Anda di halaman 1dari 12

SEMINARIO EL ARCHIVO Y LOS REPOSITORIOS DIGITALES: CONSERVACIÓN, ACCESO Y

USOS DE LAS FUENTES EN EL AULA


Convenio colaborativo CLACSO-FLACSO

Clase 10. Usos pedagógicos del archivo. Transmisión y producción cultural en


los archivos contemporáneos
Autoría: Inés Dussel1 y Darío Pulfer2

Sobre la pedagogía pública de los archivos

Decir que los archivos enseñan puede parecer muy obvio, o muy exagerado, según la
perspectiva que se elija. Para los que lo ven como una afirmación obvia, toda experiencia
enseña, o, dicho de otra manera, de todo se aprende algo —bueno o malo, pero algo al fin.
Para los que creen que es exagerada, la enseñanza sólo tiene lugar en espacios o acciones
sistemáticas y destinadas a ese efecto; los archivos, en ese caso, no enseñan, salvo que
hagan esfuerzos específicos como organizar talleres, cursos o visitas públicas que
produzcan aprendizajes.

En cierto sentido, ambas son correctas, y ese es uno de los argumentos que querríamos
desarrollar en esta clase. De toda experiencia puede aprenderse algo (nótese que el
“puede” marca una distancia con el “siempre se aprende”); pero —acercándonos a la
segunda posición— eso no siempre sucede, y tampoco da lo mismo qué se aprende, o qué
saberes se construyen con esa experiencia. La pedagogía puede transformar una
experiencia cualquiera en una situación de aprendizaje, si logra generar preguntas, si
plantea desafíos, si da pistas sobre cómo posicionarse en ese contexto y con qué otros
elementos (saberes previos, sentimientos, asociaciones inesperadas) puede vinculárselo.
Dice Bruno Latour que el conocimiento es volver cercano algo lejano, es vincular saberes
que parecían distantes; en una línea similar, Piaget y Vigotski habían dicho, antes, que
aprender pasa por apropiarse o volver próximo un conocimiento ajeno, incorporarlo a
nuestros esquemas cognitivos y poder usarlo en otras situaciones o contextos. Una
pedagogía eficaz, entonces, será la que logre acercar a los que aprenden saberes nuevos
que puedan tomar y reutilizar, en la manera en que les sea propia, en otras ocasiones.

¿Cuál sería la pedagogía de los archivos? Digamos, en primer lugar, que no hay una sola
sino múltiples posibilidades, a veces en la misma institución. Pueden tomarse como
ejemplos quizás extremos dos situaciones de las que habla Lila Caimari en un libro reciente
sobre su experiencia en los archivos históricos. En un texto breve (“Beaubourg y Sciences

1
Inés Dussel es doctora en educación e investigadora de la Dirección de investigaciones educativas
(DIE), dependiente del CINVESTAV, en México; y de la UNIPE, en Argentina. En los últimos 10 años,
viene trabajando en las políticas y pedagogías de la imagen y los nuevos medios digitales en la
educación, a través de investigaciones, propuestas de formación virtual, producción de materiales
didácticos y revisión de políticas educativas y curriculares. Ha escrito ocho libros, compilado tres, y
publicado más de 130 artículos y capítulos de libros en medios reconocidos internacionalmente. Dicta
cursos y conferencias en distintas universidades en América Latina, Europa y Estados Unidos.
2
Es profesor en Historia y magíster en Educación. Es director del CEDINPE-UNSAM (Centro de
Documentación e Información acerca del Peronismo) y director del Departamento de Educación y
Ciencias Sociales de la Universidad Pedagógica Nacional, donde también dirige la Colección Ideas
en la Educación Argentina, de UNIPE Editorial, en la que realizó las presentaciones de los libros de J.
V. González, R. Rojas y A. Jauretche en la misma colección. Codirige el curso "Los archivos en la era
digital. Conceptos, experiencias y prácticas" de FLACSO Argentina y, en convenio entre CLACSO y
FLACSO cocoordina el seminario “El archivo y los repositorios digitales: conservación, acceso y usos
de las fuentes en el aula”.

1
SEMINARIO EL ARCHIVO Y LOS REPOSITORIOS DIGITALES: CONSERVACIÓN, ACCESO Y
USOS DE LAS FUENTES EN EL AULA
Convenio colaborativo CLACSO-FLACSO

Po”), habla de su tránsito por archivos franceses y presenta dos escenas contrastantes. La
primera está encuadrada por las expresiones de la burocracia francesa, reproductora del
régimen de “ce n’est pas possible” (eso no es posible), que pide innumerables papeles,
cartas, fotos, códigos de acceso, todos ritos de pasaje que están orientados a regular y
básicamente restringir el acceso a los fondos documentales. Es una escena conocida, y no
ahondaremos en ella. La segunda es su experiencia en la biblioteca del Centro Pompidou,
el museo de arte moderno ubicado en un edificio vanguardista, adonde llega siguiendo el
consejo de un amigo ante su dificultad para encontrar un ambiente propicio para su
investigación doctoral. Transcribimos el relato, lleno de detalles interesantes:

“Resulta que el acceso es sólo cuestión de atravesar la puerta. Y usar la biblioteca es cuestión de
subir hasta el tercer piso. Los libros están en estanterías metálicas pintadas de verde loro. Todo
funciona en acceso directo y con sistemas de autoservicio. Es tan fácil y tan libre que al principio se
me desconcierta un poco. Hay un murmullo de fondo, ahogado por el ruido de la calefacción y el ir y
venir de gente por la escalera-gusano [un hito del edificio de Renzo Piano, afamado arquitecto
italiano]. Me instalo con mis petates en una de las mesas, todavía insegura sobre mi derecho a tomar
ese lugar. El mosaico de lectores es extraordinario: jóvenes y ancianos, estudiantes estudiando,
curiosos curioseando, caras de todos los continentes (…). Hay algún otro tesista ojeroso, un señor
sumido en un tratado de derecho canónico, una mujer que hojea Vogue. Algunos duermen. Nadie
presta atención a nadie.

Empiezo por ir a leer mis cosas. Paulatinamente, las pausas se alargan, voy extendiendo el
reconocimiento del terreno. Me interno por estantes más y más alejados de la mesa, encuentro
colecciones de revistas literarias de la posguerra, me instalo ante pantallitas individuales a ver
programas del viejo ciclo Apostrophes, exploro las salas de documentales, escucho paneles sobre
esto o aquello. Un día descubro el “archivo hablado”, con música y entrevistas. Hay exposiciones con
instalaciones rarísimas. Todo está ahí, sin trámites, sin preguntas. Es el reino del c’est possible
—que también es el reino de la distracción.

Tardo años en terminar la tesis, sí. Pero un día la termino, y se parece poco a la que imaginaba
cuando empecé.” 3

Biblioteca Kandinsky, Centro Pompidou, París

Los archivos y las bibliotecas involucran una pedagogía en su disposición del espacio, en
sus reglas de uso, en las series que proponen. Es claro que no todos operan de la misma

3
​Caimari, Lila (2017). ​La vida en el archivo. Goces, tedios y desvíos en el oficio de la historia.​ Buenos Aires:
Siglo XXI Editores, pp. 90-91).

2
SEMINARIO EL ARCHIVO Y LOS REPOSITORIOS DIGITALES: CONSERVACIÓN, ACCESO Y
USOS DE LAS FUENTES EN EL AULA
Convenio colaborativo CLACSO-FLACSO

manera, y que esa manera está determinada, en parte, por el tipo de documentos o de
objetos que guardan; por ejemplo, no es lo mismo un archivo digital que se ve en pantalla
que un documento a punto de perecer y que requiere otros cuidados y resguardos. Pero en
todos los casos está involucrada una pedagogía, una forma de disponer los objetos y los
saberes que acerca o aleja a los usuarios.

La vida en el archivo​, de Lila Caimari

De la escena anterior, podemos detenernos en dos o tres detalles que Caimari señala como
al pasar, pero que no son nada aleatorios:

1. La mezcla de públicos. En esa biblioteca del Pompidou están los investigadores pero
también los que van a hojear revistas, y los que duermen.

2. La mezcla de registros y de artefactos. Hay libros y documentos impresos pero


también archivos sonoros y audiovisuales. Hay mesas de trabajo y también
pantallitas individuales.

3. Al mismo tiempo que están las mezclas, también pueden verse algunas señales que
deja la pedagogía: las pantallitas con el programa de TV Apostrophes y algunos
otros, pero no cualquiera sino una selección destinada a la formación del público; los
paneles y las exposiciones sobre temas específicos y hasta las “instalaciones
rarísimas” que buscan educar al público en estéticas menos estandarizadas; el
silencio para el trabajo combinado con la vista a la ciudad y el murmullo de fondo,
que recuerda dónde se está; el mensaje de que es un espacio abierto a todos “sin
trámites, sin preguntas”.

Seguramente ustedes encuentren otras huellas de esta intención pedagógica del archivo,
más sutiles que el abrir o cerrar la puerta, aunque este gesto sea, probablemente, de los
más relevantes en las políticas de archivo. Lo que destaca en estas escenas es que el
archivo es también un orden material del saber: los documentos se movilizan (se producen,
se guardan, se circulan) gráfica y materialmente en un espacio y un tiempo determinados,

3
SEMINARIO EL ARCHIVO Y LOS REPOSITORIOS DIGITALES: CONSERVACIÓN, ACCESO Y
USOS DE LAS FUENTES EN EL AULA
Convenio colaborativo CLACSO-FLACSO

con escritorios, estantes, ‘guardianes’ o ‘mediadores’, pantallas, entre otros. Más adelante
veremos cómo y cuánto cambia esto con la digitalización de los archivos.

