Hoy en día en nuestra vida comunitaria con el resto de las personas existen muchas
situaciones, personas, objetos, acciones; una gran variedad de cosas que se encuentran
prohibidas o mal vistas por la sociedad. A este algo prohibido se le conoce como tabú.
Encontramos que tabú es un “término de origen polinesio aplicado a personas o cosas con
las que se prohíbe todo tipo de contacto por considerarlas sagradas o peligrosas, según
fuera el caso. Por ejemplo, la no utilización de ciertas palabras por razones religiosas o
sociales ya sea por pudor, buen gusto, etc.)” (http://www.educacionsexual.com
30/03/2011). Sin embargo, la palabra tabú en nuestra sociedad actual se ve comúnmente
aplicada más a lo prohibido, impuro o sucio moralmente hablando que a lo sagrado o
santificado o peligroso, que era la acepción original de la palabra. El tabú se expresa
esencialmente en limitaciones y prohibiciones, generalmente prohibiciones religiosas o
morales, carentes de toda fundamentación científica, por naturaleza irracional y, a pesar de
esto, como dice el maestro Freud: “parecen cosas naturales a todos ellos que están bajo su
imperio”.
El tabú tiende a provocar silencios en las familias y en la sociedad en general. Además, por
ser una concepción irracional, van muchas de las veces acompañado simultáneamente de
una serie de prejuicios y mitos que acentúan su carácter de ley incuestionable que promete
un castigo a quien se atreva a transgredirla. Aún así, debe reconocerse la importancia
antropológica de lo que el tabú representa para el desarrollo del ser humano y, si bien no
exaltarlo, por lo menos comprender su función dentro del desenvolvimiento social de las
personas entre sí. El hombre por ser hombre piensa y gracias a este raciocinio, trata siempre
de intelectualizar y buscar una respuesta y un por qué a todos los fenómenos que vive y que
lo rodean. De ahí nace la filosofía, el amor al conocimiento, madre de todas las ciencias.
Pero la razón no puede explicarlo todo al ser humano que todo lo desea entender. Y es,
precisamente, este hueco en el saber humano donde entra y tiene su función el tabú que
pretende dar más un sentido que una explicación racional y esto, ese sentido es lo que el
hombre busca. Desde aquí podemos ver que el tabú tiene una razón de ser y, por lo tanto,
no se le debe asociar solamente con una connotación negativa aunque en su mayoría así lo
sea.
Curiosamente, la mayoría de los tabúes hablan acerca de la sexualidad, definida ésta como
“la integración de los aspectos somáticos, afectivos, intelectuales y sociales del ser sexuado
realizada a través del desarrollo de ciertas variantes que dan valor a la persona” (Salud,
Tomo 13 Sexología, editorial UTEHA). Esto revela la enorme restricción en la libertad
sexual que la sociedad se ha impuesto dando pie a tabúes sobre la sexualidad tan
inverosímiles como: “un hombre siempre debe estar dispuesto a tener relaciones sexuales”
o “la primera vez que se realiza coito se siente dolor y se sangra”, por mencionar algunos.
Mientras la sociedad intenta regular y reglamentar la sexualidad, ésta forma un vínculo
social que es imprescindible y que siempre tratará de salir de esa retención o represión en la
que se encuentra. Esta relación altamente problemática es derivada de una cultura que
obedece a la necesidad económica que difícilmente armoniza con una mayor libertad sexual
sin las rigurosas cadenas que vemos de lo estrictamente heterosexual, monogámico, de por
vida, institucional y genital. Una relación o represión de la que siempre vamos a querer
liberarnos. Es natural que así sea.
Adentrándonos más en lo que representan estos tabús sobre el sexo, nos damos cuenta de
que mayormente están generados en estereotipos. Dentro de estos estereotipos encontramos
los referentes a la sexualidad femenina, los referentes a la sexualidad masculina, y
finalmente a los relacionados a la homosexualidad. (La Salud, Tomo 13 Sexología, editorial
UTEHA)
Estereotipos de la sexualidad femenina:
Uno de los mayores estereotipos y tabús referentes a la mujer es el de la frigidez. Se tiene la
idea de que, debido a que solo alrededor de 50% de las mujeres experimentan un orgasmo
cuando los hombres lo hacen casi todas las veces, la mujer está mal preparada para
experimentar placer sexual. Muchos hombres desconocen que una penetración vaginal es
parecida a lo que sería una estimulación de los testículos en un hombre, y a su vez piensan
que esta penetración es lo más placentero para las mujeres. Esto genera una discrepancia
puesto que el concepto “ortodoxo” del acto sexual es concebido desde un paradigma
masculino, restándole así importancia al resto de las formas de estimulación.
Otros tabús referentes a la mujer son los basados en los estereotipos de virginidad, la
pasividad y la fidelidad.
Se llega a decir también que la mujer no tiene “necesidad” de satisfacción sexual, lo cual
refleja el ya mencionado concepto de pasividad asociado con la sexualidad femenina. Es
debido a este estereotipo de pasividad que también, en general, el ritmo y frecuencia de las
relaciones, así como la iniciativa para estas, deben de estar marcadas por el hombre.
Por parte de las mismas mujeres, una serie de miedos, expectativas falsas y puntos en
común las conducen a considerar un acto sexual satisfactorio como algo que viene dado de
un modo natural y espontáneo, como si se tratase de un automatismo fisiológico basado en
el instinto, cuando dicha estructura está más bien moldeada a través del aprendizaje más
que del instinto.
Una encuesta aplicada a 400 mujeres americanas sobre sus propias preferencias sexuales
demostró que estas no tenían nada en común con lo que los hombres creían que motivaba a
las mujeres.
Otro tabú que perdura hasta nuestros días es la idea de que la mujer menstruante es
considerara “impura”, “sucia” o “enferma”, a pesar de que una menstruación indicaría que
el aparato genital está sano. También es comúnmente pensado que las relaciones sexuales
deben de ser suspendidas durante el periodo menstrual.
Cuando la mujer está en proceso de embarazo, la sexualidad es sujeta a otros tabús, como
por ejemplo la idea de que una penetración puede dañar al feto o provocar infecciones.
Aunque ya no persistieron las ideologías de la gran Bretaña victoriana que decían que el
acné y la locura eran producto de masturbarse, aun hoy en día se piensa que hacerlo causa
problemas sexuales. También hoy en día la masturbación está etiquetada como una
conducta inmadura y negativa si se realiza en la adultez. Otro aspecto negativo de la
masturbación es que va en contra del concepto de virilidad, pues se cree que si un hombre
es viril entonces no tendría la necesidad de caer en la masturbación cuando se puede tener
una “verdadera” relación sexual.
También, relacionado con la masturbación, está la idea de que un hombre tiene
determinado número limitado de ocasiones para gozar de la eyaculación.