que ninguna tran-
sacción social ha estado intrínsecamente exen-
ta de una posible inclusión. Esta es la razón de
que podamos decir que el desarrollo histórico del
capitalismo ha implicado una tendencia a la mer-
cantilización de todas las cosas.
Pero no era suficiente mercantilizar los proce-
sos sociales. Los procesos de producción estaban
unidos entre sí en complejas cadenas de mercan-
cías. Consideremos, por ejemplo, un producto tí-
pico que ha sido ampliamente producido y ven-
dido a lo largo de la experiencia histórica del ca-
pitalismo: una prenda de vestir. Para producir una
prenda de vestir se suele necesitar, como míni-
mo, tela, hilo, algún tipo de maquinaria y fuerza
de trabajo. Pero cada uno de estos elementos ha
de ser producido a su vez. Y los elementos que
intervienen en su producción han de ser produ-
cidos a su vez. No era inevitable —ni siquiera era
habitual— que cada uno de los subprocesos en
esta cadena de mercancías estuviera mercantili-
zado. De hecho, como veremos, la ganancia es a
menudo mayor cuando no todos los eslabones de
la cadena están mercantilizados. Lo que está cla-
ro es que, en tal cadena, hay un conjunto muy
amplio y disperso de trabajadores que reciben
algún tipo de remuneración que se registra en los
libros de contabilidad como costes. Hay también
La producción de capital 5

un conjunto mucho menor, pero por lo general


igualmente disperso, de personas (que además no
están por lo común vinculadas entre sí como so-
cios económicos, sino que operan como entidades
económicas distintas), las cuales comparten de
alguna manera el margen final existente en la ca-
dena de mercancías entre los costes totales de
producción de la cadena y los ingresos totales con-
seguidos gracias a la venta del producto final.
Una vez que hubo tales cadenas de mercancías
entre los múltiples procesos de producción, está
claro que la tasa de acumulación para todos los
«capitalistas» juntos pasó a estar en función de
la amplitud del margen que se pudiera crear, en
una situación en la que este margen podía fluc-
tuar considerablemente. La tasa de acumulación
para un capitalista en concreto, sin embargo, es-
taba en función de un proceso de «competencia»
en el que las recompensas más altas eran para
aquellos que tenían mayor perspicacia para juz-
gar, mayor capacidad para controlar a su fuerza
de trabajo y mayor acceso a las restricciones po-
líticamente determinadas sobre operaciones con-
cretas del mercado (conocidas genéricamente co-
mo «monopolios»).
Esto creó una primera contradicción elemental
en el sistema. Aunque el interés de todos los ca-
pitalistas, tomados como clase, parecía ser redu-
cir todos los costes de producción, estas reduc-
ciones de hecho con frecuencia favorecían a unos
capitalistas en contra de otros, y por consiguien-
te algunos preferían incrementar su parte de un
margen global menor a aceptar una parte menor
de un margen global mayor. Además, había una
segunda contradicción fundamental en el sistema.
A medida que se acumulaba más y más capital,
se mercantilizaban más y más procesos y se pro-
ducían más y más mercancías, uno de los requi-
sitos clave para mantener la circulación era que
6 Immanuel Wallerstein
hubiera más y más compradores. Sin embargo,
al mismo tiempo, los esfuerzos por reducir los
costes de producción reducían a menudo la circu-
lación y la distribución del dinero, y de este modo
inhibían la constante expansión de los comprado-
res, necesaria para completar el proceso de acu-
mulación. Por el contrario, la redistribución de la
ganancia global de una forma que pudiera haber
incrementado la red de compradores reducía a
menudo el margen global de ganancia. De aquí
que los empresarios a nivel individual se movie-
ran en una dirección para impulsar sus empresas
(reduciendo, por ejemplo, sus costes de trabajo)
mientras que simultáneamente se movían en otra
dirección (como miembros de una clase colecti-
va) para aumentar la red global de compradores
(lo que inevitablemente implicaba, para algunos
productores al menos, un incremento de los cos-
tes de trabajo).
La economía del capitalismo ha estado, pues,
gobernada por el intento racional de maximizar
la acumulación. Pero lo que era racional para los
empresarios, no era necesariamente racional para
los trabajadores. Y, lo que es aún más importan-
te: lo que era racional para todos los empresa-
rios como grupo colectivo no era necesariamente
racional para un empresario determinado. Por
tanto, no basta decir que cada uno velaba por
sus propios intereses. Los propios intereses de
cada persona a menudo movían a ésta, de forma
muy «racional», a emprender actividades contra-
dictorias. El cálculo del interés real a largo plazo
se hizo pues sumamente complejo, aun cuando
ignoremos en la actualidad hasta qué punto la
percepción de sus propios intereses por parte de
cada uno estaba encubierta y distorsionada por
complejos velos ideológicos. Por el momento, su-
pondré provisionalmente que el capitalismo his-
tórico engendró realmente al homo económicas,
La producción de capital 7

pero añadiré que éste estaba, casi inevitablemen-


te, un tanto confuso.
Había, sin embargo, una restricción «objetiva»
que limitaba la confusión. Si un determinado in-
dividuo cometía constantemente errores de apre-
ciación en el terreno económico, ya fuera por ig-
norancia, fatuidad o prejuicios ideológicos, este
individuo (o empresa) tendía a no sobrevivir en
el mercado. La bancarrota ha sido el filtro de-
purador del sistema capitalista que ha obligado
constantemente a todos los agentes económicos
a seguir más o menos los caminos trillados, pre-
sionándolos para actuar de forma que colectiva-
mente hubiera una acumulación de capital cada
vez mayor.
El capitalismo histórico es, pues, ese escenario
integrado, concreto, limitado por el tiempo y el
espacio, de las actividades productivas dentro del
cual la incesante acumulación de capital ha sido
el objetivo o «ley» económica que ha gobernado
o prevalecido en la actividad económica funda-
mental. Es ese sistema social en el cual quienes
se han regido por tales reglas han tenido un im-
pacto tan grande sobre el conjunto que han crea-
do las condiciones, mientras que los otros se han
visto obligados a ajustarse a las normas o a su-
frir las consecuencias. Es ese sistema social en el
cual el alcance de esas reglas (la ley del valor)
se ha hecho cada vez más amplio, los encargados
de aplicar estas reglas se han hecho cada vez más
intransigentes y la penetración de estas reglas en
el tejido social se ha hecho cada vez mayor, aun
cuando la oposición social a tales reglas se haya
hecho cada vez más fuerte y más organizada.
Utilizando esta descripción de lo que se entien-
de por capitalismo histórico, cualquiera de nos-
otros puede determinar a qué escenario integrado,
concreto, limitado por el tiempo y el espacio, se
refiere. jVli opinión es que la génesis de este siste-
8 Immanuel Wallerstein
ma histórico se localiza en la Europa de finales
del siglo XV, que el sistema se extendió con el
tiempo hasta cubrir todo el globo hacia finales del
siglo xix, y que aún hoy cubre todo el globo. Me
doy cuenta de que una delimitación tan super-
ficial de las fronteras del tiempo y el espacio sus-
cita dudas en muchas personas. Estas dudas son,
sin embargo, de dos tipos diferentes. En primer
lugar están las dudas empíricas. ¿Estaba Rusia
dentro o fuera de la economía-mundo europea en
el siglo Xvi? ¿Cuándo se incorporó exactamente
el Imperio otomano a la economía-mundo capita-
lista? ¿Podemos considerar una determinada zo-
na interior de un determinado Estado en un de-
terminado momento como verdaderamente «inte-
grada» en la economía-mundo capitalista? Estas
preguntas son importantes, tanto por sí mismas
como porque al intentar responder a ellas nos ve-
mos obligados a precisar más nuestros análisis
de los procesos del capitalismo histórico. Pero no
es éste el momento ni el lugar adecuado para con-
testar a los numerosos interrogantes empíricos
sometidos a continuo debate y elaboración.
El segundo tipo de duda es el que se plantea la
utilidad de la clasificación inductiva que acabo
de sugerir. Hay algunos que se niegan a aceptar
que se pueda decir jamás que existe el capitalis-
mo a no ser como una forma específica de rela-
ción social en el lugar de trabajo: la de un em-
presario privado que emplea asalariados. Hay
otros que afirman que cuando un determinado
Estado ha nacionalizado sus industrias y procla-
mado su adhesión a las doctrinas socialistas, ha
puesto fin, con esos actos y como resultado de
sus consecuencias, a la participación de ese Es-
tado en la economía-mundo capitalista. Estos no
son interrogantes empíricos, sino teóricos, y tra-
taremos de abordarlos en el curso de este análi-
sis. Abordarlos deductivamente sería inútil, sin
La producción de capital 9
embargo, ya que no llevaría a un debate racional,
sino simplemente a un choque entre fes opuestas.
Por consiguiente, los abordaremos heurísticamen-
te, afirmando que nuestra clasificación inductiva
es más útil que las clasificaciones alternativas por-
que abarca más fácilmente y elegantemente lo que
sabemos colectivamente en la actualidad acerca de
la realidad histórica y porque nos proporciona una
interpretación de esta realidad que nos permite ac-
tuar más eficazmente sobre el presente.
Examinemos, pues, cómo ha funcionado realmen-
te el sistema capitalista. Decir que el objetivo de un
productor es la acumulación de capital es decir que
tratará de producir tanto como le sea posible de
una determinada mercancía y ofrecerla a la venta
con el mayor margen de ganancia para él. Sin
embargo, esto lo hará dentro de una serie de res-
tricciones económicas que, como decimos, exis-
ten «en el mercado». Su producción total está for-
zosamente limitada por la disponibilidad (relati-
vamente inmediata) de cosas tales como factores
materiales de producción, fuerza de trabajo, clien-
tes y acceso al dinero efectivo para ampliar su
base de inversión. La cantidad que puede produ-
cir con ganancia y el margen de ganancia al que
puede aspirar están también limitados por la ca-
pacidad de sus «competidores» de ofrecer el mis-
mo artículo a precios de venta más bajos: en este
caso no se trata de los competidores de cualquier
lugar del mercado mundial, sino de los que están
introducidos en los mismos mercados locales, in-
mediatos y más restringidos en los que él vende
(independientemente de cómo sea definido este
mercado en un caso determinado). La expansión
de su producción estará también restringida por
el grado en que su producción ampliada dé lugar
a una reducción de los precios en el mercado «lo-
cal» capaz de reducir realmente la ganancia total
obtenida con su producción total.
10 Immanuel Walterstein
Todas éstas son restricciones objetivas, es de-
cir, que existen sin necesidad de que un determi-
nado productor o participante activo en el mer-
cado tome un determinado conjunto de decisio-
nes. Estas restricciones son la consecuencia de
un proceso social total que se da en un lugar y
tiempo concretos. Por supuesto, siempre hay ade-
más otras restricciones, más susceptibles de ma-
nipulación. Los gobiernos pueden adoptar, pue-
den haber adoptado ya, diversas medidas que de
alguna forma transformen las opciones económi-
cas y por consiguiente el cálculo de las ganancias.
Un determinado productor puede ser el beneficia-
rio o la víctima de las medidas existentes. Un de-
terminado productor puede tratar de persuadir
a las autoridades políticas de que cambien las me-
didas en su favor.
¿Cómo han actuado los productores para ma-
ximizar su capacidad de acumular capital? La
fuerza de trabajo ha sido siempre un elemento
central y cuantitativamente significativo en el
proceso de producción. Al productor que trata de
acumular le preocupan dos aspectos diferentes de
la fuerza de trabajo: su disponibilidad y su cos-
te. El problema de la disponibilidad se ha plan-
teado habitualmente de la siguiente manera: las
relaciones sociales de producción que eran fijas
(una fuerza de trabajo estable para un determi-
nado productor) podían tener un coste bajo si el
mercado era estable y el tamaño de la fuerza de
trabajo óptima para un momento determinado.
Pero si el mercado de ese producto decaía, el
hecho de que la fuerza de trabajo fuera fija in-
crementaba su coste real para el productor. Y si
el mercado de ese producto se incrementaba, el
hecho de que la fuerza de trabajo fuera fija hacía
que al productor le fuera imposible aprovechar
las oportunidades de ganancia.
La producción de capital 11
Por otra parte, también una fuerza de trabajo
variable tenía desventajas para los capitalistas.
Una fuerza de trabajo variable era por definición
una fuerza de trabajo que no trabajaba necesaria-
mente de forma continua para el mismo produc-
tor. A tales trabajadores debía, pues, preocupar-
les, por lo que se refiere a su supervivencia, su
nivel de remuneración en función de un período
de tiempo lo suficientemente largo como para
contrarrestar las variaciones en los ingresos rea-
les. Es decir, los trabajadores tenían que ser ca-
paces de sacar de los períodos en que trabajaban
lo suficiente como para cubrir los períodos en
los que no recibían remuneración. Por consiguien-
te, una fuerza de trabajo variable a menudo cos-
taba a los productores más por hora y por indi-
viduo que una fuerza de trabajo fija.
Cuando tenemos una contradicción, y aquí te-
nemos una en el meollo mismo del proceso de
producción capitalista, podemos estar seguros de
que el resultado será un compromiso histórica-
mente difícil. Repasemos lo que sucedió de he-
cho. En los sistemas históricos que precedieron
al capitalismo histórico, la mayoría de las fuerzas
de trabajo (nunca todas ellas) eran fijas. En algu-
nos casos, la fuerza de trabajo del productor se
reducía a él mismo o a su familia, y por tanto era
fija por definición. En algunos casos, una fuerza
de trabajo no relacionada con el productor por la-
zos de parentesco le era adscrita mediante diver-
sas regulaciones legales y/o consuetudinarias (in-
cluyendo diversas formas de esclavitud, servidum-
bre por deudas, regímenes permanentes de tenen-
cia, etc.). Algunas veces la adscripción era vitali-
cia. Otras veces era por períodos limitados, con
una opción de renovación; pero esta limitación del
tiempo sólo tenía sentido si existían alternativas
realistas en el momento de la renovación. Ahora
bien, la rigidez de estos regímenes planteaba pro-
!
12 Immanuel Wallerstein
blemas no sólo a los productores concretos a
quienes estaba adscrita una determinada fuerza
de trabajo, sino también a todos los otros produc-
tores, ya que evidentemente sólo podían ampliar
sus actividades en la medida en que existieran
fuerzas de trabajo disponibles no fijas.
Estas consideraciones constituyeron la base,
tal como a menudo se ha descrito, del auge de la
institución del trabajo asalariado, allí donde exis-
tía un grupo de personas permanentemente dis-
ponibles para trabajar más o menos para el me-
jor postor. Llamamos a este proceso mercado de
trabajo y a las personas que venden su trabajo
proletarios. No digo nada nuevo si afirmo que, en
el capitalismo histórico, ha habido una creciente
proletarización de la fuerza de trabajo. La afir-
mación no sólo no es nueva, sino que tampoco es
en absoluto sorprendente. Las ventajas del pro-
ceso de proletarización para los productores han
sido ampliamente documentadas. Lo sorprenden-
te no es que haya habido tanta proletarización,
sino que haya habido tan poca. Tras cuatro siglos
al menos de existencia de este sistema social his-
tórico, no se puede decir que la cantidad de tra-
bajo plenamente proletarizado en la economía-
mundo capitalista llegue hoy en total ni siquiera
a un cincuenta por ciento.
Sin duda esta estadística está en función de
cómo se mida y a quién se mida. Si usamos las
estadísticas oficiales de los gobiernos acerca de
la llamada población activa, primordialmente los
varones adultos formalmente disponibles para un
trabajo remunerado, podemos encontrar que el
porcentaje de asalariados es hoy razonablemente
alto (si bien, incluso en ese caso, cuando se calcu-
la a nivel mundial, el porcentaje real es inferior
al que suponen la mayoría de las formulaciones
teóricas). Sin embargo, si consideramos a todas
las personas cuyo trabajo se incorpora de una u
La producción de capital 13
otra forma a la cadena de mercancías —abarcan-
do así a prácticamente todas las mujeres adultas
y también a un número muy alto de personas
preadultas y posadultas (es decir, los jóvenes y los
viejos)—, entonces nuestro porcentaje de prole-
tarios cae en picado.
Demos un paso más antes de proceder a nues-
tra medición. ¿Es conceptualmente útil aplicar la
etiqueta «proletario» a un individuo? Lo dudo. En
el capitalismo histórico, como en los sistemas
históricos anteriores, los individuos han tendido
a vivir dentro del marco de unas estructuras re-
lativamente estables que comparten un fondo co-
mún de ingresos actuales y capital acumulado, a
las que podríamos llamar unidades domésticas
(households). El hecho de que los límites de estas
unidades domésticas estén cambiando continua-
mente por las entradas y salidas de los individuos
no impiden que sean la unidad de cálculo racional
en términos de remuneraciones y gastos. Las per-
sonas que desean sobrevivir cuentan todos sus in-
gresos potenciales, independientemente de la fuen-
te de la que procedan, y los valoran en función de
los gastos reales que deben realizar. Tratan de so-
brevivir como mínimo; luego, con más ingresos,
tratan de disfrutar de un estilo de vida que en-
cuentran satisfactorio; y por fin, con más ingresos
todavía, tratan de participar en el juego capitalis-
ta como acumuladores de capital. Para todos los
propósitos reales, la unidad doméstica es la uni-
dad económica que se dedica a tales actividades.
Esta unidad doméstica es habitualmente una uni-
dad relacionada por lazos de parentescos, pero a
veces no lo es, o al menos no lo es exclusivamente.
En la mayoría de los casos es co-residencial, pero
esta tendencia ha retrocedido a medida que avan-
zaba la mercantilización.
Fue en el contexto de esta estructura de unida-
de- domésticas donde comenzó a imponerse a las
14 Immanueí Waílerstein
clases trabajadoras la distinción social entre tra-
bajo productivo y trabajo improductivo. De he-
cho, el trabajo productivo llegó a ser definido
como un trabajo que devengaba dinero (primor-
dialmente trabajo que devengaba un salario), y
el trabajo improductivo como un trabajo que,
aunque muy necesario, era meramente una acti-
vidad de «subsistencia» y que por tanto, se decía,
no producía un «excedente» del que pudiera apro-
piarse alguien. Este trabajo, o bien no estaba en
absoluto mercantilizado o bien implicaba una pro-
ducción simple (pero en este caso verdaderamen-
te simple) de mercancías. La diferenciación entre
los tipos de trabajo fue consolidada mediante la
creación de papeles específicos vinculados a ellos.
El trabajo productivo (asalariado) se convirtió
primordialmente en la tarea del varón adulto/pa-
dre y secundariamente de los otros varones adul-
tos (más jóvenes) de la unidad doméstica. El tra-
bajo improductivo (de subsistencia) se convirtió
primordialmente en la tarea de la mujer adulta/
madre y secundariamente de las otras mujeres,
así como de los niños y los ancianos. El trabajo
productivo era realizado fuera de la unidad do-
méstica, en el «centro de trabajo». El trabajo no
productivo era realizado dentro de la unidad do-
méstica.
Las líneas divisorias no eran nítidas, induda-
blemente, pero con el capitalismo histórico se hi-
cieron muy claras y apremiantes. La división del
trabajo real por géneros y edades no fue, por su-
puesto, una invención del capitalismo histórico.
Probablemente existió siempre, aunque sólo fuese
porque para algunas tareas hay requisitos y li-
mitaciones biológicos (de género, pero también de
edad). La familia jerárquica y/o la estructura de
unidades domésticas no fueron tampoco una in-
vención del capitalismo. Estas también existían
desde hacía mucho tiempo.
La producción de capital 15
Lo que hubo de nuevo en el capitalismo histó-
rico fue la correlación entre división del trabajo
y valoración del trabajo. Los hombres tal vez ha-
yan hecho a menudo un trabajo diferente del de
las mujeres (y los adultos un trabajo diferente
del de los niños y ancianos), pero en el capitalis-
mo histórico ha habido una constante devaluación
del trabajo de las mujeres (y del de los jóvenes y
viejos) y un paralelo hincapié en el valor del tra-
bajo del varón adulto. Mientras que en otros sis-
temas hombres y mujeres realizaban tareas espe-
cíficas (pero normalmente iguales), en el capita-
lismo histórico el varón adulto que ganaba un sa-
lario fue clasificado como el «cabeza de familia»,
y la mujer adulta que trabajaba en el hogar como
el «ama de casa». Así, cuando se empezaron a
compilar estadísticas nacionales, que eran a su
vez un producto de un sistema capitalista, todos
los cabezas de familia fueron considerados miem-
bros de la población activa, pero no así las amas
de casa. De este modo se institucionalizó el sexis-
mo. El aparato legal y paralegal de la distinción
y la discriminación por géneros siguió de forma
totalmente lógica las huellas de esta valoración
diferencial del trabajo.
Podemos señalar aquí que los conceptos de in-
fancia/adolescencia amplia y de «jubilación» de
la fuerza de trabajo no asociada a la enfermedad
o la debilidad han sido también concomitantes es-
pecíficos de la aparición de una estructura de uni-
dades domésticas en el capitalismo histórico. A
menudo han sido consideradas como exenciones
«progresistas» del trabajo. Sin embargo, tal vez
sea más correcto considerarlas como redefinicio-
nes del trabajo como no trabajo. Para más inri,
las actividades formativas de los niños y las vario-
pintas tareas de los adultos jubilados han sido
calificadas de «divertidas» y la devaluación de
sus contribuciones laborales de razonable contra-
16 Immanuel Wallerstein
partida a su liberación de las «fatigas» del traba-
jo «real».
En cuanto ideología, estas distinciones contri-
buyeron a asegurar que la mercantilización del
trabajo fuera extensiva pero al mismo tiempo li-
mitada. Por ejemplo, si tuviéramos que calcular
cuántas unidades domésticas de la economía-
mundo han obtenido más de un cincuenta por
ciento de sus ingresos reales (o de su renta total
en todas sus formas) del trabajo asalariado fuera
de la unidad doméstica, creo que nos sentiríamos
asombrados por la exigüedad del porcentaje: esto
no sólo ha ocurrido en siglos anteriores, sino que
ocurre también hoy, aunque el porcentaje haya
probablemente crecido de forma constante a lo
largo del desarrollo histórico de la economía-
mundo capitalista.
¿Cómo podemos explicar esto? No creo que sea
muy difícil. Partiendo del supuesto de que un pro-
ductor que emplea mano de obra asalariada prefie-
re siempre y en todo lugar pagar menos que más,
la exigüedad del nivel al que los asalariados po-
drían permitirse aceptar el trabajo está en función
del tipo de unidades domésticas en el que los asa-
lariados vivan a lo largo de su vida. Dicho de for-
ma muy sencilla: a idéntico trabajo con idénticos
niveles de eficacia, el asalariado que viviera en una
unidad doméstica con un alto porcentaje de in-
gresos salariales (llamémosla una unidad domés-
tica proletaria) tendría un umbral monetario por
debajo del cual le parecería manifiestamente irra-
cional realizar un trabajo superior al de un asala-
riado que viviera en una unidad doméstica con un
bajo porcentaje de ingresos salariales (llamémos-
la una unidad doméstica semiproletaria).
La razón de esta diferencia entre lo que podría-
mos llamar umbrales salariales mínimos acepta-
bles tiene que ver con la economía de superviven-
cia. Allí donde una unidad doméstica proletaria
La producción de capital 17
dependía primordialmente de unos ingresos sala-
riales, éstos tenían que cubrir los costes mínimos
de la supervivencia y la reproducción. Sin embar-
go, cuando los salarios constituían una parte me-
nos importante del total de los ingresos de la uni-
dad doméstica, a menudo para un individuo re-
sultaba racional aceptar un empleo a un nivel de
remuneración que representaba una parte inferior
a la proporcional (en términos de horas trabaja-
das) de los ingresos reales —aun cuando supu-
siera la consecución del necesario dinero líquido
(necesidad que con frecuencia venía legalmente
impuesta)— o implicaba la sustitución de un tra-
bajo en tareas todavía menos remunerativas por
este trabajo remunerado con un salario.
Lo que sucedía entonces en estas unidades do-
mésticas semiproletarias era que quienes produ-
cían otros tipos de ingresos reales —es decir, bá-
sicamente la producción doméstica para el propio
consumo o para la venta en el mercado local, o
para ambas cosas a la vez—, ya fueran diversas
personas de la unidad doméstica (de cualquier se-
xo o edad) o la misma persona en diversos mo-
mentos de su vida, creaban excedentes que hacían
que bajara el umbral del salario mínimo acepta-
ble. De esta forma, el trabajo no asalariado permi-
tía a algunos productores pagar un salario inferior
a sus trabajadores, reduciendo así sus costes de
producción e incrementando sus márgenes de ga-
nancia. No es de extrañar, pues, que, por regla
general, todos los que empleaban mano de obra
asalariada prefirieran que sus asalariados vivieran
en unidades domésticas semiproletarias en lugar
de proletarias. Si ahora consideramos la realidad
empírica local en el tiempo y en el espacio del
capitalismo histórico, descubrimos bruscamente
que la norma estadística ha sido que los asalaria-
dos vivieran en unidades domésticas semiproleta-
rias en lugar de proletarias. Desde el punto de vis-
18 Immanuel Wallerstein
ta intelectual, nuestro problema se invierte de
pronto. De explicar las razones de la existencia
de la proletarización, hemos pasado a explicar
por qué el proceso ha sido tan incompleto. Aho-
ra tenemos que ir todavía más lejos: ¿por qué
ha seguido avanzando la proletarización?
Permítaseme decir desde ahora que es muy
dudoso que la creciente proletarización mundial
pueda ser atribuida primordialmente a las presio-
nes sociopolíticas de los estratos empresariales.
Muy al contrario. Parece ser que tienen muchos
motivos para hacerse los remolones. En primer lu-
gar, como acabamos de argumentar, la transfor-
mación de un número significativo de unidades
domésticas semiproletarias en unidades domésti-
cas proletarias en determinadas zonas tendió a
aumentar el salario mínimo real pagado por los
que empleaban mano de obra asalariada. En se-
gundo lugar, la mayor proletarización tuvo con-
secuencias políticas, como analizaremos más ade-
lante, que fueron negativas para los que emplea-
ban mano de obra asalariada y también acumula-
tivas, incrementándose así todavía más los nive-
les salariales en determinadas zonas geográfico-
económicas. De hecho, los que empleaban mano
de obra asalariada sentían tan poco entusiasmo
por la proletarización que, además de fomentar la
división del trabajo por géneros y edades, también
estimularon, con sus esquemas de empleo y a tra-
vés de su influencia en el campo político, el re-
conocimiento de grupos étnicos definidos, tratan-
do de vincularlos a papeles específicos en el mun-
do laboral, con diferentes niveles de remuneración
real por su trabajo. La etnicidad creó un capara-
zón cultural que consolidó los esquemas de la
estructura de unidades domésticas semiproleta-
rias. El hecho de que la aparición de esta etnici-
dad haya realizado también una labor de división
política entre las clases trabajadoras ha sido un
La producción de capital 19
plus político para los que empleaban mano de
obra asalariada, pero no, creo yo, el primer motor
de este proceso.
Sin embargo, para poder comprender cómo ha
llegado a producirse un incremento de algún tipo
en la proletarización a lo largo del tiempo en el
capitalismo histórico, tenemos que volver a la
cuestión de las cadenas de mercancías en las que
están situadas las múltiples actividades producti-
vas específicas. Debemos olvidar la imagen sim-
plista de que el «mercado» es un lugar donde se
encuentran el productor inicial y el consumidor
final. Es indudable que estos mercados existen y
siempre han existido. Pero en el capitalismo his-
tórico las transacciones de mercado han constitui-
do un pequeño porcentaje del total. La mayoría
de las transacciones han implicado,, un intercam-
bio entre dos productores inmediatos situados en
una larga cadena de mercancías. El comprador
compraba un «insumo» para su proceso produc-
tivo. El vendedor vendía un «producto semiaca-
bado», es decir, semiacabado en función de su
uso final en el consumo individual directo.
La lucha por el precio en estos «mercados inter-
medios» representaba un esfuerzo por parte del
comprador para arrancar al vendedor una porción
de la ganancia obtenida de todos los procesos de
trabajo anteriores a lo largo de la cadena de mer-
cancías. Esta lucha estaba sin duda determinada
en puntos concretos del tiempo y del espacio por
la oferta y la demanda, pero nunca de forma ex-
clusiva. En primer lugar, por supuesto, la oferta
y la demanda pueden ser manipuladas a través de
restricciones monopolistas, que han sido la regla
más que la excepción. En segundo lugar, el vende-
dor puede modificar el precio en ese punto a tra-
vés de una integración vertical. Allí donde el «ven-
dedor» y el «comprador» eran de hecho y en últi-
ma instancia la misma empresa, el precio podía
20 Immanuel Wallerstein
ser arbitrariamente amañado con fines fiscales o
de otro tipo, pero tal precio nunca representaba
la interacción de la oferta y la demanda. La inte-
gración vertical, al igual que el monopolio «hori-
zontal», no ha sido rara. Estamos por supuesto
familiarizados con sus ejemplos más espectacula-
res: las compañías con carta de privilegios de los
siglos xvi al XVIII, las grandes casas comerciales
del siglo xix, las transnacionales del siglo xx. To-
das éstas eran estructuras globales que trataban de
abarcar todos los eslabones posibles de una deter-
minada cadena de mercancías. Pero los ejemplos
menores de integración vertical, que abarcaban
solamente unos pocos (o incluso dos) eslabones
de una cadena, han sido aún más frecuentes. Pa-
rece razonable afirmar que la integración vertical
ha sido la norma estadística del capitalismo histó-
rico, y no esos puntos del «mercado» en las ca-
denas de mercancías en los que el vendedor y el
comprador eran realmente distintos y antagónicos.
Ahora bien, las cadenas de mercancías no han
seguido direcciones geográficas aleatorias. Si las
dibujáramos todas en un mapa, advertiríamos que
han adoptado una forma centrípeta. Sus puntos
de origen han sido múltiples, pero sus puntos de
destino han tendido a converger en unas pocas
áreas. Es decir, han tendido a ir de las periferias
de la economía-mundo capitalista a los centros.
Es difícil rebatir esto como una observación em-
pírica. La pregunta real es por qué ha sucedido.
Hablar de cadenas de mercancías significa hablar
de una amplia división social del trabajo que, en
el curso del desarrollo histórico del capitalismo,
se ha hecho más y más extensiva en el plano fun-
cional y geográfico y, simultáneamente, más y más
jerárquica. Esta jerarquización del espacio en la
estructura de los procesos productivos ha llevado
a una polarización cada vez mayor entre el centro
y las zonas periféricas de la economía-mundo, no
La producción de capital 21
sólo de acuerdo con criterios distributivos (nive-
les reales de ingresos, calidad de vida), sino tam-
bién, y lo que es más importante, en los escenarios
de la acumulación de capital.
Al principio, cuando comenzó este proceso, es-
tas diferencias espaciales eran bastante pequeñas,
y el grado de especialización espacial era limi-
tado. Sin embargo, dentro del sistema capitalis-
ta, las diferencias existentes (ya fuera por razones
ecológicas o históricas) fueron exageradas, refor-
zadas y consolidadas. En este proceso fue crucial
la intervención de la fuerza en la determinación
del precio. Indudablemente, el uso de la fuerza
por una de las partes en una transacción de mer-
cado para mejorar el precio no fue una invención
c íl capitalismo. El intercambio desigual es una
práctica antigua. Lo notable del capitalismo como
sistema histórico fue la forma en que se pudo
ocultar este intercambio desigual; de hecho se
pudo ocultar tan bien que incluso los adversarios
reconocidos del sistema no han comenzado a des-
velarlo sistemáticamente sino tras quinientos años
de funcionamiento de este mecanismo.
La clave para ocultar este mecanismo central
está en la estructura misma de la economía-mun-
do capitalista, la aparente separación en el siste-
ma capitalista mundial entre la arena económica
(una división social del trabajo a nivel mundial
con unos procesos de producción integrados, to-
dos los cuales operan en favor de la incesante
acumulación de capital) y la arena política (com-
puesta en apariencia por Estados soberanos aisla-
dos, cada uno de los cuales es responsable autóno-
mo de sus decisiones políticas dentro de su juris-
dicción y dispone de fuerzas armadas para res-
paldar su autoridad). En el mundo real del capi-
talismo histórico, casi todas las cadenas de mer-
cancías de cierta importancia han atravesado es-
tas fronteras estatales. Esta no es una innovación
22 Immanuel Wállerstein
reciente. Es algo que ha venido sucediendo desde
el mismo comienzo del capitalismo histórico. Más
aún: la transnacionalidad de las cadenas de mer-
cancías es un rasgo descriptivo tanto del mundo
capitalista del siglo xvi como del mundo capitalis-
ta del siglo xx.
¿Cómo funcionaba este intercambio desigual?
Partiendo de una diferencia real en el mercado,
debido a la escasez (temporal) de un proceso de
producción complejo o a escaseces artificales crea-
das manu militari, las mercancías se movían en-
tre las zonas de tal manera que el área con el ar-
tículo menos «escaso» «vendía» sus artículos a la
otra área a un precio que encarnaba un factor de
producción (coste) real mayor que el de un artícu-
lo de igual precio que se moviera en dirección
opuesta. Lo que realmente sucedía era que había
una transferencia de una parte de la ganancia to-
tal (o excedente) producida por una zona a otra.
Era una relación de centricidad-perifericidad. Por
extensión podemos llamar «periferia» a la zona
perdedora y «centro» a la ganadora. Estos nom-
bres reflejan de hecho la estructura geográfica de
los flujos económicos.
Inmediatamente encontramos diversos mecanis-
mos que a lo largo de la historia han incrementa-
do esta disparidad. Allí donde se producía una
«integración vertical» de dos eslabones en una ca-
dena de mercancías, era posible desviar una parte
aún mayor del excedente total hacia el centro de
lo que hasta entonces había sido posible. Asimis-
mo, la desviación del excedente hacia el centro
concentraba allí el capital y ponía a disposición del
centro unos fondos desproporcionados para con-
tinuar la mecanización, lo que permitía a los pro-
ductores de estas zonas conseguir ventajas com-
petitivas adicionales en los productos existentes y
crear nuevos productos raros con los que renovar
el proceso.
La producción de capital 23

La concentración de capital en las zonas del cen-


tro creó tanto la base fiscal como la motivación
política para construir aparatos de Estado relati-
vamente fuertes, entre cuyas múltiples capacida-
des figuraba la de asegurar que los aparatos del Es-
tado de las zonas periféricas se hicieran o siguie-
ran siendo relativamente más débiles. De este mo-
do podían presionar a estas estructuras estatales
para que aceptaran e incluso fomentaran en su
jurisdicción una mayor especialización en tareas
inferiores dentro de la jerarquía de las cadenas
de mercancías, utilizando mano de obra peor pa-
gada y creando (reforzando) la estructura de uni-
dades domésticas adecuada para permitir la super-
vivencia de esta mano de obra. De este modo, el
capitalismo histórico creó los llamados niveles sa-
lariales históricos tan dramáticamente divergen-
tes en las diferentes zonas del sistema mundial.
Decimos que este proceso ha permanecido ocul-
to. Con ello queremos decir que los precios reales
siempre parecían ser negociados en un mercado
mundial sobre la base de unas fuerzas económicas
impersonales. El enorme aparato de fuerza latente
" abiertamente usado de forma esporádica en las
guerras y en las épocas de colonización) no tenía
que ser invocado en cada una de las transaccio-
nes para asegurar que el intercambio fuese desi-
gual. Más bien, el aparato de fuerza aparecía en
escena sólo cuando se producía un desafío signi-
ficativo al nivel existente de intercambio desigual.
Una vez terminado el grave conflicto político, las
clases empresariales del mundo podían pretender
que la economía operaba únicamente por conside-
raciones de la oferta y la demanda, sin reconocer
:ómo había llegado históricamente la economía-
mundo a un punto concreto de la oferta y la de-
manda y qué estructuras de fuerza estaban res-
caldando en ese mismo momento las diferencias
«consuetudinarias» en los niveles salariales y en
24 i~'K»ianuel Wallerstein
la calidad real de vida de las fuerzas de trabajo
del mundo.
Ahora podemos volver a preguntarnos por qué
ha habido algún tipo de proletarización. Recorde-
mos la contradicción fundamental entre el interés
individual de cada empresario y el interés colecti-
vo de todas las clases capitalistas. El intercambio
desigual servía por definición a estos intereses co-
lectivos, pero no a muchos de los intereses indivi-
duales. De esto se desprende que aquéllos cuyos
intereses no se veían inmediatamente servidos en
un momento determinado (porque ganaban menos
que sus competidores) trataban constantemente
de cambiar las cosas en su favor. Es decir, trata-
ban de competir con más éxito en el mercado, bien
haciendo que su producción fuera más eficiente,
bien utilizando la influencia política para conse-
guir nuevas ventajas monopolistas.
La fuerte competencia entre los capitalistas ha
sido siempre una differentia specifica del capi-
talismo histórico. Aun cuando pareciera estar vo-
luntariamente restringida (por medio de acuerdos
de tipo cártel), ello se debía principalmente a que
cada competidor pensaba que tal restricción opti-
mizaba sus propios márgenes. En un sistema ba-
sado en la incesante acumulación de capital, nin-
guno de los participantes podía permitirse el lujo
de abandonar su permanente tendencia hacia una
rentabilidad a largo plazo, a no ser que quisiera
autodestruirse.
Así pues, la práctica monopolista y la motivación
competitiva han sido realidades paralelas del ca-
pitalismo histórico. En tales circunstancias, es evi-
dente que ningún esquema específico que uniera
los procesos productivos podía ser estable. Muy
al contrario: siempre sería de interés para un gran
número de empresarios rivales tratar de alterar
el esquema específico de un momento y un lugar
determinado sin preocuparse a corto plazo por el
La producción de capital 25

impacto global de tal comportamiento. Aquí ope-


raba indiscutiblemente la «mano invisible» de
Adam Smith, en el sentido de que el «mercado»
imponía restricciones al comportamiento indivi-
dual, pero sería muy curiosa una interpretación del
capitalismo histórico que sugiriese que el resulta-
do ha sido armonioso.
El resultado parece haber sido más bien, de nue-
vo como observación empírica, un ciclo alternante
de expansiones y estancamientos del sistema en
su conjunto. Estos ciclos han implicado fluctua-
ciones de tal significación y regularidad que es di-
fícil no creer que son intrínsecas al funcionamien-
to del sistema. Si se me permite la analogía, pa-
recen ser el mecanismo respiratorio del organis-
mo capitalista, que inhala el oxígeno purificador y
exhala los desechos venenosos. Las analogías son
siempre peligrosas, pero ésta parece especialmen-
te adecuada. Los desechos acumulados eran las
ineficiencias económicas que con regularidad se
incrustaban políticamente a través del proceso de
intercambio desigual antes descrito. El oxígeno
purificador era la asignación más eficiente de los
recursos (más eficiente en el sentido de que per-
mitía una mayor acumulación de capital), que per-
mitía la reestructuración regular de las cadenas
de mercancías.
Lo que parece haber sucedido cada cincuenta
años aproximadamente es que, dados los esfuer-
zos de un número cada vez mayor de empresarios
por hacerse con los puntos más rentables de las
cadenas de mercancías, se producían tales despro-
porciones en las inversiones que nosotros había-
nlos, de modo que induce un tanto a error, de su-
perproducción. La única solución a estas despro-
porciones era una conmoción en el sistema produc-
tivo que diera como resultado una distribución
más equitativa. Esto suena lógico y simple, pero
-.:- consecuencias han sido siempre masivas. Sig-
26 •*:":annel Wallerstein
niñeaba en cada ocasión una —ayor concentración
de operaciones en los eslabones de la cadena de
mercancías que estaban ya más atestados. Esto su-
ponía la eliminación tanto de algunos empresarios
como de algunos trabajadores (aquéllos que traba-
jaban para empresarios que se iban a la quiebra y
también aquéllos que trabajaban para otros que se
mecanizaban aún más a fin de reducir los costes
unitarios de producción). Este cambio también
permitía a los empresarios «degradar» ciertas ope-
raciones en la jerarquía de la cadena de mercan-
cías, lo que les permitía dedicar fondos de inver-
sión y esfuerzos a otros eslabones de la cadena de
mercancías que, al ofrecer inicialmente insumos
más «escasos», eran más rentables. La «degra-
dación» de determinados procesos en la escala
jerárquica también llevaba a menudo a una re-
ubicación geográfica parcial. Para esta reubica-
ción geográfica resultaba muy atractivo el despla-
zamiento hacia zonas donde el coste de la mano
de obra era inferior, aunque desde el punto de
vista de la zona a la que se desplazaba la industria,
la nueva industria implicase habitualmente un in-
cremento del nivel salarial para algunos sectores
de la fuerza de trabajo. Precisamente ahora esta-
mos viviendo una de estas reubicaciones masivas
a nivel mundial en las industrias del automóvil, el
acero y la electrónica. Este fenómeno de reubica-
ción ha formado parte del capitalismo histórico
desde el comienzo.
Estos reajustes han tenido tres consecuencias
principales. Una de ellas ha sido la constante rees-
tructuración geográfica del sistema mundial capi-
talista. Sin embargo, aunque las cadenas de mer-
cancías han sido significativamente reestructura-
das cada cincuenta años, aproximadamente, se ha
mantenido el sistema de cadenas de mercancías
jerárquicamente organizadas. Determinados proce-
sos de producción han experimentado un deseen-
La producción de capital 27

so en la jerarquía, al insertarse otros nuevos en la


parte superior. Y determinadas zonas geográficas
han acogido a niveles jerárquicos de procesos en
continuo cambio. Así pues, determinados produc-
tos han pasado por «ciclos de producto», al co-
menzar siendo productos del centro y terminar
convirtiéndose en productos periféricos. Además,
determinadas posiciones se han desplazado hacia
arriba o hacia abajo, por lo que respecta al bien-
estar comparativo de sus habitantes. Pero para lla-
mar «desarrollo» a tales reajustes tendríamos pri-
mero que demostrar que ha habido una reducción
de la polarización global del sistema. Empíricamen-
te, parece que esto no ha ocurrido; más bien la
polarización se ha incrementado a lo largo de la
historia. Se puede decir, pues, que estas reubica-
ciones geográficas y del producto han sido verda-
deramente cíclicas.
Sin embargo, los reajustes han tenido una se-
gunda consecuencia, muy diferente. Nuestro térmi-
no «superproducción», que induce a error, llama la
atención sobre el hecho de que el dilema inmediato
se ha planteado siempre por la ausencia de una de-
manda mundial suficiente de algunos productos
claves del sistema. Es en esta situación donde los
intereses de los trabajadores coinciden con los in-
tereses de una minoría de empresarios. Los traba-
jadores han tratado siempre de incrementar su
parte de excedente, y los momentos de crisis eco-
nómica del sistema han ofrecido a menudo tanto
un incentivo suplementario e inmediato como una
oportunidad suplementaria de proseguir sus luchas
de clases. Una de las formas más efectivas e inme-
diatas de incrementar sus ingresos reales que tie-
nen los trabajadores es la mayor mercantilización
de su propio trabajo. A menudo han tratado de
sustituir aquellas partes de los procesos de pro-
ducción domésticos que devengan escasas cantida-
des de ingresos reales, y en particular diversos
28 .'*K»ia>mel Wallerstein
tipos de producción simple de mercancías, por tra-
bajo asalariado. Una de las principales fuerzas im-
pulsoras de la proletarización ha sido la de los
propios trabajadores de todo el mundo. Han com-
prendido, a menudo mejor que sus autoproclama-
dos portavoces intelectuales, que la explotación en
las unidades domésticas semiproletarias es mucho
mayor que la explotación en las plenamente pro-
letarizadas.
Ha sido en los momentos de estancamiento cuan-
do algunos propietarios-productores, en parte res-
pondiendo a la presión política de los trabajado-
res y en parte creyendo que los cambios estructu-
rales en las relaciones de producción les beneficia-
rían frente a los propietarios-productores rivales,
han unido sus fuerzas, tanto en el campo de la
producción como en el político, para impulsar la
proletarización de un sector limitado de los traba-
jadores en alguna parte. Este proceso que nos pro-
porciona la clave esencial para saber por qué ha
-habido un incremento en la proletarización, dado
que la proletarización ha llevado a largo plazo a
una reducción de los niveles de ganancia en la
economía-mundo capitalista.
Es en este contexto donde deberíamos consi-
derar el proceso del cambio tecnológico, que no
ha sido tanto el motor como la consecuencia del
capitalismo histórico. Las principales «innovacio-
nes» tecnológicas han sido, en primer lugar, la
creación de nuevos productos «escasos», en cuan-
to tales sumamente rentables, y, en segundo lu-
gar, la de procesos para reducir el trabajo. Han
sido respuestas a las fases descendentes de los ci-
clos, formas de aplicar las «invenciones» para fo-
mentar el proceso de acumulación de capital.
Estas innovaciones sin duda afectaron con fre-
cuencia a la organización de la producción. Des-
de un punto de vista histórico, dieron un impulso
hacia la centralización de muchos procesos de tra-
La producción de capital 29
bajo (la fábrica, la cadena de montaje). Pero es
fácil exagerar el cambio. Los procesos de concen-
tración de las tareas de producción física han si-
do con frecuencia analizados sin tener en cuenta
los procesos de descentralización opuestos.
Esto es especialmente evidente si traemos a co-
lación la tercera consecuencia del reajuste cí-
clico. Adviértase que, dadas las dos consecuencias
ya mencionadas, tenemos que explicar una apa-
rente paradoja. Por un lado, hablábamos de la
continua concentración de acumulación de capital
en la polarización histórica de la distribución.
Simultáneamente, sin embargo, hablábamos de un
proceso lento, pero constante, de proletarización
que, afirmábamos, ha reducido realmente los ni-
veles de ganancia. Una solución fácil sería decir
que el primer proceso es simplemente mayor que
el segundo, lo cual es cierto. Pero además la dis-
minución de los niveles de ganancia ocasionada
por el incremento de la proletarización ha sido
hasta ahora compensada con creces por otro me-
canismo que ha actuado en sentido contrario.
Otra observación empírica que puede hacerse
fácilmente acerca del capitalismo histórico es que
su emplazamiento geográfico ha crecido constan-
temente con el tiempo. Una vez más, el ritmo del
proceso ofrece la mejor clave para su explicación.
La incorporación de nuevas zonas a la división so-
cial del trabajo del capitalismo histórico no se
produjo de una sola vez. De hecho se produjo en
estallidos periódicos, aunque cada una de las su-
cesivas expansiones pareció estar limitada en su
amplitud. Indudablemente, una parte de la expli-
cación reside en el mismo desarrollo tecnológico
del propio capitalismo histórico. Las mejoras en
el transporte, las comunicaciones y los armamen-
tos hizo que fuera progresivamente menos caro
incorporar regiones cada vez más alejadas de las
zonas del centro. Pero esta explicación, todo lo
30 ¡"imanuel Wallerstein
más, nos da una condición necesaria, pero no
suficiente del proceso.
A veces se ha afirmado que la explicación resi-
de en la constante búsqueda de nuevos mercados
en los que realizar las ganancias de la producción
capitalista. Sin embargo, esta explicación no con-
cuerda con los hechos históricos. Las áreas exter-
nas al capitalismo histórico se han mostrado en
general reacias a comprar sus productos, en parte
porque no los «necesitaban» en términos de su
propio sistema económico y en parte porque a
menudo carecían de los medios necesarios para
comprarlos. Sin duda ha habido excepciones. Pe-
ro en general era el mundo capitalista el que
buscaba los productos de la arena externa y no
al revés. Siempre que un determinado lugar era
conquistado militarmente, los empresarios capita-
listas se quejaban de la ausencia de mercados rea-
les en él y actuaban a través de los gobiernos co-
loniales para «crear aficiones».
La búsqueda de mercados no sirve como expli-
cación. Una explicación mucho más plausible es
la búsqueda de mano de obra a bajo coste. Des-
de un punto de vista histórico, prácticamente to-
das las nuevas zonas incorporadas a la economía-
mundo han establecido niveles de remuneración
real que estaban en la parte inferior de la jerar-
quía de niveles salariales del sistema mundial.
Prácticamente no habían desarrollado unidades
domésticas plenamente proletarias y no habían
sido incitadas a desarrollarlas. Por el contrario,
la política de los estados coloniales (y de los es-
tados semicoloniales reestructurados en aquellas
zonas que no habían sido oficialmente coloniza-
das) parecía destinada precisamente a fomentar
la aparición de esa unidad doméstica semiproleta-
ria que, como hemos visto, hacía posible el umbral
más bajo posible de nivel salarial. La política tí-
pica de tales estados implicaba una combinación
La producción de capital 31
de mecanismos fiscales, que obligaban a cada uni-
dad doméstica a realizar algún trabajo asalariado,
y restricciones a la libertad de movimientos o se-
paración forzosa de los miembros de la unidad
doméstica, lo que reducía considerablemente la
posibilidad de una plena proletarización.
Si añadimos a este análisis la observación de
que las nuevas incorporaciones al sistema mun-
dial del capitalismo tendían a estar correlaciona-
das con fases de estancamiento en la economía-
mundo, resulta evidente que la expansión geográ-
fica del sistema mundial servía para contrarrestar
el proceso de reducción de las ganancias inheren-
te a una mayor proletarización, al incorporar
nuevas fuerzas de trabajo destinadas a ser semi-
proletarizadas. La aparente paradoja se desvane-
ce. El impacto de la proletarización en el proceso
de polarización se ve compensado, tal vez con
creces, al menos hasta ahora, por el impacto de
las incorporaciones. Y los procesos de trabajo de
tipo fabril como porcentaje del total se han in-
crementado menos de lo que habitualmente se
afirma, dado el denominador en constante expan-
sión de la ecuación.
Hemos invertido mucho tiempo en esbozar có-
mo ha actuado el capitalismo histórico en la arena
estrictamente económica. Ahora estamos prepara-
dos para explicar por qué surgió el capitalismo
como sistema social histórico. Esto no es tan fá-
cil como a menudo se piensa. Lejos de ser un
sistema «natural», como algunos apologistas han
tratado de mantener, el capitalismo histórico es
un sistema patentemente absurdo. Se acumula
capital a fin de acumular más capital. Los capita-
listas son como ratones en una rueda, que corren
cada vez más deprisa a fin de correr aún más de-
prisa. En el proceso, sin duda, algunas personas
viven bien, pero otras viven en la miseria; y ¿có-
32 lr>imanu.el Wallerstein
mo de bien, y durante cuarto tiempo, viven los
que viven bien?
Cuanto más reflexiono sobre ello, más absurdo
me parece. No sólo creo que la inmensa mayoría
de la población del mundo está objetiva y subje-
tivamente en peores condiciones materiales que
en los sistemas históricos anteriores, sino que,
como veremos, pienso que se puede argumentar
que también están en peores condiciones políti-
cas. Todos nosotros estamos tan influenciados por
la ideología justificadora del progreso que ha con-
figurado este sistema histórico, que nos resulta
difícil admitir incluso los grandes inconvenientes
históricos de este sistema. Hasta un denunciador
tan enérgico del capitalismo histórico como Karl
Marx hizo gran hincapié en su papel histórica-
mente progresivo. No creo que sea progresivo en
absoluto, a menos que por «progresivo» simple-
mente se entienda aquello que es históricamente
posterior y cuyos orígenes pueden ser explicados
por algo que lo ha precedido. El balance del capi-
talismo histórico, sobre el que volveré, es tal vez
complejo, pero el cálculo inicial en términos de
la distribución material de los bienes y de la asig-
nación de las energías es en mi opinión muy ne-
gativo.
Si esto es así, ¿por qué surgió un sistema se-
mejante? Tal vez precisamente para lograr ese fin.
¿Qué cosa más convincente que un razonamiento
que afirma que la explicación del origen de un
sistema era conseguir un fin que de hecho ha
conseguido? Sé que la ciencia moderna nos ha
apartado de la búsqueda de las causas finales y
de toda consideración de intencionalidad (espe-
cialmente cuando ésta es tan intrínsecamente di-
fícil de demostrar de forma empírica). Pero la
ciencia moderna y el capitalismo histórico han
mantenido una estrecha alianza, como sabemos;
así pues, debemos sospechar de la autoridad de
La producción de capital 33

la ciencia a propósito de esta cuestión: la moda-


lidad del conocimiento de los orígenes del capita-
lismo moderno. Permítaseme esbozar simplemen-
te una explicación histórica de los orígenes del
capitalismo histórico sin intentar desarrollar aquí
la base empírica de tal argumento.
En el mundo de los siglos xiv y xv, Europa fue
el escenario de una división social del trabajo que,
en comparación con otras áreas del mundo se en-
contraba, en lo que respecta a las fuerzas pro-
ductivas, a la cohesión de su sistema histórico y
a su estado relativo de conocimiento humano, en
una fase intermedia: ni tan avanzada como en
algunas áreas, ni tan primitiva como en otras.
Marco Polo, debemos recordar, que procedía de
una de las subregiones cultural y económicamente
«avanzadas» de Europa, se sintió totalmente abru-
mado por lo que encontró en sus viajes por Asia.
La arena económica de la Europa feudal estaba
pasando en esta época por una crisis muy impor-
tante, generada en su interior, que estaba conmo-
viendo sus cimientos sociales. Sus clases domi-
nantes se estaban destruyendo mutuamente a gran
velocidad, mientras que su sistema de tierras (base
de su estructura económica) se estaba volviendo
más flexible, con una considerable reorganización
que iba en el sentido de una distribución mucho
más igualitaria de lo que había sido la norma.
Además, los pequeños campesinos estaban demos-
trando una gran eficiencia como productores. Las
estructuras políticas en general se estaban debi-
litando y su preocupación por las luchas intestinas
entre los que tenían el poder político hacía que
quedara poco tiempo para reprimir la fuerza cre-
ciente de las masas de la población. El aglutinante
ideológico del catolicismo estaba sometido a gran-
des tensiones y en el mismo seno de la Iglesia
estaban naciendo movimientos igualitarios. Las
cosas estaban realmente cayéndose a pedazos. Si
34 I-mmaniiel Wallerstein
Europa hubiese continuado en la senda por la que
se encaminaba, es difícil creer que los esquemas
de la Europa feudal medieval, con su sistema su-
mamente estructurado de «estamentos», pudieran
haberse consolidado de nuevo. Mucho más proba-
ble es que la estructura social de la Europa feu-
dal hubiera evolucionado hacia un sistema de pro-
ductores a pequeña escala, relativamente iguales,
con la consiguiente nivelación de las aristocracias
y descentralización de las estructuras políticas.
Si esto habría sido bueno o malo, y para quién,
es un tema de especulación y de poco interés. Pe-
ro es evidente que la perspectiva debió de intran-
quilizar a los estratos superiores de Europa: de
intranquilizarlos y de asustarlos, especialmente
cuando se dieron cuenta de que su armadura
ideológica también se estaba desintegrando. Sin
sugerir que nadie verbalizara conscientemente tal
intento, podemos ver, comparando la Europa de
1650 con la de 1450, que ocurrieron las siguientes
cosas. En 1650, las estructuras básicas del capita-
lismo histórico como sistema social viable habían
sido establecidas y consolidadas. La tendencia ha-
cia la igualación de las recompensas había sido
drásticamente invertida. Los estratos superiores
se habían hecho de nuevo con el control de la po-
lítica y la ideología. Había un nivel razonablemen-
te alto de continuidad entre las familias que for-
maban parte de los estratos superiores en 1450 y
las que formaban parte de los estratos superiores
en 1650. Además, si sustituyéramos la fecha de
1650 por la de 1900, encontraríamos que la mayo-
ría de las comparaciones con 1450 seguían siendo
válidas. Fue sólo en el siglo xx cuando hubo algu-
nas tendencias significativas en una dirección di-
ferente, signo como veremos de que el sistema
histórico del capitalismo, tras cuatro o cinco si-
glos de florecimiento, ha entrado finalmente en
una crisis estructural.
La producción de capital 35

Tal vez nadie haya verbalizado el intento, pero


ciertamente parece como si la creación del capi-
talismo histórico en cuanto sistema social hubiera
invertido especialmente una tendencia que los
estratos superiores temían, y establecido en su
lugar una tendencia que servía aún mejor a sus
intereses. ¿Es esto tan absurdo? Sólo para quie-
nes fueron sus víctimas.
Análisis de Sistemas –
Mundo
Una introducción

por IMMANUEL WALLERSTEIN

siglo
veintiuno
editores

1
mundo carecen de un actor central en su narrativa de la historia. Para el positivismo nomotético, el
actor es el individuo, homo rationalis. Para el marxismo ortodoxo, el actor es el proletariado industrial.
Para los autonomistas estatales, es el hombre político. Para los particularistas culturales, cada uno de
nosotros (diferente de todos los demás) es un actor comprometido con un discurso autónomo con el
resto. Para el análisis de sistema-mundo, estos actores, al igual que la larga lista de estructuras que uno
puede enumerar, son los productos de un proceso. No son elementos atómicos primordiales, sino que
forman parte de una mezcla sistémica de la cual emergieron y sobre la cual actúan. Actúan
libremente, pero su libertad está limitada por sus biografías y por las prisiones sociales de las que
forman parte. El análisis de sus prisiones los libera en el grado sumo que pueden ser liberados. En la
medida que analizamos nuestras prisiones sociales, nos liberamos de sus límites hasta donde
podemos ser liberados.