Volviendo a las pedagogías, puede decirse, en términos más generales, que el archivo nace
con una intención de construir una memoria, en general nacional o local, y que ese
resguardo —que fue, como ya se ha dicho en otras clases, tanto resguardo como
producción— tuvo una intención pedagógica. En ​Tiempo y narración4, Paul Ricoeur retoma
las definiciones enciclopédicas sobre el archivo, que lo delimitan como “el conjunto de
documentos que resultan de la actividad de una institución o de una persona moral o
física” (Enciclopedia Universalis), y como “el cuerpo organizado de ​registros producidos o
recibidos por una entidad pública, semi-pública, institucional, empresaria o privada en la
transacción de sus asuntos y ​preservados por ella, sus sucesores o repositorio autorizado
a través de la extensión de su sentido original como repositorio de esos materiales”
(​Enciclopedia Britannica​, subrayado nuestro). Podemos subrayar en esas definiciones tres
cuestiones: la referencia a la noción de un documento o registro, la relación a una
institución, y el objetivo de preservar o guardar esos documentos.

Mucho se ha dicho, y criticado, sobre los sesgos de esta memoria. Es claro que el archivo,
que todo archivo, tiene un sesgo, generalmente el de la institución o estrategia política que
lo organizó —ya sea el Estado, una asociación civil, un grupo político. El documento nunca
es un reflejo inmediato o transparente de la realidad; aunque se presente como prueba o
evidencia, es un registro que alguien dejó en algún momento, y que alguien (generalmente
otra/s persona/s) decidió preservar. Dice Carolyn Steedman5, una historiadora inglesa, que
quien lo consulta “no encuentra en los archivos más que historias atrapadas en la mitad: el
medio de las cosas, discontinuidades”. No es “la vida en sí” lo que quedó guardado, sino
una selección particular, un corte en el tiempo y en lo real, que alguien realizó en el marco
de operaciones que, en muchos casos, quedaron borradas por los eventos sucesivos, o
bien porque nunca se dejó registro de ellas. Quizás parte del trabajo pedagógico es volver a
reponer esas decisiones del archivo, mostrar los bordes de esa memoria, sus tachones y
sus lagunas, y también ir tratando de reconstruir y preservar esos registros o memorias que
quedaron al margen de las políticas oficiales del archivo, por ejemplo con archivos orales, o
con llamados públicos a reconstruir eventos o épocas importantes, como sucede con la
recuperación de las culturas de izquierdas de Argentina y América Latina en la experiencia
del CEDINCI o de la compleja historia del peronismo con el CEDINPE (ambos centros
dependientes de la Universidad Nacional de San Martín-UNSAM); archivos y colecciones
particulares de la Biblioteca Nacional que no determinan limites precisos temáticos o de
objetos; o varias de las iniciativas y desarrollos compartidos en el foro de este curso.

Por otra parte, y más allá de la crítica, justa y apropiada, de los sesgos de cualquier archivo,
vale la pena notar que el término documento, uno de los pilares del archivo, viene del latín
docere, que tiene una raíz común con la enseñanza, docencia. Docere era mostrar y
también dejar una marca o seña; dejar huella o producir un efecto duradero es
probablemente una de las mejores definiciones de la tarea pedagógica. Con los siglos, esa
raíz pedagógica del documento se va perdiendo a favor de un uso que acentúa su carácter
de prueba, de evidencia, pero no habría que dejar de señalar su original dimensión
pedagógica de hacer notar y preservar un registro de la experiencia humana.

En esa dirección, podría decirse que el archivista es también alguien que pone en acto una
4
​Ricoeur, P. (2004). ​Tiempo y narración.​ México DF: Siglo XXI editores.
5
​Steedman, C. (2002). Dust. ​The Archive and Cultural History.​ New Brunswick, NJ: Rutgers University Press.

4
SEMINARIO EL ARCHIVO Y LOS REPOSITORIOS DIGITALES: CONSERVACIÓN, ACCESO Y
USOS DE LAS FUENTES EN EL AULA
Convenio colaborativo CLACSO-FLACSO

pedagogía pública, que educa a sus usuarios cuando habilita el acceso y orienta una
búsqueda, y también cuando muestra las estrategias de formación del propio archivo o
cuando propone caminos que ni siquiera se les habían ocurrido a los usuarios. En ese
contexto, podría decirse que el archivo que no comunica sus avances no forma usuarios y
no tiene utilización efectiva; su pedagogía es más del resguardo y la restricción del acceso
(el régimen de “ce n’est pas possible” que regulaba los archivos tradicionales) que la
construcción de una memoria colectiva que debería incluir a distintos usos y usuarios. Por el
contrario, el archivo que se piensa vivo, en diálogo con su comunidad y con su tiempo,
pensando en plazos más largos de producción y de preservación de las memorias
colectivas, plantea una pedagogía pública democrática y atenta éticamente a las demandas
y tensiones propias de la construcción de la memoria colectiva.

