Anda di halaman 1dari 9

1

HIPERIA
La existencia de encendidos hipersincrónicos de naturaleza completamente
fisiológica nos obliga a postular que no toda forma de hipersincronía neuronal
ha de
ser interpretada como patológica, sino que algunas modalidades de este
funcionamiento epileptoide del cerebro deben ser concebidas como
estrictamente
fisiológicas sin que quepa etiquetarlas de enfermedad mental ni de enfermedad
epiléptica.
De hecho, y claramente en esta línea, existen datos contundentes que ponen
de
manifiesto que el funcionamiento hipersincrónico neuronal es propio de
funciones
biológicas muy importantes, algunas de ellas incluso imprescindibles para la
supervivencia del individuo.
En esta línea, analizaremos en esta sección con detalle los siguientes
apartados:
1. Hipersincronía neuronal y aprendizaje (hipersincronía y memoria)
2. Hipersinocronía neuronal y sexualidad (hipersincronía y orgasmo)
3. Hipersioncronía neuronal y sueño
4. Hipótesis de la hiperia
HIPERSINCRONÍA NEURONAL, MEMORIA Y APRENDIZAJE
A lo largo de nuestro estudio hemos tenido ocasión de aludir ya en diferentes
ocasiones a la estrecha relación que guarda el funcionamiento hipersincrónico
de
nuestro cerebro con el aprendizaje: en efecto, decíamos al hablar de las
epilepsias
reflejas y del kindling que nuestro cerebro “aprende” a ser epiléptico, es decir,
tiene
una tendencia muy fuerte a constituir en fijos e indefinidos los modos de
funcionamiento hipersincrónico. Pues bien, como enseguida veremos, esta
fijación de
respuestas hipersincrónicas está estrechamente relacionada con el proceso del
aprendizaje.
Otro importante dato que apunta igualmente en la dirección de una estrecha
relación entre funcionamiento epileptoide del cerebro y el aprendizaje viene
constituido por el hecho de que tras sucesivos encendidos hipersincrónicos de
determinadas áreas cerebrales, aparecen de nuevas estructuras en la neuronas
de
esos circuitos, concretamente unas vesículas en las dendritas las cuales
parecen
constituir el almacén de la memoria. Efectivamente, las enfermedades que
producen
la destrucción de estas vesículas, como es el caso de las diferentes demencias,
cursan
con pérdida de la memoria. Este hecho ha llevado a numerosos autores a
postular la
2

existencia de una íntima relación entre funcionamiento epileptogénico del


cerebro y
aprendizaje, hasta el punto de que Michel Baudry llega a sugerir que la
epilepsia
puede representar un efecto secundario de un eficaz mecanismo de
aprendizaje.
Pues bien, nosotros disponemos ya de información suficiente como para
corregir
esa afirmación de Baudry, completándola y sustituyéndola por esta otra: no es
que la
epilepsia sea un efecto secundario del aprendizaje, sino que la epilepsia, mejor
dicho,
determinadas formas de funcionamiento epiléptico o hipersincrónico de nuestro
cerebro, constituyen el propio mecanismo neuropsicológico del aprendizaje, es
decir,
la herramienta de la que se sirve nuestro cerebro para aprender y fijar
(memorizar)
los datos que ha aprendido. Efectivamente, cada vez que que un estímulo
aparece de
forma repetitiva, nuestro cerebro se pone en guardia y reacciona dando lugar a
una
sincronización de un gran número de neuronas: este encendido hipersincrónico
sirve
para que se constituyan puntos de unión entre todas esas neuronas. Es decir,
esa
hieprsincronía generaría puntos de neurorrecepcion interneuronales, que
actuarían a
modo de estañado que posibilita la unión entre sí de todas las neuronas de ese
circuito. Tras los primeros encendidos hipersincrónicos, los puntos de unión
son
todavía inestables pero a medida que el encendido hipersincrónico se repite,
esos
puntos de estañado se irán haciendo más y más consistentes, hasta acabar
determinando una unión estable y definitiva de todas las neuronas de ese
circuito. Es
decir, lo que en un principio era un encendido kindling todavía ocasional, se ha
transformado ahora en un kindling definitivo.
Ésta sería la explicación neurofisiológica de la adquisición de la memoria: ese
transformarse en definitivos, ese constituirse en datos de memoria, no es otra
cosa
que haberse transformado ese circuito neuronal, inicialmente ocasional, en un
circuito
neuronal perenne, el cual puede el sujeto ahora activar a voluntad. Por tanto,
un dato
de memoria, o engrama, no es más que un circuito neuronal determinado que,
merced a sucesivos encendidos hipersincrónicos, se ha vuelto estable:
normalmente el
3