Finalmente, debe recalcarse que para los analistas de sistema-mundo, el tiempo y el espacio —o
mejor dicho el compuesto TiempoEspacio— no son realidades externas inmutables que se
encuentran de alguna manera ahí afuera y dentro de cuyos marcos existe la realidad social. Los
TiempoEspacios son construcciones reales que se encuentran en constante evolución y cuya
construcción es parte componente de la realidad social que analizamos. Los sistemas históricos
dentro de los que vivimos son, efectivamente, sistémicos, pero también son históricos.
Permanecen iguales a lo largo del tiempo, pero no son idénticos de un minuto al siguiente. Ésta es
una paradoja, pero no una contradicción. La habilidad para lidiar con esta paradoja, que no
podemos evitar, es la principal tarea de las ciencias sociales históricas. Esto no es un acertijo, sino
un desafío.

2. El sistema-mundo moderno como economía-


mundo capitalista: producción, plusvalía y
polarización

El mundo en el que vivimos, el sistema-mundo moderno, tuvo sus orígenes en el siglo xvi. Este
sistema-mundo estaba entonces localizado en sólo una parte del globo, principalmente en partes de
Europa y de América. Con el tiempo, se expandió hasta abarcar todo el mundo. Es y ha sido
siempre una economía-mundo. Es y ha sido siempre una economía-mundo capitalista. Deberíamos
comenzar por explicar lo que estos dos términos, economía-mundo y capitalismo, denotan. Será
más sencillo entonces apreciar los contornos históricos del sistema-mundo moderno, sus orígenes,
su geografía, su desarrollo temporal y su crisis estructural contemporánea.
Lo que queremos significar con economía-mundo (la économie-monde de Brandel) es una gran
zona geográfica dentro de la cual existe una división del trabajo y por lo tanto un intercambio
significativo de bienes básicos o esenciales así como un flujo de capital y trabajo. Una
característica definitoria de una economía-mundo es que no está limitada por una estructura
política unitaria. Por el contrario, hay muchas unidades políticas dentro de una economía-mundo,
tenuemente vinculadas entre sí en nuestro sistema-mundo moderno dentro de un sistema
interestatal. Y una economía-mundo comprende muchas culturas y grupos (que practican
múltiples religiones, hablan múltiples idiomas y son diferentes en sus comportamientos

21
cotidianos). Esto no significa que no hayan desarrollado algunos patrones culturales comunes, lo
que llamaremos una geocultura. Significa que ni la homogeneidad política ni la cultural debe ser
esperable o encontrada en una economía-mundo. Lo que unifica con más fuerza a la estructura es
la división de trabajo constituida dentro de ésta.
El capitalismo no es la mera existencia de personas o compañías produciendo para la venta en el
mercado con la intención de obtener una ganancia. Tales personas o compañías han existido por
miles de años a lo ancho y largo del planeta. Tampoco es definición suficiente la existencia de
personas asalariadas. El trabajo remunerado ha sido conocido por miles de años. Nos
encontramos en un sistema capitalista sólo cuando el sistema da prioridad a la incesante
acumulación de capital. Frente al uso de la definición, sólo el sistema-mundo moderno ha sido un
sistema capitalista. La acumulación incesante es un concepto relativamente simple: significa que
las personas y las compañías acumulan capital a fin de acumular más capital, un proceso continuo e
incesante. Si decimos que un sistema "da prioridad" a tal acumulación incesante, significa que
existen mecanismos estructurales mediante los cuales quienes actúan con alguna otra motivación
son, de alguna manera, castigados, y son eliminados eventualmente de la escena social, mientras
que quienes actúan con la motivación apropiada son recompensados y, de tener éxito, enrique-
cidos.
Una economía-mundo y un sistema capitalista van de la mano. Puesto que las economías-
mundo carecen del cemento unifícador que es una estructura política o una cultura homogénea,
lo que las mantiene es la eficacia en la división del trabajo, Y esta eficacia es función de la riqueza
en constante expansión que el sistema capitalista provee. Hasta los tiempos modernos, las
economías-mundo construidas habían o bien colapsado o habían sido transformadas manu militari
imperios-inundo. Históricamente, la única economía-mundo que sobrevivió por un largo periodo
ha sido el sistema-mundo moderno, y esto es porque el sistema capitalista echó raíces y se
consolidó como su característica definitoria.
Por los mismos motivos, un sistema capitalista no puede existir dentro de cualquier marco sino sólo
dentro de una economía-mundo. Veremos que un sistema capitalista requiere una relación muy
particular entre los productores económicos y quienes detentan el poder político. Si estos
últimos son demasiado fuertes, romo en el caso de un imperio-mundo, sus intereses se impondrán
sobre el de los productores económicos, y la acumulación incesante de capital dejará de ser una
prioridad. Los capitalistas necesitan de grandes mercados (de aquí que los minisistemas sean
demasiado estrechos para ellos) pero también necesitan de una multiplicidad de estados, para
poder obtener las ventajas de trabajar con los estados pero también para poder evitar estados
hostiles a sus intereses a favor de estados amistosos a sus intereses. Sólo la existencia de una
multiplicidad de estados dentro de la división total de trabajo asegura dicha posibilidad.
Una economía-mundo capitalista es una colección de muchas instituciones, cuya combinación da
cuenta de sus procesos, todos los cuales están interrelacionados entre sí. Las instituciones básicas
son el mercado, o mejor dicho, los mercados; las compañías que compiten en los mercados; los
múltiples estados, dentro de un sistema interestatal; las unidades domésticas; las clases, y los
grupos de estatus (la terminología de Weber, lo que algunos han dado en llamar en años
recientes, "identidades")- Todas éstas son instituciones que han sido creadas dentro del marco de
una economía-mundo capitalista. Por supuesto, tales instituciones tienen cierta similitud con
instituciones que han existido en anteriores sistemas históricos a los que hemos dados los
mismos o similares nombres. Pero el utilizar el mismo nombre para describir instituciones
localizadas en diferentes sistemas históricos frecuentemente confunde, más que clarifica, el
análisis. Es mejor pensar en el grupo de instituciones del sistema-mundo moderno como
contextualmente específicas a éste.

22
Comencemos con los mercados, puesto que éstos son habitualmente considerados la
característica esencial de un sistema capitalista. Un mercado es a la vez una estructura local
concreta en la que los individuos o compañías compran y venden mercaderías, y una institución
virtual a lo largo del espacio en donde tienen lugar los mismos tipos de intercambios. Qué tan
grande y extendido esté el mercado virtual depende de las alternativas realistas que los
vendedores y compradores tengan en un momento determinado. En principio, en una economía-
mundo capitalista, el mercado virtual existe como totalidad en la economía-mundo. Pero corno
habremos de ver, hay muchas veces interferencias en estas fronteras que crean mercados más
estrechos y "protegidos". Existen, claro está, mercados virtuales separados para todos los bienes de
consumo así como para el capital y para los distintos tipos de trabajo. Pero a lo largo del tiempo,
también puede decirse que existe un solo mercado global virtual para todos los factores de
producción combinados, más allá de las barreras que existen para su libre funcionamiento. Uno
puede pensar en este mercado virtual completo como un imán que atrae a todos los productores y
compradores y cuya atracción es un factor político constante en los procesos de decisión de todos:
los estados, las compañías, las unidades domésticas, las clases y los grupos de estatus (o identi-
dades) . Este mercado global virtual completo es una realidad en tanto que influye en todos los
procesos de decisión, pero nunca funciona entera y libremente (esto es, sin interferencias). El
mercado absolutamente libre funciona como una ideología, un mito y una influencia
restrictiva, pero nunca como una realidad cotidiana. Una de las razones por las que un
mercado totalmente libre no es una realidad cotidiana, si es que alguna vez fuera a existir, es que
volvería imposible la acumulación incesante de capital. Esto puede parecer una paradoja, porque es
cierto que el capitalismo no puede funcionar sin mercados, y también es cierto que los capitalistas
dicen con regularidad que están a favor del libre mercado. Pero los capitalistas necesitan, de hecho,
mercados no completamente libres sino mercados parcialmente libres. La razón es obvia.
Supongamos que existiera un mercado mundial en el que todos los factores de producción
fueran completamente libres, como nuestros libros de texto los definen habitualmente; esto es,
uno en donde los factores fluyeran sin restricciones, en donde hubiera un enorme número de
compradores y un enorme número de vendedores, y en el cual existiera una perfecta
información (esto es, que lodos los vendedores y todos los compradores supieran el estado
exacto de todos los costos de producción). En un mercado de tal perfección, sería siempre
posible para los compradores regatear con los vendedores hasta un nivel de ganancia
absolutamente minúsculo (digamos de sólo un centavo), y este bajo nivel de ganancia haría del
juego capitalista algo sin el más mínimo interés para los productores, removiendo el sustrato
social básico de tal sistema.
Lo que los vendedores prefieren siempre es un monopolio, porque entonces pueden crear un
amplio margen relativo entre los costos de producción y los precios de venta, y por lo tanto
obtener grandes porcentajes de ganancia. Por supuesto, los monopolios perfectos son
extremadamente difíciles de crear, e infrecuentes, pero los cuasi-monopolios no lo son. Lo que uno
necesita más que cualquier otra cosa es el apoyo de la maquinaria de un estado relativamente
fuerte, uno que pueda apoyar a un cuasimonopolio. Hay muchos modos de realizarlo. Uno de los
más fundamentales es el sistema de patentes que se reserva los derechos de una "invención" por
un determinado número de años. Esto es lo que hace, básicamente, que los productos "nuevos"
sean los más caros para los consumidores y los más ventajosos para los productores. Claro que las
patentes son con frecuencia violadas y en todo caso, eventualmente expiran, pero, en general, pro-
tegen a un cuasimonopolio durante un tiempo. Incluso en ese caso, la producción protegida por
patentes permanece sólo como cuasimonopolio, puesto que pueden existir otros productos en el
mercado que no estén cubiertos por esa patente. Ése es el porqué de la situación normal de las

23
denominadas industrias de punta (esto es, productos que son tanto nuevos como poseedores de un
porcentaje importante del mercado global de productos) es un oligopolio antes que un monopolio
absoluto. Los oligopolios son, empero, lo suficientemente buenos como para brindar una tasa de
ganancia elevada, en especial desde que varias firmas con frecuencia, se asocian para minimizar
la competencia de precios.
Las patentes no son el único modo en el que los estados pueden crear cuásimonopolios. Las
restricciones estatales a la importación y exportación (las denominadas medidas proteccionistas)
son otra. Los subsidios estatales y los beneficios impositivos son una tercera. La capacidad de los
estados fuertes para usar de su fuerza y prevenir que los estados más débiles desarrollen medidas
contraproteccionistas son también otro modo. Y el papel de los estados como compradores a gran
escala de ciertos productos dispuestos a pagar precios excesivos, es otro. Finalmente, las
regulaciones que imponen un peso sobre los productores puede ser relativamente sencilla de
absorber por los grandes productores pero paralizante para los pequeños productores, una
asimetría cuyo resultado es la eliminación de los pequeños productores del mercado
incrementado de esa manera el porcentaje del oligopolio. Las modalidades por la que los estados
interfieren con el mercado virtual son tan extensas que constituyen un factor fundamental en la
determinación de precios y ganancias. Sin tales interferencias, el sistema capitalista no podría
prosperar y por lo tanto no podría sobrevivir.
Sin embargo, existen dos características antimonopólicas intrínsecas a una economía-mundo
capitalista. Antes que nada, la ventaja de un productor monopólico es la pérdida de otro productor.
Los perdedores negociarán políticamente para eliminar las ventajas de los ganadores. Pueden
realizar esto mediante pujas dentro de los estados en donde los productores monopólicos están
ubicados, apelando a las doctrinas del libre mercado y ofreciendo su apoyo a los líderes políticos
decididos a terminar con ciertas ventajas monopólicas particulares. O lo logran persuadiendo a otros
estados a desafiar al monopolio del mercado global mediante el uso del poder estatal para apoyar a
productores competitivos. Ambos métodos son utilizados. Por lo tanto, a lo largo del tiempo, todo
cuasimonopolio es desmantelado por la entrada de nuevos productores al mercado.

Los cuásimonopolios son, por ello, suicidas. Pero duran lo suficiente (digamos unos treinta años)
como para asegurar una considerable acumulación de capital por aquellos que controlan los
cuásimonopolios. Cuando un cuasimonopolio deja de existir, los grandes acumuladores de capital,
sencillamente mueven su capital a nuevos productos de punta o a industrias de punta
completamente nuevas. El resultado es un ciclo de industrias de punta. Las industrias de punta
tienen vidas moderadamente breves, pero son constantemente sobrevividos por otras industrias de
punta. Y así continúa el juego. Y las industrias que alguna vez fueran de punta, se vuelven más y
más "competitivas", esto es, reducen más y más sus ganancias. Vemos este patrón de conducta en
funcionamiento lodo el tiempo.
Las compañías son los principales actores en el mercado. Las compañías son habitualmente las
competidoras de otras firmas que operan en el mismo mercado virtual. También están en
conflicto con aquellas firmas de las que adquieren materia prima y de aquellas a las que les venden
sus productos. La furiosa rivalidad íntercapitalista es la regla. Y sólo los más fuertes y ágiles
sobreviven. Debemos recordar que la bancarrota, o la absorción por una compañía más fuerte es el
pan diario de las empresas capitalistas. No todos los empresarios capitalistas tienen éxito en la
acumulación de capital. Lejos de ello. Si todos tuvieran éxito, cada uno de ellos obtendría muy
poco capital. Por ello, los repetidos "fracasos" de compañías no sólo despejan de competidores
débiles el área sino que son una condición sine qua non en la incesante acumulación de capital. Esto
es lo que explica el constante proceso de concentración de capital.
Estemos seguros, existe una contrapartida al crecimiento de las compañías, ya sea en forma

24
horizontal (con el mismo producto), vertical (en diferentes pasos en la cadena de producción) o lo
que podría denominarse ortogonal (con otros productos no vinculados estrechamente). El tamaño
reduce los costos a través de las denominadas economías de escala. Pero el tamaño agrega costos
de administración y coordinación y multiplica los riesgos de ineficacia gerencial. Como resultado
de dicha contradicción, existe un repetido proceso de zigzag de compañías que se agrandan y que
luego se reducen. Pero esto "o ha sido un sencillo ciclo de expansión y contracción. Ha habido, en
todo el mundo, un incremento secular en el tamaño de las compañías, la totalidad del proceso
histórico tiene la forma de un engranaje en donde por dos muescas que se avanza se retrocede
una, en forma continua. El tamaño de las compañías tiene también consecuencias políticas
directas. El gran tamaño da a las compañías mayor peso político pero las vuelve también más
vulnerables al ataque político (por sus competidores, sus empleados, y sus consumidores). Pero
en este caso la línea de fondo es la de un trinquete que incrementa, a lo largo del tiempo, la
influencia política.
La división axial del trabajo en una economía-mundo capitalista divide a la producción en
productos centrales y productos periféricos. El concepto centro-periferia es relacional. Lo
que queremos decir por centro-periferia es el grado de ganancia del proceso de producción.
Puesto que la ganancia está directamente relacionada al grado de monopolización, lo que
esencialmente significamos por procesos de producción centrales son aquellos controlados por
cuasimonopolios. Los procesos periféricos son entonces los verdaderamente competitivos.
Cuando ocurre el intercambio, los productos competitivos están en una posición más débil y los
cuasimonopólicos en una posición más fuerte. En consecuencia, hay un flujo constante de
plusvalía de los productores de productos periféricos hacia los productores de productos
centrales. Esto es lo que se ha denominado intercambio desigual.
Ciertamente, el intercambio desigual no es la única manera de transferir capital acumulado de
regiones políticamente débiles a regiones políticamente fuertes. También está el pillaje, usado
ampliamente durante las primeras épocas de incorporación de nuevas regiones a la economía-
mundo (consideremos, por ejemplo, a los conquistadores y el oro de América). Pero el pillaje es
autoexterminador. Es el caso típico de matar a la gallina que pone los huevos de oro. Empero,
como las consecuencias son a mediano plazo y las ventajas a corto plazo, sigue existiendo mucho
pillaje en el sistema-mundo moderno, aunque ahora solemos "escandalizarnos" cuando nos
enteramos. Cuando Enron declara la quiebra, luego de procedimientos de transferencia de
enormes cantidades de dinero a manos de unos pocos administradores, eso es, de hecho, pillaje.
Cuando las "privatizaciones" de propiedades estatales las ponen bajo control de empresarios cuasi
mañosos quienes abandonan con premura el país dejando empresas destrozadas a su paso, eso es
pillaje. Suicida, sí, pero sólo luego de que se ha infligido mucho daño al sistema productivo
mundial, y también a la salud de la economía-mundo capitalista.
Puesto que los cuasimonopolios dependen de la protección de estados fuertes, están en su mayor
parte ubicados —jurídica, física y en términos de propiedad— dentro de tales estados. Existe por
ello una consecuencia geográfica en las relaciones centro-periferia. Los procesos centrales tienden
a agruparse en unos pocos estados y a constituir la mayor parte de la actividad productiva en dichos
estados- Los procesos periféricos tienden a estar desparramados a lo largo de un gran número de
estados y constituyen la mayor parte de la actividad productiva en dichos estados. Por lo tanto, para
abreviar, podemos hablar de estados centrales y estados periféricos, siempre y cuando recordemos que
en verdad estamos hablando de una relación entre procesos productivos. Algunos estados
poseen una mezcla casi pareja de productos centrales y periféricos. Denominamos a éstos,
estados semiperíféricos. Tienen, como veremos, propiedades políticas específicas. No es sin
embargo adecuado referirse a procesos productivos semiperíféricos.
Ya que, como hemos visto, los cuasimonopolios tienden a autodestruirse, lo que hoy es un

25
proceso central se convertirá mañana en un proceso periférico. La historia económica del
sistema-mundo moderno abunda en estos cambios, o degradación de productos, primero a
países semiperiférco os y luego a los periféricos. Si alrededor del 1800 la producción de textiles
era con toda probabilidad el proceso productivo central preeminente, hacia el 2000 era
claramente uno de los procesos productivos periféricos menos gananciosos. En 1800 estos textiles
eran producidos principalmente en muy pocos países (Inglaterra y algunos otros países del
noroeste europeo); hacia el 2000 los textiles son producidos en todas partes del sistema-mundo,
en particular los textiles baratos. Estos procesos se han repetido con muchos otros productos.
Pensemos en el acero, los automóviles o incluso las computadoras. Este tipo de giro no ha te-
nido efecto en la estructura del sistema. En el 2000 existían otros procesos centrales
(producción aeronáutica o ingeniería genética) que estaban concentrados en unos pocos países.
ha habido siempre nuevos procesos centrales que remplazaron a los que se tornaron más
competitivos y se reubicaron fuera de los estados en los que se encontraban originariamente.
La función de cada estado es muy distinto vis-a-vis los procesos productivos dependiendo de la
mezcla de procesos centrales-periféricos dentro de él. En los estados fuertes, que contienen un
margen desproporcionado de procesos centrales, se tiende a priorizar su función romo protector ele
los cuasimonopolios de los procesos centrales. En los estados muy débiles, que contienen un
margen desproporcionado de procesos de producción periféricos, éstos son en general incapaces
de hacer mucho para afectar la división axial del trabajo, y se ven de hecho forzados a aceptar el
destino que les ha tocado en suerte.
Los estados semiperiféricos tienen una mezcla relativamente pareja de procesos de producción
y se hallan en una situación muy complicada. Bajo presión de los estados fuertes y presionando a
los estados débiles, su mayor preocupación es mantenerse a distancia de la periferia y hacer lo
posible para acceder al centro. Ninguna de las dos operaciones es sencilla, y ambas requieren de
una considerable injerencia estatal en el mercado global. Estos estados semiperiféricos son los que
implementan con mayor agresividad y en forma pública las denominadas políticas
proteccionistas. Esperan, con ello, "proteger" sus procesos productivos de la competencia de
compañías fuertes en el exterior a la vez que intentan mejorar la eficiencia de las compañías
internas para que compitan mejor en el mercado global. Son receptores voraces de antiguas
industrias de punta, en lo que hoy día se define como alcanzar el "desarrollo económico". En
dicho esfuerzo, su competencia es oriunda no de los estados centrales sino de otros estados
semiperiféricos, igualmente anhelantes de ser los receptores de la relocación, la cual no puede
llegar a todos los aspirantes en forma simultánea ni en el mismo grado. En los comienzos del si-
glo XXI, algunos países destinados a ser denominados semiperiféricos son Corea del Sur, Brasil
e India, países con fuertes industrias que exportan productos (por ejemplo, acero, automóviles
y medicamentos) a zonas periféricas, pero que también se vinculan en forma habitual con zonas
centrales como importadores de productos más "avanzados".
La evolución natural de las industrias de punta —la lenta disolución de los cuasimonopolios—
es lo que da cuenta de los ritmos cíclicos de la economía-mundo. Una industria de punta nueva dará
un gran impulso a la expansión de la economía-mundo y resultará en una considerable
acumulación de capital. Pero al mismo tiempo y naturalmente llevará a un empleo más extenso
en la economía-mundo, salarios más elevados y a una sensación generalizada de prosperidad
relativa. A medida que más y más firmas entran en el mercado del antiguo cuasimonopolio,
existirá una "sobreproducción" (esto es, un exceso de producción para la demanda real efectiva
en un momento determinado) y como consecuencia un incremento en el precio de la competencia
(por la reducción de la demanda), que reducirá los márgenes de ganancia. En un momento
determinado, se producirá una acumulación de productos sin vender que tendrá como consecuen-
cia una reducción en la producción futura.

26
Cuando esto sucede, tendemos a ver el anverso de la curva cíclica de la economía-mundo.
Hablamos entonces de estancamiento o recesión en la economía-inundo. Las tasas de desempleo
globales aumentan. Los productores buscan reducir costos a fin de mantener su porcentaje del
mercado mundial. Uno de los mecanismos utilizados es la reubicación de los procesos de
producción hacia zonas que han contado, históricamente, con salarios más bajos, esto es, en países
semiperiféricos. Este cambio incrementa la presión en los niveles salariales de los procesos que
aún permanecen en las zonas centrales, y dichos salarios también tienden a reducirse. La demanda
efectiva que en un comienzo faltaba a causa de la sobreproducción ahora se convierte en falta por
la reducción en la ganancia de los consumidores. En semejante situación, no todos los productores
resultan perdedores. Existe un obvio y agudo incremento de la competencia entre el ahora diluido
oligopolio que está abocado al presente en estos procesos productivos. Se enfrentan entre sí con
ferocidad, con frecuencia, con la ayuda de sus maquinarias. Algunos estados y algunos pro-
ductores tienen éxito en la "exportación del desempleo" desde uno de los estados centrales hacia
los otros. Sistémicamente, existe una contracción, pero algunos estados centrales y en particular
algunos estados semiperiféricos parecen resultar bastante favorecidos.
El proceso que hemos descrito —la expansión de la economía-mundo en presencia de
industrias de punta cuasimonopólicas y contracción de la economía-mundo cuando hay una
reducción de la intensidad de los cuasimonopolios— puede dibujarse como una curva sinusoidal en
donde observaremos fases A (expansión) y B (estancamiento). Un ciclo considerado una fase A
seguido de una fase B es denominado, a veces, un ciclo Kondratieff, en honor al economista que
describiera este fenómeno con claridad a comienzos del siglo xx. Los ciclos Kondratieff han sido
hasta ahora de más o menos cincuenta a sesenta años de duración. Su duración exacta depende
de las medidas políticas tomadas por los estados para evitar la fase B, y en especial las medidas
tomadas para lograr la recuperación de una fase B sobre las bases de nuevas industrias de punta
que puedan estimular una nueva fase A.
Cuando un ciclo Kondratieff culmina, nunca vuelve la situación a donde estaba a comienzos del
ciclo. Esto es así porque lo que fue implementado durante la fase B para salir de ella y volver a una
fase A cambia de manera importante los parámetros del sistema-mundo. Los cambios que
solucionan el problema inmediato (o de corto plazo) de la inadecuada expansión de la economía-
mundo (un elemento esencial para mantener la posibilidad de la acumulación incesante de ca-
pital) logra un equilibrio de mediano plazo pero comienza a crear problemas en la estructura en
el largo plazo. El resultado es lo que denominamos una tendencia secular. Una tendencia secular
debe ser concebida como una curva cuya coordenada (o eje x) marca el tiempo y cuya ordenada (o
eje y) mide un fenómeno marcando la proporción de un grupo con una característica particular.
Si a lo largo del tiempo el porcentaje tiende a incrementarse de una manera lineal ascendente,
significa que por definición (puesto que la ordenada está expresada en porcentajes) que en algún
momento ya no podrá hacerlo. A esto denominamos llegar a la asíntota, o al cien por ciento. Nin-
guna característica puede alcanzar en ningún grupo más del ciento por ciento. Esto significa que
en lo que resolvemos los problemas de mediano plazo con un movimiento ascendente de la curva,
alcanzaremos eventualmente en el largo plazo el problema de acercarnos a la asíntota.
Permítasenos sugerir un ejemplo de cómo esto funciona en una economía-mundo capitalista.
Uno de los problemas que observamos en los ciclos Kondratieff es que en determinado momento
los procesos de producción más importantes se vuelven menos beneficiosos, y estos procesos
comienzan a reubicarse a fin de reducir costos. Entretanto, existe un incremento del desempleo
en zonas centrales y esto afecta la demanda global efectiva. Las compañías individuales reducen
sus costos, pero la colectividad de compañías encuentra más difícil encontrar suficientes
consumidores. Una manera de restaurar un nivel suficiente de demanda global efectiva es el
incrementar los niveles salariales de los trabajadores ordinarios en las zonas centrales, algo

27
que ha ocurrido con frecuencia hacia el final de los periodos Kondratieff B. Esto a su vez crea el
tipo de demanda efectiva que es necesario para suministrar suficientes consumidores para nuevos
productos líderes. Pero, obviamente, mayores niveles de pago significan menores márgenes de
ganancia para los empresarios. A escala global esto puede compensarse expandiendo el número
de trabajadores asalariados en otros lugares del planeta que estén dispuestos a trabajar por
salarios más bajos. Esto puede hacerse mediante la convocatoria de nuevos individuos a la arena
laboral, para quienes un salario más bajo representa de hecho un incremento en sus ingresos
reales. Pero es obvio que cada vez que uno incorpora "nuevas" personas en la arena de trabajo
asalariado, uno reduce el número de personas restantes fuera de la arena laboral. Llegará un mo-
mento en el que el grupo haya disminuido de (al modo que cese de existir en forma efectiva.
Estamos entonces alcanzando la asíntota. Volveremos a este tema en el último capítulo cuando
discutamos la crisis estructural del siglo XXI.
Obvio, un sistema capitalista necesita que existan trabajadores que ofrezcan su trabajo para el
proceso productivo. Con frecuencia se afirma que tales trabajadores son proletarios, esto es,
trabajadores asalariados que no cuentan con medios alternativos de sustento (porque carecen de
tierras y no cuentan con dinero o reservas inmobiliarias). Esto no es del todo correcto. Casi todos
los trabajadores están vinculados a otras personas en unidades domésticas que aglutinan
habitualmente a personas de distinto sexo y diferentes edades. Muchos, quizá la mayoría, en esas
unidades domésticas pueden ser denominados familias, pero los lazos familiares no son, sin
embargo, los únicos modos en los que las unidades domésticas se mantienen unidas. Las
unidades domésticas cuentan con frecuencia con residencias en común, pero esto no es tan
habitual como uno podría pensar.
Una unidad doméstica típica consta de tres a diez personas quienes, en un largo plazo (digamos
unos treinta años), juntan sus recursos e ingresos a fin de sobrevivir de modo colectivo. Las
unidades domésticas no son internamente, en general, estructuras igualitarias, ni estructuras
inamovibles (las personas nacen y mueren, entran o abandonan las unidades domésticas, y en
todo caso envejecen y tienden así a alterar su papel económico). Lo que distingue a una unidad
doméstica es alguna forma de obligación de suministrar el ingreso para el grupo y compartir el
consumo resultante de dicho ingreso. Las unidades domésticas son muy diferentes de los clanes
o tribus y de otros grupos o entidades numerosos y extendidos, los cuales con frecuencia
comparten obligaciones de ayuda mutua e identidad pero que no comparten en forma habitual
sus ingresos. O si existen entidades numerosas semejantes que comparten sus ingresos, son disfun-
cionales para el sistema capitalista.
Debernos primero analizar lo que se comprende por "ingreso". Existen, hablando en general,
cinco clases de ingresos en el sistema-mundo moderno. Y casi todas las unidades domésticas
buscan y obtienen las cinco clases, aunque en diferentes proporciones (lo que resulta ser muy
importante). Una clase obvia es el salario, lo que significa pago (habitualmente en papel
moneda) por personas fuera del ámbito familiar por el trabajo de un miembro de la unidad
doméstica realizado fuera de la unidad doméstica en algún proceso productivo. El salario puede
ser ocasional o regular. Puede ser un pago por el tiempo empleado o por trabajo realizado
(destajo). El salario tiene la ventaja para el empleador en ser "flexible" (lo que significa que la
continuación del trabajo es una función de las necesidades del empleador), aunque los sindicatos,
y otras formas de agrupación gremial de los trabajadores y las legislaciones estatales hayan con
frecuencia limitado la flexibilidad empresarial de diversos modos. Aun así, los empleadores casi
nunca están obligados a suministrar apoyo de por vida a trabajadores específicos. Pero por lo
mismo, este sistema tiene desventajas para el empleador en tanto que a mayor cantidad de
trabajadores necesite, puede que no los haya dispuestos al empleo, en especial si la economía está

28
en expansión. Por ello, en un sistema de salarios, el empleador intercambia el que no se le
requiera pagar a los trabajadores durante los periodos en los que no los necesita por la
garantía de que los trabajadores estarán disponibles cuando sí los necesite.
Una segunda y obvia fuente de ingresos para la unidad doméstica es la actividad de subsistencia.
Habitualmente definimos este tipo de trabajo de modo muy estrecho, tomándolo sólo como el
esfuerzo de personas rurales para cultivar alimentos y producir elementos para el consumo propio sin
hacerlos pasar por un mercado. Ésta es, de hecho, una manera de la producción de subsistencia,
y este tipo de trabajo ha ido declinando marcadamente en el sistema-mundo moderno, razón por la
que sostenemos que la producción de subsistencia está desapareciendo. Al hacer uso de una
definición tan restrictiva no tenemos sin embargo en cuenta las numerosas maneras en las que las
actividades de subsistencia están en realidad aumentando en el mundo moderno. Cuando alguien
cocina en su casa o friega los platos, es una producción de subsistencia. Cuando un dueño de casa
ensambla un mueble que compra en un negocio, es producción de subsistencia. Y cuando un
profesional usa una computadora para enviar un correo electrónico que, antaño, una secretaria
(paga) hubiera mecanografiado, él o ella está enfrascado en una producción de subsistencia. La
producción de subsistencia es una gran parte del ingreso de la unidad doméstica hoy en día en las
zonas económicamente más afluentes de la economía-mundo capitalista.
Un tercer tipo de ingreso de la unidad doméstica es el que podríamos llamar, en forma
genérica, como pequeña producción mercantil. Una pequeña producción mercantil es definida
como el producto producido en la unidad doméstica pero vendido por dinero en el mercado.
Obviamente, este tipo de producción continúa estando ampliamente distribuida en las zonas más
pobres de la economía-mundo pero no está del todo ausente del resto de otras zonas. En las zo-
nas más ricas solemos denominarla "free-lancing". Este tipo de actividad incluye no sólo el
mercadeo de mercaderías producidas (incluyendo, por supuesto, los bienes intelectuales) sino
también la pequeña producción mercantil. Cuando un niño vende en la calle cigarrillos o fósforos
de a uno a consumidores que no pueden asumir la compra de éstos en las cantidades en las que
habitualmente se los vende, el niño está involucrado en la pequeña producción mercantil, siendo
esta producción el desmontaje del paquete mayor y su transporte al mercado callejero.
Un cuarto tipo de ingreso es aquel al que solemos denominar renta. La renta puede ser
obtenida de alguna inversión mayor de capital (el ofrecimiento de departamentos urbanos para
alquiler, o de habitaciones dentro de los departamentos) o por ventajas de ubicación (la colección
de peaje en un puente privado) o por propiedad de capital (los cupones de los bonos o los
intereses obtenidos en una caja de ahorro). Lo que hace que la renta sea tal es que es una
propiedad y no un trabajo de ningún tipo lo que hace posible el ingreso.

Por último, existe un quinto tipo de ingreso, el que en el mundo moderno denominamos pagos
de transferencia. Éstos pueden definirse como ingresos de un individuo en virtud de una
obligación de un tercero de proveerle de dicho ingreso. Este pago de transferencia puede
originarse en personas cercanas a la unidad doméstica, como cuando se ofrecen regalos o
préstamos de una generación a otra al momento del nacimiento, matrimonio o muerte. Tales
pagos de transferencia entre unidades domésticas pueden realizarse sobre bases de reciprocidad
(lo que en teoría asegura que no exista un ingreso extra en el lapso de una vida pero tiende a
eliminar las necesidades de liquidez). O el pago de transferencia puede ocurrir mediante un
esquema de seguros (en donde uno puede, al final, beneficiarse o no), o a través de la
redistribución de una clase económica hacia otra.
Tan pronto como pensamos sobre ello, caemos en la cuenta de la mancomunación de recursos
que se produce en las unidades domésticas. Imaginemos una familia estadounidense de clase
media, en la cual el hombre adulto tiene un trabajo (y tal vez tenga un segundo trabajo), la mujer

29
adulta tiene una empresa de banquetes que maneja desde su casa, el hijo adolescente es repartidor
de diarios y la hija de doce años es babysitter. Agreguemos a esto, quizá, la abuela que retira su
pensión de viudez y quien también, en ocasiones hace de baby-sitter para un niño pequeño, y la
habitación encima del garaje, la cual alquilan. O pensemos en una familia trabajadora de una
unidad doméstica mexicana en la cual el hombre adulto ha migrado ilegalmente a los Estados
Unidos y envía dinero a la casa, la mujer adulta cultiva una pequeña huerta en la casa, la joven
adolescente trabaja como doméstica (y recibe pago en efectivo y en especies) en un acaudalado
hogar mexicano, y el joven preadolescente vende chucherías en el mercado del pueblo, luego de
asistir a la escuela (o en vez de asistir a la escuela). Cada uno de nosotros podemos imaginar muchas
más situaciones similares.
En la práctica, pocas unidades domésticas funcionan sin los cinco tipos de ingreso. Pero uno
puede darse cuenta en forma inmediata que las personas dentro de la unidad doméstica que
tienden a proporcionar el ingreso pueden correlacionarse en categorías por sexo o edad. Esto es
decir, muchas de estas tareas están definidas por edad y por género. El trabajo asalariado fue
durante mucho tiempo considerado tierra de adultos desde los catorce o dieciocho años hasta los
sesenta y cinco. La producción de subsistencia y de mercaderías menores fue en su mayor parte
definida como el territorio de las mujeres adultas y de los niños y ancianos. La transferencia de
ingresos por el estado ha estado circunscrita en su mayor parte al ingreso salarial, excepto por
ciertas transferencias relacionadas con la crianza de niños. Mucha de la actividad política de los
últimos cien años ha estado dirigida a superar la especificidad genérica de estas definiciones.
Como hemos señalado, la relativa importancia de las distintas formas de ingreso en
unidades domésticas específicas ha variado grandemente. Distingamos dos variantes
importantes: la unidad doméstica en donde el ingreso salarial da cuenta del cincuenta por
ciento o más del total de los ingresos de toda la vida, y la unidad doméstica en donde da
cuenta de menos. Llamemos a la primera "unidad doméstica proletaria" (puesto que parece
depender en grado sumo del ingreso salarial, que es exactamente lo que el término proletariado
supone invocar); y llamemos a la última entonces una "unidad doméstica semiprolelaria"
(porque sin dudas existe un cierto porcentaje de ingreso por salarios para la mayoría de sus
miembros). Si así lo hacemos, podremos observar que un empleador obtiene ventajas al emplear
a aquellos asalariados que habitan unidades domésticas semiproletarias. En dondequiera que los
trabajos asalariados constituyan un componente sustancia] del ingreso de la unidad doméstica,
existe necesariamente un piso referente a cuánto puede recibir el trabajador asalariado. Este debe ser
una cantidad que represente por lo menos una parte proporcional de los costos de reproducción de la
unidad doméstica. Es por ello por lo que podemos pensar en un salario mínimo absoluto. Si, sin
embargo, el trabajador asalariado es miembro de una unidad doméstica que es sólo
semiproletaria, el trabajador asalariado puede ser remunerado con un sueldo por debajo del salario
mínimo absoluto, sin poner en riesgo necesariamente la supervivencia de la unidad doméstica. La
diferencia puede cubrirse con el ingreso adicional suministrado a través de otras fuentes y por lo
común por otros miembros de la unidad doméstica. Lo que vemos que sucede en tales casos es
que otros productores de ingresos en la unidad doméstica transfieren, de hecho, la plusvalía
del empleador del sujeto asalariado más allá de lo que el mismo empleado asalariado pueda
transferir, permitiendo así que el empleador pague menos que el salario mínimo absoluto.
Se sigue que en un sistema capitalista los empleadores prefieren, en general, emplear a
trabajadores provenientes de unidades domésticas semíproletarias. Existen, empero, dos presiones
que pujan en la dirección contraria. Una es la presión de los asalariados mismos quienes buscan
"proletarizarse" puesto que en efecto esto significa mejores sueldos. Y la otra es una presión
contradictoria por parte de los mismos empleadores. En contra del individuo que necesita
salarios más bajos, existe la necesidad de largo plazo de contar con una demanda sustancial y

30
efectiva en la economía-mundo para sostener el mercado para sus productos. A lo largo del
tiempo, como resultado de estas dos presiones diversas, existe un lento aumento en el número de
unidades domésticas proletarizadas. Sin embargo, esta descripción de las tendencias a largo plazo
es contraria a la visión tradicional de las ciencias sociales del capitalismo como sistema que
necesita primariamente proletarios como trabajadores. Si esto fuera así, sería difícil
explicar por qué, luego de cuatrocientos o quinientos años, la proporción de
trabajadores proletarios no es más alta de lo que es (China??). Antes que pensar la
proletarización como una necesidad capitalista, sería más útil pensarla como un sitio de luchas,
cuyo resultado ha sido un lento aunque firme incremento, una tendencia secular que se acerca a
su asíntota.
Existen clases dentro del sistema capitalista, puesto que existen personas ubicadas en distintos
escalafones en el sistema económico, con distintos niveles de ingreso y con intereses diferentes. Por
ejemplo, es obvio que el interés de los trabajadores está en el incremento de sus salarios, y es
igualmente obvio que el interés de los empleadores reside en resistir dichos aumentos, por lo
menos en términos generales. Pero, como acabamos de ver, los trabajadores asalariados forman
parte de unidades domésticas. No tiene sentido pensar que los trabajadores pertenecen a una clase
y que los restantes miembros de la familia pertenecen a otra. Son, obviamente, las unidades
domésticas y no los individuos los que se ubican dentro de las clases. Los individuos que desean
participar de la movilidad social encuentran que con frecuencia deben retirarse de las unidades
domésticas en las que se encuentran y reubicarse en otras unidades domésticas, a fin de lograr
tal objetivo. Ésta no es tarea sencilla, pero de ninguna manera imposible.
Sin embargo, las clases no son los únicos grupos dentro de los cuales se ubican las unidades
domésticas. También son miembros de grupos de estatus o identidades. (Si los denominamos
grupos de estatus, enfatizamos cómo son percibidos por los demás, una suerte de criterio objetivo.
Si los denominamos identidades, enfatizamos cómo se perciben a sí mismos, una suerte de criterio
subjetivo. Pero ya sea bajo un nombre como otro, son una realidad institucional del sistema-
mundo moderno.) Los grupos de estatus o identidades funcionan como etiquetas asignadas,
puesto que nacemos en ellos, o al menos solemos pensar que nacemos en ellos. En general, es
difícil sumarse a estos grupos de manera voluntaria, aunque no es imposible. Estos grupos de
estatus o identidades son los numerosos "individuos" de los que todos nosotros formamos parte:
naciones, razas, grupos étnicos, comunidades religiosas, pero también géneros y categorías de
preferencias sexuales. La mayoría de estas categorías son tomadas como presuntos rezagos de
tiempos premodernos. Esta premisa es errónea. La membresía en grupos de estatus o identidades es
una parte importante de la modernidad. Lejos de agonizar, están creciendo en importancia a
medida que la lógica del sistema capitalista se desenvuelve más y más y nos consume más y más
intensamente.
Si sostenemos que las unidades domésticas se ubican dentro de una clase y que todos sus
miembros comparten dicha locación, ¿es esto igualmente cierto en el caso de los grupos de
estatus o identidades? Existe una enorme presión dentro de las unidades domésticas para
mantener una identidad común, para ser parte del mismo grupo de estatus o identidad. Esta
presión es sentida en primera instancia por todas las personas que contraen matrimonio y a
quienes se les requiere, o al menos se las presiona para que busque su pareja dentro del grupo de
estatus o identidad. Pero, obviamente, el constante movimiento de los individuos dentro del
sistema-mundo moderno, más la presión normativa de ignorar los grupos de estatus o
identidades de las que se es miembro a favor de un criterio meritocrático ha dado como resultado
una mezcla considerable de las identidades originales dentro del marco de las unidades domésticas.
Sin embargo, lo que suele suceder en cada unidad doméstica es la evolución hacia una sola
identidad, la emergencia de nuevas, y con frecuencia apenas articuladas identidades o estatus

31
grupales que reifican precisamente aquello que comenzó como mezcla, y por lo tanto reunifican ala
unidad doméstica en términos de identidades grupales de estatus. Un elemento en la demanda de
legitimación de los matrimonios gay es la presión para reunificar la identidad de la unidad
doméstica.

¿Por qué es tan importante para las unidades domésticas el mantener una sola clase e identidad
grupal de estatus, o al menos pretender mantenerla? Semejante homogeneización ayuda, por
supuesto, a mantener la unidad de la unidad doméstica como lugar de recursos económicos
comunes y para superar cualquier tendencia centrífuga que pueda surgir por las desigualdades
internas en la distribución del consumo y los procesos decisorios. Sería empero un error el ver esta
tendencia primariamente- como un mecanismo de defensa interno del grupo. Existen
importantes beneficios para la totalidad del sistema-mundo para apoyar la tendencia
homogeneizadora dentro de las estructuras de las unidades domésticas.
Las unidades domésticas funcionan como las agencias primarias de socialización del sistema-
mundo. En ellas se nos enseña, particularmente a los jóvenes el conocimiento y el respeto de las reglas
sociales que se supone debemos obedecer. Esto está, obviamente, apoyado por agencias estatales tales
como las escuelas y los ejércitos así como por las instituciones religiosas y los medios de
comunicación. Pero ninguno de ellos alcanza el impacto de las unidades domésticas. ¿Qué es
entonces lo que determina cómo las unidades domésticas socializarán a sus miembros? En
general, la manera en que las instituciones secundarias enmarcan estos temas para las unidades
domésticas y su habilidad para realizarlo de manera efectiva depende de la relativa homogeneidad
de las unidades domésticas, esto es, tienen y se perciben como poseedores de una función definida
en el sistema social histórico. Una unidad doméstica convencida de su identidad grupal de estatus
—su nacionalidad, su raza, su religión, su etnia, su código de sexualidad— sabe exactamente cómo
socializar a sus integrantes. Una cuya identidad es más incierta pero que intenta crear una
identidad homogénea, aunque sea nueva, tiende a funcionar casi tan bien. Una unidad doméstica que
permitiera en forma permanente la escisión de su identidad encontraría que la función socializadora
le resultaría casi imposible de llevar a cabo, y encontraría difícil sobrevivir como grupo.
Por supuesto, los poderes constituidos de un sistema social siempre esperan que la
socialización resulte en la aceptación de las muy reales jerarquías productos del sistema.
También espera que la socialización resulte en la internalización de los mitos, la retórica y la
teorización del sistema. Esto sucede en parte pero nunca en forma completa. Las unidades
domésticas también socializan a sus miembros para la rebelión, el rechazo y la desviación. Por
cierto, hasta cierto punto semejante socialización antisistémica puede resultarle útil al sistema al
ofrecer una salida a los espíritus inquietos, siempre y cuando el sistema todo se encuentre en
relativo equilibrio. En tal caso, uno puede anticipar que las socializaciones negativas pueden
tener cuando mucho un impacto limitado en el funcionamiento del sistema. Pero cuando los
sistemas históricos entran en crisis estructurales, de pronto, tales socializaciones antisistémicas
pueden tener un profundo papel desestabilizador para el sistema.

Hasta ahora, hemos citado meramente las identificaciones de clase y de grupos de estatus como
dos modelos alternativos de expresión colectiva para las unidades domésticas. Pero es evidente que
hay múltiples tipos de grupos de estatus, no siempre en toral consonancia el uno con el otro. Más
aún, a medida que progresa el tiempo histórico, la cantidad de diversos grupos de estatus ha
aumentado, no disminuido. A Fines del siglo xx, la gente comenzó a reclamar para sí identidades en
función de preferencias sexuales que no eran la base para la construcción de una unidad
doméstica en los siglos previos. Puesto que todos estamos involucrados en una multiplicidad de
grupos de estatus o identidades, surge la pregunta sobre cuál es el orden prioritario de las
identidades. En caso de conflicto, ¿cuál debe prevalecer? ¿Cuál prevalece? ¿Puede una unidad

32
doméstica ser homogénea en función de una identidad pero no en función de otra? La respuesta
es un obvio sí, ¿pero cuáles son las consecuencias?
Debemos examinar las presiones externas sobre las unidades domésticas, La mayoría de los
grupos de estatus poseen algún tipo de expresión institucional a través de las unidades domésticas. Y
estas instituciones ejercen presión directa sobre las unidades domésticas no sólo para que se
atengan a sus normas y a sus estrategias colectivas, sino para que les den prioridad. De las
instituciones a través de las unidades domésticas, los estados son los más exitosos en su influen-
cia sobre las unidades domésticas ya que cuentan con las más inmediatas herramientas do presión
(la ley, la distribución de beneficios, la capacidad de movilizar a los medios). Pero en dondequiera
el estado es más débil, las estructuras religiosas, las organizaciones étnicas, y grupos similares
pueden convertirse en las voces más fuertes que insistan sobre las prioridades de las unidades
domésticas. Incluso cuando los grupos de estatus o identidades se describan a sí mismos como
antisistémicos, aun entonces pueden enfrentarse con otros grupos de estatus o identidades
antisistémicos, demandando la prioridad de lealtad. Es este complicado tramado de identidades de
unidades domésticas que subyace a la montaña rusa de conflictos políticos dentro del sistema-
mundo moderno.
Las complejas relaciones de la economía-mundo, las compañías, los estados, las unidades
domésticas y las instituciones a través de las unidades domésticas vinculadas a los miembros de
clase y grupos de estatus se encuentran amenazadas por dos temas ideológicos opuestos pero
simbióticos: el universalismo par un lado y el racismo y sexismo por el otro.
El universalismo es un tema prominentemente asociado con el sistema-mundo moderno. Es, en
muchos sentidos, uno de sus logros. El universalismo significa, en términos generales, la
prioridad de reglas generales aplicadas en forma igual a todas las personas, y por lo tanto, el
rechazo a las preferencias particulares en la mayoría de las esferas. Las únicas reglas consideradas
permisibles dentro del marco del universalismo son las que pueden demostrar su aplicación directa
al funcionamiento adecuado del sistema-mundo definido en forma restringida.
Las expresiones del universalismo son múltiples. Si traducimos el universalismo al nivel de la
compañía o la escuela, esto significa, por ejemplo, la asignación de personas a puestos diversos en
función de su entrenamiento y capacidad (una práctica conocida como meritocracia). Si
traducimos esto al nivel de la unidad doméstica, implica entre otras cosas que el matrimonio
debe ser contraído por cuestiones de "amor" y no por cuestiones de riqueza, etnia o cualquier otro
particularismo. Si lo traducimos al nivel de estado, significa reglas tales como el sufragio universal y
la igualdad frente a la ley. Todos estamos familiarizados con los mantras, puesto que se los repite con
cierta regularidad en los discursos públicos. Se supone que sean el foco central de nuestra
socialización. Por supuesto, sabemos que dichos mantras son evocados de modo desigual en
diversos sitios del sistema-inundo (y querremos examinar el porqué de ello), y sabemos que están
lejos de ser respetados en su totalidad en la práctica. Pero se han convertido en el evangelio oficial
de la modernidad.
El universalismo es una norma positiva, lo que significa que la mayoría de las personas afirma su
creencia en él, y casi todos sostienen que es una virtud. El racismo y el sexismo son su exacto
opuesto. También son norma, pero son normas negativas, en tanto que la mayoría niega creer en
ellas. Casi todos aseguran que las consideran vicios, y, sin embargo, son normas. Más aún, el grado
al cual dichas normas negativas de racismo y sexismo son observadas es al menos tan alto como, si
no mucho más que la virtuosa norma del universalismo. Esto puede parecer una anomalía, pero no
lo es.
Examinemos lo que queremos decir con racismo y sexismo. En verdad, éstos son términos que se
hicieron de uso común sólo a partir de la segunda mitad del siglo xx. El racismo y el sexismo son

33
instancias de un fenómeno más amplio, careciente de un nombre adecuado, pero que podría
denominarse anti universalismo, o la discriminación institucional activa contra todas las personas
de un grupo de estatus o identidad específico. Para cada tipo de identidad, existe una clasificación
jerárquica social. Puede que sea una clasificación burda, con sólo dos categorías, o elaborada, con
toda una serie. Pero siempre hay un grupo arriba en la clasificación jerárquica y uno o varios
grupos en el fondo. Estas clasificaciones son tanto mundiales como locales, y ambos tipos de
clasificación tienen enormes consecuencias en la vida de las personas y en el funcionamiento de
una economía-mundo capitalista.
Todos estamos familiarizados con la clasificación jerárquica global dentro del mundo moderno:
los hombres sobre las mujeres, los blancos sobre los negros (o los no blancos), los adultos sobre los
niños (o los ancianos), los educados sobre quienes carecen de educación, los heterosexuales sobre
gays y lesbianas, los burgueses y profesionales por sobre los trabajadores, los residentes urbanos
por sobre los rurales. La clasificación jerárquica étnica es más local, pero en cada país, existe una
etnia dominante sobre las otras. Los clasificaciones jerárquicas religiosas varían a lo largo del
mundo, pero en cualquier zona particular todos están conscientes de su ubicación en ésta. El na-
cionalismo asume con frecuencia la forma de vínculos entre los lados de cada antinomia fusionados
en una categoría, para que uno pueda, por ejemplo, crear una norma que sostenga que los hombres
blancos heterosexuales de etnias y religiones específicas son los únicos que pueden ser
considerados "verdaderos" ciudadanos.
Existen varias preguntas que esta descripción nos presenta. ¿Cuál es el sentido de profesar el
universalismo y simultáneamente practicar el antiuniversalismo? ¿Porqué existe tanta variedad de
antiuniversalismos? ¿Es esta contradicción antinómica parle necesaria del sistema-mundo moderno? El
universalismo y el antiuniversalismo funcionan, de hecho, cotidianamente, pero funcionan en
diferentes arenas. El universalismo tiende a ser el principio operativo más fuerte para los que
denominaríamos los cuadros riel sistema-mundo: ni los que están en la cima en términos de poder
y riqueza, ni los que proporcionan la mayoría de los trabajadores del inundo y la gente ordinaria
en todos los campos y a lo largo y ancho del mundo, sino más bien un grupo intermedio de gente
que tiene puestos de liderazgo o funciones de supervisión en varias instituciones. Ésta es una
norma que proporciona el nivel ele reclutamiento óptimo para el personal técnico, profesional y
científico. Este grupo intermedio puede ser más o menos numeroso dependiendo de la ubicación del
país en el sistema-mundo y de su situación política local. Cuanto más fuerte sea la posición eco-
nómica del país, más grande será el grupo. Cuando el universalismo pierde el equilibrio incluso
entre los cuadros en zonas específicas del sistema-mundo, los observadores tienden a ver una
disfunción y en forma casi inmediata surgen presiones políticas (tanto desde dentro del país como
desde el resto del mundo) para que se recupere un cierto grado de criterio universalista.
Existen dos razones diferentes para ello. Por un lado, se cree que el universalismo garantiza una
tarea relativamente competente y vuelve por ello, más eficiente a la economía-mundo, lo cual a su
vez mejora la capacidad de acumular capital. Por lo tanto, quienes suelen estar a cargo de los
procesos de control de producción tienden a apoyar los criterios universalistas. Es claro, el criterio
universalista genera resentimientos cuando entra en operación sólo después de que algún criterio
particularista ha sido invocado. Si el servicio civil está abierto sólo a personas de una religión o
etnia particular, entonces la elección de personas dentro de dicha categoría puede ser universal,
pero la elección total no lo es. Si el criterio universalista es invocado sólo en el momento de elegir
mientras que se ignora el criterio particularista por el cual los individuos tienen acceso al
entrenamiento previo necesario, entonces existe el resentimiento. Cuando, por el contrario, la
opción es verdaderamente universalista, el resentimiento puede así y todo ocurrir porque la
elección presupone la exclusión y podernos sufrir presiones "populistas" para el ingreso irrestricto

34
e ilimitado a una posición. Con estas múltiples circunstancias, el criterio universalista desempeña
una función sociopsicológica central en la legitimación de las asignaciones meritocráticas. Hacen
que quienes logran el estatus de cuadro se sientan justificados en su posición ventajosa e ignoran
que la manera en la que el llamado criterio universalista les dio acceso no era en verdad
completamente universalista, o ignoran los reclamos del resto por acceso a los beneficios
materiales asignados principalmente a los cuadros. La norma del universalismo es enormemente
tranquilizadora para quienes se benefician del sistema. Hace que ellos se sientan merecedores de
lo que poseen.

Por el otro lado, el racismo, el sexismo y otras normas antiuniversalistas realizan una tarea
igualmente importante en la asignación de trabajo, poder y privilegio dentro del sistema-mundo
moderno. Suponen exclusiones del espacio social. En verdad son otros modos de inclusión, pero de
inclusión en rangos inferiores. Estas normas existen para justificar los rangos inferiores, para
hacerlos cumplir, y de modo perverso, incluso para hacerlos tolerables a aquellos que han recibido un
rango inferior. Las normas antiuniversalistas se presentan como codificaciones de verdades naturales
y eternas que no están sujetas a la modificación social. Se presentan no sólo como verdades culturales
sino, implícita o incluso explícitamente, como necesidades biológicamente determinadas para el
funcionamiento del ser humano.
Así se convierten en normas para el estado, el lugar de trabajo, el espacio social. Pero también
se convierten en normas que los hogares se ven presionados a utilizar para socializar a sus miembros;
esfuerzo que en general ha resultado exitoso. Justifican así la polarización del sistema-mundo.
Puesto que la polarización se ha incrementado a lo largo del tiempo, el racismo, el sexismo y otras
formas de aittiuniversalismo han cobrado importancia, aunque la lucha política contra tales formas
de antiuniversalismo se han vuelto más centrales para el funcionamiento del sistema-mundo.
En última instancia, el sistema-mundo moderno ha asumido una característica central en su
estructura de existencia, propagación y práctica simultánea del universalismo y el antiuniversalismo.
Este dúo antinómico es tan fundamental al sistema como lo es la división de trabajo sobre el eje
centro-periferia.