Los desafíos del archivo digital

La situación del archivo está variando considerablemente con la explosión digital, como ya
se viene analizando desde las clases anteriores. Si antes había que administrar la escasez
de documentos, las lagunas y silencios, hoy parece que estamos en un contexto de
abundancia, donde el problema es más bien cómo orientarnos en un mar de información
abrumadora. Podemos acceder virtualmente a archivos que están distantes (véase por
ejemplo la colección de ​Caras y Caretas​, revista cultural argentina de las primeras décadas
del siglo XX, en el sitio de la Biblioteca Nacional de España); también dependemos cada
vez más de búsquedas tamizadas por los buscadores más conocidos (Google en
primerísimo lugar), cuyos algoritmos definen la jerarquía y la secuencia en la que nos llegan
los documentos. No hay una institución del archivo sino múltiples, muchas de las cuales no
se reconocerían a sí mismas como archivos. En algún sentido, puede decirse que están en
declive las viejas autoridades del archivo y la biblioteca como organización y resguardo del
saber, y “cada uno puede leer a su aire” (fórmula de Blanchot que retoma Morey6), según
quiera y según navegue en la web.

Los desafíos que plantea esta abundancia no son solamente técnicos —cómo orientarnos
en este laberinto digital— sino que son, en primer lugar, políticos y pedagógicos. Entre ellos,
puede hablarse de los cambios que trae la transformación de los soportes y lenguajes de
los registros de la memoria. Milad Doueihi7 destaca que hay una transformación de la
propiedad y control de la biblioteca/archivo (por ejemplo, con el proyecto de Google de
digitalizar todos los libros impresos disponibles), pero que también hay una modificación de
la propia condición del libro como una “composición relativamente autónoma y coherente”
hacia una “estructura tabular e indexada”. El libro no sólo pierde su textura en la
digitalización, sino que, lo que probablemente sea más trascendente para la forma libro,
pasa a ser un objeto “cuya principal interfaz es la búsqueda y la indexación”. Buscar en un
archivo digital es, en gran parte, perderse la posibilidad de ver qué había alrededor, de
buscar libremente en los estantes —como lo hizo Lila Caimari, enriqueciendo su proyecto
de investigación original en direcciones que ni siquiera imaginaba al principio. Pero también
puede verse que algunas bibliotecas empiezan a colocar, en su catálogo en línea, señales
de su ubicación física. Véase por ejemplo el catálogo en línea de la Biblioteca Daniel Cossío
Villegas del Colegio de México, que ofrece desde hace poco tiempo una opción de “ver

6
​Morey, M. (2014). “El lugar de todos los lugares. Consideraciones sobre el archivo”. En: ​Escritos sobre
Foucault​. Madrid: Editorial Sexto Piso. Disponible en:
http://artarchivespolitics.com/archives/wp-content/uploads/2013/12/MaldeArchivo.pdf
7
​Doeuihi, M. (2010). ​La gran conversión digital​. México DF: Fondo de Cultura Económica.

5
SEMINARIO EL ARCHIVO Y LOS REPOSITORIOS DIGITALES: CONSERVACIÓN, ACCESO Y
USOS DE LAS FUENTES EN EL AULA
Convenio colaborativo CLACSO-FLACSO

estantería” para los libros que aparecen en su catálogo. Se ve de esta manera:

Biblioteca Daniel Cossío Villegas del Colegio de México

Es decir, la vista no es “real” (no es un Google Street View que permita ver en tiempo real o
diferido la biblioteca), pero sí permite acceder a un orden de los libros, a criterios de
clasificación y de ordenamiento de los materiales, que vincula, aunque sea de manera
distante, al orden material del saber que propone esta biblioteca. Cabe decir que la mayor
parte de los catálogos en línea no poseen aún esta función, y “desorganizan” los criterios de
selección y orden de las bibliotecas y los archivos.

Por otro lado, la indexación es lo que permite fragmentar un libro o un documento y


cuestionar su unidad, y en esa dirección también modifica los documentos de la cultura tal
como los conocemos hasta ahora8. La indexación es un fenómeno que trasciende a la
cultura impresa, y atañe también a la presentación del yo en las distintas plataformas y a la
circulación de noticias (por ejemplo con los tags de Facebook, Twitter o Instagram). La
tendencia es a realizar antologías (playlists, lista de ‘los más leidos’ o los ‘más visitados’).
Algunos pronostican que, así como hoy bajamos o compramos canciones y no álbumes de
música, en el futuro próximo compraremos capítulos de libros y no libros completos. Siete
años después de que fue publicado el libro de Doueihi, esto no parece estar pasando,
aunque en el caso de la producción académica sí hay una tendencia a orientarse más a la
publicación de artículos que de libros. No está claro cómo va a reubicarse el libro en estas
nuevas condiciones para la cultura escrita: Doueihi es optimista respecto a estos
movimientos, pero autores como van Dijck9 ven más claroscuros y mantienen una distancia
crítica. También podría pensarse algo similar para el documento; como se viene señalando
en distintas clases, los desafíos de qué constituye un documento que evidencia una
experiencia humana en un contexto donde se deja registro/huella digital de casi todo lo que
se hace, son enormes. El documento también se puede fragmentar en su materialización

8
​Ernst, W. (2013). ​Digital memory and the archive​. Mineapolis: University of Minnesota Press.
9
van ​Dijck, J. (2016). ​La cultura de la conectividad. Una historia crítica de las redes sociales.​ Buenos Aires:
Siglo XXI Editores.