circuito no está encendido y el engrama reposa silencioso en nuestra memoria;


pero,
en un momento dado el sujeto puede activar ese circuito y entonces el dato de
memoria se hace manifiesto en nuestra conciencia.
Lashley realizó experimentos entre 1921 y 1955, que ponían de manifiesto que la destrucción de
un determinado engrama, o dato de memoria, depende más de la extensión de la lesión que de
la
localización de la misma, evidencia que apunta en la dirección de nuestra propuesta de que el
engrama
ha de ser concebido, no tanto como un espacio anatómico en el que, a modo de disco duro,
queda
grabado un dato, sino como un circuito funcional que puede incluir un gran número de neuronas
y que,
por tanto, puede ser muy extenso.
La explicación que acabamos de ofrecer acerca de cómo se constituyen los
engramas nos parece muy operativa. Entre otras posibilidades, es muy lógico
suponer
que varios engramas comparten parte de sus neuronas, lo que nos ayudaría a
comprender, entre otras importantes funciones, la función paradigmática del
lenguaje,
es decir, el hecho de que nuestro cerebro coloque y clasifique las palabras, no
de
forma caprichosa, sino atendiendo a relaciones de similitud que hay entre
ellas: las
palabras atendiendo a la relación de significación existente entre ellas, por
ejemplo,
en una balda todo lo referente a las frutas, en otra todo lo relativo a los
colores, en la
de más allá cuanto alude a los tamaños, etc. Es decir, el concepto “pera”
estaría
formado por, digamos, un circuito con un total de 10000 neuronas en el que a
su vez
se pueden distinguir una serie de subcircuitos componentes: la porción X
(supongamos que 500 neuronas), que estaría presente también en todos los
conceptos que impliquen el engrama verde, la porción Y (otras 200 neuronas),
válida
para cuantos conceptos conlleven el engrama “grande” y la porción Z (2000),
propia
de todos aquellos conceptos que entrañen el engrama “fruta”.
Este modelo explicativo permitiría comprender por qué cuando la memoria
empieza a deteriorase, se van perdiendo los significantes, no uno a uno y por
separado, sino en grupos paradigmáticos, o por qué cuando nos confundimos
solemos
cambiar un significante por otro del mismo grupo paradigmático y decimos, por
ejemplo, limón en vez de naranja: los dos comparten la porción de circuito
neruronal
que conforma el engrama fruta y los dos comparten igualmente la porción del
circuito
neuronal ésta más pequeña, que significa cítrico. Por tanto, cuando la unión
estable
4

de los circuitos empieza a deteriorarse por efecto de la demencia, es más


probable
que digamos limón por naranja, que limón por fresa, pues aquellos dos
engramas
comparten más neuronas que estos.
Esta concepción de la memoria a base de circuitos funcionales, que en parte
son
compartidos por muchos engramas, permite entender fácilmente por qué que
la
memoria reciente se deteriora antes que la memoria antigua: en realidad no se
trata
tanto de memoria antigua versus memoria reciente, como de memoria
genérica
versus memoria específica. En efecto, en todo engrama habrá porciones que
son muy
genéricas y que sirven para muchos engramas a la vez, frente a otras
porciones que
son cada vez más específicas y que, por tanto, son utilizadas por un menor
número de
engramas, y así asta llegar a aquella porción del circuito que pertenece
únicamente a
ese engrama y que sería el que le confiere su individualidad. Lógicamente los
elementos más genéricos han debido ser adquiridos con anterioridad a los que
son
más específicos. Pues bien, cuando los circuitos empiezan a destruirse por
efecto d
una enfermedad deteriorante (demencia), los engramas comienzan a romperse
por las
partes más específicas que, al mismo tiempo, suelen ser las más recientes. De
ahí ese
fenómeno clínico tan característico de la demencia, en la que el cerebro del
sujeto va
perdiendo poco a poco cuanto había almacenado en la vida, pero no de golpe
sino de
forma progresiva y siguiendo un orden exactamente inverso al de adquisición.
Este modelo de memoria, a base un circuito neuronal para cada engrama, pero
compartiendo distintas partes de esa cadena neuronal con otros muchos
engramas,
permitiría explicar también ese frecuente fenómeno de la memoria que queda
bien
patentizado por la conocida expresión “no me lo digas, tengo su nombre en la
punta
de la lengua”: en estas ocasiones lo que sucede es que prácticamente se halla
encendido todo el circuito, pero no conseguimos activar el 100% de sus
neuronas, es
decir, disponemos ya del rostro de esa persona, de su profesión, de la última
vez que
5