3. El surgimiento de los sistemas estatales:


naciones-estado soberanas, colonias y el
sistema interestatal
El estado moderno es un estado soberano. La soberanía es un concepto que fue inventado en el
sistema-mundo moderno. Su significado a prima facie es completamente autónomo del poder
estatal. Pero los estados modernos existen, de hecho, dentro de un círculo de estados, lo que
hemos dado en llamar sistema interestatal. Habremos entonces de investigar el grado y el
contenido de esta presunta autonomía. Los historiadores hablan de la emergencia de las "nuevas
monarquías" en Inglaterra, Francia y España a fines del siglo XV, en el preciso momento que
aparece el sistema-mundo moderno. En lo que hace al sistema interestatal, sus antecedentes son
atribuidos al desarrollo de la diplomacia renacentista en la península italiana, y su
institucionalización es considerada por la mayoría como la Paz de Westfalia en 1648. El tratado
de Westfalia, firmado por la mayoría de los estados europeos, codificaba ciertas leyes de
relaciones interestatales que ponían límites así como también garantizaban una relativa
autonomía. Estas leyes fueron elaboradas y posteriormente expandidas bajo la rúbrica de la ley

35
Breve historia
del Neoliberalismo

David Harvey

1
Índice general
Introducción (Ir) 7

I.- La libertad no es más que una palabra (Ir) 11


¿Por qué el giro neoliberal? 16
El ascenso de la teoría neoliberal 25
El significado del poder de clase 36
Perspectivas de libertad 41

II.- La construcción del consentimiento (Ir) 45

III.- El Estado neoliberal (Ir) 71


El Estado neoliberal en teoría 71
Tensiones y contradicciones 74
El Estado neoliberal en la práctica 77
La respuesta neoconservadora 88

IV.- Desarrollos geográficos desiguales (Ir) 95


El mapa móvil de la neoliberalización 95
Informes desde primera línea: 106
-México 106
-El derrumbe argentino 112
-Corea del Sur 115
-Suecia 119
Fuerzas y flujos 122

V.- Neoliberalismo con características chinas (Ir) 127


Transformaciones internas 129
Relaciones exteriores 143
¿Hacia una reconstitución del poder de clase? 150

VI.- El neoliberalismo a juicio (Ir) 159


Hazañas neoliberales 161
La acumulación por desposesión 167
– Privatización y mercantilización 167
– Financiarización 168
– La gestión y la manipulación de la crisis 169
– Redistribuciones estatales 171
La mercantilización de todo 172
Degradaciones medioambientales 179
Sobre los derechos 183

VII.- El horizonte de la libertad (Ir) 191


¿El fin del neoliberalismo? 197
Alternativas 206

3
VI
El neoliberalismo a juicio

Los dos motores económicos que han impulsado al mundo a través de la recesión global
que se afianzó después de 2001, han sido Estados Unidos y China. Lo irónico es que
ambos países han estado actuando como Estados keynesianos en un mundo
supuestamente gobernado por reglas neoliberales. Estados Unidos ha recurrido de
manera desmedida a la financiación mediante el déficit presupuestario de su militarismo
y de su consumismo, mientras China ha financiado mediante el endeudamiento con
créditos bancarios de dudoso cobro enormes inversiones en infraestructuras y en capital
fijo. Los neoliberales convencidos sostendrán, sin duda, que la recesión es signo de una
neoliberalización insuficiente o imperfecta, y seguramente podrían aducir como prueba
de sus afirmaciones las operaciones del FMI y las actividades del ejército de
mercenarios apostado en Washington al servicio de los grupos de presión que de manera
159
regular distorsiona el proceso de elaboración de los presupuestos generales de Estados
Unidos de acuerdo con sus fines particulares. Pero éstas son imposibles de verificar y, al
formularlas, se limitan a seguir los pasos de una larga estirpe de eminentes economistas
teóricos que sostienen que para que todo vaya bien en el mundo bastaría con que todas
las personas se comportasen de acuerdo con las indicaciones de sus libros de texto228.

Pero existe una interpretación más siniestra de esta paradoja. Si dejamos a un lado, como
creo que debemos hacer, la afirmación de que la neoliberalización no es más que un
ejemplo de una teoría errónea que ha perdido la razón (con todos los respetos hacia el
economista Stiglitz) o bien un caso de una búsqueda sin sentido de una falsa utopía (con
el debido respeto hacia el conservador y experto en filosofía política John Gray229), sólo
nos queda constatar una tensión entre el mantenimiento del capitalismo, por un lado, y la
restauración/reconstitución del poder de la clase dirigente, por otro. Si nos encontramos
en un momento de absoluta contradicción entre ambos objetivos, entonces, no cabe duda
de hacia qué lado se inclina la actual Administración de Bush, dada su ávida búsqueda
de recortes fiscales a favor de las corporaciones y de los ricos. Por otro lado, una crisis
financiera global provocada en parte por su propia política económica temeraria,
permitiría al gobierno de Estados Unidos librarse definitivamente de toda obligación de
costear el bienestar de sus ciudadanos salvo en lo que respecta al incremento del poder
militar y policial, que podría ser necesario para sofocar el malestar social y para imponer
la disciplina a escala global. Es posible que después de haber escuchado con atención las
advertencias de figuras como Paul Volcker acerca de la elevada probabilidad de una
grave crisis financiera en los próximos cinco años, prevalezcan algunas voces más
sensatas dentro de la clase capitalista230. Pero ésto supondrá desmantelar algunos de los
privilegios y del poder que han estado acumulándose durante los últimos treinta años en
las capas más altas de la clase capitalista. Las fases anteriores de la historia del
capitalismo -pensemos, por ejemplo, en 1873 y en la década de 1920- en las que se han
planteado disyuntivas igualmente duras, no invitan al optimismo. Las clases superiores,
insistiendo en la naturaleza sacrosanta de sus derechos de propiedad, prefirieron
entonces destruir el sistema antes que entregar parte alguna de sus privilegios o de su
poder. Comportarse de este modo no implica el descuido de sus propios intereses, ya que
si se colocan en la posición acertada, como los buenos abogados en las quiebras, pueden
beneficiarse del hundimiento aunque el resto de nosotros se vea indefectiblemente
arrastrado por la corriente. Es posible que alguno de ellos también sea presa del diluvio
y acabe arrojándose por las ventanas de Wall Street, pero eso no es lo habitual. Lo único
a lo que temen es a los movimientos políticos que les amenazan con la expropiación o
con la violencia revolucionaria. Aunque alberguen esperanzas de que el sofisticado

228
K. Marx, Theories of Surplues Value, Parte I, Londres, Lawrence & Wishart, 1969, p. 200.
229
J. Gray, False Down. The Illusion: of Global Capitalism, Londres, Granta Press, 1998.
230
P. Bond, «US and Global Economic Volatility. Theoretical, Empirical and Political Considerations», texto presentado en
Seminario sobre el Imperio, Universidad de York, noviembre de 2004.

160
aparato militar que ahora poseen (gracias al complejo de la industria militar) protegerá
su riqueza y su poder, el fracaso de este mismo aparato en la empresa de pacificar
fácilmente a Iraq sobre el terreno debería darles qué pensar. Pero las clases dominantes
raramente, o nunca, entregan de manera voluntaria parte de su poder y, en mi opinión,
no hay motivos para pensar que lo vayan a hacer ahora. Así pues, nos encontramos ante
la paradoja de que un fuerte movimiento socialdemócrata y obrero ocupa una posición
mejor para redimir al capitalismo que su propio poder de clase capitalista. Si bien es
posible que esta conclusión sea calificada de contrarrevolucionaria por parte de algunos
miembros de la izquierda radical, ella también pone de relieve una fuerte dosis de
autoprotección porque es la gente común y corriente la que sufre, pasa hambre e incluso
muere en el curso de las crisis capitalistas (pensemos el caso de Indonesia o de
Argentina) y no los miembros de las clases altas. Si la política preferida de las elites
dominantes es après moi le délage231, no hay que olvidar que el diluvio se traga sobre
todo a los impotentes y a los desprevenidos mientras que las elites tienen bien preparada
su arca en la que, al menos por el momento, pueden sobrevivir bastante bien.

Hazañas neoliberales
Las primeras palabras de este capítulo tienen un carácter especulativo. Pero podemos hacer
un útil análisis de los antecedentes histórico-geográficos de la neoliberalización para
verificar su poder como panacea potencial para todos los males político-económicos que
actualmente nos amenazan. ¿Hasta qué grado, pues, ha logrado la neoliberalización
estimular la acumulación de capital? Su actual expediente resulta cuanto menos deplorable.
Las tasas de crecimiento global agregadas fueron del 3,5 % aproximadamente durante la
década de 1960, y durante la turbulenta década de 1970 tan sólo cayeron al 2,4 %. Pero las
tasas de crecimiento posteriores, del 1,4 y del 1,1 % de las décadas de 1980 y de 1990
respectivamente (y una tasa que apenas roza el 1 % desde 2000) indican que la
neoliberalización ha sido un rotundo fracaso para la estimulación del crecimiento en todo el
mundo (véase figura 6.1)232. En algunos casos, como en los territorios de la antigua Unión
Soviética y en aquellos países de Europa central que se sometieron a la «terapia de choque»
neoliberal, se han producido pérdidas catastróficas. Durante la década de 1990, la renta per
cápita en Rusia descendió a una tasa del 3,5 % anual. Una gran parte de la población se vio
sumida en la pobreza y como resultado la expectativa de vida en los varones descendió 5
años. La experiencia ucraniana fue similar. Únicamente Polonia, que desobedeció las
recomendaciones del FMI, mostró una apreciable mejoría. En gran parte de América

231
Al rey de Francia Luis XV (1710-1774) se atribuye la frase Après moi, le déluge (“Después de mí, el diluvio”).
232
Las dos mejores valoraciones oficiales que pueden encontrarse son: World Commission on the Social Dimension of
Globalization, A Fair Globalization. Creating Opportunities for All, Ginebra, lnternational Labour Office, 2004; United
Nations Development Program, Human Development Report, 1999, y Human Development Report, 2003.

161
Latina, la neoliberalización produjo o bien el estancamiento (en la «década perdida» de
1980) o bien picos de crecimiento seguidos de derrumbes económicos (como en Argentina).

162
Y en África no ha hecho nada en absoluto para generar cambios positivos. Únicamente
en el este y el sureste de Asia, y ahora hasta cierto punto en la India, la neoliberalización
ha estado ligada a cierta trayectoria positiva de crecimiento, y en estos lugares los no
muy neoliberales Estados desarrollistas desempeñaron un papel muy relevante. El
contraste entre el crecimiento de China (casi un 10 % anual) y el declive ruso (con una
tasa negativa del 3,5 % anual) es contundente. El empleo informal se ha acrecentado por
todo el planeta (según las estimaciones en América Latina creció del 29 % de la
población activa en la esfera económica en la década de 1980, al 40 % en la de 1990) y
prácticamente todos los indicadores globales de los niveles de salud, la expectativa de
vida, la mortalidad infantil y otros aspectos relacionados con la calidad de vida, arrojan
pérdidas en vez de progresos en el bienestar desde la década de 1960. Sin embargo, el
porcentaje de la población mundial que vive en la pobreza ha caído, pero ésto se debe
casi enteramente a las mejoras habidas únicamente en India y en China233. La reducción
y el control de la inflación es el único éxito sistemático que la neoliberalización puede
atribuirse.

Las comparaciones son siempre odiosas, por supuesto, pero más aún cuando nos
referimos a la neoliberalización. La neoliberalización restringida de Suecia, por ejemplo,
ha logrado resultados mucho mejores que la neoliberalización persistente del Reino
Unido. La renta per cápita sueca es más elevada, la inflación es menor, la situación de su
cuenta corriente con el resto del mundo es mejor y todos los índices acerca de su
posición competitiva y de su clima para los negocios arrojan porcentajes superiores. Los
índices de calidad de vida son más altos. Suecia es el tercer país del mundo en cuanto a
expectativa de vida, frente al Reino Unido que ocupa el puesto 29. El índice de pobreza
es del 6,3 % en Suecia frente al 15,7 % en el Reino Unido, y si bien el 10 % más rico de
la población sueca gana rentas 6,2 veces más altas que el 10 % más pobre de la
sociedad, en el Reino Unido esta cifra es del 13,6. El analfabetismo es menor en Suecia
y la movilidad social es mayor234.

Si este tipo de datos se divulgaran más, seguramente se apagarían los elogios de la


neoliberalización y su forma de globalización característica. ¿Por qué, entonces, son
tantos los convencidos de que la neoliberalización a través de la globalización es la «única
alternativa» y de que haya tenido tantos éxitos? Sobresalen dos razones. En primer lugar,
la volatilidad del desarrollo geográfico desigual se ha acelerado, permitiendo a ciertos
territorios avanzar de manera espectacular (al menos durante un tiempo) a costa de otros.
Si, por ejemplo, la década de 1980 perteneció en gran medida a Japón, a los «tigres»
asiáticos y a Alemania occidental, y si la de 1990 perteneció a Estados Unidos y al

233
M. Weisbrot, D. Baker, E. Kraev, y J. Chen, «The Scorecard on Globalization 1980-2000. Its Consequences for
Economic and Social Well-Being», en V. Navarro y C. Muntaner, Political and Economic Determinants of Population
Health and Well-Being, Amityville, Nueva York, Baywood, 2004, pp. 91-114.
234
G. Monbiot, «Punitive and It Works», The Guardian, 11 de enero de 2005, edición online.

163
Reino Unido, entonces, la idea de que el «éxito» iba a darse en alguna parte oscurecía de
alguna manera el hecho de que en términos generales la neoliberalización estaba siendo
incapaz de estimular el crecimiento y de mejorar el bienestar. En segundo lugar, la
neoliberalización, en tanto que proceso y no como teoría, ha tenido un éxito arrollador
desde el punto de vista de las clases altas. O bien ha servido para restituir el poder de
clase a las clases dominantes (como en Estados Unidos y hasta cierto punto en Gran
Bretaña; véase figura 1.3) o bien ha creado las condiciones para la formación de una
clase capitalista (como en China, Rusia, India y otros lugares). Gracias al dominio de los
medios de comunicación por los intereses de las clases altas, pudo propagarse el mito de
que los Estados fracasaban desde el punto de vista económico porque no eran competitivos
(creando, por lo tanto, una demanda de reformas todavía más neoliberales). El incremento
de la desigualdad social dentro de un territorio era interpretado como algo necesario para
estimular el riesgo y la innovación empresariales que propiciaban el poder competitivo e
impulsaban el crecimiento. Si las condiciones de vida entre las clases más bajas de la
sociedad se deterioraban, ésto se debía a su incapacidad, en general debida a razones
personales y culturales, para aumentar su capital humano (a través de la dedicación a la
educación, a la adquisición de una ética protestante del trabajo y la sumisión a la
flexibilidad y a la disciplina laborales, etc.). En definitiva, los problemas concretos
emergen por la falta de fuerza competitiva o por fracasos personales, culturales y
políticos. En un mundo darwiniano neoliberal, según esta línea de razonamiento,
únicamente los más aptos sobreviven, o deberían sobrevivir.

Por supuesto, bajo el paraguas de la neoliberalización se han producido una serie de


cambios espectaculares en las materias consideradas esenciales para el funcionamiento del
sistema y ésto le ha conferido una apariencia de increíble dinamismo. La creciente
importancia de las finanzas y de los servicios financieros ha venido acompañada de un
destacable cambio en los criterios de remuneración de las corporaciones financieras (véase
figura 6.2), así como también de una tendencia dentro de las grandes corporaciones (como
General Motors) a integrar las dos funciones. E1 empleo en estos sectores ha
experimentado un destacado auge. Sin embargo, se plantean serios interrogantes sobre hasta
qué punto ésto ha sido productivo. Gran parte del negocio de las finanzas resulta no estar
referido más que a finanzas. La búsqueda de ganancias especulativas es perpetua y para
maximizar el grado hasta el cual pueden obtenerse es posible efectuar todo tipo de cambios
en el poder. Las denominadas ciudades globales de las finanzas y del poder de mando
mundial se han convertido en grandiosas islas de riqueza y de privilegio, con altísimos
rascacielos y millones de millones de metros cuadrados de espacio de oficinas destinados a
albergar esas operaciones. Las operaciones comerciales que tienen lugar dentro de estas
torres, entre sus propios pisos, crean una inmensa cantidad de riqueza ficticia. Asimismo,
los especulativos mercados inmobiliarios urbanos se han convertido en los principales
motores de la acumulación de capital. Los perfiles recortados contra el horizonte, que
cambian a un ritmo vertiginoso, de Manhattan, Tokio, Londres, París, Frankfurt, Hong
Kong, y actualmente Shangai son un prodigio que invita a ser contemplado.
164
A1 hilo de este proceso, hemos asistido a un extraordinario auge de las tecnologías de la
información. En torno a 1970, la inversión en este campo se situaba al mismo nivel que el
25 % destinado a la producción y a las infraestructuras físicas respectivamente pero, en
2000, las tecnologías de la información acaparaban el 45 % del total de los gastos en
inversión, mientras los porcentajes dedicados a la inversión en la producción y en las
infraestructuras físicas disminuyeron. Durante la década de 1990, se consideraba que ésto
presagiaba el surgimiento de la nueva economía de la información235. En realidad
representaba un desafortunado sesgo en la senda del cambio tecnológico -alejado de la
producción y de la construcción de infraestructuras y acorde con las líneas exigidas por la
financiarización dictada por el mercado- que fue el sello distintivo de la neoliberalización.
La tecnología de la información es la tecnología privilegiada del neoliberalismo. En
efecto, resulta mucho más útil para la actividad especulativa y para la maximización a
corto plazo del número de contratos celebrados en el mercado que para la mejora de la
producción. Asimismo, resulta interesante el hecho de que las áreas de producción que
más crecieron fueron las emergentes industrias culturales (películas, videos, videojuegos,
música, publicidad y espectáculos artísticos), que utilizaban la tecnología de la
información como base para la innovación y la comercialización de sus productos. La
expectación suscitada alrededor de estos nuevos sectores sirvió para desviar la atención de
la ausencia de inversión en infraestructuras físicas y sociales básicas. Ésto suscitó la
euforia alrededor de la «globalización» y de todo aquello que al parecer propiciaba por la
construcción de una economía global completamente distinta y totalmente integrada236.

Sin embargo, el logro más sustantivo de la neoliberalización ha consistido en


redistribuir, no en generar, la riqueza y la renta. En un trabajo previo, he proporcionado
un análisis de los principales mecanismos que han sido utilizados para conseguir ésto,
bajo el título de «acumulación por desposesión»237. Esta expresión alude a la
continuación y a la proliferación de prácticas de acumulación que Marx había
considerado como «original›› o «primitiva» durante el ascenso del capitalismo. Estas
prácticas comprenden la mercantilización y privatización de la tierra y la expulsión
forzosa de poblaciones campesinas (comparable con los casos analizados anteriormente
de México y China, donde se estima que en los últimos años han sido desplazados 70
millones de campesinos); la conversión de formas diversas de derechos de propiedad
(comunal, colectiva, estatal, etc.) en derechos exclusivos de propiedad privada (su
representación más gráfica la encontramos la encontramos en China); la supresión de los
derechos sobre los bienes comunes; la mercantilización de la fuerza de trabajo y la
eliminación de modos de producción y de consumo alternativos (autóctonos); procesos

235
D. Henwood, Alter the New Economy, Nueva York, New Press, 2003.
236
La literatura sobre la globalización es inmensa. Mis propias opiniones fueron expuestas en D. Harvey, Spaces of Hope,
Edinburgo, Edinburg University Press, 2000, p. 70 (ed cast.: Espacios de esperanza, «Cuestiones de antagonismo 16»,
Madrid, Ediciones Akal, 2003).
237
Ibíd., cap. 4.

165
166
coloniales, neocoloniales e imperiales de apropiación de activos (los recursos naturales
entre ellos); y, por último, la usura, el endeudamiento de la nación y, lo que es más
devastador, el uso del sistema de crédito como un medio drástico de acumulación por
desposesión. El Estado, gracias a su monopolio sobre el uso de la violencia y su definición
de la legalidad, desempeña un papel crucial tanto en el apoyo como en la promoción de
estos procesos. Actualmente, a este listado de mecanismos podemos añadir una batería de
técnicas como la extracción de rentas de las patentes y de los derechos de propiedad
intelectual, y la disminución o la anulación de varias formas de derechos de propiedad
comunes (como las pensiones del Estado, las vacaciones retribuidas, y el acceso a la
educación y a la atención sanitaria) ganados tras generaciones de lucha de clases. Por
ejemplo, la propuesta de privatizar integralmente el sistema público de pensiones
(experimentada por primera vez en Chile bajo la dictadura) es uno de los preciados
objetivos de los republicanos en Estados Unidos.

La acumulación por desposesión

Sus cuatro aspectos principales:

1. Privatización y mercantilización. La empresarialización, la mercantilización y la


privatización de los activos previamente públicos ha sido un rasgo distintivo del
proyecto neoliberal. Su objetivo prioritario ha consistido en abrir nuevos campos a la
acumulación de capital en dominios hasta el momento considerados más allá de los
límites establecidos para los cálculos de rentabilidad. A lo largo de todo el mundo
capitalista y más allá de sus fronteras (por ejemplo en China), se han privatizado, en
mayor o menor grado, toda clase de servicios públicos (el suministro de agua, las
telecomunicaciones, el transporte), el sistema de provisión social gestionada por el
Estado del bienestar (viviendas sociales, educación, asistencia sanitaria, el sistema de
pensiones), instituciones públicas (universidades, laboratorios de investigación,
prisiones) e, incluso, todas las competencias relativas a la guerra (como ilustra el
«ejército» de contratistas privados que opera junto a las fuerzas armadas en Iraq). Los
derechos sobre la propiedad intelectual establecidos mediante el denominado Acuerdo
sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el
Comercio (ADPIC) incluido en el convenio constitutivo de la OMC, definen el material
genético, el contenido celular de las semillas y diferentes tipos de bienes como
propiedad privada. Las mismas poblaciones cuyas prácticas han desempeñado un papel
decisivo en el desarrollo de estos materiales genéticos, pueden ser objeto de extracción
de las rentas derivadas de su utilización. La biopiratería es un fenómeno galopante y el
saqueo de las reservas mundiales de recursos genéticos prosigue su acelerada marcha en
beneficio de un reducido número de grandes compañías farmacéuticas. De igual modo,
el progresivo agotamiento de los bienes comunes que constituyen nuestro entorno global
(tierra, agua y aire) y la degradación por doquier de los diversos hábitat, que excluyen

167
toda forma de producción agrícola distinta a la del sistema intensivo capitalista, se derivan
de la mercantilización en masa de la naturaleza en todas sus formas. La mercantilización (a
través del turismo) de las formas culturales, de la historia y de la creatividad intelectual
conlleva desposesiones íntegras (la industria de la música descuella como ejemplo de la
apropiación y explotación de la cultura y de la creatividad popular). Al igual que en el
pasado, el poder del Estado con frecuencia es utilizado para forzar tales procesos, incluso
contra la voluntad popular. El desmantelamiento de los marcos normativos elaborados para
proteger a la fuerza de trabajo y evitar la degradación medioambiental, ha entrañado una
pérdida neta de derechos. La cesión al dominio de lo privado de los derechos de propiedad
sobre lo común obtenidos tras largos años de encarnizada lucha de clases (el derecho a
obtener una pensión del Estado, al bienestar, a la salud pública) ha sido una de las políticas
de desposesión más escandalosas, a menudo llevada a cabo en contra de la clara voluntad
política de la población. Todos estos procesos suponen una transferencia de activos de las
esferas pública y popular a los dominios de lo privado y de los privilegios de clase238.

2. Financiarización. La fuerte oleada de financiarización que arrancó después de 1980


ha estado marcada por un talante especulativo y depredador. La cifra diaria total de
negocios de las transacciones financieras en los mercados internacionales, que fue de
2.300 millones de dólares en 1983, creció hasta llegar a los 130.000 millones en 2001. La
cifra de negocio anual, que alcanzó en 2001 40 billones de dólares, puede compararse con
los 800.000 millones que se estima que se requerirían para sostener los flujos del
comercio internacional y de la inversión productiva239. La desregulación permitió al
sistema financiero convertirse en uno de los principales centros de actividad redistributiva
a través de la especulación, la depredación, el fraude y el robo. El sistema financiero
capitalista adoptó entre sus principales instrumentos la promoción comercial de
acciones, el sistema de Ponzi240, la destrucción de activos estructurados a través de la
inflación, la compra de empresas en crisis para vender sus bienes mediante fusiones y
adquisiciones y la promoción del endeudamiento por parte de las autoridades públicas
hasta niveles que acaban reduciendo a poblaciones enteras, incluso en los países del
capitalismo avanzado, a un estado de servidumbre por deudas, por no mencionar el
fraude empresarial, o la desposesión de activos (como el asalto a fondos de pensiones
que eventualmente se ven diezmados por crisis de capitales y de empresas) mediante la
manipulación del crédito y del valor de las acciones. En el interior del sistema financiero

238
M. Derthick y P Quirk, The Politics of Deregulation, Washington DC, Brookings Institution Press, 1985; W Megginson y J. Netter,
«From State to Market. A Survey of Empirical Studies of Privatization››, Journal of Economic Literature, 2001, disponible en la red.
239
P Dicken, Global Shift. Reshaping the Global Economic Map in the 21st Century, Nueva York, Guilford Press, 42003, cap. 13.
240
El esquema Ponzi, es un sistema de inversión en el que se promete una elevada rentabilidad sin la existencia de un
negocio real que la genera, sino que proviene de las aportaciones realizadas por los posteriores «inversores››. Así pues, la
alta rentabilidad se debe a que las aportaciones de los nuevos «inversores›› se utilizan para abonar intereses a los antiguos.
El sistema continúa en funcionamiento mientras el flujo de nuevos «inversores›› siga en aumento pero en el momento en el
que el flujo de inversores disminuye dejan de poder pagarse intereses, y, por supuesto, de devolverse las cantidades
invertidas, y el esquema se viene abajo; www.wikipedia.org. [ N. de la T]

168
existen innumerables formas de sisar241 valor. En tanto que los corredores de bolsa
obtienen una comisión por cada transacción realizada, pueden maximizar sus ingresos
comerciando de manera frecuente sobre sus cuentas (una práctica conocida como
«churning» [batir]) con independencia de que estas operaciones añadan o no valor a la
cuenta. La alta cifra de negocios en el mercado de valores puede ser un simple reflejo de
este tipo de operaciones y no de la confianza en el mercado. Tal y como actualmente ha
quedado de manifiesto, el énfasis en el valor de las acciones, que es fruto de la unión de
los intereses de los propietarios y de los gestores del capital a través de la remuneración
de los últimos mediante derechos de opción de compra sobre las acciones de su propia
empresa, ha dado lugar a manipulaciones en el mercado generadoras de una inmensa
riqueza para unos pocos a costa del sacrificio de muchos. La espectacular caída de
Enron fue emblemática de un proceso general que desposeyó a muchas personas de su
fuente de subsistencia y de su derecho a percibir una pensión. Por otro lado, también
debe mencionarse la incursión especulativa llevada a cabo mediante los hedge funds y
otras instituciones principales del capital financiero, puesto que han constituido la
auténtica punta de lanza de la acumulación por desposesión a escala global, aunque
supuestamente concediesen el beneficio positivo de «repartir los riesgos»242.

3. La gestión y la manipulación de la crisis. Más allá de la efervescencia


especulativa y a menudo fraudulenta que caracteriza gran parte de la manipulación
financiera neoliberal, nos encontramos ante un proceso más profundo que implica la
difusión de «la trampa de la deuda» como principal instrumento de la acumulación por
desposesión243. La creación, la gestión y la manipulación de la crisis a escala mundial ha
evolucionado hacia el fino arte de la redistribución deliberada de la riqueza desde los
países pobres hacia los ricos. Anteriormente, documenté el impacto que tuvo en México
el incremento de los tipos de interés decidido por Volcker. A pesar de proclamar su
papel como noble líder en la organización de «operaciones de rescate» para mantener en
funcionamiento la acumulación de capital global, Estados Unidos dispuso el escenario
para el saqueo de la economía mexicana. El complejo integrado por el Departamento del
Tesoro estadounidense, Wall Street y el FMI, se ha convertido en un experto en el
ejercicio por doquier de esta práctica. En la Reserva Federal, Greenspan desplegó la
misma táctica que Volcker en diversas ocasiones durante la década de 1990. El azote de
las crisis de endeudamiento en países concretos, que no era algo común durante la
década de 1960, se volvió muy frecuente durante las de 1980 y 1990. Prácticamente

241
Sisar: Parte que se defrauda o hurta. De sisa: (Del lat. scissa, cortada). F. Lo que se hurta en la compra diaria de comestibles y
otras cosas menudas.
242
La importancia de distribuir los riesgos y de asumir la dirección a través de derivados financieros es abordada con
énfasis por L. Panitch y S. Gindin, «Finance and American Empire», en The Empire Reloaded. Socialist Register 2005,
Londres, Merlin Press, 2005, pp. 46-81; S. Soederberg, «The New Internacional Financial Architecture. Imposed
Leadership and “Emerging Markets”», Socialist Register, 2002, pp. 175-192.
243
S. Corbridge, Debt and Development, Oxford, Blackwell, 1993; S. George, A Fate Worse Than Debt, Nueva York,
Grove Press, 1988.

169
ningún país en vías de desarrollo permaneció indemne y, en algunos casos, como en
América Latina, tales crisis se hicieron endémicas. Estas crisis de endeudamiento
estuvieron orquestadas, gestionadas y controladas tanto para racionalizar el sistema
como para efectuar una redistribución de activos. Se calcula que desde 1980 «cerca de
cincuenta planes Marshall (aproximadamente 4,6 billones de dólares) han sido
transferidos desde los pueblos de la periferia a sus acreedores en el centro». «Qué
mundo tan curioso», suspira Stiglitz, «en el que los países pobres están en efecto
subvencionando a los ricos». Por otro lado, lo que los neoliberales llaman «deflación
confiscatoria» no es sino acumulación por desposesión. R. Wade y F. Veneroso capturan
la esencia de este proceso en su análisis de la crisis asiática de 1997-1998:

Las crisis financieras siempre han originado transferencias de propiedad y de poder


hacia aquellos que mantienen sus propios activos intactos y que ocupan una posición
que les permite crear derechos de crédito, y la crisis asiática no es una excepción [...]
No cabe duda de que las corporaciones occidentales y japonesas son las grandes
ganadoras [...] La combinación de devaluaciones masivas, de una política de
liberalización financiera impuesta por el FMI, y una recuperación promovida por esta
misma institución puede incluso precipitar la mayor transferencia de activos desde los
propietarios domésticos hacia los extranjeros que se haya producido en todo el mundo
en tiempo de paz durante los últimos cincuenta años, superando con creces las
transferencias entre los propietarios domésticos y los propietarios estadounidenses que
tuvieron lugar en América Latina en la década de 1980, o en México después de 1994.
Resulta inevitable traer a colación una frase atribuida a Andrew Mellon, que dice: «En
la depresión, los activos retornan a sus legítimos propietarios»244.

La analogía con la creación deliberada de desempleo para producir excedente de mano


de obra y favorecer así una mayor acumulación, es exacta. Los activos valiosos dejan de
ser utilizados y pierden su valor. Se quedan en barbecho hasta que los capitalistas con
liquidez deciden infundirles una nueva vida. Sin embargo, el peligro reside en que las
crisis pueden escapar a su control y generalizarse, o bien emerger revueltas contra el
sistema que las ha creado. Una de las funciones primordiales de las intervenciones
estatales y de las instituciones internacionales es controlar las crisis y las devaluaciones
de manera que permitan que se produzca la acumulación por desposesión pero sin
desencadenar un desplome general o una revuelta popular (como sucedió en Indonesia y
en Argentina). El programa de ajuste estructural administrado por el complejo Wall
Street-Departamento del Tesoro-FMI se preocupa de lo primero mientras que la tarea del
aparato estatal del país que ha sido asaltado (respaldado por la cobertura militar de las
potencias imperiales), es garantizar que no se produzca lo segundo. Pero las señales de
una revuelta popular están por todas partes, tal y como ilustraron el levantamiento

244
E. Toussaint, Your Money or Your Life. The Tyranny of Global Finance, Londres, Pluto Press, 2003; J. Stiglitz,
Globalization and its Discontents, Nueva York, Norton, 2002, p. 225; R. Wade y F. Veneroso, «The Asian Crisis. The High
Debt Model versus the Wall-Street-Treasury-IMF Complex», New Left Review 228 (1998), p. 21.

170
zapatista en México, las innumerables insurrecciones contra el FMI, y el denominado
movimiento «antiglobalización» que se fue curtiendo en las revueltas de Seattle y
Génova, así como en otros lugares.

4. Redistribuciones estatales. El Estado, una vez neoliberalizado, se convierte en el


primer agente en la aplicación de las medidas redistributivas, invirtiendo el flujo de la
riqueza desde las clases altas hacia las más bajas que se había producido durante los
años del liberalismo embridado. Ésto se lleva a cabo en primer lugar a través de la
búsqueda de modelos de privatización y de recortes de aquella parte del gasto público
que constituye el salario social. Aunque la privatización se presente como beneficiosa
para las clases más bajas, los efectos a largo plazo pueden ser negativos. Por ejemplo, el
programa de privatización de las viviendas sociales implementado por Thatcher en Gran
Bretaña parecía en un principio un regalo a las clases bajas que podían pasar del alquiler
a la propiedad con un coste relativamente bajo, obtener el control sobre un activo
valioso y aumentar así su riqueza. Pero una vez llevada a cabo la transferencia, se disparó
la especulación inmobiliaria, en especial en los principales centros urbanos, sobornando u
obligando a la población de bajos ingresos a desplazarse hacia la periferia en ciudades
como Londres, y convirtiendo lo que antes habían sido barrios predominantemente
obreros en centros de intensa elitización. La escasez de viviendas asequibles produjo la
pérdida de un techo para algunos y largos desplazamientos hacia el lugar de trabajo para
aquellos que trabajaban en el sector servicios de baja remuneración. La privatización de
los ejidos245 en México durante la década de 1990, tuvo efectos análogos sobre las
perspectivas del campesinado mexicano, obligando a un nutrido sector de la población
rural a dejar sus tierras y marcharse a las ciudades en busca de empleo. El Estado chino
ha aprobado la transferencia de activos a una pequeña elite en detrimento de la gran
masa de la población, provocando protestas que han sido violentamente reprimidas. Los
informes actuales indican que al menos 350.000 familias (un millón de personas) están
siendo desplazadas para dejar paso a la renovación urbana de una parte considerable del
Pekín antiguo, con el mismo resultado ya esbozado en Gran Bretaña y México. En
Estados Unidos, los famélicos gobiernos municipales están utilizando con regularidad su
facultad expropiatoria para desplazar a propietarios de inmuebles con un nivel de rentas
bajo o incluso moderado que residen en viviendas en perfectas condiciones con el fin de
dejar espacio libre para desarrollos urbanísticos comerciales o residenciales, destinados a
una población de rentas más elevadas, y aumentar de este modo su capacidad recaudatoria
(en el Estado de Nueva York hay en la actualidad más de sesenta casos de este tipo)246.
El Estado neoliberal también redistribuye la riqueza y la renta mediante reformas del
código tributario que conceden un trato de favor a los beneficios generados por las
inversiones frente a los que proceden de los salarios y de otro tipo de ingresos, la

245
Porción de tierra no cautiva y de uso público.
246
Farah, «Brute Tyranny in China», WorldNetDaily.com, enviado el 15 de marzo de 2004; I. Peterson, «As Land Goes To
Revitalization, There Go the Old Neighbors», The New York Times, 20 de enero de 2005, pp. 29 y 32.

171
promoción de elementos regresivos en la legislación fiscal (como los impuestos sobre las
ventas), la imposición de tasas a los usuarios de los servicios (actualmente es un
fenómeno generalizado en la China rural), y la introducción de un amplio elenco de
subvenciones y de exenciones fiscales destinadas a las corporaciones. La carga tributaria
soportada por las empresas en Estados Unidos ha descendido de manera constante, y la
reelección de Bush fue recibida con amplias sonrisas por parte de los líderes empresariales
que intuían los recortes aún mayores que se producirían en sus obligaciones tributarias.
Los programas de protección empresarial que actualmente existen en Estados Unidos a
escala federal, estatal y local suponen una vasta recanalización de los fondos públicos en
beneficio de las empresas (de manera directa, como en el caso de las subvenciones a la
agroindustria, o indirecta, como en el caso del sector de la industria militar), de manera
muy similar a como las deducciones fiscales sobre el tipo de interés hipotecario son una
forma de subsidiar a los propietarios de viviendas con rentas más elevadas y a la industria
de la construcción. El aumento de la vigilancia y de las competencias policiales así como
también, en el caso de Estados Unidos, de la encarcelación de los elementos
recalcitrantes247 de la población, indica un giro más siniestro hacia la intensificación del
control social. El complejo de la industria carcelaria es un sector floreciente de la
economía estadounidense (junto al de los servicios privados de seguridad). En los países
en vías de desarrollo, en los que la oposición a la acumulación por desposesión puede ser
más fuerte, el Estado neoliberal asume enseguida la función de la represión activa, hasta el
punto de establecer un estado de guerra de baja intensidad contra los movimientos
opositores (muchos de ellos pueden ahora ser designados, de manera interesada, como
«traficantes de drogas» o como «terroristas» para granjearse la cobertura y el apoyo
militar de Estados Unidos, como ocurre en Colombia). Otros movimientos, como los
zapatistas en México, o el movimiento campesino de los sin tierra en Brasil, son
contenidos por el Estado a través de una mezcla de cooptación y marginalización248.

La mercantilización de todo
Presumir que los mercados y las señales del mercado son el mejor modo de determinar
todas las decisiones relativas a la distribución, es presumir que en principio todo puede
ser tratado como una mercancía. La mercantilización presume la existencia de derechos
de propiedad sobre procesos, cosas y relaciones sociales, que puede ponerse un precio a
los mismos y que pueden ser objeto de comercio sujeto a un contrato legal. Se presume
que el mercado funciona como una guía apropiada -una ética- para todas las facetas de la
acción humana. En la práctica, naturalmente, cada sociedad establece ciertos límites
sobre dónde empieza y acaba la mercantilización. Dónde residen estos límites es objeto

247
Recalcitrante: Terco, obstinado en la resistencia.
248
Holloway y E. Pelaez, Zapatista. Reinventing Revolution, Londres, Pluto, 1988; J. Stedile, «Brazil's Landless
Battalions», en T. Mertes (ed.), A Movement of Movements, Londres, Verso, 2004.

172
de controversia. Ciertas drogas son consideradas ilegales. La compraventa de servicios
sexuales está prohibida en la mayoría de los Estados de Estados Unidos, si bien es
posible que en otros lugares esté legalizada, no haya sido criminalizada o, incluso, haya
sido objeto de regulación estatal como una industria más. Por regla general, en el
sistema legal estadounidense la pornografía se encuentra amparada como una forma de
libertad de expresión aunque también aquí hay ciertas modalidades (principalmente en
lo que respecta a la infancia) que son consideradas inaceptables. En Estados Unidos, la
conciencia y el honor al parecer no se venden, y existe una curiosa inclinación a
perseguir la «corrupción» como si fuera fácilmente distinguible de las prácticas
corrientes de tráfico de influencias y de hacer negocios que se dan en el mercado. La
mercantilización de la sexualidad, de la cultura, de la historia y del patrimonio público,
así como de la naturaleza como espectáculo o como cura de reposo, y la extracción de
rentas en régimen de monopolio de la originalidad, de la autenticidad y de la unicidad
(de la obras de arte, por ejemplo) suponen, en todos los casos, poner un precio a cosas
que en realidad nunca fueron producidas como mercancías249. A menudo hay desacuerdo
respecto a la conveniencia de la mercantilización (de los símbolos y de los
acontecimientos religiosos, por ejemplo) o respecto a quién debería ejercer los derechos
de propiedad y obtener las rentas derivadas de los mismos (en el acceso a las ruinas
aztecas o en la comercialización del arte aborigen, por ejemplo).

No cabe duda de que la neoliberalización ha hecho retroceder los límites de lo no


mercantilizable y ha extendido de manera notable el ámbito de la contratación legal. De
modo característico (al igual que una parte considerable de la teoría posmoderna), celebra lo
efímero y la contratación a corto plazo; el matrimonio, por ejemplo, es considerado como
un acuerdo contractual temporal y no como un vínculo sagrado o inquebrantable. La
división existente entre los neoliberales y los neoconservadores es en parte un reflejo de las
diferencias que les separan respecto al lugar en el que deben trazarse esas líneas. Los
neoconservadores suelen culpar a los «liberales», a «Holywood», o incluso a los
«posmodernos» de lo que consideran la desintegración y la inmoralidad del orden social, y
no a los empresarios capitalistas (como Rupert Murdoch) que son los responsables de
causar el mayor daño haciendo tragar al resto del mundo todo tipo de material cargado de
sexualidad, cuando no salaz250, y que en su incansable búsqueda del beneficio no dejan de
hacer alarde de su absoluta preferencia por los compromisos a corto plazo.

Pero ésto suscita cuestiones mucho más serias que el mero intento de mantener a salvo del
cálculo monetario y de la contratación a corto plazo de algún objeto preciado, un ritual
concreto o un rincón escogido de la vida social. En el centro de la teoría liberal y
neoliberal descansa la necesidad de articular mercados coherentes para la tierra, la fuerza
de trabajo y el dinero pero, tal y como Karl Polanyi señaló, todo ello, «obviamente, no son
249
D. Harvey, «The Art of Rent. Globalization, Monopoly and the Commodification of Culture», Socialist Register,
Londres, Merlin Press, 2002, pp. 93-110.
250
Salaz: Muy inclinado a la lujuria o lascivia.

173
mercancías [...]. La descripción como mercancía del trabajo, de la tierra, y del dinero es
enteramente ficticia». Aunque el capitalismo no puede funcionar sin estas ficciones, el
daño que causa si deja de reconocer las complejas realidades que le subyacen es
incalculable. Polanyi, en uno de sus pasajes más célebres, lo expresa del siguiente modo:

Permitir que el mecanismo del mercado dirija por su propia cuenta y decida la suerte de
los seres humanos y de su medio natural, e incluso que de hecho decida acerca del nivel
y de la utilización del poder adquisitivo, conduce necesariamente a la destrucción de la
sociedad. Y ésto es así porque la pretendida mercancía denominada «fuerza de trabajo»
no puede ser zarandeada, utilizada sin ton ni son, o incluso ser inutilizada, sin que se
vean inevitablemente afectados los individuos humanos portadores de esta mercancía
peculiar. Al disponer de la fuerza de trabajo de un hombre, el sistema pretende disponer
de la entidad física, psicológica y moral «humana» que está ligada a esta fuerza.
Desprovistos de la protectora cobertura de las instituciones culturales, los seres
humanos perecerían, al ser abandonados en la sociedad: morirían convirtiéndose en
víctimas de una desorganización social aguda, serían eliminados por el vicio, la
perversión, el crimen y la inanición. La naturaleza se vería reducida a sus elementos, el
entorno natural y los paisajes serían saqueados, los ríos polucionados, la seguridad
militar comprometida, el poder de producir alimentos y materias primas, destruido. Y,
para terminar, la administración del poder adquisitivo por el mercado sometería a las
empresas comerciales a liquidaciones periódicas, pues la alternancia de la penuria y de
la superabundancia de dinero se mostraría tan desastrosa para el comercio como lo
fueron las inundaciones y los períodos de sequía para la sociedad primitiva251.

El daño infligido a través de las «inundaciones y las sequías» del capital ficticio dentro
del sistema de crédito global, ya sea en Indonesia, en Argentina, en México, o incluso en
Estados Unidos, es un testimonio perfecto de la última conclusión de Polanyi. Pero su
tesis sobre la fuerza de trabajo y la tierra merecen una mayor elaboración.

Los individuos se integran en el mercado de trabajo como sujetos con personalidad, como
individuos insertos en redes de relaciones sociales que han experimentado diferentes
procesos de socialización, como seres físicos identificables por ciertas características
(como el fenotipo y el género), como individuos que han acumulado diversas destrezas y
gustos (a los que en ocasiones se alude respectivamente como «capital humano» y
«capital cultural»), y como seres vivos dotados de sueños, de deseos, de ambiciones, de
esperanzas, de dudas y de miedos. Sin embargo, para los capitalistas estos individuos son
meros factores de producción, aunque no indiferenciados puesto que los empleadores
exigen a los trabajadores poseer ciertas cualidades, como fuerza física, habilidades,
flexibilidad, docilidad, etc., adecuadas para ciertas tareas. Los trabajadores son reclutados
mediante la celebración de un contrato y en el orden de cosas neoliberal se prefieren los
contratos a corto plazo, con el fin de maximizar la flexibilidad. A lo largo de la historia,
251
K. Polanyi, The Great Transformation [1944], Boston, Beacon Press, 1954, p. 73.

174
los empleadores han utilizado sistemas de diferenciación dentro de la masa que constituye
la fuerza de trabajo para dividirla y gobernarla. Emerge, entonces, la segmentación del
mercado de trabajo y a menudo las diferencias de raza, de etnia, de género, y de religión
son utilizadas de manera abierta o sutil de forma que redundan en una ventaja para los
empleadores. Por regla general, tratan de monopolizar las herramientas, y a través de la
acción colectiva y de la creación de instituciones apropiadas aspiran a regular el mercado
de trabajo para proteger sus intereses. De este modo, no hacen más que construir la «capa
protectora de las instituciones culturales» de las que habla Polanyi.

La neoliberalización aspira a despojar la capa protectora que el liberalismo embridado


aceptó y en ocasiones alimentó. El asalto general contra la fuerza de trabajo ha utilizado
un arma de doble filo. En primer lugar, el poder de los sindicatos así como el de otras
instituciones obreras que puedan existir es domeñado o desmantelado en el marco de un
Estado concreto (si es necesario, mediante el uso de la violencia). Se establecen
mercados laborales flexibles. El abandono por parte del Estado de las medidas de
protección social cubiertas por el sistema de bienestar y los cambios inducidos por la
tecnología en la estructura del empleo que tornan redundantes a segmentos significativos
de la fuerza de trabajo, culminan el proceso de erigir el dominio del capital sobre la
fuerza de trabajo en el mercado. El trabajador individualizado y relativamente impotente
se enfrenta, por lo tanto, a un mercado laboral en el que únicamente se le ofrecen
contratos de corta duración y en términos personalizados. La seguridad que brindaba la
permanencia indefinida se ha convertido en algo del pasado (por ejemplo, Thatcher la
abolió en las universidades). El sistema de protección social (las pensiones, la atención
sanitaria, la protección ante enfermedades o accidentes) que antes era responsabilidad de
los empleadores y del Estado, ha sido sustituido por «un sistema de responsabilidad
personal» (¡Qué adecuado era el lenguaje utilizado por Deng!). Los individuos compran
sus productos en un mercado que vende protección social. Así pues, la seguridad
individual es una cuestión de opción personal en función de la asequibilidad de unos
productos financieros integrados en mercados financieros de riesgo.

En segundo lugar, el ataque atañe a las transformaciones en las coordenadas espaciales y


temporales producidas en el mercado de trabajo. Aunque sin duda puede efectuarse un
análisis más profundo de la «carrera hacia la máxima reducción de los límites
normativos»252 para encontrar las remesas más baratas y más dóciles de mano de obra, la
movilidad geográfica del capital permite dominar una fuerza de trabajo global cuya
propia movilidad geográfica se encuentra constreñida. La gran abundancia de mano de

252
La expresión inglesa «race to the bottom», que hemos traducido como «carrera hacia la máxima reducción de los límites
normativos», se emplea en referencia al tipo de relación que se genera entre los ordenamientos jurídicos nacionales que buscan ser
atractivos para las empresas, por un lado, y la competencia entre éstas por ubicarse en los países con una legislación más laxa en su
afán por reducir al mínimo los costes mediante una feroz precarización de las condiciones laborales que sería inaceptable en su
país de origen. En definitiva, esta competencia entre las empresas se ve reflejada en una competencia entre los Estados que
conduce a la progresiva degradación de las normas laborales o medioambientales en términos globales. [N. de la T]

175
obra cautiva obedece al hecho de que la inmigración se encuentra restringida. El único
modo de eludir esas barreras es bien mediante la inmigración ilegal (que crea una fuerza
laboral fácilmente explotable) o bien a través de fórmulas contractuales de duración
determinada que permiten, por ejemplo, que trabajadores mexicanos presten servicios en
California en el sector de la agroindustria para acabar siendo obscenamente devueltos a
México cuando contraen enfermedades, o incluso mueren, a causa de los pesticidas a los
que han sido expuestos.

Al amparo de la neoliberalización, la figura del «trabajador desechable» emerge como


prototipo de las relaciones laborales a escala mundial253. Asimismo, son muchos los
informes que dan cuenta de las terribles y despóticas condiciones laborales que
experimentan los trabajadores en los talleres de trabajo esclavo que se hallan
distribuidos por el planeta. En China, las condiciones en que trabajan las mujeres
jóvenes inmigrantes que provienen de las áreas rurales son espantosas: «jornadas
insoportablemente largas, una alimentación insuficiente, dormitorios muy reducidos,
jefes sádicos que las golpean y abusan sexualmente de ellas, y salarios abonados con
meses de retraso o que en ocasiones ni siquiera son abonados»254. En Indonesia, dos
jóvenes mujeres relataban su experiencia trabajando para una empresa con sede en
Singapur, subcontratada por Levi-Strauss, en los términos siguientes:

Se nos insulta de manera constante, como algo que se da por hecho. Cuando el jefe
se enfada, a las mujeres las llama perras, cerdas o putas y tenemos que aguantar todo
eso con paciencia y sin reaccionar. Oficialmente trabajamos de siete de la mañana a
tres de la tarde (el salario no llega a 2 dólares al día), pero a menudo tenemos que
hacer horas extraordinarias obligatorias y, a veces -especialmente si hay un pedido
urgente que entregar- trabajamos hasta las nueve. Por muy cansadas que estemos, no
se nos deja ir a casa. Puede que nos paguen 200 rupias extras (10 céntimos de dólar)
[...] Vamos andando a la fábrica desde donde vivimos. Dentro hace mucho calor. El
edificio tiene el tejado de metal y no hay espacio suficiente para las trabajadoras.
Está muy abarrotado. Hay cerca de 200 personas trabajando allí, la mayoría mujeres,
pero sólo hay un cuarto de baño para toda la fábrica [...]. Cuando volvemos a casa
del trabajo, no nos quedan energías para hacer nada salvo comer y dormir [...]255.

En las maquilas mexicanas podemos escuchar historias similares, así como en las plantas de
producción de manufacturas dirigidas por empresas taiwanesas o coreanas ubicadas en
Honduras, África del Sur, Malasia, y Tailandia. El riesgo para la salud, la exposición a una
extensa gama de sustancias tóxicas y los accidentes laborales mortales, son hechos que se
producen sin ser objeto de regulación y sin despertar ninguna reacción. En Shangai, un
hombre de negocios taiwanés que estaba a cargo de un almacén textil «en el que 61
253
K. Bales, Disposable People. New Slavery in the Global Economy, Berkley, University of California Press, 2000; M.
Wright, «The Dialectics of Still Life. Murder, Women and the Maquiladoras», Public Culture 11, 1999, pp. 453-474.
254
A. Ross, Low Pay High Profile. The Global Push for fair Labor, Nueva York, The New Press, 2004, p. 124.º
255
J. Seabrook, In the Cities of the South. Scenes from a Developing World, Londres, Verso, 1996, p. 103.

176
trabajadores encerrados en un edificio murieron en un incendio», recibió una «indulgente»
condena a dos años de prisión, que quedó suspendida porque había «mostrado
arrepentimiento» y «había cooperado en los momentos posteriores al incendio»256.

Las mujeres, y en ocasiones los niños, soportan habitualmente la parte más dura de este
tipo de faenas degradantes, extenuantes y peligrosas257. Las consecuencias sociales de la
neoliberalización son en efecto extremas. La acumulación por desposesión socava de
manera sistemática todo el poder que las mujeres puedan haber tenido en el seno de los
sistemas domésticos de producción/comercio y de las estructuras sociales tradicionales,
y reubica todo en mercados de crédito y de mercancías dominados por los hombres. La
liberación de las mujeres de los controles patriarcales tradicionales en los países en vías
de desarrollo, sólo tiene dos caminos, o bien el trabajo degradante en las fábricas, o bien
la comercialización de su sexualidad, que comprende desde el respetable trabajo como
chica de alterne o camarera, hasta el tráfico sexual (una de las industrias contemporáneas más
lucrativas en la que la esclavitud ocupa un lugar muy importante). La pérdida de
medidas de protección social en los países del capitalismo avanzado ha tenido efectos
particularmente negativos en las mujeres de las clases más bajas, y en muchos de los
países ex comunistas del bloque soviético la pérdida de derechos por las mujeres a través
de la neoliberalización ha sido realmente catastrófica.

¿Cómo sobreviven, entonces, los trabajadores desechables -en particular las mujeres-
tanto en el plano social como en el afectivo, en un mundo de mercados laborales
flexibles y de contratos de corta duración, de inseguridad laboral crónica, de pérdida de
las protecciones sociales, y con frecuencia sufriendo un trabajo extenuante, en medio de
los escombros de las instituciones colectivas que una vez les dieron un mínimo de
dignidad y de apoyo? En opinión de algunos, el aumento de la flexibilidad de los
mercados laborales supone un gran avance y, aunque no conlleve ganancias materiales,
el simple derecho a cambiar de trabajo con relativa facilidad y la liberación de los
constreñimientos sociales tradicionales impuestos por el patriarcado y por la familia
posee beneficios intangibles. Las personas que negocian en términos satisfactorios en el
mercado de trabajo piensan, en apariencia, que existen abundantes recompensas en el
mundo de la cultura de consumo capitalista. Por desgracia, esta cultura, por más
espectacular, glamorosa, y sugerente que pueda parecer, juega perpetuamente con los
deseos sin brindar jamás otras satisfacciones que no sean la limitada sensación de
identidad experimentada en los grandes centros comerciales y de ocio, y la avidez por
alcanzar un determinado estatus a través de la belleza (en el caso de las mujeres) o de las
posesiones materiales. La máxima «compro, luego existo» sumada al individualismo

256
J. Sommer, «A Dragon Let Loose on the Land. And Shanghai is at the Epicenter of China's Economic Boom», Japan
Times, 26 de octubre de 1994, p. 3.
257
C. K. Lee, Gender and the South China Miracle, Berkeley, University of California Press, 1998; C. Cartier, Globalizing
South China, Oxford, Basil Blackwell, 2001, en particular cap. 6.

177
posesivo, cimienta un mundo de pseudosatisfacciones, excitante en lo superficial pero
hueco en su interior.

Sin embargo, para las personas que han perdido su trabajo o que nunca han conseguido
salir de la amplia economía informal, que actualmente brinda un deplorable refugio a la
mayoría de los trabajadores desechables del mundo, la historia es completamente
distinta. Sin olvidar que cerca de 2.000 millones de personas están condenadas a vivir
con menos de 2 dólares al día, el insultante mundo de la cultura de consumo capitalista,
las suculentas comisiones ganadas por los servicios financieros, y las peroratas de
autofelicitación acerca del potencial emancipador de la neoliberalización, de la
privatización y de la responsabilidad personal, deben parecer una cruel tomadura de
pelo. Desde la empobrecida China rural al opulento Estados Unidos, la pérdida del
derecho a la protección de la salud y la creciente imposición de todo tipo de tasas a los
usuarios de los servicios, añade un gran peso a las cargas financieras de los pobres258.

La neoliberalización ha transformado la situación de la fuerza de trabajo, de las mujeres


y de los grupos indígenas en el orden social al hacer hincapié en que la fuerza de trabajo
es una mercancía como cualquier otra. Despojada de la capa protectora que le conferían
unas instituciones democráticas saludables, y amenazada por todo tipo de dislocaciones
sociales, la mano de obra desechable se orienta de manera ineludible hacia otras formas
de institucionalidad que le permitan construir vínculos de solidaridad social y expresar
una voluntad colectiva. Proliferan, pues, desde bandas y carteles criminales, a redes de
narcotráfico, minimafias y jefes de las favelas, pasando por organizaciones comunitarias
de base y no gubernamentales, hasta cultos seculares y sectas religiosas. Éstas son las
formas sociales alternativas que colman el vacío que se deja atrás cuando los poderes
estatales, los partidos políticos y otras formas institucionales, son activamente
desmantelados o simplemente se marchitan como centros de esfuerzo colectivo y de
vinculación social. La acusada tendencia hacia la religión resulta un aspecto interesante
a este respecto. Los estudios sobre la repentina aparición y proliferación de sectas
religiosas en las abandonadas regiones rurales de China, por no mencionar la
emergencia de Falun Gong, son ilustrativos de esta tendencia259. El avance vertiginoso
del proselitismo evangélico en las caóticas economías informales que han crecido bajo la
neoliberalización en América Latina, así como la revitalización, y en algunos casos
nueva formulación, de formas de tribalismo y de fundamentalismo religioso que
estructuran la política en gran parte de África y de Oriente Próximo, testimonian la
necesidad de construir mecanismos significativos de solidaridad social. El progreso del
cristianismo evangélico fundamentalista en Estados Unidos guarda cierta conexión con
la proliferación de la inseguridad laboral, la pérdida de otras formas de solidaridad social

258
Los impactos globales son discutidos en detalle en V Navarro (ed.), The Political Economy of Social Inequalities.
Consequences for Health and the Quality of Life, cit.; V Navarro y C. Muntaner, Political and Economic Determinants oƒ
Population Healt and Well-Being, Amityville, Nueva York, Baywood, 2004, pp. 91-114.
259
J. Khan, «Violence Taints Religion's Solace for China's Poor», The New York Times, 25 de noviembre de 2004, A1 y A24.