6
SEMINARIO EL ARCHIVO Y LOS REPOSITORIOS DIGITALES: CONSERVACIÓN, ACCESO Y
USOS DE LAS FUENTES EN EL AULA
Convenio colaborativo CLACSO-FLACSO

digital, indexarse (taggearse), partirse en múltiples segmentos, además de separarse de su


contexto original, de una serie en la que se inscribe, incluso de un territorio o local como el
archivo físico.

Buscar digitalmente es también moverse en un terreno más plano, con menos texturas (más
plano, en varios sentidos, más homogéneo, como las imágenes de los libros que aparecen
en el catálogo en línea de la Biblioteca del Colmex). No hay polvo, lo cual puede ser una
suerte, tanto como la falta de pulgas y de otros seres vivos poco deseables para los
documentos y para los humanos; pero con ellos se pierden también otros marcadores del
paso del tiempo que serían útiles para el trabajo de la memoria. “Suenan” igual, a primera
vista, los documentos digitalizados del siglo XI que los del siglo XXI, algo que en la mayor
parte de los casos (salvo en las excelentes falsificaciones) no ocurriría si los tuviéramos
enfrente.

Por otro lado, el archivo digital, como bien se ha comentado en varias clases, es un archivo
frágil, quizás incluso más que el archivo físico. Está por un lado su volumen, que lo
convierte en inmanejable, inabordable en ocasiones. Pero por otro lado está amenazado por
el riesgo de perderlo con un click, con un servidor dañado, con la obsolescencia de la
tecnología. La digitalización, lejos de resolver el problema del resguardo de los documentos,
plantea el desafío de otras estrategias de preservación, que deben actualizarse
constantemente si es que se quiere seguir actuando como arkhonte de la memoria
colectiva.

No habría que dejar de señalar que, aunque hay mucho en las redes digitales, también hay
lagunas, bordes, censuras, silencios, tanto como en los archivos físicos, y quizás esos
silencios sean todavía más inaudibles, precisamente por la promesa de que en la red se
puede encontrar todo. Señala Lila Caimari que “los circuitos internacionales del saber [en la
red] tienen sesgos muy marcados hacia los países ricos en recursos institucionales, y los
angloparlantes dominan ampliamente. Dice René Sentilles: en la web, la intrincada historia
de vaivenes documentales de los países más pobres se manifiesta como silencio liso y
llano”10. En el caso de las humanidades, para acceder a la producción en español no son
útiles las bases de datos más poderosas (Jstor, ISI Web of Knowledge, Project Muse),
porque hay una sobrerrepresentación de las lenguas anglosajonas y una presencia muy
marginal de las demás. Los circuitos son otros, y hay que conocerlos.

Hoy, como dice Miguel Morey11, en el lugar de la biblioteca aristocrática de la tradición del
siglo XIX está el espacio abierto del archivo digital. Para este filósofo, eso puede celebrarse,
pero también hay que asumir la zozobra que causa la caída del proyecto moderno de la
biblioteca y del archivo: “No está claro si lo que se deduce [del archivo abierto] es la
imposibilidad de cualquier pedagogía. En todo caso lo que sí hace es otorgar a la
pedagogía un carácter enormemente problemático”. Podría dejarse abierta la pregunta:
¿cuál es, en este contexto, la o las pedagogías de la biblioteca en la cultura digital? ¿Qué
trayectorias formativas define un buscador que se organiza a partir de algoritmos de
popularidad? ¿Reemplazan a un archivo oficial, y si lo hacen, en qué funciones? Los
buscadores tienen la ventaja de producir resultados rápidos en un archivo casi
“para-humano”, como lo llama Arjun Appadurai12. Pero esas búsquedas, como ya se dijo, se

10
Caimari, ​op. cit.,​ p. 98
11
​Morey, ​op. cit.
12
​Appadurai, A. (2003). “Archive and Aspiration”, en: J. Brouwer y A. Mulder (eds.) (2003), ​Information is Alive.
Rotterdam, V2 Publishing. Disponible en: ​https://archivepublic.wordpress.com/texts/arjun-appadurai/

7
SEMINARIO EL ARCHIVO Y LOS REPOSITORIOS DIGITALES: CONSERVACIÓN, ACCESO Y
USOS DE LAS FUENTES EN EL AULA
Convenio colaborativo CLACSO-FLACSO

organizan con un algoritmo que jerarquiza las respuestas que ya se buscaron, o a veces,
muy directamente, las estrategias de promoción de algunos anunciantes. Por otro lado,
sabemos que la web no es infinita ni es necesariamente un buen repositorio para las
producciones digitales. Doueihi subraya las dificultades que se tiene para archivar la historia
reciente de las nuevas tecnologías: no hay registro de muchas páginas web ya perimidas, y
se hace difícil guardar copias que se archiven en algún lugar. Y está, también, la cuestión
de los lectores: ¿quién podrá leer esa cantidad de textos que circulan actualmente?
Pareciera que ese archivo ya creció tanto que no puede ser abarcado, leído o manipulado
por ningún humano, y que estamos sometidos al reinado de los algoritmos decididos por
algún/algunos humano/s cuyo poder se acrecienta día a día13. En ese contexto, el trabajo
pedagógico de los archivos como instituciones de preservación y producción de la memoria,
como organizadores de un encuentro con los documentos y los registros humanos, como
portadores de un saber específico sobre la transmisión y la preservación, cobra todavía más
importancia.