le hemos visto, pero nos falta todavía su nombre de pila, lo que significa que
tenemos
encendidas ya 3000 de las 3050 neuronas que componen ese engrama, pero
no
somos capaces de activar todavía las 50 restantes.
La constitución de sucesivos y cada vez más numerosos circuitos estables y
duraderos es la manera que tiene nuestro cerebro de construir engramas,
proceso que
se lleva a cabo merced a encendidos cerebrales hipersincrónicos: nuestro
cerebro, las
informaciones que le llegan repetidamente, las transforma en engramas a base
de
encendidos hipersincrónicos los cuales, al igual que ocurre en el estañado de
un
circuito eléctrico, suponen las constitución de nuevos puntos de
neurorrecepcion en
las dendritas neuronales que fijan y dan estabilidad definitiva a un circuito
neuronal
que hasta entonces era solo ocasional e inestable.
Lógicamente ese proceso de “estañado” tendría que ser muy frecuente en los
primeros días y meses de vida, cuando para el cerebro del recién nacido todo
es
nuevo y tiene que almacenar sucesivos engramas sin cesar. Pues bien, el
hecho de
que ese cerebro se pase hasta el 90% del tiempo durmiendo, es decir, en
funcionamiento hipersincrónico, apunta precisamente en esta dirección. En
este
sentido, ¿cabría interpretar el dormir. o al menos alguna de las fases del
sueño, como
los momentos que dedica nuestro cerebro para fijar definitivamente los datos
de la
memoria transformando en estables circuitos que hasta ese momento eran
sólo
provisionales?
HIPERSINCRONÍA NEURONAL Y SUEÑO
En efecto, en las fases 2 y 3 del sueño aparecen en el electroencefalograma
complejos de puntas y punta-onda que son muy similares a las que aparecen
en la
epilepsia:
Fase 2 del sueño Fase 3 del sueño
Trazado electroencefalográfico durante las fases II y III del sueño, en el que se aprecian
puntas claramente epileptoides, indicativas de un funcionamiento neuronal hipersincrónico.
Para no extendernos innecesariamente en busca de datos que avalen
este hecho, nos limitaremos a señalar, como argumento paradigmático, que
cuando se quiere potenciar la sincronización neuronal durante el registro de
un trazado electroencefalográfico, se recurre a la hiperventilación o a la
estimulación acústico-luminosa, pero también al electroencefalograma de
sueño, ya que las tres situaciones potencian la hipersincronía neuronal. Por
tanto, soñar es necesario para la vida y, mientras se sueña, el cerebro está
6