178
y la vacuidad de la cultura de consumo capitalista. De acuerdo con el estudio realizado por
Thomas Frank, la derecha religiosa únicamente despegó en Kansas a finales de la década de
1980, después de más de una década de reestructuración y de desindustrialización
neoliberal260. Estas conexiones es posible que parezcan inverosímiles. Pero si Polanyi se
encuentra en lo cierto y el tratamiento de la fuerza de trabajo como una mercancía conduce
a la dislocación social, entonces, los movimientos dirigidos a reconstruir diferentes redes
sociales para defenderse contra tal amenaza, se tornan cada vez más probables.

Degradaciones medioambientales
La imposición de una lógica de contratación a corto plazo sobre los usos del medioambiente
tiene consecuencias desastrosas. Afortunadamente, en el seno del bando defensor del
neoliberalismo, las opiniones en torno a esta cuestión se encuentran en cierto modo
divididas. Aunque a Reagan no le preocupaba en absoluto el medio ambiente, llegando en
cierta ocasión a describir a los árboles como la fuente más importante de contaminación del
aire, Thatcher se tomó el problema en serio. Ella desempeñó un papel de vital importancia
en la negociación del Protocolo de Montreal para limitar el uso de los gases CFC261,
responsables de incrementar el agujero en la capa de ozono sobre la Antártida. Abordó
seriamente la amenaza del calentamiento de la atmósfera terrestre a causa de las emisiones
de dióxido de carbono. Desde luego, su compromiso con el medio ambiente no era del todo
desinteresado, puesto que el cierre de las minas de carbón y la destrucción de los sindicatos
mineros podía en parte legitimarse con argumentos en defensa del medioambiente.

Las políticas llevadas a cabo por el Estado neoliberal respecto al medio ambiente han
sido, pues, desiguales desde el punto de vista geográfico e inestables desde el temporal
(en función de quién lleve las riendas del poder estatal, siendo las Administraciones de
Reagan y de George W. Bush las más particularmente retrógradas a este respecto en
Estados Unidos). Por otro lado, desde la década de 1970 el movimiento ecologista ha
ganado relevancia de manera progresiva. A menudo ha ejercido una modesta influencia,
dependiendo del lugar y del momento. Asimismo, en algunos casos las empresas
capitalistas han descubierto que el incremento de la eficiencia y la mejora de la
actuación medioambiental pueden ir de la mano. No obstante, el balance general de las
consecuencias de la neoliberalización es, no cabe duda, negativo. Algunas sólidas
tentativas, aunque discutidas, de crear índices para determinar el nivel de bienestar
humano que incluyan los costes de la degradación medioambiental, indican una

260
T. Frank, What´s the Matter with Kansas. How Conservatives Won the Hearts of America, Nueva York, Metropolitan
Books, 2004.
261
Clorofluorocarburo. La fabricación y el empleo de CFC fueron prohibidos por el protocolo de Montreal, debido a que
los CFC destruyen la capa de ozono. Sin embargo, la producción reciente de CFC tendrá efectos negativos sobre el medio
ambiente por las próximas décadas.

179
acelerada tendencia negativa desde la década de 1970 aproximadamente. Y hay
suficientes ejemplos concretos de pérdidas medioambientales resultantes de la
aplicación desenfrenada de los principios neoliberales que sustentan esa conclusión
general. La acelerada destrucción de los bosques de las selvas tropicales desde 1970 es
un ejemplo de sobra conocido que tiene graves consecuencias sobre el cambio climático
y la pérdida de biodiversidad. En efecto, la era de la neoliberalización es también la era
de la más rápida extinción en masa de especies ocurrida en la historia reciente de la
Tierra262. Si nos estamos adentrando en el peligroso terreno de transformar el medio
ambiente global, en particular su clima, hasta el punto de convertir la tierra en un lugar
inhabitable para el ser humano, entonces, no cabe duda de que un mayor aplauso de la
ética neoliberal y de las practicas neoliberalizadoras se revelará nada menos que fatal.
La aproximación a las cuestiones medioambientales de la Administración de Bush
consiste, por regla general, en cuestionar las pruebas científicas existentes y en no hacer
nada en absoluto (salvo recortar los recursos destinados a financiar una consistente
investigación científica sobre este problema). Pero su propio equipo de investigadores
revela que la contribución humana al calentamiento global se ha disparado desde 1970.
El Pentágono también sostiene que el calentamiento del planeta podría ser, a largo plazo,
una amenaza mucho más grave para la seguridad estadounidense que el terrorismo263. Es
interesante observar que los dos principales responsables del aumento de las emisiones
de dióxido de carbono durante los últimos años hayan sido los dos motores de la
economía global, esto es, Estados Unidos y China (que durante la pasada década
aumentó sus emisiones en un 45 %). En Estados Unidos, se ha progresado bastante en
cuanto a la mejora de la eficiencia energética, tanto en la industria como en la
construcción de viviendas. En este caso, la prodigalidad se deriva en gran medida del
tipo de consumismo que sigue estimulando la urbanización en las periferias de las
ciudades y la suburbanización caóticas, que exigen un elevado consumo energético, y
una cultura que se decanta por la compra de todoterrenos (4x4) que son verdaderos
sumideros de gasolina en lugar de coches más eficientes desde el punto de vista
energético y que están disponibles en el mercado. La progresiva dependencia de Estados
Unidos del petróleo importado tiene obvias ramificaciones geopolíticas. En el caso de
China, la velocidad con la que se ha producido la industrialización y el aumento de la
utilización de vehículos privados duplica la presión sobre el consumo de energía. China
ha pasado de ser un país autosuficiente en cuanto a la producción de petróleo a finales de
la década de 1980 a convertirse en el segundo mayor importador del mundo después de
Estados Unidos. Aquí, también, las implicaciones geopolíticas se multiplican a medida
que China se afana por lograr afianzarse en Sudán y en Asia central y en Oriente

262
N. Myers, Ultimate Security. The Environmental Basis of Political Stability, Nueva York, Norton, 1993; The Primary
Resource. Tropical Forests and Our Future/Updated for the 1990s, Nueva York, Norton, 1993; M. Novacek (ed), The
Biodiversity Crisis. Losing What Counts, Nueva York, American Museum of Natural History, 2001.
263
Climate Change Science Program, «Our Changing Planet. The US Climate Change Science Program for Fiscal Years
2004 y 2005», (Online) http://www.usgcrp-gov/usgcrp/Library/ocp2004-5 ; M. Townsed y P Harris, «Now the Pentagon
Tells Bush. Climate Change Will Destroy Us», The Observer, 22 de febrero de 2004, disponible en Internet.

180
Próximo para asegurar su suministro de petróleo. Pero China también tiene grandes
reservas de carbón de muy baja calidad, con un elevado contenido en azufre. Su uso para
la generación de electricidad, está creando graves problemas medioambientales que
contribuyen de manera especial al calentamiento del planeta. Por otro lado, dada la
acusada escasez de energía eléctrica que actualmente asola la economía china, en la que
son comunes las caídas de potencia y los cortes de luz, los gobiernos locales no tienen
ningún incentivo para cumplir las órdenes emitidas por el gobierno central de cerrar las
«sucias» y deficientes estaciones eléctricas que poseen. El sorprendente crecimiento de
la adquisición y uso de automóviles, que en diez años han sustituido de manera notable a
la bicicleta en algunas grandes ciudades, como Pekín, ha otorgado a China la negativa
distinción de tener dieciséis de las veinte peores ciudades del mundo en cuanto a calidad
del aire se refiere264. Los efectos concatenados sobre el calentamiento de la atmósfera
terrestre son obvios. Tal y como ocurre de manera habitual en fases de acelerada
industrialización, la absoluta falta de atención hacia las consecuencias medioambientales
está teniendo efectos dañinos en todos los lugares. Los ríos se encuentran sumamente
contaminados, el agua destinada al consumo humano está llena de sustancias químicas
cancerígenas, el sistema de sanidad pública es débil (como ilustran la incidencia del
Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SRAS) o de la gripe aviar), y la acelerada
transformación de la tierra para destinarla a usos urbanos o para construir proyectos
hidroeléctricos descomunales (como en el valle de Yangtze) dan cuenta de una batería
de problemas medioambientales que el gobierno central sólo ahora empieza a abordar.
China no es la única, ya que el intenso crecimiento de la India también se está viendo
acompañado de cambios estresantes para el medioambiente, derivados de la expansión
del consumo así como también de la creciente presión sobre la explotación de los
recursos naturales.

La neoliberalización queda en muy mal papel cuando se aborda la explotación de los


recursos naturales. No hay que irse muy lejos para encontrar las razones. La preferencia
por las relaciones contractuales a corto plazo ejerce una presión sobre todos los
productores para extraer todo lo que se pueda mientras dure la vigencia del contrato.
Aunque tanto los contratos como las opciones pueden renovarse, siempre existe una
incertidumbre ante el hecho de que puedan encontrarse otros recursos. El horizonte
temporal más dilatado posible para la explotación de los recursos naturales es
equivalente a la tasa de descuento (ésto es, aproximadamente veinticinco años) pero en
la actualidad la mayoría de los contratos se celebran por un período mucho menor. Por
regla general se asume que su agotamiento es lineal, cuando se ha demostrado que
muchos sistemas ecológicos sufren hundimientos repentinos después de que se haya
dañado más allá de cierto límite a partir del cual se abre un proceso en cascada que anula

264
K. Bradsher, «China's Boom Adds to Global Warming», The New York Times, 22 de octubre de 2003, A1 y A8; J.
Yardley, «Rivers Run Black, and Chinese Die of Cancer», The New York Times, 12 de septiembre de 2004, A1 y A17; D.
Murphy, «Chinese Providence. Stinking, Filthy Rich», The Wall Street journal, 27 de ocubre de 2004, BZH.

181
su capacidad natural para reproducirse. Los bancos de peces -las sardinas de California,
el bacalao de Terranova, y la lubina chilena- son un ejemplo clásico de cómo un recurso
explotado a una tasa «óptima», de pronto se agota sin ningún aparente síntoma previo265.
Un caso menos dramático pero igualmente maligno lo constituye el sector forestal. La
insistencia neoliberal en la privatización torna difícil establecer cualquier acuerdo global
sobre unos principios de gestión de los bosques que garanticen la protección de hábitats
valiosos y de la biodiversidad, en particular, en los bosques tropicales húmedos. En los
países pobres con importantes recursos forestales, la presión para incrementar las
exportaciones y para permitir adquisiciones en propiedad y concesiones a empresas
extranjeras conlleva la disolución de los mínimos sistemas de protección que puedan
existir. La sobreexplotación de los recursos forestales ocurrida en Chile tras el proceso
de privatización es un claro ejemplo de ello. Pero los programas de ajuste estructural
administrados por el FMI han tenido un impacto todavía más perjudicial. Las medidas
de austeridad impuestas han mermado el dinero que los países más pobres pueden
destinar a la gestión de los bosques. Igualmente, estos países son presionados para
privatizar los bosques y permitir su explotación por compañías madereras extranjeras a
través de la celebración de contratos a corto plazo. Cuando existe la presión por
conseguir divisas extranjeras para liquidar las deudas, resulta tentador conceder la
máxima tasa de explotación a corto plazo. Por si eso fuera poco, cuando la austeridad
ordenada por el FMI y el desempleo alcanzan un punto insostenible, las poblaciones
trocadas redundantes pueden pretender buscar un medio de subsistencia en la tierra y
embarcarse en una limpieza indiscriminada del bosque para obtener terrenos despejados.
En tanto que el método preferido es la quema, las poblaciones campesinas sin tierra junto
con las compañías taladoras pueden provocar destrucciones masivas de los recursos
forestales de un día para otro, como ha ocurrido en Brasil, en Indonesia, y en varios países
africanos266. No es accidental que entre 1997 y 1998, en el punto álgido de la crisis
financiera que expulsó a millones de personas del mercado de trabajo en Indonesia, una
oleada de incendios descontrolados arrasara Sumatra (que no era ajena a las operaciones
de talado de árboles de uno de los hombres de negocios de origen chino más ricos
vinculados a Suharto), creando una enorme capa de humo que encapotó el cielo de todo el
sureste asiático durante Varios meses. Únicamente cuando los Estados, y otros grupos de
interés, se encuentran preparados para contravenir las reglas neoliberales y los intereses de
clase que las sostienen -algo que ha ocurrido en un número significativo de ocasiones- es
posible asistir a un uso en alguna medida equilibrado del medio ambiente.

265
Petras y H. Velmeyer, System in Crisis. The Dinamics of Free Market Capitalism, Londres, Zed Books, 2003, pp. 87-110.
266
Americans Lands Alliance, «IMF Policies Lead to Global Deforestation», (Online)
http://americanlands.org/imfreport.htm

182
Sobre los derechos
La neoliberalización ha fecundado dentro de sí misma una difundida cultura de
oposición. Sin embargo, la oposición tiende a aceptar muchas de las proposiciones
básicas del neoliberalismo. Las temáticas se centran en las contradicciones internas. Se
abordan con mucha seriedad las cuestiones relativas a los derechos y a las libertades
individuales, por ejemplo, y se las opone al autoritarismo y a la frecuente arbitrariedad
del poder político, económico y de clase. Se toma la retórica neoliberal de la mejora del
bienestar colectivo y se condena la neoliberalización por dejar de cumplir sus propias
aspiraciones. Consideremos, por ejemplo, el primer párrafo sustancial del documento
neoliberal por excelencia, el acuerdo de la OMC. Su actuación debe tender:

a elevar los niveles de vida, a lograr el pleno empleo y un volumen considerable y


en constante aumento de ingresos reales y de demanda efectiva, y a acrecentar la
producción y el comercio de bienes y servicios, permitiendo al mismo tiempo la
utilización óptima de los recursos mundiales de conformidad con el objetivo de un
desarrollo sostenible, y procurando proteger y preservar el medio ambiente e
incrementar los medios para hacerlo, de manera compatible con sus respectivas
necesidades e intereses según los diferentes niveles de desarrollo económico267.

Este tipo de esperanzas piadosas también pueden encontrarse en los pronunciamientos


del Banco Mundial («nuestro primer objetivo es la reducción de la pobreza»). Nada de
ésto encaja fácilmente con las prácticas reales que apuntalan la restauración o la
creación del poder de clase y los resultados en términos de empobrecimiento de la
población y de degradación medioambiental.

El creciente peso de la oposición articulada en torno a la violación de derechos ha sido


espectacular desde 1980. Previamente, de acuerdo con Chandler, una revista prominente
como Foreign Affaires no publicó ni un solo artículo sobre los derechos humanos268. Los
temas relacionados con los derechos humanos ganaron trascendencia después de 1980 y sin
duda se dispararon a raíz de los acontecimientos de la plaza de Tiananmen y del fin de la
Guerra Fría en 1989. Este proceso se corresponde exactamente con la trayectoria seguida
por la neoliberalización, estando ambos movimientos profundamente imbricados entre sí.
Indudablemente, la insistencia neoliberal en el individuo como el elemento fundacional de
la vida político-económica abre la puerta al activismo por los derechos individuales. Pero al
concentrarse en esos derechos en vez de en la creación o la recreación de estructuras sólidas
y abiertas de gobierno democrático, la oposición cultiva métodos que no pueden escapar al
marco neoliberal. La preocupación neoliberal por el individuo sobrepasa cualquier
preocupación socialdemócrata por la igualdad, la democracia y los vínculos de solidaridad
267
D. Rodrik, The Global Governance of Trade. As if development really Mattered, Nueva York, United Nations
Development Program, 2001, p. 9.
268
D. Chandler, From Kosovo to Kabul. Human Rights and International Intervention, Londres, Pluto press, 2002, p. 89.

183
social. Por otro lado, la frecuente apelación a la acción legal, confirma la preferencia
neoliberal por apelar al poder judicial y al ejecutivo, en lugar de al parlamentario. Pero
perderse en los vericuetos de los cauces legales es algo muy lento y costoso y, en cualquier
caso, los intereses de la clase dominante tienen mucho más peso ante los tribunales por la
tradicional lealtad de clase de la judicatura. Las decisiones legales tienden a favorecer los
derechos de la propiedad privada y la tasa de beneficio sobre el derecho a la igualdad y a la
justicia social. En opinión de Chandler, es «la desilusión de la elite liberal con las personas
ordinarias y con el proceso político [lo que] les lleva a centrarse en el individuo como sujeto
de derechos, llevando su caso ante el juez que le escuchará y dictará su veredicto»269.

En tanto que los individuos más necesitados carecen de los recursos económicos para
defender sus propios derechos, la única forma de articular este ideal es mediante la
formación de grupos de defensa. El surgimiento de los grupos de defensa y de las ONG,
que han crecido de manera espectacular desde la década de 1980, ha acompañado al giro
neoliberal al igual que lo han hecho los discursos sobre los derechos en términos más
generales. En muchos casos, las ONG se han adentrado en el vacío de protección social
dejado atrás por el abandono del Estado de actividades que anteriormente le pertenecían.
Ésto equivale a una privatización protagonizada por las ONG. En ocasiones, su entrada
ha contribuido a acelerar el abandono del Estado del sistema de provisión social. Por lo
tanto, las ONG funcionan como «caballos de Troya para el neoliberalismo global»270.
Por otra parte, las ONG no son instituciones esencialmente democráticas. Tienden a ser
elitistas, no tienen la obligación de rendir cuentas ante nadie (salvo a sus donantes) y,
por definición, guardan una apreciable distancia con las personas que pretenden proteger
o ayudar, con independencia de las buenas intenciones que alberguen o de lo
progresistas que puedan ser. Con frecuencia sus agendas no son públicas, y prefieren la
negociación directa con el poder estatal o de clase, o influir en sus decisiones. A menudo
más que representar a su clientela, su actividad consiste en controlarla. Proclaman y
presumen de hablar en beneficio de los que no pueden hablar por sí mismos, incluso
definen los intereses de aquellos por los que hablan (como si las personas fueran
incapaces de hacerlo por sí mismas). Pero la legitimidad de su estatus siempre queda
abierta a la duda. Por ejemplo, cuando estas organizaciones se movilizan con éxito para
que se prohíba el trabajo infantil en las actividades productivas, como una cuestión de
derechos humanos universales, puede que estén debilitando economías en las que el
trabajo es fundamental para la supervivencia de familias enteras. Si no se ofrece ninguna
alternativa económica viable, los niños puede que sean vendidos a redes de prostitución
(originando el nacimiento de otro grupo de defensa que persiga la erradicación de ésta).
La universalidad que se presupone en «el lenguaje de los derechos», y la dedicación de
las ONG y de los grupos de defensa a los principios universales no encajan bien con las

269
Ibid., p. 230.
270
T. Wallace, «NGO Dilemas. Trojan Horses for Global Neo1iberalism?», Socialist Register, Londres, Merlin Press, 2003,
pp. 202-219. Para un análisis general del papel de las ONG, véase M. Edwards y D. Hulme (eds.), Non-Governmental
Organisations. Performance and Accountabilty, Londres, Earthscan, 1995.

184
particularidades locales y con las prácticas diarias de la vida económica y política
existente bajo la presión conjunta de la mercantilización y la privatización271.

Pero hay otra razón por la que esta particular cultura opositora ha ganado tantas
adhesiones en los últimos años. La acumulación por desposesión implica un conjunto
muy distinto de prácticas desde la acumulación hasta la expansión del trabajo asalariado
en la industria y en la agricultura. Este último proceso, que dominó los procesos de
acumulación de capital en la década de 1950 y 1960, dio lugar a una cultura opositora
(como la que se inscribe en los sindicatos y en los partidos políticos obreros) que
produjo el liberalismo embridado. Por otro lado, la desposesión se produce de manera
fragmentada y particular: una privatización aquí, un proceso de degradación
medioambiental allá, o una crisis financiera o de endeudamiento acullá. Es difícil
oponerse a toda esta especificidad y particularidad sin apelar a principios universales. La
desposesión entraña la pérdida de derechos. De ahí el giro hacia una retórica
universalista de los derechos humanos, la dignidad, las prácticas ecológicas sostenibles,
los derechos medioambientales, y otras temáticas afines, como base de una política
opositora unida.

Esta apelación al universalismo de los derechos es un arma de doble filo. Puede y debe ser
utilizada sin olvidar en ningún momento los fines progresistas que la animan. La tradición
que encuentra sus mayores exponentes en Amnistía Internacional, Médicos sin Fronteras, y
otras organizaciones próximas a ellas, no puede ser desechada como un mero accesorio del
pensamiento neoliberal. Toda la historia del humanismo (tanto en su versión occidental -
clásicamente liberal- como en sus diversas versiones no occidentales) es demasiado
compleja como para permitirlo. Pero los objetivos limitados de muchos discursos sobre los
derechos (en el caso de Amnistía Internacional hasta hace poco su único objeto de atención
eran los derechos civiles y políticos netamente separados de los económicos) hace que sean
demasiado fáciles de absorber dentro del marco neoliberal. El universalismo parece
funcionar particularmente bien cuando se abordan cuestiones globales como el cambio
climático, el agujero de la capa de ozono o la pérdida de la biodiversidad a través de la
destrucción del hábitat. Pero sus resultados en la arena de los derechos humanos resultan
más dudosos, dada la diversidad de las circunstancias político-económicas y de las
prácticas culturales que existen en el mundo. Además, no ha sido nada difícil incorporar
las cuestiones relativas a los derechos humanos en calidad de «espadas del Imperio»
(por utilizar la mordaz caracterización de Bartholomew y Breakspear)272. Por ejemplo,
los llamados «halcones liberales» de Estados Unidos han apelado a ellos para justificar
intervenciones imperialistas en Kosovo, Timor Oriental, Haití, y, sobre todo, en

271
L. Gill, Teetering on the Rim, Nueva York, Columbia University Press, 2000; J. Cowan, M. B. Dembour, y R. Wilson
(eds.), Culture and Rights. Antropological Perspectives, Cambridge, Cambridge University Press, 2001.
272
A. Bartholomew y J. Breakspear, «Human Rights as Swords of Empire», Socialist Register, Londres, Merlin Press,
2003, pp. 124-125.

185
Afganistán e Iraq. Justifican el humanismo militar «en nombre de la protección de la
libertad, de los derechos humanos y la democracia también cuando se persigue de
manera unilateral por una autoproclamada potencia imperialista» como Estados
Unidos273. A escala más amplia, es difícil no concluir con Chandler que «las raíces del
humanitarismo actual basado en los derechos humanos radican en el creciente consenso
en torno al apoyo de la implicación occidental en los asuntos internos del mundo en vías
en desarrollo que se registra desde la década de 1970». El principal argumento descansa
en que «las instituciones internacionales, los tribunales internacionales e internos de los
países, las ONG o los comités éticos son más representativos de las necesidades del pueblo
que los gobiernos elegidos en las urnas. Los gobiernos y los representantes electos son
considerados sospechosos precisamente porque deben rendir cuentas ante su electorado y,
por lo tanto, se percibe que tienen intereses “particulares” en lugar de actuar conforme a
principios éticos»274. En el ámbito doméstico, los efectos no son menos dañinos, ya que tal
planteamiento consigue estrechar «el debate político público a través de la legitimación del
papel de la toma de decisiones por parte de la judicatura, de los grupos de trabajo y de los
comités éticos, que no son órganos electos». Los efectos políticos pueden ser debilitadores.
«Lejos de cuestionar el aislamiento individual y la pasividad de nuestras atomizadas
sociedades, la regulación de los derechos humanos únicamente puede institucionalizar estas
divisiones». Y, lo que es peor, «la visión degradada del mundo social proporcionada por el
discurso ético de los derechos humanos sirve, como cualquier otra teoría de la elite, para
sostener la fe en sí misma de la clase gobernante»275.

A la luz de esta crítica, resulta tentador evitar toda apelación a los universales, por esta
falla insalvable que los atraviesa, y abandonar toda mención a los derechos, entendidos
como una imposición injustificable de una ética abstracta basada en el mercado, puesto
que sirven para enmascarar el proceso de restauración del poder de clase. Aunque ambas
proposiciones merecen una consideración seria, en mi opinión, no resulta acertado
abandonar el campo de los derechos a la hegemonía neoliberal. Hay una batalla que
librar no sólo acerca de qué universales y qué derechos deberían invocarse en
situaciones concretas, sino también sobre cómo deberían construirse esos principios y
concepciones universales de los derechos. La conexión crítica forjada entre el
neoliberalismo, como un conjunto particular de prácticas políticas económicas, y la
creciente apelación a cierto tipo de derechos universales como fundamento ético de la
legitimidad política y moral debería ponernos en alerta. Los decretos de Bremer
impusieron sobre Iraq una cierta concepción de los derechos. A la vez que violan el
derecho de autodeterminación de ese país. «Entre dos derechos», dice la célebre frase de
Marx, «la fuerza decide»276. Si la restauración de clase implica la imposición de un

273
Ibid., p. 126.
274
D. Chandler, From Kosovo to Kabul. Human Rights and International Intervention, cit., pp. 27 y 218.
275
Ibíd., p. 235
276
K. Marx, Capital, Nueva York, Internacional Publishers, 1967, t. I, p. 225 [ed. cast.: El capital, Madrid, Ediciones Akal, 2000].

186
conjunto característico de derechos, entonces, la resistencia a esa imposición implica la
lucha por derechos enteramente diferentes.

La justicia entendida en sentido positivo como un derecho ha sido, por ejemplo, un


poderoso elemento de agitación en los movimientos políticos: las luchas contra la
injusticia en ocasiones han animado movimientos a favor de la transformación de la
sociedad. La sugerente historia del movimiento por los derechos civiles en Estados
Unidos es un claro ejemplo de ello. Por supuesto, el problema es que hay innumerables
concepciones distintas de la justicia a las que podemos apelar. Pero los estudios muestran
que ciertos procesos sociales dominantes erigen y se apoyan en ciertas concepciones de la
justicia y de los derechos. Cuestionar esos derechos concretos es cuestionar los procesos
sociales a los que son inherentes. De manera inversa, demuestran que es imposible
desamparar a la sociedad de ciertos procesos sociales dominantes (como el de la
acumulación de capital a través del intercambio en el mercado) y auxiliarla con otros
(como la democracia política y la acción colectiva) sin desplazar de manera simultánea la
lealtad a una concepción dominante de los derechos y de la justicia, hacia otra distinta. La
dificultad de todas las concretizaciones ideales de los derechos y de la justicia reside en
que las mismas ocultan esta conexión. Únicamente cuando se hacen explícitas en relación
con algún proceso social encuentran un significado social277.

Consideremos el caso del neoliberalismo. Los derechos se agrupan en torno a dos


lógicas de poder que pueden ser dominantes, la del Estado territorial y la del capital278.
Por más que deseemos que los derechos sean universales, es el Estado el que determina
su vigencia. Si el poder político no está dispuesto a velar por su cumplimiento, entonces,
la noción de los derechos permanece vacía. Por lo tanto, los derechos de la ciudadanía
son derivados y condicionales. La territorialidad de la jurisdicción se convierte, pues, en
un problema. Ésto tiene un lado positivo y un lado negativo. Las personas apátridas, los
inmigrantes ilegales, o las personas en situaciones análogas hacen emerger preguntas
espinosas. Quién es y quién no es «ciudadano» se convierte en una cuestión de suma
importancia en la definición de los principios de inclusión y de exclusión que se
establecen dentro de la especificación territorial del Estado. El modo en el que el Estado
ejerce su soberanía respecto a los derechos es de suyo una cuestión polémica, pero
existen límites que han sido impuestos sobre esa soberanía (tal y como está
descubriendo China) por reglas globales inscritas en la acumulación de capital
neoliberal. No obstante, el Estado-nación, mediante su monopolio de las formas
legítimas del uso de la violencia, puede definir de modo hobbesiano su propio haz de
derechos y únicamente quedar laxamente obligado a través de convenios
internacionales. Estados Unidos, por ejemplo, insiste en su derecho a que no se le exija
responsabilidad alguna por la comisión de crímenes contra la humanidad, tal y como se
277
D. Harvey “Right to the City”, en R. Scholar (ed.), Dividied Cities. Oxford Amnesty Lectures 2003, Oxford University Press, 2006.
278
D. Harvey, The New Imperialism, Oxford, Oxford University Press, 2003, cap. 2 [ed, cast.: El Nuevo imperialismo,
Madrid, «Cuestiones de antagonismo, 26», Ediciones Akal, 2004, cap. 2].

187
definen en el ámbito internacional, a la vez que insiste en que criminales de guerra de
otros lugares sean enjuiciados ante los mismos tribunales cuya autoridad niega en
relación a sus propios ciudadanos.

Vivir bajo el neoliberalismo también significa aceptar o someterse a ese haz de derechos
que resulta necesario para la acumulación de capital. Vivimos, pues, en una sociedad en
la que el derecho inalienable de los individuos (y recordemos que las corporaciones son
definidas como personas ante la ley) a la propiedad privada y a obtener beneficios está
por encima de cualquier otra concepción de los derechos inalienables que pueda
concebirse. Los defensores de este régimen de derechos argumentan, de manera
impecable, que estimula las «virtudes burguesas», sin las que todos los habitantes de la
tierra estarían mucho peor. Este régimen contempla la responsabilidad individual; la
autonomía respecto a la injerencia estatal (que a menudo coloca este régimen de
derechos en severa oposición a los definidos en el seno del Estado); la igualdad de
oportunidades en el mercado y ante la ley; la recompensa a la iniciativa y al esfuerzo
empresarial; el cuidado de uno mismo y de lo que es de uno; y un mercado abierto que
permita una amplia gama de libertades de elección tanto en la contratación como en el
intercambio. Este sistema de derechos es aún más convincente cuando se extiende al
derecho de propiedad sobre el propio cuerpo (que afianza el derecho de la persona a
contratar libremente la venta de su propia fuerza de trabajo así como también el ser
tratada con dignidad y con respeto, y el no sufrir coacciones físicas como la esclavitud)
y el derecho a la libertad de pensamiento, de expresión y de discurso. Estos derechos
secundarios son atrayentes. Muchos de nosotros dependemos considerablemente de
ellos. Pero lo hacemos en buena medida en tanto que mendigos que viven de las migas
que sobran de la mesa del rico.

No puedo convencer a nadie mediante argumentos filosóficos de que el régimen de


derechos neoliberal es injusto. Pero la objeción al mismo es bastante sencilla: aceptarlo es
aceptar que no hay más alternativa que vivir bajo un régimen de incesante acumulación de
capital y crecimiento económico en el que no importan sus consecuencias sociales,
ecológicas o políticas. Recíprocamente, esta incesante acumulación de capital conlleva
que el régimen de derechos neoliberal deba expandirse geográficamente alrededor del
globo si es necesario mediante el uso de la violencia (como en Chile e Iraq), mediante
prácticas imperialistas (como las ejecutadas por la Organización Mundial del Comercio, el
Fondo Monetario Internacional, y el Banco Mundial) o mediante la acumulación primitiva
(como en China y en Rusia). El derecho inalienable a la propiedad privada y a la
obtención de beneficios será instaurado con carácter universal, por las buenas o por las
malas. Esto es precisamente a lo que Bush se refiere cuando dice que Estados Unidos está
consagrado a expandir la esfera de la libertad por todo el globo.

Pero éstos no son los únicos derechos a nuestro alcance. Incluso dentro de la concepción
liberal, tal y como se explica en la Carta de las Naciones Unidas, hay derechos
188
secundarios, como la libertad de opinión y de expresión, el derecho a la educación y a la
seguridad económica, o el derecho a formar sindicatos. Fortalecer estos derechos
supondría un serio desafío al neoliberalismo. Convertir estos derechos secundarios en
prioritarios y los derechos prioritarios a la propiedad privada y al beneficio, en
secundarios, sería una revolución de gran envergadura de las prácticas político-
económicas. También hay concepciones enteramente diferentes de los derechos a los
que podemos apelar como, por ejemplo, el derecho al acceso a los bienes comunes
globales o a una seguridad básica en materia de alimentos. «Entre derechos iguales la
fuerza decide». Las luchas políticas sobre una concepción adecuada de los derechos, e
incluso de la propia libertad, ocupan un lugar central en la búsqueda de alternativas.

189
VII
El horizonte de la libertad

En su mensaje anual al Congreso en 1935, el presidente Roosevelt dejó clara su opinión


de que en la raíz de los problemas económicos y sociales de la Depresión de la década
de 1930 se encontraba una excesiva libertad de mercado. «Estadounidenses –dijo–
debéis renunciar a esa concepción de la adquisición de riqueza que, a través de
beneficios excesivos, crea un indebido poder privado». Los hombres necesitados no son
hombres libres. En todos los lugares, sostenía, la justicia social se había convertido en
un auténtico objetivo y no en un lejano ideal. La primera obligación del Estado y de su
sociedad civil era utilizar sus poderes y distribuir sus recursos para erradicar la pobreza
y el hambre, y para garantizar la seguridad de un medio de vida, la seguridad frente a
contingencias imprevistas y frente a las vicisitudes de la vida, y la seguridad de un hogar

190
decente279. La libertad de no encontrarse en situación de necesidad, era una de las cuatro
libertades cardinales que posteriormente articuló como base para su visión política del
futuro. Estas amplias temáticas contrastan con las libertades mucho más limitadas del
neoliberalismo que el presidente Bush coloca en el centro de su retórica política. La
única forma de enfrentarnos a nuestros problemas, sostiene Bush, es haciendo que el
Estado deje de regular la empresa privada, que el Estado abandone el sistema de
provisión social, y que el Estado fomente la universalización de las libertades y de la
ética del mercado. Esta depravación neoliberal del concepto de libertad «convertida en
una mera defensa de la libertad de empresa» sólo puede significar, tal y como indica
Karl Polanyi, «la plena libertad para aquellos cuyos ingresos, ocio y seguridad no
necesitan ser incrementados y una miseria de libertad para el pueblo, que en vano puede
intentar hacer uso de sus derechos democráticos para resguardarse del poder de los
dueños de la propiedad»280.

Un hecho especialmente sorprendente de las paupérrimas condiciones en que se


encuentra el discurso público contemporáneo en Estados Unidos, así como en otros
lugares, es la ausencia de un serio debate acerca de cuáles de los divergentes conceptos
de libertad existentes sobre la mesa podrían ser apropiados para los tiempos que
vivimos. Si, como efectivamente ocurre, los ciudadanos estadounidenses pueden ser
convencidos para apoyar prácticamente cualquier cosa en nombre de la libertad,
entonces, no cabe duda de que el significado de esta palabra debería estar sometido al
más penetrante escrutinio. Por desgracia, las aportaciones contemporáneas al debate o
bien adoptan una línea neoliberal pura (como el analista político Fareed Zakaria, que
pretende demostrar de manera irrefutable que la principal amenaza a la libertad
individual reside en el exceso de democracia) o bien cortan sus velas tan a medida de los
rugientes vientos neoliberales que apenas ofrecen un amago de contrapunto a la lógica
neoliberal. Ésto es, lamentablemente, lo que ocurre con Amartya Sen (que al final
obtuvo su merecido Premio Nóbel de Economía aunque solo después de que el banquero
neoliberal que había presidido durante largo tiempo el comité que otorga los premios se
hubiera visto obligado a presentar su renuncia). El libro Development as Freedom de
Amartya Sen, que es con diferencia la aportación más inteligente al debate de los
últimos años, desafortunadamente arropa importantes derechos sociales y políticos con
el manto de la libre interacción en el mercado281. Sen parece afirmar que sin la existencia
de un mercado de corte liberal, no puede entrar en juego ninguna de las restantes
libertades. A su vez, un segmento importante de la opinión pública estadounidense, da
muestras de aceptar el hecho de que las libertades neoliberales características que
279
Citado en la lúcida crítica de Vicente Navarro de Sen: «Development as Quality of Life. A Critique of Amartya Sen's
Development as Freedom», en V Navarro (ed.), The Political Economy of Social Inequalites. Consequences for Health and
the Quality of Life, Amityville (NY), Baywood, 2002, p. 13-26.
280
K. Polanyi, The Great Transformation [1944], Boston, Beacon Press, 1954, p. 257.
281
F. Zakaria, The Future of Freedom. Illiberal Democracy at Home and Abroad, Nueva York, Norton, 2003; A. Sen,
Development as Freedom, Nueva York, Knopf, 1999.

191
promueven Bush y sus colegas republicanos son las únicas que existen. Estas libertades,
se nos dice, merecen que demos nuestra vida por ellas en Iraq, y Estados Unidos «en
tanto que la potencia más grande de la tierra» tiene «la obligación» de contribuir a su
expansión por todo el mundo. La entrega de la prestigiosa Medalla de la Libertad, que
concede el presidente de Estados Unidos, a Paul Bremer, arquitecto de la reconstrucción
neoliberal del Estado iraquí, dice mucho acerca de lo que este segmento de la opinión
pública estadounidense es capaz de tolerar.

Las ideas absolutamente razonables de Roosevelt parecen muy radicales si se juzgan a


tenor de los discursos contemporáneos habituales, lo que probablemente explica por qué
no han sido articuladas por el actual Partido Demócrata como contrapunto a la estrecha
concepción empresarial que Bush tanto aprecia. La visión de Roosevelt cuenta con una
sólida genealogía en el pensamiento humanista. Karl Marx, por ejemplo, también
sostuvo la opinión escandalosamente radical de que un estómago vacío no era algo
apropiado para la libertad. «La esfera de la libertad», escribió, «en realidad comienza
únicamente donde acaba el trabajo que viene determinado por la necesidad y por
consideraciones mundanas», indicando, por añadidura, que por lo tanto «yace más allá
de la esfera de la estricta producción material». Él supo ver que nunca podríamos
liberarnos de nuestras relaciones metabólicas con la naturaleza o de nuestras relaciones
sociales mutuas, pero que al menos podíamos aspirar a construir un orden social en el
que la libre exploración de nuestras potencialidades individuales y como especie se
convirtieran en una posibilidad real282. Si partimos del concepto de libertad de Marx, y
casi con toda seguridad del expuesto por Adam Smith en su Theory of Moral Sentiments,
la neoliberalización no podría por menos que considerarse un fracaso monumental.
Aquellas personas que son excluidas o expulsadas del sistema de mercado -una enorme
reserva de personas aparentemente desechables, privadas de protección social y de
estructuras sociales de solidaridad- poco pueden esperar de la neoliberalización excepto
pobreza, hambre, enfermedad y desesperación. Su única esperanza es trepar como sea
posible a bordo del barco del sistema de mercado bien como productores de pequeñas
mercancías, como vendedores en la economía informal (de cosas o de fuerza de trabajo),
como pequeños depredadores que piden limosna, roban o, de manera violenta, obtienen
algunas migajas de la mesa del rico, o bien como participantes en el enorme mercado
ilegal del tráfico de drogas, de armas, de mujeres, o de cualquier otra cosa ilegal de la
que haya demanda. Este es el mundo malthusiano impuesto a sus víctimas en obras
como el influyente ensayo escrito por el periodista especializado en temas políticos
Robert Kaplan acerca de «la anarquía que viene»283. En ningún momento se cruza por la
mente de Kaplan la idea de que la neoliberalización o la acumulación por desposesión
tengan algo que ver con cualquiera de las situaciones descritas en su ensayo. El increíble
número de disturbios registrados contra el FMI, por no mencionar las oleadas de

282
K. Marx, Capital, Nueva York, Internacional Publishers, 1967, t. III, pp. 820 [ed. cast.: El capital, Madrid, Ediciones Akal, 2000].
283
R. Kaplan, The Coming Anarchy. Shattering the Dreams of the Post Cold War, Nueva York, Cintage, 2001.

192
criminalidad que barrieron la ciudad de Nueva York, la ciudad de México,
Johannesburgo, Buenos Aires y muchas otras ciudades en la estela dejada por el ajuste
estructural y la reforma neoliberal, deberían sin duda haberle puesto sobre aviso284. En el
otro extremo de la escala de la riqueza, aquellos plenamente incorporados dentro de la
inexorable lógica del mercado y de sus demandas apenas encuentran tiempo ni espacio
para explorar potencialidades emancipadoras fuera de lo que es comercializado como
aventura «creativa», ocio y espectáculo. Obligados a vivir como apéndices del mercado
y de la acumulación de capital en lugar de como seres expresivos, la esfera de la libertad
se encoje ante la terrible lógica y la vacía intensidad de las ligaduras del mercado.

En este contexto es posible comprender mejor la emergencia de diversas culturas


opositoras que tanto desde dentro como al margen del sistema de mercado rechazan, ya
sea explícita o tácitamente, la ética del mercado así como las prácticas impuestas por la
neoliberalización. Dentro de Estados Unidos, por ejemplo, hay un desmadejado
movimiento ecologista muy activo que promueve visiones alternativas de cómo conseguir
conectar los proyectos políticos y los ecológicos. También hay un efervescente
movimiento anarquista entre la gente joven, una de cuyas alas -«los primitivistas»- cree
que la única esperanza de la humanidad reside en volver a la etapa cazadora-recolectora
que precedió al desarrollo de la civilización y, en efecto, comenzar de nuevo la historia de
la humanidad. Otros, influidos por movimientos como Crime Think y autores como
Derrick Jenses, buscan purgar de sí mismos todo trazo de la incorporación a la lógica de
mercado capitalista285. Asimismo, hay grupos que aspiran a un mundo en el que prime el
apoyo mutuo a través, por ejemplo, de la formación de sistemas locales de intercambio
comercial (LETS) con «monedas locales» propias, incluso en el propio corazón del
capitalismo neoliberalizador. Las variantes religiosas de esta tendencia secular también
están floreciendo por todo el mundo, desde Estados Unidos hasta Brasil o la China rural,
donde algunos estudios indican que se están creando sectas religiosas a un ritmo
apabullante286. Y muchos sectores de las organizaciones religiosas consolidadas, como el
cristianismo evangélico, el Islam Wahabita, y diversas variantes del budismo y del
confucianismo, predican un posicionamiento rotundo contra el mercado y específicamente
contra el neoliberalismo. Igualmente, existe toda esa gama de movimientos sociales que
luchan contra aspectos específicos de la práctica neoliberal, particularmente contra la
acumulación por desposesión y que, o bien resisten frente al neoliberalismo depredador
(como el movimiento revolucionario de los zapatistas en México) o bien buscan acceder a
recursos que hasta ahora les eran negados (como el movimiento campesino de los sin tierra
en Brasil o los grupos que dirigen las ocupaciones de fábricas en Argentina). Las
coaliciones de centro-izquierda, abiertamente críticas hacia la neoliberalización, han

284
J. Walton, «Urban Protest and the Global Political Economy. The IMF Riots››, en M. Smith y J. Feagin (eds.), The
Capitalist City, Oxford, Blackwell, 1987, pp. 354-386.
285
D. Jensen, The Culture of Make Believe, Nueva York, Context Books, 2002; Zergan, Future Primitive and Other
Essays, Brooklyn (NY), Autonomedia, 1994.
286
J. Khan, «Violence Taints Religion's Solace for Chinas Poor», The New York Times, 25 de noviembre de 2004, A1 y A24.

193
asumido el poder político y parecen preparadas para extender y profundizar su influencia
en toda América Latina. El sorprendente éxito del regreso del Partido del Congreso en
India, elegido sobre la base de un programa izquierdista, es también otro ejemplo a tener
en cuenta. Hay abundantes pruebas del deseo de una alternativa a la neoliberalización287.

Hay incluso signos de insatisfacción en el seno de los círculos políticos gobernantes en


relación con lo poco acertado de las proposiciones y prescripciones neoliberales. Algunas
personas que antes eran apasionadas defensoras (como el economista Jeffry Sachs, Joe
Stiglitz y Paul Krugman) o partícipes (como George Soros) de las ideas neoliberales, han
adoptado ahora una postura crítica, hasta el punto de llegar a proponer cierto tipo de
retorno a un keynesianismo retocado o una aproximación más «institucional» a la
solución de problemas globales, que incluye desde estructuras reguladoras del gobierno
global más sólidas a una supervisión más escrupulosa de las temerarias operaciones
especuladoras de los financieros288. En los últimos años, no sólo se han producido
insistentes llamamientos, sino también programas consistentes para la reforma de la
forma de gobierno global289. Asimismo, se ha producido un resurgimiento del interés
académico e institucional por la ética cosmopolita («herir a uno es herir a todos») como
base de la forma de gobierno que, a pesar de lo problemática que pueda resultar su visión
francamente simplista de los universalismos, no carece por completo de mérito290. Y éste
es exactamente el espíritu que periódicamente lleva a los jefes de Estado a congregarse,
tal y como 189 de ellos hicieron en la Cumbre del Milenio en el año 2000, para suscribir
piadosas declaraciones de su compromiso colectivo para erradicar la pobreza, el
analfabetismo y la enfermedad sin dilación. Pero los compromisos para erradicar el
analfabetismo, por ejemplo, son palabras lanzadas al aire cuando se contrastan con la
realidad de la notable e incesante disminución de la cuota del producto nacional, que se
destina a la educación publica en casi todos los rincones del mundo neoliberal.

287
B. Gills (ed.), Globalization and the Politics of Resistance, Nueva York, Palgrave, 2001; T. Mertes (ed.), A Movement of
Movements, Londres, Verso, 2004; P Wignaraja (ed.), New Social Movement; in the South. Empowering the People,
Londres, Zed Books, 1993;]. Brecher, Costello, y B. Smith, Globalization from Below. The Power of Solidarity, Cambridge
(MA), South End Press, 2000.
288
Stiglitz, Globalization and its Discontents, Nueva York, Norton, 2002; J. Stiglitz, The Roaring Nineties, Nueva York,
Norton, 2003; P Krugman, The Great Unravelling. Losing Our Way in the Twentieh Century, Nueva York, Public Affairs,
2002; The Bubble of American Supremacy. Correcting the Misuse of American Power, Nueva York, Public Affairs, 2003; J.
Sachs, «New Global Consensus on Helping the Poorest of the Poor», Global Polity Forum Newsletter, 18 de abril de 2000.
Por ejemplo, Sachs dice: «Yo no creo en una forma de gobierno global dirigida por los países ricos, o por un sistema de
votación internacional en el que el dinero determina los resultados como ocurre actualmente en el FMI y en el Banco
Mundial, como tampoco creo en un modelo de gobierno permanente por parte de una arraigada burocracia exenta de
fiscalización externa que sin duda ha habido en el FMI, ni en un gobierno basado en una condicionalidad establecida por los
países ricos e impuesta sobre los extremadamente pobres».
289
Únicamente citaré dos ejemplos: United Nations Development Program, Human Development Report 1999; World
Commission on the Social Dimension of Globalization, A Fair Globalization.
290
D. Held, Global Covenant. The Social Democratic Alternative to the Washington Consensus, Cambridge, Polity, 2004.
He revisado algunos de los dilemas en la aplicación de la ética cosmopolita en D. Harvey, «Cosmopolitanism and the
Banality of Geographical Evils», en J. Comaroff y J. Comaroff, Millennial Capitalism and the Culture of Neoliberalism,
Durham (NC), Duke University Press, 2000, pp. 271-310.

194
Este tipo de objetivos no pueden alcanzarse sin cuestionar las bases fundamentales del
poder sobre las que se alza el neoliberalismo y a las que los procesos de neoliberalización
han contribuido de manera tan pródiga. Ésto no sólo supone revertir la retirada del Estado
del campo de la provisión social sino también enfrentarse al poder sobrecogedor del capital
financiero. Keynes se refería con desprecio a los «cortadores de cupones», que de manera
parasitaria vivían de los intereses y de los dividendos que les proporcionan sus títulos-
valores, y anhelaba que se produjera lo que denominó «la eutanasia del rentista» en tanto
que condición necesaria no sólo para alcanzar un mínimo de justicia económica sino
también para impedir la devastación que provocan las periódicas crisis a las que es proclive
el capitalismo. La virtud del compromiso keynesiano y del liberalismo embridado
construido después de 1945 radica en que en cierto sentido iba a cumplir aquellos objetivos.
La llegada de la neoliberalización, por el contrario, ha encumbrado el papel del rentista, el
recorte de impuestos para los ricos, los dividendos especiales y las ganancias especulativas
sobre los sueldos y los salarios, y es la responsable de desencadenar crisis financieras sin
precedentes, aunque geográficamente delimitadas, con efectos devastadores sobre el
empleo y sobre las oportunidades de vida en un país tras otro. La única forma de realizar
esos loables objetivos es enfrentarse al poder de las finanzas y revertir los privilegios de
clase erigidos sobre él. Pero no hay ni un solo gesto entre las potencias que indique que se
esté haciendo algo en este sentido.

En lo que concierne al regreso del keynesianismo, sin embargo, la Administración de


Bush, tal y como señalé anteriormente, ha decidido obrar con anticipación y está
preparada para autorizar una espiral de déficit federal, extendiéndolos de manera
indefinida en el futuro. No obstante, contraviniendo las prescripciones keynesianas
tradicionales, en este caso las redistribuciones se producen hacia arriba beneficiando a
las grandes corporaciones, a sus ricos altos directivos y a sus consejeros financieros y
legales a expensas de los pobres, de las clases medias e incluso del accionariado
corriente (de los fondos de pensiones inclusive), por no mencionar a las futuras
generaciones. Pero el hecho de que el keynesianismo tradicional pueda ser expurgado y
dado la vuelta de esta forma no debería sorprender, ya que, tal y como hemos visto, hay
asimismo pruebas abundantes de que desde siempre la teoría y la retórica neoliberal (en
particular la retórica política relativa a la libertad) han funcionado ante todo como un
medio para enmascarar prácticas dirigidas al mantenimiento, la reconstitución y la
restauración del poder de clase en el seno de una elite. La exploración de alternativas
tiene que efectuarse, por lo tanto, al margen del marco de referencia definido por este
poder de clase y por la ética del mercado, pero sin dejar de permanecer firmemente
amarrada a las realidades de nuestro tiempo y lugar concretos. Y estas realidades
apuntan hacia la posibilidad de una crisis de gran envergadura en el corazón del propio
orden neoliberal.

195
¿El fin del neoliberalismo?
Las contradicciones políticas y económicas internas de la neoliberalización son
imposibles de contener excepto a través de crisis financieras. Hasta el momento, éstas se
han revelado dañinas a escala local, pero manejables a escala global. El grado en que se
puede manejar una crisis depende, naturalmente, de la capacidad para apartarse de
manera sustancial de la teoría neoliberal. El mero hecho de que los dos principales
motores de la economía global -Estados Unidos y China- acusen un tremendo déficit
financiero es, sin duda, una señal irrefutable de que el neoliberalismo está en apuros,
cuando no definitivamente muerto, en tanto que pauta teorética para garantizar el futuro
de la acumulación de capital. Ésto no impedirá que continúe desplegándose como una
retórica adecuada para apoyar la restauración/creación del poder de clase en la elite.
Pero cuando las desigualdades en la renta y en la riqueza alcanzan un nivel próximo al
que precedió a la crisis de 1929 -como ocurre hoy-, los desequilibrios económicos se
vuelven tan crónicos como para que se corra el peligro de generar una crisis estructural.
Por desgracia, los regímenes de acumulación raramente se disuelven de manera pacífica,
si es que alguna vez lo han hecho. El liberalismo embridado nació de las cenizas de la
Segunda Guerra Mundial y de la Gran Depresión. La neoliberalización surgió en medio de
la crisis de acumulación de la década de 1970, gestándose en el seno de un marchito
liberalismo embridado y llegando al mundo con la suficiente violencia como para constatar
la observación de Karl Marx de que la violencia es invariablemente la comadrona de la
historia. Actualmente, en Estados Unidos asistimos a la emergencia de la opción autoritaria
del neoconservadurismo. El violento ataque sobre Iraq en el exterior y las políticas de
encarcelamiento en el ámbito doméstico indican una ingenua determinación por parte de la
elite dominante estadounidense de redefinir el orden global y doméstico conforme a sus
propios intereses. Así pues, es tarea nuestra sopesar de manera muy cuidadosa si podría o
no desencadenarse, y cómo, una crisis del régimen neoliberal.

Las crisis financieras que con tanta frecuencia han precedido el asalto depredador a
economías nacionales enteras por parte de potencias financieras superiores, se han
venido caracterizando por la existencia de desequilibrios económicos crónicos. Los
síntomas típicos son un déficit presupuestario interno descomunal e incontrolable, una
crisis en la balanza de pagos, una acelerada depreciación de la moneda, valoraciones
inestables de los activos internos del país (por ejemplo, en el mercado inmobiliario y
financiero), un incremento de la inflación, un aumento del desempleo acompañado de
una caída de los salarios, y la fuga de capitales. De estos siete principales indicadores,
hoy en día. Estados Unidos ostenta la distinción de cumplir con creces los tres primeros,
y hay una grave preocupación respecto incurrir también en el cuarto. La actual
«recuperación del paro» y la congelación salarial insinúan problemas incipientes con el
sexto. En otro lugar, esta combinación de indicadores casi con toda seguridad habría
precisado la intervención del FMI (y los economistas del FMI se quejan oficialmente, al

196
igual que el antiguo y el actual presidente de la Reserva Federal, Volcker y Greenspan,
respectivamente, de que los desequilibrios económicos existentes dentro de Estados
Unidos están amenazando la estabilidad global)291. Pero dado que Estados Unidos
domina el FMI, ésto sólo significa que Estados Unidos debería disciplinarse, algo que
parece improbable. Las grandes cuestiones son: ¿los mercados globales se disciplinarán
(como deberían hacer según la teoría neoliberal)? Y de ser así, ¿cómo y con qué efectos?

Resulta inconcebible, pero no imposible, que de un día para otro Estados Unidos se
encuentre en la misma situación que Argentina en 2001. Sin embargo, las consecuencias
serían catastróficas no sólo en el plano doméstico, sino también para el capitalismo global.
E1 hecho de que casi todos los que constituyen la clase capitalista y se encargan de su
gestión global en cada sitio tengan plena constancia de ello, motiva que el resto del mundo
esté actualmente dispuesto (en algunos casos a regañadientes) a seguir apoyando la
economía estadounidense con créditos suficientes como para mantener su pródigo
derrotero. No obstante, los flujos de capital privado hacia Estados Unidos han sufrido una
seria disminución (excepto en la compra de activos, relativamente baratos dada la caída
del valor del dólar), siendo, pues, los bancos centrales de todo el mundo -particularmente
de Japón y de China- los que ahora y cada vez más poseen Estados Unidos Inc292. Retirar
su apoyo a Estados Unidos sería devastador para sus propias economías, puesto que
Estados Unidos es todavía un mercado de importancia crucial para sus exportaciones.
Pero hay un límite que impide que esta fórmula pueda mantenerse. Casi un tercio de los
activos financieros de Wall Street y casi la mitad de los bonos del Tesoro estadounidenses
están ya en manos extranjeras, y los dividendos e intereses que fluyen hacia propietarios
extranjeros equivalen ahora, aproximadamente, al tributo que las corporaciones y las
operaciones financieras estadounidenses extraen del exterior, si es que no lo superan ya
(véase figura 7.1). Este equilibrio de beneficios se tornará más acusadamente negativo cuanto
más incremente Estados Unidos su endeudamiento con el exterior, el cual crece a una tasa
cercana a los 2.000 millones de dólares diarios. Por otro lado, la posibilidad de que los tipos
de interés estadounidenses aumenten (como en cierto punto debe ocurrir) hace que lo
ocurrido en México después de la subida de los tipos de interés de Volcker en 1979 empiece
a vislumbrarse como un verdadero problema. Estados Unidos pronto estará pagando mucho
más en concepto del servicio de su deuda al resto del mundo que lo que obtiene de él293. Esta
extracción de riqueza de Estados Unidos no será bien recibida en el interior del país. Los

291
Respecto a Volcker, véase P Bond, «US and Global Economic Volatility. Theoretical, Empirical and Political
Considerations», texto presentado en el Seminario sobre el Imperio, Universidad de York, noviembre de 2004; M.
Muhleisen y C. Towe (eds.), US Fiscal Policies and Priorities for Long-Run Sustainability, Occasional Paper, p. 227,
Washington DC, International Monetary Fund, 2004.
292
El tipo de compañía mercantil designada mediante la abreviatura inglesa Inc. (Incorporated), equivale a la figura
societaria mercantil española que se identifica mediante la abreviatura S.A. (Sociedad Anónima). [N. de la T]
293
G. Duménil y D. Lévy, «Neoliberal Dynamics. Towards A New Phase?›› en K. van der Pijl, L. Assassi, y D. Wigan
(eds.), Global Regulation. Managing Crises afler the Imperial Turn, Nueva York, Palgrave Macmillan, 2004, pp. 41-63

197
continuos incrementos del consumo financiado mediante el endeudamiento que han sido la
base de la paz social en Estados Unidos desde 1945 tendrán que detenerse.

