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5 cosas que debemos saber sobre la geoeconomía

A falta de un liderazgo global eficaz, las normas y los


estándares globales se están erosionando, con un
consecuente giro hacia un mundo multipolar en el que las
grandes potencias compiten una con otra a través de
medios económicos y donde las potencias regionales
desempeñan un papel más amplio en sus entornos.

Cada vez más, las instituciones multilaterales se perciben


como instrumentos de proyección de poder y existe un
menor interés en abordar los problemas compartidos, del
ébola al cambio climático. Debido a que las grandes
potencias están observando los problemas a través de una
lente de suma cero, colaboran sólo cuando sus intereses
están estrechamente vinculados. Esto se exacerba con un
giro generalizado hacia el interior conforme el populismo y
el nacionalismo cobran auge y los gobiernos tratan de
establecer medidas para darse mayor control sobre sus
asuntos.

¿Qué pueden los estados mundiales hacer para evitar que


la geopolítica desentrañe la globalización de la economía
mundial y sus sistemas de gobernanza? ¿Cuáles son los
principales riesgos para la industria o las empresas y qué
pueden hacer para mitigarlos? Estas son las preguntas con
las que el Consejo para la Agenda Global sobre la
Geoeconomía estará lidiando en el curso de los próximos
dos años. A continuación aparecen cinco ideas
preliminares.

Los estados deben desarrollar sus normas de tráfico para


la guerra económica. Cuando los gobiernos usan la
infraestructura de la economía global para seguir sus
objetivos políticos, desafían la universalidad del sistema y
hacen que sea más probable que otras potencias se
protejan de él. También podrían provocar ataques en
represalia. De la misma manera que los estados han
desarrollado una serie de acuerdos y convenciones para
gobernar la conducta de las guerras convencionales entre
los países, estos principios deben aplicarse en la arena
económica.

Por su puesto que este tipo de coordinación resultará


elusiva, dadas todas las tendencias hacia la
regionalización, que, para comenzar, están haciendo que la
guerra económica sea más generalizada. Estados Unidos
sigue siendo el país que más tiene que perder a raíz del
perjuicio que otras potencias le causen al sistema
económico mundial; por lo tanto, Washington debería tomar
la iniciativa de explicar estos principios, así como de
motivar a otros a responder públicamente. Será difícil
lograr un consenso global, pero si las principales potencias
exponen sus visiones, esto podría protegernos contra el
peor de los casos.

Los estados deben encontrar su papel económico


apropiado y seguir nuevas formas de participación. A fin de
seguir objetivos estratégicos, los estados deben encontrar
el equilibrio correcto entre el “laissez-faire” y “la
intervención”. Después de la crisis financiera, está claro
que los estados estarán más involucrados en la definición
de los marcos de las actividades económicas. Por ejemplo,
los países occidentales podrían aprender del modelo ‘la
infraestructura primero’ de China, y después adaptarlo a
sus propios puntos fuertes.

Tanto China como otros de los principales mercados


emergentes están proporcionando una fuente alternativa
de capital y préstamos que hacen que los países en vías de
desarrollo estén menos dispuestos a adoptar las estrictas
reformas políticas y económicas de las que depende un
organismo liderado por Occidente, como el Fondo
Monetario Internacional. En lugar de eso, Occidente podría
impulsar la inversión en infraestructura en los países en
vías de desarrollo aprovechando las ventajas de su sector
privado, como el acceso a la tecnología de punta.

Hay que mantenerse en el tema de “la supervivencia de los


más grandes” y el agrupamiento de los débiles. Cuando un
país pequeño se vuelve muy dependiente en la potencia
regional, su capacidad de cambiar de curso y mantener
otras opciones –tanto económicas como estratégicas– se
limitan. A fin de evitar ser eliminados por las hegemonías
regionales, los estados más pequeños deberán hacer más
para agrupar sus recursos y desafiar a los poderes
dominantes conjuntamente.

La amenaza común de una hegemonía regional es un


ímpetu poderoso. Las potencias más grandes, por su parte,
deben reconocer la oportunidad que los pequeños países
en otras regiones proporcionan conforme profundizan sus
vínculos con las potencias externas más grandes y
estables que les pueden ofrecer espacio para respirar.
Hasta cierto punto, esto está ocurriendo en el Pacífico
asiático conforme los vecinos de China se resguardan en
contra del rápido ascenso de Beijín al profundizar sus
relaciones de seguridad con Washington. Ese modelo
podría reproducirse en todo el mundo y crear alineamientos
o alianzas no convencionales.

Las empresas pueden mantener sus ojos en el premio


global, pero mientras tanto deben jugar acatándose a las
nuevas reglas. Si es que van a mitigar los riesgos
planteados por la competencia geoeconómica y las
variables, las empresas deben proseguir la globalización
abierta. Las empresas deben ser fuertes defensoras de la
liberalización del comercio y de la inversión exterior, la
cual profundiza los vínculos internacionales y disminuye el
proteccionismo y los incentivos del conflicto. Pero incluso
mientras las corporaciones multinacionales se esfuerzan
por alcanzar un mercado más nivelado y globalizado, deben
todavía prepararse para atravesar por un terreno más
pedregoso. Las empresas deberán pensar más acerca de
dónde provienen y cómo pueden ser vistas como
compañías locales en diferentes mercados.

El auge del capitalismo de estado complicará o incluso


cerrará muchos sectores que son vistos como estratégicos
por los gobiernos locales; pero, por otro lado, se abrirán
nuevas oportunidades. Es posible que China sea sensible a
la inversión externa en el sector de las
telecomunicaciones, pero, para combatir la contaminación
en aumento, es posible que reciba bien la experiencia del
exterior en temas como la energía renovable y alternativa.
Por el contrario, el sector energético de otro país podría
estar estrictamente fuera de los límites debido a la
prioridad estratégica de ese gobierno, pero es posible que
requiera asistencia externa para construir una red
eléctrica viable e inteligente así como su infraestructura
de telecomunicaciones.

Es necesario un enfoque en actores regionales y políticas


subglobales clave en lugar de instituciones mundiales. La
sociedad civil necesita ser más pragmática acerca de los
lugares en los que busca las soluciones a problemas
globales. En lugar de depender de las instituciones Bretton
Woods universales, vale la pena buscar con más cuidado
las capas de integración regionales y subregionales. La
época de las grandes campañas globales dirigidas sólo al
G7 ha terminado: entre el liderazgo global en disminución y
las nuevas potencias emergentes, el G7 no es un foro
viable para la acción global.

Dichas campañas deberían diseñarse para apelar a los


intereses estratégicos de los estados más fuertes de la
región que tengan que ver con la iniciativa. Nos incumbe a
todos luchar en un mundo que se está volviendo cada vez
más peligroso, disputado e ingobernable al desarrollar más
formas de acción colectiva políticas, regionales y creativas
para combatir contra el espíritu de la atomización que
define al mundo cada vez más.

Mark Leonard, Director, European Council on Foreign Relations

Las opiniones expresadas en este artículo son las del autor y no del Foro
Económico Mundial.

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