funcionando hipersincrónicamente.
Pero es que, además, a poco que nos detengamos a analizar la
fenomenología de los sueños, caeremos en la cuenta de que los mismos
reúnen siempre los rasgos fenomenológicos que hemos señalado como
definidores y caracterizadores de las producciones psíquicas
hipersincrónicas, a saber: automatismos psíquicos que se despliegan en la
mente de manera completamente pasiva y que son vivenciados con una
enorme intensidad y con fuerte sentimiento de extrañeza.
En suma, hay abundantes evidencias que apuntan a que los sueños
constituyen una actividad fisiológica del cerebro, de naturaleza
hipersincrónica, la cual está estrechamente relacionada con la fijación de los
datos del aprendizaje (memoria de evocación). Esta importante función de
los sueños ayudaría a comprender otro hecho que, aunque bien establecido,
resultaba hasta el presente difícil de comprender: nos referimos al bien
probado dato de que las fases REM del sueño son imprescindibles para la
vida, es decir, que no se puede vivir sin soñar.
HIPERSINCRONÍA NEURONAL Y ORGASMO
Cuanto acabamos de decir acerca de la estrecha interrelación entre
hipersincronía y sueños por un lado, e hipersincronía, aprendizaje y
memoria por otro, es válido también para la hipersincronía y el orgasmo: en
primer lugar, a poco que nos fijemos en esta vivencia, enseguida podremos
verificar que se trata de una vivencia que reúne todas las características
fenomenológicas de las vivencias epilépticas y/o hipéricas: automatismo
psíquico durante el cual el sujeto experimenta una intensa vivencia psíquica
placentera que se desarrolla toda ella de forma pasiva y ajena a la voluntad
del sujeto.
Pues bien, son numerosísimas las evidencias que ponen de manifiesto
que durante el orgasmo se produce un encendido neuronal hipersincrónico,
el cual se traduce en esa peculiar vivencia psíquica, intensamente
placentera, que denominamos orgasmo: los datos científicos que avalan
esta interpretación son abrumadores, con numerosas publicaciones relativas
a crisis epilépticas parciales cuya única manifestación clínica es una vivencia
orgasmática que se desarrolla de forma completamente espontánea y
automática, así como orgasmos en los que se ha podido detectar
electroencefalográficamente la correspondiente hipersincronía neuronal.
Y todavía un importante dato más en esta misma línea: los fármacos
que hemos venido analizando a lo largo de este trabajo como supresores de
la hipersincronía neuronal (antiepilépticos, antidepresivos tricíclios y
serotoninérgicos) producen todos ellos anorgasmia.
HIPÓTESIS DE LA HIPERIA
Con toda esta abundante información relativa a funciones cerebrales
vitales que son de naturaleza hipersincrónica es lógico pensar que la
hipersincronía neuronal, al menos en alguna de sus variantes, sería la
expresión de un funcionamiento fisiológico del cerebro.
Este funcionamiento hipersincrónico del cerebro se halla en parte ya
consolidado y explicaría todo aquello que guarda relación con el
aprendizaje. Pero, además, se trata de una actividad en permanente estado
de progreso y evolución, la cual implicaría al menos dos importantes
7

avances cognitivos con respecto al funcionamiento intelectivo previo:


1. En primer lugar, una nueva forma de comunicación, con más
posibilidades comunicativas que la del lenguaje articulado: la telepatía.
2. En segundo lugar, la consolidación de un modo de razonamiento que
viene insinuándose desde hace milenios: la intuición.
Estas dos nuevas actividades hipersincrónicas de nuestro cerebro, la
telepatía y la intuición, se hallarían todavía en buena medida en vías de
desarrollo y de consolidación, hecho que explicaría el que las encontremos
más desarrolladas en unos determinados colectivos de población que en
otros. Proponemos el término hiperia para denominar estas nuevas
funciones cognitivas puesto que las mismas se fundamentan en un
funcionamiento hiper-sincrónico del cerebro, es decir, en un encendido
cerebral “excesivo”. De ahí que, partiendo del prefijo griego hiper
(demasiado, excesivo), hayamos propuesto el neologismo hiperia, el cual
significaría literalmente “excesividad”.
Se entenderá mejor qué queremos decir con nueva forma de
comunicación si, abriendo ahora un paréntesis, analizamos brevemente el
lenguaje en cuanto función cerebral: toda persona nace con las estructuras
cerebrales necesarias para aprender a hablar, es decir, su cerebro posee
una serie de circuitos neuronales que conforman una estructura global la
cual sirve para almacenar y poner en funcionamiento los datos necesarios
para hablar. Por tanto, cada sujeto dispone en esa factoría en la que se
elabora el lenguaje de suficientes baldas, cintas transportadoras, mesas de
mezcla y demás dispositivos necesarios para poder construir, con los datos
allí almacenados, un sistema de alto poder comunicativo como es el
lenguaje articulado. A nuestro juicio ha sido precisamente el desarrollo de
estas estructuras cerebrales, las del lenguaje, lo que ha posibilitado el
fulminante despegue y distanciamiento del hombre con respecto al resto de
los primates. Ahora bien, lo lógico es pensar que la función del lenguaje no
apareció de golpe en toda la especie humana, sino que se instauraría
progresivamente a lo largo de cientos o miles de generaciones,
mostrándose primero en pequeños grupos de población filogenéticamente
más desarrollados, para extenderse luego poco a poco al resto de la
especie.
Pues bien, otro tanto estaría ocurriendo ahora con respecto a la función
de la hiperia: en el cerebro de los seres humanos se estarían conformando
nuevas estructuras y circuitos neuronales que posibilitarían una nueva
modalidad de comunicación más potente que el lenguaje articulado, que no
es otra que la telepatía o comunicación entre dos mentes a distancia.
Basamos esta suposición en el hecho de que la telepatía es precisamente
una de las vivencias que más a menudo genera la hipersincronía neuronal.
En efecto, en el cerebro de los enfermos mentales, como consecuencia de
su funcionamiento hipersincrónico, podrían aparecer una variedad infinita
de ideas y convicciones psíquicas absurdas, pero curiosamente casi siempre
deliran con un mismo tema: las vivencias referenciales, es decir, con la
convicción de que se ha establecido, bien sea él con los demás, bien los
demás con él, una comunicación a distancia. Así, encontramos a nuestros
enfermos quejándose una y otra vez que en la TV hablan de él, que la gente
8

