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Universidad de Oriente

Núcleo Bolívar
Escuela Ciencias de la tierra
Departamento de ingeniería civil
Cátedra: Sociología

Facilitadora: Participantes:
Corvo, Sandra De Marchi, Zaida
Ci: 26499983
Coa, Zurima
Ci: 24795042
Jimenez, Miguel
Ci: 26569906

Ciudad Bolívar, Abril del 2019


INDICADORES DE POBREZA EN AMERICA LATINA

En el 2002 la pobreza en América latina alcanzaba el 44 % de la población


total, y la pobreza extrema se registraba en 11,2 %. Para hacer una evaluación
de las indicadores de este elemento macroeconómico, debemos examinar
algunas variables que influyen de manera directa en la pobreza, las cuales son:

 Desigualdad

 Crecimiento económico

 Crecimiento demográfico

En el entendido que la desigualdad en un país, Generalmente, influye de


manera proporcional en la pobreza y por su parte el crecimiento económico de
un país siempre debe estar por encima de su crecimiento demográfico.

 Desigualdad

En América Latina, la región más desigual del mundo, hubo avances


importantes en los últimos 15 años, de acuerdo con la CEPAL.
Usando el coeficiente Gini, en donde cero representa la máxima igualdad y 1
la máxima desigualdad, América Latina continuó reduciendo las inequidades,
al pasar de 0,543 en 2002 a 0,466 en 2017.

La persistencia de las desigualdades en América Latina:


En estos últimos meses han surgido a la luz pública distintos Informes
internacionales que vuelven a poner en el centro de la atención mundial la
gravedad inusitada que ha cobrado la desigualdad en el contexto global más
actual. Según Oxfam, el año pasado el 1% más rico del planeta era dueño del
48 por ciento de la riqueza del mundo. Pero las tendencias tienden a agravarse:
en el 2016 ese 1% tendrá más del 50% y en el 2019 más del 54%. Si
desagregáramos los grandes segmentos, nos encontraremos con asimetrías
incluso más irritantes: en el 2014, el 20% del 99% concentraba el 46.5 % de
ese restante 52%, al tiempo que las ochenta personas más ricas del planeta
poseen actualmente lo mismo que los 3.600 millones de personas más pobres.
En ese contexto escandaloso, la situación de América Latina, a pesar de haber
mejorado en la última década, sigue manteniendo guarismos muy
preocupantes. Según el Banco Mundial y el Centro de Estudios Distributivos,
Laborales y Sociales (CEDLAS), América Latina es la segunda región más
desigual del planeta (52,9 de coeficiente de Gini), apenas por debajo del
África Subsahariana (56,5) y seguida desde bastante lejos por Asia (44,7) y
por Europa del Este y Asia Central (34,7). Por su parte, el recientemente
publicado Panorama Social de América Latina 2014 de la Comisión
Económica para América Latina de las Naciones Unidas (CEPAL) ha
registrado un estancamiento en la baja de la pobreza: el porcentaje de personas
con ingresos inferiores a la Línea de Pobreza fue 28.1 en el 2013, al igual que
en el 2012, y se proyecta que baje apenas en una décima porcentual para el
2014
Como bien ha advertido la Secretaria Ejecutiva de la CEPAL, Alicia Bárcena:
“... la recuperación de la crisis financiera internacional no parece haber sido
aprovechada suficientemente para el fortalecimiento de políticas de protección
social que disminuyan la vulnerabilidad frente a los ciclos económicos. (…)
Ahora, en un escenario de posible reducción de los recursos fiscales
disponibles, se requieren mayores esfuerzos para apuntalar dichas políticas,
generando bases sólidas con el fin de cumplir los compromisos de la agenda
de desarrollo post-2015.”
Registros o análisis similares podrían multiplicarse, pero todos convergerían
en el señalamiento acuciante de que la desigualdad sigue alcanzando niveles
muy severos en el continente latinoamericano, pese a los logros sociales
verificados en la última década en la región. Asimismo, todos esos datos
fundarían con solidez la constatación de que esos niveles de desigualdad, que
expresan una larga historia, siguen configurando en América Latina uno de los
principales retos para abatir la pobreza, sustentar el crecimiento económico
soberano y afirmar la democracia.
Períodos
Pero vayamos a lo que nos enseña el análisis de estos temas en el pasado
reciente de la región. Si se examina la evolución de la pobreza y la indigencia
(definidas como posesión de ingresos insuficientes para acceder a
determinadas canastas de bienes y servicios, y no a partir de un conjunto
amplio e integral de dimensiones) durante los últimos treinta años en América
Latina y el Caribe se podrán advertir o identificar, con cierta facilidad, cuatro
períodos claramente diferenciados.
El primero de los períodos corresponde a los años ochenta del siglo pasado: la
llamada “década perdida”. Como se puede apreciar en el Gráfico 1, entre 1980
y 1990 la incidencia de la pobreza aumentó de 40.5% a 48.4%, lo que implicó,
merced al crecimiento poblacional registrado en esos años, pasar de 136 a 204
millones de habitantes viviendo en hogares con ingresos inferiores a la Línea
de Pobreza.
La última década del siglo pasado constituye la segunda etapa en esta
periodización. En esos años, en particular durante su primer lustro, se registró
una reducción muy moderada de la pobreza: de 48.4% a 43.8% entre 1990 y
1999. Esta leve caída en los niveles de pobreza y de indigencia (de 22.5% a
18.5%) se produjo en el contexto de crecimiento económico posterior a la
“década perdida”, en una etapa signada por procesos de apertura económica y
reformas de signo liberal. Cabe consignar que este descenso coincidió con el
incremento de la desigualdad en la distribución del ingreso en varios países de
la región.
Al analizar esta segunda etapa de nuestra periodización no puede omitirse el
señalamiento del vínculo profundo e insoslayable entre desigualdad y pobreza.
En América Latina las altas tasas de pobreza han sido históricamente el
resultado de los altos niveles de desigualdad en la distribución del ingreso, no
de una “pobreza económica” o de una insuficiencia productiva. En esta línea,
el Banco Interamericano de Desarrollo señaló ya hace varios años sobre el
vínculo entre desigualdad y pobreza en América Latina (BID 1998: 18 y ss.):
“Uno de los rasgos más destacados de la mala distribución (del ingreso) en
América Latina es la enorme brecha que hay entre las familias que pertenecen
al decir de más altos ingresos y las demás. Una implicación muy grave de la
concentración del ingreso en América Latina es la extensión de la pobreza en
la región. (...) Si América Latina tuviera la distribución del ingreso que
corresponde a su nivel de desarrollo de acuerdo con los patrones
internacionales, la incidencia de la pobreza sería la mitad de lo que es
realmente; (...) si el ingreso en América Latina se distribuyera como en los
países del Sudeste de Asia, la pobreza sería una quinta parte de lo que es en
realidad. Incluso tomando el patrón distributivo de África, se encuentra que
para los mayores niveles de desarrollo que tiene América Latina, debería tener
la mitad de los pobres que tiene realmente.”
Entre fines de los años noventa y los primeros del primer decenio del siglo
XXI se puede ubicar la tercera fase en este recorrido. En esa etapa se produce
en la región considerada como conjunto un estancamiento en la reducción de
la pobreza, en tanto algunos países padecen un crecimiento significativo de la
pobreza y de la indigencia a causa de profundas crisis económicas que cierran
en forma dramática el ciclo y los modelos de los años noventa.
Finalmente, el cuarto período se inicia a comienzos de este siglo con una
sostenida reducción de la pobreza y de la indigencia, tanto en términos
relativos como absolutos, que ha seguido hasta nuestros días. Como se puede
apreciar en el Gráfico 1, entre los años 2002 y 2014 se observa una reducción
de los porcentajes de pobreza (de 43,9 a 28) y de indigencia (de 19.3 a 12).
Este comportamiento asume otra valoración si se considera en términos
absolutos: en dicho período la región pasó de 225 millones a 167 millones de
personas en situación de pobreza, y de 99 millones a 71 millones en situación
de indigencia.