Los desequilibrios no parecen preocupar a la Administración de Bush, a juzgar por su


afirmaciones desdeñosas acerca de que el actual déficit por cuenta corriente, si es que es
un problema, puede manejarse fácilmente haciendo que la gente compre productos
fabricados en Estados Unidos (como si esos productos estuvieran disponibles y fueran
suficientemente baratos, y como si los bienes nominalmente fabricados en Estados
Unidos no tuvieran un elevado componente de insumos extranjeros). Si realmente ésto
pasara, Wal-Mart sería expulsado de los negocios. En opinión de Bush, el déficit
presupuestario es fácil de manejar sin subir los impuestos si se limitan los programas
domésticos (como si quedaran grandes programas prescindibles que desmantelar). La
observación del vicepresidente Cheney de que «Reagan nos enseñó que el déficit
presupuestario no importa» es alarmante, porque lo que Reagan también nos enseñó es
que seguir incurriendo en déficit es una forma de imponer una reducción del gasto
público y de este modo carcomer el nivel de vida de la masa de la población mientras los
ricos pueden barrer para casa con toda la comodidad en medio del caos y de la crisis
financiera. Por otro lado, si lanzamos la pregunta general de «¿quién se ha beneficiado
en realidad de las numerosas crisis financieras que han hundido en cascada a un país tras
otro y después de sucesivas oleadas de catastróficas deflaciones, inflaciones, fugas de
capitales y ajustes estructurales desde finales de la década de 1970?», el perezoso
empeño de la actual Administración estadounidense para eludir una crisis financiera y
presupuestaria a pesar de todas las señales de alarma se hace más fácilmente
comprensible. En la estela de un derrumbe financiero, la elite gobernante puede aspirar a
emerger con más poder todavía que antes.

Es posible que la economía estadounidense pueda bandear los actuales desequilibrios (de
manera muy parecida a después de 1945) y sacudirse los problemas que ella mismo se ha
buscado. Algunas tímidas señales apuntan en esta dirección. Sin embargo, la actual política
parece estar basada, en el mejor de los casos, en el principio de Micawber de que algo
bueno está destinado a ocurrir. Después de todo, los presidentes de muchas compañías
estadounidenses se las arreglaron para vivir en su propio mundo de fantasía ante el hecho de
que entidades aparentemente invulnerables como Enron se vinieran abajo. Éste también
podría ser el destino de Estados Unidos Inc., y las afirmaciones en clave fantástica del
actual presidente deberían preocupar a todos aquellos a los que realmente importen los
intereses del país. Otra posibilidad es que la elite dominante estadounidense calcule que
puede sobrevivir a una crisis financiera y presupuestaria global en buena forma y usarla
para culminar su agenda de dominio absoluto en el interior del país. Pero este cálculo
podría acabar siendo un error monumental. El resultado podría ser acelerar la
transferencia de hegemonía hacia alguna otra economía regional (lo más probable es que
con base en Asia) y un recorte simultáneo en la capacidad de la elite dominante para
ejercer su domino tanto en el interior como en el exterior del país.
198
199
La cuestión que emerge de manera más inmediata es la referida a qué tipo de crisis
podría servir mejor a Estados Unidos para resolver su propia situación, ya que la
elección se encuentra de hecho dentro de la esfera de las opciones políticas. Al abordar
estas opciones es importante recordar que Estados Unidos no ha sido inmune a las
dificultades financieras durante los últimos veinte años. La caída del mercado bursátil de
1987 eliminó casi el 30 % del valor de los activos, y en el punto más bajo del desplome
que sucedió al estallido de la burbuja de la nueva economía a finales de la década de
1990, se perdieron más de 8 billones de dólares en títulos-valores, antes de que se
recuperaran los niveles previos. La crisis bancaria y de las cajas de ahorro de 1987 costó
remediarla casi 200.000 millones de dólares, y aquél año las cosas empeoraron tanto que
William Isaacs, presidente de la Federal Deposit Insurance Corporation, advirtió de que
«Estados Unidos podría estar encaminándose hacia una nacionalización de la banca». Y
las grandes quiebras de Long Term Capital Management, Orange County y de otras
compañías que especularon y perdieron, seguidas por el derrumbe de varias de las
compañías más importantes del país en 2001-2002 en medio de asombrosos lapsus en la
contabilidad, no sólo salieron caras a los ciudadanos sino que también demostraron lo
frágil y lo ficticia que se ha vuelto buena parte de la financiarización neoliberal. Por
supuesto, esta fragilidad no sólo se limita a Estados Unidos. La mayoría de los países,
incluida China, tienen que hacer frente a la incertidumbre y a la volatilidad financiera.
La deuda del mundo en vías de desarrollo, por ejemplo, se elevó de «580.000 millones de
dólares en 1980 a 2,4 billones en 2002, y gran parte de la misma es incobrable. En 2002
hubo una salida neta de 340.000 millones de dólares destinados al pago del servicio de esta
deuda, frente a la ayuda exterior al desarrollo que ascendió a 37.000 millones294. En algunos
casos el servicio de la deuda excedió a las ganancias obtenidas en el exterior y,
comprensiblemente, algunos países como Argentina se muestran bastante recalcitrantes
frente a sus acreedores.

Así pues, analicemos los dos peores escenarios posibles desde el punto de vista de
Estados Unidos. Una breve ráfaga de hiperinflación proporcionaría una vía para borrar
la deuda internacional pendiente, así como el endeudamiento de los consumidores. En
efecto, Estados Unidos liquidaría sus deudas con Japón, China y el resto de sus
acreedores en dólares tremendamente devaluados. Esta confiscación inflacionista no
sería bien acogida por el resto del mundo (aunque poco podría hacer al respecto, puesto
que enviar cañoneras al Potomac no es una opción viable). La hiperinflación también
destruiría los ahorros, las pensiones y muchas cosas más en Estados Unidos. También
implicaría una reversión de la trayectoria monetarista que Volcker y Greenspan han
seguido por regla general. Sin embargo, al menor indicio de este alejamiento del
monetarismo (declarando de hecho la muerte del neoliberalismo), los bancos centrales
de todo el mundo casi con toda seguridad crearían una situación de venta masiva de

294
D. Harvey, The Condition of Postmodernity, Oxford, Basil Blackwell, 1989, p. 169.

200
dólares y, de este modo, precipitarían de manera prematura una crisis de fuga de
capitales imposible de manejar por las instituciones financieras estadounidenses en
solitario. El dólar estadounidense perdería toda credibilidad como divisa de reserva
global y perdería todos los beneficios futuros (por ejemplo de señoraje, ésto es, el poder
de acuñar dinero) de ser el poder financiero dominante. Esta toga sería entonces asumida
por Europa, por el Asia oriental, o por ambos ejes (los bancos centrales de todo el
mundo ya están mostrando una preferencia por colocar su saldo en euros). También
parece probable que se produzca un retorno más modesto a la inflación, ya que existen
numerosas evidencias de que la inflación no es en absoluto el mal intrínseco descrito por
los monetaristas, y que cierta tímida relajación de los objetivos monetarios (de la que
Thatcher hizo una demostración en las fases más pragmáticas de su impulso hacia la
neoliberalización) es factible.

La otra opción que se le abre a Estados Unidos consiste en aceptar un dilatadísimo


periodo de deflación del tipo que ha estado experimentado Japón desde 1989. Ésto
crearía serios problemas globales, a menos que otras economías -con China, quizá
emparejada con India, obviamente en la vanguardia- pudieran reanimar la situación de
atonía provocada por la crisis deflacionaria estadounidense. Pero tal y como hemos
analizado, la opción de China es sumamente problemática tanto por razones económicas
como políticas. China sufre graves desequilibrios internos, que básicamente se
manifiestan en el exceso de capacidad que se registra en casi todos los sectores y áreas
de la vida económica, desde una proliferación excesiva de aeropuertos a la existencia de
demasiadas fábricas de automóviles. Esta sobrecapacidad se haría más palpable en el
caso de un prologado estancamiento de los mercados de consumo estadounidenses. Por
otro lado, la deuda viva de China (bajo la forma de créditos bancarios de dudoso cobro)
en ningún caso es tan monumental como la de Estados Unidos. Los peligros en el caso
chino no son tanto económicos como políticos. Pero el extraordinario dinamismo
existente dentro de las complejas economías asiáticas puede ser suficiente como para
propulsar en bastante medida la acumulación de capital hacia el futuro, aunque con toda
probabilidad ésto tendría efectos notablemente nocivos para la calidad del medio
ambiente, así como también para la tradicional posición de Estados Unidos como cabeza
de león en el orden mundial. No podemos saber todavía si Estados Unidos entregará
mansamente su posición hegemónica. Casi con toda seguridad, conservará el predominio
militar aunque se reducirá su posición de dominio en prácticamente todas las demás
esferas significativas de poder político-económico. El hecho de si Estados Unidos
pretenderá utilizar su superioridad militar con objetivos políticos y económicos, tal y
como ha hecho en Iraq, dependerá entonces, de manera crucial, de las dinámicas internas
existentes dentro del propio Estados Unidos.

Un dilatadísimo proceso de deflación será extremadamente difícil de absorber a escala


interna por Estados Unidos. Si los problemas de endeudamiento del gobierno federal y
de las instituciones financieras han de resolverse sin que se vea amenazada la riqueza de
201
las clases de la elite, entonces, una «deflación confiscatoria» (a todas luces incoherente
con el neoliberalismo) similar a la experimentada por Argentina (trazos de la cual
podían encontrarse en la crisis de las cajas de ahorro de finales de la década de 1987,
cuando muchos titulares de depósitos no pudieron acceder a su dinero) sería la única
opción. Los grandes programas públicos que todavía existen (la Seguridad Social y
Medicare), derecho a percibir una pensión, y el valor de los activos (en particular, de los
inmuebles y de los ahorros) probablemente serán las primeras víctimas y, en estas
condiciones, es seguro que el consentimiento popular empiece a deshilacharse por sus
costuras. La gran pregunta es entonces cuán extenso y expresivo podría llegar a ser ese
descontento y cómo podría ser manejado.

La consolidación del autoritarismo neoconservador emerge, pues, como una respuesta


potencial. Tal y como argumenté en el tercer capítulo, el neoconservadurismo sostiene el
impulso neoliberal hacia la construcción de libertades de mercado asimétricas pero hace
explícitas las tendencias antidemocráticas del neoliberalismo a través del recurso a
medios autoritarios, jerárquicos e incluso militaristas para mantener la ley y el orden. En
El nuevo imperialismo exploré la tesis de Hannah Arendt de que la militarización en el
exterior y la militarización interna van inevitablemente de la mano, y concluía que el
aventurerismo internacional de los neoconservadores, largamente planificado y
legitimado después de los atentados del 11 de septiembre295, tenía tanto que ver con la
afirmación del control doméstico en Estados Unidos sobre un cuerpo político díscolo y
muy dividido, como con una estrategia geopolítica de mantener la hegemonía global a
través del control sobre los recursos del petróleo. El miedo y la inseguridad tanto en el
plano interno como en el externo fueron muy fácilmente manipulables con objetivos
políticos, y en este caso de manera satisfactoria cuando llegó el momento de la
reelección296.

Pero los neoconservadores también afirman una meta moral más elevada, en el centro de
la cual descansa una apelación al nacionalismo que, tal y como vimos en el capítulo
tercero, ha mantenido durante largo tiempo una tensa relación con la neoliberalización.
Sin embargo, el nacionalismo estadounidense tiene un carácter dual. Por un lado,
presume que el destino manifiesto y divino (la invocación religiosa es deliberada) de
Estados Unidos es ser la mayor potencia de la tierra (cuando no el número uno en todo,
desde el béisbol a las Olimpiadas) y que, en tanto que faro de libertad y de progreso, ha
sido y sigue siendo admirado por todo el planeta y considerado digno de emulación.
Todo el mundo, se dice, quiere vivir en Estados Unidos o ser como Estados Unidos. Por
lo tanto, Estados Unidos, de manera benevolente y generosa, prodiga desinteresadamente
sus recursos, sus valores y su cultura al resto del mundo, en pro de conferir el privilegio
de la americanización y los valores americanos a todo habitante de este planeta. Pero el
295
En el original de editorial AKAL, dice 9 de septiembre. Parto del supuesto que fue un error del traductor ya que en inglés
se expresa 9/11. En consecuencia, he corregido la fecha porque entiendo que refiere al ataque a las torres gemelas del 2001.
296
H. Arendt, Imperialism [1951], Nueva York, Harcourt Brace Janovich, 1968.

202
nacionalismo estadounidense también tiene su lado oscuro sembrado de la paranoia
sobre temibles amenazas de fuerzas enemigas y malignas provenientes del exterior. Se
teme a los extranjeros y a los inmigrantes, a los agitadores externos y, actualmente, por
supuesto, a los «terroristas». Ésto conduce a un círculo vicioso interno y a la clausura de
los derechos y de las libertades civiles que hemos conocido en episodios como la
persecución de los anarquistas en la década de 1920, el macartismo de la década de 1950
dirigido contra los comunistas y sus simpatizantes, la veta paranoica de Richard Nixon
respecto a los opositores a la Guerra de Vietnam y, desde el 11 de septiembre, la
tendencia a tachar toda crítica a las políticas de la Administración como una forma de
ayudar y de incitar al enemigo. Este tipo de nacionalismo converge fácilmente con el
racismo (más en particular hacia los árabes), con la restricción de las libertades civiles
(la Patriot Act), el freno a la libertad de prensa (el encarcelamiento de periodistas por no
revelar sus fuentes), y la opción de la encarcelación y la pena de muerte para tratar la
criminalidad. En el plano externo, este nacionalismo lleva a la acción encubierta y, en
estos momentos, a guerras preventivas para erradicar todo lo que parezca una remota
amenaza para la hegemonía de los valores estadounidenses y el dominio de los intereses
estadounidenses. A lo largo de la historia, ambas modalidades de nacionalismo siempre
han coexistido297. En ocasiones han mantenido entre sí un conflicto abierto (por ejemplo,
en las divisiones surgidas acerca de cómo lidiar con las revoluciones acontecidas en
América Central durante la década de 1980).

Después de 1945, Estados Unidos estaba en posición de proyectar sobre el mundo la


primera presunción, siempre de manera interesada y en ocasiones benevolente (como en el
Plan Marshall, que ayudó a reavivar las economías europeas laceradas por la guerra
después de 1945), al mismo tiempo que en casa engranaba el macartismo. Pero el fin de la
Guerra Fría lo ha cambiado todo. El resto del mundo ya no acude a Estados Unidos en
busca de su protección militar y se ha librado del dominio estadounidense en
prácticamente todos los ámbitos. Estados Unidos nunca ha estado tan aislado del resto del
mundo en el plano político, cultural e incluso militar, como lo está ahora. Y este
aislamiento, a diferencia de lo que ocurría en el pasado, no obedece a que haya decidido
retirarse de los asuntos del mundo, sino que es consecuencia de su excesivo y unilateral
intervencionismo. Asimismo, tiene lugar en un momento en el que la economía
estadounidense se halla más entretejida que nunca en las redes de producción y
financieras globales. El resultado ha sido una peligrosa fusión entre ambas formas de
nacionalismo. A través de la formulación de la doctrina del «ataque preventivo» contra
naciones extranjeras en medio de una supuesta guerra global contra el terrorismo que
amenaza con llevarse todo por delante, la opinión pública estadounidense puede imaginar
que libra una lucha misericordiosa por llevar la libertad y la democracia a todos los
rincones (en particular a Iraq) a la vez que despliega sus más oscuros miedos hacia un

297
D. King The Liberty of Strangers. Making the American Nation, Nueva York, Oxford University Press, 2004.

203
enemigo desconocido y oculto que amenaza su propia existencia. La retórica de la
Administración de Bush y de los neoconservadores explota de manera infatigable ambos
temas, lo cual prestó un gran servicio a Bush en su exitosa campaña para la reelección.

En The New lmperialism argumenté que había muchos signos de que la hegemonía
estadounidense está desmoronándose. Perdió su dominio en la producción global
durante la década de 1970 y su poder en las finanzas globales comenzó a erosionarse en
la de 1990. Su papel precursor en el campo tecnológico se está viendo desafiado y su
hegemonía cultural y moral mengua a pasos agigantados, dejando su fuerza militar como
su única arma clara de dominio global. Pero su poderío militar podría estar limitado a lo
que permita una potencia destructiva de alta tecnología ejecutable a una distancia de
10.000 metros de altura. Iraq ha revelado sus límites sobre el terreno. La transición a una
nueva estructura hegemónica en el capitalismo global coloca a Estados Unidos ante la
disyuntiva de gestionar la transición de manera pacífica o bien a través de la
catástrofe298. La actual posición de las elites gobernantes estadounidenses apunta más en
ésta última dirección. En Estados Unidos, resulta muy fácil invocar el nacionalismo para
secundar la idea de que las causas de las dificultades económicas derivadas de una
hiperinflación o de un dilatado periodo de deflación son atribuibles a otros, como China
y el este asiático, o la OPEP y los Estados árabes por no responder de manera adecuada
a su derrochadora demanda de energía. La doctrina del ataque preventivo ya está sobre
la mesa y las capacidades destructivas están al alcance de la mano. Un Estados Unidos
acosado y sin duda amenazado tiene, según esta hebra argumentativa, la obligación de
defenderse a sí mismo, sus valores y su forma de vida a través del uso de medios
militares si es necesario. Este cálculo catastrófico y, en mi opinión, suicida, no es algo
que pueda considerase excluido de las opciones de los actuales líderes estadounidenses,
quienes ya han demostrado su afición a sofocar la disidencia interna, lo cual les ha
granjeado un apreciable apoyo popular. Después de todo, un segmento considerable del
pueblo estadounidense opina que la Bill of Rights299 es un documento inspirado en el
comunismo y también hay otro sector, minoritario sin duda, que acoge con entusiasmo
todo lo que huela a Armagedón. Las leyes antiterroristas, el abandono de la Convención
de Ginebra en la Bahía de Guantánamo y la predisposición a representar toda fuerza
opositora como «terrorista» son señales de peligro.

298
G. Arrighi y B. Silver, Chaos and Governance in the Modern World System, Minneapolis, Minnesota University Press,
1999 [ed. cast.: Caos y orden en el sistema mundo moderno, Madrid, «Cuestiones de antagonismo 9», Ediciones Akal,
2001]; véase, también el epílogo a la edición en rústica de D. Harvey, The New Imperialism, Oxford, Oxford University
Press, 2005 [ed. cast.: El nuevo imperialismo, Madrid, «Cuestiones de antagonismo 26», Ediciones Akal, 2004].
299
La Carta de derechos o Declaración de derechos (en inglés Bill of Rights) es un documento redactado en Inglaterra en 1689,
que impuso el Parlamento inglés al príncipe Guillermo de Orange para poder suceder al rey Jacobo. El propósito principal
de este texto era recuperar y fortalecer ciertas facultades parlamentarias ya desaparecidas o notoriamente mermadas durante
el reinado absolutista de los Estuardo (Carlos II y Jacobo II). Constituye uno de los precedentes inmediatos de las modernas
«Declaraciones de Derechos». (Más)

204
Por fortuna, hay una notable oposición interna que puede ser movilizada, y que en cierto
modo ya lo está, contra estas tendencias suicidas y catastróficas. Por desgracia, en su
constitución actual es una oposición fragmentada, que navega sin timón, y que carece de
una organización coherente. En cierta medida ésto es fruto de heridas que se han
infligido a sí mismos el propio movimiento obrero, los movimientos, que en términos
generales han abrazado una política de la identidad, y aquellas corrientes intelectuales
posmodernas que suscriben sin saberlo la línea postulada por la Casa Blanca de que la
verdad es construida por la sociedad y consiste en un mero efecto del discurso. La crítica
de Terry Eagleton al libro Postmodern Condition de Lyotard, en cuya opinión «no puede
existir diferencia entre la verdad, la autoridad y la seducción retórica; el que posea la
lengua más melodiosa o la historia más embaucadora tiene el poder», merece ser
repetida. Pienso que es todavía más relevante para nuestros tiempos que cuando la cité
en 1989300. Los argumentos presentes en el cuento de la Casa Blanca y en la patraña de
Downing Street han de ser rebatidos y luego bloqueados si queremos encontrar algún
tipo de solución frente al actual callejón sin salida en que nos encontramos. Hay una
realidad ahí afuera y nos está pisando los talones. ¿Pero adónde deberíamos procurar
dirigir nuestros pasos? Si fuéramos capaces de montar el maravilloso caballo de la
libertad, ¿hacia dónde trataríamos de cabalgarlo?

Alternativas
Hay una tendencia a abordar la cuestión de las alternativas como si se tratara de trazar
algún programa para una futura sociedad y un bosquejo del camino que conduce a ella.
Podemos sacar grandes beneficios de estos ejercicios, pero primero necesitamos iniciar
un proceso político que pueda llevamos a un punto en el que se tornen identificables
alternativas factibles, posibilidades reales. Hay dos principales caminos a tomar.
Podemos involucrarnos en la plétora de movimientos opositores ya existentes y tratar de
destilar a partir y a través de su activismo la esencia de un programa de oposición
abierto. O bien, podemos- recurrir a investigaciones políticas y teóricas sobre nuestras
condiciones existentes (como la que yo mismo he emprendido en estas páginas) y tratar
de colegir alternativas por medio de análisis críticos. Tomar este último camino en
absoluto supone presumir que los movimientos de oposición existentes están
equivocados o que de algún modo son deficientes en sus planteamientos. De la misma
manera, los movimientos de oposición no pueden presumir que los descubrimientos
analíticos sean irrelevantes para su causa. La tarea es abrir un diálogo entre los que
escogen cada uno de estos caminos y a partir de ahí ampliar la profundidad de los
planteamientos colectivos y definir líneas de acción más adecuadas.

300
Citado en D. Harvey, The Condition of Posmodernity, Oxford, Basil Blackwell, 1989, p. 168-170.

205
La neoliberalización ha generado una paleta de movimientos de oposición tanto dentro
como fuera de su ámbito. Muchos de estos movimientos son radicalmente distintos de
los movimientos obreros que dominaron la escena política antes de 1980301 He dicho
«muchos», pero no «todos». Los movimientos obreros tradicionales en absoluto han
muerto, ni siquiera en los países del capitalismo avanzado en los que se han debilitado
tanto como consecuencia del ataque neoliberal a su poder. En Corea del Sur y en
Sudáfrica emergieron vigorosos movimientos obreros durante la década de 1980 y en
gran parte de América Latina están floreciendo partidos obreros que incluso han llegado
al poder. En Indonesia, un inexperto movimiento de trabajadores de gran importancia
potencial brega por ser oído. El potencial de un descontento obrero en China es inmenso
aunque impredecible. Y tampoco está claro que la masa de la clase trabajadora
estadounidense, que durante esta última generación a menudo ha estado dispuesta a
votar en contra sus propios intereses materiales por razones de nacionalismo cultural,
por cuestiones religiosas y por referencia a valores morales, permanezca para siempre
enjaulada en esa política de maquinaciones tanto republicanas como demócratas. Dada
la volatilidad a la que nos enfrentamos, no hay razón para descartar un resurgimiento de
la política popular socialdemócrata o incluso de corte populista y antineoliberal dentro
de Estados Unidos en los próximos años.

Pero las luchas contra la acumulación por desposesión están fomentando la apertura de
líneas de lucha política y social bastante diferentes302. Debido en parte a las condiciones
específicas en las que se generan estos movimientos, su orientación política y su modesta
organización parten acusadamente de lo que caracterizaba la política socialdemócrata. Por
ejemplo, la rebelión zapatista en Chiapas, México, no busca tomar el poder estatal o
culminar una revolución política sino que aspira en cambio a lograr una política más
integradora. La idea consiste en despertar un movimiento que atraviese la sociedad en una
búsqueda más abierta y fluida de alternativas que preste atención a las necesidades
específicas de los diferentes grupos sociales y les permita mejorar sus expectativas. Desde
el punto de vista organizativo, se tendía a evitar el vanguardismo y se rechazaba adoptar la
forma de un partido político. En su lugar, se prefería permanecer como un movimiento
social dentro del Estado, intentando formar un bloque de poder político en el que las culturas
indígenas ocuparan un lugar central y no periférico. Muchos movimientos ecologistas -como
los que luchan por una justicia medioambiental- actúan de la misma manera.

301
S. Amin, «Social Movements at the Periphery››, en P. Wignaraja (ed), New Social Movements in the South. Empowering
the People, Londres, Zed Books, 1993, pp. 76-100.
302
W Bello, Deglobalization. Ideas for a New World Economy, Londres, Zed Books, 2002; W Bello, N. Bullard y K.
Malhotra (eds;), Global Finance. New Thinking on Regulating Capital Markets, Londres, Zed Books, 2000; S. George,
Another World is Possible IF…, Londres, Verso, 2003; W Fisher y T. Ponniah (eds.), Another World is Possible. Popular
Alternative; to Globalization at the World Social Forum, Londres, Zed Books, 2003; P. Bound, Talk Left Walk Right. South
Africa´s Frustrated Global Reforms, Scottsville, University of KwaZulu-Natal Press, 2004; T. Mertes (ed), A Movement of
Movements, Londres, Verso, 2004; L. Gill, Teetering on the Rim, Nueva York, Columbia University Press, 2000; J. Brecher,
Costello, y B. Smith, Globalition from Below. The Power of Solidarity, Cambridge (MASS), South End Press, 2000.

206
El efecto de estos movimientos ha sido dejar de pensar el problema de la organización
política a partir de los partidos políticos tradicionales y del movimiento obrero, optando
por organizar una dinámica menos concentrada en la política que opera a través de todo
el espectro de la sociedad civil. Lo que estos movimientos pierden en objetivos lo ganan
en tanto que otorgan una relevancia directa a cuestiones particulares y a sectores
específicos de la población. Extraen su fuerza de estar insertos en el grano de la vida y la
lucha cotidiana, pero al hacerlo a menudo se les hace difícil sustraerse a lo local y lo
particular para comprender la macropolítica de lo que está pasando con la acumulación
por desposesión neoliberal y su relación con la restauración del poder de clase.

La variedad de estas luchas es sencillamente apabullante, tanto que a veces es difícil llegar
siquiera a imaginar las conexiones existentes entre unas y otras. Todas ellas forman parte
de una combinación volátil de movimientos de protesta que han barrido el mundo y que
han ido captando la atención mediática desde principios de la década de 1980. Estos
movimientos y revueltas en ocasiones han sido aplastados con una violencia brutal, en la
mayoría de los casos por poderes estatales que actuaban en nombre del mantenimiento de
la «la paz y el orden». En otros lugares, en los que la acumulación por desposesión ha
producido intensas rivalidades políticas y sociales estos movimientos han degenerado en
violencia interétnica y en guerra civil. La táctica de «divide y vencerás» de las elites
dominantes, o la competencia entre facciones rivales (por ejemplo, intereses franceses
versus intereses estadounidenses en algunos países africanos), las más de las veces han
sido vitales para la suerte de esas luchas. Los Estados clientes, con el apoyo militar o en
algunos casos con fuerzas especiales entrenadas por los más potentes aparatos militares
(dirigidos por Estados Unidos, y apoyados por Gran Bretaña y Francia desempeñando un
papel menor) a menudo han tomado la delantera en un sistema basado en la represión y en
la liquidación para hacer un despiadado marcaje a los movimientos activistas que estaban
desafiando la acumulación por desposesión en muchas partes del mundo en vías de
desarrollo.

Los propios movimientos han producido una plétora de ideas en cuanto a alternativas se
refiere. Unos buscan desligarse del poder opresivo de la globalización neoliberal. Otros
(como el movimiento «50 años bastan»), luchan por la justicia social y medioambiental
global mediante la reforma o la disolución de instituciones tan poderosas como el FMI,
la OMC, y el Banco Mundial (aunque no deja de ser interesante que el poder central del
Departamento del Tesoro estadounidense raramente sea mencionado). También los hay
(particularmente desde el ecologismo, como Greenpeace) que hacen hincapié en la
cuestión de «reclamar los bienes comunes», señalando así las profundas continuidades
existentes con luchas muy antiguas así como también con las libradas a lo largo de toda
la amarga historia del colonialismo y del imperialismo. Algunos autores (como Hardt y
Negri) vislumbran una multitud en movimiento, o un movimiento en el seno de la
sociedad civil global, para enfrentarse al poder difuso y descentralizado del orden
neoliberal (interpretado como el «Imperio»), y otras personas dirigen una mirada más
207
modesta hacia la experimentación local de nuevos sistemas de producción y de consumo
(como los LETS) animados por una forma de relaciones sociales y prácticas ecológicas
completamente diferentes. Asimismo, están los que depositan su confianza en las
estructuras más convencionales de los partidos políticos (como, por ejemplo, el Partido
de los Trabajadores en Brasil o el Partido del Congreso en India en alianza con los
comunistas) con el objetivo de ganar el poder estatal y dar un paso más hacia la reforma
global del orden económico. Actualmente, muchas de estas corrientes diversas
convergen en el Foro Social Mundial en un esfuerzo por tratar de definir sus puntos en
común y de construir una fuerza organizativa capaz de enfrentarse a las muchas
modalidades de neoliberalismo y de neoconservadurismo que estamos presenciando. Se
ha desatado un torbellino de literatura sugiriendo que «otro mundo es posible». Sus
textos compendian y en ocasiones intentan sintetizar las diversas ideas surgidas de los
distintos movimientos sociales que están teniendo lugar en todos los rincones del
mundo. Hay mucho que admirar y en lo que inspirarse.

¿Pero qué conclusiones podemos inferir de un ejercicio analítico como el realizado en


estas páginas? En primer lugar, toda la historia del liberalismo embridado y el giro
subsiguiente hacia el neoliberalismo muestran el papel crucial que ha tenido la lucha de
clases bien tanto en el control como en la restauración del poder de clase de la elite.
Aunque haya sido efectivamente disfrazado, hemos experimentado toda una generación
de sofisticada recomposición estratégica por parte de las elites dominantes para restaurar,
reafianzar o, como en China y en Rusia, construir un contundente poder de clase. El giro
posterior hacia el neoliberalismo ilustra hasta qué punto las elites económicas no están
escatimando esfuerzos, así como las estrategias autoritarias que están dispuestas a
desplegar en aras a reafirmar su poder. Todo ello se produjo a lo largo de las décadas en
las que las instituciones de la clase obrera entraron en declive y durante las que muchos
progresistas fueron paulatinamente convencidos de que la clase no tenía sentido o de que
al menos se trataba de una categoría difunta. Al suscribir estas consideraciones,
progresistas de todas las tendencias parecen haber cedido al pensamiento neoliberal
puesto que una de las primeras invenciones del neoliberalismo consiste en que la clase es
una categoría ficticia que sólo existe en la imaginación de los socialistas y de
criptocomunistas. En el caso de Estados Unidos la expresión «guerra de clases» ahora
sólo se utiliza en los medios de comunicación de la derecha (por ejemplo The Wall Street
Journal) para denigrar todo tipo de crítica que amenace con debilitar un objetivo nacional
supuestamente unificado y coherente (ésto es, ¡la restauración de la clase dominante!). Por
lo tanto, la primera lección que debemos aprender es que si parece una guerra de clases y
actúa como una guerra de clases, hay que llamarla por lo que es con llaneza. La masa de la
población o bien tiene que resignarse a la trayectoria histórica y geográfica definida por el
opresivo poder de la clase dominante en continuo desarrollo, o bien tiene que responder a
éste en términos de clase.

208
Exponer la situación en estos términos no significa sentir nostalgia por una perdida edad
de oro en la que una categoría ficticia como «el proletariado» era operativa. Tampoco
significa necesariamente (si es que alguna vez lo significó) que haya una sencilla
concepción de la clase a la que podemos apelar como agente principal (por no decir
exclusivo) de la transformación histórica. No existe un mundo utópico de fantasía
marxista al que podamos retirarnos. Apuntar la necesidad y la inevitabilidad de la lucha
de clases no equivale a decir que la manera en que se constituye la clase viene
determinada o incluso es determinable de antemano. Los movimientos populares, así
como los de la clase que integra la elite, se hacen a sí mismos aunque nunca bajo
condiciones que ellos mismos hayan escogido. Y esas condiciones están repletas de
complejidades que emergen a partir de las diferencias de raza, de género y de etnia las
cuales están íntimamente entretejidas con las identidades de clase. Las clases dominadas
están muy racializadas y la creciente feminización de la pobreza ha sido un rasgo
notable de la neoliberalización. La ofensiva neoconservadora contra los derechos de las
mujeres y los derechos reproductivos, que curiosamente cobró su mayor virulencia a
finales de la década de 1970 coincidiendo con el salto a la arena pública del
neoliberalismo, es un elemento crucial de su noción de un orden moral recto construido
sobre una concepción muy particular de la familia.

El análisis también revela cómo y por qué se produce la bifurcación que podemos
observar en los movimientos populares actuales. Por un lado, se encuentran los
movimientos en torno a los que he denominado la «reproducción ampliada», en los que
la explotación de los trabajadores asalariados y las condiciones definidoras del salario
social son las cuestiones centrales. Por otro, se hallan los movimientos contra la
acumulación por desposesión. Estos movimientos se articulan en torno a la resistencia
frente a las formas clásicas de acumulación primitiva (como el desplazamiento de la
población rural de sus tierras); frente al salvaje abandono del Estado de sus obligaciones
sociales (excepto el control y la vigilancia); frente a las prácticas que siembran la
destrucción de culturas, historias y entornos singulares; y frente a las deflaciones e
inflaciones «confiscatorias» labradas por las formas contemporáneas del capital
financiero en alianza con el Estado. Encontrar las conexiones orgánicas existentes entre
estos diferentes movimientos es una tarea teórica y práctica urgente. Pero nuestro
análisis también ha demostrado que el único modo de hacerlo es rastreando la dinámica
de un proceso de acumulación de capital marcado por desarrollos geográficos volátiles y
cada vez más profundamente desiguales. Esta desigualdad, tal y como vimos en el
capítulo 4, promueve de manera activa la difusión de la neoliberalización a través de la
competencia interestatal. Parte de la tarea de una política de clase rejuvenecida, consiste
en convertir este desarrollo geográfico desigual en un activo y no en una carga. La
política de las elites dominantes basada en el divide y vencerás, debe ser confrontada
mediante una política de alianzas por parte de los simpatizantes de la izquierda para la
recuperación de poderes de autodeterminación locales.

209
Pero los estudios analíticos también ponen de relieve la existencia de contradicciones
susceptibles de ser explotadas en el seno de las agendas neoliberal y neoconservadora.
La creciente fractura entre la retórica (en beneficio de todos) y los resultados (el
beneficio de una pequeña clase dominante) es actualmente muy visible. La idea de que
el mercado se rige por las reglas de la competencia y la paridad se ve cada vez más
desmentida por el hecho de la extraordinaria monopolización, centralización, e
internacionalización que caracterizan el poder financiero y corporativo. El asombroso
crecimiento de las desigualdades de clase y regionales, tanto dentro de los Estados (por
ejemplo, en China, Rusia, India y el sur de África) como a escala internacional entre los
distintos Estados, plantea un grave problema político que ya no puede ser barrido debajo
de la alfombra como algo «transitorio» en el camino hacia un mundo neoliberal
perfeccionado. Cuanto más se reconoce al neoliberalismo como una fallida retórica
utópica que enmascara un exitoso proyecto para la restauración del poder de la clase
dominante, más se tienden los cimientos de una resurgencia de movimientos de masas
expresando demandas políticas por la igualdad y aspirando a la justicia económica, el
comercio justo y una mayor seguridad económica.

La creciente presencia de los discursos sobre los derechos, como ya analizamos en el


capítulo anterior, ofrece posibilidades pero también problemas. La apelación a la idea
convencional de los derechos liberales puede constituir una poderosa «espada de
resistencia» desde la que criticar el autoritarismo neoconservador, en particular, si
atendemos a la forma en que la «guerra contra el terrorismo» ha sido desplegada por
doquier (desde Estados Unidos y China hasta Chechenia) como una excusa para reducir
las libertades civiles y políticas. La invocación al reconocimiento de la soberanía y del
derecho de autodeterminación de los iraquíes es un arma poderosa con la que frenar los
planes de Estados Unidos para el país. Pero también pueden definirse derechos
alternativos. La crítica a la interminable acumulación de capital en tanto que el proceso
dominante que moldea nuestras vidas implica criticar esos derechos específicos -el
derecho a la propiedad privada individual y a la extracción de beneficio- que fundan el
neoliberalismo, y viceversa. En otros trabajos he defendido la pertinencia de un haz
enteramente distinto de derechos en el que se incluya el derecho a las expectativas de
vida, a la asociación política y al «buen» gobierno, al control sobre la producción por
parte de los productores directos, a la inviolabilidad y a la integridad del cuerpo humano,
a emprender una crítica sin miedo a sufrir represalias, a un entorno limpio y saludable
para la vida, al control colectivo de los recursos de propiedad común, a la producción
del espacio, a la diferencia, así como también otros derechos esenciales a nuestro estatus
como seres humanos303. No obstante, proponer derechos diferentes a los que son
considerados sacrosantos por el neoliberalismo conlleva la obligación de especificar un
proceso social alternativo al que puedan ser inherentes estos derechos alternativos.

303
D. Harvey, Spaces of Hope, Edinburgo, Edinburg University Press, 2000, p. 70 [ed, cast.: Espacios de esperanza,
Madrid, «Cuestiones de antagonismo 16», Ediciones Akal, 2003].

210
Para refutar la afirmación conservadora de que su autoridad y su legitimidad se apoyan
sobre un elevado fundamento moral, podemos servirnos de un argumento similar. El
ideal de una comunidad moral y de una economía moral no es ajeno a los movimientos
progresistas que han existido a lo largo de la historia. Muchos de los que ahora luchan
contra la acumulación por desposesión, como los zapatistas, están activamente
articulando el deseo de experimentar relaciones sociales alternativas en términos de
economía moral. La moralidad no es un campo que deba ser definido únicamente por
una derecha religiosa reaccionaria movilizada bajo la batuta hegemónica de los medios
de comunicación y articulada a través de un proceso político dominado por el poder
económico corporativo. Debemos enfrentarnos a la restauración del poder de la clase
dominante defendida mediante una mezcolanza de argumentos morales confusos. Las
denominadas «guerras culturales» -por más desencaminadas que algunas de ellas puedan
haber estado- no pueden ser desechadas como una distracción inoportuna (como
sostienen algunos autores de la izquierda tradicional) de la política de clase. De hecho, la
difusión del uso del argumento moral entre los neoconservadores testimonia no sólo el
miedo a la disolución social bajo un neoliberalismo individualizador sino también las
amplias olas de repugnancia moral suscitadas por la alienación, la anomia, la exclusión,
la marginación y la degradación medioambiental que han generado las prácticas de la
neoliberalización. La transformación de esta repugnancia moral ante una ética del
mercado sin matices en resistencia cultural primero y política después, es uno de los
signos de nuestro tiempo que precisan ser interpretados correctamente en vez de dejados
de lado. La conexión orgánica entre estas luchas culturales y la lucha por revertir la
arrolladora consolidación del poder de la clase dominante demanda una exploración
práctica y teórica.

Pero es la naturaleza profundamente antidemocrática del neoliberalismo, respaldada por el


autoritarismo neoconservador, lo que sin duda debería construir el núcleo de la lucha
política. El déficit democrático en algunos países nominalmente «democráticos» como
Estados Unidos es actualmente enorme304. En este país, la representación política se
encuentra atenazada y corrompida por el poder económico, además de padecer un sistema
electoral que es manipulado y corrompido con suma facilidad. Los pactos institucionales
fundamentales se encuentran gravemente desequilibrados. Los senadores de veintiséis
Estados, que no suman el 20 % de la población del país, poseen más de la mitad de los
votos para determinar el programa legislativo del Congreso. Además, el flagrante fraude
electoral de los distritos del Congreso para dar ventaja a quienquiera que se encuentre en el
poder es juzgado constitucional por un sistema judicial progresivamente nutrido mediante
nombramientos políticos de jueces con creencias neoconservadoras. Instituciones con
enorme poder, como la Reserva Federal, están fuera de todo control democrático. En el
304
Task Force on Inequality and American Democracy, American Democracy in a Age of Rising Inequality, ofrece un
retrato perturbador.

211
plano internacional, la situación es todavía peor puesto que instituciones como el FMI, la
OMC, y el Banco Mundial no rinde cuentas y mucho menos experimentan una influencia
democrática, al igual que sucede con las ONG que pueden operar sin participación ni
supervisión democrática alguna con independencia de lo bien intencionadas que sean sus
acciones. Ésto no significa que no haya nada problemático en las instituciones
democráticas. Los miedos neoliberales a una influencia indebida por parte de grupos de
interés especial sobre los procesos legislativos se encuentran ampliamente ilustrados por los
grupos de presión corporativos y por la puerta giratoria entre el Estado y las corporaciones
que asegura que el Congreso estadounidense (así como también las sedes legislativas de los
diversos Estados de la Unión) cumpla las órdenes de los intereses de los ricos y sólo de los
intereses de los ricos.

Volver a introducir las demandas por un gobierno democrático y por la igualdad y la


justicia económica, política y cultural no significa proponer un regreso a una edad de oro
perdida. El significado debe ser reinventado en cada caso para abordar las condiciones y las
potencialidades del momento actual. La democracia de la antigua Atenas no guarda relación
con los significados con los que debemos investir en la actualidad este término en
coyunturas tan diversas como las de São Paulo, Johannesburgo, Shangai, Manila, San
Francisco, Leeds, Estocolmo y Lagos. Pero el aspecto más extraordinario de esto es que
precisamente, de una punta a otra del globo, desde China, Brasil, Argentina, Taiwán, y
Corea hasta Sudáfrica, Irán, India y Egipto, pasando por las combativas naciones de Europa
del Este, así como también en los cuarteles generales del capitalismo contemporáneo, hay
grupos y movimientos sociales en marcha implicados en reformas que expresan en una u
otra versión valores democráticos305.

Los líderes de Estados Unidos, con un considerable apoyo de la opinión pública de ese país,
han proyectado sobre el mundo la idea de que los valores neoliberales de libertad
estadounidenses son universales y supremos, y de que estos valores merecen que demos la
vida por ellos. El mundo actual está en condiciones de rechazar este ademán imperialista y
reproyectar sobre el centro del capitalismo neoliberal y neoconservador, un abanico de
valores completamente diferente, ésto es, los de una democracia abierta consagrada a la
realización de una igualdad social ligada a la justicia económica, política y cultural. Los
argumentos de Roosevelt nos brindan un lugar por donde empezar. Debemos construir una
alianza dentro de Estados Unidos para recuperar el control popular del aparato estatal y, a
partir de ahí, avanzar en la profundización en lugar de en la desmembración de las prácticas
y de los valores democráticos bajo el monstruo del poder del mercado.

305
Por ejemplo, este es el argumento sobre el que insiste con frecuencia H. Wang (China´s New Orden Society Politics and
Economy in Transition, Cambridge (MA), Harvard University Press, 2003) en el caso de China.

212
Hay una perspectiva de la libertad muchísimo más noble que ganar que la que predica el
neoliberalismo. Hay un sistema de gobierno muchísimo más valioso que construir que el
que permite el neoconservadurismo.

213
Implicaciones geopolíticas alrededor de la influencia china en el mundo1
Edgardo Lander2
Transcripción intervención

Voy a hacer una presentación que va a tener mucha información, por lo tanto, voy a tener que ir
rápido para poder llegar a las conclusiones, las cuales quiero plantear al final.

Como todos sabemos, China ha ido creciendo a unos ritmos extraordinariamente elevados,
desconocidos en la historia de la humanidad. En los últimos 30 años, tasas de crecimiento de unos
10% anual; y estas tasas de crecimiento, en todos los debates sobre adónde va la economía china,
han sido una y otra vez subestimados. Todas las proyecciones han resultado ser demasiado
modestas. Sobre la base de los datos más recientes del Fondo Monetario y del Banco Mundial, la
publicación The Economist ha sacado una nueva revisión de las tendencias y llega a la conclusión
de que en el nivel de compra, la economía china está, en estos días, de último trimestre del año
2014, pasando a ser la primera economía del planeta. China es, hoy, el primer exportador de
bienes del mundo. China fue lo que impidió que la gran recesión se convirtiese en una gran
depresión. En el año 2009, 40% de crecimiento de la economía global fue exclusivamente
contribución de China. Y nos encontramos en un momento de re emergencia de China, que hace
unos 200 años era la principal economía del planeta, que constituye un proceso de transición
fundamental de las hegemonías en el sistema mundo, el desplazamiento de los Estados Unidos de
su posición unipolar. No podemos saber, por ahora, si estamos avanzando hacia un mundo bipolar
o un mundo multipolar. Lo que está claro es que el mundo de la hegemonía única de los Estados
Unidos ha llegado a su fin.

Una de las agencias de los Estados Unidos ha elaborado lo que llaman una proyección del Índice
del Poder Global Multifactorial que incluye producto, gasto militar, población, desarrollo científico
tecnológico, es decir un conjunto de variables, y con esto llega a la conclusión de que
aproximadamente para el año 2040, China será la primera potencia multifactorial. Es una
transformación fundamental respecto a lo que era la posición de China hace 10 años, 20 años,
hace 30 años.

¿Hasta cuándo podrá seguir este crecimiento y cuáles son los obstáculos que confronta? Hay unos
obstáculos internos, que tienen que ver con los conflictos que la propia dinámica del acelerado
crecimiento, el modelo de devastación y de creación de desigualdades ha creado. Son las
demandas de mejores condiciones de trabajo, salariales, etc., que producen una dinámica de

1
Ponencia presentada en el Foro: La osadía de lo nuevo, 6 de octubre de 2014. Grupo Permanente de
Trabajo Sobre Alternativas al Desarrollo.
2
Doctor en Sociología. Profesor de la Universidad Central de Venezuela y de la Universidad Andina Simón
Bolívar, en Quito. Fellow del Instituto Trasnacional (TNI), Ámsterdam. Involucrado en forma directa en la
dinámica de los Foros Sociales Mundiales, de las Américas y Venezuela.
confrontación y de lucha social fuerte. Son los malestares profundos por una extraordinaria
desigualdad, en una sociedad que hace 30 años era una de las sociedades más equitativas del
planeta. Protestas en torno a los impactos ambientales. Las luchas autonomistas de las regiones
donde hay diferencias culturales étnicas importantes, que están siendo sometidos a procesos de
homogenización y, muy importante, las demandas democráticas sobre todo de sectores educados,
estudiantiles jóvenes urbanos; pero que, a pesar de la censura, tienen acceso a información y a
unos niveles de intercambio anteriormente desconocidos, y que la experiencia de estos días con
Hong Kong con toda seguridad va a tener impactos.

China se encuentra, en este momento, reconocida por analistas de fuera de China, como de los
documentos oficiales del gobierno chino, en el fin de un ciclo. Este ciclo de crecimiento
aceleradísimo de los últimos 35 años ya no es sostenible, sin profundas transformaciones. El
doceavo plan de la nación, el plan quinquenal, plantea cuáles son los principales retos y cuáles son
las transformaciones que tendrían que haber y que se están implementando en el proceso chino
para poder garantizar la continuidad de su ritmo de desarrollo.

Antes de tocar eso, hay una pregunta fundamental respecto de ¿hasta qué punto este proceso de
desplazamiento hegemónico representa un reto al sistema mundo actual, a la globalización
neoliberal?, o ¿hasta qué punto es, por el contrario, una fuerza de relegitimación y
refortalecimiento y en qué dimensiones se crean tensiones y en qué dimensiones, por el contrario,
se fortalece?

Hay unos sentidos en donde claramente se puede decir que China, en este momento, es un factor
estabilizador. Fortalece y relegitima las instituciones Bretton Woods. Como dije anteriormente,
China hoy es el centro de la economía más dinámico a nivel planetario, en una situación de
recesión de muy lento crecimiento de Europa y Estados Unidos. Es un lugar de inversión rentable,
que ha permitido a las corporaciones transnacionales lograr esa magia, que es producir un lugar
de salarios muy baratos y vender en un lugar de mayor nivel de ingreso, lo cual significa procesos
de acumulación por parte de las transnacionales muy acelerados. Y, por otra parte, una relación
de complementariedad muy clara con los Estados Unidos, en la medida que las exportaciones
baratas chinas permiten mantener los niveles de consumo de la sociedad norteamericana, sin
inflación, a pesar de la situación económica de relativo estancamiento. Y, por otra parte, las
compras de deuda externa que hace China permiten que, a pesar del inmenso déficit fiscal, de
balanza de pagos comercial, la economía de los Estados Unidos pueda seguir sin gran crisis.

China no representa en la actualidad una alternativa civilizatoria ni sistémica al mundo capitalista.


En lo fundamental, lo que busca es abrirse espacio en este sistema mundo; espacio que, por otra
parte, los Estados Unidos están intentando cerrar en muchos campos, para preservar su
economía. En la fase actual, y esta es una de las afirmaciones o hipótesis más categóricas que hago
en la presentación, el Estado chino no necesita y, por lo tanto, no busca inestabilidad. Sabe que el
tiempo está a su favor, en términos de sus relaciones con los Estados Unidos. Su prioridad está en
recuperar su histórico peso en el sistema mundo, después de las profundas humillaciones de los
dos últimos siglos, y garantizar una continua mejoría de las condiciones de vida de la población
china. De ello depende la legitimidad del partido chino y su estabilidad política.

Hay diferentes campos en los cuales uno puede estudiar, evaluar, comparar las tensiones en esta
transición hegemónica. Una de ellas es el terreno financiero. Estados Unidos tiene claramente, y lo
ha tenido desde la segunda posguerra, una clara hegemonía en el sistema financiero, y el sistema
financiero en su conjunto está armado alrededor del poder del Estado de los Estados Unidos y del
dólar. Esto tiene diferentes dimensiones. Tiene que ver con la forma en la cual el dólar se convirtió
en una moneda de cambio global. Muy importante para el debate sobre el petróleo es el hecho
del acuerdo entre la Arabia Saudita y los Estados Unidos, en general OPEC con Estados Unidos, que
hizo que todas las transacciones internacionales de petróleo fuesen en dólares, lo cual convirtió al
dólar de hecho en la reserva que el oro había sido anteriormente.
Sabemos del papel desproporcionado que tienen los Estados Unidos en el sistema Bretton Woods,
que las principales agencias de evaluación de riesgo de las cuales dependen la evaluación para
otorgar créditos en todo el planeta son de los Estados Unidos. El sistema SWIFT (Sociedad para
las Comunicaciones Interbancarias y Financieras Mundiales) está controlado o supervisado y
utilizado por los Estados Unidos en función de sus políticas. Hasta hace poco, las principales
tarjetas de crédito eran todas de los Estados Unidos. Actualmente, hay una tarjeta china que ha
pasado a segundo lugar. Operan los mecanismos como SIAT (Sistema Integral de Administración
Tributaria), que terminan siendo parte de las formas en las cuales las corporaciones de los Estados
Unidos no solo logran imponer su voluntad a los gobiernos, y está, por supuesto, la
extraterritorialidad del sistema jurídico, cuyo ejemplo más reciente lo vemos en las decisiones del
juez Thomas Griesa, en la disputa del gobierno argentino con los Fondos Buitre.

¿Cuáles son las formas en las cuales, desde China y desde los BRIC, se está socavando,
cuestionando, planteando alternativas a esta hegemonía tan absolutamente total? Hay procesos
de desdolarización en intercambios, que todavía no son en grandes escalas, pero que son
crecientemente significativos; préstamos chinos al exterior otorgados en yuanes; hay acuerdos de
intercambio así como la moneda de reserva por otros países; hay préstamos chinos al exterior sin
el tipo de condicionalidad que tiene el sistema Bretton Woods. Un hecho muy muy importante
este año, que fue la creación y fortaleza del banco de los BRICS, con un monto de cien mil millones
de dólares, y adicionalmente cien mil millones de dólares, en un acuerdo de reservas de
contingencia, claramente construido en alternativa a Bretton Woods. La tarjeta china Union Pay se
ha convertido en la segunda tarjeta de pago del planeta. Y, en el año 2000, el mayor banco chino
ocupaba el lugar 14 en el sistema bancario. Hoy, de los 8 principales bancos, primero ese banco es
el más grande del planeta, y de los 8 principales bancos, la mitad son chinos. Un pequeño cambio
en 10 años.

Competencia en el terreno científico tecnológico. Las diferencias entre Estados Unidos y China en
el terreno científico tecnológico son obviamente extraordinarias. Sin embargo, luego comienza a
ver qué está pasando en diferentes campos, y empieza a darse cuenta de la brutal aceleración, de
los saltos que está dando China en este terreno. En el Programa PISA, la evaluación de estudiantes
de 15 años, la región de Shanghaí destaca sobre todos los demás países en los campos de ciencia,
lectura, matemática, etc., mientras los Estados Unidos ocupa lugares 36, 24, 28, con unas
diferencias absolutamente drásticas. China hoy es el segundo país en términos de gasto en
investigación y desarrollo, y sus ritmos de crecimiento anual están en torno a 22%. China está
graduando hoy 10 veces más ingenieros por años que los Estados Unidos. China está graduando
más doctores en ciencias y en matemática que los Estados Unidos, y hay que tomar en cuenta que
muchos de los que están en las estadísticas de los Estados Unidos son chinos, que están
estudiando en los Estados Unidos para regresar a China. Y hay áreas en las cuales, como el nuevo
gran acelerador colisionador de partículas, que está en la etapa de desarrollo, o los programas de
la Agencia Espacial, o proyectos de tren rápido, inclusive hasta los Estados Unidos, por debajo del
estrecho de Bering, que son en este momento tipos de proyectos en escala, inimaginables para la
situación de los Estados Unidos, y la situación de la Unión Europea.

Uno de los aspectos geopolíticos más importantes del crecimiento de China, de las pugnas
hegemónicas tiene que ver, por supuesto, con el tema del acceso a bienes energéticos, mineros y
alimentarios. El lugar que ocupa China en el consumo de muchos de los principales minerales del
planeta. Con excepción del petróleo, que está en proceso de cambiar aceleradamente, China en
todos esos minerales ocupa el primer lugar en el nivel de consumo. Podemos ver la participación
de China en el comercio mundial de estos productos, y lo más significativo no es solo la dimensión,
la proporción, sino la diferencia entre el año 2000 y el año 2009. En el año 2000, la barra azul, en
el año 2009, la barra amarilla. El consumo proyectado de petróleo, donde claramente China está
caminando a convertirse en el primer consumidor; en el consumo de carbón, ya para el año 2011,
la mitad del consumo del planeta era chino. Y esto, por supuesto, produce una competencia por
los commodities que tiene la doble dimensión de dos potencias en competencia por el acceso a
commodities que los dos consumen, pero también una competencia de carácter geopolítico militar
en que Estados Unidos está desarrollando sistemáticamente políticas para tratar de tener la
posibilidad de bloquear el acceso chino a estos commodities en un momento en que el conflicto
pueda llegar a requerirlo, desde el punto de vista de los Estados Unidos.

Es paradójico que las tensiones recientes, a propósito de Ucrania, y la confrontación entre la OTAN
y Rusia, están acelerando los procesos de articulación geopolítica, económica, militar de Rusia con
China, y cada uno de estos indicadores, digamos el uso del dólar, un SWIFT alternativo, un
conjunto de cosas que están como en proyecto, se están acelerando muy rápidamente, y cosas
muy recientes como la firma de un convenio por los próximos 30 años por un monto de
cuatrocientos mil millones de dólares, para el suministro de gas de Rusia a China.

En el terreno militar, la diferencia sigue siendo, por supuesto, extraordinaria. Estados Unidos gasta
más que los 10 países siguientes en gasto militar anualmente. Pero el gasto militar chino está
creciendo aceleradamente.

En una economía tan altamente dependiente de las importaciones, una dimensión fundamental
de la geopolítica china, y el hecho de que una buena parte de los bienes que importa y exporta
China lo hace por mar hace que el tema de la seguridad de los puertos y los canales, las áreas de
negociación cerca de sus costas pasen a ser una cosa muy importante. Y en este ámbito hay un
terreno de confrontación, una especie de guerra fría, con momentos más calientes, con momentos
menos calientes, pero donde hay unas tensiones crecientes, y sobre todo unas tensiones en las
cuales Estados Unidos está alimentando a los países aliados en sus relaciones con China. Hay
severos problemas de demarcación en relación a Vietnam, a las Filipinas, a Japón, y es, desde un
punto de vista geopolítico global pero particularmente para el sur asiático, muy importante una
decisión reciente del gobierno conservador de Shinzō Abe en el Japón, presionado por los Estados
Unidos, para reinterpretar la constitución pacífica, que fue impuesta por los propios Estados
Unidos en el final de la Segunda Guerra, y que permite ahora, con esa reinterpretación, que las
fuerzas armadas japonesas puedan ser utilizadas fuera de su territorio. Esto fue visto y está siendo
leído no solo por círculos políticos del gobierno, sino en la prensa cotidiana china, como una
severa amenaza de remilitarización de China. Aquí vemos la presencia militar de los Estados
Unidos en todas las zonas cercanas a los mares de China, que son las rutas comerciales de las
cuales depende la economía china.