por la calle se da cuenta de sus pensamientos, que comentan entre ellos su


vida íntima, etc. Si el delirio fuese expresión de una enfermedad cerebral
sin más, o sea, un simple epifenómeno del proceso morboso que ha atacado
al cerebro, lo lógico sería pensar en una gama casi infinita de delirios. Es
decir, lo lógico sería que cada enfermo inventase su propio disparate
delirante: éste que la miguita de pan que acaba de ver en el suelo contiene
en su interior todos los árboles de China, aquél otro que la tierra es un rayo
de luz a baja temperatura, y el de más allá que las ratas en Polonia tienen
que tener cinco patas puesto que las de España tienen sólo tres... y así
hasta el infinito. Pero no ocurre de ese modo, sino que la inmensa mayoría
de los enfermos se empeñan en delirar siempre con la misma cuestión: la
transmisión telepática de los pensamientos. He aquí un tremendo enigma
de la psicopatología escondido desde hace milenios y que, como el arpa de
Bécquer, espera la llegada de esa mano sabia que sepa desentrañarlo.
Nuestra proposición, por más atrevida que pueda parecer, consiste en
interpretar las vivencias delirantes referenciales como un esbozo de
telepatía.
Pero decíamos que la hiperia probablemente signifique también la
maduración y consolidación de la intuición, esa modalidad de razonamiento
que desde los albores de la humanidad viene insinuándose como una
alternativa más rápida y certera al razonamiento deductivo. Efectivamente,
además de las vivencias de transmisión del pensamiento, otra de las
producciones psíquicas que más a menudo generan los encendidos
hipersincrónicos son esas vivencias cognitivas en las que el sujeto,
repentinamente y con una fuerza vivencial tremenda, experimenta la
convicción absoluta e inamovible de que acaba de adquirir un conocimiento
nuevo que queda grabado en su memoria de forma indeleble. Estas
cogniciones, independientemente de que sean denominadas ideas delirantes
primarias en psiquiatría o visiones intelectuales en mística, son idénticas en
uno y otro caso: certezas fulgurantes que se instalan en la conciencia del
sujeto con la rapidez y la fuerza del rayo y que no parecen responder a
ningún proceso de razonamiento lógico previo, sino que se imponen de
repente como una verdad absoluta e inquebrantable proveniente del interior
del propio sujeto.
Enseguida tendremos ocasión de comprobar que la comunicación
telepática y el conocimiento intuitivo son manifestaciones psíquicas muy
frecuentes, no sólo en los enfermos mentales, sino también en casi todas
las personas normales bajo el efecto de ciertos estímulos químicos (drogas
y psicotóxicos en general) y también, espontáneamente, en los místicos de
todas las épocas y escuelas, así como en muchos artistas.
FUENTES
*Álvarez, J. Mística y depresión. Madrid: Trotta, 1997.
*Álvarez J. Éxtasis sin fe. Madrid: Trotta, 1997.
* Alvarez, J. Neuronal hypersynchronization, creativity and
endogenous psychoses. Med Hypotheses. 2001, 56: 672-85.
*Alvarez-Rodrguez, J.; Alvarez-Silva, S.; Alvarez-Silva, I. Epilepsy
and psychiatry: automatic psychic paroxysms. Med Hypotheses;
2005, 65 :671-5.
*Alvarez-Silva, S.; Alvarez-Silva, I.; Alvarez-Rodriguez, J. et al.
9

Epileptic consciousness: concept and meaning of aura.


Epilepsy Behav; 2006, 8: 527-33.
*Alvarez-Silva, S.; Avarez-Rodriguez, J.; Perez-Echeverría, M.J.
Panic and epilepsy. J Anxiety Disord; 2006, 20:353-62.

Anda mungkin juga menyukai