La pedagogía de los archivos: claves frente a los nuevos desafíos

Volvamos al principio, a las reflexiones sobre cuáles son los usos o dimensiones
pedagógicas de los archivos. Quisiéramos en esta última sección detenernos en tres
principios o criterios que permitan organizar dispositivos o programas pedagógicos desde
los archivos que atiendan a algunos de los desafíos contemporáneos de la digitalización.

a) Una pedagogía que va al encuentro de sus usuarios

El archivo tiene que pensar en los usos, actuales, posibles y deseables, de sus fondos
documentales. Quisiéramos traer las reflexiones de un historiador mexicano que ha
trabajado en el Archivo General de la Nación en México y en Argentina, y que reconoce
usos y apropiaciones distintas de esos fondos, por un lado vinculado al trabajo de los
investigadores (más transnacional, menos susceptible a las culturas locales) y por otro lado
a las demandas de sus comunidades. Como en el caso de Lila Caimari, las reflexiones
ponen en evidencia un registro sensorial y afectivo de la experiencia del archivo, y una
atención a su emplazamiento físico, que son relevantes para esa tarea de domiciliación de
la memoria colectiva (retomando una idea de Derrida14).

Los archivos son santuarios ocultos a los ciudadanos: ignoran lo que contienen aunque tienen un aire
de solemnidad impenetrable. Son templos de la memoria del Estado: en la Argentina al lado del
Ministerio del Interior y frente al Río de la Plata, en México en el recinto carcelario más imponente del
régimen porfiriano. En el primer caso, con la puerta entreabierta e indiferente al tránsito del puerto; en
México, emplazado en un imponente panóptico todavía resguardado por vigilantes de uniforme azul y
popularmente conocido como la “Peni” de Lecumberri.

Los historiadores, por su parte, hacen de ellos sitios referenciales de sus hallazgos, de su reputación
académica, de su vida cotidiana, y corren el peligro de ser devorados por ellos. Los hay aquellos para
quienes transitar por repositorios es requisito de su inserción en la república de los historiadores;
para otros, menos preocupados por el mundo exterior académico, el refugio excepcional para una
vida presente; no hay pocos que son como gambusinos [buscadores de oro en pequeña escala] de
piezas documentales, expuestas públicamente para ser pulidas por otros, aunque algunos más
codiciosos los reservan para un archivo privado que no se revelará jamás. En sus salas habitan,

13
van Dijck, ​op. cit.
14
​ errida, J. (1997). ​Mal de archivo: Una impresión freudiana.​ Madrid: Trotta.
D

8
SEMINARIO EL ARCHIVO Y LOS REPOSITORIOS DIGITALES: CONSERVACIÓN, ACCESO Y
USOS DE LAS FUENTES EN EL AULA
Convenio colaborativo CLACSO-FLACSO

episódicamente, los autores de obras de conocimiento común: los hay locales, provincianos y
extranjeros. Vienen y se santiguan ante los acervos para nuevas, viejas o interminables
investigaciones.

La profesionalización de la historia académica produjo buscadores de documentos: becarios,


tesistas, asalariados que pueblan las salas de consulta en las que dictan a sus grabadoras,
transcriben documentos en sus computadoras o fotografían frenéticamente folios para llevar en el
saco el mayor producto de su búsqueda. Los menos se detienen a leer, se interesan por la grafía,
alguna ilustración o sello de agua, documentos lacrados o material gráfico. Es un recorrido a la
velocidad de las redes sociales, son indiferentes a la mirada sancionadora del lector cotidiano que
busca en el follaje de discursos la cita, el dato, la imagen o la firma que validará sus conjeturas sobre
el pasado.

Pero hay también lectores que van en búsqueda de su muy propio pasado, para el cual el presente
les ha impuesto un valor excepcional: la genealogía de la familia migrante, el registro de los parientes
exiliados o el testimonio del patrimonio colectivo. Son espectadores asombrados de un mundo que
les ignora y que ignoran: lo suyo es un dato, un documento, una imagen o certificado que tenga
poder legal para reclamar sus derechos, su patrimonio, su arraigo.

En la Argentina, la búsqueda es sobre el abuelo que arribó a puerto, venido de Armenia, Lituania o
Turquía, para terminar descubriendo que la llegada cambió fonéticamente su identidad al saber y
entender del funcionario que lo recibió: el abuelo renació al golpe del azar y la rutina. La indagación
es de nombres con ortografía equívocas, errores tipográficos o directamente inventados, como se
escuchaba entonces; de allí lo intrigante e intrincada de esa búsqueda.