Estados Unidos ha declarado muy categóricamente la reorientación de su política militar hacia


Asia, y la decisión de seguir siendo una potencia del Pacífico, y su gasto militar está
redireccionándose en esa dirección.

La relación con África es muy interesante; comparar un imperio en decadencia y una potencia
emergente porque las relaciones con China son fundamentalmente de naturaleza comercial, de
créditos y de préstamos. Estados Unidos no tiene en este momento capacidad de competir en
esos terrenos, entonces compite directamente en el terreno militar. Entonces, es una pelea que se
da en terrenos extraordinariamente desiguales, en que las fortalezas de unos no son las mismas
que las fortalezas de los otros.

Para América Latina, en primer lugar, aquí vemos la raya de abajo es el crecimiento de las
exportaciones de América Latina hacia China. También en los últimos 10 años, podemos ver la
comparación del 2000 a la situación del 2010, donde claramente se ve la tendencia a que China
pase a ser el primer socio comercial de América Latina, a muy corto plazo. Esas exportaciones en
términos de contenido tecnológico son unas exportaciones que significan, para el conjunto del
continente, básicamente de productos primarios y de manufacturas basadas en productos
primarios. Los préstamos chinos se están acelerando en el continente. La línea más oscura, la que
sube, es la línea china, y los otros tres son Banco Mundial, el BID y el Banco de exportación de los
Estados Unidos. Y ya vemos cómo para 2010, los préstamos chinos son mayores que la totalidad
de estos préstamos dados por el sistema controlado por los Estados Unidos.

En términos de préstamos, aquí podemos ver la relación entre interés geopolítico e interés por los
commodities. Más de la mitad de los préstamos que ha otorgado China, en estos tiempos, ha sido
a Venezuela, 54 mil millones de dólares; después está Argentina, Brasil, Ecuador, y son préstamos
fundamentalmente ligados a la producción de commodities. En el caso de Ecuador y Venezuela son
préstamos a ser pagados fundamentalmente con petróleo.

Los condicionamientos de los préstamos chinos son diferentes. China no impone condiciones
políticas, no está particularmente preocupada de sus negociaciones para otorgar préstamos por el
impacto ambiental o por las condiciones laborales o por los derechos humanos, pero tampoco
está imponiendo políticas de ajuste ni el tipo de restructuraciones que exige el sistema Bretton
Woods.

Uno de los aspectos que en América Latina tenemos que discutir más claramente es el impacto de
China en la desindustrialización del continente. Hay por lo menos tres aspectos gruesos en los
cuales podemos identificar este impacto. La demanda sostenida de commodities se convierte en
una especie de aspiradora que centra la atención de la inversión en la actividad económica, en la
dirección de la producción de commodities para exportar. La industria norteamericana difícilmente
puede competir contra la importación masiva de bienes industriales chinos baratos. Y, también en
los mercados de exportación de bienes industriales, América Latina se encuentra en dificultades
para competir con la producción china.

China financia grandes obras de infraestructura. Buena parte de esas obras de infraestructura
están ligadas, igualmente, a la economía extractivista.

Para concluir, quiero leer ahora, con calma, una especie de puntos de síntesis de lo que pueden
ser los elementos para una discusión sobre lo que es el impacto de la presencia china en América
Latina, insistiendo en el hecho de que la evaluación que se haga de este balance, los pro y en
contra, dependen, claramente, por supuesto, del tipo de sociedad que se quiere, cómo nos
imaginamos el futuro de América Latina, podemos juzgar si algunos de estos impactos son
favorables, porque algunos son obviamente vistos como muy favorables por algunos, y podemos
verlos como negativos, por otros.

No voy a decir qué es lo favorable y lo no favorable, sino el listado es para la discusión, cuál es el
balance que podemos sacar.

Una diversificación geográfica de la inserción internacional de América Latina. Esto es evidente y


una transformación, un desplazamiento en 10, 15 años, extraordinario. Ha favorecido al desarrollo
de mayores niveles de autonomía latinoamericana con relación a los Estados Unidos. Esto ha sido
particularmente importante para los llamados gobiernos progresistas de la región.

Aumento de la demanda y precio de los commodities, lo que ha permitido un crecimiento


económico sostenido durante la última década y la acumulación de reservas internacionales.

Acceso a una fuente alternativa de financiamiento externo, sobre todo, por parte de países como
Venezuela, Ecuador y Argentina, que tienen dificultades para obtener financiamiento externo
privado, o de las instituciones Bretton Woods. Ejemplo reciente: los acuerdos de Argentina con
China, en el contexto del conflicto con los Fondos Buitre y donde la Argentina le está totalmente
bloqueado el acceso a crédito occidental.

Créditos sin condicionamientos Bretton Woods. Son otros condicionamientos, como el tener que
pagar con petróleo.

Construcción y financiamiento de grandes obras de infraestructura: represas, puertos,


ferrocarriles, metros, ¿al servicio de quién?

Refuerzo del modelo productivo extractivista primario exportador.

Endeudamiento de América Latina con China, con lo cual el continente se compromete a producir
en el futuro un mayor volumen de bienes y servicios; esto es, más crecimiento. Esta me parece
una idea que es fundamental del trabajo de David Gravert que es esa idea de que deuda es
crecimiento futuro. Y ese crecimiento futuro, en el momento donde estamos discutiendo los
límites del crecimiento, el endeudamiento claramente es una camisa de fuerza que limita
severamente la posibilidad de otras políticas públicas.

Se produce un déficit de la balanza de flujos materiales en el comercio de América Latina con


China, como señala Martínez Alier. Se está produciendo ahora. Podemos verlo por el colapso del
precio de la soya en el mercado internacional y la baja sostenida que está teniendo el petróleo; un
proceso de retomar las condiciones del deterioro de los términos del intercambio cuando bajan
los precios de los commodities.

Se produce la desindustrialización del continente o, como denomina Pierre Salama, un proceso de


desindustrialización temprana, refiriéndose a Brasil.

El impacto socioambiental negativo de la presencia de las empresas chinas.

Y un tema también es muy importante que es el tema de las desigualdades estratégicas, que no es
solo las desigualdades de una economía muy grande con economías pequeñas, sino que las
políticas chinas corresponden a orientaciones estratégicas de corto, mediano y largo plazo, frente
a la improvisación y el cortoplacismo de los Estados latinoamericanos en sus relaciones con China.

Muchas gracias.
"América Latina ante la crisis mundial del
capitalismo: el modelo productivo y de desarrollo"
Notas para debatir

1. En los últimos años se presentó un debate en la región relativo al


modelo productivo y de desarrollo. La discusión emergió como crítica
al resultado de las políticas hegemónicas, neoliberales, de los 80´ y
90´, de ajuste y reestructuración regresiva del orden económico y
social en nuestros países. La crítica al neoliberalismo agrupó análisis
que remitían a diversas concepciones y tradiciones culturales
históricas que actuaban en el seno del movimiento popular. El acuerdo
era la crítica al orden establecido con escaso espacio para el debate
del ¿qué hacer?
2. La llegada al gobierno de propuestas políticas inspiradas en aquella
crítica en varios países en la región: Venezuela, Brasil, Argentina,
Bolivia, Ecuador, Nicaragua, El Salvador, Honduras, Paraguay,
Uruguay; junto a la continuidad de Cuba, favoreció el proceso de
CAMBIO POLÍTICO en Nuestramérica y habilitó la discusión sobre la
cuestión económica. Es la experiencia entre 1999 (acceso al gobierno
de Chávez) y el presente (2014).
3. En ese trayecto, especialmente en los primeros años (1999-2009) se
hicieron formulaciones generales que intentaron caracterizar las
propuestas programáticas y entre ellas destaco las relativas a la
construcción de un “capitalismo nacional” (Argentina por ejemplo),
incluso “andino” (Bolivia), afirmados en políticas “keynesianas o neo-
keynesianas” (la mayoría de países), “neo-desarrollistas”; de
“tercera vía” (Chávez hasta fines del 2004) en la lógica de un
“consenso diferenciado al de Washington” (Argentina, Brasil,
Uruguay). Un gran acontecimiento del periodo es la cumbre contra el
ALCA en noviembre del 2005, alejando en la coyuntura un proyecto
estratégico por el libre comercio empujado por las clases dominantes
desde comienzos de los 90´. Es un tiempo de expectativas
esperanzadas.
4. A fines del 2004 se formula la estrategia del “Socialismo del Siglo
XXI” y se habilita la construcción de un espacio alternativo de
integración: el ALBA. Luego, con los cambios constitucionales hacia
el 2009, en Bolivia y Ecuador emerge la re-significación de
cosmovisiones históricas definidas en el Vivir Bien o el Buen Vivir.
Para el 2010 aparece la propuesta del “socialismo comunitario” y
Cuba recrea la discusión sobre el modelo económico preservando el
objetivo del proyecto socialista de la revolución. Este es un periodo
muy rico en formulaciones generales y en el aliento a iniciativas que
apuntaban a modificar el modelo productivo y de desarrollo, entre las
cuales se destaca la propuesta energética para la región; la discusión
sobre la nueva arquitectura financiera, el Banco del Sur y la creación
de fondos para el desarrollo alternativo en el marco de la estallada
crisis mundial. Se afirma en el movimiento popular consignas por la
positiva como la “soberanía alimentaria, energética o financiera”. Es
un programa que re-significa la lucha por la soberanía en una
dimensión de integración no subordinada. Es un tiempo de
radicalización de algunas experiencias y formulaciones.
5. En la primera década del Siglo ya está configurado el debate sobre el
horizonte, entre los países donde la hegemonía impone la continuidad
de la agenda neoliberal (México, Colombia, Chile); los que instalan la
posibilidad de un capitalismo nacional (Argentina, Brasil, Uruguay); y
quienes formulan una propuesta anticapitalista, antiimperialista y
anticolonial (Cuba, Bolivia, Ecuador). Los ejemplos son discutibles, es
verdad, pero existe cierto consenso en esa delimitación en tres
partes, aun con significativas diferencias entre esas experiencias. Es
un debate sobre la base de bonanza económica, con crecimiento de la
economía regional por encima de la mundial, sustentada
principalmente en precios internacionales en alza y la potencialidad
de políticas sociales masivas. Más allá de las formulaciones, las
relaciones económicas continúan organizándose sobre un modelo
productivo esencialmente asentado en la producción y exportación de
materias primas, con inusitados precios en alza. Esa especialización
productiva, asentada en la extracción de recursos naturales generó
importante acumulación de divisas y un excedente económico que
habilita la discusión sobre su utilización. Bolivia explica su situación
actual con base al uso del excedente derivado de la nacionalización de
los hidrocarburos y afectado a un proceso de diversificación
productiva rural e industrial. En general, esos excedentes no han
tenido uso para un desarrollo alternativo y solo han reproducido
formas de inserción subordinada de la región en el sistema mundial
del capitalismo en crisis.
6. Los golpes en Honduras y Paraguay fueron una señal de alerta sobre
la iniciativa de las clases dominantes para disputar el rumbo político y
económico de la región. La situación de cambio político empezó a
disputarse desde las derechas y se frenaron las expectativas por
cambios económicos, con escaso espacio para discutir la articulación
soberana en materia de alimentos, energía o en las finanzas. En
algunas propuestas políticas en el gobierno crece la consigna de
defender lo logrado, sin el desafío de avanzar en cambios
estructurales que puedan alimentar un proceso de transición contra el
capitalismo. En este fin del 2014 se presentan procesos electorales
en donde se disputa el rumbo, casos de Brasil y Uruguay; pero
también de afirmación del proceso como en Bolivia. ¿Alcanza con
defender lo logrado o debe avanzarse en el proceso de
transformaciones? Solo en Bolivia se sostiene en el discurso oficial
una propuesta contra el capitalismo, el imperialismo y el colonialismo.
Cuba persiste en su esfuerzo con necesidad de cambios profundos en
la región.
7. La nueva política regional a partir de la institucionalidad alternativa,
sea el Alba, el Banco del Sur, Petro-América, entre otras, no han sido
iniciadas, completadas o profundizadas, y de manera simultánea al
entrar en una meseta, estas “alternativas”, promueven la reactivación
de la contraofensiva hegemónica con el restablecimiento de la Alianza
del Pacífico y el programa de la liberalización. Mientras, se insiste en
el desarrollo del “capitalismo nacional” y su burguesía, como
alternativa al neoliberalismo, sin hacer visible la nueva
transformación económica de Nuestramérica, gestada en los 90´ con
la nueva presencia de las “multilatinas”, limitando aún más esa
“alternativa” en barbecho. La discusión es cómo hacer para que la
nueva arremetida del capital no haga confundir, otra vez, hacia qué
transición se quiere ir, y qué emancipación se busca sin ser funcional
recurrente a la recuperación del capitalismo en crisis. Nuestra
incógnita es cómo hacer para “recuperar” la práctica y la experiencia
recorrida por los múltiples movimientos y organizaciones sociales de
Nuestramérica surgidos en estos años, sin que estas ideas y luchas
sean cooptadas por los gobiernos que proponen seguir en el sistema
en el marco de la iniciativa política de las clases dominantes locales
asociadas al sistema mundial del imperialismo.
8. El marco general de estas notas está definido por la crisis mundial del
capitalismo desde el 2007/08 y las políticas anticrisis que empujan las
clases dominantes a escala global para relanzar la estrategia
liberalizadora. ¿Cómo enfrentan los gobiernos y los pueblos de la
región la situación? ¿Es posible pensar en un modelo productivo y de
desarrollo contra el capitalismo? ¿Qué nos deja la realidad y los
debates sobre la misma de este comienzo de Siglo con las
experiencias en curso? ¿Hay espacio para una alternativa al
desarrollo (vivir bien/buen vivir), o un desarrollo alternativo
(socialismo)? Son interrogantes para la esperanza de los pueblos en el
inicio de la primavera mirando al mundo desde el Sur, Nuestramérica.

21 de setiembre de 2014
América Latina actual. Geopolítica imperial, progresismos
gubernamentales y resistencias

Conversación con Franck Gaudichaud1 (parte 1)


Por Bryan Seguel2

Esta entrevista es una contribución a un libro colectivo por publicarse en 2015 sobre “Movimientos sociales y
poder popular en Chile. Retrospectivas y proyecciones políticas de la izquierda latinoamericana”, un trabajo
realizado en conjunto entre el Grupo de Estudios Sociales y Políticos - Chile (GESP), de la Universidad de
Santiago - USACH y Tiempo robado editoras, ver:
http://tiemporobadoeditoras.wordpress.com/2014/12/17/avances-sobre-publicacion-conjunta-con-gesp-
movimientos-sociales-y-poder-popular-en-chile/

Presentación
El proceso de democratización y movilización social, que se inaugura en el contexto de resistencia e
impugnación de las políticas neoliberales en América del Sur desde mediados de la década de los noventa,
supone un desafío político de consideración para los (nuevos) movimientos sociales, las organizaciones de
izquierda (emergentes y tradicionales) y el pensamiento crítico latinoamericano. Pensar el poder popular
desde estas coordenadas, geopolíticamente subalternas (en la historia de las luchas políticas de los
movimientos sociales del continente) e intelectualmente periféricas (en la generación de saber de los polos de
pensamiento social), implica un ejercicio de conocimiento y apropiación de los principales procesos llevados
adelante, atendiendo sus límites, potencialidades y aciertos.
El objetivo de la presente conversación (primera parte) con Franck Gaudichaud es entregar
antecedentes para la construcción de un marco histórico, desde donde situar las recientes experiencias de
movilización social del continente y, al mismo tiempo, contribuir a proponer algunos antecedentes que
contribuyan a pensar el poder popular desde nuestra propia experiencia, en ese claroscuro entre tradición y
elaboración donde -como diría Marx- el peso de todas las generaciones muertas oprime como pesadilla la
cabeza de los vivos3.

El escenario geopolítico latinoamericano actual y la (re)emergencia de las izquierdas

Seguel: Muchos analistas señalan que América Latina se constituye hoy, nuevamente, como un escenario
para la emergencia de proyectos políticos de izquierda. ¿Qué elementos geopolíticos inciden a tu juicio en
esta coyuntura favorable para la movilización de izquierda en América Latina? Con esto me refiero a
elementos de la política internacional, el rol de Estados Unidos y su política hacia América Latina, o
elementos tales como la implantación y la impugnación del neoliberalismo en la región o los virajes
estratégicos de las izquierdas.

1
Magíster en Historia (Universidad de Bordeaux), Doctor en Ciencia Política (Universidad París 8) y profesor en Estudios
Latinoamericanos de la Universidad de Grenoble (Francia). Miembro del colectivo editorial del portal www.rebelion.org y de la
revista ContreTemps (Paris). Contacto: franck.gaudichaud@u-grenoble3.fr.
2
Estudiante de historia y sociología de la Universidad de Chile. Asistente de investigación del “Núcleo Bicentenario: memoria social y
poder” de la Universidad de Chile. Equipo interdisciplinario de investigación en movimientos sociales y poder popular
(www.poderymovimientos.cl). Contacto: bseguelg@gmail.com.
3
La bibliografia de este texto se encuentra al final de la segunda parte de la entrevista.
Gaudichaud: Hay varios planos ahí que podrían desarrollarse. Partiendo de un plano continental, podemos
señalar que, efectivamente, la perspectiva geopolítica es esencial para entender parte de la coyuntura
actual. Se está hablando, desde hace un tiempo atrás, de una posible “nueva autonomía” o soberanía de
América Latina respecto a los “gigantes” del norte, al imperialismo céntrico y de Estados Unidos en
particular. El escenario regional es evidentemente fundamental para analizar el impulso o “giro” progresista
-institucional electoral- de varios países, de manera sucesiva en menos de 15 años. En más de diez países, en
particular en América del Sur, se vivió la elección y a menudo reelección de presidentes que se reconocen
como de izquierda o centroizquierda y aparecieron gobiernos de nuevo tipo de corte “progresista” o más
bien de orientación nacional-popular, más o menos radicales. No por eso se puede afirmar que la influencia
de Washington haya desaparecido de la región o que el imperialismo sea algo anticuado en América Latina.
Se trata todavía de un fenómeno de dominación continental esencial, pero combinado con nuevos procesos
y actores que hay que integrar al análisis: desde la relación de los gobiernos latinoamericanos con los
poderes fácticos cada vez más impresionantes de las transnacionales, pasando por el nuevo papel de China y
de Brasil. No obstante, es cierto que podemos constatar la existencia de una nueva -aunque muy relativa-
autonomía de la región y márgenes de maniobra más amplios para los estados. Insisto en lo relativo, pero
también en la novedad de la coyuntura, que se traduce por ejemplo, en un curso integrador regional
bolivariano creativo. Es el caso del ALBA, impulsado por el presidente Chávez, sin duda lo más novedoso del
período 2006-2010. Pero también pienso en espacios diplomáticos y de coordinación internacional, como es
CELAC o UNASUR, que permiten consensuar, superar conflictos interestatales o ayudar a tratar
problemáticas internas sin Estados Unidos, un hecho capital después de décadas de hegemonía de la OEA.
Así, por primera vez, Cuba se reintegró a la comunidad latinoamericana a pesar de la oposición férrea de los
EEUU, e incluso asumió la presidencia protempore de la UNASUR, un hecho improbable diez años atrás.
Entonces, representa un avance importante de autonomía, de soberanía política regional, de resurgimiento
de la ideas de Simón Bolívar y de José Martí. Se trata, sin duda, de un avance parcial y con no pocas
contradicciones: no es casualidad que los movimientos sociales reclamen una “diplomacia de los pueblos” en
oposición a una integración interestatal al servicio del capital, de proyectos neodesarrollistas o del modelo
primo-exportador extractivista, como es el caso del IIRSA (Integración de la Infraestructura Regional
Suramericana), perspectiva defendida hoy por los miembros de la UNASUR y del MERCOSUR.

Seguel: En ese sentido, analizando el tema específico de la CELAC, no deja de ser interesante que la
presidencia de ese organismo, en primera instancia haya recaído en Chile, en un gobierno neoliberal liderado
por Sebastián Piñera y en segunda instancia, en Cuba. ¿Cómo lees esa tensión entre un sector dentro de
América Latina que se perfilaba hacia el ALCA y que drásticamente tiene que dar un viraje en su política
regional hacia estas expresiones, lo que al menos, para los gobiernos neoliberales como el chileno y el
colombiano, es bastante complejo porque tampoco pueden marginarse?

Gaudichaud: Eso demuestra una nueva relación de fuerzas geopolíticas que hace que los gobiernos más
abiertamente proimperialistas no se puedan quedar al margen de espacios como UNASUR o CELAC y
acepten la reintegración de Cuba, aunque al mismo tiempo, defiendan su propia agenda estratégica
proestadounidense y proneoliberal, expresada hoy en la “Alianza del Pacífico” y complementada con la
multiplicación de Tratados de Libre Comercio (TLC). Chile es el país que más TLCs ha suscrito en el mundo y
sigue aferrado a su alianza estratégica y comercial con los poderes céntricos del sistema-mundo capitalista,
con la Unión Europea, con Estados Unidos e incluso con China, hoy primer socio comercial del país.
Globalmente, el panorama regional dista de ser homogéneo ya que cada nación tiene intereses nacionales
propios y orientaciones disímiles. Algunos desde una visión claramente bolivariana, como Venezuela que
buscó instalar una “petrodiplomacia” activa y más solidaria con la creación de Petrocaribe, del ALBA, la
interesante tentativa –pero fracasada hasta el momento- del Banco del Sur (para ya no depender del Banco
Mundial), etc. En el caso de Brasil, vemos afirmarse una potencia ya no sólo “emergente” sino más bien
“emergida”, de corte subimperialista o como imperialismo regional, que defiende el MERCOSUR como una
integración, no alternativa, proliberal y también “latina”, pues se contrapone en parte a los Estados Unidos.
Por eso es que el escenario es un tanto más complejo que una visión binaria: algunos autores describen una
nueva era marcada por la multipolaridad o una época de “transición hegemónica” que conduciría hacia el
declive de Estados Unidos en el continente y en el mundo. Yo creo que hay que tener mucho cuidado, ya que
todavía estamos lejos de este escenario, cuando todavía dominan los claroscuros y algunos resabios de la
“guerra fría 2.0”. Por cierto, hay un declive parcial de la presencia dominante de Estados Unidos en lo
político en América Latina, pero no así en lo militar: EEUU ha multiplicado las bases militares en la región,
con siete nuevas bases en Colombia en el último período. Esto le permite generar una presión muy grande
en “eslabones débiles” de la cadena de estados del continente. Estoy pensando en Honduras y en Paraguay,
donde Estados Unidos se involucró, de manera directa o indirecta, para apoyar golpes de Estado calificados
de “institucionales”… Pensemos también en el golpe de Estado en Venezuela de abril de 2002. Pero no sólo
la presencia de Estados Unidos es hegemónica en lo militar, sino que también en lo cultural a través de sus
medios de comunicación globalizados, de la difusión de patrones de hiperconsumo, alimentación y
endeudamiento, de las industrias musicales, etc.… Este llamado “soft-power” está igualmente presente a
través de ONGs que dicen fomentar la democracia (NED, USAID)4 y, en realidad, lo que buscan es la
desestabilización de gobiernos considerados adversos como el boliviano, el ecuatoriano o el venezolano. En
lo económico, las redes de los capitales transnacionales y de las multinacionales norteamericanas o
europeas, son muy activas, captan cada vez más recursos naturales, tierra y mano de obra: por ejemplo,
Wal-Mart está presente en toda la región; las maquiladoras están asentadas en varios países como México y
en América Central.
Además, habría que citar la alianza estratégica con Colombia (“plan Colombia”), lo que finalmente
permite que Estados Unidos tenga todavía mucho poder, mucha capacidad de maniobra y presión en la
región. Poderío militar, poderío económico, capacidad de influencia diplomática: así que si hablamos de
“transición poshegemónica” geopolítica es de muy largo plazo y dependerá de muchos factores de futuro.
Por otra parte, si bien es cierto que se está consolidando una nueva multipolaridad de países emergentes en
el mundo, con Brasil, China, India y los famosos “BRIC”, hay que evaluar bien en qué son realmente un
progreso y si son capaces de proponer algunas alternativas a la gubernamentabilidad imperial mundial
actual. Todo permite dudar de ello…

Seguel: Me gustaría que pudieses referirte a dos temas en específico. Lo primero, a las características del
neoliberalismo y el modo en cómo se ha ido generado su impugnación por parte de los movimientos sociales
en América Latina y, lo segundo, ¿cómo esto se relaciona con el viraje de las izquierdas? Digo esto porque,
con posterioridad, me gustaría ver las diferencias entre distintas izquierdas, tales como el rol del Partido de
los Trabajadores en el gobierno en Brasil o el Frente Amplio en el gobierno de Uruguay. En el fondo, quiero
ver si, a tu juicio, existe una relación entre el neoliberalismo implementado en los países de la región, el modo
en cómo se lo ha impugnado y las orientaciones de los actuales gobiernos de izquierda.

Gaudichaud: Bueno, sólo quisiera añadir algo antes, que tiene que ver de nuevo con el plano geopolítico de
este inmenso escenario que es el continente latinoamericano. Quiero subrayar primero, la gran diversidad
de condiciones geofísicas, demográficas e históricas, por ejemplo entre pequeños países de América Central
y algunos gigantes de América del Sur. De hecho, desde principios del siglo pasado, Washington siempre ha
pensado el mar Caribe como un “mar cerrado”, perteneciente “naturalmente” a los Estados Unidos,
incluyendo México y América Central como zona de influencia directa y dividiendo así América en dos,
quedando del otro lado una América del Sur considerada como un peligro si lograra unirse. Esta visión
tradicional surge dentro de la élite política “yankee”. Últimamente, las declaraciones de John Kerry sobre la
necesidad de volver a controlar “el patio trasero” (sic) de EEUU o los documentos del Departamento de
Defensa sobre la indispensable proyección militar hacia el Asia-Pacífico, sin perder la hegemonía en América
Latina lo demuestran (ver los documentos de Santa Fe)5. Esa división en dos del continente es un potente
freno a la integración bolivariana. Por supuesto, un país como Honduras, si se queda aislado, no tiene la
misma capacidad de resistencia geopolítica o de construcción de soberanía nacional que un país como Brasil.
La gran derrota estratégica del siglo XXI de Estados Unidos en la “Patria Grande” es el fracaso del ALCA (Área

4
NED: National Endowment for Democracy; USAID: United States Agency for International Development (N.d.E).

5
Documentos elaborados para orientar la política imperial de EEUU hacia América Latina, iniciados en los años 80 con Reagan (Santa
Fe I). A fines del 2000, bajo el presidente Bush, vieron la luz "los documentos Santa Fe IV", con una fuerte orientación antichavista.
de Libre Comercio de las Américas) en 2005, en la cumbre de Mar del Plata. Es una derrota con profundas
consecuencias, pues echó abajo los planes neoliberales estadounidenses en el continente para la primera
mitad del siglo. Por eso se multiplican ahora otras tentativas como los TLCs, la consolidación del TLCAN6 con
México y Canadá, la voluntad de integrar la Alianza del Pacífico, etc. Y una de las lecciones de todo esto es
que el fracaso del ALCA fue producto de una doble dinámica: resistencia de los pueblos y capacidad de
oposición de algunos gobiernos. Esa gran derrota vino desde abajo, con la intensa campaña continental de
movimientos sociales por el “No al ALCA” y fue posible gracias a la oposición de presidentes como Hugo
Chávez en particular y Lula de Brasil, que veía con malos ojos esta presión de Washington en su zona de
influencia privilegiada.
Lo que quiero subrayar es que entender el “giro a la izquierda” (una expresión muy engañosa en
realidad) es comprender la activación de grandes luchas sociales y populares en los últimos quince años, lo
que varios sociólogos definen como “emergencia plebeya”: un fenómeno variopinto pero que irrumpió en el
escenario político logrando fisurar el Consenso de Washington en algunos países y, al mismo tiempo, poner
en jaque la hegemonía política, económica y subjetiva del neoliberalismo. Dichas radicalidades críticas y
resistencia explican, en parte, esta reorientación progresista en lo institucional-electoral. Es decir, las
relaciones de fuerza políticas solo pueden verse afectadas de manera prolongada gracias a las luchas y
reacomodos entre las clases sociales. Esa evidencia de toda teoría política crítica ha sido, una vez más,
demostrada en América Latina desde mediados de los años ‘90. De hecho, es donde hubo irrupción más
significativa de movimientos sociales, de trabajadores, indígenas y populares, donde el escenario político
conoció cambios más drásticos, más profundos en lo institucional y una mayor capacidad de los gobiernos
“progresistas” de proponer otro camino que podríamos llamar, por el momento y de manera transitoria,
“posneoliberal”. Pero, este impulso desde abajo no fue suficiente en ningún país -hasta ahora- para
encontrar derroteros poscapitalistas y en ello seguramente pesa mucho todavía, la debilidad de la
organización clasista de los trabajadores y su proyección política independiente.

Seguel: ¿A qué casos te refieres?

Gaudichaud: Estoy pensando en el caso paradigmático de Bolivia, donde hubo realmente inmensas
movilizaciones, conflictos de clases, grandes manifestaciones populares, en particular por parte del
movimiento campesino indígena y con el apoyo, aunque restringido, de la COB (Central Obrera Boliviana).
Como lo escribió el periodista anglosajón Benjamin Dangl, en Bolivia, el movimiento social era tan explosivo
que parecía “bailar con dinamita”. Sólo ese nivel de movilización permitió, a la larga, la elección de Evo
Morales. La “guerra” del agua y del gas, los enfrentamientos con los militares, la destitución de varios
gobiernos corruptos y neoliberales, todo ese cóctel permitió la emergencia de un nuevo instrumento
político: el MAS (Movimiento Al Socialismo) también considerado como “instrumento de soberanía de los
pueblos”. Desde otra realidad, en Ecuador es la irrupción indígena durante los noventa y de la Confederación
de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE) -incluso con algunos caminos equívocos de su brazo
político, el movimiento Pachakutik que participó un tiempo en el gobierno de Gutiérrez-, lo que modificó
sustancialmente el escenario político. Esos cambios abrieron el espacio para la elección de un outsider,
Rafael Correa, exministro sin partido, cristiano y economista heterodoxo. Y en fin, la experiencia venezolana
-tal vez mejor conocida- que surge más bien “desde arriba” y desde la figura carismática que fue Hugo
Chávez y, a partir de ahí y con sucesivas victorias electorales (¡más de 19!), empodera progresivamente a la
sociedad civil y al “bajo pueblo”, en un país con poca tradición de movilización obrero y social de masas.
Es interesante constatar que estos tres procesos nacionales-populares no se basan en la izquierda
tradicional, ni en la izquierda revolucionaria histórica, fuerzas ausentes o marginales. Parece derrumbarse el
sistema político tradicional, hay irrupción o recomposición desde abajo que no se hace según el libro clásico
de la izquierda marxista revolucionaria, ni siguiendo a sus partidos. En términos de “sujetos del cambio”,
tampoco se hace desde la clase obrera industrial o minera, sino más bien desde la subalternidad múltiple y
popular que son los movimientos indígenas, los movimientos populares urbanos, los trabajadores
desocupados, etc. Los y las que el teólogo de liberación brasilero Frei Betto nombra como el “pobretariado”
de América Latina. Aunque también están presentes el movimiento sindical y los trabajadores (como la COB

6
Tratado de Libre Comercio de América del Norte (N. d. E)
boliviana) o gremios más tradicionales como el de los profesores. Después de que el neoliberalismo atacó,
destruyó, desplazó al movimiento obrero tradicional, desindustrializó en parte los países, han sido otros los
espacios los que lograron recomponer la conflictividad -que es lucha de clases también- y permitieron
agrietar el consenso hegemónico de las clases dominantes.
En otros países, se gestó un escenario más clásico e institucionalizado, con sus avances democráticos
y retrocesos también. Estoy pensando en Brasil, donde un partido inicialmente muy anclado en el
movimiento obrero clasista, el Partido de los Trabajadores (PT), que dio una encarnizada lucha contra la
dictadura, poco a poco al institucionalizarse y participar en poderes ejecutivos locales o de estados
federados, se va hacia al centro, abandonando su reivindicación anticapitalista inicial, la de la campaña de
1989. Con la distancia, podemos decir que cuando Lula logra ganar la elección presidencial del 2002, ya el PT
había perdido parte de su alma revolucionaria original. Instalado en el gobierno, termina ese proceso de
integración: el partido reivindica a la centro izquierda, gestiona el sistema con reformas estabilizadoras,
otorgándole nuevos beneficios y campo de juego al capital nacional y extranjero, al mismo tiempo que
responde a la urgencia social -y ahí reside la fuerza del “lulismo”-, a través de un sistema de subvenciones,
de bonos, de programas sociales (como “hambre cero”) que saca de la pobreza extrema a más de 30
millones de familias. Una dinámica que un economista francés calificó de “neoliberalismo perfecto”, porque
combina políticas favorables al capital local como al global, pero creando una muy sólida base (o clientela)
electoral en las filas mismas de las principales víctimas del capitalismo. Por mi parte, he hablado de la
constitución de un “social-liberalismo sui generis”. Subrayemos que la hegemonía del PT ha sido, por fin,
cuestionada con las recientes movilizaciones urbanas de junio 2013 por el aumento en las tarifas del
transporte público y en contra del vergonzoso despilfarro que representó la copa del mundo, movilizaciones
que fundamentalmente representan el primer quiebre masivo y organizado entre el “petismo” y l@s
brasileros, abriendo así un nuevo panorama político que si bien no impidió la reciente reelección de Dilma
Roussef, se tradujo de manera contradictoria en el plano electoral con una fuerte tasa de abstención, el
crecimiento notable del PSOL (Partido Socialismo y Libertad) y el importante auge de la candidata ecologista-
neoliberal Marina Silva (que casi vence a Dilma).

Seguel: Entendiendo que ese es el escenario heterogéneo de las izquierdas, ya sea por el modo en cómo
irrumpen o cómo son oxigenadas por las movilizaciones sociales que se van generando, el historiador y
politólogo cubano Roberto Regalado señala que, en ese contexto, la clásica distinción -que tenemos los
marxistas para referirnos al alcance de las transformaciones- en términos de “reforma o revolución”, se
agotaría, ¿en tu opinión, crees que esa consideración es adecuada?

Gaudichaud: Todo depende de qué “izquierdas” estemos hablando. Primero, anotar que Roberto Regalado
estudia esencialmente el campo progresista gubernamental, lo que deja a muchas izquierdas, colectivos y
partidos extraparlamentarios, incluyendo a los más “radicales”, fuera del análisis. Si hacemos un balance
distanciado, ese famoso “giro a la izquierda” permitió, principalmente, comenzar a salir de la “larga noche
neoliberal”, como una vez lo dijo el presidente Correa. Como lo señala el sociólogo ecuatoriano Franklin
Ramírez, lo que nace hoy en América Latina, no es la revolución, no es el reformismo socialdemócrata
tradicional o el populismo clásico, no son tampoco sólo “dos izquierdas” (una moderada y otra radical):
esencialmente, el progresismo actual encarna un cierto retorno y regulación del Estado, de políticas sociales
que redistribuyen parte de la renta hacia los más pobres y de afirmación de una era de “neodesarrollismo”,
después de décadas de neoliberalismo. Una época de mayor control estatal de los recursos estratégicos y
naturales, sin romper las reglas del juego de la economía de mercado, renegociando las relaciones con las
multinacionales o la búsqueda de ciertos niveles de consenso con las burguesías locales (en Bolivia hoy,
entre 60% y 80% de la renta del gas se queda para el Estado y el resto para las multinacionales, antes de Evo
era al revés…). En el caso de los procesos nacional-populares más radicales, como en Venezuela y en Bolivia,
esta dinámica viene acompañada, o más bien se basa, en una fuerte orientación y discursos antiimperialistas
y decoloniales: después de su nueva elección, en octubre pasado, Evo Morales dedicó su victoria a “los que
luchan contra el imperialismo y contra el neoliberalismo”.
Este escenario, cristalizado en torno a contundentes victorias electorales, está caracterizado por la
afirmación creciente de figuras presidenciales omnipresentes carismáticas (se puede hablar de
hiperpresidencialismo) e importantes procesos de asambleas constituyentes (Bolivia, Ecuador, Venezuela),
con la aparición de nuevos derechos fundamentales: derechos de la naturaleza, estados plurinacionales,
referéndums revocatorios, etc. Es evidente que asistimos a dinámicas democratizadoras novedosas y a la
implementación de reformas sociales profundas que permitieron disminuir a la par pobreza y desigualdad
social de manera notable (la pobreza bajó más de 20 puntos en Bolivia y Venezuela). Estos gobiernos tienen
que lidiar con fuerzas sociopolíticas, mediáticas y económicas internas y externas muy potentes, hostiles y
capaces de manipulación de la opinión pública como de subversión militarizada: recordemos el golpe de
Estado en abril de 2002 en Caracas, el golpe “institucional” en Paraguay o Honduras, la casi secesión de la
regiones más ricas de la “media luna” en Bolivia, la sublevación policíaca en Ecuador contra Correa, etc.
Pero, claro, no se trata de procesos revolucionarios como los vividos en el siglo XX, como en el escenario
cubano en 1959 o nicaragüense en 1979. Desde Marx -por lo menos- y sus estudios sobre la Comuna de
París, algunos signos fundamentales de dinámicas revolucionarias son la ruptura del aparato estatal, la
transformación de las relaciones sociales de producción y la irrupción de l@s de abajo en el escenario
político, donde disputan la hegemonía y desplazan a la clase dominante. No estamos exactamente en tales
condiciones en la América Latina de hoy, a pesar de la retórica revolucionaria (revolución “del siglo XXI”,
“ciudadana” o “comunitaria-indígena”) y de las transformaciones existentes en el plano político.
Entonces, cuando Roberto Regalado plantea que la disyuntiva “reforma o revolución” ya no es
válida, yo diría que sí es válida la disyuntiva “reformismo o revolución”, en un escenario diferente al del siglo
XIX o XX. Tal vez necesitemos pensar hoy, a la luz de las experiencias recientes de América Latina, en
“reformas Y revolución”, “reformas en permanente revolución” o sea políticas públicas radicales en procesos
abiertos destinados a revolucionar la sociedad y sus estructuras, apoyadas en el desarrollo de formas
crecientes de poder popular constituyente. Tenemos que asumir que, en algunos contextos específicos,
puede haber procesos interrumpidos de reformas democráticas y posneoliberales que abran camino, desde
gobiernos de izquierdas, gobiernos del pueblo trabajador, como desde las luchas de clases. De hecho, basta
con volver a leer textos de los mismos bolcheviques (Lenin, Trotsky, etc.) o de Rosa Luxemburgo para
constatar que l@s revolucionari@s de principios del siglo pasado no cometían ese error de confundir
reformas con reformismo. Y, por eso, no podemos oponer de manera a-dialéctica y dogmática reforma
versus revolución, conflicto social versus disputa electoral, gobiernos populares versus luchas de clases,
unidad del pueblo trabajador versus unidad de las izquierdas, etc. Siguiendo a Claudio Katz, se trata de
recuperar hoy los sentidos estratégicos del “porvenir del socialismo”, sin perder la brújula de necesarias
discusiones y pasos tácticos audaces, creativos, autogestionarios, de transición para lograr unificar, aglutinar
a los trabajadores, indígenas y sectores populares como también en ese camino -ojalá- a las fraccionadas
izquierdas anticapitalistas. Sin esa unidad de l@s de abajo, y sin independencia de clase, sólo habrá
populismo desde arriba o neoliberalismo de guerra… De la misma manera, según Katz, el objetivo es
concebir procesos de transformación de mediana y larga duración, con saltos cualitativos y rupturas
contundentes, más allá de la caricatura del “asalto” al palacio presidencial (que en realidad nada tiene que
ver con el pensamiento dialéctico de Lenin) o del “limbo” institucional en el cual se encuentran hoy la
mayoría de los “progresismos”.
Para que me entiendas bien, insisto en que esa perspectiva de reformas en revolución permanente
significa no abandonar la estrategia e intencionalidad revolucionaria (y consiguiente transformación
rupturista del Estado), pues si no, el efecto inmediato es bregar por reformas democráticas que terminan
siendo meramente reformistas o electoralistas, pensando el Estado como “neutro” y posible de “mejorar”
desde los márgenes del capitalismo periférico: es decir, al final de cuentas, ajustes “progresistas” dentro del
modelo, como lo vivido por ejemplo en Brasil, Uruguay o con el “new sandinismo” orteguista en Nicaragua.
De hecho, el mismo Roberto Regalado se pregunta si las actuales izquierdas gubernamentales representan
un “reciclaje” de viejos esquemas o realmente nuevos vientos de cambios. Yo diría que la clave continúa
siendo la relación de estos gobiernos con las luchas sociales, l@s asalariad@s y el pueblo, sus posiciones
respecto al imperialismo, a las clases dominantes, pero también con desafíos esenciales del tiempo
presente: la lógica decolonial e indígena, la lógica medioambiental y del buen vivir, la lógica feminista y
antipatriarcal. Desde las izquierdas, varios intelectuales (como Isabel Rauber o Marta Harnecker por
ejemplo) piensan que en Bolivia, Venezuela y, en menor medida, en Ecuador existen procesos
democratizadores, antiimperialistas, posneoliberales aunque en disputa. De hecho, en estos países varios
sectores revolucionarios apoyan críticamente -y con más o menos autonomía- los evidentes avances que han
significado estos gobiernos progresistas o nacional-populares en el plano de la soberanía nacional,
integración regional, de la salud, educación, alfabetización, infraestructura, en la disminución notable de la
pobreza extrema, el empoderamiento político y territorial, etc. Las experiencias de las Asambleas
Constituyentes en estos tres países son una lección para toda la región (y para Chile, en particular, donde
sigue vigente la Constitución de la dictadura…). Así, en Bolivia, no cabe duda de que hubo revolución de las
subjetividades, transformación democrática campesino-indígena, desplazamiento de la élite gobernante
oligárquica racista, pero -en rigor- no una revolución en términos de transformación radical (es decir “en la
raíz”) de la relación capital-trabajo y capital-naturaleza. Es un proceso abierto posneoliberal. En Venezuela,
varios grupos del chavismo popular o anticapitalista como -entre otros- Marea Socialista apoyaron a Chávez
y hoy al gobierno del presidente Maduro frente a la violencia de la oposición, pero subrayando sus
vacilaciones y las capitulaciones de las burocracias del viejo Estado rentista, llamando a una “revolución en la
revolución” y a contraatacar frente a la ofensiva subversiva de la derecha neoliberal o del imperialismo.
Por eso, es importante ver que para otros intelectuales, como los ecuatorianos Decio Machado o
Pablo Dávalos por ejemplo, esta fase progresista-neodesarrollista sólo escondería las nuevas figuras de una
“democracia disciplinaria” que coopta y canaliza los movimientos y clases populares, mientras tanto oxigena
un capitalismo local-mundial en crisis, con inversiones públicas. Alberto Acosta, ex presidente de la
Asamblea Constituyente del Ecuador o el sociólogo marxista Mario Unda piensan así que el correísmo se
transformó en un “nuevo modo de dominación burguesa” y de restauración conservadora, con un discurso
de cambio muy marcado que acompaña una modernización económica capitalista nacional. Esta
modernización ocurre también en otros países combinando el reciclaje de viejas formas del populismo con
nuevas figuras del bonapartismo latinoamericano: ¿qué pensar, por ejemplo, del kirchnerismo en Argentina
y de su asombrosa capacidad de control social? ¿qué opinar de las agresiones verbales en la televisión
pública, del presidente Correa hacia movimientos indígenas o militantes ecologistas (calificados de
“infantiles” o de “terroristas”)? De hecho, analizando el caso ecuatoriano y el creciente autoritarismo del
gobierno hacia el movimiento indígena pero también hacia los defensores del proyecto Yasuní o su rechazo
contundente a toda perspectiva feminista, se ve una clara determinación del “progresismo” a rechazar las
disidencias o criticas sociales y políticas “abajo y a la izquierda”: el último episodio de esa tendencia
regresiva ha sido el lamentable anuncio de Rafael Correa del desalojo de su sede histórica a la Confederación
de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE), con justificaciones legales falaces. O sea, eso significa
intentar borrar uno de los bastiones históricos de la resistencia contra los embates de los gobiernos
neoliberales por ser hoy, duros críticos de la “revolución ciudadana”… Un hecho denunciado con razón como
“injusto y políticamente insensato" por Boaventura de Sousa Santos, sociólogo portugués que acompañó al
gobierno en sus inicios. En este caso, como en muchos otros, el deber de solidaridad es de denunciar estos
hechos, sin tapujos, ni genuflexiones ante el poder, sea quien sea quien ocupe el sillón presidencial.
Incluso, ¿cómo analizar hoy el fenómeno carismático-popular chavista? Por cierto, alguien como Ernesto
Laclau, por su propia filiación peronista, explica que la “razón populista” puede ser progresiva y
democratizadora como regresiva y autoritaria en América Latina, según su contenido, dirigentes e
inclinaciones. Pero este problema plantea la imperiosa necesidad de un análisis crítico, abierto y clasista de
estas experiencias. Asimismo, Raúl Zibechi en su libro “Progre-sismo” afirma que los gobiernos progresistas,
finalmente tienen un efecto despolitizador en la sociedad porque logran “domesticar” gran parte de los
movimientos. Desde una óptica gramsciana original, el sociólogo mexicano Masimo Modenesi lee el
progresismo como una variante de “revolución pasiva” por su carácter contradictorio y sus efectos
desmovilizadores. Según Modenesi, aún con saldos y sobresaltos específicos, los gobiernos progresistas
lograron asentarse hegemónicamente, reproducirse en el tiempo a partir de la construcción de fuertes
consensos pluriclasistas y electorales (en particular frente a las oposiciones de derecha) y llevar a cabo, en la
mediana duración de 10-15 años, una combinación de procesos de transformación política, reformas
sociales progresivas y de conservadurismo del orden existente y sus equilibrios en términos de relaciones
sociales de producción. En resumen, un escenario complejo, pero aun abierto, para las izquierdas
anticapitalistas, que hay que descifrar sin dogmas o sectarismos.

Análisis de casos: Venezuela y Bolivia en la mira


Seguel: Me gustaría seguir analizando el caso de Venezuela, sobre todo a un año del fallecimiento de Hugo
Chávez y cuando han surgido ciertas críticas al interior de las mismas filas del chavismo. ¿Dónde se inscriben
esas críticas, a qué responden?

Gaudichaud: A un año de la muerte de Hugo Chávez, la coyuntura bolivariana es muy crítica, muy tensa, con
la ofensiva de la derecha insurreccional neoliberal, pero también por el estado mismo, interno, del Proyecto
Bolivariano. Por supuesto, existen presiones exteriores imperiales, intervención de Washington y una
campaña mediática planetaria, digna de futuros estudios, para atacar al proceso bolivariano. Es un dato
esencial de la coyuntura, pero no por eso podemos caer en la visión binaria, reduccionista que dice: “o estás
con el gobierno de Maduro, en bloque, de manera acrítica o si no, es que estás con el imperialismo”… Es una
visión equívoca y nefasta para la solidaridad internacional. La “ternura de los pueblos” (así llamaban los
sandinistas al internacionalismo) no puede basarse en tal análisis simplista, maniqueo. La oposición a
Maduro y la derecha venezolana se apoyan en contradicciones y en la propia debilidad el proceso
bolivariano, en sectores medios altos de la población (no sólo en las clases altas), e incluso en el hartazgo de
parte del “bravo pueblo” frente a la corrupción, ineficacia administrativa, crisis económica, inseguridad
urbana, etc., como lo ha demostrado el declive electoral relativo del chavismo. Por eso, necesitamos
descifrar esas debilidades internas y escuchar las voces críticas dentro del espacio bolivariano y también,
fuera del gobierno. Los libertarios de Caracas no son proimperialistas; Orlando Chirino (dirigente trotskista y
sindical de la Unión Nacional de Trabajadores) no es neoliberal; el ex viceministro Rolando Denis no es
propatronal y los compañeros de Marea Socialista o del sitio web Aporrea no son “traidores”… Hoy día en
Venezuela, existen luchas obreras y sindicales que han sido reprimidas, esencialmente por sicarios
patronales, pero nunca denunciados por el Estado. El mismo Ministerio del Trabajo impide la aplicación del
nuevo Código laboral que representó un gran progreso para los trabajadores del país. La inflación ya ha
carcomido el aumento salarial de la época de Chávez y la dimensión de la crisis económica actual, no es sólo
producto del mercado negro o de la ofensiva de la burguesía, también nace de una muy mala gestión, del
tipo de cambio de divisas, de la ausencia de una planificación para la diversificación económica y la
industrialización. Todo eso ha sido graficado, estudiado y explicado por economistas críticos como Manuel
Sutherland o Víctor Álvarez (exministro) e investigadores del Centro Internacional Miranda (CIM). El
desabastecimiento ataca primero al bolsillo de las clases populares y el tema de la inseguridad es real,
perjudicando primero a los pobres de la ciudad, no a los que habitan Chacao, Altamira u otros barrios
pudientes. La reproducción de una “boliburguesía” parasitaria, que lucra del proceso a la sombra del Estado,
es cada vez más insoportable para miles de militantes barriales, de fábricas, de cooperativas, de consejos
comunales. Entonces, esos son problemas graves, candentes y, repito, no tiene sentido callarlos en nombre
de la defensa legítima de las importantes conquistas sociales y democráticas del decenio chavista y de la
lucha unitaria necesaria, indispensable, frente al imperialismo. Menos aún, en nombre del “socialismo del
siglo XXI” o frente a las 19 elecciones democráticas victoriosas… Cuando toda una burocracia gubernamental
o paraestatal del PSUV7 rema a contracorriente, hay espacios como Marea Socialista u otros grupos que
denuncian el actual “diálogo de paz” y el pacto de no-agresión con la burguesía venezolana (como los
Cisneros, los Mendoza y otras familias), los mismos que incentivaron el golpe de Estado del 2002 y que
nunca fueron castigados. ¿Por qué no se dialoga más con el movimiento obrero que intenta organizarse, con
los colectivos bolivarianos, con los consejos comunales? Últimamente se ha intentado iniciar “gobiernos de
calle”, volver a la base: veremos si esto permite reanudar los lazos entre el ejecutivo y el pueblo chavista.
Hay tensiones y la situación actual es muy crítica, a pesar de los avances en términos sociales logrados en los
últimos 15 años. De hecho, según la CEPAL, es el país que más ha reducido, a la par, pobreza y desigualdades
en la región. No representa un dato menor en el continente más desigual del mundo... Existe además hoy un
pueblo empoderado, politizado y movilizado -herencia de Chávez- que quiere defender sus conquistas. Por
esta razón, hay que pensar el bolivarismo como un proceso nacional-popular “en tensión” y una dinámica
plebeya muy contradictoria, en la cual la capacidad de las luchas populares autónomas -en particular del
movimiento obrero clasista- será el elemento decisivo del futuro de esta experiencia excepcional de
principios de siglo.

7
PSUV. Partido Socialista Unido de Venezuela.
Seguel: ¿Qué rol juega la transferencia de renta del petróleo a la llamada “boliburguesía”, en el sentido de la
acentuación de estas contradicciones internas que mencionas?

Gaudichaud: Varios estudiosos venezolanos, como Edgardo Lander o la historiadora Margarita López Maya,
ya han descrito la “maldición” que representa el petróleo y la monoexportación de recursos naturales para
una sociedad. Paradójicamente, estar sentado en un pozo petrolero para un proyecto de emancipación es
una verdadera calamidad, porque el rentismo es todo lo contrario a una perspectiva humana emancipadora,
impregna todas las clases sociales, no hay nadie que esté a salvo de este modelo de sociedad, de
hiperconsumo y de una economía extravertida, una formación social dependiente que debilita toda
capacidad de producción nacional y posibilidad de soberanía alimentaria (más del 80% de los alimentos de
los venezolanos es importado). En este complejo contexto, la revolución bolivariana logró, por primera vez
en la historia republicana de este país, y con el nuevo control gubernamental sobre PDVSA (Petróleos de
Venezuela), utilizar la renta petrolera para y hacia las clases populares a través de las misiones de salud,
educación, vivienda, infraestructura, etc., con el apoyo de Cuba. La principal reserva de petróleo del mundo
ya no es sólo un recurso al servicio de la oligarquía local y de sus socios de Miami, aunque hoy todavía, una
gran parte de los beneficios van a parar a las multinacionales asociadas a PDVSA asentadas en la franja del
Orinoco como EXXON, CHEVRON, TOTAL, etc. y a un sector parasitario del viejo Estado. Pero, ¿cómo hacer
para transformar y democratizar realmente, económicamente, este modelo rentista depredador? Es la gran
pregunta de estos 15 años de proceso bolivariano. Ahí, la gran desgracia es que todas las experiencias más
avanzadas de control obrero o de cogestión como en la siderúrgica Sidor en el estado de Guyana o en una
empresa como Inveval y algunas otras grandes fábricas, no fueron incentivadas o apoyadas, más allá de sus
problemas internos, también reales. Al contrario, son a menudo combatidas por las burocracias sindicales,
municipales y/o estatales. Lo mismo pasa con los Consejos Comunales o las Misiones. Además, estos
organismos se crearon por fuera del Estado, como un bypass para intentar suplir la inmensa ineficacia
estatal y responder a la urgencia social. En estas condiciones, estas políticas públicas no transforman al
Estado rentista y están muy poco institucionalizadas, lo que amenaza su continuidad en el tiempo. O sea, ¡de
nuevo el problema del Estado!

Seguel: Pasando a otra experiencia, hablemos un poco del caso boliviano. Llegando al término del segundo
mandato del presidente Evo Morales, se notaba cierto agotamiento o más bien ciertos cuestionamientos
internos, los que -se podría decir- fueron revertidos por la impresionante victoria electoral presidencial de
octubre pasado. ¿El proceso boliviano se está agotando en términos de su planteamiento inicial? ¿Cómo leer
el llamado de García Linera a constituir el capitalismo andino-amazónico?

Gaudichaud: Como punto de partida, una pequeña precisión: el tema del agotamiento parcial del “ciclo”
progresista gubernamental, yo lo vería a nivel continental, con altibajos y diferencias nacionales obviamente.
Estamos a más de quince años de la apertura del ciclo y de la elección de Hugo Chávez, y la fuerza propulsiva
de lo que alguna vez se llamó “giro a la izquierda” muestra sus límites y tensiones. Desde formas de social-
liberalismo sui generis a la brasilera, pasando por la experiencia ecuatoriana, hasta el proceso bolivariano y
sus crisis, hay -es cierto- una pérdida de fuerza, un cierto agotamiento, aunque relativo si analizamos
encuestas de opinión. Volviendo a Zibechi, el periodista y sociólogo uruguayo afirma que si efectivamente
los progresismos mantienen una gran fuerza electoral y gubernamental, parecen haber perdido su capacidad
inicial de transformación social emancipadora, con un sesgo que se volvió cada vez más estabilizador o
conservador del orden político-económico existente. Habría que recordar algo esencial, las derechas de
ninguna manera desaparecieron del ajedrez político, controlan países clave como Colombia, Panamá o
México y crecen electoralmente en varios de los países con gobiernos progresistas: basta con ver las últimas
elecciones regionales o locales en Venezuela y Argentina. Cuando la crisis capitalista mundial impacta a la
región, los límites de los procesos en su diversidad afloran con mayor fuerza y aparecen las grandes
contradicciones de modelos productivos primo-exportadores, altamente basados en el crecimiento de la
exportación de materias primas. El tema del “megaextractivismo” y sus formas de acumulación por
desposesión y depredación es un tema central del período y un talón de Aquiles de América Latina. Los útiles
trabajos de Eduardo Gudynas o Maristella Svampa sobre la problemática y los caminos emancipatorios del
“posdesarrollo”, subrayan que no se ha superado esa gran dependencia, incluso se han reprimarizado las
economías de algunos países: en Brasil, país “imperialista periférico” e industrializado, el sector extractivista
es proporcionalmente cada vez más importante. Un economista como Pierre Salama describe bien esta
nueva degradación de los términos del intercambio. En este contexto, se acumulan los conflictos y luchas
entre el movimiento popular, las comunidades indígenas y los gobiernos progresistas. El neodesarrollismo
extractivista es una de las piedras de tope de los progresismos, revelando los límites de los procesos
actuales. Así como lo recalca Frei Betto:

La fuerza de penetración y obtención de ganancias del gran capital no se redujo con los gobiernos
progresistas, a pesar de las medidas regulatorias y cobro de impuestos adoptados en algunos de
esos países. Si, de un lado, se avanza en la implementación de políticas públicas favorables a los más
pobres, por otro, no se reduce el poder de expansión del gran capital (…) Los gobiernos y
movimientos sociales se unen, especialmente durante los períodos electorales, para frenar las
violentas reacciones de la clase dominante alejada del aparato estatal. Sin embargo, es esta clase
dominante la que mantiene el poder económico. Y por más que los inquilinos del poder político
implementen medidas favorables para los más pobres, hay un escollo insalvable en el camino: todo
modelo económico requiere de un modelo político coincidente con sus intereses. La autonomía de
la esfera política en relación con la económica es siempre limitada. Esta limitación impone a los
gobiernos democrático-populares un arco de alianzas políticas, a menudo espurias, y con los
sectores que, dentro del país, representan al gran capital nacional e internacional, lo que erosiona
los principios y objetivos de las fuerzas de izquierda en el poder. Y lo que es más grave: esa izquierda
no logra reducir la hegemonía ideológica de la derecha, que ejerce un amplio control sobre los
medios de comunicación y el sistema simbólico de la cultura dominante.