Mujeres y jóvenes con salarios demasiado bajos:


Sin embargo, una media de aproximadamente el 40% de la población ocupada
percibe ingresos inferiores al salario mínimo de su país. Esas cifras se
incrementan notablemente cuando hablamos de mujeres (48,7%) y de jóvenes
con edades entre los 15 y los 24 años (55,9%).
La situación en el segmento de población joven femenina es especialmente
delicada ya que el porcentaje se dispara al 60,3% y, por ello, la CEPAL insta a
“implementar políticas universales sensibles a las diferencias para cerrar las
brechas de accesoque afectan a los distintos grupos de la población, así como
reconocer el escenario de nuevos y antiguos riesgos que inciden en la sociedad
en su conjunto, indica la Comisión”.

El trabajo doméstico no remunerado:


Asimismo, la participación de las mujeres en el mercado laboral durante el
año 2017 continuó muy por debajo de la de los hombres, un 50,2% frente a un
74,4%. Además, más de la mitad trabajan en sectores de baja productividad y
el 80% no cotizan en un sistema de pensiones.
El estudio de la CEPAL también destaca que el desempleo femenino fue casi
tres puntos más alto que el masculino y que las mujeres realizan el 77% del
trabajo no remunerado en el hogar.

 Crecimiento económico:

Las economías de América Latina muestran una notoria diversidad no solo en


los aspectos sociales, culturales y demográficos; sino también en lo que se
refiere a las políticas económicas existentes. Latinoamérica es una región
diversa en lo referente a lo político y económico, y así mismo inestable, por el
continuo cambio de enfoque en lo que se refiere a políticas monetarias en los
países de la región, lo cual ha generado constantes conflictos tanto internos
como externos, con distintos desenlaces en la historia latinoamericana.