En la Ciudad de México, el archivo registra el arribo de campesinos con la encomienda de encontrar


los títulos primordiales de sus tierras, signados por Felipe II o por el deslinde de terrenos en la nueva
República y por una larga cadena de despojos que han dejado a los pueblos en vilo, junto con la
emigración económica reciente. Pero recobrar esos documentos, para los que están y los ausentes,
es primordial: es su pertenencia y su patrimonio. A la toponimia ancestral se suma la complejidad de
la secularización liberal que suprimió a los santos patronos de la nomenclatura, del panteón
nacionalista que rebautizó pueblos y comarcas, hasta los terrenos urbanizados que se nombraron
colonias con nombres de ex presidentes o de los que están en funciones. Contra toda esa
suplantación de la identidad del territorio queda la toponimia indígena, ya sea del náhuatl, del otomí,
del tzeltal, del huaxicori.

Los archivos son, también, espacios de ejercicio de memoria y de afirmación de derechos


individuales o colectivos. Entretanto, los historiadores siguen frenéticamente la búsqueda de fuentes
que los colegas no han “descubierto”. Son tiempos y motivos tan distantes como distintos. Los
archivos son de todos.15

La pedagogía que se preocupa por el “todos” debería pensar en atender simultáneamente a


los investigadores y tesistas, tanto como a los campesinos que buscan refrendar su
propiedad o las preguntas por los antepasados. Tiene que identificar esos usos, y definir
estrategias para atenderlos y potenciarlos. La digitalización tiene, en principio, una
consecuencia muy bienvenida, que es facilitar el acceso de los materiales. Pero por otro
lado vuelve más importantes la destreza en la búsqueda, la capacidad de hacer preguntas,
de identificar límites y hacer asociaciones entre los registros disponibles. En esa dirección,
no resuelve completamente el problema del acceso sino que lo desplaza a los usos y
apropiaciones que se pueden hacer de los registros disponibles.

15
Antonio Ibarra (Facultad de Economía, UNAM, México) en ​López Avedoy, M.T. (2016). ​Del lugar público
al espacio íntimo: imágenes y experiencias en el espacio público. La biblioteca Vasconcelos como caso de
estudio​. Tesis doctoral, Facultad de Arquitectura, Universidad Autónoma de Nuevo León.

9
SEMINARIO EL ARCHIVO Y LOS REPOSITORIOS DIGITALES: CONSERVACIÓN, ACCESO Y
USOS DE LAS FUENTES EN EL AULA
Convenio colaborativo CLACSO-FLACSO

b) Una pedagogía que busca abrir caminos nuevos

Un segundo principio o criterio de las pedagogías del archivo es el de buscar formar a sus
usuarios en búsquedas y asociaciones nuevas, que van más allá de los usos que pueden
identificar. Los archivos tienen que estar dispuestos a mostrar sus tesoros, quizás como
mejor modo de preservarlos. Tienen que intentar iniciar a sus usuarios en aventuras de
conocimiento nuevas, enseñarles las distintas posibilidades de la búsqueda, hacer de
mediadores con objetos desconocidos.

Un ejemplo de esa pedagogía puede verse en el sitio ​Gallica de la Biblioteca Nacional de


Francia, que tiene una sección que se llama “¡Atención, Tesoro!”, donde se van dando a
conocer distintos “tesoros” de la biblioteca.

Gallica, sitio de la Biblioteca Nacional de Francia

La pedagogía tiene que ver con mostrar los tesoros, que es como decir a todos: “esto te
pertenece y yo estoy aquí para ayudarte a que formen parte de tu mundo”. Al mismo tiempo,
la noción de “tesoro” lo rescata del olvido, lo señala, lo en-seña como algo valioso; le
devuelve una “textura” y una afectividad que el algoritmo aplana. Ese gesto de la
designación, central en cualquier transmisión pedagógica, cobra todavía más relevancia en
lo digital, cuando el “para todos” se convierte en una masa anónima donde bots y humanos
pueden confundirse y donde quienes dominan esos códigos pueden tener más poder que
muchas organizaciones colectivas. Dice Alain Bergala, que plantea una pedagogía del cine
en la escuela innovadora, que:

En materia de transmisión, sólo cuenta de verdad, simbólicamente, lo que está designado.


Y la presencia de objetos que uno puede mirar, tocar, manipular, forma parte de esta
designación. Hoy es más importante que nunca, en la era de lo virtual, que haya objetos
materiales en la clase. El acceso a las películas a través de Internet no cambiará nada de la

10
SEMINARIO EL ARCHIVO Y LOS REPOSITORIOS DIGITALES: CONSERVACIÓN, ACCESO Y
USOS DE LAS FUENTES EN EL AULA
Convenio colaborativo CLACSO-FLACSO

cuestión esencial de la designación: ¡esto es para ti!16.