Por cierto, como lo subrayó Fred Fuentes, el extractivismo no puede ser “al árbol que esconde el bosque”: o
sea, el modelo primo-exportador es, ante todo, producto de una estructura de dependencia económica de
tipo neocolonial. Para países del sur, cuando la pobreza y las necesidades son todavía inmensas, no se trata
de abandonar “a secas” toda forma de extracción de riqueza (pero sí la más depredadora y extravertida).
Tampoco se pueden confundir los diferentes usos que hacen los gobiernos suramericanos de la renta o sus
políticas hacia las multinacionales. En paralelo, es significativo ver que los ejecutivos en vez de buscar
radicalizar sus enfoques posneoliberales e intentar apoyarse más en el pueblo trabajador movilizado,
convergen cada vez más hacia el centro, en una clara “lulización” de la política latinoamericana que implica
compromiso entre las clases, negociación con el capital financiero y acuerdos con la oposición parlamentaria
neoliberal. Es el escenario ya existente en Nicaragua, Uruguay, Salvador, Brasil, Argentina, etc.
El caso boliviano, creo yo, con el paso del tiempo, ha mostrado ser el progresismo más potente y
capaz de construir un posneoliberalismo consolidado, popular y con fuertes rasgos decolonizadores, un
hecho esencial en un país como Bolivia. Tenemos un presidente sindicalista-indígena surgido de esta
“emergencia plebeya” de los años 2000, de las “guerras” del gas y del agua, y que declara ser el “gobierno de
los movimientos sociales”. Un autor como Pablo Stefanoni (unos de los mejores analistas del complejo
proceso boliviano), explica de manera detallada este fenómeno de una experiencia nacional popular que se
asienta -en un plano simbólico-subjetivo- en la reivindicación del campesino indígena y de la decolonialidad
del poder (concepto acuñado por el peruano Aníbal Quijano), a la vez que promueve un modelo económico
modernizador-desarrollista. La elección de Evo favoreció la reintegración de las comunidades indígenas a la
nación y a la comunidad política, facilitó el desplazamiento de la vieja élite oligárquica blanca, permitiendo el
surgimiento de una nueva clase media indígena. Evo y el MAS (Movimiento Al Socialismo) encarnan no
obstante un indigenismo muy flexible y pragmático, un “esencialismo estratégico” adaptativo, ya que Evo
Morales reivindica el indigenismo al mismo tiempo que el vicepresidente García Linera anuncia un “Modelo
Nacional Productivo” modernizador. No se trata en absoluto de una política indianista, como lo reivindican
Felipe Quispe y los sectores más etnoracialistas del indianismo. El MAS logró alejar los riesgos de golpe,
controlar y negociar con latifundistas y burguesías de las regiones orientales de la “media luna” y constituir
una base electoral popular muy solidificada: lo que acaba de confirmarse con su nueva y contundente
victoria electoral de octubre de 2014. Con el gobierno del MAS, Bolivia entró en 2005 en una fase de
consolidación institucional, después de décadas de caos neoliberal, represiones del movimiento popular y
golpes militares: Evo es el presidente más longevo de la historia de la república de Bolivia, desde su
fundación… Se conseguiría así forjar un consenso nacional en torno a esta figura campesino-indígena. En ese
sentido, sí es una revolución política, una ruptura en la historia boliviana. El MAS controla el Parlamento y
una nueva democracia corporativa, que pasa por los espacios sindicales campesinos e indígenas, que juegan
un papel de cooptación de dirigentes y de ascensor social.
En el campo económico, varias nacionalizaciones (con indemnización) y el control del gas nacional
dio forma a un esbozo de lo que el vicepresidente llamó, en los años 2005-2006, “capitalismo ando-
amazónico”: construcción de un Estado regulador, capaz de orientar la expansión de la economía industrial y
extractiva, al mismo tiempo que organiza la transferencia de recursos hacia sectores populares y
comunitarios, a través de bonos o del aumento del salario mínimo o de la cobertura social, educacional y de
salud. Pero fundamentalmente, en términos macroeconómicos, en la gestión de divisas y en el presupuesto
público, este gobierno sigue aterrorizado por el espectro de la hiperinflación de los años ‘80 que derrotó
toda tentativa socialdemócrata. Es muy ortodoxo en el plano económico. El sociólogo James Petras declaró
que el gobierno de Evo Morales sería, en su opinión, “el más conservador de los radicales o el más radical de
los conservadores”… Es el país que, en proporción a su PIB, tiene la reserva de divisas más importante del
mundo, ¡más que China! El mismo FMI calificó a Bolivia como la economía más estable de América Latina y el
New York Times afirmó que Evo Morales sería el mejor representante del desarrollo de la región. En ese
aspecto no hubo grandes cambios. Los principales avances fueron primero, en términos simbólicos y
subjetivos (lo que no hay que menospreciar después de siglos de racismo estatal); segundo, en el plano del
control de los hidrocarburos y de reafirmación de una soberanía nacional antiimperialista y; tercero, los
avances en el sistema de jubilación, de servicios sociales, de regulación del mercado informal. Pero queda
mucho por hacer en términos de lucha contra la pobreza, la desigualdad social y de género. No obstante, la
inversión en los servicios públicos se multiplicó por siete desde 2005, a medida que bajaban, como nunca
antes, los niveles de pobreza y analfabetismo.
Varios sectores desde el movimiento popular, del indianismo o de la debilitada izquierda radical,
reivindican una ruptura mucho más profunda y rápida, una opción que entiendo y comparto. Desde la COB,
hay una tensión acumulada con el gobierno sobre salarios, pensiones y reforma laboral. Por parte de algunas
corrientes del movimiento indígena también, del katarismo aymara y de figuras como Felipe Quispe o Pablo
Mamani. Entonces, ese es el escenario, un escenario bastante complejo. Morales supo ocupar un espacio
desde una reactivación de la antigua figura nacional-popular, surgida con fuerza en la revolución minera
campesina de 1952 (ver los trabajos de René Zavaleta Mercado). Pero, a diferencia de los años ‘50, no existe
hoy en Bolivia una alternativa radical revolucionaria al nacionalismo popular, con influencia de masas,
enraizada en masivos sindicatos mineros, como lo era el POR (Partido Obrero Revolucionario) boliviano.
Conclusión: una derrota de Evo Morales en las últimas elecciones presidenciales hubiera
representado un grave retroceso y una victoria para los neoliberales y las oligarquías...

Santiago de Chile, primavera austral, 2014.


América Latina actual. Poder popular, Estado y luchas sociales

Conversación con Franck Gaudichaud8 (Parte 2)


Por Bryan Seguel9

Esta entrevista es una contribución a un libro colectivo por publicarse en 2015 sobre “Movimientos sociales y
poder popular en Chile. Retrospectivas y proyecciones políticas de la izquierda latinoamericana”, un trabajo
realizado en conjunto entre el Grupo de Estudios Sociales y Políticos - Chile (GESP), de la Universidad de
Santiago - USACH y Tiempo robado editoras, ver:
http://tiemporobadoeditoras.wordpress.com/2014/12/17/avances-sobre-publicacion-conjunta-con-gesp-
movimientos-sociales-y-poder-popular-en-chile/

Presentación
En esta segunda parte de la entrevista, Franck Gaudichaud -uno de los artífices del portal Rebelión-
efectua un repaso sobre las acepciones y usos del concepto de poder popular, las distintas experiencias
históricas latinoamericanas que le dieron carnadura y el carácter inescindible que asumen en los procesos
emancipatorios de nuestro continente las nociones de clase/género/etnia/colonialidad. Además, el autor de
El volcán latinoamericano habla de evitar en los debates de las izquierdas la dicotomía entre movimientos
sin organización política ni programa, y la defensa acrítica de la razón de Estado, teniendo presente que son
necesarias herramientas políticas y estrategias concretas de transición global. “América Latina y sus
resistencias son el continente laboratorio de la construcción de alternativas para el siglo XXI” afirma.

Poder popular, Estado, movimientos sociales y luchas de clases

Seguel: Entendiendo que el concepto de poder popular se instala en el imaginario latinoamericano desde los
sesenta en distintos contextos y que, en ese marco, se han realizado diferentes usos por parte de los
movimientos sociales y las organizaciones políticas, ¿qué elementos a tu juicio son fundamentales para una
aproximación al concepto de poder popular en base a las experiencias latinoamericanas? ¿Qué elementos
son los centrales para entender esta idea, noción, teoría del poder popular que se ha venido levantando en
América Latina hace más de cuarenta años?

Gaudichaud: Por cierto, como bien mencionaste, es una noción heterogénea que no tiene una sola
definición. Su flexibilidad es su fuerza y también su debilidad, ya que hay que adaptarla a cada proceso real
para entenderla de manera plena. En un libro colectivo sobre poder popular coordinado por Miguel Mazzeo,
el politólogo Hernán Ouviña destaca el peligro de la “palabra murciélago” (concepto del italiano Vilfredo
Pareto) en que se podría transformar la noción de poder popular: una palabra en la cual caben tanto pájaros
como roedores… ¡Aunque a mí, personalmente, me gustan tanto los pájaros como los roedores, que son los
de abajo y, como el “viejo topo” de Marx o lo que Bensaïd llamaría “la sonrisa del fantasma del comunismo”,
son capaces de socavar el orden dominante! Ahora bien, hablar de poder popular tiene muchas aristas y
8
Magíster en Historia (Universidad de Bordeaux), Doctor en Ciencia Política (Universidad París 8) y profesor en Estudios
Latinoamericanos de la Universidad de Grenoble (Francia). Miembro del colectivo editorial del portal www.rebelion.org y de la
revista ContreTemps (Paris). Contacto: franck.gaudichaud@u-grenoble3.fr.
9
Estudiante de historia y sociología de la Universidad de Chile. Asistente de investigación del “Núcleo Bicentenario: memoria social y
poder” de la Universidad de Chile. Equipo interdisciplinario de investigación en movimientos sociales y poder popular
(www.poderymovimientos.cl). Contacto: bseguelg@gmail.com.
varias lecturas, desde las corrientes anarquistas, libertarias hasta las marxistas ortodoxas, pasando por las
marxistas heterodoxas, etc. Por ejemplo, algunos grupos anarquistas dicen “el poder popular sigue siendo
una noción estadocéntrica, entonces no nos conviene”. Para mí, la noción de poder popular se refiere a esa
irrupción del movimiento obrero y popular, a las movilizaciones de los dominad@s, explotad@s y
subaltern@s organizados en un contexto capitalista-patriarcal hegemónico, que desde su posición
subalterna y con su fuerza de movilización disruptiva, logran comenzar a crear espacios de poder propio,
autónomo y subversivo del orden social imperante. Este poder puede ser un poder local, comunal, regional,
hasta lograr ser un poder territorial-dual nacional que cuestiona la legitimidad y el monopolio de la violencia
del propio Estado. Pero para su concreción necesita desarrollarse desde sujetos reales y sobre todo desde
espacios económicos: por esta razón, las experiencias de poder popular cobran particular fuerza
revolucionaria cuando surgen desde el asalariado y los trabajadores, ya que sus resistencias amenazan
directamente la reproducción y acumulación del capital. En Chile, la praxis paradigmática ha sido la de los
Cordones Industriales, que lograron tomar en parte -y de manera transitoria- el control del aparato de
producción en el seno de la turbulenta “vía chilena al socialismo” (1970-1973). Actualmente, en Argentina y
Brasil, hay decenas de empresas recuperadas y algunas bajo control obrero. Son formas de lo que llamo
poder popular constituyente clasista. Por otra parte, la importancia de nuevas luchas obreras y sindicales en
varios países demuestra que el sindicalismo sigue vivo e incluso está recobrando colores: veamos las fuertes
luchas de asalariados en el último período en Argentina, acompañadas de la recomposición de la izquierda
anticapitalista; o en Chile, con la acción decidida de los trabajadores subcontratados del cobre, de la Unión
Portuaria o los conflictos en los supermercados.
No obstante, desde los años ‘90, la forma sindical está en receso y crisis (el caso de la COB boliviana es
paradigmático) en todo el continente, a la par con la flexibilización-precarización-tercerización del trabajo.
Querer encontrar hoy a la gloriosa clase obrera industrial de los ‘70, es una simple ilusión romántica o
dogmática. Y por esta misma razón es muy importante comprender las nuevas dinámicas de luchas y nuevas
formas de organización horizontal-territorial y comunitarias, gracias -en gran medida- al impulso de los
movimientos indígenas. El poder popular constituyente surge así también desde el espacio territorial o
barrial, en torno a los pobres del campo y de la ciudad y a las comunidades originarias en resistencia. En el
último período, ha sido muy potente esta fuerza de los territorios urbanos periféricos o comunas campesinas
indígenas, donde se efectúa una (re)apropiación de los espacios de vida, generando un contrapoder
colectivo frente al poder constituido de multinacionales extractivas, del Estado neocolonial, del patrón de
fundo, del alcalde incluso el gobernador, etc. Este contrapoder progresivamente se transforma en
apropiación social democrática, reivindicando la horizontalidad de la democracia, la lucha contra el
patriarcado, el derecho a la ciudad, nuevas formas de producción agrícolas, etc. Podemos pensar en la
comuna de Oaxaca (México) en 2006: para mí fue una experiencia clave si hablamos de poder popular en
siglo XXI, porque ahí se afirmó un nivel de democracia desde abajo, popular-indígena y sindical excepcional,
seguramente la primera Comuna de nuestro siglo, un poco como lo fue la de París a fines del siglo XIX.
Interesantes son también los Consejos Comunales en Venezuela, como expresión del poder popular local
que tienen mayor potencialidad cuando se ligan al movimiento sindical u obrero. En el Cauca colombiano, se
desarrolla una experiencia indígena original, con rotación de mando, control de la producción, de la
alimentación y agroecología: un biopoder alternativo, una potencia constitutiva hecha de autogestión,
autoorganización, con capacidad de controlar sus propias vidas, alimentarse, sin depender de las
instituciones de arriba... Podríamos hablar también de Chiapas y del neozapatismo, utopía concreta esencial
de nuestros días o de la resistencia de Conga en Perú frente a la multinacional Yanacocha. Son muchas las
experiencias y eso nos permite cierto optimismo para el futuro. No obstante, ninguna de esas experiencias
puede evadir la discusión estratégica sobre cómo ese poder popular constituyente local construye también
capacidad de cambiar la sociedad y proponer un proyecto-país alternativo anticapitalista.

Seguel: ¿O sea que para ti, necesariamente una noción de poder popular si se ancla solamente a una
experiencia local y regional no se sostiene en el tiempo, si no se plantea una tarea de disputa de la
hegemonía en el marco nacional?

Gaudichaud: O sea, a veces se sostiene durante décadas incluso. Hay varias prácticas muy ricas de poder
popular comunitario que se deben valorar y creo que una de las más emblemáticas en América Latina, sigue
siendo la de los zapatistas que acaban de conmemorar sus veinte años de resistencia a una escala territorial
importante. Han demostrado que sí se puede terminar con formas de organización autoritarias y construir
otras formas de vida, defender los bienes comunes desde la comunidad y las subjetividades indígenas, con
una visión y práctica del poder más respetuosa, más democrática en el sentido real y subversivo de la
democracia -como bien lo dice Jacques Rancière-. Es decir más horizontal, con rotación de mando, control de
la base social sobre sus dirigentes, con “consejos de buen gobierno”, etc. Pero, no por eso la situación social
y política en el resto de México ha mejorado: de hecho, se sigue degradando, la pobreza, la explotación del
trabajo y la violencia aumentan. El narcoestado mexicano implica niveles de descomposición social tales que
ha sido posible desaparecer 43 estudiantes en Iguala en toda impunidad y con la colaboración del alcalde
del Partido de la Revolución Democrática (PRD) (¡centro-izquierda!). Y eso es solo la parte visible del
problema, cuando son decenas de miles los asesinatos y las desapariciones en los últimos 5 años: una
verdadera guerra interna. Por eso, la importancia y urgencia de la discusión estratégica sobre el tema de
cómo “cambiar el mundo” tomando colectivamente el poder y por dónde empezar…
Algunos, desde el marxismo piensan que es una disputa sobre los “sujetos revolucionarios” y la
búsqueda de la “contradicción principal”. Por ejemplo en Chile, he escuchado debates sobre poder popular
versus poder obrero, insistiendo en la centralidad insoslayable de la lucha de la clase obrera. Pienso que es
necesario restaurar un pensamiento dialéctico y comprender que el concepto de poder popular abarca la
noción de poder obrero, la contiene, siendo más amplio. Personalmente, asumo plenamente que en ningún
caso podemos pretender disolver las contradicciones de clases y el papel central del sujeto-trabajo con la
constitución de formas de poder popular: si el poder popular pretende al anticapitalismo, entonces tendrá
que articularse en torno a las luchas de l@s que viven la dominación del capital. Históricamente, en Chile, el
movimiento obrero industrial ha sido la cuna de algunas de las formas más avanzadas de poder popular, con
el surgimiento fugaz pero esencial de los Cordones Industriales en 1972-1973. Los Cordones buscaron
alianza con los pobladores, con los estudiantes y otros sectores de asalariados. Cuarenta años después,
volvamos a discutir sobre las alianzas estratégicas que se tienen que articular para conformar un bloque
clasista popular contrahegemónico, pero a la luz de las formaciones sociales actuales. Es decir, dejando atrás
una visión heroica, un poco fantaseada de la clase obrera industrial, como si el asalariado no se hubiese
transformado profundamente en décadas de shock neoliberal. Por ejemplo, hoy en Argentina, varias
experiencias de autogestión nacen de los movimientos de trabajadores desocupados, fuera de la fábrica,
como también a partir de una nueva generación de la clase obrera, más escolarizada como se ve en la
“fábrica sin patrón” de Neuquén (FASINPAT) exZanón. Asumiendo también la existencia de la “diagonal” del
conflicto social que no se resume al trabajo: conflicto de género y con el patriarcado, conflicto
medioambiental y frente a la destrucción de la naturaleza, conflictos étnicos y a favor de la
autodeterminación de los pueblos, etc. Como ya lo escribía el historiador chileno Luis Vitale hace 30 años,
todavía los marxismos latinoamericanos deben asumir tres desafíos insuficientemente integrados: el
feminismo, la colonialidad y la crisis ecológica. Y por esta razón, el pensamiento crítico debe saber
interrelacionar y enlazar las diferentes opresiones de manera didáctica:
Etnia-clase-sexo-colonialismo constituyen en América Latina partes interrelacionadas de una
totalidad dependiente que no puede escindirse, a riesgo de parcelar el conocimiento de la realidad
y la praxis social, como si por ejemplo las luchas de la mujer por su emancipación estuvieran
desligadas del movimiento ecologista, indígena, clasista y antiimperialista y viceversa. (Vitale,
1983).

Seguel: Entendiendo que la referencia al poder popular en América Latina depende mucho de los contextos,
sé que hay varias experiencias en las que se ha utilizado la noción de poder popular como un elemento
central en la construcción de los distintos proyectos. Me refiero por ejemplo, a la utilización que hoy hacen en
Venezuela y Cuba o, en otro contexto, en la organización argentina Frente Popular Darío Santillán, en el
Congreso de los Pueblos en Colombia o, por último, la referencia que se hace en el campo de la cultura
mirista en Chile o en la cultura militante del PRT-ERP en Argentina. ¿Qué es lo que crees que incide en que se
acuñen nociones que, en torno a un mismo concepto, articulen prácticas políticas tan antagónicas, como por
ejemplo en el MIR o en el PRT-ERP?
Desde una concepción centrada en una idea más clásica de dualidad de poderes, hasta una concepción de
democracia participativa, que es lo que se está construyendo en el proyecto de los Consejos Comunales en
Venezuela o el Estado Popular que se consolidó a finales de los setenta en Cuba ¿Qué es lo que lleva a que en
torno a un mismo concepto se acuñen praxis políticas tan distintas?

Gaudichaud: Bueno, con tu pregunta tenemos confirmación que la reubicación del poder popular puede ser
muy amplia y flexible, como lo puede ser la noción de democracia, de revolución, de libertad o de muchos
otros elementos centrales de la política. Este concepto es potente, pero requiere de discusión y sobre todo
de definición. Entiendo que la noción de poder popular en Cuba es una herencia de la revolución de 1959
pero hoy en día, ante todo, se transformó en una retórica muy institucionalizada, que se usa desde un
partido-Estado único que deja poco margen a la pluralidad y a las diferencias políticas desde la revolución, si
no se expresan de manera interna al partido y en forma subterránea. Es decir, es sumamente diferente a la
noción de poder popular que se expresa en el Frente Popular Darío Santillán argentino, un movimiento
autonomista territorial que rechaza globalmente la figura del Estado, que reivindica la autogestión desde el
movimiento de trabajadores desocupados para crear un referente político mucho más libertario... y que, a
diferencia del castrismo, ¡no enfrenta el bloqueo criminal de EEUU o la gestión diaria de un pequeño Estado
muy pobre del Caribe!
En el caso de las experiencias históricas que citaste, es cierto que en Chile, el MIR fue la organización
que más reivindicó y desarrolló teóricamente la noción de poder popular. Famoso es su grito callejero:
“¡Crear, crear, poder popular!”. Durante la Unidad Popular en particular, el movimiento dirigido por Miguel
Enríquez intentó colocar esta reivindicación en marcha desde los espacios donde se movía, en particular en
el movimiento de pobladores y en un campamento como “Nueva La Habana”, que fue una experiencia muy
interesante de poder popular local. Pero siempre hay que comparar discurso y praxis, reivindicación teórica
y acción político-social. Y para el MIR, hubo siempre una tensión entre una organización que seguía siendo
muy vertical, con grupos políticos-militares y los llamados a “crear poder popular”, a desarrollar los
Comandos Comunales. El MIR era marxista y asumía la teoría de la dualización de poder, en términos
leninistas, pero carecía de una inserción masiva en el movimiento obrero-sindical: asumiendo cierto niveles
de pragmatismo inmediato, el MIR le dio la prioridad a la noción más amplia de Comando Comunal,
perdiendo de vista que en ese momento, frente a las asonadas de la burguesía chilena, urgía darle prioridad
al verdadero germen de poder dual o constituyente que, en ese instante de la revolución chilena, eran los
Cordones Industriales. En el PRT-ERP argentino hay también rasgos que se vinculan a la noción de Guerra
Popular Prolongada, es decir un aspecto político-militar central, y una mezcla de marxismo teórico a veces
abstracto con fuertes rasgos de pragmatismo (como lo ha demostrado el historiador Pablo Pozzi) lo que, en
períodos prerrevolucionarios, choca con los elementos de mayor participación, horizontalidad, masividad y
con lo que el historiador Peter Winn denominó “revolución desde abajo”. Una de las lecciones que se
pueden sacar, es la necesidad de considerar los elementos político-militares o de autodefensa como parte
integrante de los procesos de autogestión y autoorganización, y a su servicio. No como un aparato militante
“profesional”, exterior a la clase o al movimiento popular. Evidentemente, la dificultad es cómo organizarse
de esta manera cuando el Estado tiende a reprimir enseguida todas las formas de autodefensa.
En Venezuela -proceso “pacífico pero armado” como bien lo decía Hugo Chávez-, actualmente
tenemos una reivindicación muy presente sobre el poder popular por parte del gobierno bolivariano, de
hecho, ¡todos los ministerios son “del poder popular”! En quince años de “revolución bolivariana” también
se crearon espacios originales de participación democrática como los que ya mencioné, en particular los
Consejos Comunales. En un país donde los movimientos sociales eran débiles, aunque muy explosivos como
sucedió durante el Caracazo de 1989, se intentó institucionalizar formas de participación originales, como
fueron los Círculos Bolivarianos, los Consejos de Tierra Urbana, los Consejos Comunales. He ido varias veces
a Venezuela en los últimos años y pienso que la “batalla de Caracas” -como lo dice Atilio Borón- tiene una
importancia clave en el ajedrez continental. Pude participar en reuniones de Consejos Comunales en barrios
populares de la capital y leer varios estudios universitarios serios sobre el tema. Sin duda, son realidades
complejas, pues algunos Consejos funcionan de manera fenomenal, realmente democrática, y otros son
cooptados por pequeños grupos poco representativos. Por lo general, permiten efectivamente mejorar la
situación concreta de la gente, empoderar a los habitantes pobres, discutir de los problemas del barrio y
gestionar un presupuesto participativo público. El límite de estos organismos es que son espacios muy
acotados, un poder participativo dependiente del Estado y, en particular, de la Presidencia, que otorga el
presupuesto y delimita los poderes del Consejo, su territorio, sus normas. Se trata de un embrión de poder
popular local, impulsado principalmente desde “arriba”, gracias a una relación estrecha entre el pueblo
bolivariano y el líder carismático que fue Hugo Chávez. Es decir, de nuevo encontramos la tensión entre el
“poder constituyente” y los poderes constituidos, pero no precisamente en el sentido desarrollado por
Gabriel Salazar, pues el historiador chileno centra esta discusión sobre aspectos como la “construcción del
Estado por el pueblo junto al mercado y a la sociedad civil”. La visión de Salazar me parece que, en primer
lugar, sobrevalora lo social por sobre lo político (afirma que el movimiento social-ciudadano podría ser por sí
mismo una alternativa al sistema institucional dominante, sin evaluar la problemática de la organización
política) y, en segundo lugar, es engañosa, porque el Premio nacional de historia escribe sobre la necesidad
de dejar de pensar en términos de lucha de clases (resumida a una lucha económica). Visto de esta manera,
el poder constituyente parece cristalizarse como una praxis -desde abajo- de un conjunto de diversos
sectores sociales corporativizados: pobladores, intelectuales, trabajadores, empresarios, ciudadanos,
constituyendo Estado y mercado… Me parecen interesantes sus reflexiones sobre la memoria social del
pueblo, su rescate de experiencias como la Asamblea Constituyente de Asalariados e Intelectuales de 1925 o
sus críticas hacia el vanguardismo político y a las izquierdas parlamentarias. Pero no quita que -para mí- la
esencia disruptiva de lo que denomino poder popular constituyente, no se puede resumir en tentativas de
escribir nuevas constituciones o incluso construir Estado; y sobre todo, tiene como carburante y motor a las
clases sociales y sus luchas, es decir, no una imaginaria y ahistórica elaboración del conjunto de asalariados,
sociedad civil y empresarios, diluyendo los conflictos fundantes de la sociedad.

Seguel: A medida que me ibas contando tu análisis sobre poder popular, alcancé a puntualizar algunas
tensiones. Por una parte, una tensión entre forma y fondo, que señalabas en el caso del MIR, en el que se
reivindica un fondo que es democrático, pero cuya práctica política específica es contradictoria por el modo
en cómo se relaciona la herramienta política, es decir el partido, con el movimiento de masas. Otra tensión,
era entre lo local y lo nacional, en el sentido que experiencias concretas tienden a veces a aislarse de los
contextos nacionales y se generan problemas en los campos de la representación y alcance de las mismas. Y
la otra que es algo que el vicepresidente y sociólogo Álvaro García Linera señala como las “tensiones
creativas de la revolución boliviana”, o sea tensión entre poderes constituyentes y poderes constituidos.
¿Crees que esos tres elementos podrían explicarnos las diferencias entre las diversas orientaciones que, hoy
en día, el poder popular presenta en América Latina o le agregarías otros referentes?

Gaudichaud: Yo creo que esas tres son fundamentales, pero justamente pensando en García Linera en
Bolivia y en Salazar en Chile, quiero insistir de nuevo, en que el debate sobre el poder popular se inscribe en
la discusión estratégica sobre relaciones y modo de producción, modelo de acumulación y escenario
anticapitalista. Si no, el riesgo es de vaciar esa capacidad de transformación que representa la reivindicación
de poder popular constituyente. Es decir, ¿seguimos –o no- con la perspectiva de la transformación de las
relaciones sociales de producción? ¿Queremos insertar la dinámica del poder popular en la capacidad del
trabajador, del estudiante, de la mujer indígena, del campesino afrodescendiente y de todos los sectores
subalternos, de tomar en sus manos el poder y ejercerlo democráticamente? Hoy, García Linera -un
intelectual sin lugar a dudas brillante- por su posición actual, se sitúa más desde el poder constituido estatal
que desde la construcción del poder comunal y sindical, que ha defendido como sociólogo marxista
heterodoxo en el grupo Comuna (un grupo de intelectuales bolivianos muy interesante). Asistí, hace poco, a
su conferencia en el ex Congreso en Santiago: era el discurso del Linera estadista, gobernante, reivindicando
al Estado como arte y forma suprema de la política. De hecho, lo dijo varias veces. A diferencia de sus
escritos sobre luchas sindicales e indígenas, sobre la forma sindical y la forma comuna, defendió al Estado
(pluri)nacional-popular boliviano y al capitalismo ando-amazónico por sobre la noción de conflicto de clase y
conquista del poscapitalismo.

Seguel: En ese sentido, si tomáramos la forma en cómo se refiere el teórico argentino, Miguel Mazzeo, al
poder popular, podríamos señalar que este se constituye como una praxis política performativa, en el sentido
que las formas que tenemos de nombrar al poder popular y de materializarlo, anticipan el fondo o fin de la
construcción de la sociedad del mañana, en este caso anticapitalista y socialista.
Gaudichaud: Creo que eso es muy importante y que tal vez en la izquierda marxista o revolucionaria, lo
hemos olvidado o no supimos siempre practicarlo. Hoy se puede recuperar el “principio esperanza” de Ernst
Bloch y reivindicar el concepto de “utopía concreta”: necesitamos demostrar desde la praxis, no sólo
anunciar, teorizar o marchar en las calles. El desafío es señalar hoy lo que podemos comenzar a construir
mañana a otras escalas. Y por eso la importancia de la ocupación de fábricas, la experiencia de Zanón y
muchas otras, probar que sí, los trabajadores pueden ocupar la fábrica y ejercer democráticamente la
producción. Enarbolar con los zapatistas en Chiapas que podemos repeler al ejército y al mismo tiempo
construir Caracoles, demostrar que podemos crear medios de comunicación alternativos y comunitarios,
manifestar que como movimiento estudiantil podemos tomarnos espacios escolares y practicar educación
popular, etc. Esas muestras concretas que a veces hemos menospreciado, porque no apuntaban a una
experiencia inmediata de doble poder o de “toma del poder”, son fundamentales. Son “prefigurativas”:
permiten que practiquemos, que erremos, que nos conozcamos, que veamos todas las dificultades que
tenemos por delante, nuestras falencias, fuerzas y potencialidades colectivas. Son espacios que nos pueden
servir para ir más allá, hacia luchas más globales contra el Estado, el capital, el imperialismo, el patriarcado.
Por eso son muy interesantes las reflexiones de Miguel Mazzeo sobre el poder popular como fin y praxis,
como camino y objetivo de la emancipación en construcción, es decir ya no desde una simple perspectiva
“utilitarista” al servicio de una vanguardia de cuadros revolucionarios profesionales, ni tampoco encerrada
en la impotencia relativa de micro-poderes localizados: un poder popular que se constituye desde abajo,
desde la fábrica y la comunidad, la producción y el territorio, pero también que aspira a impugnar la
hegemonía de los de arriba, su estado y leyes. Un pensamiento dialéctico entre lo de abajo y lo de arriba de
la transformación social y de las luchas de clases es fundamental, puede parece muy básico si volvemos a
leer los clásicos del marxismo y del pensamiento crítico, pero -en cierta medida- esa brújula política se ha
perdido frente a las tiranías del autonomismo esencializado y a la visión gubernamentalista oficialista
“progresista” que coexisten en las izquierdas latinoamericanas, como mundiales. Hay que evitar la dicotomía
entre un movimiento de “indignad@s” sin organización política, ni programa versus la defensa acrítica de la
razón de estado por funcionarios de ministerios y intelectuales orgánicos del social-liberalismo o
progresismo “light”.

Seguel: Entonces, ¿qué relación tendrían las experiencias de poder popular con las expresiones
institucionales? ¿Se plantean por fuera de la disputa de la institucionalidad, se relacionan con la
institucionalidad?, ¿Son una forma de institucionalidad?, ¿Cómo relacionarías la noción de poder popular con
estos elementos que veníamos señalando?

Gaudichaud: Es un debate que ha atravesado toda América Latina y horizontes europeos como el
movimiento indignados o los Ocupa de Wall Street en EEUU. El debate sobre las herramientas: ¿partido o
movimiento? y ¿qué tipo de movimiento? La discusión sobre el Estado también, ¡gran tema todavía! El
debate sobre la violencia: ¿qué hacemos de las fuerzas armadas?, ¿cómo se ejerce la violencia de los de
arriba pero también la autodefensa de los de abajo? Esto va de la mano con todo el intercambio de ideas
que hubo en torno al poder y sus definiciones: una rica reflexión sobre la relación entre el “poder hacer”
(potentia) y el “poder sobre” (potestas) que inauguran John Holloway, Raúl Zibechi y que también se dio en
Francia, con Daniel Bensaïd, Michael Löwy, Philippe Corcuff y otros más en la revista Contretemps, como el
de intelectuales que participan de la revista Herramienta bajo la dirección de Aldo Casas en Argentina, etc.10
Son problemáticas estratégicas esenciales. Con una visión a veces fetichista de lo social y del zapatismo,
Holloway afirma que hay que crear potentia y rechazar el potestas, que necesitamos crear rebeldías por
fuera del Estado. En otro registro, Raúl Zibechi, basándose en la observación de luchas como las de El Alto en
Bolivia o de la comuna de Oaxaca, ve más la necesidad de luchas por “los intersticios” del Estado y las
“grietas” del sistema, para “disolverlo” o incluso “dispersarlo”. Este autor y militante de números colectivos
populares tiene un acercamiento original y creativo sobre emancipaciones y resistencias en América Latina,
rescatando la fuerza de la trilogía territorio-autogobierno-autonomía. También, en su análisis participativo

10
Desarrollé ese debate y sus aristas en un texto reciente que introduce un pequeño libro colectivo titulado América Latina:
Emancipaciones en construcción. Ver bibliografía al final.
de varios movimientos logra subrayar con claridad elementos e ideas-fuerzas comunes, entre los cuales: el
arraigo territorial de los movimientos y el espacio en donde se crea comunidad; la autonomía como forma
de organización frente a prácticas clientelares del Estado y de los partidos; el componente cultural y las
identidades descolonizadoras de las luchas; el papel esencial de las mujeres y; la relación con la naturaleza y
el medio ambiente. Pero, como Löwy y otros, creo que no basta pensar sólo desde las grietas del sistema o
desde la posible “disolución” del Estado: toda política de emancipación debe y tiene que combinar potentia
y potestas, “poder hacer” y “poder sobre”, movimientos sociales y formas de organizaciones políticas. Para
controlar y poner en jaque a las fuerzas reaccionarias, hostiles al cambio, es indispensable organizarse,
alcanzar niveles mínimos de institucionalización e incluso de violencia plebeya hacia los dominantes. Toda
vida en sociedad tiene espacios normados o institucionalizados, un sindicato es un espacio
institucionalizado, un colectivo tiene un nivel de orgánica: ¿cómo no la va a tener un movimiento de
emancipación masivo que pretende “cambiar el mundo” de manera revolucionaria? Como lo señala el libro
de Antoine Artous, Marx, el Estado y la política, los marxismos hoy, deben superar la “mitología” de una
posible desaparición rápida del Estado y de la instauración de una democracia directa en una sociedad ideal
sin conflictos. Una lectura crítica del joven Marx y de cierta subestimación del momento jurídico de la
emancipación por parte del marxismo, al mismo tiempo que los desastres autoritarios del siglo XX, nos
obligan a (re)pensar la democracia y la afirmación de la política (y su mediación) como momento clave
específico. No se puede disolver o subsumir lo político en lo social, como tampoco podemos dejar de
reflexionar sobre las futuras formas institucionalizadas de una posible democracia autogestionaria,
acompañada de sus derechos democráticos fundamentales y de indispensables formas de representación
popular (asambleas constituyentes y asambleas de los movimientos sociales, mecanismos de control desde
abajo, formas de participación y deliberación populares, derecho de voto universal y proporcional, etc.).
Al fin y al cabo, Chiapas y el zapatismo no “disolvieron” totalmente el Estado, pero es verdad que
crearon nuevas formas de institucionalidad, basadas en los bienes comunes, en la autonomía comunitaria y
en una democracia radical de autogobierno, como bien lo explican los estudios del antropólogo Jerôme
Baschet. Holloway tiene toda la razón en poner el acento en los avances del zapatismo y su creatividad
frente a todos los dogmatismos. Entonces, de acuerdo: la emancipación es también emanciparse del Estado,
pero... como lo reconoce el mismo Atilio Borón en sus duras críticas a las teorías de Holloway, lo ideal sería
crear ahora ya una sociedad democrática sin Estado, lo que decía Marx hace dos siglos en sus estudios sobre
la Comuna de París y la guerra civil en Francia. No obstante, frente a la urgencia global del desastre
capitalista en el cual nos encontramos y, a pocos pasos de un colapso ecológico planetario, hay que pensar
formas de transición, tener un programa táctico concreto y un agenda estratégica que no proclame la
“disolución” del Estado burgués, sino una construcción de largo plazo y rupturas sucesivas, en “revolución
permanente” diría Trotsky, hacia una democracia autogestionaria libertaria, un mundo en que quepan todos
los mundos (un lema zapatista). Hay que pensar y elaborar junt@s este largo plazo de la emancipación
poscapitalista, posdesarrollista y pospatriarcal. Urge así proponer vías no-burocráticas y no-autoritarias para
democratizar radicalmente el Estado y -al mismo tiempo- “revolucionar” la sociedad, que tod@s tomemos y
transformemos el poder. Es decir, encontrar los caminos de una democracia de comunas autogestionadas,
basada efectivamente en la libertad individual y la autonomía colectiva, la autodeterminación y la
participación política plena de hombres y mujeres libres, la distribución del trabajo emancipado del yugo del
capital y con derecho al ocio, a la cultura, a la diversidad sexual, respetando la naturaleza, etc. Pero en esa
discusión sobre como “de nada ser todo” (Manifiesto comunista), hay que cuidarse de los atajos de la
antipolítica, del antipoder, de “la ilusión de lo social”: ¿cuáles son nuestras herramientas para enfrentar el
imperialismo, las multinacionales, las oligarquías, el patriarcado, los golpes de Estado como en Chile en
1973? ¿Lo podemos lograr sólo con autogestión local y diversas experiencias de “poder hacer”? No.
Necesitamos también herramientas políticas y estrategias concretas de transición global. En este contexto,
los partidos y movimientos políticos pueden servir de “acelerador estratégico”, como bien lo apuntaba
Daniel Bensaïd, en vista de favorecer el reflexionar colectivo, evitar la colección de egos individuales o de
intereses particulares corporativistas, como también el fenómeno del caudillismo o del bonapartismo. Sin
fetichismo de la organización o culto del líder, asumiendo y criticando el riesgo burocrático o electoralista,
imponiendo medidas estrictas de control de las directivas, referéndums revocatorios, paridad de género y
rotación de mandos, terminando -como primer paso- con la profesionalización de la política, el
vanguardismo, el machismo y el autoritarismo.
Así como lo escribe Edgardo Lander, los retos de las transformaciones que tenemos por delante son
buscar alternativas más allá del capitalismo, del desarrollismo y del Estado liberal/(pos)colonial. Y en esta
búsqueda apasionante, necesitamos sacar lecciones esenciales del siglo pasado y de la traumática
experiencia estalinista:
La lucha por la construcción de una sociedad poscapitalista en el siglo XXI —se denomine
sociedad del Buen Vivir o Socialismo del Siglo XXI—, en particular en el contexto
sudamericano, tiene que responder necesariamente a retos y exigencias que superan en
mucho los imaginarios de la transformación social de los últimos dos siglos, y muy
especialmente los del socialismo del siglo pasado. Una alternativa al capitalismo y a la
democracia liberal en este contexto debe ser forzosamente una alternativa radical al
Socialismo del Siglo XX. Esto se refiere a tres asuntos fundamentales que caracterizaron a
estas sociedades: su confianza ciega en el progreso y en las fuerzas productivas del
capitalismo, su carácter monocultural y sus severas limitaciones en el campo de la
democracia. (…) Una sociedad poscapitalista en el siglo XXI debe ser necesariamente una
sociedad que cuestione los mitos del progreso y asuma la transición en dirección de una
sociedad del posdesarrollo (…) Una sociedad poscapitalista en el siglo XXI tiene que ser
necesariamente más democrática que la sociedad capitalista. Se trata, en palabras de
Boaventura de Sousa Santos, de la construcción democrática de una sociedad democrática. Si
se plantea la idea del Socialismo del Siglo XXI como una experiencia histórica nueva,
radicalmente democrática, que incorpore y celebre la diversidad de la experiencia cultural
humana y tenga capacidad de armonía con el conjunto de las formas de vida existentes en el
planeta, se requiere una crítica profunda de esa experiencia histórica del siglo XX. (Lander,
2013).
Un enfoque radical que, desde la Patria Grande, propongo llamar (desde una óptica mariateguista del
siglo XXI) la construcción de un ecosocialismo indo-afro-latinoamericano, feminista, decolonial, del buen
vivir, entendiendo el ecosocialismo como:

Una reorganización del conjunto de modos de producción y de consumo es necesaria, basada en


criterios exteriores al mercado capitalista: las necesidades reales de la población y la defensa del
equilibrio ecológico. Esto significa una economía de transición al socialismo ecológico, en la cual la
propia población –y no las «leyes de mercado» o un Buró Político autoritario– decidan, en un
proceso de planificación democrática, las prioridades y las inversiones. Esta transición conduciría no
sólo a un nuevo modo de producción y a una sociedad más igualitaria, más solidaria y más
democrática, sino también a un modo de vida alternativo, una nueva civilización ecosocialista más
allá del reino del dinero y de la producción al infinito de mercancías inútiles. (Löwy, 2011).

Sin duda, más que nunca, para alcanzar esta “nueva civilización” tendremos que inventar, intentar, errar,
experimentar, luchar, pensar y volver a soñar para crear, crear, poder popular… Pero, en un momento en
que la crisis del capitalismo es global y que el “viejo mundo” europeo se hunde día a día, América Latina y
sus resistencias podría ser el continente laboratorio de la construcción de alternativas para el siglo XXI.

Santiago de Chile, primavera austral, 2014.

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1

PRINCIPALES CONCLUSIONES DEL TALLER INTERNACIONAL


LA MULTIFACÉTICA CRISIS DEL SISTEMA MUNDO: UNA MIRADA
CRÍTICO-PROSPECTIVA A SU IMPACTO EN NUESTRA AMÉRICA
Ciudad de México, 9, 10 y 11 de marzo de 2015

1.- A pesar de las diferencias que perduran en el análisis de su compleja interrelación con
las crisis “periódicas” y “cíclicas” definidas por los clásicos y otros pensadores marxistas y no
marxistas, ya es lugar bastante común en el pensamiento de la izquierda social, política e
intelectual de diferentes partes del mundo, el reconocimiento de que las superpuestas crisis
que están afectando al cada vez más “globalizado” sistema capitalista mundial tendrán un
impacto descomunal en el históricamente desigual y distorsionado “desarrollo” político,
económico, social, cultural, sostenido y sustentable de nuestro planeta.
2.- En razón de que, a partir del 2008, el “epicentro” de esas crisis se ha localizado en los
estados integrantes de la llamada “tríada del poder mundial” --Estados Unidos, Japón y la
Unión Europea (UE)--, tales impactos serán particularmente severos en aquellos países
subdesarrollados, periféricos o semiperiféricos de África, Asía, América Latina y el Caribe,
así como del Sur y el Este de Europa altamente dependientes de esas potencias
imperialistas. En especial, en aquellos altamente endeudados y subordinados a los “dictados
neoliberales” del Banco Central Europeo y de las principales instituciones financieras
internacionales (el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial) controladas por los
gobiernos permanentes y temporales de los Estados Unidos, Alemania, Francia y Gran
Bretaña. .
3.- Sin negar los avances que se han venido obteniendo en la eliminación de algunas de las
secuelas políticas, económicas, sociales e ideológico-culturales más perversas de las
contrarrevoluciones y las contrarreformas neoliberales desplegadas en las últimas décadas
del pasado siglo, esas crisis del sistema capitalista-mundo también tendrán repercusiones
negativas en los diferentes procesos de cambios favorables a los intereses nacionales y
populares que, con diversos horizontes programáticos, se han desplegado en varios países
de América Latina y el Caribe desde fines del siglo XX hasta la actualidad. Y, por
consiguiente, en los esfuerzos que desde el 2011 se vienen realizando para actualizar el
modelo de la transición socialista cubana, en medio de las enormes dificultades derivadas
del persistente y todavía extraterritorial bloqueo económico, comercial y financiero de los
Estados Unidos, así como de otras agresiones contra el pueblo de Cuba.
4.- Los distintos desenlaces de estos y otros procesos --que pueden ser catalogados como
nacionales por su forma, pero continentales y globales por su proyección externa--, también
influirán en la evolución --positiva o negativa, según el caso--, de los superpuestos y a veces
contrapuestos proyectos de concertación política, cooperación e integración económica,
impulsados por diversos gobiernos latinoamericanos y caribeños. Entre ellos, aunque no
únicamente, en la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América-Tratado de
Comercio entre los Pueblos (ALBA-TCP), en el Mercado Común del Sur (Mercosur), en la
Unión Suramericana de Naciones (UNASUR) y en la Comunidad de Estados
Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).
5.- De lo antes dicho y de otros elementos que veremos posteriormente, se infiere la
importancia que tiene para la elaboración de las estrategias y las tácticas de todos los
2

plurales movimientos sociales y políticos de raigambre popular, así como para los gobiernos
revolucionarios, reformadores o reformistas instalados en América Latina y el Caribe el
análisis crítico-prospectivo de la evolución de las crisis del sistema capitalista mundial y de
los contradictorios procesos que se están desplegando en el sistema internacional y en el
subsistema interamericano, Igualmente, el esclarecimiento de las diversas estratagemas
contrarrevolucionarias que en el futuro previsible emprenderán los gobiernos permanente y
temporales de los Estados Unidos, ya sea de manera unilateral o concertada con sus
aliados, gubernamentales o no gubernamentales, de diversas partes del mundo con vistas a
tratar de recomponer y prolongar durante el presente siglo su sistema de dominación global
y especialmente sobre el sur político del continente americano.
6.- Para contribuir a la elaboración de estos análisis globales, continentales, regionales y
nacionales, así como contando con el decisivo apoyo del Partido del Trabajo (PT) de México,
entre el 9 y el 11 de marzo nos reunimos en la capital de ese país una veintena de
intelectuales nacidos o actualmente residentes en diferentes países de América Latina y el
Caribe. Nuestro objetivo primordial fue identificar y sintetizar los escenarios más probables
en los que se desarrollarán las luchas de nuestros pueblos y naciones, así como de algunos
gobiernos latinoamericanos y caribeños, orientadas, en lo esencial, a: defender los derechos
de la Madre Tierra (Pachamama); garantizar la satisfacción de todos los derechos humanos
individuales y colectivos para todas y todos los habitantes de nuestro continente; distribuir
equitativamente las riquezas; edificar democracias postliberales étnicas, sociales y
culturalmente representativas y participativas; defender la independencia y la soberanía
nacional-popular; y convertir en realidad los sueños de las y los próceres y mártires que
ofrendaron sus vidas y la grandeza de su inteligencia durante las heroicas, largas e
inconclusas luchas por alcanzar las que José Martí llamó “primera” y “segunda”
independencia de Nuestra América. Y, en particular, de El Libertador Simón Bolívar, quien
escribió, tan temprano como en 1815: “Yo deseo más que otro alguno ver formar en América
la más grande nación del mundo, menos por su extensión y riquezas que por su libertad y
gloria”.
7.- La importancia de analizar y sintetizar tales escenarios está dada por la complejidad de
la situación actual, por la necesidad de conjugar la praxis con la elaboración y la
sistematización de un pensamiento crítico y descolonizado que enriquezca la teoría
revolucionaria precedente, y porque en algunos estados nacionales y plurinacionales de
América Latina y el Caribe se vienen construyendo esperanzadoras alternativas al
capitalismo subdesarrollado y dependiente aún instaurado en ese continente. Esto ha
convertido a Nuestra América en un campo de batalla en el que se enfrentan los diversos
proyectos emancipatorios de los pueblos, las naciones y algunos gobiernos, con las
pretensiones de los representantes políticos, militares, mediáticos e ideológico-culturales,
gubernamentales o no gubernamentales de los sectores hegemónicos de sus clases
dominantes de erradicar los avances económicos, sociales, políticos y culturales que se han
obtenido en los más recientes lustros, así como de reinsertar a sus correspondientes países
de manera subordinada en el “orden mundial” y “panamericano” impulsado por las
principales potencias imperialistas y, en especial, por los Estados Unidos.
8.- En ese contexto, nuestras reflexiones fueron estimuladas por la ola de repudió que
produjo en diferentes partes del mundo y en particular de América Latina y el Caribe la
agresiva orden presidencial emitida por el presidente Barack Obama el 9 de marzo del
presente año en la que proclamó que la “violación de los derechos humanos” y de “las
libertades democráticas” que presuntamente se están produciendo en la República
3

Bolivariana de Venezuela constituían una “amenaza inusual y extraordinaria a la seguridad


nacional y política exterior” de Estados Unidos”. También por las informaciones que
recibimos acerca de las complicaciones que ese desatino produjo en las negociaciones que
se están desarrollando con vistas al restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre los
gobiernos Cuba y los Estados Unidos. Asimismo, por las denuncias que se han formulado
acerca de los acuerdos firmados entre los gobiernos de ese último país y de Perú que
posibilitarán el despliegue en su territorio de 3 500 militares estadounidenses antes de
septiembre del presente año. Estos –y los contiguos acuerdos militares vinculados a la
“seguridad regional” existentes entre los gobiernos de Estados Unidos y Colombia”—
constituyen una amenaza por otros Estados Suramericanos, en especial para el Estado
Plurinacional de Bolivia y para Ecuador.
9.- A lo anterior hay que agregar las calificadas informaciones que recibimos de las y los
prestigiosos intelectuales mexicanos participantes en nuestras deliberaciones acerca de la
impunidad que rodea las masivas y sistemáticas violaciones a los mas elementos derechos
humanos que se producen en su país, incluida la sistemática utilización de torturas y las
ejecuciones extrajudiciales perpetradas por los órganos represivos del estado, así como la
desaparición forzada de miles de personas en diferentes puntos del territorio se ese país.
Esas prácticas –evidenciadas en la desaparición desde hace seis meses de los 43
estudiantes normalistas de Ayotzinapa— constituyen una de las tantas expresiones de la
“represión preventiva” desatada contra las comunidades, los pueblos originarios y los
diversos movimientos sociales y políticos que luchan de manera descentralizada y muchas
veces descoordinadas contra las terribles consecuencias políticas, económico-sociales,
ecológicos-ambientales, culturales y humanitarias que han tenido las contrarreformas
neoliberales emprendidas por sucesivos mandatarios del actualmente gobernante Partido
Revolucionario Institucional (PRI) y del Partido de Acción Nacional (PAN) desde la entrada
en vigor en 1994 del Tratado de Libre Comercio de América del Norte hasta la actualidad.
Los desnacionalizadores y privatizadores contenidos de ese tratado fueron ampliados
mediantes los inconstitucionales acuerdos adoptados por los sucesivos mandatarios de
Canadá, Estados Unidos y México en los marcos de la Alianza para la Prosperidad y la
Seguridad de América del Norte (ASPAN), así como de la multimillonaria Iniciativa Mérida
elaborada por el Pentágono y firmada por los presidentes de esos dos últimos países con
vistas a emprender la cruenta y cada vez más militarizada “guerra” contra el narcotráfico y el
crimen transnacional organizado. La profunda y traumática crisis humanitaria provocada por
esa ineficaz contienda se corroboró durante el pasado año. Según cifras oficiales, en el 2014
se reportaron 14.413 muertes violentas, 1.332 secuestros y más de 5.000 desapariciones
forzadas. La mayoría de esos hechos no han sido esclarecidos por los organismos estatales
competentes.
10.- Luego de analizar, debatir y sintetizar el significado de esos y otros acontecimientos, los
resultados preliminares de nuestras reflexiones fueron presentadas ante las y los
representantes de los 132 partidos políticos de 40 países del mundo que asistieron al XIX
Seminario Internacional “Los partidos y una nueva sociedad”, organizado por el PT en
México D.F., entre el 12 y el 14 de marzo del 2015. También fueron consultadas con
intelectuales de varios países latinoamericanos que, a pesar de haber sido invitadas e
invitados, no pudieron participar en nuestras deliberaciones. Asimismo, con los dirigentes de
varios partidos o frentes políticos de diferentes países de América Latina y, en menor
medida, del Caribe. Después de estudiar y en la medida de lo posible incorporar todas las
opiniones recibidas hasta el 25 de marzo del 2015, llegamos a las conclusiones que
aparecen en las páginas que siguen.
4