Las economías de mayor tamaño en Latinoamérica, basándose en el PIB PPA


(paridad de poder adquisitivo), están encabezadas por Brasil, con casi 2,4
billones de dólares, y México, con 1,9 billones.
Las economías más desarrolladas en términos de PIB per cápita PPA son
Chile, con 19.474US$, Argentina con 18.709US$, y Uruguay, con
16.728US$.

En América Latina , el crecimiento es impulsado por las tendencias globales,


los factores internos y la interacción entre ambos. Desafortunadamente, en el
2018 dicho crecimiento fue el más lento en comparación con todas las
regiones principales, pues apenas alcanzó un 1,2%, cifra inferior al 1,6%
previsto en julio 2017. Esta caída se debe en gran parte al debilitamiento del
crecimiento en Argentina (que experimento una recesión significativa en el
2018) y en Brasil (con un crecimiento positivo más lento), mientras que el
promedio regional se ve inducido a la baja por la situación en Venezuela, que
sigue sufriendo una grave crisis económica. Se espera que el crecimiento
aumente en la región como conjunto, pero solo del 2,4% en 2019.

Pero estas cifras regionales ocultan grandes diferencias entre los países. De
hecho, la dispersión de niveles de ingreso ha aumentado, que refleja el PIB per
cápita en dólares, al precio actual, de una selección de países. Un grupo de
países de alto desempeño (Chile, Panamá y Uruguay) excede el PIB per cápita
a precios actuales de US$16.000 en 2018, y se prevé que su PIB per cápita
ascienda a cerca de US$20.000 para 2023. Un segundo grupo ha progresado
en este indicador, pero partiendo de una base inferior (incluidos Paraguay,
Perú y República Dominicana). En el caso de Perú, se espera que su PIB per
cápita sea de alrededor de US$9.000 en 2023, cuando en 2015 apenas superó
los US$6.000, y en 2002 reflejó escasamente US$2.000.

Los países con tasas de cambio altamente flexibles, como Colombia y México,
vieron disminuir esta medida del ingreso con la depreciación de sus monedas
en 2014-15 para proteger sus economías de la caída de los precios de los
productos básicos. El PIB per cápita en México disminuyó de US$11.000 en
2014 a US$8.800 en 2015, pero se espera que se recupere hasta exceder los
US$11.100 para 2023. Este indicador presenta más volatilidad en Argentina y
Brasil. El ingreso per cápita argentino de US$10.700 en 2018 se ha reducido,
acercándose al nivel de Brasil, de unos US$9.200 en 2018. Se prevé que para
2023 dicho ingreso exceda los US$10.800 en ambos países.

 Crecimiento demográfico

Concentración urbana de la población


Un buen número de ciudades de América Latina se desarrolla de manera
desordenada, con altas concentraciones de población en la periferia de la
ciudad, donde se crean problemas ambientales que en ocasiones afectan
negativamente la salud de la población, especialmente cuando ella está
desprovista de servicios esenciales (agua potable, disposición de excretas,
falta de recolección de la basura). Igualmente, se dan problemas de transporte
y de explotación desordenada de los recursos naturales disponibles.

Problemas de empleo y crecimiento de la población


Los datos censales sobre la población económicamente activa han permitido
dimensionar lo relativo al desempleo, pero es preciso ir más allá en el análisis
de este fenómeno de muy variadas facetas y que de manera tan significativa
vulnera a importantes grupos de población afectados por la pobreza, con bajos
niveles de educación y, en general, condiciones de vida precarias.

Migración internacional
Salvo los análisis que se hayan hecho en el pasado sobre movimientos de
inmigrantes hacia Argentina, Uruguay, Chile y Brasil, en tiempos recientes ha
sido México el que de manera más sistemática y más persistente está
estudiando la migración mexicana a Estados Unidos. Hoy día, sin embargo,
movimientos migratorios internacionales de diversa naturaleza se dan en
numerosos países de la región. No se trata ya de la famosa "emigración de
cerebros". Hoy se movilizan contingentes elevados de migrantes con bajos
niveles de educación, agobiados en su país de origen por el desempleo y la
pobreza. Ya ha sido señalado por algunos autores latinoamericanos ón de las
migraciones internacionales presentan notables limitaciones para el estudio y
análisis de los movimientos que hoy presentan características distintas,
prácticamente inéditas.

Pobreza y crecimiento poblacional


La tendencia que hasta hace poco y con frecuencia se daba en algunas
investigaciones sobre población y pobreza, de atribuir la existencia de la
misma al crecimiento de la población, afortunadamente ha sido superada y
hoy se reconoce que la pobreza está ligada a la existencia de condiciones
sociales y económicas que la propician.

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