En la pedagogía pública del archivo, importa cada vez más la designación, el de decir, en
este océano de imágenes y de textos, a sus usuarios: “¡Esto es para vos!”, porque habla de
lo que les preocupa, de lo que vivieron, de lo que les interesa, de lo que no pueden
imaginarse todavía y sin embargo puede ayudarlos a darles forma, lenguaje, contenido a
nuevas esperanzas y deseos. Se abre en esa designación un espacio de trabajo, un modo
de operación, privilegiado e interesante para el archivo como institución de la memoria.

Así como la marca del “tesoro” puede ayudar a designar registros y documentos y habilitar
otras jerarquías que las de los buscadores, también sería importante que los archivos
eduquen a sus usuarios en cómo buscar, reconociendo las posibilidades y los límites de los
archivos, sus bordes y lagunas. Pueden también invitarlos a cubrir algunas de esas lagunas
o silencios mediante campañas públicas (“estamos buscando escritores amateurs”,
“estamos buscando cuadernos de escuela de principios del siglo XX”, “estamos buscando
fotos de inmigrantes”, entre muchas otras posibilidades). Y pueden formar a sus propios
archivistas para asesorar las búsquedas de los usuarios. Un caso típico es de los
estudiantes que consultan los archivos para tareas escolares o universitarias; sería bueno
dejar a la mano, cerca, otros documentos o registros que permitan lecturas a contrapelo de
las ya estandarizadas, o que inviten a seguir rastros o pistas poco exploradas, o a explorar
lenguajes múltiples (si entraron por la imagen, llevarlos a la palabra y al sonido; si entraron
por el texto escrito, alentarlos a mirar imágenes y a escuchar sonidos).

c) ​Una pedagogía que busca construir comunidades

El tercer principio o criterio para una pedagogía del archivo más abierta y democrática es la
de asumir su rol de construcción comunitaria. Las actividades que se hacen desde el
archivo hacia la comunidad, hacia públicos definidos (niños, jóvenes, docentes, ciudadanos,
investigadores) no son meramente actividades de difusión sino que están en el corazón
mismo del archivo. Dice Lila Caimari en el libro ya citado: la pedagogía del archivo “apunta a
los cimientos culturales del Estado y de la sociedad, va horadando de a poco, avanzando
por zonas”.

El trabajo pedagógico del archivo tiene que ir convenciendo a la sociedad y a sus


representantes de que vale la pena guardar registros de la experiencia colectiva, y que esa
preservación está atravesada por decisiones políticas y éticas que conciernen a todos y no
a unos pocos. Por ejemplo, los funcionarios que creen que tienen que desechar papeles
viejos porque ocupan lugar inútilmente, sobran, no sirven, sin hacerse preguntas sobre qué
porciones de la memoria colectiva borran en ese acto, puede ser alcanzado por acciones
específicas de los archivos para ayudar a tomar decisiones más informadas y más
responsables; de la misma manera, la pedagogía pública de los archivos tendría que llegar
a los políticos que tienen que apoyar, legal y financieramente, la vida de los archivos, los
docentes que tienen que formar a nuevas generaciones, y los ciudadanos que pueden
descubrir posibilidades nuevas en los espacios archivísticos y sobre todo valorarlos y
sostenerlos, directa o indirectamente.

Finalmente, creemos que en la era digital, vale también revalorizar el espacio físico de
16
​ ergala, A. (2007). ​La hipótesis del cine. Pequeño tratado de la transmisión del cine en la escuela y fuera de
B
ella.​ Barcelona: Laertes.

11
SEMINARIO EL ARCHIVO Y LOS REPOSITORIOS DIGITALES: CONSERVACIÓN, ACCESO Y
USOS DE LAS FUENTES EN EL AULA
Convenio colaborativo CLACSO-FLACSO

encuentro y de domiciliación de una memoria que cumplen los archivos.

Nuevas preguntas

¿Queremos bibliotecas y archivos ‘puristas’ y vacías de gente, o queremos archivos y


bibliotecas públicas en el sentido más amplio de la palabra, que sean realmente espacio de
co-presencia de los cuerpos, de circulación de la cultura escrita y de otras nuevas formas
culturales, y de producción y de preservación de la memoria? ¿Qué pueden ganar los
archivos con las nuevas formas conversacionales de la cultura, con la inclusión de múltiples
lenguajes, con el reconocimiento de las distintas estrategias que despliegan sus usuarios?
Cualquiera sean las respuestas que se den a estas preguntas, sería deseable que el
archivo no deje de estar atravesado por la voluntad de rescatar del olvido, exhumar, algunas
huellas de la experiencia humana; que no se olvide que el archivo tiene como base fundante
“poder repetir lo que se ama”17, pero que ese amor no es el de la afición por el archivo, el
del guardián que ama tanto su registro que no quiere que nadie lo toque, sino el de la
preservación de una memoria de la humanidad, un gesto de bienvenida y de pedagogía
hacia las nuevas generaciones y hacia el futuro de los humanos.

17
​Derrida, J. (1992). ​Points de suspension.​ Entretiens. Paris: Ed. Galilée.

12

Anda mungkin juga menyukai