CRISIS DEL CAPITALISMO Y GEOPOLÍTICA DEL MUNDO MULTIPOLAR


11.- Con independencia de los moderados indicadores de crecimiento económico que en los
meses más recientes se ha venido registrando en algunos países capitalistas del mundo, y
en particular en los Estados Unidos, en el futuro previsible se profundizarán las crisis
financiera, económica, energética, alimentaria, ecológica, ambiental, ética, social, ideológica,
cultural, en definitiva, política y civilizatoria que, desde hace varios lustros, ha venido
afectando al sistema capitalista mundial. Mucho más porque como en 1999 afirmó Fidel
Castro ese sistema “es insostenible, porque se sustenta sobre leyes ciegas, caóticas,
ruinosas y destructivas de la sociedad y la naturaleza.”
12.- La acción de esas “leyes ciegas y caóticas” agudizarán las contradicciones que siempre
han existido entre el carácter cada vez más social de la producción y la apropiación cada
vez más privada de los excedentes creados por las y los trabajadores, al igual que de los
principales recursos naturales, renovables y no renovables, y de los bienes comunes
existentes en nuestro planeta, cual es el caso del agua, la tierra, los recursos forestales y la
biodiversidad. Esas contradicciones se seguirán expresando en las recurrentes crisis
“periódicas” y “cíclicas” de superproducción (o de sub consumo) que siempre han afectando
la reproducción ampliada del capital y, concomitantemente, los mercados internos e
internacionales. También en la depredación y contaminación de la Naturaleza con sus
consiguientes impactos negativos en el medio ambiente, en la biosfera y la sociedad. Esto
provocará diversos fenómenos naturales cada vez más severos y destructivos, en particular
los vinculados al cambio climático producido por las constantes emisiones de los gases de
efecto invernadero.
13.- Mucho más porque el agotamiento de los principales yacimientos de petróleo
convencional, impulsará el empleo por parte de las más poderosas empresas
transnacionales y multinacionales de tecnologías ecológicamente peligrosas y altamente
contaminantes, como la denominada “fractura hidráulica” o fracking. También impulsarán la
creciente extracción de los combustibles fósiles existentes en las profundidades de los
mares y océanos. Aunque en el mediano plazo el incremento de la explotación de esos
yacimientos, el creciente empleo de nuevas fuentes renovables de energía y la ralentización
de los ritmos de crecimiento de la economía mundial provocarán una crisis de
sobreproducción de petróleo y gas, no desaparecerán los conflictos internacionales y
regionales vinculados al control de los recursos naturales y energéticos, así como de los
bienes comunes estratégicos, cual es el caso de las cada vez más escasas fuentes de agua
potable. Estas también serán agredidas por la “minería a cielo abierto” practicada, con la
anuencia o la complicidad de varios gobiernos del mundo, por las grandes empresas
multinacionales y transnacionales, en especial, las que tienen sus casas matrices en Canadá
y Estados Unidos. .
14.- En ese contexto, el actual gobierno de esa potencia imperialistas, así como el que
resulte electo en las elecciones presidenciales de noviembre de 2016 y sus principales
aliados europeos continuarán buscando soluciones militares a los principales conflictos que
actualmente se están desarrollando en el Medio Oriente. Funcional a esas soluciones
militares serán las luchas que se continuarán desplegando contra el Estado Islámico y, con
el pretexto de estas, contra el actual gobierno de la República Árabe Siria. Mucho más
porque, a pesar de las contradicciones existentes entre la administración de Barack Obama
y el actual gobierno israelí, los grupos dominantes en los Estados Unidos continuarán
respaldando a la coalición de diversas fuerzas políticas sionistas que seguirá controlado el
Estado de Israel. Esto se expresará en su apoyo o en su silencio cómplice frente a los
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nuevos ataques contra el pueblo palestino y en diversas acciones dirigidas a evitar el


reconocimiento internacional del Estado Palestino. También en la continuidad de las
presiones económicas, políticas y militares estadounidenses y de sus principales aliados
europeos y del medio Oriente contra el actual o los futuros gobiernos de la República
Islámica de Irán; en tanto las denominadas “fuerzas reformistas” existentes en ese país no
estarán en capacidad de derrotar a las fuerzas políticas, sociales, ideológico-culturales y
religiosas que preponderan en el seno del Consejo de Guardianes de la Revolución Islámica.
15.- Por otra parte, a pesar de las contradicciones que recientemente se han expresado
entre los actuales gobiernos de Estados Unidos, Alemania y Francia con relación a la
situación creada en el sureste de Ucrania, continuarán las acciones de la Alianza del
Atlántico Norte (OTAN) dirigidas a fortalecer su “cerco militar” contra la Federación Rusa.
Ello generará nuevos conflictos con el actual o el futuro gobierno de esa federación, en
tanto estos continuarán trabajando por fortalecer sus diversas alianzas dirigidas a preservar
sus tradicionales esferas de influencia en Europa Oriental y en Asia Central. Asimismo, las
alianzas estratégicas en diferentes campos que han venido elaborando con la República
Popular China, al igual que con los gobiernos de otros estados asiáticos y centroasiáticos
integrantes del denominado Grupo de Shanghái. Para tratar de contrarrestar el impacto
negativo que esas alianzas tendrán en sus pretensiones de mantener su “primacía” en el
sistema internacional, la actual la administración estadounidense y la que se instale el 20
de enero del 2017, en consuno con sus principales aliados asiáticos, continuará
desplegando diversas acciones dirigidas a “contener” la creciente influencia económica y
política de la República Popular China. Con tal fin, el Pentágono continuará concentrando
sus fueras militares en el Asia Pacífico, al par que el actual y el futuro gobierno
estadounidenses continuarán las negociaciones dirigidas a institucionalizar la denominada
Alianza Transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés) orientada a crear una vasta zona de
libre comercio e inversiones entre los estados signatarios de la misma.
16.- A ella se agregará la alianza que con los mismos fines simultáneamente se seguirá
negociando entre los gobiernos actuales y futuros de los Estados Unidos y de los Estados
integrantes de la UE. Cualesquiera que sea el resultado de esas negociaciones se
mantendrá la aguda competencia entre las principales empresas transnacionales y
multinacionales que tienen sus casas matrices en los principales Estados integrantes de
“triada del poder mundial”. También las intrincadas y a veces simultáneas relaciones de
cooperación, competencia y conflictos que se producen entre sus gobiernos, al igual que
entre estos y los de las “potencias emergentes” integrantes del Grupo BRICS. Los gobiernos
de los cinco estados que actualmente lo integran (Brasil, Rusia, la India, China y Sudáfrica)
continuarán emprendiendo diversas acciones orientadas a modificar la actual arquitectura
financiera internacional, a menoscabar la supremacía del dólar estadounidense en las
transacciones internacionales, al igual que sus concertaciones políticas frente a los diversos
problemas que actualmente afectan las relaciones políticas y económicas internacionales.
Igualmente, a ampliar sus interacciones con otros estados u organismos regionales que
agrupan a los estados del Sur político del mundo. Todo eso –y los serios problemas que
seguirán confrontando la economía y la sociedad estadounidense, al igual que la japonesa y
la de varios estados europeos— contribuirá a la institucionalización de un sistema
internacional de estados cada vez más multipolar.
17.- Sin embargo, por las diversas contradicciones que caracterizarán a ese sistema, así
como por la incapacidad que seguirán demostrando los principales organismos
internacionales –en particular, la Organización de Naciones Unidas y su antidemocrático y
6

cada vez menos representativo Consejo de Seguridad— se continuará debilitando la


búsqueda de soluciones multilaterales a los principales problemas de la agenda
internacional y en particular a aquellos que por su carácter supranacional afectan a la
Humanidad; entre ellos, los vinculados a la interrelación que siempre ha existido entre la paz
y la seguridad internacional con la solución de los problemas económicos, sociales, políticos,
demográficos y ecológicos que continuarán afectando a buena parte de los estados del
mundo. Estos agudizarán el círculo vicioso existente entre el constante crecimiento la
población mundial (en particular en África y Asia), la pobreza y el constante deterioro del
medio ambiente. A consecuencia del mismo y de otros procesos ya mencionados se
producirán nuevos conflictos internacionales. Estos provocarán la intensificación de la
carrera armamentista. Mucho más a causa de los intentos de los círculos de poder
estadounidenses y de sus principales aliados de mantener su dominio “global” mediante el
uso o la amenaza del uso de la fuerza. Esto obligará a otros estados a incrementar sus
gastos militares.
18.- En ese contexto, Estados Unidos continuará siendo un actor clave del sistema
capitalista mundial. Sobre todo por su indiscutible supremacía militar; por la perduración de
su red de alianzas con la OTAN y con otros estados de la UE, al igual que con Japón, Corea
del Sur, Australia, Colombia y México, así como con otros estados latinoamericanos y
caribeños. Igualmente por el por su peso en la creación y mantenimiento de normas en las
instituciones políticas y económicas internacionales políticas y económicas; por el poder que
conservarán sus empresas transnacionales (45% de las primeras 500); por su importante
papel en la investigación y el desarrollo científico-técnico; por la capacidad que conservará la
economía estadounidense para mantener el papel del dólar como moneda de reserva y
como medio de pago en las diversas transacciones económicas internacionales, al igual que
por el predominio que conservarán sus grandes medios de desinformación masivas y sus
industrias culturales gracias a su creciente empleo de las tecnologías de la información y las
comunicaciones (TICs).
19.- Esto le permitirá emplear esas tecnologías para socavar la soberanía de los estados y
violar la privacidad individual. Paralelamente, se concentrará y se centralizará aún más la
propiedad sobre los medios de comunicación. Estos se fusionarán con las megaempresas
de otros sectores de la economía para reforzar la mercantilización de la información y, por
ese medio, garantizar la manipulación y el control de las sociedades. Por ende, se
acrecentarán hasta límites insospechados la hegemonía de las grandes transnacionales
mediáticas, lo que contribuirá a forjar visiones y pensamientos únicos, amparados, también,
en el creciente papel de los manipulado think tanks de orientación conservadora o neoliberal,
así como de las universidades occidentales en la producción y difusión de los conocimientos
científico-técnicos propios o ajenos, incluidos los vinculados a las cada vez más
fragmentadas ciencias sociales. Las respuestas de los estados, los gobiernos y los
diferentes sectores sociales que impulsarán una “cultura contra-hegemónica” encontrarán
grandes dificultades para romper el dominio sobre “el sentido común” de crecientes sectores
de la población de esos poderos aparatos ideológicos-culturales controlados por las
principales potencias imperialistas.
20.- Se reduce la relevancia de la Unión Europea en comparación con otras potencias, como
resultado de su estancamiento y muy lenta recuperación económica que contrasta con el
alto crecimiento económico de China y de otras economías emergentes, su dependencia
energética, los problemas de cohesión interna y su subordinación a EEUU; no obstante,
continúa siendo un polo de poder importante en la arena internacional, sobre todo desde el
7

punto de vista económico y como referente cultural dentro del injusto esquema dominante
del colonialismo. Alemania, Francia y Reino Unido muestran un mayor protagonismo externo
y al interior de la UE.
21.- Paralelamente, tanto EEUU como la UE buscan compensar la pérdida de posiciones
mediante el aumento del activismo político-militar, el fortalecimiento de la OTAN, el
aprovechamiento de las vulnerabilidades de Rusia y China y, en el caso estadounidense, el
rebalanceo de sus fuerzas armadas hacia el Pacífico, aunque sin detener el fortalecimiento
de la OTAN en el flanco occidental de Rusia a partir de la crisis en Ucrania. EEUU y la UE
están inmersos en un proceso de negociación para firmar el Tratado Trasatlántico para el
Comercio y la Inversión (TTIP) como acción geopolítica para consolidar su peso en la
economía mundial y “contener” a China. La UE incrementa su activismo en el Norte y Sur
de África y en el espacio postsoviético. Como modelo de intervención, tanto EEUU como los
países de la UE o la OTAN, emplean la llamada guerra no convencional: despliegues
rápidos y flexibles y la estrategia de huella ligera.
22.- El terrorismo, la ciberguerra, la piratería y el tráfico ilícito de estupefacientes, además
de amenazas reales, continúan siendo prácticas manipuladas por las agencias imperiales y
pretextos para las acciones punitivas y los despliegues militares en las distintas regiones del
mundo, garantizando una presencia militar global, con predominio indiscutible de Estados
Unidos.
23.- China aumenta su poderío mundial, enfatiza en el desarrollo de su mercado interno,
incrementa su progreso científico técnico, aumenta los gastos militares y despliega una
política exterior más activa. Fortalece sus relaciones estratégicas con Rusia, lo que le
permite reducir su vulnerabilidad energética. También consolida la Organización de
Cooperación de Shanghái y sus vínculos, en sentido general, con los países de Asia Central
y el Pacífico.
24.- Las relaciones entre China y EEUU se mantienen caracterizadas por la
interdependencia económica y financiera, que ha condicionado una relación de cooperación-
conflicto entre estos dos actores; sin embargo, la dirección china incrementa su activismo
hacia los países limítrofes, buscando obtener espacios geopolíticos para contrarrestar la
influencia de EEUU y Japón y acceder a eventuales recursos naturales. Ello genera
contradicciones con los países vecinos y facilita la política de EEUU en el área. China
mantiene una expansión activa con créditos e inversiones en África, en el espacio
postsoviético y en América Latina y el Caribe, convirtiéndose en actor económico clave para
casi todas las zonas subdesarrolladas, para el acceso a materias primas y mercados lo que,
al propio tiempo, contribuye al crecimiento económico de estas áreas
25.- Rusia incrementa su acción diplomática, sus gastos militares y el empleo de los
recursos energéticos como instrumentos para mantener su estatus de gran potencia y a la
vez enfrentar los efectos de las sanciones económicas y la mayor agresividad por parte de
EEUU y de la OTAN. El actual Gobierno de la Federación de Rusia responde con la
instalación de nuevos sistemas de defensa y del escudo antimisil, estrecha los nexos
económicos con China y otros países asiáticos, procurándose recursos para su
modernización y conseguir mercados para el gas, el petróleo y los armamentos que produce.
Desarrolla una ofensiva diplomática para consolidar la Unión Euroasiática y aumenta su
acción en los BRICS, el G-20 y otros foros multilaterales.
26.- El gobierno de Rusia continúa disuadiendo a las autoridades de Ucrania para evitar su
ingreso a la OTAN. Los gasoductos permiten garantizar la dependencia energética europea
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de Rusia, aunque ésta haya disminuido. Moscú estrecha aún más sus relaciones con Irán,
Siria y otros países del Medio Oriente, no obstante mantener abiertas las vías de
negociación de estas y otras zonas de conflicto con EEUU y la UE. En América Latina, Rusia
fortalece sus nexos político-diplomáticos, militares y económicos a una escala sin
precedente debido al nivel de comprensión política que aprecia en el área.
27.- India logra un crecimiento estable y mantiene su protagonismo en el Sur de Asia.
Estrecha la cooperación sobre seguridad y la lucha contra el terrorismo con China y Rusia.
Amplía la promoción de los intereses comerciales y financieros triangulares, y de manera
bilateral la cooperación militar y de seguridad con la Federación de Rusia. Al mismo tiempo,
mantiene sus crecientes lazos estratégicos con Washington; defiende sus intereses
nacionales y aprovecha la influencia de EEUU en la región para garantizar su espacio
geopolítico. La Asociación para la Cooperación Regional de Asia Sur (SAARC) profundiza el
mecanismo de políticas comunes, aunque persisten contradicciones entre algunos miembros
del citado esquema.
28.- Como grupo, los BRICS, impulsados sobre todo por Rusia y China, activan la promoción
de un nuevo orden financiero y el fortalecimiento de foros de gobernabilidad global, creando,
sin proponérselo, mayores espacios de confrontación con los intereses hegemónicos de
EEUU y sus aliados, ganando mayor influencia en regiones específicas y a escala mundial.
El grupo incrementa su cohesión y tiende a asumir posturas comunes en algunos temas
multilaterales al mismo tiempo que avanza el iniciado proceso de institucionalización flexible.
29.- Brasil reafirma su liderazgo en América Latina y el Caribe. Aunque avanza, no logra
niveles de influencia en la esfera internacional que se correspondan con los propósitos de su
política exterior. Participa con bajo perfil en mecanismos como CELAC. Mantiene el diálogo
con EEUU en áreas de seguridad, comercio, finanzas, energía, ciencia, tecnología y asuntos
multilaterales. MERCOSUR intenta firmar el Acuerdo de Libre Comercio con la UE y
posteriormente con Canadá, lo que supeditaría aún más las economías de sus países
integrantes, entre ellos Brasil, a la lógica transnacional y occidental, y debilitaría sus
proyecciones estratégicas.

Las estratagemas contrarrevolucionarias de los gobiernos de Estados Unidos contra


Nuestra América

30.- Con independencia del curso que sigan las negociaciones que llevan a cabo los
gobiernos de Cuba y de los Estados Unidos con vistas a iniciar el largo y complejo proceso
de restablecimiento de las relaciones diplomáticas y el aun más largo y complejo de la
normalización de las relaciones y cualquiera que sea el resultado de los elecciones
presidenciales que se desarrollarán en Estados Unidos en noviembre de 2016, la maquinaria
de la política exterior, económica, de defensa y seguridad imperial, al igual que los diferentes
aparatos políticos, comunicacionales, mediáticos e ideológico-culturales que actúan en esa
potencia imperialista, continuarán desplegando multifacéticas estrategias
contrarrevolucionarias orientadas a restablecer su sistema de dominación sobre América
Latina y el Caribe, así como sobre otras zonas del mundo.
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31.- Las estratagemas contrarrevolucionarias –ya sean unilaterales o concertadas con sus
“aliados” gubernamentales o no gubernamentales de diversos países de América Latina y el
Caribe, así como de Canadá y de las potencias imperialistas europeas--, tendrán, al menos,
los siguientes objetivos generales y específicos, vinculados entre sí:
32.- Desestabilizar y, allí donde sea posible, derrocar a aquellos gobiernos latinoamericanos
y caribeños calificados como “anti-estadounidenses”. En particular, aunque no únicamente, a
los gobiernos reformistas, reformadores o revolucionarios que en la actualidad son miembros
plenos del ALBA-TCP.
33.- Sin negar las acciones que continuarán promoviendo y realizando para tratar de
“cambiar el régimen cubano” y derrocar su revolución de orientación socialista; para “cercar”
política, económica y militarmente a la Revolución Democrática y Cultural, a la Revolución
Ciudadana y a la “segunda etapa de la Revolución Sandinista”, que se están desarrollando
en Bolivia, Ecuador y Nicaragua, respectivamente, así como para lograr la derrota electoral
de los gobiernos más radicales del Caribe Oriental, en lo inmediato esas multifacéticas
acciones desestabilizadoras seguirán concentrándose en la República Bolivariana de
Venezuela.
34.- En Venezuela, el actual gobierno estadounidense continuará respaldando política y
financieramente, y a través de sus diferentes medios de propaganda, a todas aquellas
fuerzas económicas, sociales, mediáticas y políticas, integrantes de la mal denominada
Mesa de Unidad Democrática que, con tácticas diferentes aunque complementarias, se
propongan derrotar a la Revolución Bolivariana. Con independencia de los avances y
retrocesos que consigan en sus estratagemas, este objetivo encontrará continuidad en la
administración estadounidense que resulte electa en los comicios presidenciales de
noviembre del 2016. De hecho, en la maquinaria de la política exterior, económica, militar y
de “seguridad imperial” estadounidense, se consolida cada vez más el criterio de la que la
derrota de la Revolución Bolivariana tendrá “un efecto dominó” en los demás gobiernos
integrantes del ALBA-TCP, al tiempo que debilitará los nuevos paradigmas de concertación
política, cooperación e integración latinoamericana y caribeña impulsados, con mayor o
menor consistencia, por los gobiernos de todos los estados miembros de esta alianza.
35.- Adicionalmente, en la percepción oficial estadounidense, la derrota de la Revolución
Bolivariana –-junto a las contrarreformas que se han producido en la Constitución mexicana,
así como en el incremento de la producción y exportación de petróleo y gas, al igual que
otras tecnologías “verdes” patentadas en los Estados Unidos-- facilitará la transformación del
continente americano en el “centro energético del mundo”, anticipado por el vice-presidente
los Estados Unidos, Joe Biden, en el discurso que pronunciara en Washington a comienzos
de mayo de 2013. Ese objetivo estratégico –y la eliminación de “la dependencia del petróleo
venezolano” que tiene la mayor parte de los Estados centroamericanos y caribeños
integrantes de PETROCARIBE— guiarán en los próximos años la Iniciativa para la
Seguridad Energética del Caribe, dada a conocer por el propio vicepresidente
estadounidense en enero del 2015.
36.- En caso de que la mayor parte de los gobiernos de los estados centroamericanos y
caribeños aceptaran esta iniciativa estadounidense, se fortalecería la dependencia de esa
región a las necesidades geoestratégicas de los Estados Unidos, mucho más allá del ya
alcanzado por sus empresas transnacionales en los principales sectores de la economía de
estos países. Dichas empresas recibirán nuevos beneficios con la entrada en vigor del
10

Tratado de inversión signado en mayo del 2013 por Joe Biden y por el entonces presidente
pro tempore de la CARICOM, Michel Martelly, así como también por la Ley de Promoción
Comercial hasta el 2020, aprobada por la administración de Barack Obama. A cambio de las
preferencias unilaterales que ésta le otorgará a las exportaciones caribeñas hacia Estados
Unidos, los gobiernos integrantes de la CARICOM, al igual que el de la República
Dominicana, mantendrán con sus contrapartes estadounidenses sus diversos acuerdos en el
campo de “la seguridad no tradicional, los que continuarán siendo financiados con los fondos
destinados a la Iniciativa para la Seguridad de la Cuenca del Caribe (CBSI, por sus siglas en
inglés) aprobados durante el gobierno de Barack Obama.
37.- Otro de los objetivos generales de la política estadounidense será profundizar la
integración subordinada de México, así como fortalecer la dominación sobre todos los
Estados nacionales ubicados en el istmo centroamericano y en el Caribe insular y
continental, con vistas a preservar su control sobre los recursos naturales, energéticos y los
bienes públicos, al igual que sobre los diversos espacios geoestratégicos existentes en el
llamado Gran Caribe.
38.- Adicionalmente, el actual o el futuro gobierno de los Estados Unidos continuará
desplegando diversas estrategias dirigidas a subordinar a sus intereses geopolíticos y
geoeconómicos a los gobiernos de todos los estados nacionales del hemisferio occidental
ubicados en el “arco del Pacífico”. En este empeño continuará respaldando la ampliación y
profundización de la Alianza para el Pacífico, así como su articulación con el TPP.
39.- Paralelamente, continuarán desplegando diversas acciones dirigidas a contrarrestar las
amenazas planteadas a su hegemonía” en el Hemisferio Occidental, y en particular en
Suramérica, la paulatina, inconclusa e incierta transformación de Brasil en una “potencia
global” contestataria a sus intereses en las cuencas de los ríos Amazonas y de la Plata, al
igual que en el Atlántico Sur. Con tal fin, también tratarán de evitar, en el caso de Argentina,
aquellas posturas del Frente para la Victoria que Estados Unidos tilda de “anti-
estadounidenses” o “populistas radicales”. Es previsible que continúen las diferentes
acciones que han venido desarrollando para desestabilizar al gobierno argentino y debilitar
las coincidencias existentes entre los gobiernos de Argentina y Brasil.
40. El cumplimiento de los objetivos antes mencionados, al igual que su consistente respaldo
a los gobiernos conservadores instalados o que en el futuro se instalen en Paraguay,
también perseguirá impedir la reforma y ampliación del MERCOSUR y evitar la
profundización de UNASUR. En línea con estos propósitos, estaría el fortalecimiento de los
acuerdos de “libre comercio” y relativos a la defensa y la “seguridad interamericana”,
firmados por Estados Unidos con los actuales gobiernos de Colombia, Chile y Perú.
41. De igual modo, el actual o el futuro gobierno estadounidense continuará desplegando
diversas estrategias dirigidas a dificultar la institucionalización y la profundización del acervo
político y las prácticas diplomáticas de la CELAC; en particular, aquellas que dificulten el
adecuado cumplimiento de los diversos tratados, acuerdos y planes de acción que se
aprueben por las Cumbres de las Américas, las Cumbres de sus Ministros de Defensa, las
Reuniones de Ministros de Seguridad Pública y de Ministros de Justicia u otros Ministros o
Fiscales Generales de las Américas (MISPA y REMSA), al igual que por los principales
órganos político-militares y político-jurídicos del Sistema Interamericano: la OEA, la CIDH y
la JID.
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42. Esta última, la JID continuará impulsando las Conferencias de Jefes de Ejército, Marina y
Aviación, así como los diversos ejercicios militares que se han venido realizando al amparo
del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), firmado en 1947.
43. Con ese y otros fines (6), tanto del Departamento de Estado como el Departamento de
Defensa, continuarán impulsando “la reforma y la revitalización” de esa organización
plasmados en La Política de Defensa para el Hemisferio Occidental hasta el 2023 y en la
Ley al respecto firmada por el presidente Barack Obama a finales del 2013.
44. Sobre la base de esta Ley, y de los enfoques sobre los “derechos humanos y las
libertades fundamentales” contenidos en la Carta Democrática Interamericana, en los años
venideros el Departamento de Estado emprenderá diversas acciones orientadas a que esa
organización siga siendo el “foro primordial” para fortalecer “la paz y la seguridad
interamericana”, fortalecer el cada vez más cuestionado Sistema Interamericano de
Derechos Humanos, promover y consolidar “la democracia [liberal y burguesa]
representativa”, solucionar las “disputas regionales”, “fomentar el crecimiento económico, la
cooperación para el desarrollo y la facilitación del comercio, así como para analizar los
problemas que le plantea a la “seguridad interamericana” las migraciones incontroladas, “el
tráfico ilegal de drogas” y el crimen trasnacional organizado.
45. Tomando como pretexto esas y otras amenazas (como el tráfico de armas ligeras y de
personas, así como el “lavado de dinero”), la maquinaria de la política exterior de defensa y
de seguridad de los Estados Unidos continuará respaldando la Iniciativa Mérida y la “guerra
contra las drogas” --la que, al mismo tiempo, pretenderá seguir desplegando el actual
gobierno mexicano--, la Iniciativa Regional para la Seguridad Centroamericana (CARSI, por
sus siglas en inglés), el denominado “Plan Biden para el Triángulo Norte Centroamericano” y
la Iniciativa de Seguridad para la Cuenca del Caribe (CBIS, por sus siglas en inglés).
46.- Asimismo, se fortalecerán todos los acuerdos vinculados a la Seguridad Regional
firmados con el actual gobierno de Colombia. Sobre esa base y las presuntamente exitosas
experiencias acumuladas en la lucha contra “la subversión”, el narcotráfico y el
narcoterrorismo, en coordinación con el Comando Sur de las Fuerzas estadounidenses
(SOUTHCOM, por sus siglas en inglés), las fuerzas militares y policiales colombianas
seguirán brindando entrenamiento a miles de oficiales militares y policiales de diferentes
países de América Latina y el Caribe, en particular de México y Centroamérica, República
Dominicana, Ecuador, Perú y Paraguay.
47.- Esas estrategias contrarrevolucionarias de los Estados Unidos encontrarán resistencia
en los diversos movimientos sociales y políticos latinoamericanos y caribeños, incluidos los
que luchan por la descolonización del Caribe En el caso de Puerto Rico, por ejemplo, la
resistencia será mayor, al igual que en el Haití ocupado por las “fuerzas de paz” de la
MINUSTAH. Las luchas por la independencia de este país continuarán encontrando el
respaldo de diferentes gobiernos latinoamericanos y caribeños, tanto dentro como fuera de
los marcos de la CELAC.
48.- Ese respaldo será más consistente por parte de los gobiernos integrantes del ALBA–
TCP. Este proyecto integracionista continuará consolidándose como mecanismo de
concertación política e impulsará aún más acuerdos como PETROCARIBE, UNASUR, la
AEC y la CELAC. Sin embargo, se ralentizarán los diferentes acuerdos económicos
existentes, tales como las empresas grannacionales, el Banco del Sur, el SUCRE y otros,
como consecuencia de la contraofensiva imperial contra Venezuela y varios de los países
integrantes de la alianza.
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49.- La referida contraofensiva tendrá un impacto negativo en la CARICOM y el SICA.


Igualmente, le creará dificultades al proceso de reforma y ampliación del MERCOSUR y a la
profundización de UNASUR.

50.- No obstante, la CELAC continuará ampliando sus potencialidades para desempeñar un


papel más importante en la edificación del sistema “multipolar” que, contra la voluntad
política estadounidense, se ha venido gestando en los años más recientes, así como para
convertirse en un eficaz mecanismo de diálogo político y cooperación económica con los
actuales gobiernos de la República Popular China, la Federación de Rusia y de otras
“potencias emergentes” que integran el Grupo BRICS. De similar manera con otras
organizaciones internacionales en las que también participan los gobiernos de África y Asia,
como el Movimiento de Países No Alineados (NOAL) y el Grupo de los 77+China (G-77);
también con los gobiernos de los 27 estados actualmente integrantes de la UE.
51.- Sin embargo, a causa de sus debilidades institucionales, de la heterogeneidad política e
ideológica de los gobiernos de los 33 estados que componen la CELAC, esa organización no
romperá con los principales órganos político-militares y político-jurídicos que componen el
Sistema Interamericano.
52.- En el contexto en que tienen lugar nuestras deliberaciones, la situación interna en
México nos convoca a una reflexión responsable, necesariamente desgarradora, aunque
optimista y solidaria. En el crimen de Estado y lesa humanidad de Iguala se condensó en
unas horas de barbarie toda la violencia estructural y de Estado que ha padecido México
durante más de una década, y que ha resultado en más de 120.000 muertos, en su mayoría
jóvenes y pobres, al menos 30.000 desaparecidos, así como medio millón de desplazados
internos y fuera del país. Estas políticas represivas forman parte de los cambios
estructurales neoliberales que han impuesto los gobiernos de traición nacional, a partir del
Tratado falsamente denominado de “Libre Comercio”, que en los hechos sólo ha beneficiado
a Estados Unidos y a las corporaciones trasnacionales que despojan a los pueblos de sus
recursos naturales y estratégicos.
53.- El TLC ha desarticulado las cadenas productivas nacionales e insertado
fragmentariamente las actividades económicas a las cadenas globales del capital
trasnacional, muchas veces con las maquilas y ensambladoras, con condiciones sumamente
precarizadas para las fuerzas del trabajo, como último eslabón productivo. La economía
criminal se diversifica, avanza y penetra diversos niveles del gobierno, representando en la
actualidad entre el ocho y diez por ciento del PIB.
54.- Frente a esta ofensiva del capital sin precedente, las resistencias populares se han
multiplicado, también la construcción social alternativa de los pueblos indígenas, en la
defensa del trabajo y las organizaciones sindicales, en la lucha contra el capital trasnacional
minero, en la defensa del agua, de la tierra, de los territorios sagrados, de los saberes, de
los espacios públicos urbanos, de la educación, contra la contaminación ambiental, por la
justicia, y por el derecho a la vida.
55.- Hoy la lucha popular en México adquiere múltiples formas, desde la resistencia y la
construcción de autonomías, a la lucha social urbana, y la lucha electoral. Los desafíos para
la construcción de la unidad en la diversidad son enormes y se avanza desde las diversas
trincheras. Encontrar un camino de centralización, confluencia y unificación de las diversas
formas de lucha para enfrentar el despojo y las políticas de un Estado criminal es un reto
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que el pueblo mexicano tiene que asumir, por encima de las diferencias y contradicciones en
el campo popular.

PERSPECTIVAS DE LOS MOVIMIENTOS POPULARES Y GOBIERNOS PROGRESISTAS


Y POSNEOLIBERALES DE AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE

56.- La política actual de saqueo y depredación de recursos naturales seguida en América


Latina y el Caribe por el capital imperialista, con pleno apoyo de Estados Unidos y la Unión
Europea, está conduciendo a un amplio abanico de resistencias populares en muchos
países de la región. Ante lo que se ha calificado acertadamente como acumulación por
desposesión, las comunidades indígenas, afrodescendientes y mestizas enfrentan un
sinnúmero de proyectos de minería a cielo abierto, extracción de petróleo y gas
convencional o no convencional, o de plantación de grandes extensiones, que llevan
aparejado su desplazamiento por medios coercitivos y la pérdida de la tierra y el territorio en
los que han vivido y creado sus formas de vida y cultura. El resultado ha sido profundizar
aún más el hambre y la marginación a la que históricamente han sido sometidos.
57.- Ello hace vislumbrar en perspectiva una gran ola de luchas populares en defensa de la
tierra y el territorio, como las que se dieron en décadas anteriores contra las políticas
neoliberales, destacándose el caso de Bolivia en la Guerra del Agua y del Gas. A tono con
esta circunstancia, se requiere reforzar la organización y sobre todo la articulación de estos
esfuerzos en aras de consolidar la fuerza política y la movilización popular.
58.- Como se demostró en la propia Bolivia, estos movimientos pueden ir mucho más lejos
que la oposición a proyectos que los afectan, y disputar y arrebatar el gobierno y parte
importante del poder a las clases dominantes. La posibilidad de derrotar esta nueva ofensiva
del capital dependerá de la capacidad de los pueblos para unirse y organizarse sobre una
plataforma que vaya de la resistencia puntual a formas de organización política que permitan
plantearse la toma del gobierno y del poder, así como la transformación social. En República
Dominicana, por ejemplo, se ha creado una formidable confluencia político-social alrededor
de la defensa de Loma Miranda, uno de los tesoros naturales de su portentosa Cordillera
Central, amenazada por XTRATA NIQUEL-FALCONDO y por otras grandes corporaciones
mineras de Canadá y EEUU, respaldadas por las organizaciones corporativas del gran
capital privado; apuntando este fenómeno en dirección a crear contrapoder popular frente a
un Estado dependiente y una clase dominante entreguista.
59.- Los procesos políticos actuales, en su vertiente progresista y/o posneoliberal, implican
al mismo tiempo retomar el debate inconcluso sobre el Estado, que en sí significa la
problemática del poder. Es necesario asumir la necesidad de la defensa de la soberanía
contra el imperialismo y las trasnacionales, así como la función redistributiva con la finalidad
de contrarrestar los mecanismos de mercado tan lesivos para la economía popular. Esta
desmercantilización relativa permitirá que broten formas de gestión popular que sustituyan
los mecanismos automáticos del mercado. Resulta fundamental que esta discusión sea
permanente en los distintos espacios de las izquierdas latino-caribeñas.
60.- Entendemos el camino al socialismo como una transición civilizatoria que, partiendo del
desplazamiento de las clases dominantes y del poder re-colonizador de la burguesía
transnacional, contempla como bases mínimas, de acuerdo con las circunstancias y actores
específicos nacionales, una economía sustentable, con crecimiento y redistribución de la
14

riqueza, así como una mejora en la calidad de vida y una democracia participativa que
posibilite el control popular en los asuntos centrales que atañen al país.
61.- Lo anterior presupone rediscutir los parámetros fundamentales del desarrollo a partir de
nuestras características dependientes y subdesarrolladas, colocando en un lugar central del
debate la matriz productiva y extractivista que caracteriza a las estructuras económicas de
nuestra región.
62.- Nos atraviesan lógicas del capitalismo y la “modernidad” que nos dificulta la
visualización de un horizonte postcapitalista. Pero tenemos que ser honestos con la historia
de nuestros pueblos. Quinientos años de colonialismo y treinta de neoliberalismo han dejado
déficits tan grandes que no se puede negar el derecho al desarrollo a estos pueblos, el
derecho a sacar de la pobreza a una parte significativa de la población y darles la condición
de dignidad plena. La tarea para la izquierda en América Latina, especialmente cuando
accede al gobierno, es conjugar el derecho al desarrollo con los derechos de la Madre
Tierra, no entendida como una naturaleza estática a la que le damos derechos, sino como el
conjunto de seres vivos que interactuamos en un escenario de biodiversidad.
63.- Necesitamos pensar en un sistema alternativo al capitalismo y en nuevos modelos de
desarrollo a partir de un cambio de la matriz productiva, cambio que solo puede ser fruto de
una transición sostenida, firme y paulatina. Otro modelo de desarrollo en coordenadas
diferentes a las que tuvo el desarrollo del Norte, que solo pudo hacerlo a costa de los
pueblos, las personas y la naturaleza. Un escenario postcapitalista en América Latina y el
Caribe no se puede sustentar en la explotación a otros pueblos ni resignarse a que perdure
la explotación y alineación de las personas sin la formulación e implementación de políticas
de resistencia que mejoren su vida cotidiana, sin regular la explotación de una naturaleza
que cuenta con recursos limitados e insuficientes para que el Sur del mundo crezca y
mantenga niveles de “desarrollo” similares a los del Norte. Miles de millones de personas en
América Latina y el Caribe, China, India y el Sur geopolítico del planeta, necesitan mejorar
sus condiciones de vida, pero no hay recursos estratégicos suficientes para ello si se
mantiene un modo de vida consumista y mientras no se alcance una soberanía tecnológica
que se libere de la dependencia de nuestros países de capitalismo dependiente respecto de
los países centrales.
64.- Este otro modelo de desarrollo, imprescindible para los países de América Latina y el
Caribe, comienza a gestarse a partir del apoyo a una arquitectura financiera internacional,
de nuevo tipo, ajustada a sus intereses públicos nacionales, que deberá contar con un
Banco de Desarrollo e Integración Latinoamericana y del Caribe, debiendo comenzar de
inmediato con la puesta en marcha del Banco del Sur (en complementariedad con el Banco
BRICS) que sustituirá a las “instituciones financieras internacionales”, específicamente al
Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo.
65.- Es imprescindible también liberarse de los tratados de libre comercio que el Norte
impone a los países del Sur. Se trata de acuerdos y tratados asimétricos, centrados en las
necesidades del gran capital, la profundización de las desigualdades y del rol primario
exportador de América Latina. En realidad, son tratados de dominación geopolítica integral
del Norte hacia el Sur.
66.- Hay que crear un Tribunal Internacional de Justicia Climática y Ambiental, encargado de
juzgar a países que no cumplen con sus compromisos ni con los tratados internacionales
que ellos mismos refrendaron. Será necesario considerar que debe ser una institución que
evite reproducir las asimetrías características de los organismos vigentes y que garantice
15

mecanismos de coerción reales, considerando la enorme diferencia entre los niveles de


consumo de los países centrales y los periféricos.
67.- Los perjuicios al medioambiente constituyen uno de los efectos provocados por la
exacerbación de la cultura del consumo individualista de energía y otros bienes de consumo,
que determinan un rápido agotamiento de todo tipo de recursos no renovables, que es un
imperativo trascender para poder avanzar hacia una planeación y consumo colectivos, a fin
de socializar beneficios y responsabilidades, tanto sociales como ambientales.
68.- En la lucha contra el capitalismo en crisis se requiere profundizar lo que José Martí
denominó la “batalla a pensamiento” y se comienza el lento y trabajoso proceso de
subordinación de los medios de comunicación, que en buena medida actúan como
promotores de la cultura del derroche y de la reproducción de la ideología dominante,
centrada en la despolitización de lo cotidiano y la pérdida de la memoria colectiva en pos de
un presente consumista de productos, servicios, entretenimiento, placer e incontables
formas de banalidad que propician el desarraigo y el vaciamiento del contenido histórico-
humanista del individuo. Comienzan a establecerse estrategias de comunicación claras y
consensuadas de proyectos de prensa gráfica y digital alternativos, de las redes sociales y
de las radios y los espacios culturales a nivel comunitario. Estos espacios/medios se
constituyen en herramientas útiles para (re)construir el sentido común, la conciencia
colectiva y los sentidos de pertenencia. Tales estrategias de comunicación, van dirigidos a
arropar o recuperar el rol protagónico de los jóvenes y las mujeres, apuntando a la toma de
conciencia no sólo desde lo político, sino recuperando todo el espectro cultural de lo local y
lo regional.
69.- El presente siglo no puede tener otro mandato que la superación de una civilización que
ha subordinado todos los aspectos de la vida a una maquinaria de acumulación de
ganancias, que ha sometido a la dictadura del lucro a la producción, la ciencia, la tecnología,
la educación, la política, el ocio, a cualquier forma de intercambio comercial, a la naturaleza
misma, en fin, a todo, absolutamente a todo. La apuesta por la comunidad universal, por la
comunitarización universal y total de todas las relaciones humanas con la naturaleza, pasa
por un largo y complicado proceso de transición, un campo de batalla entre una civilización
dominante, el capitalismo aún vigente, aún dominante pero decadente, enfrentado al
desencadenamiento revolucionario de la nueva civilización socialista, que emerge desde los
intersticios, desde las grietas y contradicciones del propio capitalismo.
70.- La necesidad y posibilidad de construir contra-poder popular y conquistar el poder
político por parte de la izquierda, es la oportunidad de dar la batalla entre el viejo Estado
(que monopoliza decisiones desde las burocracias asociadas a las elites capitalistas
transnacionales y locales), y un nuevo Estado, que cada vez democratiza y fundamenta más
las decisiones en las comunidades, en los movimientos sociales, en la sociedad civil.
Debemos apostar por el desborde democrático, hasta lograr la superación de la democracia
fósil, meramente representativa, y alcanzar la democracia comunitaria, participativa, de
género, multicultural, multiétnica, esto es, verdaderamente participativa, en una sociedad
autorregulada por los movimientos sociales.
71.- Esta batalla entre la civilización dominante de este capitalismo aun regente y la
civilización comunitaria emergente, llamada Socialismo, es una batalla por el predominio de
la democracia en todas las vertientes de la vida en sociedad, una democracia que envuelve
y atraviesa todas las actividades cotidianas de todas las personas; desde la cultura hasta la
política, desde la economía hasta la educación. Es la lucha nacional e internacional por la
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ampliación de los bienes comunes y de la gestión común de esos bienes comunes, como
son el agua, la salud, la educación, la ciencia, la tecnología, el medio ambiente...
72.- La nueva sociedad, que comienza a gestarse, en unos países primero que en otros y a
partir de sus características nacionales, se conjugan diferentes formas de propiedad, desde
la estatal hasta la comunitaria y la privada, pero en función todas ellas de la socialización de
la producción y de la apropiación de lo producido.
73.- Lo comunitario es la antítesis de todo Estado, la “comunidad ilusoria”. Lo que un Estado
revolucionario debe hacer es ayudar a que lo comunitario, lo social, que brota por acción
propia de la sociedad, se expanda, se fortalezca, y pueda superar más rápidamente los
obstáculos que se interponen en su camino. La comunitarización de la economía solo puede
ser una creación heroica de los propios productores y consumidores.
74.- La apuesta por la toma del poder y la conquista de los Estados, es la apuesta por un
largo proceso de transición en el que el Estado revolucionario, los partidos y movimientos
sociales se fusionan para apuntalar y expandir o disputar la democratización de las
decisiones, el desmontaje permanente de la lógica del lucro en aras de la lógica comunitaria
y la apuesta al intercambio metabólico entre el ser humano y la naturaleza en la producción
de la riqueza.
75.- En una necesaria valoración ponderada de los avances y conquistas antineoliberales,
nos parece impostergable profundizar en el debate sobre los límites del proceso. En tal
perspectiva, participamos de la preocupación sobre una especie de estancamiento o reflujo
en los procesos de cambio. En la medida en que esto está ocurriendo, nos enfrentamos a la
problemática de la sustentabilidad de los procesos de reformas, de transformación
gubernamental y estatal cuando su instrumentación política no descansa en articulaciones
sociales capaces de sumar y profundizar fuerzas para acelerar y fundamentar las propias
transformaciones. Aunque aparentemente resulte fácil decirlo, no hay consolidación de lo
ganado si la marcha se detiene, o si se cae en la trampa del falso realismo del “posibilismo”.
La constante profundización de estos procesos en el sentido anti-imperialista y anti-
capitalista, hacia procesos de socialización de la propiedad, la economía, los servicios
públicos, el poder y la cultura, es la garantía para evitar retrocesos.
76.- Al respecto debemos señalar que el accionar al interior de la democracia representativa
constituye, efectivamente, un recurso empleado por de las izquierdas para avanzar en la
lucha por la democracia y la liberación de los pueblos. Pero una vez que se logra la
instauración de un gobierno posneoliberal mediante la vía electoral, los mecanismos de la
democracia representativa incrustados en las estructuras republicanas, aunque
aparentemente se definen como neutrales, sus dinámicas tienden a favorecer a la burguesía
y al capital. Por eso se torna necesario crear instancias de democracia directa, participativa,
lo más nutridas posibles, para contrarrestar esa tendencia negativa y evitar que las
gestiones de los gobiernos pos-neoliberales al servicio del pueblo ni se estanquen ni
retrocedan.
77.- No está de más volver a plantear que cada avance hacia un horizonte revolucionario,
hacia la construcción de una sociedad no sólo posneoliberal, sino postcapitalista,
desencadenará las más feroces reacciones de la derecha y sus apoyos y soportes
imperialistas con múltiples opciones, tácticas, recursos y estrategias, abiertas y encubiertas,
como lo hemos visto en Bolivia, Ecuador, Venezuela y aún en intentos reformadores
moderados como los de Honduras y Paraguay.
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78.- La ampliación de los márgenes de la democracia hacia formas de democracia popular y


directa, la organización, movilización, acumulación de fuerza y experiencias de lucha,
construcción del poder popular y educación política de las masas, constituyen armas
eficaces para derrotar la contraofensiva de Estados Unidos contra los gobiernos progresistas
y posneoliberales de la región.
79.- A partir del primer decenio del siglo XXI comienza a producirse una contraofensiva de
las fuerzas contrarias al cambio. Tal contraofensiva ralentiza los procesos revolucionarios en
ALC y pone a prueba la pertinencia de los cambios que se producen en la región en su lucha
por la “segunda independencia”. La lucha entre lo nuevo y lo viejo, entre la revolución y la
reacción representada por Estados Unidos y sus aliados en America Latina y el Caribe, se
agudiza en la República Bolivariana de Venezuela.
80.- Si la contrarrevolución triunfara en Venezuela, el escenario más probable que prevemos
es el de una cruenta guerra civil que desbordaría a ese país, desestabilizando la región y a
todos los gobiernos posneoliberales. No hay entonces tarea más urgente para todas las
fuerzas progresistas, los movimientos populares y los liderazgos transformadores en
Nuestra America que la mayor solidaridad con el gobierno de la República Bolivariana y
chavista, gobierno que hoy preside el compañero Presidente Nicolás Maduro.
81.- Al tiempo de saludar todo paso de Estados y gobiernos hacia la autodeterminación y
reformas sociales que debilitan y desmontan el orden impuesto por la globalización
neoliberal, a la vez de saludar todo esfuerzo de unidad e integración no subordinada a
EEUU y los centros imperialista, es imprescindible renovar, recrear y unificar en cada país la
gran diversidad de fuerzas sociales, políticas y culturales con capacidad de confrontar el
orden neoliberal establecido, asumir y profundizar cada proceso transformador e impulsar
nuevas y originales revoluciones, que confluyan en dirección a la construcción de la Patria
Grande latino-caribeña, social y políticamente liberada; hacia una América y un mundo
capaz de retomar y renovar una diversidad de rutas socialistas sintonizadas con las
circunstancias de un siglo tan convulso como promisorio como este Siglo XXI.

82.- Una meta tan trascendente nos exige en materia de unidad traspasar fronteras,
revitalizar internacionalismos, relanzar el antillanismo y el latinoamericanismo
revolucionarios. Coordinar fuerzas conductoras y sujetos político-sociales comprometidos
con los cambios necesarios a escala continental y mundial, más allá de las particulares de
los procesos de cooperación entre Estados y Gobiernos, incluidos aquellos cuyas iniciativas
integradoras merecen respaldarse y defenderse. Nunca como ahora ha sido tan pertinente la
unidad de las y los excluidos del mundo para emanciparse y salvar la humanidad. Nunca tan
necesaria la coordinación de la diversidad anticapitalista y anti-imperialista con vocación de
conocer al mundo para transformarlo, procurando convertir la indignación colectiva en
movilización y poder global de los pueblos explotados y oprimidos.

México, DF, 11 de marzo de 2015

Participantes del taller internacional:


Héctor Díaz-Polanco (México), Omar González (Cuba), Marco Gandásegui (Panamá), Jorge
Veraza (México), Luis Suárez (Cuba), Ángel Guerra (Cuba), Raúl García Linera (Bolivia),
Katu Arkonada (País Vasco), Darío Salinas (Chile), Jorge Casals (Cuba), Lila Molinier
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(Paraguay), Silvina Romano (Argentina), Arantxa Tirado (Estado Español), Josefina Morales
(México), Esteban Rivero (México), Tamara Barra (México), Nayar López Castellanos
(México), Gilberto López y Rivas (México), Fernando Sánchez Cuadros (Perú), John Saxe-
Fernández (México)

Hicieron llegar sus aportes por escrito:


Sergio Rodríguez Gelfenstein (Venezuela), Tania García (Cuba), Narciso Isa Conde
(República Dominicana), Paula Klachko (Argentina), Frente Guasú (Paraguay)
Guerra de posiciones en América Latina:
emancipación vs restauración
Katu Arkonada

Ponencia base de la exposición presentada en el 3º


Congreso por la Integración Política Regional, Buenos Aires
23 a 25 de mayo de 2014

(…) en la política subsiste la guerra de movimientos mientras se trata de


conquistar posiciones no defensivas, y por consiguiente, y por lo tanto
no son movilizados todos los recursos de la hegemonía y del Estado;
pero cuando, por una u otra razón estas posiciones han perdido su valor
y solo las que son decisivas tienen importancia, se pasa a la guerra de
posiciones, compleja, difícil, en la que se exigen cualidades excepciones
de paciencia y de espíritu inventivo.

Antonio Gramsci, Cuadernos de la Cárcel (III)

A la hora de analizar la situación y coyuntura política de América Latina, es


importante tomar en cuenta dos variables, la de la crisis global en la que nos
encontramos inmersos, y el reordenamiento geopolítico, el paso de un mundo
unipolar a un mundo pluripolar y multicéntrico.

Si en las crisis anteriores de 1873-1896 y 1929 el capitalismo no estaba plenamente


desarrollado, hoy en día nos encontramos con una crisis abigarra donde se
superponen, a veces de manera complementaria y a veces de manera disociada, una
serie de crisis, económica, financiera, energética, alimentaria, etc., que nos lleva a
preguntarnos si nos encontramos inmersos en una crisis terminal del sistema
capitalista ante la cual en cualquier caso la izquierda todavía no ha encontrado una
salida en forma de proyecto político alternativo. La socialdemocracia se vendió al
neoliberalismo y la izquierda radical/comunista no fue la protagonista de los procesos
de cambio puestos en marcha en América Latina, asumiendo un rol secundario en la
construcción de los proyectos nacional-populares.

Es de destacar el papel que juegan los BRICS en este momento en que el capitalismo
ha adquirido una medida geopolítica planetaria a la vez que se acentúa el modelo de
acumulación, tanto en forma de reactualización de la acumulación originaria, como
mediante la acumulación por desposesión de los bienes comunes. Importante
también la posible incorporación a los BRICS de una Argentina que se sumaría a
Brasil y reforzaría el peso de América Latina en una relación Sur-Sur con China
(primer consumidor mundial de energía), Rusia (uno de los países con mayores
reservas de minerales y petróleo) y una India en la que acaba de ser electo Presidente
Narendra Modi, un nacionalista ultra que tiene prohibida la entrada en Estados
Unidos.

Una América Latina que será centro de disputas geopolíticas en los próximos años,
tanto por el papel que puede jugar en la construcción de un proyecto alternativo
poscapitalista, como por su ubicación en el reordenamiento geopolítico en su
condición de subcontinente que cuenta con la mitad de las reservas de agua del
planeta y buena parte de los países más ricos en minerales, hidrocarburos y
biodiversidad del mundo.

Proyectos en disputa

Precisamente América Latina está siendo disputada en este momento entre dos
proyectos, el de la emancipación e integración latinoamericana, que cristaliza en el
ALBA pero también en la apuesta por la UNASUR o CELAC, y el de la restauración
impulsada por el imperialismo, con la Alianza del Pacifico como punta de lanza. Estos
dos proyectos libran una guerra de posiciones al más puro estilo gramsciano en una
estrategia no declarada de asedio reciproco, de avances y de retrocesos. En esta
guerra de posiciones continental nos encontramos con un cierto reflujo de los
proyectos de emancipación, que tiene un punto de inflexión en la muerte del
Comandante Chávez y que no tiene por qué ser un repliegue defensivo si no algo
coyuntural, táctico y no estratégico.

El proyecto del imperialismo continua implementándose en varios niveles para lograr


el control geopolítico del continente, desde su versión más burda en forma de bases
militares y golpes de Estado, a una más sofisticada que se disfraza detrás del
agronegocio y los acuerdos de libre comercio, pero que en cualquiera de sus
versiones tiene en el control de los recursos naturales su fin último. El proyecto
emancipador, generoso en sus esfuerzos como fue toda la praxis del Comandante
Chávez, que murió en un último servicio a la Patria, puso todos sus esfuerzos en
fortalecer la UNASUR y la CELAC incluso por encima del propio ALBA y eso de alguna
manera lo ha debilitado en sus posiciones de avanzada.

Entre medio de estos dos proyectos encontramos los países neodesarrollistas, como
han sido definidos recientemente por compañeros como Atilio Boron o Joao Pedro
Stedile, cuyas burguesías nacionales, si bien apuestan por el fortalecimiento del
Estado y la redistribución de la riqueza, coquetean constantemente con un acuerdo
entre el Mercosur y la Unión Europea, siguiendo los pasos de la reedición del ALCA
llamada Alianza del Pacifico.

Es por tanto necesario que desde el núcleo duro emancipador se seduzca a este tercer
grupo de países, pero en cualquier caso no hay que menospreciar los avances
logrados por el proyecto del ALBA y los proyectos nacional-populares en general,
avances de recuperación del Estado y de la soberanía política, económica y territorial,
realizados en un momento de expansión del capitalismo en general y del imperialismo
en particular.

Y si bien los procesos han avanzado mucho en la última década, 16 años en el caso
de Venezuela, y 8 años en el caso de Bolivia, ahora es el momento, en esta guerra
de posiciones que se está librando en el continente, de pensar en varios niveles de
acción. Por un lado, como enfrentar al enemigo, como desactivar la Alianza del
Pacifico trabajando con los pueblos, movimientos sociales e izquierda en general de
los países que pertenecen a la misma (México, Colombia, Perú y Chile). En otro nivel
más interno, es necesario pensar como estos procesos siguen expandiendo su
horizonte de descolonización, democracia y soberanía popular; y para ello, es
importantísimo (re)pensar el Estado.

El Estado, campo de lucha

Ese Estado que es un campo de lucha y a la vez una relación social, en el que hay
que mirar de manera fundamental la relación Estado-Sociedad. Por un lado tenemos,
como define el Vicepresidente del Estado Plurinacional de Bolivia ÁlvaroGarcía Linera,
a un Estado que monopoliza lo universal, el interés colectivo, pero por otro tenemos
en nuestros procesos de cambio un bloque histórico que es más que una simple
alianza entre clases y sectores sociales, que es un vínculo entre estructura y
superestructura.

Y en esta guerra de posiciones que mantenemos en América Latina, en este repliegue


coyuntural del proyecto emancipador de la Patria Grande, se abre peligrosamente la
posibilidad de una revolución pasiva en la que ante la ausencia de iniciativa popular,
ante el reflujo de las luchas populares que pusieron en marcha los procesos de
cambio, el Estado siga haciendo concesiones, pero ya no se de esa fusión entre
sociedad civil y sociedad política, o Estado, ya no se den los avances y
profundizaciones por impulso de las mayorías sociales.

Todo ello nos podría llevar a revertir el cambio de época que vivimos en una época
de cambios, poniendo en riesgo la construcción de hegemonía posneoliberal, que no
es irreversible. Necesitamos combinar la guerra de posiciones con algún tipo de
guerra de maniobras, insurreccional y ofensiva, para convertir en irreversible el
cambio de época; para pasar de las transiciones cortas que han permitido la
recuperación de la soberanía, política, económica y territorial, a una transición larga
que avance hacia un proyecto poscapitalista, más allá del posneoliberalismo.

Política como ética de lo colectivo

Tenemos algunas herramientas para ello. Por un lado el vínculo que existía entre
capitalismo y democracia se ha roto; hoy una buena parte del mundo ya no cree en
un capitalismo democrático, y hay que dar un paso más para convencer de que dejen
de creer en una democracia capitalista. El siguiente paso será convencerles de que
son posibles revoluciones democráticas que nos traigan una democracia
revolucionaria donde como fase de transición se combine la democracia
representativa con la participativa, donde sea la sociedad la que tome las decisiones
en una fusión con un otro modelo de Estado Integral, que en el modelo boliviano se
define como Plurinacional.

Tambiénteníamos algunas respuestas, pero han cambiado las preguntas; ¿cómo


expandimos el horizonte de lo posible? ¿Cómo irradiamos y consolidamos el sentido
común de época? ¿Cómo construimos un proceso de cambio continental?

Por un lado debemos pasar de los proyectos nacional-populares en un solo país a un


proyecto internacionalista latinoamericanista, y esa construcción de la Patria Grande
tiene que estar asentada en los pilares del antiimperialismo, anticolonialismo y
anticapitalismo. En el plano del antiimperialismo tenemos que desmontar los ataques
del imperialismo, con diferentes aliados, en diferentes ritmos e intensidades,
teniendo en claro que todos los procesos son necesarios, pero sin hacer concesiones
al enemigo, luchando en primer lugar contra la presencia de las bases militares en el
continente y uniéndose contra cualquier intento de golpe y/o desestabilización de un
gobierno democrático. En el plano del anticolonialismo es fundamental enfrentar las
situaciones neocoloniales que persisten en el continente actualmente, la ocupación
de las Malvinas o Puerto Rico, el bloqueo contra Cuba o el enclaustramiento de Bolivia
son desafíos pendientes de un proyecto de integración latinoamericana. En el ámbito
del anticapitalismo el riesgo es dejar de ser gobiernos revolucionarios y acomodarse
en la gestión, hay que combatir los tratados de libre comercio y seguir construyendo
modelos económicos alternativos en el que el debate sobre el modelo de desarrollo,
vistos los límites que el capitalismo impone sobre nuestros procesos, debe contener
un equilibrio entre el derecho al desarrollo de pueblos colonizados por 500 años y
saqueados por 20 más de neoliberalismo, y los derechos de la Madre Tierra. Otro
límite a los procesos los pone el corsé de la democracia liberal y burguesa, con
procesos que tienen que ser permanentemente validados y legitimados en las urnas
cada pocos años haciendo frente al terrorismo mediático que busca desprestigiarlos.

Y si uno de los retos es pensar la transformación del Estado, en una mirada regional
de un proceso político continental, que no es lineal, que tiene avances y retrocesos,
es importante también empezar a pensar en las nuevas formas de representación,
en la necesidad del intelectual colectivo, el príncipe moderno; en la necesidad de
construir un instrumento político también continental, que vaya cristalizando el
horizonte y proyecto.

Slavoj Zizek nos recuerda en uno de sus textos la anécdota de cuando en 1922 los
bolcheviques después de ganar la guerra tuvieron que de retroceder y poner en
marcha la Nueva Política Económica (NEP), que de alguna manera permitía
parcialmente la economía de mercado y la propiedad privada, y Lenin escribió un
texto llamado “Sobre el ascenso a una alta montaña”. En ese texto hay una metáfora
de un alpinista que ante el fracaso en el primer intento de ascenso a una montaña
tiene que retroceder y volver a intentarlo; no se atrinchera en el lugar desde el que
ya no puede ascender más, sino que regresa al valle y vuelve a intentar el ascenso.
Eso es también lo que necesitan nuestros procesos, volver a empezar en el sentido
de repetir el comienzo, las explosiones sociales y rupturas socio-políticas e incluso
epistemológicas que dieron inicio a los procesos de cambio.

Y para que esas rupturas se produzcan de nuevo, para trasformar y construir todo lo
anterior, el primer ingrediente que necesitamos es el que reclamaba Jacques Danton,
miembro de la Comuna de Paris: “Audacia, otra vez audacia, y siempre audacia”.

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